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TRABAJO FINAL

Etiología del delito y análisis de un caso


real desde las Teorías de la
Criminalidad.
CRIMINOLOGÍA I
Maestría en Criminología

Colaboradores:
• Márquez Haas, Rocío, D.N.I,

• De Dio, Brenda, D.N.I,

• ……………..., D.N.I,
ÍNDICE

• Presentación del caso……………..……………………………………...Pág.

• Desarrollo…………………………………………………………………...Pág

• Conclusión………………………………………………………………......Pág

• Referencias………………………………………………………………….Pág
.
PRESENTACIÓN DEL CASO

CASO D
• Edad: 38 años.
• Número de condenas: Cinco.
• Ingresos: Primer Ingreso en el año 2003 y el último en 2018.
• Tipos de delitos: Contra la propiedad y Violencia Familiar.

“D” creció desde su nacimiento en un contexto de marcadas necesidades a nivel


material y afectivo, habitando en “Ciudad de mis sueños”, un barrio ubicado en la
periferia Sudeste de la Ciudad de Córdoba, lugar que actualmente no frecuenta ya hace
mucho tiempo debido a estar privado de su libertad por múltiples condenas en sus
últimos 18 años.
Durante sus primeros años de vida “D” creció en una familia numerosa compuesta
por seis hermanos, siendo él, el mayor. Sus padres, en la actualidad, se encuentran
separados y, “D”, no mantiene contacto con ellos, no así con sus hermanos con quienes
la relación es un poco más fluida.
En su infancia, se desenvolvió en un ambiente donde la violencia, de todo tipo (física,
psicológica, sexual), se daba con frecuencia en su entorno circundante, siendo su padre
quien la ejercía de forma cruenta hacia su madre, situación de la cual “D” no sólo habría
sido espectador, sino también, víctima junto a sus hermanos. En relación a esto, su
progenitor, que aún se encontraba junto a su madre en ese momento, habría
desarrollado una marcada dependencia hacia el consumo de alcohol y cocaína, variable
que habría coadyuvado a que este haga uso de la violencia como modo de afrontar
conflictos y a desarrollar pautas transgresoras (Robo y venta de estupefacientes) para
satisfacer la necesidad de consumir de manera inmediata, siendo condenado en varias
oportunidades. Por tales motivos, su progenitora, la mayoría del tiempo se encontraba
ausente debido a trabajar, en lugares informales, para dar sustento a sus hijos y
sostener el hogar.
Al respecto se señala la situación de vulnerabilidad social vivenciada por “D” y que,
quienes en dicha instancia habrían encarnado a las figuras significativas para sí, que
debían haber sido representantes del apoyo, y de los límites necesarios, posiblemente
no lograron efectuar estas funciones de sostén y contención de forma adecuada,
perpetrando por el contrario el desamparo y la omisión de necesidades tanto afectivas
como materiales en un momento vital.
Con el inicio de la escolarización, la experiencia de “D” no fue por vías disímiles a
las antes mencionadas. Según refirió, en su paso por la escuela, a los 9 años de edad,
vivenció situaciones de discriminación y exclusión tanto por parte de referentes como por
parte de un sistema escolar, aspectos que probablemente lo expulsaron del mismo y
dinamitaron la posibilidad de generar soluciones alternativas a la violencia ulterior, a la
cual habría recurrido como modo de solucionar conflictos interpersonales y tensiones
internas.
En este momento, “D”, ubica el primer hecho delictivo, a los 10 años de edad,
cuando como rito de iniciación, incurrió por primera vez en el delito, hurtando una
billetera a modo de poder pertenecer y ser reconocido por parte de su grupo de pares,
mayores que él (entre 20 y 25 años de edad) y de características transgresoras, según
describió. Desde ese momento a la actualidad, “D”, ha participado de varios ilícitos,
estando privado de su libertad en instituciones correccionales de menores y, en cinco
oportunidades en Complejos Carcelarios.
Otro aspecto a consignar en la historia vital de “D”, es la existencia de marcadas
limitaciones en la capacidad de abstracción como el deterioro a nivel cognitivo,
emergentes del consumo de sustancias psicoactivas desde la adolescencia temprana
(11 años de edad). Dicho consumo se habría dado desde ese momento a la actualidad
en una frecuencia diaria, en considerable cantidad y apelando a todo tipo de
estupefacientes (Cocaína, Marihuana, Crack, Fana, Alcohol). Al respecto, se advierten
amplias dificultades nivel vincular, suscitadas por la dependencia de sustancias toxicas,
infiriéndose una fuerte relación entre el consumo y la motivación a incurrir en pautas
transgresoras.
En suma, la trayectoria delictiva de “D”, se fue agravando con el paso del tiempo,
comenzando a temprana edad con tipologías como hurto y desobediencia a la autoridad,
recayendo en modalidades como violencia de género, violencia familiar,
comercialización de estupefacientes y robo con uso de arma de fuego por las cuales “D”
ha se encuentra actualmente cumpliendo condena.
Para finalizar y en relación a lo antes expuesto, se menciona que la conjunción de
elementos vitales antes mencionados confluyó en una constitución psíquica precaria en
“D”, en la cual, no solo se puede advertir una débil inscripción de la ley que regula las
relaciones en sociedad, si no que se vislumbra en su personalidad un predominio pleno
de las acciones sin mediatizarlas a través del pensamiento, sin dar cuenta de
mecanismos simbólicos que regulen su conducta. Es por esto que, no sólo realiza actos
ilícitos contra la propiedad, sino que, en ellos, hace uso de la violencia.

DESARROLLO

De acuerdo a lo descripto en el caso, el sujeto no transitó una vida fácil, ni tampoco


una infancia sencilla. Comenzando por esta última, la misma estuvo marcada por
múltiples episodios de maltrato en el ámbito familiar a manos de su padre quien,
como se mencionó, habría desarrollado una dependencia a las sustancias tóxicas.
Entonces, a la conflictiva familiar se le habrían sumado las características de su
socialización secundaria consecutivamente, constituyéndose posiblemente en las
causas de una salida exogámica a muy temprana edad como de la anticipada deserción
escolar respectivamente, siendo una y otra importantes factores de riesgo social a la
hora de definir su accionar transgresor.
En este sentido, varias Teorías Criminológicas coincidirían en que estos
primeros momentos instauran un importante antecedente para el posterior desarrollo
psicosocial, como también, dentro de la etiología del delito. Al respecto y, teniendo
en cuenta los planteamientos de Garrido y Redondo (1999) sobre el objeto de
estudio de la Criminología, los aspectos antes mencionados se enmarcarían dentro
del “Espacio científico de la Criminología”, como factores facilitadores del
comportamiento transgresor, entrando este último en interacción con las pautas de
los sistemas sociales empleados para su control, tanto a nivel informal como en una
instancia formal dentro de la Política Criminal y la forma de tratar al sujeto que
delinque.
Continuando con lo precedente, se evidencia en el caso, una limitada
colaboración a nivel familiar, escolar y social con el joven desde un lugar restitutivo,
es decir, que implique tener en cuenta las raíces del comportamiento “desadaptado”
de la norma ponderándose, inversamente, una mirada acrítica de la política criminal,
que involucra exclusivamente la coerción y detención del proceso lesivo por medio
de métodos punitivos verticalistas. En relación a ello, se pueden mencionar formas
positivas y negativas en torno a la control social siendo, las primeras, alternativas de
solución de conflictos que abarcan la etiología y los orígenes del comportamiento de
los sujetos, a saber, reparando, compensando, apelando al deber y a la solidaridad,
en oposición, a las formas negativas que aparecerían dentro de un modelo que
busca embestir el síntoma social, a saber, los efectos, sin tener en cuenta, en el
tratamiento de la criminalidad, las causas, primando la exhibición del poder y el
castigo. En este sentido, las formas de reacción social vislumbradas en el caso
representado, en etapas donde aún el sujeto se encontraba en momentos tanto
críticos como sensibles del desarrollo, se corresponderían más bien con un estilo
conservador cuyos objetivos últimos serian ,por si solas, la represión y la vigilancia
generadoras de más violencia y estigmatización. (extraído de criminología crítica y
control social- citar)
Por otro lado, dentro de las Teorías de la Criminalidad el delito, por un
lado existen marcos conceptuales Psicobiológicos, que postulan a la transmisión
genética, el funcionamiento neurofisiológico o la constitución física como
determinantes del comportamiento infractor pero, desde una mirada que amplia y
enriquece estas producciones, el mismo, no sería un hecho natural ni dependería de
ninguna limitación genética sino bien, de la desorganización social y de las
circunstancias culturales y ambientales en las que el sujeto se habría visto inmerso.
El caso “D”, concierta con estos últimos planteamientos, siendo que el joven
probablemente fue influenciado por su contexto, donde la adecuación de él a las
normas convencionales se habría visto estrechamente delimitada por las relaciones
establecidas con sus figuras de autoridad durante la infancia. De acuerdo con esto,
debido a sus vínculos parentales, escasamente sólidos, habría desarrollado menos
restricciones a la hora de quebrantar la ley, convirtiéndose en un adolescente
independiente y frío a muy temprana edad, con insuficiente apego hacia sus figuras
paternas e ideas rebeldes hacia la autoridad.
Desde esta perspectiva, el aprendizaje se ubicaría en un lugar
fundamental en las motivaciones del sujeto a desarrollar conductas ilícitas. En este
sentido, Bandura ha elaborado la Teoría del Aprendizaje Social en la que, los
conceptos de refuerzo y observación, han ido confiriendo más importancia a
procesos mentales internos llamados cognitivos, así como, la interacción del sujeto
con otros y el ambiente circundante. De esta manera, el autor, pone en relieve el
hecho de que, de forma vicaria (indirecta), la observación y la imitación, englobarían
a las variables cognoscitivas que contribuirían al proceso de aprendizaje del
individuo y no, como se había pensado tiempo antes, que la conducta es producto
del libre albedrío ingenuo o de un determinismo constitucional.
Resulta inadmisible no estar de acuerdo con dichos planteamientos, es
difícil imaginar a un infante aprendiendo por sí sólo sobre la transgresión, es decir,
dándose sus conductas en el vacío. Posiblemente, el niño toma como modelo,
mediante la representación simbólica, a los progenitores en primera instancia y luego
a educadores, pares, quizá a héroes presentes en programas de televisión favoritos
y a situaciones con las que se encuentra en contacto tempranamente.
Probablemente, “D”, no habría empezado a interesarse por el delito, sino hubiera
sido por el peso de cierta presión social, a saber, necesidades de pertenencia y
reconocimiento. Asimismo, es importante traer a colación que, a diferencia de
algunas corrientes de pensamiento que asociaban el delito a un sujeto “enfermo”, se
destaca hoy que no, necesariamente, quien delinque deba tener una estructura de
personalidad psicopática o anómala, sino que, en muchos casos esto depende de
variables ambientales y culturales.
En suma, la conducta criminal podría devenir del contacto del individuo
con otros sujetos con características y tendencias criminales, desempeñando un
papel muy importante la variable social. Entonces, los modelos sociales a los que
“D”, estuvo expuesto, no habrían sido favorables a la ley lo que, posiblemente, limitó
más adelante la capacidad de autocontrol y habría potenciado, dentro de su proceso
de socialización primaria y secundaria, marcada por múltiples institucionalizaciones
de menores, la identificación e inclinación hacia pautas transgresoras.
Otra mirada muy interesante es la que aporta, dentro de las Teorías de
índole social, Robert Merton, quien postulaba que existen dos elementos de
importancia en las estructuras sociales, por un lado, los objetivos legitimados cultural
y socialmente a ser logrados y, por otro, que la estructura cultural regula y controla
los medios legítimos, a saber, el "como" alcanzar esos propósitos. En este sentido,
cuando se produce una separación entre los intereses instituidos por la sociedad y
los caminos para llegar a ellos, la sociedad se desequilibra y se produce la anomia,
la cual se agrava cuando se da más importancia a los objetivos, que muchas veces
son inalcanzables, sin importar los medios para obtenerlos. De esta manera, los
modos de adaptación para conseguir las metas en una sociedad, tienden a ser más
bien anti legítimos, es decir, rechazando las practicas institucionalizadas. De este
modo, dentro de las tipologías planteadas por Merton, el caso de "D" correspondería
con el "Retraimiento", donde el individuo, ya ha resignado tanto metas culturales
establecidas como los medios institucionalizados para alcanzarlas, siendo así, la
transgresión una opción válida para sí.
En este punto, Cohen (1995), coincide con Merton en que existe una
coherencia entre las metas a lograr y las acciones a llevar a cabo para alcanzarlas.
No obstante, en la sociedad, conviven grupos de sujetos a los cuales se les dificulta
acceder tanto a los objetivos y medios, por razones personales, pero, sobre todo,
sociales. Estos individuos, se encuentran en disparidad (por ejemplo, pobreza
extrema, escasa alfabetización), como le habría sucedido a "D", quien, por
condiciones culturales, probablemente quedó en una situación de desigualdad a la
de otros individuos, en quienes la escolarización se convertiría más tarde en una
herramienta y capital cultural importante para conseguir objetivos pautados en la
sociedad mediante formas adaptativas. En contraposición, como se explica en el
caso, el sujeto ingresa ya a la escolarización con un déficit, del cual emergerían
posteriormente problemáticas de distinta índole ("problemas de adaptación” -
"problemas de aprendizaje"- “Impulsividad”) que lo empujarían paulatinamente de la
exclusión social a la a la deserción escolar.
Entonces, varios autores estarían de acuerdo con la idea de que los
individuos necesitan para moverse a en sociedad a otros, pero, “D” posiblemente al
no ser admitido en ciertos sectores, se vería incitado a vincularse con otros grupos
de similares características para pertenecer y, aquí, entra en juego el grupo de pares
como refugio social. De esta manera se componen grupos que, en palabras de
Cohen, no renuncian a los elementos antes mencionados, es decir, a los objetivos y
metas, comenzando a compartir, como se mencionó dentro de las técnicas
adaptativas de neutralización, modos de resolución diferentes a los socialmente
aceptados para obtener sus propósitos.
Así surgen las subculturas, a saber, grupos que tienen en común valores
y métodos para lograr sus intereses los cuales, serían desemejantes a los de la
sociedad en general, no obstante, si comparten con la sociedad los objetivos y
metas. En suma, estos individuos seleccionan, primeramente, las conductas
adaptativas de sus grupos de referencia, aunque, si estas no brindan soluciones
inmediatas, como se da en el caso descripto, se buscan otros grupos cuya cultura
proporcione respuestas adaptativas acordes, rechazando las institucionalizadas. Al
respecto, la situación de estos individuos, desmejora, como factiblemente sucedió
con “D”, emergiendo, a partir de no poder alcanzar los objetivos configurados por la
sociedad, sentimientos de injusticia, inferioridad y rencor. al compartir los propósitos
de la cultura global, estos sujetos buscarían alcanzar los mismos a través de
recursos ilegítimos generadores de más daño y violencia hacia terceros, como por
ejemplo en los delitos contra la propiedad los cuales ejercía “D”, para alcanzar de
manera rápida y ambiciosa objetos valorados socialmente y, mediante los cuales, se
buscaría ser reconocido y aceptado.
En el caso “D”, no solo intervienen, en las motivaciones del sujeto,
impedimentos en los medios para alcanzar las metas de forma adecuada a lo que la
sociedad ha acordado previamente, sino que, por poseer precariedad a nivel
simbólico, un pensamiento concreto y simple, derivado de una escasa alfabetización
y del deterioro cognitivo procedente del abuso de sustancias tóxicas, “D”, no
contaría, como otros sujetos, con la planificación a largo plazo y la postergación para
conseguir sus propósitos, prevaleciendo, el escaso autocontrol y rasgos más bien
impulsivos, que desembocarían en respuestas inmediatas ilícitas.
CONCLUSIÓN

Finalizando este recorrido por diversas Teorías Criminológicas, las cuales


buscan explicar los orígenes del comportamiento delictivo se concluye que, en la
historia del ser humano, el delito ha sido un fenómeno comprendido desde gran
cantidad de concepciones, comenzando con aquellas que colocaban el foco y las
causas de dicho accionar en factores endógenos. Gracias a nuevas
investigaciones y a las aportaciones de diversos autores, se puede ultimar que la
etiología del delito es compleja y multicausal, debido a que tiene distintos
principios interpretativos, yendo más allá de la patología y lo biológico.

En este sentido y tal como lo fundamenta el caso descripto, el accionar


transgresor, se convertiría en un “hecho social” que dependería ampliamente de
variables externas y contextuales. Entre ellas se puede mencionar, como lo
destacaron algunos autores en líneas precedentes, a los factores sociales, a
saber, la influencia de la sociedad, el lugar donde se habita, la desigualdad social,
la crisis económica, la ineficiencia de los métodos de reacción social y la falta de
una Política Criminal bien definida. También, la familia, podría encarnar una
variable criminógena de relevancia directa, siendo el primer medio de control
social y, donde el niño imita y aprende a convivir positivamente o negativamente
en sociedad. La disfuncionalidad dentro de ella, la inexistencia de valores, la falta
de límites claros, el desamparo y la violencia cruenta, como se evidenció en “D”,
llevarían a problemas de socialización y posteriores conductas ilícitas.

Del mismo modo, es dable consignar que, la cultura, ejerce su influjo


sobre los sujetos desde que nacen, y aun desde antes, podría determinar sus
actitudes. Por cultura se entiende a aquellos comportamientos diferenciados entre
unos y otros grupos sociales, teniendo en cuenta las creencias, hábitos,
costumbres, entre otros. En suma, la cultura, como los demás aspectos antes
mencionados favorecerían, como en “D”, a la formación de subculturas
conformadas por individuos de rasgos similares, donde la deficiente educación, la
pobreza estructural como las necesidades a nivel material y simbólico sumados a
la ineficiencia en los medios para satisfacerlas, colaborarían en la identificación
con pautas transgresoras y en el desarrollo sentimientos de rechazo e injusticia
que contribuyen, muchas veces, al desarrollo de problemáticas relacionadas al
delito, a saber, el consumo problemático desustancias como lo ejemplifica el caso.

Por lo expuesto, se considera de suma importancia continuar indagando y


valorando causas y efectos para cada tipo delito, víctima y todo lo relacionado a
estas conductas desadaptativas y delictuales, como también, pensar sobre las
políticas criminológicas e intervenciones sociales estratégicas para su prevención.
REFERENCIAS

o Bandura Albert y Walters Richard H. (1983). Aprendizaje Social y desarrollo de


la Personalidad. Ed. Alianza, Séptima edición. Madrid, España

o Bandura, A. (1969). Principios de la modificaciòn de la conducta. New York:


Holt, Rinehart & Winston.

o Cohen, Albert: Delinquent Boys. The culture of the Gang, The Free Press,
Glencoe, 1955.

o Criminología Crítica y control social 1- El poder Punitivo del Estado Ed. Juris.
Rosario, Santa Fé- 1993.

o Merton, Robert: “Anomie, anomia e interacción social. Contextos de conducta


desviada” (1954), en Clinard, Marshall B. (ed): Anomia y Conducta Desviada,
Paidós, Buenos Aires, 1967, pp. 201-226.

o Redondo Illescas, Santiago, y Vicente Garrido Genoves. Principios de


Criminología. 4ª Edición. Valencia: Tirant lo Blanch, 2013.

o Zaffaroni E.La cuestión Criminal, Ed. Planeta, BsAs. 2011.

Jean Rivero sostiene en torno a los derechos humanos, “una universalidad en


cuanto al reconocimiento de los mismos pero un desconocimiento en la praxis, en
la acción”. Esta frase debería hacer consciente
Como asì tambien la asociaciòn automatica entre pobreza y delito, en
ocasiones no es asi, aunque es cierto que hay mas sujetos que se
desarrollaron en ambientes con carencias socioeconomicas y afectivas que
delinquen (Edwin sutherland, 1983)

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