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Fecha captura: martes, 26 de abril de 2005 Fecha artículo:
URL Original: http://www.holistika.net/articulo.php?articulo=62016.html
Recopilado por: Dani (trufito) Autor artículo:
Título: La Importancia de la "Fase en Brazos". El Concepto del Continuum
Asunto: ¿Acaso su "naturaleza humana" es diferente a la nuestra?
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El contenido de este artículo esta recogido a través de canales públicos vía Internet de acceso general. La publicación en
este documento es meramente de difusión pública debido a su interés en opinión del recopilador y debe ser acogida
como tal. Gracias.

La Importancia de la "Fase en Brazos". El Concepto del Continuum


Todo llevó cinco expediciones, con grandes intervalos de tiempo entre ellas
para reflexionar.

Durante esos dos años y medio que pasé en la Jungla de Sudamérica


junto a indios de la Edad de Piedra, pude darme perfecta cuenta de que
nuestra naturaleza humana no tiene mucho que ver con lo que nos han hecho
creer. Los bebés de la tribu Yequana, lejos de necesitar un clima de paz y
tranquilidad para dormir, eran capaces de echar una cabezadita
tranquilamente en el momento preciso en que se encontraban cansados, o
cuando los hombres, mujeres o niños que los cargaban bailaban, corrían,
caminaban, gritaban o remaban en sus canoas. Los chiquillos se pasaban todo
el día jugando juntos sin que se montara ninguna trifulca. Ni siquiera
discutían y obedecían a sus mayores al instante mostrando una voluntad
plena.

Aparentemente, la idea de castigar a un niño nunca se le habría ocurrido a este pueblo. Tampoco su
conducta mostraba nada que pudiera verdaderamente ser catalogado como permisividad. Ni un solo niño
habría soñado con incomodar, interrumpir o que un adulto tuviera que esperar por ellos. A los cuatro años,
los niños ya contribuían más con la fuerza del trabajo dentro de su propia familia de lo que sus cuidados
suponían a los otros.

Cuando los bebés estaban en brazos, rara vez lloraban; nunca gritaban y, lo que es más fascinante,
no agitaban las manos ni pataleaban ni movían la cabeza; tampoco arqueaban la espalda ni retorcían los
pies o las manos, tal y como vemos con frecuencia en nuestros niños. Se mantenían tranquilamente
sentados sobre los hombros o bien se quedaban traspuestos sobre la cadera de alguien, lo cual desconfirma
el mito de que los bebés tienen que ir flexionados para ´hacer ejercicioª. Tampoco echaban buches, a no
ser que estuvieran realmente enfermos, y no tenían cólicos. Cuando durante los primeros meses les atraía
algo, se arrastraban por el suelo, andaban a gatas y luego caminaban sin esperar a que alguien viniera a por
ellos, sino que ellos mismos iban hacia sus madres o cuidadores buscando la confianza necesaria antes de
retomar sus actividades exploratorias. Sin lo que conocemos como supervisión, incluso los más pequeños
rara vez resultaban heridos de alguna manera.

¿Acaso su "naturaleza humana" es diferente a la nuestra? Hay quien puede imaginar que así es.
Ahora bien, existe una especie humana. Entonces, ¿Podemos aprender NOSOTROS del ejemplo Yequana?

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Nuestras expectativas innatas


Vamos a intentar entender en su totalidad
el poder formativo de lo que yo denomino "fase en
brazos", que empieza con el nacimiento y concluye
con el comienzo voluntario del gateo, que es
cuando el bebé puede marcharse y volver desde y
hacia las rodillas de la persona encargada de su
cuidado. Esto consiste, simplemente, en que el
bebé disfrute de 24 horas al día de contacto físico
con un adulto o con otro niño.

En principio, todo consistía en una mera


observación de esta experiencia de estar en brazos,
y pude comprobar que tenía un efecto
impresionante sobre la salud de los bebés y que no
suponía ningún "problema" [estar todo el tiempo en
brazos]. Presentaban un tono muscular suave y sus cuerpos se adaptaban convenientemente a cualquier
tipo de posición que requiriera la propia dinámica del cuerpo que lo iba cargando... Incluso hubo quien
colgaba a los bebés a su espalda mientras los agarraba por las muñecas. Como contraposición a esto que les
cuento, tenemos la INCOMODIDAD de los bebés a los que se les tumba sobre un "cómodo" moisés o
cochecito mientras le pasan la manita suavemente por encima mientras se retuercen y lloran por ese
cuerpo vivo que es, por derecho natural, el lugar adecuado para estar.

¿Por qué esta incompetencia en nuestra sociedad? Desde la infancia se nos enseña a no creer en
nuestro conocimiento instintivo. Se nos dice que los padres y los profesores lo saben todo mejor y,
entonces, cuando nuestros sentimientos no coinciden con sus ideas, es que estamos equivocados. Viviendo
condicionados para descreer o desconfiar completamente de nuestros sentimientos, nos dejamos convencer
fácilmente para no respetar a ese bebé cuyo llanto nos dice claramente "¡cógeme!", "¡déjame dormir
contigo!", "¡no me abandones!".

Estos sentimientos, que constituyen claramente nuestra respuesta natural, son regidos entonces
por una ley superior en rango que se encuentra a la par de la moda y dictada por los "expertos" en el
cuidado del bebé. Esta pérdida de fe en nuestra experiencia innata nos deja en manos de este u otro libro,
como consecuencia de cada sucesivo esfuerzo errado de sobrepasar a la naturaleza.

Ahora es fundamental preguntarse quiénes son los verdaderos expertos, contando con que el
segundo gran experto en el cuidado del bebé se encuentra dentro de nosotros. Esto es tan cierto como que
reside igualmente dentro de cada especie superviviente que, por definición, ya sabe cómo cuidar de su
prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé... programado durante millones de años de
evolución para señalar, por medio de la voz y la acción, cuándo la atención que le proporcionan es
incorrecta. La evolución es un proceso de refinamiento que ha construido nuestro comportamiento innato
con una precisión exquisita. Esa señal que emite el bebé, la comprensión de esa señal por parte de su
gente, el poderoso impulso que los lleva a obedecerla... todo ello es parte integral de las características de
nuestra especie.

El presuntuoso intelecto se ha demostrado a sí mismo que se encuentra equipado para descubrir los
requisitos auténticos de los bebés humanos. A menudo surge la siguiente cuestión: ¿Debería de coger al
bebé cuando llora, o primero lo dejo llorar un poco? ¿O debería de dejarlo llorar y llorar para no mimarlo y
que se convierta en un tirano? -palabrita del Dr. Spock.

No habría ningún bebé que estuviera de acuerdo con NINGUNA de esta serie de imposiciones. De
modo inequívoco y unánimemente, nos hacen saber que ¡NO SE LES DEBE DEJAR SOLOS NUNCA!. Dado que

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esta opción no ha sido fomentada en la civilización occidental contemporánea, la relación existente entre
el progenitor y el niño ha permanecido firmemente en conflicto. El juego ha consistido en cómo hacer que
el bebé se quede dormido solito en la cuna, sin tener en cuenta si el bebé llora o no. A pesar de que
algunos libros de Tine Thevenin como "La Cama de la Familia" se han adentrado en parte por la vía para
abrir el tema de los niños que duermen con sus padres, la base fundamental no se ha tocado con claridad:
ACTUAR CONTRA NUESTRA NATURALEZA COMO ESPECIE ES PERDER EL BIENESTAR.

Una vez hayamos entendido y aceptado el principio de respetar nuestras expectativas innatas,
seremos capaces de descubrir con precisión cuáles son estas expectativas que surgen... En otras palabras:
lo que la evolución se ha encargado de adaptar para nuestra experiencia.

El papel formativo de la "fase en brazos"


¿Cómo llegué a concebir la "fase en brazos" como elemento tan crucial para el desarrollo personal?
Primeramente, viendo a este pueblo tan feliz y relajado que habita las selvas de América del Sur
arrastrando con sus bebés por todos lados. Nunca los soltaban. Poco a poco fui dando con la conexión
existente entre este simple hecho y la calidad de vida de la que disfrutaban por completo. Con mis
observaciones, un poco más adelante llegué a algunas conclusiones acerca del "cómo" y "por qué" de este
constante contacto y sus repercusiones esenciales para la etapa inmediatamente posterior al nacimiento
relacionado con el desarrollo humano.

Primera función: Parece que la persona que lleva al bebé - que


normalmente es la madre durante los primeros meses y luego algún/a niño/a de
entre 8 y 12 años- está construyendo un propósito fundacional que va a resultar
útil en posteriores experiencias. El bebé participa de manera pasiva en las
actividades de la persona que lo carga: correr, caminar, reír, hablar, cantar,
trabajar y jugar. El tipo de actividad, el ritmo al que se produce, las inflexiones
de la lengua utilizada, la variedad de señales observadas, los cambios de luz del
día y la noche, los cambios de temperatura, la humedad, la sequedad, los sonidos
de su familia, la vida tribal... Todos estos elementos constituyen la base de su
participación de modo activo en su entorno, hecho éste que va a comenzar a los
seis u ocho meses, cuando comienza a arrastrarse, luego a gatear y más tarde a
caminar.

Sucede que, cuando, por otra parte, un bebé se ha pasado la mayor parte de este tiempo echado
en la cuna con la mirada apuntando a la pared de enfrente o mirando al interior del cochecito en el que lo
llevan o dirigiendo la mirada constantemente hacia el cielo... se habrá perdido, entonces, la mayor parte
de esta esencial experiencia.

Dado que existe esta necesidad del niño por disfrutar de este tipo de experiencia prematura, se
requiere que aloje en su ser esta visión panorámica de la vida en la que va a entrar. También es
importante que los cuidadores no se limiten simplemente a sentarse y echar un ojo, ni que se pongan a
preguntarse qué necesitará el niño, sino más bien tener una vida activa ellos mismos. De manera ocasional,
uno no puede resistirse a darle un fuerte achuchón repleto de besitos pero, ahora bien, cuando se
programa al bebé para que esté observando tu agitada vida, se siente confuso y frustrado cuando inviertes
tu tiempo en observarlo a él. Un bebé que se encuentra en el meollo del aprendizaje de lo que es la vida
tal y como las vives tú se siente confuso; es como si lo que quisieras fuera que el bebé finalmente fuera
quien dirigiera tu propia vida.

Segunda función: la segunda función esencial que cumple la "fase en brazos" parece haberse
escapado del raciocinio de todos (incluida yo hasta mediados de los años 60). Consiste en proporcionar a
los bebés un medio que les facilite descargar el exceso de energía que tienen en sus cuerpos hasta el
momento en que puedan hacerlo por ellos mismos. Durante los meses previos al momento en el que los

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bebés son capaces de levantarse por sí mismos, acumulan energía de la absorción de los alimentos y el sol.
En consecuencia, el bebé requiere un contacto constante con el campo energético de una persona activa
que pueda igualmente descargar el exceso de su energía. Así se puede explicar la razón por la que los
bebés de los Yequana vivían en ese estado de relajación, no mostraban síntomas de agarrotamiento, no
pataleaban ni arqueaban o flexionaban sus músculos para liberar esa incomodidad que supone tal
acumulación de energía.

Si queremos facilitar una experiencia "en brazos" óptima, debemos ser capaces de descargar de
manera eficiente nuestro propio campo energético. Se puede calmar rápidamente a un bebé irritado si
corremos con él o saltamos, bailamos, o bien realizando cualquier cosa que reduzca nuestros propios
niveles energéticos a un nivel que resulte cómodo para nuestra actividad. Cuando de repente un padre o
una madre tienen que salir a comprar algo no van a tener que volver a decir nunca más "¡Venga, coge tú al
bebé que voy a bajar a comprar!", sino que igual que baja corriendo, se lleva al bebé aprovechando la
situación y le da una vuelta por ahí. ¡Cuanta más acción, mejor, para que la fluya la energía!

Tanto los bebés como los adultos sufren tensiones cuando se impide la circulación de la energía por
los músculos. Un bebé que parece estar lleno de energía por descargar sólo está buscando acción. A veces
incita a quien le cuida con pequeñas llamadas de atención, a la vez que intenta descargar su incomodidad
arqueándose, flexionando su cuerpo, etc. Darle una vueltita por la habitación o ponerlo en brazos de
alguien que haya estando haciendo ejercicio poco antes... Con ello, el campo energético de un bebé se va
a beneficiar de esos momentos que comparte con un adulto que está en proceso de descarga. Los bebés no
son cositas frágiles que manejemos con guantes de terciopelo. De hecho, cuando un bebé recibe este tipo
de tratamiento "frágil" en esta etapa formativa, puede llegar a convencerse de que es frágil, con lo que
puede llegar fácilmente a perder la confianza en su propio cuerpo. Entonces, ¿qué es lo que conseguimos?
De manera Inconsciente vamos a perjudicar a nuestra descendencia.

Como padres, ustedes son capaces de adquirir el conocimiento suficiente como para comprender la
"fase en brazos" con la circulación y fluidez de la energía. Van a descubrir muchas maneras de ayudar a sus
bebés a mantener un tono muscular suave característico de nuestro ancestral bienestar. Al mismo tiempo,
vamos a transmitirles la calma y la comodidad que necesita un bebé para sentirse en casa como en su
propia piel, a la vez que se sienta bien recibido en el mundo en que vivimos.

Jean Liedloff
Autora de la obra "El concepto del continuum", Editorial Obstare
Artículo publicado en la revista Obstare

Jean Liedloff nació y se crió en Nueva York. Después de estudiar en el Drew


Seminary for Young Women fue a la Cornell University, pero empezó a viajar sin llegar a
licenciarse. Sintiéndose atraída por Europa y más tarde por la selva sudamericana,
participó en cuatro expediciones para estudiar a los indios de Venezuela, que seguían
viviendo en la Edad de Piedra antes de convencerse de que ´los que pertenecemos a la
civilización occidental hemos malentendido trágicamente nuestra naturalezaª. Después
de realizar la quinta expedición que le confirmó sus observaciones retrospectivas,
escribió El concepto del continuum. Jean Liedloff ha escrito artículos para el Sunday
Times y fue una de las creadoras de la revista Ecologist. En la actualidad da conferencias
y difunde este tema por todo el mundo dirigiéndose a estudiantes, médicos, padres,
psicoterapeutas y al público en general que busca explicaciones y remedios para la alienación personal y
los males sociales. Además, practica y enseña una clase de psicoterapia basada en los principios de El
concepto del continuum. Tiene en proyecto escribir libros sobre este trabajo y sobre una crianza de los
niños que no sea conflictiva.

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