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Horacio C.

Foladori

La Intervención Institucional
Hacia una clínica de las instituciones
http://psikolibro.blogspot.com

(DITORIALARdS
Horacio Carlos Foladori cursó la carrera de Psico-
logía en Uruguay, recibiéndose en 1971. Posteriormente,
realizó estudios de Maestría y Doctorado en México y
en EE.UU., respectivamente. Si bien se orientó hacia la
psicología clínica y al psicoanálisis, desde muy temprano
se interesó por los grupos y por sus amplios espacios de
aplicación tanto en ámbitos clínicos como sociales. Pero
los grupos siempre tienen una inserción institucional,
por lo que su investigación acerca de los grupos no po-
día dejar de lado la problemática del poder que la inter-
vención sobre los mismos supone.
En 1976 se traslada a México asumiendo la Direc-
ción del Departamento de Orientación Vocacional de la
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, donde se
implementa, desde 1980, un novedoso programa grupal
de orientación y que produce material para publicar
varios libros sobre el tema. Más tarde funda la primera
Maestría en Psicología Clínica Infantil del país, al tiem-
po que edita la revista Ilusión Grupal.
A partir de 1993 se radica en Santiago donde
además de psicoanálisis enseña psicología de los grupos
(grupos operativos) y análisis institucional.
En Chile ha publicado Análisis vocacional grupal
(1997), El grupo operativo de-formación (2001), Grupa-
lidad. Teoría e intervención (2005), Intervención grupal
en el ámbito comunitario (compilador) (2006), además
de artículos e investigaciones en revistas especializadas
nacionales y extranjeras.
Actualmente es académico de la Universidad de
Chile (en pre y postgrado); de la Universidad Metropo-
litana de Ciencias de la Educación (Departamento de
Filosofía); de la Universidad Adolfo Ibáfiez (Magíster
en Psicología Clínica); de la Sociedad Chilena de Psico-
análisis (Ichpa) y de la Universidad ARCIS (Magíster en
Grupos e Instituciones). Es fundador (1993) y Director
de la Escuela de Psicología Grupal y Análisis Institucio-
nal Enrique Pichón-Riviére. Profesionalmente trabaja
como psicoanalista y realiza intervenciones familiares,
grupales e institucionales.
Horacio C. Foladori

La Intervención Institucional
Hacia una clínica de las instituciones

(DIlORIAL-ARdS
©Universidad ARCIS
Editorial AliClS
Libertad 53
Teléfono: (56-2) 386 6 4 U
F.-mail; publicacionesC'^^iatcis.cl - www.iiarcis.cl

La Intervención Institucional.
Líacia una clínica de las Instituciones

l^ edición: Septiembre de 2008

C^loordinador de publicaciones: Víctor Fíugo Robles


L^íseño y díagramación: Paloma Castillo

Registro de propiedad Intelectual N° 163-440


LSBN: 978-956-310-844-6

Impreso en Alfabeta Artes Gráficas


ÍNDICE

Prólogo
Gregorio Baremblitt

Prólogo
Osvaldo Saidón

Presentación. Recortes de implicación

Metodología

Teoría de la fisura

I Parte

Casos de intervenciones institucionales


El grupo-análisis: Técnica de diagnóstico
de clima organizacional. Análisis
de un caso de alcoholismo

Del deseo a la autogestión,


intervención en la universidad

Intervención en un Ministerio

Intervención en un hospital geriátrico

La intervención: del sufrimiento


a la recuperación del pensar
II Parte

Las instituciones y el pensamiento

La institución de las organizaciones


no gubernamentales y su "crisis"

Violencia: La institución del maltrato

La institucionalización del pensamiento

Represión psícjuica, represión-política

La salud de la institución:

a modo de conclusiones transitorias

Bibliografía

Anexos

El nuevo programa de Orientación


Vocacional como analizador institucional 271
Bion y Rickman. La intervención institucional en
el Hospital Militar de Northfield 295
PRÓLOGO

Gregorio Baremblitt

El autor de este libro, profesor Horacio Foladori,


además de un "antiguo" compañero de estudios y traba-
jos, ha sido siempre un amigo con el que compartí, diga-
mos, tanto la "producción de alegría" como la de "sufri-
miento" (véase el capítulo correspondiente a este escrito)
durante épocas tenebrosas de las dictaduras del Río de la
Plata.
Las vicisitudes del exilio y de nuestras actividades
nos llevaron por rumbos geográficos diferentes, y durante
demasiados años nos privaron de mutuas noticias.
El honor y el placer que el profesor Foladori me da
de prologar este importante libro suyo, es un testimonio
de que todo ese tiempo de convivencia que se nos escapó,
en parte por "Las venas abiertas de América Latina", no
fue perdido en términos de vida, trabajo y militancia.
Según creo este texto es una contribución de gran valor
para la bibliografía del movimiento instituyente en Lati-
noamérica.
Recuerdo que a nuestro amigo Rene Lourau no le
gustaba el término "riqueza", ni siquiera empleado en for-
ma metafórica. Obviamente, le desagradaba su inevitable
matiz acumulativo pecuniario. No obstante, no se me ocu-
rre otra palabra para celebrar la forma y el contenido de
este volumen de Foladori cuyos numerosos méritos no me
siento capaz de describir fehacientemente en pocas líneas.
Apenas intentando, diré que se trata de un texto que
cubre candentes problemas de los llamados "grupalismo"
e "institucionalismo", de sus condiciones de producción

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y de ejercicio teórico y técnico, de su campo de análisis y
de intervención entendidos desde diferentes y eminentes
corrientes de su gesta.
Me parece aceptable opinar que el autor ha practi-
cado, en esa revisión y sus aplicaciones, una actitud tjue
alguna vez denominamos "eclecticismo superior" (por
analogía con la calificación que C Deleuze hace de la fi-
losofía de Hume "un empirismo superior").
Se trata de que Foladori en su larga y activa forma-
ción, ha tomado lo mejor de autores célebres para cons-
truir su modo original de pensar, de actuar, sin ninguna
sumisión doctrinaria ni sistemática.
Una de la impresiones que nos ha sorprendido muy
agradablemente, es la de que, a pesar de compartir una
gran parte de esas preferencias bibliográficas, Foladori
ha "extraído" valiosos aportes de otros que nosotros no
hemos transitado demasiado y que nos han revelado con-
secuencias que no sospechábamos.
Otro gran mérito que me permito destacar, es el es-
tilo de escritura de estas páginas, riguroso, pero extrema-
damente claro y preciso, valores estos que parecen haber
sido abandonados por los intelectuales contemporáneos.
Por otra parte, el libro presenta una serie de crónicas
clínicas de intervenciones institucionales que son muy es-
casas en la literatura de este dominio y que los estudiosos
reclaman insistentemente.
Entre los diversos capítulos neta y clásicamente
grupalistas e institucionalistas, "aparece" uno inesperado
que se pregunta nada más y nada menos acerca de "qué es
pensar", y lo hace no desde un punto de vista especulati-
vo, sino desde una óptica estrictamente relacionada con la
primacía de la praxis de los agentes, grupos, organizacio-
nes y movimientos que aspiran al autoanálisis y a la auto-
gestión como medio y como fin.
Para no demorar la entrada de los interesados en
este valioso libro, agregaré apenas que el mismo muestra
también una severa aunque serena vocación autoanalítica,
lo cual nosotros vemos como una realización del lema es-
quizoanalítico de experimentar "con la infinita audacia e
infinita prudencia".
Mi sincera bienvenida al libro del profesor Foladori
al panorama cultural de nuestros pueblos.

Bello Horizonte, diciembre 2007

http://psikolibro.blogspot.com
PRÓLOGO

Osvaldo Saidón

T e n e m o s u n nuevo libro sobre el análisis institucio-


nal en Latinoamérica. D e m o r é unas semanas en comenzar
su lectura, en los días que lo recibí me encontraba traba-
jando en unos textos sobre la potencia de lo grupal.
Ya en las primeras líneas Foladori nos advierte que
la diferencia entre dispositivos grupales y dispositivos insti-
tucionales es inexistente. Entonces ya m e t o m ó el entusias-
m o que provoca la lectura de u n amigo, que cordillera
de por medio va a hablarnos también, a su manera, de la
riqueza del dispositivo grupal en el trabajo con institu-
ciones...
Al culminar su lectura percibí que hay una pregunta
que recorre todo el libro, y que es tma pregunta necesaria
para tocios los que se interesan en el trabajo con grupos e
instituciones.
La podríamos resumir así. ¿Cómo se hace'i
Foladori tiene coraje de militante, la claridad del
maestro y la clínica sutil del psicoanalista y... responde
con toda franqueza, diciendo: como él hace. Actitud poco
c o m ú n en nuestro medio.
A partir de allí, nos introduce en cómo piensa, cómo
interviene, c ó m o analiza, y sobre todo c ó m o crea.
El quehacer c o m o plano de consistencia que recorre
el libro se inscribe en la mejor tradición institucionalista.
Es la que nos señala Franco Basaglia c u a n d o nos convoca
a un o p t i m i s m o de la acción.
Al enseñarnos c ó m o hace sus intervenciones, nos
muestra cómo se las ha arreglado en estos años en un lar-
go recorrido por Latinoamérica a sostener la fuerza insti-
tuyente de su trayectoria en los más diversos ámbitos.
Es esta trayectoria profundamente latinoamericana
la que hace a este libro necesario.
Necesario en primer lugar para el autor que se lo ve
y se lo escucha a través de su escritura, precisando expo-
ner lo que ha hecho y pensado, interviniendo en las más
diversas instituciones. En el libro, asimismo, realiza una
puesta a punto de su marco conceptual, a partir de las si-
tuaciones políticas que ha tenido que enfrentar.
Necesario para nosotros sus compañeros y colegas,
que acompañamos vicisitudes similares en otros países y
que necesitamos el testimonio de las intervenciones que
ha realizado en países como Uruguay, ("hile, México, y de
pensamiento que ha surgido de estos trabajos.
Pero este libro es necesario sobre todo para consoli-
dar, para dar consistencia a un plano latinoamericano del
trabajo con grupos e instituciones.
Podemos discutir acerca de la originaliciad y la im-
portancia del pensamiento latinoamericano en el psicoa-
nálisis, la psicología y/o la sociología.
De lo que sin duda podemos coincidir, y este es
uno de esos textos para confirmarlo, es de la creatividad
y la consistencia de la escuela de grupos latinoamericana.
Cada vez más las academias, las universidades, la salud y
la educación publicas e incluso las diversas asociaciones
en América Latina se confrontan con esta evidencia.
En ese sentido este texto recoge y recrea aportes de lati-
noamericanos como Suárez, Pichón-Riviére, Bleger, Bauleo,
Baremblitt, y los cruza con los de Lourau, Mendel, Guattari,
para sorprendernos en el último capítulo con un análisis lle-
no de observaciones interesantísimas sobre el propio Bion.
Es que el pensamiento en grupos e instituciones lati-
noamericano no es un regionalismo, sino que obtiene su

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potencia justamente de una divetsidad que solo ha sido
teorizada y sobre todo actualizada en infinitas interven-
ciones en nuestros países.
Esta diversidad, este m o d o de habitar lo múltiple
es lo que posibilita el dispositivo grupa! que tan bien lo
vemos desplegar a través del texto y qtie le permite a Fola-
dori inventar y redescubrir nuevos conceptos.
El libro esta aquí para que Uds. lectores vayan re-
corriendo estos conceptos, así que no deberé extenderme
sobre los mismos.
Me referiré a algimos t|ue me han afectado particu-
larmente, por tomar el desah'o c]ue el propio autor p r o p o -
ne c u a n d o nos dice que solo se puede pensar con otro, en
grupo, en diálogo y haciendo máquina.
Señalaré algunos t]ue me afectaron particularmente
d u r a n t e la lectura.
En el libro le dedica un capítulo a explicarnos su
idea de fisura institucional.
La fisura es im concepto clave que no solo desarro-
llara teóricamente, sino que también una y otra vez lo
veremos utilizarlo para entender, intervenir y avanzar o
retroceder en diferentes intervenciones.
El concepto me parece especialmente litil para res-
p o n d e r a u n a encomiencia siempre presente e n t r e los
analistas institucionales consistente en acortar la distancia
entre el c a m p o de análisis y el campo de intervención.
Pasan por las páginas del texto diferentes instituciones: de
salud, de aprendizaje, de gestión de Estado, de servicios y
producción.
Las fisuras nos las muestra a través de los relatos del
cotidiano institucional. Desfilan a través de las interven-
ciones diferentes universos, diferentes m o d o s de habitar
el m u n d o . Es especialmente conmovedor el de los repar-
tidores de gaseosas, c u a n d o nos dicen que "las heridas no

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se curan", frase que no puede dejar de remitirnos a una
multiplicidad de sentidos en el C^hile post-Pinochet.
Así revistan diversos personajes, historias de vida que
nos arrastran a otros mundos de los tjue habitualmente
convivimos.
Tal vez allí esté el gusto, la verdadera pasión que nos
sostiene implicándonos en el análisis y la intervención
institucional. Salir de lo mismo, experimentar otros múñ-
elos, habitar el desierto.
Los analistas institucionales cjue nos reconocemos en
estas páginas somos exilados, desterrados, nómades, con-
traculturales, un poco antiedípicos y sobre todo desinsti-
fucionalizados por deseo más que por necesidad.
Por eso cuando Foladori se reitere a otro concepto
que me afectó patticularmente: el osttacismo institucio-
nal, creo que toca un tema en el C]ue estamos especial-
mente implicados.
Casi no hay intervención entre las que se relatan en
el libro en la que no aparezca el temor a la pérdida de!
trabajo.
Casi diría yo que no hay verdadera intervención, es-
pecialmente en Latinoamérica que no pase por enfrentar
esta amenaza. Y nosotros los grupalistas, los instituciona-
listas, transcurrimos gran parte del análisis de nuestra im-
plicación, transformando este temor en una herramienta
para la acción y la invención.
El ostracismo institucional, que tanto padecimiento
causa a funcionarios, pacientes, alumnos y maestros, debe
ser especialmente soportado por nuestra tribu. Sabemos que
el temor y el miedo son derivados del terror cjue se inocula-
ron en los cuerpos durante nuestra historia reciente.
En los análisis institucionales que enfrenta se lo ve
al autor interesado en enseñarnos cuáles son los métodos
que utiliza y que sustenta cada elección. Estoy convencido

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que c u a n d o planteamos los más diversos encuadres, lo
i m p o r t a n t e no es el formato, sino el sostenimiento de una
actitud, que muchas veces se extiende más alia de la p r o -
pia intervención.
A diferencia de ciertos analistas que nos c o m p r o m e -
ten con fórmulas preestablecidas, Foladori n o solo explora
las características de la demanda, sino que las sitúa en el
contexto sociopolítico de su época, las historiza. Es fiel a la
regla del "decirlo todo" pero entiende que decirlo todo no
es simplemente una cuestión psicológica, sino u n desafío
político en nuestras democracias nacientes. Lo peligroso
que puede resultar la liberación de la palabra tiene un con-
texto particular en los países d o n d e le ha tocado intervenir.
Las marcas de la dictadura en Chile, el temor a la pérdida
del trabajo, también favorecen de un m o d o muy particular
y bien estudiado por el autor ima predominancia de lo psi-
cológico familiar que está al servicio de ocultar lo político.
Su clínica es la estrategia con la que trabaja para
producir un desocultamiento, una contraefectuacion a la
queja y la apatía institucional...
El sufrimiento habla a través de ciertos estallidos en
la institución.
Foladori se inscribe en la tradición del análisis gene-
ralizado y de la autogestión, y por lo tanto se mete en la
t o r m e n t a que produce el estallido.
Nos muestra por ejemplo: cómo el conflicto con la
autoridad despótica estalla a través de problemas a nivel
interpersonal del propio g r u p o .
O t r a vez de lo que se trata es de devolver el poder a
los propios actores institucionales evitando la regresión
hacia lo psicológico y asumiendo los riesgos políticos.
La intervención consiste entonces en p o n e r en evi-
dencia lo instituido y lo instituyente en sus relaciones
complejas.

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A través de un trabajo con diversos grupos en una
dependencia del Estado arma dispositivos, intenta liberar
la palabra, aparecen avances y retrocesos.
Son intervenciones sucias, con momentos fríos y
momentos calientes, donde la sistematización aparece a
posteriori, con encuadres reinventados permanentemente,
en función de posibilitar el surgimiento de los analizado-
res...
En la segunda parte del libro comienza a trabajar con
el pensamiento como institución. No deja pa.sar mucho
tiempo que ya está nuevamente en el campo de la inter-
vención concreta. Analizando y cuestionando los nuevos
emergentes sociales, la predominancia de las ONCi en los
contextos políticos latinoamericanos de hoy.
Nos advierte sobre el modo en que las ONCi con
su institucionalización han ¡do perdiendo su origen au-
togestivo y constructor de un incipiente poder paralelo
quedando como una versión actualizada de la institución
de la beneficencia.
Así en realidad alarga el concepto de institución, plan-
teando un artálisis cíe las cuestiones sociales de la época.
Aquí al traer la política concreta formula una serie
de hipótesis, para ir construyendo un pensamiento que
escape a las normas instituidas que justamente son las que
le retiran stt potencia al pensar...
A medida que elabora su idea de lo que considera un
inconsciente político, está el propio haciendo política en
una inmanencia en la cual al tiempo que cuestiona el po-
der ya está proponiendo los instrumentos para resistirlo.
Aquí los dejo lectores con un texto que nos va a per-
mitir valorar, mejorar, y alegrarnos de nuestra implicación
en la corriente institucionalista latinoamericana.

Buenos Aires, enero de 2008

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PRESENTACIÓN
RECORTES DE IMPLICACIÓN

El texto que se presenta corresponde a u n amplio


desarrollo de reíiexiones y de diversas intervenciones ins-
titucionales y grupales realizadas durante los últimos 15
años. Ello no obsta para tjue ios orígenes de la "pasión"
se encuentre m u c h o antes, en ios m o m e n t o s iniciales de
mi vida profesional cuando estaba lejos de poder asiunir
cabalmente (esto no supone que lo haya hecho ahora)
las implicancias institucionales del trabajo técnico. Los
primeros pasos, así como los siguientes, se vieron sistemá-
ticamente cuestionados por los diversos efectos institucio-
nales de la labor profesional, lo que acentuó la conciencia
de la necesidad de profundizar el estudio, e n t r e n a r m e y
abrir nuevos capítulos de interrogación en lo que conside-
ré, desde un inicio, como un ejercicio profesional social-
men te c o m p r o m e t i d o .
En tal sentido, los institucionalistas hablan de im-
plicación para poder dar cuenta de los diversos niveles de
articulación y determinación que las instituciones tienen
sobre las personas, instituciones que limitan de diversos
m o d o s la observación y lectura tjue se realiza de lo c]ue se
recorta como discurso. Esta noción se opone radicalmente
a pensar el lugar del técnico c o m o ostentador de una cier-
ta neutralidad, observar desde afuera, sin comprometerse
y realizar intervenciones desde una asepsia más deseada
que posible. Si el lenguaje es una institución y se lo he-
reda* - r e c o r d e m o s tjue se habla del "lenguaje materno"—

* La noción de herencia con la cjue trabajo, justo es decirlo, no tiene


nada que ver con la biología en sus desarrollos genetistas. Se trata de
podet pensar la manera que adopta la transmisión de la vida psíquica
a través de las generaciones, los mecanismos que utiliza la cultura para

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aparece desde allí un "rayado de cancha" que determina
lo que oímos, lo que vemos y cómo o en relación a qué
reaccionamos. ¡Qué decir de todos los otros fenómenos
de la cultura! Recordemos c]ue Le Barre (1977) "acusa" a
Dcvereaux de haber demostrado que toda investigación
social es autobiográfica, casualmente portjue lo t]ue mues-
tra la pesquisa social son las diversas instituciones que
atraviesan al científico social.
El que seamos conscientes de algunas de las institu-
ciones que nos han formado y que constittiyen nuestra
identidad y a las que pertenecemos (familia, religión, or-
ganizaciones sociales diversas, clase social, etc.) no implica
que también pertenezcamos a otras (prejuicios, ideología
sexual, xenofobia, etc.) sobre las que quisiéramos mejor
no enterarnos. Así, el efecto de las instituciones sobre
nuestras acciones y sentires no puede ser neutralizado a
voluntad.
En general, estos atravesamientos operan directa-
mente más allá de nuestros deseos, lo admitamos o no,
comprometiendo tanto el análisis de la situación como a
la intervención institucional misma c]uc se realiza. Ya que
la red de determinaciones institucionales es miíltiple, se
hace imposible, a pesar de ser deseable, poder construir
un mapa completo.
A pesar de estas limitaciones, creo firmemente que
ciertas determinaciones institucionales son imprescindí-
bles para que la investigación pueda ser comprendida en
su unidad; una nueva pretensión. Pero además, hace a la

"eternizarse" y las formas en que el "aprendizaje social" de una generación


se constituye en patrimonio de la siguiente. También, tiene que ver con
aquel trabajo de simbolización no realizado por una generación y que
"pesará" en la siguientes de múltiples formas en su producción cotidiana
(Tisseron 1997, Kaes y otros 1996). Freud nove otra forma para fundar el
aparato psíquico que instalando de manera decidida la herencia psíquica
a través del núcleo constitutivo de lo inconsciente: la represión primaria
(las fantasías originarias).

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naturaleza del compromiso que cada quien adquiere con
lo que hace, c o m p r o m i s o con el reconocimiento de los lí-
mites hasta d o n d e sea posible y hasta d o n d e pueda ver, en
un m o m e n t o particular. Ya que la vida entera del inves-
tigador está expuesta en cada intervención-investigación,
justo es reconocer algunos hitos de la historia, sabiendo
además que otros podrán leer intenciones no confesadas
y que además el inconsciente siempre está dispuesto a ju-
garnos una mala pasada.
Lo institucional entonces ha intervenido decidida-
mente en este compromiso y ha flechado la pasión en un
sentido. Sería c o m o aventurarse a darle cierta secuencia
al texto que se presenta, unidad que —vale la pena decirlo
desde un inicio— no se construye como un proyecto de
investigación de manera lineal con objetivos y metas, sino
c o m o algo que deviene en im camino único que se transi-
ta, sin saber muchas veces hacia d ó n d e va, por el cariz de
btisqueda que adopta.
Por ello es que la imidad no proviene del proyecto
m i s m o sino de ese devenir, lo cual abre desde ya miilti-
ples preguntas acerca de su sentido como p r o d u c t o r de
conocimiento, de sus relaciones con lo que está instituido
c o m o "conocimiento científico" y con las consabidas pre-
guntas por la validez de lo producido y de la "verdad" que
se persigue. Por otro lado, no es posible reflexionar sobre
este devenir, sino es t o m a n d o en consideración ciertos
acontecimientos de la historia más o menos reciente. D i -
cho de otro m o d o , las preguntas en ciencia no surgen de
cualquier manera y de la nada, sino que son preguntas co-
yunturales, es decir, que tienen que ver con circunstancias
sociales que las producen, con efectos maquínicos, con
instancias de poder que operan en u n m o m e n t o particular
regulando los flujos y d e t e r m i n a n d o - h a s t a d o n d e cada
quien puede darse o no cuenta— de la producción desean-

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te en la que participa. Así, tampoco hay que buscar un
marco teórico estructurado (o rígido), lo cual no significa
pensar u operar desde la ilusión de la neutralidad.
Si bien el psicoanálisis fijrmó parte importante desde
un inicio de mi preocupación-formación, el estudio del
mismo lo realicé a través de una crítica sistemática y per-
manente de su institucionalización: como no se podía es-
tar "al día" con lo que ofrecía la luiiversidad (limitada en
la formación analítica que podía brindar), había que recu-
rrir a otros espacios de aprendizaje tildados de "salvajes".
La institución psicoanalítica oficial era reacia a validar es-
pacios de formación no "oficiales" (ya que se autoatribuía
el monopolio de la formación de analistas).
En realidad, en mi caso, la formación comenzó des-
de lo grupal que de inmediato abrió a lo institucional.
Allí estuvieron muy presentes Armando Bauleo y Grego-
rio Baremblitt como dos figuras que marcaron tanto las
preguntas acerca del acontecer de los grupos como sobre
el poder que se produce en los grupos y hacia el exterior
de los grupos. Podría decir que la articulación compleja
entre el grupo y la institución se constituyó desde un
inicio en la pregunta latente. Esta es un conclusión ac-
tual que puede ser reconstruida en perspectiva, desde el a
posteriori, ya que en ese momento no solamente no tenía
clara conciencia de sus repercusiones sino que, además,
estaba absorbido por el cúmulo de impresiones y vivencias
que el espacio grupal y la producción de sus normativas
generaba en los participantes. Los autores y especialistas
mencionados fueron a su vez protagonistas del Grupo
Plataforma, movimiento internacional, que a principios
de los 70 ocasionó no pocos problemas a la Asociación
Psicoanalítica Internacional en la medida en que en di-
versos foros se cuestionó el "curriculum oculto" de la
formación de analistas, a saber: producir sometimiento,

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reprimir la creatividad, ideologizar (vía la ilusión de neu-
tralidad) los análisis, compromiso con el sistema, control
social, "fiscalización" de los candidatos, etc. Ello significó
la renuncia de varios contingentes importantes de analis-
tas de la institución oficial, tanto en la Argentina como en
Europa. Desde allí las preguntas por la fiarmación y por
sus atravesamientos institucionales.
Si se asumían las críticas al oficialismo no correspon-
día ingresar a una institución analítica oficial para ÍDrmar-
se, había c]ue hacerlo de manera autogestiva y eso fue lo
que comenzamos a hacer en Montevideo con un grupo
de colegas, a pesar de que esta alternativa significaba una
descalificación por parte de la institución oficial.
Paralelamente, Robert ("astel comenzaba a ser leído
a través de algunas traducciones informales: no estaba
cuestionada solo la institución psicoanalítica, sino el psi-
coanálisis mismo como institución. Deleuze y Guattari
realizan una de las críticas más duras con el Antiedipo.
Estos desarrollos son producto del mayo francés del 68
que ha generado un férreo cuestionamiento al autorita-
rismo en todos los sectores. Pero América Latina tenía
su propia lógica; amplios sectores de la población im-
pactaban el espacio político al demandar por la situación
social de empobrecimiento a que se veían sometidos. Se
revitalizan los movimientos organizados en el Cono Sur
(montoneros, tupamaros, miristas, etc.). Estos movi-
mientos tienen cierto éxito, por ejemplo con el ascenso al
gobierno de Allende en el 70. Ya para el 73 los militares,
haciéndose cargo de resguardar cierta "institucionalidad"
han dado golpes de estado en Chile, Argentina y Uruguay
y han instalado la represión social y política de los disi-
dentes, con el patrocinio e intervención directa de los Es-
tados Unidos. La vida misma está en riesgo; como tituló
alguna vez el director del prestigioso semanario uruguayo

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Marcha, Carlos Quijano: "Encierro, entierro, destierro,
los destinos del pueblo". Emigré a México.
No pocos destacados analistas habían icio a parar a
México, grupalistas e institucionaiistas t]ue se sumaton
a otros que ya estaban trabajando estos problemas de lo
grupal y lo institucional o de lo psíquico y lo social como
también se decía. Cabe mencionar a Santiago Ramírez
(quien se había apartado hacía poco de la Asociación
Psicoanalítica Mexicana), Marie Langer (de Plataforma
argentina), Armando Suárcz (que provenía del grupo disi-
dente de Caruso en Austria), Miguel Matrajt (también de
Plataforma), el grupo de analistas grupalcs de la Asocia-
ción Mexicana ác psicoterapia analítica de grupo (y su re-
nuncia a adoptar el término psicoanálisis a partir de pre-
siones de la Asociación Psicoanalítica Mexicana), el grupo
de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
(cuya licenciatura en psicología social utilizaba los grupos
operativos), grupos emergentes en Querétaro y en JVÍon-
terrey. En el 75, Armando Suárez había logrado reunir en
un debate a Franco Basaglia, Marie Eanger, Igor Caruso,
Thomas Szasz, Elíseo Verón y Cíuillermo Barrientos, las
intervenciones fueron luego publicado con el título de
Razón, locura y sociedad.
A México llegaban los fundadores del pensamien-
to institucionalista. Alrededor de los 80 Robert Castel
estuvo en Cuernavaca para un encuentro de alternativas
a la psiquiatría, también participó David Cooper. Rene
Lourau aceptó mi invitación para venir a Cuernavaca
y debatir sobre cuestiones institucionales; había sido
contratado para intervenir en AMPAG. También Claire
Ruetf (integrante del grupo Desgenettes animado por
Gerard Mendel) dictó un seminario en la U. Iberoame-
ricana. Félix Guattari estuvo en un Foro en Monterrey.
Varios colegas regresaban de París habiendo completado

22
estudios con Lourau, Lapassade, Foucault, etc. La U A M -
X fimda una maestría en grupos e instituciones. El análi-
sis institucional estaba en todo su apogeo. Los congresos
adoptaban estos temas, publicaciones, revistas (La nave de
los locos, T r a m a s , Ilusión grupal, etc.). Los trabajos del II
Simposio internacional de psicoanálisis, grupos e institu-
ciones, que se realizan en Río de Janeiro, son publicados
por su presidente Ci. Baremblitt en México bajo el título
El inconsciente institucional. Se vive un cierto boom de las
intervenciones institucionales las que se realizan en em-
presas, en organizaciones diversas y en sistemas de salud y
educacionales.
M e decido a ima nueva emigración: Chile con la
vuelta a elecciones en medio de una Constitución p i n o -
chetista vigente. Las experiencias grupales existentes dejan
fuera las diversas corrientes psicoanalíticas de trabajo
grupal (grupos operativos, analíticos, p s i c o d r a m á t i c o s ,
etc.). Recordemos que lo primero que se prohibe por una
dictadura son las retmiones. T a m p o c o es fácil hablar de
análisis institucional: El tema de la institución es escucha-
do en términos de un cuestionamiento al " o r d e n a m i e n t o
institucional", patrimonio de los militares, en t a n t o así
justificaron la razón de su intervención. Por otro lado, hay
grupos que a pesar de la represión han estado trabajando
m u c h o en estos temas, pensando la actual coyuntura y las
pasadas y d e n u n c i a n d o , d e n t r o y fuera de Chile, el ava-
sallamiento a los derechos h u m a n o s y las condiciones de
vida d u r a n t e la dictadura. M i experiencia m e dice, en ese
m o m e n t o , que hablar de instituciones en espacios acadé-
micos produce temor y reserva.
El miedo está presente en todos los rincones.
Pero u n a m a n e r a de enfrentarlo es analizarlo, es-
tudiarlo y abordarlo con todos los mecanismos que se
tengan a m a n o . Múltiples grupos lo h a n hecho y han

23
podido publicar trabajos qne son leídos sobre todo fuera
de Chile, y muchas de estas organizaciones son solicitadas
por su experiencia para intervenir en situaciones similares
en otros países.
Preguntas sobre el Estado, sobre los grados de ins-
titucionalización, el panóptico es uno de los remas de los
artistas, porque así se construye la ciudad, todo se con-
trola en todo momento. Instituciones piiblicas así como
O N G dan cuenta de estos atravesamientos. Pero sobre
todo las preguntas interrogan la realidad cotidiana en un
sistema de opresión sin par. Qué ocurre con el pensa-
miento, con lo no dicho, con hi represión psítjuica y polí-
tica. Qué ociure con el retorno de lo reprimido social.
Las preguntas que me insisten giran alrededor del
tema de la conciencia social y política, de la capacidad
organizativa de las masas (de los grupos sociales), del
problema planteado por Marx, por Pe Bon, y en el que
se inscriben también Freuti, Pdton Mayo, Lewin y todos
los grupalistas e institucionalistas, acerca de si los grupos
htmianos son capaces de pensar, del problema de la auto-
gestión y del sometimiento a la autoridad, al líder. Tam-
bién creo que hay problemas que abren la concepción del
imaginario social y de la memoria colectiva, al igual que el
tema de la represión social. Las interrogantes anteriores se
complementan con el asunto del retorno de lo reprimido
social y de sus diversos mecanismos de desplazamiento.
Podría decirse que las cuestiones, anteriormente
enimciadas, se condensan en la pregunta por una metap-
sicologfa del psiquismo social, si se puede plantear de ese
modo.
No hay que olvidar que, a lo ya enunciado, como
campo de problemáticas interconectas, se debe sumar eí
problema del Estado, de su origen, de su naturalización
y de su necesidad de legitimación permanente, así como

24
el asunto político que plantean las sociedades primitivas,
cuando se organizan contra el Estado (Clastres 1974).
Por otro lado, figuran también los enfoques fcnome-
nológicos que se preguntan acerca del valor psicosocial de
las instituciones, de la necesidad de sostenerlas en tanto
constituyen soportes psíquicos imprescindibles para la
vicia social, para controlar la locura (E. Jacques 1951,
Menzies 1969) y para constituir identidades a través de su
afiliación.
Preguntas todas que se concentran en esa línea
fronteriza donde lo técnico no se desmarca de lo político
(toda la práctica de los científicos sociales se dibuja en ese
borde) para angustia de muchos. Pretil en el que la propia
teoría aparece interrogada (al estar instituida) en su com-
promiso social y en sus efectos, requiriéndose de nuevos
análisis para mostrar su implicación. ¡Qué decir, enton-
ces, de las intervenciones...!
Sobre estas preguntas desordenadas, caóticas casi
como paradigma es c]ue se desarrolla este texto. Aclaro
que no se trata de contestarlas...

25
METODOLOGÍA

Las intervenciones que se relatan presentan una me-


todología que varía en función tanto de las posibilidades
de cambio institucional como de la demanda planteada.
C]omo se ha dicho, el dispositivo es siempre griipal.
Ahora bien, en algimos casos la grupalidad es abordada
con fines de esclarecimiento de las relaciones interperso-
nales y de los conflictos que los diversos siibgrupos man-
tienen al interior de la institución, desde una perspectiva
fundamentalmente afectiva. Ello no implica que además,
con las técnicas utilizadas, no se trate de buscar esclarecer
las dificidtades que el grupo tiene para dedicarse decidida-
mente a lo que le compete, sorteando los obstáculos que
toda tarea supone. Se trata de btiscar los impedimentos
para la creatividad, siempre con la mira de que el grupo
tendería a la autogestión de su trabajo.
Por supuesto, pensar en la autogestión como ob-
jetivo último supone articular adecuadamente tanto los
tiempos de la intervención que están dedicados al escla-
recimiento como los límites que la institución impone a
la autogestión de los grupos que la componen. Creo que
siempre es posible trabajar en ese sentido aunque más no
sea para que el proceso grupal advenga en un esclareci-
miento de la conciencia en el sentido de desmarcarse de
los paternalismos y dependencias y asumirse, de acuer-
do a sus posibilidades, como actores responsables de su
propio devenir y destino. Este camino reproduce lo que
Goldman(1980) en su momento llamó la conciencia real
y la conciencia posible, y el "tránsito" de la primera a la
segunda.
Las técnicas utilizadas en estos casos en que se pri-
vilegian los aspectos intragrupales y afectivos tiene que

27
ver con el grupo Balint (1961) (Lucilina 1982), el grupo
operativo según lo creara Pichón-Riviére (1971) y sus dis-
cípulos (Bleger 1977, Bauleo 1977, Ulloa 1967, 1977), y
grupos de discusión en su modelo más clásico lewiniano
(Bradford 1962).
Pero hay otras aproximaciones en las cuales ha sido
posible planificar y desarrollar estrategias que se sitúan
decididamente en la órbita socioanalítica, esto es, el aná-
lisis institucional en el momento de la intervención. En
estos casos, los instrumentos utilizados han sido aquellos
privilegiados por Lourau (1970, 197,3), como es la asam-
blea general, o por Mendel (1974, 1993), quien propone
un modelo de grupos totalmente autogestivos desde un
inicio, sin coordiitación alguna.
Estos instrumentos han sido luilizados en forma
pura o combinados irnos con otros según el caso, a pesar
de que ello podría ocasionar tanto el espanto de Lourau
como la anatema de Mendcl, por las diversas considera-
ciones y críticas que cada uno realiza sobre el otro. Mi
experiencia me dice que la riqueza de cada récnica puede
ser perfectamente obtenida si no se fuerzan las condicio-
nes de su aplicación y que más que contraponerse, son
de inigualable ayuda si se las puede articular según los
momentos de la intervención. He de reconocer en las
razones de esta combinación, gratas experiencias perso-
nales producto de la realización de laboratorios sociales
o de relaciones humanas, cuya característica esencial dice
de la capacidad de combinar con sumo cuidado las téc-
nicas más disímiles, siempre y cuando se las instrumente
planificadamente en función de un objetivo preciso más
amplio que aquel que puede perseguir la utilización de
una técnica en particular.
Los objetivos que se fijaron ambos representantes del
análisis institucional son diferentes. Lourau, por ejemplo.

28
parece importarle poco el resultado de la intervención
en términos pragmáticos; su norte está en la posibilidad
de hacer patente durante la intervención que allí, de di-
versos modos, está presente el Estado. Ese es su objetivo.
El Estado c o m o esa presencia, poder inconsciente que se
cuela y se reproduce casi en todo m o v i m i e n t o institucio-
nal a través de las normativas presentes en lo instituido y
a través del movimiento instituyente que al poco t i e m p o
termina como instituido.
M e n d c l , por su parte, está más p r e o c u p a d o p o r
replantear los mecanismos de distribución de poder, de
cuotas de poder que se dan en toda pirámide institucio-
nal. Así los distintos niveles de la jerarquía institucional
(él las llama originalmente clases institucionales, t é r m i n o
bastante controvertido) operan según un cierto "repar-
t o " de poder. Se trata, entonces, en u n a intervención
sociopsicoanalítica, de generar mecanismos autogestivos
al interior de cada clase para que la clase c o m o grupo
se pueda reapropiar tie algo del poder sobre su trabajo
originalmente expropiado. Este es im típico m o v i m i e n t o
grupal; Mendel sostiene la imposibilidad de que esta re-
apropiación del trabajo se pueda realizar a través de un
"combate" individual.
A m b o s autores coinciden tácitamente en que la au-
togestión es la tínica alternativa ya sea porque la interven-
ción socioanalítica de Lourau implica la autogestión de la
asamblea general como técnica esencial, ya p o r q u e el fun-
cionamiento de los grupos correspondientes a las clases
institucionales requieren de u n distanciamiento perma-
nente de modelos paternalistas (grupos con coordinador,
m o n i t o r , director de debate o c o m o se quiera llamarlos,
pero siempre dirigidos técnicamente).
El caso de Pichón-Riviére (1971) es llamativo, por
cuanto se trata —como todo grupo orientado psicoanalí-

29
t i c a m e n t e - de un grupo que cuenta con equipo técnico
para p o d e r funcionar. Por otro lado, su preocupación
siempre estuvo centrada en lograr c]ue el grupo operativo
funcionara con un equipo c o o r d i n a d o r que coordinara
solo por presencia, atmque en los hechos ello acontece de
tanto en vez. Para lograr ese objetivo, la coordinación se
hace transitoriamente imprescindible.
Por ello es que no me ha parecido que las propuestas
de los autores sean antagónicas, si bien hay que reconocer
que aún falta m u c h o por ser investigado en este t u b r o .
O t r o s autores del análisis institucional, Guattari
(1976), Castoriadis (1989), han sido muy creativos teó-
ricamente, p r o p o n i e n d o conceptualizaciones novedosas y
útiles para pensar problemas institucionales y sociales; sin
embargo, no han diseñado específicamente metodologías
y técnicas para planificar la intervención institucional. Tai
vez haya que esperar una segunda generación de discípu-
los para contar con un insttumcntal más logrado. A m o d o
de ejemplo, sobresalen las intervenciones institucionales
diseñadas pot Ana Matía Fernández (1993, 1999) y su
eqinpo, por su gran creatividad para abordar situaciones
complejas. Ella se basa fundamentalmente en la teoriza-
ción del imaginario social de Castoriadis.
Subsiste acjuí una vieja discusión teórica esencial que
no habré de profundizar, dado los alcances de la misma,
sino tan solo enunciar. El problema tiene cjue ver con
c ó m o pensamos la naturaleza última del poder m i s m o . Es
decir, cuál es la relación c|ue el poder guarda con los siste-
mas de representación, con el lenguaje, con el psiquismo.
D e qué foritta se hace presente ia estructura social (jerar-
quías, concentración de poder, apropiación-recuperación
del poder, etc.) en el psiquismo de los h u m a n o s .
Para algunos, que se inclinan más por u n a posición
psicoanalítica, t o d o es representación y, por tanto, len-

30
guaje. Y aquello que aún no lo es, debe llegar a poder ser
simbolizado. Si es así, los problemas institucionales, de
poder, solamente pueden ser resueltos desde el aparato
psíquico, en el inconsciente freudiano, por lo que las téc-
nicas serán grupales con conducción psicoanalítica, inclu-
so en el caso en el cual se pueda incorporar el psicodrama
como instrumento (Bouquet y Satne 1970, Anzieu 1982).
El caso de Kononovich y Saidon (1991, 1995) es
diferente ya que ellos utilizan las técnicas dramáticas para
ejemplificar situaciones de poder sin recurrir a interpre-
taciones acerca del contenido de las mismas, sin suponer
ima escena que sea representacional. Esta postura se dis-
tancia del psicoanálisis y se acerca a un modelo esquizoa-
nalítico (Deleuze y Cuattari 1974).
Ea otra postura que toma distancia clara del enfoque
más psicoanalítico está representada por Lourau y Castoria-
dis. Para ellos, las instituciones no son un efecto de la in-
fraestructura social como hizo entender a algunos la lectura
de Marx. Eas instituciones son parte de la "base material",
las relaciones de producción ya están instituidas desde un
inicio por lo que no son parte de las superestructuras.
Si ello es así, entonces el inconsciente está "someti-
do" al marco socioinstitucional más amplio y el poder en
las instituciones solamente puede ser abordado a partir de
intervenciones directas sobre lo real, sobre la institución
misma. Poco importa si el poder, a partir de sus represen-
taciones, puede ser trabajado psíquicamente. El hecho es
que ese será solo un efecto, no la raíz misma del poder.
P^sto explica por qué las intervenciones institucio-
nales pueden desarrollarse desde una perspectiva o desde
la otra, desde un enfoque más subjctivista o desde una
posición más objetivista. Eos argumentos son contun-
dentes en ambas posiciones por lo cual no ha sido posible
superar esta controversia. Ea polémica sigue vigente, con-

31
flicto que produce abundante material creativo de ambas
posiciones.
Esta diferencia hace también a la definición del ins-
trumental de intervención: la diferencia entre interpreta-
ción e intervención. La primera, supone que nos estamos
moviendo en el terreno de la representación, que hay algo
del orden de lo imaginario c]ue debe ser "traducido" a lo
simbólico, puesto en palabras.
La intervención, por el conttario, es tut acto que
opera en lo real, que modifica una situación ya que intro-
duce allí algo t]ue no figuraba y que al presentarlo genera
un cambio en las condiciones existentes. La intervención
supone un reacomodo de los elementos, desbarata esc
momento y su eficacia se mide por los efectos.
Ahora bien, la interpretación de alguna manera
también es una intervención, ya que filtra en el discurso
otra producción. Difícil es saber si la eficacia de la inter-
pretación se debe a la producción de sentido que ctea o al
impacto como intervención, ya c[ue su novedosa presencia
interroga toda la situación.
Lo mismo ocutte con la intervención que, según el
caso, podría ser entendida como interpretación (tanto cuan-
do es verbal como cuando la intervención es im acto). Por
ello, me inclino a pensar que si bien es necesario abundar en
los desarrollos teóricos rigurosos pertinentes, en los hechos
es complicado deslindar los diversos matices que están pre-
sentes cuando se utiliza un determinado instrumental.
Los casos aquí considerados presentan toda la gama
de matices, desde aquellos más "afectivistas" hasta los más
radicales, siempre bajo la artictüación del análisis de la de-
manda, por un lado, ciertos objetivos propios del tiempo
de institución con la que se trabaja, por otto, y el impon-
derable aspecto que supone la implicación, que es la que
define, en liltima instancia, la elección realizada.

32
TEORÍA DE LA FISURA
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Hace ya algunos años que trabajo en intervenciones


institucionales. Algunas de ellas han sido a b o r d a d a s a
través de diversos dispositivos grupales y otras lo han sido
por medio de dispositivos analizadores. Entiendo por es-
tos liltimos aquellos abordajes técnicos que emanan de las
teorías de análisis institucional tespectivas. La diferencia
entre dispositivos grupales y dispositivos instituciona-
les en el h)ndo es inexistente, ya que toda intervención
se realiza sobre un grupo que está institucionalizado y
la solicita. I'recisando estos bordes, Bleger decía que el
contrato es institucional y el dispositivo es grupal en to-
dos los casos. Ahora bien, en tanto hay dispositivos que
han sido creados por enhiques grupalistas y otros por las
diversas corrientes del análisis institucional, se ha m a n -
tenido esta nomencíattita que no hace más que ser fiel al
origen teéirico del instriuncnto utilizado. Sin e m b a r g o ,
hay que considerar también un matiz esencial que hace
a la intenciém de cteación del dispositivo, esto es, q u e los
enfoques grupalistas han puesto el énfasis en los aspectos
afectivos grupales e interpersonales, localizando allí el
origen de todos los males. A su vez, los institucionalistas
han perseguido dilucidar el origen del poder al interior
de las instituciones (que son grupos amplios). Por ello
es c]ue la teotía que se elija c o m o referente determina el
para qué del dispositivo, si bien en sentido estrictamente
técnico toda intervención institucional se realiza a través
de dispositivos grupales (en el e n t e n d i d o de que se realiza
sobre un grupo). Segiin el marco referencial que se elija se
tendrá un dispositivo grupal con el que se podrá trabajar
la problemática del poder o la problemática afectiva inter-
personal del grupo.

33
M i práctica profesional de intervención ha seguido
los pasos de mi e n t r e n a m i e n t o personal. I n i c i a l m e n t e
realizaba solo intervenciones desde la óptica grupalista;
p o s t e r i o r m e n t e , c u a n d o estudié e investigué acerca los
diversos enfoques del análisis institucional, c o m e n c é a
realizar intervenciones con dispositivos institucionalistas.
Actualmente, trato de elegir el enfoque más adecuado - s e -
gún mi experiencia— sin perder de vista que la problemáti-
ca del poder está siempre presente, c o m o también aquella
afectivo-grtipal, a u n q u e no necesariamente la incidencia
de cada aspecto es igual en todos los casos.
Ahora bien, las diversas experiencias realizadas me
han dejado siempre un sinnúmero de problemas a resolver.
En muchos casos las preguntas provienen de aspectos teó-
ricos poco claros, lagunas en la conceptualización institu-
cional o formulaciones poco precisas, así como abundantes
dificultades en las técnicas de intervención que no acaban
de "cerrar" en una propuesta suficientemente coherente.
H a y un problema que se presenta casi p e r m a n e n -
temente en las intervenciones y que tiene que ver con el
cambio, con la teoría del cambio institucional. C]on el
cambio posible y con el cambio imposible. C u a n d o se
pretende trabajar con una institución, es decir, con un
instituido, la intervención es posible siempre y c u a n d o lo
instituido presente una fisura. Esta tesis primaria debe ser
fundamentada:
C o m i e n z o por señalar que lo instituyente tiene dos
formas de operar. U n a dice sobre aquello que Lourau
llama lo instituyente-en-lo-instituido y que tiene que ver
con el cambio previsto, con el cambio n o r m a d o desde lo
instituido, con el cambio m í n i m o necesario para que lo
instituido n o quede "fijado", detenido en el tiempo y se
vuelva entonces anacrónico. Lo instituido, por más insti-
tuido que esté, requiere de ciertas adecuaciones para p o -

34
der seguir manteniéndose como lo instituido. Se trata de
considerar un ripo de cambio que a su vez esté instituido.
H e aquí el cambio "reformista" que no puede escapar a
aquel " n o r m a d o " por lo instituido.
La segunda forma de operar de lo instituyente es
rupturista y dice acerca de la creación de un m o d e l o de
institución nueva, lo cual supone la disolución de lo ins-
tituido para poder instituir a su vez otra cosa. Se rrata de
reconocer que lo instituido ha perdido vigencia y que es
necesario —para recuperar el poder expropiado original-
mente— crear una contrainstitución. Se trata de u n acto
esencialmente revolucionario ya que s u p o n e la r u p t u r a
de lo instituido a través de la disolución de los vínculos
de "representación" y la implantación de un mecanismo
de acción directa, superando la estructura jerarquizada y
resistiendo toda forma de apropiación y concentración
nueva de poder.
En los hechos, c o m o la historia lo demuestra, este
camino es complicado. Muchas veces el m o d e l o original-
menre revolucionario instala finalmente una estrucrura
institucional también basada en jerarquías y diferencias,
procesos de delegación de poder, etc., que reprime la p o -
sibilidad de la participación direcra de los interesados.
A h o r a bien, es aconsejable c o m p r e n d e r q u e esta
división que da cuenta de las formas de operar de lo insti-
tuyente es m e r a m e n t e analítica y didáctica. En los hechos
toda manifestación de lo instituyente supone la presen-
cia de márgenes de acción que se encaminan tanto en la
primera fórmula como en la segunda. El desarrollo del
conflicto y el proceso de institucionalización, vale decir,
la coyuntura particular en cada instante, dará cuenta del
resultado, más polarizado en u n sentido o en otro.
Desde la perspectiva de la intervención, si lo insti-
tuido funciona de manera armónica y organizada n o hay

35
espacio para intervención alguna. Si lo instituido es capaz
de procesar la fuerza de lo instituyente en lo instituido (el
cambio normado como posible) no hay necesidad de una
apertura externa. Si el conflicto puede ser "manejado" por
la institución autorizando cierto reajuste, ITO se instala la
fisvira. Mvichas institvicioncs jamás rec^uieren de una inter-
vención, la eficacia de lo instituido alcanza para regular el
funcionamiento y evitar una apertura.
La intervención es demandada cuando lo institui-
do (a través de la apuesta inicialmente reformista que le
ofrece lo instituyente) es incapaz para disminuir el sufri-
miento institucional. Dicho sufrimiento es sentido como
una amenaza anárc]uica, vale decir, c]uc al generalizarse
puede llegar a romper totalmente lo instituido. Por tanto,
el pedido de intervención siempre es para controlar inter-
namente el devenir institucional (aunque no sea ese ne-
cesariamente su efecto): reforzar el orden de lo instituido
para que este pueda responder a la misión institucional.
(Recuérdese que Mi.ihlmann [19681 señalaba que lo ins-
tituido es el fracaso de la profecía, es decir, lo que queda,
el monumento en recuerdo de lo instituyente, la negación
del proyecto. La misión institucional es lo que ya no está,
es el homenaje a la clausura del proyecto creativo). De
este modo, lo instituido (vacío de contenido creativo) lo-
gra su objetivo, esto es, eternizarse; hacer honor al dicho
popular "Los hombres pasan, las instituciones quedan".
Por tanto, es duro para lo instituido reconocer y en-
frentarse con su propia incapacidad y es más complicado
aún visualizar que dicha demanda no hace más tjue insta-
lar allí, de hecho, la fisura.
Por otro lado, la estructura misma de la fisura se
construye en tanto se hace depositaria de los intereses de
lo instituyente: la fisura es el éxito de lo instituyente, es la
razón de su existencia y la culminación de su esfuerzo. Es

36
el primer paso para que algo pueda suceder c o m o cambio
institucional. Puede, por t a n t o , hacer fuerza justo allí
m o s t r a n d o todo sti poderío. Diría que es lo instituido que
instituye la fisura, a u n q u e paradójicamente se resiste a
reconocer su existencia en tanto la naturaleza de la m i s m a
proviene de lo instituyente. D e hecho, c u a n d o el m o m e n -
to de la intervención, lo instituyente podrá aprovechar la
fisura para manifiístarsc y p r o p o n e r alternativas radicales
para el cambio institucional.
En muchos casos lo instituyente fracasa, y ese es el
p u n t o al que deseo llegar: dicho fracaso hace que lo ins-
titindo se "cierre" nuevamente, recomponga c o m o pueda
sus defensas "tapando la fisura" e intente anular el proce-
so recorrido, si bien aceptando algunos cambios menores
(algo debe ser negociado), que podrán tener lugar bajo el
nuevo o r d e n a m i e n t o .
Solo se ha logrado un cambio reformista, la negocia-
ción, en el fondo ha favorecido una vez más a lo institiü-
do. La fisura ha sido aprovechada más por lo instituido
que por lo instituyente d o n d e incluso este último se ha
mostrado, facilitando entonces la puesta en funcionamien-
to de fuerzas selectivas para su contención y represión.
Se plantean entonces las siguientes preguntas:
¿Por que es que lo instituido tiende a recomponerse
tan fácilmente? ¿Cuáles son los factores determinantes que
hacen qtie lo instituido termine rearmándose? ¿Cuáles son
las razones que dan cuenta de la "incapacidad "de lo institu-
yente para "aprovechar" el m o m e n t o de la fisura, destruyen-
do lo instituido para sustituirlo por un nuevo proyecto?
Si bien Pourau se ha preocupado de estudiar "la auto-
disolución de las vanguardias" mostrando a la vez cómo es
que lo apenas instituido se puede disolver cuando reconoce
el fracaso del lugar de vanguardia en la medida en que se
instituyó, no es menos cierto que esas no son las institucio-

37
nes que importan al sistema. Hay muchas instituciones del
sistema que tienen "autorización" para disolverse ya cjue no
ponen en peligro al fundamento mismo, el Estado. La auto-
disolución de las vanguardias estudiadas por Lourau (1980)
supone en el lenguaje de Gtiattari el pasaje de un grupo en
sí a un grupo para sí. Esta diferencia se asienta en el recono-
cimiento de una diferencia: hay grupos que emprenden una
tarea y la realizan (grupos en sí), y hay otros, que además de
hacer su trabajo se hacen preguntas acerca de cómo funcio-
nan (grupos para sí) cuando realizan una tarea.
T a m p o c o es cierto t]ue las instituciones, como he-
chos sociales, nacen, se desarrollan y m u e r e n . Más bien
tienden a eternizarse a d o p t a n d o los cambios m í n i m o s (lo
instituyente al servicio de la renovación de lo instituido,
el reformismo) que garantiza su supervivencia.
Si bien lo instituido se "abre" en el m o m e n t o de la fi-
sura, aprovecha dicho m o m e n t o para tomar conocimiento
de la existencia de lo instituyente y de su fuerza, así como
de sus pretensiones. Dicho "aflojamiento" del control - y a
vimos las razones que tiene para obrar de ese modo— pare-
ce constituirse en una suerte de trampa para lo instituyen-
te, que emerge entusiasta para mostrarse tal cual es. Habría
que discutir si este no es un riesgo, ima falla estratégica, en
el análisis de Lourau. Esto explica la capacidad de recons-
titución de la defensa —la sutura de la fisura— que hace que
ahora lo instituido pueda operar "selectivamente" en tanto
m a n i o b r a con conocimiento de causa: n o es nada fácil
ni c o m ú n lograr un cambio radical en la institución. Por
ejemplo, Basaglia es excepción, otros han solo construido
"islas "sociales. ¿Por qué ello es así?
Sostengo que hay dos series de vectores que inciden
y d e t e r m i n a n este proceder. Estas series de vectores fun-
cionan de manera independiente unos de otros, si bien se
apuntalan m u t u a m e n t e c o m o se podrá apreciar.

38
La primera serie de vectores
la c o n s t i t u y e el factor p o l í t i c o

El Estado debe legitimarse p e r m a n e n t e m e n t e , c o m o


una manera de preservar su existencia que no es otra que
la del poder que ejercen los grupos de poder que se han
constituido c o m o sus dueños. La apropiación del poder
va de la m a n o con la apropiación del excedente e c o n ó m i -
co. Apropiarse del poder-hacer es apropiarse del trabajo,
del p r o d u c t o del trabajo h u m a n o . La división del trabajo
(técnica y jerárquica) hace eso posible. Se debe legitimar
de manera p e r m a n e n t e en todas y cada una de las insti-
tuciones que se sostienen en su interior y tal legitimación
repercute en la legitimación total del sistema estatal. Se
puede decir que el Estado opera p e r m a n e n t e m e n t e a la
defensiva, vale decir, s u p o n i e n d o la pregunta por su le-
gitimidad en todo á m b i t o y en todo m o m e n t o y reaccio-
n a n d o en su defensa. U n a de las formas más p o t e n t e de
legitimación es la naturalización; es decir, aparecer c o m o
natural, c o m o lo dado, c o m o u n hecho incuestionable,
necesario y eterno; por t a n t o , inmodiftcable.
El mecanismo con que cuenta el Estado para natura-
lizarse es el de monopolizar el modelo de institución que
autoriza y que i m p o n e a través de lo instituido. C o n ello
logra que toda institución creada dentro del Estado lleve
sti sello y que n o se permita a su vez, u n m o d e l o de ins-
titución distinto de aquel que rige para el Estado. Si no
existe otra alternativa de m o d e l o institucional, entonces
el modelo oficial aparece c o m o "natural". L o u r a u inclu-
so sostiene que el Estado es el inconsciente, ya que es la
forma que termina i m p o n i é n d o s e por doquier y aparece
más allá de las propuestas más radicales que cuestionan su
existencia y su estructura. Es decir, el Estado se i m p o n e
más allá de la ideología que sostienen formas alternativas

39
y diferentes. Si hay Estado, este está presente en todas las
instituciones del sistema y en todas las instituciones crea-
das dentro del espacio del Estado. Por eso, para Lourau la
intervención socioanalítica tiene sentido, tiene "éxito", si
logra mostrar (poniendo al descubierto, ya tjue está camu-
flado) de qué manera particular el Estado está presente en
esa institución en la que se interviene.

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La s e g u n d a serie de v e c t o r e s t i e n e n q u e ver c o n el
v e c t o r p s i c o l ó g i c o , aquel de la s u b j e t i v i d a d

D e s d e las teorizaciones de Elliot Jacques (1951)


p o d e m o s decir cjue las instituciones c o m o hechos so-
ciales externos, c u m p l e n una (unción psicológica m u y
i m p o r t a n t e . T i e n e n qtie ver con proveer al psiquismo de
u n nuevo (segundo) sistema de defensas frente a las an-
siedades psicóticas, ante la paranoia y la depresión. Eas
instituciones cumplen por tanto una función de control y
soporte: el sistema normativo institucional, su "firmeza"
instituida, garantizan al ser h u m a n o que no es posible
hacer cualquier cosa y que las instituciones velarán por
cierta permanencia de lo racional frente a los impulsos de
más difícil control.
Esto explicaría por qué algunos ex pacientes de hos-
pitales psiquiátricos, una vez dados de alta, regresan al
poco tiempo al m a n i c o m i o , o como también, presos t\ue
son puestos en libertad, cometen actos a toda luces incon-
gruentes con mantenerse en libertad. H a y autores que han
creído ver en indicios c o m o estos, algo así como la firma
del delincuente, que si bien p o r u n lado aludirían a "su
obra" (el robo c o m o un arte) por otro delatarían al autor.
Por tanto, valdría la pena preguntarse si el acto de "atra-
par al ladrón" no estaría en parte posibilitado por algún

40
acto fallido cometido por este. Algo así como suponer que
el ladrón se delata a sí mismo a través de los indicios que
deja a su paso, siempre bajo la interrogante que plantea
el "retorno" al espacio institucional. H a y otros ejemplos
en ese sentido que muestran, a mi juicio, cierto requeri-
m i e n t o de protección por parre del yo y la b ú s q u e d a del
"refugio" institucional conocido. Esto lleva a preguntarse
por los riesgos para la estructiu-a psíquica de vivir en la
ant)rmatividad, al margen de las instituciones.
CACO que a los h u m a n o s nos cuesta movilizarnos en
la anormatividad y encontramos c o m o d i d a d en las nor-
mas claras y explícitas para hacer las cosas. Si bien esto
se aprehende en la familia, no es menos cierto que nos
sometemos a ellas no sin cierto placer y sintiendo en m u -
chos casos im dejo de protección c u a n d o pertenecemos a
ima institución. En todo caso, la institución t a m b i é n nos
brinda su identidad y ya sea por sexo, edad, profesión,
apellido, escolaridad, etc., tuilizamos a las instituciones
para definir quiénes somos a partir de mostrar lo que ha-
cemos: la afiliación a la institución.
Aí'jn hay un argumento adicional tjue tiene que ver
con la relación g r u p o - i n s t i t u c i ó n . D e s d e los estudios
de Le Bon (1895) y luego más precisamente con Freud
(1921) sabemos que en la medida en que u n individuo se
incorpora a un grupo se cusparan mecanismos m u y pri-
mitivos (el efecto de la grupalidad) (Foladori 1999) que
implican casi la disolución de su psiquismo en el espacio
del grtipo-masa. EJ anonimato, reacciones q u e muestran
dependencia absoluta de un líder, la dificultad de pensar,
el descontrol emocional, son todos fenómenos que dan
cuenta del surgimiento de u n funcionamiento psíquico
m u y primitivo, previo a la individuación, en el que pri-
m a n grandes m o n t o s de angustia sobre todo persecuto-
ria y que nos habla de u n m o m e n t o de funcionamiento

41
sincrético muy distinto al de la sociabilidad posterior,
cuando este individuo se relaciona con un otro similar a
él. Se podría sostener que se ha producido una regresión
en la estructura y funcionamiento yoico, lo que implica
metapsicológicamente que el yo se ha visto en la necesi-
dad de operar con mecanismos defensivos muy primitivos
para lograr un cierto control de la situación. Acá es donde
la institución interviene para "rescatar" ese yo y proveerlo
de mecanismos defensivos adicionales.
La jerarquía institucional que se "introduce" en los
grupos es un fuerte instrumento que posibilita contar
con elementos discriminadores, en tanto vuelve a definir
lugares "únicos" reconocidos dentro de la estructura. Es
por esto que los integrantes de grupos tienden a organi-
zarse como institución (jerarquizada) recurriendo a las
normativas que definen los lugares institucionales. Así, la
jerarquía es la que resiste la grupalización y posibilita al
yo operar en un espacio grupal discriminado.
Este lugar que cumplen las instituciones como una
suerte de segundo sistema defensivo del yo frente a la in-
diferenciación a que lo somete la pulsión, muestra que el
ostracismo institucional se enfrenta con la locura. El cam-
po anormativo caracteriza im lugar en el cual las amenazas
son grandes y las angustias se hacen presente sin más, sin
mediaciones.
Si bien como ha señalado Sartre no se puede estar
en ningún lugar: si se está fuera de una cierta normativa
inevitablemente se está dentro de otra, ello no significa
que desde la perspectiva subjetiva no se genere cierto
sentimiento de liberación cuando se sale de algún sistema
normativo y se deja de sentir el peso de las reglas conoci-
das, y esto a pesar de "los riesgos" que se corren al vivir al
margen de las instituciones.

42
Los problemas del cambio institucional

En párrafos anteriores se dio cuenta de dos series de


vectores que apuntalan y determinan la afiliación a las
instituciones: los factores políticos y los factores psicoló-
gicos. Con dichos instrumentos es posible pensar la pro-
blemática del cambio en las instituciones, cualquiera sea
este y en sus diversos grados.
Por lo general, se contará con dos conjuntos de fuer-
zas (los vectores descritos) que intervendrán para sostener
la permanencia de un sistema institucional y evitar toda
modificación en su estructura y en su mecánica. Se genera
así un fuerte movimiento resistencial a través de los vecto-
res señalados (los factores políticos y los psicológicos), los
que se apuntalan recíprocamente para evitar la debacle de
las relaciones institucionales tanto en el plano subjetivo
como en el político, aquel que hace a la concentración del
poder y que a su vez genera dependencia.
El discurso que se emite desde el lugar de poder
tiende siempre a legitimar lo dado, la institución como
un hecho social, aquello para lo cual la institución ha sido
creada pero que en el discurso oficial se plantea siempre
como una necesidad "natural"; no hay otra alternativa.
Al misrno tiempo, dicho lugar de poder desde
donde se emite el discurso oficial, cumple la función
de sostener el sistema normativo institucional, transmi-
tiendo seguridad y protección a los miembros del grupo
institucional (aspecto subjetivo) y autorizando -según
el propio sistema normativo— ciertas formas de discre-
pancia, cuando el sistema es suficientemente firme como
para soportarlas.
Esta teoría del cambio en base al funcionamiento de
dos fuerzas paralelas permite explorar algunos problemas
que se producen en los casos en que solamente uno solo

43
de los vectores es valorado y considerado en el m o m e n t o
del cambio institucional previsto.
1. Los cambios cjue solamente se p r o d u c e n en el
" m u n d o i n t e r n o " p r o d u c e n a la larga frustración, si no
se pueden asentar a su vez en cambios externos reales. La
írustración opera así c o m o una cierta "vacuna" ante la p o -
sibilidad de otros cambios: la experiencia n o ha sido sufi-
cientemente satisfactoria. Claro está que el psicoanálisis
puede colaborar en aimientar la capacidad de frustración,
con lo cual aparece aliado a la estructura sociopolítica ex-
terna. T a m b i é n puede, a través de su trabajo de análisis,
liberar diversas fuentes de energía que el yo puede apro-
vechar para poner el principio de realidad al servicio del
principio del placer. Ello s u p o n e inciusionar en los tor-
tuosos caminos de modificación de la realidad imperante.
2. Los cambios políticos cjiíe no van acompañados
de una cierta elaboración de las ansiedades que produce el
m o m e n t o de caos o locura que acompaña los m o m e n t o s
anormativos, contribuirán a producir comportamientos
regresivos en términos personales y políticos en términos
sociales, acentuándose la dependencia y rechazando a me-
diano y largo plazo el cambio introducido. El cambio po-
lítico —a nivel del p o d e r - sostiene una estructtua jerarqui-
zada de base. El cambio radical del modelo institucional
n o ha implicado muchas veces un cambio en los modos
del vínculo (por ejemplo, el problema de la ruptura de
los sistemas jerárquicos), es decir, no se ha procesado el
cambio en la subjetividad, no se ha hecho consciente la
constitución de una contrainstitución, con los peligros
que ello implica.
Ahora bien, a la hora de la intervención socioanalí-
tica, c u a n d o se p u e d e plantear en el grupo el análisis del
cambio particular que se persigue y para lo cual han soli-
citado la intervención, el p a n o r a m a general del grupo se

44
complejiza ya que aparece un nuevo elemento que tiene
que ver con la manera en cómo los diversos sectores insti-
tucionales se imaginaron el cambio deseado o posible. El
cambio se diluye entonces en múltiples propuestas, requi-
riéndose de todo LUÍ trabajo de discusión y síntesis para
construir un proyecto de cambio. Este proyecto crea ya
de por sí un espacio anormativo generador de múltiples
angustias.
El cambio nunca es visualizado como n e u t r o : están
aquellos que lo verán como favorable (creen c]ue ganan
con el cambio) y otros c|ue lo sentirán c o m o a m e n a z a n t e
(creen que pierden con el cambio).
Ejemplificando de manera simple y esquemática: el
que cree que gana y ve al cambio como favorable, sentirá
angustia ya tjue la institución ya no será soporte de su yo,
al menos d u r a n t e el periodo en el cual se establecen n u e -
vas normativas. Q u e d a situado en un trecho en el cual la
situación de anormatividad lo podría inducir a "hacer lo-
curas", si no encuentra un espacio grupa) suficientemente
continente. A su vez, el que cree que piercie (poder de
decisión, poder económico, lugar en la jerarquía, etc.) va
a sentirse amenazado y podría realizar también "actos de
locura" para defender ac]uello cjue ha sentido d u r a n t e m u -
cho tiempo c o m o propio y c o m o parte de su identidad.

La fisura y l o s d e s v i a n t e s

Abordare ahora el problema que supone pensar la


fisura en t o r n o a sus características más concretas. Para
ello es conveniente partir del asunto de la d e m a n d a ins-
titucional que, como lo señala Lourau, es siempre una
d e m a n d a de el o los grupos que pueden formularla y que
de u n a manera u otra son los que tienen el poder de con-

45
tratación. Ello supone que in situ, en la medida en que se
instale el proceso socioanalítico, surgirán otras demandas
representativas de grupos "sumergidos" o marginados del
poder institucional.
La explicitación de las demandas supone ubicarlas
en un cierto registro que Lourau ha teorizado a través
del concepto del desviante: ideológico, libidinai u orga-
nizacional, que conforman a su vez la manera de leer los
problemas que ocurren en la institución. Dicho de otro
modo, toda demanda construye el desviante y lo materia-
liza, en el sentido de que lo constituye en la coyimtura es-
pecífica del momento que corresponde a la intervención.
Eso muestra donde parece que el problema está, vale de-
cir, objetiva un punto de referencia para iniciar el trabajo.
La propuesta concreta de una intervención no puede dejar
de hacer referencia explícita a un conflicto visualizado por
los demandantes en uno de los tres desviantes señala-
dos; pero en tanto el proceso de socioanálisis avance irá
mostrando que otras demandas podrán aludir a los otros
desviantes.
El proceso de análisis tiene como objetivo la elu-
cidación de estas propuestas, su jerarquización e inter-
dependencia y sobre todo el estudio de su naturaleza de
desviante. Ello significa partir del hecho que el desviante
es siempre un lugar desplazado, que siempre la problemá-
tica del poder (de lo instituido) aparece donde no está,
coino una forma de camuflarse, incluso de defenderse de
la interrogación instituyente que ha cobrado fuerza en el
marco del proceso autogestivo socioanalítico. Se trata de
un efecto sorprendente que tiene consecuencias tanto teó-
ricas como prácticas. Teóricas porque reabre la pregunta
acerca de la naturaleza misma de la fisura, de sus determi-
naciones, de la imagen que lo instituido pretende dar de
ella y de la intensidad de las fuerzas en juego.

46
Desde un punto de vista práctico, el desviante guía
al analista como una briijula ya que le posibilita un tra-
bajo paralelo de articulación de la demanda con los otros
desviantes que no aparecen aludidos en la explicitación de
la misma, casualmente como una forma de construir el
inconsciente institucional* en cada momento.
La objetivación del desviante, la posibilidad de
dar cuenta del camino realizado por el desplazamien-
to, supone construir una nueva realidad que implica
necesariamente la pérdida del poder de los grupos que
lo tenían hasta ese momento; de aquí las pasiones que
dicho movimiento despierta. Esto es lo que confiere a
la intervención socioanalítica el carácter de virulenta y
convierte al proceso de intervención en un campo de
lucha donde lo instituido y lo instituyente polarizan su
accionar.

* El "inconsciente institucional" es un término extraordinariamenre


complejo, amplio y a la vez ambiguo. Diversos autores han realizado
propuestas teóricas en las que lo aluden, a saber: En sentido global, el
tétmino aparece mencionado por Baremblitt y otros (198.3) quien apunta
a la trama de podet no visible en las instituciones; Deleuze y Guattari
(1974) hablan del inconsciente maquínico; Lourau (1978) propone el
Estado inconsciente; Castel (1980) discute - e n lo patticular aquello
sociopolítico que el psicoanálisis deja fuera cuando se instituye- y acu-
ña el término de inconsciente social del psicoanálisis. Otros autores se
interrogan mis por lo no dicho institucional (ver en este mismo texto el
capítulo sobre la institucionalización del pensamiento). En todo caso,
debe quedar claro que el "inconsciente institucional" nada tiene que vet
con la problemática de la sexualidad (según el concepto de inconsciente
acuñado por Freud para el psicoanálisis), sino con los mecanismos que
instalan los nticleos de podet. Es particularmente importante tomar en
cuenta las propuestas, pot ejemplo de Deveteaux (1977) del ptoblema
de la implicación, como de Guattari (1976) de la transversalidad, así
como de Baremblitt (1991) de la transferencia institucional, ya que con
ellas estaríamos interrogando aquellas determinaciones sociopolíticas del
científico social que inciden y determinan sus intervenciones de manera
no consciente. Ahora bien, la dilucidación de los desarrollos teóiicos de
cada autor y de los límites del concepto que cada quien propone consti-
tuye de por sí un estudio independiente que transciende con creces los
objetivos de este trabajo.

47
Lo anterior debe alertar a los analistas en el sentido
de no dejarse guiar por las apariencias. No necesaria-
mente una deiTianda planteada en el desviante libidinal
supone mayor pasión que otra que aborda el problema
desde lo organizacional o desde lo ideológico (a las que se
les podría atribuir la puesta en juego de mayores recursos
intelectuales en detrimento de los emocionales). Sosten-
go que el problema hay que pensarlo en términos de las
características de la fisuta qtie lo instittiido insi:ala para
poder apreciar la magnitud de lo que está en juego en esa
ocasión y del movimiento que lo instituido realizará para
recomponerse.

48
I PARTE
CASOS DE INTERVENCIONES
INSTITUCIONALES

En este primer apartado se relatan diversos casos que


dan cuenta a su vez de varias formas de intervención insti-
tucional. Se utilizan esquemas referenciales que responden
tanto a las demandas y/o coyunturas de la intervención
como a la postura ideológica del analista. El relato de las
intervenciones es seguido de reflexiones ulteriores desde la
perspectiva de la teoría de la fisura, así como también para
explorar problemas adyacentes.

51
E L GRUPO-ANÁLISIS:
TÉCNICA DE DIAGNÓSTICO
DE CLIMA ORGANIZACIONAL

Análisis de un caso de alcoholismo

La técnica del grtipo-análisis, a diferencia de otros


enfoques como puede ser el de la encuesta, estudia al
grupo humano como ima globalidad, lo que permite un
grado de profimdidad considerable en lo que hace a la
esencia y determinación de los "síntomas" que la empresa
presenta, de los conflictos que acontecen en su seno. El
grupo-análisis permite una visión dinámica de las situa-
ciones, esto es, una visión de la empresa como totalidad,
en su cotidianeidad, en su quehacer, en las relaciones que
los individuos mantienen, nucleados por una tarea comiin
t|ue constituye la producción.
El método del grupo-análisis permite reproducir en
el grupo piloto la totalidad de las variables intervinientes,
así como poder valorarlas de una manera estructural y de-
terminar la incidencia de cada una de manera cualitativa
—no cuantitativa—, lo que no deja de presentar ventajas ya
que las conchisioncs que se extraigan reproducen el "aquí
y ahora" de la empresa con toda la riqueza que ello aporta
al diagnóstico de la situación. Por lo menos, así es en teo-
ría. En la práctica, intervienen otros factores por lo que,
en resumidas cuentas, se hace lo que se puede.
Se pretende que el análisis de caso que se expone a
continuación ilustre este proceso. Antes, es conveniente
precisar algunos fundamentos del método, que hacen a la

* Una primera versión de esce trabajo se publicó en Revista Psicología,


Vol. IV, U. de Chile, 1993.

5,1
congruencia entre la concepción que se puede tener de la
empresa y la puesta en práctica de una técnica acorde con
la misma que arroje una imagen de una empresa "vivien-
te". Algunos postulados son:
1. La empresa funciona como un conglomerado hu-
mano incluido en la categoría de grupo grande o pequeño
según su tamaño (Schlemenson 1983). Todo grupo fun-
ciona a partir de leyes que le son propias en tanto grupo,
descritas y estudiadas por especialistas desde hace ya
tiempo. Así, se trata de un grupo porque hay una tarea (la
producción) que los reúne (Pichón-Riviere 1971); puesto
en situación de reflexión por una coordinación técnica, el
grupo se analiza a sí mismo (Foulkes 1981); el grupo se
mueve en función de una serie de esrructuras imaginarias
inconscientes (supuestos básicos de Bion 196.3), etc. Cala-
to está que la empresa no solamente es un grupo, también
es una institución ya que su estructura, sus lugares, están
normados, esrán reghimentadas las relaciones entre sus
miembros y esrá organizada según una particular estructti-
ra donde las jerarquías son responsables del cumplimiento
de la tarea.
2. La empresa, si bien constituye un grupo amplio,
está también integrada por múltiples grupos pequeíros,
los que se definen por sus tareas específicas dentro de la
empresa con sus responsabilidades e intereses particulares.
Los inregrantes de los grupos pequeños (administrativos,
choferes, repartidores, personal de planta, etc.) y a su
vez, también de la empresa en su totalidad como grupo
amplio, son soportes y creadores de una estructura grupal
informal, resultando todos, a su vez, efecto de la misma.
Son "encargados" de manera no consciente de determi-
nados conflictos (grupales y/o institucionales) y actúan,
muchas veces sin saberlo, situaciones con otros ajenos a
ellos. En suma, cuando se trata del análisis de un grupo

54
es necesario realizar una adecuada valoración de aquellos
aspectos q u e pertenecen a la c o n f o r m a c i ó n del g r u p o
a m p l i o institucional, de otros aspectos particulares de
los grupos pequeños funcionales a la empresa y de otros
grupos de pertenencia de cada individuo (por ejemplo, la
familia de cada quien).
D e más está decir que las relaciones entre los indivi-
duos al interior de u n grupo se caracterizan por principios
bastante diferentes a los aportados por la psicología cuan-
do estudia al individuo aislado, por ejemplo, en lo que
tiene que ver con las normativas grupales (E. M a y o 1977;
Sherif 19.36) o con los cambios de actitudes (K. Lewin
1947), etc. Es así c o m o la aproximación del grupo-análisis
al estudio de la empresa aprovecha una amplia experiencia
en grupos y miiltiples investigaciones en el área, además
de reproducir una situación natural (E. Jacques 1 9 5 1 ;
A.K. Rice 1963). Para ilustrar algunas de estas cuestiones
se analizará el caso de una empresa que permite mostrar
de c]ué manera se puede realizar el deslinde de las deter-
minaciones de los síntomas y a su vez, en consecuencia,
deducir las proposiciones modificadoras.

C a s o : U n a e m p r e s a p r o d u c t o r a y repartidora de
refrescos e m b o t e l l a d o s

A n t e c e d e n t e s : La m e n c i o n a d a empresa localizada
en u n a ciudad relativamente extendida, cubre en la ac-
tualidad el 8 0 % del c o n s u m o local de refrescos. Ciertos
estudios informan que podría expandirse en u n 4 0 % del
mercado aún no cubierto, pero n o está en condiciones de
hacerlo por problemas organizativos en el reparto y otros.
Niveles gerenciales de la empresa temen que los competi-
dores se apropien de ese crecimiento potencial, c o m o de

55
hecho ha estado sucediendo. El estudio estima que es la
ineficiencia la t|ue generó este problema.
M o t i v o de consulta: La empresa manifiesta preocu-
pación p o r q u e de un tiempo a esta parte ha detectado un
incremento del alcoholismo en los operarios, aspecto para
el que la empresa no encuentra causalidad alguna. Dicho
incremento lo ha medido en otros indicadores a saber;
ausentismo y llegadas tarde. Ambos aspectos dificultan la
distribución ya que por las llegadas tarde no pueden salir
los camiones repartidores a la hora y entonces la compe-
tencia gana espacios. Por el ausentismo hay camiones que
no pueden partir de ningima manera, ya que la empresa
n o tiene personal suplente para cubrir las rutas; esto tam-
bién es aprovechado por la competencia.
Se agregan a lo anterior los accidentes c|ue han te-
nido los camiones, todos ellos muy aparatosos y con pér-
didas importantes de maquinaria y mercadería, así c o m o
también problemas de responsabilidad civil c]ue implican
fuertes erogaciones.
Los camiones salen de la planta a las 6:30 a.m. a
cargo de un chofer (responsable) y dos operarios. La ruta
a cubrir está determinada con precisión y nunca es termi-
nada antes de las 18 hrs. En algunos casos, los camiones
regresan a la planta ¡cerca de las 21 hrs.! (A veces cuesta
oír estos relatos que muestran la cruda realidad de la ex-
plotación). En todos los casos, al arribo realizan la entrega
de la caja con lo recaudado y llevan el camión a cargar
para que quede listo para el día siguiente. Los sueldos son
relativamente buenos y en el caso de los choferes son muy
buenos.
El m o d e l o t é c n i c o : Se p r o p u s o trabajar con u n
grupo piloto de 15 integrantes, conformado por las auto-
ridades de la empresa de manera variada (choferes, ope-
rarios, personal de planta) en 3 sesiones de 3 horas cada

%
una. T a m b i é n se realizaron entrevistas individuales con
aquellos operarios que se requirió. De hecho, la empresa
seleccionó a los individuos "problema": alcohólicos y "fal-
tanrcs". El grupo fue coordinado por un equipo técnico
especializado en grupo-análisis con roles de c o o r d i n a d o r y
observador complementarios. En las sesiones se estimuló
la participación y se realizaron preguntas y comentarios
sobre el trabajo cotidiano. El material fue registrado para
tui posterior análisis.
Del material obtenido se p u d o ir, poco a poco, sepa-
rando lo accesorio de lo importante, lo anecdótico de lo
básico, lo que se puede ordenar en los siguientes acápites.

El d i s c u r s o d e l o s f u n c i o n a r i o s

El operario y su cuerpo

Una de las primeras cosas que llama la atención es


la gran cantidad de cicatrices que todos los m i e m b r o s
del grupo tienen. Eanto en la cara c o m o en las manos,
brazos, piernas, y dicen t]ue hasta en la espalda, por el
estallido de las botellas y p o r q u e también al tirar las ca-
jas de envases desde lo alto del camión se golpean y se
r o m p e n . El calor y el m o v i m i e n t o hacen que la presión
d e n t r o de las botellas a u m e n t e considerablemente, p o r lo
cual, c u a n d o esrallan lo hacen con gran violencia. Ahora
bien, de esto la empresa no se entera oficialmetite p o r q u e
las heridas no son d e n u n c i a d a s por t e m o r a perder el
empleo. Se curan c o m o p u e d e n y tratan —en la medida
de lo posible— de estar al otro día en el trabajo de nuevo.
Claro está, surge entonces que el equipo de seguridad
no es utilizado: no usan los guantes p o r q u e a r g u m e n t a n
que al hacer la m a n o más grande, les dificulta agarrar las

57
botellas, sobre todo cuando tienen que ordenarlas ya que
los comercios las entregan revueltas. No usan los zapatos
con suela antideslizante porque dicen que los que pro-
vee la empresa son inadecuados. De hecho, la empresa
solamente a los de planta les da suelas antideslizantes de
¡buena calidad! Sin este tipo especial de zapatos les es
más difícil trepar al camión y bajar las cajas sin golpes o
caídas (y cortaduras). Tampoco usan fajas especiales para
el cuidado de la columna port]ue son incómodas y no las
soportan por el calor. En consecuencia las lumbalgias son
comunes. De hecho, cada caja pesa 25 kg y son capaces
de levantar por lo menos tres y a veces hasta cuatro por
vez. Comentan jocosamente cómo se entrenan los nuevos
operarios, que deben levantar una caja desde el piso y co-
locarla sobre el hombro. El caso es que deben ser capaces
de hacer eso con cuatro cajas: hay algunos principiantes
que a la primera clase se retiran y no regresan. Todo este
manejo ostentoso del cuerpo y sus cicatrices, de la fuerza
y la despreocupación por los accidentes, se asienta en
patrones culturales machistas, donde el uso del equipo
de seguridad es visto como que "ateminiza" (lo denuncia
como débil) al operario. Un "buen macho" debe poder
hacer todo con su fuerza y no preocuparse de las conse-
cuencias. Es evidente entonces que los cursos sobre el uso
del equipo de seguridad caerán en "saco roto" hasta que
no se modifique la actitud de los operarios hacia sí mis-
mos, para lo cual habrá que implementar algo más que
un simple curso de capacitación. Sin embargo, no hay
que dejarse guiar por el psicologismo ya que las condicio-
nes laborales de sobreexplotación, el chantaje en base a la
pérdida del trabajo y la manera como opera la empresa
hace que sea casi imposible que los operarios puedan
pensar las cosas de otro modo: cierta naturalidad laboral
se impone.

58
Ahora bien, hablando de accidentes reconocen que
las respectivas familias se oponen a que el operario trabaje
en la empresa. Los argumentos son variados: Es la familia
la que se hace cargo del herido cuando llega a la casa; hoy
es una simple cortadura, pero mañana... lo que configura
una fuente de permanente preocupación. Porque además,
los camiones son asaltados y algo hay que entregarle a
los ladrones a cambio de la vida; otra fuente de preocu-
pación. Las cajas de seguridad que se han instalado en
los camiones repartidores salvan el dinero de la empresa
pero no los exime del asalto. El ratero siempre obliga a los
operarios a que le entreguen algo. Por tanto, la angustia
de la familia se incrementa pues temen que algún día el
operario no regrese.

El grupo familiar

Tampoco el horario los favorece: llegan tarde y se


van muy temprano y entonces no hay convivencia en el
hogar (Nos podríamos preguntar ¿qué llega del operario a
la casa luego de trabajar más de 15 horas?). Comentan en
broma que cuando ingresa a la casa la madre, le dice a los
niños "llegó el repartidor de...". Ahora bien, este rechazo
de parte de la tamilia hacia el trabajo que el jefe de la casa
realiza, lo comienza a sentir como un rechazo a su perso-
na. Vale decir, les ocasiona culpa el no poder hacer algo
para que las familias puedan vivir más tranquilas y evitar
las quejas, que son sentidas como presiones. Afirman que
esto hace que el trabajador tienda a llegar cada vez menos
a la casa para evitarse el malestar que le ocasiona las que-
jas, ya que no tiene muchas posibilidades de cambiar de
trabajo. Dicen que prefieren, entonces, permanecer más
con los compañeros de ruta y de otras rutas, con quienes
conviven todo el día, se distancian del hogar y la "familia"

59
se traslada al grupo de compañeros de ruta: sienten que
estos sí se solidarizan con él, incluso lo aplauden y lo esti-
m u l a n , lo cuidan y lo protegen. Además, es con los que se
pueden divertir y recuperar energías luego de una ardua
jornada laboral. Este aspecto crucial tiende a generar im
espacio propicio para el alcoholismo.

Relaciones entre pares

Lo primero que hay que señalar es que los operarios,


en general, t o m a n m u c h o , desde antes tie su ingreso a
la empresa. Vale decir c]ue desde siempre ha existido un
nivel base de c o n s u m o excesivo. Este aspecto tiene raíces
culturales y se "jtistifica" por el clima semitropical de la
ciudad cionde laboran. Pero este nivel base de constmio
sería aquel que la empresa midió primero. Por tanto, la
inquietud actual se sitúa en las razones del incremento
que "afecta" la producción.
Los operarios no tienen claro las causas de ello, pero
entre todo lo qtie relatan recuerdan que algún tiempo
atrás funcionaban en la empresa equipos de fi'itbol que
se reunían a jugar c u a n d o retornaban del reparto. Los
partidos estaban fijados para las 17 horas y convocaban
un gran público. C u a n d o los camiones iban llegando, los
operarios se encaminaban al partido. Allí se pasaban por
lo menos tres horas y luego c o m e n t a b a n sobre el partido
t o m a n d o cerveza. Pero se dio el caso de que por no per-
derse el partido h u b o camiones que a b a n d o n a b a n la ruta
y esto ocasionó que la empresa —sin medir las consecuen-
cias— suspendiera unilateralmente los encuentros de fút-
bol. Los operarios interpretaron que el deporte les proveía
además de un c o m p r o m i s o en su tiempo libre, actividad
en sí que poco se podía combinar con el exceso de bebida;
pero la suspensión de los encuentros abrió para muchos

60
de ellos un espacio de varias horas, en las cuales sentían
que no tenían nada que hacer: se comenzaron a reunir en
la cantina a matar el tiempo, así lo relatan.

A nálisis de resultados

El trabajo con los grupos arrojó información que se


usó para hipotetizar sobre las razones que m a n t e n í a n y
desarrollaban cada vez más el alcoholismo entre los tra-
bajadores. Hs ticsdc el deslinde de las disfintas "causas"
enunciadas por los participantes en los grupos con que
se trabajó en ese caso concreto y segiin el imaginario del
grupo, se construye la posibilitiad del p l a n t e a m i e n t o de
medidas apropiadas y consistentes de solución.
Es evidente que acá la empresa (y el sistema todo)
pone entre paréntesis todas las normas laborales, por lo que
las medidas que se puedan sugerir son solo paliativos que
no hacen otra cosa que sostener el sistema de explotación.
—Factor cultiual: Los operarios piensan que t o m a n
m u c h o p o r q u e provienen de un medio que t o m a m u c h o
y d o n d e el tomar es una actividad valorada positivamente
porque es propia de machos. Sentirse m a c h o es tomar y
para poder sentirse perteneciente al grupo de iguales, de
trabajadores de la empresa, es necesario compartir entre
ellos la bebida.
lisie ritual, al estilo de la c o m u n i ó n , configura el
sustrato alcohólico cuya modificación es harto compli-
cada porcjue responde a un valor cultural que trasciende
con m u c h o a la empresa de la que el caso trata. Se podría
pensar cómo es necesaria la droga del alcohol para sopor-
tar el trabajo físico y psíquico que realizan los operarios,
generando manía y " a y u d a n d o " a dormir.
—Factor familiar: Los operarios dicen tomar p o r q u e
n o desean regresar a sus casas m u y t e m p r a n o ya que co-

61
rren el riesgo de ser sometidos a todo tipo de críticas y
quejas. Lo hacen bien entrada la noche cuando ya "no
hay moros en la costa". Esta conducta les ocasiona culpa,
porque en el fondo, quieren estar con la familia, con los
hijos y pata eso trabajan. Este es un factor que es factible
modificar porque es posible tomar medidas que abarquen
la participación familiar.
-Factor ergonómico: Aunque no lo reconocen de
modo directo enuncian una relación entre tomar y carga fí-
sica, de modo que se podría decir que toman porque la car-
ga física es realmente extenuante, es decir, toman para po-
der mantenerse en pie y con energías mínimas para cumplir
con el trabajo. Toman durante el reparto. Peligroso porque
se producen descuidos y accidentes con los camiones.
Este factor también puede ser modificado tanto a
través de la introducción de nuevas tecnologías como de
la re-organización de las rutas.
—Factof psicológico: Si bien no relacionan explícita-
mente las condiciones de ejecución del trabajo y la ingesta
de alcohol, sí lo hacen a través del discurso (quejas) que
ponen en boca de las familias. Así se podría decir que
tomar es una manera de olvidar el temor y la angustia de
estar día a día expuestos a asaltos, robos, accidentes y de
buscar amparo y solidaridad; protección que no pueden
pedir sin reconocerse angustiados.
También este factor puede ser modificado si se anali-
zan y elaboran los temores y riesgos del trabajo.
—Factor temporal (el tiempo libre): Dicen que tomar
es el espacio que encuentran para estar con los compañe-
ros y recuperarse, ya que su cultura no cuenta con otros
mecanismos que puedan llevar a un uso diferente del
tiempo libre.
Este factor, que depende directamente de la empre-
sa, tal vez sea el factor más sencillo de abordar, conside-

62
rando actividades para el tiempo libre, que mantengan a
los operarios "de pie" sin modificar estructuralmente la
relación laboral.
Este análisis de las determinaciones, presentes en
el imaginario del grupo pero muchas de ellas incluso
ausentes en el discurso de los operarios, no se podría
haber realizado de otro modo que no fuera a través de la
escucha organizada y sistemática de lo que ios operarios
tenían que decir acerca de su trabajo, el ambiente labo-
ral, la relación trabajo-familia, etc. Resulta evidente que
una vez aplicado el método del grupo-análisis es posible
diseñar una estrategia inmediata a seguir para revertir el
índice de alcoholismo que, como se vio, afecta tanto a la
empresa en su producción y crecimiento como a la salud
física y menta] de los trabajadores, pero que no aborda la
estructura de sobreexplotación que está instituida por la
sistemática transgresión a la ley que el sistema autoriza.
A su vez es sorprendente ver como han sido "ven-
didas" por la empresa las condiciones laborales que no
generan ni interrogantes ni protestas por parte de los ope-
rarios.
En suma, el caso expuesto pretende mostrar una me-
todología de trabajo diferente de aquellos enfoques cuan-
titativos a la vez que mostrar los límites de una interven-
ción en el ámbito empresarial. En tal sentido, se utilizan
los desarrollos de la teoría de los grupos y, en particular,
aquellas que dan cuenta del imaginario grupal, para pen-
sar una estrategia que posibilite su investigación y análisis.
El grupo-análisis residta un instrumento (técnica)
útil para realizar esta pesquisa ya que provee la posibilidad
de realizar una lectura de la latencia grupal, necesaria para
el deslinde de ciertas causas primarias que determinan el
síntoma "alcoholismo", por el que la empresa consulta.
Para ello, se parte de que el síntoma se construye como

63
un lugar de condensaciones de sentidos. El trabajo de
análisis grupal s u p o n e el proceso contrario.
En rigor, c u a n d o se habla de alcoholismo como sín-
toma, se entiende el incremento en la ingesta de alcohol
que motiva la consulta. Se señaló desde un inicio que hay
un "alcoholismo base" que ya de por sí es elevado. Por
tanto, el incremento de alcoholismo se constituye como
un síntoma sobredeterminado por el alcoholismo base. En
m u c h o s de los Factores analizados resulta imposible pcjder
separar ambos aspectos.

Comentarios adicionales

Hay que comenzar por señalar que la presente inter-


vención presenta una amplia gama de limitaciones:
El aceptar la d e m a n d a institticional cercena ya de
por sí las posibilidades de análisis del problema. Eai este
caso, la complicidad del técnico con la empresa impide ya
sea profundizar los mecanismos de poder al interior de la
empresa tanto c o m o interiorizarse de las fantasías de loss
operarios. Son los riesgos de este tipo de trabajo en 1os
cuales se termina cayendo en una ideologización del aná-
lisis. Parecería cjue todo el problema de los operarios se
reduce a que les gusta estar juntos, ya sea jtigando al fút-
bol o c o m p a r t i e n d o la cerveza. La psicologización es tma
forma de ideologización del síntoma. Por ello es que no
hay análisis de los circuitos de poder, tan solo interven-
ción grupal "diagnóstica". Se acepta lo dado c o m o natiual
y se interroga solamente cierta superficie del imaginario
grupal sin alcanzar a analizarlo, ya que la empresa no tie-
ne interés en ello.
HiLj que t o m a r en cuenta que muchas veces las em-
presas solamente quieren realizar una intervención p u n -

64
tual, lo cual limita considerablemente las posibilidades
de la intervención. A m o d o de ejemplo, se puede decir
que la empresa consulta por cuanto se ha p r o d u c i d o una
fisura algo especial. N o es propiamente dicho u n a fisura
institucional, es u n p r o b l e m a que afecta el desarrollo
de la empresa en el terreno de la expansión productiva.
Es evidente que el síntoma por el cual consulta n o es el
único; más atin, no sería difícil suponer que este síntoma
de alcoholismo estaría a su vez d e t e r m i n a d o por otros y
por toda una historia institucional d o n d e lo que se repite
- c o m o acto— no es ni más ni menos que la intervención
arbitraria del ejercicio del poder total, en función de sus
objetivos económicos, en los que la suspensión de los
partidos de fútbol luego del horario de trabajo es tan solo
un detalle. N o se le generó a la empresa u n problema ins-
titucional —de p o d e r - , sino que la medida fue contestada
a través del síntoma. El síntoma también c o m o el lugar
de lo no dicho institucional, de ac]ueilo de lo que n o se
puede hablar.
La intervención realizada develó ciertos sentidos pri-
marios del síntoma pero no planteó el problema de poder
que estaba allí expresado; por ello, es que se trató de una
intervención sobre el imaginario grupa!. D e igual m o d o ,
los operarios tampoco tuvieron claro el panorama, lo que
allí estaba en juego, la arbitrariedad (violencia) institucio-
nal que debería haber sido contestada en el plano de lo
político evitando así la afectación grupal-familiar-personal
(alcoholismo). Tal vez se hizo presente la culpa por lo
no c u m p l i d o , la inseguridad laboral, la vergüenza ante la
familia por el regaño sufrido, etc.; en fin, factores todos
que limitaron en su m o m e n t o la posibilidad de pensar y
de instrumentar una respuesta o p o r t u n a en el terreno de
lo político.

65
D E L DESEO A LA AUTOGESTIÓN,
INTERVENCIÓN EN LA UNIVERSIDAD*

Análisis de la d e m a n d a

El pedido de intervención' es planteado en términos


de una consultoría sobre aspectos vinculados a la curricu-
la de una carrera. La consultoría es h a b i t u a l m e n t e una de
las formas a través de la cual se canaliza la necesidad de
una intervención socioanalítica, si bien n o siempre puede
ser así. A pesar de que en el caso que nos ocupa existía en
la institución una cierta información sobre la pertinencia
del análisis institucional para ese tipo de situaciones, la
consultoría se adecuaba mejor a las dificultades que, c o m o
veremos, presentaba la institución.
Se trata de una carrera humanístico-social, que se
centra en los vínculos h u m a n o s . En el decir de los directi-
vos de la misma, tiene un perfil harto vaga, con una curri-
cula d o n d e hay "de todo un poco" y por tanto se pierde el
norte de la especificidad. Esto trae aparejado una profun-
da contusión en los egresados que "no saben qué pueden
hacer" (se preguntan también "qué son"). A su vez se con-
forman zonas de superposición con otras carreras similares
en el mcciio. Por tanto, el pedido se centra en u n a asesoría
técnica: esperan que el consultor - l u e g o de estudiar u n
poco la situación académica— les pueda decir qué tienen
que esttidiar, d u r a n t e cuánto tiempo, c ó m o deben ser las
prácticas y cómo saldrá preparado el profesional para que

* Publicado originalmente en Tramas N " 3, UAM-X, México, D.F.,


1991. El autor agradece a Claudia Salazar los valiosos comentarios a
este trabajo.
' La experiencia que a continuación se relata fue desarrollada por el autot
en una escuela de una univetsidad estatal en México.

67
pueda laborar y tener una clara inserción ocupacional y
social en el medio.
Escucho estos antecedentes corno un problema ins-
titucional, de poder al interior de la escuela. D e hecho, la
consultoria no fue la primera que tuvo lugar. Existieron
dos anteriores, de reconocidos especialistas de organismos
asesores de universidades y de la Secretaría de Educación
Pública, t]ue realizaron sus estudios y propusieron proyec-
tos alternativos, desde la verticalidad del saber institucio-
nal del Estado. Ambas fracasaron; por ello, insisten por
tercera vez. Ea d e m a n d a alude a algiín tipo de malestar
que en todo caso no es el m i s m o para todos los grupos
involucrados. Dicha elucidación es parte del trabajo de
intervención. A m o d o de ejemplo, p o d e m o s señalar que
los egresados plantean cuestiones bastante diferentes a
los directivos: ellos se quejan de la distancia entre "la for-
mación" y los requerimientos del campo de trabajo: no
están preparados para hacer aquello que las empresas les
solicitan.
A mi juicio no era im problema de brindar la aseso-
ría en el plano de "lo manifiesto" en este caso de lo aca-
démico, concretamente el c o n t e n i d o y operación de una
curricula, sino de lograr abordar los planos latentes del
conflicto. Eos anteriores consultores ya se habían centrado
en ello e incluso en la estructura educativa, los aspectos
manifiestos de lo instituido.
Eeí la solicitud c o m o un efecto de una relación
pervertida entre saber y poder (habría cjue pensar si hay
algunas que no lo sean) y podría corresponder, por tanto,
generar m í n i m a s condiciones para la recuperación del
deseo, y en términos institucionales, el poder instituyentc
(aspecto este que veía m u c h o más complicado y limitado)
¿Quién pedía la asesoría? Mis informes señalaban que la
intervención tenía posibilidades de abrir un espacio de

68
reflexión ya que se habían comenzado a dar en la propia
carrera algunos movimientos de cuestionamiento del
propio quehacer y ello había promovido que las autori-
dades tuviesen que hacerse cargo del asunto mal que bien
porque la política general de dicha universidad preveía, a
partir de un cambio de autoridades centrales, políticas de
revisión de proyectos académicos. En estos casos de es-
tructuras intermedias, siempre está la necesidad de quedar
bien de los directivos locales con las autoridades de turno.
Este pimto es más importante que la estabilidad política
al interior de una escuela c]uc puede ser fácilmente soste-
nida por medio de la represión. Se dice que los problemas
del centro están en la periferia. En este caso, creo t]ue por
el modelo orgánico de la institución, es posible ver tam-
bién t]ue ios conflictos tie la periferia están en el centro;
en tanto que contradicciones que adquieren la tonalidad
típica según los sectores en los que surgen, pero que en
esencia remiten a aspectos de la misma polaridad.

El contrato - la implicación

Los contactos se realizaron durante por lo menos


seis meses donde la solicitud de intervención para asesorar
en "el cambio del plan de estudio" transita por un envío
de documentos, programas, reglamentaciones y el consi-
guiente pedido de ima propuesta de trabajo y presupuesto
y fechas probables para la realización de la asesoría.
De hecho, conviene señalar que en lo personal había
estado concurriendo a dicha ciudad durante más de tres
años con el propósito de entrenar coordinadores de grupo
operativo; que además había dictado varios cursos sobre
psicoanálisis, psicología social, análisis institucional y ha-
bía participado en algunas actividades de difusión, todo

69
lo cual me daba un determinado lugar en la zona. A su
vez, algunos discípulos se encontraban dictando clases en
dicha escuela y de hecho fueron ellos los que comenzaron
una práctica docente diferente que interesó a im buen
sector de estudiantes. Algunos pocos estudiantes partici-
paban también en el aprendizaje de grupos operativos.
Debe agregarse a lo anterior la llegada al poder, en
la universidad, de un grupo de intelectuales de tendencia
progresista tjue de inmediato plantearon terminar con la
estructura porril' dentro de las escuelas, cosa que se logrtí
en poco tiempo. Por otra parte, la propuesta de un nuevo
modelo de universidad no me era ajena ideológicamente.
En los sectores medios, entonces, se refugiaban los grupos
más reaccionarios, sin moverse mucho, a la espera de lui
cambio en el "clima" institucional.
Mi propuesta se centró en la necesidad de realizar el
"cambio curricular" de luia manera diferente a la tradi-
cional, es decir, comprometiendo a todo el miuído en el
proceso para lo cual propuse un contrato, el que podría
eventualmente renovarse, en tres fases que abarcaría tm
lapso total de ocho meses donde de manera intensiva se
podría trabajar tres días seguidos por fase, con los diversos
sectores que conforman la carrera. Honorarios y gastos se-
rían cubiertos por la universidad.
Si bien conozco el principio de c]ue los honorarios
deben ser autogestionados, me permito sostener que dicho
concepto merecería ser revisado. Finalmente, "resolví" el
problema planteando en imo de los primeros plenarios la
necesidad de participación estudiantil y de los maestros
a los efectos de garantizar que los cheques estuvieran a
tiempo y evitar así las "resistencias" que la burocracia ins-
titucional podría introducir para limitar el proceso.

^ Término utilizado en México para aludir a los grupos estudiantiles


gansteriles que operan en la casa de estudio.

70
Primera fase: Montar el dispositivo de intervención

Se trataba de trabajar con un grupo de más de 600


personas, integrado por alumnos, maestros, personal di-
rectivo y de servicio, incluyéndose también a un impor-
tante sector de egresados. ¿Cómo trabajar con un grupo
tan numeroso? La carrera funcionaba en dos turnos. La
primera tase planteaba, a través de un programa, montar
el dispositivo de intervención, el qtic organizado de ma-
nera grupal establecía dos actividades básicas:
1. Reuniones de sectores (siguiendo el modelo de
Mendel), esto es:
-Una reunión con directivos.
-Tres reuniones con alumnos de diferentes grupos.
-Dos reuniones con maestros según los turnos.
-Una reunión con egresados.
2. Una reunión plenaria (asamblea general, según el
modelo de Lourau).
Esta propuesta se basó en los siguientes criterios:
-Entrar en contacto con la realidad de la escuela a
través de los puntos de vista de los diversos sectores
involucrados. Esto posibilitaría comenzar a identifi-
car los núcleos conflictivos, las diversas demandas.
—Posibilitar el acceso a la palabra de todos los parti-
cipantes en la medida en que dicha recuperación se
constituye en el primer paso para generar un lengua-
je común así como auspiciar momentos de reflexión
sobre la realidad de la carrera.
-Generar un espacio de pensamiento colectivo sobre
dicha realidad donde las dificultades se pudiesen ir
visualizando como evidentes por la propia comu-
nidad; toma de conciencia imprescindible para el
abordaje de los proyectos de cambio, supuestamente
requeridos.

71
- N o asunción de la tarea de consultor; sí de referen-
te transferencial' de escucha, del discurso grupal.
Conviene seiíalar que el trabajo sobre la tarea ma-
nifiesta se convierte a nuestro juicio en la posibilidad de
leer a partir de allí la problemática del poder. Por tanto,
toda la intervención se centró en la modificación del plan
de estudios demandacia, en tanto tarea acordada, la que al
ser asumida por los participantes de diversas maneras, iba
dejando al descubierto —como se verá- los vericuetos, los
conflictos, los manejos, que se estaban haciendo por parte
de diversos grupos al interior de la carrera. En todo caso,
el acceso a la palabra es el primer escalón para asumir pro-
cesos autogestionarios'.
Por mi parte, el rol desempeñado fue el de hacer
posible en todas esas reuniones, la libre expresión de los
participantes t]ue eran sometidos, muchos de ellos, a pre-
siones iniciales de las más diversas clases. C'on una libreta
de notas registraba los emergentes principales que iban
apareciendo en cada grupo, coordinaba la discusión y de
vez en cuando proponía abordajes para delimitar conteni-
dos de las materias.

' En un trabajo anterior, pretendo plantearme si la autogestión es en


realidad posible, si no se trata de un planteo descriprivo, por aquello de
tjue el deseo es siempre de otro. Por tanto, el hacer podría ser también
para otro. Ese lugar constituye el referente trairsfcrencial. tlsto no supone
que ese sea el tínico lugar que ocupé como consultor para los miembros
de la institución. Ver; Foladori, Horacio, Grupo operativo, autogestión,
aprendizaje, La nave de los locos, N° 10, Morplia, 1986.
'' Procesos autogestionarios y no proyectos autogestionarios ya que el
socioanalista no tiene por qué ofrecer ningiin modelo. En todo caso, el
proyecto se constituye como un momento del proceso grupal, en una etapa
bastante avanzada. La situación de anormatividad que la intervención
genera, es propicia para la aparición de miiltiples iniciativas.

72
La regla de "decirlo todo" debía
ser promovida y defendida

El proceso seguido durante esos días dio cuenta de:


1. Una amplia participación en todos los grupos, ma-
yor que la que esperaba para grupos tan numerosos.
2. Un interés constante y creciente de parte de todos
los participantes en un clima animado y de compro-
miso entusiasta.
3. Si bien se fueron expresando diversas opiniones
sobre la realidad de la carrera ello se dio en un clima
de aceptación colectiva generalizada.
4. La información se transmitía también de manera
horizontal entre los grupos fuera de las reuniones, lo
que dio al proceso un ajuste esencial.
Es interesante ver de Cjué manera el proceso autoriza
la circulación de la información de tal forma que a pesar de
que los últimos grupos aparentemente podían desconocer
lo acontecido en horas anteriores, de todos modos se "en-
ganchaban" en el proceso grupal como si hubiesen estado
participando desde el primer momento. No hay participan-
tes fuera de contexto y no hay manifestaciones aludiendo a
lagunas o carencias informativas sobre lo ya analizado.
En el plenario realicé una devolución de los proble-
mas planteados asumiendo una función sintetizadora ya
que era el linico que había estado en todas las reuniones.
Ello se correspondía con comentarios ampliatorios de re-
presentantes de cada grupo. Dicha síntesis incluía a su vez
una propuesta de tareas de "investigación" para que —en
lo manifiesto- se esclarecieran las raíces de los problemas
detectados. Así, el temario incluía encuestas a egresados,
determinación de la historia de la carrera (había rumores
de que había sido creada para contar con votos en el Con-
sejo Universitario), profundización en los motivos que di-

73
ficultan la titulación (maestros y alumnos hablaban de la
imposibilidad de pensar críticamente; yo me preguntaba
por los obstáculos epistemofílicos y por los generados por
la represión institucional), etc.
También se rescató el problema de la "neutralidad"
del profesional que trabaja en el área ya que ello implica
saber al servicio de quién se va a trabajar, esto es, inclu-
yendo los vínculos de la carrera con el exterior. De igual
modo, había que tomarse como eje de autoobservación
ya que importaban, de manera particular, los vínculos al
interior de la propia escuela, para lo cual era conveniente,
de manera organizada, ir abriendo instancias de comimi-
cación más amplias. Los muros de la escuela (totalmente
limpios en el momento de mi arribo, me hizo pensar más
en un cuartel que en una escuela universitaria) podrían
servir para que todos los sectores se pudiesen expresar,
tanto en cuanto a los resultados de las investigaciones
como la opinión de los integrantes sobre ellos mismos. Lo
anterior como condición de la necesidad de horizontalizar
la información para posibilitar en los participantes inter-
venciones más oporttmas y eficaces.
Finalmente, señalé que cuando tuvierait avanzado
el desarrollo de las tareas me avisaran para planificar la
segunda fase. Pensaba que poco a poco la máquina iba a
comenzar a ponerse en movimiento, no sin sufrimientos y
obstáculos diversos. Había que esperar.

Segunda fase: El desarrollo de la autogestión:


"Se me terminó la Navidad"

Cuatro meses después solicitan nuevamente mi pre-


sencia. Ya contaba con algunos informes parciales que da-
ban cuenta del desarrollo de las investigaciones planteadas.

74
El programa se esboza según el siguiente orden:
1. Dos reuniones plenarias, una al inicio y otra al
finalizar la fase.
2. Desarrollo de reuniones con los ocho grupos de
investigación.
3. Reimiones por estratos (alumnos, maestros y di-
rectivos).
En el primer plenario los diversos sectores vincida-
dos a la investigación informan brevemente sobre su or-
ganización y avances. En lo personal había previsto que se
formarían alrededor de cinco grupos; e n c o n t r a r m e con 8
grupos de investigación superaba con creces la expectativa
y se explicaba por el entusiasmo que se vivía. Cada grupo
estaban conformado por un colectivo de alumnos de 15 a
20 participantes d o n d e además habían incluido a u n o o
dos maestros interesados en el tema.
U n hecho sin precedentes lo constituía la "Pared de
la entropía", espacio mural, frente a la biblioteca, d o n d e
básicamente los ahminos habían pegado —de manera m u y
ordenada— poemas, dichos, caricaturas, declaraciones de
apoyo y de repudio a diversas personas del á m b i t o escolar.
La pared era una manifestación más de la liberalización
de la palabra que se estaba d a n d o . D e más está decir que
la existencia de dicho mural no era bien visto por algunos
sectores docentes de la escuela, sobre todo aquellos dura-
m e n t e criticados. Rastreando sus orígenes supe que había
"nacido" luego de que un grupo de alumnos asistió a u n
congreso de otra universidad cercana y c o n s t a t a r o n la
presencia de un periódico mural. Este hecho m e hizo re-
flexionar sobre la necesidad de ver materializado el hecho
como c o m p l e m e n t o de la "autorización" expresada por mí
en el plenario de la primera fase. La "Pared de la entro-
pía" reflejaba, además, que la escuela se había comenzado
a t o m a r autorreflexivamente c o m o objeto de estudio.

75
Este hecho, sin paralelo, merece ser destacado ya que
a nuestro juicio la demostración de que los integrantes de
la institución han entrado en el proceso socioanalítico,
han comenzado a reflexionar sobre lo que les acontece y
el esclarecimiento que se ha ido produciendo no deja de
polarizar la contradicciones, las que a su vez se comienzan
a clarificar haciéndose más transparentes.
Si bien en el plenario se informó sintéticamente de
los avances de cada grupo de investigación —lo que aytitió
a elaborar el programa para la segunda fase- también se
explicitaron las carencias que los grupos encontraron en
su trabajo. De este modo, se mencionaron aspectos meto-
dológicos, de espacio físico, de materiales de apoyo, de bi-
bliografía, de falta de colaboración de las personas consul-
tadas, destacándose en esta extensa lista algunos puntos:
—Falta se asesores: los alumnos solos no podrían rea-
lizar todo el trabajo y había muchos maestros que no
estaban participando.
—La necesidad de incorporar más alumnos al proceso
ya que había un importante sector que no estaba
participando. Este aspecto me hizo reflexionar sobre
el problema del pago, por un lado, y sobre la necesi-
dad de que la "vanguardia" no se distancie mticho de
la masa. Así, los grupos de alumnos próximos a egre-
sar estaban mucho más motivados que los que recién
habían ingresado.
—Por sobre los puntos anteriores se destacó uno que
se constituyó en el aspecto central del proceso: la
resonancia emocional de algunas lecturas que cues-
tionaban frontalmente verdades aprendidas en la
carrera, confundía y preguntaba por la identidad de
los alumnos como futuros profesionales.
Porque aquí se tocaba uno de los analizadores, el
análisis estaba interrogando frontalmente a la identidad

76
profesional y, consecuentemente, se constituía en una crí-
tica a la propia elección vocacional. Sorprende que recién
en CSC m o m e n t o , en una carrera humanístico-social, se co-
menzara a tomar en cuenta la relación profunda existente
entre el c o n t e n i d o de las materias y el involucramiento de
los estudiantes con sus propias producciones psíquicas.
Vale decir, aparecía en toda su m a g n i t u d la implicación
del estudiantado.
En el plenario se resolvió la apertura de todos los
grupos de investigación (que venían trabajando como
grupos cerrados), por lo c]ue las reuniones que continua-
ron congregó un sector estudiantil y docente más amplio.
En todo caso, era condición el garantizar la horizontaliza-
ción de la información y evitar su "propiedad privada" y
octdtamiento.
Eas retmiones con los grupos de investigación abar-
caron la mayor parte del tiempo de la segunda fase. N o
corresponde entrar en detalles sobre todo el material de
trabajo; sí señalar algunos aspectos sobresalientes:
1. La dificultad de llamar a las cosas por su n o m b r e
se contrapuso a la necesidad en ciencia de ser más
precisos en el lenguaje; existía poca rigurosidad en el
uso de términos.
2. En algunos grupos -investigación sobre egresa-
dos— se había producido abundantes cantidades de
fichas, esquemas, encuestas, etc., lo q u e requería de
apoyos técnicos - c o m p u t a d o r a , por ejemplo— para
facilitar su procesamiento. C o m e n z a b a n a surgir ya
nuevas estrategias para p r o m o c i o n a r la carrera más
afín a los resultados parciales de las investigaciones.
3. En varios grupos se topan con el problema del
c o m p r o m i s o del científico social, para quién trabaja,
al servicio de quién está, etc., lo cual implica una
decisión ideológico-política que no se atreven aún a

77
tomar. N u e v a m e n t e , este aspecto centra la interven-
ción socioanalítica en el problema de la implicación
del estudiantado. Se puede ver cómo el c o m p r o m i s o
del profesional que se visualiza en primer término
como im problema de orden ideológico, deriva —más
profundamente— en un problema libidinal y todo
ello muestra aspectos del proceso socioanalítico al
tomarse los estudiantes c o m o objeto de análisis.
4. El problema de "aplicación" de la teoría está pre-
sente como un gran fantasma. Cada cosa nueva que
estudian aparece cuestionada a través de ¿y esto para
qué nos sirve?, ¿para cjué sirve estudiar y saber? Acá
aparece claramente expresada la d e m a n d a del sector
estudiantil que —como puede apreciarse- es diferente
de la d e m a n d a de los egresados y de la de los direc-
tivos.
5. Los materiales trabajados rompieron sistemática-
m e n t e las ilusiones generadas por manuales superfi-
ciales, planteándoles grados m u c h o más complejos
de abordaje de los problemas que la carrera estudia-
ba. El emergente principal lo constituyó, a mi jui-
cio, un a l u m n o que d a n d o cuenta de determinadas
teorizaciones freudianas sobre la familia, expresó en
un m o m e n t o : "A partir de esta lectura a mí se me
t e r m i n ó la Navidad". Esto centraba el conflicto en
un plano intrapsíquico; había que establecer su co-
rrelato institucional preguntándose por los intereses
que operaban el fomento y m a n t e n i m i e n t o de las
ilusiones.
6. O t r o s emergentes plantean la diferencia entre el
conocimiento vulgar y el científico, discriminación
que se intenta aplicar al proceso que vive la escuela.
Entre las repercusiones colaterales del montaje del
proceso autogestionario aparecieron dos fenómenos:

78
-Ahmmos de la otra carrera c|ue ftmcionaba en la
escuela, comenzaron a reunirse espontáneamente
para determinar sobre la pertinencia o no del tronco
comiin que mantienen ambas carreras. Además, se
sintieron seducidos por la forma entusiasta en que
los grupos de investigación funcionaban y procesa-
ban información que ellos podrían a su vez requerir.
-El modelo implementado en la escuela llegó a oídos
de la C'oordinación Regional citándose al Director a
informar a una reunión de pares, como ejemplo de
revisión de im plan de estudios en un proceso pro-
fimdo y democrático. El Director, sorprendido al
ser tomado como ejemplo, tuvo dificultades para dar
cuenta de algo que no solamente no comprendía,
sino que además tampoco estaba muy convencido de
t]uc sirviera para algo, aparte de lo "peligroso" que
podría resultar.
Se realiza una reunión con los maestros, sector que
se había constituido en el punto resistencial al proceso: su
poder se veía seriamente amenazado y como todo cambio
de plan de estudios supone la eliminación de materias, al-
gunos docentes podrían quedarse sin trabajo. Es un grupo
c]ue se siente superado por el proceso autogestionario: los
alumnos requieren del asesoramiento de los docentes, ellos
no conocen los textos que los alumnos están leyendo, no se
atreven a incorporarse porque de hacerlo deben renunciar
a su saber. Están indignados por la "Pared de la entropía",
algunos "no la han visto". Tampoco se atreven a contestar
en la misma pared con carteles aquellas cosas que etiquetan
como mentiras. El tipo de trabajo "el chambismo", hace
que no sea posible pensar sobre el quehacer docente. El
poder se ejerce verticalmente sobre los alumnos. Hay estu-
diantes que, como efecto del proceso, ya no desean asistir a
clase con algunos maestros. ¿Serán todos reprobados?

79
l a m b i é n se realiza una reunión con los directivos
centrándose el encuentro alrededor de la prcgimta: ¿No
se va a perder el control de la situación? La participación
astista y el uso de la palabra más aiin. Están un poco
paralizados ya n o saben qué hacer. Ni siquiera están
conformes con el beneficio político que les puede traer el
proceso.
El tíltimo plcnario sirve para resumir el trabajo co-
lectivo. Así se fijan nueva metas para la tercera fiíse. El
énfiísis se pone en la necesidad de horizontalizar la infor-
mación para que otros puedan c o n t i n u a r incorporándose
al proceso. Se deben procesar resúmenes que deben ser
diftmdidos, concretar espacios de trabajo, adquirir algu-
nos materiales, ampliar investigaciones. Fanre todo esto
se destaca la stigerencia de realizar un panel midtidisci-
plinario sobre el problema de la "neutralidad" del técnico
social, con especialistas de la zona.
Einalizada esta segunda fase me queda claro que los
estudiantes han recuperado su deseo de aprender y de es-
tudiar. Mientras la institución los obliga al estudio acade-
micista rígidamente controlado por la burocracia escolar,
la respuesta es la apatía qtie rechaza las imposiciones insti-
tucionales. C u a n d o se generan procesos autogestionarios,
todos tienen tiempos adicionales y se encuentran lugares
de los más diversos, modificándose sustancialmente la
relación m a e s t r o - a l u m n o . Los grupos de investigación
han funcionado hasta en días festivos y fines de semana
para cubrir el material establecido. H a n accedido a una
nueva ÍDtma de aprender, la memorización ha dcjaclo lu-
gar al d e s m e n u z a m i e n t o crítico de la información y a su
articulación con la práctica social. Sienten que p r o d u c e n
conocimientos. M e regreso con la sensación de que estoy
frente a una escuela viva, activa, d o n d e el aprendizaje se
ha salido de los cánones habituales. Por otra parte, me

80
c]ucda claro también el costo social cjtie insumirá el pro-
ceso: las resistencias irán a u m e n t a n d o y estructurándose
como barreras más firmes.

T e r c e r a fase: el s e g u i m i e n t o . " A p r e n d i m o s m á s e n
seis m e s e s q u e e n c i n c o a ñ o s de la carrera"

Transcurrieron otros cuatro meses sin tener noticias


de la escuela, l'inalmentc, me llamaron para que concu-
rriera para la tercera fase. N o contaba con informaciones
extraoficiales. El plenario inicial m o s t r ó un salto cua-
litativo con respecto a la fase anterior. La cantidad de
materiales producidos era descomunal: fichas, resúmenes
de trabajos, investigaciones socioeconómicas en la zona,
encuestas, análisis de planes de estudio, etc. Se destacaba
la síntesis c]ue se venía procesando d o n d e ya se empezaba
a vishnnbrar con más claridad la jerarquización de temas,
contenidos y materias para el armado curricular. Se im-
ponía, por tanto, realizar un trabajo sobre los grupos de
investigación y conformar un grupo grande de diseño que
se encargara de comenzar a organizar todos los materiales
en la conformación de la nueva curricula, con objetivos,
perfiles y demás.
Hn el aspecto dinámico se vivía un "período calien-
te". Estaban sucediendo cosas. H a b í a n habido amenazas
anónimas a maestro y estudiantes, otros estudiantes ha-
bían sido golpeados acusándolos de infidelidad a grupos
conservadores. Algunos grupos de investigación habían
visto m e r m a d o su n i i m c r o de p a r t i c i p a n t e s , en otros
se h a b í a n i n c o r p o r a d o , finalmente, n u e v o s e l e m e n t o s .
Pocos maestros más se habían decidido a participar. La
presión sobre los estudiantes era grande: los maestros
exigían un r e n d i m i e n t o "académico" c o m o si nada estu-

!1
viera sucediendo en la escuela. Se estaba procesando una
redistribución de fuerzas y sobre todo se visualizaba que
la contradicción fundamental aparecía más claramente:
ya n o se planteaban las cosas en términos de una carrera
contra la otra, sino que ahora el problema estaba ubicado
entre aquellos que impulsaban y querían un cambio en la
escuela y otros t|ue se oponían c o m o podían al m i s m o .
En los grupos de investigación se notaba la utili-
zación de términos técnicos con bastante precisión y de
manera espontánea. Los grupos de investigación resultan
grupos de trabajo estables, se percibía ima firme integra-
ción. En otros grupos se quejan de que los materiales pro-
ducidos fueron "robados" ya que "desaparecieron" de es-
critorios de funcionarios. La crítica de los planes de estu-
dio vigentes a la luz de lo estudiado posibilita una serie de
ironías sobre la congruencia y metas de algunas materias.
El requerimiento de nuevos estudios aparece por doquier:
investigar se ha convertido en una necesidad, se hace eso
espontáneamente. En suma: cada grupo ha descubierto
más y más contradicciones, las que son presentadas con
total claridad. Empiezo a sentir que ya casi n o tengo nada
que hacer allí\ El análisis de la ideología educativa apare-
ce una y otra vez en los grupos.
El grupo amplio de diseño se reúne por dos oca-
siones, c o n j u n t a n d o representantes voluntarios de todos
los grupos de investigación y otros interesados en seguir
de cerca el proceso. Sorprende la velocidad con que se

'' En realidad, podría pensarse que la tercera fase más que constituir una
nueva fase del proceso, tiene todas las caraccerísticas de un momento de
seguimiento. No hay, de hecho, cambios cualitativos importantes en
esta fase. La ptesencia del consultor se realiza porque de algiin modo
figuraba en el contrato, pero desde el punto de vista de la dinámica, el
socioanálisis continúa su proceso autogestionariamente. Del consultor
se requiere casi solamente su presencia.
'' Término mexicano para aludir al trabajo de vulcanización; trabajo más
bien mecánico y sucio, engorroso.

82
trabaja. Si bien es un grupo que conjunta a cerca de 40
personas, da la impresión de que hubiese estado trabajan-
do d u r a n t e largo tiempo. Los comentarios son precisos, se
discute poco, pareciera que todos están ya de acuerdo. Se
esquematiza lo que podría ser una curricula futura, el n u e -
vo perfil de la carrera, la discriminación con otras simila-
res, la importancia de algunos temas y el papel secundario
de otros. T o d o está ya hecho, falta el engorroso trabajo de
"talacha"''.
Ll plenario final sintetiza lo avanzado:
—Romper los monopolios de información y del co-
nocimiento.
—Generar un estudio y discusión sobre el aprender a
pensar.
—Garantizar de algún m o d o la posibilidad de una
crítica p e r m a n e n t e sobre todo lo que se hace. N o es
posible en el medio universitario realizar comenta-
rios que tengan efectos represivos sobre el a l u m n o .
—Publicar los primeros estpiemas del nuevo diseño
curricular para poder recibir aportaciones de otros
sectores.
Sin e m b a r g o , la polarización de fuerzas va en au-
m e n t o . Sectores de maestros solicitan a los directivos
la intervención directa, p o r q u e el proceso ya ha llegado
demasiado lejos". T a m b i é n hay grupos estudiantiles que
c o m p a r t e n el p o d e r desde el lugar g r e m i a F , q u e han
p e r d i d o el control sobre sus "subditos". La difusión del
esquema de la nueva curricula genera también pánico: si
bien no se habla de maestros que q u e d a r í a n al margen,

' De hecho, parre importante del control del estudiantado lo ejercen los
propios estudiantes; asociación que comparte el poder con las autoridades
y que a su vez sirve de instrumento a los directivos para realizar algunos
trabajos de "orientación" con la pedagogía del garrote. El socioanálisis
genera que algunos contingentes de estudiantes se salgan del control de
la federación.

83
las exigencias teórico-técnicas son muy específicas y no
habría mtichos maestros en condiciones de dictar las
clases. Por otra parte, a partir de la experiencia transcu-
rrida se teme c]ue los "mtichachos asuman la docencia",
estudien solos y por su cuenta, desconociendo la estruc-
ttira institucional. Se maneja que podría ser la primera
vez que los egresados no se vayan de la escuela sino que
puedan seguir trabajando en ella. Esto trac miíltiples
problemas. Por otra parte, la proximidad del egreso de
los grupos más inquietos así como la cercanía de los
períodos de exámenes y de vacaciones hace difícil no
pensar en un estancamiento del proceso a corto plazo: el
"periodo caliente" no se puede sostener, podría suceder
un "congelamiento" transitorio o permanente. Si bien
la escuela (y los directivos) cuentan con un reconocido
prestigio en la región por la naturaleza del proceso y
como se ha llevado a cabo, ello no necesariamente sig-
nifica que al interior de la escuela la contradicción no se
maneje de otro modo.
Se abre la posibilidad de uir recontrato, sin embargo,
correspondería entender primero cuál era la nueva com-
posición de fuerzas al interior de la escuela. Las vacaciones
congelaron el "período caliente". Supe que una comisión
del grupo amplio de diseño continuó trabajando en el
mismo para darle la forma que correspondía al planteo de
cambio del plan de estudio, sin embargo, otros hechos vi-
nieron a complicar el panorama: el grupo de intelectuales
progresistas tuvo que irse como llegó: sin pena ni gloria;
de hecho, fue madrugado por sectores más conservado-
res en una típica pugna local de intereses de grupo en la
universidad. Resurgía el porrismo. Ello ocasionó que el
director de la escuela "ascendiera" y otro de los directivos
pasó a ocupar su lugar. Las urgencias políticas cambiaron,
lo académico volvió al lugar que siempre tuvo.

84
Algunas reflexiones sobre la intervención

La recuperación del deseo de aprender

¿Cuáles son los límites de una intervención como


la relatada? La misma escuela se encuentra sometida a
un funcionamiento institucional que ella decididamente
no eligió. El vínculo maestro-alumno se halla a su vez
tan determinado por las condiciones del entorno insti-
tucional escolar que su modificación traería aparejada la
ruptura de la institución. En cuanto al cambio de plan
de estudio, no vale ni la pena discutir el punto, ya que
como fue señalado, se constituye en el registro manifies-
to de la intervención. Actualmente, si se ha podido dar o
no, es algo que escapa a nuestro conocimiento. Entonces
¿cuál es el poder instituyente que parcialmente, al me-
nos, ha podido ser recuperado? En este sentido, creo que
tanto los que han asumido una posición más progresista
como los c]ue se han resistido han podido darse cuenta
que la presencia del deseo de aprender redefine los vín-
culos, genera un poder hasta ese momento desconocido,
replantea las reglas del juego presentándose como un
poderoso elemento motivador de la relación del sujeto
con su mundo. El deseo de aprender ha generado en
poco tiempo un cúmulo de conocimientos que ha des-
balanceado la relación tradicional entre saber y poder:
ello ha dejado a los maestros en una posición incómoda,
sabiendo que el ejercicio del poder no se sustentaba más
en un supuesto conocimiento que les daba ventaja sobre
los alumnos. El mismo personal docente tuvo que reco-
nocer que no sabía nada sobre aquello que los alumnos
estudiaban y requerían. Y parece que cuesta utilizar el
poder en tales condiciones, desnudo, cuando no puede
ser encubierto bajo otro tipo de consigna o de mensaje.

85
Casi estamos frente al recurso del p o d e r físico q u e a su
vez es m a n i f i e s t a m e n t e r e p u d i a d o en el á m b i t o de la
cultura. I^or ello, las amenazas de los maestros no e n c o n -
t r a r o n eco.
A su vez los estudiantes, en diversos grados, cons-
t a t a r o n su i n v o l u c r a m i e n i o , su d e s i l u s i ó n , su p o d e r
e m a n a d o de una acción d o n d e c o m o efecto se iban radi-
calizando las posiciones. La r u p t u r a de mitos —de mitos
sobre la imposibilidad de pensar críticainente— cuestionó
las ataduras mentales, más férreas que la telaraña b u r o -
crática. El sistema se abrió por breves m o m e n t o s para
mostrar sus mecanismos de s o m e t i m i e n t o en el plano de
las ideas, el a d o c t r i n a m i e n t o , la deformación educativa
que p r o m u e v e .
Es diferente estudiar para sí mismo que para rendir
exámenes, pero de ahí a renunciar a la institución edu-
cativa, a "los papeles", hay otro trecho m u c h o más largo.
El sistema se apuntala una y otra vez por todos lados y
si bien se abre también i n m e d i a t a m e n t e r e c o m p o n e sus
defensas.
El sistema puede utilizar el socioanálisis realizado;
de hecho d u r a n t e m u c h o tiempo la escuela fue modelo,
ejemplo de c ó m o abordar una rcformulación curricular.
Lo que el sistema n o puede incorporar es el deseo de
aprender, este debe ser necesariamente robado a los su-
jetos como condición para su sometimiento. Incluso el
sistema podría aceptar que la relación m a e s t r o - a l u m n o
pudiera cambiar; lo que no ptiede aceptar es que todos
p u e d a n pensar sobre el devenir institucional, sobre su
función, acerca de sus mecanismos, sobre el uso q u e hace
del poder.

86
La recuperación de la palabra

El primer momento del proceso socioanalítico lo


constituyó el montaje de un dispositivo donde la palabra
pudiera cumplir su función y fuese a su vez preservada.
Aquí la oposición es entre palabra y violencia. Esta dialéc-
tica presenta varios matices. Por un lado, y en determina-
dos niveles de su ftmcionar, la palabra evita la violencia ya
que lo t|ue se puede decir no será necesariamente actuado.
Pero por otro, el ejercicio libre de la palabra lleva ine-
vitablemente a la toma de posiciones, lo que conduce a
una polarización del proceso y, por tanto, a alimentar la
alternativa de un choque -hasta físico— entre las fuerzas
en cuestión.
Hay que tomar en cuenta que lo que estaba en jue-
go era de poco valor: en el caso de la posible pérdida de
empleo por parte de algún maestro, se trataba de horas
semanales, como tantas otras que tendría en el consabido
"chambismo". Poco se podría perder, la paranoia colecti-
va tuvo mucho trabajo que realizar.
Recuperar la palabra era de algiin modo invertir la
historia: los grupos de alumnos tendrían algo que decir,
los maestros iban a tener que escuchar y hablar en otro
lado sobre sus miedos y frustraciones, recuperar la pa-
labra es perderle miedo a la palabra, poder llamar a las
cosas por su nombre, aprender a expresarse adecuada-
mente, no en términos formales, sino usando la precisión
de la terminología que se discutía. Recuperar la palabra
es acceder a un pensamiento libre, porque solo se piensa
con palabras. Ejercitar el juego de la crítica, soportar ar-
gumentos, contener —por medio de la palabra— las emo-
ciones.
La "Pared de la entropía" comenzó a cumplir esa
función liberadora, escribían cosas, se anunciaban apo-

87
yos, se denunciaban corruptelas, se caricaturizaba, se leía
el futuro. Recuperar la palabra es romper la represión
psíquica, superar la apatía, ponerse en movimiento,
porque hablar es moverse. Claro está, dicha recupera-
ción pone sobre el tapete el tema de la expropiación de
la palabra, y surgen así aquellos c]ue no quieren que se
diga, que se hable, que se comente, que se opine, lal vez
Paulo Freiré tenía razón, la palabra cumple una función
liberadora.
INTERVENCIÓN EN UN MINISTERIO*

Introducción

El caso c|uc aquí se presenta tiene interés por c u a n t o


se trata de una oficina de un Ministerio, vale decir, inter-
venir en el mismo centro del Estado. Acá no está en juego
un cjuiehre institucional, por lo que la intervención p o -
dría haber atioptado una modalidad más tradicional.
Hay un elemento que me parece pertinente rescatar
y es aquel que tiene que ver con la esfera de lo piiblico
bajo determinadas políticas de gobierno que p r e t e n d e n
reducirlo, privatizarlo o iTiercantilizarlo. Mas allá de un
eficientismo inmediato, el beneficiario de un b u e n funcio-
n a m i e n t o de la oficina no es el ministro del ramo sino la
totalidad de la población, incluyendo directamente a los
funcionarios mismos.

1. O r i g e n de la d e m a n d a '

La d e m a n d a de intervención en la Oficina de Partes


se origina en ima serie de hechos acontecidos en la misma
y que oficiaron como factor desencadenante de la consulta.

* Publicado originalmente en Revista de Psicología, Vol. VIII, N " 1,


U. de Chile, 1999. Este trabajo se realizó en conjunto con la Ps. Livia
Sepúlveda.
' Para el investigador socioinstitucional, la demanda se convierte en
tm lugar de condensaciones (personales, grupales, sociales, políticas,
institucionales, etc.) de im sinnúmero de requerimientos de los más
diversos sectores y que obedecen a disímiles inteteses. Allí, por tanto,
es donde el proceso se inicia, por lo que su análisis se constituye en el
primer movimiento que el grupo realiza desencadenando a su vez los
pasos sucesivos.

89
a. El hecho más significativo lo constituyó la detec-
ción de un caso de tuberculosis en la Oficina y que natural-
m e n t e generó alarma en el Ministerio, por c u a n t o la situa-
ción amenazaba no solamente al resto de los funcionatios
de la Oficina, sino también a otros sectores. La situación
fue abordada de manera inmediata por la enfermera del
Ministerio que solicitó apoyo a otras reparticiones del Es-
tado. En rodo caso, este aspecto mostró varias realidades,
a saber:
b. El grado de hacinamiento en que esta Oficina se en-
contraba y la necesidad de disponer de remodelaciones edi-
licias urgentes en varias secciones, lo que se comenzó a reali-
zar en su m o m e n t o y se mantuvo durante la intervención.
c. El altísimo porcentaje de licencias médicas soli-
citadas por funcionarios de esta Oficina, la ptesencia de
enfermedades psicosomáticas de largo arraigo, interven-
ciones medicas, etc.
d. La presencia de un índice significativo de depre-
sión entre el grupo de funcionarios que también incidía
en la necesidad de licencias médicas de mayor diuación.
e. La edad promedio cic los fimcionarios de la Oficina
que a ojos de las autoridades administtativas es elevado.
Estos aspectos habían motivado la intervención de
im sociólogo quien realizó un primer taller-diagnóstico
sobre el clima laboral en la Sección de archivos y partes.
Además, se detectó una serie de problemas interpersonales
variados entre los funcionatios, así como dificidtades en
las relaciones con el Jete de la Oficina. Este preámbulo
hizo conciencia sobre la necesidad de u n a consulta de
mayor envergadura a los efectos de generar una interven-
ción que "ayudara a las personas a c o m p r e n d e r algo de lo
que allí acontecía" y que sirviera también para estudiar
algunas de las determinaciones de las relaciones laborales
particulares de la Oficina.

90
Se solicitó así un proyecto al equipo consultor', el
que fue presentado en abril de 1998.

2 . C o n t r a t o de trabajo

En junio, el equipo consultor es solicitado nueva-


m e n t e para iniciar la intervención. El proyecto presenta-
do, y que fue aceptado en su totalidad, establecía algunas
condiciones, a saber:
a. Q u e d t u a n t c la intervención —que se fijaba en 20
sesiones, vale decir aproximadamente d u r a n t e 5 meses—
no se realizaran intervenciones de otras consultoras. El
motivo de esta contiición a p u n t a b a a rescatar la impor-
tancia y significación de la intervención para el Ministerio
y fiícilitar la concentración emocional de los participantes
sobre ima única actividad.
b. Ea necesidad de cjue todos los timcionaros que
participaran lo hicieran volimtariamente. Este requisito se
basaba en la necesidad de rescatar el deseo propio cíe cada
quien, ya que en este terreno nadie puede ser "esclareci-
do", si no desea hacerlo, a difi^rencia de lo que sucede en
un curso de capacitación. La institución había aportado
un escrito en el cual los funcionarios se c o m p r o m e t í a n
voluntariamente a asistir.

• El equipo consultot se constituyó con psicólogos con fotmación en tra-


bajo grupal dinámico y en análisis institucional. El modelo implementado
en este caso se distancia de lo que puede set un cutso de capacitación
cütriente, en el sentido de generar im dispositivo de intervención que
permite develat las detetminaciones profundas que afectan al grupo a
ttavés de una metodología de escucha y análisis, en vez de la enttega
de intotmación. El equipo consultot sostiene así la tesis de que en la
medida en que el grupo participa y analiza sus situaciones, se esclarece y
descubre las conexiones entre su sufrimiento (psícjuico e institucional) y
sus padecimientos (tísicos u otgánicos).

91
Como se verá, esta institución vertical hizo que no
haya elección posible: los funcionarios no se animan a
expresar su discrepancia y decir N O , se escabullen sin en-
frentar la situación y actúan el descontento institucional
saboteando de diversos modos.
Lo significativo es que la institución no cumplió
ninguna de estas dos condiciones.
Durante toda el trabajo sostuvo intervenciones con
otras consultoras, así como los funcionarios fueron "co-
misionados" a diversos cursos que los extraía del campo
de intervención. Con esto, el propio Ministerio implícita-
mente comunicaba su desconfianza sobre la intervención,
así como que su compromiso era algo meramente formal.
Esto fue señalado por el equipo consultor en oficio de
septiembre de 1998.
A su vez, también en sti momento presionó a los
funcionarios para que concurriesen a las reuniones.
El modelo de intervención consistió en organizar dos
grupos paralelos (ya que se habían inscrito cerca de 20
funcionarios) en horarios complementarios a los efectos
de que las diversas dependencias no quedaran sin personal
y pudieran continuar trabajando.
Se instituyó un espacio "para hablar" de todo lo que
tuviese que ver con el desarrollo del trabajo. La técnica
consistía en producir un discurso que era permanentemente
precisado, interrogado y esclarecido por el equipo consul-
tor, con un momento de devolución en que el ohservudor
releía aquellos dichos del discurso grupal que configuraban
verdaderos nudos conflictivos, al expresar no solamente si-
tuaciones emocionales significativas, sino también tomas de
conciencia que marcaban el proceso del grupo'.

' La técnica es la conocida como grupo operativo diseñada por Enrique


I'ichón-Riviere.

92
En suma, se trataba de construir un espacio de re-
flexión y análisis de los problemas en el entendido de que
tienen que ser los propios fimcionarios —si así lo desean—
los que pueden esclarecerse acerca de las motivaciones de
lo que les acontece. Se señaló que no se iban a dar conse-
jos, recomendaciones, sugerencias, etc., ya que los proble-
mas nunca pueden ser solucionados desde "afuera" (tratar
a los funcionarios como sujetos dependientes refuerza el
paternalismo que la propia institución genera y cuyo efec-
to, en parte, es visualizado a través de una amplia gama de
síntomas como la apatía, la depresión, etc.).
El trabajo de intervención comenzó en julio de 1998
y se desarrolló sin interrupciones hasta noviembre como
estaba previsto.
Inicialmente, se comenzó a trabajar en un local que
fue sustituido por otro, en el que se funcionó de manera
definitiva.

3. Características del grupo de funcionarios

3.1. Expectativas

Las primeras reuniones dieron cuenta de las expecta-


tivas de los funcionarios en cuestión.
a. Se expresó que "creían que se trataría de un solo
taller"; vale decir, la institución generó un malentendido,
tai vez para obtener la anuencia de los funcionarios a par-
ticipar. Fue necesario entonces comenzar a mostrar que
los problemas tenían larga data y era ilusorio suponer que
en una sesión aislada se podían obtener esclarecimientos
sobre situaciones tan complejas.
b. La actitud de los funcionarios fue —como es habi-
tual según la mecánica de los "cursos"- la de esperar que

9.3
los expertos les dijeran qué tenían que hacer y por que les
sucedía lo t[ue acontecía.
Por tanto, se hizo también necesario mostrar que la
ansiada "mejoría" era un trabajo que debería ser hecho
por todos, que era un " p r o d u c t o " al cual se podría arribar
pero que había que trabajar para ello. N o fue poco el des-
concierto.
c. Inicialmente se atribuyó a "problemas familia-
res" la presencia de tantos problemas en la Oficina. Ello
significaba plantear la cuestión en términos de "no nos
m e t a m o s con la vida privada de nadie", lo que constittu'a
una resistencia férrea al trabajo grupal que teníamos que
hacer: abrir los problemas, animarse a mirarlos y escla-
recerlos. N a t u r a l m e n t e , la intervención era sentida como
amenazante ya que requería de im grado de confianza y
de c o m p r o m i s o emocional con el trabajo de análisis. Por
ello, la insistencia en solicitar recomendaciones que siem-
pre permanecen c o m o "exteriores" al sujeto y le permite
jugar con la ilusión de c]ue él elige si las va a aplicar o no.
d. Por otro lado, el equipo consultor se convertía en
un intermediario entre los funcionarios de la Oficina y las
autoridades administrativas, por lo que - e n el imaginario
del grupo— podría negociarse a través del equipo mejoras
laborales (salarios, ascensos, vacaciones, beneficios diver-
sos, etc.), con lo que algunas sesiones se convirtieron en
"mesa de negociaciones" de las condiciones de trabajo.
C o n ello, los funcionarios al contar con "abogados defen-
sores" evitaban tener que astunir ellos mismos los recla-
mos que deseaban hacer a las autoridades y jugársela por
sus ideas y proyectos.
e. T a m b i é n estuvo presente desde el inicio la idea
de qtie por estar el equipo interventor formado por psi-
cólogos, las reuniones se transformarían en tma suerte de
terapia de grupo; y más aún por cuanto el índice de enfer-

94
medades psicosomáticas y depresión figuraban entre los
motivos de la convocatoria. Pero se trataba de una "tera-
pia de g r u p o " que no era solicitada personalmente c o m o
tal, porque ello significaba asumirse como enfijrmo: jugar
a la terapia de grupo entonces, lo que implicaba la propia
negación del intento.

3.2. Desarrollo sintético del proceso

C.ada u n o de los subgrupos adquirió desde el inicio


características propias. Sin perjuicio de ello, el proceso
que siguieron fue similar. Transitaron por diversas eta-
pas y fue interesante detectar de qué manera el conflicto
central del grupo hie variando a lo largo del proceso. En
este sentido sostenemos que lo que llamamos el conflicto
central, es acjuel lugar en el que aparece la mayor concen-
tración de fuerzas opuestas. Pero las fuerzas son móviles y
según se esclarecen distintas escenas, de ser vividas c o m o
situaciones antagónicas, pasan a ser situaciones comple-
mentarias; se disuelve el conflicto que aparece nuevamen-
te polarizado en otro par de situaciones.
Se puede mostrar que el conflicto nació centrado en
situaciones personales e interpersonaíes, ai poco tiempo
se polarizó en la figura de la jefatura de la Oficina, más
tarde adquirió la tonalidad de los problemas internos a
cada subsección, posteriormente se hizo presente c o m o
conflicto con la institución total: el Ministerio. Más tar-
de se polarizó en un férreo cuestionamiento al gremio,
para adquirir por último la tonalidad de los conflictos
intrafamiliarcs. Cada u n o de estos m o m e n t o s deberá ser
mostrado y explicado ya que conlleva la respuesta al inte-
rrogante general que convoca la intervención, vale decir,
¿cuáles son las determinaciones del estrés laboral^ El grupo
contesta T O D A S ELLAS, lo cual no significa que todas

95
operen con el mismo peso, ni tampoco que lo hagan de
igual m o d o en todos y cada u n o cic los funcionarios de la
Oficina. De hecho, cada participante se vio afectado de
distinta manera por el proceso global.

4. Desarrollo de los m o m e n t o s del conflicto

A los efectos de visualizar claramente el desarrollo


del conflicto anteriormente descrito, se detallarán U)S di-
versos m o m e n t o s con las cnimciaciones t]ue dan cuenta
de su identificación, a saber:

4.1. Momento de los conflictos personales

La p r i m e r a respuesta del g r u p o de funcionarios


tiene que ver con c ó m o ellos justifican lo que les sucede
en el Ministerio. Parten de la base de que muchos de
los ftmcionarios concurren al trabajo con ima gran carga
emocional p r o d u c t o de sittiacioncs familiares, es decir,
los conflictos personales los indisponen para el trabajo en
comiin ya que se sienten d c p t i m i d o s , enojados, alegres,
etc., según como vengan desde sus propias casas. Se juega
aquí una cierta manera de pensar los problemas ya que
sobre t o d o la impotencia ante los conflictos hogareños y
la imposibilidad de estar allí (para solucionarlos, ya que
tienen c]ue ir a trabajar) hace que lo hagan con disgusto.
Así, atribuyen a una determinada "naturaleza himiana" lo
que les sucede en el trabajo: son desleales, tienen proble-
mas de carácter, contestan de mala manera, tienen falta
de educación, tienen familiares enfermos graves, sufren de
desconfianza entre ellos, etc.
D i c h o a r g u m e n t o no toma en cuenta que - t t i s t e es
decirlo— en realidad hay u n t i e m p o mayor que pasan en el
empleo, comparativamente con aquel destinado al hogar

96
y que la explicación podría ser castialmente la contraria,
vale decir, que se llevan los conflictos del trabajo a la casa:
si están más de 8 horas en el trabajo y deben viajar en
muchos caso no menos de dos o tres más, llegan a la casa
para cenar y acostarse, por lo que el tiempo en la casa es
exigtio.

4.2. Momento de los conflictos con la jefatura

Superado el m o m e n t o inicial y señalada la contra-


dicción en el argumento, el grupo se centra ahora en su
sittiación interna. En tal sentido, se tmen contra la jefa-
tura a quien acusan de todos los males que les toca vivir.
Veamos en detalle:
a. Despreocupación por parte de la jefatura (no son
tomados en cuenta, no son alentados, no se c o m p r o m e t e
ni se la juega por sus empleados).
Y'X sentir generalizado es de que existe una gran dis-
tancia entre la jefatura y el grupo de funcionarios. Rara
vez son tomados en cuenta o consultados en sus o p i n i o -
nes. M e n o s aiín son alentados en sti trabajo. Plantean
airadamente que un jefe debe jugársela por sus funciona-
rios, cosa c|ue en este caso n o octirre.
b. Envidias de los privilegios (los "preferidos", los
"serviciales").
A su vez el jefe no trata a todos por igual, sino que
tiene a "sus preferidos" y a su séquito", lo cual hace que
los niveles de exigencia sean diferentes para cada quien.
Están aquellos que "se saben colocar" con el jefe y otros
que sencillamente se m a n t i e n e n en la periferia.
c. Arbitrariedad en la distribución de las horas ex-
traordinarias y en los contratos nuevos.
O t r a queja m u y significativa tiene que ver con la
manera arbitraria en c ó m o la jefatura ejerce sus funciones.

97
Si hay regalones, hay algunos más beneficiados que otros
de aquello que se produce como "reparto": no a todos les
toca gozar del beneficio de hacer horas extras, si bien las
licencias médicas numerosas producen necesidad de más
trabajo. Más significativo e hiriente para los funcionarios
es ver que algunas nuevas contrataciones se realizan a sala-
rios muy superiores a ios que establece el escalafón o que
hay funcionarios que son "ascendidos" varios grados en el
momento de la contratación.
d. Inseguridad (El miedo a que si la jefatura también
se ve amenazada desde instancias superiores, eso ios deja-
ría sin protección). "Todos somos esclavos".
Reconocen que el jefe también sufre lo stiyo ya que
es probable que esté muy presionado desde "arriba" para
obtener a su vez calificaciones buenas. Esto hace que esté
permanentemente cuidándose para "no perder su pega".
Ello repercute generando en los funcionarios la sensación
de desamparo. Así, en el fondo, el grupo necesita cautelar
la figura de la jefatura.
e. Se monopoliza la información. ¥Á jefe cuenta
con abundante información que no da a conocer a los
funcionarios, información que puede ser imprescindible
para realizar mejor el trabajo. Así como resulta exigente y
avaro con la distribución de horas, también lo hace con el
manejo de la información.
f. Los jefes a su vez tienen la posibilidad de elegir los
mejores "cursos de capacitación, que son aquellos con los
que se puede viajar al extranjero. En ese sentido los jefes
aparecen como siendo muy envidiados por los funcionarios.
g. Abuso de poder por medio de la calificación (des-
calificación).
La queja más significativa la constituye el abuso t]ue
se hace, en opinión de los funcionarios, de las califica-
ciones. Las mismas tienen para ellos una destacadísima

98
importancia ya que de estas dependen ios ascensos y la
posibilidad de ganar unos pocos pesos más. La calificación
es el linico elemento que los funcionarios pueden preten-
der controlar -vía un buen desempeño— ya t]ue los otros
elementos para obtener un mejor ingreso depende de las
"bondades de otros". Por ello, el problema de las califica-
ciones, los juicios t]ue se emiten en las mismas y las reper-
cusiones en cuanto a las comparaciones que resultan entre
ellos, se convierte en el conflicto central con la jefatura.
Es interesante observar que la reacción de los fun-
cionarios a;ue las calificaciones es diversa. Hay cjuienes
prácticamente reconocen preocuparse mucho por la cali-
ficación y por la forma en que se aplican los juicios por
parte de la jefatura; hay otros que pretenden "negar" su
importancia, seguramente como una manera de neutrali-
zar la propia sensación de impotencia que la arbitrariedad
de la misma les produce. En todo caso, es un tema que no
deja de poner al desnudo toda la situación laboral, por lo
que se convierte en un denimciante de la misma.
Esta c]ueja sobre la jefatura adopta el modelo de una
situación familiar". Eos fimcionarios se quejan como si
estuviesen ante un padre malo, arbitrario, que no trata a
todos los hijos por igual y que se reserva las mejores tareas
y funciones. Pero, a su vez, también plantean cjue el jefe
"debe mandar" y coinciden en señalar que si la jefatura se
manejara con "mano dura" hay cosas que no se tolerarían
en la Oficina. (Creen que la competencia y riña entre
los fimcionarios aumenta de manera manifiesta si el jefe
es condescendiente). Resulta sorprendente este pedido,
esta nueva queja que da cuenta de la enorme pasividad
con que los funcionarios se enfrentan a la jefatura, prác-
ticamente no tienen iniciativa y permanecen a la espera
de que sea el jefe quien, a través de sus instrucciones, los
reconozca y les diga qué deben hacer. Este aspecto de la

99
pasividad generalizada reviste singular relevancia ya que
aparecerá de diversas manera a lo largo del taller y articu-
lado con otros momentos. La pasividad es el efecto de la
resignación, la desesperanza, (tirar la toalla", "tirar la es-
ponja", "no hay espíritu de cambio", "no se puede esperar
retribución", "no calentarse la cabeza", "hacerse la lesa ,
etc.), que a su vez es, tal vez, el peor enemigo del cambio
en la institución.

4.3- Momento de los conflictos internos entre subsecciones

Cuando se les mostró que seguramente todos los


males de la Oficina no provenían solamente de la jefatura,
se generó un tercer momento de desarrollo del conflicto
que se pasó a centrar en las relaciones entre ellos mismos,
entre las diversas subseccioires que conviven bajo la gran
repartición de la Oficina de Partes.
a. Remodelaciones y locales
Si bien cuando comenzó el taller ya habían sido ins-
talados en su nuevo local más cómodo, iliuninatio y ven-
tilado, no todos los funcionarios pudieron gozar de inme-
diato de este beneficio. Hay secciones que tuvieron que
mudarse transitoriamente a otros espacios o soportar dn-
rante bastante tiempo la operación de obreros trabajando
en las mismas oficinas. Algunos arreglos y remodelaciones
son vividos como necesarios; otras -como la entrada del
Ministerio—, a su juicio son prescindibles cuando tienen
sueldos tan bajos. Además, se quejan de que sus opinio-
nes sobre la funcionalidad de los espacios no es tomada
en cuenta y que los arquitectos se preocupan más por io
bonito sin percatarse de las necesidades mínimas y sobre
todo de la seguridad del local.
b. Quién trabaja más, si los que atienden al público
o Jos que están en escritorios. Un larga discusión se dio

100
entre los sectores que "atienden piiblico" y otros que
realizan un trabajo más apartado. Como si estuviesen en
competencia permanente, discutieron si unos trabajaban
más t]tie otros, los grados de tensión que se acumulaban
en el trabajo ya sea por la rutina o porque se tenían que
hacer cargo de las tensiones del piiblico.
c. Problema de los uniformes. Un desarrollo particu-
lar del punto anterior lo constituyó la discusión sobre el
"beneficio" de los uniformes ya que se les había entregado
a aquellos que atendían piiblico. Este es un nuevo punto
de rozamiento entre sectores ya que produce envidias muy
agudas; sirve para etiquetar a aquellos favorecidos por la
autoridad y a sentirse a su vez descalificado y despreciado
por esta.
d. Estar a cargo de otros (flojos). Así como discutie-
ron sobre las diversas subsecciones también lo hicieron a
partir de las relaciones entre ellos en los subequipos de
trabajo. Les cuesta decirse las cosas y actúan sus enojos.
Hay funcionarios que parecen tener más capacidad de tra-
bajo que otros por lo que los "flojos" son sentidos como
aquellos que le "cargan la mano a los demás". En el fon-
do, esta es una queja a la jefatura que debe poner orden
y distribuir el trabajo de manera equitativa porque si no
"terminan haciéndole el trabajo a aquellos que por flojos
no se lo merecen".
e. Comedor ("Se revolvió el olor a pescado con el
desodorante ambiental"). El episodio del comedor se
constituyó en el centro del conflicto de este momento, ya
que el comedor generó un espacio en el cual se disolvió
"la frontera" dentro de la Oficina. Originalmente, el co-
medor pertenecía a una subsección. Pero al modernizarse
permitió dar cabida a todos los funcionarios, en distintos
horarios. Esto generó una lucha por el microondas ya que
hubo un subgrupo que vivió como una expropiación, el

101
que pudiese ser utilizado por todos. A su vez el espacio
del comedor tuvo que ser tácitamente reglamentado.
¿Qué se podía cocinar allí? ¿Qué se podía hacer? ¿Qué se
podía decir, con qué intensidad se podían reír, qué tipos
de chistes contar? No fue fácil llegar a acuerdos y los ni-
veles de tensión fueron en aumento. Parecían dos bandos
luchando por un territorio: uno llenando con "olor a pes-
cado" y el otro invadiendo con "desodorante ambiental",
mientras los compañeros comían.
En todo caso, el conflicto —cjue abarcó varias sesio-
nes— se fue hablando y analizando hasta que se disolvió.
Los mismos funcionarios reconocieron luego que se había
llegado como a un acuerdo tácito, no sin violaciones a las
normas (de horarios) implantadas.
Este momento permitió identificar la baja tolerancia
que los funcionarios tienen a las diferencias entre ellos (de
rendimiento, de educación, de formas de ser y hasta de tra-
bajo, para mencionar las más notorias) como si pretendieran
que todos fuesen uniformizados al estilo de un batallón...

4.4. Momento de los conflictos con el trabajo

Cuando los conflictos entre secciones y al interior


de las secciones se fueron disipando, comenzaron a surgir
una serie de reflexiones sobre el trabajo mismo, sobre las
tensiones que genera, sobre la relación que mantiene cada
quien con su actividad. Este aspecto se convierte, en el
sentir de los funcionarios, en un punto neurálgico ya que
es poco lo que se puede hacer para cambiarlo ya que se
define como las características del cargo que cada quien
ocupa; en suma, la esencia del empleo. Cuesta tomar me-
didas ante eso y en muchos casos se depende de instancias
que están mucho más allá de la propia Oficina. Veamos
algunos ejemplos:

102
a. Docimientación personal y documentación oficial.
Parece ser c]ue en un abuso de confianza - y también
de autoridad- los funcionarios del Ministerio solicitan
que la correspondencia personal de cuentas, cuotas, pa-
gos, etc., les sea enviada al propio Ministerio, en lugar de
a su domicilio particular. De este modo, el trabajo de la
sección correspondencia se recarga excesivamente ya que
una oficina prevista para la correspondencia oficial debe
trabajar el triple para cubrir también todas las cartas per-
sonales c]ue llegan. Se quejan de la falta de ética al utilizar
los bienes estatales en beneficio personal.
b. Presión por terminar el trabajo en el día, y otras
presiones por el estatuto administrativo. El planteo se
centra en lo que puede ser un trabajo contra reloj, o en su
detecto, el tener que quedarse más allá del horario de sali-
da para terminar con el trabajo del día. Si bien el estatuto
establece de manera terminante el tipo de trabajo a reali-
zar, la cantidad de trabajo -sobre todo en determinadas
fechas— puede ser desmesurado. Sorprende, en este caso,
el exceso de celo por parte de los funcionarios, que no pa-
rece ser reconocido por parte de las autoridades.
c. El problema de la atención al público. La infor-
mación que el público maneja se obtiene a través de rela-
ciones personales, no oficiales e informales. Otra cosa es
ser la cara del Ministerio —brindar información oficial— y
sentir el peso de toda la administración.
La sección de Ltformación es de reciente creación y
los funcionarios están muy orgullosos del trabajo que se
ha hecho para organizaría y tratan por todos los medios
de brindar un buen servicio. Sin embargo, notan que no
reciben toda la información que requieren para canalizarla
al piiblico. Nadie les informa de nada y tienen que estar
buscando la información para poder orientar al público
consultante. Se siente la enorme responsabilidad de ser

103
la cara del Ministerio, esto supone que son los que dan
la cara pero también los cjue se encuentran en la primera
línea de combate, lo que ocasiona... no pocas tensiones y
heridas. ("Somos la piedra de tope, las instituciones y loss
Directores hacen y deshacen y u n o está en la mitad, el
Ministerio n o puede hacer nada, la gente descarga eso en
nosotros"). Y sobre todo cuando hay problemas que no
se p u e d e n resolver (ya que responden a políticas incier-
tas de la propia repartición) y c u a n d o no se cuenta con
los datos m í n i m o s para hacerlo de una manera eficiente.
N o les queda más qtie hacerse cargo de los problemas de
las personas... y sufrir las consecuencias - m u c h a s veces
enloquecedoras que el impacto del problema del público
les produce. C o n el telefono no les va mejor. En suma.
Información es "como la posta", pero allá los médicos y
enfermeros se van endureciendo; acá eso no es posible.
Es evidente que no aparece claramente discriminado
lo que es el brindar información al público de los recla-
mos que el público se cree con derecho de hacerle al M i -
nisterio (padres y apoderados de diversas partes del país
que muchas veces son enviados de un lado a otro desde
las entidades locales, M u n i c i p i o s , unidades regionales,
etc.) y que realiza a través de la "cara del Ministerio", la
oficina de Información.
d. T r a b a j o r u t i n a r i o ("Hacer lo m i s m o a b u r r e y
mata").
C u a n d o el funcionario se ha pasado 25 años de su
vida realizando el mismo tipo de trabajo mecánico, sin
m u c h a s posibilidades de creatividad, sin cambios y sin
e s t í m u l o , c o m i e n z a a gestarse una cierta sensación de
desesperación. Se fantasea con la rotación de funciones;
luego se concluye que no es viable, muchas actividades
requieren una experiencia que n o se adquiere de u n día
para otro.

104
e. Descoordinación entre secciones (no se proveen
de los materiales necesarios). "Todos se lavan las manos".
Si bien el objetivo de la burocracia es la racionaliza-
ción del trabajo, en la práctica las cosas no funcionan de
manera aceitatia y muchas veces el trabajo de algunas sec-
ciones se ve detenido por el no cumplimiento de respon-
sabilidades en techa, por parte de otra sección. No parece
ser im problema de no trabajo, sino probablemente por
la taita de comunicación entre las secciones que permita
planificar las acciones con precisión y sobre todo cuando
hay urgencias para cumplir diversas acciones al interior o
al exterior del Ministerio.
f. La evaluación estadística de todo ("Todo se basa en
la estadística, pero el drama está detrás"). Los criterios de
evaluación del rendimiento y de la calidad del trabajo del
Ministerio, está basado en lo cuantitativo; lo cualitativo, las
diferencias esenciales, no son para nada tomadas en cuenta,
liste enfoque neoliberal de tener que medir todo afecta el
funcionamiento de todo el Ministerio y de todas las accio-
nes que el mismo emprende. "No hay calidad de vida en
el trabajo, es para volverse loco". El sentido del trabajo y
su evaluación aparecen distorsionados por la supuesta ob-
jetividad que los niimeros aportan cuando lo único que se
toma en cuenta son casualmente los niimeros.
Para los funcionarios, que viven el trabajo como una
totalidad, el Ministerio al tomar solamente la parte, los
niimeros, la estadística por el todo, distorsiona significa-
tivamente la realidad cotidiana, produciendo además un
fenómeno ilusorio, que enajena a los funcionarios incre-
mentando los niveles de sufrimiento laboral.
Este aspecto es determinante para comprender la
distorsión que se produce en la imagen del trabajo que se
genera en los funcionarios, ya que el Ministerio se apro-
pia (negándolo) de todo lo que hace a la relación entre

105
trabajo-satisfacción-placer-realización personal, al valorar
solamente las "cantidades" de trabajo. Se podría pensar
entonces en un alto grado de enajenación producido es-
tructuralmente por "el modelo que cruza la acción del
Ministerio.
g. Dificultad en aceptar los adelantos técnicos (Todo
se va a computarizar. A uno le quitan el pensar"). Las
innovaciones son siempre persecutorias ya que amenazan
la estabilidad del empleo. Los funcionarios reaccionan,
como es natural, defisndiéndose de las máquinas y de
la tecnología, que inicialmente desplaza al trabajador.
Es cierto que a la larga le soluciona muchos problemas,
pero hasta no conocer cuál es el verdadero alcance de la
tecnología, los funcionarios sienten temor. Pero, además,
queda claro que el Ministerio no tiene una política de psi-
cohigiene para introducir la nueva tecnología, vale decir,
generando procesos que disminuyan las ansiedades ante
la nueva tecnología. La carencia de una política explícita
para disminuir las ansiedades ante lo nuevo, muestra la
existencia de una política tácita c]ue las aumenta. La ca-
pacitación técnica no alcanza a resolver las resistencias al
cambio que la nueva tecnología genera. Por otra parte, las
fases de modernización necesarias lejos están de tomar en
cuenta las opiniones de los funcionarios, por lo cual es
común sentir entonces que los miembros de las diversas
secciones no pueden pensar los problemas que les atañen:
su capacidad de pensar no es tomada en cuenta por las
autoridades.

4.5. Conflictos con la institución (el Ministerio)

Hay un momento en que el grupo de funcionarios


toma conciencia de que los problemas que tiene con el
trabajo dependen de las normativas, de la forma de orga-

106
nizar el trabajo, de la estructura burocrática, de las jerar-
quías, etc., que no necesariamente hace a la naturaleza del
trabajo en sí, sino que pasa por la manera en cómo la ins-
titución norma la actividad laboral. Dicho de otro modo,
los conflictos con el trabajo tienen un común denomina-
dor ya que hay responsables que toman decisiones sobre
políticas y sobre formas de hacer las cosas a las que los
funcionarios deben someterse*. No se trata entonces de
un problema sobre la "naturaleza del trabajo en sí" (ade-
más, porque los funcionarios están plenamente convenci-
dos de que el Ministerio y su trabajo es muy importante,
tal vez haciendo gala de mecanismos de idealización), sino
sobre la manera en cómo se ejerce un determinado poder
sobre el trabajo, y allí la violencia de la institución aparece
en toda su magnitud.
En lo concreto, se vuelven a cxplicitar en el grupo
muchos de los planteos que se hicieron sobre la figura del
Jefe, ya que este encarna en el espacio de la Oficina a la
institución. Sin embargo, en esta oportunidad hay una
mayor discriminación, en el sentido de que el Jefe es tam-
bién un engranaje del Ministerio y de que los problemas
rebasan su esfera de responsabilidades.
a. El estatuto administrativo no respeta las necesida-
des de las personas.
La violencia que el estatuto administrativo rígido
instaura, solamente puede ser combatido violando a su
vez su letra. Veamos algunos ejemplos:

' Lo que se está cuestionando no es la necesidad de un ordenamiento sobre


la actividad laboral y una organización de la misma. Lo que se pone en
entredicho es si esta manera de "hacer las cosas" (manejo despótico del
poder, jerarquización arbitraria de funciones, invalidación de las inicia-
tivas personales y grupales, control irracional del tiempo y del espacio,
valoración de lo cuantitativo por sobre lo cualitativo, eficientismo, etc.)
realmente es la mejor forma de hacerlas; cuánto esta normativa está real-
mente al servicio de los objetivos que el Ministerio dice perseguir.

107
— Si la rutina los agobia y el encierro los abruma, de-
ben entonces tomarse más del tiempo estipulado para
la colación para tener un m o m e n t o de desahogo.
— Si hay problemas en el hogar, cuidado de los hijos
o de familiares y deben hacerlo, no hay otra forma
más que reciurir a las licencias mentirosas.
— Si el horario de llegada es m u y estricto y aparecen
descuentos por llegar un m i n u t o tarde ("me ponen
u n 6 si llego atrasada"), hay que recurrir a otros
mecanismos fraudulentos para contrarrestar los des-
cuentos ("La carrera del m i n u t o " , cjue no ha dejado
de provocar accidentes por correr).
En todo caso, estas acciones no dejan de generar cul-
pa, lo que afectará el trabajo, ya que es como si el p r o p i o
Ministerio n o les permitirá ser honestos al inducirlos a
prácticas corruptas.
b. Los salarios son a m p l i a m e n t e insuficientes e in-
equitativos. Sienten que la situación general es caótica;
colaboran con algunos funcionarios para juntar papeles
sobrantes de las oficinas para venderlos y mejorar el sala-
rio, otros venden huevos, miel, etc. Sienten c]ue los nive-
les de bienestar antes de la dictadura eran muy superiores:
tenían médico, dentista, jardín de niños, comedor y posi-
bilidades de comprar las mercaderías básicas. El salario en
esa época tenía u n mayor poder adtjuisitivo ("Les queda-
ba dinero para el otro mes"). El estatuto administrativo
incide desfavorablemente ya que las calificaciones generan
una "baja del salario" y una dificultad para ascender en
el escalafón. En este rubro la impotencia es absoluta ya
que sienten que "El Ministerio no tiene remedio", que no
p u e d e n hacer nada para mejorar la situación ya que todo
está amarrado, deben soportar con rabia e indignación.
La angustia a u m e n t a ante la posibilidad de jubilarse ya
que lo acumulado no les alcanzará para siquiera sobrevivir

108
d i g n a m e n t e . A pesar de eso "deben dar gracias a Dios de
tener im trabajo".
La impotencia y la rabia señalada en este p u n t o cruzó
de manera transversal todo el desarrollo del grupo d u r a n t e
todo el taller, manifestándose de diversas manera según el
m o m e n t o pero estando permanentemente presente.
c. Niveles de corrupción en el trabajo.
El grupo observa que se da un pago de horas ex-
traordinarias a funcionarios por misiones q u e n o son
realizadas. Existen además, contrataciones que se saltan
niveles del escalafón y con sueldos m u y por encima de lo
c|ue estiman que correspondería.
d. Falta seguridad en el trabajo.
Este aspecto a p u n t a a mostrar diversos niveles:
- M u c h o s funcionarios renunciaron a su base por o b -
tener tm mayor salario en el sistema de contratación,
el cual no da garantías laborales de permanencia y
ante las situaciones cic crisis social y económica, apa-
rece el fantasma del despido. Este aspecto se agrava
c u a n d o los funcionarios tienen ya muchos años de
trabajo, no tienen los grados para obtener un b u e n
salario y no pueden ni siquiera decidir irse del M i -
nisterio.
- E n otro sentido, la seguridad tiene q u e ver con
cosas más concretas, como los accidentes en el tra-
bajo, a la entrada o en las escaleras, falta de escaleras
de incendio, sobre t o d o en un país en el cual los
terremotos son una preocupación p e r m a n e n t e ("Las
grietas del edificio terremotcado están cubiertas con
p u t a pintura"), etc.
e. El peso de la dictadura y su relación con la insti-
tución.
El grupo siente c o m o u n a fractura en su historia el
acontecimiento del golpe militar y la consolidación de

109
la dictadura que implicó una h o n d a distorsión en las re-
laciones laborales y en el clima de trabajo. Funcionarios
que fueron perseguidos y detenidos, clima de persecución
p e r m a n e n t e , prohibición de conversar de a dos, suinarios,
aplicación brutal de las normativas, la planta fue drástica-
mente disminuida, etc.
C u a n d o se perdió una carta, la Oficina fue sumaria-
da por parte de la Fiscalía Militar, se les exigió a algunos
funcionarios que "se echaran la culpa". En simia, la expe-
riencia de la dictadura significó una marca p e r m a n e n t e de
miedo que aún subsiste en muchos. Herida, que c o m o en
m u c h o s otros sectores de la sociedad chilena, ha p e r m a n e -
cido abierta generando autocensura y sufrimiento.
f. Las enfermetlades que el trabajo genera. "Situación
sin salida".
Los problemas que no se pueden resolver generan un
m o n t o de angustia importante, les echa a perder la vida,
se deprimen, se enferman por la rabia de no poder decir
las cosas d u r a n t e tantos años. Cosas que no se pueden
remediar y se repiten. La rabia que no se puede canalizar
hacia afuera termina a p u n t a n d o a la propia personalidad
en diversas manifestaciones tie autoagresividad y desvalo-
rización.
Este aspecto da cuenta del d a ñ o que se ocasiona en
el personal cuando no hay políticas de psicohigiene en el
trabajo. ¿Qué hacer con las tensiones que se generan? ¿De
qué manera las mismas pueden ser descargadas y elabora-
das? Si n o existen estos mecanismos de procesamiento, su
acumulación paulatina irá m i n a n d o progresivamente el
cuerpo de los funcionarios a través del proceso de somati-
zación de las tensiones.
("Somos corderos", "no puedo", "no quiero", "no me
siento capaz", no hay solución", "no puedo discutir", "es
como echarle agua a un canasto", "no se puede hacer nada".

110
etc.). La resultante es la variedad de enfermedades psicoso-
máticas que los funcionarios presentan, muchas de las cua-
les van acompañadas de diversos estados depresivos más o
menos cíclicos o en otros casos el alcoholismo crónico.

4.6. El momento de los problemas con el sindicato

La única respuesta posible para enfrentar a la insti-


tución, que aparece como poderosa y sólida, es la u n i ó n
de los funcionarios a través de una organización que les
dé posibilidades de luchar. Por tanto, c u a n d o los funcio-
narios se plantean algiín tipo de proyecto reivindicativo,
algún tipo de acción de conjunto para mejorar stts condi-
ciones laborales, surge inmediatamente el tema del sindi-
cato que acapara las tensiones y que marcan la presencia
del conflicto central. Pero el sindicato también abre a u n
s i n n ú m e r o de dificultades entre ellos y con la organiza-
ción que dice representarlos:
a. Distancia entre los representantes y la base.
- U n o de los primeros problemas que surge es que
los representantes no informan a la base acerca de los
proyectos y actividades que se realizan, y c u a n d o los
funcionarios se atreven a preguntar reciben dilatorias
—Acusan a la dirigencia de acordar con el Ministerio
a espaldas de sus necesidades.
—Existe falta de organización al interior del sindicato
que estimule la participación y m a n t e n g a a todos en
sus lugares.
- A l no saber "en qué a n d a n " los dirigentes, tienen
dudas sobre sus realizaciones y c o m p r o m i s o con la
base. Por otra parte, los dirigentes "la pasan m u y
bien, en reuniones y comidas" y gozan además de las
licencias sindicales, lo cual visualizan c o m o un bene-
ficio singular.

111
b. Política s o l a m e n t e economicista c u a n d o pesan
otros problemas.
El sindicato solamente se preocupa de cuestiones del
salario, c u a n d o habría un amplio abanico de problemas
que deben ser tratados en la mesa de las negociaciones,
vinculados a los beneficios C|ue se tuvieron y que se per-
dieron c u a n d o la dictadura.
Reconocen, asimismo, que svi participación en el sin-
dicato es esporádica, no asisten a las reuniones de manera
regular y están bastante divididos al interior del m i s m o ,
lo que no deja de quitarle a la organización posibilidades
operativas.
En el fondo n o ven que el sindicato represente una
herramienta que tenga ftmciones específicas de representa-
ción y de defensa de los fimcionarios, no es sentido como
algo propio, del cual pueden disponer para asesorarse de
manera p e r m a n e n t e .

4.7. El momento de la articulación de los problem^as fa-


miliares con el funcionamiento institucional

Finalmente, el grupo vuelve a plantear inquietucies


acerca d e Ja vida personal, ahora centrados en Ja vida
familiar y sus conflictos. Sin embargo, en la medida que
avanza el análisis se comienzan a descubrir relaciones de
funcionamiento similar entre esa vida familiar personal
y la manera en cómo los conflictos laborales son vividos.
D i c h o de otro m o d o , los modelos de comunicación, las
d e m a n d a s hacia c o m p a ñ e r o s y jefes, las a c t i t u d e s , las
reacciones caracterológicas, en fin, es como si el modelo
de funcionamiento familiar fuese transpuesto al á m b i t o
laboral.
Lo grave de la situación es que dicha transposición
genera n o pocas pasiones en los e n c u e n t r o s laborales.

112
perdiéndose buena parte de la distancia necesaria que la
situación formal del trabajo requeriría. Ello ocasiona que
en la subjetividad, los funcionarios vivan pendientes en el
á m b i t o laboral de las situaciones familiares que cada u n o
vive, ya que traslada y actualizan con los c o m p a ñ e r o s to-
dos esos conflictos. Así, hay una pérdida de distancia evi-
dente y cada encuentro es polarizado en una situación de
amor-odio (como en la familia, los afectos están primero),
lo cual trasciende con creces una relación más laboral y
eficiente como debiera ser la situación del trabajo: privile-
giar el pensar (trabajo) sobre el sentir (familia).
¿r\)r qué se produce este fenómeno? Escuchemos al
grupo: "Pasados los 40 todos son cambios malos, no hay
calidad de vida, vivimos lejos, se ve solo lo trágico, t e m o r
a los asaltos, todo el día tensa, aburrida, somos personas
llenas de temores, vivir e n d e u d a d o .
El m e d i o social, cada vez mis agresivo, gatilla la
i m p l e m e n t a c i ó n de m e c a n i s m o s de a i s l a m i e n t o y de
biísqueda de lugares más seguros para protegerse de una
sociedad que produce temor. El refugio natural es el me-
dio familiar, que es el espacio conocido y tradicional de
protección. Pero el caso es de que los funcionarios pasan
de 8 a 9 horas juntos, por lo que el c a m p o del trabajo se
convierte en el lugar de protección, desplazando allí todas
las características protectoras del grupo familiar de origen.
"Se arman las peleas c o m o italianos", "esto es una
familia, pasamos todo el día juntos", "tenemos m a m á y
madrastra", "nos echamos de menos", "los problemas se
solucionan dentro de la familia", los trapos sucios se la-
van adentro", "hay solterones amargados", "soledad entre
nosotros", "nos damos u n gusto y al otro día ni para la
micro". Las deslealtades son entendidas como familiares y
no en relación al problema del r e n d i m i e n t o que el trabajo
implica. "El abuelo sería el Ministro", "acá hay problemas

ff3
de comunicación como en la familia". Reflexionando so-
bre los líos que tuvieron por el comedor, afirman: "Acá,
las discusiones son en la mesa, los italianos respetan la
mesa".
También aparecen los problemas entre generaciones:
"Hay una generación que entra joven, ellos no se hacen
problemas". Esta referencia obviamente también alude
a la estructura familiar y a los grados de responsabilidad
que cada quien asume en su interior.

5. Alcances del proceso. Los cambios producidos

Comprender el proceso como el desarrollo de un


conflicto que va cambiando de cara, permite también eva-
luar los alcances del mismo y determinar los cambios que
el proceso produjo.
FA esclarecimiento se produce cuando el grupo, a
partir del acto de poner en palabras, simboliza situacio-
nes, atribuye sentidos y produce a su vez nuevos sentidos.
Esto permite transformar una experiencia impactante,
inasible, "traumatizante", en un acontecimiento que, al
insertarse en una lógica, adquiere significaciones diversas.
Por tanto, si bien el conflicto cambia de cara, las situacio-
nes continúan permaneciendo, no hay olvido o represión
posible, hay simplemente resignificación. Pero ello es
suficiente para que el conflicto pierda buena parte de la
intensidad que es vivida como "traumática". Por tanto,
el análisis progresivo de las situaciones —en el decir de los
funcionarios— hace que el conflicto que en un momento
fue sentido como que los polarizó, más tarde ha perdido
buena parte de su intensidad.
El "espacio para hablar" adquiere para aquellos que
se animan a aprovecharlo, el sentido de una particular

114
descarga emocional que no es otra cosa que ese reorde-
namiento de las escenas más ansiógenas. El grupo oficia
como continente de las mismas y como un espacio de
solidaridad donde el compromiso colectivo permite pe-
queñas modificaciones, muchas veces suficientes para dis-
minuir el sufrimiento personal.
Los cambios (que no se agotan en lo registrado al fi-
nalizar la intervención)^ están limitados por cuestiones de
la confi^)rmación de la realidaci en la cual los sujetos cons-
truyen su vida cotidiana. Por ejemplo, no pueden operan-
do individualmente, modificar sus sueldos y beneficios,
pero sí pueden -individual y colectivamente— asumir una
relación con el trabajo y entre ellos más creativa, que re-
sulte menos mecánica y frustrante. Pueden autogestionar
amplios espacios de su trabajo y utilizar su ingenio para
descubrir las fisuras de la institución y combatir así algu-
nas de sus arbitrariedades.

Sobre la evaluación

Se realizó en dos momentos: el primero consistió en


presentar a los funcionarios un cuestionario para evaluar
el proceso. Esta forma se vio enfrentada con el estereotipo
que tienen los funcionarios piiblicos que están habitua-
dos a evaluar personas. Así, el tema de la evaluación no
dejó de ser persecutorio, lo que ocasionó que varios de
ellos buscaran consciente o inconscientemente formas

^ El modelo de funcionamiento centrado en "el espacio para hablar" es


internalizado por los participantes como una metodología de análisis, lo
cual les permite conservar posteriormente elementos de reflexión. A su
vez, cada uno de los participantes continúa mucho más allá del momento
de la intervención, con reflexiones personales y colectivas que pueden
ptoducir nuevos cambios inimaginados en el momento de corte. Por
supuesto, el alcance de estos procesos depende tanto de la flexibilidad de
la personalidad de los involucrados como de la rigidez de las normativas
institucionales en la cual se insertan.

115
de "escabullirse". Esto mostró una vez más la rigidez im-
plantada por la institución en la materia, reactivándose las
fantasías sobre las evaluaciones personales (calificaciones)
y la incidencia de la misma en los criterios instituciona-
les sobre "asistencia", "colaboración", etc. En suma, el
fantasma presente era aquel de si el funcionario es o no
"conflictivo".
El segundo momento consistió en abrir la evalua-
ción a una discusión colectiva. Allí fue posible cotejar
impresiones y deslindar algimos "logros", así como la per-
manencia de patrones enfermantes y estresantes de gran
arraigo. Por tanto, esta metodología de evaluar resultó no
solamente novedosa, sino también desestructurante.
Es de destacar que algunos funcionarios stifrieron de
depresión a partir de la visualización cíe la finalización del
taller. A nuestro juicio ello muestra que el taller además
fue para algunos un espacio privilegiado de estabilidad
personal, ya que el mismo les permitía poner en palabras
y elaborar, en un clima de escucha, muchas de las ansie-
dades que la vida cotidiana y el espacio laboral genera,
mostrando a su vez la necesidad de ese tipo de espacios de
manera permanente.
Otros funcionarios no cjuisieron acercarse. En total
participaron del proceso evaluatorio la mitad de los fun-
cionarios que comenzaron el taller, porcentaje levemente
menor que aquel que asistió la mayoría del tiempo.
Los funcionarios, en el proceso de evaluación del
taller reconocen:
a. Mejoría en las relaciones humanas: reconocen que
están menos sensibles a los vínculos entre ellos, lo cual
ocasiona que no se ofendan tanto entre sí.
Las discusiones y análisis realizados en el taller per-
mitieron limar asperezas, lo cual supone que hay conflic-
tos interpersonales que se han disuelto.

116
Además, el conocer más acerca de las situaciones
personales de los diversos compañeros, facilitó en el gru-
po ima mejor comunicación, comprensión y respeto, por
lo que los límites interpersonales se vieron modificados.
b. Efecto catártico: El espacio del taller sirvió para
desahogar situaciones antiguas cnquistadas y tensas, lo
cual produjo una significativa relajación de la tensión en-
tre los fimcionarios, más marcado entre algunos de ellos.
c. T o m a de conciencia de su realidad laboral: El análi-
sis pormenorizado de su situación laboral esclareció al grupo
sobre muchos factores que operan diariamente en el ámbito
laboral y acerca de los cuales no tenían clara conciencia. Ello
implicó mejorar los niveles de discriminación entre aquellos
problemas que pueden ser abordados de manera individual
y grupalmente, de otros que al ser estructurales requieren de
movimientos institucionales mucho más amplios. La toma
de conciencia sobre la situación laboral implica a su vez un
reconocimientos tanto de las potencialidades como de las
limitaciones personales. Estos reconocimientos no se dieron
de manera gratuita, por el contrario, causaron no poco do-
lor y sufrimiento de manera transitoria.
d. Reconocimiento de la función de u n "espacio para
hablar". La vida cotidiana en el ámbito laboral es genera-
dora de rutinas que al formalizarse i n c o m u n i c a n a las sub-
jetividades en juego. El "espacio para hablar" generó un
"lugar de la verdad", en el sentido de que ellos podían de-
cir lo que sentían, comunicarse con los otros y descubrirse
en aspectos desconocidos para ellos mismos. Esto asustó a
algunos —el poder de la verdad de las palabras— y en otros
casos fue sentido c o m o deslealtad. Sorprende que funcio-
narios que hace 35 años que están trabajando en el m i s m o
puesto y rodeados de las mismas personas, desconozcan
aspectos de los demás, esenciales para la convivencia. "Las
cosas se repiten pero ahora se ven con otros ojos".

117
A su vez, además de lo señalado por los funciona-
rios, desde el lugar del especialista, podemos decir c]ue
en m u c h o s casos el individualismo de los funcionarios les
i m p i d e tomar conciencia acerca de sus posibilidades c o m o
grupo, sus potencialidades de creatividad para sortear lo
que sienten como "cuellos de botella" y disponer de sus
recursos psíquicos para dar solución a algunos problemas
cotidianos. En m u c h o s casos, se autoctüpan de los proble-
mas burocráticos que les atañen, m o s t r a n d o su dificiütad
para tomar distancia de los mismos y c o m p r e n d e r las de-
terminaciones estructurales.
H a y que c o m p r e n d e r que para el funcionario, solu-
cionar los problemas t|ue se le presentan es la única fornid
de satisfacción que recibe de su trabajo; por tanto, es cuan-
do el trabajo adquiere sentido. Por ello, el funcionario no
puede dejar de buscar senrirse satisfecho c u a n d o hay im
trabajo bien realizado que se completa, que se concluye.
Esto hace que el funcionario asimia responsabilidades que
están m u c h o más allá de sus compromisos laborales y que
tienda, por todos los medios, a darle feliz solución. La
institución sabe eso y de algiin m o d o juega deslealmente
con dicha alternativa: el funcionario siempre va a hacer
más que para aquello que ha sido contratado.
Los funcionarios, entonces, sf hacen cargo de problemas
institucionales —exhibiendo una extrema omnipotencia— t]ue,
a ojos vista, corresf)onden a otras instancias de resolución,
segtín la estructura jerárquica del Ministerio. Este tipo de
problemas mayoritariamente no podrán ser solucionados, pro-
duciendo en el personal angustia y frustración.
Esto genera que inicialmente el funcionario se culpe
c u a n d o algo sale mal o c u a n d o no puede solucionar u n
problema, i n d e p e n d i e n t e m e n t e de que en m u c h o s casos
la solución del m i s m o n o pertenezca a la esfera de sus
compromisos laborales.

118
Debe entenderse además, que la búsqueda de solu-
ciones para estas situaciones se realiza de manera indivi-
dual; por ello, hay una acumulación progresiva de tensio-
nes t]uc va minando la salud de las personas. Es solamente
en el espacio interpersonal que los funcionarios pueden
darse cuenta de que las raíces de los problemas están más
allá de sus posibilidades, generándose entonces la vía de
la descarga y de la elaboración. Correspondería investigar
acerca de los motivos que determinan que la vía colectiva
aparezca con tanta dificultad para ser encontrada.

6. Sugerencias a futuro

El contrato con el Ministerio suponía enviar un


documento tjuc diese cuenta de algunas conclusiones y
sugerencias.
Del análisis del proceso se pudieron realizar algunas
apreciaciones con proyección a futuro, detalle que fue
puesto a consideración de los funcionarios, en primer
lugar:
1. Espacios para hablar:
Sería conveniente estudiar la posibilidad de generar
de manera periódica (cada 15 días) una suerte de espacio
en el cual los funcionarios, al margen de jefaturas, pudie-
ran acceder voluntariamente a un espacio en el cual pue-
dan compartir sus inquietudes y angustias cotidianas.
2. En lo administrativo:
a. Capacitación: Si bien el Ministerio tiene una muy
buena disposición para capacitar permanentemente a sus
funcionarios, pareciera ser —según los funcionarios— que
en muchos casos estos cursos no necesariamente respon-
den a una programación que detecte prioridades de nece-
sidades de los funcionarios. Además, no pareciera existir

119
una política de evaluación y seguimiento de los progra-
mas de capacitación, que tenga repercusiones, a su vez, en
el estatuto salarial y escalafonario del fiuicionario.
b. Rotación: Si bien este es un aspecto complejo y
frente al cual los funcionarios tienen diversos grados de
resistencia (tal vez por temor a perder "su fétido") podría
convenir estudiar, en conjunto con los afectados, bajo que
parámetros y en qué funciones la rotación es posible.
c. Dcsnormativización del trabajo: F,l trabajo que los
funcionarios realizan está tan estrictamente n o r m a d o que
es imposible realizar cambios creativos para que el mismo
resulte más gratificante. El Ministerio no aprovecha ni la
capacidad ni la sabiduría de los propios funcionarios para
ir d a n d o nuevas soluciones a viejos problemas, generando
mayores niveles de participación y c o m p r o m i s o . Esta p o -
dría ser una manera de manifestar confianza y estímulo de
la institución hacia sus funcionarios.
d. Calificación: El sistema resulta ser persecutorio
y arbitrario, lo cual más que apoyar el desempeño de la
gestión ocasiona casualmente lo contrario: incrementa de
manera significativa los niveles de miedo y de estrés. Es
u n elemento e m i n e n t e m e n t e represivo que afecta la situa-
ción salarial y la seguridad futura (jubilación).
Ya que el sistema de calificación afecta la totalidad
del Ministerio, debiera cuestionarse los electos que está
p r o d u c i e n d o , los que resultan antagónicos con los objeti-
vos para los cuales fue propuesto.
?). Política de selección: "El Ministerio tiene la polí-
tica de reventar al funcionario, la institución mata".
T a n t o la Organización M u n d i a l de la Salud c o m o
la Organización Internacional del Trabajo recomiendan
realizar, cada vez más, u n análisis de las condiciones del
empleo y de las características de personalidad de los as-
pirantes. Se ha visto que hay tipos de empleos que desen-

120
cadenan la psicopatología personal y familiar en algunos
tipos de personalidad, mientras que otros empleos los
ayudan a mantener la salud mental.
Dicho de otro modo, se trata de ubicar a cada fun-
cionario en el lugar más adecuado para preservar su higie-
ne mental en lugar de sabotear con el trabajo su estructura
de personalidad. Esta política redunda en beneficio tanto
del trabajador como del trabajo. Sería una de las maneras
de comenzar a combatir el alto índice de enfcnnedades
psíquicas y psicosomáticas que se observan en la Oficina.
C'onviene precisar que si bien esta Oficina de Partes
presenta ima situación particularmente preocupante para
el Ministerio, lo que motivó la realización del Taller,
sus características generales no se diferencian de lo que
constituye un perfil de los problemas que se encuentran
en otras reparticiones, estatales y privadas. Por tanto, es
preciso interrogarse acerca de las características del mode-
lo de trabajo que el régimen implanta y que ocasiona este
tipo de sufrimiento y excesos. En tal sentido, las estadís-
ticas nacionales sobre depresión y causas de mortalidad
reflejan situaciones que dan cuenta de un mal manejo de
la agresividad, autoagresividad, violencia e impotencia. El
problema de esta Oficina, develado a través de este Taller,
muestra de manera dramática estas sobredeterminaciones.

Sin fisura

Hay que comenzar por señalar que el problema de la


Oficina de I'artes no tiene nada que ver con la fisura insti-
tucional, inexistente en esta Oficina que no hace más que
a una práctica burocrática dentro del Ministerio. Estamos
trabajando en el Estado mismo, en el poder central, sien-
do la Oficina de Partes periférica con respecto a la esencia
de lo que es la temática del Ministerio. Es cierto, como lo

121
m e n c i o n a Lourau, que el centro está en la periferia y que,
por lo tanto, el trabajo en la periferia tiene sentido por
cuanto repercute en el centro.
Sin embargo, la Oficina es tan periférica que si no
hubiese sido por el p r o b l e m a de la tuberculosis, nadie
se habría fijado en ella. Desde la óptica ministerial, la
Oficina es solo necesaria para que la burocracia funcione
(archivo). El temor del Ministerio está en el problema del
contagio; en ese caso hay un riesgo que amenaza la p t o -
ducción global del Ministerio.
Por ello es que si bien, c o m o se puede apreciar, se
realizaron intervenciones dirigidas a la problemática de
poder (sobre todo con respecto al sindicato), las baterías
fueron dirigidas a las relaciones intcrpersonales en el gru-
po de funcionarios, esclareciendo según lo posible algunas
determinaciones de los confiictos.
La intervención, realizada en un sector aislado, mar-
ginado de las decisiones segiin tm m o d e l o feudal de fun-
cionamiento institucional, no puede pretender interrogar
aquello que tiene la misión de sostener la institución, con
algunos costos, claro está.

122
INTERVENCIÓN EN UN
HOSPITAL GERIÁTRICO*

Antecedentes

Las instituciones públicas son portadoras de muchas


dificultades e inconvenientes en su funcionamiento. T a m -
bién es posible apreciar que presentan ventajas, efecto de
la propia estructura del Estado. Ello no significa descono-
cer la importantísima labor social que c u m p l e n y c|ue no
realizan las instituciones privadas por motivos propios de
sus intereses. Importa por tanto, y nos importa, el pensar
formas en que las instituciones de la salud ptiblica puedan
residtar tanto mejores lugares de trabajo para los emplea-
dos que laboran en ellas, c o m o espacios suficientemente
eficientes desde el ptmto de vista sanitario; su responsabi-
lidad resulta relevante en lo que al c o m p r o m i s o social se
refiriere.
El hospital que nos convocó no presentaba ninguna
anomalía particular', simplemente se trataba de un cen-
tro de salud inquieto por pensar algunas diñcukades en
su funcionamiento; pretendía cambiar algo de su cultura

* Publicado originalmente en Revista de Psicología, Vol. Vil, U. de Chile,


1998. lista intervención se realizó con la colaboración del Dr. Ricardo
Hidalgo.
' Puede resultar extraño que un hospital demande una intervención sin
"padecer" de alguna anomalía. En todo taso, lo que se quiere significar
es que el hospital en cuestión no se encontraba atravesando una situación
de crisis. No eran visibles síntomas que demandaran una intervención
de urgencia. Ello no obsta para que -como en toda institución- exista
una serie de trastornos en la vida cotidiana del hospital de los cuales no
se tenía conciencia cabal. La intervención tenderá a mostrar casualmente
que aquello que es vivido como costumbre o como lo habitual, puede ser
pensado como una alteración de un funcionamiento.

123
interna y adecuarse paulatinamente a algimos de los cam-
bios que se estaban visualizando en el medio social: mejo-
rar el r e n d i m i e n t o de sus empleados, mejorar la atención
a los pacientes y sobre todo convertir al hospital en un
lugar un poco más saludable (física y mentalmente) para
trabajar.
T i e m p o atrás se había realizado ya u n primer "ciiag-
nóstico" en el marco de una intervención de riuina: un
análisis F O D A (Fortalezas, o p o r t u n i d a d e s , debiliclades,
amenazas) había arrojado los siguientes resultados (se re-
sumen):

"Debilidades:
- Satisfacción personal se constituye en un área
crítica; emigración de profesionales, licencias,
descontento en ei trabajo. Ausencia de espacios
para proyectar potencialidades personales. Palta
de información.
- Ambiente h'sico muy precario.
- Clima laboral caracterizado por la dependencia.
No existe trabajo en equipo. Fl grupo institu-
cional tiende a aislarse del exterior. Ausencia de
liderazgo creativo
- Las relaciones hmnanas se caracterizan por la
faira de confianza.
- La comunicación se reconoce como deficiente,
tanto entre el personal como con la familia del
paciente. Se señalan algunos puntos críticos: eva-
luación y alta de los pacientes.
Fortalezas:
- La mayor fortaleza es el capital humano.
- Lealtad de los funcionarios y compromiso con
el rrabajo, quienes reconocen un deterioro los
tres últimos años.
- Conciencia de estar en crisis.
- Se destaca el reconocimiento de los pacientes
por el servicio: limpieza, alimentación y buena
atención.

124
Contrato

Luego de varias entrevistas con el director del hos-


pital nos atrevimos a p r o p o n e r un modelo de trabajo que
nos permitiera realizar simultáneamente u n diagnóstico
y una m i c r o i n t e r v e n c i ó n , a b r i e n d o espacios nuevos y
generando un muy incipiente modelo de reflexión sobre
el acontecer del hospital. Se propuso entonces trabajar
d u r a n t e 4 meses con dos grupos sucesivos de aproximada-
m e n t e 12 integrantes cada u n o en sesiones semanales de
una hora y media. Ello suponía intervenir sobre el 2 5 %
de los funcionarios de la institución.
El equipo de especialistas dispuso la utilización de
Ja tt'cnica del g r u p o Balinf que proveía de un modeJo de
intervención psicodinámico, generando la libre asociación
localizada en las vicisitudes del trabajo, privilegiando el
intercambio verbal facilitando así la simbolización y la
historización de los participantes. T a m b i é n formó parte
del marco teórico del equipo técnico el grupo operativo
de Pichón-Riviére y los referentes conceptuales y técnicos
de intervención institucional desarrollados por la corrien-
te del análisis institucional francés.
El primer grupo sería integrado de manera heterogé-
nea por personal seleccionado e invitado a participar por la
administración de la institución según criterios propios. El
segundo quedaría abierto a las conclusiones que se pudiesen
extraer del primero, l^a tínica condición establecida por el
equipo consultor consistió en que los grupos fuesen de par-
ticipación voluntaria. Finalizados ambos grupos, se elabora-
ría un informe detallado sobre la situación de la institución
así como una serie de propuestas con vistas a profundizar
algunas líneas de trabajo, segtin los objetivos propuestos.
Por tanto, esta primera experiencia (piloto) se constituía en
un primer momento de un trabajo a largo plazo.

125
D e s a r r o l l o d e la e x p e r i e n c i a
(Primero y segundo grupo)

El primer grupo fue constituido por elección directa


de la administración del hospital en el e n t e n d i d o de que
se integraba con el mejor personal, c o m o tm m o d o de
premiación y con vistas a reforzar, asimismo, esta actitud
de c o m p r o m i s o . Así, el p r i m e r grupo incorporaba u n per-
sonal variado, a saber: en su mayoría auxiliares, además
de un médico, una asistente social, im kinesiólogo y una
nutricionista. Q u e d ó claro de inmediato una cierta "con-
fusión" entre los integrantes que no sabían si estaban allí
por decisión propia o porque la institución los había en-
viado. En todo caso, fue significativo el sentir de varios de
los miembros que manifestaron que si bien originalmente
tenían deseos de asistir por propia motivación, c u a n d o
se enteraron de que era "obligatorio" se sintieron tanto
decepcionados c o m o molestos por la actitud autoritaria
de la institución. Si bien ello podía constituir una fintasía
natural en grupos institucionales, la misma se vio corro-
borada en los hechos por ima sanción administrativa que
fue aplicada a u n o de sus miembros, quien se había nega-
do a concurrir a ía primera sesión. Frente a este hecho -el
que de algún m o d o marcó todo el desarrollo del taller- la
palabra del equipo de especialistas (realizada tanto en la
propuesta presentada c o m o en la consigna de trabajo dada
al grupo) q u e d ó invalidada, ya que la estructura institu-
cional decidía, finalmente, acerca de la suerte de los parti-
cipantes. En este sentido, la expresión espontánea de ideas
y sentimientos se vio limitada, la angustia persecutoria se
incrementó ya que se sospechaban razones ocultas en este
tipo de convocatoria, lo que a u m e n t a b a las especulaciones
destructivas. M a r c a d o por esto, desde su fundación, el
g r u p o tuvo u n desarrollo frenado, cuidadoso al hablar y al

126
analizar sus propias situaciones, con pocos espacios de sig-
nificativa reflexión acerca del acontecer institucional y de
ellos como personal de una institución de servicio. De to-
dos modos, algo siempre se cuela, lo que será comentado
en otros parágrafos. Desprovistos los integrantes por parte
de la institución del deseo de constituir un grupo y de
participar en él, la liberalización de la palabra y por ende
del pensar se vieron redticidas a expresiones esporádicas
de algunos miembros. El grupo se movió lentamente,
lortalccicndo sus defensas y retroalimentando paranoica-
mente su proceso.
Afortunadamente, esta apreciación evaluativa permi-
tió cambiar radicalmente el enfocjue del Equipo técnico
para el segundo grupo -aspecto que había sido previsto
por cuanto los grupos habían sido planificados para este
electo, de manera secuencial. El Equipo de especialistas
redactó un llamado el que fue acogido por la institución
que lo difundió, constituyéndose en 15 días un segundo
grupo con características sustancialmente diferentes al
primero, a saber:
—la mayoría de los integrantes eran del sector admi-
nistrativo del hospital.
—rodos ellos concurrieron porque asi lo deseaban,
-en tanto administrativos, desconocían lo aconteci-
do con el primer grupo, lo que de hecho constituía
para ellos una experiencia sin antecedentes,
—a su vez, su propia distancia con la problemática de
las tareas asistenciales les proveía de puntos de vista
diferentes y con una adecuada distancia' sobre el
quehacer asistencial.

' Adecuada distancia" remite a un problema de involucramiento afectivo.


Frente a lui determinado problema, determinados cuadros psicopatoló-
gicos, por ejemplo, reaccionan tóbicamenre, es decir, poniendo una gran
distancia anímica con el objeto. Otros, podría decirse que se contaminan
y se confunden con el objeto, lo que trae aparejado una dificultad para

127
—sus m e c a n i s m o s internos no fueron alimentados
por la paranoia, por el contrario, todos se preocupa-
ron de construir un espacio grupal propio, acogedor
y agradable con p r e d o m i n i o de una intención socia-
lizado ra.
Puede decirse, asimismo que m u c h o de lo que aqtu'
se exporie fue posible por la comparación entre los dos
grupos, si bien ambos operaron de manera dispar, el dis-
curso de cada grupo fue t o m a d o c o m o mostrando los di-
versos aspectos de la vida institucional, de sus obstáculos,
de su sentir y de su devenir, así c o m o de las expectativas
de cada u n o de los fiuicionarios c|ue laboran en su inte-
rior. Vale decir, lo que allí se habló es representativo del
sentir colectivo. En síntesis, el discurso p r o d u c i d o por
cada grupo se estructura como las dos caras de ima misma
m o n e d a ya que son producidos en el espacio institucio-
nal. Es interesante a su vez, descubrir tanto las similitudes
como las diferencias a hipotetizar en im sentido y en otro
acerca de sus causas.

Los a n a l i z a d o r e s

1. La problemática del alta

El alta constituye u n indicador privilegiado ya que


condensa un s i n m i m e t o de efectos y afectos.
Desde u n p u n t o de vista teórico se puede decir que
el alta establece el m o m e n t o de corte, de separación entre
el a d e n t r o y el afuera institucional. Separación donde

poder pensar sobre lo que acontece c intervenir técnicamente. Se trata


entonces de podet colocarse a una "distancia" que permita ser impacra-
do por el acontecimiento y a su vez poder reflexionar sobre el mismo e
instrumentar mecanismos de contención y de simbolización.

128
se juega la conclusión de im proceso y d o n d e se evalúan
los restdtados: tanto el paciente como la institución se
separan el tmo del otro y discriminan cada u n o lo propio.
M o m e n t o de duelo en el c|ue se acepta o n o la indepen-
dencia a partir de la tristeza c]ue implica a b a n d o n a r lo que
se tenía. El dtielo que realizan los funcionarios s u p o n e ad-
mitir que el paciente "se curó", por lo que su ayuda ya no
es necesaria. Para el paciente, el duelo implica tener que
reconocer que el hospital no es su casa y que debe hacerse
cargo de sí m i s m o de ahora en adelante.
Desde la perspectiva institucional, el alta es el m o -
mento en el cjue se cimiplc el objetivo y la institución de-
muestra su eficacia; su existencia queda así justificada.
Pero a su vez, el alta es además i m p o r t a n t e p o r q u e
ambos grupos la incluyeron espontáneamente en su dis-
curso. C'omo analizador está s o b r e d e t e r m i n a d o ya que
toca también aspectos qtie hacen al clima laboral, a la
relación entre los funcionarios y a la imagen que la insti-
tución tiene de sí misma.
Por ello, es posible afirmar que tal vez sea en el m o -
m e n t o del alta d o n d e la institución se juega su verdadero
sentido. En tanto centro asistencial tiene c o m o cometido
incidir en un proceso de cura (según los tiempos estipula-
dos para ello).
En algunos casos pareciera que el hospital tiende a
convertirse en un asilo. ¿Por qué sucede esto?
Si bien es cierto que hay pacientes cuya p o l i p a t o -
logía se traduce en una cura a largo plazo y por la edad
de los mismos tienden entonces a morirse en el proceso,
hay otros tactores que d e b e n tomarse en cuenta: la ma-
nera en c ó m o el g r u p o h u m a n o que labora en el hospital
se ubica en su rol, g e n e r a n d o un tipo de relación parti-
cular que se da en este trabajo con los ancianos. Suge-
rente es la coincidencia de que los mismos funcionarios

129
(por diversos motivos que no vale la pena mencionar
acá) se piensan a sí mismos como en un trabajo "para
toda la vida". Es decir, los funcionarios no se quieren
ir del hospital, no se quieren jubilar, quieren continuar
trabajando allí hasta morirse (como siempre, hay excep-
ciones que confirman la regla; por ejemplo, el caso de
los individuos que se van a trabajar a otra instituci<Sn,
tema que será considerado más adelante). lista sitnación
se podría decir que es "contagiosa" y que lleva a que el
paciente que ingresa sea visco como alguien que "viene a
quedarse" en lugar de un paciente que debe ser tratado y
devuelto a su hogar.
Es cierto que hay mía dificultad adicional cuando al
paciente es devuelto a su casa y la familia no desea recibir-
lo: el cuidado de un anciano requiere de tiempo especial,
cuidados particulares y erogaciones a veces costosas. Ess
decir, los funcionarios que dan de alta a un paciente del
hospital, se encuentran con una particular resistencia
cuando desean reintegrarlo a su niiclco huniliar. Sin em-
bargo, esta dificultad no ha sido enfrentada como para ser
resuelta positivamente en la mayoría de los casos, f'xiste
en este sentido un "derrotismo" de parte de los fimcio-
narios, que suponen -muchas veces antes de constatar el
hecho- que la familia no desea recibir al paciente dado de
alta. Debe mencionarse que esta "complicidad" se asienta
en la relación afectiva profunda que el paciente establece
con el personal del hospital, ya por el tipo de probleiíia
que presenta, ya por las condiciones de dependencia en la
que muchas veces se encuentra el anciano. El paciente co-
mienza a acostumbrarse al tipo de trato recibido y el per-
sonal identifica con precisión la manera en cómo deben
tratar a cada quien. Y este vínculo se construye entonces
como un encadenamiento firme que atenta contra la sepa-
ración encarnada en el alta.

130
El grupo h u m a n o abraza la idea de que nadie cuida
mejor al anciano que el hospital y a su vez el anciano se
gratifica con la idea de que está ctirándose y que por el
motivo de estar enfermo recibe atenciones c]ue no reci-
biría en su propia casa estando sano. El beneficio es para
ambos por lo que el resultado es la saturación del hospi-
tal: son siempre más los c]ue llegan que los que se van. Se
alimenta así la idea de que del hospital se sale m u e r t o .
Debe acotarse c[ue la mtierte de un anciano también
tiene el sentido de un fracaso del personal ya que en ese
extremo se pierde, asimismo, el objetivo de la institución
qtie es el de asistir. Por ello, la muerte del anciano no
deja de deprimir, cuestionando la eficacia, la dedicación,
el Funcionamiento del grupo de trabajo y abriendo inte-
rrogantes acerca de la autovaloración del personal. Esto
explicaría - c o m o se v e r á - una cierta contradicción entre
la imagen externa y la imagen interna de la institución.
El alta como analizador también da cuenta de que el
tema central de la institución es la muerte. La muerte tie-
ne implicancias psicológicas significativas (ya se ha visto
como está directamente relacionada con los afectos que
se disparan ante el alta) pero también se constituye en
ima serie de prácticas normadas por la institución y por la
sociedad en general, que muestran circuitos de control y
de concentración de poder en el espacio institucional. Re-
cuérdese c]ue se trabaja con ancianos, por lo que la muer-
te, más que n i n g ú n otro hospital, está allí presente en los
días siguientes de todos los pacientes. La m u e r t e si bien
angustia a los funcionarios, también les provee de meca-
nismos n o r m a d o s (que los resguardan) para su trabajo. Y
si les dan a todos de alta ¿no es que muere el hospital? O
sea más allá de la problemática psicológica que la muerte
genera, la institución de la muerte se constituye en un
tema capital a ser analizado.

131
2. Historia e historización

Se define como historia la secuencia de hechos que


pautan un determinado acontecer. Para el hospital la his-
toria comenzó hace mucho tiempo. En su edificio se con-
densa la historia de largos años, aunque este hospital se
haya constituido más recientemente. Rescatar esta historia
(la del edificio, la de otras instituciones y la del hospital)
es imprescindible para que pueda ser incorporada por los
funcionarios de una manera congruente y ordenada.
Historización es la manera como cada persona
y el grupo humano se cuentan la historia, es decir, la
interpretación que hacen de los hechos. Esta narrativa,
novelada, constituye un punto fundamental de arran-
que para comprender la identidad del grupo: para el ser
humano su "versión" de su historia es un trampolín que
lo lanza en su proyecto de vida. Dicho de otro modo,
la historización que el grupo que trabaja en el hospital
realiza, es fundamental para comprender de qué modo
se posiciona del espacio, cuáles son sus proyectos, así
como la manera en que pueden explicarse lo que en su
interior acontece.
Ahora bien, resulta que en el trabajo con los fun-
cionarios del hospital se descubre un particular desco-
nocimiento de la historia, lo que repercute en un relato
fragmentario y lagunar de los acontecimientos que en
el mismo han tenido lugar. En todo caso, se puede ver
de qué manera los chismes, los rumores, las anécdotas y
comentarios al pasar, sirven para reconstruir una versión
necesaria de los hechos pero muy deformada por descono-
cimiento de las circunstancias en los que los mismos han
tenido lugar. Como no se puede vivir sin historia porque
ello supondría no tener identidad, el grupo humano "es-
cribe una novela" (la novela institucional) con los conte-

132
nidos más disímiles y más contradictorios. Dicha novela
llena de lagunas y contradicciones no constituye un refe-
rente para enfrentar nuevas tareas. Por ello, es que pueden
surgir proyectos que se distancian significativamente de la
historia, generando la ¡dea de que en el hospital se puede
hacer casi "cualc[uier cosa".
l^as preguntas que sobre la historia institucional
fueron surgiendo, podrían constituir un cierto proyecto
de investigación colectiva. Y si se tiene en cuenta que el
hospital en un futuro mediato se mudará de local, contar
con una rica historia que agrupe al personal será un pun-
tal muy favorable para evitar situaciones que desperfilen
su identidad así como su acción social.
De nuevo aparece aludida allí la muerte, del edifi-
cio (si hay mudanza), como acerca de la historia de los
"muertos" en el imaginario del personal (tanto pacientes
como compañeros que se fueron a trabajar a otros lados,
incluso compañeros muertos). Nótese que la historia ofi-
cial aparece como un nodicho institucional, obligando a
los funcionarios a reinventarla.

3. Historia personal e historia administrativa.


"Elfuturo es envejecer"

Trabajar en el hospital es contar con un empleo


público, lo que en los hechos significa un empleo de por
vida. Y ello no es poca cosa en este modelo económico
que se ha caracterizado por introducir la inseguridad entre
las personas. Desocupación, privatización del sistema de
salud y de previsión, las personas aún no se acostumbran
a que no cuenten ahora con lo que contaron buena parte
de su vida, sobre todo aquellos que tienen más de 35 años
de edad y que vivieron en otra época. Por tanto el empleo
hay que cuidarlo.

133
Pero el empleo no ofrece, a la luz del fvmcionario, es-
tímulos suficientes para volcarse a él de manera creativa y
productiva. La falta de incentivos es un denominador co-
mún, el escalafón es muy limitado y se reqtiieren muchos
años para poder ascender. No hay muchas posibilidades
para cambiar de tareas por lo que el trabajo se convierte
en luia cosa muy rutinaria, tediosa, aburrida y poco grati-
ficante, sobre todo cuando todas las semanas hay ancianos
que fallecen, lo que no deja de deprimir.
El aliciente de sentir que se construye algo importante
y valioso —como aspecto significativo de la autoestima— se
balancea entre obligaciones más impuestas que asiuniclas y
sensaciones de impotencia tanto frente al trabajo asistencial
como ante la burocracia verticalista y formal. En términos
generales se puede decir que los funcionarios se sienten no
tomados en cuenta en cuanto a proyectos y movimientos
que la institución debe hacer. Se sienten como objetos que
son manipulados por un jugador de ajedrez, sin entender
bien ni los motivos ni las necesidades. La capacitación
existente no alcanza a cubrir las expectativas del personal.
Aquellos funcionarios interesados en mejorar saben que
su aprendizaje no será considerado ni como posibilidad de
ascenso ni en cuanto a im cambio de funciones dónele pue-
dan demostrar las virtucies de lo aprendido. Se generaliza
así un estado de apatía profundo que más allá de la buena
disposición momentánea, se revierte en un clima laboral
pobre en ideas y en relaciones tensas de trabajo.
En este tipo de instituciones solamente emigran los
especialistas ya que los funcionarios con bajo perfil de es-
pecialización, contentos están de haber obtenido un em-
pleo de por vida. Y ese es el punto, ya que la mayoría de
los funcionarios no puede plantearse una meta diferente a
la de morir trabajando en la institución. La muerte enton-
ces aparece como el fin liltimo de la burocracia: interrum-

134
pe un largo proceso ya muy sufrido por el funcionario y
se constituye en la meta del proceso de envejecimiento
natural que se da mientras se labora en la institución.

4. Institución hacia adentro e institución hacia afuera

Se trata de cotejar las imágenes que el hospital gene-


ra: hacia el exterior y hacia su interior.
En el primer caso, el hospital resulta un lugar de
nioviiniento: se dictan cursos diversos para especialistas y
se entrenan personas en el manejo primario del anciano,
se plantean proyectos productivos y se recupera la aten-
ción del anciano en los espacios comunitarios. Todo ello
y otras iniciativas se dirigen a posicionar al hospital en un
lugar particular, liderando el trabajo con el anciano en el
medio. Así, se ha ganado un reconocimiento público por
su labor. Ello no está en duda.
En el otro polo, el hospital supeditado a su vez a una
política económica nacional, resulta el lugar de lo estáti-
co; a nivel interno el hospital congela a sus funcionarios,
bajos salarios, pocas posibilidades de ascenso, carencia de
incentivos, trabajo sentido como poco productivo, insatis-
facción, ausentismo, etc., todo lo cual brinda ima imagen
un tanto gastada y apática de su devenir.
¿C]ómo pensar esquemas que relacionen estas dos
imágenes tan disociadas? ¿Cómo introducir metodologías
y estrategias destinadas a rescatar en lo interno lo externo,
como una manera de autovaloración a través de aquellos
aspectos más positivos que el hospital presenta? ¿Cómo
reconocer en lo externo lo interno, generando condiciones
reales desde el afuera, en las que el hospital se ubique de
otro modo consigo mismo y con el entorno del Estado?
Hay un punto que es llamativo y es el que tiene que
ver con el problema de la rotación de personal. Por un

135
lado, el hospital es parte de la vanguardia nacional en lo
que a atención en geriatría se refiere. Así, logra niveles de
especialización alta en su personal profesional. Ha sucedi-
do una y otra vez que dicho personal altamente calificado
abandona el hospital para irse a laborar a otros espacios,
mejor remunerados. Este "robo" del personal especializa-
do se constituye en una sangría más o menos permanente
con el agravante de que en tanto son los mejores elemen-
tos los que se van, dejan tras de sí un grupo que —en tanto
no se puede ir- padece de sentimientos de desvaloriza-
ción. Por otro lado, ha costado muchos años de trabajo el
lograr tales niveles de excelencia por lo que la merma en
la productividad es particularmente sensible. Agudo pro-
blema ya que el modelo socioeconómico dominante legi-
tima el cambio, atribuyéndolo a posibilidades de competir
en el mercado', desconociendo a su vez el sentido social
de las instituciones en juego. Paralelamente, resulta en im
elemento desmotivante el que parezca que la institución
no puede cuidar a su personal. El tipo de trato c]ue el per-
sonal siente que la institución tiene con él, ¿condicionará
de algún modo la manera en cómo el personal, a su vez,
se vincula con los pacientes?

' La contradicción es visible: por un lado el empleo público - c o m o se


afirmó- brinda seguridad en cuanto a la estabilidad del empleo. Por otro,
la oferta de mejores remuneraciones como efecto del poco personal espe-
cializado en el área (leyes del mercado), hace que muchos funcionarios
estén pendientes de la posibilidad de abandonar la institución oficial.
Ya Freud había utilizado el término de ambivalencia justamente para
dar cuenta de la coexistencia de sentimientos opuestos sobre un mismo
objeto. Estas contradicciones, obviamente pueden ser visualizadas trente
a otras situaciones.

136
5. Relación de los funcionarios con la institución
y con ellos mismos (algunas características
del clima organizado nal)

Tal vez haya que tomar como prototípico el inicio


del taller: se transcriben las notas tomadas por el equipo
luego de la primera sesión del G r u p o A.

"Llego media hora antes, la Secretaria adminis-


trativa desea ir a constatar que todo está dispues-
to para el taller si bien aún no sabe en qué sala
funcionar. Subimos a un pabellón que está vacío:
salón amplio, buena luz, aislado, faltan las sillas.
Da orden de que traigan 14 sillas. Le digo que
es un buen lugar, mejor que el auditorio. Baja-
mos. Llega el otro integrante del Equipo y nos
vamos para arriba con ella. Cuesta que abandone
el lugar. Ante nuestra insistencia lo hace no sin
antes manifestar su preocupación por la gente: no
se sabe si todos están avisados del horario y del
lugar.
Comienzan a llegar por goreo, de a uno o de a
dos. Esperamos un buen rato. A los 20 minutos
la mayoría está presente y podemos comenzar.

Se refleja en lo descrito el siguiente m o d e l o : la


institución se preocupa de sus funcionarios de manera
burocrática y paternalista, es decir, c o n t i n u a n d o el movi-
miento mecánico sin altibajos ni sobresaltos. N a d a es más
i m p o r t a n t e que otra cosa en el orden institucional y así lo
sienten los funcionarios. La institución dispone de t o d o ,
de manera autocrática:
—dispone del horario (puede organizar actividades
fuera del horario y los funcionarios d e b e n asistir
igual).
—dispone del deseo de los funcionarios; es ella que
decide si deben o n o hacer tal o cual cosa.

137
—dispone de la vida familiar de los funcionarios, de
su vida privada.
—dispone de la calidad del trabajo ya que determina
los grados de satisfacción y de trustración de sus fun-
cionarios.
En suma, dispone de la vida de los ftmcionarios y si
así lo hace, también dispone de la m u e r t e . La institución
tiende entonces a igualar (principio de equivalencia) a los
funcionarios con los pacientes: dispone de ellos. El poder
es total a u n q u e no parezca así al principio. Es el poder del
Estado.
H a y u n sector que se tibica en los peldaños más ba-
jos escalafonarios que reacciona un tanto m a n í a c a m e n t e
ante lo que se vislumbra c o m o la necesidad de "salvar a la
institución" de la bancarrota, o en la terminología neoli-
beral, de la necesidad de que se autofinancic en todos los
sectores. Aprovechan la institución para fantasear proyec-
tos productivos, empresariales y "vender lo que se pueda".
Está allí en esta actitud, el temor al despido que se con-
trarresta inyectando dinero para garantizar la p e r m a n e n -
cia en el cargo. T a m b i é n la de generar un proyecto que
interrogue la historia institucional actual en oposición a
la historia desconocida de a n t a ñ o . Por líltimo, es el sector
que se hace cargo de la m u e r t e de la institución con los
diversos matices y sentidos ya señalados.
O t r o analizador significativo es la queja, así hablan.
En ambos grupos, el modelo es el mismo y reiteradamen-
te se puede escuchar c o m o un pensamiento r u m i a n t e que
plantea sus reflexiones en términos de una d e m a n d a , de
u n pedido letárgico y hasta, en algunos casos, h i p o c o n -
dríaco. La queja guarda la función de asegurar un cierto
ostracismo de lo cotidiano, un particular alejamiento del
sufrimiento y del involucramiento. D a d o que siempre hay
algo de qué quejarse, se cuenta así con u n i n s t r u m e n t o

138
que inhabilita, que protege del pensar y sentir en el "aquí
y ahora" institucional y que tácticamente coloca a todos
los funcionarios enfrentados con todos los demás. La q u e -
ja además da cuenta de la impotencia frente a una coti-
dianeidad que no pregunta y que se i m p o n e a pesar de las
voluntades personales. Y tal vez, también la queja sea una
manera de identificación con los pacientes, ancianos que
tienden —en mtichos casos— a generar pena, compasión,
cidpa, c o m o una inanera de seducción para lograr mejor
trato. 1.a queja nos invita a pensar en un estado regresivo
más o menos p e r m a n e n t e que se caracteriza por culpar al
aftiera y no hacerse cargo de las propias responsabilidades
personales. Son siempre los otros los que n o hacen lo que
deberían hacer.
La esencia de la queja se define c o m o algo —una fal-
t a - c]ue se pide a otro c]ue se haga cargo. Si la falta se asu-
miera c o m o problema, se vería surgir el deseo de pensar
las acciones que tiendan a construir sobre la carencia. La
queja muestra entonces una actitud más primitiva. Ahora
bien, hay que interrogarse también acerca de las condicio-
nes institucionales que producen la aparición de la queja
y no del deseo de construir creativamente. Se quejan de la
vida y se quejan de los procedimientos establecidos para
la muerte.
Por todo ello es que los funcionarios se encuentran
en un p e r m a n e n t e estado de tensión, ya que sienten que
no hay respeto por sus vidas, sus tiempos, sus lugares, sus
necesidades. D i c h o de otro m o d o , sienten que la institu-
ción los "pasa a llevar" diariamente y en t o d o m o m e n t o ,
sin tener tampoco m u c h a conciencia de ello; simplemen-
te, la institución lo hace.
Los funcionarios se sienten en términos generales un
buen equipo (dentro del cual hay otros subequipos), pero
la impresión de que son u n b u e n equipo es más una de-

139
fensa frente a lo C|ue sienten como una institución avasa-
llante, que como un ecjuipo realmente aceitado en el cual
los conflictos que naturalmente surgen se discuten y solu-
cionan. El equipo es el espacio de protección que atmque
conflictivo resulta un instrumento útil para defenderse de
la institución.
Por otro lado, hay un aspecto muy valioso que tiene
que ver con el sacrificio que los funcionarios realizan para
sacar algunas tareas adelante. Sacrificio que se manifiesta
en el trato entre algunos de ellos y con los pacientes, don-
de tratan de tapar los "huecos" de la institución con inicia-
tivas personales. Es posible que estas reacciones contradic-
torias con el letargo generalizado percibido tenga que ver
con cierta forma de enfrentarse a la muerte. Son las formas
como lo instituyente, lo creativo, fluye a través de las fisu-
ras que se van abriendo en la cotidianeidad del hospital.
Inicialmente, el discurso en los grupos es desde el
"deber ser" —seguramente para mostrar ante extraños
que conocen el oficio y también para dar cuenta de este
"alentarse" permanente que hacen los equipos. Tiempo
después pueden comenzar a reconocer algo de la realidad
de su trabajo:
—que no "aman" tanto a los ancianos.
—que el trabajo con ellos no siempre es gratificante.
—que es agotador.
-que hay trabajos que son rechazados porque produ-
cen repulsa.
—que no conforman un equipo tan concertado y que
tienen problemas de responsabilidades.
—que si bien cada quien hace lo que debe, a veces
"otros les cargan la mano".
—que se entristecen cuando un anciano muere o
cuando no es aceptado en la familia, al ser dado de
alta.

140
-que no le ven muchas perspectivas a su trabajo.
—que la solidaridad entre los funcionarios es cosa del
pasado.
En suma, el clima laboral se ve teñido por una suerte
de inercia regresivante en la que -por el tipo de trabajo y
por las condiciones del mismo— juega un importantísimo
papel el movimiento emocional, el que no alcanza a ser
contenido por las exigencias del trabajo mismo. Si bien
en general se puede afirmar que todo el mundo trabaja
mucho, hay factores desgastantes que generan una especie
de desubicación con respecto a las responsabilidades con-
cretas que el trabajo implica. El pensar sobre la tarea ha
sido desplazado por el sentir con respecto a los compañe-
ros, constituyéndose un ambiente en el que pesan más las
características "tamiliares" que las "laborales".

Algunas reflexiones sobre la intervención

La intervención en el hospital ha producido abun-


dante material para reflexionar. Sin pretender ser exhaus-
tivos, se pueden elegir algunos tópicos sensibles y relevan-
tes en la problemática descrita.

1. El problema de la salud mental de los funcionarios

A partir de lo señalado en esta intervención, una de


las primeras reflexiones que podrían realizarse tendría que
ver con las posibilidades de salud mental del personal y
la manera en que la misma afecta el desarrollo del traba-
jo asistencial que se realiza con los pacientes internados.
Es difícil escapar a considerar los requisitos de ingreso
para laborar en un lugar de estas características, como
enfatizando, por ejemplo, el papel que puede o debería
cumplir el proceso de selección de los funcionarios. Y

141
sobre todo c u a n d o u n o se entera de que algunas veces los
funcionarios son enviados desde otros servicios " c o m o
castigo", vale ciecir, c o m o una suerte de proceso punitivo
por supuestas o demostradas fallas en otros servicios. Esta
acción se realiza con la intención de establecer el lugar del
ostracismo laboral y social en un servicio que se cenrra,
casualmente, en la atención de aquellos que ya no son úti-
les desde la perspectiva de la producción. ¿C]oincidenc¡a
de enfoques? ¿Casualidad inimaginable? I,o cierto es que
la etiqueta se sostiene al igual que en otras instituciones
que terminan p r o d u c i e n d o aquello que dicen combatir.
Puede pensarse que todo el personal está sometido a
una situación tan estresante que sería necesario e impres-
cindible que semanalmente contaran con espacios catárti-
co-terapciuicos que los ayude a elaborar las ansiedades que
el trabajo y la jubilación produce. ¥.s cierto que esta podría
ser una recomendación, si bien habría q u e interrogarse
acerca de su eficacia, más allá de las posibilidades reales
para contar con un servicio adicional de esta naturaleza.
¿Es acaso la psicoterapia el i n s t r u m e i u o más adecua-
do a utilizar en esta situación o es posible pensar desde
otros parámetros el problema de la salud mental ptiblica
de los funcionarios? ¿De qué manera lo que llamamos
h a b i r u a l m e n t e salud mental no aparece definido desde
determinados criterios conductuales, los que a su vez son
fijados desde precisos lugares sociales? En suma, el hos-
pital c o m o institución ¿cuenta con las condiciones nece-
sarias para que el espacio (en términos de salud mental)
sea p r o m o t o r y dé garantía de la salud a stis agentes, o en
realidad se convierte en un "foco de infección y de conta-
gio" —para utilizar una terminología médica no del todo
feliz— d o n d e la patología personal de los participantes se
ve agravada más que neutralizada? Ya hace altos, Bleger
señalaba para el caso de los manicomios que los mismos.

142
lejos de discriminarse del objeto de su existencia —el
l o c o - , utilizaban la lógica de este en su f u n c i o n a m i e n t o
institucional, con lo cual en vez de constituirse en lugares
d o n d e se combatía la locura, en los hechos se la generaba.
Y por último, ¿qué hacer con la depresión "enquis-
tada" que identifica una singular aspiración que p o n e en
igual plano tanto a pacientes como a funcionarios: a m b o s
deben salir de la institución... muertos?

2. El problema de la violencia en el hospital geriátrico

Pensar sobre la violencia en el hospital significa ar-


ticular una serie de planos de análisis de la cotidianeidad
que ocurre en su interior:
Un primer nivel de análisis tendría que ver con la
violencia que se ejerce por medio de una estructura dis-
funcional al tipo de paciente que reúne: una arquitectura
no adecuada a las condiciones de posibilidad de un cuer-
po que no puede adaptarse al marco exterior. Escaleras,
t e m p e r a t u r a del local, espacio personal en el q u e los
objetos queridos no siempre pueden estar al alcance de
la m a n o , manejo particular de la i n t i m i d a d d o n d e la h u -
m'iWaóón puede ser la manifestación más c o m ú n , falta de
resguardo a las miradas de otros así c o m o la designación
del paciente por su patología en lugar de por su n o m b r e .
O t r o lugar lo ocupa el de la rigidez institucional:
cuanto más "científica" la institución, más "preocupada"
por los procedimientos administrativos, los que a su vez
desafectivizan el trato con los pacientes. En este abanico,
por ejemplo, las casas de reposo figuran con u n relaja-
miento casi total de las n o r m a s . D i c h o de otro m o d o , las
instituciones se mueven entre márgenes, cuyos extremos
- p o r exceso o por d e f e c t o - son productoras de situaciones
cercanas al destrato personal.

143
No hay que descuidar la cuota de violencia que co-
rresponde a los mismos pacientes, los que a su vez son
portadores (por sus antecedentes, por su patología, por
su historia) de diversos grados de hostilidad que puede
manifestarse o desencadenarse en la situación de interna-
ción. Las polipatologías incluyen trastornos que afectan
las relaciones interpersonales o las relaciones consigo mis-
mo. Es importante considerar el vínculo del anciano con
el equipo médico como totalidad, ya que muchas veces el
paciente puede intentar acciones divisionistas para obte-
ner puntuales beneficios. Es observable que estos compor-
tamientos ocurren ante la ñilta de proyecto terapéutico,
ausencia de personal auxiliar o de enfermería con quien el
paciente pudiera tener una relación más cercana, conflic-
tos latentes al interior del equipo y sobre todo en períodos
de crisis o de cambios sustantivos a nivel institucional.
El tema de la violencia en la institución adquiere su
manifestación visible trente al maltrato al anciano, sín-
toma que condensa algunos de los aspectos señalados y
otros que se indicarán a continuación.
El maltrato se constituye en un nodulo que abrocha
una amplia gama de temáticas y se convierte —por sus im-
plicancias- en un espacio mudo: al estar manifiestamente
penalizado no es posible hablarlo y, por ende, reconocerlo
en la situación de trabajo grupal, y sin embargo se consti-
tuye en una especie de napa que se desplaza clandestina-
mente en toda temática tratada.
Si bien durante las sesiones no existieron de hecho
manifestaciones ni alusiones sobre el tema, la institución
sabe que el maltrato al anciano es un hecho de la cotidia-
neidad del hospital; difícil de cuantificar, pero no difícil
de detectar en el trato personal, grupal e institucional del
personal con los pacientes. Las formas que este maltrato
adquiere abarcan una amplía gama de manifestaciones y

144
reacciones —más allá de las señaladas anteriormente— que
van desde el insulto manifiesto hasta otros más o menos
velados, desde la intervención verbal agresiva hasta formas
de contacto corporal donde se nota la intención hostil
fi'sica o también a través de la ausencia de respuesta, de
servicio, de atención, o la postergación más o menos in-
definida de la presencia del personal. No olvidarse de que
toda intervención física puede ser realizada de manera más
o menos agresiva, desde tomar la presión o cambiar de
posición al anciano. También se incluyen en el maltrato
las amenazas del tipo "si no hace tal cosa lo voy a soltar"
o "si no se apura lo dejo así nomas". Por último, hay un
tipo de maltrato que se origina en una suerte de venganza
personal y colectiva y que adquiere todas las característi-
cas —reconocidas las distancias— de los fenómenos de lin-
chamientos colectivos: hay ancianos que por su patología
y por las características de su personalidad, se constituyen
en los sujetos odiados poi todo el personal, ancianos que
se convierten fácilmente en chivos expiatorios de la inca-
pacidad y la frustración de la pirámide asistencial, desde
el médico hasta el último de los auxiliares. Ancianos que
son contestadores, criticones y encuentran todo mal y a
su vez se pasan solicitando atención todo el día; ancianos
que todo el personal desea sacárselo de encima lo antes
posible, incluso precipitando el alta y forzando de algún
modo la voluntad del anciano a no retirarse del hospital
hasta con la fuerza pública.
Ahora bien, es cierto que estas conductas pueden ser
sumariadas y que existe una preocupación de la institu-
ción sobre el particular que conlleva a la implementación
de medidas que puedan neutralizarlas y, sin embargo es
claro también que las determinaciones estructurales harán
que, de un modo u otro, siempre existan. No solamente
porque la presencia de pulsiones agresivas es constitutiva

145
del ser h u m a n o , sino porque además hay otros planos de
análisis social en los que el maltrato se constituye c o m o
un elemento fundante.
A través del análisis realizado de la situación de los
funcionarios queda patente las diversas formas en que la
institución y, por ende, el Estado maltrata al personal; por
ejemplo, cuando dispone de traslados sin consulta, cuando
ignora capacidades o iniciativas, cuancio frustra expectativas
y congela ascensos, cuando dispone de los horarios, cuando
dispone de los feriados y días de descanso, cuando sanciona
de manera arbitraria ignorando su propio discurso, cuando
no informa adecuadamente de sus proyectos c iniciativas,
cuando supone cjue el funcionario no siente y no piensa,
cuando se congelan salarios y/o se los mantiene tan bajos
que la gente no puede vivir con lo que gana, cuando trans-
forma los beneficios sociales en un problema de capital
privado, cuando elimina la cobertura en salud y en educa-
ción generando nuevos locos de intrantjuilidad colectiva y
social, cuando trata a todo ser h u m a n o como mercancía...
E n t o n c e s aparece en t o d a su m a g n i t u d el d o b l e
discurso de la institución: el problema es el maltrato al
anciano; c u a n d o del personal se trata, es porque operan
las leyes del mercado. Pero a su vez la institución en tanto
debe negar el maltrato a sus funcionarios, se preocupa por
el maltrato al anciano.
Este p i m t o nos lleva invariablemente al siguiente.

3. El problema de la gestión; en especial, de la autogestión

Los procesos de descentralización administrativa, de


modernización de la gestión pública suponen —al menos
en los discursos— u n mayor grado de participación en las
decisiones, niveles de corresponsabilidad, incremento de
la eficiencia en virtud de mejores relaciones laborales que

1-16
atimenten los grados de compromiso con la gestión, estu-
dio de iniciativas - q u e en principio son bien tecibidas—,
etc. El fortalecimiento de las relaciones laborales y de la
relación con un trabajo más rico y productivo repercutiría
en tm a u m e n t o de los niveles de satisfacción personal. El
e n t r e n a m i e n t o , la educación, la salud, pasan a constituir
parte del "capital" que la institución debe cuidar.
En los hechos las cosas no ocurren tan fácilmente.
Ea presencia de controles administrativos por doquier, el
centralismo en la ciisponibilidad presupuestaria, la estruc-
tina laboral organizada de manera piramidal y fuertemen-
te jerarquizada, la distribución del personal por funciones
y por zonas, etc., convierten a ima institución en im m o -
nolito con pocas o nulas posibilidades de flexibilización.
Vale decir, ha primado claramente lo instituido por
sobre lo instituyeme y la conflictiva del poder se ha orien-
tado más a mantener lo existente que a la posibilidad de
gestionar lo nuevo. Coexisten, por tanto, normativas no
coherentes entre sí, que a su vez se apoyan en los natura-
les temores ante lo nuevo. Y si bien es cierto que la insti-
tución deberá flexibilizarse para poder ajustarse a nuevas
realidades, no es menos evidente que la flexibilización, en
los hechos, no se desarrolla por los caminos previstos en
sus propuestas innovadoras.
El funcionario, e n t o n c e s , no deja de p e r m a n e c e r
perplejo en t a n t o es atravesado por una normativa contra-
dictoria y por discursos plagados de dobles mensajes que
lo dejan inmóvil, entre la espada y la pared:
—Capacítate pero n o apliques lo que aprendas.
- P a r t i c i p a pero no te organices.
- H a z t e cargo responsablemente de tu trabajo pero
no dispongas de tu horario.
—Atiende bien al anciano pero no te quejes si la ins-
titución te maltrata a ti.

147
-Debes estar a gusto en la institución aunque la mis-
ma se olvide de ti.
- N o debes pensar mal de las autoridades: toda medi-
da que se ha adoptado ha sido realizada para benefi-
cio de ti y de la institución.
- N o puedes desfallecer en tu trabajo, la institución
te necesita aunque te pague bajos salarios y no reco-
nozca tu labor.
Ahora bien, este no es un problema de las auto-
ridades de turno, ni siquiera de la ciipula ministerial.
Tiene que ver con la estructura general del Estado, con
la manera en cómo la institución se sostiene y visualiza
las posibilidades de sus cambios. Hasta dónde el en-
tramado normativo social autoriza vías alternativas. Y
no es por falta de energía ya que las posibilidades son
enormes; prueba de ello es la manera en como el per-
sonal es capaz de intervenir en situaciones de crisis, de
participar creativamente y resolver encrucijadas, pero
siempre bajo la marca de un espacio no normado, como
si la legalidad imperante limitara incluso la posibilidad
del pensamiento.
¿Cuáles son los niveles de socialización de la infor-
mación que se requieren para que Ja ge.srión (cogesnón,
autogestión) sea posible? ¿De qué modo la estructura pi-
ramidal que respeta y congela los roles fijos por funciones,
atenta directamente contra los intercambios interperso-
nales limitando las posibilidades reales de pensar con el
otro? ¿Es posible en la órbita del Estado el pensar en pro-
cesos de reingeniería, sobre todo cuando hay una enorme
experiencia acumulada que no se maferiaüza en maqui-
naria sino en un saber colectivo asentado mal o bien en
equipos de trabajo? ¿Hasta qué punto es posible recortar
el espacio de trabajo y "aislarlo" del exterior institucional
como para que el trabajo en sí pueda recuperar sus condi-

148
ciones satisfactorias para beneficio de los funcionarios y
por ende de los ancianos que requieren del servicio?

Epílogo

Un informe concreto y sintético fue entregado al di-


rector, quien lo estudio con detenimiento facilitando lue-
go ima reunión para su discusión. Allí, se extendió sobre
algunos problemas que retroalimentan la reflexión acerca
de lo que acontece en el hospital.
Dice que ha notado un grado de paranoia extrema
en el personal ya que se encuentra que siempre que se
propone hacer algo la gente piensa que lo han ideado
contra ella. Esto es permanente y se resiste a creer que no
se pueda modificar, pero invariablemente aparecen situa-
ciones en las que se confirma esta hipótesis.
Se sorprende que haya participado gente en los gru-
pos que por sus antecedentes conocen la historia del re-
cinto. A esto lo llama una "búsqueda de la amnesia" y no
le encuentra explicación posible. Hay como un olvido ge-
neralizado donde a pesar de haber vivido ciertas circuns-
tancias de la historia, los individuos no se hacen cargo de
ella ni son capaces de evocarla.
Otro problema interesante es la dificultad que pre-
sentan los funcionarios para aprovechar lo que se les ha
dado. Pone el ejemplo de los baños, que cuando él llegó
eran inhumanos. Han sido mejorados y ahora son buenos;
sin embargo, en los lugares cotidianos en los que comen o
viven los auxiliares y otro personal mantienen el lugar
como un chiquero. No se reconocen cambios a pesar de
haberlos habido.
Otro caso es el de la grúa que se compró para que
pudieran levantar a los pacientes y colocarlos en las sillas

149
de rueda, l.e pidió a la enfermera jefe que hiciera im en-
trenamiento para el resto del personal y no pasó nada, no
se usa la grúa. Se prefiere cargar personalmente a los an-
cianos con todos los riesgos que ello implica.
P o s t e r i o r m e n t e , se instaló una silla mecánica eléc-
trica q u e p e r m i t e subir y bajar pacientes ciel s e g u n d o
piso. H a s t a ese m o m e n t o se realizaba t a m b i é n el trasla-
do por la escalera, llevando alzado al paciente e n t r e dos
auxiliares.
Le sorprendió que le vinieran a preguntar si la silla
mecánica se podía utilizar ¡para subir objetos y para bajar
cadáveres!
Relata una anécdota m u y particular:
Hace u n t i e m p o ingresó un paciente complicado,
de esos que son criticones y que todo lo encuentran mal.
Se había evaluado que el paciente no podía ser d a d o de
alta por diversas circunstancias, hasta no evaluar algunos
efectos de su metabolismo y situación social. A propósito
de la huelga qtic se estaba a n u n c i a n d o y de un comenta-
rio que hizo en el sentido de qtie si la huelga era masiva
en el hospital habría que ver cuáles pacientes podrían ser
más rápidamente dados de alta —y ante luia ausencia de él
d u r a n t e dos días— el médico, la subdirccción administra-
tiva, la jefa de enfermeras, etc., movieron cielo y tierra y
consiguieron darlo de alta, apelando a la ¡fuerza piiblica!,
ya que se lo llevaron en un furgón de la policía a una ins-
titución de beneficencia. I^or supuesto, el paciente en silla
de ruedas, apareció en la sala de espera del ministro para
presentar una queja... con lo que se tuvo que instridr un
sumario, etc. Se corrieron riesgos en la salud del paciente
innecesarios. Se trata de un caso de maltrato físico y psi-
cológico ya que el paciente no quería, por n i n g ú n motivo,
irse del C e n t r o .

150
La fisura de la reconversión

La intervención que se presenta responde a un pri-


mer momento cuya segunda etapa ya no fue posible. Se
trata de cómo la fisura institucional se hace visible ante
un proyecto de reconversión, de cambio en el funciona-
miento del Estado, a partir de un proyecto político que
se impone desde el gobierno. En el fondo, es el tema de
la modernización, el hospital debe adecuarse a los nuevos
tiempos, cambiar algunas prácticas y costumbres obsoletas
y convertirse en un centro de atención más eficiente (con
todos los sentidos que este término puede tener en un
modelo de Estado que privilegia el economicismo).
La dirección se encuentra allí para lograr este cambio
de funcionamiento según estándares t]ue provienen del
Ministerio de Hacienda (por no decir del Fondo Mone-
tario Internacional) sin perder de vista el sentido social de
la gestión hospitalaria. Se choca entonces con la vieja cul-
tura de fiuicionamiento hospitalario que se opone como
un poder invisible al nuevo proyecto. No se descarta que
para algunos funcionarios esta oposición sea consciente
y planificada en función de intereses sindicales, político-
partidistas o de grupos de presión, pero la mayoría de los
funcionarios reaccionan de manera espontánea. La fisura
que adquiere la vertiente libidinal en primer lugar, se
desplaza más adelante hacia el polo de lo organizacional.
La misión de la institución no varía en esencia, se podría
decir que con los cambios adquiere mayor precisión. Pero
es entonces en lo organizacional donde la institución re-
quiere centrar sus esfuerzos.
Ahora bien, esta no es una institución cualquiera
del Estado. Se trata de una que está centrada alrededor
del tema de la muerte. Como ya se mostró este asunto
no es menor por cuanto regula de un modo u otro todas

ISl
las relaciones al interior del hospital, y con el exterior.
Los aspectos psicológicos están imbricados con los insti-
tucionales ya que las reacciones que se producen provie-
nen de la forma en que la muerte aparece normada en la
institución. La muerte está totalmente burocratizada, no
solamente para descargarla a u n q u e sea parcialmente de
la c o n n o t a c i ó n angustiante que invariablemente conlle-
va, sino p o r q u e los controles, los ritos, la ideología, las
prácticas reglamentarias, las creencias, etc., sostienen que
de n i n g u n a manera la m u e r t e es un fenómeno natural,
a u n q u e lo sea.
Lo más interesante de la cuestión es que si bien los
pacientes ancianos, por sus características, son propensos
a morirse p r o d u c t o de su enfermedad, los funcionarios
también se acoplan a este "proyecto tácito" de muchas
maneras. Si el hospital tiende a convertirse en lui asilo
n o es por mala voluntad de los funcionarios, sino p o r q u e
hay como una m c t a n o r m a institucional que reza algo así
c o m o "Del hospital la personas deben salir muertas". N o
olvidar que de este criterio también participan los familia-
res de los pacientes, por más trágico que suene.
Es el lugar de los desechos h u m a n o s , el cementerio
de los elefantes.

152
L A INTERVENCIÓN: DEL SUFRIMIENTO
A LA RECUPERACIÓN DEL PENSAR

Hace varios años, cuando residía en México, fui re-


querido de un país de América Central para realizar una
intervención. Algimos aspectos del caso permiten pensar
la relación entre el sufrimiento y las relaciones interperso-
nales, motivo de este trabajo.

I. La demanda de intervención. Antecedentes

La institución que consulta pertenece al sector salud


estatal. Se trata de una repartición que ha crecido signifi-
cativamente ya que el número de fimcionarios se ha mul-
tiplicado por cinco en los tiltimos años. El personal está
compuesto por asistentes sociales, médicos, psiquiatras
y psicólogos, terapeutas ocupacionales, etc., algunos de
ellos vienen trabajando desde hace varios años y los demás
son de reciente contratación.
El motivo de la demanda tiene que ver con una si-
tuación extremadamente crítica a nivel interpersonal: los
antiguos y los nuevos profesionales no pueden conformar
un eíjuipo de trabajo. Se han dividido en dos subgrupos
antagónicos al pimto de que no hay comunicación al-
guna entre ellos; existen fuertes rencores que les impide
dialogar y resolver en torno al trabajo que deben hacer
en comiín. Invalidan el trabajo recíproco y sabotean sis-
temáticamente toda iniciativa proveniente del subgrupo
contrario.
El conflicto se pone de manifiesto a un mes del in-
greso de los nuevos elementos y se ve acentuado por la
contratación de un profesional médico para el cargo de

153
c o o r d i n a c i ó n del e q u i p o , quien, al poco t i e m p o , hace
alianza de trabajo con los nuevos. La situación desencade-
na una serie de actisaciones mutuas de irresponsabilidad,
manipvileo de la información y de los beneficiarios, en
un in crescendo que finaliza transitoriamente c u a n d o una
resolución de la autoridad decide el traslado de la coordi-
nación a otro servicio dejando al equipo dividido y peor
que antes.
La intervención solicitada es extemporánea ya que
transcurren m u c h o s meses entre que el etjuipo solicita la
ayuda y la institución que la aprueba y se implementa el
espacio de análisis. Por tanto, hay un plus de dificultad ya
que si bien los interesados asisten, lo hacen iniciaimente
de mala gana, por cuanto sienten un cierto "congelamien-
to" del conflicto que aytida a paliar el sufrimiento. Asistir
al espacio de análisis es tener que hablarlo, lo que en el
sentir de los presentes incrementa la angustia y el males-
tar.
Este temor se manifiesta en el espacio griipal de es-
clarecimiento que se puebla de silencios largos y tensos
con abundantes manifestaciones de desconfianza y recri-
minaciones m u t u a s ; a pesar del tiempo, la situación e m o -
cionalmente conflictiva está a flor de piel.
El acontecer que es de interés para estas reflexiones
tiene que ver con aquello que ocurre al mes de comenzar
el ttabajo de esclarecimiento. C o n paciencia e impacien-
cia se puede comenzar el descongelamiento del conflicto,
viendo cuál es sti c o n t e n i d o . En cada sesión se da un paso
más, en relaciones que siento m u y frágiles. Se trata de
—ayudados en parte por la d i s t a n c i a - poder pensar acerca
de lo ocurrido. N o es casual que cuando se acercan al nt'i-
cleo del conflicto sea difícil mantener el diálogo y superar
m o m e n t o s de gran tensión d o n d e tengo la idea de que se
repiteti por enésima vez monólogos conocidos.

154
No puedo dejar de entusiasmarme' por vez primera
cuando un integrante del subgrupo de los nuevos mani-
fiesta —haciendo referencia a la historia del conflicto— que
en ocasiones actuaron con impulsividad y rencor. Llamo
a esto el primer indicador de reconocimiento, ya que la
actitud defensiva generalizada ha perdido fuerza dejando
lugar a una reflexión sobre el funcionamiento personal. Se
espera tjue el proceso de análisis vaya facilitando progresi-
vamente este tipo de reflexiones.
A la sesión siguiente* los antiguos profesionales
enuncian una serie de vivencias en torno al maltrato que
sufrieron cuando se produjo el ingreso de los nuevos profe-
sionales, l'alcs dichos se centran en sistemáticas desautori-
zaciones vehiculizadas por la autoridad, por ejemplo al des-
conocer su experiencia, su esfuerzo de varios años, incluso
acerca de la posibilidad de acceder al lugar de coordinación
que por legítimo derecho les correspondía. Tengo la im-
presión de que estas expresiones son oídas de otra manera
por los nuevos. PLUos reconocen que los profesionales que
estaban en el servicio tenían toda la razón de sentirse de ese
modo y manifiestan su solidaridad con ellos. Les muestran
que en diversos momentos iniciales los antiguos profesio-
nales fueron apoyados por ellos de diversas maneras. Sostie-
nen que dicha situación con la administración no tenía que
haberlos involucrado a ellos, cjue estaban recién llegados y
en total desconocimiento de los antecedentes.
Recuertian que el médico-coordinador también se
vio envuelto en desencuentros administrativos ya t|ue para

' Este es el problema de la implicación, má.s que de la contrarransferencia.


Se descubre aquí la presencia de un encargo institucional (no cxplicitado
en el contrato de trabajo) que dice de la necesidad que la institución tiene
de que finalmente el equipo dividido funcione como equipo de trabajo.
Los encatgos son imposibles de realizar.
* Mi agradecimiento a Livia Septilveda por su colaboración para la rea-
lización de esta intervención.

155
hacer viable el nombramiento se le había prometido con-
diciones económicas interesantes, lo que no se concretó a
su arribo. Se señala que también allí hubo maltrato que
generó malestar que seguramente se volcó erróneamente
al equipo. Los nuevos, entonces, salieron en defensa del
coordinador, enviando un oficio donde reclamaban y
sugerían utilizar ciertos fondos para cubrir la diferencia,
a los efectos de que el coordinador pudiese continuar en
ese puesto. La administración reaccionó aireadamente
diciéndoles que era inadmisible su oficio, argumentando
con una serie de citas de reglamentaciones y códigos de
la institución. De este modo, los nuevos también pasan a
sentirse maltratados por la institución, lo cual es ilustrado
con nuevos ejemplos.
Al rato, uno de los participantes nuevos que no ha-
bía hablado en dicha sesión interviene para preguntarse lo
siguiente: "Si en lugar de ingresar nosotros, lo hubiera he-
cho otro grupo distinto de profesionales, ¿de todos modos
se hubiese dado el conflicto?".
Séllalo que la pregunta supone una respuesta y esta
tiene que ver con sentirse actores de un libreto escrito por
otros. Los lugares estaban asignados desde antes de que
llegaran. La institución ha movido sus hilos.
Hasta aquí el desarrollo del proceso y de la sesión.

2. La producción de sufrimiento institucional:


lo psíquico Y lo político

Voy a llamar a la pregunta el segundo momento de


reconocimiento ya que no solamente se ha dado en ese
momento la posibilidad de pensarse, abandonando de
manera significativa la paranoia como defensa, sino que
además se ha producido un insight: han podido mirarse

156
desde fuera del lugar laboral, como ajenos a sí mismos.
Pero de qué reconocimiento se está hablando.
C^reo que el desarrollo del proceso de esclarecimien-
to pone sobre el tapete una nueva forma de sufrimiento
institucional que tienen que ver con cierta estrategia (sin
estratega) de la institución.
En el sentir de los participantes, ellos han sido
meros títeres de la estrategia institucional. Hay allí
esbozada una manera de ejercer el control político (ad-
ministrativo) pero de desplazar sus efectos al plano de
las relaciones ¡ntcrpersonales. Dicho de otro modo, hay
un efecto de camuflaje, de enmascaramiento, de presen-
tar las situaciones en términos libidinales (amor-odio)
cuando su naturaleza misma es del orden de lo ideoló-
gico (tiene que ver con la misión institucional) y de lo
organizacional (problemas en la designación de nuevos
profesionales, jefaturas, coordinaciones, distribución de
locales, etc.).
Porque es evidente que en cuanto el equipo asuma
cabalmente que ha estado actuando un libreto escrito por
otros, no solamente la división entre ellos no tendrá el
más mínimo sentido, sino que además podrán participar
de manera concertada en la planificación de sus tareas y
en la defensa de sti proyecto institucional.
Este tipo de sufrimiento podría adscribirse de ma-
nera lejana a lo planteado por Kaes (1989) en términos
de el reemplazo de la tarea primaria de las instituciones.
Allí muestra de manera general cómo las instituciones,
en tanto se abocan "pasionalmente" a las funciones
administrativas y organizativas, tienden a olvidar la
verdadera razón de su misión. Así, se pervierte la tarea
primaria en aras de "cumplir" con la función estatal de
control social. Ello es productor de diversos grados de
sufrimiento institucional afectando la productividad y

157
en consecuencia la realización personal' de los integran-
tes de la institución.
Sin embargo, en el caso reseñado sostengo que no
hay un rrasrrocamiento de la tarea primaria del servicio,
por el contrario, tanto los profesionales antiguos c o m o los
de reciente adc|uisición desean trabajar a r d u a m e n t e , rea-
lizar sus fruiciones y avanzar en brindar tut servicio cada
vez mejor a la población. La intervención administrativa
resulra boicoteadora no p o r q u e implique una limitante
en la planificación de sus acciones, sino porque la auto-
ridad administrativa se coloca en im lugar inaccesible, de
prepotencia, de maltrato del personal y de búsqueda de su
s o m e t i m i e n t o . Tal es así que las medidas administrativas
resultan arbitrarias para los fimcionarios; esro es, caren-
tes de sentido y por eso productoras de sufrimiento. l,os
funcionarios sienten que a la atuoridad solo le interesa
mostrar tpie ejerce el poder.
Algiín ejemplo p u e d e c o n t r i b u i r a mostrar c ó m o
opera la producción de sufrimiento. El caso del n o m b r a -
m i e n t o de la coordinación resulta emblemático:
Inicialmentc, la coordinación está en manos de luio
de los profesionales con más experiencia en el servicio.
N u n c a es n o m b r a d o oficialmenre en el cargo si bien se le
e n c o m i e n d a n rateas de coordinación de manera tácita a
través de ciraciones, de envío a reuniones, de representa-
ciones diversas, etc. E,s obvio que todos esperan (tanro los
nuevos c o m o los viejos) que si el servicio crece, en algiin

' Para que una persona pueda trabajar en una institución debe darse un
cFeeto de acoplamiento; esto es, que la "tealización" de la institución con-
lleve de algtin modo tm cierto efecto de realización personal de aquellos
que laboran en la misma. Así, cada c]u¡en visualiza que la institución,
a través de su proyecto, realiza en parte el proyecto personal que cada
quien abraza. Si el proyecto de la institución se distancia del proyecto
personal de sus trabajadores y tuncionarios, aumenta significativamente
el sufrimiento de estos ya t]ue el trabajo qtie se tealiza en la institución
tiene poco sentido para ellos.

158
m o m e n t o se oficialice el n o m b r a m i e n t o en el cargo a la
persona con más antigüedad. Ello no ocurre así. Se "fil-
tra" el rumor de que alguno de los nuevos que cuenta con
cierta experiencia en el área podría ser n o m b r a d o coordi-
nador, idea que el propio "designado" desecha. Más tarde
se plantea que como en el equipo faltan médicos, alguno
que sea contratado podría ocupar el cargo. Es u n r u m o r
—en esc m o m e n t o - que la jefatura (y sobre tocio en un
servicio de salud) no líombraría a un no médico a cargo
de la coordinación. En todo caso, nunca hay una propues-
ta explícita acerca del pcrhl del coordinador. Finalmente,
la autoridad n o m b r a a un medico, a quien se le p r o m e t e
algo que la propia institución no cumple.
VÁ suírimienro p r o d u c i d o abarca todos los sectores
del equipo. Pero además el n o m b r a m i e n t o ha servido para
descalificar a todos: a los viejos porque se los ignora c o m o
aspirantes, a los nuevos porc]ue no son médicos, y al m é -
dico porque no se le reconoce su acuerdo. Este mecanis-
mo es "sellado" por la autoridad ya que por su carácter de
tal esta puede n o m b r a r a quien se le ocurra, imposibili-
tando cualquier tipo de cuestionamiento.
N o p u d i e n d o producirse por t a n t o u n a descarga
emotiva (rabia) hacia el nivel superior institucional, se
abren las puertas para que p r o d u c t o del sufrimiento solo
pueda ser descargado al interior del equipo, entre los pa-
res. El manejo del poder ha logrado producir suspicacias,
ambiciones, heridas narcisistas, invalidaciones, desautori-
zaciones, etc., que se manifiestan p a r a n o i d e m e n t e en las
relaciones interpersonales del equipo. Así, u n conflicto
con la autoridad despótica estalla c o m o conflicto a nivel
del propio grupo. D e un m o v i m i e n t o de la energía hacia
afuera se ha transfi:5rmado en u n estallido adentro, ocasio-
n a n d o la destrucción del proyecto del equipo. Se puede
decir que ya n o hay grupo (equipo) que lleve adelante un

f59
proyecto en el cual todos puedan realizarse, hay indivi-
dualidades que realizan solitariamente su trabajo, el que
carece ahora de sentido.

3. Sobre la conceptualización
del sufrimiento institucional

El sufrimiento institucional es aquel que se produce


a partir de la inserción de ios sujetos en las instituciones.
Si es necesario particularizarlo es porque presenta algunas
características que lo convierten en algo especial. No se
trata, por tanto, del sufrimiento per se o el sufrimiento
producto de condiciones intrasubjetivas, si bien el sufri-
miento, por definición, se produce en el espacio intrasub-
jetivo (Kaes 1998).
Pero en este caso es im sufrimiento cuya determi-
nación inmediata tiene que ver con la participación del
sujeto en el espacio institucional, lo que hace a un tipo
de sufrimiento en el que la acción de los sistemas norma-
tivos sociopolítico-administrativos interviene de manera
directa en la producción de patología, al grado de llegar
en uno de sus extremos más graves a generar el síndrome
de burn-out (Foladori 2004). Se podría decir que este sín-
drome pudiera ser entendido como un estar sin estar en
el espacio institucional. Un estar tísicamente pero un no
estar psíquicamente, en tanto el funcionamiento psíquico
aparece bloqueado por la falta de sentido de lo que se rea-
liza como trabajo en la institución.
Podría pensarse que el accionar de la autoridad insti-
tucional en tanto implanta sus propias directrices (norma)
acerca del trabajo que allí se realiza, somete al aparato psí-
quico de los funcionarios a un estímulo constante que es
vivido como excesivo (el psiquismo no está en condicio-
nes de procesar las intensidades de este tipo de estímulo

160
que se producen en su seno). En este caso, el accionar ins-
titucional es productor de una suerte de efecto traumático
por cuanto el aparato psíquico se ve superado o desborda-
do por este interjiícgo que es desde su particular lectura
vivido como violento.
Sostengo que la violencia tiene que ver con una
acción de sometimiento que se realiza desde un nivel je-
rárquico superior y ante el ctial no hay escapatoria posible
(Foladori 2006). Lo jerárquicamente superior se explica
en tanto que en la pirámide institucional lo que aparece
diferenciado es el poder de decidir sobre los demás. Así,
alguien en un nivel jerárquico superior usufructúa un
poder adicional a ac]uei qtic le corresponde, en tanto in-
herente a su condición de ser humano.
De este modo, es posible afirmar que el sufrimiento
institucional es directamente el producto de la violencia
institucional, de aquello que es sentido como avasalla-
miento del yo, condiciones impuestas, imposibilidad de
implcmcntación de una estrategia defensiva que le otor-
gue cierta autonomía al yo. Se funda entonces un tipo de
relación tjuc a todas luces consigna la situación como una
lucha desigual y con el agravante de que se ha instalado
una sensación de atrapamiento, ya que cada quien está a
merced de los designios institucionales. Agregúese a esto
que la institución opera despcrsonalizadamente, vale de-
cir, que el aparato burocrático se presenta como una cara
ausente, sin rostro, justamente porque en la institución,
desde el punto de vista de la autoridad y de la jerarquía
nadie está nominado para dar la cara: la norma se cumple
más allá de lo difuso de la máscara que la hace cumplir.
Sostengo que esta cara sin rostro es uno de los mecanis-
mos de la estrategia que utiliza la institución para inter-
nalizar el conflicto político-administrativo como psíquico
ya que la ausencia de rostro funciona como espejo, devol-

161
viendo a la propia persona sus sentimientos y obligándola
ahora a hacerse cargo de los mismos.
En el caso que nos ocupa el sufrimiento se produce
no por la situación de agresión a que están expuestos los
diversos funcionarios, por las divergencias que pudieran
sostener al realizar su trabajo. Desctiptivamente, el con-
flicto entre subgrupos, la división en el seno de la repar-
tición se encuentra normada por un marco que escapa a
los designios de los funcionarios. Y en todo caso está claro
que nadie puede salirse de la situación administrativa ya
que supondría la pérdida del trabajo.
En esta realidad institucional que somete a los profe-
sionales en su lugar laboral, la subjetividad creada supone
la puesta en juego de mecanismos de agresión-rechazo,
complementado con alianzas circunstanciales defensivas
como una manera de sobrevivencia en lui encierro (nótese
la terminología del toreo) que hay que resistir.

4. El "desplazamiento " del conflicto. Sus "orígenes "

A los tres meses de funcionamiento del taller, la ten-


sión interna del equipo ha ido in crescendo; atiministra-
tivamente, las autoridades han decidido incorporar a un
médico. E,sta inclusión ha posibilitado de manera interina
llegar a cierto acuerdo: el médico (nuevo ingreso, sentido
como neutral) oficiará de coordinador del equipo y lo re-
presentará ante la autoridad, tarea que comienza a asimiir
con responsabilidad de inmediato.
Días después, la administración entrega nuevas ins-
talaciones, lo cual supone el fin del hacinamiento y de la
dispersión: varios profesionales tenían que trabajar en una
sola oficina y los que no cabían debían buscarse espacios
en otros locales. En suma, el equipo funcionaba con pro-

162
blemas graves de comunicación y malestar creciente por
ello; el hacinamiento los hacía hipersensibles. Ahora, cada
cjuien tendrá una oficina y habrá otros locales adicionales
para reuniones. Este es el primer acto de la autoridad en
el que, segiin el sentir de los participantes, han sido t o m a -
dos en cuenta, lo que les produce regocijo y placer. T o d o s
disfrutan el m o m e n t o .
Debe señalarse que los participantes del taller rea-
lizan una distinción entre usuarios y beneficiarios. Los
primeros son aquellos que concurren a entrevistas con
los profesionales (asistentes sociales, médicos, psicólogos,
etc.), se adecúan a las normativas establecidas por el p r o -
grama. Son los que están agradecidos p o r q u e pueden a su
vez detectar el compromiso y la dedicación de los profe-
sionales que los escuchan y atienden.
Los beneficiarios son los que han p r o m o v i d o y pe-
leado políticamente la ley que constituyó el programa.
Algunos de los beneficiarios son usuarios pero otros desa-
rrollan una serie de talleres por motivación propia y tam-
bién para mantener a cierto grupo u n i d o , pero sobre todo
para estar presente y hacer presión sobre determinados
"movimientos" del programa. Las asociaciones de benefi-
ciarios tienen peso político y se sienten con el derecho de
observar y, dado el caso, objetar ciertas decisiones. Está en
franca alianza con los viejos profesionales cjue fueron los
primeros n o m b r a d o s para indizar y organizar los diversos
subprogramas de asistencia. La autoridad los reciben y es-
cucha y acuerda con ellos.
Así, el conflicto original es aquel que se define entre
u n empuje autogestivo a través de la movilización de am-
plios sectores de la población para obtener la aprobación
de la ley que crea el Programa y del cual los beneficiarios
se sienten directa y orgtdlosamente responsables, y el Es-
tado. Pero c u a n d o se logra la aprobación de la ley, el Es-

163
tado es el que queda a cargo de imp^lementar el programa
y el m o v i m i e n t o originario queda entonces con una tarea
reducida: en el mejor de los casos, velar p o r q u e el pro-
yecto se realice como fue acordado. En los hechos, se da
la paradoja qtie al perder el control del proyecto el grupo
originario queda sin proyecto. Un grupo de beneficiarios
se sostieiie viviendo "adjunto" al nacimiento del Progra-
ma con un doble motivo: Por un lado, garantizar que el
Estado no se "desvíe" de su objetivo. Por otro, presionar
para la obtención de mayores beneficios.
En suma, resulta interesante refiexionar acerca de
este m o v i m i e n t o de institucionaiización: El h e c h o de
instituir parece otorgar cierto derecho de propiedad sobre
eso que se instituye. Pero la institucionaiización tiende a
independizarse progresivamente (y por estrategia) del m o -
m e n t o instituyente: Un programa especializado termina
q u e d a n d o en manos de los profesionales y tenderá a b u r o -
cratizarse c o m o todo ac|uello qtie el Estado toca. Pareciera
que para que el programa pueda funcionar eficaziTiente,
debe desmarcarse de su propio origen. En los hechos, los
beneficiarios se resisten a a b a n d o n a r el local del programa
y con razón, más allá de que su presencia fiscalizadora
pueda ser i n c ó m o d a , no t a n t o para la a u t o r i d a d —que
prefiere en ese caso "jugar" a la política- c o m o para los
profesionales que perciben una interferencia y duda con
su trabajo.
D e la existencia de este grupo la C^oordinación del
Taller no había sido informada. Es indudable que se abre
un abanico de preguntas y de problemas teórico-técnicos:
¿Habría que incluirlos de algiin modo? ¿Habría que ha-
berlos incluido desde un inicio? ¿De qué forma?
C u a n d o el Programa se p o n e en funcionamiento y
comienza a crecer aparece entonces polarizado entre los
viejos profesionales que representan la historia de la movi-

164
lización originaria, pero que a su vez viven de "las glorias
del pasado" (lo instituido) y los nuevos funcionarios que
quieren desarrollar y "realizar" el p r o g r a m a haciéndose
cargo ahora de la fuerza instituyente. H e aquí otra deter-
minación de la estrategia de internalización de u n conflic-
to político en im conflicto interpersonal.

5 . Los i n t e n t o s de n o r m a l i z a c i ó n

Acordada en sesión una agenda para realizar la inau-


guración del nuevo local, se da cuenta de que los antiguos
profesionales no concurren a la misma. Se ha recargado
el trabajo en los nuevos y mostrado al público la división
en el equipo. Esto ocasiona que el m é d i c o - c o o r d i n a d o r
que se había m a n t e n i d o neutral, proteste por el c o m p o r -
tamiento de los viejos, ya que el acto había sido aprobado
por todos.
Se podría pensar que tanto el crecimiento n u m é r i c o
del equipo como el otorgamiento de nuevas instalaciones
se encaminan en la línea de "normalizar" —desde la pers-
pectiva del E s t a d o - el funcionamiento del programa. Es
posible esperar que nuevos movimientos de la autoridad
estén en la línea de "ajustar" el funcionamiento de lo es-
pecífico del programa a los parámetros del funcionamien-
to de los servicios de salud, esto es, introducir la distancia
que produce el control estadístico ante el cual las personas
se pierden. Podría pensarse que los viejos profesionales
reaccionan a eso ya que son los más amenazados por el
creciente control que la autoridad ejerce en el programa y
sobre todo con la "intención" de que cierta historia pueda
ser finalmente absorbida por la burocracia de salud. En
suma, los problemas de salud son entonces individuales e
impersonales. Por este c a m i n o , los asuntos administrati-

165
vos t a m p o c o son de ecjuipos, sino de individuos infanti-
lizados que no "alcanzan" a c o m p r e n d e r c ó m o funciona
el sistema, acusando el impacto personal del "ajuste". Así,
el sistema también psicologiza el problema político de la
ideología del sistema que se operativiza a través del servi-
cio de salud. Los profesionales "revoltosos" y conflictivos
requieren entonces de psicoterapia c o m o una instancia
normalizadora, para que puedan operar "ajustadamente"
en el sistema qtie se implanta.

6. La i m p l i c a c i ó n del lugar p r o f e s i o n a l

En todo caso, en las sesiones semanales se puede por


vez primera hablar del tipo de pacientes tjue ellos atien-
den, que por la polipatología que presentan residtan an-
siógenos para los profesionales a cargo. Algiuia luz se abre
y es posible pensar acerca del estado emocional con el cual
cada u n o de los profesionales sale de tma entrevista con el
usuario: T o d o s reconocen sentirse muy afectatios a partir
de lo que tienen que oír en las entrevistas, incluso varios
de los profesionales que est<án allí manifiestan que ellos
mismos son beneficiarios del programa. Se instala e n t o n -
ces la pregunta acerca de las razones que cada profesional
ha tenido para "elegir" trabajar en ese sitio, abriéndose el
análisis de la implicación. Se plantea por vez primera el
tema de la victimización y de la culpa, aspectos que anali-
zaremos más adelante.
Luego de u n periodo de vacaciones hay novetlades
en el equipo. Sin duda, el t i e m p o de recapacitación ha
sido productivo.
Varios de los viejos más radicalizados han solicitado
traslado a otras reparticiones hospitalarias. Algunos de los
nuevos c o n t i n ú a n con licencias adicionales o con vacacio-

166
nes y otro de los nuevos —que dice que ha estado proce-
sando algo de lo visto en sesión— ha llegado a la conclu-
sión de que debe renunciar al cargo (a pesar de no tener
empleo previsto aún) ya que ha perdido toda motivación
por su trabajo.
En suma, se ha producido un "desmantelamiento"
parcial del equipo, no solo por la salida de los viejos, sino
también porque los nuevos de una u otra manera intentan
tomar distancia'. No puede obviarse la pregunta acerca
del modo en que la institución recibe esta avalancha de
cambios. Y sobre todo porque es de suponer que tal clase
de "desenlace" del conflicto no debía figurar en lo desea-
ble por la autoridad.
Desde el pimto de vista administrativo han ocurrido
varias cuestiones: El medico que pretendía sostenerse en
la coordinación de equipo entra en contradicciones con
la jeíatura y renuncia a esta. La autoridad nombra una
enfermera (especialista en administración-estadística; era
previsible) para poner orden ya que en el programa se "ha
hecho todo mal". Además, hay un sumario en puertas. La
jefatura aparece dividida entre un lugar administrativo y
otro político.
Todo esto es vivido por los integrantes del equipo
como prepotencia de parte de la autoridad, ignorancia de
la verdadera naturaleza del trabajo que realizan (reducción
del tiempo de las sesiones, llenado de planillas de cuanti-
ficación estadística, derivaciones de casos a otros servicios

' El asunto de la distancia ("distancia óptima" se decía en otras épocas)


remite a varias cuestiones complejas. Este lugar en el que hay que sentir
pero no mucho, en el que hay que vivir pero siempre y cuando se pueda
a su vez pensar, en el que hay que comprometerse pero sin llegar a con-
fundirse, en el que hay que acompañar sin caer en paternalismos, etc.,
configura un lugar enigmático, lleno de ilusiones y falto de garantías.
En suma, es útil para que cada quien deposite allí lo que desee. Véase,
entre otros, Norbert Ellis (1983), Compromiso y distanciamiento, Ed.
Península, Barcelona, 2002.

167
"por orden de jefatura", control de asistencia, etc.), ar-
bitrariedad y control administrativo. Han tenido varias
reuniones para "informar" a las autoridades sin éxito. Se
sienten incomprendidos y desalentados. Quisieran poder
realizar una sesión clínica para mostrar el tipo de paciente
que atienden y el trabajo que realizan con él. Pareciera
que la autoridad trata al programa como a cualquier otra
unidad de trabajo del ramo de la salud (datos y cifras,
porcentajes, flujos, etc.), si bien el origen del programa no
tiene nada que ver con eso.
Los asistentes al taller comienzan a darse cuenta de
que la salida de los viejos no disminuye en natia el ma-
lestar que sienten en el trabajo cotidiano y que, en todo
caso, las disputas que mantenían con ellos no puede en-
tenderse como una problemática interpersonal. Más bien,
se vislumbra la idea de que los conflictos entre ellos cana-
lizaban las rabias y depresiones provenientes del diálogo
de sordos que mantenían con las autoridades oficiales. I,o
que sí desaparece de manera ciefinitiva es la polarización
tensa que se daba en los primeros meses de trabajo. Ello
ayuda significativamente a que los participantes puedan
irse centrando cada vez más en su sentir, en la medida en
que ha disminuido de manera sustancial la ansiedad para-
noide. Este cambio en la situación emocional de las sesio-
nes no hay que entenderlo como si el conflicto se hubiese
solucionado. La comprensión del entorno macroinstitu-
cional y los vaivenes de su política no supone la restitu-
ción de los vínculos interpersonales cuando estos también
están determinados por estructuras de personalidad de los
sujetos soportes.
Las arbitrariedades contimian: ahora sobre el perso-
nal médico.
En el taller se acuerda un nuevo horario para que los
médicos de nueva incorporación puedan participar de las

168
sesiones. Sin embargo, ello no se concreta ya que a la h o r a
de hacerse presente, los médicos declinan incorporarse
(a pesar de haber aceptado el horario) p o r q u e "da mala
imagen en el currícidum participar en u n g r u p o 'terapéu-
tico'". El grupo entonces queda reducido a aquellos que
venían participando.

7 . D i f i c u l t a d e s para la a u t o g e s t i ó n :
la v i c t i m i z a c i ó n . S u d e s b l o q u e o

C u m p l i d o s los dos tercios del proceso y luego de


"deslindar" la infinidad de problemas a d m i n i s t r a t i v o s ,
maltratos, prepotencias institucionales, desautorizaciones,
etc., la discusión comienza a centrarse en cierta incapaci-
dad que el grupo tiene para operar. P o r q u e queda claro
que si bien cada quien desempeña su tarea contratada,
no existe el más m í n i m o atisbo de un posible trabajo en
equipo. N a d i e asume iniciativa alguna que sea "represen-
tativa" de la totalidad. T o d o s desean contar con reuniones
clínicas para discutir sus casos, complejos y m u y difíciles,
pero no pueden reunirse. Se sorprenden de que no pue-
dan tener una actitud de defensa solidaria frente a los ata-
ques de la autoridad. Interrogados acerca de los motivos
de esta pasividad manifiestan que no van a hacer n i n g ú n
planteo ante la autoridad si no saben si los demás van a
apoyarlo. En los hechos, se p o n e de manifiesto un alto
grado de desconfianza m u t u a que alcanza varios niveles,
m o s t r a n d o que la paranoia aún es m u y fuerte al interior
del equipo.
H a y que señalar que es poca la normativa que rige el
funcionamiento del equipo por lo que estarían en condi-
ciones de realizar una amplia variedad de proyectos si así lo
dispusieran. Comienzan a preocuparse por su propia pasivi-

169
dad. Acerca de la dificultad para realizar reuniones clínicas
aducen que los demás podrían realizar críticas sarcásticas
sobre los casos de cada quien, auitque reconocen que eso es
solo una fantasía ya que jamás ha ocurrido algo así.
Algo del orden de la victimización se encuentra ins-
talado allí. O t r a línea asociativa a partir del término de
"validación", significante que insiste en la sesión, muestra
que no se trata de la validación de los pares, tampoco de
la validación que realizan los pacientes que continiian
asistiendo reconociendo en dicho acto la "validez" de la
terapia; menos se trata de la validación de parte de la au-
toridad de la cual solo se puede esperar total ignorancia
acerca del quehacer que realizan. El asunto de la "valida-
ción" como una obligación, pareciera calar m u c h o más
h o n d o y estar vinculado, tal vez, a la razón que ha guiado
a cada quien a trabajar en ese tipo de labor. Victimización
y validación van, a mi juicio, unidas ya que ambas supo-
nen la presencia de culpa.
La victimización proveniente originalmente de los
pacientes que han sido objeto de violencia, se constitu-
ye en un m o d e l o a ser " a d o p t a d o " . Pareciera que es tan
fuerte el m o d e l o , que es imposible resistirlo. Y si varias
de las profesionales son a su vez beneficiarlas, las identi-
ficaciones con los pacientes pasan a constituirse en resis-
tencia para a b a n d o n a r el lugar de víctima. Agregúese a lo
anterior la posible presencia de experiencias infantiles de
victimización que apuntala la asunción del lugar.
En los funcionarios de u n servicio, la victimización
se r e p r o d u c e sobre las figuras de las autoridades. T a n
p r o n t o la autoridad opera de manera autoritaria se desen-
cadenan mecanismos en los que los funcionarios se colo-
can en el lugar de víctimas.
La víctima n o es que sea absolutamente pasiva; es
activa en su victimización. Más aiin, si t o m a n medidas de

170
defensa, estas tienen siempre el techo de la independencia.
La victimización es la renuncia a la independencia, a ges-
tionar y autogestionar de manera libre. La victimización
mantiene un ancla a la dependencia: siempre hay que estar
exigiendo, solicitando desde el lugar de víctima. El benefi-
cio es tan grande que es impensable abandonarlo. La vícti-
ma es Kierte en su lugar porque reivindica aquello ya ocu-
rrido, no lo por venir. Pretende operar con la culpa, con la
acusación indiscriminada del daño que se ha producido,
el cual crece día a día, no encontrando jamás reparación
alguna. Si así íuera, habría que renunciar a ella. La víctima
es la memoria, trae siempre el recuerdo de lo ocurrido,
como un letargo que siempre retorna. La víctima desea
en su fuero interno invertir la situación y lo logra a través
de la victimización. Utiliza las herramientas de su propio
daño para dañar. (]reo ver allí plasmado el concepto de
poder circulante acuñado por Foucault (1979).
"Ustedes lucran con el daño que nos han hecho",
denunciaba una paciente, acusando a su terapeuta y mos-
trando el uso que hacía de la victimización. Nada pudo
contestar el terapeuta asumiendo, en ese instante, el lugar
de víctima. La paciente atacaba a aquel que pretendía ayu-
darle, ataque indiscriminado ya que se trata de cobrarse el
daño una y otra vez en todo aquel que se le pusiera por
delante. El orgullo de haber sido víctima y, por tanto, de
ser víctima para siempre, como si fuera un condecoración.
Las víctimas llevan marcas en el cuerpo, producto de veja-
ciones, del maltrato, de privaciones, de la tortura. Marcas
que dan testimonio, que son prueba viviente de lo pasado,
de lo ocurrido. El cuerpo marcado, el yo marcado, huellas
imborrables como un cuerpo escrito. Clastres (1974) es-
tudia la tortura en las sociedades primitivas, marcas que
impiden olvidar, marcas que garantizan un deseo de fun-
cionamiento social contra el Estado.

171
Avanzado el proceso se produce un primer hecho
significativo. Pueden acordar, ante la ausencia de un su-
pervisor externo, un día de reimión para discutir casos clí-
nicos entre ellos. Se trata de la primera acción de recons-
titución del equipo. Están contentos por lo logrado; reco-
nocen que no se habían dado cuenta de lo que les costaba
definir y habitar ese espacio. Lo repiten como sin creerlo
aún. Se han juntado y lo han pasado bien y reconocen
que les sirvió mucho. Han gestionado lui segundo espacio
de junta clínica con un servicio similar de otra parte de
la ciudad. Dispondrán ahora de reuniones clínicas dos
veces a la semana. Aprenden y se descargan, piensan. Pero
también lo dicen como sin poder creérselo del todo, nadie
sabe cuánto puede durar tal iniciativa. En realidad es la
realización de ima fantasía en la que funcionan solo como
especialistas en clínica; esto es, sin tener que hacerse cargo
de las tareas administrativas inherentes a lo que significa
un empleo en una institución de salud. No están en su
consulta privada.
Ello abre la discusión acerca de los motivos por no
poder realizar reuniones de todo el equipo (donde se su-
men los médicos y las coordinadoras) y debatir allí, en un
espacio cerrado, los problemas del programa y sus rela-
ciones con las autoridades de salud. Reconocen que en el
hospital el trato de lo administrativo se realiza de manera
muy informal, en pasillos, en conversaciones al pasar y
muchas veces en decisiones en las que no todos están en-
terados de la trascendencia de la misma. Ahora se torna
imprescindible juntarse (espacio y tiempo), llevar actas
de las resoluciones —lo que alguna vez se hizo— y debatir
acerca de funciones y responsabilidades compartidas. Di-
cen que tienen que encuadrar el trabajo para que los pro-
blemas administrativos no los enloquezcan todos los días.
Alguien se ofrece para hacer el orden del día. Tienen que

172
"arrear" a la gente. Muchos huirán de la reunión. ¿Deben
estar todos? Sería mejor, así luego no hay problemas con
las resoluciones. Veamos si pueden instalar el nuevo dis-
positivo para "ordenar el caos".

8. La l ó g i c a de los p e d i d o s
Y la r e c u p e r a c i ó n del p e n s a r

En im nuevo acto arbitrario la institución decide in-


tcrrimipir el taller sin consulta ni con los participantes ni
menos con el equipo técnico que lo estaba c o o r d i n a n d o .
Los participantes entonces, por su cuenta, envían un ofi-
cio de protesta en el cual a r g u m e n t a n en fiívor del taller
y de sus beneficios, solicitando que se concedan algunas
sesiones para poder transitar por una fase de cierre.
C o n gran sorpresa de todos el pedido es concedido.
Esta respuesta resulta inesperada ya que no se inscribía en
la mecánica sustentada por la autoridad. Lo interesante es
que la "escucha" administrativa abre a una pregunta por
la estrategia: cuáles son las razones que hacen que ahora se
haya tenido éxito en el pedido, a diferencia de tantas otras
ocasiones en que las solicitudes fueron rechazadas.
La reflexión del grupo se encamina en dos direccio-
nes:
—Por un lado, consideran el grado de afectividad que
las solicitudes transmitían en relación directa con la
rigurosidad de la fundamentación formal. Recono-
cen que en muchas ocasiones sus pedidos eran m u y
apasionados pero poco fundados o, por el contrario,
se desdibujaba el motivo de fondo en u n a formali-
dad que resultaba aburrida y estéril.
- P o r otro lado, evalúan lo preciso del p e d i d o en rela-
ción con la capacidad de la institución para disponer

173
y operar en consecuencia. Así, hubieron solicitudes
que resultaron poco específicas o que en otros casos
el pedido era desproporcionado a las posibilidades
de la administración.
Se supone que en ambos casos el pensamiento de
la burocracia institucional es lineal y poco diferenciador
de matices, por lo que hay que puntualizar y precisar los
tópicos que se desea tratar. D a d o que los que leen ios
oficios son burócratas y ellos en general saben un poco de
todo pero nada en profundidad, hay que aptmtar a tocar
una veta personal.
La conclusión es que para tener éxito hay que for-
mular las solicitudes con rigurosidad argumentativa que
conlleve una i m p o r t a n t e carga e m o c i o n a l . La sección
dedicada al pedido específico debe ser a su vez atingente y
concreta.
Estas reflexiones realizadas por el equipo mtiestran
de manera flagrante la recuperacicín de la capacidad de
pensar, y de pensar bien, c o m o instancia de recuperación
del poder de decidir acerca de su propio trabajo en el
espacio institucional. Y este es el principal objetivo del
taller ya que, c o m o fue señalado, el equipo que concurrió
n o se encontraba en condiciones de operar c o m o un gru-
po "para sí", esto es, un grupo c]ue además de realizar su
tarea (nunca estuvo en d u d a la misma) pudiese reflexionar
acerca de aquello que le acontece c u a n d o pretende hacer-
la. Lo que "ocurre", tiene necesariamente que ver con las
condiciones en que ocurre, esto es, el asunto de los diver-
sos atravesamientos institucionales y las implicaciones de
los participantes que resultan de los mismos.
Así el equipo comienza a recuperar su posibilidad de
pensar acerca de su lugar en la institución, de c ó m o opera
la institución y de c ó m o insertar su programa en el orden
de la institución. P e d a g ó g i c a m e n t e podría decirse que

174
esta es la primera fase ya que la segunda remitiría a las
acciones que la nueva estrategia determina. En los hechos,
ambas van juntas ya que nuevas ideas suponen llevarlas a
la práctica y la práctica resulta instituyente de una nueva
subjetividad, como puede ser visible en el ejemplo del
caso tratado.

9. Epílogo

Las reflexiones acerca del modo táctico para actuar


con la autoridad determinaron que, ante la interrupción,
los participantes elaboraran un informe en el que eva-
luaban el desarrollo del taller. Allí, haciendo gala de una
voluntad temeraria plasmaron de forma directa y concreta
sus discrepancias con el modo de trato y conducción, sus
expectativas y frustraciones, sus compromisos y proyectos
y sus necesidades a futuro como equipo. El taller entonces
les ayudó a ver la realidad de la institución, a desconfiar
de sus propias ilusiones y a comprometerse más con un
hacer que con un quejarse sobre el funcionar de la auto-
ridad.
El informe evaluatorio perseguía un fin estratégi-
co que era el validar un espacio revirtiendo la situación
institucional -que había decidido cerrar el taller- para
no solamente poder habilitar otros espacios similares o
complementarios en el futuro (supervisión, asesorías,
capacitación y otros talleres de autoayuda que fueron
fundamentados como permanentemente necesarios), sino
también para posicionarse y apropiarse de un saber que
les permitía ahora interrogar a la institución a través de
la fórmula ¿en base a qué criterios ustedes, en total desco-
nocimiento de que lo que ocurría en el taller, resolvieron
interrumpirlo? Pregunta fuerte, cuya posible respuesta

175
resultaba vacía, ya que los criterios que la podían llenar
habían sido ya manejados por los participantes y descali-
ficados terminantemente. No se esperaba respuesta y creo
que no la hubo.

10. Algunas conclusiones

Hay que comenzar por señalar que nada hacía supo-


ner al comienzo del taller cuál sería el desenlace del pro-
ceso. En algún momento se tuvo la sensación de cjue el ta-
ller no iba para ningún lado y se fantaseó con disolverlo.
Seguramente, tanto el compromiso contractual, por un
lado, como cierta curiosidad y confianza en el trabajo gru-
pal, por otro, contribuyeron a sostener el setting. La inte-
rrupción planteó de hecho una situación no prevista: ¿Ha-
bía que continuar con el taller al margen del compromiso
contractual? Se sostuvo que no, ya que no tenía sentido
crear un espacio limbo al margen de los acontecimientos
institucionales. Más bien había que trabajar con eso para
mostrar lo que es el funcionar despótico de la autoridad,
y renunciar a todo patcrnalismo y a todo compromiso
que pudiera traslucir el deseo del equipo coordinador más
allá de lo conveniente. Esto implicó que los participantes
se movilizaran y consiguieran una extensión de algunas
sesiones adicionales como para hacer un "cierre" antes de
tiempo, pero cierre al fin.
Para los participantes, el taller significó:
- Un espacio de discriminación y de análisis de su
implicación, lo que les permitió dilucidar qué tanto
estaban comprometidos con la tarea del programa,
qué tanto la soportaban y les hacía daño (problema
también de la disposición personal para un trabajo
de esa naturaleza), qué tanto deseaban mantenerla

176
o tomar distancia de la misma, etc. Reflejo de ello
fueron las solicitudes de traslado a otro programa, la
renuncia al programa y la solicitud de d i s m i n u c i ó n
de horas, así como la afirmación de otros en su deseo
de continuar laborando en el mismo. Puede decirse
que esta es parte de la tarea de esclarecimiento que el
grupo realizó en el taller.
— O t r a parte de la misma corresponde a mejorar la
percepción acerca de lo qtie ocurre en la institución
y sobre cómo dicho acontecer les afecta en las rela-
ciones interpcrsonales. En tal sentido y desde m u y
t e m p r a n o se fueron d a n d o comentarios que posibi-
litaron recorrer dicho camino. La relación entre el
operar autoritario de la institución y la imposibilidad
de descarga de la inquietud que se producía, y los
efectos inmediatos en las relaciones interpersonales.
Se destraba así un mecanismo que implica percatarse
de c ó m o lo político-administrativo se transforma
en un conflicto interno del equipo. El segundo m o -
m e n t o de la estrategia institucional es apoyarse en el
"objetivo" logrado y acusar al equipo de infantilismo
y condicionarlo a operar bajo dichas reglas.
—Por último, el destrabe de la acción; esto es, des-
mantelar el mecanismo de la queja (que resulta ar-
ticulado desde el infantilismo del equipo) abriendo
el espacio para el pensamiento, el análisis causal y la
toma de decisiones que conllevan la implantación de
ciertas estrategias de tipo autogestivo. El grupo en-
tonces se apropia de la palabra, reflexiona y opera de
una manera nueva, luchando ahora por aquello que
es posible y es además de su incumbencia. T o d a una
propuesta de desterritorialización. La reacción insti-
tucional debe desmarcarse entonces de su mecánica
anterior ya que los sostenedores del p r o g r a m a se han

177
"movido" de su lugar. Así, los participantes se en-
cuentran consigo mismo —que ya son otros— a través
de la respuesta institucional; todo lo cual sorprende
alegremente. Pueden ser ahora protagonistas.

BIBLIOGRAFÍA

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B.A., 1989.

178
II PARTE
LAS INSTITUCIONES Y EL PENSAMIENTO

En el transcurso de intervenciones institucionales


surgen preguntas en el analista acerca de las habilidades
que tiene el grupo institticional con el cual trabaja, de
visualizar determinados fenómenos y acerca de la posibi-
lidaci de reflexionar sobre los mismos. Dicha pregunta es
extensiva a la sociedad en general. ¿Bajo qué condiciones
el discurso social puede tornarse autorreflexivo, pregun-
tándose acerca de la sociedad misma como constructora
de su devenir? ¿Es posible tomar el discurso que se pro-
duce como objeto de estudio? Su factibilidad depende de
una cierta distancia "óptima". Lo de "óptimo" tiene que
ver con una gama de distancias; se podría pensar que en la
medida en que se puede tomar mayor distancia, es posible
hacer reflexiones que no se podrían realizar desde una
distancia menor. Allí es donde la implicación determina,
tanto para el analista como para los participantes. Pero
a su vez, la distancia posible del especialista con la insti-
tución tiene que ver con la manera como la institución
transmite su lógica de funcionamiento, y "atrapa" en ella
al analista; por supuesto, también al grupo institucional.
Bleger (1966:91) había observado que "Por respon-
der a las mismas estructuras sociales, las instituciones
tienden a adoptar la misma estructura de los problemas
que tienen que enfrentar". Más adelante, hablando de los
manicomios y asilos complementa:

Como en ningún otro caso, se hace aquí evi-


dente el hecho de que la institución tiende a
adquirir la misma estructura y el mismo sentido
que el problema que se propone resolver. El asi-
lo tiene en su organización la misma alienación
que sus pacientes. (...) Los locos, las prostitutas

181
y delincuentes son los síntomas de una sociedad
perturbada, y las instituciones tienden a reprimir
y segregar tanto como la sociedad misma ya que
las instituciones son los insttumentos de esta
liltima".
http://psikolibro.blogspot.com
M a s allá de esta notable y terrorífica observación
que muestra la contradicción entre los objetivos que la
institución se p r o p o n e y aquello que hace en realidad, me
interesa plantearme la pregunta por las razones que darían
cuenta de esa forma de operar. Es decir, interrogarse sobre
p o r qué en las instituciones, d o n d e hay especialistas, téc-
nicos, profesionales, generalmente personas kicidas y bien
intencionados, que manifiestamente se c o m p r o m e t e n a
llevar adelante d e t e r m i n a d o s proyectos, objetivos q u e
hacen a la "grandeza" de la institución en la cual trabajan,
en los hechos, se ven llevados a actuar en una lógica abso-
l u t a m e n t e contraria con la explicitada y a arribar a metas
iatrogénicas en las que lejos de solucionar el problema
terminan reproduciéndolo una y otra vez.
Por eso, creo que hay algo que no puede ser ni visto
ni pensacio, c u a n d o se está en la institución. H a y un pro-
blema de lógica que se i m p o n e más allá de lo espcrable,
hay mecanismos que operan para que determinadas reali-
dades aparezcan c o m o no vistas y hay discursos que o m i -
ten registrar y reflexionar sobre ciertos temas. El servicio
que la institución brinda al público parece no poder des-
ligarse de un trabajo de autotreflexión que la institución
necesita realizar en su interior.
Así, la intervención institucional no puede dejar de
t o m a r en cuenta estos obstáculos que se hallan en la órbi-
ta de la lógica del pensar, estos mecanismos no conscien-
tes que d e t e r m i n a n drásticamente los temas abordables,
así c o m o otros prohibidos, que se guardan en secreto y
que configuran el registro del discurso de lo no dicho ins-

182
titucional. Hay allí una relación con el poder, porque es
desde el poder que es posible normar los temas institucio-
nales y la institución asume entonces, de manera firme y
decidida, el control de aquellos que la integran.
Es sobre estos problemas que se centrarán los capítu-
los siguientes, pretendiendo echar alguna luz acerca de los
mecanismos que operan para que estas lógicas iatrogénicas
se impongan.

18.3
LA INSTITUCIÓN DE LAS ORGANIZACIONES
NO GUBERNAMENTALES Y SU CRISIS

Introducción

El pasaje de la dictadura a la "democracia" significó


tjue las ONCJ transitaran por una crisis ya que tuvieron
que repensar su destino. La crisis facilita a su vez que
salgan a la luz algtmos implícitos sobre los que m u c h a s
O N C I han funcionado hasta ahora, esto es, entre otros,
el acto de beneficencia que define su accionar, en tanto
son captadoras de fondos para intervenciones sociales.
Se analiza entonces como tema central la estructura de la
beneficencia como institución, los encargos que la misma
conlleva y los amarres estructurales que la sostienen, así
como los riesgos cié sus acciones. Se trata de pensar acerca
de las fisuras estructurales de este tipo de institución.

D e v e n i r de las O N G

América Latina fue, d u r a n t e los 80, centro de "inver-


sión" para múltiples fundaciones extranjeras a través de las
O N C que se fueron creando en varios países. La represión
política d u r a n t e las dictaduras, la pobreza creciente, pro-
blemas sociales, etc., urgían tomar en cuenta una "nece-
sidad": la de dar asistencia de diversas maneras a sectores
muy amplios de la población c]ue se vieron "marginados"'

' El término "marginación " resulta una noción equívoca ya que alude
simultáneamente a diversos procesos y lugares de los más dispares. Si
bien no se pretende realizar im análisis exhausrivo de sus sentidos, creo
que vale la pena deslindar algunos de manera breve;

185
de las políticas oficiales. El procedimiento de fundación
fue claro: un equipo de personas, en general de profesio-
nales en algo, elaboraban un proyecto asistencial dirigido
a determinado sector social indicado como "privilegiado"
(por ser objeto de acciones que captan fondos especiales),

- En primer Itigar hay que dccit que marginal viene de margen, o sea
que la noción hace a ima cierta ubicación, a una topología, a un cierto
lugar respecto a otro que sería el centro. C'laro está, las anotaciones "al
margen", por su lugar, resaltan más que lo que está en el centro: llaman
la atencicín.
- Jurídicamente apunta a estar "al margen de la ley" lo que constituye
un contrasentido ya que los primeros que se marginaron fueron los mo-
vimientos golpistas. Pero como el que tiene el poder es el que dicta las
normas, "marginado" en América Latina nombra a ac¡tiellos individtios
que configuran los perseguidos políticos por "atentar" contra el régimen
establecido, aunque sea de (acto.
- Ideológicamente, marginados son aíjtiellos que no participan de la ideo-
logía ohcial y que promueven ideas "totalitarias" u otras que llevarían -en
la opinión de algunos (radicales)— a la desintegración social y al caos.
- Socialmente, el marginatio es aquel que está al margen de "la sí^cied.td \
pero la sociedad aparece definida en términos de sociedad desarrollada,
por lo que el marginatio es el que no hace mía vida social como "todos".
At|uí hay dos matices: 1) la marginación con respecto a la sociedad de
eonstmio en términos de Sííciedad "avanzada", aquel que no tiene para
comprar cosas, objetos de consumo, y 2) la marginación en términos de
vida rural (más "salvaje" o "primitiva" y atrasada) como opuesta a la vida
citadina (supuestamente más civilizada).
A su vez, y sobre todo en las ciudades, marginado lambién es aquel que
carece de los servicios elementales, ya sea porque por el lugar donde vive
no llega luz, agua potable, teléfono, transporte ptíblico, correo, etc., ya
porque, por el motivo que sea, no cuenta con servicios como educación,
salud, vivienda, prestaciones sociales, etc.
- Laboralmente, el matginado es el desocupado, parcial o totalmente,
o que trabaja en tareas no reconocidas como "trabajo": prostitución,
pepenadores, tragaftiegos, etc. Aquí también habría que tibicar a los
jubilados...
- Educativamente, el marginado es el analfabeto o que cuenta con niveles
de "instrucción" mínimos en función de ciertos critetios "deseables".
' Subjetivamente, marginado es el que "se margina" de un grupo, por
lo cual es culpable de su propia marginación. Interesante conclusión ya
que exime a los demás de toda responsabilidad y además lo hace objeto
icieal para ser utilizado como chivo expiatorio por parte del grupo. En
suma, y para decirlo en pocas palabras, los marginados son los malos. Es
el problema de las nociones funcionalistas.

186
se constituían en una ONG y solicitaban financiamiento
a asociaciones y fundaciones fundamentalmente europeas,
aunque también norteamericanas y/o locales.
Si el proyecto era aprobado, recibían los fondos so-
licitados durante el plazo convenido y podían ejecutar su
trabajo. Finalizado el plazo, un informe detallado tanto
de acciones como de gastos, y luego de dificultosas nego-
ciaciones, se podía abrir la puerta a una nueva "contrata-
ción" por otro período. De hecho, a través de ese sistema
se pudieron realizar en América Latina proyectos bastante
novedosos y "beneficiar" a sectores más o menos exten-
sos de la población. Frente a la ruptura primero y luego
destrucción del miuo de Berlín y ante la angustiante si-
tuación para los europeos de ver las "necesidades" de sus
vecinos (realidad amenazante, emigración masiva con su
efecto xenófobo) dichos fondos se han ido canalizantio a
nuevos destinos, lo que hace que América Latina ya no sea
más el lugar "privilegiado" para que las O N G contimien
siendo financiacias. Se agrega a lo anterior lui matiz polí-
tico que es el "retorno" a la democracia de algunos países,
t|ue supuestamente haría innecesaria la "ayuda", vale de-
cir, los gobiernos ahora elegidos "democráticamente" en
tanto representantes de la población, deberían asumir a su
vez la cobertura de muchas de las acciones que las O N G
habían estado realizando. En todo caso, las democracias
"tuteladas", como se las llama en algunos espacios -al ser
su desarrollo vigilacio por los mandos militares— tienen un
importante papel cjue jugar por su "representabiiidad", ya
que para los sectores europeos t]ue respaldan las O N G la
presencia militar no es un elemento discriminador sufi-
ciente: la democracia progresa.
Es cierto que aquí se cuela una determinada ideolo-
gía que partiendo de la categoría de "población en riesgo"
edifica toda una postura de "asistencia" social por cuanto

187
hay un riesgo —debe entenderse de vida— stiscitado por
una marginalidad generada por las políticas oficiales re-
presivas justificadas por la necesidad de introducir el neo-
liberalismo a ultranza. Es decir, el riesgo aparece señalado
en el sector salud, educación, trabajo básicamente, inscri-
biéndose claramente en una problemática de tipo social.
Pero da la casualidad de que a ese riesgo subyace
otro de tipo político - q u e no se m e n c i o n a - y que termi-
na orientando las líneas de acción más generales de estos
grupos. El "riesgo" de que el incremento de población
marginada c u l m i n e en una serie de importantes movi-
mientos sociales que unificados en un proyecto pongan en
tela de juicio la permanencia del sistema neoliberal, que
los mismos militares implantaron en América Latina en la
década de los 70 y que cuidan ahora desde bastidores. Y
este doble nivel entre el riesgo social y el riesgo político es
el qtie define los lineamientos de las fundaciones que res-
paldan las O N G , ya que son los gobiernos de esos países
europeos los que terminaron manifestando su reconoci-
m i e n t o de los regímenes militares y luego favorecieron el
surgimiento de las O N G casualmente para "sostener" de
algiin m o d o acciones que el modelo neoliberal dice haber
a b a n d o n a d o . Se trata del doble juego del capitalismo —tan
conocido y tan sentido— que parcha con acciones aqtielloss
p u n t o s débiles, inoctdando, por la naturaleza de la estruc-

~ No creo conveniente discutir atjuí el problcniu de las determinaciones y


limitaciones que a su ve/, los ptoyectos tienen en sí mismos. Muchos téc-
nicos de las ONCí se animan a sostener que no sufrieron "recortes" o que
sus proyectos tueron aprobados tal cual por las fundaciones extranjeras,
significando con ello que los europeos se "tragaron" la "semilla revolucio-
naria" implícita en el mismo. Hasta podría creer que esto es vercíad. Pero
soy un poco más cscéptico por aquello efe la implicación: es decir, de qué
modo cada quien está metido, se la juega, manifiesta su deseo, en lo que
hace. En este caso, el primer objetivo del equipo técnico es hacer que el
proyecto sea vendilile "en Europa", para lo cual ya se conocen algunas
de las condiciones que debe cumplir este. En suma, la autocensura puede
ser más peligrosa t]ue aquella t]ue proviene del exterior.

188
tura misma que transmite, una suerte de parálisis en las
institticioncs, c o m o otra forma más de control social y
político.
Dicho de otro m o d o , las O N G se constituyen en
un lugar sintomático que aparece en lo manifiesto c o m o
una ayuda litil, planificada, armónica c interesada en el
h o m b r e , su crecimiento y desarrollo. Por otro, en tanto
adoptan el modelo de la beneficencia, estructuran a las
instituciones segiin dicha ideología, en la cual, c o m o
dice el dicho popular "a caballo regalado no se le miran
los dientes", y entonces todos en la e n t i d a d terminan
operando —de u n o u otro modo— segiin el modelo de la
beneficencia impuesto. La estructura base de todo esto
pasa por el trasfondo de h u r t o y explotacióir que desde
el "descubrimiento de América", Europa primero y los
E E . U U . después han sometido a Latinoamérica y al resto
del I creer M u n d o . Explotación de las riquezas naturales,
políticas colonialistas, m a n o de obra barata, esclavitud,
invasión, etc., a partir de los intereses del capital mate-
rial i/,ado en la penetración de las transnacionales. Así se
puede hablar de un lugar de víctimas d o n d e se ha colo-
cado a Latinoamérica. Este aspecto estructural constituye
a nuestro juicio un mecanismo de control social, ya que
ata de manos a los profesionales soportes en actitudes pa-
ternalistas y de autoexigencia culposa que los obliga a dar
más de lo convenido porque "como hay otros que p o n e n
el dinero, yo tengo que, al menos, poner el trabajo"'.
Este modelo n o debe dejar de generar sus efectos en
la "población en riesgo", en la cual habría que incluir a
los "especialistas en riesgo" que son aquellos que a su vez
laboran en las O N C í . Porque en todo caso, las fundacio-
nes extranjeras no dejan de generar "fuentes de trabajo":
esa es la ilusión que a su vez venden. Al m i s m o tiempo
la relación del profesional con el "cliente" es transmisora

189
- c o m o de manera s u b l i m i n a l - de este tipo de implícito
que no dejará de condicionar de varios modos aquello que
se recibe tan b o n d a d o s a m e n t e .
Pero lo más grave, a mi juicio, está en que el modelo
de O N G , en ranto estructurado sobre un sistema finan-
ciero de beneficencia, no habilita para pasar a otro m o d e -
lo p r e t e n d i d a m e n t e aurogestionado. He aquí lo peligroso.
Y no habilita p o r q u e la subjetividad de la beneficencia
implica un c o m p r o m i s o culposo que impide muchas ve-
ces pensar las cosas de otro m o d o , vale decir, r o m p i e n d o
con la beneficencia y r e n u n c i a n d o al Itigar de víctimas.
Plantearse la necesidad de trabajar (autogenerar grupal-
m c n t e sus propias fuentes de trabajo) se o p o n e a la au-
toimagen idealizada de la "ayuda" que es necesario prestar
a la "población en riesgo", con la cual los especialista se
identifican. En todo caso, resulta claro que "la ayuda"
debe poder cambiar de lugar": debe poder pasar del lugar
de meta al lugar de efi^cto: solo se podrá ayudar al otro si
se puede hacer algo consigo mismo. El otro será el efecto
de mi capacidad de hacer cosas, producir, trabajar y no
podrá ser el objeto de mi proyecto. Pero este cambio es
e n o r m e m e n t e resistido ya que supone diversos procesos
de elaboración, a saber:
- r e n u n c i a al paternalismo de la beneficencia que por
su propia naturaleza estructura y condiciona la ac-
ción de trabajar c o m o ayuda.
—renuncia al lugar del "dador" de "ayuda" a otros,
-análisis de las condiciones objetivas del trabajo que
se realiza, para pensar la "productividad" segtin las
determinaciones capitalistas.
—renuncia a una cierta mezcla ideológica entre tra-
bajo y iBÜitancia en la cual trabajar y cobrar por él,
está mal visto (en determinada "ideología" socialis-
ta), y cotilo la militancia no se cobra, se confunde

190
a u t o m á t i c a m e n t e a la militancia con la beneficencia
y la solidaridad.
—renuncia al lugar de víctima (social y política) y a
los enormes beneficios —como los beneficios secun-
darios del síntoma— que ser víctima implica.
D e hecho, lo que se quiere resaltar es que interesa ana-
lizar la beneficencia por el tipo de relación particular que
establece; esto es, un modelo de dependencia que como tal
impone. Muestra así el ejercicio de un poder vertical que se
encubre en una apariencia de desinterés y bondad.

El t r á n s i t o a la d e m o c r a c i a

Una interrogante que me inquieta d u r a n t e estas re-


flexiones se centra en las determinaciones de las O N G en
los dos períodos en que se hace referencia: Si bien surgen
d u r a n t e los gobiernos de jacto, se adecúan para p e r m a n e -
cer d u r a n t e los gobiernos "democráticos". Pero mientras
bajo los g o b i e r n o s militares c o n s t i t u y e r o n biisquedas
autogestionadas colectivas de trabajo (ante la e n o r m e des-
ocupación generada por el "ajuste" del modelo socioeco-
nómico) para responder a las amplias necesidades sociales
de ayuda, y hasta con pretensiones de lograr un poder po-
pular paralelo, en tiempos actuales se han convertido en
pequeñas empresas del sistema, perdiendo buena parte de
su finalidad política y sobreviviendo gracias a la habilidad
para "ganar" licitaciones. En suma, muchas se han cons-
tituido en consultoras paraestatales. Es decir, ¿qué ha su-
cedido con este proceso de institucionalización en el cual
parece t]ue se ha perdido el origen autogestivo así como la
construcción de un incipiente poder paralelo?
En todo caso, habría que discutir la relación entre la
víctima de una acción —la que a su vez está fechada como

191
hecho social— y el imaginario que implica sentirse víctima
- q u e alude a una permanencia en un d e t e r m i n a d o lugar
social, que d e m a n d a tma y otra vez por una "reparación"
a todas luces imposible. Hcgel en la dialéctica entre el
a m o y el esclavo había analizado este tipo de relación.
En el caso que nos ocupa, es indudable que vivirse coino
víctima es vivirse como esclavo: es hacerse cargo del de-
seo del a m o . La víctima tiende a eternizarse en el sentirse
víctima luilizancio para ello buena parte de su energía y
a b a n d o n a n d o otras posibilidades más creativas y ricas de
realización. Creo que el problema está no tanto en cómo
las víctimas se viven a sí mismas, sino el lugar que las
mismas tienen en el discurso oficial, ya que es posible que
no les quede otra alternativa. Es el propio Estado el qtie
etiqueta y es desde allí c]uc hace "uso" de la victiniización
con objetivos poco claros.
En un análisis estratégico habría que pensar también
t]ue las ONC] cuentan en su habet con una h o n d a expe-
riencia en la elaboración de proyectos viables (¿aiuoges-
tionados?) y con un bagaje de experiencia de negociación
nada despreciable, si han p o d i d o sortear los rcc]uisitos de
las "normas de calidad" de los europeos...

La estructura de la b e n e f i c e n c i a

La estrtictura de la beneficencia se sostiene en base


a un p r o d u c t o que se comparre; en todo caso, es un ex-
cedente que se distribuye lo que no solamente no pone
en peligro el ingreso del benefactor, sino cjiíe además por
contaminación de esa ideología religiosa de "dar a los p o -
bres", provee al benefactor de tm beneficio adicional, es
decir, saca nuevo beneficio del beneficio ya sea porque de
ese m o d o accede —en el más allá- a u n estatus diferente

192
—ya porque en el más acá— recibe reconocimientos sociales
por sus acciones, e incluso, c o m o sucede en m u c h o s paí-
ses, las donaciones son deducibles de impuestos, a u n q u e
p u e d a n provenir de la socialdemocracia.
C o m o donación, se trata de un regalo o dádiva que
c o m o tal debe ser aceptado, no hay negociación ni con-
diciones, así es: o se lo rechaza de plano o se lo acepta
sin peros. Ahora bien, el regalo no deja de generar una
situación particiüar en la relación h u m a n a , una situación
de desigualdad ya que alguien da sin recibir - a l m e n o s de
manera directa— del otro c]ue resulta beneficiado. Se pro-
duce una situación de poder, de "imposición" sobre todo
c u a n d o hay necesidad. Es extraño pero en los pueblos
amazónicos caracterizados por algtmos como "primitivos"
las normas son m u y otras. Clastres (1971:15) comenta:
" fodos los que quieren alguna cosa la consiguen, en la
medida de nuesttas posibilidades, y siempre a cambio de
otra cosa: puntas de flecha, (...). Los y a n o m a n i entre ellos
jamás dan algo sin nada a cambio, por lo que conviene
hacer lo m i s m o " .
¿Sabiduría del "primitivo"? N o sé, pero sí me parece
significativo que en las sociedades "primitivas" n o hay
desigualdades, en todo caso, se cuidan m u y bien de n o
fomentarlas.
Ahora bien, la beneficencia tiene u n sentido par-
ticular ya c]ue se constituye por su intención manifiesta
en una "ayuda". Pero da la casualidad de que la ayuda se
o p o n e al trabajo, el que queda opacado por esta donación.
¿Ostentación de la ayuda? N o es necesaria; el propio acto
de la donación estructura la relación, p o n i e n d o en juego
una particular dialéctica del poder, a saber:
El d o n a n t e apela a un acto de profiando agradeci-
m i e n t o eterno por lo que su poder se instala en u n lugar
d o n d e ignorarlo implica una c o n d e n a moral. Pero el que

193
rrabaja con la donación es el orro, sin embargo, su pro-
yecro queda eclipsado ya que rodo lo producido remire al
p a t r i m o n i o del benefactor. Es c o m o que el trabajo ya no
les perrenece a sus dueños, rodo fue posible a parrir de la
donación. Pero puede darse el caso de que el receptor ge-
nere algo de ral importancia que adquiera más r e n o m b r e ,
reconocimiento, poder, que el obrenido por el bcnefacror.
Enronces, el receptor puede pretender riranizar al bcne-
facror con nuevas donaciones, so pena de dcmuiciar su ta-
cañería. Esto úlrimo subsiste en el nivel de lo imaginario
(en las fundaciones), se explícita en más de una o p o r t u n i -
dad en las relaciones con los especialistas.
Si la beneficencia genera una siruación desigual, es
evidente que el que ha recibitlo se encuentra en luia posi-
ción incómoda, hasta podríamos decir que debe inhibir
su rabia por no poder denunciar la desigualdad ya que en-
tonces se hace acreedor de una sanción; en última instan-
cia debe rentmciar a la "ayuda". Si acepta, esto no puede
dejar de generar cfecros. Pero además, c o m o el rrabajo ha
sido desvalorizado en favor de la "ayuda", su rrabajo aun-
que sea r e m u n e r a d o no alcanza a pagar "la b o n d a d " del
d o n a n t e . Solamente se puede equilibrar la situación si el
beneficiado reproduce en algiin orro este modelo de "do-
nación". Peligrosa situación d o n d e la estrucrtira genera
mecanismos para su reproducción y perperuación.
D e b e m o s agregar un deralle m u y significativo que
tiene que ver con la escala social: La donación parre de las
clases o secrorcs más pudienres, que inciden a través de
los especialistas (sectores medios), los que a su vez operan
sobre la "población en riesgo" (clases pauperizadas y pro-
letarias), los que a su vez actiían... La diferencia riende a
acrecentarse. Esto hace que a u n q u e se reproduzca el m o -
delo, siempre se esrá en falra, ya no se alcanzará a igualar
la desigualdad creada: nuevos m o n t o s de insatisfacción,

194
ansiedad y agresión. Lo más grave es la situación de in-
hibición de la agresión: no se puede "morderle la m a n o a
quien da de comer", los sujetos en este lugar no p u e d e n
expresar su rabia.
Sostengo q u e la situación de beneficencia opera
c o m o un doble vínculo —scgiin lo establecido por la Es-
cuela de Palo A l t o - ya que denunciar el m o d e l o y salirse
del c a m p o es quedarse sin la donación, sin el trabajo.
Pero entonces, c u a n d o se la acepta, se está atado a una
estructura d o n d e si bien se puede hacer, en lo manifiesto,
lo que se quiere, en los hechos no se puede hacer más que
lo contrario: reproducir una y otra vez la estructura im-
puesta. El cometido es "ayudar" desinteresadamente y, sin
embargo, lo que se p r o p o n e por medio de la estructura es
una violencia que se vehiculiza a través de una "ayuda"
condicionada.
En realidad, es conveniente no ser tan ingenuo y
atreverse a ver que las O N G han pasado a ocupar un
lugar similar a aquel que han c u m p l i d o los institutos
de investigación de universidades o centros estatales en
otras épocas. Se ha generado u n lugar mejor camuflado
para que pueda cumplir los cometidos que se persiguen,
fls evidente que los costos de m a n o de obra son en el
Tercer M u n d o m u c h o más reducidos que en el Primer
M u n d o . Por ello, realizar una investigación sistemática
en el Tercer M t u i d o resulta en u n ahorro considerable de
recursos. C^uando otrora diversas instituciones piiblicas y
privadas aprobaban proyectos de investigación de institu-
tos, por ejemplo de universidades reconocidas, no hacían
otra cosa más que enfatizar la necesidad del capitalismo
de arribar a una mayor eficiencia —siempre e c o n ó m i c a -
sobre todo c u a n d o nuestras universidades m a n t i e n e n a
pesar de t o d o u n b u e n nivel en la fiarmación de técnicos
e investigadores.

195
A nuestro juicio, el fenómeno acaecido con las O N G
es similar al descrito, en el sentido de que dichas donacio-
nes adoptan la cara de "encomiendas" de "encargos" de
investigación de temas que resultan interesantes a la me-
trópolis. N o importa si ello debe ir revestido de un m a n t o
asistencial, educativo, desarrollo c o m u n i t a r i o , o incluso
autogestión popular, etc. Los informes que obligadamente
hay que realizar deberán dar cuenta de los detalles que no
dejarán de ser estudiados minuciosamente por los "intere-
sados" de t u r n o .
Para aquellos que requieren consuelo, es b u e n o re-
cordar que por el tan m e n t a d o fi;nómcno de la a u t o n o m í a
relativa es posible que algimos clientes puedan aprovechar
de otro m o d o dicha ayuda, generando efectos disímiles de
imprevisibles consecuencias. N o se trata de poner en duda
el destacadísimo papel que han c u m p l i d o y cumplen hoy
en día las O N G ya que gracias a su existencia se ha podi-
do realizar una amplísima gama de actividades, de proyec-
tos en los que muchas veces se ha trabajado con sectores
m u y amplios fiívoreciendo procesos de concientización.
En otros casos las O N G han t o m a d o a su cargo la defisnsa
de derechos h u m a n o s individuales y colectivos con singu-
lar pasión y dedicación realizando significativos aportes en
la búsqueda de espacios cada vez más democráticos. Pero
hay que separar niveles de análisis y discriminar diversas
clases de efectos.

A l g u n a s reflexiones ulteriores
s o b r e la fisura estructural

El análisis realizado sobre el fenómeno de la benefi-


cencia ha dado cuenta de una fisura estructural ya que la
beneficencia c o m o institución n o se sostiene sin la presen-

196
cia de contradicciones. El grado de antagonismo que las
mismas adquieren convierte al proyecto general en ries-
goso, en algún momento de su existencia. Es de suponer
entonces que aquellas instituciones que se funden sobre el
fenómeno de la beneficencia, tarde o temprano tendrán
que acusar la fragilidad que la fisura determina, más allá
de que, en apariencias, el proyecto institucional pueda
mantenerse en el tiempo.
La fisura estructural se apoya en un no dicho com-
partido que entra en contradicción con la "naturaleza" del
sistema vigente. Es probable que este no dicho institucio-
nal se apoye en un sistema de creencias no únicamente
religiosas. En simia, todo pende de un hilo y este es el
beneficio que obtiene el dador en términos económicos,
mientras su contribución sea redituable en sentido am-
plio.
Creo que la comprensión de la fisura estructural
advierte a los consultores acerca de cierto voluntarismo
militante —muy común en este tipo de instituciones— po-
sibilitando el análisis de la implicación un paso más allá
del esperable en estos casos. Dicho de otro modo, la con-
tratación de un consultor para intervenir en los momen-
tos de crisis de estas instituciones se realiza, muchas veces,
eligiendo personas más o menos comprometidas ideoló-
gicamente con el proyecto institucional, lo que significa,
por un lado, involucrar militantemente al consultor en el
fenómeno de la beneficencia y, por otro, garantizar que
dicho fenómeno —por complicidad— no sea analizado.

197
VIOLENCIA: LA INSTITUCIÓN
DEL MALTRATO*

El tema del maltrato ha cobrado relevancia social en


los últimos años. El periodismo se ha encargado de re-
saltarlo y de contribuir a hacerlo público para u n a b u e n a
parte de la población. Maltrato a niños y a la mujer hasta
hi muerte, sobre todo en ciertas sociedades que dicen
preocuparse por los derechos h u m a n o s . Es c o m o p o n e r
en jaque a la sociedad, mostrar algo que no desea ser
visto, denunciar el grado de deterioro social. Darle u n a
nueva vuelta al problema de la violencia: ya n o se trata de
guerras en las cuales se puede, en todo caso, aducir cierta
necesidad de defenderse, ahora se trata de mirar al inte-
rior de la trama social y ver la violencia en su seno, en su
núcleo constitutivo, fundacional. Al interior de la familia.
La reacción social a través de la legislación ha ido co-
b r a n d o forma en algunas normativas, en primer lugar re-
presivas sobre los agentes de violencia y en segundo lugar
forzando una cierta negociación bajo la mirada atenta de
los tribunales. Así, se han dictado leyes sobre las llamadas
mediaciones, en algtmos países, o arbitrajes, en otros, que
pretenden una salida más expedita que el lento proceso
judicial. En m u c h o s casos, la participación de los servicios
"psi" ha sido autorizada generándose consecuentemente
una seductora apertura del mercado laboral, en muchos
casos ampliamente saturado**.

* Publicado originalmente en Gradina N° 1, ICHPA, Santiago de Chile,


2000.
** Es llamativo que los colegios profesionales "psi" no se hayan pro-
nunciado sobre este nuevo tipo de trabajo, y sobre todo porque hay un
visible desliz en la función del técnico a cargo, lo que no deja de connotar
cuestiones éticas.

199
Diversos grupos han corrido presurosos a prestar
sus "servicios" a r g u m e n t a n d o cierta "patología social" y
la necesidad de i m p l e m e n t a r intervenciones "terapéuti-
cas" para "curar" estos males. Varias corrientes psicoló-
gicas se han autoadjudicado contar con i n s t r u m e n t o s de
intervención, y con saber " c ó m o hacer" para enfrentar
esta epidemia. En t o d o caso, me ocuparé de comentar,
en esta ocasiórt, cierto enlocjtie, de un partictilar p u n t o
de vista, que por gozar de u n marco referencial sofisti-
cado interviene con " f u n d a m e n t o s " ante los fenómenos
del maltrato. Y no se trata de una línea de trabajo pasada
de m o d a , sino que, por el contrario, su actualidad, sus
propuestas conceptuales elaboradas se han convertido en
alternativas seductoras para m u c h o s voluntariosos y bien
intencionados que desean aportar algo a la problemática
en cuestión.
M e estoy refiriendo a cierto enfoque psicoanalítico
sobre el maltrato a la mtijer que se apoya, por im lado, en
la teoría de las relaciones objétales de Fairbairn —ampliada
posteriormente por otros autores— con el cruzamiento que
se produce con los desarrollos de O . Kernberg y sus "es-
tados fronterizos" (diagnóstico estructural, estrategias de
abordaje, etc.), síntesis que ha desarroUado imcnsamentc
D . Celani ( 1 9 9 3 , 9 4 , 9 6 , 9 7 ) .
Ello no obsta para abrir una amplia mirada a las di-
versas prácticas terapéuticas extraanalíticas en el área de la
violencia intrafamiliar, sus implícitos, sus técnicas y sus
efectos, análisis crítico que creo que aún no se ha realiza-
do. U n cierto enfoque positivista supone que la violencia
intrafamiliar debe ser erradicada —los estudios estadísticos
a p u n t a n a ello si se t o m a en cuenta la forma en que son
presentados al público— sin un comentario que vaya más
allá de la simple descripción y que involucre u n análisis
de sus causas estructurales, institucionales y sociales.

200
La teoría de las relaciones objétales propuesta por
Fairbairn permite visualizar la dirección de la pulsión,
vale decir, el tipo de trato a que se somete al objeto.
Dicho planteo supone interpretar las pulsiones en juego
haciendo caso omiso a las diversas situaciones sociales en
las que el conflicto acontece. En este caso, se trata de las
pulsiones agresivas que obviamente aparecen combinadas
con las libidinales. Celani (1997) destaca así los "apegos
obstinados y frecuentemente autodestructivos".
En el trabajo de Celani el énfasis está puesto en
cierta forma que adquiere la relación de objeto en la cual
el yo no está en condiciones de prescindir del objeto, en
el mundo interno, lo cual traería como resultado la difi-
cultad para desmarcarse en la vida cotidiana del lugar de
víctima de la golpiza. El trabajo terapéutico va dirigido
entonces a analizar (y fortalecer) el lugar yoico para que
pueda habilitarse la prescindencia del objeto imprescin-
dible.
Todo este planteo supone que el mundo interno
reproduce fielmente la realidad cotidiana, de manera
paralela y puntual; es como la teoría del trauma. Celani
dice: "este tipo de pacientes está activamente involucrado
en una lucha relacional con un objeto externo que calza
exactamente con el patrón de su estructura interna".
Desde el punto de vista psicopatológico esta estruc-
tura yoica débil y esta actividad masoquista (femenina) en
la cual es imposible desvincularse del objeto es categoriza-
da como estado fronterizo, lo cual determina asimismo,
según Kernberg, estrategias terapéuticas precisas para ga-
rantizar su evolución.
La manera de abordar el planteo conceptual y prácti-
co del que Celani se hace portavoz, puede realizarse, a mi
juicio, analizando con detenimiento aquel corpus teórico
que se constituye en el núcleo mismo del problema: el

201
concepto de violencia. Ello implica a su vez un trabajo
de discriminación ya que, para el caso del psicoanálisis
no se habla de violencia, sino que de agresión. ¿Son estos
términos equiparables? ¿Responden ambos a los mismos
orígenes? ¿Se encuentran en similares planos epistemoló-
gicos? ¿Provienen de las mismas disciplinas? Considero
que una mínima elucidación de los mismos es necesaria
a los efectos de asentar la práctica clínica sobre bases más
firmes. En todo caso, me adelanto a señalar que una falta
de conceptualización en este sentido produce un desarro-
llo teórico y práctico a todas luces psicologizante y por
ende represivo.
Creo que es posible separar radicalmente dichos
conceptos y, en todo caso, mostrar que la violencia no
necesariamente tiene nada que ver con las manifestaciones
de la agresividad.
Por pulsión agresiva "designa Freud las ptüsiones
de muerte, en tanto que dirigidas hacia el exterior. El fin
de la pulsión agresiva es la destrucción del objeto" (La-
planche y Pontalis 1971:339) Así, la agresividad es este
conjunto de tendencias que se actualizan en comporta-
mientos (reales o fantaseados) que tienen la intención de
dañar al otro, etc. Se trata de una tendencia que muestra
la especie y que a su vez vincula al hombre con el desarro-
llo onto y filogenético.
Ahora bien, la violencia es de otro orden: es un fe-
nómeno de la cultura. Ya Aristóteles distinguía los mo-
vimientos naturales y los movimientos violentos. Por los
primeros entendía la lógica de un movimiento que sigue
un proceso natural, por ejemplo, una piedra que cae o el
humo que se va hacia arriba.
El caso de una piedra que cae muestra una trayectoria
que no es interrumpida o trastrocada por una fuerza ajena
a dicha trayectoria. Es natural porque es siempre igual sin

202
intervención externa, el movimiento reproduce aquello
que expresa una fuerza de la naturaleza (por ejemplo, la
gravedad). El humo sube porque hay una lógica —natural—
ciue tiene que ver con corrientes de aire (frías y calientes)
que desplazan al humo. Ahora bien, si lanzo una piedra, es
porque le he imprimido una fuerza adicional para contra-
rrestar la fuerza de gravedad. Estoy modificando la natural
trayectoria —caer— para lograr que la piedra se desplace en
una trayectoria inventada por mí y no siga su movimiento
natural. Por tanto estoy en presencia de un movimiento
violento. Cuando el movimiento violento se extingue es
que se restituye el movimiento natural.
Es decir, para Aristóteles el movimiento violento es
introducido en el orden de las cosas, en lo natural. El mo-
vimiento violento atenta contra la legislación natural. Lo
violento es del orden de lo social, o lo social le atribuye
un sentido. La violencia, por tanto, es un acto típicamen-
te humano ya que se genera a partir de ciertas situaciones
sociales que no ocurren en la naturaleza y en otras espe-
cies. Es la interpretación de un hecho. Veamos esto más
rigurosamente:
En primer lugar, la violencia supone una actividad
de destrucción sin freno de parte del sujeto. Sin freno
significa que no existe en el ser humano un mecanismo
de origen biológico —como en muchas especies anima-
les— de inhibición de la agresión (ver, por ejemplo, a K.
Lorenz). En tal sentido, es llamativo que las luchas entre
animales de la misma especie rara vez culminan con la
muerte y destrucción del otro. El animal cuenta con un
mecanismo de autocontrol que hace que en determinado
momento pueda detener su ataque. Nada de esto existe en
el hombre que puede —una vez desencadenado un ataque-
destruir hasta la muerte a su opositor. Es en este sentido
de "destrucción sin freno", que a veces se equipara y

203
define violencia c o m o una agresión sin límites, agresión
sin control, agresión hasta la destrucción total. Este sería
el aspecto de la diferencia cuantitativa entre violencia y
agresión, el extremo último de la agresión, una agresión
particularmente intensa, fulminante.
En este p u n t o es d o n d e la diferencia entre agresión
y violencia parece disolverse ya que la agresión busca, en
el último caso, la destrucción total del objeto. Pero no es
casual que esto sea así solamente para el caso del ser h u -
m a n o , ya que, c o m o se vio, este carece de mecanismos de
contención de la agresión p o r q u e es un sujeto de cultura,
vale decir, los límites a sus acciones desenfrenadas apare-
cen puestos por las normativas sociales.
En segundo lugar, la violencia tiene c]ue ver con una
situación en la cual la víctima no puede escapar a la acción
del victimario. N o solamente se trata de un ataque fulmi-
nante, sino que la "huida" n o es posible. D i c h o de otro
m o d o , la víctima se halla a merced, lo que significa que
está c o n d e n a d o de a n t e m a n o .
Ahora bien, el estar a merced no es solo una fórmula
física que implicaría la ausencia de defensa, es también
simbólica, es n o poder salirse de las coordenadas de la si-
tuación, incluso en aquellos casos en los que n o hay mani-
festaciones agresivas. Este matiz introduce una diferencia
radical, cualitativa, que hace que la situación de violencia
se instituya c o m o diferente de aquella de la agresión.
Veamos algunos casos extremos: C o m ú n m e n t e se
dice que u n terremoto es violento. A primera vista parece-
ría que en este sentido la violencia se atribuye a u n fenó-
m e n o natural, y, sin embargo, u n análisis más detallado
p u e d e aportar significativos elementos de comparación. Si
se aplica la propuesta de Aristóteles, el terremoto resulta
en un m o v i m i e n t o contra natura, así es interpretado por
la sociedad. Además, el terremoto resulta violento p o r q u e

204
genera destrucción y muerte a sectores m u y amplios de la
población, es decir, tiene repercusiones sociales decisivas
por cuanto implica que los individuos sometidos a la vio-
lencia no pueden abandonar la situación: están a merced.
Pero debe agregarse, además, que el t e r r e m o t o aparece
c o m o im factor desestructurante del orden social. El te-
rremoto del 85 en México, se convirtió m u y p r o n t o en u n
analizador (recuperación de la palabra) del régimen políti-
co, cjuedando al desnudo la inoperancia, la burocracia y la
corrupción y d e t o n a n d o im proceso autogestionario que
fue vivido m u y peligrosamente por el Estado, que tuvo
que hacer denodados esfuerzos para retomar el control de
la situación de un proceso t]ue por la masividad social, el
grado de c o m p r o m i s o y el activismo de grandes capas de
la población amenazaba con generar una organización y
una normativa paralela. El caos que el terremoto genera
es social y pone entre paréntesis la ley o p e r a n d o u n a suer-
te de recuperación del poder delegado. En suma, poco
importa si el terremoto es u n fenómeno natural en sí, lo
que interesa es el efecto social que genera y en ese sentido
es t]ue se puede decir que es violento.
Sostengo que como violencia y agresividad corres-
p o n d e n a órdenes diferentes puede darse u n a sin la otra.
Por ejemplo, la policía siempre está en condiciones de
someter al ciudadano, por lo que este no puede escapar
a la situación en tanto hay u n a normativa que se aplica.
Ello no obsta para que se siente violentado y, sin embar-
go, puede no haber agresividad. N o es un e n c u e n t r o entre
individuos que están en u n plano de igualdad, no se co-
nocen, n o se están peleando por nada. La policía no tiene
n i n g u n a situación personal con su "víctima". Si la persona
pretende argumentar y rebelarse es sometida y entonces se
produce una situación en la que además de violencia pue-
de haber agresión, pero n o siempre es así.

205
D o s vecinos que discuten por algo son personas que
se e n c u e n t r a n en u n plano de igualdad con respecto al lu-
gar social. N o existe una relación cié jerarquía entre uno y
otro, por tanto allí se canaliza principalmente la agresión.
En general, cualquiera de ellos puede —dadas las circuns-
tancias— a b a n d o n a r el campo de la discusión.
La violencia responde a una situación en la que los
participantes no se encuentran en el misrno plano estruc-^
tural, desde la perspectiva del lugar social que ocupan.
La violencia s u p o n e im desfase entre los involucrados ya
que u n o ejerce im poder sobre otro. Pero dicho poder
n o es físico, sino que tiene que ver con un d e t e r m i n a d o
lugar en las relaciones sociales. C o m o se veía, los agentes
del orden no están en el m i s m o plano que el resto de los
mortales. Si fuese así no podrían someterlos. Se acttia en
representación de todos los ciudadanos. La violencia im-
plica un lugar de poder, poder que se ha adquirido por
delegación. Los ciudadanos delegan su poder individual
en el régimen para que sea este el que mantenga el orden.
Por tanto, c u a n d o el policía actiía, no lo hace desde su
p o d e r personal —que lo pondría en igualdad de situación
con otros ciudadanos— sino o p e r a n d o a partir de este acto
de delegación, actiia en n o m b r e de otros, actiía desde un
d e t e r m i n a d o lugar institucional, actiía desde u n lugar que
tiene poder sobre aquellos que han delegado a su vez su
poder.
Para c o m p r e n d e r este problema de las jerarquías y el
manejo del poder es necesario plantearse el problema del
origen mismo de la institución. C o m o todo problema de
los orígenes se trata del mito fundacional, sin embargo,
el m i s m o es necesario para dilucidar el lugar en que cada
quien se encuentra con respecto a los demás. Se trata en
última instancia del problema del origen del Estado. A h o -
ra bien, no todas las culturas han producido un Estado.

206
Gracias a Clastres (1974) sabemos hoy que hay sociedades
que se han cuidado m u c h o de instituir un Estado.
Tal vez ayude pensar de qué manera nace hoy en
día una institución, cómo se determina el m o m e n t o de
constitución de un orden institucional, c ó m o se eligen a
los directivos y qué ftmción deberán cumplir a futuro con
respecto al resto de los miembros.
La estructura y forma que adquiere u n a institución
está determinada por normas explícitas elaboradas por el
Eistado. Resultado, todas las instituciones del Estado son
solidarias de la estructura misma del Estado, así colaboran
en sostener cjue dicha forma de organización es la única,
en t a n t o no existen visiblemente otras. Lo presentado
c o m o único tiene la intención de mostrar a lo único c o m o
lo natural, ocultando la diversidad p r o d u c t o de la cultura.
C u a l q u i e r club, sociedad, sindicato, empresa, familia,
etc., adopta, c u a n d o se ftmda, el modelo oficial en el cual
se establece el mecanismo de delegación del poder sobre
algimos agentes que figurarán como los responsables so-
ciales en tanto que representantes del colectivo. ¿Delegar
el poder para qué? Simplemente para sostener el orden
institucional. Por tanto, la primera responsabilidad de los
directivos es hacer cumplir los estatutos y reglamentos;
por tanto, someter a los miembros de la institución al
orden institucional en tanto estos ya delegaron su poder
en los primeros. Esta delegación del poder instituyente
produce que los integrantes "de base" de la institución
se sientan sin poder y que t o d o lo que p u e d a n hacer sea
presentar sus d e m a n d a s a los directivos para que estos
estudien, resuelvan y operativicen medidas de beneficio
colectivo. Del lugar activo que ocupaban en el m o m e n t o
de la fundación de la institución, como efecto de la dele-
gación de poder que se ha p r o d u c i d o , se han convertido
en sujetos pasivos y dependientes.

207
A h o r a bien, violencia es casualmente el acto me-
diante el cual los miembros han renunciado a su poder,
inherente a ellos como seres h u m a n o s . Por tanto, el poder
no es más que la apropiación (por vías más o menos explí-
citas y/o tácitas) del poder de la base. Por ello, la violen-
cia está en el m i s m o acto de fundación de la institución;
la institución se asienta sobre un "reparto" del poder que
r o m p e con el m o m e n t o del poder igualitario que todos
tienen antes del m o m e n t o fundacional. Surgen así las
jerarquías —que hacen a los plus de poder que tiene cada
nivel— y los lugares institucionales, funciones que hacen a
la tarea que nuclea a la institución.
Por tanto la violencia es del orden de la institución
ya que remite necesariamente a la estructura social, de la
cual n o es posible evadirse. La violencia es la acción que
se ejerce desde la institución —cuya fundación implica la
delegación del poder en unos pocos y que realiza la mi-
sión de someter a aquellos que han delegado su poder en
el acto de fundación. La primera tarea de la institución
es m a n t e n e r el orden institucional, es decir, evitar que
aquellos que han delegado su cuota de poder pretendan
recuperarlo.
Ferrater M o r a (1994), en su Diccionario de Filosofía
de reciente aparición, a propósito de la noción de violen-
cia dice que esta "ha sido usada también y sobre todo,
para referirse a actos ejecutados por seres h u m a n o s , tanto
en sus relaciones interpersonales c o m o y sobre todo, en
sus relaciones sociales. Desde el m o m e n t o en que se cons-
tituye una c o m u n i d a d h u m a n a y en particular desde el
m o m e n t o en que se constituye un Estado, con un aparato
de gobierno, aparece el fenómeno de la violencia, ejercida
por los que d e t e n t a n el poder: ' u n a histoiia implacable-
m e n t e realista muestra o parece mostrar que la violencia
se halla en el origen m i s m o del poder del Estado, que es

208
inseparable de él. ¿En qué se diferencia violencia y poder?
En el comienzo, en la implantación de todo Régimen,
el poder es pura y simplemente —visto desde la situación
anterior— violencia. Pero el régimen, una vez establecido,
se auto legitima. Con ello la violencia desnuda, primaria,
elemental deja de ejercerse, pues el poder legitimado se
considera purificado de violencia... Ello no quiere decir,
sigue apuntando Aranguren, que la violencia ha desapa-
recido ciel todo; lo que ocurre es que ha quedado atrás,
olvidada, de modo que la auto legitimada violencia de
cada día aparece pura y simplemente como enforcement áe
la Ley, como defensa del orden piíblico'".
El problema de la autolegitimación del poder es bien
importante ya que hace a la manera en cómo el poder
(concentrado) se sostiene en dicho lugar: Debe asentarse
en un mito, pero la misma justificación denuncia aquello
que se pretende ocultar y es c]ue en el fondo de la cues-
tión la delegación del poder aparece como un acto ilegíti-
mo, transitorio y que podría ser recuperado sin más. ¿Por
qué no? C'asualmente, para que ello no ocurra es que el
poder debe autolegitimarse para colocarse en la legalidad
y ahuyentar los intentos de aquellos que deseen recuperar
su poder delegado.
Solamente se autoriza la fundación de instituciones
que sigan los mismos parámetros, vale decir, que funcio-
nen del mismo modo. La disolución de una institución
significa poner en entredicho el problema de la delegación
del poder, lo que constituye una afrenta a la estructura
social total. De hecho, es mucho más sencillo fundar una
institución que disolverla. Disolver una institución es res-
tituir el poder a sus originales poseedores y hacer explícito
el proceso de autolegitimación del orden imperante.
La familia entra también en este juego, no es la
excepción: aparece normada su fundación y seriamente

209
cuestionada su posible disolución, el poder que se ejerce
alude a mecanismos históricos de delegación del poder y
de distribución de roles.
En la familia se reproduce la estructura de poder que
impera en la estructura social. La diferencia de derechos y
deberes de los componentes del núcleo familiar salta a la
vista. Lo que se ha pretendido igualar nos alerta sobre su
desemejanza. El acto de kmdación supone la delegación
del poder, lo que constituye la instauración de situacio-
nes desiguales que implican el mantenimiento de cierto
orden, de ciertos controles que se manifiestan a través de
actos de violencia más o menos graves pero, también, más
o menos velados.
Recuérdese que una condición básica de la violencia
tiene que ver con la imposibilidad del objeto de escapar
del campo en cuestión AUNQUE LO DESEE. Por tanto,
suponer deseos autodestructivos cuando la situación es de
aprisionamiento político, me parece que es optar por ima
posición ideológica reaccionaria.
Veamos más de cerca el funcionamiento de estos sis-
temas normativos institucionales generadores de violen-
cia. Porque en todo caso, las instituciones funcionan no
solamente sobre las normatividades explícitas (estatutos,
reglamentos, acuerdos, etc.), sino sobre aquellas tácitas.
Mas allá de lo dicho, la institución se construye sobre un
paquete de normas "acordadas", que regulan de manera
precisa la circulación de cierto saber, de cierta informa-
ción institucional. Un pensador tan agudo como R. Laing
(1969) ha propuesto a través de su conceptualización de
las metanormas familiares, la regulación de cierto discurso
y de la ausencia de ciertos temas en los discursos familia-
res. Dice Laing que en las familias es posible suponer la
existencia de una norma N° 1 que reza: Está prohibido
hablar del tema X. Una norma N° 2 que dice: Está pro-

210
hibido hablar de la n o r m a que prohibe hablar del tema X.
Una n o r m a N " 3 que sostiene: Está p r o h i b i d o hablar de
la n o r m a N " 2 (es decir, de la n o r m a que prohibe hablar
de la n o r m a que prohibe hablar del tema X), y así sucesi-
vamente.
Para Laing este es un tema e m i n e n t e m e n t e político
y se sitiia en lo que otros autores (Castell, Baremblitt,
Lourau, Ciuattari, etc.) designan c o m o el inconsciente ins-
titucional: Aquel sistema de normas inconscientes que son
productoras de violencia. Son inconscientes en el sentido
de lo no dicho institucional, están allí y regulan el funcio-
n a m i e n t o institucional pero nadie se ha percatado de ello
y, más aún, negarían su existencia. Guattari (1976) define
este a t r a v e s a m i e n t o (transversalidad) de la i n s t i t u c i ó n
c o m o el grado de apertura de las anteojeras que todo ser
social presenta. La pareja, entonces, puede estar atrapada
por estas normativas que de algún m o d o tienen que ver
con la estructura psíquica de los involucrados pero que
difícilmente pueden ser trabajadas desde la estructura psí-
quica, por cuanto pertenecen a otro orden.
La posición que defiende Celani se incluye en lo que,
por ejemplo, Castel (1980) etiqueta como psicoanalismo.
La crítica de Castel apunta al núcleo m i s m o de la p r o d u c -
ción freudiana c u a n d o muestra que el acto de fundación
del psicoanálisis, c o m o espacio teórico, s u p o n e dejar
afuera (acto de represión) lo sociopolítico. Si de represión
se trata, es que se producirá una y otra vez "el retorno de
lo reprimido político" en el proceso del análisis. Eso que
fue fundado como más allá del espacio analítico intentará
retornar a él de múltiples formas ya que no hay escucha
posible para ello.
N o se trata de no ser neutral, sino que es imposible
pretender serlo. La neutralidad del apoliticismo es optar po-
líticamente. Algo similar ocurre con el tema de la violencia

211
(y de sus orígenes), por lo que las intervenciones técnicas
enfocadas sintomáticamente serán represivas: más de lo mis-
mo, pero ahora desde el poder del Estado que, por la vía de
los técnicos "invitados", violenta la dinámica intrafiímiliar.
ffoy en día la violencia preocupa a capas cada vez
más amplias de la población. Tal parece que cada sector
desea contar con un tipo de violencia propia; así se habla
de la violencia escolar y de la violencia en los estadios, tie
la violencia indígena y de la violencia de la policía, de la
violencia contra los niños y contra las mujeres, la violencia
universitaria, la violencia de la delincuencia, la violencia de
los trabajadores portuarios, la violencia del tránsito, en fin,
la violencia intrafamiliar... ¿y la violencia extrahimiliar?
P o r q u e esta a t o m i z a c i ó n d e la violencia intenta
producir la ilusión de que son cosas separadas que no
guardan relación unas con otras y de c|ue cada una cié
ellas obedece a causas absolutamente independientes. La
violencia intrafamiliar cae en este m i s m o juego, tratando
de recortar un espacio que se podría explicar por sí mis-
m o . Pero c o m o siempre sucede, el intento de represión
es fallido y se termina d e n u n c i a n d o aquello que se pre-
tendía ocultar. La pregunta por la violencia extrafamiliar
coloca el tema de otro m o d o : estableciendo una suerte de
relaciones causales posibles entre lo que ocurre al interior
de la familia y lo que sucede en la sociedad en la que los
integrantes de la familia desarrollan su cotidianeidad. Esta
sola pregunta abriría a la hipótesis de si la violencia ahora
localizada intrafamiliarmente no sería casualmente u n o
de los lugares d o n d e se hace visible (efecto de síntoma)
aquello que ocurre en otros espacios y que es producido
por otras causas, posiblemente ajenas al c a m p o familiar
específico. Y si esto es así, la intervención profesional en
el c a m p o familiar solamente se constituye en un acto de
represión (para que el síntoma "social" no se produzca

212
allí), mostrando la complicidad del técnico con el sistema
social cuyo asesoramiento se instituye como un parche, y
que ignora la estructura de la violencia en cuestión, que a
su vez le da sentido.
Es cierto que el proceso de instituir lo social en el ser
humano, pasar de la naturaleza a la cultura, es un acto de
violencia necesaria, contingente e inevitable. Instaurar la
ley, fimdar el sujeto, es decir, introducir lo social, el sen-
tido compartido de la vida social, el lenguaje. Pero parece
ser que lo que preocupa es la violencia secundaria, es la
violencia como acto de sometimiento a un orden ya insti-
tuido en el que se participa reproduciéndolo, orden que se
caracteriza por el establecimiento de estratos sociales con
diversos grados de poder. Si Ja violencia ocurre en la pare-
ja, al interior de la institución pareja, es decir, a partir de
un acto de fundación mutuo, ¿es posible desmantelarla en
un análisis individual? ¿Es posible oficiar desde un lugar
personal el desmantelamiento del sistema normativo crea-
do en el acto de fundación y respaldado por el Estado?
Porque la norma se elimina con otra norma. En todo
caso, es a partir de una segunda norma que la primera
puede ser puesta en entredicho. La norma siempre remite
a un grupo que legisla, a un grupo de referencia. Es desde
dicho lugar que puede interrogarse la norma fundadora.
Esta situación de golpiza a las mujeres presenta en
algunas poblaciones de Santiago características que mere-
cen nuestra reflexión. Es posible observar que el "apego"
al victimario no funciona exactamente de dicho modo.
Luego de un tiempo de mucha violencia, hay mujeres que
adoptan la firme determinación de no aceptar más un solo
golpe de parte de su pareja. En estos casos, se apoyan en
sus conocimientos sobre su compañero para determinar
con precisión en que momento van a ser nuevamente ob-
jeto de golpiza. Se apropian de algún objeto contundente

213
o de un buen cuchillo y revierten desde el inicio mismo el
ataque en cuestión. Este cambio brusco no deja de tomar
desprevenido a la pareja que es expulsado violentamente
de la casa. Ahora bien, es interesante observar que esta
situación es posible siempre y cuando la mujer pertenezca
a un grupo de pobladoras con las C[ue conforme un gru-
po confidente de sus vicisitudes ya que es necesario que
desde allí emane una nueva norma que establezca para
ese microgrupo que las mujeres no tienen por que dejarse
golpear. Es en la medida en que esta nueva norma es dis-
cutida, analizada e implantada por el grupo de referencia,
que las mujeres que lo componen están en condiciones de
adoptar un cambio micropolítico radical (Ciuattari) y rea-
sumir el poder sobre sí mismas.
Por último, deseo destacar que las anteriores argu-
mentaciones me llevan a sostener que la situación de vio-
lencia intrafamiliar es solamente una manera particular en
que aparece un problema social mucho más vasto. Es uno
de los lugares donde la institucionalidad se hace visible, es
el lugar en el cual el control del Estado se ejerce de mane-
ra más drástica ya que toca la institución más numerosa
del sistema. Es obvio que nadie en el niicleo familiar tiene
conciencia del encargo de que es objeto y de los sutiles
grados de implicación que cada quien encarna. Estos en-
cargos y los "acuerdos" del acto de fundación de la pareja
constituyen lo no dicho de la institución familiar. Ahora
bien, es sabido que desmantelar lo no dicho, no es posible
solamente con decirlo. En todo caso, lo que importa es el
análisis de los mecanismos grupales, sociales e institucio-
nales que hacen que lo no dicho permanezca como tal.
En todo caso, de qué no dicho nos hacemos cargo
cuando analizamos, de qué no dicho nos hacemos cóm-
plices. Como se pregunta Baremblitt: ¿qué instituimos
cuando analizamos?

214
LA INSTITUCIONALIZACIÓN
DEL PENSAMIENTO*

El título de la propuesta es en sí mismo una contra-


dicción. El pensamiento no puede ser institucionalizado
ya que se negaría a sí mismo en su propia naturaleza. En
todo caso, su libertad —aparente— se constituye en algo no
encarcelable. "Me podrán amarrar el cuerpo pero no las
ideas". Al menos ese es el supuesto con el que se ha vivi-
do, y sin embargo...
Porque, ¿qué es pensar? Tiene que ver directamente
con la posibilidad de combinar palabras. Se piensa en pa-
labras, por tanto, sus posibilidades combinatorias abren a
la construcción de sentidos. Pensar es relacionar palabras
y producir nuevos sentidos. Pensar es asociar libremente,
lo cual, después de Freud, se nos hace mucho mas difícil.
¡Ah, si Freud no hubiera existido...! En broma o en serio
está claro que, en todo caso, lo que Freud aportó fue ca-
sualmente la idea de que no se piensa muy libremente, ya
que asociar libremente está mucho más allá... de la posi-
bilidad de la neurosis. Pensar es, de algún modo, trabajar
con el lenguaje. Se trata de situar la problemática en el
terreno del proceso secundario. Las "ocurrencias", el te-
ner insight, el darse cuenta o esa ampolleta o foco que los
dibujantes de tiras cómicas ubican sobre la persona para
ejemplificar el surgimiento de una idea nueva, la solución
a un problema o enigma; cuando se "enciende la ampo-
lleta" es cuando, por casualidad, ya que no ocurre muy a
menudo, se es "inteligente".

* Publicado originalmente en Tramas N° 18/19, UAM-X, México D.F.,


2002.

215
Ahora bien, si solamente se puede pensar con pa-
labras se está amarrado desde un inicio. El lenguaje es
una institución, hay una gramática con sus reglas, hay
una fonética que dice cuando un sonido es significativo
y cuando no lo es. Las palabras constituyen un universo
finito; más allá de que se puedan inventar otras nuevas,
hay reglas para construir nuevos términos. Solamente el
ser humano se puede expresar a través de este sistema que
ya está normado desde antes de nacer. Se lo hereda sin
mucha conciencia de ello. No es lo mismo pensar en un
idioma que en otro. Por algo, en general, se sueña en la
"lengua materna". El ser humano ha sido objeto de una
violencia primaria (Aulagnier 1988) que ha instituido el
pensamiento a través del lenguaje. De todos modos, el
lenguaje es tan rico... y sin embargo no es posible traducir
el sentido; por algo el dicho popular que reza: Traductor,
traidor.
Ahora bien, el problema de pensar libremente, de
asociar libremente, muestra casualmente lo opuesto, que
hay mecanismos psíquicos —C]ue se han llamado repre-
sión— que dan cuenta de ima particular determinación
del pensamiento mismo. No es nada fácil asociar libre-
mente... Para que ello sea posible es necesario un largo
proceso de análisis que trabaje sobre la represión misma,
que restituya la memoria (lagimas mnémicas) y que dis-
tribuya cierta energía psíquica de otro modo. Un efecto
visible de lo anterior lo constituye el mejorar la posibili-
dad de aprender en la medida en que las inhibiciones se
han podido ir superando. Si por momentos se levanta la
represión, afloran esas asociaciones, insospechadas, abrup-
tas, pero sobre todo obvias, que hacen exclamar "¿cómo es
que no me di cuenta antes?"
Por otro lado, es imposible no pensar, en el sentido
de que es imposible no tener ideas "dentro de la cabeza".

216
¿Cómo hacer para no pensar en nada? Porque la nada se
define casualmente por la ausencia de todo, de algo, es
una especie de valor absoluto. Pensar en nada no es lo
mismo que pensar en LA nada. Ya que LA nada se con-
vierte en algo cuando uno piensa en ella. Pensar en nada,
es decir, tjue no exista idea alguna. Afortunadamente ello
no es posible. En suma, menos mal que no es posible pen-
sar en nada.
No es el caso de aquellos t]ue dicen que "no se les
ocurre nada". Eso se explica por medio de la represión
psíquica -y Freud ya se había dado cuenta de eso—, por lo
que se trata de un caso que cae dentro de la misma lógica
que ya se ha discutido.
Ahora bien, existen algunos desarrollos que pueden
plantear el caso desde otro ángulo. Veamos, en primer
lugar, la noción de secreto familiar. Muchas escuelas de
terapia familiar y de trabajo con grupos dan cuenta de la
existencia en todo grupo de temas tabii, vale decir, pro-
blemáticas acerca de las cuales no se puede hablar, por
tanto, tampoco pensar sobre ellas. La noción de secreto
familiar da cuenta de un sistema represivo a nivel del
grupo familiar como unidad, más allá de los mecanismos
intrapsi'quicos ya señalados ba/o el nombre de represión.
Se trata de un mecanismo nuevo que tiene que ver con
la conformación del grupo y c|ue opera en el espacio in-
terpersonal, mejor dicho intersubjetivo, condicionando
a su vez aquel otro intrasubjetivo. El desmontaje de este
mecanismo es complejo ya que es comiin al grupo del que
se excluye al psicoterapeuta familiar. ¿Cómo es posible
detectarlo para denunciarlo? ¿Cómo poder pensar algo
que es ajeno al registro posible del coordinador grupal?
En todo caso, se destaca la significación del problema ya
que no solamente hay que denunciar el tema "secreto",
sino que hay que desmontar los mecanismos grupales para

217
que n o se vuelva a constituir c o m o tema secreto, si es ello
posible.
El segundo desarrollo lo constituyen los estudios de
R. Laing (1969) también sobre la familia pero realizados
desde otra óptica.
Ronald Laing sostuvo en sus últimos textos sobre
la política de la familia, que hay un sistema de normas,
que él llame') las metarreglas, que no dependen de la re-
presión psíquica tal cual fue descrita por Treud y a quien
él conocía muy bien, sino que se trata de una prohibición
de pensar. Prohibición que se sostiene por este sistema
de normativas escalonadas que se van p r o h i b i e n d o su-
cesivamente a los eíectos de evitar toda aproximación a
un d e t e r m i n a d o tema. Es decir, la propuesta de l-aing
a p u n t a a mostrar de qué manera el pensamiento puede
estar institucionalizado, vale decir, regido por un c ú m u l o
i m p o r t a n t e de normativas implícitas que se generan en un
espacio institucional, c o m o es el de la hunilia.
D i c h o de otro m o d o , se podría pensar la existencia
de cierta estructiua intragrupal en la tjue lo institucional
condicionaría y determinaría las posibilidades de pensar
de sus miembros. Sobre todo en aquellos grupos que, por
su naturaleza, reflejan ima particular manera de fundarse
y organizarse según parámetros definidos a partir de nor-
mativas sociales (establecimiento de jerarquías, de respon-
sabilidades diferentes y rígidamente sostenidas, control
del poder, etc.) fijadas por el Estado.
Véase la dimensión del problema. En el caso de la
concepción del psiquismo freudiano se trata de un conflicto
psíquico que caracteriza a la neurosis, por tanto, cada indi-
viduo en lo particular contaría con su sistema de represión
en función de su historia y de la manera de historizarla.
Ahora resulta que con Laing el problema se ubica
en otro plano, ya que todos en la familia (más allá de la

218
patología personal de cada cjuien) estarían sometidos a las
mismas metarreglas... Se trata, por tanto, de un m o d e l o
de fimcionamiento radicalmente diferente del de Freud,
el qtie a su vez daría cuenta de otra manera de represión
de la que la institución se haría cargo en tanto tal. Si la
institución reprime, entonces se puede suponer (utilizan-
do el modelo freudiano como metáfora) que se crearía
otro registro también inconsciente c]ue llamaremos el in-
consciente político.
El inconsciente político es todo aquello que ha sido
reprimido políticamente, que es aquello que desea escapar
a las reglas t]ue los hiunanos se dan h a b i t u a l m e n t e para
acordar su convivencia. C'ada vez que aparece una nueva
norma que impide hacer algo (ejercer el poder inherente a
la condición de ser social) se produce un efecto de repre-
sión sociopoh'rica.
l^ste inconsciente político no se relaciona directa-
mente con la sexualidad, se constituye como u n a tópica
diferente de la freudiana.
Se ha complejizado el problema por c u a n t o el in-
consciente político es c o m ú n a la sociedad y a todos los
que viven bajo el control del Estado. Así se c o m p r e n d e
que, por ejemplo, analistas y analizandos c o m p a r t i r í a n
el m i s m o inconsciente sociopolítico, a pesar de n o nece-
sariamente coincidir en cuanto al inconsciente personal
(producto de la neurosis de cada c]uien).
N o se puede dejar de suponer que si Freud ponía el
énfasis en ese modelo dinámico, vale decir de oposición
de fuerzas - l o que le permitió explicar el sueño—, tal vez
ocurra lo mismo con este nuevo inconsciente del que es-
tamos hablando. Si lo reprimido retorna una y otra vez,
no se lo puede educar ni someter y cada vez que aparece
juega una mala pasada; algo similar puede ocurrir con lo
político. Si se puede dar cuenta de esta aparición abrupta

219
con el concepto de retorno de lo reprimido en términos
e s t r i c t a m e n t e freudianos, deberá existir algún tipo de
retorno de lo políticamente reprimido en el c a m p o social.
Y si ese retorno expresa de manera más o menos violenta
el deseo, no es difícil imaginar que el deseo de instituir
—vale decir, el poder instituyente— aparece ima y otra vez
oponiéndose, cuestionando con actos, aquello establecido,
ya instituido.
Tal es así que esta óptica posibilita una determinada
lectura de los fenómenos sociales, de sus cnquistamientos
y de sus sublevaciones, de sus normativas y de sus cues-
tionamientos y transgresiones, si se adopta el concepto de
retorno de lo político en el sentido de ese deseo de hacer
cosas, de ejercer el poder de hacer cosas, y de hacer con
otros cosas, poder-deseo de instituir. Esta es una manera
de recuperar el poder, el hacer —poder, hacer cosas e inci-
dir sobre los demás— muestra una propuesta de recuperar
el poder delegado. Articular el poder desde el deseo de
hacer colocando en jaque a lo instituido, fiel reflejo del
poder delegado. Lo político reprimido retorna en el asu-
mir el poder de hacer, en el asumir el hacer-poder.
Ahora bien, n o es fácil darse cuenta de eso cuantío
se está m e t i d o , atravesado por instituciones que se han
hecho carne y a las cuales cada quien se somete de manera
automática, sin saberlo y menos pensarlo. Se ha retor-
nado al problema del pensamiento ya que entonces hay
algunas fisuras del retorno de lo político que aparece en
ideas que se o p o n e n necesariamente a toda normativa del
pensamiento. Ello p u e d e ser apoyado y estimulado. D e lo
contrario, se estaría lejos de poder pensar, los h u m a n o s
tendrían u n pensamiento particularmente n o r m a d o , es-
quemático y congelado. Se podría repetir, no pensar.
F. Guattari, cuyas ideas han tenido amplio desarrollo
ú l t i m a m e n t e , postula que hay grupos en sí y grupos para

220
sí. Los grupos en sí son aquellos grupos que viven pen-
dientes de lo que tienen que hacer; repiten por tanto una
cierta pauta de funcionamiento y hacen m e c á n i c a m e n t e
aquello que se les ha e n c o m e n d a d o . Simplemente funcio-
nan, y hasta lo hacen bien, son grupos que funcionan un
poco c o m o una máquina.
Los otros, los grupos para sí, son grupos que preten-
den estar pendientes de cómo hacen las cosas que hacen.
N o solamente se preoctipan por su eficacia, sino que tam-
bién lo hacen por sus inquietudes, por sus mecanismos
internos, por sus relaciones, por su organización. Piensan
sobre sí mismos y sobre lo que les pasa c u a n d o hacen
algo. Se preocupan por estar conscientes de su propia
estructura y dinámica y entonces aspiran a autorregularse
c o m o para evitar algunos otros efectos, c o m o por ejem-
plo, realizar tareas de manera impersonal, burocrática,
autoritaria, etc. T o d o s son grupos que conversan. Se po-
dría decir que los primeros son grupos que parlotean (no
saben, ni muchas veces quieren saber), los segundos son
grupos c|ue piensan.
Porque además, y es bueno señalarlo, la actividad de
pensar solamente puede realizarse en grupo. N o se está afir-
m a n d o que cada quien no pueda pensar solo, lo que se dice
es que cuando se piensa solo, siempre se está dialogando
con otros aunque no estén presentes; dialogar es discutir.
Por lo tanto, para pensar hay que empezar por oponerse.
El que está de acuerdo no piensa, acata. Si está de acuerdo
no se le ocurre nada. Solo la fuerza de la discrepancia-
interrogadora hace que se pueda pensar. El acto de pensar
se ubica en una cierta ilegalidad, en una cierta oblicuidad
con respecto al deseo. Popularmente se habla del "abogado
del diablo" como de aquel que cumple una determinada
función grupal (es posible pensarlo así) relacionada con la
confrontación de ideas que ayudan a pensar.

221
Quiero ir im poco más allá para estudiar t]ué sucede
con estas reglas que impiden pensar. La institución se
conforma cuando se comienzan a normar los lugares, los
espacios, los procedimientos, ios tiempos, etc. Se habla así
de una carta fundacional y de reglamentaciones variadas.
Pero este paquete normativo se constituye en vm acervo
consciente. Cada quien que pertenece a la institución lo
firma, como una manera de ciarse por enterado de su exis-
tencia y de su vohmtad de acatamiento. Se constituye en
aquello que rige la vicia institucional y tiue se modifica a
través de complejos procedimientos, los t|ue a su vez están
explícitamente normados. Es lo que conocemos como la
lógica de la burocracia, la "racionalidad" del sistema. Pero
este no es el problema porque esto es lo sabido, lo cono-
cido y ante lo cual algo se puede hacer si hay ima norma
que disgusta. Es la normativa explícita que está impresa y
que se debate por la masa social día a día.
El problema está en otra normativa —que es a la que
alude Laing— qtie se constituye como un férreo sistema
de control del pensamiento y de la acción y t]ue no forma
parte de acuerdos dichos entre los miembros. Se trata de
acuerdos tácitos, de pactos y coníabulaciones acortiadas
de manera espontánea sobre las cuales no queda ningún
tipo de registro pero que tienen la fuerza de ima verdadera
ley y cjue se imponen a todo sujeto de manera automática.
No quiero decir "inconsciente" porque no estoy seguro
de que esta normativa se encuentre en el Inconsciente
freudiano. Claro está que este funcionamiento de los
grupos, estos acuerdos tácitos son no conscientes, en el
sentido que no han sido explicitacios. Son normativas ob-
servables, descubribles en todo grupo y que hacen a cierto
funcionamiento informal del colectivo. Son peor que el
conjunto de normativas acordadas porque el grupo parte
del supuesto de que no existen; por tanto, no hay manera

222
de dar cuenta de su efecto. Conclusión: resultan m u c h o
más difíciles de modificar que la normativa explicirada. Se
constituye en un verdadero esquema de funcionamiento
grupal que genera en visitantes un cierto sentimiento de
extrañeza y perplejidad. Se sienten sus efectos pero n o se
verbal iza.

II

Por cierto, todo esto parece un callejón sin salida. Si


fuese así, jamás se hubiese podido pensar algo nuevo, algo
que se desmarcara de las normativas existentes del pen-
samiento. Ello s u p o n e que no todo el pensamiento está
n o r m a d o o, segunda alternativa, existen mecanismos para
sortear los amarres que las normativas establecen para el
pensamiento.
N o es hícil de mostrar lo uno y lo otro.
En primer lugar, se puede suponer que existen res-
quicios del pensamiento c|ue permanecen sin ser n o r m a -
dos porque, aparentemente, no implican u n "atentado"
contra aquello que no se puede pensar. C o m o los caminos
son infinitos, entonces es posible, d a n d o muchas vueltas,
sortear aqticllos espacios de la represión institucional del
pensamiento.
Por otro lado, t o d o sistema de represión genera fuer-
zas en su contrario. Debe recordarse que Ereud no dejó de
pensar que algunos hitos del discurso obedecían a lo que
llamó el "retorno de lo reprimido". Lo cual quiere decir
que aquello reprimido de algún m o d o retorna y termina
por imponerse le guste o no al sistema normativo. Más
bien, se sabe que no le gusta, si bien al principio n o se da
m u c h o cuenta de su sentido. El retorno de lo reprimido
se encauza de manera abrupta y sobre todo deformada

223
para evitar que no guste y alerte a los vigilantes de tur-
no. El camuflado es esencial para que pase "la frontera".
Pero dicho camuflado contiene por su forma las marcas
de aquello que denimcia, por cuanto entonces es posible
mostrar su contenido.
Ahora bien, he atjuí un problema estratégico: ¿en qué
espacios es posible frecuentar estos retornos de "audio" que
dan sentido al retorno? ¿De qué manera se pueden "culti-
var" los retornos aunque más no sea en forma de retoños
que condensan aquello que se ha prohibido? ¿Dónde en-
contrar ese "torrente" de discurso que por su propia estruc-
tura fuerza al sistema represivo a una fracttua que deje libre
lo prohibido de ser pensado? ¿En qué figura, la urgencia de
pensar, arremete, mostrando que el aparato represor nor-
mativo puede ser sobrepasado, al menos en parte?
No por casualidad es en el grupo donde dicha figura
írgura. El grupo que se constituye como ini espacio libre
de pensamiento —lo cual no implica que lo sea, sino so-
lamente que pretenda serlo- en que la construcción tiel
discurso comienza por escapar a los sujetos soportes para
configurar lo que Foladori (1984) ha llamado en alguna
ocasión, salvadas las distancias, "hablat como los sobrinos
del Pato Donald", en esta sintaxis comim que trasciende
claramente las pretensiones de autonomía e individtiali-
dad de los miembros. Por tanto, hay algo del orden de lo
no conocido que se produce allí en esc enjambre de ideas
que chocan y se disparan pero que no pueden más que
expresarse condensadamente en la sintaxis en la que todos
se inscriben. Y aun en el caso de que palabra alguna sea
dicha, por cuanto el silencio no se constituye al margen
de la sintaxis. Este esfuerzo de condensación se constituye
en un torrente que por su fuerza no deja de arrastrar con-
sigo fragmentos de normativas que sucumben a su paso,
denunciando su presencia.

224
¡Cuidado! N o hay nada allí del orden de la conversa-
ción. N o hay que estar pendiente de una linealidad, más
deseada c[ue real. Porque el sentido se construye a poste-
riori y la intención de los hablantes de "decir algo con-
creto" fácilmente se desmantela ante lo que resulta c o m o
producción grupal, si es posible escucharla, escucharse.
N o todo grupo produce ideas ntievas... la mayoría solo
tiene la ilusión de hacerlo... Ilusión de a u t o n o m í a , ilusión
de individualidad, ilusión de voltmtad, ilusión de conver-
sación, ilusión de controlar el lenguaje, el deseo.
I'iecto de atjuello que lo grupal potencia ya que su
dramática prefigura la polarización de sentidos. Cirupo
que ai centrarse en ima tarea se distancia de sí m i s m o , de
su accionar, ("ondición para, a su vez, poder escuchar (y
no escucharse) desde una lejanía cpie posibilita ahora ver
el boscpie, c u a n d o antes solo había árboles.
( í n i p o s que trabajan sobre su propio origen, sobre
la manera en c]uc se constituyen y Kmdan su organización
(explícita o tácitamente), sobre los mecanismos de "re-
glamentación interna", sobre el nacimiento de su sistema
normativo. " C r u p o s para sí", en el decir de Guattari. G o -
tas de agua t|ue crean en la t o r m e n t a el arco iris.

III

H a y otra forma de abordar el problema. Si partimos


de los sistemas n o r m a d o s es evidente que la prohibición
de pensar, c o m o muestra Laing, se basa en una cierta nor-
mativa. Hay una ley c]ue dice qué se puede pensar y qué
no. Esa ley, creada socialmente, determina lo que en de-
terminado m o m e n t o histórico es posible de ser pensado.
N o se trata de sostener que está d e t e r m i n a d o de a n t e m a -
no aquello que la sociedad puede pensar, solo se muestra

225
que el pensamiento es posible dentro de cierto sistema
n o r m a d o y que, en tanto se modifiquen las condiciones
de la institución social, se generan las diversas alternativas
para pensar aquello que no era posible antes. Parece una
verdad de Perogrullo el que las distintas épocas cabal-
garon en grupos de ideas concretas y no sobre otras que
fueron autorizadas más adelante.
Para poder a b u n d a r en este aspecto: Desde el p u n t o
de vista social interesa aquel pensamiento que se expresa,
que figura en palabras que son cuchas o escritas, que con
comunicadas, transmitidas, compartidas en el espacio de
la institución social. Por tanto, el mecanismo de represión
del pensamiento opera como mecanismo de represión de
la palabra hablada. Allí es d o n d e se efectiviza la censura
contra un intento de trasgresión. Esto es fundamental ya
que evita plantearse el problema de aquel pensamiento
que es pensado pero no dicho.
En primer lugar, si no es dicho no sé si en verdad
existe. En segundo lugar, si no es dicho no ejerce efecto
social, no hay impacto, no hay repercusión, no hay se-
cuencia -discurso social-, encadenamiento, que me plan-
tee, casualmente, una cierta trama, como el caso de los
sobrinos del Pato D o n a l d . En tercer lugar, si no es dicho
n o es estudiable, analizable, trabajable, incluso pcnsable...
El pensamiento es también objeto del pensamiento. El
pensamiento c o m o material de análisis y reflexión a cargo
del m i s m o pensamiento.
Pero en el terreno social el decir implica una forma
de decir —además de aquello de que se dice una cosa para
no decir otra— que muestra también, por alusión, sentidos
que se pueden construir, que se pueden pensar, a partir
de lo que se dice y de cómo se dice. Es el problema de
lo implícito y/o de lo n o dicho. Lo no dicho es pensado
pero opera sobre ello una serie de mecanismos institucio-

226
nales y grtipales sofisticados que hacen que lo n o dicho
permanezca como tal. Hacía allí se dirigen las reflexiones
de Laing, de los grupalistas y de los institucionalistas. Lo
no dicho es sabido pero callado. Es de "mala educación"
decirlo y es lo que aparece anunciado en el c a m p o grupal
por aquella figura que Pichón-Riviére designa c o m o por-
tavoz, mostrándolo como el alcahuete, vale decir, aquel
que dentmcia "sin pcriniso" algo qtie debe ser guardado
como secreto. Secreto es algo que sé.
Lo implícito no es lo no dicho institucional. Lo
implícito está aludido, lo no dicho esta r e p r i m i d o so-
cialmcntc. El mensaje del portavoz no es c o m p r e n d i d o a
menos que sea decodificado. El grupo lo siente a primera
vista como algo que no tiene nada que ver y el integrante
que es portavoz no tiene la m e n o r noticia de que lo es,
hasta c]ue no hay alguien que lo muestre c o m o tal. El
mensaje del portavoz transita por el borde de la angustia,
es como una señal, tma alerta sobre cierto desborde que se
ha producido.
Lo no dicho institucional se asienta sobre una nor-
mativa tácita, ya que si se puede hablar de la normativa
(al hacerla explícita), a u t o m á t i c a m e n t e se habla del con-
tenido censurado. Por tanto, lo no dicho es sostenido allí
en un acto de violeircia que se manifiesta en la reacción
de indignación c u a n d o lo no dicho es, por último, dicho.
Acá no hay sorpresa, hay rabia y el trasgresor debe ser cas-
tigado. La instittición refuerza entonces el sistema de con-
trol con penalidades que son nuevas normativas. Acá no
es un problema de angustia sino de descontrol, de pérdida
de poder; se ha p r o d u c i d o un acto de recuperación del
poder c u a n d o lo no dicho puede ser dicho. Algo queda
al desnudo y no es de naturaleza sexual. Lo que queda al
desnudo es la violencia que la institución, para ser tal, ha
instituido. T o d o el trabajo de autolegitimación institucio-

227
nal ha sido destruido ya que lo no dicho pone en tela de
juicio el origen m i s m o de la institución.
Entonces, lo que hace la n o r m a es impedir que u n
cierto pensamiento se pueda protiucir. Por tanto, cambia-
da la n o r m a de la institución social, se autoriza un cierto
pensamiento qtie no había podido expresarse hasta e n t o n -
ces, se modifica el juego de fuerzas sociales - e n términos
de represión y normativización de ciertas ¡deas centrales.
La n o r m a no desaparece de cualquier manera. Solamente
la n o r m a se elimina c u a n d o se dicta otra que la modifica.
H a y un cierto salto, escalón, entre aquello n o r m a d o y
aquello que no ha sido n o r m a d o todavía. El poder insti-
tuyente tiene cierta frescura inicial, vale decir, es siempre
más sencillo crear de la nada, que modificar algo que ya
está creado, instituido. Es más fácil hacer una norma en
algo que no está n o r m a d o , que modificar una norma ya
existente. Incluso se requiere de una norma para "disolver
normativas anteriores, para "desnormativizar".

IV

Deseo pasar ahora a un ejemplo que no ha dejado


de causar algunos problemas de conceptualización. Me
refiero al arresto de Pinochet en Londres. Este aconteci-
m i e n t o insólito e imprevisto se convirtió en un analizador
de la sociedad chilena y hasta m u n d i a l . Un analizador
es un dispositivo (natural o artificial) que desencadena
algunos hechos significativos, por ejemplo, p o n e a todo
el m u n d o a hablar. Produce una cierta recuperación de la
palabra. Esto significa a su vez que cierta palabra cjue no
figuraba en el discurso social por efecto de la prohibición,
comienza nuevamente a ser utilizada. El dispositivo ana-
lizador natural del arresto de Pinochet algo hizo con las

228
normativas sociales, con la prohibición de hablar y con la
posibilidad de hablar.
Porque hay que tomar en cuenta que aquello que
fue puesto entre rejas -a partir de un acto jurídico— fue
nada más y nada menos que el agente fundador de la ins-
titución represora: la dictadura, como el ejercicio de un
poder total sobre los sujetos. O sea que el acto de deten-
ción (nueva normativa que se impone a la vieja normati-
va) modificó la normativa sobre lo que se podía hablar, y
sobre lo que no se podía hablar por un lado, y por otro,
cambió la correlación de fuerzas en cuanto al peso del po-
der represor. Para decirlo de otro modo: el arresto institu-
ye una nueva "reglamentación social" sobre aquello de lo
que se puede hablar. Por tanto, hay que pensar que con la
detención de Pinochet se generó ima normativa que cam-
bió tanto la calidad como la cantidad de lo que el sujeto
social podía expresar. Desde el punto de vista cuantitati-
vo, se "liberaron" temas. Desde el cualitativo, disminuyó
la intensidad de la fuerza que ejerce la represión. Que
quede claro c]uc esta disquisición es meramente un recur-
so pedagógico ya que es muy difícil separar una de la otra.
La normativa de la puesta de "la represión entre rejas",
por sí misma, supone un avance de las fuerzas emergentes,
recuperativas de un cierto discurso social.
Esta instancia de recuperación de la palabra no deja
de adquirir cierta virulencia en su faz emergente y sobre
todo por cuanto está en directa relación con la intensidad
de la fuerza represora. Es un problema económico no mo-
ral. Responde a las características del conflicto suscitado
entre represión social y expresión social, en el terreno de
la meta subjetividad social.
Esta virulencia es vivida como tal porque en la me-
dida en que emerge, arrastra consigo otros temas que se
encuentran asociados a los primeros. Por tanto, se genera

229
una cierta eclosión necesaria para restablecer ciertos equi-
librios perdidos durante la instancia de la represión políti-
ca más feroz.
El efecto del analizador ~si bien es transitorio en
cuanto a su acción— es permanente en cuanto a la dinámi-
ca del conflicto, ya que no se podrá retornar al momento
anterior, por cuanto las fuerzas se encuentran ahora dis-
tribuidas de otra manera.

Hans Christian Andersen (1805-1875) era un ma-


ravilloso conocedor del comportamiento humano. Sus
cuentos, muchos de ellos terroríficos, han dado la vuelta
al mundo generación tras generación. Su impacto en la
mente de los niños no ofrece lugar a duda así como tam-
poco en la de los mayores. Algunos podrían decir que
este autor ha dado en múltiples ocasiones en el clavo, al
considerar conflictos internos y sociales de relevante sig-
nificación.
Uno de estos cuentos, conocido como cl de Los vesti-
dos nuevos del Gran Duque (1972), muestra una capacidad
de entendimiento de lo humano, de lo socioinstitucional
y de los mecanismos que operan en los grupos. Breve-
mente: el cuento gira alrededor de im Duque que gusta
de presentarse con los vestidos más suntuosos y variados,
y que llega a cambiárselos varias veces al día. Llegan al
poblado un par de charlatanes que se presentan como fa-
mosos tejedores de los tejidos más deliciosos y mejor dise-
ñados, así como por la finura de los productos empleados,
hilos de seda y oro. Estos vestidos poseían la virtud de
ser invisibles para todos los que no supiesen desempeñar
el oficio o fuesen demasiado brutos. El Gran Duque no

230
puede permanecer impasible ante tal oferta seductora y
decide encargarles la realización de un suntuoso vestido
y de esta forma podrá saber el valor de cada uno de los
miembros de su ducado, distinguiendo a los inteligentes
de los tontos. Los tejedores comienzan pidiendo fuertes
sumas de dinero para comprar el hilo, realizando una
parodia de su arte de tejer en pura mímica ya que no hay
tela visible. El Gran Duque envía varios representantes
para ver el avance del trabajo y todos, para evitar ser til-
dados de tontos, evitan mencionar que no han visto tela
algima. Regresan al palacio e informan con cantidad de
detalles de lo maravilloso del trabajo de los tejedores, de
los colores y de lo fino del tejido logrado.
Así, llega el día del estreno, y claro está, el Duque no
puede menos que seguir la parodia para no pasar por ton-
to; se pone el vestido, el que además es sumamente livia-
no, sale a la calle con toda una guardia de acólitos que no
dejan de alabar el magnífico trabajo de los tejedores y lo
bien que le sienta al Gran Duque. Todo ello transcurre en
un clima festivo hasta que un niño del público exclama:
"¡el Duque está desnudo!".
l o d o el cuento gira alrededor de una ilusión, aquella
que tiene que ver con un magnífico vestido. Nótese que la
ilusión se construye como una suerte de delirio, de repre-
sentación imaginaria, que tiene que ver con una imagen
determinada de uno mismo. Así, el Duque no puede
dejar de pensarse portando un maravilloso vestido y ser
objeto de admiración y envidia por parte de aquellos que
lo rodean así como de estar dotado de gran inteligencia.
El caso es de que esa imagen es aquella que él descubre en
su propio espejo donde ve lo que quiere ver. Esta ilusión
es contagiosa y comienza a circular por la masa: todos
"acuerdan" que el Duque está vestido esplendorosamente,
aunque en realidad "vean" otra cosa. La necesidad de con-

231
tinuar perteneciendo al colectivo hace que nadie se atreva
a denunciar el tácito complot. D e este m o d o , resiüta por
demás claro que el grupo himiano funciona a partir de lo
que cree que es y en ningim caso desde una visión de la
realidad que se ajuste a los hechos. Claro está, si bien es
cierto qtie en el cuento todos lo saben (que el D u q t i e está
desnudo), en la vida cotidiana muchas veces no se sabe,
en el sentido de c|ue hay cosas que a u n q u e se sepan, mejor
no saberlas. H e aquí d o n d e se introduce la presencia del
deseo que genera su propia realidad, su otra escena, c o m o
le gustaba reconocer a Frcud.
A esta alttira vale la pena introducir una precisión:
Es conocido el concepto cié desmentida que Freud acuñó
en el artículo sobre el fetichismo para dar cuenta de lui
mecanismo inconsciente que opera como no percepción
de la realidad y que genera - d e manera a u t o m á t i c a - , la
sustitución de u n a ausencia (la castración) por un objeto
(el objeto fetiche). Ese mecanismo n o es el que funciona
en este caso ya que no se trata de im mecanismo incons-
ciente - l a desmentida—, sino de no poder hablar de algo
de la realidad. N a d i e p o n e en duda c|ue todo el pueblo ve
la desntidez; el niño además de verlo, se atreve a decirlo.
Por ello, no está acá en juego una instancia psíquica,
sino que lo que ha operado es la represión política de la
palabra. Tal vez convenga destacar que las alusiones a
Freud son metafóricas; es decir, que se utilizan las con-
ceptualizaciones freudianas para pensar el problema de
la tópica política y aportar al esfuerzo de discriminación
entre lo psíquico y lo político.
El imaginario social es el que determina la posibi-
lidad del cambio, el grupo opera a partir de su propia
representación, n o a partir de lo que es. Andersen disfruta
del e m b a u c a m i e n t o a que el pueblo es sometido, e m b a u -
camiento que ocurre a diario y que sucede ima y otra vez

232
cuando se tejen en el discurso social las propuestas más
deshilvanadas. No se trata tanto de lo que se le hace creer
a la gente como de los mecanismos que en la gente tienen
la virtud de operar ima puesta entre paréntesis de eviden-
cias. "No hay peor ciego que el que no quiere ver" parece
recordarnos Andersen, quien no puede dejar de ridiculizar
a la supuesta masa adulta a través del comentario del niño
que denuncia el fraude. Al mejor estilo de un portavoz
—diría E. PichcSn-Rivicre- es capaz de poner en palabras
una verdad, la que a su vez anuncia el camino ostensi-
ble de la represión; así como la puesta en movimiento
de otros mecanismos de defensa (el Duque, a pesar de
su vergüenza, sigue haciendo como si no fuese verdad lo
demmciado por el niño), el espectáculo debe continuar.
El aparataje del encubrimiento, el cuidado de la imagen
y lo desnudo que queda el Duque —no tanto en cuanto a
su vestimenta, sino en lo que anuncia como mecanismos
psicológicos de engaño, autoadoración y ocultación frente
a un hecho que replantea de inmediato su lugar. En todo
caso, parece que lo obvio es lo más difícil de ser visto y
dicho.
La conexión entre el ser social y el imaginario social.
Hay otra lectura posible del cuento que nos acerca
a nuestro tema y que se engarza con la anterior. Hay algo
que tiene que ver con la desnudez y cierto recubrimien-
to que no puede ser dicho. No se puede hablar de ello
porque fue normado así por los embaucadores, que por
operar desde un determinado lugar de poder tienen la ca-
pacidad de regular las posibilidades del discurso.
Es cierto que los tejedores se sitúan con respecto a
los demás en un determinado lugar social de poder: son
aquellos que pueden hacer —porque cuentan con el ins-
trumental— aquello que otros no pueden. Y desde allí pro-
yectan una imagen que resulta seductora sobre el Duque

233
en primer lugar, y con la complicidad de este, sobre sus
acólitos. Dicho de otro modo, no cualquiera puede nor-
mar el discurso social, ello debe ser realizado desde cierto
lugar de poder. Pero dicho lugar no es el del jefe, sino de
aquellos cercanos al jefe que tienen ciertos intereses en el
asunto.
La normativa entonces, la prohibición de hablar
"desciende" por la escala social y todos, de un modo u
otro se van afiliando a la normativa cjue reza que hay que
respetar la prohibición. En todo caso, todos aparecen
identificados con el lugar del Duque, todos aspiran a
ocupar ese lugar y gozar de los beneficios que ese lugar les
confiere; por tanto acatan el mandato implícito.
El niño es el que aparece ajeno al poder, por tanto
ajeno a la confabulación social, ajeno incluso a la aspi-
ración de poder y, por tanto, es el que queda al margen
del discurso normado. Su marginación estructural del
discurso normado es lo que le posibilita descubrir que hay
una feroz contradicción entre el discurso y los hechos; en
suma, es el único que puede pensar denunciando el acuer-
do social.
Aparece como el niño ingenuo que "sin saberlo" in-
terroga el sentido.
Siempre me maravilló aquel niño que ante un ven-
dedor que golpea la puerta, sale y le dice: "Dice mi mamá
que no está".

234
REPRESIÓN PSÍQUICA,
REPRESIÓN-POLÍTICA*

1. El caso chileno**

Llega tarde y entra como apurado, se justifica con


que hubo tm taco' y se demoró. Le pido que se recueste
en el diván. No cabe, pone una pierna y la otra le queda
como colgando. Da la sensación de que se va hundiendo
de a poco. A su vez la cabeza parece como que no encaja
-luego sabré que tiene aproximadamente 150 años. Como
por la mitad hay un gran cinturón donde se lee ¿Vio, vio?
1 odo lo que veo —y que me impresiona— es una gran pre-
sa en construcción'. Pienso, como para mí ¿quién estará
preso? ¿Por qué estará preso? Justamente en ese lugar la
vestimenta contrasta, nace como una prenda de un tejido
de lana firme, con colores que a pesar del tiempo —se nota
que lleva allí más de 500 años- sostiene toda su dignidad
y marca su diferencia con el resto, un tanto roído, como
con trozos de plástico con colores vistosos pero no ha-
cen juego. Parches, combinación desordenada de modas
diversas, cocidas de manera desprolija. Sorprende las
diferencias entre los collares de oro y atuendos de sedas,
al lado de trozos ya muy gastados, en hilachas que dejan
ver a su vez una piel también curtida. Hay trozos rotos. A

* Publicado originalmente en Cuadernos de Psicología, Campos de interfe-


rencia: subjetividad e institución, U. Arcis, Santiago de Chile, 2003.
** El caso está redactado con las expresiones típicas locales. Además, está
fechado (2001), por lo tjue hace referencia a un momento particular del
"proceso de transición".
' "Taco" es un embotellamiento en el tránsito, típico de las horas de
mayor concurrencia (laboral, escolar, comercial, etc.).
' La presa es Raleo sobre el río Biobío, zona habitada por los pehuenches.
Se ¡uega con el significante.

235
esta imagen convergen otras con igual intensidad y sen-
tido. Pienso que esta debe ser una mtiy rica metáfora del
conjunto: lo roto desde tiempo inmemorial o... desde el
Memorial^. Más tarde me entero de que el roto chileno'
ha constituido con el tiempo ima cierta inversión; de im
lugar desvalorizado se ha convertido ambivalentemente en
orgullo nacional. U n a novela sirve en su época para fiui-
dar un estilo, plasma una cierta ilusión de identidad.
¿Roto chileno o chileno roto?
Por m o m e n t o s el discurso se sitúa en las familias
rotas, desintegradas y exterminadas. Recuerdo que otro
paciente de una época similar hablaba de una trilogía de
destinos: Encierro, destierro o entierro. Aquí, el entierro
en m u c h o s casos, ya no fue posible.
D e p r o n t o , en ese discurso aparece otro texto. In-
tertextos, todo discurso es im collage de textos ya escritos.
T o d o está ya escrito.
¿Quién habla ahora? Parece que los jóvenes, los muy
jóvenes. N o solamente hablan, tienen que gritar para ser
m í n i m a m e n t e escuchados. Algo pasó con los p a s e s \ c|ue
si les cobraron ya o aiin no, el caso es que con los pases
n o pasan y eso, c o m o es lógico, produce protestas. C o m o
desde la nada (estamos en los inicios del semestre) surge

' El Memorial es un monumento que se construyó en el Cementetlo (¡e-


neral en Santiago de Chile dutante el primer gobierno elegido por voto
popular luego de la dictadura, donde figuran los nombres de los detenidos
desaparecidos durante el régimen militar, cuyas denuncias realizadas por
sus familiares fueron comprobadas.
' La expresión "roto chileno" proviene de la Guerra del Pacífico (Chile
contra Perú y Bolivia), siendo un término despectivo que se acuñó por las
clases altas peruanas. El caso fue que, finalmente, el roto chileno triunfó
en la guerra.
'' En Chile, los estudiantes de primaria, secundaria y de la universidad
cuentan con un "pase escolar" que les permire una sensible rebaja en el
precio del boleto en el transporte público, medida difícilmente tolerada por
los dueños de los autobuses. ¡El plástico del pase fue raspado por algunos
alumnos demostrando que bajo su nombre había otro!

236
un movimiento que empieza a paralizar las secundarias.
Lo sorprendente es que nadie los toma en cuenta, ni los
universitarios, ni los padres, ni los docentes. Eso n o redu-
ce su protesta, por el contrario, los paros se suceden una
y otra vez, y realizan varias marchas. Los que tienen que
saber, no saben, los que se tienen que hacer responsables,
se cscutren. En el discurso oficial eso es s i m p l e m e n t e
una pataleta de niños chicos. Las preguntas comienzan a
inquietar: ¿Qué pasó con las platas (el dinero)? ¿Quién
c o m p r o m e t i ó su palabra?
C o m o está de moda, se instala una mesa más de m o -
nólogos''.
El m o v i m i e n t o avanza. Cxjnfrontado alguien recono-
ce c]ue h u b o dolo, que algtin micrero^ se llenó el bolsillo.
Q u e alguien cjue tenía cjue controlar, se borró, n o estuvo.
La queja a b a n d o n a su matiz de pataleta para adoptar la
forma de ima interpelación, y sobre t o d o c u a n d o los pa-
ses se transíorman en raspe-pases. C o n el pase no pasa,
por tanto raspe, y si le sale su n o m b r e , entonces pasa...
C^laro está, en C'hilc todos tienen su raspe, hasta la Tele-
tón, ¿porqué no habrían de tenerlo también los micreros?
Negocio r e d o n d o . The Clinic^ titula "Se chorearon los
pendejos". F e n ó m e n o extraño, los micreros retroceden
tácticamente y cambian a su líder. Se acepta negociar. El
problema económico pasa a segundo plano: la discusión

'' Alusión a la Mesa de Diálogo donde se pretendió reunir a represen-


tantes de las Fuerzas Armadas y a abogados de familiares de detenidos
desaparecidos para encontrar "salidas" y poder saber dónde estaban los
cuerpos de los "desaparecidos".
' Por "micrero" se entiende tanto los dueños como los choferes de los
autobuses del transporte ptiblico.
" The Clinic es un semanario independiente que comenzó a circular a
partir del arresto de Pinochet, cuando estaba internado en una clínica
en Londres. Dado el monopolio periodístico informativo existente en
Chile, The Clinic se atreve a decir muchas cosas que no forman parte
del discurso oficial.

237
es si el famoso pase es u n servicio, un beneficio o un dere-
cho, irriunpe así el tema de t o n d o ; invisible a simple vista
termina imponiéndose. Días después se termina aceptan-
do el derecho de los estudiantes a viajar gratis.
Ya Freud nos había mostrado que el retorno de lo
reprimido no se i m p o n e ral cual, se lo puede hacer objeto
de una nueva represión y debe transitar por largos proceso
de transacción para poder, de alguna manera, hacerse pre-
sente, c o m o en el sueño, el acto fallido, el síntoma, etc.

2 . El analizador: el r e t o r n o de l o r e p r i m i d o social

U n cierro análisis corresponde ser realizado sobre


este acontecimiento. Hs ral, por cuanto se constituye en
el contexto en un hecho singular, un analizador, como
le gusta decir a los analistas institucionales. HI abril de
los secundarios instala en el discurso social im tema, una
polémica nueva y c o n m i n a a hablar de ella. Natiie puede
quedar al margen, se constituye como im lugar privilegia-
do del discurso cotidiano, m o s t r a n d o cierta recuperación
de la palabra alrededor de un tema, que no la tenía hasta
ese m o m e n t o . Hablar de algo de lo que no se hablaba,
recuperar un cierto discurso. Sostengo la tesis de cjue el
derecho de los estudiantes a viajar gratis era un tema del
que no se podía hablar.
F e n ó m e n o similar ocurrió c u a n d o la detención de
Pinochet en Londres, para algunos el hecho más significa-
tivo desde el golpe de Estado. H e c h o por demás insólito
y sobre todo inesperado, como caído del cielo. Puesta la
represión entre rejas, es posible entonces hablar. Rota la
muralla defijnsiva, algo se cuela, y entonces personas que
habían olvidado, recuerdan, c o m u n i c a n , p o n e n en pala-
bra, dicen cosas que n u n c a habían sido dichas antes.

238
Esto ocurre con los seciuidarios que hablan desde
otro lugar d o n d e el discurso social comienza por no re-
conocerse. ¿Desde qué lugar? Ellos no fueron objeto de la
tortura, de la persecución, del encarcelamiento, ni siquie-
ra del toque de queda. T i e n e n a lo más 16 años, nacieron
con la vuelta a elecciones (más preciso q u e hablar de
vuelta a la democracia). Saben sobre la dictadura aquello
que está en el discurso social, por referencia, no c o m o ex-
periencia personal, conocen por la historización de otros
mayores. Por ello, lo que a través de su disctirso surge tie-
ne luia doble determinación que importa señalat.
Por un lado, pata ellos se trata de su m o v i m i e n t o , de
su contingencia, de su lugar propio en esta sociedad, la de
los secundarios, parte de la vida de ellos, de sus reivindi-
caciones, de sus luchas. Pero por otro, se trata de u n lugar
d o n d e cierto disciuso social vuelve, d o n d e es posible que
se exprese de manera desplazada el retorno de lo reprimi-
do social, porque es allí en el discurso adolescente que se
desmatca de la represión social global, que ejerce la dicta-
dura disfrazada en la cual vivimos.
Porc]ue lo que más sorprende es que el p r o b l e m a del
derecho de los secimdarios a viajar gratis existió en una
época remota y fue reprimido violentamente c u a n d o con
tantjues se empezaron a negar muchos derechos que la
población tenía. El modelo implantado a sangre y fuego
tenía que hacer negocios. Y allí estuvieron los militares
para posibilitar eso. ¿Qué negocios se podían hacer en u n
país de todos?
Por ello, a u n q u e los adolescentes —como discur-
so— no sean conscientes de ello, su triunfo es valorado
por todo el discurso social ya que se trata de comenzar a
poner las cosas en otro sitio. El retorno de lo reprimido
r o m p e tal cual un lapsus, el discurso oficial p r o d u c i e n d o
un nuevo sentido.

239
3 . ¿ E l i m i n a c i ó n o r e p r e s i ó n del objeto?

Pero situémonos más allá de lo anecdótico. El pro-


blema del pase, roto ahora en tanto raspe y redefinido
en tanto retorno de lo reprimido político, plantea una
disyuntiva sobre la cual rara vez se reflexiona.
Lo reprimido político, institucional (si el pase es un
derecho, es entonces una institución), es algo que está allí,
está reprimido pero está y scgtin la mecánica del conflicto
social tratará de abrirse paso con el pase (mecanismo del
desplazamiento) para retornar a la conciencia social. N o
está presente pero está latente. Es decir, late, insiste, está
vivo, vuelve a la memoria accesible. Su retorno dependerá
de la coyuntura, del m o m e n t o y de la disminución de la
fuerza represiva.
Nótese que la memoria social no tiene nada que ver
con los individuos soportes, no se trata de que algunos
recuerden, se trata de que la memoria se hace presente
—como retorno de lo reprimido— en otros agentes diferen-
tes a aquellos sobre los que operó la represión. Lo escrito,
escrito está, no se pierde pero no se sabe c u á n d o y a través
de quiénes se recupera.
D i s t i n t o es si el objeto ha sido perdido, p o r q u e en-
tonces no está, no es asequible y no hay posibilidad de
que retorne. Solo resta aceptar su perdida, como en un
duelo o vivir el duelo de manera p e r m a n e n t e .
Esta d u a l i d a d de alternativas s u p o n e a d e m á s u n
cierto referente e n e r g é t i c o ya q u e el yo social se halla
con d i s t i n t a s fuerzas según el caso. Si el objeto está
p e r d i d o , en t a n t o o b j e t o de a m o r , se fue con u n a parte
n u e s t r a , p e r m a n e c i e n d o n o s o t r o s tristes, d e s g a n a d o s ,
con esa mezcla de rabia y d e p r e s i ó n —cuando n o de
remordimiento— q u e inmoviliza y aisla. R e c u p e r a r las
energías d e p o s i t a d a s en el objeto y que se fueron con

240
él, llevará t i e m p o ; la melancolía estará p r e s e n t e , t o d o
será gris.
Pero en el caso de la represión un litigio está pre-
sente, ima lucha, una mecánica del c o m b a t e , un juego
de posiciones. N o hay por t a n t o d e b i l i t a m i e n t o , sino
movilización estratégica. La inactividad, el desinterés, la
apatía pueden presentarse entonces como camuflajes para
descolocar a la represión. El combate es desigual pero los
recursos son ¡limitados; esto es lo que nos enseñan los se-
cimdarios.
F,l ejemplo de los secundarios es tan solo u n o , pu-
diera haber m u c h o s otros, tendría q u e haber m u c h o s
otros que se constituyen en el retorno de lo reprimido, si
podemos identificarlos. En este m i m d o complejo en que
vivimos, no todo es igual, hay fisuras, fracturas, roturas
por d o n d e lo reprimido se cuela c u m p l i e n d o su misión:
derrotando a la represión. T o d o depende de cierta escu-
cha, sensibilidad necesaria para c o m p r e n d e r .
Me parece que esta discriminación entre lo perdido
definitivamente y lo que nos parece perdido pero que en
realidad está reprimido, nos indtice a algunas conclusiones.
En primer lugar, no hay que dar nada por perdido
hasta que se demuestre que está perdido definitivamente
no existiendo posibilidad alguna de recuperación.
En segundo lugar, no hay que dejarse llevar por una
cierta apariencia de los fenómenos; un poco de paranoia,
de sospecha, de desconfianza ayuda a valorar los aconteci-
mientos de otro m o d o .
En tercer lugar, se requiere de una actitud atenta,
capaz de escuchar y percibir los matices en los procesos
sociales, a r r i m a n d o a una valoración diferente de ciertas
coyunturas.
Por último, cierta acción sobre el debilitamiento de
la represión política se constituye en u n a alternativa para

241
poder recuperar lo nuestro, por la vía del retorno de lo
reprimido.

4. La represión institucional: lo no dicho

Se trata entonces de profundizar un poco más en la


naturaleza de la represión institucional, política y realizar
algunas reflexiones acerca del vínculo entre represión psí-
quica y represión política o irrstitucional ya t|ue se trata
de la represión a cargo del Estado.
Hay que señalar que la represión institucional si
bien opera como represión, en sentido estricto no tiene
las características atribuibles a la represión psíquica por
cuanto no se trata de algo que se halla en lo inconsciente
de los diversos integrantes de la sociedaci. La represión
institucional es aquella que se instala a partir de una nor-
mativa que prohibe hablar, acto que fimda la dictadura en
la medida en que se establece la censura previa, así como,
por ejemplo, la prohibición de reunión o de expresión. A
través de este medio el aparato político se asegura de que
ciertos significantes no circulen por el medio social, cier-
tas cosas no puedan ser dichas y se bloqueen los caminos
del intercambio de ideas. Un reconocido escritor chileno,
Volodia Teitelboim, decía: "La voz de los sin voz, porc]ue
se les había prohibido hablar".
Una consecuencia directa de estas medidas como
corolario es que la represión institucional produce, en
segunda instancia, la imposibilidad de pensar ya que al no
poder hablar, tampoco es posible pensar sobre ello. Dado
que el pensar se realiza únicamente con palabras, si se ha
prohibido el uso de palabras se afecta entonces la posibi-
lidad del pensamiento. Por ello es que en los períodos de
dictadura se produce una regresión muy significativa en

242
el terreno de la cultura ya que se estanca la producción de
relaciones, de ideas nuevas. Van a ser los artistas, c o m o
emergentes del discinso social, los que a través de sus pro-
ducciones plantearán desplazadamente y de manera meta-
fórica temáticas que solamente podrán ser c o m p r e n d i d a s
t i e m p o después, c u a n d o se desbloqueen los mecanismos
represores institucionales.
Por tanto, la tepresión institucional se sitúa en el
plano de lo no dicho más que en el plano de lo latente
(o reprimido en lo inconsciente como le gustaba mostrar
a Freud). N o se trata de que la gente no haya sabido en
ese entonces y que no sepa que hay desaparecidos o que
existió la tortura, pero no es posible hablar de ello y su
sola mención sitúa al sujeto en el lugar de la ilegalidad.
(Si bien no fue el caso en todos los países, en algunos se
prohibió que la prensa utilizara expresiones c o m o : guerri-
llero, sidiversivo, combatiente, etc., debiendo emplearse
términos que aludieran a delitos comunes.) Esto trastroca
de manera significativa el concepto de memoria social así
c o m o la estrategia conducente a "restituirla". Lo n o dicho
institucional no tiene que ver explícitamente con el tema
de la sexualidad c o m o en el caso de la represión psíquica.
Lo no dicho alude a la manera en como se reprime la te-
mática del poder y del ejercicio del poder. Por ello, sería
banal pensar que lo no dicho institticional desaparece con
solamente decirlo —ya que es sabido y n o inconsciente, se
lo podría simplemente decir. Lo no dicho solamente pue-
de set desmantelado en tanto es posible desarticular los
mecanismos que hacen que lo no dicho permanezca como
tal. Y estos mecanismos tienen que ver con el ejercicio del
poder.
En la medida en que dicho poder sin límites, el p o -
der de la i m p u n i d a d ya que se define como el poder total,
pueda ser limitado en sus funciones, a u n q u e más no sea

243
de m a n e r a transitoria, se libera de manera a u t o m á t i c a
cierta palabra en torno a las temáticas explícita o tácita-
m e n t e prohibida.
A m o d o de ejemplo, la mayor contribución del juez
Garzón fue generar otra normativa que colocaba "entre
rejas" la normativa de la prohibición pinochetista con
lo t]ue la consecuencia inmediata fue poder recuperar la
palabra, poder expresar acpiello c]ue estaba prohibido que
se dijera. Es decir, posibilitar la liberación de la palabra y
del pensamiento en la medida en que el miedo - p r i n c i p a l
i n s t r u m e n t o t|ue es ejercido para sostener la p r o h i b i c i ó n -
disminuyó considerablemente, por cuanto había otro po-
der más fuerte, que podía controlar a aquel c]ue aparecía
como el poder total.
Ahora bien, la lucha por la memoria social se ha si-
tuado, con razón, en el plano del discmso oficial porque
es allí d o n d e debe poder circtdar lo no dicho al igual que
es en el discurso manifiesto d o n d e debe poder encontrar
su lugar la sexualidad reprimida. Así c o m o es a través del
chiste que la sexualidad escapa a la represión psícjuica, es
también a través del chiste que el tema del poder - y sobre
todo del poder despótico, impime— escapa a la represión
institucional. Ya Freud se había dado cuenta de que el
chiste es el más "sano" de todas las formaciones del in-
consciente ya que se lo construye para ser dicho con lo
cual cabalga al m i s m o tiempo en el espacio intrapsícjuico
como en el interpsíqtáco. Se constituye entonces en el re-
t o r n o de lo reprimido psíquico y social.

5. El r e t o r n o d e l o r e p r i m i d o i n s t i t u c i o n a l

Deseo a b u n d a r en el tema de la represión institucio-


nal con una ilustración del propio Freud. En su segunda

244
conferencia d i c t a d a en los Estados U n i d o s en 1909,
Freud recurre a un ejemplo para mostrar el proceso de
la represión: en síntesis, supone que dentro de la sala de
conferencias podría existir un individuo revoltoso que lo
distrajera de su tarca con comentarios, risas y ruido. Se
vería entonces en la necesidad de detener la conferencia y
solicitar que el barullero sea desalojado (represión) de la
sala, colocándose algunas sillas contra la puerta para im-
pedir su reingreso (resistencia). Se podría entonces retor-
nar a la disertación siempre y c u a n d o el individuo ahora
hiera del recinto no generara tal jaleo que imposibilitara
la escucha, por cuanto quisiera reingresar y participar con
los demás. En ral caso no había más remedio que solicitar
ima intermediación (transacción) a los efectos de negociar
el reingreso del susodicho, pero a condición de que no
perturbara más el normal desarrollo de la conferencia.
C'omo puede verse a través del ejemplo, la problemá-
tica central no es llamativamente aquella de la sexualidad
como podría suponerse si Freud habla del psicoanálisis,
sino la del poder: Se produce una suerte de atentado al
orden instituido - l a conferencia— reduciéndose al revol-
toso y colocándolo en el exterior de la sala. En tal caso, ya
no es necesario volver a hablar de la situación y se puede
retornar al tema de la conferencia. El tema del excluido
ha q u e d a d o tácitamente p r o h i b i d o . Va a ser el barullo
exterior el que va a poner nuevamente al excluido en el
discurso de la sala, produciéndose entonces una instancia
de negociación política, la que de tener éxito readmitiría
al barullero a condición de que su c o m p o r t a m i e n t o se
atenga a las normas de convivencia del lugar.
C o m o se puede apreciar, el ejemplo aporta a una
comprensión de un p r o b l e m a f u n d a m e n t a l m e n t e político.
Es m u y interesante este "desliz" del p e n s a m i e n t o freudia-
no ya que se traslada el dispositivo de análisis de lo psí-

245
quico a lo político. N o podía set de otro m o d o por cuan-
do se trata de análisis de discursos. El análisis de la tran-
sacción le sirve a Freud para concluir que "no es esta ima
figuración inadecuada de la tarea que compete al médico
en la terapia psicoanalítica de las neurosis". Es extraño en
este caso que Freud no haya puesto c o m o ejemplo lo ocu-
rrido con alguno de sus casos, con D o r a , con Juanito, con
el H o m b r e de las ratas. ¿O es que Freud quiere darnos a
entender otra cosa? ¿No será que la represión psíquica es
en una primera instancia represión política? ¿No se tratará
de que el mecanismo de la represión es esencialmente un
procedimiento político y, en todo caso, no se debería ha-
blar de política de las relaciones interinstancias?
Voy a sostener la tesis de que el asunto hay que plan-
tearlo justo al revés. Freud importa el concepto de repre-
sión del c a m p o político-social al c a m p o psícitiico. La gé-
nesis social del concepto se i m p o n e así en toda su magni-
tud. N o se trata de u n pasaje de lo psíquico a lo político,
sino de lo político-institucional a lo psíquico, y este no es
el único ejemplo que da Freud, veamos. C u a n d o Freud
tiene que dar cuenta del mecanismo de la censura en el
límite m i s m o entre el sistema preconsciente-consciente y
el sistema inconsciente, recurre a un ejemplo por demás
célebre. Dice Freud que la censura funciona como en la
frontera rusa d o n d e las cartas aparecen tachadas en líneas
o párrafos, en que la propia tachadura denuncia la pre-
sencia de la censura, queda una marca. Vuelve entonces
a importar del c a m p o político un ejemplo que le permite
teorizar el mecanismo de la censura psíquica, m o s t r a n d o
que opera como aquella política.
La lucha política se ha situado liltimamente en t o r n o
a c ó m o el discurso oficial se conforma, se construye. Por-
que es en el discurso oficial d o n d e la ausencia de temas se
hace palpable ya que es sobre ello que lo no dicho —como

246
normativas tácitas— encuentra su lugar. Los temas exclui-
dos lo son en tanto la propia formulación del discurso
social implica un particidar lugar de poder -por apropia-
ción de este-, el que no puede dejar de manifestarse más
que como violencia sobre aquellos que se hacen cargo de
enunciar los temas en cuestión. Por ello, no es necesario
que se prohiba por decreto hablar de ciertas cosas aunque
las dictaduras llegan al ridíciüo de prohibir expresamente
palabras -como en el caso uruguayo y argentino— o el col-
mo de la payasada cuando en ambas márgenes del río de
la Plata se prohiben los siete tangos "subversivos" de Gar-
del. En muchos casos basta con operar no dando lugar al
reconocimiento oficial de dichos discursos.
Otro caso por demás insólito ocurre luego del
atentado contra las torres gemelas, cuando al gobierno
norteamericano se le ocurre que 150 canciones deben
ser suprimidas del discurso cotidiano. Ahora resulta que
Imagine, New York New York, y otras tan célebres como
esas, tendrían algiin tipo de valor terrorista...

247
LA "SALUD" DE LA INSTITUCIÓN:
A MODO DE CONCLUSIONES TRANSITORIAS

Plantearse la posibilidad de que la institución ptieda


tenet "salud" implica, a su vez, que pueda no tenerla; vale
decir, que pueda estar enferma. Ahora bien, ¿es posible
hablar de salud-enfermedad de una institución? ¿No será
forzar el c o n c e p t o de salud-enfermedad extendiéndolo
a im espacio en el cual los criterios deberían ser fijados
segtin la propia naturaleza ciel campo en cuestión? ¿Es p o -
sible extrapolar conceptos como los de salud-enfermedad
de manera tan libre y riesgosa y hablar entonces de ins-
tituciones sanas y enfetmas, tanto c o m o de grupos sanos
y enfermos y hasta, según algimos, de sociedades sanas o
enfermas, o de familias sanas o enfermas?
En todo caso, es cierto que vivimos en instituciones,
que somos parte de ellas, c|uc fundamos instituciones y
nos sepatamos de ellas y cjue su funcionamiento nos afec-
ta de manera más que relevante. Por último, es obvio que
la forma de funcionar de las instituciones tiene enormes
implicaciones en la salud de sus miembros soportes. ¿Pero
es posible hablar de una psicopatología o sociopatología
institucional?
T a m b i é n sabemos que hay instituciones q u e funcio-
nan mejor que otras, que cumplen de manera más aca-
bada con sus metas y objetivos, que agrupan un personal
C[ue se siente partícipe con las actividades e intenciones
institucionales y que satisface el trabajo de sus miembros,
en oposición a otras tjue son sentidas c o m o rígidas, b u r o -
cráticas, verticalistas, esclerosadas y congeladas, d o n d e los
participantes enferman y el trabajo en su seno resulta para
los actores tensionante y desagradable. Es decir, n o todas
las instituciones son exactamente iguales ni funcionan del

249
mismo modo (a pesar de que su estructura sea idéntica),
tampoco producen entre sus integrantes el mismo tipo
de enfermedad física o mental, ni todos operan de igual
modo, por ejemplo, frente al piiblico exterior que requie-
re sus servicios o intervención. Por tanto, se abre una am-
plia gama de variaciones del proceso institucional que sin
llegar a constituir una "psicopatología institucional" esta-
blecida, permite repensar virtudes y defectos, valores, pro-
cedimientos, modos de operar, icieologías que sustentan y
lazos libidinales que promueven. Dicho de otro modo, el
ciimulo de elementos que conforman una institución pue-
de ser analizado en aras de generar transformaciones don-
de algunos problemas que acontecen en su seno pueden
ser evitados, generando un espacio dinámico que tienda a
promover la salud, en lugar efe funcionar corno un medio
enfermante de los individuos soportes. El especialista no
puede interrogarse sobre la naturaleza de esta sin tomar
en cuenta el peso de las instituciones, ya que nuestra exis-
tencia esta atravesada (Guattari) por instituciones.
Las instituciones, obviamente, no dejan de marcar
de manera precisa, con su sello, el estado de salud. Por
ello, es posible afirmar que interrogarse sobre la salud es
cuestionarse también acerca de la relación que todo indi-
viduo tiene con las instituciones en las que desarrolla sus
actividades, con los sistemas normativos que delimitan
su ideología, su pensamiento, su concepción de miuido
Y sus proyectos y valores. Interrogarse sobre esta relación
es abrir el tema de la participación y de la implicación,
ya que si bien la institución es fundada por el hombre
también la institución hace de algún modo al hombre; si
bien el hombre promueve —o lo intenta, segtin el caso— el
cambio institucional, también la institución genera una
suerte de resistencia al cambio; de igual modo facilita o
rigidiza la gestión humana, realiza o frustra las aspiracio-

250
nes de sus participantes. El h o m b r e en el marco de u n a
institución tiene un lugar prefijado que está d e t e r m i n a d o
por su cuota de poder. En todo caso, el problema global
de la institución es el manejo del poder: la delegación, la
estructuración y la vehiculización del ejercicio del poder.
T a m b i é n , de la problemática de la recuperación del p o -
der, de la autogestión, del cambio institucional y de la
disolución de la institución con el retorno del poder a sus
legítimos dueños. Debe tomarse en cuenta que el poder
no produce un discurso. Al poder se lo visualiza en ac-
tos, en el ejercicio del poder (Foucault), sus mecanismos
deben ser investigados, deducidos, señalados, etc., en los
intersticios de la acción; en suma, denunciados, ya que el
poder - e n muchos casos- no deja de atentar contra la sa-
lud, atmquc también el poder pueda promoverla.
La institución se constituye como un p r o d u c t o so-
cial, como el resultado de un d e t e r m i n a d o accionar entre
los hombres; por tanto, se define c o m o u n i n s t r u m e n t o
que está a su servicio. Pero si se enfiícara de manera más
precisa el operar institucional, podría visualizarse ima
suerte de iatrogénica, d o n d e resulta que es el h o m b r e el
que queda atrapado en la institución; el h o m b r e al ser-
vicio de la institución. Y es frente a esta inversión que es
necesario pensar en torno a las condiciones que una ins-
tittición genérica podría ctmiplir para aportar a la salud y
evitar las estructuras y dinámicas que en las instituciones
concretas conducen irremediablemente a la enfermedad
de sus miembros.
El análisis de la institución s u p o n e ima dialéctica
que se mtieve en t o r n o a tres polos: Por u n lado, está lo
instituido, el poder de lo instituido, aquello ya n o r m a -
d o , ya establecido c o m o fijo, aquello q u e identifica la
identidad institucional. Se habla de reglamentaciones, de
estatutos, de acta fundadora, de organigramas, de distri-

251
bución de funciones, de responsabilidades, de jerarquías y
de poder. Lo instituido legitima el poder y lo congela por
el lapso establecido.
En el otro polo está el llamado poder instituyen te,
que es la oferta de cambio, la posibilidad del progreso
institucional, la adecuación a la realidad, la búsqueda de
nuevos proyectos, la propuesta de nuevos espacios orga-
nizativos, el intento de redefinir el organigrama y generar
una nueva alternativa de redistribución del poder. Es el
poder c|ue tienen todos los participantes de la institución
de hacer cosas, de crear; es el poder de enfrentarse a lo
anquilosado y cambiarlo; en su extremo, es el poder de
disolver la institución y generar la alternativa tínica de re-
cuperación total del poder, por parte de los miembros de
la institución. La disolución es el acto máximo de cambio
social, por cuanto muere algo para posibilitar hacer algo
nuevo, que no se podría haber liecho en el marco de lo
anteriormente instituido.
Por tiltimo, y siempre siguiendo a Lourau, se habla
del proceso tie institucionalización, que da cuenta de los
vericuetos grupales, del imaginario social indicador de la
direccionalidad del deseo colectivo y su articulación en
un proyecto social definicio. El proceso de institucionali-
zación resume y sintetiza los conflictos que se presentan
ante la alternativa de consolidación institucional (lo insti-
tuido) y de una organización sin normatividades, sin de-
legación del poder (lo instituyente). Hace a los síntomas
del proceso, a las rupturas y desplazamientos del conHicto
como efecto de transacciones producidas en el movimien-
to institucional.
Percatarse de la manera en cóino la institución de-
viene, se mueve, es también t o m a r en cuenta la interre-
lación entre los factores seííalados pudiéndose sopesar en
cada instante la incidencia de cada u n o de ellos en el pro-

252
ducto final. D e este m o d o , se entiende que la institución
se debe a un movimiento constante; sin embargo, si c o m o
lo señala el dicho "Los hombres pasan, las instituciones
permanecen", el peso de lo instituido parece acabar con
todas las alternativas del movimiento.
Recuérdese tjue la gente y la sociedad requiere de
insiitucioncs. E. Jacques aportaba la idea de que esa nece-
sidad sirve para mantener un d e t e r m i n a d o grado de salud
mental, en tanto la institución ofrece un marco más o
menos firme en el que los individuos pueden sentirse con-
tenidos y evitar así la angustia, el desenfreno, la locura.
Pero por otro lado, la pertenencia a una institución su-
pone depositar en ella una serie de proyectos personales,
proyectos de realizacióíi, de trabajo, de colaboración, de
protección, de justicia, etc., por lo cual las posibilidades
ciertas de que los proyectos se vayan c o n c r e t a n d o , re-
fuerzan sentimientos, por ejemplo, de autovaloración, de
seguridad, de salud, etc. Si esto no es así, si los proyectos
se ven impedidos, la frustración y el desamparo harán
estragos en el psicjuisino del individuo. D i c h o de otro
m o d o , la posibilidad de participación de los miembros de
una institución en el proyecto se convierte en un podero-
so y definitorio elemento de promoción y m a n t e n i m i e n t o
de la salud mental. Pas instituciones "castradoras" que
frustran ima y otra vez las aspiraciones de sus miembros
son generadoras de enormes tensiones, estrés, angustia,
sentimientos efe desvalorización personal y soledad.
N o es posible ser m i e m b r o de una institución sin
participar de algún m o d o en su proyecto; la marginalidad
solo anuncia una falta de c o m p r o m i s o con el futuro, con
un proyecto. Por ello, abre al especialista ima hipótesis
prospectiva dudosa sobre la salud de los involucrados;
más sano sería salirse en busca de nuevos proyectos trans-
formadores, transgrcsores.

253
Ahora bien, planteado el problema en términos de
las fuerzas cjue constituyen a la instittición (¿cómo es
qtie lo instituido se enfrenta al poder instituyentc, o de
qué forma la institución se resiste al cambio?), se corre el
riesgo de no poder dar cuenta del problema de poder cpie
existe en el fondo. El asunto tiene que ver con sectores o
individuos que han accedido a cieterniinados lugares de
poder, a partir del proceso de institucionalización ya reco-
rrido. El proceso de institucionalización daría cuenta efe
los momentos de apropiación que se han producido.
Resulta entonces, cjue el conflicto central se define
en términos del juego de poderes (en til tima instancia, el
monopolio ciel poder supone la liquitfación de uno de los
polos del conflicto) que hacen al movimiento institucio-
nal. Así, las redes de "benettciarios" operan como soporte
del poder hasta lo injustificable (por ejemplo, podría ser
el caso de la corrtipción, aliatfa siempre del poder), liste
juego está normado explícita y tácitamente segi'm la natu-
raleza de la institución.
Es evidente que a mayor concentración de poder,
menor creatividad en la institución; por ejemplo, el Ejér-
cito y la Iglesia (las instituciones elegidas por Freud para
su análisis) son espacios en los c|ue el pensar no es una de
sus virtudes. Su fortaleza se basa en un mito.
Cuando los miembros de una institución se sienten
attapados en sus vericuetos de poder y les cuesta cimiplir
con sus objetivos y, además, aparecen claros signos de im-
potencia, apatía, desagrado y problemas personales entre
ellos, es posible, por medio de una intervención exterior,
revertir el proceso de institucionalización liberando a
los integrantes de sus luchas internas y redefiniendo un
marco para que, por medio de una paulatina recuperación
del poder instituyentc, el conjunto pueda volver a ser pro-
ductivo y creativo. Un socioanálisis así iniciado se apoya

254
en la estructura grupal para la reorganización de tareas y
- a l analizar los manejos del poder, no sin angustias ni d o -
lor— estimula a una mayor y mejor participación, lo que
restituye la salud mental entre sus miembros.
Esta recuperación del poder puede ser virtual, c o m o
ocurre en muchas intervenciones. La construcción de un
dispositivo interventor que necesariamente devolverá la
palabra a los participantes, juega con una cierta ilusión:
tomarse el poder. Esto es cierto en el espacio del disposi-
tivo. O t r a cosa será c u a n d o lo analizado d u r a n t e la inter-
vención sea volcado a la institución de referencia, p o r q u e
allí las cosas serán de otro tenor. Es notable ver c ó m o la
participación tan solo en el espacio del dispositivo tienen
el^ectos, p r o d u c i e n d o mejoría de los participantes. Si bien
es un aliciente también constituye un riesgo.
La salud de la institución es posible, por t a n t o , a
partir de u n a participación institucional en la que el
poder no solo se reparte, sino c|ue también se ejerce en
diversos niveles; participación política en el fondo, por
tratarse del poder.
C u a n d o se habla de participación, ¿de qué se está
hablando en realidad? Porque hay muchos grados y for-
mas posibles de participación. Las experiencias históricas
dan cuenta de ello. Si el Estado es la institución primera
en nuestra cultura, la manera en cómo la participación se
de en el sistema político general se constituirá en modelo
para todas aquellas instituciones que cobija. Así como el
autoritarismo imperante se refleja fielmente en institucio-
nes verticalistas manejadas de manera hasta despótica, un
funcionamiento más participativo de parte del Estado (no
se pretende que ello sea mecánico) habrá de repercutir en
el "ablandamiento" de los sistemas de jerarquías y de toma
de decisiones, incorporando en las decisiones colectivas a
grupos cada vez más activos en el ejercicio de su poder.

255
La historia de las experiencias de participación reúne
una lista larga de acontecimientos, l a l vez valga la pena
señalar los más significativos: la C'omtina de París de
1 8 7 1 , la Rcvohición rusa de 1917, la Revolución francesa
de 1 7 8 9 - 1 8 0 1 , la Revolución norteamericana de 1774-
1776, la República española de 19.36-.39, las guerras de
liberación (Argelia, Yugoslavia), la Revolución mexicana
de 1 9 1 0 - 1 9 1 7 , la Revolución cubana, el M o v i m i e n t o Za-
patista, la Revolución sandinista, el mayo francés del 6 8 ,
la Unidad Popular en Chile, etc. Pero también habría que
mencionar para su esttidio y análisis los proceso de co-
gestión en Alemania de la posguerra, los Kibutz de Israel,
el M o v i m i e n t o de los Sin fierra de [brasil, el sindicato
Solidaridad en Polonia, y hasta la Ley 180 impulsada pot
Basaglia en Italia, por mencionar solamente algunos pro-
cesos significativos a nivel micro pero que tienen o tuvie-
ron repercusiones macrosociales.
Es importante rescatar el hecho de que, por ejem-
plo, en el caso de la C o m u n a de París, los investigacforcs
destacan el carácter "festivo " que la misma tuvo, aspecto
que se repite una y otra vez en los movimientos indepen-
dentistas, de liberación, etc., cuandt) se animan a adoptar
a u t o n o m í a con respecto al poder instituido, c u a n d o se
apropian de sí mismos y de su destino, c u a n d o se orga-
nizan libremente —digamos autogestivamente— es decir,
cuando finalmente se animan colectivamente a recuperar
su poder, aquel que les había sido en algún m o m e n t o ex-
propiado.
Y entonces es lícito preguntarse si ese estado de festi-
vidad, de gozo natural que se produce en el m o m e n t o de
ruptura de cadenas no consiste en lo más parecido a lui
estado de salud generalizada. Porque esta anormatividad
transitoria no es para nada un m o m e n t o de caos total,
como se lo podría hacer ver. Allí se crea una normatividad

256
que tiene que ver casualmente con la manera en como el
colectivo se organiza. No se trata de un destierro, al viejo
estilo griego, más allá de las fronteras de la polis y donde
las leyes no rigen. Se trata de que la grupalidad del colec-
tivo se plasma en acuerdos explícitos o tácitos, alrededor
de las tareas que el mismo asume. Podría decirse que el
trabajo y las condiciones que el mismo por su naturaleza
impone, es el que apela a cierta normatividad para que
la tarea sea posible: liderazgo, búsqueda de los saberes,
llamado a las habilidades requeridas, producción de las
herramientas, unificación de fuerzas en un sentido acor-
dado, etc.
Creo ver, tal vez con demasiada buena voluntad, que
hay una relación directa entre ese estado de festividad y
de salud que se patentiza en el momento de la recupe-
ración del poder por parte del colectivo y la "salud" que
podría hipotetizarse tiene la institución. Diría más, que
lo segundo es causa de lo primero, que en la medida en
que la institución madre, originaria, es impugnada en su
arbitrariedad, en su despotismo, y el colectivo entonces
en un acto de autonomía se reencuentra con su propio
poder, aquel que le es inherente en tanto tal, se produce
en el psiquismo colectivo un gran alivio. Metapsicológi-
camente, es posible hipotetizar que la represión ha sido
"controlada", lo que ha ocasionado el resurgimiento de
sentimientos de libertad y gozo porque el yo "colectivo"
se ha hecho poderoso, exitoso, vencedor (hay que suponer
la recatectización del yo). Es la imagen de Moisés y su
pueblo que ha cruzado el mar Rojo cuando los ejércitos
egipcios han sucumbido en el mismo. Se han liberado,
son dueños ahora de su propio destino.
Pero el efecto de liberación en el plano político de
participación social no es el único que la situación de
revolución produce. Hay que señalar también los efectos

257
que este fenómeno festivo, de goce, tiene sobre el pensa-
miento de los involucrados. Porque no es casual que en
dichos momentos —donde hay rupturas de instituciones
tan importantes como puede ser la del propio Estado-
coinciden la aparición de recursos intelectuales, creativos,
asociativos diversos. Esta reorganización de las fuerzas
posibilita pensar aquello que no había existido antes. Sur-
gen entonces, fenómenos organizativos colectivos de un
grado de complejidad y de eficiencia en su accionar, que
sorprende por los efectos.
Estamos en presencia del funcionamiento de la
democracia directa, alejada sustancialmente del operar
en el individualismo. La democracia directa supone la
posibilidad de ejercer el poder sin mediaciones, sin repre-
sentantes, sin instancias intermedias de negociación, pero
tampoco sin que cada quien haga lo que se le ocurre. Esto
último supone un nivel de acuerdo, de aprobación de lo
que se va a hacer, sin necesidad de consulta. Lodos operan
en representación de todos en la medida en que se cons-
truye un proyecto sobre la marcha, el que es compartido.
La democracia directa supone el anonimato de los agentes,
ya que, en el fondo, son todos los operadores del poder. La
democracia representativa se focaliza en el representante, a
quien se le pide, además, que asuma im cierto liderazgo.
El colectivo se ve impulsado, forzado, a resolver los
distintos obstáculos para poder avanzar en su proyecto;
por tanto, cada uno de los integrantes se ve requerido por
la totalidad para realizar aquellos aportes, tanto en ideas
como en ejercicio activo de su poder (y sobre todo para
que no les sea arrebatado nuevamente). Cada quien opera
en el colectivo, cobijado por él pero también sosteniéndo-
lo e impulsándolo.
Así, a modo de conclusión, se puede pensar que una
institución más "sana" es aquella que muestra un mayor

258
grado de participación, en todos los niveles de su coti-
dianeidad. Esta participación supone la incorporación de
las ideas de todos en un funcionamiento horizontal q u e
"garantice" que todos p u e d e n desempeñar casi todos los
roles. N o se elimina el liderazgo pero sí la acumulación
de poder que el liderazgo implica c u a n d o este ya n o es
necesario. Segiin este r a z o n a m i e n t o , las i n s t i t u c i o n e s
estudiadas pot Freud c o m o prototípicas, por sus caracte-
rísticas, la Iglesia y el Ejército, serían las más "enfermas"
de todas.

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267
ANEXOS
EL NUEVO PROGRAMA DE
ORIENTACIÓN VOCACIONAL
COMO ANALIZADOR INSTITUCIONAL*

En este trabajo pretendemos mostrar cómo el Nuevo


Programa de Orientación Vocacional para las prepara-
torias' se convirtió involuntariamente en un analizador
de la institución universidad en la que fue aplicado. Se-
ñalaremos algunas de las raíces mismas de la estructura
universitaria que quedaron al descubierto con el Nuevo
Programa, asi como las medidas que tuvo que adoptar
la universidad para mediatizarlo y neutralizarlo. De más
está decir que esta elaboración es muy posterior a la im-
plementación del programa en sí, que lejos de analizar la
institución educativa nuestro objetivo siempre fue brindar
un servicio asistencial del mejor nivel posible dentro de la
orientación vocacional. De lo que aquí hablaremos será
de un efecto del programa, no de una meta.
El concepto de analizador, rescatado de la química
y de la biología, alude a un aparato orgánico que desme-
nuza, analiza la información proveniente del mundo exte-
rior. Así la retina y el oído son analizadores especializados
del sistema nervioso. Pavlov lo utilizaba para designar
todo aparato nervioso de sensibilidad exteroceptiva. De
este modo el analizador es un dispositivo que cumple la
función de descomponer la realidad en sus elementos, es
la definición misma de análisis, se trata pues de "un dis-

* Publicado originalmente en H. Foladori y colaboradores. Contribuciones


al análisis vocacionalgrupal, UAEM, Cuernavaca, 1987
' Foladori H..- Nuevo Programa de orientación vocacionalpara las preparato-
rias de la U.A.E.M., folleto, 1982. También Foladori, H. (1985),^««/ú«
vocacional y grupos, UAEM, Cuernavaca, y Foladori, H. et al. (1987),
Contribuciones al análisis vocacional grupal, UAEM, Cuernavaca.

271
positivo experimental, u n intermediario entre el investiga-
dor y la realidad"^. En esta o p o r t u n i d a d hablamos de u n
analizador construido, artificial; en el caso de aquellos de
los que habla el fisiólogo (ojo, cerebro, oído, etc.) se trata
de analizadores naturales. Los analizadores construidos
pretenden simular a los analizadores naturales.
Para el caso del análisis institucional L o u r a u ' señala:
"daremos el n o m b r e de analizador a lo que permite reve-
lar la estructura de la institución, provocarla, obligarla a
hablar". Es claro que c u a n d o se practica una intervención
socioanalítica, se construye artificialmente un dispositivo
provocador en el sentido de obligar a la institución a ex-
presarse; material que será t o m a d o c o m o discurso institu-
cional para ser analizado.
En nuestro caso el N u e v o Programa de Orientación
Vocacional se constituyó en un dispositivo artificial que
hizo n o solamente hablar a la institución, sino también
actuar, hechos que a posteriori nos hicieron reflexionar
acerca de ese efi;cto "desconocido" que había tenido el
N u e v o Programa, paralelamente a los interrogantes que
nos hacíamos acerca de los motivos por los cuales el N u e -
vo Programa había entrado en u n callejón sin salida.
Pero hagamos un poco de historia para c o m p r e n d e r
mejor las raíces más profundas de este largo e intrincado
proceso.
En 1981 nos fiarmulan la invitación a hacernos cargo
de la jefatura del D e p a r t a m e n t o de Orientación Vocacio-
nal, dado que su funcionamiento no satisfacía los anhelos
institucionales. En ese m o m e n t o se practicaba una serie
de tests c u a n d o quedaba alguna hora libre por inasistencia
de maestros y hacia el final del año escolar se le entregaba
a cada a l u m n o u n a hoja d o n d e figuraban gráficamente sus

' Lapassade, G.: El analizador y el analista, Gedisa, Barcelona, 1979.


Lourau, R.: El análisis institucional Amorrortu, B.A., 1975.

272
posibilidades futuras. Todo ello, si alcanzaba el tiempo
para valorar adecuadamente las pruebas de más de 7.500
alumnos. La realidad era que había alumnos que durante
los tres años de las preparatorias no recibían la visita del
orientador vocacional.
Nuestra postura frente a la orientación vocacional
se encontraba ya bastante definida luego de haberla prac-
ticado de miiltiples maneras y se resumía en una serie de
principios que pasaron a formar parte de las bases concep-
tuales del NUEVO PROGRAMA propuesto.
1. La problemática vocacional es el efecto combinado
de una muy variada gama de contradicciones sociales, cultu-
rales, políticas, así como de un conflicto de identidad típico
de la edad adolescente. Reducir la Orientación Vocacional a
un problema de habilidades, de aptitudes y de vocación en
el sentido más vulgar del término, es distorsionar el proble-
ma y consecuentemente engañar al adolescente. Propusimos
entonces lo que llamamos la "despsicologización de la orien-
tación vocacional" que no era otra cosa que considerar otro
tipo de determinaciones —en lo que a la problemática voca-
cional se refiere- además de las psicológicas.
2. Rechazar el enfoque psicometrista de la Orienta-
ción Vocacional, por reduccionista (psicologista) y por
falso, sobre todo a partir de las críticas formuladas por
una serie de autores a los conceptos de cociente intelec-
tual, aptitud, selección''', etc. Además, porque la propues-
ta de los tests genera en el adolescente la ilusión de que el
orientador sabe más que él acerca de su problema y acerca
de su futuro, lo cual es alienante y refuerza el paternalis-
mo educativo y social. En suma, el test se convierte en un
instrumento sometedor del joven.

"^ Naville, P.: Teoría de la oríentación Profesional, Alianza, Madrid, 1975;


Salvar, H., Seve, L. y otros; El fracaso escolar, Ed. De cultura popular, México,
1987; y Tort, M.: El cociente intelectual S. XXI, Madrid, 1977.

273
3. Postular la existencia del grupo como el lugar
natural en el cual el adolescente crece y se desarrolla, del
grupo de pares donde el joven se siente pertenecer, prote-
gido, pero que a su vez es diferente del grupo familiar que
ya no soporta. La utilización de este lugar natural para
reflexionar acerca de lo vocacional con todas sus deter-
minaciones, podría constituirse en la nueva metodología
de abordaje de los conflictos del adolescente. Habría que
darle una forma técnica para que el orientador tuviese un
rol definido y fuese útil en este proceso. Se seleccionaron
las técnicas del grupo de discusión y del grupo operativo
como las más viables para ser utilizadas en un contexto
como el de las preparatorias.
4. Entender que la vocación es algo a construir; en for-
ma alguna puede ser algo dado hereditariamente. Pero esta
construcción no es voluntarista, se trata de un reencuentro
con la propia historia personal y con las limitantes sociales
que la forjaron, donde la elección, lejos de ser expresión del
libre albedrío, es la conclusión lógica del determinismo psí-
quico y social. Proceso de conocimiento del entorno, de las
fuerzas que lo mueven y de autoconocimiento de los vecto-
res que han enriquecido el psiquismo del adolescente.
5. En tal marco el orientador ya no orienta, ya que
no hay nada que introducir en el individuo. Su función
es la de coordinar al grupo para facilitar el análisis de las
múltiples determinaciones que afectan el proceso vocacio-
nal. Preferimos el término de "análisis vocacional" más
que el de "orientación", teñido de toda una serie de con-
notaciones, paternales, sometedoras, guiadoras, donde el
adolescente se pierde como individuo consciente en busca
de una identidad propia.
6. Proponer como aspecto esencial del Nuevo Pro-
grama la inclusión de tareas de microinvestigación en el
entorno social, educativo, laboral, político, familiar, psi-

274
cológico, biológico, etc.I Es decir, partir de la necesidad
de un compromiso voluntario entre el adolescente j ^^
técnico en el cual ambos realizan un trabajo de colabora-
ción tendiente a comprender los implícitos de los temas
que abarca lo vocacional, no desde una posición pasiva
donde el adolescente recibe datos, sino realizando y resol-
viendo temas concretos que abarcan todo el espectro de la
problemática vocacional. Sustituimos las antiguas confe-
rencias sobre alguna profesión, por visitas y entrevistas a
profesionales en sus propios lugares de trabajo.

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En las preparatorias

El programa propuesto empieza a funcionar en agos-


to de 1981 en una forma un tanto particular. En primer
lugar, se consigue sustituir la función de la orientación
vocacional como el parche que tapa las ausencias de maes-
tros regulares, por un servicio que tiene una hora semanal
asignada y fija. Igual que las otras materias de la prepara-
toria. Este hecho, que a primera vista constituye un avance
significativo en la valoración de la orientación vocacional,
tendrá repercusiones no previstas por nosotros y se trans-
formará en un boomerang contra el propio programa.
En los hechos, el servicio es de asistencia voluntaria,
no existe forma alguna para obligar a los alumnos a asis-
tir por más que disposiciones administrativas pretendan
establecerlo como obligatorio. He aquí una problemática
muy compleja, parte de la cual hemos analizado en otro
trabajo'^' y que tiene que ver con los encargos institucio-

^ Illich, I. y otros; Educación sin escuelas. Península, Barcelona, 1977; y


Lapassade, G.: Autogestión pedagógica, Gedisa, Barcelona, 1977.
'' Foladori, H. (1997): Análisis vocacional grupal, Espiral, Santiago de
Chile.

275
nales implíciros a la orientación vocacional. Nuestra pri-
mera propuesta era progresiva, es decir, comenzar con un
servicio hacia los primeros años, luego a los primeros y a
los segundos hasta alcanzar en tres años la totalidad del
alumnado.
La exigencia institucional estuvo dirigida desde tm
principio a cubrir toda la supuesta demanda de alumnos,
creemos que por un problema de demagogia, más que por
necesidad real.
Ahora bien, el problema de la asistencia vohmtaria
ocasionó que la institución tuviera que comenzar a hablar,
así como también tuvo que hacerlo para opinar acerca de
los temas que eran debatidos "con tanta libertad' en los
grupos de orientación vocacional. A su vez, el departa-
mento de Orientación Vocacional promovió toda una
serie de reuniones con directores y maestros principal-
mente, con im doble objetivo político y técnico: obtener
alianzas rransitorias que posibilitaran im trabajo cada vez
más integrador y lograr el apoyo técnico de maestros en
aquellos rubros donde fuera necesario.
Es conveniente señalar que los posrulados de nuestra
propuesta llevaban implícito un objetivo de totalización,
vale decir, cuando proponíamos la despsicologización de
la orientación vocacional, estábamos señalando que de
una u otra manera todos los habitantes de la preparatoria
eran responsables de la orientación vocacional. Explici-
tamos que cuando un maestro de química, por ejemplo,
dicta una clase, está simultáneamente transmitiendo una
imagen vocacional de lo que es un maestro y acerca de lo
que es un químico. En suma, nuestro intento pretendía
hacer girar la estructura de la preparatoria en torno a la
orientación vocacional. Pensamos que si los alumnos
visitaban un centro agrícola-industrial, sus observacio-
nes, entrevistas e interrogantes podrían ser discutidas en

276
orientación vocacional, así como también en las materias
específicas del área, enriqueciéndose así el análisis de las
implicaciones vocacionales y el propio desarrollo de la
docencia.
Esta idea de raíces idealistas (modificar el sistema
educativo desde la práctica educativa misma y no desde
el sistema socioeconómico que le da existencia) generó a
su vez un delirio megalomaníaco en los técnicos (noso-
tros íbamos a producir un estudiante nuevo, lo íbamos a
hacer crecer para que tomara decisiones más responsables,
más críticas, en fin, que iba a poder romper con la depen-
dencia y el paternalismo para asumirse como un ser más
consciente de su propio destino).
Esta idea generó que aceptáramos ubicar el servicio
de orientación vocacional en un horario de la curricula en
base a la ilusión de que ahora sí el servicio sería valorado
al tener un lugar como todos. Pero ubicamos la contra-
dicción donde no estaba: el servicio puede ser igualmente
desvalorizado estando dentro de la curricula o fuera de
ella, el problema central es la esencia del servicio, vale
decir, si es este un servicio o si por entrar a la curricula
se convierte en materia, prostituyendo así la misma razón
del servicio.

La institución comienza a hablar

Y habla por medio de los diversos sectores que se ven


involucrados:
1. Los directores empiezan a quejarse de que los es-
tudiantes no asisten a orientación vocacional, lo que oca-
siona múltiples perjuicios para el orden de la preparatoria:
hay un gran número de alumnos libres entre las clases que
son prácticamente incontrolables. Orientación Vocacional

277
atenta, entonces, contra las normas institucionales, contra
los reglamentos, las obligaciones y derechos de los alum-
nos, pero sobre todo da una imagen de anarquía donde la
libertad comienza a ser vivida como peligrosa.
No es posible que los adolescentes hagan lo t]ue
quieran, aún son niños y deben ser guiados. No se puede
esperar que adopten conductas responsables; les importa
más jugar que estudiar, no tienen conciencia de su pro-
blema, de la importancia de la orientación vocacional. Los
directores se quejan de que la extrema libertad amenaza la
imagen de la preparatoria.
2. Los maestros se sienten juzgados en cuanto a su
metodología docente, así no se dicta clase, no es posible
que en un grupo se pueda decir cualquier cosa, cjuc se
comparen metodologías de enseñanza tan dispares. No es
posible que hablando en grupo se pueda enseñar nada. La
libertad se ha transformado en libertinaje, la orientación
vocacional debe reducirse a su especificidad y no meterse
con las otras materias, debe respetarse la atomización de
la enseñanza. ¿Cómo es eso de sacar a los alumnos de las
preparatorias? Ellos no van a poder sacar conclusiones.
¿Qué conclusiones extraen? ¿Son adecuadas para el cre-
cimiento y desarrollo del adolescente? Está bien que los
adolescentes sean críticos, que maduren, ¿pero bajo qué
parámetros?, ¿según qué objetivo?
3. Los alumnos están divididos: el 70% no partici-
pa, como no es una materia y no es obligatoria prefieren
mantenerse al margen, jugar, estudiar, o simplemente no
hacer nada. Una hora libre en el internado de 6 horas
diarias es buena para relajarse un poco. El 30% que entra
se interesa, participa y discute según los programas esta-
blecidos, el tiempo es poco para analizar en profundidad
los problemas, piden más horas por semana, solicitan se
incluyan otros temas de interés y actualidad, manifies-

278
tan que es la única oportunidad que tienen para poder
manifestarse de manera totalmente libre sin miedo a la
venganza del maestro. Pueden decir cualquier cosa. Es
importante romper la apatía, pero también son objeto de
burlas de lo otros que no participan, están muy presiona-
dos. El problema de la elección de carrera es secundario,
al adolescente le importan otras cosas que tienen más ur-
gencia, "temas de la vida". Se sienten muy dependientes,
el peso del paternalismo es excesivo, no se puede aprender
a caminar.
4. La burocracia actúa. Se pierden materiales in-
íorniativos sobre carreras en todas las preparatorias, los
horarios dedicados a orientación vocacional se ven suma-
mente reducidos por interferencias, se suspenden clases
ptidiéndose cubrir solamente el 60% del programa por
semestre, en repetidas ocasiones los horarios para orienta-
ción vocacional se modifican resultando en superposicio-
nes con otros cursos. Las autoridades evaden las quejas,
los informes se archivan, no hay materiales de apoyo, no
se pagan viáticos o se pagan pasados 6 meses, Orientación
vocacional comienza a vivir un aislamiento tácito.

La mediatización del programa

En junio de 1983 el H. Consejo Universitario re-


suelve t[ue Orientación Vocacional pasa a ser una asigna-
tura más de la curricula con calidad de obligatoria. Dicha
disposición se adopta sin haberse consultado al Departa-
mento de Orientación Vocacional.
La medida pretende liquidar el "libertinaje" reinante,
restituir el orden en las preparatorias, y como la mayoría
de los adolescentes no tienen conciencia de sus carencias
y de su necesidad de la orientación vocacional, se los va

279
a orientar a como dé lugar. Pero además llegan órdenes
de modificar el programa: deben incluirse temas sobre el
conocimiento de la legislación universitaria, sobre todo
en lo que tiene que ver con los derechos y obligaciones de
los alumnos; en particular, a la administración le interesa
que los alumnos sepan cuántas materias pueden reprobar
sin ser dados de baja, en qué períodos se pueden presentar
a examen, etc., es decir, que disminuyan los conflictos por
desconocimiento de la legislación vigente.
Además recibir entrenamiento acerca de cómo es-
tudiar, qué es el proceso de enseñanza-aprendizaje y qué
técnicas es posible disponer para obtener mejores benefi-
cios del estudio. "Debemos defender la libertad de expo-
sición, luego, que el alumno escoja aquella técnica que le
resulte más conveniente".
O sea, la mediatización del Nuevo Programa viene
desde lo institucional para reforzar la atomización de la
educación, uniformizar a los educandos y someterlos se-
gún las necesidades del sistema. Se pervierte el servicio de
ayuda, se anula la demanda, se pretende cambiar la libre
asociación grupal por una clase expositiva, se fuerza la
entrada de orientación vocacional en la curricula generán-
dose a su vez los sistemas sobre su funcionamiento (si el
alumno "aprende" o no en orientación vocacional).
Pero la represión no actúa sin riesgos y sin costos;
cuando el conflicto no es solucionado de fondo, adquiere
nuevas formas de expresión, veamos algunas:
a) Si orientación vocacional es una materia más,
entonces, el sindicato de maestros exige que sea bo-
letinada, puesta a concurso, e incluso, según acuer-
dos de contrato colectivo, comienza a ser repartida
entre los maestros de las diferentes preparatorias.
Claro está (por aquello de la excelencia académica),
la institución no puede permitir que cualquier maes-

280
tro dicte orientación vocacional, debe contar con
u n e n t r e n a m i e n t o específico en el área, cosa que n o
ocurre. El sindicato ve aquello como favoritismo y
amenaza con incluirlo en las violaciones al c o n t r a t o
colectivo de trabajo.
b) Si orientación vocacional es una materia más, los
orientadores de las preparatorias tienen injerencia
directa en la designación de los orientadores.
c) El funcionamiento transitorio de orientación vo-
cacional en calidad de materia es un fracaso total: los
alumnos entran, pero al no tener interés no partici-
pan. A su vez los salones se atiborran de 50, 60 u 80
alumnos que ni caben en el salón y que su vez por el
gran n ú m e r o imposibilitan siquiera trabajar grupal-
mente.
d) Los o r i e n t a d o r e s se ven t o t a l m e n t e s u p e r a d o s
técnicamente (no existen técnicas para trabajar con
grupos grandes), por lo que se defienden con inacti-
vidad, en algunos casos, ausentismo, burocratismo.
e) Los maestros se quejan de que los orientadores no
orientan ya que es esa su función y que el grupo se
desarrolla en un divague total sin conclusión alguna.
Sugieren que algunos de ellos sin saber nada, serían
mejores orientadores que los propios orientadores.
f) Los alumnos que algo de interés tenían, ahora se
sienten superados por el n ú m e r o de compañeros que
n i n g ú n interés tienen. Señalan que el programa es
totalmente inoperante, que se pierde el tiempo, que
el orientador "no les da" orientación, etc.
g) La institución reprocha cjue n o se han cumplido
los objetivos, que no se les enseña a los alumnos lo
que tienen t|ue saber de cualquier m o d o , que no es
posible partir de una situación de tanta libertad; que
al adolescente no se le puede dejar libre si viene de

281
toda una estructura educativa autoritaria, se debe
poder guiarlos de a poco para que puedan ser sujetos
responsables. El problema se convierte en un volcán
institucional, d o n d e altos puestos son cuestionados
en su responsabilidad por lograr un programa mejor.
La política supera a la ciencia, no se trata de cortar
cabezas pero debe haber alguna respuesta que calme
los ánimos. La institución debe tener un sistema de
orientación vocacional eficaz, el mejor del país. Pero
t a m p o c o hay ánimos para retroceder, analizar las ¡nv
plicancias del problema, lo complejo del contlicto y
comenzar a ubicar la orientación vocacional de pie y
no de cabeza.

Conclusiones

Decíamos al principio que el N u e v o l'rograma se


había c o n v e r t i d o i n v o l u n t a r i a m e n t e en un analizador
institucional y ¡vaya si hizo hablar a la institución! Y lo
que la institución dijo remite —como e m e r g e n t e - al papel
que juegan las instituciones educativas en nuestro medio
social.
1. El desorden: la reacción de la institución educa-
tiva ante el supuesto desorden que causa un programa de
esta naturaleza es terminante. La libertad causa el caos
y, en tal sentido, debe reducirse el margen de libertad
para que cada quien ocupe en t o d o m o m e n t o su lugar.
El desorden, efecto de la libcralización del estudiante,
atenta contra la organización educativa. La institución
ha invertido el problema p o n i e n d o al orden como el re-
q u e r i m i e n t o para la posibilidad de educación, en vez de
centrarse en la educación y generar un orden acorde a las
necesidades del proceso educativo. El Nuevo Programa

282
al proponer la libertad de elección que se materializa en
la elección de entrar o no a los grupos de orientación
vocacional, pretende poner al sistema educativo otra vez
de pie, hecho c|ue no soporta la estructura institucional.
Además, es sabido que todo cambio debe partir de una
desorganización de lo instituido para ser posible y buscar
consecuentemente nuevas formas de organización.
i'ero el desorden en sí no significa nada, si no es por
lo ciue a su vez genera lui desconocimiento de la autoridad
de t i n n o , im retorno del poder a las bases y la amenaza de
nuevas alianzas y agrupaciones de personas. Si la revolu-
ción se institucionaliza es porcjue ha perdido su esencia
transformadora, pero, a su vez, la itistitucionalización
ganuitiza un jerarquizado manejo del poder. En suma,
utta propuesta que en los hechos itnpliqtie el desorden,
deberá rápidamente ser neutralizada por el sistema ya cjue
es visitalizada como utia ametiaza directa a la estabilidad
del mistno.
2. Enseñar es someter. El sistema educativo está ins-
talado para etisefiar a pensar; al menos ese es el cometido
manifiesto: entretiar itidividitos para que puedan solucio-
nar problemas de la c o m u n i d a d . Todo problema es en
sí mismo nuevo y requiere de salidas diferentes a otros
atiteriores.
Se debe, por tanto, brindar un espacio para que los
alutnnos se puedati entrenar en el arte de producir ideas
originales, eticontrar relaciones entre conceptos, desme-
nuzar, analizar, en fin, lo ciue se ha pasado a llamar el
pensatnienro crítico. "Por una Elumanidad Culta" reza el
embletna de la universidad; pero cultura no es algo estáti-
co, sitio es la manera c ó m o nos vatnos relacionando con
el e n t o r n o material y social, de ciué forma lo vamos cono-
ciendo, p a u l a t i n a m e n t e , incorporando elementos a una
espiral cada vez más integradora. Pues bien, eso es lo que

283
no es posible hacer en la institución^. Se supone cjue hay
que "llevar de la m a n o " al estudiante para que saque tal o
cual conclusión, con lo tjue se desvirtúa el procedimiento
m i s m o . Solamente se puede aprender a pensar, pensando.
Cualquier sistema mediatizador obtura el tiempo de re-
flexión e impide tener pensamientos realmente novedosos
y propios. El planteo de la institución se dirige a mostrar
que si t o d o el sistema educativo es paternalista desde hi
primaria, es imposible pedirle al esttidiante universitario
que sea diferente, no está capacitado para ello. Pero a su
vez, si también en la universidad le señalamos su c a m i n o ,
i m p e d i m o s que p u e d a darse cuenta de las dificultades
para poder tener un pensamiento realmente creativo. H a -
remos técnicos pero no científicos.
3. Pensar por sí m i s m o es angustiante. Acceder al
pensamiento crítico, a u n q u e más no sea visualizarlo desde
lejos, resulta entusiasmante por la atracción que p r o d u -
ce todo lo nuevo, pero también angustiante por cuanto
comienzan a operar ansiedades frente a lo novedoso: pa-
ranoides y depresivas. Es optar por la desalienación, por
la soledad, por las diferencia y es oponerse a un sistema
que marca una y otra vez lo opuesto, la alienación, la tmi-
formidad, el pegoteo de unos con otros, la mediocridad.
Es saberse desposeídos de estereotipos, de defensas sin
razón, de una ubicación de marginalidad con respecto a la
totalidad, de un incremento de la responsabilidad frente a
los otros. N o se soporta el dejar de depender, como tam-
poco ese lugar que ofrece u n pensar libre. En otro nivel,
la crítica, el pensamiento independiente puede cuestionar
el orden institucional, señalar errores, marcar descono-
cimientos y hasta ocasionar trastornos en la carrera de
algún jerarca con proyectos de ascenso político. Por ello

" Michaud, G.: Análisis institucional y pedagogía, Laía, Barcelona, 1972; y


Mendel, F. y Vogt, C..- El manifiesto de la educación, S. XXI, México, 1975.

284
es que la institución educativa, la verdad y, por tanto, la
ciencia están siempre en un segundo plano con respecto
del desarrollo de la política institucional. Las sugerencias
y proyectos deben calmar y someter, porque las manifes-
taciones de disconformidad cuestionan la conducción.
Pensar es, entonces, poder cuestionar la jerarquía; difícil
para el jerarca como para el cuestionador.
4. La eficacia de la burocracia. Y aquí nos encon-
tramos nuevamente con un mecanismo institucional que
lejos de servir para garantizar la eficacia productiva de un
sistema, opera como neutralizador de dicha eficacia".
La burocracia es eficaz en cuanto puede mediatizar
cualquier intento de cambio, en tanto es capaz de garan-
tizar el mantenimiento de las mismas reglas del juego. La
eficacia de la biuocracia es tanto mayor cuanto que puede
hacer sentir su peso sin aparecer directamente, cuanto
más esfuerzos realiza por demostrar su inexistencia. Por
ello, en un sistema educativo superior, cada quien puede
hacer cosas, proponer proyectos, módulos, programas,
en fin, la institución está dispuesta a escucharlo todo y a
aceptarlo, en principio. Todo sea por el desarrollo de la
ciencia. Pero la realidad es que los controles -desvaloriza-
dos directamente por los jerarcas— corroboran su eficacia
cada día, al impedir hacer. Nueva forma de garantizar el
sistema piramidal, cada quien está bien donde está; de lo
contrario estaría en crisis el sistema todo. Nadie puede
proponer ideas que no hayan sido ya pensadas por lo ni-
veles superiores, sobre todo si las mismas proponen orga-
nizaciones diferentes al orden instituido.
"No saltar niveles" es la norma de todos los funcio-
narios de la institución, asegurando así a la burocracia su
máxima eficacia.

' Lapassadc, G.: Grupos, organizaciones e instituciones. La transformación


déla burocracia, Granica, Barcelona, 1977.

285
Sistemas de información más que de formación, de
adoctrinamiento más que de crítica, de repetición más
que de creatividad, de sometimiento más que de libera-
ción. En fin, si las institticiones de enseñanza superior
deben proveer los técnicos cjue el sistema económico
necesita para desarrollarse, esto debe hacerse automáti-
camente como en una híbrica, independientemente de la
humanidad de los individuos soportes. A su vez, la orien-
tación vocacional cumple una función un tanto misterio-
sa: el sistema hace agua por todos lados (deserción, cam-
bios de carrera, inmaciurez, falta de creatividad, etc.), la
orientación vocacional delie poder ir solucionando (desde
el exclusivo registro de lo psicológico) todos esos proble-
mas, lo t]ue constituye un entoqvie totalmente falso desde
todos los ángulos cjiíe se lo mire. No hay una demanda
clara, manifiesta, explícita, hay ima depositación que es
asumida masivamente sin ser analizada.
Pero cuando el Departamento de Orientación Voca-
cional pretende introducir modificaciones de fondo, todt)s
los sectores se sienten cuestionados y reaccionan mediati-
zando el programa y demmciando la ineficacia para tapar
los agujeros estructurales de la propia institución.
¿Qué alternativa hay? ¿La hay? Sí, el caso de un Depar-
tamento de Orientación Vocacional como un feudo más,
qtie fiíera de la estructura curricular es capaza de trabajar
exclusivamente en lo psicológico sin pretensiones de totali-
zación, de globalización o de cuestionamiento de la estruc-
tura educativa. Lugar reducido y enquistado en el aparato
institucional que provee a la institución de reconocimiento
social (por haberse acogido a la moda) y de un servicio, de
eficacia secundaria y sobre todo ilusoria para el adolescente
que concurre a requerirla. Al menos existirá demanda.
Es el modelo de la mayoría de las universidades del
país, que cuentan con el servicio. La "isla" no amenaza

286
la estabilidad del sistema, lo preserva, en tanto respeta la
atomización ya lograda.

Post scriptum

El desarrollo presentado en el trabajo abarca u n lap-


so que tiene sus comienzos en mayo de 1981 y finaliza en
marzo de 1983. Pero c o m o la historia n o se detiene, co-
rresponde realizar una actualización del análisis institucio-
nal ya que en estos dos años han transcurrido hechos por
demás significativos que lejos de modificar las conclusio-
nes que del trabajo se podía extraer, marcan nuevos hitos
de este "discurso institucional" objeto de nuestro estudio.
F i m d a m c n t a l m e n t e son dos los hechos a destacar:
1. Fl D e p a r t a m e n t o de O r i e n t a c i ó n Vocacional
logra - d u r a n t e algiín tiempo— un grado considerable de
estabilidad. C'omo por oleadas, retorna la preocupación
en el programa a partir de las presiones que desde distin-
tos círculos confluyen sobre la administración. Tal es así
que im año después otro d e p a r t a m e n t o de la universidad
es encargado de realizar una "evaluación del programa de
orientación vocacional". El procedimiento que se sigue
debe ser a todas luces "objetivo" y para tal fin se diseña
un cuestionario (ver anexo) y se selecciona una muestra
de alumnos y de grupos de las preparatorias, que serán los
objetos del estudio. Las pregimtas son p u n t u a d a s entre O
y 5 graduándose en función del r e n d i m i e n t o . Cada grupo
es valorado a su vez i n d e p e n d i e n t e m e n t e lo que arroja
una determinada conclusión parcial sobre el grupo y su
orientador. Finalmente, se promedian todos los parciales
para arribar a un gran total sobre el programa en general.
Cabe hacer notar, c o m o se desprende del análisis de
las preguntas, que el D e p a r t a m e n t o de Orientación V o -

287
cacional no tuvo injerencia alguna en el sistema de valora-
ción ni en el diseño de la encuesta y menos aún en la apli-
cación y en los cálculos finales: únicamente se pudieron
realizar limitadas sugerencias sobre la necesidad de correla-
cionar las opiniones de los estudiantes con sti propio grado
de compromiso con el programa: no es lo mismo opinio-
nes del estudiante que asiste y participa activamente, que
aquellas de individuos que jamás se han incorporado al
trabajo grupal y que hablan más por referencias que por
haber vivido una experiencia personal. Por ejemplo, nunca
hubiésemos realizado preguntas como la N " 3 . 1 . "El orden
de sus exposiciones fue...", porcjue simplemente no había
exposiciones en nuestra metodología. Pero ¿cómo hacerle
entender a los "evaluadores" que un programa no puede
ser evaluado "desde fuera", desde una ideología diferente
a la que el propio programa sustenta? Desde la educación
tradicional las "exposiciones" es lo que permite aprender,
el grupo por sí mismo no puede producir conocimien-
to alguno. Idéntico interrogante puede plantearse sobre
las preguntas N " 3.2. "Las conclusiones del expositor al
término de las sesiones fueron...", c o m o si el supuesto
expositor tuviese que dar las conclusiones siendo estas las
oficiales; o la N ° 4.2. "La transmisión del interés a los
estudiantes siempre f u e . . . " y N ° 4 . 3 . "El aliento que ofre-
ció a los estudiantes que intervenían fue...", ahora parece
que el interés se transmite c o m o u n dato más, así c o m o es
función del orientador "alentar", o sea dar aliento, porque
este falta cuando se está en una carrera (de obstáculos) a
pesar de que los alumnos aún no han elegido carrera. ¡Y
qué decir de la N ° 5.1. "El conocimiento del maestro de
los temas a tratar de acuerdo a su criterio fue...": en este
caso no se entienden las diferencias entre conocer y escla-
recer o hacer conciencia sobre las determinaciones de un
fenómeno a todas luces único, individual, que depende

288
de la propia historia personal. Peor es aún la N ° 5.2. "La
seguridad de sus afirmaciones fue...", lo cual muestra la
ideología de adoctrinamiento educativo de los evaluadores
en completa oposición a nuestros planteos que pretenden
rescatar el "aprender a pensar", ser crítico sobre los conte-
nidos y sobre uno mismo.
Destácase un lugar particular para las preocupacio-
nes acerca del "orden" en las discusiones, c o m o si ambas
cosas pudieran ir j u n t a s . . . y peor aún es el grupo de pre-
guntas N " 8, que tienen que ver más con un d e t e r m i n a d o
estatus esperado, promovido y deseado por la institución
sobre el lugar que debe cumplir el "educador". En fin,
solo del cuestionario daría para realizar u n análisis institu-
cional completo.
C u a n d o f i n a l m e n t e los d a t o s ú l t i m o s e s t u v i e r o n
prontos, nuestra sorpresa fue mayúscula. El informe final
estableció:
Los alumnos opinan en general que:
a) El programa es aceptable y, de acuerdo al orienta-
dor, satisfactorio.
b) El desempeño de los orientadores en general es
aceptable y el de algunos de ellos satisfactorio.
c) Desean que sea obligatorio.
d) La reestructuración del programa y la actuación
de los orientadores lo hará más satisfactorio.
Más aún, h u b o orientadores q u e resultaron valo-
rados c o m o M u y Buenos, mientras que otros se ubican en
otras categorías hasta regulares. La explicación de estos re-
sultados para nosotros fue inmediata: conociendo lo que
es el fenómeno transferencial llegamos rápidamente a la
conclusión de que se había " m e d i d o " otra cosa totalmente
diferente a la que se pretendía medir.
Los parámetros evaluaron el grado de simpatía de
cada evaluador más que el programa en sí. En aquellos

289
casos en que la dedicación del orientador mostraba im
adecuado grado de relación con los alumnos, los puntajes
eran altos; en los grupos en que la relación era más tirante
(transferencia más negativa), las cifras eran bajas. Si por
mala suerte, para la transferencia se seleccionó el grupo
que tenía una transferencia negativa más aguda, ese orien-
tador aparecía calificado pobremente. Los orientadores
más histéricos y maníacos obtuvieron mejoies puntajes
por sobre aquellos más apáticos y obsesivos.
A su vez, una lectura minuciosa del cuestionario
permite detectar contradicciones que no hablan favora-
blemente sobre la evaluación.
Pero lo interesante fue que independientemente de
nuestro análisis, la institución imiversitaria se tranquilizó,
el programa sufrió un respaldo político como no había
contado hasta el presente. Se tuvo un paquete de números
(alusión a una supuesta cientificidad) que "demostraba"
que el programa era aceptable y por lo tanto aceptado.
Las quejas de directores, maestros y alumnos tuvieron que
ser canalizadas en otras direcciones.
Para el Departamento de Orientación Vocacional se
demostraba una vez más que lo formativo era la relación
técnico-alumno más que los mentados contenidos; pata la
institución se contaba por primera vez en 4 años con un
sistema de evaluación seguro, eficaz, verdadero, del desa-
rrollo del programa de orientación vocacional.
2. Desde el inicio del Nuevo Programa se gestó la in-
quietud acerca del problema de la formación de los orien-
tadores vocacionales. Hacia fines de 1981 se establecieron
contactos con el Ministerio de Educación a los efectos
de estudiar los puntos de interés común y constituir una
comisión conjunta que se planteara el problema de la
formación. Las coincidencias con el Ministerio fueron en
amplio espectro, ya que estudios realizados mostraban la

290
diversidad de formaciones; era un p r o b l e m a nacional. Se
constituyó, entonces, la comisión interinstitucional que
trabajó d u r a n t e seis meses en la elaboración de u n proyec-
to de especialidad en orientación vocacional. El proyecto
estuvo p r o n t o a tiempo pero los recortes presupuéstales
acaecidos al comienzo de la crisis postergaron su conside-
ración. A nivel local, nuestra insistencia hizo que a fines
de 1983 la administración universitaria lo turnara a la
Escuela de Psicología, manifestado que "una especialidad
de orientación vocacional tenía que desarrollarse c o m o
postgrado de psicología". El feudalismo universitario im-
perante hizo que la Escuela de Psicología n o pudiese acep-
tar un proyecto realizado por gente ajena a la Escuela: na-
die le iba a venir a decir cómo tenían que hacer las cosas.
Además, la ideología del proyecto era manifiestamente
opuesta a la sustentada por la Escuela, por lo que resul-
taba inaceptable. La Escuela de Psicología (en la que n o
había ni siquiera una cátedra de O r i e n t a c i ó n Vocacional)
manifestó que ellos se encargarían de hacer su proyecto de
especialidad en orientación vocacional. El proyecto se vio
pospuesto ntievamente y relegado al archivo.
C u a n d o s u r g e n n u e v a m e n t e a l t e r n a t i v a s d e fi-
n a n c i a m i e n t o para el proyecto —siempre por parte del
Ministerio— se piensa en encargárselo a una Escuela de
Educación en formación.
Así p u d o ser presentado y espera pacientemente que
nuevos recortes presupuéstales lo posterguen una vez más.
Este espaldarazo último debe ser e n t e n d i d o , a nues-
tro juicio, no tanto c o m o un apoyo al D e p a r t a m e n t o de
Orientación Vocacional, sino como el interés de la admi-
nistración de contar con postgrados, lo que no solamente
hace crecer a la universidad, sino que también le provee
de nuevos recursos. D e b e discriminarse lo que puede ser
u n servicio asistencial de orientación vocacional sobre

291
el que siguen pesando las opiniones más dispares y las
presiones e intereses más personales, de un proyecto de
postgrado que hace a la esencia misma de la universidad:
la formación de profesionistas. Y recordemos que una de
las maneras de "evaluar" las aportaciones de cada admi-
nistración en beneficio de la comunidad y de la cultura
es a partir de la cantidad de nuevas carreras creadas, por
lo que un ofrecimiento de esta naturaleza podrá verse
postergado —por burocracia y feudaHsmo interno— pero
difícilmente rechazado. En suma, qué se evalúa, por qué
medios, en base a qué ideología y con qué criterios: no
solamente el "discurso institucional" está conformado por
lo que la universidad manifiestamente dice, también hay
que deducir lo que no dice y por qué no lo dice.

292
ANEXO

NOMBRE DEL ORIENTADOR:


FECHA:
ESCUELA:

GRUPO: ^

Pedimos tu colaboración contestando con la mayor sinceridad las cues-


tiones que se te proponen sobre el Orientador Vocacional y sobre ti mis-
mo. Debes tachar el número que a tu juicio completa lo propuesto.
Al final hay preguntas abiertas que podrás contestar brevemente y
espacio para cualquier aclaración que desees hacer.

La clave numérica es la siguiente:


0=NULO
1=MUY DEFICIENTE
2=DEFICIENTE
3=APENAS ACEPTABLE
4=SATISFACT0RI0
5=MUY SATISFACTORIO

1.1. Tu asistencia a las sesiones de Orientación Vocacional


ha sido 012 3 4 5
1.2. Tu participación en las sesiones ha sido 012345
1.3. El modo en que las sesiones a las que has asistido han
ayudado a tu desarrollo personal ha sido: 012 3 4 5
1.4. La ayuda que te han prestado las sesiones en el
desarrollo de tu confianza para expresar fus ideas ha sido
1.5. Antes de tomar el curso pensé que sería
1.6. Después de tomar el curso opino que es
1.7. La oportunidad para hacer preguntas e iniciar debates fue
1.8. Tus relaciones con el Orientador Vocacional fueron
2.1. La puntualidad del Orientador Vocacional fue
2.2. Su asistencia siempre fue
2.3. Su manejo de las sesiones en cuanto a la pérdida de
tiempo fue
3.1. El orden de sus exposiciones fue
3.2. Las conclusiones del expositor al término de las
sesiones tueron 012 345
4.1. Su interés en lo que tiacía tue 012345
4.2. La transmisión del interesa los estudiantes siempre tue 012345
4.3. El aliento que ofreció a los estudiantes que intervenían tue 012 3 45
5.1. El conocimiento del maestro de los temas a tratar a tu
criterio fue 0 12 3 4 5
5.2. La seguridad fin sus atirmaciones fue 0 12 3 4 5
5.3. La forma de responder a las preguntas que se le hacían
tue siempre 0 12 3 4 5
6.1. La utilización comprensible fue 0 12345
6.2. El uso de ejemplos claros y suficientes fue 0 12 3 4 5
6.3. La verificación, durante la sesión, del entendimiento de
sus explicaciones fue 0 12 3 4 5
7.1. El mantenimiento del orden sin coartar la libertad de
discutir fue 0 12 3 4 5
7.2. El promover la participación de la mayoría tue 0 12 3 4 5
7.3. El uso de sus intervenciones variadas e interesantes fue 0 12 3 4 5
8.1. La aceptación con amabilidad de las sugerencias de los
estudiantes demostrando interés fue 0 12 3 4 5
8.2. El permitir acercarse a él para aclarar dudas fue 0 12345
8.3. El ganarse el respeto de los estudiantes fue 0 12 3 4 5

¿Consideras que las sesiones de Orientación Vocacional deben ser


obligatorias, o crees que no deberían serlo?:

¿Porqué?:

¿Cuáles de las sesiones te parecieron más interesantes?

¿Cuáles de las sesiones te parecieron menos interesantes?

294
BlON Y RiCKMAN.

LA INTERVENCIÓN INSTITUCIONAL EN EL
HOSPITAL MILITAR DE NORTHFIELD*

W . R . Bion es uno de los grandes analistas del siglo


del psicoanálisis. M u y respetado en Inglaterra, en E u r o p a
y en las Americas, su pensamiento ha m a n t e n i d o u n a vi-
gencia singular y se ha convertido en lectiua obligada en
muchísimas instituciones analíticas y de grupos de estudio
privado.
De origen hindii tuvo que separarse de su familia
a los ocho años para ir a estudiar a Inglaterra. Más tar-
de, dejó el colegio para participar en la Primera Guerra
Mundial d o n d e tuvo experiencias m u y desgarradoras. Su
participación en la misma le valió el reconocimiento del
líjcrcito siendo incluso c o n d e c o r a d o con la Legión de
D o n o r . Más tarde estudió Medicina en Londres, ya con
im marcado interés por la psicjuiatría y la psicología. Es
a través de T r o t t e r (1916) que se interesó por los grupos
y las hordas primitivas. En los años 30 entró en análisis
con J. Rickman con quien desarrollará luego una amplia
colaboración.
Bion es a m p l i a m e n t e conocido por m u c h a s ideas
que se plasman en im pensamiento notablemente origi-
nal y creativo, siempre desmarcándose de dogmatismos y
estereotipos. En la Tavistock Clinic funda una corriente
de psicoanálisis de grupo (la otra corriente i m p o r t a n t e en
Inglaterra la va a crear en la misma época S.H. Foulkes
198D> a fines de los 4 0 . Luego continuará con investi-
gaciones sobre la psicosis y sobre el funcionamiento del

* Una primera versión de este traajo se publicó en Gradiva, N" 5:2,


ICHPA, Santiago de Chile, 2004

295
pensamiento. Pero todos estos desarrollos tan importantes
para el psicoanálisis —y que en esta oportunidad solo se
mencionan— van precedidos de una experiencia notable
que Bion realiza en el ala de Entrenamiento militar del
Hospital Militar de Northfield en 1942, cuando lo nom-
bran jefe de sector (Joseph 1980).
Bion y Rickman relatan esta experiencia en lui artícu-
lo breve que luego es incorporado con el título de "Consi-
deraciones previas" al libro de Bion (1963), Experiencias
en grupos. Se trata del primer experimento realizado en
Northfield durante tan solo 6 semanas. Michael Foulkes se
encarga de realizar el segundo a partir de julio de 1943.

Bases conceptuales de la experiencia bioniana

En plena Segunda Guerra Mundial se trata de rehabili-


tar a un grupo numeroso de soldados-pacientes a los efectos
de que puedan dedicarse lo antes posible tanto a actividades
militares como civiles segiín el caso. El problema es la neu-
rosis que se observa a través de una sintomatología variada.
Al evaluar la forma tradicional de tratamiento de las
neurosis, a Bion (1947) le llamaba la atención cierta compli-
cidad: "una especie de equilibrio de insinceridad que había
sido logrado por los pacientes, los médicos y la comunidad".
Bion, entonces, sostuvo que la neurosis "en el tra-
tamiento grupal debe presentarse como un problema
del grupo". Y no iba a poder hacer otra cosa ya que su
pabellón contaba con cerca de 400 pacientes que goza-
ban de todas las bondades terapéuticas del hospital, pero
sin disciplina alguna. Quedaba descartado, por tanto,
un enfoque individual. Para Bion, interiorizado del psi-
coanálisis y de ciertas propuestas freudianas en torno a
la relación entre el líder y la masa, el problema debería

296
ser centrado en la figura del oficial a cargo del batallón
ya que se trataba de enfrentar el problema de la neurosis
como un problema militar. El líder (Bion mismo), enton-
ces, "debe saber cómo ejercer autoridad en circunstancias
que hacen a sus compañeros incapaces de aceptarla, a me-
nos que quien la tenga aparezca como digno de ejercerla".
Comprenderá que su tarea consiste en producir hombres
que se respetan a sí mismos, socialmente adaptados a la
comunidad, y que, en consecuencia, acepten voluntaria-
mente sus responsabilidades tanto en tiempo de pax como
de guerra". Ahora bien, para unir al grupo en tan magna
tarea debía encontrar un enemigo, un peligro común; la
amenaza elegida será la neurosis. La neurosis fiie fiocaliza-
da entonces como el peligro del grupo y, a su vez, como
el objetivo militar a ser derrotado.
La neurosis, por tanto, iba a tener que ser estudia-
da y atacada. "El sector de adiestramiento debía cumplir
con dos requisitos militares tie menor importancia, pero
eminentemente prácticos. La organización debía, en lo
posible, fiícilitar un medio para comprobar el progreso de
los pacientes, de modo tal que el psiquiatra pudiera decir si
un hombre podía ser dado de alta". Para ello, Bion dispuso
que, en general, todos deberían tener libre circulación para
poder así evaluar cuándo sus comportamientos mostraban
buena adaptación e integración (militar o civil) y cuándo
translucían la "mera expresión de la impotencia neurótica".

Introducción del experimento

Con estos antecedentes dignos de una lectura de


un experimentado estratega militar, Bion se dispuso a
introducir una reglamentación muy precisa para el fun-
cionamiento del sector. Se trataba de organizar un espacio

297
y tornarlo eficiente. Las normas que Bion introduce se
alejan sensiblemente de todo intento de burocratización;
por el contrario, tienen la intención de crear identidad en
la medida en que todos los pacientes se encuentran ahora
perteneciendo a im grupo o a otro. Por ejemplo: T o d o s
los hombres deberían ser miembros de u n o o más grupos
destinados al esttidio de un oficio o actividad. Aquel que
se sintiera incapaz de ir con im grupo tenciría c]ue ir a la
sala de descanso tlonde una enfermera registraría la asis-
tencia. En el decir de Sartre no se puede estar en n i n g ú n
lado; si no se pertenece al conjimto, se forma parte del
grupo de los que no pertenecen al conjunto.
O t r a n o r m a establecía la necesidad de entrenamien-
to físico diario, salvo c|ue fueran eximidos por certificado
médico. T o d o s debían asistir al plenario a mediodía, du-
rante ima hora, d o n d e se pasarían avisos sobre el funcio-
namiento del pabellón.
Había otro problema y era la presentación personal
de los soldados-pacientes. Bion no estaba dispuesto a re-
cibirlos en su oficina si no se presentaban limpios y bien
vestidos c o m o indicaba el reglamento militar. Así se los
hizo saber en ima retmión plenaria d o n d e , además, luego
de regaiiarlos por su desidia, les comimicó c|ue no iban a
ser castigados por ello, pero si deseaban consultarlo acerca
del funcionamiento del pabellón o de cualcjuier cuestión
que les preocupara (a lo cual él se mostraba dispuesto e
interesado) deberían dirigirse a su oficina en una tenida
acorde con lo esperable para la ocasión.

E f e c t o s d e la i n t e r v e n c i ó n

Inicialmente no ocurrió nada destacable. Los pri-


meros días los pacientes trataron de ver hasta d ó n d e Bion

"iqo
estaba dispuesto a sostener su palabra. Bion se m a n t u v o
firme. Al poco tiempo, los pacientes comenzaron a dar
señales de cambios en su actitud. (Comenzaron a aparecer
avisos a n u n c i a n d o diversas actividades de los grupos que
se iban constituyendo. Las actividades se publicitaron con
banderines de colt)res, y al poco tiempo el salón adquirió
"características primaverales".
T o m Main (1983:205) relata la estrategia de Bion:
"F,l (labellón estaba mugriento, las camas no se hacían
por días, se incrementaron las ausencias sin permiso y el
alcoholismo, y todo el staff del hospital estaba alarmado
y enojado. Era el caos pero Bion sencillamente no recibió
su condecoración en la l'rimera Cíucrra M u n d i a l por nada
y se m a n t u v o firme". A medida que el tiempo pasaba, un
n ú m e r o en a u m e n t o de pacientes-soldados vestidos co-
rrectamente comenzó a presentarse en la oficina de Bion.
"Idlos l e n t a m e i n e lueron creciendo en responsabilidad
hacia ellos mismos y hacia sus compañeros de pabellón y
comenzaron a lormar sus propios grupos de discusión y
clubes y sistemas disciplinarios. La limpieza y el orden se
impuso desde abajo, creció al interior del grupo del pabe-
llón. 1,1 superyó militar, que había sido proyectado sobre
las altas autoridades, había retornado a la organización de
base y el pabellón de Bion se convirtió en el mas eficiente
del hospital".
Así, este modelo lleno de imaginación, creatividad y
arrojo, y sostenido con firmeza, no m e r a m e n t e permisivo
pero delegando coherentemente la responsabilidaci de la
salud a los mismos pacientes, dio sus frutos y logró rever-
tir la neurosis (el a b a n d o n o ) qtie capeaba en el pabellón.
Bion recibía a todo aquel que quisiera discutir cues-
tiones del pabellón. Jacques Lacan (1947:17) c o m e n t a
c o m o incluso apoyó d e c i d i d a m e n t e u n a p r o p u e s t a de
instalar un grupo de baile p o r q u e "él sabe dar confianza a

299
una motivación más secreta que advierte en el sentimien-
to de interioridad propio de todo hombre apartado del
honor del combate.... y se da cuenta que el curso de baile
que se desarrolla en presencia del jefe, representa para es-
tos hombres una iniciación a un estilo de comportamien-
to que, por su prestigio, restablece en ellos el sentimiento
de su dignidad".
Hay que mencionar que todo esto nc> transcurrió sin
complicados problemas. Las demandas de intervención
hacia Bion comenzaron a adquirir mayor virulencia, sobre
todo cuando una parte del pabellón comenzaba a hacerse
cargo de sí mismo y otros aún permanecían en la pasivi-
dad más absoluta. Así, Bion tuc requerido para interce-
der, castigar, señalar, sobre los que —en el sentir de los
mas "activos"- saboteaban el incipiente cambio que co-
menzaba a visualizarse. Sistemáticamente, Bion se negaba
a participar en estas contiendas del tipo de caza de brujas,
transfiriendo el problema al pabellón, y aduciendo la ne-
cesidad de estudiarlo con rigiuosidad y en proftmdidad y
de presentarlo en el meeting diario de mediodía.

La reacción de la jerarquía hospitalaria

El experimento había sido exitoso; sin embargo, fue


de corta duración (seis semanas). ¿Cómo se explica esto?
Tom Main comenta que lo no publicado del asunto,
aquello que se mantuvo secreto, fue que a Bion lo echa-
ron del hospital.
Por su parte, Pat de Maré (1983:223) aporta algunos
datos secretos adicionales: "Era un enfoque muy radical y
fue aplicado de una manera que demostró ser muy radical
para el resto del hospital. El problema de las camas moja-
das, por ejemplo, no se dejaba para ser abordado secreta-

ron
m e n t e por el staff áe enfermeras como era la manera or-
todoxa de hacerlo; lo que incrementó la sensación de des-
gracia y de inadecuación de los soldados fue que se enfocó
como un problema de todo el pabellón, teniendo que ser
discutido abiertamente en las reuniones del m i s m o " .

"La primera razón para terminar el experimento


tuvo que ver con la ansiedad de las 'autoridades'
en el sentido de que ese enfoque tan radical no
conduciría a la disciplina y la última gota que
derramó el vaso ocurrió cuando el comedor fue
dejado en desorden luego de la exhibición de un
film, con el piso regado de diarios y contracepti-
vos usados ".

A su vez T o m Main (1983:206) concluye que el ex-


perimento de "Bion fue terapéutico para su pabellón pero
antiterapéutico para el staff xxúWtzx, exitoso en su pabe-
llón, una organización horizontal, pero altamente pertur-
bador para el hospital, una organización vertical".

R e f l e x i o n e s ulteriores

Lo primero que llama la atención de la intervención


de Bion es la relación que es capaz de establecer entre el
funcionamiento de los pacientes y cierta lectura psicoana-
lítica que posibilita introducir regulaciones decisivas para
cambiar el comportamiento y las actitudes al interior del
pabellón. El mismo Jacques Lacan (1947) está maravillado
con el ejemplo: "Encuentro ahí la impresión del milagro de
los primeros freudianos: encontrar la fuerza viva de la inter-
vención en el mismo callejón sin salida de una situación".
Bion no interpreta, se sostiene; n o hace un grupo
de terapia, regula la vida del conjunto; n o ve individuos.

301
piensa en términos de todo el "batallón"; no ve la enfer-
medad mental, diseña una estrategia para abordarla c o m o
en un c a m p o de batalla.

"lín la siruaci(Jii prescrita, Bion tiene más do-


minio sobre el grupo que el psicoanalista sobre
el individuo, ya que, por lo menos de derecho y
como jefe, él iornia parte del grupo. Pero justa-
mente, eso es de lo que el grupo no se da cuenta.
Así el médico deberá pasar por la apáreme inercia
del psicoanalista, y apoyarse en el único apoyo
que de hecho le es dado, el de tener al grupo al
alcance de sti palabra' (l.acan 1947:1 5).

Bion es capa/, de instalar procesos aiuogestionarios,


al grado de que logra la organizacié)n sistemática y eficien-
te de cerca de 4 0 0 personas. Ea disciplina —en términos
de autodisciplina- termina imponiéndose pero no p o r q u e
Bion lo haya o r d e n a d o . H a mostrado una y otra vez que
no le corresponde hacerse cargo de aspectos que no son
de su responsabilidad (aspecto este, cpie no es compartido
por las autoridades del hospital).
¿Qué es lo que no se tolera del experintento de Bion?
T. Main intuye la respuesta cuando compara la oiganiza-
ción horizontal del pabellón con la oiganización vertical del
hospital. Y Bion muestra su eficacia al grado de que son sus
mismos superiores que en diversas roncEis deben reconocer
que el pabellón de Bion se ha convertido en el más orde-
nado y limpio del establecimiento. ¿Pero cómo es t]ue Bion
ha logrado esto, sino es casualmente haciendo cargo de su
deseo a los divetsos pacientes del pabellón? Y allí es donde
sitiia el punto de ruptura: El Ejército no está para que cada
quien haga lo que quiera aunque terminen todos haciendo
lo mismo: la guerra... a la neurosis. El Ejército está para que
se cumplan las órdenes, para que exista organización, admi-
nistración, ejecución y sobre todo control de los procesos.

302
Debe primar el principio de autoridad, pero no de la auto-
ridad que emana del acuerdo colectivo del grupo de pares
(pacientes del pabellón), sino de la autoridad instalada por
la jerarquía institucional. Bien no se presenta como el jefe
autoritario (renuncia una y otra vez a ocupar ese lugar), sino
como aquel que se ofrece como lugar de identificación para
sus pares, los que a su vez lo imgen como líder otorgándole
todo su reconocimiento, a pesar de haber sido nombrado
por la jerarquía militar.
Bion está más preocupado por fortalecer el "espíritu
de grupo", necesario para poder dar la batalla. El caso es
que el "espíritu de grupo" se logra mientras da la batalla.
No hay entonces preparación para el trabajo, sino cjue el
trabajo mismo es el que produce el "espíritu de grupo".
Bion no solo cura a los pacientes, muestra que todo
el fimcionamiento del hospital militar en particular, y
de la organización militar en general, tal como funciona
en ese momento, responde a ima ideología contraria y
se apoya en procedimientos antagónicos con los más ele-
mentales principios humanos.
En todo caso, como lo reconoce Tom Main (1946)
tácitamente, las comunidades terapéuticas (término que él
acuña en esa fecha) tiene su origen en estas experiencias.
Dice el autor: "El experimento de Northfield es un inten-
to de utilizar el hospital no como una organización regida
por doctores interesados en su gran eficiencia técnica,
sino como una comunidad con el inmediato propósito
de participación plena de todos sus miembros en su vida
cotidiana y de un eventual propósito de resocialización de
los neuróticos para la vida en sociedad". Es decir, hori-
zontalizar las relaciones; esa es la apuesta de la comunidad
terapéutica.
A su vez Stuart Whiteley (1975) reconoce que tan-
to el modelo utilizado por Bion y Foulkes en Northfield
como la experiencia de comunidad terapéutica de Mili
Hill realizada por el equipo de Maxwell Jones, supone
un cambio de perspectiva significativa en la conceptua-
lización y en el tratamiento de la enfermedad mental.
El abordaje a través de un grupo amplio (un pabellón o
incluso el hospital como totalidad) supone el pensar que
la enfermedad mental no necesariamente es efecto de pro-
cesos individuales, sino que determinados "funcionamien-
tos" sociales (como es el caso de la guerra) son capaces de
desencadenar patologías diversas que requerirán a su vez
para su curación un abordaje social.

Otra mirada: los aspectos políticos

La intervención de Bion en Northfield trasciende


por completo cualquier tipo de intervención psicoana-
lítica. A pesar de las alabanzas de Lacan, el diseño del
dispositivo de intervención, sus objetivos y el desarrollo
de su mecánica escapan ampliamente a lo que sería la
utilización del psicoanálisis en un espacio institucional.
Sorprende que el principal instrumento analítico —la
interpretación— brille por su ausencia. Y, por otto lado,
hay un cierto estímulo a la participación y sobre todo a la
autogestión, si bien todo ello en el marco de la figura del
líder que además opera por ausencia, lo opuesto a lo que
el Ejército le solicitaba.
No es posible avanzar en el esclarecimiento de la
experiencia sin hacerse algunas preguntas acerca del ori-
gen del dispositivo, acerca de las influencias que operan
en Bion y sobre la variedad de instrumentos que pone en
juego en un estilo nada analítico. Por ello, es posible sos-
tener la hipótesis de que Bion más que una intervención
psicoanalítica -como sí la realizará más tarde Foulkes en

304
el Northfield II— montó un dispositivo institucional, un
analizador, más de 25 años antes que el mayo francés.
Afortunadamente, contamos con un excelente estu-
dio realizado por Tom Harrison (2000) acerca de todos
los aspectos del Northfield Experiment y que reúne un
amplísimo abanico de datos de donde es posible extraer
algunos para ayudar en la dilucidación del interrogante.
Desde un inicio Harrison es de la tesis de que el Nor-
thfield I debe ser entendido a partir de un trabajo manco-
munado, intelectual, de intercambio de ideas entre Bion y
Rickman (2000:14). "La influencia de Rickman, a menudo
destacada pero raramente explorada, olrece un punto de
mira estratégico nuevo. Mientras que el último nunca desa-
rrolló ima teoría completa por sí mismo, sus escritos contie-
nen las semillas de mucho de los insights de su colega"*.
Y también Rickman "había estado considerando las
consecuencias de los trabajos de Melanie Klein en situa-
ciones sociales mucho antes del estallido de la guerra.
Artículos y conferencias dictadas por Rickman en los 30
son probablemente la primera aplicación pública de la
teoría de las relaciones objétales a grupos y a la psicología
social".
Por tanto, tenemos aquí un trabajo en equipo a tra-
vés del cual sería difícil deslindar aquellas ideas propias de
Rickman de otras de Bion. Ambos estaban en contacto
con las diversas corrientes de la psicología social tanto
norteamericana como inglesa y sobre todo de los estudios
de K. Lewin, desde antes de ingresar al Ejército. El psi-
coanálisis formaba parte del centro del pensamiento de
ambos. Ambos habían escrito artículos juntos sobre los
efectos de la guerra y sobre la rehabilitación de pacientes
psiquiátricos.

* Debe agregarse el factor del análisis personal que Bion había estado
realizando (19.38-39) con Rickman.

305
Interesa ahora profundizar en las aportaciones con-
cretas realizadas por Rickman en el marco de aquello que
no era material básico de Rion.
Se sabe que desde muy t e m p r a n o Rickman estaba
preocupado por las consecuencias sociales de los trabajos
de Freud. Así, estudió los raids aéreos, la experiencia reli-
giosa y el crimen y sobre todo la teoría grupal. (2000:44)
"Mas tarde él investigó las consecuencias psicológicas de
la Ciucrra civil española, entrevistando a I^ongdon-Davis,
quien escribió un artículo sobre los efectos de los raids
aéreos alemanes allí y asistió a una conferencia de Emilio
Mira, un psicjuiatra que había tratado las neurosis de gue-
rra que surgieron de ese confficto'.
En conferencias dictadas en el 38 y 39 c o m b i n ó
sus observaciones sobre la sociedad de las aldeas rusas
con sus aprensiones sobre la fortaleza o debilidad de los
totalitarismos, c o m o opuestos a la sociedad democrática.
Si bien se desmarca de pasar tni eslogan político lermina
afirmando que la democracia es más madura, más inte-
grada culturalmcnte que la idealizada vida de la villa o los
benehcios de la dictadura. Así, realiza una lectina sobre el
factor uniformidad-democracia y acerca de la d e p e n d e n -
cia-independencia en el régimen dictatorial.
Rickman también r e c o n o c e el valor del trabajo
c o m o inia actividad llena de propé)sitos c o m o luia m a n e -
ra de resolver problemas tic agresié)ii. C'oincide así con la
terapia ocupacional c o m o una forma de rehabilitar a los
soldados. Así, los procesos de interacción social deben
ser reconocidos c o m o mecanismos que avanzan en la re-
solución de conflictos, c o m o una manera de realizar una
prueba de realidad. Harrison (2()()0:5]) sostiene que a
diferencia de m u c h o s de sus colegas, Rickman "comenzó
a visualizar vías de terapia diferentes al diván psicoanalí-
tico

306
Hay q u e m e n c i o n a r también la creciente preocu-
pación en las imiversidades eiuopeas por el m a r x i s m o .
Y sobre t o d o a partir de la Revolución rusa se crea luia
expectativa acerca del m o d o de organización social en
c|ue las p e r s o n a s p u e d a n c o n t a r con a m p l i a s vías de
realización. Si bien las o p i n i o n e s estaban divididas, la
instalación del tema para ser d i s c u t i d o a nivel social
p r o d u j o luia serie de electos de no poco alcance. 1.a ma-
ytjtía cié los protagonistas del E x p e r i m e n t o Northfield
eran de izcpiierda. Sus i n q u i e t u d e s se objetivaron, por
ejemplo, en el I n s t i t u t o l a v i s t o c k . N o r t h f i e l d fue parte
t a m b i é n de este proceso en el cual era de interés, por
im lado, visualizar procesos grupales y, por o t r o , tender
íUR'va.v redes soúnles ennc ¡os humanos. La idea ceji-
tral giraba alrededor del principio ele c]ue el i n d i v i d u o
h u m a n o existe solo y a partir de las reties sociales en las
q u e vive. "F,l ser social d e t e r m i n a la conciencia" parecía
buscar a cada instante una manera de insertarse c o m o
metodología de abordaje tie problemas así conu) tie téc-
nicas a ser empleadas.
Hn este proceso de recopilación de "inHuencias" so-
ciopolíricas tni capítulo aparte lo constituye la propuesta
antipedagógica de María Montessori. Hila había trabajado
d u r a m e n t e con niños en los barrios bajos de Roma y sus
ideas estaban t e n i e n d o singular r e c o n o c i m i e n t o en lo
que concierne al desarrollo de los niños. Hila creía qtie
la escuela debería de permitir la libre manifestación del
niño, ya t]ue ello tendría que ver con la libre expresión de
la naturaleza infantil. N o era un problema de ausencia de
límites, sino de lograr que el niño a través de la educación
pudiera ganar independencia. Así, luchó contra ciertas
ideas en boga en las citie adultos hacían las cosas por lo
niños y para los niños. Sostuvo que los niños eran los que
deberían realizar las cosa.s por sí mismos.

307
"A la disciplina se llega siempre por vías indirectas.
VA fin se obtiene no atacando el etror y peleando
con el, sino desarrollando actividades de trabajo
espontáneo... La disciplina del niño es de este modo
no aquello que el niño era en un principio, el que
sabe cómo ser bueno pasivamente; pero es un indi-
viduo que se ha hecho a sí mismo mejor" (Harrison
2000:71).

Lo a n t e r i o r p o d r í a p e r f e c t a m e n t e c o n s i d c t a s e el
encabezado del trabajo total realizado por Bion en N o r -
thfield. Incluso hay expresiones bionianas casi idéitticas a
estos dichos.
Montcssori era m u y conocida en la Tavistock Cdinic
ya que había dictado un curso sobte psicología infantil. Y
había u n proyecto para que en 19.39 desarrollara un pro-
grama educacional, lo que se vio truncado por el estallido
de la guerta.
En suma, es posible sostener que la preocupación de
Bion-Rickman en la intervención en Northfield trascien-
de ampliamente el marco m e r a m e n t e analítico, nutrién-
dose tanto del marxismo teórico c o m o de las experiencias
que se llevaban a cabo en la Rusia soviética; tanto de la
guerra civil española —la experiencia más larga y masiva
autogestionaria que jamás haya tenido lugar en la historia,
opinaba Lotirau— como de las propuestas antipedagógicas
que cuestionaban el orden, la disciplina, la educación, el
aprendizaje y hasta el desarrollo infantil.
En este marco se pensaba la psicología de los grupos,
los fenómenos de masa, los efectos de la guerra, etc., y
sobre todo maneras no etiquetadoras de la problemática
de la salud mental. Y es allí d o n d e Bion-Rickman descu-
bren que lo que cura es la participación... el trabajo y la
política.

308
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LONDON, 1916.

309
En la intervención institucional confluyen necesaria-
mente dos disciplinas: el análisis institucional, como el refe-
rente que piensa el problema del poder al interior y entre las
instituciones y la psicología de los grupos, que trata acerca
del imaginario social (inconsciente) que tiene lugar en todo
espacio colectivo. El dispositivo de intervención es el mo-
mento en el cual ambos enfoques se entrecruzan de diversas
maneras y sobre todo en la figura del analista institucional.
Se trata de reflexionar acerca de cuáles son las condicio-
nes para que los grupos y las masas puedan pensar, como pri-
mera fase para que contruyan proyectos y los lleven adelante.
Los casos que se reseñan dan cuenta del complejo pro-
blema de construcción del dispositivo así como de los efectos
que los mismos producen. Interrogar las condiciones de posi-
bilidad de "libertad" del pensamiento es imprescindible para
plantearse los límites de la conciencia posible en cada coyun-
tura determinada.
Toda esta trama de determinaciones cabalga sobre el
inconsciente estatal, que retorna una y otra vez para limitar
las acciones de los colectivos produciendo frustración y sufri-
miento.

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Y ANÁLISIS INSTITUCIONAL
ENRIQUE PICHÓN-RIVIÉRE

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