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DESCRIPCION

El maltrato animal es considerado un delito en muchas partes del mundo. A pesar de esto, las
cifras aumentan a diario.

El maltrato animal es definido como un comportamiento irracional de una persona hacia un


animal con el objetivo de causarle sufrimiento, estrés o, incluso, puede llevarlo a la muerte.

Psicólogos y expertos consideran este tipo de acciones como una antesala a la violencia social.
Estudios demuestran que los asesinos tienen algún precedente de maltrato animal en su infancia.
También revela un indicador de violencia doméstica.

De acuerdo con cifras oficiales de grupos defensores y protectores de animales, cada año


millones de ellos mueren como consecuencia del maltrato.

Desde ser abandonados hasta la tauromaquia, las peleas de gallo, el tráfico de  animales exóticos y
su matanza para uso de pieles o partes del cuerpo son las formas a la que un animal puede ser
expuesto al maltrato.

Maltrato de animales domésticos
En este caso no solo incluye provocarles algún tipo de daño, sino también abandonarlos, no tenerlo
en buenas condiciones de salud, mantenerlo atado, en un espacio reducido por mucho tiempo
o privarlo de la alimentación.

En varios países del mundo el maltrato animal es penado con cárcel o con costosas multas, por lo
que muchos ciudadanos se han visto obligadas a protegerlos.
Las legislaciones en algunas naciones también establecen prohibiciones, tales como sacrificar
animales. Asimismo, hay países en los que se regula mediante leyes la adopción.

CONCEPTO
Luchar contra el «maltrato animal» no significa nada en la práctica

Si uno va por la calle y les pregunta a varios transeúntes si consideran que pegarle un cachete a un
niño es una forma de maltrato, algunos afirmarán y otros negarán con la cabeza. Este simple
experimento cotidiano sirve para evidenciar que nos encontramos ante un concepto subjetivo e
inservible para juzgar la validez de un acto. Entonces, ¿tiene sentido hablar de «maltrato animal»?

La ética no condena cómo se realiza una acción; sino éstas en sí mismas. El trato (es decir, la
manera en que se le pegue) carece de significación o relevancia más allá de los sentimientos que
despierten. Las circunstancias podrán determinar que una intervención resulte más o menos
comprensible; lo cual ocurre en casos graves como la defensa propia. Sin embargo, desde el punto
de vista ético, el contexto no convierte una actuación «mala» en «buena» o viceversa.

Siempre que hablamos de una injusticia habida entre humanos (por ejemplo: una agresión sexual)
solamente valoramos aquello que alguien le ha hecho a un tercero. Si tal sujeto incurre en una
violencia extrema, ello lo condenamos y comentamos; no obstante, en ningún momento nos
plantearíamos que un ataque más «suave» o «moderado» no habría tenido nada de malo.

¿Quién postularía una «violación humanitaria» hacia una mujer? Suena ridículo, ¿verdad? Pues
cuando los activistas planteamos el fin de la explotación animal, suelen respondernos con que la
solución consiste en explotarlos con miramientos (bienestarismo). Ante una injusticia resulta
imperativo ser «radical». Por supuesto, algo radical no equivale a «malo»; sino que significa ir a la

raíz de una materia.

En la fotografía, la organización Aenor le entrega a Pascual un premio por de «bienestar animal».


Los ganaderos son los primeros en rechazar el maltrato animal porque no les reporta beneficios,
de nada sirve rechazar el maltrato animal si se consumen productos de origen animal.

El «maltrato animal» es un concepto creado por la industria y las organizaciones animalistas para
lucrarse

Nosotros, con plenas facultades, somos agentes morales. En consecuencia, cumplimos con
el principio de igualdad de nuestro desarrollo cognitivo alcanzado a una edad determinada. Ahora
bien, ¿por qué únicamente lo aplicamos entre miembros de nuestra especie?

Cuando nos referimos a los demás animales, cada acontecimiento solemos enjuiciarlo de forma
unilateral. Enfocamos al ser humano partícipe y sólo parece importarnos la forma en que hizo algo
o los motivos que lo llevaron a ser injusto con otros individuados ajenos al Homo
sapiens. Evaluamos los daños causados a modo de peritaje y se utiliza el término «maltrato
animal» en referencia a aquellos ejercicios innecesarios para lograr un fin.

Condenar el «abuso animal» únicamente implica rechazar aquel daño que no nos beneficia. Ahí
radica la clave: si obtenemos un beneficio aceptado socialmente al explotar a animales no
humanos, justificamos dichas acciones para ejecutarlo. Por el contrario, si no cosechamos un
provecho aprobado en sociedad, recurrimos al susodicho «maltrato animal», una manera de
señalar «maltrato sobre la propiedad».

La crianza y el asesinato sistemáticos están legalizados e institucionalizados por la asunción de que


somos superiores y el mito de que explotar a otros animales sea necesario. Así como también lo
están otras acciones que vulneran la vida, libertad e integridad de los animales.

En los últimos años, la industria es cada vez más consciente de utilizar el reclamo
de los sellos de bienestar animal y de posicionarse con el maltrato animal para incrementar el
consumo y el precio de sus productos. Los animalistas que se limitan a hablar de maltrato
animal son culpables en gran medida de esta situación

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