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05 La Antropología Cristiana
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La Antropología
Cristiana
¿Qué es el hombre?
Módulo de estudio
Índice
Escuela de Humanidades
La Antropología Cristiana
¿Qué es el Hombre?
El siguiente texto es una adaptación del texto de la Unidad “La persona humana” edi-
ción impresa de Ramos, Alejandro (2007). Antropología Teológica. Buenos Aires: Aga-
pe y de la Unidad 7 “La persona humana y su dignidad” del módulo de estudio del
Curso Antropología Filosófica de la Universidad FASTA.
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El hombre tiene alma, un alma inmortal hecha para Dios. Y por tener
alma, tiene capacidad de conocer y amar; es el único ser de toda la
Creación que tiene esta capacidad. Por lo tanto, Dios es el único ser con
el cual puede hablar, del cual puede esperar un acto libre de amor.
Ningún otro ser puede entablar con Dios una relación personal. En efec-
to, siendo la Vida eterna la contemplación de Dios, sólo el hombre está
hecho para ella (Ladaria 1995: 115). No hay un cielo para las plantas o
los animales; sus vidas terminan definitivamente con su muerte. No su-
cede así con el hombre que, teniendo un alma de naturaleza espiritual,
está hecho para conocer y amar a Dios en la tierra y para vivir con Él
para siempre en la eternidad.
Todo esto dice la Biblia cuando afirma que Dios crea todas las cosas y
que el hombre ha sido hecho a su imagen. Esto último implica una gran
responsabilidad para el hombre, pues es el único ser que puede lograr
que las cosas que han salido de Dios vuelvan a Él, en la medida en que
él dirija su vida hacia su Creador. Con la realización del hombre, se reali-
za toda la Creación.
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Dios no tiene alma espiritual sino que es enteramente espiritual. Cuando veamos la
definición de alma entenderán por qué no se le aplica a Dios esta noción.
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2. La Naturaleza Humana
La Biblia acentúa fundamentalmente aquello que, en primera instancia,
distingue al hombre del resto de los seres: su capacidad de conocer (in-
teligencia o entendimiento), y por consiguiente, de amar por propia de-
cisión lo conocido (voluntad).
su naturaleza y
su ser personal.
En esto nos distinguimos del resto de los seres y esto revela que hay en
nosotros algo más que un cuerpo, puesto que todo efecto supone una
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Las potencias (Inteligencia y Voluntad) y las perfecciones (Bondad, Sabiduría, etc.)
que se dan en Dios en el grado más alto posible aparecen en diversos grados (siem-
pre en menor intensidad) en los seres creados. Por ejemplo, el hombre es bueno, pero
su bondad es limitada en relación con la Bondad divina. También los animales son
buenos, pero en una escala menor (y en sentido diverso) al de los hombres). En la
jerarquía de los seres creados, cada nivel participa (posee una parte) en distinto grado
de esas perfecciones que Dios tiene.
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Para precisar la naturaleza del alma, vamos a ver ahora algunas de las
propiedades (Cf. Vernaux 1970: 215ss):
Es subsistente
El alma es una forma inmaterial, como toda alma (del mismo modo que
el principio vital en un vegetal y en un animal), pero la humana es, ade-
más, espiritual. Esto significa que si bien se halla unida a un cuerpo (al
cual le da vida y a través del cual realiza algunas de sus operaciones),
no depende él para existir, y en algunas otras operaciones, para obrar.
Es decir que, en cierta medida, es independiente del cuerpo. Esto no
significa de ninguna manera que sea una sustancia separada del cuerpo;
afirmar esto sería caer en el dualismo de Platón y de otros pensadores
que imaginaban al hombre como compuesto de dos sustancias distin-
tas. El que sea subsistente significa que puede vivir y obrar sin el cuerpo,
pues no está completamente encerrada en los límites del cuerpo. Es lo
que sucede, por ejemplo, cuando el cuerpo muere y el alma subsiste
sucede durante el tiempo que media entre la muerte y la resurrección
del cuerpo, en el cual ella sigue viviendo aunque separada de aquél.
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Es simple
Es inmortal
Los padres no pueden ser causa del alma de sus hijos, porque ésta es
una realidad espiritual. Sólo un ser espiritual que tenga capacidad para
crear puede dar existencia a un nuevo espíritu. Esto se produce en el
instante en el cual comienza a existir un nuevo ser humano, en el ins-
tante preciso de la fecundación (concepción), en esa primera célula que
tiene una vida distinta de la de la madre.
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Por eso, la Iglesia condena el aborto, porque desde el instante mismo en que el óvu-
lo se une con el espermatozoide, hay una vida humana y por tanto, interrumpirla su-
pone matar a una persona.
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No hay que confundir aquí forma con figura; no significa contorno físi-
co, sino que refiere a una noción filosófica. La forma es el principio de
ser y de acción del cuerpo, es decir, el alma, que hace que el cuerpo
exista como una sustancia viva, organiza sus partes y le da unidad.
Además, es el principio intrínseco de sus acciones.
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El ser humano coopera con el Creador en la obra de hacer que todas las
cosas alcancen el fin último. Para ello, tiene una dimensión especial no
sólo lo espiritual, sino también lo corporal. En cierto sentido, se puede
decir que el hombre, que es varón o mujer, a través de esta comple-
mentariedad de los sexos se convierte en el “compañero” de Dios en la
tarea de hacer que la Creación alcance su fin.
Todo esto significa tener cuerpo, y por esto, el valor de la vida humana
es sagrada e inviolable, ya que dañarla es un modo de rechazo del don
divino, de rechazo al Amor del Creador.
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Por su medio del cuerpo se realiza el encuentro con los otros hombres,
compartiendo con ellos una vida que es, por la naturaleza misma del
hombre, comunitaria. El hombre es un ser hecho para relacionarse con
los demás, y el cuerpo es la presencia y el lenguaje de este modo de ser
del hombre. La corporalidad es la forma visible por la cual un ser hu-
mano se presenta a otros y se comunica. El cuerpo es la revelación de la
persona, particularmente el rostro que manifiesta su interior (cf. Ibíd.
121). En este sentido también, el ser humano es pensado por Dios como
una totalidad, esto es, el varón y la mujer se complementan de manera
que juntos realizan la imagen de Dios. La comunión espiritual entre las
personas humanas y la consecuente reciprocidad se ponen de manifies-
to en todo tipo de encuentro que cada uno tiene con los otros, en toda
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3. La persona humana
La persona fue definida por Boecio (s. V):
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les y el mismo Dios (para los ángeles y Dios no decimos “de naturaleza
racional” sino “de naturaleza espiritual”).
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4. Fundamentos de la Dignidad
Humana
El ser humano vale por lo que es. Por el simple hecho de ser per-
sona creada a imagen y semejanza de Dios.
No es lo que hace (el bien, lo útil o lo bello) ni lo que tiene lo que hace
que un ser humano sea digno.
Un ser con nombre propio, dueño de una intimidad que sólo él conoce,
capaz de crear, soñar y vivir una vida propia.
Lo digno, porque tiene valor, debe ser siempre respetado y bien trata-
do. En el caso del hombre su dignidad reside en el hecho de que es, no
un qué sino un quién, un ser único, insustituible, dotado de intimidad,
de inteligencia, voluntad, libertad, capacidad de amar y de abrirse a los
demás.
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sonal. Ser hijo significa ser engendrado, proceder de otro ser personal. Y
todo ser humano es hijo de otro. Pero si nos remontamos hacia arriba
en la cadena de las generaciones, surge la pregunta por el origen, no
sólo de cada ser personal en particular, sino de todos en general.
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Documento de Puebla nº 306.
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