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La traducción de este libro es un proyecto del Foro Purple


Rose. No es ni pretende ser o sustituir al original y no tiene
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Traductor, Corrector, Recopilador— ha recibido retribución
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sino que aumentará el disfrute de los lectores que hayan
comprado el libro.

Purple Rose realiza estas traducciones porque


determinados libros no salen en español y quiere incentivar a los
lectores a leer libros que las editoriales no han publicado. Aun
así, impulsa a dichos lectores a adquirir los libros una vez que las
editoriales los han publicado. En ningún momento se intenta
entorpecer el trabajo de la editorial, sino que el trabajo se
realiza de fans a fans, pura y exclusivamente por amor a la
lectura.

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Créditos
Moderadoras
AntoD & Cr!sly

Traducción
Angie_kjn Kathy92

AntoD KatieGee

Caro_02 Kensha

Celemg Kirara7

Clarita Lola Irina

Cr!sly Mafernanda28

CrissViz ♥Monse♥

Diamond-Countess MeryBlue

ElyGreen Paulii~

Eva Masen-Pattinson Polilla

Gabbii Rellez QueenDelC

Helen1 RebecaRocio

Jeyd3 Villalobosgabo

Correctores
Andreasydney KatieGee

Anjhely Lissarizz

Cacahuete QueenDelC

Helen1

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Recopilación
KatieGee

Revisión

Alina Eugenia

Diseño

Lissarizz

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Página | 5
Índice
Créditos ................................................................................................................................. 3
Sinopsis ................................................................................................................................... 8
Prólogo .................................................................................................................................. 9
Capítulo 1 ............................................................................................................................ 10
Capítulo 2 ............................................................................................................................ 17
Capítulo 3 ............................................................................................................................ 32
Capítulo 4 ............................................................................................................................ 41
Capítulo 5 ............................................................................................................................ 59
Capítulo 6 ............................................................................................................................ 69
Capítulo 7 ............................................................................................................................ 80
Capítulo 8 ............................................................................................................................ 94
Capítulo 9 .......................................................................................................................... 106
Capítulo 10 ........................................................................................................................ 117
Capítulo 11 ........................................................................................................................ 122
Capítulo 12 ........................................................................................................................ 129
Capítulo 13 ........................................................................................................................ 144
Capítulo 14 ........................................................................................................................ 153
Capítulo 15 ........................................................................................................................ 163
Capítulo 16 ........................................................................................................................ 182
Capítulo 17 ........................................................................................................................ 193
Capítulo 18 ........................................................................................................................ 206
Capítulo 19 ........................................................................................................................ 230
Capítulo 20 ........................................................................................................................ 242
Capítulo 21 ........................................................................................................................ 249
Capítulo 22 ........................................................................................................................ 260
Capítulo 23 ........................................................................................................................ 276
Capítulo 24 ........................................................................................................................ 290
Capítulo 25 ........................................................................................................................ 312

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Capítulo 26 ........................................................................................................................ 334
Capítulo 27 ........................................................................................................................ 344
Capítulo 28 ........................................................................................................................ 368
Epílogo ............................................................................................................................... 386
Sobre la autora ................................................................................................................. 389

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Sinopsis
Hay gente en este mundo que es "Nobody1". Nadie los ve. Nadie
se fija en ellos. Viven sus vidas bajo el radar, olvidados tan
pronto como te das la vuelta.

Eso los hace ser los asesinos perfectos.

El Instituto encuentra a estas personas cuando son jóvenes y se


los lleva para entrenarlos. Sin embargo, un "Nobody" sin
entrenamiento es una amenaza para su organización. Y las
amenazas deben ser eliminadas.

Claire, de 16 años, ha sido invisible durante toda su vida, fuera


de la supervisión del Instituto. Pero ahora la han Identificado y
envían a Nix de 17 años para que la elimine. Sin embargo, en el
momento en que pone los ojos en ella, no puede hacer el
golpe. Es como si Claire y Nix fueran el uno para el otro. Y lo son,
porque nunca nadie se ha fijado en ellos.

1 Nobody: Nadie en ingles original.

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Prólogo
Traducido por Cr!sly

Corregido por KatieGee

Una semana antes…

Nueve letras. Dos palabras. Él se negaba a pensar en ellos


como un nombre. Con objetividad desinteresada, sus manos
sostuvieron firmemente el fino papel blanco, con letras negras
espaciadas igualmente, al lado.

Ya lo había hecho antes.

Una, dos, tres...

Lo haría otra vez. Más agujas, más cuchillos, más letras


negras igualmente espaciadas que se tallaban a sí mismas,
sangre roja, en lo más profundo de su mente.

La única manera en que puedes hacer la diferencia en


este mundo es matando.

Desde el momento en el que él abrió el sobre y vio los


nombres, las fotos; desde el momento en el que él lo cometió,
esas nueve letras vinieron a su memoria, el resultado había sido
una conclusión inevitable. Su objetivo había sido marcado. La
muerte se aproximaba.

Que así sea.

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Capítulo 1
Traducido por AntoD

Corregido por Anjhely

“¡Ten un gran verano!” “¡Sé agradable!” “¡Ten un gran


verano y sé agradable!”

Claire Ryan había estado leyendo permutaciones de esas


palabras en las páginas de sus anuarios por casi tanto como
podía recordar, pero por alguna razón, optimismo o estupidez,
no estaba segura de cuál, ella había pensado que la
secundaria sería diferente. Que ella sería diferente. Que para el
final del primer año alguien se habría molestado en aprender su
nombre, invitado a salir después de la escuela, o al menos
pedirle copiarse de su tarea de geometría. Pero incluso los más
atroces tramposos habían quedado inconscientes de la
existencia de Claire, como siempre, y para el primer día de su
decimoquinto verano, todo lo que ella tenía para mostrar del
año era un registro de asistencia perfecta y un anuario lleno de
dulces e insignificantes clichés.

A sus compañeros de clases no les gustaba ella. Tampoco


les desagradaba. Simplemente no les importaba.

No son ellos. Eres tú.

Claire hizo a un lado el pensamiento y se sentó con las


piernas cruzadas en el suelo. Deslizando el ofensivo anuario casi
fuera del alcance, trató de enfocarse en otra cosa. Sus manos
encontraron su camino hasta su celular, y antes de que Claire lo

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supiera, su dedo índice estaba marcando un número familiar,
solo para oír el sonido de la casilla de mensajes.

Ella casi podía pretender que: “por favor, deje su mensaje


y se lo devolveré tan pronto como sea posible”, era el maternés2
para: “te extraño, y tu padre y yo estaremos en casa pronto”.

Luego vino el pitido.

—Hola, mamá. Quería dejarte saber que el último día de


escuela fue… fue genial. Y las cosas aquí están geniales. Yo
estoy… —Claire se maldijo a sí misma, pero no pudo detener la
palabra saliendo fuera de su lengua— …genial.

Con la cantidad de tiempo que gastaba leyendo y


mirando televisión, ella realmente debería haber sido una mejor
mentirosa, o por lo menos una más creativa.

—De todas formas, espero que estén teniendo un buen


tiempo. No se preocupen por mí. Estaré…

No de nuevo, se dijo Claire severamente a sí misma. Si


dices genial una vez más, juro por Dios, que nunca volveré a
hablarte de nuevo.

—Estaré bien. —Claire se ahorró el trabajo de tener que


regañarse a sí misma, pero apenas. Ella esperó un latido, quizás
dos, y luego terminó el mensaje que seguiría pasando y
pasando, y aclarando un último punto que de alguna manera
podría habérsele escapado a su madre—. Emmm… soy Claire.
Te amo. Adiós.

2 Maternés: es una forma característica del habla, que emplean los adultos al dirigirse a los
niños pequeños. Se caracteriza por vocalizaciones claras, reforzando cada sonido y
repitiendo lo que decimos, dejando muy claro el lenguaje y permitiendo que los niños lo
oigan varias veces.

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Al momento que colgó, su teléfono se unió al anuario en el
suelo, y ella cerró sus ojos.

“¡Ten un gran verano!” “¡Sé agradable!” “Por favor, deje un


mensaje después del tono.”

—La historia de mi vida —susurró Claire, y el hecho de que


las palabras salieran fáciles y no duras, era su primera pista de
que el tiempo para revolcarse podría ser la noche. No podía
haber algo malo con todos los demás en el mundo. El sentido
común decía que tenía que haber algo malo con ella. Si ella
pudiera decir las cosas correctas, hacer las cosas correctas, ser
un poco más interesante…

Nunca va a suceder.

Claire Ryan era un fantasma, una nada, una nadie.


Invisible habría sido una mejora. El oxígeno era invisible, pero
tenías que respirarlo de todas formas. Las olas de sonido eran
escuchadas. Incluso los pedos clandestinos tenían la distinción
de ser olidos.

Oh, Dios. Estoy celosa de los pedos. Claire descruzó sus


piernas y cayó de espaldas, permitiendo que su cabeza
golpeara brutalmente el piso de madera de su habitación.
Envidio las tóxicas y gaseosos excreciones de la parte trasera del
ser humano. Y mi cabeza duele.

Era un nuevo golpe bajo, incluso para Claire.

Debería yacer aquí. Debería yacer aquí por siempre y


nunca jamás levantarme.

Claire presionó sus labios y mantuvo a raya ese


pensamiento. Después de un largo momento, se obligó a abrir
los ojos, se sentó, y alcanzó primero el teléfono y luego el
anuario. Dos minutos de revolcarse, una vez al año. Eso era todo

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lo que tenía, lo más cerca que podía permitirse del borde del
abismo sin dejar que la devorara entera.

Soy mejor que esto.

La garganta de Claire se apretó, pero ella se rehusaba a


permitirse llorar. En su lugar, se puso de pie y caminó, un pie
puesto ligeramente delante del otro, hasta la estantería bajo su
ventana. Ella había hecho este viaje muchas veces antes, para
colocar otros anuarios en el estante inferior, y poner a sus viejos
amigos en lugares más honorables cerca del medio y la cima.

A Tree Grows in Brooklyn.3 Ender’s Game.4 The Secret


Garden.5 I Capture the Castle.6

Claire cerró los ojos y pasó la mano por los lomos de los
libros de la fila más expuesta del estante superior. Como un
hombre ciego leyendo en Braille, ella dejó a las puntas de sus
dedos explorar las grietas y las líneas de los bordes de los libros
hasta que sintió el zigzag que estaba buscando, la textura casi
aterciopelada de un tomo leído tan a menudo que el papel en
la cubierta había sido desgastada en blandas y raídas
protuberancias.

Anne.

Claire sacó cuidadosamente el libro del estante. Abrió sus


ojos y tomó una irregular respiración.

“Anne, la de la imaginación hiperactiva. Anne, que se


tomaba como un insulto personal cuando las personas
deletreaban su nombre sin la ‘E’.”

3 A Tree Grows in Brooklyn: libro de Betty Smith.


4 Ender’s Game: libro de Orson Scott Card.
5 The Secret Garden: libro de Frances Hodgson Burnett.
6 I Capture the Castle: libro de Dodie Smith.

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Sabiendo que era demasiado mayor para el libro, pero no
importándole, Claire se sentó de nuevo en el suelo y lo abrió a la
mitad, confiada que dondequiera que ella empezara, sabría
exactamente dónde tomó la historia.

“Una niña huérfana, desesperada por una familia. Una


familia que había esperado un niño. Atrevimientos y
dramatismos, y la indignidad de tener el cabello rojo.”

Claire realmente sintió que su cuerpo dejaba ir la dureza


de la realidad. Su boca se curvó hacia arriba. Su garganta se
relajó. Y mientras se perdía en Anne of Green Gables7, ella
pensó, quizás por milésima vez, lo lindo que sería ser el tipo de
niña que podía aplastar una pizarra en la cabeza de un niño
durante un ataque de ira, lo bonito que sería tener a alguien
que escribiera mal su nombre.

“Clair” o “Clare”, no importaría, siempre y cuando lo


dijeran, escribieran o lo pensaran en absoluto.

***

Nix entraba y salía de la multitud, haciendo su camino


calle abajo con una imperceptible pero letal gracia. Él era el
suave toque de una cálida brisa, el flujo de un silencioso,
incoloro e inodoro líquido. El agua sobre el borde de una
represa. Una negra serpiente venenosa lista para atacar.

Nadie lo vio. Nadie lo notó. Y si lo hicieron, momentos


después, su cabello oscuro, sus ojos claros, sus cicatrices y
tatuajes serían olvidados. La pequeña aguja con forma de
flecha en su mano izquierda desaparecería de sus mentes,
como una huella en la arena seca. La cercanía de su cuerpo a
su objetivo, la habilidad de su mano que le permitió deslizar el

7 Anne of Green Gables: Ana, la de tejas verdes. Libro de L.M. Montgomery.

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veneno directamente en la vena del senador, nunca sería
registrado por ningún transeúnte como más significativo que un
tazón vacío volando al azar por la calle.

—Once —susurró Nix la palabra al aire, sabiendo que el


mundo exterior nunca escucharía o reconocería el número por
lo que era.

Los pómulos afilados de Nix, y su cabello negro azabache


deberían haber sido llamativos. Nix debería haber sido
memorable. Pero no lo era. Él no era nada. Él era Nobody.

Y él nunca fue atrapado.

***

—El Senador Evan Sykes fue llevado de urgencia anoche al


hospital, luego de sufrir un ataque al corazón en su ciudad natal
de Des Moines. Los doctores intentaron hacerle un doble
bypass, pero el joven senador de Iowa no sobrevivió al
procedimiento.

El interior de Claire se estremeció mientras la voz barítona


del presentador continuaba hablando de la prematura muerte
del Senador Evan Sykes, a sus familiares sobrevivientes y los
potenciales sucesores, y luego, así como así, las noticias de la
mañana estaban terminando con una historia de interés local
sobre un parque acuático para perros. Claire agarró el control
remoto y apagó la televisión.

La muerte de un senador. Un parque acuático para perros.

Mirar las noticias se suponía que era la manera de


mantenerse anclada a la realidad de Claire, pero ella podía
sentir al mundo deslizarse más y más lejos. Si un senador se
clasificaba a la par con unos perros deslizándose por unos
toboganes en “N”, Claire ni siquiera quería pensar dónde

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quedaba ella. Por un momento, estuvo tentada de llamar a sus
padres de nuevo. Tarde o temprano, ellos atenderían, las leyes
de probabilidad estaban de su lado, pero Claire podía sentir la
necesidad de revolcarse en círculos en las paredes de su
mente, y ella no estaba dispuesta a darle entrada.

No.

Ella iba a tener un gran verano. Ella iba a ser agradable. Y


tarde o temprano, ella sería lo suficientemente agradable, lo
suficientemente independiente, lo suficientemente algo que
bien, o alguien lo notaría, o ella dejaría de importarle lo que las
demás personas pensaran, o, más precisamente, no pensaban,
en absoluto.

Determinada, Claire se puso un traje de baño. Sacó un par


de pantalones cortos del fondo. Y, con la cabeza en alto, ella y
una copia de The Hollow Kingdom8 hicieron su camino hacia la
piscina comunitaria, lista para enfrentarse al mundo.

8 The Hollow Kingdom: libro de Clare B. Dunkle.

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Capítulo 2
Traducido por Polilla y QueenDelC

Corregido por Anjhely

El cuarto de Nix en el instituto era blanco como una


cáscara de huevo y completamente desnudo. La Sociedad
científica moderna creía que cuanto menos esté expuesto un
Nobody al mundo exterior, más potentes se vuelven sus poderes.
Privarlo de todo el contacto con la energía que corre sin ser
vista a través de todos y todo, aumenta su capacidad de
atravesar el mundo sin ser notados.

Era lo último en una secuencia de teorías que Nix


detestaba.

Él era nada.

Nobody.

Colocando algo en sus paredes no iba a cambiar eso. No


iba a cambiarlo. Quién era él. Lo que podía hacer. Nobodies
pasaban por la vida incapaces de dejar sus marcas en otra
persona. Máximamente insignificantes. Metafísicamente
deficientes.

Esa era la clase de cosa que los científicos no podían


entender.

A los diecisiete, Nix no era la clase de persona que tenía


algún deseo en particular de ser comprendido. La mayoría de
los días, no se sentía como una persona en absoluto.

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Eres menos que el aire. Menos que una sombra.

Él apoyó su espalda contra la pared y dejó de respirar.


Había aprendido su lección tan a menudo que estaba
marcado en su mente, la voz en su cabeza, una mezcla de los
sermones de sus entrenadores en estéreo.

No importa lo que hagas, no importa hacia dónde te


dirijas, las personas siempre te ignorarán. Ellos te afectarán, pero
tú nunca los afectarás.

El pecho de Nix comenzó a arder y, con silencio y


salvajismo ritualizado, se cortó a sí mismo, uñas desparejas
cortando serradas líneas en su estómago y brazos. Gotas de
sudor se levantaron en su piel desnuda.

Si te lo permites, tú puedes amar, sin embargo nadie nunca


te amará. Incluso si ellos quieren hacerlo, no podrían. Esa cosa,
esa cosa intangible que otras personas tienen que les permiten
formar conexiones, que les permite importarles…

Tú no lo tienes.

Tú nunca lo vas a tener.

Nix comenzó a sangrar. La oscuridad bordeando la línea


de su visión. No era suficiente.

Nunca era suficiente.

Tú no eres nadie. No eres nada, y eso es muy, muy


especial.

Saciado y calmado por su arrebato, Nix se deslizó hacia el


suelo, hundiéndose suavemente y sin fuerzo en la posición de
loto. Colocó sus sangrientas manos hacia arriba en sus rodillas y
cerró sus ojos.

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Yo soy todo. Soy nada. Soy poderoso. Soy olvidado.

Sus palabras, no las de La Sociedad. Sus entrenadores no


podían hacer lo que él hizo. Ellos nunca habían probado su tipo
de poder. La Sociedad de Sensors había estado estudiando
metafísica por doscientos años; sus miembros le habían
enseñado lo que él era, lo que siempre sería, pero sus
entrenadores nunca habían sido nada por ellos mismos.

Soy una sombra. Soy aire.

Pensamientos prohibidos. Los inhaló y los exhaló, y por


primera vez desde que regresó de su misión, habló, su voz baja y
brusca, sin embargo, musical como la de una sirena con voz
rasposa cantando el blues.

—Soy un Nobody. —Sus labios se curvaron hacia arriba, su


respiración uniforme—. Soy Nix.

Él era inmutable.

Él era constante.

Y cualquier cosa que su próxima asignación contuviera,


callejones traseros, visitar dignatarios, monstruos vestidos como
hombres, él estaba listo.

Para el número doce.

***

—Disculpa, ¿podría conseguir una toalla?

Claire firmó en la recepción, haciendo la raya de la “T” en


su nombre de una forma lo suficientemente grande para
parecer un círculo.

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Ella podía hacer esto. Día caluroso, piscina fría, un buen
libro. ¿Qué más podría una chica pedir?

—¿Podrías por favor pasarme una toalla? —habló un poco


más alto esta vez, determinada a captar la atención del chico
trabajando detrás de la recepción. El chico en cuestión pasó sus
manos por su cabello, rubio y con gel y decentemente espeso, y
miró directamente pasando de Claire con la clase de
indiferencia solo posible entre las edades de catorce y veinte
años.

—Ummm… ¿disculpa? —Claire sintió como si estuviera


gritando, pero el muchacho no hizo mucho más que pestañear.
Blandiendo The Hollow Kingdom como si fuera una bengala. De
pronto, el chico se despertó. Se movió para tomar una toalla.
Sonrió. Y se lo entregó.

A la chica de pie detrás de Claire.

Realmente no necesito una toalla. Puedo secarme al aire.


¿Para eso es el sol? ¿Cierto?

Rindiéndose, Claire giró para dirigirse hacia el área de la


piscina, sin embargo la ladrona de toallas se volvió en el mismo
momento exacto, y ambas chocaron con fuerza.

—Oh, lo siento mucho —dijo Claire, su disculpa de reflejo


saliendo a toda marcha.

La muchacha a la que le estaba pidiendo disculpas echó


su rojo cabello sobre su hombro e inclinó su cabeza hacia un
lado. Por un momento, ella se quedó de pie muy derecha y tan
quieta que Claire creyó que ella estaba rota. Luego la chica
elevó una mano y lentamente la movió por el lado de su propio
rostro. Claire la observó, sintiendo como si estuviera invadiendo
una clase de ritual sagrado; la muchacha levantó su otra mano,

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la palma primero, y la dejó sobrevolando justo sobre el rostro de
Claire, luego sobre sus brazos.

Tal vez realmente la descompuse, pensó Claire.

—¿Te encuentras bien? Lo lamento tanto…

La pelirroja no registró las palabras de Claire. Sus manos


revolotearon de regreso a sus costados y en una completa e
impasible voz, ella susurró una única e inquietante palabra:

—Nada.

Claire retrocedió. La muchacha alcanzó su teléfono


celular. Y luego dio la vuelta y camino de regreso hacia el
aparcamiento, la codiciada toalla aún colgando sobre su
brazo.

—De acuerdo —Claire dijo, en voz baja—. Eso fue extraño.

Determinada a sacarse eso de encima, Claire escaneó la


plataforma y encontró una tumbona abierta orientada entre la
piscina de bebés y el trampolín. Era, sin duda, la más ruidosa,
más húmeda y la menos deseable tumbona en la plataforma,
pero en sus momentos opuestos, a Claire le gustó que le
gustaran las cosas que eran poco apreciadas por otros.

Recostándose en la silla, Claire le ofreció su rostro al sol y


cerró sus ojos. Respiró dentro y fuera, dejando que el escándalo
de la piscina se desvaneciera en el fondo, empujando a la
pelirroja y su acusación, Nada, fuera de su mente. El zumbido de
las olas mentales de Claire se acomodó en el patrón necesario
para un viejo modo de espera, perfecto para tomar sol y
garantizar mantener a raya sus pensamientos.

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Situaciones, pensó Claire, esperando para que una tomara
fuerza, disfrutando la sensación del sol en su cara, su cuerpo, la
longitud de sus extremidades.

Situación: ¿Cómo sería si fueras golpeado por un


automóvil, y desesperadamente no quisieras ir al hospital, pero
la persona que lo vio suceder, un total extraño, estuviera
decidido en hacerte revisar por un doctor? ¿Y si se tratara de
una madre, con varios niños pequeños, quien no podría evitar
ser maternal contigo, también, y fruncir sus labios cuando dijiste
que no querías ir? ¿Y si fuera un agente encubierto del FBI, y tú
de alguna manera hubieras tropezado en una parte esencial de
su caso?

¿Qué tal si hubiera un chico, y no te dejara levantarte del


suelo, porque moverte podría molestar tus heridas internas? ¿Y si
mantuviera su rostro cerca al tuyo y sus manos en tus hombros?
¿Qué pasaría si quisieras luchar contra él, a pesar de saber que
él tiene razón?

Por razones que no podía entender por completo, a Claire


le gustó bastante la Situación. Girándose sobre su estómago,
ella sintió el sol en la parte baja de su espalda y cedió al
encanto de la imagen arraigada en su mente.

Accidente de auto. Sangre, no mucha, porque entonces


sería estúpido rehusarse a ir al hospital, sin embargo un poco en
la parte posterior de su cabeza, y un cardenal en su costado. El
coche que la golpeó huyó, sin molestarse en ver si ella se
encontraba bien, y entonces el chico está ahí, a su lado. Él llega
en un borrón y se inclina sobre ella, hasta que él es todo lo que
ella puede ver.

Su cabello es oscuro.

—¿Te encuentras bien? —te pregunta.

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No, eso no es correcto. Esa era una cosa tan normal para
preguntar. Sería una Situación mucho más interesante si su
rescatador fuera un poco anormal. Y si ella no quisiera ser
rescatada.

—¿Qué demonios estás haciendo? —demanda él, su voz


un poco más que un gruñido.

—Yo… ¿quién eres tú? —Ella intenta levantarse—. Auch.

—Quédate quieta. —Él parece esperar que sus palabras


sean obedecidas. Sus ojos destellan.

—No me toques. Estoy bien. Y si quiero ponerme de pie, yo


lo…

—Fuiste golpeada por un auto. Deambulaste hacia la calle


y fuiste golpeada por un coche. Una ambulancia está en
camino.

—No quiero una ambulancia.

Él se inclina más cerca de ella, sus ojos estrechándose, y


por un segundo, ella cree que la besara.

—Bueno princesa, eso es tan malditamente malo.

¿Princesa? ¿Princesa? Claire se alza nuevamente, lista


para decirle lo que piensa de su machismo de porquería, pero
la sujeta por los hombros, sosteniéndola en el lugar más por el
poder de su toque que el de su fuerza.

—¡Quita tus manos de mí!

—Quédate quieta. —Por un momento, la voz del


muchacho es horrible, pero luego la suaviza—. Puedes estar
herida. Sígueme la corriente.

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Y luego llegó la ambulancia.

Fin de la Situación.

Claire abrió los ojos y se dio la vuelta, justo a tiempo para


que un tsunami de agua la azotara como si fuera un luchador
profesional.

Malditas sean, bolas de cañón.

Claire escupió, resopló y trató con desesperación de no


ahogarse en su propia silla. Parpadeó violentamente y ese fue el
momento exacto cuando escuchó la voz.

—Te ves como si estuvieras pensando mucho, jovencita.

Le tomó un par de segundos localizar al que hablaba: un


anciano con el rostro arrugado como un sofá de cuero y ojos
cafés tan oscuros que no podía distinguir las pupilas en ellos. Por
un momento, Claire asumió que el hombre le estaba hablando
a alguien más, en parte porque las personas, como regla
general, no se le acercan a Claire e inician una conversación, y
en parte porque estaba segura de que se veía más como una
rata mojada que como alguien que fuera descubierto
pensando profundamente en algo.

Di algo. Responde. Sé graciosa.

Mientras Claire trataba desesperadamente de encontrar


una respuesta, el hombre se inclinó hacia adelante, la
intensidad de su mirada detrás de sus lentes de fondo de
botella, sus ojos estaban fijos en un punto directamente sobre su
hombro izquierdo. Esos iris sin pupilas voltearon de izquierda a
derecha, luego arriba y abajo con un esfuerzo que le recordó a
Claire un escuadrón de soldados buscando una aguja en un
pajar.

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—Solo estaba aquí sentada —dijo Claire finalmente, pero
las palabras salieron como un susurro.

—Tienes una forma de pasar desapercibida, ¿no? —


preguntó el hombre, su voz nada grosera.

Claire asintió, pero antes de que terminara el movimiento,


el hombre miró hacia otro lado, y algo muy dentro de Claire le
dijo que él no iba a volver a hablarle. Él había visto lo que
necesitaba ver, y ahora se iba a ir.

Mientras Claire lo miró desaparecer hacia el


estacionamiento, no pudo evitar preguntarse qué es lo que
estaría buscando, y no pudo hacer a un lado la única palabra
que sus recuerdos le traían una y otra vez con la voz de la chica
de cabello rojo.

Nada.

***

Muros blancos. Piso blanco. Cama blanca. Nada que ver.


Nada que hacer.

Cansado de la pretensión que la puerta, cerrada desde


afuera, podía mantenerlo encerrado, Nix tomó la decisión de
desaparecer. Con una precisión experta y una facilidad poco
natural, soltó su agarre del mundo físico.

Dejó ir sus pensamientos, sus emociones, su cuerpo, su


nombre.

Dejó ir los fuertes susurros de dolor de sus más recientes


cortadas.

Menos que una sombra. Menos que el aire.

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Nix dejó ir todo lo que le importaba y se convirtió en
Nobody, la clase de Nobody que no le daba el derecho a nada
en este mundo, porque era incapaz de dar algo de regreso.

El mundo estaba hecho de energía. La mayoría de las


personas ni siquiera se daban cuenta que estaba aquí, dentro
de ellos, fuera de ellos, en todas partes. Excepto en Nix.

El mundo podía tocarlo, pero él no tenía nada que dar de


regreso.

En su peor momento, ni siquiera era suficientemente bueno


para la gravedad.

Menos que una sombra. Menos que el aire.

Nix desapareció. Estaba ahí, pero el mundo no podía verlo.


No podía sentirlo. No podía olerlo.

No podía controlarlo.

Para cualquier propósito, era invisible. Inmaterial. Sin


importancia.

Y como solo alguien completamente inexistente podía,


caminó directamente a través de la gruesa puerta de madera y
salió del lado opuesto. Manteniendo a raya sus pensamientos,
Nix fue a través de los pasillos y vestíbulos de uno de los edificios
más seguros del país. Este era su dominio, el único hogar que
conociera alguna vez. Desde afuera, el instituto lucía como
nada más que una casona, pero dentro, era artística,
inmaculada y segura: una mezcla perfecta de La Sociedad
misma, antigua, secreta, algo como una leyenda, pero al vilo
de la ciencia moderna al mismo tiempo.

Nix se deslizó en las Sombras. Esperó y miró. La Sociedad


era una máquina con muchas partes movibles, muchos

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miembros. Incluso aquellos que se acercaban a una distancia
menor al grueso de un cabello permanecían ignorantes de su
presencia. Eran Normals, y él era nada.

Invisible.

Desvanecido, Nix podía ver la forma en que la luz jugaba


con los ojos de un hombre, con las yemas de los dedos de una
mujer, una nariz peculiar.

Sensors.

Para una persona promedio, todos se habrían visto igual,


pero desvanecido, Nix tuvo un recordatorio visual de que los
Sensors eran diferentes, que de todos los Normals en el mundo,
ellos eran los únicos que tenían oportunidad de reconocerlo por
lo que era en realidad. La mayoría de las personas no tenían
idea de que había energía en la vida, un “algo” inmaterial y
subyacente que los hacían lo que eran. Pero los Sensors eran
diferentes: sensibles a la presencia o ausencia de energía.
Podían olerla, probarla, sentirla. El sentido particular variaba de
persona a persona, pero una constante permanecía. Los Sensors
conocían la energía, reconocían aberraciones. Y aun así,
caminaron a un lado de Nix, sin notar lo fácil que él pudo
haberse estirado y golpear con su mano inmaterial a través de
sus cuerpos. No podían verlo. No podían sentir su presencia en
las arrugas de sus dedos o las papilas de sus lenguas. A menos
que estuviera sólido y lo estuvieran buscando, y, ¿por qué lo
harían? ¿Por qué lo haría cualquiera? Su falta, su deficiencia, su
presencia pasaron desapercibidas.

Estuvo igual de bien como si Nix desapareciera. Los Sensors


y los Nobody no se mezclaban bien.

—¿Está seguro el viejo?

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Desde el salón de conferencias en la habitación detrás de
él, la voz de Ione atravesó los pensamientos de Nix, y leyó en su
tono y sus palabras que había encontrado su siguiente marca:
otro nombre que se deslizaría bajo su puerta, otra vida para que
tomaran sus manos.

Nueve meses. Seis meses. Dos.

El tiempo entre sus asignaciones se acortaba.

Ya no eran semanas, ni meses. Días.

—Cyrus confirmó el diagnóstico que su aprendiz de sesenta


años hizo esta mañana. Está bastante satisfecho con su
demostración del progreso de Mariah como Sensor, pero
obviamente molesto con su propio avance. Encontrar a esa
chica, en su zona, holgazaneando en una piscina, justo frente a
su nariz… Cyrus estaba avergonzado de haber pasado por alto
algo como esto hasta ahora.

—Bueno, estas cosas suceden.

Nix procesó las palabras de Ione. Los Sensors deben haber


encontrado otro Null.

El agarre de Nix sobre absolutamente nada comenzó a


aflojarse. Aun así no aparecía. Aún no era importante. Aún era
mortal. Pero en momentos, perdería su desaparición y sería
sólido de nuevo. Real.

Ellos siempre le causaban esta reacción. No Ione, quien


había sido directora del instituto desde que Nix podía recordar,
o los Sensors, quienes habían sido la tabla firma de La Sociedad
por cientos de años, sino su tema de conversación. Nulls.
Psicópatas. Los últimos alguien. Los términos eran tan poco
importantes como las teorías de los científicos sobre cómo y por
qué pasaba que algunas personas nacían con una habilidad

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heredada para dejar marcas en otros, y ser inmunes a ser
marcados de regreso.

Nix no necesitaba saber “por qué”. Odiaba a los Nulls,


odiaba que, por poco que podía afectar a otros, a ellos los
podía afectar menos.

Monstruos sin alma.

Maestros de la manipulación, sin un gramo de compasión


humana.

Animales que tenían que hacerse a un lado.

Eso era lo que eran los Nulls. Eso era por lo que los Nobody
existían, para cazarlos. Para proteger al resto del mundo. Los
Normals.

Con sus últimos momentos de poder al máximo, Nix se


deslizó en el salón de conferencias. Reapareciendo
completamente, caminó hacia adelante. Si hubiera sido una
persona normal, Ione y Richard, uno de los Sensors más antiguos,
habrían sentido su mirada penetrante como si fuera una cosa
física.

Pero no lo hicieron.

En lugar de eso, Nix fue capaz de deslizarse a un lado de


ellos sin ser detectado. Parándose cerca, se inclinó hacia
adelante y susurró una sola palabra sobre sus nucas:

—¿Mío? —preguntó, algo que parecía y no anticipación


en su voz.

Si hubiera sido alguien o algo más, su repentina aparición


los habría hecho saltar, pero los Nobodies no pueden inspirar
miedo. U odio.

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O cualquier emoción, en realidad, además de un vago
malestar.

—Oh, eres tú. —Ione se dio la vuelta para mirar el área


sobre el hombro de Nix. Probablemente ella pensaba que lo
estaba viendo, pero estaba equivocada—. No se supone que
salgas de tu habitación solo.

Nix se encogió de hombros. Conocía cada centímetro de


este edificio, lo conocía mejor que cualquiera. ¿Qué iban a
hacer? Para castigar algo tienes que verlo. Tienes que
preocuparte por él. Tienes que atraparlo.

La Sociedad tenía otros usos para él.

—¿Mi objetivo? —preguntó Nix, haciendo un gesto con la


cabeza hacia la carpeta y tomándola como una conclusión de
que tenía que ser el elegido para ese caso. Normals como Ione,
la clase que podría dar y tomar energía, afectan a otras
personas y pueden ser afectados por ellos, amar y ser amados,
no tenían oportunidad contra esta clase de psicosis y un Sensor
no podría ser mejor que eso.

Para derribar a un Null, necesitabas a un Nobody. Y Nix era


uno único en su tipo.

Sin otra palabra, Ione le pasó la carpeta. Con un solo


movimiento, la cosa que ella había ordenado ya estaba más
que hecha.

El Null, quien quiera que fuera, ya estaba prácticamente


muerto.

Me pregunto qué es lo que Ione y Richard ven cuando me


miran, pensó Nix. No los tatuajes, una línea por cada uno de sus
asesinatos. No las cicatrices, las que se había hecho solo. No el
peligro. No a Nix.

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Podría haber sacado un cuchillo contra ellos, y aun así sus
niveles de adrenalina habrían permanecido exactamente
iguales.

Nix bajó los ojos de sus rostros y sus dedos se apretaron


contra la carpeta. ¿Y qué si era invisible, incluso para las únicas
personas en el mundo que tenían motivos genuinos para verlo?
Eso era exactamente lo que hacía que Nix fuera tan prolífico
con su trabajo.

Los Nobody nacieron para ser asesinos.

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Capítulo 3
Traducido por Kirara7

Corregido por Anjhely

La resolución de Claire de divertirse y ser dulce estaba


desapareciendo. Habían sido dos días desde su encuentro con
el viejo hombre en la piscina, y ella regresó obedientemente
cada día, tomando el sol, leyendo y pensando las variaciones
de, al menos, cinco diferentes situaciones. Nadie le había
hablado, nadie había mirado fijamente por encima de su
hombro, su bronceado está progresando muy bien.

Y aun así…

Claire ya estaba contando los días para entrar a la


escuela, aunque la parte lógica de su cerebro le decía que con
tres días en la escuela contaría los días para las vacaciones de
verano. Era realmente algo depresivo, no, no depresivo, ella ya
tuvo sus dos minutos para revolcarse en eso este verano, así que
no podía ser depresión, pero ciertamente era menos que ideal.

Con un leve suspiro, Claire se quitó la bata y comenzó a


ponerse su traje de baño, a falta de un mejor plan ella iba a
mantener su rutina y sería feliz aun si la mataba. Se colocó la
parte de arriba del bikini y se ajustó las tiras sobre sus hombros,
como una forma para desafiar, escogió el blanco en lugar del
azul, pero el broche en su traje de baño blanco estaba
deformada y sus dedos se sentían tan gruesos como los de una
salchicha cuando intentó juntar las dos partes.

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No seré derrotada por un bikini.

En el instante en que se formó el pensamiento en su mente,


fue reemplazado por la abrumadora sensación de pinchazos en
su cuello. Ella se congeló, sus dedos sosteniéndose fuertemente
a los broches de su vestido de baño y los escalofríos se
incrementaron, cada pinchazo empezaba en su pierna y se
arrastraba como una araña hacia su espalda.

Alguien me está mirando.

Claire no se movió, no se dio la vuelta, no terminó de


abrocharse su traje de baño, simplemente se quedó allí, quieta,
sosteniendo la parte de arriba en su lugar, muy consciente de
que estaba sola en la casa. De que siempre estaba sola en la
casa, que nadie notaria si algo malo le sucediera.

Que nadie sabría si desapareciera.

Claire sintió que la piel de gallina se alzaba por sus brazos,


como si hubiera algo dentro de su cuerpo que luchara para
salir. Lentamente, su largo cabello castaño rozaba sus hombros
mientras lo hacía.

Se sienten como alas en mis hombros, siento como si


alguien estuviera a punto de atraparme pero no hay nadie
aquí.

Dejó de respirar.

Se siente como si hubiera alguien afuera.

Claire se forzó a respirar, cruzó la habitación, corrió la


cortina que estaba al lado de su estantería de libros, cerró sus
ojos.

Puedo hacer esto.

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Estuvo parada ahí, con la cortina corrida, la luz del sol
brillando en su rostro por varios segundos mientras buscaba la
fuerza para abrir sus ojos.

Tú eres la persona más tonta que ha existido, se dijo a sí


misma. ¿No te he llevado a más de ocho millones de películas
de horror en los últimos cinco años? Parada ahí con tu traje de
baño sin abrochar en la espalda y tus ojos cerrados, porque
crees que alguien te está espiando. Una gran idea, en serio, ya
que estás en eso, ¿también correrás por un callejón oscuro?

Y aun así, no podía abrir sus ojos. Los escalofríos se


convirtieron en algo caliente y fuerte sobre su piel, cada uno
rompiéndose como cristal a lo largo de su cuerpo, podía sentir
que temblaban sus manos. Ella podía sentir que alguien la
miraba, una mirada fantasma tallando su marca en su carne,
casi podía imaginarse el rostro al otro lado de la ventana, pero
no podía abrir sus ojos.

Simplemente no podía.

***

Su blanco era sin duda la criatura más tonta en la


superficie de la tierra, como un venado atrapado por las luces,
ella estaba ahí, congelada al piso, el blanco perfecto. Él podía
ver su corazón latir bajo su piel color caramelo, su torso entero
saltaba por culpa de su pulso errático, como si quiera hacerle
saber exactamente dónde poner la bala.

Nix normalmente no era de los que dejaba herida de


entrada o de salida, él era un asesino silencioso; venenos,
asfixia, burbujas de aire directo al corazón. Pero cualquiera que
fuera la razón, la chica había sido clasificada como código
Omega, una designación dada a los más peligrosos, más
repugnantes y pútridos Nulls.

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Omega significa no comprometerse.

Omega significa matar a distancia.

Más que nada, Omega significa hacerlo sangriento.

En su mente Nix estudió a su presa desapasionadamente,


preguntándose qué giro del destino la trajo a la ventana. ¿Sintió
el peligro? ¿Había matado lo suficiente para reconocer la
muerte en el aire? ¿Sabía que después de hoy no volvería a
matar?

El arma en las manos de Nix era fría y pesada, sus dedos se


deslizaron sobre el gatillo, demasiado fácil, y ajustó el
silenciador. Era una precaución innecesaria, pero una que él
aun así tomaba. Él había observado a esta chica, a esta chica
en la ventana, por demasiado tiempo, se había permitido ser
distraído por la sombra de su cuerpo.

Nunca he matado a alguien de mi edad antes, no a una


chica.

No importaba, si este Null era código Omega, ella era una


plaga y él era la única cura. Los Nulls eran manipuladores, ellos
jugaban con las emociones, esperanzas y los sueños de otros, sin
sentir empatía ni ninguna emoción, ellos eran cáscaras que se
burlaban de lo que significa ser humano. Ellos eran incapaces
de pensar en alguien o alguna otra cosa y tarde o temprano
ellos siempre mataban.

Menos que sombra, menos que aire.

Nix sostuvo fuertemente la cubierta de su propia


invisibilidad, no podía pensar en esta chica como una chica y
no podía pensar sobre ella como un monstruo, no podía
permitirse pensar sobre algo, no podía darse el lujo de ser una
persona si no quería ser atrapado.

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Él necesitaba pasar desapercibido.

El mundo podría nunca saber cuán peligrosa era esta


chica, pero una vez la semilla estaba sembrada sabían que
sería una asesina, se preguntarían quién haría tan terribles cosas,
nunca sabrían por qué tendrá que hacerse.

Ellos nunca le agradecerían.

Tú no eres nada. Eres un Nobody, tú nunca le importarás a


alguien y la única forma en la que puedes marcar la diferencia
en el mundo es matando.

Una mujer pasó delante de él, paseando tres perros con


dos correas, el tercer perro corría sin correa y fue el que se
detuvo por un instante frente a él, movió su cabeza, estornudo y
volvió a correr. Nix levantó sus brazos, apuntó su arma al final del
traje de baño de su blanco, que se extendía ligeramente por su
piel, sosteniéndose por una mano en su espalda.

Él vio el traje de baño como estaría, cubierto de sangre.

Nix se movió para disparar, imaginado la bala entrando


por su pecho, el corazón por debajo de su piel besada por el sol
deteniéndose.

El gatillo presionándose contra sus dedos.

Hazlo.

Y entonces ella abrió sus ojos, pero en lugar de mirar más


allá de él, alrededor o a través, el blanco de Nix lo miró
directamente. Ella lo vio y gritó.

***

Claire se sintió más que escucharse gritar. Ahora que sus


ojos estaban abiertos, no podía cerrarlos, no podía apartar la

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mirada, no del arma apuntando directamente a su corazón, ni
del chico que la sostenía.

Sus ojos eran azules, tan claros que se preguntó si brillaban


en la oscuridad, su cabello era negro, largo y en un brazo había
tatuajes de arriba abajo, líneas nagras que cortaban su brazo,
cada una se unía para crear una X desigual.

Había una línea delgada por su cuello, e incluso desde la


distancia, ella podía ver una cicatriz creciente en el lado
izquierdo de su barbilla.

Sus mejillas eran afiladas, su boca suave.

Él era el chico más guapo que jamás había visto, y él iba a


matarla.

Aún sigo gritando, Claire se dio cuenta. No me estoy


moviendo, solo gritando.

Nada de esto tenía sentido, ni siquiera la forma en la que


ella sabía que él estaba aquí, ni el arma que tenía apuntando a
su pecho, ni el hecho de que no hubiera jalado el gatillo, ni la
desconcertante verdad de que no había salido del camino.

¿Cómo alguien puede quererme muerta si nadie sabe que


estoy viva?

Era una pregunta, una buena pregunta pero tal vez no la


más relevante en ese momento.

Aún sigo gritando, estoy gritando y no hay nadie que me


escuche. Ni mamá, ni papá, ni señora Milligan y sus tres
pequeños yorkies. Este chico va a matarme y ella caminó como
si nada.

Claire casi podía entender que su vecina no escuchara sus


gritos, ella estaba adentro, la señora Milligan no. Y ella no

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esperaba que la señora se volviera y mirara hacia la casa o que
viera su angustia o que se diera cuenta que una niña llamada
Claire vivía en el 116, pero, ¿cómo no podía ver a su asesino la
señora Milligan?

Él estaba parado ahí, a plena luz del día con un arma,


emanaba peligro de su cuerpo, cada musculo, cada marca,
cada cicatriz gritaba por atención.

Su fascinación no pudo haber durado más de un segundo


o dos pero para Claire se sintió como una eternidad, una
pequeña unidad de un para siempre en la que estuvo gritando
y mirando, mirando y gritando. Y entonces él alejó el dedo del
gatillo, el chico levantó sus ojos de su pecho a su barbilla, de su
barbilla a su boca, de su boca a su nariz y finalmente llegó a sus
ojos.

Si ella había sentido su mirada en su piel antes, ahora la


sentía en su interior. No había una metáfora, ni un desastre
natural lo suficientemente grande para hacerle justicia al
inmenso placer y turbulento poder estrellándose en su espalda,
en su interior. Esto no era un terremoto, no era un tsunami.

No era un huracán.

Era todo, cada cosa que ha existido, cada sentimiento que


había sentido, cada situación, cada revolcada, cada sueño. Su
mirada le llenó de calidez hasta que pensó que se enfermaría
de la exposición, convencida de que sería la última cosa que
haría, ella lo miró. Sus ojos en los de ella. Los ojos de ella sobre los
de él.

El mundo explotó, y por un momento, un pequeño


momento, un sonido ensordecedor llenó sus oídos, Claire Ryan
pensó que le habían disparado.

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Situación: ¿Qué si el único chico que te miraba quería
verte… muerta?

Sin sangre, no hay sangre. Él me disparó… lo escuché,


escuché algo y Dios sabe lo que sentí.

Con sorpresa Claire se dio cuenta de que no había herida,


no había un pequeño agujero donde todo lo que ella una vez
había sido podría salir, sin poder creer lo que le decía su cuerpo,
Claire intentó alejar sus ojos de él y en el momento que lo hizo su
hechizo se rompió.

Ella cayó al piso y se alejó lo más que pudo de la ventana,


su aliento atrapado en su garganta y sus manos, escépticas
sobre lo que su cerebro les decía, comenzaron a buscar en su
pecho por una herida que no existía, por una bala que nunca
había sido disparada.

La vi, la sentí, yo…

—Tengo que llamar a la policía. —Claire no era, contrario a


los pasados cuarenta y cinco segundos, una persona sin sentido,
ella tenía que salir de la habitación, alejarse de la ventana y
llamar a la policía.

Incluso si no quería.

Incluso si no lo atrapaban, incluso si aquel que deseaba ser


su asesino se había ido y nunca planeaba regresar, incluso si la
parte más tonta de ella quería volver a la ventana y mirar.

Para ver si aún estaba ahí.

Para verlo.

Y para sentir que él la miraba.

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Estoy enferma de la mente, estoy enferma, necesito ayuda
y voy a llamar a la policía.

Mientras ella continuaba con su promesa, arrastrándose


hacia el teléfono para marcar el 911, Claire sintió los pinchazos,
los fuegos artificiales, sintió todo dejar su cuerpo. Por la primera
vez desde que se acercó a la ventana, ella sintió la seguridad
del anonimato, la calma de estar completamente sola, de ser
Claire.

Se ha ido.

No tenía sentido, pero estaba segura, ella sabía lo que


sentía cuando el chico estaba ahí, y sabía que verdaderamente
se había ido.

Ella lo extrañaba.

Oh, Dios. Claire pensó mientras tartamudeaba su nombre y


dirección a la operadora. Alguien intentó matarme y estoy triste
porque se ha ido. Él me quiere muerta y yo quiero verlo de
nuevo.

Bien, eso es todo, oficialmente estoy loca.

Era sin lugar a duda, una nueva bajeza, incluso para Claire.

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Capítulo 4
Traducido por Kathy92, Kirara7 y Kensha

Corregido por Anjhely

Era una aberración. Un error. No pasaría de nuevo.

Eso fue lo que Nix se dijo a sí mismo, una y otra vez,


mientras esperaba su tiempo en los días después de su intento
fallido en la vida del Null. No podía arriesgarse a volver a la casa
de la chica para terminar el trabajo, no inmediatamente. No
con la policía merodeando por todo el lugar ese primer día.

No con los padres de la chica a su orden y disposición,


flanqueando todos sus movimientos durante los tres días desde
entonces. Porque la Null había decidido usar su antinatural
carisma para atraer a su madre y padre a casa, Nix no estaba
completamente seguro.

Quizás la amenaza de su propia muerte valía el sufrimiento


de la presencia de las personas que la amaban. Quizás estaba
planeando usarlos como escudos humanos: vivos y respirantes
chalecos antibalas que no eran más para ella que los muebles.

O tal vez solo la hacía sentir poderosa saber que podría


empujarlos hacía ella cuando quisiera, como marionetas,
aunque en el fondo, la mayoría de sus padres sabían que había
algo malo con sus Nulls. Incluso como niños, los abrazos de los
Nulls eran vacíos. Eran indiferentes cuando mami
accidentalmente cortaba su dedo. En lugar de alcanzar las
curitas, se inclinaban hacia delante para tener una mejor vista.

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Sin compasión.

Sin empatía.

Defectuoso. El ying de su torcido yang, el opuesto polar de


un Nobody en cada sentido.

Debería haberla matado.

Él iba a matarla. Solo…

Ella lo había visto. Lo había notado. E incluso después de


que comenzó a gritar, no había llamado la atención de la mujer
con los perros. Ella podía, si quería hacerlo. Los Nulls
comandaban la atención y adoración, tanto como los Nobody
la repelían. Pero este Null no se había defendido.

Ella solo se quedó ahí, mirándolo. No sobre sus hombros. No


a través de él. Directamente a él. Y, Dios, se sentía como si
alguien hubiera puesto Icy Hot9 sobre todo su cuerpo. Como
estar conectado a una silla eléctrica.

Esto. No. Fue. Real.

Nix siempre había sabido que los Null eran peligrosos. Que
ellos podían hacerte sentir y hacer cosas que no querías hacer.
Pero hasta que este particular Null lo había sorprendido, ninguna
de sus marcas había tenido nunca la oportunidad de usar sus
poderes en él.

Ninguno nunca lo había visto venir.

Tan potente como era la habilidad de Nix para perderse


con los Normals, era diez veces más fuerte con los Nulls. Los
Nobody caminaban a través del mundo inadvertidos, y los Null

9
Icy Hot: es un tópico rubefaciente destinado a aliviar dolores tales como artritis, dolor de
espalda, tensiones musculares, esguinces y calambres.

Página | 42
solo veían lo que querían ver. Nix no podía afectar a nadie más,
y esta chica, esta Null, no podía ser afectada por las
apremiantes necesidades de otros. Él debería haber sido capaz
de caminar hacia ella con una chirriante sierra eléctrica sin
ameritar más que un segundo de su atención.

Debería haberla matado.

Ella debería estar muerta.

Nix encontró el pensamiento inquietante. Él nunca antes


había fallado en llevar a cabo una asignación, y se dijo a sí
mismo que es por eso que ella lo mantuvo despierto esa noche.
Porque no había desaparecido completamente desde que sus
ojos se habían encontrado por primera vez. Porque había
abierto su archivo y leyó su nombre una y otra vez, incluso
cuando ella no tendría uno por mucho más tiempo.

Claire.

Claire Ryan.

La chica que iba a matar. Número doce. Hoy.

Nix recogió el arma y luego la bajó de nuevo. Era un


excelente tirador. Podía alcanzar objetivos. Lograba disparar a
marcas. Conseguía colocar balas dentro de corazones y evitar
que bombeen, y dentro de cráneos, justo en medio de los ojos.

Pero asesinar de ese modo no era para lo que había sido


entrenado.

No era lo que ella merecía.

No, Claire merecía algo más personal. Ella había usado sus
poderes para hacerlo sentir como algo, hacerlo sentir valioso y
notable, y luego se lo había llevado todo lejos en el momento
que él se había dado cuenta de lo que ella pretendía. Que si la

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vida de ella no hubiera estado en juego, no habría fingido darse
cuenta de él en absoluto. Había usado su aptitud antinatural
para manipularlo.

Así que él iba a usar sus habilidades, todas ellas, en ella.

Ella no lo vería venir. No sabría qué la golpeó, pero cuando


su aguja le perforara el brazo, cuando ella sintiera ese
pequeñísimo pinchazo y luego nada, entonces sabría quién y
qué era él. Sabría que un Nobody la mató, y él dejaría su cuerpo
en la acerca, para que la policía lo resolviera, causas naturales,
dirían y sus padres llorarían sobre ella con tanta angustia como
alivio.

—Hoy, Claire —dijo Nix suavemente. Hablaba consigo


mismo tan raras veces que el sonido de su voz lo hizo mirar sobre
el hombro para asegurarse que nadie más lo había escuchado.
No es que nadie le prestara mucha atención si tenían que
hacerlo.

Por los pasados tres días, se había quedado cerca,


esperando su momento. La había observado. Había esperado.
Pero ahora no podía esperar más. Ayer, había visto gente cerca
de la casa de Claire. No había estado lo suficientemente cerca
para tener una identificación de ellos, pero podía decir por la
forma en que se movían, desde la van sin distintivos que
conducían, que La Sociedad había enviado un equipo de
limpieza. Los superiores de Nix solo tenían un Nobody, pero
podían tener muchos soldados.

Vista. Olfato. Gusto. Oído. Tacto.

Cuando los Sensors eran demasiado jóvenes o viejos para


el servicio activo, trabajaban por cuenta propia, explorando por
La Sociedad en zonas, buscando por aberraciones en el patrón
del mundo. Pero cuando estaban en plenitud, los Sensors

Página | 44
trabajaban en grupos de cinco, uno para cada sentido. Juntos,
eran perceptivos hasta el punto de ser clarividentes. Ellos
identificaban Nulls. Salvaguardaban La Sociedad y su instituto.
Aclaraban los misterios del universo, un dato importante a la vez.
Los Sensors fueron quienes lo entrenaron.

El mundo tiene una energía a esto. Todo y todos, personas,


objetos, animales, plantas… incluso rocas, suciedad y moléculas
de aire, todos están hechos de energía. Y cuando interactúan
con otros, dejan sus marcas en el mundo, y es a través de ese
intercambio de energía que todos los acontecimientos
suceden. Que el amor florece. Que las conexiones son hechas.

¿Sabes por qué te llamamos Nix, chico?

Él no lo sabía. No a la edad de tres. Pero para los cuatro,


había aprendido.

Es porque no eres nada. No tienes energía. No dejas


ningún rastro. En lo que concierne al mundo, no existes. Y nunca
lo harás.

La Sociedad lo había criado.

La Sociedad lo había entrenado.

La Sociedad le había dado un propósito, o tanto como un


Nobody podría tener. Cuando ellos le decían que matara, él
mataba, y en los días, semanas, meses entre eso, se moldeaba
a sí mismo para ser un mejor asesino: más rápido, más ágil y más
intocable. Dejó que los científicos de La Sociedad lo hincaran y
pincharan así esas deficiencias podrían ser completamente
comprendidas, y aquellos trabajando para un bien mayor
podrían exprimir cada última gota de información de su carne,
sus huesos, las habilidades que tenía y que la gente real no.

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Y a pesar de que esto no le hizo ningún bien a Nix, incluso
las emociones que tenía y podría tener no afectaban a los
solitarios o a los Sensors o a los muchos científicos que lo usaban
como rata de laboratorio, él los odiaba por eso.

Odio vacío, porque él no podía contar.

Claire es mía.

El pensamiento era salvaje, brutal de un modo que


usualmente le hubiera desgarrado su propia carne,
desesperado por sentir algo que importara. Algo en lo que él
pudiera contar. Algo que no dejara de existir, solo porque a
nadie le importaba que estuviera allí.

Claire era suya.

Estos Sensors estaban fuera de su liga. Creían que porque


sabían sobre energía, porque podían sentirla, los hacía menos
vulnerables a la clase de monstruos que La Sociedad fue
creada para combatir. Creían que conociendo eso esta chica
les había dado la ventaja.

Pero estaban equivocados.

Si Claire había visto a un Nobody viniendo, habría captado


a los Sensors antes de que ninguno de ellos pudiera poner más
que un dedo sobre ella. Podrían tratar de recogerla desde un
techo cercano, pero a diferencia de Nix, los Sensors podían ser
rastreados, notados, vistos. Si ellos la mataban, serían
capturados. La Sociedad era tan antigua como los caballeros
templarios y el doble de secreta. No tomarían el riesgo de
exponerse a la ligera.

Menos que una sombra. Menos que el aire. Eso es lo que


tienes que ser para matar a mi Claire.

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Nix sonrió a la rima en su mente. Los Sensors no podrían
matar a esta Null.

Ella era suya.

Así que él se encargaría de ella.

***

Claire observó la yema deslizarse fuera del huevo, rota y


goteando. Tratando de no quemarse, se curvó sobre el sartén y
comenzó a arrancar los trozos de cascara fuera del
chisporroteante desastre en la estufa.

Esto es por lo que normalmente no cocino.

Eso y el hecho de que normalmente no tenía a quién


cocinarle. En los tres días desde que la policía había llamado a
sus padres a casa, Claire había hecho desayuno cada mañana.

Finalmente, ellos se lo comerían. Sentarse a la mesa frente


a ella, decir su nombre y comer sus huevos. Finalmente, Claire y
su madre y padre podrían tener un desayuno real en familia,
como incontables familias en la televisión antes que ellos.

Pero no hoy.

Sin prestar atención, la madre de Claire pasó junto a ella.


Alcanzó el gabinete directamente sobre la cabeza de Claire.
Halando una caja de cereal.

—Yo… mmm… ¿hice huevos? —Claire no quería que las


palabras salieran como una pregunta pero lo hicieron.

—¿Hmmm? —La respuesta de su madre no era una


palabra tanto como un sonido, pero era algo.

—Hice huevos. Para ti. Y papá.

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Y para mí, agregó silenciosamente, pero ella no llegó a
decirlo en alto.

—Oh. —Su madre no puso abajo la caja de cereal—. Eso


es lindo de tu parte, pero realmente, el cereal está bien. Y tú
deberías estar fuera, haciendo cosas.

Afuera.

Como en otro lugar. Molestando a alguien más. La mano


de Claire se deslizó y se quemó el borde pero no se molestó en
correr y ponerla bajo el agua fría. En cambio, solo aspiró una
bocanada de aire alrededor de sus dientes apretados y apagó
la cocina. Los huevos solo estaban medio cocinados, pero
realmente ya no estaba hambrienta.

—Quizás no quiero ir afuera.

La madre de Claire arrugó la frente de la forma que


alguien lo hacía cuando resolvía un crucigrama o trataba de
recordar su exacta relación con un primo segundo quitado dos
veces.

—¿Claire? —Ella se animó un poco. Bocas se abrieron,


palabras eran intercambiadas, y si ella podía pensar en que era
lo adecuado que decir, la absoluta cosa correcta, entonces
quizá… —. ¿Recuerdas lo que el oficial de policía dijo?

La pregunta detuvo la casi muerte de Claire en seco.


Perdiendo su sonrisa en desarrollo, puso el resto del desastre de
los huevos en el desagüe y golpeó el dispositivo de basura,
ahogando todos los otros sonidos.

¿Recuerdas lo que la policía dijo?

Claire recordaba exactamente qué habían dicho los


oficiales de policía.

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No había nadie ahí. Había un testigo en tu calle durante
este denominado ataque, y no vio ni escucho nada.

¿Estás segura que gritaste?

¿Estás segura que no solo te lo inventaste?

Y después, a sus padres: ¿Su hija tiene una gran


imaginación?

Y eso era todo lo que le había tomado a sus padres y a la


policía para decidir colectivamente que Claire gastó mucho
tiempo leyendo y no tiempo suficiente alrededor de chicos de
su edad. Ellos le habían dado una palmadita en la cabeza y
hablaron entre ellos, generalmente ignoraron todo lo que ella
les dijo hasta que se hizo perfectamente claro que de todas las
personas involucradas en este caso, ella era lo que menos les
importaba.

Sus padres no estaban complacidos de tener que cortar


sus cortas vacaciones, pero no estaban molestos con ella. No la
regañaron. Solo sostuvieron su mano y dijeron “Uh-huh” cuando
ella habló y luego miraron sus relojes, como si el tiempo pasara
más despacio cuando Claire estaba involucrada. Comieron
cereal para el desayuno, mientras los huevos de Claire morían
lentamente, una dolorosa muerte en el desagüe.

Moviéndose mecánicamente, Claire volteo el dispositivo


de la basura apagado antes de responder a la pregunta de su
madre.

—Recuerdo lo que el oficial de policía dijo, mamá. Y te


estoy diciendo, que yo no lo inventé.

—Por supuesto que no. Nadie está diciendo que lo hiciste.


Tu padre y yo solo pensamos que necesitas volver al caballo. —

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Su madre era una fanática de las metáforas vacías—. Tú sabes,
volver por ahí, hacer las cosas que amas.

Claire estuvo tentada a responder que su madre no tenía


idea de qué eran esas cosas, que si sus padres se habían
molestado en buscarla o, Dios nos libre, pasar algo de tiempo
en casa con su hija, ellos habrían podido ver al hermoso chico
con la brillante arma plateada.

Y bueno, tal vez sí sonaba ridículo, pero ellos eran sus


padres, ellos deberían conocerla lo suficiente para saber que
ella no imaginaria algo así.

Pero ellos no la conocían, para nada. Y por mucho que


ella quisiera, ella no podría lograr odiarlos por eso. O señalar sus
pocas estadías en casa, porque no era como si ellos intentaran
ignorarla. En las raras ocasiones que sus padres estaban en
casa, ellos realmente intentaban relacionarse con ella.

Simplemente ella no era alguien fácil con quien


relacionarse, era muy común. Y María y Ryan no eran el tipo de
personas que habían planeado tener hijos. Después de quince
años de la presencia de Claire, ellos seguían siendo muy buenas
personas que tenían gran dificultad recordando que alguna
vez, su madre había dado a luz.

—Tienes que volver allí, Claire.

Claire escuchó algo en la voz de su madre que iba más


allá de las palabras.

—Te vas de nuevo ¿no es así?

—No, claro que no. Probablemente nosotros hemos estado


fuera durante mucho tiempo.

Racionalmente su madre sabía esto.

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Aunque emocionalmente, Claire tenía la sensación de que
sus padres no podían entender por qué debían quedarse.

Y sin importar cómo terminara esta conversación, sin


importar lo que dijera, Claire sabía que no podría darles una
buena razón.

—Supongo que iré a nadar.

Si su madre notó el bajo y roto tono de voz en Claire, ella


no dio ninguna indicación verbal.

—Creo que es una buena idea.

Esto es lo más cerca que estaré de hacerla feliz, pensó


Claire. Y casi hacerme matar por quien ella creía era mi novio
imaginario, la hizo fruncir el ceño.

Algunas veces hacer que la gente la viera se sentía como


golpear el acero con el pie desnudo, al final del día, el acero es
acero y sus pies estaban rotos o golpeados.

Desechos en el desagüe como huevos dañados.

—Me pondré mi traje de baño.

Y así Claire volvió a la rutina. Puede incluso que la casa


hubiese estado vacía, ella también podría haber estado sola y si
ella era asaltada de camino a la piscina, si la policía, sus padres
y todos los que contaban estaban equivocados sobre todo…

¿Realmente importaría?

Situación: ¿Qué sucedería si un asesino viniera a matarte, y


lo dejaras? Claire recogió su traje de baño, el blanco que había
dejado en el piso por los últimos tres días, un recuerdo constante
de lo que había sucedido, y caminó hacia el baño con este en
la mano.

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Supongo que mi rutina ha cambiado, pensó ella. Antes,
ella siempre se vestía en su habitación.

Lágrimas cayeron de los ojos de Claire y luchó contra


estas. Dada su situación actual: Sus padre, la policía, el chico
que quería matarla, era ridículo romperse porque se cambiaría
en el baño.

Ella cerró fuertemente sus ojos, pero no ayudó. Las lágrimas


cayeron a los lados y mordió el interior de sus labios, intentando
que el resto no se derramara.

Alguien intentó matarme, y yo voy a nadar, me voy a


nadar porque no importa. Me voy a nadar porque yo no
importo, me voy a nadar porque eso es lo que hacen las Claires.
Nadamos, soñamos despiertas, leemos y esperamos impórtale a
alguien, y a nadie nunca le importa.

Sus dientes perdieron el agarre en sus labios, y una vez


libres éstos temblaron, el traje de baño aún estaba en su mano,
Claire golpeó su puño contra el mesón del baño, una y otra vez.

Ella intentaba tan fuerte no enfadarse, intentaba divertirse,


de ser feliz, de ser dulce. De no pedir cosas, no molestar, ella
intentaba muy duro construir su propio mundo y quererlo, que
no le importara tanto que el resto del mundo la dejara.

¿Tiene su hija una gran imaginación?

Claire miró el espejo, la pregunta del policía hacía eco en


su cabeza.

—Sí. Sí, ella la tiene. Tiene que. ¿No entiende eso? Ella
tiene… ¡Tengo que hacerlo!

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Esta era la razón por la que Claire no se sentía mal más de
dos minutos por año, era mucho más solitario de esta forma,
más difícil creer que esto alguna vez cambiaria.

Afuera en algún lado, hay un chico. Él me vio. Él me miró. Y


muy pronto me matará.

Mecánicamente Claire comenzó a desvestirse, su cuerpo


aún temblaba con la explosión de emociones que se pasaba
reprimiendo.

Se puso el traje de baño.

Alcanzó y se lo abrochó.

Y luego, las lágrimas aún derramándose, se puso sus


enormes gafas de sol, se puso un vestido amarillo de verano
sobre el traje de baño y caminó por el pasillo y hacia la puerta
del frente. Sin decirle adiós a ninguno de sus padres.

***

Ella va hacia la puerta, la está cerrando, camina hacia la


acera. Ella se aleja de la camioneta que no está marcada.

Nix catalogó los movimientos de Claire en algo simple,


mecánico, pero casi por toda una cuadra él no pudo dejar de
verla. La forma en la que se movía, el peso en la punta de sus
pies, como si constantemente intentara hacerse un poco más
alta, el ligero gancho en sus hombros que representa un
esfuerzo inútil, el ritmo de sus pasos, el color de su piel.

Incluso sabiendo que varios Sensors estaban cerca, Nix no


podía ver nada más. Él se dijo que era vigilancia, que él era un
zorro y ella el conejo, y como buen cazador seguía cada
movimiento.

Pero la verdad es que ella era impresionante.

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Casi entendía por qué el universo la había escogido para
ser el tipo de persona que puede inspirar amor con un
chasquido de sus dedos.

Está caminando hacia mí. Sus pasos son erráticos, como si


no pudiera elegir si caminar o correr. Me pregunto si sabe que
estoy aquí. Me pregunto si sabe que la estoy viendo.

Me pregunto si sabe que está muerta.

Decidió no esperar a que venga a él. Escapándose de los


arbustos, Nix se desvaneció y camino hacia ella. Llevaba gafas
de sol, ocultando sus ojos sin alma del mundo, pero todavía los
podía ver.

Podía ver cualquier cosa, todo de ella, y la bebió como


una droga.

Su corazón comenzó a latir más rápido.

Menos que sombra, menos que aire. Eso es lo que debes


ser para matar a mi Claire.

Él sacudió su muñeca, y la aguja apareció en su mano. Su


veneno era especialmente hecho, imposible de rastrear,
invisible, irreal.

Solo. Como. Él.

Ella estaba a diez pasos de él ahora. Él aceleró su paso, su


brazo listo, sus dedos temblando con anticipación.

Y entonces lo hizo otra vez. Levantó su cabeza como si ella


hubiera sido electrocutada, y miró directamente hacia él. Su
boca se abrió un poco en una pequeña O, su cuerpo
temblaba, y entonces ella hizo la cosa más asombrosa.

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Aceleró su paso.

Y entonces ellos estaban corriendo el uno al otro, cerrando


la distancia entre sus cuerpos en un santiamén. Pero su brazo, el
que sostiene la aguja, no se movía, así que hizo la única cosa
que se le ocurrió para hacer.

En lugar de deslizar el veneno en sus venas cuando ella


vino al alcance, agachó su cabeza y solo siguió corriendo,
directamente hacia ella. Se desvaneció, debería haber sido
capaz de pasar a través de su cuerpo tan fácilmente como la
puerta de su habitación, pero sabía que él no lo creía. No
podría.

No tienes energía. No puedes afectar a cualquier persona.


Desvanecido, no puedes ni siquiera tocarlos.

En un ataque de imposibilidad, sus cuerpos chocaron. Nix


salió volando por el aire y sobre la hierba, sus gafas de sol
cayendo de su cara. En un instante, estaba encima de ella.

Demasiado para su plan de tomarla por sorpresa.

Calle abajo, la furgoneta sin marca puso su motor en


marcha y Nix sabía que tenía que actuar con rapidez. Los
Sensors probablemente no podían verlo a través del
desvanecimiento, pero las posibilidades eran buenas que la
tenía asegurada. Y si estaban en movimiento, eso significaba
que venían a llevársela.

—Tú eres mía —dijo Nix ferozmente—. Soy el que te matará.

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Su piel zumbaba en todos los lugares en que sus cuerpos se
tocaron, como un diapasón10, ajustándose a la afinación
perfecta.

Null.

Ella le estaba haciendo esto a propósito. Para hacerlo


débil. Porque podía.

—¿Quién eres? ¿Por qué haces esto?

Sus preguntas parecían tan humanas, pero no podía


dejarse olvidar, ni siquiera por un segundo, que ella era un
monstruo.

Un monstruo que dijo que quería saber quién era.

—Nobody —susurró Nix—. Soy Nobody.

Por primera vez en su vida, que se sentía como una


mentira. Solo tenía una cosa a su favor, y ella se lo llevaba lejos.

—Eres nadie —repitió la chica, debajo de él—. Sí, claro. —Y


entonces ella comenzó a reírse histéricamente.

Esto se suponía que no ocurriría. Se suponía que iba a


matarla. Iba a matarla, y se reía de él.

Nix levantó su mano, su furia impulsando el movimiento, y


ese fue el momento exacto en que notó el enrojecimiento de su
cara, las huellas de lágrimas en sus mejillas. Debería haberla
hecho fea, y todo lo que se llevaron de su belleza letal debería
haberla hecho más fácil de matar.

Diapasón: Un diapasón es un dispositivo metálico (generalmente acero) con forma de


10

horquilla, utilizado principalmente como referencia para afinación de instrumentos


musicales.

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Pero no lo hizo. No la hizo fea. No permitió a su brazo de la
aguja moverse una pulgada, aún ligeramente, más cerca de
sus venas.

Había estado llorando.

Antes de que la atrapara, antes de que ella hubiera sabido


que era tan buena como muerta, había llorado mucho y con
fuerza suficiente para dejar marcas.

Pero los Nulls no tienen sentimientos. No como esto. Solo


lloran por espectáculo.

Sus manos fueron atrapadas por sus propios brazos y


propias cicatrices, y ella trepó lejos de él y se puso de pie.

No va a engañarme de nuevo, pensó él, pero no pudo


hacerse perseguirla, no hasta que la vio tropezar hacia atrás a
la calle.

No fue hasta que vio la furgoneta sin marca acelerar.

—¡No!

Claire saltó al sonido de su voz, de vuelta a la acera, y la


camioneta se desvió para golpearla. Deben estar buscando un
golpe limpio, pero calcularon mal, y en su lugar, la furgoneta
encajonó en su lado y la envío volando.

Nix estaba a su lado en un instante. Sus ojos se pusieron en


su cabeza, y se arrodillo a su lado. Los Sensors habían perdido el
control del vehículo después de que la golpearon, pero no les
tomará mucho tiempo recuperarse, y entonces iban a estar
aquí. Terminarían lo que habían empezado.

No.

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No podía dejarlos que la maten. Ese era su trabajo. Ellos se
la dieron para él, y era suya.

Ella era suya.

Y si quería matarla, si él quería ser quien vio a través de la


farsa que presentó al mundo, lágrimas y todo.

Parecía tan real, ellos parecían tan reales. Se estaba


lastimando. Es hermosa, y se está lastimando.

Tenía que sacarla de aquí. Tenía que alejarla de los


Sensors. Porque si quería matarla, y lo hacía, en verdad, tenía
que salvarla primero.

Menos que sombra, menos que aire. Inútil. Vacío. Inválido.

Nix cubrió su cuerpo con el suyo. La levantó y proyectó su


propia inexistencia hacia el exterior, un extraño calor llenando
su cuerpo como su desvanecimiento cubría. Y entonces, con la
Null en sus brazos, caminó recto pasando a los Sensors y
desapareciendo.

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Capítulo 5
Traducido por Polilla

Corregido por Lissarizz

Claire estaba noventa por ciento segura de que se


encontraba dormida. Un camino abandonado se extendía a sus
lados.

Estaba caminando, pero la tierra y la gravilla no crujían


bajo sus pies desnudos. Se sentía como si estuviera flotando,
caminando justo encima del suelo en lugar de sobre el mismo.

Le dolía.

¿No estaba usando zapatos antes?

Antes. Antes. Antes.

La palabra parecía hacer eco a su alrededor, su canto


entretejido con el misterioso silencio de una manera que hizo
temblar a Claire.

Hay algo que se supone que tengo que recordar. De


antes.

Pero ella no podía lograr que su cerebro dejara el camino


abandonado. No conseguía recordar cómo había llegado ahí.
Y no podía deshacerse del diez por ciento de posibilidades de
que aquello no fuera un sueño.

Me duele. Las cosas no se suponen que duelan en los


sueños.

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Miró abajo a su lado, esperando ver los moretones o
sangre; sin embargo, todo lo que vio fue oscuridad. Un espacio
vacío donde su torso y piernas deberían haber estado. Aquello,
Claire sabía objetivamente, debería haber sido molesto. Pero no
lo era.

Antes. Antes. Antes. Se supone que tengo que recordar


qué sucedió antes.

Podía recordar el jardín infantil. Ella podía recordar la


lonchera que había elegido en Walmart, la forma en la que se
había perdido en la tienda y buscó y buscó y buscó a su madre,
quien había estado tan abrumada con las compras del “regreso
a clases” que había salido y guardado todo en el auto y había
conducido a casa sin notar que le faltaba algo.

Alguien.

Claire podía recordar el quinto grado. Podía recordar la


obra teatral de la clase, y como todos supuestamente debían
tener una parte, y como ella había esperado y esperado y
esperado llegar a ser la chica de campo que cambiaba lugares
con su primo en la gran ciudad. Y como, cuando la lista de
reparto había sido publicada, ella no estaba en absoluto. No
como uno de los primos, o cualquiera de sus amigos, o parte del
coro, o incluso como un árbol.

No me importaría ser un árbol, pensó Claire, su mente


confusa. ¿Soy un árbol?

Con la falta de su cuerpo, ciertamente parecía posible.


Antes de que pudiera reflexionar sobre la probabilidad de ir más
lejos, escuchó algo: el susurro de las hojas, una separación de la
niebla detrás de ella. Dio vueltas. Incluso una vez que se detuvo,
el mundo continuó girando. Pero a través de la niebla y la
bruma y su propio vértigo, Claire lo vio.

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Al chico.

Su rostro estaba sin expresión. Sus ojos, elevándose en los


extremos, encontraron los de ella.

—Me observas —dijo ella, intentando recordar qué era lo


que había traído a este chico hasta ella, lo que sabía acerca de
él, lo que él sabía sobre ella.

El muchacho no dijo nada, y un recuerdo rozó la superficie


de la mente de Claire: una furgoneta. La había golpeado. La
había mandado a volar. Y luego, hubo algo borroso, un chico.

—¿Qué demonios estás haciendo? —había dicho. Y había


llamado a una ambulancia, y ellos pelearon. Su rostro cerca del
de ella. Su voz un bajo gruñido, sus manos en sus hombros.

Eso no es lo que sucedió.

Lo era, y no lo era. ¿Por qué no podía recordar? ¿Qué es lo


que estaba olvidando?

Buscó respuestas en el rostro del muchacho. Sus ojos eran


azules… azules claros y almendrados. Su piel era pálida, clara en
color, pero rica en tono, como si su herencia la hubiera
espolvoreado con oro que había sido despojado solo
parcialmente por una completa falta de luz solar. Su mandíbula
era fuerte, sus pómulos afilados, y había marcas en su brazo que
lo hacían lucir como un guerrero de otro tiempo. Y sin
embargo…

Se ve triste, pensó Claire. Sus rasgos eran maduros, pero su


expresión —escondido detrás de una máscara que lo
bloqueaba del resto del mundo— era de un chico.

—Quiero tu ayuda —dijo Claire— ¿Puedes ayudarme?

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Era una simple declaración, una simple pregunta, pero las
palabras se perdieron bajo el pesado silencio de la niebla. En
algún lugar detrás de él, un coche aceleró su motor.

La furgoneta. Va a golpearme. Va a dolerme. De nuevo.

Esta vez Claire sentía pánico. Sus emociones se


disparaban, rompiendo el sello que había sido colocado en
ellas.

—Tenemos que salir de aquí —le gritó al chico.


Determinada a salvarlo, estiró el brazo, y él alzó una de sus
manos hacia ella. Sonrió, imaginando la punta de sus dedos
rozando su palma.

Y fue entonces cuando Claire vio un destello de plata, y se


dio cuenta que la mano que estaba alcanzando sostenía un
arma.

El muchacho la tenía apuntando directamente a su


pecho.

Nuevamente.

***

Nix nunca antes había llevado a otra persona a las


Sombras. No notó nunca que era posible expandir su nada
sobre alguien más como si fuera una cobija. Nunca había
querido compartir su santuario con otra persona viva.

No una persona. Ella es una Null.

El pensamiento desafiaba el agarre de Nix sobre el


desvanecimiento, y después de un momento de resistencia,
paró de luchar y dejó solidificarse. La distancia que había
puesto entre él —y Claire— y los Sensores, era considerable,
pero no era suficiente, tal vez nunca lo fuera. Nix sabía, mejor

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que nadie, cuán largo era el alcance de La Sociedad. Cuán
despiadados eran Ione y sus Sensors cuando se trataba de
erradicar una amenaza.

Ahí fue cuando vio el autobús.

Nix caminó hacia él. El Null era un peso muerto en sus


brazos, pero muy pequeña. Su pecho saltaba con cada latido
de su corazón, y Nix trató de no sentirlo, verlo. Cerró los ojos y la
atrajo más cerca, acunando su cuerpo contra el suyo.

Solo estoy salvándola así puedo matarla, se recordó.

Pero eso no lo detuvo de caminar sin ser notado dentro del


autobús. No lo detuvo de tomar asiento, y no lo detuvo de
sostener su temblorosa figura, dejando que el calor de su
cuerpo calentara el de ella.

Débil, se reprendió a sí mismo. Estúpido. Inútil.

Ella fue marcada para morir. Él era su ejecutor. Debería


tomar el corazón ennegrecido del Null en sus manos y
aplastarlo.

Sin embargo, kilómetros después dentro de la naturaleza,


no se atrevió a poner su carga en un asiento vacío. Ella era un
Null, y por definición, los Nulls eran notados. Si Nix no quería que
La Sociedad lo siguiera a cualquier lugar al que corriera, tendría
que mantenerla cerca y esperar que su nada negara el faro de
su presencia.

No hay alternativa.

Tendría que llevarla. Sostenerla. Asombrado con la curva


de su pómulos. Contando las maneras para que ella muera.

Uno, por veneno.

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Estaba tan quieta. Suave.

Dos, por cuchillos.

Su cabello color trigo, cubierto con el sudor de su frente,


llamaba a los bordes de sus dedos. Él quería tocarlo. Para matar
a los Sensors por el continuo hilo de sangre en su frente.

Ella era hermosa, esa Null.

Manipuladora. Sin conciencia. Sin alma. Se forzó a sí mismo


a recordar lo que ella era, lo que significaba nacer como un
Null. Su cuarto asesinato, una psicópata que tenía una cosa por
abusar de niños pequeños, había lucido tan inocente como
Claire lo hacía ahora. Nix no podía permitirse dejar de olvidar
que el bulto en sus manos —sin importar cuán dulce, sin importar
cuán pequeña era— había estado en la lista de La Sociedad
por una razón.

Los Sensors localizaban a los Nulls. La Sociedad los


eliminaba. Ese era el propósito por el cual había sido fundada,
el mandato había continuado por miles de años.

Esa muchacha era un monstruo. Ella tenía que morir.

¿Ella es cálida? Se siente cálida…

Claire tembló en los brazos de Nix, un agudo sonido afilado


atrapado en la parte posterior de su garganta, a medio camino
entre el lamento de un perro y la sirena de una ambulancia. Su
ceño se frunció, y ella se sacudió, tratando de alejarse de su
agarre. Lejos de cualquier dolor con el que su cuerpo estaba
luchando.

Nix apretó su agarre a su cuerpo, y sin notarlo, comenzó a


mecerse hacia atrás y hacia delante. Sus brazos curvados
alrededor de su cuello y sosteniendo su cabeza. Como si fuera

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un niño. Como si fuera humana. Como si tuviera el derecho de
cuidarla si lo fuera.

No estés herida, Claire. No mueras.

El balanceo parecía calmarla, y el horrible sonido


emanando de sus sueños se calmó. Sus mejillas se sonrojaron. Se
dobló a sí misma hacia él, y él sintió su fiebre a través de su ropa.

Yo soy quien te asesinará.

Nix miró por la ventana del autobús: los árboles se volvían


más gruesos, la hierba más silvestre. No podía decir con
seguridad cuánto tiempo habían estado en ese autobús,
cuánto tiempo había pasado absorbiendo los pequeños
detalles de su cuerpo de carga. Si quería ocultarla de los
Sensors, deberían bajarse del autobús, caminar en dirección al
bosque hacia un lugar tan olvidado como cualquier Nobody.

Nix se preparó para desaparecer, cerrando su mente a su


entorno: a la madre y a su hijo a su izquierda, quienes no podían
parar de poner los ojos en blanco entre ellos, a un mar de
extraños sentados lado a lado, cada uno ignorando al otro sin
pensarlo.

Normals, pensó, la palabra agridulce en su mente, los


Normals podían amar. Podían ser amados. Ellos no podían
entender cómo sería desaparecer en cualquier lado de la
ecuación. Y, sin embargo, caminaban a través de la vida con la
cabeza gacha, sin molestarse siquiera en mirarse los unos a los
otros, sin saber cuán preciosa era cada interacción, cada
mirada, cada dialogo.

Al menos la muchacha inconsciente en sus brazos tenía


una excusa para ser cruel. No podía sentir, no podía ser tocada

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por el problema de otros. Ella estaba defectuosa, fracturada,
incompleta. Justo como él.

Menos que una sombra, menos que el aire…

Nix sintió el cambio venir, sintió cómo perdía la forma


material, y jaló más cerca a Claire con cada pensamiento en su
cerebro, cada respiración en sus pulmones, permitiéndole a ella
cruzar con él.

Nada.

Inmaterial, Nix y su víctima cayeron a través del asiento


que había estado sosteniéndolos, a través de la parte trasera
del autobús, y hacia el pavimento. Deshaciéndose de su
desvanecimiento en el momento que tocaron el suelo, Nix
aterrizó en cuclillas, protegiendo el cuerpo de Claire con el suyo.

Mía.

Ella gritó. El sonido atravesó la carne de Nix. No era justo


que ella pudiera hacerle esto a él. No era correcto, lo que
estaba haciendo… ayudándola. Salvándola, cuando sabía que
por el bien mayor, ella tenía que morir.

Y ella lo haría, Nix se lo prometió a sí mismo, mientras


comenzaba a caminar hacia el bosque, su sistema de
navegación interno se estableció hacia el aislamiento absoluto.
Solo que no hoy.

Si caminaba lo suficientemente lejos, buscaba lo


suficientemente duro, eventualmente encontraría una cabaña
que había sido abandonada durante la temporada baja. Él
atendería sus heridas.

Causaría las suyas.

No puedes morir, le dijo al Null silenciosamente. No aún.

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Si lo hiciera, su muerte nunca sería suya.

Mientras caminaba, sintiendo el pecho de ella subir y bajar


con cada respiración duramente ganada, pensó en la larga, y
delgada cicatriz que rodeaba su propio cuello, y en el hecho
de que si fallaba al matar a Claire, técnicamente hablando, no
sería la primera vez que no había estado a la altura.

Ella sería la segunda en escapar de él. Y él la odiaría por


eso.

Casi tanto como se odiaba a sí mismo.

***

El muchacho de ojos azules había estado apuntando un


arma hacia ella por horas. Por horas y horas y días y días, y cada
vez que la niebla se aclaraba lo suficiente para que ella viera el
resto del camino, trataba de recordar que debería correr.

Pero ella no lo hizo.

Él le disparó, y le disparó, y le disparó pero no podía correr.


Ella no tenía cuerpo. Sin pecho, sin piernas. Solo un gran agujero
negro donde su cuerpo debería haber estado.

Sus ojos azules nunca la dejaron. Nunca se pusieron


vidriosos. Nunca vagaron lejos de su cara.

Incluso cuando apartó la mirada, incluso cuando el dolor y


el miedo y la certeza de que ella iba a morir la abrumaron… él
no desapareció. Le disparó, y le disparó, y le disparó, y le
disparó y le disparó, pero él estaba allí. Y por primera vez en
mucho tiempo, no le dolió.

Nada le dolía.

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Claire pudo sentir su cuerpo relajarse, pudo sentir su mente
perder el control sobre ese lugar de ensueño. Cuando comenzó
a derivar hacia esa clase de sueño pacífico, oscuro y puro, vio
al muchacho inclinarse hacia ella, su rostro tan cerca del de ella
que sus labios casi se tocaron.

—Tal vez ni muera —susurró Claire. Su aliento rebotó en sus


labios y regresó a tocar los de ella.

Sintió su respuesta antes de escucharla. Las palabras


acariciaron su piel.

—Yo soy quien te asesinará.

La oscuridad se apoderó de Claire. Y justo así, ella se había


ido.

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Capítulo 6
Traducido SOS por ElyGreen

Corregido por Lissarizz

Claire estaba sonriendo.

Nix se inclinó, con los ojos fijos en la cara de su cautiva.


Labios rosa entreabiertos. Arrugas —tres, dos, una— cayeron de
su frente. Habían pasado horas desde que había encontrado la
cabaña abandonada y la había puesto suavemente en el sofá.
Y todavía, no podía obtener suficiente mirándola, absorbiendo
los pequeños detalles de su Clairencia. Memorizó sus
características y catalogó su expresión, corriendo
exploratoriamente sus dedos sobre los bordes de sus propios
labios.

Ella estaba teniendo buenos sueños, su Null. En el momento


en que había estado observándola, eso no había sido siempre
el caso.

Ya había memorizado la apariencia, sentimiento, y sonido


de sus pesadillas.

—Para una chica cuyos días están contados, duermes un


montón. —La voz de Nix estaba áspera por usarla poco, pero
quería decir algo. Para hablar con ella—. Tienes cabello café
claro. Creo que tus ojos son verdes. Tus venas son azules. —Se
detuvo—. Mi cabello es negro. No estoy seguro acerca de mis
ojos. Cuando sangro, sangro rojo.

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Claire suspiró, y él cerró sus ojos, saboreando el sonido, la
apariencia de su cara, la diseminación fortuita de su cabello.
Sus uñas estaban desiguales. Sus muñecas eran pequeñas. Tenía
seis pecas en un hombro y cuatro en el otro.

Sonreía en su sueño.

Atado en una mesa de examen. Ojos cerrados. El recuerdo


vino de repente, sin misericordia. Nix está frío, pero no quiere
despertarse. Quiere quedarse en el sueño, quiere…

La mesa se tambalea. Está sumergido hacia abajo dentro


del tanque. Sus ojos se abren. El agua llena su nariz, su boca. Si
estaba frío antes, se está congelando ahora, pero eso no
importa… no puede respirar… no puede moverse. Lucha contra
las tiras que lo tienen inmóvil, pero es inútil. Sus pulmones están
muy apretados. Se está asfixiando.

Ahogando.

Puede ver formas familiares inclinándose sobre el tanque


de agua, sus caras borrosas, sus expresiones impasibles. Ione.
Ryland. Ellos no van a ayudarlo. Ellos van a verlo morir, a
menos…

Menos que sombra. Menos que aire. Se obliga a sí mismo a


dejar de pelear. Dejar de pensar. Dejar de existir… y se
desvanece.

Nix sale de la escena retrospectiva para ver los labios de


Claire aún curvados en una suave sonrisa. Como si no tuviera un
cuidado en el mundo. Como si no fuera su culpa que él la
hubiera levantado como lo había hecho. Así podría proteger al
resto del mundo de los Nulls.

Todavía respirando con dificultad, Nix cerró de golpe la


puerta del recuerdo y se concentró en el presente.

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—No debería haberte traído aquí —le dijo a la chica
durmiente frente a él—. Debería haberte dejado morir.

Pero no lo hizo. La había recostado y forzado a que tomara


agua. Había tapado ligeramente sus costillas. La había cubierto
con mantas y se las había vuelto a poner cuando ella se las
quitaba.

—Si piensas que soy débil, estás equivocada. Si piensas que


me importa, estás equivocada. —A los Nobodies no se les
permitía que algo les importara. No se les permitía hacer
preguntas. Todo lo que tenían permitido hacer era matar.

Matar. Claire.

Bonita, durmiente, viva, soñadora Claire.

Está cambiando a su otro costado. Su cabello está


cayendo sobre sus ojos. Sus piernas se están estirando. Los
músculos en su garganta se están moviendo.

Mientras documentaba los movimientos de Claire, Nix sintió


que su propia garganta se apretaba. Era lo que ella más se
había movido desde que estaban allí, y había sonidos en su
boca, tratando de salir. No gritos. No quejidos.

Palabras.

—¿Dónde estoy?

Se figuraba que una de las primeras palabras que salieran


de su boca eran sobre ella. Los Nulls existían en los centros de sus
propios universos, titiriteros para cientos de otros. Nadie más se
interesaba en ellos.

—Desearía que te quedaras dormida —dijo Nix, cada


palabra tan filosa como vidrio quebrado. Mientras ella había
dormido, él le había cantado en voz baja. La había calmado.

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Le había dicho cosas que ni siquiera había pensado. Pero ahora
ella lo arruinó. Lo arruinó todo.

—¿Dormida? ¿Cuánto tiempo he estado dormida? —


Claire luchó por sentarse.

Está asustada. Estoy asustando a Claire.

Nix miró frenéticamente a su propio cuerpo. Como si


nunca lo hubiera visto antes. Como si no supiera cuán perfecto
era.

Mentirosa.

—¿Qué está mal conmigo? —preguntó, su voz ronca.

—Eres defectuosa. Eres un monstruo. Fuiste golpeada por


una camioneta.

Su cara pasó por una oleada de cambios, tan rápido que


no podía mantenerse con ellos: respiraba fuerte, y su cara
entera —ojos, pómulos, labios—, amenazaban con cavar entre
ellos mismos.

A esta Null no le gustaba que le dijeran que era


defectuosa.

Eventualmente, sus labios dejaron de temblar y se


arreglaron en una diminuta y desesperada línea, y Nix se
asombró de cuántas expresiones faciales podía tener una sola
persona. Nunca más había querido tocar la cara de otra
persona.

Ella te está haciendo esto a ti. Está haciendo que pienses


en ella. Está haciendo que quieras…

—No. Te. Muevas. —Su voz se tensó contra sus cuerdas


vocales, como un animal enjaulado—. No intentes nada. No

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creas que puedes usar tus habilidades para escapar. Soy
inmune.

Si solo eso fuera verdad.

—¿Mis habilidades? ¿Qué habilidades? —Sus labios y ojos


se reorganizaron una vez más, esta vez en una expresión de
puro desconcierto. Un testamento de sus habilidades como
actriz, la última maestra del arte del engaño—. No tengo
habilidades. No soy buena en nada.

Simples palabras, pero parecían duramente ganadas.


Como si le doliera rebajarse y pretender que no era nada
especial.

—No soy quien crees que soy —dijo ella—. Realmente no lo


soy.

Solo un Null podría usar esa voz. Hacerse sonar a sí misma


como si parte de ella deseara ser la que él estaba buscando.

Suya.

Atado en una mesa de examen. Ojos cerrados. Nix forzó el


recuerdo a la superficie de su mente, como un hombre
apretando sus dedos en su garganta para lanzar.

—Puedes dejar el acto —dijo, odio y deseo de lucha por la


supremacía, en su tono—. Nadie te encontrará nunca aquí, y no
hay nadie al alcance para que uses.

—¿Usar? ¿De qué estás hablando? ¿Usar cómo?

No, le dijo él silenciosamente. No pretendas que no sabes.


No actúes como inocente, inconsciente del efecto que tienes
en todo y todos.

No pretendas que no sabes lo que me estás haciendo.

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—¿Por qué me miras de esa forma? —Su voz era un susurro,
tentador y asustado, pero la expresión en su cara no
combinaba. Su nariz estaba arrugada, su cabeza inclinada.

Claire está… Claire está… perpleja. Se dio cuenta, dándole


nombre a la expresión, la cual no había visto en los bordes de su
cara antes. Claire me encuentra desconcertante. Estoy
desconcertando a Claire.

Rodó el pensamiento sobre su mente, dejando su pregunta


sin respuesta, hasta la fea, vil verdad: No soy nada. Ella está
fingiendo. Tan estúpido pensar eso. Agarrando su camino de
regreso a su cerebro, cavando en lo profundo y aguantando.

Su vida entera había sido una pesadilla, y ella estaba


jugando con sus emociones como un gato, bateando un trozo
de cuerda.

—Deja. De. Hablar.

Si no hablaba, no podría mentir, no con su boca. Solo con


su cuerpo y sus ojos.

—No dejaré de hablar.

Había señales de pregunta en su voz, y dudas, y no tenía


derecho a ninguna de ellas. Quería arrancar la máscara de su
cara mentirosa.

Quería tocarla.

—Yo... yo… no dejaré de hablar hasta que tú… hasta que


me digas qué está pasando. ¿Quién eres?

—Deja. De. Hablar.

Ella le igualó el énfasis.

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—Quién. Eres. Tú.

Dime, dime, dime, parecían decir sus ojos.

Maldijo. La maldijo y se maldijo a sí mismo, y ella pretendió


estremecerse ante las profanidades que emanaban de su
boca.

Los Nulls no se inmutan.

Para inmutarte, tienes que sentir miedo. Para tener miedo


de alguien, tu energía tiene que ser marcada por la de ellos.
Esta Null estaba jugando con él. De nuevo.

Necesitaba armas.

La necesitaba muerta.

Había dejado sus cuchillos, agujas y venenos en la cocina,


fuera de vista. Tenía que detenerla, antes de que pretendiera
estremecerse de nuevo.

Manos. Solo mis manos.

Esa era la forma de matar a esta Null. Sus manos habían


bañado su sien. Sus manos la habían alimentado. Y haciendo
eso, él había cometido un gran mal: arriesgado todo lo que
alguna vez había hecho, solo porque una Null se había dignado
a mirarlo a los ojos. Preguntado su nombre. Reaccionado a su
presencia —perpleja, estremecida— como si él fuera el tipo de
persona que podía tener impacto en alguien, nunca.

Como si pudiera afectar a una chica como ella.

—Soy. Nobody. —Las palabras salieron, no en respuesta a


su pregunta, sino en respuesta a las que él mismo se
preguntaba.

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¿Quién piensas que eres, para verla de esa forma? Eres
nada. Ella es todo. Mátala. Ahora.

—Eres… eres… alguien —dijo Claire—. Eres el que me trajo


aquí. Eres el chico de mi sueño. —Se puso muy pálida, el azul de
sus venas destacando como un patrón sobre porcelana—. Eres
el que me matará.

Dio un paso hacia ella, y luego otro. Ella se atascó en una


respiración y lo miró moverse. Y luego, sin advertencia, la chica
a la que él había mantenido, ayudado y salvado se metió bajo
las mantas.

Como si pudiera esconderse de él.

Como si pudiera escaparse de él.

Mentiras.

***

Me estoy escondiendo bajo una manta. El corazón de


Claire latía viciosamente contra su caja torácica. Estoy quién
sabe dónde con quién sabe quién, solo recuerdo al chico que
me trajo aquí y el cual intenta matarme, y ahora está viniendo
hacia mí, veo muerte en sus ojos, y YO ME ESTOY ESCONDIENDO
BAJO UNA ESTÚPIDA MANTA.

Soy una humana deficiente en todos los sentidos que


importan.

Deseó poder echarle la culpa al hecho de que había sido


golpeada por una camioneta, pero en realidad, sospechaba
profundamente que siempre había sido deficiente. Nunca dijo
lo correcto. Nunca hizo amigos. Ni siquiera pudo conseguir que
alguien le pasara una toalla.

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Realmente, dada la suma total de su vida como
evidencia, no debería haber sido tanta la sorpresa de que
apestaba al ser secuestrada, también.

Él me está mirando. Va a matarme. Voy a morir.

No podía moverse. No podía correr. No podía pensar en


nada más que en el chico acechándola. Claire no quería
pensar en él. No quería anticipar el toque del asesino, su última
respiración, pero había una diminuta parte de ella —la parte de
Romeo y Julieta, la parte de Heathcliff y Catherine— ese
pensamiento por el más breve segundo de que tal vez este
momento era para el que ella había estado destinada.

Tal vez había nacido para morir en las manos de este


chico.

Situación: ¿Cómo sería tener una experiencia fuera de tu


cuerpo? ¿Ver a alguien matarte? Cuando estuviera muerta,
¿pondría él flores en su tumba? ¿Lo perseguiría, ahora y
siempre?

—El juego termina ahora.

Las palabras trajeron a Claire al presente. Al terror. A la


escalofriante comprensión de que la muerte nunca era
romántica; había una diferencia entre ser acechado y ser
cortejado.

Haz algo.

Estaba más cerca ahora. Lo suficientemente cerca que


ella podía sentir el calor de su cuerpo en el otro lado de la
manta. Su corazón latía más rápido. Su costado le dolía como si
alguien estuviera partiendo los huesos con una pica hielo.

Necesitas un arma. Una salida. Algo. Lo que sea.

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Lentamente, su asesino retiró la manta de su cara. Sus
características —cada una severa en su propio derecho— se
juntaron para formar una expresión que de alguna manera era
suave, llena de anhelo. Lo hacían ver como alguien que quería
algo, lo quería tanto como Claire había querido que una sola
persona garabateara una broma privada en las páginas de su
anuario.

A mí. Me quiere a mí.

Claire había leído algo acerca de este tipo de


conocimiento, el tipo que sientes en tus huesos, desde los dedos
de tus pies hasta la coronilla.

Había leído acerca de eso, y había creído en ello, y lo


había imaginado. Pero no había gastado ni un segundo
queriéndolo ella misma, porque había estado demasiado
ocupada tratando de no permanecer en las cosas más simples:
sonrisas de extraños, alguien con quién almorzar, padres que
tomaran la foto de su primer día de escuela.

Va a herirme. Voy a morir.

No podía escucharse a sí misma sobre el sonido del terror


de su cuerpo —la certeza de que sea un beso o muerte, no
habría escapatoria del predador acechándola ahora.

No puedo detenerlo. Ninguna cosa que haga lo detendrá.


No puedo pensar. No puedo hablar. No puedo moverme.

Podía sentir la histeria burbujeando en su estómago y


viajando como una burbuja a través de su garganta. Cuando
salió de su boca, pensó por un momento que podría haber
vomitado, pero luego se dio cuenta de que se estaba riendo.

Como una lunática.

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Y Dios debe de haber tenido un muy retorcido sentido del
humor, porque un segundo más tarde, el chico también reía.

***

Nix no podía recordar reírse. Nunca. Había intentado una


vez. Practicado. Pero sin nadie que lo escuchara, era un sonido
horrible, no le había traído la mitad de la sensación de un solo
corte —largo y delgado— en una palma.

Pero ahora lo estaba haciendo. Se estaba riendo. A Claire,


aferrada a la manta, riendo como un demonio. Por un segundo,
pensó que sería suficiente, que este momento sería suficiente
para mantenerlo, sostenerlo, y darle calor por la eternidad.
Podía matarla ahora.

Se interrumpió, antes de que esta adicción llegara


demasiado lejos.

Silenciosamente, se dejó caer de rodillas junto al sofá,


llegando a su nivel. Aclaró su mente, alejando todos los
pensamientos de ella —sus expresiones, el sonido de su risa, la
sensación de su piel— y concentrándose en una sola palabra.

Null.

Ella merecía esto. Por la vida que él había sido forzado a


vivir, por hacerlo preguntarse mucho por las cosas que hubiera
sido mejor no preguntárselas ni alargarlas, ella lo merecía.

Se puso en cuclillas. Cerró sus ojos e inhaló su suave, dulce


esencia —protector solar y canela— luego se estiró y colocó sus
manos a ambos lados de su cuello.

Hazlo rápido.

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Capítulo 7
Traducido por CrissViz y MeryBlue

Corregido por Lissarizz

Claire había, no es de sorprender, imaginado cómo sería la


muerte. De hecho, cerca de una sexta parte de sus situaciones
habían terminado en su muerte prematura. Había escapado de
edificios en llamas y saltado en frente de balas destinadas a
quienes amaba, había muerto de leucemia y había sido
atropellada por carros: por muchos de ellos, tan irónico como
sonaba.

Pero nunca había imaginado terminar así. Más como un


lamento que con un estallido. Desesperada. Hipnotizada. Los
dedos de su agresor quemando ligeramente sobre su garganta.

No quiero morir. Va a matarme y no quiero morir.

Sus manos rodeando su cuello. Se congeló, paralizada. No


se podía mover. No podía respirar. Y después, repentinamente,
todo terminó. Dejo caer sus manos, en lugar de seguir
apretando.

Ella no quería morir.

Esta no es la muerte que quiero. El pensamiento vino sin


pensarlo, un efecto secundario de su alivio. Lo quiero. Quiero al
chico.

Está bien, eso fue todo. ¡Eso fue absolutamente todo! Está
enfermo, ese psicópata retorcido estaba jugando con ella. La

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había atacado, secuestrado, le había jurado que iba a matarla
y ahora estaba jugando con ella. Al gato y al ratón. Y
patéticamente —patéticamente— estaba atraída por él.

Y lo que Claire encontró en cierto modo sorprendente con


la revelación, la enfureció. Estaba enojada. Era lo
suficientemente malo que la gente viera a través de ella.
Ignorando sus preguntas. Negándose a darle toallas y
haciéndola poner su mejor esfuerzo acomodando los huevos
debajo del fregadero. Era suficientemente malo que este chico
tratara de matarla, pero ¡diablos!, no había tenido que tocarla.
Él no había tenido que hacerla sentir como la persona más
insignificante del mundo, pero la extraña sensación de contacto
con otra persona fue suficiente para mantenerla luchando.

No había tenido que mirarla como si fuera algo más.

Quizás lo soy. Para él. Quizás importo.

Cállate, se dijo a sí misma. Cosas como esas, pensamientos


como esos, son el tipo de cosas que podían lastimarte. Eso
puede hacer que tu esperanza crezca. Esto te convence de no
hacer nada mientras un asesino sigue cada uno de tus
movimientos. No pasará. ¡No esta vez! No a esta Claire. Ella
había leído libros. Había visto películas. Sabía lo que era el
Síndrome de Estocolmo11 y no quería tener nada que ver con
“formar vínculos emocionales con su secuestrador” sin sentido.

Nunca más.

Lógicamente, Claire sabía que atacar a su captor no era


algo mucho más inteligente que jugar peekaboo12

11 Síndrome de Estocolmo: Reacción psicológica en la cual la víctima de un secuestro, o


una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad, y de un
fuerte vínculo afectivo. Fuente: Wikipedia
12 Peekaboo: Juego que consiste en esconderse y salir sorpresivamente.

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escondiéndose debajo de una manta, pero tampoco estaba
dispuesta a quedarse sentada esperando a que la matara y
teniendo pensamientos patéticos sobre sus dedos alrededor de
su garganta.

—¡No me toques! —Las palabras salieron fuera de Claire.


No podía quedarse en su cabeza ni un segundo más. No podía
arriesgarse a sentirse triste, intrigada o alguno de los trece
sinónimos que conocía para la palabra incompleta. Tenía que
seguir estando furiosa—. ¡No conseguirás tocarme! ¡No
conseguirás… hacer… hacer eso! No conseguirás que me
sienta… no importa. Jamás enloquecerás mi mente, porque no
eres importante. Tú no importas.

Mentiras, mentiras, mentiras.

Él importaba. Él importaba de la misma forma que es


importante el oxígeno. De la misma forma que el monóxido de
carbono es importante si respiras demasiado. Pero no tenía que
dejarle saber eso. No debía hacerlo sentir poderoso.

No debía jugar su juego.

Tomado fuera de guardia por su pasión —sí, compañero,


es correcto, lo dije— su aspirante a asesino soltó una risa corta,
como si alguien hubiera cortado sus cuerdas vocales. Claire
miró a su alrededor buscando una salida.

Escapar, ¿para qué? Descartó la pregunta, porque no


había una respuesta. Al menos no una buena.

Vale la pena luchar por vivir, se dijo a sí misma. Lucharé por


vivir.

Incluso si siempre decía las cosas erróneas o hacia que la


gente se preocupara, ella podría mejorar. Las cosas podrían
mejorar. Eventualmente, teniendo la adecuada motivación.

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Claire podría empezar a creer en el momento que fuera
necesario. Era un don, una consecuencia de vivir mucho tiempo
en mundos imaginarios.

Soy digna de ser salvada, solo un poco.

Se paró de un brinco sobre sus pies y dio un paso a un


lado. El asesino también se movió, su cara inexpresiva, sus
manos a un costado de su cuerpo. Se sentía como si empezara
a dar vueltas como una pantera caminando sobre sus patas
traseras.

Este chico no era del todo humano.

No era totalmente real.

—No dejare que me mates. —Claire estaba determinada


a no dejarse caer bajo su hechizo nuevamente—. Pelearé, te
lastimaré. Tú no sabes de lo que soy capaz.

Bien. Eso sonaba como un buen engaño.

—Sé exactamente de lo que eres capaz. —La voz del


chico era plana. Sin tono alguno en absoluto—. Vas por el
mundo como si nada más importara. Quizás quieres sentir cosas,
quizás no, pero no puedes. No de la forma en que la gente
normal lo hace.

No siento las cosas de la misma forma que la gente normal.


Claire dio un paso hacia atrás. Un paso lejos de él. Un paso más
cerca de la puerta. No siento las cosas de la misma forma que
los demás, porque las siento más fuertes.

—Para ti, las personas son cosas. Son un escenario.


Muebles. Desechables. Puedes ver qué es lo que quieren y
dárselos.

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Todo lo que yo quería es ser capaz de darle a alguien lo
que quiere.

—Eres una manipuladora. Una egoísta. Una burla de ser


humano que piensa que es mejor que los demás.

Este chico estaba loco.

Era suficientemente malo que la hubiera encañonado.


Secuestrado. Y aparentemente la mantenía sana como parte
de una pervertida obsesión que tenía con matarla. Era
suficientemente malo que casi la estrangulara y ahora era
claramente la obsesión de alguien que había escuchado ser
descripto en Animal Planet como con “ojos de loco”.

¿Pero esto? ¿Que le dijera que el mundo se esforzaba en


despejarle el camino para complacerla? ¿Que no le importaba
la gente? ¿Que se excedía haciendo que ellos se preocupaban
por ella?

Demente. Pura y total demencia.

El chico se lanzó hacia ella. Ella escapó. Hizo una finta


hacia la izquierda, pero fue a la derecha. Él se detuvo. Ella paró.

Era un extraño vals el que bailaban. Un muy extraño y letal


vals.

—No eres un buen asesino —se encontró diciéndole Claire.


¿Por qué lo estaba provocando? No estaba segura. Excepto,
quizás, que esperaba que siguiera hablando con ella. Que
dijera algo que pudiera a ayudarla a salir de esto viva.

—Soy el asesino. Mato todo lo que quiero. Yo soy Nobody.

Nobody.

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Lo dijo como si realmente lo quisiera decir. Como si lo
creyera. Como si fuera la razón de la sombra en sus ojos y de la
cicatriz que cruza su cuello.

Como si este chico —este hermoso, loco y armado chico—


pudiera entender cómo se siente ser realmente invisible. Sin
importancia. Para todos. Siempre.

El chico en cuestión cerró los ojos nuevamente y entonces


cayó al suelo, acuclillado. Ella lo evadió y luego se escabulló
hacia la cocina.

Alejándose de la puerta.

—¿Cómo hiciste eso? —siseó el chico, siguiéndola.

¿Hacer qué? ¿Correr? Considerando el tiempo que ella


había pasado mirándolo en lugar de hacer algo,
probablemente era una pregunta justa. Tomando ventaja de su
distracción, lo atacó con una pierna, tratando de golpearlo y
tomarlo fuera de balance. Él tomó su pie y le hizo una llave.
Después, dio un paso adelante abriéndose paso levantando su
pierna con fría precisión.

Su cara a una pulgada de ella, dijo:

—No deberías ser capaz de verme.

Esa cercanía, no había escape. No había margen para


hacer algo. No había esperanza, ni oportunidad. No se
desprendió de él. No luchó. Todo lo que hizo fue rendirse a lo
inevitable, con un temblor.

—Por supuesto que puedo verte, no estoy ciega.

***

¿Qué no está ciega? ¿No está ciega?

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¿Cómo estaba haciendo esto? ¿Cómo esta chica —esta
perfecta, hermosa y cruel chica— estaba mirándolo?

Viéndole.

Actuando como una persona debería estar ciega para ver


a través de él.

Su mano izquierda sostenía su inmóvil pierna. Movió su


mano derecha para cepillar la parte de atrás de su cuello. Un
gesto. Un movimiento. Una sacudida de su muñeca, y ella
estaba muerta.

—Me dirás cómo haces eso —pidió—. Vas a detenerlo.

—¿Parar qué? ¿Decirte cómo estoy haciendo qué? —Las


palabras estallaron fuera de su boca. Ella parecía... agitada.

No deberías ser capaz de verme, Claire. Yo no debería ser


capaz de agitarte.

No dijo las palabras en voz alta. El brillo reluciente de las


lágrimas en sus ojos le impedía hablar. Esto no era posible.
Simplemente no podía serlo.

Claire llenó el vacío de su silencio.

—Yo no estoy haciendo nada. No puedo hacer nada.


Cada vez que lo intento, es como... tú me paras. Dios, intentaste
dispararme, y yo soy tan patética que cuando miré por la
ventana y tú ya no estabas ahí, pensé que me iba a morir
porque te habías ido. Y hace treinta segundos, finalmente pensé
que tenía una oportunidad para salir de esto, pero ahora tú
estás tocándome, y estás mirándome, y no lo dejarás ir. Sé que
no lo harás.

Una lágrima brotó de la superficie de su ojo y se deslizó por


su mejilla. Su cara se volvió roja e hinchada. Claire no era de las

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que le sientan bien llorar. Y tenía razón: él nunca la dejaría ir.
Nunca.

—¡Y tú quieres saber por qué estoy mirándote! —le acusó.

Como si eso fuera tan ridículo. Como si no fuera una


pregunta legítima. Como si ella no estuviera reteniendo
deliberadamente la respuesta.

Nix observó mientras otra lágrima se deslizaba por el rostro


de Claire. Y después otra. Ella bajó la mirada, pero luego
levantó la cabeza hacia atrás desafiante, y le miró
directamente a los ojos.

Nix estaba seguro de que nunca nadie le había mirado de


la forma en que Claire le estaba mirando. Ningún Normal jamás
se había roto en dos por una mirada tan pura. Ione y de los
Sensors, el resto del mundo nunca han tenido lo que Claire le
estaba dando ahora.

Matala.

En lugar de romperle el cuello, apretó más fuerte su agarre


sobre su pierna, solo un poco. Y entonces aceptando la derrota,
dio un paso atrás, deslizando su mano por sus muslos, pasando
la rodilla y su tobillo antes de que él le devolviera esa larga y
perfecta extremidad.

No puedo matarla.

Le había hecho llorar. Aquí, ahora, muy lejos del resto de su


vida o cualquier otra fuerza, ella comenzó a llorar.

Por él.

Y no le importaba si ella estaba fingiendo. No le importaba


si no era real. No importaba si era solo otro chico estúpido,
cayendo ante los encantos de otra chica sin corazón.

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La hice llorar.

Los Nobodies no podían hacer llorar a la gente.

Los que no existían no podían hacer eso.

Era la mejor maldita actriz en el mundo, y él no podía


mantenerla en su contra. No podía levantar la mano contra ella,
no podía siquiera dejar una marca en su perfecta piel.

—Ganaste —dijo.

—¿Gané qué?

—Puedes dejar de actuar —le dijo.

Abrió uno de los cajones de la cocina. Sacó un puñal, una


pistola y una jeringuilla. Los dejó sobre el mostrador, uno por uno.
Y entonces él se volvió y la miró.

Esperando.

Ella dio un paso hacia atrás.

Los ojos de Claire están abiertos como platos. Sus labios se


han girado hacia abajo. No está respirando. Ella está
conteniendo la respiración.

Se preguntó cuál era su punto. ¿No había dicho él que el


juego había terminado? ¿No quería el vencedor deleitarse con
sus despojos?

—Por favor, no me mates —susurró.

Nix se la quedó mirando, sin comprender sus palabras. ¿No


acababa mostrar sus armas? ¿Reconociendo su derrota?
¿Dándole exactamente lo que ella quería?

Hace años, él había tratado de suicidarse. Había fallado.

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Tres veces había intentado matar a Claire, y había
fracasado. No había sido capaz de decidirse a hacerle daño de
ninguna manera. Él la había salvado. Parecía adecuado, de
alguna manera, que ella lo matara.

—Adelante, Claire. No voy a luchar contigo.

—¿No vas a matarme?

Iba hacer que él lo dijera. No se conformaría con menos


que una derrota absoluta. Quería hundirle.

—No voy a matarte, Claire —dijo, saboreando el sabor y el


tacto de su nombre en sus labios una vez más, mientras jugaba
a su juego—. Tú vas a matarme a mí.

***

Durante todo el tiempo que había conocido, a este


moreno de ojos azules, la había querido muerta. Y ahora no iba
a matarla.

No puedo hacer esto. Realmente no puedo. Arriba y


abajo, dentro y fuera, en un vaivén de ida y vuelta. Primero
había querido matarla, entonces la salvó, luego la intentó matar
de nuevo. Y ahora…

—¿Qué quieres de mí?

Las luces de la cocina eran muy brillantes. La lengua de


Claire se hinchó dentro de su boca. Su boca se había secado.
Pequeñas manchas iridiscentes salpicaban su visión periférica.
Su cuerpo se sentía muy frío.

Esto debe ser lo que se siente al entrar en shock.

El chico no se movió, ni un músculo. Debería haber sabido


aprovechar el momento. Por lo menos, debería haber cogido

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las armas en caso de que él cambiara de opinión. Pero aún en
estado de shock, Claire estaba estúpidamente segura de que
no le haría daño.

No voy a matarte, Claire. Tú vas a matarme.

Tal vez debería querer. Después de lo que casi lo había


hecho, tal vez una chica normal lo haría. Pero ella no era
normal. Sabía eso ahora, más que nunca.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, su garganta seca, su


cuerpo anticipando la respuesta.

—No tengo nombre. Soy Nobody.

—Mi nombre es Claire.

Obviamente, él ya sabía eso pero en los cuentos de hadas,


importaba, a veces, si esa información se daba libremente.

—Mi nombre es Claire, ¿Cuál es el tuyo?

—Nix. —Sus pupilas se dilataron—. Ahora lo tienes. Ya tienes


todo. Mátame. —Su tono era salvaje. No había otra palabra—.
¡Hazlo! —gritó. Su cuerpo se retorció, como si estuviera
sufriendo—. Escoge un arma.

El chico —Nix, Nix, Nix— le lanzó las palabras, cada una


llevando consigo el peso de un golpe y el de una amenaza
mucho, mucho peor.

Él va a matarme. Si no le mato, va a matarme.

Ella dio un paso hacia las armas que había puesto sobre la
encimera, intentando no mirarle.

—Sigue moviéndote, Claire.

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Cuanto más se acercaba, más desviaba la mirada. De él,
del filo de la daga, del brillo de la pistola. Con cada paso, su
cuerpo descongelado.

Así que esto es lo que siento al salir del estado de shock.

—Coge la pistola. —Las órdenes de Nix eran claras y


bruscas. No se había movido, pero sabía que lo haría si ella no
hacia exactamente lo que decía—. ¡Cógela!

Ella cogió el arma.

No lo mataré, no lo haré.

—Apunta hacia a mí.

—No.

—Ganaste, Claire. Ganaste. Esto es lo que quieres. Esto es


lo que siempre has querido. —Decía las palabras como si fueran
sagradas. Como si le estuviera dando su propio elogio, y de
alguna manera, era todo sobre ella—. Tú eres todo, y yo no soy
nada, y yo. No. Puedo. Matarte.

¿Todo?

Todo no habría sido la chica más anónima de su clase de


noveno grado. Todo no habría tenido casi que morir para
conseguir la atención de sus padres. Todo no debería querer a
un chico que la quiere muerta.

—Apúntame con el arma, Claire. Hazlo ahora. —Caminó


hacia ella, encarnando la gracia—. Apunta hacia mí. Presiona
el gatillo. Es fácil, Claire. Tan fácil.

Él se acercaba cada vez más.

Y más.

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—No sería la primera vez ¿verdad? ¿Qué, eres demasiado
buena para matarme? ¿No soy tu tipo?

—No. —Tiró el arma en un ataque de rebeldía. Al segundo


de hacerlo, él se lanzó hacia ella. Contacto. Su cuerpo. El de
ella.

Tocándose.

Por un momento, Claire voló. Más ligera. Enredada. Y


entonces él se retorció, amortiguando su golpe, después
cubriendo su cuerpo con el suyo.

Él tiene miedo de que la pistola dispare, se dio cuenta.


Luchó contra el escudo que su cuerpo estaba ofreciendo por el
de ella. Fue ella quien habría tirado el arma. La que lo había
puesto a él en peligro. ¿Por qué estaba protegiéndola?

El arma cayó al suelo, la seguridad aún encendida. El


silencio llenó la habitación y Nix sacudió su cuerpo del de ella, el
fantasma de su toque persistiendo aún en su piel.

—Tiraste el arma —dijo, con voz ronca, los ojos muy


abiertos—. La lanzaste lejos.

—No pensé en eso disparándose. Yo solo quería que se


fuera. —Claire se esforzó mucho para verse tan decidida como
se sentía. Para elegir las palabras para conseguir su punto—. No
te haré daño. No deberías intentar de hacérmelo, porque no lo
haré.

Por un momento, Nix se asemejaba a un pastor que había


visto el Mesías. Asombrada por el color de cada una de sus
características. Incluso sus tatuajes parecían brillar con una
especie de alegría interior. Y luego, tan rápido como había
llegado, la expresión desapareció, y Nix palideció.

Página | 92
Sin palabras.

Solo un sonido ahogado, al igual que el aire que lo


sofocaba.

Y luego se levantó de un salto, y antes de que Claire


pudiera detenerlo, su aspirante a asesino había desaparecido.

Página | 93
Capítulo 8
Traducido por Helen1 y Paulii~

Corregido por Lissarizz

Los pies de Nix golpeaban contra el suelo. Las ramas se


extendían para arañarlo. El aire de verano, pesado y caliente,
picaba en sus pulmones con cada respiración. Tenía que
alejarse de la chica, de lo que acababa de suceder, de los
sentimientos que amenazan con succionarlo en un agujero
negro de preguntar, querer y dudar.

Ella había arrojado su pistola. Las personas que traficaban


con la muerte no hacían eso. Los verdaderos asesinos
anticipaban la muerte, la propia. La de otros. La veían por todas
partes. Un Null activo, uno que se había entregado al impulso
de jugar a ser Dios, podría haber resistido la oferta de Nix. Ella
podría haber querido matarlo con sus propias armas, en su
propio momento.

Pero ella no habría arrojado el arma.

Claire nunca ha matado a nadie. Por mucho, Nix estaba


seguro de eso. Y sin embargo...

Los Sensors habían identificado a Claire como Null. Ione la


había designado Código Omega: demasiado peligrosa para
acercarse, incluso para Nix. El último Omega que Nix había
matado —número nueve— tenía los cuerpos de catorce
mujeres enterrados en su patio trasero. En piezas.

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Los Nulls eran malvados. Aquellos designados como “No
Acercarse” eran peores.

Dejó de correr. Retrocedió hacia un árbol y se obligó a


respirar. Pensar. No acerca de Claire… Y si. Y si. Y sí… sino sobre
el hecho de que La Sociedad la había clasificado
erróneamente.

Claire no era peligrosa. Por lo menos, todavía no. Entonces


¿por qué La Sociedad le había dicho que lo era? ¿Por qué Ione
le había ordenado matarla desde lejos?

¿Por qué había enviado un equipo de apoyo para


terminar el trabajo?

Era casi como si La Sociedad supiera que ella tendría este


efecto en él. Como si dudaran de que la matara. Como si
temieran que lo averiguara; No.

Nix no podía respirar. Su pecho se apretó y sintió el impulso


de cortarse para frenar el pánico que se arrastraba por su
columna vertebral.

Claire lloró. Se echó a reír. Se enfadó cuando él le dijo que


lo matara, y se sorprendió cuando hubo cosas que ella no
entendía.

Claire nunca había matado a nadie.

Ahora que había llevado su mente por este camino, no


había forma de detenerlo. Los hechos lo bombardearon, uno
por uno. Claire no hubiera dirigido la atención de su vecina el
primer día que se encontraron. La policía había llegado a su
casa, pero se habían ido y no volvieron nunca más, lo que
significaba que, o bien Claire había intencionalmente
desechado la protección que podrían haber proporcionado, o,
ella no tenía el poder de hacer que se quedaran.

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Claire tenía sueños. Claire tenía pesadillas. Todo lo que ella
sentía se manifestaba directamente a su cara, y ella sentía todo.

Ella incluso lo sentía. Su presencia.

¿Y si no era un acto?

¿Qué si Claire realmente era lo que parecía ser? ¿Y si ella


era solo una chica dulce? ¿Una chica Normal dulce que no
podía incluso matar a alguien que estuvo muy, muy cerca de
matarla?

No. Nix estaba de rodillas. No sabía cómo había llegado


hasta allí. Las rocas en el suelo presionaban en sus rodillas, y un
rollo de náuseas se propagó a través de su cuerpo.

—La Sociedad protege a los Normals de los Nulls.

Sin previo aviso, Nix tiene nueve años de nuevo. El nombre


de su entrenador es Ryland.

Ryland tiene un cuchillo.

—Durante miles de años, los hombres con la capacidad de


detectar el mal en otros, se han unido para cazar a los
monstruos en medio de ellos.

Ryland gira el cuchillo alrededor de sus dedos, y Nix se


pregunta cuál será la lección esta vez. Un Nobody entiende que
no debe esperar que el cuchillo sea de adorno.

—Tú eres la mano derecha de La Sociedad. Eres un arma.


Eres una herramienta. —Ryland pone el cuchillo deslizándolo
ligeramente sobre la superficie de la piel de Nix. Le toma al
Sensor un intento, dos, averiguar dónde Nix está de pie, pero él
no lo corta. No esta vez. En cambio, hace girar la cuchilla,
ofreciéndole a Nix la empuñadura.

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Luego traen el cadáver. Para la práctica.

Nix salió de ello en cuatro patas sobre el suelo del bosque.


La eliminación de Nulls era su propósito en la vida, el altar en el
que se habían derramado su sangre, lágrimas y sudor. Por
órdenes de La Sociedad, Nix había matado a uno, dos, tres,
cuatro. Nulls que valoraban la vida humana promedio no más
que la de una hormiga. Cinco, seis, siete… una y otra vez y otra
vez… Nix los había sacado de su miseria y salvó las vidas que de
otro modo ellos habrían tomado… Ocho, nueve, diez.

Once fue el senador.

Y ahora Claire. Cuando Ione le había dado su nombre, Nix


había asumido que ella era un monstruo. Cuando el archivo de
Claire fue designado “No Acercarse” él había sabido que ella
era lo peor de lo peor.

Pero se había equivocado. La verdad era incomprensible,


pero imposible de negar. Claire no actuaba como cualquier Null
que alguna vez había visto, porque ella no era un Null.

Nix se tambaleó hacia delante sobre sus rodillas, su


estómago vaciándose en el suelo del bosque. Todo tenía
sentido ahora. Claire no era la mejor actriz del mundo. Él era el
tonto más grande del mundo. El perro faldero de La Sociedad.
Su mascota. Ve, busca, le dijeron, y lo hizo. Ve, mata.

Pero ¿por qué Claire? ¿Qué había hecho para incurrir en la


ira de La Sociedad? Si ella no era un Null ¿por qué la querrían
muerta? Nix quería volver al instituto. Quería sacarle la respuesta
a la gente que lo envió aquí. Para sorprenderlos en sus camas y
hacerles pagar por lo que casi le había hecho a Claire.

Ella es solo una chica.

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Nix se hundió de nuevo en sus talones, las lágrimas picaron
sus ojos. Claire no era una Null. No era una miserable sin
corazón. No era una asesina. Si uno de ellos era un monstruo,
era él. Nix no podía volver a la cabaña. No podía darle la cara
a Claire, pero no podía dejarla allí. Sola. Asustada. Confundida.
Tenía que explicarle y tenía que preguntar…

¿Por qué podía verlo? ¿Por qué ella no parecía darse


cuenta de que él era inferior?

Eso es el por qué lo hicieron. Es por eso que la quieren


muerta. Porque cuando me dijeron que nadie alguna vez me
vería, mintieron. Cuando me dijeron que nunca podría afectar a
cualquier persona, mintieron.

El siguiente pensamiento —cuando me dijeron que nunca


nadie me amaría— era demasiado, fue demasiado rápido. E
incluso si hubiera sido posible, en otro tiempo, no era ahora.

La Sociedad se había asegurado de eso.

Él la había secuestrado. Estuvo a punto de matarla. Ella era


la primera persona a la que alguna vez había sido capaz de
afectar de alguna manera, y la hizo llorar.

Claire. Claire. Claire.

Nix se puso de pie, su imagen apartando todos los otros


pensamientos de su mente. Tenía que volver a ella. Para
ayudarla. Para explicarle.

Y después tenía que volver al instituto.

Para obtener respuestas.

***

Me dejó. Me dejó. Realmente, realmente lo hizo.

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Cuanto más sola estaba Claire, el recuerdo del toque de
Nix se evaporaba por completo de su piel. Se había acabado. Él
se había ido. Ella trataba de aprobar la situación racionalmente,
estar contenta de que él le había dado la oportunidad perfecta
de escapar, pero no podía sacudir el conocimiento de que
había sido abandonada. Descartada. Probablemente olvidada
ya.

Otra vez.

Situación: Has sido secuestrada y abandonada en una


cabaña vacía en el bosque. Nadie sabe que estás aquí.
Probablemente ni siquiera sepan que estás perdida.

Claire podría haber soñado la manera de salir de esa


cabaña ocho veces más. Trató de pretender que eso era todo
lo que era: otra Situación, un problema que resolver. Buscó en la
cabaña (sin éxito) un teléfono. Reunió las armas de su agresor
una por una y escondió las armas y agujas y cuchillos bajo el
porche, en caso de que él regresara.

Él no lo hará.

Trataba de no pensar en esas palabras. Trataba de no


pensar en despertar con sus ojos en los de ella. Pero sobre todo,
trataba de no reconocer el hecho de que esto no era una
Situación, porque en sus Situaciones ella no estaba nunca,
nunca sola.

Claire dejó la cabaña. Salió corriendo hacia el bosque,


pero se detuvo.

No sé dónde estoy. No sé a dónde estoy yendo. Un grueso


tentáculo de pánico comenzó a deslizarse hacia arriba por su
espina dorsal. Demasiadas películas de terror. Demasiado
Stephen King.

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Completamente sola en el bosque. Porque él se fue.
Porque yo…

La cabeza de Claire estaba palpitando. El pánico


aumentó dentro de ella. Tenía cinco años de nuevo, sola en
Walmart. En el parque. En el asiento trasero del auto de sus
padres, encerrada.

En McDonald.

En cada lugar en el que había sido abandonada.

Claire inclinó la cabeza hacia adelante, peleando contra


el pánico, y luego sintió una brisa en la parte posterior de su
cuello, vio una sombra en el suelo del bosque. Lentamente, se
volteó.

Nix.

—No voy a hacerte daño —dijo—. Lo prometo. Y no voy a


pedirte que me hagas daño. Solo escucha.

Claire se tambaleó hacia atrás, pero no podía ayudar a las


palabras a salir de su boca.

—Volviste.

La gente no vuelve. No por ella.

Claire escaneó su cara, pero las líneas de su expresión no


dieron ninguna respuesta. Sus labios se establecieron en una
mueca estrecha. Y había una tensión en la línea de su
mandíbula que no podía diagnosticar exactamente.

Estaba entre enojado o desesperado. Feliz de verla, o


destruido desde adentro hacia afuera.

—Claire, tenemos que hablar.

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Había una noche y día de diferencia entre su tono ahora y
las bruscas órdenes y acusaciones que él le había arrojado
antes. Este era Nix siendo amable.

Esa era la cosa de Situaciones.

Claire tragó, y por primera vez deseó no tener una


imaginación tan hiperactiva. Deseó que las cosas fueran
blancas y negras, simples y reales. Que él nunca hubiera
intentado matarla, y que ella no creía, en el fondo, que podría
no haber sido la primera.

—No soy como otras personas, Claire. —El asesino dijo esas
palabras fácilmente, muy fácilmente, como si no le importaran.
Como si las hubiera dicha tantas veces que podrían también
haber sido los tatuajes en su piel—. No soy como otras personas,
porque nací mal. Es difícil de explicar, y probablemente va a
sonar loco, pero tú solo tienes que escucharme.

—Voy a escuchar. —Ella dio un paso hacia él, y él saltó


atrás.

—No puedes hacer eso. No puedes venir tan cerca. No


puedes… tocarme. —Se atascó con las palabras—. No puedo
estar cerca de ti.

Él no la quería. Por supuesto que no lo hacía.

Él solo quiere decirte algo. No quiere tocarte. ¿Por qué


alguien querría…?

—No quieres tocarme, Claire. Realmente no quieres. —La


simetría de sus palabras y sus pensamientos detuvieron la
arremetida de la cabeza de Claire. Nix miró abajo hacia el
suelo, luego de vuelta a ella. Mantuvo su distancia—. Todo en el
mundo tiene su energía. La mayoría de la gente no la puede
ver, no pueden olerla, no pueden sentirla. Ni siquiera saben que

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está ahí. Pero un pequeño porcentaje de humanos pueden
sentirla. Son llamados Sensors, y por miles de años, ellos han
estado estudiando el patrón. Ellos saben cómo trabaja la
energía. Saben lo que hace. Y solo mirándote, oliéndote,
escuchándote, lo que sea, pueden decir cuando algo está mal.

La parte posterior del cuello de Claire hormigueó. Un


montaje de imágenes se reprodujeron en sus mente: la chica
pelirroja en la piscina sosteniendo la palma de su mano arriba
hacia la cara de Claire, el anciano escaneando su cuerpo en
un patrón que parecía más militar que otra cosa.

—Hay algo malo conmigo, ¿no es cierto? —Claire no


esperó a que él respondiera—. Es por eso que trataste de
matarme.

Nix cerró el espacio entre ellos en el lapso de solo un latido.


Puso sus manos en los lados de su cara, obligándola a mirarlo.

—No hay nada malo contigo, Claire. Eres perfecta.

Ella cerró sus ojos y se apoyó en sus manos. Quería creer lo


que él estaba diciendo. Y por la mitad de medio segundo, lo
hizo.

***

Nix sabía que no debía tocarla. Él no lo merecía. Casi la


mató. E incluso si no lo había hecho, ella merecía saber la
verdad: que él no era nada. Que no valía ni siquiera un
momento de su tiempo.

Pero sus manos estaban calientes. Su cara era suave. Y


cuando ella se apoyó en él, la presión cayó en cascada por su
cuerpo entero. Solo duró una fracción de segundo, pero Nix
imaginó que duraba más, convirtiéndolo en algo más.

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No.

Sacudió sus manos lejos, haciéndolas puños a sus lados. Él


no podía. No podía mirarla. No podía tocarla. Él era un asesino,
y ella era perfecta. Él era un Nobody, y ella era todo.

—Trabajo para una organización. Se llaman a sí mismos La


Sociedad. Y ellos me mandaron aquí a matarte, Claire. —Nix
hizo una pausa, dejándola absorber sus palabras—. Me hicieron
creer que tú eras algo que no eres. Un Null.

Podía decir por la mirada en su cara que se estaba


adelantado por sí mismo, confundiéndola, así que se obligó a sí
mismo a retroceder un paso, para explicar las cosas que a él le
habían enseñado desde la cuna, las cosas que ella nunca
había conocido.

—La clase de energía que La Sociedad estudia no es


como la gravedad, electricidad o calor. Es una sustancia, un
brillo, quizás incluso el alma de una persona. Pero algunas veces
las personas nacen mal. Tienen demasiada energía, o no la
suficiente, y de cualquier forma, está mal. —Nix se esforzó por
mantener su tono neutral, para luchar contra los recuerdos que
querían venir, de lecciones aprendidas y palabras dichas, de
cuerpos y sangre—. Bajo circunstancias normales, cuando dos
personas interactúan, intercambian energía. No todo, solo un
poco. Y luego ellos están conectados. Se marcan entre sí. A
veces, la marca se desvanece después de un tiempo, si no se
ven de nuevo. Pero a veces aumenta. Y entonces consigues
cosas como amor.

—Cosas como amor —repitió Claire.

Nix se odió a él mismo entonces. La indiferencia de todos


los demás a los que él le había dado. Pero su reacción, la

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manera en que lo miraba una vez que supo lo que él era y lo
que había tomado de ella: eso, es lo que él se había ganado.

—Normals, así es como La Sociedad llama a las personas


que nacen bien… ellos pueden darle su energía a la gente,
pueden tomar energía de otros. Pueden amar, y ser amados.

—Pero algunas personas nacen mal —susurró Claire,


repitiendo sus palabras, su tono envenenado con entendimiento
y horror—. Ellos no pueden ser amados.

La parte del cerebro de Nix que se había acostumbrado a


verla como el villano, se preguntaba si ella había adivinado lo
que él era, y estaba retorciendo los cuchillos a propósito.

—Alunas personas nacen mal, pero la mayoría de ellas no


son imposibles de amar. Son peores. Pueden dar su energía a
otras personas. De hecho, son realmente buenos en eso.
Pueden marcar a alguien solo pensando en ellos, y sus marcas
toman un tiempo realmente largo en desvanecer. La gente
piensa que son geniales. Piensan que son amables y normales.
Pero debajo de todo, están vacíos, porque nada de lo que los
demás digan o hagan tiene un efecto real en ellos.

—Eso es terrible. —La reacción de Claire era tan genuina, y


tanto de una sutileza, que Nix casi sonrió.

Casi.

—No se preocupan por nadie más. A veces matan


animales solo para verles morir. A veces, pasan por personas.
Algunos de ellos no quieren hacer nada malo realmente, pero
solo no pueden envolver sus mentes alrededor del hecho de
que las otras personas importan también. Están muertos por
dentro.

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—Así que tú los matas. —Claire hizo el salto de lógica ella
misma, pero no podía sacar la mirada horrorizada fuera de su
rostro, y cuando él encontró sus ojos, apartó la mirada de él.

Retrocediendo, como él sabía que lo haría.

Al igual que debería.

—Esas personas son llamadas Nulls, y son el enemigo. La


Sociedad les sigue la pista, y una vez que tienen un bloqueo en
la ubicación de un Null, me entregan el archivo a mí. Porque yo
no estoy bien tampoco, Claire. No soy un Null, pero no estoy
bien.

Ella abrió la boca, pero no le dejo hablar.

—Puedo deslizarme dentro y fuera de cualquier edificio.


Puedo estar de pie gritando en el medio de la calle sin que
nadie lo note o le importe. Soy fácil de olvidar. Puedo matar sin
siquiera despertar miedo.

Claire miró arriba. Lo miró a él. Dentro de él.

—Tú eres el otro tipo de mal —dijo ella, cada palabra, otra
retorcida del cuchillo—. Y yo también.

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Capítulo 9
Traducido por Gabbii rellez y SOS por mafernanda28 y kensha

Corregido SOS por Lissarizz

Una cosa era pensar en sus peores momentos, que se le


había despreciado. Que no era culpa de sus padres el no poder
molestarse para quedarse. Que los niños en la escuela siempre
miraban fijamente a través de ella. Siendo una cosa para
sentirse completamente inconsecuente.

Era otra cosa para saber que tenía razón.

Algunas personas nacen mal.

Eso lo explicaba todo. No importa cuánto lo intentara,


cuán dulce era o con qué frecuencia iba a los mismos lugares y
hacia las mismas cosas esperando que alguien lo notara
eventualmente, nadie nunca lo hizo. Y si lo que Nix le estaba
diciendo era verdad, entonces nadie lo haría jamás. Ella era
constitucionalmente incapaz de importar, todo a causa de
algún defecto de nacimiento invisible que no podía controlar.

Realmente solo soy yo, y nada de lo que haga cambiará


eso.

La muerte de un sueño fue eclipsando una cosa, y la


esperanza de que algún día las cosas estuvieran mejor había
sido el pilar de Claire durante tanto tiempo como podía
recordar. Quería luchar para mantener esa astilla de tal vez,
pero ella no se atrevía a dudar de lo que estaba oyendo,
porque explicaba mucho.

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—No eres un Nobody, Claire. —Nix fue inflexible, y sus
palabras lograron perforar los pensamientos engomados
encima de su cabeza—. Lo sabría si lo fueras.

—Nobody —repitió Claire embotada—. ¿Así es cómo nos


llamamos?

Es lo que le había dicho una y otra vez cuando ella le


preguntó quién era, Nobody. Lo dijo como si fuera un nombre,
una identidad y una maldición, rodado todo en uno.

—Nobody es la palabra para alguien que no puede dar su


energía a nadie, sí. Es lo que soy. Es lo que me hace el asesino
perfecto. La gente no me nota. Ven a través de mí. Me olvidan.

—Yo no. —Los primeros días en que lo había visto, mirando


por el cañón de su pistola, la cara de Nix nunca había estado
lejos de su mente. Había pensado que era porque había algo
malo en ella, algo que atrajo a su perversamente asesino.

En cierto modo, Claire supuso que ella había estado en lo


cierto.

—Tú eres especial, Claire. Nadie más ha sido capaz de


verme de verdad, y no importa lo que haga, no puedo
afectarte. Incluso cuando me desvanecí me encontraste.

—¿Desvanecerse? ¿Es lo que haces cuando cierras los


ojos? —preguntó, su mente trabajando a través de la lógica de
sus palabras como una calculadora rozando los números.

—El desvanecimiento es algo que nadie puede hacer.


Incluso si quisiera ser notado la mayor parte de las personas
mirarían directamente por delante de mí, pero si me concentro,
si empujo todos los pensamientos locos y dejo de tratar de valer
algo, entonces me desvanezco. La gente no me puede ver en
absoluto. Y es porque los objetos tienen energía también:

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cuando me descoloro, por lo que el mundo se refiere, no existo.
Las leyes de física no se aplican a mí. Puedo andar a través de
paredes. Me puedo quitar la gravedad. Puedo desaparecer.

Claire envolvió sus brazos alrededor de su pecho. Lo que


Nix estaba describiendo era muy bonito. Quería desaparecer.
Quería caminar sobre el agua.

Ella quería volar.

Pero más que nada, quería el coraje de dar un paso


adelante. Un paso más cerca de Nix, que no creía que era un
Nobody por la misma razón que ella no había sido capaz de
imaginar a alguien capaz de caminar delante de él sin querer
caer en el azul de sus ojos.

—Te veo —le dijo suavemente, con miedo de que ella


perdiera las palabras si las dejaba sueltas—. Si desvanecías o no,
Nobody o no, nos vemos. Te veo cuando cierro los ojos. Veo
cuando no estás allí.

Nix dio un paso atrás, como si ella pudiera golpearlo.

—Por eso eres especial, Claire. Por eso La sociedad te


quiere muerta. Se supone que los Normals no notan los
Nobodies. Tú debes ser una especie de parte aislada.

—No soy especial, Nix. Estoy mal.

—No. Tú no eres. Eres…

—Soy igual que tú. ¿No lo entiendes? Veo que la razón es


porque somos iguales.

—No funciona de esa manera.

—¿Cómo lo sabes? —presionó ella—. ¿Conoces otro


Nobody?

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Nix hizo una pausa.

—No lo has hecho, ¿verdad?

Nix se negó a sacudir la cabeza, pero Claire vio la


respuesta en el conjunto de su mandíbula.

—Piensa en ello, Nix. Has hablado de energía, ¿no? ¿Y


todo el mundo la tiene? Y la gente la intercambia, pero por
alguna razón, los Nobodies no pueden dar su energía a otra
persona. Tal vez es porque somos débiles. Tal vez la energía de
todos los demás es como un rayo láser, y la nuestra es una nube
de humo. Cuando nos ponemos con alguien cuya energía es
normal, estamos prácticamente invisibles. Pero cuando nos
ponemos juntos...

Había sentido su mirada fijamente ese primer día. Antes de


que le hubiera visto, antes de que hubiera tenido cualquier
razón en absoluto para creer que alguien estaba allí, había
sabido. Porque no estaba acostumbrada a ser mirada, y él
había estado mirando.

Nunca había conocido a otra persona que se sentía tan


bien.

—No eres un Nobody —dijo él, como si pudiera falsificar su


justo reclamo al negar en voz alta.

—Sí, Nix, lo soy.

—No, no lo eres. Los Nobodies no importan, Claire y nunca


he conocido alguien que importe tanto como tú.

Claire quería saltar en sus palabras, para decir aja y


victoriosamente explicar que tenía sentido pensar que el humo
podría dejar su huella en el humo, pero no podía hacer que las
palabras salieran, porque no habían palabras. No había

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pensamientos. Nada más que un nudo en la garganta y una
relajación de los músculos de su pecho. Tragó saliva, con fuerza,
tratando de no dejar que la sensación de picazón en la boca se
extendiera a sus ojos, pero el esfuerzo fue inútil.

Ella importaba. Quizás. Casi. Más o menos.

No a sus padres. No a la cadena interminable de gente


con la que había tratado de hacer amistad. No al chico de las
toallas en la piscina o cualquiera de los profesores que se había
olvidado de su nombre en una base regular. No le importaba a
ninguno de ellos, y nunca lo haría, pero tal vez tenía un tipo de
importancia para Nix.

Fue divertido. La resurrección de un sueño era casi tan


difícil como ver morir.

***

Claire está llorando.

Nix no sabía lo que le había dicho para hacerla llorar.


Cada vez que la tocaba le hacía daño. No la merecía, y ahora
que sabía la verdad ella debía odiarlo. Tenía que hacerlo.

—Me voy —dijo las palabras en voz baja, con la esperanza


de aliviar su angustia.

—No te vayas. —Sonaba aterrada—. No de nuevo.

Claire tragó saliva, y sus ojos observaron el movimiento de


su garganta antes de que el parpadeo subiera a su rostro.

—Por favor, no te vayas. —Por un momento, Nix pensó que


iba a retirarse o desmoronarse. En cambio, se dirigió hacia él,
con el puño fuertemente apretado, la única señal que queda
de la ansiedad que había oído en su voz.

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—No puedes decirme que te importo y luego te vas como
si yo no lo hiciera. —No se detuvo hasta que estuvo de pie
delante de él, y aunque sabía que él debía dar un paso atrás,
por su bien, no podía.

Claire, sin darse cuenta de lo cerca que estaba del hoyo


que pisaba, convenció a los dedos a deshacer su puño. Puso su
mano sobre su pecho y empujó, no lo suficiente fuerte para
moverlo, pero lo suficientemente fuerte como para sentir el
calor de su mano a través de su camisa. Ella podría haber
atravesado el pecho y arrancado el corazón.

—Si te importo, entonces te quedas —dijo ella, su voz baja,


su mano inmóvil—. No dejas algo que te importa. No lo tiras.

—No deberías tocarme, Claire.

—Y tú no deberías decir mi nombre así: como si importara.


Como si fuera algo más que una palabra que pertenece a miles
de otras chicas.

No era solo una palabra. No para Nix. Era ella. Ella era
Claire, la única.

—¿No lo entiendes, Nix?

No lo hizo. No entendía por qué ella todavía lo estaba


tocando. Por qué su corazón latía cada vez más rápido bajo su
palma. Él no entendía por qué el sonido de su nombre en sus
labios hacía difícil mantenerse de pie.

—Nunca he sido nadie, Nix. Nunca he importado, no a


cualquiera. Mis padres casi ni recuerdan que existo. Cuando era
pequeña, siempre me dejaban en lugares. En el centro
comercial. En la tienda. Ellos me sacaron al parque y luego me
olvidaron y se fueron a casa sin mí, y me sentaba bajo un árbol
o en un columpio y simplemente esperaba a que volvieran.

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Solían tener esta gran nota en la puerta de atrás que decía
“CLAIRE” en letras mayúsculas, por lo que si volvían a casa sin
mí, recordaran que tenían que volver.

»Hice este juego para pasar el tiempo mientras los


esperaba. Pensaba hasta diferentes escenarios, cosas que
podrían suceder, y yo los jugué en mi mente. Era como ver una
película, pero la controlaba. Y en ese mundo yo importaba. La
gente nunca se olvidaba de mí. Se preocupaban.

La veía como una niña, sentada en un columpio, fingiendo


que estaba en otro lugar. Podía verla hablando con amigos que
no estaban allí y que reaccionan con toda la gama de
emociones con las situaciones en la cabeza.

—Todavía lo hago. Todavía pretendo que estoy en otro


lugar en el que importo, pero no importo, Nix. Nadie siquiera me
ve. Soy un fantasma en mi propia casa. La mayor parte del
tiempo mis padres no están allí. No he ido a casa ayer por la
noche, y probablemente ni siquiera están buscándome. Y mis
amigos no se han dado cuenta de que me fui, porque no tengo
ningún amigo.

No le creyó. No podía imaginar que alguien se olvidara de


Claire, no podía imaginar perderla y no mover montañas para
recuperarla. Si los Sensors se la llevaban de él ese día, habría
destruido todo y todo el mundo que se interpusiera entre ellos
para recuperarla.

—¿Sabes lo que pensaba cuando intentaste matarme?


¿La primera vez? Pensé: ¿Cómo puede alguien querer verme
muerta, cuando nadie sabe que estoy viva? —La voz de Claire
se rompió, y el sonido lo rompió a él—. Pensé: Es el chico más
hermoso que he visto en mi vida. ¿Es así como se siente al ser
mirado? Y luego te fuiste, y yo era nada de nuevo. La policía,

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mis padres, mis vecinos; nadie me creyó sobre ti. Me enviaron al
mundo a pesar de que sabía que volverías.

Claire saliendo de su casa. Claire caminando por la calle.


Los ojos de Claire rompiéndose mientras se deslizaba fuera de
los arbustos.

Claire corriendo hacia él.

No podía ser cierto. Había creído que era un Null porque el


efecto que tenía sobre él no era natural. Había creído que
podía manipular a la gente que la amaba, porque no podía
parar de sentir él mismo ese tirón. La había salvado de los
Sensors porque no podía dejarlos llevarla.

Los Sensors.

Nix se puso rígido. El día que habían intentado quitarle a


Claire para matarla ellos mismos, los Sensors habían perdido.
Habían intentado atropellarla, y la habían cortado en el lateral.

Claire era difícil de matar; no porque tenía los poderes de


un Null, sino porque había escapado a la atención por
completo. La Sociedad había enviado a Nix a matarla, porque
ni siquiera un grupo de Sensors podía precisar dónde estaba
ella.

Por encontrar a la chica ahí en su zona descansando sobre


una piscina, justo delante de sus narices, Cyrus fue avergonzado
por haber perdido algo así hasta ahora. La conversación de
Richard e Ione en el instituto flotaba de regreso en la mente de
Nix, cerrando la puerta a todas las demás posibilidades. Bueno,
estas cosas suceden.

¿Por qué no escuchó más de cerca lo que estaban


diciendo? Los Nulls no tienen manera de volar bajo el radar de
los Sensors. Ione no había restado importancia a que un Sensor

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viva lado a lado de un Null por quince años y nunca
reconocerla por lo que era. Energía pura, sin marcar en
cualquier interacción humana, era un faro de fuego sobre la
cabeza de un Null. Los Nulls no eran un reto para la capacidad
de un Sensor.

Eran Nobodies.

—Somos iguales, Nix. No puedes dejarme, porque si lo


haces, no importo, no puedo dejarte, porque importas
demasiado.

¿Demasiado?

Todavía estaba abrumado por la idea de que él podría


provocar una reacción en ella. Hacerla enojar o entristecer.
¿Pero importa?

La única manera que puedes hacer una diferencia en este


mundo es matar.

Nix empujó las voces de su cabeza. Mordió el interior de su


mejilla, puso su mano en el pecho de Claire, exactamente
donde ella puso su mano sobre él. Sintió su corazón latir. Sintió su
ritmo constante aflojando el agarre de sus dientes y
calentándolo desde adentro hacia afuera.

Fue un error. Imposible. No podía suceder.

No puede ser.

Nix se volvió altamente consciente de su propio cuerpo:


piel, calor y flujo de sangre. No podía dejar que su cuerpo se
moviera hacia ella. El espacio entre ellos se iba cerrando
centímetro por centímetro, latido por latido, hasta que sus labios
rozaron suavemente sobre ella.

***

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Nix. Nix. Nada más que Nix.

Para Claire, no había nada más, nada más que el calor de


su mano a través de la delgada tela de su desgastado vestido
amarillo. Nada más que sentir su aliento en su cara. Sus labios
tocaron los de ella. Y si sus manos no hubieran encontrado su
camino hacia la parte baja de la espalda y la parte posterior de
su cuello, el contacto la habría enviado a ponerse de rodillas.

Nadie me toca. Nunca nadie me toca.

Trajo sus manos a los lados de su cara, la necesidad de


tocarlo, para asegurarse a sí misma de que aquel momento era
real. Su piel estaba cálida, pero sus palmas se sentían calientes,
y poco a poco, tentativamente, se perdía en el beso, cayendo
más y más en él, dentro de él. Sus manos se movieron por su
cuello y hombros, y lo atrajo hacia sí.

No sé cómo hacer esto.

Trató de cerrar los ojos, pero no pudo. Tentativamente,


cogió su labio entre sus dientes y luego lo dejo ir, y en el
momento en que sus bocas se encontraron de nuevo, la
vacilación dio paso a algo más dulce, algo puro.

Se paró en la punta de los dedos de los pies, el hueso de su


cadera se clavaba en la carne justo debajo de él. No sabía lo
que estaba haciendo, no se había dado cuenta de que cada
vez los besos eran algo que se podía sentir con más que sus
labios.

Nix.

Todo lo que había era Nix. La forma en que olía. La forma


en la que él sabía. La forma en se echó hacia atrás, arrastrando
sus labios lejos de los de ella y suavemente por su cuello.

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Nadie nunca me toca.

Ninguno de ellos lo dijo, pero Claire podía verlo en sus ojos


y se preguntó si él podía ver en los de ella.

Te estoy tocando. Me estas tocando.

Ella pasó la punta de su dedo pulgar sobre la cicatriz en su


cuello, y luego, sintiendo su tristeza, su soledad y la suya, inclinó
su cabeza hacia su cuello y trazó sus labios a lo largo de la línea
que su dedo pulgar había tomado, centímetro a centímetro a
través de su cicatriz. Besos lentos y cuidadosos, suaves y ligeros y
desde el alma.

Te estoy tocando. Me estás tocando.

Él se hundió hasta las rodillas, y se hundió a las de ella. No


había nada antes de este momento y nada después. Ni arriba,
ni abajo, ni izquierda, ni derecha, sin secretos.

Nix. Nix. Solo Nix.

Juntos, ellos eran alguien.

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Capítulo 10
Traducido SOS por kensha

Corregido SOS por Lissarizz

Nix despertó a la mañana siguiente con un peso en su


pecho. Por un momento pensó que había sido enterrado vivo.
Lo hicieron con Nobodies algunas veces, para enseñarles la
necesidad de ser capaz de desvanecerse. Pero la observación
del momento reveló que el peso en su pecho no era tierra.

Espalda arqueada, labios ardiendo, cuerpos en contacto.

Era Claire.

Habían dormido en el suelo; tierra, hojas y hierba húmeda


debajo de ellos. La cabeza de Claire estaba en su pecho.
Mientras la observaba, se colocaba suavemente hacia un lado.
Y al igual que…

Nix tiene quince años. En una habitación extraña.


Esperando. Observando.

Sus jadeos enfocados. Desplomado. La cabeza del Null


colgaba hacia un lado. Sus dedos crispados. Ojos en blanco…

Nix se mantuvo a sí mismo en pos de la memoria por más


tiempo. Ese fue Tres, Warren Wyler. Once letras, otro cadáver en
la morgue.

Desde su lugar en el pecho de Nix, Claire murmuró algo en


sueños. Era pequeña y cálida y su… pero Nix no podía dejar
pasar esto por más tiempo.

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No podía correr el riesgo de sangrar su oscuridad en ella.

Sabía cómo hacer una cosa, solo una cosa, y cuando le


pidió a Claire que lo matara, ella había dicho no.

La cabeza de Wyler colgaba hacia un lado. Sus dedos


crispados. Ojos en blanco, y un enfermizo olor agrio llenaba la…

Once objetivos, y Nix nunca dijo no. Once personas que


pensó eran Nulls, porque La Sociedad había dicho que lo eran.
Claire pudo haber sido el número Doce; otra línea tatuada en su
brazo, otro trabajo bien hecho.

No podía hacer esto. No podía mirarla. No podía tocarla.


No podía respirar porque quería verla y tocarla y no pensar
sobre…

Un enfermizo olor agrio llena la habitación. Desde las


Sombras, Nix observó. Observó al hombre dejar de respirar, miró
al hombre dejar de contraer los dedos, miró, y sonrió.

Nix estaba sudando y temblando, Claire simplemente se


enterraba más en su lado. No podía hacer esto. No podía.
Distanció su cuerpo del de ella. Puso su cabeza suavemente en
el suelo. Se puso de pie.

He matado. Soy un asesino. Voy a matar otra vez.

Ese pensamiento era aburrido en su mente. Quizás por una


vez podría ser otra cosa. Pero no ahora. Jamás ahora, nunca
con ella. Matar era fácil. Alejarse de Claire… era difícil. Nix hizo
unas cien yardas antes de que sus uñas comenzaran a cavar en
la piel de sus palmas.

El dolor no ayudó. Apenas lo sintió. En su lugar sintió el


toque de la luz en sus cicatrices.

Mantente caminando. No mires atrás.

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Entre él y Claire no podía volver a ocurrir. Nunca.
Eventualmente, le haría daño. Antes se habría cortado sus
propias manos.

Nix se enfocó en eso mientras se alejaba de ella. No la


lastimaría, y no dejaría a nadie dañar un pelo de su cabeza. La
Sociedad quería muerta a Claire. Nix los conocía lo
suficientemente bien como para saber que no la dejarían. No, a
menos que alguien los detuviera.

Eso podría hacer.

***

Claire despertó con hinchazón en los labios, un calambre


en su cuello y una sonrisa en su rostro. Se sentía vieja. Más sabía.

Especial.

Por así decirlo, la Claire de antes de besar a Nix era otra


chica. Como esa chica le hablaba a la gente una vez,
chocaban y se quedaban mirando a través de ella. Y luego se
dio la vuelta sobre su costado, con los dedos desplegados uno
por uno, explorando las grietas del suelo del bosque. Estirando la
mano hacia el lugar donde Nix debería haber estado.

Extendiendo más lejos.

Claire abrió sus ojos.

El amanecer se había ido y vuelto. Y así tenía… no. No iba


a ir ahí, no podía pensar en eso. Recorrió el bosque a su
alrededor. Nerviosas manos se encontraron la una con la otra,
entrelazando sus dedos.

Árboles. Hojas. Tierra. Ramas. Bichos. Aves.

No Nix.

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Claire liberó los dedos entrelazados y trajo las rodillas
apretadas contra su pecho. Cuanto más tiempo se sentó allí, sus
pensamientos más comenzaron a trabajar su camino hasta un
ensordecedor estruendo, sin percibirse un ruido que amenazaba
a empezar a decir cosas, cosas horribles, sobre chicas que
tocaban chicos y chicos que mentían para obtener
exactamente lo que querían de estúpidas, estúpidas chicas.

Estás aquí y te dejó, y esta vez no va a volver. Sabes que él


no lo hará.

—Situación —dijo la palabra en voz alta, y sus dientes


castañearon, a pesar de que no hacía frio—. Situación: ¿Qué
pasa si…?

¿Y si él es el único? ¿La única persona físicamente capaz


de mirarte realmente, viéndote, cuidando de ti, recordándote?
¿Si es el único Nobody en el mundo, y prefería estar solo que
pasar una hora más contigo?

—Situación. —No podía pensar en nada. Lo único en lo


que podía pensar era en Nix. Tocándola. Besándola. Con las
manos en ambos lados de su rostro.

Lo único que se le ocurrió fue que la había dejado tirada


en el suelo. Con hojas en su cabello. Labios hinchados. Él la
había dejado. La cacofonía de emociones en su cabeza se
retiró, dejando solo una emoción, un único pensamiento.

Tú no vas a dejarme.

***

La carretera que conducía hasta el Instituto era larga y


recta. La grava crujía bajo los pies de Nix mientras caminaba la
trayectoria tan familiar.

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Hay un cuchillo en su mano derecha. La izquierda está
cubierta de sangre. Su cuerpo se siente pesado.

No puedo desvanecerme. No ahora. No después…

Nix sacudió los recuerdos. No Tres esta vez. Siete. Podía


sentir las imagines luchando por apoderarse de su mente.
Oscuridad salpicaba su campo de visión. Se obligó a seguir
caminando. Cerca del instituto. Cerca de las personas que lo
habían enviado a matar a Claire.

Hay un cuchillo en su mano derecha. Su izquierda está


cubierta con sangre. Su cuerpo se siente pesado. No puede
desvanecerse. No ahora. No después de lo que ha hecho. No
esta vez.

Él debería sentir algo. Triunfo, nauseas, miedo, cualquier


cosa. Pero no lo hizo. Sus brazos cuelgan apáticamente por sus
costados. La cuchilla en su mano derecha se balanceaba
suavemente mientras caminaba.

Nunca había usado un cuchillo en ningún ser viviente


antes, pero esta vez sus órdenes eran diferentes.

Esta vez, La Sociedad le dijo que no se desvaneciera. Sin


veneno, sin armas, sin “accidentales” ahogamientos.

Esta vez, sus órdenes dijeron que fuera desagradable.

Con un esfuerzo difícil, doloroso, Nix desterró los recuerdos


de su séptima muerte, la sangre. Se centró en una cosa y una
sola cosa.

Al final de este camino y más allá de las puertas, a través


de retorcidos pasillos y más allá de los puntos de seguridad, era
donde encontraría a Ione. Los Sensors. Los científicos.

Las personas que lo habían enviado tras Claire.

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Capítulo 11
Traducido por Polilla

Corregido SOS por Lissarizz

Situación: Despiertas en el bosque sin recuerdos. Sin


nombre. Sin saber cómo llegaste aquí. Hay una tarjeta blanca
en el suelo a tu lado, diciéndote que tienes hasta el anochecer
para encontrar tu camino hacia la civilización, si quieres salir de
este bosque con vida.

Tan lejos como la Situación llegara, estaba más cerca de


una película de terror que a una fantasía, pero eso era algo
nuevo. Claire había imaginado su escapatoria de lo peor.

La única diferencia era que esta vez era real. No la


amnesia, o la tarjeta, o la inminente amenaza de muerte, sino el
problema.

Se encontraba sola en el bosque. No tenía idea de cómo


Nix la había traído aquí, sin saber en qué dirección caminar
para encontrar el pueblo más cercano, o cuán lejos tendría que
ir. El día anterior ella se había detenido. Se había dado por
vencida. Se había sumido ante el hecho de que la había
abandonado, pero Claire había terminado de compadecerse
ahora.

Terminado con esperar que las cosas mejoraran.

Terminado con estar triste porque no lo hacían.

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Ahora Claire estaba enojada. Había pasado tanto tiempo
tratando de ser tan dulce, tratando de crear problemas,
esperando que algo pasara, pero nunca iba a suceder.
Cualquier cosa que quisiera de la vida, ella tendría que tomarlo.

Comenzando por abrirse camino a través de este bosque.


Escurriéndose de regreso a la Situación, se imaginó regresando
sigilosamente a la cabaña. Hacia las armas escondidas debajo
del porche. Sus manos cerradas alrededor de la empuñadura
de un cuchillo. Ella habría preferido un arco y una flecha, sin
embargo, a caballo regalado no se le mira el diente, y ella solo
tenía hasta el anochecer.

Claire imitó las acciones en la realidad. Había


desaparecido el horror que había sentido ante el arma de Nix el
día anterior. Esto era supervivencia. Esto era cuidarse a uno
mismo, porque nadie más iba a hacerlo por ella. Esta era Claire
haciendo que la vida sucediera en vez de esperar que llegara a
ella.

Quería salir de este bosque.

Quería vivir.

Y ella quería olvidar que la noche anterior, dolorosamente,


imposiblemente perfecta, había sucedido alguna vez.

***

Menos que la sombra. Menos que el aire.

Nix se deslizó más allá de los controles de seguridad.


Pasando los detectores de metal y los Sensors y cada
salvaguardia que La Sociedad había colocado para hacer al
instituto impenetrable ante cualquiera que importara.

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Desafortunadamente para La Sociedad, Nix no importaba,
y desvanecido, nada era impenetrable para él.

Mientras Nix se abría camino cada vez más lejos a través


de los corredores laberínticos, estaba agobiado con un
repugnante sentido de déjà vu. ¿Cuántas veces había
caminado estos pasillos? ¿Cuántas veces había escuchado las
conversaciones de los Sensors, usado sus palabras para
averiguar cómo sería ser Normal? Para escuchar lo que decían
cuando hablaban entre ellos y no a él.

La única manera en que tú puedes hacer la diferencia es


matando.

Nix se había dicho que estaba regresando para proteger a


Claire, para averiguar por qué La Sociedad la quería muerta. Sin
embargo, ahora que estaba aquí los recuerdos estaban
demasiado cerca de la superficie: el entrenamiento, las
lecciones, los experimentos. Y en todo lo que pudo pensar una y
otra vez, era un número.

Once.

La fisura de duda que había comenzado esta mañana


con el número Tres se expandió a través del cuerpo de Nix, a
través del resto de sus recuerdos, los hombres y mujeres que
había asesinado. Él había pensado que eran Nulls. Había visto lo
que los verdaderos Nulls podían hacer: vio a una muchacha
adolescente que Uno había mantenido encadenada en su
sótano; vio las quemaduras de cigarrillo en los brazos de los hijos
de Seis. Nix había visto los cuerpos y los horrores, y había sabido
que los Nulls eran monstruos; ¿Pero y si sus objetivos no habían
sido todos Nulls?

El agarre de Nix sobre el desvanecimiento vaciló. Después


de una fracción de segundo regresó al mundo sólido. Su cuerpo

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se sintió pesado, tan pesado como se había sentido después de
matar a Siete y dejarlo hecho un lío. Respiró hondo y evaluó su
situación actual. Incluso cuando Nix no estaba desvanecido, las
personas que trabajaban allí raramente se molestaban en tomar
nota de su presencia, pero esa no era una oportunidad que
valiera la pena tomar ahora que se había vuelto un forajido.

Nix paró de cuestionarse, se detuvo de pensar y cambió su


forma sólida como una serpiente retorciéndose fuera de su piel.
Se desvaneció, y esta vez, no se dejó recordar. No pensó sobre
por qué se encontraba aquí o qué estaba haciendo. Él solo
atravesó pared tras pared, abriéndose camino hacia el centro
del edificio en construcción.

Hacia el laboratorio.

Los científicos y los Sensors correteaban alrededor, de


computadora en computadora, pantalla en pantalla. Nix no
sabía lo que estaban haciendo. Desvanecido, no le importaba.
Los observó como un niño examinando una granja de hormigas.
El hombre más cercano a él era joven: una década más grande
que Nix, tal vez menos. Había sudor en su frente y cicatrices en
sus brazos: minúsculos, pinchazos redondos, subiendo y bajando
por su carne, desde el codo hasta su muñeca.

—¿Cuál es nuestro estatus?

Nix reconoció la voz de Ione. Ella raramente hablaba


directamente con él, pero su voz había sido siempre la única en
su cabeza cuando leía el nombre de su objetivo. Ella tomaba las
decisiones. Ella estaba a cargo. Ella era quien lo había enviado
tras de…

No. Nix no podía dejarse ir allí, no podía permitirse pensar


acerca de lo que el mundo verdadero tenía para ofrecerle, y
menos en la chica que había dejado en el suelo del bosque.

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—Tenemos programas de reconocimiento facial
ejecutándose en todos los sectores de un radio de doscientos
kilómetros de la casa del Nobody —replicó una de las hormigas,
corriendo para realizar los mandatos de su reina—. Las alarmas
están programadas para apagarse cada tres minutos, por
protocolo, para recordarnos qué estamos buscando.

Qué estaban buscando. No a quién. Nunca a quién.

—¿Y nuestro mecanismo de defensa?

Ante esto, la hormiga se erizó. Dijo algo acerca de pruebas


y fases pero todo en lo que Nix pudo pensar era que Ione
estaba buscando el Nobody. Estaba buscando a Claire.

Sintió su estómago darse vuelta, y supo que ya no sería


capaz de mantener su desvanecimiento por mucho tiempo.
Pensando en Claire: la forma en que la había dejado; las cosas
que habían hecho; la sensación de su piel; el sabor de cereza
en sus labios…

En su último instante de nada, Nix cruzó la habitación.


Atravesó el muro y salió por el otro lado.

En la oficina de Ione.

***

Las chanclas no eran propicias para atravesar el camino a


través de lo salvaje, pero Claire no dejó que eso la detuviera.
Sus tobillos y pantorrillas estaban salpicados con fango.
Verdugones aumentaron en sus brazos, cortesía de las ramas y
árboles. Observó al sol viajar a través del cielo. Señaló su
progreso marcando los árboles en caso de tener que dar la
vuelta.

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Sus músculos estaban adoloridos. Sus pies estaban
gritando, pero Claire no los escuchó, ella no podía escucharlos,
porque ella no podía detenerse. No podía descansar. No podía
permitirse pensar en otra cosa que en salir de este bosque con
vida.

Ella no iba a ser la víctima esta vez.

Ella no iba a llorar.

Ella no iba a sentarse y a esperar. Ella estaba cansada de


esperar, porque podrías esperar toda tu vida a que algo
sucediera. Algo grande. Podrías esperar y esperar, e incluso si
algo grande pasara, incluso si finalmente sucediera… no
cambiaría nada.

Aunque cambiara algo.

El sonido del tráfico puso fin a los pensamientos de Claire.


Noreste, más o menos unos noventa metros hacia fuera. Ella
corrió, corrió con el cuchillo en una mano, sus pies sangrando, su
corazón bombeando cada vez más rápido. Atravesó el borde
del bosque. Salió hacia el camino. El viento azotó su cabello. Un
coche pasó volando, lo suficientemente cerca para que sintiera
el movimiento.

El conductor no la vio.

Claire se quedó allí por cinco minutos, diez, viendo el


mundo pasarla. Ella estaba cubierta de fango, sangrando,
sosteniendo un cuchillo y nadie lo notó.

Claire sintió algo ceder dentro de ella. No importa lo que


hicieras, nunca importarás. Nunca nadie te verá. Nadie pero…

Claire atravesó la autopista. Ella caminó y caminó hasta


que llegó a un pueblo. Caminó por la acera, frente a una

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tienda. Alguien chocó contra ella desde atrás. Ella dejó caer el
cuchillo, se apresuró a recogerlo, y desde su lugar en el suelo,
ella se dio cuenta de algo.

No importaba lo que hiciera, y eso significaba que ella


podía hacer cualquier cosa. Este era un nuevo desafiante
mundo, porque aunque ella estuvo sola, aunque siempre haya
estado sola, el mundo le había dado su permiso para dejar de
intentarlo.

Intentar ser dulce.

Ser agradable.

Ser buena.

Cuando Claire miró la tienda y a las personas y al


repiqueteo de vida a su alrededor, ella notó que por una vez en
su vida podía ser bueno ser mala.

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Capítulo 12
Traducido por KatieGee

Corregido SOS por Lissarizz

La decoración en la oficina de Ione era todo metal y


esquinas puntiagudas, mesas de vidrio y sillas transparentes.
Había arte en las paredes, una salpicadura de colores fríos: azul
y plateado contra una paleta de negro y blanco.

Hazlo un desorden.

Ione le había dicho esas palabras ahí a él. Aún podía sentir
el cuchillo en su palma, todavía podía oír los gritos del hombre…

No un hombre. Él era un Null.

Pero de pie en la oficina de Ione, la cara de Claire aún


estaba fresca en su mente, Nix no estaba tan firmemente
seguro. Todo lo que él había pensado, todo lo que él había
creído…

Se movió rápidamente hacia un fichero detrás del


escritorio de Ione. Cerrado… pero no tan difícil de abrir dando la
motivación adecuada. Pasó archivo tras archivo, buscando
algo conocido… alguien. Y luego lo encontró.

Un archivo después de otro después de otro. Once en total


de ellos. Pulcramente etiquetados con números de serie que no
concordaban con los números en su mente.

Uno, dos, tres…

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Deslizó el tercer archivo. La cara sin vida de Warren Wyler
lo miró de vuelta, inflamado e hinchado, con ojos nublados de
un blanco como la leche. Reportes de autopsia, detalles
biográficos, fotos…

Nix paró. Cerró el archivo y tomó otro. Y otro.

Cuatro. Cinco. Seis. Siete.

—Hazlo un desorden —murmuró Nix. Sus dedos persistieron


en el archivo. Corrió una de las puntas gentilmente a lo largo del
borde, retándose a abrirlo.

La puerta de la oficina se abrió en su lugar. Nix miró arriba


del archivo.

—Oh —dijo una voz familiar—. Eres tú.

Ione. Lucía exactamente como él recordaba: ojos azules,


cabello rubio, cejas lo suficientemente oscuros para poner ese
color en duda. La directora del instituto no estaba molesta de
verlo. Ella no estaba complacida. Objetivamente,
probablemente sabía que había estado buscándolo, que él era
un activo que no quería perder, pero subjetivamente…

—No te importa. —Nix no estaba seguro de por qué estaba


diciendo esas palabras. Claramente, ella tampoco.

—No, supongo que no. Es para mejor, de verdad, que tú


hayas vuelto…

Nix se puso de pie, y ella vio los archivos en sus manos. Vio
los otros regados en el piso. Él no podía provocar emociones en
ella, pero ellos sí.

—¿Y qué, dime, esperas hacer con todo eso? —Su tono,
helado y controlado, concordaban exactamente con los
colores de la habitación.

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Hazlo un desorden.

Hasta ese momento, Nix no había planeado hacer nada


con esos archivos. Sin palabras, los recogió del piso. Ione dio un
paso adelante pero pareció recordar, tardíamente, que
aunque no estuviera asustada, debería estarlo.

Estos eran sus archivos, después de todo. Ella ha visto lo


que él podía hacer.

Sus manos se deslizaron lentamente en su bolsillo…

—Para. —La voz de Nix era baja y fría, igual al de ella—. No


sé qué estás alcanzando. No me importa. Mantén tus manos
donde pueda verlas.

He matado. Soy un asesino. Mataré de nuevo.

Ione no podía oír el tono de advertencia en su voz. No


registraría el conjunto letal de sus ojos. No la asustó… pero ella
no podía permitirse ignorarlo, no importa cuán duro era no
hacerlo. Paró, congelada en el lugar.

—¿Por qué? —preguntó Nix simplemente.

Los Nobodies no preguntaban. Nix sabía eso… pero el


poco conocimiento, reemplazado por el tiempo que él había
gastado viendo y observando y tocando a Claire.

—¿Por qué me mandaste a matarla?

Ione se encogió de hombros, sus ojos fracasando en


encontrar los de él, su comportamiento a punto… como si él no
estuviera tan lejos de romper su cuello solo para escuchar el
sonido.

—Tú nunca preguntaste por qué antes.

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Esas palabras golpearon a Nix fuertemente. Los archivos en
sus manos, sus matanzas… no había preguntado, y no había
dicho no. Él ha hecho lo que ellos le han dicho, siempre.

—Debería matarte —dijo las palabras calmadamente. Ella


nunca retrocedió. Su mano se movió, nunca tan ligeramente, a
su bolsillo. Él estuvo sobre ella en un momento, su mano libre
cerrándose alrededor de su garganta. No la aplastó contra el
muro. No hizo ningún solo sonido.

—¿Por qué?

¿Por qué ella lo había enviado a matar a Claire? ¿Por qué


la vista de los archivos desencadenó una respuesta en ella que
él no podía conseguir?

Ione abrió la boca. Nix perdió el agarre en la garganta,


solo lo suficiente para que ella pudiera hablar, en un áspero
susurro que cortó a través de la habitación.

—Si me matas, solo seré reemplazada. Quita una cabeza,


tropiezas contra siete más. No puedes detener a La Sociedad.
No nos puedes herir. No eres nada, y somos más poderosos de lo
que alguna vez imaginaste.

Su mano desapareció en su bolsillo. Él apretó su agarre,


cortando todo el aire.

—No —dijo él.

Ella calló. Él la miró. Ella vio a través de él. La estaba


matando, y ella no estaba ni siquiera mirando.

—Espera —murmuró las palabras. Por segunda vez, relajó el


agarre en su garganta. Si tenía unas últimas palabras él tenía
que conocerlas—. Hay un botón de pánico en mi bolsillo. Ya lo

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he oprimido. Esta habitación estará rebajándose de Sensors en
un instante. No puedes matarnos a todos.

Él pensó en todo lo que La Sociedad le había hecho


hacer. Pensó en mirar fijamente la distancia desde su pistola a
donde estaba Claire. Pensó en las pesadillas de Claire, el dolor
de Claire… la culpa que tenían ellos.

—Puedo intentarlo.

Ione se encogió de hombros.

—Y mientras estás aquí, tratando de matarnos, nosotros


estaremos allá afuera, haciéndonos cargo de un problema.

Le tomó un momento comprender su significado. Nosotros


como a La Sociedad. Problema como a Claire. El programa de
computador corriendo en la otra habitación, los científicos… ¿Y
si ellos la han encontrado?

La puerta del estudio de Ione se abrió con un estallido.


Hubo disparos. Uno de ellos rozó el hombro de Nix. No tuvo
tiempo para pensar. Reaccionó.

Desapareció: instantáneamente, una cuestión de reflejo, el


fruto duramente ganado de sus métodos de entrenamiento…
ahogándolo, sepultándolo, cortándolo. Han hecho
desaparecer una habilidad de supervivencia… y él era un
sobreviviente.

Ione jadeó por aire, sus manos volando a su garganta. Nix


había llevado los archivos a las Sombras con él, pero en el
segundo en el que se había desvanecido, perdió la habilidad
de estrangular la vida fuera de ella.

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Ella había perdido la habilidad para verlo, de sentirlo, de
herirlo. A menos que pudiera hacerlo perder su habilidad para
desvanecerse, era intocable.

—¿Piensas que esto va a cambiar las cosas? ¿De verdad


crees que el hecho de que hay dos de ti cambia algo? —habló
Ione en voz alta, inconsciente de lo cerca que él estaba de
pie—. Ella nunca te amará, sabes. Nunca se preocupará por ti.
Eres lo que eres. Un asesino. Ella nunca entenderá eso. ¿Cómo
podría?

Nix ignoró las palabras de Ione. Ella estaba tratando de


herirlo, de agobiar su mente, de sacarlo fuera de las Sombras.
Estaba tratando de evitar que se fuera con los archivos… y
salvar a Claire.

***

Claire caminó fuera de la tienda, vestida en bienes


robados. Una alarma de seguridad sonó, pero nadie la detuvo.
Los dependientes no notaron que ella se había ayudado a
emparejar unos shorts demasiado cortos y una camiseta de
algodón escandalosamente suave. Como si ellos no notaron
que ella estaba salpicada de barro, arañada, y ensangrentada.

Había un poder para ser capaz de caminar a través del


mundo inadvertida.

Después de todo lo que ella había perdido en las pasadas


veinticuatro horas, las esperanzas y los sueños y tal vez… Claire
calculó que la ropa limpia era lo último que se le debía. Empujó
hacia abajo la familiar puñalada de culpa y siguió caminando.
Sus dedos se apretaron alrededor de la empuñadura del
cuchillo.

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134
Había pasado años regañándose por cada pequeña
cosa. Cada metida de pata imaginada, cada fracaso que
importaba. Pero nada de eso había sido su culpa. En las
pasadas veinticuatro horas, había sido secuestrada,
abandonada, forzada a pelear su camino fuera del bosque…
no se iba a sentir culpable por haber robado ropa.

La ira era más fácil que la culpa. Aun así, Claire miró sobre
su hombro, casi esperando ser capturada. Mientras se giró, algo
destelló en la esquina de su ojo. Los pelos se le levantaron atrás
del cuello, y recordó, de repente y con un misterioso sentido de
la premonición, que Nix no era el único que la ha querido
muerta.

Giró alrededor. Nada. Nada excepto su imaginación. Y


aun así, no se podía sacudir el sentimiento de que algo estaba
viniendo, que el cuchillo en su mano no era suficiente.

—Claire.

Escuchó su nombre y se giró de nuevo. Nix. Su cuerpo lo


reconoció antes que su mente. Reflexivamente, dio un paso
atrás, incluso cuando su mano lo alcanzó.

No.

Ella no estaba haciendo esto. Él no había llegado a dejarla


y después aparecer. Él no había llegado a dejarla y luego parar
su corazón. No había llegado a latir más duro, más rápido…

—¿Estás bien? —Los susurros salieron de su boca con el


poder de un arma.

—Estoy bien —escupió ella, pero no podía librarse del


sentimiento de que algo estaba mal, algo más que solo el
hecho que él estaba aquí.

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—Pensé que ellos te habían encontrado. —Sus palabras
eran bajas. Alcanzó a tomar su brazo, pero se detuvo y absorbió
el movimiento a medio camino—. Tenemos que irnos.

Claire no se movió.

—Ahora —dijo Nix, su voz áspera, cada musculo de su


cuerpo se tensó mientras sus ojos escanearon la multitud.

Claire quería pelear con él, mantenerse lejos de ser


absorbida bajo la fuerza de esta cosa entre ellos. Él era un
Nobody. Ella era una Nobody. Eso no tenía que significar nada.
No significaba nada… pero por primera vez, ella se fijó en su
apariencia, la mirada en sus ojos.

Si había una cosa que Claire conocía como el dorso de su


mano, era el borde del abismo, y Nix estaba vistiendo oscuro
como protector solar. Factor de protección solar13 70,
espesamente untado. Él tomó un montón de carpetas en una
mano, sus nudillos blancos con la fuerza en su agarre.

Estaba sangrando.

Ella elevó su mano izquierda a su hombro. A diferencia de


él, ella no se echó para atrás. Y una vez que su piel tocó el de
él… pudo continuar.

***

O Ione había estado mintiendo y La Sociedad no sabía


dónde estaba Claire, o Nix los había vencido aquí. La punta de
sus dedos rozó la herida en su hombro. Aspiró en un respiro.

—Estás herido —dijo Claire.

13 Factor de protección solar: Indica cuánto tiempo un protector solar aumenta la


capacidad de defensa natural de la piel antes de llegar a quemarse una persona,
usando un producto de protección frente a un eritema o enrojecimiento de la piel previa
a la quemadura.

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—También tú.

Había rasguños en sus brazos y piernas, y sostuvo el cuchillo


en un agarre muerto en su mano derecha.

—Tenemos que irnos de aquí —dijo Nix. Se volteó para irse,


caminando lejos de su toque. Ella no lo siguió.

Las palabras de Ione hicieron eco en su mente.

Ella nunca te amará. Eres lo que eres.

—No voy a ningún lado contigo. —La voz de Claire se


sacudió, pero ella podía tanto haber esculpido las palabras en
su pecho con su cuchillo.

—Ellos te están buscando —dijo él, en voz baja—. Te van a


herir.

—No me encontrarán —contrarrestó Claire—. ¿No es eso lo


que dijiste? ¿Somos imperceptibles? Dos Nobodies pueden
pelear en una calle en una extraña ciudad, y las personas solo
pasarán de largo.

Nix había olvidado que ellos no estaban solos, que había


alguien más en su acera además de ella. Su mirada se lanzó de
una persona a la siguiente: evaluándolos, buscando por algo
que dijera que eran algo más de lo que ellos parecían.

—Claire…

Ella dio un paso adelante, hasta que los dos estuvieron


peligrosamente cerca.

—Me dejaste.

—Tuve que volver.

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137
Nix no le había querido decir a ella a dónde había ido. No
quería explicar los archivos en sus manos, no quería que ella
viera la evidencia de primera mano de las cosas que él había
hecho.

Eres lo que eres. Un asesino.

—¿De vuelta a La Sociedad? —La ira se drenó de la voz de


Claire. Su cara se suavizó, y silenciosamente, Nix le suplicó que
no lo viera de esa manera. Como si ella pudiera arreglarlo.

Ella nunca entenderá. ¿Cómo podría?

—Fui al instituto —dijo él—. El edificio donde yo…

Nix no podía decir crecí y no podía decir viví. Nunca se


había sentido tan inhumano como se sintió en ese momento,
tratando de explicar su vida a Claire.

—… donde ellos me tuvieron. —Nix podía sentir los


recuerdos revoloteando en el borde de su mente, y rezó para
que se quedaran ahí. No quería que Claire lo viera así. No
quería arriesgar la oportunidad que, capturado en la agonía de
un flashback, él podría perder el control y herirla.

—El instituto es la sede de La Sociedad. —Nix se concentró


en los hechos sobre los sentimientos, manteniendo el pasado
acorralado—. Desde afuera, se ve como una mansión, pero
adentro es estado de la técnica14. Hay laboratorios dedicados a
estudiar la energía y anormalidades metafísicas. Bibliotecas que
guardan historias de La Sociedad. Preparación facilitada para

14 Estado de la técnica: Es un anglicismo derivado de la expresión State of the art, muy


utilizado en el inglés, es utilizado en investigaciones y consultas. La expresión inglesa se
puede traducir al español también como "punta", "lo último" o "[lo más] avanzado"; por
ejemplo, state-of-the-art technology se traduce dentro del contexto cultural hispano, es
decir, no literal, como "tecnología punta" o "tecnología de punta", "lo último en
tecnología" o "tecnología de vanguardia".

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138
los Sensors, así los que han sido inducidos en La Sociedad
pueden aprender a usar sus poderes.

Centro de preparaciones para los Nobodies, así pueden


aprender a matar.

—Y tú volviste. —Claire estaba pegada en ese punto, y Nix


se preguntó dónde había pensado ella que él había ido
cuando se levantó en la mañana y no estaba ahí—. ¿Por qué
volverías ahí?

La mirada de Nix fue involuntariamente a las carpetas en


su mano.

—¿Qué son esas? —preguntó Claire.

Nix no estaba acostumbrado a enmascarar sus


pensamientos. Claramente, necesitaba ser más cuidadoso
alrededor de ella.

—Quiero decir, obviamente, esos son carpetas, pero ¿qué


hay en ellas?

Eres lo que eres.

Eres un asesino.

—Nada de tu incumbencia, Claire. —Nix apretó los dientes,


sus palabras afiladas como colmillos—. No importa por qué volví.
No importa qué hay en estas carpetas. Todo lo que importa es
que La Sociedad está todavía buscándote. Tienes que regresar
a la cabaña.

—Ya te dije que no voy a ir a ningún lado contigo. No


hasta que me expliques.

Nix la alcanzó, y en ese momento se permitió completar la


acción. Su mano se cerró ligeramente sobre su brazo.

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—No te puedo proteger aquí.

—Tal vez no quiero ser protegida. —Su voz más suave esta
vez. Él tenía que inclinarse para oírlo.

No debería inclinarme.

—Necesito —dijo él, las palabras pegándose en su


garganta—. Necesito que estés a salvo. Aquí no estás a salvo.
Por favor, Claire.

—Lo que está en las carpetas, e iré contigo.

Ella preguntó por lo único que él no quería darle. Dejó ir su


brazo.

—¿Quieres saber lo que hay en estas carpetas? —Era o


decirle o tocarla… y él no podía permitirse viajar en ese
camino—. Robé los archivos de Ione, la presente cabeza de La
Sociedad. Ellos detallan las personas que maté. Los Nulls.

Una semana atrás, él no se hubiera referido a los Nulls


como personas. Pero ahora…

—¿Yo tengo una carpeta? —La pregunta de Claire cortó


ese tren de pensamientos.

—Ione me dio un informe antes de que me enviara por ti,


pero no dijo nada sobre por qué La Sociedad te quiere muerta.
Solo dijo que tú eras peligrosa.

La mirada de Claire viajó de vuelta a las carpetas en sus


manos.

—Pero tú piensas que tal vez podía haber respuestas ahí.

Ella lo leía tan fácilmente, tan bien.

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—Yo soy la que quieren matar —dijo Claire—. Tengo el
derecho a saber.

Nix quería argumentar, pero no podía. Ella tenía derecho a


saber… de lo que él era capaz de hacer, lo que él era.

—Podríamos verificar. —La voz de Claire era suave y


estable—. Podríamos buscar tus… objetivos. Eso tal vez nos
puede decir lo que La Sociedad trama. Por qué quieren herirme.

Ellos te quieren muerta porque no quieren que te tenga.

Nix sabía, lógicamente, que podría haber otra respuesta.


Que podría ser sobre ella tan fácilmente como lo es sobre él.

—Ellos no deberían preocuparse sobre ninguno de los dos,


de ninguna manera —él dijo las palabras antes de que hubiera
procesado completamente sus pensamientos. Para querer
matarlos, La Sociedad tendría que preocuparse. Tendría que
haber algo para apostar.

Algo más grande que dos personas que no importaban


para nada.

—Se verá en los anteriores objetivos —le dijo a ella, sus


palabras cargando el peso de una promesa—. Ver si hay
alguna anomalía. Descubrir quién está envuelto y cómo tratar
con ellos.

La barbilla de Claire sobresalió.

—Yo ayudo.

—No puedes…

Ella lo cortó, sus ojos ardiendo.

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—No me digas lo que no puedo hacer. Estoy cansada solo
de dejar que las cosas pasen y después esperar lo mejor. Si
dejas que las cosas pasen y pasen y pasen, lo mejor no pasa.

Nix no se podía resistir pensar que ella era linda cuando


estaba enojada.

Ella nunca te amará. ¿Cómo podría?

Sus dedos se curvaron en puños a su lado.

—Si quieres que vaya contigo a la cabaña, me vas a dejar


ayudar, Nix. Si tratas de dejarme, te seguiré. No solo voy a
sentarme y esperar para que algo malo pase, porque nunca
nada bueno pasa.

Nix le relajó que ella no estaba mintiendo. Si él la dejaba y


ella lo seguía, saldría herida. Pero si él se quedaba,
eventualmente, la heriría. Destruyó todo lo que tocó. Solo era
bueno para una cosa.

Eres lo que eres.

—Está bien —dijo él.

—¿Bien? —preguntó Claire sospechosamente.

—Si vienes de vuelta conmigo a la cabaña, si me dejas


protegerte, si haces exactamente lo que te diga, te dejaré
ayudarme a investigar a La Sociedad.

Antes de que Claire pudiera responder, Nix levantó una


mano.

—Tengo dos condiciones. Uno: lo que pasó antes no


puede volver a pasar.

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Labios en labios, cuerpos fusionándose juntos. Sus manos,
mojadas en sangre, tocándola. Su boca, boca de asesino,
besando la de ella.

—Lo de anoche no puede volver a pasar, Claire —repitió


él—. Nunca.

Ella paró de respirar. Él hizo una pausa, esperando para


que empezara de nuevo, desapareciendo el sonido.

—Y dos: cuando diga que terminas, terminas. Quieres saber


por qué La Sociedad te quiere muerta. Te quieres proteger. Bien.
Pero cuando se reduzca a eso, soy el que va a entrar, y tú te vas
a esconder.

—Bien —dijo ella, emparejándolo tono a tono—. Tengo una


condición, también.

Nix alzó una ceja, esperando.

—Tienes que tocarme para… —Él podía verla buscando


por la palabra correcta, una que ella había oído de él una vez
antes—. Desaparecer.

La palabra lo hizo querer cerrar el espacio entre ellos.


Correr sus manos por su cabello. Enseñarle la única cosa en el
mundo que ha sido realmente, verdaderamente,
exclusivamente suyo.

Él encontró sus ojos.

—Es un trato.

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Capítulo 13
Traducido SOS por Eva Masen-Pattinson y kensha

Corregido por Cacahuete

—Menos que sombra. Menos que aire.

Claire dejó que la voz de Nix inundara su cuerpo, haciendo


caso omiso de la forma en que la hierba se pegaba a sus
piernas con el calor del verano y la concentración en el sonido
y la forma de cada palabra individual.

Palabras mejores que no me toques. Mejores que cualquier


cosa que él le había dicho desde que habían regresado a la
cabaña. Desde que había arreglado su herida. Dado que se
había dado cuenta de lo que había dentro de esas carpetas, y
por lo que la había dejado.

—Menos que sombra. Menos que aire —repitió ella.


Esperaba que su voz sonara más vieja, más baja, pero no lo hizo.
Sonaba como ella misma. Como un niño pequeño, jugando una
fantasía.

Como alguien que no podía manejar lo que esas carpetas


celebraban.

—Tienes que concentrarte. —Nix sonaba tranquilo, fluido,


casi borracho. Completamente diferente al niño envuelto en la
oscuridad, que había venido por ella en la ciudad—. Todo lo
que se escapa hacia afuera. Cada pensamiento, cada deseo,
cada esperanza. No tienes futuro, y ni pasado. No tienes
nombre. No eres nada.

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Claire se dio cuenta, de repente, que no hablaba con ella.
Estaba hablando consigo mismo. A si mismo diciendo que no
era nada. Creyéndolo. Una sacudida de electricidad subió su
columna. Todavía podía ver a Nix, pero se preguntó qué otra
persona lo vería, observándolos desde dentro del bosque.

¿Nix era invisible?

En respuesta a su silenciosa pregunta, estaba parado. Sus


pies apenas tocaron el suelo del bosque, como si gravedad
estuviera teniendo dificultades para obtener un asimiento firme
en un cuerpo largo y delgado. Buscó, y su mano atravesó el
árbol más cercano.

Claire tembló.

—Menos que sombra —susurró—. Menos que aire.

—Es inútil. Vacío. Nada.

Las palabras de Nix llegaron a ella por todas partes, como


si hablara por el mismo bosque. Convirtiéndose en nada,
convirtiéndose en todo. Era el mismo.

Era hermoso.

Su rostro lucia casi incandescente, como la película de la


burbuja flotando en la superficie del agua. No tenía ningún
problema. No hay esperanzas. Él no era el Nix que la había
dejado. El que había regresado sangrando.

Él no era nada, y Claire quería ser desesperadamente


nada, también.

—¿Por qué no está funcionando? —preguntó—. ¿Qué está


mal en mí?

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Pensó que ella sería una mala Nodoby. Empecé una clase
de cojeo para fallar tanto como fuera posible y parecer
insignificante desde atrás.

—Está empezando —dijo la voz de Nix desde todos los


lados de su cuerpo—. Lo que sea que estás pensando, sigue
pensando en ello.

Menos que sombra. Menos que aire. Ese era su mantra. Ese
era suyo. Tenía sus propios fantasmas, sus propias dudas.

Estoy celosa de los pedos. En cuanto los mantras se fueron,


no tenía un ritmo muy atractivo. No parecía peligroso. No la hizo
sentir poderosa. La hacía sentir como menos. Pero tal vez, para
ser más, tuvo que renunciar a ser algo en absoluto.

No soy Claire.

Soy nada.

Soy nadie.

Soy la página en mi anuario. No tiene sentido. Olvidable.


Genérica. Soy la chica que no está invitada. Nunca había sido
notada. Cuando me ahogo, nadie me salva. Cuando hablo,
nadie escucha.

Soy una nota Post-it atrás de la puerta de mis padres.

Soy los mensajes que les dejo en sus casillas.

Soy la mitad de la medida. Soy un Nobody.

Los pensamientos en su mente se calmaron hasta que ella


no fue Claire. No tenía nombre. No tenía familia. No tenía nada.

Y, Dios, se sentía bien.

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Claire se mantuvo en su lugar, sorprendida por el poco
esfuerzo que le costó. Caminaba sobre las puntas de sus pies,
apenas en contacto con el suelo.

Esto era lo que se sentía al dejarse ir. Para dejar de


intentarlo. Dejar de querer.

Claire se adelantó. Hacia los árboles. Ellos eran firmes,


sólidos, viejos. Habían estado aquí durante cientos de años y
estarían en los próximos años.

No podían tocarla.

Nada podía.

Así se fue directamente a través de ellos, y una canción


comenzó a tararear a través de su cuerpo. Pertenecía aquí.

—¿Claire? ¿Puedes escucharme?

Ese no era su nombre. Ella no era Claire. Ahora ya no. Ella


era nada. Pero aun así, volteó hacia Nix. Era quien la había
traído aquí, a este maravilloso mundo alterno donde ella podría
caminar a través de los árboles y danzar y nunca lastimarse otra
vez.

—Quedémonos aquí —dijo ella, olvidándose de La


Sociedad. Sobre el cuerpo que se supone que tiene y la gente
que la quería muerta. Sobre las condiciones de Nix y sus
secretos—. Vamos a quedarnos aquí para siempre.

***

Nix nunca había visto nada como cuando Claire se


desvaneció. En todo caso, se hizo más brillante. Más
perceptible, para él, por lo menos. El mundo físico parecía estar
de acuerdo. Ella bailó entre los arboles como una especie de

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duendecillo, un hadita teniendo una imposible alegría en un
mundo que los simples humanos no podían ver.

Todo lo que a Nix le habían enseñado le dijo que se


desvaneciera, que dejara de lado la emoción. No tienes que
sentir nada. Al segundo se encontró con los ojos de Claire,
debería haber perdido el control sobre la nada. En el momento
en que oyó su voz, que viene de todas partes y de ninguna al
mismo tiempo, debería haber empezado apretando los dientes,
tratando de que no le importara.

Verla debería haberla despojado sus poderes. Pero no lo


hizo, porque en este momento ella era nada, también. Él estaba
desvanecido. Ella estaba desvanecida. Era fácil pensar en nada
más que Claire, a dejar que su presencia en las Sombras lo
conectara a la tierra.

En el mundo real, el resistió tocarla, no merecía tocarla,


pero aquí, ahora no tenía que contenerse.

Para nada.

Desvanecido, Nix debía haber sido capaz de pasar a


través de ella.

Desvanecido, sus yemas de los dedos no deberían de


haber sido capaces de tocarse.

Desvanecido, él no debería haber sido capaz de sentir el


toque en todo el camino hasta la punta de sus pies.

Pero pudo, y en el segundo en que se conectaron, todo


cambió. El resto del mundo se desvaneció en un gris, en silencio.
El viento paró de soplar; las hojas se congelaron en ángulos en
las que habían sido empujadas. Una abeja se detuvo
justamente encima de una flor. Nix miró más lejos, con más

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ganas al resto del mundo. Hormigas en leños. Pájaros a medio
vuelo. Estaban congelados.

Desvanecerse significaba dejar el mundo físico atrás.


Significaba no tener peso y ser transparente, insubstancial,
vacío. Pero esto —sus dedos entrelazados con los de ella, se
desvanecían en conjunto— no solo se iban del mundo físico.

Se desaparecían del tiempo.

Claire miró el mundo desacelerarse alrededor de ella, pero


lo dejó pasar. Ese mundo no importaba. Había vivido ahí lo
suficiente. No la entendía, ni a Nix.

Ellos eran algo más. Él la estaba tocando, y no podía


recordar un momento en que no lo hiciera. No podía entender
el hecho de vuelta en el pueblo, él no lo había querido. No
podía entender nada de lo que había pasado en los quince
años que los habían llevado a este momento.

—Corramos. —Claire siempre había odiado correr, pero no


podía quedarse ahí, no cuando todas las barreras entre ella y
las cosas que yacían ahí fuera de alcance habían sido
removidas.

Soltó la mano de su compañero, sabiendo instintivamente


que Nix la tocaría de nuevo, que la tocaría, la seguiría, la
perseguiría.

En el momento en que sus dedos se separaron, el mundo


cambió, un viento fantasmal sopló a través del cuerpo de Claire
mientras el tiempo se aceleraba alrededor de ellos. Corrió a
gran velocidad, asombrada de cuán fácil era correr cuando el
mundo no te desaceleraba. No había obstáculos. Sus pies
apenas tocaban el suelo antes de que se levantaran, y sus
pulmones respiraban una clase distinta de aire.

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Nada. Nada. Nada.

Sus pies dejaron de tocar el suelo. Dejaron de tocar en lo


absoluto. Estaba flotando, volando, difuminándose. Y en todas
partes, estaba Nix. Entre los árboles. A través del bosque. Afuera
del otro lado.

Un camino abandonado se extendía frente a ellos. Más


rápido, más lejos, más alto, más.

Si mis padres pudieran verme ahora…

El pensamiento vino de una parte antigua de su cerebro.


Una parte que no pertenecía aquí, en el cielo, con Nix y la
gloriosa nada.

Cruel y abruptamente, el cuerpo de Claire se solidificó y


perdió la conexión con la cosa en que se había convertido.

Soy Nobody.

Nada.

No me importa lo que piensen mis padres.

No importan.

Pensó esas cosas, francamente, pero el poder y todo lo


que venía con ello se mantenía fuera de su alcance, y Claire
cayó.

Más rápido.

Más lejos.

Más bajo.

Y justo antes de que tocara —el sólido, feo, que no


perdonaba— suelo, Nix la agarró. Y el segundo después de eso,

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dejó de desvanecerse también, y ambos siguieron cayendo sin
gracia hacia el polvo del camino.

—Auch.

—¿Estás bien? ¿Estás herida? —Estaba encima de ella en


un instante, moviendo sus dedos sobre sus costillas, su costado,
arriba y debajo de sus piernas, buscando heridas.

—Estoy bien. Un poco adolorida.

—Quédate quieta, Claire. Algo podría estar roto.

—Ambos caímos, Nix. —Luchó para sentarse, pero él no la


soltaba. Sus manos se movieron a sus brazos, y ella se preguntó si
él se daba cuenta de que la estaba tocando más ahora que en
la noche anterior.

—Tú caíste de más alto. No debí dejar que lo intentaras. No


debí dejar que fueras tan arriba. Debí haberte advertido…

—¿Que debo dejar este mundo para poder quedarme en


aquel? No es ciencia de cohetes.

—Toma práctica. Disciplina. ¿Estás segura de que no estás


herida?

—Me sostuviste.

Sus palabras le recordaron que la estaba tocando, e


inmediatamente, la soltó. Saltó en sus pies. Alejándose de ella.

—Dos condiciones, Claire, y la primera es que no


podemos… —Las palabras se perdieron antes de salir de su
boca, como si algo estuviera clavándose en sus entrañas—.
Cuando me tocaste…

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Cuando te toqué, pensó, las palabras un eco de las de él.
Se levantó.

—Nos tocamos antes —dijo ella—. Cuando éramos nada.

Nix se encogió de hombros al oírla.

—Eso fue diferente.

No lo era. No para Claire. Pero no iba a decir eso, no iba a


ofrecerse para el inevitable rechazo.

—Cuando nos tocamos al desvanecernos —dijo ella en su


lugar— algo ocurrió.

—El tiempo se detuvo —dijo Nix—. Mi mano tocó la tuya, y


todo lo demás… solo… se detuvo. Eso nunca había pasado
antes. Es imposible.

Claire lo miró.

—Caminas a través de paredes, Nix. Cuando nos


desvanecemos, podemos volar. La palabra imposible perdió
casi toda su credibilidad hace un tiempo.

Claire quería lo imposible. Quería dejarse ir. Quería traer a


Nix de vuelta con ella en un mundo donde la primera condición
no existiera. Y por una vez en su vida, lo que Claire Ryan quería,
ella lo iba a tener.

Con sus ojos en los de él, se sumergió de vuelta al suelo.

—Hagámoslo de nuevo.

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Capítulo 14
Traducido por clarita

Corregido por Cacahuete

Ella es mejor en esto de lo que debería ser. Nix no podía


alejar el pensamiento. Había tardado años en aprender cómo
desvanecerse. Años de despertar bajo tierra o bajo el agua, o
con un cuchillo en la barbilla. Desvanecerse tomó poder. Tomó
concentración. Pero para Claire era fácil.

Con Claire, era fácil. Desvanecerse, parar el tiempo


siempre que sus invisibles manos tocaran las de ella, era tan
natural para Nix como inhalar y exhalar aire de sus pulmones.
Antes, cuando él había pensado que Claire era una Null, él la
había llevado en su disipación, pero ahora ella no lo
necesitaba, y Nix estaba empezando a procesar el hecho de
que había cosas que La Sociedad no le había enseñado.

Cosas sobre lo que significaba ser un Nobody, y qué


pasaba cuando había más de uno.

—Ellos nunca te lo dijeron, ¿verdad? —La voz de Claire


sonaba diferente en el mundo material ahora que ellos habían
pasado toda la tarde entrando y saliendo del
desvanecimiento—. La gente con la que trabajabas nunca te
dijo que había otros Nobodies. Ellos nunca te dijeron que podría
ser como esto.

Esto, como en el impulso de sus poderes, ¿la facilidad que


los dos tenían para desvanecerse cuando estaban juntos? O

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esto, ¿cómo lo hizo sentir la forma en que la miraba? Como si
cada una de sus células estuviera viva y eléctrica.

Como si ella estuviera tallando su corazón.

—La primera vez que maté tenía catorce años —dijo esas
palabras para alejarla. Para castigarse a sí mismo por dejarla
llegar tan cerca como estaba ahora—. Antes de eso había otro
Nobody. Yo nunca lo conocí. Nunca lo vi. Ni siquiera sabía su
nombre. Así que, no, Claire, La Sociedad nunca me dijo que
esto podría haber pasado.

—¿Qué fue lo que ellos te dijeron?

Él tragó fuertemente. Y pensó en las carpetas que estaban


en la cabina. Las cosas que le había prometido que le
enseñaría.

—Ven conmigo —dijo—. Y lo veras.

***

Las carpetas se sentían pesadas en las manos de Claire. De


vuelta en la ciudad, su demanda había parecido tan simple: Si
Nix estaba investigando a la gente que la quería muerta, ella
tenía el derecho de ayudar. Pero haber pasado una tarde
desmaterializándose había desvanecido su ira, hacia él, hacia
la situación, y hacía las cosas que ella había descubierto de sí
misma. Lo que Nix le había enseñado a hacer, era hermoso.
Llenó los solitarios y vacíos lugares dentro de ella. Y ahora ella
estaba sosteniendo el pasado de Nix, sus secretos, sus oscuros,
vacíos y retorcidos lugares en su mano.

—Ábrelo —le dijo.

Ella no quería hacerlo, pero lo hizo. Se sentó en el suelo de


la cabaña y dejó las carpetas en frente de ella. Abrió el archivo

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de la parte superior, y unos ojos apagados le devolvieron la
mirada: un hombre, en sus veintes. Él era bastante guapo, pero
había algo escalofriante en la forma que miraba la cámara.
Claire dejó caer las páginas en el folder y pasó al siguiente.

Otra foto del mismo hombre. Estaba desnudo, acostado en


una bañera. Su piel estaba carbonizada.

—Uno —dijo Nix—. El primero; Richard, uno de los Sensors


que me llevó ahí, me dejó a tres cuadras. Él me dijo que era un
asesino, que no importaba qué hiciera, alguien iba a morir esa
noche, y la única opción que tenía era o el monstruo o la niña.

Claire no quería preguntar, pero lo hizo.

—¿Qué niña?

Nix cerró los ojos

—La chica que él había encadenado en el sótano. Ella


estaba usando un collar de metal, y ella estaba tan sucia que
no podrías haber visto su piel. —Los ojos de Nix saltaron bajo los
párpados. Claire abrió la boca para decirle que no tenía que
hacer eso, pero ya era demasiado tarde.

No había nada que lo detuviera ahora.

—Subí las escaleras, y el hombre que la mantenía en esa


sucia jaula como si fuera alguna especie de animal, estaba en
la bañera, escuchando la radio. Música clásica. Estaba limpio, y
sonriendo. Nunca me oyó llegar. —Nix abrió los ojos—. Y dejé
caer la radio en la bañera.

La mirada de Claire regresó a la imagen: las manchas en


la piel del hombre, con ojos vacíos. Después de un largo rato,
puso la carpeta de lado y abrió la siguiente.

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—Dos —adelantó Nix—. Disparo a través del templo. Me
habría ido con el veneno, pero ella había creado una especie
de culto, y sus seguidores la estaban adorando como si fuera
una especie de Dios. Si ella hubiera sabido que iba a morir, se
los habría llevado con ella, con niños y todo.

Claire pensó en lo que le había dicho cuando estaban en


el bosque. Él había tenido catorce años cuando empezó. Más
joven de lo que ella era ahora. Ella levantó la vista hacia él.
Todo su cuerpo estaba tenso, como una goma estirada muy
apretada.

—Háblame sobre el desvanecimiento. —Claire sabía


instintivamente que eso era lo único que podía preguntar para
disminuir la tensión. Las cosas eran diferentes en la disipación.

—Desvanecerse no es magia, Claire. No es algún tipo de


cuento de hadas. Es solo una expresión física de una deficiencia
metafísica.

—No —dijo Claire firmemente—. No lo es. Lo que sea que


La Sociedad te haya dicho, lo que te hayan enseñado, ¿cómo
iban a saberlo? ¿Cómo podrían ellos entender cómo es la
disipación?

Por un segundo, Nix pensó que podría haber estado de


acuerdo con ella, pero no lo estaba.

—La Sociedad estudia la energía, Claire. Hubo una vez, en


que la llamaron alquimia. Ahora solo la llaman ciencia. Los
Sensors, los científicos, la gente que me entrenó, nunca se
sentaron y me explicaron lo que era la disipación. Ellos
introdujeron en mi cabeza —Nix paró— que cada acción tiene
una reacción igual y opuesta.

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Sin ningún aviso, se dirigió al otro extremo de la cabaña. Se
detuvo cerca de la pared y tendió la mano a un centímetro de
la superficie.

—Yo no estoy tocando la pared, y ella no me toca a mí —


dijo, y luego movió hacia adelante presionando la pared
gentilmente—. Ahora yo estoy tocando la pared, y me está
tocando.

Nix se apoyó contra la pared, poniendo todo su peso


detrás del movimiento. Los músculos de sus brazos se tensaron, y
Claire pudo verlo: tirando una radio dentro de la bañera de un
monstruo, fijando su mirada en el líder de un culto y apretando
el gatillo.

—Cuanto más fuerte empujo, la pared me empuja mucho


más fuerte hacia atrás, pero cuando paro —dijo enderezando
su cuerpo— la pared deja de empujarme. La pared es estática,
no se mueve. A menos que yo no la empuje, no podrá
empujarme de vuelta. Cuando la presiono, me empuja hacia
atrás con la misma fuerza o incluso mucho más fuerte de lo que
yo lo hice. Si presiono suavemente, empuja suavemente. Si
presiono fuerte, me empuja fuerte.

Claire pensó de pronto que, en otra vida, los dos podrían


haber tenido este intercambio sobre un libro de física mientras
estudiaban para algún gran examen. Chica normal. Chico
normal. Felices para siempre.

—Cuando un Nobody se desvanece, no podemos tocar


nada. No podemos afectarlo. No podemos presionarlo. Y no
podemos empujar…

—La pared no puede empujarte de vuelta —terminó Claire


por él. Si ella quería distraerlo, lo había logrado, pero no duró
mucho.

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—Hay nueve carpetas más.

Claire cogió la siguiente carpeta. Ella lo había forzado a


hacer esto. Ella había dicho que podía hacerlo. Y ahora tenía
que, por él.

—El número tres —dijo mientras abría la tercera carpeta.


Esta vez Nix no dijo ni una sola palabra. Él dejó que ella leyera el
archivo por sí sola. El nombre del hombre era Warren Wyler. Él
había sido envenenado en su propia habitación en Wahington
D.C. El archivo no enumeraba los pecados de Wyler, pero si
decía su ocupación.

—¿Mataste a un senador de los Estados Unidos? —


preguntó.

Nix miró el archivo.

—No —dijo—. Maté a dos senadores de los estados Unidos.


Tres y once. Nulls y el gobierno es una mala combinación. Ellos
pueden hacer que la gente haga cosas. Hacerlos creer en
cosas. Dales genocidio, lo llaman helado.

Claire pensó en Hitler. En Stalin y Napoleón, y en otras


atrocidades que sucedieron en el mundo. Si el objetivo de La
Sociedad era mantener a los monstruos alejados del poder, no
tenían exactamente una historia con la cual trabajar.

Cuatro. Cinco. Seis.

Claire fue a través de los siguientes tres documentos sin


ningún comentario. Cuando ella abrió el séptimo, estaba
completamente desprevenida.

—Jacob Madsen —dijo, pero eso fue lo más lejos que llegó,
porque La Sociedad había llenado el folio con fotos de la
escena del crimen.

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A diferencia de los otros, no había duda de que Madsen
había sido asesinado. Cortados, apuñalado y degollado como
un animal.

En su silencio, Nix se pasó detrás de ella. Vio la imagen. Y él


tembló.

***

Nix no puede ver nada más que la sangre. No puede oler


nada más que la sangre. Está en las paredes, en el piso, en sus
manos.

Oh, dios.

Él tiene que salir de ahí. Tiene que desaparecer. La parte


de su cerebro que sigue gritando tiene que callarse. Se deja ir
entumecido. Deja de importarle, para de pensar, deja de
recordar.

El sentimiento del cuchillo en su mano.

Los tonos de hielo azulado de la oficina de Ione.

Hazlo un desorden, ella había dicho.

Hazlo un desorden.

Así que lo hizo.

Nix salió de sus pensamientos, su mano estaba agarrando


la parte de atrás del futón tan fuertemente que la madera se
había agrietado. Había ampollas en sus dedos. Se dejó caer en
el suelo. En cuestión de segundos se acordó de que no estaba
solo. Claire estaba ahí, a su lado. Ella no lo alcanzó, no lo tocó.

Él no quería que ella lo hiciera.

Él no tenía la fuerza suficiente para luchar contra ella.

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—Shhh, Shhh. —Ella lo hizo callar como si fuera un bebé, y
Nix se dio cuenta de que estaba haciendo un sonido roto, como
un maullido—. Está bien, estás bien, Nix, estoy aquí.

Había visto las fotos, ¿no lo entendía? ¿Lo que él era? ¿Lo
que él había hecho?

—Termínalo —susurró él. Una vez que ella lo viera todo, una
vez que la verdad descendiera, Ione tendría razón. Por todo lo
que él y Claire tuvieran en común, había un abismo entre ellos
lleno de órganos y sangre. Ella no lo entendería. Ella no podría.

—Yo no necesito ver el resto para ver qué fue lo que esta
llamada Sociedad te hizo.

—Quiero que lo termines —dijo.

Lentamente, a regañadientes, ella lo dejó. Leyó el resto de


los archivos. Y luego empezó a ordenarlos en pilas sobre el suelo.

—¿Qué estás haciendo?

Ella levantó la vista del suelo.

—Estoy buscando un patrón. Se suponía que tenía que ser


tu siguiente víctima. Tú has dicho que La Sociedad tiene dos
propósitos: el estudio de la energía y matar Nulls. Pero no soy un
Null, y ellos no trataron de estudiarme.

Cuando él había agarrado las carpetas, había esperado


que podría haber un patrón, pero no tenía sentido que después
de haber visto lo que había en las carpetas, Claire no estuviera
huyendo hacia la puerta. Él se acercó a ella, y ni se inmutó.

Ella nunca va a quererte. Eres lo que eres.

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—Esta pila es de política —dijo Claire—. Esta, tiene
conexiones con la mafia. Y esta otra es de los medios de
comunicación o diversos.

Esto no era lo que se suponía que iba a pasar. Él tenía que


enseñarle los archivos, y se suponía que ella iba a correr.

—Esto no es una historia, Claire. Esto no es un juego.

La vulnerabilidad cruzó por su rosto, y luego desapareció


bajo su firme determinación.

—Lo sé.

—No estás lista para esto. —Lo que él realmente quería


decir entre líneas era yo no quiero que estés lista para esto,
jamás, pero entre ella menos supiera sobre lo que él quería,
mejor.

—Tú no deberías hacer esto solo.

Sus palabras lo deshicieron, pero él no podía


desmoronarse, no podía dejar que ella llegara más lejos por ese
camino.

Mato. Soy un asesino. Voy a matar de nuevo.

Incluso después de todo lo que ella había visto, no lo creía.


No era real para ella, la forma en que había sido para él. La
gente en estas carpetas eran solo nombres sobre el papel,
imágenes impresas con tinta.

—Ponte de pie —dijo.

Después de un largo momento, ella obedeció. Tenía que


hacerlo. Tenía que mostrarle. Él tenía que mostrarle que era real.

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—Es hora de poner en acción lo que has aprendido esta
tarde sobre el desvanecimiento —dijo él—. Vamos a hacer un
pequeño viaje.

—¿A dónde estamos yendo?

Nix se preparó para desvanecerse.

—Vamos a ver al número Once.

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Capítulo 15
Traducido por ♥Monse♥ y SOS por Gabbii Rellez y Eva Masen-Pattinson

Corregido por Cacahuete

Medio del medio. Genérico. Nada.

Dulce, dulce nada.

Claire se concentró en ese sentimiento, no en lo que Nix


había dicho antes de que se desvaneciera. La cabaña y el
bosque se han ido. El mundo real, ya gris y silenciado a sus ojos,
cayó bajo sus pies, pequeño y sin importancia. No había viento
que rozara su cara, pero su piel se sentía fría. Era como si todos
los sueños que alguna vez había tenido volvieran a ella, solo que
mejor.

Ella no miró hacia abajo.

—Ya casi llegamos.

La voz de Nix era fuerte, potente. En las Sombras, Claire se


deleitaba en ella, ignorando el significado detrás de sus
palabras. Junto a ella, Nix desaceleró, y aunque una parte de
Claire —la parte salvaje, la parte hambrienta— quería difuminar
más allá de él, no lo hizo. Dejó que el mundo real, feo, sólido y
poco importante como era, viniera poco a poco en enfoque, lo
suficiente como para darse cuenta de que no estaba en
Kansas.

¿Cuántas millas habían viajado? ¿Qué tan lejos habían


ido? Se sacudió las preguntas. El mundo real estaba esperando

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para tirar de ella hacia atrás, de vuelta a los recuerdos y las
palabras intercambiadas. Volver a la memoria de esas carpetas
y las personas que Nix había matado.

—Tus pupilas están dilatadas. —La voz Nix estaba a su


alrededor. Se estremeció con el sonido de la misma. De
repente, los dos estaban de pie muy juntos. Desvanecida, Claire
podía hacer las cosas, decir las cosas, tomar lo que ella quería.

Sin rechazo.

Sin miedo.

En el momento en que se tocaron, una explosión salió


fuera de sus cuerpos, el mundo alrededor de ellos se veía
instantánea y extrañamente quieto.

—Oh. —El sonido que Nix hizo mientras su piel tocó la suya
fue entre un zumbido y el aleluya. Había desaparecido la
oscuridad en sus ojos. Atrás quedó la forma en que él siguió
empujando su espalda, atrás, atrás. Él levantó las manos,
desplegando sus dedos a cada lado de su cara.

Nix, Claire y nada.

Fue entonces cuando Claire se dio cuenta que estaban de


pie en un cementerio. Esto no debería importar. Nada importó,
pero en el segundo que captó el nombre en la lápida más
cercana, el cerebro de Claire se volvió a encender.

Evan Sykes.

Once.

A pesar de que Claire no se preocupa por el mundo real, a


pesar de que ella no era una parte de él, a pesar de que las
Sombras era su mundo ahora…

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Ella no pudo evitar leer las palabras en la lápida.

AMADO ESPOSO. AMADO PADRE. FUNCIONARIO.

Parque acuático para perros.

En última instancia, ese fue su pensamiento, porque a la


Claire desvanecida no le importaba la lápida o las palabras,
pero la Claire real recordaba haber visto las noticias. Ella
recordaba haber pensado que el mundo se movía tan rápido, y
entonces pensó en sus padres, que se olvidaban de ella. Se
preguntó si le conseguirían una lápida si nunca regresaba.

Se preguntó si es que habían notado que ella se había ido.

La realidad era un peso aplastante sobre su pecho. Por un


momento, cuando perdió su desvanecimiento, no podía
respirar.

—¿Claire? —Nix perdió su desvanecimiento en los talones


de los de ella. Al darse cuenta de que sus manos estaban
todavía en su rostro, hizo un sonido ahogado en el fondo de su
garganta y las apartó lejos. Sus ojos fueron a la tumba. El
estómago de Claire se hundió.

Esta fue la razón por la que Nix le había llevado hasta allí.

Monstruo, un conocimiento innatural dicho desde el fondo


de su vientre. Nix quería que ella pensara que era un monstruo.
Porque por algunas definiciones —la mayoría de ellas,
probablemente— lo era.

—Evan Sykes —Clare dijo el nombre en voz alta, como si


hiciera al hombre menos muerto. Al igual que si pudiera cambiar
el hecho de que, incluso si La Sociedad había apretado el
gatillo, Nix había desempeñado voluntariamente la pistola.

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—El senador Evan Sykes —hizo eco Nix—. Un hombre con
una novia menor de edad, un problema serio de drogas, y la
voz más melódica en el Senado. —Hizo una pausa, pero Claire
no se atrevía a decir ni una palabra—. Yo la vi. La chica con la
que estaba saliendo. Era más joven que tú. Totalmente
enamorada de él, al igual que su esposa. Su propia hija pasó la
mayor parte de sus noches dormida en casas de otras personas.
Trato de no preguntarme por qué.

—Era un Null. —Claire finalmente encontró su voz. Antes de


que ella mirara a los archivos de Nix, la palabra no hubiera
significaba nada para ella. Ella nunca había pensado que una
persona podría ser tan mala, realmente mala, muy en el fondo.
Pero ahora había visto evidencia de primera mano de lo que
algunos de los objetivos de Nix habían hecho. Si realmente eran
Nulls sin alma, si no se preocupaban por otras personas, si nacen
de esa manera y no podía ayudarlos…

—Esto es real, Claire —dijo las palabras con cuidado, pero


Claire sintió su temperamento estallar. Estaba harta de él
actuando como si ella no supiera nada.

—¿Tal vez deberíamos ir a algún lugar privado para


hablar? —sugirió secamente. Nix arqueó una ceja hacia ella, y
ella se dio cuenta de lo evidente: incluso sin desaparecer, eran
tan imperceptibles que no tenían que preocuparse por cosas
como espías, incluso cuando Nix estaba prácticamente
confesando asesinar a una figura pública.

—Puede no ser una coincidencia.

Nix la miró con recelo.

—¿Qué no puede ser una coincidencia?

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—El hecho de que él era un senador. —Claire había
dividido las muertes de Nix en pilas, y Sykes no había sido el
único senador.

—Te lo dije. Un montón de Nulls entran en la política. Ellos


son buenos en eso. Demasiado buenos. —Nix bajó la mirada, su
cabello oscuro cayendo a oscurecer los ojos de su vista.

—Pero Evan Sykes era… —Claire miró la lápida—. Casi


tenía cincuenta. ¿Cuánto tiempo había estado en la política?
¿Y por qué La Sociedad había decidido que ahora tenía que
morir?

—Debió de haber escapado a nuestras medidas de


detección anteriores.

Claire se dio cuenta con un sobresalto que Nix había dicho


nuestras. Este fue el chico que La Sociedad había planteado.
Este era el asesino que se había bañado en la sangre de Siete,
pero también era el chico que la había salvado. Había besado.
Le enseñó a desvanecerse.

Ella no podía darse por vencida por él. Ella no podía irse.

—Esto es lo que soy, Claire. Esto es lo que hago. Por eso,


cuando digo que se termina, tú corres. Corres, te ocultas, y te
alejas de mí.

Claire se acercó a él y luego por delante de él.

—Vamos.

Nix vaciló, y por un momento, pensó que la iba a dejar


alejarse sin pestañear. Al igual que las uñas en una pizarra, el
rechazo rallado. Pero luego, en un instante, él estaba a su lado,
su larga zancada fácilmente superando el suyo.

—¿A dónde vamos?

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Claire lo miró a los ojos y se quedó con respuestas cortas.

—La biblioteca.

***

¿La biblioteca? Él la había llevada a la tumba de un


senador para asustarla y entrará en razón, para obligarla a ver
lo que él y La Sociedad eran capaces de hacer, y ¿ahora ella
quería ir a la biblioteca?

Durante unos segundos allí, Nix había pensado realmente


que lo había logrado. Lo había visto en los anillos de sus ojos
color avellana, la forma en que su mirada se detuvo en la
tumba del hombre al que había puesto como a un perro
rabioso.

Y ahora iban a la biblioteca.

—Vamos a encontrar más cosas del senador. Verás, está


esta cosa llamada internet.

Sarcasmo. Claire está siendo sarcástica.

—Sé lo que es el internet —respondió Nix tensamente—. He


matado gente que lo usa. Diez habían sido unos magnates de la
tecnología que incursionaban en el tráfico humano por un lado.

—¿Quieres decir que nunca has estado en línea? —Por la


expresión en el rostro de Claire, hubieras pensado que había
dicho que nunca se había bañado.

—Vivo en un cuarto de ocho por ocho sin ventanas y una


puerta que se cierra con candado para impresionar. ¿Qué
pensabas? —No se dio cuenta hasta que dijo las palabras que
no había forma de que ella hubiera sabido eso. No le había
dicho.

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—Ya no vives ahí. —La silenciosa vehemencia en la voz de
Claire sacó el aliento del pecho de Nix—. Aquí en el mundo real,
cuando necesitas respuestas, tenemos esta cosa maravillosa
llamada Google.

—¿Y este Google vive en bibliotecas?

Los Nobodies no hacen preguntas.

No lo había querido hacer. Se había entrenado para no


preguntar. No pensar. Para respirar dentro y fuera y dejar que el
mundo entero sangrara por su piel.

Los Nobodies no hacen preguntas.

Pero Nix lo había hecho, y Claire contestó.

—Google es un motor de búsqueda. Las bibliotecas tienen


computadoras, y la mayoría de ellas tienen internet gratis. Sykes
era un senador por lo que tiene que haber algunas noticias.

Nix no contestó. La educación de un Nobody tendía más


hacia Mach 7 y arsénico que a cómo funcionan las
computadoras. Solo le enseñaban a leer para no tener la
molestia de darle instrucciones en persona.

Así poder pasarlas bajo su puerta.

Nombre. Fecha. Lugar.

—¿Acaso sabes dónde queda la biblioteca más cercana?


—preguntó bruscamente, empujando ese pensamiento, los
recuerdos.

Claire pausó. Se sonrojó. Y luego labios rosados se


movieron hacia arriba en una fascinante, suplicante sonrisa.

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—¿No? —Él tampoco lo sabía. Lo único que sabía de esta
ciudad era que Evan Sykes había muerto tres calles arriba.
Ataque cardíaco, o así decían.

—Tendremos que preguntarle a alguien. —Claire arrugó su


boca en una “o” delgada—. Odio preguntar a personas.

Los Nobodies no hacen preguntas.

Pero Claire no sabía eso. Probablemente había


preguntado cientos de veces. Tal vez hasta había obtenido
algunas respuestas. Probablemente no muchas. Quizá por eso
odiaba preguntar. Pero preguntaba de todas formas.

Los Nobodies no lloran.

Nix no estaba seguro por qué quería llorar. Por Claire que
preguntaba y preguntaba una y otra vez o por él mismo. Porque
él no podía. No podía ir hacia un extraño, de la forma en que
ella lo hacía ahora. No podía verlos a los ojos. No podía estar
alrededor de los Normals sin sentir que debió tratar más duro el
día que había intentado cortar su propia garganta.

—Disculpe, señora… ehh señor. Siento molestarlo, pero… —


En el cuarto intento, Claire finalmente logró que alguien se
detuviera. Su voz subió al menos un decibel o dos en el proceso.

—Oh, ¿no lo sabe? Está bien, bueno. ¿Disculpe? ¿Podría al


menos…?

Cinco intentos más. Seis.

Para el momento en que regresó pisoteando hacia él, Nix


había superado su conmoción al verla marchar hacia varios
extraños. Hacerles preguntas. Sonrojarse y morder sus labios
cuando la ignoraban. Seguir adelante.

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—Odio hacer preguntas. —Pero lo hizo. Sabiendo que
probablemente la ignoraban. Sintiéndose más pequeña cada
vez. Todo por él.

Valiente. Claire es valiente.

Darse cuenta de eso sorprendió a Nix. Claire era inocente.


Claire era dulce. Claire era terca y divertida e irresistible y Claire.

Ser valiente era un problema.

—La biblioteca más cercana está a unos cuantos


kilómetros de aquí —dijo ella, informándolo—. Si te digo dónde
está, ¿puedes llevarnos allá desvaneciéndonos? —Aun
hablando de desvanecerse cambiaba a Claire. Traía algo
indescriptible a sus ojos—. No puedo pensar cuando estoy
desvanecida. Solo me pierdo, ¿sabes?

—Lo sé —respondió Nix. Para encontrar algo después que


te desvaneces, tu cuerpo debía quererlo. Tenías que estar
determinado, porque cuando el mundo real se escabullía,
también se iban los pensamientos conscientes. Todo lo que
quedaba era el inconsciente: querer, necesidades, deseos.

—Deberíamos caminar. —Podría haber encontrado la


biblioteca al desvanecerse. Podía haberse escabullido del aquí
y el ahora, estar ahí en un latido de corazón, nada para
desgastarse. Pero no parecía sabio, porque ahora lo que el
inconsciente de Nix quería era tocar a Claire.

Estar con Claire.

La hermosa, valiente e irresistible Claire.

—Estará oscuro para el momento en que lleguemos ahí —


se opuso ella.

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—Bueno. —Nix miró sobre su hombro. El anonimato no era
excusa para ser vagos. La Sociedad había encontrado a Claire
una vez. Todas las probabilidades estaban en su contra, podían
hacerlo de nuevo—. Probablemente no debimos haber salido
durante el día.

Nix no sabía sobre bibliotecas o el internet o lo que se


sentía hablar con extraños, pero él sabía esto: La noche era el
momento de los Nobodies. Los verdaderos monstruos salían con
el sol.

***

Para el tiempo que llegaran a la biblioteca, estaría cerrada


y Claire sentiría una angustia familiar de decepción en su interior
antes de darse cuenta que no importaba. El camión de helados
siempre se iba justo antes que ella llegara. Las audiciones
cerraban mientras estaba sentada ahí, esperando su turno.
Maestros distraídos siempre perdían los permisos para las
excursiones que ella laboriosamente llenaba. ¿Pero qué
importaba si la biblioteca estaba cerrada? ¿Si las puertas
estaban cerradas? Esta vez, no le preguntó a Nix si debían
desvanecerse. Había estado callado en el camino, más que lo
usual y Claire se estaba cansando de sentir su mirada, sin saber
lo que significaba.

No importo. Estoy en medio del medio. Olvidada. Una


molestia.

Sintió el mundo real salir de su cuerpo, como agua. No,


aceite. Grueso y grasoso, adormecedor, se resbaló de sus venas
y su piel y su cerebro hasta que todo lo que quedaba era el más
profundo tipo de dolor.

Nada.

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No esperó a ver si Nix la seguía. Podría apartarse de ella en
el mundo real. Podría verla como si hubiera hecho algo mal,
solo porque le había tomado diez minutos lograr que alguien le
señalara dónde estaba la biblioteca. Podría esperar que diera
la vuelta y corriera lejos cuando las cosas se complicaran.

Pero por debajo de la piel y los huesos y las cosas que


había y no había hecho, ellos dos eran los mismos.
Desvaneciéndose, se despojaron de todas las otras capas, y
como un faro, ella lo llamó.

Soy como tú.

La realidad se rompió alrededor de su cuerpo, se


derrumbó, mientras su rostro empezó a brillar. Claire sintió que la
tierra se tomó un momento en el que cruzó.

En el momento en el que él la tomó de la mano.

Había gente en la calle. No muchos, era tarde en la


noche, para algunos, y cuando la piel desaparecida de Claire
cepilló la de Nix, el mundo se estremeció. La calle y la gente y
los faroles parpadeantes se congelaron como una foto, se
quebrantó un instante demasiado pronto.

—El tiempo se detiene para nosotros —dijo las palabras


como si fueran música—. Vamos a correr.

Nix sacudió la cabeza. El movimiento hipnotizó a Claire, y le


tomó un momento para descifrar su significado como algo
distinto de su danza a su canción. Lideró. Ella lo siguió a través
de las puertas cerradas, a través de las paredes, a través de los
estantes y estantes de libros que a otra Claire hubiera
encantado leer.

Estoy aquí por una razón.

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Su cerebro tardó en ponerse al día en su cuerpo, pero de
alguna manera, ese pensamiento se abrió paso hacia ella
como el aliento que burbujea en la parte superior de una
piscina.

Concéntrate.

Pensar en el mundo real la habría forzado a regresar a él.


Pero pensar en abstracto, sobre los tipos de cosas que ella
podría haber pensado si ella fuera real…

¿Por qué? ¿Por qué iba yo a querer? ¿Por qué estamos


aquí?

—Biblioteca —le recordó Nix.

Era una de esas palabras. Las palabras reales. Los pesados.


Los que le hizo pensar acerca de las cosas en el otro lado del
velo. Libros. Y la gente. Y pidiendo una y otra vez para averiguar
dónde estaba la biblioteca más cercana.

No, yo no quiero perderlo. No quiero dejarlo ir. No puedo.

Pero ella podía y lo hizo, y cuando Nix se unió a ella un


momento después, reconoció un brillo en sus ojos como algo
similar a una risa.

—Lo has hecho a propósito.

—Si quieres permanecer desvanecida, no puedes pensar


en otra cosa —dijo—. Y si vas a utilizar ese supuesto internet, no
puedes hacerlo con las manos que pasan a través de objetos
sólidos.

Claire asintió, pero tenía que preguntar.

—¿No te quieres quedar allí? ¿Aunque solo sea un poco?

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Nix no perdió el golpe.

—Todo el tiempo.

En un segundo, ellos eran todopoderosos, inmateriales, y


demasiado buenos para el mundo real, y el siguiente, se trataba
de dos niños en la biblioteca después de horas. Claire miró por
la ventana hacia la calle de abajo. La gente se movía. Luces
estaban parpadeando.

—¿Internet? —Nix puso el acento en la última sílaba en


lugar de la primera, como si no fuera una palabra que estaba
acostumbrado a decir. Tratando de no pensar en la vida que
había vivido: habitación de ocho por ocho, sin ventanas,
entrenados para matar. Claire se sentó en frente de uno de los
ordenadores y probó sus dedos contra las teclas. Sólido, ella
podía escribir.

“Senador Evan Sykes”.

A los cinco minutos de comenzar la búsqueda, Claire


había añadido tres términos más a su lista de búsqueda.

“Iowa”. Estado natal del buen senador.

“Subcomisión del Congreso sobre la defensa nacional”. Su


más reciente nombramiento.

“Proposición 42”. Su salto a la fama.

Nix leyó sobre su hombro, apareciendo como una sombra.


Pero por una vez, a Claire no le pareció una distracción. Estaba
demasiado arraigada en la historia de Evan Sykes, que se volvía
cada vez más claro, cuanto más leía.

“Afortunadamente, de alguna manera, un asiento en el


Senado estatal a la edad de veinticinco años. Nunca había

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habido una baja. Él lo había intentado y había fracasado tres
veces para ir a Cámara de Representantes.”

Y luego, casi de un día, la suerte de que el senador había


cambiado.

“El joven senador anterior de Iowa, muerto de un ataque al


corazón”.

“El gobernador instó a nombrar un reemplazo”.

“Candidatos más probables difamados. Los escándalos”.

Y de repente, Evan Sykes era el chico de oro. Había


heredado un término casi lleno. Claire no veía ningún sentido de
sus patrones de voto, no podía ver nada inmoral en sus
proyectos favoritos. Él era soso. Sin interés.

Y en la Subcomisión del Congreso sobre la defensa


nacional, asesorando Seguridad Nacional.

“Exactamente donde alguien lo quería”.

—Estás yendo demasiado rápido.

Claire apenas oyó la queja de Nix. Si hubiera sido cualquier


otra persona, sus palabras habrían sido consumidas por un
vórtice de información de botando y rebotando en su cabeza.
Pero desde que era Nix, le oyó.

Apenas.

—¿Estoy qué?

—No. Puedo. Leer. Eso. Rápido. —Las palabras le cuestan,


suficiente como para que Claire se preguntara cómo había
aprendido a leer, viviendo en una habitación, rodeado de
gente que simplemente le ven como una arma.

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—¿Sabes qué? No importa. Solo sigue adelante. Haz lo que
sea. No importa.

Claire era lo suficientemente inteligente como para saber


que la única vez que alguien dijo algo que no importaba dos
veces fue cuando realmente, realmente importaba. Así que ella
se ralentizó. Dio un paso atrás. Y le dejó leer.

Despacio.

Cuidadosamente.

Y su mente no dejaba de ir a los treinta mil kilómetros por


hora: realizar las conexiones, extraer conclusiones, y volver a la
misma pregunta, una y otra vez.

—Él perdió las elecciones tres veces —dijo Nix lentamente,


cómo si diciéndolas rápido las haría menos ciertas—. ¿Él perdió
las elecciones tres veces?

La segunda vez, era una pregunta, y ella contestó.

—Sí. Y entonces él tuvo suerte. No podría haber diseñado


mejor las cosas si lo intentaba.

—Eso es porque él no lo diseñó.

Claire tomó las palabras de Nix como la confirmación de


que había llegado a la misma conclusión que ella. Sykes no
diseñó su nombramiento en el Senado. La Sociedad lo hizo.

—Sykes no hizo que esto sucediera. Yo lo hice.

Claire necesitó un momento para darse cuenta de lo que


Nix estaba diciendo, para buscar el nombre del joven senador
cuyo ataque al corazón le había dado acceso a un asiento en
el Senado para Sykes.

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Warren Wyler.

Número Tres.

Claire pensó en las carpetas, las imágenes. Nix encorvado,


su cuerpo tembloroso. Claire corrió tentativamente la mano por
su espalda, dejándola descansar en la nuca de su cuello.

No le dijo que se detuviera.

Ni siquiera estaba segura de que él lo sintiera.

—Pensé que Wyler era un Null. Ione dijo, los Sensors


dijeron…

Nix paró, y Claire no podía pensar en una sola cosa que


decir que no empeoraría las cosas. ¿Cuáles eran las
probabilidades de que dos Nulls habían ocupado el mismo
puesto en el Senado exactamente? No es tan buena como las
posibilidades de que La Sociedad hubiera puesto a Evan Sykes
en el Senado, y dos años más tarde, lo sacaron.

Alguien había desacreditado todos los oponentes de


Sykes. Alguien se había ocupado de que un asiento se hubiera
abierto en el Senado. Alguien tuvo el grupo de interés especial
que financió gran parte de la campaña de Sykes.

—Pero Sykes… era un Null. Sé que lo era. Yo lo vi. Yo lo vi,


con las chicas. Y yo lo oí. Vi las cintas, y cuando hablaba, había
que escuchar. Eso no es natural. Es… —Nix se interrumpió, y por
primera vez, Claire se preguntó cuántos años tenía.

En este momento el miró con el corazón roto y de doce.

—¿Por qué La Sociedad me haría matar a Wyler para


poner un Null en el Senado? No tiene ningún sentido.
Protegemos a los Normals de los Nulls. Eso es lo que hace La
Sociedad. Es lo que hago.

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—No lo sabías. —Claire se llevó la mano libre hasta su
hombro sano, corriendo hacia abajo y sobre su brazo mientras
ella mantenía la otra fría y firme en la parte posterior de su
cuello—. Está bien, Nix.

Eso debería haberse sentido como una mentira, pero no


fue así, porque cuando Claire lo necesitaba, podía hacerse
creer cualquier cosa. Podía hacerse creer que las cosas iban a
mejorar. Podía hacerse creer que si ella solo lo intentaba más
fuerte, la gente se daría cuenta. Podía creer que Nix iba a estar
bien, porque ella no le permitiría no estarlo.

—No me deberías tocar. —Sus palabras eran suaves,


tranquilas, derrotadas.

Ella movió cabeza para descansar contra su espalda.

—Sí, debo hacerlo.

No dijo nada en respuesta.

—Tú no lo sabías. —Lo intentó de nuevo.

Silencio.

—Ellos son los que hicieron esto. No tú.

—Yo soy el que puso el veneno en sus venas. Al igual que le


deslicé el veneno en las de Sykes. Al igual que cuando casi te
pongo una bala en el corazón. —Se estremeció, una vez más, y
luego se apartó de ella—. Aléjate de mí. Tienes que estar lejos
de mí, Claire.

—Deja de decirme lo que necesito.

—Voy a dejar de decirte lo que debes hacer cuando te


des cuenta de que la vida no es un cuento de hadas y para

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siempre. Condición dos, Claire. Yo digo cuando esto se ha
acabado. Tú corres y te escondes.

Ella no lo dejó terminar ese pensamiento.

—Esto no ha terminado todavía.

—Queríamos saber quién era corrupto. Creo que esta es


una muy buena evidencia para La Sociedad en su conjunto, o
al menos, todos los responsables.

—No se mata a gente basado en evidencia bastante


buena.

Nix resopló.

—Al parecer, lo hago. Yo maté a Wyler porque Ione me lo


dijo. Vi cómo eran mis dos primeros objetivos, vi lo que habían
hecho, y así, cuando me enviaron tras el número Tres, asumí que
era un monstruo, también. Ellos no me dijeron que su crimen
estaba en sus planes. Yo ni siquiera sabía que tenían planes. Yo
hice esto. Yo lo maté, y él no era un Null.

Claire cerró la mano en un puño y lo golpeó en el costado.

—El senador Wyler no fue tu culpa. Sykes no fue tu culpa. Ni


siquiera tuvo la oportunidad, Nix. Pero tú tienes la oportunidad
ahora, y si tú matas a la gente que está detrás de esto…

—Ione me dijo que te matara —dijo Nix simplemente—. Ella


trató de matarme. Ella me dio la orden de matar a Wyler. Ella
me dio la orden de matar a Sykes.

—¿No quieres saber por qué? —preguntó Claire, tratando


de ganar tiempo. No podía dejar que se fuera de la biblioteca,
no así.

—No necesito saber por qué.

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—La Sociedad puso a Evan Sykes en el Senado. ¿No
quieres saber lo que estaba haciendo allí?

—No.

Claire sacudió su mente en busca de una pregunta que


despertara su interés. Reteniéndolo aquí. Manteniéndolo antes
de que se fuera. Haciendo que se muriera. Matar a alguien más.

—¿No quieres saber... ?

Abrió la boca para interrumpirla, pero ella dijo las palabras


mágicas, justo a tiempo.

—¿No quieres saber por qué Sykes perdió sus tres primeras
elecciones?

Las palabras tomaron un momento para registrarse. Nix ya


estaba negando interés cuando ellos se hundieron. Cuando se
dio cuenta de las implicaciones.

Cuando el argumento espesó.

Claire dio un paso hacia él. Él dio un paso atrás. Ella puso
su as en la mesa.

—Tú has preguntado por qué La Sociedad pondría un Null


en el Senado. La verdadera pregunta es, si Sykes fuera un Null, si
tenía el tipo de energía que le hacía extrañamente bueno en la
manipulación de otras personas, ¿por qué no podía llegar él
mismo?

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Capítulo 16
Traducido por *Celemg*

Corregido por Cacahuete

Nix trató de concentrarse en la pregunta de Claire. En Evan


Sykes. Pero su cerebro se fue a algún otro lugar.

Está parado en el rincón de la habitación de su objetivo,


con una jeringuilla vacía en su mano. Se suponía que iba a irse
tan pronto como hiciera la inyección, pero no lo hizo. Se quedó.
Ahora observaba desde la penumbra. Esperando. Anticipando.

El nombre de su objetivo es Warren Wyler. Mirándolo,


nunca habrías sabido que él era un Null. Mientras Nix observaba,
Wyler llamó a su mujer por teléfono. Le dijo que la amaba. Nix se
preguntaba ¿qué mantendría éste Null oculto en su sótano?
¿Cuántas personas habría matado? ¿Qué hace cuando no está
solo cambiando canales de televisión en su residencia en D.C.?

Finalmente, sin previo aviso, Wyler jadeó. Colapsó. Su


cabeza cayó de lado. Sus dedos retorcidos. Sus ojos rodaron
hacia atrás en su cabeza. Un enfermizo olor rancio llenó la
habitación. Desde las Sombras, Nix observaba. Vio detenerse la
respiración del hombre, observó sus dedos dejar de crisparse,
observó y sonrió.

Lo peor sobre la memoria no era el hecho de que pudieran


reconocer a Nix, al contrario, que Wyler, al igual que Claire, no
había sido un Null. La peor parte era el hecho de que se había

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quedado observando. Había matado a un hombre inocente y
sonrió.

Wyler no era un Null. Era solo un político.

Es probable que los Normals no pudieran notar la


diferencia, pero los Sensors podían. Y eso quería decir que ellos
lo habían enviado después de saber que Wyler no era un Null.
Por lo que Sykes podía heredar su lugar en el Senado.

—Sykes era un Null. Podía prácticamente olerlo en él. —Nix


hizo una pausa. ¿Por qué La Sociedad querría a un Null en el
Senado? Y peor aún, ¿por qué necesitarían la ayuda de un
Null?

Los Nulls eran carismáticos, magnéticos, fáciles de


encantar y difíciles de olvidar. Eran muy buenos en conseguir lo
que querían.

—Quizás él era un Null —dijo Claire suavemente—, pero no


era muy bueno en eso.

Nix se recordó a sí mismo que ella era nueva en esto.


Veinticuatro horas antes, ella no sabía nada de los Nobodies o
los Nulls.

—Ser un Null no es el tipo de cosa que tienes que practicar,


Claire. Las personas se preocupan por ti. Ellos son los títeres. Tú, el
titiritero.

—Me estás enseñando cómo ser un buen Nobody. Si


desvanecerse toma práctica y concentración, ¿por qué no ser
un Null?

Nix no quería pensar acerca de los Nulls. No podía pensar


en nada más que en el Senador Wyler cayendo muerto en su
cama.

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—¿Qué con eso? —preguntó secamente—. ¿La Sociedad
aprende de Evan Sykes cómo usar sus poderes?, ¿por qué
querrían algo como eso?

Los ojos de Claire revolotearon de nuevo hacia la pantalla


de la computadora.

—No lo sé, pero supongo que debe tener algo que ver con
la Propuesta 42.

¿Propuesta 42? Nix no quería preguntarle qué era eso. Ella


leyó acerca de eso, obviamente, y si él no hubiera sido tan
lento, probablemente también lo habría hecho.

Si hubiera comprendido más rápido, no hubiera tenido que


conocer a Claire para darse cuenta de que algo andaba mal
dentro de las paredes del instituto. Había muchas cosas que él
no sabía sobre La Sociedad. Demasiadas cosas que no se
habían molestado en enseñarle. Demasiadas cosas que él no
había preguntado.

Observó al Senador Wyler detener su respiración, observó


sus dedos dejando de retorcerse, observó…

—¿Sabes qué? Voy a conseguirlo, Claire. No necesito tu


ayuda. No te necesito. Lo que necesito es que salgas de mi
camino y me dejes leer toda esta basura que pusiste en el
ordenador.

Ella se alejó de él y tropezó hacia atrás, dando la buena


impresión de que alguien le puso un cuchillo en la barriga.

Claire preguntaba y preguntaba, esperando respuestas,


tratando de no darle importancia a la gente caminando en su
dirección.

No tenía intención de hacerla ver de esa forma.

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—Lo siento. —No era una palabra que él hubiera dicho
antes. Nunca. Pero Claire la había dicho las veces suficientes, y
Nix sabía, que de una forma abstracta, eso se suponía que haría
mejorar las cosas.

Aunque, no lo hizo.

—No lo hagas.

—Bien.

—Bien. —Ella envolvió los brazos alrededor de su cintura,


cuidando sus cicatrices—. Puedes usar el ratón para hacer clic
de una ventana a la otra. Si quieres saber más acerca de la
Propuesta 42, escribe esas palabras en esa pequeña caseta ahí.
—Ella asintió con su cabeza, pero desde que él no pudo mover
los ojos al encuentro de los de ella, no la seguía.

—Solo iré a… libros.

Y luego ella se fue, desapareciendo en unas pilas cercanas


como un conejo metiéndose en su agujero, él se quedó con un
ordenador que no sabía cómo usar, palabras que apenas podía
leer, y conocimiento de que no era solo un asesino.

La mayoría del tiempo, él era bastante mediocre para las


otras personas, también.

***

Situación; ¿qué si has sido criado desde la cuna para ser


un asesino? ¿Qué si las personas que te han entrenado han
lavado tu cerebro haciendo que creas que todos los que matas
merecen morir?

¿Qué si descubres que ellos mienten?

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185
Claire sabía, lógicamente, que ese tipo de cosas
arruinarían la cabeza de una persona.

Ellos le dijeron que estaba matando monstruos, y habían


hecho que asesinara personas. Él pensó que no era justo que yo
fuera diferente, y no iba a terminar con matarme. Creyó que
había una oportunidad, que no era demasiado tarde. Que
todos los que había matado realmente habían sido peligrosos
Nulls. Que realmente era un héroe, trabajando en las sombras
para hacer de este mundo un lugar mejor para las personas que
ni siquiera lo habían visto. Que no era solo un muchacho sin
importancia criado como un animal y sacado de la jaula solo
cuando La Sociedad quería a alguien muerto.

Quería creer eso, y simplemente descubrir que estaba


equivocado.

Claire podía ver eso desde la perspectiva de Nix. Su


corazón se quebraba por él, pero no importaba cuán profundo
se imaginara en su lugar, no importaba cuán racionalmente
comprensible fuera su imaginación hacia su tormentosa justicia,
ella no podía sacudir su pequeña voz de su propio cerebro.

Él no me quiere. Me dijo que me alejara.

Claire se odiaba por pensar así, como si todo fuera acerca


de ella. Como el hecho de que ella se sintiera desagradable y
pequeña y como él la había echado aunque sostuviera la
minúscula vela para que él la atraviese. Sabía racionalmente
que él se había endurecido a los golpes, que parecía necesitar
algo de tiempo para sí mismo.

Simplemente quería que la necesitara.

Y eso era estúpido, egoísta y estúpidamente idealista. Casi


tan malo como el hecho de que parte de ella se sintió aliviada

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186
cuando lo vio romperse y detectó la falla de su mente corriendo
directamente, con cada revelación, al cambio.

Porque eso significaba que Nix no era un monstruo.

Él estaba asustado. Y perdido. Y solo. Y se odiaba a sí


mismo.

Sin quererlo, Claire se dirigió directamente a la sección


para niños de la librería. El edificio estaba oscuro. Apenas podía
ver sin la luz de la pantalla de computadora, y evitó chocar las
cosas, pero en la sección de niños había una vibra sobre ellos, y
ella lo halló antes de que la primera lágrima saltara fuera de su
ojo a su mejilla.

Luego se volvió una fanática.

Comenzó con Up a Road Slowly15. Luego The Westing


Game16. Number the Stars17. Rilla of Ingleside18 y Rainbow
Valley19. Recogió Shiloh20, luego lo puso de nuevo, porque no
podía tener un libro sobre un perro muerto ahora. Y Black Beauty
21y Beauty22, tampoco podía leer ese.

Debía tener bajo tierra esos libros.

Debía haber estado en la sección de adultos. O al menos


en la de adolescentes.

Pero no.

15 Up a Road Slowly: novela de Irene Hunt.


16 The Westing Game: novela de Ellen Raskin.
17 Number the Stars: novela de Lois Lowry.
18 Rilla of Ingleside: es el octavo libro de la serie Anne of Green Gables, de Lucy Maud

Montgomery.
19 Rainbow Valley: es el octavo libro de la serie Anne of Green Gables, de Lucy Maud

Montgomery.
20 Shiloh: novela de Phyllis Reynolds Naylor.
21 Black Beauty: (Belleza Negra/Azabache) novela de Anna Sewell.
22 Beauty: novela de Raphael Selbourne.

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Little woman23. The Secret Garden24. Y oh, The Little Prince25.

Sintiéndose como si realmente tuviera siete u ocho años,


Claire se sentó en el suelo, libros a su alrededor, abrió el último
que recogió. Incluso aunque estaba oscuro, e incluso aunque
sus ojos no podían ver las palabras, ella las conocía.

Conocía la historia del pequeño príncipe tan bien como a


ella misma.

Cerró sus ojos. Inclinó su cabeza hacia adelante contra el


libro. Y lloró.

***

La Propuesta 42 era locuaz y extensa y Nix estaba seguro


de que Claire habría sido capaz de encontrar una explicación
corta. Con el ratón. Y la caseta que le había dicho que
escribiera dentro. Y Google, como enviando escalofríos a su
columna.

Estoy fuera de mi elemento. No soy bueno para esto.

Por supuesto, pensando en qué lo llevaba a pensar en las


cosas para las que era bueno. Su perfecta puntería. Su
habilidad para moverse rápido y tranquilo. Para seguir
directivas. Para hacer lo que sea que tuviera que estar hecho,
sin importar el costo.

Asesino.

La ironía real era que había odiado a Claire cuando pensó


que ella era una Null, porque había asumido que ella no tendría
conciencia. Que mataba otra gente igual que ellos sin importar.

23 Little Woman: (Mujercitas) novela de Louisa May Alcott.


24 The Secret Garden: (El Jardín Secreto) novela de Frances Hodgson Burnett.
25 The Little Prince: (El Principito) novela de Antoine de Saint-Exupéry.

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Y a lo largo, él era el monstruo, no más que un sucio, podrido
Null. Peor quizás, porque había nacido sin empatía.

Había aprendido a no sentir eso por las personas que La


Sociedad decía que tenían que morir.

—La Propuesta 42. —Nix se esforzó, tratando de enfocarse.


Había querido dejar de mezclar las cartas juntas. Tanteó las
palabras. Lentamente, dolorosamente, hizo su camino a través
de vastos montones de información en la pantalla. Trató de
darle sentido.

Y todo el tiempo, todo lo que pudo pensar fue acerca de


la mirada en la cara de Claire. Ella sabía que él había matado a
Wyler. Lo había contenido. Diciéndole que no era su culpa.
Mirándolo como si fueran lo mismo, como si ella estuviera
tratando de pensar la forma de alejar un poco su dolor y sentir
por sí misma.

Y él la había alejado. No por su propio bien. No por


protegerla. Porque no podía sentirse malo y también, estúpido.

La Propuesta 42. Nix se concentraba, poco a poco, leía.


Una hora más tarde, tenía respuestas. Preguntas, también.

—“La Propuesta 42 determina la protección del hombre


común desde el Acto Patriota. —Nix resumió lo que podía leer,
esperando que tuviera más sentido en voz alta—. Esto designa
al subcomité congresal a la supervisión de la variedad de
sombrías organizaciones que, si no, serían solo reportadas a los
superiores dentro del FBI y la CIA. Sykes, sin ser sorprendente, se
postuló a sí mismo para encabezar el comité, y si él no hubiera
presionado a retrasar la votación de la propuesta, es probable
que tuviera que aprobarse.”

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Después de que Sykes muriera, la Propuesta 42 ni siquiera
había estado fuera del comité. Nix tomó como que eso quería
decir que La Sociedad debía realmente querer a Sykes muerto,
porque ellos habían hecho sacrificios con la voluntad de ver
esto hecho. Nix tal vez había sido un ignorante. Tal vez había
sido culpable y estúpido y lento, pero incluso él pudo ver que la
Propuesta 42 no había sido nunca acerca de la protección del
hombre común.

Había sido acerca de proteger a La Sociedad.

Con su senador mascota posicionado en la cima de la


supervisión del subcomité, La Sociedad había estado en el lugar
perfecto para arruinar cualquier investigación potencial sobre
sus actividades. ¿Quizás los superiores tenían un gran plan
gubernamental fundándose para su investigación?
¿Dominación mundial? ¿Quién sabe?

Nix nunca había pensado en ello —el hecho de que La


Sociedad podría tener que trabajar para permanecer en
secreto, el hecho de que la gente que tenía el control podría
tener algo más que esconder que matar Nulls.

Una semana antes, Nix hubiera jurado que conocía cada


pulgada del instituto, cada propósito para el que La Sociedad
trabajaba, cada tragedia que esperaban evitar.

Pero ahora Nix tenía que admitir que había perdido cosas.
Que Ione y sus pequeños soldados habían conseguido
mantener sus secretos, incluso cuando no habían sabido que él
estaba parado en las sombras, escuchándolos hablar.

—¿Descubriste lo que necesitabas saber? —La voz de


Claire era tentativa y ronca. Nix quería ir a ella. Quería decirle
que nunca había querido sacar nada de esto de ella. Quería
disculparse de nuevo, pero sabía que no ayudaría.

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—Encontré lo que necesitaba saber. Tú lo hubieras
encontrado más rápido. —Las palabras eran una admisión de
que ella no era solo más bonita de lo que él era, o más moral, o
correcta. Ella era más inteligente, también.

—¿Listo para irnos? —Ella no reconoció sus palabras. Él no


esperaba que ella lo hiciera, pero la hinchazón alrededor de sus
ojos le dijo que no eran suficientes.

Necesitaba hacer las paces con ella. Incluso si había cosas


que él hubiera hecho y que nunca podrían ser compensadas.
Eso significaba que tenía que compensar más las pequeñas
cosas.

Así que le contó todo lo que había aprendido acerca de


la Proposición 42. Acerca del hecho de que cuando él había
muerto, Skyes había estado en el proceso de estancar el voto —
lo cual aún no explicaba por qué La Sociedad lo quería muerto,
sin ser que el hecho de que él no estaba terminando el trabajo
lo suficientemente rápido.

Nix miró a Claire tomar la información, esperó una chispa


de interés, y fue recompensada cuando parpadeó a la vida en
los pliegues de su cara. Y luego sus ojos se bajaron, y notó la
pequeña montaña de libros que sostenía en sus brazos.

Ella siguió su mirada, mordió su labio inferior, y se encogió


de hombros.

—Es una biblioteca —se detuvo—. Libros.

Él se adelantó para alivianar un poco su carga, pero ella


solo abrazó más fuerte su bulto.

—Lo tengo —dijo.

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—Puede que no estés lista para llevar objetos contigo a las
sombras —dijo.

—Llevo mi ropa conmigo.

Ese era un punto que nunca había considerado. Nos


desvanecemos cuando dejamos de ser alguien y abrazamos el
ser nada. Puedes tomar un objeto físico, como una camisa, o
una pistola. O una aguja. O cuchillos, contigo, si consideras ese
objeto una extensión de ti misma. Es más fácil con ropa.

Esperó para ver si ella dejaba los libros, pero no lo hizo.

—Puedo imaginar que estos libros son parte de mi cuerpo.


Puedo imaginar nada. Soy buena en eso.

Nix escuchó las cosas que ella no estaba diciendo, acerca


de cómo había conseguido ser tan buena en jugar juegos en su
mente, pretender que el mundo era de la manera en que ella
quería que fuera en lugar de la manera en que era.

—Deberíamos irnos —dijo él, deseando que ella le dejara


ayudarla, sabiendo que no lo haría—. Amanecerá pronto.

Y si La Sociedad te quería muerta antes, agregó él


silenciosamente, apuesto a que ambos estamos bastante alto
en su lista de objetivos ahora.

—Bien. Vámonos.

Claire cerró sus ojos. Nix escuchó mientras su respiración


bajaba de velocidad. Y luego la siguió —y a sus catorce libros
robados de la biblioteca— hacia lo oculto.

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Capítulo 17
Traducido por Kirara7 y QueenDelC

Corregido por Helen1

Desvanecida, Claire voló. No pensó, no miró ni una vez por


encima de su hombro. Simplemente se dejó ir y voló, por donde
había venido. Por las calles. Más allá del cementerio. Sobre el
bosque, sobre los campos.

Soy el silencio, soy el poder, soy más.

Todo lo que ella quería hacer era ir a casa y dormir.

Claire apagó ese pensamiento, negándose a darle un


significado y se aferró a su desvanecimiento.

QUIERO IR…

Llegó a la cabaña justo a tiempo, y se rindió ante la


avalancha de palabras no dichas en su cabeza, dejando el
pensamiento succionar su cuerpo de regreso al mundo físico.
Los libros en sus brazos, sin peso un momento antes, de repente
se pusieron pesados y Claire casi se cae de lado cuando el
peso le hizo perder el equilibrio.

No fue sino hasta que recobró su equilibrio y cruzó el


umbral de la cabaña que se dio cuenta: incluso si su mente
había estado pensando en casa, su cuerpo había estado
pensando aquí, en la cabaña, en el bosque.

Ella había vivido toda su vida en la misma casa y después


de dos días esta cabaña aislada y rodeada de bosques se

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sentía como su hogar. Si Claire se hubiera permitido pensar en
eso probablemente habría sido deprimente, así que no lo hizo;
en su lugar, cogió los libros y se dirigió a la parte más alejada de
la cabaña. Los alineó justo bajo la ventana, intentó que
estuvieran rectos, pero falló, así que los puso uno encima del
otro.

No era lo mismo que tener un estante, pero era mucho


mejor que dejar que se llenaran de polvo en el piso. Sin querer
volverse y enfrentarse a Nix, ella recorrió con sus dedos el lomo
de los libros.

Antes, esa semana, ella había hecho exactamente lo


mismo con otros libros excepto que en ese momento ella no
había sabido qué era, qué significaba o por qué no parecía ser
lo suficientemente buena para nadie. Y ahora lo sabía.

Para lo mucho que me sirve.

Esta era la razón por la cual necesitaba ir a dormir, ella no


le hacía bien a nadie de esta forma. Nix la necesitaba, él era
probablemente la única persona en todo el mundo que la
necesitaba, y ella no podía evitar la punzada por haberlo
alejado.

O tal vez no podía sacudirse la terrible sensación de


impotencia que tenía cada vez que lo miraba.

Quiero hacer esto mejor para él, y no me deja. Quiero


ayudarlo y no quiere.

Ella quería besarlo, estar con él, tomar algo de su dolor y


ponerlo en su cuerpo. Pero algunas veces el dolor es demasiado
grande y al lado de Nix ella no era nada.

Pensaré en eso, iré a la cama, despertaré y todo estará


bien.

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Mañana ella sabría qué hacer, tendría un plan, idearía una
forma para convencerlo…

¿Convencerlo de qué? ¿Que no importa que La Sociedad


le hiciera matar gente inocente?

Por supuesto que importaba ¿cómo podría algo así no


importar? ¿Cómo alguien podría hacer que estuviera bien?

E incluso si alguien pudiera, de manera abstracta, ¿cómo


lo haría Claire?

—Me voy a dormir. —Ella se forzó a volverse y encontrarse


con sus ojos—. Mañana pensaremos en un plan.

—¿Un plan?

Ella asintió, y sostuvo su mirada. Tú me dejarás ser fuerte


para ti. Intentó una persuasión psíquica pero ni siquiera logró
convencerse a sí misma.

Cama.

Ella necesitaba ir a la cama, pero primero tenía que decir


algo.

—La Sociedad quería que la proposición 42 pasara, Sykes


intentaba retrasar la votación pero después de haberlo matado
la ley cayó, así que es lógico pensar que ellos no lo mataron
para hacer que la ley pasara.

—Ellos lo mataron porque fue en contra de las órdenes. —


La certeza en la voz de Nix era escalofriante y absoluta.

—¿Ellos hicieron eso?

Nix no respondió, no tenía por qué hacerlo.

—Tal vez es por eso que querían que me mates.

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—¿Para probar mi lealtad? —escupió la última palabra.

—Estaba pensando más en que yo no podría aceptar las


órdenes que te dan.

Parecía que Nix pensaba que esto era su culpa y ella que
era suya. Claire imaginaba que eso está en la vida de un
Nobody. Apenas notó el temblor en las manos de Nix hasta que
fue muy tarde.

Él estaba enfadado por haber matado a personas, y ella le


restregó en el rostro que cuando él le había dicho que matara
ella le dijo que no.

Ve a la cama, te sentirás mejor mañana, lo harás mejor


mañana.

—Me voy a la cama. —La voz de Claire era tan suave que
ella apenas podía oírla, pero Nix no tenía problemas para
escuchar sus palabras.

—Lo siento.

Él aún seguía disculpándose, por alejarla, por hacerla llorar.

—Está bien —dijo Claire dispuesta a creerlo y obligándose


a creerlo—. Tú… pasaron muchas cosas hoy, no quisiste decirlo,
o tal vez lo hiciste. Está bien, yo estaré…

Juro por Dios, si lo dices una vez más.

—…Bien.

Él asintió, pero Claire vio la indecisión vacilar en su rostro,


como si pensara en decir algo más.

—Puedes tener el sofá —ofreció, la mirada que él le dio fue


nada más que de incredulidad, con un poco de disgusto.

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—O yo podría tomar el sofá —corrigió lo dicho
anteriormente. Él asintió.

La última vez que ellos durmieron cerca el uno del otro fue
en el bosque, en una cama de pasto, sus extremidades tan
enredadas que no podía decir dónde terminaba su cuerpo y
dónde empezaba el de él.

—Buenas noches, Claire.

Ella suspiró, e intentó sonreír para él

—Buenas noches, Nix.

***

Nix no podía dormir. Ellos habían regresado tarde a la


cabaña, era casi el amanecer y aun así él no podía dormir.

No podía cerrar sus ojos sin ver imágenes de lo que había


hecho, cada vida que había tomado, cada jeringa que había
vaciado, cada hoyo que puso en el pecho de un extraño.

Once, desde el psicópata en el baño hasta Sykes. Habían


sido once.

E intercalada con esas imágenes estaba una de Claire.


Sonriendo en su sueño, riendo. Llorando por las cosas que le dijo.

La hice llorar.

En su mente, ese pecado sangró sobre todos los demás.


Ella durmió, y él permaneció alerta. De la misma forma en que lo
había hecho cuando pensó que ella era una Null.

Claire está hecha un ovillo. Claire se está volteando hacia


un lado. Claire está respirando por la boca.

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Ella estaba triste. Él la había puesto triste. Y quizás era más
sencillo pensar en eso que en la otra cosa. La cosa que casi le
había hecho.

La cosa que les había hecho a otros.

Wyler.

Nix se levantó. Se tenía que mover, alejarse, pero no podía


dejar a Claire. Tenía que vigilarla. Tenía que mantenerla a salvo,
porque ella tenía razón. La Sociedad probablemente no había
puesto su vida en juego como parte de alguna prueba
elaborada para probar su lealtad. Si nunca lo hubieran enviado
tras ella, nunca habría cuestionado que cada nombre que
pasaban debajo de su puerta pertenecía a alguien que
merecía morir.

Al darle su nombre, habían tomado un riesgo. ¿Por qué?

Quizás no estaban mintiendo cuando la designaron


Código Omega. Quizás creen que de verdad ella es peligrosa.

Nix sonrió irónicamente, y el movimiento lo lastimó, como si


sus labios se fueran a partir en su rostro. Claire era peligrosa,
porque lo hacía querer cosas que no se supone que quisiera.

Porque después de menos de veinticuatro horas de


práctica, podía desvanecerse a placer y llevarse un montón de
objetos con ella.

Porque cuando ambos se tocaban en las Sombras, el


tiempo se detenía, literalmente.

Porque ella nunca le creyó sobre los Nulls. Porque incluso si


alguien fuera un Null, incluso si fueran la peor clase de monstruo,
Claire nunca los querría muertos. No podría matarlos sin

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pruebas. Habría hecho preguntas, y era buena haciendo las
correctas.

Claire era poderosa. Claire era inteligente. Era hermosa y,


para La Sociedad, era una amenaza.

Solo quieren a los que no hacen preguntas. A los que


matarán y matarán y matarán y se sentirán bien por eso.

Nix no podía obligarse a olvidar la excitación. La


adrenalina. El orgullo y las náuseas y la sensación fiera,
indescriptible y divina de ver una vida parpadear y desaparecer
en la nada.

Me gustaba.

Lo odiaba y me gustaba y lo hice. Lo hice.

Nix miró sus objetivos fantasmas como si estuvieran de pie


frente a él. Wyler y Sykes y quién sabe cuántos más. Y luego
estaban los cuerpos, aquellos que había encontrado cuando
entró a algunas de sus casas marcadas. Sus víctimas marcadas,
aún vivas y gritando por ayuda desde el sótano.

Y, Dios, no podía arrepentirse de matar a las personas que


los habían puesto allí.

Si solo me hubieran enviado tras Nulls, estaría bien.

Pero no lo habían hecho. Él no estaba bien. Y no podía


dejar de ver el rostro de Claire en todas partes, aunque la
verdadera Claire estaba a solo unos metros de distancia.
Aunque pudiera estirarse y tocarla si quisiera.

Tengo que hacer algo. Tengo que hacerlo.

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Ya que no podía regresar a la vida a un cuerpo en
descomposición, Nix se concentró en las cosas que podían ser
arregladas.

Herí los sentimientos de Claire. La puse triste.

No podía permitirse tocarla. No podía sostenerla. No podía


limpiar sus lágrimas. Pero podía hacer algo para hacerla sonreír,
para mostrarle que el perdón no era solo una palabra.

Nix caminó lentamente hacia el lado más lejano de la


cabaña. Hacia los libros que ella había acomodado en el suelo.
Los que había tratado de alinear y terminó apilando.

No era mucho.

No era suficiente.

Pero lo haría por ella.

***

Claire se despertó ante el sonido de una maldición en voz


baja. Rodando sobre un costado, echó un vistazo por debajo
de la sábana y vio a Nix… hablando vehementemente con un
pedazo de leña. Tenía un cuchillo en una mano y estaba
clavándolo en la madera, raspándolo, esculpiendo… ¿qué?

Claire no tenía ni idea de lo que hacía. Tan


silenciosamente como pudo, se levantó sobre un brazo, para
ver mejor. Esta vez vio más madera; él debió haberla
conseguido de la pila de afuera.

La pila debajo del porche, donde ella había escondido sus


armas dos días atrás. La garganta de Claire se cerró. Su corazón
saltó.

Supongo que encontró las armas.

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Eso explicaba de dónde había sacado Nix el cuchillo, pero
no explicaba lo que estaba haciendo. Había esculpido un cubo
en uno de los extremos de la tabla, un brote grueso que salía de
un extremo. Una segunda tabla idéntica estaba a su izquierda, y
Nix le puso atención a una tercera, hundiendo su cuchillo,
esculpiendo un agujero en forma de cuadrado.

Los latidos de Claire aminoraron, y la descarga de


adrenalina que sintió cuando vio el cuchillo en la mano de Nix
comenzó a desaparecer. No estaba cazando algo. No estaba
lastimando algo. Estaba construyendo… algo. Ella no estaba
segura de qué.

Con cuidado de no llamar la atención, se recostó,


poniendo su cabeza sobre sus brazos. Él se molestaría si supiera
que la había despertado, y aunque ella no sabía la hora, sus
días y noches se habían volteado de cabeza, Claire tenía la
sensación de que lo que sea que estuviera haciendo, Nix
esperaba terminarlo antes de que ella se levantara.

No se supone que esté observándolo.

Aunque parecía bien que lo hiciera. Como si hacerlo fuera


justo, porque él siempre la estaba viendo. Y en los pequeños
movimientos —el giro de un cuchillo, las posiciones de las tablas,
la forma en que él las acomodó, deslizando los tablones en los
agujeros— Claire vio un precioso y calmante ritmo. Como si esto
fuera lo más cerca que Nix podría moverse fuera de las
Sombras.

El tiempo pasó. Nix siguió trabajando. Claire siguió mirando.


Y luego él terminó. Dio un paso hacia atrás y Claire vio la
estantería. Una estantería chueca, floja y hecha de tablas de
árbol estaba en el suelo, su propósito no fue claro hasta que Nix

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201
se acuclilló a su lado y, uno por uno, movió los libros que ella
había robado de la librería y los puso en su lugar.

Un librero.

Él no había dormido toda la noche, todo el día. En su lugar,


se había mantenido despierto, y con un cuchillo para cazar y
madera vieja le había construido un librero.

Al tiempo que él puso en su lugar el último libro con


cuidado, Claire se sentó sobre sus rodillas, la sábana hecha bola
en su puño.

Me construyó un librero.

Se olvidó de respirar. Así que para cuando él se dio la


vuelta, además de estar congelada en su lugar, aún estaba un
poco mareada.

—Se supone que estuvieras dormida —dijo él, poniendo las


manos en sus bolsillos, desviando su mirada.

Claire finalmente recordó cómo inhalar.

—Me construiste un librero —dijo ella, porque esas eran las


únicas palabras, la suma total de palabras que tenía.

—Te gustan los libros —dijo Nix, aún sin mirarla


directamente—. No deberían de quedarse en el piso.

—Me construiste un librero.

—No es uno muy bueno.

—Pero me construiste un librero, ¿y a qué te refieres con


que no es uno muy bueno? —Claire se sintió como si alguien
hubiera insultado a su primogénito—. Es perfecto.

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202
Estaba torcido, y la madera era tosca, y los libros no
quedaban tan arriba del piso de lo que habían estado antes, y
era perfecto.

—No quería hacerte llorar. En la librería. —Encontró sus ojos


con los de ella, lentamente, como si se estuviera reservando el
derecho de cambiar bruscamente la mirada.

—Me encanta.

—¿El llanto? —preguntó Nix, frunciendo el ceño.

—No. El librero.

Sabe que me gustan los libros. Me vio tratando de


acomodarlos. Quería hacerme feliz. Así que me construyó un
librero.

Ahora recordar cómo respirar no era un reto tanto como


forzar lo apretado de su pecho a que la dejara hacerlo.

Dentro.

Y fuera.

Dentro.

Y fuera.

—Gracias, Nix. Nunca nadie me había hecho algo antes.


—Debió haberse quedado con “me construiste un librero”,
porque ninguna otra frase parecía hacerle justicia.

—De nada, Claire.

Había algo en la forma en que espació las palabras que le


dijo que él se debatía entre decir o no su nombre.

Entre si merecía o no decirlo.

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Hermoso chico roto. Me construyó un librero. Apenas
puede decir mi nombre.

—Te ves cansado —dijo ella—. No dormiste nada.

No era una pregunta, y él se encogió de hombros en


respuesta.

—Necesitas dormir. —Claire no podía apartar sus


fantasmas. No podía cambiar su pasado. No podía hacer que
ninguna de las cosas que había esperado, mágicamente
vinieran después de una noche de sueño. Pero podía cuidarlo.

Hacer que durmiera.

Hacer que algo pequeño contara como algo grande.

Ella se deslizó sobre el sofá y le hizo una seña para que se le


uniera. Él dio un paso hacia atrás, y por primera vez ella no, ni
subconscientemente, lo tomo como un insulto. En su lugar, ella
se salió del sofá, para que él se sentara sin preocuparse por
tocarla.

—Ya dormí. Tu turno.

Después de tres segundos, o cuatro, él accedió. Caminó


hacia el sofá. Se sentó.

—No duermo —dijo, hablando tanto para él como para


ella—. Ya no.

Claire se preguntó qué, o a quién, veía él cuando cerraba


sus ojos.

—No tienes que cerrar los ojos. Solo recuéstate.

Nix hizo lo que le pidió, y Claire, aun sintiéndose como si


hubiera una mina en su estómago, como si pudiera explotar con

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el librero en cualquier momento, caminó hacia su regalo. Se
acuclilló a su lado. Levantó un libro del librero. Y luego se sentó
al otro lado de la habitación de donde estaba Nix, una
montaña de espacio entre ellos, y leyó. Sobre el pequeño
príncipe y una rosa con espinas y un zorro salvaje que explicaba
al principito lo que significaba ser amaestrado. Ella siguió
leyendo, las palabras familiares eran lo más cercano a lo que se
podía imaginar que era una canción de cuna.

Los ojos de Nix se abrieron completamente cuando se dio


cuenta de lo que ella estaba haciendo, y escuchó con
admiración, como si nadie le hubiera leído antes una historia,
como ella supuso, nadie lo había hecho. Y lentamente, el
cuerpo de Nix se relajó. Sus ojos se cerraron.

Y se quedó dormido.

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Capítulo 18
Traducido por Caro_02 y SOS por QueenDelC, Gabbii Rellez y kensha

Corregido por Helen1

Pisos blancos. Habitación blanca. Cama blanca.

Nix despertó calmado por primera vez en su vida, y no


estaba seguro del porqué hasta que se dio cuenta de que no
estaba en su cuarto en el instituto. La cama bajo él era suave,
colorida y técnicamente un futón. Sentada en el piso a su lado
había una chica, hecha un ovillo como un gato, leyendo un
libro.

Claire. La voz de Claire. El Principito.

Ella le había leído. El saberlo fue dulce, tan dulce que Nix
no podía reprenderse por haberla dejado.

Ella le había leído.

Él había escuchado.

Él se había quedado dormido. Sin sueños. Sin miedo. Sin


despertar bajo el agua. Solo… nada. Una clase diferente de
nada al de la Sombra, tranquilo en su euforia.

—Estás despierto —dijo las palabras tímidamente Claire,


bajando la cabeza. Nix asintió. Sus ojos fueron hacia el librero
que le había construido. Ella sonrió.

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206
Era gracioso. Él siempre pensó que lo mejor sobre ser un
Normal sería hablar con otras personas, que le hablaran
también. Pero no hablar, también tenía su encanto.

Más que eso, quizás, porque no tienes que encontrar las


palabras. Sin hacer un sonido, Claire dobló la esquina de la
página que estaba leyendo, cerró el libro, y lo regresó a su
lugar, justo al lado del que le había leído la noche anterior.
Luego fue a la cocina y cuando regresó, le ofreció una
humeante taza.

Café.

La tomó, sus dedos rozándose cuando pasó de las manos


de ella a las de él. Luego regresó a la cocina y se sirvió otra
taza.

Él bebió.

Ella bebió.

No fue hasta que el oscuro líquido en sus tazas estaba


debajo de la mitad que ella habló:

—No tengo un plan.

Eso fue exactamente lo opuesto a lo que él esperaba que


dijera. Después de la noche previa, la habría seguido hasta el
borde de un barranco si se lo hubiera pedido.

—Pero sí tengo un lugar.

—¿Un lugar? —preguntó Nix, su voz, como el café, tibia en


su garganta.

Ella asintió.

—¿Qué clase de lugar?

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—La casa de Sykes. —Ella esperó, y él se dio cuenta que
estaba esperando a que dijera que no. No lo hizo y, finalmente,
ella continuó—: Su casa. O quizás su oficina. Todo lo que La
Sociedad ha hecho tiene sentido, pero matarlo no.

Nix entrecerró sus ojos, pero ella no le dio la oportunidad


de interrumpirla.

—Todo lo que La Sociedad hizo, no es bueno y no es moral


y me gustaría acabar con ellos, uno por uno, pero su motivación
tiene sentido. Si La Sociedad quiere algo y hay alguien
estorbando en su camino, se encargan del problema. ¿Pero por
qué matarían a su propio implante en el Senado? Incluso si
estuviera siendo difícil, incluso si estuviera pensando dos veces
las cosas…

Nix ahora estaba atascado en el hecho de que Claire


había dicho que quería “acabar” con La Sociedad. Y sonaba
como si lo dijera de verdad.

—Si Sykes solo estaba posponiendo la votación de la


Propuesta 42 —continuó—, no lo habrían matado, no a menos
que tuvieran un plan de respaldo. Así que debe haber otra
razón. O él tenía algo que ellos querían, o iba a hacer algo que
ellos no querían que hiciera.

Por un breve momento, Nix pensó en una fantasía en la


que él y Claire de verdad acababan con La Sociedad. Con
toda. Entera. La parte que él había visto y las partes que
comenzaba a sospechar que no había visto.

Pero Claire no podía matar, y él no se lo pediría. No la


dejaría. Si Sykes tenía algo que La Sociedad quería, si pudieran
llegar a eso primero…

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Nix se preguntaba si Ione haría un trato por su libertad. Por
la de Claire.

—Si Sykes sabía algo que La Sociedad no quería que


supiera, o si tenía algo por lo que valía la pena matarlo, quizás
podemos usarlo.

Era como si ella leyera su mente.

—Para que La Sociedad mate a su propio hombre


adentro, tendría que ser algo enorme. Algo que pudiera
amenazar toda la operación por exposición, algo que pudiera
poner todo de rodillas.

El entendimiento llenó a Nix. Claire quería acabar con La


Sociedad, pero no matando a sus líderes. Sino por exponerlos.

—Tendría que ser algo enorme para que haga una


diferencia —dijo Nix, su mente dando vueltas con las
implicaciones—. Somos Nobodies. Nadie nos va a escuchar. A
nadie le va a importar. A menos que sea algo enorme, no
mirarán dos veces a nada que les demos tampoco.

—Pero si es algo enorme…

Nix consiguió una probada de lo que ella le ofrecía, y lo


llenó de tibiez más que el café. Esperanza. Venganza. Un futuro
que no involucrara hacer esa cosa de cinco letras que hacía
muy bien.

Quizás, una vez que terminara…

Quizás, él podría…

Quizás. Quizás. Quizás. Las posibilidades eran seductoras.

—Ir a la casa de Sykes podría ser peligroso. La Sociedad


tiene que estar buscándonos, Claire. —Nix trató de no sucumbir

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ante la posibilidad de cosas que no podía tener. Trató de
recordar que sin importar lo que hiciera ahora, había algunas
cosas que no podía cambiar.

Eres lo que eres.

—¿Las personas en La Sociedad podrían adivinar que irías


a la casa de Sykes? —preguntó Claire.

Nix le dio vueltas a la pregunta en su mente. Esa era su


ventaja, y la de Claire, en este juego letal: La Sociedad no
sabría qué esperar. No serían capaces de adivinar sus
motivaciones. Había vivido bajo su poder toda su vida, y
habrían tenido más suerte haciendo la evaluación de perfil a un
completo extraño.

—Quizás debería ir solo —dijo las palabras con cuidado. No


quería lastimarla de nuevo, no quería que ella pensara que la
estaba haciendo a un lado.

La expresión de Claire permaneció igual, sus manos


envolviendo su taza de café.

—Puedes ir solo si quieres. No haré que me lleves. Pero


preferiría ir contigo. Somos más fuertes juntos, y no dejarías que
nada me pasara. —Hizo una pausa—. No dejaré que nada te
pase.

Era fácil creerle, más fácil de lo que debería ser quererla


tener en su espalda.

Le gustó mi librero.

Esa idea lo golpeó en lugar de las cosas que debería estar


pensando, sobre quién merecía qué y, más en el punto, quién
no.

—Vamos a ir juntos —dijo.

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Ella sonrió, más brillante que la luz del sol rebotando en una
cuchilla afilada.

—¿Sabes dónde vivía el senador Sykes?

Nix sabía todo sobre Evan Sykes. No sus esperanzas o


sueños o aspiraciones de la niñez, pero sí su fecha de
nacimiento. Su última dirección conocida. La ubicación de su
oficina en Washington, DC. La oficina que alquilaba en Iowa.
Los lugares a los que iba a almorzar. Las calles por las que
caminaba o por las que conducía para llegar allí.

Sus alergias.

—Sé dónde vivía. —Había algunas cosas que no olvidabas.


Archivos. Marcas. Hora de la muerte.

—Está bien, entonces —dijo Claire, bajando su café—.


Vamos a ir.

***

La casa del senador muerto estaba impecable. Enorme.


Pero más que nada, se sentía vacía.

Ella y Nix entraron por el segundo piso. Caminaron


directamente a través de las ventanas de estilo georgiano y las
molduras artesanales en las paredes. Llegando a un pasillo con
pisos de madera y alfombras orientales.

Claire se agarró con fuerza a las Sombras mientras Nix los


llevaba a la oficina personal de Sykes. Ella sintió algo en el
momento que entraron en la habitación. No era un olor o un
sabor o un sonido, pero era algo, en las volutas de solidez que
conformaban los muebles: el apagado escritorio marrón, los
archivadores distantes.

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Desvanecida, Claire no estaba segura de por qué estos
objetos eran importantes. Por qué debería estar buscando en
ellos, cuando su cuerpo y el de Nix brillaban, iridiscentes, en
todas partes. Pero habían venido aquí por una razón, y Claire, a
pesar de que ella no podía recordar exactamente por qué,
sabía que era importante.

Ella cerró los ojos. Llegó a través de su cerebro con las dos
manos y se agarró a una imagen fugaz, garantizada para
traerla de vuelta a la tierra.

Una toalla.

¿Cuántas veces había tenido que pedirle al maldito chico


de las toallas una? ¿Cuántas veces había limpiado de su cara el
agua de la piscina con el dorso de su propia mano?

Boom. Mayday26, Mayday…

Atrás.

—Disparadores —dijo Nix, al cruzar de nuevo para reunirse


con ella.

–¿Qué?

—Encontraste un disparador. Para desvanecerte, tienes


que dejar de preocuparte. Hacerte sentir como si nada y
deleitarte en ello. Pero una vez que te desvaneces, no puedes
pensar en la realidad. No puedes prestar demasiada atención
al mundo sólido, y no puedes permitirte querer que te importe.
Los disparadores son cosas que hacen eso imposible. Ellos te
sacan de golpe de las Sombras. No exactamente agradable,
pero pueden ser útiles.

Mayday: llamada de emergencia.


26

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Claire se preguntó cuáles eran los disparadores de Nix y
decidió que probablemente era mejor no preguntar. Tenían que
actuar con rapidez. Dos Nobodies. En la casa de un senador
muerto. Con la hija del senador y la esposa justo abajo.

—No nos van a escuchar —dijo Nix, sacándola de sus


pensamientos—. Y si lo hacen, se dirán a sí mismas que no es
nada. Pero debemos ser rápidos.

Incluso los Nobodies podían ser vistos si la situación era lo


suficiente comprometida. Claire había hablado con gente
antes. Podía hacer que se dieran cuenta, aunque solo sea por
unos segundos, y algo le decía que incluso siendo
máximamente discreta podría no ser suficiente para camuflar el
allanamiento de morada a este grado.

Por lo menos, ella realmente no quería ponerlo a prueba.

—Tú toma la computadora. Yo cubriré el resto de la


habitación. —Las palabras de Nix ayudaron a Claire a
enfocarse, y ella asintió en dirección al escritorio.

¿Cuáles son las posibilidades de que Sykes guardara


archivos incriminatorios secretos en su computadora de casa?

Claire tenía la sensación de que la respuesta era casi


ninguna, y ella no era nada que se aproximara a un hacker,
pero lo único que necesitaban era una guía. Una pequeñísima,
diminuta, algo para señalarles hacia la siguiente pista. El
siguiente paso en el desmantelamiento de La Sociedad.

Claire quería que la gente que había criado y entrenado a


Nix sufriera.

Quería que La Sociedad desapareciera.

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Claire se sentó en el sillón de cuero detrás del antiguo
escritorio de caoba y encendió la computadora. No se
sorprendió en absoluto cuando le pidió una contraseña, y
estaba aún menos sorprendida cuando "Proposición 42" no
funcionó.

Un Nobody podía engañar a un sistema de seguridad.

Caminar en línea recta a través de paredes.

Entrar y salir de los edificios más seguros inadvertidamente.

Pero esas habilidades no se extendían a los servidores de


seguridad o la seguridad informática. El PC del senador no tenía
forma de saber que Claire no importaba.

Tal vez si me desvaneciera...

Pero, no, si ella se desvanecía, no sería capaz de tocar las


teclas.

En el otro lado de la habitación, Nix entrecerró los ojos en


una tira al azar de pared. Claire levantó la vista justo a tiempo
para verlo desvanecerse y caminar en línea recta a través de la
barrera frente a él.

Un segundo después, estaba de regreso.

—Pared segura —explicó, en voz baja—. No hay nada allí,


más que dinero y armas.

Queriendo algunos resultados por su propia cuenta para


informar, Claire hizo otro intento con la contraseña.

Caroline. El nombre de la esposa del senador.

Abigail. Su hija.

Caroabby. Abbiline. Limonadahelada.

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La última opción de Clarie no funcionó mejor que las otras.

—¡Abigail!

La voz que dijo ese nombre era alta y sensual y


decididamente no era de Nix.

—Oh, como si nunca hubieras ido allí, Courtney. Lo sabes


mejor que yo basado del uno al tres, y eso es mucho decir.

Abigail Sykes, la hija del senador. Y otra chica, Courtney, al


parecer. Estaban lo suficientemente cerca de la oficina que
Claire pudo distinguir cada palabra de la conversación.

—¿Y le dijiste a él que lo habías traído? ¿La cosa de la


fiesta?

—Confía en mí, Court. No va a ser un problema. Este jugo


es mucho más potente que las píldoras de zombie de tu madre.

—¡Esos son para las migrañas!

—Sí. Cierto. Y las de mi papá son para su azúcar en la


sangre.

Claire no se dejó atrapar por el contenido de lo que las


chicas estaban diciendo, a pesar de que una parte de su
cerebro había registrado el hecho de que el hábito de drogas
de Sykes no era ningún misterio para su hija. En este momento
ella y Nix tenían problemas mucho más grandes.

—¡Abigail!

—¡Courtney!

Las voces estaban detrás de la puerta. La perilla comenzó


a girar.

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Claire se agachó debajo del escritorio. Nix siguió su
ejemplo.

—¿Has estado aquí? —La voz de Courtney, supuso Clarie,


era suave. Mucho menos dramática de lo que habido sido hace
un momento—. Sabes, ya que tu padre…

—¿Se despojó de ese cuerpo mortal? —bufó Abigail, pero


sus siguientes palabras quedaron atrapadas en su garganta—.
No. Pero no es como que las cosas son diferentes ahora.

—Era tu papá, Abs.

—No. Era la copia de la persona que reemplazó a mi


padre en lo que llegó a ser senador de Iowa.

—No era tan malo.

Claire se preguntó, distraídamente, si Courtney era la novia


menor de edad que había convencido a Nix de que Sykes era
un monstruo.

—No le importaba, Court. Nada sobre mí. Ni sobre mi


mamá. Un día, lo hacía. Al siguiente, no lo hacía. Ella se
emborrachaba, yo lo hacía bastante, él murió.

Claire sabía cómo sonaba tratar de no llorar. Abigail era un


caso clásico.

—Así que, ¿dónde guardaba tu padre sus cosas? —


Aparentemente, Courtney había agotado su completa
capacidad de simpatía.

Abigail, sintiendo que su amiga se había agotado, tomó


varias respiraciones antes de responder.

—Hay una caja fuerte empotrada en el escritorio.

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¿El escritorio?

Claire encontró los ojos de Nix, y una grosería silenciosa


pasó entre los dos, seguido de un mandato urgente:
desvanecerse.

Claire apretó fuerte sus ojos. Cerró su mente. Pensó en lo


que dijo Nix. Sobre disparadores.

Nada. Sabes lo que se siente. Alcánzalo. Agárralo. Hazlo


tuyo.

En vez de pensar sobre qué poca importancia ella tenía,


Claire pensó en desvanecerse. Pensó en correr. Pensó en no ser
nada.

Y al siguiente instante, lo estaba.

***

Nix no pudo desvanecerse hasta que Claire lo hizo, y por


un horrible momento, pensó que ella se mantendría demasiado
en el lugar por el intercambio que la hija de Sykes y su amiga
estaban teniendo, para dejarse ir. Nix no hubiera culpado a
Claire si no podía ignorar la realidad en el rostro de la chica
Normal. Por todo lo que Nix sabía, las chicas como ellas habían
caminado sobre Claire en su antigua escuela.

Junto a él, los parpados de Clare se cerraron y luego se


agitaron. La tensión abandonó su mandíbula. Dejó de
mordisquearse su labio inferior.

Ella estaba desvaneciéndose. Tres... dos... uno…

Pasos se acercaron al otro lado del escritorio, y Nix se dio


cuenta de que Claire no era la única en riesgo de exposición.

Menos que sombra. Menos que…

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Claire.

Una vez que ella cruzó, pensar en su nombre era suficiente


para traerlo a la irrealidad junto a ella. Ella se quedó. Se agachó
detrás del escritorio, pero Nix sacudió su cabeza hacia ella y se
puso de pie.

—Ellas no pueden vernos. No pueden escucharnos.

Claire se puso de pie, su pelo enredado pareciendo más


como un halo por la luz brillando fuera de él.

—Nunca he estado tan cerca —susurró—, de… Sólidos.


Normals —corrigió. Ella dio un paso hacia él, y Nix sintió su
corazón, su transparente, ingrávido, no corazón, saltar en su
pecho. Si se tocaban, si su mano rozaba la suya, si él la
alcanzaba, dejarían la línea del tiempo atrás. El mundo se
congelaría alrededor de ellos, y nada importaría.

Nada.

Nix quería tocarla, mucho, pero no lo hizo. No podían


tocarse en las Sombras sin detener el tiempo y si el tiempo se
detenía, la escena desplegada alrededor de ellos, lo que
necesitaban desesperadamente entender, se congelaría.

Nix encontró los ojos de Claire, y ella asintió para mostrar


que lo entendía, y luego dio un paso atrás.

—Mi querida madre ni siquiera sabe que esto está aquí —


decía una de las chicas Normal—. Fue por las otras cajas fuertes
cuando él murió. Buscando licor, probablemente. O dinero. No
pensó que habría escondites dentro de sus escondites.

—Basta con el soliloquio, Abs. ¡Ábrelo!

Nix sintió la urgencia de aplastar a las chicas sólidas, como


si fueran moscas o un mal olor que tenía que alejar. Escucharlas

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le tomó esfuerzo; sus palabras eran una molestia. La necesidad
de tocar a Claire, hacer caso omiso del tiempo, era
abrumadora.

Pero no podía. Tenía que dejar que el tiempo siga su curso.


Dejar que la sólida hija de Sykes pasease sobre la mesa del
senador y presionara el botón oculto. Dejar que la parte superior
del escritorio se volteara para revelar un compartimiento
secreto.

—Cintas, cintas, cintas… ¡drogas! —La que se llamaba


Abigail cantó mientras revolvía el contenido del
compartimiento.

—¿Qué hay en las cintas? —La chica llamada Courtney


preguntó.

—¿A quién le importa? Todo lo que sé es que esto es


matador. Al segundo que te golpea, no sientes nada.

No sientes nada.

Las palabras habrían enfermado a Nix del estómago si las


hubiera procesado, pero no podía dejarlas ser reales, no
diseccionar su significado. No aquí. No ahora.

Ahora era Claire. Claire, Claire, Claire y desvanecerse,


desvanecerse, desvanecerse. Eran invisibles, intocables, eternos.

Mientras tanto, nada más importaba.

—Dios, Abby, ¿qué es esta cosa? Parece repugnante.

Nix no miró. No podía mirar la droga que Abigail Sykes


había sacado del escritorio de su padre. En cambio, miro a los
ojos de Claire.

Ojos pardos.

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Pecas.

Labios hechos para leer en voz alta.

—Puede parecer como alquitrán, pero se siente como el


cielo. No te preocupes, sin embargo, queda suficiente para
Justin y para mí. No tienes que ensuciarte las manos, señorita
remilgada.

Luce como alquitrán. Se siente como el cielo.

Nix se acercó y tocó la mano de Claire con la suya. Una


ola de poder explotó en el aire entre ellos, y las chicas solidas se
congelaron.

Luce como alquitrán. Se siente como el cielo.

El reloj en la pared de Sykes dejó de moverse. Nix deslizó su


pulgar lentamente sobre la palma de Claire. Con su barbilla,
gesticuló hacia el escritorio. Al compartimiento. A las chicas
Normals congeladas. En un solo movimiento, él y Claire cruzaron
la habitación, caminando en la punta de los pies, silenciosa y
mortalmente, dos cazadores al acecho.

Los ojos de Claire se enfocaron en el vial en la mano de


Abigal Sykes, y se estremeció.

—Vacío —dijo—. Asqueroso.

Nix coincidió. El líquido en ese vial era nauseabundo. El


mero vistazo de él amenazaba con sacarlo del
desvanecimiento.

—Cierra tus ojos —le dijo a Claire—. Cierra los ojos y no lo


mires. No lo escuches.

—Hay algo malo con esa droga —dijo Claire, con los ojos
aún abiertos y la voz ronca—. ¿Recuerdas lo que me dijiste? ¿La

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primera vez que descubrimos lo que yo era? Me dijiste que el
mundo estaba hecho de energía, y que había dos clases de
malos.

Nobody.

Y Null.

No lo pienses, Nix se dijo a sí mismo. Ni siquiera pienses la


palabra.

Pero el pensamiento había sido plantado, e incluso en el


desvanecimiento, incluso tocando a Claire, tenía que seguirlo
hasta el fin. La Sociedad estudiaba energía. Los científicos de La
Sociedad habían usado a Nix para probar innumerables teorías
sobre la forma en que la energía funcionaba. Y cuando Nix
había regresado al instituto el día anterior, había visto a un
Sensor con pequeñas cicatrices circulares, rastros de agujas, en
sus brazos.

Nix dejó caer la mano de Claire, y el mundo a su alrededor


cayó en movimiento, como si el tiempo nunca se hubiera
detenido. El entendimiento se estrelló en su cuerpo, y perdió su
agarre en el desvanecimiento. Rechinando sus dientes y
tratando de recobrar la claridad de mente, destelló en estado
físico un segundo y de nuevo en la nada al siguiente.

—¿Viste eso?

Una de las chicas Normals parpadeó varias veces.

—¿Ver qué?

Nix contuvo su aliento. Solo había perdido su


desvanecimiento por un segundo…

—¿Ah?

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—Dijiste que viste algo.

—No, no lo hice.

—Sí, lo hiciste.

—Bueno, ¿lo hiciste?

—No.

—Bien, entonces.

Palabras, palabras, palabras. Gente sólida y su incesante


parloteo. Nix trató de no pensar en el resto de esto. Sobre lo que
Abigail Sykes sostenía en una mano.

Sobre esa otra clase de malo.

—Oye, ¿Abby? Si tu papá… si tomar esto le hizo a él todo…


frío y eso…

—Hizo eso por él mismo. Esto lo hizo mejor. —Abigail


sonaba intrigada. Adicta. Ebria en poder, solo por mirar al vial
que sostenía en su mano. La aguja—. Es mía.

—Está bien, está bien. Lo entiendo. Tú droga. Quieres tener


sus bebés narcóticos. Como sea. Solo… guarda un poco para
Justin. ¿Bien? Prometiste que lo harías.

—Courtney.

—Abigail.

—¡Abigail! —Alguien aparte de las chicas dijo el nombre.


La señora Sykes. La madre de Abigail, gritó desde el piso de
abajo, recordándole a Nix que las chicas no eran las únicas
Normals en la casa—. ¡Contéstame, Abby! No estoy
bromeando, jovencita. Ya he tenido suficiente de…

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La chica en cuestión puso los ojos en blanco. Puso el vial y
la aguja en el elástico de su falda y le dio vuelta dos veces.

—Madre llama —dijo arrastrando las palabras—. Mejor te


escabulles por atrás, Court. Ya sabes cómo se pone después de
su siesta de la tarde.

—¡Abigail Andrea Sykes!

—Tengo que correr. —Abigail Andrea Sykes lanzó


caprichosamente la parte superior de la caja fuerte escondida,
dejándola en curso de cerrarse, y Courtney en sus talones, salió
enfadada de la habitación. Moviéndose más rápido de lo que
Nix hubiera creído posible, Claire saltó para atrapar el cajón
escondido antes de que se cerrara, la nada disolviéndose de su
cuerpo justo a tiempo.

—Te tengo. —Las palabras de Claire hicieron eco en el


cuarto ahora vacío, y el cuerpo de Nix se tensó. Si los Normals
oyeron, si se dieran vuelta…

No lo hicieron. Por supuesto que no lo hicieron. Y un


momento después, él y Claire estaban solos.

Nix se estremeció y dejó ir su propio desvanecimiento,


viniendo a pararse detrás de ella en el mundo real, delante del
escritorio, mirando hacia la caja fuerte escondida.

Cintas.

Pequeñas, pequeñas cintas y un anticuado dictáfono27.

Claire se encontró con sus ojos.

—¿Cuánto quieres apostar a que esto tienen algo que ver


con La Sociedad?

Dictáfono: Es un aparato que graba y reproduce lo que se le dicta.


27

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Nix asintió.

—¿Cuánto quieres apostar a que, cualquiera sea la droga


que Sykes se estaba inyectando, era obra de ellos también?

Ahora que era sólido, Nix no podía evitar pensar en lo que


habían visto.

Esa droga es mala. Hay dos clases de malo.

Era imposible. Diez clases de imposible. Y aun así, mientras


Claire deslizaba la primera cinta en la grabadora, bajaba el
volumen, y presionaba reproducir, lo impensable se arrastró en
su camino más y más profundo en los pensamientos de Nix.

Esta cosa es matador. Al segundo que te golpea, no


sientes nada.

Las palabras de Abigail hicieron eco en su mente, hasta


que fueron remplazadas por la voz de un hombre muerto,
viniendo del dictáfono.

—Tiene que darme algo con qué trabajar, Sra. Casting.

—Te he dado algo con lo que trabajar —La voz de Ione.


Nix la habría reconocido donde fuera—. La Sociedad le ha
provisto muy bien, Sr. Sykes. ¿O tengo que recordarle qué tan
bien?

—Sus esfuerzos previos han sido apreciados.

—Sin nosotros, usted estaría haciéndose el enfermo en el


senado.

—Y sin ustedes, yo no tendría esta vos tan, tan linda. No


sería tan convincente. Y no estaría a punto de hacer que su
pequeña proposición ocurriera.

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—Usted no quiere amenazarme, senador.

—No la estoy amenazando, señora. Simplemente estoy…


requiriendo nuevos recursos. La persuasión por sí sola no será
suficiente para que sea designado cabeza del comité de
vigilancia. Eso es lo que quiere, ¿no es así? Necesito probar que
trazo una línea dura en el terrorismo doméstico. Necesito
ofrecerles a los hombres maricas algo.

—Nuestro trato fue para usted, y solo usted.

—Me está malinterpretando, Sra. Casting. No estoy


pidiendo… refrigerios para la CIA. Lo que estoy pidiendo es,
bueno, llamémosle reconocimiento y suministros de amenaza
de retirada.

—Ignoraré tus intenciones, y probablemente deberías


contarlo como una bendición.

Nix podía oír la tensión en la voz de Ione. Él nunca hubiera


conseguido que esa clase de reacción saliera de ella. Nunca lo
haría.

Ni aunque la encontrara en un callejón trasero. Pusiera su


arma en su frente. Tratara de hacerla rogar por la misericordia
que ella nunca mostró con ningún otro.

—Lo que necesito para convertirme en un integrante de la


CIA es un arma, señora. X-17 bastaría.

—No sé de lo que está hablando.

—Sus, diríamos, operativos no tienen la boca tan cerrada


como usted piensa, Ione. Me ha estado ocultando cosas.

—Hemos estado proveyéndolo con poder e influencia. Una


palabra mía, y eso termina. Usted vio lo que pasó con Madsen
cuando recurrió al chantaje. Un asunto muy desastroso ese.

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Jacob Madsen. Siete. Ione le había dicho a Nix que fuera
desastroso, y él lo había hecho. Un cuchillo en su mano. Sangre
por todos lados. El descubrimiento de que fue un mensaje, una
advertencia, no debería haber sorprendido a Nix, pero lo hizo.

—Si me remueven, la Proposición 42 fallará. —Sykes sonaba


confiado. Claramente, la advertencia había sido un
desperdicio.

—Habrá otras proposiciones —dijo Ione, su voz ligera y


despreocupada. Este era un tono que Nix había oído antes; esta
era la Ione que reconocía.

—Usted no quiere jugar conmigo, Ione.

—Yo te hice. Yo puedo deshacerte.

—Soborno. Asesinato. Experimentación ilegal. Esclavización


humana. Sé la ubicación de su pequeño instituto. Sé lo que
están ocultando allí, en los niveles más bajos. Continuarán
proveyéndome con el suero, o juro por Dios…

—No hay necesidad de jurar, Sr. Sykes. Nos haremos cargo


de usted. —Hizo una pausa—. Siempre lo hacemos.

Y entonces hubo un tono de dial. Después de un


momento, la voz de Sykes se encendió.

—Si muero, incluso si parece ser por causas naturales, envía


un equipo de investigación al 62145, de la Avenida Nesturn 446.
Soy Evan Sykes y esa mujer no sabe con quién se está metiendo.

Fin de la cinta.

Por un momento, ni Nix ni Claire dijeron una palabra, y


entonces, finalmente, Claire rompió el silencio.

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—Es como algo sacado de una mala película. “Soy Evan
Sykes, y ella no sabe con quién se está metiendo”. Sonó como
alguna clase de ego maníaco.

—Sonó como un Null —la corrigió Nix, pero esta vez, la


palabra tomó un nuevo significado. Porque Evan Sykes no era
un Null, no cuando perdió aquellas elecciones temprano en su
carrera. No cuando prestaba atención a su esposa e hija. Antes
de que se convirtiera en… ¿Cómo lo había llamado Abigail? Un
impostor.

Antes de que se volviera persuasivo.

Antes de que La Sociedad lo hubiera hecho la máquina


perfecta.

—La droga —dijo las palabras en voz alta y esperó que


Claire lo entendiera, pero ella no sabía lo suficiente de Nulls
para ver seguir el patrón. No se daba cuenta lo increíblemente
imposible que era.

—La Sociedad le dio la droga que lo hizo un Null. O como


un Null. No escuchaste lo que su hija dijo, una vez que ella se
inyectó con ello, no pudo sentir nada. Y los Nulls no lo hacen,
ellos no sienten nada, y son persuasivos, y no tienen conciencia.

Claire arrugó su frente y su nariz.

—Ellos le dieron la droga para que pudiera hablar al


Congreso en su favor. Sykes volviéndose un maníaco egoísta
que pensaba que podía chantajearlos….

—Efecto secundario.

Nix no podía creer que ellos en serio estuvieran hablando


de eso. Como si realmente fuera posible. Como si una droga
pudiera tomar un humano y convertirlo en un monstruo.

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¿Cuánto duraba eso? Abigail lucía lo suficientemente humana y
había usado la droga antes.

Una rápida inspección de la caja fuerte reveló que no


había más viales. No más agujas.

—Él casi se quedaba sin drogas cuando murió.

—Y solo asumió que alguien encontraría las cintas. Su


propia hija ni siquiera trató de escucharlas…

—Ella debe haberse preocupado por él cuando estaba


vivo. Probablemente estaba loca por él. Ni siquiera enojada de
que él no se interesara por ella. Pero una vez que él murió, su
control sobre ella desapareció…

—Y ahora ella lo odia.

Nix asintió.

—Abigail Andrea, ¡no salgas de esta casa! ¡No puedes


hablarme de esa forma! ¡No puedes!

—Oh, ve a hacerte un té helado de Long Island, madre.


Puedo hacer lo que yo quiera.

El sonido de una puerta azotándose, retumbando por la


gran casa, sacó a Nix de su estupor.

—Toma las cintas.

Eso les daría algo sobre La Sociedad.

Pero no lo suficiente.

—La hija tiene la droga. No podemos dejar que la tome.


Los Normals no están hechos para ser Nulls. Mira lo que le hizo a
su padre. ¿Y ahora va a dárselo a algún chico? —Nix apretó sus
puños.

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—Vamos a ir tras ella. —Claire le ganó de mano y él asintió.

—Dame las cintas. Tendremos que apresurarnos para


alcanzarla…

—No necesitamos apresurarnos —lo corrigió Claire,


tocando su brazo suavemente—. Solo desvanecernos.

Nix metió las cintas en sus bolsillos, colgando su futuro en


ellas, las convirtió en una extensión de sí mismo.

Cinco, cuatro, tres, dos…

Nada.

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Capítulo 19
Traducido por Lola Irina

Corregido por andreasydney

El mundo no me puede tocar. El mundo no puede


hacerme daño. El mundo no me puede mantener presionada.

Claire era la misma Claire cada vez que ella cruzaba. No


había límites. No había preocupaciones. No había inhibiciones.

La chica sólida que ella y Nix estaban siguiendo nunca


entendería eso. Eran flameantes cometas; Abigail Sykes era una
luciérnaga con una bombilla rota. Y como la luciérnaga
anteriormente mencionada se escabulló a través de su
pequeño plano mortal, sus ojos llorosos y también su falda
demasiada corta rebotando mientras ella corría, Claire volaba.

Poder.

Abigail dejó de correr. Claire obligó a su cuerpo para estar


quieto, obligó a sus pies regresar a la tierra.

—Regresamos al cementerio. —La voz de Nix rompió a


través el zumbido de la nada en la mente de Claire.

—¿Por qué ella habría venido aquí?

Ella como Abigail. Un sonido arañó a través de la niebla en


del cerebro de Claire.

Alguien está llorando.

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Claire abordó la idea, sabiendo que eso no pertenecía a
Las Sombras y que si ella se permitía pensar por mucho tiempo,
ella no pertenecería allí tampoco. Quería quedarse aquí. Con
Nix. Quería tocarlo.

Abigail Sykes está llorando.

Claire oyó un sonido —entre la rasgadura de velcro y el


cierre de una puerta— mientras que las lágrimas de Abigail —y
su empatía por ellas— la arrancaron de Las Sombras. Ella se
acomodó en su cuerpo físico, extrañando tanto Las Sombras
que le dolía.

—Hola, cariño. ¿Te sientes peligroso?

—Me siento como si pudiera hacerlo aquí mismo.

Claire intentó no ruborizarse. Ella realmente lo hizo, pero


Abigail Sykes había elegido ese momento para dejar de llorar, y
su novio —¿Dustin? ¿Austin? ¿Justin?— había llegado. Estaban
prácticamente desnudándose mutuamente con sus ojos.

Y... ummm... sus manos.

—¿Me has traído algo?

Abigail lentamente levantó su camisa, dejando al


descubierto la jeringa metida en la banda de su minifalda.
Claire miró de reojo. A su lado, Nix solo tenía ojos para la droga.

—¿Cómo vamos a alejarlo de ella? —preguntó Claire,


manteniendo su voz en un susurro, a pesar de que Abigail y su
amigo especial parecían estar dando absolutamente cero
atención al hecho de que ellos no estaban solos en este
cementerio, si es que se dieron cuenta de ello en absoluto.

—Tendremos la droga caminando hasta ella y agarrándola


—dijo Nix.

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—Oh. Tan simple como eso.

—Tan simple como eso —confirmó, pero algo lo detuvo,


impidiéndole moverse. No fue hasta que Claire absorbió
totalmente su entorno que se dio cuenta exactamente de qué
se trataba.

Abigail Sykes estaba de pie delante de la tumba de su


padre. Ella se apoyó en su lápida, tentando a
Dustin/Austin/Justin con su estómago bronceado y plano, y la
aguja descansando casi plana contra su carne.

—Algo para mí y algo para ti.

Claire se sentía mal por mirar esto. No importa lo que Sykes


había hecho una vez que se había acostado con La Sociedad,
el hombre enterrado bajo los pies de Abigail había sido su
padre. La pesada máscara cubría las pestañas de la chica. En
lugar de rastros de lágrimas, rayas negras estropearon su cara
bronceada artificialmente. Y el chico con el que estaba —
musculoso, lascivo, pulcro— no se inmutó.

No le pregunto por qué lloraba.

No le trajo una sola cosa.

—Jugaré primero —dijo el muchacho en su lugar, llegando


a la aguja. Abigail lo esquivó lejos.

—¿No me preguntaras qué es esto? —coqueteó.

El chico se encogió de hombros.

—¿Es bueno?

Abigail disparó una mirada de odio, feliz y dolida a la


tumba de su padre.

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—Es el mejor.

El chico se dejó caer de rodillas.

—Eso es todo lo que necesito saber. —Cogió el frasco, e


incluso desde la distancia, Claire pudo ver algo oscuro y
serpenteante durmiendo en la curva irónica de sus labios.

Claire no podía tomarlo así no más. Ella se movió,


olvidando lo mucho que una vez quería que los Abigails y Justins
de su propia escuela secundaria recordaran su nombre. Ella los
acosó. Y golpeó a Justin por el frasco.

—Esto es mío —dijo ella aferrando su mano alrededor de


éste y removiéndolo de la posesión de Abigail.

La hija del senador muerto no saltó al toque de Claire. Miró


a Claire, y luego le restó importancia. El muchacho parecía
comprender la realidad de la situación un poco más.

—¿Dónde se ha ido?

Obviamente la ausencia de la droga era para molestarlo,


y se las arregló para conectarlo con la presencia de Claire

—Tú... tú lo tomaste.

Claire se giró y se alejó. El muchacho no la seguiría. No


lucharía con ella por el frasco. Él había estado enojado de que
se hubiera ido, pero no dirigiría esa ira hacia ella.

Él no podría.

Claire no podía hacer enojar a la gente. Ella no podía


hacerlos felices o tristes, ella no podía asustarlos, ella no podía
hacerlos sentir siquiera un olor de emoción hacia ella en
absoluto.

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Poder.

Robar ropa palidecía al lado de este. Ella se acercó a los


dos extraños ensartados, tomando un suero de alto secreto de
su posesión, y se alejó sin un rasguño y ni siquiera había tenido
que desaparecer para hacer esto, porque ¡a los Normals no les
importaba!

La imagen de Justin —sus manos en Abigail, su cara


rayada de negro— vino a la mente de Claire y se alegró. Se
alegró de que ellos no se preocuparan por ella. Se alegró de
que ella no estaba pasando su verano tratando de hacer que
otras personas se dieran cuenta, si ser notada significaba ser...

Eso.

Una vez que el muchacho Normal descubrió que la niña


Normal había conseguido perder la droga que ella le había
prometido, llegó a la conclusión que conectar en la lápida de
su padre muerto era enfermo. Abigail comenzó a llorar de
nuevo, y un pesado conocimiento se instaló en el estómago de
Claire, incómodo y desconcertante.

La Sociedad tenía que ser detenida. No solo por Nix y las


cosas que ellos lo habían obligado a hacer o por el senador
Wyler o cualquiera de los otros inocentes que ellos habían
ordenado morir. No por Claire, que podría haber sido enterrada
dos metros bajo tierra si no hubiera mirado por la ventana en el
momento exacto.

La Sociedad tenía que ser detenida por Abigail, también.


Tenía que ser detenida por la Proposición 42 y lo que fuera que
iba a suceder en el sótano del instituto. Por X-17 —lo que sea
que fuera—, que Sykes había considerado el arma perfecta.

—Lo siento, Claire.

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Para cuando Nix dijo esas palabras, Abigail y el chico se
habían ido, y Claire intentó recordar por lo que Nix —me
construyó una estantería; salvó mi vida— tenía que pedir
perdón.

—No deberías haber hecho eso —dijo él, asintiendo con la


cabeza hacia el frasco en su mano.

—¿Qué no debería haber hecho? —le preguntó ella en voz


baja.

—Hacerte cargo de la droga. Tomarlo de ellos. Yo debería


haber hecho eso.

—¿Por qué?

Los dedos de Nix comenzaron a formarse en un puño.

—Porque si no fuera por mí, el padre de esa chica todavía


estaría vivo, y ella nunca habría tenido la oportunidad de robar
un frasco de Null instantánea en primer lugar.

Claire llevó sus manos a la de él, y lentamente trabajó para


desenroscar el puño, dibujando diminutos círculos en su palma
de la forma en que a veces ella lo hizo por su cuenta.

Nix se estremeció, y ella sintió algo amenazando con dar su


interior.

—Sykes no era un Null. Él no era una buena persona. Él


voluntariamente se entregó al monstruo. Pero él no era un Null.
Podría haber hecho más que mejorar.

Primero Wyler. Ahora Sykes. Claire se preguntó si Nix iría,


uno por uno, a través de los contenidos de todas las carpetas.
Todas sus muertes. Ella sabía, en el fondo, que él lo haría. Y aún
más profundo, en el núcleo de Claire, ella sabía que quería
estar allí cuando él lo hiciera.

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Ella quería ser la única que lo rearmara. Para descansar sus
manos suavemente en los lados de su cara y decir:

—Cierra los ojos. Toma una respiración profunda. Llora. Y


cuando no puedas aguantar más, el aliento, las lágrimas,
déjalo ir.

Desvanécete.

***

Nix hizo lo que le dijo. Lo sentía, la herida de saber que él


había sido una cuchilla cuando La Sociedad necesitaba una, el
verdugo que lleva a cabo cada sentencia de muerte que Ione
había establecido, a excepción de la de Claire. Aceptó que las
cosas que él había hecho siempre estarían allí, bajo su piel. En su
piel. Esperando detrás de cada puerta en cada sueño.

Eres lo que eres.

Él se apartó del alcance de Claire.

—Nix.

Sus globos oculares ardían, y dejó caer las lágrimas. Luego


dejó todo lo demás desvanecerse, también. Claire lo siguió
hasta las Sombras, y luchó por recordar por qué él se había
apartado de su toque.

Desvanecida, ella no parecía tan lejana.

—Duele. —La voz de Claire era aguda y frenética.

Nix dio un paso adelante.

—¿Qué te duele? —Se suponía que nada hería en las


Sombras. Tú tenías que dejar de lado el dolor para cruzar.

Claire miró su mano.

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—Me marea. No quiere estar aquí.

La droga, se dio cuenta Nix. Ella la trajo con ella. En el


mundo sólido, el frasco y su contenido era feo, pero en las
Sombras, se volvieron en su estómago. Había dos clases de mal,
y no se suponían que se mezclara. Esto había hecho a Evan
Sykes un Null temporal. Dios sabía lo que había en esto, pero
cada gota de odio que Nix jamás había sentido por los Nulls era
dirigida al líquido oscuro, y la única razón por la que no lo
sacaba de las Sombras era que —increíblemente— se
desvaneció, también.

Claire lo trajo con ella. Era mejor en esto de lo que debería


haber sido. Cruzando dentro y fuera de las Sombras. Tomar
objetos con ella. Ella lo había recogido sin esfuerzo—y ahora
estaba pagando el precio.

Ella no debería haberlo traído aquí. No debería haberlo


siquiera intentado.

—Es como un agujero negro. Es como si licuara un agujero


negro. —Claire jadeó, sus rasgos retorcidos por el dolor. De pie a
dos pies de distancia de ella, Nix podía sentirlo: la droga, la
reacción de las Sombras, el hecho de que nada de esto
debería haber estado sucediendo en absoluto.

—Vete de las Sombras, Claire.

Ellos no habían detenido el desvanecido y estaría bien. La


droga no sería más que una droga.

Claire negó con la cabeza.

—Tiene que venir con nosotros. —Claire se estremeció, su


mano apretando el suero. Nix la alcanzó, pero ella se retiró—.
Tenemos que llevarlo de vuelta a la cabaña, y viajaremos más
rápido en las Sombras. Yo puedo hacer esto. Yo debería ser

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capaz de hacer esto. Yo soy nada. Este suero es nada. Nosotros
somos nada.

—No pertenece aquí —dijo Nix, pensando en ese día en el


autobús, cuando había cubierto a Claire con su
desvanecimiento. Si ella hubiera sido una Null, realmente sido
una Null…

—Es una parte de mí. Somos nada. Yo puedo hacer esto.


Puedo.

Nix escuchó las palabras que ella no decía. Duele.

Si ella no dejaba el desvanecer, y no lo dejaría tomar la


droga, solo había una cosa que Nix podía pensar en hacer para
quitar el dolor. Se llevó las manos a ambos lados de su cara.
Obligó a sus ojos a mirar hacia otro lado del suero y
directamente a la suya.

—Quédate conmigo, Claire.

Su cuerpo se relajó bajo su toque, pero aún podía ver la


tensión en los ojos. Todavía podía sentir la presencia de la droga
inquietante en las Sombras.

—Nix, Nix, Nix —dijo su nombre, una y otra vez. Nix trazó el
pulgar por el borde de su pómulo. Él se habría odiado a sí mismo
por tocarla más tarde, recordando por qué él no podía más
tarde, pero en este momento ella lo necesitaba.

Para quitar el dolor.

—Estás bien, Claire. Estoy aquí. Quédate conmigo. —Él la


atrajo hacia sí más cerca, hizo caso omiso de la advertencia
(Eres lo que eres. Ella nunca te amará) cuando él rozó sus labios
con los de ella.

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Ella se apretó contra él, más fuerte. Él la dejó. Nada
importaba, excepto sus labios y los de ella. Su toque y el de ella.
El calor entre ellos, el poder de sus desvanecimientos doblando
una y otra vez hasta que el frasco en la mano parecía tan poco
importante como los Nobodies lo eran para las Normals.

Él no debería estar haciendo esto. Él no debería tocarla, no


debería besarla, pero ya era demasiado tarde para eso. No
había lugar para los “no deberían” en las Sombras. Nada más
que Nix. Nada más que Claire.

Nada más que los dos.

Por ahora.

***

Claire no recordaba regresar a la cabaña. Ella no


recordaba volar. Ella no recordaba nada que no sea el beso: la
forma en que calmó su mente y la pulverizó en las Sombras, la
sensación de saber con una certeza profunda y eterna que Nix
era la única persona en el mundo que ella quería, la única
persona que ella siempre querría, aunque él se alejó de ella en
el momento que cruzaron fuera de las Sombras.

No importa lo que él dijo o hizo o cómo la miraba, ella se


acordó de su olor y su sabor y lo que sentía, por un momento
perfecto, ser la cosa contra todo el universo palideció.

Ella puso la droga que habían robado de Abigail Sykes en


la mesa de café.

—Nix…

—No. —No le dejó decir nada de lo que ella estaba


pensando. Él no quería oírlo—. No deberías tenerlo. No
deberíamos tenerlo.

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—Sí, debes tenerlo.

Él cerró los ojos, negándose a mirarla.

—No, Claire.

Condición uno, pensó Claire. Si ella alcanzara la mano


para tocarlo, él se alejaría. Si ella tratara de hablar, él no
escucharía.

No. No puedo. No debería. No. Los ojos Claire flotaron


hacia la estantería. Su estantería. No importa lo cansada que
estaba de ser apartada, no importa lo mucho que quería las
cosas que él nunca le dejaría tener, ella no podía darle su odio
por esto.

—La droga es de color diferente ahora. —Claire hizo un


gesto hacia el líquido dentro del frasco. Si él no quería hablar de
eso, ellos no hablarían de eso—. Antes, era del color del
alquitrán. Ahora es como el ónix. Aún oscuro pero...

Ella no podía decirse a sí misma la palabra hermoso.

—¿Piensas que llevarlo a las Sombras lo cambió? —Claire


se centró en esta pregunta en lugar de preguntarle cómo podía
pensar, ni por un segundo, que el beso había sido un error.

Nix movió sus ojos hacia la droga Null.

—Estás bien, luces diferente. Nobodies y Nulls son polos


opuestos. Lo sentí cuando trajiste la droga a las Sombras. Algo
sucedió. —Hizo una pausa—. No sé exactamente lo que hay en
esa droga, pero sea lo que sea, no es compatible con las
Sombras. Ellos reaccionaron entre sí.

—¿Al igual que la materia y la antimateria? —Ni siquiera


Claire estaba segura de lo que significaban las palabras, pero al

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menos estaba hablando, y por lo menos no estaba diciendo lo
que estaba pensando.

Dime que quieres estar conmigo de la forma que yo quiero


estar contigo. Dime que lo sentiste, también. Desvanecido o
sólido, hoy, mañana…

—Sí —respondió Nix, y por un momento, ella fingió que él


estaba respondiendo a lo que ella no hubiera preguntado—.
Algo por el estilo.

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Capítulo 20
Traducido SOS por ElyGreen y Gabbii Rellez

Corregido por andreasydney

Claire ha estado quieta. Sus rodillas están levantadas hacia


su pecho. Su cabello cae en su cara.

Nix no quería pensar acerca de lo que debió costarle traer


la droga a las Sombras. Para traer algo a las Sombras, tenías que
considerarla una extensión de ti. La fuerza de voluntad que
debió haber tomado en mirar a la droga, saber lo que podría
hacer y absorberla en su mismo sentido era increíble.

—¿Claire? —Él estiró la mano y tocó su hombro. La había


besado para detener el dolor, y había funcionado. Pero, ese no
había sido su único motivo. La había querido, quería tantas
cosas que sabía que nunca iba a tener—. ¿Estás bien?

—¿Qué vamos a hacer con eso? —respondió a su


pregunta con una pregunta—. ¿La droga, las cintas, el hecho
de que La Sociedad mató un senador… será suficiente? ¿Si se lo
damos a la policía, el FBI, o los medios de comunicación… será
suficiente?

Nix trató de imaginarse a sí mismo dándole la droga Null a


alguien, diciéndoles lo que hizo. Si ellos lo escucharan,
particularmente no les importaría. Y si les importaba —si él y
Claire enviaran una carta o un e-mail o encontraran a alguien
más para entregar el mensaje y la prueba—, ¿qué pasaría? ¿El
Gobierno cerraría La Sociedad…?

¿O tomarían el control?

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La Sociedad tenía tres propósitos de los cuales Nix sabía
ahora. Matar Nulls. Estudiar energía. Preservar y extender el
poder de La Sociedad. Quizá había otras iniciativas, y tal vez no,
pero el gobierno casi ciertamente tendría planes para sí mismos.
No serían capaces de resistir la tentación de usar los medios de
La Sociedad para sus propios fines.

¿No era Sykes prueba de ello?

—Si fuéramos a exponer a La Sociedad por matar a Sykes,


tenemos que hacer primero control de daño. —Nix miró a
Claire—. Nadie puede saber acerca de la droga Null. No
podemos tomar el riesgo de que alguien más la tome. Y nadie
puede saber acerca de nosotros.

—Tenemos que destruir la droga. —Claire habló la verdad


en la que él había estado vagando—. No solo esto. Toda la
droga.

—Toda ella —acordó Nix. No podían arriesgar que La


Sociedad, o el gobierno, o alguien más tuviera el poder de
manipular a los otros, y convertirse en un psicópata en el
proceso. Tenían que destruir la droga. La investigación que iba
con ello. Cualquier posibilidad de hacerla de nuevo. Y eso
significaba que iban con ello.

***

Una parte de Claire siempre había sabido que llegarían a


esto. Nix ya había regresado a La Sociedad una vez, y había
vuelto sangrando. No importa cuánta evidencia reunieron, no
importa lo que habían aprendido acerca del propósito de La
Sociedad y sus planes y las mentiras que le habían dicho a Nix.
Al final del día, el enemigo todavía tenía que ser desmontado
desde dentro.

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Solo que esta vez, Nix no iba solo.

Va a decirme que no puedo ir. Claire sabía eso. También


sabía que él estaba equivocado. Va a decir que es todo y que
no soy una parte de esto, que es algo que tiene que hacer solo.
Pero no voy a permitir que me deje atrás. No de nuevo. No
ahora.

—Apuesto que mis padres ni siquiera se han dado cuenta


que me he ido. —Esa era la única cosa que Claire podía pensar
que no le daría una excusa para correr—. Desaparecí, qué,
¿hace tres, cuatro días? Probablemente ni siquiera han notado
que no estoy. ¿Qué si nunca regreso? ¿Sólo olvidarán del todo
que existí?

Nunca voy a regresar. Claire supo que era verdad en el


segundo en que la pregunta abandonó su boca. Incluso si Nix
decía que es todo, incluso si intenta enviarme lejos. Sabiendo lo
que sé, sabiendo que a ellos nunca les importará. No había
vuelta atrás para algo como eso.

***

Desde el momento en que Nix decidió que iba a regresar


al instituto, había sabido que esto sería un adiós. Esta era su
pelea. Era el verdugo de La Sociedad, su arma.

Tenía que dejar ir a Claire. Pero mientras la miraba,


realmente la miró, se dio cuenta de lo obvio: que Claire no tenía
a dónde ir.

—No te olvidarán de inmediato —dijo, un bulto elevándose


en su garganta—. Se darán cuenta que no estás, pero no te
buscarán. Si regresaras esta semana o la próxima o los próximos
seis meses desde ahora, probablemente podrías refrescar sus
memorias.

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—¿Pero un año desde ahora? ¿O dos? ¿O diez?

—Se olvidarán de ti. —La única razón de que los miembros


de La Sociedad recordarían que Claire existía, era que ellos
tenían protocolos en lugar para prevenirlos del olvido. Tenían
archivos. Alarmas de recordatorio programadas para que
suenen para incitarles a leer esos archivos y recordarles lo que
andaban siguiendo.

Los padres de Claire no tenían nada de eso.

—¿Has oído hablar de Roanoke? —Nix no estaba seguro


de por qué decidió sacar el tema, aparte del hecho de que la
historia no implicaba hablar de volver al instituto, y no implicaba
decirle a Claire que las personas que ella había llamado a
mamá y papá probablemente olvidarían que alguna vez
habían tenido una hija.

—Esa es la colonia perdida, ¿no? ¿La que solo


desapareció?

—Sir Walter Raleigh, el hombre que financió la expedición


de aterrizar en Roanoke, fue La Sociedad. La mayoría de la
gente en el barco eran Nobodies. Unos pocos fueron Nulls.
Raleigh los quería lejos de la Corona. Una media docena de
Sensors. Supongo que La Sociedad quería la reclamación en el
Nuevo Mundo, el poder que vendría con él.

Claire soltó un bufido.

—¿Como que el plan funcionó para ellos?

—Los Nobodies mataron a los Nulls. Los Sensors se olvidaron


que los Nobodies existían. Raleigh y la reina negaron enviar
suministros por unos pocos años. —Nix se encogió de hombros—.
No fue bien.

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—¿Así que hubo más de nosotros en ese entonces? —
preguntó Claire, y la idea era tan extraña a Nix como lo era
para ella. Desde docenas a dos.

—Debe haber sido.

—Y ahora solo somos tú y yo. Tú. Y yo. —Las palabras


salieron de su boca con tanta fuerza que se dio cuenta de que
había estado conteniéndolas todo el tiempo. Mientras ellos
habían discutido de la droga. Mientras que habían estado
haciendo planes—. Yo nunca hubiera sido Normal, Nix. Nunca
habría sido Abigail con sus Courtneys y Justins. Nunca voy a
tener una vida normal, no importa lo que haga, y juro por Dios
que no sé si sentirme apenada por ellos o por mí. Porque sé que
es lo que va a cambiar y lo que no va a cambiar, y sé que tú
eres el único que me verás. Y eso es suficiente, porque tú eres el
único que quiero ver.

No pudo procesar las palabras, pero leyó su significado en


el conjunto de su cuerpo, la inclinación de su barbilla.

Tú eres el único que quiero ver.

Ella sabía lo que era. Lo entendió. Tal vez debería alejarse,


tal vez él no la merecía, pero Nix supo de repente y de manera
irrevocable, que no podía.

No lo haría.

Tú eres el único que quiero ver.

Ella no volvería a tener una vida normal. Si ella nunca lo


hubiera conocido, si él se alejara y nunca oscurecería su puerta
de nuevo…

Ella estaría sola. La mataría, si se alejara de ella la mataría.

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—No voy a dejarte, Claire. —Nunca antes había hecho
una promesa. Las palabras tenían un gusto para ellos, dulce
como la lavanda, sólida como el acero.

—¿Nunca?

Los Nobodies no pensaban en el futuro. Los Nobodies no


tenían futuro. Todo lo que tenían era una habilidad y una
responsabilidad. Para matar.

—Nunca.

Claire dio un paso hacia adelante y luego, un pequeño y


vacilante paso que Nix encontró difícil de igualar con la forma
en que había envuelto sus brazos alrededor de él en el
cementerio. La forma en que le había preguntado —
ordenado— para dejarlo salir. La forma en que se habían
besado alejó el resto del universo. Ahora ella le estaba pidiendo
un pequeño paso a la vez, para dejar que sea real. Para que
sea duradero y sólido. Nix no se detuvo. No dudó. No dio ni un
solo momento. Se olvidó del vial en la mesa del café. Cerró el
poco espacio que quedaba entre ellos, y puso sus brazos
envueltos, su boca descendió, y la primera base siguió el
camino a la segunda base.

Lo que pasó antes, no puede volver a ocurrir.

Cuando digo que ha terminado, se ha terminado.

Sus labios rozaron los suyos. Ella cerró los ojos. Se puso de
puntillas. Cerrando sus manos detrás de su cuello. Remolcando
sus pulgares por sus laderas.

Esto no volverá a terminar.

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Él la besó. El resto del mundo no se desvaneció, el poder
no explotó entre ellos, pero no pudo evitar aplastar su cuerpo
contra el suyo.

Esto es real.

En las Sombras o lo que fuera, sólidos o inmateriales, ella


era suya.

Tócame, susurró, de su mente a la de ella, y mientras ella lo


hacía, perdió ante ella. Juntos, se hundieron dentro y fuera de
las Sombras. Dentro y fuera del tiempo. Físico. Trascendente.
Nada. Todo.

Nix y Claire.

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Capítulo 21
Traducido por Diamond—Countess

Corregido por andreasydney

Claire miró al techo, sus ojos muy abiertos; Nix dormido


junto a ella. Si cerraba los ojos podría desaparecer. No porque
él lo hubiera elegido —él había dicho que no se iría, y ella le
creyó— sino porque el Felices Para Siempre no le ocurría a
chicas como Claire.

Hasta ahora.

Si crees en algo lo suficiente, si quieres algo lo suficiente…

Todavía quedaba La Sociedad. La gente que la quería —y


por ahora Nix también— muerta. La droga Null estaba en la
mesita de café. El hecho era que tarde o temprano tenían que
meterse en las entrañas del monstruo. La cosa era que ellos eran
solo niños…

Pero no lo eran. No eran niños. Eran Nobodies, y Claire


había estado sola y por su cuenta un largo tiempo. Nix, muy
tranquilo en su sueño, lo había estado por mucho más tiempo.
Claire pensó en sus padres. Pensar en la posibilidad de no
volverlos a ver y saber que ellos no la habían extrañado haría
que los momentos en que ella sí los había extrañado a ellos y a
todo lo que pudieron ser, mucho peores.

Claire se preguntó si siempre se había sentido de esa


manera. Se preguntó si ella y Nix podrían entrar y salir de La
Sociedad sanos y salvos. Pero sobre todo, a pesar de lo que

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estaba en juego y todo lo que había pasado y estaba a punto
de pasar, Claire se preguntó qué estaba soñando Nix. Qué
había puesto la tierna y juvenil sonrisa en una cara que nunca
se había visto tan suave. Tan vulnerable.

Claire pensó en El Principito, de un zorro silvestre que había


pedido ser domesticado. Claire conocía la historia, se la sabía
de memoria y no necesitaba coger el libro de su repisa.

La repisa de Nix.

Las cosas más importantes en la vida fueron las que no


viste con los ojos. Las cosas que viste con el corazón. Claire
cerró sus ojos, vio la imagen de Nix contra el fondo de sus
párpados. Sintió el calor de su cuerpo, descansando cerca del
suyo. Se acurrucó en su torso, dejando su cabeza descansar en
su pecho. Él se movió en su sueño envolviéndola, enrollándose
para encontrar las curvas de su cuerpo.

Puedes entender las cosas que domésticas, pensó,


reelaborando las palabras del zorro al Principito, haciéndolas
suyas. Cuando domesticas algo, es total y exclusivamente tuyo.

***

Nix se despertó con la sensación del aliento de Claire en su


cara. Ella necesitaba crema dental. Sonrió. No podemos
permanecer de esta manera, pensó. Quizá no por siempre.
Quizá no después del mediodía. Pero por unos pocos relajantes
segundos, mientras sentía su corazón. Por un momento de
euforia mientras sus latidos rápidamente retornaban.

Se quedó mirando el vial en la mesa de café en el


momento en que apartó los ojos de la cara de Claire.

Vamos a entrar.

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A un lugar plagado de Sensores. A destruir archivos y discos
duros y cada rastro de droga Null que pudieran encontrar. Pero
primero, Nix tenía que averiguar cómo se habían mantenido
ocultos de él, para empezar. Él había estado dentro de los
laboratorios. Había caminado por sus corredores. Conocía cada
milímetro del edificio.

A menos que tuvieran otros edificios, otros laboratorios. Nix


estaba comenzando a sospechar que lo que él sabía de La
Sociedad eran solo arañazos en la superficie. Le habían
enseñado a no hacer preguntas, a no esperar respuestas. Solo
sabía lo que ellos querían que supiera.

Bueno, tenemos que encontrar a alguien con acceso al


interior y hacerlo hablar.

Nix escuchó a Claire revolviéndose junto a él y se dio la


vuelta para ver sus ojos abiertos, para ver la comprensión en
ellos al momento en que se fijaron en él.

Necesitamos un plan… Pero no hoy.

La idea sorprendió a Nix. Vacaciones no era una palabra


en su vocabulario. Los Nobodies se sentaron, y esperaron y
sangraron y fueron asesinados. Una y otra y otra vez, mientras
ellos morían. Sin variación. Sin vacaciones.

No es la vida de Claire. No es la mía… no más.

—Buenos días —lo saludó con una sonrisa. Muy simple. Muy
dulce. Perfecto. Tan perfecto que por un momento, deseó que
se pudiera congelar, la manera en que ambos pudieran
detener el tiempo de desvanecerse.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Claire.

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251
Nix le sonrió de vuelta, confinando la droga a un rincón de
su mente.

—Estoy pensando que deberíamos irnos a alguna parte.


Como… en una cita.

La palabra sonaba inadecuada y tonta hasta el punto en


que Nix pensó por una fracción de segundo que lo había
pronunciado mal.

—Deberíamos salir —se corrigió.

Después de que juguemos a David y Goliat con La


Sociedad deberíamos tener al menos un día para nosotros, solo
para nosotros.

Claire dio una mirada a la mesita de café, pero él puso


una mano sobre su mejilla e hizo que lo mirara de nuevo. Claire
inclinó la cabeza sobre su mano.

—Bien —dijo ella con una sonrisa tanto tímida como


dulce—. ¿A dónde quieres ir?

No al cementerio.

Ni a la mansión de un senador muerto de midwestern28.

La falta de experiencia de Nix con el mundo de afuera le


limitaba pensar en ideas sobre citas.

—Una vez que desaparezcamos podremos ir a cualquier


parte —dijo evadiendo la pregunta para darse más tiempo y
pensar.

La sonrisa de Claire creció hasta proporciones casi


deslumbrantes.

28 Midwestern: Medio oeste de Estados unidos.

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—Cualquier parte suena genial.

—Lo es.

Nix despejó su mente. Él dejó todo, pero Claire lo echó a


perder. Sin drogas en la mesa, sin armas bajo el porche. Sin La
Sociedad. Sin Sensores.

Solo Claire.

Sombra. Aire. Nada. Claire.

Un nuevo mantra. Nuevas palabras, golpeando en sus


venas, formando un extraño dueto con las antiguas.

Menos que…

Sombra…

Menos que…

Aire…

Nada…

Claire.

Nix abrió sus ojos justo para ver a Claire escaparse de la


realidad, y entonces se dio cuenta que no importaba cuántas
veces la viera haciendo eso, siempre estaría completamente
absorto con eso, extasiado por la forma en que la luz brillaba
sobre su cuerpo y desde su interior. La expresión en su cara
siempre iba a ser nueva para él, preciosa.

Impresionada, pasmada, eufórica, dichosa.

—Corramos. —Nix usó decididamente las palabras, las del


primer día, de la primera vez que él se cruzó con ella.

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253
Ellos corrieron. Y mientras el mundo estaba sometido a sus
pies, y mientras Nix atravesaba el bosque, y mientras Claire
pasaba borrosa a su lado, aceptó el hecho de que nunca
habían sido Normals, ni siquiera para una cita normal. Ni por una
sola tarde.

Eran más que eso.

Cualquier parte terminó siendo un camino en la orilla de la


costa en un pequeño pueblo turístico, lo suficientemente lejos
de su escondite que no podían volver hasta allí agobiados por
el dolor de sus extremidades, pero lo suficientemente cerca
para recordarle a Nix el pueblo donde la había encontrado
parada en la acera con ropa robada.

Los dos pararon al mismo tiempo en el centro de un grupo


de gente. Finalmente tendrían que volver al mundo real. Hacer
cosas normales, comer algo, jugar algún juego, disfrutar de la
vista. Pero no ahora.

Como un bailarín haciendo sus movimientos


coreografiados hace tiempo, Nix se movió hasta Claire,
cerrando el espacio que había entre ellos, ella encontró sus ojos,
tomó su mano, y al momento en que la tocó el tiempo se
detuvo.

No deberíamos ser capaces de hacer esto. La Sociedad


no sabe que los Nobodies pueden. Si fuera así ellos nunca me
hubieran enviado por ella, nunca se habrían arriesgado…

No pudo completar la idea. Él le pertenecía a Claire y al


desvanecimiento. No había preocupaciones aquí. Ni
pensamientos. Solo había luz, y entusiasmo, y la increíble
adrenalina que viene con el poder absoluto.

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Por todas partes a su alrededor había gente. Gente Normal
en citas Normals, congelados en la mitad de sus vidas Normals.
Una mujer le grita a su hijo, contorsionando su cara en ángulos
tan innaturales que parece que tuviera la piel fundida con los
huesos. Un hombre estaba apartando a la gente con su
portafolio, un hombre viejo olisqueaba un perro caliente con sus
ojos cerrados. Nix no le hubiera dado otra mirada de no ser por
la luz alrededor de su cara.

Alrededor de su nariz.

Por instinto Nix se colocó entre Claire y el hombre y revisó el


perímetro del camino.

Allí, una mujer con sus manos suavemente tendidas frente


a ella. Y allá, como veinte-algo con su oído izquierdo hacia la
multitud. Encontró a los dos restantes buscando la energía que
su poder emitía, energía visible solo para los invisibles.

Cinco de ellos. Visiblemente inofensivos. Repartidos por


todo el lugar. Pero Nix sabía. Él sabía. Había visto esa luz antes,
en los pasillos del instituto.

No pienses. No te preocupes. No. Pierdas. Tu. Invisibilidad.

Sintiendo algo extraño, Claire puso su mano libre en el


cuello de Nix, halándolo más cerca, obligándolo a mirarla a ella
y solo a ella, igual como él había hecho con ella la noche
anterior.

—Claire. —Dejó la palabra colgando y se dejó absorber


por la cercanía, inhalando y exhalando, mientras podía
encontrar la palabra que tenía que decir—. Hay Sensors aquí.
Debí saberlo. La Sociedad nunca para de buscarte. De
buscarnos. Supe que estaban buscando. Los vi.

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En cualquier segundo ambos podrían perder su
invisibilidad. En cualquier segundo esos Sensors podrían moverse
más cerca y completar el trabajo que él había dejado
incompleto.

—Estamos aquí. Estamos juntos. Estamos a salvo. —Las


palabras de Claire tomaron el ritmo de una canción—. Solo tú y
yo.

Nix no se podía deshacer del miedo, el incapacitante,


fuerte e indiscutible miedo de que Claire estuviera en peligro, de
que ellos pudieran herirla.

No puedo dejar que la encuentren, que la hieran.

—Voy a perder mi invisibilidad —dijo las palabras en su


oído—. Y cuando lo haga tú también, así que tienes que irte de
aquí.

—No te dejare aquí.

Se esforzó por esperar solo otro minuto. Lo suficiente para


decirle qué hacer.

—Tarde o temprano tendríamos que buscar un Sensor.


Necesitamos información; ellos deben tenerla, pero cinco a
dos… las probabilidades…

Menos que sombra. Menos que aire. Claire.

—Corre. Aléjate de mí, así no podré traerte de vuelta. Ve a


la cabaña. Esconde el suero. Tráeme un arma.

Nix esperó. Cerró sus ojos. Se concentró en su olor, recordó


su sabor, y todo el tiempo oró para que Claire hiciera lo que él
le había dicho, porque él no podía olvidar el débil cuerpo que
había tenido que llevar en ese bus; ni la manera en que un
grupo de limpieza casi la había asesinado una vez.

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—Bien.

La palabra fue el único aviso que tuvo antes de que Claire


se alejara de él y corriera. El momento en que rompieron
contacto oyendo al tiempo correr más rápido alrededor de
ellos, sintió su ausencia y supo que en cuestión de segundos
perdería su invisibilidad. El peso comenzó volviendo a sus
extremidades, pero luchó, luchó con uñas y dientes para
mantener su mente despejada, su cuerpo inmaterial, solo lo
suficiente para darle a ella una oportunidad.

Nix se materializó en el camino. La vida siguió a su


alrededor. Los Sensors siguieron buscando y el retrocedió. A
pensar, a planear.

Él y Claire necesitaban información. Los Sensors debían


tenerla, pero también podrían sentirlo, e indudablemente tenían
órdenes de asesinarlo —o a Claire cuando volviera— apenas lo
vieran. Cinco a uno, cinco a dos. De cualquier manera, a Nix no
le gustaban las probabilidades.

Ellos quieren herir a Claire.

La idea, la misma que le hacía imposible estar


desvanecido con ella a su lado, trajo a la vida al depredador
que tenía dentro. La Asociación lo había entrenado para cazar.
Lo entrenaron para matar. Lo hicieron el asesino perfecto.

Tiempo incluso para las probabilidades.

***

Claire sintió la ausencia de Nix el segundo en que lo dejó la


invisibilidad. Si ella hubiera seguido parada a su lado, si ella lo
hubiera visto suceder, no hubiera sido capaz de resistir seguirlo,
pero ella estaba corriendo, a través de gente, y tiendas, y

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árboles, y se rehusó a dejar que sus músculos desfallecieran, se
rehusó a pensar en la mitad de su alma que estaba perdiendo.

Soy nada. Soy Nobody.

Ella era Nobody y estaba corriendo.

Situación: ¿Qué si él está detrás de mí? ¿Qué si estamos


compitiendo? Flotando, desdibujándonos, sangrando…

El viento no puede tocarla a ella, pero el aliento de él sí.


Ella podía sentirlo a su lado.

—El ganador se lleva todo —susurró él en su cuello. Claire


rió empujando el deseo de darse la vuelta y tomar todo lo que
ella quería, de poder salir disparada de su cuerpo y conectarse
con el de él.

Él corre por delante de ella y ella suelta un jadeo lleno de


cansancio fingido.

Más rápido, más lejos, más…

Corrieron codo a codo, sus pasos sincronizados. Su corazón


latiendo al unísono. Más rápido, más lejos…

Ahí.

—Fin de la situación —murmuró Claire mientras volvía a la


cabaña, y en el momento en que lo dejó ir su mente procesó lo
que había mantenido a raya: Nix se había ido. Ella lo había
dejado con los Sensors.

Tan lejos como fueran los factores detonadores sería mejor.

Huesos crujiendo, piel rasguñada, poros ahogados por


cemento.

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Eso fue todo lo que pudo hacer por permanecer de pie.
Físicamente nunca había sido tan brutal. Fue como si no pudiera
caber en su cuerpo nunca más. Se obligó a enderezarse, a
levantar los ojos del suelo a la repisa del rincón.

—Esconde el suero. Tráeme un arma —repitió las palabras


de Nix como una oradora—. Esconde el suero. Tráeme un arma.

Se dio el tiempo para un respiro, luego dos, y después se


movió, cogiendo el Null de la mesa del café. Sus miembros ya se
habían acostumbrado a moverse de nuevo, caminó fuera de la
puerta delantera y luego gateó bajo el porche, donde Nix
había escondido las armas.

Hace una eternidad Nix había puesto las armas en el


mostrador y le dijo que escogiera. Él había puesto una pistola en
sus manos y le dijo que la usara, y ella se había negado.

Esa Claire era una Claire diferente.

Ella tomó la pistola, la que Nix había apuntado a su pecho


el día en que se conocieron. El arma era pesada en su mano y
hacía que sus manos se sintieran pequeñitas, pero ella la
mantuvo bien agarrada. Para traer un objeto a las Sombras
tienes que imaginar que es una extensión de ti mismo. Después
de traer la droga Null a las Sombras, imaginó esta arma —la
pistola de Nix— como una extensión de su cuerpo, de su brazo,
de su cuerpo, era nada.

Y un instante después, fue ella.

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Capítulo 22
Traducido por Jeyd3 y Clarita

Corregido por andreasydney

Nix hizo su camino entre la multitud, poniendo distancia


entre él y los Sensors, escogiendo su punto de ventaja
cuidadosamente. Si uno de sus objetivos lograba aproximarse a
su ubicación, estaba bien. Nix los vería llegar. De lo contrario, él
esperaría que ellos se separaran y luego lidiaría con ellos, uno
por uno.

Individualmente, los Sensors pasaban al lado de él en los


pasillos del instituto cada día, apenas registrando su presencia.
Como equipo, ellos eran mucho más peligrosos, y aun así no
tenían la sensatez de permanecer juntos, lo cual le decía a Nix
que aunque ellos estaban preparados para encontrar a sus
objetivos, no tenían razón para creer que él y Claire estaban
realmente en este pueblo, en este malecón. Este equipo era
uno de muchos. El protocolo de Ione y sus amenazas y su
equipo de científicos solo podían hacer cierto daño.

Ellos no saben que estoy aquí.

El pensamiento y el hecho de que Claire estaba fuera de


peligro inmediato, hacía más fácil para Nix concentrarse y
recuperar la certeza de que si él tenía que desvanecerse,
probablemente podía hacerlo. Por ahora, miraba mientras los
cinco Sensors pasaban de escanear las calles a sondear las
pequeñas tiendas del malecón, divididos en unidades más
pequeñas.

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Estas personas quieren que Claire muera.

Nix registró sus movimientos y memorizó sus caras.

Un hombre, sesenta años, cuerpo grande, ojos redondos y


pequeños.

Dos mujeres, de mediana edad. ¿La cosa más notable


sobre ellas? Las armas enfundadas bajo sus camisas.

Un hombre, joven. En sus veintes, tal vez. Sonriendo.


Emocionado. A este, Nix lo reconoció de forma innata como un
asesino. A este le gustaba matar. Él quería sangre de Nobodies.

La sangre de Claire.

Nix hundió sus uñas en sus palmas, dejando medias lunas


sangrientas a su paso, pero se forzó a concentrarse, de seguir al
último Sensor mientras él salía de una tienda y empezaba a
caminar en dirección de la posición de Nix en las orillas de la
multitud.

Probablemente debería matarlo. No puede matar a Claire


si está muerto, y solo necesitamos vivo a uno de los Sensors para
hablar.

El pensamiento no fue tan natural como una vez lo habría


sido para Nix, pero aun así se formó demasiado fácil en su
mente, mientras el Sensor en cuestión llegaba a cuatro metros y
medio de distancia de Nix, y luego a tres.

—Nobody.

La voz del Sensor era familiar, pero Nix no podía situarla


completamente.

—Sé que estás aquí, Nix.

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Nix no se movió. No estaba armado; el Sensor
probablemente sí.

Podría matarlo.

—Sé que estás aquí —dijo de nuevo—. Puedo saborearte.


O mejor dicho, la falta de ti. —El Sensor en cuestión estaba
observando cerca de él. No directamente a él, pero cerca—.
No queremos lastimarte.

Nix situó la voz. Uno de sus entrenadores. El que lo había


tenido desde los seis a los diez años. El que lo había visto
ahogándose y nunca se movió para aflojar las correas. El que
había presionado un cuchillo en sus palmas y le había mostrado
cómo cortar un cadáver.

Ryland.

—No queremos lastimarte —dijo el fantasma de la vida


pasada de Nix. Más viejo. Más gris. Mintiendo—. Estás
confundido. Sé que esto es confuso —dijo el hombre, con voz
de terciopelo y rezumando sinceridad—. Tienes que confiar que
estamos haciendo lo correcto. Para todos.

Nix hizo un balance de su situación:

Sin armas.

A metro y medio de una de las personas que le habían


enseñado a matar—obligado a matar.

Incapaz de moverse sin arriesgar una exposición completa.

Nix sonrió. Ellos pensaban que podían hablarle. Ellos


pensaban que podían traerlo de regreso. Ellos pensaban que él
se aferraría a cualquier pedazo de falsa esperanza de que fuera
querido. Necesitado.

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Estaban equivocados.

—Menos que sombra. Menos que aire.

El Sensor probablemente pensaba que Nix estaba


lanzando las palabras que le habían enseñado en la cara de su
maestro, pero no. A Nix no le importaba este hombre. O la
Sociedad. O los Nulls.

O nada.

Claire estaba ahí, en la periferia de su conciencia. Ella


siempre estaría ahí, pero justo ahora había algo más grande en
su mente que incluso ella. Este hombre ya no era su maestro. Nix
no era su estudiante. No tenía nueve años.

Esto era la graduación.

Deslizarse al mundo de las Sombras fue tan fácil como lo


hubiera sido si Claire estuviera de pie al lado de él, y Nix fue
recibido por el conocimiento de que en algún lugar, ella
también estaba desvanecida.

Ella está a salvo.

Y estaba a punto de estar más segura.

Deslizándose hacia adelante, Nix se acercó al hombre que


había colocado arma tras arma en sus pequeñas y regordetas
manos. Quien lo había drogado y enterrado, dos metros bajo
tierra, en nombre de la ciencia. En nombre del bien común.

Mentiras.

No importaba.

No había espacio en la cabeza de Nix para recuerdos. Él


era un Nobody. Nada. Inmaterial.

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Y los Nobodies nunca eran capturados.

El antiguo mentor de Nix se enderezó en el momento en


que Nix se deslizó en las Sombras. Desconcertado, pero no
temeroso, el hombre dio un paso hacia atrás, y movió la cabeza
ligeramente, para hablar en su muñeca. Nix se lanzó adelante.
Impulsó su mano hacia el cuerpo de Ryland, y pasó
directamente a través de su cuello. Inconsciente de que Nix
estaba dentro de él, el Sensor continuó dando órdenes en un
aparato de comunicación en su reloj. Por su tono de voz, muy
bien podría haber estado hablando del clima.

—El chico está aquí, pero se escapó. La chica le seguirá.


Úsalo para atraparla, y luego acábalos a ambos.

Eso era lo que La Sociedad le hacía a aquellos que se


ponían en su camino. Wyler. Sykes. Nix.

Eso debería haber enojado a Nix, pero Claire no estaba en


peligro inmediato, y Nix lograba ocultar sus emociones, de la
manera en que lo había hecho antes de conocerla. En lugar de
eso, se concentró en los fríos y duros hechos.

Hecho: Ryland tenía órganos que le permitían probar la


energía —o la falta de la misma— una habilidad que era útil
para localizar Nobodies en el mundo real, pero no en las
Sombras.

Hecho: Ryland estaba fuertemente armado: dos cuchillos,


dos armas, posiblemente una granada. Ninguno de los cuales
podía tocar a Nix hasta y a menos que se volviera físico de
nuevo.

Hecho: Nix no tenía armas. Ni cuerpo físico. Ninguna


debilidad o fortaleza.

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Desvanecido, Nix no podía empujar a Ryland, y Ryland no
le podía regresar el empujón. Nix inclinó la cabeza y miró al
hombre a los ojos, arrastrando su mano fantasma sobre el
pecho de su objetivo en la forma de una X.

Hasta que conoció a Claire, Nix nunca había pensado


mucho sobre la manera en que la energía funcionaba, los
pormenores de los poderes de los Nobodies. Por ella, él pondría
todo lo que había aprendido en palabras.

Él le había dicho que podías tomar un objeto físico hacia


las Sombras contigo si considerabas ese objeto una extensión de
ti mismo. Arrastrando su mano inmaterial sobre el pecho del
Sensor otra vez, Nix consideró lo contrario. Es lógico que si no
consideras algo como parte de ti, se queda atrás.

Nix empujó su mano dentro del cuerpo de Ryland y la


movió hacia abajo, abajo, abajo, su muñeca entre las costillas
del hombre, sus dedos detrás de ellas. Nix conocía la anatomía
humana. Él sabía cómo poner balas en corazones para detener
sus latidos, y en cráneos, directamente entre los ojos.

Ellos me enseñaron eso.

Nix sabía dónde encontrar el corazón del Sensor.

Y basado en lo que le había enseñado a Claire, él sabía


cómo tomarlo. Cómo apretarlo. Cómo parar sus latidos, sin
ningún arma.

Esta mano no es mía. No tengo manos.

Claire siempre había sido capaz de imaginar cualquier


cosa, para convencerse a sí misma de algo. Así fue como él
sospechaba que ella había sobrevivido por su cuenta, antes de
que le hubiera dicho lo que eran. Ella había tenido amigos
imaginarios, interacciones imaginarias. Por eso es que ella había

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aprendido a desvanecerse tan rápido. Todo lo que tenía que
hacer era imaginar algo, y se hacía real para ella.

Cuando Nix pensaba en Claire, era fácil para él hacer lo


mismo.

Esta mano trató de matar a Claire. No es mía.

La nada se deslizó del apéndice, un dedo a la vez, y


aunque Nix no podía sentir su propia mano, aunque se había
ido para él como lo hubiera hecho si espontáneamente se
hubiera transformado en un amputado, él podía verla.

Podía verla, sólida y envuelta alrededor del corazón del


Sensor.

Ryland, ciego a lo que estaba pasando, paró de hablar en


su reloj. Se tropezó. Jadeó. Tocó su pecho.

Aprieta. Aprieta. Aprieta.

Nix alentó a la mano que no era suya.

Los Nobodies no necesitan armas. Nosotros somos armas.

Al decir la palabra —Nobodies, plural— la cara de Claire


vino espontáneamente a la mente de Nix. Sus ojos, brillantes,
inquisitivos, rompiendo en llanto. Sus pestañas —largas y no del
todo negras. Su cara con forma de corazón. La manera en que
su flequillo nunca caía de la misma forma de un día a otro.

Esta mano peinó el cabello de Claire a un lado de la cara


de Claire. Esta mano ha sostenido las de ella. Esta mano es de
ella, y yo también.

Nix sintió sus dedos, uno por uno, deslizándose hacia las
Sombras mientras él los reclamaba. Enteramente inmaterial una
vez más, el Nobody sacó su mano del pecho de Ryland. El

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hombre cayó de rodillas. Cerca, una mujer gritó, y un efecto en
cadena se esparció por la multitud.

—¡Alguien, rápido! ¡Llamen al 911! ¡Creo que este tipo está


teniendo un ataque al corazón!

Los peatones se apresuraron al lado del Sensor. Nix dio un


paso atrás.

No lo maté. Podría haberlo matado, y no lo hice.

En la mente de Nix, las palabras estaban matizadas con


cantidades iguales de acusación y admiración. Matar a Ryland
podría haber puesto a Claire en una situación más segura.
Habría debilitado a La Sociedad por centésima, o una milésima
o algún margen, trivial o no.

Si me hubiera sostenido un poco más, lo habría matado. Él


estaría muerto.

—Todavía está respirando. Eso es amigo, solo respira. La


ambulancia está en camino. ¿Puedes hablar? ¿Estás bien?

El peatón inclinado sobre Ryland no tenía idea de a quién


o a qué le estaba hablando. Tal vez, si hubiera escuchado la
manera casual en que su “amigo” había ordenado la muerte
de Claire, el Sr. Buena Acción no habría estado tan entusiasta
en salvar su vida.

La vida que Nix no había extinguido, porque había


pensado en Claire. Porque tenía una opción.

Soy lo que soy. Soy lo que quiero ser.

La cara del Sensor se aflojó en un lado, y mientras Nix


observaba, la lengua del hombre salió de su boca, inerte e inútil.

Él está tratando de experimentar conmigo, y no puede.

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—Oh, hombre. ¡Creo que está teniendo un derrame
cerebral!

—No te preocupes —susurró Nix al buen samaritano,


retrocedió hacia la multitud mientras los paramédicos invadían
la acera—. Él vivirá. —Las palabras se sintieron como el ácido de
una batería sobre su lengua, incluso sus entrañas se
retorcieron—. Él vivirá, y se recuperará, en su mayoría al menos.

Pero él no estaría experimentando con Nobodies por un


tiempo.

Nix se deslizó entre la multitud sin ser visto.

Unos menos, faltan cuatro.

***

Claire supo el segundo en que Nix se volvió invisible. Y


también lo supo en el segundo que dejo de serlo. La sensación
era prima, dos veces eliminada, de la vez que ella había visto
por primera vez. Un escalofrío leve, una sutil destrucción de
cómo eran las cosas.

Sus pies tocaron tierra en el paseo marítimo, pero se


mantuvo desvanecida. El arma en su mano se sentía más ligera
que en el mundo sólido, ella se encontró atraída hacia el arma.
Ella la sostuvo en alto delante de su cara, mirándola fijamente.

Sabía, en el fondo de su desvanecido cerebro, que ella


había traído el arma para que alguien más la usara, pero había
un pensamiento intranquilo que seguía persistiendo. Proteger a
Nix, él siempre está protegiéndome, no puedo dejar que la use.
Y eso hizo que una desvanecida Claire pensara que quizás
había traído el arma para ella. Su mano calentó el metal hasta

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que estuviera a su misma temperatura, y Claire se concentró en
los ángulos elegantes de la pistola, el poder de las balas
silenciadas permanecieron en el vientre de la bestia. Ella hizo el
arma invisible.

Era suya.

Claire mantuvo sus ojos fijos en el arma mientras caminaba


entre la multitud. Apenas era consciente de que ella estaba
caminando a través de la gente de una manera que se habría
emocionado el día anterior.

Nix.

No podía dejar que su mente formara la palabra


completamente, no podía pensar en el hecho que él estaba
cerca y sólido, sin sentir el tirón de la realidad en el borde de su
consciencia. Podía, sin embargo, ceder ante la atracción
magnética de la presencia de Nix. Claire siempre tuvo un
horrible sentido de la orientación, pero desvanecida, Claire
sentía perfectamente la presencia de Nix.

Sus pies tocaron el suelo de la manera más superficial


posible, propulsándose hacia la tienda turística, del tipo que
vende platos decorados con pinturas animadas de langostas
sobre ellos y campanas de viento hechas con conchas falsas, y
camisetas blasonadas con declaraciones de distintos niveles de
queso y deshonestidad. El cartel de la puerta —VUELVO EN
DIEZ— estaba torcido, y había una cara sonriente en la parte
inferior. Este era el tipo de lugar que le sacaría una sonrisa
cuando ella era simplemente Claire, pero ahora estaba Nix.

—Vamos —le susurró a la pistola. Con la luz en sus pies y un


vertiginoso sentimiento de anticipación, Claire fluía a través de
las paredes de la tienda hacia la trastienda.

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Nix estaba allí, pero ella se negó a buscarlo. Cerró su
mente contra el faro de su presencia, y rechazó la corriente de
calor que llegó a su corazón.

Si ella cruzaba, él iba a querer el arma, y si él tenía el arma,


él podría usarla. Y si ella se mantenía invisible, ella podría
cubrirlo. Protegerlo, de los Sensors, de él mismo.

Claire escuchó los no tan silenciosos pasos de Nix, pero por


alguna razón él había venido a esta tienda. Los Sensors. Con
mucho esfuerzo logró enfocar sus ojos y la mente en el mundo
material y superó con una vaga sensación de que este dúo en
particular, dos mujeres, de cuarenta y tantos años, no eran lo
que ella había imaginado que serían.

—¿Quién es quién? —susurró Claire, sin saber si hablaba


consigo misma o con el arma—. ¿Qué es lo que estos Sensors
hacen?

Claire miró y escuchó en la forma en que solo alguien que


había pasado una gran cantidad de tiempo observando gente
podría. La mujer de la izquierda escudriñó la habitación en un
patrón de rejilla. La de la derecha caminaba con sus manos
extendidas en su cuerpo.

Visión extraSensorial, tacto extraSensorial, y ninguna de las


dos se daba cuenta de que había un chico al acecho por
detrás de ellas, o que Claire estaba de pie desvanecida, su
cabello estuvo a un pelo de distancia de sus míseros y sólidos
cuerpos.

—Ryland está fuera de contacto —dijo la mujer que


sostenía sus manos.

—¿Crees que lo cogieron? —preguntó su compañera,


después de un solo golpe.

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—¿Quién? —La primera mujer frunció el ceño y tocó su
frente, y el toque parecía el ancla de sus pensamientos—. ¿Los
Nobodies?

Las mujeres no parecían molestas de que uno de sus


compañeros podía haber sido cogido. No estaban asustadas.
No estaban agitadas. Ellas fueron neutrales.

Claire odiaba lo neutral. Neutral era ser ignorado y pasado


por encima y haciendo el mismo escrito que su anuario de
verano.

Los desencadenantes.

Claire se alejó de viejos pensamientos odiados y ella se


volvió a concentrar en la invisibilidad. Cerró los ojos y aspiró el
no del todo aire. Era poderosa. Etérea. Nada.

Nada con una pistola. Nada que podía materializarse y


dispararles, si tenía que hacerlo.

Nix eligió ese momento para cruzar en su visión periférica, y


Claire tuvo que obligarse a apartar la mirada. Sabía que podía
verla a través de su invisibilidad, de la misma manera que
siempre había sido capaz de bloquear sus ojos en él, pero ella
no podía permitirse que sus ojos lo vieran. Ella tenía que
mantenerse invisible a los Sensors. Ella tenía que ser la que tenía
el arma.

Nada. Soy nada. Mantente en nada.

Claire se acomodó hacía atrás, lejos de los Sensors, en la


pared. Ahora ella era parte de este lugar, desapercibida, sucia
y sin amor. De vuelta en la realidad, el chico del cual no podía
dejar de pensar se estaba moviendo. Silencioso y sin problemas.
Tenía un carillón de viento en una mano y en la otra un plato de
langosta.

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No puedo dejar que las mate.

La urgencia del pensamiento quebrantó la calmada


mente de Claire, pero ella luchó contra la solidificación, un
instinto le dijo que no era el tiempo aún. Antes de salvarlo, tenía
que darle la oportunidad de que se salve a sí mismo.

***

Claire estaba aquí.

Ella había traído el arma, de la forma que él le había


pedido. Él podía desvanecerse y tomar el arma de ella, y
disparar a los Sensors. Una vez que las balas invisibles dejaran la
pistola, se solidificarían. Dos disparos, dos Sensors menos.

Soy lo que elijo ser.

Nix supo en ese momento que si se dejaba desvanecer, él


tomaría el arma y les dispararía, sin segundos pensamientos. Si
quería mantenerse bajo control, independientemente de lo que
quería o no hacer, tenía que pasar en ese lado de la realidad.
No podía desvanecerse.

Nix aumentó la presión sobre los artículos que había


tomado de la parte delantera de la tienda.

Los Sensors escaneaban meticulosamente los montones de


cajas y el exceso de inventario a su alrededor, en busca de
algún Nobody, sin saber que si iban un poco más a la izquierda
lo verían. Claro como el día.

Y estas eran las personas que decidieron mi vida. Quienes


le dieron información a Ione, por lo que ella podía decirle a
quién matar.

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Los Sensors no lo sabían todo. No eran todopoderosos. Ellos
no tenían ni idea de que Claire estaba desvanecida, fuera de
su alcance, y no tenían ni idea de que él estaba detrás de ellos.

—¿Buscándome? —Nix no estaba seguro del por qué dijo


esas palabras. Tal vez para conseguir que se alejaran de Claire.
Tal vez porque quería ver su malestar cuando se dieron cuenta
de que eran su presa, y no al revés.

Aquel cuya capacidad recaía en sus manos dirigió su


arma inmediatamente, pero hacía Nix, el ritmo de su
movimiento era ridículo. La adrenalina le daba a los Nobodies
un límite. La presencia de los Sensors hicieron que el cuerpo de
Nix cambie a un modo de lucha, mientras que la de él no tenía
ningún efecto en la de ellos.

¿Emociones? Eran inútiles en una pelea. ¿La sacudida


bioquímica que venía de ellos? Oro.

Un rayo rápido, Nix hizo una finta hacia la izquierda y se


volvió hacía la mujer para bloquear el movimiento de su arma.
El tomó su cintura con la cuerda del carillón de viento, y se
retorció violentamente, primero tomó su mano y la rompió.
Mientras tanto, su acompañante desfundó su arma, pero Nix se
giró y atacó con su pierna izquierda, haciendo que el arma
cayera de sus manos.

—Algunos de nosotros hemos pasado cada uno de


nuestros días siendo moldeados como el arma perfecta —dijo
Nix, su voz alta y clara—. Y algunos otros no.

Él respaldó sus palabras en acciones, mandando al primer


Sensor al suelo con su pie derecho, y mandando con la mano
izquierda el plato decorado a la cara de la segunda mujer.

Matar.

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El impulso era fuerte, y hubiera sido fácil. Dejó caer los
restos del plato, a excepción de un pequeño fragmento.

Él podía degollarlas.

Un movimiento, dos Sensors muertos, dos problemas menos


para el futuro. Nix quería hacerlo. Él necesitaba hacerlo. Pero
buscaba desesperadamente no hacerlo. Él no podía pensar
claramente. Pero Claire estaba ahí. Observando.

No puedo.

Así que él no las mató. En cambio, cambió su peso al pie


de atrás y sintió el crujido de los huesos del primer Sensor bajo su
talón.

No más manos. No más detección.

La lógica era elegante, la realidad era fea, y Nix encontró


los dos lados de la justicia satisfactoria y nauseabunda.
Maldiciendo, se dirigió hacia la otra mujer, la mujer que
escaneaba la habitación con ojos en lugar de sus manos.

Su cara estaba sangrando. Y, viendo lo que le habían


hecho a su compañera, ella sabía qué esperar. Pero aun así, la
cara del Sensor seguía blanca. Neutral. Sus pupilas no estaban
dilatadas con miedo.

Ella ni siquiera tenía el deseo de correr.

—Deberías haberme matado —dijo Nix, considerando el


fragmento entre sus manos mientras mentalmente reemplazó el
mí por nosotros—. Pero no voy a matarte.

—¿Por qué no? —El interés de la mujer parecía


académico, incluso cuando Nix llevó el pedazo a su garganta.

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Nix miró por encima hacía Claire, a la pared, ella de pie
allí, visible solo para sus ojos.

Porque yo no quiero, pensó. Pero en voz alta lo único que


dijo fue:

—Por esto. —Y entonces, con el fragmento cortó la cara


de la mujer.

No más ojos. No más detección.

Estaba hecho.

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Capítulo 23
Traducido por SOS por Eva Masen-Pattinson, Gabbii Rellez, ElyGreen y
Angie_kjn

Corregido por Helen1

Claire no podía fijarse en la fluida facilidad con la que Nix


se movía, la manera en que sus ojos se estrechaban casi como
los ojos de las serpientes mientras sus extremidades caían en un
movimiento difuminado. Así que en lugar de eso, por el rabillo
de su desvanecido ojo, vio a los Sensors. No a sus cuerpos, sino
la luz alrededor de la mano de uno y de los ojos de otro. Fue un
destello, un resplandor, un aura parpadeante, la clase de cosa
que no podía ser vista fuera del desvanecimiento.

Poder.

Claire sostuvo el arma, suelta y lista a su lado, pero no


apuntó, no jaló el gatillo. Vio las luces, el poder que había
marcado su mirada en los Sensors, como la bombilla de una
luciérnaga apretada entre dos dedos, mientras Nix los atacaba.

No los mató.

Claire salió de la pared, impulsada por una fuerza que no


podía negar.

Nix podía haberlos matado, pero no lo hizo.

Él lanzó el fragmento bruscamente al suelo. Caminando


hacia ella, se desvaneció, y en un instante más tarde, estaban

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al lado del otro, parados frente a frente con solo una fracción
de espacio entre ellos.

—¿Cuántos más quedan? —preguntó Claire. Nix frotó su


mano delicadamente sobre su mejilla. El mundo se congeló
alrededor de ellos.

—Dos. —Nix movió su mano del cabello de ella hacia su


nuca, manteniendo el contacto—. Necesitamos encontrarlos
antes de que nos encuentren.

Claire dejó que su mirada viajara lejos de la de Nix hacia


las Sensors en el piso, quebradas y ensangrentadas. Impotentes.
Una de ellas estaba inconsciente, pero la otra yacía congelada
en media acción, su boca abierta, como si fuera a hablar.

—¿Qué crees que está diciendo? —preguntó Claire.

Nix frotó su pulgar sobre su cuello.

—Solo hay una forma de averiguarlo.

Claire asintió y se apartó del contacto de Nix. En el


momento en que rompieron el contacto, el mundo alrededor
de ellos volvió a la acción.

—El blanco se fue. Los Nobodies simplemente


desaparecieron. Estoy herida. Mis ojos. Dios, mis ojos…

Claire echó un vistazo a Nix y levantó una mano invisible


frente a los ojos de la mujer.

—Aquí —dijo ella y luego volteó hacia la mujer


inconsciente—. Y aquí. —Señaló hacia las manos quebradas de
la mujer—. Usualmente había luz. Ahora ya no la hay.

Nix miró lejos.

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—Solían ser Sensors. Ahora no lo son.

Desvanecida, Claire no estaba horrorizada. Sus ojos no se


detuvieron en los huesos rotos, la sangre. Había superado esa
etapa, y todo en lo que podía pensar, una y otra vez, era que
Nix no las había matado. Podía haberlo hecho, pero lo hizo.

El zorro le pidió al principito que lo domara.

—Quédate donde estás, Elena. Estamos a tres minutos de


ti. Estaremos ahí pronto.

Claire forzó su desvanecido cerebro para procesar las


palabras que venían del comunicador de la Sensor. Tres
minutos. Los otros Sensors estarían aquí en tres minutos.
Moviéndose por instinto, agarró la mano de Nix, su palma
frotando suavemente contra la suya, sus dedos entrelazándose.

—Están cerca —dijo Claire—. Están en camino, y ahora —


dijo mirando significativamente a la mano de él en la de ella—
están congeladas.

—Quedan dos —dijo Nix nuevamente—. Necesitamos


hablar por lo menos con uno de ellos.

Claire rozó sus labios contra los de él, enterrando sus


pensamientos, y los de él, en las Sombras. Aquí y ahora, ellos,
eso era lo que importaba.

—Quedan dos —repitió Claire. Levantó el arma y la dejó


contra su pecho en medio de ellos—. Me gustan nuestras
probabilidades.

***

Alejarse de Claire era difícil.

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El olor de su cabello. La curva de sus labios. La manera en
que su mano sostenía el SIG P22629. Claire era más que la suma
de sus partes, pero incluso los detalles más pequeños de su
cuerpo atraían a Nix como un planeta hacia el sol.

Olvidar a los Sensors. Olvidar lo que habían venido a hacer


aquí. Olvidar todo. ¿Por qué regresar? ¿Alguna vez? ¿Qué había
hecho el mundo real alguna vez por ellos?

Pero Nix sabía que no podía hacerlo. Tenían que inhabilitar


a los últimos dos Sensors. Tenían que dejar a uno de ellos en
estado para hablar.

Nix dio un paso atrás alejándose de Claire, dejando


espacio entre ellos, pero manteniendo un fuerte agarre en su
mano. Juntos, caminaron a través de las paredes de la tienda, a
través de la docena de campanas de viento, congeladas
donde el viento las había dejado.

El bulevar se encontraba en silencio, inmóvil. Los Sensors


restantes habían tomado una de las calles laterales, pero no
eran difíciles de encontrar. El anciano tenía una nariz anodina y
una cara picada de viruela, y se comportaba de una forma que
a Nix le recordaba a un sabueso.

A su lado, el joven, el que Nix había reconocido como el


tipo de persona que le gusta hacer el papel de depredador,
tenía una oreja inclinada hacia el suelo y la otra se volvió hacia
su compañero.

Los dos hombres debían haber estado hablando entre sí, al


frenético Sensor cegado, a través de sus comunicadores en el
momento en el que Nix y Claire habían detenido el tiempo.

29SIG P226: es una pistola semiautomática fabricada por las empresas Schweizerische
Industrie Gesellschaft de Suiza y Sauer de Alemania.

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—Luces —dijo Claire, señalando con la cabeza hacia sus
caras, su voz soñadora y áspera, como si los dueños de esas
caras no los quisieran muertos.

—Los veo. —Las luces. Los Sensors. El enemigo.

—Ves las luces —murmuró Claire, y Nix escuchó algo en su


voz que le dijo que concentrándose en el brillo de la energía
que marcaba a estos hombres como Sensors le impedía pensar
en ellos como personas, pensando en lo que él… ellos estaban
a punto de hacer.

Nada. Sin miedo. Sin emociones. Sin odio.

No era tan mala estrategia, y Nix se preguntó si era así de


simple. Ver las luces. Sacarlos de acción.

Nix dio un paso adelante, la mano todavía en Claire. No


podía tocar a los Sensors desde las Sombras, pero había cierta
posibilidad de que pudiera ser capaz de tocar la luz.

Para los Normals, la energía de un Sensor es invisible. No es


nada. Para mí tampoco.

Nix extendió la mano libre y por un momento, esperaba ser


capaz de captar la luz en la mano y tirar de los poderes de los
cuerpos de los Sensors, sin desorden, sin líos, sin sangre. Pero al
momento en que hizo contacto, una sacudida violenta subió
por su brazo, desde la mano hasta el hombro.

Falta de claridad.

Confusión.

Dolor.

¿Es esto lo que Claire sintió cuando trajo la droga Null a las
Sombras?

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Nix apenas tuvo tiempo de terminar la frase antes de que
se diera cuenta de que había dejado caer las manos de Claire.
Ellos todavía estaban desvanecidos, todavía invisibles para el
mundo, pero al momento en que se separaron, el tiempo se
aceleró.

—… Imprudente y desaconsejable. —Las palabras del viejo


recogidas a mitad de la frase. Nix se contuvo de agarrar a
Claire.

—Nix, ¿qué pasó? —preguntó Claire—. ¿Por qué...?

Nix se llevó el dedo índice a los labios, en parte porque no


sabía la respuesta a la pregunta de Claire, pero también porque
se encontraba con ganas de escuchar lo que estos Sensors
tenían que decir.

—Elena está fuera de servicio. También Margaret y Ryland.


O nos encontramos con estos Nobodies y les neutralizamos, o
nos neutralizan ellos. —El hombre más joven se mostró inflexible,
no porque estuviera enojado o asustado.

Porque estaba excitado.

Porque quería sangre.

Nix se concentró en mantener su desvanecimiento. Era su


culpa que hubieran caído de nuevo en la línea de tiempo. Él
soltó la mano de Claire, y ahora que los Sensors estaban
hablando, él no podía decidirse a detener el tiempo otra vez,
no cuando escuchar podía revelar algo útil.

—Si Ryland, Margaret y Elena no pueden neutralizar a los


Nobodies, ¿qué te hace pensar que tú puedes? —Las palabras
del hombre mayor fueron suaves, como si su compañero no
provocara más emoción en él de lo que sus objetivos lo hacían.

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—¡Esto! —El más joven sacó un pequeño frasco. Al
principio, Nix pensó que podría ser el veneno que La Sociedad
aprobaba para muertes discretas, pero una mirada a los ojos de
su adversario corrigió esa suposición. Un asesino podía amar sus
armas, pero no tenía hambre de ellas y la mirada en el Sensor
más joven era similar a la inanición.

Parece alquitrán. Se siente como el cielo. Nix pensaba en


la droga que Sykes había utilizado. Pero ésta parecía diferente,
de color más claro.

Casi transparente.

De vuelta en el instituto, Nix recordó lo que él había visto en


el laboratorio el día en que regresó, sus entrañas se volvieron
heladas. Ione pidiendo una actualización del estado de Claire y
luego exigiendo uno de sus “mecanismos de defensa”. La aguja
de rastreo que había visto en uno de los brazos de un Sensor.

—Ya hemos tomado la dosis máxima de este


medicamento en particular, joven. —En el presente, la voz del
Sensor mayor retumbó—. Suficiente para inocularnos
parcialmente con los poderes de nuestras presas. Suficiente
para decirme que nuestros objetivos podrían estar cerca,
escuchando cada palabra que decimos.

Una brisa sopló directamente a través de Claire y Nix, y a


pesar de que no les afectaba, cuando alcanzó la nariz del
anciano, este inclinó la cabeza hacia atrás, solo un poco.

—Si ellos estuvieran escuchándonos estaríamos muertos. —


El joven, arrogante, tomó una aguja del bolsillo interior de su
chaqueta, lo insertó en el frasco que se encontraba en su
mano, y lo echó hacia atrás, llenando la aguja con un extraño
suero, casi transparente que brillaba ligeramente rosa a la luz
del sol.

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No es un veneno.

Una droga. Y no la que Skyes estaba tomando. No era una


droga Null.

Nix pensó en el primer Sensor que había neutralizado.


Ryland. Su antiguo entrenador. Al que había dejado, jadeando
por aire en el pavimento.

Un hombre que nunca debería haber sido capaz de


conseguir bloquearlo, desvanecido o no.

Quizá la actual cabeza de La Sociedad de investigación


no era un completo desperdicio de espacio. Quizá la droga Null
no era su único logro.

—Erikson, no hagas eso. —El hombre más viejo caminó


hacia adelante para agarrar el brazo del hombre más joven,
justo antes de que la aguja tocara el brazo—. No estás
aprobado para otra dosis durante veinticuatro horas. Los
efectos secundarios, estás jugando con fuerzas que no
entiendes. La droga no solo te protege de sus poderes. Afecta
tu propia energía, altera los bloques de construcción metafísico
de tu completo…

Las palabras del hombre más viejo se perdieron cuando su


compañero se lo sacudió. La aguja se deslizó en la vena, y el
hombre más joven, Erikson, cerró sus ojos, los bordes de su boca
tensándose e inclinándose hacia arriba.

Dolor.

Éxtasis.

Y luego abrió sus ojos, y estaban rojos. No el suave, rosado


traslúcido del suero. Oscuros e inyectados de sangre.

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Me pregunto cómo se veía Sykes cuando tomaba la droga
Null. Nix sacudió el pensamiento. Tenía que permanecer
desvanecido. Con Claire.

—Están aquí —susurró Erikson, sus pupilas pulsando con


algún tipo de peso artificial—. No puedo verlos. No puedo
escucharlos. Pero están cerca.

—Sí, sí, lo están, lo más probable desvanecidos, y apostaría


a suponer que si nos quisieran muertos, ya lo estaríamos. —El
hombre más viejo levantó la mirada, probablemente porque no
sabía exactamente dónde estaban ellos—. No mataron a
Ryland o a Margaret. Tampoco a Elena.

El Sensor con los ojos inyectados en sangre había ido


demasiado lejos para escuchar la razón.

—Creo que mataré primero a la chica. Haz ver eso.

Eso como en Nix.

Las palabras tenían su efecto esperado en él, y Nix sintió


una ola de emoción no deseada.

Proteger a Claire, salvarla, incluso si tengo que matarlo, es


mi opción, mía…

—Te escucho. —El objeto del odio de Nix canturreó—.


Están aquí. Están cerca. Se están escondiendo.

Nix estiró la mano hacia Claire, contando con su presencia


en las Sombras para derribarlo. Ella lo miró, pero se apartó de su
toque, y Nix se dio cuenta de que ella no quería detener el
tiempo. Se preguntó por qué.

Claire envolvió su mano izquierda sobre la base de la


pistola que sostenía con su derecha.

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—Deja de hostigarlos, Erikson. —La nariz del viejo se
arrugaba por su propia voluntad mientras hablaba.

—¿No es eso lo que La Sociedad te enseña? —se burló


Erikson—. La mejor manera de tratar con un Nobody es
burlándose de ellos. Atraerlos. Pretender que importan, y
caminarán directo a la luz pública. —Su mano regresó al bolsillo
de su chaqueta, sacando otro frasco con líquido translúcido—.
Ione y sus secuaces necesitan ir con los tiempos.

El corazón de Nix latía en sus oídos. Con otra dosis de la


droga, ¿este Sensor sería capaz de ver a través del
desvanecimiento? ¿Se convertiría él en un Nobody, de la
manera en que el Senador Skyes había adquirido las
características de un Null?

No.

Era imposible, y era incorrecto. Pero no tan incorrecto ni


tan imposible como la idea de Claire, sus ojos fijos en su objetivo,
levantando sus brazos. Levantando la pistola. Estabilizando su
puntería.

Lista para disparar, por si acaso.

***

Desde el momento en que el sonriente, despreciable


hombre comenzó a hablar, Claire sintió perderlo, no el
desvanecimiento, sino la habilidad de pensar y ver las cosas
claramente. Cuando fuera que Nix se molestaba, comenzaba a
vacilar entre el mundo real y el desvanecido, pero en ese
momento, con Nix a su lado, el agarre de Claire en la nada era
tan perfecto, tan completo que enfrentó el peligro.

Sintió que nunca podría regresar. Como si las reglas y


morales que gobernaban el mundo real no se aplicaran aquí.

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Poder. Lo tenemos. Ellos no.

Los sonidos más feos de palabras sin sentido salieron del


joven Sensor sonriendo, burlándose, Claire se sentía menos
como Claire, y se sentía más como alguien más.

Una chica con una pistola.

Nobody.

Sonrisa-burlona estaba sosteniendo otro pequeño frasco


de líquido rosa, pero Claire no podía dirigir sus ojos para mirarlo.
No podía convertir la voz del hombre en palabras. Todo lo que
podía hacer era mirar las manchas de luz alrededor de sus
oídos.

Moviéndose rápido.

Creciendo.

Claire apenas sintió sus brazos flotar hacia arriba. Apenas


registró apuntar.

—Claire. No. —La voz de Nix pasó por sus pensamientos,


pero solo ligeramente.

Lo que Sonrisa-burlona le estaba haciendo a su cuerpo y el


parpadeo que rodeaba su energía, su aura, su poder, estaba
mal.

Afecta tu propia energía, altera los bloques de


construcción metafísicos de todo tu ser. Claire recordó la
advertencia del hombre mayor y la terminó por él: No hay forma
de saber qué podría pasar.

Las luces que rodeaban los oídos de Sonrisa-burlona se


volvieron más brillantes. Burbujeaban sobre sí mismas, como
ampollas saliendo en la superficie de la piel quemada.

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—Dame el arma, Claire —dijo Nix suavemente. Por un
momento, Claire consideró su petición, pero entonces el Sensor
joven, mal hombre, feo sólido hombre, clavó otra aguja en su
piel y el parpadeo de luz alrededor de su rostro explotó hacia
afuera, duplicando, triplicando, cuadruplicando su tamaño. Luz.
Alumbrando el cuerpo del hombre malo. No solo en sus oídos.

Ojos.

Nariz.

Boca.

Se esparció por su cuerpo con la velocidad de una mecha


encendida. Cada pequeño parpadeo de luz se separó en dos y
luego en dos de nuevo, y todo el tiempo, crecían más, crecían,
crecían…

Los brazos de Claire se pusieron rígidos. Su dedo se deslizo


fácil alrededor del gatillo del arma. Ella estaba desvanecida, y
el hombre malo estaba mirando directo hacia ella. Le estaba
hablando.

—Te veo —dijo él, sus labios retorciéndose como un


maníaco mientras iba por su propia arma.

—Claire —gritó Nix.

A Claire no le importó. No escuchó. Todo en lo que podía


pensar, todo para lo que tenía espacio en su mente, era la luz.

Claire podía detener esto. Detener al hombre que quería


herirlos.

—Las escondidas se han acabado —dijo su objetivo,


ignorando a Claire y a su arma y hablando directo hacia Nix—.
¿Cuánto quieres apostar que puedo hacer que ella pierda su

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desvanecimiento? Unas cuantas palabras bien puestas y un
pequeño tirón del gatillo, ella muere.

Claire no miró lejos, y no disparó su arma. Miró cómo las


manchas abultadas de luz se envolvían alrededor del cuerpo
del Sensor. Atacando su piel. Entrando y luego saliendo de
nuevo. Muchas de ellas, dentro y fuera.

Todo en este mundo tenía una energía.

Tal vez nuestra energía es diferente. Tal vez es más débil. Tal
vez está sintonizada en otra secuencia.

Nobody y Null. Nobody, Sensor y Null. Diferentes clases de


mal no deberían mezclarse.

Con claridad de repente, Claire sabía qué iba a pasar. Se


lanzó al suelo. El Sensor, tomando mal su reacción, ajustó su
puntería, moviendo su arma sobre ella. Nix se lanzó hacia Claire,
Y luego, antes de que el cuerpo de Nix chocara con el suyo,
antes de que los dos pudieran detener el tiempo, el Sensor, el
cual se inyectó con tres veces el límite de la droga Nobody
experimental de La Sociedad, sonrió y se burló, una última vez. Él
fue a presionar el gatillo, y su cuerpo entero explotó en una bola
de luz, las fuerzas con las que había estado jugando lo
devoraron entero.

La explosión, y la sorpresa de lo que había pasado,


devolvió a Claire al mundo físico, ella y Nix cayeron al suelo, sus
miembros enredados juntos en una masa de brazos y piernas.
Afuera de las Sombras, no había rastro de la explosión: Sin luz, sin
energía, sin cuerpo.

Le tomó a Claire un momento darse cuenta que el arma


todavía estaba en su mano. Que no se había ido, y, con instintos

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que no sabía que tenía, estaba apuntando al Sensor que
quedaba.

Sin desvanecimiento. En público.

Un transeúnte se detuvo, sus ojos en Claire tirada en el


suelo y sosteniendo un arma, sus cejas se arrugaron, como si no
pudiera procesar lo que estaba viendo.

—¿Claire? —susurró Nix—. ¿El arma?

Claire mordió su labio de abajo y luego asintió. Nix colocó


su mano sobre la de ella, y sin cambiar mucho su puntería, él
transfirió el peso del arma de su palma a la suya.

El Sensor, el último hombre de pie en su equipo de cinco,


asintió y cerró sus ojos, esperando a que el hacha cayera, pero
en lugar de poner una bala entre sus ojos, Nix habló, sus
palabras el sonido más dulce que jamás había escuchado.

—¿Por qué no vamos a un lugar un poco más tranquilo? —


Nix se paró y caminó frente a Claire, poniendo su cuerpo entre
el de ella y el del Sensor—. Creo que tenemos algunas cosas por
discutir.

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Capítulo 24
Traducido por Caro_02 y Villalobosgabo

Corregido por Helen1

Los operativos de La Sociedad tenían órdenes específicas de


auto-destruirse antes que arriesgarse a la exposición. Escondida
en algún lugar de su persona, sus prisioneros indudablemente
tenían una pequeña píldora blanca, mortal y discreta, para
situaciones como estas.

—Las manos donde pueda verlas —dijo Nix suavemente,


con su arma descansando en la parte baja de la espalda del
hombre mayor, reforzando el punto. No había manera de que él
dejara a su prisionero aceptar la derrota antes de explicarle qué
había pasado exactamente y cómo demonios había aterrizado
en el posible lado de una división posible-imposible. Y eso era sin
tomar en consideración la información que necesitaban para
destruir la droga Null y las investigaciones asociadas, para dejar
a La Sociedad de rodillas, para dificultarles el camino como él
mismo había paralizado personalmente a la mayoría de los
miembros del grupo de este hombre.

Moviéndose rápidamente y atrayendo un poco la


atención, Nix forzó al Sensor a ir a un callejón trasero, con Claire
pisando sus talones.

Revelarte ante un Nobody probablemente no cuenta


como exposición.

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Si este Sensor atentaba con tomar su propia vida, Nix
dudaba que fuera porque los secretos de La Sociedad habían
sido comprometidos.

Sería porque el Sensor había fallado.

Tres miembros del equipo de este hombre estaban


incapacitados, permanentemente. El cuarto estaba muerto por
su propia mano. Y aun así, el Sensor lucía remarcablemente
despreocupado.

No podemos asustarlo. Nix se dio cuenta que esto podría


hacer que la tortura para obtener información del hombre fuera
difícil. Los Nobody eran asesinos, no especialistas. Ellos
traficaban con la muerte, no el miedo.

—Imagino que están viniendo para resolver su situación, así


como yo he venido a resolver la mía. —El tono del Sensor era
completamente conversacional.

—No deberías ser capaz de imaginar nada de nosotros —


replicó Nix de la misma forma—. Mis palabras deberían sonar
sordas en tus oídos. No debería importarte lo suficiente para
preguntarte lo que estamos pensando.

—Oh, no lo hago. No concretamente. ¿Pero


abstractamente? Bueno, siempre he encontrado la idea de los
Nobody fascinante.

Nix puso los ojos en blanco. Esta era solo su suerte que el
rehén fuera uno de esos.

—Así que no. No me importa lo que tú, personalmente,


estés pensando. No puedo realmente llevarme a prestarte
mucha atención en lo absoluto. Pero si doy un paso atrás de la
situación y pienso en abstracto, pretendo que un Nobody está
en abstracto, pretendo estar en una situación muy parecida a

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la suya, entonces con algo de lucha mental, puedo llegar a
conclusiones. —El hombre hizo una pausa. Después de un
momento largo, continuó—. Imagino que la mayoría de las
personas en su situación tendrían ciertas preguntas.

—¿Piensas que somos personas?

Nix sintió que su corazón se apretaba ante la pregunta de


Claire. El tono de su voz le dijo que estaba demasiado lista para
creer que de todos los miembros de La Sociedad, ellos de
alguna manera habían encontrado a ese que pensaba que los
Nobody eran humanos, iguales que todos los demás. Nix movió
su cuerpo, esperando escudarla de la inevitable respuesta.

—¿Qué si pienso que son personas? —repitió la pregunta el


Sensor y se encogió de hombros. Claramente su habilidad para
ponerse en los zapatos de otro no se extendía tan lejos.

—La Sociedad nos considera monstruos —dijo Nix,


dispuesto a que Claire no tomara la apatía del hombre en
forma personal—. Ellos usan a los Nobody para matar Nulls, pero
si no hubiera ningún Null, estarían usando a los Sensors para
matarnos.

En algún punto, Nix siempre había sabido esto. Era solo que
antes no le importaba.

—Terriblemente difíciles de matar, a los Nobody. Un trabajo


no un muy limpio, lo cual es agradable, y la policía nunca
parece seguir el camino, pero los de tu clase son malditamente
difíciles de rastrear. Hace la exterminación difícil.

Nix cerró los ojos, inseguro de si debería tomar ventaja de


la charlatanería del Sensor, o si debería acabar con su miseria
ahora.

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—Ese es el porqué La Sociedad me envió a matar a Claire.
La mejor oportunidad que tienen de matar a un Nobody es usar
a otro Nobody para hacerlo.

—No puedo decir que estaba involucrado en esa decisión,


pero la lógica parece sonar… —Las palabras del Sensor se
fueron apagando. Claramente, el arma acuñada en su espalda
no era suficiente incentivo para evitar que su atención vagara.

—¿Qué pasó allí? —preguntó Claire tentativamente—. Con


las…

Nix sabía que ella iba a decir con las luces, pero él no
quería que Claire le dijera al Sensor que ellos podían ver la
fuente de sus poderes. Quizás La Sociedad sabía sobre el
parpadeo que indicaba el poder del Sensor en las Sombras y
quizás no, pero Nix no iba a ser el que dejara que esa
información se filtrara.

Y tampoco Claire.

—¿Qué pasó con tu compañero? —dijo Nix, terminando su


pregunta sin dejar nada al azar.

La pregunta vagó dentro y fuera de la mente del Sensor,


hasta que pareció llegar a ella por sí sólo. Accedió a Nix,
intencionalmente o como sea, diciendo sus pensamientos en
voz alta.

—Erikson era joven y estúpido. Esta generación no tiene


ningún respeto por las viejas formas. Los principios en los cuales
La Sociedad fue fundada. Protección. Invención. Discreción.

Nix resopló. En algún punto él había creído en La Sociedad


y en sus principios. Ahora la única cosa en la que creía estaba
parada detrás de él, con su nariz arrugada y sus ojos de
avellana abiertos ampliamente.

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—El suero de Nobody fue hecho para hacer a los Sensors
más sensitivos a los Nobody. En pequeñas dosis, nos permite
atrapar un olor, por así decirlo, de cosas que de otra forma
escaparían a nuestra atención.

—Nosotros —dijo Claire, atrapada a mitad de camino


entre la brusquedad y una evidente curiosidad.

—Los Nobody son, en abstracto, si no les importa, bastante


aterradores. La Sociedad de Sensors ha estado alrededor por
miles de años, y el suero es el primer paso que hemos hecho
exitosamente hacia nuestra inmunización contra sus poderes.

¿Inmunización? ¿Así es como lo estaban llamando?

—Ese suero —dijo Claire lentamente—. Con él, la gente


puede… ¿vernos?

Nix oyó la esperanza en su voz, y su propio pecho se


estrechó en respuesta.

—¿Verlos? Sí. ¿Recordarlos? Por la duración de la dosis, sí.


¿Preocuparse por ustedes? No.

Para alguien que estaba tratando solo en abstracto, el


Sensor era remarcablemente astuto. Y cruel.

Nix excavó más profundo con el arma en la espalda del


hombre, dejando marcas, moretones. Efectos físicos para
emparejar las heridas que las despreocupadas palabras
pronunciadas habían abierto en Claire.

El Sensor no dio señales visibles de que sentía el cañón


cavando en su espalda.

—En respuesta a tu pregunta de antes, supongo que no


creo que los Nobody sean monstruos. O animales. Creo que su

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parte en la vida es increíblemente triste y que en la mayoría de
los casos, la eliminación en la infancia es misericordiosa.

¿La eliminación en la infancia?

—¿Hubo otros? —preguntó Claire—. ¿Como nosotros? ¿Y


los mataste?

—¿Yo, personalmente? No. He estado fuera de la tarea


activa por una década y la única razón por la que he sido
llamado es que Ione y su gente dedujeron que mi fascinación
académica con los Nobody podría hacerme estar más
dispuesto que los Sensors promedio para dirigir el suero.

¿Qué suero? Nix quería preguntar, pero contuvo su lengua.


Todo en el debido tiempo.

—¿Pero hubo otros, como Nix y yo, y La Sociedad los


mató? —La lengua de Claire se movió libremente.

El Sensor lucía vagamente incómodo.

—La Sociedad ha existido, en una forma u otra, durante la


mayor parte de la historia documentada. La mayoría de
nuestros mandatos fueron escritos en tiempos duros.

Nix rechinó sus dientes y se tragó la urgencia de romper la


culata del arma en la nuca del hombre.

—¿Y pueden cambiar los mandatos? —preguntó Claire


suavemente. Nix pudo decir, por la mirada en su cara que se
estaba imaginando pequeños Nixes y pequeñas Claires.

Eliminados en la infancia.

—Los Nobodies son bastante raros. Relativamente


hablando, nuestro descubrimiento de su existencia es bastante
reciente. ¡Las cosas que podríamos haber conseguido con esa

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información durante las Cruzadas! Pero, ay, no iba a ser, y
cuando el experimento Roanoke cayó, sus números se
redujeron. Tan lejos como La Sociedad ha sido capaz de contar,
no ha habido más que un puñado de Nobodies por generación
desde entonces. No los suficientes para ameritar una revisión a
gran escala de precedentes bien establecidos.

—¿Ustedes nos matan porque son demasiado perezosos


para revisar las reglas? ¿Solo porque no vale el esfuerzo, por solo
unas pocas vidas?

Nix llevó su mano libre hacia la de Claire. En el


desvanecimiento, el gesto hubiera detenido el tiempo; fuera de
él, el contacto físico no servía a ningún propósito salvo como
consuelo. Nix había tenido una vida entera para acostumbrarse
a la actitud de La Sociedad. No habría importado cuán
comunes fueran los Nobodies. Nadie en La Sociedad se hubiera
interesado lo suficiente como para cambiar el procedimiento.

—No los matamos a todos —dijo el Sensor, bastante


animado—. La consignación es una opción para los Nobodies
situados antes de la edad de cinco.

Consignación.

Paredes blancas. Cama blanca. Piso blanco.

Una vida en un laboratorio.

Entrenados para matar tan pronto como podían caminar.

—Tradicionalmente, una vez que alcanzan cierta edad, los


Nobodies se vuelven más inflexibles. Difícilmente valen el
entrenamiento…

—Detente. —Nix no podía soportar ver el rostro de Claire


mientras escuchaba las palabras desinteresadas del Sensor.

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Este era el gran misterio que se habían dispuesto a resolver.
La razón por la que Nix había comenzado a investigar sus
asesinatos anteriores. Porque él no podía imaginar por qué La
Sociedad quería a Claire muerta. E incluso aunque ellos
consideraran esta respuesta por ellos mismos, incluso aunque lo
consideraran probable…

Oírlo en voz alta era diferente. Especialmente para Claire.

—Deben estar pensando en matarme —dijo el Sensor,


girándose, por lo que el arma de Nix estaba presionada contra
su estómago en vez de su espalda—. Imaginaría eso, en
abstracto, alguien en su posición podría querer matar a alguien
en la mía. Pero no es probable que conozcan una fuente más
informada sobre la infraestructura de La Sociedad, o alguien
más solidario con su causa.

Nix escarbó al hombre en un costado, y detrás de él. Claire


hizo un gesto de dolor.

—Solidario quizás no sea la palabra correcta. —El hombre


jadeó—. Perdonen mi imprecisión de lenguaje y permítanme
reformular. No siento nada por ninguno de ustedes, pero mis
sentimientos hacia Ione y los jefes de los institutos sudamericanos
y europeos no son lo que uno podría llamar positivos. Los Sensors
que están produciendo son mediocres en sus mejores, y
peligrosos para los Normals en sus peores.

—Como el que explotó —dijo Claire


despreocupadamente.

El Sensor inclinó su cabeza. Nix trató de seguir la


conversación, pero se encontró a sí mismo atorado en la idea
de que había más de un instituto. De que podría haber más de
La Sociedad de lo que había visto.

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De que podría no haber ningún lugar en la tierra fuera del
alcance de La Sociedad.

Lo que conocía era la punta del iceberg. Esto no es David


y Goliath. Esto es David contra Goliath y unas pocas docenas
de sus más cercanos amigos.

—Tenemos una droga —Nix no había tenido intención de


admitirlo en voz alta, no aún, pero tenía que saber—. Les da a
los Normals un atisbo de los poderes de los Nulls y su indiferencia
a otros. Un senador de los Estados Unidos fue asesinado por ello.
Si estás tan familiarizado con la infraestructura de La Sociedad,
puedes decirme dónde es hecha la droga, quién sabe de ella, y
cuán lejos se ha esparcido esta cosa.

—Ahhh… el senador sería Evan Sykes, ¿supongo? —dijo el


Sensor, pensando en voz alta—. Oí que fue inoculado con la
primera dosis del Null-2.

—¿Null-2? —preguntó Claire.

—El suero de Nobody está en la etapa uno: nos ayuda a


inocularnos a sus poderes, pero no nos da ninguno a nosotros.
Como vieron con mi impetuoso compañero, tratar de
condensar los ingredientes en grandes concentraciones
provoca algo… fatal. Pero los científicos han hecho progresos
más significativos con las drogas de Null. Null-2 está en la
segunda etapa: no solo protege contra sus poderes. Los induce.

El Sensor no les estaba diciendo nada que no supieran ya.

—Los Nulls son más fáciles de estudiar que los Nobodies,


saben. Especialmente una vez que empezaron a dirigir el Null-1.

—¿Qué hacemos? —Nix emitió una pregunta muy


específica—. ¿Con el suero? —¿Para destruirlo y acabar con La

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Sociedad? Nix no dijo la última parte en voz alta, pero calculó
que estaba implícita.

Calculó mal.

—Bueno, no recomendaría tomarlo. La energía es


engañosa. Los Nulls y los Nobodies… no estoy seguro qué
obtendrías si los mezclaras. Los resultados serían impredecibles.
Cualquier cosa puede pasar, en serio.

Nix pensó en la sensación de incomodidad y disgusto que


había ondeado en las Sombras cuando Claire había cruzado
sosteniendo el vial del Null-2. La forma en que el vial había
cambiado de color, reaccionando a las Sombras.

—¿Qué hacemos con el suero para destruirlo y hacer caer


La Sociedad? —Esta vez, Nix fue explícito—. Vamos a erradicar
los sueros, y luego vamos a exponer a La Sociedad. Vas a
decirnos cómo. ¿El gobierno?, ¿los medios?, ¿la policía?

El Sensor sacudió su cabeza.

—La Sociedad tiene instalaciones en todos lados. Es fuerte,


chico. Antigua. Muchas ramas, mucha gente poderosa. E
incluso si pudieras exponernos, pregúntate esto: ¿realmente
quieres que el gobierno sepa que existes?, ¿que el Null-2 existe?

El Sensor no estaba preguntando nada que Nix no se


hubiera preguntado a sí mismo, pero aun así, era irritante. Nix
había sido el asesino de La Sociedad por tres años. No tenía
ningún deseo de jugar ese papel para el gobierno de los
Estados Unidos, ni había ninguna seguridad de que serían
capaces de resistir usarlo exactamente de la misma forma.

—Si no podemos exponer a La Sociedad, ¿qué los hará


detenerse de venir detrás nuestro? —preguntó Nix, tratando de
no sonar desesperado. De no sentirlo. Todo lo que habían

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hecho, todo lo que habían descubierto, y aun así, no estaban a
salvo.

No iban a estar nunca a salvo.

El Sensor no respondió, y Nix suspiró.

—En abstracto, ¿qué lo haría?

—La remoción de Ione como jefa de la unidad de


Norteamérica. La destrucción física del instituto de
Norteamérica, junto con cualquier archivo físico o electrónico
sobre cualquiera de ustedes. La erradicación del suero, y con
ella, los recuerdos de esos archivos.

—¿Por qué estás diciéndonos esto? —Por una vez, Claire


parecía correctamente suspicaz. Nix entrecerró los ojos hacia el
Sensor mientras el hombre se encogía de hombros.

—Estoy insatisfecho con la calidad actual de…

—No —interrumpió Nix. Esa no era una razón para entregar


un plan para la destrucción de La Sociedad, parcial o como
fuera.

Por un largo momento, el Sensor estuvo en silencio, y luego


alcanzó lentamente su bolsillo. El pulso de Nix saltó hacia su
garganta, pero Claire lo contuvo; dejando su dedo en el gatillo
y permitiéndole al hombre sacar un archivo.

Un archivo, pensó Nix. Alguien de La Sociedad le estaba


dando un archivo. Eso solo podía significar una cosa.

—¿Quieres que matemos a alguien? —preguntó


lentamente.

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—No, no quiero que maten a alguien. —El hombre tragó,
su nuez de Adán rebotando como una boya en el agua—. Que
Dios me ayude, quiero salvarla…

***

Claire tomó el archivo cautelosamente de las manos del


Sensor. Había una parte de ella que quería olvidar cuan poco
importaba para el mundo ahí afuera y esa parte de ella quería
herir al hombre por recordárselo, pero en el momento en que su
cara empezó a desmoronarse, Claire supo que no sería capaz
de hacerlo.

No era culpa del Sensor el hecho de que no le importaran


los Nobodies, solo que así debían ser las cosas. Y a este hombre,
este adorable y viejo hombre, a quien la abuelita dentro de
Claire ya medía para tejerle una bufanda, le importaba. No
exactamente ella, ni Nix, sino alguien más: Una chica. Y la chica
le importaba lo suficiente para arriesgarlo absolutamente todo
por su seguridad.

—Sabías que tu compañero se provocaría una sobredosis


de suero Nobody —decía Claire en el mismísimo milisegundo en
que lo concluía—. Querías hablarnos, lo planeaste.

—Le advertí que no lo hiciera —dijo el hombre—. Y


también debí haber sido quien dejó el suero extra desprotegido
en su presencia.

Con manos temblorosas, Claire abrió la carpeta. Había


una foto al frente, adherida con un clip. Una pequeña niña de
siete u ocho años de edad aproximadamente, con un brillante
cabello rojo y rastro de dientes caídos.

—¿Es tu hija? —supuso Claire—. ¿Tu nieta? —corrigió su


suposición con base en la edad del hombre.

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—No —dijo el hombre—. Sujeto N-632, se llama Natalie.

Claire buscaba entre los papeles adjuntos a la carpeta.


Más fotos de la misma niña. Tenía ojos grandes y verdes, parecía
abiertamente fascinada con el mundo a su alrededor. La última
foto hizo que Claire parara de buscar. Habían otros dos niños
pequeños en esa foto: Niños de cabello negro y ojos azules. Eran
sostenidos bajo el agua por un par de manos enguantadas:
Manos adultas. Y la chica pelirroja solo observaba, con la misma
sonrisa brillante en su cara.

Nix echó un vistazo a la foto y palideció. Claire pudo sentir


como él la dejaba, perdiéndose en lo profundo de sus propias
memorias. En protesta, la chica se acercó más a él, movió su
mano de arriba hacia abajo frente a su cara y lentamente lo
hizo volver.

—Son Nobodies —dijo Nix.

—¿Hablas de Natalie?

—No, los otros dos.

No podían ser mayores de cinco o seis años. Un chico y


una chica, el parecido mutuo entre ellos era obvio y el parecido
de estos con Nix, fue como una bala directo al corazón de
Claire.

—Esta debe haber sido tu apariencia cuando eras niño —


dijo Claire suavemente, apoyándose en su cuerpo. Olvidando
que Nix aún tenía al Sensor apuntado con su arma—. Los rizos
negros, los ojos. —Claire tragó con fuerza—. Parecen muy
asustados.

—No pueden desvanecerse cuando lo están. —Su


garganta se cerraba en torno a las palabras y las forzaba a salir
como un gruñido. El sonido, angustiado y ronco, dio un vuelco al

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corazón de Claire—. Sus entrenadores están presionándolos,
forzándolos a hacerlo y ellos no pueden porque están
asustados.

Claire deseó poder fundirse con Nix. Convertirse


físicamente en una parte de su cuerpo y arrancar de él todo
rastro de dolor.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó Nix. Claire sentía que el


cuerpo de Nix se tensaba con cada palabra.

El Sensor se encogió de hombros.

—Natalie es…

—¡No me importa quién es Natalie!, ¡dime quiénes son ellos!


—Nix señalaba con un dedo al par de pelo negro.

—Sujetos X-17 y X-18 —respondió el Sensor, apuntando


primero a la chica y luego al chico.

—Sujeto X-17 —repitió Claire. Eso era lo que Sykes


demandaba para su cooperación continua, eso quería que La
Sociedad le diera.

Un arma. Un Nobody. Para “reconocimiento” y “remoción


de amenazas”. Un asesino. Un espía.

Un niño.

El Sensor aclaró su garganta.

—Creo que sus entrenadores los llaman Nix.

Esta vez, Claire fue la que tuvo que ser retenida. Lanzó su
cuerpo al hombre, cayendo sobre él. Pasando sus uñas por su
cara, enterrándole sus dientes en el hombro, pateándolo y
gritando. Nix la apartó.

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—Pensé que había dicho que los Nobodies eran
increíblemente raros.

—Pues bien, sí, naturalmente lo son. Y raramente se les


identifica antes del punto de la eliminación, como puedes
imaginarlo. Pero acerca de Natalie…

Los ojos del hombre lucían desesperados.

—¡No! —dijo Claire, quien luchaba contra el agarre de


Nix—. ¡No se trata de Natalie!

Una cosa era, para el hombre, actuar frío respecto a Claire


o a Nix, pero, ¿respecto a los niños?, niños que nunca fueron
olvidados en Wallmart o dejados fuera de alguna excursión
escolar, o incluso abandonados en un viaje al zoológico porque
sus cuidadores estaban muy ocupados… ¿Intentando
ahogarlos?

Claire de repente supo cómo se sentía en realidad.


Realmente querer matar a otra persona. El instinto era
abrumadoramente fuerte, y si no le hubiera dado su arma a Nix,
ella podía haberlo hecho.

—¡Por favor! —dijo el hombre, inadvertido de la reacción


que había provocado—. ¡Tienen que escucharme!... Natalie.

Natalie, Natalie, Natalie. De eso trataba cada palabra que


salía de la boca del hombre y Claire se preguntaba cómo aquél
hombre podía justificarse a sí mismo. Traicionarlo todo por una
simple chica sin ser siquiera incomodado por la tortura
sistemática de otros.

—Háblanos de estos niños y luego escucharemos sobre


Natalie. —La voz de Nix era suave. Claire se preguntó cómo era
posible que Nix estuviera tan calmado. Se acomodó contra el

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cuerpo de Nix y él colocó su brazo libre entorno al estómago de
ella.

—Son Nobodies. Jóvenes. No han matado por primera vez.


Cuando La Sociedad adquirió a Natalie, el doctor Millano insistió
en que los tres fueran ubicados juntos. —La voz del hombre se
tornaba en un tono reverente cada vez que mencionaba el
nombre de la niña—. Han estado sirviendo de donantes para el
suero.

—¿Donantes?

—Para inocular un Sensor contra los poderes Nobody,


necesitas sangre Nobody entre otros ingredientes. Cosas
poderosas, como la sangre Nobody.

Claire se imaginaba a los pequeños llorando y sangrando,


y luego, sin llorar al darse cuenta de que sus lágrimas no tenían
valor alguno. Claire frunció sus labios hacia dentro,
sosteniéndolos a la par con sus dientes, tratando
desesperadamente de mantenerlo todo junto.

Por Nix.

—¿Por qué se parecen a mí?

La pregunta dejó a Nix al descubierto. Claire pudo


entonces ver todas sus heridas, todo lo que a él le hubiera
gustado mantener oculto. Pudo verlo como un pequeño niño.

Este niño.

—Como dije antes, los Nobodies son notoriamente difíciles


de localizar durante los primeros años de sus vidas. No nos
hemos visto en la necesidad de filtrar un Nobody entre la
población general antes del punto de eliminación, eso no
ocurre desde mediados de los cincuenta, pero ellos tienen sus

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usos, así que en las pasadas dos décadas, ciertos miembros de
La Sociedad, nos han dado infantes Nobody a cambio de
posiciones poderosas en la organización.

—¿Y cómo lo hacen exactamente? —preguntó Claire,


sabiendo por el ritmo en los latidos del corazón de Nix que
repentinamente estaba asustado por la respuesta e
incapacitado de preguntarlo él mismo.

—Los Nobodies sufren un raro defecto de nacimiento. A


través de los años, se ha descubierto que ciertas madres,
aunque sean Normals, tienen mayores probabilidades que otras
para dar a luz chicos con este defecto. La Sociedad ha sabido
reclutar a estas mujeres. Ofrecerles incentivos.

Claire no pudo prestarle atención a eso. No porque


significara que su propia madre podría haber tenido parte
genética en el hecho de hacerla a ella el tipo de niña que una
madre no podía amar, sino porque cada palabra que el Sensor
pronunciaba, indicaba que la madre de Nix había dado a su
hijo a La Sociedad por su propia voluntad.

Ella lo vendió.

Y basándose en el parecido entre Nix y los dos niños de la


foto, Claire podría estar dispuesta a apostar por el hecho de
que había vendido también a sus hermanos.

***

Nix no se había percatado de que era posible odiar a una


mujer sin cara ni nombre, pero se dio cuenta de que, en
retrospectiva era muy fácil hacerlo.

Odiar a su propia madre, tuve una madre que me vendió,


era más fácil que cualquier otra cosa, excepto por amar a
Claire, tan natural, tan inevitable, tan seguro.

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Odio a mi madre y eso no importa, porque mi odio no
cuenta.

El pensamiento le recordó a Nix toda la gente que él había


odiado antes, las otras emociones que había malgastado en
esa gente que nunca miró en su dirección con otra cosa que no
fuera una vaga indiferencia.

Sus mentores.

Sus marcas.

E Ione.

Ione, quien era Normal, pero de alguna manera había


escalado a la cima de la escalera corporativa hasta llegar a la
cabeza de La Sociedad, o al menos, la de la rama
Norteamericana. Ione, quien nunca compartió con él más de
un pasajero segundo. Ione, la que pintó su cabello rubio oscuro
para que combinase mejor con sus claros ojos azules.

Cabello oscuro. Ojos claros. Ciertos miembros de La


Sociedad, nos han proveído de infantes Nobody a cambio de
posiciones poderosas.

—Ione es mi madre. —Nix trataba de procesar la idea, a


pesar de que el término madre era abstracto para él. Él nunca
tuvo una. Solo había visto una o dos que le permitían ver y
escuchar sus canciones de cuna, desde las Sombras—. Y la de
ellos también.

Nix extendió primero su dedo índice y luego el meñique de


su mano libre, sobre la fotografía que Claire había sostenido.

—Ione también es su madre.

—Si quieren matarla, no me opondré, eso será necesario si


quieren liberarse ustedes mismos.

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—Y a los niños —agregó Claire—. Tenemos que liberarlos
también. —Nix se maravilló ante la habilidad de Claire para
pensar y planear, creer que había una mejor vida para este Nix
y esos otros Nix, que la que había llevado él hasta ahora.

Pequeño, ¿sabes por qué te llamamos Nix?

Porque así llamaban a todos los Nobodies, no era ni


siquiera un nombre. No realmente. Y esos pequeños merecían
nombres, merecían siestas, cuentos, abrazos… y a Claire.

Merecían ser amados.

—¡Sí, claro! Los niños. Una vez que el Instituto


Norteamericano sea destruido, sus sueros y fórmulas sean
destruidos con ello, pueden tomar a los niños y llevarlos con
ustedes, esconderlos y darles un nuevo comienzo.

—Conozco el Instituto. He vivido ahí. Si hubiera otros


Nobodies. —Mi hermano y mi hermana. La voz de Nix estaba
atascada, él trataba de no pensar en las palabras—. Lo habría
sabido.

—¿Tal como sabías lo del suero? —preguntó el Sensor—. El


Instituto Norteamericano tiene dos partes: Una está sobre la
tierra, la otra debajo. Tienen entradas separadas, el personal es
distinto y tienen distintos mandatos. El típico refugio anti-
Nobodies. Caminas por los muros y por encima de los techos,
pero como regla general, no intentas hundirte hasta el centro
de la tierra o tropezar con cosas enterradas cuatro capas de
roca más abajo.

Las palabras empezaron a salir más rápido de la boca del


hombre y sus ojos brillaban con una insistencia casi febril.

—Estoy dándoles información que no tenían. Información


que necesitan. Quieren destruir las drogas, la investigación,

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debilitar a La Sociedad y pasar desapercibidos en su radar. Yo
puedo ayudarlos con eso, pero ustedes solo tienen que salvar a
los niños.

Por primera vez, Nix pudo darse cuenta del por qué el
Sensor parecía estar tan desesperado por “salvar a los niños”,
entonces recordó la desesperada repetición del nombre de la
chica pelirroja —Natalie, Natalie, Natalie— y Nix reconoció
finalmente el brillo maniático en los ojos del viejo, y el origen de
su plena voluntad para dejarlo todo por el Sujeto N-632.

—Ella es una Null.

Los labios del Sensor temblaron.

—Tiene ocho años, es bonita y brillante, no es su culpa ser


diferente, tienen que salvarla, podría ser buena, podría cambiar,
tienen que hacerlo, tienen que salvarla.

Con ocho años ya es capaz de manipular a un Sensor


experimentado para que este debilite lo que La Sociedad ha
alcanzado en Norteamérica.

Nix se quedó mirando a “Natalie”. En la foto miraba


vagamente interesada mientras los pequeños hermano y
hermana de Nix, forcejeaban contra las manos que los hundían
en pequeños tanques. Su indiferencia no se debía a que ellos
fuesen Nobodies, se debía a que ella era una Null.

Descubrir que algunas de sus víctimas eran Normals, no


cambió los sentimientos de Nix hacia aquellos que había
matado que no eran ni asesinos, ni asesinos seriales ni
psicópatas.

He asesinado gente, pero puedo parar. Ellos no pueden.


Ellos nunca podrán parar.

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—¿Te das cuenta que ella es un monstruo? —dijo Nix,
tratando de que sus pensamientos no fueran notorios en su
cara—. ¿Te das cuenta de que es ella la que está haciéndote
esto?

—No lo está haciendo. ¡Ella es solo una niña! Es dulce,


ella… —El hombre, que ya no parecía un Sensor, estaba firme y
roto a partes iguales—. Si los quieres a ellos, tienes que tomarla a
ella también. Puedo darte el Instituto Norteamericano, puedo
darte puntos débiles o planos, cualquier cosa que quieras o
necesites, pero debes prometer que la mantendrás a ella a
salvo.

Nix podía hacerlo. Nix podía mentirle y La Sociedad se


podía romper por las costuras así como así.

—Lo prometemos —dijo Claire, obligándolo a él a hacer lo


mismo. Nix maldijo para sus adentros. La conocía lo
suficientemente bien para saber que ella no mentiría, o al
menos no sobre eso. Ella había hecho la promesa con la plena
intención de cumplirla y nunca entendería cuan peligrosa
podría ser esa pequeña niña o incluso el por qué Nix decía que
lo era.

Tan peligrosa que La Sociedad no pudo hacer nada mejor


que mantenerla enjaulada.

—Si es tan dulce como dices —dijo Nix lentamente—. ¿Por


qué no lo ven los otros Sensors? ¿O los científicos?

Claire anticipó la respuesta antes de que el cautivo


articulara palabra alguna.

—Si existe el suero Null-2, debe haber un Null-1 ¿no te


parece? Un suero que proteja a la gente de los poderes Null.
¿Estás tomando ese suero?

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El hombre sacudió su cabeza.

—¿Lo tomabas?

Él asintió. Nix sintió algo parecido a la pena en la boca del


estómago.

—Y fue cuando dejé de tomarlo que conocí a la


verdadera Natalie, distinta del sujeto N-632.

Nix volvió la vista a la foto de la chica. Era pequeña y


poderosa. Tarde o temprano sería peligrosa, pero ese no era su
problema ni el de Claire. No era problema de los pequeños Nix y
si este Nix cumplía su palabra, nunca lo sería, nunca tendrían
que sentir una gran mano en sus espaldas, empujándoles hacia
su primer asesinato.

Terrorífico. Horroroso. Adictivo.

Nix apretó los dientes. Los Nulls del mundo ya no eran su


problema. No eran su responsabilidad. Si este Sensor quería a la
pequeña Natalie, la bomba de tiempo, él podía dársela. Le
tomó menos de un segundo llegar a la conclusión de que por el
bien de Claire y de los pequeños, vendería felizmente su alma.
Iría en contra de todo en lo que alguna vez creyó.

No. Es. Mi. Problema.

—Bien. La chica Null vive. La Sociedad, o al menos la parte


Norteamericana, muere. Ahora, dinos todo lo que necesitamos
saber y salgamos de este maldito lugar.

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Capítulo 25
Traducido por Gabbii Rellez y Kathy92

Corregido por QueenDelC

Claire soltó el aire que no sabía que había estado


conteniendo. Había prometido salvar a la Sensor Natalie antes
de que se le hubiera ocurrido que Nix podría no estar de
acuerdo con hacerlo, y esa comprensión casi la había partido
en dos. Porque Null o no, manipuladora o no, nacida
equivocada o no, Natalie solo era una niña.

Una niña muy, muy pequeña que no podía evitar ser lo


que era más de lo poco que Claire había podido evitar ser
dejada, olvidada e ignorada.

Drogas Null. Agujero negro. Duele. Malo.

Claire pensó en la medicina milagrosa de Evan Sykes. Null-2


—hecha con un poco de la sangre de Natalie— había
convertido al papá de Abigail en una persona falsa. Indiferente.
Manipuladora. Cruel. Por un momento, Claire se llenó de un
sueño quieto, enfriándose en su simplicidad: Natalie sonriendo.

Ella solo es una niña pequeña.

—El instituto es muy seguro. Estás familiarizado con el nivel


superior; es casi idéntico a los subniveles. Para ambos, los Sensors
son analizados por un equipo entero antes de poder entrar o
salir del edificio, y solo un puñado de Normals tienen el tipo de
acceso necesario para viajar más allá de la primera planta.
Además de Ione y el Dr. Milano, ningún Normal tiene acceso a

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la entrada de los subniveles. Vas a tener que desvanecerte para
entrar sin que te noten, y con un subconjunto del equipo de
seguridad en el suero, hay una mayor probabilidad de que se
detecte tu presencia.

Claire se centró en lo que su informante estaba diciendo.


Sonaba como si hubiera practicado estas palabras muchas
veces, como si las hubiera susurrado a Natalie como un cuento
antes de dormir cuando había prometido sacarla una y otra
vez.

—No fuiste capaz de ver a través de nuestros


desvanecimientos —interrumpió Nix—. No dejaste de tomar el
suero Nobody, ¿verdad? ¿Solo el Null?

Claire sabía lo que Nix estaba pidiendo realmente.


Necesitaban saber qué tan potente era el suero. Su informante
no había sido capaz de verlos en Las Sombras. Su compañero
solo había sido capaz de hacerlo después de su tercera dosis. Si
esta era la eficacia normal del suero, no era una gran amenaza.

Pero aun así.

El Sensor se aclaró la garganta, un sonido de gorgoteo que


le recordó a Claire que era humano. Y viejo.

—Todavía estoy con el suero Nobody. Es probablemente la


única razón por la que tuve la oportunidad de integrar la
información que he podido recopilar sobre ustedes dos. Tengo
una capacidad de concentración horrible, y mis sentidos y la
memoria no son lo que solían ser…

—¿Cuáles son las posibilidades de que alguien en el


instituto haga como Erikson? —preguntó Nix, cortando al
hombre y pasando a la siguiente pregunta sin detenerse.

El Sensor se quedó perplejo.

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—Erikson fue muy estúpido. Uno no obtiene un puesto en
las fuerzas de seguridad del instituto con ese tipo de estupidez.
Nadie más va a duplicar las dosis, no sin la aprobación del Dr.
Milano, y él no va a ceder hasta que todos los efectos de una
dosis única se documenten. Nadie será capaz de ver a través
de tu desvanecimiento, pero podrían ser un poco más
conscientes de tu presencia en un nivel instintivo, y una vez que
dejes las Sombras, serán más propensos a registrar
explícitamente tu existencia y menos propensos a ignorarte, al
contrario de lo que normalmente harían.

Por lo que parecía ser la centésima vez, el Sensor se


encogió de hombros. Claire sintió a Nix hirviendo junto a ella, y
se inclinó hacia él, tratando de intuir por qué.

Quiere respuestas. Él quiere estar solo.

Nix no podía soportar sentir emociones alrededor de otras


personas. Le habían enseñado que no las merecía. Los Sensors
fueron los que le habían enseñado eso. Y en este momento
Claire lo podía ver, en las líneas del cuerpo de Nix y la forma de
la mandíbula, que realmente estaba tratando por no sentir
nada.

No pensar en la niña Nix y el niño Nix siendo convertidos día


a día en armas.

Por no pensar en las cosas que la pequeña Natalie podría


hacer una vez que la dejaran ir.

—Gracias por la advertencia, pero no la necesitamos. —


Claire se sorprendió al encontrar en su voz una textura en
complemento a la de Nix. Más baja. Más oscura. Calmada—.
Queremos la información real. ¿Cuál es el talón de Aquiles de La
Sociedad? ¿Cómo destruimos el instituto? Ambos niveles, todas
las medicinas.

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El Sensor llevó uno de sus nudillos hasta el puente de la
nariz, como una persona que hubiera usado gafas durante
muchos años antes de pasar a los lentes de contacto—. La
Sociedad tiene un mecanismo a prueba de fallos. Una póliza de
seguro contra exposiciones. Si cualquiera de las ramas
individuales se ve amenazada con la inminente y generalizada
exposición, si la prensa irrumpe, o la policía empieza a hacer
arrestos, alguien se infiltra en la seguridad lo suficiente como
para conseguir archivos clasificados, se da una orden para
fusión.

—¿Fusión? —Claire se encontró enfermizamente fascinada


con la idea.

—Todo el instituto está equipado para autodestruirse con


una ventana de cinco minutos. Una vez activado, el mecanismo
de autodestrucción no se puede deshacer. Cinco minutos
después de la activación, el edificio y todos dentro son polvo. —
Hizo una pausa—. Los dos niveles.

—¿Cuál es la trampa? —Nix hizo la pregunta antes de que


Claire pudiera hacerla—. ¿Por qué la Sociedad haría que
destruir el instituto fuera tan fácil?

—¿Quién dijo que la activación del mecanismo de


autodestrucción era fácil? —El Sensor negó con la cabeza y
chasqueó la lengua—. Les aseguro que no es una simple
cuestión de pulsar un botón rojo. Si ese fuera el caso, no tendría
que enlistar a los Nobodies como ayuda.

Claire no respondió a esas palabras. Tampoco lo hizo Nix.


Eventualmente el Sensor se explicó.

—Para activar la autodestrucción se necesitan dos llaves.


Las llaves están en posesión de los dos jefes del instituto, quienes

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deben estar de acuerdo de que la violación de la seguridad es
lo suficientemente grave como para merecer una fusión.

—Ione. —Los músculos de la garganta de Nix se apretaron


visiblemente cuando dijo el nombre, y Claire sintió su propia
garganta apretarse con empatía.

—Ione tiene una llave —convino el Sensor—. Y Sergei tiene


la otra.

—¿Sergei?

Claire arqueó una ceja en dirección a Nix, sorprendida de


que había alguien en el instituto que él no conociera.

—Sergei es un All Sensor. El único en América del Norte. Es


un poco solitario, pero sus poderes no tienen igual, por lo que su
posición en la Sociedad nunca ha estado en duda. Vive en un
penthouse en la planta superior del instituto. Si lo exploran, es
probable que no lo encuentren a su gusto. Muy sencillo, muy
severo. Sergei es un hombre peligroso y encuentra a los
Nobodies un tanto... evasivos.

Claire pensó en los cuatro Sensors que había visto desde


que comenzó a seguir a Nix.

—Supongo que por “All Sensor”, quieres decir que él…

—¿Está dotado en todos los cinco sentidos? Sí, bastante. Él


es de una vieja familia de la Sociedad, el linaje se remonta al
viejo país y algo más. También es muy letal. No deja el instituto y
no disfruta estar cerca de la gente, sobrecarga Sensorial, ya ves.
Tendrán que infiltrarse en sus aposentos y encontrar la llave. Es
probable que esté en su persona; Ione lleva la de ella alrededor
de su cuello.

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Situación: ¿Qué pasa si la malvada madre de tu novio
lleva la llave del reino alrededor de su cuello, y tienes que
conseguirla para salvar al mundo? ¿Qué pasa si supieras que él
no puede hacerlo, porque verla lo quebraría y se volvería
vulnerable?

¿Y si tuvieras la oportunidad de matarla?

Claire negó con la cabeza. En realidad, la sacudió


físicamente. Porque por más que quisiera hacerle daño a La
Sociedad y la gente que había herido a Nix, no quería ser el tipo
de persona que podría pensar en asesinatos y sonreír.

—Entonces conseguimos las llaves —interrumpió Nix—.


¿Qué hacemos con ellas?

El Sensor empezó a hablar sobre la ubicación del gatillo de


autodestrucción, y Claire, con ningún marco de referencia con
el que conectar a tierra las direcciones, se encontró
desconcentrada, imaginando a la madre de Nix. Su pequeño
hermano y hermana.

Natalie.

—Sé la ubicación que estás describiendo. —La voz de Nix


irrumpió en los pensamientos de Claire y se obligó a
concentrarse en el presente—. Nunca supe lo que era, pero sé
dónde está. Llegar a ese punto no será un problema.

El Sensor respondió, dirigiendo sus comentarios al espacio


justo sobre el hombro izquierdo de Nix.

—El problema no es llegar al mecanismo, aunque te


aseguro que nadie aparte de un Nodody tendría la capacidad
para hacerlo sin la debida autorización de seguridad. —El
Sensor se detuvo, y Claire se preparó. Si llegar al mecanismo no
era el problema, significaba que “había” un problema. Y los

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problemas, cuando involucraban a La Sociedad, tendían a ser
mortales. Solo pregúntale a senador Wyler. Pregunta a Evan
Sykes.

—La cámara en la que se aloja el gatillo está manipulada.


En el momento en que una de las claves se inserta, se emite gas
venenoso en la habitación. Reacciona en la carne como ácido,
puede comer a través de cualquier material protector que
puedan llevar en un intento de evitar que la piel se desprenda
de su cuerpo, y un solo respiro es fatal. La muerte es instantánea
a cualquier persona dentro de la cámara a prueba de fallos
cuando se introduce la llave.

Después de que ella superó a la imagen mental de un


esqueleto goteando piel, Claire no pudo evitar ver la falla en la
lógica de un sistema de este tipo.

—¿Por qué Sergei y Ione acordaron en que una fusión


fuera necesaria si eso significaba que tenían que morir?

El Sensor se rió entre dientes. Una risa nerviosa que Claire


sospechaba que nada tenía que ver con el hecho de que él
estaba hablando con las personas que importaban más que la
media bola de polvo y todo que ver con el hecho de que
estaba planeando la destrucción de todo lo que alguna vez le
había importado. A petición de una niña de ocho años.

—Ione y Sergei son inmunes al veneno. Ellos lo han estado


tomando en dosis muy, muy pequeñas desde que ascendieron
al poder. Se necesitan dos años para desarrollar la inmunidad, y
es parte del proceso de selección para la promoción. Si se
muere a causa de los tratamientos, estás despedido.

A La Sociedad no le importa quién muera, pensó Claire


débilmente. Mata a Nobodies. Matan Nulls. Matan a los suyos sin
pensarlo dos veces.

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Claire estaba atrapada entre el deseo de temblar y con
ganas de gruñir. Tenía quince años. Nix no era mucho mayor. La
Sociedad había existido desde hace miles de años, y no había
nadie más para detenerlo. Para detenerlos.

Nix y Claire tenían que hacer esto.

Iban a hacer esto.

—El gas no puede envenenar lo que no está ahí. —La voz


de Nix recuperó un poco de su tono, y Claire lo sintió en cada
centímetro de su piel—. El mecanismo no es a prueba de
Nobodies.

El Sensor se encogió de hombros.

—Defecto de diseño, supongo. Aunque, por supuesto, uno


se debe solidificar para insertar las llaves, y luego desaparecer
de nuevo en un instante para evitar una muerte segura.

Claramente, la idea de poner un Nobody en peligro no era


un problema para el Sensor. Impactante, pensó Claire. En voz
alta, dijo:

—Así que activamos el mecanismo. ¿Y después qué?

Nix le puso la mano en la parte de atrás de su cuello, y


Claire sintió el reconocimiento de que ella podía ser su voz
cuando él no la tuviera y hacer las preguntas que estuvieran en
la punta de su lengua.

—Mientras que uno de ustedes inicia la secuencia de


autodestrucción, el otro tendrá que ir a B-4. Los cuarteles de los
niños.

Sé lo que estás escondiendo en los niveles más bajos. Esas


fueron las palabras que Sykes utilizó para amenazar a Ione.
Aquellas con las que había firmado su propia sentencia de

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muerte. La Sociedad mantenía a los niños en los niveles inferiores
del instituto, y Sykes había querido un trozo del pastel de
Nobodies. Su propio asesino mascota.

El Sensor continuó:

—He echado un vistazo a los archivos de Milano, y la


matemática es bastante sencilla. Tres Nobodies deben ser lo
suficientemente fuertes como para cubrir a un Null por un
periodo muy corto de tiempo, si el Null está dispuesto. Natalie ha
estado practicando con el X-17 y X-18. Ella va a estar lista.

Tomar el medicamento Null en Las Sombras había enviado


un shock por el brazo de Claire. Se había despertado algo en su
estómago, le dieron náuseas. Se preguntó qué haría tomar a un
Null vivo con ella.

—¿X-17 y X-18? —reprobó Nix, de cada sílaba goteaba


enemistad como sangre en la punta de un cuchillo—. No son
números. Son niños. Y no hay forma de que lleve a un Null hacia
Las Sombras. Tú mismo lo dijiste: la sangre Null y la sangre
Nobody son poderosas, cosas complicadas. ¿Qué crees que va
a suceder si llevamos un cuerpo lleno de sangre Null a Las
Sombras?

***

Nix trató de calmar la repugnancia en sus entrañas. Había


llevado a Claire a las Sombras, él pensaba que era una Null,
pero eso fue antes de que hubiera sentido cómo era cuando
Claire trajo la medicina Null con ella. Nix no pudo ignorar la
oleada de disgusto que sintió solo de pensar en eso ahora.

Odiaba a los Nulls, y las Sombras eran sagradas, y el Sensor


había llamado a su hermana pequeña X-17.

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Ni siquiera puedo mirar el Null-2. Claire tiene que sostener el
vial. Tengo una hermana.

Los pensamientos pasaron borrosos en la mente de Nix.


Claire apretó su cuerpo ligeramente hacia el costado del de
Nix, y de arriba a abajo por la mitad izquierda de su cuerpo, Nix
sintió la apacible tranquilidad de su presencia. La furia hirviendo
a fuego lento bajo la superficie se calmó, todavía lista, todavía
caliente, pero lo suficientemente contenida como para que
pudiera ponerlo en palabras, o sentirlo sin poner su cuerpo en
movimiento.

Todo lo que le importaba al Sensor era la pequeña Null.


Demente por los poderes de la niña, estaba dispuesto a hacer a
un lado los principios por los que Nix y sus hermanos habían sido
comprados, adiestrados, torturados y esclavizados.

Creo que sus entrenadores les llaman Nix.

X17. X18. Nix y Nix. Nada. Nobody.

Nix odiaba esto. Odiaba que La Sociedad aún pudiera


hacerle daño. Odiaba que quisiera gritar. Odiaba que él no
pudiera sacar de su mente los rostros angelicales de los niños,
distorsionadas por los tanques.

Nix nunca había tenido una familia antes. Y ahora tenía


una, y todo lo que a este hombre le importaba era el Null. El Null
que había estado practicando Dios sabe qué con sus pequeños
hermano y hermana. Nix no podía pensar en el hecho de que
los niños probablemente estuvieran tan colgados por el Null
como esta patética excusa de hombre a su lado.

Salvar a Natalie podría ser un mal necesario, pero eso no


significaba que Nix quisiera pensar en ello. Acerca de lo que

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Natalie podía hacer. Acerca de lo que podría hacer si creció
junto a la mujer pelirroja de ojos brillantes.

Un mal necesario o no, Nix no podía tragar la idea de traer


a “esa cosa” a las Sombras. El único lugar en el que los
Nobodies importaban. El único lugar en el que el mundo real no
podía tocarlos, hacerles daño o jugar con sus mentes. Santuario.
Paraíso.

—Cubrir a Natalie con tus poderes colectivos es la única


manera de alejarla de los científicos. ¿Sabes lo que le hacen?
La hacen sangrar. La lastiman. Hacen que lastime cosas. A ella
no le gusta. Quiere salir.

Por un momento, la cara del Sensor cambió, y su tono y


palabras se convirtieron en las de otra persona. Nix casi podía
imaginarse a la chica de la fotografía diciendo estas cosas.

Me están haciendo daño. Hacen que lastime cosas. No me


gusta.

Y luego el Sensor se compuso, y sus palabras se convirtieron


en las suyas propias de nuevo.

—Me necesitan si quieren destruir el instituto.

—¿Por qué? —Nix aun mantuvo su voz calmada—.


Sabemos lo de las llaves. Sabemos dónde están los niños.
Sabemos sobre el mecanismo de autodestrucción. ¿Por qué te
necesitamos?

Junto a él, la boca de Claire se abrió ligeramente y Nix se


dio cuenta de que la parte idealista de ella “quería” salvar a
Natalie. Quería creer que solo era una niña pequeña. Y eso fue
exactamente por qué Nix no podía dejar a Claire estar cerca de
la Null. Los corazones amables eran un juego de niños para los
Nulls, y Claire era un libro abierto.

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El Sensor claramente no se sintió traicionado de que Nix ya
estaba incumpliendo con su promesa, no podía. En cambio,
continuó hablando en el mismo tono tranquilo y neutral:

—Me necesitas para destruir el instituto, porque puedo


hacer que sus archivos desaparezcan de la computadora
central. Los sistemas informáticos están configurados para
cargar automáticamente todo el contenido a discos duros fuera
de las instalaciones como copia de seguridad en el momento
en que se inicie la secuencia de autodestrucción. Milano es tan
posesivo con su investigación que todavía no la ha subido a la
computadora central, por lo que destruir el instituto va a destruir
las fórmulas para los sueros.

»Sus archivos, por otra parte, están en la computadora e


Ione ha activado ciertos protocolos de seguridad para
recordarnos su existencia y la amenaza que representan.
Después de que el instituto esté destruido, es inevitable que
haya algún tipo de investigación, muy probablemente
encabezada por la oficina europea. Revisarán todo, hablarán
con todos. Las personas involucradas probablemente se
olvidarán de ti y es casi seguro que no van a ser capaces de
proporcionar cualquier tipo de detalles, pero al menos que
destruya el rastro electrónico, vas a tener a toda La Sociedad
pisándote los talones.

Con gran esfuerzo, el Sensor llevó sus ojos al rostro de Nix y


luego al de Claire, y Nix captó el mensaje fuerte y claro.

—Esta noche, cuando vuelva al instituto, eliminaré sus


expedientes de las computadoras y los subiré a un disco duro
externo. Si me traen a Natalie, les daré el disco. Ione y Sergei
caerán con la explosión, y en el caos de la reorganización, es
casi seguro que ustedes dos, X-17 y X-18 sean olvidados, en
consecuencia.

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A menos que, por supuesto, el Sensor guarde los archivos y
los entregue a lo que quede de La Sociedad, lo que él
gustosamente haría si Nix no le daba a Natalie a cambio.

—Te damos a Natalie. Tú nos das, a todos nosotros, nuestra


libertad. —Claire puso los términos del acuerdo en palabras.

—Sí. Salven a Natalie. Deben hacerlo. —Los ojos del Sensor


se tornaron en una mirada febril de nuevo—. Y la única manera
en que pueden salvarla es hacerla desvanecer. Ella es brillante,
tan brillante, tan hermosa, que será difícil de esconder. El mundo
no querrá dejarla ir. Pero hay cuatro de ustedes. Sin
precedentes. Absolutamente sin precedentes. Tú eres fuerte.
Puedes salvarla. Sé que puedes.

El labio de Nix se curvó hacia arriba, y sus dedos se


curvaron hacia abajo, metiendo las uñas en la piel de su palma.
Desvanecerse era poder. Energía. Liberación. Eso era suyo. La
única cosa que nadie podía quitarle. La única cosa que el
universo le había dado para compensarlo por todo lo que le
había quitado cuando había nacido terminalmente sin
importancia.

Null. Desvanecido.

Para Nix, era una blasfemia. Como dormir con un animal


muerto. Como darse la vuelta y exponer su punto más débil a
una bestia que quiere arrancarte las entrañas. Era estúpido y
estaba mal.

Mal necesario.

Nix rechinó los dientes y reprimió el rugido de emociones


circulando en sus entrañas.

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No es mi trabajo matar Nulls. Ya no. No es mi
responsabilidad convertirme en un monstruo para que el resto
de la humanidad pueda vivir libre y limpia.

Aturdido, desapasionado, Nix asintió con la cabeza su


acuerdo. Si esto era el costo de la libertad, que así sea. Nix se
encontró con la mirada del Sensor, aunque el anciano no
terminó de corresponder la mirada. Y luego dijo la palabra que
ponía las cosas plena e irrevocablemente en acción.

—Esta noche.

El Sensor asintió.

—Esta noche. La información que te di dice dónde. Y


recuerda: sin Natalie, no hay archivos.

Null. Null. Null.

Rehusándose a mirar a Claire, Nix giró y se deslizó en la


nada, sintiéndose como si hubiera dejado un trozo de sí mismo
detrás.

***

Claire se mordió el labio inferior, tratando de encontrar la


cosa correcta para decir, como si hubiera una cosa correcta
que decir en una situación como esta. Nix no le había dirigido ni
una sola palabra desde que habían dejado ir al Sensor.

Él se había dirigido de vuelta a la cabaña. Claire lo había


seguido.

Él levantó uno de los paneles de madera del suelo,


revelando una provisión de armas mucho más grande que la
que Claire mantenía bajo el porche. Ella silenciosamente se
arrodilló a su lado, colocándose fuera de la extensión mientras
que él encontraba alambres, cuerdas y agujas. Cuchillos.

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Armas. Dardos. Un picahielos, muchas bolsas de polvo blanco y
una variedad de explosivos.

—Quítate la ropa.

La voz de Nix inundó el cuerpo de Claire. Profunda.


Reconfortante. No fue hasta que las palabras desaparecieron
del aire que ella se dio cuenta de su contenido.

—¿Qué me quite mi…?

—Daría lo que fuera por dejarte aquí. Por mantenerte


segura. Pero uno de nosotros tiene que iniciar la fusión mientras
que el otro toma a los niños. Este no es un trabajo para un
Nobody. Es un trabajo para dos. Y aunque no fuera así, tú
vendrías. Donde voy, tú me sigues. Incluso si pudiera mantenerte
a salvo, no lo querrías. Y sé que no te mantendrás alejada del
Null.

Null. Null. Null.

Si Claire no hubiera conocido realmente como se sentía


Nix acerca de los Nulls, el veneno que puso en esa palabra le
habría dicho más que suficiente.

—Quítate la ropa —dijo Nix, repitiendo la orden. Él se puso


de pie y caminó fuera de la habitación, volviendo un momento
después con dos pares de pantalones y dos camisas: una para
él y otra para ella. Sin molestarse en expandir su orden anterior,
siguió el aviso que la había dado a ella, quitándose la camisa.

Liso. Frío como piedra. Duro. Su estómago lucía como si


hubiera sido tallado en mármol. Cada músculo estaba tenso.
Firme.

Listo.

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Mordiéndose el labio inferior de nuevo, Claire llevó los
dedos al final de su propia camiseta. Nix envolvió un vendaje
alrededor de su torso, y con dedos expertos, comenzó a
entrelazar y atar nudos en él, retorciendo y girando el material
para formar bolsillos. Claire observó el movimiento, hipnotizada,
sus propios miembros seguían rígidos.

Daga.

Dardos.

Algún tipo de hoja de doble filo.

Nix insertó las armas en su top improvisado. Un mal


movimiento, y se cortaría así mismo.

Las armas fueron atadas a sus tobillos. Alambres fueron


envueltos alrededor de las muñecas. Claire miró abajo a sus
propias manos, una miniatura comparadas con las suyas.
Después de un largo momento, levantó el final de su enorme
camiseta, revelando una extensión de piel bronceada por
debajo.

Sin una palabra, Nix se paró detrás de ella. Envolviendo sus


brazos alrededor de ella, ató un cuchillo en su costado, sus
dedos cepillando contra su espalda mientras lo hacía.

—¿Sabes cómo usar esto? —preguntó.

—Es un cuchillo —replicó Claire—. Lo apuñalas.

Nix casi sonrió. Casi. Golpeteó la yugular de ella.

—Desliza —dijo, y luego arrastró la mano sobre su camiseta


y bajo su pecho, hasta que se detuvo dentro de su caja
torácica—. Apuñala. Si no puedes alcanzar el torso, ve por la
arteria femoral. Aquí. —Indicó el lugar en su pierna, su toque
ligero. Luego, cuidadosamente, la volteó para enfrentarlo—.

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Con suerte, no necesitaras usar el cuchillo. Desde Las Sombras,
no serás capaz. —Y con esas palabras, fue y recogió dos armas.
Una para cada uno de sus tobillos. Finalmente, le dio de vuelta
el SIG.

—¿Sabes cómo disparar?

Nunca se le había ocurrido a Claire que podría ser más


complicado que halar el gatillo. Ella dijo eso, y momentos
después estaban afuera, y él le indicaba paso a paso cómo
hacerlo, uno por uno.

—Cierra un ojo. Mira abajo por el cañón. Agárralo


firmemente. Brazos rectos.

Le tomó tres intentos darle a un árbol. Él le enseñó cómo


recargar, y cayeron dentro de un patrón: disparando,
recargando, sus manos estabilizando su cuerpo contra el
contragolpe.

—Si disparas desde Las Sombras, la bala traspasa dentro


de la realidad una vez que deja el arma, a menos que
activamente trates de mantenerla inmaterial. Asumiendo que
dejes ir la bala, puedes tomar un objetivo sin darles la
oportunidad de poner un solo dedo encima de ti.

Claire pensó de nuevo en apuntar el arma al Sensor


granuja mientras que él se inyectaba a sí mismo con el suero por
segunda vez. Ella no había pensado en matar o en la
mecánica, o qué significada nada de eso. Se había movido por
instinto.

Y si él no se hubiera matado a sí mismo, ella tal vez lo


hubiera hecho por él.

Nix no quiere que haga eso. No quiero hacer eso. No


quiero que él haga eso.

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Tenía que ser hecho.

—¿Así que ese es el plan? —preguntó Claire suavemente—


. ¿Entramos, blandiendo las armas, y los tomamos uno por uno?
¿Disparar a Ione y Sergei, tomar sus llaves, y habremos
terminado con eso?

Ella haría eso. Por el pequeño chico de cabello negro y la


pequeña chica de cabello negro. Por Natalie, quien no podía
evitar lo que era. Por Sykes y Wyler. Por Nix. Por sí misma. Por su
futuro.

Nix negó con la cabeza.

—Si le disparamos a Ione o Sergei, alguien descubrirá que


estamos ahí, el lugar entero será cerrado, y perderemos nuestra
oportunidad de tomar a los niños. Nadie puede saber que
estamos ahí. Las armas son solo una precaución.

En cuanto a las precauciones, Claire pensó que la artillería


atada a sus costados era bastante extensa, pero este no era su
ámbito de especialización. Era el de él.

—En un mundo ideal, nunca dispararíamos un arma, y todo


lo demás estaría enfundado. Mientras estemos en completo
control, todo lo que tenemos que hacer para obtener las llaves
es detener el tiempo, encontrar las llaves, y materializarnos justo
lo suficiente para tomarlos a ellos.

Claire notó que Nix dijo que necesitaban encontrar las


llaves. No que necesitaban encontrar a Sergei e Ione.

Ione. Su madre.

Claire casi dice algo, pero decidió no hacerlo. Sabía, mejor


que nadie, que había algunas heridas que no podías permitirte
sentir.

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Nix cerró los ojos, y su cuerpo creció brillante con el
desvanecimiento. Los labios de Claire se suavizaron, como
siempre lo hacían, y el impulso de unírsele, dejarse ir, olvidarse
de lo que estaban haciendo y por qué, era increíble.

Pero no lo hizo.

En cambio, miró mientras él habló.

—Esta no es mi mano. No soy yo. No es mío. No pertenece


aquí.

Claire observó retroceder el desvanecimiento lentamente


de las puntas de los dedos de Nix, y cuando él se arrodillo en el
piso, arrancó una brizna de hierba del suelo del bosque.

—Tu turno.

Lo hizo. La calidez del desvanecimiento vino fácil y


rápidamente, y con una sonrisa serena, Claire dijo adiós a los
dígitos en su mano derecha. Era mucho más fácil que disparar
un arma. ¿Qué era una mano de todos modos? No tenía
pensamientos o emociones. No tenía recuerdos. Había
levantado esa mano en clase, una y otra vez, y fue ignorada.
Realmente, en el gran escenario de las cosas, las manos no eran
una gran cosa.

—Bien —dijo Nix, una vez que había completado la tarea—


. Podríamos perder la atemporalidad cuando nos solidifiquemos
parcialmente, y lo perderemos completamente cuando nos
separemos, pero solo tendremos que cruzar ese puente cuando
lleguemos a ello.

Ella observó muchos puentes en su futuro, no el menor en


el cual era Natalie la pequeña Null. Su futuro estaba lleno de
cruces, pero por ahora solo había un detalle por ser acordado,
un punto en el que Claire no tenía intención de rendirse.

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—No puedes ir a ningún lugar cerca de Ione.

Nix levantó la cabeza, pero ella no le dio la oportunidad


de observarla.

—Pensar sobre mis padres me hace perder mi


desvanecimiento. Ella es tu madre, Nix.

—Ella no es mi… —Las palabras de Nix se le atoraron en la


garganta como si alguien hubiera cerrado una mano alrededor
de su garganta, y el mundo real, el mundo sólido, lo haló.

—Perdiste tu desvanecimiento —dijo Claire, un hecho


sobre la fuerza que lo había sacudido en silencio—. Justo ahora,
hablar sobre ella hace que pierdas tu desvanecimiento. Y
cuando lo pierdes, yo pierdo el mío. Y si lo perdemos en el
instituto, entonces estas armas no serán para la actuación. —
Claire llevó su mano libre al cuchillo en el costado—. Desliza —
dijo—. Apuñala.

Ella sabía cómo trabajaba su mente. Él no quería que ella


matara, y ciertamente no quería que peleara por su vida.

—Bien —dijo él—. Tú toma a Ione. Yo tomaré a Sergei. Si


nos separamos, no seremos capaces de congelar el tiempo,
pero no perderemos nuestro desvanecimiento. Nos volveremos
a encontrar y luego…

Claire vio el momento en que se le ocurrió a Nix lo mucho


que aborrecía lo que tenía que pasar a continuación.

—Uno de nosotros tiene que ir por los niños, y el otro tiene


que iniciar la fusión —dijo ella, siguiendo desde donde él lo
había dejado—. Cualquiera de las dos requiere dejar las
Sombras, al menos por un momento, y ambos corremos el riesgo
de volcar los poderes que estarían fuera de nuestra presencia. Si
nos quedamos juntos y vamos por los niños primero, encontrarán

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una forma de bloquear el mecanismo de fusión. Si iniciamos la
fusión, la primera cosa que harán es ir por los niños.

—Tendremos que separarnos. De nuevo. —Nix escupió las


palabras.

Ella sabía que él no le daría por voluntad propia ninguno


de los dos trabajos, si tuviera elección. Nix odiaba a Natalie.
Odiaba a los Nulls. Y no la quería en ningún lugar cerca de uno.
Pero la alternativa involucraba una solidificación parcial en un
cuarto con gas que podría matarla, removiendo la carne de sus
huesos en un santiamén.

Cual fuera la decisión que Nix tomara, cualquier tarea que


le diera, se odiaría por eso eventualmente. Y justo ahora no
tenían tiempo para darse el lujo del auto aborrecimiento.

—Iré por los niños —dijo Claire suavemente—. Ellos te harían


lo mismo que Ione. Y sin ofender, pero tengo más oportunidad
de llevar a Natalie dentro de las Sombras.

Claire no tenía la historia que tenía Nix con los Nulls. Ya


había tomado el suero de Null con ella. Y había sobrevivido,
básicamente intacta.

—No te quiero cerca del Null —dijo Nix.

—No quiero que arriesgues tus manos o tu vida si algo sale


mal cuando insertes las llaves.

Claire vio el segundo en que sus palabras se registraron en


el rostro de Nix. Ambos trabajos eran peligrosos, pero solo uno
había causado que el Sensor hiciera referencia a una “muerte
instantánea”.

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Nix cerró los ojos en derrota, y por un segundo, Claire
estaba aterrorizada de haberlo perdido. Que él se retrajera, se
cerrara, que se bloqueara de ella en cada forma que importa.

No me dejes, dijo ella silenciosamente. Quédate. Lucha.

Como si escuchara su silenciosa plegaria, él abrió los ojos, y


colocó las manos en cada lado de su cintura, bajo su camiseta
y sobre las armas, enviando una sacudida de calor a través de
su cuerpo.

Sé cuidadosa, le dijo a ella con sus ojos, pero en voz alta,


dijo otras palabras. Sólidas, indiscutibles, irretractables palabras
que ella había dejado de esperar para escucharlas.

—¿Claire?

—¿Sí? —Su corazón estaba latiendo. Estaba asustada. No


de La Sociedad. No de esta noche. De este momento. De
ahora.

—Me domaste.

Algo cedió dentro de su pecho, y casi la derribó. Y justo


cuando pensó que podría haber imaginado las palabras, él las
repitió.

—Me domaste, Claire. Te amo, solo para que sepas.

La presa dentro de ella se quebró, y Claire le repitió de


vuelta las palabras, sintiéndolas, queriéndolas decir.

Quizás saldrían de esto, o quizás no lo harían, pero tenían


que intentarlo, y mientras Claire llevó sus labios a los de él y se
perdía en el olor, sabor y tacto de Nix, sabía que valía la pena.

Vivir o morir, triunfar o fracasar, para bien o para mal, valía


la pena.

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Capítulo 26
Traducido por CrissViz

Corregido por QueenDelC

Paredes blancas. Piso blanco. Cama blanca.

Incluso desde la parte externa del instituto, Nix podía


percibir el olor penetrante del desinfectante y sentía las paredes
cerrándose. La grava crujía bajo sus pies, pero hoy no había
flashbacks. Ningún recuerdo. Solo él, Claire y el conocimiento
de que era posible que no salieran con vida de esto.

—¿Listo? —murmuró Claire.

Nix asintió. Inclinó su cabeza, dejando que la realidad


cayera sobre su cuerpo. Desvanecerse. Desvanecerse.
Desvanecerse. Lentamente levantó los ojos hacia Claire. Su
rostro estaba brillante con el poder de las Sombras y el resto del
mundo palidecía en comparación. Sus manos se movían para
tocar la piel suave como un pétalo de ella, y ella correspondió
al movimiento. Se movieron juntos, acercándose más y más, sus
cuerpos en perfecta sintonía.

—Listo —dijo Nix, sus labios a pulgadas de los de ella. Tomó


sus manos en las suyas. Sintió su aliento en la cara y la calidez se
extendió por su cuerpo. El olor, el sonido y sentir a Claire
desvanecerse borró todo lo demás de su mente. El mundo se
quedó inmóvil a su alrededor.

Desvanecerse. Tocar. Detener el tiempo.

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—Ahora o nunca —murmuró Claire.

Se giraron y sin otra palabra fueron mano en mano hacia


el edificio. Pasaron las puertas que mantenían a los visitantes
afuera, a través de las gruesas puertas de madera, a través del
vestíbulo, a través de docenas de Sensors, congelándose en el
proceso de gritarle a cada uno de los que entraban. El destello
de la luz reflejada en los rostros y manos de los Sensors se
ensancharon en reacción de la presencia de dos Nobodies,
pero los propios Sensors se mantenían inmóviles.

Paso uno, pensó Nix, haciendo más fuerte su agarre en la


mano de Claire, infiltrarse en el instituto.

Claire apretó su mano. La última vez que había venido


aquí, había perdido su desvanecimiento, pero no había peligro
de eso ahora —no cuando estaban juntos.

Paso dos: conseguir las llaves.

—Tenemos que separarnos —susurró Claire. Esas no eran las


palabras que él quería escuchar, pero incluso mientras soltaba
su mano y se alejaba un paso, pudo seguir sintiendo el fantasma
de su toque en el rostro, en sus brazos. Nix se sintió caer de
nuevo en la línea de tiempo con la misma facilidad con la que
la dejaron, y mientras el mundo tomaba velocidad a su
alrededor, la urgencia de alcanzar la mano de Claire de nuevo
cobró vida propia. Pero si Nix hacia eso, si tomaba su mano y se
negaba a dejarla ir, tendrían que ir juntos por las llaves y eso
podría significar ver a Ione. Nix no podía arriesgarse a eso. No
podía ver a la mujer que había comerciado con su vida. No
podía pensar en ella. No podía permitir que su nombre entrara
en lo más profundo de su mente.

Nix le dio la espalda a Claire, dando un paso lejos de ella y


luego otro. Imaginó su cara, igual que un artista dibujando en

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una hoja en blanco. Él estaba desvanecido, igual que ella. Sin
importar a dónde fueran o que harían después, Claire era suya.

Por el resto de su vida y la de la de ella, se pertenecían el


uno al otro y nada podía tocarlos. Ni la gravedad. Ni la física.
Ningún Sensor.

Tres pasos. Cuatro. Cinco.

El ritmo de los pasos de Nix fue aumentando hasta que se


encontró corriendo. A través de las paredes, los pasillos, las
habitaciones, los laboratorios y los corredores. Este era el instituto
que conocía, el que había recorrido, como un fantasma entre
las Sombras, por años. Solo que ahora, mientras Nix ascendía del
primer piso al segundo, del segundo al tercero, se movía con un
propósito. Iba a encontrar al All Sensor, conseguiría su llave. Nix
no era un fisgón, un intruso entrometido en las paredes de los
departamentos que La Sociedad tenía para la gente que
importaba. Él era un hombre con una misión.

Manteniendo a Claire en su mente —la forma en que se


veía cuando dormía y la manera en que se veía cuando
bailaba entre los árboles y multitudes, la forma en que sonríe, un
poco más del lado izquierdo que del derecho de su boca— Nix
sintió una oleada de poder. Como si La Sociedad estuviera en el
territorio de él, en lugar de que fuera al revés.

No somos como David. Somos como Goliat.

Moviéndose rápidamente, Nix atravesó la puerta hacia el


departamento en la planta más alta, sus pies no dejaban huella
en la lujosa alfombra gruesa. Se había acercado de esta
manera a objetivos, mirando a través de sus ojos y
solidificándose solo el tiempo suficiente para entregar la
sentencia de muerte de La Sociedad, una y otra vez.

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Si hubiera sido cualquier persona u otra cosa, el corazón
de Nix hubiera saltado y golpeado contra su caja torácica, pero
estaba calmado, tranquilo y suelto. Caminó por el vestíbulo, la
sala, la cocina y una recámara, cruzando líneas invisibles que
nunca había cruzado y yendo cara a cara con su presa.

Sergei.

Nix observó su objetivo por un segundo, posiblemente dos.


No podía saber, desde las Sombras, si Sergei era bajo o alto,
gordo o flaco porque el halo de luz que bordeaba su cara era
algo más que solo un brillo de energía. Estaba deslumbrando.

Todo en este mundo tiene energía…

Nix permitió que la luz lo bañara y se forzó a mirar a través


de ella. All Sensor o no, poderoso o no, su objetivo era un
hombre. Un hombre sólido y pobre, tan secuestrado en su
propia madriguera que esta era la primera vez que él y Nix
estaban en el mismo cuarto.

Fríamente, Nix escaneó el cuerpo del hombre, viendo a


través de la luz, negándose a parpadear con sus ojos
inmateriales. Estaba buscando una llave. Pequeña. Negra. Con
una terminación en forma de estrella, incrustado con
microchips.

La tengo.

Nix vio la forma de la llave —pequeña, sin importancia,


sólida— y le tomó un momento darse cuenta en dónde estaba
exactamente el objeto que estaba buscando. Había esperado
que Sergei la llevara en el cuello con una cadena, pero este no
era un hombre que se arriesgara. La llave estaba ahí, Nix podía
verla, pero en lugar de reposar bajo su camisa, estaba
incrustada bajo la piel de su cuello, justo encima de la clavícula.

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Pequeña. Negra. Con forma de estrella.

Una delgada cicatriz blanca evidenciaba la cirugía con la


que había sido colocada la llave bajo la delgada piel e incluso
desvanecido, la mente de Nix hizo los cálculos. Tomar la llave,
sacarla de la carne de este hombre, eso era un acto que se
lograba fácilmente con dedos que se deslizan afuera y adentro
de las Sombras. Pero por las motas de luz alrededor de sus ojos,
oídos, nariz, boca y manos como testigos, este hombre estaba
más en contacto con la energía que nadie que Nix hubiera
conocido. La oportunidad de que no pudiera notar un par de
manos, incluso si eran de un Nobody, mientras rasgaban su
garganta…

Prácticamente nula.

Nix dio un paso lejos de su objetivo. La pistola atada a su


costado estaba tentándolo.

Dispárale. Mátalo. Toma la llave.

Serían tan fácil, el Sensor no podía ver a Nix si estaba


muerto, no podía activar una alarma que pudiera advertir al
edificio de la presencia de Claire antes de que el juego haya
incluso comenzado.

Nix cerró sus ojos, imaginando a Claire. Sintiéndola. Viendo


el mundo a través de sus ojos.

En algún lugar en este edificio, también estaba cazando


por la otra llave. Podía sentirla en su sangre, en su mente.

Soy lo que elegí. No mataré a menos que sea


indispensable.

En un ligero y rápido movimiento, Nix metió su brazo por el


denso brillo de luz en el cuello de Sergei. El desvanecimiento

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cayó de su mano y Nix cerró sus dedos a través de la llave y la
jaló. La piel que mantenía el tesoro en su lugar cedió con un
sonido como desgarrando cartón mojado. Nix fijó su mente para
recuperar su mano —y la llave—, pero antes de que pudiera
regresarla a Las Sombras, un gran puño calloso atrapó esos
cinco dedos ladrones en un agarre rompe huesos.

La mano tiene la llave, pensó Nix. Y Sergei tiene la mano.

***

En las Sombras, Claire no podía odiar a Ione. Ni por Nix ni


por ella. No podía permitirse sentir nada sobre la mujer parada
en frente de ella. Todo lo que podía hacer era verla muy
fijamente y “no” preguntarse cómo es que alguien que
evidentemente es tan “poco especial” podía haber dado a luz
a alguien como Nix.

Ione no era un Sensor y no era una Nobody. Era Normal.


Plana. Y tenía algo que Claire quería, mucho, colgando de una
cadena alrededor de su insignificante cuello sólido.

La llave era pequeña y delicada, y desde las Sombras


Claire tenía problemas para ver la llave como lo más
importante.

La necesito. La necesitamos.

Claire, tenía su mente saturada de Nix, su cuerpo dolía por


el recuerdo de su último beso, recordándole por qué había
venido y, como si fuera una bailarina estirándose al hacer un
arabesque, se movió sobre los dedos de sus pies, apenas
tocando el piso. Ione dejó de alisar su falda y Claire dio un paso
a un lado, con sus ojos en la llave. Extendió la mano, una mano
iridiscente, poniendo sus dedos justo sobre la superficie de la
llave.

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Esta no es mi mano. No tengo una mano. Soy una Claire sin
manos y sin dedos.

Los dedos en cuestión se solidificaron y tomaron la llave.

Esa llave es parte de la mano. Esa llave es como un dedo


para esa mano y ESA MANO ES LA MÍA.

Bajo su enérgica declaración, la mano de Claire volvió a


entrar a las Sombras y, por millonésima vez, estaba agradecida
por el tiempo que había pasado convenciéndose de una cosa
u otra, jugando juegos en su mente que hicieran que
desvanecerse y todo lo que eso implicara fuera muy sencillo.

Ione, completamente inconsciente de que había sido


robada, continuó por el camino que estaba cuando Claire la
había encontrado, lanzando su cabello teñido de rubio sobre un
hombro y caminando decididamente por el pasillo.

Directamente a través de Claire, quien tenía la llave.

Toma la llave. Dásela a Nix.

Claire dejó que la imagen de él inundara su mente, hasta


que se impulsó infalible e irresistiblemente hacia él.

A través del techo. A través del piso. Hacia arriba, hacia


arriba, hacia arriba.

Hacia Nix.

***

Nix debía preocuparse. Sergei era, de acuerdo a lo que Nix


había averiguado ahora, robusto, alto, de complexión similar a
la de un oso y tenía un fuerte agarre sobre su mano.

Excepto que, por supuesto, la mano no era de Nix.

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Desvanecerse, desvanecerse, desvanecerse, se dijo Nix. No
lo mires. No pienses en él. Solo regresa la mano y termina con
esto.

—Eres un pequeño Nobody tramposo, ¿o no? —La voz de


Sergei era dura, más como una motosierra que como grava—.
Solidificación parcial. Impresionante.

Si Sergei notó que estaba sangrando copiosamente del


cuello, no mostró ninguna señal y Nix se encontró atraído por los
ojos del Sensor e incapaz de bloquear la voz del hombre.

—Asumo que eres Nix. O uno de ellos. Viviste aquí. Trataste


de quitarte la vida una vez. Típico. —Las palabras de Sergei eran
ganadas a duras penas. Incluso para ser el Sensor más poderoso
en Norteamérica, le tomó un gran esfuerzo recordar hechos
específicos sobre alguien que no era de importancia. Esas
cuatro oraciones eran probablemente todo lo que sabía de Nix.

Y eran suficientes.

Suficiente para hacerlo pensar en cosas que no quería


pensar.

Hazlo un desorden, le dijeron ellos —y él lo había hecho. Y


luego regresó al instituto y se acuchilló a sí mismo.

—Claire —dijo Nix en voz alta. Si pudiera pensar en ella,


podría mantenerse desvanecido. Fuera del alcance de Sergei.
Invisible, pero con su mano sólida—. Claire.

La segunda vez que dijo su nombre, ella apareció,


atravesando el piso como un ángel, o un fantasma. Estuvo con
él en un segundo, envolviendo sus manos alrededor de su
cintura, apoyando su cabeza sobre su pecho, dándole todas las
razones del mundo para quedarse exactamente donde estaba.

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—Eres mío —dijo, desvaneciendo las palabras venenosas
de Sergei mientras el tiempo se congeló a su alrededor—.
Perteneces aquí. Me perteneces. —Claire tomó su brazo, su
brazo sólido y luego se encontró con sus ojos—. Amo este brazo.
—Paseó sus ojos a lo largo de la extremidad—. Amo esa mano.

Esta mano ha tocado a Claire. Esta mano es mía, de la


misma forma en que yo soy de ella.

La mano de Nix se desvaneció y también la llave. Porque


la llave era su futuro. Suyo y de Claire. Era parte de ellos. Una
parte del “nosotros” que él alguna vez tendría. Claire cerró sus
manos alrededor de su codo, lo jaló, y juntos se tambalearon
hacia atrás, Nix completo de nuevo.

Su mano debería doler. Estaba lastimada, sin duda,


posiblemente rota, pero no había lugar para el dolor en las
Sombras.

—Llave —dijo Nix lo obvio, viendo hacia abajo a su mano.

—Llave —contestó Claire, moviendo su mano del brazo de


él y sosteniendo la llave que había conseguido en lo alto.

En la realidad, Sergei se congeló por un segundo y se


movió al siguiente, sintiendo que había perdido su agarre en Nix
y gritó, como un toro enfurecido a segundos de entrar a una
tienda de cerámica.

El primer impulso de Nix fue alcanzar a Claire y detener el


tiempo de nuevo, ganar algunos preciosos segundos para
pensar, pero de cualquier forma en que lo viera, eventualmente
los dos tendrían que separarse de nuevo y el movimiento de
Sergei seguiría justo donde se quedara, alertando al resto del
instituto de su presencia. No había manera de detenerlo. No
había forma de mantenerlo contenido.

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La Sociedad no puede saber que estamos aquí. La primera
cosa que harán será esconder a los niños. O eliminarlos.

Nix se movió rápidamente. En un movimiento ágil, retiró la


pistola de su costado. Apuntó. Y disparó.

Esta vez es mi elección. Mía.

Nix no volteó. No miró a Claire para ver su reacción.


Habían comenzado esto juntos y sabía sin preguntar que lo
resolverían.

La sensación del frio metal en su mano lo trajo al presente.

—Aquí —dijo Claire, presionando la llave en la palma de su


mano y usando sus dedos para cerrar los de él alrededor de la
llave—. Ahora tienes las dos.

Eso fue todo lo que dijo. No dijo nada más sobre lo obvio.
Nada sobre lo que él tenía que hacer después: iniciar la fusión;
nada sobre a dónde se dirigía: hacia los niveles subterráneos
escondidos en lo más profundo y los pequeños en los que Nix no
se podía permitir pensar.

Nada sobre el hombre muerto que yacía en el suelo.

Porque en este momento, no había nada más por hacer,


solo terminarlo.

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Capítulo 27
Traducido por MeryBlue y SOS por RebecaRocio y ElyGreen

Corregido por QueenDelC

Claire se alejó de Nix. Sin decir una palabra —sin un adiós—


, se obligó a bajar, a través de pisos y techos, techos y suelos, y
capas y capas de tierra hacia el sótano que había existido bajo
los pies de Nix desde hacía años.

Laberinto.

Laberinto.

Claire sabía una docena de palabras que habrían sido


apropiadas para los subniveles del instituto. El Sensor de Natalie
le había dado a Claire una buena idea sobre dónde estaban
alojados los niños, pero desvanecida, Claire no podía
concentrarse en las palabras o pasos o norte o noroeste.

Por aquí.

Claire no necesitaba direcciones. No necesitaba un plan.


Lo mismo que siempre le había permitido sentir a Nix la puso en
un camino inequívoco.

Hacia ellos.

Tres puertas de acero, cerradas desde el exterior. Cinco


hombres armados, haciendo guardia. Espejos de doble vista.
Ruido blanco, con un sonido en capas que Claire no podía
identificar, resonó por los altavoces. Si hubiera estado sólida

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podría haberlo sentido como una distracción, pero las Sombras
tenían su propio tipo de música.

Por aquí.

Capa tras capa, puerta tras puerta, Claire se dirigió hacia


aquellos que eran como ella. El instituto tenía su tesoro
enterrado tan profundo que tratar de llegar a él en forma sólida
habría sido como llegar a la capa más interna de un juego
Mamushkas.

Una jaula dentro de una jaula dentro de una jaula.

Para Claire, no era nada. Y por primera vez, se le ocurrió


que si pudieran desvanecerse, todas estas medidas de
seguridad habrían sido nada para los hermanos de Nix, también.

A menos que hubiera algo —alguien— que no estuvieran


dispuestos a dejar atrás.

Incapaz de entretener plenamente el pensamiento, Claire


caminó a través de una última puerta de acero y entró en una
gran habitación con cuatro paredes blancas. En una esquina
había tres camas blancas, la pared opuesta estaba cubierta de
espejos y en el mismo centro de la sala, tres niños estaban
sentados en silencio en una formación triangular con las
espaldas hacia uno y otro. Natalie estaba frente a la puerta.

Los ojos de la pequeña Null no registraron la presencia de


Claire, pero a medida que se adelantaba, los otros dos
ocupantes de la habitación se volvieron hacia ella.

Pueden escucharme a través de las Sombras, pensó Claire.


Pueden verme. Al igual que Nix.

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Natalie, sin darse cuenta de lo que había provocado la
reacción de los otros niños, señaló su objeción a tal
comportamiento.

—No te muevas. Esa es la regla. Si rompes la regla, te


castigan. Si te castigan, podrían romperte. No podemos jugar
cuando estás rota, y no quiero dar la vuelta a la cuerda de
saltar yo sola. —La voz de Natalie fue alta y clara, e incluso
desde las Sombras, Claire se dio cuenta de que tenía dulzura en
ella, una cualidad que habría sido convincente si Claire hubiera
estado sólida.

No podemos jugar cuando estás rota.

Claire se preguntó qué era exactamente lo que significaba


“roto”. Y por qué precisamente la mayor preocupación de
Natalie con el potencial de sus compañeros de juego para
“romperse” era que ellos podrían estar demasiado maltratados
como para girar su cuerda. Por el momento, sin embargo, Claire
no podía pensar en Natalie, no podía meditar sus palabras. Lo
único que podía hacer era mirar al niño y a la niña que
flanqueaban su lado. Y el momento en que se encontró con sus
ojos, Claire supo que iba a perder su desvanecimiento.

Dijo una breve oración para que arriba, en el piso principal


del instituto, Nix no perdiera la suya.

Si lo hace, está muerto.

Ese fue el pensamiento que recibió a Claire en el momento


en que se volvió sólida. Era aterrador, paralizante y desgastador,
pero no tenía tiempo para eso. Los guardias que vigilan esta
habitación podrían no registrar su presencia de inmediato, pero
si estuvieron tomando el suero Nodoby, si hubieran sido
inoculados parcialmente por sus poderes, ellos podrían darse
cuenta eventualmente y todo el infierno se desataría. Tenía que

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llevar a los gemelos y a Natalie de regreso a las Sombras antes
de que sucediera.

Y cuanto antes regresara a las Sombras, más seguro estaría


Nix.

—¿Quién eres? —exigió Natalie, sin molestarse en mirar a


Claire a los ojos.

Claire le sonrió.

—Soy Claire —susurró—. Estoy aquí para sacarlos a todos.


—Y luego, para la absoluta conmoción de Natalie, Claire le dio
la espalda a la niña y llevó una mano hasta tocar suavemente a
los hermanos de Nix, en el hombro, en el brazo.

Cepilló el pelo fuera de sus rostros.

Los miró a los ojos.

—Soy Claire —dijo otra vez—. Estoy aquí por ustedes.

—Tú estás aquí por mí —dijo Natalie amablemente—. Le


dije que te buscara. Ya no quiero jugar a este juego. Quiero
irme.

—Todos nos vamos a ir —dijo Claire—. Los tres. Y para


hacer eso, tenemos que trabajar juntos.

—Ellos también tienen que irse —aceptó Natalie—. Tienen


que irse porque son míos. No me gusta cuando no están.

Los dos pequeños Nobodies —Claire no podía soportar


pensar en ellos como Nix y Nix— se acercaron a Natalie, sus
pequeños cuerpos casi tocando el de ella.

Ellos la adoran.

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Para sorpresa de Claire, Natalie cerró la brecha,
agarrando cada uno de los pequeños del brazo, un poco
demasiado duro.

—Tienen que venir también. Son míos.

Como si fueran juguetes. O perros.

No parecía habérsele ocurrido a la niña que Claire podría


querer conseguirle acompañantes que fueran por su propia
voluntad. Por otra parte, había muchas posibilidades de que los
niños nunca hubieran visto a un Nobody adulto —o casi adulto.
Natalie nunca había visto a nadie que le hubiera dado la hora a
cualquiera de los Nixes.

—Nunca los dejaría atrás —dijo Claire a Natalie


solemnemente, y después hizo contacto visual primero con la
niña y luego con el niño—. Nunca, nunca, nunca.

El sonido característico del traqueteo —cerraduras dando


vuelta, puertas abriéndose, gritos— interrumpió la promesa de
Claire.

—Nos vamos ahora —dijo Claire a los hermanos pequeños


de Nix—. Vamos a un lugar en donde nadie puede hacerles
daño, y Natalie también va a ir.

—Lo intentamos —dijo el niño—. Lo intentamos e


intentamos, pero el Dr. Milano se enfadó porque no podíamos
hacerlo. Pero si lo hacemos, van a llevarse lejos a Natalie.

—Nadie va a llevarse a Natalie —dijo Claire, y entonces fue


golpeada por el doble sentido de la frase que acababa de
pronunciar.

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Nadie30 se está llevando lejos a Natalie.

—También puedo desvanecerme —dijo Claire a los niños—


. Y si los tres nos desvanecemos, si hacemos a Natalie parte de
nosotros, la parte más importante…

Natalie sonrió y la expresión, aunque estéticamente


adorable, fue escalofriante para Claire. Natalie estaba
acostumbrada a ser la parte más importante. No podía
imaginar ser nada menos.

No se preocupa por nadie más. Esto podría terminar mal.


Esto podría terminar muy…

—Cerremos los ojos —dijo Claire, su tono haciéndola sentir


como maestra de preescolar o como sargento de instrucción,
no estaba segura de cuál—. “Menos que una sombra. Menos
que el aire.”

No era su lema pero apostaría que sí era el de ellos, igual


que el de Nix. La Sociedad se los había enseñado, haciéndoles
creer, de la misma manera que se lo había enseñado a él.

—Menos que la sombra, menos que el aire. —La reacción


de los niños fue instantánea. El hermano y hermana de Nix se
tomaron la mano y cerraron los ojos, y Claire les deseó éxito
para cerrarle el paso al resto del mundo.

—No son nada —dijo, odiándose por tener que decirles


una cosa que ya habían escuchado de manera casual con
demasiada frecuencia—. Son Nobodies.

Desde fuera de la cámara de los niños, Claire pudo


escuchar el sonido amortiguado de gritos.

Nadie: “Nadie” se traduce al inglés como “Nobody”. Es un juego de palabras: “Un


30

Nobody se está llevando lejos a Natalie”.

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—Ellos me miran —dijo Natalie alegremente—. Todo el
tiempo, todos los días, me miran. Saben que estoy hablando
contigo. ¡Saben que mis Nobodies se movieron y ahora van a
romperlos otra vez!

Estampó un pie, y Claire pudo sentir la compulsión para


hacer feliz a Natalie adentrándose en su sangre. La bloqueó,
pensando en su Nix y estos pequeños Nixes. Claire obligó a su
propia mente a aguantar y dijo palabras diseñadas para que los
pequeños hicieran lo mismo.

Pueden hacerlo, les dijo en silencio, incapaz de animarlos


en voz alta. Son fuertes. Pueden hacerlo.

—Sean nada —dijo en voz alta, pero incluso cuando las


palabras salieron de su boca, aceptó que no podía prestar
atención a su propio consejo. Las voces fuera de la habitación
se volvían cada vez más fuertes, más cercanas, y las cerraduras
a través de las que había caminado, las precauciones que
tuvieron que ser más para el beneficio de Natalie que de los
mellizos estaban siendo rápidamente deshechas.

Click. Click. Click.

El sonido de la cerradura de la puerta más cercana, más


propia de una caja fuerte de banco que de una habitación, le
dijo a Claire que no tenía mucho tiempo, y en un solo
movimiento empujó a los tres hijos —a todos ellos— detrás suyo.
Su mano derecha fue por su arma, y su izquierda logró agarrar el
cuchillo que Nix había atado en su costado, justo cuando los
guardias irrumpieron en la habitación.

—Continúen —dijo a los niños, con los ojos brillantes, las


armas preparadas.

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—Menos que la sombra, menos que el aire. —corearon las
diminutas voces infantiles detrás de ella—. Menos que la
sombra, menos que…

—¡Tengo miedo! —dijo uno de los niños, Claire no podía ver


cuál aunque supo inmediatamente que no era Natalie.

—No lo estés. No tengas miedo —instruyó Natalie—. Acabo


de decir que no. —Claramente, para Natalie, eso asentaba las
cosas. Claire se encontró con la esperanza de que la pequeña
Null tuviera razón.

No se han desvanecido aún, pensó Claire. Los guardias los


matarán antes de que pueda llevármelos.

Y ese fue el último pensamiento consciente que tuvo


Claire, porque al segundo oyó el primer disparo, el instinto se
hizo cargo. Claire echó los brazos a los lados, pistola en una
mano y cuchillo a la otra, y en menos de una respiración —
menos aún— entró en las Sombras y empujó el desvanecimiento
fuera de su cuerpo.

Este espacio es mío. La bala está en este espacio. Es mío.

No podía dejar que los guardias dispararan a los hermanos


de Nix, y la única manera de protegerlos era…

Desvanecerse.

Sintió el poder que salió de su cuerpo, cubriendo el


espacio a su alrededor. Podrías llevar un objeto contigo a las
Sombras si lo considerabas una parte de ti mismo. Una pistola en
tus manos. La ropa en tu espalda.

Una bala.

Claire no tenía tiempo de maravillarse por lo que había


hecho —llevarse la bala con ella a las Sombras— porque ahora

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había una bala intangible disparando directamente a su
cabeza inmaterial. Frenéticamente, Claire imaginó a su madre
ignorándola, hablando a través de ella, olvidándose de ella. Un
detonante. El pensamiento a medio terminar que sacó a Claire
fuera de las Sombras.

Pero de alguna manera —imposiblemente,


improbablemente, milagrosamente—, dejó la bala detrás.

Inofensiva. Inmaterial.

Los guardias continuaron su ataque. Más balas, más


desvanecimiento y más regreso desde las Sombras. Claire se
movió de lado a lado, retorciéndose y girando, desapareciendo
de un lugar y reapareciendo en otro, empujando su
desvanecimiento hacia afuera, creando un escudo para los
niños.

Nada me pasa.

Ese entendimiento ocurrió en la curva de los labios de


Claire cuando sonrió oscuramente. Este era el verdadero poder
de un Nobody. Esta fue la razón por la que La Sociedad no
podía tomar el riesgo de que un Nobody entrara con sus
poderes a menos que fueran entrenados por La Sociedad. Esta
fue la razón por la que enviaron a Nix a matarla. Esto fue lo que
hizo que hizo a los Nobodies más peligroso que los Nulls.

Ella se desvaneció de nuevo y se concentró en las armas


de sus adversarios. Ella urgió su desvanecimiento hacia afuera.
Mis armas. Mis taser. En cuestión de segundo, desarmó a los
guardias, haciendo desvanecer sus armas. Y luego se solidificó
nuevamente.

Mientras más guardias entraban en la habitación, el correr


en la sangre de Claire, el entusiasmo, la emoción de poder

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absoluto la tenía saludándolos con un solo brazo en alto,
sosteniendo un arma.

—¿Cuánto apuestan a que puedo conseguir disparar la


mía casi tan rápido como puedo hacer desaparecer las suyas?

Detrás de ella, Claire sintió el momento exacto en el que el


hermano menor de Nix entró en las Sombras. Los sintió, tirando
de ella, tirando de Natalie, y mientras los guardias miraban su
arma y lentamente bajaron las suyas, Claire se desvaneció
nuevamente, uniéndose a los pequeños que ya retenían su
corazón.

—Natalie es nuestra —dijo. Sin duda en su voz. Sin lugar


para dudas, acerca de lo que era Natalie y de lo que era capaz
de hacer, en las Sombras—. Nos pertenecemos unos a otros, y
ella nos pertenece. Ella es como un brazo o una pierna o la ropa
sobre su cuerpo. Ella es un pedazo de tu corazón.

Y con esas palabras, Claire empujó todo lo que tenía,


cada onza de poder absoluto hacia Natalie.

Escurridiza, súper sólida Natalie.

El cerebro de Claire rebeló el momento en que su


desvanecimiento tocó el cuerpo de Natalie, revolviéndose, y un
shock pasó por su cuerpo.

Al igual que tocar la droga, solo que peor, invertido, al


revés…

Pero Claire se aferró firmemente al poder, la alegría, lo


ilimitado de ser nada. Se aferró a Nix y a sus hermanos y todo lo
que le importaba más que el mundo real, con sus balas y
Sensors y jaulas dentro de jaulas dentro de jaulas.

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Todo el mundo es una jaula. Todo lo que no es esto, no
ahora…

Claire tomó ese pensamiento, ese sentimiento, y lo envolvió


alrededor de Natalie, cubriendo a la niña en él, como un
sirviente momifica un faraón, una tira de tela a la vez.

—Nuestra Natalie —dijo.

Solo una niña. No puede evitar la manera en que nació.


No puedo ayudarla.

—Nuestra Natalie —contestaron los gemelos.

Y entonces ocurrió lo imposible. Natalie la sólida, Natalie la


Null, Natalie quien importaba…

Se unió a ellos en las Sombras.

***

Nix había visto la cámara de seguridad antes, pero no se


había dado cuenta de lo que era. Nunca había notado la
cerradura de seguridad en la puerta o el hecho de que una
persona sólida habría tenido que escanear algún tipo de tarjeta
de identificación para entrar. El techo, el piso y las paredes
estaban cubiertos de rejillas de ventilación, y en pleno centro de
la habitación, había una pequeña tableta de activación.

Desvanecido, Nix se dirigió hacia el centro de la sala, la


llave de Sergei en su maltratada mano derecha y la llave que
Claire le había dado en su izquierda.

Dos llaves. Una tableta de activación. No hay margen para


error.

Nix se quedó quieto, a menos de un brazo de distancia de


la consola que retenía los medios para la destrucción de este

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edificio y todo lo que contiene. Pasando las dos llaves a su
mano derecha, tomó una respiración profunda y puso su mano
izquierda en la cubierta de la consola, preparándose para
abrirla en el momento que le permitiera recuperar la forma
sólida.

Nix se obligó a no pensar en el veneno que se liberaría en


el aire en el segundo que se removiera la tapa. No pensó en
ninguna otra cosa que no fuera el hecho de su mano derecha
había matado personas. Había hecho un desastre.

No era mi elección. Ese no era yo.

Aplastó la parte de él que nunca creería completamente


que la sangre en sus manos era responsabilidad de cualquier
otro que la suya propia, y en su lugar se concentró en su propia
extremidad. Los dedos. Las uñas. La palma de la mano.

No es mío. Nada de esto es mío.

La solidez exudaba por sus dedos y Nix observó mientras


agarraban el plástico, y lo lanzaban hacia atrás.

Tocando la cara de Claire, su pelo, poniendo la palma


contra la suya.

Nix reclamó su mano justo cuando una espesa niebla


blanca comenzó a moverse con lentitud fuera de las ventilas en
el techo, el piso, las paredes.

El veneno.

Nix respiró hondo. A medida que sus pulmones se llenaban


de aire, podía sentir a Claire escurriéndose fuera de las Sombras.
La sensación le recordó al romper de un beso, pero no podía
pensar en eso o en Claire. Aclaró su mente de la influencia de
ella. De su objetivo actual. De todo menos las dos llaves en su

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mano derecha y la tableta de activación descubierta con dos
agujeros de forma idéntica.

Nix extendió sus manos, la derecha, maltratada y rota,


agarrando sin apretar la llave de Sergei, la izquierda liberando la
llave de Ione del agarre de su pareja.

No puede dejar caer las llaves.

Nix movió los músculos y los huesos de la mano rota para


apretar más fuerte la llave. Contemplando que su extremidad
mutilada era desconcertante, pero Nix no sintió nada. El dolor
no existía aquí y no tenía tiempo para ello. No tenía tiempo para
la niebla creciendo más y más densa en el sólido mundo a su
alrededor.

Con una minuciosa precisión y una mente tan blanca


como una pizarra sin usar, Nix maniobró las llaves en su lugar. En
las Sombras no podían tocar nada, pero una vez que cruzaran,
activarían la secuencia de fusión. Manos firmes, llaves en
posición, Nix comenzó el proceso de disociación. La única
manera que pudiera girar las llaves una vez que se solidificaran
era con manos que hubieran hecho lo mismo. Una vez
completada la acción, tendría que retraer sus manos. Antes,
cuando había desencadenado el veneno, tuvo un segundo
para pensar, para concentrarse, pero ahora un solo segundo
era un lujo que no podía permitirse, suponiendo que quisiera salir
de esto con sus manos y no solamente restos inútiles de piel
sobre huesos. El gas venenoso comería atravesando sus manos,
las quemaría, devorándolas enteras.

Nix no pensó en eso. No le pasaría. Empezar de cero. Sin


emociones. Sin esperanzas. Sin temores.

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Nada. Nix inhaló, y luego soltó el aire. Estas llaves
pertenecen a esas manos. Esas manos no son mías. Esas manos
matan a la gente. Esas manos trataron de matarme.

No. Son. Mías.

La activación fue instantánea. Igual que el dolor. Aunque


Nix no podía sentirlo, era difícil no imaginarlo. Piel burbujeante.
Ácido carcomiendo. Sirenas rugiendo.

Fusión iniciada.

Esas son mis manos. Cuidaron de Claire. Han rozado sus


labios. Han salvado personas que merecían morir.

Nix dio la bienvenida a sus manos de nuevo en las Sombras


y las acunó contra su cuerpo, a pesar de que no podía sentir la
agonía abrasadora que le estaban debiendo.

Hora de salir.

Nix se volvió y caminó hacia la pared del fondo. Cuanto


antes dejara este cuarto, más seguro estaría. La habitación era
hermética, contenía el gas. Una vez saliera al pasillo este estaría
bien. Encontraría a Claire, y escaparían antes de que se
autodestruyera el edificio.

Claire.

Abajo, en los subniveles, ella estaba desvanecida. Podía


sentirla, como siempre lo había hecho. Su presencia tiró de él, lo
llevó a través de la niebla que no podía tocarlo, a través del
veneno que no quería más que golpearlo hasta matarlo.

Claire.

Él sintió su poder. Se bañó en él. Lo bebió. Lo hizo suyo. Con


fluidez líquida, Nix se dirigió hacia el pasillo este, más y más

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cerca de las cámaras. A su alrededor, el aire se hizo más opaco
mientras el veneno serpenteaba fuera de los conductos de
ventilación a velocidad constante, pero Nix no pensó en el
ácido en el aire o lo que una concentración mucho menor le
había hecho a sus manos. No había dolor en las Sombras, y el
agarre de Nix, su conexión con la mente de Claire, era sólido
como una roca.

Null.

La ola de náuseas fue instantánea. Era mil veces peor que


la sensación de ver a Claire traer la medicina Null a las Sombras.
No era solo un medicamento en esta ocasión. Es un Null. Nix
tropezó, y la palabra —sarcástica, fea y permanente—
impregnó cada célula de su cuerpo inmaterial. Con un pie
tímido al borde de la pared de la cámara, se obligó a ir hacia
delante, trató de no pensar en lo que sus sentidos le decían.

Claire había tenido éxito. Había traído a la pequeña Null a


las Sombras, y la presencia de la niña era tan tóxica como el
gas venenoso. Como una piedra arrojada a un lago, su energía
recorrió las Sombras. Nix lo sintió —en cada poro, en el aire que
respiraba, en la boca del estómago.

Null. En las Sombras.

Nix no podía moverse. No podía dar el último paso hacia la


pared, atravesarla, y en el momento que se dio cuenta de que
había perdido su desvanecimiento, la espesa neblina de ácido
en el aire se volvió, al igual que su propio cuerpo, muy sólida,
muy real.

Menos que la sombra. Menos que el aire.

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Nix tenía que pensar las palabras, tenía que desvanecerse
antes de que el veneno se alimentara a través de él, como las
termitas a través de la madera.

Menos que la sombra…

Agonía. Manos en llamas. Ropa disolviéndose. No podía


respirar. Ni un solo aliento. Piel fundiéndose. Miles de cuchillos.
Miles de cuchillos por cada centímetro cuadrado de piel.

MENOS QUE LA SOMBRA. MENOS QUE EL AIRE.

Dolía. Y en el siguiente segundo, no lo hacía, y Nix, dándole


la bienvenida al alivio como a un viejo amante, tropezó a través
de la pared de la cámara de seguridad hacia el pasillo este,
donde estaba seguro. No más veneno que comiera su camino
a través de su piel. Aun así, Nix no se permitió pensar en el Null
en las Sombras, o en el molesto enrojecimiento de sus heridas.

Las Sombras. Las Sombras. Las Sombras.

Claire. Claire. Claire.

Era lindo aquí. Pacífico.

ClaireClaireClaire.

Y luego la vio, esperando por él en el pasillo este. No a


Claire.

Ione. Estaba parada allí, esperándolo, como si de alguna


manera más allá de la sombra de la duda supiera que él era el
responsable por las sirenas que hacían eco a través de los
pasillos, la voz mecánica anunciando la evacuación.

Una sombra.

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Eso era todo lo que él había sido para ella. Matar objetivos,
o ser comido vivo por veneno, eso era todo lo que alguna vez
sería. Una idea tardía. Menos que un humano. Y hecho para un
fin.

Esta vez Nix no pudo pelear con ello. No pudo conjurar la


imagen de Claire, ni siquiera podía recordar el consumidor dolor
mordaz que esperaba por su forma sólida. Todo lo que podía
ver era Ione. Su madre. Y mientras las torturadas extremidades
de Nix se solidificaban y colapsaba en la tierra a sus pies, se dio
cuenta en los fuertes, sangrantes, cavernosos pasillos de su
mente que su “madre” estaba sosteniendo una pistola.

***

Nix se ha ido.

El saber que Nix había dejado las Sombras agobió a Claire.


La arrancó y la tomó de sus costuras, pero no podía permitirse
desentrañarse, no podía soltar su agarre de las Sombras.

De Natalie.

De los gemelos.

Los dos pequeños de cabello oscuro la anclaron aquí: su


parecido a Nix, sus diferencias. Tan pronto ya los conocía.
Conocía sus sonrisas solemnes. Sabía que quería mecerlos y
empujarlos en columpios y leerles historias. Vendarles las rodillas
peladas, ponerle ruedas de entrenamiento a sus bicicletas.

Ellos eran suyos. Y estaban desvanecidos, y Claire se aferró


a eso, incluso como su otro yo, la chica que no podía ser, dejó
de respirar, su frecuencia cardíaca acelerada cuando las
posibilidades, horribles posibilidades, se metieron dentro de…

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Una pequeña mano envolvió la de Claire. Bajó la mirada, y
el pequeño chico —como Nix, tan parecido a Nix— rechazó
encontrar su mirada, como si esperara que ella se alejara.

—Gracias —susurró ella, rechazando recordar cuánto Nix,


su Nix, siempre había querido escuchar esas palabras.

Los Nobodies no reciben agradecimientos.

La mente de Claire se ajustó lo suficiente para notar que


cuando el pequeño chico había tomado su mano, el tiempo no
se había detenido. Cualquier otra conexión que compartía con
Nix no se extendió por completo a sus hermanos; eso, o los
pequeños Nobodies no tenían ese tipo de poder todavía.

—¿Nos vamos? —preguntó Natalie, balanceándose en las


puntas de sus pies—. Quiero irme. Vámonos.

—Ya casi —dijo Claire—. Primero, tenemos que correr.

Correr a encontrar a Nix en el pasillo del lado este. En


donde había perdido su desvanecimiento. Donde los estaba
esperando. Donde estarían bien.

—Corramos —dijo Claire de nuevo, anclándose en sus


propias palabras, sin permitirse considerar la posibilidad de que
Nix podría no estar bien, de que algo pudo haber ido mal.

—¿Correr? —dijo Natalie, su curiosidad picada.

—Correr. —Claire no dio más explicación que esa, y los


niños, en la manera de los muy jóvenes, no parecían necesitarla.
Claire corrió, la mano del pequeño chico en la suya, las chicas
justo tras ella.

Directo.

Hacia.

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Nix.

No escuchó las sirenas, no las notó, no registró el hecho de


que significaban que Nix había tenido éxito en su misión, igual
que ella. Porque de repente, las cosas que Claire no era capaz
de pensar en las Sombras se volvieron realidad, una que no sería
negada por ninguna cantidad de pretensión o imaginar que no
era de ese modo.

Nix no era el único en el pasillo. Ione estaba allí. Y Nix no


estaba, no estaba…

Claire no se podía mover, ni siquiera podía recordar la


palabra “correr”. Los pensamientos desgarraron su cerebro
como rayos, abrasando su cuerpo desde dentro hacia afuera.

Nix. Ione. Sangrando —él, no ella. Sosteniendo una pistola


—ella, no él.

Claire ni siquiera trató de mantenerse en las Sombras. El


cuerpo de Nix ya no era su cuerpo. Estaba —agujeros, lleno de
agujeros. Su piel era del color de un grito, atorado en la
garganta de alguien.

Brutal.

Agonizante.

Rojo.

Como si alguien lo hubiera volteado desde dentro hacia


afuera. Como si estuviera muriendo.

Bang.

Le tomó un momento a Claire el darse cuenta de que el


sonido fue un disparo y para entonces, la bala ya se había
insertado en el hombro de Nix —Dios, él ya estaba tan herido,

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por qué alguien haría eso— Claire volvió su angustiada cara
hacia la madre de Nix y vio la respuesta en sus labios neutrales,
el enfoque desigual en sus ojos mientras apuntaba de nuevo a
Nix.

No estaba apuntado a su hombro.

Aunque Nix no estaba desvanecido, incluso aunque Ione


podía verlo físicamente, no podía enfocarse completamente en
él lo suficiente para decir exactamente dónde estaba —así que
solo iba a seguir disparando hasta que una bala encontrara su
corazón.

Claire ladeó su propia pistola, inconsciente del hecho de


que incluso la había levantado. Tras ella, los niños se dispersaron,
los Nobodies asustados porque ella los había arrancado de su
desvanecimiento en el momento en que ella perdió el suyo, y
Natalie se molestó con la vuelta que había tomado su pequeño
juego.

—Dispárale de nuevo, y mueres —dijo Claire, su voz grave.


Decía en serio las palabras. Las decía en serio, pero Ione se
volteó y apuntó su pistola hacia ella. Claire se encontró mirando
los ojos azules, muy azules.

Desde Las Sombras, Ione no se parecía mucho a Nix.

—Si “eso” pudiera moverse, “eso” me dispararía —dijo


Ione, su tono convencional—. Por ti.

Eso, como en Nix. El hijo de Ione.

Claire sintió que su agarre en la pistola se tensaba.

—Pero tú, “tú” no me dispararás. Ese es el problema con los


Nobodies después del punto de matanza. Llegan a pensar que
ellos mismos son humanos. —Ione bajó la mirada a su reloj, sin

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miedo y haciendo una muestra de eso. Varios metros más allá,
Nix se retorció, y Claire supo que las palabras de esta mujer lo
estaban carcomiendo, igual que el veneno.

Dispárale, Claire. Solo dispárale. Pero no podía. Esta mujer


era la madre de Nix.

—Todo este edificio se está yendo abajo —dijo Claire—.


En…

—Dos minutos —graznó Nix.

Claire mantuvo su voz firme, ahogando un sollozo.

—Si te vas ahora, puede que salgas.

Ione sacudió su cabeza.

—Yo era responsable de este edificio y de todos los que


trabajan aquí. Era responsable de todos ustedes. Mis superiores
toman muy seriamente la responsabilidad, y no tengo tiempo
para construir una historia que me encubra con la profundidad
apropiada. Si salgo o no, estoy muerta. —Sonrió—. Si lo mato,
estarás destrozada. No serás capaz de quitar la mirada de su
cuerpo. Y mientras más estés viendo su cuerpo, no serás capaz
de desvanecerte. Y si no te puedes desvanecer, entonces tú
mueres también. Este es mi desastre. Lo menos que puedo
hacer es limpiarlo. —Se detuvo—. Oh, qué demonios. Solo te
mataré ahora.

Necesito desvanecerme. Tengo que ocultarme. Poder,


recuerda el poder. Eres invencible, tienes que ser invencible,
pero cómo puedo… Nix acostado allí, Nix herido, Dios, duele
demasiado no puedo dejarlo no puedo moverme no…

Claire escuchó el sonido de una pistola disparando. El


sonido de una bala volando. Le tomó un segundo darse cuenta

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de que la pistola en cuestión no era la de Ione, y no era suya. La
bala se deslizó a través de la piel de Ione, enterrándose en su
cráneo, y la mujer cayó de espaldas, chocando contra la tierra,
con los ojos vacíos, e inconsciente de que había perdido.

Lentamente, Claire se volvió hacia la dirección de donde


había venido la bala. Nix estaba recostado en el piso, sus manos
aún inútiles, luchando para quedar de rodillas. Y al lado de Nix,
con una extraña expresión neutral en su cara, estaba Natalie.

Sosteniendo una pistola.

Ella acaba de salvar mi vida, notó Claire.

—Eso me gustaba más antes —dijo Natalie, los inicios de un


puchero en su rostro—. Cuando estábamos corriendo y las cosas
se sintieron divertidas. La mujer se ha ido ahora. ¿Podemos
regresar? —En un solo movimiento delicado, Natalie colocó la
pistola de vuelta al lado de Nix y se puso de pie.

¿Podemos regresar?

Una voz tan dulce. Tan inocente. Tan feliz, para alguien
que acababa de matar.

No es importante. No importa.

Claire corrió hacia Nix. Se arrodilló a su lado.

—Tenemos que irnos…

—No puedo. Duele.

Hablar era una agonía para Nix, y escucharlo era una


agonía para Claire. Ella no podría hacer esto. No podría dejarlo.

Nix tosió.

—Un minuto. Tengo que irme. Sácalos…

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—No voy a dejarte. —Claire evitó la urgencia de golpearlo,
de abrazarlo, de cubrir su cuerpo con el suyo y absorber su
dolor.

Puedo quitarlo. Puedo quitarlo todo.

De repente una suave presión en su hombro hizo que


Claire saltara y la sacara de sus pensamientos. Los niños —los
pequeños Nobodies— habían puesto sus manos en su hombro,
sus ojos en Nix.

—Menos que la sombra —dijo la pequeña chica, sus ojos


viéndolo todo, absorbiendo demasiado.

—Menos que el aire —dijo el chico, mirando a Claire, solo a


Claire.

—Menos que la sombra —dijo Claire, diciendo las palabras


para Nix, porque él no podía—. Menos que el aire.

Su propio mantra era tácito. Ella no lo necesitaba. Todo lo


que necesitaba era a Nix, y esa necesidad explotaba en su
cabeza como un aneurisma, hasta que no pudo ver o sentir o
escuchar nada más. Se desvaneció a la nada, a la absoluta
nada, y presionó hacia Nix, trayéndolo a casa, a donde
pertenecía.

En unísono, los gemelos se le unieron en las Sombras, y


cuando estiraron la mano hacia Natalie, Claire presionó sus
labios a la frente de Nix.

—No duele aquí —susurró ella.

Él no se movió. Pero con su último aliento de energía,


abrazó las Sombras y las empujó hacia el exterior.

Hacia Natalie.

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La nada era un dulce alivio. El silencio era absoluto. Y
cuando el instituto explotó alrededor de ellos, Claire no sintió ni
vio ni se preguntó por el hecho de que un edificio entero podría
ser reducido a polvo en un latido.

En lugar de eso levantó a Nix y reunió a los niños a su lado,


y juntos, dejaron atrás las ruinas. No volando. No corriendo. Solo
flotando —silenciosamente, lentamente, delicadamente, como
cenizas en el viento.

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Capítulo 28
Traducido por GabbiiRellez y SOS por RebecaRocio

Corregido por QueenDelC

Nix estaba aproximadamente noventa por ciento seguro


de que estaba inconsciente. El mundo estaba confuso, y el
sabor en la punta de su lengua era dulce. Un camino
abandonado presionaba sobre todos sus lados, y no importa en
qué dirección se diera vuelta, allí estaba, un camino hacia
ninguna parte.

Un camino a la nada.

Un camino hacia una pared de luz.

Energía. Tan brillante.

Las palabras eran familiares, pero Nix no pudo ubicarlas.


No podía recordar cómo lucía un resplandor.

Sus sentidos se derrumbaron uno sobre otro. Nix probó el


azul. Escuchó amarillo. Olió música. Protector solar y canela, la
melodía más dulce.

Claire.

La sola palabra detuvo sus pisadas.

No tengo pies. No tengo cuerpo, pero estaba caminando.


Hacia algo.

Comenzó a moverse de nuevo. Tenía que hacerlo. Era


hora de irse.

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Brillante. Luz. Azul.

Tranquilo. Pacífico. Quieto.

Todo.

Mientras se movía, la memoria de Nix colapsó de la misma


manera en que sus sentidos lo hicieron, hasta que el pasado, el
presente y el futuro fueron una misma cosa.

No tengo un cuerpo.

Ni siquiera tenía una cabeza. Y a medida que su propia voz


se hizo más y más silenciosa en su mente, esa dulce melodía
flotó nuevamente dentro de su conciencia.

Claire.

Y fue entonces que Nix supo. Sabía hacia donde


caminaba, y conocía que no solo estaba inconsciente. Se
estaba muriendo, y que este era el final. Infinito. Todo.

Fue reconfortante. Tentador. Sin dolor. Gratis. Y tenía sus


mandíbulas tiesas a su alrededor.

La muerte lo tenía, y no lo iba a dejar ir.

Nix se obligó a pensar. A imaginar. A ver a Claire. Sus ojos


eran de color marrón, moteados de color ámbar y verde. Tenía
el pelo castaño claro, pero brillaba dorado bajo el sol. Nunca
hizo la misma expresión facial dos veces. Encajaba
perfectamente bajo su barbilla.

Claire.

La muerte no rugió. No luchó contra ello. Porque la muerte


sabía que iba a ganar. Que él iba a morir. Y que lo mejor que
podía hacer, lo único que podía hacer, era imaginar a Claire y

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aferrarse a esa imagen y obligarse a sí mismo a despertar una
última vez.

Para decir adiós.

***

Para cuando aterrizaron en el punto de encuentro, a millas


de distancia de los restos del instituto, la mente de Claire se
había extendido más allá de sus límites. La presión de mantener
a Nix en las Sombras cuando su mente había dejado su cuerpo,
se vio agravada por la concentración que tomaba mantener a
Natalie inmaterial.

Él está bien. Él está bien. Él va a estar bien.

El temor de que él no estaba era completo, y Claire no


podía luchar por más tiempo. La solidez vino como una
avalancha hacia la cabeza, y ella se desplomó en el suelo, el
cuerpo de Nix pesaba demasiado para ella ahora que habían
cruzado desde la ingravidez hacia el sórdido agarre de la
gravedad.

Nix está muriendo.

Claire se negó a creerlo. Su hombro estaba sangrando.


Todo su cuerpo estaba cubierto de quemaduras. No tenía una
pulgada de piel sin haber sido tocada por el veneno de La
Sociedad.

Se lo comió.

Pero Claire no lo veía de esa manera. Se negó a verlo de


esa manera. Vio a Nix. Su Nix. La forma en que la miró la primera
vez que lo había visto, de pie fuera de su ventana del dormitorio
con una pistola. La manera en que la observaba mientras él
meticulosamente convertía leña en una biblioteca.

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Nix no estaba muriendo.

No iba a morir.

Simplemente no lo haría.

Claire acunó la cabeza en su regazo, arreglando su


cuerpo en el suelo.

—Vas a estar bien —dijo—. Los milagros suceden. Lo


hacen. Y ganamos. Hicimos todo bien. Tenemos a los niños.
Salimos, y el instituto se ha ido. —Su voz se hizo más fuerte y más
alta—. Ganamos, Nix. —Su tono se hundió de nuevo en un
susurro que quedó atrapado en el fondo de su garganta—. Vas
a estar bien.

Como si la hubiera escuchado, como si lo regresara a su


existencia con solo creerlo, los parpados de Nix se movieron.

Claire suprimió un sollozo, el ruido quebrado que le dijo que


a pesar de sus mejores esfuerzos por sentir lo contrario, ella no
había creído que lo vería despierto otra vez.

—Estás bien —dijo.

Él no podía hablar. No en realidad. Pero podía mirarla. Sus


ojos, esos hermosos ojos azules de Nix, estaban milagrosamente
intactos. Él podía verla.

Y ella lo podía sentir en esa mirada. Todo lo que ella


amaba sobre él. Todo lo que echaría de menos.

—No —susurró—. No, vas a estar bien. Tú vas a estar bien.

Nix luchó por abrir su boca, sus ojos se voltearon con dolor
cuando lo hizo.

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—No hables —susurró Claire, su propia voz quebrada—. No
hables. Solo ponte mejor.

Ella no quería que hablara. No quería que se lo dijera. No


quería que se fuera.

—Te amo —logró decir Nix, las palabras tan destrozadas


como su cuerpo—. Siempre te amaré.

No era claro si se refería a que siempre lo hizo o que


siempre lo haría, pero Claire no quería oírlo de cualquier
manera, porque sabía lo que estaba diciendo. Sabía lo que
venía a continuación.

Adiós.

—No —dijo Claire con vehemencia, las lágrimas


escurriendo desde sus ojos hacia su rostro—. No vas a dejarme.
No estás autorizado a dejarme. Nunca.

Adiós.

—Tú eres el único, Nix. El único que importa. La única


persona a quien le he importado. Eres todo. Eres mío. No te
puedes morir. Simplemente no puedes.

—Te amo.

Él la amaba, y se estaba yendo.

—Quédate —susurró ella, odiándose por sostenerlo en tal


agonía, incapaz de dejarlo ir—. Solo tienes que creer que
puedes. Tienes que creer que te pondrás mejor, y lo harás Nix.
Tienes que hacerlo.

Las palabras salieron más y más rápido, tomando impulso


mientras llegaban.

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Situación: ¿y si la persona que más amas en el mundo… y si
la única persona que te ha amado se estuviera muriendo? ¿Y si
te estuvieras muriendo y amas a alguien en la tierra lo suficiente
como para quedarte? ¿Y si el amor es mágico? Se siente como
magia, ¿y si lo fuera? ¿Y si todo lo que se necesitara para curar
a alguien fuera un beso?

¿Y si?

¿Y si?

¿Y si?

—¿Y si pudiéramos hacerlo? ¿Y si pudiéramos tener una


casa y un jardín y una vida juntos, para siempre? ¿Y si el felices
para siempre es real? Dilo, Nix. Di que es real.

Te amo.

Él no podía decir nada más. No con palabras. Solo con los


ojos, una y otra y otra vez, mientras se deslizaba lejos de ella.

Para siempre.

Voy a desvanecerme. Voy a desvanecerme y lo llevaré


conmigo, y entonces no podrá morir. Él no puede morir en las
Sombras. Puedo hacerlo… puedo.

Claire rompió en llanto, encorvándose, su cuerpo ya no era


suyo, su pena era una bestia en su propio acuerdo.

No.

Pensó en besarlo. Besarlo y hacerlo todo mejor. Besarlo y


parar el tiempo, pero no podía.

No puedo salvarlo.

No puedo dejarlo ir.

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No puedo decirle adiós.

Pero tenía que hacerlo, porque no podía dejarlo morir sin


oírlo de sus labios, por última vez.

—También te amo.

Sintiendo como si firmara su sentencia de muerte, Claire se


rompió. Se hizo añicos. Y apenas se dio cuenta que Natalie se
arrodilló a su lado, se inclinó hacia adelante y puso sus manos
sobre Nix.

—No me gusta esto —dijo Natalie, su rostro inexpresivo


mientras miraba a Nix—. No me gustas así.

Claire sintió la compulsión de hacer el mundo


exactamente como Natalie quería que fuera, pero no.

Nix, Nix, Nix, Nix.

Lo único que importaba era Nix.

No Natalie, poniéndose de pie y girando, con una extraña


expresión neutral en su rostro, hacia los pequeños hermanos de
Nix. No el cuchillo que Claire no podía recordar cayendo en el
suelo, no la manera en Natalie lo recogió.

Nix, Nix, Nix, Nix.

No el cuchillo, que cortó la piel del pequeño niño Nobody.


No el parpadeo casi imperceptible de energía que estalló fuera
de su sangre mientras comenzó a fluir libremente por el brazo.

Claire sabía que debía decir algo. Para detenerla. Natalie.


Pero no podía moverse. No le importada. No podía arrastrar sus
ojos lejos de Nix, o la única pizca de luz que todavía estaba allí.

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Con su expresión igual de seca, Natalie volvió el cuchillo
hacia su propio brazo y lo cortó también. Y entonces vino a
pararse junto a Nix, perfectamente confiada en que el chico
que acababa de acuchillar la seguiría.

Él lo hizo.

Claire quería gritarles. Decirles que se fueran y dejaran en


paz a Nix. Él era de ella, y esto era un adiós. Ellos no tenían
derecho a...

¿Sangrar sobre él?

Algo muy poderoso, la sangre Nobody.

Claire vio cómo la sangre fluía del brazo de Natalie y el


pequeño Nix.

Nulls y Nobodies... no estoy seguro de lo que obtendrías si


los mezclas. Los resultados serían impredecibles. Puede pasar
cualquier cosa, en realidad.

Las corrientes constantes de sangre se entrelazaron en el


aire, y Claire observó cómo las luces, blanco perla y negro —
que normalmente solo podrían verse desde las Sombras—,
rompieron su camino hacia el mundo real.

Luz. Luz pura. Oscura. Completa.

Al igual que la materia y la antimateria.

Extendiéndose.

Moviéndose.

Creciendo.

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Y allí, en medio de ello, estaba Natalie, sus ojos con pura
fuerza de voluntad, como si el poder de su mirada pudiera
poner al mundo físico de rodillas.

La luz se hizo más brillante. Más intensa, hasta que tuvo un


sonido: un zumbido agudo y un estruendo grave y todo lo
demás. Lo contrario de ruido blanco.

—Hazlo —susurró Natalie. A través de la luz, Claire vio la piel


de Nix estremecerse, vio la carne viva burbujeante y fluyendo,
como agua hirviendo sobre el borde de la olla. Propagándose,
mutando, y luego…

Silencio.

La luz alrededor Nix latía y luego se desplomó. Era como


ver a la muerte de una estrella. Y allí, en lugar de esa estrella,
ese conglomerado de poder, belleza y la voluntad de una niña
de ocho años de edad, estaba Nix.

Está bien.

Estaba mejor que bien, Claire se dio cuenta con un


sobresalto. Estaba vivo, y no había una marca en su cuerpo: sin
firma, sin cicatrices, sin heridas.

Imposible.

***

¿Y si la magia fuera real? ¿Y si el amor pudiera sanar? ¿Y si


hubiera realmente una cosa tal como felices para siempre?

Estos pensamientos claramente no eran de Nix. Felices


para siempre nunca había sido una opción para Nix. Nunca lo
había querido. Nunca había pensado en ello. Ciertamente
nunca la mereció.

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Y aun así.

—Estás bien.

Había oído a Claire diciendo esas palabras antes, a través


de una bruma de dolor. Dolor que se había ido ahora.

Mal.

El dolor no solamente se iba. Lo sentiste. Eras dueño de él.


Lo dejas ir para desvanecerte pero siempre estaba allí,
esperando cuando volvieras. El dolor era un viejo amigo. El dolor
era real.

Y ahora ya no estaba.

—Estás bien. Estás bien. Estás bien.

La cuarta vez que Claire lo dijo, Nix se dio cuenta de que


ella estaba llorando. La quinta y sexta veces que lo dijo, se sentó
y la atrajo hacia él. La séptima vez, se besaron. Y la octava y
novena y otra y otra vez, hasta que una pequeña voz imperiosa
irrumpió en su mundo-de-dos-personas.

—Deja de hacer eso. Tengo hambre. Deberías


alimentarme.

Nix se encontró extrañamente obligado a alimentar a la


persona que hablaba. Era importante. Ella necesitaba comida.
Era tan dulce y quería darle de comer, y es ahí cuando Nix
recordó.

La Null.

La Null de ocho años que había salvado la vida de Claire


al dispararle a Ione. La que lo había salvado, cortando su propia
carne y la de su hermano pequeño.

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Ella todavía tenía en la mano el cuchillo.

Se ve cómoda con él. No le molesta la sangre. Le gusta.

—Lo salvaste —dijo Claire, su voz reverente, con los ojos


brillantes de una manera que le dijo a Nix que incluso si Natalie
no hubiera sido una Null, Claire habría estado indefensa ante
ella a partir de este momento—. La sangre, y la energía, y...
¿qué hiciste?

Natalie rayó el suelo con el pie.

—Pensé. Pensé realmente duro. Quería que se fuera, y lo


hizo. —Sonrió, la expresión curvándose lentamente sobre sus
facciones angelicales—. Siempre consigo lo que quiero.

Nix reprimió un estremecimiento. Los Null eran peligrosos


porque eran incapaces de formar lazos emocionales con otras
personas, de preocuparse por nadie más que sí mismos, y eran
peligrosos porque era demasiado fácil para ellos manipular a los
demás. Pero no podían manipular el mundo físico. No era
posible.

De la misma manera que caminar a través de las paredes


no era posible.

Nobodies y Nulls son opuestos. Oh, Dios.

—¿Puedes hacer que las cosas hagan lo que quieras,


Natalie? —Nix se obligó a decir su nombre, a no retroceder ante
la idea de que Nulls, incluso de pequeños, incluso uno que
acababa de salvarle la vida, tuvieran ese tipo de poder.

—¿Las cosas que no son personas o las que son? —


preguntó Natalie.

Las personas no son cosas. Nix no trató de decirle eso,


sabiendo que no serviría de nada.

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—Las cosas que no son —dijo en su lugar.

—Las cosas que no son personas son difíciles —dijo Natalie


lastimeramente—. No solía poder hacerlo. El doctor malo me
enseñó. Él me enseñó un montón.

Claire tragó saliva con fuerza, y los ojos de Nix se sintieron


atraídos por sus labios cuando se separaron para hacer la
pregunta que estaba en la punta de su lengua.

—¿Y la sangre?

La sangre de Natalie, la de su hermano pequeño. Nix


podía recordar, apenas, ver a la niña recoger el cuchillo, pero la
bruma de dolor había sido tan espesa que lo único que había
querido era mirar a Claire, los ojos de Claire. Para permitir que lo
último que viera fuera ella.

—Energía. —La hermana de Nix respondió a la pregunta, y


él se preguntó dónde exactamente se había enterado de que
había energía en su sangre.

¿Dónde más? La Sociedad la había criado. La había


utilizado como una rata de laboratorio. Le habían enseñado.

Natalie, sintiendo que estaba perdiendo la atención, se


aclaró la garganta.

—El doctor malo hablaba mucho. Hizo cosas que no me


gustaron. No me gustaba. Me alegro de que esté muerto.
Desearía que todos estuvieran muertos. Tal vez los mataré.
Tengo hambre. Me vas a alimentar. Me gustan las
hamburguesas.

—¿Hamburguesas? —repitió Claire—. Puedes tener todas


las hamburguesas que quieras. ¿Entiendes lo que acabas de
hacer?

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Nix vio cómo los ojos de Natalie se movieron hacia él, y
luego se encogió de hombros.

—Se veía mal. No me gustaba. Su piel era fea. Su voz


sonaba divertida. Estabas llorando demasiado duro para
conseguirme comida. No me gustó, así que hice que se fuera.

Salvado por un Null. Un Null de ocho años en busca de una


hamburguesa.

—¡Natalie!

Le tomó a Nix un momento reconocer la voz, y entonces se


dio cuenta de que de alguna manera, entre su conciencia
perdida, casi moribunda, recuperar la conciencia, y casi morir
de nuevo, Claire se las había arreglado para llevar a los cinco al
punto de encuentro.

El Sensor —el que les había entregado la llave para la


destrucción del instituto— estaba radiante, como si no acabara
de iniciar una demolición completa de todo lo que alguna vez
había creído.

—Natalie, cariño, estoy tan contento de que estés bien. Te


dije que te sacaría. Te lo dije. Lo hice como me lo pediste.

Nix obligó a su cerebro a funcionar de verdad, y luego se


puso de pie

—Acabas de hacer lo que te dijo, e hicimos justo lo que


pediste. —Nix cabeceó hacia Natalie y luego volvió a mirar al
hombre—. Nuestros archivos, por favor.

Los ojos del hombre perdieron enfoque por un momento, y


Nix sintió una punzada en el estómago, miedo de que el Sensor
pudiera no mantener su parte del trato. Pero después de un

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largo rato y varias más sonrisas radiantes dirigidas a Natalie, el
hombre buscó en sus bolsillos y sacó una memoria de bolsillo.

Pequeña.

Negra.

Libertad.

Nix la tomó de la mano del hombre. El hombre ni siquiera


se dio cuenta. Tenía ojos para Natalie. Solo para Natalie. Nix se
preguntó qué iba a hacer ahora con la niña.

—Nos vamos a casa, Natalie. Compré una casa, solo para


ti. Tiene todo lo que quieres. Te va a encantar allí.

Natalie sonrió, pero luego, después de un largo rato, se dio


la vuelta.

—¿Puedo llevar mis cosas? —preguntó.

—Por supuesto, cariño.

Nix vio como Natalie hizo un gesto a su hermano y


hermana menor.

—Son míos. Tienen que venir también.

—No —dijeron cuatro personas a la vez, y Nix fue golpeado


por la forma en que sus voces salieron unidas: los susurros de los
más pequeños, la de Claire aguda y fuerte y la suya, un gruñido.

—No me gusta “no” —dijo Natalie. Por un momento, Nix


sintió algo: un tirón para dejar que Natalie tuviera exactamente
lo que quería. Y luego sus ojos fueron atraídos, una y otra vez, al
cuchillo.

Hazla feliz. Tengo que hacerla feliz. Darle lo que…

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No.

El tirón de Claire y de la pareja de pelo oscuro era más


fuerte. Los Nulls podrían tener un aumento de la capacidad de
afectar a la gente, pero nada era tan fuerte como el tirón de
igual a igual.

—Tómala y vete —dijo Nix al Sensor. El hombre frunció el


ceño, confundido, tratando de reconciliarse con el hecho de
que Nix no quiso darle a Natalie exactamente lo que había
pedido.

—Pero yo los quiero —dijo Natalie, señalando a los otros


niños.

—No siempre puedes tener lo que quieres —dijo Claire en


voz baja, sin mirar a la niña. Mirando a Nix.

—Yo puedo —dijo Natalie—. Yo lo hago. Quería a las


personas malas muertas y ahora lo están. Quería que ese chico
feo se fuera y lo hizo. El doctor malo estaba en lo cierto. A
veces, con la suficiente energía, cosas que no son personas son
casi tan fáciles como las que sí lo son.

Cosas, como su cuerpo. La energía, como el resultado de


mezclar la sangre de un Nobody con un Null.

Ella me salvó la vida. Un Null me salvó la vida.

Y nosotros salvamos la suya. Nix sintió la segunda mitad de


esa revelación con culpa —y la pequeña esperanza de que tal
vez Natalie era diferente. Que de alguna manera había llegado
a preocuparse por su pequeño hermano y hermana. Que había
salvado su vida y la de Claire porque en el fondo no era un
monstruo. Nix incluso tuvo la idea de que estar en las Sombras
había cambiado a la niña de la forma en que había cambiado
la droga Null de Sykes.

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—¿Con qué voy a jugar si no vienen? —exigió Natalie.

Qué. No quién. Y aun así, había un tono en su voz cuando


miró a sus hermanos....

—Te traeré juguetes nuevos. Muchos de ellos.

Natalie consideró la propuesta del Sensor y sus ojos


brillaron.

—¿Eres rico?

—No, pero Natalie, te amo. Podrías ser mi niña. Yo haría


todo…

—Bien —dijo Natalie, sonando aburrida—. Quiero una


hamburguesa. —Sonrió, luciendo demasiado inocente,
demasiado dulce—. Y entonces podremos hablar de lo demás.

Y así como así, Natalie y el Sensor se fueron, dejando atrás


a cuatro Nobodies.

—Ella te salvó la vida —murmuró Claire.

—Ella salvó la tuya —murmuró Nix.

—Es solo una niña.

—Va a estar bien.

Junto a ellos, el hermano y la hermana de Nix gimieron


como cachorros arrancados de su camada.

—Natalie —dijo el niño.

Nix se arrodilló delante de ellos.

—Natalie tenía que irse —dijo—. Pero tú vas a estar bien.


Vas a estar perfecto.

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Su hermano.

Su hermana.

Suyos.

Todas las demás preocupaciones, todos los demás


pensamientos, palidecieron en comparación.

—Nadie va a hacerles daño de nuevo —prometió Nix—.


Ahora eres mío. Nuestro. Y “nosotros” vamos a vivir felices para
siempre.

Nix los recogió y los instaló en cada lado de su cadera.


Claire lo rodeó con sus brazos, alrededor de los niños. Se inclinó
para presionar sus labios a los de ella, calor, poder y
conocimiento abrumador se propagó del beso a través de sus
venas, a cada centímetro de su ser.

Cálido.

Seguro.

Casa.

No sería fácil. No tenía ni idea de dónde irían. Que harían.


Cómo iban a sobrevivir cuatro Nobodies contra el mundo. Pero
en ese preciso momento, con los labios apretados contra Claire,
con su carne y sangre en sus brazos y los de ella, a Nix no le
importaba.

Iban a encontrar una manera de hacer que funcionara.


Vivirían felices para siempre.

Nix lo creía, y puso cada onza de esa creencia en el beso


que le dio a Claire. Fuegos artificiales explotaron. Ríos rugieron. Y
uno a uno, los cuatro Nobodies se desvanecieron, una subida
de la luz contra una extensión infinita de oscuridad.

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Para siempre.

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Epílogo
Traducido por Jeyd3
Corregido por KatieGee

Seis meses después…

Había una vez en el que el nombre de la pequeña niña


había sido Nix, y ella había vivido en una pequeña, pequeña,
pequeñísima habitación con otro Nix y la más amable, dulce y
maravillosa niña en todo el mundo. Pero ahora ya no era Nix, y
la pequeña habitación ya no estaba. Ahora ella vivía en un
gran cuarto, en una gran vieja casa que había estado en venta
por años y nunca se vendió hasta que todos se olvidaron de ella
así nada más. Ella y su hermano y su otro hermano y Claire la
llamaban hogar, y la pequeña niña que ya no era Nix amaba
rodear sus labios para pronunciar ese sonido largo de la O en
hogar.

El otro lugar, el lugar malo, se hizo más pequeño y


pequeño en su mente cada día, mientras nuevas cosas
empujaban fuera a los viejos recuerdos.

Nuevas cosas como un hermano mayor, quien la paseaba


en su espalda.

Y una Claire que le leía historias.

Y comida y juegos y todo lo que la pequeña niña pudiera


querer y que cuatro Nobodies pudieran robar a escondidas de
una tienda.

Había una vez cuando ella era Nix, la pequeña niña no


podía respirar. Ahora podía. Ahora su nombre era Olivia porque

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amaba los libros de Olivia, pero Claire la llamaba Livvie. Y el
nuevo nombre del hermano de Livvie era Max, porque él era un
Wild Thing31, y cada noche, Claire y el Nix grande, el único Nix
ahora, le leían a Max y a Livvie, y ellos se dormían y despertaban
en sus propias camas en su propia casa, donde su familia los
amaba más que a nadie.

Livvie estaba feliz.

Y luego un día, los cuatro estaban afuera caminando,


corriendo, desapareciendo, comprando… cuando Livvie vio
algo. En una televisión, en una tienda. Y eso la hizo feliz también.
La hizo detenerse. Y luego Max se detuvo y Nix se detuvo y
Claire también.

Livvie apuntó a la pantalla, su memoria acomodándose a


sí misma, librándose de la confusión.

—¡Miren! —dijo ella.

—Es la chica.

La más amable, dulce y maravillosa persona en todo el


mundo. Livvie la recordaba. Ella no recordaba la pequeña
habitación muy bien, pero ella recordaba a la chica.

—Natalie. —Max recordaba mejor que ella. Él era un Wild


Thing.

Livvie inclinó su cabeza a un lado, y recordó el pequeño,


pequeño, pequeñísimo cuarto y la sangre y tratar de respirar
bajo el agua.

—Natalie —repitió ella.

Wild Thing: Haciendo referencia al libro Where the Wild Things Are donde la madre se
31

refiere a él como algo salvaje.

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"El candidato vicepresidencial Quentin Burrows, un
constante partidario de los valores familiares y el bienestar de los
niños, ha puesto su dinero donde estaba su boca, con lo que
parece ser una adopción improvisada..."

Livvie miró a Nix. Los Nobodies no hacían preguntas pero


Livvie lo hizo.

—¿Qué significa adopción? —preguntó ella.

Por un momento, Nix no dijo nada, y Livvie se preguntó por


qué él se veía como si se hubiera tragado una gran bola de
tierra. Claire —Livvie disfrutaba decir su nombre como dos
sílabas, Cuh-laire, porque una no era suficiente— debe de
haber notado que Nix se veía raro, también, porque ella hizo
esa cosa donde ella lo tocaba, ligeramente en el brazo y era
como si le estuviera hablando, solo que sin palabras.

—Adopción significa que Natalie tiene una nueva familia


—dijo Claire cuidadosamente.

Livvie miró la pantalla, y luego a Max, y luego de vuelta a


Nix y Claire.

—¿Como nosotros?

Nix la levantó. Acarició su cara. La hizo soltar unas risitas.

—Como nosotros —dijo Max, aunque no sabía más que


ella lo que la palabra significaba.

Livvie entrecerró los ojos hacia la pantalla de nuevo y


luego asintió. La adopción era como un cuento de hadas.
Como un felices para siempre.

Era bueno que Natalie lo tuviera también.

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Sobre la autora
Jennifer Lynn Barnes (a quien se le conoce
más como Jen) nació en Tulsa, Oklahoma.
Ha sido una porrista competitiva, una
jugadora de volleyball, bailarina,
debutante, una investigadora de la
cognición de los primates, una modelo
adolescente, una friki de las historietas y
una aficionada de los lémures. Ha escrito
desde que tiene memoria, terminó su
primer libro completo (al cual se refiere
ahora como un “libro de práctica” y el
que ninguno de ustedes va a leer) cuando todavía estaba en la
secundaria, y luego escribió “Golden”, el verano siguiente a su
primer año en la universidad, cuando tenía diecinueve años.
Jen se graduó de la secundaria en 2002, y de la Universidad de
Yale con un grado en Ciencia Cognitiva (el estudio del cerebro
y el pensamiento) en mayo del 2006. Pasará el año escolar
(2006-2007) en el exterior, haciendo investigaciones sobre el
autismo en la Universidad de Cambridge en el Reino Unido.

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