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Fe y razón
2. Contra el semirracionalismo Günther
“Syllabus” de Pío IX
6. La fe cristiana contradice a la razón; la revelación divina no sólo no sirve para nada, sino
que menoscaba la perfección humana.
5. Contra el ontologismo
El decreto del Santo Oficio de 18 de septiembre de 1861 no va dirigido contra
ningún autor en particular, sino contra una teoría del conocimiento, desemboca en el
panteísmo. El ontologismo es la afirmación de la visión natural del ser divino en el ser
creado. Principio de que el conocimiento debe corresponder al ser.
Esta teoría tuvo una clara expresión panteísta, cuando afirmaba que la idea innata de Dios
es un modo de existencia divina. Los libros de Malebranche fueron puestos en el libro del
Índice; Vicente Giobertiel. En su itinerario espiritual, demasiado complicado con la
política, pasó de la duda al fideísmo y a un tradicionalismo afín de Lamennais, al que
posteriormente combatió. Conservó el ontologismo.
Ubaghs, en 1834 tuvo que corregir algunas cosas a requerimiento de la Congregación del
Índice. Lupus, acusó a ciertos profesores de Lovaina. Cuatro profesores, entre ellos
Ubaghs, elevaron una queja al cardenal Andrea, Prefecto de la Congregación del Índice. Un
nuevo ataque de Mosn. Malou, exigió un nuevo examen. Ante un nuevo examen pedido por
Pío IX, dimitió el cardenal Andrea, quien fue sustituido por el cardenal de Luca.
En este tercer examen se condenan como temerarias siete proposiciones que, a juicio de los
cardenales, tienen visos de ontologismo y panteísmo. Los libros de Ubagyhs fueron puestos
en el Índice.
También se hizo sospechoso de ontologismo Antonio Rosmini Serbati, el cual había gozado
de confianza de Pio IX y había combatido el ontologismo de Malebranche. El Índice
condenó dos opúsculos de Rosmini. Las otras obras fueron declaradas absueltas. Mas tarde
fueron condenadas por la Congregación del Santo Oficio cuarenta proposiciones en su
mayoría de las obras póstumas de Rosmini.
Por tanto, sacadas de su contexto, pueden ser susceptibles de recta interpretación. León XIII
confirmó este documento en carta al arzobispo de Milán. Dos de las cuarenta proposiciones
condenadas tienen sabor ontologista. Sin embargo, estas imprecisiones, en nada merman su
fidelidad a la Iglesia y su profundo espíritu cristiano.
a) Decreto del Santo Oficio contra el ontologismo
El 6 de diciembre de 1864, dos días antes de la publicación del Syllabus, anunció Pio IX a
los Cardenales de la Congregación de Ritos su propósito de convocar un concilio para
remediar los males extraordinarios de la Iglesia. Se nombró una Comisión preparatoria, que
pronto se transformó en comisión Directora, a la que se añadieron cinco Comisiones
montadas sobre la base de las Congregaciones romanas existentes. El 26 de junio de 1867
se anunció oficialmente el Concilio.
El concilio trabajo de un modo efectivo siete meses. Pio IX lo declaró prorrogado “sine
die”, por medio de la bula Postquam Dei munere. Los trabajos no se volvieron a reprender
nunca. Mas tarde, anunciaría Juan XXIII la convocación de un concilio en el Vaticano. No
sería continuación del anterior, sino que se le llamaría Vaticano II.
El Vaticano I tuvo cuatro sesiones solemnes: la de apertura, la del juramento de los Padres,
la que definió la constitución dogmática Dei Filius y la que definió la primera constitución
sobre la Iglesia, Pastor Aeternus.
El nuevo concilio se acomodó al método empleado en el Tridentino, expuso primeramente
la doctrina católica de modo positivo, y condenó la doctrina opuesta.
En la tercera sesión se definió la constitución dogmática Dei Filius, como la culminación
de la enseñanza de la Iglesia a lo largo del siglo XIX. Consta de cuatro capítulos y sus
cánones. El primer capitulo trata de Dios creador, los tres capítulos restantes abordan: las
fuentes del conocimiento religioso; la fe; y las relaciones entre la fe y la razón. Los errores
que se condenan en los cánones ya estaban anteriormente condenados en documentos
pontificios no definitorios.
Capítulo II: Sobre la revelación
a) El conocimiento natural de Dios
Dios, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana.
b) El hecho de la revelación sobrenatural
Plugo a su sabiduría y bondad revelar al género humano por otro camino, y éste
sobrenatural, tanto a sí mismo, como los eternos designios de su voluntad. Dios habló a
nuestros padres en el pasado y de formas diversas a los profetas y en los últimos tiempos
nos ha hablado en su Hijo.
c) La necesidad de la revelación
Gracias a la revelación divina, resulta posible a todos los hombres conocer fácilmente, todo
aquello que en el campo de lo divino no es de suyo inaccesible a la razón. La necesidad
absoluta de la revelación proviene de que Dios en su infinita bondad ordenó al hombre a un
fin sobrenatural, es decir a la participación en unos bienes divinos que sobrepasan todo
cuanto puede alcanzar la inteligencia humana.
Cánones sobre la revelación
1. Si alguno dijere que el único y verdadero Dios, Creador y Señor nuestro, no puede
ser conocido con certezas a través de las cosas creadas, con la ley natural de la
razón humana, sea anatema.
2. Si alguno dijere que no es posible o no es conveniente que el hombre sea instruido
mediante la revelación divina acerca de Dios y del culto que se le debe tributar, sea
anatema.
3. Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y a
una perfección superior a la que le es natural, sino que el hombre puede y debe por
sí mismo llegar finalmente a la posesión total de la verdad y del bien por un
continuo progreso, sea anatema.
Capítulo III: sobre la fe
No intenta exponer toda la doctrina católica sobre la fe, sino los puntos más directamente
relacionados con los errores modernos.
a) La fe en sí misma
La razón creada debe estar sometida a la Verdad increada, estamos obligados, en el
supuesto de que Dios revele algo, a prestarle, por medio de la fe, una total sumisión de
entendimiento y voluntad. La fe es una virtud sobrenatural, por la que, atraídos y ayudados
por la gracia divina, creemos ser verdaderas las cosas que Dios a revelado. Por la autoridad
del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos.
b) Racionabilidad de la fe
Para que el homenaje de nuestra fe fuera conforme a razón, quiso Dios que el auxilio
interno del Espiritu Santo estuviera acompañado de pruebas extensas de su revelación. De
hechos divinos y, sobre todo, milagros y profecías. Muestran la omnipotencia y la sabiduría
de Dios, son signos certísimos de la revelación y adaptados a la inteligencia de todos.
Tenemos por más firmes las profecías a las que hacéis bien en prestar atención, como a
lampara que brilla en un lugar oscuro.
c) Objeto de la fe, don de Dios
La fe no es un movimiento ciego del espíritu, la iluminación y la inspiración del Espiritu
Santo. La fe, es un don de Dios, y el acto de fe es algo que pertenece al orden salvífico; el
hombre ofrece a Dios una obediencia libre consintiendo y cooperando con su gracia a la
que podría resistir.
d) Objeto de la fe
Todo aquello que está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida, y por el
magisterio ordinario y universal.
e) Necesidad de la fe
Sin la fe es imposible agradar a Dios y nadie podrá obtener la vida eterna.
Solo a la Iglesia católica se refiere el conjunto de signos tan numerosos para hacer evidente
la credibilidad de la fe cristiana.
Iglesia como estandarte enarbolado ante las naciones, da a sus hijos la seguridad de la fe
que profesan reposa sobre un fundamento firmísimo. Viene a añadirse auxilio eficaz de la
fuerza divina. Porque el benignísimo Señor incita y ayuda con su gracia a los extraviados
para que puedan llegar al conocimiento de la verdad. El que no abandona si no es
abandonado, la verdad católica gracias al don divino de la fe no es de ninguna manera igual
a la de quienes, guiados de pareceres humanos, siguen una religión falsa; los que han
recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia jamás pueden tener ninguna causa justa para
cambiar o para poner en duda esta fe.
Cánones sobre la fe
1. Si alguno dijere que la razón humana es tan independiente que Dios no puede exigir
de ella la fe, sea anatema.
2. Si alguno dijere que la fe divina no se distingue del conocimiento natural de Dios y
de la moral y que, por consiguiente, no se requiere para la fe divina que la verdad
revelada sea creída por la autoridad de Dios que revela, sea anatema.
3. Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por medio de
signos externos, sea anatema.
4. Si alguno dijere que no puede darse ningún milagro, aunque estén plasmados en la
Sagrada Escritura o que diga que no se pueden conocer con certeza, sea anatema.
5. Si alguno dijere que el asentimiento dado a la fe cristiana no es libre, sino que es
producto necesario de los argumentos de razón; o que la gracia de Dios es necesaria
solamente para la fe viva que opera por la caridad, sea anatema.
6. Los católicos pueden tener causa justa para poner en duda la fe que ya han recibido
bajo el magisterio de la Iglesia, suspendiendo su asentimiento hasta que hayan
completado la demostración científica de la credibilidad y verdad de su fe, sea
anatema.