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Héctor Alonso Cervantes Aguado

Fe y razón
2. Contra el semirracionalismo Günther

Turbado en su fe por influencia de la filosofía kantiana y hegeliana, ordenado


sacerdote en 1820, se estableció en Viena decidido a combatir el ateísmo y el
panteísmo. Concibió un sistema teológico en el que los dogmas de la Iglesia
quedaban plasmados en esquemas hegelianos, habla de tres sustancias ejemplo:
Dios es conocimiento (tesis), se pone a sí frente a sí, como objeto de su intuición,
engendrando a una sustancia opuesta (antítesis), y principio absoluto como la
primera. Las dos sustancias afirman su propia igualdad; resulta así una tercera
sustancia absoluta (síntesis).
La creación la explica: la afirmación del yo de Dios (tesis), incluye la afirmación
del no-yo (antítesis), o sea de la creación. De este modo sigue demostrando al
hombre contemporáneo todos los dogmas de la religión cristiana, y cree superar así
el conflicto entre la fe (la teología) y la razón (la filosofía). El resultado es que
somete la fe a la razón filosófica. Fueron prohibidas nueve obras de Günther.

Breve de Pio IX “Eximiam tuam”

En estas obras domina el erróneo y pernicioso sistema racionalista, tantas veces


condenado por esta Sede Apostólica.
Hay que reprobar el papel de maestra a la razón humana y a la filosofía siendo así
que en materias de religión no pueden en absoluto señorear, sino presentar un
servicio. Las cosas que deben permanecer como conmutables: son la distinción
entre la ciencia y la fe, la inmutabilidad de la fe.

3. Contra el semirracionalismo de Frohschammer

Su racionalismo recuerda al de Günther, pero sin la religiosa humildad de éste.


Admite la revelación y, por tanto, distingue los dogmas cristianos de los resultados
obtenidos científicamente. Una vez conocida la revelación, pueden y deben ser
demostrados todos los misterios cristianos. Por consiguiente, no puede haber
misterios que no sean adecuadamente comprendidos después de revelados. Queda
reducido el método teológico al método filosófico, y la teología goza de la misma
independencia que la de cualquier otra ciencia.

Carta de Pio IX “Gravissimas inter”

Su doctrina se aparta de la verdad católica. Por un doble motivo: primero, porque el


autor atribuye a la razón humana unas fuerzas que en ningún modo le competen; en
segundo lugar, porque le da tal libertad de opinar tan atrevidamente de cualquier
cosa, que desaparecen totalmente los derechos, los deberes y la autoridad de la
Iglesia.
El fin sobrenatural del hombre y lo que con este fin se relaciona, y el misterio
santísimo de la encarnación del Señor, pertenecen al dominio de la razón humana y
de la filosofía.
Entre estas realidades dogmáticas, la elevación sobrenatural del hombre y su
comunicación sobrenatural con Dios, juntamente con todo aquello que conocemos
por revelación que está ordenado a ese fin. Y si éstos se atreven a afirmarlo
temerariamente, sepan que no se separan de las opiniones de algunos doctores, sino
de la doctrina común y constante de la Iglesia.

4. Contra el racionalismo: el “Syllabus”

El Syllabus (= lista), es un catalogo de 80 errores condenados por Pio IX, y se


publico juntamente con la encíclica quanta cura. Su preparación ha sido la más
larga y laboriosa:
1) La primera idea del Syllabus se debe al obispo de Perusa, Mons. Joaquín Pecci.
Pio IX sugería la civilta católica que, puesto que María Inmaculada era la
debeladora de las herejías, se condenaran los errores modernos en la misma bula
que se preparaba para la definición dogmática de la Inmaculada Concepción. Pio
IX recogió la idea, y encargó al cardenal Fornari su preparación. Se escribió a
un cierto número de eclesiásticos y seglares que en el plazo de un mes indicaran
los errores que a su juicio circulaban en la Iglesia; para aligerar su labor, se les
incluía un sumario de 28 puntos. Pio IX nombró una comisión especial para la
preparación del Syllabus.
2) El segundo paso lo marca la aparición de una instrucción pastoral del obispo de
Perpignan, Mons. Gerbet, en la que condenaba 85 errores modernos,
distribuidos en 11 capítulos. Agradó al Papa, que la hizo imprimir como
documento base para la Comisión del Syllabus, la comisión había estudiado el
documento, y lo había condensado en 70 proposiciones. En 1862 la comisión
fue estudiando las proposiciones y justificado teológicamente. Dicho catálogo,
se distribuyó a los varios centenares de obispos. Pero este segundo proyecto
fracasó. Los obispos franceses se opusieron también al proyecto.
3) Sin embargo, el cardenal Bilio convenció al Papa de proseguir los trabajos,
elaborando un catálogo de errores condenados ya en los últimos documentos
pontificios. Bilio se encargó de facilitar las referencias, y el Syllabus pudo
publicarse. Se envió a los obispos junto con una carta del cardenal Antonelli.
4) Valor del documento. Autores serios sostuvieron que se trataba de un
documento ex cathedra. Pero esta opinión no había sido seguida en genera, ya
que no consta la voluntad de definir, condición indispensable para que un
documento sea definitorio. No cabe duda de que se trata de un acto de
magisterio autentico; en cuanto a la valoración de cada una de las proposiciones
del Syllabus, hay que tener en cuenta los documentos de donde están tomadas.

“Syllabus” de Pío IX

3. La razón humana es el único juez de lo verdadero y lo falso, sin referencia ninguna de


Dios. Y su capacidad natural basta para proveer al bien de los hombres y de los pueblos.

4. Todas las verdades religiosas derivan de la capacidad natural de la razón; la razón es


norma soberana y debe alcanzar la verdad.
5. la revelación divina es imperfecta, sujeta a continuo e indefinido progreso en
consonancia con el progreso de la razón humana.

6. La fe cristiana contradice a la razón; la revelación divina no sólo no sirve para nada, sino
que menoscaba la perfección humana.

8. Como la razón humana se equipará de la religión, deben tratarse las disciplinas


teológicas exactamente igual que las filosóficas.

9. Los dogmas de la religión cristiana son indiscriminadamente objeto de la ciencia natural


o filosofía.

5. Contra el ontologismo
El decreto del Santo Oficio de 18 de septiembre de 1861 no va dirigido contra
ningún autor en particular, sino contra una teoría del conocimiento, desemboca en el
panteísmo. El ontologismo es la afirmación de la visión natural del ser divino en el ser
creado. Principio de que el conocimiento debe corresponder al ser.
Esta teoría tuvo una clara expresión panteísta, cuando afirmaba que la idea innata de Dios
es un modo de existencia divina. Los libros de Malebranche fueron puestos en el libro del
Índice; Vicente Giobertiel. En su itinerario espiritual, demasiado complicado con la
política, pasó de la duda al fideísmo y a un tradicionalismo afín de Lamennais, al que
posteriormente combatió. Conservó el ontologismo.
Ubaghs, en 1834 tuvo que corregir algunas cosas a requerimiento de la Congregación del
Índice. Lupus, acusó a ciertos profesores de Lovaina. Cuatro profesores, entre ellos
Ubaghs, elevaron una queja al cardenal Andrea, Prefecto de la Congregación del Índice. Un
nuevo ataque de Mosn. Malou, exigió un nuevo examen. Ante un nuevo examen pedido por
Pío IX, dimitió el cardenal Andrea, quien fue sustituido por el cardenal de Luca.
En este tercer examen se condenan como temerarias siete proposiciones que, a juicio de los
cardenales, tienen visos de ontologismo y panteísmo. Los libros de Ubagyhs fueron puestos
en el Índice.
También se hizo sospechoso de ontologismo Antonio Rosmini Serbati, el cual había gozado
de confianza de Pio IX y había combatido el ontologismo de Malebranche. El Índice
condenó dos opúsculos de Rosmini. Las otras obras fueron declaradas absueltas. Mas tarde
fueron condenadas por la Congregación del Santo Oficio cuarenta proposiciones en su
mayoría de las obras póstumas de Rosmini.
Por tanto, sacadas de su contexto, pueden ser susceptibles de recta interpretación. León XIII
confirmó este documento en carta al arzobispo de Milán. Dos de las cuarenta proposiciones
condenadas tienen sabor ontologista. Sin embargo, estas imprecisiones, en nada merman su
fidelidad a la Iglesia y su profundo espíritu cristiano.
a) Decreto del Santo Oficio contra el ontologismo

1. El conocimiento inmediato de Dios, al menos el inconsciente, es esencial al


entendimiento humano; sin el no puede conocer nada.
2. Este ser que conocemos en todo y sin el cual no podemos conocer nada, es el ser
divino.
3. Los universales, considerados objetivamente, no se distinguen realmente de Dios.
4. El conocimiento innato por el que conocemos a Dios como ser puro, incluye de
modo eminente cualquier otro conocimiento, de esta suerte, por su medio
conocemos implícitamente todo ser bajo cualquier aspecto que sea cognoscible.

b) Decreto del Santo Oficio sobre Rosmini

1. En la esfera de lo creado se manifiesta inmediatamente al entendimiento humano


algo divino en si mismo, es decir, algo que pertenece a la naturaleza divina.
2. Al decir divino en la naturaleza, no empleo esta palabra divino para significar un
efecto divino de una causa divina. Por la misma razón no pretendo hablar de un
divino por participación.

III. FE Y RAZÓN EN LA CONSTITUCION “DEI FILIUS”

El 6 de diciembre de 1864, dos días antes de la publicación del Syllabus, anunció Pio IX a
los Cardenales de la Congregación de Ritos su propósito de convocar un concilio para
remediar los males extraordinarios de la Iglesia. Se nombró una Comisión preparatoria, que
pronto se transformó en comisión Directora, a la que se añadieron cinco Comisiones
montadas sobre la base de las Congregaciones romanas existentes. El 26 de junio de 1867
se anunció oficialmente el Concilio.
El concilio trabajo de un modo efectivo siete meses. Pio IX lo declaró prorrogado “sine
die”, por medio de la bula Postquam Dei munere. Los trabajos no se volvieron a reprender
nunca. Mas tarde, anunciaría Juan XXIII la convocación de un concilio en el Vaticano. No
sería continuación del anterior, sino que se le llamaría Vaticano II.
El Vaticano I tuvo cuatro sesiones solemnes: la de apertura, la del juramento de los Padres,
la que definió la constitución dogmática Dei Filius y la que definió la primera constitución
sobre la Iglesia, Pastor Aeternus.
El nuevo concilio se acomodó al método empleado en el Tridentino, expuso primeramente
la doctrina católica de modo positivo, y condenó la doctrina opuesta.
En la tercera sesión se definió la constitución dogmática Dei Filius, como la culminación
de la enseñanza de la Iglesia a lo largo del siglo XIX. Consta de cuatro capítulos y sus
cánones. El primer capitulo trata de Dios creador, los tres capítulos restantes abordan: las
fuentes del conocimiento religioso; la fe; y las relaciones entre la fe y la razón. Los errores
que se condenan en los cánones ya estaban anteriormente condenados en documentos
pontificios no definitorios.
Capítulo II: Sobre la revelación
a) El conocimiento natural de Dios
Dios, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana.
b) El hecho de la revelación sobrenatural
Plugo a su sabiduría y bondad revelar al género humano por otro camino, y éste
sobrenatural, tanto a sí mismo, como los eternos designios de su voluntad. Dios habló a
nuestros padres en el pasado y de formas diversas a los profetas y en los últimos tiempos
nos ha hablado en su Hijo.
c) La necesidad de la revelación
Gracias a la revelación divina, resulta posible a todos los hombres conocer fácilmente, todo
aquello que en el campo de lo divino no es de suyo inaccesible a la razón. La necesidad
absoluta de la revelación proviene de que Dios en su infinita bondad ordenó al hombre a un
fin sobrenatural, es decir a la participación en unos bienes divinos que sobrepasan todo
cuanto puede alcanzar la inteligencia humana.
Cánones sobre la revelación
1. Si alguno dijere que el único y verdadero Dios, Creador y Señor nuestro, no puede
ser conocido con certezas a través de las cosas creadas, con la ley natural de la
razón humana, sea anatema.
2. Si alguno dijere que no es posible o no es conveniente que el hombre sea instruido
mediante la revelación divina acerca de Dios y del culto que se le debe tributar, sea
anatema.
3. Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y a
una perfección superior a la que le es natural, sino que el hombre puede y debe por
sí mismo llegar finalmente a la posesión total de la verdad y del bien por un
continuo progreso, sea anatema.
Capítulo III: sobre la fe
No intenta exponer toda la doctrina católica sobre la fe, sino los puntos más directamente
relacionados con los errores modernos.
a) La fe en sí misma
La razón creada debe estar sometida a la Verdad increada, estamos obligados, en el
supuesto de que Dios revele algo, a prestarle, por medio de la fe, una total sumisión de
entendimiento y voluntad. La fe es una virtud sobrenatural, por la que, atraídos y ayudados
por la gracia divina, creemos ser verdaderas las cosas que Dios a revelado. Por la autoridad
del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos.
b) Racionabilidad de la fe
Para que el homenaje de nuestra fe fuera conforme a razón, quiso Dios que el auxilio
interno del Espiritu Santo estuviera acompañado de pruebas extensas de su revelación. De
hechos divinos y, sobre todo, milagros y profecías. Muestran la omnipotencia y la sabiduría
de Dios, son signos certísimos de la revelación y adaptados a la inteligencia de todos.
Tenemos por más firmes las profecías a las que hacéis bien en prestar atención, como a
lampara que brilla en un lugar oscuro.
c) Objeto de la fe, don de Dios
La fe no es un movimiento ciego del espíritu, la iluminación y la inspiración del Espiritu
Santo. La fe, es un don de Dios, y el acto de fe es algo que pertenece al orden salvífico; el
hombre ofrece a Dios una obediencia libre consintiendo y cooperando con su gracia a la
que podría resistir.
d) Objeto de la fe
Todo aquello que está contenido en la palabra de Dios escrita o transmitida, y por el
magisterio ordinario y universal.
e) Necesidad de la fe
Sin la fe es imposible agradar a Dios y nadie podrá obtener la vida eterna.
Solo a la Iglesia católica se refiere el conjunto de signos tan numerosos para hacer evidente
la credibilidad de la fe cristiana.
Iglesia como estandarte enarbolado ante las naciones, da a sus hijos la seguridad de la fe
que profesan reposa sobre un fundamento firmísimo. Viene a añadirse auxilio eficaz de la
fuerza divina. Porque el benignísimo Señor incita y ayuda con su gracia a los extraviados
para que puedan llegar al conocimiento de la verdad. El que no abandona si no es
abandonado, la verdad católica gracias al don divino de la fe no es de ninguna manera igual
a la de quienes, guiados de pareceres humanos, siguen una religión falsa; los que han
recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia jamás pueden tener ninguna causa justa para
cambiar o para poner en duda esta fe.
Cánones sobre la fe
1. Si alguno dijere que la razón humana es tan independiente que Dios no puede exigir
de ella la fe, sea anatema.
2. Si alguno dijere que la fe divina no se distingue del conocimiento natural de Dios y
de la moral y que, por consiguiente, no se requiere para la fe divina que la verdad
revelada sea creída por la autoridad de Dios que revela, sea anatema.
3. Si alguno dijere que la revelación divina no puede hacerse creíble por medio de
signos externos, sea anatema.
4. Si alguno dijere que no puede darse ningún milagro, aunque estén plasmados en la
Sagrada Escritura o que diga que no se pueden conocer con certeza, sea anatema.
5. Si alguno dijere que el asentimiento dado a la fe cristiana no es libre, sino que es
producto necesario de los argumentos de razón; o que la gracia de Dios es necesaria
solamente para la fe viva que opera por la caridad, sea anatema.
6. Los católicos pueden tener causa justa para poner en duda la fe que ya han recibido
bajo el magisterio de la Iglesia, suspendiendo su asentimiento hasta que hayan
completado la demostración científica de la credibilidad y verdad de su fe, sea
anatema.

Capítulo IV: Fe y razón


a) Dos ordenes de conocimiento
La Iglesia católica ha sostenido siempre y sostiene con unánime consenso que existen dos
ordenes de conocimiento. Por su origen, porque en uno es la razón y el otro es la fe divina.
La gracia y la verdad que nos ha llegado por Jesucristo, por su Espiritu.
b) Función de la razón en la inteligencia de la fe
Cuando la razón iluminada por la fe busca diligentemente, con piedad y prudencia, llega a
conseguir, con la ayuda de Dios, una cierta inteligencia muy fructuosa de los misterios, sea
por analogía, o bien, sea por la conexión de unos misterios con otros y con el fin último del
hombre.
c) Imposibilidad de conflicto entre ciencia y fe
Jamás puede haber un verdadero conflicto entre ellas: puesto que el mismo Dios que revela
los misterios y comunica la fe es el que comunicó al espíritu humano la luz de la razón.
d) Servicio de la fe a la misma ciencia
La Iglesia con la función apostólica, el mandato de custodiar el deposito de la fe, en virtud
de una ordenación divina, la pseudociencia para que nadie sea presa de una filosofía que
no es sino vana falacia. Ningún fiel puede defender como legitimas conclusiones
científicas las opiniones reconocidamente contrarias a la doctrina de la fe. Obligado a
considerar esas opiniones como errores que ostentan la falaz apariencia de verdad.
No pueden jamás estar en desacuerdo la fe y la razón, se prestan mutua ayuda; la recta
razón demuestra los fundamentos de la fe e iluminada con la luz de la fe se dedica a la
ciencia de las cosas divinas. La fe libera y protege de errores a la razón y le suministra
múltiples conocimientos.
e) Inmutabilidad y progreso de la fe
No ha sido promulgada como descubrimiento filosófico, sino como un divino deposito
confiado a la Esposa de Cristo para que lo custodie con fidelidad y lo declare
infaliblemente. Dogmas sagrados que una vez declaró la santa madre Iglesia, hay que
mantenerlo perpetuamente. Crezca pues, y progrese amplia e intensamente la inteligencia,
la ciencia y la sabiduría de cada uno como de todos, de los particulares como de la Iglesia
universal, según el grado propio de cada edad y de cada tiempo.
Cánones sobre la fe y la razón
1. Si alguno dijere que la revelación divina no contiene ningún misterio, sea anatema.
2. Si alguno dijere que las ciencias humanas han de tratarse con una libertad tal que
sus afirmaciones, sea anatema.
3. Si alguno dijere que, siguiendo el progreso de la ciencia, puede suceder alguna vez
que a los dogmas propuestos por la Iglesia se tenga que dar un sentido distinto del
que hasta ahora ha entendido y entiende la Iglesia, sea anatema.
Epílogo
Suplicamos por las entrañas de Jesucristo y mandamos con la autoridad del mismo Dios y
Salvador nuestro, que pongan todo empeño y cuidado en apartar y eliminar de la santa
Iglesia estos errores y en difundir la luz de la fe incontaminada. No basta con evitar maldad
de la herejía, también los errores que se acercan a ella.
LOS NUEVOS PROBLEMAS Y LA ENCICLICA “HUMANI GENERIS”
Ha sido y será siempre difícil para quien se esfuerze en hacer asequible la fe al hombre
racional. El intento modernista estaba condenado al fracaso, una filosofía de la inmanencia.
Se renunciaba a concebir la fe como adhesión a verdades objetivas, inalcanzables por la
razón humana, y se hacia de ella un producto siempre cambiante de la conciencia humana.
La Teología nueva, fue intento de hacer asequible la fe al hombre de nuestro tiempo.
Sirviéndose de la filosofía actual, reinterpretación de los dogmas, a base de nuevas
categorías filosóficas.
Tal reinterpretación exigía una vuelta a las fuentes, en el sentido liberal del dogma de
elementos helenísticos extrínsecos a la misma revelación, en los que hasta ahora se había
formulado.
Se rebajaba la formulación conceptual del dogma, una formulación mas dinámica, vital y
práctica.
Las dificultades, el peligro de la relativización de la fe, con la posible deformación o
negación de algunos de sus elementos inmutables.
La encíclica Humani generis salió al paso de estos peligros que amenazan con socavar los
fundamentos de la doctrina católica, sin dejar de alentar los esfuerzos por una sana
renovación de la teología.
Comienza la encíclica por recordar la doctrina del Vaticano I sobre las posibilidades que
tiene la razón, en orden a establecer racionalmente los preámbulos de la fe. La fe se ha
expresado en las fuentes bíblicas por medio de unas categorías que la hacen inteligible. La
Iglesia ha encontrado formulas aptas. Esas formulas no pueden soslavarse (descuidarse).
Filosofías en las cuales se pretenda plasmar el dogma. Contradicción de la fe (idealismo,
relativismo, existencialismo).
Pío XII con el mismo tema en su encíclica Sempiternus Rex, acepta el principio de la vuelta
a las fuentes de la revelación y valora el trabajo de la teología positiva. Coloca al
magisterio, regla viva de fe, como punto de partida de la investigación teológica. El
magisterio no es un argumento más, es la expresión de fe. Este método teológico, tal vez el
mas adecuado en un momento histórico.

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