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Casullo, Fernando; Gallucci, Lisandro; Perren,

Joaquín

"Existen muchos caminos a


la verdad…" Entrevista a
Eric Van Young

Trabajos y Comunicaciones (2a Época)


2006-2007, no. 32-33, pp. 33-39.

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Cita sugerida
Casullo, F.; Gallucci, L.; Perren, J. (2007) "Existen muchos caminos
a la verdad…" Entrevista a Eric Van Young [En línea]. Trabajos y
Comunicaciones, (32-33). Disponible en: http://www.
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“Existen muchos caminos a la verdad…” Entrevista a Eric Van Young.

“Existen muchos caminos a la verdad…”


Entrevista a Eric Van Young.

“ A lot of ways exist to the truth … “


Interview to Eric Van Young.

Fernando Casullo
Lisandro Gallucci
Joaquin Perren
Universidad Nacional del Comahue

Eric Van Young es profesor del Departamento de Historia de la Universidad


de California en San Diego. Ha enseñado en diferentes universidades de Esta-
dos Unidos, Latinoamérica y Europa. Es actualmente el director del Centro de
Estudios Mexicanos de la UCSD. Ha formado parte del Comité editorial de las
revistas Hispanic American Historical Review (1986-1991), Estudios Mexicanos
(1988), Colonial Latin American Review (1993-1999), Historia y Grafía (1993),
Takwa (2005) y Encuentros (2005). Ha colaborado en el Center for Iberian and Latin
American Studies y en la Conference on Latin American History. Obtuvo el Thomas F.
McGann Memorial Prize in History y el Hubert Herring Award por sus significativos
aportes a la historia latinoamericana. Su último libro, The Other Rebellion. Popular
Violence and Ideology, and the Struggle for Mexican Independence, Mexico 1810-1821,
mereció el premio Bolton de la American Historical Association en el año
2001. Ha escrito, entre otras obras, “La ciudad y el campo en el México del siglo
XVIII: La economía rural de la región de Guadalajara, 1675-1820” (FCE, 1990)
y “La crisis del orden colonial: Estructura agraria y rebeliones populares en la
Nueva España, 1750-1821” (Alianza, 1992). Ha compilado, junto a prestigiosos
historiadores, “La ciudad y el campo en la historia de México” (UNAM, 1992)
y “Mexican Regions: Comparative History and Development” (University of
California, 1992). Actualmente se encuentra trabajando en una biografía de

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Trabajos y Comunicaciones (2da. Época), y Comunicaciones (2da.
- 2006/2007 - pp:Época),
00-00 -Nº32/33 - Año de
Departamento 2006-2007
Historia | 31
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación - Universidad Nacional de La Plata
Fernando Casullo, Lisandro Gallucci, Joaquin Perren

Lucas Alamán, uno de los más notorios políticos del siglo XIX y arquitecto del
conservadurismo mexicano.
Entrevistamos a Eric Van Young en ocasión de las XIX Jornadas de
Historia Económica llevadas a cabo en San Martín de los Andes (Neuquén,
Argentina) entre los días 13 y 15 de noviembre de 2004. Aprovechamos la opor-
tunidad para agradecer la gentileza del profesor Van Young para ceder parte de
su tiempo en esta entrevista.

Entrevistadores (en adelante E)- Para comenzar, quisiéramos pregun-


tarle qué desarrollos han tenido sus investigaciones historiográficas en años
recientes, en particular en esta última década.

Eric Van Young (en adelante EVY)- Yo empecé como colonialista. No sé


precisamente cuál era la atracción por una época tan lejana. Aunque me considero un buen
ciudadano ya que me interesa la política y los temas de actualidad, la distancia de la época
colonial siempre me sedujo mucho.
Respecto a mi inclinación por la historia agraria no sé qué decir. Soy de una ciudad,
soy un tipo muy urbano, no demasiado cercano al mundo campesino y de las haciendas. Es más
fácil de explicar mi interés por la historia de México, pues, en el sur de California obviamente,
donde yo me crié y donde vivo actualmente, estamos muy próximos a México y tenemos una
cultura mexicanizada. Todo esto me llevo a pensar, como proyecto de doctorado, construir una
historia agraria de la cuenca del lago de Chapala, en la región de Guadalajara. En realidad
estaba interesado en estudiar las haciendas en la época colonial y todo ese sistema urbano-rural
que se formó en torno a aquella ciudad. Luego, sobre la base de esta investigación empírica, me
interesé en las cuestiones de regionalidad; es decir, en cómo se conforma una región en términos
económicos, a partir de la teoría de los lugares centrales. He escrito varias cosas sobre eso.
Pero creo que lo que realmente quería hacer en mi tesis de doctorado era historia social. Sin
embargo, no tenía ni la formación ni las herramientas historiográficas para hacerlo. Entonces
me quedé con la historia económica, que es preciosa, pero que era algo que no había planeado.
Finalmente, salió esa tesis y el libro publicado como historia económica.
Esto significó que no pude cumplir mi ambición de hacer historia social. Recién en
mis estudios post doctorales comencé a investigar esa región desde una perspectiva diferente, dado
que la misma había sido un foco bastante fuerte en la insurgencia para la Independencia a
principios del siglo XIX. Viendo las cosas hacia atrás, es lógico que siguiera esa línea porque me
siempre me interesó la participación que los indígenas tuvieron en la coyuntura independentista.
La idea era hacer una historia de grupos populares en la insurgencia desde 1810 hasta 1821.
Partiendo de una mirada económica, defendía la idea que la participación de estos sectores
era una respuesta reflexiva a una situación de tipo malthusiana. Sin embargo, la principal
dificultad fue encontrar los documentos que permitieran sostener esta interpretación. Este fue
un proyecto de investigación que me tomó como veinte años y no les recomiendo este tipo de

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empresas. Estaba distraído con cosas de docencia, con familia y dispersé tal vez un poco mis
energías en artículos y cosas así. Pero lo mejor de todo esto es que en el momento de enfrentarme
con los documentos no pude explicar la participación de gente popular solamente en base a esa
situación económica y me pareció que se trataba de una respuesta posible dentro de un cierto
registro cultural. La defensa de la comunidad no era solamente desde el lado económico, sino
también desde la identidad.
Los resultados de esta investigación fueron volcados en un libro bastante voluminoso,
que ganó el premio que tenemos dentro de nuestro gremio en Estados Unidos, el Premio Bolton que
ganó también Enrique Tandeter hace algunos años. El titulo de la obra es The Other Rebellion.
Popular Violence and Ideology, and the Struggle for Mexican Independence, Mexico 1810-1821
y próximamente va a ser publicado en castellano por Fondo de Cultura Económica.
Luego me embarque en un estudio histórico de psiquiatría mexicana, tal vez por
influencia de mi mujer, que es psicoterapeuta de orientación psicoanalítica. Desde entonces siempre
me han interesado estas cuestiones. He jugado un poco con conceptos psicoanalíticos en muchas
de los proyectos que lleve adelante. De hecho, en mi libro y en algunos artículos, figura una cosa
que publiqué bajo el titulo “El Lázaro de Cuautla”,(1) donde trato de explicar la psicología
de un tipo totalmente desquiciado que andaba pintándose como Mesías en la región de Durango
hacia 1801. Por varias razones no pude seguir con ese proyecto de psiquiatría. Sin embargo,
gracias a este comencé a inclinarme hacia la interioridad. Creo que las cuestiones biográficas y
psicológicas son el punto de llegada un recorrido que comenzó en la historia económica.
Eso me lleva al presente momento, en que estoy escribiendo una biografía de Lucas
Alamán, un estadista, historiador, figura pública trascendental, importantísimo en México.
Nació en 1792 y murió en 1853. Fue muy conservador. Yo sospecho que si uno va a construir
una genealogía del conservadurismo mexicano desde el Partido de Acción Nacional (PAN)
hacia atrás, va a llegar a Lucas Alamán como una fuente de origen de todo eso. Llevo ya tres
o cuatro años de investigación de archivo y apenas estoy llegando a unos cuantos indicios sobre
la importancia de su pensamiento en el México decimonónico. Pero esto me lleva a otro tipo de
campo, otro tipo de investigación que es historia intelectual, historia de la cultura política, la
historia de su actuación como figura política y en eso estoy.

E- Teniendo en cuenta que usted empezó sus labores estudiando el


siglo XVIII ¿Qué razones lo llevaron a tomar al siglo XIX como campo de
investigación?

EVY- Yo siempre había pensado en estudiar en el siglo XVIII. Pero fue por David
Brading, uno de mis profesores en Berkeley y figura de renombre mundial, que comencé a darme
cuenta de la importancia del periodo que va desde mediados del XVIII hasta mediados del
XIX. El proceso de independencia no debería entenderse como una ruptura definitiva, sino
como una combinación de continuidades en ciertos aspectos y de cambios en otros. Entonces
para mí, una vez dado mi interés en la Independencia me pareció muy lógico estudiar una

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figura como la de Alamán, quien además de su complejidad intelectual fue uno de los grandes
historiadores de la Independencia. Inclusive, su obra “Historia de México” todavía se consulta
por su valor documental, sino por lo interesante de sus explicaciones.
De todos modos, mi interés sobre el siglo XIX se limita solo a algunas
décadas del mismo, en particular las dos primeras. En relación a esto he escrito
varios balances historiográficos; es decir, artículos donde trato de resumir tenden-
cias y se nota que hay ciclos, por lo menos en la historiografía norteamericana,
en cuanto a los intereses en la historia de México. Tenemos una historiografía
bastante densa para el siglo XVI, sobre la época de la Conquista, Cortés, Malinche
y todo ese período. Luego para el siglo XVII hay un vacío tanto en la historia
económica como en la historia social. Se va llenando, pero está mucho menos
desarrollada. En cambio para el siglo XVIII tenemos otra densidad historiográfica
y para el siglo XIX tenemos una de esas cimas en cuanto a la Independencia, pero
desde 1821 en adelante hasta la Reforma, es decir el periodo conocido como la
Republica temprana. Entonces, trabajar el periodo de 1800 a 1821 significó para
mí la posibilidad de investigar en un campo que no se encontraba tan pisado o
tan sobreocupado.

E- Nos interesaría saber si su aproximación a la biografía lo ha acercado,


de algún modo, a la práctica microhistórica.

EVY- En México, el “Santo Patrono” de la microhistoria es Luis González que


recientemente ha fallecido.(2) Pero para otros historiadores esto no es así. Ayer conversaba con
Giovanni Levi y me comentaba que eso no era microhistoria sino historia local. Y tiene razón.
González lo trata como una historia en miniatura, donde puede uno profundizar las investi-
gaciones sin la responsabilidad de abarcar toda una época. De todas maneras, hay diferentes
tendencias. La microhistoria como la hacen los italianos, por ejemplo, es más bien la historia de
un acontecimiento que es representativo de alguna manera de todo un ámbito intelectual, cultural
y social. Son dos cosas algo distintas. Respondiendo a su pregunta, mi biografía sobre Lucas
Alamán la veo cercana a la microhistoria sólo en este último sentido. Sin embargo, Alamán no
es el Menocchio de Guinzburg. No es una figura anónima de la cual sólo existan documentos
accidentales. Por este motivo, la biografía de Lucas Alamán de este personaje constituye un
doble ejercicio. En primer lugar, me interesa el personaje en si mismo, aunque todavía no he
dado con mucho de su documentación privada. Por otro lado, una biografía sobre una figura
tan importante puede ser, al mismo tiempo, un estudio sobre la cultura política y también una
historia de las corrientes intelectuales de la época. En resumen, mi estudio sobre Alamán es
en parte microhistoria, pero también responde a una larga tradición de biografías.

E- Entonces esto no seria llegar a la sociedad a partir de sus márgenes,


tal como proponen algunos microhistoriadores como Grendi

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EVY- Yo había concebido la biografía como un proyecto más factible, pero el caso
es que Alamán es el centro de una rueda. Hay muchos caminos que empiezan con él y se
abren en otras direcciones: era un gran empresario, estableció el muy famoso Banco de Avío
para promover la industria mexicana, tenía sus contactos con Europa, alentó la ciencia. Hay
muchos aspectos que podríamos ver a través de su vida y de sus ojos. Por eso he programado
una década de investigación antes de iniciar la escritura de la obra.

E- En otro orden de cosas y respecto de la situación de la historia


económica latinoamericana, ¿qué balance podría hacer sobre su desarrollo en la
actualidad y sus cruces con otros del campo historiográfico como el cultural?

EVY- No veo que estén en conflicto la historia económica y cultural. Yo creo que
hay una relación de complementariedad y no de oposición. Como dije en mi conferencia, la
historia económica no se trabaja tanto entre los especialistas en América Latina. No es que
está fuera de moda, pero se ha visto algo desplazada por la historia cultural y política también.
Por ejemplo, tengo la impresión que en los Estados Unidos hemos cometido un gran error en
no brindar a nuestros estudiantes una adecuada formación en historia económica. Para hacer
historia cultural o social es imprescindible empezar por la historia económica. Pasando tanto
tiempo de nuestras vidas ganando y consumiendo que es necesario que sepamos algo de historia
económica. Mis estudiantes siempre están trabajando historia cultural y los aliento mucho en
esa empresa. Pero llegan algunas veces que les doy a leer textos económicos, pero no se conectan
muy bien con esas cuestiones y eso francamente es un error que debemos asumir.
En general veo que en el campo de la historia económica se han
producido enormes adelantos. Es mucho mas sofisticada que hace veinticinco
años y esto se refleja en la mayor densidad de su literatura. Por ejemplo, cuando
yo empecé no se empleaban las actas notariales que hoy en día son insumos
fundamentales en la historia agraria latinoamericana.

E- Recientemente se ha interesado por los sectores subalternos, ¿Con-


sidera usted que las dificultades para estudiar a estos grupos sociales se agotan
simplemente en la escasez de fuentes?

EVY- Es bastante difícil responder esta pregunta y tratando de buscar respuestas


he escrito mucho al respecto. En primer lugar hay que tener en cuenta que siempre existe
bastante documentación o, por lo menos, mas de la que se generalmente se supone. Yo, por
ejemplo, me basé en documentación judicial porque en la coyuntura independentista mexicana
la insurgencia se trató como un acto criminal. Esto significó que fueran procesados miles de
insurgentes dejándonos una riquísima documentación. Lo que hacían los agentes estatales era
montar una descripción de la acción del acusado, sin indagar mucho en cuanto a su motiva-
ción. Por eso muchas veces no tenemos testimonios directos de estas personas. A diferencia de

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Fernando Casullo, Lisandro Gallucci, Joaquin Perren

los documentos generados por la Inquisición, que sí se interesó en los procesos mentales, los
archivos con los cuales trabajé son, en cambio, mucho más parcos. Y por esta razón siempre es
necesario triangular estas fuentes con otro tipo de documentación para ingresar a ese mundo ya
desaparecido. Obviamente que en esta clase de operación juega un papel importante la imagi-
nación histórica del investigador, aunque se trata de algo que debe ser controlado. Sin duda, la
falta de documentación muchas veces es un problema. En el caso de los sectores subalternos no
disponemos de una trayectoria vital documentada como sucede con las elites. Cuando los sectores
subalternos se encuentran con el estado hay una chispa y esto es lo único que nos deja registro
documental de estos sectores sociales. Podemos hacer historias de vida pero son fragmentarias.
Es en ese sentido que nos ayuda la cuantificación. Si tenemos cien o doscientos datos ambiguos,
por lo menos, podemos construir un cierto perfil. Esto precisamente hice en mi libro, donde
dedique todo un capitulo a obtener algunos perfiles a partir de los mil doscientos individuos de
los cuales había recolectado información.
Entonces, a la hora de estudiar a los sectores subalternos, hay y no hay problemas con
las fuentes. Pero lo importante es no perder de vista que las mismas dificultades se nos plantean
cuando intentamos estudiar a las elites. Después de todo, el pasado es un país extranjero y esto
es efectivamente así. Además, para mí como norteamericano existen otros problemas como el
idioma o el desconocimiento de la cultura. Una persona es, de algún sentido, prisionera de su
propia cultura. Entonces, brincar a otra cultura para entenderlo como si uno fuera nativo es
bastante difícil.

E- ¿Qué elementos deberían formar parte de una agenda de trabajo


para los jóvenes investigadores en un campo historiográfico caracterizado por
la fragmentación?

EVY- La respuesta a esta pregunta podría hacerse en forma de algunas recomenda-


ciones. La primera seria conocer el lugar donde se desarrolla la historia que uno va a investigar.
Esta bien estar sentado en tu estudio e imaginar la geografía, pero es mejor inyectarse en ese
paisaje porque esto no sólo nos da una imagen mas precisa de los espacios físicos sino también
de los mentales.
Otro consejo sería leer muy ampliamente. Para mí, los historiadores más interesantes
son los que tienen una cultura literaria muy extensa. Y por literaria no me refiero únicamente
a las novelas o la poesía, sino a una cultura literaria muy vasta que comprende también a las
ciencias sociales. Al tener unas bases intelectuales sólidas uno puede llevar a su proyecto matices
de interpretación más sofisticados. Para apreciar la experiencia humana está perfectamente bien
hacer una monografía. Y eso es lo que hacemos. Yo respeto mucho una investigación profunda,
que es lo que siempre trato de hacer. Sin bases empíricas, lo que haga no va a valer mucho,
aunque se trate de una historia cultural o intelectual. Aunque si estás sentado en la biblioteca
analizando textos, que es lo que hacen los historiadores intelectuales, para ver sus orígenes,
sus formas, sus cualidades, sus conexiones intertextuales y todas esas cosas, siempre hay que

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profundizar mucho. Recuerdo una frase de Lucas Alamán, como historiador, que dice que
antes de emprender una cosa hay que conocerla profundamente.
Entonces una amplia cultura literaria, el conocimiento del lugar y de las personas,
un profundo trabajo de archivo de textos, de la naturaleza que fueren, ya sea de biblioteca,
de archivos.
También me parece importante mantenerse abierto a otros tipos de perspectivas. Y
a eso me refería en mi conferencia cuando decía que es absurdo que los historiadores “cultura-
les” se pregunten si yo soy un historiador cultural o no. Lo que he hecho en mi libro sobre la
independencia mexicana es historia social con matices y agregados de historia cultural, aunque
algunos historiadores me consideran un historiador de la historia cultural.(3)
En fin, lo que hay que recordar es que existen muchos caminos a la verdad. Por
eso siempre hay que estar abierto a otras perspectivas.

Notas

(1) Van Young, Eric. “El Lázaro de Cuautla. Dobles subjetivos al leer tex-
tos sobre la acción popular colectiva”, en: Historia y Grafía, Nº 5, México, 1995.
También puede verse la entrevista que Antonio Ibarra realizó a Van Young,
“Identidad y mesianismo. (Conversación con Eric Van Young), en: Ojarasca, Nº
24, México, 1993.
(2) El profesor Van Young se refiere al libro del historiador mexicano
González y González, Luis. Pueblo en vilo: microhistoria de San José de Gracia, México,
FCE, 1968.
(3) Un análisis más extenso acerca de las relaciones entre historia económica
e historia cultural, en Van Young, Eric. “La pareja dispareja: algunos comenta-
rios sobre la relación entre historia cultural e historia económica”, en: Historia
Mexicana, vol. 52, Nº 3, México, 2003.

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