Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Catz. - El Trauma en La Piel. Tatuajes
Catz. - El Trauma en La Piel. Tatuajes
INTRODUCCIÓN
* hildacatz@arnet.com.ar / Argentina
824 | Hilda Clelia Catz
HIPÓTESIS
DESARROLLO
Los últimos veinte años, acompañados por una cierta robotización del in-
dividuo en Occidente, han hecho perder dimensión al cuerpo tangible frente
a la explosión de las imágenes digitalizadas. Al mismo tiempo adquirió gran
desarrollo, académico y comercial, el arte corporal (body art): en diversas
encuestas, muchos estudiantes universitarios entrevistados manifestaron ha-
berse realizado un tatuaje, un piercing o una escarificación. El tatuaje per-
mite dar a los dibujos mucha mayor variedad que la escarificación, cuyo di-
bujo está formado por cicatrices exclusivamente. Los tatuajes, en cuanto a
Para ello, uno de los procedimientos que empleaban los grupos primiti-
vos que adoraban a un animal y que por lo tanto pertenecían al totemismo,
originado en formas de proceder aprendidas de la madre, era cubrirse el
cuerpo con la piel del animal totémico o reproducir sobre su propia piel,
con dibujos, cicatrices o vestiduras, el aspecto de aquella.
Actualmente, observamos en el comienzo del nuevo milenio adolescentes
con una llamativa falta de flexibilidad expresiva de las emociones, que fre-
cuentemente ostentan en sus cuerpos tatuajes diversos y respecto de los cua-
les suelen mostrarse incapaces de reflexionar sobre los motivos que los lleva-
ron a hacerlos. Tienen predominio de conductas impulsivas, potencialmente
autodestructivas, sentimientos crónicos de vacío y soledad, alcoholismo, dro-
gadicción, síntomas de anorexia y bulimia. Estas inscripciones resultantes de
la trasmisión transgeneracional parecen estar signadas algunas veces por la
ausencia, que inunda con la presencia amenazante y devastadora de lo que mu-
chas veces nunca existió, y/o de lo que no dejó marca fundante.
826 | Hilda Clelia Catz
VIÑETAS CLÍNICAS
CONCLUSIONES
En las viñetas presentadas tal vez los tatuajes funcionen como testigos de lo
no testimoniado, y el objetivo sería tratar de que se transformen en garabatos
en el sentido que les da Winnicott (1971), que adquieran movimiento y sig-
nificación en el proceso terapéutico, transformándose en una narrativa posi-
ble de ser elaborada. De alguna manera podemos experimentar lo que plan-
tea Freud (1900-1901) cuando nos habla de la importancia de ese marchar a
la deriva, con la firme esperanza de que al final sin proponérnoslo, daremos
con los pensamientos oníricos de los cuales nació el sueño….: “lo único asom-
broso es que con este discurrir de los pensamientos al acaso y sin meta alguna
haya de darse justamente con los pensamientos oníricos (p. 521)”.
Para complejizar más el panorama, es interesante tomar desde un punto
de vista metapsicológico lo que Freud en su artículo sobre fetichismo plan-
tea: “Por el análisis de dos jóvenes averigüé que ambos no se habían dado
por enterados, en su segundo y su décimo año de vida, respectivamente, de
la muerte de su padre; la habían “escotomizado”.... “a pesar de lo cual nin-
guno había desarrollado una psicosis” (1927, p. 150). En relación a lo ex-
puesto y al concepto de trauma, quisiera destacar también que Baranger,
Baranger y Mom (1987), llaman la atención en Inhibición, síntoma y angustia
(1926) acerca de la importancia de las situaciones traumáticas centradas en
las experiencias de pérdida. Este remanente de pulsión de muerte no puede
ser ni desviado hacia el exterior, ni integrado dentro del superyó, ni ligado
por la libido, y continúa llevando dentro del individuo una existencia muda....
“El destino dilacerado de la humanidad, tanto en lo individual como en lo
colectivo, exige la historización de los traumas en el afán de hacer retroce-
der lo in-nombrable siempre presente.” (p. 772)
Y en ese límite, como decía Pontalis (1993, p. 88) “¡la poesía es una cien-
cia exacta, la pintura un oficio y la literatura un estilo!”, frase que tomo como
vía regia de acceso entre lo inamovible de lo grabado en el cuerpo que yace
congelado, hacia lo que adquiere movimiento, a través de los garabatos del
pensamiento en torno a los tatuajes.
Patricia Cornwell, de la que tomo una frase de su novela Código negro co-
locada al inicio de este trabajo, escribe “¿Por qué las personas quieren lucir
la muerte en la piel? ... ¿No es suficiente vivir con ella? ¿Por qué querría al-
guien pasar el resto de la vida viendo la muerte en su brazo...Cuando se lo
piensa, no hay nada que temer salvo el miedo” (2000, p. 175).
Paul Auster, por otro lado, en su libro La invención de la soledad, donde
relata la muerte de su padre, dice: “Ha habido una herida y ahora me doy
cuenta que es muy profunda ... como si sufriera un desgarramiento cada vez
que levanto la pluma y la presiono contra el papel”. (1998, p. 50).
Esa presión sobre el papel, como una presión paradójica sobre la piel,
nos habla de la necesidad de crear un pasaje, una narrativa que, a mi en-
tender, requiere ser re-editada y/o editada por primera vez a partir de los
tatuajes: impresiones de los sentidos que están buscando un pensador,
como los Seis personajes en busca de un autor de Pirandello, que las con-
tenga para transformarse en una experiencia emocional, como si fuera un
garabato pasible de evolución, de transformación, de intercambio y tal vez
de elaboración.
A diferencia de las marcas por tatuajes y piercings, el marcado erógeno
del cuerpo o escritura erógena, según García (2005) no es realizado como
un acto voluntario ni instrumental. Es inconsciente para el sujeto y para el
otro, donde los significantes escriben un guión erógeno que se construirá
entre los padres y el niño que se va armando sin saberlo en los juegos, sus
movimientos, gestos, contactos, separaciones, miradas, sostén, desencuen-
tros, olores, placer y dolor, junto a palabras, “experiencia de transmisión que,
al igual que en la danza, no puede ser explicada sino vivida con el otro”.
El cuerpo, del yo corporal de Freud al psique-soma de Winnicott, se sitúa
para el psicoanálisis entre lo somático y lo psíquico, entre la biología y la his-
toria del individuo, en tanto lo más profundo es la piel como dice Anzieu (1987).
Pelento (1999) advierte que: “... el individualismo extremo hace que cada vez
más, los límites sean los del propio cuerpo, transformándose el tatuaje en un
modo de posesión de éste” (p. 286), como podemos ver en algunos de los
casos presentados. Dejours (1992) habla de las somatizaciones simbolizantes,
que ponen de relieve su capacidad de abrir de alguna manera, a través del
cuerpo, el camino de las representaciones mentales que hasta ese momento
eran necesarias para que se produjeran los conflictos psíquicos.
De acuerdo a todo lo expuesto y desde esa perspectiva, parafraseando a
Dejours, he establecido una relación entre las diferentes intervenciones en
el cuerpo con lo que llamo marcas simbolizantes, que pueden abrir el ca-
mino de las representaciones mentales, y de sus posibles transformaciones,
instituyendo un juego entre procesos primarios y secundarios por medio de
los procesos que Green (1990, p. 35) llama terciarios, que no tienen mas exis-
tencia que la de ser procesos de relación, resultado específico del análisis.
La propuesta sería investigar ese límite donde no es agua ni arena la ori-
lla del mar, que no sólo divide la neurosis de la psicosis, sino también nues-
tro conocimiento de nuestro desconocimiento de un fenómeno que segu-
ramente está sujeto a innumerables variables individuales. Si bien los tatuajes
existen desde siempre, su valor y función dependen además de lo individual,
del contexto cultural y como decía una de mis pacientes, “en mi generación
830 | Hilda Clelia Catz
Resumen
SUMMARY
Trauma in the skin: Tattoos, from deadly scars to symbolizing marks
RESUMO
Tatuagens: das cicatrizes mortíferas às marcas simbolizadoras
Bibliografía