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© Mensajero
Margaret Silf

Viaje por la espiritualidad ignaciana

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Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de repro-
ducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin
contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción
de los derechos mencionada puede ser constitutiva de delito contra la propiedad
intelectual (art. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Re-
prográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Título original: Landmarks. An Ignatian Journey.


Traducción del inglés: Antonio Falces Remírez.
Portada y diseño: Alvaro Sánchez

© Margaret SiIf (texto)


© Roy Lovatt (dibujos)
© Darton, Longman and Todd, Londres.
© 2004 Ediciones Mensajero, S.A.U.; Sancho de Azpeitia 2, Bajo; 48014 Bilbao.
E-mail: mensajero@mensajero.com
Web: http://www.mensajero.com
ISBN: 84-271-2643-3
Depósito Legal: BI-2335-04
impreso en Cestingraf, S.A.L.

Printed in Spain
SUMARIO

Prólogo (Gerard W. Hughes) 11


Introducción: La fuente de ensalada 13
Antes de comenzar 17
Os presento al guía 23
1. ¿Dónde estoy? ¿Cómo estoy? ¿Quién soy? 35
2. Once yuntas de bueyes 49
3. ¿Qué es lo que falla? 65
4. El giro copernicano 81
5. Ortigas y rosas 93
6. La brújula interior 113
7. El deseo más profundo 127
8. ¿Por qué no contestas a mis oraciones? 143
9. Adicciones y apegos 161
10. No te apegues a mí 175
11. Conocer al enemigo, confiar en el amigo 191
12. ¿Qué es la libertad? ¿Qué es la verdad? 207
13. Verte más claramente 227
14. Seguirte más de cerca 245
15. Amarte más ardientemente 263
16. Benedictus 285

9
PRÓLOGO

No conozco ninguna editorial que haya hecho la oferta de de-


volver su dinero a quien no quedara satisfecho después de haber
leído uno de sus libros. Creo que Mensajero podría hacer la pri-
mera oferta de esa índole con Viaje por la espiritualidad ignaciana.
Si se preguntase a la gente «¿cuál es el tema que más le inte-
resa a usted y en qué tema se considera usted más ignorante?», la
respuesta adecuada debería ser «yo». Si a algún lector no le con-
vence esta contestación, pregúntese a sí mismo: «¿aguzo mis oídos
si, al pasar junto a un grupo de personas, se menciona mi nom-
bre?» «¿He sentido ansiedad mientras esperaba el resultado de al-
gún examen, académico, médico o para conseguir empleo?»
«Cuando veo fotografías, en alguna de las cuales aparezco yo,
¿presto igual atención a todas?» «¿Dedico tanto tiempo a mirar a
otras personas como a contemplarme a mí mismo en el espejo?»
«¿Por qué ese interés desproporcionado en mí mismo si realmente
me conozco bien?»
Viaje por la espiritualidad ignaciana responde a las preguntas
más fundamentales que atañen y preocupan a todo ser humano,
de cualquier raza, cultura, religión o estado de vida. «¿Dónde es-
tás?» «¿Cómo estás y por qué?» «¿Quién eres?» San Ignacio de Lo-
yola, un vasco del siglo XVI, se adentró en estas cuestiones funda-
mentales en su libro Ejercicios Espirituales, que ofrece métodos
para que cada uno descubra por sí mismo la respuesta a esas pre-
guntas básicas. Un amigo de Ignacio, Jerónimo Nadal, al serle pre-

11
guntado para quién serían apropiados los Ejercicios Espirituales,
respondió: «Para los católicos, los protestantes y los paganos». La
misma respuesta serviría para Claves, es igualmente apropiado pa-
ra todos.
Conozco bien y estoy muy habituado a los Ejercicios Espiri-
tuales. Suelen decir que la cercanía y familiaridad acaba produ-
ciendo menosprecio. No me ha ocurrido eso a mí, pero sí que hay
no pocos libros sobre espiritualidad ignaciana bastante tediosos.
Sin embargo, nunca me aburrí al leer Viaje por la espiritualidad ig-
naciana, sino que fue un placer el seguir el camino de exploración INTRODUCCIÓN
de Margaret Silf, usando las claves que Ignacio ofreció hace más
de cuatrocientos años. Son hitos, jalones, indicadores que animan
La fuente de ensalada
a continuar, no pilares que sostienen un techo estable en el que
puedan encontrar refugio los lectores. El libro invita a seguir ex-
plorando y proporciona, al final de cada capítulo, una gran varie-
dad de ejercicios para que los lectores puedan ir descubriendo No hace mucho que fui invitada a la toma de posesión de
más por sí mismos. un nuevo párroco. Después de la celebración, nos encontramos
Viaje por la espiritualidad ignaciana está escrito con lucidez y ante unas mesas llenas de toda clase de aperitivos y dulces, pre-
sencillez, libre de jerga especializada, transmite esperanza y áni- parados por los feligreses. El salón rebosaba de vida y retumbaba
mo, e incluye ilustraciones llenas de imaginación, que ayudan en con el ruido de conversaciones y, como suele ocurrir en estas
gran manera. Ignacio escribió sus Ejercicios para ayudarnos a en- ocasiones, las mesas tan repletas hacía sólo diez minutos estaban
contrar la voluntad de Dios, algo que nos puede parecer a veces, ya casi vacías...
en palabras de la autora, «lanzar dardos a una diana invisible». Es- ...casi, porque, en medio de la gran mesa, desierta ahora,
te libro nos enseña a descubrir -mirando a nuestro interior- lo que había una gran fuente de ensalada de arroz, que nadie había to-
Dios quiere de nosotros, que siempre se orienta no sólo a nuestro cado. Me dio un vuelco el corazón pensando en la persona que,
beneficio particular, sino también al bien de todos, incluyendo la probablemente, se había pasado horas preparando la ensalada y
creación. la había traído como un gesto de cariño y amor. Imaginé lo heri-
da y triste que estaría. Mi segundo pensamiento fue preguntarme
GERARD W. HUGHES
por qué no había comido nadie de aquella ensalada. ¡Parecía tan
apetitosa y tentadora!
Enseguida caí en la cuenta de cuál había sido la razón por la
que la ensalada había quedado intacta. No había cubiertos para
servirse. Aquella noche este sencillo detalle me golpeó como un
martillazo. Comprendí que aquella fuente de ensalada me estaba
diciendo algo sobre lo que pasa muchas veces en la Iglesia. Tam-
bién la Iglesia, como aquella fuente de ensalada, ofrece aquello
que todos ansian recibir, aquello de lo que todos están realmente
hambrientos. Pero ¿dónde están los cubiertos para servirse? ¿De-

12 13
berá permanecer ese tesoro en una exposición, la pieza central de el ministerio de acompañamiento espiritual seglar, por el que tan-
una mesa vacía, inaccesible e inalcanzable? ¿Puede servirse el to han hecho personalmente.
pueblo de Dios el alimento preparado para él, o se guarda envuel-
Mi reconocimiento así mismo para mi marido, Klaus, por su
to en el papel de aluminio de la doctrina y se almacena en el es-
apoyo y ánimo como compañero de camino, por su energía in-
tante más alto de la teología? ¿Y somos tan «bien educados» que
cansable en posibilitarme los días tranquilos en los que escribí es-
no mencionamos el problema?
te libro, y por su inapreciable experiencia técnica cuando se trata
Nadie puede conocer la mente de Dios. Pero seguro que él, de ordenadores y otras maquinarias misteriosas para mí. Y para mi
como nosotros, se siente herido y triste cuando sus hijos ham- hija, Kirstin, por guardar mi corazón en el cielo y mis pies firmes
brientos se quedan de pie, ante la mesa, porque «la Iglesia» no ha en la tierra.
puesto cubiertos para servirse la ensalada. No nos quejemos...
Gracias, Terry Biddington, por arrastrarme, contra mi prevención
más bien, recordemos que nosotros somos la Iglesia, y que depen-
y resistencia, al primer grupo de estudio ignaciano en Staffordshire, y
de de nosotros, su pueblo, el hacer que su banquete sea asequible
a todos. por guiarme en los caminos de la oración de imaginación.
Mi gratitud a Roy Lovatt por trasladar mis ideas a medio for-
Yo no puedo añadir nada a la ensalada. Me atrevo a ofrecer
mular a las ilustraciones tan hermosas que acompañan al texto, y
solamente una pequeña cuchara, y si puedo hacerlo es porque,
a cuantos han trabajado y hecho posible la edición de esta obra.
antes, otros han sido «cucharas» para mi hambre del pan de vida.
Han hecho posible que yo participe en el banquete. Quisiera agra- Ha habido muchísima gente que ha compartido conmigo su
decerles desde aquí ese servicio, ese ministerio sencillo y silencio- tesoro interior y, con ello, me han enriquecido más de lo que ellos
so, que quizás ellos mismos no se daban cuenta de que estaban mismos pueden imaginar. Muy especialmente, quisiera dar las gra-
ejerciendo. cias a los «patchworkers» de Stroke-on-Trent y al grupo «Land-
marks» de la capellanía de la Universidad de Keele y sus alrede-
Doy las gracias a mi primo, Ralph Wells, que, con su fe firme e
dores, y a Mervin Smith y Paul Davies por el apoyo a los
inflexible, tanto me influyó en mi niñez, mucho más de lo que él o
«patchworkers» de sus parroquias.
yo nos dimos cuenta. Doy las gracias a Michael Patón, que acompa-
ñó mi despertar adolescente e hizo más profunda mi fe, al preparar- Casi todos los ejemplos reseñados en el libro son de mi pro-
me para la Confirmación; y a Madeleine, mi amiga, que murió por pia oración personal. Sin embargo, quisiera reconocer mi deuda
entonces, a los quince años, y que era una candela encendida para de gratitud especialmente con Elizabeth McNulty, que nos abrió a
Dios que el tiempo no ha logrado apagar en mi corazón. Mi gratitud mí y a tantos otros a la comprensión de la naturaleza del tiempo,
también para mis padres, Irene y Bernard Ashton, que me dieron el de sabbath que aparece en el capítulo 1.°, y a Gerald O'Mahony,
regalo de crecer en una casa donde había amor. que nos demostró tan gráficamente los efectos de «volverse hacia
el sol» del capítulo 4.°
Gracias a Brian McCIorry, que me devolvió a casa cuando me
había extraviado de mi propia verdad, y que ha sido siempre un Finalmente mi agradecimiento para todos los que han cami-
compañero paciente, delicado y, a la vez, provocador durante los nado conmigo en Ejercicios y retiros y otros momentos significati-
años que llevan de la verdad a la libertad. Mi agradecimiento tam- vos de mi vida y han abierto mis ojos a la posibilidad de «vivir los
bién a Gerry Hughes por caminar conmigo a lo largo del camino Ejercicios», especialmente Helen Bamber, Renate Dülmann, Tere-
de los Ejercicios y, más aún, por la sabiduría de sus palabras y su sa Foster, los ya difuntos Arnold Freeman, Paul Glendinnning, Do-
comunión en el silencio... y por el mero regalo de su presencia. nald Nicholl, como también para Damián Jackson, John Marbaix,
Agradezco a Brian y Gerry la ayuda y ánimo que me prestaron du- Tom McGuinness, Tom Shufflebottom y, sobre todo, para Brian y
rante la evolución de este libro, su tremendo apoyo y el facilitarme Gerry. Os doy las gracias de todo corazón.

14 15
Antes de comenzar

Este libro es un compañero para tu viaje y peregrinación inte-


rior. Tómalo con paz y disfruta del paisaje mientras caminas. No te
precipites por él como un corredor alocado, resuelto a batir el ré-
cord de velocidad. Cuanto más saborees el viaje, tanto más te be-
neficiarás de él.
Algunas personas prefieren pasearse solas. Si estás haciendo
tu viaje a solas con este libro, no tengas prisas en el camino, pá-
rate siempre que sientas el deseo de hacerlo: toca y palpa la cor-
teza de los árboles, mete el dedo en el riachuelo, quédate miran-
do el atardecer hasta que te sientas satisfecho. Probablemente no
resulta conveniente leer más de un capítulo cada vez, e incluso va
mejor, a veces, tomar simplemente una sección pequeña. Elige
entre los ejercicios que sugiero al final de cada capítulo; quédate
con los que te gusten y deja los demás. Puedes fiarte de la reso-
nancia interna que te producen. Ese eco te indica lo que te va y lo
que no.
Es probable que descubras que el material de este libro
puede ofrecerte compañía espiritual a través de un largo itinera-
rio de oración en casa, dentro del contexto de tu vida diaria, o
en un retiro.
Sin embargo, un viaje en solitario puede degenerar en una so-
ledad no siempre agradable, en desánimo y hasta desorientación.
Podría ayudar el encontrar un compañero con quien compartir tus
experiencias de cuando en cuando - u n amigo en el que confíes,

17
que esté en tu misma «longitud de onda» o también alguien a cuando se abre el corazón a otras personas en un clima de total
quien no conoces todavía personalmente, pero que está dispuesto confianza, estamos entrando en terreno sagrado, donde no hay lu-
a caminar a tu lado para buscar juntos dónde os espera Dios a ca- gar a comentarios, críticas o correcciones, sino solamente a una
da uno en vuestra peregrinación interior. Encontrar un amigo se- respuesta de aceptación cordial. En ese terreno sagrado el Dios-en-
mejante puede parecer una tarea complicada. Mi consejo es que ti escucha al Dios-en-el-otro.
husmees en tu círculo de amigos o entre los creyentes de tu entor-
no y te fijes en quienes parecen dados a la oración (generalmente Los capítulos están divididos en secciones pequeñas, cada
se nota, si te pones a observar, y a veces es la gente que menos te una con su encabezamiento, para que puedan servir de guía. Si se
esperas). Acércate a esas personas y explícales con sencillez lo que va a utilizar el material para reuniones cortas de compartir en fe,
estás buscando. Casi seguro que estarán encantadas de poder ha- sería más conveniente hacer uso de solamente una o dos seccio-
cer el camino contigo o te recomendarán a otra persona que pue- nes cada vez. Ayudaría que cada participante tuviera la oportuni-
da ser el compañero idóneo para ti. dad de leer de antemano el material, e incluso usarlo como ora-
ción personal primero.
Otros prefieren caminar en grupo. Si usáis el libro como la
base para compartir la fe en grupos, cada capítulo puede daros el Antes de comenzar el programa, el monitor del grupo debería
material necesario para un día entero de reflexión, con tiempo pa- familiarizarse con todo el libro y hacerse la idea de su estructura y
ra seguir alguno de los ejercicios propuestos en una atmósfera de propósito, y así podría evaluar con anterioridad los ejercicios su-
oración y, opcionalmente, compartir vuestras reacciones y res- geridos para poder recomendar al grupo uno u otro según las ne-
puestas con otros miembros del grupo. El compartir de esa manera cesidades de los miembros. Una forma de proceder consiste en
-entre amigos de confianza- es quizás el ejercicio más valioso. El que el moderador presente con brevedad en cada reunión el ma-
moderador ha de asegurar que cada miembro del grupo tenga la terial que se va a utilizar en la siguiente, sección por sección y ca-
oportunidad de participar y compartir en la medida que lo desee, pítulo por capítulo, y entonces los participantes lo emplean para su
pero sin ninguna coacción. reflexión personal durante la semana y lo comparten al comienzo
de la siguiente reunión del grupo.
Y no hace falta decir que es imprescindible que haya una
confidencialidad absoluta: desde el principio ha de quedar claro Es importante que el material sea usado en el orden dado, ya
este requisito esencial. que sigue la dinámica de los Ejercicios Espirituales y cada capítulo
edifica sobre el conocimiento y familiaridad del lector con lo que
Cuando se comparten experiencias espirituales de esta mane-
ra, se ha de permitir que todos y cada uno aporten la suya, guar- ha precedido. Sin embargo no es un comentario de los Ejercicios
dando unos momentos de respetuoso silencio después de cada in- Espirituales, y mucho menos hacer los Ejercicios. Aunque es un he-
tervención. No ha de haber interrupciones ni discusiones, ni cho que un gran número de participantes en los dos programas pi-
tampoco intentos de «corregir» las ideas de nadie o de dar conse- loto han acabado haciendo enteros los Ejercicios en la vida ordi-
jos (ya que se trata de experiencias afectivas, no de un debate in- naria, con dirección personal, y han comprobado que Viaje por la
telectual). Hay que dar por sentado -para que este compartir en la espiritualidad ignaciana había sido una preparación valiosa.
fe sea posible- que la experiencia espiritual de cada persona es Existe una red nacional e internacional de grupos ignacianos
completamente válida y no debe cuestionarse. Es un regalo que y Comunidades de Vida Cristiana que pueden ayudar a los que
nos hace de su intimidad y confianza. quieren hacer este recorrido de un modo más profundo.
El objetivo debería ser que todos salgamos del encuentro con- Una música apropiada podría ayudar a esas reuniones de ora-
firmados en la propia experiencia y con un sentido más hondo de ción compartida. Naturalmente, vosotros mismos podéis usar lo
su propio valor ante Dios y sus camaradas. Hay que recordar que, que os guste. También hay otros libros que pueden ayudar.

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I1)
Si es posible, animad al grupo a que sea ecuménico. Si no lo Los dos grupos piloto originales (ecuménicos) siguen todavía
habéis descubierto ya, veréis que cuando se comienza a com- reuniéndose con regularidad en Staffordshire para compartir su
partir juntos el alcance más hondo del corazón, las divisiones camino y también para ayudar a otros. Los patchworkcrs de Stro-
confesionales caen por sí mismas, sin que ello suponga menos- ke-on-Tent y el grupo de Landmarks en Keele se unen a mis ora-
cabo o compromiso de la riqueza y variedad genuina de las dife- ciones pidiendo toda clase de bendiciones para vuestro trayecto
rentes tradiciones. La verdad une, y éste es un viaje hacia la ver- espiritual.
dad. Descubriréis esto más plenamente si vuestro grupo no es
confesional y está abierto a gente que no pertenece a ninguna
iglesia o tradición establecida.

¿Cuántos miembros constituyen un grupo? Bueno, donde dos


o tres están reunidos hay un grupo, y Dios está en medio de ellos.
Por otra parte, si encontráis que el número pasa de veinte, sería
prudente dividirlo en dos o más grupos pequeños. Como el com-
partir algo tan íntimo como la fe es central en estas reuniones, un
máximo de unos seis miembros parece lo más apropiado.
¿Dónde reunirse? Procurad encontrar un lugar apropiado y
agradable. A menudo, cuando el número lo permita, es bueno jun-
tarse en las casas de los diferentes miembros del grupo. Los salo-
nes parroquiales y aulas de colegios no suelen resultar adecuados
y tienden a estar cargados de vestigios confesionales o traen malos
recuerdos. En Stroke-on-Trent hemos tenido la suerte de gozar de
la hospitalidad de la comunidad de franciscanos para uno de los
grupos. El otro grupo se reunía en casas de sus miembros. Casi se-
guro que si existe una comunidad religiosa local os recibirá con
gusto.

Finalmente, en el lado práctico, tratad de que los costes sean


mínimos. Este compartir en fe y caminar en el espíritu es precisa-
mente para hacer asequible la experiencia a todos aquéllos que no
pueden permitirse el tiempo, o el dinero, o la libertad de circuns-
tancias para hacer unos Ejercicios formales. Se os ha ciado de balde,
dad tan gratis como sea posible. Días tranquilos de silencio, o sim-
plemente horas, pueden tenerse en las casas sin más gastos que un
café o una taza de té. Animadles a que traigan su aportación a una
comida o cena en común, y os sorprenderá comprobar qué menú
tan rico resulta: ¡mucho mejor que si cada uno trae sus propios bo-
cadillos! Si usáis de locales ajenos o invitáis a algún experto, pedid
sencillamente una pequeña contribución para tener un gesto con los
dueños del sitio o para pagar los gastos de viaje del invitado.

20 21
Os presento al guía

Cuando escribía este libro, trabajaba profesionalmente en


programas informáticos. ¿Cómo casa eso con las intuiciones de un
hombre que nació hace 500 años en un valle vasco, escondido en
el norte de España? ¿Pueden serme útiles para relacionarme con
Dios hoy, en el siglo veintiuno? A veces me imagino los sobresal-
tos de mi PC, su choque cultural al querer procesar y compaginar
mis pensamientos sobre los problemas del tercer milenio y la bús-
queda de mis deseos más profundos y espirituales.
Este encuentro de dos mundos, aparentemente tan alejados y
dispares, es, en sí mismo, una indicación de algunos de los tesoros
que poseemos hoy día gracias al legado de Ignacio de Loyola y la
Compañía de jesús, que él fundó. Si podemos imaginárnoslo hojean-
do este libro o sentado con nosotros mientras exploramos juntos
estas cuestiones, casi seguro que se nos presentaría sonriendo y
musitando algo sobre «encontrar a Dios en tocias las cosas». Vería
normal, y saludable, el que tratemos de ahondar en nuestra rela-
ción con Dios en medio de la vida que estamos viviendo -metidos
hasta las cejas en el trabajo... o en la falta de trabajo, en hipotecas,
hijos, desorden y prisas. Le encantaría constatar que casi todos so-
mos laicos, como lo era él mismo cuando realizó este viaje. Esta-
ría de acuerdo con que nos juntemos gente perteneciente a dife-
rentes tradiciones eclesiales o a ninguna. Y sería más que tolerante
con nuestro variopinto pasado, recordando los excesos de su disi-
pada juventud. Y, sobre todo, reconocería el amor de Dios que ar-
de dentro de cada uno de nosotros y que, como un faro, nos guía

23
siempre adelante para profundizar nuestra relación con Él, porque
la viuda de don Juan, Iñigo tiene que comenzar una nueva etapa
es reflejo de la experiencia de su propio corazón y de la fuente de
en su vida. Lo hará como «gentilhombre» en la casa del duque de
su energía prodigiosa.
Nájera. Se adiestra en el ejercicio de las armas y aprende a sofocar
¿Quién es, pues, ese hombre cuya vida y descubrimientos si- rebeliones. Cuatro años más tarde, cuando ya ha cumplido los
guen influyendo todavía hoy, con tanto fruto, en nuestro recorrido? treinta, debe acudir a Pamplona con el duque, que es virrey de Na-
Antes de que comencemos la caminata, vamos a permitirnos una varra, a defender la ciudadela contra una invasión francesa.
escapada en el tiempo y el espacio que nos lleve a aquella época
Toda defensa sería en vano, pues la derrota era segura, pero
en que Europa vivía un revuelo de profundos cambios culturales,
Iñigo era obstinado y rehusó terminantemente rendirse. El precio
muy semejante al que vivimos hoy.
de su terquedad fue una bala de cañón que destrozó su pierna y
Una edad nueva que no sólo va a seguir revolucionando los rompió su rodilla derecha. Sus contados días como soldado aca-
ordenadores, sino que parece estar anunciando la aurora de una baron en una camilla, en la que lo trasladaban a través de monta-
conciencia renovada en la gente (se llamen a sí mismos «creyen- ñas a su casa familiar de Loyola, muy enfermo y humillado.
tes» o no) de que necesitamos algo más que un buen salario para
Parecía el final del camino. Y, probablemente, la mayoría de
conseguir un cierto grado de confort y seguridad en las arenas mo-
nosotros podría identificarse con aquel sentimiento de vacío, de
vedizas de nuestra vida.
futilidad de nuestros sueños e ilusiones, desvalidos ante el dolor e
íñigo López de Loyola, como se llamó en los primeros años inmovilidad, en el cuerpo o en la mente. Podemos, sin duda, ima-
de su vida, dio sus primeros pasos en este mundo cuando Occi- ginar lo que sentiría ese hombre todavía joven, en lo mejor de su
dente estaba saliendo, dolorosa y violentamente, de la Edad Me- vida, yaciendo como un inválido impotente, torturado por el dolor,
dia. Los hechos escuetos de su existencia pueden resumirse en sin más compañía que sus frustrados sueños. Y eso fue todo lo que
unas pocas frases; pero su contenido iba a ser infinitamente más pudo hacer: dar rienda suelta a su imaginación y a sus sueños.
trascendental y de mucho más alcance. Había pedido algo de leer para pasar el rato, alguna de aque-
El más pequeño de una familia de trece hijos, nació en 1491, llas novelas de caballería tan románticas, pero todo lo que se en-
en Loyola, en el corazón del País Vasco. Cuando cumplió los ca- contró en la casa-torre natal fueron dos únicos libros: Vida de Cris-
torce años fue enviado a educarse como cortesano del rey de Es- to y Vidas de los Santos. Quizás podemos identificarnos con este
paña y se imbuyó de los ideales caballerescos y la fidelidad a su enfermo hundido y triste, en el tiempo de su larga convalecencia,
soberano. A medida que crecía, crecía también su interés por las repartido entre la lectura y el soñar despierto: lamentando que su
mujeres, soñaba en su imaginación con damas inalcanzables y se herida le hubiera robado de golpe su futuro como soldado y su
dejaba seducir por las más cercanas de carne y hueso. Lo último atractivo para con las mujeres.
que se le pasaba por la cabeza en aquellos años era convertirse en ¡Soñaba despierto! Parece irónico que este hombre con unas
un «hombre de Dios» o prestar atención a los movimientos inter- dotes militares y un potencial de mando tan notables haya llegado
nos y las inspiraciones divinas. hasta nosotros como un soñador. Pero sus ensueños guardaban un
La historia de su vida dio un giro cuando lenía veintiséis años. poderoso secreto. Le iban a permitir conocer el don del discerni-
El favor que su mecenas, don Juan Velázquez, había gozado en la miento. ¿Y cómo llegó Iñigo a descubrir por sí solo esa llave que
corte real acabó súbitamente con la muerle del rey. Iñigo quedó había de abrir una mina de oro en su espiritualidad? Bueno, a me-
dida que pasaban los días, amarrado a la inmovilidad, se dio a dos
sin valedor y tuvo que aprender por experiencia propia qué fácil-
clases de sueños. Continuaban las antiguas fantasías de las batallas
mente y con qué rapidez se desvanece el poder de las riquezas y
que él capitanearía, las glorias militares que conseguiría, las no-
las influencias. Con quinientos escudos y dos caballos, regalo de
bles damas que galantearía y conquistaría. Pero eran sueños de lo

24
25
que podría haber sido y, aunque le levantaban el espíritu por un
Iba implicándose más y más en las historias que inspiraban
momento mientras gozaba con estos espejismos, a la larga lo de-
este nuevo modo de soñar despierto y que le proporcionaban una
jaban vacío y entristecido.
inédita manera de ejercitar su fantasía. Comenzó a involucrarse en
Por otra parte, estimulado por los dos libros que le había dado la trama, imaginándose presente en las escenas y tomando parte
su cuñada, comenzó a soñar en el Rey cuyo servicio era más desea- en los sucesos, acciones y conversaciones de las historias evangé-
ble y glorioso que el del rey de España, a preguntarse cómo podría licas. Era para él el comienzo de una aventura en la oración ima-
alistarse en el ejército de este Cristo Rey, a proponerse llegar a ser ginativa, que llegaría a ser un poderoso catalizador para el creci-
más santo que los mismos santos... Todo un nuevo mundo que des- miento de su relación personal con Dios, un método de oración
cubrir y por el que quizá merecería la pena gastar la vida entera. lan válido hoy para nosotros como lo fue para él.

Eran también sueños, pero él comenzó a notar una diferencia En su lecho de enfermo, Iñigo experimentó, pues, un profun-
importante en sus secuelas. Éstos lo vigorizaban y le dejaban entu- do cambio. Gradualmente, con recaídas, volvió a la vida normal
siasmado y enardecido. Y no se trataba de lo que podría haber sido, aunque cojeando. Pero no a aquella vida que hasta entonces había
sino de algo que yacía oculto en las profundidades de su propio co- llevado y que la bala de cañón había roto en pedazos. Ahora era
razón, como una semilla que había germinado misteriosamente y un peregrino de Dios y estaba dispuesto a ofrecerle todos sus pro-
que pujaba por romper la superficie de su vida, por brotar a través pósitos de comportamiento caballeresco, valentía y tenacidad. El
de la tierra y el estiércol del dolor y el desengaño. Eran sueños que próximo paso era decírselo a su familia... y, como para tantos otros
que han recorrido ese camino (incluyendo, sin duda, a muchos de
no se esfumaban.
los que están leyendo este libro), eso no fue nada fácil. Su herma-
El don del discernimiento le llegó a Iñigo al percatarse de la di- no le presionaba para que pusiera sus cualidades y talentos al ser-
ferencia entre ensueños mundanos y sueños divinos (por llamarlos vicio del honor de los Loyola y contribuir a mantener y acrecentar
de algún modo). Así es como descubrió lo que podríamos llamar la el patrimonio familiar. Iñigo tuvo que rechazarlo con diplomacia.
«brújula interior», capaz de revelarle qué desarrollos, qué evolucio- Y partió... sin que ni él mismo ni sus familiares supieran bien
nes y movimientos en su corazón lo conducían hacia el norte vital adonde se encaminaba ni adonde iría a parar.
de plenitud, y cuáles lo Nevaban a satisfacciones pasajeras y efíme-
Iñigo, el aristócrata noble, el cortesano, el soldado, el intrépido
ras que lo dejaban vacío. Tendido en aquel lecho de inmovilidad for-
defensor de Pamplona, se ha convertido en un simple peregrino.
zada y de soledad, aprendió cómo sopesar sus estados de ánimo, sus
sentimientos y reacciones, y cotejarlos y orientarlos con esa brújula La primera gran etapa de su peregrinar-en busca de aquel «no
invisible pero infalible. En el silencio interior, pudo escuchar con sé qué» que le apremiaba a seguir hacia delante- lo llevó hasta la
claridad nueva una invitación, que venía de dentro de él mismo, a abadía de Montserrat, colgada y resguardada entre peñas cortadas a
alistarse en el servicio de Dios, su nueva aventura. sierra, desde donde se divisa la llanura de Manresa. Allí quiso hacer
una confesión general de los pecados de toda su vida pasada para
comenzar de nuevo. El prepararla le llevó tres días, al cabo de los
cuales recibió la absolución de uno de los monjes. Cambió sus ro-
pas de noble por el simple sayal de un pobre peregrino, y pasó toda
la noche en vigilia y oración. Donó sus ropajes a un mendigo y su
muía al convento, y dejó su espada como exvoto y ofrenda ante el
altar, signo y señal de que dejaba atrás su vida de servidumbre a los
valores del mundo para entregarse al servicio de Dios.
Sueños vanos
Sueños divinos A medida que bajaba de la montaña de Montserrat hacia la
planicie, la mente del nuevo peregrino iría, sin duda, rememorando

26
27
los recuerdos de su conversión, la confesión, la vigilia y los conse- rasgado de vez en cuando por resplandores de inspiración divina y
jos que los monjes le habían dado sobre la vida de oración. Aplica- entrega apasionada a Dios, pero también una época de gran creci-
ría a todas estas nuevas experiencias los modos de discernimiento miento y maduración espirituales, rasgada por lóbregos rayos de
que había descubierto en Loyola. Necesitaba tiempo y paz para di- duda y desconfianza. Cualquiera de las dos formas de expresarlo
gerir y asimilar cuanto había hecho... y todo lo que Dios le iba en- se corresponde sin duda con momentos semejantes en nuestra pro-
señando a cada nuevo paso, y tomar tal vez algunos apuntes y no- pia experiencia: instantes cargados de conflictividad y lucha, pero
tas con sus reflexiones. Y así, en lugar de dirigirse directamente a también iluminados y radiantes gracias al calor de nuestros dese-
Barcelona, como había planeado, se quedó en Manresa «donde de- os, reflejo de llama que arde en nuestro corazón.
terminaba estar algunos días»1, que se extendieron hasta once me-
ses. En Manresa se fue fraguando la siguiente etapa de su vida. El resultado de Manresa fue un hombre que libremente se ha-
bía ligado al servicio alegre de un rey llamado Cristo, y que se ha-
Resuelto a ser fiel a todo lo que había prometido a Dios en bía abierto de tal manera al Espíritu Santo que recibió el don de in-
Montserrat, el orgulloso y voluntarioso íñigo se puso a mendigar terpretar su propia experiencia personal de un modo con valor y
para obtener su sustento diario. Hubo de aguantar las burlas de los significado universal. Esa experiencia y la sabiduría que produjo
rapazuelos callejeros que, probablemente, iban mejor vestidos y quedaron reflejadas y recopiladas en un pequeño libro sin preten-
atendidos que él. Viviendo allí abajo en la llanura, los altos sueños siones llamado los Ejercicios Espirituales. El cuadernillo de Iñigo,
de las montañas tuvieron que contrastarse con el calor y polvo de lleno sólo con sus propias experiencias, llegaría a ser una guía uni-
la realidad cotidiana. Se trataba a sí mismo con dureza y austeri- versal. Guía para llegar a hacerse cada vez más sensibles a la ac-
dad pero, no olvidando la agonía de su larga enfermedad en Lo- ción de Dios en nuestra vida, para descubrir y ser fieles a los de-
yola, se dedicó a servir y ayudar a los enfermos de los hospitales seos más profundos que habitan dentro de nosotros, para tomar
de Manresa. Se entregó a la plegaria, hasta que la oración se con- decisiones que sean fruto a la vez de la presencia de Dios en la vi-
virtió en parte de cada momento del día. da y de la libertad más interior de la persona, para comprometer-
nos del todo con Jesús, el Dios-hecho-hombre, y vivir con El el es-
Encontró una cueva cerca del río Cardoner, que fue su «casa píritu de los evangelios.
en el desierto». Esa gruta iba a ser el lugar donde su amor y cono-
cimiento de Dios llegarían a profundidades que ni él mismo hu-
biera nunca imaginado, donde tuvo inspiraciones que conservan
hoy todo su frescor y validez, y donde -algo muy importante para
nosotros- plasmó por escrito el desarrollo de su conversión, ora-
ción y reflexiones.
Quizás era inevitable que, dado lo que se estaba gestando en
su corazón, íñigo fuera víctima de conmociones negativas, o de
«falsos espíritus» como él los llamaría más tarde. Padeció durante
una larga temporada de continuos escrúpulos y sentimientos de
culpabilidad, y se recriminaba sus pecados pasados, reales o ima-
ginarios. Experimentó las más negras profundidades de la desespe-
ración y llegó a casi quitarse la vida. Fue un período de tinieblas,

1
El relato del peregrino. Autobiografía de Ignacio de loyola. Mensajero, Bil-
bao, n. 1 8, p. 23.

28 29
Sería bonito decir que Iñigo avanzó a pasos agigantados en la Nos separan más de 450 años de aquel suceso que pasó inad-
vida espiritual... pero, naturalmente, no fue así. Todos sabemos muy vertido en las afueras de París. Entre las muchas riquezas que nos
bien que las cosas en la vida no son tan fáciles. Su gran sueño de ha legado aquel pequeño grupo, podríamos fijarnos, sobre todo,
servir a Dios en Tierra Santa se rompió en añicos por la prohibición en aquel «considerarse amigos». Para ellos no había diferencia en-
de las autoridades religiosas. Sus viajes estuvieron entorpecidos por tre la seriedad de su compromiso con Dios y la sencilla pero rebo-
la mala salud y los naufragios. Sus intentos de ayudar a otros com- sante alegría de un día en el campo almorzando juntos. Todo ello
partiendo sus Ejercicios en «conversaciones espirituales» chocaron les hacía más humanos: la búsqueda y la ilusión, los fallos y caí-
con la oposición de la Iglesia (que lo puso en manos de la Inquisi- das, el descanso y la diversión, el fracaso... y hasta una comida
ción) y de las autoridades públicas, que, entre otras cosas, le ame- campestre.
nazaron con azotes. Injusticias, humillaciones y traiciones se aso-
Del mismo modo que mi ordenador acepta alegremente to-
ciaron a él como compañeros de camino, pero traían oculto un
do lo que le llega, añejas espiritualidades o problemas de nota-
regalo: a través de ellas Iñigo sintió con claridad y fuerza que su de-
ción binaria, nuestro trayecto interior incorpora todo lo nuestro,
seo de vivir con Cristo era más fuerte que sus ganas de eludir las in-
todo lo que somos y tal como somos, sin separaciones arbitra-
dignidades y deshonras que el mundo y la Iglesia le prodigaban.
rias entre «trabajo» y «oración», entre «secular» y «espiritual»,
Mezclada con todo esto, aparece una palabra que sería clave entre Dios y «la vida real». La espiritualidad ignaciana trata, so-
en la vida y espiritualidad de Iñigo: «compañero». Ya en Manresa, bre todo, de encontrar a Dios en nuestra experiencia de cada
Iñigo había comenzado a compartir su experiencia con algunas día y de dejar que Él la transforme por medio de su Espíritu. Esa
personas cercanas que mostraban interés por sus Ejercicios. Sus novedad será una bendición para nosotros y para toda la familia
apuntes le servían de guía para ayudarles. Y así sigue ocurriendo humana.
hoy: los Ejercicios sirven de guía al director, o instructor, o acom-
Los descubrimientos de este libro, como los del mismo Ig-
pañante espiritual, en su labor de ayudar a otra persona a descu-
nacio, fueron inicialmente una respuesta a grupos de amigos que
brir, en la oración y la reflexión, el paso de Dios por su vida.
querían reunirse a compartir su búsqueda de Dios. Y como los
Son un instrumento que ayuda a otros a «descubrir por sí mis- suyos, son fruto de experiencias personales, algunas felices, otras
mos» cómo Dios se dirige a ellos, les llama, y a qué se sienten lla- dolorosas, pero todas ¡vividas! Las ofrezco aquí, como lo hizo el
mados por Él. propio Ignacio, con la esperanza de que sirvan de jalones e indi-
cadores de dirección en el terreno misterioso y, a veces, arries-
Cuando íñigo residió en París como estudiante, tratando de
gado de nuestro corazón durante ese viaje interior hacia la perla
conseguir, a edad ya tardía, los requisilos que acabarían con las
de gran valor que se esconde a la vez en el centro más profundo
objeciones de la Iglesia contra su costumbre de conversar con la
de nuestro ser, mucho más allá de ¡o que se figura nuestra imagi-
gente de temas espirituales, desarrolló y perfeccionó el ministerio
nación más delirante.
de acompañar a quienes estaban deseosos de estrechar su relación
con Dios. Se ordenó sacerdote en 1536, cuando ya tenía cuarenta Los hitos, mojones y señales nos ayudan a no perder el cami-
y cinco años, y adoptó el nombre de Ignacio. Pero para 1534, to- no, pues nos muestran un punto que reconocemos. Al descubrir
davía en París, ya había reunido un grupo de siete seguidores (en- un accidente de un terreno que conocemos -algo distintivo- que-
tre ellos Francisco Javier y Pedro Fabro), cuya amistad iría forjando da localizada nuestra posición: «Ya sé dónde estoy, reconozco esa
la futura Compañía de Jesús. El 15 de agosto de aquel año com- marca; o sea que debo ir para allá». Nos dan la tranquilidad de sa-
partieron la Eucaristía, hicieron votos en los que se comprometían ber que no nos hemos perdido. Nos ayudan a orientarnos y tomar
a algo que podría vaticinarse como una futura orden religiosa, y lo la dirección correcta para la próxima etapa del camino. Cuando
celebraron... ¡con una merienda en el campo! estamos en terreno desconocido (y la vida, para todos nosotros, es

30 31
terreno desconocido), hitos, señales y pistas nos ayudan a situar- hacia el tesoro fabuloso que se esconde tras las pistas y señales.
nos y nos animan a seguir adelante. Algo que está fuera de noso- No las encontraréis hasta que os pongáis en marcha aun a riesgo
tros -algo que todos pueden ver y reconocer (aunque lo vean des- de perderos. Seguid andando pase lo que pase y pese a quien pe-
de diferente perspectiva y le den distinto nombre)- nos dice se con toda la urgencia sin prisa del momento...
exactamente dónde nos hallamos. Nos sitúa, como individuos ais- Estas pistas y claves de las que hablamos no son los «pilares
lados, dentro del amplio panorama. de la Iglesia», pero le son muy necesarias a la gente del Pueblo de
Los mapas o guías de turismo también podrían sernos de Dios que camina y quiere seguir andando.
utilidad, podría sugerir alguno. Cuando tratamos de nuestro via-
je espiritual, no faltan mapas y manuales, desde los de tipo cre-
do o catecismo que advierten «¡sigue este camino, de lo contra-
rio..!», a los que prometen «cincuenta maneras de ascender por
la escalera de la perfección». Todos tienen en común que pue-
den ser leídos sentados en una poltrona, todos enseñan a nadar
sin que te mojes. Las señales en el camino no son eso. No sirven
de nada hasta que no te pones en marcha. Son efectivas sola-
mente para enlazar el lugar donde te hallas con un punto de re-
ferencia y orientación.
Recuerdo cómo me reí una vez con la pintoresca descrip-
ción que hace de un paseo el ya fallecido A. Wainwright en una
de sus guías para recorridos por la montaña: «Toma la senda de
la izquierda cuando llegues al tercer espino blanco», era una de
sus fantásticas orientaciones. Este inverosímil destello de sabidu-
ría práctica ridiculizaba los mapas tan intrincados que ¡lustraban
el libro. Había que andar hasta descubrir aquel tercer espino
blanco. Era como una pista en la búsqueda del tesoro, y exigía
no sólo encaminarse hasta allí, sino hacerlo pronto, ahora mis-
mo, antes de que la situación de los espinos cambiara y no pu-
diera ser reconocida. Era una información extraída de sus cami-
natas por aquel camino y que, gustosa y jocosamente, quería
compartir con sus lectores y camaradas andariegos. El entusias-
mo de su descubrimiento resultaba contagioso e invitaba a hacer
otro tanto. Sonaba a la vez a consejo personal y universal, a pa-
radoja: una observación en un instante determinado que se pre-
tendía válida para siempre.

Las marcas del camino presentadas en este libro me gustaría


que fueran del estilo del tercer espino de Wainwright. Sin duda, ya
las conocéis aunque no les dais el nombre con que yo las identifi-
caré. Espero que os ayuden a hallar el camino, el vuestro propio,

32 33
1
¿Dónde estoy? ¿Cómo estoy?
¿Quién soy?

Antes de que comencemos a explorar de qué modo puede ayu-


darnos la espiritualidad ignaciana en nuestro viaje, debemos echar
una mirada a nuestro «paisaje» interior, para determinar nuestras co-
ordenadas y ver dónde nos encontramos en la actualidad. Esa es la fi-
nalidad de este primer capítulo, y para ayudar en ese ejercicio de ubi-
cación he usado el dibujo de los tres círculos concéntricos:

35
Comenzaremos nuestro viaje por el perímetro exterior. Es lo
que he llamado el círculo del dónde. Representa todas esas cosas güenza, pero también con la gloria. Me voy acercando al Dios que
que no puedo cambiar en mi vida: mi familia, mi constitución mora en mi corazón y ese encuentro me plantea cuestiones que no
genética, el lugar y cultura en que nací, mi educación y forma- puedo prever. Ese es el poder de la oración. Ese, el riesgo de un
ción, todos los sucesos que componen mi historia, mis cualida- viaje interior.
des naturales y mis deficiencias congénitas, mi salud y mis dis-
capacidades. Todas esas cosas forman lo que me ha sido dado en
la vida. Son los hechos de mi existencia. Es, simplemente, donde
Germina la semilla de Dios
me encuentro.
No sólo no puedo hacer nada por cambiarlo, sino que es ca- Os habréis dado cuenta de que, en el grabado anterior, había
si lo único de lo que soy consciente, lo que acapara casi todas mis hojas y flores que brotan y emergen de los círculos. No las he aña-
energías. Me guste o no, la mayor parte de mi tiempo consciente lo dido por motivos decorativos. Mi experiencia me dice que cuando
vivo ahí, en el borde exterior de mí mismo.
hago ese viaje hacia dentro, o mejor dicho, cuando permito a Dios
Nos introducimos ahora en el segundo círculo. Lo llamo el que entre en mi centro - l o que comúnmente llamamos el «cora-
cómo, porque es el área de mi vida sobre la que puedo ejercer zón»- algo muy vital y creativo ocurre: germina la semilla de Dios,
cierto control y decisión. En esta área también me ocurren cosas, si se me permite usar esta expresión.
pero puedo elegir cómo responder a ellas. Puedo aceptar o recha-
zar, darme por vencido o pelear, dejarme llevar por la corriente o
resistirme a ella. Puedo establecer relaciones humanas y tomar ini-
ciativas personales. Cada minuto que vivo cambia el calidoscopio
de sucesos que me bombardean y cada decisión que tomo me
conduce, sutil pero inexorablemente, a ser como soy. Las opciones
asumidas crean hábitos y los hábitos, un determinado talante. Y es-
te proceso va más allá de mis propios límites: mis elecciones, mis
hábitos, mi talante van cambiando, sutil pero inexorablemente, el
cómo de todo ser humano. Cuando elijo la verdad, el mundo se
hace más verdadero. Cuando traiciono mi propia integridad, que-
da socavada la integridad de todos.
Para mucha gente el viaje acaba aquí. Viven en un mundo
donde les suceden cosas y reaccionan ante lo que les sucede. Po-
cos se arriesgan a adentrarse, conscientemente, en el tercer círcu-
lo, el círculo del quién. Dios,
/ señor de la
creación,
Cuando entro en mi corazón, en el centro de mi ser, me acer- trascendente,
co mucho a la persona que realmente soy ante Dios. Es terreno pe- sin límites,
ligroso. A medida que voy vislumbrando quién soy -en toda su • más allá
délo
verdad y sin máscaras protectoras-, me percato de las discrepan- imaginable '
cias entre la persona que vive en el dónde y la que habita en el /
quién, la persona que Dios creó para ser yo. Me topo con la ver-

36
37
¿Qué es la «semilla de Dios» y qué hace que germine? La
Es una maravillosa e increíble vocación a la que está llamado
ilustración que sigue puede ayudar a explicar lo que quiero decir.
todo creyente. Podríamos aquí recordar la respuesta de María en la
En lenguaje cristiano, decimos que Dios es, a la vez, inmanente
Anunciación, y apropiarnos aquel momento en que Dios pregun-
(presente en nosotros, en nuestros corazones y en nuestra expe-
ta: «¿Quieres darme a luz en tu propia vida?». Y nuestra respuesta:
riencia humana, individual y colectiva) y trascendente (más allá de
«Hágase en mí según tu voluntad».
nuestra experiencia o imaginación, el totalmente «otro», diferente,
sin límites y sin comparación posible con nosotros).
La semilla ele Dioses nada menos que el Dios inmanente, en-
La oración como «sábado»
cerrado en mi corazón, que espera... a germinar, a un acto de re-
surrección. ¿Cómo germina? Hay mil maneras y nunca podemos
saber cómo va a actuar Dios. Es posible hacerse una idea recor- Supongamos que aquella semilla ha germinado. ¿Cómo pode-
dando momentos en los que parece que estamos en contacto con mos convertir el sueño de Dios en realidad? Consciente y delibera-
algo, mejor, con alguien, fuera de nosotros, algo así como una tan- damente, por medio de la oración, que nos lleva al centro del quién.
gente que toca el círculo exterior de nuestra vida. En esos instan- En la oración dejamos que Él nutra nuestra «semilla de Dios» y, al
tes, percibimos que está ocurriendo algo diferente al curso normal mismo tiempo, también quedamos nutridos y alimentados.
de nuestra vida ordinaria, aunque no separado de él. Nos sentimos
La palabra sabbath (sábado) tenía un significado muy profun-
«tocados por Dios».
do para los judíos. Para ellos, no era una pausa para relajarse y
Puede suceder de mil maneras: en un momento de comu- descansar, y así poder volver al trabajo duro de los días laborales
nión intensa con la naturaleza, en medio de una relación perso- de la semana. El sabbath no estaba en función de los restantes días
nal, al experimentar una inteligencia de nuestra situación vital de la semana. Al contrario, éstos estaban en función de aquél. El
por encima de nuestras posibilidades, o quizás una clarividencia sabbath no era una ruptura con la trama y la pauta normales de la
repentina que nos muestra el camino a seguir en una situación vida diaria, sino su sentido total.
particular.
De la misma manera, la oración no es sólo un medio o instru-
Cuando esto sucede, podemos decir que Dios no sólo nos ha mento para sostenernos en nuestro itinerario espiritual (que también)
tocado o rozado sino que, de algún modo, «echa raíces» en nues- sino que es su realidad más auténtica. No es un entreacto tranquilo
tra vida y en nuestra experiencia. Aquel «contacto» de Vida, si se y pacífico en nuestro atareado día, sino la esencia verdadera de
lo permitimos, penetra más y más profundamente en nuestro inte- nuestro ser. Cuando oramos, somos más realmente que nunca quie-
rior hasta su centro. Allí el Dios trascendente que nos «tocó» se nes somos y, por eso, podemos decir que oramos siempre que vivi-
une con el Dios inmanente encerrado, como una semilla, en nues- mos la verdad que somos. En otros capítulos trataremos de cómo re-
tros corazones, y algo nuevo germina de esa unión. La ilustración conocer e intensificar ese «vivir la verdad que somos».
de la página 36 muestra los resultados. Esa flor (planta, arbusto, ár-
La ilustración de la página 38 equipara la oración al sábado.
bol) es la manifestación (o encarnación) única y personal de Dios
En un cierto sentido, podría decirse que la oración es tiempo ro-
que nosotros, y sólo nosotros, hemos de alumbrar. Si no la deja-
bado al transcurso lineal de la vida. Pero en otro, es nuestra más
mos nacer, no surgirá. Pero si la hacemos nacer, será la realización
completa de la unión de nuestro «gen» con Dios. Es lo que Dios profunda realidad. Cuando oramos, nos movemos hacia dentro,
sueña para nosotros. Es lo que Dios conoce desde siempre y desea hacia nuestro centro, hacia Dios. Luego volvemos de nuevo hacia
para nosotros, pues está ansiando llevarlo a su realización y com- fuera, otra vez a través de las capas de nuestro cómo, hasta nues-
pleción. tro dónde. Más abajo explicaremos este movimiento hacia el cen-
tro y de vuelta afuera otra vez.

38
39
Lo que ocurre en nuestro centro es un acto de transformación.
No quiere esto decir que salimos de la oración transfigurados, co- las relaciones personales, hasta ser capaces de la intimi-
mo Jesús en el monte. ¡No es tan espectacular! No hay ninguna ex- dad y confianza de un amor no posesivo.
plosión de radiación luminosa (que nos mataría), sino un cambio
sutil, suave, casi imperceptible, en nuestro modo de ser, que lleva En cada uno de esos contextos (y podéis pensar en otros), ha-
consigo el poder de curar y de cambiar que atraviesa las capas de bréis notado una capa exterior que puede ser comparada con la
nuestra experiencia y de nuestra vida, y puede empapar nuestro experiencia del dónde, una capa más profunda que corresponde a
dónde, nuestro entorno, con los valores del Reino. Y esto ocurre la respuesta del cómo, y un centro íntimo que es asequible sola-
cada vez que oramos, lo notemos o no. mente a nuestra realidad del quién.
Cuando nos abrimos a Dios en oración, le invitamos a entrar Ese ir ahondando, desde el dónde, a través del cómo, hasta el
en nuestro corazón. Trae consigo los dones del Espíritu que alivian quién, es el distintivo y enseña de toda oración personal y, quizás
y sanan nuestros problemas, dolores, pecados. Cuando ha con- todavía más, en la tradición ignaciana, que anima a comenzar por
cluido su trabajo transformador en nosotros, el Espíritu lleva a Dios encontrar a Dios en las cosas ordinarias y «externas» de nuestra
nuestras necesidades y deseos, y los deseos de todos aquéllos por experiencia para ir introduciéndonos en el sentido más hondo de
los que rezamos. No son fantasías ni presunciones. Es la promesa nuestra vida y crecimiento en El.
que Dios nos hizo por medio de su Hijo, y nuestra experiencia y
vivencias testifican su verdad y validez.
Antes de dejar los círculos (y recordemos que son solamente Las «semanas» del corazón
imágenes útiles para lograr captar un poco lo que significa ser una
persona creyente), podría ser provechoso mirar todo esto desde
otros ángulos, variaciones en el modo de entender lo que puede En los Ejercicios, Ignacio invita al viajero a seguir un itinerario
significar el «ahondar» nuestra percepción de las cosas transitando de oración que divide en cuatro «semanas». No se ajustan a nues-
desde el nivel exterior y superficial hasta el centro más profundo tro calendario de semanas de siete días. Son fases, etapas, por los
de nosotros mismos. que pasa el orante durante su recorrido, y, al acabar esos tramos de
los Ejercicios, uno cae en la cuenta de que está de nuevo al prin-
- Ahondar, por ejemplo, en el significado del «placer» y, cipio, que el final es el punto de arranque: al terminar la «cuarta
«dolor», pasando por la «felicidad» y la «desdicha», has-
semana», puede tenerse la sensación de que se quiere volver a co-
ta alcanzar la «alegría» y la «pena».
nectar con la oración de la «primera semana». Ésta es quizás una
- Ahondar en el modo de orar, desde la oración vocal o li- de las gracias ocultas en los Ejercicios, el descubrir la interdepen-
túrgica, pasando por la meditación personal, hasta la dencia y vinculación total de esas «semanas» entre sí y que, por
unión contemplativa con Dios.
tanto, sintonizamos con ellas mediante los movimientos y senti-
- Trascender los meros sentimientos pasajeros, y mediante mientos internos de nuestro corazón.
la fidelidad de la fe aceptar el hecho del amor de Dios que
nunca cambia. En nuestra relación con Dios no se progresa siguiendo un or-
- Pasar de ser alguien a quien le ocurren las cosas a otro den preciso, como quien sube escalones sucesivos y bien diferen-
que toma en sus manos la propia vida y liega, incluso, a ciados desde el estado de pecador caído hasta la cumbre de la re-
comprometerse con la suerte de los demás. surrección. La trama de la redención no está compuesta de líneas
- Dejar a un lado la obsesión por nuestros deseos y temores rectas, ni tan siquiera onduladas. Tampoco es un círculo, porque
inmediatos, aceptar responsabilidades en sociedad y en cada vez que volvemos a los «comienzos», la conexión es dife-
rente, y el círculo tiene un diseño nuevo y distinto.

40
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Esa trama, que resulta tan misteriosa cuando tratamos de ex-
plicarla con palabras, es en realidad tan sencilla y tan hermosa co- Esas cuatro capas, la atmósfera, el suelo, la roca y el fuego,
mo la tierra misma. pueden ser también imágenes de las cuatro «semanas» de los
Ejercicios:
En la superficie y por encima de ella, está la atmósfera con
el aire, el viento, las lluvias... Cambia constantemente. Cada cli-
ma tiene sus aspectos buenos y otros no tanto. A veces es extre-
moso y anárquico, otras veces es suave, moderado y ordenado.
Tan incierto e informal como nuestros estados de ánimo y nues-
tros sentimientos.
Luego está la capa del suelo, debajo de la atmósfera y muy in-
fluido por ella, pero más estable, que acoge en sí las semillas para
su germinación y crecimiento. Es nuestro corazón, donde Dios ha-
ce crecer su Reino.
Debajo del suelo, el lecho de roca. Cuando vamos ahondan-
do en la oración y en nuestra relación con Dios y los demás, o en
el misterio y significado de las cosas, nos encontramos por fin con
esa roca firme. Puede parecer la puerta blindada de una cámara
cerrada: sin salida, sin entrada. Está tan oscuro que no sabemos
con seguridad si estamos entrando (en la sala de un tesoro escon-
dido) o saliendo (de una cárcel). Tal vez ambas cosas. Dios es el le-
cho de roca, pero también está presente en la atmósfera y el suelo.
...la atmósfera, el suelo, la roca y el fuego, imágenes de las cuatro
La roca es el firme soporte con que nos sostiene, el sólido cimien-
«semanas» de los Ejercicios.
to sin el cual nos hundiríamos en arenas movedizas. Pero es tam-
bién la piedra que, cuando caemos sobre ella, nos rompe y nos
abre, como rompió y abrió a Dios mismo en la cruz.
Pero sabemos que debajo de la capa de roca hay un fuego
- Nuestra «atmósfera», nuestros estados de ánimo y nues-
que está siempre ardiendo porque, de vez en cuando, se abre a
tros sentimientos, nuestra dependencia de Dios, nuestra
nuestra visión interior de modo aterrador -como cuando Jesús gri-
transitoriedad, nuestra inestabilidad, nuestra naturaleza
tó: «Todo se ha cumplido»-, o a modo de horrible terremoto inter-
fragmentada, tan pronto lluvia como sol, tormenta o glo-
no, o en silenciosos y secretos dardos ardientes de luz que, en oca-
ria. Insustancial en sí misma, pero afectada por los movi-
siones, fulguran en nuestra oración o nuestros sueños. Es como si
mientos de nuestro corazón, y afectando a cualquier otra
fuera la fuente de nuestra pasión y energía. Lo mismo que el clima
criatura sobre la tierra: la ruptura, el abismo del pecado
de la superficie, que también puede ser terrible y caótico, o crea-
cubierto de lado a lado por el arco iris de un amor incon-
dor y dador de vida. Unas veces lo tememos, porque se parece a
dicional... Es la Primera Semana.
las llamas infernales; otras, lo anhelamos, porque parece irradiar la
presencia eterna de Dios y la luminosidad del cielo. Ese fuego lla- - Viene luego el suelo del crecimiento, del aprender, de la
mea y lame nuestro corazón, y o bien reprocha y consume, o bien escucha... sentados a los pies del Señor, bebiendo de su
nos transfigura y cambia nuestra visión del mundo. bondad, compartiendo su ministerio temporal sobre la tie-
rra, echando raíces, esforzándonos por brotar y salir a la

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luz (conforme a nuestros deseos más hondos), podados y Una segunda posibilidad es moverse no lateralmente, sino ha-
nutridos... hasta llegar, en él, a convertirnos en lo que so- cia dentro, hasta el círculo del quién, llevando con nosotros todo
mos en verdad... Es la Segunda Semana. el dolor de nuestra falta de libertad, «sumergiéndonos y dejándo-
- Luego, la roca, la piedra que nos hace añicos y nos astilla, nos empapar en Dios» (como D.H. Lawrence lo describe). Enton-
que nos rompe y abre del todo en el trayecto al Calvario, ces podemos volver al mismo lugar de nuestro dónde, pero trans-
con el Señor... Es la Tercera Semana. formados (aunque sólo sea ligeramente). El resultado es que esa
parte de nuestro dónde se ha vuelto un poco más libre.
- Y por fin, el terremoto del «¡todo está cumplido!». La tie-
rra se rasga y su corazón de fuego salta libre para consu-
La libertad se consigue...
mir y destruir o para reavivar y llenar de energía. Destru-
ye todo lo que no es Verdad, y hace pasar de la verdad a ...no mudándose
la Vida. El fuego del Espíritu que abre el recinto sellado de de un sitio a otro
en el círculo
la tumba... Es la Cuarta Semana. del dónde...

Y por último, otra vez el comienzo. Esa explosión de energía


y resurrección en el corazón de las cosas cambia la atmósfera ex-
terior para siempre, y el nuevo clima afecta al suelo, y las raíces de
nuestra semilla divina llegan a la roca del amor de Dios, y el ciclo
continúa, pero de diferente manera, siempre de manera única. Y
cuando todos los ciclos se cumplen, el Reino ha llegado a su ple-
nitud en nosotros: eso es el Reino.

La búsqueda de la libertad

Antes de terminar, una palabra sobre la libertad. En un capítulo


posterior examinaremos con más profundidad qué significa la expre-
sión «libertad interior». Pero, antes de dejar el esquema de los círcu-
los, merece la pena caer en la cuenta de lo que expresa la palabra «li- ...sino adentrándose
bertad» en lo que atañe a nuestro viaje al centro del quién. en el centro del quién,
en la presencia de Dios,
La tentación está en creer que la «libertad» se alcanza cam- sumergiéndonos
biando de sitio dentro del círculo del dónde, como muestra la ilus- en El, para volver,
transformados,
tración. Hay personas que creen que serían libres (y, en conse- a nuestro dónde
cuencia, felices y contentas del todo) si no estuvieran en este lugar y hacerlo un poco
(en esta situación, en esta relación, en este empleo...) y que, por más libre.
tanto, conseguirían su libertad con sólo cambiar de sitio. Lo que
ocurre, en tal caso, es que se trueca una falta de libertad por otra.
Trasladamos nuestra «planta de Dios» a otro lugar esperando que
florezca mejor allí.

44 45
Esto no excluye que un c a m b i o de circunstancias pueda ser
t o d o . Pide a Dios que abra tu corazón para que puedas oír y e n -
necesario y b e n e f i c i o s o . Lo q u e q u i e r e d e c i r es q u e el c a m b i o
tender lo que Dios quiere revelarte a ti, personalmente, en esta es-
real y la transformación permanente ocurren en el quién y no en
cena. Sosegada y reposadamente deja que lo que te dice llegue sin
el dónde. Cambiar de lugar o situación puede liberarnos efe algo
obstáculos a tu c o n c i e n c i a y responde de la manera que te parez-
que e n c o n t r a m o s opresivo o destructivo, y a veces eso es una
ca más apropiada.
etapa necesaria en nuestro c a m i n o . Pero el o b j e t i v o más p r o f u n -
do de nuestra trasformación es liberarnos para algo, y ese «algo»
es la venida del Reino, nuestra resurrección personal y la de toda
la f a m i l i a h u m a n a .
H a c i e n d o uso de un papel y un lápiz, dibuja los círculos c o n -
céntricos y llénalos escribiendo lo que te parece que son tus cir-
cunstancias personales en el círculo del dónde, anota las cosas
Sugerencias para la oración y reflexión que no puedes cambiar y aclara lo que sientes sobre ellas.

Luego, de qué manera se va f o r m a n d o tu círculo del cómo a


El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea consecuencia de las decisiones que has ido t o m a n d o en la vida,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llama- recorre el día, o quizás la semana, y recuerda los m o m e n t o s en
do José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. que tuviste que decidir algo. ¿Cómo reaccionaste? ¿Has t o m a d o
Entró y le dijo:
decisiones o elegiste pensando sólo en ti o mirando a Dios? ¿Cómo
—¡Alégrate, favorecida de Dios! El Señor está contigo.
te sientes ahora al recordarlas?
Ella se turbó al oír estas palabras y se preguntaba qué podría sig-
nificar tal saludo, pero el ángel le dijo: Sin duda, querrás decirle a Dios lo que sientes ahora y lo que
—María, no temas; tienes el favor de Dios. Escucha. Concebirás te gustaría cambiar.
y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será gran-
de y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el tro-
no de su antepasado David, y reinará sobre la Casa de Jacob por
siempre y su reino no tendrá fin.
Trata de recordar cualquier suceso o relación personal en que
María dijo al ángel:
procuraste o quisiste conseguir «libertad» c a m b i á n d o t e a otro l u -
—¿Cómo sucederá todo eso, si todavía soy virgen?
gar del círculo del dónde. ¿Encontraste la libertad que buscabas?
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti —respondió el ángel— y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño se- ¿Te has encontrado recientemente en situaciones difíciles o te
rá santo y será llamado Hijo de Dios. Y sábete también que tu has sentido c o m o atrapado en ellas? ¿Cómo respondiste entonces?
pariente Isabel, a pesar de su edad tan avanzada, ha concebido ¿Reaccionarías ahora del mismo modo?
también un hijo, y está de seis meses la que era considerada es-
téril, porque no hay nada imposible para Dios. Presenta a Dios tus recuerdos, también tus remordimientos y
—Soy la esclava del Señor —dijo María—, que se cumpla en mí resquemores, y descúbrele sin miedos c ó m o te sientes.
lo que has dicho.
Y el ángel la dejó (Lucas 1, 26-38). Pídele con toda confianza que te sane y te conceda la libertad
que estás buscando.
Trata de representarte a ti m i s m o c o m o parte de esta escena.
Imagina en tu mente el entorno, las casas, los campos, el p u e b l o ,
el c l i m a , las vistas y los sonidos y los olores del sitio. Imagina la
Con la ayuda del primer grabado de este capítulo, reflexiona
llegada del ángel. O y e sus palabras. Considera c ó m o reaccionas a
sobre c ó m o te sueña Dios. Considera c ó m o la «semilla de Dios»,

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sembrada en ti, arraiga en el centro del quién, aunque florece y da
fruto en el dónele de tu vida. En tu imaginación, siéntete la flor, la
planta o el árbol que va creciendo. Llégate hasta las raíces y sien-
te cómo pujan por penetrar más y más adentro, hacia el agua del
fondo y hacia Dios. Siente la savia que sube por tu cuerpo, que
empuja para que te realices en plenitud.

¿Puedes recordar algunos momentos en los que te has sentido


«tocado por Dios» de manera que has notado cómo nacía o crecía 2
en ti la «semilla de Dios»? Trae esos recuerdos a tu oración y da
gracias a Dios por ellos.
Once yuntas de bueyes
Pídele que te muestre cómo, de verdad, se han realizado y se
están realizando sus sueños sobre ti.

En el Antiguo Testamento se narra cómo el profeta Elias lla-


mó a Eliseo a ser su sucesor (1 Reyes 19). La respuesta de éste pa-
rece ambigua: quiere seguir a Elias, pero también despedirse de
su familia. Finalmente, a pesar de su indecisión inicial, Eliseo da
el paso y acepta el manto de Elias -su invitación a ser profeta- y
lo sigue.
Un compañero de mi itinerario en la fe me sugirió ese pasaje
como foco espiritual para mi oración durante un retiro. Mirando
hacia atrás, no me cabe duda de que él esperaba que el Señor iba
a tocar mi corazón por medio de este pasaje, que me iba a invitar
a un seguimiento menos ambiguo de mi parte. En realidad, el pa-
saje me afectó, pero de un modo muy diferente, algo que nos sor-
prendió a los dos.
Mi atención se fijó en las once yuntas de bueyes que iban la-
brando el campo por delante de Eliseo, que araba con la duodéci-
ma, la última en la línea. Intuí que esa imagen había tocado algo
profundo en mí, más allá de todo pensamiento consciente, así que
decidí quedarme en eso y dejar que fuese mi oración aquel día.
Noté que me llenaba de una sensación de paz honda, como si hu-
biese topado allí con algo importante. Parecía hablarme de una
«llamada», y no solamente sobre mi propia respuesta a Dios, sino
sobre lo perenne de la respuesta humana a lo divino. Y más en
concreto, parecía ser una llamada a reconocer aquellas «yuntas de

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bueyes» que me proporcionaban orientación y fuerza para tirar del zas estén paseando contigo hoy m i s m o . Son personas que han
arado en el surco de mi vida: esos hombres y mujeres que eran pa- c o n t r i b u i d o a que tu surco sea hoy el que es; han c o l a b o r a d o en
ra mí faros en mi c a m i n o de fe. destripar los terrones o en darte la fuerza para tirar del arado. Te
han ayudado a guiar tu progreso.
Quizás os guste uniros a mí, de manera retrospectiva, en mi
oración... Y no sólo gente, sino t a m b i é n momentos importantes, suce-
sos, decisiones, experiencias que han ido delineando tu surco. Tra-
C o m e n z a d imaginándoos a vosotros mismos de pie, delante
ta de recordarlos. Piensa de qué manera te e m p u j a r o n hacia de-
de vuestra casa, bajo un cielo estrellado. Empapaos en la grande- lante, o quizás corrigieran tu d i r e c c i ó n .
za y magnificencia del espacio inmenso que se despliega por en-
cima de vosotros. Más allá de nuestro alcance. Fuera de toda me- Presta también atención al entorno, el paisaje que rodea tu
dida. Imagen de lo infinito. Absolutamente trascendente, más allá c a m p o , los lugares que han tenido importancia en tu vida. Si pre-
de t o d o . Y, sin embargo, v i n c u l a d o a nosotros de la misma mane- guntas a un labrador c ó m o sabe que está arando en línea recta, te
ra que estamos vinculados a cualquier otra cosa creada. dará este consejo: N o mires al surco, fija tus ojos delante, en algún
punto del horizonte - u n árbol, q u i z á - y no dejes de encaminarte ha-
Ahora fijaos en las constelaciones. En m e d i o de esa casi infi- cia él. Manten tus manos en el arado y tus ojos en aquel punto fijo.
n i t u d , de ese universo inabarcable, hay alguien que puede reco-
nocerte, que te ubica puntualmente en el lugar y m o m e n t o exac-
tos. Siente la e m o c i ó n de ser localizado en tu lugar único y preciso
en m e d i o de esa i n m e n s i d a d . Siente la embriaguez de tener un
hueco en el ¡limitado corazón de Dios.

Ahora escucha la palabra de la Escritura. Elias está llamando


a Elíseo a seguir una vida de profeta del Señor...
Fue Elias y encontró a Elíseo arando con una yunta de bueyes.
Había once yuntas por delante de él, y él labraba con la última.
Elias se quitó el manto y lo puso sobre Elíseo (1 Reyes 19, 19)
Las manos en el
Imagínate en un c a m p o . Estás labrándolo y tienes un surco arado...
por delante de t i . Estás trazando el surco de tu vida en el c a m p o
del m u n d o . Tienes las manos sobre el arado y los píes, llenos de
tierra, torpes. Q u i z á te sientes solo ante esa tarea gigantesca. Pero
mira hacía delante. ¿No ves los once tiros de bueyes que Elíseo te-
nía delante de sí? N o estás solo. Eres parte de una larga línea de v i -
da y de sentido. Pero no es una vulgar fila compuesta por bueyes ...los ojos en la
de tiro. Es tu trazo personal, labras tu surco. meta

¿Quiénes o qué cosas o sucesos o circunstancias están en tu


e q u i p o de arrastre;1 Piensa en la gente que ha significado m u c h o
para ti, que ha supuesto un antes y un después en tu vida. Algunos
pueden ser hasta los primeros discípulos ele Jesús o ciertos santos
que te han inspirado. Algunos pertenecerán a tu pasado. Otros q u i -

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Jesús es el punto fijo al que debemos mirar. Él está a la cabeza go nuevo comienza. «Aquí nace el río Tweed», rezaba el rótulo.
de cada una de las yuntas que mueven nuestra existencia. Le segui- Nunca había visto yo un anuncio semejante, probablemente por-
mos a él. Su vida y su energía de resucitado son las que nos dan la que es extraordinariamente difícil localizar el lugar exacto donde
fuerza. Pero hay toda una constelación de gente (pasada y presente) un río tiene su origen, tan complicado como definir exactamente
que él nos ha procurado como compañeros, y hay también hitos y el momento en que comienza una nueva vida humana. En el caso
jalones y señales en el camino, en nuestro camino único y personal. de un río, como en el de un embrión, existe ese tiempo vago e im-
Y ahora vuelve a mirar al cielo estrellado desde tu lugar en el preciso, invisible, de «no realizado completamente todavía» cuan-
campo y mira también a las yuntas de bueyes. Puedes ver en ellas do las aguas van reuniéndose, las células van multiplicándose y al-
un reflejo de Dios que abre y dibuja personalmente el surco de tu go, alguien, se insinúa, algo nuevo que llegará o no llegará a su
vida, proyectado y perfilado desde la infinidad de su amor. composición y cumplimiento.

Como las estrellas, todas esas personas te han situado en el Sea lo que fuere, nuestro viaje de aquel día quedó marcado
suelo firme de tu propia vida y te han revelado muchas cosas sobre por el encuentro fortuito de la señal indicadora del nacimiento del
tu trayecto. Pueden ayudarte a encontrar la ruta más directa. Son río. Con la velocidad y comodidad del coche recorrimos en unos
canales de aquella energía impulsora de Cristo resucitado, que es minutos un trayecto eterno: desde la fuente que mana sin cesar
siempre la fuerza que te mueve y el destino que te llama. Cuando (pero sin que se pueda discernir ni descifrar el cómo ni el cuándo),
miras hacia atrás o hacia adelante por encima de esos rostros de la hasta el río que va haciéndose grande pasando por un arroyuelo
línea de gente y de los sucesos que han labrado y configurado tu casi insignificante.
vida, estás mirando también a tu origen y a tu meta, porque Cristo En unos minutos, la casi-nada de una fuente era un río donde
es verdaderamente el principio y el fin, el alfa y la omega de tu ser. unos pacientes pescadores trataban de engañar a las truchas, los
Puedes ahora volver, poco a poco, a donde estás ahora, pero árboles brotaban y echaban raíces en sus riberas, para luego lle-
con la certeza firme de que no estás arando solo, y de que la his- narse de hojas umbrosas y dar frutos a su tiempo.
toria de tu vida, con sus jalones y señales de tráfico, te lleva de En unos minutos, la fuentecilla escondida se había convertido
vuelta al Señor, al amo de tu cosecha. en un señor río que atravesaba la ciudad del valle bajo un puente an-
cho y orgulloso. Por sus orillas, llenas de sonido festivo, la gente pa-
seaba y las gaitas escocesas, quejumbrosas, tapaban el ruido del
El río que soy yo agua.
En unos minutos, habíamos pasado de lo recóndito y salvaje
Si no te atrae la ¡dea de labrar en los campos, puedes encon- de una fuente secreta a algo que tenía ya un nombre, algo que se
trar una imagen más apacible. Puedes reflexionar sobre tu vida había llenado y amansado, algo que mucha gente contemplaba y
comparándola con el caudal de un río, desde sus orígenes en una elogiaba, a cuya vera vivían seres humanos, pescaban, lo admira-
fuente escondida y secreta, hasta su desembocadura en el océano ban, paseaban por su puente o se sentaban a la sombra de sus ár-
de tu destino. boles... mientras él seguía su curso hacia el océano (de nuevo al-
go sin límites, sin nombre ni definición posible).
Recuerdo todavía un fin de semana maravilloso que pasé con
mis parientes escoceses. Habían cambiado de casa y el sábado nos La aventura de un viaje por etapas sucesivas, sin solución de
llevaron a enseñarnos su nueva vecindad. Llegamos a un letrero continuidad, un viaje que no acaba y siempre discurre.
que señalaba el nacimiento de un río, ese punto esquivo y huidizo, En vez del río Tweed puedes ahora imaginar ese río que eres tú
indeterminado e indefinible donde las aguas se van reuniendo y al- y, con la ayuda de la ilustración, reflexionar sobre el recorrido y los

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meandros de ese curso no fluvial sino personal: cómo ha discurrido Nace un niño... Mi fuente1, ¿dónde comienza mi
Comienza el flujo vida? ¿Qué talentos hay en mí?
hasta ahora y hacia dónde crees, o esperas, o sueñas que se dirige.
de mi vida.
El río influye en el entorno por el que pasa. Sea la superficie
, ;
y ^ | i
dura como roca o suave como arena, el río la corta y labra su cur-
so por en medio. Supera obstáculos o da rodeos, desaparece bajo Mis afluentes:^
tierra, abre cuevas, se divide en brazos, empapa y riega la tierra a quiénes y qué El río desaparece bajo
su alrededor, o se desborda y la inunda... Y la relación es mutua, cosas me han tierra. Oculto mis deseos
porque también el entorno influye en el curso del río y en su des- hecho ser lo mas profundos.
tino final. El paisaje le ofrece espacio para que el río discurra o re- que soy. El río fluye
sistencia para cambiar su rumbo. Coopera con la fuerza del agua, tranquilo.
o se opone y lucha contra ella.
Desvían el río para
Es una metáfora, pero descubrirás que un poco de reflexión so- aprovechar su agua. Me
bre la relación del río de tu vida con el entorno por el que ha pasa- siento explotado.
do o ha de pasar te revela muchas cosas sobre quién eres realmen- ' 1/ / El cauce se desvía
El río lucha con con rodeos. Me
te, qué influencias te están formando y configurando, qué te ayuda
obstáculos, peñas, extravío.
y contra qué has de luchar y, sobre todo, con qué sueñas a medida
presas.
que ese río tuyo se ensancha y hace más hondo, a medida que se
apresura hacia su destino. Las circunstancias, tus orígenes, familia y El río se seca. Siento
amigos, las personas que han sido importantes en tu vida, los suce- mi vida baldía.
sos que te han empujado a nuevos derroteros, las dificultades que Rápidos y saltos de agua. Me siento
El río se -•"•*A V',-,•<
has tenido que vencer o evitar, todo aquello que te ha dado energía empantana. Parece" solo y asustado.
y alegría, todo eso y mucho más constituye tu entorno. que nunca tuvo
corriente.
Como me pasó a mí en aquella excursión por el río Tweed,
tus reflexiones pueden abarcar en unos minutos todo lo que se ha El río se ensancha
ido desarrollando y realizando en tu vida desde el momento de tu y se hace
profundo.
concepción hasta el día de hoy. Y pueden también dar sentido per-
Lleva vida y
manente a los momentos fugaces de tu vida diaria. Considera, por lozanía a otros,
ejemplo: riega desiertos & * „ ,
y los vuelve ¿Dónde irá a ¿Cuál es mi deseo
- ¿Qué sabes y valoras de tus orígenes? más intenso?
fértiles. parar?
- ¿Por qué entorno ha transcurrido tu río hasta ahora?
- ¿Qué clase de escollos y obstáculos has tenido que superar?
- ¿Has sentido alguna vez que otras personas se han apro-
vechado de la energía y fuerza de tu río o que querían - ¿Qué desviaciones y rodeos ha dado tu vida?
cambiar su curso? - ¿Cómo y hacia dónde crees que tu río discurre ahora?
- ¿Ha desaparecido tu río bajo tierra alguna vez? ¿Ha dado
la impresión de que se secaba? ¿Se ha perdido en ciéna- Y, mientras te paseas por las orillas del río, ¿qué momentos,
gas y fangales? qué vestigios y recuerdos te causan alegría y te hacen sentir agra-

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decido;1 ¿Gente y experiencias concretas? ¿Se te ha ocurrido decir- soy. Permíteme caminar contigo hacia lo que he de llegar
les alguna vez la diferencia que han supuesto para tu vida? a ser en ti».
Y ¿qué instantes, rastros y cicatrices te traen recuerdos nega-
tivos de engaños o traiciones, desilusiones, heridas...? Si te las ¿Y cómo hacerlo?
causaron personas, ¿guardas todavía resentimiento contra ellas o
Un modo sencillo es utilizar uno de los grabados que hemos
has cerrado ya ese capítulo, no miras atrás sino adelante? ¿Hay co-
visto: las once yuntas de bueyes o el río de tu vida. La historia de
sas de que desearías hablar con las personas que tuvieron que ver
tu fe sería simplemente una expresión de lo que esos grabados te
con todo eso? ¿Te sientes capaz de hacerlo? (Hazlo solamente si
han revelado.
no lo encuentras embarazoso y difícil.)
No se trata de un ejercicio literario. La historia de tu fe es una
conversación muy personal entre Dios y tú. Podría ser simplemen-
te la narración de los sucesos y momentos de tu vida que han es-
La historia de tu fe
tado marcados por sentimientos especiales, buenos o malos. O
quizás prefieras hacer uso de dibujos o símbolos para expresar las
Una «historia de fe» (o una biografía de mi fe o «mi historia cosas que han sido importantes para ti. Hay quienes emplean dife-
de salvación») es simplemente un relato de tu trayectoria interior rentes colores para expresar sus emociones en conexión con esos
a través de los sucesos exteriores de la vida, la historia de cómo, sucesos.
poco a poco (o repentinamente), te has ido haciendo consciente
No importa de qué manera expongas tu historia; lo importan-
de la relación con Dios y de cómo Él te ha ido guiando. Es una
te es que te pongas en contacto con las evoluciones y el desarrollo
especie de mapa interior de los sentimientos que la vida ha ¡do
de tu vida y tus sentimientos, y que eso te descubra el modo como
despertando en ti, de las decisiones que has tomado a lo largo
Dios ha estado presente en todo ello.
del camino y cómo llegaste a ellas, de los pasos, opciones y re-
nuncias más significativos que has tenido que realizar a lo largo La historia de tu fe es sola y exclusivamente tuya. Sin embar-
del camino, de la gente que ha tenido relevancia y te ha acom- go, puede ayudar el compartirla, al menos en parte, con alguien
pañado a ratos en tu viaje y te ayudó a un mejor entendimiento con quien tengas confianza y te sientas a gusto. Verbalizar y mani-
de ti mismo... festar de esa manera tu historia ante otro puede ayudarte a descu-
brir las pautas y el denominador común de lo que parece un en-
¿Por qué ayuda el redactar una «historia de fe»? Hay un sin-
tramado disperso y lleno de movimientos dispares; y eso, a su vez,
número de razones:
te servirá para discernir las diferentes maneras en que Dios se ha-
- Te permite caer en la cuenta de los impulsos y motivacio- ce presente en tu caminar.
nes de tu corazón, reconocer los sucesos y las personas
Cuando acabes de formular tu historia, tal y como la has vis-
que han sido o son importantes en tu vida, y también ha-
to en este momento, guárdala en un lugar seguro, sin cambiar na-
certe consciente de las experiencias interiores que nos re-
da. De vez en cuando vuelve a ella y podrás ver si has avanzado,
velan cómo Dios se dirige a nosotros.
qué líneas y aspectos has mejorado o corregido. Una lectura tiem-
- Ayuda a unir y enlazar vida y oración, a ver cada aconte- po después relativiza lo escrito y te permite un juicio tal vez dis-
cimiento y sentimiento que has experimentado como una tinto sobre lo que entonces te parecían áreas de luz o tinieblas,
invitación a ahondar tu relación con Dios. misterios «gozosos» y «dolorosos» en tu vida. Quizás ahora te des
- Con tu «biografía» en la mano, puedes decir a Dios: «He- cuenta de que algunos de los misterios dolorosos eran, en reali-
me aquí. Así es como creo que he llegado a ser lo que dad, momentos y lugares en los que Dios estaba tratando de

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alraorle, o de hacerte partícipe de sus propios sufrimientos y aso- punto fijo del horizonte que marca el corazón de mi destino. Pron-
ciarte a su cruz, o de invitarte a madurar y no anclarte en las heri- to él será ya parte de ese destino. Le estoy agradecida, mientras llo-
das que te ataban al pasado. ro por él.
Y finalmente, goza y disfruta haciendo ese ejercicio. Que tus Cuando Elias llegó al final de su surco, fue arrebatado al cielo
momentos alegres te traigan alegría, y deposita tus tristezas y dis- en un torbellino. Y Eliseo oyó que una voz le decía que, si iba a
gustos en el seno de esa luz que sana. continuar labrando con la fidelidad y el espíritu del que le había
precedido, y recibir la antorcha de manos del que había corrido
delante de él, debía tener la valentía de mirar con los ojos bien
El final del surco abiertos cómo Elias era arrebatado al cielo.
Cuando leí por primera vez la historia, pensé que era simple-
Desde que me lo sugirió aquel compañero, he estado vivien- mente la narración dramática de un profeta excepcionalmente ca-
do con la realidad de mis once yuntas de bueyes durante varios rismático. Ahora estoy convencida de que es toque de atención pa-
años. Y hoy creo que sé algo sobre su final. Ahora mismo, mientras ra nosotros. Todos tenemos nuestros tiros de bueyes y espero que
escribo, un querido amigo mío está al borde de la muerte, rodea- en este capítulo hayas adivinado quiénes componen algunas de las
do de su mujer y su familia. Temo escuchar el timbre del teléfono yuntas que te han precedido y ayudado. Todos sacamos energía y
de un momento a otro, para comunicarme que nos ha dejado ya. orientación de gente «sabia» y juiciosa que se ha cruzado en nues-
tras aradas. Hemos de mirarlos con la vista bien fija en ellos, lo
Es el primero de mayo y la naturaleza resplandece con la pri- mismo que un corredor de relevos contempla atentamente cómo
mavera. Los capullos son ya tan copiosos y colmados en los árbo- se acerca el que le entregará el testigo, del mismo modo que el
les que casi se me hace la boca agua pensando en las cerezas. Los que espera la antorcha olímpica para llevarla más adelante. Si mi-
robles tienen hojas, y la vida parece querer reventar sus costuras. ramos con esa atención, labraremos recto y seguro; y el amor, la
Es también la fiesta de San José, el trabajador y el marido fiel, «el vida y la sabiduría que nos han guiado llegarán a nuestro corazón
padre adoptivo de Dios», y ese amigo, ahora moribundo, había si- y, a través de él, pasarán a otros. Esa energía se nos da no sólo pa-
do como un padre para mí... un padre espiritual. ra nosotros sino para los que nos seguirán.
Aquí en Inglaterra es el día de las elecciones generales, un día al Ha muerto mi amigo. Ya no me volverá a enseñar nada más,
que los políticos han calificado como el día del futuro de Inglaterra, ahora -simplemente- es él mismo. Así es como Dios nos enseña,
un día que muchos esperan que sea el de un nuevo comienzo, bajo siendo. Quizás este cambio, cuando comienza a ocurrir en noso-
un nuevo gobierno, con una nueva visión de la paz y la justicia so- tros, marca la transición de discípulo a apóstol, de uno que escu-
cial, unos ideales que alentaba mi amigo. Un día lleno de esperanza cha y aprende a uno que transforma lo que está aprendiendo en lo
y promesas, pero mi corazón sufre pensando en él en su lecho de que vive. Eso ocurre cuando tú, que eras la yunta duodécima, ves
muerte. Sin embargo, su vida ha sido larga y profundamente fructífe- que el relevo ha pasado a tu mano, y que se te pide que asumas tu
ra; por eso mis lágrimas están preñadas de la certeza de que cuanto parte de responsabilidad para guiar y transmitir la fuerza de tirar a
él nos ha dado a mí y a tantos otros no es una herencia cuya desapa- los que ahora siguen detrás.
rición hay que lamentar, ni un legado al que aferrarse, sino algo que
hay que disfrutar, poner en práctica, extender y transmitir a otros. Y por eso te recomiendo la tarea de discernir tu historia de fe,
pues es una tarea sagrada. Aprende a conocer el tiro de todas las
El fue una de mis yuntas de bueyes, yendo delante de mí, yuntas de bueyes. Muéstrate agradecido a todas ellas. Observa con
mostrándome el surco recto, atrayéndome con el poder de su fe y valentía a los que labran por delante de ti y recibe,-con fe y amor,
apremiándome a seguir y a tener mi mirada enfocada en aquel la antorcha que pasan a tu mano.

r
><s 59
Sugerencias para la oración y reflexión toda honestidad, no puedas ver la mano de Dios en par-
tes de tu vida, díselo en la oración, dando rienda suelta
a tu dolor y a tu cólera.
Recuerda...
- Date cuenta de cómo Dios llega hasta ti de una manera
Durante unos días o semanas, emplea algún rato de tu ora- personal, propia e intransferible, de cómo te habla a través
ción en recordar, en la presencia de Dios, tu vida, tu trayectoria de de tu personalidad, talentos y decisiones. ¿Puedes detectar
fe hasta aquí. algún caso concreto en que Dios haya hecho uso de tus
cualidades o tus decisiones ahora, en tu experiencia in-
A esa actividad solía llamarse antes remembranza, que, lite- mediata, para llegar hasta ti?
ralmente, significaba reunir y recomponer los miembros, las partes - Trata de describir - o dibujar- tus imágenes de Dios, sus
que se habían fragmentado. Ahora utilizamos recordar. Pídele a retratos según tus ideas. ¿Cómo lo ves? ¿Como padre, po-
Dios la gracia de poder re-membrar los fragmentos de tu vida de licía, amigo, médico, bombero, varón o hembra, distante
tal manera que llegues a ver las líneas maestras que te han ido lle- o cercano, firme o suave, que te juzga, o te guía, o que,
vando hacia tu totalidad e integridad en Dios. Para ello pueden aparentemente, te arrincona o se desinteresa de ti? Podría
ayudarte los siguientes ejercicios: ser provechoso recordar cómo tratabas con Dios de niño y
- Recuerda los sucesos externos de tu vida y tus reaccio- comparar aquellas imágenes con el modo como lo ves
nes a ellos. Según vas rememorándolos, advierte los do- hoy. Las representaciones de tu infancia expresan quizás
nes que has recibido: talentos y cualidades, los rasgos de mejor y más honestamente lo que incluso ahora, en el
personalidad, los dones y regalos que te han venido de fondo, sientes verdaderamente. No hay respuestas correc-
las circunstancias de tu existencia (familia, amigos, edu- tas o erróneas. El objeto de este ejercicio es darte cuenta
cación, profesión, empleos, tu situación en la vida), las de cómo te relacionas verdadera y personalmente con
dádivas y atenciones de gente que ha significado mucho Dios, y cómo te sientes en esa relación.
para ti.
- Descubre los momentos y modos en que Dios ha estado En cada uno de los puntos anteriores deja que tus sentimien-
presente en tu vida, y los periodos en que ha parecido es- tos afloren en la oración, sin miedos, sin tratar de ocultar o retener
tar ausente. ¿Cómo se te ha dado a conocer en momentos nada ante Dios.
especiales? Haz memoria de lo que sentías cuando pare-
cía estar muy cerca de ti... o muy lejos.
Usa la historia de tu vida en la oración
- Comprueba cómo Dios ha estado continuamente pre-
sente, no sólo en situaciones especiales. Y, en particular,
Para usar la Escritura en la oración, lee un pasaje con atención
cómo periodos en que parecía ausente fueron abono pa-
hasta que te encuentres a gusto, y pide al Señor que abra tu cora-
ra tu crecimiento posterior. Cómo periodos en que tuvis-
zón para que puedas discernir el significado personal que tiene pa-
te dificultades te robustecieron y fortificaron, al igual
ra ti y tu vida. Ésa es la base de toda oración bíblica.
que el ejercicio duro fortalece los músculos. Cómo, mu-
chas veces, la consolación o una fuerza nueva brotan de Los pasajes propuestos abajo pueden ayudarte a explorar as-
lo que parecía un túnel sin salida. Tampoco te engañes, pectos particulares de tu propia historia, siempre con el Señor a tu
no se trata de fingir creyendo que todo era bueno a fin lado. Sólo son sugerencias. Haz uso de ellos sólo si te ayudan. Si
de cuentas. Sería deshonesto y falso, pues vivimos en un te sientes atraído por un pasaje concreto (de entre los propuestos
mundo caído donde el mal es endémico. Cuando, con aquí) o por otro que tú mismo encuentres en la Biblia, quédate en

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él; puedes estar seguro de que Dios quiere revelarte algo por su rece que das vueltas en círculo sin llegar a ningún sitio. Muéstrale
medio. Repítelo mientras sigas sintiéndote «tocado» por él. Y vuel- tus desiertos y laberintos al Señor en la oración y pídele que te en-
ve una y otra vez a los puntos donde experimentaste impresiones señe a descubrir sus columnas de nube y fuego, que pueden guiar-
o sentimientos tuertes (positivos o negativos): son síntomas de que te en la confusión.
estás ante algo que te afecta profundamente y pueden apuntar ha-
cia la dirección que Dios quiere que tomes, son señal de que se Fíjate en Moisés, que insiste en llevar el cadáver de José, el
trata de un área a la que has de prestar atención. soñador, a través del desierto a la tierra prometida. También noso-
tros hemos de portar nuestros sueños a través de nuestros desiertos.
Repeticiones de esta índole pueden llegarte a una gran pro- Piensa qué sueños quiere Dios que te acompañen, y llévalos ale-
fundización en algunos aspectos de tu vida e, incluso, a sanar gre contigo.
otros. Hay gente que ha pasado los ocho días de ejercicios rezan-
do sobre un pasaje que era crucial para su crecimiento.
1 Reyes 19, 19: El llamamiento de Elíseo

Génesis 1, 26-31: La creación de la vida humana Puedes volver a las doce yuntas de bueyes, si te ayuda.

Reflexiona sobre los propios orígenes y el comienzo de tu vi- Reflexiona en tu oración sobre los sucesos, circunstancias y
da, el «jardín» en el que tu vida fue plantada. Siente la energía y la gente que le han conducido hacia adelante en tu crecimiento, y te
alegría creadoras de Dios trayéndote a la vida de modos tan diver- han ayudado o te ayudan todavía a labrar tu surco. Luego, descu-
sos desde el momento en que fuiste concebido. Fíjate sobre todo bre al Señor, que va a la cabeza, delante de todos, y siente cómo
en el verso 31 y recibe su afirmación de una manera personal en tu su Espíritu da fuerza y consistencia a las restantes yuntas que tiran
corazón. de tu vida.

Éxodo 2, 1-10: El nacimiento de Moisés Salmo 139, 1-16: Señor, tú me sondeas y me conoces

Reflexiona sobre los primeros años de tu crecimiento y cambio. Escucha las palabras del salmo aplicadas a los días de tu vida.
Moisés nació en una situación de extrema amenaza para su vida. Reflexiona sobre los versos 1 3, 1 5 y 1 6, el valor infinito de tu ser
Que el Señor te guíe a través de experiencias de pérdida, miedo, pe- para Dios, incluso «cuando estabas creciendo en el secreto del
ligro o desgracia. ¿Hubo «juncos» en tu experiencia? ¿Ves la mano vientre materno»; y que aun ahora «esfá creciendo en secreto» en
de Dios en cómo saliste de esas experiencias? ¿Qué resultó más po- el corazón de tu vida y vivencias.
deroso: un canastillo de juncos o el mandato del faraón?
Pide al Señor que comparta contigo algo del profundo cono-
La promesa de Dios a Moisés se cumplió. Reflexiona sobre el cimiento que tiene de ti, ese conocimiento que todos anhelamos
compromiso que Dios ha hecho contigo, sobre la vida que te ha tener, pero que muchas veces traíamos de evitar y eludir.
dado.
Y deja que el verso 12 clarifique y dé el significado certero
a tus tiempos de oscuridad y de luz, a los que has vivido y son tu
Éxodo 13, 17-22: La columna de nube y fuego experiencia.
Tiempos de desierto, tiempos de un pueblo errante, de sobre-
vivir sin dirección e incluso en plena desesperación. Cuando pa-

62 63
Juan 4, 5-30: La samaritana en el pozo

Imagínate yendo a aquel pozo. Allí encuentras a un extraño, a


Jesús, que conoce tu vida de arriba abajo. Entabla conversación
con él y deja que él lleve el agua a su molino.
Luego vuelve al pueblo, a tu vida ordinaria. ¿Qué diferencia
supondrá ese encuentro en tu futuro trayecto!1

Lucas 24, 13-35: En el camino de Emaús 3


Hazte presente, en tu imaginación, en aquel camino, al lado ¿Qué es lo que falla?
de aquellos dos discípulos, y fíjate en su confusión y desilusión.
Luego acoge al caminante que se une a vuestro grupo. Parece que
no sabe nada de tu vida, de lo que te ha ocurrido, así que cuénta-
le todo, tus sueños, esperanzas, miedos, expectativas.
Hemos pasado algún tiempo dando vueltas a esas preguntas
Cuando lleguéis al cruce de caminos... ¿qué harás? ¿Le dirás
escurridizas, como quién soy, cuál es el verdadero meollo de mi
adiós y le dejarás marchar?
ser, el núcleo último de mi «yo», qué es lo que me ha conformado
como soy hoy. Espero que, en todos esos recuerdos e indagacio-
nes, hayas descubierto algún vestigio o rastro del dedo de Dios,
que sin duda ninguna ha contribuido decisivamente a que seas lo
que ahora eres. Confío en que lo seguirás notando, ya que conti-
núa modelándote sin descanso si tú te dejas.
Sin embargo, vivimos en un mundo roto, y nuestras propias
vidas aparecen ajadas y marchitas, con una sensación permanente
de estar separados de nuestro manantial original, alejados de nues-
tro ser verdadero y de los demás. En toda existencia hay un rastro
de sueños malogrados y esperanzas frustradas. ¿Es esto lo que que-
da de aquel germen, de aquella semilla divina, sembrada por Dios
en el centro de nuestro ser?
¿Qué es lo que falla? ¿Podemos quedarnos satisfechos con el
lenguaje religioso tradicional y hablar una vez más de «pecado» dán-
dole un significado que abarque ese gemido interior nuestro, ese sen-
timiento profundo de que algo realmente malo ha sucedido y nos ha
sucedido, que ningún razonamiento teológico es capaz de remediar?
En la primera «semana» de los Ejercicios Espirituales, Ignacio
invita al viajero a reflexionar sobre lo que podría llamar «la escala

64 65
del problema», su terrible magnitud. En nuestra vivencia existen- Descubrir la «semilla de Dios» en mi corazón, caer en la
cial sabemos que hay algo radicalmente roto y caído, y experi- cuenta de los hilos de oro que tejen la trama de mi vida, hacerme
mentamos una terrible duda: ¿nos seguirá queriendo Dios después cada vez más y más consciente de la presencia continua de Dios
de todo eso? ¿O es una mera ilusión? en mí, como también en todos y en todo lo que encuentro en mi
camino, es una forma, entre otras, de abrirme más y más a ese
El llegar a conocer, con las tripas y no sólo con la cabeza, la
verdadera naturaleza de nuestra ruptura y separación de Dios es amor incondicional incluso cuando tengo ante mis ojos la natura-
una experiencia turbadora. Sólo es posible sentirla de veras si lle- leza y amplitud de mis fallos y de los de la humanidad.
gamos a conocer -al mismo tiempo y de la misma manera- el Un par de parábolas, sacadas de mi propia andadura en la vi-
amor sin condiciones de Dios por nosotros, que nos sostiene con da, me han ayudado a hacer esa conexión entre el amor que fluye
ternura en el refugio de sus manos, como si fuésemos un pajaríllo libre y sin cesar de Dios hacia nosotros, y nuestro encarcelamien-
herido. to que nos tiene presos en nuestra ruina y la del mundo entero.

La esclusa 46

Hace muchos años trabajaba yo no muy lejos del canal de


Trent y Mersey. Durante el descanso de la comida, solía pasearme
por los campos de alrededor o a lo largo del camino de sirga del
canal. En aquellos días nos tomábamos el trabajo con más tran-
quilidad, sin la presión de hoy día, y, en los descansos, no sentía-
mos la necesidad de estar mirando al reloj todo el tiempo.
Mucho han cambiado las cosas desde aquellos días de feliz
memoria. Ahora el trabajo (en su provisionalidad o incluso la falta
de él) no suele ser tan agradable. No niego que parte de los inci-
dentes desagradables que he padecido en estos tiempos son culpa
mía pero, en general, parecen ser algo endémico y habitual en la
vida de casi todos hoy día.
Por casualidad (o porque Dios así lo quiso), volví reciente-
mente a aquel mismo lugar, enviada por la agencia en que trabajo
ahora, para una tarea de varios días precisamente en la oficina
donde había trabajado años atrás. Uno de aquellos días salió el sol
en todo su esplendor y sentí un impulso espontáneo de volver al
paseo de mis memorias. Así que decidí aprovechar para ello la me-
dia hora del almuerzo. Era un día de octubre precioso. Las nubes
se deslizaban raudas a través del cielo azul y las hojas caídas se
amontonaban en islas flotantes cerca de las compuertas. La esclu-
sa 46, como decía el cartel, fue mi sitio elegido. Sentada allí me

66 67
sentí, sin pensarlo tan siquiera, a millones de kilómetros de las re- mismo lugar donde había trabajado hacía tantos años... pero aho-
alidades irreales de la oficina. ra en una mesa de trabajo diferente cada día, dondequiera que hu-
Como si fuese la caricia de un enamorado, sentí el calor del sol biera sitio, un ordenador portátil prestado, enchufado a la primera
no sólo en la cara sino en el corazón, y me parecía como si ese mis- toma de corriente que encontrara. Ya no conocía a casi nadie allí,
mo calor fuese una voz que, sin oírse, podía escuchar con toda cla- y casi nadie me conocía a mí. «Los zorros tienen madrigueras y los
ridad: «Mi paz os dejo, mi paz os doy; no como la da el mundo». De pájaros, nidos», pero un trabajador como yo no tiene dónde en-
vez en cuando pasaban algunas barcas a través de las compuertas. chufar su ordenador (o no durante más de 48 horas).
Me llenó de admiración el ver cómo el agua que, hasta allí, se desli-
Reflejaba bien mi profundo sentido de despojo interior, de es-
zaba tan suavemente, con tanta paz bajo el sol de otoño, de repente
tar sin hogar interior; pero eso ya no me preocupaba. Al contrario,
se armaba con la potencia y la fuerza necesaria para levantar tonela-
despertó en mí un vivo deseo de estar con el agua y el aire en el
das de hierro y acero desde el fondo de la presa hasta el lugar donde
flujo constante mediante el que dan vida con tanta fuerza pero tan
yo estaba sentada. Y, en ese momento, me di cuenta de que eso era lo
suavemente a la vez; y estar también con el día soleado que se fil-
que Dios hacía conmigo. Su Espíritu se desliza tan suave y discreta-
traba por entre las hojas amarillentas para darme calor y alegría.
mente a través del paisaje de mi corazón que casi no se nota, pero
No puedo atrapar ni el agua ni la brisa o almacenar la luz y calor
cuando su poder se necesita, puede elevarme desde las profundida-
del sol, como no puedo estar segura de mi lugar de trabajo de ma-
des de mi falta de libertad hasta las alturas de su amor, y liberarme
ñana. Pero este rato bendito, en el amarradero de 48 horas, me pa-
para que continúe mi camino, llevada por esa corriente frágil, que
recía más real que todas las estructuras que yo había considerado
parece tan precaria y efímera pero que discurre eternamente.
como puerto seguro de mi vida.
Sentía también la caricia de la brisa, que me repetía lo mis- Había paz en el flujo. No la paz que yo hubiera buscado en la
mo. Me recordaba que el aire me rodeaba y envolvía: si no hubie- fuerza de mi necia sabiduría, sino la paz que Dios había puesto
ra aquel vientecillo no podríamos notar que hay aire, que se hace
ante mí en la sabia necedad de las hojas cayendo sobre el agua
percibir sólo cuando las corrientes o tormentas lo agitan. Aquel día
que pasa por la esclusa 46, y se las lleva río abajo.
era solamente una suave brisa, lo suficiente para jugar con las nu-
bes y hacer chasquear apaciblemente las hojas secas. Pero tam- Todo esto había sido una experiencia vivida y sentida del
bién transportaba en sus alas las semillas que brotarían en la pri- amor sin condiciones de Dios.
mavera del próximo año, y a mí me envolvía con todas las
Pero quizás la gracia de mayor alcance de ese descanso en la
moléculas de ese oxígeno que necesito para permanecer viva.
presa 46 me llegó cuando entendí que yo misma era como una
¿Qué poderes invisibles se esconden en el aire y el agua, car- barca pequeña dentro del recinto de una esclusa con las com-
gados de una energía capaz de mover el universo, pero llenos tam- puertas cerradas firmemente ante mí. Como desde allí dentro no
bién de un amor que puede - y quiere- tocar mi corazón, llenán- puede verse qué hay antes de ese recinto o lo que viene después,
dolo de paz? parece como si ese recinto-encierro fuese todo lo que existe.

Pero me había excedido del tiempo permitido. Al volver, me en- Gracias a mi fe, creo que hay un canal que me ha traído has-
contré con un pescador contemplativo, que sin duda también estaba ta aquí y que, de alguna manera, me llevará adelante, pero, en mi
disfrutando de aquella paz allí; pasé junto a un letrero al lado del ca- experiencia actual, no puedo ver nada de eso. A menudo nos sen-
nal, cerca de la taberna, que decía: «Atracadero: sólo 48 horas». timos como si estuviéramos en una prisión profunda y oscura, ro-
deados de paredes de ladrillos y sin una salida que se pueda vis-
Se me ocurrió que ese mismo podía ser el letrero adecuado lumbrar o imaginar. Un lugar aterrador donde no tiene sentido
para aquella semana de mi vida. Aquí estaba yo de nuevo, en el permanecer.

68 69
Si nos ponemos a considerar nuestra situación, comenzare-
mos a examinar cada uno de los ladrillos o piedras que cierran el
recinto de la presa, y acabará pareciéndonos que eso es todo el es-
pacio de nuestra existencia... y con la esperanza de que, si segui-
mos examinando minuciosamente, las paredes nos desvelarán al-
gún sentido secreto o un modo de salir.
Pero ese proceso de examinar las paredes de la cárcel, aun-
que pueda absorbernos, es inútil, porque no tiene ninguna pers-
pectiva. El recinto de dentro de las compuertas no tiene ningún
sentido si no se piensa en el canal. Sin referencia al canal, la bar-
ca está, verdaderamente, prisionera en un lugar sin sentido. Pero
cuando se sitúa en el canal, todo cambia. Entonces se comprende
que ese encierro es el lugar, el único lugar, donde puede entrar la
gracia de Dios y levantarnos al lugar donde hemos de estar para
ser capaces de continuar nuestro camino hacia casa, que no po-
demos ver desde abajo.

¿Para levantarnos? ¿O para rebajarnos? A veces, cuando miro


hacia atrás, puedo ver que la gracia ha ido llenando mi esclusa va-
cía y me ha ido levantando, sin ningún esfuerzo por mi parte, has-
ta la presencia de Dios. Pero otras veces parece todo lo contrario.
La gracia desaparecía escapándose por el desagüe, y yo sentía que
me iba hundiendo más y más entre dos paredes húmedas y oscu-
ras, hasta quedarme caída y sola en las profundidades más lóbre-
La ciudad del muro
gas de mí misma, hasta que Dios volvía a abrir las compuertas y
me liberaba para continuar adelante. ¿Corriente abajo o corriente
arriba? Cualquiera de los dos rumbos transforma el sombrío encar- Quizás sólo somos capaces de entender la naturaleza de
celamiento de las esclusas de nuestras vidas en el lugar preciso nuestra prisión cuando por fin comenzamos a librarnos de ella.
donde se hace posible el movimiento otra vez. Y así continúa ese
Viví durante varios años en Berlín, durante1 el tiempo de la gue-
camino que es infinitamente superior y mayor de lo que nuestros
rra fría. Nuestro piso estaba situado en un área ruinosa de la ciudad,
corazones encarcelados pueden entender.
a menos de cincuenta metros del lamoso muro. Nos despertaban a
La separación radical de mí misma del flujo de vida, de veces los sonidos de disparos y los resplandores de las bengalas.
amor y de Dios tiene algo que ver con esa pérdida de perspecti- También experimentamos durante aquel periodo un bloqueo que
va. Pero el flujo de amor y de Dios nunca cesa, nunca deja de es- impedía el tráfico normal por tierra en las I res rutas entre Berlín oc-
tar presente y en movimiento; y mientras yo me siento caída y cidental y Alemania Occidental. Sólo podíamos viajar más allá de
cautiva en el recinto de la esclusa, sin saber dónde estoy ni por los límites de la ciudad por avión. Fuera de eso, Berlín, para mí, es-
qué, Dios está maniobrando las compuertas y llevándome, a su taba encapsulada en el mapa del metro: una retícula de calles y pla-
modo y a su ritmo, al punto de partida para que mi barca pueda zas y empalmes con nombres de desconocidos y, para mí, inimagi-
volver a moverse. nables lugares de su entorno. Nunca se me ocurrió que pudiesen ser

70 71
otra cosa que nombres en un mapa de ciudad. Iba a mi trabajo en el Primero pude sentir solamente la desesperación de mi situa-
metro; podía tomarlo en cualquier sitio de Berlín occidental y, al ca- ción, y mi impotencia absoluta para salir de ella. Sentí mi separación
bo de media hora, escucharía por los altavoces: Endstation. Alie y disociación de Dios. Lo sentí profunda y horriblemente. Caí en la
aussteigen (Final de trayecto. Bajen del metro, por favor). cuenta de que mi mundo estaba edificado sobre arenas movedizas,
y podía derrumbarse en cualquier momento. Lo mismo que un blo-
Así era, más allá estaba la tierra de nadie con sus torres de
vigilancia, los centinelas, las minas, el muro, sus alambradas de queo soviético podía separarme del pan y el agua, el bloqueo y en-
púas... y punto final. cerramiento del pecado me separaba de Dios... y vendría la muerte.
La lógica es implacable, y todos estamos juntos en la misma situa-
Un día aquellos recuerdos de Berlín retornaron a mi memoria ción, desvalidos y condenados por igual... a no ser que...
muy vividos durante la oración. De pronto me vi a mí misma co-
mo aquella ciudad cercada. Así es como me sentía al pensar en mi En 1989 ocurrió el milagro que nadie esperaba. El muro de Ber-
alejamiento y separación de Dios: muy poco de espacio, un poco lín cayó. El país entero quedó abierto y, por primera vez en más de
de conciencia y elección, una maraña de amor y temor, deseo y cuarenta años, era posible ir a los lugares cuyos nombres habían si-
escondrijo, pero completamente separada de mi tierra. Como la do las únicas señales de su existencia. Nunca olvidé la satisfacción
ciudad incomunicada, estoy rodeada de muros imposibles de es- con que constaté que los nombres de las calles y las estaciones del
calar y guardias hostiles, y ocupada por fuerzas enemigas. Sólo los metro que me eran tan familiares en mi mente se referían a estos lu-
corredores aéreos de mi oración me abrían una pequeña conexión gares reales. Sólo cuando pudimos viajar a través de las ciudades y
con mi realidad eterna. Incluso los alimentos y la bebida tenían aldeas de Brandemburgo y Mecklenburgo fue cobrando sentido re-
que ser traídos por avión, y si esas provisiones fallaban, moriría. al el mapa del metro-toda mi experiencia de Berlín hasta entonces-
y aquello que había estado tan confinado por las circunstancias co-
La oración me transportó, en mi mente, hasta el interior de la menzó a abrirse como una mariposa que sale de su letargo y em-
ciudad misma. Con los ojos casi cerrados todavía comencé a ver pieza a desplegar sus alas todavía húmedas.
lo que estaba pasando allí. La ciudad, que yo misma había visto
como una isla prisionera y aislada, dependiente de provisiones Cada pueblo y vecindario se ajustaba y daba su nombre a ca-
traídas de fuera para cada pedazo de comida y cada medio de vi- da una de aquellas calles, plazas o cruces. El final de la línea no
da, sitiada por toda una gran maquinaria de guerra y opresión era ya una tierra de nadie o una barrera infranqueable, sino un lu-
-una ciudad llena de habitantes atrapados y cautivos, que no pue- gar real, con casas, árboles, vacas, contenedores y adornos: todo el
den moverse un paso más allá de los límites de la cadena que los sudor y ternura de una comunidad viva. Una detrás de otra, mis es-
tiene prisioneros-, ¡esa misma ciudad se cree el bastión de la li- taciones del metro se hicieron rejalidad en aquellas poblaciones y
bertad! Y mi ciudad, mi ciudad interior, que depende de Dios has- barriadas de Alemania Oriental. El interior del país no era ya un
ta para continuar existiendo, ¡mi ciudad cree que es independien- misterio sombrío e impenetrable, que rodeaba el caos de vida que
te y libre! No sólo eso, se cree la maestra que da lecciones y se vivía en la ciudad amputada de Berlín. No. Las cosas habían
defiende la libertad de otros pueblos. Como Berlín occidental se cambiado. El interior era la realidad, de la que la ciudad bloquea-
erigió (gracias a la propaganda americana) en «el escaparate de da y prisionera había sido solamente la señal, el rótulo indicador.
Occidente», yo también tengo el peligro de comenzar a considerar
Me hizo cambiar mis ideas sobre la vida y la muerte. ¿No será
mi ciudad interior como algo que los demás deberían emular.
que ese misterio indefinido más allá de nuestros años de vida resul-
Aquella oración me mortificó y me humilló, y me dejó a los ta ser el verdadero país, del que nuestros días terrenales no son más
pies de Dios todo avergonzada. Por primera vez pude ver mi arro- que nombres de estaciones de metro, señales e indicadores frag-
gancia y lo absurdo de mi condición y, quizás, de la condición de mentados? ¿No será que los reinos del inconsciente sobre los que
toda la humanidad. flotan nuestras mentes conscientes resultan ser el saco amniótico del

72 73
embrión que nos llama hacia una Realidad más allá de lo que pue- ruptura, cambiará de arriba abajo mis certezas y expectativas.
de imaginarse? ¿No será que mi vida, que parece tan total, tan defi- Las jornadas de oración que llevaron mi mente hasta la esclusa
nitiva y tan absoluta, es sólo el primer comienzo vacilante, y mi ora- 46 y a Berlín, me empujan ahora a los pies de la cruz, donde un
ción el mapa y guía hacia el interior del país de mi eterna realidad? hombre, que había nacido para ser rey, cuelga despedazado y ro-
¡Cómo nos cuesta dejar las paredes que nos encierran y to. Se presentó en medio de la ciudad pecadora, rompió sus mu-
arriesgarnos a una vida sin barreras! No hay duda, es más fácil so- ros y defensas desde fuera, y voluntariamente hizo suyas su falta
brevivir como esclavos en Egipto que aventurarse hacia el Sinaí, de esperanza y su perdición. Había venido a sacarme, desahu-
convencernos de que nuestra servidumbre es libertad y que nues- ciada, sucia y herida mortalmente, y llevarme a casa. Cuelga de
tra impotencia es orgullosa independencia. la cruz porque se ha batido por mí con las fuerzas de ocupación
y ha vencido...
El mapa cambia radicalmente cuando las paredes se derrum-
ban y las carreteras reales, que habían estado siempre ahí, aunque Aunque... no parece victorioso, desde mi punto de vista. Más
eran intransitables, se abren de par en par. Entonces la tierra del in- bien diría que, al revés, parece derrotado. ¿Por qué, si no, cuelga
terior se convierte en la tierra del corazón, donde la vida real pue- del madero? ¿Por qué su triunfo tiene toda la apariencia de un fra-
de vivirse de verdad. caso completo? ¿Cómo es que había sido capaz de traspasar las
fortificaciones?
He comenzado a entender que mi estado de postración o de
encarcelamiento se debe en gran medida a mi fijación en las se- La respuesta me la dio un niño pequeño, semilla de un Reino
ñales y postes indicadores, confundiéndolos con la realidad de las que va a surgir. Un retoño en una rama seca. Tan pequeño que no
cosas a las que apuntan. Me aferró de tal manera a mis percepcio- hace explotar las minas ocultas que me rodean, y tan insignifican-
nes erróneas de lo «real» que soy incapaz de contemplar la pleni- te que los centinelas no lo advirtieron cuando se colaba por deba-
tud de la realidad, hasta el extremo de que si viese una oruga me jo de las alambradas. Tan débil que no merece la pena matarlo.
resistiría inflexiblemente e incluso ridiculizaría cualquier insinua- «Busca esa misma desamparada insignificancia y eso -parecía de-
ción que sugiriera que contiene escondida una mariposa. En mi es- cirme el niño- será tu liberación.» \
tado caído de ruptura, me he vuelto ciega incluso a la mera posi-
Aceptar un cambio tan radical en mi lógica defectuosa nece-
bilidad de que exista en mí una mariposa en embrión y - l o que es
sitaría una revolución... Pero las revoluciones son posibles: se
más grave- estoy ciega a la mariposa que hay en ti.
puede rezar y esperar el milagro...
Quizás el pecado sea como tener en la mano un bulbo de
narciso pero negarse a plantarlo en la tierra de nuestra vida porque
rehusamos creer que contiene una flor. Sin embargo, a pesar de to-
Sugerencias para la oración y reflexión
das nuestras negativas, el jardinero sostiene con ternura en sus ma-
nos lo que vamos a ser, y nos planta y nos cuida con cariño, por-
que sabe lo que somos de verdad. Así dice el Señor:
¡Maldito quien confía en el hombre
y busca apoyo en la carne,
apartando su corazón del Señor!
Un niño en un campo de minas
Será cardo de la estepa
que no llegará a ver la lluvia,
Poco a poco y con no poco trabajo voy dándome cuenta de habitará un desierto abrasado,
que, sea lo que sea lo que me libere del estado de postración y tierra salobre e inhóspita.

74 75
¡Bendito quien confía en el Señor Toma ahora tu vida en su conjunto y rememora los momentos
y busca en él su apoyo! pletóricos y señeros que, viéndolos ahora, te parece que han he-
Será un árbol plantado junto al agua, cho que la vida mereciese la pena. Recuerda alguna persona en
sus raíces junto a la corriente; particular que te ha hecho creer en el amor sin condiciones de
cuando llegue el bochorno, Dios por ti. Da gracias a Dios por esos signos repetidos de su amor
no temerá, su ramaje seguirá verde, para contigo, y pídele la gracia de confiar en ese amor cuando te
en años de sequía no se asusta, sientas herido y roto.
no deja de dar fruto.
## #
(Jeremías 1 7, 5-8)
Imagínate a ti mismo como si fueses un pajarillo herido, o co-
Lee esas palabras, despacio y con calma, y vuelve a leerlas
mo un animal atrapado, o una niña pequeña que ha resultado he-
una y otra vez mientras te notes a gusto con ellas. Imagínate esos
rida por haber desobedecido las instrucciones de sus padres. Y, en-
dos árboles de los que habla el profeta Jeremías: el arbusto seco en
tonces, sin excusas, ni justificaciones, ni reproches contra lo que te
la estepa y el árbol frondoso junto a las aguas. Entra, en tu imagi-
ha herido, deja que Dios te tome en la palma de su mano. Perma-
nación, dentro del primer arbusto. Procura sentir su sed, su fragili-
nece en paz así, sabiendo que Él te ama y quiere que sanes, tanto
dad, su sensación de estar desarraigado de la fuente nutricia de su
que está dispuesto a morir por ello. \
ser. Siente el calor ardiente del desierto. Paladea la salinidad co-
rrosiva del aire seco. Percibe la quemazón en tus párpados, que te ##*
obliga a cerrar los ojos a tu alrededor. Imagina la muerte gradual
de todas tus energías vitales, hasta que te sientas caer en la arena
olvidado por completo. ¿Hay alguna situación en tu vida que se parezca al recinto
dentro de la esclusa, donde estás atrapado, y todo tu esfuerzo y
Ahora procura entrar en la vida del segundo árbol, el que cre- empeño en salir resultan inútiles? Te vendría bien poner delante de
ce en la ribera del río. Observa cómo tus raíces ahondan más y Dios esa situación en la oración, y pedirle que te ilumine sobre
más en la tierra fresca y encuentran el agua de la vida. Palpa la ella y te haga ver que puede tener un sentido, al margen de los re-
frescura de las hojas, la frondosidad de tu copa, escudo contra el sultados de tus intentos por salir.
sol ardiente. Saborea el fruto que madura en tus ramas. Relájate en
la certeza de que no habrá sequía capaz de destruirte porque tus Por ejemplo, quizás tengas un trabajo que aparentemente no
raíces están bañadas en el agua de la vida. beneficia a nadie y a ti te deja frustrado. Despliega los aspectos del
trabajo en la oración, pide a Dios que cambie tu perspectiva, para
Vuélvete a Dios con lo que has sentido sobre los dos árboles. que puedas ver si supondría alguna diferencia el que trabajases
Exprésale tu angustia por los aspectos de tu ser que están desco- con alegría o con resistencia. Procura también entrar en contacto
nectados de El, y tu alegría por lo que está enraizado en Él. con algún colega de trabajo o con alguna persona que esté atrapa-
da en una situación similar a la tuya, y escucha lo que sienten so-
bre ello. Si eres capaz de hacer eso, entonces, aunque siga pare-
ciéndote un trabajo sin sentido, se habrá convertido en un lugar
Mira hacia atrás y examina lo que ha ocurrido en tu vida en
donde ha sido posible una relación humana auténtica.
las últimas veinticuatro horas. Fíjate en un instante especial, en un
acontecimiento, o en un encuentro, o en algo que te haya causado # *#
alegría y te haya recordado que alguien te ama.

77
76
Dios está en todas las cosas y, por consiguiente, también está nado y ejecutado. ¿Recuerdas acontecimientos o hechos claves en
en la «esclusa». Procura colocar algún símbolo de tu fe en el lugar tu vida en los cuales reparaste en que el poder de Dios estaba ac-
donde te sientes «atrapado», por ejemplo, en la oficina, en la co- tivo en ti precisamente cuando te sentías más impotente e inapro-
cina, en el coche. Podría ser una vela, una flor, un icono o alguna piado? Rememora algunas de esas ocasiones en la oración y píde-
cosilla que significa algo solamente para ti. Y que ello te recuerde le a Él que imprima en tu corazón la verdad de que «el poder de
constantemente que el lugar de tu aparente encarcelamiento es un Dios se manifiesta sobre todo en nuestra debilidad».
lugar sagrado, ya que Dios está allí.
%. * *
También puedes separarte de tu trabajo unos minutos de vez
en cuando para salir al jardín o pasear a lo largo del corredor o, in- A casi todos nos han inculcado desde pequeños el valor de la
cluso, cuando vas a la máquina del café. Procura que esos minutos «independencia». ¿Qué aspectos de esa «independencia» estimas
sean para ti solo, pero no te olvides de invitar a Dios a acompa- de modo especial? Haz una lista de todas las cosas de las que de-
ñarte. No para convertirlo en un tiempo de «oración» pulida y ela- pende tu «independencia», valga la paradoja: un coche, la salud,
borada. Que sea simplemente un tiempo en el que Dios y tú estáis una canguro para tus niños, un «hogar» paraitus animales de com-
juntos. De esa manera tu tiempo también será sagrado, y todo el pañía durante tus vacaciones, abastecimiento de gas y agua, un
día quedará «tocado» por él, como el sabbath «toca» y afecta a to- doctor que te entienda, un empleo que no te obligue a trabajar en
da la semana. ciertos días, un ordenador que corrija tus faltas de ortografía, un
frigorífico que te evite ir a la tienda todos los días, una esposa que
recuerda dónde has dejado las gafas...
¿Podrías enumerar algunos de los postes indicadores que te Son unos pocos ejemplos de las mil cosas que damos por
han dirigido hacia Dios a medida que tu vida se iba desarrollando? descontadas para sentirnos independientes. Me acuerdo ahora de
Con toda honestidad, ¿piensas que alguna vez te quedaste en las aquel día en que se me cayeron mis gafas en las escaleras de casa,
señales en lugar de seguir caminando hacia donde te dirigían? Por y me di cuenta de que un accidente tan baladí era capaz de in-
ejemplo, quizás te has «hecho» a una clase de liturgia y te sientes movilizarme y privarme de mi independencia... y de lo mucho
frustrado si no puedes encontrar alguna iglesia «de tu misma cuer- que dependía de mil «servicios de emergencia», como un oftal-
da»; o quizás te encuentras como apresado por una necesidad mólogo competente... y el dinero necesario para pagar tantas co-
compulsiva de rezar a una hora concreta, o en un sitio especial, o sas «necesarias».
de una manera particular, y te sientes perturbado y desazonado si
algo interfiere con cualquiera de ellos.
Si hay en tu vida alguna de estas costumbres arraigadas y fir-
memente establecidas, pide a Dios que te ayude a mirar más allá,
hacia donde El te está llamando por medio de ellas. Pero tampoco
lo tomes a la tremenda.

El evangelio, que es donde hemos decidido encontrar el sen-


tido de nuestra vida, nos presenta el poder de Dios en la impoten-
cia de un bebé que tiene que huir a Egipto y de un hombre conde-

78 79
4
El giro copernicano

Toda transformación entraña revolución. En este capítulo mi-


raremos a qué es lo que ocurre cuando descubrimos, como lo hi-
zo Copérnico, que el Sol no da vueltas alrededor de la Tierra, sino
que es la Tierra la que da vueltas alrededor del Sol, o, en una ex-
presión más personal, ni Dios ni su creación dan vueltas alrededor
de nosotros, sino que nosotros y toda la creación giramos alrede-
dor de nuestro centro, que es Dios.
En este punto de nuestro camino de maduración hacia nues-
tra realidad más profunda y eterna, hemos de dar un giro radical a
nuestro enfoque. Dios nos desafía a que dejemos de ser personas
centradas en nosotros, en órbita alrededor de nuestro ombligo, y
nos convirtamos en personas centradas en Dios. Es un momento
dificultoso. Probablemente, para la mayoría de nosotros, es un de-
sasosiego que no nos abandona en toda nuestra vida adulta. Una
vez que caemos en la cuenta de la manera en que las cosas están
estructuradas y organizadas, no podemos sentirnos cómodos y sa-
tisfechos con nosotros mismos mientras nos empeñemos en vivir
como si las cosas tueran como nuestras fantasías nos habían hecho
creer.
En los grabados siguientes, podemos ver los efectos tan dife-
rentes que resultan de estar vueltos hacia el sol (centrados en
Dios), o vueltos hacia nuestros propios dominios o feudos. ¿Qué
ocurre cuando estamos orientados hacia nuestro territorio, de es-

81
paldas al «sol», a nuestro centro, que es Dios? ¿Hacia dónde van luz». En aquel entonces yo pensaba que era otra de las manías de
las sombras? ¿Qué sentimos entonces? ¿Qué hemos de hacer para los mayores: entrometerse en mi libertad y sacar faltas a todo lo
que todo cambie? Basta con sólo volvernos, dar un giro. No hay que hacía. Rehusaba tercamente volverme y disfrutar de los rayos
necesidad de desandar todo el camino, rehaciendo los pasos falsos de luz al iluminar mi trabajo. Naturalmente, si alguna vez obede-
y equivocados para corregirlos. En cuanto giramos y cambiamos el cía y hacía lo sensato, suponía una gran diferencia en mi capaci-
enfoque, quedamos automáticamente expuestos a los rayos del dad de ver mejor... aunque me costara dar mi brazo a torcer y re-
sol. ¿Qué pasa entonces con las sombras? conocer que tenían razón.
Al reflexionar en las palabras de mis padres, «sentada a con-
traluz», me doy cuenta de su acierto expresivo. ¡Qué descripción
tan exacta del «estado de caída» en que nos encontramos! Nos
sentimos muy satisfechos de proyectar sobre todas las cosas lo que
creemos que es nuestra propia luz (en vez de la de Dios), cuando
en realidad es nuestra sombra la que arrojamos sobre todo y sobre
todos. Esa actitud es causa de dos serios problemas.
- El primero es que, como la Tierra, no tenemos «luz propia».
Estamos en un engaño si creemos que producimos luz. La que nos
ilumina no es nuestra, sino que es reflejada del sol y, a fin de cuen-
tas, de Dios. Ésta es la diferencia esencial entre el Creador y la
criatura. Reconocer nuestra «creaturidad», esa condición de ser
Sombras, oscuridad, miedo creado por otro, es probablemente la parte más penosa del giro co-
pernicano. Significa dejar ese asidero al que nos aferramos cre-
yendo que somos el origen y la fuente o que, al menos, mantene-
mos el control de nuestro ser.

- El segundo problema es la cuestión de las sombras. Si con-


tinúo de espaldas a la fuente de luz o, mejor, de espaldas a ese
Dios que es la fuente de mi ser, entonces mi bulto (que es tan gran-
de como mi «ego») ensombrecerá todo lo que yo haga: mis em-
presas y tareas, mis relaciones, toda mi existencia. No sólo seré in-
capaz de ver el camino delante de mí, por culpa de mi propia
sombra, sino que proyectaré oscuridad sobre los demás. Haré del
mundo un lugar más sombrío. Y, naturalmente, cuanto mayor sea
mi «ego», mayor y más negra será la sombra.
La oscuridad queda atrás
Hay otro sesgo sutil en ese engañarnos a nosotros mismos cre-
yéndonos soles, en vez de planetas. Convencidos de que tenemos
A menor escala, recuerdo que, cuando era niña, me enfadaba nuestra propia luz y somos centros de gravedad, el siguiente paso
cuando, al verme leer o hacer mis tareas de espaldas a la ventana no está muy lejos: comenzamos a pensar que los demás seres han
o a la lámpara, mis padres se quejaban de que «estaba a contra- de girar a nuestro alrededor.

82 83
De esa manera la sombra del pecado se extiende más y más y gunas personas les ha sucedido una experiencia así, semejante a
con una creciente negrura sobre el mundo en que vivimos. Noso- la de Pablo en el camino de Damasco. Pero, para la mayoría, la
tros, que fuimos creados, como dice Ignacio, «para alabar, reve- conversión es un proceso gradual y lento de volverse, de girar-
renciar y servir a Dios», nos empeñamos en que los demás, y la se... Eso quiere decir, realmente, metanoia. E incluso la gente
creación entera, existan para alabarnos, reverenciarnos y servirnos con «la experiencia de Damasco» ha de tomar opciones concre-
a nosotros. tas después, en cada momento de la vida, en cada decisión, por
Cuando miramos a las cosas a esta luz, comenzamos a ver insignificante que sea. En cada minuto de nuestra vida podemos
que el «pecado» no es simplemente una lista de faltas y deslices ir «con el sol» de cara (en «con-solación») o «c}é espaldas al sol»
que hay que llevar al confesionario. Es el mundo al revés, y cuan- (en «des-solación»), I
do tratamos de «des-enrevesarlo» a nuestra manera y fiados en só-
¿Cómo reconocemos la diferencia? ¿Y qué podemos hacer en
lo nuestras fuerzas, acaba más y más enrevesado.
cada caso? Antes de reflexionar con más profundidad (como lo ha-
Más fácil que ver que eso sucede por culpa nuestra, es perca- remos más adelante en otros capítulos) sobre los cambios de nues-
tarnos de cómo nos ocurre a nosotros. Quizás has experimentado tros estados de ánimo, será bueno ver cómo lo entendía Ignacio.
situaciones o sostenido relaciones en las que sentías que no eras tú Según él, esos estados de ánimo espiritual indican si la dirección
el centro, sino que estabas en órbita alrededor de otro, atraído, por general de nuestra vida nos lleva hacia Dios o nos aparta de él.
así decirlo, por su campo magnético. Y eso puede ocurrir con per-
sonas o con cosas, por tu propia elección y preferencia, o por su Para prevenir cualquier tipo de desaliento o congoja, es im-
influencia que te manipula (deliberada o inconscientemente). Sea portante insistir en que cualquiera que esté leyendo un libro como
como fuere, situaciones de esa índole no te ayudan a acercarte a éste, buscando ahondar en su vida de oración, no se está apartan-
Dios. Al contrario, te impiden continuar tu camino hacia Él y so- do de Dios, hablando en general. Sin embargo, no sólo es posible
cavan tu propia libertad interior. En tales casos, deberías exami- sino fácil que, de alguna manera y no pocas veces, nos dejemos
narlo todo en un ambiente de oración y, si es necesario, no transi- arrastrar temporalmente lejos del derrotero que Dios quiere para
gir y oponerte claramente a ello. nosotros. Muchos hemos pasado por épocas en que eso sucedía
Si reconocemos a Dios como nuestro único «sol», fuente y no a veces sino de manera más permanente.
mantenedor de nuestro ser, y a nosotros mismos como «planetas», Ignacio explica así el entramado de los estados de ánimo de
cuyo movimiento natural es girar en órbita alrededor de nuestra esas dos tendencias (hacia Dios o lejos de Él):
fuente de vida, entonces seremos capaces de entender el significa-
do real de dos palabras usadas por los maestros de la vida espiri- - A aquéllos que se van apartando, la acción de Dios en sus
tual, incluyendo a Ignacio: «consolación» y «desolación», pala- vidas les causa desasosiego, agitación, turbación, ver-
bras que tienen un sentido diferente en el contexto de nuestro güenza... mientras que las cosas que pertenecen a sus
itinerario espiritual respecto al significado que suele otorgarles el propios intereses les hacen sentirse bien y, aparentemente,
lenguaje ordinario. los dejan satisfechos.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de «consolación» y - En aquéllos cuyas vidas se encaminan hacia Él, los efec-
«desolación»? Simplemente estamos hablando de estar «con el tos son los contrarios: cuando Dios toca su corazón, se
sol» o «despojados del sol». ¿En qué dirección va nuestra vida? sienten llenos de paz y luz y saben que, de alguna mane-
¿Me acerco o me aparto de Dios? Metanoia (la palabra griega pa- ra, pisan en tierra firme; y cuando se enfrascan en asuntos
ra conversión = inversión de mente) puede sonar a un cambio ajenos, notan que no están «viviendo en verdad», y expe-
brusco de dirección, a golpe de efecto teatral y repentino. A al- rimentan malestar y desazón interiores.

84 85
Otra imagen para entender los efectos de los m o v i m i e n t o s in- Si imaginamos que la playa representa nuestro centro verda-
ternos en nuestro espíritu es la de las mareas, en su f l u j o y reflujo, dero en Dios y el destino de nuestro itinerario, vemos c ó m o el mar
en su subir y bajar. nos empuja o separa de la costa según nuestro corazón esté v u e l -
to o no hacia Él. Se ve aquí la importancia de la orientación global
de nuestra vida. /''

Ahora fíjate en el efecto de los vientos, que podrían c o m p a -


rarse a lo que Ignacio llama «los espíritus». Imagínate el esfuerzo
de un nadador que se deja llevar por la marea alta hacia la playa:
cuando el viento sopla hacia el mar, obstaculiza su avance, pues le
empuja en sentido contrario; si el viento sopla hacia tierra, acelera
la marcha del nadador. Se ve claro que los efectos de los vientos
serán los contrarios si la marea sube o baja y si el nadador se d i r i -
ge hacia tierra o hacia alta mar.

Si lo traducimos al lenguaje de nuestra navegación espiritual,


Cuando me c u a n d o nos dirigimos hacia nuestro puerto o nuestra playa en
vuelvo a Dios, la
Dios, un viento en la dirección contraria causa turbulencia y d i f i -
marea me
culta el progreso. El mismo viento les parece favorable a los que se
empuja hacia la
costa quieren alejar de Él.

Podemos pensar que esos vientos representan al espíritu cons-


tructivo y al espíritu destructivo, y son el origen de las c o n m o c i o -
nes y m o v i m i e n t o s que surgen en nuestro interior. Así nos resulta
más fácil entender que el m i s m o espíritu o m o v i m i e n t o interior
que acelera y refuerza el avance del que bracea hacia Dios, retar-
da y obstaculiza al nadador que se separa de Él.

C o m o doy por descontado que todos los lectores de este libro,


deseosos de mejorar su relación con Dios, comparten la misma
orientación fundamental hacia Dios (nadan hacia la playa), pode-
mos comprender que el «mal espíritu» actúa en nosotros c o m o el
viento contrario, que nos hace sudar, sentirnos ante obstáculos y d i -
ficultades, experimentar turbulencias y apuros. Mientras que el
«buen espíritu» es c o m o el viento de popa, hincha las velas, nos da
alas y ánimo, acelera nuestra marcha y potencia nuestros esfuerzos.

N a t u r a l m e n t e esto son sólo metáforas. H o y nadie tomaría a


los «espíritus» de Ignacio por entes objetivos e individuados, co-
m o mensajeros enviados por Dios o el d i a b l o para animarnos o
c o n f u n d i r n o s . Sin embargo, lodos experimentamos esas alteracio-
nes, tendencias, impulsos en nuestro interior. A veces se originan

86 87
dentro de nosotros, otras, parecen venirnos de fuera, sin razón vueltas más pequeñas tapaban la luz de la salida. En un túnel, se
aparente. Y no faltan ocasiones en que experimentamos una sen- pierde todo sentido de la perspectiva; puede olvidarse hasta que
sación de estar a merced de fuerzas más allá de nuestra compren- existe la luz.
sión humana.
No puedes ver ni tan siquiera tu propia mano. No divisas la
Nuestro objetivo no es aquí el tratar de identificar de dónde vie- salida y tienes que creer que la hay, ya que has entrado por la bo-
nen o salen esos movimientos internos, negativos o positivos, sino de ca de un túnel. Es una experiencia desagradable por las contrarie-
entender sus efectos, de manera que seamos capaces de responder dades que te ocurren en ese tramo: casi chocas con otras b a r c a l
mejor a ellos. Lo hacemos cuando aceptamos con alegría y gratitud rozas o golpeas la pared, los olores, la oscuridad, los humos de
los tiempos de consolación, cuando los vientos soplan de popa, a diesel en el aire que te ahogan...
nuestro favor. Lo hacemos igualmente cuando nos ponemos en
guardia ante la desolación que nos traen los vientos contrarios. Es una descripción muy acertada de lo que se siente en «de-
solación» espiritual aunque, naturalmente, cada persona lo ex-
perimenta a su manera. Y no es de extrañar el que, en tales cir-
cunstancias, nos sintamos tentados a abandonarlo todo, a volver
¿Una crisis en el túnel?
atrás, cambiar de dirección y volvernos atrás en la decisión de
cruzar ese túnel. Fue entonces cuando mi amiga descubrió la sa-
Ignacio nos da una regla absoluta para tratar con la desolación: biduría de Ignacio:
En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas estar firme No se puede dar la vuelta en un túnel con una barcaza de quin-
y constante en los propósitos y determinación en que estaba en ce metros; así que, una vez que has entrado, hay que continuar.
la antecedente consolación. Dar la vuelta te desequilibraría del todo, te haría naufragar.

Dicho con la imagen de las mareas y los vientos, es el equi- Fue una de las imágenes más realistas que he oído sobre el
valente a sentir un viento contrario cuando estás nadando hacia la consejo de San Ignacio de «no hacer mudanza», de no cambiar la
playa en el flujo de la marea alta y, al encontrar la oposición del dirección durante el tiempo de desolación. Puede ayudarnos a re-
viento y experimentar turbulencia, decidir dar la vuelta y dejar que flexionar y orar.
el viento te lleve mar adentro. ¡Cuántos de nosotros hemos tenido
esa misma experiencia cuando las circunstancias nos eran contra- - Si tratas de dar la vuelta en un túnel con una barcaza, el
rias, y nuestra respuesta fue algo así como: «Ya sabía yo que era naufragio es seguro. Y en ese pontón va tu vida y tu cami-
inútil esforzarme. No sé cómo pudo ocurrírseme meterme a esto. no con Dios. No te arriesgues a zozobrar para siempre en
Abandono». las profundidades de ese túnel oscuro.
- Retroceder, cambiar de sentido, tampoco es una solución
Una persona, que me ha dado permiso para contar su histo- realista. Ya es bastante difícil conducir de noche un auto-
ria, sufrió recientemente la pérdida de una amiga muy querida que móvil marcha atrás en línea recta: no son raros los golpes,
la dejó conmocionada y alterada durante varios meses. Algún
colisiones, roces y salidas de calzada. Mucho más con
tiempo después, fue de vacaciones con su marido y, entre otras co-
una barcaza en un túnel oscuro y con curvas. Pero lo más
sas, salieron en una barcaza a dar un paseo por un canal. Había
importante: ¿es que quieres volver al principio?
que atravesar un túnel, y así es cómo explicaba ella su experiencia:
Fue como entrar una noche oscura -decía-, algo como lo que Esa persona descubrió, gracias a esta experiencia de «noche
había experimentado con la pérdida de mi amiga. Aun las re- oscura», que ei túnel es, sin lugar a dudas, el único modo de seguir

88 89
adelante y llegar al destino deseado; y, además, todos los túneles, En el c a p í t u l o siguiente a p r e n d e r e m o s c o n más d e t e n i -
por muy oscuros que sean, tienen una salida. La realidad del viaje m i e n t o c ó m o r e c o n o c e r si nos e n c o n t r a m o s en c o n s o l a c i ó n o
no es el túnel sino el canal, no el periodo de desolación oscura, si- d e s o l a c i ó n , y a qué p u e d e deberse. Entretanto, no dejes de c o n -
no la realidad de la luz divina que brilla siempre, aun c u a n d o no- testar a esta pregunta: ¿A quién sirvo? ¿A Dios o a mí mismo? Y
sotros no la veamos. a u n q u e , en general, podría responder q u e r e c o n o z c o la sobera-
Así concluía su historia: nía de Dios en m i v i d a y trato de i m i t a r l e en buscar el b i e n de
todos, ¿cuál sería r e a l m e n t e la respuesta si, c o n t o d a h o n e s t i -
Cuando sales al otro lado, la luz parece más brillante, los cantos d a d , revisara, en concreto, mis obras y acciones de las pasadas
de los pájaros son más melodiosos y el color del agua de una be- v e i n t i c u a t r o horas? U n a mirada más atenta a mis estados de á n i -
lleza increíble. Ves el mundo con ojos nuevos gracias a la oscu-
m o cambiantes y a mis reacciones espontáneas podría revelarme
ridad que has dejado detrás. Has llegado a un lugar nuevo... más
muchas cosas.
allá.

Sugerencias para la oración y reflexión

El Señor te bendiga y te guarde,


te muestre su rostro radiante y tenga piedad de li,
contemples su semblante y te conceda la paz.

(Números 6, 24-26)

Lee este texto despacio y rézalo, deja que sus palabras resue-
nen en tu c o r a z ó n y te descubran sus significados más h o n d o s .
Léelo una y otra vez, c o m o rumian las vacas, degústalo despacio,
saboréalo y asimila su contenido nutritivo, que llegue hasta el cen-
tro de tu quién y dé sustento a las raíces que allí van creciendo.

Si alguna frase o palabra te atrae de manera especial, perma-


nece en ella y repítela cuantas veces encuentres gusto en ello, sa-
boréala y deja que Dios te hable por m e d i o de ella.

Con sencillez, con paz y quietud de mente y corazcm, ponte


ante Dios, cuyo rostro brilla radiante y te transmite la fuerza y el
calor de la verdadera vida. Relájate y abre las profundidades de tu
ser a la primavera de su venida.

Prohibido cambiar de sentido en el túnel ¿Ha habido momentos en tu vida en que, deliberada o inad-
vertidamente, has estado alejándote de Dios, a la deriva? Recuer-

90 91
da esos momentos ahora en la oración y preséntalos a Dios para
que los sane y perdone.
Recuerda también las circunstancias en que cambiaste de
rumbo, pudo ser gradual o bruscamente. ¿Dónde vivías, qué ha-
cías entonces, qué edad tenías, cuáles eran tus amistades y com-
pañías...? ¿Quiénes te ayudaron a volverte a Dios? Acaba dando
gracias a Dios.

5 \
Analiza las últimas veinticuatro horas de tu vida. ¿Has notado
vientos contrarios? ¿Vientos favorables? ¿Cómo te has sentido en Ortigas y rosas
esos momentos?
¿Puedes recordar alguna ocasión en que te sentías «en conso-
lación» y tomaste una decisión, que luego cambiaste al arreciar los
vientos en contra? ¿Y hubo alguna otra ocasión en que permane- Prestar atención a los estados de ánimo
ciste firme en la determinación tomada en consolación, a pesar de
encontrarte después con los vientos adversos de la desolación y la
Todos sabemos por experiencia que nuestros estados de áni-
lucha interior? Compara los sentimientos y las impresiones que tie-
mo cambian imprevisiblemente y, muchas veces, sin que poda-
nes ahora sobre estas dos situaciones.
mos controlarlos. En el capítulo anterior nos dimos cuenta de
que hay una diferencia fundamental entre los que nos hacen sen-
tirnos «en suelo firme» o «viviendo en verdad», y los contrarios,
en que nos notamos inestables, agitados y perturbados interior-
Reflexiona sobre los acontecimientos de la pasada semana o
mente. En este capítulo trataremos de descubrir las leyes que ri-
de ayer mismo y pregúntate a quién sirves realmente. ¿A tu yo, a
otra u otras personas, a Dios? gen esos estados anímicos y lo que pueden enseñarnos sobre
nuestra relación con Dios.
Para saber a quién sirve un tipo determinado de acción, ayu-
da el desentrañar, con toda sinceridad ante Dios, los motivos ver- Como apuntamos en el capítulo anterior, se da por supuesto
daderos por los que se realizó esa acción. Por ejemplo, un político que nuestra vida está fundamentalmente orientada hacia Dios; de
declara que hizo esto u aquello por «el bien común», pero es cla- lo contrario no estaríamos tratando de mejorar nuestra unión con
ro que su propósito era conseguir votos o salir airoso de una com- Él. Por lo tanto, cuando experimentamos un estado de ánimo
parecencia parlamentaria al día siguiente. «que nos refuerza», podemos asegurar que viene, aunque sea re-
motamente, de la acción de Dios en nosotros. Y cuando nos ve-
Aviso: Es muy fácil hacer todo este ejercicio pensando en las mos sumidos en sentimientos de inquietud y angustia, podemos
acciones y decisiones de los demás. No es tan sencillo demostrar pensar que su origen no está en Él, sino en algo que tiene que ver
el mismo grado de honestidad cuando se trata de nosotros mismos. con nosotros.
Para no equivocarse, se necesita la ayuda de Dios, oración y hu-
mildad (¡y mucho sentido del humor!).

92 93
Cada día A continuación rememora los momentos en los que has ex-
perimentado que pisabas terreno firme. ¿Qué te daba semejante
seguridad? ¿A qué te dedicabas entonces? ¿Quién estaba contigo?
Para percibir los cambios en tus estados de ánimo espiritual
¿Qué dijo o hizo alguien que reforzó ese estado de ánimo positi-
prueba este ejercicio: cálmate y sosiégate hasta que te sientas abier-
to a tu centro del quién. Luego recorre las últimas veinticuatro horas vo? ¿O fue quizás un momento de profunda unión con la creación
o un periodo más largo, quizás una semana, un mes, un año. Sim- de Dios? ¿O tuviste una inspiración repentina, pero durante la cual
plemente repasa en tu oración ese periodo de tiempo, permitiendo no pudiste dudar que Dios mismo te guiaba y te hacía comprender
que los estados de ánimo predominantes salgan a la superficie. Pue- algo sobre ti, o sobre un conflicto, o sobre tus relaciones con otras
de ayudarte tomar notas (mentalmente o por escrito) de cuándo o en personas? ¿O quizás fue un detalle de cariño o amabilidad de al-
qué situaciones te sentiste en tierra firme y sólida, y cuándo te en- guien para contigo, o un sentimiento de amor y conipasión por un
contraste agitado por inquietudes, turbaciones... Sin duda encontra- necesitado? ¿Dónde se produjo realmente esta experiencia de paz
rás los dos tipos de talantes, y no hay razón ninguna para sentirse y plenitud? ¿Te recuerda otras vivencias similares? ¿De dónde
culpable ahora por lo que experimentaste entonces. crees que procede y hacia dónde te empuja? ¿A qué tipo de creci-
miento y maduración te lleva? Lo mismo que has hecho con tus
El siguiente paso es dejar que Dios nos muestre cuál es la raíz puntos flacos, pon ahora nombre exacto a lo positivo que has vi-
de esos sentimientos y estados de ánimo. ¿Qué fue lo que realmen- vido y aplícatelo. Es tuyo, es un regalo de Dios. El dibujo del jardín
te inspiró o provocó mi arrebato de cólera, o mi miedo, o mi apren- de rosas puede recordarte estados de ánimo positivos.
sión? Alguien se interpuso o entrometió en mis sueños e ilusiones,
ofendió mi orgullo, reabrió una herida no cicatrizada... Si ésa fue la
causa, ¿qué punto flaco me tocó? ¿El mismo que en ocasiones an-
teriores? ¿De qué se trata realmente?, ¿puedes ponerle un nombre,
reconocer abiertamente que es un flanco débil de tu persona?
Mira este dibujo de un campo de ortigas y fíjate en si despier-
ta alguna asociación con situaciones de tu vida.

,, desconfianza
colera

Este ejercicio que hemos estado haciendo suele llamarse en la


jerga ignaciana examen de conciencia. Ignacio insistía en que sus
compañeros hiciesen un examen de conciencia, aunque no pu-
diesen sacar tiempo para hacer un rato de oración. Les enseñaba
así a seguir la pista de sus estados de ánimo y descubrir los movi-
mientos internos de su corazón, aprendiendo a reconocer -como

94 95
«consolación»- los momentos en que se sentían en suelo firme, en
«terreno sólido» y -como «desolación»- los estados de inquietud
y ansiedad interiores. Con el tiempo, esta práctica nos ayuda a
descubrir cuáles son los deseos más profundos de nuestro corazón
y cuál es la causa del hondo desasosiego que nos turba. Nos sirve
también para distinguir la acción de Dios en nosotros (que produce
consolación), y los movimientos que se originan en nuestra zona os-
cura o por la presión de intereses ajenos (que causan desolación).

Los muebles viejos del trastero


.con el mobiliario interior.
El «mobiliario» que abarrota nuestros «aposentos interiores»
es muy propenso a rayarse, astillarse, hundirse, romperse..., a toda
clase de «accidentes». Y tiene la desventaja de ser invisible para
los desafortunados que chocan con él sin darse cuenta; y también
invisible para nosotros, sus dueños, a no ser que Dios nos lo haga
ver. Nuestro aposento interior se ha ido llenando de muebles inú- La mujer de la página anterior está encantada y gozosa pa-
tiles y ha dejado de ser una vivienda para convertirse en un «tras- seando a su niño, mientras que a su amiga de la parte superior la
tero» en el cual se amontonan malos recuerdos o experiencias ne- asalta el recuerdo doloroso de su propio niño muerto, algo que
gativas, prejuicios y obsesiones irracionales que echan sus raíces ella creía definitivamente enterrado en el pasado, pero que en re-
en la propia historia. El grabado de las páginas 96 y 97 nos mues- alidad estaba esperando una ocasión para salir a la superficie. La
tra un ejemplo. alegría de una persona y el dolor de otra están a punto de chocar y
estrellarse, y ninguna de las dos conseguirá adivinar el porqué de
la tensión que va creciendo entre ellas.

El truco para poder vivir con tanto mobiliario interior inútil no


es deshacerse de él -nadie lo conseguiría, todos estamos llenos a
rebosar de «muebles» que hemos ido acumulando con nuestros
miedos, recuerdos, malas experiencias- sino hacerlo visible. Una
vez que sabemos que está ahí y de qué bártulos se trata, no nos ex-
trañará que alguien, inadvertidamente, choque con ellos. Eso nos
hace más libres a nosotros mismos, y deja más espacio a los de-
más, que no tendrán que estar siempre atentos a no herirnos, ni
desconcertados por nuestra actitud de «cuidado, frágil».

96 97
Técnicas para desactivar bombas cil distinguir los temas «discutibles» o los «vidriosos». Hay cues-
tiones tabú que no pueden plantearse ante esas personas. ¿Cómo
reaccionas ante esa clase de gente? Doy por cierto que procuras
Recuerdo una tarde en que mi mobiliario interior sufrió varios
ser muy cauteloso y discreto en todo lo que hablas con ella y, en
rasguños durante una discusión sobre Thomas Merton, que, como
sabréis, era un gran guía espiritual, al que admiro mucho, un reli- casos extremos, intentas evitarla y rehuirla, ya que parece estar ro-
gioso con votos, que dejó la vida consagrada cuando se enamoró deada de alambre espinoso.
hacia el final de su vida. Esa incongruencia me hirió como si fue- Todo esto suele pasar inadvertido en las ocupaciones de cada
se en carne viva, abrió una herida que yo no sabía que existía en día. Una manera de caer en la cuenta de ello es examinar tus reac-
mí. La discusión se volvió desordenada y poco fructífera, ya que ciones exageradas, que pueden apuntar -como en mi caso con el ,
cada uno de nosotros daba palos de ciego en la oscuridad de nues- asunto Merton- a un área de fricción dentro de ti. Si puedes llegar a '
tras reacciones ambiguas y confusas, tratando -cada uno- de «sal- las raíces de esa tensión -posiblemente con la ayuda de un amigo
var los muebles». Mi reacción exagerada me preocupó tanto que que te entienda- habrás andado un buen trecho en el camino de de-
fui con ello a un director espiritual, que me ayudó a ir a la causa sactivar la carga explosiva que esa presión genera. Y ios que tratan
de mi excesiva conmoción en el asunto, y a darme cuenta de que contigo te estarán agradecidos por haber limpiado el campo de mi-
tenía que ver más conmigo misma que con Thomás Merton. nas y, al comprobar que se ha ampliado el «terreno seguro» dentro de
Por casualidad, unas semanas más tarde, alguien me habló ti, entrarán donde antes no se atrevían.
sobre su confusión con «el asunto Thomas Merton». Aunque no caí
en la cuenta en aquel momento, escuché a esa persona con toda
atención, sin mezclar mi revuelo interior en el asunto. Ahora com- Consolación y desolación: cómo reconocerlas
prendo que eso fue posible gracias a la experiencia que había te-
nido en aquella discusión en grupo, y gracias a que para entonces
ya me había dado cuenta de aquel «mueble» que yo había tenido Siguiendo la pista a nuestros sentimientos de desolación y
escondido, y al sacarlo a la luz ya no me preocupaba el que al- consolación podremos llegar, en la mayoría de los casos, hasta un
guien tropezara con él. tipo de raíces similares a las que hemos visto en este capítulo, pe-
ro ¿cómo se manifiestan en la práctica? El grabado siguiente resu-
Comparto esto con vosotros para aseguraros que con este mé- me los síntomas principales de la desolación, y las gracias más co-
todo se obtienen buenos resultados: múnmente experimentadas en la consolación. Puede ayudarte el
- Cuando reconoces como tuyo un «mueble» de tu trastero examinar una vez más tus estados de ánimo durante las últimas
interior, no estallarás y saltarás cada vez que alguien tro- veinticuatro horas y ver si puedes reconocer algunos de esos sín-
piece en él. tomas o si has experimentado alguna de esas alegrías.
- Eso te hará más libre. Sean cuales sean las maneras y las formas en que hayamos
- Y creará más espacio libre para los demás, que se darán experimentado la «consolación» y nos hayamos sentido -por muy
cuenta, instintivamente, de que eso ya no es un tema res- breve que haya sido el rato- cercanos a Dios, debemos agradecér-
tringido que ni se puede insinuar y se sentirán más libres selo de todo corazón, y volver a rememorarlo con gratitud cuando
cuando tengan que hablarte de ello. nos encontremos en periodos de «desolación», como un niño que
vuelve corriendo a los brazos de sus padres cuando las cosas se
A veces te tienes que relacionar con cierto tipo de personas tornan difíciles y desconcertantes. Para ayudarnos a recordar, sería
de la que piensas (o incluso dices a tus hijos): «Poned atención, ni bueno escribir nuestros sentimientos en tiempos de consolación y,
se os ocurra mencionar tal y tal cosa». En el trato con ellas es difí- así, conservar nuestros recuerdos frescos y asequibles.

98 99
«Consolación» no es lo mismo que «alegría». Es posible el es- Otra prueba útil para aplicarla a nuestros estados de ánimo es
tar en consolación, muy cerca de Dios, en momentos de dolor ob- ésta: en una situación particular, ¿me siento atraído (quizás pode-
jetivo y real. Yo recuerdo las dos o tres semanas que pasé velando rosa pero siempre delicadamente) o me siento impelido, empuja-
a mi madre, a punto de morir de cáncer, como un tiempo de ex- do, obligado? Para distinguir entre estos dos sentimientos, pode-
traordinaria unión con Dios. De la misma manera, la consolación mos recordar ocasiones en las que alguien nos pidió hacer algo y
puede producir lágrimas. Hay una gran diferencia entre lágrimas respondimos «sí»: ¿lo dije porque sentía dentro de mí el deseo de
de consolación y de desolación. Recuerda lo que sentiste cuando hacerlo, o por evitar conflictos, o contra mis convicciones más
vertías amargas lágrimas de desolación y te hundías cada vez más hondas? La acción de Dios en nuestra vida la experimentamos
hondo en el desamor, y cuando rebosabas de tanta alegría -al sen- siempre, en el fondo, como una respetuosa invitación. Si nos sen-
tir la cercanía de Dios- que tu corazón se llenó y se desbordó en timos forzados, inducidos o impelidos, eso no viene de Dios, sino
dulces lágrimas, que eran llanto de consolación. de nuestro propio mundo o del de otras personas. Ignacio compa-
ra la consolación a la gota de agua que cae sobre una esponja, y Ya
desolación a la gota que rebota en una piedra y salpica. /
Nos encierra en nosotros.
Es una espiral que nos hunde más y
más en sentimientos negativos.
Nos separa de los demás y de la
comunidad.
Nos empuja a despreciar lo que
antes considerábamos importante.
Nos ciega y nos impide tener ¿INVITADO o FORZADO? ¿Cómo te sientes?
perspectiva. Dios invita y el diablo empuja.
Borra toda traza y señal de
nuestro camino.
Nos vacía de energía.
el Reino de Dios
i

Nos abre hacia fuera y más allá de ¿EMPAPA o


nosotros mismos. SALPICA?
¿Cómo te sientes?
Nos hace capaces de compartir las
alegrías y tristezas de los demás.
Nos une más al grupo y a la co- mi propio mundo
1
munidad. i \ '

Nos suscita nuevas ideas y ánimos.


Si te empapa co-
Restablece el equilibrio interior y mo a una esponja,
nos hace más clarividentes sobre es de Dios...
nosotros mismos.
Nos descubre cómo actúa y nos
guía Dios en nuestra vida.
* ^
^ «*>
V<
^' ^e c a e enci|T,a
y
'^<*W~S^m'K,. salpica, no es de
Nos llena de energía. Dios.

100 101
La ilustración que viene a continuación muestra cómo dejan Los sentimientos y estados de ánimo cuyo rastro hemos estado
la consolación y la desolación nuestro espacio interior, el reducto siguiendo son lo que llamamos consolación y desolación y los ex-
del quién. perimentamos en el día a día. A veces, sin embargo, parece como si
una ola de consolación nos envolviera de repente sin razón aparen-
Lo que yo hago cuando mi corazón, como en el grabado, se te. Nos llega como un regalo gratuito de Dios (como toda consola-
va encogiendo, se va hundiendo, se va endureciendo como plo- ción), pero tiene el poder de henchirnos de luz, amor y gozo. En-
mo, es repetir una y otra vez frases como: «Levantemos el corazón. contramos casos en la Escritura, especialmente en los evangelios y
Lo tenemos levantado hacia el Señor». Te vendría bien encontrar en los Hechos de los Apóstoles, pero también podemos encontrarlos
alguna frase o imagen que pudiera ayudarte en momentos en que en nuestra vida. Ignacio lo llama «consolación sin causa previa».
sientes que la desolación te invade y te anonada. Mi hija me dio
una ayuda visual para este ejercicio: un corazón rojo pequeñito, Ante una experiencia de esa naturaleza sólo queda el recibir-
de madera, que bascula hacia arriba y hacia abajo en un palo ver- la con toda humildad y agradecimiento. A menudo parece que se
de. Lo guardo al lado de mi despertador, y me ayuda a recordar da no a los que más la «merecerían» sino a los que más/fá necesi-
quién me concede vivir un nuevo día, cuando me siento inclina- tan, que, muchas veces, son las personas que menos se lo esperan.
da a quejarme: «¡otro día!». Es una gracia que no puede nunca ser «conquistada» o «mereci-
da», ni tan siquiera «buscada». Los que lo han experimentado sue-
len decir, mirando hacia atrás, que esa gracia llega justamente
cuando se acerca un periodo realmente difícil con nuevos retos y
desafíos. Se diría que nos ayuda a acumular fuerzas y a preparar-
Achica y encoge el nos para lo que va a venir.
corazón, haciéndolo tan
pesado que se hunde
hasta el punto más bajo.
La consolación y el «bienestar»

No es fácil entender que no es lo mismo experimentar conso-


lación espiritual que simplemente «sentirse bien», o encontrarse
en desolación espiritual que «sentirse deprimido». Los efectos pue-
den ser muy similares, pero la diferencia está en cuál es la fuente,
el origen, la causa.
Ensancha tu corazón de
tal modo que caben en él °A/SOLA^° Para entender esta diferencia fundamental, debo darme cuen-
los demás y sus ta de en qué pongo mi atención mientras paso esa experiencia. El
necesidades, y lo aligera «sentirme a gusto» y su contrario, el «sentirme abatido», están in-
tanto que puede volar trínsecamente centrados en mí. Ocurren cosas en mi persona que
hasta Dios. ocasionan o desencadenan esos altibajos. Hablando en términos
fiscales, una reducción de los impuestos «me levanta el ánimo».
En casa, una discusión en familia me puede «dejar abatido». Son
muchas las cosas que producen «bienestar» o «malestar». Si ob-
¡LEVANTEMOS EL CORAZÓN! servo atentamente esas emociones, descubriré que, en la mayoría
Lo tenemos levantado (o lo intentamos) hacia el Señor de los casos, apuntan a mis intereses individuales o grupales, que

102 103
son fruto de una satisfacción o frustración de mis deseos. Es com- Si empezamos a actuar y reaccionar de ese modo, descubri-
pletamente natural y parte de lo que nos hace humanos. Sin em- remos que el aparente túnel oscuro tiene salida, que en realidad
bargo, estas emociones pueden ser fácilmente manipuladas o ver- estamos recorriendo un buen trecho del camino, y acabaremos por
se afectadas por la química inestable de mi organismo, por lo que descubrir que Dios nos atrae hacia sí precisamente gracias a aque-
he comido, por lo bien o mal que he dormido... llo que creíamos (en el plano de nuestro dónde) tan destructivo pa-
ra nosotros.
Esas alternancias no son lo mismo que la consolación o deso-
lación espirituales. La diferencia estriba en el foco de la experien- Este volverse a enfocar de nuevo es una especie de continua
cia. Experimento consolación espiritual cuando mi corazón se con-versión. Esos «giros» son casi siempre invisibles para los de-
siente atraído hacia Dios, aunque eso ocurra, como hemos visto, más, sólo nos damos cuenta nosotros mismos y, pór^upuesto,
en circunstancias que «la gente» consideraría negativas. Es una se- Dios; pero pueden ser más valiosos, más auténticos y más eficaces
ñal de que mi ser, al menos en ese momento, late en armonía y al que las «caídas del caballo» en el camino de Damasco, aunque
ritmo del corazón de Dios. Consolación es la experiencia de esa ciertamente no tan espectaculares.
afinidad y conexión profundas con Dios, y llena mi corazón de un
sentido de paz y alegría. El epicentro de la experiencia está en Cada día nos trae «pequeñas muertes», y en ese sentido esta-
Dios, no en mí. mos llamados a renacer cada vez, volviéndonos hacia Dios, en vez
de hacia nosotros mismos. El «nacer de nuevo» es verdaderamen-
El reverso de la moneda es la desolación espiritual. La expe- te un proceso continuo.
rimento cuando mi corazón se vuelve de espaldas a Dios. Un pro-
Una última advertencia sobre la consolación y la desolación,
ceso habitual de la desolación es el siguiente:
antes de que pasemos, en el capítulo siguiente, a considerar las
- Algo ocurre que trastorna mi «mundo»: quizás no logro lo formas de utilizar estos estados de ánimo espiritual para encontrar
que deseaba, alguien dice o hace algo que me hiere... el camino en la oscuridad.
- Yo reacciono enfocando el suceso hacia mi dolor. Con
Como sabemos, emociones, sentimientos y estados de ánimo
eso, mi atención se aparta de Dios y se centra en mí.
son contagiosos. ¿Cuántas veces hemos ensombrecido la vida de
- Me encuentro entonces de espaldas a la luz, miro sola- nuestra familia o comunidades infectándolas con nuestra desola-
mente mi propia sombra. El resultado es que el mundo en- ción, y cuántas veces nos hemos sentido arrastrados por la espiral
tero me parece negro y amenazador. de la desolación de otras personas? Y al contrario, la próxima vez
- Fácilmente eso me lleva a imaginar consecuencias cada que vayas en coche a la ciudad una mañana soleada, fíjate en
vez peores de aquel suceso original que me había turba- cuántos de los conductores sonríen o cantan con la música de la
do, y así la espiral me arrastra a niveles más y más bajos radio, y cómo te hacen señales de agradecimiento, complacidos,
de desolación. porque les has dejado pasar. Y date cuenta de cómo todo eso afec-
ta a tu estado de ánimo.
Si aprendemos a reconocer este esquema, seremos capaces
de darle la vuelta a la situación. Cuando nos ocurre un incidente La consolación y la desolación son contagiosas, y el conse-
desagradable, podemos reaccionar enfocándolo a la luz de Dios, y jo del dibujo dice con toda intención que «¡no las guardes para
no a la de nuestros intereses o nuestro dolor. No es fácil este cam- ti solo!».
bio de perspectiva. Sólo es posible cuando nuestro deseo de acer-
carnos a Dios es más fuerte que la sensación de dolor que el suce-
so nos produce. Volveremos a considerar este problema con más
atención en otro capítulo.

104 105
ciente, y pidiéndole a Dios que te enseñe cómo responder para que
se convierta en una semilla de crecimiento para los demás y para ti.

Sugerencias para la oración y reflexión

De nuevo, trata de reflexionar sobre las últimas veinticuatro ho-


ras (o un periodo de tiempo más largo) haciendo uso del examen de
les conciencia. Puede ayudarte el esquema de Mi día con Dios: oración
contagiosa! de la noche, que te propongo siete párrafos más adelante.

NO LA GUARDES PARA En quietud y sosiego, tómate algún tiempo para repasar los es-
T I SOLO tados de ánimo del día. ¿Has experimentado sentimientos propios
del campo de ortigas7. ¿Adivinas cuáles son sus raíces? ¿Qué era lo
que realmente te dolía? ¿Has pasado algunos ratos en el jardín de
rosas? Recuérdalos y dale gracias a Dios por ellos. Luego deja que
tu gratitud saque a la superficie sus raíces, trata de encontrar de
Déjale tu desolación dónde sacaban el jugo... y agradece a Dios todo ello otra vez, sin
a Dios y dedícate a los
demás olvidar a la gente, viva o ya muerta, que ha nutrido y sustentado
esas buenas raíces.
O. Da gracias a Dios y
comparte tu consolación
con nosotros. Que
dinamice tu andar y tus Pasa algún rato mirando dentro de tus «estancias interiores»:
sueños. ¿hay muchos «trastos» ocupando lugar? ¿Hay letreros -invisibles-
que advierten: «¡No tocar! ¡Frágil!»? ¿Ha habido recientemente al-
guien o algo que ha chocado o rayado alguno de esos muebles?
La desolación te asfixia y te anula. Confíale tus sentimientos ¿Qué sentiste? ¿Qué te reveló sobre tu mobiliario invisible? ¿Has tro-
de congoja a Dios - n o es tan fácil como decirlo, pero sigue ha- pezado tú con el mobiliario de alguna otra persona?
ciéndolo aunque parezca que no te ayuda-, y desvía la atención
de ti para ponerla en los demás. La consolación te desborda de
alegría: por tanto, derrama esos sentimientos sobre los demás, de-
ja que la energía que la consolación genera en ti encienda nuevos ¿Te ha contagiado hoy alguien su desolación? ¿Su consola-
sueños e ilusiones, y dale muchas gracias a Dios. ción? ¿Qué sentiste?¿Cómo reaccionaste? ¿Crees que tú contagias-
te a alguien tu desolación o consolación?
Quizás te guste acabar este capítulo quedándote en oración, re-
memorando un momento o periodo específico de consolación re-

106 107
El método podría ser éste:
Reflexiona sobre alguna situación en la que te sientas impeli-
do, empujado, forzado. ¿Quién o qué te empuja o te arrastra? 1. Quietud. Siéntete relajado en la presencia de Dios. Le ale-
¿Quieres que sea así? Si te preocupa, presenta esa situación a Dios gra que hayas venido a El, aunque durante el día lo hayas olvida-
en la oración y dile lo que sientes. Deja que Él te lleve a descubrir do. Deja que las tensiones del día vayan disolviéndose poco a po-
sin tensiones las fuerzas que te mueven, y dónde tienen su origen co. Acalla el ruido interior de mil distracciones que quieren venir
o sus raíces. Pídele que te libre de toda situación «forzada» que es- a poseerte ahora. ....—-
tés experimentando.
2. Agradecimiento. Recuerda con gratitud los dones que Dios
Luego reflexiona sobre los aspectos de tu vida que te atraen. te ha hecho durante el día (un encuentro con un amigo, una mira-
¿Qué sientes? ¿Paz, retos y nuevos desafíos, emoción, un poco de da de alegría honda o de pena en una cara que viste de paso, una
miedo...? Trata de expresarlo concretamente y preséntalo a Dios
flor en el camino, los primeros pasos de un niño, la sonrisa de
en la oración y deja que te lleve hasta la raíz de donde brotan esos
unos abuelos, un tendero o una oficinista que han sido simpáticos,
sentimientos atractivos. Que Él afirme y refuerce las respuestas y
un chofer que ha sido amable, entender y ver claro algo, un traba-
sentimientos que tienen su origen en Él.
jo bien hecho, un problema resuelto, el abrazo de un niño, la ca-
* #* ricia de un ser amado, un recuerdo agradable, la luna que asoma
tras el horizonte, una hoja que cae del árbol...). Detente en el re-
Elige una frase, una jaculatoria, un mantra o una imagen que cuerdo y agradéceselo a Dios a tu manera.
pueda ayudarte cuando te encuentres en la espiral de desolación
3. Luz. Pide que el Señor te ayude a ver y entender cómo su
que te precipita hacia lo profundo. Quizás una frase de la Escritu-
ra, de uno de tus libros favoritos, de un poema, de una invocación amor ha estado trabajando hoy en ti. Es una gracia del Espíritu, y
a Dios o de un recuerdo feliz, un paisaje o espectáculo que te gus- se ha prometido a los que la buscan con sinceridad. «Sin el miste-
ta. Escojas lo que escojas, guárdalo dentro de ti «para los días nu- rio de la luz la vida entera se vuelve laberinto.»
blados», los tiempos de desolación.
4. Reflexión. Con toda paz, reflexiona sobre lo que te ha pasa-
do y has hecho. Que el Espíritu te muestre lo que quiere decirte.
Las preguntas que siguen no son más que sugerencias. Y no
hace falta contestar a todas cada día. Si te sientes llamado por al-
Mi día con Dios: oración de la noche guna en concreto, detente en ella y deja que Dios hable a tu cora-
zón sobre eso.
El día está a punto de acabar. La vida ha llenado tu trabajo, tu
familia, hijos, negocios... O quizás ha sido un día vacío, largo y - ¿Qué te atrajo a Dios hoy: un amigo, la belleza de la na-
solitario. Quizás no tuviste tiempo - o ganas- para la oración, pe- turaleza, un libro, una carta, un pensamiento apacible...?
ro puede que sí tiempo y espacio para Dios. ¿Dónde lo encontras-
- ¿Has aprendido algo sobre Dios y sus caminos en los su-
te? ¿Cómo te trató?
cesos del día y en el mundo de tu alrededor?
A lo largo de los siglos, han sido innumerables los creyentes - ¿Encontraste a Dios en los temores, las alegrías, el trabajo,
que han usado esta reflexión imbuida de oración, que puede ha- cansancio, malentendidos, penas? (Una manera de en-
cerse en diez minutos. Ayuda a recolectar todo el día y abre tus
contrar a Dios es reconocer nuestra necesidad de Él.)
ojos a la intrincada y bella trama de luces, sombras, colores, que el
Señor ha ido tejiendo a lo largo de la jornada. - ¿Se te hizo vibrante su palabra en la oración, en la Escri-
tura, en la liturgia, en su creación?

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- ¿Has llevado a Jesucristo a los que viven a tu alrededor? Dile a Dios que lo sientes, y pídele con toda confianza que te
¿Alguno lo trajo a ti? perdone y sane todo.
- ¿Has sido un signo de la presencia y amor de Dios para 6. Esperanza. Anticipa el mañana con entusiasmo. Pide que
aquéllos con los que estuviste hoy? ¿Encontraste a alguien abra tu corazón a cualquier sorpresa que pueda traer; que abra tus
que se sentía solo, triste, desanimado o en alguna necesi- ojos para descubrirlo en sitios inesperados; que abra tus oídos pa-
dad? ¿Supiste reconocerlo en sus ojos? ¿Respondiste de al- ra que estés en sintonía con el canto incesante de su Reino. Pide
guna manera a sus necesidades? sensibilidad para reconocerlo en cualquier manera que Él quiera
- ¿Adivinaste la presencia de Dios en el mundo, quizás en encontrarte y llamarte: Señor, ¿qué quieres que haga? El mañana
algo que viste en la televisión o leíste en el periódico? esconde algo de Dios para ti. Siente ganas de descubrirlo. \
¿Comunicaste a Dios tus sentimientos, tu cólera, tu com-
Aunque no tengas otra oportunidad durante el día para orar,
pasión?
procura crear el hábito de revisar el día de esta manera cada tarde
- ¿Te sentiste amado en algo que ocurrió hoy? ¿Demostraste (o en otra ocasión apropiada). Verás cómo comienzas a buscar la
hoy cariño a otras personas? presencia y acción de Dios en lugares en los que nunca se te hu-
- ¿Sentiste la ausencia de Dios en el día de hoy? ¿Por qué biera ocurrido antes. Y su promesa está garantizada: Los que le
sería? buscan no quedan defraudados.
- ¿Qué estados de ánimo experimentaste hoy? ¿Qué te pro-
porcionó paz?
- ¿Dónde notaste desasosiego o te sentiste turbado? Piensa
cuál pudo ser la causa, y confía esos sentimientos a Dios
para que los cure y para que te confirme.
- ¿Percibiste que Dios te llamaba, te sugería, incluso te ur-
gía a hacer algo? ¿Cómo respondiste?
- Entre todas las experiencias del día, ¿destaca algún inci-
dente o descubrimiento que quisieras agradecer al Señor
de modo especial?

5. Arrepentimiento. Después de reflexionar sobre lo que ha


pasado, quizá te des cuenta de que muchas de tus reacciones a los
sucesos y personas estaban centradas en tu propio mundo. Dejas-
te que tus preocupaciones fuesen lo importante para ti, olvidando
las necesidades de los demás (eso habrá hecho que dejaras de res-
ponder al grito de otras personas). O has dejado poco espacio pa-
ra percatarte de la presencia de Dios o su creación.
Cualesquiera que sean las deficiencias que encuentras en tu
día, déjalas ante Dios, no para que las juzgue (que Dios no lo ha-
ce nunca), sino para que su Espíritu se cierna sobre esa confusión,
integre y sane todo lo roto, como se cernía sobre las aguas para
obrar la creación en medio de aquel caos informe.

111
110
6
La brújula interior

Hallar nuestro camino en la oscuridad

Es crucial recordar que, dado que la opción fundamental de


nuestra vida es Dios, los sentimientos de consolación apuntan ha-
cia su acción en nuestras vidas, y los de desolación, en general,
son indicios de que los asuntos propios absorben toda nuestra
atención. ¿Cómo podemos, pues, hacer uso de esos estados de
ánimo para no perder el camino en el viaje interior?
En este capítulo usaremos dos metáforas que pueden sernos
de utilidad: la de la brújula interior y la de las estrellas.
Casi todos hemos crecido con una sensación inquietante de
que, en la vida, se nos presentan innumerables oportunidades
de caer en el error y en el pecado, y nos quedamos con la co-
mezón de que algunos de esos pecados y errores pueden tener
consecuencias serias. Nuestros intentos por salvar esos obstácu-
los se parecen a los de un niño en un campo lleno de minas.
Pensamos que, si fuéramos capaces de saber dónde están ente-
rradas todas esas bombas, podríamos llegar hasta el cielo sin ac-
cidentes. Pero, en realidad, solemos gastar nuestras energías es-
pirituales tratando de dar con nuestros dardos en el blanco de
una diana invisible y, luego, nos preguntamos por qué nos que-
damos frustrados.

113
Naturalmente, esto es una caricatura y un chiste, pero tiene su centra en el problema inmediato, cualquiera que éste sea (que
pizca de verdad. Si nos viésemos obligados a responder con toda puede, incluso, parecemos algo bueno, pero que se nos está ha-
honestidad, confesaríamos que nos imaginamos la «voluntad de ciendo obsesivo). Todos los libros que hemos leído y los sermones
Dios» como algo esculpido en mármol, guardado a buen recaudo que hemos escuchado, que tan útiles nos habían parecido, pierden
en un lugar determinado, y que nuestra tarea consiste en descu- su sentido, porque ahora no podemos relacionarlos con la expe-
brirla y cumplirla. El objetivo de este capítulo es analizar esa in- riencia de ese momento concreto. Y nuestra respuesta instintiva es
terpretación limitada, y ver si podemos llegar a entender «la vo- lanzarnos a una actividad mental desaforada para «resolver» el
luntad de Dios» de una manera más creativa y eficaz, con la ayuda problema, o encontrar alguien a quien poder culpar por lo que nos
de nuestros estados de ánimo y sentimientos. Porque mediante pasa. Y damos vueltas en círculo. Si se trata de algo serio, existe el
esas alternancias espirituales podemos llegar a identificar, real y peligro real de una caída grave.
personalmente, las tendencias y corrientes internas de nuestro co-
En la montaña, ése es el momento de recurrir a la brújula. Si
razón y las raíces de sus deseos y resistencias y, con la ayuda de la
sabemos cómo manejarla, nos apunta el camino, por cerrada que
gracia, lograr que la existencia alcance una armonía más profunda
sea la niebla. Para usarla, necesitamos antes saber dónde la tene-
en nuestra relación con Dios. Así dejaremos, pues, de apuntar con
mos. Hay que llevarla a mano en la mochila, no dejarla a veinte ki-
los ojos vendados a una diana invisible y nuestra búsqueda se con-
lómetros en el albergue donde nos alojamos. Y hemos de saber có-
vertirá -mediante una evolución gradual pero constante y cierta-
mo utilizarla en conjunción con el mapa. Y, lo más esencial,
en una hermosa flor, cuyo origen lejano está en aquella semilla.
hemos de sostenerla con mano firme para que la aguja señale
¿Pero cómo hallar la senda a través de terrenos sin roturar, sa- realmente el norte.
cudidos por los anhelos y conflictos de nuestro ser? Sobre todo,
¿Cómo se corresponden todas esas habilidades con nuestra
cuando se nos echan encima las brumas de la desolación.
brújula interior? Creo que de manera muy sencilla. Es preciso que
A ver qué te parecen estos dos «instrumentos» que yo en- sepamos reconocer nuestros temples espirituales, discernir la con-
cuentro útiles para no perder el camino. solación y la desolación. Y esta destreza hemos de tenerla «a ma-
no», aparejada en nuestros corazones, y no a veinte kilómetros, en
nuestras cabezas. Podemos desarrollar esta capacidad con la ayu-
da de Dios en la oración y, sobre todo, en el examen de concien-
La brújula interior: dónde se aloja y cómo usarla
cia que estudiamos en el capítulo anterior.
En segundo lugar, es necesario ajustar la brújula al mapa en el
Los que habéis hecho montañismo o andado a menudo por
que están anotadas nuestras experiencias y vivencias, como mues-
riscos sabéis por experiencia lo rápidamente que las nubes pueden
tra el grabado.
echarse encima y dejarnos envueltos en una niebla impenetrable.
Cuando algo de eso ocurre, los mapas que con tanto cuidado ha-
bíamos metido en la mochila resultan inútiles, porque no puede
verse ninguna señal del camino. La tentación es resolver el pro-
blema a base de movernos con rapidez y esfuerzo, con el único re-
sultado de dar vueltas y más vueltas y, si estamos en terreno peli-
groso, de precipitarnos en una grieta o por un despeñadero.
Algo parecido nos ocurre en lo espiritual cuando la desola-
ción se nos echa encima. No hay visibilidad y nuestra mente se

114 115
experiencias más verdaderas, señalará sin error la dirección que
hemos de tomar ahora que nos encontramos momentáneamente
desorientados, faltos de las señales y pistas que nos eran familiares.
Y, finalmente, para hacer uso de este instrumento, que sole-
mos llamar discernimiento, hemos de calmarnos. En el silencio de
nosotros mismos, en oración, hemos de esperar con paciencia has-
ta que la aguja de la brújula deje de moverse y quede fija. Enton-
ces sabremos dónde está el «norte», el centro exacto de nuestro
ser, y seremos capaces de echar a andar de nuevo hacia delante.
Sólo queda hacer una advertencia necesaria, no tan fácil de
seguir: hemos de fiarnos de la brújula. ¡Cuántas veces los que nos
creemos montañeros hemos seguido todo el proceso de orientar-
nos en medio de la niebla, pero acabamos por fiarnos más de
nuestro instinto e intuición que de la brújula! Yo lo he hecho y, na-
turalmente, acabé en otro valle al final del día. No quisiera correr
un riesgo semejante en mi viaje espiritual.

Necesitas tu brújula interior

¿Dónde está? En el corazón, no en la


cabeza.
¿Sabes usarla? Necesita práctica:
oración y reflexión.
¿La sostienes firme? Sí, cuando me sereno y
dejo que Dios hable en
mi interior.
¿Te fías de ella? El corazón no falla; la
cabeza, a menudo.

Orientarse por las estrellas

Ese mapa refleja nuestra perspectiva cuando era posible dis-


Así pues, la brújula interior es un instrumento para los días de
tanciarse de los hechos y acontecimientos, cuando podíamos ver-
niebla y tinieblas y es también una gran ayuda cuando brilla el sol
los desde lejos porque el horizonte estaba claro. Eran tiempos de
y el camino está claro, y vamos viendo las señales y pistas que
consolación, y hemos de recurrir a ellos cuando las nubes se nos
configuran el mapa interior. Otro modo de establecer nuestro rum-
echan encima. Si ponemos la brújula sobre el mapa de nuestras

117
116
bo es por las estrellas. Siempre me ha fascinado la idea de que,
una vez en el espacio exterior, no seríamos capaces de reconocer
ninguna de las constelaciones que vemos cuando estamos en un
punto de la tierra, bajo un cielo estrellado, y formamos esas figuras
tan conocidas que dan nombre a los grupos de estrellas.
Nunca se ven exactamente iguales desde puntos de vista dife- hábitos destructivos '.~
rentes. Dos personas en lados opuestos del mundo distinguen en el gracias recibidas
cielo esquemas y figuras completamente diversos. La visión parti-
cular de cada uno depende del lugar donde estemos.
Otro pensamiento digno de tenerse en cuenta es que las cons-
telaciones no existen en la realidad, sino que las agrupamos arbi-
trariamente para diferenciarlas, para usarlas como puntos de refe-
rencia y hablar sobre ellas.
¿Qué pueden decirnos las constelaciones sobre nuestro de-
rrotero interior? Cuando nos serenamos ante Dios, cuando ese
«aquietarnos» se va haciendo un hábito en nuestra vida, y cuando
comenzamos a vivir reflexivamente, y aprendemos a discernir el
entramado de consolaciones y desolaciones, entonces empezamos
también a distinguir las constelaciones interiores y personales que
pueden guiarnos. Suelen ser conjuntos de miedos y ansiedades a
las que somos propensos o agrupaciones de dones, talentos y gra-
cias especiales, maneras de orar que nos acercan a Dios, aspectos
de nuestro modo de tratar con los demás que tienden a tener efec-
tos destructivos...

Sean positivas o negativas, estas trazas pueden ser ayudas


inestimables para orientarnos en la oscuridad. Y es significativo Como las constelaciones celestiales, las emociones, senti-
que las estrellas sólo brillen por la noche. Las áreas más negras mientos y deseos que asociamos en nuestro interior no son nuestra
de nuestra vida pueden ser los lugares donde más clarameníe realidad, sino indicadores útiles de los movimientos interiores, gra-
descubrimos a Dios. El grabado siguiente sugiere cómo mirar a cias a los cuales podemos ubicarnos e ir encontrando nuestro ca-
todo esto. mino. Y no olvidemos que el cielo estrellado del interior de cada
persona es diferente, aunque no por eso menos valioso y útil.
Como ejercicio práctico, podemos pedir a Dios, en la oración,
que nos conduzca al descubrimiento de las constelaciones que nos
ayudarán en el camino, y procurar identificar en nosotros mismos
una agrupación o constelación de dones y otra de miedos. Con ese
conocimiento en el corazón, podemos usar el discernimiento para
reforzar los dones recibidos y librarnos de la tiranía de los miedos.

118 119
Mantener el rumbo

BIENVENIDO: CONSOLACIÓN!
Así pues, no nos falta e q u i p o para nuestro derrotero interior. Cuéntale a Dios cómo te sientes y dale
Nos ayuda el d o n del d i s c e r n i m i e n t o , la brújula interior que nos gracias.
enseña cada vez de m o d o más claro y seguro d ó n d e está el nor- Guarda este momento en tu corazón para
te personal, es decir, qué aspectos de nuestra existencia - y , en echar mano de él cuando las cosas se pongan
particular, la o r a c i ó n - están o no centrados en Dios. Las conste- feas.
laciones interiores nos i n d i c a n d ó n d e nos t o p a r e m o s con zonas Añade esta experiencia al mapa de tu vida.
Haz uso de la energía que ahora sientes pa-
de desolación o c o n s o l a c i ó n . Estos dos estados de á n i m o espiri-
ra confirmar la misión a la que Dios te llama.
tual son dones q u e D i o s otorga a cada i n d i v i d u o de manera ú n i - Aprovecha la energía sobrante para hacer
ca. Todos nosotros somos personalmente responsables ante Dios lo que te cuesta poner en práctica.
de desarrollarlos y usarlos. Su Espíritu, que nos habita, nos capa- Vuelve al número 1.
cita para e l l o .

Sin embargo, aunque cada cual marcha por un c a m i n o ú n i c o


con Dios y hacia Él, pisamos la senda que han hollado innumera-
rr
bles pies peregrinos antes que nosotros, una ruta para la cual san
Ignacio nos provee de algunas indicaciones útiles y precisas. La si- Guarda estas instrucciones junto con tu brújula interior, es decir,
guiente ilustración nos ofrece guías generales sobre c ó m o proce- grabadas en tu corazón. Aplica los consejos para la desolación cuan-
der o bien cuando las nubes de la desolación se nos echan encima do tu brújula interior comience a girar locamente. Piensa en las reglas
y no podemos ver ni nuestra propia nariz, o bien cuando el sol bri- de la consolación cuando la aguja esté fija en el norte. Y si ocurre lo
lla y nos sonríe, y no podemos hacernos a la idea de que alguna inesperado y la niebla se hace tan espesa que es imposible avanzar o
vez tuvimos problemas. la desolación semeja una descarga eléctrica que te deja «pegado» al
suelo, procura hacer uso de las tácticas que sugiere el grabado.

¡CUIDADO: DESOLACIÓN!
1. Dile a Dios cómo te sientes y pídele ayuda.
2. Habla con tu acompañante espiritual.
3. No cambies las decisiones tomadas.
4. Serénate y recuerda tu mapa interior.
5. Recuerda alguna consolación y evócala en
tu imaginación.
6. Ayuda a los que lo necesitan y préstales
*"<ü\,ftj«
toda tu atención.
7. Vuelve al número 1. Cuando la desolación t e «pega» al suelo, reacciona activamente
contra ella...
—pP fjy LLEVÁNDOLE LA CONTRARIA.

120 121
- Dile a Dios, y quizás a un acompañante espiritual (o a un forma perversa de disciplina que te obligaba a hacer lo que no te
amigo), cómo te sientes y pídeles que te saquen de los gustaba, simplemente para humillarte más. Pero he descubierto
campos de energía negativa, aun cuando tú no tienes ga- por mi experiencia que es mucho más que una mera práctica as-
nas de nada y prefieres seguir solo. cética, ambigua y dudosa: es toda una estrategia de supervivencia
- No te aisles, fuérzate a entrar en contacto con otras perso- y una maniobra excelente para vencer la desolación y progresar
nas, sal a la calle, pasea por la plaza, prepárate una buena hacia la recuperación total.
comida, llama por teléfono a algún conocido, aun cuando
no te apetezca nada de todo esto.
- Haz algo que tenías que hacer (a poder ser, una cosilla pe- ¿Y si te pierdes?
queña que debería estar ya cumplida) y, luego, disfruta la
satisfacción de verla realizada. Date una palmadita en la
Entiendo que te muestres receloso ante estos métodos que te
espalda y luego mira a ver si no hay algo más que solicite propongo. Es un hecho irrefutable que, a pesar del discernimiento,
tu participación. del conocimiento propio y de la experiencia sobre constelaciones
- Haz deliberadamente el esfuerzo de atender a las necesi- interiores, es casi imposible mirar hacia atrás y tener la sensación de
dades de los demás, quizás las de alguien con tus mismas que, de veras, hemos estado caminando siempre hacia «el norte» en
dificultades, aunque lo que menos desees en ese momen- todas y cada una de nuestras acciones y decisiones de un solo día.
to sea ocuparte del prójimo.
Cuando me vienen tales pensamientos, miro a las estrellas y
- Emprende algún proyecto en el que pensaste cuando esta-
me concentro en la constelación del Carro (en la Osa Mayor).
bas en consolación. Eso refrescará tus energías positivas,
Cuando hace buen tiempo y el cielo está claro, lo hago al pie de la
aun cuando no tengas ganas de nada en ese momento.
letra, y se ha convertido en una de mis oraciones más poderosas y
- Manten las decisiones que tomaste, los sueños que acari- «restauradoras». Comienzo recorriendo con la mirada el «tiro» del
ciaste cuando estabas en consolación, aun cuando ahora carro, luego me detengo en éste y, en particular, en las estrellas del
te sientas tentado a abandonar tus propósitos e ilusiones. extremo. Siguiendo la línea formada por estas dos últimas estrellas,
- Recuerda momentos de consolación, cuando notabas a a siete medidas de la distancia que las separa, está siempre la es-
Dios cercano. Revive esos ratos en tu alma, a pesar de que trella Polar, que señala el Norte en el Hemisferio Norte.
te parezcan lejanos o irreales.

En situaciones de desolación intensa -que actúa como una


corriente eléctrica paralizante-, nos desentendemos de nuestro
progreso interior y tratamos simplemente de sobrevivir. Quizás no
consigas librarte de la desolación sin la ayuda, por supuesto, de
Dios y tal vez también de un amigo que sepa cómo conducirse en
tiempo de desolación espiritual. En semejante brete, los «electri-
cistas» del alma tratan de cortar la corriente, fuente de la parálisis.
Puedes luchar tú solo y utilizar el consejo del método igna-
ciano: llévale la contraria (su famoso agere contra), haz justo lo
opuesto a lo que te pide el humor, reacciona activamente contra la
inclinación negativa que sientes. Yo solía pensar que eso era una

123
lar). Revive la e m o c i ó n de aquel hallazgo, la certeza de que hay
Pruébalo alguna vez, y saborea el placer de mirar cara a cara
que seguir ese lucero, que te guiará hasta la perla de gran valor.
el Norte, con los pies bien plantados en tierra. A l g o fijo y seguro,
algo en lo que uno puede confiar. Luego vuelve a recorrer el c o m - Emprende el viaje, en tu o r a c i ó n , tras esa luminaria tan espe-
plicado c a m i n o que te ha llevado hasta allí, incluso el tramo en el cial. N o dejes de fijarte en el paisaje, en tus compañeros, las vistas,
que parece que vamos precisamente en d i r e c c i ó n opuesta. C u a n - sonidos, fragancias y olores del c a m p o y las aldeas por las que pa-
do miro el Carro, creo estar v i e n d o t o d o el curso de la historia h u -
sáis. ¿Sigues v i e n d o la estrella? ¿Cómo te sientes? ¿Qué esperanzas
mana y nuestra búsqueda de Dios, y también mi pequeño periplo,
alientas?
que da rodeos c o m o meandros a veces pero, en definitiva, me
c o n d u c e a casa, al lugar donde soy verdaderamente yo. Hay sin duda momentos de pura alegría durante ese viaje. Re-
cuérdalos y atesóralos. Dale gracias a Dios por ellos. Y, c o m o les
o c u r r i ó a los magos, t a m b i é n ratos en que te sientes amenazado o
Sugerencias para la oración y reflexión en peligro. ¿Puedes ponerles nombres concretos y presentarlos an-
te Dios, tal c o m o son, tal c o m o los sientes, sin e n c u b r i m i e n t o s ni
disfraces?
Un viaje a la luz de las estrellas
A medida que se avanza en el recorrido, se hace uno más
Después de haber nacido )esús en Belén de Judá durante el rei- consciente y aprende a discernir, a saber de qué y de q u i é n puede
nado del rey Herodes, unos magos llegaron a ferusalén desde el u n o fiarse y de qué no. ¿Qué te ha ayudado a la hora de llegar a
Oriente y preguntaron:
ese discernimiento? ¿Cuándo acertaste y cuándo erraste? ¿Puedes
—¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Vimos subir su estre-
explicar por qué?
lla, y hemos venido a rendirle homenaje (...)
Herodes llamó entonces a los magos y les preguntó en privado Finalmente, imagina la llegada. La estrella polar te ha c o n -
sobre la fecha exacta en que había aparecido la estrella, y los en-
d u c i d o a la realización de tus deseos más profundos. ¿Cuál es tu
vió a Belén diciendo:
reacción? Vive la escena en o r a c i ó n , deja que hable tu meta.
—Id y averiguad todo lo referente a ese niño y, cuando lo en-
contréis, volved a informarme para que yo también vaya a ren-
dirle homenaje.
Habiendo oído el encargo del rey, partieron de nuevo. Y la estre-
lla que habían visto surgir apareció de nuevo ante ellos hasta de- D i b u j a el mapa de tu vida y resalta sus áreas o momentos más
tenerse sobre el lugar donde el niño estaba. Al ver la estrella se importantes. ¿Qué caminos suelen acabar en desolación? ¿Cómo
llenaron de alegría. Entrando a la casa, vieron al niño con su ma- es el paisaje de tu consolación? En ese bosquecillo, dibuja los ár-
dre, María, y postrándose por tierra le rindieron homenaje. Des-
boles que crecen: talentos, cualidades, capacidades, gracias de
pués abrieron sus arquetas y le ofrecieron dones de oro, incienso
Dios y dones naturales... ¿Dónde están tus remansos de oración?
y mirra. Pero fueron advertidos en un sueño de que no volvieran
a Herodes y, así, volvieron a su tierra por otro camino (Mateo 2, ¿Son hondos y abundantes o se han secado? ¿Qué ríos los a l i m e n -
2.7-12). tan, trayéndote á n i m o y ayuda?

N o hay límite en lo que puede contener un mapa de la vida.


Procura imaginarte a ti m i s m o c a m i n a n d o al lado de estos
Llénalo de t o d o lo que te parezca que tiene relevancia en tu vida
apasionados por las estrellas. Q u e toda la escena se haga real an-
espiritual. Sólo lo van a ver tus ojos.
te tus ojos. C o m o si te hubiese o c u r r i d o . Evoca el descubrimiento
por primera vez de la estrella (piensa que es tu propia estrella po-

I24
125
Sales -mentalmente- a dar un paseo bajo las estrellas. Que la
oración vaya revelándote tus constelaciones personales. Te ayuda-
rán a imaginar el trayecto que has de recorrer. Dibújalas en un pa-
pel o en tu mente con sus figuras y lo que cada una representa pa-
ra ti. Puede inspirarte en la ilustración ele la página 119. Añade tus
propias «estrellas» o indicadores, señales, pistas, todas esas cosas
que, en la vida, te orientan y dirigen hacia el Norte, y las que te
avisan de que estás perdiendo el camino.

7
Dibuja tu propia Osa Mayor. ¿En qué momentos de tu vida te- El deseo más profundo
nías la impresión de que tu caminar iba en la dirección equivoca-
da? ¿Cómo te sientes ahora respecto a la buena o mala orientación
de tu vida? ¿Querrías corregir su rumbo actual?
Quizás la Osa Mayor no sea la figura más adecuada para ex- No es fácil dibujar los deseos... ni describirlos... ni pensar en
presar tu vida. Dibuja otra que se adapte mejor. Pon fecha a las fa- ellos... ni vivir con ellos...
ses cruciales de tu viaje interior y apunta el nombre de las perso-
nas y sucesos que tuvieron o tienen un significado especial en tu Y, sin embargo, se nos repite que los deseos son fuente de
vida. energía vital, y que nuestro itinerario interior se encamina -cons-
ciente o inconscientemente- hacia nuestro deseo más profundo. Y
también parece ser cierto que, como una moneda, nuestro anhelo
más íntimo tiene su reverso: nuestro temor más hondo.
¿Qué significado tiene el deseo para nosotros? ¿Es realmente
tan crucial e importante? ¿Cómo nos las arreglamos con ese revol-
tijo de ansias: necesidades y expectativas contradictorias, sueños,
temores y anhelos que encontramos en nuestro interior?
En este capítulo no se dan explicaciones o definiciones. En lu-
gar de eso, compartiré contigo unas pocas ilustraciones que me
han ayudado a entender mis deseos más profundos, y que espero
que también a ti te digan algo.

El ímpetu de nuestros deseos

Deseo es una palabra fuerte, pletórica de energía. Cuando re-


capacitamos en nuestros deseos, nos damos cuenta que son algo

127
I2h
muy poderoso. Fuerza, empuje, arranque, brío, pasión... y muchos En el grabado la fuerza se reparte en dos direcciones. La ener-
otros sinónimos se suelen utilizar para hablarnos de ellos. Los de- gía vital del árbol echa raíces más y más profundamente en busca de
seos invaden como un huracán nuestra consciencia, bien hayan si- agua y sustento. Al mismo tiempo, hacia arriba, genera ramas en
do invitados o acogidos, bien les cerremos la puerta y tratemos de busca de la luz y calor del sol y de los componentes vivificantes del
dejarlos fuera. Si pretendemos reprimirlos y sofocarlos, se escon- aire. En el ímpetu y tenacidad de las raíces hacia abajo, el árbol en-
den bajo tierra, como las raíces de los zarzales, y luego brotan de cuentra alimento y asentamiento firme en la tierra. En el impulso y
nuevo donde y cuando menos lo esperamos. No necesitamos ser pujanza de las ramas hacia arriba, el árbol busca luz y calor y, a la
grandes psicólogos para reconocer su fuerza y poder en la vida. vez, expresa visiblemente la realidad y belleza de su ser único.
Me recuerda el arranque e ímpetu de crecimiento que encon-
tramos en la naturaleza en plena primavera. Cualquier árbol nos lo
demuestra.

calor

{-necesidades)

Yo creo que así son nuestros deseos: cuando considero su na-


turaleza, descubro su impulso y trabajo en dos direcciones:
- Necesidades que penetran en lo profundo, buscando
asentamiento y asidero, seguridad y alimento. Llamémos-
las necesidades-raíces.

128 129
- Deseos que me empujan a expresarme, a tender mis bra- esfuerza por conquistar: por debajo de la superficie, seguridad, es-
zos y mi corazón al mundo de mi alrededor, a mis amigos tabilidad, paz, alimento, aliento, compañía, intimidad; por encima
y gente querida; a encontrar todo lo que sea luz y calor de ella, creatividad, devolver amor y compasión, corresponder a la
para mí, todo lo que me agrada y calienta mi corazón. Po- belleza del mundo, esforzándose por dar fruto y no quedar estéril.
demos llamarlos deseos-ramas. Las raíces del árbol se hunden más y más porque siempre hay algo
más pronfundo que alcanzar. Las ramas alzan más y más sus brazos
Unos pocos ejemplos pueden ayudar a clarificar el grabado. porque el cielo, el sol y el aire están lejos de nuestro alcance.
Primero, entre mis necesidades-raíces señalo las siguientes:
Y el crecimiento y el fruto proceden precisamente de ese es-
- De seguridad y bienestar, de un hogar estable y un mundo forzarse y buscar más allá. Esa búsqueda nos ayuda a encontrarnos
en paz donde pueda echar raíces. a nosotros mismos.
- De alimento y nutrición física, mental y espiritual.
- De formar parte de un grupo de amigos que me acepten y
me ayuden. Identificar nuestro deseo más profundo j
- Una sed de ahondar siempre más y más; por ejemplo en \
la amistad, en el estudio, en la oración... Ya habrás caído probablemente en la cuenta de la clase de
deseos que nos habitan e, incluso, habrás sido capaz de ponerles
Y entre mis deseos-ramas, enumero los siguientes: nombres concretos, reconocer algo de su naturaleza y de tus mo-
- De realizar algo creativo, que sea expresión mía. dos de responder a ellos. Sin embargo, todo eso nos parece poco,
pues nos queda por descubrir dónde se esconden las raíces más
- De compartir, con amigos de confianza, los sentimientos,
profundas de esos deseos. Todos sabemos por experiencia lo que
esperanzas y sueños más profundos de mi corazón.
es desear intensamente algo y que, si alcanzamos lo que ansiamos,
- De ser compasivo con los angustiados o acongojados, de no estamos del todo satisfechos, pues siempre apetecemos algo
abrirles mi corazón para que tengan cabida en él. más.
- De salir e ir más allá de mí mismo, cuando me siento to-
San Agustín expresaba bien esa sensación: «Nuestra alma es-
cado e impresionado por algo como la música, una noche
tá inquieta, Señor, hasta que descanse en ti».
estrellada...
Parece como si cada deseo que experimentamos nos empuja-
Cada uno ha de reflexionar sobre las necesidades y deseos ra más allá de su disfrute. ¿Y dónde se encuentra ese «más allá»?
propios. El esquema de la página 147 puede ayudaros a enfocar Bueno, en nuestra forma humana nos resulta imposible alcanzar o
mejor esta cuestión. Procura hacerlo lo más concreto posible. Ese poseer ese último «más allá», pero nuestro deseo más profundo
ejercicio «atrapará» algo tan volátil e intangible como son los de- nos apremia a acercarnos a él tanto como al espíritu humano le es
seos, y te ayudará a llegar a lo que tienen de real, tangible y «en- concedido. Y, lo que es más importante, esa ansia en buena parte
carnado»; pero será válido y útil solamente si revela deseos actua- se satisface no al llegar o al conseguirlo, sino en el camino, al in-
les y reales, no si se trata de conceptos abstractos. tentarlo; no al encontrarlo, sino al buscarlo. «Buscad y hallaréis»
(o quizás buscad y seréis hallados... por aquél que os busca al
Podríamos comenzar diciendo que una cosa que ciertamente
mismo tiempo).
consiguen nuestros deseos es convencernos de que no somos el
centro del universo (y ni aun siquiera de nuestro mundo personal). Pero, en la práctica, ¿cómo identificar esos deseos íntimos
Hay algo más allá, hacia lo que nuestra energía vital tiende y que se que rozan las profundidades de nuestro ser? De nuevo, me gusta-

130 131
ría compartir contigo dos métodos prácticos para hacerlo: el «de
fuera adentro», y el «de dentro afuera». El primero parte de los de-
seos que sabemos que tenemos o que hemos tenido, de nuestras
vivencias conscientes. El segundo, el método de dentro afuera,
arranca de lo hondo de nuestro corazón, a partir de los deseos que
sólo hemos vislumbrado, barruntado, pero a los que nunca hemos
logrado a poner su nombre exacto o específico. Llegamos hasta
ellos gracias a los mitos y los cuentos infantiles.

De fuera adentro

Comenzamos evocando algunos de los deseos que nos han


dominado a lo largo de diferentes etapas de la vida. Lo llamo de
fuera adentro porque parte de los deseos que tenemos o hemos te-
nido en épocas diversas, y nos lleva más adentro, hacia las ansias
más recónditas que esos deseos expresan.
Recuerdo, por ejemplo, que cuando tenía yo trece años de-
seaba desesperadamente un perro y una bicicleta. Eran algo más
que un capricho, sentía casi pasión por ellos. ¿De qué se trataba
en realidad? Lo entendí cuando, por fin, mis padres me compra-
ron un cachorrillo y una bicicleta de segunda mano para regalár-
melos el día de mi decimocuarto cumpleaños. Al principio esta-
ba feliz y dichosa pero, a fin de cuentas, seguía sin acallarse el
deseo hondo que yo había sentido, y que apareció de distinta
forma en otro deseo apasionado. Así pues, si no era el cachorro y
la bici, ¿qué era?
La semilla de Dios
Ahora, en la oración y reviviendo las cosas después de tanto
tiempo, veo que lo que yo quería en el perro era compañía, pues
sentía bastante soledad en mi infancia, y en la bicicleta buscaba De manera similar, recuerda por un momento cualquier de-
algo más de independencia. Y los dos deseos se cumplieron... par- seo que puedas identificar, remontándote quizás a tu niñez, o a tu
cialmente. Luego apareció en mi vida una verdadera compañía época de estudiante, o a tus relaciones con otras personas... El gra-
humana, y tengo la libertad completa de una persona adulta... y, bado muestra que nuestros deseos, como nuestros estados de áni-
sin embargo, todavía no me siento totalmente satisfecha. Aún no mo, tienen raíces muy profundas, escondidas y lejanas en e! tiem-
he llegado plenamente a la raíz de mi deseo más profundo. po. También señala que, si seguimos la pista a esas raíces hasta sus
primeros orígenes, acabamos por descubrir que todos ellos están
conectados con nuestro deseo de Dios mismo y de llegar a ser las
personas que Él soñó.

132 133
¿Qué es lo que realmente estamos siempre ansiando y nunca aparece un príncipe que se entera de nuestras necesidades y siente tal
acabamos de encontrar? ¿No empezamos a hallarlo precisamente compasión y amor por nosotros que arriesga su vida para librarnos
cuando experimentamos esa paz honda y la plenitud de la conso- del hechizo que nos paraliza y nos deja desvalidos. Con ese u otro
lación? Quizás estamos a punto de alcanzarlo de verdad cuando cuento similar, deja que Dios te hable en la oración; quizás está es-
comenzamos a notar que Dios va ocupando su sitio dentro de perando una ocasión para decirte cuánto te quiere o para hacerte ver
nuestro centro del quién. la gravedad del hechizo que te tiene atado, o quizás comprometerte
a que tomes riesgos para librar a otros de sus hechizos.
Luego están los cuentos de «fe concederé un deseo». Piensa,
De dentro afuera por ejemplo, en el rey Midas, que pidió que todo cuanto tocase se
convirtiera en oro. Pondera ante Dios qué desearías tú si pudieras
pedirle solamente uno de tus deseos. ¿Qué te dice ese único deseo
El método de dentro afuera nos ofrece un modo diferente de
sobre las cosas que esperas y anhelas en tu vida? Conviértete en la
llegar a nuestros deseos más profundos y, en realidad, a los de to-
Cenicienta y recibe al hada madrina en tu imaginación. ¿A qué bai-
da experiencia humana, donde residen los sueños. Es el método de
le quieres ir? ¿Por qué tienes tantas ganas de ir? ¿Para pasar un buen
los cuentos infantiles. Por absurdo que parezca a primera vista, po-
rato? ¿Para poder librarte de «las hermanas feas» que hay en tu vida?
demos llegar hasta los sueños más hondos de nuestro corazón gra-
¿O porque quieres de veras una trasformación real y duradera?
cias simplemente a uno de esos libros ya casi olvidados que sole-
mos leer a niños, hijos o nietos, y que todavía recordamos de los
tiempos de nuestra infancia.
Los cuentos infantiles nos llevan directamente al corazón de
nuestros deseos por medio de sus dibujos, símbolos y metáforas, y
nos ayudan a poner en relación esos anhelos (y temores) universa-
les con los sentimientos que experimentamos en circunstancias
particulares.
Para probar este método, siéntate cómodamente y relájate y,
luego, deja que tu memoria evoque los cuentos de la infancia.
¿Hay alguna historia concreta que te salta a la mente? ¿Algún
cuento favorito? Puede fácilmente convertirse en oración, pidién-
dole a Dios que te muestre lo que esos cuentos reflejan de tus pro-
pios deseos y de sus deseos para contigo.
Como ejemplo, podríamos examinar juntos unos pocos tipos
de cuentos. El primer grupo trata del deseo de «llegar a ser lo que
realmente soy»: eso es lo que plantean relatos como «El patito feo»
y «La Cenicienta». ¿Te sientes el feo del grupo? ¿Sueñas con ser un
cisne? ¿Te apetece pedirle a Dios que te transforme en el cisne con
el que sueñas?
Un segundo tipo de cuentos tiene como asunto el «líbrame del
mal hechizo»: «La Bella Durmiente» y otros. En tales narraciones

134 135
Y por ú l t i m o , el anhelo más fuerte y cargado de esperanza, el darnos un e j e m p l o : tengo un c o m p a ñ e r o que es un verdadero ar-
de los cuentos de la clase «el amor lo cambia todo», c o m o vemos, tista, con m u c h o talento, pero sus «lienzos» son ú n i c a m e n t e los
por e j e m p l o , en el del Príncipe Sapo, la Bella y la Bestia, etc. ¿Te márgenes de sus cuadernos, que él rellena durante los m o m e n t o s
sientes muchas veces c o m o un sapo, una rana? ¿Experimentas den- aburridos de las reuniones. M u c h o s alaban su competencia y des-
tro de ti que nadie te quiere o que nadie te querría si supiese lo treza, pero él siempre se quita importancia.
que realmente eres? Deja que la mirada de la Princesa - q u e ve la
Pero llegaron las invitaciones insistentes a que «pintara algo»
r e a l i d a d - se fije en t i , no te resistas a su beso transformador, por
para la revista parroquial, y luego las ilustraciones para un libro de
muy imposible y difícil que parezca. Déjate amar por el único que un amigo, etc. Hasta entonces nunca había revelado a nadie - q u i -
realmente te conoce, porque es Él quien te hizo para ser suyo. zás ni a sí mismo, c o n s c i e n t e m e n t e - sus sueños artísticos, y no ha-
Todo esto suena a... cuento de hadas. Demasiado bonito pa- bía hecho nada por verlos c u m p l i d o s . ¿Por qué? /
ra que sea verdad o posible. Cierto, los miedos y las sombras que ¿Qué es lo que nos impide formular nuestros deseos y trataV de
se agazapan en los pliegues ocultos del corazón no desaparecen ponerlos en práctica? No sé cuáles eran las razones en el caso de rni
con una varita mágica. Somos c o m o un frágil huevo que reposa amigo, pero podemos considerar un par de proposiciones generales.
sobre una tabla zarandeada por sentimientos encontrados, está a
punto de caerse y hacerse añicos en cualquier m o m e n t o . Y es casi - N o creemos en nosotros mismos, aunque decimos que
creemos en nuestro Creador. Parece que nos abonamos a
imposible recomponer una cascara rota. Para Dios, no, Él t o d o lo
la idea de que, aunque Dios declaró «bueno» cuanto ha-
puede, por muy destrozados que estemos. Además nos asegura
bía hecho, nosotros somos parte del «desecho». Y no nos
que el m i s m o p o l l i t o , desde dentro, está dispuesto, picoteando la
contentamos con considerarnos «basura», llegamos i n c l u -
cascara, a empezar una nueva vida.
so a pensar que somos «basura de la peor especie». Pero,
Estos cuentos tan c o n o c i d o s son, en muchos sentidos, algo c o m o alguien d i j o , Dios «no fabrica chatarra».
parecido a las parábolas evangélicas. Tienen un poder considera- - Tal vez creemos en nosotros mismos, pero tenemos miedo
ble para revelarnos lo que realmente somos y qué es lo que soña- de que los demás, no. Nos intimida exponernos a la opinión
mos y anhelamos. Están presentes en todas las culturas y lenguas, pública. Nos asusta que nuestro «talento» no sea valorado
con detalles extraordinariamente semejantes, porque tratan de los en el mercado. Y el miedo es más fuerte que el deseo de po-
deseos que se esconden en el corazón de todos. ner en práctica nuestras habilidades de manera productiva.

¿Y si...?

Estos ejercicios prácticos te han ayudado sin duda a recono-


cer el entramado de tus deseos: qué quieres llegar a ser, qué quie-
res tener y poseer, qué sueñas hacer o conseguir... Y hasta puede
que te hayan ayudado a identificar sus raíces más profundas.

Ahora pasemos a considerar qué es lo que impide que lleguen Mis miedos pesan más que mis deseos,
a cumplirse. Recuerda que estamos tratando de anhelos p r o f u n - mis miedos me hunden,
dos, intensos y radicales, y no de sueñecillos del tipo «quisiera ir mis miedos me impiden crecer,
a la Luna, pero no tengo dinero para pagar el billete». Puede ayu- no me dejan volar, no me dejan ser YO.

136 137
Podemos llegar a la raíz de nuestros miedos de la misma ma- Como ejemplo, vamos a poner a la madre de un niño pe-
nera que lo hicimos con nuestros deseos. Como ejercicio práctico, queño que va a un concierto. No puede gozar de la música por-
piensa de nuevo en las últimas veinticuatro horas. ¿Hubo algún mo- que está preocupada por el niño. A mitad de concierto comienza
mento en que sentiste como un ataque repentino de ansiedad? ¿Qué a temer que no acabe antes de la hora en que ella ha prometido
lipo de nubarrones ensombrecían tu jornada? Quizás fue simple- a la canguro volver. La buena mujer sólo percibe cierta inquietud
mente el sonido del teléfono o una llamada a la puerta. O quizás que la distrae de la música. ¿Qué habrá en el fondo? ¿Cuál será
leíste algo, oíste una conversación, viste algo en la televisión... que la raíz? Quizás tenga miedo o dudas sobre si la canguro es de
levantó un muro de resistencia o prevención dentro de ti. Tal vez te fiar, o siente inquietud por si el niño se despierta y no la ve cer-
pidieron que hicieras esto o tuviste que desplazarte a otro lugar de ca, o remordimientos por haber salido de casa a disfrutar un ra-
mala memoria para ti, o te diste cuenta de con sólo pensar en ello se to olvidando sus deberes maternos... Tales temores y desazones
alzó ante ti una pared. O quizás sentiste el impulso a realizar algo podrían incluso revelar una idea de Dios negativa, de un D i o /
pero te detuviste, pensando, «no podré, no seré capaz...» Pídele a amenazante y rencoroso. Sean cuales fueren, esos cuidados7 y
Dios que te muestre qué o quién causaba esos sentimientos. aprensiones se están apoderando de ella y no le dejan disfrutar
del concierto.

Nuestros temores son, pues, los peores enemigos de nues-


tros deseos, como nos muestra el grabado de la página 138. Si se
tratase de seres con voluntad y sentimientos, podríamos llegar a
la conclusión de que, deliberadamente, nos han declarado una
guerra sin cuartel y pretenden impedir la realización del sueño
de Dios para nosotros, tal y como lo expresa mi anhelo más pro-
fundo.
Ignacio piensa que esos movimientos internos negativos pro-
ceden del «mal espíritu», y los positivos del «buen espíritu». El
proceso de discernimiento supone la tarea constante de reconocer
cuándo somos movidos e impelidos por el mal espíritu, por de-
seos, emociones y sentimientos detestables, negativos, destructo-
res, y cuándo somos atraídos por el buen espíritu, por anhelos, as-
piraciones, sosiego, por estados de ánimo positivos y creativos.
Una vez que practicamos, en espíritu de oración, el discernimien-
to de la manera que hemos explicado, es posible empezar, cons-
El pájaro de mi corazón quiere volar alto cientemente, a alimentar las buenas plantas y dejar de regar la ci-
zaña de nuestro jardín interior. Y también ganamos en libertad a la
pero los temores cortan sus alas
hora de tomar decisiones.
y lo precipitan al suelo.
¿A quién acudiré?
¿A la ilusión o al desaliento?
¿Doy curso a mis deseos o a mis miedos?
¿A las energías positivas o a las negativas?
Haga lo que haga, iyo elijo!

138 139
Sugerencias para la oración y reflexión toria personal? Si es así, guárdalo como una «parábola del Evan-
gelio», semejante a las de la página 135.
Señor, tú eres mi Dios, busco tu rostro, * **
mi alma tiene sed de ti,
mi carne te anhela
y se consume por ti, ¿Qué sueños o ambiciones secretas guardas? ¿Qué te retiene
como tierra reseca y sin agua. o te impide cumplirlos? Trata de poner, unos al lado de los otros,
tus apetencias y los bloqueos que cercenan las alas del pájaro de
(Salmo 63)
tus deseos. ¿O es que deseas que ese obstáculo se perpetúe? ¿Có-
mo podrías estimular y avivar con más fuerza los movimientos po-
Deja que estas palabras empapen tu corazón, mientras es-
sitivos que hay en tu vida? Abre tus sentimientos y miedos en la
tás relajado en la presencia de Dios. Imagínate como una es-
oración.
ponja que se empapa del amor que Dios fe tiene. Siente cómo
se llena el corazón. Advierte cómo el agua viva se filtra por cual-
quier rendija y se esparce por todos los parajes y rincones de tu
vida actual.
Escribe una «lista de tus deseos», aspiraciones y anhelos de
Presta atención a cómo te sientes. Nótalo sobre todo en esas ahora mismo (como las que se encuentran al final de las ramas del
partes de tu vida desgastadas, secas, sin agua. ¿Cómo influye en grabado de la página 133). Luego sigue su pista hacia abajo para
ellas el agua viva de Dios? Abre de par en par, sin miedos ni esca- ver de qué rama de deseos brotan y, finalmente, dónde tienen su
moteos, todas esas zonas a la acción de Dios. Y acaba expresando origen y sus raíces.
con tus palabras, o sin palabras, tu respuesta a Él.

Dibuja tu propio árbol, tu vida, algo similar al grabado de


la página 129, y pon nombre a esos impulsos y deseos que ca-
lificarías en su caso de RAMAS (=deseos) y RAÍCES ^necesida-
des).

* * *

Procura recordar una o dos cosas que realmente has deseado


o anhelado en tu vida. ¿Puedes identificar cuáles eran las necesi-
dades y los deseos más profundos que constituían la raíz de los
otros más superficiales?

¿Tienes algún cuento favorito? Recuérdalo durante la oración,


revívelo en tu imaginación. ¿Abre o cierra alguna puerta en tu his-

140 141
8
¿Por qué no contestas a mis oraciones?

La voluntad de Dios y mi deseo

Hubo un tiempo en el que yo tomaba la oración como una


especie de lotería: si tenía suerte, podía ir tachando logros conse-
guidos en mi lista de deseos y peticiones. Me «tocaban» muy po-
cos «gordos». Claro, eran sólo sueños imposibles. Hay incluso
gente que escribe en sus diarios las respuestas que han recibido, o
dejado de recibir, sus oraciones.
Hoy ya no acepto esa manera de considerar la oración y el
modo como Dios responde a ella. Para explicar lo que pienso, he-
mos de volver una vez más a lo que vengo llamando «mi deseo
más profundo». Y, de nuevo, una imagen puede ayudarnos. Imagi-
nemos nuestro «deseo más profundo» como un poderoso río sub-
terráneo. En las Escrituras encontramos esta imagen repetidamente
(por ejemplo, el torrente del capítulo 47 de Ezequiel, o la prome-
sa de Jesús de agua viva que brotará del interior, en el evangelio de
Juan, en los capítulos 4 y 7). Ese río corre tan profundo en nuestros
corazones que, la mayor parte del tiempo, ni lo notamos nosotros
mismos. Recuerda qué difícil se nos hacía identificar nuestro deseo
más profundo. Pero hay ocasiones en que somos conscientes de su
corriente dentro de nuestro espíritu: como un arroyuelo de monta-
ña, que aparece y desaparece en fuentecillas y veneros, o corre en
regueros juguetones, se filtra en las rocas y humedece la hierba o

143
alimenta las florecillas. Todos esos rastros visibles del agua subte- la acción de Dios en mi vida y a su presencia en mi corazón, así co-
rránea son signo de los deseos que sabemos que tenemos, pero mo la existencia de la Tierra es respuesta a la del Sol.
que no son nada en comparación con el gran manantial interior.
En el capítulo anterior vimos modos de llegar a esa corriente
Por ejemplo, percibimos el anhelo de conseguir un buen trabajo,
profunda del deseo. Ahora veremos dos áreas de elección a que
de viajar por el mundo, de encontrar un compañero, un esposo, te-
hemos de enfrentarnos, con relación a esas corrientes profundas:
ner un niño, etc. O, al contrario, sabemos de su existencia preci-
samente por su ausencia: descubrimos parcelas secas de nuestra - la elección sobre cómo responder a nuestros deseos.
vida, espacios vacíos, y pedimos a Dios en la oración que los lle- - la elección sobre quédeseos trataremos de satisfacer.
ne, que acabe con nuestros suspiros, con el dolor que nos causan
tantas carencias. Lo que descubramos sobre la manera como tomamos esas de-
cisiones puede revelarnos mucho sobre cómo Dios responde cier-
Pero, entre tanto, la corriente interna sigue fluyendo, llevando
tamente a nuestras oraciones a través de lo que hace en nuestras
en sí nuestros deseos más profundos, que, a menudo, pasan inad-
vidas, aunque no siempre nos parezca así.
vertidos. Sin intentar, de momento, llegar a identificar exactamen-
te su naturaleza, vamos a comenzar orando sobre la existencia La manera como respondemos a nuestros deseos puede de-
real de esta corriente, su poder y, sobre todo, su benevolencia... terminar si nuestro querer y pretender acaba expandiéndonos o
disminuyéndonos. La decisión sobre a qué deseos damos cabida
Y, cuando dejo que mi oración sea parte de esa corriente pro-
revela los conflictos inherentes a nuestras apetencias, y cómo esos
funda, a la que no puedo dar nombre ni conocer exactamente,
conflictos se resuelven según nuestras decisiones.
descubro la pasmosa verdad de que Dios está continuamente res-
pondiendo a ella. Como los padres de un niño a quien aman de
verdad son conscientes en tocio momento de las necesidades fun-
damentales del chico, aunque el pequeño sea incapaz de saber Una palabra sobre los sentimientos
cuáles son y, en su ignorancia, llore reclamando ciertas cosas que
no están en consonancia con sus necesidades más esenciales e, in- Nuestros sentimientos son los signos conscientes de nuestros
cluso, pueden serle perjudiciales y contraproducentes. deseos: son los primeros indicadores de lo que nuestro corazón es-
Y ese descubrimiento trae consigo su propio reverso, aunque tá anhelando más profundamente... o temiendo más intensamen-
parezca extraño: si creo que de veras Dios está continuamente res- te... y son a la vez, según los psicólogos, la fuente de nuestra ener-
pondiendo a mi deseo más profundo, se sigue que, si observo la gía. Si lo dudas, recuerda lo que te pasaba, lo que sentías, cuando
acción de Dios en mi vida y sus movimientos en mi corazé)n, seré te enamoraste por primera vez; cómo la energía que desató en ti
capaz de conocer cada vez más claramente cuáles son realmente aquel estado te hacía creer que eras capaz de comerte el mundo
mis deseos más profundos. Paradójicamente, seré capaz de o;? mis entero.
oraciones escuchando las respuestas, y no al revés.
No podemos escoger nuestros sentimientos. Ahí están, los ex-
En un sentido, esto es otra manifestación de la revolucic>n co- perimentamos pero no los elegirnos. Pero sí que podemos (y debe-
pernicana: mi oración no es realmente mía sino, más bien, es la ex- mos) decidir cómo enfocar y encauzar la energía que generan, si
presión de los movimientos de mi arroyo subterráneo más profundo fomentar y avivar esos sentimientos o apartarlos y contenerlos. Po-
y de las corrientes que brotan de Dios y son conocidas y entendidas dríamos decir que los sentimientos pertenecen al círculo dónde de
solamente por Él. Las «respuestas» de Dios no «contestan» a mi ora- nuestra vida, y nuestra respuesta, a la esfera del cómo, y el efecto
ción y mi llamada, como los movimientos del Sol no están determi- final de nuestras elecciones y decisiones influye en el quién de
nados por los de la Tierra, sino al revés. Mi oración es la respuesta a nuestro centro, que es donde acaece toda transformación.

144 145
El proceso de cribar y clarificar nuestro deseo más profundo
(dejando que los otros menos relevantes se queden en el cedazo)
viene a ser una forma de concentrar la energía. Así como el árbol
calor
en invierno emplea todas sus energías en nutrir las raíces y hacer-
las crecer de modo invisible bajo tierra, mientras que en verano
encauza su energía a la producción de hojas, flores y frutos para Anhelo perderme en
asegurar su propia reproducción, así también los objetivos de ese hermoso atardecei
a las necesidades ff", _.»
nuestra energía varían según las etapas de nuestra vida, reflejando "jenas 'itíf'^'
Ansio t r a n s f o r m a r m e en
los oscilaciones de nuestros deseos más hondamente sentidos. Hay la belleza que veo a Quiero aprender
t
un ciclo natural de empleo de la energía, que refleja como un es- mi alrededor f* -*jf'vh Q cor
¡ f I a r y que
™ ^ confíen en mí.
pejo los ciclos de nuestro crecimiento espiritual.
La descarga más poderosa y el estallido más evidente de ener-
Comienzo a pensar
gía positiva fue la Resurrección de Pascua (algo como nunca se ha que soy el único
árbol en el bosqi Quiero que sepan
visto): desprendió, y sigue desprendiendo, Vida que triunfa sobre la uién soy realmente
Muerte. La raíz y fuente de aquella explosión fue, sin duda alguna,
Uso a los demás
el Amor. ¿Estarán quizás nuestros deseos enraizados en el amor y satisfacer mis deseos
en el deseo de unión con Dios, que es el Amor? ¿Y no tendrán que
ver nuestros temores más subterráneos con la posibilidad de la se-
paración de la fuente del Amor, y con el vacío eterno de un abis-
mo sin amor? Necesito cuidados' Necesito alimento interno
y seguridad
Ahora podrías evocar algún sentimiento intenso y fuerte que Tomaré lo que quiero
hayas experimentado recientemente, y pedirle a Dios que te mues- aunque tenga
ecesito amigos
que robar
tre la energía que todavía está generando en ti, positiva o negativa,
lecesito ánimos
y cómo la estás encauzando, y cómo podrías enfocarla más efi-
Quiero
cazmente. mandar sobre Busco una relaae
los demás más estrecha con
„ . Dios mediante la
Que me temai familia, amigos f o r a c i ó n y los
para que me V\acramentos
Dar o tomar: reaccionar a nuestros deseos obedezcan

Para sentirme
seguro intento Anhelo estar
Si miras el grabado del árbol, notarás que la naturaleza de los dominar íntimamente
a los demás ido a Dios
deseos expresados a la derecha del mismo es muy diferente de la
de los que se recogen a su izquierda.
£5¿^
agua del subsuelo

146 147
Hemos visto cómo nuestros empeños, afanes, impulsos y ansia muy real por ese objeto, no por poseerlo sino por él mismo,
deseos tienden siempre hacia algo más allá de nosotros. Pero es- por experimentar ese sentimiento, esa relación, ese algo que te
tá en nosotros el elegir cómo responder a esos deseos. Una ma- atrae tan poderosamente. Sientes ganas de responder de alguna
nera de entenderlo es estudiar la diferencia de respuesta que su- manera, y la respuesta viene muchas veces en forma de exaltación
pone apropiarse o dar. En el grabado, las dos partes del árbol y arrebato de alegría, que brota en tus entrañas. Te notas agranda-
-derecha e izquierda-, tanto en sus raíces como en sus ramas, do y enriquecido por la experiencia, sin que eso suponga que el
muestran las diferencias. objeto de tu deseo haya disminuido o se haya devaluado como
consecuencia.
Los deseos de posesión y acaparamiento reflejan una especie
de consumismo interior. Hay algo que deseo: por tanto, aplico mis También sientes que el objeto de tu deseo ha atraído y sacado
energías a apoderarme del objeto anhelado. Puede ser completa- algo del centro de tu corazón, pero sabes bien que no has perdido
mente legítimo, como cuando se trata de una barra de chocolate, nada, sabes que, paradójicamente, ese ser sacado de ti mismo te
un libro, un par de zapatos; puede ser también algo menos tangi- ha llenado más.
ble, como un empleo, un título... algo de lo que no puede uno
apropiarse simplemente alargando la mano y atrapándolo. Pero Esta diferencia sería más o menos lo que Ignacio quería ex-
también puede ser algo ilegítimo e injustificado, como «poseer» presar cuando hablaba de deseos «ordenados» y «desordenados».
una persona a la que amamos. Hemos, pues, experimentado un Los apegos ordenados nos engrandecen sin disminuir al «otro»;
deseo (legítimo o ilegítimo) dentro de nosotros; el siguiente paso es nos atraen hacia una relación creativa con algo más allá de noso-
querer hacer algo para atraer, conseguir y hacer mío el objeto de- tros mismos, sin que nos sintamos tentados a poseerlo. Nos empu-
seado. Un ejemplo bastante claro de esta actitud consumista y jan a salir de nosotros mismos, a rendirse al poder del «otro» y en-
«posesiva» es la obsesión por tomar fotos en nuestros viajes, cuan- tregarle algo de nuestro corazón. Nos espolean hacia delante en
do parece que «tenemos que ir a tal sitio», no tanto para disfrutar nuestro itinerario interior. Estimulan nuestra transformación.
de la belleza de los monumentos o paisajes sino porque nos falta Las apetencias desordenadas se comportan de manera con-
su fotografía, que podremos enseñar a la vuelta como si se tratara traria. Nos tientan a captar cosas y hacernos con ellas, con el re-
del trofeo de un cazador. Parece inocuo e inocente, pero ¿no apun- sultado de que el objeto deseado decrece o, incluso, es aniquila-
ta a nuestra actitud? ¿Se trata de tomar o de dar, de consumir o de do. Cuando quiero una naranja y me la como, la naranja cesa de
corresponder? ser naranja y se convierte en parte de mí mismo. Está muy bien
cuando mi interés se centra en una fruta; pero si mi deseo se fija en
Los deseos de dar van en dirección contraria. Son los objetos
una persona y persisto en satisfacerlo, mi anhelo se vuelve des-
apetecidos los que nos atraen, los que nos poseen. Rememora los
sentimientos que experimentas cuando escuchas música que te tructivo. Arruina mi relación con esa persona, y acaba dañándome
conmueve profundamente, cuando contemplas un atardecer o una también a mí, al volverme obsesivo en la persecución de mi deseo,
noche estrellada, cuando ves a un niño recién nacido... Algo se que se hace cada vez más y más compulsivo. Y, ojo, puede destruir
conmueve dentro de ti y parece susurrarte: «¡Qué maravilla! Es, también a la persona ansiada, sofocándola en mis caprichos, si no
como ves, algo fuera de tu alcance, no podrás poseerlo nunca, y sabe retirarse de mi alcance a tiempo.
por eso no sientes ningún deseo de apoderarte de él, porque te- Los dos grabados siguientes muestran cómo ocurre esto en la
nerlo sería destruirlo.» práctica. Ponemos a la araña como signo de deseos que, al final,
Tu respuesta deja que el objeto de tu deseo sea lo que es, di- resultan destructivos, mientras que la abeja simboliza el modo crea-
tivo de apetecer y perseguir el empeño.
ferente y autónomo. No habría dentro de ti espacio suficiente pa-
ra retener allí ese objeto de tu experiencia. Sin embargo, sientes un

148 149
La supervivencia de los más fuertes: con qué deseo quedarse

Y cambiamos de escena: del bosque nos trasladamos al cam-


po de fútbol, al principio de la Liga, cuando todos los equipos sue-
Dar o tomar ñan con llegar, al menos, a la Copa de la UEFA.
Si elijo ser una araña... Cuando pienso en mis deseos, me imagino a mí misma al co-
...consumiré cuanto caiga mienzo de la temporada. Si me pidieran que escribiese una lista de
en mi tela (en el campo las cosas que quiero o que espero, de las cosas con las que sueño,
gravitatorio de mi habría tantos apartados como equipos en la Liga... o bastantes
personalidad). más. Podría gustarte hacer este ejercicio: identificar y hacer una
Lo absorbo, lista con tus deseos (tus equipos) al empezar una época en tu vida.
como un agujero negro. Te parecerá estar ante una maraña de deseos, necesidades, sue-
Lo destruyo. ños, y sus contrapartidas negativas, tus temores, obstáculos y resis-
Me alimento de lo que deseo. tencias... y, si te fijas con más atención, caerás en la cuenta de que
están en pugna unos con otros. Unos pocos ejemplos:
- Quisiera ese nuevo empleo, pero sin cambiar de ciudad.
- Me gustaría perder peso, pero sin dejar de comer ciertas
cosas.
- Debería denunciar las injusticias en el trabajo, pero sin
perder la buena relación con mis jefes.
- Me agradaría permanecer en la Iglesia, pero sin verme
obligada a admitir ciertas cosas.
Si elijo ser una abeja..
La lista de posibles conflictos sería interminable, pero todos
Me siento atraído por lo los casos acaban en lo mismo: uno gana y el otro pierde. Es el pro-
que me da alegría, ceso de la evolución. Sobreviven los más dotados. Los deseos van
recibo su polen, pero siendo cribados como los equipos van cayendo en las eliminato-
dejo la flor como antes.
rias o pasan a la siguiente ronda.
Me sacio y las flores
quedan fecundadas. Los ¡Así ocurre en cada decisión que tomamos!
dos sal irnos ganando de
este encuentro. Como los ordenadores, nuestras determinaciones parecen
trabajar en sistemas binarios. Podemos tener, a veces, la impre-
sión de que nuestro compromiso es único y absoluto, pero si lo
examinamos críticamente descubriremos que siempre elegimos
entre dos (o más) opciones. Podría expresarse de modo más ra-
dical diciendo:
«Nadie hace lo que decide no hacer».

150 151
Parece una perogrullada y, ciertamente, la elección puede ha-
ber sido a favor del «mal menor», pero la frase es cierta y aplicable
a todas y cada una de mis decisiones diarias, incluso en situacio-
nes d o n d e parece que no hay elección posible, por e j e m p l o , bajo
amenaza de v i o l e n c i a : «Deseo más, prefiero, seguir v i v i e n d o . . .
que expresar mi oposición». Hay personas que han t o m a d o la de-
cisión contraria en tales situaciones y se han convertido en márti-
res de sus principios y convicciones.

Es fácil ver c ó m o esta lógica se c u m p l e en asuntos menos i m - Elecciones de cada día


portantes: si realmente quiero de verdad perder peso, dejaré de co-
mer grasas, aunque me gusten los platos que las contienen en Reunirme a comer >• acabar el trabajo que
a b u n d a n c i a . M i deseo de perder peso gana el partido y paso a la con un amigo tengo entre manos.
siguiente vuelta, d o n d e tal vez haya de enfrentarme a un c o n t r i n - Quedarme en la cama > madrugar para hacer
cante más fuerte: ¿persisto en mi deseo de perder peso, aun cuan- oración.
do suponga cancelar mis comidas de negocios? Y luego, otro rival, Contestar de inmediato > posponer el decir algo
a una carta desagradable.
y otro...
Ver la televisión >• disfrutar del silencio.
Es más difícil cuando se trata de cosas de mayor importancia. Telefonear a un amigo >- leer un capítulo más de
Considera este d i l e m a : la novela.
Callarme en el trabajo >-expresar mi oposición a
«No puedo visitarte porque no me gusta c o n d u c i r » . una injusticia.
Los dos equipos que se enfrentan aquí son, por una parte, mi
¿Qué me dicen estas decisiones sobre los deseos
deseo de visitarte (sentimiento positivo) y, por otra, mi rechazo a
que subyacen en ellas?
conducir (sentimiento negativo). ¿Que valoro más la amistad que mi éxito personal?
Soy yo quien decide: si mis ganas de verte son lo bastante ¿Que prefiero oración y silencio a sueño y
diversión?
grandes y poderosas, venceré mi repugnancia a conducir. Si lo ha-
¿Que es mayor mi temor a un conflicto que la
go, mi desgana c o m o conductor disminuirá y la p r ó x i m a vez que defensa de los principios en los que creo?
se me presente una elección similar mis sentimientos positivos ten-
drán más posibilidades de ganar el partido. El superviviente será
siempre el deseo más poderoso.

Hay que insistir en una cosa: la decisión es nuestra. N o es


culpa de nadie si yo no elijo lo que debo. M i corazón tiene liber-
tad completa y responsabilidad total para elegir, aunque yo p i e n -
se que estoy o b r a n d o bajo c o a c c i ó n . Suena demasiado simple; y
lo es, en cierto sentido. Y todos sabemos que, en la práctica, es al- Examina ahora algunas de las elecciones (importantes o pe-
go m u y duro, a veces imposible, en nuestro estado caído, elegir lo queñas) que has t o m a d o recientemente, y mira qué deseo ha ga-
que realmente queremos y tomar las decisiones que realmente de- nado la partida en cada caso, y si puedes discernir una constante
searíamos. Pero, al menos, el saber t o d o esto y conocer mejor en tus decisiones. La lista del esquema puede servirte de m o d e l o
nuestros deseos es un paso adelante. para hacer este ejercicio.

152 153
La multitud de equipos que comenzaron la fase eliminatoria Explicaré ahora cómo llegamos a ese descubrimiento:
va disminuyendo a medida que avanza la competición y pasamos
- Hay constantes que se repiten en lo que parece una maraña
a cuartos de final, a semifinales... Y así, cuando llegamos a los de-
de deseos. Es, por tanto, posible identificar qué deseos están
seos (o miedos) más hondos, a los que son la base de mis apeten-
detrás, deciden mis elecciones y acaban transformándome.
cias, necesidades o aversiones más superficiales y evidentes, los
contrincantes son cada vez menos, la competición, más intensa, y - En la pugna y conflicto entre mis deseos, elijo a cada mi-
el dinero en juego, mucho más también. El premio es mi corazón. nuto, me decanto por el que es más fuerte (y más hondo)
Comienzo a entender por qué mi «deseo más profundo» es una en mí. Y cada vez que decido a favor de mi apetencia más
cuestión vital en mi camino interior. Y también comienzo a enten- profunda, la reafirmo todavía más. Así se va convirtiendo
der la magnitud de la competición y del conflicto. en deseo dominante... hasta que se enfrente a otro deseo
más fuerte que él dentro de mí. De esta manera, mis vi-
vencias y experiencias me van revelando gradualmente
mis deseos más permanentes.
La voluntad de Dios y nuestro deseo: la clave para la
- Estoy (fundamentalmente) orientado hacia Dios. Por con-
transformación
siguiente, mi deseo más profundo está centrado en llegar
a ser la persona que Dios quería que llegara a ser cuan-
Será bueno hacer aquí una pausa y sacar las conclusiones de do me creó. Sin embargo, como vimos en capítulos ante-
cuanto hemos reflexionado en este capítulo y el anterior. Puede riores, aunque estoy básicamente orientado hacia Dios,
que nos topemos con una sorpresa asombrosa... «la voluntad de brotarán en mí movimientos y elecciones que van en la
Dios». Lo que habíamos imaginado durante muchos años como un dirección opuesta. Lo que elija y decida en tiempo de de-
mensaje codificado y secreto, encerrado bajo llave en la caja fuer- solación (cuando aparentemente estoy de espaldas a
te, en la cripta de la iglesia, se nos revela ahora como algo obvio Dios) no estará en consonancia con mi deseo más pro-
y deslumbrante. fundo. Por eso nos aconseja Ignacio «no hacer mudanza»
en desolación, no cambiar las decisiones que tomamos
en tiempo de consolación.
- El estado de ánimo espiritual que corresponde a la perso-
na que vive en toda verdad su ser auténtico es el de con-
solación y su deseo más profundo (llegar a ser la persona
que Dios quería de mí) está en completa armonía con «la
voluntad de Dios» para ella (que llegue a ser la persona
que El quería cuando me creó).

«La voluntad de Dios», por consiguiente, no es ya algo remo-


to y recóndito que no puedo conocer (¡aunque seré castigado si no
la cumplo!) sino algo tan cercano como el deseo más íntimo de mi
corazón, algo que El está deseando revelarme a cada momento de
mi vida y en cada aliento de mi oración.
La voluntad de Dios -su plan de amor sobre mí- y mi deseo más
profundo (cuando vivo en la verdad) coinciden. ¡Son la misma cosa!

154 155
En consecuencia se sigue que: un nombre y decir exactamente qué es), experimento una profunda
sensación de paz. Quizás es momentánea y fugaz, pero está ahí
- Como Dios está continuamente llevando a cabo su volun-
realmente; y produce el mismo efecto que la sensación de «la brú-
tad -su deseo- en su creación (¡a pesar de nuestras obstruc-
jula apuntando al norte», de la que ya hablamos. Y puedo darle la
ciones y trabas!), puedo estar seguro de que hará siempre,
vuelta del revés: cuando experimento tal sensación de paz, estoy
en mi vida, lo que promueve e impulsa ese deseo.
cerca de mi deseo más profundo y, por tanto, si me paro a reflexio-
- Si presto atención a lo que Dios está haciendo ahora en nar qué es lo que me ha traído a ese punto, puedo vislumbrar un po-
mi vida (a través de emociones positivas, a través de «los co la naturaleza de mi anhelo más hondo.
buenos espíritus»), descubriré cuál es realmente mi deseo
más profundo, y también «la voluntad de Dios» sobre mí. ¿Por qué?¿Cómo puede ser que, en lo más recóndito de mi
No necesito, por tanto, ningún mapa del campo de minas ser, encuentre un deseo y anhelo único, saturado de paz honda,
para llegar a encontrarla. Sencillamente, no hay minas. cuando todos mis deseos (y temores) parecen armados hasta los
dientes y lanzan alaridos de guerra en mis capas externas, pertur-
Y esto nos lleva de nuevo a la candente pregunta con la que co- bando y agitando mi corazón?
menzamos este capítulo: «¿Por qué no contestas a mis oraciones?». En el centro mismo de mi ser,
Ahora puedo responder a esa pregunta con algo de doliente donde más vulnerable soy,
honestidad: se esconde mi deseo más profundo
y mi deseo más profundo... está desarmado.
«Estás respondiendo a mi oración siempre, porque de conti-
nuo sustentas y nutres el deseo más profundo de mi corazón (¡a No se trata de la paz de los cementerios, del vencedor sobre
pesar de que a veces yo mismo no lo haga!), que es también tu vo- los derrotados. Es, más bien, la paz que va haciéndose, creciendo,
luntad más firme respecto a mí, tu anhelo más íntimo. Y si no apa- a medida que todos los deseos de mi corazón (que, aparentemen-
rece así, he de examinar de nuevo, en la oración, esos temas o in- te, se encuentran en conflicto y guerra) van siendo reconocidos,
terrogantes a los que, según creo, no contestas, y ver si esas nombrados, aceptados e integrados en lo que yo soy en verdad. Es
cuestiones corresponden verdaderamente a mis deseos más pro- una paz inclusiva, que no descarta nada, sino que abraza todo lo
fundos, o son simplemente apetencias de menor categoría que me que hay en mí y no sólo «las parcelas santas».
distraen de mi búsqueda de ti y de mi verdad más auténtica».
Paradójicamente, comencé a barruntar la posibilidad de esta
paz y por qué está desarmada gracias a un robo que sufrí. Entraron
en nuestra casa durante unas vacaciones de Navidad, en las que
En el ojo del huracán
habíamos salido. Los ladrones desvalijaron todos los armarios, in-
cluso los de un cuarto especial y tranquilo que solemos usar para
Podrías pensar que el descubrimiento de ese combate mortal la oración y días de retiro. Al cabo de unas semanas, ese suceso se
de la masa de tus deseos contradictorios presagia una terrible con- coló en mi oración casi sin que yo cayese en la cuenta y me sor-
frontación final entre esas huestes interiores que están en guerra prendió el no sentir ningún desasosiego a pesar de estar en el mis-
dentro de tu corazón. mo cuarto que había sido invadido por gente extraña y hostil: na-
da de ello se había «pegado» al cuarto.
La buena noticia es que parece ser que, a fin de cuentas, ocurre
precisamente lo contrario. Al menos en mi propio trayecto espiritual, La oración, entonces, pareció tranquilizarme asegurándome
he descubierto una y otra vez que, cuando llego a lo que mi corazón que en ese cuarto no había lugar para invasiones o amenazas, aun-
desea más profundamente (aun cuando yo no sea capaz de ponerle que fuese una realidad que había sido desvalijado, porque «el es-

156 157
píritu del cuarto», lo que el cuarto significaba en verdad, era algo La muchedumbre les reprendía y les decía que se callasen, pero
indestructible y que, por consiguiente, no necesitaba armas o de- ellos gritaban todavía más fuerte:
fensa alguna. —¡Señor, hijo de David!¡Ten piedad de nosotros!
Jesús se detuvo, los llamó y dijo:
Y es que aquella oración no versaba realmente sobre la habita- —¿Qué queréis que haga por vosotros?
ción donde rezo; era sobre mi propio «reducto interior», mi propia (Mateo 20, 29-32)
realidad, mi quién, mi verdadero centro. Era sobre este corazón mío
que se siente completamente vulnerable porque no veo defensas en Ahora deja que Jesús venga a ti, a la vera de tu camino.
él. Y no las hay porque no son necesarias. No tengo necesidad nin- Se detiene.
guna de defender mi centro del quién porque, le pase lo que le pase,
Te llama.
es inquebrantable, como Dios mismo es indestructible.
«¿Qué quieres que haga por ti?»
Naturalmente, la mayor parte del tiempo somos más cons-
cientes de la vulnerabilidad que sentimos en nuestro interior que ¿Cuál es tu respuesta?
de su indestructibilidad. Sin embargo, en los momentos en que lle-
* #*
gamos a rozar nuestro deseo más profundo y comienza su acción
transformadora dentro de nosotros, lo sabemos, experimentamos
paz, una paz que está más allá de toda lucha, la paz que hace ce- Examina tu día. ¿Has experimentado sentimientos fuertes,
sar toda pelea, la paz que sobrepasa todo conocimiento. positivos o negativos? ¿Qué energía han producido? ¿Cómo la
encauzaste?
En el corazón de la tormenta hay un vórtice de paz perfecta,
donde nuestro deseo más profundo es aceptado como el deseo de
Dios sobre nosotros.
¿Puedes identificar áreas de tu vivencia personal sustentadas
Cuando experimentamos esos momentos de paz, estamos vi-
por deseos de la clase «dar»? ¿Áreas dominadas por apetencias del
viendo un encuentro con Dios, que nos revela dónde y cómo co-
tipo «apropiarse»? ¿En qué situaciones te sientes como la araña y
mienza la transformación dentro de nosotros. En ese espacio en-
como la abeja?
contramos respuesta a las oraciones para las que todavía no hemos
hallado palabras que las expresen, en ese lugar se nos perdonan Lleva todo eso a la oración y deja que Dios te enseñe la dife-
pecados que todavía no habíamos reconocido, y somos rescatados rencia entre esas dos clases de deseos y los distintos efectos que
y liberados de cadenas que pensábamos que eran joyas preciosas. tienen en tu corazón.
Ahí es donde Dios contesta a nuestras plegarias, de continuo, por-
* **
que Él está presente y hace suya nuestra realidad.

Sin duda, durante el curso del día habrás tenido que enfren-
tarte a innumerables decisiones. Recuerda alguna de ellas. ¿Qué
Sugerencias para la oración y reflexión deseos (o temores) subyacían a esas decisiones y cuáles fueron los
vencedores? ¿Puedes ver -en el día de hoy o, en general, en tu vi-
Al salir de Jericó, le seguía una gran multitud. Había dos ciegos d a - alguna constante que emerge en tus elecciones sobre tu forma
sentados a la vera del camino. Cuando oyeron que era lesús el de conducirte?
que pasaba, comenzaron a gritar:
* #*
—¡Señor, hijo de David! ¡Ten piedad de nosotros!

158 159
Recuerda algunas de las cosas que has pedido recientemente
en la oración. ¿En qué crees que conectan esas peticiones con los
deseos más profundos que descubres poco a poco dentro de tu co-
razón? Luego, trata de descubrir cuál ha sido la acción más obvia
y reciente de Dios en tu vida. ¿Cómo conecta esa actuación divina
con tus deseos más profundos?
¿Has experimentado algunos momentos de «paz en medio de
la tormenta» últimamente? Si es así, dale gracias a Dios y guárda-
los como anclas y amarras para futuras tempestades.
9
## #
Adicciones y apegos
Céntrate en la oración lo más hondamente que te sea posible:
déjate llevar al corazón de tu ser, allí donde Dios habita. En ese es-
pacio, donde eres realmente tú mismo, permite a Jesús que muera
en la cruz; déjale bajar «a los infiernos»; accede a que ande por el
Conocer nuestras inclinaciones
jardín de la resurrección con sus brazos abiertos hacia ti. Pídele
que te enseñe, a su modo, que tu realidad más profunda es tan in-
destructible como su propia Realidad. Hemos estado ocupados durante un tiempo en nuestros de-
seos, esas armas de doble filo que lo mismo pueden liberarnos
que esclavizarnos. Sin deseos, nada nos movería ni empujaría
hacia delante. Nuestra energía es producto, fruto de nuestros an-
Al comenzar su itinerario como peregrino de Dios, Ignacio helos. Si no tuviésemos apetito, moriríamos de hambre. Si no tu-
ofreció simbólicamente sus armas en el santuario de la Virgen de viéramos ningún deseo de descubrir lo que hay más allá de nues-
Montserrat. Si te sientes movido a ello, ofrece tu armadura y tus es- tra visión, no echaríamos a andar (con los pies o con la mente).
cudos a Dios en la oración. Al hacerlo, vete nombrando cada pie- Podría incluso afirmarse que la existencia de nuestros deseos es
za del armamento que estás usando para proteger un corazón tan prueba suficiente de que hay un «más allá» hacia el que tende-
vulnerable como el tuyo: todas las máscaras, disfraces, todas las mos y de que nuestra existencia no se circunscribe a los límites
actitudes que utilizas para escudarte contra el dolor que sientes en de nuestro mundo.
carne viva. Todos necesitamos protección contra las exigencias y
Dios nos creó con nuestros deseos. Negarlos es negar la natu-
los ataques de la vida, pero aquí, en la oración, rinde tus armas a
raleza humana y la finalidad de nuestro ser. Entonces, ¿cómo cen-
Dios, a Él solamente, pidiéndole al mismo tiempo que te enseñe
surarnos por tener aficiones e incluso «adicciones»? Sin embargo,
que tu verdadero centro, aunque completamente vulnerable, no
sin ser psicólogos ni especialistas en el tema, descubrimos que
necesita ninguna arma, porque es el lugar donde El habita.
muchos deseos han llegado a convertirse en nosotros en apegos
afectivos, en aficiones, en inclinaciones, querencias. Una simple
reflexión nos revela que algunos de ellos nos predisponen en sen-
tido positivo y otros, en cambio, nos desvían del norte de nuestra
vida.

160 161
El vaivén del péndulo Fíjate en los dos adverbios: desmedida y apasionadamente.
Podemos decir que un deseo normal y directo se está convirtien-
do en una compulsión o «adicción» cuando comienza a contro-
Descubrí la diferencia entre la fijeza del «norte» y las fluctua- larnos y dictarnos la conducta de tal modo que acabamos eligien-
ciones de la brújula una noche durante un retiro. En el corredor, do y tomando decisiones, no con libertad interior, sino por el
cerca de mi cuarto, había un reloj grande y antiguo. En el silencio deseo de ganar o conseguir lo que queremos o por el miedo de
de la Casa de Ejercicios - u n silencio que se hacía todavía más pro- perder algo o a alguien. Por ejemplo, tenemos una predisposición
fundo a la noche-todo lo que podía oírse en aquel corredor era el
natural a mantenernos sanos y sin heridas, pero si esa propensión
invariable y persistente tictac del reloj. Yo escuchaba imaginándo-
se hace desmesurada, excesiva, de modo que no nos atrevemos a
me el largo péndulo balanceándose de un extremo al otro.
salir de casa, se ha convertido en una compulsión u obsesión. Nos
Aquel reloj me enseñó algo sobre mis cambios de estado de áni- hemos hecho esclavos de nuestro propio deseo y comenzamos a
mo espiritual. Mi péndulo interior, pensaba yo, estaría en perfecto vivir dependientes de él.
equilibrio y quietud cuando estuviese colgando perpendicular, sin
inclinarse a un lado ni a! otro. Pero ése no era ni con mucho mi es-
tado normal. Lo normal era que mi péndulo oscilara de un lado al
El trigo y la cizaña
otro y a menudo muy alocadamente. Y caí en la cuenta de que
esas oscilaciones se debían al tirón y atracción de mis «apegos».
Pues, de nuevo, encontraba en mí apegos positivos y negativos: Otra manera de evaluar nuestros deseos es preguntarnos ha-
cosas que deseaba poseer o ser desmesuradamente y otras que an- cia dónde se orienta y encauza la energía que generan y si esa
siaba evitar o no tener, también en exceso. La ilustración muestra fuerza nos empuja a ir más adelante en nuestro camino o nos lle-
cómo aparecería todo esto en un grabado. Mientras el péndulo os- va en otra dirección. Supongamos que tengo aversión (un apego
cile moderadamente y con equilibrio, el reloj hace su trabajo, es negativo) a volar. Se va haciendo obsesivo y comienzo a planear
puntual y nos da el tiempo preciso y exacto. Pero si empujamos el mi vida tratando de evitar los aviones, así que acabaré decidiendo
péndulo desmedidamente a uno u otro lado, el reloj pierde equi- no visitar a mis amigos que me han invitado a su casa en el ex-
librio y precisión, y no cumple su misión de dar la hora. tranjero, no aceptaré el empleo que me ofrecen, pues requeriría
frecuentes vuelos, y resoluciones semejantes. En definitiva, gasto
NORTE más energías en evitar los viajes en avión que en los aspectos po-
sitivos que mejorarían mi vida. Hablando como jardinero, derro-
Mis apegos positivos: lo Mis apegos negativos: lo cho mis energías en regar las malas hierbas y descuido la cosecha.
que apasionadamente que quiero a toda costa Presto más atención a las cosas que niegan la vida (mis temores y
quiero ser, hacer, tener. evitar, negar, destruir. aversiones) que a los movimientos que dan vida. Y, además, he ce-
dido parte de mi libertad interior y me he sometido a una esclavi-
tud que es mi miedo a volar.
También un apego positivo puede ser «esclavizante». Quizás
Mis aficiones, inclinaciones Mis adicciones, me preocupo excesivamente por lo que la gente piense de mí, por si
y predisposiciones repugnancias y temores les caigo bien o mal. Casi todos tenemos una predisposición natural
V a ser aceptados y apreciados, pero ese deseo se hace destructivo y
PAZ opresor si me lleva a ser hipócrita y simulador para ganar así la amis-
CONSOLACIÓN tad ajena. Esa falta de sinceridad y verdad desequilibra el péndulo.
CENTRO EN DIOS

162 163
Una persona de la que podemos aprender mucho sobre la fal- Al día siguiente, me topé con un gran crucifijo en el jardín de la
ta de equilibrio y equidad que causan nuestros apegos es Poncio Casa de Ejercicios. Mientras lo observaba y admiraba, algo volvió a
Pilato. Imagínate presente en el juicio de Jesús. Pilato se encuentra afectarme en mi interior, como me había ocurrido la noche anterior
dividido: quiere hacerse popular y congraciarse con Sos judíos, pe- con el tictac del reloj y el vaivén del péndulo. Noté que algo se ajus-
ro no quiere disgustar ni irritar a las autoridades de Roma. Quiere taba y encajaba dentro de mí, que mi deseo más profundo acababa
contentar a su mujer, que le advierte que no condene a un ino- de ser afectado por aquella visión de un equilibrio perfecto. Era todo
cente, pero no desea poner en peligro su carrera. Su centro del lo contrario de mi fragmentación interior (y la de Pilato). Aquella cruz
quién se rompe en añicos y los temores y deseos lanzan desmesu- era un puntero que señalaba sin error la Verdad.
radamente su péndulo de un extremo al otro. Como resultado, su Sería bueno volver a mirar al grabado de la página 1 62 y tra-
energía se desboca y pierde el rumbo: toma una decisión contra la tar de identificar algunos de tus apegos positivos o negativos, y me-
Vida, que se le reprochará eternamente. dir cuánto te arrastran o alejan del equilibrio y, por consiguiente,
Como contraste, Jesús cuelga de la cruz en perfecto equili- cuánto cohiben y restringen tu libertad interior para elegir tu con-
brio, como la aguja de la brújula está fija en el norte. ducta sin esperanza desordenada de ganancia o temor a la pérdi-
da. Luego considera el grabado siguiente y reflexiona sobre la
atención que prestas a las malas hierbas y el trigo, que crecen jun-
¿Cómo anda mi péndulo hoy?
tos en el campo de tu corazón.
¿En qué empleo mi energía?
¿Me dejo llevar de mis adicciones y aversiones?
¿Riego la cizaña o alimento el trigo?
¿Me siento tranquilo «fijo en el norte»?

¿En el trigo o en la cizaña?


¿en lo que da vida o en lo que la sofoca?

La incomodidad de estar «colgado»


Jesús cuelga en perfecto equilibrio de la cruz
como una brújula fija en el norte, Una lección de lengua y un dibujo muy sencillo me ayudaron
pendiente sólo de Dios a subir un escalón en esta tarea de reconocer mis adicciones y
y dependiendo totalmente de El, apegos a cosas, gentes o circunstancias. Quizás toquen también
la única dependencia que da Vida
alguna fibra o despierten alguna reflexkSn en tu interior:
y conduce derecha a la Verdad

164 165
Lección de lengua: La palabra depender viene del latín - La exigencia de no aflojar tu presa y la sujeción al gancho
penderé, que significa colgar. te descoyunta, retuerce tu mano, estira tu cuerpo y te de-
ja desencajado.
Un dibujo: Imagínate a ti mismo colgado de un gancho. Te
aferras al gancho, crees que es cuestión de vida o muerte. - Trata de experimentar (en tu imaginación) los efectos de
Te ases despavorido temiendo que falle y caigas en el estar colgando de esa manera: el desfallecimiento, la ti-
abismo profundo que se abre a tus pies. rantez, el brazo entumecido, la tensión en los músculos
del cuello, etc. Todo tu cuerpo te está gritando que no es-
¿Puedes darle un nombre al tá hecho para colgar de esa manera.
gancho?
¿Puedes dar nombre(s) concreto(s) a los gancho(s) de tu vida?
¿Depende de él tu felicidad?
¿Eres consciente de las cosas, personas, relaciones, ambiciones o
¿Has organizado tu vida en circunstancias de tu vida que te parecen imprescindibles? Pregún-
función de él?
tate pero con delicadeza y comprensión:
¿Quieres que as\ sea?
- ¿Depende mi felicidad de la presencia de otra persona, un
suceso, circunstancia o éxito particular...? ¿Comienza eso
Vida en a dominar mis pensamientos y minar mis energías? ¿He
plenitud planeado y organizado mi vida en torno a esa necesidad o
dependencia? ¿Estoy «colgado» de un gancho que me
\ , .v
desgarra?
- ¿Quiero y deseo que sea así?
¿COLGADO DE UN SANCHO..
De nuevo, hemos de recordar que no me refiero a las inter-
dependencias naturales entre personas o con la creación, que son
El gancho nos retiene
buenas y nos hacen seres humanos. Pender, colgar, depender de
El bastón del pastor un «gancho» rompe nuestro equilibrio, nos atrae o empuja de un
nos saca
lado a otro y nos impide tomar decisiones con libertad interior.
de las arenas
movedizas Piensa en lo que se siente al estar «colgado». Lo mismo que el
dolor en nuestros músculos nos haría comprender muy pronto que
y nos devuelve a
nuestro cuerpo no está ideado para pender de una mano, así tam-
tierra firme bién nuestros sentimientos nos revelan si nos desgarra una adic-
ción emocional o espiritual. Basta con recordar la ansiedad y tur-
...O DE UN CAYADO? bación que nos domina cuando sentimos un apego desmesurado a
alguien o algo: el miedo a la posibilidad de perderlo, la determi-
nación de aferramos a ellos...
Consideremos lo que significa estar «colgados» y «engancha-
dos» de esa manera: Son avisos y amonestaciones que nos envían nuestros «múscu-
los espirituales», que nos recuerdan que nuestro centro del quién,
- Toda tu atención y energía están pendientes del gancho,
nuestro ser verdadero, no soporta semejantes dependencias.
de la necesidad apremiante de colgar del gancho.

167
166
Sin embargo, en la práctica, nos parece peligroso y desa- pequeño. Cuando llegó su turno se vio obligado a poner al niño en
consejable abrir la mano y soltar el gancho del que estamos sus- el suelo para poder firmar los papeles. Hasta entonces el niño ha-
pendidos. No queremos ni imaginar que algo o alguien cortase la bía estado jugueteando o descansando plácidamente al cobijo de
atadura o amputase nuestra mano, o que el gancho se despren- aquellos brazos. Pero cuando su padre se inclinó para depositarlo
diese de donde está empotrado y nos dejara caer, traicionados y en el suelo y comprendió que tendría que estar de pie, sobre sus
decepcionados. Todas esas posibilidades nos resultan impensa- propias piernas, por unos momentos, el niño lanzó un alarido de
bles por el dolor que causarían, y nuestro corazón prefiere per- terror y de protesta. Levantaba los bracitos clamando por la segu-
manecer ciego: como los adictos a una droga, también nosotros ridad que representaba lo conocido.
optamos por negar la dependencia antes que enfrentarnos al do-
Este pequeño incidente me pareció la escenificación de mis
lor de la cura.
reacciones ante situaciones en las que mis supuestas certezas y se-
Aquí podríamos recordar la advertencia de jesús: «Si tu mano guridades se habían venido abajo por sorpresas inesperadas, la
derecha te lleva a pecar (a caer en una dependencia que amenaza plasmación de aquellos momentos en que me encontré sorpren-
tu libertad interior), mejor es cortártela que dejar que todo tu ser se dentemente de pie sobre el duro suelo. ¿Dónde estaban los brazos
sumerja en la adicción». que me sostenían tan confortable y firmemente? Yo también había
Imagina el peor de los casos. El gancho se suelta y se des- lanzado, a mi modo, alaridos de protesta y había levantado mis
prende o inesperadamente quiebran tu muñeca o te falla el bra- brazos instintivamente para ser devuelta de nuevo a lo que creía
zo. Quizás puedas recordar alguna experiencia parecida cuando mi seguridad.
perdiste algo o alguien que te parecía imprescindible y creíste Me interrogué a mí misma, mientras esperaba en aquella co-
que el mundo se te venía encima. Descúbrete cayendo al vacío. la, si verdaderamente quería seguir siendo toda mi vida una niña
Imagina la espantosa caída desde el techo al suelo, el golpe del pequeña que no se atrevía a dar sola unos pasos. Y también me
aterrizaje, las magulladuras y los miembros lacerados. Pero ñola pregunté qué era más seguro, que me tuvieran en brazos, depen-
también algo más: el suelo sólido debajo de ti que, aunque duro diendo siempre de ellos, o ponerme en pie y encarar el mundo, un
y frío, no es ya un abismo sin fondo. Contémplate poniéndote de mundo donde quizás no hay más certeza ni seguridad que mi con-
pie, nota tus piernas y tus pies, que pueden andar libres y sin
fianza en Dios.
miedos. Disfruta con la sensackSn de poner un pie delante del
otro y avanzar. Olvídate de aquella postura en que tus pies no to- El buen señor acabó sus gestiones en la ventanilla y volvió a
caban el suelo. Por primera vez, eres Ubre. Libre para anclar. Un tomar en brazos a su pequeño. Se hizo el silencio en la oficina. El
sueño imposible mientras estabas colgado de tu gancho. Com- chico se sentía seguro y contento en manos de su padre. Pero
prueba cómo vuelven a funcionar tus piernas. Es una libertad ga- aprendí la lección. Me convenía caminar por mi propio pie. Más
nada con dificultad y dolor, pero es la libertad, y apunta ya a un aún, dentro de mi corazón, notaba que quería andar, aunque eso
crecimiento. supusiese el dolor de perder mis seguridades y comodidades.

Aprendiendo a andar ¿Qué precio pones a tu amor?

Un día en que estaba yo haciendo cola en una oficina, ocu- Para ver si tienes adicciones o apegos desordenados, usa esta
rrió algo que me hizo pensar en esa angustia de recuperar la liber- pequeña historieta de la Biblia, del libro de Job. Está en el primer
tad. El hombre que estaba delante de mí llevaba en brazos un niño capítulo, versículos del 6 al 22. La he adaptado y debes poner tu

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nombre y las circunstancias que te cuadren, imaginando que el Dios se quedó callado. Él se fiaba de Job (pon tu nombre).
diálogo es sobre ti. Quizás confiaba en él más que el propio Job en Dios. Pero estaba
Un día, el diablo se puso a hablar con Dios. dispuesto a apostar hasta el final por él (o ella).

—¿Dónde has estado? —le preguntó éste. —Vale —le respondió aceptando el reto—, puedes hacerle lo
que quieras, pero sólo te dejo actuar en la superficie de su vida, no
—Dando una vuelta por la tierra —respondió en tono evasivo. te permito tocar su centro, su quién. Eso es sagrado. Pero todo lo
—¿Te encontraste con Job? (pon aquí tu nombre) Es un buen demás lo dejo a tu merced, puedes quitarle sus seguridades y des-
amigo mío, charlamos a menudo y me llama por lo menos una vez trozar todo lo que le parece valioso e imprescindible.
al día. Trata de ser la persona que yo quería que fuese cuando la Al diablo le pareció estupendo y de un brinco salió de su pre-
creé. Seguro que lo has notado. Estoy muy orgulloso de él. sencia antes de que Dios cambiase de opinión.
—Sí, ya lo he notado —replica el diablo—. Pero tú también te ¡Pobre Job! (pon tu nombre) No podía imaginarse la que se le
habrás dado cuenta de que no es tu amigo... sin más ni más. venía encima. Una tras otra, todas las cosas que valoraba, y a las
—¿Qué insinúas? que se aferraba, le fueron quitadas. Al principio, reaccionó bien
porque, primero, le arrebataron las cosas que siempre le (te) habían
El diablo se encogió de hombros fingiendo indiferencia, pero parecido prescindibles, como... (enumera las que a ti te parecen
continuó: tales). Aun así le dolió, aunque no significara un colapso total de
—Nada. Que le saca buen provecho a tu amistad. Sabe que su (tu) persona.
está a cubierto de todo mal, tiene buena salud, amigos y com- El cerco del diablo se estrechó más y más, y cosas que habían
pañeros que lo arropan y apoyan (aquí, los nombres de tus ami- parecido permanentes e inquebrantables (enumera las que así con-
gos y colegas). Mira la cantidad de dones con que le has obse- sideras) comenzaron a tambalearse. Su (tu) interior se vio anegado
quiado (recuerda algunos). Acuérdate de los mimos e incluso de por la desolación y el diablo descargó el golpe mortal. El corazón
las delicadezas que tienes con él, aunque él se cree que es re- se sintió despojado y privado de lo que siempre había parecido ser
compensa por sus desvelos por tu reino. No es mala paga por su parte del ser mismo, de lo más profundo y verdadero de él.
amistad.
Cayó la noche, fuera y dentro. Parecía que se había apagado
Dios caviló un momento. Sí, Él quería de verdad a Job (pon tu también cualquier razón para seguir viviendo. No había motivo al-
nombre). ¿Por qué no iba a bendecirle y regalarle? Pero el diablo guno para continuar la amistad con un Dios al que llamaban fuente
tenía su punto de razón. de vida y cuya consolación podía evaporarse sin causa aparente.
Satanás, siempre presto a cazar cualquier oportunidad, se dio Recordó tiempos pasados, cuando en otras ocasiones también
cuenta de ese momento de duda divina, y arremetió con toda su la desolación se le (te) echo encima, como un espeso nublado,
artillería pesada: cuando había dejado de seguir la senda que Dios abría delante de
él (ti) y se había empeñado en caminar por su (tu) propia vereda.
—¿Qué crees que le ocurriría a su amistad y devoción por ti si
todo eso se acabase, si desapareciese de la noche a la mañana? Te Pero otros recuerdos le trajeron también memorias de tiempos
apuesto lo que quieras a que muy pronto empezaría a preguntar- felices. Y entonces vio claro que, a fin de cuentas, siempre había
se si todo eso del itinerario interior no es más que una ilusión. sido capaz de escribir el guión de su vida y que seguía siendo so-
Peor todavía, seguro que se volvería contra ti y todo su amor se beranamente libre para rescribirlo si ése fuera el caso. Pero ¿de
convertiría en despecho. dónde procedía esa gran libertad? ¿Por qué no se había hecho añi-

170 171
eos, con t o d o lo demás, esa posibilidad de elegir y decidir qué ca- que te impiden andar con libertad hacia delante con Él. Q u e te en-
m i n o tomar incluso en las peores condiciones? señe a ver tus «riquezas» personales c o m o bártulos q u e llevas a
cuestas y que te dificultan el andar y, sobre todo, te i m p i d e n pasar
¿Cómo acabaría la historia si fueras tú el protagonista! 1 ¿Te ha- por el ojo de la aguja.
brías quedado a b r u m a d o y c o n f u n d i d o en la oscuridad y la deso-
lación o habrías sido capaz de mantener intacto e ileso tu centro Deja que Él te hable al c o r a z ó n , y escucha las sugerencias e
del quién, donde tomar libremente la siguiente decisión? ¿Ganaría inspiraciones que te insinúa en la o r a c i ó n . Y, mientras te habla, m i -
la apuesta el d i a b l o o saldría triunfante la fe de Dios en su a m i g o ra la expresión de sus ojos (Jesús le miraba con c a r i ñ o y amor), y
)ob (tu nombre)? oye sus palabras: «Todo es posible para Dios».

La Buena Noticia de Jesús, el Evangelio, es que nuestra rela- * # #


ción con Dios es un c a m i n o de amor hacia la libertad. Q u e Él nos
invita, una y otra vez, a romper las ligaduras de nuestros apegos En ambiente de o r a c i ó n , recuerda c ó m o ha o s c i l a d o hoy el
desordenados y a ser libres. Y llama a ello no con el palo de la p é n d u l o de tu c o r a z ó n . ¿Ha h a b i d o oscilaciones violentas hacia
amenaza, sino con el incentivo del p r e m i o , c o m o veremos en el algún lado? ¿Ha tenido momentos de e q u i l i b r i o perfecto, f i j o en el
capítulo siguiente. Norte? ¿Hay constantes que se repiten y apuntan a constantes más
recónditas en tu vida?

Sugerencias para la ovación y reflexión

¿Recuerdas alguna ocasión en la que te sentiste absolutamen-


Y cuando salía Jesús para continuar su camino, llegó uno co-
rriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: te cierto sobre la resolución que debías tomar y la pusiste en prác-
—Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna? tica con total c o n v e n c i m i e n t o de que seguías en eso tu deseo más
Jesús le dijo: verdadero? Evócalo en esta oración y pide a Dios que grabe en tu
—¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Pero ya cono- corazón el c o n o c i m i e n t o de lo que se siente cuando tu brújula se-
ces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no ñala al Norte, c u a n d o tu p é n d u l o está en e q u i l i b r i o , c u a n d o estás
robarás, no darás falso testimonio, no defraudarás, honra a lu pa- v i v i e n d o , y obrando, en toda verdad.
dre y a tu madre.
Él le respondió diciendo:
—Maestro, lodo eso lo he guardado desde mi niñez.
Jesús, fijando en él la mirada, le amó, y le dijo: Trae a tu mente alguna decisión reciente. ¿Podrías identificar
—Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dalo a los po-
las razones verdaderas por las que la tomaste? ¿Lo hiciste con la
bres y poseerás un tesoro en el cielo; luego, ven y sigúeme.
esperanza de ganar o el m i e d o a perder algo? ¿O, al contrario, con
Pero, al oír estas palabras, se marchó triste frunciendo el ceño,
pues poseía muchos bienes. una sensación de gran libertad interna?
(Marcos 10, 17-27)

Imagínate presente en esta escena. Trae a la oración tu p r o p i o


deseo de ese «algo más» que te falta para cambiar tu fe de una Date un paseo imaginario por el campo de tu vida. Repara con
chispa vacilante a una llama ardiente. Pídele al Señor que te mues- detenimiento y complacencia en los frutos granados, la buena cose-
tre lo que entorpece y obstaculiza tu relación con Él, y los ganchos cha que ha p r o d u c i d o tu plantación. Y dale gracias a Dios. Luego

172 173
mira las malas hierbas que sabes que existen. Con toda paz tráelas
ante Dios, como pondrías a un niño enfermo en manos de un médi-
co. Vuelve a la cosecha, vuelve a dar gracias a Dios, y pídele que te
ayude a regarla y abonarla, y a compartirla con los demás.

* **

¿Puedes identificar alguno de los «ganchos» de los que cuel-


ga tu vida? Ponles nombre delante de Dios y, si te atreves, también
delante de algún amigo de quien te fíes. El mero hecho de recono-
10
cerlos y admitirlos es un gran paso para librarte de ellos. Si eres ca-
paz de hacerlo, has superado la etapa de negarlos y te has abierto No te apegues a mí
a la cura.

¿Ha habido en tu vida circunstancias o sucesos, personas o Rutas hacia el desprendimiento


cosas, que alguna vez te hayan separado, incluso arrancado, de al-
gún gancho, de estados de complacencia y contentamiento narci-
¿Se parece tu Dios a un policía? Cuando piensas en Él, ¿te lo
sistas o falsa «seguridad», y te hayan dejado, maltrecho y lleno de
imaginas como un guardia de la porra, empeñado en hacerte en-
miedo, sobre un suelo duro y frío? ¿Puedes recordar cómo comen-
trar en vereda, intransigente con la observancia y cumplimiento de
zaste a recobrarte de aquel golpe y a dar tus primeros pasos vaci-
las leyes? ¿O lo ves como alguien que te conoce y te quiere mucho
lantes, asentado en tus pies? Trae todas esas reminiscencias a la
más y mejor de lo que tú mismo eres capaz, que está presente y
oración y pídele a Dios que te ayude a caminar hacia la plenitud
participa en tu parto a una Vida en toda su plenitud?
de Vida convencido de que puedes alcanzarla aunque no sepas
qué te pueda deparar el futuro. Espero que, después de haber llegado hasta aquí, habrás des-
cubierto en El algunas de las habilidades propias de una matrona.
(No te fuerces a ti mismo al hacer este ejercicio. Si los recuer-
Te llama urgente e insistentemente a la libertad de la vida. No a
dos son penosos y causan dolor, déjalos en manos de Dios hasta
una anarquía sin ley, sino a la autonomía de un niño que deja los
que te sientas más libre para reflexionar sobre ello.)
recintos cerrados y restrictivos del vientre materno para entrar en la
inmensidad de la vida.
Todas las imágenes de Dios son, desde luego, inadecuadas y
algunas pueden ser peligrosamente erróneas. Pero me parece que
la imagen de la matrona es una de las más apropiadas y útiles. Y
puede guiarnos a comprender mejor el significado del «despego»
y el «desprendimiento».
Para todos nosotros, la primera experiencia del dolor-y de la li-
beración- que conllevan el despego y el desprendimiento fue el mo-
mento en que, dando berridos de sobresalto, dejamos el vientre de

174 175
nuestra madre y entramos en este mundo. En un acto que es casi esencial en la fertilización del entorno. Y, al elegir una u otra planta,
brutal -corte del cordón umbilical y del suministro de alimento- se no rechazaban o menospreciaban las demás. El secreto de esa armo-
nos puso en libertad para comenzar nuestra vida propia. nía y cooperación parecía radicar en el hecho de que cada criatura
era fiel a su naturaleza esencial. Cada cual conseguía, de la fuente
Así empezó y así continúa sonando en nuestros oídos la llama-
que era apropiada en cada caso, lo que necesitaba para sobrevivir y
da a dejar todo lo que nos aparta de Dios y elegir, en su lugar, los ca-
crecer; y lo hacía sin causar daño ni a sí mismo ni a las flores>Des-
minos y sendas que, de modo personal, nos conducen hasta El y a la
pués de cada encuentro, los dos, el insecto y la flor, salían enriqueci-
realización de lo que ha soñado para cada uno de nosotros.
dos: el insecto se había alimentado y ia flor se había polinizado.
El grabado me parece una ilustración expresiva de lo que sig-
El significado del «desprendimiento» nifica «hacer uso de lo que conduce a la vida» y dejar de lado lo
que a cada persona, como individuo, la aparta de ella. Se trata de
un «despego», un desprendimiento creativo, vital. Me llevó a en-
Ignacio urge al ejercitante a alcanzar la libertad del «despren- tender un poco mejor a qué nos llama Dios cuando nos dice que
dimiento», del «despego». A eso lo llama él indiferencia. Ninguna nos desprendamos y desliguemos de nuestros apegos. Las abejas
de estas palabras nos transmite hoy lo que él pretendía significar. no se afanaban por «posesionarse» de las flores, ni las flores ha-
Nuestra lengua y nuestra cultura han cambiado, y esas palabras nos cían esfuerzo alguno por atrapar y retener a las abejas. Era un in-
resultan frías y algo confusas. Mejor sería la palabra «equilibrio». tercambio libre, que cubría perfectamente las necesidades de la
abeja, de la fucsia y del círculo más amplio de su entorno.
En su Principio y Fundamento, Ignacio habla de hacer uso de
«las cosas sobre la haz de la tierra (...) tanto cuanto ayuden» a
Lo que es vital para mí
nuestro fin, y «tanto quitarse de ellas cuanto para ello le impiden». puede no serlo para ti...
Al principio estas expresiones me sonaban a explotación y uso
interesado, como si la creación entera estuviera ahí para que yo eli-
giera lo que me viniese bien para mi objetivo. Pero se me hizo la luz
un día en que estaba yo sentada en un patio tranquilo y soleado, ob-
servando un matorral de fucsias cercano a mi banco. Era a finales de
agosto y las abejas revoloteaban entre las flores. Se posaban suave-
mente sobre ellas, que estaban totalmente abiertas para recibirlas.
Nunca trataban de entrar en ninguna flor cerrada o forzar los pétalos.
Cuando encontraban una abierta, se escurrían hasta sus profundida-
des para extraer el néctar del polen. Al hacerlo, acarreaban el polen
de flor en flor, de mata en mata, colaborando a una mayor fertilidad.
Mientras las observaba, me di cuenta de que, aunque las abe-
jas elegían las fucsias y parecían ignorar las otras flores del jardín, Por encima de todo
otros insectos estaban también ocupados buscando su alimento en elige lo que lleva a la vida,
otras plantas, como lo muestra el grabado. al crecimiento y a Dios.
Elige lo que poliniza
Al elegir lo que era cabalmente bueno para ellas, no sólo reci- tu semilla de Dios.
bían su sustento sino que, a la vez, estaban desempeñando un papel Y deja lo restante para los demás.

176 17?
El juego del Monopoly o el del palé es un buen ejemplo de lo Dejar de lado nuestras dependencias y seguridades a la orilla
contrario: adonde pueden llevarnos los apegos excesivos. Si uno del río resulta doloroso y casi inalcanzable, cómoda comenzamos
de los jugadores se hace con todos los hoteles, y prácticamente la a entrever en el capítulo anterior. Si fuese posible preguntar a un
mayoría de las casas y calles, y amontona más y más «riqueza» y embrión cómo se manejaría para sobrevivir fuera de la placenta, la
«propiedades», el juego se atasca y termina por hacerse imposible. respuesta sería: «¡Imposible!». Pero la matrona sabe la verdad.
El «dueño» ha acaparado los bienes y no ha dejado nada para los Dios es nuestra matrona a lo largo del trauma y la alegría de nues-
demás jugadores. De un modo mucho más funesto y deplorable tro nacer en Él. Y es delicado y obra con suavidad...
ocurre en la economía real y en las relaciones internacionales.

Volvemos a hacernos la pregunta inicial: ¿a qué reino sirvo, al


de Dios o al mío propio? Requiere mucho valor el reconocer que, Manejarse con las adicciones
de verdad, no somos el centro permanente de todo, sino seres por
los cuales fluye la vicia. Pero cuando lo comprendemos y acepta- Un remedio infalible para el dolor de muelas es dejar caer un
mos, descubrimos que nuestra insignificancia, nuestra nonada, co- ladrillo sobre el dedo gordo del pie. Lo he probado yo misma, por
mo diría santa Teresa de Jesús, nos conduce a nuestra realización accidente, y puedo asegurar que no falla. Por muy obsesionado
más plena con más prontitud que nuestra imaginaria importancia, que uno pueda estar con su caries, y aunque sea lo único en que
porque la vida y la gracia de Dios fluyen mucho más abundante y puede pensar en ese momento, en cuanto sienta el efecto del pe-
libremente a través de manos vacías. drusco en el dedo, seguro que se olvida de las muelas.
Sin embargo, instintivamente, nos retraemos y nos echamos ¿La moraleja? Nuestra naturaleza humana vuelca su atención
atrás ante la corriente de ese río caudaloso. Nuestros esfuerzos, la en aquello que más intensamente altera el estado anterior o im-
mayor parte de las veces, se concentran en construir y mantener presiona nuestra sensibilidad, sea dolor o placer, temor o deseo.
canales y presas, es decir, todo eso que nos hace sentirnos a salvo,
seguros y poderosos en nuestra casa a orillas del río: empleos, po-
sesiones, ambiciones. Construimos un pequeño reino a nuestro al-
rededor, que nos hace sentirnos indestructibles y fuertes. Somos S=s¿>
humanos -así nos hizo Dios- y necesitamos sentirnos seguros y
duraderos. Es parte de nuestro ser. Pero sólo parte. Existe otra di-
mensión de nuestra naturaleza, que podríamos quizás denominar
«la realidad permanente de lo que somos», que no se siente a gus-
to en casas inconmovibles junto al río sino que nos empuja a lan-
zarnos al agua y a dejarnos llevar por la corriente.

El caminar con Dios no niega nuestras necesidades y deseos


naturales, pero reajusta nuestras prioridades y nos espolea a res-
ponder a su llamada callada pero constante a sumergirnos en Él, Mi atención se centra
como el océano atrae a los ríos. Nuestros apegos y ataduras son en \o que más
como edificios a la orilla del río que nos tientan a quedarnos en impresiona
tierra firme, pues parece más seguro, cómodo y agradable. Si ce- mi sensibilidad
demos a esta tentación, dejamos de fluir, de crecer y progresar ha-
cia la libertad plena de los hijos de Dios.

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Este capítulo lo vamos a dedicar a aquello que en nuestra vi- fuéramos capaces de dejar de lado nuestro recelo y aprensión y
da tiene la importancia del «dolor de muelas», ya que es lo que se nos dejásemos invadir por la música. Imaginémoslo un momento.
apodera de nuestra atención consciente y nos «llena» de tal modo No tenemos nada que perder. Estamos en tierra firme y no nos va-
que impide el paso del flujo de gracia y vida por nuestra vida. mos a romper una pierna. Deja que la música se apodere de ti. Fi-
Consideramos las adicciones como dependencia de substancias gúrate que se introduce por tus oídos y se desliza por todo tu cuer-
químicas, como el alcohol o las drogas, que producen efectos gra- po hasta la punta de los pies. Piensa adonde te lleva: ¡al centro de
ves. Pero quizás sería más exacto llamar adicción a toda depen- la pista! No te contentes con imaginártelo, que te arrastren los
dencia, muchas veces de cosas inocentes e inocuas, o incluso to- pies: responden mejor a tu deseo más profundo que la cabeza lle-
talmente «buenas», pero que determinan nuestra conducta y na de miedos. Al fin de cuentas, ¿qué ambicionas en este ejercicio?
nuestro modo de relacionarnos con los demás. ¿Quedarte en la seguridad del parapeto o experimentar la alegría
del baile? No puedes conseguir ambas cosas al mismo tiempo: has
En este punto de nuestro viaje, le dejamos a Dios que nos re-
de elegir.
vele cuáles son nuestras adicciones, porque viene a librarnos de
nuestra cautividad y comienza por enseñarnos cuáles son los nu- Suena muy bonito, dirás, pero hay que contar con las viven-
dos más gruesos de la soga que nos amarra. cias y experiencias que hemos tenido. Es verdad, no vamos a con-
seguir la medalla olímpica de patinaje sobre hielo. Pero los mis-
mos principios son válidos en nuestra lucha contra las adicciones,
grandes o pequeñas, que dificultan nuestro itinerario interior. El se-
Una lección de patinaje
creto de la transformación está en el rumbo que le marcamos a la
mayor parte de nuestra energía: ¿se queda con el miedo o se deja
Puede ayudarnos otro ejemplo. Nunca he conseguido patinar tentar por la alegría?
sobre hielo, pero me llenan de admiración quienes son capaces de
lograrlo. Siempre pienso qué maravilloso tiene que ser el deslizar- Más en general, ¿nos cerramos en nuestros sentimientos y
se por la pista al ritmo de la música. Si nos dejamos llevar por reacciones negativas o encauzamos nuestro empeño hacia lo positi-
nuestra imaginación, podremos percibir la diferencia entre apego vo? ¿Qué nos preguntamos más a menudo? ¿Cómo dejar de hacer lo
y libertad. Al comienzo del aprendizaje, nos agarramos fuerte- «malo»? ¿Cómo encontrar más tiempo y esfuerzo a lo «bueno»?
mente con las dos manos a la valla y vamos bordeando la pista Hay dos construcciones sintácticas con la conjunción «si»
con mucho tiento. Un progreso pesado y torpe, a años luz de la vi- -en tiempo pasado y en tiempo futuro-que nos deberían hacer
vacidad, ligereza y alegría de las evoluciones de los verdaderos pensar:
patinadores en el centro de la pista. Parece que hay un abismo in-
superable entre ellos y nosotros. - Si me hubiera esforzado más en el colegio, si hubiera vi-
vido en un país diferente, si hubiera tenido unos genes
Pero a medida que vamos mejorando, nos sujetamos al para- distintos, si mis padres hubieran sido más tolerantes... Si,
peto sólo con una mano y avanzamos hacia delante en vez de ha- si... Son los síes del pasado, excusas para quedarnos es-
cerlo de lado como los cangrejos de mar. Pero aún nos domina el tancados en lo ya sabido y en lo inalterable de ciertas cir-
sentimiento de miedo: a caernos y a hacer el ridículo. Esa cautela cunstancias.
domina nuestro consciente.
- Los «y si...» tienen los mismos efectos negativos con rela-
¿Qué podrá ocasionar que ese miedo y ese apego ansioso al ción al futuro. Querría hacerlo, pero ¿y si fracaso? ¿Y si
parapeto se transformen en la alegría de un baile sobre hielo? Me mis amigos...? ¿Y si mi empleo...?, etc. Sin embargo, la
atrevo a sugerir que el secreto está en la música. Supongamos que realidad es que nunca sabremos qué hubiera ocurrido si...

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o qué ocurrirá si... Por tanto, toda la energía de esos síes Despreocupadamente observé cómo la botella vacía cabe-
es negativa y no nos acerca a Dios, sino que nos tira hacia ceaba en la superficie. La tomé y la llené de agua. Al soltarla, se
hundió y se quedó pegada al fondo. La tomé de nuevo y la vacié:
abajo y nos sumerge en la espiral de la desolación.
volvió a flotar. Repetí varias veces el mismo juego, llenar y vaciar,
hundirse y flotar.
Aquel pasatiempo infantil me hizo caer en la cuenta de que,
ÜSÜ233I a veces, Dios actúa de la misma forma conmigo. Me voy llenando,
gradualmente, con todo lo que deseo, con todo lo que ansio tener,
con todo aquello a lo que siento apego. Y me hundo. Cuanto más
me lleno, más rápido y hondo me hundo, hasta que acabo en el
fondo como una bola de plomo, incapaz de hacer ningún movi-
miento. Entonces algo ocurre que «me da un revolcón y me va-
cía». Por lo general es algo que no me gusta, a lo que me resisto
con todas mis fuerzas. Pero El se las industria para vaciarme de to-
dos los «apegos» y adicciones que he ido coleccionando. La pe-
PRESENTE IMPERFECTO
queña botella vuelve a flotar y balancearse, libre de su carga, co-
mo la del grabado. Libre y ligera, flota y se mueve en respuesta a
cada ola de su camino. Y todo ello es consecuencia del vaciado
Los «si...» y los «y si...»
operado en ella. Sólo vacía, como la botella, puedo flotar sosteni-
son falsos amigos
da por el amor de Dios, que nunca falla, y puedo seguir mi cami-
Los «si...» llenan el presente no, pues me creó para moverme y alcanzar la meta.
de lamentos...
Los «y si...» pueblan el futuro
de temores...
¿Qué me librará
de su emboscada?

EL FUTURO PERFECTO . M A ^ i V ^ i c - " ^ .. f


¡Hundirse o flotar?
Mi vida, llena de adicciones,
se hunde hasta lo profundo.
Tuve otra iluminación sobre la libertad mientras me bañaba
Dame la vuelta y vacíame, Señor,
en casa. El agua estaba caliente y había vaciado en ella una de
aunque yo proteste a gritos,
esas botellitas de gel con la esperanza de que su promesa de «re-
vitalizar» se cumpliese y me aliviase de la modorra anímica y del porque quiero flotar libre
desaliento que comenzaban a dominarme. contigo, tras de ti.

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¿El palo o la zanahoria? - Y eso será como esa música del corazón que te empuja al
baile y a vencer el miedo que te paraliza agarrado al pa-
rapeto de la pista.
Como hemos ¡do descubriendo con san Ignacio, la verdad es
tan sencilla y obvia que resulta deslumbradora. El deseo más pro- - No te esfuerces en despedazar el becerro de oro. En lugar
fundo lleva con toda certeza a Dios. Lo mismo que el dolor de mi de eso, vuelve tus ojos a la peregrinación a la montaña
dedo gordo era mayor que el de mis muelas y, por consiguiente, des- santa, y a todas las sorpresas que Dios te vaya revelando
viaba mi atención y energía de éste para ponerlas en mi pie herido, a lo largo del camino.
el poder magnético de la música y el deseo de bailar sobre hielo
De esa manera Dios te guiará a la libertad sin que - n i siquie-
contrarrestarán y vencerán el miedo a soltarme del pretil y caerme.
ra t ú - te des cuenta de lo que está ocurriendo.
Dios nos enseña como a niños pequeños, que es lo que so-
Es fácil advertir las diferencias entre ambas estrategias:
mos. Usa incentivos y premios, y no el palo y el castigo. Nos atrae
mediante nuestros deseos más profundos, y no con amenazas de - La primera se centra en mí; la segunda, en Dios.
castigos eternos. Nos llama a la alegría de su presencia, invitándo- - La primera es trabajosa y dura; la segunda, ligera y llena
nos a descubrir, en nuestros deseos más profundos, su irresistible y de alegría.
apasionado amor por nosotros. - La primera depende de palos y castigos; la segunda, de
¿Qué nos dice todo esto sobre las adicciones? Dos estrategias zanahorias y premios.
saltan a la vista: la que podríamos llamar la del palo (ascética) y la - La primera se basa en tus miedos; la segunda, en tus deseos.
de la zanahoria (nuestro deseo más profundo). La primera nos ha- - La primera es una carga; la segunda, una aventura.
bla de esta manera:
Como ejercicio práctico, podemos anotar las cosas que en
- Te estás dando cuenta de las predisposiciones, inclinacio- nuestra experiencia inmediata vemos que funcionan y se mueven
nes, apegos, dependencias, compulsiones, ídolos (cual- por el miedo al palo, y las que siguen el método del incentivo. Por
quier nombre que quieras darles) que hay en ti. ejemplo, ¿qué nos deja sin energía y qué pletóricos de nueva ener-
- Has de emplear toda tu energía en destruirlos. gía? ¿Hemos adquirido el hábito de utilizar con nosotros mismos
- Si se han convertido en algo similar a aquel becerro de más «el palo» que el incentivo y el deseo?
oro de los israelitas en el desierto, lo harás añicos como
¿Con cuál de los individuos del grabado crees que te identificas?
Moisés.
- De este modo conseguirás con sólo tus puños la libertad.

Mientras que la segunda estrategia nos sugiere:


- Te estás dando cuenta de que tienes estas propensiones,
atracciones, apegos, dependencias, compulsiones, ídolos...
- No gastes tus energías en deshacerte de todo eso por tus
medios.
- Usa la energía que tienes (siempre limitada) en aquello ¿Me dedico a combatir mis adicciones
que la experiencia te ha enseñado que es «terreno firme», o camino hacia la montaña sagrada?
«vivir en la verdad», «dar gusto a Dios». ¿En qué empleo mi energía?

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La promesa del jardín Cada respiración, un estriberón hacia Dios

Esa máxima se ha hecho ya parte de mi vida. La oración me


En el jardín del sepulcro, María Magdalena agarra y sujeta los
sabe a eso muchas veces. Hoy dejaré que ese sentimiento dibuje el
pies de Jesús resucitado, y no quiere soltarlo. Vamos a reflexionar
cuadro de mi oración. Y comienzo a caminar por ese escenario co-
sobre esta escena un momento...
mo si fuese algo real y vivo. Siento los remolinos del río y me subo
María cree que «conoce» bien a Jesús. Ha puesto toda su vida a una piedra que sobresale. Mi oración de hoy quiere, Señor, que-
y toda su esperanza en ese conocimiento. No es, pues, de extrañar darse en ese estriberón delante de tu presencia invisible.
que, después de la angustia y desesperación del Calvario, se aferré El río es ancho, tan ancho que no puedo ver la otra orilla por
con alegría a lo que ella cree ser el retorno a lo de antes. Pero Je- más que aguce la vista. El agua es clara pero turbulenta, con mil co-
sús no se lo permite, porque la está llamando hacia lo que va a ser, rrientes invisibles, inesperados saltos y rápidos, y también tranquilos
a lo que viene a continuación. remansos. Y yo me siento segura en mi estriberón, como si estuvie-
Sabe muy bien que María no podrá seguirle en la nueva e ini- ra en una isla de la verdad. Detrás de mí, en esta orilla, está mi ca-
sa, pequeña, de piedra, que me cobija y me mantiene caliente y se-
maginable realidad de la resurrección mientras se apegue a su de-
gura y me resguarda del mundo. Mi pequeña vivienda es mi reino.
pendencia de las realidades limitadas que ha conocido hasta en-
El lugar adonde retornar cuando el río se vuelve salvaje o el agua
tonces. La ama mucho y por eso quiere liberarla: que ella misma
fría, o cuando merodean por las riberas animales de rapiña.
corte las amarras que la atan a las seguridades de la orilla del río
y se una a él en la corriente de la Vida. La vista desde mi piedra es desconcertante. Cuando eché a
andar para cruzar el río y llegar a tu Verdad y tu Reino en la orilla
En aquel breve encuentro -en el que el tiempo no cuenta-
invisible del otro lado, yo había creído que sería una aventura, pe-
María Magdalena - y nosotros con ella- pasa de ser una persona ro ha resultado algo diferente. Porque ahora no puedo ver más que
llena de miedo, que quiere retener y atenazar lo que teme perder, este estriberón sobre el que estoy de pie. No hay modo de seguir
a apóstol llena de confianza y poder, que abandona el jardín para adelante, no sé qué hacer en mi situación, de pie, rodeada de
convertirse en el primer canal por el que pase el caudal del Evan- agua, posada en una piedra. Todo lo que se me alcanza es estar
gelio. María - y nosotros con ella- nace a una nueva dimensión de aquí, presente al momento presente. No hay un adelante hacia el
libertad, porque Jesús ha cortado el cordón umbilical de nuestras cual andar, porque no hay camino: solamente una línea de piedras
necesidades y adherencias, y nos ha lanzado hacia la plenitud pro- que he ido dejando detrás de mí. Y no quiero volver atrás. De ver-
metida de Vida en Él. dad, no quiero volver atrás.
Por un momento, me invade una ola de pánico, pero se apa-
cigua y me deja de nuevo en equilibrio sobre mi piedra. Inspiro y
Estriberón espiro el aire, noto el chapoteo del agua que, a veces, me salpica
como pulverizada, escucho el latido palpitante de toda la crea-
Palabra poco conocida, pero que designa un objeto muy usa- ción... y espero, simplemente te espero a ti.
do. Un estriberón es el pedrusco, el tronco, cualquier apoyo colo- De pronto, siento mi corazón bañado por una calma asom-
cado a trechos sobre el agua o el suelo en un paso difícil. Su signi- brosa, y allí estás Tú, a mi lado. Colocas otra piedra delante de mi
ficado nos sirve para la siguiente oración, que es una escenificación y me invitas a dar otro paso sobre las aguas que no tienen fondo.
imaginaria. Si no te ayuda, déjala como las abejas el polen de las Otra inspiración, otra espiración, otra oración, otro estriberón.
flores cerradas. Una, solamente una piedra más, pero más cerca de la otra orilla.

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M i respiración se calma, cada jadeo es un estriberón hacia Ti. apegos, adicciones, tendencias, propensiones...) y escucha su
A medida que pasa el t i e m p o , aprendo a reconocer tus caminos, y consejo para ti, para tu caso. Acaba p i d i é n d o l e que te muestre el
a estar segura de que, c u a n d o me encuentro en m e d i o de aguas valor enorme de la cosecha que está madurando en t i .
turbulentas, Tú colocas un nuevo estriberón - s ó l o u n o - y me invi-
tas a dar un nuevo paso adelante. Recibo c o n alegría tu llegada y
te sonrío en silencio. Ya me entiendes.
Si puedes imaginarte la vida c o m o un río, ¿te sientes t e n t a d o
Vengo a la oración a esperarte. Sé que puedo fiarme de t i . So- a edificarte «casas fortificadas» en la orilla? ¿Dónde te encuentras
bre mi pedrusco, mi pequeña isla, siento una ondulación, un rizo en más a gusto? ¿En la ribera o en la corriente? ¿Puedes identificar q u é
el agua, y me voy llenando de expectación porque ya te veo acer-
te atrae y retiene en la orilla, y qué te tira hacia la corriente?
carte. Hoy has tardado un poco más. Te has demorado en la ribera,
buscando la piedra adecuada, la que necesitaré hoy. Y me fijo en có-
mo lo haces: vas retirando, una tras otra, las piedras de mi casa, en
mi orilla. Ya está a medio derruir. Destruyes mi reino, pedazo a pe-
¿Hay algo que deseas m u y de veras en tu vida, pero te sientes
dazo, para trazar el camino por el que acabaré descubriéndote.
sin valor para «soltar el asidero del parapeto»? Preséntale a D i o s
tus temores con toda honestidad y deja que sea El quien e n c a u c e
tu mirada y atención hacia tu deseo. ¿Qué te empuja con más fuer-
Sugerencias para la oración y reflexión za? ¿Tu m i e d o o tu deseo? ¿Prefieres que las cosas c o n t i n ú e n igual
o te gustaría que hubiera c a m b i o , transformación? Sin disfraces ni
excusas, pon todo esto delante de Dios.
La parábola de la cizaña

Jesús les propuso otra parábola:


El reino de Dios puede compararse a un hombre que sembró
buena semilla en su campo. Pero cuando todos dormían, vino su ¿Recuerdas alguna ocasión en la que sentiste que «te daban la
enemigo, sembró cizaña entre el trigo, y se escapó. Cuando cre- vuelta y te vaciaban», c o m o hacemos con una botella? Ahora, re-
ció el trigo, la cizaña también apareció. Los criados fueron al cordando sus consecuencias, ¿crees que aquella experiencia fue, a
amo y le dijeron: fin de cuentas, «mortal» o «vivificante»? ¿Disminuyó o aumentó tu
—Señor, ¿no eran buenas las semillas que sembramos? ¿De dón- libertad interior?
de sale esa cizaña?
—Algún enemigo lo ha hecho —contestó.
—¿Quieres que vayamos y la arranquemos? —preguntaron los
criados.
—No, no vaya a ser que, al recoger la cizaña, arranquéis también Con mirada crítica, examina uno de esos «apegos», que q u i -
el trigo —explicó el amo—. Dejad que crezcan juntos hasta la sie- zás te gustaría no tener. ¿Cómo lo tratas? ¿Con el palo o con la za-
ga. Entonces se distinguirán, y diré a los segadores: Cortad prime- nahoria? ¿Crees que tu m é t o d o es eficaz? Si no lo es, ¿qué se te
ro la cizaña, atadla en gavillas y echadla al fuego; recoged luego el ocurre que podrías hacer para cambiarlo? Lleva tu deseo de c a m -
trigo y lo metéis en mi granero (Mateo 13, 24-30). bio a la o r a c i ó n , preséntalo a Dios y pídele la gracia de re-enfocar
tu energía.
Deja que el Señor te hable, a través de esta parábola, de las
semillas buenas y malas que están creciendo en el c a m p o de tu ¿Te has sentido alguna vez cortado o separado de algo o de
c o r a z ó n . Puedes preguntarle qué has de hacer con la cizaña (tus alguien que tú creías que era esencial para tu bien? Si ha sido así,

188 189
recuerda en la oración aquella ansia por volver a «lo de antes».
Desde aquel tiempo, tu futuro se habrá abierto un poco más ante
ti. ¿Tienes todavía la misma sensación de pérdida y privación, in-
cluso de desesperanza, o ha sido más fuerte tu experiencia de mi-
rar hacia «lo que viene después»?
Quizás te apetezca meditar sobre el encuentro de María Mag-
dalena con Jesús en el huerto tras la resurrección (Juan 20, 11 -18).
Que el Señor vea tus lágrimas y dolor, como vio las suyas. Escucha
sus palabras: «No te aferres... no te apegues... suéltame...». Deja 11
que el Señor toque tu dolor y te infunda su poder y la confianza en
su amor liberador, de su fe en ti que nunca falla. Conocer al enemigo,
confiar en el amigo

Antes de que entremos en las grandes cuestiones acerca de


las promesas y desafíos de la verdad y la libertad interiores, me
gustaría compartir un sueño, que bien podría ser una imagen pre-
cisa de lo que nos ocurre cuando estamos «colgados».
En mi sueño, viajaba yo en un tren. Antes de que hubiéramos
recorrido mucho trecho, el mismísimo maquinista vino hasta mi
asiento y desdobló ante mí el mapa del viaje. Yo no conseguía re-
conocer ninguno de los sitios por los que íbamos a pasar -sus
nombres no me decían nada, eran parte de un futuro todavía des-
conocido- pero el maquinista señaló la ruta con su dedo sobre el
mapa, me sonrió y acabó comentando: «Vamos a viajar siempre
hacia el norte».
Continuó el viaje y llegamos a una estación. Era preciosa. Ha-
bía sido una casita de campo pero la habían convertido en esta-
ción. Las paredes estaban cubiertas de enredaderas, flores, madre-
selvas y fucsias. Las ventanas, pequeñas y primorosamente talladas
en madera, estaban incrustadas en las sólidas paredes, que apare-
cían blanqueadas e inundadas por el sol. A lo largo del andén ha-
bía pequeñas mesas preparadas para la comida. Todo invitaba en
aquella estación a bajarse del tren, olvidarse del viaje y quedarse
en un sitio tan encantador.

190 191
Sin embargo, en mi sueño, no bajé. Decidí continuar el viaje. consolación». Tenía todos los requisitos para convertir^
Pero, tras tomar semejante decisión, el recorrido comenzó a ser en una adicción: era un «gancho». En ese contexto, la p^
mucho menos agradable. Caí en la cuenta de que algo terrible es- labra «conversión» cobraba su sentido pleno. I n c l u í
taba ocurriendo en el tren, algo que no se veía pero que se adivi- nuestras experiencias más profundas de conversión, V^
naba. Mataban niños, maltrataban a la gente, hacían prisioneros. que son tan hermosas y están tan llenas de sentimiento 5
Me puse nerviosa y me asaltó el miedo, pero el mal, fuera lo que positivos, pueden hacerse tan atractivas que resulten gaf
fuera, permanecía invisible. chos que nos retienen, y así acabamos abandonando e '
viaje, sin seguir adelante.
Mis temores se confirmaron cuando noté que alguien se mante-
nía entre dos vagones de mercancías vacíos colgando de un gancho. - El mal es algo endémico en nuestro mundo. Viaja, invisi'
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando pensé que, en cualquier ble pero insidioso, en nuestro mismo tren. No sólo c o m °
momento, los dos vagones podían aplastar a aquella persona, o que una amenaza siempre presente, sino causando daño y
podía caerse a la vía y morir arrollada por el tren. Pero, antes de que destrucción muy activamente. Pero, al ser invisible e in-
yo pudiera reaccionar, un brazo enorme salió del techo de uno de los tangible, necesita manos y pies, mentes y corazones para
vagones y una mano gigante y rapaz agarró a la persona, la descolgó llevar a cabo su obra maligna. ¿Cómo alista sus tropas?
del gancho, la arrojó a las profundidades tenebrosas del vagón vacío - El «brazo del mal» desengancha al colgado para arrojarlo
y la dejó allí, sin ninguna posibilidad de salida o supervivencia. Aquel a la mazmorra del cautiverio.
«brazo aterrador» debía de pertenecer a una presencia maligna, que
viajaba en aquel tren, que causaba estragos, pero que no (extraña y Cuando reflexioné sobre esto, caí en la cuenta de una verdad
significativamente no) tenía el control del tren. La figura maligna, por muy sencilla y obvia. El mal puede hacerme suyo cuando estoy
muy depravada y poderosa que fuese, no era la que mandaba en el «colgado». Como un pez en el anzuelo, soy incapaz de escapar de
tren, no era el maquinista del tren. sus garras mientras me tienen atrapado por el gancho. Pendiente
del gancho, el mal puede hacer de mí lo que le venga en gana. El
paso siguiente a la adicción es la esclavitud. Los ganchos de los
que cuelgo son los accesos abiertos en mi vida a los movimientos
La estrategia de la esclavitud
negativos y destructivos. Y, una vez esclavizado, puedo ser alistado
fácilmente en las milicias de ese falso comandante.
Me desperté del sueño, que casi (aunque no del todo) se ha-
bía convertido en pesadilla. Tenía que reflexionar sobre todo ello. Y así el mal sale de pesca día tras día, nos encuentra sujetos
Sabía que el sueño quería decirme algo importante. por los anzuelos y, como se hace con los peces, nos saca del agua
y nos echa en su cesta. Lo hace con tal suavidad y maña que ni si-
Como decía, quiero compartir mis reflexiones, con la espe- quiera advertimos el peligro, ni nos damos cuenta de lo que está
ranza de que encuentren resonancia en vuestra propia experien- sucediendo. Naturalmente, no nos arranca del garfio para librar-
cia. Esto es lo que aprendí del sueño: nos, sino para esclavizarnos, para vendernos al mejor postor.
- El tren, al que puede considerarse como la metáfora de No hay necesidad de darle más vueltas a este asunto. Este
nuestro viaje con Dios, se dirigía al norte, sin cambiar nun- cuento macabro, que es como una pesadilla, pone en evidencia |^
ca de rumbo. La firmeza y convicciones del maquinista eran estrategia de las fuerzas negativas que cierran filas contra nosotros,
más fuertes que todo el mal que se perpetraba en el tren. que merodean por los alrededores en busca de incautos que cai-
- La casita de la estación era tan atrayente y seductora que gan en sus redes, de insensatos que, engñados por el cebo, se tra-
me sentí tentada a permanecer allí, en aquel «lugar de guen el anzuelo.

192 19 3
esa mala afición, ese tumor nos descontrola por completo y co-
mienza a tomar el control de nuestra vida?
Ignacio percibió con toda claridad esa estrategia, y en sus
Ejercicios nos invita a meditar sobre las dos «banderas», sobre dos
banderines de enganche, para reclutar y reunir tropas: el estandar-
te del mal, cuyo fin es esclavizarnos para convertirnos en mario-
netas, y el pabellón de Cristo, que quiere liberarnos. Aunque en
nuestros días no nos van las imágenes bélicas, militares, la psico-
logía que subyace al vocabulario ignaciano es muy real y verda-
dera. Los dos comandantes viajan en el tren de mis sueños: yo ten-
go la última palabra sobre cuál de ellos quiero que sea, cada día,
el maquinista de mi vida.

¿Y la estrategia de la libertad?

A primera vista, no suena muy atractiva, ya que se trata de la


pelea por «desengancharnos» de todo eso que nos tiene bien su-
jetos. Como todos sabemos por propia experiencia, desenganchar-
se puede ser doloroso, e incluso repugnante. Perdemos aquello
que tanto valoramos. La libertad cuesta cara, la pagamos al precio
de sangre. La diferencia, cuando nos rendimos y nos entregamos al
libertador, es que elegimos nuestro destino, en vez de ser unos pe-
leles en manos de nuestras compulsiones.
En aquel sueño mío, esto equivale a aquella decisión de no
bajarme en la estación bonita y atractiva, sino de arriesgarme a se-
Cada uno a nuestra manera, podemos completar esta historia.
guir adelante. Era una decisión, una elección entre un deseo hon-
Una vez esclavizados por nuestras compulsiones específicas, se
do (de permanecer en un lugar tan encantador) y otro todavía más
nos va haciendo más y más habitual actuar mal para que no nos
profundo (seguir adelante). La opción que tomé era fruto de mi an-
«falte» aquello que tanto creemos necesitar (que puede ser algo in-
helo más grande.
tangible, como reconocimiento, popularidad, poder...). ¿No he-
mos zancadilleado, alguna vez, a un colega por conseguir nuestra En el momento de elegir, las opciones parecían desiguales. El
propia promoción, puesto en peligro una amistad por no dar el encanto de la estación parecía más atrayente que los rigores del
brazo a torcer, arriesgado nuestra salud y seguridad o la de los de- viaje. Entonces, ¿por qué me decanté por el viaje? Sin duda, por-
más por ganancia o lucro, mentido o engañado por mantener que mi deseo más intenso era llegar al destino ansiado (¡el Norte!),
nuestra «imagen»? ¿No hemos permitido que algún apego o adic- y ese anhelo era más fuerte que el de quedarme en el lugar de con-
ción «anide» en"nuestro carácter, pervirtiendo y mancillando nues- solación, y lo bastante poderoso como para sostenerme a través de
tro modo de vivir, de sentir y actuar, hasta que -como un cáncer- los obstáculos y dificultades a lo largo del trayecto. Todo esto nos

194 195
permite descubrir el esquema de la estrategia de liberación. Parece medida que Derek se aproximaba a la edad en que abandonaría el
que podríamos describirla así: hogar, la madre se fue obsesionando con la idea de retenerlo cer-
ca de sí. Su miedo a «perderlo» nacía de su temor a la soledad que
- Comienzo a darme cuenta de que todo lo que tengo -vida,
invadiría su vida cuando él ya no estuviera en casa. Ese agobio fue
entorno, circunstancias, talentos, sentimientos e incluso las
convirtiéndose en su principal motor.
cosas que me tienen «enganchada»- son dones, regalos.
- No tengo dominio ni control permanente sobre nada - y Todo cuanto Derek hacía o decía lo interpretaba ahora a tra-
no puedo tenerlo (por la naturaleza de las cosas)- ya que vés del miedo que había arraigado en ella. Si tenía una amiga, la
yo mismo paso a través del mundo creado en este mo- madre temía perder su amor; si hablaba de un curso lejos de casa,
mento del tiempo, y todo lo demás es también momentá- temía perder todo contacto con él; si discutían, temía perder la
neo y transitorio. Tratar de detener y retener las cosas o gran confianza que ambos se dispensaban. Estaba «enganchada» a
personas es volver del revés la lógica natural de la crea- su hijo.
ción y creerme yo mismo «creador». Para eliminar todo peligro, comenzó a manipularlo todo. Cri-
- Ya que nada es «mío» de una manera verdadera y perma- ticaba a sus amistades femeninas e inventaba chismes contra ellas,
nente, no tengo por qué temer las pérdidas aparentes de «extraviaba» todo correo que llegase para su hijo de universidades
mi vida, ni nada que ganar de las adquisiciones o logros, de fuera, «caía enferma» en cuanto él planeaba salir durante el fin
aunque no me lo parezca, ni yo lo sienta así en lo super- de semana y le consentía cualquier capricho con tal de tenerlo
ficial de mí mismo. Si consigo comenzar a vivir desde mi contento. Su relación empezó a deteriorarse.
centro libre, me sentiré libre de la necesidad constante de
aferrarme a lo que temo perder o de esforzarme neurótica No es difícil ver en todo esto una esclavitud: primero, Cristina
y obsesivamente por conseguir lo que espero lograr. Toda es presa de su amor de necesidad por Derek. Construye toda su vi-
la energía necesaria para mantener ese «aferrarme» y ese da sobre la falsa suposición de que él es «suyo», le pertenece y
«esforzarme» se libera para el reto emocionante de llegar puede retenerlo como propio. Para sentirse bien abastecida de ese
a ser lo que realmente soy. amor de necesidad, comienza a hacer daño real, interfiriendo en
su libertad y calumniando a sus amistades.
- Paradójicamente, esto no disminuye mi gozo ni placer a la
hora de disfrutar de la creación y de todos su dones. Al Mientras se agarre a ese «gancho», estará a merced de ese al-
contrario, cuando dejo de mirar las cosas y las personas a go esclavizante y destructor de vida que podríamos llamar mal es-
través de la perspectiva de cómo «obtenerlas» y poseerlas, píritu o incluso Satanás, que se aprovechará de su debilidad por
o cómo «deshacerme» de ellas -como meros contribu- Derek para arrojarla al vagón de los esclavos. Vivirá, a partir de ese
yentes a mi propio bien-, mi visión se ensancha y co- momento, en una jaula cuyos barrotes son, precisamente, esa des-
mienzo a contemplar esos objetos y personas como real- medida dependencia de su hijo. La posibilidad de un amor autén-
mente son: distintos e independientes de mí, llenos de su tico y libre entre madre e hijo se arruina... a no ser que se abra una
propio misterio. Será como si quitase un filtro deformador puerta al poder liberador.
de las lentes de mi visión. No serán ya percibidos e inter-
La estrategia de liberación consigue parar y revertir el proceso:
pretados por mis deseos subjetivos, sino por su propia reali-
dad objetiva. Seré libre y capaz de entrar en una verdade- Derek decide escaparse del nido-cárcel y se matricula en una
ra relación con ellos, y ellos conmigo. universidad lejana. Cristina se desmorona. Se pelean y tienen una
riña destructiva. Derek se marcha de casa. El «gancho» de Cristina
La historieta que sigue es pura ficción, pero puede ayudar a se ha desprendido del techo y se ha dado un buen golpe con el
entender este proceso. Cristina tenía un hijo adolescente, Derek. A suelo duro y frío, en el que queda tendida hecha un ovillo.

196 197
Por primera vez tiene que enfrentarse a la realidad de que su deros. Generalmente pensamos que estos «falsos guías» son algo
hijo no es suyo ni le pertenece. Reconocerlo es terriblemente pe- externo a nosotros. No faltan por desgracia agentes exteriores del
noso, pero puede ser fuente de nueva vida. Es un momento de Cal- mal, por ejemplo, esos que manipulan la religión o los que con-
vario. Todos sus esfuerzos por retener a Derek han sido una inútil vierten la Palabra de Dios en una empresa multimillonaria, de la
pérdida de energía. Los abandona y renuncia a ellos. que ellos mismos son los principales accionistas.

A las pocas semanas, la primera conmoción ya ha pasado. Pero Ignacio nos previene respecto a un peligro interior, que
Llama a Derek por teléfono y sugiere una visita. Él acepta con des- está dentro de nosotros: «el mal espíritu». «Mala idea» o «impul-
gana y fijan una fecha. Ella concentra sus energías en planear bien so malévolo» podríamos llamarlo. Ya hemos visto cómo estaba
la visita. Mientras lo hace, le vienen a la memoria recuerdos de su presente en los movimientos internos destructivos que tratan de
infancia, y esos recuerdos felices avivan en ella sentimientos de llevarnos a la desolación y, por tanto, lejos de Dios. Y, lo que es
gratitud genuina. Y todo eso es fuente de nueva energía para ella. más peligroso, pueden actuar de una manera que parece consola-
ción. De nuevo, quisiera compartir mi experiencia.
Cuando llega el fin de semana de la visita, ve a su hijo desde
un prisma diferente. Derek es ahora un joven independiente, con Durante una temporada mi oración se había centrado en
un grupo de amigos interesantes, y una visión de su propio futuro. los sucesos de la pasión y muerte de Jesús, y la oración me ha-
La madre se sorprende de cuánto ha cambiado. bía resultado muy provechosa, enfocando mi atención en varios
aspectos de mi vida y mi itinerario interior que necesitaban ser
En realidad, Cristina es la que ha cambiado o, más exactamen- sanados por Dios. Pero noté que, de alguna manera, me resistía
te, lo que ha cambiado es su modo de entender la relación con el hi- a cruzar el umbral del viernes al sábado, de pasar adelante en
jo. Sin los filtros deformadores de su amor de necesidad, es libre y ca- mi oración hacia la resurrección. Lo hice, desde luego, aunque
paz de verlo y tratar con él como lo que es, un ser humano distinto e con cautela y poca decisión. Traté de centrarme en la escena en
independiente, lleno de su propio misterio... ¡un placer tratar con él! la que María Magdalena se encuentra con el Señor resucitado
Entretanto, en casa, obligada a enfrentarse a la vida de sole- en aquel huerto. Podéis imaginaros mi reacción cuando, des-
dad que tanto temía, comienza a usar sus energías en descubrir pués de todo lo que me había costado y todo lo que yo me ha-
nuevos intereses y afanes, nuevas oportunidades, que se van bía resistido a dar el paso, «veo» a Jesús levantando su mano pa-
abriendo cada vez más ante sus ojos -ya menos nublados- y que ra impedir que me acercara y diciendo en tono adusto: «No me
toques».
ella nunca hubiera ni imaginado en su estado anterior.
Y si aplicamos esta lógica de esclavitud y libertad a situacio- Quedé desolada y acongojada. Decidí allí mismo no volver a
nes políticas y sociales de nuestro tiempo, encontraremos ejem- elegir esa escena para mi oración. No sólo eso, decidí abandonar
plos mucho más dramáticos del poder insidioso del mal que se in- la oración, por lo menos durante una temporada. Todo esto ocurría
filtra en nuestro trato y en nuestras decisiones, y del coste -pero muy entrada ya la noche y en medio de lágrimas amargas.
también de la recompensa- de rendirse a la táctica de la libertad. Habréis notado que es un ejemplo típico de cambiar de rum-
bo durante la desolación y volverse atrás de las decisiones toma-
das durante la consolación.
¡Cuidado con el «malo» disfrazado de bueno! Dio la casualidad de que iba a pasar el fin de semana con una
amiga con la que me entiendo a las mil maravillas. Naturalmente,
Jesús nos previno de que habría quienes se presentarían como salió el tema y le conté lo de mi oración y el «no me toques». Me
«pastores» pero que, en realidad, serían lobos disfrazados de cor- escuchó en silencio y, luego, me dijo con gran sabiduría espiritual:

198 199
—¿Crees que todos esos efectos que me describes son real- sultado de abandonar la oración era el indicio más claro de que
mente de Dios? aquel movimiento interior no tenía su origen en Dios. Es además
un ejemplo claro de la regla ¡gnaciana de «llevar la contraria», del
Yo estaba convencida de que había sido el mismo Jesús en
agere contra, a lo que el impulso dañino nos sugiere.
persona quien se había dirigido a mí durante la oración con esa
frase tan dura, sin duda apuntando a algo que yo necesitaba exa- Personas con una larga, honda y amorosa relación con Dios y
minar o corregir. Pero, reflexionando sobre las palabras de mi ami- que han practicado el discernimiento durante años pueden caer en
ga, me di cuenta de que los efectos secundarios -desolación, an- esta trampa en la que lo perjudicial se reviste de beneficioso. Por
gustia, deseo de abandonar la oración- llevaban claramente la tanto, ¡cuidado!
marca de lo negativo, de lo que Ignacio llama el «mal espíritu».
Era también buen ejemplo de lo que él describe como «tentación
bajo especie de bien» o como «ángel malo» revestido de la apa-
Cuando se levanta la niebla
riencia de «ángel de luz». Con palabras actuales, un engaño, una
insidia que se había infiltrado en mi oración, de modo que me ha-
cía creer que el mismísimo Jesús se mostraba enfadado conmigo, Hace unos años un pariente ya un poco mayor, Max, vino a
cuando en realidad no era sino una manifestación de mi propio pasar unas semanas con nosotros. Aquel año hizo un otoño mara-
ser, que estaba ansioso por reconocer a Jesús como resucitado y villoso y uno se henchía de gozo con tan sólo mirar a los árboles.
esa congoja malsana estropeaba mi actitud orante. Parecía que Max disfrutaba de sus vacaciones, pero ¡tenía gran
apego a su ropa! Y así, cuando había que lavarla, teníamos que ro-
No es fácil reconocer esto cuando ocurre. La piedra de toque bársela furtivamente a la noche y tenerla ya seca y planchada a la
son los efectos secundarios de la experiencia, y ver si te acercan a mañana. Todo fue de maravilla con la ropa pero ¡no se nos había
Dios o te alejan de El. Otro consejo saludable es el de compartir tu ocurrido pensar en sus gafas!
experiencia y tus reacciones con un amigo o acompañante espiritual
en quien confíes, que sea capaz de devolverte como un espejo la ex- Era una mañana clara y reluciente, y el tío Max comentó:
periencia que acabas de pasar. Y eso puede ayudar mucho porque, —Me gusta este sitio, pero ¿por qué hay siempre tanta niebla?
como habrás visto en mi caso, cuando te encuentras bajo el influjo
de esta clase de agitación negativa, que parece ser buena, puedes No fue fácil convencerle de que la «niebla» no tenía su origen
ofuscarte e impedirte no ver los efectos desastrosos que ha inducido en el lugar, sino en las capas de mugre que presentaban los crista-
en ti. Ese desabrimiento y desolación no viene de Dios. les de sus gafas.

Quiero advertir, con todo, que del hecho de que algo parezca
áspero y exigente en la oración no se sigue que eso no es de Dios.
Que las palabras que Jesús me dirigió fueran duras no significa que
no fueran suyas y no me las dirigiera a mí, sino que el efecto que
¿Hay niebla?
me causaron demuestra que Dios no estaba detrás de ellas. Su-
pongamos que las mismas palabras me hubiesen avivado el deseo
de volverme a Dios y de pedirle que me iluminara más honda-
mente su sentido. La misma oración podría haber acabado tam-
bién en lágrimas, pero de consolación y no desconsoladas. Y, si ése
hubiera sido el efecto, el discernimiento nos hubiera indicado que
esa oración estaba realmente enraizada en Dios. En mi caso, el re-

200 201
La dificultad del tío Max me recuerda mi propia experiencia. mentosa (quizás es algo de lo que sientes ahora; o, al menos, pue-
Y quizás la vuestra. Sé que soy capaz de derrochar mi energía tra- des imaginarte en una situación similar).
tando de convencerme a mí misma y a los demás de que el pro-
Lee el pasaje despacio, tantas veces como sientas gusto espi-
blema está en el «exterior» y de que mis gafas son totalmente
ritual en hacerlo.
transparentes. Puede ser humillante vernos forzados por las cir-
cunstancias a «quitarnos las gafas» y caer en la cuenta de que ne- En tu oración, escucha, con todo tu ser, la llamada del pastor,
cesitan una limpieza a fondo, porque el «exterior» está esplendo- que viene en tu busca en medio de la tormenta. La noche está lle-
roso. Pero, una vez que hemos limpiado las lentes, ¡qué vistas! na de estruendo, y tus ojos parecen ciegos en la oscuridad. ¿Cómo
podrás cerciorarte de que la llamada que estás escuchando es la
del pastor y no la de algún salteador que quiere hacerse pasar por
guardián del rebaño?
Sugerencias para la oración y reflexión
Recurre a tu memoria para evocar otras ocasiones en las que
Os lo digo solemnemente: oíste la voz del pastor cuando te encontrabas como oveja perdida
Yo soy la puerta del redil. y amenazada. Escucha con atención para reconocer su tono de
Los que vinieron antes mí voz. En medio de los ruidos de la noche, la llamada del pastor se
eran ladrones y bandidos; deja oír clara y firme: ¿qué sientes?
pero las ovejas no les hicieron caso. Mientras recuerdas - o imaginas- la situación, hazte esta
Yo soy la puerta.
pregunta: ¿fuiste tú quien encontró al pastor o él quien fe encon-
Quien entra por mí se salvará:
tró a f/?
podrá entrar y salir
y encontrará buenos pastos.
El ladrón sólo viene a
robar, matar y destrozar.
Yo he venido para que tengan vida ¿Puedes dar con el nombre exacto o con la descripción de al-
y la tengan en abundancia. gún «punto flaco» personal que te convierte en presa fácil de los
El buen pastor da la vida por sus ovejas. impulsos negativos de tu corazón? Durante la oración, presenta a
El que no es pastor ni dueño, Dios los hechos con toda simplicidad y pídele que te libere. Al ha-
sino un simple asalariado, cerlo, conseguirás ver por ti mismo la realidad tal como es, y al
abandona a las ovejas y se escapa mismo tiempo superarás ese estadio en que te negabas a recono-
cuando ve venir al lobo, cer que esas debilidades tuyas eran una dependencia a la que es-
y el lobo arrebata a las ovejas y las dispersa. tabas aficionado.
Eso ocurre porque es mercenario
y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor.
Conozco a mis ovejas y ellas a mí. Siéntate a ver la televisión y fíjate en uno o dos anuncios
(Juan 10, 7-14) comerciales. ¿Qué «puntos flacos» -nuestras necesidades y de-
seos- tocan y tratan de excitar? ¿De qué manera manipulan nues-
Céntrate en la quietud de tu corazón de la manera que mejor tros anhelos e incertidumbres personales? ¿Qué te parece? ¿Usan
pueda ayudarte, y trata de recordar alguna ocasión o situación en una estrategia liberadora o esclavizante? Un modo de dilucidar-
la que te sentiste con miedo y sin guía en una noche negra y tor- lo es preguntarse: ¿Me empujan a convertir algo en «mío» y a sa-

202 203
car alguna ventaja de esa «posesión» o me invitan a dar o dejar nuestro interior, ¿crees que ha pasado ya de la primera a la segun-
algo, y me aseguran que, al hacerlo, no sólo no perderé sino que da fase? ¿Está todavía en tránsito de la una a la otra? ¿A qué «edad»
seré más? dio el paso o lo dará? ¿Qué te dice todo esto sobre la insistencia de
Jesús en que nos hagamos como niños pequeños? Y reflexiona
Podrías reflexionar de la misma manera y hacerte las mismas
también sobre tus reacciones en las ocasiones en que hay regalos
preguntas sobre el modo como «la Iglesia» actúa. ¿Crees que trata
de por medio.
de sobornarte con promesas y premios, te amenaza con castigos o,
por el contrario, te acompaña en tu camino hacia la Verdad? ¿Fa-
cilita tu liberación o coopera con lo que trata de esclavizarte? Si te
sientes nervioso con lo que te revelan estas cuestiones, ¿qué po-
drías hacer para cambiar la situación, recordando que todos noso-
tros somos «Iglesia»?

* **

¿Podrías identificar alguna situación o alguna época en la que


tuviste como guía a un «pastor embaucador», que tenías dentro de
ti o fuera? ¿Qué te hace pensar que era «falaz»? ¿Qué tretas em-
pleó ese guía falso para sumergirte en la desolación y alejarte de tu
Norte?

* **

Evoca algo que hiciste o permitiste que ocurriese durante tu


vida de lo que ahora te avergüenzas. No te juzgues. Simplemente,
trata de seguir las huellas hasta llegar a las raíces de esa acción e
identificar el «punto flaco» que te llevó hasta esa situación. Si
crees que ya estás libre de esa debilidad, que has taponado ese
portillo por donde se te coló el «mal espíritu», da gracias a Dios
por haberlo identificado y superado. Si no, ofréceselo en la ora-
ción y pídele que te conduzca a la libertad.

* **

Contra lo que se dice (que vienen con un pan bajo el brazo),


los niños no traen nada consigo al mundo cuando nacen y cono-
cen bien su debilidad. Si tienes ocasión de observar la reacción de
algún pequeño en Navidades, trata de advertir si todavía lo ve to-
do como «regalo» o si ya ha comenzado a exigir cosas con un «de-
seo de poseer». Considerando que todos llevamos un niño en

204 205
12
¿Qué es la libertad?
¿Qué es la verdad?

La segunda de esas dos preguntas es la que le hizo Pilato a Je-


sús en el preciso instante en que éste entregaba libremente su li-
bertad y se dejaba apresar. ¿Puedes imaginarte al gobernador ro-
mano en esa escena? La tensión en el tribunal y el juicio, la fiesta
judía de la Pascua, la multitud agitada, el creciente presentimien-
to de que hay algo totalmente distinto e insólito en el prisionero
que tiene enfrente...
Fíjate en sus subterfugios y escucha la pregunta con la que
quiere desviar la atención de sí y de su nerviosismo: ¿Y qué es la
verdad? Con eso pretende trasladar el problema del plano canden-
te de lo personal al impersonal de la filosofía. ¿No has hecho tú lo
mismo cuando una conversación se acercaba peligrosamente a un
punto candente que podía dejarte desairado ante tu interlocutor?
¿No has derivado a cuestiones vagas y abstractas, que dejaban de
ser molestas al ser tan generales y no tener respuestas concretas?
Pero si consiguiéramos adentrarnos en la corriente subterrá-
nea de lo que está pasando en aquel tribunal, quizás acabaríamos
dándonos cuenta de que no se trata realmente de tácticas y de des-
viar la atención, sino del primer rayo de luz y de realidad que se
asoma al corazón de Pilato, que brota espontáneamente de lo pro-
fundo de su ser, y que busca desesperadamente una respuesta, pre-

207
cisamente al margen de la distancia que le separa de ese conde- do algo se ajustó y acopló en mi mente como con un golpe seco,
nado cuya vida está en sus manos. Escucha sus palabras cuando la algo que me ayudó, primero, a abarcar la magnitud de la cuestión
claridad de su necesidad íntima, en su corazón, rompe la noche y, luego, intuir que tenía que ver con el asunto de la distancia, del
exterior y se impone a la confusión que agita todo su ser: trecho de separación. Me explico:
¿Qué es la verdad?
Cuando empecé a pensar en las cuestiones que tenía que
En el espacio de separación
abordar en este libro, el tema de la libertad y la verdad me pareció
absolutamente central. Me había encontrado yo misma, cara a ca-
ra, con la pregunta de Pilato mientras oraba sobre la Pasión y viví Las palabras que agudizaron mi comprensión aquella tarde
en mi corazón las mismas tensiones del gobernador romano. La suenan casi a frase hecha, pero fueron pronunciadas por alguien
pregunta de Pilato llegaba hasta mí rodando y su eco resonando, que evidentemente las había sacado del fondo de su experiencia.
por la escalinata de los siglos, saltando de escalón en escalón, has- Eran éstas:
ta pararse a mis pies y exigir que la asumiera como mía. Dios viene a nosotros...
La posibilidad de seguir adelante por el camino con el Señor - No allí donde deberíamos estar, si hubiéramos tomado
parecía depender de que yo asumiera esa pregunta y que se oyera siempre las decisiones adecuadas en nuestra vida.
en el espacio que me separa de Dios.
- No allí donde podríamos estar, si hubiéramos aprovecha-
Sin embargo, cuanto más pienso sobre ello, más descabellado do todas las oportunidades que Dios nos ha dado.
me parece incluso el insinuar que puede haber alguna «respuesta» - No allí donde desearíamos estar, si no tuviéramos que es-
a estas enormes preguntas. Por tanto, todo lo que puedo, y me tar donde nos hallamos.
atrevo a hacer, es compartir uno o dos indicios que me han pro- - No allí donde creemos que estamos, ya que nuestra men-
porcionado algo de luz, en este trecho que hay entre la verdad de te no concuerda con nuestro corazón.
Dios y mi falsedad, entre mi cautiverio y la libertad hacia la que sé
- Ni allí donde los demás creen que estamos o deberíamos
que Dios me está atrayendo.
estar, según sus propios planteamientos y agendas.
Cuando oigo el eco de la pregunta de Pilato en mi oración,
me doy cada vez más cuenta de por qué es tan importante. Mi es- Había oído mil veces ¡deas y pensamientos parecidos: que
cuela tenía como emblema las palabras del Evangelio: Dios acude a nosotros allí donde estamos, doquiera nos hallemos.
Y todos lo afirmamos con nuestra cabeza, pero aquella tarde lo
«La verdad os hará libres»
percibí de repente y asimilé esa verdad con mi corazón, y en aquel
Viví con esas palabras durante años, bordadas en el uniforme, momento la verdad me trajo un nuevo grado de libertad, tal como
resonando en el himno del colegio al final de cada trimestre... Día Jesús lo había prometido.
tras día fueron infiltrándose en mi corazón, y allí yacían como un
Y, en realidad, todo el intríngulis y el meollo de la cuestión es-
óvulo esperando su fecundación. Le costó treinta años madurar,
taba en el espacio, el intervalo, en el tramo de separación. Los gra-
pero cuando finalmente lo hizo, comenzó a vivir su vida.
bados explican lo que quiero decir.
Caí en la cuenta de todo esto cuando comencé a pensar en
esas dos preguntas, y también comprendí lo centrales que son en
cualquier exploración que quiera hacerse de nuestra vida interior.
Pero fue en la tarde de un domingo desabrido de noviembre cuan-

208 209
¿Desde qué lugar actúo? —¿Qué papel podrías desarrollar en la empresa los próximos
tres años?
Se me ocurren dos respuestas:
1. Espero estar al frente de uno de los equipos asumiendo
más responsabilidades.
2. Espero dejar todo esto antes de tres años y dedicarme a lo
que realmente he querido hacer toda mi vida.

La primera contesta desde el punto de vista en el que mi jefe


piensa que me hallo. Yo respondo lo que creo que quiere escuchar.
No es la verdad. La segunda respuesta sale de donde realmente me
¿Desde las imágenes que de veras soy? encuentro. Expresa la verdad de lo que pienso, pero casi seguro
doy de mí? que no lo diré en voz alta.
A veces la respuesta falsa, que no es verdad, no se queda en
un juego verbal, sino que determina acciones y decisiones que
pueden cambiar la vida. Por ejemplo, el caso de un joven que, al
descubrir que su amiga está embarazada, contrae un matrimonio
que no desea. Obra conforme a lo que cree que debe hacer, pero
habrá de asumir las tensiones del trecho que separa su deseo real
del lugar falso desde el que ha tomado semejante decisión.

El núcleo del problema no está en cómo respondemos o qué


elegimos, sino en la tensión entre donde nos sentimos atraídos a
Mis situaciones, encuentros y estar y donde realmente estamos. El problema reside en esa dis-
relaciones tancia, en el espacio que separa los dos lugares. Pero ¡también ahí
se encuentra la solución! Se comienza a resolver la tensión tan
pronto como reconocemos ante Dios, y ante nosotros mismos, que
Descubrí que, cuando me veo en cualquier situación particu- existe ese espacio.
lar, o tomando una decisión cualquiera, o en uno de mis encuen-
tros con los demás, existen dos puntos de vista. Podríamos inclu- Estoy convencida de que tendrás cantidad de ejemplos pare-
so denominarlos con más propiedad puntos de referencia. Uno es cidos, sacados de tu propia experiencia. Algunos son tan claros
el lugar donde realmente me hallo a los ojos de Dios; el otro es el que casi ni merecen que nos preocupemos de ellos. Todos cono-
sitio desde el que, en la práctica, actúo ese momento. Unos ejem- cemos esos pequeños dilemas y nos las arreglamos sin mayor difi-
plos ayudarán a comprender lo que quiero decir. cultad. Pero hay otros que pueden arruinar nuestra vida.

Estoy en la oficina. Mi jefe me llama para la evaluación anual. ¿Qué es lo que, aquella tarde, me causó un impacto tan po-
Mi salario dependerá de lo que resulte de este encuentro. Aquí se deroso sobre el lugar donde se encuentra la verdad?
juegan las perspectivas de mi carrera y, por ende, la confianza en Creo que es realmente muy sencillo. Comprendí de pronto
mí misma. Me pregunta: que Dios está siempre en el lugar donde yo estoy realmente, y no

210 211
en todos esos puntos de referencia falsos que tan a menudo dictan neo de nuestro espacio interior -cuando las tomamos en un pun-
mis elecciones y decisiones. Fue para mí un abrir los ojos. Dios to de referencia que no es nuestra Verdad-, no disfrutamos del po-
conmigo, completamente y con todo amor, presente y cercano a der liberador del Dios con nosotros en esos actos y determinacio-
mí en todos los lugares verídicos y reales: nes. No porque Dios se retire a propósito sino porque, al ser Él la
Verdad, nuestras elecciones por lo falso -aunque sean muy excu-
- El lugar donde reconozco lo que verdaderamente prefiero sables y comprensibles- no pueden estar centradas en Él. La brú-
hacer en mi vida. jula no apunta al Norte, ni nuestro péndulo interior cuelga en
- El sitio donde admito con toda honestidad que lo que es- equilibrio. Inevitablemente esas resoluciones y acciones se verán
toy haciendo o decidiendo no corresponde a mi deseo afectadas por los impulsos que nos tiran y arrastran hacia un lado
más profundo. u otro, fuera del equilibrio, fuera de lo verdadero.
- El punto aquel donde puedo decir: «Así es como lo sien-
Por el contrario, si obramos desde nuestro punto de referencia
to» sin echar mano de las máscaras ni pretextos con los
verdadero, encontraremos una nueva fuente de energía en noso-
que trato de protegerme de mí mismo y de los demás, o
tros, experimentaremos una gran liberación, nos sentiremos libres
con los que creo proteger a los demás de los dardos hi-
para hacer lo apropiado y veraz: tomar la decisión correcta desde
rientes de mis verdaderos sentimientos.
un puesto de control, porque allí, y solamente allí, nuestro propio
deseo -el deseo verdadero de nuestro centro del quién- está en
No es, pues, extraño que me sienta desvalido e impotente en el
sintonía con el deseo de Dios para con nosotros.
lugar desde el que estoy tratando de actuar, ya que no es mi verda-
dero sitio, ni el espacio donde está Dios. ¿Cómo? ¿Hay algún lugar Por tanto, Dios está con nosotros donde somos realmente no-
donde Dios no está? ¿No está en todas las cosas, en todas las partes? sotros, donde somos auténticos, no en nuestros puntos de referen-
De nuevo, la respuesta es tan sencilla que no nos sorprende, pero es cia falsos. ¿Nos desalienta eso? A fin de cuentas, vivimos gran par-
profundamente verdadera: Dios no está en nuestros puntos de refe- te de nuestras vidas desde esos puntos de referencia falsos... pero,
rencia falsos, porque Dios es la Verdad, y no puede estar en la fala- aunque Dios, al ser Verdad, no puede estar en la falsedad, sí que
cia y el fraude. Dios está en el lugar donde estamos verdaderamente, puede estar - y lo está- en el intervalo, en ese tramo de separación,
y es allí donde quiere curarnos, perdonarnos, fortalecernos. Allí, y en en la brecha que se abre entre el lugar donde realmente estamos y
ningún otro lugar, es donde recibimos sus dones. Y alcanzamos ese el lugar donde fingimos estar, querríamos estar, o creemos que de-
lugar, el nuestro, el verdadero aquietándonos y reposando delante de beríamos estar.
Dios y prestando atención a su acción en nuestro corazón.
Así lo creo firmemente, basada en mi propia experiencia. Por-
Un ejemplo sencillo ¡lustra la imposibilidad de encontrar a que Dios no es sólo la Verdad, también es el Camino. Cuando nos
Dios fuera de nuestro sitio verdadero, el lugar donde somos noso- encontramos con Jesús en la oración o en los minutos, horas y
tros verdaderamente. Tengo un amigo que es más alto de lo co- días de nuestra vida, no podemos olvidar que él es el puente que
rriente, y que me confesó un día que le hubiera gustado que Dios conecta y empalma la brecha entre nuestra falsedad y su Verdad.
lo hubiera hecho un poco más pequeño, porque nunca encuentra ¿Nos atreveremos a cruzar ese puente? El siguiente capítulo nos
su talla, «nada le cae bien». Otro amigo, por el contrario, es baji- ayudará a ver cómo podemos dar el primer paso sobre ese puen-
to, y no dudo que está deseando «añadir un palmo a su estatura». te, enfocando, en nuestra oración, nuestra propia experiencia con
Si Dios les hablara donde ellos quisieran estaren vez de allí don- la experiencia del Evangelio.
de están, no podrían oírle (hablando física y jocosamente).
Podemos aplicar mucho de lo dicho a nuestras acciones y de-
cisiones cotidianas. Cuando adoptamos opciones en el lugar erró-

212 213
El momento de la verdad Esta manera de actuar causa todo tipo de complicaciones en
nuestras relaciones con los demás, que se convierten en una tra-
ma de planes encubiertos, agendas ocultas y actitudes defensivas
Si escuchas con atención las historias de la gente, pronto co-
conducente a ocultar nuestra realidad y verdad, que obstaculiza
menzarás a darte cuenta de cuándo están realmente compartiendo
que podamos revelarnos y abrirnos con confianza y amor. Cuan-
algo que toca la verdad íntima de sus entrañas. Podrás notar un
do nos ponemos a pensar que cada persona con la que nos en-
cambio en el nivel de energía, exteriorizado por el tono de la voz
contramos lleva sus propios enredos y laberintos a lo largo de to-
o en la postura corporal. De un modo profundo, se animan, se les
da la vida, comenzamos a caer en la cuenta de la magnitud del
nota llenos de energía, y puedes detectar sus vibraciones.
problema y a vislumbrar la necesidad y urgencia que tenemos de
En general, la gente puede hablar horas y horas - y yo diría vi- ser sanados. Esta comprensión de lo profundamente arraigadas
vir años y más años- sin tocar ese punto de verdad. Sin embargo, que están las consecuencias -personales y globales- de nuestra
hay veces en que se dice o se siente algo que hace a la gente condición de caídos puede ser devastadora, pero es la roca sóli-
«cambiar de marcha». Eso produce a veces lágrimas, o risa, o un da sobre la que se cimenta nuestro avance y pasaje hacia la inte-
profundo silencio, como si se pisara «terreno sagrado» y se abrie- gridad, salud y redención.
ran las puertas a una revelación genuina. Quizás una muralla de
Sin embargo, al estar tan ciegos internamente, nos sentimos
resistencia obstinada se desmorona en un río de lágrimas que pa-
casi cómodos y satisfechos actuando desde puntos de referencia
recen brotar de los sentimientos más hondos de la persona. O una
falsos. Esa palabra, «casi», es significativa, ya que cuando actua-
conversación educada y cortés, «correcta» y decorosa, explota co-
mos desde lo falso siempre nos causa una punzada (a veces llega a
mo una llamarada de cólera, descubriendo un resentimiento con-
ser una oleada) de desolación espiritual. De alguna manera, que
trolado y enconado, encubierto durante largo tiempo y que por fin
no podemos articular, nuestro deseo más profundo -que tiene mu-
puede ser curado al salir al exterior. Ese momento de verdad, si se
cho que ver con el ser quienes realmente somos- queda frustrado,
sabe aprovechar, puede cambiar el curso y el modo de responder
y nuestros corazones registran su protesta a través de sentimientos
al problema. Como si se abriese el cascarón y emergiera una nue-
de turbación y descontento. El camino hacia la cura comienza
va manera de ser, como el pollito que sale del huevo con su propia
cuando aprendemos a notar los momentos de verdad en nuestro
vida y energía. Pero eso requiere valor. Un compañero, amable y
interior, y a recabar la libertad que esos momentos guardan para
discreto, puede ser una ayuda inapreciable cuando hay que cruzar
nosotros.
esos umbrales.
Todo esto puede sonar a que pasamos la mayor parte de la vi-
da embrollados inextricablemente en una maraña de engaños y
¿Un huevo o una naranja?
falsedad. De alguna manera, así es; y en la raíz de todo ello está el
estado de caída en que nos encontramos, y la necesidad inmensa
e inconmensurable que tenemos de redención. No quiero decir Recuerdo unas navidades en que llevamos a nuestra hija a la
que, deliberada y conscientemente, nos pasemos la vida mintién- misa del Gallo. Dieron a todos los niños una vela, signo de la Luz
donos unos a otros - o a nosotros mismos- en todos los sucesos del mundo, y una naranja que, además de deliciosa, era muy
grandes y pequeños de nuestra existencia. No se trata de esa clase atractiva, decorada como estaba con pasas, lazos y símbolos reli-
de pecado deliberado. La maraña de falsedad nos tiene cautivos en giosos. Fue una liturgia emocionante. Pero una semana o diez días
un nivel más recóndito que el de la vida consciente. Paulatina e in- más tarde, cuando ya habían acabado todas las festividades, y la
sidiosamente nos incita a actuar desde puntos de referencia falsos, naranja estaba ya secándose y quedándose mustia, comencé a
y hasta hace que nos sintamos a gusto y tranquilos en la faena. pensar cuánto más verdadero era el símbolo del huevo de Pascua

214 215
que la naranja de Navidad para expresar la vida de Dios en noso- centro de energía. Paradójicamente, ese huevo frágil que es nuestra
tros, y la nuestra en Él. Y ahora que me vuelven todos esos recuer- verdad se convierte en cimiento de roca sólida -nuestro centro de
dos, me pregunto si el huevo y la naranja no tienen algo que de- verdad- para una vida nueva. Lo falso trae consigo, inevitablemen-
cirnos sobre la Verdad y lo falso. te, sólo muerte y desintegración, pero la Verdad trae Vida, y cuando
la cascara se resquebraja y se abre en un momento de verdad, algo
Nuestros fingimientos -los numerosos puntos de referencia
totalmente nuevo se libera y sale a la luz.
falsos- parecen atractivos, agradables y satisfactorios... hasta que
un día empiezan a pudrirse, como las naranjas. Pueden salvarnos
de un momento embarazoso, pueden conseguirnos momentánea-
mente lo que creemos apetecer o desear. Pero no duran. Son como Reivindicar la libertad
la casa edificada sobre arena, que no resiste las tempestades. No
son un lugar donde Dios puede morar. ¿Qué experimentamos al observar nuestras acciones y reac-
ciones, y reflexionar sobre si tienen su origen en nuestra verdad o
en una de nuestras numerosas falsedades?
'•'"^M,
Mi falsedad es como una Ya hemos observado cómo, cuando vivimos realmente lo ver-
naranja... dadero, notamos la presencia en nosotros de una fuente de energía
- Parece bastante para distinta a la nuestra y superior a ella. Hemos recordado, por ejem-
comprarme amor y aplauso plo, la oleada de euforia que experimentamos cuando nos enamo-
- Es sabrosa y apetitosa ramos o estamos embebidos en un proyecto o actividad que conge-
mientras dura
nia con nuestros talentos innatos, o cuando nos comprometemos
- Pronto se arruga, se pudre
y muere. activamente con aquello que nos conmovió profundamente o cuan-
Consumir antes de una semana do estamos enfrascados y absortos en una expresión creativa.
Para notar la diferencia entre las limitaciones de nuestras pro-
Mi verdad es como un huevo... pias fuerzas y el poder que nos viene de la energía liberadora de
- Frágil y vulnerable «vivir la verdad», compara, por ejemplo, la diferencia entre prepa-
- Por fuera no sabe a nada rar una comida rutinaria para una niña consentida que no quiere
- Al abrirse trae una nueva más que picotear, y preparar una tarta de cumpleaños muy espe-
vida cial como prueba de amor materno. O la diferencia entre llenar el
carro de la compra en un supermercado para las necesidades de la
Requiere una larga incubación. semana, e i r á los comercios buenos a elegir un regalo para una
persona a la que se ama.
La diferencia es tan clara en nuestra propia experiencia que
Nuestra verdad, por el contrario, puede parecer tan vulnerable no necesita explicaciones:
y frágil como un huevo, que no puede comerse sin cocinarlo pre-
- Cuando hacemos algo por obligación, hemos de aunar y
viamente. Pero, también como el huevo, encierra una nueva vida en concentrar todas nuestras energías para reunir el esfuer-
sí (ya que ha sido fertilizada por el Espíritu de Dios en nuestros co- zo necesario. Si no lo realizamos, nos sentimos culpa-
razones), una vida mucho más preciosa de lo que podemos esperar bles. Y si lo efectuamos, cuando lo hemos acabado nos
o imaginar, una vida con su propia dinámica, ya que tiene su propio sentimos agotados. Porque, en realidad, lo hemos efec-

216 217
tuado desde un punto de referencia falso: actuamos des- Así pues, como ilustra el grabado, cuando se trata de mi de-
de donde creemos que deberíamos estar. seo más profundo -la raíz principal que se nutre de mi centro más
- Cuando hacemos algo por amor, casi ni notamos la exi- verdadero- el nivel de energía sube exponencialmente, pero si se
gencia y demanda de energía que se requiere. Al revés, malogra, ocurre lo contrario, y mi vitalidad queda minada y con-
ese trabajo o actividad parece generar en nosotros nueva sumida. Como aquella naranja de las navidades, empiezo a pu-
energía, que ni adivinábamos que teníamos, y así la tarea drirme por dentro.
se hace fácil y no pide esfuerzo alguno. Y es que esta vez
Mi deseo más profundo está vinculado al rumbo Norte.
obramos desde nuestro centro verdadero y la verdad libe- Cuando «vivo la verdad» (por breve que sea la vivencia), estoy en
ra la energía creativa. contacto con mi deseo más profundo.
Cuando vivo acorde con mi deseo más profundo, experimento una
Esta diferencia nos devuelve a la cuestión de los deseos. Cuan- nueva fuente de energía.
do se trata de nuestros anhelos más profundos, sentimos en nosotros Ese nuevo vigor me libera y hace realidad mi visión interior.
más energía y hacemos el cometido con espíritu de libertad. Cuando El poder liberador no es otro que el del Espíritu Santo en mí.
nuestros deseos más profundos se frustran y malogran, nos sentimos
faltos de energía y hacemos la labor a regañadientes. ¿Cómo, pues, alcanzar esa libertad y esa energía? Sencilla-
mente, prestando atención a la brújula interior que me muestra
cuándo y dónde vivo la verdad. En otras palabras, mediante la prác-
tica del discernimiento, del hábito de vivir reflexivamente, de modo
que a diario perciba e identifique la presencia y acción de Dios en
mis quehaceres. Son «momentos de la verdad», y si pido a Dios
que libere la energía subyacente en ellos, comenzaré a vivir, en mis
tareas y relaciones cotidianas, el sueño que Él tiene sobre mí.

Libre «de» o libre «para»

En el primer capítulo observamos que había dos clases de


libertad:
- estar libre de una situación opresiva y destructora.
- estar libre para vivir de un modo radicalmente nuevo.

La primera de ellas es algo por lo que podemos - y debemos-


Sólo mi verdad esta enraizada en Dios esforzarnos: para nuestro bien, para librarnos de los apegos y adic-
ciones que descubrimos en los capítulos 9 y 10, pero también en
Lo que nace de puntos de referencia falsos
beneficio ajeno, especialmente por aquellas personas menos ca-
es mala hierba y no produce fruto alguno.
paces y libres que nosotros para luchar por esa libertad.
Lo que brota de mi centro verdadero
dispone de mi caudal de energía y poder, La segunda se halla en la raíz de nuestro deseo de transfor-
y libera todo mi potencial. mación. Se trata del viaje al centro de nosotros mismos, que, como

218 219
hemos visto, es indestructible y, además, la fuente de nuestra ver- ber tocado el corazón de tu verdad? ¿Cómo encauzaste esa ener-
dad y energía, porque es el lugar donde Dios mora. gía? ¿Cómo viviste la libertad que surgió de ese encuentro con la
A veces el primer tipo de libertad puede llevarnos al segundo. verdad?
Si nos esforzamos por librarnos de algo que nos oprime o nos mer-
ma, nuestra energía inicialmente se centra en el deseo de librarnos N
VERDAD
de. Pero cuando hemos conquistado, para nosotros o para los de-
más, esa libertad, comienza la lucha de librarnos para. Un ejemplo
de todo esto fue la revuelta de los países de Europa Oriental en
1989 para librarse de la opresión del comunismo estatal. Una vez
que consiguieron esa libertad, comenzó una tarea más ardua, la de
hacer que esa libertad llevara a la transformación de sus países. Al-
gunos respondieron a esa llamada. Otros, como los israelitas de
antaño, liberados de la esclavitud de Egipto, querían volver a su
falta de libertad, pues, aparentemente, exigía menos responsabili-
dad personal.
Quizás pueda ayudarnos volver ahora a los círculos del dón-
de, cómo y quién. El grabado nos enseña cómo la liberación de
una situación destructiva puede intentarse, y a veces conseguirse,
simplemente moviéndonos de un punto en el círculo del dónde a
otro en el mismo círculo, pero la libertad para nuestro vivir en
Dios se encuentra solamente internándonos en el círculo del
quién, llevando con nosotros nuestra falta de libertad y permitien-
do que, en ese centro, Dios sane nuestras heridas y nuestra escla-
vitud, para de nuevo volver afuera llevando con nosotros las semi-
llas de transformación al lugar donde estamos realmente ahora en
el círculo del dónde.
Vendría bien reflexionar en nuestras experiencias recientes de
estos dos aspectos de la libertad. ¿De qué situaciones destructivas
u opresivas eres consciente en tus circunstancias actuales, en el
trabajo, en la iglesia, en la familia? ¿Has hecho algo por liberarte
de ellas? ¿Ha sido eficaz tu acción? ¿Puedes ver situaciones opre-
sivas que esclavizan a otras personas y las mantienen cautivas en
situaciones intolerables? ¿No podrías hacer nada por ello? La libertad es su propia recompensa
Ahora, como contraste, reflexiona sobre tus experiencias per-
sonales de la segunda clase de libertad. ¿Has sido consciente al- Una vez, mientras estaba yo haciendo los Ejercicios Espiritua-
guna vez de «momentos de verdad», cuando sabías que estabas vi- les (y, por tanto, con gran piedad y atención), notaba que Dios me
viendo de acuerdo con tu deseo más profundo? ¿Cómo respondiste? pedía que me comprometiera más en cooperar con Él para curar a
¿Notaste en ti el brote de nueva energía como resultado de ha- una persona lesionada y deteriorada. Yo quería responderle que sí,

220 221
pero sabía que me iba a costar, y que aquella opción implicaba Fue quizás la primera vez en mi vida en que, de manera cons-
riesgo y vulnerabilidad. A la mañana siguiente estaba haciendo ciente, me daba cuenta de lo que es tomar una decisión libremen-
oración en una colina ventosa y desagradable, como la del graba- te. Porque yo, y me imagino que la mayor parte de los seres huma-
do, en medio de un espinar, cuando oí una voz interior: nos, casi invariablemente, elegimos y tomamos decisiones que están
influidas, al menos en parte, por el miedo a perder esto o la espe-
«No te voy a querer más de lo que te quiero si dices sí, y no te
ranza de conseguir aquello. Si no estás de acuerdo, lee los periódi-
voy a querer menos si respondes no». Mi reacción espontánea fue la
cos con una visión crítica y mira lo que pasa en las cámaras de la
de sentirme vejada. Pensé que mi compromiso con la «voluntad de
nación, por ejemplo. ¿Cuántas decisiones parlamentarias se toman
Dios» se merecía unos cuantos puntos buenos en la balanza de la
sin miedo a perder votos o sin la esperanza de ganarlos? ¿Cuántos
salvación. Sin embargo, cuando ya iba a protestar, la voz interior con-
políticos actúan con total libertad interior? {¡Hay algunos!)
tinuó: «Porque lo contrario sería violar tu libertad».
Ahora mira fijamente a tu propio mundo y recuerda alguna de
Fue uno de esos momentos en que estas segura de que la ver-
las decisiones que ha tomado hoy, esta semana, este año. Cuando
dad acaba de actuar. La verdad expresada en aquellas palabras me
lo hiciste ¿marcaba el Norte tu brújula interior u oscilaba de un la-
había liberado de todas las complicaciones contenidas en la elec-
do a otro?
ción, me había dejado libre para elegir sin nada que temer, sin na-
da que ganar.
El Norte verdadero
LA LIBERTAD
Nada que temer,
nada que ganar
f Esperanza de
Miedo a perder ganar
^
x .---?
^
^ \
s v / s

X
/ /
\ / y
\ \ / y
He venido a \ ^ ,'S He venido a
N
verte porque de x y / verte porque me
lo contrario te \ N /• S haces sentirme
ofenderías. ^ v ^ A / ' importante.

He venido a verte
porque te quiero.

Dios no amenaza ni promete,


invita a obrar con libertad
y el amor incondicional de Dios y la libertad brota de la verdad.

222 223
A q u e l día elegí y d e c i d í decir «sí», pero lo hice libremente, - Pídele, en el c a m i n o de su cruz, que te construya un c.i
sabiendo que no había recompensa ni p r e m i o , en el sentido es- mino por en m e d i o de tus numerosas no verdades y lu
tricto de la palabra. A p r e n d í en aquel m o m e n t o lo que se siente al verdadero centro, el más p r o f u n d o .
elegir en plena libertad, desde mi propia verdad más profunda. Y, - Pídele que desate en ti la energía y alegría de la Vida, que
al tomar la decisión, noté c ó m o todas mis c o m p l i c a c i o n e s y «ma- Él nos trae. Q u e sea c o m o un manantial en tu c o r a z ó n . Y
tices» caían por tierra y toda la energía que había estado perdien- con ese á n i m o , e m p r e n d e la marcha desde d o n d e crees
do en compaginar lo uno y lo otro se concentraba ahora en el que estás ahora hasta el centro de tu verdad. Fíjate en có-
c u m p l i m i e n t o de la tarea que acababa de asumir. m o la distancia va acortándose y, por f i n , desaparece.

También desató en mí un sentimiento de paz, casi imposible


de describir, que me hizo caer en la cuenta de que la alegría de v i -
vir y obrar desde mi centro verdadero (¡aunque sólo lo hiciera in-
Vuelve la mirada atrás y pasa revista a los últimos días o se-
termitentemente!) es real y verdaderamente la paz que supera todo
manas. ¿Te has encontrado en alguna situación en la que ahora
c o n o c i m i e n t o y la realidad que satisface mi deseo más profundo, y
distingues que no actuabas desde el centro de tu verdad, sino des-
que incluso el viaje de mi corazón hacia Dios no lo motiva la es-
de un punto de vista falso? Recoge esas situaciones y trata de v o l -
peranza de un futuro «cielo» o el m i e d o de un o l v i d o oscuro, sino
verlas a vivir en la o r a c i ó n . Reflexiona sobre el punto desde d o n d e
simple y solamente la alegría del m o m e n t o presente, v i v i d o en ple-
actuabas. Por e j e m p l o , ¿era desde d o n d e alguien esperaba que
nitud y con la libertad de una hija de Dios.
obrases, desde d o n d e tú creías que deberías hacerlo, desde d o n d e
A p r e n d í en aquella colina lo que Dios había sabido siempre, desearías haber estado? En el silencio de la o r a c i ó n , reconoce an-
que la libertad que Él crea en el centro de mi quién es m u c h o más te Dios con toda honestidad y sin ningún m i e d o cuál fue tu verda-
preciosa que cualquier «premio», y que mis relaciones con Él y dero punto de referencia.
con t o d o amigo o v e c i n o pueden crecer y dar fruto solamente si
Él ha dicho que es la Verdad. Trata de sentir su presencia en fu
están enraizadas en aquel centro libre, el de la verdad, el e q u i l i -
verdad. Por más que quieras que tus sentimientos no fueran lo que
brio y el poder.
son, trata de sentir que Dios está precisamente ahí, en tu lugar ver-
dadero, y que es ahí donde te ama y te acepta sin c o n d i c i ó n alguna.

Sugerencias para la oración y reflexión

Ahora evoca una situación en la que actuaste desde tu centro


Jesús dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
verdadero. Vuelve a vivir la situación en tu oración. ¿Qué ocurrió,
Nadie puede ir al Padre sino por mí.
Si me conocéis, conocéis también al Padre» qué dijiste o hiciste? ¿Qué sentiste? ¿Cuál fue el resultado? ¿Notas-
te una efusión mayor de energía o un sentido de mayor poder co-
(Juan 14, 6)
mo resultado?

Relájate y déjate llevar al silencio de tu p r o p i o corazón. O y e


a Jesús que te dice esas palabras personalmente.

- Pídele que abra tus ojos para ver - p r i m e r o , c o m o si fue- La p r ó x i m a vez que tengas una conversación importante y
se una v i s i ó n l e j a n a - el c e n t r o de tu verdad, d o n d e Él significativa, haz un esfuerzo deliberado por observar c ó m o se van
mora. h i l v a n a n d o los hilos de la verdad. En particular, fíjate en aquellos

224 225
momentos en que alguno de los participantes (incluyéndote a ti
mismo) expresa y toca «la verdad». ¿Qué características y rasgos te
invitan a pensar que estás ante ellos (tono de la voz, lenguaje cor-
poral, profundidad de la sinceridad y revelación de sí mismo)?
Y trata también de notar si los demás participantes dan indi-
cios de reconocer, aceptar y afirmar ese momento de verdad. ¿Có-
mo podría convertirse ese momento en fuente de vida para la per-
sona interesada e incluso para los demás?

13

¿Qué has hecho hoy que te ha vaciado de fuerza y qué ha re- Verte más claramente
cargado tus baterías? ¿Qué has realizado por mera obligación o
cumplimiento, y qué por verdadero amor? ¿Cómo se relaciona es-
ta diferencia con tus deseos más profundos? ¿Qué tareas han esta-
do en armonía con tu «visión interior» personal?
Quizás te sorprenda, e incluso te desaliente el saber que has-
ta aquí-recorridas ya tres cuartas partes de nuestro camino- nos
hemos detenido casi enteramente en los aspectos de nuestro itine-
rario interior sobre los que Ignacio invita a reflexionar a los ejerci-
¿Hay en tus circunstancias o relaciones algo de lo que quisie-
tantes durante la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales. To-
ras estar libre? Deja que ese deseo de libertad aparezca en tu ora-
das las grandes cuesliones:
ción sin tapujos. ¿Qué clase de libertad buscas: libertad de algo
que existe en tu vida o libertad para algo nuevo? ¿O las dos? ¿Sien- - el deseo más profundo
tes que Dios da respuesta a tu anhelo? Dile exactamente en tu ora- - el apego o adicción y el desprendimiento
ción todo lo que experimentas.
- la verdad y la libertad
- el comprender que el inefable amor de Dios para con no-
sotros es el fondo mismo de nuestro ser
Rememora dos o tres decisiones importantes que hayas toma- - y que ese amor precede, deroga y renueva nuestro estado
do en tu vida. Mira hacia atrás. ¿Crees que tomaste esas decisiones de ruptura y caída
por miedo a perder algo, con la esperanza de conseguir algo? ¿O - el darse cuenta de la magnitud del desorden y desbarajus-
totalmente libre? te en que nos encontramos enmarañados
- y, a la vez, de la fuerza del amor de redención, que es lo
único que puede liberarnos, siempre disponible y a nues-
tro alcance.

Todas estas cuestiones están implícitas en el «Principio y Fun-


damento» y en los consejos que Ignacio da en sus Ejercicios para
discernir los movimientos inleriores, la consolación y la desola-

226 227
ción, y así distinguir cuándo vivimos en verdad y cuándo estamos fruto de la contemplación con la que acaban los Ejercicios
desnortados. Espirituales.
En cualquier construcción, si se quiere que el edificio per-
dure, los cimientos -el fundamento, decían en tiempos de Igna- La oración de Richard de Chichester acaba con «día tras día»,
c i o - son lo más importante. Cuando se hicieron unas excavacio- recordándonos que los Ejercicios no son un final sino un comien-
nes en nuestra propiedad descubrimos que uno de los edificios zo. El reto del itinerario no es «hacer los Ejercicios» sino vivir la
estaba construido sobre un ramal de una antigua mina. Y no fue verdad y la libertad hacia las que Dios nos atrae día a día, mientras
una sorpresa comprobar que habían empleado muchos más la- continuamos buscando conocerlo, amarlo y seguirlo más y mejor
drillos y cemento construyendo los cimientos que el resto de la cada jornada.
casa. La moraleja es clara: cuanto más inestable es el terreno,
más profundos y firmes han de ser los cimientos (el fundamento
ignaciano). Para la mayoría de nosotros, el terreno de nuestro co-
Intimidad con Dios
razón, donde Dios construye su morada, es inestable en extremo.
Y ésa es la razón por la que Ignacio, y los que queremos apren-
der de su sabiduría, prestamos tanta atención a los cimientos, al Hemos pasado bastante tiempo explorando qué es lo que an-
principio y fundamento. siamos de veras, y tratando de descubrir las cosas que entorpecen
el camino hacia la consecución de ese deseo. Comenzamos este
La oración de Richard de Chichester, que suele asociarse con
Ignacio, incluye estas tres peticiones: capítulo preguntándonos a nosotros mismos: ¿podría expresarse
ese deseo profundo, o al menos parte de él, diciendo: deseo cono-
«Verte más claramente, cer a Dios mejor?
amarte más ardientemente,
seguirte más de cerca Sólo necesitamos reflexionar sobre lo que ocurre en las re-
día tras día». laciones humanas a medida que van madurando y profundizán-
dose. Primero, dos personas se sienten atraídas, luego ambas
Esta oración tan sencilla, que casi parece un trabalenguas, es acrecientan esa pasión revelando algo de sí mismas, de quién
de tal profundidad que nos puede conducir al corazón mismo de son realmente. Se comienza a menudo con conversaciones ge-
Dios con nosotros. Esas tres peticiones abren ahora los tres últimos nerales y triviales donde no hay ningún compromiso personal si-
capítulos de nuestro viaje: no meros «hechos»: dónde viven, qué trabajo tienen, dónele van
- Ver y conocer al Señor con más claridad y profundidad, de vacaciones, etc.
pidiendo en la oración ser parte de los sucesos de su vi-
Se suele progresar en la relación con una exploración más
da y ministerio: es el fruto de la Segunda Semana de los
honda, basada en preguntas como «¿te gusta el trabajo?», «¿te gus-
Ejercicios.
taría vivir en otro lugar?», «¿qué te alegra o entristece?»...
- Seguir al Señor más de cerca, pidiendo estar junto a Él en
su pasión y muerte, y compartir con Él la alegría de su re- Y a medida que la relación crece y ya se sienten «como en
surrección: la gracia de la Tercera y la Cuarta Semana de casa», se arriesga uno a una mayor revelación de sí, a confidencias
los Ejercicios. mutuas. Entonces se atreven a decirse cosas como, por ejemplo,
- Expresar nuestro deseo de amar más y más al Señor, pen- «te admiro de verdad, me haces sentirme...» o «me heriste cuando
sando qué podemos darle a Él, en respuesta a la inmensi- hiciste aquel comentario...».
dad de su amor para con nosotros: ésa será la gracia y el Y se puede llegar al mayor de los riesgos, a decir: «Te quiero».

228 229
Ahora supongamos que la misma dinámica se aplica a nues- - escuchar, dejando que Dios nos hable al corazón. Para
tras relaciones con Dios. Nuestra amistad con Él puede expresar- ello hemos de aprender a acallarnos interiormente y a ser
se al inicio con frases que aprendimos de niños y hemos repetido receptivos a lo que Dios quiere decirnos.
en nuestras «oraciones». Tomemos como punto de arranque algu- - abrirnos, revelándonos a Dios tal como somos y estamos
nas palabras del Padre Nuestro y tratemos de ir profundizando en en este momento.
su significado. Por ejemplo, «hágase tu voluntad». - compartir, consintiendo en que la vida del Señor penetre
- Podemos repetir esa frase como lo hacíamos de pequeños profundamente en la nuestra, a base de asimilar su Pala-
y, quizás, lo seguimos haciendo... y puede que continue- bra y participar en los sucesos de su vida, muerte y resu-
mos haciéndolo, con fe y amor, hasta el final de nuestras rrección.
vidas, pues sin duda es una oración que tiene su propio - reflexionar sobre nuestra experiencia de Dios, haciéndo-
poder. nos cada vez más conscientes de las distintas formas por
- O podemos cargar esas palabras con un poco más de sen- medio de las cuales sale a nuestro encuentro y se nos ha-
tido personal: «Estoy en una posición difícil, Señor; ¿cuál ce presente en nuestra vida ordinaria.
será fu voluntad en todo esto?». - dar gratuitamente a los demás los dones que hemos reci-
- O nuestro deseo de conocer a Dios más íntimamente pue- bido, compartiendo con ellos el amor de Dios y la propa-
de llevarnos a un mayor compromiso: «Señor, encuentro gación de su Reino.
esto muy costoso. Me viene a contrapelo, Señor. Pero, sea
como fuere, yo quiero hacer tu voluntad, y ese deseo es
mayor que el de realizar lo que a mí me apetece. Ayúda- Encontrarse con el Señor en la contemplación
me, Señor».
- O asumo el máximo riesgo: «Señor, yo te amo, y ése es el
motor de mi vida. Que mi voluntad sea la tuya». La invitación a esa estrecha amistad con Dios nos lleva a en-
lazar más íntimamente nuestras vidas y a hacer nuestra la vida,
Si la frase «deseo conocer a Dios mejor» tuvo eco en ti, quie- muerte y resurrección del Señor y todo lo que él real y verdadera-
re decir que estás experimentando la llamada a una mayor intimi- mente es. La amistad humana consiste en eso, pero la amistad que
dad con Él. Si respondes a esa voz, te llevará a una amistad más tenemos con Dios nos introduce en el tesoro secreto que hay den-
profunda con Él a través de la oración y de tus vivencias cotidia- tro de nosotros de una forma que ninguna otra amistad humana
nas. Esa amistad crece conforme te vas revelando a Él, y Dios a ti, puede lograr.
en un proceso de hablar y escuchar el uno al otro, como ocurre en Un modo de conseguir esa sintonía tan íntima es aplicar la
la amistad humana. imaginación a las escenas de la vida terrena de Jesús, en lo que al-
Ignacio nos enseña cómo abrirnos a esa intimidad con Dios por gunos llaman meditación imaginativa e Ignacio, contemplación.
medio de una modalidad de oración basada en el Evangelio, en la Elige un pasaje que te diga algo a ti personalmente: una esce-
cual formamos parte de la vida y ministerio de Jesús, al descubrir na favorita de los evangelios, una curación, un milagro... Y si no sa-
que su realidad sigue estando a nuestra disposición y alcance. bes qué pasaje elegir, relájate y pide a Dios que te guíe, y espera a
La intimidad, sea con un ser humano o con Dios, nos empu- ver si entonces te viene a la memoria alguna escena concreta. No es
ja a una relación dinámica que no podemos controlar y que nos que Dios espere a ver si por casualidad damos con el pasaje indica-
lleva a una mayor cercanía mutua, a una donación más completa, do. Conversa con nuestro corazón sea cual sea el texto evangélico
a cambios y transformaciones. Nos compromete a: que elijamos. Así que quedémonos tranquilos a este respecto.

230 231
Una vez elegido el fragmento, léelo varias veces hasta que se Esta segunda norma no es tan fácil de cumplir como parece.
te haga familiar y te sientas cómodo y satisfecho con él. Se nos ha insistido en que debemos estudiar la Palabra de Dios y,
naturalmente, hay que hacerlo. Pero llega el momento en que hay
Imagina que el pasaje está desarrollándose ahora, delante de
que reconocer que nuestra mente no puede abarcar las verdades
ti, y que tú eres parte de la escena, parte activa en el aconteci-
de Dios, y que el objetivo de la oración no es el análisis crítico del
miento. No te preocupes si no se te hace fácil imaginarlo con vi-
texto o redactar un sermón, sino simple y llanamente responder,
veza y realismo. Si te cuesta entrar en la escena, piensa que se la
desde lo profundo de nuestro interior, a lo que Dios comparte con
estás contando a un niño de la manera más emotiva que te sea po-
nosotros de sí mismo.
sible. Tampoco te preocupes de ajustarte fielmente a los «hechos».
Quizás te encuentres con que la «escena» ocurre no en la Palesti- Por tanto hemos de estar atentos a los sentimientos y a los es-
na del siglo primero sino en las afueras de la ciudad donde vives tados de ánimo que se suscitan en nosotros. La ternura, el miedo
o con que las huellas del Buen Samaritano aparecen no ya en o el enojo que experimentas ante esa escena te están diciendo al-
aquel desierto sino en la autovía de tu comarca. go sobre lo que está ocurriendo entre Dios y tú en ese momento.
Lo mismo que tienen importancia los sentimientos y reacciones
Pide a Dios lo que quieres obtener de esta oración: quizás en- que provocan las relaciones humanas, también los que surgen en
contrarle a El más cerca, sentir el roce de su mano en tu vida... nuestra relación con Él son muy reveladores, aunque a veces nos
Puebla la escena de todo lo que quieras. Fíjate en la gente, parezcan poco positivos. A menudo sacamos más provecho de
quiénes están y qué dicen y hacen, los alrededores, el tiempo, las nuestras reacciones negativas, como los alumnos que, en los ejer-
vistas, los olores, los gustos de las cosas, el ambiente (tranquilo o cicios de redacción, aprenden más de sus faltas que de sus logros.
tormentoso y amenazador). ¿Qué papel representas tú en la esce-
A lo mejor se te ocurre preguntar -como nos ocurre a la ma-
na? ¿El de uno de los discípulos, el de un curioso que pasa por allí,
yoría- si eso es oración o un mero soñar despierto, dejando volar
el de la persona que va a ser curada...? Presta atención a lo que el
la imaginación. Para responder a esa pregunta, pueden ayudarte
Señor te dice a través de todos esos detalles. Quizás te ve despe-
las siguientes cuestiones:
gado y sin interés en lo que está pasando y quiere que te arrimes,
pues es preciso que todo eso toque y afecte tu vida más directa- - ¿Ese encuentro con el Señor en mi imaginación ha su-
mente. Tal vez te está pidiendo que te tomes más en serio su lla- puesto alguna diferencia en mi modo de relacionarme
mada a seguirle... con los demás? ¿Me ha abierto, de alguna manera, los
ojos sobre mi conducta y trato con los demás? ¿Me ha
Habla con Jesús y también con los demás personajes de la es- descubierto a otra luz las necesidades y vulnerabilidad de
cena. Habla desde el corazón, con sencillez y realismo. Dile al Se- la gente que vive a mi alrededor?
ñor lo que temes, lo que esperas, lo que te preocupa, lo que te ani-
- ¿Hay coherencia entre lo que he sentido y comprendido
ma. Reacciona como si el Señor entrase ahora en tu cuarto en la
en esta oración y la manera como creo que el Señor obra
forma corporal de aquella escena.
conmigo en mi vida? Si esa oración parece que no cuadra
Lo recuerdo otra vez: no te preocupes si te distraes. Cuando te con tu personalidad o te sugiere una decisión también
des cuenta de que «te has ido», vuelve a la escena con toda tranqui- fuera de la línea de tus compromisos, entonces habrá que
lidad y suavidad, y permanece en ella mientras te sientas atraído. tener precaución. Los caminos de! Señor suelen ser (aun-
que no siempre) apacibles y coherentes.
Hay dos reglas categóricas:
- ¿Me ha dejado esa oración un poso de paz (aun cuando
- Nunca moralices ni te juzgues. haya tenido que enfrentarme a difíciles desafíos) y perdu-
- Responde siempre con el corazón y no con la cabeza. ra ese sentimiento de calma a medida que pasa el tiempo?

232 233
Cuando se trata de meras fantasías y sueños, el sentimien- Sin embargo, como también indiqué en el capítulo anterior,
to de satisfacción suele durar poco. Cuando son sueños Dios no es sólo nuestra Verdad sino también el Camino a esa Ver-
que Dios tiene sobre nosotros, la paz persiste, y vuelve a dad. La cruz es el puente que enlaza los puntos desde donde to-
repetirse en la oración, y nos fortalece. mamos nuestras decisiones y elegimos nuestras acciones, y el pun-
- Más sencillo, podemos aplicar las palabras de Jesús a es- to en el que verdaderamente estamos ante Dios. Ese puente salva a
te tipo de oración y aplicarle el criterio de discernimiento menudo ese hueco de caos - n i estamos aquí ni allí- en el que nos
que El nos sugiere: «por sus frutos los conoceréis». La ora- encontramos a menudo.
ción que es «de Dios» siempre produce frutos buenos
(aunque posiblemente dolorosos y penosos). En este caso
hay que tener paciencia, ya que los frutos tardan en crecer
y madurar.

Es claro que una experiencia con Dios en la oración imagina-


tiva o contemplación es algo muy personal, único, propio de cada
orante. Sin embargo, puede serte de gran ayuda compartir esa ora-
ción con otra persona. Te facilitará el discernimiento de lo que
Dios te dice en esa oración pues, al describir tu experiencia a otra
persona, te la cuentas a ti mismo y, con frecuencia, descubrirás al-
gunos hilos de la trama que no habías advertido durante el tiempo
de oración. Además, un observador atento puede reflejar como un
espejo tus verdaderos sentimientos y respuestas, y ayudarte a ver si
la «brújula» de tu corazón apunta a Dios.
_j^^__ J^Hc
La oración puede revelar un caso avanzado
de doble visión...

Enfocar nuestras lentes interiores

Es muy probable que todos suframos, espiritualmente, de «do-


ble visión». Ya señalé en el capítulo anterior que muchas veces ac-
tuamos y decidimos desde puntos de referencia falsos. ¿Cuántas
veces durante la semana has sido consciente de que lo que hacías
estaba verdaderamente enraizado en tu centro del quién, o de que
tomabas decisiones sin prestar ninguna atención a las pérdidas o
ganancias que conllevaban? ¿Cuántas veces has estado «en equi-
librio perfecto» apuntando al «Norte»?
A veces la Verdad parece hallarse a millones de años luz de la
maraña de verdades a medias, de las componendas y disculpas, de
los disimulos y actitudes engañosas en las que nos encontramos al ..y resolverlo de un plumazo con una nueva
actuar. perspectiva

234 235
El Evangelio es la historia de la cruz, el mapa para nuestro ca- Aprender la lengua de Dios
mino personal a través del puente. La contemplación ignaciana es
un sendero para atravesar ese puente. Cuando lo hacemos, abri- Estoy convencida de que los niños nacen con una capacidad
mos nuestro corazón a la escucha intensa de los sucesos e historias innata de pronunciar los sonidos de cualquier lengua. Sus prime-
del Evangelio, y pedimos a Dios que nos muestre nuestra propia ros intentos por hablar son un batiburrillo, una torre de Babel, y su
historia a la luz del Evangelio, para así poder conectar y acoplar lo «lengua» seguiría siendo ésa si no fuera por una cosa: oyen a su al-
que experimentamos en esa oración con lo que vivimos en nuestra rededor los sonidos de un lenguaje humano particular, su «idioma
realidad encarnada. materno», su lengua nativa. Aprenden a hablar de manera inteligi-
ble, primero, escuchando y, luego, reproduciendo, copiando e
Nuestra oración hace una cosa muy simple pero que puede imitando, los sonidos que oyen. Simplemente, asimilan la lengua
cambiar la vida: auna, superpone esas dos imágenes separadas y de aquéllos que tienen más cerca, que les son más «íntimos». El
las enfoca en una sola, como lo explica la ilustración. Pero eso niño cuya madre pasa más tiempo teniéndolo en brazos y habién-
ocurre si nosotros lo permitimos, ya que es un regalo que Dios nos dole aprende más rápidamente que el niño al que se hace poco
hace como consecuencia de un encuentro personal con su Verdad: caso y que se pasa casi todo el día solo.
nuestra vida y sus circunstancias se confrontan con esa su Verdad La misma dinámica se aplica a la exteriorización de nuestro
para con nosotros. deseo más profundo y de los movimientos de nuestro corazón.
Nos expresamos en la lengua de aquél de quien nos sentimos más
A medida que este tipo de oración se convierte en habitual, es
cercanos, más íntimos. Cuanto más nos alejamos de Dios, tanto
más fácil conectar mi vida con la del Señor, y encontrar paralelos
más confusa es la expresión de nuestro corazón, como una imagen
entre sus enseñanzas y mi conducta. La imagen del Dios con no-
desenfocada, como el caos de Babel. Y, por el contrario, cuanto
sotros se hace más y más clara y viva en mi corazón y me voy sin-
más cerca estamos de Dios, tanto más se ajusta nuestro deseo más
tiendo progresivamente más capaz de ir adelante despreocupada- profundo al suyo sobre nosotros, y tanto mejor se conformará
mente, pues mi visión se ha hecho más lúcida y penetrante. Esa nuestro modo de proceder al suyo.
claridad de visión me aporta más seguridad en el camino, ya que
el terreno que pisaba antes aparecía envuelto en niebla y ahora, en Al comienzo nuestros anhelos y apetitos son un fárrago confu-
cambio, se muestra firme y transitable. so como los primeros balbuceos de un niño, pero poco a poco co-
menzamos a formular «palabras», comenzamos a escribir los versos
Al mismo tiempo, me voy percatando de que las decisiones de nuestro poema de amor personal. Y, como con los niños, es pre-
que tomé y las elecciones que hice desde puntos de referencia ciso, primero, escuchar, para luego imitar. Nos conduce, palabra
erróneos están «desenfocadas», y eso comienza a inquietarme. He tras palabra, oración tras oración, a una intimidad cada vez mayor
entregado mi corazón a Dios en la oración, y El me está «trans-for- con la Palabra (el Verbo), hasta que todos nuestros vocablos sobran y
mando» y «con-formando» cada vez más a su propia imagen, a su son redundantes, y estamos dispuestos a estar con El en silencio.
sueño sobre mí, y a mi deseo más profundo.

Cuando le pido la gracia de verlo más claramente, El respon-


Quedarse junto a la fuente
de a mi petición invitándome, a su vez, a verme también a mí mis-
mo más claramente, lo cual despierta en mí el deseo de pedir la
gracia de conformar y ajustar mi existencia más íntimamente a los Cuando pienso en la necesidad y deseo de estar cerca de
valores del Evangelio que Él nos revela. Dios, recuerdo unas vacaciones que pasamos con unos amigos de

236 237
la República Checa. Habíamos pasado unos pocos días en Praga, contemplación ignaciana, descubrirás que los encuentros con el Se-
donde, en medio de un calor abrumador, falló la conducción de ñor que ese tipo de oración facilita persisten siempre en tu memoria
agua. Por más que acechábamos a los empleados que subían y ba- sensorial, como una galería de recuerdos vivos, que retornan una y
jaban al colector, no se veían señales de agua. Nuestra amiga tra- otra vez a la mente con significados cada vez más ricos, hasta que lle-
taba de salir del paso con unas cuantas botellas de agua que tenía gas a sentir que conoces a Jesús como un amigo. Pero permanece el
en reserva para regar las plantas del balcón. Pasaron así dos días. misterio respecto a este peculiar modo de «conocer». El Señor siem-
pre resulta una sorpresa. Como ocurre en cualquier experiencia sig-
Fuimos, al poco tiempo, a un pueblo remoto en las montañas nificativa de intimidad humana, es una relación que no puede con-
de Bohemia, cuyo único suministro de agua era un manantial de trolarse. Con tu corazón siempre abierto a nuevas sorpresas, deja que
uso comunitario. Para mí, era una alegría bajar por la pradera con Dios haga el resto.
dos cubos vacíos hasta llegar a la fuente. El agua salía a borboto-
nes, llena de vida. Ponía un cubo bajo el caño y daba unos pasos Tener cerca al Señor en su vida terrena, gracias a una oración
hacia atrás. No había necesidad de nada más. El agua misma lo de este tipo, es estar junto al manantial. Aparta trabas y estorbos y
hacía todo. El cubo tardaba muy poco en llenarse. Yo sencillamen- convierte tus complicaciones humanas a la simplicidad de Dios.
te miraba y esperaba. Me traía a la mente mi oración: tan simple Uno puede fiarse de una fuente que, como ésta, mana pura y libre.
como llevar mi cubo vacío a la fuente de vida y esperar a que Él
me lo llenara. Entendí también por qué el género humano instinti-
vamente pone sus casas lo más cerca posible de los lugares donde Encontrar a Dios en todas las cosas
hay agua. Mientras pensaba en todo esto, una frase se fijó en mi
mente: «Quédate junto a la fuente». Hay una grandiosa paga extraordinaria que espera a los que
se confían a Dios en oración íntima. A medida que llevas a su pre-
No eran palabras de reproche ni mandato, sino las palabras
sencia tu «todo», tu «día a día», y le hablas sobre lo que verdade-
de un amigo querido, cargadas de sabiduría. Más tarde pregunté a
ramente sientes (que puede ser a veces tu enfado y desilusión con
nuestra amiga si la fuente solía secarse.
Él, ya que también eso puede ser parte de tu Verdad), también Él se
—Sólo se recuerda una vez —contestó— y aun eso por poco abrirá más y más a ti o, mejor, irá abriendo más y más tu visión in-
tiempo. terior para que puedas verlo a Él en todas las cosas y reconocer su
presencia en cada momento de tu jornada.
Me vinieron a la memoria los días pasados en Praga cuando
había fallado el abastecimiento de agua y nos había dejado sofo- Yo estoy convencida de que no hay nada sobre la tierra que
cados y sedientos en una ciudad que ardía de calor. El dédalo de no sea capaz de revelar algún fragmento de la realidad de su
colectores, tuberías, grifos... se parecía a las múltiples complica- Creador, ni ningún momento que no esconda a Dios dentro de sí.
ciones que «instalo» entre Dios y yo. Cuanto más grandes y nu- A veces es tan obvio como en una puesta de sol esplendorosa. A
merosas, más distante estoy de Él y menos seguro es, por tanto, el veces permanece oculto. El poeta jesuita Gerard Manley Hopkins
abastecimiento interior de agua que necesito. lo llama la «intro-spectiva» de las cosas, la perspectiva interior, el
paisaje secreto, la misteriosa realidad interna que podríamos tam-
Me quedé dormida aquella noche repitiendo la frase mientras bién llamar -siguiendo los pasos iniciales de este libro- el centro
contemplaba el cielo por los entresijos de aquel rústico techo que del quién, donde Dios mismo mora. También la gente tiene sus
dejaba ver a trozos las estrellas: «Quédate cerca de la fuente». «intro-spectivas», sus perspectivas interiores, como ¡lustra el si-
Hace ya años de todo eso, pero aquellas palabras se convirtie- guiente grabado. Establecer una relación íntima con alguien es po-
ron en una especie de talismán para mí, y vuelvo a ellas cuando mi nerse en contacto con esa intro-spectiva, y permitir que ese al-
corazón está sediento. Si recapacitas sobre tus experiencias en la guien se ponga en contacto con la nuestra.

238 239
bres». Es la red con la que Dios recoge a sus hijos dispersos. Cada
nudo es una «intro-spectiva» que es, a su vez, un fragmento de
Dios mismo, y cada enlace y relación están cargados con su vida
y su amor.
Me gustaría poder afirmar que siempre soy consciente de ello,
incluso cuando estoy con una persona «difícil» o metida en una
relación problemática. Pero el hecho de saber que es posible lo
hace ya un poco más probable. Y me consuela el recordar que
también los primeros discípulos tuvieron que emplear mucho
tiempo remendando las redes.

Tú conoces mi interior y yo el tuyo.


Estamos conectados «corazón con corazón».
El Dios-contigo extiende su mano al Dios conmigo.
Emmanuel se hace carne en nuestra relación.

Podríamos también usar el grabado de una red para clarificar


este misterio. Cuando pienso en una red, en este contexto, veo la
familia humana: cada nudo es un corazón y cada cuerda de enla- Las cuerdas componen la red que nos sostiene
ce es la relación entre esas dos personas. Dios habita -si se lo per- y, a la vez, nos recoge y lleva a casa.
mitimos- en cada nudo-corazón y en cada enlace-relación. Cuan- «Dios con nosotros» significa «el uno con el otro»...
to más habite Él en esa red, el nudo, sus conexiones y enlaces Ambos son indivisibles.
serán tanto más fuertes, y el Espíritu Santo se difundirá fluidamen-
te a través de esa trama. Cuanto más se excluya la presencia de
Dios, tanto más se debilitará la red y acabará por romperse.
Más allá de la alegría
Cuando presto atención con amor a la «intro-spectiva» de
otra persona, estoy contribuyendo al fortalecimiento de la red. La amistad con el Señor en la relación íntima de la oración es
Cuando no respondo a la llamada de los demás, debilito la red. Es
una mina de alegría que nuestras extracciones nunca podrán agotar.
muy importante cómo respondo, cómo protejo los nudos y cuido
de los enlaces que nos conectan. Es fundamental, porque ésta es la Pero los amigos mueren. Si has tenido la experiencia de pa-
red que capta en los océanos del mundo a «pescadores de hom- sear con una persona desahuciada, ya sabes que llega un mo-

240 241
m e n t ó en que las palabras pierden t o d o sentido. N o hay nada Como el Padre me ha amado,
que decir o que hacer. Si dejas que el Señor te atraiga hacia sí en así os he amado yo:
la o r a c i ó n , tarde o t e m p r a n o te invitará a c a m i n a r con El hacia el permaneced en mi amor...
Calvario. No os llamaré siervos en adelante,
porque el siervo no conoce los asuntos de su señor;
C o m o un amigo íntimo, aunque en grado m u c h o mayor, Dios os llamo amigos,
no se contenta sino con tu verdad absoluta, con la esencia real de porque todo lo que he oído a mi Padre
quién eres verdaderamente. Él muere por esa verdad, y de una u os lo he dado a conocer.
otra manera te pedirá que te unas a él en ese morir, y que te fíes No sois vosotros los que me habéis elegido,
completamente de que así te está guiando a la libertad y la vida. soy yo quien os he elegido;
y os he destinado para que vayáis y deis fruto,
La amistad, si realmente une corazón con c o r a z ó n , tiene un y vuestro fruto dure.
precio alto. La i n t i m i d a d con el Señor puede costarte t o d o lo que
(Juan 15, 1-9, 15-16)
tienes. En el capítulo siguiente tendremos que enfrentarnos a ese
desembolso... y reflexionar sobre lo que puede significar eso de
Tómate todo el tiempo que necesites para hacer silencio y paz
que el camello pase por el ojo de la aguja del Calvario.
en tu interior. Deja que esas palabras de Jesús vayan posándose en tu
corazón. Escúchale. Te habla directa y personalmente a ti.

Disfrutarás reflexionando sobre c ó m o te sientes ante esa v i d


Sugerencias para la oración y reflexión
que te mantiene en la existencia o ante el fruto que está d a n d o tu
vida. Muchas veces estamos tan ciegos a nuestras obras c o m o lo
Yo soy la vid verdadera y mi Padre el labrador. estamos a nuestros pecados. Puedes pedir a Dios que abra tus ojos
Todo sarmiento que no da fruto, lo corta; y te haga ver el fruto de tu sarmiento. O qué sarmientos y ramas de
y a todo el que da fruto lo poda para que dé más.
tu vida parecen haberse secado y cuáles dan buena cosecha.
Vosotros ya estáis podados
por las palabras que os he dicho. ¿Qué sientes cuando Jesús te llama «amigo»? ¿Cómo respon-
Permaneced en mí y yo en vosotros. des a su invitación a vivir y permanecer en El?
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí
si no permanece en la vid, * #*
así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos:
Elige una escena o pasaje del Evangelio que «te diga mucho»
el que permanece en mí y yo en él,
y participa con tu imaginación en lo que sucede. Según van desa-
ése da fruto abundante;
porque sin mí no podéis hacer nada. rrollándose los hechos, ¿puedes identificar las dos historias que
Al que no permanece en mí, van apareciendo asociadas? M e refiero a la de la narración evan-
lo tiran fuera como los sarmientos, y se seca; gélica tal c o m o se nos ofrece en el N u e v o Testamento y a tu propia
luego los recogen y los echan al fuego y arden. historia personal, en la que de alguna manera encuentra eco lo
Si permanecéis en mí, que estás c o n t e m p l a n d o en el Evangelio. ¿"Puedes ver las dos imá-
y mis palabras permanecen en vosotros, genes una al lado de otra? ¿Puedes juntarlas y dejar que el Señor te
pediréis lo que deseéis, y lo recibiréis. las enseñe enfocadas a su gusto?
Con esto recibe gloria mi Padre,
con que deis fruto abundante; Quizás sientas que hay un abismo infranqueable entre las
y así seréis mis discípulos. dos. Díselo a El en la o r a c i ó n tal c o m o lo sientes. Quizás dcscu-

242 243
bras que la historia evangélica alumbra esa parte de la tuya con
una luz nueva. Permite que Dios te guíe más hondamente hacia lo
que Él está queriendo sugerirte de esa manera.

He insistido en que hay que permanecer cerca de la fuente,


cerca de nuestro centro más interior, donde Dios mora. ¿Qué es-
pacios sagrados hay en tu vida donde te sientes «junto a la fuen-
te»? ¿Qué personas te arriman a ella y cuáles, si es que hay alguna, 14
suelen alejarte de ella? Repasa las últimas veinticuatro horas: ¿hu-
bo algunos momentos especiales en los que te sentiste particular- Seguirte más de cerca
mente cerca de la fuente?

Podrías dibujar tu propia «red». Los «nudos» han de repre- ¿Dónde está Dios en todo esto?
sentar a gente que significa algo para ti. Las relaciones y enlaces
han de responder también a realidades de tu vida. En la oración,
¿Cuántas veces te has hecho esa pregunta? ¿Cuántas veces te
reflexiona en el misterio íntimo de cada persona de tu red, de ca-
ha hecho esa pregunta alguna alma desolada? ¿Cuántas veces la
da relación, de lo que hemos llamado sus «intro-spectivas», sus
hemos oído en mitad del telediario, al ver algún reportaje del su-
perspectivas interiores, de manera que te hagas más consciente de
frimiento inexplicable de gente inocente?
lo especial y único de cada uno. Da gracias a Dios por ello. ¿Eres
consciente de algún «agujero» en tu red, algunas cuerdas de enla- ¿Y cuántas veces hemos escuchado la respuesta cristiana ha-
ce rotas o a punto de romperse, pues esa relación está en peligro? bitual: «Dios está en medio del sufrimiento»? Y en nuestro interior
¿Podrías hacer algo para remendar esa parte de la red? asentimos: «Es bien cierto». Pero quizás nos cuestionamos qué es
lo que realmente significa, cómo puede eso dar un sentido al su-
* * * frimiento que experimentamos, y cómo podríamos comunicar ese
sentido a otras personas, que tanto necesitan escucharlo. A pesar
Trata de recordar si ha habido momentos durante el día de de nuestra fe profunda, el interrogante no desaparece así como así:
hoy en los que has vislumbrado la «intro-spectiva» de algo o al- ¿nos convence realmente esa respuesta? ¿Da sentido al dolor que
guien, momentos en que su realidad interior se te hace visible de sentimos, y al que vemos a nuestro alrededor?
alguna manera y la percibes como algo muy real y vivo. Rememo-
ra, de modo especial y con gratitud, ocasiones en las que has sen- Más que suficientes son los libros que se han escrito sobre el
tido que estabas tratando y relacionándote con otra persona «de problema del mal y el sufrimiento, y el lugar de Dios en todo ello.
corazón a corazón». ¿Han cambiado esos momentos algo de lo No es el objetivo de osle capítulo añadir algo más a ese montón de
que sientes sobre ti y sobre la otra persona? obras. En lugar de eso, quisiera invitarte a una experiencia que me
ha ayudado a mí personalmente a encontrar a Dios en la angustia...
y en la alegría; y creo que va en la misma línea y se acerca al espí-
ritu de la Tercera Semana de los Ejercicios Espirituales. Sencillamen-

244 245
te, se trata de encontrar la conexión entre nuestro dolor personal y la nos atrae hacia el corazón mismo de su ofrenda, para consagrar-
agonía de Jesús en los últimos días de su vida terrena, de tal modo nos a nosotros a su servicio. En esta oración vinculamos de mane-
que su dolor se funda con el nuestro, y el nuestro sea asumido en el ra consciente la narrativa de nuestra propia vida a la del Evangelio.
suyo. Puede sonar a perogrullada piadosa. Pero sólo se alcanza a sa- Y así consentimos en que el poder y el amor del Señor se hagan
ber que no lo es una vez hecha personalmente la experiencia. Y pa- presentes en nuestra experiencia viva.
ra ello hay que dejarse atraer e incorporarse a los sucesos de aque- Al orar de este modo sobre la pasión, nos encontramos cara a
llas fiestas de la Pascua en Jerusalén... cara con nuestra implicación en los sucesos de esa narrativa. Por
ejemplo, podríamos identificarnos con los que están clavando las
manos de Jesús a la cruz, o vendiéndolo por ganancia personal, o
Conectar con el Calvario negando que le conocemos por puro miedo. O nos encontramos
con que nos lavamos las manos, como Pilato, huimos y nos es-
condemos con las puertas cerradas en el cenáculo. En otras esce-
Al entrar en el espíritu de la Tercera Semana, se nos invita a orar nas, podemos sentirnos llenos de compasión, arrestados con el Se-
y vivir los sucesos de los últimos días de Jesús sobre la tierra, y descu- ñor y sufriendo con él la cruz.
brir nuestra conexión personal con ellos: la última cena, la traición, el
prendimiento, el juicio, las torturas, la muerte, la sepultura del Dios Sólo mediante la hondura de la oración se descubre qué es lo
hecho hombre. La amistad e intimidad con el Señor, a la que nos in- que la pasión revela de nuestra experiencia personal, y a qué cam-
vitaba la Segunda Semana, nos conduce a este momento, lo mismo bios y transformaciones nos llama. Simplemente, traemos aquello
que lo que quizás hemos experimentado en el caso de nuestras rela- al presente de nuestro hoy.
ciones humanas, cuando se nos pide estar al lado de alguien a quien Recordando los círculos de nuestro dónde, cómoy quién, po-
amamos y que está ahora sufriendo y agonizando. Acompañar a al- dríamos decir que la Tercera Semana trae directamente a nuestro
guien en la etapa final de la vida recaba nuestra verdad total y lo que centro del quién la realidad e inmediatez de los sufrimientos y
realmente somos. No es momento ni lugar para palabras huecas, am- muerte de Dios en su Hijo, y allí conecta con todo lo que somos.
bigüedades, adulaciones o cualquier clase de medias verdades. Nos permite decir con toda verdad: «Tu sufrimiento, Señor, es mío.
Aunque sólo sea en la proporción tan pequeña que me permite mi
Cuando nos sumergimos en la oración de Tercera Semana, la
naturaleza. Me he vinculado a él y lo he sentido en las profundi-
pregunta se vuelve contra el que la hace. A nuestro interrogante
dades secretas de mi oración. Te ofrezco sinceramente mi arrepen-
sobre dónde está Dios en mi sufrimiento, Él nos replica: «¿Dónde
timiento de causártelo, y te brindo también de todo corazón mi
estás tú en el mío?». Los ejercicios de la Tercera Semana nos van
compasión y mi deseo de compartir el sufrimiento contigo y ha-
descubriendo si estamos personalmente presentes e implicados en
cértelo más llevadero».
el sufrimiento y muerte del Señor. Y, a la vez que eso ocurre, Él
también nos va revelando el misterio de su presencia en los nues- Cuando somos capaces de hacer eso, comienza la transfor-
tros. Nuestros ojos se abren penosamente a todo ello. mación, y un destello del misterio de la redención comienza a ta-
ladrar nuestros corazones. Descubrimos que Dios, en nuestro cen-
tro interior, nos responde más o menos con estas palabras:

El precio de la consagración Tu sufrimiento es mío. Ya que te has abierto a mi dolor y has


querido experimentarlo al menos un poco, Yo cumpliré mi pro-
mesa y te llevaré, a través de esta experiencia, a la plenitud de
Cuando oramos de este modo sobre la pasión y muerte del la resurrección. Qui/ás no te parecerá que disminuye o se miti-
Señor, participamos en una eucaristía muy personal, en la que Él ga el sufrimiento y muerte que experimentas en tu vida pero,

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una vez que tu dolor ha confluido en el mío, se te revelará un
misterio más profundo. Como vimos en el capítulo 12, la Verdad que encontramos
al participar en la pasión del Señor en nuestra oración abre den-
¿Y qué «misterio más profundo» es ése? Uno muy simple, me tro de nosotros una libertad nueva que, a su vez, se convierte en
parece a mí, pero infinitamente poderoso: Cuando nuestro sufri- fuente de energía que es, potencialmente, la pujanza misma de
la resurrección.
miento se une en la oración con el ele Dios, se hace, como el suyo,
redentor.
Éste es el poder oculto y el misterio escondido en nuestro su-
Para ser roto y compartido
frimiento y en nuestro morir. El acto de consagración, que nuestra
oración ha hecho posible, lo ha liberado y hecho eficaz. Se hace
redentor, no sólo dentro de los confines de nuestra historia perso- Para que la Eucaristía se realice plenamente, las formas con-
nal, sino en la de los sufrimientos de los demás seres humanos, y sagradas han de sor rotas y compartidas en comunión. Nuestra
quizás especialmente en la historia de aquéllos en los que pensa- ofrenda y compromiso no significan nada si los guardamos para
mos y por los que rezamos en nuestra oración. nosotros. Toda consagración es para algo. No es un fin en sí mis-
ma. Una iglesia se consagra al culto. Un peregrino se dedica a su
peregrinación hacia Dios. Siempre nos consagramos a Dios y a los
Cuando nuestro dolor demás, nunca a nosotros mismos. Pensemos por un momento en
se confunde con el dolor lo que ocurre cuando, por ejemplo, consagramos una iglesia.
del Señor... i
- Declaramos nuestro deseo e intención de que este lugar
concreto, este edificio, sea un lugar de culto, un espacio
sagrado donde Dios pueda sentirse en casa.
- Usamos eso espacio para el fin al que ha sido consagrado,
y al utilizarlo continuamos y completamos el proceso de
su dedicación.

Creo que Dios hace1 lo mismo con nosotros cuando nos elige
y confirma. Declara su deseo e intención de que seamos consa-
grados a su verdad y que nuestras vidas se conviertan en un espa-
cio donde Él puede sentirse en casa. Vive entonces en nuestras vi-
das, realizando en ellas el fin para el que las consagró.
Y, como el pan euc arístico, somos santificados para ser rotos
y dados a los demás, (orno el vino eucarístico, somos consagrados
para ser derramados por los demás. La consagración es siempre al-
go comunitario. Es un acto de inclusión, que expresa el amor in-
clusivo de Dios.
Entendida de este modo, la consagración es una vocación
... se produce energía redentora para todos los creyentes y acarrea sacrificio. No podemos parti-
en nosotros y en el mundo entero. cipar en la consagración que tuvo lugar en la última cena y que

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se repite en cada eucaristía, a no ser que estemos dispuestos a A Marcos lo trataron violentamente cuando era niño y
hacernos parte del sacrificio. Es muy fácil decir con los labios ahora, ya adulto, encuentra difícil controlar su genio. En la
que ofrecemos nuestros sufrimientos como parte del sacrificio oración se siente aterrado pensando que él mismo podría
de Cristo y creer que es así en nuestra vida. Pero se convierte en ser uno de los que azotan a Jesús en la columna, mientras
un problema cuando de la teoría se pasa a la práctica y experi- que, a sus espaldas, una especie de sombra parece estar
mentamos que ese sacrificio es real y va más allá de nuestro
forzándole a hacerlo. Y entonces se percata del poder que
control consciente.
las experiencias de su infancia ejercen todavía sobre él.
Pero es también cuando emprende el camino que le lleva
a la curación y a la superación de ese pesado fardo.
Qué significa esto Pablo quedó paralítico en un accidente y, a consecuencia
de ello, la vida de Juana, su mujer, cambió de la noche a
¿Cómo podemos vincular nuestro dolor con la experiencia la mañana: la felicidad sin complicaciones que habían
del Calvario? (no digo «compararse con», sino simplemente «vin- disfrutado hasta entonces se convirtió para ella en un via-
cular con», pues hay una gran diferencia. Puedo relacionar mi ca- crucis en que ha de cargar con las necesidades y depen-
lor con el del sol, pero no por eso estoy comparándolo con el del dencia de su marido... y ella se rebela. Reza a veces co-
astro rey. Puedo conectar ni cafetera a la corriente, sin que com- mo lo hizo Jesús: «que pase de mí este cáliz». Pero luego
pare por eso su fuerza con la de la red nacional entera. Echemos se identifica con Simón el Cireneo, que, contra su volun-
un vistazo a algunas historias que ocurren cada día. tad y a la fuerza, fue obligado a llevar la cruz de Jesús. Y el
- Carmelo denunció a un compañero de trabajo. Se ha arre- despecho que siente va transformándose en comprensión
pentido a menudo de haberlo hecho, ya que fue procesa- a medida que camina en la vida hacia el Calvario: la car-
do por fraude y su mujer acabó separándose de él. Pero ga de su marido Pablo, que lleva sobre sus hombros, es
cuando Carmelo se dio realmente cuenta de lo que había precisamente el medio por el cual Dios la atrae muy cer-
hecho fue al rezar el pasaje del huerto de Getsemaní. Se ca de sí a una intimidad inimaginable.
vio besando la mejilla de Jesús como Judas. Ricardo es un médico que atendió solícito a su madre en
- Catalina es víctima de una discapacidad que le impide la lucha final contra el cáncer. Se sentaba cerca de su ca-
moverse. Durante la oración se imagina a sí misma en la ma horas y horas, acariciaba su cabeza y le humedecía los
celda donde el inocente condenado, Jesús, pasa la noche labios con unas gotas de agua. Después del funeral trató
atado, esperando el juicio y la ejecución. Sigue a Jesús de contener su dolor y comenzar de nuevo su vida nor-
hasta la cruz y, en un río de lágrimas, comparte la agonía mal. En la oración se imagina ofreciéndole unas gotas de
de los clavos. No puede hacer otra cosa que ofrecer su do- agua fresca al Señor en la cruz y, al hacerlo, el dolor re-
lor para que lo una al suyo. primido rompe los diques de su corazón. Contempla ho-
- Julia acepta cualquier componenda con tal de que no ha- rrorizado cómo el soldado le abre el costado de una lan-
ya conflicto. Cuando surge un problema o aparece algo zada y siente que su dolor es el de Jesús. Y el sorbo de
desagradable, procura no intervenir, aunque con ello al- agua que le había ofrecido cuando agonizaba se convier-
guien salga malparado. Se identifica con Pilato. En la ora- te en ríos que brotan del cuerpo roto de Jesús para curar
ción se ve lavándose las manos ante cualquier respon- no sólo el dolor de Ricardo, sino la angustia de lodos
sabilidad. Acaba presentando a Dios su cobardía y su aquellos que compartirán sus dolores con él duranle su vi-
vergüenza para que Él las cure y transforme. da como médico.

250 251
Traspasar las tinieblas da una eternidad. Quizás lo fue. A mi alrededor, en todas las di-
recciones, el cielo negro de la noche estaba repleto de estrellas
Mil testimonios como ésos que rompen el corazón cada día. brillantes, que me llamaban, me atraían más y más cerca, eclip-
Historias con sufrimientos que descubrimos en nosotros y en los sando completamente las luces de la calle y las de toda mi vida.
demás, y que no pocas veces nos causamos unos a otros. Pero son, Podría fácilmente haber extendido mis brazos de niña y comenzar
a la vez, historias que apuntan a la posibilidad de encontrar un po- a recoger estrellas como cerezas de un árbol. El universo estaba
der redentor y curativo precisamente allí donde más heridos nos grávido con su gran cosecha plateada y yo estaba fascinada sin po-
confesamos. der moverme.

Cuando nos atrevemos con la oración de Calvario, nos halla- Evocando ahora mis sentimientos en aquel momento, lo que
mos muchas veces en el umbral de una oscuridad profunda. Jesús más me viene a la memoria es una especie de soledad frente a to-
mismo batalló en Getsemaní contra las tinieblas: sintió angustia do aquel esplendor. Estaba sola en aquel espacio eterno tan sobre-
«hasta la muerte», tratando de alcanzar su «norte» y decir «hága- cogedoramente bonito, sin límites y vacío, pero repleto hasta re-
se tu voluntad». Cuando eso ocurre, su dolor se hace redentor, se bosar. Más vasto y distante de lo que pueda imaginarse, pero tan
convierte en un dardo de amor capaz de traspasar las tinieblas, el cercano que podría tocarlo e incluso guardármelo en el corazón.
velo del templo se rasga y se revela la gloria del Padre. Estaba sola pero no sentía ningún miedo. Las estrellas me abraza-
ban y no había nada que temer.
Pero nosotros no solemos experimentarlo así.
La vivencia de aquel encuentro viene a mi conciencia a me-
Tal vez pueda servir de alguna ayuda uno de los recuerdos de
nudo. Ahora comprendo que no fue casualidad, sino el primero de
mi niñez, cuyo significado se me ha ido aclarando a través de los
años. unos cuantos más que los años me traerían consigo, y que me han
dejado más profundamente atrapada en aquella soledad y aquel
esplendor, en los brazos del creador de estrellas.

Creadores de estrellas Muchos años más tarde comencé a dar mis primeros pasos en
la oración ignaciana sobre la Pasión, y a luchar con las emociones
e inquietudes que aquella contemplación despertaba en mi concien-
Una noche de invierno me encontré cara a cara con Dios cia. Hubo dos momentos en los que mis ojos interiores se toparon
cuando volvía a casa. Si cierro los ojos, todavía puedo verlo todo con una oscuridad mucho más negra que la de la noche, pero no
como si fuera hoy mismo. Soy capaz de regresar a aquel momen- era una negrura amenazadora sino prometedora, aunque había
to y experimentar la oleada de alegría que me recorrió entonces. mucho de amenaza rodeando aquella semilla de esperanza.
La sala de reuniones de aquella iglesia se abría por detrás a
Uno de aquellos momentos fue en el huerto de Getsemaní,
una callejuela oscura. Salí por ella y me encaminé hacia la calle
cuando los guardas se llevaban a Jesús apresado y estaban a pun-
principal, llena de luces y bien iluminada. Todavía puedo ver la ca-
to de cruzar la verja al final del huerto. Me llené de pánico al ver
bina roja del teléfono a la izquierda y la tienda de dulces a la de-
la figura de Jesús que se marchaba. Le grité que no me dejase sola
recha y, detrás de ella, un terreno vacío. Fue precisamente antes de
en el huerto. Volvió la cabeza en respuesta a mi llamada. Me mi-
llegar a la calle principal donde algo me apremió a mirar hacia
arriba. ró a los ojos, y pude ver en los suyos la oscuridad profunda hacia
la que se dejaba llevar. «Ven conmigo», dijo, y le seguí. De alguna
Fue como si el cielo entero bajase a encontrarse conmigo. Me manera, aquella negrura parecía esconder promesas en medio de
retuvo ensimismada durante no sé cuanto tiempo. Me pareció to- tanta amenaza.

252 25:!
El segundo momento fue en el Calvario. No podía yo dejarlo Cuando alguien se atreve
morir. Encontré toda clase de razones para evitar tener que orar so- a traspasar la oscuridad...
bre su muerte. No podía «soltar amarras». Pero, cuando llegó el
momento crucial, choqué otra vez con la oscuridad total. Traté de
estirarme hasta los límites de mi altura, para poder llegar por lo
menos a la planta de sus pies, pero la cruz estaba muy alta, fuera
de mi alcance. En ese mismo momento pareció como si él quisie-
ra también extender su brazo hacia mí, pero sus manos estaban
clavadas y rígidas. Yo también estaba fuera de su alcance. Fue qui-
zás el momento más terrible de la oración, pero también un mo-
mento consolador, por muy extraño que parezca, ya que nuestros
ojos se miraron y de nuevo sentí que me atraía hacia aquella os-
curidad que iba «más allá». Nos habíamos unido en la desolación
de no poder unirnos, y así volví a escuchar aquella llamada miste-
riosa a la negrura honda.
Mi vida continuó su marcha, pero aquellos dos momentos de
oración vuelven a mi mente siempre que me tropiezo con alguien
que, de modo personal, ha «traspasado las tinieblas» al abrazar sus
propios sufrimientos con una especie de afirmación, igual que Je- ...una nueva fuente de luz se abre
sús aceptó el cáliz en Getsemaní. En tales momentos me encuen- para quienes todavía están en la noche.
tro de nuevo debajo de las estrellas como una niña de siete u ocho
años, pero en mi corazón llevo todos los dolores y alegrías de los
años transcurridos desde entonces. Y cada estrella, cada puntito de
luz brillante, es el agujero de la lanza de alguien que ha atravesa- estanques profundos y oscuros de los ojos de Jesús en el Calvario y
do esa oscuridad, ha pasado por ella con confianza y valentía, sin descubriré la luminosidad radiante que hay detrás de la oscuridad.
evasiones ni trampas, y ha dado el salto a una brillantez inimagi- Porque cuando todo corazón humano haya traspasado las tinie-
nable en el más allá, aunque haya sido sólo brevemente. Y cada blas, la oscuridad no existirá ya y la Luz del mundo será todo en
una de esas personas, al traspasar su oscuridad, ha abierto una todos.
nueva fuente de luz, por muy pequeña y distante que parezca, pa-
ra quienes están todavía temblando en la noche.

Estoy muy agradecida a esos creadores de estrellas que nos ¿Un yugo suave?
han precedido en su propia oscuridad interior y a través de ella.
Podría citar a muchos, conocidos míos. Algunos que ya se han ido, Jesús dice que su «yugo es llevadero y la carga ligera». ¿No le
otros que han tocado la luminosidad sólo fugazmente pero que lle- estremeces cuando lees esa frase? ¿No te preguntas: «Entonces, ¿en
van todavía su fuego dentro de sí. qué he fallado?», o «¿no será Jesús el que se ha equivocado sobre
Y yo sé que, en esa gran compañía, es posible traspasar la pe- mi situación?»? Eso pensaba y sentía yo dentro de mí, aunque pro-
queña verja de Getsemaní, llámese como se llame esa agonía con- curaba sofocar estas ideas y no permitía que las dudas e< liasen ra
creta. Sé que volveré a ser atraída, de una manera misteriosa, a los ices en mi interior.

254 2W
Creo que esa expresión de Jesús comenzó a tener sentido pa-
ra mí un día en la contemplación ignaciana cuando me hallé a mí ¿Un yugo suave?
misma en el establo de Belén con el recién nacido y sus padres.
Quería serles útil en algo pero, posiblemente comprendiendo mi
inutilidad para cosas prácticas, José me pidió que trajese agua del
pozo para bañar al niño. Mi oración me llevó por las calles polvo-
rientas de Belén hasta que llegué al pozo, sujetando torpemente el
cubo vacío en mis brazos. Lo llené y traté de volver sosteniéndolo
de la misma manera, pero se me hacía imposible, ya que ahora pe-
saba enormemente, lleno de agua. Entonces una mujer árabe se
acercó a mí y, con todo primor, colocó el cubo en mi cabeza. Lue-
go ajustó mi espalda y mis hombros hasta que todo mi cuerpo
quedó bien equilibrado. La seguí hasta el establo, sin derramar
una sola gota de agua, y sin romperme la espalda. Incluso gocé
del paseo.
En otra ocasión, mientras yo me afanaba subiendo una colina
por una pendiente bastante empinada, cuatro jovencitas aparecie-
ron de frente bajando la colina en sus bicicletas... como cometas.
Según iban pasando, me saludaban con una sonrisa abierta y con-
tagiosa, derramando su exuberancia sobre mí en un desborde de
alegría. Una de ellas lanzó un alarido alborozado al cruzarse con-
migo. Tuve la impresión de que toda la energía de Dios las empu-
jaba, y que la fuerza de la gravedad las llevaba, sin ningún esfuer-
zo. Lo único que tenían que hacer era conservar el equilibrio. Lo
demás era pura alegría. Si sabemos llevarlo en equilibrio.
Cuando reflexiono sobre estas vivencias, me doy cuenta de
que el quid está en el equilibrio: el que Jesús nos enseña a mante-
ner en Getsemaní y en la cruz, el equilibrio entre nuestra propia
experiencia y la verdad de Dios, el equilibrio entre nuestros es- Encuentro con el Señor resucitado
fuerzos y el centro de nuestro propio yo que descubrimos en la
oración, y que es donde reside nuestra verdadera fuerza. Ahora, Después de la crucifixión de Jesús, muchos de sus amigos tu-
cuando sopeso mis cargas personales y descubro que no son, ni vieron la suerte de percibir su presencia viva en medio de ellos. Es-
con mucho, ligeras, trato de recobrar la alegría que he experimen- tos encuentros, o apariciones, parecen caracterizarse particularmen-
tado siempre que he caminado en equilibrio. Desde luego, no es te por dos rasgos: primero, el Jesús resucitado retiene las marcas de
una cura mágica para todos mis males y dolencias, ni para el des- su pasión e invita a sus amigos a «entrar en contacto» con su dolor y
garro interior que supone el camino del Calvario, pero alcanza mi sufrimiento, como hemos estado haciendo en la primera parte de es-
verdad y libera de nuevo mis energías más íntimas. te capítulo. En segundo lugar, los amigos no llegan a menudo a re-
conocerlo, al menos al principio.

256 257
Quizás lo mejor es que elijas una escena de la resurrección y No necesité volverme. Podía sentir el poder de su presencia.
descubras por ti mismo, en la oración, qué se siente en semejante Ella se había encontrado con Él, al querer tenderme a mí su mano
encuentro. y ayudarme.
Ignacio sugiere que, aunque las Escrituras no digan nada sobre —Haz tú lo mismo —continuó diciéndome—, y tú también te
ello, Jesús se manifestó, sin duda, a su madre. Recientemente, du- encontrarás con Él, resucitado y vivo, siempre sosteniendo a quie-
rante unos ejercicios, el director me sugirió que pasase un rato en nes acudan a ti en sus miserias y necesidades.
oración imaginando esa escena. Al principio me sentí reacia a ha-
cerlo. Mis raíces protestantes se rebelaban ante algo así, ausente en He querido compartir con vosotros este encuentro personal,
la Escritura. Después de comer salí a dar un paseo y ver qué me porque creo que refiere algo universal: si buscamos al Señor resu-
traería la tarde, y ciertamente sin pasárseme por la cabeza la Virgen. citado, lo encontraremos detrás de cada uno de nuestros hermanos
o hermanas en sus momentos de necesidad, y se nos hará realidad
El viento empezó a arreciar un poco, pero el tiempo era toda- precisamente cuando nos demos a ellos.
vía precioso y otoñal. En el oeste se iban acumulando nubes oscu-
ras, pero no ocultaban todavía el sol. Y, sin haberla invitado, María
se había introducido en mi oración. Estaba completamente sola,
atribulada y destrozada por el dolor. Estaba repasando aquellos Resurrección, ¡ahora!
treinta años de lucha y duda, llenos de promesas pero también de
amenazas, treinta años tratando de conservar el sueño vivo para La eternidad se nos hace un problema porque no se ajusta a
acabar viéndolo morir. Treinta años. ¿Para qué? Su angustia parecía nuestras reglas. El infinito no entra en los moldes del pasado y del
escaparse de ella en un gemido silencioso: el Amor ha muerto... futuro.
Yo esperaba que el Señor apareciese entonces para consolar- En la Cuarta Semana de los Ejercicios, se nos invita a estar
la y confirmarle su vida resucitada, pero no ocurrió nada. O quizás presentes, en nuestra oración, en la Resurrección y, ciertamente,
sería más verdad decir que yo no esperaba que fuera a ocurrir na- podremos encontrar esa experiencia en las escenas de las apari-
da. Y ella seguía allí, de pie, sola y deshecha, como un espino vie- ciones de Jesús a sus amigos. Como todos los demás sucesos de los
jo doblado por el viento, que sabe que sus frutos, pequeños y efí- evangelios, estas escenas harán resonar algo muy hondo de nues-
meros, pronto desaparecerán con el invierno. tra vida, si tenemos oídos para oír.
Pero hubo entonces un cambio repentino. Como si un pensa- Sin embargo, en el núcleo mismo de la resurrección está el
miento hubiera cruzado su cabeza o su corazón. Su cara se ilumi- sentido misterioso del presente -el siempre presente- que no se
nó, sus ojos volvieron a brillar llenos de vida. Me había visto y per- queda satisfecho con nuestra simple «esperanza de vida venidera».
cibió nítidamente el dolor que expresaban los míos. Se acercó a mí En la Cuarta Semana nos enfrentamos a la paradoja del «ahora» y
llena de genuina compasión. Por un momento todo su deseo era del «todavía no».
acariciarme con manos de madre. Algo se derritió dentro de mí y
se rindió a su amor. Y entonces, cuando me iba a apretar contra su Tengo mi propia definición de «tiempo», que me ayuda a
pecho, su mirada quedó cautiva del milagro. Caí en la cuenta de controlar esa paradoja: El tiempo es solamente la diferencia entre
que había visto a su hijo, aunque era invisible para mí. el sueño de Dios y su realización.

—María —susurré—, ¿está aquí? Espero que, durante nuestra andadura juntos, te haya convenci-
do de la realidad de la semilla de Dios en tu corazón y excitado tu
—Hija mía —me dijo con una voz entrecortada por la ale- atención hacia la belleza de su crecimiento en ti. Estoy segura de
gría—, está detrás de ti... Te estás apoyando en Él. que tan pronto como un corazón humano despierta a la vida de su

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259
semilla de Dios, la resurrección comienza, no sólo para esa persona, ¿Puedes recordar algunos momentos, en tu andar con Dios,
sino para toda la familia humana. en los que sentiste que El te elegía para algún ministerio o cometi-
Lejos de ser meros espectadores pasivos en el drama de la re- do particular en la vida? Quizás te venga a la mente la confirma-
dención, somos participantes y colaboradores. Y el sueño personal ción, o una coyuntura de renovación espiritual, o la conciencia
de Dios sobre cada uno es un componente esencial de la plenitud creciente de una vocación, o tal vez algunos momentos muy es-
de la resurrección. peciales durante la oración. Vuelve a recordarlos ante Dios. Si te
sientes inclinado a hacerlo, renueva las promesas que le hiciste en
Cada vez que tocamos nuestro «Norte» verdadero, acaricia- aquella ocasión y pídele que bendiga tus ganas decididas de se-
mos la gloria de la resurrección. Cada vez que sentimos la libertad guirle por esos derroteros diferentes.
que fluye de «vivir en la verdad», estamos en realidad sintiendo el
flujo de eternidad. La resurrección es un ahora, un momento sa- * **
cramental que, a la vez, apunta hacia la realización del sueño de
Dios y la lleva a cabo. Es la actualización, en el tiempo, de sueño ¿Conoces a alguna persona a la que podías calificar de «crea-
eterno de Dios. Cada uno de nosotros formamos parte de él en ca- dora de estrellas»? ¿Gente que ha experimentado en su vida una
da respiración que realizamos. oscuridad profunda, quizás a causa del dolor o de m'musvalías fí-
sicas, de abusos o crueldad, de soledad o depresión, y que sin em-
bargo ha «traspasado la oscuridad», ha franqueado con su dolor
personal una barrera espiritual, y se ha convertido en una fuente
Sugerencias para la oración y reflexión de fuerza, en un incentivo o en luz para los demás?
Dale gracias a Dios por ella. Si crees que es posible, o conve-
Entonces llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní, y
niente, podrías encontrar algún modo de hacerle saber (si todavía
dice a los discípulos:
vive) cuánto admiras su valor.
—Sentaos aquí, mientras yo voy allá para orar.
Y llevando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, co-
menzó a ponerse triste y sentirse abatido. Les dice:
—Triste sobremanera está mi alma... Hasta ia muerte. Quedaos
aquí y velad conmigo. ¿Qué cargas te sientes obligado a llevar en tu vida que se te
hacen casi siempre demasiado pesadas o insoportables? Enuméra-
Procura imaginarte presente en la escena, desde que Jesús deja las una a una ante Dios en la oración, y dile con toda honestidad
el cenáculo y camina hacia Getsemaní. ¿Qué sientes? ¿Qué haces? lo que sientes. Luego trata de conseguir que tu brújula interior se
estabilice, y pídele a Dios que guarde tu corazón en perfecto equi-
Cuando llegáis al huerto, Jesús se retira a las sombras para re- librio, fijo en el «Norte» de tu vida. Mientras te encuentras aquie-
zar. Pide a dos o tres amigos que le acompañen. ¿Dónde te en- tado en ese centro de paz, toma de nuevo tu carga y pide a Dios
cuentras tú ahora en (a escena? que la nivele bien sobre tus hombros a su manera.
Escucha sus palabras, en la oscuridad: «Quedaos conmigo... * * *
Velad conmigo...». ¿Qué sientes al oír esas palabras? ¿Cuál es tu
respuesta? ¿Cuál es el área de más dolor en tu vida en el momento pre-
sente? Tráela conscientemente a la oración. Pon cada uno de lus
sentimientos a los pies de Dios, sin ningún temor. Es tu Gelsemaní.

260 261
Pide al Señor que se quede contigo, que vele y rece contigo. Píde-
le que incorpore tu dolor al suyo. Lee, en oración, cualquiera de
las narraciones evangélicas de los sufrimientos de Jesús, su juicio,
torturas, muerte. ¿Por qué crees que ocurre todo eso? ¿Cómo se
vincula y concierta su experiencia con la tuya?

* * *

Haz un esfuerzo consciente por sosegarte y aquietarte cuando


otra persona esté delante de ti, y recuerda que el Señor resucitado 15
está detrás de esa persona. ¿Supondrá eso alguna diferencia en tu
modo de tratar con los demás? Repite este ejercicio siempre que se Amarte más
ofrezca la ocasión, hasta que vaya convirtiéndose en un hábito. ardientemente
Trata de hacerlo sobre todo cuando alguien se pone difícil, o pide
demasiado de ti, o está necesitado de tu cariño de alguna manera
particular.

Los Ejercicios Espirituales concluyen y culminan en una con-


templación que nos invita a reflexionar sobre cómo responder al
inmenso amor que Dios nos ha mostrado, en una oración de ofren-
da personal, de consagración de nuestro corazón a Aquél que nos
lleva en el suyo.
Naturalmente, tu respuesta es algo que sólo tú puedes dar. En
este capítulo me gustaría compartir contigo algunos de los retos
que se me han presentado a mí a la hora de corresponder al rega-
lo de Dios, a la dádiva divina de su amor sin condiciones.
Empezaré presentándote a dos de mis amigos. Los llamare-
mos aquí Marjorie y Frank. Marjorie, de joven, sacó adelante a dos
hijos propios y a otros dos adoptados. Estos padecían no pocos
trastornos originados por el mal ambiente del que procedían. La
pareja dedicó años y años a cuidar, curar y guiar aquellas dos vi-
das quebrantadas. Al perder su trabajo como ayudante de labora-
torio, Marjorie volvió a ir a la universidad para obtener el título
que le permitiera, de manera oficial, hacer uso de toda su expe-
riencia en ayudar a los necesitados. En estos últimos años, ha es-
tado dedicándose al trabajo social día tras día con gente perturba-
da, familias con problemas, y aquéllos que quieren adoptar niños
con discapacidades o graves carencias. Este trabajo la ha llevado a

262 263
menudo a los tribunales, donde se recaba su testimonio como «ex- lo que hemos estado haciendo? No me refiero solamente a leer o
perta», como autoridad en la materia. discutir estas páginas, sino al camino de fe recorrido en todo este
tiempo. Hemos arriesgado al exponer nuestro ser más íntimo a
¡Testimonio de un experto! La mayor parte de nosotros no nos
Dios en la oración, hemos reflexionado sobre esa experiencia, he-
consideraríamos candidatos a ser llamados como expertos en un
mos probado la verdad de nuestro discernimiento a la luz de cómo
tribunal. Pero san Pablo nos recuerda:
afecta a nuestra vida cotidiana.
No me preocupa la vida, lo que me importa y preocupa es com-
pletar mi carrera y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: Ante la pregunta ¿qué puedo yo darle a Dios?, hay dos tipos
ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios (Hechos 20, 24). de contestación. Una, común a todos y que se puede compartir. Y,
otra, individual, que sólo puede darla cada uno, y que es un asun-
Sabemos bien que estamos llamados a dar «testimonio» de to entre Dios y yo. Podríamos resumir ambas respuestas de este
nuestra fe y de nuestro Dios pero, quizás, la mayoría de nosotros modo:
tenemos solamente una ¡dea vaga de lo que eso significa en la - Estoy llamado a ser un testigo autorizado a favor de Cris-
práctica, y nadie puede saber de antemano lo que pueda costamos to en el tribunal de la Creación.
el hacerlo. La historia de Marjorie puede ayudarnos. Ser testigo sig- - Estoy llamado a realizar en toda su plenitud lo que verda-
nifica dar testimonio y servir de prueba. Es, pues, tener esa cuali- dera y eternamente soy.
dad especial de evidenciar y revelar algo de Dios a aquéllos que
viven a nuestro alrededor. Indica que la semilla de Dios, plantada Así pues, ¿qué puedo darle?
en nuestros corazones, ha germinado y está ya dando signos de vi-
da: crece, echa flores, produce fruto. Si mi vida no testimonia na- - Mi testimonio puede servirle de prueba y evidencia de su
da sobre Dios, no sirvo como testigo. presencia real y amorosa en este mundo.
- Puedo devolverle -cumplido y realizado- el sueño que Él
Así que ¿qué representa ser llamados, como Marjorie, a ser tenía de mí cuando me creó.
testigos expertos? La palabra «experto» está relacionada con otras
que pertenecen al ámbito del verbo «experimentar». Un experto es La primera es una dádiva y ofrenda a Dios de mí mismo. La
<.<.uno que ha experimentado». Su raíz latina es «experior», empa- segunda es un don que cada uno ha de decidir por sí ante Dios, en
rentada con «pericia», «perito», incluso «periculum» (peligro), y se la oración y en el vivir de cada día.
traduce por experimentar, tentar, intentar, probar, ensayar, viven-
ciar, poner a prueba... Y, de entre todos esos sinónimos, elijamos
«arriesgar». Cuando asumimos el riesgo de creer, nos abrimos a la
Dar testimonio de experto
experiencia de Dios, y esa experiencia es la prueba que tenemos,
prueba viva y vivida, de la realidad de Dios, de su poder y de su
amor: primero, prueba para nosotros y, luego, para los demás, que ¿Qué es lo que convierte a un testigo en un testigo experto?
comenzarán a notar sus efectos en nosotros. Dar simplemente testimonio de Dios puede hacerse con razona-
mientos e ideas, pero la declaración de un testigo experto supone
También hemos hablado de otra variante en su significado: una intimidad y familiaridad en el trato con Dios que reviste su
«experimentar». Un experto es alguien que ha experimentado, ha confesión de una autoridad muy superior: se habla de lo vivido, no
ensayado, probado y comprobado ia realidad y verdad de algo. meramente de lo sabido.
Ahora, al encontrarnos en el último capítulo de nuestro viaje En el mundo del derecho hay un adagio latino que dice «Ex-
por la espiritualidad ignaciana, ¿no podríamos concluir que eso es perto credere» (da crédito al experto), que se podría parafrasear en

264 265
nuestro caso así: «fíate de mí, porque lo he experimentado y pro- Es como aquella historieta del hombre que se dedicaba al es-
bado yo mismo». ¿Podría aplicarse esta expresión a la fe en la pectáculo de pasar a la gente en una carretilla a través de un abis-
realidad de Dios en mi vida y en el mundo que yo testimonio? An- mo haciendo equilibrios sobre una cuerda.
tes de responder, vamos a desmenuzar esta consideración en tres
—¿Creéis que puedo hacerlo? —les preguntaba.
elementos más fáciles de considerar:
—Claro que sí—le respondían gritando.
- ¿He probado, experimentado todo eso? ¿He descubierto a
Dios en los sucesos ordinarios de mi vida cotidiana? ¿He —¿Quién será el primero en acompañarme? —volvía a pre-
procurado examinar cada noche dónde, cuándo, en guntar.
quién... he notado especialmente su presencia? ¿He trata- No había respuesta esta vez.
do de examinar mis estados de ánimo y de detectar cuán-
do me sentía cerca de Dios y cuándo estaba alejado de Él? ¿Sólo creo que Dios me tiene en sus manos o también me fío
¿He procurado escucharle, de modo personal, en la ora- de Él? Creer es algo mental: una idea, una afirmación... Fiarse es
ción y en su Palabra, y he dejado que sus palabras echa- confiar de corazón en una persona.
ran raíces en mi conducta?
- Si he probado y comprobado todo eso, ¿me fío de mi pro-
pia experiencia de Dios? Cuando observo que me empu-
ja en una dirección particular, ¿mi certeza es tan grande
que me arriesgo a seguir ese rumbo?

¿Quién se viene conmigo?

Lo vivido habla por sí mismo

266 267
- Si me fío de mi propia experiencia de Dios, ¿tengo el va-
lor de mostrarlo en público? ¿Incluso cuando hay que na-
dar contra corriente? No quiero decir que haya que po-
nerse en alto y proclamar nuestra fe a gritos ante gente
que tiene que escucharnos a regañadientes (aunque, a ve-
ces, resulta). Marjorie y Frank son cristianos comprometi-
dos y saben que Cristo es la fuente de toda la fuerza y del
amor que proclama su vida entera, pero no van diciéndo-
selo a todos por ahí, a no ser que alguien les pregunte so-
bre el particular. No es necesario. Sería como tratar de dar
una clase aburrida de botánica debajo de un árbol majes-
tuoso lleno de hojas y flores, bajo el cielo azul de mayo.
La realidad viva es mucho más elocuente y poderosa que
los meros datos científicos. Las vidas de Marjorie y Frank
florecen y dan fruto al estar unidas a la savia de la vid de
su Señor y eso es lo que da tal fuerza y autoridad a su
«testimonio de experto».

Así pues, hay que considerar esas tres cuestiones a la vez: ¿Lo
he probado? ¿Me fío? ¿Lo demuestro?
alejarnos de él. Luego examinamos nuestros miedos e imágenes
falsas de Dios, que obstaculizan el desarrollo de ese sueño; y, por
El sueño realizado otro lado, nuestro deseo más hondo, que nutre el sueño y nos en-
seña algo de su forma y belleza últimas; y también nuestras adic-
Recordaréis, sin duda, cómo comenzamos este viaje de ex- ciones y apegos, que apartan nuestra energía del desarrollo de
ploración reflexionando sobre quiénes somos real y verdadera- nuestro deseo más profundo.
mente en nuestro corazón más íntimo, donde germina la semilla El sueño de Dios, plantado en nuestros corazones, es una se-
de Dios. Ahí, en el centro del quién, el sueño de Dios para con no- milla delicada pero poderosa. Se nos ha encomendado la tarea de
sotros crece y se desarrolla. Nuestra vida es el espacio en el que hacer realidad ese sueño. ¿Cómo? San Ignacio sugiere un camino
ese sueño toma forma. Y nuestra mejor ofrenda y regalo a Dios es que lleva, a través de la oración, a una intimidad cada vez mayor
su sueño realizado. con el Señor, en su vida, pasión y vida resucitada. Día a día, ora-
Hemos visto algo de lo que puede llegar a significar ser co- ción a oración, vivencia a vivencia, notamos y respondemos a los
creadores del sueño de Dios para con nosotros. Hemos verificado encuentros constantes con el Dios vivo. Y cada vez que lo hace-
cómo, ante todo, hemos de descubrir y cultivar el centro más ínti- mos, nuestras raíces se robustecen, y la semilla de Dios crece un
mo de nuestro corazón, donde habita Dios, encarnado en cada poco más fuerte y se va convirtiendo más y más en lo que acaba-
uno, lo mismo que se encarnó en su Hijo, aquél que nos llamó rá siendo: la manifestación única de su creador.
hermanos y hermanas. También hemos advertido que somos libres No hay ningún misterio en este proceso. Puede explicarse
para poner rumbo a nuestra «casa», a nuestro centro-Dios, o para muy simplemente. Nuestra creciente intimidad con Dios alimenta

268 2íic>
el deseo de llegar a ser la persona que Él sueña que seamos. Y Comenzamos meditando sobre el viaje al centro más verdade-
cuando ése se convierte en nuestro deseo más hondo, lo será por ro de nuestro ser, donde Dios mora, y luego, de regreso al exterior,
toda la eternidad. Doblegando nuestros deseos menores, y entre- llevamos el tesoro transformador desde ese centro a los confines más
gándonos a la clase de «muerte» que Él nos pueda pedir, cruzare- periféricos de nuestra vida. Ahora, a una escala mucho mayor, des-
mos el umbral de la resurrección, tal como nos lo prometió. cubrimos que ese trayecto es, en realidad, un viaje al corazón de la
Hacia el final de sus Ejercicios, San Ignacio nos invita a refle- Trinidad, donde cada Persona se encuentra en relación perfecta con
xionar de nuevo sobre las mil maneras en las que Dios ha plasma- las otras y también en perfecta interdependencia.
do su amor desbordante para con nosotros, personal y comunita-
Esa relación es el círculo de alegría perpetua en el que Dios
riamente. Me siento atraído, por mi deseo más profundo, hacia la
disfruta tanto que nos llama a compartirlo eternamente con Él. Por
perfecta unidad de amor que es la Trinidad. En un sentido muy
decirlo de alguna manera, llama a cada uno de nosotros, indivi-
real, ése es el centro de nuestro ser, hacia el que nuestro viaje in-
dualmente, a ser la cuarta persona de la Trinidad. Pero no nos lla-
terior se dirige.
ma solamente a nosotros sino que, al ser la Trinidad el modelo di-
vino de nuestra comunidad humana, nos pide - y nos da la fuerza
para conseguirlo- que llevemos de vuelta esa experiencia transfor-
madora a nuestro mundo, todavía sin transfigurar, hasta que nues-
tra comunidad humana se convierta en su Reino.

Un cubo sin fondo

Eso de llevar a Dios al mundo suena a algo inalcanzable. Y si,


por el contrario, pensamos que podemos lograrlo por nuestra
cuenta, hemos caído en una verdadera locura: creernos un Mesías,
lo mismo que los que quieren que les tomemos por Napoleón.
Hubo un tiempo en que yo me figuraba que recibiríamos la
gracia de Dios en proporción a nuestros recipientes, como ocurría
en los tiempos pasados cuando la gente salía con sus jarros y va-
sijas al paso de la carreta de la leche. La cantidad dependía del ta-
maño del cántaro. Así, al pensar en la gracia, me imaginaba que
obtendría tanta cuanta cupiera en mi corazón y, si quería más, ten-
dría que hacer algo para «ampliar» mi corazón.
Ese razonamiento me sirvió durante algún tiempo. Aunque,
como puedes ver, era algo totalmente centrado en «mí»: dependía
ESPÍRITU SANTO del tamaño de mi recipiente. Hasta que éste se agujereó y el fondo
Hacer realidad el sueño de Dios de mi cubo se rompió por completo. Quizás también en lu vida ha
habido ocasiones en las que el «sistema» sufrió un colapso, y los
métodos y principios que dabas por seguros y comprobados co-

270 271
menzaron a fallar. Quizás una experiencia traumática te hizo
No podemos cerrarnos a cal y canto. Y, si lo hacemos, Dios
consciente de tu incapacidad para salvarte solo tú y, mucho me-
sin duda arrancará los sellos y nos dejará desnudos, despojados de
nos, al resto del mundo. O fue quizás una progresiva certidumbre
lo que creíamos eran nuestras seguridades. Pero, en realidad, está
sobre la impotencia personal en lo referente a tener a Dios a mi
rompiendo las barreras que nos limitan y exponiéndonos al dolor
disposición en la vida. Fuera lo que fuese, no cabe duda que las y gloria de la eternidad:
convicciones y evidencias que considerabas más sólidas comen-
zaron a volverse sospechosas y no eran ya de fiar, y así el cubo, - dolor, porque no podemos soportar la atroz verdad de
que habías usado para recoger las «gracias de cada día», se iba lle- que no somos nosotros el objetivo final, sino recipientes
nando de agujeros. provisionales a través de los cuales ese plan de Dios llega
a realizarse;
Cada vida está entretejida de pequeñas «muertes». Cuando - y gloria, porque ese plan desemboca en algo infinitamen-
éstas ocurren, parece que nos matan algo, pero al cabo de un te mayor que todo lo que nuestro corazón, con sus anteo-
tiempo, si repensamos lo sucedido, nos damos cuenta de que en jeras, es capaz de imaginar.
esos momentos era cuando realmente estábamos vivos. El cubo se
convierte en tubo, el cántaro en canal y los pocos litros de gracia Una vez que retiramos los tapones de la tubería y las certezas
que hubiéramos podido guardar en nuestro cubo se transforman tenidas por inamovibles se van derritiendo con el ácido de la expe-
en la posibilidad de un raudal incesante que -ahora sí- puede co- riencia, la gracia puede comenzar a pasar y correr libremente por
rrer a través de nuestro corazón abierto. ella. ¿O, quizás, no tan libremente? En mi caso, la honradez me exi-
ge que reconozca los muchos obstáculos y bloqueos que se pegan a
las paredes del canal de mi corazón, como lapas a una barca. Arran-
car las conchas es penoso. Pero ese trabajo no es en vano: cuanto
Gracia a chorros.. más libremente fluya y corra la gracia, más limpio y despejado que-
dará el canal. Lo que comenzó como un pequeño reguero ahora re-
bosa, y a medida que la corriente es más fuerte, tanto más rápida y
eficazmente se va llevando las lapas y excrecencias.
No depende de mí que Dios se muestre y se dé al mundo. Só-
lo El puede hacerlo. Pero yo puedo ofrecerle un espacio... Y, si es
espacio lo que busco, ¿dónde encontrarlo sino en mi vacío inte-
rior? Vacuidad interna que me duele y me ofende. Tanto, que trato
de llenarla de apegos, éxitos y trofeos. Cuando sepa cómo desha-
cerme de esos falsos amigos o los eche a patadas, entonces me so-
brará el espacio libre. Podré ofrecer al Señor mi cubo roto y vacío
para que sea una porción de su canal de gracia.

a través de cubos ¿Barro o estrellas?


sin fondo

Hay una canción inglesa que dice que dos hombres miraron a
través de los barrotes de la cárcel, y uno vio barro, y el olro eslre-

272 273
lias. Puede que suene a poesía barata, pues sabemos que no siem- Calceta para la manta del Reino
pre se ven los luceros. Muchos de los ejercicios sugeridos en este
libro insisten en la necesidad de reflexionar sobre nuestras expe- De pequeña era zurda y torpe (ahora soy mayor, pero sigo
riencias, día a día, para descubrir dónde ha estado presente Dios, siendo zurda y torpe). Mi tía se empeñaba con mucha paciencia
distinguir, por así decirlo, los hilos llenos de sentido, verdad y ale- en enseñarme a hacer punto. Por fin, después de una lucha titáni-
gría que tejen el cañamazo de nuestros días. ca, conseguí tejer el derecho y el revés, y preparar unas cuantas
También nos hemos hecho conscientes de hasta qué punto «mantas para refugiados» que solían hacerse en aquellos días. Pe-
somos o no capaces de elegir nuestro destino o de responder a lo ro, aun para eso, necesitaba la ayuda de mi tía, ya que la calceta
que nos ha sido «dado» y encontramos establecido en nuestras vi- seguía pareciéndome un misterio más allá de toda comprensión.
das. Recuerda los círculos: cómo respondemos a las circunstancias Todo esto me vino a la memoria un día en la oración, y descubrí
nos hace ver el dónde de manera distinta. Y, a su vez, esa forma di- que era como una especie de parábola de los sucesos y las relaciones
ferente de contemplar nuestras circunstancias (en las que nos en- de mi vida entera. Cada puntada era una parte esencial y única del
contramos) transforma gradualmente nuestro quién. entramado de mi vida. Dios hiló la hebra de mi ser cuando yo fui
concebida y, muy gradualmente y con mucha paciencia y dificultad,
Supongamos que la muerte nos sorprende-como bien puede
yo fui aprendiendo a seguir el derecho y el revés de la manta de mi
ocurrir- sin haber traspasado el círculo del quién. ¿Qué nos pasa-
vida. A veces me equivocaba y apretaba demasiado o quedaba flojo
rá cuando nos presentemos así ante la plenitud de la presencia de o, incluso, perdía algún punto y dejaba un hueco o agujero en mi vi-
Dios? ¿Qué ofreceremos a Dios como casa? ¿Un ataúd frío y estre- da. A veces manejaba las agujas como si fuesen espadas pero, en lu-
cho? ¿Un panal de rica miel donde hospedarse? gar de ser lana, se trataba ahora de gente, y así dejaba sangrando a
Construimos colmenas y féretros en nuestro día a día. Cada unos y heridos a otros... y a mí misma muchas veces. A veces estaba
vez que nos asomamos por los barrotes de nuestra cárcel y sólo ve- radiante de orgullo al haber completado toda una línea sin ningún fa-
mos barro, cada vez que nos dormimos recordando solamente las llo. Otras veces me desesperaba y acababa llorando defraudada por
irritaciones, crispaciones y problemas del día, cada vez que mira- mi ineptitud o torpeza. Muchas veces me venían ganas de deshacer-
lo todo y volver a comenzar con otra lana y otras agujas.
mos a un vecino y solamente vemos sus faltas... vamos sellando
otro nicho mortuorio para nuestra semilla de Dios. Y, al contrario, Sigo haciendo punto... pero tengo un amigo que acaba de
cuando miramos a lo alto desde nuestros grillos y cadenas para ver entrar en agonía. Y cuando comienza el trecho más importante de
las estrellas, cuando, al repasar el día, paladeamos los momentos su viaje -de la vida a la Vida-, sus recuerdos no le abandonan. Su
de alegría, cuando miramos a los ojos de un vecino y vemos el existencia está «llena de gracia», de buenas puntadas, al derecho y
amor que en su corazón anida... vamos abriendo celdas llenas de al revés. Su casa, también: rebosa fotografías de gente que había
dulzura para nuestro corazón y para los del mundo entero. Por eso supuesto mucho para él, poemas y reflexiones, iconos y regalos
creo que importa, y mucho, cómo elegimos, porque en cada deci- que él guardaba como tesoros, música que le había inspirado, li-
sión estamos condenando a muerte al mundo - y a nosotros mis- bros que había escrito y, sobre todo, los hijos y la mujer que había
mos- o concediéndole un poco más de vida. amado. Recuerdos sólidos y sueños dignos de conservarse. Su lana
está casi acabada; pronto presentará a Dios su «porción» de la
Las abejas construyen sus panales sin pensarlo tan siquiera. gran manta del Reino, entregará una a una las puntadas de su vida
Simplemente, cumplen su deseo más profundo. Podríamos pedir- un proceso que ha sido agridulce, laboriosamente trabajado, con
le a Dios en la oración la gracia de que también nosotros hagamos muchos sufrimientos y desilusiones, pero también transfigurado
lo mismo. por la esperanza de lo que va a ser muy pronto.

274 275
Sé que pronto escuchará las palabras del cielo: Consumma- Tomad, Señor, y recibid
tum est. «Se ha acabado», la parte de la «manta» que te encomen- toda mi libertad,
dé ya está terminada. Quizás mi amigo se está preguntando, como mi memoria, mi entendimiento,
lo hago yo cuando miro a la lana y a mis agujas: ¿le gustará al Se- toda mi voluntad,
ñor mi contribución a la manta del Reino!1 todo mi haber y poseer.
Creo que entonces importará muy poco que haya agujeros y Vos me lo disteis,
remiendos. Lo que de verdad va a valer es la pregunta crucial: ¿ha a vos, Señor, lo torno.
ayudado a mantener calientes a mis pequeños? Todo es vuestro,
disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia,
que ésta me basta.
¿Una manta llena de remiendos y agujeros pero que calienta...
Ahora te ofrezco mi propia interpretación, que está inspirada en
la oración de Ana, que ofrece al Señor a su tan ansiado y esperado
hijo. Su sueño más profundo se ha cumplido con el nacimiento de
Samuel, pero ella advierte en sí misma un deseo todavía más hondo:
el de ofrecer al Señor su hijo, lo que ella más anhelaba.
Tomando esto como punto de partida, puedes reflexionar
acerca de tus deseos intensos e íntimos que se han cumplido, y si
te sientes o no capaz de entregar el tesoro de tu corazón a las ma-
...o una obra maestra que nadie utiliza? nos y soberanía de Dios. Puedes hacer uso de la oración de san Ig-
nacio, si te ayuda, o -todavía mejor- puedes formular una propia,
que te brote del corazón.

Mi amigo me solía decir que, al pasar por la estantería de los


libros que ha escrito, parecían susurrarle: «Ahora vive lo que has Tomad y recibid
escrito». Te paso la consigna: «Vivamos ahora lo que hemos des-
cubierto».
Éste es el niño que mendigué en mi oración,
y el Señor me concedió lo que pedía.
Ahora lo devuelvo al Señor de por vida.
Una oración de consagración Se lo entrego para que sea suyo.
(1 Samuel 1,27-28)
San Ignacio escribió su propia oración de entrega y ofreci-
miento. No es una oración que pueda hacerse a la ligera, ya que Me pongo en tus manos, Señor.
Dios puede tomarla en serio y contestarnos con una sorpresa. Tómame y recíbeme.
Tómame, pues soy tuyo.
Recíbeme, pues me doy libremente a ti.

276 277
Pongo en tus manos mi libertad. Me atrae con engaños
Me desata para amar y servir. hacia callejones sin salida
Me da posibilidad de elegir y decidir autónomamente. de presunción y engreimiento,
Pero también puede caer en la tentación cuando yo no debería quedarme satisfecho
de elegir el bien menor, los dioses menores. con nada que no fueras tú.
Me permite hasta optar por mí mismo y no por el amor Toma y recibe mi entendimiento bajo tu dirección y tutela.
Me seduce haciéndome creer sólo en mí mismo. Te lo entrego y devuelvo, Señor.
Me abre la puerta al engaño
de hacer el mal, de destruir, matar y morir. Pongo en tus manos mi imaginación.
Toma y recibe mi libertad bajo tu dirección y tutela. Me lleva hasta los cielos
Te la entrego y devuelvo, Señor. como fuegos artificiales
Pongo en tus manos mi memoria, que explotan gloriosos en la noche.
que me transporta a tiempos y lugares pasados, Y me introduce en la ciencia secreta del corazón,
en los que sentí tu caricia en mi vida. y aunando tiempo y espacio
Me guía hasta tu misterio a través de mi biografía, hace presentes todas las cosas.
pero guarda todavía en su poder Enciende las llamas de tu Verdad
los «y si...» que no fueron. en las oscuridades de mi mente.
Enmaraña mi corazón Pero también alimenta mis miedos.
con sus espinas de heridas y ofensas pasadas, Embauca a la verdad para hacerla fantasía
me hace mirar hacia atrás y a la precaución, miedo.
y convertirme en estatua de sal corrosiva Abre las puertas a tu Realidad,
a base de rencores y resentimientos. pero me atrapa en los cepos de mis engaños.
Me retiene sin perdón en el pasado Toma y recibe mi imaginación bajo tu dirección y tutela.
por errores que tú ya has curado. Te la entrego y devuelvo, Señor.
Oscurece mi esperanza
con remordimientos y resquemores. Pongo en tus manos mi capacidad de sentir.
Toma, recibe mi memoria bajo tu dirección y tutela. Mis sentimientos pueden sumirme
Te la entrego y devuelvo, Señor. en la profundidad y la alegría del amor.
Encauzan mis riachuelos
Pongo también en tus manos mi entendimiento,
que me guía seguro hasta tu Verdad, para que confluyan en tu río.
pero que me ata a los espacios angostos Abren mis brazos y mi corazón,
de mis verdades pequeñas. y dan rienda suelta a penas y anhelos.
Me da perspicacia para entender Pero también me engullen
cómo responden a la vida los demás. en la espiral de amargura y desesperación,
Me proporciona palabras y estructuras y me retienen preso de mis cambios de humor,
para expresar mis propias respuestas. de mis estados de ánimo.
Pero me tienta a conformarme Son como una vela,
con un simple entendimiento humano, ardiente de luz y amor,
cuando tú llamas mi alma hacia lo divino. pero también como fuego en el cañaveral.

278 279
Toma y recibe mis sentimientos bajo tu dirección y tutela. Imagínate que tú también estás en la casa de María, Marta y
Te los entrego y devuelvo, Señor. Lázaro cuando Jesús llega a pasar la noche. Notas cómo cada uno
de ellos trata con Jesús de manera diferente, cada cual según su
Pongo en tus manos toda mi voluntad. modo de ser: Lázaro, Marta, María, los discípulos que han venido
Al principio, estaba en consonancia con Él. ¿Cómo tratas tú al Señor durante este encuentro? ¿Cómo le
y armonía con la tuya. vas a mostrar tu amor para con Él, de un modo que sea personal?
Pero el pecado rompe toda belleza, En la oración, responde a su amor de la forma a la que te sientas
cada criatura quiere controlar su propio mundo, inclinado. ¿Cómo reacciona Jesús a tu gesto de amor? ¿Qué pien-
por pequeño que sea,
sas de las pruebas de amor que le ofrecen los demás? Habla con el
y gobernar según su ruin capricho.
Señor, di le lo que te venga al corazón. Y escucha lo que Él quiere
Quiero que sea de otra manera,
decirte.
pero con quererlo no consigo nada,
porque mi voluntad permanece obstinadamente «mía». * * *
Toma y recibe mi voluntad bajo tu dirección y tutela.
Te la entrego y devuelvo, Señor.
Supongamos que te llaman a ser «testigo experto» de la reali-
dad de Dios en tu vida. ¿Qué aspectos de tu vida crees que revelan
Tú eres quien me ha dado
estos regalos tan preciosos, Señor. de manera especial el poder y el amor de Dios para contigo y pa-
Son los primeros frutos del amor ra con los demás? ¿En qué áreas de tu vida te sentirías capaz de de-
que fluye entre nosotros. cir: «Dios es real, Dios es amor, Dios es poder, fiaos de mi testi-
Y yo, Señor, te los devuelvo a ti monio, porque yo lo he probado»?
y a tu amorosa dirección y tutela.
* * *
Tú eres su autor
y los devuelvo a tu autoridad.
Haz con ellos lo que quieras. Cuando ofreces a Dios el sueño de tu vida, que se ha desa-
Te los entrego, Señor. rrollado a partir de la semilla de Dios plantada en tu corazón, ¿có-
mo describirías su realización y plenitud en ti mismo, cómo lo vas
Dame solamente tu amor y dame tu gracia, descubriendo personalmente, con independencia de lo que sus
es todo lo que necesito. sueños puedan ser para los demás? ¿Qué características descubres
Y entonces, Señor, yo seré todo tuyo. en él? ¿Cuáles son sus aspectos más hermosos y sus propiedades
esenciales?

Sugerencias para la oración y reflexión ¿Qué está creciendo ahora mismo en tu corazón, bajo el
aliento de Dios? ¿Tal vez algo que podría llegar a ser un sueño dig-
no de guardarse? No sientas vergüenza sobre tu sueño de Dios. Es
Seis días antes de la Pascua, Jesús fue a Betania, donde vivía Lá-
tu ofrecimiento, que le devuelve la realización de lo que Él te dio
zaro, al que él había resucitado. Dieron una cena en su honor.
Marta servía y Lázaro estaba con los huéspedes a la mesa. María a ti primero. Le das lo que es suyo. Dáselo alegremente, sin mo-
entró trayendo un perfume de nardo puro muy caro, ungió con él destia fingida.
los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se llenó del
buen olor del perfume (Juan 12, 1 -3). * * *

280 281
¿Ha habido ocasiones en tu vida en las que has pensado Saborea y sácale significados a la oración ignaciana del To-
que realmente se desfondaba tu «cubo» y que te convertías en mad, Señor, y recibid. Si te sientes inspirado, escribe tu propia ver-
canal por medio del cual Dios llegaba a los demás? Y ahora, sión de esa ofrenda personal y entrega a Dios tu ser y sus dones,
cuando ya es cosa pasada, ¿puedes afirmar que aquellos mo- tus haberes y su gracia. Pídele que te acoja bajo su autoridad, pues
mentos fueron ocasión y tiempo de «gracia»? Si es así, agradé- Él es ciertamente tu autor.
ceselo a Dios en la oración y pídele que convierta el «goteo» en
raudal copioso.

¿Dónde encuentras «espacios vacíos» en tu corazón? ¿Sole-


dad, desilusiones, penas, dolores interiores...? ¿Te crees capaz de
preparar ese vacío para que Dios lo llene con su gracia? ¿Para ti y
para los demás? ¿Eres consciente de algún obstáculo o impedi-
mento que presente tu cauce, todas esas cosas con las que has tra-
tado de colmar tus espacios vacíos?

* * *

Repasa las últimas veinticuatro horas. Cada minuto de tu vida


ha contribuido a cerrar un ataúd o a festejar la vida. ¿Qué ha con-
tribuido durante la jornada de hoy a que germine en ti la semilla
de Dios, y le ha dado a esa planta agua, vida y crecimiento?

Imagina que tu vida es como una de esas labores de calceta.


¿Puedes detectar los lugares en que se te fue un punto o donde te
saliste de la trama o de las líneas que te marcaba Dios?
Con tus dedos o la mano palpa la lana y nota el calor que su-
ministra. ¿Qué crees que es más importante para el desdichado
que va a usar la manta? ¿Los fallos en el punto o el calor que le da-
rá? Fíjate con cariño en todas y cada una de las puntadas, que re-
presentan un suceso particular o una relación personal concreta.
Aprende a apreciarlas, da gracias a Dios por cada una de ellas tal
como son, no añorando cómo podrían haber sido.

282
283
16
Benedictus

Comenzamos este libro bromeando con las instrucciones que


daba Wainwright: «toma la senda de la izquierda cuando llegues
al tercer espino blanco». Era una forma de empistarnos y no des-
pistarnos. Lo cual es muy bueno cuando uno está a punto de co-
menzar el camino, estudia el mapa y aguza todos los sentidos pa-
ra detectar las señales y letreros, y está dispuesto a dar cuantas
vueltas haga falta con tal de llegar por fin al deseo más profundo...
Pero la mayoría no empezamos nuestro viaje en el arranque
del camino, ni tan siquiera desde un lugar concreto y apropiado,
aconsejado por las guías. Echamos a andar allá donde nos encon-
tramos, que casi seguramente es bastante después de haber pasa-
do de largo ante «el tercer espino blanco» sin haber reparado en él
ni en otras muchas más pistas que, según las guías, eran ineludi-
bles. Recuerdo a aquel viajero que se encontraba perdido y pre-
guntó por el camino. Después de una larga y confusa explicación
del excursionista sobre adonde pretendía llegar, el consultado, al
borde de la desesperación, le aconsejó: «Bueno, si yo fuera usted,
no partiría de aquí».
Dios es un guía mejor. Con Él partimos desde donde nos en-
contramos. Además Él es, a la vez, brújula y sendero. Así que pue-
de uno detenerse un momento y contemplar todos esos laberintos
por los que ha pasado y en los que perdió la senda. Como suele
suceder, también yo puedo ahora, a posteriori, descubrir el espino

285
blanco donde me equivoqué de camino (en lenguaje ¡gnaciano, Respeto el dolor y la pena que sientes
hice una «mala elección»). Y ¿qué puedo hacer ahora? ¿Pararme y por todo lo que has perdido
echarme a llorar lamentándome sin consuelo? ¿Bajar hasta el pie o no has llegado a ser,
del monte y volver a empezar? ¿O recordar que Dios es un Ahora ya que me da la oportunidad
y un Aquí, dondequiera que nos encontremos, en cualquier lugar de consolarte con mi amor,
o situación mal elegidos... y, sobre todo, que estoy buscando a que es mucho mayor
Dios mismo, y no un camino determinado y específico? que todo lo que has perdido.

Recuerdo que en el colegio cantábamos aquel himno que Celebro tu empeño por buscar
decía: «Dios realiza sus planes mientras un año sucede a otro».
tu verdad más profunda
Cuando me hice mayorcita, pensé que eran tonterías y cuentos
y la verdad que ansia el mundo,
chinos, y que si así fuera, no cabía duda de que se trataba de un
pues cuando rezas por ello,
misterio. Ahora lo comprendo mejor. Sé que mi deseo más pro-
yo sacio esos anhelos tuyos
fundo va acercándome cada vez más al deseo de Dios sobre mí.
sin que te des cuenta.
Repaso mi itinerario de estos últimos años y compruebo que ha-
bía otros caminos que podría haber tomado. Vistos ahora, desde
mi postura actual, tal vez alguno de esos senderos me hubiera Bendigo cada ocasión
traído más fácil y directamente a casa, pero nunca podré, ni ne- en que te muestras compasivo y perdonas,
cesitaré, saber qué barrancos o abismos se incluían en él. Y me pues es una pequeña ventana
basta con saber que, dondequiera que esté, ahora y aquí, Dios me que rasgas en tu corazón,
acompaña, y que este camino, que es mi «vocación» verdadera, que te libera de resentimientos
se abre ante mis pies como consecuencia de todas las decisiones y que me abre a mí una puerta
y elecciones de mi vida -sensatas o desatinadas- lo mismo que por la que entro y lo curo todo.
un buen artesano aprovecha toda clase de lanas para tejer su her-
moso tapiz. Alabo la pureza de tu corazón,
pues es el lugar
En verdad, Dios, al ser el que es, derrama sus bendiciones donde tu deseo más profundo
más abundantes precisamente sobre esos «tramos» en los que nos se funde con el mío.
sentimos más vulnerables, quebrantados y perdidos. Compartamos Ahí nos encontramos cara a cara.
esos dones ahora, libres ya de pesadumbres por las pistas que no
vimos, atentos solamente a lo que nos espera delante... Apruebo tus buenos oficios
Me complace la pobreza de tu corazón, como agente de la paz,
que reconoce su propio vacío, y todo lo que en ti busca esa paz
ya que eso me deja espacio que sobrepasa todo entendimiento,
para implantar en ti mi Reino. sabiendo cuánto cuesta conseguirla,
pues para eso se encarnó mi Hijo,
Me gusta tu amabilidad con los demás, y en tu empeño por difundir la paz
ya que todos corresponden a ella. te haces más hijo o hija mía.
La delicadeza cautiva
aun los corazones más endurecidos.

286
A c o j o c o m o gestos de amor todas esas vivencias
que, al caminar c o n m i g o ,
has experimentado y experimentas,
c o m o persecuciones, injusticias, malentendidos...
pues son pruebas de que tu fe no es ilusión.

Éstas son ciertamente, Señor, tus delicias originales, que pre-


ceden, anulan y rescinden mi pecado original, y me dan la seguri- índice
dad de que tu alegría, tu paz y tu amor son m u c h o mayores que
mis miedos y yerros. Sí, éste es el Evangelio del Señor.

Prólogo (Cerard W. Hughes) 11


Introducción: La fuente de ensalada 13
Antes de comenzar 17
Os presento al guía 23

1. ¿Dónde estoy? ¿Cómo estoy? ¿Quién soy? 35


Germina la semilla de Dios 37
La oración como «sábado» 39
Las «semanas» del corazón 41
La búsqueda de la libertad 44
Sugerencias para la oración y reflexión 46

2. Once yuntas de bueyes 49


El río que soy yo 52
La historia de tu fe 56
El final del surco 58
Sugerencias para la oración y reflexión 60
Recuerda 60
Usa la historia de tu vida en la oración 61

D I O S TE Q U I E R E
3. [Qué es lo que falla? 65
Estés donde estés (aunque no te guste) La esclusa 46 67
Estés como estés (aunque no te gustes)
La ciudad del muro 71
Seas quien seas (o lo que vayas a ser)
Un niño en un campo de minas 74
Sugerencias para la oración y reflexión 75

288
4. El giro copernicano 81 La voluntad de Dios y nuestro deseo: la clave para la trans-
¿Una crisis en el túnel? 81 formación 154
Sugerencias para la oración y reflexión 91 En el ojo del huracán ^ 55
Sugerencias para la oración y reflexión 153
5. Ortigas y rosas 93
9. Adicciones y apegos ^
Prestar atención a los estados de ánimo 93
Cada día 94 Conocer nuestras inclinaciones 151
Los muebles viejos del trastero 96 El vaivén del péndulo 152
Técnicas para desactivar bombas 98 El trigo y la cizaña 153

Consolación y desolación: cómo reconocerlas 99 La incomodidad de estar «colgado» 165


Aprendiendo a andar 153
La consolación y el «bienestar» 103
¿Qué precio pones a fu amor? 159
Sugerencias para la oración y reflexión 107
Sugerencias para la oración y reflexión \ 72
Mi día con Dios: oración de la noche 109
10. No te apegues a mí 175
6. La brújula interior 113
Rutas hacia el desprendimiento \ 75
Hallar nuestro camino en la oscuridad 113
El significado del «desprendimiento» 176
La brújula interior: dónde se aloja y cómo usarla 114
Manejarse con las adicciones 179
Orientarse por las estrellas 117
Una lección de patinaje 180
Mantener el rumbo 120
¿Hundirse o flotar? 182
¿Y si te pierdes? 123 ¿El palo o la zanahoria? 184
Sugerencias para la oración y reflexión 124 La promesa del jardín 186
Un viaje a la luz de las estrellas 124 Estriberón 186
Sugerencias para la oración y reflexión 188
7. El deseo más profundo 127
La parábola de la cizaña 188
El ímpetu de nuestros deseos 127
Identificar nuestro deseo más profundo 131 11. Conocer al enemigo, confiar en el amigo 191
De fuera adentro 132 La estrategia de la esclavitud 192
De dentro afuera 134 ¿Y la estrategia de la libertad? 195
¿Y si...? 137 ¡Cuidado con el «malo» disfrazado de bueno! 198
Sugerencias para la oración y reflexión 140 Cuando se levanta la niebla 201
Sugerencias para la oración y reflexión 202
8. ¿Por qué no contestas a mis oraciones? 143
La voluntad de Dios y mi deseo 143 12. ¿Qué es la libertad? ¿Qué es la verdad? 207
Una palabra sobre los sentimientos 145 En el espacio de separación 209
Dar o tomar: reaccionar a nuestros deseos 146 El momento de la verdad 214
La supervivencia de los más fuertes: con qué deseo que- ¿Un huevo o una naranja? 215
darse 151 Reivindicar la libertad 217

290 291
Libre «de» o libre «para» 219
La libertad es su propia recompensa 221
Sugerencias para la oración y reflexión 224

13. Verte más claramente 227


Intimidad con Dios 229
Encontrarse con el Señor en la contemplación 231
Enfocar nuestras lentes interiores 234
Aprender la lengua de Dios 237
Quedarse junto a la fuente 237
Encontrar a Dios en todas las cosas 239
Más allá de la alegría 241
Sugerencias para la oración y reflexión 242

14. Seguirte más de cerca 245


¿Dónde está Dios en todo esto? 245
Conectar con el Calvario 246
El precio de la consagración 246
Para ser roto y compartido 249
Qué significa esto 250
Traspasar las tinieblas 252
Creadores de estrellas 252
¿Un yugo suave? 255
Encuentro con el Señor resucitado 257
Resurrección, ¡ahora! 259
Sugerencias para la oración y reflexión 260

15. Amarte más ardientemente 263


Dar testimonio de experto 265
El sueño realizado 268
Un cubo sin fondo 271
¿Barro o estrellas? 273
Calceta para la manta del Reino 275
Una oración de consagración 276
Tomad y recibid 277
Sugerencias para la oración y reflexión 280

16. Benedictus 285

292

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