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Actualmente, contamos con el libro escrito por Kaoru Ishikawa, ¿Qué es el control
total de calidad modalidad japonesa?. En él, nos comparte algunas de las ideas
que buscamos; sin embargo, no presenta toda la información que quisiéramos.
De acuerdo con mis investigaciones, el Dr. J.M. Juran ha creado el modelo que
detalla los pasos necesarios para competir con organizaciones tan eficientes como
las japonesas (ver Gráfica 8).
Juran fue uno de los expertos en el control de calidad que asesoran al gobierno
japonés cuando éste decidió mejorar su competitividad. Participó muy de cerca en
la odisea, y los japoneses le permitieron observar cómo lo hicieron, lo cual le
ayudó a conceptualizar el proceso que llevaron a cabo.
Su modelo, que tituló “Managerial breaktrough”, fue publicado por primera vez en
1951 dentro de su famoso handbook de control de calidad, el cual solemos utilizar
todos los especialistas que trabajamos en esa área. En su publicación, nunca
menciona que lo obtuvo de sus intervenciones en Japón porque en es entonces no
era ninguna “gracia” mencionarlo. Japón no era lo que ahora es.
Esa información la leí en 1964, cuando trabajé en ese campo, pero reconozco que
no la entendí correctamente. He vuelto a revisarla y me he dado cuenta que el
mismo Juran no había comprendido totalmente la forma japonesa, ya que su obra
tiene el enfoque de la cultura occidental; por ejemplo, sugiere que el departamento
de control de calidad debe depender de la alta dirección para cumplir mejor, ya
que así tendrá la autoridad necesaria para hacer que las cosas funcionen
eficientemente. Ahora, partiendo de las lecciones japonesas en la materia, la
mayoría aceptamos que la calidad se hace en el área de producción, y la manera
de lograrla se centra en los aspectos que deben desarrollarse en esa función de
línea y en los departamentos de apoyo.
Con el paso del tiempo, y a medida que los japoneses tuvieron éxito, Juran, al
igual que los otros consultores, empezó a referir su participación en Japón.
Replanteó su modelo, pero ahora convertido en un libro completo que tituló
“Managerial breaktrough” (1964). En esa publicación, presenta la metodología que
sugiere a las empresas norteamericanas, y además, replantea su modelo
explicándolo en detalle, con lo cual ayuda a visualizar su adaptación a cualquier
otro sistema. Yo la he utilizado para diseñar las intervenciones en que he
participado, y como producto de esa experiencia, he desarrollado las ideas
centrales que presento en este libro.
Con este planteamiento espero contribuir para que los lectores validen cualquier
enfoque o, incluso, que se orienten a diseñar un modelo propio.
Haré la explicación del modelo por etapas; he identificado cada una de ellas con
un número para facilitar su secuencia.
Los japoneses, que no tienen ese problema semántico con la palabra control, han
complementado su enfoque al combinarlo con el mejoramiento (#2), que significa
cambio, dinámica, movimiento hacia nuevos niveles de eficiencia.
Han existido diversas sociedades que disfrutaron de estabilidad por siglos. Sabían
con precisión los eventos que les sucederían, pero el precio lo pagaron sus
generaciones posteriores, que se extinguieron al ser conquistadas por otras
sociedades más dinámicas.
Los biólogos aseveran que de las especies que han habitado este planeta, el 98
por ciento se ha extinguido. No hay datos respecto a las organizaciones; sin
embargo, la revista Fortune, en uno de sus números publicados en 1987, reporta
que de las empresas que nacieron hace 50 años en Estados Unidos, sólo un 20
por ciento aún sobrevive.
Cuando el control es eficaz, el sistema tiene tiempo para liberar energía creativa.
En cambio, cuando se trata de innovar en un sistema “desafinado”, las mismas
fuerzas negativas del descontrol (crisis), bloquean los beneficios de las buenas
ideas. Además, el descontrol propicia antagonismos entre los subsistemas, lo cual
incrementa las barreras para el mejoramiento, ya que cualquier innovación, para
ser efectiva, necesita la colaboración entre varias funciones; de lo contrario es
susceptible a ser boicoteada. Se pueden lograr algunos pequeños mejoramientos,
pero con un desgaste muy alto que desmotiva a los actores a intentar otra vez.
En Occidente, se espera que los cambios se logren rápidamente; por lo tanto, las
organizaciones presionan al sistema utilizando políticas, premios o reprimendas.
5) Cambio de hábitos
- Llegar tarde.
- Tomar más tiempo para la comida.
- La idea del “ahí se va”.
- No cumplir lo que se ofrece.
- Exceso de juntas (“juntitis”).
- Citar a las personas y hacerlas esperar.
- Etcétera.
4) Cambio de creencias
Un mal hábito que tiene la mayoría de las empresas mexicanas es el “ahí se va”.
¿Cuáles podrían ser algunas creencias que lo soportan?
- “A nadie afecto”.
- “Si a mi jefe no le importa, es que no es relevante”.
- “Como quiera se vende”.
- “Lo que importa es que salga”.
- “¿Qué tanto puede ser?”.
- “Al cabo que a mí no me afecta”.
Reconociendo la relación que existe entre las creencias y los hábitos, los
japoneses invierten esfuerzos para modificar esas creencias; por lo tanto, inyectan
conocimientos nuevos que suplan a los obsoletos. En estos nuevos
conocimientos, los japoneses comparten (involucran) con los colaboradores las
razones que justifican los cambios requeridos. Juran lo indica en su modelo para
cambiar las creencias, es necesario cambiar los conocimientos (Número 4c en la
Gráfica 8).
Kaoru Ishikawa
Como se puede comprender, esta frase se refiere a los esfuerzos dirigidos que el
japonés acostumbra invertir para generar el cambio de creencias. No se refiere al
conocimiento en sí mismo, por lo tanto, hay que tener cuidado en su manejo, ya
que, de ser inadecuado, puede generar frustración que, a la postre, será más
dañina (cursitis).
Kaoru Ishikawa, en su libro ya referido, menciona los factores que les impedían
ser más eficaces, es decir, partieron de un diagnóstico.
Por otro lado, Deming, Crosby, Juran y Buenrostro refieren sus metodologías
partiendo de su diagnóstico particular. En el caso de Deming, habla de las “7
enfermedades mortales”. Crosby sugiere la vacuna para la calidad total y los
principios de la calidad. Juran escribe acerca de resistencia al cambio y su
relación con las normas culturales. En mi caso, mencionó “la falta de confianza en
las personas, la ambigüedad en los roles y la indisciplina como los problemas más
comunes en las empresas mexicanas”.
En cuanto a mis intervenciones, todas han tenido procesos diferentes, ya que los
diagnósticos así lo han requerido; sin embargo, existe una tendencia que me sirve
como guía para presentar mi metodología. No obstante, reitero que es
conveniente que cada organización tenga las bases suficientes para validar y/o
adaptar los conceptos aquí expresados.
Otro de los casos fue la empresa Corning de México, subsidiaria de Corning Glass
Works, fabricantes de cinescopios para televisores y computadoras, así como de
los artículos Pyrex para laboratorios.
Cuando fui llamado para ayudar a esta organización, la empresa tenía serios
problemas de competitividad. Por un lado, el mercado nacional estaba muy
contraído, por el otro, las normas de calidad internacionales significaban una
barrera casi insuperable.
Con estos relatos, intento demostrar que cada caso requiere diseños particulares
en su proyecto de calidad total.
1) Sensibilización
Philip Crosby, según relata en su libro Calidad sin lágrimas; pudo vivir esta
experiencia, lo cual le facilitó entender con más fuerza este precepto. Crosby se
excedió en su peso. Intentó de diversas formas la regulación de ese sobrepeso,
sin tener éxito. Cuando experimentó un leve infarto, encontró el camino para
adelgazar. Como en las organizaciones, todo es cuestión de sentir la necesidad
del cambio.
Hay dos tipos de crisis: las reales y las inducidas. Las primeras no necesitan de
ninguna explicación, ya que aparte de ser obvias, muchas empresas las están
viviendo. Sólo se necesita una buena metodología y un líder con la energía
suficiente para administrarla. En ocasiones, las empresas y su alta dirección
pasan por verdaderas crisis; sin embargo, la falta de una metodología les hace
perder la oportunidad que la situación les brinda.
Otras veces, esas crisis no se transmiten con fidelidad hacia los niveles
operativos, ya que otros factores suelen interferir, distorsionando la realidad; entre
ellos, es importante mencionar los sistemas de recompensas. Por ejemplo, una
organización que deseaba elevar su competitividad, estaba intentando de diversas
maneras el mejoramiento de sus resultados. Por un lado, trató de involucrar a todo
el personal para que contribuyera a bajar los costos, y por el otro, implantó un
programa de innovación. El logro... desanimante. Percibieron que la señal que
captaban los colaboradores era incongruente, dado que estaban recibiendo un
reparto de utilidades sin precedentes a pesar de que la situación de la compañía
era desventajosa en comparición con la de la competencia, y si no reaccionaban,
en poco tiempo tendrían que cerrar.
Las crisis inducidas son las que generan un líder agresivo, capaz de enfrentar
riesgos y, sobre todo, competitivo, que no se conforma con verse relegado a
lugares secundarios.
Uno de los libros que ha despertado más interés en los últimos años es La Meta.
Por un lado, destaca debido a su forma tan original de tratar el problema de la
mayoría de las compañías occidentales; por el otro, se enfoca al planteamiento de
las nuevas técnicas de manufactura que tanto han contribuido al éxito japonés.
El amigo que escucha el relato se involucra tanto, que se genera en él una intensa
curiosidad, por lo que acaba preguntando: “pero, ¿has encontrado la respuesta?”.
El relator concluye diciendo: “Creo que hasta ahora comprendo que nuestra meta
es el mejoramiento continuo, ya que después de haber logrado salvar a nuestra
planta, empecé a sufrir para sostenerla porque la moral empezó a relajarse. Las
personas necesitamos retos continuos para seguir viviendo con brillo.
Todas las sociedades que una vez fueron grandes sucumbieron por el “síndrome
del éxito”. Grecia, Roma y Estados Unidos han tenido una historia similar. Japón
surge después de haber perdido una gran guerra. ¿Podrá evitar caer algún día en
la pereza del éxito?
A) Conservadores
A las personas que se ubican en esta categoría se les confunde con la cualidad de
“cansados” porque suelen evitar el cambio. Estas son algunas de sus frases
preferidas:
Este tipo de ejecutivos suele ser de edad avanzada, aunque algunas veces son
personas de mediada edad cuyos fracasos continuos les han mermado su
entusiasmo para seguir luchando.
Cuando una compañía tiene un director general de este tipo, solamente una crisis
importante le beneficiará. O lo desaparece, eliminándole así sus angustias, o lo
hace reaccionar.
B) Reactivo
Los ejecutivos de esta categoría generalmente son personas de mucha energía y
competentes. Se creen “triunfadores” porque sobresalen del promedio, pero su
virtud suele ser su defecto, ya que debido a su capacidad, acostumbran intervenir
en casi toda la organización, tendiendo a estar rodeados por personas de una
capacidad media, lo que, a la postre, será su debilidad.
Estas personas tienden a estar cerradas a ideas del exterior. Les gusta sentir lo
que son el centro de su organización; por lo tanto, no generan trabajo de equipo.
C) Proactivo
Si una empresa tiene un presidente ejecutivo de este tipo, es muy probable que
haya intentado implantar un sistema para la calidad total en toda la organización.
Cuando la alta dirección de una empresa tiene una visión de “primera división” y
desea iniciar un proyecto de calidad total, tiene que inducir una crisis para
alcanzar el éxito. Si la organización tiene crisis, no tendrá problemas; en caso
contrario, debe ser muy creativo y congruente para inducirla.
Es muy común que mi esposa haga cambios en la casa para mejorar algo, pero
esto implica cambios en nuestros hábitos. Hace poco tiempo, ella hizo que el
carpintero instalara un gancho para que colocáramos los sacos a la entrada de la
casa, tratando de evitar la ropa en el barandal de la escalera. ¿Cómo logró
nuestra adaptación? Con una explicación inicial y con supervisión constante.
Aunque esa supervisión tiende a disminuir, ella siempre está atenta a cualquier
desviación.
Por otro lado, para que se logre mayor efectividad, ciertamente es imprescindible
que los cambios de hábito sean experimentados hasta el nivel operativo; por lo
tanto, la influencia de los altos niveles es necesaria y será percibida realmente
cuando esos altos ejecutivos se comporten con congruencia, poniendo el ejemplo.
La cultura de calidad de obtiene cuando los altos ejecutivos entienden que sus
hábitos son las fuerzas más importantes hacia un camino de calidad o
mediocridad.