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seguro, y atribuir una remuneración razonable, a modo de salario, a los servicios de quienes

dirigen sus propios negocios, puede ocurrir que no quede beneficio alguno e incluso que se
produzcan pérdidas. Ello en manera alguna obedece a la circunstancia de que los iniciadores de
negocios sean deliberadamente filántropos, sino a que su optimismo y confianza en sí mismos les
inducen con excesiva frecuencia a aventuras de las que no pueden salir airosos (1). (1) F. H. Knight,
Risk, Uncertainty and Profit, 1921. Es inconcuso, en todo caso, que cualquier persona que invierte
un capital corre el riesgo no sólo de no obtener beneficio alguno, sino de perderlo. En el pasado, el
atractivo de unos elevados dividendos en determinadas empresas o industrias indujo a afrontar
tan grave riesgo. Ahora bien, cuando los beneficios, pongamos por caso, quedan limitados al 10
por 100 u otro porcentaje análogo, en tanto que el riesgo de pérdida de todo el capital se
mantiene, ¿cuál ha de ser el probable efecto sobre el aliciente de la ganancia y su repercusión, por
tanto, en relación con el empleo y la producción? E1 impuesto de tiempo de guerra sobre
beneficios extraordinarios fue suficiente demostración de la medida en que tales limitaciones
pueden influir en el relajamiento de los índices generales de producción y rendimiento industrial.
Sin embargo, la política estatal tiende actualmente casi en todas partes a suponer que la
producción proseguirá su curso a pesar de cuanto se haga por desalentarla. Uno de los mayores
peligros actuales para la producción deriva de la política estatal de regulación oficial de precios. No
sólo tal política paraliza la producción de un artículo tras otro, al quitar incentivo para su
fabricación, sino que sus efectos a largo plazo impiden alcanzar el equilibrio de producción según
la demanda real de los consumidores. Si la economía fuera libre, la demanda actuaría de forma
que algunas ramas de la producción obtendrían beneficios que los funcionarios gubernamentales
sin duda considerarían «no razonables» o «excesivos». Pero ello precisamente no sólo
intensificaría al máximo la productividad de los negocios en el sector en cuestión, juntamente con
la reinversión de aquellos beneficios en nueva maquinaria y empleos, sino que además atraería de
todas partes a empresarios y personas dispuestas a invertir su dinero en tales empresas, hasta que
la producción en la industria fuese suficientemente grande para satisfacer la demanda, con lo que
los beneficios descenderían al antiguo nivel general. En una economía sin trabas, en la que
salarios, costos y precios quedan a merced del libre juego de la competencia, las perspectivas de
beneficios deciden cuáles serán los artículos que se produzcan, en qué cantidades y cuáles los que
no han de producirse en absoluto. Si no se registra beneficio en la fabricación de un artículo, es
señal que el trabajo y el capital a él destinados se hallan mal invertidos, por cuanto el valor de los
recursos que han de ponerse a contribución para elaborar el producto es superior al precio del
artículo en cuestión. En resumen, constituye función propia de l

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