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*Andreina F*

Carolina Shaw
Sinopsis
Índice Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Epílogo
Capítulo 13 Próximo libro
Capítulo 14 Sobre las Autoras
Sinopsis
El Canalla
Traducido por Bella’

S
oy una chica inteligente.
Si me hubieras preguntado antes de anoche si creía en el amor a
primera vista, te habría respondido con un rotundo no.
Tal vez incluso un infiernos no.
No era inmune al cuerpo masculino, o a babear por un cuerpo masculino,
o a incluso fantasear sobre un cuerpo masculino. A lo largo de los años tuve
enamoramientos con celebridades, posters de chicos calientes puestos en mis
paredes. Puede que haya grabado las competencias masculinas de natación
durante las Olimpiadas de Verano así podía ver la finura de especímenes con
grandes y gruesos hombros.
Pero no soy y nunca fui del tipo romántica con estrellas en mis ojos y un
final feliz en mi mente. El término compañero de vida sonaba como una
sentencia. Tal vez se debía a mi tiempo en un internado católico femenino. Mis
dos mejores amigas veían a un chico guapo y se volvían locas.
Considerando que todos los chicos que conocí me recordaban a mis
hermanos. Y mis hermanos eran unos imbéciles estirados que se casaron por
dinero y prestigio. En realidad, mis cuñados también.
Con la excepción de mi primo, a quien consideraba más como un hermano
que cualquiera de los míos, nunca conocí a un hombre menor de sesenta años al
que realmente respetara. Sobre todo, no uno digno de la risita ridícula que mis
compañeras y amigas en la escuela les otorgaron a estas criaturas. No era
asexual. Es sólo que nunca se presentó ninguna oportunidad, ni hombre digno
de babear.
Eso fue antes de anoche.
Antes de conocer a Bryan Leech, en persona. Su póster adornó mis paredes
desde que tenía trece años. La admiración adolescente por su figura y habilidad
se transformó en un aprecio femenino por su… cuerpo y habilidad. Ocurrió en
algún momento de los últimos seis años. Me sentía emocionada por conocerlo,
porque era un jugador de rugby brillante y también, sólo para ser sincera aquí,
extremadamente ardiente. No había pensado ni en un millón de años que estaría
interesado en mí.
Pero lo estaba.
Se hallaba interesado.
Y su interés fue directo a mi cabeza.
Solté risitas hasta el punto de… ¡horror!
Y luego bailé con sus muslos gruesos y sus hombros grandes bajo la
influencia de la luz de las velas y el champán. Me comparó con una rosa y me
miró como si fuera perfecta. Me besó hasta marearme en los jardines. Abrió mis
piernas y me adoró con sus labios y lengua, seduciéndome bajo una manta de
estrellas. Me llevó a su suite y me hizo el amor.
Y perdí mi virginidad.
No. No la perdí. Se la di a él.
Pero ahora, era la mañana siguiente, después de la noche más
maravillosa, más significativa y asombrosa de mi vida, y me enamoré
completamente y sin poder hacer nada.
Me desperté de repente, desorientada y preguntándome si había sido un
sueño. Pero entonces vi a Bryan y sentí una punzada de dolor entre mis piernas.
Mi corazón se ralentizó, y luego saltó, aliviándome y calentando mis venas y
miembros. Todavía dormía, su largo cuerpo acurrucado alrededor de una
almohada.
No pude evitarlo. Exhalé un suspiro de ensueño y sonreí, suprimiendo mi
deseo de extender la mano y alisarle el cabello alborotado. Parecía tan perfecto
bañado en la suave luz de la mañana.
¡Dios! Era tan hermoso. No era sólo su cuerpo atlético perfecto, o la línea
fuerte de su mandíbula, o el fascinante color verde jade de sus ojos. Era todo. Él
lo era todo.
Me convertiría en lo que despreciaba en el pasado. Pero ahora lo entiendo.
Oh, chico, lo entendí.
Cómo me miró como si fuera la única mujer del mundo. Cómo me hizo
preguntas y me escuchó, realmente me escuchó.
Intenté fingir que era sofisticada diciéndole—: No tengas miedo de ser
rudo. Soy más fuerte de lo que parezco. —Pero él vio a través del acto. Cómo me
tocó y vio mi respuesta con el aliento contenido, como si no pudiera conseguir
suficiente. Qué paciente fue la noche anterior, qué hábil y tierno. Cómo hizo
perfecta mi primera vez.
Cómo me besó y me abrazó después, me dijo que me amaba, me dijo que
era impecable.
¿Cómo podría resistirme?
Empezaba a tener las nociones más extrañas y fantasiosas. Su alma era
mi pieza perdida. Nuestros corazones encontraron un hogar el uno en el otro. Era
mi otra mitad. Se encontraba destinado a mí.
Claramente, una noche juntos me envió a una espiral de ridículo
romanticismo. Podía admitirlo, pero me encantaba lo viva que me sentía en sus
brazos. ¿Quién sabía que el tacto y las atenciones de un hombre podían hacer del
mundo un lugar más brillante y mejor?
De repente, no podía esperar a que despertara. Quería verme reflejada en
sus ojos, ver un espejo del amor que apenas podía contener.
Apoyé mi mano sobre su hombro y lo acaricié a lo largo de su
impresionante bíceps. Era tan fuerte. Tocarlo me dio escalofríos, hizo que mi
corazón feliz bailara un poco.
Bryan se estremeció, inhalando una profunda respiración, y luego
parpadeó, abriendo los ojos.
Sonreí.
—Buenos días.
Mi sonrisa se amplió con el sonido de mis palabras, siendo esta la primera
vez que saludaba a un amante. Soné ronca. Parecía mayor, más como una mujer.
A los diecinueve años, ya sabía que ya había sido mujer antes de los eventos de
la noche anterior. Pero me gustaba cómo sonaba el sexo en mi voz.
De todo lo que pasó anoche, el sexo fue lo más sorprendente. Todas mis
amigas que perdieron su virginidad dijeron que dolió como el infierno la primera
vez. Pero no me hizo daño. Fue maravilloso.
Tal vez Bryan tenía un pene mágico. ¿Y qué tan afortunada fui? Encontrar
a un tipo con un pene encantado mi primera vez. Tal vez tenía un bolso por aquí
con dinero interminable, o un ganso que cagaba huevos de oro. No me
sorprendería que lo hiciera.
Sus hermosas cejas hicieron un pequeño baile en su frente mientras
luchaba por levantar sus párpados, finalmente logrando agrietarse un ojo y luego
cerrándolo inmediatamente.
—¡Cristo! Hay mucha luz aquí. Hazme un favor, amor, y cierra las
cortinas. Me duele la cabeza.
Sentí mi sonrisa vacilar, pero dije—: Está bien.
Me puse de pie, pero luego recordé mi desnudez, así que dudé. Había sido
tímida, lo que Bryan me dijo que era normal. Me hizo sentir tan hermosa que al
final de la noche no me importó.
Pero ahora me sentía avergonzada otra vez.
—¿Hola? ¿Sigues ahí? —preguntó, cubriéndose la cabeza con una
almohada—. ¿Estás cerrando las cortinas, o qué?
—Lo siento. —La palabra se escapó automáticamente debido a la
costumbre, aunque no me arrepentí. No realmente. Sólo necesitaba un minuto
para orientarme. En vez de vacilar más tiempo, decidí llevarme la sábana y
envolverla alrededor de mí.
Tiré de la sábana, sacando un resoplido de Bryan, pero la dejó ir.
Desorientada y de repente torpe, me llevó un momento encontrar la cuerda para
cerrar las cortinas.
—¿Hecho?
—Am, sí. —Miré fijamente a la cama, sin saber qué hacer.
Sonaba diferente esta mañana.
O quizás estaba siendo tonta e insegura.
De cualquier manera, quería acurrucarme junto a él, por supuesto, pero
decidí que necesitaba alguna señal suya primero.
Levantó la almohada y me espió. O quizás miró a la habitación para
asegurarse de que cerré las cortinas. De cualquier manera, parecía aliviado por
lo que vio y se quitó la almohada de la cara. La dobló y la colocó detrás de su
cabeza, la definición de sus músculos atrapados por la luz nublada y sombría que
se filtraba bajo las cortinas.
—Hola —me dijo, dándome una pequeña sonrisa, sus ojos moviéndose por
mi cuerpo.
—Hola. —Agité la mano y luego jugué con la sábana donde la apreté
contra mi pecho, sintiéndome pueril pero incapaz de precisar exactamente por
qué.
—Tienes el cabello rojo. —Su sonrisa creció pero sus ojos se entrecerraron.
Arropé mi cabello detrás de la oreja reflexivamente, mi corazón aleteando
alegremente porque dijo lo mismo anoche. Me dijo que era el color de la lujuria y
la pasión.
Y entonces los alegres revoloteos se desvanecieron, porque decirme que mi
cabello era del color de la lujuria y la pasión sonaba realmente cursi a la luz del
día. Realmente cursi y trillado.
—Sí, es el mismo color que la lujuria y la pasión. —Me quedé sin aliento
al decidir que reciclar sus palabras como broma nos haría sentir mejor a los dos
sobre lo tontas que sonaban ahora.
Hizo una cara, su nariz arrugándose como si yo fuera extraña u oliera mal.
Su reacción hizo que el momento fuera insosteniblemente incómodo,
multiplicando por diez mi inseguridad. Me pregunté por un momento si olvidó
decir las palabras, y luego descarté el pensamiento. Lo más probable es que lo
hubiera ofendido al hacer la declaración una broma.
Tuve el impulso de disculparme otra vez.
—De todos modos… —Su mirada se detuvo sobre mí durante unos
segundos, y luego apretó la base de sus palmas de las manos en las órbitas de
sus ojos y suspiró—. Maldita sea, mi cabeza está matándome.
Fruncí el ceño, preocupada.
—¿Te encuentras bien? ¿Debería llamar a un médico?
Se rio entre dientes, mirándome brevemente y luego reemplazando sus
palmas.
—No. Estaré bien en cuanto me tome un trago, sólo para calmarme. No te
preocupes por mí.
Mi ceño se frunció aún más. Seguía de pie tontamente al costado de la
cama, intentando dar sentido a sus palabras.
No se refiere al alcohol, ¿verdad? No parecía borracho anoche.
—Puedes tomar un poco de agua y tengo un analgésico en mi bolso —le
ofrecí, dando un paso hacia el baño.
—Tomaré el analgésico, pero busca el minibar. El vodka hará el truco.
Le miré fijamente, insegura de lo que tenía que hacer o decir, porque a
menos que se despertase en medio de la noche y bebiera media botella de licor,
no existía razón para que tuviera resaca esta mañana. Se encontraba
completamente sobrio anoche. Todo el tiempo que estuvimos juntos sólo bebió
tres, cuatro copas. Cuatro tragos en cuatro horas eran perfectamente aceptables.
—No creo que debas mezclar alcohol y analgésicos.
—¿Quién eres tú? ¿Mi mamá? —escupió, bizqueándome otra vez—. Si
estás empeñada en regañar puedes irte ahora.
Jadeé.
—Bryan…
—Deja de decir mi nombre. Sé cuál es mi maldito nombre. ¿Cómo te
llamas?
Jadeé otra vez, dando un paso atrás.
—¿Q-qué?
—¿Me oíste, o también eres tonta? —Gruñó, presionando sus palmas
contra su frente—. Mierda que duele.
—T…tú nnn...no sa...be...be...bes mi... —tartamudeé, luego cerré la boca,
sin querer avergonzarme más.
¿Qué está pasando? ¿Cómo…?
Le miré fijamente, preguntándome si bromeaba. ¿Era una broma? En el
mejor de los casos, esta era su idea de broma. De lo contrario…
De lo contrario, era una de dos cosas: o Bryan Leech, atleta profesional,
tenía una lesión cerebral que causó pérdida de memoria a corto plazo. O Bryan
Leech no tenía ni idea de quién era yo porque había estado borracho anoche,
borracho y yo no tenía ni idea.
Exhaló en voz alta, pareciendo frustrado. Y cuando habló parecía que
trataba de ser amable, pero las palabras eran condescendientes y desdeñosas.
—Escucha, lo siento por gruñir. Sólo… mi cabeza me está matando.
Seguro que eres una chica encantadora, ¿y supongo que la pasaste bien anoche?
Esto no puede estar pasando.
Me cubrí la boca con la mano. No iba a poder hablar sin llorar o
tartamudear, así que mantuve la boca cerrada.
Aparentemente, no requirió una respuesta.
—Es bastante tarde y quiero tomar una siesta antes de salir, así que
quizás sólo —Me hizo un gesto hacia la puerta del dormitorio mientras se alejaba
de mí, acurrucándose de su lado—, ve a recibir un masaje o algo en el spa. Puedes
cargarlo a la habitación. Yo invito.
No podía moverme.
Me hallaba arraigada en mi lugar, mi mente era un completo caos. Era
como una de esas horribles películas o programas de televisión donde la mujer
se despierta y está en una realidad alternativa.
¿Quizás me drogaron?
Pero no, no me drogaron. Recordaba cada detalle perfectamente. Cada
mirada, cada toque, cada palabra, cada momento maravilloso.
Mi estómago se agitó. Una intensa ola de náuseas me sacudió. Iba a
enfermarme. Corriendo hacia el baño, cerré la puerta de golpe detrás de mí. Tuve
el tiempo justo para levantar la tapa del inodoro antes de vaciar el contenido de
mi estómago en el recipiente.
Mientras tiraba la cadena del inodoro, escuché la voz de Bryan desde la
otra habitación.
—Condenado Jesucristo, dime que no vomitaste por todo el suelo. Sólo...
sólo lárgate de aquí, sea cual sea tu nombre.

Yo era una chica estúpida.


Una estúpida, estúpida, estúpida…
—¿Eilish? Oye, déjame entrar. ¿Aún no es tiempo? ¿Qué dice?
Me tapé la boca para sofocar el sollozo errante, apretando los ojos, y
esperando que cuando los abriera fuera hace tres meses, la noche de la boda de
Ronan y Annie. La noche en que la jodí tanto que aparentemente adquirí el súper
poder de cambiar el color de las tiras HCG con mí orina.
¡CON MI ORINA!
Lo que significaba que tenía a un nuevo ser dentro de mí.
Lo que explicaba todas mis otras superpotencias, como ser una perra
furiosa todo el tiempo, y llorar a nada, y vomitar dos veces al día.
Me encontraba totalmente arruinada, y ahora estaba totalmente jodida.
—¿Qué voy a hacer? —susurré a nadie, cada terminación nerviosa
ardiendo de pánico.
Espera, eso no es verdad. No me hallaba sola en el baño. Éramos dos aquí.
Por supuesto, uno de nosotros tenía el tamaño de un maní, o quizás un limón, y
nadaba en líquido amniótico.
¡DENTRO DE MI UTERO!
No tenía ni idea de por qué todos mis pensamientos estaban en
mayúsculas. Además, cada pensamiento era seguido por dun, dun, dun, ¡DUN!
—No quiero apresurarte, cariño. Pero me estás poniendo nervioso —me
llamó la voz de mi primo Sean desde el otro lado de la puerta.
Dulce Sean. Lindo Sean. Maravilloso Sean.
¡GRACIAS A DIOS POR SEAN!
…dun dun dun ¡DUN!
Una explosión de risas histéricas escapó de mis dedos. Esto no estaba
pasando, no a mí. Mi amiga Josey era la que daba su corazón demasiado
libremente, no yo. Nunca yo.
Nadia era completamente segura, Josey era la romántica y yo la
subversiva, la sabelotodo. Josey lloraba sobre nuestros hombros, no al revés.
No llorarás sobre sus hombros porque no puedes decirles.
Abrí los ojos. Miré el palo blanco y las dos líneas rosadas que me miraban
fijamente. No fue un sueño. Esto era real. Y esto era una completa pesadilla.
—Estoy em…ba…razada.
No dijo nada durante mucho tiempo, así que me pregunté si me oyó o si
había hablado.
Estaba a punto de repetirme cuando Sean dijo—: Abre la puerta, mi
querida niña. Déjame entrar.
Así que lo hice. Lo dejé entrar. Y cuando entró, me tomó en sus brazos y
me sostuvo contra su gran pecho. No lloré. Mi mente permanecía en blanco.
Nos quedamos un tiempo, no tenía idea de cuánto tiempo, y entonces Sean
dijo—: Vas a tener que decírselo al padre.
Me endurecí. Escuché las palabras. Sabía, hablando racionalmente, que
tenía razón. Pero cada fibra de mi ser rechazó su afirmación.
COMO EL DEMONIO.
…dun, dun, ¡DUN!
Desde aquella horrible mañana, no había visto ni hablado con Bryan
Leech, pero seguí lo que él estuvo haciendo, o mejor dicho, a quién se lo estuvo
haciendo. Tenía una nueva novia. Llevaban saliendo dos meses. Era una actriz.
Tenía el cabello rojo.
Aparentemente, le gustaban las pelirrojas.
Bryan no hizo ningún intento de contactarme —después de todo, ni
siquiera sabía mi nombre— así que decidí no preocuparme. En esto consistió mi
enfáticamente No. Preocuparme. Ir a conciertos y clubes con mis dos mejores
amigas, beber demasiado y besarme con extraños.
SOY LA PEOR MADRE DEL MUNDO.
…dun, dun, ¡DUN!
No podía pensar porque había demasiadas cosas en las que pensar. Envié
una oración desesperada hacia arriba, pidiendo clemencia a Dios, haciendo un
trato: si este niño está bien, si mi bebida y mis fiestas de los últimos meses
dejaron a esta personita intacta, entonces nunca más volvería a beber alcohol.
Por favor, por favor, por favor, por favor…
—¿Me escuchaste, Eilish? Tendrás que decírselo al padre. —Sean me
abrazó más fuerte.
Asentí distraída. En ese momento me sentía bastante segura de que Bryan
Leech olvidó que yo existía. Sabía con absoluta certeza que no tendría ningún
interés en mi hijo.
—Nada tiene que decidirse ahora. —Sean me besó la frente, quitó el palo
de pis de mis dedos y lo colocó con cuidado en el fregadero—. Ven a tomar una
taza de té. Lucy envió una nueva mezcla de menta de esa tienda que te gusta en
Nueva York, Té y Sympathy.
Lucy era la novia de Sean y una de mis personas favoritas en el mundo.
Vivía en Nueva York y Sean vivía en Dublín, excepto cuando él viajaba con el
equipo. Sean y Bryan eran compañeros de equipo, parte de la selección irlandesa
de rugby. No eran exactamente amigos, pero eran amistosos.
No le dije a Sean lo de Bryan, en parte porque Sean tenía una mala racha.
Era infame por sus rencores desagradables y su falta de conciencia cuando se
trataba de gente que percibía como enemigos. No quería que Bryan sufriera.
Eso es mentira.
Una parte de mí quería cortarle el pene encantado y quemarlo.
Pero sobre todo, después de los últimos tres meses de pensar demasiado
en esa noche, me culpaba a mí misma.
Había estado sobria. Quería que me sedujera y, borracho o no, fue un
seductor épico. Estuve enamorada de él durante años. Me encapriché con la idea
de que me sedujera. Por el amor de Dios, él fue mi fantasía durante años. Esa
noche me convertí en esa chica, la chica a la que siempre había despreciado y
burlado internamente.
Derretí mi corazón frío, pragmático y sarcástico. Puede que me haya
arrepentido de todo la mañana siguiente, pero lo que pasó entre nosotros esa
noche había sido consensuado al cien por ciento.
Al menos, desde mi punto de vista fue así. Pero, aparentemente, Bryan se
encontraba tan borracho que ni siquiera recordaba mi nombre. Tal vez no había
sido capaz de dar su consentimiento. Tal vez me aproveché de él. Quizás yo fui
la seductora… Agh. Me sentía tan cansada de este bucle de auto-recriminación
y duda.
Desplomándome en el sofá, apoyé mis codos sobre mis rodillas y me cubrí
la cara con las manos.
—Eilish —apuntó Sean—, ¿me dirás quién es?
Agité la cabeza. No lo haría. Esa mañana fue terrible, tan terrible y
humillante. La apatía y el rechazo de Bryan cavaron un hueco en mi corazón,
dejando un agujero ancho y enorme. Había sido ingenua, demasiado confiada
antes. Demasiado honesta. Demasiado desinhibida. Demasiado imprudente.
Demasiado estúpida.
Pero nunca volvería a cometer ese error. Necesitaba un plan y tenía que
ser bueno.
Lo decidí. No importa lo que sea, Bryan Leech nunca se enteraría de mis
nuevos súper poderes.
¡Él NUNCA LO SABRÁ!
…dun dun ¡DUN!
Traducido por ∞PurpleGirl∞ y Bella'

Bryan

O diaba las fiestas
Bueno, tal vez odio era una palabra demasiado fuerte. No era
necesariamente que las odiara, simplemente ya no eran lo mío. También eran
inconvenientes ya que tenían todas las cosas que se suponía que debía evitar:
beber, drogas... mujeres.
—No tienes que estar aquí —ofreció William con su calmada solemnidad.
Negué con la cabeza pero mantuve la mirada fija en las puertas cerradas
al final del pasillo. —No. No me lo perdería. —Preferiría estar en casa con mis
zapatillas mirando a la Juez Judy, claro, pero el deber me llama.
Ese era mi estilo de fiesta en estos días. Añade una rebanada de pastel
Battenberg1 y algunos caramelos Werther's Originals y podría volverme loco con
un azúcar alto. Pero no, hoy era el cumpleaños de William, así que iba a tratar
de mantener mi comportamiento gruñón anciano al mínimo.
Intentar era la palabra clave.
Sin promesas.

1Es un pastel de origen británico ligero y esponjoso de forma cuadrangular que se caracteriza
porque al ser cortado en una sección transversal muestra un patrón distintivo de dos cuadrados
de color rosado y amarillo con otros dos cuadrados encima con los colores alternados.
Mi compañero de equipo y el invitado de honor de esta fiesta en particular,
tiró de la manga de mi saco y nos detuvimos. —Oye. Seriamente. Tienes dieciocho
meses sobrio.
—¿Ya han pasado dieciocho meses? —Me acaricié la barba de mi barbilla
y esbocé una sonrisa—. El tiempo vuela cuando estás matando plantas de
interior.
No necesitaba decirme cuánto tiempo he estado sobrio. Todavía contaba
los días, pero no por las razones por las que la gente podría pensar. Sí, he estado
sobrio un año y medio, y curiosamente, no extrañaba nada de eso; las últimas
noches que se convirtieron en días, las constantes resacas, la incapacidad de
recordar los eventos de la noche anterior, esa había sido la verdadera miseria.
El problema principal eran otras personas, personas que me conocían
como el tipo divertido y amante de las fiestas que solía ser. Se sentían incómodos
con mi sobriedad, pensaban que me sentía “triste” y “aburrido”. Siguieron
preguntando si tomaría algo.
Vamos, date el gusto.
Uno no te matará.
Excepto William “The Brickhouse2” Moore.
—Puedes irte en cualquier momento. —Frunció el ceño.
Tomé aliento y me encontré con los serios ojos marrones de Will. El tipo
era demasiado serio. —Estoy bien. No te preocupes, no voy a joder tu fiesta de
cumpleaños.
—Eso no es lo que me preocupa.
Le puse una mano en el hombro y puse mi mejor expresión de puedes
confiar en mí. —Se supone que no debes preocuparte en absoluto. Esta es tu
fiesta. Entremos y pasemos un buen rato, sabiendo que estoy de guardia para
ser tu conductor designado.
Los dos sabíamos que era una oferta vacía, ya que Will nunca bebía, al
menos, no que yo haya sido testigo. De todos modos, mi compañero de equipo
asintió con cierta reticencia y finalmente se volvió hacia las puertas dobles donde
los sonidos de la fiesta llevaban al pasillo.
Observé la entrada a la juerga mientras nos acercábamos, sin sentir nada
más que una determinación sombría. Hoy en día mi vida consistía en
entrenamiento y vida limpia. Bueno, eso y cuidar a mi madre, y ella era
suficiente para diez hombres. No hace falta decir que me mantenía alerta.

2 Casa de ladrillos en español.


Abrí la puerta para Will, feliz de empujarlo hacia delante y entrar en la
refriega delante de mí. Tal vez lo usaba como un escudo, un señuelo, solo un poco,
pero no sentí ningún remordimiento. El hombre tenía la fortaleza moral de un
santo y el temperamento de un ministro puritano.
Me aseguré de no estar cerca del alcohol muy a menudo, pero a veces, como
esta noche, se esperaban obligaciones sociales para mí. Will era de los Estados
Unidos y no tenía familia en Irlanda, así que sería una mierda no aparecer.
Además, éramos compañeros de piso, habiéndonos acercado más en los últimos
dieciocho meses.
Aunque, a juzgar por el aspecto del lugar, dudaba que Will tuviera mucho
que ver con la planificación de la fiesta. Apuesto mi último suspensorio que
alguna de las esposas del equipo fue quien organizó todo.
—Buena fiesta. —Empujé a Will algunos centímetros adelante; la
multitud no nos había notado aún—. ¿Exigiste las serpentinas de oro y plata? ¿O
la fuente de fondue de chocolate fue uno de tus mandatos?
Mi compañero de equipo suspiró, aunque sonó más como un gruñido. —
Nada de esto era necesario.
Esbocé una sonrisa porque Will odiaba el exceso. El hombre vivió en un
espartano apartamento en Baggot Street antes de que nos mudáramos juntos.
Nuestro lugar quedaba justo en los muelles, pero se encontraba en el último piso,
así que era tranquilo. Me gustaba la tranquilidad.
Antes de que pudiera responder, nos descubrieron y endurecí mi espina
dorsal, no del todo preparado para enfrentar a la multitud de miembros del
equipo bien intencionados, a sus seres queridos y a los demás: parranderos,
aduladores y fanáticas.
Recordé una fiesta como esta, donde conocí a Jennifer, una de mis muchas
ex novias. Ahora ella era una falsificación si alguna vez vi una.
Desafortunadamente, Jennifer fue un excelente ejemplo del hecho de que nací
no viendo con claridad. No podía ver claramente cuando tenía un par de tetas y
un trasero en mi cara, y demasiadas pintas de cerveza en mis entrañas. Jennifer
me sacó una buena parte de cincuenta mil dólares en el transcurso de nuestra
“relación”, aunque la idea de que se tratara de una relación larga era
probablemente una mejor descripción. La mujer había estado buscando mi
dinero desde el principio, y dado que, como dije, nací con mal criterio, demasiado
confiado, y estaba constantemente borracho, fue fácil de conseguir. Una marca
total.
—Bueno, buena suerte, amigo. —Me paré a un lado y le di un empujón
hacia delante. Ni siquiera se balanceó. El hombre realmente era construido como
un ladrillo.
—Espera, ¿dónde vas...
—¡Feliz cumpleaños! —Los gritos surgieron de los asistentes a la fiesta, y
lo tomé como una señal para abandonar a William ante la multitud, mirando por
encima de mi hombro solo brevemente para ver que le pusieron una corona en la
cabeza.
Riendo ligeramente, saqué un sobre del bolsillo de mi chaqueta y coloqué
el regalo, dos entradas para el concierto de Coldplay, en la mesa junto a varias
cajas grandes y llamativas. Dudé, frunciendo el ceño al pequeño sobre al lado de
los regalos envueltos. Decidiendo que podría perderse o pasar por alto en la pila
de objetos más grandes, me volteé de la mesa y guardé el sobre en mi bolsillo
justo cuando atrapé un largo y sedoso río de cabello rojo.
Ese color era mi kriptonita, siempre lo había sido. La espalda de la mujer
daba hacia mí, pero pude distinguir un cuerpo alto y esbelto. El cabello antes
mencionado cubría un hombro pálido, mostrando un cuello delicado como un
cisne.
Mis ojos se hallaban pegados a ese cuello, y me golpeó un impulso
repentino de morderlo.
De una manera sexy, y cuidadosa.
Y esto era extraño porque no había querido dar a nada ni a nadie un
bocado sexy en más de un año. Ni siquiera un mordisco. Entonces mi fascinante
visión se arruinó cuando Ronan Fitzpatrick se paró frente a mí.
—Te ves áspero. ¿Dejaste que esa pérdida te afectara? —preguntó con una
expresión de conmiseración.
—¿No nos está llegando a todos? —contesté, de repente gruñón al
recordarlo. Hace quince días, la escuadra jugó las semifinales de las Seis
Naciones, y entregaron de una buena forma nuestros traseros a Welsh.
—No puedes ganarlos a todos, Leech. Trajimos el trofeo a casa el año
pasado. Vamos a centrarnos en eso.
Consideré la ironía de la declaración, porque Ronan se castigaba a sí
mismo por la pérdida mucho más que a ninguno de nosotros. Era el capitán del
equipo, y aunque fingió no hacerlo, supe que se sentía responsable. —¿A quién
tratas de convencer, a mí o a ti mismo?
Hizo una mueca y bebió un trago de cerveza. —Sí, bueno, el próximo año
lo traeremos a casa otra vez. La administración está haciendo algunos cambios.
¿Oíste que contrataron a un nuevo fisioterapeuta?
—No, pero no me sorprende. Todo el mundo odia a Connors.
Nuestro fisioterapeuta actual tenía la peor higiene personal de cualquier
hombre que haya conocido. Dime, ¿quién quiere un tipo que no se haya lavado
las manos después de usar el baño, que se haya acercado a tus glúteos? Ninguno.
Y no me hagas comenzar con su halitosis; sospeché que podría aclararse
fácilmente si simplemente se cepillaba los dientes.
Ronan asintió. —Cierto.
—Bryan, te fuiste antes de que pudiera… eh, ¿puedes ayudarme con algo?
—preguntó William, uniéndose a nosotros. Parecía nervioso, sus mejillas rojas y
su postura rígida.
—Por supuesto. ¿Que necesitas?
Miró por encima de su hombro, y seguí su mirada hacia donde un grupo
de chicas se reían y susurraban entre ellas mientras lo evaluaban. Y cuando dije
chicas, lo dije en serio. Ninguna de ellas podría tener más de diecisiete años, y
aun así, sus ojos se iluminaron con la promesa de enganchar un ingenuo. Ejem,
quiero decir, un esposo.
—Cristo —juré—. ¿Quién dejó a las bebés WAG3 entrar en el edificio?
—¿No querrás decir aspirantes a bebés WAG? ¿Estuvieron incluso
invitadas? —agregó Ronan bruscamente.
—Una de ellas es la hermana menor de Orla Flanagan. El resto son sus
amigas —nos informó William, que parecía estar estresado—. Quieren que baile
con ellas. —Sacudió la cabeza rápidamente—. No bailo.
—Ni bailas con niñas. Cada una de ellas es un titular del Daily Mail
esperando a suceder —dije, mi irritabilidad alzando su fea cabeza.
Era cinco años mayor que William, pero me sentía protector con él.
Probablemente porque era demasiado bueno para su propio bien. El tipo de
agradable que las niñas ingenuas podrían confundir con el interés. O menos que
ingenuas niñas. Tendrían que subir por el pasillo y caminar por él antes de darse
cuenta de los agujeros en el condón. Puede que haya tomado malas decisiones en
mi tiempo, pero al menos podría decir que nunca fui tan estúpido como para dejar
a una embarazada.
—Lo dejaré claro, Ronan. Asegúrate de que ninguna de ellas trate de
irrumpir a mi lado mientras estoy dictando la ley.
Se rio entre dientes y asintió con la cabeza mientras yo giraba y me
acercaba al grupo de chicas. Me di cuenta del error de mis maneras cuando sus
ojos se iluminaron al verme. Gracias a mis años de fiesta muy documentados, fui
más conocido que Will, y estas chicas obviamente me reconocieron. No es que
hayan visto algo del verdadero yo. Si realmente vieran al verdadero yo, el brillo
habría dejado sus ojos en un latido del corazón, porque el verdadero yo se parecía

3 El término es usado para designar a las atractivas novias o mujeres de los futbolistas.
más a Walter Matthau de Grumpy Old Men que a Zac Efron de cualquier película
cursi que protagonizó últimamente.
—¡Bryan Leech! —chilló una de ellas, y yo hice una mueca. Solo a los
delfines se les debe permitir alcanzar ese tono.
—¿Bailas conmigo? —preguntó otra de ellas con entusiasmo.
—No, él debería bailar conmigo —dijo otra.
—Bryan, ¿te gusta mi falda? No es demasiado corta, ¿verdad?
—Me firmaste una pelota después de que Irlanda jugó con All Blacks hace
unos años, ¿recuerdas?
Levanté una mano, sintiendo que me dolía la cabeza, y luego les di a cada
una de ellas una ceñuda mirada firme y paternal.
—Primero, dejen a William solo. Él no está interesado. En segundo lugar,
no, no voy a bailar con ninguna de ustedes. No sean malditamente ridículas.
Estoy bastante seguro de que soy lo suficientemente mayor como para ser su
padre. —Señalé a una de las chicas que no podía tener más de dieciséis—. En
tercer lugar, eso no es una falda, es un cinturón. Y en cuarto lugar, la mayoría
de mis veintes son un apagón, así que no, no recuerdo a todos los niños que
conocí.
Una de ellas me miró. La boca de otra se abrió en estado de shock. Y la
tercera, bueno, la tercera parecía a punto de llorar. Jesucristo, esta era la razón
por la que necesitaba prestar atención al consejo que se me dio en mis reuniones
de Alcohólicos Anónimos y evitar por completo a las mujeres. Claro,
probablemente fui un poco tosco, pero ¿dónde diablos se hallaban los padres de
estas chicas?
Sin decir una palabra más, di media vuelta y me alejé, encontré el bar y
pedí un zumo de naranja. Levantando el vaso a mi boca, escudriñé la habitación,
reconociendo a todos los sospechosos habituales e intentando sacudir la culpa
residual sobre mi dureza.
Pero entonces, boom. Entrelacé los ojos con la pelirroja y una fuerza o un
peso expulsaron el aire de mis pulmones. Esta vez se encontraba frente a mí.
Inhalé un aliento codicioso, mi pecho inexplicablemente caliente, y frené
en impulsos incluso más avariciosos.
Mierda.
Ella era hermosa. Ojos azules y grandes, boca de capullo de rosa, pestañas
largas y piel impecable. Llevaba un discreto vestido verde que dejaba al
descubierto sus hombros y abrazaba sus tetas, que me parecían el puñado
perfecto.
La quería.
No tenía nada que desearle.
No, tacha eso, no me permitiría quererla.
Ya había matado a cinco plantas de la casa, y de acuerdo con mis sesiones
de Alcohólicos Anónimos tenía que asegurarme de que al menos una sobreviviera
durante seis meses antes de siquiera considerar comenzar una relación. Por lo
tanto, definitivamente no debería haber estado mirando esos ojos azules y
obteniendo ideas. Pero lo hacía. Recibía muchas ideas. Estilo perrito, misionero,
vaquera, vaquera al revés, sesenta y nueve, la sentadilla, la araña.
De acuerdo, entonces la araña es cuando tú...
Espera un segundo. ¿Por qué en la tierra me miraba de esa manera?
Los hermosos ojos de Pelirroja se abrieron de par en par, casi asustada.
De hecho, parecía que acababa de ver un fantasma. De repente, se volvió y
desapareció entre la multitud. Golpeé mi vaso en la barra y, por instinto, fui tras
ella.
Me llevó un tiempo, sólo lo suficiente para empezar a preguntarme qué
demonios pensaba, porque no estaba pensando, pero finalmente la encontré
charlando con un grupo en el extremo del club nocturno. Tan pronto como me
vio, se fue otra vez.
¿Qué demonios?
Se abrió paso a través de la gente, deslizándose por un pasillo que llevaba
a los baños. Había estado en este club más veces de las que podía contar cuando
tenía veintitantos años, así que conocía la distribución. Los pasillos a ambos
lados de la barra se cruzaban en el medio, así que me abrí paso apresuradamente
al siguiente, mis pasos rápidos y decididos. Sonreí cuando la encontré de frente
y se detuvo en seco, claramente sorprendida. Su mano fue a su pecho con el susto.
Cerré el resto de la distancia entre nosotros, dejando sólo unos tres pasos
de espacio. Mis ojos vagaron, dibujando su exquisito cuello antes de encontrarme
con sus ojos.
—Hola —dije.
¿Cuál es el plan, Bryan?
Sonreí, mayormente por mi locura, porque no tenía ningún plan. Esto era
una locura. No se me permitía tener planes. No podía haber ningún plan, no
ahora, no todavía, no hasta que mi padrino de Alcohólicos Anónimos y yo
estuviéramos de acuerdo en que estaba listo para los planes.
Sexys planes.
Su boca se abrió, luego se cerró, y luego se volvió a abrir. Parecía sin
palabras. Si no me hubiese interesado antes, su reacción me hizo sentir
curiosidad. ¿Era una fanática de las estrellas, o leyó sobre mi pasado y creía que
era una basura deprimente, alguien a quien evitar a toda costa? Tuve que
admitirlo, la posibilidad de que fuera este último me molestaba, porque ya no
era ese tipo.
—Ho-hola —contestó finalmente, y luego se movió para caminar junto a
mí. Me desvié en su camino, acercándonos más. Una bocanada de su perfume
golpeó mi nariz, y recogí el sutil indicio de sandía.
Se enderezó, acero formándose en su mirada mientras me miraba
fijamente.
—¿Te importaría dejarme pasar?
—¿Por qué corriste?
Sus pestañas revolotearon, como si la pusiera nerviosa.
—No lo hice.
—Sí, lo hiciste. —Aproveché nuestra cercanía para estudiar su cara, mi
atención se enganchó en sus labios—. Dime por qué.
—Honestamente, señor, no tengo idea de lo que habla.
Ahora sonreí con suficiencia, mi atención regresando a sus ojos. Tan
encantadora.
—¿Señor?
Miró fijamente el cuello de mi camisa.
—No le conozco.
—¿No? —No quiero sonar egocéntrico, pero todos aquí me conocían. A
veces por las razones equivocadas.
Bien. Normalmente por las razones equivocadas.
Sus ojos se encontraron de nuevo con los míos, y algo en ellos me tomó
desprevenido por un segundo. Un raro sentimiento de déjà vú me golpeó
mientras soltaba—: ¿Nos hemos conocido antes? —Su expresión no daba nada,
su cara una paleta de indiferencia, lo que me hacía preguntarme si ladraba un
árbol que ya había visitado. Porque, honestamente, no podía imaginarme una
situación en la que el alcohol y yo no hubiéramos intentado acostarnos con una
mujer que se parecía a ésta. El problema era que me faltaban grandes trozos de
memoria. Como pff, completamente muerto.
Gracias, Smirnoff.
—Si nos conocimos y no te acuerdas, puedo decir con seguridad que no vale
la pena que hablemos ahora —dijo con una risita arrogante.
Realmente me gustó su voz. Sonaba como una tranquila reina, aunque
parecía visiblemente nerviosa. Decidí que tenía razón; obviamente no nos vimos
antes. A pesar de mi vieja tendencia a desmayarme, no pensé que había alcohol
lo suficientemente fuerte como para hacerme olvidar esta belleza, y si lo hice, no
merecía recordarla.
—Bastante justo —dije e intenté pensar en una forma de prolongar el
encuentro. Lo cual, por supuesto, fue una mala idea, pero existía algo en ella que
me hacía sentir esta sensación de urgencia. Necesitaba conocerla antes de que
desapareciera y no la volviera a ver.
Me acerqué un paso más, sintiéndome extrañamente obligado a hacerlo, y
capté una mayor cantidad de su perfume. Tal vez fue la sandía, o tal vez sólo
ella, pero por cualquier razón me llamó la atención la necesidad de lamer y
probar.
Ella no habló, pero sus labios formaron una línea apretada, lo que me hizo
pensar que probablemente iba demasiado rápido. Me aclaré la garganta y
retrocedí. Un momento de torpeza se interpuso entre nosotros.
—Así que, ¿te estás divirtiendo?
Dios, estaba tan fuera de práctica hablando con las mujeres. Se encogió un
poco de hombros, y me pareció que realmente no quería hablar conmigo. Fue
raro, pero no me disuadió de mantenerla allí.
—Claro.
Me reí calurosamente.
—¿Lo odias, entonces?
En este momento pareció sorprendida. Parpadeó unas cuantas veces y
agitó la cabeza.
—No suelo ir a cosas como estas muy a menudo. Soy más bien una persona
hogareña.
—Sí, yo también. Preferiría estar en casa poniéndome al día con mi
adicción a Netflix.
Me miró con sospecha.
—¿En serio?
—Sí, de verdad. ¿Por qué tanto escepticismo?
Se encogió un poco de hombros, miró hacia un lado y luego hacia mí. Dios,
sus ojos eran preciosos.
—No me pa-pa-pare-reces d-del- ti-tip-tipo.
Noté cómo tartamudeó y me pregunté si era algo permanente o si yo sólo
la ponía muy ansiosa. Se agarró el labio inferior entre los dientes y frunció el
ceño severamente, pareciendo frustrada.
—Érase una vez que hubiera estado muerto con esa declaración —Incliné
la cabeza, considerando—, pero ya no.
Me miró fijamente durante mucho tiempo, más de lo que se esperaba, y
por mi vida no pude decir lo que pensaba. Tal vez sólo era un pájaro extraño.
Eventualmente, parpadeó como si se sacudiera a sí misma. Echó su
mirada al suelo y señaló a los baños sobre mi hombro.
—Sí, bueno, si no te importa. Necesito ir a visitar el baño de damas.
Desplegué mis brazos y asentí con la cabeza mientras ella se movía a mi
lado, sin darme otra mirada. Me encontré balanceándome en su dirección
mientras pasaba, luchando contra el impulso de agarrarle la muñeca.
Huh.
No era que pensara que yo era el premio del siglo o algo así, pero hablando
en general, cuando me esforzaba por charlar con una mujer, eran mucho más
receptivas de lo que fue Pelirroja.
Tal vez estoy envejeciendo, perdiendo mi toque…
Ahora había un pensamiento aleccionador.
Miré fijamente a la puerta del baño y decidí que no sería ese tipo que
merodeaba por la puerta del baño como un loco. Claramente, mi conversación y
compañía no fueron bienvenidas.
Con un suspiro de frustración, salí del pasillo y volví a la fiesta,
encontrando a algunos de los muchachos del equipo y disfrutando de la
tranquilidad.
No sabrías que la primera mujer en captar mi interés en años preferiría
esconderse en el baño que pasar otro minuto en mi compañía. Sin embargo, por
primera vez en más de un año, pensaba en regar las plantas de mi casa.
Algún tiempo más tarde, después de marinar con mi mala suerte durante
al menos una hora entera, nuestro entrenador se me acercó. Su nombre también
era Bryan, excepto que lo deletreaba “Brian”. Esto era Irlanda. El nombre era
tan común como Pierre en Francia, o Mohammed en Arabia Saudí.
—Déjame presentarte a nuestra nueva interna de fisioterapia —dijo,
guiándome a través de la habitación—. Se graduó recientemente de la
universidad en los Estados Unidos y viene altamente recomendada. Trabajará
con Connors durante un par de meses.
—¿De verdad? Creí que Connors estaba fuera.
Brian agitó la cabeza.
—No, se queda aquí. Sé que no es exactamente el más popular entre tú y
los muchachos, pero es el primo del gerente general, y sabe lo que hace.
—Ojalá usara desodorante de vez en cuando. —Brian se rio entre dientes.
—Esos somos tú y yo, hijo.
Nos acercamos a un pequeño grupo y la primera persona que vi fue Sean
Cassidy. Junto a él se encontraban Lucy, su novia y la hermana menor de Ronan
Fitzpatrick. La última persona en la que mis ojos aterrizaron fue de nuevo en un
rojo hermoso y familiar. Sentí que mi boca comenzaba a encorvarse en una
sonrisa no prohibida mientras nuestros ojos chocaban. Rápidamente limpié mi
expresión. Lucia rígida cuando Brian nos presentó.
—Eilish Cassidy, creo que aún no conoces a nuestro defensa, Bryan Leech.
Bryan tiene algunos problemas con su rodilla de vez en cuando, una vieja lesión,
así que estoy seguro que ustedes dos se familiarizarán bien en los próximos
meses.
Espera un segundo. ¿Eilish Cassidy?
Miré a Sean, que seguro que me miraba a los ojos, sí, es una Cassidy,
jodido cachondo, así que no la toques.
Le hice frente.
—¿Alguna relación?
—Somos primos —respondió una voz baja, y miré fijamente a Eilish. Qué
hermoso nombre. Qué mujer tan hermosa.
—Más bien hermano y hermana —intervino Sean —. Crecimos juntos.
—Ah, ya veo. Es un placer conocerte, Eilish —dije, sin quitarle los ojos de
encima ni un segundo mientras extendía la mano. Después de un momento de
vacilación, ella la tomó y nos estremecimos. Su piel era fresca y sedosa bajo mi
tacto. No quise dejarla ir, pero se retiró antes de que pudiera retenerla. El
entrenador empezó a hablar de algo relacionado con la fisioterapia, pero me
quedé mirando fijamente a Eilish, sin oír una palabra de él.
No podía explicarlo, pero tenía que admitir que me sentía atraído por ella.
No sólo porque era hermosa, sino porque tenía una presencia, una energía que
encontré increíblemente atractiva a pesar de que claramente me consideraba...
¿Escoria? ¿Poco atractivo? ¿Por debajo de su nivel?
Tal vez una combinación de los tres.
Claramente, pensé amargamente, porque es una Cassidy.
Su desdén por mí ahora tenía sentido. Los Cassidy eran, hasta donde llega
el señorío irlandés, tan alto en la escala social como se podía llegar a la sociedad
de Dublín. Aunque no supiera de mi desastroso pasado, que era poco probable,
mi sangre no era lo suficientemente azul. Mi padre era juez de la Corte Suprema,
pero no éramos dinero viejo.
Se movió en su lugar, los ojos danzando por todas partes pero nunca
mirándome. Parecía incómoda, probablemente pensando en cómo la acorralé
antes. No me gustó verla incómoda. Quería asegurarle que no tenía motivos para
pensar así. Comprendí cómo eran las cosas. Era un buen tipo. Si no quería hablar
conmigo o estar cerca de mí, bien. Esa era su decisión.
Mientras los otros conversaban, yo di un paso más cerca de Eilish y puse
mi mano muy suavemente sobre su codo. Manteniendo mi voz baja, me incliné
para susurrarle al oído—: ¿Es eso un vodka tónico? ¿Puedo traerte otro?
Agitó la cabeza
—Es sólo agua tónica, y no, gracias. Estoy bien.
Estudié su perfil.
—Si te hice sentir incómoda antes, te pido disculpas. Te prometo que no
volverá a pasar.
Parpadeó y me miró, sorprendida. Su mano tembló al levantar el vaso
hacia la boca y tomó un sorbo, su atención moviéndose hacia la fiesta que nos
rodeaba y agarrando a un tipo que pasaba. No pude evitarlo, pero también me di
cuenta porque llevaba puesta una camisa de diseñador y el par de pantalones
vaqueros más ajustados que jamás había visto en un hombre.
Levanté una ceja ante la evidente mueca en la cara del hombre y su forma
de andar restringida al igual que Eilish murmuró algo en su vaso que sonaba
como—: No tan incómoda como él, de todos modos.
Sabía que no debía oírlo, pero su comentario me hizo sonreír un poco. Mi
primera impresión fue de timidez, pero quizá tenía un lado descarado.
—Quizá le guste lo apretado —le sugerí soltando su codo.
La mirada de Eilish se amplió, dándose a la mía, y luego se alejó. Sí,
definitivamente no quería que yo la escuchara.
Se tragó otro sorbo y dijo—: Todo está ordenado y en su lugar, supongo.
Me reí entre dientes.
—Es verdad, aunque prefiero imaginar que es un ecologista durísimo. Los
vaqueros ajustados significan menos tela, y menos tela significa menos
contaminación para la madre tierra.
—O quizás es un libertino de élite. Los pantalones podrían haber sido
diseñados para propósitos aerodinámicos. —Eilish se echó hacia atrás, y ladré
una risa.
Parecía sorprendida, como si no hubiera esperado que tuviera sentido del
humor o algo así. Nuestros ojos se encontraron y un momento transcurrió entre
nosotros. Se sentía más importante que la situación justificada.
Estar tan cerca de ella era magnético. Sabía que las normas sociales
decían que debía alejarme ahora, en cualquier momento, pero parecía que no
podía manejarlo. Sentí un tirón en el centro de mi pecho.
Si quería una mujer, eso solía significar que ella era una mala noticia, y
definitivamente teníamos un montón de química.
La miré, cómo había adquirido su expresión, pareciendo incómoda otra
vez, y se alejó sutilmente de mí.
Tal vez todo está en mi parte.
Estaba a punto de decir algo, cualquier cosa, para tratar de calmar sus
nervios cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo. Sacándolo, vi el nombre de mi
madre en la pantalla. También se mostraron diez llamadas perdidas de antes.
Diez. Cristo. Sabía que esto no podía ser bueno. Preparándome, me alejé del
grupo y me acerqué a un rincón tranquilo, levantando el teléfono hasta mi oreja.
—Mamá.
—Bryan, decidí abrir esa botella de vino Pinot Noir que Tracy compró para
mí la semana pasada. ¿Por qué no vienes y nos lo bebemos juntos, nos ponemos
al día? No te he visto en un par de días.
Me tragué el bulto vacío en mi pecho. La vieja mamá.
—Ahora no puedo, mamá. Estoy en la fiesta de cumpleaños de William. Y
sabes que ya no bebo.
—¿Estás en una fiesta y no pensaste en invitarme? —Fingió que no había
oído la última parte, como siempre hacía. Cuando mencionaba a la gente que
parecía no poder entender los cambios en mi vida, que ya no bebía, me refería
más o menos a mamá.
—Muchos trajes rellenos —mentí—. No es tu escena.
Casi podía oírla hacer pucheros.
—Aun así habría sido agradable que me lo pidieran. ¿Hay una barra libre?
Ignoré su pregunta y en su lugar dije—: La próxima vez que haya una
fiesta me aseguraré de hacerlo. ¿Suena bien?
Dejó salir un respiro.
—Mm-hmm. Entonces, ¿vas a venir? Intenté telefonear a Tracy y
Marianne, pero aún no atienden mis llamadas.
Dios, realmente no necesitaba oír esto de nuevo. Actualmente se
encontraba en la calle con sus dos mejores amigas, Tracy y Marianne, después
de emborracharse y contarles todo lo que pensaba que estaba mal en sus vidas,
incluyendo que sus esposos eran perezosos y sus hijos eran mocosos. Ahora
mismo, yo era la única persona que tenía para hablar con ella. Eventualmente
la perdonaban y celebraban con una noche en la ciudad, como era su patrón.
—No puedo, mamá. Tal vez mañana, ¿sí?
—Pero estoy tan sola, Bryan. Por favor. Eres todo lo que tengo.
Dejé salir un largo y cansado suspiro y pasé una mano por mi cabello.
Mirando a Eilish por última vez, la vi estudiándome con curiosidad. Cuando se
dio cuenta de que la sorprendí mirando, rápidamente se alejó.
No quería irme, pero sabía que si no iba a ver a mamá, probablemente
terminaría bebiendo hasta el olvido.
Dejé salir un respiro áspero y le dije, resignado—: No te pases con el vino.
Estaré allí en veinte minutos.
Dejó salir un pequeño grito de felicidad.
—Oh, maravilloso, Bryan. No puedo esperar a verte. Eres el mejor hijo que
una madre podría pedir.
Sí, sí… quizás en mi detrimento.
Traducido por Bella’

—¿Qué hiciste?
Frotándome la frente, hice una mueca, preparándome para la
reacción de Josey.
—Fui al baño. Cuando volví diez minutos después, se había ido.
Su boca se abrió y me miró fijamente con ojos desiguales, donde puso un
ojo un poco más grande que el otro.
—No me mires así.
—¿Qué mirada?
—Esa mirada. La que usas en vez de decir que eres una excéntrica imbécil.
—Oh, esa mirada. —Parpadeó y sus ojos se normalizaron—. ¿Te daba esa
mirada?
—Sí.
—Bien. —Levantando ambas manos entre nosotras, las palmas hacia mí,
me dijo—: Déjame… ver si lo entiendo. Al ver a Bryan Leech, dios del rugby, dios
del sexo, aficionado, sin mencionar padre de tu hijo…
—¡Shh! —Miré sobre mis hombros alrededor del café y sus habitantes.
Nadie prestaba atención. Pero aun así, en Dublín el nombre de Bryan Leech era
reconocible.
—¿BL te busca y corres al baño? —Josey bajó su voz a un susurro áspero
y se inclinó hacia delante, su cabello negro como un cuervo arrastrándose sobre
sus hombros. BL fue como nos estuvimos refiriendo a Bryan los últimos cuatro
años. Aparte de mi primo Sean, Josey era la única que sabía que Bryan era el
padre de Patrick.
Me encontré con sus oscuros ojos marrones y asentí una vez.
—Sí.
—¿Por qué harías eso? —Un indicio de dolorosa desesperación desgarró su
voz—. ¿No te das cuenta de que he estado esperando este momento durante los
últimos cuatro años? ¿No sabes que he estado contando los días? Así no es como
se suponía que iba a suceder.
—Siento decepcionarte. —Retorcí la boca hacia un lado, tratando de
ocultar mi sonrisa. Decidí que no le contaría lo que pasó después, cuando nos
presentaron oficialmente y compartimos una broma.
Mejor no alentar sus delirios.
—Deberías estarlo. Hizo su parte, notando que te hallabas en la fiesta.
Pero se suponía que lo llevarías a un rincón tranquilo, confesarías la verdad y
caerías en sus brazos. —Como era su costumbre, movía sus manos
frenéticamente entre nosotras. Como si estuviera moviendo sus manos hacia una
carta invisible donde las acciones del partido estaban predestinadas y yo fracasé
en seguir adelante.
—Y entonces Sean sería tu padrino, y yo llevaría ese vestido de esmoquin
de damas de honor. Sabes cuánto me encanta ese vestido.
Le di una mirada en blanco.
—Estás completamente loca.
—¿Y? —Sus dedos fueron a su pecho—. ¿Esto es una novedad?
—No. Esto no es una novedad. Pero si pudieras ser seria por un momento,
agradecería que pudiéramos hablar de lo que pasó sin que te refieras a tus
delirios de grandeza.
—Bien. —Josey respiró exageradamente y se recostó en su silla—.
Adelante. Habla de ello.
—Gracias. Lo que quería decir es…
—No te preocupes por mí, estaré aquí llorando por la felicidad eterna
después de lo que nunca pasó.
Estreché los ojos hacia ella.
—No hay tal cosa como un felices para siempre.
—Lo sé. —Alcanzó su café, levantándolo pero no bebiendo—. Pero si
alguien merece que sus deseos y fantasías se hagan realidad, eres tú.
Ahora era mi turno de resoplar.
—Josey, BL no es mi fantasía.
—Mentira. Mentirosa. Mentiras. Solías tener posters de él en la pared de
tu dormitorio en la escuela. Solías hacerme ver todos esos partidos, conocer todas
sus estadísticas de rugby. Solías...
—Bien. De acuerdo. Fue mi fantasía. Pero ya no más.
—Entonces, ¿quién es tu fantasía? —Josey sorbió su café, sus ojos
burlándose.
—Una sirvienta que cocina es mi fantasía.
Rodó los ojos.
—Suenas como mi madre.
—Exactamente —le dije, la palabra llegó más fuerte de lo que esperaba.
Me miró fijamente, y un momento significativo pasó entre nosotras. Las
cosas cambiaron desde nuestros días de internado, yo cambié. Mis prioridades
eran diferentes y mis prioridades me hicieron perder amigas, sobre todo a mi
otra mejor amiga, Nadia.
Pero la disolución de mi amistad con Nadia no se pudo evitar.
La expresión de Josey se suavizó y me dio una sonrisa torcida.
—De acuerdo, lo siento. ¿Qué pasó en la fiesta?
Respiré profundamente mientras me permitía recordar haberle visto, ver
a Bryan en persona por primera vez en cinco años.
—Me sorprendió.
—Pensé que sabías que iba a estar allí.
—Lo sabía, y pensé que estaba preparada. Lo que quiero decir es, la fuerza
de mis… sentimientos, mi respuesta fue sorprendente. Mis manos temblaban y
mi mente se encontraba hecha un desastre. Claro, sabía que iba a ser difícil verlo,
de cerca y en persona, después de… todo.
Mi amiga me miró con simpatía.
—Has evitado todas las menciones de él durante años. Además, has estado
en los Estados Unidos.
—Exactamente. Era fácil sacarlo de mi mente cuando me hallaba en
Boston.
Pero desde que volví, me encontré con vallas publicitarias de su
asombrosamente guapo rostro, anuncios de su físico cincelado y reportajes
especiales en la televisión sobre su papel en el equipo. En las últimas semanas,
las imágenes de él parecían estar por todas partes, ineludibles.
—¿Esperabas sentirte indiferente? —Josey tomó otro sorbo de su café.
—Sí.
—¿Pero no lo hiciste?
—No. —Me reí sin humor, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué sentiste? —me presionó, su mirada de ébano sondeando.
He considerado la mejor manera de responder.
En la fiesta de la semana pasada, estuve esperando el desprecio
desprendido de mi parte, en vez de eso me enfrenté a una lujuria rápida e
incontrolable. Por lo general me sentía tan cansada que ni siquiera podía reunir
la energía para sentirme patética sobre mi aburrida vida sexual.
Pero te topas a Bryan Leech y de repente te excitas más que un
rinoceronte.
Simplemente. Encantador.
No podía decirle a Josey lo de la lujuria, entonces volveríamos a Bryan
siendo mi fantasía y definitivamente no lo era.
Tampoco podía contarle acerca de nuestro momento compartido, pero
breve, de bromear juntos, porque la camaradería y lo que me gustaba de él en
ese momento se sentía aún más peligroso que la lujuria.
Así que respondí—: Aturdimiento. Como dije, me sorprendió. También,
preocupada. Ansiosa de que adivinara la verdad con sólo mirarme. Sé que es una
tontería.
—No. Es comprensible. —Se volvió a inclinar hacia delante, bajando la
voz—. Te has dicho a ti misma más de una vez, te sientes culpable por no decirle
la verdad.
Me di cuenta en los últimos años que, sin importar lo que hiciera, me iba
a sentir culpable.
Aceptar dar al bebé en adopción… sentirse culpable.
Cambiar de opinión en el último minuto porque no podía seguir adelante
con esto… sentirse culpable.
Regresar a los Estados Unidos, tratar de hacerlo sola, trabajar en tres
trabajos… sentirse culpable.
Pedir ayuda a mi primo cuando me enfermé y perdí dos de los trabajos
mencionados anteriormente… sentirse culpable.
Terminar la universidad con la ayuda monetaria de Sean con la condición
de que me mudara de nuevo a Irlanda una vez que me graduara y pasará todos
mis requisitos de licencia, y luego permitirle que me ayudara a encontrar un
lugar, darme dinero para establecerme, y un trabajo… sentirse culpable.
Si la culpa fuera un deporte olímpico, tendría todas las medallas de oro.
Todas ellas.
—Pero, permíteme recordarte una vez más que no tienes ninguna razón
para sentirte culpable —continuó Josey—. Cuando diste a luz a Patrick, ¿no fue
BL arrestado por conducir borracho ese mismo fin de semana? Era un completo
renegado cuando lo conociste.
—Nunca lo conocí —me burlé—. Estuvimos juntos una noche.
—Y ni siquiera recordó tu nombre al día siguiente.
Sabía que Josey intentaba hacerme sentir mejor, pero el recuerdo de su
indiferencia me picaba.
Ignorando el dolor sordo en mi pecho, levanté mi barbilla.
—Exactamente. No quiere un hijo.
Josey me consideró sobre su taza de café, sus labios apretando una línea
pensativa.
—Pero ha cambiado. Ahora está sobrio, hace meses, creo. Al menos, eso es
lo que dicen los periódicos.
Respiré en silencio y tomé mi té, murmurando—: Sí. Sean ha mencionado
algo sobre eso una o cien veces.
Mi primo, a quien amaba mucho pero que también era propenso a
entrometerse, me informó varias veces durante el último año que Bryan trataba
de rehacer su vida. Me sentía feliz por Bryan, como lo hubiera sido por cualquier
persona que luchara con la adicción.
Pero las noticias de la sobriedad de Bryan también significaron que estaba
en conflicto. Mi curso de acción, es decir, mantener a Patrick alejado de su padre
biológico, ya no parecía una decisión tajante y seca.
—¿Verás a BL mucho en el trabajo?
Asentí con la cabeza, de repente encontrando dificultad para tragar.
—Sí.
—¿Empiezas mañana?
—Eso es correcto. Mañana. —Mañana. Se me agarrotó el corazón. Pensé
que estaba lista para enfrentarme a Bryan, pero después de lo que pasó en la
fiesta, temía mi primer día.
Movió las cejas.
—Y tú le darás masajes.
—Josey…
—Masajes sexy.
—No. —No pude contener mi risa—. Ciertamente no le daré masajes
sexys.
—No eres divertida —gritó—. ¿Qué sentido tiene renunciar a tus sueños
y convertirte en fisioterapeuta si no puedes dar a los jugadores de rugby masajes
sexys?
Le levanté una ceja.
—Sabes por qué abandoné el programa de biología computarizada.
—Sí. Debido a que las clases principales de fisioterapia eran más flexibles
y podían completarse en línea —dijo, sus palabras goteaban de desaprobación.
—¿Vas a superar esto alguna vez?
—No es justo que tuvieras que cambiar de especialidad. —Gruñó,
cruzando los brazos.
—Suenas ridícula. —Me reí otra vez, sacudiéndole la cabeza—. Han
pasado años, déjalo pasar.
—No puedo. Ese programa era tan competitivo, y te encantó. Eres
brillante, una de las personas más inteligentes que conozco, y estarías en el
programa de doctorado si no fuera por eso… —Su mirada se apartó, sus mejillas
tintadas de rosa.
Me alegré de que no terminara la oración. Había hecho las paces con ese
tiempo de mi vida, cómo mi situación cambió con el cambio de prioridades. La
amaba por estar decepcionada en mi nombre, pero ella no necesitaba estarlo.
Me sentí tan enojada al principio, tan frustrada que mis elecciones de vida
me fueron arrebatadas, mientras que el padre inconsciente continuaba en su
mundo, libre de cualquier restricción. Pero el tiempo, y especialmente el tiempo
con Patrick, cambió eso. Ya no me sentía enfadada. Me sentía feliz. Contenta.
…y caliente.
Mi teléfono escogió ese momento para sonar y salté, poniendo mi té sobre
la mesa.
—Lo siento, ese podría ser Sean.
—¿Tiene a Patrick hoy?
Asentí con la cabeza, sacando mi celular y explicando—: Sí. Como la
semana pasada, pero esta vez Lucy está con él. Patrick y él han estado pasando
los domingos por la tarde juntos para que yo pueda hacer los recados.
—Y ponerte al día con una vieja amiga. —Josey me guiñó el ojo—. Si es él,
dile hola de mi parte.
Sacudí la cabeza hacia ella. Siempre estuvo enamorada de mi primo; y
miré a la pantalla de mi teléfono. Viendo quién era, liberé un—: Agh. —
Involuntario y envié la llamada al buzón de voz.
—No me digas. —Su linda boca se convirtió en una sonrisa conocedora—.
Ese era Trevor, ¿verdad?
Asentí, y luego agité la cabeza.
—Ya le dije que no me interesa una segunda cita.
—No debiste haber aceptado la primera cita.
—Ahora lo sé.
Trevor fue mi novio desde hace mucho tiempo. La relación había sido de
conveniencia. Nuestros padres lo aprobaron, ¿por qué no? Había ido en contra de
mi mejor juicio y acordé una cita con él hace tres semanas, justo después de que
me mudé de nuevo a Irlanda. No dejó de llamarme desde entonces.
—No puedo creer que te haya puesto un cojín de espuma en el asiento.
Quiero decir, ¿quién hace eso?
Me reí cansada del recuerdo. Salir con Trevor había sido como salir con un
chico de trece años. Me llevó a cenar a un comedor y luego al último estreno de
Pixar en el cine adjunto al centro comercial. Puso un cojín en mi asiento en el
teatro, riéndose histéricamente cuando me senté y el ruido del pedo de burla
estalló.
Con la excepción del cojín de pedos, la noche habría sido buena y elegante
como quinta o sexta cita, pero rara vez tuve la oportunidad de salir y hacer cosas
de adultos, tener conversaciones de adultos. No necesitaba ni quería un
restaurante caro y elegante. Pero habría sido bueno hacer algo menos ordinario,
como ver una obra de teatro o un comediante, o ir de excursión y hacer un picnic.
Intenté salir con alguien en los Estados Unidos, aunque fue casi imposible
con un bebé y luego con un niño pequeño. En todos los casos, encontré que los
hombres me abrumaban. Abrumador y emocionalmente agotador. Como Trevor,
los hombres de mi edad necesitaban más de lo que yo podía dar. Yo ya tenía un
hijo; no tenía ningún deseo de tener un hombre-hijo también.
A menudo me preguntaba si mi primo era el único tipo decente. Sean se
destacaba como un letrero de neón como un barómetro de hombres, y tristemente
otros hombres no estaban a la altura.
—Trevor es un buen tipo, pero no hay chispa entre nosotros. Somos
mejores como amigos. —Revisé la hora en mi teléfono, y luego lo devolví a mi
bolso, tomando un trago grande de mi té. Sólo teníamos otros diez minutos antes
de que tuviera que irme.
—Eres demasiado amable, Eilish.
—No puedo creer que me hayas llamado demasiado amable.
—Bueno, lo eres. No solías serlo. Solías ser una zorra sarcástica, pero
ahora eres demasiado buena. Y demasiado responsable.
Exhalé otra risa.
—Gracias.
—No es un cumplido.
Levanté mis ojos a los suyos y encontré a Josey mirándome con una
expresión triste.
—Me alegro de que estés aquí, en Irlanda. Pero todavía te extraño.
Extraño a mi amiga.
—¿Extrañas a la zorra sarcástica? —Le di una pequeña sonrisa.
—Sí, lo hago.
Me detuve antes de voltear los ojos.
—La gente cambia, Josey. Especialmente después de tener un hijo.
Sus encantadores ojos oscuros se movieron sobre mi cara, como si fuera
una extraña o como si me viera por primera vez después de una larga separación.
—Pensé que las cosas serían diferentes cuando volvieras a Irlanda.
—¿Cómo es eso?
—Pensé que nos veríamos más.
Me quejé con incredulidad.
—¿De qué hablas? Te he visto todos los domingos en las últimas tres
semanas.
—Exactamente. Una vez a la semana.
—Sabes que eres bienvenida en cualquier momento.
Hizo una cara.
—No, gracias a ti. Es como si tú y Patrick fueran tu propio club. Ustedes
dos son inseparables, y yo siempre me siento como la tercera rueda. Deberías
salir conmigo más a menudo.
—Josey… —Agité la cabeza, terminando mi té—. ¿Qué esperabas? Otra
vez, tengo un hijo. No puedo reunirme contigo cuando quiera.
—Pero tú eres completamente diferente —protestó—. Es como si algún
alienígena hubiera invadido tu cuerpo.
Apreté los dientes y tiré de la bolsa hasta el hombro.
—Lo siento, tengo que volver.
—No te enfades.
—No estoy enojada —mentí, de pie—. Sólo tengo que irme.
También se puso en pie, agarrándome y dándome un abrazo.
—Quiero decir, eres tan seria. —Se inclinó, sosteniendo mis hombros y mi
mirada—. Solías querer divertirte, solíamos ir de fiesta todo el tiempo. Solías ser
divertida.
Me encogí de hombros, saliendo de sus manos.
—Todavía me divierto. Es un tipo de diversión diferente.
—¿Ir al parque y ver a tu hijo jugar en el patio es divertido?
Me di la vuelta y dije—: Sí. Lo es.
—Mentirosa —me devolvió.
La ignoré, zigzagueando a través de las mesas, porque se equivocaba. Era
divertido. Ser la mamá de Patrick era increíble y divertido. Me encantaba ser
madre. Me encantaba la certeza que me daba, el sentido embriagador de
responsabilidad y propósito. Ser madre era real e importante. Y amaba a Patrick,
con todo mi corazón. Él era lo primero, siempre.
No cambiaría un día en el parque con mi hijo por toda una vida de
diversión de Josey. Ni en un millón de años.
Traducido por Larissa

Bryan
I ba a asesinar a mis vecinos.
Acababa de salir de la ducha, me puse mi pijama y las zapatillas,
preparé una taza de té y me instalé para leer los siguientes capítulos de la Guía
Completa de la vida de los pájaros de Gran Bretaña y Europa, cuando comenzó
la música.
No.
No es música
Ruido.
Las personas que vivían en el apartamento al final del pasillo estaban
teniendo una fiesta. Como ya hemos establecido, odiaba las fiestas.
Especialmente cuando interrumpían la agradable, tranquila, relajante y
tranquila noche que planeé.
Traté de concentrarme en la lectura pero las reverberaciones del bajo y el
volumen del ruido crecían consistentemente más fuerte, y decidí que ya había
tenido suficiente. Gruñí, dejé mi libro sobre la mesa de café y me dirigí hacia la
puerta. Cuando eché un vistazo al dormitorio de Will vi que tenía los auriculares
puestos. Tenía una buena idea.
Aun así, me sentía demasiado gruñón como para permitir que mintiera.
Necesitaba que esos idiotas al final del pasillo supieran que la música estridente
de un domingo por la noche, o cualquier noche, no iba a volar conmigo.
Salí del apartamento y solo me di cuenta de que seguía sosteniendo mi
taza de té medio terminada cuando levanté la mano para tocar la puerta. Nadie
respondió. Tomó varios golpes más antes de que alguien finalmente la abriera.
Un hombre blanco y pálido que llevaba un gorro y una camiseta de Abercrombie
and Fitch se encontraba en la entrada, una elegante mujer asiática con él. Sobre
sus cabezas pude ver al menos quince o veinte personas festejando dentro.
—¿Sí? —preguntó el hombre, sus ojos se movieron sobre mí en tono crítico.
No tenía idea de lo que pensaba. Todo lo que quería era que dejaran de
interrumpir mi velada.
—Debes bajar la música —dije con una voz medida, aunque agresiva.
El hombre se burló. —Son solo las nueve y media.
—Estoy al tanto de qué hora es.
—Es el cumpleaños de mi novia —dijo, pasando su brazo por los hombros
de la mujer—. Y no bajaremos la música. Como dije, es temprano. Lo haremos
más tarde.
Hizo un movimiento para cerrar la puerta en mi cara, pero mi brazo salió
disparado para mantenerlo abierto. Me acerqué un paso más hasta que lo miré
desde mi impresionante altura. Menos impresionante, también lo miraba con
mis gafas de lectura y todavía sostenía mi té.
—Bájalo o entraré allí y arrojaré tu maldito sistema estéreo por la
ventana.
La mujer puso los ojos en blanco de una manera que encontré
desagradable. —Es un estéreo para iPod, abuelo. Por Dios, actualízate.
Le disparé una mirada intransigente. Ella tenía razón acerca de que no
estaba actualizado, pero se equivocaba si creía que me importaba una mierda.
Yo era quien era, y no me disculparía. Pijamas, bata, zapatillas forradas de piel,
y todo. Fue gracioso pensar que hace solo unos pocos años había sido yo el que
hacía sonar la música y les daba a los vecinos una mierda cuando se quejaban.
Quizás esto fue karma.
El karma es un idiota.
—No me importa en qué estás tocando tu música basura. Lanzaré lo que
sea por la ventana y luego no tendrás nada para tu contaminación acústica.
Ahora, ¿puedes bajarlo para que pueda volver a la tranquila noche que
disfrutaba antes de que la interrumpieras groseramente?
—Oh, hombre, esto no tiene precio —sonó una voz familiar, y solté un
gruñido irritado. ¿Por qué pensé que era una buena idea recomendar a Sean
Cassidy mudarse de nuevo a mi edificio de apartamentos? No solo eso, ¿pero el
mismo piso? Se estableció como residente hace dos semanas, después de que el
contrato de arrendamiento terminara en su antiguo lugar.
Me volví y encontré a mi compañero de equipo parado a varias puertas de
distancia y varios pasos por el pasillo, con una sonrisa en el rostro como si
acabara de ganar la lotería. —Eilish, pásame mi teléfono para que pueda ver
esto en la cámara. Este es el material para el que se inventó YouTube.
Espera, ¿Eilish?
Fue entonces cuando me di cuenta de la alta y pelirroja mujer que se
hallaba a su lado. Hice contacto visual con ella y sus labios se abrieron con
sorpresa mientras viajaban más abajo, observando mi apariencia. Por primera
vez en mucho tiempo, una medida de autoconciencia me hizo estar más erguido.
Y, a pesar de las circunstancias, una oleada de atracción se agitó dentro de mí.
El hecho: la encontré increíblemente atractiva y hermosa.
Otro hecho: no me permitían tenerla.
Por lo tanto, hecho: fue doloroso de soportar.
—¿Qué es eso? —Sean levantó su barbilla hacia mi taza.
Le fulminé con la mirada a mi compañero. —Té de menta.
Sean se rio, luciendo tan feliz como nunca lo había visto.
El Karma es un idiota y también lo es Sean Cassidy.
—¿De verdad estás sosteniendo una taza de té de menta y quejándote con
los vecinos sobre el ruido? —preguntó Sean divertido, haciendo un guiño—.
Pensé que tenías treinta, no setenta y cinco.
—Es demasiado ruidoso —le dije bruscamente, mirándolo antes de que mi
atención volviera a Eilish. Ya no parecía sorprendida. Ahora sus labios se
crisparon como si estuviera conteniendo una sonrisa tan divertida como la que
Sean lucia.
—¿Eso es una bata de casa? —preguntó, con un lado de la boca inclinada
hacia arriba.
Mi mano que no sostenía la taza se dirigió a mis caderas mientras
respondía secamente—: Sí.
—No me di cuenta de que todavía las hacían —continuó, sonriendo por
completo. Sean se rio entre dientes.
Arqueé una ceja, incapaz de detenerme mientras preguntaba en voz baja
—¿Te gustaría que me la quite?
Ignoró la pregunta, sus mejillas se calentaron un poco, y asintió hacia la
puerta justo cuando se cerró de golpe. —Parece que no van a cumplir tu pedido.
Maldije, luego di vuelta y comencé a golpear de nuevo, pero esta vez no
respondieron. Dejé escapar un suspiro de irritación, mis hombros cayeron
mientras regresaba a mi apartamento, su risa ligera y musical me seguía y hacía
que mis pasos flaquearan.
Maldita sea. Incluso su risa es encantadora.
Esta atracción por Eilish era... inconveniente. También era una tentación
que no me sentía dispuesto a probar en el corto plazo. Necesitaba alejarme de
ella. Desafortunadamente, Sean Cassidy no era el tipo de persona que dejaba
pasar esta cantidad de humillación personal sin utilizarla.
—¿Por qué no llamas a la empresa de administración del edificio y haces
una denuncia oficial? —sugirió—. Muestra a esos niños molestos con lo que se
están metiendo.
—Vete a casa, Sean —le respondí con voz aburrida mientras entraba en
mi apartamento. En mi prisa por hablar con los vecinos, dejé la puerta abierta.
Antes de que pudiera golpearla en la cara de Sean, me siguió adentro, con Eilish
pisándole los talones, aunque parecía reacia a entrar. Era esperado. Por alguna
razón, tuve la sensación de que no me quería o desconfiaba de mí.
Odiaba que solo me hiciera querer cambiar de opinión.
—¿No vas a ofrecernos un refresco? —inquirió Sean, todavía sonriendo
como el gato que recibió la crema.
—No, porque nunca te invité a entrar. Esta es una invasión de hogar.
Sus ojos se dirigieron a Eilish. —¡Que interesante! ¿Qué piensas, Eilish?
¿Lo desnudamos, lo atamos y le robamos sus objetos de valor?
Le disparé a Sean una mirada despectiva. —¿Y por qué tendría que estar
desnudo?
Sean le guiñó un ojo a su prima. —Por la delicia de Eilish, por supuesto.
No solo es una ladrona, también es un poco pervertida.
—¡Sean! —exclamó Eilish. Su mirada se dirigió a mí—. No lo escuches.
Simplemente exagera, como de costumbre. —El color enrojeció sus mejillas, y me
llamó la atención. ¿Se sentía avergonzada?
Me acerqué un paso más, inclinando mi cabeza y estudiándola a través de
mis gafas.
—Hombre, no hay nada que comer aquí —dijo Sean, distrayéndome de
Eilish mientras revolvía mi cocina—. Dios mío, hombre. ¿Son esas ciruelas secas?
Realmente eres un viejo canalla, Leech. Apuesto a que escribes cartas de quejas
a la BBC sobre la cantidad inadecuada de pierna que se muestra en Strictly
Come Dancing4.
Gruñí. Él realmente no iba a dejar esto. —¿Puedes dejar de molestarme y
marcharte? Necesito encontrar algunos tapones para los oídos para poder volver

4 Es un concurso televisivo británico de baile, en el cuál celebridades junto con bailarines


profesionales compiten en una competencia de bailes de salón estándar y latinos.
a mi libro. —Y cuanto más tiempo permanecía Eilish en mi apartamento, más
difícil era para mí no comprometerla. No fue simplemente que la encontrara
hermosa. Quería conocerla, quién era, qué la hacía funcionar. Era una situación
nueva e inesperada. Existía algo en ella que me resultaba familiar, como si la
hubiera conocido en otra vida.
Moviéndome por el rabillo del ojo me volteé hacia ella, y la vi dar un paso
hacia la mesa de café, su mirada escaneando el título de mi libro. Sus labios se
crisparon otra vez cuando me miró. Había algo nuevo en su expresión, una
calidez que no estuvo allí antes. Hasta ahora, todo lo que conseguí era hielo.
El calor era demasiado estimulante para algo tan minúsculo.
Sostuvo mi mirada por un segundo más, luego fue a sacar a Sean de mis
armarios. —Vamos, dejemos de torturar al señor Leech y dejarlo en su noche.
—¿Oh? ¿Lo escuchaste? Señor Leech. —Las cejas de Sean saltaron alto en
su frente.
Eilish casi hizo rodar sus ojos. Casi. —Sal de aquí, Sean.
Mi compañero de equipo cedió, aunque todavía sonreía ampliamente,
mientras permitía que ella lo condujera a la puerta. —No puedo esperar para
contarles esto a los muchachos por la mañana.
Me encogí de hombros, sin preocuparme demasiado, y bebí mi té de menta.
Había hecho más fiestas en los últimos diez años que todo el escuadrón. Me gané
mi nuevo estilo de vida de paz y tranquilidad, para que pudieran escupirme todo
lo que querían. Miré hacia la puerta y me encontré con la mirada de Eilish una
última vez antes de irse.
Había una cualidad en su mirada persistente que no pude identificar de
inmediato. Entonces vino a mí: curiosidad.
Algo sobre el encuentro esta noche cambió su opinión sobre mí.
Lo que me hizo preguntarme cuál fue su opinión antes.
Traducido por Niika

H oy era el primer día de Patrick en la escuela primaria y yo era un


desastre.
Él parecía entusiasmado, para nada nervioso. Mi chico rara vez se ponía
nervioso. Sencillamente tomaba las nuevas experiencias como vinieran. Yo, por
otra parte, sentía como si le hubiera colocado en una cesta de mimbre y estuviera
a punto de mandarle río abajo. Sí, estaba siendo ridícula. No, parecía que no
podía evitarlo.
—¿Qué está mal, mami? —preguntó Patrick, su pequeña mano tirando de
mi manga mientras elevaba la mirada hacia mí con grandes y preocupados ojos.
Toqué ligeramente mis lágrimas y me agaché sobre una rodilla para darle un
abrazo.
—Nada, bebé. Nada está mal en absoluto —susurré y mi voz se quebró.
—Todo estará bien —dijo Patrick palmeando mi hombro—. No llores.
Cuando lleguemos a casa, podemos jugar a Pokémon con tus cartas.
Dejé salir una risa llorosa. Por supuesto que sería él el que me consolaría.
Algunos días, me preguntaba si yo le necesitaba más de lo que él me necesitaba
a mí. La perspectiva de no estar con él todo el día hacía que mi corazón se sintiera
como si se estuviera rompiendo. Había sido mimada durante el último par de
meses; terminar la escuela con la ayuda financiera de Sean significó que fui
capaz de pasar todo el día, todos los días, con Patrick.
Ahora era la hora de la realidad.
Estúpida realidad, manteniéndolo real todo el tiempo.
—Somos un equipo —dijo prosaicamente, y me volví incluso más sensible.
Era algo que siempre le decía. Era nuestro lema. Los dos contra el mundo.
Sean se aclaró la garganta desde algún lugar detrás de nosotros.
Y, tal vez, Sean.
—Sí bebé, somos un equipo. —Sorbí por la nariz y me retiré un poco—.
Eres el chico más increíble del mundo entero, ¿lo sabes?
Patrick mordió su labio. No podía creer cuán adorable se veía en su
uniforme: una pequeña camisa blanca, un pequeño suéter azul, unos pequeños
pantalones de vestir grises y unos diminutos zapatos negros. La vista de él hacía
que se me derritiera el corazón. —¿Crees que haré amigos? —preguntó con solo
un toque de recelo.
Me reí suavemente para ocultar mis maníacos instintos maternales, los
cuales me tenían pensando: “Mejor que sean amables contigo, o sino daré
calzoncillos chinos a los niños de cuatro años…”; y probablemente seré arrestada
por darles calzoncillos chinos a niños de cuatro años.
Corrí los dedos a través de su cabello corto. —Creo que harás más amigos
de los que sabrás que hacer con ellos.
Se retorció con entusiasmo en su sitio y empezó a sonreír. —Espero que
les guste Pokémon.
—Estoy segura de que les gustará. Ahora dale a mami un último abrazo.
Te va a echar de menos como una loca.
Lanzó un brazo por encima de mis hombros y apretó fuertemente. —
También voy a echarte de menos —susurró en mi oído, como si me estuviera
contando un secreto.
Poniéndome de nuevo de pie después del abrazo que duró demasiado
tiempo, pero nunca el tiempo suficiente, finalmente le dejé entrar a su clase, pero
no pude obligarme a marcharme. Estuve de pie en la puerta, mirando a través
de la ventana, con el corazón en la garganta.
Por favor sean simpáticos con él. Es mi mundo. Si le hacen llorar, los
destruiré.
—De acuerdo, Elilish. Es hora de irse. —Sean se acercó por detrás, sus
manos agarraron mis hombros y me apartaron de la puerta.
—Solo un minuto.
—No. Tenemos que irnos. ¿Quieres llegar tarde al trabajo en tu primer
día?
Suspirando tristemente, le dejé que me dirigiera desde la clase de Patrick,
a bajar el pasillo, a salir por la puerta y al auto de Sean. Una vez que tuvimos
los cinturones puestos, Sean nos tuvo de vuelta en la carretera.
—Oh, vamos. Levanta ese ánimo.
Suspiré otra vez. Todavía era triste.
—Está creciendo tan rápido —dije tristemente.
—Sí. Dentro de nada estará derrotando a su tío Sean en una pelea real, y
no solo en las que jugamos en la consola.
Deslicé los ojos hacia el lado y miré a mi primo. Era un embaucador.
Anoche, mientras Lucy cuidaba de Patrick en mi casa, fuimos a la de Sean para
pasar a buscar una cosita.
La cosita resultó ser una gran cosa.
—No nos lo vamos a quedar.
—No entiendo por qué es algo tan importante.
Tosí, después escupí, y volví a toser, arreglándomelas para finalmente
decir con dificultad. —¿Cómo puedes decir eso?
Mi primo se movió en el asiento del conductor, lanzándome una mirada
irritada. —Lo haces sonar como si le hubiera dado un poni o un submarino
nuclear. Los rusos tienen varios a la venta, sabes. Deberías estar
agradeciéndome el que no comprara uno de esos.
—No, Sean. No es un poni o un submarino nuclear. Solo una televisión
gigante y una consola Wii U nuevecita. Eso es. Eso es todo.
—¿Y? —Las manos de Sean se tensaron sobre el volante mientras
presionaba el acelerador, el auto ganó velocidad tan rápido que tuve que sujetar
la manilla de la puerta.
—Sean.
—Eilish.
Apreté los labios, miré fuera del parabrisas, intentado organizar mis
pensamientos. Cómo podía explicarle a mi primo que sus lujosos regalos me
hacían sentir… me hacían sentir…
Incompetente. Como un fracaso. Como un parásito.
Solté un silencioso suspiro y cerré los ojos, intentando reunir mis dispersos
pensamientos. —Aprecio todo lo que has hecho y sigues haciendo por nosotros.
Lo hago. —Fijé los ojos sin ver nada en la ventana del lado del pasajero—.
Salvaste mi vida, más de una vez. Pero, tienes que entender que nunca seré
capaz de devolvértelo. Nunca seré capaz de…
—¿He pedido alguna retribución? —Redujo la velocidad mientras nos
aproximábamos al semáforo frente al complejo y calmó la voz—. Somos familia,
E.
—Lo sé —dije, pero sacudí la cabeza ante la palabra, porque ambos
sabíamos que ser familia no siempre era equivalente a amor y apoyo.
Pero familia significaba algo para Sean. Y significaba algo para mí.
¿El resto de nuestros parientes? No tanto.
—Simplemente debes dejarme consentir a mi sobrino —demandó
arrogantemente, sacándome una sonrisa. Le gustaba hacer de esnob, pero sabía
que por debajo de todo su fanfarroneo se hallaba un gran y viejo blandengue.
Como por ejemplo, Sean, que no tenía ni hermanos ni hermanas, llamaba
a mi hijo su sobrino, aunque eran técnicamente primos. A cambio, Patrick
llamaba a Sean “Monkey Sean” lo cual era la versión de Patrick de tío Sean5.
De nuevo, sacudí la cabeza. —No tienes que comprarle a Patrick regalos
tan complejos. En primer lugar, no tengo ningún sitio en el que poner la
televisión. Mi apartamento es demasiado pequeño.
—Entonces consigue un lugar más grande. Hay un ático disponible en mi
edificio.
No iba a exaltarme con esa respuesta. —En segundo lugar, no es bueno
para Patrick pasar tanto tiempo jugando videojuegos.
Sean frunció el ceño. —¿No lo es?
—No. No lo es, especialmente no solo. Quizás… ¿quizás podrías quedarte
la consola en tu casa? Entonces, cuando vengamos a visitarte, pueden jugar
juntos.
—Es una buena idea. —Asintió Sean, sus ojos brillaban mientras
estacionábamos en el aparcamiento—. Podría ser nuestra cosa especial. Ya me
he perdido demasiado tiempo con él.
Argh. Justo en el corazón.
Reprimí las ya familiares olimpiadas de remordimiento.
Llegamos al complejo de deportes, y hoy era mi primer día en mi nuevo
trabajo. Ahora no era el momento de estar hirviendo en arrepentimiento.
—Lo siento —ofreció Sean solemnemente—. No quería insinuar…
—Está bien —desestimé su disculpa, forzando la alegría en mi voz—. Sé
que no tenías malas intenciones.

5 Juego de palabras entre Monkey (mono) y Auntie (tío) que suenan parecido.
—Es solo que, ojalá me hubieras dejado ayudar antes. —Sean aparcó en
su estacionamiento designado pero no apagó el motor—. Eres excesivamente
testaruda.
Solté una risa, mi cabeza cayó hacia el reposacabezas, y me repetí por
quizás la millonésima vez. —Hice lo que creí que era lo correcto en ese momento,
siento no haber acudido a ti antes. Dios, no tienes ni idea de cuánto lo siento.
Sentí la mano de Sean cerrarse sobre mi hombro y apretar. —Sí, bueno,
olvídate de eso. Ya no hay nada que hacer con ello. Solo sigue recordándote que
tu apuesto primo Sean siempre tiene razón en todas las cosas, y la vida se volverá
milagrosamente menos agotadora.
Torcí mi boca hacia un lado, alzando los párpados, solo un poco, y le miré.
—¿De verdad? En todas las cosas, ¿eh?
Sus labios se crisparon, y sabía que recordaba la multitud de veces
durante nuestra infancia donde definitivamente no era el que mayormente tenía
la razón en todas las cosas. Me hallaba a punto de recordarle la vez en que les
dio polvos con sabor a naranja al perro de nuestra familia, lo que llevó al perro a
charcos naranjas por toda la alfombra, cuando la mirada de Sean se enfocó,
volviéndose seria de golpe.
—¿Que harás si ves a Bryan hoy?
Me retorcí, aparté la cara, y traté de enmascarar mi incomodidad con una
ligera risa. —¿Qué Bryan?
Oh sí, muy sutil, E.
Fracasé en la vida. Más específicamente, fallé en no comerme con los ojos
a Bryan Leech.
Determiné que eso es lo que estuve haciendo en la fiesta de la semana
pasada y de nuevo ayer. Incluso en su ridícula bata, sus pantuflas, y sus gafas,
el hombre era totalmente demasiado delicioso.
Y adorable.
Guau. No. No, no, no. Rechacé ese pensamiento. No podía y no pensaría
en Bryan en el término de ser adorable.
Lujuria. La lujuria era buena. Cualquier mujer heterosexual con pulso
sentiría lujuria por Bryan Leech. Había estado comiéndomelo con los ojos. Cada
vez que obligaba a mi mirada apartarse, esta le buscaba. Me sentí como una
adicta, devorándole con los ojos, prometiéndome que cada vistazo sería el
último…
Pero es lo que pasa cuando una pierde la virginidad con una misteriosa,
hermosa criatura con un pene encantado.
Sean lanzó un frustrado suspiro. —Eilish.
—Sean.
—Fingir que no sabes a quién me refiero es una porquería de estrategia.
—Sean…
—Deberías conocerle.
—Para…
—Invitarle a tomar una copa.
—Por favor…
—Pensándolo bien, no hagas eso. Sería extremadamente incómodo. El
pequeño cabrón es abstemio ahora, ¿puedes creerlo, té de menta?, e incluso
parece que le gusta. Ahora que pienso en ello, tú tampoco bebes mucho.
—Sean, ¡basta! —espeté, de inmediato me arrepentí de mi tono. Dejé caer
la cabeza en mis manos, tomando un momento para hacer retroceder la
avalancha de ansiedad, y mascullé a través de los dedos—: Perdón. Lo siento.
—Está bien, querida. Sé que no estás durmiendo mucho.
Sonreí sin humor, aunque no pudo verlo ya que mi cara seguía oculta. No
había estado durmiendo mucho. Patrick estuvo enfermo de forma intermitente
durante el mes pasado de una infección de las vías respiratorias superiores. Ya
empezaba a recuperarse, pero todavía dormía conmigo. Esto significaba que
podía contar con ser pateada en el estómago al menos seis veces por noche. Para
tener cuatro años, el niño tenía unas piernas tremendamente largas y fuertes.
—No, lo siento. Soy una bruja desagradecida. Debería de haber traído mi
escoba al trabajo.
—No. Eres una exhausta madre soltera que está empezando en un nuevo
trabajo hoy en el mismo lugar en donde trabaja el padre de su hijo, solo que él
no tiene ni idea de que tiene un hijo.
Un estallido de pánico y culpa quemó en mi pecho, haciendo difícil respirar
o pensar. Pero no lloraría, Incluso de niña nunca fui muy llorona. No había
llorado en años. Lo intenté, pero físicamente no podía, no desde que di a luz a
Patrick.
Además, Sean no era la persona más imparcial cuando se trataba de
madres manteniendo el secreto del padre de sus hijos. Su propia madre ocultó la
identidad de su padre durante años.
—¿Qué querías que hiciera, Sean? Él estaba borracho. No sabía mi
nombre. Ni siquiera me recuerda.
—Quizás habría hecho lo correcto contigo —ofreció seriamente, apagando
finalmente el motor.
—No estoy interesada en que haga lo correcto conmigo. Como dije, estaba
borracho, difícilmente capaz de dar el consentimiento para engendrar un niño.
—Ambos estuvieron allí, E. Tal vez si hubiera sabido que era padre, podría
haberse reformado antes.
—No puedes cargarme eso a mí. —Sacudí la cabeza rápidamente,
sintiendo la ansiedad incrementándose con cada palabra—. Sí, tal vez se habría
reformado. O puede que le hubiera importado una mierda. O quizás se hubiera
llevado a Patrick lejos de mí. O tal vez hubiera…
—Vale, de acuerdo. —Sean sostuvo sus manos entre nosotros en rendición,
después se desabrochó el cinturón—. No voy a discutir contigo por esto de nuevo.
Como he dicho, eres excesivamente testaruda.
Me tragué la réplica que tenía en la punta de la lengua. Si esto hubiera
pasado hace cinco años, habría discutido. Habríamos peleado y disfrutado cada
segundo de ello.
Pero ya no hacía eso. Además, amaba a mi primo y no quería ser una
desagradecida. Necesitaba que supiera cuánto significaba para mí, cómo hizo tal
inmensa diferencia en mi vida.
Sentí sus ojos en mi perfil, sentí su cambio de humor antes de que dijera—
: Lo siento. No debería de haber sacado este tema, no en este momento, no antes
de tu primer día.
—Quiero que sepas. —Reuní una profunda respiración, y con ella mi
valentía—. Nunca te lo he dicho, pero no me arrepiento de tener a Patrick.
Nunca. Ha hecho mi vida infinitamente mejor. Amarle, cuidarle, ha sido la mejor
alegría de mi vida. En algún momento, las cosas fueron difíciles, a veces,
imposibles, y me preguntaba cómo iba a superarlo. Si íbamos a tener una vida
fuera de mi auto…
—Oh, querida.
—No, escucha. Tengo que decir esto y necesito que lo escuches.
Buscó mi mano y la apretó. Giré la mía con la palma hacia arriba y
entrelacé nuestros dedos.
—Esto es horrible y egoísta, pero lo que hizo que superase esos momentos
fue saber que te tenía. No sé lo que habría hecho sin ti como mi red de seguridad.
Si las cosas se desmoronaban, sabía que tú estarías ahí.
Me dio una cariñosa y complacida sonrisa, lo que solo sirvió para despertar
mi culpa.
—No es justo cuánto te he pedido.
—Te equivocas, cariño. Porque amarte a ti y a Patrick, cuidarlos ha sido
una de las mejores alegrías de mí vida. Ustedes son mi familia.
—Pero no es justo cómo has puesto tu vida en espera. Tú y Lucy…
—No te preocupes por nosotros, estamos en el buen camino, gracias a ti.
Adora a Patrick, y como sabes ha sido el contagio más eficaz.
—¿Contagio?
—Sí. Para la fiebre de hacer un bebé.
Jadeé, después me reí porque Sean sonreía diabólicamente. —¿Has estado
usando a Patrick todo este tiempo?
—Claro que lo he hecho. Pero eso no invalida mi amor por él. En todo caso,
le amo más por cambiar la opinión de Lucy sobre tener un niño. Y, Eilish,
perdona por seguir presionándote sobre Bryan.
—Está bien.
—No, no está bien. Deberías dejarme compensártelo.
Entorné los ojos hacia él porque sabía hacia donde iba esto. Sacudiendo la
cabeza, abrí la puerta del pasajero. —No te atrevas…
—Vamos, sabes que echas de menos ir de compras conmigo.
Salté fuera del coche y le dije—: No necesito nada.
—Pero quieres algo. —Se encontraba fuera del auto, sonriéndome con una
pequeña sonrisa cómplice.
—Ni una sola cosa. —Cerré la puerta y me alejé de él empleando pasos
rápidos. No quería llegar tarde.
—Espera —llamó tras de mí, haciendo que parase y mirase por encima de
mi hombro—. Deberías dejar que alguien te mimase de vez en cuando.
—No, gracias. Mis días de ser mimada hace mucho que se fueron.
—Nunca has sido mimada, Eilish —dijo Sean con una nota de
consternación en su tono, como si estuviera realmente angustiado por este hecho.
—Bueno —Me encogí de hombros, pegando una sonrisa alegre en mi
cara—, entonces no hay daño. Nunca sabré lo que me estoy perdiendo.

—Estarás bien. Todo estará bien. Eres una profesional… puedes hacer
esto. —Incliné la cabeza ante la imagen de mí misma en el espejo mientras
hablaba bajo mi aliento. Pese al discurso motivador, una pequeña grieta se formó
en mi armadura cuando un poderoso recordatorio vagó por mi inconsciente. No
te has ganado esto. No te lo mereces. La única razón por la que te contrataron es
por Sean.
—Galletitas saladas… —Suspirando tristemente, cerré la taquilla
frotando mi pecho en donde la espina de energía nerviosa quemaba y hacía difícil
el tragar.
Empecé a decir galletitas saladas en lugar de mierda cuando Patrick fue
lo bastante mayor para repetir mis palabras. Perseguir a un niño de dos años
que gritaba “¡MIERDA!” a pleno pulmón fue el punto de inflexión. Por lo que
mierda se convirtió en galletitas saladas, mierda en cáscaras y joder en tenedor6.
Esta mañana había sido extremadamente dura, dejar a Patrick en la
escuela y saber que estaría allí todo el día. Él no había estado todo el día en la
guardería durante el año pasado, no desde que Sean se metió e insistió en que
tomase un préstamo de él así podría terminar mi grado.
Este trabajo era el primer paso para devolvérselo a mi primo. Pero la
ironía sabía amarga por que Sean fue el que arregló el trabajo con el que se lo
devolvería.
Nunca seré capaz de devolvérselo…
—Hola, tú debes de ser Eilish Cassidy.
Sobresaltada, levanté la mirada para encontrar a una sonriente mujer con
su mano extendida. Recuperándome, rápidamente acepté su apretón de manos.
—Um, sí. Soy Eilish.
—Mi nombre es Jenna McCarthy, soy la nutricionista del equipo. Conozco
a tu primo Sean. Él te consiguió el trabajo, ¿verdad? Señor, suenas tan elitista
como él.
Me dio un rápido vistazo, pero aparte de la brusquedad de sus palabras,
no podía detectar nada prejuicioso o malvado en su conducta. En realidad, todo
lo contrario.
—Yo…. eh… está bien, él…
—Mi hermano era entrenador, desde hace un eternidad cuando Donovan
era el capitán de equipo en los noventa, así es como obtuve mi puesto. —Asintió
una vez ante su información, después se dio la vuelta y me hizo un gesto con la
mano para que la siguiera, lo cual me apresuré a hacer mientras ella
continuaba—. El club sabe que lo mejor es mantener las cosas en familia. Es una
buena forma de mantenerlo profesional, ¿sabes? Si no el equipo de apoyo estaría

6Juego de palabras entre Crackers (galletitas saladas) y Crap (mierda), Shell (cáscara) y Shit
(mierda), Fuck (joder) y Fork (tenedor).
lleno de fanáticos y joderían todo lo que tendría que hacerse. —Soltó una risita
y rodó los ojos.
Resoplé una risa aliviada y mi sonrisa se amplió cuando mi mirada se
movió hacia el perfil de Jenna McCarthy, Varios centímetros más baja que yo,
su grueso, cabello rizado era rubio con abundantes mechas platinadas, y las
arrugas de la risa rodeaban sus brillantes ojos azules. Nos llevó fuera del
vestuario de mujeres y nos metió por un hueco de la escalera que no sabía que
existía.
—Esta es la mejor manera de llegar al estómago de una bestia. —Hizo un
gesto hacia los escalones que llevaban hacia abajo—. Puedes evitar a todos los
peces gordos y al grupo parlanchín de la oficina. Además, eres la nueva
fisioterapeuta, ¿no?
—Sí. Soy…
—Bueno es ese caso, Connors siempre coge el ascensor, así que también
puedes evitarle. Solo asegúrate de esconder tu almuerzo, porque está clasificado
de infame por robar comida por aquí. —De nuevo soltó una risa y me codeó justo
antes de bajar las escaleras.
Me moví rápidamente para seguirla.
—Parece ser muy culto. —Solo conocí al hombre que sería mi compañero
más cercano una vez durante el proceso de entrevista. Todas sus preguntas eran
directas, pero dejó muy claro que no era mi jefe. Todo el equipo de apoyo se
reportaba a través del instructor de salud y bienestar, Bryan Tierney.
—¿Quién? ¿Connors? —preguntó por encima de su hombro, pero no esperó
a que respondiera—. Supongo que lo es. Pero también es un bastardo gruñón, lo
cual es el por qué hemos perdido a las últimas dos asistentes de fisioterapia, si
quieres saber la verdad. Con suerte, ser la chica de Sean significa que tendrá
mejores modales.
No ofrecí que mi primo Sean dijo algo parecido acerca de Connors. Ni conté
cómo Sean me dijo claramente que debía acudir a él de inmediato si tenía algún
problema con los fisioterapeutas seniors. Sonreí y asentí en ese momento, pero
secretamente me hallaba determinada a resistir por mi cuenta. Sean ya había
hecho bastante. Quería demostrar mi valía.
Necesitaba demostrar mi valía. Puede que él hubiese obtenido el trabajo
para mí, pero dependía de mí el demostrar que merecía mantenerlo.
Jenna siguió hablando mientras tomamos las escaleras hasta el nivel
inferior.
—Estaré feliz de enseñarte cómo van las cosas. Esta es la planta baja,
donde están situados los vestuarios del equipo además de la base de la sala de
terapia.
Escuché atentamente y sonreí amablemente. A pesar de que Sean ya me
dio un tour el día de la entrevista, y dado que memoricé el esquema del complejo
deportivo, apreciaba que Jenna se tomara un tiempo para mostrarme los
alrededores y darme esos útiles consejos.
—Imagino que pasarás la mayoría de tu tiempo libre aquí. —Me dio con
el codo otra vez—. Espero que no te molesten unos cuantos traseros desnudos y
pollas meneándose.
Presioné los labios juntos y la miré con los ojos como platos porque Jenna
acompañó esta declaración con un movimiento de cejas.
Entonces bufó y estalló en risas, golpeándome en el hombro.
—Dios, tu expresión. —Sacudió la cabeza, su cara ahora se veía roja
mientras se limpiaba las lágrimas de la risa de los ojos.
Mientras tanto, la miré fijamente mientras las palabras “traseros
desnudos y pollas meneándose” flotaban pesadamente en el largo pasillo… sin
doble sentido.
—No te preocupes —se las arregló finalmente para decir—. A la hora de
la verdad son solo un grupo de niños pequeños.
—No estoy preocupada. Y ni me inmuto ante piel desnuda. —Traté de
sonar simpática y profesional, sonriendo solo un poco, sin querer parecer tensa.
—¿En serio? —Sus inteligentes ojos se movieron hacia mí—. Bueno, una
chica bonita como tú estando aquí abajo puede que les aliente a cubrir sus activos
más a menudo. Vamos, te llevaré a la base de la sala de terapia donde puedes
acomodarte antes de que lleguen las provisiones. —De nuevo se giró y me señaló
hacia delante.
La seguí. —Todavía no tengo un programa. Le mandé un correo
electrónico a Connors la semana pasada pero no he tenido respuesta.
Me dio una mirada de reojo y frunció el ceño por primera vez desde que
nos conocimos.
Rápidamente añadí—: Estoy segura de que está muy ocupado, por lo que
obviamente no es algo importante. Estoy segura de que lo tendrá para mí hoy.
Resopló, siguió mirándome y entonces dijo—: Bueno, si no lo ha tenido
para el final el día, solo pídele a Alice, en administración, por la carpeta de
prensa, este tendrá los horarios de las prácticas del equipo. De hecho, pídele uno
de todas formas.
—Gracias. Lo haré… —Hice una nota mental de presentarme a Alice.
La mirada de Jenna pasó de nuevo por encima de mí. —No sé si Connors
lo ha mencionado, pero es posible que quieras revisar las hojas de lesiones del
equipo antes de que te pongas a trabajar. Te debería de haber dado una
contraseña para el sistema de historiales médicos.
Asentí rápidamente, entusiasmada con cada pedazo de información. —
Gracias. Realmente aprecio la información.
—Moore tiene una lesión en el hombro que ha estado volviendo a dar
problemas, Gallagher ha estado excediéndose con las pesas libres, Daly ha estado
agarrándose la zona lumbar durante el entrenamiento y la rodilla de Leech
necesita atención especial.
Tropecé ante el apellido Leech, una familiar ola de calor y hielo bajó por
mi columna. Con suerte, me agarré contra la pared antes de que Jenna lo notara.
Evidentemente sabía que ver a Bryan, interactuar con él, tocarle era una
posibilidad real cuando acepté el puesto. Pero habría sido una estúpida por
rechazar el trabajo. Necesitaba el dinero y necesitaba la experiencia. El tiempo
con un equipo profesional sería invaluable para mi currículum.
Sería una profesional y, tras los sucesos de la fiesta de la semana pasada,
tenía todas las razones para creer que Bryan también lo haría.
¿Por qué no lo haría? Por lo que sabe, me acaba de conocer.
El recuerdo de su antipatía, de que no recordase, lastimaba, como siempre
lo hacía, así que me permití el reconfortante entumecimiento del hielo y decidí
envolverlo en torno a mi corazón.
Parando justo en frente de la puerta gris con la palabra Terapia en letras
negras, el ceño fruncido de Jenna disminuyó y se volvió en una pequeña, suave
sonrisa cuando contempló mi expresión.
—No estés nerviosa. Y no dudes en acudir a mí si tienes alguna pregunta.
Pareces una chica simpática, incluso si ese primo tuyo come más carne roja de la
que debería y actúa como pijo idiota la mayoría del tiempo.
—En verdad es encantador. —Salté queriendo defender a mi primo, quién
me salvó la vida.
Y la de mi hijo.
—Es un estirado arrogante, pero…
—Tienes que ver cómo fuimos criados. Es su mecanismo de defensa —me
apresuré a explicar—. Tiene el mejor corazón, pero lo esconde porque tiene que
hacerlo. Mi familia es muy distante. Muy maliciosa y sentenciosa y… —Suspiré
hondo, mi corazón se retorcía dolorosamente ante un particular recuerdo en
donde mi madre fue muy fría y muy maliciosa. Temblé y una vez más froté mi
pecho en donde dolía.
Jenna resopló otra vez, no frunció el ceño, pero tampoco sonrió. —Bueno,
dile que deje la carne roja. Ya no tiene veinticinco.
Con eso, giró sobre sus tacones y caminó de regreso a las escaleras,
dejándome sola con mis pensamientos y con la puerta cerrada de la sala de
terapia.
Tomé una respiración alentadora, coloqué la mano sobre la palanca y abrí
la puerta. Lo primero que vi me llenó de incredulidad, después consternación
condimentada con desesperación y después determinación.
Más o menos, la sala seguía en la misma posición, varios armarios grandes
llenos de suministros se hallaban contra la pared del fondo, y dos estaciones de
trabajo para documentarse e investigar estaban en un rincón de uno de los lados.
La mayor diferencia era que en vez de una sala de terapia limpia y
organizada, este sitio era un desastre.
Envases de comida antigua contaminaban las mesas de evaluación y
ambos escritorios del rincón. Latas y botellas vacías —al menos esperaba que
estuvieran vacías— de cerveza desperdigadas por el suelo. Toallas sucias se
extendían por todas partes. Los armarios de suministros se encontraban todos
abiertos y en su mayoría vacíos.
¿Qué diablos?
Antes de que pudiera reaccionar por completo, la puerta tras de mí se abrió
y me giré para encontrar al Sr. Connors, con los brazos llenos de bolsas de papel
de comida y un paquete de seis cervezas.
Paró en seco, al parecer sorprendido por mi presencia, pero luego se
recuperó rápidamente. —¿Qué haces aquí?
El vago olor de comino y patatas grasientas fue a la deriva por la
habitación.
Enderecé la columna y sostuve la mano en alto. —Sr. Connors, soy…
—Sé quién eres, Pecas. No pregunté tu nombre, ¿verdad? ¿Eres sorda?
Pregunté qué hacías aquí. —Pasó rozándome a la habitación, pateando la basura
fuera de su camino cuando pasaba.
Le fruncí el ceño a su espalda. —Trabajo aquí.
—Aquí no, no lo haces. —Tiró el contenido de sus brazos sobre la mesa de
evaluación y me enfrentó—. Tú trabajas en el vestuario y en el gimnasio. Este es
mi espacio.
Mirando boquiabierta su amargada expresión, crucé los brazos sobre el
pecho. —Esa no es mi comprensión de la situación, Sr. Connors. Esta es la sala
de terapia, todas las evaluaciones terapéuticas y las sesiones no urgentes deben
tener lugar aquí.
Su cara se puso de una fea sombra de morado rojizo justo antes de que
vociferara—: Puedes coger tu procedimiento estándar y metértelo por tu flaco
culo.
Me estremecí, mi boca cayó abierta de la incredulidad. Jenna y Sean no
mentían cuando le llamaron gruñón. Era como un gran, hinchado bebé haciendo
una rabieta.
—Este es mi espacio, mi sala, y tú no tienes privilegios.
Este hombre grande cargó hacia mí. Automáticamente di un paso atrás,
sosteniendo las manos en alto entre nosotros.
Antes de que pudiera lograr otra palabra, cerró la puerta de golpe en mi
cara y gritó del otro lado—: ¡Y quédate fuera!
No estoy orgullosa de admitirlo, me quedé mirando la puerta boquiabierta.
Miré y me quedé boquiabierta, no siendo muy capaz de hacer cuadrar esta
versión del Sr. Connors con el sabio pero aún prudente hombre que conocí
durante la entrevista.
No sé cuánto tiempo me quedé mirando boquiabierta, quizás un minuto,
tan vez quince, pero cuando una voz familiar preguntó—: ¿Estás perdida?
Salté.
Jadeé.
Me giré.
Encontré a Bryan Leech apoyándose contra la pared de hormigón,
observándome con una sonrisa perpleja.
Déjame cambiar eso.
Encontré al musculoso, sudoroso, tatuado, sin camiseta y espléndido
Bryan Leech observándome con una sonrisa perpleja.
Ah…Tenedor.
Traducido por ∞PurpleGirl∞ & Black Rose

Bryan
—¿Estás perdida? —pregunté, vagamente divertido. Quiero decir,
podría asustar cuando el humor se apoderaba de mí, pero en
general mi comportamiento no solía hacer que las mujeres huyeran de mi
presencia como si fuera un vagabundo con una gabardina intermitente.
A menos que esa mujer fuera Eilish Cassidy.
—No, no me perdí para nada —respondió bruscamente y se movió para
pasar a mi lado. Mantuvo sus ojos en mi cara.
No quería tentarse con la vista de mi pecho desnudo, ¿eh? Me gustaba
imaginar que esa era la razón y no que mi desnudez la ofendiera de alguna
manera. No es que debería estar imaginando nada, me recordé a mí mismo. La
compañía femenina seguía fuera de los límites. Específicamente, una compañía
femenina no platónica, y no existía nada de platónico acerca de cómo me sentía
y pensaba acerca de Eilish.
Todavía me miraba divertida.
¿Volaba bajo o algo así? Bajé la mirada solo para estar seguro, y no se veía
nada obsceno. Sin embargo, me veía sucio y sudado y llevaba solo un par de
pantalones cortos de melé. Probablemente debería haberme puesto una camisa
antes de venir aquí, pero estuve corriendo circuitos en el campo cuando mi vieja
y confiable tendinosis comenzó a darme problemas.
Esta era la razón que me llevó a la sala de fisioterapia para que Connors
me mirara la rodilla. La mitad de mí había estado esperando encontrarme con
Eilish. Mientras tanto, la otra mitad sabía mejor y no quería tener nada que ver
con ella. Esa sería la mitad cuerda y lógica. No tenía ningún negocio ni siquiera
pensaba en perseguirla, pero aquí estaba, mirándola como un león acechando a
un antílope. Un antílope muy hermoso e intrigante.
—¿Connors está allí? —pregunté, todavía un poco sin aliento después de
mi entrenamiento.
La mirada de Eilish parpadeó hacia la sala de terapia cuando asintió. —
Sí, está allí.
Noté algo en su expresión que me hizo preguntarme si tal vez no era de mí
de quien quería huir. Connors era conocido por ser un idiota para casi todos.
Se movió para caminar junto a mí cuando hablé—: No lo tomes como algo
personal.
Frunció el ceño, su mirada se deslizó sobre el tatuaje en mi brazo antes de
volver a la mía. —¿Huh?
—Connors. Es un idiota incurable. Podrías ser Sacha Baron Cohen7 con
bikini y una sonrisa, y él todavía encontraría algo para criticar.
—¿Sacha Baron Cohen? —Levantó una ceja.
Incliné la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro, teniendo en cuenta
mis siguientes palabras. —Digamos que Connors es un gran fan.
Dejó escapar un lento aliento y pasó los dientes sobre el labio. Parecía que
quería decir algo, pero se contenía. Finalmente, cedió—: ¿Estamos hablando de
Borat o Ali G?
—Ninguno. A él le gusta Brüno.
Soltó una risa a regañadientes. —Guau. Por molesto que sea, en realidad
me hace sentir mejor. Ahora cada vez que él esté siendo difícil, me lo imaginaré
con pantalones cortos.
Le disparé una sonrisa, hechizado por su ocurrencia. —Feliz de ayudar.
Reunió una sonrisa a cambio, pero todavía era cautelosa. Mis ojos trazaron
la forma de su boca y la dispersión de pecas en su nariz y mejillas. A pesar de
todo, me sentí profundamente atraído por esta mujer. Tal vez debería visitar al
florista…
—Parecía tan diferente en la entrevista —dijo Eilish, rompiendo el
silencio—. Mucho menos…
—¿Como el anticristo? —dije en broma.

7Es un actor, humorista y escritor británico conocido sobre todo por sus personajes cómicos Ali
G, Borat, Bruno, El dictador y Nobby en The Brothers Grimsby.
—Desearía que esa declaración no fuera cierta —prosiguió, asintiendo y
riendo distraídamente.
Me tomé un segundo para estudiarla. Ella era toda piel impecable y
cabello rojo brillante y vibrante. Parecía joven pero madura, más madura que
sus años. Si estaba haciendo una pasantía, entonces debe haber terminado la
universidad. Eso la pondría en sus veinte años.
Hombre, era demasiado joven para mí. No es que fuera siquiera una
opción. No lo era. Ninguna mujer lo era. Mi sobriedad era algo tentativo, y
cualquier tipo de cambio podría alterar el equilibrio.
¿Qué pensaba, pene-cerebro, yendo detrás de ella en la fiesta de Will así?
Sí, es correcto, no lo hacías.
El problema era que mi pene a menudo se hacía cargo de donde mi cerebro
era demasiado perezoso y demasiado indiferente para el cuidado. Por eso seguí
cavando un agujero preguntando—: Oye, no te sentirías caritativa, ¿verdad?
Me miró con recelo. —¿Por qué preguntas?
Ya que estamos en el baile, bailemos.
—Tengo tendinosis en mi rodilla izquierda, y está agarrotada. Solo me
dirigía a conseguir que Connors trabajara en ello, pero preferiría que lo vieras
en su lugar. Estoy dispuesto a apostar a que está de mal humor, y preferiría no
estar en el extremo receptor.
Su mirada descendió hasta mi rodilla, rozando mi pecho, abdomen y el
tatuaje en mi brazo en el proceso. Un pequeño zumbido de consciencia me
atravesó. Me gustó cuando miró. Me gustó demasiado. Ella se mordía el labio,
claramente incómoda.
Bruscamente, con una negación estridente, dijo bruscamente—: No, lo
siento, no puedo. No estoy establecida correctamente todavía.
—¿Qué hay que arreglar? Todo lo que necesitas está justo a través de esa
puerta —dije, gesticulando casualmente sobre su hombro.
Tragó visiblemente, y por un segundo pensé en darle una salida. Pero algo
dentro de mí, ya sea mi polla o mi corazón, te juro que no sabía cuál, me espoleó.
Uno u otro de ellos querían las pequeñas manos de Eilish sobre mí. Entonces sí,
probablemente el primero.
Después de una larga vacilación, echó un vistazo a la puerta y pareció
endurecerse.
—Está bien, no puedo prometer milagros, pero veamos qué puedo hacer
por ti.
Sonreí ampliamente, y ella parpadeó como si la tomara por sorpresa.
Luego se volvió rápidamente y abrió la puerta. No la sigas. No lo hagas.
La seguí.
—Pensé que te lo dije... —Las palabras de Connors se apagaron tan pronto
como me vio, lo que me hizo preguntarme si había estado a punto de masticar la
cabeza de Eilish sin una buena razón. Qué imbécil. Me mantendría al tanto de
su trato con ella o, como mínimo, se lo mencionaría a Sean.
—Oh, Sr. Leech, no recuerdo haber sido llamado para una cita hoy —dijo,
frunciendo el ceño.
—No lo estoy, pero mi rodilla ha estado actuando mal. Pensé que la joven
Eilish podría echarle un vistazo, ya que es su primer día.
Ella se irritó notablemente por la palabra joven, lanzándome una mirada
irritada.
Mientras tanto, Connors le lanzó una mirada descontenta. —No, no, eso
no es necesario. Yo puedo hacerlo.
—Pero… —comenzó Eilish, y yo intervine.
—Me alegra que ella me cuide, Connors.
—Sea como fuere, ella no está calificada—se burló y la miró como si fuera
una goma de mascar pegada a su zapato.
—He estado en la cuadra lo suficiente como para poder guiarla —le dije,
irritado por su actitud—. Así que puedes soportarlo.
—No te atrevas a hablarme así —farfulló—. Te haré informar.
—¿Oh si? Porque eres un brillante dechado de virtud. Regresa a tu
paquete de cervezas y deja que Eilish haga el trabajo para el que se supone que
debe estar entrenando.
—Necesito supervisar su trabajo.
—Esta vez no. —Lo miré hacia abajo. Parecía llegar a la conclusión de que
enfrentarme no valía la pena. Todos sabían que podía ser tan terco como
vinieran.
Con unas pocas palabras poco amables murmuradas en voz baja, se retiró
a su oficina y encendió el televisor. Le hice un gesto a Eilish.
—Dirige el camino.
Podría decir que se sentía molesta, probablemente por la falta de respeto
de Connors, pero hacía todo lo posible para que no se notara. Hice una nota
mental para hablar con el Entrenador Brian al respecto, ver si podría darle un
sermón a nuestro fisioterapeuta. Si no lo hacía, estaba obligado a hacerlo yo
mismo y perder los estribos en el proceso. De nuevo.
Eilish permaneció en silencio mientras me hacía un gesto para que me
sentara en la silla de reconocimiento. Se inclinó para mirarme la rodilla y tragué
saliva con fuerza, mientras mi mente vagabundeaba hacia un lugar al que no
tenía ningún asunto. Era obviamente joven e inexperta, y todo esto debe haber
sido un poco intimidante. Lo último que necesitaba era un viejo pervertido que
tuviera pensamientos sucios sobre ella, incluso si era injustamente hermosa.
Demasiado hermosa para un trabajo como este. Mis compañeros de equipo
solteros se lanzarían sobre ella en poco tiempo. Apreté mi puño solo de pensarlo.
No tienes nada que apretar ese puño tuyo, intervino mi conciencia
finalmente. Te prometiste a ti mismo que no habría mujeres hasta que
mantuvieras una planta viva por seis meses, y ahora mírate.
Sí, bien, ¿dónde te hallabas hace cinco minutos cuando necesitaba que
dejases de seguir mi polla? Respondí malhumorado.
—De nuevo, ¿qué rodilla es? ¿Tu izquierda? —preguntó Eilish
suavemente, sus dedos fríos sondeando suavemente.
—Sí, mi izquierda —respondí, inusitadamente perdido por las palabras.
No podía recordar la última vez que me tocó alguien que realmente quería
tocarme.
—¿Cómo desarrollaste la tendinosis? ¿Lesión o uso excesivo?
Noté que sus ojos se movían sobre el tatuaje en mi brazo otra vez, luego
frunció el ceño como si verlo fuera confuso.
—Uso excesivo, pero rasgué el menisco hace años. Empujé mi cuerpo
demasiado fuerte por mucho tiempo. Solía ser un gran bebedor, ¿sabes? El abuso
de sustancias y el entrenamiento durante seis horas al día no constituyen una
combinación saludable.
Su mirada volvió a la mía y parecía interesada en esta información. —
¿Solías ser?
—Sí. Estoy sobrio hace casi dos años. No me reconocerías estos días por el
hombre que solía ser cuando bebía. —Hice un gesto hacia mi tatuaje, el que
estuvo mirando hace un minuto—. Conseguí esto un par de semanas después de
dejar de beber para siempre. Es un antiguo símbolo maya para la resistencia, me
hace sentir más fuerte cuando lo miro. También me recuerda cómo nunca quiero
volver a donde estaba.
—Oh. —Respiró, asintiendo pensativamente. Estuvo callada por un
momento mientras estiraba mi rodilla muy suavemente. Parecía vacilante y
demasiado cuidadosa en sus movimientos, pero aun así ayudó a aliviar el dolor
un poco.
Continué hablando, esperando que la hiciera sentir más cómoda. —Sí,
tómalo de un perro viejo que ha pasado por mucho, será mejor que te mantengas
alejada de todo ese negocio de las fiestas y las bebidas pesadas. Las personas de
tu edad piensan que son invencibles, libres de hacer lo que quieran, pero créeme,
siempre hay que pagar un precio.
Se puso rígida ante esto, casi como si la hubiera insultado. —No soy como
la mayoría de las personas de mi edad.
Su declaración me hizo sentir curiosidad. —¿No?
—No —respondió, sin dar ninguna idea de por qué.
—Sí, bueno, eso es algo bueno, supongo. Acabo de cumplir los treinta y
solo ahora estoy empezando a apreciar todas las cosas que solía pensar que eran
aburridas. ¿Conoces a Will? ¿Will Moore, el estadounidense, construido como una
pared de ladrillos?
Asintió.
—No sé si viste ayer cuando pasaste por allí, pero él y yo vivimos juntos
ahora. Y mantén esto entre tú y yo, pero la mayoría de las veces preferimos
quedarnos y jugar al Scrabble antes que ir de discotecas con el resto del equipo
—dije y le guiñé un ojo.
Luego traté de no hacer una mueca porque acababa de guiñarle un ojo.
¿Por qué demonios estoy guiñando el ojo?
Soltó una risita ligera. —Sí, creo que lo adiviné por el episodio fuera del
departamento de tu vecino.
No dejé que su comentario me desconcertara, sino que lo pinté en una
sonrisa despreocupada. —Haré que sepas que mujeres de todo el país harían cola
para echar un vistazo a mí en mis pijamas. Deberías considerarte afortunada.
—¿En serio? —desafió—. ¿Quiénes son estas mujeres? ¿Las mismas que
van a conciertos de Daniel O'Donnell y juegan bingo un viernes por la noche?
La miré juguetonamente. —Sí, sí, ríete. No sé por qué un hombre duerme
desnudo cuando podrían estar usando un par de pijamas de franela.
Me lanzó una mirada divertida, y soltó—: Eres algo inesperado, ¿lo sabías?
Me encogí de hombros y le dediqué una sonrisa dentuda. —Me gusta lo
que me gusta.
Volvió su atención a estirar mi pierna. Cuando alivió un punto
especialmente dolorido, dejé escapar un gemido placentero. Me miró y nuestras
miradas se encontraron. Por un momento pareció paralizada mientras sus
manos continuaban trabajando su magia. Sabía que tenía más en ella, así que
animé con voz ronca.
—No tengas miedo de ser ruda. Soy más duro de lo que parezco.
Algo en mi tono la hizo congelarse, sus manos se retiraron a su regazo.
Pasó un momento de silencio antes de preguntar—: Eilish, ¿estás bien?
—Sí, yo solo… Me olvidé de mí misma por un momento —dijo en voz baja
mientras negaba con la cabeza.
Fruncí el ceño. —¿Tú qué?
—Lo siento, quiero decir, me olvidé de dejar algunos formularios en
Recursos Humanos. Me tengo que ir.
—¿Ahora mismo? —pregunté con curiosidad.
Asintió con fervor. —Sí, en este momento. Ponte una compresa de hielo
sobre la rodilla y mantenla sin apoyarla durante al menos treinta minutos. —Y
con eso se apresuró a salir de la habitación.
De acuerdoooo.
Reviví nuestra conversación en mi mente, tratando de averiguar si la
ofendí inadvertidamente. Claro, ella se puso un poco malhumorada cuando
estereotipé su grupo de edad, pero algo me dijo que no era eso.
Hace dos años, me habría importado un rábano si una mujer hermosa se
enojaba conmigo. En cualquier caso, todavía estarían dispuestas a un polvo. Sí,
no me sentía tan impresionado con el hombre que solía ser. Pero, ya no era él. Y
Eilish no era solo una mujer hermosa.
No, había algo con Eilish Cassidy, y estaría condenado si no estuviera
decidido a averiguar qué.

—¿Cuál es la historia con tu prima?


—¿Perdón?
—Eilish. Me encontré con ella antes en fisioterapia. No parezco gustarle
mucho. —Reclamé el lugar al lado de Sean sobre la hierba y me estiré.
Me dio una mirada periférica. —¿Qué le dijiste?
—Oh, por supuesto, piensas que es algo que dije. Fui un perfecto caballero,
pero juraría que yo era el maldito Charles Manson8, a juzgar por el hecho de que
no pudo escapar lo suficientemente rápido.
—Es tímida —dijo Sean, sin mirarme a los ojos.

8 Fue un criminal y músico estadounidense, conocido por liderar lo que se conoció como «La
Familia Manson», un grupo de seguidores de Manson que surgió en el desierto de California a
finales de los años 60. En 1971, fue declarado culpable de conspiración por los asesinatos de siete
personas.
¿Tímida? Ehhhhh no.
La forma en que su mandíbula se puso rígida me dijo que no me decía toda
la verdad. Mi cerebro trabajaba horas extras, preguntándose si tal vez algún
imbécil la trató mal y ahora odiaba a los hombres. O tal vez simplemente me
encontraba “desagradable” porque yo tenía una reputación y ella era una
Cassidy. La familia era notoriamente estirada.
—Bueno, tendrá que superar eso bastante rápido si va a trabajar con el
equipo. No hay lugar para la timidez cuando tienes que toquetear rufianes
musculosos para vivir.
—Es una fisioterapeuta en prácticas, Leech, no una maldita masajista de
finales felices —dijo.
Sonreí ampliamente, tomando la satisfacción de irritarlo. —¿Hay alguna
diferencia?
Ante esto, se acercó y me dio una bofetada en la cabeza. —Sí, hay una
diferencia, tarado, y lo sabes. Te juro que si te equivocas con ella en un solo paso,
te terminaré. —Hizo una pausa y bajó la voz cuando continuó—: Ha pasado por
muchas cosas.
Puse mis manos en el aire. —Relájate, estoy bromeando. Me comportaré a
su alrededor, lo prometo.
Hizo un sonido bajo en la parte posterior de su garganta y volvió a estirar.
No podía dejar de preguntarme a qué se refería cuando dijo que pasó por muchas
cosas. Fue algo fuera de lo común que sintiera curiosidad por una cuasi extraña.
Por otra parte, seguía averiguando qué era mi común. Tal vez siempre
había sido un entrometido, demasiado jodido todo el tiempo para complacer el
impulso.
Ese pensamiento me hizo sonreír.
Más tarde ese día, cuando conducía a casa desde el entrenamiento, mi
teléfono se iluminó con una llamada de uno de mis amigos más cercanos. Sarah
Kinsella era mi patrocinadora de Alcohólicos Anónimos. Alguien con quien, con
el tiempo, me volví cercano. Ella era diferente a la gente habitual que conocía, y
era agradable tener a alguien en mi vida que no tuviera nada que ver con el
rugby. Era una de las mujeres más geniales y honestas que conocí y sobrevivió a
una vida mucho más áspera que la mía: padre abusivo, madre adicta a la heroína,
hogares de crianza temporal, más abuso.
La gente como Sarah tenía una razón para recurrir al alcohol, y el hecho
de que tuviera tanto control de sí misma ahora la hacía alguien a quien
realmente admiraba.
—Oye, Sarah, ¿cómo te va? —respondí con el manos libres.
—Bryan, ¡oye! Estoy bien. Solo pensé en llamarte rápidamente y ver cómo
te va.
—Estoy bien, podría ser mejor. Mamá ha estado haciendo sus acrobacias
habituales.
—Oh, no, lamento escuchar eso —dijo, dejándome abierto para que
hablara si quería. Era una de las cosas que más me gustaban de ella. Si querías
hablar, ella te dejaba, pero si no lo hacías, nunca insistía. Hoy,
sorprendentemente, descubrí que realmente quería hablar.
—Sí, me encontraba en el cumpleaños de mi compañero Will cuando me
llamó para que fuera. Traté de decir que no, pero ya sabes cómo es. Ella es mi
punto débil. A veces parece que soy todo lo que tiene y no puedo abandonarla. Su
negativa a aceptar que estoy sobrio ahora hace que sea difícil hacerlo bien por
ella.
—Mm-hmm. Eso pasa mucho. Por lo general, son los amigos con los que
solías beber los que no aceptan tu nuevo estilo de vida, pero contigo es tu madre.
Básicamente fuiste su compinche desde que eras un adolescente, Bryan. Además,
el que ya no estés bebiendo, arroja luz sobre el hecho de que ella sigue haciéndolo.
Los adictos no quieren ver lo que son, porque la negación es más fácil que tratar
de cambiar.
—Solo desearía hacerle entender que no la estoy juzgando. Si quiere beber,
esa es su elección. No voy a forzar la sobriedad en su garganta.
—Es difícil para ella. Ha estado en este estilo de vida por mucho más
tiempo que tú. Todo lo que puedes hacer es estar allí para ayudarla si lo pide. Si
quiere cambiar, tiene que ser su elección.
—Sí, tienes razón. —Suspiré—. Lo siento por ser un bastardo tan
deprimente todo el tiempo. Siento que todo lo que hago es airear mis problemas
contigo.
—Oye, para eso estoy aquí. Además, me dejas hablar sobre mi vida
amorosa fallida. Así que ambos estamos sacando provecho de eso —respondió
con una sonrisa en su voz.
—Hablando de eso, ¿hay alguna noticia en ese frente? —Sarah era
lesbiana y vivía en una ciudad pequeña, y a menudo me solidarizaba con ella
dado lo pequeño que podía ser el grupo de citas.
—Realmente no. Si piensas que tu vida es deprimente, deberías
intercambiar conmigo por un tiempo. Incluso Tinder se dio por vencido y comenzó
a mostrar los perfiles de las personas a las que anteriormente rechacé. Es como
si tratara de decirme de manera subversiva que debería considerar reducir mis
estándares.
Me reí de esto. —Esa perra juzgona, esa Tinder.
—Dímelo a mí. ¿Pero qué hay de ti? Supongo que la orquídea que te compré
en Navidad se marchitó y murió porque hace tiempo que no la mencionas.
—Sí. La enterré en el jardín trasero junto a mi periquito muerto y mi gato
de la infancia.
—Mentiroso. No tienes jardín en ese ático de lujo. Son solo encimeras
estériles y suelos de baldosas.
—Bueno, si tuviera uno, lo habría enterrado. No sé lo que es, pero creo que
nací con el opuesto de un pulgar verde.
—¿Pulgar asesino?
—Sí, eso es lo que tengo. El pulgar de la muerte.
Rio. —¿Entonces supongo que no avanzarás a la siguiente etapa pronto?
—No. —Una imagen espontánea de Eilish Cassidy brilló ante mis ojos. Me
hormigueó la parte de atrás de la nuca, cosa que sucedía en los días cada vez que
no era completamente sincero, lo que me provocaba una exhalación frustrada.
—¿No? ¿Estás seguro?
—Bueno, algo así. Hay esta chica… esta mujer que me llamó la atención,
pero estoy bastante seguro de que me encuentra tan atractivo como una infección
por hongos.
Soltó una burla. —Por supuesto.
—¡Oye! Estoy siendo serio.
—No sacaste el viejo Bryan Leech tipo “Vamos soy más fuerte que Hulk
Hogan con la marca registrada de esteroides”, ¿o sí? Porque eso solo funciona con
las fanáticas de rugby y los intoxicados. Cualquier mujer cuerda correría a
kilómetros.
—Antes que nada, Hulk Hogan probablemente ha tomado esteroides
desde los años ochenta, por lo que necesitas una nueva comparación. En segundo
lugar, ¿qué te hace pensar que soy demasiado fuerte?
—¿Recuerdas cuando me convertí en tu patrocinadora por primera vez y
te descarrilaste? Tuve que ir a arrastrar tu trasero fuera de un pub infernal, y
como no sabías que yo era gay en ese momento, me coqueteaste. Fue algo
gracioso. Tenías todas estas líneas...
—Está bien, no hay necesidad de restregármelo. —Fruncí el ceño—. Estoy
casi en casa, y tengo que ir a recoger algunos comestibles.
Se rio un poco más. —Bien, bien. Quiero saber más sobre esta chica que te
gusta, y probablemente deberíamos hablar un poco acerca de que tomes el
siguiente paso y comiences una relación, pero en definitiva, creo que estás listo.
Me mordí el labio, sus palabras tocaron un acorde. Ella pensaba que yo
estaba listo. ¿Lo estaba?
—Sí, tienes razón, deberíamos… hablar —dije y colgué justo cuando
entraba en el centro comercial cerca de mi apartamento.
Estacioné mi auto y comencé a dirigirme hacia dentro cuando vi la
floristería. Las plantas se exhibían en la ventana y caminé hacia la pantalla
antes de darme cuenta de lo que hacía.
—Bueno, ya que estoy aquí…
Sonó una campana cuando entré en la tienda y el abrumador perfume de
la naturaleza me golpeó de inmediato. Una mujer rubia de mediana edad se
hallaba de pie junto al mostrador, ofreciéndome una sonrisa amistosa mientras
miraba a mi alrededor.
—¿Puedo ayudarte con algo?
Me rasqué la cabeza, no tenía idea de lo que quería comprar. Además, el
lugar era pequeño y había estantes y flores por todas partes. Me sentía todo
grande y pesado en el espacio pequeño, como si no tuviera cuidado terminaría
golpeando algo. —Uh, sí —dije e hice un gesto hacia la colección de plantas que
había junto a la ventana—. ¿Cuál de esas es más fácil de mantener viva?
Obviamente pensó que mi pregunta era extraña, pero no hizo ningún
comentario al respecto. —Bueno, las plantas araña. ¿Ves las que tienen largas
hojas flojas?, tienden a tener un mantenimiento bastante bajo.
—Genial, está bien, tomaré una de esas.
No podía explicarlo, pero de repente me sentí cohibido, como si esta florista
de alguna manera sabía que yo era un alcohólico de baja recuperación que apenas
podía mantener viva una planta. Era parte de mi recuperación. Necesitaba
aprender a cuidar otras cosas además de a mí mismo. Hasta ahora, fallé. Pero
ahora, por alguna razón inexplicable, me sentía más decidido a tener éxito que
nunca. Una imagen de ojos azules y cabello rojo brilló en mi mente.
Sí, sabía el motivo, por supuesto que sí.
La florista se acercó a la ventana y recogió una de las cosas con forma de
araña, luego hizo un rápido trabajo de envolverla y terminar la compra. Le di las
gracias y salí de la tienda con un renovado sentido de determinación.
Esta planta iba a sobrevivir así fuera lo último que hiciera.
Traducido por Julii.Camii

E l desorden era mi kriptonita.


Después de que nació Patrick, mantener mi lugar limpio y ordenado
se sentía como lo único sobre lo que tenía control. No podía controlar cuándo (o
si) dormía, pero podía controlar si mis calcetines se hallaban organizados por
longitud, grosor y luego por color.
—Voy a arreglar un poco —me susurré a mí misma, procediendo con
extrema precaución. Sabía que Connors se fue por el resto de la tarde, escuché a
Alice en la oficina decir que se había tomado un tiempo libre.
Alice, la administradora principal en el último piso, me permitió usar uno
de los espacios de oficinas compartidos para poder hacer mis gráficos durante la
última semana. Ella me lo mostró durante mi primer día; era una alternativa
bienvenida y tranquila a la dudosa sala de fisioterapia de Connors. Además,
según Connors, todavía no tenía privilegios. No iba a hacer un escándalo por eso;
si la maternidad me enseñó una cosa, fue a elegir mis batallas. Si hay una
solución alternativa que sea casi tan buena, haz eso.
Así que estuve usando el gimnasio y el vestuario, no es gran cosa.
Pero tal vez si arreglaba el lugar, ordenaba y reabastecía los suministros,
y demostraba que podía ser una ventaja, se relajaría un poco y dejaría de
enloquecer cada vez que me acercaba a la sala de fisioterapia.
O tal vez tiene un objeto desconocido tan metido en el culo, que solo va a
ser un feo idiota por toda la eternidad.
… me avergüenza.
—Eso fue cruel, Eilish —murmuré, entrando a la sala de terapia y
encendiendo la luz. Tan pronto como el espacio se iluminó, di un paso atrás. Lo
que tenía delante era, como lo fue la semana anterior, desalentador. Y
repugnante.
Además, pensé que vi algo que parecía el contenedor para el almuerzo de
Jenna McCarthy, abierto y vacío en su área de gráficos.
¡Él le robó el almuerzo!
—Ese bicho raro —dije antes de poder contenerme. Arrugué mi cara y
sacudí mi cabeza—. Para. Si no puedes decir nada bueno, no digas nada en
absoluto.
Bien. Solo lo pensaré. Es un monstruo fétido y un fétido idiota.
—Lo mejor es no pensar en eso —me dije a mí misma, empujando esos
pensamientos, y la parte generalmente latente de mi personalidad, hasta el
fondo de mi mente—. Solo límpialo, organízalo y haz un inventario.
El sonido de unos pasos detrás de mí me hizo asomarme por la puerta y
mirar por el pasillo. Vi a William Moore venir en mi dirección. Aprendí en los
últimos siete días que el alto ala estadounidense era básicamente la persona más
amable y educada de la faz de la tierra.
Sus cejas se alzaron sobre su frente y aminoró la velocidad al acercarse.
—Hola, Eilish. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. ¿Y tú?
—Bien, bien. ¿Y tu hijo? Patrick es su nombre, ¿verdad?
—Así es. —Sonreí con curiosidad al tipo grande—. ¿Cómo lo sabías?
—Sean nos contaba cómo le había comprado un esmoquin.
Un hilo de miedo entre mis omóplatos me hizo estar más alto. —¿Quien?
¿A quién le decía?
—Solo nosotros y Ronan.
En eso me relajé y sonreí de alivio. Ronan era el capitán del equipo y, como
comentario aparte, también resultaba ser la viva imagen de Colin Farrell. —Sí.
Le gusta comprarle trajes a Patrick y pañuelos de bolsillo a juego. Me estoy
quedando sin espacio en el armario.
La existencia de Patrick no era un secreto, pero pensé que era prudente
dejar fotos de él en casa.
La atención de William saltó a la habitación detrás de mí y luego a mi
rostro. —¿Finalmente se te permite entrar?
Tomé aliento y debatí sobre la mejor manera de responder.
Debo haber tardado demasiado porque dijo—: Deberías dejar que
hablemos con el Entrenador Brian sobre esto, sobre Connors y cómo él...
—No. No hagas eso. Me ocuparé de Connors, lo haré. Haré que entre en
razón. Solo llevo aquí una semana, necesito más tiempo.
William hizo una mueca, y pensé por un momento que iba a discutir, pero
luego dio un paso atrás, asintiendo. —Bien. Bueno, los muchachos están por el
pasillo y Ronan está con ellos si cambias de opinión.
—Gracias, William.
—Nos vemos luego. —Asintió cortésmente.
—Nos vemos. —Lo saludé con la mano mientras se alejaba, sus pasos
alejándose por el largo pasillo.
Volviendo mi atención al área del desastre conocida como la sala de
terapia, hice una encuesta rápida de lo que había que hacer y en qué orden.
Basura primero. Luego suministros.
Avanzando, pateé una pila de contenedores para llevar a un lado,
deseando despejar el camino hacia los armarios para poder buscar guantes de
látex. Pero luego me detuve, rígida, un extraño sonido de arañazos proveniente
de la pila que acababa de empujar con mi pie.
Volviendo a mirarlo, me agaché en el suelo y levanté un papel grasiento
en la parte superior del desastre. Y fue entonces cuando lo vi.
Una cucaracha.
En Irlanda.
Un monstruo gigante de un error, el que solo había visto en programas de
naturaleza sobre insectos prehistóricos.
De acuerdo, tal vez sobre exageraba su tamaño. Tal vez no. Honestamente,
no tuve la oportunidad de detenerme en el asunto, porque la langosta de Satanás
saltó a mi mano.
Grité.
Obviamente.
Saltando hacia atrás y aplastando mi mano, grité de nuevo. Pero el mal
encarnado de alguna manera se arrastró hasta la manga de mi camisa. La
sensación de sus pequeñas y peludas piernas deslizándose a lo largo de mi brazo
me hizo gritar por tercera vez y me quité la camisa, lanzándola al otro lado de la
habitación como si estuviera en llamas.
—¿Qué diablos sucede?
Giré hacia la puerta, y encontré a Ronan Fitzpatrick y Bryan Leech
revoloteando en la entrada, sus ojos recorriendo la habitación como si buscaran
a un acosador. Mientras tanto, pasaba frenéticamente mis manos sobre mis
brazos y mi torso. Sentí el toque de ese engendro del diablo en todo mi cuerpo.
—¡Cucaracha! —chillé—. ¿La ves? ¿Todavía está en mí? —Me torcí de un
lado hacia el otro, buscando.
Más miembros del equipo se unieron a Bryan y Ronan en la puerta, pero
apenas los vi en mi pánico.
Dios, todavía podía sentirlo.
Todavía. Podía. Sentir. Eso.
Ahora sabía lo que esas desventuradas mujeres sentían en las películas de
terror cuando se daban cuenta de que el asesino en serie seguía dentro de la casa.
—¡Oh! ¡Lo veo! —Bryan se lanzó hacia delante, agarrándome por los
brazos y volteándome hacia un lado.
Y luego me golpeó en el culo. Y luego agarró mi culo, apretando.
Chillé, demasiado sorprendido como para hacer algo más que mirar a
Bryan. Se encontró con mi mirada sorprendida, aparentemente también
demasiado sorprendido para hacer algo más que mirarme fijamente.
Luego levantó su mano, cubierta de tripas de cucarachas, luciendo a
partes iguales de orgullo y vigor. —Lo tengo.
—Asqueroso. — Esto vino de Malloy, que merodeaba por la entrada como
si no se atreviera a entrar en la sala de fisioterapia no sea que deambularan más
cucarachas del tamaño de un dragón.
—Nunca había visto una cucaracha tan grande antes. —Daly, uno de los
otros miembros del equipo, sonó positivamente cortado.
Al darme cuenta de que me hallaba sin aliento y no llevaba top sino mi
sostén, desvié mi mirada de la de Bryan y eché un vistazo a la habitación, el
ardiente calor de la vergüenza trepó por mis mejillas.
Arrastrándose…
Me estremecí. Pobre elección de palabra.
Mi camisa había aterrizado en el monitor de una computadora en una de
las estaciones de trabajo. Me apresuré a recuperarla.
—Bien, bien. Nada que ver aquí. Crisis evitada. —Escuché mientras
Bryan levantaba la voz. Echándole un vistazo, vi que tenía las manos en alto,
como una barricada móvil, y que sacaba a todos fuera de la habitación.
—Mantén esa mano lejos de mi —dijo alguien.
Seguido por otro de los chicos que dijo—: Sí, sabemos dónde ha estado.
—Muy divertido. Son todos un montón de tontos.
Una vez que todos salieron, Bryan cerró la puerta. Hubo una breve pausa
antes de preguntar—: ¿Puedo darme la vuelta?
Tragué saliva, mis miembros se sintieron sueltos y tambaleantes,
probablemente los efectos secundarios de la adrenalina, y asentí. —Por supuesto.
Sí. Estoy... me he puesto la camisa ahora.
Bryan miró por encima de su hombro, luego me dio una sonrisa
comprensiva. —¿Estás bien?
—Sí. Lo siento. —Resoplé, cruzando mis brazos sobre mi pecho y
resistiendo el impulso de rascarme los brazos—. Estaré aún mejor tan pronto
como obtenga una ducha caliente.
Sus ojos se encendieron y se estremeció, solo un poco, antes de desviar su
mirada hacia el piso y aclarar su garganta. —Uh, hablando de eso. Creo que es
mejor que lave esta mano.
—Oh, sí. Hay jabón junto al fregadero. Milagrosamente.
El costado de su boca se contrajo con pesar y asintió una vez, moviéndose
al fregadero incorporado a lo largo de una pared, al lado de los gabinetes de
suministros.
Esperé a que se lavara las manos antes de acercarme a la puerta, abrirla
y pasear por el pasillo. No podría soportar otro segundo en esa habitación. Dado
el hecho de que tenía los restos de una cucaracha muerta en el culo, todos mis
planes para limpiar el espacio físico huyeron.
A unos pocos pasos por el pasillo, Bryan se acercó y me agarró del codo,
acercándome. —¿Estás realmente bien? Por la forma en que gritabas, parecía
que alguien te estaba asesinando.
El calor renovado inundó mis mejillas y solté una risa autocrítica. —¿Viste
el tamaño de esa cosa? Era más grande que la mayoría de los perros.
Bryan se rio entre dientes, sus preciosos ojos parpadearon hacia mí, pero
no soltó mi codo. —Sí. Lo sé. Tenía una pinta de intestino de cucaracha
manchada en toda la mano.
—Bueno, al menos no está en tu culo. —Ahora me reía en serio y él
también.
Me apoyé contra la pared, sintiendo que necesitaba el apoyo por alguna
razón inexplicable. Me sentía agotada. Sí, me sentía cansada. Siempre me sentía
cansada pero no debería haber estado tan exhausta.
—Oye. Sentémonos por un minuto. —Tiró de mi brazo, tirándome a su
lado mientras se sentaba en el piso, y luego renunció a su agarre.
—Oh, Dios, esto es tan vergonzoso —murmuré, presionando mis manos en
mis mejillas y mirando al frente.
—No, no. Esto no es nada. —Bryan me dio un codazo en el hombro—. No
sabes el significado de vergonzoso si piensas que esto es malo.
Lo miré, un ceño fruncido dudando en mis características. —Oh, ¿en serio?
¿Gritar como una lunática y arrancarme la camisa frente a la mitad del equipo
no era lo suficientemente embarazoso para tus estándares?
—No olvides cuando te golpeé en el culo —bromeó.
—¿Cómo podría olvidarlo? —Una risa levemente histérica estalló en mi
boca. Me dieron ganas de llorar con la gran frustración de todo esto.
¿Por qué tenía que ser testigo de mi medio breakdance por la cucaracha?
¿Y por qué tenía que ser tan amable al respecto?
¿Y por qué se encontraba sentado tan cerca ahora?
¿Y esas manchas doradas en sus ojos verdes?
Me obligué a tragar y mirar hacia otro lado. —Tienes que admitir que mi
despliegue de locura inducida por las cucarachas está bastante arriba en la
escala de vergüenza.
—No. Ni siquiera cerca.
Incapaz de ayudarme, lo miré. Una nueva sonrisa se apoderó de sus labios,
también robando mi aliento.
Afortunadamente, no esperaba que yo hablara. —Una vez, en una fiesta
de la victoria, por supuesto que estaba enfadado, derramé mi cerveza sobre el
hijo del gerente general.
Sentí que mis ojos se ensanchaban. —Ah. Eso es malo.
—Peor aún, su hijo tenía solo seis semanas.
—¡Oh, no! —Cubrí mi boca—. ¿Le derramaste la cerveza a un bebé?
—Sí. Y tampoco un pequeño derrame. Toda la cerveza, una pinta doble.
Fue un accidente completo, pero me sentí como un idiota.
—Eso es terrible. —Lucia encogido pero también luchaba contra una risa
incómoda.
—Sí. Lo fue. —Asintió con la cabeza, sus ojos se nublaban, la sonrisa se
desintegraba lentamente de su rostro. La sonrisa disuelta dejó un fantasma, una
sombra pálida flotando detrás de sus ojos, como si el recuerdo lo persiguiera. Al
igual que su comportamiento pasado lo perseguía.
Mi corazón eligió ese momento para retorcerse en mi pecho, un repentino
dolor en su nombre. Bryan parecía completamente arrepentido. Al ser testigo de
su tristeza, me sentí opresivamente triste. La tristeza opresiva me estimuló a
actuar.
—Una vez, en mi clase de métodos de investigación —espeté y luego me
detuve, esperando hasta que sus ojos se enfocaron en los míos antes de
continuar—, nuestro profesor nos pidió que organizáramos nuestros conjuntos
de datos por datos demográficos clave. Así que levanté la mano y él me llamó.
Delante de toda la clase, quise preguntarle algo como: querrás ver una
clasificación de las asignaturas por género, ¿no? Pero, en lugar de eso, sin
pensarlo, lo que en realidad dije era: querrás tener sexo, ¿no?
Bryan se atragantó con una risa sobresaltada, su boca se abrió, luego echó
la cabeza hacia atrás y se rio de nuevo, esta vez con gusto. El sonido era
embriagador, un estruendo profundo, rico y desinhibido. Mi preocupación por él
disminuyó cuando me entregué a mí misma en un raro momento de mirar a
Bryan sin vergüenza. Parecía feliz, y su felicidad en ese momento hizo que mi
corazón se hinchara.
Corazón estúpido deja de hincharte. La hinchazón es mala para ti.
Mantente pequeño y protegido.
Pero no pude evitarlo. Su culpa anterior tocó una fibra conmigo. Mis ojos
se detuvieron sobre la curva de sus labios, la línea de su mandíbula, su cuello.
Tenedores, era guapo cuando se sentía feliz. Muy guapo. Magnético. Y
cuando se reía, era devastador, libre, abierto y vivo; me hacía sentir viva de una
manera que no había experimentado desde entonces… ya que…
Esa noche.
No me estaba riendo y no sonreía, porque mi corazón, el que estuvo
retorciéndose y luego hinchándose unos segundos atrás, ahora se encontraba
atrapado en mi garganta.
La risa de Bryan se redujo, y se limpió una lágrima de hilaridad por el
rabillo del ojo, mirándome. Cuando su mirada se encontró con la mía, hizo una
pequeña toma doble, parpadeando, sus cejas se movieron hacia arriba con lo que
parecía sorpresa.
—¿Eilish?
En cualquier momento, iba a ponerse de pie. En cualquier momento, iba a
decir adiós. En cualquier momento, iba a verlo irse.
¡Haz algo!
Pero, ¿qué podría hacer? ¿Decirle que me sentía encaprichada con él?
Porque eso es todo lo que era. Infatuación. Deseando. Soñando.
Pensé que había pasado esto.
—¿Oye? —Sus ojos se movieron entre los míos, luego cayeron a mis labios.
Él lamió el suyo y susurró—: ¿Estás bien?
Asentí con la cabeza, también susurré—: Sí.
Se inclinó hacia delante, solo un pelo, su atención aún se concentraba en
mi boca. —¿Qué estás pensando?
No respondí con palabras. En cambio, incliné la barbilla, cerré los ojos y lo
besé.
Sus labios eran cálidos, suaves y esenciales. Olía como lo recordaba, como
soñé. Hubiera gemido con lo bien que se sentía, excepto que él no respondía.
Así es, señoras y señores. Besé a Bryan Leech, y él se puso rígido como
afligido por parálisis labial.
Me tomó unos cuatro segundos de niebla antes de darme cuenta de esto
como un hecho, pero cuando las noticias finalmente llegaron a mi cerebro,
inmediatamente me alejé. —Oh, Dios mío. Lo siento mucho. —Cubrí mi boca con
mi mano, mi corazón latía a un millón de kilómetros por minuto.
¿En qué pensabas? ¿Qué demonios te pasa?
Periféricamente, vi que él levantó su mano y flotaba en el aire como para
ahuecarme la mejilla. ¿Empujarme lejos? ¿Quién sabe? Me puse de pie y
retrocedí lejos de él.
Él también se levantó, extendiendo la mano y dando un paso adelante.
—No, no, no. Lo siento.
Me moví a un lado y fuera de su alcance, poniendo todo el espacio que pude
entre nosotros en el pasillo, agradecida de que aún estuviéramos solos.
—No. Lo siento. Solo estoy, sin pensar claramente. Estoy cansada. Y
estresada.
—Está bien.
—No. —Apreté los dientes y me obligué a mirarlo—. No está bien. No
debería haber hecho eso. Fue completamente inapropiado y poco profesional, y
eso no es lo que soy.
Bryan parecía estar esforzándose por reunir una sonrisa tranquilizadora,
pero sus ojos lucían tormentosos y en conflicto. —Eres una chica muy agradable,
Eilish.
Ugh.
Un desprecio. Me puse rígida, haciendo una mueca.
—Pero la cuestión es que no sirvo para nadie. Estoy… —Se detuvo,
claramente luchando, luego dijo con prisa—: Soy demasiado viejo para ti. Estoy
agotado. Tú. —Vaciló de nuevo, y luego dijo—: Te mereces a alguien mucho mejor
que yo.
Cerré los ojos, deseando que mi pulso se desacelerara, deseando que el
ardor en mi pecho sofocara. Esto fue lo peor. Todo antes de este momento no fue
lo peor, porque esto fue lo peor.
Lo. Peor.
Sal de aquí. Vete. Ahora.
Tomando una respiración profunda, destinada a hacer retroceder la marea
renovada de mortificación, abrí los ojos y los alcé a los suyos, pero en realidad no
me permití verlo. —Fue solo un absurdo temporal inducido por el estrés. Como
dije, lo siento. No volverá a suceder.
Afortunadamente, mi teléfono sonó justo cuando terminé de hablar y lo
saqué de mi bolsillo trasero, sin siquiera mirar la pantalla.
Bryan dio otro paso adelante y agradecí la distracción de mi teléfono. —
Eilish
—Me tengo que ir. —Sin darle la oportunidad de terminar, pegué una
sonrisa tensa en mi boca cuando pasé rápidamente, caminando rápidamente por
el pasillo, por la puerta de la escalera, subiendo las escaleras de dos en dos.
Al menos ahora sabes, susurró una voz entre mis oídos, ahora lo sabes.
Incluso sobrio, no te quiere.
Traducido por Julii.Camii

E vitar era la mejor política. En todo caso, toma ahora, por ejemplo.
Mi móvil sonaba, y lo estaba ignorando. La culpa resultante me hizo
picar la nariz. Ignoré eso, también.
—¿No vas a atender eso? —preguntó Alice desde la entrada, levantando
las cejas e indicando con la frente hacia el teléfono en el escritorio—. ¿Tu
teléfono? ¿Estás segura de que no quieres tomarlo?
Negué con la cabeza. —No. No es importante.
Esta declaración también me hizo sentir culpable. Era una bolsa de culpa
ambulante estos días. Desde que besé a Bryan hace tres semanas, lo estuve
evitando como una plaga y lo había pasado a Connors para la terapia.
Milagrosamente, no me sentía culpable por pasarlo porque negarme a tocarlo era
simple auto-preservación.
Pero volviendo a la manta húmeda de culpa. No existía mucho que pudiera
hacer sobre la culpa, así que la abracé. La culpa era mi compañera constante, mi
hogar.
Finalmente, el teléfono dejó de vibrar y el ceño fruncido de Alice se movió
hacia mí.
—Está bien. —Agité su preocupación—. ¿Qué es lo que necesitabas?
Hizo una mueca, entrecerrando los ojos. —Tu teléfono ha estado
zumbando intermitentemente durante la última media hora, puedo escucharlo
desde mi escritorio. ¿Estás segura de que no necesitas atender eso?
—Lo siento mucho. ¿Te ha estado molestando? Es mi madre. —Y Josey.
Tanto mi madre como Josey me estuvieron llamando sin parar, y las había
estado enviando a mensajes de voz todo el día. Tuve que cancelar el café con
Josey la semana pasada, y no estuvo feliz al respecto.
—Oh. —Alice se adentró más en la oficina que usaba—. ¿Tu madre está
bien?
—Está bien. Solo quiere que asista a una fiesta y ya le dije que no podía.
Me ha estado llamando sin parar solo para insistir en que lo reconsidere. —
Recogí las tablas que había esparcido en el escritorio—. ¿Es la oficina? ¿Debo
irme? ¿Necesitas el espacio?
—Oh, no. —Cogió la otra silla de escritorio y me dio una sonrisa
brillante—. Solo quería hablarte, ver cómo te estás adaptando.
—Gracias. —Mi sonrisa creció y la gratitud floreció en mi pecho—. Eso es
muy amable de tu parte. Gracias. Siento que las cosas van bien.
Sus ojos parpadearon sobre los cuadros en el escritorio. —Vaya, vaya.
¿Codificas el color de todo?
—Me temo que sí. Soy adicta a la organización. —Eso era un eufemismo.
En estos días, la forma más rápida de calentarme era llevarme a The Container
Store y darme una tarjeta de regalo. Me encanta el almacenamiento, la
organización, los resaltadores y las carpetas de colores.
Me gusta. Siempre los tuve. Aún más ahora.
—Eso es grandioso. Sé que muchos de los muchachos han sido gratos y
están felices de tenerte a bordo. Y el entrenador Brian dice que eres un soplo de
aire fresco, y lo organizada que eres.
—Eso es genial de escuchar. —Una oleada de felicidad lleno mi corazón.
No me di cuenta de lo mucho que la alabanza significaba para mí hasta que ella
lo dijo—. He estado investigando enfoques de terapia alternativa para varios de
los jugadores, Daly en particular. —Me volví y agarré su gráfico con códigos de
colores—. Presenta dolor inespecífico en las regiones torácica e iliocostales
lumbares, y pensaba que un enfoque en la estabilización de la base lumbo-pélvica
podría proporcionar ayuda. Recientemente se publicó un artículo en The Lancet
sobre la efectividad de las metodologías alternativas.
—Oh. Bueno, eso es bonito. Pero solo hay una cosa —dijo, levantando su
dedo índice, su sonrisa cayendo.
—¿Qué es? ¿Qué pasa? —Me levanté, mirándola, el alivio anterior, que se
sentía como el viento en vela, ahora muriendo una muerte rápida y dolorosa—.
Sea lo que sea, estoy segura de que puedo arreglarlo. —Cogí a Alice, sujetándola
del brazo, el miedo se arrastró por la parte posterior de mi garganta—. Lo haré
mejor. Lo prometo. Lo que sea.
—Cálmate, querida. Solo necesito que firmes el nuevo manual para
empleados. Devolviste todas las páginas excepto la página de firmas. —Alice
negó con la cabeza rápidamente, dándome palmaditas en la mano.
Liberé la tensión que mantenía como rehén y solté una leve risa. —Oh. De
acuerdo, sí. Puedo hacer eso. Lo siento.
—No necesitas disculparte. Lo siento si te preocupé. Hoy he estado
malhumorada, alguien se robó mi almuerzo.
—¡Oh, no! —Le di una mirada comprensiva—. ¿Lo tomaron de tu
escritorio?
—No. Desde la nevera del personal en este nivel. —Alice frunció el ceño.
Fue un ceño impresionante. Casi parecía amenazante—. Una vez que descubra
quién lo hizo, lo lamentarán.
Me mordí el labio inferior. Tuve la corazonada de que el culpable era
Connors. Debatí si charlar o no con mi hostil compañero de trabajo, pero antes
de que pudiera hablar, una voz interrumpió—: Ahí estás.
Sean se hallaba en la puerta, vestido con uno de sus trajes de viaje; la vista
me hizo sonreír.
—Aquí estoy —respondí simplemente, apreciando el corte del traje. Era
maravilloso.
Siempre vestía de punta en blanco cuando viajaba, Sean era el rey de los
metrosexuales y le encantaba comprar más que la mayoría de las mujeres.
Además, su gusto era impecable.
—Alice, danos un momento. —Dio un paseo en la oficina, moviendo su
barbilla hacia la silla—. Tengo asuntos que discutir con la dama.
—Uh, seguro. —Alice pareció un poco nerviosa, luego se levantó de la silla
y esquivó a mi primo gigante. Me dio una amable sonrisa cuando llegó a la
puerta—. No te olvides de la página de firmas. Y, por favor, avíseme si necesitas
algo. Lo que sea, ¿de acuerdo?
La gratitud renovada ahuyentó a los nervios anteriores. —Absolutamente.
Y muchas gracias, Alice.
Sus cálidos ojos sostuvieron los míos por un momento, luego se desviaron
hacia Sean. El comportamiento de Alice se enfrió, y sus labios se contrajeron
cuando levantó una desaprobadora ceja. Luego giró y se fue.
—Bruja —dijo Sean, jugueteando con su gemelo.
—No es una bruja, Sean. Es encantadora y amable.
Me miró con el ceño fruncido. —Es una bruja para mí. Todavía no me ha
perdonado esa tontería con Fitzpatrick. Guarda rencor como un gato.
—¿Los gatos tienen rencor?
—Sí. Lo mismo hacen los cuervos. No puedo soportarlo tampoco. Los
perros son muy superiores.
Ignoré esta afirmación porque estaba ocupada y tenía menos de quince
minutos para terminar antes de mi próxima cita. —¿Cual tontería con
Fitzpatrick es la que no puede perdonarte?
—Cuando le quité a su desagradable prometida.
—¿Brona O'Shea? Eso fue hace años.
—Lo sé. Además, le hice un favor, ¿verdad? Ahora está casado con la
deliciosa Annie. Ronan debería estar enviándome flores en su aniversario.
Ignoré esta afirmación también porque sabía que Sean estaría feliz de
hablar extensamente acerca de cómo salvó a Ronan Fitzpatrick de la malvada
Brona O'Shea acostándose con ella. No importa el hecho de que Sean solo lo hizo
para que Ronan perdiera los estribos. Y no importa el hecho de que Sean intentó
algo similar con la hermana de Ronan, Lucy. Excepto que le salió el tiro por la
culata, porque se enamoró de Lucy, y todavía lo siente cinco años después.
—Que Alice es como un elefante con su memoria. Un elefante desaliñado
que necesita un cambio de imagen. Las rayas horizontales deberían estar
prohibidas.
—Creo que se ve maravillosa. Deja a Alice sola. —Gruñí, frunciendo el
ceño ante el esnobismo de mi primo—. Ahora, ¿qué necesitabas?
Sus ojos se estrecharon, rebotando desde mi cara a sus gemelos, y luego a
una pelusa imaginaria en sus pantalones. —Así que…
—¿Así que?
—Aquí estamos —dijo con un suspiro lastimero.
—Aquí estamos.
Sean se mordió el labio inferior, rodando sus ojos. —¿Y cómo están las
cosas?
—Muy bien, gracias. —Devolví mi atención a mis notas porque sabía hacia
dónde se dirigía esta conversación.
Bryan.
Siempre quiso hablar sobre Bryan y cuán estable se había convertido. Él
es tan estable, tan fuerte. Es un tipo tan duradero , diría Sean, como si Bryan
fuera una mesa.
Sentí los ojos de mi primo en mi perfil. No queriendo repetir la misma
conversación, mantuve mi mirada cuidadosamente hacia delante.
—Eilish.
—Sean.
Ahora él gruñó. Luego se levantó, cruzó hacia la puerta y la cerró. Sean se
volvió hacia mí, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Han pasado semanas. Has estado aquí por semanas.
—¿Y?
—¿Y, qué piensas?
—Creo que las cosas van bien.
—No sobre el maldito trabajo. ¿Qué piensas de Bryan?
Giré los labios hacia un lado, esperando poder enmascarar la aguda
punzada de una emoción desconocida... arrepentimiento. ¿Dolor? ¿Vergüenza?
¿Anhelo? ¿Más culpa?
¿Qué pienso sobre Bryan?
No sabía qué pensar de Bryan. Antes de haberlo estropeado todo
besándolo, compartimos algunos momentos amistosos. Durante las últimas
semanas, mientras lo evitaba, lo vi interactuar con sus compañeros de equipo; su
cuidado por ellos era claro y era muy querido, respetado. También sentí que lo
conocía mejor ahora, mucho mejor, que hace cinco años cuando dormimos juntos.
Té de menta, gafas y batas de casa. Sonreí ante el recuerdo de su
malhumor el mes pasado, de lo adorable que fue cuando se quejaba de sus
vecinos.
Me gusta él.
Sí. Me gustaba. Y estaba más allá de atontada con su cuerpo.
Y ese tatuaje…
Sacudiéndome rápidamente, me recordé a mí misma que no debería
pensar en el sexy tatuaje de Bryan. Nunca.
Mi voz era firmeza forzada cuando dije—: Sean, no tengo tiempo para esto.
Es viernes, y tengo varias citas más esta tarde. Por favor, déjame trabajar.
—Bien. —Resopló, sus manos cayendo a sus muslos con un golpe
petulante—. Te dejaré trabajar. Pero debes saber que la gente comienza a darse
cuenta.
Una sacudida de inquietud me hizo levantar los ojos hacia mi primo. —
¿Qué quieres decir? ¿Quién se ha dado cuenta de qué?
—Bryan, por ejemplo, ha notado que él es el único a quien no le quitas a
Connors.
—¿Ha dicho algo?
—No tiene que hacerlo. Los otros muchachos lo han mencionado un par de
veces. Gavin me preguntó si Bryan se propasó contigo, si es por eso que no lo
ayudas.
La culpa, siempre la culpabilidad, estalló en mi garganta, haciendo que
mis pulmones picaran, y tragué contra la gruesa banda de remordimiento.
Bryan no me hizo nada. Yo me propasé con él.
—Cáscaras. —Suspiré, dejando caer mi pluma al escritorio y sosteniendo
mi frente entre mis dedos—. No quise excluirlo.
—Entonces, ¿a qué te refieres al negarte a tratar sus heridas? —preguntó
Sean con un instinto para lo dramático.
Deslicé mis ojos hacia mi primo, frunciéndome el ceño. —Eso no es lo que
estoy haciendo. Nunca lo he rechazado. Es solo… realmente difícil.
—¿Qué es difícil? —preguntó Sean suavemente.
—¿Honestamente? Tocarlo es difícil. Así que estar hablando con él, o
estando cerca de él, o viéndolo. —Volví a enterrar mi rostro en mis manos y
sacudí mi cabeza.
No preví cuán fuertemente me sentiría atraída por él. Claramente, había
sido ingenua. Pensé que podría ignorarlo, o acostumbrarme a él al menos, pero
eso no sucedía. En cambio, se convirtió en una fuente creciente de anhelo,
frustración y, sí, culpa. Tarde o temprano iba a estallar con eso.
Cuando Sean habló a continuación, se encontraba muy cerca y colocó una
mano reconfortante sobre mi hombro. —Quizás si le dijeras la verdad, las cosas
serían más fáciles para ti.
Una risa cautelosa cayó de mis labios. —No puedo. No puedo decírselo.
Solo la idea me hizo querer comprar dos boletos de ida a América.
—¿Por qué no? Él es muy estable.
—No estoy preocupada por su estabilidad, Sean.
—Entonces, ¿a qué le tienes miedo?
¿De qué tengo miedo?
Patrick era mi vida. A pesar de cómo llegó, su dulce sonrisa, su tonto
sentido del humor, la forma en que me miraba con adoración y amor… es por lo
que vivía. Él era para lo que yo vivía. La sola idea de perder esa dosis diaria de
asombro me aterrorizaba. Él era mi mundo.
—¿Eilish?
—Me temo que se llevará a Patrick lejos de mí —solté, mi voz se quebró
en la última palabra, mi maldito tartamudeo regresó con toda su fuerza. Me dije
que debía callar, pero cierta fuerza me obligó a continuar—. No tengo n-n-nada,
nada p-p-pero este trabajo significa que estoy a-a-apenas haciéndolo a fin de mes.
Nunca podría pagar una p-p-pelea por la custodia. Él ganaría, tomaría a Patrick
y no hay nada...
—Shhh. —Sean me tomó en sus brazos, presionando mi cabeza contra su
hombro.
—Está bien. Lo siento. No quise exhortarte.
Me obligué a tomar varias respiraciones profundas y calmantes, alejando
el bullicio de la ansiedad, hacia atrás y hacia abajo, donde vivían mis peores
miedos y hervían a fuego lento en el fondo de mi mente.
—¿Vas a llorar?
Sacudí la cabeza con fuerza. —Yo n-n-nunca lloro. Lo sabes.
Sean me dio un último apretón, luego se apoderó de mis brazos,
manteniéndome un poco lejos, así que me vi obligada a mirarlo a los ojos.
—Me tienes a mí —dijo, con los ojos tan serios como los había visto alguna
vez—. Y siempre te ayudaré. Cuando le digas a Bryan, porque debes decírselo, si
se sale fuera de las líneas, lo que no creo que haga, pero si lo hace, te ayudaré.
Tienes que saber eso.
Fruncí el ceño con tristeza. —Nunca podría pedirte que hagas eso.
—No habrá preguntas, y no aceptaré un no por respuesta. —Me dio un
pequeño apretón para enfatizar sus palabras, su frente arrugada por la
frustración—. Pero, Eilish, necesitas dejar de lado tus miedos y pensar en tu hijo.
Bryan ha cambiado. No es el bribón degenerado que alguna vez fue. No lo
mencionaría tanto si pensara que hay una posibilidad de que Bryan intente
tomar a Patrick, o si creo que Bryan podría recaer y ser una mala influencia. El
hombre ha cambiado. Verdaderamente.
Mi rostro se arrugó cuando asentí y coloqué mi barbilla en mi pecho. —Te
creo.
—Bien. —Sean contuvo la respiración y luego me ayudó a abrazarlo, y
agregó—: Porque Patrick merece conocer a su padre, y Bryan merece conocer a
su hijo.
El primer paso, encuentra a Bryan Leech.
Paso dos, dale un masaje a Bryan Leech.
Paso tres, mejorar la gama de movimiento y los resultados de rendimiento
de Bryan Leech.
Simple, ¿verdad?
Entonces, ¿por qué seguía mirándome en el espejo, dándome una charla
de ánimo?
—Puedes hacerlo. No será nada extraño, ¿y qué si lo besaste y él te
rechazó? Puedes ser normal. Simplemente camina hacia él y le dices: Bryan,
entiendo que tu rodilla te sigue preocupando, si quieres que lo haga, estaré
encantada de administrarle un masaje de tejidos profundos y terapia con
piedras. Y luego dirá… él dirá...
… galletas.
—No importa lo que diga —me aseguré, levantando mi barbilla—. No seas
tan ridícula. Eres una profesional. Actúa como tal. —Golpeando la puerta del
casillero, giré sobre mis talones y salí del vestuario de mujeres hacia las
escaleras. Volaba en una nube de determinación.
Tocaría a Bryan Leech y no me afectaría. Lo ayudaría y mantendría mis
hormonas bajo control.
Lo haría.
Lo haré.
Todavía no había decidido qué hacer con Patrick, pero excluir a Bryan del
tratamiento se hallaba completamente fuera de cuestión. Me sentía
decepcionada conmigo misma, con mi egoísmo. Tenía un trabajo que hacer y no
merecía que lo castigaran por mis sentimientos no correspondidos.
Eso se detenía ahora.
Corriendo por las escaleras y por la puerta que conducía al pasillo de
jugadores, ensayé lo que diría.
Diría, “Hola, Bryan. Tengo un poco de tiempo antes del final del día. Tal
vez podría echarle un vistazo a tu rodilla”.
O, podría decir, “Bryan, echemos un vistazo a tu rodilla. Escuché que
todavía te está dando problemas”.
O tal vez, “Bryan, entiendo que estés teniendo problemas con tu rodilla. Si
tienes tiempo antes del final del día…”
—Eilish.
Me detuve en seco, casi chocando con William Moore. Automáticamente,
sus fornidas manos alcanzaron para estabilizarme.
—William. Lo siento. Perdón por eso. —Retrocedí un paso y salí de su
control, contando a otros tres jugadores detrás de él, y tragué con dificultad
cuando me di cuenta de que Bryan era uno de ellos.
—¿Estás bien? —preguntó William, bajando la barbilla para llamar mi
atención.
Asentí, mirando más allá de él, y señalé a Bryan. —Tú.
Bryan se puso rígido, sus ojos se abrieron de par en par. —¿Yo?
—Sí. Tú. Desgarro de menisco, sígueme —le dije, me alejé de él y
rápidamente hice una mueca.
Realmente fluida, E.
Como una real profesional
Gran trabajo.
Eso no fue extraño en absoluto.
Traducido por ∞PurpleGirl∞ & Taywong

D irigiendo el camino hacia la sala de entrenamiento, no esperé para


ver si me siguió. Me encontraba demasiado ocupada reprendiéndome
por hablar como Tarzán.
Tanto por ensayar.
Pero Bryan sí me siguió. Escuché sus pasos resonar en los míos, y me
provocó un estremecimiento de anticipación corriendo por mi espina dorsal, un
escalofrío que reprimí de inmediato.
Sí. Pronto lo estaría tocando. Pero no podía pensar en Bryan como mi
Bryan, el objeto de mis fantasías nocturnas, el dueño del pene encantado, y
definitivamente alguien que realmente me gustaba.
No.
Eso nunca lo haría.
En cambio, tenía que pensar en él como Bryan Leech, fullback, treinta,
desgarro de menisco complicado por tendinosis, sin alcance, marcha neutral.
Una vez dentro de la sala de entrenamiento, navegué hasta el espacio que
estuve usando para la mayoría de mis sesiones de terapia y señalé la mesa,
tomando una respiración profunda antes de instruir con calma forzada—: Por
favor, acuéstate boca arriba.
Intuí que Bryan dudaba, así que lo miré y vi que me miraba con una
intensidad peculiar. —¿Podemos hablar por un minuto?
—Uh, sí. Claro. —Asentí, luego rápidamente agregué—: ¿Te gustaría
contarme sobre la lesión original?
—No. No es eso. —La mirada de Bryan se concentró en mí. Fruncía el
ceño, pero era un ceño pensativo en lugar de un ceño fruncido—. Creo que
deberíamos despejar el aire. Sé que me has estado evitando.
—Oh. —Tragué saliva con esfuerzo, retorciéndome las manos. Me pilló
desprevenida. No estaba preparada para hablar de esto—. Sobre eso...
—Me gustaría disculparme por...
—Como dije —descarté su disculpa—, no fue tu culpa. Estaba confundida,
estresada, cansada.
—Pero, eso es todo. No estabas confundida. —Su mirada se suavizó
mientras se movía sobre mí.
Un apuñalamiento insostenible perforó mi corazón porque la suavidad
parecía piedad, o al menos así era para mí.
—Eilish, debes saber que eres muy hermosa...
—Me recuerdas al padre de mi hijo —solté, hablando sobre él, sin querer
escuchar sus afirmaciones sobre lo hermosa que era y que un día encontraría a
alguien especial. Dios, no podría soportarlo si dijera eso. No podría lidiar con otro
rechazo de Bryan Leech.
Sus ojos se abrieron y él retrocedió, solo un poco. —¿El padre de tu hijo?
—Eso es correcto. —Luché para reprimir una ola de pánico. ¿Qué estás
haciendo? ¿Qué has hecho?
—No sabía que tuvieras un hijo. —Su mirada se volvió más circunspecta,
como si estuviera mirándome con nuevos ojos.
—Sí. Él tiene cuatro. Casi cinco. —Me humedecí los labios, mi mente un
disturbio. Algunos de los jugadores, como Will y Ronan, sabían de Patrick.
Algunos no lo hacían. Claramente, Bryan no lo sabía hasta ahora.
Cuidado, Eilish. Ten mucho cuidado.
Asintió con la cabeza, su mirada de nuevo recorrió mi cuerpo, como si esta
información explicara algo crítico y ahora tenía más sentido para él. Traté de
parecer serena mientras lo hacía, pero alguna parte irracional de mí esperaba y
se preocupaba de que esta noticia desencadenara su memoria. Eso,
milagrosamente, recordaría lo que pasó entre nosotros hace cinco años.
Yo era tan rara. Y una cobarde.
Eres una cobarde rara.
—Debes haber sido muy joven —murmuró, como si pensara y dijera las
palabras al mismo tiempo.
—Lo era. Ya ves —Tuve que aclararme la garganta porque mi voz se volvió
chillona y tensa—, lo que sucedió hace unas semanas fue porque me sentía
cansada y confundida. Entonces, apreciaría que pudiéramos pasar de eso. ¿Tal
vez podríamos comenzar de nuevo?
Seguía frunciendo el ceño, como si mis palabras fueran un rompecabezas,
pero al final asintió lentamente y dijo—: Sí. Por supuesto. Suena bien.
—Bien. —Me temblaban las rodillas, así que me apoyé contra el mostrador
de suministros—.Por favor, acuéstate, boca arriba.
Sus ojos, aún nublados por el pensamiento, se movieron entre mí y la
mesa. —¿No estás usando la sala de terapia?
—No. —Negué con la cabeza, dándole la espalda mientras recuperaba la
mezcla especial de jojoba con eucalipto y aceites esenciales de menta—.
Encuentro este espacio más adecuado para mis propósitos.
La mesa crujió bajo su peso y me volví para encontrarlo apoyado en su
espalda. —Sabes, estoy seguro de que el Entrenador Brian estaría muy
interesado en que Connors te esté causando problema.
Descartando su declaración con un movimiento de cabeza evasivo, crucé
hacia el fregadero, pasé una toalla bajo el agua y luego la metí en el microondas.
—He leído tu historial. Te desgarraste el menisco hace siete años, ¿verdad? —
Mantuve mi tono profesional y ligero, pero me sentí inmensamente aliviada de
que hubiera dejado ir el tema de mi hijo sin más preguntas.
—Eso es correcto. —Bryan cruzó sus manos detrás de su cabeza, y sentí
que sus ojos se movían sobre mí.
Masajeé sobre su rodilla. —¿Por qué decidiste contra de las posibilidades?
—El doctor dijo que se sanaría, más o menos. Pero se tensa de vez en
cuando.
Gruñó cuando lo sondeé lateralmente. Sus cuádriceps se flexionaron, el
músculo en agudo alivio.
—Voy a guiarte a través del rango completo de movimiento. Solo relájate.
—Levanté su pierna, deslizando mi mano a la parte posterior de su muslo.
Bryan murmuró algo que sonó como—: Es más fácil decirlo que hacerlo.
Lo ignoré, tratando de convencerme de que su pierna era cualquier pierna.
De hecho, imaginé que se hallaba separada de su cuerpo. Una pierna de
maniquí...
Esto ayudó.
El microondas emitió un pitido y volví a colocar la extremidad sobre la
mesa, recogiendo y sacudiendo la toalla del exceso de calor. —¿Has considerado
la acupuntura?
Nuevamente, Bryan dudó antes de hablar. —No me opongo a eso.
Sonaba como si estuviera haciendo una mueca, así que lo miré. Bryan
realmente hacía una mueca, tenía la nariz arrugada, la boca baja, los ojos
fruncidos por la sospecha, y la expresión era tan parecida a la de mi hijo de no
quiero hacer eso. Tanteé la toalla y casi la dejé caer…
—Tenedores —murmuré en voz baja, estabilizándome frente a una oleada
de emoción desconcertante. No podía hacer nada por el calor que sentía en mi
cuello y mejillas, o por el galopar de mi corazón, porque cuando miré a Bryan en
ese momento, vi a Patrick.
En realidad, al mirar a Bryan ahora, me permití admitir que no era solo
su expresión. Patrick y Bryan parecían padre e hijo: el mismo color de cabello,
color de ojos, estructura ósea, tono de piel. Donde yo me veía pálida y blanco, con
los ojos azul claro, Bryan y Patrick eran naturalmente bronceados con ojos de
color verde jade. Incluso tenían la misma boca.
Y fue desconcertante.
Mis fibras del corazón tocaron una triste melodía de anhelo y
arrepentimiento, pero ignoré la canción. Apretando los dientes, envolví la toalla
alrededor de la rodilla de Bryan.
—Dejémoslo ahí —dije distraídamente, necesitando un momento de
distancia física. Al volverme, agarré el aceite de jojoba y coloqué una cantidad
generosa en un molde, calentándolo en el microondas por solo cinco segundos.
Pero fue suficiente. Cinco segundos fueron suficientes para sofocar los
sentimientos que ceñían mi garganta.
—Empezaré con la otra rodilla —le dije sin mucha atención, manteniendo
mis ojos bajos mientras me acercaba a su lado y hacía mi mejor esfuerzo para
ignorar cuan decididamente deliciosas eran sus piernas.
Para el registro, todos los jugadores de rugby tienen piernas notables.
Están cortadas, definidas, con músculos. Pero Bryan era la perfección. Su
pronación era neutral, sus fémures eran largos, y la definición de sus cuádriceps
era decididamente exquisita.
Un recuerdo, solo un destello, una sensación de él moviéndose contra mí,
los finos vellos de sus piernas con la cantidad justa de aspereza a lo largo de la
suave piel desnuda de mis muslos, me hicieron estremecer. El silencio que siguió
se sintió denso e inquebrantable, aunque era probable que todo fuera unilateral.
Yo era la única que lo recordaba.
Era la única que todavía revisitaba el recuerdo.
Era la única que se despertaba en medio de la noche de los sueños de ser
tocada por sus manos, su boca, su...
Determinada, reprimí los recuerdos, lo reprimí todo, en cambio, contaba
los golpes mientras hundía mis dedos en su pantorrilla.
Él aspiró profundamente.
—Lo siento. ¿Demasiado duro? —Suavicé mi toque.
—No. No, se siente bien. Me gusta mucho.
Asentí, mis ojos en mis manos y no en su pierna. Anterior. Uno, dos, tres,
cuatro... Lateral. Uno, dos, tres, cuatro... Medio. Uno, dos, tres, cuatro...
—Dios, eso se siente bien. —Bryan gimió, cubriendo su rostro con sus
antebrazos.
Apreté los dientes, odiándome cuando sus sonidos hicieron que algo se
torciera en mi vientre. Eres una persona terrible, Eilish Cassidy. Una terrible,
terrible persona.
Gimió de nuevo. Mis pezones se endurecieron.
¡TENEDORES!
—Tienes manos mágicas. —Gimió.
Ignorando la calidad áspera y ronca de su voz, utilicé mi peso para
aumentar la presión. Él usó ese mismo tono durante nuestra única noche juntos.
De hecho, podría haber dicho esas mismas palabras.
—No te detengas.
Apreté mi mandíbula, porque él dijo no te detengas hace cinco años, y lo
dijo exactamente como lo acababa de decir ahora. Excepto hace cinco años, había
estado masajeando una parte muy diferente de su cuerpo.
—Entonces —Aclaré mi garganta, incapaz de tolerar sus gemidos de
placer y elogios por más tiempo—, eh, ¿cuáles son tus planes para el fin de
semana?
—¿El fin de semana? —Parecía un poco aturdido.
—Sí. Este fin de semana. ¿Qué has planeado? ¿Planeando interrumpir
alguna fiesta? —pregunté a la ligera, no queriendo que supiera que me hallaba
inexplicablemente sin aliento. Me moví a su otra rodilla y descarté la toalla.
—Ja. No. No, a menos que esos idiotas por el pasillo me den una razón
para hacerlo. —Quitando los brazos de su rostro, la voz de Bryan era espesa,
gravosa cuando respondió—: Tengo muebles para armar.
—¿En serio? —Sorprendida, me quedé quieta y miré la línea de su
mandíbula. Los pliegues alrededor de su boca, cuando se mantuvo perfectamente
quieto, lo hicieron lucir maduro y distinguido. En realidad, lo hicieron aún más
clásicamente guapo, si eso fuera posible.
—Sí. De verdad. Dos estanterías de IKEA.
Deslicé mis manos más abajo, detrás de su tobillo, esperando que
continuara. Cuando no lo hizo, incité—: ¿Eso es todo?
—No. —Suspiró, vaciló y luego agregó—: Necesito pasar por la ferretería.
El grifo en mi baño está goteando y a uno de los cajones de la cocina le falta un
tornillo. Acabo de volver a pintar la habitación de invitados, así que tengo que
llevar el exceso de latas de pintura al lugar de eliminación de productos químicos;
solo está abierto los sábados antes del mediodía. Y luego le prometí a mi madre
que la llevaría a cenar.
Mi boca se separó un poco porque lo más extraño sucedió mientras recitaba
su lista de tareas.
Me excitó.
Incluso más que correr mis palmas sobre sus deliciosas piernas.
Está bien. Su lista de tareas adultas hizo que mi corazón palpitara.
Rodé mis labios entre mis dientes, sin querer dejar escapar que también
tenía que ir a la ferretería durante el fin de semana. Como un regalo para mí,
planeaba organizar el armario de Patrick y quería instalar estantes sobre el
estante de la ropa. En verdad, la inclinación de Sean por comprar los trajes y
corbatas de diseñador de mi hijo estaba completamente fuera de control. Sin
alguna reorganización, me quedaría sin espacio.
Está bien. Organizar armarios era algo que me encantaba hacer. No podía
tener suficiente de esos espectáculos de casas y jardines, especialmente Tiny
Houses, porque adoraba los usos inteligentes para espacios pequeños. Era lo
suficientemente rara como para admitir mi pasión por el almacenamiento y la
organización.
Pero volvamos a Bryan y sus gemidos de placer, las tareas de adultos y
piernas deliciosas.
No pensaría en Bryan Leech siendo adulto. No pensaría en él entrando a
la ferretería con sus zapatos cómodos y su camiseta gris —que, por supuesto se
apretaría sobre sus impresionantes musculosos pectorales— y luego buscaría en
los pasillos... un tornillo.
No. Lo. Pensaría.
Ignorando la chispa familiar, me puse a trabajar sobre su rodilla, contando
nuevamente para distraerme. Funcionó hasta que lanzó una oferta voluntaria.
—Me gustaría instalar algunos estantes en mi armario, pero eso tendrá
que esperar hasta el próximo fin de semana. Honestamente, lo he estado
posponiendo. Haría casi cualquier cosa para que alguien me ayudara a organizar
mi armario. —Rio entre dientes.
Me gustaría organizar tu armario.
Luché contra un gemido, mordiendo mi labio mientras alejaba mis manos,
me aparté de su cuerpo y las enjuagué debajo del grifo.
—Hemos, eh, terminado por hoy. Hielo en la rodilla cuando llegues a casa
y usa la elíptica en lugar de correr. Cuanto menor impacto, mejor.
Estuvo callado por un momento, pero yo era dolorosamente consciente de
sus movimientos. En mi imaginación, lo vi sentarse, pararse y enderezarse; su
gran forma embriagadora imponente, poder enrollado detrás de un rostro
dolorosamente guapo.
—Gracias —dijo vacilante, como si quisiera decir algo más o no sabía muy
bien qué decir.
Hice una serie de mirar mi reloj, girar desde el fregadero y limpiarme las
manos.
—No es un problema. La volveremos a checar el miércoles.
Lanzando a Bryan una sonrisa rápida y plana, lo pasé rápidamente.
Salí corriendo de la sala de entrenamiento, bajé el pasillo y subí las
escaleras.
Corrí al vestuario de mujeres y en un baño, cerrando la puerta detrás de
mí con dedos temblorosos cuando la ola de emociones finalmente me atrapó.
Me senté en la tapa cerrada del inodoro, mis codos sobre mis rodillas, mi
rostro en mis manos.
Pero no lloré.
Tantos sentimientos: una potente mezcla de auto-desprecio, deseo,
remordimiento, dolor y vergüenza. Quería llorar. Lo intenté. Pero no lo hice No
vendrían lágrimas.
Era un desastre. Nunca solía serlo, pero ahora lo era. Y no sabía cómo
desenredarme.
No estaba segura de poder hacerlo.

—Eilish, es tu madre.
Incapaz de ayudar a mi mueca, sacudí mi cabeza cansadamente cuando
Patrick y yo entramos a la ferretería. No debería haber respondido el teléfono.
Obviamente, sabía que era ella, y sin embargo insistía en anunciarse a sí misma
cada vez. No pensé que mi madre alguna vez se acostumbraría a los teléfonos
móviles.
—Hola, madre. Estamos…
—No puedo hablar mucho, tengo una cita de uñas y el almuerzo con Keira
en el club. Pero es importante que sepas que les informé a los Donovans que
asistirás a su té el día siete. Esto significa que tendrás que hacer arreglos para
ese niño.
Mi sonrisa y mi corazón cayeron y mi sangre comenzó a hervir. Miré a
Patrick, a su expresión inocente y despreocupada, y abracé la feroz oleada
resultante de protección. Cómo mi madre se refería a mi hijo como ese niño
siempre me enfurecía. Por eso casi nunca contestaba sus llamadas o asistía a los
almuerzos familiares los domingos. Por eso la evitaba a ella y a mis hermanos.
Era la menor de cinco hermanos y oficialmente la oveja negra. Siempre
había sido franca, pero ahora era una mujer derrotada. Era una desertora de la
universidad. Muy rumoreada sobre eso. Yo era un escándalo.
Mi madre odiaba los escándalos. Eran terriblemente incómodos.
No importa el hecho de que eventualmente terminé la universidad y, a
diferencia del resto de mis hermanos y hermanas, pagué mi propio camino
(principalmente). No importa el hecho de que mi madre me privó de su vida,
tanto financiera como personalmente, cuando me negué a dar a Patrick en
adopción.
Nunca me importó eso.
—Madre…
—Trevor estará allí. Keira dijo que me preguntó si asistirías.
Puse mis ojos en blanco.
—Por favor, deja que se vaya. No estoy interesada en Trevor.
—¿Oh? ¿En serio?
—Sí. En serio.
—Y la próxima semana, ¿qué? ¿Volverán a estar juntos de nuevo?
—No madre. Salíamos los veranos cuando éramos adolescentes, cuando
éramos niños.
Suspiró.
—Honestamente, Eilish, no te entiendo. Trevor Donovan proviene de una
familia respetable y es respetable. Después de lo que has hecho, deberías estar
agradecida de que te considere en absoluto.
Exhalé silenciosamente y me recordé a mí misma que no había cambio en
mi madre. En el mejor de los casos, me veía como bienes dañados. En el peor de
los casos, me veía como una de esas prostitutas en los muelles de Les Misérables,
solo con mejores dientes.
Tomando mi silencio con calma, chilló—: Enviaré el auto a la una por ti.
—Eso no será necesario. Como te dije en mi mensaje, no iré.
Bufó. Ruidosamente. Directamente en el receptor.
—Eilish. No seas petulante.
—Tengo que irme. —Apreté la mano de Patrick y le dediqué una pequeña
sonrisa, que él devolvió antes de que sus ojos se movieran sobre las largas hileras
de herramientas y maquinaria.
La ferretería era su lugar favorito. Para la Navidad del año pasado, le
compré un delantal y un cinturón de herramientas del tamaño de un niño para
que coincidiera con los empleados de la tienda. Había estado tan emocionado,
uno podría haber pensado que le compré un Batimóvil de tamaño real y se negó
a quitárselos a la hora de acostarse durante más de una semana.
—¿Esto es por ese niño? ¿Necesitas una niñera? Porque estoy segura de
que Circe te prestará su niñera y...
—Tengo que irme. Adiós, madre. —Terminé la llamada, mi temperamento
se elevó como siempre cuando mi madre hablaba de personas como si pudieran
prestarlas y pedir prestado.
Guardando el teléfono, ensanché mi sonrisa ante la expresión de mi hijo.
—Necesitamos madera cortada para los estantes. ¿Quieres hacer eso
primero o quieres mirar las cortadoras de césped?
Patrick me dirigió una sonrisa radiante y asintió.
—¿Podemos montar una?
—No. Pero el hombre dijo la última vez que puedes sentarte y fingir.
—Está bien. —Asintió con entusiasmo y tiró de mí hacia las cortadoras de
césped; tenía el diseño de la tienda memorizado.
Seguí su dirección, mirando con particular interés por el pasillo que
contenía soluciones de almacenamiento en el armario. Traté de no pensar en el
armario de Bryan. Lo intenté, pero no pude evitarlo. Probablemente tenía uno
grande, tal vez incluso un vestidor. Con mucho espacio para organizadores de
zapatos y colgadores de bufandas.
Fantaseando sobre su cajón de calcetines ficticio, fui arrancada sin
contemplaciones del sueño por el sonido muy real de la voz de Bryan Leech.
—Traje uno de un cajón diferente para poder encontrar una combinación.
Creo que son las tres cuartas partes. —Las palabras de Bryan se transmitieron
como una descarga de adrenalina que me paralizó. Mi agarre en la mano de
Patrick se apretó y lo jalé cerca, levantándolo.
—Mami, ¿qué pasa?
—Shhh. —Presioné su cabeza contra mi cuello, el miedo y el instinto me
dictaban que ocultara su rostro—. No te muevas; no hagas ni un ruido.
En mis huesos sabía que, si Bryan veía a Patrick, lo sabría. Sabría
instantáneamente que Patrick era suyo.
Tenía que salir de allí.
Tenía que irme antes de que Bryan me descubriera. Nos descubriera.
Mi garganta se secó de repente, giré la cabeza en todas direcciones,
tratando de encontrarlo.
Luego habló de nuevo, más cerca esta vez.
—Ese es. Ese es el tornillo que estoy buscando. También podría recoger
algunos extra.
Me lancé en la dirección opuesta, que por suerte daba hacia la salida, y
corrí tan rápido como pude fuera del edificio. Las pequeñas manos de Patrick
agarrando puñados de mi abrigo me trajeron de nuevo. Él permanecía quieto y
en silencio. Una vez que doblé la esquina, me incliné para inspeccionar su rostro
y encontré sus ojos muy abiertos y asustados.
Mi corazón se apretó, girando dolorosamente al verlo.
—¿Estamos seguros, mamá? —susurró.
Asentí, soltando un tembloroso aliento antes de acercarlo y abrazarlo
fuertemente.
—Estamos a salvo.
Por ahora…
Contuve el aliento, deseando que mi pulso acelerado se ralentizara,
incluso cuando el sonido llenaba mis oídos. Pero las palabras de mi primo del día
anterior vinieron a mí, un canto que coincidía con la cadencia de mi corazón.
Patrick merece conocer a su padre, y Bryan merece conocer a su hijo.
¿Qué iba a hacer? ¿Ocultar a Patrick de todos? ¿Nunca llevar ninguna
imagen al trabajo? ¿Inventar excusas sobre por qué nunca llevarlo cerca? ¿Fingir
que él no existió?
Ya era demasiado tarde para eso. Algunos de los chicos en el equipo ya
sabían. Bryan lo sabía. Pronto todos sabrían.
Viví los últimos cinco años en un estado constante de ansiedad y miedo:
primero, miedo a tener un bebé, luego miedo al fracaso y ahora miedo a que me
quiten a mi hijo.
Siempre miedo. Siempre culpa.
Sean tenía razón. Sabía que él tenía razón. Separado de mis propios
sentimientos desordenados, de mis preocupaciones y anhelos, se hallaba mi
pequeño niño. Y mi niño merece conocer a su padre. Y Bryan merece conocer a
su hijo.
Hice una mueca y luego asentí, porque era cierto. El Bryan que conocí
ahora sería un padre excelente. No podía seguir inventando excusas.
Incluso si la idea de decirle a Bryan, de admitir la verdad, helaba mi
sangre de terror, tenía que hacerlo. No podía esconder a Patrick. Se merecía algo
mejor que una madre gobernada por el miedo.
Bryan no se había acordado de mí. No recordaba nuestra noche juntos. No
recordaba haber hecho a Patrick. Ni siquiera recordó mi nombre. No fui nada
para él. Y tal vez me odiaría por mantener a Patrick lejos de él. Pero no se trataba
de mí.
Era sobre Patrick.
Necesitaba decirle a Bryan la verdad.
Por Patrick.
Traducido por Gerald & Taywong

Bryan
—T engo una nueva planta y ha seguido con vida durante un mes.
—Oh, ¿en serio? ¿De qué tipo? —preguntó Sarah. Sonaba
interesada.
—Una planta de araña. La señora en la florería dijo que era la más fácil
para mantener con vida —dije a mi patrocinadora mientras terminaba de secar
mi cabello con la toalla, al teléfono, por supuesto. Podría no estar interesada en
ver a un montón de hombres caminando alrededor, pero una mujer pasando el
rato en los casilleros del equipo no sería pasada por alto.
Se rio ante eso.
—Creo que eso podría ser hacer trampa, pero está bien.
—Oye, es mejor que nada —defendí.
—Entonces, ¿por qué el cambio de idea?
—¿A qué te refieres?
—Pensé que terminaste con todo el lado amoroso de tu vida.
—Lo hice… algo así.
—Entonces, ¿por qué has tomado una planta nueva bajo tu cuidado?
—Me gusta el reto.
—Mm-hmm. Creo que podrías estar haciendo planes sin intención en esa
cabeza tuya. ¿Cuál era su nombre, de nuevo? ¿Eilish?
—No estoy haciendo planes sin intensión respecto a… —Me quedé callado,
mirando alrededor de la habitación solo por si acaso Sean estuviera escuchando
en algún lugar—. Ella.
—Creo que lo haces. Creo que quieres abrir puertas para ella, comprarle
flores, llevarla a cenas románticas a la luz de las velas y probar que puedes ser
responsable con una persona al ser responsable con un verdoso amigo con hojas
—bromeó, una sonrisa en su voz.
Gruñí, pero no negué su acusación porque sí quería salir con Eilish. Había
estado preparándome para hacer justo eso cuando me dijo que tenía un hijo. Pero
al final, no se lo pedí. No fue el hecho de que tuviera un hijo lo que me
preocupaba, en absoluto. De hecho, mi imaginación en cambio empezó a hacer
planes después de que lo dijo, gustándome la idea de un trato dos por uno.
Tal vez le guste el rugby.
Por supuesto que le gusta el rugby.
Debería conseguirle una camiseta de juego.
Pero luego la otra parte de su declaración se asentó: Me recuerdas al padre
de mi hijo.
Jesucristo. ¿Cómo se supone que saldría de esa caja?
—Siempre he odiado tener citas —dije en cambio—. De hecho, si pudiera
evitar ese asunto de podría darte un beso, lo haría. ¿Por qué no podemos
simplemente saltar hasta la parte cómoda de la relación? ¿Ir directo hacia el
punto donde puedes caminar por todos lados en ropa interior, dejar salir
flatulencias y culpar al perro y dejar la puerta abierta cuando vas a orinar?
—Primero que todo, no hay parte de una relación que debería involucrar
esa última parte y segundo, tener citas es la mejor parte. Todas esas mariposas
y la emoción, la tensión sexual. Querer saltarse a la parte cómoda es flojera.
Significa que no quieres poner algún esfuerzo para enamorar a alguien.
También, si mi memoria me funciona, nunca has tenido una relación que durara
más de seis meses.
—Gracias por el recordatorio, oh, Sarah Vieja Aguafiestas —me quejé,
pero tenía razón. No había salido con nadie por más de seis meses e incluso
entonces, realmente no fue una relación con algún significado o impacto
duradero.
—Vieja Aguafiestas era el nombre de mi abuela, quiero que lo sepas.
Esbocé una sonrisa, pero no pude reprimir mi suspiro de frustración.
—No es que sea flojo, es solo que no tiene ningún atractivo. Y de cualquier
forma, soy demasiado viejo para eso. Tener citas es un juego para jóvenes.
Tener citas era un juego para jóvenes y, sin embargo, había estado
preparado para invitar a Eilish a salir hasta su confesión de la semana pasada.
No había sido capaz de dejar de pensar en ella, lamentando lo que dije después
de nuestro beso. Pero ella me evitó durante semanas, lo cual era comprensible
dado cómo respondí.
O no respondí.
Simplemente no podía creer lo que sucedía, que nos estábamos besando y
luego todo terminó. Aunque todo lo que dije sobre no ser lo suficientemente bueno
para ella era cierto, la compulsión de invitarla a salir, pasar tiempo con ella, era
abrumadora.
Sarah dejó escapar un sonido que fue mitad risa, mitad frustración.
—Eres un hombre joven, Bryan.
—Entonces, ¿por qué la idea de conocer a alguien se siente como una tarea
difícil? —Una tarea difícil cuando se trata de alguien que es la única mujer que
no puedo tener.
—Tienes treinta años, prácticamente un bebé. Solo estás cansado.
Necesitas encontrar la emoción en la vida otra vez, el entusiasmo que se tiene
por las cosas simples.
—Me emociono con cosas simples —respondí—. ¿No mencioné que arreglé
la llave de mi lavabo este fin de semana? Y tomé té Earl Grey con el desayuno.
—Oh. Detente. Demasiada emoción. No puedo soportarlo —dijo esto
inexpresiva, agregando—: Estoy hablando de encontrar algo que disfrutes hacer
regularmente. Ya sabes, un pasatiempo loco.
—Tengo pasatiempos. He empezado a observar pájaros.
—Está bien, adelante, búrlate.
—No estoy bromeando. He estado conduciendo hasta las montañas en mis
días libres, cuando no estoy arreglando el apartamento. Las mejores pocas horas
de la semana.
—Oh... lo dices en serio —dijo Sarah, sorprendida.
—Por supuesto que sí. También estoy aprendiendo a jugar golf. Bueno, al
menos me gusta ir al campo de prácticas de vez en cuando.
Un suspiro de ella.
—Me retracto. Eres un hombre viejo.
—Me alegra que finalmente estés viendo las cosas con claridad.
—Te das cuenta del problema con todas estas nuevas actividades con las
que estás llenando tu vida, ¿cierto?
—No hay problema. Estoy bastante contento con mi vida ahora.
—Todas son en solitario. Antes de que te des cuenta, serás un viejo
ermitaño, gritándoles a los niños que salgan de tu jardín y quejándose de que el
cartero siempre llega tarde.
—Vamos, ahora te estás adelantando un poco ahora…
—No lo hago. Hay un gran vacío en forma de mujer en tu vida y lo estás
llenando con actividades mundanas. Pronto te darás cuenta de lo que ya sé.
—¿Y qué es eso entonces? —pregunté, poniéndome un poco irritado ahora.
—Que has estado sobrio por dos años y estás listo para una relación. No
eres el mismo tipo que eras a los veinticinco. Eres una de las personas más
confiables que conozco y eres demasiado atractivo para ser soltero. Alguna mujer
necesita obtener el beneficio de ese cuerpo tuyo.
—Por qué, Sarah, si tan solo hubiera sabido que has estado albergando
este enamoramiento —bromeé, mi irritabilidad desvaneciéndose.
—Oh, por favor, solo porque soy gay no significa que no pueda reconocer a
un hombre atractivo cuando lo veo. De cualquier manera, tengo que prepararme
para mi turno en el trabajo, pero piensa en lo que dije, ¿está bien? Te mereces a
alguien, Bryan, realmente lo mereces.
Merecer a alguien. Hasta ahora, no había considerado merecer a alguien.
Mi madre era un excelente ejemplo de alguien solo, alguien que alejó a casi todos
los demás de su vida, excepto a mí. ¿Pero estaba solo? ¿Me sentía solo? Después
de mi horrible comportamiento durante años, no sentí que hubiera merecido algo
diferente. ¿Pero ahora?
Necesitaba algo de tiempo para pensar en todo esto.
—Está bien, llámame mañana.
—Lo haré. Adiós.
Después de colgar, terminé de vestirme y empacar mis cosas,
reflexionando sobre sus palabras.
Tal vez Sarah tenía un punto. Recientemente, comencé a tener sueños
húmedos y esa mierda no sucedió desde que tenía catorce años. Era francamente
embarazoso. Juro que solo tomaría una ligera brisa para hacerme venir en estos
días.
Me hallaba perdido en mis pensamientos cuando salí de los vestidores y
choqué con un cuerpo.
—Oh, mierda, lo siento —dije justo antes de que su aroma me golpeara.
Eilish.
—No, es mi culpa —dijo mientras se enderezaba—. No miraba hacia dónde
iba.
—Ya somos dos. —Le mostré una suave sonrisa, ignorando la atracción
que siempre sentía cuando ella estaba cerca. No sirvió.
Sabía que no era su persona favorita, pero al menos ahora sabía por qué.
Me recuerdas al padre de mi hijo... ¿Qué clase de idiota la dejaría ir?
Quería encontrar al idiota y darle una paliza.
Me moví para pasar junto a ella, apretando mis dientes ante lo injusto de
todo. ¿Por qué tenía que ser tan hermosa? ¿Tan... divertida e inteligente,
intrigante? ¿Por qué, a pesar de todas las cosas que le dije a Sarah sobre no
querer pasar por las complicaciones de conocer a alguien, aun así, realmente
quería conocerla? Era una anomalía y eso hacía que su desagrado por mí fuera
mucho más que un golpe.
Pero luego soltó—: Salgamos a tomar algo. —Y me detuve a mitad de
camino.
Giré solo mi cabeza para mirarla, seguro de que escuché mal.
—¿Perdón?
Mordió su labio.
—Lo siento. Quería que eso sonara como una pregunta. ¿Quieres... quieres
salir a algún lugar y tomar algo conmigo? —Sus ojos se enfocaban en mi barbilla
y hablaba lenta y cuidadosamente, como si se obligara a decir las palabras.
Eché un vistazo alrededor para buscar cámaras, porque esto tenía que ser
una broma. Sin un hola. Sin un, ¿cómo estás? Solo directamente a invitarme a
tomar algo.
Pero por si esto era real y esta intrigante mujer realmente me estuviera
invitando a salir, mantuve mi tono suave mientras le recordaba suavemente—:
No bebo, Eilish. Llevo sobrio dos años.
—¡Demonios! —exclamó, cerrando sus ojos—. Cierto, sí. Lo siento, me
olvidé. Bueno, no me olvidé, es solo que... Lo siento.
—No necesitas disculparte. No hay daño, no hay falta. —Di un paso hacia
ella, apenas reprimiendo el impulso de colocar una mano reconfortante en su
hombro o tomar su mano o chocar los cinco conmigo mismo.
¡Guau, no te adelantes!
Parecía extremadamente nerviosa, así que deseché la idea de un choque
de cinco a manera de auto-felicitación. Aunque podría haberlo hecho si lo hubiera
hecho silenciosamente, no podría verme porque sus ojos seguían cerrados.
—¿Podríamos ir por un café? —sugirió, finalmente encontrando mis ojos y
hubo algo en la intensidad en los de ella, casi como si me suplicara que no lo
considerara una gran cuestión, que me hizo asentir automáticamente, aunque
cautelosamente.
—Eh, claro, el café suena bien. —¿Qué demonios está pasando?
—Bien, genial. ¿Ahora está bien?
¿Ahora?
—¿Ahora?
Asintió con fervor.
—Sí, ahora.
—Bueno, ya terminé el día así que supongo que... sí. Podemos usar mi
auto. —Respondía en piloto automático porque mi cerebro se sentía demasiado
preocupado tratando de descubrir lo que sucedía.
—Todo bien. Muestra el camino. —Me señaló hacia delante con su mano
y lanzándole una desconcertada mirada más, mostré el camino.
Nada de esto tiene sentido. A no ser que...
—¿Oye, Eilish?
Me miró mientras caminábamos.
—¿Sí?
—¿Está todo bien? Connors no ha estado portándose mal de nuevo, ¿cierto?
Sacudió su cabeza.
—No, no, nada de eso.
—¿Necesitas un riñón o algo?
Soltó una risa sorprendida.
—Por supuesto que no.
—¿Transfusión de sangre? Soy tipo A negativo si te lo preguntabas.
—Bryan, no necesito un trasplante de órgano o una transfusión de sangre.
Ni siquiera quiero que pagues por el café. Solo necesito hablar contigo en otro
lugar que no sea aquí.
—Bueno, definitivamente voy a pagar por el café, pero, ¿de qué quieres
hablar?
Miró de un lado a otro, como si hubieran oídos escuchando por todos lados.
—Te lo diré cuando lleguemos a la cafetería. Solo, ¿podemos ir a algún
lugar a algunos kilómetros de distancia de aquí? Es un tema de naturaleza
sensible.
—Claro. —Ahora me sentía aún más confundido. ¿Qué diablos podría
tener que decirme que era de naturaleza sensible?
Y, entonces, ¿era esta una cita?
¿O no…?
En un desconcertante aturdimiento, logramos llegar al garaje y abrí su
puerta. Se deslizó adentro y sin decir palabra salí del complejo deportivo. El auto
se hallaba en silencio, mi mente inundada de curiosidad. También inundada con
planes, formas en que podía convertir esta cita improvisada de café en una cita
real.
La miré y permití que mis ojos se movieran sobre su cuerpo. Incluso
zumbando con energía nerviosa, estar cerca de ella se sentía... agradable.
Podía hacer esto. Podría intentarlo con ella, mostrarle que no era nada
como el padre de su hijo. Podría estar oxidado, pero todavía sabía una cosa o dos.
O tres cosas. Pero no más de tres.
Sabía que debería haber encendido la radio cuando mi estómago emitió un
fuerte gruñido. Eché un vistazo a Eilish y vi que el lado de su boca se curvó
ligeramente.
—¿Alguna vez notaste que tu intestino siempre espera silencio absoluto
para hacer eso? —pregunté a la ligera—. Es como si quisiera alcanzar la
vergüenza óptima.
Asintió y me lanzó una sonrisa.
—Sí. Solía pasarme siempre en la escuela durante las pruebas. —Hizo una
pausa, mirándome—. No has comido desde el almuerzo, ¿verdad?
—Nah, pero no te preocupes por eso. Comeré cuando llegue a casa.
Me consideró un momento.
—Podemos conseguir algo ahora, si quieres. No me importa.
Mi boca se formó en una sonrisa en esta apertura.
—¿Es esto una táctica furtiva para atraerme a una cita para cenar?
Porque si lo es, estoy dentro.
—¡No! No lo es, lo juro. Esta definitivamente no es una cita. Solo sé lo
importante que es para ustedes comer a intervalos regulares. No le digas que te
dije esto, pero a veces Sean lleva pechugas de pollo cocidas con él en bolsas de
comida selladas por si se pone ansioso.
Reí entre dientes para ocultar mi frustración al insistir en que esta no era
una cita.
—¿De verdad? La próxima vez que lo vea, tendré que preguntarle si le
gustaría compartir sus pechugas con el resto del equipo.
Las mejillas de Eilish se enrojecieron.
—Por favor no.
—Pero no es justo, mantener esas suculentas pechugas para él solo —
continué, esperando que mi intento de coqueteo no fuera inoportuno.
—Bryan —suplicó, y había algo sobre mi nombre en sus labios que
despertó mi polla.
Vuelve a dormir, deseoso. Nada que ver aquí.
—Estoy bromeando, estoy bromeando. No revelaré su secreto a los chicos.
Tienes mi palabra.
Ante esto, sonrió con fuerza y se giró para mirar por la ventana. Pasaron
unos minutos mientras conducía silenciosamente. Eilish se estiró para jugar con
su cabello. Lo llevaba en un pulcro moño, pero quitó el elástico y lo dejó caer
sobre sus hombros. Hombre, ese cabello. Apuesto a que se sentía como la seda.
Mis dedos picaban para descubrirlo.
Paré frente a uno de mis restaurantes de carne favoritos y estacioné.
Eilish no habló cuando la conduje adentro. Pero cuando pedí una mesa para dos,
intercedió—: Por favor, una mesa en la parte de atrás si tienes una. —La
ansiedad irradiaba de ella en oleadas.
Todavía no podía explicar lo que pasaba con ella, pero hice todo lo posible
por tranquilizarla a pesar de que su nerviosismo me afectaba un poco.
—Hacen increíbles alitas de pollo aquí. Salsa picante de Luisiana.
Deberías probarlas —dije mientras nos deslizábamos dentro de la mesa.
—Oh, sí, podría —respondió distraídamente y tomó el menú del camarero
antes de leer detenidamente las opciones. La tensión creció entre nosotros, y no
sabía cómo romper el silencio. Ella me pidió venir aquí para discutir un tema
delicado. La única persona que teníamos en común era Sean, así que tal vez algo
pasaba con él. Quizás estaba enfermo. Esperaba a Dios que no lo estuviera.
—¿Puedo tomar sus pedidos? —preguntó el camarero cuando regresó. Hice
un gesto para que Eilish fuera primero.
—Tendré las alitas de pollo y patatas fritas, por favor. Ah, y una Coca-
Cola. —Su voz era un poco temblorosa y sentí este impulso abrumador de tocarla,
ayudarla a calmarse de alguna manera.
—Y tendré el solomillo. Medianamente cocido. Todavía agua para beber.
Gracias.
El camarero tomó nuestros menús y el silencio volvió. No podía tomar
mucho más de eso, pero sabía que si presionaba para saber de qué quería hablar,
solo la asustaría.
—Entonces, ¿cómo estuvo tu día? —pregunté—. ¿Bueno, malo, promedio?
—Estuvo bien.
—Mi rodilla se ha estado sintiendo genial desde tu masaje.
Se movió en su lugar, sin encontrarse con mi mirada.
—Eso es bueno.
—¿Qué te parece trabajar con el equipo hasta ahora?
—Me gusta.
—Eilish.
Sus brillantes ojos se alzaron para encontrarse con los míos.
—¿Sí?
En un movimiento audaz, extendí la mano sobre la mesa y apreté su mano.
—Háblame. Lo que sea que tengas que decir, te prometo que no
encontrarás ningún juicio aquí.
Dejó escapar un suspiro largo y tembloroso.
—¿Puedo, um, hacerte unas preguntas primero?
Solté su mano y me recosté.
—Por supuesto. Dispara.
—Así que… eh, ¿qué piensas de los niños?
—¿Niños?
Asintió con fervor y se inclinó para apoyar los codos sobre la mesa.
—Sí, niños.
¿A dónde iba con esto? Quiero decir, sabía que ella tenía un hijo, pero ¿por
qué me preguntaba por los niños?
Su mirada se clavó en la mía, como si mi respuesta fuera una cuestión de
vida o muerte.
Aclaré mi garganta, queriendo ser honesto, pero también dar la respuesta
correcta.
—Realmente no pienso en ellos mucho, si soy sincero, pero me gustan.
Algunos de los tipos del equipo son papás, y tengo un gran juego con sus pequeños
en días de familia.
Eilish absorbió mi respuesta con una expresión seria.
—¿Qué pasa con el lado no divertido? ¿Alguna vez podrías verte cuidando
a un niño cuando está... quiero decir, cuándo están enfermos? ¿Qué pasa cuando
hacen una rabieta y necesitan ser disciplinados?
Levanté una ceja. Esta era una conversación extraña, pero seguí adelante,
con curiosidad por ver cuál era su juego final.
—Una vez más, nunca lo pensé realmente, pero creo que podría ser
gratificante criar a un niño o niña. Siempre he sido un tipo muy protector, y creo
que, si tuviera un hijo, o la persona con la que esté tuviera un hijo, haría todo lo
posible para mantenerlos felices y a salvo.
Me di un choque de cinco mental por eso. Si esta era su forma de
entrevistarme antes de aceptar salir conmigo, podría más que respetar eso. Ella
era una madre, por supuesto que querría que el tipo con el que estuviera saliendo
tratara bien a su hijo.
Bueno, mírate, Bryan Leech, tratando el asunto para variar.
Sintiéndome bastante bien con mis posibilidades, le di una sonrisa fácil.
El camarero se acercó y colocó nuestras bebidas frente a nosotros. Eilish
agarró su Coca-Cola, bebiendo un largo trago a través de la pajita mientras una
expresión pensativa cruzaba sus rasgos.
Después de saciar su sed, volvió a hablar.
—Entonces, imaginemos un escenario en el que eres padre. ¿Qué tipo de
padre crees que serías? ¿Estricto? ¿Relajado? ¿En algún lugar entre los dos?
¿Un padre? ¿En serio? No lo dije, pero pensé que tal vez se estaba
anticipando.
—Debe haber una necesidad para ambos, ¿verdad? Demasiado de
cualquiera probablemente arruinaría la cabeza de un niño, así que diría que en
algún lugar entre los dos.
—¿Qué tal golpear a un niño cuando se han portado mal? ¿Crees que es
necesario?
—Supongo... ¿no? Quiero decir, fui golpeado mientras crecía y nunca me
impidió portarme mal. Creo que una buena conversación o una discusión habría
funcionado mejor.
Asintió, sus ojos se iluminaron.
—Y eres católico, ¿verdad? ¿Crees que criarías a tus hijos en la iglesia?
—Supongo que lo haría, pero ¿qué…?
—¿Y qué hay de los teléfonos y las computadoras? ¿Cuál es tu postura
referente al tema de los niños que tienen acceso a Internet?
—Bueno, obviamente creo que necesitan ser supervisados hasta cierta
edad, pero…
—¿Como qué edad?
Rasqué mi barba.
—¿Catorce?
—¿Crees que un niño de catorce años debería tener acceso sin restricciones
a Internet? ¿En serio? —cuestionó, sin dar la impresión de que le gustara esa
respuesta.
—Está bien, tal vez dieciséis entonces, pero tampoco creo que puedas
cobijarlos para siempre. En algún momento, debes dejar que ellos le den sentido
al mundo por sí mismos.
—Huh.
Se produjo un momento de silencio mientras pensaba en algo.
—Eilish, ¿me están entrevistando para una posición de niñera o algo así?
Porque tengo que decir que nunca he tenido el placer de que una bella mujer me
invitara a salir a cenar, solo para ser acribillado de preguntas sobre la crianza
de los hijos. —La estudié de cerca, notando su sonrojo al ver que la llamaba
hermosa. Lo era, sin embargo, y al menos tenía que ser un poco consciente de
eso.
—Lo sé —respondió en voz baja, con los ojos un poco tristes—. Y lo siento
por todas las preguntas, pero hay un punto para todo esto, lo prometo. Solo tengo
una pregunta más.
Le lancé una mirada empática y hablé en voz baja, porque parecía estar
doliendo de alguna manera.
—Está bien, una más no me matará.
Aclaró su garganta.
—Mencionaste que luchaste contra un problema con el alcohol en el
pasado y que ahora estás sobrio. Me preguntaba a qué edad le permitirías a tu
hijo comenzar a beber.
Rápido como un rayo, mi estado de ánimo cambió. Su pregunta golpeó un
punto dolorido. Al crecer, mamá me dejó beber temprano. Demasiado temprano.
Definitivamente podría haberme beneficiado con reglas más estrictas.
—No creo que a ningún niño se le deba permitir el alcohol. De hecho, si
me saliera con la nuestra, tendríamos leyes similares a las de los EE. UU. Que
restringen el consumo de alcohol hasta los veintiún años.
Inclinó su cabeza, su expresión curiosa.
—Eso parece un poco extremo.
—Sí, bueno, no creo que debamos subestimar el daño que puede causar la
bebida. Nuestros adolescentes de mediados a finales de los años están en algunos
de los años más tumultuosos en la vida de una persona. Cada pequeña cosa que
sale mal parece ser el fin del mundo, y tener acceso al alcohol a esa edad puede
ser extremadamente peligroso. Mi madre comenzó a ofrecerme vino en la mesa
cuando tenía ocho años. Sé que eso es normal en muchos países europeos, pero
bueno, mi madre ha estado luchando con una adicción al alcohol toda su vida.
Antes de darme cuenta, imitaba su comportamiento, y ella se encontraba
demasiado perdida para preocuparse. Iría tan lejos como para decir que era
consolada por el hecho de que bebía con ella. En esencia, la hice sentir mejor
acerca de su propio comportamiento al participar en él.
Cuando me detuve para mirar a Eilish, ella lucía horrorizada.
—Lo siento. Eso debe haber sido duro.
Me encogí de hombros.
—Lo fue, pero nunca me di cuenta hasta que crecí y vi cómo la bebida
arruinaba mi vida. Me robaba la salud, impidiéndome mantener relaciones a
largo plazo de ningún tipo. Incluso robó mis recuerdos. La mayoría de las cosas
en la vida pueden regresar, pero el tiempo no es uno de ellos, y mi mayor pesar
son los años que perdí cuando podría haber estado haciendo algo productivo con
mi vida.
Dejé de hablar, porque Eilish me miraba tan intensamente que casi me
quitó el aliento. Parecía realmente emotiva por mi pérdida y fue completamente
inesperado viniendo de una mujer que pensé que odiaba mis entrañas.
Nuestras miradas seguían enlazadas cuando dijo bruscamente—: Tengo
un hijo.
Asentí una vez.
—Sí. Lo sé. —Esta era una noticia vieja.
—Su nombre es Patrick.
—Mi segundo nombre es Patrick —le dije con una cálida sonrisa.
Asintió, tragando aire. —Lo sé.
Ahora la estudié con curiosidad.
—¿Lo sabes?
—Sí. —Presionó sus labios, su mandíbula hizo tictac, sus ojos ahora
perforando los míos. Y luego dijo—: Patrick es tuyo, Bryan.
Acababa de levantar mi copa para tomar un trago y casi escupí agua por
toda la mesa. En cambio, se cayó por la tubería incorrecta y me atraganté.
Ella hizo una mueca.
—¿Él es qué? —medio balbuceé, medio reí. Me tomaba el pelo, ¿verdad?
—Él es tu hijo. Tenemos un hijo —afirmó, juntando sus manos
fuertemente, su tono firme—. Es la razón por la que he estado... actuando como
una lunática.
¿Qué demonios?
Mi cerebro simplemente no podía calcular lo que decía, porque lo que decía
era completamente loco. Pero, por supuesto, no puedes decirle a alguien, estás
completamente loco.
Entonces, en cambio, decidí que jugar con el humor era el mejor enfoque.
—Lo siento, Eilish, pero creo que te equivocas. Nos acabamos de conocer
hace unas semanas. Aunque podría haber alardeado de que podía embarazar a
mujeres con solo una mirada cuando era más joven, en realidad no era cierto, y
definitivamente no retroactivamente. Ciertas partes del cuerpo deben estar en
juego para que eso suceda.
Su postura se tensó, sus labios formando una apretada línea.
—Esto no es una broma, Bryan. Hablaste de tu pérdida de memoria justo
ahora. Bueno, nos hemos visto antes, simplemente no... no me recuerdas. Fue
hace cinco años, en la boda de Ronan y Annie. Dormimos juntos una vez, y unas
semanas más tarde, descubrí que me encontraba embarazada.
Mi sonrisa se desvaneció rápidamente cuando sus palabras se hundieron.
Pérdida de memoria.
Dormimos juntos.
Embarazada.
El sonido de mi corazón llenó mis oídos, y mi visión se volvió borrosa en
los bordes.
Pasaron varios momentos. Podrían haber durado segundos o minutos
enteros, no podía decirlo. Mi cerebro se hallaba demasiado ocupado tratando de
desenredar la información que me acababan de entregar. Cada pieza tenía
demasiado sentido para que yo la negara. Esa sensación de déjà vú que me llamó
la atención cuando la conocí por primera vez, la sensación de haberla conocido
en otra vida. La familiaridad inexplicable. La atracción por llegar a conocerla.
Ella decía la verdad.
Tenía un hijo.
Tenía. Un. Hijo
Traducido por Cjuli2516zc & Black Rose

Bryan
—A
nuestra comida.
hora, señores, creo que el bistec era para el caballero y las alitas
de pollo para la dama —dijo el camarero cuando llegó con

Miré boquiabierto a Eilish mientras el camarero dejaba los platos frente a


nosotros. No es sorprendente que mi apetito se hubiera desvanecido. Mi mirada
pasó de la sincera honestidad de sus brillantes ojos azules, al conjunto nervioso
de su boca, a la tensión que irradiaba cada centímetro de su cuerpo.
Dios, realmente decía la verdad.
Esto era una locura
No tenía idea de qué sentir o cómo lidiar con la bomba que acaba de lanzar.
Tenía un hijo, un hijo que tenía casi cinco años y que nunca conocí.
Su nombre es Patrick...
—Bryan, di algo, por favor —susurró una vez que el camarero nos dejó
solos.
Abrí la boca, pero ninguna palabra se sentía bien. —Yo... Lo siento,
necesito usar el baño.
Me levanté abruptamente de la mesa, casi derribando mi vaso, y me
tambaleé hacia la parte trasera del restaurante. Eilish no dijo palabra ni intentó
seguirme, y cuando me encerré en un cubículo, me senté en el inodoro cerrado y
dejé caer la cara entre mis manos.
Estaba soñando.
Tenía que estar soñando.
Por primera vez en mucho tiempo, tuve ganas de beber. Me tranquilizaría
por lo menos. Mi cerebro me recordó que cada vez que me sentía así, lo mejor era
llamar a Sarah y pedirle que me calmara, así que saqué el teléfono y marqué su
número.
—Dos llamadas en un día. Muchas mujeres estarían celosas —dijo cuando
respondió. Me sentí aliviado de que todavía no comenzó su turno, porque siempre
ponía su teléfono en silencio cuando trabajaba.
—Quiero un trago —dije, mi voz ronca.
Su tono cambió de bromas a seria en un abrir y cerrar de ojos. —Mierda.
Bueno. ¿Por qué?
Dejé escapar una risa sin alegría. —Toda mi vida acaba de ser volteada, y
no sé qué hacer.
La escuché respirar profundamente. —Dímelo todo.
—Me acaban de decir que tengo un hijo, un hijo del que nunca supe —
espeté.
—¡¿Qué?! —prácticamente chilló, y de alguna manera su reacción me hizo
sentir mejor. Definitivamente no exageraba aquí. Esto era enorme.
Rehíce rápidamente todo lo que acababa de pasar con Eilish. Cuando
terminé de hablar, Sarah permanecía callada en el otro extremo. Finalmente,
habló.
—Está bien, Bryan, no te enfades conmigo por decir esto, porque sé que
realmente te gusta esta chica, pero debes considerar la posibilidad de que pueda
estar mintiendo.
Balbuceé, incrédulo. —¿Por qué mentiría sobre algo tan serio?
—Porque eres rico y famoso y parece que está un poco enamorada de ti, y
tener un hijo con un hombre como tú básicamente significa que está cubierta de
por vida. Por favor, no me digas que te has olvidado de Jennifer, sin mencionar
a Kylie. Esas dos deben haber extorsionado al menos cincuenta mil cada una
antes de que finalmente las patearas a la acera.
No apreciaba que mencionara mi pasado, las mujeres que se aprovecharon
de mi adicción con el fin de alimentar la suya. Los borrachos y los adictos atraen
a borrachos y adictos. Y ahora yo era ninguno.
—Eilish no es así.
—Apenas la conoces.
—Eso no importa. Ella no es una mentirosa, y además, proviene de un
fondo muy rico. No necesita el dinero. Su primo prácticamente la trata como a
una princesa.
Un pequeño suspiro vino desde su lado. —Todavía debes ser cauteloso.
Incluso si crees que el niño es tuyo, tendrás que hacerte una prueba de ADN para
confirmarlo. No puedes simplemente enfrentarte a una situación como esta de
cabeza sin pensar bien las cosas.
Fruncí el ceño. —¿Qué te hace pensar que haría eso?
—Porque no suenas molesto. Suenas un poco feliz, incluso emocionado. Ya
te conozco lo suficientemente bien como para poder diferenciar entre los dos.
—No estoy feliz —protesté. ¿Estaba feliz? ¿Cómo podría estar feliz por algo
así de loco? ¿Y por qué me daría ganas de tomar un trago si estuviera contento
con eso? Por otra parte, cuando era un adicto recurrí al alcohol en cada ocasión.
¿Acababa de recibir buenas noticias? Tomaba un trago para celebrar. ¿Acababa
de recibir malas noticias? Tomaba un trago para compadecerme.
—Es un reflejo natural querer beber cuando te dan un shock o te sientes
fuera de control, y acabas de tener uno enorme. Todavía no significa que no te
gusta lo que está sucediendo. Has estado obsesionado con esta chica, y ahora, de
repente, te dice que eres el padre de su hijo. Estás entusiasmado con las
posibilidades a las que esto pueda conducir, pero te estoy diciendo que te
mantengas alerta, Bryan. Créeme. Esto podría terminar mal si no lo haces.
Me froté la boca, buscando entre el lío en mi cabeza para tratar de
descubrir lo que sentía. Mi pulso latía rápido. Mis palmas se sentían sudorosas.
Había un nudo en mi estómago similar a cuando me sentía bien antes de jugar
un partido de rugby importante. Este era básicamente el nivel de euforia del
Campeonato de las Seis Naciones.
Maldición, Sarah tenía razón. Yo estaba feliz. Me sentía más que feliz. Me
sentía muy jodidamente contento. En serio, ¿qué demonios me pasaba que me
alegraba mucho ser un padre para un niño que nunca había conocido? Si alguna
vez tuve alguna duda de que estaba jodido, aquí se hallaba la evidencia.
—Tienes razón. Lo haré. Seré inteligente —le dije finalmente—. Tengo
que volver a salir y hablar con Eilish ahora. Te llamaré más tarde y te dejaré
saber cómo van las cosas.
—Sí, llámame. Y buena suerte —respondió.
Después de colgar, salí del cubículo y salpiqué un poco de agua sobre mi
cara para componerme. Sabía que si salía con una gran sonrisa psicópata en mi
cara solo iba a asustar a Eilish. Necesitaba relajarme, actuar lo más normal
posible.
Pero, ¿qué era normal en este tipo de situación? Demonios si lo sabía.
Cuando volví al restaurante, seguía sentada en la mesa. No había tocado
su comida y había docenas de pequeños pedazos de papel sobre la mesa de una
servilleta que hizo trizas. Parecía obviamente ansiosa como el infierno, y me
sentí mal por dejarla allí. Me deslicé en la cabina y ella levantó la vista,
pareciendo aliviada de verme, pero todavía cautelosa.
—Regresaste. —Suspiró, sus ojos parpadearon sobre mí preocupados.
Pasé mi mano por mi cabello. —Sí, yo, uh, solo necesitaba un minuto para
poner mi cabeza en orden.
Eilish asintió temblorosamente. —Comprensible.
Se hizo un silencio y luché con qué decir primero. El camarero, notando
claramente que no habíamos tocado nuestra comida, eligió ese momento para
hacer acto de presencia.
—¿Está todo bien? ¿Puedo traerles algo más?
—Estamos bien, gracias —le dije, y él se retiró en silencio.
—Escucha, yo…
—Está bien si…
Los dos hablamos a la vez, cortándonos el uno al otro.
—Lo siento. Tú primero —ofreció—. Y lo entiendo totalmente si me odias
ahora mismo.
Le fruncí el ceño. —Por supuesto que no te odio. ¿Por qué habría?
—P-p-p... —Cerró los ojos, respiró adentro y afuera, luego comenzó de
nuevo, más lenta esta vez—. Porque he mantenido esto en secreto por tanto
tiempo. Era joven y estaba asustada, y tenía esta idea de ti como este fiestero
salvaje e incontrolable. Esa no es una excusa. Es solo que no pensé que quisieras
tener nada que ver conmigo o con el bebé. Puede sonar ridículo, pero no quería
molestarte.
—Eilish, era un fiestero salvaje e incontrolable, y no estoy diciendo que
fuera lo correcto, pero entiendo por qué no me lo dijiste. Maldita sea, ni siquiera
recuerdo nuestra noche juntos. —Hice una pausa por un momento, la
encantadora realidad de ese hecho hundiéndose.
Mis ojos se movieron sobre esta mujer frente a mí, esta hermosa e
inteligente mujer. La tuve. La tuve y ni siquiera lo recordaba. Este nuevo
conocimiento fue un tipo especial de infierno.
Sus ojos bajaron y el rosa manchó sus mejillas. Parecía incómoda. En
realidad, parecía mortificada.
—Eilish... —Empecé torpemente, pero, ¿qué diablos iba a decir? ¿Cómo te
disculpas por dormir con alguien y no recordarlo?
Lo siento, cariño. Estoy seguro de que estuviste genial, pero estaba
demasiado borracho para impresionar.
Cristo. Yo era un idiota.
Por otra parte, tuve flashes, extraños momentos de déjà vu. Parecía tan
familiar, pequeños recuerdos de cabello rojo y piel pálida. Quizás no era un idiota
tan olvidadizo después de todo.
Me hizo un gesto con la mano, una sonrisa frágil que reclamaba sus
facciones y un destello de dolor inconfundible que nublaba sus ojos. —No es
importante. —Se aclaró la garganta y apretó los dientes. Cuando volvió a
mirarme a los ojos, lucían más fríos, aislados, desinteresados de una manera que
parecía de auto-conservación, y sentí la diferencia como un golpe en el estómago.
Fue una mirada que reconocí. Solo ahora entendí por qué la usó en mí.
—Patrick es importante. Deberíamos centrarnos en él. —Su tono era firme
y desapasionado.
—Sí. Por supuesto. Pero solo digo, la forma en que actué no es una
recomendación brillante para la paternidad. —Intenté ablandarla—. En todo
caso, es mi culpa que me haya perdido todos estos años con... con Patrick. La
persona que era entonces no merecía un niño.
—Debería habértelo dicho. —Negó con la cabeza, la línea de su mandíbula
obstinada.
—Me lo estás diciendo ahora.
Frunció el ceño. —¿Por qué estás siendo tan… tan razonable sobre todo
esto?
Sonreí. —Porque soy un tipo bastante razonable.
—Pero me haces sentir peor. Lo menos que podrías hacer es gritarme,
llamarme algunos nombres. Me lo merezco. —Su rostro se arrugó como si fuera
a llorar, pero luego vi cómo el acero y la determinación forzaban la marea de la
emoción. Mierda, detrás de todo el nerviosismo de esta chica, era fuerte.
Respetaba esa fuerza y me atraía de una manera que no entendía del todo.
Actuando por instinto, extendí la mano sobre la mesa y tomé sus manos
con las mías. Seguía trabajando en borrar su servilleta en pedazos pequeños,
pero se cayeron. Ella contuvo el aliento al contacto. Sosteniendo sus manos
suaves y delicadas en las mías se sentía bien. Se sentía tan jodidamente bien.
—No te culpo, Eilish, así que deja de castigarte. Esta era una situación
difícil para cualquier persona, mucho menos una adolescente. Y fue mi culpa por
ir tras de ti en primer lugar. Eras demasiado joven, pero evidentemente fui
demasiado imbécil para darme cuenta o preocuparme.
Sacudió su cabeza. —No es como si me hubieras obligado. Yo… —Hizo una
pausa, el rubor se intensificó sobre sus mejillas—, lo quería.
Algo en mi pecho se desplegó. Mi voz era baja cuando hablé. —¿De verdad?
Solo asintió en respuesta, sin mirarme a los ojos. Apreté sus manos para
hacerle saber que no necesitaba avergonzarse.
—Tenemos mucho de qué hablar, tú y yo —dije en voz baja.
Cerró los ojos con fuerza, su cabeza temblaba en un movimiento pequeño
y rápido.
Froté los pulgares sobre el interior de sus muñecas, una sensación de
rectitud y necesidad agitando mi sangre.
Cristo, tenía que dejar de tocarla, porque si antes pensaba que era
hermosa, el hecho de que esta mujer fuera la madre de mi hijo le daba un jodido
halo. Lo juro, ella brillaba. Lucia radiante. Tan magnética como antes, pero
también algo más.
Dejé ir sus manos, porque de lo contrario la iba a empujar sobre la mesa y
la devoraría.
Aclarándome la garganta, forcé mis ojos a mi comida.
—En primer lugar, será mejor que comamos antes de que el camarero se
meta en un estado preguntándose si hay algo mal con nuestras cenas.
Esto le provocó una risa pequeña y entrecortada, y se sintió bien hacerla
reír. Tomamos algunos bocados y un silencio reflexivo cayó sobre nosotros,
redirigiendo mis pensamientos lejos de ella y volviendo a la situación.
Todavía no estaba muy seguro de por qué me sentía tan bien con todo esto.
Si alguien más hubiera venido a mí con la misma revelación, probablemente les
hubiese dicho que tiraran del otro. Pero había algo sobre Eilish, algo sobre su
personalidad sincera y abierta que me hizo creerle.
Quería hacer lo correcto por ella.
Y tener un hijo no era algo malo. Era una gran cosa. Un regalo. Era viejo
y lo suficientemente sabio para ver eso ahora. Si hubiera venido a mí hace tantos
años, cuando seguía bebiendo y fuera de control, me estremezco al pensar en
cómo podría haber reaccionado.
Entonces quizás mantener todo en secreto durante tanto tiempo fue una
bendición. Quizás así era como siempre se suponía que fuera.
La miré mientras mordisqueaba un ala de pollo. Sus pestañas largas y
espesas sombrearon sus mejillas, proyectando sus bellos rasgos en una luz
devastadoramente hermosa. Solo mirarla absorbió todo el aire de mis pulmones.
Sí, tal vez existía una pequeña y minúscula parte de mí a la que le gustaba
la idea de tener un hijo específicamente con Eilish. Significaba que tenía que
pasar más tiempo con ella. Desde que la vi en la fiesta de Will, me cautivó, casi
como si mi inconsciente sintiera nuestra conexión. Y me mataba que nos
hubiéramos visto antes, pasado toda una noche juntos, y no podía recordar ni un
segundo de eso. Tuve mis manos codiciosas e ingratas sobre ella, dentro de ella,
pero me hallaba demasiado concentrado en mí mismo para apreciar lo
afortunado que fui. Su mirada de dolor. ¿La lastimé? ¿Físicamente? O… oh,
mierda ¿Qué se sentiría estar en el extremo receptor de ser olvidado?
Ella no merecía ser olvidada.
Merecía ser atesorada.
E iba a hacer todo lo que estuviera a mi alcance para compensar lo que
hice. Pero realmente, tan feliz como me sentía de tener esta conexión con Eilish,
también me sentía increíblemente ansioso por saber todo sobre su hijo. Nuestro
hijo.
—¿Tienes una foto de él? —pregunté, incapaz de contener mi curiosidad.
Asintió y se secó los labios antes de ir a buscar en su bolso. —Por supuesto.
Sí. Lo siento.
Sacó su teléfono y navegó hacia sus fotos. Su mano tembló cuando me lo
pasó al otro lado de la mesa. Lo tomé con fascinación apenas oculta. La imagen
mostraba a Eilish con un niño pequeño en su regazo. Tenía el cabello castaño
claro, ojos verdes brillantes y un hoyuelo en cada mejilla. Sin embargo, eso no
fue lo que me mantuvo cautivado. Fue como mirar una cápsula del tiempo de mí
mismo. Mi corazón latía con fuerza cuando varias emociones se apoderaron de
mí. No bromeé cuando dije que disfrutaba jugando con algunos de los chicos de
los muchachos, pero esto…
¿Era posible amarlo ya cuando ni siquiera nos habíamos conocido?
No podía quitar mis ojos de la foto y tuve que inhalar algunas
respiraciones profundas solo para no avergonzarme frente a todo el restaurante.
Nadie esperaba que un gigantesco jugador de rugby de metro noventa comenzara
a gimotear en público.
Eilish debe haber notado el brillo en mis ojos porque preguntó
gentilmente—: Bryan, ¿estás bien?
—Sí. —Suspiré—. Es solo que…
—¿El parecido? —adivinó—. Es extraño, ¿no?
Asentí y pasé el pulgar por la pantalla, luego levanté la vista. Mi voz
sonaba áspera cuando hablé—. ¿Puedes enviar esto a mi teléfono?
—Sí. Por supuesto.
—Gracias.
Mantuve su mirada por un momento, sentimientos no expresados pasando
entre nosotros.
Miedo.
Incertidumbre.
Anticipación.
Emoción.
Sabía que para mí los últimos dos superaban al primero. Solo esperaba
que fuera lo mismo para Eilish. Mis ojos trazaron la elegante inclinación de su
nariz, la curva de su boca rosa. Era tan malditamente hermosa. Esto iba a ser
muy jodidamente complicado, eso era seguro.
—¿Lo nombraste por mí? —pregunté.
—Sí, lo hice.
—¿Por qué? —Empujé suavemente.
—No estoy segura de por qué lo hice. ¿Tal vez fue culpa? O tal vez sentí
que al menos debería tener una parte de ti.
Me reí entre dientes suavemente. —¿Lo has visto? Él me tiene todo. Si no
lo supiera, diría que alguien clonó mi yo más joven.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Sí, es bastante difícil negar
que sea tuyo.
De repente, las palabras de Sarah volvieron rápidamente, instándome a
tomar las cosas con calma, ser inteligente, hacerme una prueba de ADN. No
quería hacer ninguna de esas cosas, porque había algo sobre esto que se sentía
puro. No quería ensuciarlo. Eilish debe haber leído mis pensamientos porque
comenzó a cavar en su bolsa de nuevo, sacando una pequeña caja blanca.
Aclaró su garganta. —Obviamente, entiendo que necesitarás una prueba
definitiva, teniendo en cuenta las circunstancias. —Hizo una pausa y empujó la
caja sobre la mesa—. Traje un pequeño mechón de cabello de Patrick, si quieres
hacerte una prueba de ADN. O, si lo prefieres, podemos hacer arreglos para que
le tomen una muestra de sangre contigo para que puedas ser testigo de todo.
No estaba seguro de cómo me sentía ante el hecho de que ella lo trajera a
colación incluso antes de que yo lo preguntara. Tal vez pensó que sospecharía,
pero no. Ni un poco. Todavía no lo entendía del todo por mi cuenta.
Sin hablar, abrí la caja y miré dentro, donde un pequeño mechón de cabello
se encontraba sobre un trozo de algodón. Mi pecho se apretó y cerré la caja. No
sabía qué decir, realmente no quería discutirlo, así que simplemente lo dejé caer
dentro del bolsillo de mi abrigo y le devolví la atención.
—¿Cuándo puedo conocerlo?
Comenzó a juguetear con sus pedazos de servilleta rotos de nuevo. Tenía
ganas de empujarlos a todos a un lado, así no tenía más remedio que centrarse
en mí.
—¿Cuándo te gustaría?
—No tenemos ningún entrenamiento este fin de semana —sugerí—.
Podría encontrarme con ustedes en algún lugar donde se sientan cómodos.
Incluso puedes llevar a Sean.
—Oh, sí, es una buena idea. Um, ¿puedo tener tu número de teléfono, por
favor? Hablaré con Sean y me pondré en contacto contigo sobre los detalles.
De repente, la atmósfera cambió, se volvió más formal, como si hubiera
tirado una pared. No me gustó. Tampoco me gustó el hecho de que mi compañero
de equipo obviamente hubiera sabido que tenía un hijo todo este tiempo y nunca
me lo contó. Era diferente con Eilish. Ella no me conocía, pero Sean sabía que yo
era un hombre diferente, confiable, responsable, digno de confianza, y todavía lo
mantuvo en secreto. Una mirada al chico y él habría sabido que era mío.
Sí, Sean Cassidy y yo tendríamos algunas palabras serias cuando llegara
el momento.
Después de intercambiar números de teléfono, el camarero llegó con la
cuenta. Ambos la buscamos, sus manos cerrándose sobre las mías.
—Por favor —Movió los dedos, tratando de quitarme la cuenta—, por
favor, déjame pagar la cena.
¡Yo quería decir DE NINGUNA PUTA MANERA!
En cambio, dije—: Eso no es necesario.
Su agarre se apretó, y algo rígido entró en su tono. —Insisto.
Solté una carcajada y negué con la cabeza. —No es gran cosa.
—Si es gran cosa. —Su voz era como de granito, sus ojos eran pedregosos
y serios—. Es una gran cosa para mí. Patrick es tu hijo, y mis esperanzas están
en ustedes dos. Pero yo… No quiero nada de ti, Bryan.
Me estremecí, frunciéndole el ceño, sintiéndome como si acabara de recibir
un puñetazo en el estómago. Esta última declaración se refería claramente a algo
más que una cena.
Ella no quería nada de mí.
La repentina sensación de hundimiento en mi pecho me sorprendió, me
hizo perder el equilibrio, y ella aprovechó mi asombrada sorpresa. Eilish tiró de
la cuenta de mi agarre, deslizó efectivo en la manga y se lo tendió al mozo cuando
pasó.
—Mantén el cambio. —Le dio una sonrisa apretada, luego movió su
mirada hacia la mía, pero bien podría haber estado mirándome desde detrás de
una fortaleza impenetrable. Sus paredes regresaron, y estaban muy, muy altas.
La alcancé. —Eilish…
—Puedo encontrar mi propio camino a casa —dijo con firmeza, y agregó
mientras se levantaba de la mesa—: Honestamente, no puedo agradecerte lo
suficiente por ser tan amable y civil. El secreto me pesaba. Solo quiero lo mejor
para Patrick. Aprecio lo sensato y racional que has sido, y espero que todas
nuestras futuras interacciones continúen en este sentido.
Dándome otra pequeña sonrisa que se sentía excesivamente formal, se
volvió y rápidamente se abrió camino a través de las mesas, desapareciendo por
la puerta principal, dejándome mirándola.
¿Civil?
¿Sensato?
¿Racional?
¿Qué mierda?
Respiré la ráfaga de aire que expulsé de mis pulmones, el descontento
luchando con una creciente sensación de determinación.
¿No quería nada de mí?
Bueno, eso era demasiado malditamente jodido.
Ella era la madre de mi hijo, por el amor de Dios.
Inhalé otra vez, la realidad tenía un efecto a la vez aleccionador y
embriagador.
Tenía un hijo
Asombroso.
Increíble.
Traducido por ∞PurpleGirl∞ & Leidy Vasco

—M ierda.
—Lo sé.
—No puedo creer que le hayas dicho.
—Lo sé.
Josey me miró desde el otro lado de la mesa de la cafetería, con expresión
de asombro. La llamé esa mañana, el día después de mi cena con Bryan, y le
conté las noticias. Confesé la verdad sobre Patrick con alitas de pollo y Coca-
Cola.
Insistió en reunirse para almorzar, así que aquí estábamos. Reunión. Para
el almuerzo.
Excepto que ninguna de nosotras comía nuestros tacos. Acababa de relatar
toda la historia de mi cena con Bryan, y me sentía claramente demasiado agitada
para comer.
—¿Y él no se molestó? —preguntó por tercera vez, su rostro arrugado.
—No. Como dije, era tan extraño. No parecía en absoluto molesto.
Su rostro se arrugó aún más, arrugando su nariz y el espacio entre sus
cejas. —¿Quiere ser padre?
—Sí. —Me reí de la palabra, todavía en estado de conmoción—. O, al
menos, no parece estar en contra.
Sus rasgos se suavizaron y respiró profundamente, sus ojos moviéndose
sobre la mesa. —¿Él tiene qué? ¿Treinta y cinco? Probablemente esté listo para
tener hijos.
—No, Josey. Tiene treinta años.
—¿De verdad? Pensé que era mayor.
—No. Es seis años mayor que nosotras.
—Huh. —Parpadeó, sus ojos perdieron el foco—. Esto es completamente
loco.
—Dímelo a mí.
Nos sentamos en silencio por un tiempo, ambas mirando al espacio,
perdidas en nuestros propios pensamientos.
Bruscamente, rompió el silencio. —Esto es genial.
—Lo sé —dije, porque era genial. Al menos, esperaba que fuera genial, por
el amor de Patrick.
—Y no crees en los felices para siempre. —La cara de Josey se dividió con
una sonrisa.
—¿Qué?
Mi amiga aplaudió. —Tú y Bryan, sentados en un árbol, b-e-s-a-n-d-o-s-e,
excepto que primero viene el bebé en tu caso. Entonces amor. Entonces
matrimonio. O tal vez el matrimonio, luego el amor. A quién le importa, siempre
y cuando haya mucho s-e-x-o c-a-l-i-e-n-t-e.
—¡No! —Rechacé demasiado fuerte, levantando las manos. Mi arrebato
me provocó algunas miradas de soslayo, que ignoré—. No, no, no. Esto no es sobre
mí. Nada va a pasar entre Bryan y yo.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Porque no. —Porque lo besé y me rechazó. Hice una tonta de mí misma.
De nuevo. Él no me quiere.
Me estudió, pareciendo descontenta. Luego, sin venir al cuento, dijo—: ¿Es
por tu padre?
Me puse rígida, bajé la mirada hacia la mesa que nos separaba. Necesitaba
aclarar mi garganta antes de que pudiera responder; cuando lo hice, mi voz era
demasiado apretada. —No. Por supuesto no.
—Sí, lo es.
—No lo es. —La miré, descubriendo que había entrecerrado los ojos.
—Lo es. Siempre has tenido problemas con papá, y mamá tiene problemas,
no es que te culpe, pero, Eilish, no eres tu madre. Por un lado, eres mucho más
caliente.
La risa que escapó de mis labios fue ligeramente histérica. Lo reprimí
mordiendo mis labios entre mis dientes. —Sé que no soy mi madre.
—¿Lo haces?
Me encontré con la penetrante mirada de Josey. —Sí. Lo hago.
—Bueno. Porque ella es cruel, controladora y helada como ese muñeco de
nieve, excepto que tiene la pipa de maíz en el trasero. Y ya hemos establecido
que eres demasiado amable.
—Te refieres a menos personalidad.
—No. Demasiado agradable. —Agitó mi interpretación de sus palabras de
nuestra conversación hace semanas—. Ser padre no cambió a tu madre, no la
hizo agradable. Te usó a ti y a tus hermanos y hermanas, y a tu primo caliente
para el caso. Tu papá dejó a tu madre porque es una bruja rencorosa y se cansó
de ser controlado.
—Sí. Lo hizo. Y no nos amaba a ninguno de nosotros lo suficiente como
para quedarnos, o no sé, llamarnos en nuestros cumpleaños. —Estas palabras
llegaron mucho más amargamente de lo que anticipé. Para mi sorpresa, tuve que
parpadear para alejar la humedad repentina que me picaba en los ojos.
El rostro de Josey se suavizó, y extendió la mano para sostener la mía. —
Escúchame, mujer sexy. Tú no eres tu madre. Bryan no es tu padre.
—Sé que Bryan no es mi padre —susurré, apretando los dientes—. Mi
padre no olvidó a mi madre después de acostarse con ella una vez.
—Oh, cariño. —El tono de Josey sonaba cargado de simpatía, y retiré mi
mano—. Estaba borracho.
—Exactamente.
Suspiró, sonaba frustrada. —Dale una oportunidad.
—Él no quiere una oportunidad. —Resoplé, sacudiendo mi cabeza—. No
me quiere, quiere conocer a su hijo. Esto no se trata de mí, se trata de Patrick.
Una pequeña parte de mí, una parte muy pequeña, mantuvo la esperanza
de que Bryan recordara nuestra noche juntos una vez que se lo dijera. Si no todos
los detalles, entonces al menos un pequeño atisbo de recuerdo. En lo más
profundo de mi corazón, esperaba haber causado alguna buena impresión.
Tonto, ¿verdad?
Patético, ¿verdad?
Loco, estúpido y egoísta, ¿verdad?
Él no lo hizo.
No me recordó en absoluto. Yo era... completa y absolutamente olvidable.
Pero esto no se trata de ti, pájaro loco. Esto es sobre Patrick.
—Esto es lo que quiero decir, Eilish. —Me hizo un gesto, pareciendo y
sonando exasperada—. Esto es de lo que hablo.
—¿Qué?
—Eres demasiado agradable, muy responsable. —Se inclinó hacia delante,
un toque de picardía entró en su voz, y susurró—: No me digas que no tienes
calenturas por este tipo. Él es Bryan-jodido-Leech. Es el paquete completo.
Siempre ha sido encantador y sexy como el infierno, pero ahora es un chico malo
reformado, y tú eres la madre de su hijo.
—¿Y qué?
—¿Y qué? —Sus ojos se agrandaron mientras se lanzaban entre los míos—
. Entonces, echa un polvo y repórtate. Seduce al hombre. Si no sacas provecho de
esto, entonces estás muerta para mí. —Me atraganté con nada, mirando a mi
amiga, tratando de ver si hablaba en serio. No podría decirlo.
—Estás loca.
Josey se inclinó hacia atrás, sacudiendo la cabeza hacia mí. —Demasiado
amable.
—Eres como uno de esos demonios sentados en mi hombro, tratando de
hacer que haga cosas malas.
—Lo soy. Soy exactamente así. —Asintió con la cabeza, sonriendo—. Ve a
hacerle cosas malas, haz cosas muy malvadas. Diviértete por una vez. Úsalo
como te usó.
Apoyé los codos sobre la mesa y dejé que mi cabeza cayera en mis manos.
—Él no me usó.
—Lo hizo. Te usó, y ni siquiera recuerda haberlo hecho. Esta vez, hazlo
recordar. Hazlo lamentar que alguna vez lo haya olvidado.

Durante el resto de la semana, evitar el tiempo a solas con Bryan se


convirtió en un juego. Llamé al juego: Manteniendo mi mierda en el trabajo.
Incluso cancelé nuestra cita del miércoles. Cada vez que lo veía me sentía
abrumada por el impulso de llorar. Y esta vez temí que realmente lloraría.
Al final, no lloré. En cambio, utilicé el tiempo evitando a Bryan para darme
charlas de ánimo. Cada vez que me encontraba con un espejo, mentalmente me
hablaba a mí misma.
Esto no es sobre ti.
No quieres nada de él.
Patrick es lo importante.
Entonces, ¿qué? ¿Te gusta? Entonces, ¿qué?, ¿eres olvidable? Así que.
¿Qué? Estoy segura de que se ha olvidado de cientos de chicas.
No es sorprendente que esta última mini charla no me hiciera sentir
mejor. De hecho, me envió de frente a una pila de queso de noche y sardinas
enlatadas. Como comentario adicional, aprendí una valiosa lección esa noche:
mantener el chocolate en la cocina, para emergencias, era sabio y bueno.
Como era la campeona mundial en evitar a Bryan Leech, nos vimos
obligados a trabajar en los detalles a través de mensaje de texto.
Bryan: Intenté alcanzarte pero Alice dijo que ya te fuiste. ¿Cuándo
podemos discutir lo de este fin de semana?
Yo: Este sábado, once. Stephen's Green Park. Estaremos en el patio de
recreo.
Bryan: ¿Quieres hablar de los detalles de antemano?
Yo: Te presentaré como un amigo de la familia. Después de tomarte un
tiempo para pensar detenidamente, podemos analizar los próximos pasos.
Bryan: ¿Qué significa eso?
Yo: Una vez que decidas cuál quieres que sea tu nivel de participación,
podemos hablar sobre qué decirle a Patrick.
Bryan: No necesito tiempo. Estoy dentro para todo.
No respondí porque no sabía cómo definía todo.
En el peor de los casos, todo significaba que Bryan quería la custodia total
y yo tendría que prepararme para una batalla por la custodia.
En el mejor de los casos, todo significaba que Bryan quería pasar el mayor
tiempo posible con Patrick y ser una figura positiva y de apoyo en la vida de
nuestro hijo como padre. Patrick tendría un papá que lo amaba.
Supongo que el tiempo lo dirá…
A pesar de que preparé a Patrick, diciéndole el jueves por la noche íbamos
a conocer a alguien nuevo el fin de semana; la mañana del sábado llegó mucho,
mucho, mucho antes de lo que preví.
Mi razonamiento para no decirle a Patrick a quién íbamos a conocer era
simplemente: todavía no conocía muy bien a Bryan.
¿Qué pasaba si flaqueaba? ¿Qué pasaría si cambiara de opinión y decidiera
que no quería conocer a su hijo? ¿Y si se convencía de que mentía?
No podía soportar la idea de decirle a mi hijo que iba a encontrarse con su
padre y que Bryan no se presentara. Si eso sucediera, rompería el corazón de
Patrick.
Y luego me verían obligada a torturar y asesinar a Bryan Leech.
Así que fui imprecisa acerca de con quién nos estábamos reuniendo.
—Deberías sentarte. —La voz de Sean era más suave de lo normal,
entrelazada con preocupación y algo más que no podía ubicar.
Sacudí mi cabeza, mis ojos en Patrick mientras subía por una escalera que
llevaba a un largo tobogán de metal. Me saludó cuando llegó a la cima, con una
gran sonrisa en su rostro.
—No me puedo sentar. Estoy muy nerviosa.
—Eso es perfectamente comprensible, cariño.
Mi corazón se retorció. En verdad, duele. Se sentía magullado y dolorido.
Apenas podía respirar.
—Él está aquí —dijo Sean.
Volteé la cabeza y vi a Bryan de inmediato, una sacudida de anticipación,
miedo y resolución me recorrieron la columna vertebral, haciendo que las puntas
de mis dedos hormiguearan. Sus ojos se enfocaban en mí y parecía…
—Parece emocionado —comentó Sean, su voz traicionando una pizca de
confusión. Intuí que mi primo mayor se mantenía de pie, acortando la distancia
para pasar a mi lado, ofreciendo apoyo silencioso. No podría imaginar hacer esto
sola.
—Se ve emocionado. Emocionado es bueno, ¿no? —No pude evitar que la
preocupación se filtrara en mi tono.
—Sí —confirmó Sean—. Emocionado es la mejor emoción que pueda sentir
él en este momento.
La mirada de Bryan parpadeó sobre mi cuerpo, luego atrapó la mía, pero
apenas me di cuenta. No podía pensar. Me encontraba sin aliento cuando llegó a
nosotros, el pánico expulsó el aire de mis pulmones.
—Eilish. —Sus ojos se movieron entre los míos inquisitivamente, luego me
sorprendió al acortar la distancia entre nosotros y envolverme en un fuerte
abrazo.
Al principio, reaccioné lo mejor que pude dada la situación. Me puse de pie
como una estatua aterrorizada y miré hacia delante con ojos grandes y llenos de
pánico.
—Bryan —chillé mientras me sostenía, su calidez y su fuerza derritieron
mis miedos y tuvieron éxito donde todos mis intentos de calmarme durante la
última semana fallaron.
Me afectó.
Sus brazos alrededor de mi cuerpo, la sensación de su dureza —sí, duro
como una mesa— formó un agujero en una pared detrás de la que me estuve
escondiendo. Después de un momento, le devolví su abrazo. Me aferré a él. Le di
mi peso, la carga de mis preocupaciones.
Solo por un momento.
Lo respiré y olía…. fantástico. Familiar. Olía a mis sueños Y se sentía
demasiado bueno para ser verdad.
Él es demasiado bueno para ser verdad.
Y eres olvidable.
Solo así, el momento terminó, la realidad era un recordatorio cruel y
doloroso pero veraz. Necesitaba mantener mi distancia. Necesitaba ser cautelosa
y cuidadosa. Las alocadas sugerencias de Josey de que aproveche a Patrick para
seducir a Bryan fueron solo eso, chifladas. Nunca usaría a mi hijo de esa manera.
Jamás. Mi madre nos usó contra mi padre, y yo sabía cómo se sentía eso.
Por mucho que esperaba que la definición de Bryan de todo fuera mi mejor
escenario, existía una posibilidad muy real de que lo definiera de manera
bastante diferente.
—Gracias por venir —le dije, empujándolo y dando un paso atrás.
Bryan no me soltó del todo, sus manos todavía se detenían en mis brazos
mientras avanzaba un paso adelante, siguiéndome.
—Gracias por… —No terminó, sus brillantes ojos verdes se movieron
sobre mi cara de una manera que parecía demasiado.
Endureciéndome y enderezándome en toda mi altura, levanté mi barbilla.
—Déjame ir a buscar a Patrick. Está justo allí.
Bryan se volvió, su mirada recorriendo el patio de recreo, y observé su
perfil. Sabía el momento exacto en que sus ojos encontraron a Patrick. La
expresión de Bryan se convirtió en una maravilla.
Y en ese momento, creí en el amor a primera vista, porque acababa de
presenciarlo.
Acababa de ver a un hombre enamorarse perdidamente de su propio hijo.
—V-vamos, te presentaré —le dije después de un prolongado momento de
silencio, mi voz temblorosa. Esto era demasiado surrealista.
Lideré el camino hacia donde Patrick subía la escalera para bajar por el
tobogán.
—Mamá, mírame —dijo mientras ascendía por la parte superior, y luego
navegaba hacia abajo con una sonrisa encantada. Veníamos a este parque a
menudo, y ya le había enseñado la forma segura de usar el tobogán en
innumerables ocasiones. Aun así, Bryan parecía un poco preocupado de que lo
estuviera usando sin supervisión, y existía una parte de mí que aprobaba su
preocupación.
—Ha estado en este deslizadero antes. Es seguro —le dije en voz baja, y
se volvió para mirarme. No dijo nada, solo asintió, luego devolvió toda su
atención a Patrick. Parecía fascinado.
Patrick lo miró, no tenía un hueso tímido en su cuerpo. Supuse que lo sacó
de su padre.
—¿Quién eres tú?
Bryan se arrodilló y le dedicó la sonrisa más amplia, brillante y cariñosa
que jamás haya visto. De alguna manera mantuvo como rehén cada parte de mí
por un momento, y comencé a tener todos estos… sentimientos.
¡No. No. NOOOO!
LOS SENTIMIENTOS NO ESTÁN PERMITIDOS.
Apreté los dientes, deseando alejar los sentimientos desordenados. Ahora
no era el momento de los sentimientos desordenados. El momento era en la mitad
de la noche, cuando el queso nocturno, las sardinas y barras de chocolate recién
compradas se hallaban a la mano. No. Ahora.
—Soy Bryan. Soy… —Vaciló, aparentemente tragando con dificultad
antes de terminar—. Soy un amigo de tu mamá.
Mi atención vagó entre los dos, la similitud en su apariencia era aún más
pronunciada cuando se encontraban uno al lado del otro. Más emociones. Más
apretamiento de dientes. A este ritmo, estaba en peligro de romperme la
mandíbula.
Patrick distraídamente tiró de su cabello mientras observaba al hombre
que tenía delante. Mi corazón latió rápidamente, y me di cuenta de que,
curiosamente, quería que a mi hijo le gustara. Quería que aceptara a Bryan, por
su bien y el de Bryan. Aunque el gran y corpulento jugador de rugby hacía un
buen trabajo de actuar en calma, podía decir cuánto deseaba desesperadamente
lo mismo.
Crecí con un padre solo de nombre, y no quería eso para mi hijo.
—Mi nombre es Patrick. Tengo casi cinco años. Mamá me dijo que
vendrías —respondió Patrick casualmente, encogiéndose de hombros, y Bryan
me lanzó una pequeña sonrisa.
—Oh, sí, ¿qué dijo sobre mí?
—Que eres su amigo, y de Monkey Sean también.
Bryan articuló un—: ¿Monkey? —preguntándome a mí.
Me reí suavemente, algo de la tensión dejó mis hombros. —Así es como
dice tío supongo. Sigo tratando de enseñarle de la manera correcta, pero él está
totalmente decidido. Saca de quicio a Sean.
Bryan sonrió. —Apuesto a que sí.
—Bueno, en secreto, él lo ama —Rodé los ojos—, pero simplemente no lo
admitirá.
—El Monkey Sean me compró un corbatín —dijo Patrick, y Bryan se volvió
hacia él.
—De alguna manera no estoy sorprendido. —Bryan se rio entre dientes,
claramente encantado.
—Y un traje. Todos los hombres necesitan un traje —continuó Patrick,
repitiendo las palabras de Sean. Me reí un poco más y sonó un poco histérico
para mis oídos, pero también me sentí bien. Mi primo estaba decidido a hacer un
mini-Sean de mi hijo.
—¿Sabes cómo jugar fútbol?
—Sí. —Los ojos de Patrick se iluminaron.
—¿Quieres jugar conmigo? Vamos. Aquí.
Patrick ya había salido del tobogán, agarrando su bola y caminando hacia
la zona cubierta de hierba antes de que Bryan tuviera la oportunidad de
responder. Me reí de la expresión estupefacta de Bryan y le hice un gesto para
que lo siguiera. Una vez que se fue, me quedé allí, mirando mientras pateaban
la pelota.
La escena parecía tan… correcta. Destinado a suceder. Me mordí el labio
superior para evitar que mi barbilla se tambaleara y solté un suspiro —medio
aliviada, medio preocupada— y volví a reunirme con Sean en el banco. Quería
darles tiempo sin mí, tiempo para conocerse, construir la base de su relación
futura.
Eso era lo correcto por hacer.
Pero regresar con Sean y confiar en Bryan con mi hijo también fue lo más
difícil que había hecho.

—¿Te estás enfermando o algo?


Aparté mi atención de donde Bryan y Patrick todavía jugaban al fútbol y
miré a mi primo. —No. No lo creo. ¿Por qué?
Sean mostró una sonrisa traviesa, luego la reprimió rápidamente. —Es
solo que tus ojos están llorosos y sigues aclarando tu garganta.
Solté una carcajada, sorbiendo, parpadeando lágrimas nuevas. —No sé lo
que está mal conmigo.
—¿No lo sabes? —preguntó en voz baja.
—No he llorado en años. Pero la semana pasada, desde que le conté a
Bryan la verdad, he sido… —Negué con la cabeza, volviendo mi mirada hacia
padre e hijo.
Bryan acababa de recoger a Patrick y lo hizo girar. Ambos se reían.
Apreté los dientes contra la emoción arañándome la garganta y me
atraganté. —Creo que me siento culpable.
—No. No creo que sea eso.
—Lo hago. Quiero decir, los mantuve separados durante tanto tiempo. —
Sacudiendo la cabeza, sentí todo el peso de mis terribles decisiones. Una parte
de mí recordó la afirmación de Bryan de que él no habría sido digno de la
paternidad hace unos años, y que entendía por qué no se lo dije, pero aun así—.
Solo espero que me pueda perdonar.
Sean se quedó en silencio por un momento y luego me dio un suave toque
—¿Quién? ¿Patrick o Bryan?
—Patrick, por supuesto.
—¿No te importa el perdón de Bryan? —Mi primo no sonaba crítico;
sonaba curioso.
Me encogí de hombros. —Creo que haría las cosas más fáciles si no me
aborreciera.
Ahora Sean lanzó una risa burlona. —Bryan Leech puede sentir muchas
cosas acerca de ti, pero te garantizo que ninguno de esos sentimientos está cerca
del aborrecimiento. Todo lo contrario.
Respiré y con la exhalación sentí unas pocas, muy pocas, de mis
preocupaciones partir. Sean no me mentiría. No suavizaría un golpe por el bien
de mis sentimientos. Confiaba en él más que nadie que conociera, y si decía que
Bryan no albergaba ninguna mala voluntad hacia mí, entonces le creía.
—Eso es un alivio.
—¿Lo es? —Sean me dio un empujón con su hombro.
Asentí, mirándolo de lado. —Lo es. Criar a un niño es bastante difícil sin
que los padres estén constantemente en la garganta del otro.
—Ah, sí. Una realidad en la que tanto tú como yo tenemos una verdadera
cornucopia de pericia. —Inhaló por la nariz, su gran pecho se expandió con la
respiración—. Pero, eso no es lo que quise decir.
—Entonces, ¿qué quisiste decir? —Me hallaba distraída, porque en ese
momento, Patrick atacó a Bryan y el hombre grande cayó al suelo en una
exhibición dramática. Esto, por supuesto, envió a Patrick a un ataque de risitas.
—¿Qué pasa si Bryan desea algo más que ser co-parental?
Giré mi cabeza bruscamente para mirar a mi primo, el miedo latente
levantando su fea cabeza y retorciendo mi corazón. —¿Quieres decir, qué pasa si
quiere la custodia total? —No pude evitar el tono chillón de mi voz.
—Cálmate. —Sean levantó sus manos—. Cálmate, eso tampoco es lo que
quise decir. ¿Qué pasa si Bryan desea hacer que los tres formen parte de una
familia? ¿Qué pasa si sus intenciones hacia ti son de la variedad matrimonial?
Mi corazón se retorció de nuevo, de una manera diferente pero no menos
incómoda. Tuve que tragar antes de poder responder. —No.
—¿No?
—No. No quiere eso.
Sean se quedó en silencio por un momento, luego presionó—: No estés tan
segura.
Solté un bufido, me burlé y sacudí la cabeza. —Vamos, Sean. ¿No crees
que te estás adelantando? Acaba de enterarse el lunes que tiene un hijo. Acaba
de conocerlo hoy.
—Sí, pero te lo advertí, Bryan es fuerte.
—Como una mesa. No me dejarás olvidarlo.
—Está bien. Como una mesa. O una silla excepcionalmente bien diseñada.
El punto es que él quiere ser fuerte. Para alguien.
—Déjalo ser fuerte para Patrick, entonces.
—Estar ahí para Patrick significa estar ahí para ti. Claramente, lo añora,
por la responsabilidad.
Negué con la cabeza antes de que mi primo terminara de hablar. —No soy
su responsabilidad.
—Puede que él vea las cosas de manera diferente.
—Puede verlo de la forma que quiera, pero eso no hace que así sea. Patrick
es suyo. Él y Patrick, tenías razón, merecen conocerse. Pero no voy a estar con
alguien simplemente porque es el padre de mi hijo. Patrick no debería ser un
peón. No soy un premio de participación por su hijo. —Tragué un grosor
repentino y crucé los brazos—. Me merezco algo mejor que eso.
—Lo haces. —concordó Sean rápidamente, poniendo su brazo alrededor de
mis hombros y apretando—. Mereces un príncipe.
No respondí, pretendiendo estar demasiado absorta a la vista de Bryan y
Patrick como para responder. Pero lo que no dije, lo que no pude expresar, lo que
se me atrapó en la garganta, demasiado pesado para expresarlo en voz alta, fue
que no necesitaba un príncipe.
Felizmente me conformaría con alguien que no me olvidara.
Traducción por Leidy Vasco

Bryan
M i hijo era increíble
De acuerdo, entonces no sabía si era mi propia vanidad o qué, pero
este seguramente tenía que ser el mejor niño de cuatro años en todo el mundo.
Ningún otro niño se podría comparar. Jamás. Estaba locamente enamorado y
solo pasó una hora.
Podía haber pateado la pelota con él todo el día.
Saqué mi teléfono por un segundo para ver la hora, y sus ojos se
iluminaron. —¡Pokémon! —declaró y trató de quitarme el teléfono. Lo mantuve
fuera de su alcance, riéndome.
—Oye, pequeño ladrón. Poke, ¿qué?
—¿Tienes Pokémon? ¿En tu teléfono? Mamá lo tiene pero solo me deja
jugar durante veinte minutos.
Finalmente, entendí de lo que hablaba. Incluso yo no era lo
suficientemente ignorante como para no haber oído hablar de la locura. —No, no
lo tengo, pero podría conseguirlo para ti —le ofrecí, ya deslizándome hacia la
tienda de aplicaciones para hacer una búsqueda.
—¡Sí! ¡Consíguelo! Quiero encontrar a Bulbasaur —dijo entusiasmado
Patrick.
—Oh, no, no lo hagas —llegó una voz dulce pero estricta. Eilish. Había
sido muy consciente de sus ojos vigilantes, deseando que no mantuviera esa
distancia. Por mucho que me encante pasar tiempo con Patrick, hubiera sido
bueno para ella estar con nosotros también. Nuestra familia.
Sí. Eso es correcto. Estaba en esto, bolas contra la pared. Esta era mi
familia.
—¿Trata de convencerte para que lo dejes jugar Pokémon en tu teléfono?
—preguntó.
Eché un vistazo a Patrick. Él sacudía la cabeza fervientemente detrás de
la espalda de Eilish. Oh, hombre, este niño era gracioso. Y un chivato. No pude
evitar reír. —Puede ser.
Patrick arrugó la cara y lanzó sus manos al aire como si fuera el peor
cómplice del mundo. Me reí un poco más. Me encantó la cantidad de personalidad
que tenía. No creía que los niños realmente tuvieran mucho sobre ellos hasta que
tuvieran al menos diez años, pero podría tener conversaciones enteras con
Patrick y no aburrirme. Era como una pequeña persona. Bueno, técnicamente
era una personita, pero ya sabes a qué me refiero.
—Tan pronto como ve un teléfono inteligente, se lanza —dijo Eilish. —Se
hizo tan adicto al juego que tuve que comenzar a racionar su tiempo de juego, de
lo contrario, felizmente pasaría todo el día corriendo buscando criaturas.
—He encontrado todos los que están en nuestra calle —dijo Patrick con
orgullo—. James de al lado solo ha encontrado tres.
Eché un vistazo a Eilish. —Honestamente, no me importa que use mi
teléfono…
Sacudió su cabeza. —Tenemos que llegar a casa pronto de todos modos. Es
casi la hora de la cena.
—¿Puede Bryan venir a cenar? —preguntó Patrick con entusiasmo.
Mis ojos se dispararon hacia Eilish, y estaba claro que la petición de
Patrick la tomó por sorpresa. Sus cejas se movieron sobre su frente como
tratando de encontrar el equilibrio, y su boca se abrió y se cerró. Incluso luchando
por las palabras, esta mujer era hermosa.
Una opresión, una presión inesperada, estrechó mi pecho, lo repentino me
hizo difícil hablar, y un incómodo silencio cayó entre nosotros.
Aclarándome la garganta, finalmente logré decir—: Está bien, amigo.
Quizás la próxima vez.
—Bueno, si él no tiene otros planes —dijo Eilish al mismo tiempo,
sorprendiéndome. Estaba seguro de que había estado a punto de inventar una
excusa.
—No —dije, mi tono un poco demasiado ansioso. Simplemente no quería
que este día terminara. Era extraño, porque mi vida parecía inamovible solo una
semana atrás, pero ahora todo cambiaba. Y técnicamente no me disgusta el
cambio.
—Oh. En ese caso, eres bienvenido a unirte a nosotros —continuó, su voz
sonó aguda y entrecortada, claramente nerviosa—. Sean también vendrá. Su
Lucy está fuera en Nueva York, por lo que generalmente come con nosotros.
—¿Te aseguraste de matar a una vaca esta mañana? —bromeé.
—Mató a dos, en realidad —dijo la voz de Sean cuando se unió a nosotros—
. Y tú no eres quien para hablar. Vi que guardaste tres burritos después del
entrenamiento la semana pasada, y todavía tenías espacio para el postre.
Le sonreí a Eilish. —Espero que tengas una nevera completamente
equipada.
—Hice pasta horneada. —Levanto una ceja hacia mí, un lado de sus labios
levantándose a un lado—. Tiene cuatro quesos diferentes, salchichas y pollo, y
alrededor de un billón de calorías por porción, así que si los dos todavía tienen
hambre al final, me comeré mi sombrero.
Sean sonrió ampliamente, al igual que yo. —Desafío aceptado.

Eilish vivía en un pequeño apartamento a las afueras de la ciudad. En una


casa victoriana de dos pisos que se dividía en dos unidades separadas. Eilish
ocupaba el piso inferior. Aunque no era grande, era un lugar codiciado, así que
me preguntaba si su familia pagaba parte de la cuenta. Si ellos no contribuían
monetariamente, seguramente movieron algunos hilos conseguirle el lugar.
No es que la estuviera juzgando. De hecho, deseé haber estado haciendo
frente a la factura todos estos años en lugar de su familia. Me hizo sentir sin
valor, si fuera honesto, ya estaba haciendo planes mentales para pagarle por
todos los años de manutención infantil que me perdí. Podía permitírmelo, y más.
De hecho, si me salía con la mía, le daría hasta el último centavo de mi
cuenta bancaria por redención. Porque por eso es por lo que yo le debía. Ella
estuvo criando a Patrick por su cuenta. Y estudiando. Y ahora trabajaba a tiempo
completo. No existía forma de que pudiera pagarle de regreso. Sacrificó más que
dinero. Se sacrificó a sí misma.
Si no tenía cuidado, Eilish Cassidy sería elevada al nivel de la santidad en
mi mente. Decidí que debería pervertirla antes de que eso sucediera.
Siguiéndola a ella y a Sean en mi Land Rover, exploré el vecindario y a
regañadientes acepté que era un buen lugar para criar a un niño. Casi deseé que
hubiera estado viviendo en un agujero de mierda. De esa forma podría entrar y
salvar el día. Pero no, parecía que Eilish lo hacía bien por si misma sin mí.
La realidad de sus circunstancias me dio la sensación de ser prescindible,
y no me gustó. Una extraña picazón en mi pecho se encendió, una que estuvo
presente desde que me dejó en el restaurante una semana atrás, esta necesidad
de que me necesitara. Pude haber estado entretejiendo fantasías durante los
últimos siete días donde era su caballero de brillante armadura, pero claramente
ella no era una damisela en apuros. Sobrevivió a un embarazo adolescente y al
escándalo que lo acompañaba. Incluso logró criar a este fantástico niño por su
cuenta.
¿Y yo dónde estaba?
Este pensamiento dificultó la respiración, pero me lo merecía. Merecía la
incomodidad. Me lo merecía por cada decisión egoísta y de mierda que tomé.
Y después de revolcarme por un minuto, dejé mi auto y la sensación de
indignidad detrás de mí. Patrick era mi hijo. Eilish era su madre. No los merecí
hace cinco años, pero maldición si no iba a hacer todo lo posible para merecer su
confianza ahora.
Ya estaban adentro cuando hice mi camino por el pasillo hasta su puerta,
donde Sean me esperaba en el pasillo. Me detuve y lo miré.
—Lo hiciste muy bien hoy —dijo, con los brazos cruzados sobre el pecho
mientras me examinaba.
—Feliz de escuchar tu aprobación —dije inexpresivamente y me moví a
través de él. Se interpuso en mi camino.
—Espero que continúes con este buen comportamiento —continuó, y si no
me equivocaba, pensé que podría estar disfrutando esto—. No me gustaría tener
que acompañarte fuera de las instalaciones.
Le lancé una mirada irónica. —Como si pudieras.
—Soy más grande que tú.
Me burlé. —Por alrededor de quince centímetros.
—Los centímetros importan —Se encogió de hombros—, o eso me dijeron.
Ignorando esta afirmación, crucé los brazos sobre mi pecho. —Mira, no
tengo intención de hacer nada para molestar a Eilish o Patrick. Sé que soy un
cabrón afortunado incluso estando en esta situación, así que créeme cuando digo
que voy a tener mi mejor comportamiento.
Ahora sus labios se crisparon, como si intentara contener una sonrisa. —
Veo lo que haces.
Finalmente, me dejó pasar. Tan pronto como entré en la habitación, me
sorprendió lo acogedor que era. Olía a Eilish, como la sandía, como el verano,
como el hogar.
Dios, realmente necesitaba manejar esta obsesión que tenía con ella. Tal
vez se sentía interesada en mí únicamente como el padre de su hijo, nada más.
Nada romántico.
Por otra parte, tal vez no.
Había sido la que me besó el mes pasado, ¿no? Eso fue algo.
Pero no podía asustarla, no cuando mi deseo de conocer y estar cerca de
Patrick creció tan rápidamente en una necesidad física.
Tanto como lo era estar cerca de Eilish
Hablando de eso, me estuve torturando durante días tratando de recordar
nuestra noche juntos, pero todo lo que obtuve fueron breves destellos, nada
concreto. Rebobiné la boda de Ronan y Annie, pero apenas recordaba nada.
Duramente podía recordar llegar a la ceremonia. Estaba tan jodido.
Corrección: estuve tan jodido.
Pero ya no.
Aun así, capté imágenes fantasmales de cabello rojo y piel pálida y sedosa
en mi mente, pero no podía decir si eran recuerdos reales o simplemente mi
cerebro mostrándome lo que quería ver. Me moría por preguntarle. Tal vez si me
pudiera contar cómo nos conocimos me ayudaría a recordar. Me pareció
importante que lo hiciera, pero no había forma de abordar el tema, no con cosas
tan tentativas entre nosotros, y definitivamente no con Sean dando vueltas para
supervisar.
Eilish daba vueltas en la cocina cuando me volví hacia Sean. —Por cierto,
tenemos que hablar.
—Sí, lo haremos. Más tarde. —Levantó la barbilla, luego asintió con
seriedad, entendimiento en sus ojos.
Asentí con la cabeza y luego entré a la sala de estar para unirme a Patrick.
Sean fue a la cocina y pude oír tanto a él como a Eilish manteniendo una
conversación silenciosa. Me pregunté qué discutían. Yo, lo más probable. Patrick
parecía completamente ajeno a la tensión, y felizmente me permití caer en su
inconsciencia por un tiempo.
Unos veinte minutos después, alguien llamó a la puerta. Me incliné
discretamente hacia delante para mirar por la ventana y vi a un chico joven
parado afuera de la puerta. Era de estatura media con el cabello rubio claro que
intentaba un moño de hombre. Digo “intentar” porque todavía no era lo
suficientemente largo como para ser atado, y así formar una especie de
protuberancia en la parte superior de su cabeza. También parecía que cultivaba
una barba, pero su vello facial era demasiado liviano para lograr el efecto
completo.
¿Quién diablos era este homosexual?
Los pasos ligeros de Eilish sonaron por el pasillo. Forcé los oídos para
escuchar cuando abrió la puerta.
—Trevor. ¿Qué haces aquí? —dijo.
—Eilish, oye. Te ves genial. Solo quería pasar y tomar esa copia de Iron
Man que te presté.
Hubo un breve momento de silencio y Eilish bajó la voz. —Bien, sí, iré a
conseguirla para ti. Espera aquí.
—¿Puedo entrar?
—No. Quiero decir, ahora no es un buen momento —respondió, con la voz
tensa.
Hombre, este no era su novio, ¿verdad? Mis instintos de protección se
activaron, ¿o fueron mis instintos posesivos? Ella no parecía demasiado feliz de
que él hubiera venido. Antes de que pudiera pensar en todo, me levanté y caminé
a la pequeña entrada, cerrando la puerta de la sala de estar firmemente detrás
de mí.
—Eilish, ¿está todo bien? —pregunté, frunciendo el ceño al hombre moño.
Se enderezó cuando me vio y me dio un rápido barrido de arriba abajo, su boca
formó una línea apretada de disgusto.
—Sí, todo está bien. Trevor se detuvo para recoger una película que le pedí
prestada.
Le di a Trevor una mirada dura. —¿Es eso correcto?
Él prácticamente fruncía el ceño ahora. —Sí, soy su no…
—Ex novio —interrumpió Eilish.
Bueno, allí estaba, mis peores temores confirmados. Eilish era un millón
de veces demasiado buena para este perdedor. Quiero decir, ¿cómo se las arregló
para anotar con ella? El tipo parecía que podía caer en un barril de tetas y salir
chupándose el pulgar. ¿Ella tenía baja autoestima?
De acuerdo, entonces quizás lo juzgaba prematuramente. Después de todo,
no lo conocía. Pero vamos, todas las pruebas apuntaban a territorio homosexual
inmaduro.
—¿Y tú quién eres? —preguntó Trevor, todo petulante. Parecía que se
preparaba para ponerse cómodo, como si fuera a pararse en la puerta de Eilish
hasta que finalmente se rindiera y lo invitara a entrar.
—El padre de Patrick —respondí de manera tajante y escuché un pequeño
grito de sorpresa de Eilish.
—Oh —dijo Trevor, el vapor saliendo de su motor por completo.
Me pregunté por qué Sean aún no había salido. Si sé algo de mi compañero
de equipo, es que preferiría que Eilish saliera con John Mayer antes que con este
tipo. Diría que él saltaba de alegría cuando Eilish lo dejó. Es decir. Tenía que
haber sido ella quien terminó.
Pasó un momento de silencio y disfruté cada segundo, incapaz de ayudar
a la sonrisa petulante que reclamaba mi boca.
—Yo solo… uh… voy a buscar esa película muy rápido —dijo vacilante,
como si no quisiera dejarme a solas con su ex, pero no tenía otra opción.
No iba a ir a ningún lado.
Evitando mis ojos mientras pasaba, esperé a que se fuera antes de
concentrar toda mi atención en Trevor. Acercándome unos pasos, lo conduje
hacia atrás y afuera de la entrada. —¿Cuál es tu juego?
—¿Disculpe?
—¿Por qué estás aquí? —le pregunté, enunciando mis palabras como si
fuera lento. A él no le gustó eso. Podría decir por qué apareció la vena en su
frente.
—Vine para recuperar mi película.
—Mentira. ¿Qué quieres con Eilish?
—¡Oye! Nuestra relación no es asunto tuyo.
Ladeé mi cabeza. —No tienen una relación. Terminaron, así que deja de
encontrar razones convenientes para pasar por aquí. ¿Cuántas veces han sido
esta semana, eh? ¿Tres? ¿Cuatro?
Apretó su mandíbula, sus fosas nasales ardiendo. —Como dije, no es tu
asun…
—Por supuesto que es asunto mío. Tenemos un hijo juntos.
—Ella nunca te mencionó antes.
—No necesitaba hacerlo. Estoy justo frente a ti ahora. Y te digo que te
largues. Lo que sucedió entre ustedes, que estoy seguro no fue mucho, ha
terminado. Estoy aquí ahora.
—No puedes solo…
Me acerqué aún más, respirando hacia él. —Trevor, hazte a ti mismo un
favor y vete. Eilish te dejó. Sigue adelante.
Algo sobre la forma en que lo dije debe haber tocado un nervio porque su
labio comenzó a temblar. Sin decir una palabra más, se dio vuelta y se alejó.
Lo vi irse y… ahora me sentía mal.
Bueno, más o menos.
Cerré la puerta y dejé escapar un profundo suspiro. No necesitaba que
viniera molestando a Eilish, especialmente no con Patrick en el medio. La idea
de su noviazgo, de hombres extraños alrededor de mi hijo, me hizo querer romper
algo. Era una sensación extraña, y algunos podrían argumentar que no tenía
derecho a ser territorial, dado que acababa de entrar en sus vidas, pero no pude
evitarlo. Tenía una necesidad profunda e incontrolable de protegerlos,
particularmente de los idiotas indignos como Trevor.
Necesitando un vaso de agua, bajé a la cocina y encontré a Sean sentado
junto al mostrador, con una cerveza en la mano y una sonrisa en su rostro.
—Debo decir que esa fue una representación bastante buena.
Apreté mis dientes. —Escuchaste.
—Claro que escuché. No quería perderme cómo ponías a Trevor Donovan
en su lugar. A mí nunca me gustó el tipo. —Me dio una botella de agua, y la abrí.
—Parece un jodido idiota, Sean. ¿En qué pensaba Eilish?
—Lo que ella pensaba es que no es asunto tuyo —dijo otra voz, e hice una
mueca. Eilish se hallaba parada en la entrada, su expresión era dura—. ¿Qué le
pasó a Trevor?
—Se fue —respondí simplemente y bebí un trago de agua.
—¿Qué le dijiste?
Me encogí de hombros. —Algunas verdades.
—No tenías absolutamente ningún derecho —dijo Eilish. Su tono era
tranquilo, pero todo su cuerpo irradiaba tensión.
Di un paso hacia ella y me moví para colocar una mano en su hombro; se
estremeció fuera de mi agarre, sus ojos disparando dagas.
¿Estaba mal que la encontrara irresistiblemente sexy cuando se veía
enojada?
Pero no quería que se enojara, no conmigo. Para ver mi camino a salvo de
este lío, iba a tener que canalizar a la vieja escuela Bryan Leech, el encantador
cabrón que podía salir de una cuarentena militar, no el viejo bastardo que era
ahora.
El principal problema era que no sabía si quedaba alguna parte del viejo
yo.
Traducido por EstherMaslow

Bryan
C uidadoso de mantener mi voz conversacional, le di a Eilish una
sonrisa que esperaba que fuera igual de encantadora y de disculpa.
—Obviamente no querías que viniera. Pensé que te hacía un favor, pero me pasé
de la raya. Mi error. Me disculpo, no volverá a pasar.
Escuché un resoplido por detrás. Sean. Claramente, no me creyó. O mis
habilidades suavizantes eran terribles. Probablemente un poco de ambas.
—Sí, bueno, disculpa aceptada —dijo Eilish, rígida mientras daba un paso
atrás. Tenía la sensación de que no le gustaba o apreciaba mi cercanía—. Pero
me gustaría que ustedes dos. —Sus ojos se dirigieran a Sean y luego a mí—.
Respetaron mis límites. Mi vida personal es mía.
—Correcto. —Bebí un poco más de agua mientras ella se giraba para abrir
el horno, no me gustaba nada de esta conversación. Sean parecía estar
disfrutando la escena y no lo entendía. Esperaba que me advirtiera de que me
alejara de Eilish, pero parecía animarme a estar aquí. No tenía sentido.
Me quedé callado mientras ella servía la comida y unos minutos después
estábamos todos sentados a comer. Centré mi atención en Patrick, sorprendido
por la cantidad de salsa de pasta que podía conseguir en su cara en cuestión de
segundos. De vez en cuando, mi mirada se dirigía a Eilish, pero ella evitaba
cuidadosamente mirarme, en vez de eso hablaba con Sean sobre cómo Lucy
estaba en Nueva York y cómo les afectaba la larga distancia.
—¿Qué piensas de Trevor? —le pregunté a Patrick en silencio mientras
Eilish se distraía charlando con Sean.
Patrick se apretó la frente. —¿Quién es ese?
—Un amigo de tu mamá. Tiene el cabello así —le dije y barrí algunos
mechones para imitar un moño de hombre.
—No conozco a nadie que se vea así —dijo Patrick, de hecho, y un segundo
después volvió a concentrarse en su comida.
Interesante.
Eilish nunca le presentó a Trevor a Patrick. Eso significaba que las cosas
no eran tan serias entre ellos. La idea hizo que mi pecho se hinchara de
satisfacción. Un recuerdo del masaje que me dio a principios de la semana
apareció en mi cabeza, como lo había sido durante días. Su tacto se me pegó, la
forma en que trabajó mis músculos con sus delicadas manos. Sabía que era un
bastardo por excitarme, pero lo hacía y había algo en sus ojos que me hacía
sospechar que ella se sentía igual.
Necesitaba que me volviera a tocar.
Debió sentir mis pensamientos porque sus ojos se abrieron
repentinamente y sus mejillas se calentaron cuando vio cómo la miraba.
—¿Puedo retirarme? —Patrick se levantó de repente, agarrando su plato,
sus ojos lanzándose al pequeño reloj de la pared de la cocina.
Eilish sonrió indulgentemente a nuestro hijo. —Sí. Bien. Pero sólo un
programa, ¿de acuerdo? Y entonces es la hora de las historias.
Asintió rápidamente, limpiando su plato y saliendo corriendo de la cocina.
—Le gusta la televisión, ¿eh? —comenté tan pronto como Patrick salió de
la habitación.
Eilish abrió la boca para responder, pero Sean respondió por ella—: Es
porque ella la raciona. Sólo puede ver media hora al día.
—Es para mí también —intentó aclarar, sus cejas bajando de
preocupación—. Sería tan fácil para mí dejarle ver horas de televisión por las
noches y los fines de semana, para que pueda tener un descanso. Pero no quiero
eso para él. No quiero eso para nosotros.
—¿Cuándo tienes un descanso? —pregunté, tratando de mantener mi voz
casual aunque la culpa me roía por dentro.
Sus ojos cayeron sobre su plato. Cogió el agua y tomó un sorbo.
—Aquí y allá. —Su postura se volvió tímida.
Me acerqué más, tratando de no mostrar cuánto me molestaba esa
respuesta. —Eso no puede ser muy bueno para ti —dije suavemente, mi voz llena
de preocupación.
—Lo hago bien. —Eilish se encogió de hombros como si no fuera gran cosa
y un silencio lleno de tensión transcurrió.
—Pobre viejo Trevor —dijo Sean con humor, cambiando de tema—. Sin
embargo, ¿pasará su noche ahora que no tiene su DVD de Iron Man para verlo?
Mis labios se movieron en una pequeña sonrisa. Cassidy podía ser un
mercader de liquidación cuando el ambiente lo convencía, pero como Trevor era
su objetivo, me alegraba de seguirle el juego. Por primera vez hoy me alegré de
su presencia. Él sofocaba la tensión entre Eilish y yo, si no otra cosa.
—Tal vez se conforme con Thor en su lugar. Oye. Acabo de darme cuenta
en quién basa su estilo.
Sean se rio burlonamente. —Nadie escogería a Trevor Donovan para
interpretar a Thor mientras yo esté en la habitación.
—Por favor detente —regañó Eilish, señalando con el tenedor a su primo,
aunque pude ver que quería sonreír—. ¿Qué te ha hecho Trevor, eh?
—En casa de la tía Cara, una vez me sometió a una discusión de veinte
minutos sobre Xbox versus PlayStation. Eso es suficiente para ganar mi ira,
querida —respondió Sean.
—Trabaja para el departamento de juegos de Google. Es su especialidad.
—Derribar hombres de cien kilos con pura fuerza muscular es mi
especialidad, eso no significa que vaya por ahí atacando a la gente al suelo
cuando me apetece.
—No a menos que pregunten amablemente —respondo.
—Bueno, eso no hace falta decirlo. —Sean sonrió de acuerdo.
Atrapé la mirada de Eilish y su rubor se hizo más profundo. ¿Estaba
pensando en que yo la atacara? Porque eso sonaba muy, muy bien mientras
estuviéramos en la cama y los dos desnudos. Apúntenme.
Sí, me sentía caliente por ella. Detenerse ya no era una opción.
—Es un buen tipo —protestó débilmente.
—Si es tan bueno, ¿por qué terminaron? —interrogó Sean. Tenía que decir
que disfrutaba de cómo dirigía la conversación, aunque no estaba muy seguro de
lo que hacía.
Eilish mordisqueó su labio y miró fijamente a su comida, murmurando—:
No teníamos chispa.
—Ah, sí, la chispa, la química, el folie à deux. —canturreó Sean—. Qué
pena.
Eilish agitó su cabeza con exasperación. —Folie à deux significa psicosis
compartida, Sean.
—¿Y qué es el amor sino dos personas que se vuelven temporalmente locas
y se necesitan el uno al otro?
—No es lo mismo —dijo Eilish.
—¿No lo es? ¿Qué te parece, Bryan?
Me encogí de hombros. —No lo sabría. Nunca he estado enamorado.
—¿No lo has hecho? —Fingió horror—. Bueno, eso es una farsa. ¿No es
una tragedia, Eilish?
—Bastante —contestó distraída, estudiándome ahora. Parecía
sorprendida al oír que nunca me había enamorado, pero era verdad. No había
estado lúcido durante gran parte de mi vida adulta y ciertamente no lo suficiente
como para enamorarme de alguien. No correctamente.
—¿Alguna vez has estado enamorada, prima? —continuó Sean, un brillo
de travesuras en sus ojos.
—Ya sabes la respuesta a esa pregunta, primo —dijo Eilish. Obviamente
la alcanzaba ahora.
—Yo, por supuesto, nunca conocí el verdadero amor hasta que conocí a
Lucy. Pero cuando entró en mi vida fue como si la hubieran arrastrado al corazón
de un tornado. Todo cambió —terminó, recogiendo lo último de su pasta
urbanamente. Nunca supe que era posible comer urbanamente hasta que
compartí una comida con Sean Cassidy.
—Bueno, ¿no eres tú uno de los afortunados? —dijo Eilish con un poco de
descaro y se levantó de la mesa—. Si todos terminaron de comer, empezaré a
lavar los platos.
Inmediatamente, también me levanté para quitarle los platos. —Déjame
ayudar.
—No, está bien. Eres nuestro invitado.
—Y este invitado ayudará a limpiar —le contesté, manteniéndome firme.
Cuando miré a Sean, él pasaba el pulgar por encima de la barbilla y sonreía
alegremente, su mirada yendo y viniendo entre los dos.
—Insisto —dijo Eilish, quitándome los platos.
—Yo también.
—Oh, déjale ayudar. Hacer los platos es una cualidad muy admirable en
un caballero —dijo Sean, muy divertido.
—Bien. Yo lavo. Tú secas —cedió Eilish.
—Y yo llevaré a Patrick arriba para que se ponga su pijama —dijo Sean,
saliendo de la habitación. Un silbido de aire salió de mis pulmones, emoción
mordiéndome. Ojalá pudiera prepararlo para la cama, hacer todas las cosas
mundanas que me perdí durante años.
Todo eso vendría con el tiempo, estaba seguro.
Pero primero, necesitaba hablar con Eilish.
La seguí hasta la cocina y trabajamos en silencio durante unos momentos.
Ella no me miró, en su lugar mantuvo sus ojos en los platos. Disfruté de esto,
lavar platos en su pequeña cocina. Yo era grande y ella alta. Llenábamos el
espacio, pero eso significaba que teníamos que estar cerca. Se sentía perfecto.
—Realmente siento mucho lo de Trevor —dije suavemente mientras usaba
una toalla para secar los platos.
—Está bien. Sé que sólo intentabas ayudar… a tu manera —respondió,
usando el dorso de su mano para sacarse un poco de cabello de la cara. Cayó de
nuevo hacia delante y ella soltó un resoplido de enfado.
—Aquí, déjame —ofrecí, dejando a un lado la toalla de platos. Sus manos
se encontraban en el sur y se congeló cuando levanté suavemente el enredo de
su cabello, recogí sus mechones sedosos en mis manos, y lo até en una cola de
caballo. Era aún más suave de lo que imaginaba y tan grueso. Le permití a mis
nudillos cepillar su nuca y creí haber visto su escalofrío en respuesta.
—Eilish —susurré.
Giró un poco la cabeza para mirarme. —¿Sí?
Me aclaré la garganta, incapaz de retener lo que quería decir. —Tienes un
cabello hermoso.
Se puso rígida, sus ojos azules se abrieron como platos. Le pasé mis
nudillos por la nuca otra vez y volvió a temblar de miedo.
—Y la piel más suave que he…
—¡Eilish! ¿Dónde está el pijama vaquero de Patrick? Insiste en usarlas —
llegó la voz de Sean desde más allá del pequeño espacio, rompiendo el momento.
Ella saltó lejos de mí, volteando su cara para gritarle a su primo. —Están
en el lavadero. Tendrá que usar un par diferente.
Su voz sonaba tensa. ¿Sintió ese momento que compartimos tanto como
yo? La necesidad de tocarla me empujó hacia delante, bombeando espesa en mis
venas.
—Eilish…
—Por favor, ten cuidado con ese plato. —Su tono era inestable, su atención
firmemente puesta en el fregadero—. Es la única cazuela que tengo y la uso cada
semana.
Estudiando su perfil, noté que se le sonrojaron las mejillas. Si lo sintió,
claramente no quería discutirlo. La frustración en mi pecho, el deseo de sentir
su piel bajo las puntas de mis dedos se convirtió en un dolor. Había pensado en
su piel desde que la vi hace semanas en la fiesta de William.
Y aun así… quizás este no era el momento ni el lugar. Empezaba a conocer
a Patrick. Todo era todavía tan nuevo.
Así que me moví de nuevo. Sabiendo que sobrepasé los límites no hablados,
pero incapaz de arrepentirme. En silencio, terminé de secar los platos.
Sean volvió a entrar en la cocina unos minutos más tarde, asintiendo
silenciosamente como si dijera, podemos ir a hablar ahora.
—Patrick está listo para su historia. Será mejor que Bryan y yo nos
vayamos —dijo, inclinándose para colocar un beso sobre la cabeza de Eilish—.
Te veré mañana.
—Sí, mañana —contestó, sonriéndole a su primo antes de mirarme
fijamente—. Supongo que nos vemos el lunes, entonces. Puedo trabajar un poco
más en tu rodilla si quieres.
Había autoconciencia en su voz y sabía que tomó valor para hacer la oferta.
Salté inmediatamente. —Sí, me encantaría. Eso sería genial.
—Bien. Bueno, adiós, Bryan. —Asintió, aparentemente teniendo
dificultad para sostener mi mirada.
No quería, pero le dije—: Adiós, Eilish. —Y le permití a Sean que me
sacara de su apartamento. No podía luchar contra la sensación de que olvidaba
algo, dejaba algo crítico atrás.
Una vez que salimos del edificio, Sean preguntó—: ¿Tu casa o la mía?
—¿Importa? Vivimos en el mismo edificio.
—Correcto. Sigo olvidándolo. Entonces te recuerdo en tus pijamas y todo
vuelve a la normalidad. Por cierto, tendrás que decirme de dónde sacas tanta
ropa de cama.
Le di una mirada graciosa. A veces con Sean no sabías si iba en serio o
bromeaba.
Veinte minutos después, estábamos sentados en mi cocina, dos botellas de
agua intactas frente a nosotros. Will se encontraba en su habitación, leyendo un
cuento puritano de historia.
—Entonces, Bryan, querías hablar —empezó Sean, arqueando una ceja y
estrechando sus manos.
Apoyé mis manos en el sillón. Me sentía enojado con él, pero al mismo
tiempo no. No podía explicarlo. Tal vez mi felicidad de haber conocido a Patrick
prevalecía sobre mi ira de tener su existencia oculta de mí.
—¿Siempre supiste que yo era el padre de Patrick? —pregunté.
Sean levantó un hombro casualmente. —No al principio, no.
Mi mandíbula se apretó al oír esto. —Entonces, ¿cuándo?
—Hace unos dos años, la semejanza se hizo más evidente, pero lo dejé por
coincidencia. Después de todo, mi compañero de equipo de veinticinco años no
soñaría con aprovecharse de mi inocente prima de diecinueve años, ¿verdad? —
Había amargura detrás de sus palabras, aunque hablaba con calma y una oleada
de culpa y vergüenza se desbordaba. No tenía derecho a enojarme con él. Fui un
pedazo de mierda. Me merecía no saberlo.
Colgué la cabeza, pasé una mano por mi cara. —Yo era una persona
diferente entonces.
—Sí, soy consciente de eso.
—Nunca la lastimaría ahora, ni a Patrick.
—Eso también lo sé.
—Entonces, ¿por qué no me lo dijiste antes? He estado sobrio por casi dos
años.
—Dos años muy tentativos. —Me dio una mirada maliciosa—. Lo creas o
no, realmente me gustas, Bryan. Sabía que echarte encima a tu hijo mientras te
recuperabas era una mala idea. Eso y no era mi lugar para decírtelo. Era de ella.
Bueno, me tenía allí.
—Y mi deber hacia Eilish es mucho más importante que mi deber hacia
ti. Si quisiera mantener a Patrick alejado de ti para siempre, habría aceptado
sus deseos. Puede que no me haya gustado, pero lo habría aceptado de todos
modos.
Soplé un respiro. —Correcto.
—Entonces, ¿estamos bien?
Dudé un momento. —Sí… Bueno, no. Quiero decir, estamos bien, por
supuesto que sí, pero aún quiero saber cómo sucedió todo.
—¿No se explica eso por si mimo? —interrumpió Sean con una mirada
interrogadora.
—Eso no, imbécil. Quiero saber cómo le han ido las cosas. Cómo reaccionó
tu familia cuando se enteraron.
—No reaccionaron bien en absoluto. Eilish estaba en la universidad
cuando descubrió que se encontraba embarazada. Aterrorizada, volvió a casa
para decírselo a mi tía, pensando ingenuamente que podría estar inclinada a
ayudar. No lo estuvo. La tía Cara quería que Eilish interrumpiera el embarazo.
Cuando Eilish se negó, Cara arregló una adopción. Cuando Eilish no pudo
hacerlo, su madre la echó de la casa.
Internamente, algo primitivo dentro de mí, irrumpió en estas noticias.
Tuve que forzar la calma en mi voz cuando pregunté—: ¿Adónde se fue?
—Se fue a Estados Unidos, embarazada de nueve meses. Se suponía que
no debía volar, pero era demasiado testaruda para aceptar mi ayuda. Así que usó
sus ahorros para cubrir los primeros seis meses, luego trabajó en tres empleos
para pagar la escuela y el cuidado del niño.
Le miré fijamente. —¿Dejaste que tuviera tres trabajos?
—Eilish no permite que la gente la deje hacer nada. Pero, no. No sabía que
llevaba trabajando bastante tiempo. Le estuve enviando dinero. No lo gastó,
nunca cobró los cheques. Al final, tuve que aceptar sus deseos, pero encontré
maneras de hacerlo. Comprando sus regalos en forma de comida y ropa, las cosas
para el bebé ayudaron.
—¿Cuándo volvió a Irlanda?
—Hace unos meses. El año pasado, en su último semestre antes de
graduarse, se enfermó mucho y perdió dos de sus empleos. Se fue sin otras
opciones, me contactó y finalmente me pidió ayuda. De verdad, tenía neumonía
y estaba básicamente a las puertas de la muerte. —Sean rechinó los dientes como
si el recuerdo aún lo asolara—. Le dije que sólo le ayudaría si dejaba de trabajar,
me permitía cubrir sus gastos hasta que terminara la escuela y durante los doce
meses siguientes, y se mudara de nuevo a Irlanda una vez que se graduara. No
tuvo otra opción que aceptar mis términos.
—Voy a devolverte hasta el último centavo —lo interrumpí, pero Sean
ondeó una mano por el aire.
—No es necesario. Ahora estarás ahí para ellos, es todo lo que pido.
—Sean, te pagaré. —Gruñí.
—Bueno, no lo aceptaré.
—Lo harás.
—No lo haré.
—Dios, eres obstinado.
—Y necesitas salir de tu cruz. La situación es la que es y necesitas dejar a
un lado tu culpa. Aunque ella pueda ser reacia a admitirlo, Eilish se siente sola.
Su vida gira en torno a ese niño pequeño, y aunque esa es una cualidad muy
admirable en una madre, no es forma de vivir una vida. Creo que puedes
ayudarla a empezar a vivir de nuevo. —Una pausa mientras me miraba—. Tal
vez puedan ayudarse el uno al otro.
Sabía que se refería a mi nuevo estilo de vida “aburrido”. La cosa era que
no era aburrido para mí. Me encantaba su previsibilidad. Había vivido con lo
opuesto durante tanto tiempo y fue un cambio bienvenido. Pero tuve que
admitirlo, su apoyo me sorprendió.
Lo miré con curiosidad. —¿Estás diciendo que me apruebas, Cassidy?
Resopló, su expresión mortalmente seria. —Digo que reconozco la mirada
en tus ojos cuando estás cerca de Eilish. Es como me gustaría pensar que miro a
Lucy, llena de adoración y admiración. Mientras sigas mirándola así, no
tendremos problemas. Y, para ser francos, te vendría bien un poco de felicidad.
Te has vuelto tan apetecible como las ciruelas pasas de tu nevera en los últimos
meses y no creo que sea la falta de alcohol lo que te convierte prematuramente
en un viejo y alegre bacalao. Así que sí, lo apruebo de todo corazón. De hecho,
sedúcela de nuevo.
Tosí, no me ahogué con nada y escupí—: ¿Qué? ¿Qué has dicho?
—Dije que la seduzcas. Y hazlo pronto. Tiene más sentimientos por ti que
Perrie Edwards por Zayn Malik.
Lo miré durante varios segundos, estupefacto. —¿Quién?
Levantó las manos en el aire. —Mira. Esto es la mitad del problema.
Debería haber usado a Jennifer Aniston y Brad Pitt como ejemplo. Estás
completamente desactualizado, Bryan. ¿Puedes siquiera recordar cómo seducir
a una mujer?
—Por supuesto que puedo recordarlo.
Una ceja se levantó lentamente.
—Soy más que capaz —insistí.
La ceja se levantó aún más.
—¡Oye!
—Sólo intento ayudar. Tal vez debas buscar algunos movimientos o ve
algunos videos, haz lo que sea necesario para asegurarte de que no estás oxidado
y ella se divierta.
Ahora me sentía ofendido. —En serio, jódete, Sean. Por supuesto que lo
disfrutará. Le gustará tanto que me rogará…
—Hola. —Mi compañero de equipo entrecerró los ojos, cortando su mano
por el aire—. No necesito ni quiero saber los detalles. Sólo digo, cuida bien de
ella. Da, da, da y da. Es hora de que reciba, Leech. Quiero que reciba y sea
atendida. Y no seas egoísta.
—No lo seré. —Negué con la cabeza, mirando fijamente a Sean.
Mirándolo fijamente porque…
¿Acababa de decirme que sedujera a su prima?
No. Acababa de ordenarme que lo hiciera. Y luego me ordenó que me
asegurara de que se relajara.
Bueno, demonios.
No podía creer lo que acababa de pasar.
Las maravillas realmente nunca cesaban.
Traducido por Black Rose & Maggiih

T al vez era la luna llena. Tal vez alguien puso una poción parlanchina
en el botellón de agua. O tal vez era el hecho de que el primer juego
de la pretemporada se acercaba rápidamente. Cualquiera sea la razón, todos
estuvieron mucho más habladores de lo habitual.
Corriendo por las escaleras, miré mi reloj y gemí. Eran más de las siete de
la noche y ahora corría horriblemente tarde para mi última cita del día. Sean se
fue a las cinco para recoger a Patrick del colegio, gracias a Dios. Pero me sentía
mal por mi tardanza ya que mi última cita era con William Moore, quien todavía
era la persona más amable y educada de la faz de la tierra.
Sin aliento, irrumpí a través de la puerta del vestuario, escaneando el
espacio mayormente vacío para el enorme corredor. Me llevé la mano a la frente
y sequé la transpiración.
—¿A quién estás buscando, amor?
Miré hacia un lado, encontrando a Ronan Fitzpatrick tirando de una bolsa
sobre su hombro.
—Eh, William. ¿Lo has visto?
Sacudió la cabeza y sus ojos marrones parecieron brillar con algo de
travesura. —No recientemente. Pero él te buscaba antes.
Gruñí de nuevo. —Voy muy tarde. Se suponía que íbamos a encontrarnos
a las cinco y media, pero Daly...
—Ese Daly es un charlatán, con suerte mantuvo su conversación educada.
—Ronan levantó sus cejas inquisitivamente.
Desde que la hermana de Ronan, Lucy, y Sean se convirtieron en pareja,
había llegado a conocer bastante bien a Ronan y su esposa, Annie. Él me
recomendó cuando solicité mi puesto. No éramos amigos, per se, pero sentía que
lo conocía. Al menos, lo conocía mejor que a los demás muchachos del equipo.
—Realmente no es culpa de Daly que llegue tarde. He estado tarde todo el
día —dije con tristeza—. Maldición. Realmente quería comprobar el tendón de la
corva de William. Lo ha estado haciendo muy bien.
—No te rindas, solo haz que lo busquen.
Estudié al fornido capitán, mis manos en mis caderas, mi boca torcida
hacia un lado. —¿Crees que todavía está por aquí?
—Como dije —Una sonrisa lenta y significativa se extendió por la boca de
Ronan, haciendo que pareciera que conocía un secreto—, Will te ha estado
esperando.
Con una mirada más penetrante, que no pude interpretar, Ronan caminó
hacia la puerta y dijo al pasar—: Quédate aquí, lo llamaré por ti.
—Gracias. —Me giré para verlo irse, dándole una sonrisa de
agradecimiento.
—No hay problema, pequeña. —Me guiñó un ojo que se sentía
notablemente fraternal, luego desapareció por la puerta, dejándome en el
vestuario vacío.
Sacudiendo mis extremidades y frotándome la rigidez en el cuello, miré
los bancos. Rápidamente cruzando al más cercano, me senté con un suspiro y
continué amasando el espacio entre mis omóplatos. Me dolían los pies. Había
estado parada, o trotando, todo el día y estuve fantaseando con mi pequeña
bañera desde el almuerzo.
Por supuesto, mi pequeña bañera no era muy pequeña. Era muy pequeña
para mí, ya que era una amazona según la mayoría de los estándares.
—Eilish.
Me puse rígida, azoté mi cabeza sobre mi hombro al sonido de mi nombre,
mi boca se secó por completo.
Bryan.
Podría haber dicho, hola, Bryan.
Podría.
También podría haberle dado una sonrisa de saludo, o tal vez incluso una
pequeña sacudida de mano. Ambos habrían sido aceptables.
Pero no.
No.
No.
En cambio, lo miré, recién duchado, con el cabello todavía mojado, con una
toalla blanca colgando alrededor de sus caderas, dejando al descubierto sus
deliciosos muslos. La toalla era demasiado pequeña. Bien podría haber sido un
sello postal.
Y ese tatuaje…
Esta no era la primera vez que lo veía desde el sábado. Hoy era martes y
le di dos masajes en el gimnasio, rodeado de todos sus compañeros de equipo y
entrenadores. No hablamos mucho, solo sobre su rodilla y cómo se sentía.
Pero me envió un mensaje de texto antes durante el día sobre la
posibilidad de volver a reunirnos.
Bryan: ¿Cuándo puedo verlos a ti y a Patrick?
Yo: Me pondré en contacto contigo con una hora para este fin de semana.
Bryan: ¿Qué tal después del trabajo un día de esta semana?
No respondí, principalmente porque no tuve un momento libre para
pensar todo el día. Saltando el almuerzo, había estado corriendo de una cita a
otra. Por lo tanto, todos los pensamientos acerca de Bryan quedaron relegados al
trabajo.
Pero ahora él se hallaba frente a mí y tenía un poco de miedo de haberme
babeado un poco. Esta vez no era solo su cuerpo o el recuerdo de nuestra noche
juntos lo que hizo que mis entrañas se hincharan. Era que lo conocía ahora,
usaba bata y bebía té de menta y tenía que usar anteojos para leer. Me salvó de
una cucaracha y compartió una de sus historias más embarazosas para hacerme
sentir mejor.
Y fue el recuerdo de lo amable y comprensivo que había sido cuando le dije
que tenía un hijo. Y cómo ya amaba a Patrick. Y cómo ayudó con los platos y me
tocó el cuello y me llamó hermosa.
No.
No te llamó hermosa.
Llamó a tu cabello hermoso.
Él me llamó hermosa antes, pero eso era porque Bryan siempre había
tenido algo por las pelirrojas.
Me sacudí, literalmente, y obligué mi mirada a su rostro, sintiendo una
ráfaga de calor inundar mi cuello y mis mejillas.
—Hola —dije exhalando, desviando la mirada y dándole la espalda,
porque, A) me sentía tremendamente avergonzada por mi falta de
profesionalismo, es decir. miradas descaradas; B) el recordatorio de la inclinación
de Bryan por las pelirrojas me hizo recordar la mañana y los meses después de
nuestra única noche juntos, y C) cuando le miré a la cara él sonreía.
Y era una sonrisa de complicidad, como si supiera cómo la vista de él me
afectaba.
No dijo nada mientras lo miraba, nada en absoluto. Solo se quedó allí
silenciosamente, casi como si su toalla de sello de correos hubiera sido planeada
para mi beneficio. Cubrí mi cara con mis manos, presionando mis fríos dedos en
mis mejillas.
—Lo siento —dije a la sala, sacudiendo la cabeza mientras me levantaba
del banco—. No sabía que había alguien aquí. Estaba, eh, solo esperando a
William.
—No te disculpes.
Salté y me volví mientras hablaba porque su voz era sorprendentemente
cercana. Efectivamente, Bryan se encontraba a solo un metro de distancia, con
sus enormes brazos cruzados sobre su impresionante pecho.
Masivo, impresionante, encantador.
Resistí el impulso de extender mis manos entre nosotros, para advertirle
que se fuera, y los apreté en puños a los costados. Además, seguía sonriendo. Su
boca llena se curvó a un lado, sus ojos encapuchados, una ceja ligeramente más
alta que la otra.
—Me divertí el sábado —dijo, su voz baja cuando sus ojos rozaron mi
rostro, se hundieron en mi cuello, luego descansaron en mis labios—. ¿Cuándo
puedo verlos de nuevo?
—Eh. —Galletitas saladas—. Por supuesto. Sí. Por supuesto. Sé que
Patrick lo disfrutaría. Déjame preguntarle a Sean cuándo está libre esta semana.
Los ojos de Bryan se clavaron en los míos, se estrecharon levemente. —
¿Por qué tienes que preguntarle a Sean?
—Para que podamos… —Mi mente se quedó en blanco, y traté de tragar.
Me gustaría pensar que fue por la forma en que su mirada verde jade se enfocaba
en la mía, como una prueba de sospecha implacable.
Pero no.
No fueron sus ojos.
Fue su proximidad. Y el hecho de que podía oler su jabón. Y el sexy tatuaje
tribal que cubría su brazo y hombro. Y su tensa toalla, agarrándose a sus caderas
para salvarle la vida, una sola ráfaga de viento sería suficiente para volarla y
dejarlo completamente desnudo.
¿POR QUÉ, OH, POR QUÉ ES SU TOALLA TAN PEQUEÑA?
Oh, no, mis pensamientos estaban en mayúsculas.
¡ESTO ES MUY MALO!
—No necesitamos a Sean allí. —Su voz se convirtió en un susurro cuando
se acercó un paso más.
—Me gustaría que Sean esté allí.
—¿Por qué?
—No quiero confundir a Patrick.
—¿Confundirlo cómo? —Bryan inclinó la cabeza hacia un lado, dio un paso
más y me obligó a retirarme hasta que mi espalda se encontró con un casillero.
—Eres el primer hombre que le he presentado.
Bryan se enderezó un poco, y sus ojos se abrieron ante esta noticia, su boca
una vez más curvándose con una sonrisa.
—¿Ya te has hecho la prueba de ADN? —Crucé los brazos, levantando la
barbilla.
—No. Creo que conozco mi propia imagen reflejada cuando la veo. —Bryan
resopló con una risa divertida, pero no avanzó más.
—Debes hacerte la prueba de ADN, luego hablaremos sobre cómo
establecer un cronograma.
Su ceño fruncido regresó. —¿Un cronograma?
—Sí. Para ti y para Patrick. —Titubeé, encontrando las palabras difíciles
de decir—. Una vez que te hagas la prueba, podemos hacer que los abogados
resuelvan los detalles.
Bryan se puso rígido y frunció el ceño, balanceándose sobre sus talones. —
¿Abogados? ¿Por qué usaríamos abogados?
Su postura defensiva en realidad me hizo sentir más a gusto. —Es para tu
beneficio, Bryan. Para asegurarte que sus derechos estén protegidos. Sé que te…
te perdiste los primeros años de la vida de Patrick, y esa es mi culpa. Deberías
hablar con un abogado y discutir tus opciones.
Dios, eso fue doloroso de decir.
Pero también era lo correcto.
Los ojos de Bryan parpadearon sobre mí, evaluando, deliberando.
Abruptamente, dijo—: ¿Qué quieres?
Respondí sin dudarlo—: Quiero lo mejor para Patrick.
Una pequeña sonrisa se cernió sobre sus labios y detrás de sus ojos. —Yo
también —dijo en voz baja, dando otro medio paso hacia mí—. Pero eso no es lo
que quise decir. ¿Qué quieres tú?
Mis pestañas revolotearon por su propia cuenta, traicionando mi
confusión. —¿Qué quieres decir?
—¿Qué es lo mejor para ti, Eilish? —susurró, su mirada recorrió un
camino desde mi frente hasta mi barbilla, volviendo a descansar en mis labios—
. ¿Quién te está cuidando?
—Yo misma. —Nuevamente, respondí sin vacilar, un temblor de inquietud
me recorrió la espalda.
—¿En serio? —dijo arrastrando las palabras, mordiéndose el labio inferior
y jalándolo entre sus dientes en un movimiento de distracción—. No puedes
ocuparte de todas tus necesidades.
—Sí, puedo. —El temblor se convirtió en algo más: acero y resolución, y
cualquier hechizo de vudú sexy que Bryan tejió tan hábilmente con su pequeña
toalla y músculos abdominales cincelados y su hermoso rostro y amor por mi hijo
desapareció rápidamente.
La sonrisa de Bryan volvió, y de forma bastante abrupta, ya no me sentí
nerviosa por su proximidad. Defenderme mientras pisoteaba era un arte que
dominaba a lo largo de mi infancia.
Con los ojos en mis labios, colocó una mano en el casillero detrás de mi
cabeza, encerrándome en un lado. —Me gustaría ayudar.
—No necesito tu ayuda —dije rotundamente, dibujando una amplia
sonrisa en su hermosa boca.
—Permíteme reformular eso. Me encantaría ayudar. —Su mirada volvió
a la mía y la sostuvo, su significado claro mientras susurraba—: Estoy
desesperado por ayudar.
¿De verdad?
¿DE VERDAD?
Mis mejillas se pusieron rojas otra vez, pero esta vez por una razón
completamente diferente.
—¿Qué propones? —dije, irritada con la pequeña parte de mí misma que
no se sentía enojada, la pequeña parte que se preguntaba si podría instalar un
poste de stripper en mi habitación antes del fin de semana. También se sentía
entusiasmada y completamente a bordo con la idea de que Bryan prestara su
ayuda desesperadamente.
Pero sobre todo me sentía enojada. Peor aún, me salté el almuerzo, así que
estaba hambrienta y enojada. O iracunda. Porque, ¿en serio? Tuvimos un hijo
juntos, un niño que no recordaba haber hecho, y ahora él. ¿Qué? ¿Quería
conectar?
¿Qué. Carajos. Le. Pasaba?
—Podría ayudarte a relajar. —Pasó un dedo por mi garganta hasta la
clavícula, enviando traicioneras espinillas de gallina corriendo sobre mi piel, y
se inclinó más cerca, su gran cuerpo haciéndome sentir pequeñita—. Podría
hacerte sentir bien… —Inclinó su cabeza, rozando su mejilla contra la mía—.
Tan bien.
Tragué saliva con rigidez mientras él colocaba un beso abrasador en mi
cuello. En realidad, no era abrasador. Era de mariposa, pero ardía como una
marca.
Bryan levantó su cabeza y nuestros ojos se enredaron. Los suyos lucían
oscuros de deseo y el momento me dio una intensa sensación de déjà vú. Podía
saborear su aliento de menta, la calidez que irradiaba de su piel desnuda. Mi
corazón me traicionó, corriendo como un lunático. Mis hormonas también me
traicionaron, el calor y la pesadez se acumularon y se retorcieron en mi estómago.
Pero mi cerebro no me traicionó.
Sabía mejor.
Recordaba haber sido olvidado.
—No, gracias —dije, lenta y cuidadosamente con los dientes apretados.
Los ojos de Bryan brillaron mientras se movían entre los míos. —¿No
gracias?
—Gracias por la oferta, Bryan. Pero te aseguro que si necesitara ayuda en
ese departamento, serías la última persona a la que le preguntaría.
—¿En serio? —Parecía divertido, encantado, mirándome con una gran
sonrisa descarada y un brillo diabólico.
—Sí.
—¿Y por qué es eso? —Sonaba como si estuviera tratando de no reírse.
Le fruncí el ceño, sabiendo que tenía que hacer una elección. ¿Debía
inventar algo? ¿Golpear mi camino a través de esto? ¿O debería ser honesta?
¿Permitirme ser vulnerable a este hombre que me rechazó?
Excepto, que no era verdad que no quería nada de él. Realmente no.
Aparte de que fuera un buen padre para nuestro hijo y fuera justo en su trato
conmigo.
Siendo una adulta, decidí ir con la verdad.
Pero, siendo una adulta resentida, decidí ir con brutal honestidad.
—Porque no estoy tan segura de que me recuerdes a la mañana siguiente.
Bryan se estremeció, la diversión cayendo de su rostro mientras sus ojos
se movían entre los míos inquisitivamente. —Eilish. —Respiró, el ceño fruncido
de concentración arrugándole la frente—. Ya no soy esa persona.
—No. No lo eres —concedí en voz baja—. Pero no querías tener nada que
ver conmigo hasta que descubriste que Patrick era tu hijo. Así que tendrás que
disculparme si esto —Hice un gesto con la toalla pequeña y el resto del torso—,
este acto cae en oídos sordos y en hormonas indiferentes.
Mientras hablaba, sus cejas saltaron en sorpresa. —¿Es eso lo que
piensas? ¿Que solo te quiero por Patrick?
—Sí. Por supuesto, Bryan. Te besé y me dijiste que no te sentías
interesado.
—Eso no es lo que dije. ¡Por supuesto que estaba interesado! Tendría que
ser un maldito zombi para no estarlo. Dije que no era bueno para ti, que eras una
buena chica y...
—Decir que soy una buena chica es lo mismo que rechazarme —me burlé.
—Eres una buena chica. —El costado de su boca se enganchó, sus ojos
infinitamente encantados—. Eres la chica más amable. Y la chica más
inteligente. Y la más bella. Y la más fuerte. Y…
—Para. Por favor, para. —Negué, cerrando mis ojos en contra de su
hermoso ataque y repetí lo que sabía que era verdad—. Te olvidaste fácilmente
de mi.
—Oh, Eilish. —Sonaba torturado—. Me encontraba borracho. Era un
idiota. Diría que fue el peor error de mi vida, pero nos dio a Patrick.
—¿Por qué no puedes dejar esto estar? —supliqué—. ¿Por qué me haces
esto?
—Porque no eres olvidable. —Su voz se hizo más profunda y sonó ronca
por la frustración—. No puedo tenerte creyendo eso. No he podido dejar de pensar
en ti desde la fiesta de cumpleaños de Will, y confía en mí, lo he intentado. Tengo
una planta de araña en casa que está muy viva como prueba.
—¿Planta de araña? ¿De qué hablas?
—Eres todo lo que pienso —Bryan entrelazó sus dedos en mi cabello,
tirando de mí hacia delante con un movimiento sutil—, y sé que piensas en mí.
No podría lidiar con esto, con él y con sus… palabras. Mi corazón se
hallaba en una montaña rusa, rebotando entre la esperanza y la sensatez.
—No confío en ti —admití, abriendo los ojos, pero incapaz de levantarlos
más allá de su cuello.
Vaciló, y luego dijo—: ¿Qué te va a llevar darme una oportunidad?
—Es demasiado tarde.
—¿Por qué? ¿Por qué es demasiado tarde?
Sacudí mi cabeza una vez, a punto de ceder, a punto de decir, no sé, cuando
William Moore abrió la puerta del vestuario.
Bryan se enderezó inmediatamente. William se tomó un momento para
vernos, pero para cuando lo hizo, Bryan nos había separado por tres pasos y cruzó
los brazos sobre su pecho.
Tomé una respiración profunda e intenté encontrar mi ingenio,
tropezando con mis palabras. —William, lo siento mucho. Llegaba tarde y…
—No te preocupes por eso. —El gran estadounidense me sonrió, lo cual
entendí que era algo raro, y entró completamente en la habitación—. ¿Estás
segura de que todavía tienes tiempo?
Una vez más, William Moore era el tipo más amable que haya existido.
El. Mejor.
—Sí. —Lo encaré y asentí—. Sean recogió a mi hijo, así que tengo hasta
las ocho.
Sentí la mirada de Bryan moverse entre nosotros, pero lo ignoré. Lo ignoré
a él y a su… oferta. Si permanecía en nuestra conversación con él tan cerca, y
usando tan poco, me volvería débil de nuevo. Incluso podría ceder ante él, y no
podría hacer eso. Necesitaba detenerlo, necesitaba tiempo para pensar. Pensar
claramente en su presencia era imposible, y me sentía enojada conmigo misma
por quererlo todavía.
Sí. Aún lo quería. Me temblaban las manos y vibraba con lo mucho que lo
deseaba. Pero nuestra primera vez sería nuestra única vez porque nunca más
volvería a cometer ese error.
—Oh. —William asintió, mirando pensativo mientras se metía las manos
en los bolsillos—. Deberías ir a casa; podemos reprogramar para otro momento.
Traté de concentrarme en las palabras de William, pero estaba demasiado
distraída por mi torrente de emociones. No era estúpida, ya no. Sabía que lo que
sentí por él todos esos años atrás no fue amor. Ni siquiera había sido
enamoramiento.
Fue lujuria.
Solo lujuria.
Simple y llana lujuria desenfrenada. Eso es.
La lujuria era vacía, y te dejaba fría, olvidada. También podría dejarte con
súper poderes en tu útero.
Y eso es todo lo que estás sintiendo ahora. Así que, lección aprendida,
continua.
—Espera un momento —interrumpió Bryan, atrayendo la atención de
William hacia él—. Espera un minuto, ¿ustedes dos son…?
A William le tomó más tiempo entenderlo que a mí, y en esos preciosos
segundos tomé una decisión. ¿Era una buena decisión?
Difícil de decir.
En realidad, no.
Era una mala decisión.
Pero lo hice, sin embargo.
—Sí. Lo somos. —Asentí con fervor, mirando al dulce William y rogándole
con los ojos que siguiera la corriente—. Estamos saliendo. William y yo estamos
saliendo.
¡Oh, mi Dios! ¡oh, mi Dios! ¡oh, mi Dios! ¿QUÉ HACES?
… ¡Dun dun dun!
Los grandes ojos de William se movieron de mí hacia Bryan y luego hacia
atrás nuevamente, su boca se abrió y luego se cerró. Un pequeño sonido escapó
de su garganta e hice una mueca, cruzando hacia él con pasos rápidos y tomando
su brazo.
Para su crédito, William no se alejó y no se contradijo. Pero me miró
fijamente.
—Somos una pareja —chillé, luego me aclaré la garganta—. Nos gustaría
mantenerlo en silencio si no te importa, ya que todo es muy nuevo. —A pesar de
mi preventivo aclaramiento de garganta, mi voz seguía tensa y agrietada.
—Es realmente nuevo —dijo William rotundamente, mirándome. Algo en
mis ojos debe haberlo convencido porque el chico grande respiró hondo, envolvió
su brazo sobre mis hombros y se enfrentó a Bryan, diciendo—: Y nos gustaría
mantenerlo entre nosotros.
Algo pasó detrás de los ojos de Bryan, una emoción que no pude leer
mientras miraba fijamente a su compañero de equipo. La mirada ceñuda de
Bryan era amenazante y el aire comenzó a apretarse pesadamente, espeso con
palabras no dichas.
William miró hacia atrás. El momento tenso provocó un retorcido dolor en
mi pecho y un pico de sensación nerviosa que se posó en mi piel.
Finalmente, Bryan miró hacia otro lado. Sus labios se torcieron en lo que
parecía una sonrisa amarga. —Bueno, eso está bien —dijo, haciendo que las
palabras parecieran un insulto—. ¿Ustedes dos tienen planes para esta noche?
—No —respondí por los dos, culpable; siempre culpable, por la mentira,
por llevar a William a mi drama, por todo, escarbando un hueco en mi pecho—.
No esta noche.
¡Pero necesito tiempo para pensar! Lejos de Bryan y su pequeña toalla de
fatalidad.
¡Dun dun dun!
Inesperadamente, William se ofreció como voluntario. —Viernes. La
sacaré el viernes.
Asentí innecesariamente.
Pero antes de que pudiera decir nada, William agregó—: Y, ya sabes,
almuerzo mañana.
Miré al tipo grande, sorprendida, ciertamente ambas, la duda como la
confusión se grababan en mi frente.
William me dirigió una sonrisa irónica. —Y tal vez el jueves también —Se
encogió de hombros, su sonrisa calentándose—, si tengo suerte.

—Lo siento mucho —espeté, deslizándome en el asiento frente a William.


Levantó sus ojos marrones hacia mí, abiertos de sorpresa,
presumiblemente ante mi repentina aparición, y luego terminó de tomar el sorbo
o trago de su bebida.
Era el almuerzo el miércoles. William me dejó un mensaje para que lo
encontrara en un pub al otro lado de la calle del complejo. No tuve oportunidad
de disculparme la noche anterior, desde que lo acorralé para interpretar a mi
falso novio.
Después de hacer mi anuncio falso, me fui. Me había ido a casa y metido
a Patrick en la cama. Y luego me quedé despierta la mitad de la noche inquieta,
cada vez más enojada con Bryan, porque ¡cómo se atreve!
Y, sin embargo, cada vez que cerraba los ojos lo veía con su bata, agarrando
su té de menta. O lo veía con la cabeza echada hacia atrás, riéndose de mi
vergonzosa historia. O lo veía en el parque, cuando vio por primera vez a Patrick.
O sentía su aliento caliente caer sobre mi hombro, el deslizamiento de su
dedo sobre mi garganta, la dolorosa marca de sus labios contra mi piel.
Galletitas saladas.
Luego, tragando su agua, William me dio una sonrisa pequeña, muy
pequeña, y me preguntó—: ¿Por qué lo sientes?
Lo miré, negando, sin saber por dónde empezar y finalmente me decidí. —
Por esto. Por mentir. Por obligarte a salir conmigo a almorzar.
—No me obligaste. El almuerzo fue mi idea.
Sacudí mi cabeza, empujando el menú hacia un lado y doblando las manos
sobre la mesa. —William, lo siento mucho. Yo… ni siquiera sé por dónde
empezar. Lo siento mucho. Soy un desastre y te arrastré a mi desorden, y
Bryan...
—Bryan es el padre de tu hijo. —William colocó su mano sobre la mía.
Cerré mis ojos, dejando que mi barbilla cayera sobre mi pecho y le di un
asentimiento a medias. —¿Cómo supiste?
—Me dijo.
Mi cabeza se disparó. —¿Él qué?
William asintió. —Somos compañeros de cuarto.
—¿Te dijo?
—Sí. Esta mañana en el camino hacia aquí. A veces viajamos juntos.
Exhalé un aliento incrédulo, mis ojos moviéndose sin ver a un punto sobre
el hombro de William. —No puedo creer que te lo haya dicho.
El hombre grande aclaró su garganta, trayendo mi atención de regreso a
él. Su expresión era paciente y amable al decir en voz baja—: Iba a invitarte a
salir.
—Tú… ¿tú qué?
—Planeaba invitarte a salir —dijo simplemente, honestamente,
abiertamente, una confesión francamente directa—. No quiero que pienses que
esto —Hizo un gesto entre los dos—, es una dificultad para mí. Eres adorable. Y
genuina y amable. Me gustas. Mucho.
…¡Dun dun dun!
Lo miré, incapaz de hacer otra cosa. No estaba preparada para esto.
Me hallaba preparada para su irritación. Para disculparme profusamente.
Pero no me preparé para esto.
¿POR QUÉ ESTOS HOMBRES ME TOMAN DE MANERA
DESPREVENIDA?
Sus ojos se lanzaron a mis labios, y los suyos se curvaron hacia un lado,
sutilmente.
—Eres más que adorable. Eres hermosa. Pero tú ya sabes eso.
—William, yo… —Sacudí mi cabeza. ¿Qué está pasando?
—Quería decirte. No tienes motivos para disculparte —terminó
suavemente, sus ojos marrones ahora me parecían notablemente conmovedores.
Así que miré a William Moore. Realmente, realmente lo miré.
Era bueno y honorable, trabajador y ético. Sabía que esto era cierto. Los
muchachos del equipo lo respetaban y lo admiraban, al igual que el personal
administrativo y entrenadores. Y claramente era valiente, fluido en madurez
emocional.
William sería un gran padre, el pensamiento se me vino a la cabeza antes
de que supiera que lo pensaba —espontaneo, honesto— seguido de inmediato por
otro pensamiento, igualmente espontáneo. Pero William no es lo que quieres.
Le di una cálida sonrisa que esperaba llegar a mis ojos, volteando mi mano
y retorciendo nuestros dedos. —Eres una persona notable, William Moore.
—Así como tú, Eilish Cassidy. —No sonrió esta vez cuando su mirada
conmovedora se movió sobre mi rostro. William me observó por un momento más
y tomó aliento profundamente, soltando mis dedos—. No miento. No soy un
mentiroso.
Asentí, entendiendo, sabiendo que era lo mejor. No quería que mintiera.
Diablos, ya casi lamentaba la mentira.
Las partes del cuerpo encantadas de Bryan. Es por eso por lo que mentiste.
Cuando un canalla amenaza con orgasmos encantados, lo mejor es mentir.
—Así que salimos el viernes.
Riendo ligeramente, recuperé el menú y eché un vistazo a los
emparedados. —Eres gracioso, William.
—No estoy bromeando.
Esto me hizo levantar los ojos hacia el hombre apodado The Brickhouse y
levantar una ceja en pregunta. —¿No crees que sería mejor para mí ser
completamente honesta? ¿En lugar de prolongar la farsa?
Se encogió de hombros. —Te dejaré decidir. Pero mientras salgamos, no
estamos mintiendo.
—William… —No sabía qué decir, así que paré, buscando en la mesa, el
menú y las paredes del restaurante por ayuda.
¿Qué pasa contigo, E? William Moore te está pidiendo salir. Te gusta este
tipo. Mucho. Es amable y bueno, sin mencionar increíblemente guapo.
Como cuestión de hecho, sus músculos oblicuos me hicieron querer llorar.
Sin embargo, no sentía nada por William más allá de la amistad y la cortesía
profesional. Sin anhelo. Sin tirones. Acordar salir con él era como mentir, y no
quería hacer eso. Odiaba que le hubiera mentido a Bryan en primer lugar. No
iba a agravar la mentira llevando a William.
Debió reconocer mi incapacidad para articular mis pensamientos porque
dijo—: Mira. Sé que estás colgada de Bryan...
—No estoy colgada de Bryan.
¿Lo estoy?
—Déjame preguntarte esto, entonces. ¿Cuándo fue la última vez que
saliste? Ni siquiera en una cita. ¿Cuándo fue la última vez que saliste con amigos:
cena, película, baile, un espectáculo?
Recostándome en mi silla, crucé los brazos. —Hace siete meses.
—Sigue.
No permitiéndome pensar demasiado acerca de lo que estaba por admitir,
confesé—: Tuve una noche libre y la madre de mi mejor amiga se ofreció a cuidar
a los niños. Un grupo de chicas nos fuimos a bailar y me permití tomar
demasiadas bebidas alcohólicas.
—No hay nada malo con eso. —Se encogió de hombros—. Eres una madre,
no una santa.
Dándole mi dura mirada, continué—: Me besé con un extraño en la pista
de baile.
Una sonrisa débil y aprobadora tiró de una esquina de su boca. —Bueno.
¿Tuviste resaca la mañana siguiente?
—No. No bebí demasiado, solo lo suficiente para disminuir mis
inhibiciones por un tiempo. Llegué a casa a la una y me desperté a la mañana
siguiente sintiéndome fantástica.
—Ves, tú…
—Y rápidamente me enferme de neumonía la semana siguiente.
Hizo una mueca. Como la mayoría de sus expresiones faciales, era
discreto. —Eso apesta.
—Lo hizo. Nadie más se enfermó, así que debo haberlo cogido del extraño.
William se rio suavemente, como si no pudiera evitarlo. —Dios.
—Sí. Lo tomé como una señal.
—¿Qué tipo de señal?
—El universo no quiere que tenga diversión adulta más allá de organizar
armarios.
—Tal vez es hora de darle al universo otra oportunidad.
Sacudí mi cabeza, mirando por encima de su hombro. —Me gustas,
William. Pero tengo tanto en juego en este momento, tantos cambios, tanto caos.
No creo que esté lista para participar en actividades adultas aparte de organizar
armarios.
—Bien. Entonces hagámoslo. Te arreglas, te llevaré a cenar y luego
organizarás mi armario. Volverá loco a Bryan. —Se encogió de hombros otra vez,
su cara impasible mientras tomaba un sorbo de agua.
—¿Por qué quieres volver loco a Bryan?
—Porque no es él mismo. No está feliz. No es infeliz, pero tampoco está
contento. Es mi amigo, y quiero que sea feliz.
—¿Y llevarme a cenar lo hará feliz?
—No. Lo volverá loco, lo que con suerte lo empujará a hacer algo
imprudente.
—No puedes querer que Bryan sea imprudente. —Lo miré con confusión.
¿Por qué querría William que su amigo fuera imprudente?
—Lo hago —dijo simplemente.
—Pero ha trabajado tan duro para estar sobrio, para ser menos
imprudente.
—Pero no es menos imprudente. No es imprudente, punto. Es un hijo de
puta aburrido y necesita una llamada de atención.
Solté una risa incrédula. —Todo el mundo piensa que eres un santo.
—No soy un santo —dijo claramente, su acento americano más
pronunciado.
—Bueno, entonces, todos piensan que eres honorable.
—Eso es más exacto.
Sonreí. —¿Eres un honorable no santo?
—Más o menos. —Aunque su voz era un tenor bajo, no afectado, detecté
un indicio de algo nuevo cuando dijo—: Incluso los ladrones tienen honor.
Traducido por Corazon_de_Tinta & Cjuli2516zc

—D ime otra vez cómo ocurrió esto.


Mis ojos parpadearon hacia mi primo, luego de regreso a la
imagen en el espejo. Me incliné hacia delante para ponerme más máscara de
pestañas.
—Como te dije, William dijo que estuvo esperando para invitarme a salir
desde hace tiempo. Fuimos a almorzar el miércoles y, una vez que aceptaste
hacer de niñero, le dije que podía salir esta noche.
—Moore… —dijo Sean, como para confirmar. De nuevo—. ¿El
estadounidense?
—Sí.
—¿Ni Daly ni Malloy?
Contemplé a Sean. —No.
—Ajá.
Cambié al otro ojo. —Solo somos amigos.
—No entiendo cómo ocurrió esto —dijo más para sí mismo—. Moore es un
santo.
Mi boca se curvó en una sonrisa antes de que pudiera evitarlo, pensando
en que William negaba su estado de santidad.
Luego del almuerzo, cuando regresamos al trabajo, llamé a Sean y le
pregunté si podía cuidar a Patrick el viernes por la noche. Aceptó sin dudar.
También le pregunté si estaría libre el sábado para que Bryan pudiera pasar
tiempo con Patrick.
Planeé usar el tiempo del sábado para hacer algunos recados, ponerme al
día con las facturas y todo eso mientras los chicos pasaban tiempo juntos. Patrick
necesitaba tiempo con Bryan, necesitaban formar los cimientos de su relación,
pero eso no significaba que yo tuviera que estar presente. De hecho, pensé que
sería mejor si no estaba cerca cuando Bryan visitara a Patrick. De esa manera,
Patrick no se acostumbraría a los tres juntos.
Bryan había sido cordial toda la semana. Educado. Atento. Y no sacó a
relucir nuestro encuentro en el vestuario. No sabía si estar agradecida o
decepcionada.
Ahora, en el baño, Sean hizo un gesto acusatorio hacia mí con la mano
extendida, luego retorció sus gemelos en un gesto ansioso. —Luces asombrosa.
—Incluso cuando hacía de niñero, el hombre usaba gemelos.
Mirándome, inspeccioné rápidamente el vestido verde jade que no había
usado en seis años. —¿Gracias?
—No es el tipo de vestido que una mujer usa para salir con un amigo.
—Sí lo es —dije con un suspiro, cerrando y guardando la máscara de
pestañas en mi bolso para maquillaje.
—No. Es el tipo de vestido que usa una mujer cuando quiere que la noten.
—O quizás es el tipo de vestido que usa una mujer cuando no ha salido a
cenar en años y quiere sentirse linda y especial en lugar de ser simplemente una
madre. Ya sabes, cubierta de pegotes de paletas y gérmenes de un niño de cuatro
años.
—Bien. O eso —aceptó tranquilamente, ladeando la cabeza de una manera
considerada—. ¿En verdad no has salido a cenar en años?
Decidiendo que la cena con Trevor en el centro comercial no contaba,
sonreí cálidamente al reflejo de Sean. —Sí. Pero, honestamente, no me
importaba. Sé lo afortunada que soy de tener a Patrick, y no cambiaría mis
pegotes y gérmenes de niño pequeño por cenas lujosas ni en un millón de años.
—Lo sé, E. Solo… —Sean fue interrumpido por el timbre de mi celular en
la encimera. Hizo un gesto hacia el objeto, luego hacia mí, y continuó—: Sé que
no cambiarías a Patrick por cenas lujosas. ¿Pero has considerado que podrías
tener ambas?
Cogí mi teléfono, sin mirar la pantalla, y fruncí el ceño a mi primo. —
Exactamente. Es por eso que saldré esta noche, con mi amigo.
—¿No quieres algo diferente? ¿Algo mejor?
—No. No quiero. No necesito algo mejor, Sean. Tengo un trabajo
fantástico, te tengo a ti y tengo a Patrick. No necesito a nadie más.
—Sí. Lo sé. No necesitas a nadie más. Solo lo has repetido unas tres punto
cuatro millones de veces. ¿Eso es lo que quieres para Patrick, eh? ¿Ir sola por la
vida? No digo que necesites a alguien para ser feliz, solo estoy sugiriendo que
consideres la posibilidad de…
—¿Hola? —respondí mi teléfono, brindándole a Sean una mirada que
esperara comunicara mi deseo de no volver a discutir sobre ello.
—Eilish, soy tu madre.
Hice una mueca, apoyando la cadera contra la encimera del baño. —Hola,
madre.
En cuanto las palabras salieron de mi boca, Sean también hizo una mueca.
Intercambiamos una mirada de piedad.
—He intentando comunicarme contigo.
—Sí. Estuve ocupada.
—Es importante. Me ha llegado un rumor y no sé qué pensar. —Oí algo
repiqueteando en el fondo, como si hubiera dejado caer un cristal sobre una
superficie dura.
—Uh, no…
—¿Bryan Leech es el padre de ese niño?
Me tensé, parpadeando rápidamente mientras el temor, la aprensión y la
confusión llenaban mi pecho y hacían imposible responder a la brevedad. Miré a
Sean en busca de ayuda y él frunció el cejo ante mi expresión, quitándome el
teléfono del oído y poniendo la llamada en altavoz.
—…sigues ahí? ¿Hola? ¿Eilish? —dijo ella con voz chillona.
—Sí. Sí, sigo aquí.
—¿Entonces? ¿Bryan Leech es el padre?
—Yo no… quiero decir, ¿de dónde…
—No es importante. ¿No lo ves? Esto lo cambia todo.
—¿En qué cambia todo? —pregunté, esperando, necesitando un momento
para pensar.
Sean hizo una mueca de confusión asombrado y negó con la cabeza. Podía
ver que parecía en verdad perplejo.
—Es un hombre rico, Eilish. ¿Te das cuenta quién es el padre de Bryan?
Debe hacerse cargo del niño. Y de ti. Debe hacerse cargo de ti.
Sus locas palabras finalmente ofrecieron algo que podía responder con un
pensamiento claro. —Madre, él no tiene la obligación de cuidarme ni tampoco le
pediría que lo haga. Y, honestamente, no es de tu incumbencia.
—Claro que es de mi incumbencia. ¿Sabes lo humillante que esto ha sido
para mí? ¿Sabes lo difícil que ha sido para tu familia? Si él se casa contigo, no,
cuando, cuando se case contigo, todo cambiará.
Sean hizo una mueca, que estoy segura que imité, algo parecido a ¿puedes
creer a esta perra?
—Madre, debo irme. Déjame repetirlo: esto no es asunto tuyo. Ya déjalo.
—Espera. Espera. No cuelgues. Escucha, yo… eh… necesito que vengas a
almorzar el domingo.
Tanto Sean como yo entrecerramos los ojos al mismo tiempo. —No creo
que pueda hacerlo.
—Es muy importante que vengas. Necesito que firmes unos papeles, sobre
tu fideicomiso.
Casi bufé. Casi.
—Madre, si mal no recuerdo, me desheredaste hace cuatro años y
cambiaste tu testamento.
—Es posible que me haya apresurado —dijo ella, que fue lo más parecido
a una disculpa de lo que alguna vez recibiría—. Ya me reuní con los abogados y
está hecho. Solo necesito que vengas el domingo para firmar unos papeles.
—Madre… —Cerré los ojos, masajeándome las sienes.
—Sé que ese primo tuyo cuida al niño los domingos por la tarde, por lo que
sé que tienes tiempo. Por favor, ven al almuerzo. Quédate diez minutos para
firmar los papeles y luego puedes marcharte.
Maldita sea, la mujer ni siquiera podía decir el nombre de Sean, ¡y era su
sobrino!
—No creo que…
—Tengo el anillo de la abuela para ti, la esmeralda, de Egipto.
Me detuve, conteniendo el aliento. Sean y yo compartimos una mirada
asombrada. Él rápidamente puso la línea en silencio y susurró por lo alto—: ¿El
anillo de la abuela Lillian? Tienes que ir. Ve a buscar ese anillo. Ve.
Nunca conocí a Lillian Cassidy, dado que la abuela de mi padre falleció
antes de que naciera, pero mi padre solía mostrarme el anillo y decirme que sería
mío. Eso fue antes de que abandonara a nuestra familia hace años. Él siempre
dijo que le recordaba a su abuela Lily.
Cuando se fue, y fue claro que no regresaría, no volví a pensar en ello,
aunque vi a mi madre usarlo ocasionalmente.
—¿Estás allí?
Sean le sacó el silencio al teléfono, lo contoneó y gesticuló con la boca—:
Ve al almuerzo.
—Está bien —dije con los dientes apretados—. Bien. Iré. Te veré el
domingo. —Hice una nota mental de llamar a Josey y cancelar o posponer
nuestro plan semanal de ir por un café.
—Maravilloso. Te veo entonces. No llegues tarde. Adiós. —Y con eso, colgó.
Dejé escapar un suspiro cansado mientras Sean depositaba mi celular
sobre la encimera.
—Esa mujer. —Mi primo colocó las manos en sus caderas—. Es causante
de úlceras y alcoholismo.
Resoplé una risa triste y negué con la cabeza justo cuando un golpe sonó
en la puerta de entrada. Sean volteó la cabeza hacia el sonido.
—¿Puedes responder por mí? Lo siento, todavía tengo que terminar aquí.
—No hay problema, cariño. Tómate tu tiempo. —Dándome una mirada
más empática, se volteó y dejó el baño.
Busqué mi lápiz labial, intentando no pensar demasiado en la llamada. No
quería hacerme ilusiones sobre el anillo, y ¿cómo se enteró sobre Bryan?
Mientras aplicaba color a mis labios, escuché los sonidos distantes de Sean
al abrir la puerta y saludar a William. Me llegaron sus murmullos y voces bajas.
Rápidamente polvoreé mi maquillaje y eché un poco de perfume sobre mis
muñecas.
Apartando los pensamientos de mi madre, no me tomé un segundo para
estudiar mi reflejo. En su lugar, me apresuré a la habitación de Patrick y le di a
mi hijo un fuerte abrazo y un beso.
—¿Estarás bien con el Monkey Sean?
Asintió, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello. —Comeremos
bistec y luego me enseñará cómo hacer un nudo demonio.
—¿Un nudo demonio?
—Sí. Con mi corbata de moño.
Un nudo demonio… un nudo de moño.
Mi primo era ridículo y lo amaba demasiado.
—Ah. Está bien. Pórtate bien.
Dejé a Patrick coloreando en su habitación y me dirigí a la sala, pero luego
me detuve.
Porque William y Sean no estaban solos.
—Bryan —dije con un jadeo, atrayendo los tres pares de ojos hacia mí—.
¿Qué haces aquí?
No respondió de inmediato. Sus ojos se hallaban muy abiertos y
sorprendidos cuando vio mi apariencia, arrastrando a lo largo de mis tacones
altos, piernas desnudas y un vestido de seda ajustado. Conscientemente, me miré
de nuevo, tirando del dobladillo.
La voz de Bryan sonaba distraída; como si estuviera hablando solo,
comenzó—: Santa mie…
—Te ves genial. —William se paró frente a su compañero de equipo y me
dio una sonrisa cálida, aunque serena.
Fruncí el ceño a William, luego a Bryan, o lo que pude ver de él detrás de
William, y luego a Sean, que inspeccionaba mi techo.
Mi ceño se profundizó. —¿Que está pasando?
—Oh —trinó Sean, impregnando su tono con forzada ligereza—,
Simplemente pensé que ya que ibas a salir, Patrick, Bryan y yo podríamos tener
una noche de hombres. Ya sabes, revisar el último catálogo de Dolce & Gabbana,
jugar un partido amistoso de Mario Kart, enseñarle a Patrick a engancharse en
una pelea. Lo normal.
Mirando a mi primo y su falsa expresión de inocencia, solté un suspiro
angustiado. —Sean, deberías haber discutido esto conmigo primero.
—Ah, pensé que lo había hecho. —Bryan esquivó a William, sonando
apologético—. Lo siento, puedo irme.
Tragándome el nudo repentino en mi garganta, me enderecé, porque su
voz envió espinas corriendo por mi piel.
Sus palabras de principios de semana me asaltaron.
No puedo dejar de pensar en ti...
Cuando me sentí preparada, volví mi atención hacia Bryan. Su expresión
era verdaderamente arrepentida y preocupada.
Al verlo, vestido tan informalmente con jeans y una camiseta blanca, con
el cabello alborotado como si todavía no lo hubiera cepillado, su mandíbula
sombreada con barba de dos días, no debería haber hecho que mi pecho estuviera
tenso y adolorido. Pero lo hizo. Él lo hizo.
Mi corazón se derritió y suspiré nuevamente, rechazando su oferta. —No.
Es... está bien.
Bryan dio un paso completo alrededor de William y se acercó a mí,
agachando la cabeza cuando vio mis ojos y me dio una sonrisa pequeña sincera.
Mis entrañas se retorcieron y se reorganizaron en nudos caóticos.
—Oye. No hay problema —dijo con dulzura—. Pensé que Sean lo aclaró
contigo, pero no es gran cosa. Puedo irme. Te veré mañana, en cualquier caso.
Puedo esperar.
—No. No hagas eso. Deberías quedarte y visitar a Patrick. —Le di a Bryan
una sonrisa rápida y apretada, y caminé a su alrededor, moviéndome ciegamente
hacia la puerta y diciéndole a Sean—: Ya le dije buenas noches a Patrick. Te...
veré más tarde.
Sentí el peso y la calidez de una gran mano en mi espalda cuando William
se inclinó y susurró—: Realmente te ves estupenda.
Le sonreí. —Gracias.
—Diviértanse —dijo mi primo, empujando mi chaqueta hacia mí, sus
rasgos impenitentes mientras lo miraba desde el rabillo del ojo. Para William,
agregó—: Pero no demasiada diversión.

Realmente nos divertimos.


En lugar de organizar su armario, fuimos a cenar, y luego a un club
cercano a tomar unas copas; ambos tuvimos agua tónica, no ginebra.
William no habló mucho, pero sí hizo muchas preguntas. Sin embargo,
cuando le pregunté sobre él mismo, no fue especialmente vociferante con sus
respuestas.
—¿De dónde eres en los Estados Unidos?
—Kansas.
—Oh. Nunca he estado en Kansas. ¿Lo extrañas?
—A veces —evadió—. ¿A dónde fuiste a la escuela?
—Uh, Boston. Amo Boston.
—Dime.
Así que lo hice.
Y eso resumió nuestra noche.
Él no era un hablador, pero era un gran oyente. Seguía haciendo
preguntas incluso mientras me acompañaba a mi puerta.
—¿Cómo era Sean al crecer? —preguntó, abriendo la puerta de mi edificio
y colocando su mano sobre la parte baja de mi espalda.
—Oh, ja, ja. —Negué con la cabeza, mi sonrisa automática—. Básicamente
lo mismo que es ahora.
—¿En serio?
—Sí. Cuando tenía ocho años, todo lo que quería para Navidad era un traje
italiano.
William rio entre dientes, en la medida que William reía entre dientes y
parpadeaba una vez lentamente. —Ya lo creo.
—En realidad —corregí—, también se hallaba obsesionado con el catálogo
de SkyMall. Le encantan los aparatos, lo cual es genial para mí, porque siempre
sé qué regalarle. Cuanto más extraño sea el aparato, más le encantará.
—¿Como qué?
—Um, veamos. Como una máquina de waffles que también calienta tu
jarabe de arce.
—Eso no es tan raro. Eso es genial.
—Está bien, entonces, ¿qué tal una capsula de serenidad para gatos? —
Retiré mis llaves y miré hacia la puerta de mi apartamento, medio esperando,
medio desesperada de que Bryan ya se hubiera ido.
—¿Una qué?
—Una cápsula con iluminación ambiental que hace sonidos ronroneantes
y vibra. Es como una pequeña cama, pero más moderna, para tu gato.
—Él no tiene un gato.
—No importa. A él le hubiera encantado.
Abrí la puerta, mis ojos aún en William y su sonrisa. Fue la sonrisa más
grande que me había dado en toda la noche e iluminó toda su cara, hizo que sus
rígidos ángulos se suavizaran.
—¿No lo conseguiste? —preguntó, deteniéndose en el pasillo.
—No, por desgracia. Cuesta mil euros.
—¿Mil euros? —repitió William, la incredulidad goteando de las palabras.
—¿Qué cuesta mil euros?
Miré sobre mi hombro y me puse rígida, retrocediendo un paso por
instinto.
Bryan seguía allí. Y bostezaba, como si hubiera estado durmiendo,
pasándose la mano por el cabello desordenado.
—Una capsula para gatos —respondió William fácilmente, sacudiendo la
cabeza—. Sean quiere una cápsula para gatos para Navidad.
—¿Por qué? —La voz de Bryan sonaba ronca por el sueño, y sus ojos
rebotaban entre nosotros—. ¿Pensé que le gustaban los perros?
William se acarició la barbilla pensativamente. —Creo que deberíamos
conseguirlo para él.
—Estoy de acuerdo. —Bryan se adelantó, una sonrisa burlona tiró a un
lado su boca llena. Sus ojos se deslizaron hacia mí y se calentaron—. Hola.
—Hola —dije, dando otro paso automático lejos de él, mi espalda
conectando con la pared justo dentro de mi apartamento.
Bryan continuó avanzando hasta que estuvo a mi lado, su mirada
moviéndose sobre mi cuerpo descaradamente, pero sin decir nada.
Un largo, incómodo momento se extendió, donde todos intercambiamos
miradas cada vez más incómodas, pero no se dijo nada. O tal vez solo mi mirada
era incómoda. El calor se arrastró por mis mejillas y mi corazón latía
amenazadoramente entre mis oídos. No podía pensar qué decir cuando un
minuto tortuoso se convirtió en dos.
Finalmente, finalmente William tomó mi mano, atrayendo mi atención
hacia él. —Gracias por esta noche. —Tiró de mí hacia delante y me dio un casto
beso en la mejilla, diciendo—: Eres buena persona, Eilish.
—Gracias, William. —Sonreí suavemente mientras soltaba mi mano. Dio
un paso atrás hacia el pasillo.
—Te veré el lunes —dijo William, sus cálidos ojos marrones todavía en los
míos.
Pero antes de que pudiera responder, Bryan dijo—: Síp. Ella te verá el
lunes. —Y cerró la puerta.
Mi boca cayó abierta y miré a Bryan, conmocionada, horrorizada por su
rudeza, cuando escuché una baja risa retumbante, una carcajada desde más allá
de la puerta y William gritó—: Dale su merecido, Eilish.
Bryan me sonrió, sus ojos verdes bailando con diversión.
—¿Vas a dejar que lo tenga? —bromeó, e hizo que la pregunta sonara
inequívocamente escandalosa.
Tomé una respiración profunda por paciencia, mi atención moviéndose
hacia el techo mientras silenciosamente apelaba a un poder superior, y pasé
junto a él a la sala de estar. —No. Y puedes irte ahora.
—Lo siento. —Bryan me siguió. Sentí su presencia cerca de mi espalda—
. Los muchachos en el equipo, siempre nos damos mierda.
Ignorando su excusa de mala calidad y su disculpa, me volví hacia la
cocina, agarré un vaso y abrí el grifo. —¿Está Sean aquí?
—No. Se fue hace una hora —susurró Bryan.
Asentí firmemente, dándome cuenta de que todo estaba muy oscuro. Y,
además de un Patrick dormido al otro lado del apartamento, estábamos solos.
En la oscuridad.
Mi corazón dio un vuelco.
Tragué mi agua demasiado rápido. Goteó por mi barbilla y en mi vestido.
—Oh, hola. —Bryan entró en mi espacio mientras alejaba el vaso; limpió
suavemente mi barbilla con su pulgar, sus dedos enroscándose alrededor de mi
cuello—. ¿Will no te hizo emborracharte, verdad?
Negué con la cabeza, mis ojos parpadearon hacia él y luego se alejaron. No
podía sostener su mirada. Y se encontraba demasiado cerca. Y tocándome.
En la oscuridad.
¿Cómo llegué aquí?
Nuevamente, el momento se estiró. En lugar de incómodo, se sintió...
adecuado con anticipación. No podía pensar, y culpé al peso de sus ojos sobre mí,
el calor de su mano en mi cuello, calentando mi sangre. Apenas podía respirar.
¿Cómo llegué aquí?
Fui muy cuidadosa.
Muy cuidadosa.
—Lo siento —susurró, todavía tocándome, cambiando su peso de un pie al
otro.
—¿Por qué? —La pregunta salió antes de que pudiera atraparla.
—Por tantas cosas. Por no invitarte a salir en la fiesta de Will hace meses,
porque quería hacerlo. Por no besarte de vuelta, porque realmente quería
hacerlo. Pero sobre todo —Hizo una pausa por un momento, su pulgar
recorriendo mi mandíbula—, sobre todo por hacerte pensar que eres algo más
que magnífica e inolvidable.
Oh.
Bien entonces.
—No estoy saliendo con William —solté y cerré mis ojos, intenté
distanciarme mientras el estridente caos de mi mente hacía eco en el latido de
mi corazón.
—¿No lo estás? —Parecía sorprendido.
—No. No estoy.
¿Qué estoy haciendo? ¿QUÉ ESTOY HACIENDO?
—Pero ustedes dos acaban…
—Como amigos. —Tragué la última palabra, poniendo mis manos en
puños.
No dijo nada, pero algo cambió. ¿Su respiración quizás?
Abrí mis ojos para encontrar que se acercó. Nuestros pechos rozándose. Mi
aliento se detuvo. Levanté la mirada y él la atrapó. Estaba oscuro, pero tan cerca
que podía verlo. Observé cómo un conflicto interno se desataba en su interior, su
mirada fulminante sobre mi rostro.
Y entonces, de repente, envolvió un brazo alrededor de mi cintura, aplastó
mi cuerpo contra el suyo, y gruñó. —A la mierda. —Justo cuando su boca reclamó
la mía.
Traducido por Corazon_de_Tinta & Mave

Bryan
M i planta de interior seguía viva. Segura en casa. Regada esta tarde.
Podría permitirme tener esto, tenerla a ella. Podría…
Dios.
¿Por qué tenía que sentirse tan bien? Nací con una personalidad adictiva,
por lo que, cuando una mujer se sentía tan asombrosa como Eilish, estaba
acabado, y ninguna mujer jamás se sintió como Eilish. Tocarla era una batalla
perdida, y me rendí por voluntad propia.
Ella dejó escapar un suspiro tembloroso cuando moví la boca desde la suya
hasta el hueco de su cuello, chupando y lamiendo el lugar cálido, intentando
consumir cada pulgada de ella. Me sentí frenético, como si el tiempo estuviera
corriendo y no tuviera esta oportunidad de nuevo.
Quería más de sus suspiros. Más fuerte. Quería que dijera mi nombre, que
fuera el único nombre que murmurara.
Volví a deslizar los brazos alrededor de su cintura, empujé su cuerpo
contra el mío y presioné mi boca en la suya, esta vez más profundo, abriéndola.
Se derritió por mí, tal y como fantaseé. La tela del vestido era tan jodidamente
fina que podía sentir sus pezones restregándose contra mi pecho. Me volvió loco.
—Bryan —murmuró ella, mi nombre un leve suspiro de sus labios.
Dilo de nuevo.
Estaba dejando que la besara. No solo eso, me respondía. Quería esto. Me
quería.
No iba a presionarla. Iba a llevar las cosas con calma, aunque pudiera
desnudarnos en cuestión de segundos. Necesitaba comportarme y, aun así, mis
manos viajaron cada vez más abajo hasta que alcanzaron sus muslos. Sin pensar,
la alcé y sus piernas me rodearon la cintura.
Sin romper nuestro beso, la llevé de la cocina a la sala, depositándola en
el sofá, y me acomodé entre sus piernas abiertas. Me hallaba duro como una roca.
Contuvo la respiración y se quedó quieta por un segundo, solo… sintiéndome. Un
gemido lento y desesperado escapó de su boca. Apreté la mandíbula y mecí
suavemente mis caderas; mi polla se alojó en el centro de su calidez. Me sentía
desesperado, pero no solo porque fui célibe por tanto tiempo.
Me sentía desesperado por ella.
Mis manos temblaron.
Me separé lo suficiente para jadear. —Te deseo. —Y luego regresé sobre
ella.
—También te deseo —susurró con una exhalación. Me sentí gigante,
invencible.
Nos besamos por lo que parecieron años. Su vestido se arremolinó en sus
caderas pero seguíamos completamente vestidos. Extrañamente, era suficiente.
Podía besarla por horas.
Acuné su rostro con las manos y la devoré, intentando no pensar en sus
piernas largas y desnudas envueltas a mí alrededor. No la toqué allí. No podía.
No si quería mantener el control. Ladeando su cuello, mordí y alivié su piel, ebrio
por su sensación y su gusto. Abrí los ojos y sus mejillas se veían sonrojadas, el
cuello expuesto, los ojos todavía cerrados. Estaba completamente perdida en
esto, en nosotros. Al igual que yo.
Me mecí contra su cuerpo nuevamente y mis bolas se tensaron. Podía
venirme en cualquier momento. Apenas la había tocado y ya estaba por acabar
en mis pantalones. Juzgando por los sonidos que hacía, Eilish se sentía igual de
encendida que yo.
—Por favor. —Gimoteó cuando me incliné sobre su cuello una vez más y
me moví hacia abajo, depositando besos en su escote, muriendo por la vista de
sus pequeños pezones duros tensándose contra su vestido y rogando por mi boca.
Alcé la vista. Su cabello pelirrojo se desparramaba por su cabeza como un halo
salvaje. Era hermosa. Feroz. Gloriosa.
No pude evitarlo. Mordí con fuerza su pezón a través del vestido y dejó
escapar un gemido sobresaltado. Sonreí y chupé la tela sedosa mientras ella se
retorcía debajo de mí. Sus ojos estaban completamente abiertos ahora,
contemplándome con lujuria y deseo. Su pecho subía y bajaba con rapidez, su
piel cubierta de carne de gallina. Volví a mover las caderas, empujando mi
erección contra ella, y se sacudió abruptamente.
—¡Bryan! —Mi nombre escapó de sus labios con un jadeo agudo.
Mieeeeerda.
El cuerpo de Eilish tembló mientras la observaba con deseo. Volví a
morder su pezón. Suspiró y reconocí la mirada de alegría placentera en su rostro.
Se vino.
La hice correrse sin siquiera quitarle la ropa. Jesús. Se encontraba dócil y
obediente cuando le devoré la boca en otro beso, empujándome contra ella,
prolongando su orgasmo. Me gustaba así: abierta, necesitada, dulce.
¿Cómo diablos me olvidé de ella? ¿De esto?
La tomé en mis brazos, sentándome en el sofá y ella me siguió
voluntariamente, acomodándose en mi regazo como un gatito satisfecho. No
podía dejar de besarla, mi propia necesidad de acabar pasando a un segundo
plano. En ese momento, estaba demasiado obsesionado con ella. Por lo general,
ella era cerrada, dura, pero ahora me ofrecía algo inusual: vulnerabilidad.
Confianza.
Nuestro beso fue profundo al principio, pero luego se convirtió en pequeños
besitos mordiscos. Sus labios lucían rojos e hinchados. Sus manos viajaron por
los músculos de mi cuello y bajaron por mis hombros y espalda. Su toque suave
era cariñoso, gentil.
¿Cuándo fue la última vez que me tocaron de esta manera?
¿Acaso alguna vez fue así?
Cristo, sonaba como una niña adolescente.
La deseaba.
Sus caricias encendieron un nuevo fuego en mis venas, convirtiéndose en
frenesí, y de pronto apenas podía respirar de lo mucho que la deseaba. Aunque
nada me hubiese gustado más que llevar a Eilish a su habitación y hacerle el
amor por el resto de la noche, no podía hacerlo.
Todavía no.
Se sentiría abrumada por la mañana. Incluso arrepentida. Me
aterrorizaba la idea de que pudiera lamentar algo que ocurriera entre nosotros.
Quería que esto funcionara y, para que eso ocurra, debía tomármelo con calma.
Y no solo por ella. También por mí. Una relación, una relación sobrio, era un
territorio desconocido para mí. La empujé contra el casillero, la mandé a volar.
No cometería el mismo error esta noche. No quería probar sus límites antes de
saber con exactitud qué pasaba entre nosotros.
Tenía que irme.
Y si no lo hacía ahora, no lo haría más.
—Debería irme —le dije entre besos. Sus ojos se cerraron nuevamente.
Amaba cómo se perdía en mí.
—¿Eh?
—Es tarde, cariño. Debería irme a casa —repetí, mi voz tensa, mis
palabras no coincidían con mis acciones porque no dejé de besarla. Mis manos
apretaron sus caderas.
—¿Irte? —murmuró ella y finalmente abrió esos hermosos ojos. Ladeó la
cabeza, confundida.
—Sí. Irme —repetí con los dientes apretados.
Eilish pareció recomponerse porque se encogió, separándose y
acomodando su falda. —No, tienes razón, es tarde.
La observé con el corazón encogido por la frustración mientras su hermoso
sonrojo de alegría y placer se convertía en uno de vergüenza.
—Oye —susurré, acunando su mejilla—. No te presionaré para que hagas
algo de lo que puedas arrepentirte en la mañana.
Parpadeó, contemplándome.
Di que quieres que me quede.
Di que no lo lamentarías.
Di que nunca podrías lamentarlo.
No lo hizo. Solo asintió y respondió con voz temblorosa—: Ajá. Está bien.
Seguro.
Me detuve, solo un segundo, un momento de duda durante el cual me
sumergí en la sensación de ella bajo mis dedos, su calidez, su aroma. Quizás
podría quedarme. Quizás podría subirle la falda y tocarla, quitarle la ropa
interior y probarla.
Maldito Jesucristo.
Mis pulmones ardían cuando me puse de pie, cada poro rechazaba la idea
de dejarla ahora cuando estaba lista para mí. Pero tenía que hacerlo. No era el
mismo hombre que cuando nos conocimos. Ahora era un adulto. Era padre, por
el amor de Cristo. E iba a demostrar algo de decoro… incluso si jodidamente me
mataba.
Ella me siguió y, cuando llegué a la puerta de entrada, la abrí y me volteé
para observarla. Su cabello lucia despeinado, sus labios rosas y tiernos, y su
vestido todo arrugado y revuelto aunque había intentado acomodarlo.
Era perfecta.
Simplemente…perfecta.
¿Por qué tenía que ser tan jodidamente maduro ahora?
Pero sabía el por qué.
Sabía que para tener algo duradero con Eilish tenía que dejar de ser
codicioso. No presionarla. Dejarla marcar el ritmo. Nuestros ojos se encontraron
por quién sabe cuánto tiempo, como si estuvieran buscando las respuestas que
ninguno de los dos estaba listo para dar.
—Te veré mañana. —Asentí una vez, haciendo una promesa.
Dejó caer la vista al suelo. —Claro, suena bien.
—Oye —dije y me acerqué para tocar su mejilla una vez más—. ¿Estamos
bien, Eilish?
Esos ojos tan intensos miraron profundamente en mí, desgarrándome el
corazón. Nunca me cansaría de ellos, ni en un millón de años. No estaba seguro
de cómo interpretarla, pero rezaba a Dios que no se resistiera a sus deseos. Me
deseaba a mí.
No lo arruinaría. No podía arruinarlo.
—Sí, estamos bien, Bryan. Tienes razón. Debes irte.
Alivio. Dulce, dulce alivio. No lo arruiné.
Me incliné, deposité un dulce beso en sus labios y luego me marché. A
regañadientes. Cada parte de mi quería quedarse y hacerle cosas salvajes a mi
linda chica.

—Traje la cena —grité con una sonrisa mientras entraba a la casa de


mamá, una bolsa de comida india para llevar en mi brazo.
Hubo movimiento en la sala y mi madre arrastró los pies hasta
encontrarme, arrojando un balde de agua fría sobre mi humor dudoso.
—Bryan. Eso huele delicioso. Vamos, vamos —graznó ella, haciendo un
gesto hacia la cocina.
Luego de mi dulce encuentro con Eilish anoche, me sentí bastante bien
sobre la vida en general. Cuando me fui a dormir, reproduje cada momento,
recordando sus gemidos, cómo se sentía, cómo respondía a mi toque. Besarla era
divino. Probarla debía ser incluso mejor.
Pero entonces, cuando llegué a su departamento hoy para visitar a
Patrick, no se encontraba a la vista. Sean me saludó en la puerta, pero no dijo
nada sobre el paradero de Eilish. No había regresado para cuando me marché.
Y ahora esto.
Seguí a mi madre, asimilando su apariencia. Su cabello parecía que no
había visto un peine en días y usaba una bata sobre lo que estaba seguro que era
un camisón. También apestaba a alcohol. Alcohol rancio. Emanaba de sus poros.
La mayoría de las veces era una bebedora funcional, pero cada tanto tenía
períodos como este donde apenas salía de la casa. Mi pecho dolía por ella, porque
estuve ahí. Ella me enseñó cómo, después de todo. La única diferencia era que
yo tuve la fuerza para cambiar. Ella no.
Odiaba cuando terminaba así pero, al mismo tiempo, había un destello de
furia en mí. Algunos días deseaba que se recompusiera y actuara como una
adulta. Actuara bien. Me dejara centrarme en mi por un momento en lugar de
estar preocupándome constantemente por ella.
Vine para contarle sobre Patrick, pero ahora no estaba seguro. Había
planeado discutirlo primero con Eilish, pero no pude dado que ella desapareció.
Mi madre no parecía preparada para escuchar que tenía un hijo, que ella tenía
un nieto.
—Desembolsa la comida mientras agarro unos platos. —Se volteó para
buscar en la alacena. Sabía con solo echar un vistazo al lugar que todos los platos
estaban sucios. El lavabo se encontraba repleto.
Mamá dejó escapar un suspiro irritada cuando descubrió este hecho,
girándose y brindándome una mirada avergonzada. —Es-estuve enferma —
mintió—. ¿Quizás podríamos comer de los envases?
La contemplé. La observé y observé. Era un desastre. Lo sabía. No podía
cambiarla, también sabía esto. Pero diablos si no quería sacudirla para hacerla
entrar en razón, gritarle, amenazarla hasta que aceptara que iba a cambiar.
En su lugar, apreté la mandíbula. —Ve a tomar una ducha y me encargaré
de los platos, luego comeremos.
—Pfff. —Resopló, desestimándome—. Me ducharé más tarde. Comamos
ahora.
Intentó tomar la bolsa pero se la quité. —No comeremos hasta que te
hayas duchado y vestido con ropa limpia. Ropa de verdad, mamá, no pijamas.
Su labio tembló y, al instante, sentí una punzada de culpa. Desde que
estaba sobrio, a veces era demasiado duro con las personas. Pero ser demasiado
amable, demasiado fácil de tratar, era lo que nos llevó aquí en primer lugar.
Quizás si no la hubiera consentido todos estos años ella no estaría tan cómoda
viviendo así.
Su expresión se endureció y cruzó los brazos sobre su pecho. —Si viniste
aquí para darme órdenes, puedes marcharte. He tenido una semana difícil y no
necesito esto ahora.
—¿Qué tanto?
Arrugó el entrecejo. —¿Qué tanto qué?
Apoyé ambas manos en la encimera. —¿Qué tan difícil fue tu semana?
Apartó la mirada, su labio temblando ligeramente. —Tu padre se
comprometió.
Mis ojos se ampliaron. —¿En serio?
Asintió, su garganta subía y bajaba mientras tragaba. —Con una fulana
de veinticinco años.
Suspiré y me dejé caer sobre un taburete. No era la primera vez que mi
papá volvía a casarse. De hecho, si contaba correctamente, esta sería su cuarta
esposa. Mamá fue la primera, pero él la dejó cuando yo era pequeño. No lo
comprendí en ese momento, pero sabía que no era un mal hombre. Solamente no
le gustaba que sus mujeres fueran mayores de treinta. No buscaba una gran
calidad.
Pero gracias a su carrera como juez del tribunal superior, siempre tuvimos
dinero cuando era pequeño. Hubiera sido mejor tener una presencia masculina
en mi vida, alguien que me demostrara que armar fiestas todas las noches de la
semana no era lo adecuado. Alguien que se preocupara por mí.
La miré serio. —Y en unos años probablemente la reemplazará por un
modelo más joven, también. No vale la pena que te molestes por ello.
Sollozó. —Sí, lo sé. —Una pausa mientras hacía un gesto hacia ella
misma—. No siempre fui así.
Su declaración me sorprendió, y sentí que mis cejas saltaban.
Normalmente, este tema quedaba fuera de los límites. Fue ignorado, barrido
debajo de la alfombra.
Sabía un poco de cómo comenzó a beber, pero no todos los detalles
sangrientos. Su primer amante, que era diez años más joven que mamá, quedó
embarazada. Papá rápidamente dejó a mamá para criar al bebé, pero resultó que
no había bebé.
La mujer hizo todo para conseguir lo que quería, y lo hizo. Papá se casó
con ella, luego, por supuesto, se divorció de ella varios años después. De todos
modos, el abandono y posterior divorcio fue lo que inició el alcoholismo de mi
madre. Cuando se enfermaba de verdad, verdaderamente borracha, a veces le
gustaba hablar sobre la saga del embarazo falso. Esa es la única razón por la que
lo sabía.
Y sí, la ironía no se perdió en mí. Mi papá dejó a un niño pequeño que
apenas veía para criar a otro bebé. Tal vez se merecía ser estafado. Idiota.
—¿No? —le pregunté, mi corazón latiendo más rápido con esperanza. Si
pudiera hacer que ella hablara más, admitir que tenía un problema, entonces tal
vez…
—Cuando tu papá me dejó, sentí... —Se hundió en una silla, sus codos
golpeando la mesa de la cocina con tanta fuerza que me estremecí—. Que no era
suficiente para él, Bryan. No fui lo suficientemente buena.
—Mamá.
—Pero no me sentí mal por mí misma. No. No lo hice. Me sentía enojada.
—Inhaló, limpiándose la nariz mientras enderezaba la espalda, haciéndola recta
y rígida—. Decidí que le enseñaría. Le mostraría que se equivocó. Yo era mucho
más de lo que él podía manejar. Odiaba las fiestas; ¿alguna vez te dije eso? Tu
padre, las amaba. Le encantaba cuando bebía, dijo que me hacía divertida. Me
hacía parecer más joven, despreocupada.
Me mordí el labio para no interrumpir mientras las palabras salían de sus
labios.
—Lo vi la semana pasada… en una fiesta. —Soltó una risa amarga, sus
ojos se humedecieron con lágrimas—. ¿Y sabes lo que me dijo? Dijo que me dejó
todos esos años porque yo era una borracha. Me llamó una vergüenza, una mujer
perdida.
Apreté los dientes contra el rápido dolor en mi estómago, porque recordé
esta agonía. Recordé el día que toqué fondo, cuando el entrenador Brian me
encontró boca abajo en el suelo del baño antes de un juego. Fue la gota que colmó
el vaso en una larga cadena de mal comportamiento. Me dio el ultimátum que
necesitaba: estar sobrio o ser expulsado del equipo.
Aunque quería proteger a mi madre, también sabía, si alguna vez iba a
cambiar, que ella tenía que encontrarse cara a cara con su peor momento.
Necesitaba a alguien que le diera la mano dura que el Entrenador Brian me dio.
—Mamá.
—No tienes que mentirme, Bryan. Yo sé lo que soy.
—Bien. —Me puse de pie, con las manos colgando a los lados—. Y yo solía
ser el mismo. Solía ser un desperdicio, pero cambié. Tú también puedes.
Sacudió su cabeza. —Es demasiado tarde para mí. Apenas puedo estar dos
horas sobria antes de comenzar a anhelar un trago. Eres mucho más fuerte que
yo. Siempre lo fuiste.
Extendí la mano para tocar su hombro. —Eso no es cierto. Eres más fuerte
de lo que crees.
Dejó escapar un suspiro. —Sí, bueno, tal vez simplemente no lo quiero lo
suficiente.
Me dolió el pecho al escuchar la desesperación en su voz. —Mamá, déjame
ayudarte.
—Escucha, tal vez iré a tomar esa ducha —dijo, interrumpiéndome
mientras se levantaba y se apartaba de mí.
Fruncí el ceño, observándola mientras salía de la habitación. Siempre
hacia eso. Ponerle fin a las cosas tan pronto como la conversación sea demasiado
real. Podía hablar de lo mundano hasta que las vacas llegaran a casa, pero nunca
las cosas que realmente importaban. Ella. Ella importaba.
Un minuto después, escuché que el agua subía al piso de arriba, así que
comencé a limpiar la cocina. Ya había hecho esto antes, demasiadas veces para
contar.
¿Cuántas veces más lo haría?
Cuando regresó, llevaba su cabello mojado dividido en el medio y
prolijamente peinado. También se vistió con un top limpio y un par de pantalones
largos.
—¿Hambrienta? —pregunté.
—Muriendo de hambre.
Repartí la comida y comimos en silencio durante unos minutos. Al ver su
estado cuando llegué, supe que contarle sobre Patrick habría sido un desastre.
Después de todo, Eilish tuvo razón en esperar a contarme hasta que tuviera mi
vida en orden.
Pero pensando en ello ahora, tal vez sería bueno decirle. Tal vez la idea de
tener un nieto le daría un pequeño impulso para cuidarse mejor. Darle una meta
para trabajar, de la misma manera que el que no me despidieran fue mi objetivo.
Me aclaré la garganta. —Yo, um, tengo algunas noticias.
Levantó la vista de su comida. —¿Oh?
—No estoy muy seguro de cómo decirte esto, pero recientemente tuve un
poco de shock.
Mama se tensó, sus rasgos mostraban preocupación. —No estás enfermo,
¿verdad?
—No, no, nada de eso. Yo solo, bueno… —Dudé, luego decidí que lo mejor
era soltar la bomba y lidiar con las consecuencias tal como llegaran—. Tengo un
hijo.
Su tenedor cayó a su plato con un ruido mientras me miraba boquiabierta.
—¿Un hijo?
Sonreí, pensando en el loco niño que todavía estaba conociendo. —Sí, tiene
casi cinco años.
—Pero... pero, pero, ¿cómo?
—Su madre, Eilish, era muy joven y se sentía asustada en ese momento,
y yo estaba, bueno, creo que ambos sabemos que no me encontraba en condiciones
de convertirme en padre, por lo que mantuvo el embarazo en secreto.
Recientemente, nuestros caminos se cruzaron de nuevo. Creo que todo había
estado pesando en su conciencia. Al ver que cambié, ya no era… —No pude
terminar la frase porque ya no era un borracho idiota, así que en su lugar dije—
: Había sentado cabeza, así que decidió revelar la verdad.
—Oh, Dios mío, Bryan. Eso es una locura. —Me miró con los ojos muy
abiertos, la boca abierta por el impacto—. ¿Cómo te sientes al respecto? Quiero
decir, ¿cómo te sientes con él?
—¿Sabes lo que es loco? Me siento genial. Él es mi viva imagen, y lo amé
tan pronto como lo miré. Simplemente se siente bien que esto haya sucedido
ahora, ¿sabes?
Mamá me dirigió una mirada escéptica, como si sopesara sus palabras.
Tenía la sensación de que quería expresar sus dudas, al igual que Sarah, así que
saqué mi teléfono. Ojeando mis fotos, me detuve en una selfie que tomé con
Patrick el otro día y la empujé sobre la mesa para ella.
—Este es él. Su nombre es Patrick.
Mamá levantó el teléfono, con los ojos muy abiertos. No existía duda de la
semejanza, y en un instante vi sus dudas borradas. Se llevó la mano a la boca y
le brillaron los ojos.
—Es hermoso, Bryan —susurró—. Y se parece a ti.
Sonreí con cariño. —Lo sé.
Miró fijamente la imagen por un largo momento, luego me devolvió el
teléfono. —¿Cuándo puedo conocerlo?
La estudié, vi la autoconciencia en su rostro, la incertidumbre. Ella no
creía que iba a dejarla conocer a Patrick. Y la verdad era que no, actualmente no
se hallaba en condiciones de todos modos.
—Tienes que recuperarte primero —le dije con voz suave pero firme.
Sus labios se torcieron en una sonrisa amarga. —¿Así que vas a usar a mi
nieto contra mí? ¿Lo mantendrás sobre mi cabeza hasta que haga lo que quieres?
Me resistí a poner los ojos en blanco y, en cambio, apreté mi mandíbula.
Mano dura, Bryan. Debes darle un poco de mano dura. —Deja de sentir pena por
ti misma.
—Eres como tu padre —escupió, levantando la barbilla con orgullo—.
Pensando que puedes controlarme para hacer lo que quieres.
Perdí la paciencia ante eso, gruñí en respuesta. —Sabes que esto es lo
mejor para ti. Si no dejas de beber por ti o por mí, hazlo por tu nieto. —Golpeé
mi palma sobre la mesa, haciendo que se estremeciera y bajara la mirada—.
¿Quieres vivir lo suficiente para verlo graduarse en la universidad, verdad?
Una lágrima rodó por su mejilla y su labio tembló. —Sí.
—Entonces déjame ayudarte. —Suavicé mi voz, frotando mi mano sobre
mi rostro—. Tengo la ventaja de haber pasado por todo yo mismo. Sé lo que te
espera, y sé cómo ayudarte a tener éxito, pero debes quererlo.
—Soy vieja. —Negó con la cabeza—. No va a ser lo mismo para mí como lo
fue para ti.
Extendí la mano sobre la mesa y tomé sus manos con las mías. Se sentían
pequeñas, frágiles. —No eres vieja, mamá. Tienes apenas cincuenta y cinco.
Cincuenta son los nuevos treinta.
Sonrió a medias, sin decir nada.
Apreté sus manos.
—Nos ocuparemos de los obstáculos que surjan.
Se encontró con mis ojos, sin hablar por un momento, y finalmente asintió.
Fue un asentimiento vacilante, uno que carecía de confianza. Necesitaba
construirla de alguna manera, mostrarle que el cambio era posible. Que podía
hacer cualquier cosa que se propusiera.
Y si Patrick era la razón para comenzar a limpiar sus actos, entonces que
así sea.

Cuando llegué a casa esa noche, Sarah se encontraba sentada sobre la


pared frente a mi edificio de apartamentos. Acababa de sacar mis llaves cuando
la vi. Vestida con pantalones caqui y una chaqueta marrón, casi se mezclaba con
el paisaje. Dejé escapar un suspiro medio culpable, medio irritado y me dirigí
hacia ella.
Me sentía culpable porque desde que le conté sobre Patrick, había estado
evitando sus llamadas. Y me sentía irritable porque sabía sin lugar a dudas que
el niño era mío y que me persiguiera para que me hiciera una prueba de
paternidad era una molestia que no necesitaba.
—Bueno, al menos no pareces haber estado bebiendo —dijo mientras se
levantaba de la pared, mirándome de arriba abajo.
—Deja de mirarme como si fuera pequeño. Por supuesto que no he estado
bebiendo.
—Has sido ilocalizable. Perdóname si asumí lo peor.
Pasé una mano por mi cara, sintiéndome cansado. Después de tratar con
mamá, realmente no necesitaba esto. —Sí, lo siento por eso. He estado ocupado.
Arqueó una ceja. —¿Estás ocupado jugando a ser papá con un niño que
quizás ni siquiera sea tuyo?
Crucé mis brazos y encontré su mirada. —¿Y si lo hago?
Dejó escapar un suspiro. —Bryan, te dije que no te precipites en esto. Te
dije que te hicieras una prueba de paternidad. Toma su tiempo. Créeme, puede
parecer innecesario, pero es una pequeña cosa que podría ahorrarte mucho dolor
en el futuro.
—Sarah.
—No, no me vengas con banalidades. Te conozco mejor de lo que piensas.
Soy tu amiga y me preocupo por ti. Eso significa que te presionaré para que hagas
lo correcto por ti y por el niño, incluso si tienes la cabeza tan metida en el culo
que no puedes verla.
Vi el acero en sus ojos y supe que no iba a dejar pasar esto, esta noche no
de todos modos. Es una de las razones por las que es una gran patrocinadora. No
tenía miedo de decirme cómo era y nunca se dio por vencida. Eran cualidades
admirables, simplemente no cuando me las dirigían personalmente.
—Bien —cedí—. Voy a hacerme la prueba.
—Dijiste eso antes.
—Yo me encargo, Sarah —le dije, con la mandíbula apretada—. Yo me
encargo.
Estrechó la mirada, tratando de averiguar si la engañaba. Lo hacía, más
o menos, pero esperaba que mis habilidades para actuar funcionaran esta vez.
—Está bien, te creo —dijo finalmente, luego me dio una pequeña sonrisa—
. Avísame si necesitas que alguien te sostenga la mano.
—Lárgate.
Sonrió. —Oye, sé qué los chicos de rugby pueden ser niños grandes.
—Sí, sí. Te llamaré mañana —le dije y me dirigí a la entrada del vestíbulo.
—Será mejor —gritó detrás de mí.
Tan pronto como entré, mi teléfono comenzó a sonar. Lo saqué
rápidamente, esperando que fuera Eilish. No la llamé, aunque hubiera querido.
Ella había sido la que desapareció esta tarde, y llamarla parecía presionarla.
Quería que viniera a mí, ya que necesitaba ser lo que ella quería.
Mirando ansiosamente la pantalla, vi un número que no reconocí. Este día
agravante realmente no quería terminar. Ese ciertamente parecía ser el caso
cuando respondí y me encontré con una voz femenina arrogante.
—¿Hola?
—Bryan, esta es Cara Cassidy.
… ¿Cara Cassidy?
¿No era la madre de Eilish?
Oh, Dios. Después de haber sido amigo de Sean durante años, escuché
muchas historias sobre lo divertido que podría ser tratar a esta mujer.
—Cara —dije, poniendo mi voz más encantadora—. ¿Qué puedo hacer por
ti?
—Me gustaría invitarte a un desayuno en mi casa mañana en la mañana,
once en punto. Me disculpo por llamar tan tarde, pero me tomó tiempo localizar
tu número.
—Sí, no figuro en la guía. —Sonreí un poco ante la tenacidad de esta
mujer. Aun así, me pregunté sobre la invitación—. Puede que no sea capaz de
hacerlo mañana. Ya tengo…
—Sean cuales sean los planes que tenga, estoy segura de que puede
cancelarlos. Después de todo, ahora eres padre, Bryan. Es hora de que asumas
tus responsabilidades.
¿Realmente solo dijo eso? Claramente, las noticias viajaron rápido, pero
no podía pensar en quién podría haberle dicho. No parecía probable que Eilish lo
hiciera, y sabía con certeza que Sean prefería cortarse los pulgares antes que
darle a su tía información como esta.
—Soy perfectamente consciente de eso y me responsabilizo —respondí.
—Entonces te veré a las once —terminó Cara, dejándome sin opción de
negarme sin ser irrespetuoso.
Apreté los dientes.
Si sabía algo sobre Cara Cassidy y su especie, es que no era una invitación
inocente. Ella tenía una agenda. La gente como ella, como mi padre, siempre lo
hacía. Era bueno que estuviera acostumbrado a tratar con su tipo y fuera inmune
a las manipulaciones de la alta sociedad.
Estaba a punto de negarme, y al hacerlo, tomar plena posesión de mi
problemático culo, cuando se me ocurrió una idea.
—¿Estará Eilish allí? —le pregunté.
—Por supuesto —se apresuró a confirmar—. Eilish me ha asegurado que
asistirá, dejará a tu hijo con mi sobrino por la mañana.
—Bien. —Asentí una vez a pesar de que no podía verme—. Te veré
mañana.
Prefiero aceptar otra derrota del pueblo Galés que ir a almorzar a la casa
de esta mujer.
Pero iría.
Para ver a Eilish, pasar tiempo con Eilish, mi obstinada y dulce Eilish,
haría casi cualquier cosa.
Traducido por RRZOE

D iez minutos.
Solo me quedaría por diez minutos.
Y no olvides, todo lo que dices y haces está mal.
Me acordé de este simple hecho cuando crucé la calle y subí las escaleras
que conducían a la antigua mansión georgiana. Le envié un mensaje de texto a
Josey antes y retrasé nuestro café del domingo. El café quedaba cerca, así que
mientras saliera de la casa de mi madre en menos de media hora, aún llegaría a
tiempo.
No importa qué, estás equivocada. Continúa y asegúrate que el cielo es
marrón y el sol es púrpura. Como en los viejos tiempos.
Tomando una respiración profunda, la sostuve dentro de mis pulmones
mientras miraba las enormes puertas dobles. Eran imponentes; al menos
siempre lo pensé así.
Tocando la campana, esperé, mirando de un lado a otro de la carretera.
Nada cambió, no realmente. Las rosas de Margaret Donovan eran de ese mismo
color rosa brillante que mi madre despreciaba y los topiarios del señor Grady
todavía tenían forma de arpa.
—Señorita Eilish.
Me volví al sonido de mi nombre y encontré a Jameson, el mayordomo de
mi madre.
Así es, mi madre tenía un mayordomo. Y él tomaba el papel en serio. Bien
por él, digo. Los excelentes mayordomos, según mi hermano Charles, eran
difíciles de conseguir.
—Jameson, espero que estés bien.
—Tolerablemente —respondió, tomando mi abrigo—. Su invitado ha
llegado y está con la Sra. Cassidy en la habitación azul.
—¿Mi invitado? —Fruncí el ceño al hombre mayor, sin intentar ocultar mi
confusión.
Jameson, sospechaba, desaprobaba manifestaciones externas de emoción,
especialmente confusión. Algo en mi cara hizo que sus ojos se estrecharan
levemente.
—De hecho, señorita Eilish —fue todo lo que dijo, volteándose y llevando
mi abrigo con él.
Lo vi alejarse hasta que desapareció y luego me volví hacia el vestíbulo.
La habitación azul era extremadamente bonita, los muebles y pinturas
impecablemente mantenidos. Varias de las piezas databan de los siglos XV y XVI
y eran dignas de un museo.
Pocas veces me permitían estar en la habitación azul.
Las voces bajas llegaron a mis oídos cuando me acerqué, pero estaba
bastante segura de que la más alta de las dos pertenecía a mi madre. Sin llamar,
abrí la puerta. Mientras escudriñaba el ornamentado salón, respiré hondo
cuando mis ojos se encontraron con los de Bryan. Centelleaban mientras se
movían sobre mí y no podía decir si parecía entretenido o enojado.
¿O tal vez una mezcla de ambos?
—Eilish. —Se puso de pie, alisando su mano por la corbata y la camisa de
vestir mientras lo hacía—. Ahí estás.
Lo miré boquiabierta, pero no pasé por alto el alivio en su voz o las líneas
tensas alrededor de su boca. Y fue entonces cuando mi atención se movió a la
única otra persona en la habitación.
—Madre —dije, mi tono forzó la ligereza—. ¿Dónde están todos los demás?
Ella sonrió, pero se veía más como un agresivo deslumbramiento de
dientes. —Nunca dijiste cómo… era el colorido Sr. Leech.
Colorido era la palabra clave de mi madre para indecente o grosero. Es lo
que siempre llamó a mi amiga Josey. Mi madre toleraba a Josey solo porque su
padre era uno de los primeros millonarios de Internet.
Como a mi hermano Charles, el banquero, le gustaba decir: “El dinero
nuevo sigue siendo dinero”.
Ignorando su referencia al colorido Bryan, devolví mi atención a Bryan,
queriendo disculparme con él. Estaba segura de que el tiempo que acababa de
pasar atrapado en esta habitación no podría haber sido agradable.
—Es bueno verte —dije en lugar de disculparme, entrando en la prohibida
habitación azul y acercándome a su lado. Me agarró un extraño deseo de
protegerlo de este lugar y la gente que vivía aquí.
Las líneas tensas alrededor de su boca se relajaron cuando me acerqué y
se inclinó hacia delante, colocando un inesperado y gentil beso en mi mejilla.
—No puedo decirte lo feliz que estoy de que finalmente estés aquí —dijo
rotundamente, sus palabras comunicaban mucho más que su significado
superficial.
Traté de transmitir simpatía con mis ojos mientras intentaba dar sentido
a su presencia. No quería preguntar ¿por qué estás aquí?, porque eso le daría a
mi madre la ventaja. Es mejor que piense que yo sabía desde el principio que él
vendría.
En el momento justo, mi madre preguntó—: Oh, ¿Sabías que él estaría
aquí? —Sonó a la vez astuta y ligeramente decepcionada, que era como solía
sonar.
—Eilish y yo hablamos con frecuencia. —Bryan deslizó su brazo alrededor
de mi cintura, jalándome hacia él.
Le eché un vistazo, impresionada por sus habilidades de doble habla y su
engañosa falta de respuesta. Pero luego me recordé que su padre era del tipo de
mi madre; probablemente aprendió a navegar por la sociedad educada y sus
maniobras descorteses.
Mi madre lanzó a Bryan una sonrisa hostil y se levantó de su silla,
mirando vagamente su reloj. —Debo verificar el desayuno, y Circe encontró un
nuevo criador, querrá decirme los detalles.
—Espera, madre. —Salí del abrazo de Bryan—. ¿Tenías esos documentos?
¿Para que firme?
—Oh. —Frunció el ceño distraídamente—. Aún no están listos.
Parpadeé hacia ella. Una vez. Despacio. Y fuerte. —Supongo que el anillo
está…
—Con el joyero. Cambiando de tamaño para ti. —Ahora parecía
hostigada—. Realmente, Eilish. Tengo que ir.
—Adelante —dijo Bryan, dándole una sonrisa antipática—. Esperaremos
aquí hasta que la comida esté lista.
Parecía que iba a protestar. Sorprendentemente, no lo hizo. En cambio, su
mirada se deslizó a la mía momentáneamente y luego se volvió, dejando la
habitación sin decir una palabra más. Sus pasos resonaron en el pasillo de
mármol. Cuando el sonido se redujo, solté una exhalación pesada.
Mi madre tramaba algo y yo sabía que no era bueno, porque nunca
tramaba algo bueno.
Bryan me apretó la cintura, mirándome por el rabillo del ojo.
—¿Qué haces aquí? —susurré.
—Fui invitado, así que vine —dijo con facilidad, luego hizo una mueca—.
El peor error de mi vida.
Me reí entre dientes, frente a él. —¿Fue muy malo? ¿Con mi madre?
—Sí. —Su respuesta fue inmediata y llena de humor—. Sus talentos se
desperdician con los sangre azul, debería interrogar a sospechosos de terrorismo.
Me reí de nuevo, negando con la cabeza. —Lo siento mucho.
—No lo hagas. Pude verte, ¿no?
Sus palabras me sobresaltaron, al igual que la suavidad y la calidez con
que las dijo. Me aclaré la garganta, mirando hacia otro lado, buscando algo que
decir en la habitación azul y sus invaluables antigüedades.
Finalmente, se inclinó hacia mi oído y susurró—: ¿Cómo te las arreglaste
para crecer aquí sin romper nada? Este lugar es como una tienda de porcelana
china con esteroides.
—No crecí en esta casa —respondí, sintiéndome extrañamente sin aliento.
—¿No lo hiciste? —Parecía sorprendido, interesado.
—No, en realidad no. Crecí en internados.
Su mirada parpadeó sobre mí, sus cejas se juntaron. —¿Internados?
—Sí. —Se encontraba muy cerca, así que retrocedí un paso, me volví hacia
el antiguo sofá francés y tomé asiento—. Tenía una habitación aquí, por los
veranos. Pero esta puede ser la décima vez que he estado en esta sala.
—Huh. —Bryan asintió pensativo, sus ojos todavía se movían sobre mí—.
¿Cómo fue eso? ¿Crecer en un internado?
Me encogí de hombros, acunando una mano sobre la otra en mi regazo. —
Bien, supongo. Me imagino que era como la mayoría de las escuelas, algunas
personas eran agradables, otras no.
—Excepto que en la mayoría de las escuelas te vas a casa al final del día.
No es así en un internado.
—Estábamos todos en el mismo barco, así que no fue tan malo.
—¿Qué barco es ese?
—Ya sabes.
—¿Cómo lo sabría? —Reclamó el asiento junto al mío, sentado demasiado
cerca. Nuestros muslos se tocaron de la cadera a la rodilla, pero no pude
moverme. Ya me presionaba contra el extremo del sofá.
—Tu padre es juez de un tribunal superior, ¿verdad? Me imagino que tenía
expectativas para ti.
Bryan se rio, colocó su brazo en el respaldo del sofá detrás de mí y se
inclinó hacia delante, llenándome. —No. Él no tenía expectativas para mí. —Su
atención se movió hacia mi cabello y metió un mechón suelto detrás de mi oreja—
. Una vez que se divorció de mi madre, apenas lo vi. No tuve noticias suyas
durante diez años, aunque siempre nos envió mucho dinero, pero creo que tenía
que hacerlo.
—¿Por qué tenía que hacerlo?
—Orden del tribunal de menores y la manutención conyugal de su acuerdo
de divorcio.
—Oh. —Fue todo lo que pude decir, porque este tema se sentía como un
campo minado.
Ninguno habló durante un largo momento mientras nos estudiamos.
¿En qué pensaba? No podría decirlo. No habíamos hablado de dinero, no
en muchas palabras, pero tuve la sensación de que quería contribuir. Realmente
no sabía cómo sentirme acerca de eso. Lógicamente, sabía que tenía sentido.
Patrick era su hijo. Por supuesto, él quería contribuir a criarlo.
Pero ilógicamente, me encogí ante la idea. Bryan había estado borracho
esa noche. Él se desmayó. Yo estuve sobria. No debería tener que pagar por un
error que cometió estando demasiado ebrio para recordar.
¿Esperaba que trajera a colocación la manutención del niño? ¿Esperaba
que lo hiciera?
Si era así, iba a esperar mucho tiempo. Probablemente para siempre.
Preferiría tomar dinero de Sean que de Bryan. ¿Qué tan retorcido era eso?
La mirada de Bryan se posó en mis labios y me tensé, un calor seductor
susurraba sobre mi piel.
¿O está pensando en lo que pasó entre nosotros el viernes por la noche?
—Eilish…
—Bryan…
Ambos nos detuvimos, riéndonos un poco e intercambiando sonrisas
divertidas.
—Adelante —dijo, su mano cayendo desde el respaldo del sofá hasta mi
hombro, deslizándose a lo largo de mi clavícula hasta mi cuello—. Vas primero.
Tragué saliva y asentí. —Estoy realmente feliz porque estés aquí.
—¿En serio? —Parecía satisfecho.
—Quiero decir, no estoy contenta porque ninguno de los dos esté aquí, pero
me alegro de verte. Quiero agradecerte por tu cabeza clara el viernes.
Él había estado deslizando suavemente su pulgar a lo largo del borde de
mi mandíbula, pero se detuvo ante mis palabras, sus ojos se estrecharon
infinitamente.
Mantuve mi voz firme y razonable, dejando caer los ojos en mi regazo,
queriendo deletrear las cosas de manera racional y abierta.
—Creo que tenías razón al poner fin a las cosas. Obviamente, nos sentimos
atraídos el uno al otro, en algún nivel.
—¿Algún nivel?
Ignoré el borde burlón de su voz y continué. —Llegué a la conclusión de
que nada puede pasar entre nosotros. Patrick es lo primero y complicar las cosas
complaciendo dicha atracción sería un terrible error. Debemos…
Su mano se apretó en mi hombro. —No.
—¿Qué? —Levanté la mirada, sorprendida.
—Estoy en desacuerdo.
—¿No estás de acuerdo?
—Sí —dijo secamente, luego se inclinó y me dio un suave beso en el cuello,
susurrándome al oído—: Nada sobre ti nunca será un error.
Me estremecí cuando su aliento caliente se derramó sobre mi sensible piel,
inclinando mi cabeza reflexivamente. —Bryan, debes ver que no podemos…
—No. —Lamió mi oreja, haciéndome estremecer de nuevo, mi cuerpo se
tensó, mis muslos se apretaron—. Te equivocas. Me atraes en todos los niveles.
Te quiero, Eilish. Te quiero con cada respiración que tomo.
—Querer no es suficiente. La atracción no es suficiente. Tenemos que ser
adultos sobre esto. —Gemí, probablemente negando la sensatez de mis palabras.
—Entonces seamos adultos. —De alguna manera, hizo que ser adultos
sonara positivamente perversos.
—Sabes lo que quiero decir. —Lo alcancé a ciegas, mis pestañas
revolotearon mientras agarraba puñados de su camisa. Su mano se deslizó por
mi muslo, debajo de mi falda, su toque ligero y exigente al mismo tiempo.
Iba a alejarlo.
Iba a hacerlo.
Iba a hacerlo.
Iba a hacerlo.
… En cualquier momento.
—Ven conmigo en una cita apropiada. Seré bueno. —Volvió a hundir la
cabeza, succionando mi cuello, sus dedos debajo de mi falda, cavando en mi
trasero como si quisiera guiarme hacia su regazo, quería que lo montara a
horcajadas. Coloqué mis palmas contra su pecho, preparándome para alejarlo,
pero Bryan se inclinó hacia atrás antes de que pudiera.
Sostuvo mi cara entre sus manos, atrapando mi mirada.
—Dame una oportunidad, Eilish. Por favor. No tenemos que decirle nada
a Patrick. Darme una oportunidad no cambia nada, sigo siendo su padre y sigues
siendo su madre. ¿De qué estás tan asustada?
Abrí la boca para responder, pero las palabras no salieron.
Estoy asustada porque solo me quieres por Patrick.
Temo que te cansarás de mí y de nuestro hijo.
Temo que te irás, dejándonos a los dos.
Tengo miedo de lo que dice sobre mí, que estoy dispuesta a conformarme
con tus restos de atención, de que soy como mi madre, si te doy una oportunidad.
No podía contarle mis temores porque revelaban demasiado, así que dejé
que las palabras ardieran en mi garganta.
—Una cita. Eso es todo lo que estoy pidiendo. Una. Cita. —Bryan presionó
un urgente beso en mis labios, luego tocó su frente con la mía—. No me hagas
rogar. Lo haré, y no será bonito. Soy ruidoso cuando ruego. Cantaré. Y soy un
cantante de mierda. Sin embargo, a los perros de tu madre les gustaría.
A pesar de todo, eso me hizo reír y cubrí sus manos con las mías.
—Una cita —repitió, besándome de nuevo.
—Una cita —dije antes de poder detener las palabras, más como un deseo
que como un acuerdo.
Su sonrisa fue inmediata, positivamente radiante. —Estupendo.
Grandioso. Joder, esto es genial.
Sin darme la oportunidad de corregirme, Bryan se levantó, jalándome del
sofá y envolviendo mi mano en la suya.
—¿A… A dónde vamos? —le pregunté. Me sacó de la habitación, bajó por
el pasillo y al vestíbulo.
—Nos vamos —dijo, como si salir de la casa de mi madre fuera la única
opción y su respuesta fuera la cosa más obvia del mundo.

—¿Estás seguro que no te importa?


—No del todo. —Bryan miró alrededor del café, sus ojos brillantes y su
boca curvada en una sonrisa contagiosa. Había estado sonriendo desde que sin
querer acepté la cita.
Le expliqué por el camino que ya hice planes con una amiga por la tarde,
pero que era más que bienvenido. Él aceptó de inmediato.
—Ese es nuestro lugar, y podemos llevar una tercera silla. —Señalé a la
mesa donde normalmente me sentaba con Josey. No había llegado todavía.
—Entendido. —Asintió y me llevó de la mano. Traté de no pensar
demasiado en el hecho de que no soltó mi mano desde que salimos de la casa de
mi madre. También traté de no detenerme en las miradas que recibíamos de
todos en el café.
Manteniendo nuestros dedos entrelazados, tomó fácilmente una silla de
hierro forjado, la agregó a la mesita, y preguntó—: ¿Qué hay de bueno aquí?
Estoy hambriento.
—¿Estás seguro que no quieres volver y tomar un desayuno en la casa
Cassidy? —Le envié una sonrisa burlona mientras me sentaba en la silla que me
ofrecía, sintiendo la pérdida de su palma contra la mía cuando se sentó en su
asiento.
—Prefiero comer vidrio que compartir una mesa con tu madre.
Ladré una risa sorprendida, mi diversión aumentó cuando vi la seriedad
en su mandíbula. —Sé que puede ser desagradable, pero no pudo haber sido tan
malo. ¿Qué te dijo?
Exhaló fuerte y negó con la cabeza. —Nada que quiera repetir. —Debe
haber visto la curiosidad escrita en mi rostro, porque cedió—. Dijo que habló con
mi padre sobre mi comportamiento. Me llamó borracho. Cuestionó si era lo
suficientemente bueno para estar relacionado con los Cassidy.
—Ugh. —Me agarré el estómago, que se agrió bruscamente y luego tomé
su mano otra vez—. Lo siento mucho. Ella puede ser realmente malvada.
Créeme, he estado en el extremo receptor más de una vez.
Intercambiamos una mirada de conmiseración. —No. Yo lo siento.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No puedo imaginar lo que pasaste con esa mujer, cuando le dijiste que
te hallabas embarazada. Lamento que tuvieras que hacer eso sola. —Bryan se
inclinó hacia delante, sacudiéndome el cabello de la sien y acunando mi
mandíbula—. Lamento haberte hecho imposible que me dijeras la verdad. Pero
quiero estar aquí para ti ahora.
—Solo está ahí para Patrick —le dije, cubriendo su mano con la mía.
Su sonrisa regresó y abrió la boca para responder, pero fue interrumpido.
—Oh, Dios mío.
Me enderecé y me volví con el sonido de la voz de Josey, y encontré a mi
amiga mirándonos con evidente sorpresa.
—Ah, Josey. —Me puse de pie y la abracé, luego me volví para presentarle
a Bryan—. Este es Bryan, espero que no te importe si se une a nosotras para...
—¿Bromeas? —Soltó una risita, el sonido un poco enloquecido, e hizo que
sus ojos coquetos lo miraran—. Por supuesto que sé quién eres. Todos saben
quién eres.
La sonrisa de Bryan vaciló, pareciendo momentáneamente cegado por su
exuberancia, y traté de ocultar mi mueca.
Recuperándose rápidamente, extendió su mano. —Encantado de
conocerte.
—Igualmente. —Sus ojos se abrieron increíblemente y se arrastró hacia
él, tal vez demasiado cerca—. No puedo creer que en realidad estoy
estrechándote la mano. Soy una gran fan. Hueles muy bien. Eres completamente
brillante y no puedo creer lo alto que eres. Quiero decir, eres tan alto. Muy, muy
alto —continuó moviendo sus manos hacia arriba y hacia abajo, aferrándose
demasiado a las suyas y haciéndole sentirse incómodo.
Debatí si debía o no interceder, más que nada queriendo arrastrarme
debajo de la mesa.
Finalmente liberándose, Bryan se alejó un paso de ella y se metió las
manos en los bolsillos traseros, enviándome una mirada burlona. —¿Puedo
conseguirles algo a las damas? ¿Café?
—Café sería genial. —Le di lo que esperaba fuera una sonrisa de disculpa.
—¿De verdad vas a buscar nuestro pedido? Eso es sorprendente —dijo
entusiasmada—. Nunca antes me sirvió un atleta profesional.
Detrás de ella, dejé que mi frente cayera en mi mano, sacudiendo mi
cabeza, haciendo una nota mental para disculparme con Bryan profusamente.
—¿Dos cafés entonces? —preguntó a la ligera, siendo más que amable al
ignorar su loco comportamiento.
—Sí. Dos cafés. Gracias —respondí por las dos. Él asintió con la cabeza
una vez con fuerza, corriendo hacia la línea en el mostrador. No lo culpé por
querer correr, primero mi madre, ahora mi amiga.
Esperando hasta que estuvo fuera del alcance del oído, jalé a Josey del
brazo y le pregunte en silencio—: ¿Qué te pasa?
—¿Qué pasa conmigo? —preguntó, su susurro apresurado hizo eco del
mío—. ¡Ese es Bryan Leech! No me dijiste que venía. No me diste tiempo para
prepararme. Estoy… abrumada por lo sexy que es. Y es todo; él es tan todo. Es
como un imán de vagina. Quiero decir, mi vagina se sentía magnetizada. Es tan
alto.
—Sí. Lo sé. Comentaste su estatura como tres veces.
—Oh, no, eso fue raro, ¿verdad? Debería disculparme.
—No. No te disculpes, eso solo empeorará las cosas. Solo actúa normal. Él
es solo un hombre.
—¿Solo un hombre? —repitió, como si lo hubiera llamado simplemente
una ameba, ofendiéndola—. Eso, mi amiga, no es solo un hombre. Esa es una
garantía de orgasmo. Cada. Vez. Probablemente tres o cuatro veces al día.
Apuesto a que ni siquiera tiene que desnudarte primero. Solo te mira y, BAM.
—Oh, Dios mío, por favor deja de hablar. —Mis ojos se movieron hacia
donde Bryan se hallaba parado, gracias al Señor, estaba ordenando, de espaldas
a nosotras—. Necesitas controlarte. Eres una mujer adulta, por favor actúa como
una.
—No sé si puedo. —Negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos por la
preocupación—. Nunca he conocido a alguien así y mucho menos he estado con
alguien así. Ya sabes lo cachonda que soy. Siempre he sido así. Es por eso que
dejé de depilarme.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—La depilación solo lo empeora, me vuelve más lujuriosa.
A pesar de la situación, me reí. —Estás muy loca.
—Tengo que irme —dijo resueltamente—. No puedo manejar ese nivel de
perfección.
—Él no es perfecto, Josey. Deja de enfocarte en cómo se ve.
—Lo siento, no puedo. No entiendes. Siempre has tenido esta confianza en
ti misma, y deberías. Eres tan hermosa, alta y elegante. E inteligente. Pero no
sabes lo que es para nosotros los mortales. —Retrocedió, sacudiendo la cabeza—
. La próxima vez adviérteme, ¿está bien? Entonces, ¿puedo tomar un calmante?
Tengo que irme.
Traté de agarrar su brazo, pero fue rápida, tejiendo a través de las mesas
a la velocidad del rayo. Parpadeé a su espalda, demasiado aturdida al principio
para moverme, y luego se fue.
Traducido por RRZOE

Bryan
E
staba cubierto de sudor después de una sesión de entrenamiento
temprano en la mañana. Los chicos bromeaban mientras nos
dirigíamos a la ducha y sonreí ante sus payasadas. Junta un grupo de hombres
adultos y sin importar su edad o madurez, el tema inevitablemente caerá al
denominador común más bajo.
—Un seno pequeño le gana a un seno enorme. Sin duda —dijo Doyle.
—De ninguna manera, un seno enorme es mucho mejor. —Este fue
Fitzpatrick. Por supuesto que lo fue. Pude ver por la sonrisa en su rostro que
estaba en desacuerdo puramente para irritar a Doyle. El hombre se toma su
pequeño seno demasiado en serio.
—¿Qué hay del buen seno de la vieja escuela? —dije—. Ya no puedes
superar un clivaje clásico.
—No. Un seno pequeño sigue siendo el mejor. —Doyle se mantuvo firme—
. Tiene más alza.
La cara de Will cuando Doyle usó la palabra “alza” para describir la
anatomía femenina fue cómica. Parecía que pensaba demasiado en eso.
—Eres el seno pequeño de la sociedad, Doyle. Por supuesto que vas a
favorecerlo —intervino Cassidy, sacándose un fantástico bálsamo labial de su
bolsillo y aplicándolo a sus labios. Nunca presté mucha atención a mi apariencia,

9 Juego de palabras, en inglés “piña” se escribe pineapple, es decir pine (pino) / apple (manzana).
no como Sean. Ese tipo tenía una taquilla para su uniforme y otra para sus
lociones.
Pero decidí que esta noche sería diferente. Quería lucir bien para nuestra
cita. Más que eso, quería que Eilish sintiera que era lo suficientemente bueno
para ella. Quería que se sintiera orgullosa de estar a mi lado cuando saliéramos.
Sean continuó—: Siempre he abrigado una afición por los senos grandes
de matrona conservadoras. Dame a Pam Ferris con una blusa escotada y seré un
hombre muy feliz.
Fitzpatrick se rio entre dientes. —Pensé que Doyle tenía problemas, pero
tú tomas el pastel. ¿Mi hermana sabe sobre esta fantasía secreta?
Cassidy sonrió con los dientes. —Porque, por supuesto que sí. Tu hermana
es muy consciente de todos mis apetitos sexuales, explícitamente consciente.
Eso borró la sonrisa de la cara de Ronan mientras miraba a Cassidy con
una mueca de disgusto.
—Oye, cavaste tu propio agujero con eso —le dije, lanzándole una mirada
que decía ¿qué esperabas?
Ahora estábamos dentro, yendo hacia las duchas cuando vi a Eilish.
Acababa de terminar lo que parecía ser una acalorada conversación con Connors
y mis instintos de protección entraron en acción. Cassidy notó lo mismo, pero tan
pronto como vio la expresión de mi rostro y mi paso decidido, dio un paso atrás y
me dejó manejarlo.
—¿Todo está bien aquí? —pregunté.
Eilish saltó un poco al sonido de mi voz. Connors me lanzó una mirada de
irritación. Cuando hice contacto visual con Eilish, instantáneamente vi lo
estresada que se sentía. Puede que no haya sido evidente para la persona
promedio, pero lo era para mí. Pude verlo en la línea apretada de su boca y el
pliegue en su frente. No quería que estuviera estresada, no cuando se suponía
que íbamos a ir a nuestra primera cita apropiada esta noche. Podría asesinar a
Connors por lo que sea que haya hecho para molestarla.
—Este es un asunto del departamento de fisioterapia. No es de su
incumbencia —dijo Connors con un gesto desdeñoso de su mano. ¿Realmente no
aprendió que no le tomo ese tipo de mierda?
—Si se trata de Eilish, me involucra. Ahora, ¿Qué está pasando?
Eilish me lanzó una expresión suplicante. —Está bien. Estoy bien. Ve a la
ducha. Te veré pronto.
La estudié por un momento, luego volví mi atención a Connors. —Lo que
sea que sea, déjalo. Los dos sabemos que ella no ha hecho nada malo, y tú solo
eres un matón malhumorado.
La cara de Connors se puso roja de ira. —Ella se encontraba en mi espacio,
entrometiéndose en mis cosas. No tenía ningún derecho.
—Intentaba limpiar un poco el lugar —dijo Eilish, su tono decididamente
tranquilo. Me enorgullecía que no mostrara ninguna debilidad ante Connors,
incluso si era claro para mí que se sentía molesta.
Nuestros antecedentes no eran tan diferentes como originalmente pensé.
Su familia era dinero viejo, pero la posición de mi padre como juez de un tribunal
superior me dio una perspectiva de su educación. Nuestros padres se fueron
cuando éramos jóvenes, dejándonos como dispositivos de nuestras madres.
Aun así, incluso mirándola ahora, no sentía que la merecía. Me sentí
indigno de alguna manera, manchado. Ella parecía tan saludable, demasiado
noble para alguien como yo. Tal vez es por eso que la quería tanto. El diablo
siempre busca la virtud para corromper.
Excepto, esa amiga suya…
—No hay absolutamente ninguna necesidad de hablarme de una manera
tan poco profesional. —Eilish levantó la barbilla, mirando por debajo de la nariz
a Connors, su tono alto y poderoso.
—Te hablaré de la forma que prefiera. Y tú no eres nadie para hablar de
falta de profesionalismo. Solo conseguiste este trabajo a través del nepotismo y
extendiendo las piernas para los jugadores —dijo Connors, mirándome
fijamente.
Oh, diablos, no.
Me puse delante de Eilish y le planté cara. —¿Qué mierda acabas de decir?
Al mismo tiempo, podía escuchar a Eilish cantar “Sacha Baron Cohen en
pantalones cortos” en voz baja.
Casi me reí de su referencia, pero seguía supremamente enojado,
especialmente cuando Connors escupió un cortante—: La verdad.
—Sabes, un día vas a robar el almuerzo equivocado. —Puse una mano en
su hombro, listo para hacer algo imprudente, cuando unas manos familiares me
empujaron hacia atrás.
—No vale la pena —instó Eilish—. Como dijiste, él es solo un matón. Eso
es todo lo que alguna vez será.
¡Pero él llamó prostituta a mi chica y debería ser destruido!
Nadie debería salirse con la suya con un discurso tan vil, especialmente
sin apuntar a Eilish. Ella era ridículamente inteligente, dedicada y
malditamente buena en su trabajo.
—Bryan, por favor.
Fue su voz la que me centró, su toque el que me devolvió a la realidad.
Golpear a Connors no iba a lograr nada. Más que eso, la demostración a Eilish y
la violencia solo podría deshacer todo mi arduo trabajo. Mostraría que era
impredecible, un impulsivo, cuando la persona que quería retratar era una mano
firme.
Pero seguro que se sentiría bien.
Inhalé profundamente y dejé caer mi brazo.
—Eso podría considerarse un asalto, sabes. —Suspiró Connors.
—Si piensas que es asalto, entonces necesitas obtener un jodido control de
realidad —respondí.
—Está bien. —Eilish pasó su brazo por el mío y me apartó, sosteniéndome
a su lado—. Señor Connors, entiendo que no quiera que revise sus cosas, pero
eso no era lo que hacía. Simplemente ordenaba mi espacio de trabajo, como tengo
todo el derecho de hacer. Es en el mejor interés tanto de los jugadores como de
nosotros que los tratemos en un entorno sanitario, así que informaré las
condiciones de las salas de fisioterapia a Recursos Humanos el lunes a primera
hora.
Él estrechó su mirada. —No te atreverías.
Eilish lo miró. —Oh, pero lo haría.
Con eso nos alejamos, y la miré con orgullo. Había una reserva de acero
en la forma en que se sostenía, y tuve la sensación, bastante sorprendente, de
que Connors encontró su improbable coincidencia en Eilish Cassidy.
—Eso fue un poco sexy —me incliné para murmurar en su oído. Su piel
rugió donde tocó mi aliento—. El verte poner a Connors en su lugar así.
Se giró para mirarme, una sonrisa en el borde de sus labios. —No se
trataba de ponerlo en su lugar. Solo estoy pensando en el bienestar del equipo.
—El equipo, ¿eh? —Le sostuve la puerta.
—Eso es correcto. —Asintió con la cabeza cuando pasamos al pasillo,
dándole la espalda a la pared para mirarme cuando la puerta se cerró.
Estábamos solos, nuestras voces resonaban en el pasillo solitario. Esa
potencia que siempre parecía perdurar cuando estábamos solos se materializó de
nuevo. La mirada de Eilish viajó por mi cuerpo. Sus pupilas se dilataron y su
respiración se hizo más profunda. Mi polla se agitó. Por supuesto que sí.
Curiosamente, pensé en el breve encuentro en el café con su amiga. Algo
sobre eso me molestó más de lo que debería. Josey me miró con estrellas en los
ojos y una invitación persistente detrás de una sonrisa coqueta. Me hizo sentir
incómodo, y no solo porque era amiga de Eilish, aunque eso definitivamente era
una gran parte de eso.
Sabía que Josey no me veía, no realmente. En el mejor de los casos, vio a
un tipo que trabajó duro en su cuerpo. En el peor de los casos, vio dinero. Solía
comer ese tipo de atención. No solo eso, solía aprovecharla.
Me alejé de mis pensamientos y devolví mi atención a Eilish. Todavía me
miraba como si quisiera hacer cosas malas conmigo. Huh. Tal vez verse bien para
ella no requería una ducha, un afeitado y un traje a medida. Tal vez le gustaba
con una sucia camisa de rugby, pantalones cortos, botas embarradas y una capa
de sudor. La forma en que se tambaleó hacia mí pareció confirmarlo.
—¿Cómo ha estado Patrick? —le pregunté con voz ronca. Quizás discutir
sobre nuestro hijo me ayudaría a comportarme, porque me encontraba a dos
segundos de empujarla contra la pared.
Ella tragó, su voz igualmente áspera. —Está bien. Sigue preguntando por
ti.
Mi corazón dio un fuerte golpe y mis pulmones se llenaron de aire, mirando
hacia la pared sobre su hombro.
Me sentía constantemente ansioso por saber cómo estaba, y el hecho de
que hubiera preguntado por mí personalmente hizo que mis pensamientos se
torcieran. Era como si hubiera una cuerda atada alrededor de mi corazón y tenía
esta necesidad de saber que él estaba feliz y seguro en todo momento. Lo
aterrador era que, ahora que sabía que existía, sentía que siempre iba a ser así,
ya fuera que tuviera cuatro o cuarenta años.
—¿Sí? —pregunté, devolviendo mi atención a Eilish.
—Sí. Piensa que eres hilarante. Sigue hablando de cómo hiciste este truco
con el pulgar para que pareciera que lo habías cortado.
Sonreí con cariño. —La mayoría de los niños encuentran eso aterrador.
Pero por alguna razón, nuestro hijo cree que es la cosa más divertida de la
historia.
Algo brilló en sus ojos cuando dije “nuestro hijo”, algo cálido; y de repente,
quería follarla.
¿En qué pensaba? Siempre quería follarla. Pero ahora, en este momento,
un golpeteo urgente en la base de mi cráneo hizo difícil pensar.
—Él es otra cosa. —Se rio, obligando a mis pensamientos a regresar a la
conversación—. Nada lo desconcierta —continuó—. Lo dejé solo en la habitación
de Sean una vez y regresé veinte minutos más tarde para descubrir que había
estado subiendo a la parte superior del armario y tirándose a la cama.
Me reí a carcajadas. —¿En serio?
Asintió. —Sí, lo juro por Dios, casi tuve un ataque al corazón. No se le
permitieron dulces durante dos semanas después de eso.
—Tal vez tenemos un pequeño especialista en la fabricación, ¿eh?
Eilish se estremeció. —No digas eso. No estoy segura de que mi corazón
pueda manejarlo.
Extendí la mano y le toqué el hombro. —Nah, está un poco loco, supongo.
Lo obtuvo de mí. Fui un gran creador cuando era un niño.
Su mirada vagó sobre mí, su voz más tranquila ahora. —Apuesto a que lo
eras.
La miré y me quedé mirando hasta que algo pasó entre nosotros, algo
pesado y necesario. Me aclaré la garganta y me alejé.
—Mejor voy a la ducha. ¿Quieres verme al frente en media hora?
—Por supuesto. Tengo que refrescarme y llamar a la niñera para ver cómo
está Patrick —dijo y luego se detuvo, mordiéndose el labio—. Por cierto, ¿quieres
decirme a dónde vamos? No tengo idea de que vestir.
—Algo cómodo. Nada sofisticado.
—Te das cuenta de que eso me pone más nerviosa que si me hubieras dicho
que me vistiera elegante, ¿verdad? No sé cómo estar afuera. Para. Nada. Solo te
estoy dando una advertencia justa.
—Deja de preocuparte. Te prometo que te divertirás.
Entrecerró su mirada pero podía decir que quería sonreír. —Te retendré
para eso.

Media hora más tarde, me había duchado, vestido y me hallaba de pie


junto a mi auto, esperando a Eilish. Salió del edificio con botas, una chaqueta y
unos leggings que se amoldaban a cada centímetro de sus piernas largas y sexys.
Apenas podía mantener la sonrisa en mi rostro mientras caminaba hacia mí,
seguido de una ráfaga de adrenalina, sabiendo que la tenía toda para mí por el
resto del día.
No tocarla va a ser una tortura.
—Te ves preciosa. Súbete —dije y abrí la puerta para ella. Se sonrojó un
poco por el cumplido, y fui al lado del conductor.
—¿Hablaste con Patrick? —pregunté mientras abrochamos nuestros
cinturones de seguridad.
Asintió. —Sí. Está bien. Viendo un episodio de Bob el Constructor.
—Necesito llegar a saber lo que le gusta. Comprarle algunas cosas.
—Créeme, Sean lo mima lo suficiente. Tiene tantos juguetes que me estoy
quedando sin lugar para guardarlos.
—Huh. ¿Qué tal si obtengo un nuevo almacenamiento entonces? La
construcción de muebles se ha convertido en realidad en una afición mía. Hice
este conjunto gigante de estantes para mi sala de estar la semana pasada.
Eilish me lanzó una mirada divertida pero no dijo nada.
Eché un vistazo entre ella y el camino.
—¿Qué? ¿Qué es esa mirada?
Se encogió de hombros. —Es solo, algo raro sobre mí. Me encanta armar
muebles, organizar espacios. Es como meditar. Lo amo.
—¿Sí? Alguna vez deberíamos construir algo juntos —dije en voz baja.
Parecía avergonzada, como si acabara de sugerir la masturbación mutua.
Aunque eso era algo que no me importaría intentar en algún momento, también.
—Honestamente, no tienes que comprarnos nada. Solo estar ahí para
Patrick, pasar tiempo con él, es suficiente. Realmente le agradas.
—Realmente me gusta. En realidad, lo amo.
—Sé que lo haces —respondió Eilish en voz baja. La declaración me
sorprendió.
—¿Lo sabes?
Me miró por un segundo y luego volvió a mirar por la ventana. —Cuando
lo viste por primera vez, solo podía decirlo. Fue como presenciar el amor a
primera vista.
Extendí la mano y le apreté la rodilla. —Lo era. Nunca pensé en
describirlo así, pero eso es exactamente lo que se siente.
Compartimos una mirada, luego me concentré en conducir. No moví mi
mano, y en cambio rocé mi pulgar hacia delante y hacia atrás sobre su rodilla.
Por el rabillo del ojo, creí verla temblar.
—¿Bryan?
—¿Sí?
—¿Qué te hizo decidir dejar de beber? —Sus ojos curiosos se posaron en
mi perfil. Mi mano se tensó reflexivamente en el volante y solté un suspiro.
—Una buena pregunta para nuestra primera cita —dije.
—Lo siento. Si no quieres hablar de eso, podemos...
—No, está bien. Simplemente me tomaste por sorpresa, es todo.
Se mordió el labio. —Solo, pareces tan diferente ahora de cómo eras antes.
No puedo imaginar lo que podría haberte impulsado a hacer un cambio tan
enorme.
Giré mi cabeza para mirarla, luego volví a la carretera. —Iban a
despedirme.
Su boca se abrió. —¿Del equipo?
—Sí. Me presenté el día de las semifinales de las Seis Naciones borracho
hasta mi culo y no apto para jugar. El entrenador me dijo que si no participaba
en un programa y me ponía sobrio, podía despedirme de mi lugar en el equipo.
No me malinterpretes, estuve presionando mi suerte por un tiempo, y el
entrenador se cansó de darme más y más oportunidades que acababa lanzándole
a la cara. Para mí fue un bajón, especialmente porque unos días antes descubrí
que mi novia me robó mi tarjeta de crédito y gastó casi cincuenta mil.
—Dios mío, ¿llamaste a la policía?
Asentí. —Sí, pero ella dejó el país para entonces. Probablemente se compró
un boleto de ida a Ibiza.
—Eso es horrible —exclamó, luciendo verdaderamente horrorizada.
—Esas son las clases de personas que atraes cuando eres un adicto. Otros
cabrones.
Frunció el ceño. —No eras un cabrón.
—Aprecio que me defiendas y todo, pero lo era. Solo mira lo que te hice.
Esperaba que estuviera de acuerdo conmigo, pero todo lo que vi en sus ojos
fue empatía. Cristo, esta mujer. Realmente era demasiado buena para mí.
—De todos modos, no voy a mentir. Fue difícil. Lo más difícil que he hecho
en mi vida. Me caí del vagón unas cuantas veces antes de encontrar el equilibrio.
Me miró, genuinamente interesada. —¿Sí?
—Todo está en la rutina para mí. Necesito predictibilidad. Lo mismo todos
los días. Es por eso que me viste enojado cuando mis vecinos celebraban esa
fiesta. Interrumpían mi rutina.
Pensé que podría reírse del recuerdo. Demonios, incluso yo podría admitir
que fue gracioso. Era un tipo de treinta años que actuaba como un viejo loco. Pero
no se rio. En cambio, frunció el ceño profundamente.
—Sin embargo, eso no es sostenible. Debes poder permitir algo de
espontaneidad. No se puede predecir lo que traerá cada día.
—Por supuesto que no. Sé eso. Solo necesito mi rutina y mis comodidades,
eso es todo.
Eilish me consideró por un largo momento. —Deberías hacer algo
espontáneo hoy. Algo fuera de lugar.
Le lancé una mirada perpleja. —¿Por qué?
—Porque, como dije, no es saludable estar completamente en tu camino.
Es demasiado rígido y la vida es demasiado flexible. Podrías terminar perdiendo
tu trato y rompiendo tu sobriedad.
La miré, mortalmente serio. —Nunca volveré a beber, Eilish. Te lo
prometo.
—Y te creo, pero todavía creo que deberías intentarlo. Además, hacer cosas
nuevas puede ser divertido. —Hizo una pausa y se acercó para pellizcar mi
mejilla—. Si actúas como un gran abuelo serio y malhumorado todo el tiempo,
podrías convertirte en uno. O peor, desarrollarás una inclinación por la crema
para las hemorroides —bromeó con una bonita sonrisa.
No pude evitarlo. Esa sonrisa de ella fue demasiado persuasiva. Mi boca
se curvó cuando respondí—: Bien, pero tienes que hacerlo también. Podemos
abrazar una nueva experiencia juntos.
Me tendió la mano. —Es un trato.
Cuando llegamos a la marina en Howth, estacionamos y la conduje hacia
los muelles privados. Ella caminó delante de mí, y absolutamente revisé la curva
redonda y en forma de corazón de su culo. Mis pensamientos huían de mí,
imaginando que se inclinaba hacia delante, con las piernas abiertas, mientras
yo…
—¿Vamos por mariscos? —preguntó con curiosidad.
Negué con la cabeza, mi voz era tensa mientras respondía. —No. Vamos a
salir al agua. —Jesús, tranquilízate y muestra respeto. Deja de fantasear con
ella durante dos jodidos segundos.
—Oh. ¿Hay algún tipo de barcos turísticos que parten de aquí?
Negué con la cabeza otra vez y no hablé hasta que nos paramos frente al
cupé C37 Carver que pedí prestado a un amigo. Solo lo usaba unas pocas veces
al año y, en su mayoría, se quedaba en el puerto deportivo, lo que no servía para
nada.
—Estamos sacando a este bebé —le dije y salté antes de tomar su mano.
Ella dio un paso atrás.
—Eso es un yate. —Parecía un poco estupefacta.
—¿Tienes miedo del agua?
—No. Es solo… ¿Es tuyo?
—No. Pertenece a un amigo.
—Oh. —Suspiró, sonando extrañamente aliviada, pero luego preguntó—:
¿Sabes manejarlo?
—Por supuesto. Soy genial con los barcos. Incluso remaba cuando estaba
en la escuela.
Rio. —Un yate y un bote de remos no son lo mismo, y lo sabes.
Golpeado por un impulso repentino de tocarla, di un paso fuera del bote,
la agarré por la cintura, la levanté y la deposité en el barco. Ella gritó y me agarró
con fuerza. No la solté, me gustaba demasiado sentirla en mis brazos.
—Bryan… —Exhaló, nuestras bocas a pulgadas de distancia, sus ojos
abiertos moviéndose entre los míos.
Me incliné hacia delante y susurré—: Solo dime que puedes nadar.
—¡Bryan! —Sonrió, golpeándome el brazo.
Me reí. —Relájate, estoy bromeando. Estás a salvo conmigo. Siempre te
cuidaré bien.
Eilish se estremeció, algo parpadeó detrás de sus ojos ante mis palabras,
y la solté. Fruncí el ceño ante su expresión, pero antes de que pudiera
cuestionarla, puso su pulgar sobre su hombro. —Yo, uh, necesito usar el baño.
Vuelvo enseguida.
—Seguro, seguro. Está abajo. Voy a estar arriba.
Asintió con fuerza y me dejó en la cubierta. Miré fijamente el lugar que
dejó vacante por un minuto, reproduciendo nuestra conversación, tratando de
descubrir dónde me equivoqué. Cuando pasaron unos minutos y ella todavía no
regresó, bajé para asegurarme que estaba bien.
Acababa de salir del baño cuando llegué al pie de la escalera.
—¿Todo está bien? —pregunté, estudiando sus características. Joder, era
hermosa.
—Solo salpicaba un poco de agua sobre mi cara —explicó.
—¿Sí? —Apenas escuchaba una palabra de lo que dijo, demasiado absorto
en cómo se quitó el abrigo para revelar un jersey holgado que colgaba de un
hombro, dejando al descubierto una piel lisa y resplandeciente.
—¿Bryan? —dijo mi nombre como una pregunta, pero había un pequeño
corte en su voz.
Extendí la mano y acaricié su hombro. —Tienes la piel más hermosa, ¿lo
sabías?
No respondió, solo bajó la vista al suelo.
—Eilish, mírame.
—No puedo.
—¿Por qué no?
Se mordió el labio. —Esto es realmente difícil.
—¿Qué es? —Mi corazón latía como loco, el miedo se apoderó de mi pecho.
No lo hagas. No lo digas. No me alejes.
—Estar a solas contigo. —Cerró los ojos y sacudió la cabeza—. Yo... sigo
pensando en lo que sucedió la semana pasada, con nosotros.
—¿Lo lamentas? —La pregunta salió antes de que pudiera detenerme. Me
moví un centímetro más cerca, necesitaba estar cerca de ella.
—No. —Su respuesta sonó desesperada y confundida. Levantando sus ojos
hacia los míos, vi su expresión reflejar su voz—. Y sí. Yo… —Su mirada cayó a
mis labios—, no puedo dejar de pensar en ti.
Sí.
Puse una mano en su cabello y otra en su culo, ¿cómo llegamos a esto?
Gruñendo cuando la atraje hacia mí, luego la apoyé contra la pared. Era tan
pequeño aquí que mi cabeza se encontraba literalmente a quince centímetros del
techo. Eilish jadeó sorprendida justo antes de dejar caer mi boca a la de ella.
Si ella quería espontaneidad, le daría espontaneidad.
Estas semanas habían sido una lección de resistencia y mis reservas
finalmente se agotaron. Por cierto, su cuerpo se movió contra mí cuando hundí
mi lengua en su boca, claramente había sido una gran lucha para ella.
Me gustó eso, me gustó la idea de que me quiera de esta manera.
En segundos, coloqué mi mano debajo de su jersey, rozando la parte
superior de sus pechos. Eran tan suaves, pero las barreras entre nosotros me
frustraron. No pensé. Solo sentí. Tiré de su jersey sobre su cabeza. Oh, jódeme.
No llevaba sujetador. Gruñí, tomándome solo un segundo para admirar sus
pechos desnudos antes de inclinarme para chupar su pezón en mi boca. Ella hizo
un fuerte ruido de placer que reverberó a través de mí, sus manos agarrando mis
hombros.
Márcame, gritó mi mente. Reclámame.
Pero no lo hizo. Sus manos vacilaron, y su vacilación me frustró.
Mi boca se separó de su pecho lo suficiente como para levantarla por las
caderas y llevarla a la cama. Estar a solas con Eilish así, ser íntimo, hizo que mi
cuerpo entero se elevara. Se enroscó apretado y relajado simultáneamente. Ella
calmaba algo dentro de mí y al mismo tiempo me hacía salvaje.
Me ahogué en el aroma de ese seductor perfume de mierda. Por el resto de
mi vida, el olor de las sandías iba a ser un afrodisíaco poco probable.
—Algo nuevo, ¿no? —Respiré.
Tenía los ojos nublados por la excitación cuando me miraba, asintiendo
mientras sus gemidos me animaban.
Bajé besando su cuerpo, rastreando la piel de gallina que bailaba a lo largo
de su carne con mis labios. Se estremeció. Cuando alcancé su ombligo, besé su
estómago mientras mis manos se enganchaban en la banda de sus leggings. El
aliento salió de ella cuando los tiré sobre sus caderas para revelar la ropa interior
de encaje negro. Pasé el dedo por debajo del elástico y le lancé una sonrisa
diabólica.
—Me gustan estas. Las voy a guardar.
Se sonrojó e hizo un sonido bajo cuando presioné mi boca sobre la tela de
encaje. Arrastré sus bragas por sus muslos hasta que estuvo desnuda,
metiéndolas en mi bolsillo, luego levanté ambas piernas y las coloqué sobre mis
hombros. Maldita sea, se veía increíble. Su sexo brillaba bajo la luz tenue
mientras extendía sus largas piernas.
—Eilish —susurré, arrastrando mis labios ligeramente sobre su tierna
carne, apenas tocándola pero todavía haciéndola temblar de placer.
—¿S-sí? —susurró ella, su voz llena de anhelo y anticipación. Su toque
podría haber sido ligero y vacilante, pero me quería. Eso estaba claro.
—Siente esto.
Sus labios se separaron en una exhalación justo antes de hundir mi boca
en su carne. Se sentía tan suave y húmeda. Lamí y chupé su piel, mi polla una
barra de acero. Mis jeans no eran ajustados, pero mi erección los hizo rígidos
hasta el punto del dolor. Sus gemidos llenaron la pequeña cabina pero sonaban
amortiguados. Se contenía y yo necesitaba que gritara mi nombre.
Presioné mi mano contra su muslo interno y usé la otra para frotar círculos
sobre su clítoris. Ella cerró los ojos y arqueó las caderas del colchón. Gruñí y comí
más profundamente. Sus muslos se apretaron a mí alrededor y supe que estaba
cerca. Lamí sus sensibles terminaciones nerviosas mientras mis dedos la
llevaban al orgasmo. En el momento en que se hizo añicos, lo sentí retumbar a
través de mí. Los sonidos que hizo, la forma en que temblaba, cómo gritaba mi
nombre, todo eso me llevó al límite.
Después de eso, fui más instintivo que hombre. Levanté mi camisa sobre
mi cabeza e hice un trabajo rápido de quitarme los jeans y los bóxers. Eilish yacía
saciada en la cama, el movimiento de las olas hacía que la embarcación oscilara
suavemente de un lado a otro.
Enganché mis dedos detrás de sus rodillas y me moví entre sus piernas,
listo para zambullirme en su interior cuando lo recordé. No llevaba un condón.
Mierda. Sus ojos hicieron una pregunta. Los míos respondieron con agonía.
—Mi bolso. —Respiró, sus palabras una balsa salvavidas en un océano sin
fondo.
Ni siquiera dudé en coger su bolso del suelo a unos pocos pies de la cama.
Se lo entregué y un momento después ella sacó un pequeño paquete de papel de
aluminio. Mis labios se rompieron en una sonrisa mientras lo tomaba y trepaba
de vuelta hacia entre sus piernas.
—Viniste preparada ¿verdad?
Se sonrojó de un profundo y delicioso tono rojo. —Ha estado allí un tiempo,
si debes saberlo.
Sonreí aún más, mis ojos se fijaron en su cabello, un halo ardiente
alrededor de sus hombros. —Eres tan hermosa.
—Bryan.
—¿Qué, preciosa? —murmuré, palmeando un pecho y luego el otro,
admirando el ligero brillo de la transpiración en su piel.
—¿Puedes dejar de hablar? —respondió, y solté una carcajada baja y
gutural.
—Mandona. Me gusta.
Comenzó a fruncir el ceño, pero se transformó en una mirada de placer
cuando agarré la base de mi polla y rocé la cabeza sobre su sexo. Tenía el condón
puesto, y aunque deseaba estar piel contra piel, sabía que era necesario generar
confianza. Una noche, hace mucho tiempo, confió en mí, y por la forma en que se
alejó de mí cuando nos volvimos a encontrar, hace unas semanas, claramente la
aplasté bajo mi bota. Quería apreciar lo que me ofrecía ahora. Quería que me
conociera, confiara en mí. Me perdonara. Y comenzaría por darle el mejor sexo
en barco de su vida.
A la mierda, le daría el mejor sexo de su vida. Punto.
Me levanté, apoyando mis manos a cada lado de ella y empujé hacia
adelante con mis caderas. Mi pene empujó dentro de ella al mismo tiempo que
mi cabeza golpeó el techo del bote.
Estúpidos techos inclinados, arruinando mis esfuerzos de sexo experto.
Eilish dejó escapar una risita tranquila, y le sonreí abiertamente.
Compartimos un momento simplemente sonriendo el uno al otro, encontrando
humor en el momento. Luego, lentamente, empujé hacia ella otra vez, esta vez
llenándola palmo a palmo, y la sonrisa huyó de sus facciones, el deseo tomó su
lugar.
Nunca olvidaré esa mirada.
Nunca me olvidaré de verla así.
Nunca olvidaré otro momento con ella por el resto de mi vida.
Me sostuve sobre ella, saboreando lo caliente, perfecta y sorprendente que
se sentía. Temblé, superado por la sensación. Mis ojos se cerraron. Mi mandíbula
se apretó fuerte. Esta era mi primera vez dentro de una mujer en dos años y se
sentía increíble, mejor de lo que podría haber imaginado.
Porque es ella.
La emoción se apoderó de mí, mi corazón se tambaleó dentro de mi pecho.
No tenía idea de cuánto sentía por ella, de cuán profundamente me enamoré de
ella.
Las manos suaves y penetrantes encontraron mi rostro, sus palabras
suaves y preocupadas. —Bryan, ¿qué pasa?
Traté de sacudirlo. —Nada. Es solo… Ha pasado un tiempo.
Tragó saliva y asintió. —Para mí también.
—Puede que no dure mucho tiempo —le advertí con desprecio.
Una risa ronca escapó de ella. —Está bien.
—No, no lo está. Quiero hacer que esto sea bueno para ti. —Le robé un
beso, necesitaba sus labios.
Dejó escapar un suspiro. —Créeme, es bueno. Más que bueno.
—Quiero durar más de dos minutos —continué.
—Bryan —dijo, su voz más firme ahora.
La miré fijamente. Se veía tan sexy sin esfuerzo. Tan natural. Hecha para
mí. —¿Qué?
—Cállate y fóllame.
Su orden borró mis temores y con un afecto tierno bajé mis labios hacia los
de ella. El beso comenzó ligero y juguetón, pero cuando comencé a moverme,
hundiéndome lentamente dentro y fuera de ella, se hizo más profundo. Nuestras
lenguas libraron una guerra mientras mis movimientos se aceleraron. Sus
muslos se apretaron alrededor de mis caderas, sus pezones rebordearon contra
mi pecho desnudo y me volvieron loco.
Rompí el beso para aspirar un fuerte aliento, empujando. Ella se apretó
alrededor de mi polla y gemí ruidosamente. Santa mierda.
Mi mano encontró su cuello, tan delicado, tan frágil. Me encantaba lo
vulnerable que se veía debajo de mí, cuán confiada y conquistada. Sus mejillas
se sonrojaron, los labios rojos y magullados por mi beso. Agarré su cuello
suavemente y el ruido que hizo rebotó alrededor de la cabina. Ella no se calló; no
dudaba. Fue ese ruido y la visión de ella muy abierta para mí, nuestros cuerpos
unidos de la manera más íntima, lo que me envió al límite.
Llegué con embestidas desgarbadas, un gruñido áspero, capturando sus
labios otra vez mientras me derramaba dentro de ella. Sus brazos rodearon mis
hombros, y me abrazó hasta que estuve vacío y saciado. Me estrellé contra la
cama, me deshice del condón y puse su mitad encima de mí, abrazándola y
enterrando mi nariz en el hueco de su cuello.
Santa mierda
—¿Qué te parece eso como espontáneo? —susurré roncamente mientras
mi mano vagaba por su cuerpo desnudo, encontrando su clítoris y frotándolo.
—Tú p-pasaste con gran éxito —respondió con un gemido, moviéndose
contra mí.
Sonreí, satisfecho, y usé mi otra mano para acariciar su pequeño trasero
y apretar. Deslicé un dedo dentro de ella y gimió al sentirlo.
Cuando se vino por segunda vez, fue más duro, más intenso. La forma en
que respiraba, cómo se estremecía cuando tenía un orgasmo se marcaba en mi
memoria. Nos quedamos en paz y tranquilidad por un momento, solo abrazados.
Le acaricié distraídamente los senos, el estómago y la clavícula. Mia.
—¿Vamos a llegar tarde? —preguntó, rompiendo el silencio.
—¿Para qué?
—Para donde sea que me lleves.
—Oh. —Me olvidé de nuestra cita. Bueno, los detalles de eso, de todos
modos.
—No. No lo haremos. De ningún modo.
Dobló su cuello para sonreírme. —Bien.
Moví mis cejas hacia ella. —Entonces, ¿lo estás pasando bien en nuestra
primera cita apropiada?
Esto la hizo reír. —Creo que podríamos ser incapaces de hacer las cosas
de la manera normal.
—Eso es solo porque los dos somos extraordinariamente magníficos. —
Sonreí.
—Bueno, no puedo estar en desacuerdo contigo allí.
Le acaricié el cabello y la miré con amor. Era oficial. Estaba enamorado
de esta mujer.
Eventualmente, nos volvimos a poner nuestra ropa. Fue un momento
triste y feliz. Triste porque cubría toda esa piel perfecta; feliz porque todavía
tenía sus bragas como rehenes, así que cuando se inclinó para ponerse sus
leggings conseguí una gloriosa mirada de su trasero.
Subimos las escaleras y ella salió al área de descanso mientras yo
reclamaba la silla del capitán. Puse el motor en marcha y establecí el rumbo. El
día era frío y fresco, pero soleado, y había un viento ligero. Eché un vistazo detrás
de mí a Eilish, que miraba alrededor del puerto deportivo, asimilando todo.
Caminando de regreso a ella, le pregunté—: ¿Tienes algo con qué atar tu
cabello? Va a haber viento hacia donde vamos.
Buscó en su bolsillo y encontró algo. Lo tomé de ella y lo puse en mi
muñeca. —Date la vuelta.
Vacilante, se volvió, y junté su largo cabello en mis manos. Luego, puse
todo el cabello sobre un hombro y puse las yemas de los dedos suavemente en su
cuello, masajeando.
—Pasas todo el día relajando los malestares y dolores de otras personas,
pero nunca nadie relaja los tuyos —le susurré y continué trabajando con mis
manos en sus tensos músculos. Se quedó callada, luego de un minuto, se relajó y
se apoyó contra mí. Mi corazón latía salvajemente. Le pasé los pulgares por el
cuello, volví a subir, bajar, subir. Hice mi mejor esfuerzo para olvidar el hecho
de que ella no llevaba un sostén o ropa interior debajo de su ropa. Y fallé.
Ella tembló, y yo quería tanto arrastrarla debajo de la cubierta de nuevo
que prácticamente me quemó por la necesidad.
Pero no lo hice.
No lo haría.
Merecía una cita adecuada, no más follar en el bote de mi amigo. Si ibamos
a follar todo el día, tenía que estar en nuestro bote. Tendría techos más altos y
lo compraríamos juntos una vez que nos casáramos.
Guau, desacelera allí.
Eilish dejó escapar un pequeño sonido de placer. Incapaz de ayudarme,
me incliné y le di un pequeño beso en la base del cráneo. La respiración se escapó
de ella.
Recogí su cabello nuevamente, esta vez quitándome la banda de la muñeca
y usándola para hacer una cola de caballo.
—Ahí —susurré, no queriendo dejarla ir.
—Gracias —susurró.
—Quédate aquí, disfruta de la vista. Empezaré a sacarnos.
Solo asintió y volví al frente. Estuvimos cruzando por unos buenos diez
minutos cuando sentí que Eilish se acercaba detrás de mí y me rodeaba con los
brazos. Me quedé congelado, el afecto de ella totalmente inesperado.
—Es muy pacífico aquí. Raramente consigo ver Dublín desde este ángulo.
—Sí, es bonito —logré decir, mi voz ronca.
Ambos estábamos tranquilos entonces, surcando el mar. Me encantó el
aire salado, la frescura de la misma. Me encantó cómo no había nada por todos
lados excepto nosotros. Tal vez ese fue mi motivo desde el principio, tenerla a
solas, tenerla solo para mí.
Su mano se movió dentro de mi chaqueta, acariciando mi estómago por un
segundo, luego sumergiéndose debajo de mi camisa. Sus dedos rozaron mi piel y
tuve dificultades para mantenerlo unido. Por una fracción de segundo me
pregunté cómo sería si simplemente saliera y agarrara mi entrepierna. Sabía
que no era algo que hiciera nunca, pero un tipo podía soñar.
Hablando de sueños.
—Eilish.
—¿Sí?
—Cuéntame sobre la noche en que nos conocimos.
Su mano se detuvo a medio camino.
—¿Por qué?
—Porque honestamente me odio a mí mismo por no ser capaz de recordar.
A veces tengo estos destellos de memoria, pero no puedo decir si son reales.
Quizás si me dices cómo sucedió todo volverá a mí.
—¿Es tan importante? —susurró ella.
—Jodidamente importante. Por favor.
Contuvo el aliento, su mano se deslizó fuera de mi cuerpo. —De acuerdo.
—Oh, y, ¿Eilish?
—¿Qué?
—Sigue tocándome.
Hubo un momento de silencio. Su mano no se movió, pero luego lo hizo, y
suspiré en alivio.
—Entonces, fue en la boda de Annie y Ronan —comenzó.
—Sí, eso sí lo recuerdo.
—¿Lo haces? —Parecía sorprendida y complacida.
—Sí. Dijiste algo sobre eso en la cena cuando me contaste sobre Patrick, y
he estado destrozando mi cerebro. Recuerdo pedirte que bailaras conmigo.
—Oh —exclamó, su voz entrecortada. Pasó un momento de silencio antes
de volver a hablar—. Me sentía tan emocionada de estar allí porque realmente
me gustaba el rugby en ese momento. Me gusta, territorio súper fan.
Eso fue inesperado. —¿Lo eras?
—Sí. Conocía el nombre de cada jugador, sus estadísticas, básicamente
cada detalle de la liga. Era tan nerd.
—¿Sabías algo de mí? —le pregunté, interesado a pesar de la pequeña voz
en la parte posterior de mi cabeza, advirtiéndome que dejara de hacer preguntas.
—Por supuesto que lo hacía. Como dije, sabía sobre todos.
No debería haber hecho la siguiente pregunta, pero parece que no pude
contenerla. —¿Te flechaste de alguno de los jugadores?
Se calló y luego respondió—: Tal vez.
—¿Quién?
—No importa.
—Oh, vamos. Eres adulta ahora. Un enamoramiento adolescente tonto no
es nada de lo que avergonzarse —la engatusé, pero por alguna razón tuve
dificultades para tragar.
Se calló de nuevo y me sentí frustrado, girándome y tirando de ella para
que estuviera frente a mí. Deslicé mis brazos alrededor de su cintura y me incliné
para susurrarle al oído—: Puedes decirme.
Soltó un bufido y negó con la cabeza. —De acuerdo. Fuiste tú, si debes
saberlo. Me encontraba enamorada de ti, Bryan. Es por eso que me quedé tan
estupefacta cuando me pediste bailar.
Dejé que eso se hundiera por un momento. Eilish se enamoró de mí cuando
era adolescente. Mierda. Y como el cerdo oportunista de veinticinco años que era,
probablemente me lo comí. Ciertamente lo aproveché al máximo.
—Debería haberte dejado sola.
Inclinó un poco la cabeza para mirarme. —¿Por qué? Estaba en la luna de
que incluso reconocías mi existencia. Se sintió como la mejor noche de mi vida.
Mis ojos se abrieron con sorpresa, y la inquietud que se sintió tan pequeña
hace un momento se encendió como un fuego en mi pecho. —¿Lo fue?
Bajó la mirada. —En realidad, fuiste muy dulce y paciente. —Una pausa
mientras respiraba—. Dios, era una pequeña virgen tan golpeada por el amor.
Espera ¿Qué?
Santa mierda
Santa puta mierda.
Sus mejillas se calentaron tan pronto como las palabras salieron y supe
que no tuvo intención de decirlas.
Mientras tanto, no me recuperé de su confesión.
Jesucristo. ¿Ella era virgen?
No podría creer esto. No podía creerme a mí mismo. Tomé algo tan especial
sin cuidado. Pero eso es lo que era cuando bebía, un cabrón descuidado y
codicioso.
Se retorció en mis brazos, así que se hallaba de espaldas a mí. La jalé de
nuevo y encontré su mirada, mis ojos parpadeando entre los de ella,
extrañamente sin aliento. —¿Fui tu primero?
Tragó saliva y luego asintió.
—Oh, Eilish, lo siento mucho —le dije, mi tono lleno de remordimiento.
Debe haber estado tan asustada cuando descubrió que estaba embarazada.
Embarazada de la única vez que tuvo relaciones sexuales. Conmigo. El maldito
idiota más grande de todo el mundo.
—Está bien —me aseguró—. Honestamente. Como dije, eras muy dulce.
Me seguías diciendo lo mucho que amabas mi cabello y lo guapa que era. —
Algunas cosas no cambiaron. Aún amaba su cabello. Y sí, tuve que admitir que
existía una pequeña parte de mí a la que le encantaba la idea de ser el primero,
incluso si finalmente lo hacía todo al final.
Estuve callado durante un largo momento, mi cerebro funcionaba.
Una imagen de ella brilló en mi mente, la noche que la vi en la fiesta de
cumpleaños de William, cómo actuó como si no supiera quién era cuando la
verdad era que ella siguió mi carrera durante años. Estaba enamorada de mí. Y
luego, la primera vez que me conoció, dormimos juntos.
Otra imagen, de su amiga esta vez, la forma en que Josey me miró la
semana pasada, cómo actuó. No me gustaba la idea de que Eilish me mirara de
esa manera.
—Pensé que me estaba enamorando —agregó distraídamente, alejándome
de mis pensamientos, sus ojos perdiendo el foco—. A la mañana siguiente me
desperté, las estrellas en mis ojos y todo, y apenas sabías quién era o qué hicimos.
Hice una mueca. Un silencio pasó entre nosotros e intenté juntar todas las
piezas. Cuando lo hice, algo me golpeó, un recuerdo extraño, y no podría decir si
era real.
—Te dije que cerrases las cortinas —solté, y sus ojos se encendieron.
—¿Qué?
—Esa mañana, te dije que cerraras las cortinas, ¿no? Esa eras tú.
Jadeó, su mano fue a su boca. —Pero, ¿cómo…?
Mi frente se arrugó. —No lo sé. Creo que contar la noche ayudó. Ojalá
pudiera recordar más.
Eilish tragó saliva y se volvió para mirar el agua por un segundo, su perfil
hacia mí, su expresión pensativa. Cuando finalmente habló apenas fue un
susurro. —Sí, esa era yo.
Juré por lo bajo y la agarré por la parte superior de los brazos, moviendo
mis pulgares tiernamente hacia delante y hacia atrás. Mi cara era sincera
cuando dije—: Sé que me sigo repitiendo, pero realmente lo siento, Eilish. Te
merecías mucho más que eso. Fui una gran molestia para ti.
—Eras un adicto, Bryan. Y no fue como si desalentara tu atención. Cuando
coqueteabas conmigo coqueteaba, y estaba totalmente sobria como una piedra.
Tú eras el que estaba bajo la influencia del alcohol.
La contradije automáticamente. —Yo era el villano de la obra y ambos lo
sabemos.
Negó con la cabeza y se encontró con mi mirada deliberadamente. —No
hubo villanos. Solo dos personas equivocadas que colisionaron e hicieron algo
hermoso. Pude haber tenido miedo en ese momento, pero no cambiaría a Patrick
por nada del mundo. Él es mi todo.
Mi corazón se calentó y luego se quemó, las extrañas quejas de inquietud
y duda se disiparon ante su mención de nuestro hijo.
Me encantaba cuánto lo amaba, y en ese momento me di cuenta de cuánto
deseaba ese amor. Su amor. Quería que los tres fuésemos una familia, tanto que
me dolían los huesos. Desafortunadamente, sospechaba que si le daba una
palabra de esto a Eilish correría un kilómetro. Era una loca caldera de conejito,
encaprichado con ella.
Ella tuvo casi cinco años con Patrick, y pensé en mi propia madre. Ella
tenía veintinueve años conmigo, pero nunca vi ese tipo de amor y adoración en
sus ojos. Me necesitaba, me amaba, ¿pero me adoraba como alguien
increíblemente especial que ella había hecho? De eso era de lo que no estaba tan
seguro. Eilish. Ella era la que me enseñó sobre el amor, y sabía que quería eso
en mi vida. A pesar de cómo comenzamos, quería que ella y Patrick fueran míos.
Se volvió en mis brazos para mirar el agua otra vez. Nos habíamos dirigido
hacia el mar, pero giré el bote en un arco y me dirigí hacia Ireland's Eye. Eilish
notó la dirección y ladeó su cabeza hacia mí con una sonrisa emocionada.
—¿Vamos a ir a la isla?
Sonreí de vuelta. —Sí, cariño, vamos a ir a la isla.
Traducido por Lipi Sergeyev

Bryan
U na vez que aseguré el bote, agarré mi mochila y ayudé a Eilish a
alejarse. Su anterior cautela acerca de salir al agua desapareció, y
parecía relajada.
—Pensé que podríamos caminar hasta la Torre Martello y hacer un picnic
—le dije mientras la tomaba del brazo y la alejaba de la orilla.
Miró mi mochila. —¿Trajiste comida?
—¿Qué clase de cita sería si dejara que te murieras de hambre?
—Simplemente nunca te imaginé como el tipo doméstico —respondió, con
los ojos en el suelo mientras navegábamos por el terreno rocoso.
—Bueno, imagínatelo porque cocino todo el tiempo. Will ha puesto medio
kilo los músculos de toda la proteína gourmet con la que le he estado
alimentando.
Soltó una risita. —Él es muy grande.
—No estoy seguro de que me gustes comentando sobre el tamaño de mi
compañero de piso —bromeé.
Eilish puso los ojos en blanco. —Sabes perfectamente que solo somos
amigos.
Le disparé una sonrisa, porque lo sabía. No me malinterpreten, había
estado listo para atacar a Will por las pelotas después de escuchar que la llevaría
a una cita. Sabía que le gustaba Eilish, así que decidí ser sincero y decirle que
era el padre de Patrick. Después de eso, dejó de lado sus ideas románticas y
decidió ayudarme. Era un verdadero acto de clase, un verdadero amigo.
Estaba seguro de que el cambio de opinión de Eilish sobre mí era la mitad
de lo que hizo Will. No me sorprendió la noticia cuando Eilish me informó en su
cocina la semana pasada que ella y Will no estaban saliendo, pero me sorprendí
de que me lo hubiera contado. Esperaba que se escondiera detrás de la artimaña
por un poco más de tiempo.
—No he estado aquí desde que tenía la edad de Patrick —dijo después de
caminar unos minutos en silencio. Sonaba melancólica.
La miré. —¿No?
—Mi madre nunca le gustó el aire libre. Puso fin a actividades como esta
bastante temprano. Los cócteles y veladas eran más su cosa.
—Sí, la mía también. Aunque prefería las fiestas en casa y los clubes
nocturnos a las veladas. —Dejé escapar un suspiro—. Hablando de madres,
¿Cara te dio algún dolor sobre nosotros desechando su pasatiempo de desayuno
pretencioso?
Eilish adoptó una mirada exasperada. —Sí. Pero he estado enviando sus
llamadas al correo de voz. No tengo la energía para lidiar con ella. —Su expresión
se volvió pensativa—. ¿Eres cercano a tu madre?
—Lo soy. Papá se fue cuando yo tenía tres años… —Pensé en eso por un
momento, recordando la versión de los eventos de mi madre. Tomando una
respiración profunda, continué—: Hemos sido solo nosotros dos desde que tengo
memoria. Es difícil no ser cercanos en una situación como esa.
Casi tropezó con una roca, pero la atrapé por el codo en el momento justo.
—Soy todo lo contrario —dijo una vez que recuperó el equilibrio—. Si soy el
desierto del Sahara, mi madre es el Ártico. Nunca realmente nos vemos cara a
cara. Todavía no lo hago.
—No estoy diciendo que estemos de acuerdo en todo —dije—. De hecho, no
estoy de acuerdo con mamá en muchas cosas. Por su parte bebe demasiado, y
obviamente sabes cómo puede ser un problema para mí. He tratado de ayudarla
a que esté sobria, pero ha sido una batalla perdida hasta hace poco.
—¿Oh? ¿Qué cambió? —preguntó, curiosa.
—Le conté sobre Patrick.
Sus cejas se alzaron. —¿Lo hiciste?
Asentí. —No esperaba que tuviera ese efecto en ella, pero escuchar que
tiene un nieto realmente le devolvió la vida a los ojos. No la había visto tan
esperanzada en mucho tiempo.
—Eso es genial —dijo Eilish con un poco de cautela.
—No te preocupes. Ya le dije que pasaría un tiempo antes de que pueda
conocerlo. Me aseguraré de que haya limpiado su vida antes de que eso suceda.
Eilish sacudió su cabeza, su expresión se relajó cuando un pensamiento
pasó detrás de sus ojos.
Le coloqué algo de cabello detrás de su oreja y le pregunté—: Oye, ¿en qué
piensas?
Se mordió el labio. —¿Es así como desarrollaste tu adicción? ¿A causa de
tu madre?
Exhalé una respiración profunda, quedándome en silencio por un
momento antes de responder—: Ciertamente tuvo algo que ver, y estoy seguro
de que obtuve mis rasgos adictivos de ella, pero no es como si me hubiera forzado
a pasar alcohol por mi garganta. Lo hice por mi propia voluntad. Sin embargo,
probablemente ella podría haber dado un mejor ejemplo.
—Hmm.
—¿Qué significa “hmm”?
—No la culpes. La mayoría de las personas culpan a sus padres por todo,
incluso cuando les ha resultado bastante fácil crecer. Es extraño.
—Sí, bueno, no estoy en el negocio de echarle la culpa. Sé lo que es cometer
errores, y no estaría donde estoy ahora si las personas en mi vida no me hubieran
perdonado. Ella podría no haber sido la mejor madre, pero siempre estuvo ahí
para mí. Y siempre venía a mis juegos. Solo a medida que fui creciendo nos
alejamos. Todavía éramos cercanos, pero no tanto como solíamos estar.
Eilish frunció el ceño. —No estoy esperando que Patrick se convierta en
un adolescente y se aleje de mí. Ojalá pudiera quedarse pequeño para siempre.
Le di una mirada cálida y deslicé mi brazo alrededor de su cintura
mientras caminábamos. —Eres la luz de la vida de ese niño. Incluso cuando
crezca, sé que nunca dejará de amarte. Nadie podría dejar de amar a alguien
como tú, Eilish.
Ella contuvo el aliento y luego se calló. Vi un toque de rubor en sus
mejillas. Siempre se callaba cuando decía la verdad sobre ella.
Llegamos a la Torre Martello y nos tomamos unos momentos para mirar
la vista. Todo lo que podía escuchar era el viento y las olas golpeando la orilla.
Cuando miré a Eilish, lucia tan malditamente hermosa que me dejó sin aliento.
Brillantes y vibrantes mechones de cabello volaron por su rostro. Sus deliciosos
labios rosados se separaron un poco, su lengua se sumergió para humedecerlos.
Sin embargo, sus ojos eran los más hermosos. La luz los atrapó de tal manera
que los hizo parecer como el cristal, el azul del mar se reflejaba dándoles color.
Quería besarla.
En cambio, tiré mi brazo alrededor de sus hombros y la atraje cerca. —
Deberíamos tomar una foto —susurré, buscando en mi bolsillo mi teléfono.
Nuestros pechos se rozaron y la sentí estremecerse. Hice clic en la cámara y la
sostuve frente a nosotros. Eilish tenía una expresión vagamente incómoda así
que la empujé un poco.
—Oye, ¿estás bien?
Asintió y sus labios comenzaron a curvarse.
Tomé algunas fotos antes de deslizar el teléfono de nuevo en el bolsillo de
mis vaqueros.
—¿Qué vas a hacer con ellas? —preguntó con curiosidad.
—No las incluiré en Facebook si eso es lo que te preocupa —le aseguré—.
Solo estoy capturando recuerdos para nosotros.
—Oh. —Respiró y luego se mordió el labio.
—Puedo enviártelas si quieres, así ambos tendremos copias.
Sus ojos se iluminaron. —Sí, por favor hazlo.
—Hecho. ¿Tienes hambre?
—Muriendo de hambre.
—Bueno. Vamos a buscar un lugar menos ventoso donde podamos comer.
Encontramos un respiro del viento detrás de un pequeño afloramiento, y
saqué la manta enrollada de mi bolso y la coloqué en el suelo. Eilish se sentó,
pero hacía demasiado frío para que alguno de nosotros pensara siquiera en
quitarnos los abrigos. No pensé exactamente en toda esta idea de picnic.
Cuando Eilish se estremeció visiblemente, le ofrecí mi abrigo pero ella lo
rechazó. —Vas a atrapar tu muerte.
—Entonces al menos ven aquí para que pueda calentarte —le dije, mi
mirada se oscureció.
Sus ojos brillaron ante la sugerencia, y se arrastró para sentarse a mi lado.
Los recuerdos de la parte trasera del bote inundaron mi cabeza por su cercanía,
y tuve dificultades para mantener mis manos para mí. Las mantuve ocupadas
entregándole los emparedados envueltos y el frasco. Entonces, incapaz de
ayudarme a mí mismo, le eché el brazo por los hombros, frotándolo hacia arriba
y hacia abajo para crear algo de calor. Su olor me golpeó la nariz. Sandía. Tal vez
tener un picnic irlandés frío no era tan mala idea después de todo. Al menos
significaba que tenía una excusa para abrazarla así. Ella me dio un emparedado
y luego desenvolvió el suyo.
—No es exactamente la alta cocina —dije—. Prometo que te llevaré a
algún lugar lujoso la próxima vez.
Dio un mordisco al pastrami de centeno y cerró los ojos para saborearlo.
—De ninguna manera. Este emparedado es increíble. Tomaré esto como en un
restaurante con estrellas Michelin cualquier día de la semana.
—Solo sabe bien porque te mueres de hambre. —Me reí con ternura.
—No-oh. No miento sobre la comida. Este emparedado es lo mejor que he
probado en mi vida pasada. ¿Es esa mostaza americana?
—Sí.
Gimió. —Es taaaan bueno. En mi vida pasada, mientras crecía, fui a
restaurantes lujosos para durar diez vidas. Hoy en día prefiero la buena cocina
casera a la antigua. No tienes muchas oportunidades de comer afuera cuando
hay un niño de cuatro años viviendo bajo tu techo.
—Eilish, te llevaré a cenar. Eso sucederá. —Me mantuve firme—. Haz que
Sean juegue a la niñera.
Rio. —No le gusta el término “niñera”. Prefiere “asesor de alta costura
infantil”.
Suspiré y sonreí. —Por supuesto que sí.
Eilish tragó otro bocado de su emparedado. —Sean siempre ha sido
excéntrico. Por cierto, ¿tal vez puedes hablar con él por mí? Cada vez que viene
de visita, trae regalos para Patrick. Es encantador y todo, pero no quiero que mi
hijo piense que regalos cada semana son la norma. Intenté explicarle esto a mi
primo, pero no me escuchará —dijo, exasperada.
Me conmovió que me estuviera pidiendo ayuda. —Por supuesto. Seguiré
pateándolo en las espinillas durante el entrenamiento hasta que acepte
detenerse.
Rio. —¿Tal vez algo menos extremo?
—Aguafiestas, pero está bien, déjamelo a mí.
Me miró entonces, nuestros labios tan cerca que casi se tocaron. —Gracias.
Continuamos comiendo en silencio, nuestros ojos encontrándose de vez en
cuando. Cuando terminamos, envolví mi otro brazo alrededor de ella y la jalé
para que se sentara entre mis muslos. Había algunos turistas deambulando por
allí, pero el afloramiento nos proporcionaba suficiente privacidad. Eilish exhaló
suavemente y apoyó su cabeza en mi esternón.
—Esto es bueno —dijo ella, su voz relajada.
La apreté un poco y presioné mi boca en la parte superior de su cabeza. —
Mm-hmm.
El tiempo pasó. A pesar del frío, podría haberme quedado dormido. Estar
con ella hizo que todo fuera pacífico.
—¿Bryan? —susurró ella.
—¿Qué es, amor?
—Me alegro de haberte hablado sobre Patrick.
Sonreí a pesar de que se hallaba de espaldas a mí y no podía verlo. —Yo
también. —Bajando la boca a un lado de su cuello, llevé mis labios a su piel. Ella
dejó escapar un pequeño gemido y se movió en su lugar.
—Creo que vas a ser un papá fantástico —continuó, y la besé de nuevo,
muy ligero.
—Eso espero.
—Lo harás. Eres... tan bueno con él.
Dios, mi corazón iba a estallar si seguía hablando así. Se sentía como un
sueño. Demasiado bueno para ser real. Incluso cuando me confesó que Patrick
era mío, nunca imaginé que terminaríamos aquí.
—Eilish.
—¿Hmm?
—Solo cállate y bésame.
Soltó una carcajada al escuchar sus anteriores palabras y la puse de
espaldas, trepando sobre ella. Tomé su boca en un beso ardiente y abrasador. Me
había estado muriendo por hacer esto desde que salí del bote. ¿Cómo podría
extrañar tanto su sabor? Solo había pasado una hora desde que llegamos.
Ella se derritió debajo de mí, su boca se abrió, nuestras lenguas bailando.
Se arqueó del suelo, sus muslos se separaron y se envolvieron alrededor de mi
cintura. Gruñí ruidosamente cuando nuestros cuerpos se encontraron
íntimamente. Demasiado fuerte.
Pasos comenzaron a venir en nuestro camino.
Nos separamos en un instante y recogí la manta, metiéndola en mi bolso.
Mi respiración todavía era rápida y deseé que mi erección bajara. Las pisadas se
transformaron en un pequeño grupo de turistas de habla alemana, y recé para
que no mirasen en dirección a mi entrepierna. Cuando vi la mirada de Eilish,
pude ver que ella hacía todo lo posible para no reírse. Era muy consciente de mi
situación.
Me aclaré la garganta. —Deberíamos comenzar a regresar.
Echó un vistazo a su reloj, sus labios se crisparon. —Sí, le dije a la niñera
que estaría en casa a las ocho.
Arqueé una ceja. —¿Algo gracioso?
Su boca formó una línea apretada. —Nop.
Me acerqué a ella. —¿Estás segura?
Su mirada se deslizó hacia la mía, luego se alejó. —Ajá.
—Está bien, entonces. —Me volví y me dirigí a recoger lo último de
nuestras cosas.
—Es solo… —comenzó Eilish y luego se calmó.
—¿Sí?
Negó con la cabeza y finalmente dejó que su risa fluyera libremente. No
pude evitar sonreír también, aunque no estaba del todo seguro de que un
inconveniente difícil e inoportuno justificara tanta risa. Era contagioso de todos
modos.
Hizo un gesto hacia el grupo de turistas en retirada. —Estudié alemán en
la escuela, así que puedo seleccionar ciertas palabras. Una de las mujeres
comentó sobre ti con su amiga.
Sonreí. —¿Oh si? ¿Qué dijo?
Se secó la humedad de las comisuras de sus ojos. —Algo parecido a una
salchicha lo suficientemente grande como para alimentar a un ejército.
Mi sonrisa murió. —Desearía no haber preguntado.
—¿De verdad? Pensé que los hombres disfrutaban cumplidos sobre esa…
área en particular.
—Lo hacen. Pero los ejércitos generalmente están formados por un grupo
de tipos. —Arqueé una ceja de manera significativa. Se le escapó una fuerte
carcajada y se tapó la boca con la mano. Dios, era demasiado jodidamente
adorable.
Contuvo la respiración, finalmente se calmó de su ataque de risitas. —
Eres demasiado, Bryan Leech.
—Eso es lo que las damas alemanas piensan de todos modos —dije
inexpresivamente, mi sonrisa regresó.
Eilish estalló en carcajadas otra vez.
Traducido por maggiih.

N o me arrepentí exactamente de lo que hicimos en el barco. El


arrepentimiento no era la palabra correcta.
Yo… me sentía preocupada por eso.
Cuando Bryan me llevó a casa y las calles que conducían a mi apartamento
se alzaron frente a mí, la realidad se apoderó de mis hombros.
Tuvimos sexo. En el barco. Antes de la cita. Aún no habíamos hablado de
lo que significaba. Ni siquiera hicimos planes adicionales después de esta noche.
Incapaz de respirar por completo, apreté mis manos sobre mi regazo, mis
muslos flexionados con el recuerdo de lo que habíamos hecho. Aunque no me
arrepiento, me sentía decepcionada de mí misma.
El hecho que importaba era. Que no me reconocí con él, su cuerpo me hizo
imprudente, irreflexiva, irresponsable.
Eso no es cierto. Es él. Es todo de él. Me gustaría tener sexo nuevamente
con él. Ahora mismo. En un barco. O en un tren. O en la lluvia.
Hombre, realmente necesito leer algo más que el Dr. Seuss.
Trivializar mi deseo por este hombre al relegarlo solo a su cuerpo era una
simplificación excesiva. Su voz, un cumplido suave, una mirada, el movimiento
de sus manos, un brillo en su ojo, cualquier cosa que él me diera hizo que mis
pezones se endurecieran, mi respiración pequeña.
Eso no podría ser normal.
Lo peor de todo, es que no era un tipo con el que pudiera probar las aguas
y avanzar si las cosas no funcionaban. Este era el padre de Patrick. Para bien o
para mal, estábamos atrapados el uno con el otro durante los próximos trece años
al menos. Y si las cosas no funcionaban entre nosotros, entonces las cosas podrían
ponerse feas.
—¿Qué sucede? —Bryan cubrió mi mano con la suya. Estuve retorciendo
mis dedos.
Lo miré y luego me alejé, dándole una sonrisa apretada. —Nada está mal.
No estoy lista para hablar de eso, no todavía, necesitaba pensar, decidir si
era algo de lo que había que preocuparse. Quizás esto era genial. Quizás estaba
siendo tonta.
O quizás este es un gran error, porque esta vez, cuando Bryan se vaya,
realmente me destrozará.
Traté de tragar, pero no pude, así que forcé a mi garganta a aclararse
contra la tensión repentina. Sus ojos se enfocaban en mí, los sentí en mi perfil,
así que traté de relajarme, decidiendo que podría pensar en esto más tarde. No
hay razón para arruinar la noche pensando demasiado.
Bryan estacionó y vino a ofrecer su mano. La tomé y caminamos hacia la
puerta juntos, nuestros dedos se unieron.
Todavía me miraba, así que decidí redirigir nuestra conversación
preguntando—: ¿Me has enviado la foto? ¿De nosotros en la playa?
—No, aún no. Quiero agregar uno de esos filtros de Snapchat primero, con
la corona de flores.
Me reí. Me encantaba lo fácil que podía hacerme reír. —Te imaginas una
corona, ¿verdad?
Asintió, sonriendo y parándose derecho cuando llegamos a la puerta de mi
casa. —Creo que merezco una, para ser honesto.
—¿De verdad? ¿De qué eres el rey entonces?
Me hizo parar justo al lado de la puerta y guio mi espalda contra la pared.
Sumergiendo su cabeza en mi cuello susurró—: Tu cuerpo.
Abrí los ojos ante su arrogancia, pero luego me estremecí cuando me lamió
la oreja. Instintivamente, mi cabeza cayó hacia atrás cuando le ofrecí mi cuello.
—Envía a la niñera a casa, amor. —Puso un beso cortante justo debajo de
mi mandíbula, una mano callosa se deslizó en mis leggins y me agarró por la
espalda. Gimió, apretándome.
—No estás usando ropa interior.
—Lo sé. Tú la tomaste.
Presionando su duro cuerpo más insistentemente al mío, sentí la longitud
de su erección presionar contra mi vientre. Mi respiración se aceleró.
—Me quedaré a pasar la noche —dijo, su mano en mis leggins
deslizándose hacia el frente—. Te haré venir.
El sonido de la puerta de mi vecina al abrirse me golpeó como un cubo de
agua helada. Saqué su mano de mis pantalones y lo aparté. Me miró,
balanceándose sobre sus talones, sus ojos en partes iguales calientes y divertidos.
Me volví, buscando frenéticamente mis llaves, y levanté la cabeza para
hacer contacto visual con la señora Francis, la anciana muy agradable de la casa
de al lado. Cada vez que me veía, me decía que rezaría para que encontrara un
marido como Timothy. Intentaba decirle que no necesitaba un marido y me daba
unas palmaditas en la mano, sonriéndome como si fuera una tonta.
—Hola, señora Francis —llamé, mis manos temblaban y mi voz sonaba
temblorosa mientras trataba de abrir la puerta.
—Oh, hola allí, Eilish, ¿y quién eres tú?
—Bryan Leech, señora. —Bryan la saludó amigablemente.
—Dios mío, eres muy alto, ¿verdad?
—Todo el mundo lo dice —replicó Bryan uniformemente, recordándome el
desatino verbal de Josey. Hice una mueca justo cuando encajaba la llave en la
cerradura.
—¿Vas a ser el marido de Eilish?
Miré a mi vecina y sacudí mi cabeza. —No, Sra. Francis. Como le dije, no
necesito un marido.
—Oh, debo estar confundida, porque estoy segura de que tu hijo me dijo
que te casarías.
Frunciendo el ceño, deslicé mis ojos hacia Bryan. Estoy segura de que mi
mirada de confusión reflejaba la de él.
—Bueno, buenas noches, señora Francis. —Abrí la puerta, le dediqué una
sonrisa y entré al apartamento, Bryan siguiéndome.
Cerró la puerta e intercambiamos miradas de desconcierto.
—¿Qué fue eso? —Buscando mis ojos, sonrió. Pero había algo fuera de
lugar al respecto.
—No tengo idea. —Dejé caer mis llaves en mi bolso—. Siempre está
hablando de que necesito un marido. Tal vez la charla confundió a Patrick.
—Deberíamos preguntarle. —Hubo un extraño matiz en su voz que me
hizo enderezar un poco.
—Claro. —Me encogí de hombros—. Todavía no está en la cama, debería
estar bañándose. Déjame relevar a Becky.
Bryan tragó, sin fruncir el ceño.
—Iré a ver cómo está.
—Suena bien. —Saqué el dinero que retiré para pagarle a la niñera y lo
conté para asegurarme de que todo estaba allí.
Bryan puso su mano sobre la mía. —Déjame pagarle.
—¿Qué? No. —Sacudí su mano, dándole una mirada de soslayo—. Saqué
este dinero en efectivo específicamente para pagarle, y odio andarlo trayendo.
Bryan no hizo un completo ceño hasta que llegó a ser un ceño por completo.
Sin embargo, asintió y se alejó. —Iré a ver Patrick.
—Está bien. —Intenté parecer despreocupada, normal, pero no lo logré.
La forma en que actuaba, toda la noche, cómo respondió a la extraña declaración
de la señora Francis me convirtió en una maraña de nudos.
Su mirada se movió sobre mi rostro una vez más, como si estuviera
buscando algo en específico, y luego se giró para ir al baño. Tan pronto como
estuvo fuera de vista, solté un aliento silencioso y me apoyé contra la mesa, mis
ojos miraron sin ver la alfombra mientras rememoraba los eventos de la noche.
Había estado actuando de forma extraña en la cubierta, después de
confesar mi enamoramiento. O tal vez fue después de haber tenido sexo. Tal vez
lamentaba lo que sucedió.
Pero no lo creo. No.
Si lamentaba nuestro tiempo en el barco, entonces no habría estado
agarrando mi culo afuera y pidiendo pasar la noche.
Mi teléfono sonó, así que lo saqué de mi bolsa y di un vistazo a la pantalla.
Era Josey, así que la envié al buzón de voz, haciendo una nota mental para
llamarla por la mañana. Bryan absolutamente no pasaría la noche. Necesitaba
algo de tiempo para pensar, y el tiempo con Bryan no era tiempo para pensar.
Al menos no era tiempo pensando con mi cerebro.
Me reporté con Becky y le pagué, ignorando el sonido de mi teléfono
mientras la llevaba a la puerta. Era una linda chica de dieciséis años que vivía
en nuestro edificio. Me gustaba porque era moderada y responsable. A Patrick le
gustaba porque era bonita y le dejaba helado.
Chicos.
Después que se fue, revisé mi teléfono, vi que era Josey de nuevo, y crucé
a la cocina, todavía empujando mi preocupación por los acontecimientos de la
noche a mi mente. Asegurándome de que Becky terminó todos los platos y guardó
la comida, apagué la luz y caminé hacia el baño, nuevamente ignorando mi
teléfono.
Tenedores y galletitas, Josey. ¡Mantén tus braguitas puestas!
No debería haberle contado sobre la cita con Bryan. No iba a dejar de
llamar hasta que me reportara y contara sobre la noche. No tenía planes de
contarle ninguno de los detalles; ordenaría mis sentimientos a mi propio tiempo.
Bryan ayudaba a Patrick a salir del baño y lo envolvía con una toalla
cuando llegué.
—¿Bryan puede pasar la noche? —Fue lo primero que dijo Patrick al
verme.
Mi boca se abrió y mis ojos se clavaron en Bryan. Parecía tan sorprendido
como yo.
—Yo... Yo... —tartamudeó Bryan, finalmente recuperándose, mirando con
los ojos abiertos e inocentemente—. No sé de dónde sacó la idea.
—¿No lo sabes? —Estreché mi mirada sobre él, no gustándome que
pudiera usar a Patrick de esta manera.
Pero entonces Bryan resopló con una risa incómoda y sacudió la cabeza
con firmeza.
—No. No lo sé. Lo juro.
Al ver que decía la verdad, volví a centrar mi atención en Patrick y su
rostro esperanzado.
—Puede dormir en mi cama y yo puedo dormir en mi dinosaurio. —Su
dinosaurio era su saco de dormir con forma de T-Rex.
—Lo siento, cariño. Pero Bryan no puede pasar la noche. Tiene tareas que
hacer en la mañana, al igual que nosotros. Pero te verá por la tarde. —Los ojos
de Bryan se clavaron en mí cuando dije esto. Sentí su intensidad a pesar de que
no lo miraba.
—Entiendo. —Patrick asintió, viéndose triste pero resignado, y luego a
Bryan le dijo—: ¿Prometes que vendrás tan pronto como termines con tus tareas?
—Absolutamente. —Bryan alborotó su cabello húmedo.
—¿Y jugaremos al fútbol?
—Por supuesto.
—¿Y construir un fuerte de mantas?
—¡Oye! —interrumpí, riéndome a pesar de mi incertidumbre
arremolinada de emociones.
—¿Y tienes helado? —empujó Patrick, ignorándome, hablándole solo a
Bryan.
Bryan me miró y luego regresó a Patrick, eligiendo sus palabras con mucho
cuidado. —Depende de lo que diga tu mamá sobre el helado.
Patrick se desplomó un poco y asintió.
Pero entonces Bryan susurró en voz alta—: Pero definitivamente sí al
fuerte de mantas.
Sacudí mi cabeza. —Ve a ponerte pijama, estaré ahí. —La sonrisa de
Patrick era enorme cuando salió rápidamente del baño, pasándome como si
quisiera irse antes de que pudiera contradecir la promesa del hombre mayor.
Dirigiendo mi mirada hacia Bryan, crucé los brazos sobre mi pecho
mientras intercambiábamos miradas. Una sonrisa permaneció detrás de sus
ojos, pero sabía que las travesuras de Patrick eran la razón. Más allá de eso, no
podía decir lo que pensaba.
—¿Te veré mañana? —preguntó, nuevamente su mirada se movió sobre
mí inquisitivamente, como si también tuviera problemas para leerme.
Estaba a punto de sugerir que se quedara un momento después de que
Patrick se fuera a dormir para poder hablar sobre eso, pero luego mi teléfono
volvió a sonar. Resoplé, levantando mis ojos al techo.
—¿Quién es ese? —preguntó Bryan, una nota de irritación en su tono—.
Tu móvil ha estado sonando constantemente desde que llegamos a casa.
—Lo sé —Me volví hacia la sala de estar y al ofensivo teléfono, planeando
ponerlo en silencio—. Lo siento. Es Josey.
—¿Josey?
—Está bien. Está volviéndome loca. —Alcanzando el teléfono, lo cambié a
vibrador y lo puse en mi bolso.
—¿Por qué llama?
Me volví de nuevo hacia Bryan, sin poder mirarlo a los ojos mientras le
explicaba—: Cometí el error de decirle que, tú y yo, teníamos una cita.
Bryan estuvo callado por un momento y sentí un rubor en mis mejillas,
avergonzada por razones que no entendía.
Cuando finalmente encontré el coraje para mirarlo, miraba a la pared
detrás de mí, y no me gustó como se encajaba su mandíbula.
—¿Bryan?
—Debería irme. —Asintió a su propia afirmación, sus ojos parpadearon
sobre mí, su sonrisa no los alcanzó mientras caminaba hacia mí y me daba un
ligero beso en la mejilla.
—Dile a Patrick que lo veré mañana, ¿sí?
—Sí. Seguro —dije, una sensación de hundimiento en mi estómago me
hizo envolver mis brazos alrededor de mi torso.
Bryan se detuvo, mirándome distraídamente. Pero luego, después de un
momento, su mirada se calentó y su sonrisa se hizo verdadera.
—Tuve un tiempo genial esta noche —susurró, sacando mi mano de mi
cuerpo y entrelazando nuestros dedos. Se inclinó para darme un sensual, caliente
y suave beso sobre mi boca.
Me sentí inclinarme hacia él, derretirme bajo su toque.
—Yo también —susurré cuando se alejó.
—Lo sé —dijo, moviendo sus cejas.
Y, a pesar de todo —mi incertidumbre, mis preocupaciones, mis miedos—
eso me hizo reír.
—Eres malvado.
—El más malvado —coincidió, tirando el cuello de mi top hacia un lado y
mirando por debajo de mi camisa.
Alejé su mano, todavía riendo.
—Vete. Sal de aquí, pervertido.
—Bien. Me iré. —Levantó sus manos como si se rindiera. Pero entonces
me señaló mientras retrocedía hacia la puerta—. Pero deberías saber, solo soy
pervertido para ti.

Bryan vino el sábado y construimos una fortaleza de mantas. Y luego los


tres comimos helado adentro.
Pero lo atrapé dándome miradas extrañas. Me miraba, frunciendo el ceño,
como si se concentrara o resolviera un problema.
Se fue después de la cena, inventando una excusa de tener trabajo que
hacer en su departamento a pesar de mi invitación para que se quede y mire una
película con nosotros. Y cuando se fue, me dio un ligero beso en la mejilla.
Un beso. En la mejilla. Hace casi veinticuatro horas, tenía su mano en mi
pantalón, mendigando para pasar la noche.
Su comportamiento desde entonces continuó siendo inquietante.
En el trabajo era muy educado, pero distante. Y luego era todo coqueteo
amistoso cuando estábamos en mi departamento. No me pidió otra cita, pero
venía casi todas las noches a ver a Patrick.
Me preguntaba si era el próximo partido lo que lo hacía actuar de forma
tan extraña. Era el primero de la temporada y todos parecían estar un poco más
nerviosos, hablaban un poco más fuerte, se esforzaban más.
Con estos pensamientos plagando y distrayéndome, no prestaba atención
a mi entorno. Así que cuando salía del vestuario después de una sesión urgente
con Daly dos horas antes del gran partido, una mano se acercó y me agarró por
la muñeca, tomándome por sorpresa. La misteriosa mano me tiró firmemente
detrás de la pared que conducía a las duchas.
Tropecé, colisionando desvergonzadamente en un cuerpo familiar. La risa
burlona de Bryan se encontró con mis oídos. —Hola, amor. Que gusto encontrarte
aquí.
Lo miré, dándome cuenta de varias cosas, todas al mismo tiempo.
Uno: No se afeitó esta mañana y eso lo hacía endiabladamente apuesto.
Dos: Su mano soltó la mía y estaba palmeando y agarrando mi trasero.
Tres: Solo llevaba una toalla.
—¡Bryan!
—¿Esperabas a alguien más? ¿Tal vez a Alice de la oficina? —Sonrió como
un lobo, luego bajó los labios a mi cuello y me apretó la espalda.
—¿Qué haces? —susurré duramente—. Daly y Moore están en el
vestuario. Nos escucharán.
—No si estamos realmente callados. —Agarró mi mano y la movió al frente
de su toalla—. ¿Podrías guardar silencio?
Instintivamente, agarré su polla a través de la tela, mi respiración se
volvió irregular. Se sintió tan bien.
Y se sentiría aún mejor si me diera por vencida.
¡Vencida!
—Espera. —Respiré, sacudiendo mi cabeza por algo de sobriedad desde mi
lujuria—. No deberíamos hacer esto aquí.
La reputación de Bryan sobreviviría a un encuentro amoroso en el
vestuario, pero la mía no. Ya tuve a Connors haciendo comentarios sobre mí
extendiendo mis piernas para los jugadores.
—Bien —Sacudió sus caderas hacia delante, presionándose en mi mano—
. ¿Dónde debemos ir? ¿Las duchas?
—No lo sé —dije débilmente, mordiéndome el labio mientras una imagen
de nosotros llevando esto a las duchas flotaba en mi mente.
¡Dios, si!
Maldita sea.
Maldición, maldición, maldición.
—Bryan, por favor. —Gimoteé, porque se inclinó más, acariciando mis
pechos y mordiendo mi pezón a través de la tela de mi polo de manga larga.
—Lo que sea que quieras. —Su voz era un estruendo, espesa de promesa—
. Te necesito, necesito sentirte. Extraño tu sabor. —Sus manos se metieron en
mis pantalones, sus dedos encontraron mi clítoris. Ya estaba dolorido y mojado.
¡TENEDORES!
—Por favor. —Gimoteé, inclinando mis caderas sin pensar, la parte
posterior de mi cabeza cayendo a la pared. Esto estaba tan mal. Estábamos en el
trabajo. Él tenía un partido en menos de dos horas. ¿Por qué siempre me hacía
tan tonta? ¿Tan irreflexiva?
—Me encantan los sonidos que haces cuando te toco. —Besó mis párpados,
separando mis pliegues, frotando mi centro resbaladizo—. Me encanta cómo te
sientes.
Se me cortó la respiración y froté contra la toalla. Se resistió contra mi
mano.
—Me encanta cómo me tocas. —Gruñó, y luego añadió con suavidad—: Me
encanta cómo me miras. Me encanta lo brillante, fuerte y valiente que eres. —
Sus movimientos se ralentizaron y cambió su mano, acariciando mi cadera
mientras me mordía la mandíbula.
Y luego se mantuvo muy quieto.
Parpadeé abriendo mis ojos, mirándolo con duda. Tardó un momento en
desaparecer la neblina del deseo, pero cuando lo hizo su mirada fue intencionada.
¿Hice algo mal? Cómo me gustaría haber entendido todas sus miradas. Su
mirada me confundió. Él me confundió. Un minuto era insaciable, y al siguiente
una pared divisoria.
—Te amo.
Solo podía parpadear ante él, ante su mirada feroz y sus palabras,
estupefacta.
—¿Tú…?
Sus ojos se posaron en mis labios. —Estoy enamorado de ti.
Traducido SOS por Taywong & Maggiih

—E spera. Espera un minuto. Sólo. Espera.


Me quedé sin aliento.
No podía pensar.
Mis ojos perdieron el foco.
Es demasiado pronto.
—Es demasiado pronto —dijo, devolviendo mi atención a él, leyendo mis
pensamientos—. Pero es verdad. Eres la perfección.
—No. No lo soy.
—Lo eres. —Sonrió, encantándome—. Eres noble y genuina y… siento que
debo ser honesto aquí… tan malditamente sexy que no puedo pensar con
claridad.
Negué con la cabeza. —Bryan…
—Eilish, escúchame. —Agarró mi rostro, sosteniéndolo entre sus
palmas—. Estoy enamorado de ti. Y es un alivio decirlo. He estado tratando de
mantener mi distancia, no asustarte, no presionarte. Pero tengo que decírtelo.
Te amo. Nunca antes se lo dije a otra persona, y no puedo imaginar decírselo a
nadie más.
Todo el aliento dejó mis pulmones y me apoyé pesadamente contra la
pared detrás de mí. Me ojos y nariz picaban, pero no estaba en peligro de llorar.
Simplemente me sentía... tomada por sorpresa.
Y asustada.
Nos miramos el uno al otro, pero su mirada era expectante. Sabía lo que
quería que dijera, pero no podía.
No puedo. Aún no. Aún no.
El silencio nos presionó mientras luchaba. Me miró, la expectación en sus
ojos se enfrió, se volvió remota, hasta que finalmente me soltó y dio un paso atrás.
Mi corazón se retorció, mis pulmones dolieron.
Tuve que decir algo. Así que lo hice.
—Solía tartamudear.
Las cejas de Bryan se levantaron lentamente.
—¿Qué?
—Solía tartamudear. —Su mirada se posó sobre mí y me encogí de
hombros, con una pequeña e indefensa sonrisa en mis labios mientras
explicaba—: Solía volver loca a mi madre. Me dijo que no hablara, en absoluto,
porque eso la irritaba mucho.
—Lo siento. —Sus facciones se suavizaron un poco, y enderecé mi espalda.
No quería que sintiera pena por mí. Ese no era el punto de la historia.
—Yo no.
Parpadeó una vez y frunció el ceño, obviamente confundido.
—No me malinterpretes. Sé que mi madre es despreciable y no apruebo su
comportamiento. Nunca trataría a Patrick así. Me sentí triste por eso, pero sobre
todo me sentí frustrada. Y luego decidida.
—Decidida a hablar sin tartamudear. —Me estudiaba abiertamente
ahora, como si estuviera tratando de entender esta extraña alteración en la
conversación y cómo se relacionaba con su confesión.
—Más o menos. Sí. Quería hablar sin tartamudear. —Miré por encima del
hombro el sonido de voces detrás de mí, más allá de la cortina en el vestuario.
Bajando mi voz, devolví mi atención hacia él y me apresuré a explicar—: Pero
tener el impedimento del habla y superarlo es algo que no cambiaría por nada
en el mundo. Me enseñó a trabajar duro para lo que quiero, para mantener el
rumbo, definir objetivos y cumplirlos.
La frente de Bryan se aclaró mientras hablaba y su boca se movió hacia
un lado.
—¿Así que tengo tu tartamudeo para agradecer por tu extrema terquedad?
Reí ligeramente, me gustaba esto, hablar con él de esta manera, esperando
que lo entendiera.
—Supongo que sí. Pero eso no es todo.
—¿Hay más?
—Sí. Hay más. —Dudé, estudiándolo.
Hoy sus ojos eran de color verde jade, y me miraba como si hubiera
inventado el rugby y el pastel.
Él te ama.
Me preparé, porque lo que necesitaba decirle a continuación podría
disminuir su opinión o cambiarla. Teníamos un tiempo limitado para hablar y el
reloj corría.
—No me dejes en suspenso —incitó, claramente interesado a dónde dirigía
esta conversación.
—No era una buena persona —espeté.
Sus cejas saltaron.
—¿Disculpa?
Tragué una sequedad inesperada en mi garganta.
—Descubrí que era más fácil hablar sin tartamudear cuando era
sarcástica e insincera. Ser genuina, ser... vulnerable, lo empeoraba. Así que crecí
haciendo bromas y siendo sarcástica.
La mirada de Bryan buscó la mía.
—Eso no te convierte en una mala persona.
—No sabes cómo era cuando era un adolescente. No fui agradable. Y
cuando otros niños se burlaban de mí por mi forma de hablar, nunca los
perdonaba.
—También eras una niña. —Bryan me miró con curiosidad, como si
estuviera loca.
—Lo era, pero nunca los perdoné. Incluso cuando cesaron las burlas y ya
no éramos niños, guardé rencor.
—¿Qué dices? ¿Que tu rencor se extendió a la venganza?
Negué con la cabeza.
—No. Nada como eso, realmente no. Yo solo… —Incliné mi cabeza hacia
delante y hacia atrás, tratando de encontrar las palabras correctas, muy
consciente de que él seguía en una toalla y necesitaba estar listo para el partido—
. Fui burlona, sarcástica, mala. Malévola. Pero no fue porque quisiera venganza,
no podía ser sincera con las personas que me lastimaron.
Parpadeó ante eso, su expresión se suavizó aún más. Su afecto no había
menguado. En todo caso, su mirada se calentó.
—No confías fácilmente. —Su voz era baja, no del todo un susurro, y dijo
las palabras como si acabaran de ocurrírsele.
—No. No lo hago. —Traté de sonreír, pero no pude. Necesitaba que
entendiera por qué no podía devolverle su amor. Aún no. No estaba allí todavía.
Necesitaba tiempo, libre de la oscuridad de mi deseo por él. Porque lo deseaba
tan completamente que me sofocaba.
A medida que continuamos mirándonos el uno al otro, pensé que vi algo
así como la comprensión pasar por sus características. Esperaba que entendiera
que mi incapacidad para decir las palabras no era él; él no era el problema.
Yo soy el problema.
Y estamos fuera de tiempo.
—Escucha. —Extendí la mano, apretando su brazo, necesitando tocarlo—
. Necesitas prepararte. ¿Podemos hablar de esto después del partido?
—Por supuesto. —Asintió pensativo, y agregó—: Lástima que no hayas
hecho una excepción para tu madre.
—¿Qué? —Le fruncí el ceño—. ¿Crees que debería confiar en ella?
—No. De ningún modo. Hablaba de venganza. Deberías hacer una
excepción y usar tus superpotencias sarcásticas para vengarte de tu madre.
Reí entre dientes ligeramente.
—Supongo que tomé pequeñas venganzas contra mi madre.
—¿Qué? No me hagas esperar. ¿Qué hiciste?
Contenta de que estuviera bromeando, admití—: Cuando me elogió por
finalmente hablar tan bien, me propuse discutir temas que le desagradaban con
mi perfecta dicción.
Sonrió, esta noticia aparentemente tremendamente agradable.
—¿Como qué?
—Todo, desde describir el peor escenario posible para la septicemia10 de la
herida en gran detalle…
—Eso es asqueroso.
—…usar la palabra “salivar” durante el almuerzo dominical. Odia esa
palabra o cualquier cosa que tenga que ver con fluidos corporales, así que trato
de hablar de ellos delante de ella tanto como sea posible. Tan pronto como mi

10Infección grave y generalizada de todo el organismo debida a la existencia de un foco infeccioso


en el interior del cuerpo del cual pasan gérmenes patógenos a la sangre.
madre comentó lo agradable que era mi voz cuando no mataba palabras, me
propuse ser lo más cortésmente ofensiva posible.
—Bien por ti. —Sonrió, luciendo orgulloso. Pero luego algo oscuro brilló
detrás de sus ojos, un conocimiento secreto de algún tipo—. Ciertamente se lo
merece y mucho peor.

Esta sería la primera vez que veía jugar a Bryan en más de cinco años.
En realidad, eso no es verdad. Lo vi jugar en los últimos meses, en
prácticas y entrenamientos, pero este era el primer partido que vería. Evitar el
rugby en los Estados Unidos no era difícil, la mayoría del país no sabe mucho al
respecto, no puede distinguir entre las reglas de la liga y las del sindicato.
—Oh, Cristo. —Connors hizo una mueca desde su lugar en el banco a mi
lado. Estábamos de guardia y al margen, listos para entrar en acción en caso de
que nos necesitaran—. Eso pareció doloroso.
Ronan Fitzpatrick acababa de ser pisoteado en un scrum11, y me tensé de
buena gana. Pero la jugada avanzó y se puso de pie, volviendo a correr a la
refriega una vez que el grupo gigante se dispersó. Noté que tenía sangre sobre
un ojo, y que abría y cerraba su mano derecha. Alguien debe haberlo pisado.
—Di lo que quieras —dijo Connors mientras mordía su uña, con los ojos
bien abiertos mientras seguía la acción del juego—, pero estos tipos son
bastardos duros.
No respondí.
Desde que llamé a mi compañero de trabajo sobre su comportamiento el
viernes pasado, llegamos a una tregua incómoda. Usaba la sala de terapia para
las sesiones, empujando su desorden a un lado y limpiando las mesas con
desinfectante cada mañana, tarde y noche. Además, me aseguré de que los pisos
y las esteras permanentes se limpiaran a diario, que los suministros se
reabastecieran y que se eliminara la basura todas las noches.
Pero aún graficaba en la oficina en el piso de administración.
A medida que avanzaba el partido, me di cuenta de los nudos que se
retorcían en mi estómago y tuve que levantarme y caminar, y me resultaba difícil
mantener los ojos en el partido. Bryan jugaba brillantemente, pero ser testigo de

11En el scrum, el equipo no infractor tiene la ventaja de introducir la pelota, generalmente desde
el lado izquierdo del scrum. El equipo defensor tiene la oportunidad de recuperar la posesión
tratando de hookear la pelota después de la introducción, o empujando al equipo atacante hacia
atrás más allá de la pelota.
la brutalidad de cerca, escuchar los gruñidos, el crujido de hueso contra hueso,
me hizo temblar. Cada vez que tomaba un tackle, cada vez que cargaba un scrum,
carcomía mi labio. Finalmente, sacando sangre.
Al final de la primera mitad de cuarenta minutos, me sentí aliviada
cuando el entrenador Brian me hizo quedarme en el vestuario para atender a
Daly. El pobre tipo estaría fuera por el resto del partido con una lesión del
ligamento cruzado anterior.
—¿Es malo? —preguntó, preparándose para las malas noticias.
Negué con la cabeza. —No lo creo. Tienes un rango completo de
movimiento sin dolor. Es una tensión. Haremos un conjunto completo de rayos
X, y necesitarás terapia adicional esta semana.
—Oh, eso no suena tan mal. —Daly me guiñó un ojo, sus cejas rebotando
una vez.
Pero luego toda la alegría se filtró en su expresión cuando vio algo sobre
mi hombro. Me giré y vi a Bryan con la oreja girada hacia el coordinador ofensivo,
y dirigiéndole una mirada a Daly para incinerarlo.
Movió sus ojos hacia mí significativamente y luego volvió a su compañero
de equipo, machacando su mandíbula.
Mientras tanto, deslicé mis dientes hacia un lado e intenté no poner mis
ojos en blanco.
Demasiada testosterona. Había visto a los muchachos pregonar su efecto
antes, después de que tuvieron una práctica particularmente difícil, pero nunca
así. El vestuario apestaba a ella: a la violencia del deporte, a ganar y perder y a
poner a prueba los límites. De dar y recibir golpes.
Chicos.
Pasé la segunda mitad con Daly, haciéndolo pasar por ejercicios suaves,
poniendo hielo y frotando sus piernas. Vimos el resto del partido en un televisor
montado en la pared. Irlanda ganó. Ni siquiera estaba cerca. Pero, aun así,
cuando el último minuto llegó a su fin, pude ver que las facciones de Daly se
relajaban.
Pronto la sala estuvo llena de jugadores y reporteros, entrenadores y
personal de apoyo. Me asignaron la tarea de administrar masajes, aplicar tiras
de puntadas a cortes y desinfectar heridas. Todos se sentían entusiasmados con
la victoria, la habitación vibraba con la energía festiva masculina. Sus ojos lucían
un poco salvajes, mirándome como salvajes merodeadores en lugar de atletas
profesionales. A nadie parecía importarle sus abrasiones o moretones. Todo lo
contrario.
Como ejemplo, Ronan tenía un ojo morado, pero parecía contento por el
golpe.
—¿No es doloroso? —pregunté, entregándole una bolsa de hielo.
—No está mal. —Se encogió de hombros, y luego hizo una mueca cuando
el paquete hizo contacto con su frente hinchada—. Me estoy volviendo demasiado
viejo para esta mierda, pero todo valdrá la pena cuando mi Annie se apodere de
mí.
Sonreí ante esto. —¿Te cuidará bien?
—Lo mejor. —Su sonrisa se volvió juguetona, feliz, y me reí de él.
La multitud disminuyó. Los reporteros, felices con sus historias, se fueron.
Algunos jugadores fueron rápidamente a las duchas, otros se fueron sin limpiar.
Finalmente, cerca de la medianoche, fue el turno de Bryan. Se sentó en la mesa
de fisioterapia en el vestuario, con una mirada hambrienta y adusta dirigida
hacia mí. Mi piel zumbaba por su cercanía, por la cruda intensidad de su mirada.
Me sentí un poco intoxicada por ambos.
—Oye —dije en voz baja, mi propia mirada moviéndose sobre él. Tenía sus
nudillos partidos en una mano y se empezaba a formar un moretón desagradable
en el lado derecho de su mandíbula. Aparte de eso, y estar cubierto de tierra y
sudor, era perfecto.
Me aclaré la garganta, mis sentidos cobraron vida bajo su mirada. Su
silencio, combinado con la concentración de su mirada, me agitó, haciendo que
mis manos temblaran.
—¿Qué pasa? —susurré, usando una compresa desinfectante para quitar
la mugre del dorso de los dedos.
—Encuéntrame en la sala de terapia.
Levanté los ojos de su mano, frunciéndole el ceño. —¿Estás herido?
Sacudió su cabeza. —Encuéntrame cuando hayas terminado.
Bryan agarró mi muñeca, la giró hacia él y le dio un beso con la boca
abierta en la piel. Su lengua trazó un ligero círculo sobre mis venas, y luego se
levantó, obligándome a retroceder. Su altura me empequeñecía, su cuerpo
poderoso y sus rasgos rugosos habrían sido intimidantes si no lo conociera mejor.
En realidad no.
Esta noche, él era intimidante.
—Diez minutos —susurró sombríamente, dando un paso hacia delante,
acercándome, y rozando su pecho contra el mío mientras giraba y se iba.
Me apoyé pesadamente contra el mostrador en mi espalda, persiguiendo
mi respiración.
—Creo que hemos terminado. —La voz del Entrenador Brian se encontró
con mis oídos, volviendo mi atención a la habitación y recordándome que Bryan
y yo no éramos las únicas dos personas en el mundo—. ¿Por qué no te vas a casa
y duermes? Buen trabajo esta noche.
Asentí tontamente, dándole a mi jefe una pequeña sonrisa. —Yo solo…
solo agarraré mis cosas.
Dejando el vestuario, miré detrás de mí, asegurándome de que la sala
estuviera libre de espectadores, y luego corrí a la sala de fisioterapia. Una vez
allí, llamé suavemente, volviendo a mirar por encima del hombro. Antes de que
pudiera hablar o probar el pomo, la puerta se abrió y una mano se acercó,
tirándome dentro.
Y entonces mi espalda estaba contra la puerta cerrada, y tenía sus manos
en todas partes, y su boca moviéndose sobre la mía. Su beso era hambriento,
castigador, exigente, y mi cabeza nadó con la sensación de él. Olía a tierra limpia
y sudor, su piel aún resbaladiza con eso.
Necesitando respirar, volví la cabeza hacia un lado, jadeando. —Bryan…
Sin decir nada, me levantó, sus manos sobre mi culo, alentando mis
piernas a envolver su torso, y su boca mordió y chupó mi cuello. Me sentía tan
excitada, lista para él. ¿Cómo hace esto?
Me llevó a la mesa de fisioterapia y me dejó caer en un movimiento poco
elegante y apresurado. Sus dedos se hallaban en mis pantalones, jalándolos por
mis piernas sin mi ayuda, mis bragas y zapatillas de tenis, también. Luego se
inclinó, su boca hambrienta, mordiendo mi pecho.
Un agudo grito de placer y dolor se deslizó por mis labios y me arqueé,
ofreciéndome completamente.
Antes de que pudiera comprender su intención, Bryan se arrodillaba en la
esterilla entre mis piernas, ensanchando mis muslos, lamiéndome la hendidura.
Jadeé, echándome hacia atrás y atrapándome en el borde de la mesa, el
movimiento detrás de él enganchando mi atención.
El espejo.
Vi el reflejo, nuestro reflejo. Bryan arrodillado ante mí, su cabeza
inclinada entre mis piernas, sus brazos envolviéndome. Seguía completamente
vestido con su uniforme, los únicos elementos que se quitó eran sus zapatos y
calcetines. Y me vi a mí misma, desnuda, abierta, con la boca entreabierta por la
sorpresa, un rubor en las mejillas.
Levantó su mano, palmeándome y apretando mi pecho, pellizcando y
retorciendo mi pezón entre su pulgar y su dedo, forzando mi atención a sus ojos.
Él me estudiaba, a mi rostro, y lo observé mientras lamía mi clítoris. Él quería
mis ojos en él, en lo que hacía. Gemí. Temblé.
El calor se extendió por mi cuello hasta la base de mi cráneo, pero no pude
evitarlo. Mi atención fue atraída a nuestro reflejo. Fui testigo de cómo levantaba
la cabeza, giraba sobre su hombro, preguntando—: ¿Qué miras…?
Nuestros ojos se encontraron en el espejo. La comprensión iluminándolo.
Sonrió.
—Bien —dijo, poniéndose de pie, tomando mi boca con un beso abrasador
antes de separarse lo suficiente como para quitarse la camisa y los pantalones
cortos.
Una vez más, mis ojos traicioneros parpadearon hacia el espejo donde su
impresionante trasero se encontraba en exhibición. Su espalda era musculosa,
sus hombros anchos, su cintura estrecha hasta las caderas terminando en dos
orbes perfectamente formados de trasero masculino de grado A.
Un aliento superficial se escapó de mí mientras lo consumía con mis ojos.
Quería tocarlo, pero él tenía diferentes planes.
Besándome, envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me levantó de
la mesa, llevándome hacia el espejo. Suavemente, pero con firmeza, me bajó de
rodillas, de cara a mi reflejo.
—Inclínate —me exigió-susurró en mi oído por detrás y me presionó hacia
delante hasta que estuve a cuatro patas. La fricción del vello de su pecho contra
mi espalda, su aliento caliente cayendo sobre mi cuello, y la calidad creciente en
su voz hizo que los escalofríos recorrieran mi piel. Separó mis rodillas con una
de las suyas.
—¿Qué haces? —pregunté sin aliento, moviéndome según las
instrucciones y mirándolo en el espejo con los ojos muy abiertos.
—Démonos un espectáculo. —Observé su reflejo mientras se ponía de pie
detrás de mí, su mano oscura en mi cintura, sus ojos en mi culo, suciedad bajo
sus uñas, sangre en sus nudillos.
Me veía muy limpia y tranquila. Él no. Lucia ensangrentado y magullado,
sudoroso y manchado. No se había afeitado.
Inclinándose hacia delante sobre mi espalda, mordió mi cuello donde se
encontraba con mi espina dorsal y luego trabajó hacia abajo, mordiendo y
besando hasta llegar a mi culo. Luego tomó un bocado de eso también. Enviando
picos de sensación a lo largo de mis terminaciones nerviosas, sus ojos en mi piel,
sus dedos cavando en mis caderas mientras empujaba mi entrada con la cabeza
de su polla. Jadeé, mirándolo, mirándonos.
Con un rápido movimiento, me llenó e instintivamente presioné hacia
atrás, deseando más. Gruñó, sus ojos encontraron los míos en el espejo.
—Joder. —Jadeó, su mirada ardiente, bajando a mis labios y luego a los
pechos, devorando ansiosamente la vista de mí en cuatro patas. Su mirada era
confusa, oscura y determinada, salvaje y cruda.
Incliné mis caderas, rodándolas mientras él entraba en mí, sus muslos
abofetearon y golpearon mi trasero. Sostuvo mis caderas firmemente en su lugar,
aun así, mi cuerpo se sacudió con sus movimientos, que eran casi tímidos de
dolor. Los suspiros de placer escaparon de mis labios. Gemí, supliqué, mi aliento
se detuvo. Dios, fue demasiado vernos juntos, verlo mirarme.
Abruptamente, envolvió su brazo alrededor de mi cintura y me enderezó,
sentándose sobre sus talones mientras me recostaba, sentándome a horcajadas
sobre su regazo, cerrando mis ojos mientras mi cabeza caía sobre su hombro.
—Abre los ojos —ordenó.
Haciendo como instruía, forcé mi cabeza y nuestras miradas se enredaron
en el espejo. La suya era feroz, oscura e insaciablemente salvaje.
—¿Te gusta mirar? —preguntó con dientes apretados.
—¿Te gusta verme follarte?
Solo podía asentir, con la garganta seca, demasiado abrumada por las
miradas, las sensaciones y los sonidos de nuestro apareamiento.
Mi mirada se fue más abajo, sus manos sucias amasando posesivamente
mis pechos y dejando manchas, el roce de su barba como papel de lija contra mi
hombro. Rodé mi pelvis, fascinada por la vista de su pene deslizándose dentro y
fuera de mi coño.
—Tócate. —Gruñó, mordiéndome la oreja, manteniéndome en pie—. Y
rebota para mí.
Así que lo hice. Extendí mis pliegues y froté mi dedo medio alrededor de
mi clítoris, encontrándome mojada e hinchada, y tan increíblemente sensible a
mi tacto. Rebote en su regazo, aumentando nuestro ritmo cuando un
estremecimiento sacudió su cuerpo perfecto y fuerte. Gemí, mi otra mano
cubriendo la suya, donde rodó mi pezón entre sus dedos.
—Eres una diosa. —Exhaló, flexionando las piernas bajo mis muslos
mientras empujaba hacia arriba para encontrarse conmigo.
—Bryan, no puedo… estoy tan cerca.
—Pellizca tu clítoris —Su voz era un gruñido dominante, como si apenas
estuviera controlando algún instinto básico—. Duro.
Lo hice y eché la cabeza hacia atrás, viendo estrellas cuando mi clímax me
sobrecogió, me paralizó, hincó sus hilos de éxtasis en mis venas, nervios y huesos.
Sus manos se deslizaron hacia mis caderas, levantándome arriba y abajo sobre
su polla, usando mi cuerpo, y lo dejé, demasiado perdida como para ayudarlo.
Cuando se elevó, un gruñido gutural estalló cuando se vino.
—Joder, joder, joder —cantaba, respiraba. Tenía la mandíbula apretada,
sus dedos clavados en mi carne.
No pude recuperar el aliento, mis pulmones se tensaron, mi cuerpo
fláccido, inútil. Su pecho se levantó y cayó contra mi espalda mientras me
sostenía, sus ásperas exhalaciones ardían sobre mi piel.
—Dios, Eilish. Eso fue increíble. Eres increíble. —Agarró mi barbilla,
girando mi cabeza sobre mi hombro para capturar mi boca con un profundo y
delicioso beso. Sorbiéndome, chupó mis labios, atrapó mi lengua con sus
dientes—. Te amo.
Lo miré, lentamente serenándome, sintiéndolo en todas partes: sus brazos
alrededor de mí, su cuerpo detrás y debajo de mí, y seguía dentro de mí.
No era suficiente. Quería…
Quiero...
Ni siquiera lo sabía. Acabábamos de tener sexo loco, sucio y voyerista, y
me encantaba. Mi cuerpo se sentía usado, dolorido y gastado de la mejor manera.
Pero, aun así, no era suficiente.
Bryan frunció el ceño mientras me miraba. Sus ojos crecieron buscando.
Girándome en sus brazos para poder sostenerme contra él, tiró de mi cabello
para evitar que ocultara mi cara.
—Oye. ¿Estás bien? ¿He cruzado una línea?
—No, Dios no. Eso fue maravilloso. Eres maravilloso. Sólo estoy…
No sabía cómo terminar, cómo responder. Lo quería para siempre. Nunca
quise dejarlo ir. Pero dudaba de mí misma, de mis sentimientos, de la
desesperación de mi deseo.
¿Era esto amor? ¿O era esto lujuria?
—¿Qué pasa? Y no digas “nada”.
Sacudí mi cabeza, los pensamientos y las palabras salían de mis labios. —
Es muy pronto, Bryan. Esto es muy pronto. Siento que nos estamos moviendo
demasiado ra-ra-rápido y n-no-no quiero que nosotros…
—Shh. —Me presionó contra su pecho, apretándome más fuerte—. Lo
siento. No quise apresurarte en algo para lo que no estás preparada.
—No lo hiciste. —Sacudí mi cabeza con vehemencia, mis uñas clavándose
en su espalda—. De ningún modo. Lo quería. Te quiero. Pero siento que no me
reconozco. Por el amor de Dios, Bryan, estamos en el trabajo. Aquí es donde
trabajamos. Es completamente irresponsable.
—¿Y caliente?
Solté una breve carcajada, cerrando los ojos con fuerza. —Sí. Y caliente.
Acarició mi cabello, su otra mano frotando mi espalda baja en un
movimiento suave. Nos sentamos así, él en el piso, yo en su regazo, y me acunó,
dándome suaves besos y toques tiernos.
Me sentí apreciada, saciada. Me sentí increíble.
Pero, ¿cuánto tiempo va a durar?
Solo te conoce desde hace unos meses. ¿Cómo puede amarte?
No sabía lo que me apasionaba. No sabía la verdadera extensión del
aborrecimiento de mi familia hacia mi elección de mantener a Patrick, y cómo
eso quemó capas de mi gruesa piel de auto-conservación. No sabía de mi
necesidad de sentarme en silencio al final de cada día para reagruparme, mi
amor por el arte y los proyectos de código abierto de codificación. No sabía que
era una nerd de datos, que pasaba mi tiempo libre leyendo revistas médicas
revisadas por colegas para conocer las mejores prácticas y nuevas técnicas.
No me conoce.
Mientras que supe de él durante años. Sabía todo sobre el descuido en que
tiraba a la gente, cuando no estaba sobrio. Sabía de su oscuridad, sus maneras
de jugador.
Él ya no es esa persona. ¡Confía en el!
Al final, sentí que su pecho se levantaba y se caía, y luego dijo—: Quieres
tomar las cosas con calma.
No era una pregunta.
Asentí. —Sí.
Tragó, y escuché un borde de ansiedad en su voz cuando preguntó—: ¿Qué
significa eso, exactamente?
Traducido por EstherMaslow

Bryan
N ada de sexo.
Sin juego oral.
Sin usar los dedos.
Sin besuquearse.
Qué se joda mi vida, pero no jodas con mi preciosa novia.
Valía la pena.
Ella valía la pena.
Pasaron una, dos, tres semanas, y Eilish y yo nos aferramos a nuestro
acuerdo de tomarnos las cosas con calma. A lo largo de esas semanas tuve acceso
sin restricciones a mi hijo.
Mi muchacho.
Con cada día que pasaba, Patrick se sentía más y más como mío,
reclamaba cada vez más de mi corazón. No sólo eso, sino que Eilish también se
sentía más como mía. Tenía que contenerme, la necesidad de tocarla o reclamarla
de alguna manera era abrumadora. Pero me sentía decidido a ir a su ritmo.
Incluso si su paso se sentía como un castigo cruel e inusual. No podía dejar
de pensar en todos los orgasmos que no le daba. Pero más que eso, no podía dejar
de perderme los momentos de intensidad cuando podía mirarle a los ojos
mientras la abrazaba.
Cuando se hallaba junto al fregadero lavando los platos, quería agarrarla
por detrás, levantarle la falda, besarle el cuello, tocarla y sentir su sexo pulsar
alrededor de mis dedos. O cuando se agachaba para conseguir algo del fondo de
la nevera, no podía quitarle los ojos de encima, pensamientos sucios invadiendo
mi mente y bombeando a través de mis venas.
Y ni siquiera me hagas empezar con las veces que me trataba en el
complejo deportivo. Eilish tocando cualquier parte de mi cuerpo era una lección
de paciencia y resistencia. Mi atracción por ella se convertía en un problema. Un
problema de distracción.
Tenía dos recuerdos cristalinos, muy recientes de estar con ella, adorando
su cuerpo y casi deseaba no poder recordarlo. Ahora sabía lo que nos estábamos
perdiendo.
Así que, podías ver mi predicamento.
Aunque decir eso, tener un niño alrededor era un buen método de
prevención. Incluso si hubiera querido subir detrás de Eilish, arrojarla sobre la
mesa de la cocina y tener mi manera perversa con ella, no podría cuando había
un niño de cuatro años de edad alrededor. Un niño de cuatro años que era mucho
más listo de lo que tenía derecho a ser.
—¿Qué hacían ahí dentro? —me preguntó Patrick una noche después de
la cena cuando me encontraba de visita. Aproveché un momento de oportunidad
y empujé a Eilish detrás de la puerta de la cocina para darle un beso rápido.
Unos tres segundos después, Patrick asomó su curiosa cabecita a la habitación.
—Nada —dijo Eilish mientras se agachaba para alborotar su cabello—.
Vamos. Puedes jugar a Pokémon en mi teléfono por un rato.
—Bien —dijo Patrick—. Pero sé que ustedes dos se estaban besando.
¿Ves? Pequeño cabrón inteligente. La mitad de mí refunfuñaba
irritablemente, la otra mitad se enorgullecía.
Avancé un par de semanas y llegué a la casa de Eilish para otra de mis
visitas programadas. Estacionaba el auto cuando sonó mi teléfono. El nombre de
Sarah apareció en la pantalla. Esta mujer. Era como si tuviera un sexto sentido
o algo así.
Sabía que sólo me llamaba para ver cómo estaba, pero una sensación de
culpa me golpeó igualmente. Después de todo este tiempo, no hice ni un solo
movimiento hacia la obtención de una prueba de paternidad, y ella iba a darme
un infierno por ello. Suspiré y golpeé “Aceptar”. Podríamos enfrentarnos a la
música.
—Hola, Sar-bear, ¿cómo te va? —le contesté, esperando que mi tono
juguetón pudiera distraerla de que me desgarrara de nuevo.
—Hola, Bryan, estoy bien. He estado ocupada con el trabajo. No vuelvas a
llamarme así.
Me reí entre dientes. —Bien. Te llamaré Sarah la Magnífica entonces,
¿qué te parece? Aunque técnicamente, el punto de un apodo es abreviar en lugar
de alargar.
La oí exhalar en un suspiro. —Deja de intentar suavizarme. No
funcionará.
Reuní mi tono más inocente. —¿Qué no funcionará?
—Deslumbrarme con encanto. Aún quiero saber cómo te han ido las cosas.
¿Has hecho algún progreso con lo que discutimos antes?
—Alguno —me acerqué.
—Ninguno, entonces.
—No, no, ninguno. Si pensar en ello constituye un progreso, entonces he
hecho muchas cosas.
—Oh, Dios, te la estás tirando, ¿no?
¿Cómo diablos ella...?
—Te conozco, Bryan —continuó Sarah antes de que pudiera hacer la
pregunta—. Y nunca he oído ese tono alegre y afortunado que llevas en la
actualidad. Estás recibiendo algo. Es obvio.
—Bueno, si debes saberlo, en realidad no voy a conseguir nada. Decidimos
retrasar las cosas. No estamos teniendo sexo. Ya no.
—¿Pero lo estabas? —Sarah sonaba horrorizada—. Maldita sea, Bryan.
Por favor, dime que al menos la sacaste en una cita primero.
Bueno... técnicamente...
—Por supuesto que lo hice. ¿Por quién me tomas?
—Te tomo por un perro caliente jugador de rugby por eso te tomo.
—¡Oye! Eso no es justo. Estuve en celibato dos años enteros. Dale un
respiro a un tipo.
—Sí, y existía una razón para ello. La mayoría de las mujeres con las que
dormías eran usuarias. Alentaron tu adicción porque mantenerte borracho
significaba que podían correr por ahí gastando tu dinero. ¿Recuerdas a Jennifer?
¿Recuerdas a Kylie?
Apreté los dientes. —Sí, las recuerdo y parece que te encanta
recordármelas, pero Eilish no se parece en nada a esas dos. Es una buena
persona, Sarah. Ella…
Estaba a punto de decir que me ama.
Pero no lo hice.
Porque no dijo las palabras.
Había estado luchando contra la duda durante semanas, desde que admití
la verdad y me miró fijamente de regreso.
Mi pobre toma de decisiones en el pasado fue algo que siempre me
perseguía. Recuerdo claramente haber pensado que el sol brillaba en el trasero
de Jennifer. De Kylie también. Recuerdo haber pensado que nunca pondrían un
pie equivocado, como pensaba en Eilish.
Pero no.
Las cosas eran diferentes. Ella era diferente. Era honorable. Y ahora me
hallaba sobrio. Yo era lo suficientemente sensato como para conocer a una
persona genuina cuando veía una y Eilish era muy auténtica.
—Entonces, dijiste que ustedes dos decidieron tomar las cosas con calma
—dijo Sarah—. ¿Esa fue decisión de ella o tuya?
Pensé en eso un segundo, y luego respondí—: Suya. Pero mía también.
Bueno, estoy de acuerdo con su lógica.
—Por supuesto que fue ella —murmuró Sarah como si fuera sordo o algo
así.
Apreté los dientes pero no dije nada, no me gustaba su tono. Pero ella era
mi madrina. Estuvo ahí para mí en tiempos oscuros. Le debía escucharla.
Sopló un respiro.
—Mira, sólo estoy intentando hacer de abogada del diablo aquí, pero
¿alguna vez has considerado que retener el sexo podría ser su forma de
encadenarte?
—Sarah. —Gruñí, advertencia en mi tono.
—Sólo escúchame. Todo esto es puramente hipotético. Así que te deja
tenerla, te da una muestra de lo que te has estado perdiendo todos estos años y
luego frena. Ella sabe que has tenido problemas con la adicción y lo está usando
en tu contra, sólo que esta vez a través del sexo. Si sigue colgando esa cereza
sobre tu cabeza, sabe que harás lo que quiera, incluyendo aceptar a Patrick como
tuyo sin una prueba de paternidad. Lo siguiente que sabes es que estás casado y
tienes un hijo que ni siquiera es tuyo.
Eso era una broma. No existía duda de que Patrick era mío. —Estás
dejando volar tu imaginación. Es mi viva imagen —le dije, recordando al mismo
tiempo el incidente después de nuestra primera cita, cuando la vecina de Eilish
mencionó a Patrick diciéndole que su mamá se iba a casar. No tuve la
oportunidad de interrogarle sobre ello, traté de descartarlo como una locura
infantil.
Ahora empezaba a dudar de mí mismo, como siempre lo hacía.
No.
No, no, no, no.
Sarah no conocía a Eilish como yo. Veía todo esto a través de un pequeño
lente. Nunca había visto cómo era cuando estábamos juntos. No sabía lo bien que
se sentía.
—Te equivocas, Sarah —le dije rotundamente—. A Eilish nunca se le
ocurriría algo tan complicado, tan manipulador. Si la conocieras en persona,
sabrías que es verdad.
Hubo un largo momento de silencio en su lado de la línea, y pensé que iba
a discutir conmigo hasta que estuviera con mi cara azul. Pero todo lo que dijo
fue—: Está bien.
¿Está bien? ¿Eso era todo?
—Si confías en ella, entonces yo confiaré en ella —continuó—. Eres un
adulto y supongo que llega el momento en que cada padrino tiene que dejar que
su ahijado tome sus propias decisiones. Tal vez sólo estoy siendo sobreprotectora.
Tal vez lo sepas mejor que yo.
Me sentí extraño. Estuve tratando de que aceptara a Eilish todo este
tiempo, y ahora que ella cedía, sentía que se daba por vencida conmigo. No me
gustó, y mi confianza vaciló.
—Vamos, no seas así.
—No estoy siendo nada. Sólo sé que me importa lo que te pase a ti.
Piénsalo, Bryan.
Con eso colgó y yo me senté mirando fijamente mi teléfono por un largo
rato, una sensación de malestar dentro de mí. Finalmente, me las arreglé para
sacudirlo y salí del auto.
Llamé a la puerta de Eilish y oí pequeños pies corriendo por el pasillo. Le
siguieron unos pies más grandes y luego me abrió la puerta para saludarme,
Patrick delante de ella.
—¡Bryan! —rugió y corrió hacia delante para lanzar sus brazos alrededor
de mis piernas. Su excitación me tomó por sorpresa, e instantáneamente las
persistentes malas vibraciones de la llamada telefónica de Sarah desaparecieron.
Era mío. En mi corazón de corazones, sabía que era verdad. Encontré la mirada
de Eilish y ella sacudía la cabeza ante las payasadas de nuestro hijo.
—Cometí el error de dejarle tomar helado después del almuerzo hace una
hora. Ha estado corriendo como un mono loco desde entonces.
Tomé su mano y entré. Prácticamente saltaba con energía.
—¿Qué tal si lo llevo al otro lado del parque y podemos lanzar una pelota
un rato? Eso quemará algo de energía.
—¡Sí! Vámonos ahora —gritó Patrick con entusiasmo.
Eilish resopló, viéndose aliviada ante la sugerencia. —Eso sería genial, en
realidad. Me dará la oportunidad de preparar la cena.
—Tómate tu tiempo —le dije y me agaché para darle un beso en la mejilla.
Mientras me alejaba, la miré fijamente y la encontré mirándome extrañamente,
como si estuviera decepcionada o frustrada.
Pero luego Patrick exclamó—: ¡Se están besando de nuevo! —Rompiendo
el momento y tanto Eilish como yo empezamos a reírnos.
—Sí, lo estamos haciendo, y ahora tú también lo haces —le dije,
levantándolo y dándole un beso en la mejilla. Se rio a carcajadas, y lo dejé caer.
Eilish llevaba una expresión cálida mientras nos acogía a los dos. Sentí ese
mismo calor en mi pecho. Era un momento tan normal y cotidiano, y no podía
recordar la última vez que me sentí tan ligero, como si la vida estuviera llena de
cosas buenas, de posibilidades infinitas. Sarah se equivocaba sobre Eilish, muy
equivocada.
—Volveremos en media hora —dije mientras tomaba la mano de Patrick
y lo llevaba al parque. Hice una parada rápida en mi auto para coger una pelota
de rugby del maletero.
—Tengo frío —dijo Patrick y me di cuenta de que olvidó ponerse un abrigo.
No quería molestar a Eilish, así que cogí una camiseta de rugby limpia que
escondí en el auto.
—¿Quieres ponerte esto? —dije acercándosela.
—Está bien. —Asintió, completamente inconsciente del significado. Me
incliné sobre una rodilla y le puse la camisa sobre la cabeza. La cosa era enorme
en él, así que lo até al final para hacer que le quedara mejor y enrollé las mangas.
Todavía nadaba en ella, pero fue lo mejor que pude hacer. Patrick me miró
fijamente con sus grandes y confiados ojos verdes y la emoción me golpeó en el
pecho. Había algo en verlo con mis colores, mi número en su espalda, que me
hacía ahogarme. Sí, así es, yo era un hombre adulto y me derretía al ver a un
niño pequeño con mi camisa puesta.
—¿Estás más caliente ahora? —pregunté bruscamente, demasiado amor
por este chico.
Patrick se agitó en la camisa por un segundo, poniéndose cómodo y luego
dijo—: Sí.
Sonreí tan fuerte que me dolió la mandíbula. —De acuerdo, vamos a jugar
rugby.
Al cabo de media hora, los dos estábamos cubiertos de barro y manchas de
hierba. No podía recordar la última vez que me divertí tanto. La hiperactividad
del chico era contagiosa. Eilish nos abrió la puerta y levantó una mano. —Espera.
Ambos necesitan quitarse los zapatos. No quiero hierba pisoteada por toda la
casa.
Rápidamente ayudé a Patrick con sus zapatos y luego me quité los míos.
Lo que Eilish preparó para la cena olía delicioso.
—¿Es esa tu camisa la que lleva puesta? —preguntó sorprendida.
—Quiero jugar al rugby como Bryan y Monkey Sean cuando sea mayor —
dijo Patrick.
—Olvidó su abrigo —contesté en voz baja—. Espero que esté bien que lo
deje usarla.
—Por supuesto. Es demasiado grande para él, pero se ve adorable —dijo
Eilish, bajando la mano para quitarle un poco de lodo de la cara—. También
necesita lavar todo este lodo. Lo llevaré a mi cuarto de baño y podrás usar el
baño principal —prosiguió ella, arrancando un pedazo de hierba de mi cabello y
guiñando el ojo. Me gustaba así, tranquila, coqueta. Era diferente cuando estaba
en casa, definitivamente mucho más relajada que en el trabajo.
Unos veinte minutos después, nos sentamos a comer. Eilish hizo tortillas
españolas, y devoré todo lo que había en mi plato. Los tres hablamos y nos
reímos. Fue un momento inesperado de felicidad doméstica. Me sorprendió lo
mucho que lo disfruté. Sólo esto.
Miré al otro lado de la mesa a Eilish y me sonrió un poco. Quizá a ella
también le gustaba. Que esté aquí con ellos. Le pillé los pies bajo la mesa, mi
mirada oscureciéndose. Tiró del cuello de su camiseta, como si de repente
estuviera demasiado caliente. Sonreí y seguí acunando sus piernas entre las
mías. Me disparó una mirada que decía que lo dejara.
No lo hice.
Para cuando terminamos de comer, la tenía realmente nerviosa y me
divertía inmensamente. Me encantaba darle cuerda. Pero más que eso, nuestra
falta de interacción física realmente empezaba a pesar en mí. No necesitaba sexo,
no si ella no estaba lista, pero sentía que necesitaba tocarla más de lo que
necesitaba respirar.
Fue a dejar a Patrick en la sala de estar y empecé a lavar los platos. Casi
terminé cuando ella regresó.
—¿Fuiste enviado del cielo? —preguntó ella, cayendo sobre una silla
mientras yo limpiaba el mostrador.
Le di una mirada diabólica. —Los quehaceres domésticos y los orgasmos
son el camino al corazón de una mujer, ¿no?
Se sonrió y yo sonreí en triunfo. Me sequé las manos con un paño de cocina
y caminé por la habitación para arrodillarme ante ella. —Hablando de eso último
—susurré y me incliné hacia delante para besarle el cuello.
Dejó salir un callado gemido y se retorció en su lugar. —No podemos.
—Déjame tocarte —le supliqué—. Sólo por un rato.
Mis manos vagaban por sus muslos, sus caderas. Tembló. Le lamí una
línea del cuello al lóbulo de su oreja, chupándola en mi boca y amando cómo me
agarraba de los hombros en respuesta.
—Bryan. —Jadeó cuando le besé el mentón y le di un pequeño pellizco con
los dientes.
—Si me dejas, te haría venir toda la noche. No sé si te das cuenta de esto,
pero tengo una resistencia increíble. —Hablé bajo y ronco, tratando de mantener
el humor ligero, y su piel enrojecida con deseo.
En ese momento pensé que se daría por vencida, pero entonces su agarre
sobre mis hombros se apretó y me alejó. Negaba con la cabeza y yo fruncí el ceño.
Habían pasado semanas desde que nos besamos, realmente besarnos.
—Patrick está en la habitación de al lado. Realmente no podemos hacer
esto. Lo siento —dijo, mordiéndose el labio como si tuviera miedo de que
estuviera enojado, pero no lo estaba.
No realmente. Solo tremendamente frustrado y loco de amor con una
mujer que no me amaba.
No es gran cosa.
Me puse de pie, rechinando los dientes, y miré el reloj, mirando la hora.
Tenía una sesión de entrenamiento vespertina a la que tenía que llegar y,
honestamente, me sentí aliviado por la excusa de irme.
—No te disculpes. Tienes razón y necesito irme de todos modos.
—¿Te veremos esta semana? —preguntó ella y al ver la arruga en su
frente, la evidente frustración en sus rasgos, mi inquietud disminuyó.
Levanté la mano de Eilish y apreté un beso en el interior de su muñeca.
—Sí. Absolutamente. ¿Funciona mañana?
Eilish se frotó en la frente. —Trabajaré todo el día de mañana, y Patrick
estará en la escuela, pero puedes pasar al día siguiente. ¿Podríamos ver una
película y pedir pizza?
—Claro, suena genial —le dije y me acerqué para darle un rápido beso en
los labios—. Te veré entonces.
Me fui, ya anticipando la próxima vez que estuviéramos todos juntos, pero
no podía dominar la apremiante duda que había en mi mente.
La amaba. Estaba enamorado de ella. Sucedió tan orgánicamente, tan
naturalmente cuando llegué a conocerla, pero no podía dejar de notar que me
alejaba constantemente. No tuvimos más citas desde nuestra primera cita y me
preguntaba si, tal vez si la sacaba y teníamos la oportunidad de hablar, tal vez…
En el camino sonó mi teléfono, sacándome de mis pensamientos
frustrados. Pensé que podría ser mamá llamando para ponerse al día. Empezó a
intentar reducir su consumo de alcohol, pero aún no estaba sobria, no por mucho
tiempo. Aun así, bajó de tres botellas de vino por noche a una, y eso fue una gran
mejora.
Fruncí el ceño cuando vi que el número no era de mi madre, sino de la de
Eilish. Otra vez. ¿Para qué demonios llamaba? Esperaba que no me llamaran a
otro almuerzo familiar. Presionando “Aceptar”, puse el teléfono en altavoz.
—Cara, es bueno saber de ti —mentí—. ¿Cómo has estado?
—Hola, Bryan. Estoy bastante bien. ¿Y tú?
—Sólo maravilloso.
Se aclaró la garganta. —Pensé que llamaría desde que oí que tú y Eilish
pasan mucho tiempo juntos.
Mi boca formaba una línea delgada. ¿De quién, exactamente de quién
estuvo escuchando esto? —Nos hemos estado viendo, sí.
—Saliendo es el término que creo que usan hoy en día.
Fruncí el ceño al teléfono, luego a la carretera y luego de nuevo al teléfono.
¿Adónde iba con esto? —Eso es correcto. Me gusta mucho su hija, Sra. Cassidy.
—¿Y el niño? ¿Debo asumir que lo has aceptado como tuyo?
¿El niño? ¿En qué demonios estaba esta mujer?
—Cara, no quiero sonar directo, pero, ¿de qué se trata esta llamada?
Puedes ser sincera conmigo. No necesito cortesías vacías.
Hubo un largo momento de silencio y me preguntaba si la ofendí. Sólo que
no veía el sentido de dar vueltas alrededor del arbusto. Podría tener un nombre
decente gracias a mi padre, que era lo suficientemente rico como para ser
considerado respetable a los ojos de Cara Cassidy, pero no me imaginaba que le
gustara. Ya sabía que ella era consciente de mi pasado y lo encontraba todo
desagradable.
—Como desees —dijo, recuperándose—. Ahora que sabes que tienes un
hijo, me preguntaba qué piensas hacer al respecto.
—¿Hacer al respecto?
Mi tono vagamente hostil no la desconcertó mientras continuaba. —Lo
respetable sería casarse con mi hija y consolidar su posición en la sociedad. Ya
se ha ido bastante lejos como marca negra en nuestro nombre y aunque no
podemos restaurar su imagen por completo, al menos podemos salvar algo de…
—Está bien, voy a detenerte justo ahí, Cara. Esto no es el siglo XIX, y no
voy a ser manipulado, culpabilizado o intimidado para que me case con su hija
sólo porque usted piense que de alguna manera va a restaurar su virtud. No se
necesita restauración. Eilish es una persona maravillosa y ha hecho un trabajo
increíble criando a nuestro hijo. Eres la única que no puede verlo.
Ahora se rio. Era una risa fría y cruel. —Veo que te tiene alrededor de su
dedo meñique.
—¿Perdón?
—Tenía tus carteles pegados en la pared de su dormitorio cuando era
adolescente. Completamente encaprichada. Supongo que no me sorprende lo que
pasó. Si no lo supiera, diría que planeó todo esto desde el principio.
Una extraña sensación se deslizó sobre mí y dudé, sin saber qué decir a
continuación.
Mentía. Tenía que ser. Eilish nunca planearía algo tan calculado. No lo
haría. Cristo, fue como la llamada telefónica con Sarah de nuevo, pero sin que la
persona en el otro extremo realmente se preocupara por mí.
—Tienes una mente enferma, ¿lo sabes?
—¿De qué demonios hablas? —preguntó Cara, como si la mantequilla no
se derritiera—. Sólo intento que sepas lo mucho que te adora Eilish y cómo se ha
querido casar contigo desde que era una jovencita. Ahora todo lo que tienes que
hacer es proponerle matrimonio. Es muy simple, Bryan.
—Voy a colgar ahora —le dije.
—No te atrevas...
Presioné el botón de “fin” antes de que pudiera terminar su frase, mi
instinto se retorció en nudos. Desearía no haber contestado la llamada. Las
dudas se arrastraron sobre mí, como arañas tejiendo una telaraña.
Sí, encontré la idea de que Eilish se enamorara de mí un poco
perturbadora, pero linda. Lo que no me pareció lindo fue la idea de que planeara
acostarse conmigo, para quedar embarazada.
Esto es una locura. Tú la amas.
Pero entonces, mis inseguridades se arraigaron, mis errores pasados. Me
equivoqué antes con la gente y me costó no sólo dinero, sino trozos enteros de mi
vida también. Las advertencias de Sarah también volvieron rápidamente, sus
palabras como un eco de premonición en mi mente.
La mayoría de las mujeres con las que dormías eran usuarias. Alentaron
tu adicción porque mantenerte borracho significaba que podían correr por ahí
gastando tu dinero. ¿Recuerdas a Jennifer? ¿Recuerdas a Kylie?
Me tiré del cabello, incapaz de dar sentido a mis pensamientos. ¿Creía en
Cara y Sarah, o confiaba en la Eilish que conocía ahora, la mujer adulta en
oposición a la adolescente?
Esto era una locura. Por supuesto que confiaba en Eilish.
Pero otra vez...
Puede que confiara en ella, pero, ¿podría confiar en mi propio juicio? Según
ella misma, no fue una buena persona cuando era más joven. ¿Esa era su forma
de decirme que lo hizo a propósito?
¿Cómo podría una llamada telefónica enviar un día perfecto por el retrete?
Maldito infierno.
De nuevo, desearía no haber contestado esa maldita llamada. Pero sabía
lo que tenía que hacer. Aunque confiara en la Eilish que he llegado a conocer,
necesitaba disipar esta duda. Aclaré a todos los que pensaban que tenían algo
que decir en nuestra relación para que finalmente pudiéramos ser felices juntos.
En la gran escala de las cosas, eso es todo lo que realmente quería. Estar con
Eilish, la chica reservada que siempre me sorprendía con su humor y su descaro,
la que echaba un vistazo a los diarios médicos entre lavar los platos y cuidar de
nuestro hijo, la que comprendía mi amor por las comodidades del hogar, la que
me miraba a los ojos y parecía verme como nadie más.
Y para que nosotros estuviéramos juntos necesitábamos hablar de lo que
realmente pasó hace cinco años, de lo que no me ha contado sobre su vida desde
entonces y quizás necesitaba hacerme la maldita prueba de paternidad, aunque
sólo sea para callar a Cara Cassidy, Sarah y a cualquier otra persona que
pensara que tenía algo que decir en nuestro asunto.
Traducido por Alysse Volkov

—N o entiendo. —Moví el celular de mi mano izquierda hacia la


derecha, acunando el teléfono contra mi oreja—. Lo siento,
¿podrías repetir eso?
Sucedió el martes.
El lunes vino y se fue sin ver ni hablar con Bryan, pero eso no era inusual.
Los lunes eran ocupados, poniéndose al día con el equipo después del fin de
semana, estableciendo las prioridades y el calendario para la semana previa al
juego.
Le envié un mensaje de texto el lunes por la noche, solo una nota rápida
haciéndole saber que pensaba en él.
Eilish: Te extraño hoy.
Bryan: ¿Estás libre para almorzar mañana? Deberíamos hablar.
Eilish: No mañana, tenemos la reunión. ¿Miércoles?
Bryan: El miércoles funciona.
Eilish: Bien. Te extrañaré hasta entonces.
No envió otro mensaje de texto.
Lo extrañé cada segundo de cada día que no estábamos juntos. Eché de
menos lo gruñón que se ponía con los adolescentes en el parque y lo particular
que era sobre su té. Eché de menos cómo los libros sobre pájaros lo
entusiasmaban y lo orgulloso que se veía dándole a Patrick una bata de niño y
unas zapatillas forradas de piel.
Me desconcertaba. Sin embargo, no habíamos tenido intimidad física,
todavía me sentía fuera de control, pero de una manera diferente. En lugar de
sexo, verlo era mi nueva droga. Verlo, hablar con él, conocerlo, reírme con él y
cuidarlo aliviaba el dolor, pero sus ligeros besos y sus toques irreflexivos fueron
una tortura.
Las cosas no mejoraban, eran peores. Mucho peores.
Tal vez lo amas, loca. Tal vez esto es amor. Quizás deberías confiar en él
y en ti misma.
Y luego esto.
—Ciertamente —dijo la mujer—. Soy la abogada de Bryan Leech, Srta.
Cassidy. Representaré sus intereses en el caso de custodia entre usted y el Sr.
Leech.
—El… ¿caso de custodia? —Mis oídos sonaban y algo invadió mi pecho,
por lo que era imposible para mí respirar. Rechacé estas sensaciones, convencida
de que exageraba.
Hay una explicación perfectamente buena para esto. Ella está confundida.
—Está bien. ¿Tiene representación, Srta. Cassidy? ¿Alguien a quien
debería llamar sobre este asunto?
—Todavía no entiendo. —Me froté la frente porque me dolía el cerebro. No
podía envolverlo con las palabras de esta mujer—. No hay un caso de custodia.
—Sí, técnicamente tienes razón. No hasta que hayas enviado al niño a las
pruebas de ADN ordenadas por el tribunal, por lo que te llamo ahora. Verás… —
continuó, pero no la escuché, realmente no. Capté fragmentos aquí y allá, algo
sobre llevar a Patrick a una clínica para que le frotaran la mejilla.
—Detente. —Me enderecé en mi asiento, sosteniendo mi mano libre frente
a mí—. No. Eso no está bien. Bryan tiene el cabello de Patrick. Se lo di hace
semanas para la prueba.
—Correcto. Pero, con todo el respeto, Sra. Cassidy, no tenemos forma de
confirmar que el cabello vino del niño en cuestión. Para que el origen del niño se
establezca independientemente, se debe tomar una nueva muestra frente a un
testigo elegido por el Sr. Leech.
—¿Él…? —solté, luego me detuve, necesitaba un minuto para ordenar mis
pensamientos.
¿Lo solicitó? Quería preguntar. Y si es así, ¿cuándo? ¿Hace semanas?
Debe haber sido hace semanas. Hace más de un mes, lo más probable.
—¿Hace cuánto tiempo Bryan hizo esta solicitud? —pregunté de manera
uniforme, lista para explicarle a su abogado que su información era vieja.
—Lunes —dijo ella.
Parpadeé.
—Lunes —repetí. El zumbido en mis oídos regresó cuando dejé salir—: ¿El
pidió esto, esta nueva prueba, el lunes? ¿Cómo ayer?
—Sí.
—¿Pero cómo obtuvo una orden judicial tan rápido? —pegunté y pensé al
mismo tiempo. Seguramente hubo algún error aquí. Seguramente debería dudar
de la legitimidad del reclamo de esta mujer.
Ella es una periodista… Me tensé ante la nueva teoría, un tipo diferente
de preocupación inundó mis venas. Era solo cuestión de tiempo antes de que los
reporteros comenzaran a husmear. Lo sabía. Una vez que se supiera que Bryan
tenía un hijo, los fanáticos se interesarían.
—Puedo compartir con usted que el padre del Sr. Leech ayudó a la orden
a través del sistema, pero no se darán detalles adicionales. —La mujer suspiró,
como si estuviera perdiendo la paciencia—. ¿Puedo sugerirle que encuentre un
abogado, Srta. Cassidy? Este proceso se acelerará enormemente si se asegura la
representación.
Esta última parte me dio pausa. ¿Por qué una periodista me presionaría
para que contratara a un abogado? Eso no tiene sentido. ¿No debería estar
tratando de sacarme información?
Ella seguía hablando.
—En mi experiencia, a ambas partes les interesa comunicarse
exclusivamente a través de su representante. Aumenta en gran medida la
probabilidad de un acuerdo amistoso.
¿Acuerdo amistoso?
¿ACUERDO AMISTOSO?
¿QUÉ DEMONIOS?
Mirando fijamente a mi escritorio, el verdadero tsunami se estrelló sobre
mí.
Bryan quería una prueba de paternidad. Le pidió a su padre que lo
apresurara en los tribunales. Quería un testigo presente para asegurarse de que
no intente alterar los resultados.
Y luego, una vez que los resultados regresaran… un caso de custodia.
—Oh, Dios mío. —Cubrí mi boca con mi mano cuando un sollozo escapó de
mis labios antes de que pudiera atraparlo, lágrimas de pánico me picaron en los
ojos.
Bryan iba a tratar de quitarme a Patrick. Esta era mi pesadilla hecha
realidad, tal como temía, tal como le dije a Sean.
¿Por qué está haciendo esto?
¿Qué pasó con la profesión de amor de Bryan? ¿Había sido solo un acto?
Si es así, eso significaba que todavía era la misma tonta crédula que fui
hace cinco años.
La mujer hablaba de nuevo, pero no la escuché. No podía ver. No podría
pensar. Sentía demasiado: ira, resolución, ira otra vez, miedo, ira por tercera vez,
y la sensación de demasiadas emociones a la vez enmudecía mis otros sentidos.
Dejé que el teléfono cayera de mi oreja, dejándolo sobre mi escritorio
mientras trataba de mantenerme en pie. Aturdida, salí de la sala de fisioterapia,
tropezando en el pasillo y robóticamente caminando hacia el vestuario. Él estaría
allí. Era después de los simulacros, y él estaría con sus compañeros de equipo.
O podría estar con el coordinador ofensivo, repasando notas. O podría
estar en casa. O podría estar en algún lado con otra mujer. ¿Quién sabe?
Claramente no sabía. Claramente, no lo conocía.
Impulsada por un miedo irracional, crucé el umbral y eché un vistazo a su
casillero. Estaba abierto. Él se encontraba allí, o al menos cerca.
—¿A quién buscas? —me llamó Ronan. Lo miré. Se hallaba acurrucado
cerca de Daly y Malloy, viendo algo en un iPad, probablemente video del juego.
Moví la boca pero no salió ningún sonido. Ronan frunció el ceño, sus ojos
parpadeando sobre mí con preocupación.
—Oye, ¿estás bien? —Se apartó del grupo, cruzó hacia mí y colocó una
mano fraternal en mi hombro—. ¿Necesitas a Sean?
Asentí sin palabras, porque necesitaba a Sean. Lo necesitaba. Podría
confiar en Sean, pero nadie más.
Nadie más.
—Daly, busca a Cassidy. Dile que se apresure. —Ronan me llevó a un
banco y me guio para sentarme, acuclillándose frente a mí y preguntando
gentilmente—: Oye, ¿quieres decirme qué sucedió?
No supe cómo responder y, como resultado, no tuve la oportunidad. Bryan
entró en la habitación justo en ese momento, vestido casualmente con vaqueros
y una camiseta de manga larga, secándose el cabello con una toalla.
Mis ojos se engancharon en él de inmediato y mi corazón saltó.
Lo amaba. El pensamiento irrumpió en mi mente, agarró y se apoderó de
mi corazón. Por una fracción de segundo rechacé mi conclusión anterior. Lo
rechacé por completo, hasta la médula de mis huesos.
¡Confía en él! Él te ama. Nunca haría eso. Nunca me quitaría a Patrick.
Nunca…
Pero luego nuestras miradas se bloquearon y él se puso rígido. Las líneas
alrededor de su boca y entre sus cejas se arrugaron con infelicidad y resolución.
Y lo sabía.
Por supuesto que lo amas. Solo amas a las personas que te lastiman.
Lágrimas inesperadas llenaron mis ojos, lágrimas que no podía manejar
ni controlar, aunque no hice ningún sonido. Corrieron por mi cara, rodando,
gordas y descuidadas, hasta mi cuello. A través del borrón, fui testigo de la
mirada de Bryan. Su barbilla subió.
Ronan miró entre nosotros, su frente arrugada por la confusión.
—¿Alguien me diría qué demonios sucede?
—¿Por qué? ¿Por qué haces esto? —La pregunta era un graznido desigual,
mi garganta estaba seca, mi lengua se sentía inútil.
Bryan tragó, sus ojos se movieron hacia las otras personas en la habitación
como para recordarme que no estábamos solos, pero no dijo nada.
Un estallido de risa histérica se deslizó por mis labios y sacudí mi cabeza,
limpiando mi nariz con el dorso de mi mano mientras me paraba y cuadraba mis
hombros. Tal vez si no lo amaba hubiera podido calmarme, pensar con claridad.
Pero la palabra traición resonó entre mis oídos con cada latido de mi corazón,
volviéndome loca.
Enfocándome en mi ira como madre, la locura que nace de la desesperación
por mi hijo, finalmente me devolvió la voz.
—No me lo vas a quitar.
—No quiero quitártelo —respondió Bryan de inmediato. Sus ojos
nuevamente se movieron de manera significativa hacia la multitud que nos
rodeaba, su tono y expresión perdieron parte de su actitud distante.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres? —pregunté desesperadamente,
queriendo confiar en su frígida seguridad, pero sabiendo que no podía. Mi locura
me dijo que nunca más podría confiar en otra palabra de su boca.
—Solo la prueba.
—Bien —acepté de buena gana, a pesar de que un dolor terrible cortaba
directamente mi corazón.
No confió en mí. ¿Por qué más querría la prueba? Pensó que mentía, que
le mentí, que Patrick no era suyo. Él no me ama.
Tragué saliva con dificultad y me obligué a preguntar—: Y cuando vuelvan
los resultados, ¿entonces qué?
—Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a ello —respondió de manera
uniforme, sin apartar los ojos de mi cara.
Lo miré, mi mente se aceleró y el pánico volvió a surgir. —No te lo vas a
llevar —espeté, repitiendo las palabras antes de poder detenerme—. Nunca me
lo quitarás. Él es mi hijo, ¿me oyes?
Tal vez era mi imaginación, o tal vez estaba realmente allí, pero creí ver
un destello de emoción pasar detrás de sus ojos. Algo parecido a arrepentimiento.
O la culpa. O deseo. O respeto.
No lo sabía No pude leerlo. Apenas podía ver.
—Vamos… hablemos de esto en otro lugar. —Bryan dio un paso hacia mí,
extendiendo la mano.
Me volteé, moviéndome rápidamente fuera de su alcance. —No me toques.
No te atrevas a tocarme.
Se detuvo, su mano cayó a un lado cuando un ceño fruncido reclamó sus
hermosas facciones. —Eilish…
Tangencialmente, escuché que la puerta del vestuario se abría y se
cerraba. Escuché la caída rápida de los pasos, y sentí que alguien se paraba junto
a mí. Y sabía que alguien era Sean. No me tocó, solo se quedó allí, a mi izquierda
y cerca, apoyándome, mostrando su apoyo.
Me sentí más fuerte solo por tenerlo allí. Saber que no tendría que hacer
esto sola me hizo más fuerte. Yo aceptaría la ayuda de Sean. Maldito mi orgullo,
aceptaría su dinero si eso significaba mantener a mi hijo. Haría lo que fuese.
Aclarándome la garganta y limpiando apresuradamente las huellas
dejadas por mis lágrimas, enderecé mi espina dorsal y le lancé una mirada de
muerte a Bryan Leech, el hombre que amaba, el hombre que me traicionó.
Pero no pensaría en eso ahora.
—Si quieres hablar conmigo —le dije despacio, en voz baja, con cuidado,
porque apenas podía controlar la furia que cantaba por mis venas—, puedes
hablar con mi abogado.

Bryan: Habla conmigo.


Bryan: Toma tu teléfono.
Bryan: Estás llegando a las peores conclusiones posibles y necesitas darme
la oportunidad de explicar de qué se trata todo esto.
Bryan: Deja de ser tan malditamente obstinada.
Bloqueé su número después del cuarto texto y salí temprano del trabajo,
luego empaqué algunas de mis cosas para poder quedarnos con Sean durante la
semana.
Patrick tomó la prueba de ADN el miércoles y me tomé todo el día libre.
El testigo que Bryan seleccionó era una mujer llamada Sarah. Me preguntaba
quién era ella para Bryan, pero no pregunté. No podía mirarla sin querer gritar,
así que imaginé que hablar con ella podría poner en peligro su vida.
Después, llevé a Patrick por helado y traté de fingir que todo era normal.
Me dejó fingir, aunque podía decir que sabía que algo pasaba cuando me ofreció
los últimos bocados de su helado. Y luego Patrick preguntó por Bryan,
rompiéndome el corazón en pedazos más pequeños.
Dios, he sido tan estúpida.
La noticia se extendió rápidamente por la oficina y el equipo. Para cuando
volví el jueves, todos lo sabían. No pude reunir suficiente energía para
preocuparme. Sus miradas y susurros no me molestaron. El chisme es trivial en
comparación con un corazón roto.
No lloré de nuevo.
No cuando estaba en la oscuridad el martes por la noche, mirando el techo
del hotel en el que Sean nos dejó temporalmente, preguntándonos dónde me
equivoqué.
No cuando entré al trabajo el jueves y el Entrenador Brian me informó
que decidieron trasladarme a un puesto de investigación por el momento.
Proporcionaría apoyo de literatura a Connors para el próximo mes, me
encargaría de todos los gráficos, y la fisioterapeuta más vieja manejaría todas
las sesiones de terapia.
No cuando recibí la llamada telefónica de mi abogado recién adquirido,
cortesía de Sean, el jueves por la tarde informándome que los resultados del ADN
regresaron como se esperaba. Lo que significaba que estaríamos avanzando con
la mediación. Bryan, al parecer, quería arreglar las cosas, por lo que se planificó
una reunión para el viernes.
No cuando vi a Bryan saliendo del ascensor en el piso de administración.
Tan pronto como lo vi, giré sobre mis talones y entré al vestuario de las mujeres,
envié un mensaje de texto a Alice y le pedí que me avisara cuando se fuera.
No podría hablar con nadie sobre eso. Ignoré las llamadas de Josey. Sean
y yo nos sentamos juntos el martes, el miércoles y el jueves por la noche en la
suite del hotel, pero no lo discutimos. En cambio, conversábamos sobre cosas
insignificantes, o mirábamos una película. Parecía saber intuitivamente que no
podía, físicamente no podía, hablar de lo que pasó.
Pero el viernes por la mañana trajo una mejoría temporal.
Mi abogado me envió por correo electrónico una copia del acuerdo de
custodia sugerido por Bryan, y casi me caigo de la silla con alivio.
Viernes y fines de semana fuera de temporada, de martes a jueves durante
la temporada.
Cada dos Navidades y vacaciones principales.
Las decisiones médicas requerirían su aprobación, lo cual era normal.
Y discutiríamos la escolaridad y otros asuntos según sea necesario, pero
todas las decisiones cotidianas seguirían siendo mías.
Eso era todo.
Lo leí diez veces para estar segura, luego dejé que mi rostro cayera en mis
manos, necesitaba la oscuridad para procesar mi liberación de la desesperación.
—Gracias —no le dije a nadie, a Dios, a la habitación vacía, a mi primo
ausente, al abogado que me envió el correo electrónico—. Muchas gracias.
Viví con mi agradecimiento y gratitud, sumergiéndome en él durante
mucho tiempo, antes de levantar la cabeza y leer el resto del mensaje.
Y fue entonces cuando vi el pago sugerido de manutención infantil. Miré
boquiabierta a mi pantalla, sintiendo una irritación intensa.
El número era demasiado grande.
Era tan grande, se sentía como…
Como…
Como una recompensa.
Como un alivio de la culpa.
Como algo que su padre le hizo a su madre, o algo que mi padre le haría a
mi madre.
Y no lo quería.
Cabalgando sobre las alas de justa indignación, escribí una rápida
respuesta a mi abogado, dándole mis ediciones al acuerdo.
Sr. Temple,
Por favor, transmita lo siguiente:
Los términos de la custodia son aceptables. El Sr. Leech debería recoger a
Patrick de la escuela los viernes por la noche y llevarlo a la escuela los lunes por
la mañana a fin de limitar las interacciones innecesarias entre los padres.
Los procedimientos disciplinarios deben acordarse por escrito antes de la
primera visita de fin de semana.
Patrick debería tener su propio dormitorio y espacio en la casa del Sr.
Leech.
Las decisiones no emergentes que requieran discusión deben ser
manejadas a través de abogados.
El Sr. Leech puede tomar su dinero y metérselo en el culo.
Atentamente, Eilish Cassidy.
Traducido por EstherMaslow

Bryan
L os ejercicios de ejecución eran una manera fantástica de quemar la
ira.
Más específicamente, eran una gran manera de patear la mierda viviente
de Sean Cassidy sin ser arrestado.
Lo he estado buscando desde que sacó a Eilish de los vestuarios. Después
de eso, me dijo en términos no hablados que la dejara en paz a menos que ella
viniera a mí. Sin llamadas, sin visitas a casa, no hasta que decidiera que quería
verme. El cabrón.
Me dijo que la persiguiera. Me dijo que necesitaba que la cuidara, así que,
¿por qué el repentino cambio?
Por supuesto, no lo escuché. Pasé por su casa, pero nunca abrió la puerta.
—Leech, cálmate. No queremos que arruines la cara bonita de Cassidy. Lo
necesita para todas esas revistas para las que le gusta posar —dijo el entrenador
Brian desde el lateral del campo. Un par de muchachos se rieron entre dientes.
—Sí, tranquilízate conmigo. —Sean aceptó, sin aliento—. No quiero que
me corten de la portada de Men's Health el mes que viene.
—No te preocupes —dije, mis ojos viéndolo maliciosamente—. Un mes es
tiempo más que suficiente para curarse. —Y luego lo llevé al suelo. Nos peleamos
y oí al entrenador Brian gritar otra vez para que me tranquilizara. Al diablo con
eso. Sean era el muro entre Eilish y yo, por qué no fui capaz de explicarme. Tenía
suerte de que no le hubiera cortado los neumáticos y reemplazado todas sus
lociones favoritas con crema para los pies. O, Dios no lo quiera, equivalentes de
marcas genéricas.
—No soy tu enemigo. —Gruñó cuando mi codo hizo contacto con su
trapecio.
—¿Ah, sí? Entonces... —Aspiré un respiro cuando el gran bastardo me
clavó su talón en la espinilla—. Cinco malditos minutos para explicarme.
—No depende de mí. —Gruñó—. Depende de Eilish.
—Puedes convencerla. Acabas de decidir no hacerlo.
—Tal vez no estoy seguro de que merezcas una segunda oportunidad —
dijo—. Fuiste a sus espaldas y empezaste a trabajar en un caso de custodia.
—-¡No lo hice! Por eso necesita escucharme. Llamé a mi padre para
preguntarle si podía recomendar un bufete de abogados de familia decente y
decidió acelerar el proceso sin consultarme primero. No tenía ni idea de que mi
abogado llamó a Eilish hasta justo antes de que entrara en los vestuarios, con
todas las armas ardiendo.
Incluso en su lucha, Sean se las arregló para arquear una ceja
interrogativa. —¿Eso fue obra de tu padre?
—¡Sí! —escupí.
—Bueno, eso lo cambia todo.
—Oh, lo hace, ¿verdad? No es que haya estado tratando de explicarle esto
a Eilish desde el martes. No contesta ninguna de mis llamadas, y nunca está en
casa.
—La puse en un hotel durante una semana, tú idiota, y bloqueó tu
número.
Parpadeé, con esta información, pensando y diciendo al unísono—: Está
loca.
—No. Está destrozada.
—Está siendo irracional, testaruda.
—Tal vez. —Sean se rio, sacudiendo la cabeza—. Ella te ama.
Mi corazón se detuvo y pregunté antes de poder detenerme a mí mismo.
—¿Dijo eso?
Sean sonrió. —No está hablando en absoluto. La vi mirando una foto de
ustedes dos en su teléfono.
—¿Y?
—Durante media hora. Sólo… mirando fijamente.
Mirando fijamente.
Mierda. Pensar en eso hizo que mi corazón ardiera como loco. Necesitaba
verla.
—Los padres pueden ser criaturas entrometidas —continuó Sean
pensativamente—. Especialmente cuando se trata de relaciones.
No tenía que decírmelo dos veces. Los míos echaron gasolina sin querer
por toda mi vida y la prendieron fuego.
Aflojé mi agarre sobre Sean y finalmente nos separamos.
—Ya era hora —dijo Ronan—. Creí que tendríamos que reservarles una
habitación.
—Cierra la boca, Fitzpatrick —respondió Sean mientras ambos
intentábamos respirar.
—Entonces, ¿podrías explicarle lo que pasó a Eilish? —pregunté,
mirándolo con esperanza.
Pasó una mano a través de su cabello corto. —Hay un pequeño problema
con eso. Ha prohibido oficialmente toda charla sobre ti. Si menciono tu nombre,
tendré la mirada helada de la muerte.
—Ella es de la mitad de tu tamaño, Cassidy. Estoy seguro que puedes
manejar algunas malas miradas.
A esto se rio entre dientes. —Obviamente no has experimentado la ira de
las mujeres Cassidy. En realidad, borra eso, lo estás experimentando, no has
tenido el placer de pasarlo de cerca.
—Y nunca lo haré si no me ayudas.
Me miró de reojo, secándose la frente.
—Vamos, Sean, sabes que merezco una oportunidad para explicarme.
Miró por encima de mi hombro. —Sería una tragedia si vivieras el resto
de tu vida sin que una mujer Cassidy te diera un buen golpe con la lengua —dijo
con un destello en el ojo antes de darse cuenta de la insinuación.
Le eché un vistazo. —Mala elección de palabras, amigo mío. Pero como
necesito tu ayuda, lo dejaré pasar.
Me estudió un momento. —Bien, te ayudaré.
Me adelanté y lo agarré por los hombros. —Gracias. En serio, eres mi
última esperanza.
—Sí, sí, recuerda que me debes un nuevo par de gemelos por mi
cumpleaños. Llévate a Eilish contigo, tiene un gusto impecable.
—Anotado.
Empezó a alejarse y me hallaba a medio camino del campo de juego cuando
me puse las manos alrededor de la boca y grité—: Y no te preocupes. Si todo va
según lo planeado, habrá muchos golpes de lengua de una mujer Cassidy en mi
futuro.
No se dio la vuelta. Sin embargo, su mano se levantó al aire mientras me
ignoraba.
Sonreí, sintiéndome esperanzado por primera vez en días.

—¿Qué? ¿Cómo... ¿cómo puede hacer eso?


Mi abogado aclaró su garganta y volvió a mirar sus notas. —Puedo
intentarlo y presionarla, pero parece que está bastante decidida.
—No. De ninguna manera. —Agité mi cabeza con vehemencia—. Ella no
puede hacer eso. Es mi derecho como padre de Patrick de mantenerlo.
—La Srta. Cassidy no tiene ninguna obligación legal de aceptar su apoyo
financiero. —Las palabras y la expresión de la Sra. Feelan eran de disculpa, pero
también de hecho.
Resoplé un aliento irritable y junté mis manos, mirando brevemente el
reloj en la pared. Eilish y su abogado debían llegar en cualquier momento.
Estábamos esperando a que llegaran para poder discutir el acuerdo de custodia
y poner fin a esta absoluta situación.
Estaba a punto de arrancarme el cabello con la ridiculez de todo esto.
Una conversación y podría arreglarlo todo. Pero no quiso hablar conmigo.
Es tan jodidamente testaruda.
La puerta se abrió y me senté derecho. Tres personas entraron en la
habitación. Eilish, Sean, y su abogado, pero sólo tenía ojos para Eilish. Llevaba
una falda lápiz azul marino, una blusa cremosa y un abrigo largo gris. Su cabello
caía sobre sus hombros en ondas largas. Se veía hermosa. Tan hermosa que tuve
que tomarme un momento para recuperar el aliento.
Me paré antes de saber lo que hacía. —Eilish. —Respiré. Esos ojos azules
cristalinos se me acercaron, y odié la neutralidad en ellos, la cuidadosa máscara
que puso. Me recordó a la fiesta de William hace semanas, antes de que se diera
cuenta del hombre que soy ahora. Antes de conocerla. Antes de enamorarme de
la mujer amable, generosa y cálida que sabía que era.
—Sr. Leech, por favor siéntese —urgió la Sra. Feelan, una nota de
precaución en su voz, como si yo pudiera causar una escena o algo así.
Hice una mueca de dolor y me senté mientras los tres recién llegados
tomaban sus asientos en el lado opuesto de la mesa. El abogado de Eilish empezó
a hablar, pero apenas oí una palabra de lo que dijo. Mi enfoque se encontraba
demasiado centrado en la impresionante pelirroja sentada frente a mí. La miré
fijamente hasta que sintió mi atención y su mirada se dirigió momentáneamente
a la mía. Un toque de color carmesí coloreó sus mejillas y volvió a mirar hacia
otro lado.
Mírame. Por favor.
También me irritaba que sintiera la necesidad de traer a Sean, como si
necesitara protección de mí. Nunca le haría daño, ni en un millón de años. Un
destello de memoria me golpeó, de cómo se veía cuando me confrontó en los
casilleros, el dolor tan palpable que casi podía tocarlo. Pensó que yo cometí la
traición final, así que tal vez de una manera pequeña podría entender por qué lo
trajo.
Aun así, miré a mi compañero de equipo molesto. A juzgar por la negativa
de Eilish a mirarme, no parecía que hubiera hecho ningún progreso en explicarle
las cosas, aunque dijo que lo intentaría. Aunque curiosamente, cuando lo miré,
sonrió.
Huh.
—Firme aquí, por favor, Sr. Leech —instruyó la Sra. Feelan después de
unos minutos de ida y vuelta. El acuerdo de custodia se hallaba delante de mí.
Recogí el bolígrafo y luego dudé. Dejé el bolígrafo y miré a Eilish otra vez a través
de la mesa. No a Sean. No al abogado. Sólo a ella.
—Quiero que reconsideres los pagos de manutención. Si no lo aceptas todo,
al menos piensa en tomar la mitad.
Eilish no dijo una palabra, sólo se movió incómodamente en su asiento.
—La Sra. Cassidy no desea recibir ningún pago de manutención infantil,
Sr. Leech —dijo su abogado—. Ya informamos a la Sra. Feelan de esto antes de
que se redactara el acuerdo final.
—Bueno, nadie me informó. —Crucé mis brazos sobre mi pecho, su
terquedad frotándome.
—Le informé antes, Sr. Leech. ¿Recuerda? Lo habría hecho antes, pero
todo fue en el último minuto —dijo la Sra. Feelan—. Hicimos lo que pudimos en
el tiempo previsto.
—Pero, ¿por qué? —pregunté, todavía sólo me dirigía a Eilish—. Puedes
hablar conmigo, sabes. Estoy sentado justo aquí.
La Sra. Feelan intervino, pero entonces habló Eilish, su voz calmada y
mesurada. Fue sólo el pequeño detalle cuando dijo mi nombre lo que me alertó
de su nerviosismo.
—Es demasiado, B-Bryan.
—No es demasiado, no es mucho, nada es demasiado cuando se trata de
Patrick, o de ti para el caso —dije con pasión mientras mis ojos llevaban a los
suyos—. ¿No puedes darme esto? ¿Me lo ocultas durante años y no me dejas
apoyarlo ahora?
Golpeé un nervio. Pude verlo en cómo miró a la mesa y se mordisqueó su
labio, sus ojos tormentosos e inciertos.
—Sra. Feelan, ¿puede controlar a su cliente? —pidió el abogado de Eilish.
La Sra. Feelan me puso una mano en el codo. —Sr. Leech, por favor.
—Estaré de acuerdo en mantener los pagos —soltó Eilish, sorprendiendo
a todos los presentes—. Pero necesitan ser una suma menor. Mucho más
pequeño.
Exhalé y le disparé una mirada agradecida. —Puedo trabajar con eso. —
Si me saliera con la mía, la cantidad no importaría.
—Dada esta información. —La Sra. Feelan apiló sus papeles—.
Tendremos que redactar un nuevo acuerdo y programar otra reunión.
—Muy bien —dijo el abogado de Eilish—. Hablaré con mi cliente sobre las
opciones y te llamaré a su debido tiempo.
Todos empezaron a levantarse para irse. Ambos abogados se detuvieron a
discutir algo mientras Eilish y Sean se acercaban a la puerta. Ya se habían ido
antes de que me diera cuenta que esta podría ser mi única oportunidad de hablar
con Eilish en persona. Saltando a la acción, los perseguí hasta el banco de
ascensores. Sean apretó el botón para bajar cuando los alcancé.
—Habla conmigo. Dame diez minutos.
Se giró para mirarme, una galaxia de emoción en sus ojos. —No hay
nada...
—Por favor —urgí, casi rogando.
Las puertas del ascensor se abrieron deslizándose y ella entró. Seguí su
ejemplo, mientras Sean se quedaba atrás. —En realidad, necesito usar el baño.
Te veré en el vestíbulo, Eilish —dijo mientras las puertas se cerraban.
—¡Sean! —gritó ella, pero él ya se había ido.
Si las miradas pudieran matar, Cassidy estaría seis pies bajo tierra. Eilish
miró fijamente al suave y pulido metal con absoluta muerte en sus ojos.
Yo, por otro lado, podría haber besado a su primo. Con lengua.
El ascensor comenzó a descender y Eilish resopló. Sus brazos se cruzaban
sobre su pecho y miraba fijamente al frente, totalmente a la defensiva.
—Eilish, ¿puedes mirarme, por favor? Todo esto es un desastre y ni
siquiera me das la oportunidad de explicarlo.
—¿Qué demonios hay que explicar? No confías en mí. No hay nada de qué
hablar.
Miré fijamente su perfil, tan completamente cerrada y una inesperada
oleada de ira estalló en mi pecho.
—¿No confío en ti? ¿De verdad? ¿Así es como justificas todo esto?
—¿Todo qué? —escupió y todavía no me miraba.
Antes de que pudiera responder, el ascensor se paralizó.
—Dios mío, ¿estamos atascados? —exclamó horrorizada Eilish.
Normalmente, tal incidente me molestaría, pero no hoy. Hoy los dioses
parecían estar sonriéndome, porque quedarme atascado con Eilish era
exactamente lo que necesitaba, lo que necesitábamos. Recordé la mirada que
Sean me dio justo antes de subir y sospeché que esto era obra suya.
Definitivamente no se lo pasaría por alto. Después de todo, dijo que intentaría
ayudarme.
Dejé salir un respiro. —Eso parece.
Tiró nerviosamente el cuello de su camisa. —Maravilloso.
Me volví para mirarla fijamente. —Sí, maravilloso. Porque ahora tendrás
que admitir que eres tan culpable como yo de este maldito embrollo.
Se giró, incredulidad y furia retorciendo sus rasgos.
Ambas se intensificaron mientras añadía—: Tal vez aún más.
—¿Cómo voy a cargar con la culpa de todo esto? —Señaló a nuestro
alrededor ampliamente—. Te di su cabello para la prueba hace semanas. Te
animé a conseguir un abogado desde el principio. Y dijiste que no. No, podríamos
arreglarlo entre nosotros. Confié en ti.
Ignorando el dolor y la traición que saturaba sus palabras y me atravesaba
los ojos, presioné hacia delante. —Eso es mentira. Nunca confiaste en mí. Nunca.
Te hallabas decidida a pensar lo peor de mí. Te dije que te amo, y Dios me ayude,
estoy tan jodidamente enamorado de ti y tú me alejaste. Hicimos el amor en la
habitación de fisioterapia…
Resopló, riéndose burlonamente. —¿Oh? ¿Era eso lo que estábamos
haciendo?
—Sí —contesté inmediatamente, desesperadamente—. Al menos, eso es lo
que he estado haciendo las últimas semanas. No puedo mantener mis manos
para mí mismo y cada vez que te robo un beso, es porque estoy tan enamorado
de ti que no puedo pensar con claridad.
—Eso no es amor, Bryan. Eso es encaprichamiento. Eso es lujuria.
—No. Es un síntoma de estar sobre la luna con otra persona y querer que
sea feliz, querer ser el que los haga felices.
Me miró fijamente, su cara ya no era una máscara de desapasionamiento.
Sus rasgos eran un desorden de emociones conflictivas: el dolor en bruto luchaba
con esperanza y desesperación. Tomó un aliento inestable, sus ojos brillando con
lágrimas sin derramar nada.
—Te amo —dijo en una exhalación torturada—. Te amo.
¿Ella me ama?
—Eilish… —Quería tocarla, pero tenía los brazos alrededor del torso como
si se mantuviera unida.
—Y tienes razón, te alejé. Me cerré. Pensé que si eliminábamos la
intimidad física de la ecuación, sería capaz de ver con claridad. Podría confiar en
que lo que teníamos entre nosotros era real.
Me adelanté, intentando alcanzarla, pero se estremeció.
—No. No lo hagas… —Agitó la cabeza, sus palabras se soltaron y su labio
tembló. Jesús. Odiaba verla así de enojada, pero al mismo tiempo quería darle
un poco de sentido común.
Respiró de nuevo visiblemente, su mirada bajando al suelo. —Siento
haberte alejado. Me equivoqué, pero, Bryan —Agitó la cabeza—, lo que hiciste
también estuvo mal. Podrías haber acudido a mí si querías el examen, el acuerdo
formal. Yendo a mis espaldas…
—Llamé a mi padre el lunes. No tenía ni idea de que aceleraría el proceso.
Lo arregló todo sin consultarme. Planeaba llevarte a almorzar el miércoles para
que pudiéramos hablar de ello. Eso no es una excusa, pero es la verdad.
—¿Por qué? —Su voz se resquebrajó en la palabra y todavía no me
miraba—. ¿Por qué querías la prueba? ¿Pensaste que te mentí?
—No. Dios, no. —Empuñé mis manos, la frustración comiéndome por
dentro—. Esta situación es una cagada. —Respiré.
Levantó su mirada a la mía, sus ojos azules abiertos y tristes. No estaba
en desacuerdo.
Suspiré pesadamente y seguí hablando.
—La semana pasada, después de salir de tu casa, recibí una llamada de
tu madre.
Sus cejas saltaron, sus ojos brillaron de ira. —¿Mi madre?
Asentí con la cabeza. —Quería saber qué iba a hacer con Patrick.
Básicamente, me presionaba para que te propusiera matrimonio.
—Bryan, oh, Dios mío —exclamó, su mano volviendo a la boca
conmocionada—. Tienes que creer que yo nunca...
—Sí. Ahora lo sé, pero mi cabeza estaba por todas partes en ese momento.
Hice que tu madre me llamara, y mi madrina me respiraba en el cuello.
¿Recuerdas a la mujer que conociste en el hospital? —Negó con la cabeza—. Esa
es Sarah. Ha sido tan buena ayudándome a mantenerme sobrio, pero cuando se
enteró de lo tuyo y de Patrick, fue inflexible, quería que me hiciera una prueba
de paternidad. He tenido mucha mala suerte con las novias en el pasado, verás,
mujeres drogadictas que alentaban mi adicción para alimentar la suya propia.
Ella se preocupaba por mí, pensó que buscabas dinero.
Dejó salir una risa sin alegría. —No quiero y nunca he querido tu dinero.
—Lo sé. Pero tú eres la primera persona con la que he estado desde que
estoy sobrio y no podía evitar dudar de mí mismo, preguntándome si podía
confiar en mi propio juicio. Eso lo pago yo. Aún estoy aprendiendo a vivir la vida
sobria. Pero cuando me alejaste…
Eilish me estudió, su cara comprensiva pero cautelosa.
Los dos nos quedamos callados entonces, el silencio llenando los confines
del ascensor. Intenté pensar en la mejor forma de proceder. Al final decidí que
se necesitaba una tregua. Echándole una mirada tierna, le dije—: Gracias por
cambiar de opinión sobre la manutención infantil. Sé que puede que no parezca
tan grande, pero es importante para mí poder contribuir.
Algo de angustia dejó su cara cuando dejó caer sus brazos a los lados. —
No lo habría rechazado si hubieras sido más razonable. Treinta mil al mes es
ridículo.
Me pasé una mano por la cara. —No estoy de acuerdo. No he contribuido
nada durante cinco años. Y vives en un barrio de lujo, Eilish. No puede ser
barato, especialmente en el mercado actual.
—No lo es —dijo, su boca tirando a un lado con tristeza—. Y,
honestamente, necesito el dinero. Sean me hizo prometerme que aceptaría su
ayuda financiera durante doce meses, y eso fue hace ocho meses. Ha estado
pagando el alquiler.
—Entonces, ¿por qué no podías...?
—Porque, ¿no lo ves? Me siento culpable por lo que pasó entre nosotros.
Yo estaba sobria, tú estabas borracho. Patrick es mi responsabilidad. Odio
quitarle dinero a Sean, pero no puedo pedírtelo a ti.
—No. —Sacudí la cabeza—. No, no, no. No me estás pidiendo, estoy
insistiendo. Es nuestro. Es mi responsabilidad y la tuya. Tienes que empezar a
pensar en él de esta manera.
Asintió otra vez, y estaba claro que luchaba contra las lágrimas. —Lo
siento mucho.
Viendo mi ventana de oportunidad, cerré el resto de la distancia entre
nosotros. Cuando mi pecho se encontró con el de ella, una tensión que ni siquiera
me di cuenta que tenía se liberó de lo profundo de mis huesos. Sólo pasaron unos
días, pero la extrañaba muchísimo. Estar cerca de ella ahora era un extraño pero
bienvenido alivio.
—Entonces, ¿podemos empezar de nuevo? —pregunté, mi voz una suave
caricia.
—Sí, por supuesto, pero…
Antes de que pudiera terminar la frase, la besé, mi alivio me impulsó hacia
delante. Jadeó en mi boca. Me perdí un poco en lo suaves que eran sus labios.
Presioné todo mi cuerpo contra el de ella, como si no pudiera conseguir suficiente.
Presioné tan cerca que sentí su corazón latiendo contra mi pecho.
Me burlé de su boca para que se abriera a mí y después de sólo un segundo
de vacilación me dejó entrar. Puse mi lengua en la suya, la probé con cada fibra
de mí ser. Ella arqueó su espalda, y sentí sus pechos empujándome. Mi polla se
movió instantáneamente. Levanté mi mano y le tomé del cuello, rozando el
pulgar de un lado a otro sobre el hueco de su garganta. Un gemido estrangulado
se le escapó. Gemí y la besé más profundamente, deseando poder estar dentro de
ella.
Sus manos llegaron a mis hombros, y aunque me sentía tan perdido al
besarla, todavía sentía que temblaba. Se apartó, sus ojos suplicando. Sabía que
me dejaría tenerla aquí, sabía que me quería tanto como yo a ella. Pero este no
era el lugar.
Aun así, no pude evitar burlarme de ella, bajando mi voz a un susurro
áspero—: Eilish, podríamos estar atascados en este ascensor durante horas.
Podemos hacer lo que queramos.
Gimoteó. Sonreí.
Susurrando en su oído, le dije—: Y lo haría. Te tomaría aquí, contra esta
pared, te haría el amor con tu falda alrededor de tu cintura, tus bragas
arrancadas, pero…
Su respiración era superficial, frenética y sus manos tiraban de mi camisa.
Las pillé antes de que pudiera desvestirme, chupándome y mordiéndome el labio
en su boca.
—Estoy seguro de que los guardias de seguridad no se divertirían. ¿Pero
excitarse? Tal vez. —bromeé con una tierna sonrisa.
Sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta mientras me miraba
fijamente, lucidez luchando con mortificación. —Oh, Dios mío. Probablemente
han estado observando todo este tiempo.
—Probablemente —concordé, amando lo avergonzada que se puso por
unos besos.
—Y ni siquiera apretamos el botón de emergencia —prosiguió, corriendo
junto a mí para golpear su mano contra el botón rojo.
Me acerqué a ella desde atrás, le peiné el cabello por encima del hombro y
le besé el cuello. —Dios, te amo —susurré fervientemente. Ni siquiera fue un
desliz de lengua. Quise decirlo. Quería que lo supiera. No quería más
malentendidos entre nosotros nunca más.
Su espalda se arqueó instintivamente contra mi cuerpo cuando dijo—: Yo
también te amo, Bryan.
Y ese fue el momento en que el ascensor decidió volver a la vida.
Traducido por Gerald & Black Rose

—N o te habría atrapado en el ascensor si no hubieras insistido en


ser tan obstinada. —Sean retorció sus mancuernillas e inclinó
una ceja hacia mí—. Acepto tu disculpa.
—No me disculpé.
—Sí, lo sé, cariño. Pero puedo adivinar que deseas hacerlo.
Sonreí, muy de mala gana.
—Te sobrepasaste.
—Alguien tenía que hacerlo. —Se encogió de hombros.
Mi primo y yo estábamos en la oficina extra en el último piso del complejo
deportivo. Bryan me trajo de regreso y necesité el ascensor dado que Sean me
abandonó con el abogado.
Por supuesto que no me importó pasar el tiempo adicional con Bryan e
hicimos planes de encontrarnos después del trabajo. Pero eso no cambiaba el
hecho de que Sean nos encerró en un ascensor y luego procedió a espiarnos
utilizando la cámara de seguridad.
Lo último que quería hacer era terminar mi día en el trabajo, prefiriendo
en cambio pasar el resto de la tarde besuqueándome con mi novio.
Es correcto. Besuqueándome. Con mi novio. ¿Puede que hayas escuchado
sobre él? ¿Bryan Leech? Me ama. Solo para que lo sepas.
Mis deseos eran completamente poco profesionales y tal vez no muy
adultos, pero no me importaba. Me aferraba a estos extravagantes deseos como
una resucitada faceta de mi personalidad.
—Alguien necesitaba ponerles en una habitación juntos y cerrar la puerta,
tirar la llave, etcétera, etcétera.
Dios, amaba a mi primo. No existía nadie más en el mundo como él, estaba
segura de ello.
—Gracias —dije suavemente, inclinándome hacia delante y levantándome
sobre la punta de mis pies para darle un beso en la mejilla.
—De nada —respondió cálidamente, tomándome de los hombros antes que
pudiera alejarme—. Sabes que te amo, ¿cierto? Solo quiero lo que es mejor para
ti y para Patrick. Son mi familia.
Sonaba tan sincero, tal vez un poco vulnerable, sentí un nudo levantarse
en mi garganta.
—Lo sé, Sean. Y también te amamos.
Asintió, sus ojos moviéndose sobre mi rostro mientras dudaba un segundo
antes de decir—: No dejes que Bryan se deshaga de esos trajes.
—¿Qué?
—Los trajes de Patrick. Hice que los arreglaran para que podamos
utilizarlos a medida que crezca.
—¿Por qué Bryan se desharía de los trajes de Patrick? —Sacudí mi cabeza
hacia mi primo, dándole una mirada desconcertada, el funcionamiento de su
cabeza preocupándome y sorprendiéndome.
—Porque ahora va a ser un buen padre, para Patrick. —De nuevo, Sean
vaciló, aclarando su garganta antes de añadir—. No debes olvidar que también
es un Cassidy.
Mi corazón se apretó y también tuve que aclarar mi garganta antes de
hablar.
—Sabes que Patrick nunca te olvidará. Bryan es su padre, pero tú siempre
serás su Monkey Sean.
Asintió tensamente, soltando mis hombros, sin lucir convencido.
—Sí. Lo sé.
Suspiré y tengo que admitir que el suspiro fue un toque tembloroso y
acuoso, pero antes que pudiera dar las grandes y tontas garantías adicionales,
sonó mi teléfono.
—Será mejor que respondas a eso. —Se alejó Sean—. Tengo que revisar
unas cosas con el equipo defensivo sobre el juego de mañana.
—Bien, pero ¿te veré mañana?
—Por supuesto. —Sonrió, luciendo más como él—. Y, con suerte, ahora
que ese tonto asunto quedará olvidado, estarás de regreso en tu puesto que es
donde perteneces.
No tuve oportunidad de responder mientras salía apresuradamente por la
puerta, así que miré hacia la pantalla de mi teléfono, vislumbrando el avatar y
el número de Josey.
—¿Hola?
—¡Eilish! Dime qué sucedió. ¿Estás bien? ¿Obtuvo custodia? ¿O qué está
sucediendo?
—Tranquilízate. —Caminé hacia la puerta de la oficina y la cerré,
frunciendo el ceño porque no le conté a Josey sobre la prueba de ADN o el caso
de la custodia. La última vez que hablé con ella fue el domingo, hacía eones.
—Primero que nada, ¿quién te contó sobre el caso de la custodia?
Su lado se quedó en silencio durante un largo momento y luego dijo—: No
te enojes.
Eso me dio una pauta.
—¿Por qué estaría enojada?
—Porque tu madre me contó sobre el caso de la custodia.
Sentí mi ceño mutar en un fruncimiento confundido.
—¿Mi madre? ¿Desde cuándo hablas con mi madre?
—Desde que me llamó después que te mudaras de regreso a Irlanda.
¿Qué?
—¿Qué?
—Puedo explicarlo. Ella se sentía preocupada por ti, y yo también. Así que
puede que se me haya salido que Bryan es el padre de Patrick…
Jadeé, mi mano volando hacia mi boca. No podía creer lo que escuchaban
mis oídos.
—Pero, juro que solo fue porque pensé que, tal vez si sabía podría ayudar.
Tú sabes, ayudar a Bryan a hacer lo correcto y dar un paso adelante. No tenía
idea que en cambio presentaría una orden por la custodia. Pensé que las cosas
iban bien cuando los vi en la cafetería, lo siento tanto.
—Détente. Solo, deja de hablar. —Sacudí mi cabeza, deseando que estos
hechos no fueran ciertos.
¿Cómo pudo?
—¿Eilish?
—Dame un minuto, Josey. Quiero decir, ¿cómo… por qué… qué se apoderó
de ti para que le dijeras? Sabes cómo es ella.
—Parecía genuinamente feliz cuando descubrió que Bryan era el padre —
se apresuró a decir Josey para defenderse—, y, lo siento tanto, pero necesitaba
dar un paso adelante.
—Pero eso es entre Bryan y yo, no tú y definitivamente no mi madre.
—Pensé que podría ayudar —dijo en voz baja desde el otro lado de la línea,
haciéndome suspirar de nuevo.
—Cara Cassidy solo se ayuda a sí misma —respondí bruscamente—. Lo
sabes. No puedo creer que hicieras esto.
—Bueno, ¿qué más se suponía que hiciera, Eilish? Nunca te veo. Solo
pensé que, tú sabes, si Bryan estaba en el panorama. Quiero decir, te ha gustado
durante tanto, te mereces ser feliz y si tu madre podía ayudarlo a entrar en
razón…
—Pero no lo haría, Josey. No lo haría. Simplemente derramaría su veneno
sobre toda la situación y empeoraría todo.
Se quedó callada por un momento, luego pregunto—: ¿Obtuvo la custodia?
—No.
—¿No lo hizo?
—No, no voy a discutir de esto contigo. —Odiaba lo fría que sonaba, pero,
¿cómo podría confiar en ella ahora?
—¿Qué?
—No puedo hablar contigo de esto. No si vas a informarle a mi madre.
—Lo haces sonar como si fuera una espía; no lo soy. Solo quiero que tengas
algo de tiempo libre para divertirte, como antes de que te embarazaras y todo se
fuera a la mierda. —Ahora me gritaba.
Grité en respuesta—: No todo se fue a la mierda, Josey. Mi vida no es una
mierda, nunca lo ha sido. Patrick es lo mejor…
—¿Ves?, dices eso, pero como puedes decirlo en serio. No al menos que
consigas a Bryan, de otra manera, ¿cuál es el punto de esto?
—Oh, Dios mío. —Me senté en el escritorio, mi enojo elevándose hasta
niveles casi incontrolables—. Esto es. Ya no podemos hablar.
—¿Por qué? ¿Porque no quieres escuchar la verdad? —espetó.
—No. Porque no escuchas. Patrick es algo preciado para mí. Es la persona
más preciada, la más maravillosa y la más importante en mi vida. Lo amo
infinitamente y con toda mi alma. Y tú nunca has estado feliz por mí.
—¿Cómo puedo estar feliz por ti? Renunciaste a todo, a todo.
—Te equivocas. Soy tan afortunada y estoy tan bendecida.
—No estarías diciendo eso si Sean no hubiera venido a tu rescate, ¿cierto?
¿Entonces en dónde estaría tu amor por tu precioso Patrick?
—Voy a colgar ahora. Te amo, Josey, lo hago, pero no puedo seguir
haciendo esto contigo.
—Espera, yo…
No esperé. Colgué, lanzando mi teléfono sobre el escritorio, queriéndolo
fuera de mi mano, la cual temblaba con enojo.
—¿Eilish?
Me giré ante el sonido de mi nombre, aliviada de encontrar a Bryan parado
justo pasando la puerta.
—Toqué —Movió su pulgar sobre su hombro—, pero no me escuchaste.
¿Estás bien?
Asentí. Pero entonces, dándome cuenta que no quería o necesitaba fingir
con Bryan, sacudí mi cabeza.
—No. No, no lo estoy.
—Entonces, ¿Por qué estás hasta allá? —Abrió sus brazos y me amonestó
suavemente—. Ven aquí.
Resoplé una risa, no pude evitarlo. Sonaba tan serio. Me paré y caminé
hasta sus brazos, fundiéndome contra él, mientras me acercaba hacia él.
—¿Vas a decir con quién hablabas al teléfono?
Me acurruqué más cerca.
—Era mi amiga Josey.
—¿Te hizo enojar?
—Acaba de admitir ser quien le contó a mi madre sobre que tú eres el
padre de Patrick.
Sentí a Bryan tensarse y luego inhalar profundamente.
—Vaya.
—Sí. Vaya. No tenía idea hasta ahorita. Escuchó sobre el caso de la
custodia de alguna manera y llamó para preguntar qué sucedió. —Puse a Bryan
al tanto del resto de la conversación.
Cuando terminé me marinaba en mi enojo y mi cansancio y mi dolor.
Bryan se separó un poco y deslizó sus dedos debajo de mi mentón, inclinando mi
cabeza hacia atrás. Luego colocó un dulcemente seductivo beso en mis labios,
deslizando su lengua y atrapando mi labio inferior con una suave mordida.
Cuando se movió ligeramente hacia atrás para así poder verme, levanté la
mirada hacia él y sonreí.
—¿Por qué fue eso?
—Has pasado por mucho el día de hoy.
—También tú.
—Sí. Hemos pasado por mucho juntos. Así que deberíamos besarnos hasta
que todo esté mejor.
A pesar de todo, eso me hizo reír.
—¿Eso crees? —Le sonreí incrédulamente. Apreciando especialmente que
no se precipitara e intentara decir qué hacer. Solo ofreció su apoyo.
—¿Por qué esa mirada?
—Es solo que estoy impresionada contigo. En lugar de darme un consejo
no solicitado o intentar arreglar las cosas por mí, me escuchaste. Y luego me
besaste. Eso es impresionante.
Bryan se enderezó un poco, luciendo complacido consigo mismo.
—Una cosa que aprendes en recuperación es que nadie puede pelear las
batallas por ti y tampoco podemos pelear las batallas de otras personas. Soy, o
no he sido, tan bueno en mantener mi nariz fuera de tus batallas. Pero con lo que
sucedió esta última semana, con todos pensando que nuestros asuntos eran sus
asuntos… —Se detuvo, su expresión volviéndose más contemplativa—. Voy a
confiar en ti. Dime cuando necesites mi ayuda y ahí estaré.
Un sentido de pertenencia y asombro cayó sobre mí, como una manta
delgada. No pude evitar mi sonrisa, la cual creció tanto que hizo que mis mejillas
dolieran.
—Bryan…
—¡Oh! —Me soltó, alejándose y sacando un pedazo de papel doblado de su
bolsillo trasero—. Tengo algunas buenas noticias.
Acepté el papel, lanzándole una mirada divertida y sospechosa.
—¿Qué es?
—Dale un vistazo. —Hundió su mentón hacia la hoja en mis manos.
Desdoblándolo cuidadosamente, leí rápidamente su contenido. Era un
memorándum de parte del entrenador Brian para todo el equipo anunciando que
Connors renunció con efecto inmediato.
Mis ojos se movieron rápidamente hacia los de Bryan.
—¿Qué es esto?
—¿Sabes que Connors siguió robándose los almuerzos de las personas?
—Sí, pero no creía que era ampliamente conocido.
—Lo es…. y no lo es. De cualquier manera, Alice no sabía que era él quien
estuvo robándose los almuerzos, así que puso tinta en su caja bento y lo atrapó,
literalmente, con las manos manchadas.
Me reí ante el trabajo detectivesco de Alice, luego dije—: ¿Pero creía que
estaba emparentado con el gerente general? No puedo imaginar que sería fácil
que se fuera.
—Lo está. Connor es su primo, pero Alice es la sobrina de nuestro gerente
general.
Sacudí mi cabeza ante lo absurdo de todo esto.
—¿Así que lo despidieron por tomar el almuerzo de Alice?
—No. Lo despidieron por amenazar a Alice porque tuvo la osadía de poner
tinta en el contenedor de su comida, ondeando sus manos rojas por todos lados
como un demente. El entrenador Brian presenció todo y le dio dos opciones: o
sería despedido o podía renunciar.
—Vaya.
—Sí. Guau. Y gracias a la mierda. No estoy seguro de poder manejar otra
temporada con sus manos sucias sobre mí —dijo con un estremecimiento y luego
me guiñó un ojo—. Preferiría mucho más las tuyas.
Le di un golpecito en el hombro, aunque tenía que admitir que su coqueteo
me dio un poco de emoción en el estómago. —¿Y todo esto sucedió mientras
estábamos fuera esta tarde? —continué, todavía curiosa.
—No. Esto sucedió el miércoles, mientras tenías el día libre. La renuncia
acaba de llegar hoy. —Su mano viajó desde mi cuello, vagando por mi espina
dorsal para descansar en mi espalda baja. Me estremecí.
—¡Oh! Entonces eso significa que…
—Me encontré con el entrenador abajo —Bryan me dio una sonrisa
irónica—, me dijo que pusiera mi maldito drama personal en el estante por el
bien del equipo.
Hice una mueca. —Lo siento por eso.
—No, no. Está bien. Le dije que en primer lugar no quería que te dejaran
en la banca, lo cual es cierto, y ahora cree que soy la Madre Teresa. Salgo de esto
oliendo como una rosa.
Riendo por su buen humor, deslicé mis brazos alrededor de su cuello y
acaricié su mandíbula con mi nariz, luego le susurré al oído—: Hueles a rosas.
En realidad no, hueles a madera, como un bosque, mucho mejor que las rosas.
Gimió, sus manos llegaron a mi cintura y me apretaron. La acción me hizo
apretar mis muslos juntos con la necesidad. Se sentía como toda una vida desde
que estuvimos juntos, y necesitaba desesperadamente volver a conectarme.
Tampoco era solo físico. No, el sexo con Bryan Leech era mucho más que eso. Era
emocional, apasionado, un bálsamo para mi alma.
—¿Podemos irnos ahora? —preguntó roncamente—. ¿O necesitas
quedarte?
Negué con la cabeza. —Podemos irnos.
—Bien. —Bryan ahuecó mi rostro entre sus palmas y me dio un beso
rápido—. Tenemos que irnos. Ahora. Así que toma tus cosas. Recogeremos a
Patrick, y luego nos llevaré a casa.

Después de la montaña rusa emocional de la semana pasada, la pizza para


cenar con mis dos hombres era exactamente lo que necesitaba.
Desafortunadamente, Bryan no pudo comer la pizza, no con un partido al día
siguiente. Flexionó su músculo de autocontrol y comió una comida limpia, de
verduras, pescado y ensalada de quínoa.
Bryan se ofreció a lavar los platos, pero lo rechacé e insistí en que ayudara
a Patrick en la rutina de la hora de acostarse. A decir verdad, disfrutaba de mis
momentos tranquilos al final del día mientras lavaba los platos. El sonido del
agua era calmante, y me gustaba calentar las manos bajo el grifo tibio.
Una vez que terminé, revisé a Patrick y Bryan, y descubrí que Bryan se
quedó dormido en la cama de nuestro hijo. Patrick, sin embargo, se hallaba
sentado en el piso jugando con su set de trenes.
Tan pronto como me vio, se llevó un dedo a los labios. —Silencio, mamá.
Bryan necesita su sueño hermoso, aunque mi cama es demasiado pequeña.
Le sonreí a mi hijo. —¿Te refieres a su sueño reparador?
Asintió.
—¿Dónde oíste eso?
—Monkey Sean dijo que el sueño es el por qué es tan increíblemente
guapo.
Cubrí mi boca para sofocar mi risa. Cuando me recuperé, pasé los dedos
por el cabello de Patrick y le di un beso en la frente. —Tienes que irte a dormir.
—¿Pero dónde dormirá Bryan? —Frunció el ceño.
Dudé un momento y luego dije—: Conmigo. Tengo una cama grande. Hay
espacio suficiente para los dos.
Patrick asintió, como si tuviera mucho sentido, entonces sus ojos se
iluminaron. —¿Esto significa que Bryan estará aquí por la mañana? ¿Puede ver
caricaturas conmigo? O tal vez podamos construir otro fuerte.
—Espero que esté aquí por la mañana, pero sin fuerte.
Desafortunadamente, no tendremos tiempo para eso, ya que tenemos el partido
por la tarde. —Abracé a mi hijo y le di otro beso en la cabeza—. Vamos. Ayúdame
a mover a Bryan a mi habitación. No puedo cargarlo sola.
Patrick me lanzó una mirada divertida e hizo un gesto a su padre. Su papá.
Una oleada de emoción me recorrió al pensarlo y mi corazón latió con fuerza.
—No puedes cargarlo. Es demasiado pesado.
Me reí de eso, luego me moví para despertar al hombre grande.
Inclinándome sobre él, le susurré al oído—: Es hora de ir a la cama, dormilón.
—¿Qué? —Los ojos de Bryan se abrieron de golpe, y pareció sorprendido
por su entorno.
—Dije, es hora de ir a la cama —repetí suavemente.
—Oh. ¿Lo es? —Echó un vistazo alrededor de la habitación—. Creo que
debería irme.
—No. Te vas a quedar. —Patrick tiró de la mano de Bryan, claramente
tratando de que se pusiera de pie—. Vas a dormir en la gran cama de mamá.
Bryan se volvió hacia mí con una mirada confusa, inquisitiva y todavía
nebulosa. —¿Lo haré?
—Lo harás. —Asentí, sonriendo por su expresión—. Así que vamos, es
hora de ir a la cama.
Aturdido, Bryan nos permitió ponerlo en pie y dirigirlo hacia mi
habitación. Una vez allí, Patrick muy solemnemente retiró las mantas, hizo un
gesto para que Bryan subiera y luego lo cubrió de nuevo.
—Buenas noches, Bryan —dijo Patrick, besándolo en la frente—. Dulces
sueños.
Una sonrisa soñadora detuvo las facciones de Bryan mientras miraba a
nuestro hijo, pero su tono fue un poco brusco cuando respondió—: Tú también.
Patrick luego tiró de mí fuera de la habitación y de vuelta a la suya. Lancé
una mirada de anhelo a Bryan, quien nos miraba tanto divertido y como burlón
a partes iguales mientras yacía perezosamente en mi cama. La mirada cansada
y adormilada en su rostro era increíblemente sexy.
Una vez que tuve a Patrick acostado, las luces apagadas, dados los abrazos
y los besos de la hora de acostarse, le revolví el pelo a Patrick y le pregunté—:
¿Qué piensas si Bryan pasa la noche más seguido?
—¿Qué tan seguido? —preguntó Patrick entre bostezos.
—Algunas veces a la semana, tal vez.
—¿Por qué no acaba de mudarse? Podríamos conseguir literas, y él puede
compartir mi habitación.
Riendo de sus payasadas adorables, le di un último beso y apagué la luz.
—Dulces sueños, mi amor.
—Dulces sueños, mamá.
Dejando su puerta medio abierta, me deslicé por el pasillo hacia mi
habitación, sin querer despertar a Bryan por si ya estaba dormido.
Pero cuando entré en la habitación, descubrí que no dormía. De hecho, se
hallaba levantado, sentado en el borde de la cama, esperándome.
—Hola —susurré mientras cerraba la puerta, una oleada de excitación y
felicidad, y también de expectación, corriendo por mis venas.
—Hola —dijo, poniéndose de pie—. No sabía qué hacer.
—¿Sobre qué? —pregunté, quitándome la camisa, mis ojos se movieron
sobre los suyos mientras me preguntaba por qué todavía estaría usando ropa.
Bryan vaciló, sus ojos cayeron a mi pecho y luego a mis ojos. —¿Voy a..?
—¿Vas a…? —Me quité los pantalones, quitándome los pendientes y
colocándolos en un plato encima de mi joyero.
—¿Voy a pasar la noche? —preguntó, todavía confundido.
—Por supuesto —Sonreí, pero luego me detuve—, a menos que no quieras
pa…
No pude terminar, porque Bryan se levantó, su boca chocando contra la
mía, sus manos vagando por mi cuerpo. Temblé al sentir sus ásperas palmas
contra mi piel desnuda. Cómo anhelaba estas manos. Pensar que nunca podría
sentir su toque nunca más fue una agonía.
—Cristo, te he extrañado. —Se apartó lo suficiente como para decir—: Te
he extrañado tan jodidamente tanto.
Incliné mi cabeza hacia un lado, ofreciéndole más de mi cuello mientras él
arrastraba besos ardientes y hambrientos desde mi mandíbula hasta mi hombro.
La sensación de su mandíbula incipiente y su boca caliente y húmeda
moviéndose sobre mi piel enviaron señales de conciencia corriendo en todas
direcciones.
Pero mayormente al sur.
—Benditamente —murmuré.
—¿Qué?
—Te acostumbrarás a decir bendita en lugar de jodida.
—No me importa cómo lo llames, bendita, maldita, comer, joder, mientras
lo hagamos.
Una risa burbujeó desde mi pecho, que cortó con otro beso abrasador, sus
dedos deslizándose por mi caja torácica y en mis bragas.
Jadeé.
—Te necesito, Eilish. —Su voz era áspera, sus toques eran hábiles.
Perfecto—. Déjame hacer el amor contigo.
—Sí —respondí en un suspiro, mis uñas clavándose en sus hombros.
Se inclinó como si fuera a levantarme, y yo calmé sus movimientos,
manteniéndolo en su lugar. —No, no en la cama.
Sus cejas saltaron. —¿No en la cama?
Sacudí la cabeza, sonriendo, luego me volví, de cara al tocador y apoyando
mis manos en él. Encontré sus ojos en el reflejo de mi espejo y sonreí.
—Bien entonces —También sonrió, quitándose el cinturón, su mirada
recorriendo un rastro sobre mi cuerpo—, demos un espectáculo.

Más tarde, mucho más tarde, después de que gastamos algo de nuestra
exuberancia al reencontrarnos, Bryan y yo estábamos en la cama envueltos el
uno en el otro. Arrastraba las yemas de los dedos a lo largo de mi brazo, hasta
mi hombro, luego por mi espalda, levantando granos de piel de gallina donde sea
que tocara.
—Sabes —dijo, su voz ronca y somnolienta—, esta es la primera vez que
hemos podido recostarnos juntos, después.
Me acurruqué contra su pecho, disfrutando de la sensación de sus piernas,
sus deliciosas piernas, enredadas con las mías.
—Nos hemos acurrucado antes —dije distraídamente, demasiado relajada
para pensar mejor mis palabras.
—¿Ah si?
—Sí. La primera vez.
Sus movimientos se aquietaron y se puso rígido. Y fue entonces cuando me
di cuenta de lo que dije.
Levanté mi cabeza y le di una mirada vigorizante. —Lo siento. No debí
haber…
—No. No más disculpas. —Me rodó sobre mi espalda y se cernió sobre mí,
robando un beso, y luego pasando la nariz por la mía—. Deberías poder hablar
de ello sin sentirte culpable, y debería poder escucharlo sin sentirme culpable.
Quiero saber, y quiero que me digas.
Sonreí ante eso, calidez cubriendo mi pecho combinado con una sensación
de ingravidez, como si me hubieran quitado una carga, una que no sabía que
llevaba. Levanté mi mano y le revolví el cabello oscuro.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por ser maravilloso.
Una sonrisa apareció en su rostro y movió las cejas. —¿Maravilloso? ¿O
impresionante?
—Ambos. —Me reí ligeramente, inclinando la cabeza hacia un lado—.
Quiero hablar de eso, quiero decirte. Porque, para mí, fue una noche increíble.
Fuiste maravilloso e impresionante —agregué rápidamente, haciendo que su
sonrisa se ampliara aún más—, y siempre he atesorado ese recuerdo, a pesar de
que tuve un momento difícil para separar la culpa. Pero siempre sentí…
—Continúa —alentó, absorto con interés.
—Que al atesorar, o mi deseo de recordar y pensar con cariño de esa noche,
me hacía una persona débil. O una persona tonta. Uno o el otro.
Negaba con la cabeza antes de que terminara. —No. Para nada. Estoy tan
celoso de tus recuerdos. —Sus ojos se movieron sobre mis labios, nariz y frente—
. Desearía poder recordar. Pero supongo que tendré que conformarme con
escucharte a cambio.
—¿Estás seguro de que quieres saberlo? Era bastante ingenua.
—Sí —respondió con firmeza, moviéndose a un lado y apoyando el codo
contra el colchón, con la cabeza en la mano—. Comienza por el principio y no
omitas nada.
Al ver que hablaba en serio, traté de recordar la noche, la noche en la que
pensé tantas veces y, el mismo número de veces, intenté enterrarla. Intenté
esconderme de mí misma.
—Nosotros bailamos.
—Recuerdo un poco de eso. ¿Qué paso después?
—Me llevaste al jardín y me besaste.
—Eso suena bien.
—Lo fue. —Sonreí ante el recuerdo.
—¿Qué pasó después? —Bryan palmeó mi pecho, frotando un círculo
alrededor de la cima con su pulgar.
—Dijiste que era hermosa, y luego…
—¿Y luego?
Miré a Bryan, estudié la imagen de él junto a mí, en ese momento, como
estábamos en ese momento, y me di cuenta de que la historia que estaba a punto
de contarle era más fantasía que realidad.
Aunque siempre recordaría esa noche con una punzada de emoción
desconocida, lo que teníamos ahora era real.
Y la realidad de nosotros, de nuestro hijo, de nuestra vida en común, las
incógnitas, los altibajos de nuestro pasado, y los altibajos por venir, eran muy
superiores a cualquier fantasía.
Traducido por Larissa

Bryan
—E stará bien. —Me tranquilizó Eilish, sosteniendo mi mano y
apretándola.
La miré, tanto amor por esta mujer increíble, y le di una tierna sonrisa.
No solía carecer de confianza, pero hoy era diferente. Hoy íbamos a decirle a
Patrick que yo era su padre. Tantos resultados de pesadilla pasaron por mi
cabeza.
Patrick rompiendo a llorar ante las noticias.
Patrick gritando “¡No eres mi papá!” a todo volumen.
Patrick encerrándose en su habitación y negándose a volver a verme
nunca más.
Sabía que todo se encontraba en mi cabeza, pero no podía dejar de pensar
que pasaría lo peor.
—¿Qué pasa si se enoja? —pregunté, inquieto.
—¿En serio? Él te ama, Bryan. En este punto, estoy bastante segura de
que ni siquiera se daría cuenta si me hubiera ido por días, siempre y cuando
pudiera pasar tiempo contigo. —Se rio cariñosamente.
Le lancé una mirada suave, pasando un dedo por su mejilla. —Eso no es
verdad, y ambos lo sabemos.
—Él te adora.
—Adora a su amigo Bryan, que viene a jugar al rugby con él y le permite
encontrar a Pokémon en su teléfono. No estoy tan seguro de papá Bryan que le
dice que tiene que acostarse temprano y que no puede tener una segunda porción
de helado después de la cena.
—Dios mío, eres adorable.
—No soy adorable. Soy pensativo y sexy y masculino —dije, con una
expresión varonil. Todo estaba en la frente.
—Oh, sí lo eres. Nunca esperé que estuvieras tan nervioso para decirle a
un niño pequeño que eres su padre. Un niño pequeño que ya está enamorado de
ti. Tú, Bryan Leech, zaguero12, jugador reformado, que no muestra misericordia
en el campo de rugby, estás nervioso, y es lo más adorable que he visto en mi
vida.
Le fruncí el ceño. —Estás disfrutando demasiado.
Se puso de puntillas para besar la parte inferior de mi mandíbula,
sonriendo ampliamente. —Sí lo estoy.
Exhalé y pasé mi mano seductoramente por su espalda, presionando
firmemente en la base de su columna vertebral. —Te amo.
Se estremeció un poco, pero rápidamente se sacudió, esos brillantes ojos
azules chispearon. Demasiado para retrasar lo inevitable con el sexo.
—Yo también te amo. Ahora terminemos con esto. Quítale la curita.
Encontré su mirada y me armé de valor. —Quítale la curita. Bueno.
Entramos en la sala de estar donde Patrick se hallaba sentado en el suelo
jugando con sus Legos. Le conseguí una versión de mi jersey del tamaño de un
niño y lo llevaba puesto. Sabía que eso era obra de Eilish. Ella trataba de reforzar
mi confianza, y ver a Patrick en mi camisa definitivamente ayudó. Este niño era
mío. Mío. Podría haberme perdido sus primeros años, pero me sentía decidido a
estar ahí para él todos los días de aquí en adelante. Estaba decidido a estar ahí
para los dos. Y mamá, también. Finalmente logré llevarla a una clínica de
rehabilitación. Tan pronto como estuviera mejor, planeaba presentarla a Patrick.
Sabía cuánto significaba para ella. Sabía que su existencia era la mitad de la
razón por la que se encontraba tan decidida a ponerse sobria.
—¡Bryan! —exclamó cuando me vio, saltando y corriendo hacia mí con
toda su fuerza. Lo cogí antes de que pudiera estrellarse contra mis piernas y lo
balanceé en mis brazos.
—Hola, amigo —dije con voz ronca. Mi pecho se sentía pesado con las
palabras que estaba a punto de decir. Siempre estuvo tan feliz de verme.
Esperaba que eso no cambiara una vez que supiera la verdad.

12 Zaguero o fullback es en el rugby la posición más defensiva en la formación de un equipo.


—Bryan y yo tenemos algo que queremos contarte, bebé —dijo Eilish, su
dulce y calmada voz calmando mis nervios.
—¿Vamos a ir a Disneylandia? —preguntó, y me reí entre dientes. Este
niño. Qué oportunista.
—No, no vamos a Disneylandia —respondió Eilish con una sonrisa
indulgente—. Pero si te comportas durante el resto del año podríamos pensar en
ir por tu cumpleaños.
—¡De acuerdo! Voy a ir a Disney por mi cumpleaños —gritó Patrick de
alegría, y me reí entre dientes. A estas alturas ya estaba al tanto de su fijación
de Disneylandia. Había estado pidiendo ir durante semanas, desde que vio un
anuncio en televisión.
—Dije podría —advirtió Eilish—. Solo si eres bueno.
—Estaré bien —prometió, pero el brillo de la travesura en sus ojos verdes
decía lo contrario. Mis ojos verdes. Todavía era difícil acostumbrarse a cuánto se
parecía a mí.
Lo llevé al sofá y me senté, colocándolo en mi regazo. Comenzó a juguetear
con el cuello de mi camisa, y su comodidad conmigo, su familiaridad, calentaron
mi corazón. Desde el primer día que nos conocimos, siempre hubo esta
comodidad, este sentido del destino, como si estuviéramos destinados a estar en
la vida del otro. Eilish se acercó y se sentó junto a nosotros, y por un momento
disfruté que los tres estuviéramos tan cerca. Una familia. Mi familia.
Eilish se acercó y acarició cariñosamente el cabello de Patrick de su cara.
Necesitaba cortarlo. Hice una nota para preguntar si podía empezar a llevármelo
conmigo a mi peluquero todos los meses.
Constantemente tomaba nota de las cosas que podíamos hacer juntos,
cosas de padre e hijo.
—Bryan tiene algo que le gustaría decirte —dijo con voz suave.
Los ojos grandes y expectantes de Patrick se encontraron con los míos y
mi garganta se secó. Por supuesto, elegiría este momento exacto para olvidarme
de cómo hablar. Nunca me sentí tan nervioso. Ni siquiera cuando salía del
alcohol. La abstinencia no tenía nada en esto.
—Tu… —Hice una pausa, y aclaré mi garganta—. ¿Sabes que a tus amigos
Jack y Harry a veces los recogen de la escuela su padre?
Patrick asintió. —Su nombre es Carl. Él conduce un tractor.
—Sí, eso es porque él posee una granja.
—Me gustaría conducir un tractor algún día. ¿Crees que Carl nos dejaría
tomar prestado el suyo?
Me reí entre dientes, incapaz de seguir el ritmo de cómo su mente saltó de
un tema al siguiente. —Ya veremos. Pero primero, ¿te gustaría que te recoja de
la escuela algunos días?
—¿Como el padre de Jack y Harry?
—Sí, al igual que el padre de Jack y Harry.
Eché un vistazo a Eilish. Hizo un gesto de “continúa”, y yo sabía que daba
vueltas por las ramas. Fue difícil elegir las palabras correctas.
Patrick jugueteó con mi collar un poco más. —Bueno. ¿Podríamos ir a por
el helado después?
—Tal vez.
La expresión de Patrick se volvió severa, decepcionada. Cedí.
—Está bien, pero solo los viernes.
Escuché a Eilish exhalar un largo y exasperado aliento. A este ritmo, sería
Pascua antes de que realmente llegara a decirle. Se movió más cerca y levantó a
Patrick por lo que se hallaba sentado medio en su regazo y medio en el mío. Llevé
mi brazo a descansar sobre sus hombros y lo apreté mientras ella le daba a
Patrick una amable y maternal expresión.
—¿Qué te parece si Bryan fuera tu papá, como Carl es el padre de Jack y
de Harry? —preguntó en voz baja, y los ojos de Patrick se agrandaron.
—Pero... ¿Cómo puede convertirse en mi papá?
—Bueno… —comenzó Eilish, luego vaciló.
—Puedo porque soy tu padre —dije, mi voz extrañamente ronca—.
Siempre he sido tu padre.
Frunció sus pequeñas cejas, confundido. —¿Tú?
Tragué saliva y tomé su mano en la mía. No pude olvidar lo pequeño que
era. Si nos tomaba a Eilish y a mí, iba a ser tan alto como una casa cuando
creciera. Reuní una sonrisa. —Sí. Me llevó un tiempo encontrar el camino de
regreso a ti.
Se calló mientras Eilish emitía un extraño sonido acuoso. Sabía que tenía
que sentirse tan emocional como yo. Patrick se quedó en silencio por un largo
momento, su cerebro trabajando horas extras para darle sentido a lo que le
decían.
Finalmente dijo—: ¿Es por eso que tenemos el mismo cabello?
Y así mis nervios se evaporaron. Solté una risa áspera y respondí—: Sí,
amigo, es por eso que tenemos el mismo cabello.
—Por no mencionar los mismos ojos —intervino Eilish.
Patrick volvió a reflexionar sobre las cosas. Pasé el pulgar por el interior
de su suave palma y le pregunté—: ¿Qué piensas, amigo?
Me sentía sorprendido y decepcionado cuando su boca se frunció.
—Pe-pe-pero eres mi mejor amigo —exclamó—. No puedes ser mi papá y
mi mejor amigo, ¿verdad?
¿Qué fue ese sonido, te preguntas? Solo mi corazón partiéndose en dos. No
es gran cosa. Su seriedad realmente hizo un número en mí.
—Sí, definitivamente puedo ser tu papá y tu mejor amigo —respondí,
asfixiándome un poco. Bien, asfixiándome mucho.
Patrick comenzó a subir y bajar en nuestras vueltas con entusiasmo
cuando su sonrisa regresó. —¡Entonces sí! Quiero que seas mi papá. ¡Esto es
asombroso!
Eilish se rio, al mismo tiempo que la humedad llenaba sus ojos. —¡Oye!
Pensé que era tu mejor amiga.
Patrick hizo una mueca como si la idea fuera absurda, y no pude evitar
reírme. Este chico realmente era demasiado a veces.
—¿Esto significa que vendrás a Disneylandia con nosotros? —preguntó,
mirándome ahora.
—Solo dije tal vez —le recordó Eilish.
—Y dije que estaría bien. Eso significa que vamos.
Eilish sollozó y se rio, dándome una mirada seca para cubrir su emoción.
—Él sacó eso de ti.
Puse una expresión inocente. —¿Qué?
—El descaro. No me puedo imaginar cómo será dentro de unos años.
Apreté mi brazo alrededor de sus hombros y la acerqué más. —Oh, lo que
sea. Lo amas.
—¿Ves? —dijo Eilish—. Descarado.
Le mostré una sonrisa confiada, sin discutir. Nos miramos fijamente sobre
la cabeza de Patrick, y no pensé que alguna vez hubiera amado a nadie tanto
como a las dos personas que se encontraban sentadas en mis brazos. Ellos eran
mi mundo entero. Sabía que siempre lo serían.
—¿Puedo ir a jugar con mis Legos otra vez? —preguntó Patrick,
mirándome con ojos grandes y candorosos.
—Sí, ve a jugar. Pero estoy aquí si necesitas hablar o tienes más
preguntas.
Empezó a deslizarse fuera de nosotros cuando casualmente respondió—:
Gracias, papá. —Volví a llenarme todo el cuerpo. Este día estaba decidido a
verme llorando como un bebé. Simplemente se sentía extraño haber imaginado
tantos escenarios de pesadilla y luego hacer que lo tomara todo con calma. Pero
él era joven. Supongo que el mundo era mucho más simple cuando todo de lo que
tenía que preocuparse eran sus amigos en la escuela y la captura de un Pokémon.
Eché un vistazo hacia Eilish, que miraba a Patrick ahora, con los ojos tan
húmedos como los míos.
La rodeé con mis brazos, la acerqué a mi pecho y le di otro apretón. —
Somos un par de cobardes —dije con un aliento áspero.
Sus labios se curvaron en una sonrisa mientras alejaba su mirada de
Patrick para mirarme con la expresión más abierta y afectuosa. —Sí —susurró—
, pero no nos haría de otra manera.
—Yo tampoco —le susurré.
—Te dije que estaría bien.
—Lo sé.
—¿Ves lo feliz que se ve?
—Sí.
—Eso es porque te ama.
—Eilish.
Se mordió el labio mientras inclinaba su cuello para mirarme fijamente a
los ojos. No habló, pero me pregunté si podría leer mi mente por la expresión
intensa que llevaba.
—Cásate conmigo —espeté.
Un grito de asombro escapó de ella. Patrick seguía jugando junto a la
ventana, completamente ajeno.
Bajé mi boca para besarla suavemente.
—Cásate conmigo —dije de nuevo, un susurro esta vez.
—Bryan, yo…
La besé más profundo. —No me hagas volver a decirlo.
—Pero…
—Eilish.
Soltó un pequeño gemido, una firmeza en sus ojos cuando finalmente
respondió—: Con todo mi corazón, sí.
El Mentiroso (Y la Voyeur)
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