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CONTENIDO. PÁGINA

Introducción. 3

Una aproximación inicial a la Psicoterapia Infantil. 5


Psicoterapia Infantil: ¿Una relación triangulada?. 13
El Uso de Recursos Auxiliares en Psicoterapia Infantil. 17
• El Juego. 19
• El Dibujo 20
• Los Títeres. 20
• Las Pruebas Psicológicas. 21
• La Música. 23
• La Plastilina. 24
¿Quién es el Psicoterapeuta de Niños? 25
El papel de los padres en la Psicoterapia Infantil. 31
Posibles formas de implicación de los padres en la Psicoterapia 36
Infantil:
• Atención individualizada centrada en el niño 36
• Atención centrada en los padres 37
• Atención simultánea al niño y sus padres. 39
Atención conjunta al niño y sus padres 40
Terapia Familiar en Niños: 41
¿Cómo incluir a la familia en la atención psicoterapéutica a niños 42
emocionalmente alterados?.
La importancia de comprender al niño y su sintomatología 48
para la Psicoterapia Infantil
• Entendiendo al niño como un ser en desarrollo. 56
• ¿Cuándo evaluar la presencia de una alteración 63
psicopatológica?

APÉNDICES 70
1. Niños “problema”,... ¿Culpabilidad de los Padres? (Primera 70
Parte)
2. Niños “problema”,... ¿Culpabilidad de los Padres? 76
(Segunda Parte)
3. “¡Ese Niño es Imposible!” 82
4. “¡Ayúdenme,... mi hijo está insoportable!” 84

BIBLIOGRAFÍA 87

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INTRODUCCIÓN.

A pocos años de iniciado el Tercer Milenio, el conocimiento de los intrincados mecanismos


psicológicos, sobre todo emocionales, del ser humano, sigue siendo tan enigmático como
crecientes siguen siendo los intentos, de uno u otro tipo, por incrementar su felicidad, su bienestar
y su calidad de vida.

En el ámbito de la Psicología y la Psiquiatría esto puede apreciarse en la vasta


producción científica existente de textos de Psicoterapia, aquella rama del
conocimiento que, etimológicamente, se ocupa del “tratamiento de la psique”, Y si
alguna vez la psicoterapia se restringió a las “psiquis alteradas” o a personas
portadoras de algún trastorno o afección mental, su esfera de acción se expandió
rápida y sensiblemente a las personas “con” o “en” problemas pero que no
necesariamente son “enfermos mentales” y a aquellas personas esencialmente
“normales” pero con deseos de funcionar cada vez mejor en sus vidas cotidianas,
acorde con lo que muy recientemente ha dado en llamarse una Psicología Positiva.

Es, así, enorme la cantidad de textos que sobre el tema se producen –tanto desde una
rigurosa óptica académica y profesional, como desde una visión popular con un dudoso
rigor científico- con las mas diversas perspectivas derivadas de los paradigmas
psicológicos existentes y sus variaciones.

Pero si pausadamente nos detuviéramos a escrutar e identificar aspectos comunes


dentro de tanta información, nos encontraríamos con una situación que,
lamentablemente, permanece inalterable hace ya varias décadas: A pesar de que una
respetable cantidad de profesionales de la Psicoterapia trabajan con niños y
adolescentes, la Psicoterapia Infantil sigue siendo la “Cenicienta de la Psicoterapia”. Y
ello se expresa no sólo en la reducida cantidad de textos dedicados en específico a la
Psicoterapia con niños y adolescentes, son en el hecho de que al revisar estos
materiales, se tratan en su mayoría de la adaptación y aplicación a la población infantil,
de lo postulado para el trabajo con adultos. Y ello es común tanto para la literatura
psicodinámica como conductual, humanista o cognitivista.

No obstante, a mi juicio, en el trabajo psicoterapéutico con niños y adolescentes hay


elementos comunes que trascienden la orientación teórica y metodológica que
sustentan los modelos existentes y que ameritan ser sistematizados tanto con
propósitos académicos en la formación de los futuros profesionales de la Psicoterapia
en estudios de pre-grado, como con propósitos profesionales ,prácticos, para los ya
egresados que buscan organizar coherentemente su quehacer cotidiano.

Con este modesto propósito en mente, se construyó el presente material que consta de
tres capítulos básicos y un apéndice que caracteriza al mal llamado “niño problema”
que puede ser concebido como arquetipo de muchos de los niños que, a diario, son
llevado al servicio asistencial de cualquier psicoterapeuta u orientador infantil.

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El primer capítulo se ocupa de una aproximación inicial a la Psicoterapia Infantil,
resaltando aspectos como el carácter “triangulado” (el niño que es el “usuario”
principal, los padres que traen la “demanda” y el psicoterapeuta que “oferta” el
servicio) de la relación psicoterapéutica y las especificidades tanto del niño como del
psicoterapeuta en este contexto, así como el necesario uso de recursos instrumentales
(juego, dibujo, títeres, música, etc.) para optimizar la efectividad del proceso.

El segundo capítulo se ocupa de la función de los padres en la psicoterapia Infantil,


analizando diversas formas de implicación de los padres en el proceso y validando la
utilidad de los procedimientos propuestos por la Terapia Familiar sin que ello signifique
desconocer el papel central, protagónico, del niño, cuando es portador -¡no siempre lo
es!- de un nivel de perturbación emocional y/o conductual que así lo requiera.

El capítulo tercero, y final, se ocupa de la importancia de comprender al niño y su


sintomatología para garantizar la efectividad de la psicoterapia Infantil, partiendo del
presupuesto fundamental de que el niño es un ser en desarrollo inmerso en un
intrincado entramado familiar de cuyas complejidades, en las mas de las ocasiones, es
que emerge la aparente problemática.

El texto está concebido desde lo mas riguroso de la experiencia académica, profesional


y científica de su autor durante mas de 25 años, pero se buscó también utilizar un
lenguaje fácil y coloquial del cual pueda beneficiarse un público mucho mas amplio,
aunque no fuere profesional de la Psicología o la Psiquiatría. De todos modos,...
¡ninguna profesión tiene tantos aficionados como la Psicología!.

Sólo me queda desear al lector que disfrute de esta propuesta y saque de ella todas las
ventajas, tanto profesionales como personales que de su lectura pueda obtener.

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Una aproximación inicial a la Psicoterapia Infantil.

Cuando irrumpe en el quehacer científico una determinada disciplina, el primer obstáculo


con el que se tropieza es el relativo a los problemas de definición, y derivado de aquí -
explícita o implícitamente- la respuesta a la interrogante "¿cuál es su esfera de acción
particular y cuáles son sus métodos propios?".

Tal vez la madurez de una ciencia, o de una rama del conocimiento científico, estriba en
poder definir con precisión su objeto de estudio, no obstante resulta obvio el hecho de
que esta definición tendría siempre un alcance limitado, pues el propio desarrollo de una
profesión o disciplina científica la lleva con regularidad a superar los límites que le
impone su definición y expandir su radio de acción en nuevas direcciones, sobre todo
cuando se trata de una rama relativamente nueva en el desarrollo de las ciencias,... y la
Psicoterapia Infantil lo es.

Resulta obvio, por ende, que la Psicoterapia Infantil no está ajena a los problemas de
definición referidos ni a las interrogantes a que está convocada a dar respuesta toda rama
del conocimiento que aspire a ser respetada en el ámbito científico. En el caso de la
Psicoterapia Infantil se está obligado, como punto de partida, a dar respuesta a complejas
interrogantes, cuyas dimensiones fundamentales son:: (1) ¿qué es Psicoterapia? y (2)
¿qué implica el sufijo "infantil",... cuál es su especificidad en esta dirección?.

¿Qué es Psicoterapia?: etimológicamente la respuesta sería simple "el tratamiento de la


psique",... sin embargo, cabría cuestionarse ¿que se entiende por psique?, ¿basta la
traducción etimológica para explicar el quehacer de una u otra ciencia?, ¿de qué tipo de
psique se encarga la Psicoterapia?

Efectivamente, al hablar de la psique –objeto del cual se ocupa diariamente cualquier


psicoterapeuta- podemos referirnos tanto a la psique de:

Aquella persona que desde una tradicional dimensión psicopatológica pudiera


considerarse como "neurótica", "psicótica" u otro tipo de "enfermedad mental" o
que sea portadora de cualquiera de las abundantes expresiones de la
semiología psiquiátrica (ansiedad, depresión, etc...);

Aquella persona que dentro de límites "normales" está afrontando "problemas"


que lo limitan, o incluso imposibilitan, en su desempeño cotidiano, pero que no
hacen de él un "enfermo mental",... es posiblemente el tipo de personas que
con mas frecuencia recibe los servicios de quienes se dedican a la práctica
profesional de la Psicoterapia;

Aquella persona que sin presentar dichos "problemas" se encuentra en


situación de riesgo de enfrentarlos y requeriría de intervenciones profilácticas
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con el objetivo de evitarlos o evadirlos,... o en caso de ser inevitable su afron-
tamiento, llevar a cabo el mismo exitosamente;

Aquella persona cuyos "problemas" ya han transcurrido, han sido -o no-


resueltos, total o parcialmente, pero quedan sus consecuencias (¿nuevos
problemas?) a las cuales tiene que hacer frente;

Aquella personas “normal", sin problemas presentes o potenciales, pero que


aspira legítimamente a funcionar cada vez mejor a través del desarrollo de
mecanismos eficientes y la eliminación de aquellos otros mecanismos que
limitan o detienen el desarrollo de su potencial humano pudiendo entorpecer el
desarrollo de su vida cotidiana.

Resulta lógico suponer que aquellos profesionales que desempeñen su quehacer en el


campo de la Psicología Clínica y se sientan legítimamente comprometidos con ella,
sientan -también legítimamente- que cualquiera de estas esferas les corresponde por ser
parte de su actividad cotidiana, y que cualquiera de ellas ¡es Psicoterapia!, aunque se
haga referencia a estrategias o estilos de intervención aparentemente diferentes como la
educación, la orientación, la psicoterapia tradicionalmente vista y la rehabilitación.

Así, el quehacer práctico de un psicoterapeuta, en principio dirigido al "paciente", a la


persona con "problemas" a la cual resulta necesario "curar" o restablecer el perdido o
dañado equilibrio psíquico, tiene múltiples puntos de contacto con otras formas diversas
de intervención psicológica sobre el ser humano, como la educación, la orientación
psicológica (counseling, guidance, etc.), las relaciones de ayuda o soporte y la
rehabilitación, sólo por citar unas pocas.

En otras palabras, aunque la fuerza de la tradición le haya reservado o asignado a la


psicoterapia un nivel secundario de intervención (acorde al clásico modelo de niveles de
intervención en salud propuesto por Leavell y Clark) sobre las personas con problemas o
ya "alteradas", esto no excluye que el real ejercicio práctico de un psicoterapeuta no sólo
se limite a ella, sino que tenga puntos de contacto y funciones comunes con otras
disciplinas afines, sin que pretenda invadir su campo, pero tampoco auto limitándose,
dada la permeabilidad existente entre ellas. Así los requerimientos de la práctica
profesional de la Psicoterapia trascienden los límites que le pueda imponer cualquier
conceptualización y -como ya señalábamos mas arriba- su espectro de acción se amplía
extraordinariamente.

Esta toma de partido trascendería incluso el límite "difícilmente superable" (Vega Vega)
de la conceptualización propuesta por Leo Kanner, al establecer que "todos los
esfuerzos que se realicen por lograr el equilibrio psicológico de un paciente es
Psicoterapia"...

"Estas solas premisas no evitan considerar como psicoterapia a las frecuentes


"ayudas psicológicas" en forma de consejos, aclaraciones, etc. que puede
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ofrecer cualquier persona a otra que le manifieste sus dificultades personales
(Vega Vega, Pag. 6)

No obstante, y con fines netamente operativos, consideraremos como punto de partida el


hecho de que a solicitar ayuda psicoterapéutica acude una persona con un problema y
este problema puede tener una dimensión o presencia real tal que prácticamente invalide
a la persona en su desempeño cotidiano, o puede ser un problema que ni tan siquiera ha
aparecido pero que la persona prevé que pueda aparecer y busca anticipadamente
modos de afrontarlo. Puede tratarse de alguien cuya vida es en si misma un "problema",
porque su historia personal así lo ha condicionado y él mismo ha contribuido y/o
contribuye a que así sea, y puede tratarse de alguien que realmente, en su aquí-ahora
está enfrentando una situación problemática amenazadora para su bienestar, para la
cual no dispone de los suficientes recursos o no sabe como utilizarlos de forma apropiada

En muchas ocasiones, en la literatura especializada, se ha señalado que el


problema no es el problema, sino la solución, o mejor dicho la no solución, dado
que o no existe por no estar accesible (tanto objetiva como subjetivamente) a la
persona, o no se ajusta a los requerimientos de la situación problemática.

Si el término "terapia" o "tratamiento" es utilizado formalmente para la atención a


personas que presentan un "problema", entonces lo expuesto hasta aquí parece ser
congruente y -al menos convencionalmente- podríamos coincidir en que la psicoterapia
presupone entre sus componentes la "presencia de una persona con determinado
grado de alteración psicológica" que requiere y que demanda -directa o
indirectamente- de las intervenciones de un especialista o persona calificada
"debidamente adiestrada en los métodos psicoterapéuticos", con la calificación y
experiencia suficientes para dar respuestas a los requerimientos de la "problemática"
referida.

Ello presupone que la psicoterapia es en su forma mas elemental un proceso interactivo


entre -al menos- dos personas, una que es tributaria del tipo de intervención psicológica
conceptualizada como psicoterapia, por presentar determinado grado de alteraciones
psicológicas, y otra que tributa este servicio con el suficiente grado de calificación,
“expertisidad” y disposición para dar algún tipo de respuesta con cierto nivel de efectividad
a los requerimientos de un paciente determinado.

Detengámonos brevemente en este punto: muchas palabras del lenguaje científico y


técnico, que utilizan tanto la Psicología como la Psiquiatría, pasan con frecuencia a
"enriquecer" el argot cotidiano, aunque con demasiada frecuencia con una acepción sobre
simplificada y hasta vulgarizada

Tal vez ello explique el por qué pocas profesiones u oficios tengan tantos "aficionados"
como la Psicología. ¿Cuántas veces un profesional o estudiante de Psicología no ha
escuchado expresiones como las siguientes?: "...La Psicología ¡es tan linda!, yo hubiera
querido estudiarla...","...en mi trabajo hace mucha falta la Psicología, por eso ¡yo le sé
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cantidad!...", "...yo no pierdo la oportunidad de leer cualquier cosa de Psicología que cae
en mis manos...", "...mire amigo, yo no habré puesto un pié en la Universidad, pero a la
Psicología de la calle, la de la vida, ¡esa no hay quien pueda enseñármela..."

Entre ellos se encuentran términos tales como estrés, neurosis, personalidad, etc.- y, por
supuesto, también la psicoterapia:

En este sentido, es frecuente en la vida cotidiana, que cuando una persona está
ansiosa, triste, irritada o “insoportable”, aquellos que le rodean y se sienten afectado
por su comportamiento le digan: “¡estás para Psicoterapia!”.

Sin embargo, esta "psicoterapia" puede ser ofrecida por cualquiera que "dé consejos", le
apoye a uno, "sea buena gente", diga "lo que hay que hacer en el momento preciso", etc.;
pero ésta que puede ser una muy loable, e incluso eficaz acción humana no se puede
equiparar a la compleja y sobre todo comprometida y calificada intervención que significa
la psicoterapia.

El psicoterapeuta es ante todo un profesional: alguien con un conocimiento lo mas


acabado posible acerca del hombre, de los dinamismos que mueven su conducta, de las
leyes y regularidades que explican -o intentan explicar su funcionamiento, alguien con un
dominio de métodos, técnicas y procedimientos debidamente avalados y acreditados
por el quehacer profesional; ajeno -pero sin negarle un espacio posible cuando
circunstancialmente sea necesario- a la cotidiana improvisación y al empirismo que lejos
de ayudar pueden dañar a la persona tributaria de sus servicios; alguien con cierto grado
de expertisidad dada por años de ejercicio profesional en la atención a seres humanos
con “problemas”, que validan sus conocimientos académicos y teóricos; alguien con un
compromiso "ético" con el paciente y con su profesión que se traduzca en actitudes tales
como la responsabilidad y la confidencialidad con los requerimientos de aquel(los) que
demanda sus servicios

Convencionalmente entonces, y con fines operativos, tendríamos que la psicoterapia


presupone:

1.- La existencia de alguien psicológicamente alterado en uno u otro grado, que


presenta uno u otro tipo de problemas que lo llevan a buscar ayuda especializada y

2.- La presencia de un profesional, una persona debidamente calificada y adiestrada en


los procedimientos de intervención psicológica sobre aquel.

No obstante, en su expresión concreta no debe olvidarse que el quehacer práctico de la


Psicoterapia no es reductible a esta elemental díada, sino que sus manifestaciones
concretas pueden verse de una manera aún mas compleja.

Atender a alguien psíquicamente alterado no es atender a una persona abstraída del


contexto de sus reales relaciones interpersonales cotidianas, sino que implica también
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atender -directa o indirectamente- a aquellas personas que de una manera u otra influyen,
contribuyen a que se mantenga o sostenga la problemática e incluso pueden verse
beneficiadas con la "alteración psicológica del paciente" que viene en busca de ayuda,... o
lamentablemente perjudicadas si el psicoterapeuta pierde esto de vista.

Implica también la posibilidad de atender simultáneamente no sólo a una sino a varias


personas con alteraciones psicológicas similares -tal y cómo ocurre en los procedimientos
grupales en Psicoterapia- e incluso incluye la posibilidad de participación de mas de un
terapeuta -uso de co-terapeutas- o de personas que contribuyan con la psicoterapia
después de haber sido beneficiarios de la misma sin ser necesariamente personal
calificado para el ejercicio profesional de la psicoterapia.

Hasta aquí hemos hablado sólo de la Psicoterapia en abstracto cuando el presente


proyecto se refiere fundamentalmente a la Psicoterapia Infantil. Si nuevamente
simplificáramos, podría decirse que se trata de lo mismo que se ha expresado hasta
aquí,... pero con niños, es decir, estaríamos hablando de un niño psíquicamente
alterado o un niño inmerso en una situación problemática y tal vez podría pensarse en
estos términos si nos ubicásemos en términos del resultado esperado del proceso
psicoterapéutico, es decir lograr el equilibrio o bienestar psicológico de este niño; pero ello
no resultaría tan simple cuando pensamos en términos del proceso, es decir, de las vías,
del cómo y a qué costo se logra el bienestar de este niño supuestamente enfermo o con
problemas.

Y es que aún y cuando la Psicoterapia general comparte múltiples aspectos en común


con la psicoterapia infantil, ésta última implica aspectos esencialmente distintos que le
imponen al psicoterapeuta infantil retos muy difíciles y disímiles, así como requerimientos
muy específicos para desarrollar con éxito su labor profesional, partiendo del presupuesto
fundamental, que comentaremos mas adelante, de que el niño -regularmente- ni se siente
enfermo ni, en consecuencia, acude al psicoterapeuta infantil por propia espontaneidad.

Si hasta aquí nos hemos estado refiriendo a dos aspectos esenciales en el proceso
psicoterapéutico -alguien psíquicamente alterado y alguien profesionalmente calificado-
en la psicoterapia infantil ambos elementos adquieren dimensiones cualitativas diferen-
tes al ser un niño el principal protagonista del proceso, veámoslo en detalles:

1.- El niño psíquicamente alterado no es necesaria ni regularmente conciente de cierto


tipo de problemática o alteración psicológica y consecuentemente no demanda volun-
tariamente ser atendido o aliviado. Con mucha frecuencia el niño, que es traído a la psico-
terapia por sus síntomas, resulta el emergente de un doloroso y complicado proceso
familiar en el que el pequeño y su sintomatología devienen una "válvula de escape" que
de una u otra forma sostiene un precario equilibrio familiar construido sobre bases falsas o
erróneas y que conlleva un costo importante a su salud y bienestar. En este sentido,
resulta todavía válida la afirmación de Leo Kanner de que el niño es el "boleto de entrada"
que utilizan los padres para reclamar la ayuda del especialista:

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La práctica profesional de la Psicoterapia Infantil confirma la anterior aseveración
de Kanner a la cual dedicaremos un espacio mas adelante. No obstante, es
interesante anticipar que desde un punto de vista empírico, cuando en el proceso
psicoterapéutico comienza a indagarse con los padres acerca del Motivo de
Consulta por el cual se trae al niño o adolescente, es frecuente que comiencen
haciendo una vaga y a veces poco precisa descripción de la sintomatología del
niño (“está muy majadero”, “me da mucho trabajo”, “no se porta bien”...) para
subrepticiamente deslizarse a hablar de sus propios problemas, tanto históricos
como actuales.

Así, son frecuentes expresiones tales como “¡Claro, lo que pasa es que el niño
está constantemente presenciando nuestras discusiones!” o “¡yo recuerdo que
cuando niña a mi me pasaba lo mismo, fíjese si es así que...!” y muchas otras
expresiones que distraen la marcha del proceso psicoterapéutico de su principal
protagonista: el niño supuestamente “alterado”. Y lo interesante es que por lo
general no se trata de disgresiones transitorias para después retomar el curso de
la entrevista terapéutica centrada en el problema del niño, sino que el diálogo se
continúa durante la mayor parte del tiempo en la digresión propuesta por el padre o
la madre. De esta manera, es frecuente que si el psicoterapeuta no está alerta, la
mayor parte del tiempo se dedica a que los padres expresen sus propias quejas y
demandas, y hagan recuentos de sus propias vidas individuales mas que ocuparse
de la razón formal –el niño- por la que solicitaron atención psicológica
especializada.

El niño, por su parte, al no tener conciencia de problemática, no resulta tampoco


conciente -como ocurre en el caso de los adultos- de los beneficios que puede obtener de
la psicoterapia y en consecuencia, y al no sentirse motivado a colaborar, puede devenir
un componente muy poco activo en el proceso, resultando además pertinente recordar
que la motivación por el tratamiento es uno de los factores que mas contribuyen al éxito
terapeútico. De aquí que se convierta en una tarea primordial del psicoterapeuta infantil, el
"enganchar" al niño en el proceso psicoterapeúico, motivarlo con el mismo y lograr su
participación activa -requisito indispensable en cualquier psicoterapia- en aras del éxito
terapéutico. Valga recordar que la Psicoterapia no puede administrarse "a cucharadas", ni
a través de dosis inyectables,... su efectividad depende en gran medida de la disposición
del cliente a ser tributario de la misma y de su motivación por el cambio o la búsqueda de
nuevas alternativas.

2.- En aparente contradicción con lo expuesto en el párrafo anterior, el niño


"psíquicamente alterado" si puede tener conciencia de problemática y -en consecuencia-
vivenciar concientemente que las cosas no marchan bien en su vida o al menos como él
quisiera y así requerir o necesitar de la ayuda de alguien que "ponga en orden las cosas".

Sin embargo, su percepción del problema puede no coincidir necesariamente con las
razones por las que es traído a consulta por sus padres, y al sentirse "incomprendido"
puede elevar extraordinariamente sus defensas y comenzar a responder a las preguntas
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del terapeuta con monosílabos o respuestas muy escuetas que pueden satisfacer a un
terapeuta poco habilidoso que aborda el problema directamente desde lo referido por los
padres, pero que le impiden tener acceso a lo que realmente está ocurriendo en la psiquis
infantil y por lo tanto continuará abordando la problemática desde la dimensión del adulto
y no desde las expectativas y necesidades del niño. Es posiblemente éste uno de los mas
importantes requerimientos de la psicoterapia infantil, a saber: que el terapeuta sea capaz
de relacionarse con el niño desde la lógica de éste y no desde conceptos preestablecidos
o prejuiciados por las quejas referidas por los padres.

En lo personal, me parece recomendable realizar la primera entrevista, aquella en


que es referida el Motivo de Consulta, de manera conjunta, es decir con la
presencia de los padres y el niño, supuesto objeto de la intervención psicológica y,
precisamente por esta razón dedico una buena parte del tiempo a conversar
directamente con él o ella y en este contexto es que le pregunto sobre las razones
por las cuales ha sido traído a consulta de psicólogo. La mayor parte de las veces
no sabe decir por qué.

Resulta necesario aquí hacer una reflexión para referirnos a la importancia que tiene en
psicoterapia infantil la comprensión del "mundo interno" del niño: Posiblemente uno de los
mas serios errores que tiene la educación en general sea la "cosificación" del niño, el
hacerlo tributario de consejos, buenas intenciones, atenciones especiales, de información
transmisora de lo que "debería" hacer y de lo que es correcto que se haga porque es lo
que le conviene, etc. pero sin considerar que es él el protagonista principal del proceso
educativo e ignorando o menospreciando sus percepciones, sentimientos e intenciones
acerca de lo que está ocurriendo a su alrededor. Así, la psicoterapia infantil no puede ser
ajena a lo que ocurre en el mundo interno del niño; la psicoterapia infantil, supuestamente
va a corregir errores en la educación y formación del niño y es ella misma en muchos
aspectos, también un proceso educativo y formativo, de aquí que no debe seguir las
mismas vías que tradicionalmente se han intentado para lograr algo del niño y sus
resultados no han sido los deseados.

A modo de comentario, a Psicoterapia acuden personas que han tratado de dar


solución, de una manera u otra, a sus problemas, apelando al sentido común,...
pero se han desgastado en estos intentos y no han logrado mas que
“empantanarse” en la situación problemática; es este el momento en que,
agotados sus recursos, acuden al psicoterapeuta y depositan en él o ella un voto
de credibilidad, confiando en que va a encontrar algo “nuevo” o distinto pues ellos
lo “han intentado todo y sin ningún resultado”. En este momento el psicoterapeuta
debe ser muy responsable y profesional para no defraudar las expectativas del
usuario,... y no hay nada mas frustrante para este que el psicoterapeuta lo atienda
apelando sólo al sentido común, replicando “mas de lo mismo”, que ya la persona
había estado intentando.

Por otra parte, el niño puede tener conciencia de problemática pero no querer cambiar la
realidad actual ya sea porque hacerlo sería adaptarse a un contexto que él percibe como
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hostil o poco gratificante y contra el cual se rebela, o porque sabe que su comportamiento
-desviado, difícil, etc.- es el que sostiene una relación familiar que fácilmente se
desmoronaría si no fuera por su mal comportamiento y aunque ésta -su familia- no sea
ideal, es la suya y no quiere perderla ni serle desleal: comportamientos tan
aparentemente contradictorios como una timidez extrema y la cotidiana transgresión
social de dos adolescentes pueden servir al mismo propósito de mantener unidos a
ambos padres en el empeño común de proteger al "hijo en desgracia", logrando así
distraer o enmascarar el hecho real de ser un matrimonio emocionalmente disuelto. Así, el
pequeño paciente puede ser conciente de esta realidad y no querer modificar su
comportamiento, conocedor de que hacerlo redundaría en un "mal peor" que sería la
disolución familiar de cuya unidad él se siente, erróneamente, responsable.

No se trata mas que de, en última instancia, asumir una posición fenomenológica y
aceptar el hecho de que el niño se construye su propia realidad y a partir de aquí
interpreta todo lo que ocurre a su alrededor y actúa en consecuencia. Esto se relaciona
con lo referido por Rogers (1961) acerca de la realidad-tal-cual-es-percibida que
prácticamente todos los terapeutas asumen con independencia de su posición teórica,
cuando se trata de trabajar con adultos, pero que pocas veces lo hacen cuando se trabaja
en el área infantil.

3.- El niño psíquicamente alterado, aún teniendo una determinada elaboración de lo que
está ocurriendo, y vivenciar la necesidad de ser ayudado, presenta un gran "conflicto de
lealtad" hacia sus padres que puede coartar su participación en el proceso terapéutico
cuando concientemente oculta o distorsiona información que podría lacerar la imagen de
sus padres. Cuando así ocurre, aunque conozca la responsabilidad parental o familiar en
lo que está ocurriendo en su vida cotidiana y que está afectando su calidad de vida y
bienestar, se sentirá compulsado y obligado a "protegerlos", ofreciendo así una imagen
favorable de ellos, a tono con lo que la cultura preconiza que "debería ser". El niño puede
experimentar una gran culpabilidad si devela los secretos e intimidades de lo que sucede
en el hogar ante el terapeuta -que es en última instancia un extraño- y multiplicar mas aún
sus resistencias. El hecho de que el niño se mueva en el centro de esta contradicción,
lleva a que el proceso deba ser manejado con extrema cautela, pues la alta sensibilidad
del niño en torno a esta temática conduce con frecuencia a detenciones y retrocesos en la
marcha den el proceso terapéutico:

"Los terapeutas pueden sorprenderse por la repentina aparición de una


desagradable inhibición después que la confianza que él [el niño] ha prestado al
terapeuta haya crecido hasta el punto de haberle comunicado experiencias,
sentimientos o secretos. Los terapeutas deben permanecer alerta a la posibilidad
de que lo que parece ser una sesión terapéutica especialmente rica puede ir
seguido de un silencio sin precedentes, expresión del sentimiento de culpa del
niño o de un conflicto de lealtad entre el terapeuta y sus padres. Por lo general,
la tranquilizadora interpretación del terapeuta, alivia la preocupación del niño, y
existen casos en los que el terapeuta, anticipándose a esta posibilidad se decide
a retrasar la participación del niño. Sin embargo, hay otros casos en que estos
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esfuerzos son infructuosos hasta que los padres no reiteran explícitamente su
permiso al niño para que éste confiese y confíe en el terapeuta hasta llegar a
contarle secreto que al parecer ni siquiera ellos conocen" (KAPLAN, 2452)

4.- Por último, puede apreciarse fácilmente que la psicoterapia infantil no puede explicarse
sólo como la psicoterapia de un niño "psicológicamente alterado", sino que con mas
frecuencia de lo que pudiera suponerse, el niño es la expresión -tal vez mas evidente- de
un contexto familiar, escolar, comunitario, etc. también alterado y que los cambios en el
niño pueden ser difíciles de concebir si no van acompañados de un cambio o intervención
en el contexto; en estos casos el contexto, mas que el propio niño, sería el foco principal
de atención. No obstante, resulta oportuno señalar, que no es pertinente asumir una
posición fatalista y pensar que no es posible hacer nada si no se hace simultáneamente
un trabajo interventivo sobre el contexto en que el niño desarrolla su vida cotidianamente,
pues con cierta frecuencia, los cambios que experimenta el niño durante el proceso
psicoterapéutico repercuten en una mejoría del funcionamiento del sistema familiar. A ello
nos referiremos al hablar del papel de los padres en la Psicoterapia Infantil.

Hasta aquí todo podría hacer pensar que la mayor complejidad del proceso
psicoterapéutico infantil radica en lo esencial en la complejidad del mundo de los niños y
los retos que significa acceder al mismo. Sin embargo, la propia dinámica, sui generis, del
proceso psicoterapéutico infantil presupone complejidades adicionales. Una de ellas es el
carácter triangulado de la relación, que analizaremos a continuación:

Psicoterapia Infantil: ¿Una relación triangulada?.

El terapeuta infantil está sometido a un número


mayor de exigencias y presiones que lo que
ocurre generalmente con la atención psicológica a
adultos: El mismo hecho de no acudir el niño
espontáneamente a buscar ayuda calificada, sino
ser traído por los padres, lleva al terapeuta a
tener un doble, e incluso potencialmente
contradictorio, compromiso: por una parte los
padres esperan de él determinado resultado, que
"modele" al niño de la forma en que ellos suponen
que "debería" ser y comportarse, que se convierta
en un aliado, cómplice, o agente, para lograr estos propósitos. Por otra parte tiene un
compromiso moral y profesional con el niño -quién en última instancia deviene su
principal usuario-, a pesar de que éste no fue quien solicitó sus servicios, pero es el ser
humano -por pequeño que sea- con el que él interactúa y con quien tiene que cumplir
determinada ética de respeto por su individualidad y responsabilidad por su bienestar.

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Una acción terapéutica que aparentemente favorezca al niño y devalúe lo referido por los
padres puede generar la hostilidad de éstos, su poca colaboración y distorsión de la
información, e inclusive la retirada del niño del proceso terapéutico. Por otra parte, una
acción en que el niño sospeche que el terapeuta es una prolongación de la autoridad de
los padres para ejercer su influencia sobre él puede distanciarlo del proceso terapéutico y
bloquear el cumplimiento de los propósitos que se había propuesto el especialista.

...El terapeuta de niños siempre mantiene en la mano dos hilos, es decir uno
hacia la madre y otro hacia el niño (y, en caso necesario un tercer hilo dirigido
hacia el maestro). Esta tarea puede acarrear problemas temporalmente
durante la terapia: alguna madre siente celosamente como una ofensa, el
saber que el terapeuta conoce un secreto del cual ella misma se siente
excluida. En tal momento la madre debe ser incluida activamente en el plan
terapéutico si no lo había sido antes; dado que la actitud errónea de la madre
representa una fracción importante de la neurosis madre-niño". Biermann,
(Pag. 661)

Así, el terapeuta está "presionado" por los requerimientos, por una parte del niño que es
su principal usuario aunque no haya sido quien demandara sus servicios, y por otra por
los padres, quienes tienen expectativas acerca de determinado resultado que no
necesariamente es congruente con las reales necesidades emocionales del niño y el
desarrollo de su potencial humano.

No obstante, analizar así el proceso terapéutico puede significar una visión unilateral del
asunto y concebir a los padres y al niño como entes antagónicos disputándose los favores
del psicoterapeuta. Sin embargo, por muy intensos que sean los conflictos entre niños y
padres, ¿son inexistentes los vínculos humanos entre ellos?, todo lo contrario, por lo
regular, a pesar de estar plagados de contradicciones y frecuentes fricciones, estos
vínculos son profundamente intensos y afectivos, llegando a intensas lealtades:

De esta manera el niño puede proteger extraordinariamente la intimidad de su hogar, para


mantener intacta la imagen de los padres ante los ojos del terapeuta, aunque esto no
conduzca a un beneficio personal para él. Así, pueden ser frecuentes las negativas o las
respuestas minimizadoras en cuanto a importancia, ante preguntas al niño tales como si
es golpeado o maltratado, si el padre ingiere bebidas alcohólicas, si los padres discuten
violentamente en presencia de él, etc.; en estos casos el terapeuta sólo puede extraer
dicha información a través de vías indirectas o de la intensa relación interpersonal (rapport
)establecido pacientemente.

También en los padres se aprecian estos códigos de lealtad y pertenencia al sistema


familiar, en tanto pueden renunciar a cosas importantes para ellos -o al menos declarar
que lo harían- si se considera que es importante para el bienestar del niño: "yo no soporto
al padre del niño,... pero si usted me asegura que él (el niño) se va a 'poner bien' si
volvemos a unirnos, pues ¡ni modo,... qué remedio!.

14
Esto nos conduce a afirmar que la relación en Psicoterapia Infantil implica una con-
notación triangulada, en tanto conlleva un reto y un esfuerzo para el terapeuta, quien
tiene que estar muy atento a (1) su relación con el niño, (2) su relación con los padres y
(3) su relación con los requerimientos del sistema familiar en su conjunto, tributando a un
equilibrio que no siempre resulta fácil y que en mas de una ocasión lo coloca en
posiciones conflictivas.

En otras palabras, si la relación en Psicoterapia de adultos es en su forma mas elemental


una relación diádica en su forma mas elemental, en el caso de la Psicoterapia Infantil se
trata de una relación triangulada, en que el terapeuta recibe presiones y exigencias del
niño, demandas y expectativas de los padres, pero también tiene un compromiso con el
sistema -familiar- en su conjunto y con las necesidades del mismo que, como en todo
grupo humano, trasciende la simple sumatoria de las necesidades individuales de sus
miembros. Posiblemente ésta sea una de las razones que han contribuido al énfasis de
las últimas tres décadas en un modelo de terapia familiar y un menor énfasis en el trabajo
directo, cara-a-cara, con el niño, en tanto se insiste en que la unidad básica de
tratamiento es la familia.

No obstante, como señalábamos con anterioridad, el niño ocupa un lugar esencial en la


atención psicoterapéutica infantil y con éste debe asumir, el especialista, toda una serie
de estrategias y actitudes que hagan viable su acción profesional a partir de determinados
presupuestos, que expresan las diferentes formas en que un niño o adolescente puede
beneficiarse de las acciones psicoterapéuticas, a pesar de no haberlas solicitado
expresamente.

¿Cuáles son estos presupuestos y cómo adquieren una significación tan especial en la
población infantil?:

a.) La relación del terapeuta hacia el niño debe tener una connotación
aceptante, es decir, aceptar al niño tal-y-cual-es y no como nos gustaría o
fuera deseable que fuera: un niño que no ha sido deseado, al que
constantemente se le censura por su mal comportamiento (¡qué niño mas
majadero!), que es rechazado por la mas mínima trasgresión de las normas
establecidas, del cual constantemente se está esperando ¡qué cambie!, o que
se le convoca a ¡qué acabe de portarse bien!, si quiere ser recompensado, no
se sentirá aceptado en ningún contexto en que tan sólo sospeche o imagine
que se le está criticando. Un niño con estas características presupone del
terapeuta una postura de aceptación incondicional que rompa los marcos en
los cuales está habitualmente el niño acostumbrado a interactuar, a la par que
esta aceptación no genere su recelo y desconfianza al ser tratado en una
forma a la cual no está habituado.

b.) El terapeuta debe establecer una relación empática con el niño, en que sea
capaz de comprenderlo, desde su propio punto de vista; Resulta fácil
comprender las razones de una madre divorciada que se lamenta de cuánto su
15
hijo pequeño, sumamente celoso, la limita para establecer nuevas relaciones
de pareja y reconstruir así su vida, mientras que tan necesario resultaría
comprender también en su objetividad y subjetividad las razones del niño para
este tipo de comportamiento, antes de establecer conclusiones apriorísticas.
Esto resulta un importante elemento a tener en cuenta, pues aún aceptando al
niño, muchas veces los padres resultan poco sensibles a la comprensión de
sus necesidades emocionales; de aquí que el terapeuta devenga un ser
comprensivo de las razones que llevan a un niño a sentirse, y comportarse, de
determinada manera..

c.) Al crear una relación aceptante y comprensiva, el terapeuta debe facilitar la


expresión de las vivencias y las emociones del niño; muchos conflictos
humanos tienen su aspecto mas crítico en los límites que la propia cultura y las
formas de educación imponen a la libre expresión de la emoción, lo que a su
vez repercute muy desfavorablemente sobre el bienestar personal: Un niño a
quien desde pequeño se le ha enseñado que "los hombres no lloran" y ha
aprendido a no expresar lo que siente, que sufre enormemente -aunque no lo
exprese- por la muerte reciente de un familiar querido, puede encontrar un
enorme alivio cuando el clima de aceptación, creado por el terapeuta, le
permite ventilar emociones y alcanzar con ello un estado emocional
favorable.

d.) Por otra parte, un terapeuta no es nunca -aunque así se declarase- un ente
absolutamente pasivo; sin ser alguien que paute lo que se "debe" hacer, el
terapeuta les ayuda a buscar vías alternativas de solución a los problemas,
sobre todo cuando el problema se agudiza pues la solución en que se han
empeñado tozudamente hace mucho rato ya demostró su inefectividad. De
esta manera, un adolescente que de manera reiterada tiene fricciones con sus
padres por su forma de responder a las restricciones de aquellos, puede
aprender a manejar de manera mas eficiente su situación cuando se le
proporcionan vías alternativas de afrontamiento a la problemática que no
conduzcan a conflictos tan severos.

e.) Respetar a sus usuarios y contribuir a fortalecer su autoestima es uno de


los mas valiosos elementos con que cuenta un terapeuta para desempeñar su
cometido con efectividad: Cualquier persona -no menos un niño o un
adolescente- que acude a buscar ayuda psicoterapéutica se siente
reconfortado sumamente cuando lejos de acentuarse su sentimiento de
minusvalía o insistir en sus insuficiencias, se le reconforta en cuanto a su valía
como ser humano, se le recuerda cuán importante es y se le fortalece su
autoestima. Posiblemente un objetivo, no siempre declarado, de todo
terapeuta, es que su cliente salga de su consultorio sintiéndose mas
importante o valioso o digno que cuando entró,... lo que a su vez,
indirectamente, refuerza la propia autoestima del terapeuta y su disposición
personal a continuar trabajando en aras del bienestar del niño.
16
Valga señalar que cualquiera de los componentes a los que hemos hecho referencia -la
aceptación, la comprensión, la ventilación de emociones, el ofrecimiento de vías alter-
nativas de afrontamiento a los problemas, o el fortalecimiento de la autoestima-, por sólo
citar algunos, son compartidos en una u otra medida, bajo uno u otro ropaje conceptual,
por especialistas de las mas diversas y divergentes posiciones o corrientes del pensa-
miento psicológico y psicoterapéutico y en su conjunto resultan facilitadores de las
acciones psicoterapéuticas.

"En cualquier marco teórico, el niño debe recibir ayuda a partir de una
comprensión suficiente y un tipo de relación aceptante, a la vez que se le
proporciona un asesoramiento educativo y una oportunidad de expresar
libremente sus emociones" (KAPLAN, 2450).

La declaración de estos presupuestos nos llevan a la siguiente reflexión conceptual:

La proliferación de corrientes del pensamiento psicológico condiciona en gran medida el


surgimiento de los mas diversos modelos psicoterapéuticos y su expresión en la
población infantil. Así, son múltiples los aparatos conceptuales desde los cuales se ha
pretendido definir el ejercicio profesional de la Psicoterapia utilizando categorías
procedentes de distintos modelos de la Psicología tales como la catarsis desde la óptica
analítica, el modelado desde el aprendizaje social, o la autenticidad desde un modelo
fenomenológico han pretendido, todos, dar respuesta, desde diferentes ángulos
conceptuales, a lo que existe en un ser concreto único: el individuo humano.

Esto último ha llevado a la reflexión acerca de si lo que existe son diferentes formas de
Psicoterapia o de si lo realmente existente es una Psicoterapia con diferentes enfoques. A
nuestro juicio, mas allá de aparatos conceptuales que no es propósito del presente
material someter a debate, hay acciones y actitudes profesionales que de una u otra
forma, con una u otra nominalización, se realizan desde cualquier modelo interventivo:

• Aceptar a una persona tal y cómo es sin censurar su comportamiento;

• Ser capaz de comprender las razones y los dinamismos que han llevado a
un individuo a ser quién es en la actualidad;

• Crear un espacio seguro donde el individuo puede, sin tener temor,


expresar todas sus emociones miedos y ansiedades;

• Recibir ayuda o asesoría sobre otras formas alternativas de enfrentar


problemáticas;

• Ser reconocido y respetado en tanto ser humano valioso, único e irrepetible;

17
Todas estas actitudes y acciones, de una u otra manera -con sus diversos matices y
énfasis específico, acorde a la tendencia general de determinada escuela o corriente del
pensamiento psicológico comparten casi todas las escuelas del quehacer
psicoterapéutico. De aquí que aún tenga vigencia la afirmación ya casi centenaria de
Witmer de que en la práctica real, las divergencias de los diversos marcos teóricos de
referencia pierdan gran parte de su significado.

El Uso de Recursos Auxiliares en Psicoterapia Infantil.

Las complejidades del proceso psicoterapéutico infantil no


concluyen con las exigencias del carácter triangulado de la
relación, ni con los beneficios que de ella recibe el niño..

La Psicoterapia con los adultos presupone un constante "toma


y daca", un ejercicio profesional que puede devenir una grata,
a la par que desafiante aventura y un constante enriquecer de
la vida personal del terapeuta, todo lo cual resulta sumamente
gratificante y refuerza la autoestima cuando se ha ayudado a
un paciente a desentrañar y afrontar con eficacia determinada
problemática, siendo el canal VERBAL la vía fundamental a través de la cual se arriba a
dicho resultado, ¿Ocurre así con el niño?:

Evidentemente no, y no sólo porque el niño no tiene las facilidades de comunicación y


lenguaje que si tiene el adulto sino porque la "lógica" infantil (el desarrollo del
pensamiento, el juicio crítico, la cosmovisión) no coincide con la "lógica" del mundo adulto,
de ahí que el comunicarse con el niño presuponga vías alternas que pueden ser muy
poco parecidas a las vías que se utiliza habitualmente en la comunicación adulta.

Por ejemplo, el intercambio verbal que tan rico deviene en la comunicación con el adulto
es mucho mas difícil con el niño -e incluso con el adolescente- requiriendo regularmente
de medios auxiliares a través de los cuales se viabilice la expresión de los mas
importantes contenidos del psiquismo infantil, difícilmente accesibles a la comunicación
verbal formal. El juego, el dibujo, los títeres, las pruebas psicológicas, etc., son medios
todos con los que el terapeuta debe contar para optimizar su comunicación con el niño y
que potencian su eficacia cuando el psicoterapeuta es capaz de manejar productivamente
la fantasía infantil.

Son múltiples los recursos que puede utilizar un psicoterapeuta infantil y que pueden
servir a los mas disímiles propósitos:

• El Juego.

Ante un niño con una marcada preferencia por la actividad física, pasarlo al
Salón de Juego y no sólo "ponerlo a jugar", sino "jugar con él", permite al
18
terapeuta un grado de confianza y cercanía, sumamente beneficioso para el
proceso terapéutico;

El juego, uno de los recursos mas ampliamente documentados en Psicoterapia Infantil,


tiene una especial significación en la vida de los niños,... aunque posiblemente no sólo en
el mundo infantil, sino también en el mundo de los adultos1 jugar tiene un importante
significado, muy en particular en los roles que desempeñamos en nuestras vidas
cotidianas, ya sea el de “jefe”, “esposo”, “padre”, etc.

Pero en el niño, el juego resulta decisivo, por ser tanto su forma fundamental de aprender
como de relacionarse con el mundo, muy en particular con el mundo de los coetáneos; no
es por gusto que las mas modernas técnicas de enseñanza dan un valor fundamental a lo
que ha dado en llamarse “aprender jugando”.

El Psicoterapeuta Infantil debe entonces hacer un uso efectivo del juego, tanto para
“ganarse” al niño al ofrecerle una actividad que resulta natural y atractiva para él y en la
cual está gustosamente dispuesto a participar, como para interpretar2 y comprender lo
que su actividad lúdica nos está diciendo, abierta o simbólicamente que se trata de una
información a la cual no se hubiera podido llegar de otra manera, e inclusive para
enseñarle formas mas productivas de comportarse en la vida cotidiana.

Es sumamente interesante la reflexión que sobre el valor del juego en la Psicoterapia con
niños nos propone Virginia Axline:

“Por ello, el terapeuta nunca dirige el juego. Deja al niño lo que es del niño: en este
caso el material de juego y la utilización libre del mismo. Cuando el niño juega
libremente y sin influencias externas expresa su propio modo de ser. Vivencia y
experimenta, durante un cierto período de tiempo, su propia reflexión, planeamiento
y actuación. Da curso libre a los sentimientos y tendencias que existían estancados
en él” Biermann, 209).

• El Dibujo
Ante un niño que se sienta ante el terapeuta y su atención es
distráctil, mirando todo lo existente a su alrededor, poner a su
alcance una caja de lápices de colores para que él dibuje lo
que se le ocurra, viabiliza la comunicación verbal, en tanto el
niño pregunta ("¿qué pinto?", "¿me quedó bonito?"), hace
comentarios ("¡qué buenos están estos colores!", "¡ahora voy
a pintar una guerra!") y todo ello en su conjunto le acerca al
terapeuta;

1
Los interesados en el tema pueden consultar el agradable e instructivo texto de Eric Berne, desde la
óptica del Análisis Transaccional, “Juegos en que participamos”.
2
No es este el lugar en que corresponde hablar de las ventajas y desventajas, del alcance y limitaciones
de la interpretación, pero si es válido legitimar su uso responsable, siempre que se haga desde una
perspectiva ética y profesional, en la Psicoterapia Infantil.
19
El Dibujo es probablemente el recurso que con más frecuencia utiliza el
psicoterapeuta -no sólo el infantil- dadas las enormes posibilidades que brinda,
no sólo desde el punto de vista diagnóstico, sino incluso terapéutico: Poner al
alcance de un niño una caja de colores, lápices y papel, y pedirle que realice
libremente un dibujo (García, A. 1995) ofrece desde un inicio una valiosa
información acerca de quién es este niño, que contenidos prefiere y por qué,
que colores utiliza predominantemente, cuáles son las características de sus
trazos, etc.; permite "romper el hielo" facilitando el rapport y viabilizando la
comunicación verbal con el niño pues durante la el proceso comunicación éste
habla, comenta y hace preguntas que le acercan al terapeuta; a través del
mismo el niño ventila emociones al propiciarse la catarsis cuando los
contenidos expresados, manifiestos, se relacionan con o son asociados a sus
principales conflictos básicos; a la par que al conciencializar los mismos, hacer
insight, puede aprender vías alternativas de afrontamiento. Una forma muy
interesante del dibujo es la llamada “pintura dactilar” muy utilizada en niños con
hábitos muy rígidos o características obsesivo compulsivas. Es posible utilizar
este recurso en un contexto grupal tanto para el control colectivo de las
emociones como para facilitar la construcción de situaciones que al terapeuta
le interese debatir o esclarecer. Es evidente entonces, sin mayores
comentarios que el dibujo deviene un importante auxiliar terapéutico.

• Los Títeres.

Ante un niño evidentemente fantasioso, poner a su alcance varios títeres y


pedirle que escenifique lo que se le ocurra, brinda al terapeuta una cantidad
importante de información acerca de lo que sucede en su vida cotidiana;

Dentro de tantos recursos terapéuticos accesibles, posiblemente uno de los mas valiosos
en la Psicoterapia Infantil lo constituye el títere, el que reúne muchas de las ventajas
anteriormente enumeradas mas otras adicionales:

El títere es vivenciado como una situación de juego en la cual el niño se siente en


su contexto natural, disfruta de la misma y no se siente evaluado o llevado a un
especialista para ser atendido a la par que elicita una multiplicidad de vivencias y
actitudes, facial, verbal o corporalmente expresadas que le permiten al terapeuta
ganar un mayor conocimiento acerca del niño y su problemática, perfilándose con
mayor nitidez la comprensión diagnóstica, de igual manera se convierte en un
formidable recurso didáctico para modelar ante el niño, formas mas socialmente
ajustadas o mas productivas y menos conflictivas de hacer frente a las demandas y
problemáticas de la vida cotidiana.

Es un recurso que permite duplicar la realidad sin que la misma sea experienciada
como tal, el terapeuta puede interactuar con el niño desde la dimensión del títere y
no desde la del adulto, que es en realidad la forma de optimizar y viabilizar la
20
comunicación: Los problemas reales son depositados en el títere, pero aún así el
niño puede comprenderlos e incorporarlos a su mundo real.

El títere puede -y es lo que regularmente ocurre- tener lugar en un contexto grupal,


con coetáneos, lo que permite el niño no sólo sentirse en su ambiente natural y
expresar sus vivencias, sino también tomar conciencia -"insights"- de lo que ocurre
con otros niños. En este contexto puede ser dramatizado tanto utilizando personajes
humanos familiares para el niño y que representan situaciones de la vida cotidiana,
como con animales y personajes de ficción (brujas, magos, duendes, etc.) que
movilizan la fantasía y la creatividad del niño y que son mas susceptibles de
interpretación y análisis de los motivos, sentimientos y pensamientos de cada niño
en particular.

Finalmente el títere puede ser utilizado incluso con la familia de los niños y de aquí
como recurso no sólo para que ambos -padres e hijos- tengan una determinada
percepción de determinada problemática y conozcan sus relaciones mutuas, sino
incluso para ser utilizado con posterioridad para el desarrollo de grupos terapéuticos
con padres -escuela de padres- o para la realización de terapia familiar.

• Las Pruebas Psicológicas.

A las Pruebas Psicológicas nos permitiremos darle un espacio un poco mas extenso
por cuanto son de muy frecuente uso en la práctica clínico psicológica en sentido
general. A pesar de haber sido consideradas básicamente desde su función
evaluadora y de diagnóstico, su uso puede tener una importante función
psicoterapéutica que facilita la comunicación con el niño permitiendo aspectos tan
importantes para este como la ventilación de emociones, el fortalecimiento de la
autoestima, el esclarecimiento de situaciones conflictivas y el aprendizaje de vías
alternativas de solución de determinadas problemáticas.

Durante la aplicación de la Prueba Proyectiva C.A.T. (Children Aperception Test), un


niño puede poner de manifiesto relaciones de celos y rivalidad con un hermano mas
pequeño pero también puede hacer un llamado expreso a que él o ella sería mucho
mas feliz si lo atendiesen un poquito mas; un niño puede poner de manifiesto los
conflictos con la autoridad paterna pero también alertar al terapeuta infantil de
cuanto incentiva la madre este conflicto; un niño puede poner de manifiesto una
marcada inseguridad ante las relaciones con los coetáneos, pero al mismo tiempo
hacer un angustioso llamado a que le “enseñen” a relacionarse con ellos. Puede
apreciarse entonces como esta prueba no es un simple dispositivo diagnóstico, sino
que puede ser un útil facilitador del proceso psicoterapéutico.

Aunque lo anterior resulta evidente desde la propia función de las llamadas Pruebas
Proyectivas como el CAT, no lo es menos importante en Pruebas Objetivas como el
WISC (Wechsler Intelligence Scale for Children). Si bien, desde lo declarado, este
Test tiene normas ortodoxas de aplicación, un psicólogo clínico infantil
21
experimentado y flexible puede tanto obtener valiosa información sobre el
funcionamiento cognitivo actual y potencial (¿Zona de Desarrollo Próximo?) de un
niño o adolescente, como aprovechar el momento de aplicación para fomentar su
comunicación con él o ella e incluso fortalecer su autoestima. Así, por ejemplo,
cuando el niño logra completar un difícil rompecabezas, le es muy grato oír de labios
del terapeuta expresiones de elogio y reconocimiento como “¡Qué bien lo hiciste!”,
“¡Qué inteligente eres!” , estimulándolo tanto a él como persona como a los
resultados de la tarea ejecutada; También cuando el terapeuta ve al niño inseguro y
dubitativo ante un complejo diseño de bloques resulta importante incentivarlo,
motivarlo diciéndole “¡esfuérzate un poquito mas que yo estoy seguro que tú puedes
hacerlo!”; pero inclusive hasta un comentario del niño, durante la ejecución del sub
test de Aritmética, de que “mi papá es profesor de Matemáticas”, puede servir de
punto de referencia para una exploración de las relaciones del niño con su figura
paterna.

Finalmente, uno de las pruebas psicológicas que mas ha sido utilizada en


Psicoterapia como recurso auxiliar, es el Sceno-Test, que tiene una de sus mas
interesantes expresiones es el M.A.P.S. (Make A Picture Story) que presupone la
construcción de historietas apoyándose en pequeños “muñequitos” (que representan
niños, niñas, adultos, ancianos, etc.) y en diferentes escenarios para que el niño
elabore y exprese sus propios “guiones” que representan situaciones reales de la
vida cotidiana a las cuales dará determinado desenlace en función de su
percepción de lo que está sucediendo o ha sucedido. Las historietas pueden ser
deconstruidas y reconstruidas en innumerables ocasiones, entre el terapeuta y el
niño, buscando la mas cabal comprensión del problema, así como buscando, entre
ambos, las posibles alternativas de soluciones que maximicen las consecuencias
positivas y minimicen las negativas en aras del bienestar de todos los implicados.

Pongamos, no obstante, por la claridad con que lo hace, en palabras de Gerhild Von
Staab3:

“El modo de acción del Sceno Test como medio auxiliar en Psicoterapia
Infantil consiste en que, a través de la construcción y activación dentro de este
mundo en miniatura, se estimula al niño a representar, en forma visible y
reconocible, sus relaciones emocionales para con las personas y cosas de su
ambiente, es decir para con la familia y el mundo. Si se deja al niño actuar
según sus ocurrencias libres y sin importarle ningún objetivo, con el material
del Sceno-Test, produce escenas que reflejan como el niño experimenta su
ambiente de un modo conciente, pero a menudo también la forma en que
inconscientemente lo, lo vive o adopta una actitud frente a él...

Y mas adelante:

3
Von Staab, G. Papel del Sceno Test en Psicoterapia Infantil, en Biermann, G. (1973) Tratado de
Psicoterapia Infantil, Editorial ESPAXS, Barcelona, España, página 490.
22
...tanto mas cuanto que, en él, las múltiples posibilidades de expresión que
permite este material de juego facilitan el sacar a la luz, con variaciones y
matices constantemente renovados, las relaciones del paciente con el mundo.
En la medida en que el terapeuta capta, en este juego, el modo de sentirse
del niño, se profundiza el contacto entre ambos.

• La Música.

Ante un niño tenso o con necesidad de expresar su motricidad, exponerlo a


piezas musicales, estimularlo a cantar o facilitarle instrumentos musicales de
fácil uso puede tanto facilitar su relajación como incentivar su expresión
corporal.

Aunque poco utilizada, la música deviene un valioso recurso psicoterapéutico,


particularmente en el ámbito de la psicoterapia con niños y adolescentes. Por si misma
ella es capaz de crear espacios tanto de relajación como de disfrute y bienestar que
allanan el camino al establecimiento de buenas relaciones de comunicación, y en
conjunción con la danza4 se convierte en un fabuloso instrumento de expresión corporal
que tan beneficioso resulta para el bienestar de las personas, en tanto facilita la
ventilación de emociones “tóxicas” a la par que promueve el disfrute de emociones
“nutrientes”.

De igual manera, la “producción” simple de música (cantar, imitar sonidos, “inventar” son
instrumentos musicales aparentemente sencillos como maracas, claves, tumbadoras, etc.
En niños sin formación musical puede producir estados emocionales placenteros a la par
que fortalecer su autoestima si logra producir “melodías” con aceptable ritmo musical y
ello es reforzado por el psicoterapeuta.

Pero tal vez uno de los potenciales mas valiosos de la música sea su utilización en
contextos grupales5 en que la “producción” conjunta de música crea fuertes
sentimientos de cohesión grupal y de pertenencia, así como habilidades de comunicación
social, que facilitan la disciplina y el autocontrol en aras de viabilizar una tarea que es
interés común de todos: la música

• La Plastilina.

Ante un niño que demuestra inquietud, se come las uñas, no cesa de tocar los
objetos a su alrededor, resulta sumamente útil poner a su alcance porciones de
plastilina para que modele algo (por propia iniciativa o sugerida por el
terapeuta) y ello reduce la ansiedad, a la par que hace mas fluido el proceso
comunicativo;

4
En el entorno cubano ha devenido un poderoso instrumento psicoterapéutico, no sólo infantil, el
procedimiento que ha dado en llamarse “Psico Ballet” propuesto por la colega M. Sc. Georgina Fariñas y
al que ha dedicado casi toda su vida profesional
5
La experiencia musical con el Grupo “Ismaelillo”, hace ya unos años da fe de ello.
23
En cualquier caso, la utilización de recursos auxiliares que son variados y van mas allá de
los aquí descritos6, puede servir a los mas diversos propósitos en Psicoterapia Infantil,
como pueden ser facilitar la comunicación, tener una mas clara comprensión de la
problemática del niño, reducir sus reticencias y ansiedades o motivarlo ("engancharlo")
para que se implique en la actividad psicoterapéutica.

Lo expuesto hasta aquí no nos debe llevar a concluir que la comunicación verbal con el
niño sólo es factible a través de medios no verbales y de recursos auxiliares. No resulta
pertinente subvalorar las posibilidades de comunicación oral con el niño, pues sería
incurrir en el mismo error al que ya nos hemos referido de "cosificar" al niño e ignorar todo
lo que es capaz de expresar a través del lenguaje. Hay niños que desde edades muy
tempranas tienen un uso impresionante del lenguaje verbal.

"Pero si bien los terapeutas infantiles deben saber que la expresión verbal no
es esencial para la terapia, esto no equivale a decir que la expresión verbal
sea insignificante. Algunos autores afirman que uno debe recordar
concientemente su propia infancia a fin de ser capaz de charlar de forma
cómoda con los niños. Esta capacidad de charlar con tranquilidad, se refiere al
flujo de comunicación y a las diversas connotaciones ligadas a las mismas
palabras y frases por la gente de diferentes edades, que pueden ser
reaprendidas y que aumentan con la práctica" (KAPLAN, 2454)

Lo expresado al llegar a este punto podría parecer que la especificidad de la Psicoterapia


Infantil radica en su tributario principal: "el niño psíquicamente alterado", la dinámica a su
alrededor y los recursos utilizados para optimizar su acceso a él; sin embargo, la otra
dimensión del proceso psicoterapéutico infantil, el terapeuta, debe cumplir también con
una serie de requisitos que no son menos importantes:

¿Quién es el Psicoterapeuta de Niños?

Son múltiples y conocidas las exigencias y requerimientos que se esperan de un


profesional para ser reconocido como psicoterapeuta: Así se espera de él una alta
calificación y conocimiento de la Psicología, del factor humano, de los dinamismos que
mueven al hombre a actuar, de la forma en que los factores ambientales y contextuales
influyen sobre el funcionamiento humano; se espera de él la competencia en el uso de
métodos y técnicas eficaces para influir -en el sentido del mejoramiento humano y la
optimización de la calidad de la vida- sobre aquellas personas que son tributarias de sus
servicios; se espera de él una elevada implicación ética plasmada no sólo en su
responsabilidad, compromiso con la profesión y con el ser humano, confidencialidad, etc.
sino en su imagen pública, de ciudadano respetable y consecuente en su vida personal
con todo aquello que promueve en su práctica profesional; se espera de él también la
experiencia que le concede crédito por el éxito en sus acciones profesionales

6
En los últimos tiempos ha cobrado cierta popularidad la zoo terapia, es decir la psicoterapia utilizando
animales.
24
precedentes; la práctica supervisada por profesionales de reconocida experiencia, y se
espera de él también el haber sido objeto de análisis y autoanálisis que le permita
resolver, o al menos ser capaz, de enfrentar muchas propias ansiedades e insuficiencias,
sobre todo en el momento de la Psicoterapia.

Parecería que son demasiadas y muy complejas las exigencias, y tal vez así sea, a las
que convoca el ejercicio serio y responsable de la práctica psicoterapéutica. No obstante,
estas exigencias parecen multiplicarse cuando hablamos de Psicoterapia Infantil, es decir
la Psicoterapia que se ofrece a niños, adolescentes y sus familiares; y podríamos decir
que cada uno de los componentes -ya sea la niñez, la adolescencia o la vida familiar-
conlleva una complejidad especial, veamos algunos de estos aspectos:

En primer lugar el terapeuta tiene que sentirse atraído por el mundo infantil -sus
vivencias, sus comportamientos y contradicciones-, aceptar sus peculiaridades
específicas, comprendiendo y asumiendo que las regularidades de la "lógica" infantil
difieren sustantivamente del mundo adulto y asumiendo que para poder penetrar el
complejo mundo infantil es imprescindible hacerlo a través de su "lógica", tener el deseo
de ayudar al niño por el propio niño y no por complacer a los deseos y expectativas de los
padres o por resolver necesidades propias no resueltas.

Por muy calificado que esté un especialista técnicamente, es virtualmente imposible ser
un buen psicoterapeuta infantil si el terapeuta no posee la capacidad empática hacia la
población infantil y adolescente, si no está identificado con sus típicos modos de
reaccionar y si no tiene el suficiente grado de tolerancia y comprensión para el proceso
comunicativo con el niño.

Es evidente que estos requerimientos parecen ser mucho mas rigurosos y exigentes que
los de la Psicoterapia de Adultos. Es significativo al respecto que muchos egresados de
las aulas universitarias y muchos de los que aún están por egresar y piensan dedicarse a
la práctica clínico-psicológica, expresan abiertamente su predilección por la Psicoterapia
en Adultos y su rechazo o indiferencia hacia la Psicoterapia con niños.

Es interesante, sin embargo, que tanto egresados como por egresar, que refieren no
gustarle la Psicoterapia con niños y prefieren la Psicoterapia con el adulto, refieren que
aceptarían gustosamente el trabajo con el adolescente. Al respecto y sólo con el ánimo de
incitar a la polémica, quisiera dejar abierta la siguiente interrogante" ¿Y acaso el
adolescente no está mas cercano al niño que el adulto, en tanto ya pasó -al menos
cronológicamente- toda su infancia en tanto su adultez le queda -también toda- por
transcurrir?.

Inclusive, muchos de los que se dedican a la atención clínico psicológica infantil hacen
recaer el peso de sus acciones sobre los padres o sobre la dinámica familiar, insistiendo
poco o restándole importancia al trabajo directo, cara-a-cara, face-to-face, con el propio
niño quien en última instancia es el motivo por el cual se reclama atención psicológica. A
medida que transcurre el proceso terapéutico en estos casos, el niño va siendo relegado
25
a un segundo plano, va perdiendo su papel protagónico y van aflorando los problemas de
la convivencia familiar, las complejidades de las interacciones entre sus miembros e -
interesantemente- los traumas y conflictos de cada uno de ellos que, casi siempre se
remontan a la niñez, aspecto que comentábamos con anterioridad.

Es decir, el primer requisito para ejercer la práctica de la psicoterapia con la población


infantil, es que el profesional esté comprometido el trabajo con niños y disfrute de él. No
hacerlo puede comprometer seriamente la efectividad de sus acciones. En segundo lugar
es importante que el psicoterapeuta de niños, además de sentirse atraído y disfrutar con
el mundo infantil, respete la existencia del niño en tanto individualidad, lo que implica
asumir que el niño no es un objeto inanimado, tributario de atenciones y acciones, sino
que es una personita con un determinado protagonismo en su problemática actual.

Es posible que en la base de ésto se encuentren los factores socio-culturales que


atrubuyen al niño un papel muy pasivo en la construcción de su propia existencia, siendo
frecuentes expresiones tales como: "él no comprende", "no le hables de esas cosas que
él no puede darse cuenta", "ya tendrá tiempo de ser mas grande para entender", "algún
día, cuando ya tú seas un adulto, te lo explicaré", o la muy vulgar expresión de "los niños
hablan cuando las gallinas orinan", expresiones todas que expresan una cosificación del
niño que ponen de manifiesto la creencia -explícita o implícita- de que el niño empieza a
ser persona, a ser miembro legítimo del "Homo Sapiens", sólo en la medida en que se
aproxima al mundo adulto,... mientras tanto es sólo "Homo Ludens".

Y si somos justos, es posible que la propia literatura y producción científica en Psicología


con mucha frecuencia le da un mayor peso, en cuanto al desarrollo de la autoconciencia
y la autorregulación, a estadios mas avanzados -en particular, la adolescencia- del
desarrollo psicológico con lo que se puede estar minimizando la importancia del mundo
interno del niño, de sus vivencias y experiencias en torno a todo aquello que le rodea,
sobre las cuales, aunque al adulto le parezca lo contrario, va conformando sus propias
opiniones, no importa cuan cargadas estén de fantasías o elucubraciones propias de la
niñez, no por ello dejan de ser muy importantes y cargadas de significación para el niño, a
la par que pueden tener profundas implicaciones en su desarrollo posterior.

Al llegar a este punto, y en aparente rol de "abogado del diablo", me parece pertinente
permitirme una pequeña disgresión que a mi juicio resulta sumamente significativa en el
trabajo con niños, tanto desde el punto de vista tanto psicoterapéutico como educativo:

A nivel popular la población considera que los psicólogos, al darle un peso mayor al
mundo interno del niño, al reconocer su existencia en tanto persona y no objeto, al
resaltar su identidad e individualidad, están convocando a un "laissez-faire", a un "dejarle
hacer" para que no de "frustre" o "traumatice", lo que se traduce en su total
autodeterminación y en el tener participación (con voz y voto) en todos los asuntos del
mundo adulto.

26
También a nivel profesional he sido testigo en mas de una ocasión de agudas polémicas
en torno a esta temática que se puede mover desde la defensa a ultranza de la
autorrealización humanista ortodoxa hasta el también ortodoxo control Psicología
Comportamental. ¿Es necesario acudir a estos extremos?: A mi juicio no: reconocer el
mundo interno del niño, su existencia en tanto personita, no debe excluir que se trata de
un ser en formación que necesita guía y dirección, y esta guía presupone relaciones
jerárquicas de autoridad capaces de establecer normas y límites que necesariamente
deben existir en cualquier grupo humano. Tanto los padres como el terapeuta son figuras
de autoridad y la autoridad -para que sea concebida y respetada en tanto tal- debe ser
ejercida, debe ser usada, pero no abusada.

He aquí el difícil límite -no descrito en ningún manual o tratado- entre el respeto por el
mundo interno del niño y permitirle un "libre albedrío", que violenta los derechos de los
demás y que en nada violenta los derechos de los demás, que en nada beneficia el
desarrollo psíquico infantil, así como el también difícil límite entre la necesaria autoridad y
el "autoritarismo" que violenta la individualidad de la "víctima",... en este caso el niño.

Por otra parte, el terapeuta infantil es un profesional que no sólo debe gustar, comprender
y disfrutar del mundo infantil y adolescente, sino que debe tener también habilidades
para comunicarse con ellos, conocer los modismos y preferencias que caracterizan a
ese grupo etáreo en un determinado momento, e inclusive tener cierto grado de
preparación y disposición física para jugar con un niño y "seguirle el paso" a su incansable
energía y demanda de atención a la par que un importante grado de paciencia y
tolerancia a la frustración cuando no logra penetrar la lógica infantil todo lo pronto que
hubiera deseado o encuentra resistencia en el niño o adolescente a sus buenas
intenciones profesionales.

Con anterioridad hablábamos de la importancia de los recursos auxiliares, del


instrumental en la práctica psicoterapéutica infantil,... pero todo aquello sólo adquiere
su valor real en manos de un terapeuta habilidoso: de nada le sirve a un terapeuta
tener lindos juguetes, abundantes colores o atractivos títeres, si no sabe como
utilizarlos o no tiene “encantos” para implicar al niño en el proceso psicoterapéutico.

Esto implica que el papel del psicoterapeuta de niños no es meramente pasivo o


contemplativo, sino que presupone una intensa participación para "enganchar" o implicar
al niño en el proceso, aprovechando su propio potencial.

El significativo hecho de que el niño no tiene no sólo conciencia de enfermedad, sino


sobre todo comprensión de la misma y los factores que la condicionan, implica en el
terapeuta de niños un esfuerzo especial, una postura activa, para lograr la implicación del
niño en el tratamiento. Si bien el uso del instrumental de que dispone el terapeuta
depende de aquello que se propone, al mismo tiempo el niño espera que el terapeuta no
sea un simple espectador de cómo él juega, sino que se implique de manera muy activa
en cualquiera de estas actividades.

27
Este papel activo del terapeuta no sólo presupone el incentivar la colaboración del
pequeño, sino también establecer límites precisos a la actividad infantil, sobre todo a las
conductas agresivas destructoras cuya lesividad puede alcanzar no sólo al terapeuta y su
entorno, sino también al propio niño, al tiempo que no constituyen una ventaja de ningún
tipo -y si una desventaja- en el proceso psicoterapéutico.

El hecho de que el terapeuta infantil asuma una activa postura durante el proceso
psicoterapéutico es coherente y complementario con el hecho de que el niño se
caracteriza, dado su estadio cronológico, por una natural tendencia al desarrollo y
crecimiento, a la cual nos referiremos con posterioridad, la cual, de ser incentivada por la
postura del terapeuta, constituye una valiosa ayuda para el decursar del proceso
terapéutico.

"El terapeuta de niños no es en modo alguno, para sus pacientes, una sombra,
sino que con su INTERVENCION ACTIVA, representa una ayuda importante
en la Psicoterapia Infantil".(BIERMANN, Pag. 658)

Visto hasta aquí, todo pudiera hacer pensar al lector que las actitudes básicas de un
psicoterapeuta de niños están orientadas "hacia afuera", hacia el niño, es decir a disfrutar
de este grupo etáreo, comprender y respetar sus peculiaridades, tener habilidades para
relacionarse con ellos, a la par que asumir una postura activa, de "enganche" del niño en
el proceso psicoterapéutico. Las exigencias para el terapeuta de niños son, sin embargo,
mucho mas complejas y tienen que ver extraordinariamente con el propio mundo interno
del terapeuta de niños:

Uno de los requisitos básicos del terapeuta -no sólo de niños- es que sea un conocedor
de si mismo, que sea conciente de cuáles son sus puntos mas vulnerables y de qué
recursos dispone para afrontar los retos y desafíos de la vida cotidiana en general y del
ejercicio de la psicoterapia en particular. Con ello se facilita que su implicación en el
proceso terapéutico no sea ni impersonal ni irracional, en tanto no se distancia
emocionalmente del ser humano al cual tributa sus servicios, pero tampoco se implica
emocionalmente con el mismo de manera irracional, a partir de su propio mundo vivencial.
Esto guarda relación con la necesaria congruencia que debe existir, en el psicoterapeuta,
entre su vida personal y su vida profesional.

Es recomendable en el caso de los terapeutas infantiles, un esfuerzo adicional en este


sentido y que el mismo tenga claras o al menos parcialmente "resueltas", sus experien-
cias personales con el mundo de la niñez; ya sea aquellas referentes a su historia per-
sonal y por supuesto su propia niñez y los conflictos o insatisfacciones que existieron en
aquel período -y que aún puede arrastrar en su expresión adulta sino ha sido capaz de
resolverlos- o sus experiencias actuales con los propios hijos.

En cualquiera de los dos casos, el no tener claridad y conciencia de lo que está ocurrien-
do dentro de si, puede introducir "ruidos" o sesgos en la Psicoterapia que afectan el
resultado esperado: Así, el terapeuta mas joven, que aún tiene frescos en la memoria los
28
conflictos con sus propios padres, en ocasiones aún actuantes, puede "aliarse" con el
niño o adolescente, tomando partido por éste y dando respuesta con ello a sus propias
necesidades personales. El terapeuta de mas edad, a su vez, puede reeditar los propios
conflictos actuales con sus hijos y asumir una actitud de censura o reprobación hacia el
niño, "aliándose" con los padres en contra del niño o adolescente y gratificando con ello
sus necesidades presentes.

No se pretende con la anterior afirmación, identificar uno u otro tipo de sesgo con la
experiencia o el momento cronológico del terapeuta, pero si resaltar el hecho de que el
psicoterapeuta debe insistir en un constante "mirarse hacia adentro" para lograr
compatibilizar las interrelaciones del profesional y la persona -que son él mismo- en su
quehacer cotidiano.

Por otra parte, es importante que el terapeuta tenga claro como sus propias experiencias
con su niñez matizan en uno u otro sentido sus acciones profesionales actuales, a la par
que sus acciones profesionales sean lo suficientemente maduras y responsables,
poniendo en primer lugar su interés y responsabilidad para con el niño, mas allá del
contenido que haya tenido su propia infancia. Así, entre las múltiples actitudes del
terapeuta en su intensa implicación en el proceso, debe tener una importante capacidad
de recuerdo retrospectivo, sin por ello renunciar a su rol de terapeuta adulto actual
(Biermann).

Resulta, finalmente, importante otorgarle un papel a la supervisión que contribuya a


esclarecer los propios conflictos personales y actitudes terapéuticas erróneas, y que no
debiera ser limitado a los primeros años, sino a toda la vida profesional de un terapeuta.
De esta manera el constante auto análisis y reflexión acerca del propio mundo interno
contribuye sustancialmente a la objetividad y calidad de las acciones profesionales.
Conserva vigencia aún la afirmación de Anna Freud acerca de que "un terapeuta de niños
debe ser siempre conciente de lo que hace y por qué lo hace", no sólo en lo referente al
niño en cuestión, sino en lo referente a si mismo como persona.

El Psicoterapeuta de niños debe ser una persona flexible, de fácil poder de acomodación
a la especificidad de cada niño y a las peculiaridades de la personalidad y contexto de
pertenencia del mismo, de aquí que el terapeuta deba ser una persona con un variado y
flexible arsenal terapéutico, adaptable a dichas especificidades, sobre todo al hecho de
que cada niño es distinto: unos prefieren jugar e implicar al terapeuta en su juego, otros
dibujan, otros trabajan con títeres y otros modelan.

"...en la medida en que no existe un caso clínico único, tanto en lo referente a


la sintomatología como a la estructura del carácter que sea totalmente
superponible a otro casi..." Biermann, Pag. 657.

Por último, el terapeuta debe tener una especial habilidad de manejar lo que con
anterioridad definíamos como una relación triangulada, particularmente en lo referente a
los padres. El proceso terapéutico implica, para que sea mas eficaz, una relación de
29
confianza y fluidez en la comunicación entre el terapeuta y los padres, en tanto la
incomprensión e intolerancia de los padres hacia el niño y/o las acciones del
psicoterapeuta, conduce con frecuencia al cese del tratamiento, con consecuencias
negativas para el niño en tanto no sólo se le limita el acceso a una ayuda que necesita,
sino que se compromete de manera prejuiciada la posibilidad de que en el futuro otra
persona pueda brindarle una ayuda similar. Los estudios de Anna Freud son
esclarecedores al respecto:

“Así, el analista de niños recurre efectivamente los padres del niño para
completar la historia, no quedándole mas remedio que el tomar en cuenta todas
las posibles inexactitudes y deformaciones surgidas por motivos personales”
(Freud, A. , 40)

El terapeuta infantil no puede estar al margen del hecho de que en uno u otro sentido su
labor asume un contenido pedagógico, de modificación de actitudes erróneas, tarea que
debe llevar a cabo no sólo con suma cautela, sino sobre todo con mucha ética y respeto
por los patrones funcionales de cada familia, evitando que sus intervenciones puedan ser
interpretadas como una invasión indeseable en la intimidad familiar. El terapeuta, así,
debe conocer con claridad no sólo cuánto espera y cuánto puede lograrse del niño, sino
cuáles son las expectativas y los límites expuestos por los padres, de aquí que para el
psicoterapeuta infantil resulte fundamental, la comprensión y manejo del papel de los
padres en la Psicoterapia Infantil.

30
El papel de los padres en la Psicoterapia Infantil.

"Freud no sólo no ataca a la familia, sino que por


el contrario, la erige en escenario insustituible de
la vida humana. Es el marco intraspasable dentro
del cual ésta se mueve desde el nacimiento hasta
la muerte. La estructura interna de la personalidad
y de la familia se corresponden..."7

El sentido común pocas veces asume como realidad el hecho de que el niño es una
personita que siente, que tiene un rico mundo interno y que se conforma una opinión
(distorsionada u objetiva) de lo que ocurre a su alrededor, no importa que la misma sea
distorsionada u objetiva, pero es la suya y a partir de la misma construye su realidad
existencial apelando a una de las posesiones mas sustanciales del mundo de la
infancia, y que tan esencial resulta fomentar y no destruir: la fantasía. Es
impresionante lo que puede elaborar un niño tratando de comprender y de encontrar
explicaciones “lógicas” y coherentes a lo que acontece a su alrededor:

Sólo a modo de comentario ilustrativo, recuerde el lector aquella joya de la


literatura infantil que es “El Principito” de Antoine de Saint Exupèry quien le pide
al piloto -¡Por favor,... dibuja una oveja! y éste le hace sus mejores esfuerzos
desde la imagen gráfica convencional de una oveja sin lograr, sin embargo,
satisfacer las expectativas de la criatura, hasta que, exasperado dibuja una caja
con huecos y le dice: -Esta es la caja, ¡la oveja que tú querías está dentro!,... a lo
que el pequeño Príncipe responde: -¡Exactamente como la quería!.

7
Sarró, R.;Introducción al texto "El Sentido de la Vida" de Alfred Adler, Biblioteca de Antropología.
Luis Miracle Editor, Barcelona, España, 1948.

31
A pesar de ello, al niño rara vez se le considera como responsable de sus acciones -
sobre todo mientras mas pequeño sea- y se le asigna la responsabilidad por dichas
acciones a sus padres; mas aún, no sólo se trata de que se le atribuya a los padres la
responsabilidad por el comportamiento de sus hijos, sino que se les culpabiliza, es
decir se les censura negativamente por no haber hecho lo que “deberían” hacer o por
haber hecho algo incorrectamente en el proceso de formación de sus hijos,... y todos
sabemos lo relevante que es la comprensión de las culpas, no sólo en la práctica
profesional sino en la propia vida cotidiana.. Así, es frecuente oír expresiones diferentes
según el comportamiento de un niño, por ejemplo:

ante un niño que se comporta correctamente durante una visita, la expresión


de "¡qué niño mas educadito!,... se ve lo bien que lo han criado sus padres";
pero si su comportamiento es desenfadado, e irreverente o provocador de
desorden a su alrededor, entonces la expresión de censura es cáustica: ¡qué
malcriadez!

ante un niño inhibido se escuchan expresiones tales como: ¡Ay, que niño mas
tímido!,... sus padres tienen que sacarlo a pasear más y a jugar con otros
niños";

ante un niño revoltoso o inquieto se escuchan expresiones tales como "¡que


niño mas malcriado, se ve que sus padres lo tienen muy mal educado!";

ante un niño que se ve poco aseado, se escuchan expresiones tales como


"¡pobrecito,... qué padres mas negligentes debe tener!";

ante un niño con buenos resultados en la escuela, se escuchan expresiones


tales como "¡es muy inteligente!,... claro, los padres son universitarios y
seguramente se esfuerzan porque aprenda"; pero si el niño tiene malos
resultados escolares y sólo con dificultad aprende, entonces el juicio es de
condena: “evidentemente los padres no se ocupan de que el niño haga sus
tareas,... claro, ¡si nunca pasan por la escuela!”.

¿Qué es lo apreciado en estos casos?, que el niño es el resultado inmediato de la acción


de sus padres, que éstos han hecho las cosas "bien" o "mal", “correcta” o
“incorrectamente” y que por eso el niño es tal como es en la actualidad. Es decir, los
padres se encuentran regularmente sentados en una especie de "banquillo de los
acusados", donde son "juzgados" por la responsabilidad ante los actos de sus hijos, y
siempre son convocados a que enmienden lo mal hecho. Esta forma de pensar llega,
inclusive, a permear el estilo de pensamiento de los propios hijos, quienes desde muy
temprana edad se convierten en "jueces de los padres" -con "justicia" o sin ella- y
dichos “juicios” le sirven de justificación para referirse tanto a sus éxitos como a sus

32
insuficiencias, fracasos o frustraciones, siendo habituales expresiones como “¡por tu
culpa llegué tarde a la escuela!” o “¡por tu culpa mi papá me regañó!”.

En este mismo sentido, no es infrecuente escuchar declaraciones de personas ya


adultas, muchas de ellas que inclusive ya acumulan bastantes años de vida, en que
quedaron muy lejos los años de infancia y adolescencia pero que en crudo reproche
retrospectivo hacia sus padres, expresan reproches tales como:

"...tú nunca me brindaste afecto, y por eso hoy yo tengo un carácter tan
amargo";

"...tú siempre quisiste mas a mi hermano que a mí y eso me hizo sufrir


enormemente!";

"...tú no quisiste que yo me casara con aquel muchacho y por eso toda mi
vida ha sido un desastre";

"...si tú hubieras permitido que yo estudiara Medicina, jamás yo hubiera sido


la persona totalmente frustrada que soy hoy en día";

Y como puede apreciar el lector familiarizado con las corrientes en Terapia Cognitiva
Conductual (TCC), en estas expresiones predominan los elementos
sobregeneralizadores (nunca, siempre, todo, jamás, etc.) y magnificados
(enormemente, desastre, totalmente frustrada, etc.) En todos los casos, se ha
desplazado la responsabilidad hacia el estilo de crianza y formación recibida,
externalizando las causas sin reconocer otras múltiples contingencias -¡como la
responsabilidad con su propia existencia a partir de determinado momento en la vida!-
que inevitablemente están presentes en el destino de todo ser humano.

A esto se le añade el hecho, ya comentado con anterioridad, de que la cultura le asigna


al niño un papel muy pasivo en la vida, cosificado, sumamente moldeable y vulnerable a
las influencias paternas, lo que ha hecho suponer a muchos psicoterapeutas infantiles
que es imposible atender a la problemática de un niño, sin atender a los máximos
responsables de su educación: sus padres. De aquí que con frecuencia se haya
exagerado el papel de los padres en la psicoterapia infantil, y relegado a un plano muy
secundario el trabajo con el niño, sobre todo en el caso de aquellos terapeutas que -por
una u otra razón- tienen dificultades para interactuar directamente con las complejidades
del mundo infantil.

¿Cuál sería entonces el papel real de los padres en la Psicoterapia Infantil?:


posiblemente una de las mas claras respuestas a esta interrogante la ofrece Harrison
(KAPLAN, p. 2457) cuando afirma:

"La Psicoterapia Infantil se caracteriza por la necesidad de la participación de


los padres. Esta necesidad no refleja necesariamente la culpabilidad de éstos
33
en las dificultades emocionales del niño, sino que es una consecuencia del
estado de dependencia del niño".

Esta afirmación, merece un comentario en lo referente a la conceptualización de la


supuesta culpabilidad de los padres y al manejo que de ella se haga en el proceso
terapéutico. Si bien es cierto, por las razones aducidas, que culturalmente se censura a
los padres por los errores, las inadaptaciones y las insuficiencias de los hijos, el manejo
terapéutico de las culpas debe ser una habilidad que desarrolle el terapeuta con un alto
nivel de profesionalidad por las siguientes razones:

1.- Desde el punto de vista ético al especialista se le convoca a dedicar sus


acciones profesionales al Bienestar del Usuario y no a convertirse en un juez
de lo mal hecho en el pasado, y que ya no puede ser revertido; asumir esta
postura puede ser mas iatrogénico que terapéutico y alejar a los padres del
proceso terapéutico al sentirse censurados. En todo caso, la acción
terapéutica debe ir encaminada en la dirección futura, a convocar a la madre o
al padre a actuar mas en la dirección de lo que aún puede hacerse por el
bienestar de su hijo, mas que a recriminaciones por errores anteriores.

2.-Aún y cuando resultara lícito juzgar a los padres por los resultados
conductuales actuales de su hijo, la medida de esta culpabilidad es siempre
relativa y rara vez -si alguna- puede ser evaluada con objetividad en tanto
sobre la existencia de un niño o adolescente no existe sólo un determinante
parental, sino que el comportamiento actual se ha ido configurando por la
confluencia de múltiples contingencias. Entre ellas podemos citar, en grado
decreciente de generalidad, los determinantes socioeconómicos y las
influencias culturales (la acción de los medios de comunicación) y
comunitarias (la escuela, el barrio), la influencia de otras personas
significativas (familiares, coetáneos, etc.) y el propio nivel de autoconciencia
y autorregulación comportamental que se va conformando el niño a lo largo
de su existencia individual.

Con esto no se pretende descargar de responsabilidad a las figuras


parentales, por el contrario los padres tienen una alta cuota de
responsabilidad por el destino de sus hijos, en tanto la decisión de traerlo al
mundo -responsable o irresponsablemente tomada- les compete a ellos, el
niño fue traído al planeta, no lo pidió y ni siquiera tuvo la oportunidad de
seleccionar que padres hubiese querido tener. Pero si queremos convocar al
especialista a la reflexión de que antes de evaluar a priori la culpabilidad de
los padres en la problemática de un niño con dificultades emocionales y/o
comportamentales, valore que esta relación no puede ser deducida de
manera mecánica, a modo de frío Silogismo ("Si el niño se porta mal,
entonces los padres lo malcriaron") de las fallas de los padres, sino que el
niño ha estado expuesto a muchas otras influencias (prácticamente imposibles

34
de ser controladas por los padres en su totalidad) que en su conjunto pueden
resultar mas poderosas que la influencia de los padres.

3.- A pesar de lo anterior, hay padres sumamente auto punitivos, agobiados


por la culpa y que se auto flagelan y auto responsabilizan ellos mismos por
cualquier déficit o inadaptación en la vida de sus hijos, tendiendo a magnificar
y absolutizar su responsabilidad por todo lo que hizo mal y por lo que
"debería" haber hecho mejor o no hizo. Un inadecuado manejo terapéutico, en
que el terapeuta se erija en fiscal reprobador, contribuiría a agudizar aún mas
un desagradable estado emocional en la figura parental que -paradojalmente-
se caracteriza sólo por moverse en el plano de las lamentaciones,
autorreproches y acciones paliativas (encaminadas a "pagar las culpas") que
rara vez se traducen en acciones eficaces encaminadas a resolver o modificar
la situación del niño.

El siguiente ejemplo resulta ilustrativo de los dos últimos puntos:

"Una madre acude a consulta sumamente alterada por el


comportamiento disocial de su hijo adolescente de 14 años, refiriendo
que ella es "la única responsable de todo lo ocurrido" pues al tomar la
decisión de divorciarse, privó al niño de la presencia de su padre y lo
hizo criarse en un "¡hogar deshecho!", refiriendo que nunca se
perdonaría el haber tomado tal decisión y que estaría dispuesta a hacer
lo indecible si con ello su hijo volviera al "buen camino". A pesar de
estas afirmaciones, el análisis funcional de la situación puso de
manifiesto que el padre manipuló lo ocurrido, utilizando al hijo para
"vengarse" de la madre, induciéndole comportamientos (ingestión de
bebidas alcohólicas, ausencias a la escuela, devaluar la importancia del
estudio, etc.) al adolescente que descalificaban los esfuerzos reales
que hacía la madre en provecho de la formación de su hijo. Al mismo
tiempo, en la barriada de residencia, el adolescente que hasta concluir
su enseñanza primaria había sido un modelo, estableció relaciones
interpersonales con coetáneos (y resulta innecesario decir lo
significativo del grupo en esta edad) con comportamientos claramente
antisociales. A pesar de estas evidencias, de la multicausalidad del
comportamiento inadaptado del hijo, la madre insistía en ser la única
responsable del mismo, y sólo un delicado y prolongado trabajo
terapéutico logro reducir su excesiva culpabilidad, hacer una objetiva
atribución causal de todo lo sucedido y hacerla pasar al plano de las
acciones concretas..."

En cualquier caso, mas allá de culpabilizar o responsabilizar, el proceso psicoterapéutico


infantil debe concebirse con la participación de los padres (preferentemente ambos), por
la implicación de éstos en el enfrentamiento encaminado a resolver la problemática

35
emocional del niño y por supuesto, mayor debe ser esta implicación, mientras mas
pequeño sea el niño en tratamiento.

No obstante, el como materializar este propósito no sigue recetas preestablecidas


universales, sino que debe hacerse en función de la valoración clínica del caso
concreto individual que será el que en última instancia determine el grado de
participación paterna en el proceso, y ello le compete al especialista. De aquí que es
legítima la existencia de:

Posibles formas de implicación de los padres en la Psicoterapia Infantil:

• Atención individualizada centrada en el niño

Ocurre en los tratamientos en que el niño es institucionalizado y se mantiene a los


padres muy al margen, con participación limitada o prácticamente nula en esta atención.
Ejemplo de este proceder es cuando el niño tiene alteraciones psicopatológicas muy
severas que le hacen tributario de tratamientos institucionalizados o cuando se trata de
menores con comportamientos disruptivos, de tan negativas consecuencias sociales, que
hacen necesario su internamiento en un Centro de Reeducación, pueden ser ejemplos
de cuando se realiza este tipo de intervención psicológica que excluye o reduce la
implicación de los padres en la Psicoterapia del niño.

Las dos objeciones fundamentales a este proceder podrían ser: ¿cómo es posible lograr
modificaciones en el niño sin hacer algo similar con sus padres, que son,
supuestamente, los responsables del problema?, ¿cómo es posible -aún logrando lo
anterior- estabilizar la mejoría alcanzada en el niño si éste tiene que retornar, mas tarde
o mas temprano, al hogar que es la fuente de sus problemas?.

A pesar de lo agudo y objetivo de ambas interrogantes, la respuesta a las mismas puede


tener una connotación afirmativa, aunque no exenta de polémicas: El simple cambio de
ambiente, los estilos de comunicación cualitativamente diferenciados del Equipo de
Salud, la actitud de respeto y comprensión para con el niño o adolescente pueden tener
efectos terapéuticos beneficiosos sobre sus actitudes, comportamientos y bienestar
personal -mas aún cuando la situación hogareña había llegado a niveles de estrés
insostenibles-, contribuyendo a una evolución favorable.

El mero hecho de que los hijos sean separados del medio familiar, la vivencia de la
ausencia de los mismos y el no sentirse partícipes de su cuidado y atención -añadido a
las culpas que pueden elicitarse- puede llevar a los padres a reconceptualizar lo que ha
estado ocurriendo no sólo con el niño sino con sus propias vidas, así como sus actitudes
y la medida en que se han ocupado -o no- de la satisfacción de las necesidades
emocionales de sus hijos. El retorno al hogar de éstos, con una serie de actitudes y
comportamientos distintos a los previamente manifestados, sobre todo aquellos que
provocaban confusión y malestar en la vida familiar, pueden, además, por si solos tener

36
un beneficioso efecto sobre el sistema familiar y contribuir a mantener la estabilidad de
los cambios alcanzados durante el período de institucionalización.

No obstante, tal tipo de intervención constituye mas la excepción que la regla y aún
cuando lo aconsejable fuera centrar el peso de la atención psicoterapeútica en el niño o
adolescente, la mayoría de los terapeutas prefieren una cierta alianza informativa con
los padres para tener una mayor claridad de la situación en el hogar y constatar los
progresos de la psicoterapia en el contexto familiar.

Una de las pioneras de la psicoterapia infantil, Melanie Klein, insistía en un estilo de


trabajo minimizador de la participación de los padres, sin embargo no menospreciaba la
importancia de algún tipo de información, a pesar de insistir en que debía ser un vínculo
sumamente discreto y protector de la confidencialidad para con el niño.

Aunque también podría ser polémico resulta indiscutible que de igual manera que el
comportamiento "desajustado" de un niño, "desajusta" mas aún la dinámica familiar -que
posiblemente tenga una gran responsabilidad en este "desajuste" del niño-, el
comportamiento "adecuado" o “ajustado” del niño puede contribuir a eliminar tensiones
en la familia y contribuir así a su mejor funcionamiento y como consecuencia a estabilizar
y viabilizar los logros terapéuticos sobre el comportamiento del niño logrados a través de
acciones psicoterapéuticas individualizadas. Un niño que cesa o disminuye en sus
conductas de ser destructor, agresivo verbal y físicamente, con frecuentes perretas, crea
un clima mas favorable en el hogar y mas dispuesto a la atención "ajustada" al niño.

• Atención centrada en los padres

Aquí se trata también de asumir una posición en que se focaliza la atención en uno de
los polos, en este caso los padres con el presupuesto de que son ellos no sólo quienes
desean cambiar, sino quienes deberían hacerlo para lograr el bienestar del niño. Esta
forma de intervención es característica de las relaciones de orientación psicológica tipo
counseling, en que los padres buscan asesoría sobre como tratar a su hijo con
problemas o cuando el niño es en esencia "normal" y la problemática son las relaciones
familiares a su alrededor. Sin embargo, aún en estos casos, alguna atención debe
tributarse al niño -por pequeño que sea- tanto para confrontar lo referido por los padres
como para respetar su valor en tanto persona y no conceptualizarlo sólo como el 'objeto'
de la preocupación de los padres.

En la práctica profesional resulta interesante el hecho de que aún en casos extremos en


que sólo son atendidos u orientados los padres, éstos mismos reclaman que el niño
también sea "visto", siendo frecuentes expresiones tales como: "¿y Ud. no quiere
conversar con el niño?", o mas demandantes, tales como: "aunque Ud. tiene razón, a mi
me gustaría que Ud. conversara un poco con el niño para que compruebe lo que yo le
digo".

37
No obstante, en este tipo de intervención se persigue fundamentalmente un
asesoramiento familiar en cuanto a qué hacer ante determinadas situaciones que
confunden a los padres como pueden ser formar determinados hábitos, estructurar la
dinámica familiar en aras de optimizar su funcionamiento, satisfacer las necesidades
emocionales del niño sin comprometer su desarrollo personológico, etc. Todo esto es
susceptible de realizarse cuando la problemática parece estar referida a cualquiera de
las anteriores cuestiones, pero la madre -o la familia- es una persona esencialmente
sana desde el punto de vista emocional, sin mayores dificultades que le impidan asumir
responsablemente la educación de sus hijos, sin tener que necesariamente otra persona
influir sobre ella.

"Este tipo de proceder presupones que la madre sea emocionalmente capaz de


utilizar tales conocimientos en bien de su hijo y sin demasiada conmoción de su
propia personalidad" (Biermann, 676)

De lo anterior se deduce que el tratamiento focalizado en los padres presupone la


"normalidad" en los mismos. No obstante, tal conclusión no debe ser categórica en tanto
muchas veces la problemática del niño guarda relación con una figura parental
emocional y/o conductualmente alterada, y el desajuste del niño se deriva de aquí
directamente: un padre alcohólico o una madre neurótica son elementos con un elevado
potencial psicopatógeno sobre un niño y que no pueden ser resueltos con una simple
intervención educativa o de asesoramiento, que no vayan encaminadas a influir
directamente sobre los dinamismos y el mundo interno del padre perturbado.

En estos casos, resulta primario en la estrategia de intervención psicológica, focalizar


("Target") el tratamiento en la problemática de la figura parental perturbada, en aras de
habilitarlo en su funcionamiento como persona, para que de esta manera sea capaz de
influir después positivamente en el proceso educativo de su hijo. Aunque en este caso el
lector pudiese objetar que esto no es Psicoterapia Infantil propiamente dicha, es posible
que ésta sea la mas positiva forma de influir sobre el niño, aunque en este caso, le
corresponde un rol secundario, mucho menos protagónico,... a pesar de que sea el
principal beneficiario de sus efectos. En ambos casos, todo parece indicar que se busca
el bienestar del niño de manera indirecta, a través de un efecto "carambola", en que los
conocimientos, habilidades o la mejoría del funcionamiento personal de los padres
redunda en un beneficio psicológico del niño en cuestión.

En síntesis, resulta sumamente importante este tipo de intervención focalizada en los


padres, cuando las posibilidades de evolución del niño guardan estrecha relación con
actitudes y características personales de los padres. El padre sólo podrá enfrentar efec-
tivamente la formación de su hijo, una vez que haya resuelto una buena parte de sus
propios problemas y conflictos, una vez que ya haya alcanzado una cierta modificación
de su personalidad.

38
• Atención simultánea al niño y sus padres.

Es posible que ésta haya sido durante mucho tiempo la estrategia de intervención
preferida por los psicoterapeutas infantiles: mientras que por una parte es atendido el
niño por sus "alteraciones emocionales" ya sea de una forma individualizada o grupal -
dadas las características de su problemática-, por otra parte también son tributarios de
atención psicológica simultánea los padres. Esta participación de los padres puede
asumir los mas diversos matices:

• Los padres reciben información acerca de cómo va la evolución del niño y a


su vez brindan información al terapeuta acerca de cómo el pequeño se
manifiesta en el hogar; de igual forma son asesorados acerca de cómo
proceder con el niño, a la par que se ventilan dudas acerca de determinadas
formas de comportamiento manifestadas con el niño y qué hacer en este
caso. Se trata en esencia de una intervención de corte educativo y de
asesoría.

• Grupos de padres -como ocurre en las denominadas Escuelas de Padres-


reciben asesoramiento sobre temas generales de Educación, de Psicología
Infantil y problemas en la infancia; con posterioridad someten estos
contenidos generales a discusión, introduciendo progresivamente la
problemática de cada niño concreto y propiciando la discusión grupal con las
ventajas inherentes a cualquier psicoterapia de grupo (universalización,
comprobación de la realidad, ventilación de emociones, etc.) sin tratarse de
una forma específica de Psicoterapia de Grupo.

• Los padres son atendidos no sólo como padres del "niño con problemas",
sino ellos mismos en tanto "personas con problemas", con alteraciones
psicológicas o de relaciones interpersonales insatisfactorias que conspiran
contra su bienestar emocional y así tienen una incidencia negativa en la
atención al hijo. Se parte del supuesto de que antes de, o simultáneamente a,
ayudar al niño a resolver sus dificultades emocionales, tienen estos padres
que empezar por resolver sus propias dificultades emocionales. Los
terapeutas infantiles conocen por experiencia que en muchos casos, al
entrevistar a los padres una buena parte del tiempo éstos la dedican a hablar
de sus propios problemas, no tan sólo actuales sino aquellos referentes a su
propia infancia e historia personal.

Cualquiera de estas formas de participación puede asumir las mas diversas formas de
intervención psicoterapéutica: un mismo terapeuta puede atender al niño y a los padres
simultáneamente o utilizarse diferentes terapeutas que trabajen en “equipo”, en estrecha
interrelación. En cualquier caso, cuando se interviene simultáneamente sobre el niño y los
padres, el o los terapeutas deben recordar lo referente a que se trata de una relación
triangulada, en que tiene que tener en cuenta simultáneamente los intereses tanto del
39
niño, de los padres, como del sistema familiar en su conjunto.

• Atención conjunta al niño y sus padres

Los últimos años han sido testigos de una tendencia creciente en esta dirección. El
impetuoso auge de la Psicoterapia Familiar en las últimas tres décadas ha insistido en la
atención a la familia en tanto unidad, como sistema, mas que en la atención a lo que
ellos mismos llaman como el Paciente Identificado. Así, desde este punto de vista, el
terapeuta atiende conjuntamente al niño y sus padres, constata los estilos comunicativos
entre sus miembros, los mecanismos familiares característicos, las relaciones de poder,
los límites establecidos, las alianzas existentes, etc. y va "desmontando"
progresivamente aquellos mecanismos contribuyentes a la disfunción familiar y de aquí
contribuyentes a la alteración emocional del paciente identificado. En cualquier caso, no
es excluyente -y en ocasiones resulta necesaria- la posibilidad de brindar atención in-
dividualizada paralela a cualquiera de los miembros de la familia que así lo requiera,
siempre que ello no contribuya a agudizar el funcionamiento del sistema familiar.

En mi experiencia profesional personal tengo como norma –salvo excepciones


contadas demandadas expresamente por los padres- recibir conjuntamente a los
padres e hijos, centrando la atención en lo esencial en el niño, siendo a él o ella a
quien primero me dirijo y con quien establezco comunicación la mayor parte del
tiempo, sobre todo en los momentos iniciales de la entrevista,... la mayor parte de
los niños se sienten satisfechos con este proceder y devienen activos y
colaboradores protagonistas del proceso psicoterapéutico en tanto los padres no
pierden ocasión de tratar de intervenir y conducir las respuestas de sus hijos...

Existe también la posibilidad de realizar grupos psicoterapéuticos conjuntos incluyendo


varias familias, propiciando las ventajas de ambos estilos de intervención -la terapia
familiar y la terapia grupal-, pero al mismo tiempo potenciando sus riesgos, dada la
dificultad para manejar grupos terapéuticos grandes donde cada uno de sus subgrupos
no tiene una connotación de relaciones situacionales, sino que tienen toda una historia -
tanto retrospectiva como prospectiva- en común.

La atención conjunta a padres y niños puede ser utilizada también como recurso
ocasional en una estrategia mas general de intervención simultánea. De esta manera,
un terapeuta que utiliza, como recurso de intervención psicológica en niños, la
representación con títeres, puede programar contenidos específicos e invitar a los padres
no sólo a observar sino a participar en la dramatización; y viceversa, un psicoterapeuta
que utiliza como recurso de intervención en adultos, el psicodrama, puede auxiliarse de
los hijos de los miembros del grupo para dar mayor relevancia a determinados
contenidos dramatizados; una sesión de cine-debate terapéutico conjunta de padres e
hijos adolescentes puede resultar sumamente valiosa.

En cualquier caso, la forma de elección estratégica de intervención, en cuanto al papel


de los padres en la Psicoterapia Infantil, insisto, dependerá del caso concreto y su
40
problemática específica: niños con problemas sintomáticamente similares pueden
requerir procedimientos interventivos totalmente diferentes, derivados del estudio
diagnóstico previo y la valoración clínica del especialista o equipo terapéutico. Con
cualquiera de los procedimientos, eso sí, queda claro que la Psicoterapia Infantil no
puede estar al margen de una Concepción Sistémica, en que es posible influir sobre el
sistema, tanto interviniendo sobre sus componentes de manera aislada, como haciéndolo
de conjunto,... y es que el sistema mas importante en que está inmerso un ser humano
es la familia, de aquí la fuerza con que emergió hace ya décadas el Movimiento de
Terapia Familiar.

Terapia Familiar en Niños:

La terapia familiar ha tenido un notable impacto en las mas diversas corrientes del
pensamiento psicológico durante las últimas décadas -particularmente las décadas
comprendidas entre 1960 y 1980 fueron testigos de una gran proliferación de escuelas y
procedimientos de intervención familiar. Baste señalar solamente los procedimientos
interventivos derivados del enfoque psicoanalítico y de relaciones objetales que tiene
entre sus mas importantes figuras a A.C. Robin Skynner; los enfoques intergene-
racionales que tienen entre sus mas importantes figuras a James L. Framo e Ivan
Borszomengi-Nagy; los enfoques comportamentales con mención especial a la obra de
Patterson y su influencia en el Entrenamiento Conductual a Padres (Behavior Parent
Training, BPT) y la obra de Lo-Piccolo & Lo-Piccolo aplicados al tratamiento de las
disfunciones sexuales.

No obstante, la corriente mas importante en Psicoterapia Familiar es la representada por


el impacto de la Teoría de Sistemas con una proliferación de enfoques que a su vez se
multiplican en distintos -aunque no excluyentes- formas de ver la intervención familiar,
tales como el enfoque estructural propuesto por Minuchin y la variedad de enfoques
estratégicos propuestos por el grupo, y sus asociados, del Mental Research Institute
(M.R.I.), conocidos como el "Grupo de Palo Alto", con figuras de renombre tales como
Don Jackson, Gregory Bateson, Jay Haley, John Weakland y Virginia Satir, sin ignorar a
uno de los mas importantes precursores, de la Terapia Familiar, Nathan Ackermann,
pudiendo haber omitido a figuras no menos importantes.

El lector podrá entonces apreciar, dada la proliferación de literatura y enfoques8, que ser
un experto conocedor del movimiento de terapia familiar es casi dominar una segunda
carrera, de aquí que no pretendamos en el presente capítulo, agotar toda la información
al respecto, sino sólamente exponer los puntos de vista del autor.

8
Para obtener una visión sistémica general de estos enfoques, recomendamos al lector la lectura del
"Handbook of Family Therapy", editado por Alas S. Gurman y David P. Knirsken, Edit. Brunner Mazel,
1981, que en gran medida contribuyó a la elaboración de este epígrafe.
41
¿Cómo incluir a la familia en la atención psicoterapéutica a niños
emocionalmente alterados?.

Este interrogante constituye mi punto de partida al concebir el uso de la terapia familiar


en niños, pues al respecto son disímiles los puntos de vista:

Existen posiciones que han soslayado o minimizado el papel de la familia en la atención


psicológica al niño, tales como M. Klein quien enfatiza el papel del análisis individual del
niño y mantener lo mas alejado posible de éste a los padres, dándoles sólo una mínima
participación referida a tomar datos que sean de interés para la psicoterapia del niño y
comunicarles el tipo de información que el niño va a recibir y haciéndole los informes
periódicos sobre el curso de los acontecimientos. Los cambios familiares estarían dados
en lo fundamental por los cambios por los que fuera atravesando el niño o por la
posibilidad de que los padres se sometieran a análisis paralelo, lo cual en su conjunto
contribuiría al bienestar, pero sin que se "contaminasen" ambos procedimientos.

"...Por esta razón, uno de los resultados del análisis temprano, debe ser
capacitar al niño para adaptarse el mismo a la realidad" (KLEIN)

No es propósito de este texto la polémica o el análisis crítico de algún autor9, sin


embargo, si tuviera que tomar partido, defendería en esta autora la importancia del
trabajo directo con el niño, no importa cuál fuese su edad, tratar de comprender su
mundo interno y no ignorar las fantasías derivadas de éste, a la vez que lo acepto y
respeto en tanto "personita",...aunque no es éste el lenguaje científico empleado por la
autora.

Expresaría mis reservas, sí, con mantener a los padres apartados de la Psicoterapia,
pues es la familia el grupo básico, el contexto humano en que un individuo desarrolla su
existencia durante la mayor parte de su ciclo vital, siendo sumamente dependiente de
ella, sobre todo en los estadíos finales e iniciales de dicho ciclo vital. Esto no significa
que en los estadíos intermedios el individuo se independice de la familia, pues aunque
sólo dependa muy limitada y parcialmente de ésta para su autonomía, sigue ocupándose
y preocupándose de otros miembros que dependen de él, con lo cual esta dependencia
es recíproca, a la par que una buena cantidad de necesidades emocionales se satisfacen
en el contexto familiar.

Especulemos algo al respecto para ilustrar la omnipresencia de la familia en el ciclo vital


del ser humano: en los estadíos iniciales del desarrollo, un niño depende casi por entero
del mundo adulto (fundamentalmente sus padres y familiares y con especial significación
la Figura Materna) para la satisfacción de prácticamente todas sus necesidades. Su vida

9
Mas aún, siempre recomiendo a los estudiantes que al estudiar a algún autor, no importa cuál sea
su posición teórica y cuánto discrepen de la misma, antes de regodearse desde la posición del
"francotirador" en un análisis crítico, busquen algún elemento de valor y utilidad en su obra,... seguramente
lo encontrarán.

42
afectiva estará matizada por su pertenencia a determinada familia, la que deviene la
transmisora de valores, normas, vivencias y estilos habituales de comportamiento que se
incorporan con fuerza en la estructura de la personalidad: aquí el individuo tiene un nítido
rol de hijo de sus padres. A lo largo del decursar de la existencia individual en que el
individuo deviene crecientemente autónomo, se debilitan los vínculos inmediatos (no
tanto los mas mediatos como los afectivos y vivenciales que por lo regular acompañan a
los individuos a lo largo de su toda su vida, de su ciclo vital, a modo de silencioso e
invisible, pero no por ello menos operante "cordón umbilical") y el individuo deviene
crecientemente autónomo, lo cual puede lograr su máxima expresión en la segunda
mitad de la tercera década de su vida en que aún no tiene familia propia constituida, ha
logrado su solvencia económica y sus padres están aún fuertes y capaces de valerse por
si mismos. Sin pretender establecer límites temporales precisos, posiblemente éste sea
uno de los períodos de mayor autonomía e independencia del individuo, cuando no
existen elementos distorsionadores de este curso "normal" de la existencia.

Sin embargo, al crear familia y tener descendencia propia, esta autonomía se modifica,
todo plan o proyecto aparece mediado por la esperada responsabilidad parental,
decisiones importantes son desechadas, pospuestas o sólo parcialmente asumidas,
debido a que el individuo ha pasado a asumir el rol de padre de sus hijos haciendo
depender una buena parte de su quehacer del bienestar de sus hijos, con la consecuente
pérdida de independencia, a lo cual se añade que con frecuencia es aún dependiente
emocionalmente de su hogar paterno a pesar de haber constituido familia propia.

Las próximas dos décadas serán testigos de su creciente aumento de status ante la
vida,... pero no necesariamente de un aumento de su independencia. A pesar de que sus
hijos crecen y se van independizando, aún él se siente responsable, se preocupa y
ocupa por ellos, preocupación y responsabilidades que externamente podrían durar
hasta el momento en que sus hijos comienzan a construir sus propias existencias y
abandonan el hogar con la aparición del llamado "síndrome del nido vacío" en que
formalmente -aunque no íntima ni vivencialmente, tal y como le ocurrió a él mismo-
concluiría su rol de "padres de sus hijos",... aunque básicamente desde lo formal, mas
aún en la idiosincrasia del cubano común, sumamente gregario en lo referido a la vida
familiar.

La situación, no obstante, no es tan simple: mucho antes que los hijos se independicen
"del todo" -y el nido quede vacío-, los padres del individuo, al iniciar su camino hacia la
senectud, comienzan un proceso de declinación, ya no están fuertes, comienzan los
achaques y dependen crecientemente de los demás y entonces resulta necesario que el
individuo de haga cargo de ellos y asuma el rol de padre de sus padres, el que -para
agudizar mas aún su situación- se superpone, en ocasiones durante largos períodos de
tiempo con el de "padre de sus hijos". Este momento se corresponde con frecuencia con
la denominada "crisis de los 40s." en que el individuo se siente agobiado y evalúa que
todos le exigen y demandan algo, en tanto nadie se detiene a comprenderlo o ayudarlo,
apreciándose aquí lo que muchos han definido como posición “sándwich” en que el

43
individuo se siente atrapado entre las demandas que están “por encima de él o ella” (sus
propios padres) y las que están “por debajo de él o ella” (sus hijos).

Posteriormente el individuo comienza su propio declinar personal, con la consecuente


pérdida de autonomía y status, y en consecuencia de autoestima -mas aún en las
culturas occidentales en que la ancianidad regularmente no es venerada, sino por el
contrario relegada a un segundo plano cuando el individuo comienza a dejar de ser
eficiente- con lo que se convierte en hijo de sus hijos.

Esta especulación puede complicarse mas aún, pues muchos de estos roles son
fácilmente superpuestos. Así hay adultos sumamente inseguros, que con mas de medio
siglo de existencia se siguen sintiendo "hijos de sus padres", o viceversa, ancianos
sumamente dominantes que asumen inflexiblemente su rol de “padres de sus hijos” aún y
cuando ya éstos hace mucho tiempo son personas que “peinan canas” y son capaces de
valerse por si solos y de ser personas de logros y reconocimiento social, o mujeres
sumamente dependientes y demandantes de apoyo emocional que devienen en "hijos de
sus hijos" desde que éstos aún son muy pequeños y los hacen responsables de su
felicidad desde estadíos muy tempranos,... en todos los casos con el consecuente
impacto o efecto sobre el otro.

¿Hacia dónde queremos llegar con esta reflexión especulativa?: al hecho esencial de
que toda la vida de un individuo transcurre en un contexto familiar, a que la familia es el
grupo humano en que se satisface la mayor parte de las necesidades de un individuo
(atención material, afecto, seguridad, etc.) a que la familia es el contexto en que por
excelencia se conforma la personalidad de un individuo tanto con una connotación
positiva como negativa y que tanto la génesis de muchos de sus problemas como las
potencialidades de lograr mayores niveles de salud y bienestar radican precisamente en
la institución familiar. De aquí que sin intervenir sobre las pautas de comunicación y los
estilos educativos de determinada familia, sea sumamente difícil -aunque no imposible tal
y como hacíamos referencia con anterioridad- lograr cambios y sobre todo mantenerlos
en un niño que sea atendido psicoterapeúticamente y que depende extraordinariamente
de su familia, sobre todo en los estadíos iniciales de su desarrollo.

Por otra parte resulta pertinente el reflexionar acerca del hecho de que en algún
momento se ha considerado a la terapia familiar, al ser concebida ésta como el mas
importante grupo humano, como una forma peculiar de Psicoterapia de Grupo. Sin
embargo, la familia no es un grupo mas, es acorde a lo expuesto el mas importante
grupo humano, y su existencia no está limitada a un espacio temporo espacial
determinado -como cualquier psicoterapia de grupo- y los vínculos entre sus miembros
no son ocasionales, sino que se trata de un grupo con una extraordinaria continuidad
temporal, tanto en lo referido a la historia precedente que (incluye múltiples
generaciones10) como en la dimensión temporal futura en que esta familia se seguirá
10
Al respecto es importante reflexionar que en el contexto cubano en particular el concepto de "familia
nuclear" regularmente está sesgado por la convivencia de varias generaciones (inclusive no es infrecuente
que convivan hasta 4 generaciones bajo un mismo techo y jugando múltiples y complejos roles.
44
desarrollando. De aquí que cualquier intervención sobre la familia deba tener en cuenta
esta realidad y no actuar sobre ella como si fuera un grupo mas, sino tomar en cuenta
que se trata de un grupo sui generis, con una continuidad temporal que puede ser
dañada por la torpeza o incapacidad de un terapeuta que obvie su responsabilidad ética
ante el hecho de que estas personas continuarán interactuando mucho tiempo después
que el proceso de la psicoterapia haya concluido.

"La terapia de grupo usualmente contiene personas que no se conocen unos


a otros antes de la terapia y que seguirán sus propios caminos separados
después de la terapia,... las familias tienen una historia de interacción y una
expectativa de interacción e independencia. Así, el poder político que es tan
apasionadamente debatido en los conflictos familiares tiene sólo una pálida
contraparte en los grupos terapeúticos ordinarios. Lo que ocurre en dichos
grupos, puede concluir al cierre de cada sesión; lo que ocurre en una sesión
de terapia familiar puede tener consecuencias profundamente deseables o
indeseables.... (Gurman).

Lo expuesto hasta aquí resalta elementos que avalan la importancia de la familia como
factor psicoterapéutico en la atención al niño psicológicamente alterado, ya sea a través
de cualquiera de las vertientes en psicoterapia familiar o a través de tratamientos
simultáneos a los padres, ya sea mediante procedimientos grupales como las escuelas
de padres o a través de la atención psicológica individualizada referente tanto a los
problemas del niño como a los problemas propios de los padres. Esto posiblemente
justifique el hecho de que al hablar de atención psicoterapéutica infantil abunde la
literatura referida a psicoterapia familiar y sea mucho mas limitada la referida a la
atención psicoterapéutica al niño propiamente dicho, y esto elicita una necesaria
reflexión:

Es un hecho cierto que la atención psicológica al niño emocionalmente alterado


presupone atender su contexto vital, fundamentalmente su contexto familiar,
fundamentalmente por razones a las que ya nos hemos referido. Sin embargo, desplazar
el acento del niño a la familia, descuidando la atención directa individualizada a aquel,
puede conducir a "cosificar" al niño, a ignorar su mundo interno y su participación
protagónica en una determinada problemática, a lo cual hacíamos referencia en el
Capítulo inicial,... sobre todo, teniendo en cuenta que la razón que justifica la psicoterapia
es el motivo de consulta por el que los padres traen al niño, o retomando la afirmación de
Leo Kanner, el "boleto de entrada". No atenderlo a él directamente significa tanto
descuidar su valía personal en tanto ser humano, al devaluar o ignorar su mundo interno,
como defraudar las expectativas de los padres acerca de que el niño debe ser
atendido,.., aunque ello posiblemente se deba a la opinión prevaleciente existente en la
población acerca de que la atención psicológica es similar a la atención médica en que
es necesario hacerle pruebas clínicas y análisis para conocer el estado de salud del niño,
reclamándose así mismo que el psicólogo "vea" al niño:

45
Al respecto, son múltiples las anécdotas recurrentes que los psicoterapeutas
infantiles pueden referir:

Muy recientemente me comentaba una madre en el consultorio: "antes de venir


aquí yo atendía al niño con la psicóloga 'X...' ella era muy buena y muy seria, pero
sólo hablaba conmigo y con mi esposo, me sugería lo que tenía que hacer con el
niño y me preguntaba cómo iba marchando la cosa,... pero nunca conversó con el
niño mas que unas pocas palabras". Casualmente ese mismo día, conversaba con
una madre que solicitaba la atención a su niño y yo le solicitaba que viniera con el
padre del niño para realizarle una entrevista inicial conjunta, ponía cara de
decepción y me interrogaba '¿y no me va a ver al niño?".

No se trata de satisfacer o complacer las expectativas de los padres, sino por el


contrario, de respetar el derecho del niño a ser escuchado, ya sea lejos de la censura o
reprobación de los padres o (¿y?) en presencia de éstos, con lo cual se le facilita al
terapeuta "de primera mano" la posibilidad de conocer directamente la problemática del
niño y constatar el grado de objetividad del Motivo de Consulta referido por los padres.
Las posibilidades terapéuticas que brinda la intervención familiar no deben excluir, sino
por el contrario complementar el trabajo directo, cara-a-cara (face-to-face) con el niño,
brindándole todas las oportunidades (de confidencialidad, aceptación, respeto por la
individualidad, etc.) que habitualmente brinda la psicoterapia individual en el consultorio
al usuario adulto, el cual es un espacio -a mi modo de ver- insustituible para el
enfrentamiento de problemáticas que afectan muy íntimamente al individuo y en la cual
están implicadas personas muy cercanas a él, con las cuales preferiría "no tener
problemas", al menos hasta sentirse preparado para ello y que las consecuencias sean
lo mas favorables posibles.

Como todo procedimiento en Psicoterapia, el especialista que haga uso de técnicas de


intervención familiar debe hacerlo, no como la panacea o remedio universal, sino a partir
de los requerimientos del caso concreto y de aquello que parece ser aconsejable para
dar respuestas a los requerimientos del "problema" del paciente. Reiteramos una vez
mas que si bien resulta válido el hecho postulado por las diversas corrientes de terapia
familiar de que la unidad básica de tratamiento es la familia, y su propósito debe ser
lograr la optimización de su funcionamiento para lograr el bienestar de sus miembros,
ello no debe excluir el trabajo directo e individualizado con el niño.

Esto es particularmente importante para aquellos psicoterapeutas que tienen dificultades


o pocas habilidades para el trato y comunicación con los niños y prefieren la interacción
con los adultos a partir de una lógica común,... pero al limitar su comunicación con el
niño, limitan también sus posibilidades de influir sobre él, dejando esta influencia de
manera mediata en manos de los propios padres.

A pesar de los riesgos y complejidades que entraña para cualquier psicoterapeuta


implicarse en la dinámica familiar, hacerlo resulta tentador y desafiante para la mayoría
de los especialistas. Sin embargo, su materialización debe incluir un serio análisis ético
46
acerca de su conveniencia objetiva, sin ignorar la disposición y voluntariedad de todos
los miembros que participarán, incluidos los niños y adolescentes. Con los adolescentes
en particular resulta muy importante pedir su disposición para participar, así como
motivarlos con los beneficios que de este tipo de actividad puede extraer. (GURMAN)

En cualquier caso la intervención familiar en Psicoterapia debe contribuir a optimizar el


funcionamiento de la familia en tanto unidad básica de tratamiento, pero sin descuidar la
atención a las necesidades individuales de cada miembro, esclareciendo los principales
conflictos, ofreciendo vías alternativas de enfrentamiento a los problemas, fomentando
los patrones de comunicación, etc.

Como señalábamos con anterioridad, de la misma manera que un individuo no puede


comprenderse al margen de la comprensión de su Historia, posiblemente tampoco pueda
comprenderse una familia al margen de la comprensión de su historia, y ësto ha sido
objeto de peculiar interés en muchas corrientes de Terapia Familiar. Esta historia puede
ser lo que explique muchos de los conflictos actuales y los patrones disfuncionales de
relación familiar, en conjunción con las influencias culturales actuales presentes, y es
importante que el terapeuta lo conozca y comprenda.

La significación de la historia para la comprensión de una determinada familia es lo que


ha llevado a muchos psicoterapeutas en su práctica profesional a insistir -de igual
manera que se insiste en el conocimiento de la biografía personal de un cliente, en su
anamnesia-, en una Metodología de Reconstrucción de la Historia Vital de la
Familia, siguiendo el árbol genealógico (genograma), pues acontecimientos ocurridos
mucho tiempo atrás, en otras generaciones inclusive, pueden tener un efecto potencial
negativo en el aquí ahora de la familia y del niño concreto con que se está trabajando:

"Yo sé que tengo que ser mas cariñosa con el niño, pero es que yo soy una
persona muy poco expresiva y me cuesta mucho trabajo decirle cuánto lo
quiero,... yo recuerdo que mi mamá también era así y ella me contaba que la
culpa de todo la tenía mi abuela. Mi abuelo la abandonó cuando ella estaba
embarazada de mi mamá y entonces fue mi mamá quien pago los "platos
rotos" y las consecuencias toda su vida,... la pobre, ¡sufrió tanto!. (testimonio
de una madre).

Para el especialista entrenado en la atención psicoterapeútica infantil, resulta conocido el


hecho de que durante las entrevistas iniciales, en que se intenta la construcción de la
biografía del niño y los factores influyentes en la misma, la persona entrevistada,
regularmente la madre, comienza progresivamente a referirse mas que a la historia
personal del niño, a su propia historia personal haciendo hincapié en sus años
tempranos, su infancia y los conflictos que tuvo que afrontar en aquella época. La forma
en que la madre experimentó su vida durante aquellos períodos adquiere así, a los ojos
del terapeuta una gran significación por su influencia sobre la problemática actual del
niño.

47
Por último, un enfoque sistémico de la Psicoterapia familiar no debe obviar el hecho de
que la familia no sólo interactúa con el individuo, sino tomar en cuenta que esta familia se
desarrolla en determinada cultura, bajo determinadas condiciones socioeconómicas y
sociopolíticas y en determinado momento socio-histórico, en determinada comunidad, lo
que en su conjunto de una u otra forma matiza el estilo de vida y relaciones actuales de
cada familia en particular,

A su vez la cultura puede influir directamente sobre el individuo en la conformación de


su personalidad, sus normas, valores y estilos de vida mas allá de los valores que
preconiza su familia y producir conflictos importantes al enfrentarse contradicciones
inclusive de principios tal y como ocurre en los mas agudos conflictos
intergeneracionales.

Ello significa, en síntesis, que de la misma manera que un terapeuta acepta el papel
modulador de la familia sobre el psiquismo individual, asume también una posición
sociohistórica y concibe tanto la disfunción como los desajustes emocionales
individuales en una compleja interrelación con la cultura, la historia y el momento
cronológico peculiar en que brinda sus servicios.

No queremos concluir el presente capítulo sin recalcar -aunque sea reiterativo- el papel
medular de la familia para la existencia individual. La brillante afirmación de Engels de
que la familia es "la célula básica de la sociedad no es una simple consigna o
slogan: la familia es a la sociedad lo que la célula al tejido, de igual manera que no
es posible la existencia de tejidos sanos si las células están enfermas, tampoco
puede haber sociedad sana si la familia está enferma. No obstante, la comprensión y
conocimiento de la familia no agota la necesidad de comprender las necesidades y los
dinamismos individuales de sus miembros, en particular los niños, portadores de un
elevado potencial de desarrollo. A ello nos referiremos a continuación.

La importancia de comprender al niño y su sintomatología para la Psicoterapia


Infantil

¡¿Ir al psicólogo,
para qué si yo no
estoy loco?!

48
¿Cuántas veces no ha escuchado usted esta expresión?,... si hiciéramos una encuesta
sobre cuál es la percepción que tiene la población sobre lo qué hace un psicólogo, tal vez
nos encontremos con mucha frecuencia con la opinión plasmada en la afirmación
anterior, tal vez uno de los mas rígidos y estigmatizantes estereotipos que se tiene
sobre la profesión: Hay personas que no van al psicólogo o psiquiatra, aún sabiendo que
necesitan ayuda especializada para afrontar uno u otro tipo de problemática que
comprometa su bienestar, sólo por no ser tildado de “loco” o “estar mal de la cabeza” ,...
y aún decidiendo acudir a buscar dicha ayuda, lo hacen evitando por todos los medios
que los demás se enteren.

En mis años de estudiante, cuando nos correspondían clases prácticas de


Psicopatología en Instituciones Psiquiátricas y a alguno de nosotros, se nos ocurría
comentar “¡hoy vamos a ver a los locos!”, éramos inmediatamente reprendidos por
nuestros profesores11 que nos rectificaban de inmediato “¡locos no,... enfermos!”,
con lo que se eliminaba la connotación peyorativa de la palabra, pero aún se
continuaba concibiendo el accionar de la profesión dentro del ámbito de la
Enfermedad Mental.

Afortunadamente la percepción ha ido cambiando y la creciente cultura sanitaria


alcanzada por la población ha permitido que se comprenda que al psicólogo puede
asistirse no por estar enfermo, sino por estar afrontando una situación problemática que
afecte o comprometa su bienestar o sencillamente para buscar orientaciones que
potencien u optimicen su funcionamiento cotidiano.

Pero es indiscutible que durante mucho tiempo las acciones de intervención psicológica
se han visto permeadas por el Modelo Medico: las personas acuden al especialista para
que les "curen" un síntoma o le "diagnostiquen" una enfermedad, el propio
psicoterapeuta se siente atrapado por el inmediato e insistente requerimiento que
demanda el paciente de él que le "quite" o solucione su problema. Los estudiantes de
Psicoterapia son los primeros que ante sus primeros casos, con un pensamiento de
“recetario”, formulan la interrogante de "¿qué tipo de psicoterapia tengo que hacer para
resolverle el problema a esta persona?". Ello denota la prevalencia de un estilo de
pensamiento mucho mas centrado en el síntoma, en el problema, que en la persona que
es portadora del mismo:

Una madre con un hijo con dificultades -escolares, emocionales o comportamentales-


acude al especialista reclamando que le diga si lo que su hijo tiene es enfermedad o
"sinvergüencería", para entonces saber ella cómo comportarse: "Sí está enfermo se lo
justifico todo, pero si no,... ¡qué se prepare!". Incluso los propios términos de "terapeuta",
11
¡Brillantes profesoras, por cierto, María Elena Solé y Nury Teresa Cao
49
"paciente", "enfermedad", "tratamiento", etc., tienen una notable influencia del Modelo
Médico, y pocas veces los psicoterapeutas logran librarse de tal influencia.

El modelo médico, sin embargo -a pesar de los indiscutibles elementos de valor que
posee, como es su connotación taxonómica que toma en cuenta parámetros orien-
tadores tales como la etiología, organización sindrómica, valoración del curso y
pronóstico y tratamiento recomendables, etc.-] no cubre todos los requerimientos y
especificidades de la intervención psicológica, en que es necesario tomar en cuenta no
sólo el cuadro clínico específico, sino dar respuesta a interrogantes tales como: ¿Quien
es el individuo concreto tributario de atención psicológica?, ¿en qué momento concreto
de su Ciclo Vital se encuentra?, ¿en qué contexto familiar y sociocultural desarrolla su
vida cotidiana?, ¿qué función desempeña su problemática en su vida cotidiana?, etc. De
aquí que la respuesta a interrogantes tales como ¿Cuándo una persona está alterada
psicológicamente y cuando no?, ¿qué tipo de tratamiento resulta mas efectivo para
determinado tipo de alteración?, no tengan respuestas universalmente aceptadas, sino
que dependen en lo esencial de la valoración clínica de la persona concreta y su
situación concreta, todo ello coherente con una concepción ideográfica.

Esta afirmación adquiere especial significación en la población infantil y adolescente,


pues:

-un comportamiento extremo como la agresividad puede ser, en un niño,


expresión de un marcado desajuste psicológico, en tanto en otro niño puede
resultar un efectivo mecanismo de adaptación si se valoran los contextos
concretos en que ambos niños desarrollan sus existencias y los requerimien-
tos y desafíos que dichos contextos les imponen.

-una severa manifestación de desajuste, tales como una timidez excesiva


puede evolucionar muy favorablemente en un niño en un contexto grupal, en
tanto en otros niño dicho contexto puede ser sumamente nocivo -o iatrogénico
para seguir utilizando las ventajas conceptuales del modelo médico- el uso de
tales procedimientos.

-una misma expresión psicológica, tales como una asertividad excesiva y el


rechazo desafiante a la autoridad adulta, puede ser muy "patológica" en un
niño, en tanto en otro niño puede ser sumamente “normal” y “natural” cuando
convive en un medio sumamente hostil, en el cual, metafóricamente, perece si
no asume tales posturas. De igual manera esta asertividad o autoafirmación
en un adolescente resulta expresión normal del desarrollo,... tal vez la
insuficiencia o ausencia de la misma sería lo atípico, para un ser humano en
este momento del Ciclo Vital.

-un niño con una alteración muy severa puede requerir largos períodos de
tratamiento para obtener cierta mejoría, otro con una problemática similar
puede llegar a una evolución espontánea sin mayores complicaciones en su
50
vida adulta, de acuerdo a las situaciones concretas, únicas, a que sea
expuesto que incluyen las posibles contingencias del desarrollo pero que no
ignora su estructura psicológica individual.

¿Hacia donde queremos llegar en nuestro análisis?, al hecho de que aunque las
demandas de atención clínico psicológica infantil son sumamente frecuentes, e incluso
necesarias, ello no siempre -ni siquiera mayoritariamente- resulta indicador de que el
niño es portador de una "enfermedad" o de cierto grado de alteración psicológica severa.

Una correcta comprensión de las complejas y dinámicas relaciones entre la salud y la


enfermedad mental (válida para la salud y la enfermedad en su acepción mas general),
en que ambos polos de la problemática no sean concebidos desde posiciones
diametralmente opuestas y excluyentes, resulta sumamente valiosa desde el punto de
vista metodológico para las acciones profesionales del especialista que trabaja en el
campo de la Psicoterapia Infantil.

"Numerosos estudios han demostrado el hecho de que la mayoría de los


niños presentan problemas psicológicos aislados en uno u otro momento y
que muchos tienen períodos transitorios de perturbaciones emocionales o
dificultades comportamentales. En una considerable extensión, éstos son
parte y parcela del desarrollo y no son en si mismos una causa de
preocupación"

Y mas adelante:

"...En su mayoría, las alteraciones no constituyen enfermedades que sean


cualitativamente diferentes de la normalidad. Existen unas pocas condiciones,
tales como el autismo infantil, las cuales podrían ser conceptualizadas
enfermedades en este sentido, pero ésto no es cierto para la gran mayoría de
las alteraciones. La mayoría de las condiciones difiere
CUANTITATIVAMENTE de la normalidad en téminos tanto de severidad como
de limitaciones asociadas, pero pequeñas variaciones de la misma cosa
pueden ser encontradas en muchos niños esencialmente normales" (Rutterd,
16-17)

Muchas de las preocupaciones referidas por los padres acerca de sus hijos pueden
resultar perfectamente "normales" desde este modelo, partiendo del hecho de que:

un aparente "problema" puede no ser mas que la expresión de una crisis


normal del desarrollo, tal y como ocurre en los períodos ocasionales de
autoafirmación y aparente rebeldía e incluso comportamientos disociales;

un aparente "problema" puede no ser mas que la expresión comportamental


de factores hereditarios y contextuales que dinamizan el comportamiennto de
un niño, por lo demás sano: tal y como ocurre en algunos niños sumamente
51
"sanguíneos" que son erróneamente calificados como hiperactivos, pero que
son capaces de desarrollar una vida normal, con un buen nivel de aprendizaje
e integración social;

un aparente "problema" puede no ser mas que la adecuada respuesta de


adaptación de un niño ante un ambiente hostil y que demanda de él una activa
movilización de sus recursos si es que quiere subsistir en ese medio.

En cualquier caso, el límite entre un problema común y natural del desarrollo del niño y
una clara alteración psicopatológica, no constituye una clara línea de demarcación entre
lo sano y lo enfermo, sino que constituye una amplia franja donde no sólo coexisten
aspectos indicadores de alteración psicológica con aspectos indicadores de normalidad,
sino donde, al mismo tiempo radican las fuerzas potenciales que pueden determinar que
un niño tienda a la normalidad o tienda a la agudización o patologización de su
problemática.

"Salud y enfermedad deben verse como una unidad y lucha de contrarios,


donde hay momentos en que coexisten aspectos desintegradores y morbosos
en el individuo, con aspectos integradores y armoniosos. Cuando predominan
los aspectos integradores hablamos de salud; en tanto cuando priman los
aspectos desintegradores nos referimos a la enfermedad. Concebir de este
modo, dialécticamente, la salud y la enfermedad nos da elementos para
comprender como un sujeto sano puede presentar tendencia a la enfermedad
y cómo un sujeto enfermo puede presentar tendencia al restablecimiento o
mejoría". (Alonso, Armando y Roca, Miguel, 14).

Es decir, que el hecho de que alguien concurra a buscar ayuda psicológica no


necesariamente es un indicador de que exista una enfermedad o cuadro psicopatológico
severo tributario de atención psicológica. Y a su vez, el hecho de que no exista una clara
alteración psicopatológica no debe conducir a la conclusión anticipada de que la persona
no es tributaria de atención psicológica. Lo cierto es que cuando el niño es traído a
consulta, es porque detrás de ello, alguien está preocupado y necesita o demanda
atención. Identificar la magnitud de la preocupación y determinar qué es lo que procede
hacer corresponde al especialista, quien, para ello, debe comprender, con la mayor
claridad posible, cual es la problemática del niño.

al hacer esta afirmación estamos haciendo alusión a la necesaria unidad entre


diagnostico y psicoterapia, en que para intervenir psicológicamente sobre una persona
es necesario conocer ¿quien es y cuál es su problema?. De igual manera que no se
concibe esta relación como unilateral, sino como bilateral, asumiendo que a la par que el
proceso diagnóstico orienta y dirige al proceso psicoterapeútico, el propio proceso
interventivo va perfilando mejor la comprensión diagnóstica del individuo en cuestión,
deviniendo reformuladora de nuevas vías de intervención. Ello refuerza la afirmación de
Gordon & Davidson acerca del hecho de que "la distinción entre evaluación y

52
psicoterapia a menudo no es clara, en muchos casos ellos son una y la misma cosa"
(GURMAN, p. 526).

Trátese o no de una enfermedad o un problema menor, los reclamos del cliente al


especialista persiguen uno u otro propósito al que éste está convocado a dar respuesta:
ya sea una severa alteración psicopatológica del niño, una crisis existencial de éste o el
uso de su problemática para que alguien intervenga sobre una problemática mas aguda
tales como la severa disfunción familiar. En cualquier caso, el psicoterapeuta infantil está
obligado a dar una respuesta asistencial en función de la sintomatología concreta del
niño y su contexto concreto.

Al respecto, aún tienen vigencia las afirmaciones de Leo Kanner, acerca de que el
síntoma, es decir aquello por lo que se solicita la ayuda de un especialista sirve para
diferentes funciones, las cuales comentaremos brevemente, sin concluir que sean las
únicas posibles, pero si tratando de instruir al especialista en la multiplicidad de
implicaciones funcionales que puede tener una determinada sintomatología en un
determinado sistema:

1.- El síntoma es un Boleto de Entrada, indicador de que existe un problema


que debe ser estudiado, o de que a alguien le interesa que sea estudiado y
que no es necesariamente declarado en toda su objetividad desde el inicio.
Ello significa que el terapeuta no debe dar crédito absoluto a las razones
(Motivo de Consulta) por las que alguien busca su ayuda, sino que debe estar
abierto a la posibilidad de que tras este Motivo de Consulta existen otras
razones, posiblemente mas importantes que aún no han sido declaradas y
que posiblemente sean la verdadera razón por la que alguien reclama su
atención. Así, cuando una madre comienza a referirse, durante los primeros
momentos de la consulta a su preocupación por la desobediencia de su hijo,
subrepticiamente se va deslizando a sus propias dificultades y conflictos
personales como pueden ser la insatisfacción de sus expectativas no sólo
hacia el niño, sino incluso hacia su propia vida personal y familiar.

Los terapeutas avezados conocen que con frecuencia no resulta necesario


llegar al "juego" de preguntarle a los padres las razones por las que traen al
niño a consulta, sino que en la medida que se recogen los datos generales,
particularmente en las áreas conflictivas (familia, escuela, relaciones
interpersonales, etc.), la información y los motivos reales fluyen con facilidad
dirigiendo el curso de la entrevista. En mi experiencia personal he preferido
seguir este procedimiento y al terminar la entrevista pregunto "ingenuamente":
¨Bueno, vamos a terminar en el día de hoy por donde habitualmente se
empieza, "¿qué le hizo venir a buscar la ayuda de un especialista?". Ante esta
interrogante, la persona regularmente responde: "¡es que ya se lo he dicho
todo!",... y le ahorro expresiones tan poco precisas como "está muy agresivo",
"no quiere dormir solo", "tiene problemas en la escuela", "no le gusta jugar con
niños de su edad, etc. y que en última instancia no son mas que la cara visible
53
de problemáticas mucho mas severas, que no necesariamente están
directamente implicadas en la existencia del niño.

2.- El Síntoma puede ser una señal real de que algo no marcha, o marcha
mal en el niño. Ello significa que no se debe menospreciar la aparente
insignificancia de la sintomatología referida, sino que resulta necesario
indagar mas en la problemática real del niño: la madre que utiliza la
"majadería" del niño para tener acceso al especialista por su propia
preocupación o sufrimiento personal, posiblemente desconozca el sufrimiento
real del niño y cuánto puede estar comprometido el desarrollo personal de
éste. También aquí el especialista debe ir mas allá de lo que la madre refiere y
penetrar en el mundo interno del niño para indagar si su desajuste es sólo una
manifestación externa o comportamental que preocupa o molesta a las
personas a su alrededor o si realmente algo no marcha en él y está lacerando
su bienestar personal y la sensibilidad de su mundo interno.

3.- El Síntoma puede actuar como válvula de seguridad para dar salida a las
tensiones acumuladas ante una situación intolerable. Así, cuando el niño se
comporta "majadero", la madre se irrita, grita,... el niño se ofende porque se
siente maltratado y se rebela gritando desafiantemente, en tanto el padre
interviene brusca y autoritariamente. Todo ello en su conjunto puede ser una
salida de las tensiones acumuladas y que el síntoma permite ventilar, aunque
por vías alternas no necesariamente eficaces, pero si paliativas para
conservar así el precario equilibrio del sistema.

4.- El Síntoma puede ser un medio para solucionar los problemas


existentes,... aunque no necesariamente de la forma mas eficaz o adaptativa.
Significa ello que el terapeuta debe estar muy al tanto, no sólo de comprender
la manifestación del síntoma, sino comprender la función a la cual sirve éste,
es decir, su para qué -aunque ésto no siempre, ni tan siquiera
necesariamente sea siempre conciencializado por el niño- Así, la "majadería"
del niño puede servir como un DISTRACTOR de los reales problemas
existentes en el hogar, o un reclamo de la atención perdida tras el nacimiento
de un hermanito o cualquier otro evento ambiental que haya reestructurado la
dinámica familiar y el niño sienta que ha perdido un espacio o determinadas
prerrogativas en le misma.

5.- El Síntoma es una molestia o fastidio para alguien. Cualquier


manifestación comportamental de un niño puede permanecer inalterable y sin
mayores consecuencias en un determinado contexto mientras que a nadie le
preocupe o moleste, sin embargo, una vez que a alguien le preocupe,
disguste o irrite, puede ser razón suficiente para referirlo a la atención de un
especialista.

Un ejemplo característico de esto puede ser la presencia de “manías”


54
(manierismos de uno u otro grado de intensidad) en los niño(a)s, tales
como los movimientos de los hombros, el hurgarse en las narices u
oídos, el “enroscarse” el pelo con los dedos, la emisión de slgún
sonido como “garrasperas” o tos nerviosa, etc.,... con frecuencia estas
manifestaciones pueden pasar inadvertidas o ignoradas por los
familiares, pero al llegar a determinado nivel de frecuencia y/o
intensidad, ya no pueden ser ignoradas e incomodan a los familiares
que, entonces, llegan a presentar una susceptibilidad exagerada ante
las mas mínima expresión de la “manía” y es este el momento en que
deciden traer al niño a consulta.

Es posible que a una madre no le moleste en lo absoluto, ignore o prefiera no


ver, la "majadería" de un niño, pero los constantes reclamos de los demás a
su alrededor son los que la compulsan a buscar ayuda especializada.

Posiblemente uno de los aspectos a los cuales mas atención debe prestar un
terapeuta es precisamente la comprensión de la función del síntoma, el
identificar cómo el mismo se manifiesta en su contexto concreto, saber quién y
por qué está preocupado por el niño, saber si está preocupado ahora o desde
hacia tiempo, e identificar quién (o quiénes) y cuánto gana o pierde con el
síntoma referido.

• Boleto de Entrada
• Señal real de que algo no
marcha, o marcha mal en
el niño
• Válvula de seguridad
• Medio para solucionar los
problemas existentes,...
FUNCIONES DEL • Molestia o fastidio para
SÍNTOMA: alguien

55
Como podrá apreciar el lector, el síntoma no tiene funciones aisladas, sino que las
mismas se pueden interferir o condicionar entre sí, aportando cada una, en el marco del
conjunto, una mayor comprensión para el terapeuta acerca del problema que tiene que
ser estudiado, y para el cual se demanda de él una solución.

Entendiendo al niño como un ser en desarrollo.

No obstante lo expuesto hasta aquí, es importante que el terapeuta infantil asuma que él
no atiende síntomas ni problemas, sino a niños portadores de los mismos, lo que
presupone entender al niño que es su principal usuario y la razón de ser de su
quehacer profesional.

Entender la problemática de un niño presupone concebirlo en tanto individualidad en


desarrollo, lo cual significa que el psicoterapeuta infantil debe estar calificado en la
comprensión del desarrollo normal y patológico del niño, a la par que debe ser capaz de
identificar las variaciones en este patrón de desarrollo derivado de las diferencias
individuales y los factores externos socioculturales que puedan introducir determinado
sesgo o grado de variación.

Una productiva forma de proceder en el ámbito psicoterapéutico para facilitar la


comprensión por parte de los implicados, ¡incluido el propio psicoterapeuta!, de la
significación de los procesos de desarrollo en la vida de las personas, es apelar a la
siguiente interrogante y consecuente reflexión, así como sus posibles respuestas:

¿Recuerda usted su pasado?, ¿puede usted representarse qué ha ocurrido en su


vida desde las mas tempranas etapas de su infancia hasta la actualidad,. ¡¿cuántas
cosas no han cambiado?!,... aunque usted es el mismo en esencia hay muchas
cosas que han cambiado, unas para bien, otras para mal, unas apenas
imperceptiblemente, otras dramáticamente,... tanto que a usted mismo le costaría
trabajo reconocerse. Pues bien, ello ocurre así con todos los seres humanos,
incluido su hijo(a).

Y es que entre los atributos que distinguen al hombre no se encuentra la estaticidad –y


no estoy diciendo nada nuevo, ya la dialéctica antigua lo expresó con nitidez: “nadie se
baña dos veces en el mismo río”- por el contrario, son los cambios los que distinguen al
hombre, no importa que sean sutiles o muy evidentes, específicos o muy generales,...
ellos van siempre a acompañar al hombre a lo largo de todo su Ciclo Vital –uno de los
conceptos que mas relevancia y popularidad ha alcanzado en la práctica científica y
profesional de los psicólogos en las últimas décadas, alterando su existencia de una
forma u otra, para bien o para mal, con la participación de la persona o sin ella, gústele o
no.

Tener una Cosmovisión del desarrollo humano en general, y de la población infantil y


adolescente en particular, resulta una valiosa ayuda para la práctica profesional de la
56
psicoterapia con las personas de estos grupos etáreos, pudiendo ayudar en muchas
direcciones (Hoffnung), pero sobre todo en la dirección de tener una postura optimista
realista.-¡no el peligroso optimismo ingenuo!- de que un niño puede cambiar, para bien, si
se encuentra a lo largo de su vida las condiciones que potencien su bienestar,... y en esto
los adultos que le rodean tienen una alta responsabilidad. En cualquier caso, comprender
al niño como ser en desarrollo puede traer importantes ventajas:

Permite tener expectativas realistas sobre cada niño o adolescente en particular: tan
ingenuo y contraproducente puede resultar exigir un alto nivel de independencia y
autonomía a un niño de tres años, como exigir docilidad absoluta a un adolescente de
quince. Y todo ello, además y no por eso menos importante, en un contexto socio-
histórico-cultural-económico concreto para cada generación. Desconocer lo anterior
puede conducir a una práctica profesional aislada de la realidad de los niños y
adolescentes a quienes atiende

Al adulto que fue joven en los años 60s., que asumió los valores del movimiento
“hippie”, le puede parecer muy natural el pelo largo, los pantalones estrechos o
corte “tubo”, o no bañarse en semanas (¡aunque tal vez ahora, casi cuatro
décadas después reniegue de y repruebe aquellos comportamientos!), pero no
comulga con la idea de pintarse los pelos de verde, abrirse un agujero en la oreja
o ¡tatuarse!. Y es que cada generación tiene su sello distintivo,... aunque las aguas
mas temprano o mas tarde tomen su nivel: tener claridad de ello no va a limitar las
inevitables fricciones cosmovisivas generacionales, pero va a facilitar la aceptación
y el diálogo tan necesarios para promover una óptima integración social de las
nuevas generaciones en el futuro.

Como consecuencia, el terapeuta sabe –y puede enseñar a los padres- cómo responder
a la conducta actual de un niño o adolescente, al ahorrarse conflictos innecesarios
derivados de puntos de vista necesariamente diferentes. En sentido general, todo ello
capacita al psicoterapeuta infantil para discriminar aquello que es normal y esperado para
determinado momento del desarrollo, de aquello que no lo es y evacuar así dudas e
inquietudes en los padres por desconocimiento de estos de las regularidades del
desarrollo de sus hijos.

Resulta legítimo entonces reiterar que en las diferentes etapas de cada período del
desarrollo, el comportamiento del niño es distinto, de aquí que resulte importante conocer
cuáles conductas y regularidades son las esperadas para cada edad. Al mismo tiempo,
todos los niños son diferentes, cada uno tiene determinado rango de variación en su
comportamiento que debe ser tomado en cuenta para comprender mejor su problemática
específica. No se trata de entender sólo cuando ocurren las cosas durante el desarrollo,
sino de comprender cómo ocurren y qué procesos están implicados.

Utilizar el principio del desarrollo no sólo tiene valor para el campo de la Psicoterapia
Infantil, sino para todo el campo del quehacer terapéutico; implica concebir al individuo
como una totalidad en desarrollo, en la cual no sólo es importante la identificación de los
57
factores que generaron la problemática actual, sino que es también importante identificar
aquellos factores que contribuyen a su mantenimiento o agudización actual y que no
tienen por qué coincidir, incluso pueden ser diametralmente opuestos.

Es ello lo que en el ejercicio de la docencia, y a partir de la práctica profesional, nos lleva


a afirmar que un individuo -en el caso que nos ocupa, el niño-, no puede ser comprendido
al margen de su Historia Vital Personal en la cual podemos encontrar los factores
causales que explican quién es él en la actualidad; pero tampoco puede ser comprendido
al margen de su situación actual, de lo que está ocurriendo en su aquí-ahora y de la
medida en que ello está desafiando sus posibilidades reales. Es como si la historia tuviera
una connotación longitudinal que denota la existencia temporal, en desarrollo, de un
determinado individuo, en tanto la situación tuviera una connotación transversal que
reflejara las demandas y exigencias actuales que en un espacio finito de tiempo, el medio
impone al individuo en cuestión, y que es precisamente la intersección de ambas fuerzas,
el momento en que el especialista en cuestión recibe al niño en su consultorio.

Situación
Actual.
Historia
Personal

Lamentablemente, esta conceptualización del niño en tanto individuo en desarrollo no


siempre es comprendida por todos los psicoterapeutas infantiles que en algunos casos
tienden a estigmatizar al niño -y su desarrollo- a través de "etiquetas" diagnósticas que
prácticamente devienen lapidarias, y que llevan a la conceptualización del niño como un
ser estático, lo que conduce a pronósticos fatalistas,.

• Un niño puede parecer como muy rezagado en su aprendizaje, inclusive ser


caracterizado con problemas de dislexia o discalculia: un enfoque estático, no
dinámico de su problemática puede conducir a marginarlo en clases, a
"desahuciar" sus posibilidades de aprendizaje e incluso a remitirlo al Sistema
de Enseñanza Especial. Cualquiera de estas decisiones puede comprometer
enormemente su desarrollo futuro, si ignora que el desarrollo cognitivo del niño
no se produce linealmente sino "a saltos" pudiendo estar entorpecido por
determinados eventos ambientales,... un estudio de la Zona Próxima de
Desarrollo (ZDP) de este niño, posiblemente evidencie que dispone de un
potencial que le permitirá, con un mínimo de ayuda, con una acertada Base
Orientadora y el acceso a redes eficaces y eficientes de Apoyo Social rendir en
58
un breve período de manera muy similar a como lo hacen sus coetáneos
"normales".

• Un niño puede presentarse como sumamente dependiente de la madre, no


querer desprenderse del contacto y la cercanía física con ella y romper en
llanto cada vez que la misma se aleja de su campo visual. Un enfoque estático
conduciría a predecir un adulto pasivo dependiente, con poco validismo
personal, con las características de lo que en alguna literatura se ha definido
como niño enredadera (Vega Vega), siempre necesitado de alguien en quien
apoyarse para realizar la mas mínima actividad,... Sin embargo, el curso de su
propia vida, la expresión de su potencial humano y los requerimientos y
exigencias que su existencia le impongan, pueden conducirlo a un resultado
totalmente distinto al pronosticado y devenir un adulto sumamente autónomo y
responsable por su existencia.

• Un niño puede parecer como sumamente "arisco", con comportamientos muy


agresivos, con dificultades en las relaciones interpersonales con los coetáneos
y poco respetuoso de las normas de convivencia sociales, lo que en su
conjunto hace predecir una personalidad con dificultades en la ADAPTACION
SOCIAL e incluso con un claro potencial delictivo,... Sin embargo, nuevamente
el curso de su vida y las contingencias a las que vaya siendo sometido a lo
largo de su existencia, unida al propio desarrollo de sus procesos
autorreguladores, puede hacer de él un ser humano socialmente útil y de un
elevado valor en tanto persona.

Podríamos seguir citando ejemplos, piense el lector solamente en aquellas


expresiones cotidianas de las madres que refieren: "Parecía que iba a ser mudo,
tenía tres años y no hablaba,... y ahora ¡es una cotorra!" o "te acuerdas cuando era
chiquito que no comía nada,... y se ha convertido en un barril sin fondo" o "cuándo
era niña era muy dócil,... pero desde que entró en la Secundaria, ¡es una fiera!".

Resulta pertinente llamar la atención acerca del hecho de que esta comprensión
del desarrollo infantil no necesariamente se produce siempre en un sentido
positivo, sino que el curso del mismo puede traer aparejados resultados negativos:
Cualquiera de los ejemplos citados puede invertirse en cuanto a su formulación y
así un niño sumamente talentoso en apariencia puede tener un rendimiento muy
bajo cuando aumentan las exigencias académicas de los grados superiores y le
exigen una mayor dedicación y esfuerzo personal para los cuales no está
preparado; un niño sumamente independiente puede devenir en alguien
sumamente inseguro y demandante de apoyo social cuando las contingencias de
su vida personal le resultaron muy adversas o sumamente amenazantes; un niño
con una conducta muy "aplicadita" y formal puede devenir un adulto fraudulento y
timador en su vida adulta si sus influencias educativas tuvieron una connotación de
"doble moral" y la parte visible de su comportamiento respondía a lo socialmente
esperado y valorado positivamente, sin un verdadero compromiso con una postura
59
ética y moral.

Al llegar a este punto, el lector podría legítimamente cuestionarse: "Entonces, ¿es


imposible trabajar con criterios de predicción en el campo de la Psicoterapia
Infantil?,... ¿qué ciencia es esa que no puede extraer elementos predictivos de los
datos empíricos con que trabaja?". Tales interrogantes merecen una respuesta
detenida, no sólo por sus implicaciones conceptuales, sino sobre todo por sus
implicaciones prácticas para el quehacer del psicoterapeuta infantil:

En primer lugar, toda ciencia presupone -supuestamente- de la predicción como


criterio de efectividad o veracidad de la forma en que procesa los datos con que
trabaja, alcanzándose su mayor grado de exactitud en las Ciencias Exactas y en
medida decreciente en las Ciencias Naturales y Sociales, por obvias razones de la
complejidad y mutabilidad de su objeto de estudio.

La precisión o exactitud de la predicción está sujeta a límites, límites que son


impuestos tanto por la madurez de la Ciencia desde la que se opera, como por las
condiciones en que tienen lugar los acontecimientos a partir de los cuales se
quiere hacer determinada predicción, como por la propia complejidad interna del
objeto de estudio que se pretende evaluar.

Es decir, no se trata de desechar la predicción, con lo cual estaríamos


desmontando todo el aparato conceptual de la Psicología, sino de reconocer su
carácter limitado, de nítida validez en algunas esferas y condiciones y menos en
otras.

En Ciencias Sociales -y posiblemente no sólo en ellas- la predicción tiene un


carácter aproximado, no como algo que necesaria e invariablemente ha de ocurrir
de tal o mas cual manera, sino como algo que es posible y probable que ocurra
siempre que las condiciones y circunstancias se mantengan estáticas o como se
esperaba. Este tipo de predicción, expresado en forma de pronóstico, debe tomar
en cuenta la forma en que el curso de los propios eventos ambientales o el
desarrollo del propio individuo pueden cambiar la expresión de dichos
acontecimientos.

"Una predicción científica puede fallar porque la teoría que la posibilita no


sea lo suficientemente verdadera, porque la información utilizada no sea lo
suficientemente precisa, o porque haya fallado algo en la derivación misma
de la predicción, por errores o por significaciones demasiado drásticas en la
aplicación de la teoría".

60
Y mas adelante:

"La raíz de este rompecabezas es, naturalmente, la conjetura según la cual es


posible la predicción perfecta, de tal modo que pudiéramos prever con
exactitud todo acontecimiento y todo error posible, con lo que estarían dados
todos los medios para evitarlo. Pero el hecho es que para alcanzar ese estado
de bienaventuranza, necesitaríamos disponer de toda teoría concebible y de
infinitos elementos de información, cosa técnicamente imposible.12 (Bunge,
Pags. 675-677)

De esta manera, queremos hacer énfasis en que el ciclo vital del ser humano es un
continuo proceso de desarrollo y continuidad en que las contingencias a que éste
es expuesto pueden devenir en facilitadores o entorpecedores de dicho desarrollo, a la
par que el desarrollo de los procesos autorreguladores que el individuo alcanza
progresivamente se convierten en moduladores de estas contingencias y van matizando
la existencia individual, lo que a mi juicio explica las variaciones encontradas en los
ejemplos anteriores.

¿Hacia dónde queremos llegar con esta reflexión?, al hecho de que si bien el terapeuta
infantil puede -y de hecho debe- hacer una valoración pronóstica de las potencialidades
del niño con el que trabaja para saber cómo y hacia donde orientar sus acciones de
intervención psicológica, esta predicción no debe tener un carácter estático, etiquetador o
estigmatizador del niño, sino que por el contrario debe incrementar sus acciones
profesionales en aras de optimizar el potencial humano de cada niño con quien
trabaja.

En la comprensión del desarrollo infantil las etiquetas -que en última instancia son la
legalización o legitimación de que lo que en un momento se pronóstico debe ocurrir
invariablemente- resultan sumamente nocivas y limitadoras del desarrollo infantil, pues se
convierten en auto profecias que matizan fatalistamente todo el curso de la existencia
individual del "etiquetado", sobre todo por el efecto que tienen sobre la auto percepción y
sobre la autoestima, así como sobre el comportamiento del niño que en su conjunto se
encargan de validar la profecía. Ejemplos de etiquetas resultan ser tanto las
clasificaciones psicopatológicas ("retardado", "agresivo", "tímido", etc.) como los
calificativos, tanto positivos como negativos, que habitualmente se aplica para describir el
comportamiento o rendimiento de un niño ("torpe" vs. "listo", "cariñoso" vs. "arisco", etc.)

Para entenderlo mejor, suponga el lector ejemplos hipotéticos de dos niños con iguales
potencialidades (con "línea-base" similar, para parafrasear la terminología habitualmente
utilizada por la literatura de orientación comportamental):

12
Bunge, Mario; "La Investigación Científica", Pags. 675-677, Editorial de Ciencias Sociales, I.C.L., La
Habana, 1972

61
El primero de los niños es incentivado al aprendizaje, se le reconocen sus logros -aún y
cuando no se esfuerce mucho- constantemente y se le refuerza verbalmente con
expresiones tales como "¡qué niño mas inteligente!"; esto conduce a un fortalecimiento
de los sentimientos de valía personal y a una búsqueda activa del reconocimiento, lo que
a su vez contribuye a un mayor reforzar de su supuesta inteligencia. Al ingresar en la
escuela tratará de validar su "talento", participando en clases y respondiendo con rapidez
a los requerimientos del maestro, el que a su vez se sentirá satisfecho con un alumno que
participa tanto y contribuye a la fluidez de la clase, continuamente lo estimulará y resaltará
su valor en el contexto de los coetáneos, con lo que se alimenta mas aún su ya elevada
autoestima. Si este proceso continúa a lo largo del Ciclo Vital -¡y otras contingencias
desfavorables no se interponen!- entonces al llegar a la vida adulta, la profecía no sólo se
habrá cumplido sino, sobre todo, auto cumplido, pues de alguna manera el propio
individuo y sus creencias y expectativas reforzadas por los demás han contribuido a que
así fuera.

Suponga ahora el caso inverso con el otro niño, todas las realizaciones del niño son
pobremente evaluadas, constantemente se le dice "¡qué torpe eres,...!", o la mas cruel
aún ¡qué chiquito mas bruto!”, lo cual va conformando en él una creciente sensación de
minusvalía personal que lo llevan a ejecuciones inseguras que por lo general, y en lógica
consecuencia, concluyen con un pobre resultado y un juicio externo -e interno- de "¡qué
trabajo te cuesta hacer las cosas bien!". El ciclo sigue al llegar a la escuela, su poca
autoestima e inseguridad lo hacen rechazar la misma, pues ella es fuente adicional de
valoraciones negativas y frustraciones que le confirman la creencia inicialmente
distorsionada de "¡qué torpe soy!". Al igual que en el ejemplo precedente, si este
proceso continúa a lo largo del ciclo vital -y otras contingencias, en este caso favorables
no se interponen- también la profecía se cumplirá y auto cumplirá, pero en este caso con
efectos muy negativos sobre el bienestar y la integración social del individuo.

La idea que hemos querido transmitir a través del presente epígrafe es aquella que da
título al mismo: el niño es un ser en desarrollo, el guión de su existencia está aún por
escribir y aunque su caracterización actual permite predecir lo que pueden ser sus
potencialidades, el terapeuta no debe asumir una conceptualización estática y fatalista del
mismo, orientando sus acciones de intervención psicológicas en la dirección de fomentar
y optimizar todo el potencial del niño.

A pesar de lo expuesto, el especialista no debe asumir una posición ingenuamente


optimista y desconocer o descalificar la existencia de alteraciones psicopatológicas con
cierto nivel de estructuración, por el contrario, debe tener presentes toda una serie de
indicadores de la presencia de una alteración psicológica que sirven de eficaces
indicadores de la forma de estructurar uno u otro tipo de estrategia psicoterapéutica:

62
¿Cuándo evaluar la presencia de una alteración psicopatológica?

Un elemento sumamente importante en la práctica psicoterapeútica infantil es identificar


cuándo un niño es tributario de uno u otro tipo de asistencia psicológica, por presentar
uno u otro tipo de alteración psicológica, y precisar cuáles son los indicadores para llegar
a esta conclusión. La respuesta a esta interrogante podría verse, según Rutterd (p. 18)
desde dos dimensiones: una primera dimensión que considera si la conducta de un niño
es normal o anormal en términos estadísticos con una connotación mas normativa, en
términos de su frecuencia o manifestación concreta o patrón y una segunda dimensión
referida a la medida en que la alteración psicológica limita o invalida al niño en términos
de su funcionamiento social, con una connotación mas fenomenológica.

En cuanto al primer aspecto, en términos normativos, estadísticos, pueden ser


indicadores de la anormalidad del comportamiento de un niño diferentes criterios, que
explican la alteración en su combinación y no por la presencia de cada uno de ellos por
separado:

• La adecuación de la conducta del niño a lo esperado para su desarrollo


cronológico y género particular: una perreta puede ser muy "natural" en un niño a
los dos años de edad en tanto muy atípica en un adolescente, ponerse tacones y
pintarse los labios puede ser un comportamiento muy bien valorado, e incluso
aplaudido, en una niña de 5 años en tanto resulta muy censurado en un niño de
igual edad;

• La persistencia del comportamiento valorado como inadecuado, mas allá de los


límites esperados o tolerados para un comportamiento: el rechazo escolar puede
resultar muy "natural" en un niño que se acaba de trasladar a una nueva escuela,
después de haberse mudado a una nueva barriada, en tanto el mismo rechazo ya
no resulta tan natural cuando sus manifestaciones se mantienen varios meses
después;

• Las normas que evalúan uno u otro tipo de comportamiento en el ambiente socio
cultural inmediato concreto del niño: Un niño que arremete violentamente a otro
puede ser muy censurado si proviene de una familia o comunidad con una ética -
como por ejemplo algunas religiones- muy ajena a cualquier tipo de uso de la
violencia, sin embargo ser muy bien valorado si su procedencia es de algún tipo de
grupo -como por ejemplo algunos niveles de marginalidad- en que la violencia es
vista desde una óptica distinta que puede ser hasta incentivada;

63
• El alcance de la alteración, en tanto se manifieste como un síntoma aislado o un
grupo de manifestaciones sintomáticas y la medida en que estén comprometidas
varias áreas del desarrollo psicológico: una enuresis aislada, en el contexto de un
niño con buenos resultados escolares, satisfecho de si mismo y con buena
integración social resulta menos preocupante que un niño con una sintomatología
similar pero que además tiene una pobre autoestima, dificultades en su integración
social y pobres rendimientos escolares;

• El tipo y aparente grado de severidad del síntoma, el que dada su significación


cualitativa es asociado con una severa alteración psicopatológica: una onicofagia
es mucho menos preocupante que una alopecia, una pesadilla ocasional es mucho
menos alarmante que un terror nocturno,... no obstante, una onicofagia que llega a
laceraciones importantes en las cutículas, o frecuentes pesadillas que
comprometen la calidad del sueño del niño, adquieren una severidad que les hace
tributaria de mas complejas acciones de intervención psicológica;

• La frecuencia de aparición del síntoma y la intensidad de sus


manifestaciones, mas allá del propio contenido del mismo como indicador de
alteración psicopatológica: un comportamiento agresivo puede resultar muy natural
en un niño ante una situación que lo desafíe, el mismo comportamiento, aún sin
estar justificado, puede concebirse como natural si sólo se manifiesta ocasional-
mente, pero es juzgado como indicador de alteración cuando comienza a
instalarse como patrón de respuesta cotidiana ante cualquier exigencia o reclamo
de su contexto.

• De igual manera, la intensidad de una expresión deviene un importante indicador


de alteración psicológica: la agresividad verbal puede tener grados que van desde
expresiones de ira e irritación cuya función es claramente ventilar estados
emocionales, hasta expresiones muy sádicas, irónicas y humillantes para con los
demás, la agresividad física puede ir desde una tolerable violencia en riñas
infantiles cotidianas sin importantes daños físicos, hasta grados extremos de
ensañamiento y comportamiento destructor para con los otros;

• Los cambios en el comportamiento habitual de un niño concreto, indicadores


de cómo deben ser comprendidas las diferencias individuales en la psicoterapia
infantil: la alteración de los hábitos higiénicos resulta mas alarmante en un niño con
un tradicional comportamiento obsesivo compulsivo y una marcada pulcritud, que
en un niño que no hubiere exhibido con anterioridad un comportamiento similar;

64
• La especificidad de la situación en tanto un problema que se manifiesta en un
solo contexto específico resulta menos alarmante que una problemática que se
manifiesta en múltiples contextos: un niño que es agresivo e irritable en su hogar,
pero con un buen comportamiento en la escuela, con buenas relaciones
interpersonales con los coetáneos y un buen comportamiento cuando visita a otros
familiares, nos puede estar indicando que la aparente alteración del niño es
referida sobre todo a la especificidad de la situación familiar,... si por el contrario, la
alteración se manifestara no en uno sino en múltiples contextos, ello podría ser un
indicador de que la problemática, mas que referida al contexto, debe buscarse en
la propia psicodinamia individual del niño;

• Las circunstancias vitales que está atravesando el niño y que pueden determinar
el contenido de su alteración: en el desarrollo de su ciclo vital las personas (no
menos los niños) atraviesan períodos en que son mas vulnerables y períodos en
que son mas resistentes,... sin embargo hay circunstancias concretas que influyen
en uno u otro sentido sobre el ajuste comportamental del niño tales como: los
divorcios de los padres, la muerte de alguien significativo, el traslado del lugar de
residencia y otros de los que en alguna literatura se definen como eventos vitales.

• Todo ello podemos “complicarlo” mas aún al afirmar que hay períodos en que,
contra toda “lógica” y sin nada que lo justifique, los niños pueden desplegar una
serie de “síntomas” aparentemente indicadores de alteración psicológica, pero que
pueden desaparecer tan abruptamente como se instalaron, sin mayores
consecuencias,... ¡así es la vida!.

Aunque todos estos indicadores resultan importantes desde el punto de vista operativo
para el especialista en Psicoterapia Infantil, los mismos tienen una connotación "desde
afuera", desde lo que opinan o valoran los demás, y no desde una dimensión referida a
las vivencias y la propia subjetividad del niño, que es el segundo criterio al que hacíamos
referencia al inicio del presente epígrafe:

"Juzgar la conducta en términos de su anormalidad simplemente significa la


evaluación de un criterio acerca de lo "raro". Esto ofrece cierta medida acerca de
su significado, pero es también necesario preguntarse si esta conducta está
haciendo algún daño y si ello importa -o no- al niño. Es éste un tipo totalmente
distinto y en última instancia el mas fundamental e importante" (Rutterd 21)

Tomar en cuenta el segundo criterio significa asumir una posición muy relacionada con el
factor humano en particular, es decir, con una connotación fenomenológica de cuánto
impacta o afecta el síntoma a este individuo en particular, cuánto limita su expresión
social y cuánto afecta a aquellos que le rodean. De igual manera que los criterios
normativos no deben comprenderse aisladamente, sino en su integridad, los criterios aquí
utilizados deben comprenderse en una forma holística en lo referente a sus mutuos
condicionamientos, tanto entre ellos como en lo referente a los normativos, anteriormente
descritos:
65
• Sufrimiento o estados displacenteros: con independencia de que muchos
criterios normativos apunten al hecho de que un determinado comportamiento
puede ser indicador de alteraciones psicológicas, el especialista no puede
ignorar el hecho de ¿cómo percibe el individuo concreto su problemática
particular?, ¿en qué medida el individuo sufre o tiene algún malestar con ello,
no importa que al resto de la Humanidad le pueda parecer una simplicidad y
una tontera preocuparse por ello?, ¿en qué medida considera él que puede o
no ser ayudado?,... y sobre todo, ¿le interesa ser ayudado?. Este indicador
tiene un indiscutible componente fenomenológico de entender la realidad tal-y-
como-es-percibida por el individuo, el cual no debe ser ignorado en el ejercicio
profesional de la psicoterapia infantil;

• Restricción Social, este indicador se refiere al grado en que la


problemática referida limita al niño en la realización de las actividades
cotidianas esperadas para su edad, ya sea por razones objetivas o subjetivas:
Una sobreprotección excesiva puede no tener efectos visible sobre el
comportamiento del niño, inclusive éste puede no sentirse molesto ni
insatisfecho con la situación,... sin embargo, la posibilidad de relacionarse con
otros niños, aprender reglas de convivencia, compartir y tolerar a los demás,
así como defender sus derechos en la forma socialmente esperada, conduce a
graves dificultades en el proceso socializador del niño, con -a la larga-
potenciales efectos negativos sobre su bienestar personal y su integración
social;

• Interferencia con el desarrollo, este indicador se refiere a la medida en que


el niño está limitado o no para hacer frente a los distintos requerimientos de
cada estadío del desarrollo, visto tanto en términos de un retardo en este
desarrollo en comparación con los mismos o en términos de desviaciones de
este.

"En la medida que los niños crecen, necesitan progresar en su desarrollo


psicológico para hacer frente a las diversas crisis de la vida, para pasar a
través de ciertas fases y para avanzar en su dominio del ambiente". (Rutterd
23)

En este sentido, tan nocivo para el niño puede ser retrasarse en su desarrollo
como anticiparse a este “quemando etapas”: Un niño al que no se le permite
salir a la calle a jugar con los coetáneos, que por ello tiene limitaciones en el
despliegue y expresión de su energía vital y no desarrolla determinadas
habilidades motoras puede tener muchas dificultades para desenvolverse con
facilidad en determinados contextos con posterioridad:

66
En una ocasión atendí a un niño con características similares a las
referidas anteriormente debido a que la maestra le reprendía
sistemáticamente por su indisciplina. Al entrevistar a la madre, esta se
lamentaba y me decía: El hace las mismas maldades que los demás
pero, como es tan torpe, ¡es a él a quien siempre agarran!.

De igual manera, un niño que ha tenido que asumir, por una u otra razón, muy
serias responsabilidades en el hogar y “madurar” antes de tiempo, puede tener
dificultades posteriores en su integración social, pues no soporta las “boberías”
de sus coetáneos supuestamente inmaduros.

Efectos sobre los demás, prácticamente todas las alteraciones psicológicas tienen
que ser consideradas en un contexto interpersonal. Ningún ser humano está aislado,
absolutamente dentro de si mismo, sino que la totalidad de su vida la desarrolla en
un contexto de relaciones interpersonales,

"... salvo excepciones tales como Robinson Crusoe que estuvo


completamente solo en una isla desierta durante varios años,... pero aún
así sus reflexiones y vivencias tenían como punto de referencia a la
sociedad, a la cultura donde se había conformado su concepción del
mundo y de la existencia personal. No obstante, en los últimos años de su
"estadía" en la isla, necesito del nativo Viernes para que le hiciera
compañía, a pesar del enorme abismo cultural que los separaba. Incluso,
si éste no hubiese aparecido objetivamente, tal vez Crusoe se lo hubiera
"fabricado" en su propia imaginación y fantasía, tal y como hacen los
niños pequeños limitados en cuanto a relaciones interpersonales con
coetáneos, quienes se crean sus propios "compañeros imaginarios",...
¿constituiría ésta una alteración psicológica o es posiblemente una de las
mas adaptativas de las respuestas del niño para ser consecuente con su
esencia básica: su carácter social? (disgresión del autor).

En el caso del niño, posiblemente éste sea uno de los mas importantes indicadores de
alteración emocional, psicológica o comportamental a los que hace frente el terapeuta,
pues regularmente es a sus padres o a otros a quienes molesta o irrita la sintomatología
del niño: La enuresis rara vez molesta a los propios niños, quienes por lo regular
permanecen plácidamente dormidos sobre la "cama mojada" o se trasladan
inmediatamente a la cama de sus padres,... son éstos los que se irritan y molestan con el
síntoma del niño.

67
Esta reflexión resulta válida también para el mundo adulto: el alcohólico que no quiere
aceptar que lo es, daña extraordinariamente a quienes le rodean, fundamentalmente
familiares, amigos y compañeros de trabajo, sin embargo él no reconoce que necesita
ayuda especializada. En consecuencia con esto, una educación ética y en el
entrenamiento para la convivencia, debe presuponer transmitir al niño la enseñanza de
que los derechos propios (tan magnificados en algunas corrientes existenciales) tienen su
limitación cuando comienzan a violentar los derechos de los demás.

Los elementos expresados con anterioridad aparecen sintetizados en la siguiente Tabla:

Criterios para evaluar la presencia de una alteración psicopatológica en el


niño.

Criterios Normativos. Criterios Fenomenológicos.

• Adecuación de la Conducta al • Sufrimiento o Estado de


Desarrollo Cronológico y Género Displacer.
Particular.

• Persistencia del Compor- • Interferencia con el


tamiento. Desarrollo.

• Normas Valorativas del Com- • Grado de Restricción


portamiento Social.

• Alcance de la Alteración. • Efectos sobre los demás

• Tipo y aparente Grado de


Severidad de la Sintomatología.

• Frecuencia de Aparición e
Intensidad de las Manifes-
taciones.

• Cambios en el Comportamiento
Habitual.

• Especificidad de la Situación.

• Circunstancias Vitales.

68
Insistimos en el carácter operativo de estos criterios, los cuales el especialista debe mirra
con una óptica práctica que implica ser capaz de ajustar y adecuar al caso concreto que
tiene ante si, tanto para su comprensión diagnóstica como para definir la forma en que
intervendrá sobre la problemática.

En síntesis, es imposible comprender la problemática o alteración psicológica de un niño,


si el terapeuta no asume una postura flexible y dinámica tanto en lo referente a las
posibilidades de desarrollo de un niño como en cuanto a la confluencia de factores
presentes en la aparición de dicha problemática.

♦ ♦ ♦

Hasta aquí nos hemos referido a aspectos conceptuales, de definición y metodológicos en


el trabajo psicoterapéutico con niños. De igual manera, la práctica psicoterapéutica
presupone el conocimiento de los diversos métodos, procedimientos y estrategias de
intervención psicológica en niños y adolescentes con algún grado de alteración
psicológica, que nutren las acciones profesionales del psicoterapeuta infantil, tanto las
clásicas y tradicionales como las mas actuales y novedosas. A su dominio debe aspirar
aquel dedique su vida profesional a la práctica de la Psicoterapia Infantil.

69
APÉNDICE 1

Niños “problema”,... ¿Culpabilidad de los Padres?

Dr. Miguel Angel Roca Perara.

Es usual que cuando un niño manifiesta un comportamiento inadaptado, que genera


problemas tanto en la escuela como en la comunidad y el hogar, de inmediato se
culpabiliza a los padres por la ausencia, insuficiencia o inadecuación de
“correctos”procedimientos” educativos,... ¿es absolutamente cierto esto?, ¿no será
posible que los padres lleguen a ser mas víctimas que culpables de los inadecuados
comportamientos del niño “problema”?

♦ ♦ ♦

Hay niños que exhiben comportamientos poco adaptativos a los que ha dado en
denominarse como niño “problema”, “difíciles”, “imposibles” o con trastornos de conducta.
En cualquier caso, niños está presente la idea de que se trata de un niño desordenado,
irreverente, desafiante, destructivo, indisciplinado y quien sabe cuantos epítetos mas.

La presencia de un niño con estas características provoca malestar y consecuente


rechazo en aquellos que están en su radio de acción y que, por lo regular, se expresa
con la expresión de censura de “¡qué niño mas malcriado!”. Y aquí empieza
precisamente nuestra reflexión y análisis en los que quisiéramos detenernos
brevemente.

¿Qué significa ser “malcriado”?. Si descomponemos el término, significa “ser-


malcriado” o sea ¡maleducado!. Y ¿a quién corresponde la responsabilidad de criar y
educar a las nuevas generaciones?, evidentemente ¡a los padres!. La “lógica”
conclusión entonces es que los padres son los responsables –o mejor dicho
¡culpables!- de las dificultades en el comportamiento de estos niños,... y por lo tanto
son juzgados y censurados con tanta o mas severidad que sus hijos por tolerantes,
indiferentes, poco enérgicos, flojos y otra serie de calificativos mas.

¿Es así realmente?,... a pocas cosas en la vida se puede responder tajantemente con
un si o con un no, por la multiplicidad de aristas que todo tiene en la existencia
humana. No ocurre nada distinto entonces en el asunto que nos ocupa, pero me
corresponde tomar partido y evitar respuestas ambiguas, por lo que me atrevería
entonces a afirmar que muchas veces los padres son víctimas mas que culpables del
comportamiento no deseado de sus hijos. Lo que sucede es que la familia es un
complejo sistema y como todo sistema vivo evoluciona en el tiempo por lo que todos
los factores presentes se potencian entre si a lo largo de la dimensión temporal, siendo
muy difícil identificar –cuando no imposible- dónde está la causa y dónde el efecto. Por
ello, culpabilizar lapidariamente a los padres sería no sólo injusto, sino que
70
obstaculizaría el encontrar soluciones -¡qué es en última instancia lo mas importante!- a
los problemas de conducta del niño “imposible”.

C. Webster Stratton & M. Heller se refieren a esta temática con la afirmación

“Ser Padres de un Niño con Trastornos de Conducta:


Familias bajo Asedio

que implica que los padres que, desafortunada o lamentablemente, tienen un hijo con
trastornos de conducta se encuentran bajo un constante hostigamiento derivado del
mal comportamiento de sus hijos, no sólo por el malestar y desorden que estos
provocan y que llega a hacerse incontrolable, sino por el efecto de “ondulación”
(“ripple effect”) que se produce y en el que, como veremos mas adelante, se afectan las
relaciones de los padres tanto dentro como fuera del sistema familiar y –a modo de
círculo vicioso- como consecuencia negativa, empeora el comportamiento inadaptado
del niño.

Efecto “Ondulación” (“Ripple Effect”)

Niño “Problema”

Pareja Matrimonial

Hermanos

Otros Familiares

Comunidad en su conjunto

71
Comencemos por tratar de comprender cómo son percibidos estos niños por sus
padres y cuáles son los comportamientos que mas resaltan al esbozar sus
características: La primera de ellas es que el niño es visto como un “déspota” o “tirano”
que busca imponer sus deseos o puntos de vista, ignorando o devaluando los de los
demás y apelando para ello a una de sus mas desagradables peculiaridades: la
agresividad.

Esta agresividad se expresa tanto contra los padres como contra los hermanos, los
coetáneos, los animales o los objetos, siendo particularmente destructiva con estos
últimos. Particularmente complicado puede ser la agresividad hacia otros niños pues no
sólo estos tenderán a rechazar al niño “problema”, sino que los propios padres de
aquellos le prohibirán jugar o relacionarse con él. Esto no sólo es lesivo para la
socialización y vivencia de ser aceptado del niño “imposible”, sino que lastimará la
sensibilidad y propiciará el enojo de sus propios padres, al percibir estos que su hijo es
discriminado y/o rechazado no sólo pos sus coetáneos, sino por los padres de aquellos.

Los niños “problema” son, también, frecuentemente percibidos como desobedientes y


desafiantes y que constantemente “prueban fuerzas” con los padres, elevando sus
exigencias en espiral infinita, cada vez que estos ceden a sus presiones y exigencias.
Como resulta lógico suponer, los recursos de los padres se van agotando, se sienten
cada vez mas y mas cansados hasta llegar a un literal estado de desesperanza –en
que ¡todo se intentó y nada funcionó!-, en que se impone la “dictadura” del niño
“imposible” dada la inhabilidad de los padres para manejarlo.

Es interesante que aunque los padres refieren muchas otras características no


deseables como trastornos de los hábitos (sueño, alimentación, higiene, etc.), pobre
adaptabilidad social, dificultades para aprender (no imputables a Retraso Mental),
distractibilidad e hiperactividad, etc. insisten en hacer énfasis especial en la presencia
de ciertas cualidades positivas del niño, particularmente el hecho de ser un niño
cariñoso,... pero que cambia, para mal, muy rápido de estado de ánimo cuando algo le
desagrada, lo que hace muy impredecible su comportamiento y conduce a que los
padres estén siempre en guardia, a la expectativa de que algo malo vaya a suceder,
dado que los problemas y dificultades pueden emerger en cualquier momento y lugar.

Es lógico suponer que la convivencia con un niño como el descrito, de cuyo bienestar y
adaptación social se es responsable, tiene un impacto devastador en todo el sistema
familiar, empezando, -¡muy en particular!- por las propias relaciones maritales de los
padres, dado que en el esfuerzo por controlar al niño los padres disponen de muy poco
tiempo para dedicarse a cultivar su intimidad, espacio al que debe brindársele especial
atención en cualquier sistema familiar:

Hacer familia es mucho mas que tener hijos,... es algo que empezó por un proyecto de
72
vida entre dos que se amaban, y que no deberían dejar de hacerlo, aunque sea en
formas distintas.

Pero lamentablemente cuando se tiene un niño con determinado trastorno conductual,


en las pocas ocasiones en que la pareja tiene algo de tiempo para íntimamente
dedicarse el uno al otro, lo “malgastan” en largas conversaciones sobre niño
“problema”.

Aquí es preciso señalar que es la madre quien permanece la mayor parte del tiempo
con el niño y es por lo tanto la mas “asediada” y que mas desgaste de recursos tiene,
siendo mas tensa su relación con el niño, estando entonces mas comprometido su
bienestar emocional. El padre, por el contrario, permanece menos tiempo con el niño,
con el cual por lo regular tiene una relación mas fácil; el niño “problema” por lo general
es mucho menos despótico y tiránico con la figura paterna, a quien tiende a respetar
mucho mas que a la figura materna.

Lo anterior puede contribuir a complicar o “conflictuar” las relaciones entre ambos


padres, dado que cada uno de ellos tendrá apreciaciones diferentes del
comportamiento problemático del niño: El padre se lamenta de que la madre no sólo se
ocupa cada vez menos de él, sino que continuamente le está reprochando por su poca
colaboración en el manejo del niño al cual él no ve tan problemático,... la madre, por su
lado, le reprochará al padre un distanciamiento y una poco implicación, así como una
supuesta insensibilidad y pasividad ante el comportamiento del niño que ella percibe
como caótico. Este mutuo resentimiento sólo intensifica la tensión hogareña y la
inefectividad en el manejo educativo del niño, legitimando el viejo refrán de “a río
revuelto, ganancia de pescadores”.

En este contexto las madres refieren una sensación de incompetencia (de ¡ser un
fiasco!) no sólo por sentirse culpables de haber fracasado en la educación de los hijos
–fortalecido por el constante criticismo del esposo y otras personas significativas- sino
por la sensación de que su matrimonio y toda su vida son un desastre . La resultante
es una paralizante depresión y/o una hostil actitud hacia todo, lo que en su conjunto no
es mas que una sensación de desesperanza y desamparo que ningún favor le hacen a
la educación -¿o reeducación?- del niño.

El impacto de la presencia de un niño “imposible” en el hogar, con el cual se convive a


diario, se expande de manera tanto directa como indirecta a los hermanos.
Directamente los hermanos son víctimas de las agresiones tanto físicas como verbales
del niño imposible, haciéndoles sentir mal en el hogar y desarrollando ellos mismos
conductas hostiles o inadaptadas. Indirectamente se pueden comprometer las
relaciones de los hermanos con sus padres, pues se sentirán relegados a un segundo
plano al percibir que casi todas las preocupaciones de los padres giran en torno al niño
imposible, robándoles la atención y cariño que creen merecer, lo que los puede llevar a
comportamientos inadaptados, compitiendo por la atención de los padres.

73
Estos últimos, a su vez, pueden tener elevadas expectativas compensatorias para con
los hermanos, con exigencias de que sean un dechado de virtudes, una especie de
“niño modelo” que reivindique el “fracaso” educativo con el niño “problema”. Se trata
por lo regular de expectativas tan elevadas que, lejos de favorecer, lo que hacen es
enturbiar las relaciones con los padres y complicar mas aún la ya compleja situación
familiar,... lo que nuevamente en nada favorece un mejor comportamiento del niño.

Pero el impacto de las conductas inadaptadas del niño problema no se limita a la vida
familiar, con frecuencia se generaliza a otros miembros de la familia extendida
(abuelos, tíos, primos, etc.) quienes por lo general se distancian o asumen posiciones
críticas y de rechazo al mal comportamiento del niño “problema” insistiendo en
aconsejar a los padres de este sobre como “deberían” tratar al niño. Esto último en
ocasiones -¡ironías y paradojas de la vida!- está reforzado por el hecho de que, según
Webster-Stratton y Séller:

“...algunas veces los niños no se comportan tan mal con los abuelos como sí lo
hacen en el hogar...”

lo que significa una devaluación adicional a los ya desesperanzados padres quienes se


sumen mas aún en su sensación de desamparo e incompetencia; sensación que en
nada contribuye a un mayor control del niño “problema” y por el contrario fortalece su
comportamiento inadaptado.

Finalmente, el impacto de ser padre o madre de un niño con trastornos de conducta


extiende a casi todo el sistema de relaciones interpersonales con la comunidad. El
comportamiento inadaptado del niño “problema” conduce a un rechazo por parte de
muchos miembros de los diferentes contextos humanos en que se mueven los padres,
a una estigmatización y un aislamiento social,... lo que se complica mas aún, por
cuanto los padres se “auto-aislarán” para evitar reproches y censuras, llegando a
“enquistarse” en la vida hogareña empeorando la situación, dado que la diaria
convivencia constante en el reducido espacio físico del hogar, lejos de relajar lo que
hace es tensar mas aún una compleja situación que se hace intolerable.

Y es lamentable, según nuestra experiencia profesional, que cuando así ocurre es a la


madre a quien –según la popular expresión- le toca “bailar con la mas fea”, quien en
mas desventajosa posición queda, no sólo por ser quien mas tiempo permanece con el
niño y debe, en consecuencia, ser quien imponga (¿...?) la autoridad, sino porque con
mas frecuencia de la deseada otros miembros que pudieran ayudar, literalmente huyen
de una situación ya desgastante: los hermanos, en cuanto pueden, no permanecen un
minuto en casa y el padre sale a buscar aires mas “frescos” que suelen conducir a
rupturas matrimoniales y el distanciamiento paterno del hogar,... lo que sigue
agudizando la situación pues ahora niño “problema” no sólo ya el niño ha visto perdida
o debilitada la autoridad del padre (que como dijimos con anterioridad puede ser un
efectivo muro de contención de la conducta inadecuada del niño), sino que la madre se

74
sentirá mas desamparada aún, abandonada afectivamente y por tanto mas auto
devaluada.

Entonces, amigo lector, ¿son en realidad tan culpables los padres por tener un niño
“problema”?, ¿no son también, en realidad, un poco víctimas?, ¿no sería preferible en
muchos casos -¡no todos!- tratar de comprenderlos y ayudarlos antes de censurarlos?

Unas palabras finales -¡por ahora!-, concluir aquí puede dejar a los padres que me lean
y estén atravesando situaciones similares una sensación demoledora de ¡que no hay
nada que hacer!,... nada mas lejos de la realidad, es mucho lo que se puede hacer en
aras de, al menos, mejorar y afrontar con una óptica mas optimista situaciones como la
descrita, pero este espacio es reducido, ¡dejémoslo como pronta continuación de este
trabajo!.

Lecturas Recomendadas:

Lane, David A. (1992) The Impossible Child. Trentham Books.

Roca, Miguel A. (1998) Elementos Básicos de Psicoterapia Infantil. Editorial Academia.

Webster Stratton C. & Heller M. (1994) Troubled Families-Problem Children, John Wiley
& Sons

75
APÉNDICE 2

Articulo: “Niños Problema,... ¿Culpabilidad de los Padres? (2da. Parte)

Dr. Miguel Angel Roca Perara


Facultad de Psicología, Universidad de la Habana

Para cualquier familia la educación de sus hijos es una preocupación fundamental. Para
muchos es una tarea que, con independencia de una u otra inevitable escaramuza,
transcurre si grandes complejidades. Para otros es tarea mucho mas difícil, sobre todo
cuando tienen hijos que exhiben en mayor o menor grado, comportamientos
problemáticos que entorpecen su formación. Comprender lo que ocurre es muy
importante,... pero mas importante es saber qué hacer.

♦ ♦ ♦

“Con el niño lo he tratado todo,... ¡pero ya nada funciona!. Con esta declaración
empiezan a contar sus cuitas los padres de casi todos los “niños-problema”, de aquí
que su demanda implícita, no declarada, sea “¡ofrézcame algo distinto!”.

Para quienes trabajamos en cualquiera de lo que se define como profesiones de ayuda,


rápidamente surge la tentación de tener a mano y ofertar de inmediato ese “algo
distinto”,... sin tener en cuenta que podemos simplificar o trivializar un asunto de alta
complejidad y, de nuevo, ofrecer “mas de lo mismo”, agudizando la situación de
desesperanza y desamparo que ya había hecho presa de los padres de estos niños.

¿Qué hacer entonces?. Sin ánimos de recetar ni de ofrecer inexistentes panaceas para
un asunto de difícil pronóstico –no por el asunto en si mismo, sino por la multiplicidad
de contingencias en torno al mismo y que muchas veces escapan al control-, y
tomando en cuanta la enorme variabilidad de diferencial individuales y contextuales
presentes para cada niño, me atrevería a hacer algunas reflexiones:

Primero que todo, resulta pertinente ofrecer una sencilla respuesta a la interrogante
que da título a este trabajo, ¿Culpabilidad de los padres?, NO, ¿Responsabilidad en
mayor o menor medida?, SI. Puede parecer una simpleza, pero es casi una declaración
de principios para que los padres puedan asumir una postura efectiva al afrontar las
dificultades de sus hijos, ¡aún sin tratarse de niños-problema!.

76
Pido excusas al lector para una momentánea
digresión que quiero hacer –polémica con toda
intención- y que me va a servir para comentar alguna
ideas que quiero expresar a continuación. A mi padre
le gustaba decir que cuando uno tiene un caballo y
vive en la montaña, está obligado a llevarlo todos los
días al río a tomar agua.

La forma en que usted lleve al caballo a beber agua es su responsabilidad


y su asunto, usted decide si baja al caballo a todo galope montaña abajo,
dándole espolazos” de todo“tipo, si baja despacito, si baja caminando a su
lado, e incluso –si usted es lo suficientemente fuerte para ello- si se echa al
caballo sobre sus hombros,... Como usted, amigo lector, puede apreciar,
cualquiera de estas formas -¡como casi todo en la vida!- tiene sus ventajas y
desventajas. Pero una vez que el caballo llegó al río, si tomó agua o no, e
incluso la cantidad de agua que tomó, ¡es una asunto del caballo!. Como
dice un conocido programa televisivo, ¡saque usted sus propias
conclusiones!.

En la anterior situación, puede usted apreciar que en la vida algunos asuntos están en
manos de uno, pero otros muchos se escapan de control, aún con nuestras mejores
intenciones, de ahí el riesgo de sentirse culpable por todo lo que ocurre alrededor,...
incluida la crianza de los hijos. Porque cuando una persona se siente culpable de algo
se siente malo, inefectivo, incapaz; trata de resolver las cosas por sus propios medios
para “pagar lo mal hecho” lo que no sólo le quita a los demás participación en la
solución de los problemas, sino que los convierte en cómodos censores de todo lo que
sale mal. Como es lógico suponer, esto conduce a la persona a sentirse muy sola,
desesperanzada y desamparada para enfrentar los aún mas simples problemas de la
vida cotidiana, ¡mas aún la educación de los hijos!. Paradojalmente, muchas veces,
cuando la persona es verdaderamente culpable de algo apenas experimenta nada de lo
referido.

Por esta razón, y tomando en cuenta el hecho real de que es imposible que alguien sea
culpable –lo que no excluye la responsabilidad que si tiene las personas ante
determinados acontecimientos de la vida- por todo lo que acontece en su cotidianidad,
en las Ciencias Sociales, y particularmente en la Psicoterapia, se ha incluido el confuso
término “empoderamiento” –proveniente de la expresión en lengua inglesa, de difícil
traducción, “empowerment”- que, mas allá de complejas consideraciones semánticas,
nos está hablando de la intencionalidad de hacer que los padres vivencien la sensación
de poder (Webster-Stratton y Herbert).

Y lograr esto –por una vía u otra- presupone que los padres incrementen su
autoestima, que sientan que no son simples marionetas en manos de sus hijos, que
sientan que pueden haber hecho muchas cosas mal pero que también han hecho otras
77
cosas mejor, que se entrenen en formas comunicativas mas efectivas que les permitan
hacer valer sus derechos, que sean capaces de comprometer a los demás -¡que
también tienen responsabilidades!- en hacer de sus hijos buenos ciudadanos.
Alcanzarlo no es tarea fácil, pero cuando se logra, se incrementa la sensación de
autoridad que es percibido por sus hijos como una señal de que la impunidad, en que
hasta ahora iban las cosas, muy pronto puede empezar a extinguirse: Cuando un hijo
ve a sus padres débiles e impotentes siente que puede hacer lo que se le venga en
ganas porque “no pasa nada”,... pero cuando los ve “poderosos”, se auitocontrola un
poco mas.

De todos modos, comencé diciendo que iba a ser polémico con intención, y dejar las
cosas aquí sería, paradojalmente, confirmar que los padres SI eran culpables de los
problemas de sus hijos y que con sólo atenderlos y orientarlos a ellos todo estaría
resuelto.

Nada mas lejos de la realidad, la mas simple de las problemáticas en la educación


infantil es siempre multi-causada y todos y cada uno de los factores causales o
influyentes deben ser tenidos en cuenta en la búsqueda de una óptima solución.

En un niño problema los factores constitucionales y genéticos se mezclan con los


factores culturales y ambientales de una manera tan compleja que ninguno de ellos
debe ser ignorado.

Porque la falta de concentración, la torpeza motora, la hiperactividad, el


comportamiento delictivo de un niño, etc., pueden estar sustentados por algún tipo de
disfunción o lesión neurológica, e incluso determinadas condiciones temperamentales
dadas por el tipo de Actividad Nerviosa Superior, que de no ser correctamente
atendidas y tratadas pueden hacer fracasar a la mas elaborada estrategia educativa.
Es indiscutible que el tratamiento médico efectivo y oportuno para corregir u optimizar
cualquier condición sanitaria, no sólo neurológica, que comprometa el normal
funcionamiento y desempeño cotidiano del niño, puede contribuir muy favorablemente
a eliminar o reducir su comportamiento problemático.

No obstante lo anterior, insisto en el enfoque interdisciplinario, por cuanto un niño


puede tener un comportamiento muy inadaptado y problemático a pesar de tener las
óptimas condiciones físicas y de salud, y viceversa, un niño con importantes lesiones
neurológicas puede estar muy bien integrado y adaptado a su entorno social. Es aquí,
entonces, donde el aprendizaje y el contexto socio cultural, particular pero no
exclusivamente familiar, en que a un determinado niño le ha tocado vivir deben ser
seriamente tomados en consideración

Porque desde la mas tierna infancia, los niños son expuestos, y aprenden bien de ellos,
a determinados modelos,... que no necesariamente son los mejores portadores de las
normas y valores a los que convoca la sociedad. Es lamentable, pero cuando un niño
ha estado expuesto desde su mas tierna infancia como parte de su cotidianidad –sobre
78
todo en el contexto familiar, pero también en la barriada, en la escuela o en la sociedad
en su conjunto- a la violencia, a comportamientos destructivos, a la irresponsabilidad y
la violación de las mas elementales normas de convivencia, incluidos los derechos de
los demás, y reproduce estas conductas en otros contextos, se está comportando de
manera “adaptativa”, haciéndolo acorde a lo que aprendió,... aunque ello no tenga nada
que ver o incluso contradiga lo que la cultura y la sociedad pretenden.

En estos casos el pronóstico es mucho mas reservado; los psicoterapeutas de


experiencia saben que es muy difícil -¡aunque no del todo imposible!- fomentar un
comportamiento social conforme a las expectativas socialmente deseadas cuando el
niño está constantemente expuesto a modelos no deseables que contradicen estas
expectativas,... sin pretensiones lapidarias podríamos citar el sabio refrán de “hijo de
gatos, caza ratones”. Lo cierto es que es mucho mas fácil, partiendo de cero, fomentar
lo positivo que “desmontar” comportamientos (Reinecke, y col.) no deseados para
entonces implementar otras conductas y actitudes mas deseables.

Pero aún en estos casos, aunque conservador, prefiero no ser fatalista y ser
consecuente con lo que hasta ahora he defendido acerca de la multicausalidad. Porque
muchos niños-problema, a pesar de una alta y real responsabilidad de los padres en su
comportamiento, llegan a ser buenos ciudadanos gracias a la efectividad educativa de
otras influencias (otros familiares, los vecinos, la escuela, las instituciones sociales,
etc.) e inclusive gracias a su propio auto desarrollo y crecimiento personal.

En el párrafo anterior están implícitas, entonces, otras dos ideas fundamentales para
brindar atención al niño-problema y lograr su óptima inserción social: el papel de otras
personas e instituciones mas allá de la familia y el propio potencial humano del niño en
cuestión.

Otras personas y/o instituciones pueden de esta manera, resultar decisivas para lograr
revertir, para bien, la condición de niños-problema. Pueden hacerse muchas cosas por
parte de otros familiares, vecinos y sobre todo la escuela, pero lo esencial radica en no
estigmatizar, ni discriminar, ni “etiquetar” al niño problema y su familia; ello sólo
agudizaría la problemática, como señalábamos en la primera parte de este trabajo.

Asumir una postura de inclusión y aceptación es siempre mucho mas beneficioso que
la nociva exclusión que hace sentir a la persona –en el caso que nos ocupa, el niño y
su familia- como discriminada y marginada, lo que genera irritación y resentimiento, que
lejos de favorecer, lo que hacen es agravar la situación problemática. Cualquier
problema humano es resuelto de manera mas efectiva cuando se tiene acceso a
sólidas y efectivas redes de apoyo social (Roca, Pérez) que cuando se está privado
de sus muy beneficiosos efectos potenciales.

De igual manera, el uso de “etiquetas” (“malcriado”, “irresponsable”, “insoportable”,


“pre-delincuente”, etc) debe ser erradicado pues las mismas “se quedan” y la persona
puede tender a comportarse en consecuencia con lo que estas expresan.
79
Afortunadamente no siempre sucede así, aunque “queden” las etiquetas.
Desde lo anecdótico, tengo un buen amigo de adolescencia y juventud al que
por su desordenado comportamiento cotidiano le decían “el loco”. Mas de 30
años después, nunca ha visitado un Hospital Psiquiátrico, es un calmado padre
de familia y excelente ingeniero,... pero cada vez que nos reunimos sigue
siendo “el loco”; favorablemente el no se lo cree.

Ya para concluir, también lo hacemos polemizando, pues hemos estado hablando de


los factores presentes en la problemática del niño-problema y apenas hemos hablado
sobre el principal protagonista de todo el proceso (Roca, 1998): el propio niño en
cuestión.

Porque no basta con modificar, aunque sea para bien, todo aquello que conspira contra
la óptima inserción social de un niño-problema; es imprescindible trabajar con el propio
niño, sobre todo porque regularmente ha sido un niño muy maltratado en su amor
propio y valía personal, que tiene pocas habilidades para comunicarse productivamente
con los demás y que, por esa razón, ha sido tantas veces rechazado, que su
comportamiento y actitudes hacia los demás son regularmente hostiles...

A estos niños hay que dedicarles tiempo y tener mucha paciencia con ellos. Es muy
importante centrarse en lo bueno que hacen mas que en reprocharle mo que
suponemos que hacen mal y deberían hacer mejor:

Se le hace mas bien a un niño que se esforzó mucho para un examen y obtuvo
calificaciones de 89 puntos cuando le ponemos una mano en el hombro y le
decimos con satisfacción que “¡casi sacas Excelente,... para la próxima lo
logras!” que cuando a otro niño que obtuvo 99 puntos lo miramos con cara de
decepción y le preguntamos “¿dónde fue que perdiste el punto?”. Por lo general
al niño problema se le trata de esta última manera: magnificando sus
insuficiencias y minimizando o ignorando sus logros...

Es igualmente importante, cuando sea inevitable reprenderlo, censurar sus actos y no a


él como persona: no es lo mismo decirle a un niño “¡dijiste una mentira!”, que decirle
“¡tú eres un mentiroso!”. En el primer caso se está sancionando el acto, en el segundo
se está calificando a una persona; en el primer caso es un hecho casual, en el segundo
se está diciendo que la persona ES así y por lo tanto tiene pocas posibilidades de
cambiar.

En cualquier caso, con estos niños –mas allá de diferencias individuales que siempre
dan una dirección específica al trabajo profesional-, no se debe perder cualquier
oportunidad de elogio, de reconocer aquello que han hecho bien y de fortalecer su
amor propio, a la par de no desaprovechar ocasión alguna para fomentar en ellos
cualquier habilidad que los ayude a desempeñarse eficazmente en el complejo
entramado de sus relaciones interpersonales cotidianas.
80
Como ve, amigo lector, en torno a un “niño-problema” giran muchos vectores de fuerza
que deben ser tomados en cuenta, tanto cuando se busca comprender como cuando se
busca lograr vías para implementar su óptima inserción social, que trascienden muchas
veces la no poca importante responsabilidad de los padres.

Entonces, amigo lector, volviendo a la historieta inicial ¿a qué se deberá que un caballo
no quiera tomar agua y otro si, o que uno tome mas agua que el otro?.

LECTURAS RECOMENDADAS.

Lane, Davis A. (1992) The Impossible Child, 2nd. Edition. Trentham Books Limited, UK

Reinecke, M., Dattilio, F:, & Freeman, A. (1996) Cognitive Therapy with Children and
Adolescents. The Guilford Press, N.Y.

Roca, M. (1998) Psicoterapia Infantil: Elementos Básicos. Editorial Academia. La Habana,


Cuba

Roca, NM. Y Pérez, M. (1999) Apoyo Social. Su significación para la Salud Humana.
Editorial Félix Varela, La Habana, Cuba.

Webster-Stratton, C. & Herbert, M. (1994) Troubled Families-Problem Children. John


Wiley & Sons, Ltd. England U.K.

81
APENDICE 3

“¡Ese Niño es Imposible!”

Por: Miguel Ángel Roca Perara

(Tomado de la sección Salud del periódico Trabajadores )

¡Qué niño mas majadero!", "¡El chiquillo ese es una pesadilla!", "¡qué criatura más
imposible!", "¡qué fiñe más pesa'o!" A pesar de que mayoritariamente los niños reciben
estas valoraciones de manera ocasional, que después no se repite, hay niños que son
objeto frecuente de ellas pues su comportamiento es habitualmente censurado por los
que lo rodean, debido al malestar que provocan.

¿Cuántas veces, no ha escuchado usted expresiones similares? Posiblemente en


muchas ocasiones, aunque la mayoría de las veces los niños reciben estas
valoraciones situacionalmente, como consecuencia de un comportamiento no
adecuado o no bien visto por los que están a su alrededor, que después no se repite y
no tiene mayores implicaciones. Sin embargo, hay niños que son objeto regular de
ellas, pues su forma de actuar, casi siempre, es censurada por los que lo rodean, dado
el malestar que generan.

En estrecha relación aparecen también juicios y valoraciones sobre la responsabilidad


de los padres en la aparición y manifestaciones de los indeseados comportamientos y
son frecuentes expresiones tales como: "¡los padres tienen la culpa por malcriarlos
tanto!", "¡qué clase de padres debe tener, que mira como lo tienen!", "¡qué flojos deben
ser tus padres!" Visto así todo parece conformar una vieja aseveración que dice: "niño
con problemas... ¡familia con problemas!"

Es indiscutible el papel de la familia en la aparición de trastornos y dificultades en el


comportamiento infantil; el déficit de habilidades educativas y los conflictos
interpersonales entre los padres influyen negativamente sobre los menores en el
establecimiento de límites y el autocontrol de la conducta. Pero establecer esta relación
de manera lineal es simplificado y apresurado, y conduce a sentar a los padres en el
banquillo de los acusados.

La conducta infantil está multideterminada y el comportamiento de un niño tiene


muchas más causales que el rigor o no rigor educativo que pueden emplear los padres.
Factores genéticos, temperamentales, la apariencia física, las habilidades intelectuales,
etcétera, son elementos del propio niño que pueden constituir un fértil terreno para la
instauración de dificultades en su comportamiento.

Es este el momento de abordar el asunto con una visión circular en el sentido de ver
cómo el tener en el hogar un niño con severas dificultades de conducta afecta muy
seriamente la dinámica familiar. No por gusto en ocasiones se ha afirmado que los
82
padres de estos niños son padres "bajo asedio", cuyas vidas giran, casi en su totalidad,
en torno al problema de conducta del niño. Viven siempre aprehensivos, pendientes de
que el niño no rompa algo, de que no hurte algún objeto, de que cumpla sus deberes,
de que no se faje con otros niños, de que sea respetuoso... y ante el más mínimo
fracaso en estos propósitos, lo sienten como una falla personal, como una sensación
de ineficacia que se convierte en una extraña mezcla de hostilidad y compasión hacia
el niño..., lo que agudiza su comportamiento indeseado. Vivencian muy intensamente el
rechazo y la desaprobación de los demás, incluidos los familiares cercanos, llegando a
sentirse estigmatizados. Sólo a modo de ejemplo, los padres de niños "normales" les
prohíben la compañía con el niño "imposible". Cuando así ocurre, los padres no sólo se
retraen de la vida social, sino que desarrollan un reactivo sentimiento de protección
excesiva hacia el niño, y crean condiciones que incrementan el comportamiento
indeseado, confirman las opiniones de los demás en torno a su responsabilidad, y
agudizan aún más la situación de estigmatización.

Como consecuencia de lo anterior se genera una hipersensibilidad en la vida familiar,


que conduce a frecuentes conflictos entre sus miembros por las más insignificantes
razones: los hermanos se sienten desatendidos, los padres pelean y llegan a
separarse, el trato ofensivo e irrespetuoso llega a legitimarse... y nuevamente como
consecuencia se agudizan las manifestaciones de conductas indeseadas.

No es mi pretensión legalizar y contemplar pasivamente el comportamiento indeseado


de un niño, pero sí llamar la atención sobre el hecho de que tenemos posibilidades de
contribuir a su mejoría y progresiva adaptación social: los padres deben buscar la
ayuda profesional calificada, los familiares deben convertirse más en colaboradores
que en jueces o fiscales, los maestros deben asumir como un desafío la correcta
educación (¡o reeducación!) de estos niños, la comunidad debe contribuir a que los
padres no se sientan aislados ni el niño "etiquetado".

La palabra "imposible" es demasiado condenatoria para el encanto del mundo infantil.


Si todos trabajamos de conjunto en aras de su bienestar, siempre será posible sacar a
la luz todo lo que hay de bueno en un niño y hacer de él una persona socialmente útil.

83
APÉNDICE 4

“¡Ayúdenme,... mi hijo está insoportable!”

Por: Miguel Ángel Roca Perara

(Tomado de la sección Salud del periódico Trabajadores )

No hace mucho, en esta misma Sección Y sobre este mismo tema, escribía un artículo
titulado “Ese niño es imposible” (30 de Julio 2001); tuve por ello cierta objeción a volver
a escribir “mas de lo mismo” a pesar de ser un asunto apasionante para los
profesionales de la Psicología,... pero es que aunque no me gusta reiterarme, hay
temas como el que nos ocupa que son inagotables y siempre actuales por mucho que
se insista en ellos. Añádase a ello que, sin llegar a la indeseable saturación de
información que lo que hace es lograr el efecto contrario, la dosificada información
reiterada de un mensaje contribuye a su mejor asimilación; creo que ello tiene especial
validez para el asunto de hoy.

Porque si algo me incentivó a escribir sobre el tema es la “llamada de auxilio” que por
diferentes vías, no escasas por cierto, he recibido de “madres desesperadas” (es la
expresión que se reitera) por no saber que hacer con sus hijos (regularmente varones)
de entre 2 y 15 años que están ¡imposibles! y con los cuales “ya lo han intentado todo
y nada ha dado resultado” . Y es real que estas manifestaciones están declaradas en la
literatura especializada para referirse a niños cuyo comportamiento es desordenado,
fuera de control, destructivo y frecuentemente agresivo, prácticamente en cualquier
contexto (familiar, escolar,...) y con cualquier persona, a pesar de múltiples intentos y
de diverso tipo para que el niño “cambie”,... de todos modos persiste en su indeseado
comportamiento.

Pero pensar así puede ser muy fatalista y estigmatiza al niño como un inevitable
inadaptado, profetizando un futuro comportamiento disocial, tratándolo como un “pichón
de delincuente” y por tanto haciendo realidad mas tarde la profecía. Me resisto, por ello,
a este modo de pensar y no voy a dejar de confiar nunca en que es posible optimizar el
potencial humano de un niño,... si se ponen a su alcance las mínimas condiciones.

Por la diversidad de aristas con que nos tropezamos al analizar individualmente a cada
niño “imposible”, no me atrevo a afirmar nada absoluto o concluyente (¡casi nada lo es
en la vida real!), pero si echamos un rápido vistazo a lo que nos cuentan algunas de las
personas que demandan ayuda para criar a estos niños, nos encontramos algunas
regularidades que son para pensar,... o al menos para polemizar:

La angustia por no saber que hacer proviene casi siempre de la figura materna, de
madres que se califican a si mismas como “madres solas” donde -¡se explica por si
mismo!- la figura paterna está ausente o -¡peor aún!- es nociva para el niño. No
pretendo aquí hacer una apología -¡aunque lo merece!- del significado de la presencia
84
física y espiritual del padre en la educación de los hijos, tanto de las hembras como de
los varones,... pero con una connotación sui generis en el caso de estos últimos, tanto
por lo que representan como modelo a imitar como por su función de “contención” de
un ser repleto de energía vital que es el niño, pero que reconoce y respeta a su papá
como figura de autoridad: Muchas veces, cuando el padre está ausente, la madre se
propone asumir ella sola ambos roles –“¡yo soy su mamá y su papá al mismo tiempo!”-
lo cual es una buena intención, pero no deja de ser una quimera, aún cuando se logre
que los hijos sean buenos seres humanos.

De igual manera, la responsabilidad que recae casi absolutamente sobre la madre, se


convierte en pesado fardo para ella pues, además de la vivencia de soledad que le
resta energías -¡o se las desordena!- para ocuparse de los problemas del niño, es
víctima constante de las críticas y reproches de quienes le recriminan su debilidad,
inadecuación y fracaso en la educación de su hijo,... esto la hace sentir culpable o la
irrita, pero en cualquier caso hace mas compleja y tirante aún la relación con su hijo,
con el consiguiente efecto negativo en el comportamiento de este.

Pero no recreemos nuestro análisis sólo en el componente familiar y sigamos


indagando sobre factores presentes en torno al “niño problema”. Muchas veces las
conductas no deseadas del niño se expresan en Instituciones Educativas como
Escuelas y Círculos Infantiles, lugares en los que el niño pasa una buena parte del día:
¿colaboran sus maestros y educadores para que el niño organice su actividad, se
integre a los demás niños y se motive con la actividad escolar, en una actitud de
vocación humanista y compromiso con la profesión y el alumnado?,... reitero que no
creo en “absolutos”, pero cuando un buen maestro cumple su cometido de esta
manera, la conducta problemática se debilita sensiblemente cuando no desaparece.

Pero cuando, lamentablemente, no ocurre así y el maestro valida la etiqueta de “niño


problema” –sin haber agotado todas las posibilidades de influencia y sin haber hecho
todo lo que humana y divinamente estuvo a su alcance para integrarlo con sus
coetáneos-, no lo trata de una manera amable, lo discrimina y hasta llega a pensar y
sugerir que al niño hay que remitirlo a una Escuela de Conducta, entonces la situación
humana del niño, deviene mas comprometida aún.

En otro sentido, cuando de un niño con estas características se trata, por lo general las
personas a su alrededor se centran en lo negativo de su comportamiento, en aquello
que molesta, y rara vez le estimulan y reconocen sus facetas positivas. El no sentirse
aceptado agudiza sus manifestaciones de inadaptación lo que, a modo de círculo
vicioso, incrementa las lacerantes expresiones de rechazo de quienes le rodean.

Podríamos seguir comentando “razones” que pueden potenciar el comportamiento


“imposible” de un niño, tanto sociológicas como el vivir en comunidades o barriadas
con presencia de actitudes y conductas delictivas o promotoras de comportamientos
disociales, donde la “insoportabilidad” llega a ser “normal” y hasta bien valorada; como
psicológicas cuando el niño proviene de familias con personas con poco equilibrio
85
emocional y cotidianos indicadores de alteraciones psíquicas que hacen de la vida
familiar un auténtico campo de batalla; e inclusive razones de índole
neuropsicológica, cuando una enfermedad, lesión estructural o afecciones
funcionales del Sistema Nervioso Central que comprometen su motricidad facilitando
conductas hiperactivas o destructoras, su autocontrol facilitando episodios de
agresividad, o su atención facilitando episodios de distractibilidad en el cumplimiento de
sus deberes escolares que pueden comprometer el aprendizaje,... pero este espacio es
reducido y no permite agotar todas las aristas de una situación humana de tanta
magnitud y sensibilidad como la que nos ocupa.

Como se pueden haber dado cuenta, no hay respuestas acabadas, son muchas las
contingencias que giran en torno a un “niño imposible” -que es inevitablemente único e
irrepetible- y hacen que lo ideal sea acudir al especialista capacitado que pueda tasar
el peso de todas y cada una de las alternativas, buscando como encontrar la óptima
salida a cada una de ellas.

Sólo una sugerencia: ¡evite el castigo físico y las injurias verbales que denigran al niño!,
cualquier tipo de violencia engendra violencia y su efecto conductual puede ser sólo
aparente aunque efímero, pero sus consecuencias a largo plazo pueden ser
destructoras para la formación de la personalidad del niño concreto y la adaptación
social futura del adulto que habrá de ser.

Si con estas opiniones conseguimos que nuestros lectores, sobre todo las
desesperadas madres que nos convocan a ello y que muy angustiadas nos piden
“¡Quisiera que me ayudara para que mi niño sea normal igual que todos los demás!” –
expresión literal de una mamá-, piensen diferente sobre la conducta problemática de un
niño, tomando en consideración los asuntos de que hemos hablado, entonces
estaremos aportando entre todos una preciada dosis de buena voluntad para lograr una
infancia mas plena y dichosa.

Dr. Miguel A. Roca

86
BIBLIOGRAFÍA

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