LA CAUSA DE LA LIBERTAD TRIUNFA SOBRE LAS AMBICIONES PARTICULARES
Ubaldo Ruiz
En la guerra de independencia la Monarquía española representó el absolutismo
político y la intolerancia religiosa, entre otras cosas, mientras que la causa republicana, con todos sus defectos, fue portadora de las ideas de la Ilustración y del Liberalismo. Podría afirmarse, que en cierto sentido, aquella fue una confrontación entre el atraso del viejo régimen y la causa de la libertad. Aunque es necesario aclarar dos cuestiones: una, que los hombres que actuaron en nombre de cada una de las partes no siempre estuvieron a la altura de los ideales que decían representar; y dos, la nación española, para el momento se encontraba atrasada con respecto a otros estados europeos, pero era portadora de una rica tradición institucional y de una cultura invalorable, cuestiones de las cuales hemos sido un pueblo heredero.
Como se sabe, durante la contienda por la independencia, la causa de la libertad
sufrió muchos altibajos, pero en 1813, después del éxito de las “campañas admirables” encabezadas por Bolívar y Mariño, parecía consolidarse la República; sin embargo, el advenimiento de un demagógico caudillo realista que supo atraerse la simpatía de las mayorías empobrecidas, inicialmente poco consideradas por el liderazgo patriota, le infligió un gran revés al ejército republicano. La derrota sufrida a manos de Boves y la consecuente emigración a Oriente provocó, además del descalabro en sí mismo, otra consecuencia más grave para la causa de la libertad, la desunión de sus principales líderes, y las acusaciones mutuas por la responsabilidad del fracaso.
Cuando se reorganizó la causa republicana en la Expedición de los Cayos, los jefes
patriotas se reunificaron, pero a la larga, durante el desarrollo de la contienda volvió a aparecer la desunión y la anarquía, impulsadas por algunos caudillos que pretendían encabezar, cada uno por separado, la causa de la libertad, pues consideraban que sus compañeros cometían serias equivocaciones en su conducción. Entre aquellos se encontraba, el General Manuel Carlos Piar, a quien se acusó de traidor y sedicioso, entre otros cargos, por lo que fue sometido a juicio y se le nombró un Consejo de Guerra que lo condenó a morir fusilado, cosa que se cumplió el 16 de octubre de 1817, hace doscientos años.
Más allá de la polémica que ha suscitado tal acontecimiento en la historiografía
venezolana, los investigadores han demostrado claramente que, a pesar de la división del liderazgo republicano, de la aparente fortaleza de los realistas, y de la desesperanza que se apoderó de los partidarios de la independencia momentáneamente, privó la sensatez entre los líderes republicanos y la causa de la libertad, al cabo de pocos meses al fin supo imponerse y logró triunfar sobre el viejo régimen de atraso y oscuridad.