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Miedo

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Para otros usos de este término, véase Miedo (desambiguación).

Detalle de Jinete sin cabeza persiguiendo a Ichabod Crane


de John Quidor (1858). Smithsonian American Art Museum.
El miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable
provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o
incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al
riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser
humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además el miedo está
relacionado con la ansiedad.

En la actualidad existen dos conceptos diferentes sobre el miedo, que corresponden


a las dos grandes teorías psicológicas que tenemos: el conductismo y la psicología
profunda. Según el pensamiento conductista el miedo es algo aprendido. En el modelo
de la psicología profunda el miedo existente corresponde a un conflicto básico
inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.

Índice
1 Enfoques sobre el miedo
2 Fisiología, psicología y bioquímica del miedo
3 Consideraciones jurídicas
4 Terminología
5 El miedo como construcción cultural
6 El miedo en el arte
7 Miedo y sociedad
8 Miedo y formación militar
9 Miedo y religión
10 Véase también
11 Referencias
12 Bibliografía
13 Enlaces externos
Enfoques sobre el miedo
Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye
un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo
responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es
normal y beneficioso para el individuo y para su especie.

Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro
primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la
amígdala, situada en el lóbulo temporal.

Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario


para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia y ansiedad
en la persona, ya que la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un
motivo claro.

Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter
de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer
objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de
manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la
muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos
de la cultura.

Desde el punto de vista evolutivo el miedo es un complemento y una extensión de la


función del dolor. El miedo nos alerta de peligros que no nos han ocasionado algún
dolor, sino más bien una amenaza a la salud o a la supervivencia. Del mismo modo en
que el dolor aparece cuando algo nocivo ataca nuestro cuerpo el miedo aparece en
medio de una situación en la que se corre peligro.

Para algunos, el miedo en el ser humano no guarda ninguna relación fisiológica


(como reacción de alerta), sino que es un producto de la conciencia, que expande
nuestro nivel de conocimiento.1

Fisiología, psicología y bioquímica del miedo

El miedo es un producto emocional del cerebro. Esquema del sistema límbico del
cerebro humano.
El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales,
en el cerebro, concretamente en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular
acciones esenciales para la supervivencia como comer y respirar, y en el sistema
límbico,2 que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida, la
evitación del dolor y en general todas las funciones de conservación del individuo
y de la especie. Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño)
toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la
estructura llamada amígdala cerebral, que controla las emociones básicas, como el
miedo y el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro. Cuando la
amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta
puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización. Se ha encontrado que la
sensación de miedo está mediada por la actuación de la hormona antidiurética (o
«vasopresina») en la amígdala cerebral y que la del afecto lo está por la de la
hormona oxitocina, también en la amígdala.[cita requerida] Está en estudio un
antagonista selectivo de la hormona antidiurética, el compuesto SSR149415, que
bloquea la sensación de miedo «social» —miedo hacia otros animales de la misma
especie— pero no otros tipos de miedo; los fármacos que bloquean el miedo social
por antagonismo de la vasopresina es posible que nunca se comercialicen dadas las
funciones, biológicas y de otros tipos, que tiene tal tipo de miedo en el
funcionamiento de las sociedades animales incluida la humana (es de destacar que el
etanol inhibe la producción de vasopresina); estudios con resonancia magnética de
la amígdala cerebral están encontrando datos que indican que los llamados
"psicópatas sociales" sufren atrofia de las amígdalas cerebrales lo que les
provocaría la pérdida del miedo social y del afecto que les caracteriza. Es
interesante señalar que el miedo al daño físico provoca la misma reacción que el
temor a un dolor psicológico.

La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero tal cosa


no sucede en humanos (que a lo sumo cambian su personalidad y se hacen más
calmados), en los que el mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e
interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico.

El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo


celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral,
así como la coagulación sanguínea. El sistema inmunitario se detiene (al igual que
toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a
las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea
sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente
adrenalina). También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento
de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la
admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
El miedo se comunica a los demás a través del rostro: la actriz Candace Hilligoss
en la película Carnival of Souls.
Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos
frontales (encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se
desactivan parcialmente. Durante un ataque de pánico3 la atención consciente queda
fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardíaco o la
presión sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de la
realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que impide una
ponderación del auténtico riesgo. Esto sucede, especialmente, en el caso de las
fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a otra cosa y
magnífica el peligro ante la incomprensión de los presentes.

La consolidación en la memoria de un episodio de miedo intenso (o de un trauma) no


es inmediata. Según los investigadores Min Zhuo, Bao Ming Li y Bong Kiun Kaang4 la
activación de los receptores NMDA (que son las moléculas que reciben las señales
bioquímicas que provocan un efecto fisiológico concreto) provoca que en esos
receptores se produzca una huella en las células cerebrales. En concreto, sería la
subunidad molecular llamada NR2B la que serviría de marca de memoria. En
experimentos realizados con ratones, el bloqueo de la NR2B en la corteza prefrontal
produjo la desaparición de la reacción a un miedo previamente experimentado.

Otro estudio sobre lo que provoca miedo en una persona; realizado por un equipo de
investigadores alemanes de la Clínica Universitaria Charité de Berlín, y conducido
por el psiquiatra Andreas Heinz demostró la relación entre la dopamina y la
sensación de miedo.5

Este estudio arrojó que la dopamina, una sustancia neurotransmisora, estimula o


frena la actividad de las células nerviosas en el cerebro. En este estudio se
encontró que poca dopamina en algunas áreas del cerebro provoca la interrupción o
trasformación de la comunicación entre las células nerviosas. Las personas con una
elevada concentración de dopamina en la amígdala cerebral (Corpus amygdaloideum),
área en el cerebro que participa en el procesamiento emocional, reaccionaron con
más miedo y estrés que aquellas personas con una menor concentración de dicha
sustancia.

Además se concluyó que hay otro factor que influye en las sensaciones de miedo;
este es la comunicación existente entre la amígdala cerebral y el cíngulo anterior,
otra región cerebral. Ambas están interconectadas a través de fibras nerviosas.
Estas regiones se comunican cuando la persona percibe algo negativo. Cuanta más
comunicación hay entre ambas regiones, menos miedo sentían las personas afectadas;
en cambio personas con poca o pobre comunicación sienten más miedo.

Se ha demostrado que a través de la psicoterapia se puede promover la comunicación


de la amígdala cerebral y el cíngulo anterior, por lo que las personas afectada
podrían aprender a actuar con menos miedo y a tener una mayor seguridad en sí
mismas.

Consideraciones jurídicas
En la medida en que el miedo puede restar autonomía decisoria al sujeto llega a ser
un eximente de responsabilidad. El derecho romano estableció en el 79 a. C.
(mediante una innovación jurídica introducida por un pretor llamado Octavius) la
acción metus causa (por causa del miedo) como eximente de responsabilidad.6 En las
siete partidas (Part. 7 tit 3.3.l.7) se establece en el derecho castellano la
invalidez de pleitos o declaraciones realizados bajo miedo, y el derecho actual
determina que el miedo es causa eximente de responsabilidad criminal. Para el caso
del moderno derecho continental, y en concreto para el español, por ejemplo, se
establece que:

Están exentos de responsabilidad criminal (...) el que obre impulsado por miedo
insuperable.
Código Penal español, Art 20.6, vigente desde 24 de mayo de 19967
Si bien la doctrina española no aclara de forma unánime qué naturaleza jurídica
tiene la eximente del miedo insuperable, es opinión generalizada que se basa en el
«principio de no exigibilidad de otra conducta», y en ocasiones se vincula a la
legítima defensa. Se especifica que el miedo puede no ser el único motivo de la
conducta ilícita, pero sí ha de ser motivo preponderante. La jurisprudencia del
Tribunal Supremo español en ocasiones (y de manera excepcional) no acepta la
eximente de miedo insuperable en ciertos delitos de acción (al entender que quien
actúa lo hace habiendo superado el miedo), y no exige, en cambio, que el peligro
sea real (pues puede ser imaginario) ni inminente.8

Lo mismo ocurre en el derecho civil y en el canónico católico, en los que el


defecto del consentimiento por miedo es, por ejemplo, causa de nulidad matrimonial.
[cita requerida]

Terminología

Claustrofobia, miedo a lugares cerrados.


Según el diccionario de la Real Academia Española (DRAE)9 el miedo es la
«perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario». El
vocablo procede del latín metus, que tiene significado análogo. Como todas las
emociones admite graduación, y así el diccionario ideológico de Julio Casares
establece algunos términos asociados, como temor, recelo, aprensión, canguelo,
espanto, pavor, terror, horror, fobia, susto, alarma, peligro o pánico.10

Uno de los primeros testimonios del uso de esta palabra en castellano escrito,
según el diccionario de autoridades se encuentra en la obra legislativa conocida
como las Siete Partidas (Part. 7 tit 3.3.l.7):
…e de tal miedo e de otro semejante fablan las leyes de nuestro libro cuando dicen
que pleito o postura que home face por miedo non debe valer.
[cita requerida]
José Antonio Marina y Marisa López Penas, en su Diccionario de los sentimientos,
analizan las relaciones que se pueden establecer entre distintos vocablos de un
mismo campo semántico emocional, lo que nos permite conocer su matización y su
gradación. Riesgo (resecare, romper un risco el casco de una embarcación), y
peligro (de la raíz indoeuropea per-, ir hacia delante, penetrar en algún sitio)
son palabras relacionadas con el miedo. Temor es el miedo a algo que se piensa que
ya ha sucedido, y aprensión es la aversión a tocar algo. Canguelo (miedo breve)
procede del caló y significa originariamente apestar, y se relaciona con el
aflojamiento de esfínteres que produce el miedo.11 La gradación del miedo en la
lengua castellana, según estos autores, comienza con el miedo intensivo, la fobia,
el terror y el pavor (este último del indoeuropeo peu-, golpear, de donde proceden
también pavura y espanto). El pánico es el miedo sin fundamento, colectivo y
descontrolado (palabra derivada del nombre del dios Pan, y se refiere al miedo a
los ruidos perturbadores de la naturaleza). Existe también un miedo breve y súbito,
procedente de una causa pequeña, el susto (procedente del portugués), y también la
alarma (que significa, etimológicamente, «a las armas»).

La lingüística comparada permite reconocer las diferencias de vocabulario emocional


entre culturas. En francés,

Peur es la inquietud por la presencia de un peligro, crainte es un peur fuerte,


terreur es crainte grande y profundo, panique es terreur súbito y sin fundamento,
épouvante es un terreur grande, frayeur es un épouvante causado por la imagen del
mal… effroi es un frayeur grande…
Marina Torres y López Penas, 2001, p. 248
En inglés es también abundante la variedad de términos para describir el miedo:
worry (preocupación), anxiety (ansiedad), terror (terror), fright (espanto o
susto), paranoia (paranoia), horror (horror) , panic (pánico individual o
colectivo), persecution complex (manía persecutoria) o dread (pavor). La phobia es
paranoia extrema, y la distrust (desconfianza) es el miedo interpersonal. El terror
(terror) se refiere a un estado pronunciado de miedo posterior al estado de horror
ante un peligro inmediato, y que puede provocar acciones atípicas e irracionales en
quien lo siente.

En alemán se emplean las palabras Furcht (miedo), Sorge (preocupación), Bammel


(ponerse nervioso). El término quizá más empleado, Angst («miedo» o «angustia» en
alemán y otras lenguas germánicas), de ocho siglos de antigüedad, proviene de la
raíz indogermánica anghu- (restricción), y evolucionó en la palabra del antiguo
alto alemán angust, que conservó el significado de restricción, al igual que la
palabra latina angustia, con el mismo origen etimológico. La palabra Angst se
extendió al inglés angst, donde se emplea con el significado de miedo existencial o
para referirse a una ansiendad intensa en lugar de la palabra anxiety, y se emplea
por ejemplo en la expresión angst-ridden (estar dominado por el miedo). El término
fue probablemente importado al inglés por George Eliot en 1849.

La escasa variación de significados entre lenguas cercanas indica que el miedo es


un sentimiento universal. Pero la antropología y la sociología muestran que el
miedo tiene una modulación cultural, lo que se analizará en otro apartado de este
artículo.

El miedo como construcción cultural


Catherine Lutz ha estudiado la variabilidad cultural del miedo.12 Según sus
averiguaciones, la comunidad ifaluk considera positiva la cobardía, y por tanto
para ellos es bueno confesar el miedo pues es prueba de ser persona inofensiva y
temerosa de las leyes del grupo.

La sociedad colabora con el miedo, al magnificar la información alarmista de los


medios de comunicación. En la foto, Orson Welles, quien desató un ataque de pánico
colectivo en 1938 con su programa de radio La guerra de los mundos.
Joanna Bourke, autora de Fear: a Cultural History (El miedo: una historia cultural)
revela que el miedo, como un sentimiento colectivo e individual, varía con las
épocas y los contextos históricos.
Durante el siglo xix, los temores relacionados con la muerte inminente estaban
estrechamente vinculados a los miedos acerca de cualquier tipo de vida después de
la muerte eventual así como relacionados con la inquietud sobre el diagnóstico
correcto del deceso (o dicho de otra manera: que condujera a un entierro
prematuro). En nuestro tiempo, por el contrario, tendemos a preocuparnos mucho más
sobre el hecho que nos obliguen a permanecer vivos más de lo debido (denegándonos
la oportunidad de «morir con dignidad»). Es el personal médico, en vez de los
clérigos, el que preside cada vez más sobre el terror a la muerte. Los debates
actuales sobre la eutanasia y la muerte asistida están relacionados con estos
cambios.
Joanna Bourke13
Esta investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo son los
medios de información de masas, pero en todo caso se precisa de la credulidad de la
sociedad para que el pánico estalle. Tras estudiar los archivos históricos, la
autora muestra cómo entre 1947 y 1954 estalló un pánico colectivo ante el abuso
sexual de niños,13 pese a que los periódicos llevaban años publicando ese tipo de
noticias. Otro caso estudiado por la autora es el pánico colectivo desatado por la
retransmisión de La guerra de los mundos por Orson Welles en 1938, cuando una
ficción radiada sobre un ataque alienígena a la tierra desató la alarma entre los
estadounidenses. La autora recuerda que el precedente de ese experimento (una
emisión equivalente de la BBC realizada por Ronald Knox en 1926, con idénticos
resultados de miedo colectivo en el Reino Unido) fue olvidado, tal vez por un
posterior sentimiento de vergüenza colectiva:
(...) la ola de pánico que Welles causó a través de la radio ha eclipsado la que
ocasionó Knox. Después de todo, más de un millón de estadounidenses se vieron
afectados durante la última ola de pánico (muchos más que en 1926). De todas
formas, existía además otra razón: en 1926, había un palpable sentimiento de
vergüenza: todos querían olvidarse del hecho tan pronto como fuera posible. En
Estados Unidos, por el contrario, aunque se pudiera hablar sobre la vergüenza,
otros grupos dentro de la sociedad se sirvieron en muchos sentidos del pánico para
reafirmar su propio estatus (superior). Los sociólogos se vieron involucrados,
preparando elaboradas teorías sobre la psicología de multitudes. Se dio una
profesionalización del pánico en 1938 que no existía en 1926.
Joanna Bourke13
La profesionalización de los provocadores del miedo es así una característica de
nuestra época, según Joanna Bourke:
A pesar de que sólo diecisiete personas perdieran la vida a causa de actos
terroristas en Estados Unidos entre 1980 y 1985, el periódico The New York Times
publicó un promedio de cuatro artículos sobre el terrorismo en cada edición. Entre
1989 y 1992, sólo treinta y cuatro estadounidenses murieron como consecuencia de
actos terroristas en el mundo, pero más de 1300 libros fueron catalogados bajo el
rubro de «Terroristas» o «Terrorismo» en las bibliotecas estadounidenses.
Joanna Bourke14
La autora concluye que el miedo es también un arma de dominación política y de
control social. Son diversos los autores que denuncian el uso político del miedo
como forma de control de la población, haciéndose hincapié en la creación de falsos
escenarios de inseguridad ciudadana.15

A lo largo de la historia ha habido todo tipo de movimientos sociales y culturales


fundamentados en el miedo a algo: el milenarismo, en miedo al efecto 2000 o los
movimientos apocalípticos. El miedo es también un arma de guerra, empleada con
asiduidad en la guerra moderna gracias al desarrollo de la aviación.16

El miedo en el arte
Artículo principal: Terror

Obra de Piranesi.
La presencia del miedo en el arte es ubicua. Tal es así que constituye un género
narrativo por sí mismo (cuentos de miedo, novelas de terror)17 ampliamente
cultivado sobre todo a partir del siglo xix por autores de inspiración romántica
como Edgar Allan Poe, Howard Phillips Lovecraft o incluso Gustavo Adolfo Bécquer.
La literatura ha generado personajes específicos para retratar el terror y el
miedo, como Drácula o el monstruo de Frankenstein. Es también un género
cinematográfico (el cine de terror). La escultura occidental, especialmente la
medieval con sus interpretaciones del apocalipsis, ha elevado el miedo a categoría
de arte. La pintura, especialmente la contemporánea, ha retratado las angustia del
ser humano moderno. Un ejemplo conocido es el del pintor expresionista Edvard Munch
en su emblemático cuadro El grito,18 aunque los ejemplos se podrían multiplicar a
casi todas las épocas, como en el caso del Bosco, Brueghel o las obras de Piranesi.

Miedo y sociedad
El miedo es una característica inherente a la sociedad humana: está en la base de
su sistema educativo19 (que, como expuso de manera radical Skinner, en buena medida
se define por el esquema básico del premio y del castigo) y es un pilar del proceso
socializador.20 Buena parte del sistema normativo se fundamenta en el miedo, como
muestra el Derecho Penal.

Desde el ámbito de la sociología el miedo se ha identificado como una de las


características de la sociedad postmoderna. Ulrich Beck la denomina
risikogesellschaft (sociedad del riesgo) en la medida en que es ahora el momento en
que por primera vez la especie humana se enfrenta a la posibilidad de su propia
destrucción y extinción.21

Miedo y formación militar


En los ámbitos castrenses, una buena parte del entrenamiento del soldado y en
especial de las fuerzas especiales está orientada al control del miedo para de este
modo formar soldados, oficiales y comandos seguros de sí mismos y autómatamente
efectivos a la hora de actuar. Para ello se enfrentan a los soldados a escenarios
que causan pavor, como arrastrarse bajo alambre de púas bajo el fuego de
ametralladoras, explosiones, caminar sobre campos minados, guerra de guerrillas,
combate cuerpo a cuerpo, etc.

Miedo y religión

El miedo a la enfermedad, a la pobreza, a la guerra y a la muerte están presentes


en la iconografía apocalíptica tradicional. Los cuatro jinetes del Apocalipsis,
grabado de Durero (1497-1498).
La Torá hace mención al miedo en su primer libro Bereshit. En concreto, el miedo se
convierte en atributo humano por causa del plan divino:
Y llamó Dios, el eterno, preguntándole: «¿donde estas?» Y respondió: «he oído tu
voz en el huerto, y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso, me escondí».
Génesis 3:9-10
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso, el temor de Dios
y cada una, desde el judaísmo22 hasta el islam23 han desarrollado su particular
teología al respecto. Es de destacar que ciertas religiones recurren a adoctrinar
en el periodo de aprendizaje infantil con amenazas de sufrimiento infinito y eterno
si no se cree en sus postulados y si no se cumplen sus normas. Otras religiones,
como el budismo, se fundamentan directamente en la necesidad de evitar el dolor y
el sufrimiento, y por tanto, de manera indirecta, tienen una especial relación con
el miedo.24

En el cristianismo, el miedo está relacionado con el comportamiento de un individuo


y la conciencia, p. ej. en el libro de Proverbios 28:1 dice:

Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león.
—Proverbios 28:1
Por otro lado está el temor benigno, este es un temor reverente, incluye el respeto
y la obediencia, p. ej.:

El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la


sabiduría y la enseñanza.
—Proverbios 1:7

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