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Venezuela asumió, a partir de 1998, el desafío de construir el socialismo

bolivariano e impulsar un proceso de unidad de Nuestra América. Es en este


contexto específico en que deben comprenderse las políticas públicas en general
y la educativa en particular. En este trabajo propongo describir algunas de las
líneas directrices del modelo educativo consistente con el nuevo orden en
gestación y reflexionar acerca de algunas referencias a prácticas pre-figurativas de
una educación pública en construcción y en disputa.
El proceso está en desarrollo, las formas nuevas que se van creando e
implantando tienen un estado germinal, de manera que el escrito tiene una
provisoriedad adicional a cualquier texto que se proponga “objetivar” la realidad:
hablamos de unos discursos, unas prácticas, unas estructuras y unas relaciones
que están en estado de permanente revisión, recreación, reformulación. Claro que
esta dinámica de cambios no ocurre de manera antojadiza sino doblemente
enmarcada.
Orientada por el horizonte del socialismo según las peculiares
características que asume en el contexto venezolano, por unos principios políticos,
culturales y pedagógicos que constituyen una suerte de brújula desde la cual
ensayar y revisar las novedades en el sistema educativo.
Es preciso en este marco señalar que el elemento subjetivo juega un papel
fundamental; el discurso oficial remite a la exigencia de una batalla cultural por la
difusión, apropiación y recreación de nuevos valores fundados en la igualdad, la
emancipación, la solidaridad, la justicia, la participación, la democracia sustantiva
constituye un objetivo de largo aliento y requisito para el logro de las
transformaciones revolucionarias en curso.
Una educación que nos incluya a todas y todos debe ser el primer consenso
de la escuela y de la sociedad en su conjunto. Es nuestro deber (el de todas y
todos) garantizar que sea una educación con todas y todos, que nadie se nos
quede afuera.
Es inmensa la diferencia para la vida de un niño, una niña, un o una
adolescente, un o una joven, y para la sociedad toda, que esté dentro o fuera de
una escuela o de un liceo o de una escuela técnica. No se trata de garantizar
solamente el acceso a la educación, es necesario desarrollar prácticas educativas
y condiciones para que él o la estudiante permanezcan y aprenda. Una educación
inclusiva no discrimina a ningún o ninguna estudiante ni lo etiqueta. A ninguno de
nosotros o nosotras le puede ser indiferente que un estudiante no asista a clase.
Como todos los demás referentes éticos y procesos indispensables, la
educación en, por y para la ciudadanía participativa y protagónica debe
expresarse en todos los ámbitos de la vida de las escuelas y liceos. En la toma de
decisiones consensuadas y consultadas, en la definición del proyecto educativo
integral comunitario, en las aulas, en la preparación de actividades comunes, en la
organización de los diferentes grupos que integran la comunidad educativa, en la
formulación, ejecución y evaluación de proyectos. Las formas de participación en
las escuelas deben multiplicarse pues todos no están dispuestos o no les es
posible participar de la misma manera.
La Patria para nosotros es la reivindicación de nosotros mismos y de
nosotras mismas, en nuestro paisaje, nuestra identidad, con nuestra historia y
nuestra diversidad como pueblo. La Patria existe en la dignidad de ser
venezolanas y venezolanos, en la fuerza ética que nos permite pararnos sobre
nuestros propios pies, para abrirnos a la convivencia y la solidaridad con otros
pueblos y enfrentar a quienes han pretendido, pretenden o pretendan sojuzgarnos
o dominarnos. Es este sentimiento de Patria el que se ha forjado en la lucha
contra los conquistadores que intentaron borrarnos en nuestra existencia como
pueblo, con nuestra relación con esta tierra, con nuestras emociones,
espiritualidad, formas de expresión, referencias y recuerdos.

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