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Perla zelManovicH

violencia y desaMParo

Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos


Aires. Candidata a Dra. en Ciencias Sociales de FLACSO.
Psicoanalista, educadora e investigadora principal del Área
de Educaci n de FLACSO. Directora Académica del Pro-
grama “Psicoanálisis prácticas socio –educativas. Aportes
para abordar el malestar educativo actual” (FLACSO). Pro-
fesora ad unta en la Cátedra de Psicología del Aprendiza e
de la Adolescencia, sub-área Psicología de la Adolescencia
(C.E.F.I.E.C./UBA). Autora de numerosos textos coordina-
dora de colecciones destinadas a docentes niños, entre los
que guran: “Contra el desamparo”, en Enseñar hoy. Una in-
troducci n a la educaci n en tiempos de crisis. FCE (2003).
Traba a sobre la problemática de la funci n adulta de la au-
toridad pedag gica en el vínculo educativo sobre los nuevos
vínculos intergeneracionales. Realiza tareas de supervisi n
asesoramiento en instituciones educativas. *

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buenas tardes a todas todos los co- servatorio. Me parece interesante ne-
legas a uí presentes a uienes se en- cesario habilitar una polifonía de voces
cuentran en las distintas provincias para encarar una problemática tan com-
donde se está viendo esta transmisi n, ple a, ue como tal re uiere de múltiples
gracias a la cual podemos acercarnos miradas.
tanto en las distancias materiales como Comenzaré con una pregunta ue va a
en la conversaci n. Agradezco a Mari- orientar un recorrido argumental a partir
na Lerner uien me convoc a Mara del cual luego podremos conversar. Para
Brawer, la responsable de este espacio formularla me inspiré en el título de un
ue considero mu necesario. Es una articulo ue lleg a mis manos hace ape-
gran responsabilidad para mí estar ho nas dos años: “¿En ué medida es posi-
a uí para ofrecerles una perspectiva ue ble hacer inexistir la violencia en las ins-
aporte elementos para pensar abordar tituciones educativas?” Veremos luego
uno de los temas urgentes ue atraviesan si alguna de las claves conceptuales ue
nuestras sociedades contemporáneas desplegaré contribu en con la bús ueda
también la agenda cotidiana de nuestras de hip tesis explicativas de posibles
instituciones educativas, como es el de aborda es ue sur an de las mismas. La
las llamadas “violencias”, no s lo por lo pregunta invita a pensar en ué medida,
ue acontece efectivamente, sino tam- en un marco de profundas fragmentacio-
bién por la circulaci n social ue tiene el nes, desigualdades sociales educativas,
tema “violencia en las escuelas”, lo cual es posible ho hacer inexistir las violen-
también conlleva sus consecuencias. En cias en las instituciones educativas, o al
los últimos años observamos de mane- menos algunas. Digo violencias en plu-
ra creciente en nuestras prácticas en las ral por ue son múltiples tanto sus modos
escuelas, diferentes modos en ue se de presentaci n como sus m viles, los
hace notoria la agresividad mani esta. ue re uieren ser diferenciados para ue
Más allá de situaciones en ue se pre- tengan alguna chance de convertirse en
senta de manera extrema, advertimos su herramientas para su aborda e. Para co-
emergencia tanto en niños cada vez más menzar opté por poner en relaci n una
pe ueños ue irrumpen con exabruptos, dupla de ideas: “desamparo” “violen-
como en adolescentes, donde lo ue pri- cia”, por ue entiendo ue advertir su ín-
ma es la respuesta corporal. tima relaci n nos introduce en una ma-
Vo a compartir con ustedes algunas nera de pensar al su eto ue se precipita
ideas sobre las ue vengo traba ando, en tales exabruptos, también cuánto
que re ejan sólo una perspectiva, entre depende su despliegue del tipo de víncu-
muchas otras ue abordan el tema al- los ue establecemos. Es decir ue ligar
gunas de las cuales tuve oportunidad de desamparo violencia es una manera de
leer en una de las publicaciones del Ob- concebir no s lo la condici n del su e-

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to de uien estamos llamados a educar, enfocarlos, decodi carlos, leerlos.
sino también el papel ue tenemos en Propongo para eso deslindar al menos
nuestra condici n de adultos con ellos. tres grandes aspectos ue son estructu-
Voy arriesgar una a rmación: la violen- rales en cuanto a la constituci n de la
cia puede ser pensada como efecto del sub etividad. Un primer aspecto del des-
desamparo. Introducir esta causalidad amparo sub etivo está relacionado con la
nos permite des-sustancializar al su eto condici n de prematuraci n del cachorro
que identi camos con su violencia: “es” humano aun ue se ha an cumplido los
violento, nos lleva a pensar en cambio nueve meses de gestaci n, en el sentido
las razones de su “estar” violento, lo cual ue siempre somos prematuros para arre-
abre a su vez posibilidades de intervenir glarnos de manera aut noma con nues-
en a uello ue activa los efectos agresi- tras propias pulsiones, con las exigencias
vos en su modo de estar. Vo a presentar del mundo exterior con las relaciones
primero a qué me re ero cuando hablo con nuestros seme antes. Esto nos vuel-
de desamparo. En principio vo a dife- ve una vez más sobre lo imprescindible
renciar dos aspectos ue muchas veces ue es para sobrevivir contar con el Otro
están solapados, superpuestos. Por un de los cuidados no s lo materiales, sino
lado el desamparo social ue se presenta también simb licos. Muchas experien-
con indicios ue dan cuenta de un aban- cias así lo atestiguan, como los estudios
dono material veri cable; por ejemplo de René Spitz sobre bebés abandonados
el chico ue no es llevado a la consulta en hospitales, ue morían de marasmo
médica o ue no tiene sus necesidades aún contando con los cuidados mate-
básicas satisfechas. Este tipo de desam- riales ue les brindaban las enfermeras
paro denuncia la inexistencia del Otro de — ue iban desde la higiene, la alimenta-
los cuidados materiales, encarnado en ci n o la atenci n sanitaria— aún con-
diversas guras, que van desde el Estado tando con esos cuidados algunos morían;
sus representantes, hasta uienes cum- morían de marasmo o agregaría de
plen funciones maternas paternas, cu- marasmo simb lico. Ese aspecto del des-
as responsabilidades es necesario dife- amparo estructural subjetivo re ere a la
renciar. Pero ha otro tipo de desamparo necesidad del cachorro humano de con-
ue es en el ue me vo a detener, ue si tar con ese Otro ue lo alo e a partir de
bien tiene sus puntos de contacto con el un deseo ue no sea an nimo. Los cui-
anterior, no se agota en el mismo: se trata dados de las enfermeras hacia los bebés
del desamparo sub etivo. Este no se pre- eran en este sentido an nimos, a ue un
senta tan evidente, re uiere seguir el deseo ue no es an nimo supone un lu-
hilo de los indicios que llevan a identi - gar simb lico singular para cada su eto,
car la inexistencia del Otro de los cuida- hecho de reconocimiento e inscripci n
dos simb licos, para lo cual tenemos ue en el deseo de ese Otro.
proveernos de unas lentes ue permitan

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Lo ue no estaba garantizado era ese lu- nado. Desabrochar el rol de la funci n le
gar simb lico ue va más allá del rol, en da la posibilidad a todos de proveerse de
este caso el rol de ser enfermera. Lo ue uien cumpla esas funciones de recono-
garantiza el lugar simb lico para un chi- cimiento e inscripci n imprescindibles,
co, es el e ercicio de una funci n sub eti- discutir con uienes actúan en funci n
vante, ue es tal en tanto uien la e erce de suponer destinos inexorables basados
lo registra como su eto en su singulari- en el origen. Sabemos ue aún el vínculo
dad lo inscribe en una relaci n ue lo biol gico ue nos asigna el rol de padre
reconoce como necesario. o madre, re uiere de una adopci n de la
Estas dos operaciones son constitutivas funci n por lo tanto de la inscripci n
de la funci n adulta, a ue el adulto simb lica social de ese su eto, lo cual
se hace necesario a partir de ese inaca- no siempre ocurre; los hi os biol gicos,
bamiento estructural cuando interpreta todo su eto, necesita de esa adopci n ue
las demandas ue el propio su eto no va por la vía de un deseo singular ue ha-
puede signi car. Se hace de ese modo bilita la inscripci n el reconocimiento.
responsable, garante de abrirle por esa Un segundo aspecto del desamparo sub-
vía la posibilidad de ue pueda recono- etivo ue nos a uda a enfocarlo, alude
cerse parte de una trama simb lica ue más especí camente a la necesidad de
lo trasciende, al reconocerlo necesario no de ar librado al cachorro humano a
para ese Otro encarnado en la funci n sus propias pulsiones agresivas. Algunos
ue se e erce: un alumno necesario para indicios de esa agresividad ue es inhe-
un maestro, un hi o necesario para una rente a la condici n humana los encon-
madre. Como vemos, la funci n ue tramos en los uegos infantiles, en los
ampara simb licamente no es sin nimo despedazamientos de muñecas, en algu-
de un rol determinado. Puede haber rol nas crueldades clásicas con animales, las
de madre, padre o maestro, no haber mordeduras entre los más pe ueños, o en
funci n adulta sub etivante, a sea por- los clásicos de la literatura infantil ue
ue no ha un deseo dirigido hacia ese los siguen atrapando, donde esa agresivi-
su eto en particular, o por ue ese deseo dad se pone en escena con lobos fagoci-
es vacilante, lo cual compromete las tadores de abuelitas, con perseguidores
chances de ue el chico o la chica pue- perseguidos o con la literatura de terror.
dan reconocerse en una determinada Es una operaci n importante para sumar-
inscripci n simb lica. Considerar por la le a la funci n adulta, ue es tan necesa-
vía de la funci n los roles ue tenemos ria como el alimento material, por ue es
asignados, tiene el bene cio de abrirle el la ue ampara al cachorro humano de la
uego a muchos de los chicos chicas propia agresividad, de las propias pulsio-
ue tenemos en nuestras aulas, ue no nes ue buscan satisfacerse consigo mis-
cuentan con alguien ue pueda sostener mo o con los otros. Este aspecto del des-
la funci n a partir del rol ue tiene asig- amparo simb lico abre un debate acerca

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de si la violencia es end gena o ex gena. va ubicando.
De las investigaciones de Spitz también Se trata de un amparo simb lico, de una
surge ue los bebés ue no contaban con red protectora que alberga signi cados
uien cumpliera la funci n sub etivante, con los cuales poder signi car la reali-
dirigía esa agresividad inherente hacia sí dad. La escuela, entiendo o, es un espa-
mismo. Bebés ue se golpeaban la cabe- cio con posibilidades potenciales de te er
za contra los barrotes de sus cunas. esa malla, por ue cuenta con los conteni-
Un tercer aspecto del desamparo sub- dos de la cultura ue están en el coraz n
etivo es el ue hace referencia a la y en la razón de ser del o cio de educar,
necesidad de signi car, metabolizar, pero a condici n de ue los adultos ue
simbolizar, tanto las propias impulsivi- la habitan asuman esa funci n de reco-
dades, las violencias end genas, como nocerse como responsables de ese más
las ex genas ue irrumpen del exterior allá de la enseñanza, ue es instituir ese
ue muchas veces los inunda. A estas entramado cultural de protecci n, ue
violencias ex genas a las ue están so- conlleva reconocimiento e inscripci n.
metidos muchos de nuestros estudiantes, Cuando venía en el subte hacia a uí, ob-
Silvia Bleichmar las nombraba “malestar servaba a una chica de unos trece años
sobrante”, por ue son evitables a través con la ue creo sería su hermanita en
de la existencia del Otro de los cuidados brazos, repartiendo unas tar etitas para
materiales. Éstas se sobre-agregan a ese obtener alguna moneda, escena cotidia-
otro malestar del ue venimos hablando na del malestar sobrante urbano. Mien-
ue deviene del desamparo sub etivo ue tras descansaba de su reparto puso una
es inevitable e ineliminable por comple- música a todo volumen en su celular,
to por ser estructural, pero ue es abor- escuchaba un rap, una interrupci n a
dable por vía de la existencia del Otro de esa realidad ue la inunda ue pode-
los cuidados simb licos. Como ven, este mos leer como una bús ueda de amparo
amparo simb lico se suma a las dos ope- simb lico. Recorriendo algunas escenas
raciones inherentes a la funci n adulta, fílmicas ue usamos para traba ar estas
ue hace referencia a esa otra ue es la ideas con los docentes, recuerdo una es-
de mediar entre el su eto su realidad, cena de la ue me advirti una colega, en
tanto interna como externa. Esta opera- una película ue es mu dura, “El amor
ci n es la herramienta clave ue tiene la furia”, donde se puede ubicar c mo la
el traba o educativo, desde la perspecti- ligaz n cultural te e esa malla simb lica
va ue lo estamos pensado, por ue esas con la ue el su eto puede hacer algo con
mediaciones están hechas de palabras, sus violencias end genas, ue se desatan
de colores, de sonidos, de f rmulas de ante la irrupci n de la violencia ex gena
relatos, ue son diferentes modos de pro- ue lo inunda. Hablo de una escena en la
veer de signi cados con los cuales tejer ue un profesor transforma un palo ue
una malla simb lica en la ue el su eto se el chico usa para romper las ventanas, en

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una herramienta ritual de la cultura mao- nota ue circul en los medios de difu-
rí, interrumpiendo primero esa impulsi- si n masiva en el año 2006, referido a
vidad, no de ándolo librado a la misma, este tema ue tiene alarmante triste-
luego cubriéndolo de relatos con los ue mente mucha vigencia: “Francia seguirá
busca ligarlo, inscribirlo simb licamen- a los niños como si fueran criminales”,
te en su cultura de origen. Los invito a reza el título. Algunos destacados: “Si
buscarla. Hay otro lm que tal vez hayan su hi o llora por capricho, patalea, no se
visto por ue ha circulado mucho en los ueda uieto en el ardín de infantes
espacios de formaci n docente, me re- roba los uguetes de sus compañeros le
ero a “Los coristas”, donde también es muerde la ore a al perro en un arrebato
interesante ubicar este movimiento ue de ira, puede ser un delincuente en poten-
va de las violencias internas externas a cia”. Esta polémica conclusi n a la cual
una producci n cultural ue serena, ue lleg un estudio del Instituto de Salud
regula; en ese caso es a través del traba o e Investigaciones Médicas en Francia,
para ue los chicos internados se liguen inspir nada menos ue un antepro ecto
a la música, ue se vean reconocidos en de le sobre prevenci n de la delincuen-
otra inscripci n: a no son s lo los huér- cia, ue present el actual presidente, en
fanos o violentos internados, sino ue se a uel momento ministro del interior, Ni-
los reconoce con otra marca de identi - colás Sarkoz . Además “el pro ecto de
caci n; ahora son coristas. Ha alguien le recomienda ue las escuelas se abran
en esa instituci n tenebrosa, ue se insti- a los psi uiatras infantiles ue serán los
tu e con su funci n adulta desbordando responsables de diagnosticar el compor-
lo ue se le reclama desde su rol, en tanto tamiento de los chicos de los adoles-
pone a ugar su propio deseo en relaci n centes. El bilingüismo se cuenta entre las
a la música, por esa vía podríamos de- causas ue según el informe, harían ue
cir ue lee las irrupciones de violencia un niño presente conductas “anormales”;
como indicios del desamparo sub etivo en este caso el alumno deberá “asimilar”
de esos su etos. Vale una acotaci n, es el francés antes ue cual uier otro idio-
que este desamparo subjetivo no re ere ma”. y esto no es una película, es algo
a una patología, a un cuadro psicopa- ue está ocurriendo ue nos advierte
tol gico. Lo uiero aclarar por ue ha de los riesgos de tomar salidas estigmati-
una alarmante tendencia a patologizar zantes frente a situaciones ue tienen un
criminalizar muchas manifestaciones trasfondo social, como son las políticas
ue se observan en los chicos, como son migratorias, ue conviven con otras
las impulsividades ue ho nos ocupan, ue son realmente difíciles de abordar,
cuando no son leídas como efectos del como es el caso en el ue irrumpen las
abandono material del desamparo sim- impulsividades en las instituciones. Lo
b lico. ue re uieren es ser pensadas para en-
Al respecto, recorté un fragmento de una contrar encauzamientos educativos ue

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muchas veces ho no tenemos a mano. b lico. Ha frases ue escuchamos insis-
A uí advertimos sobre dos riesgos de tentemente como “con estos chicos no se
fuga: uno hacia la patologizaci n, otro puede” o “no fui preparado para esto”,
hacia la criminalizaci n la segrega- ue denuncian la impotencia de recur-
ci n, ue como vemos se retroalimentan sos para afrontar situaciones inéditas a
entre sí. Con el e uipo de investigaci n las ue no estábamos acostumbrados.
formaci n ue coordino en FLACSO, También hablan de un cambio de mirada
venimos observando en torno a las deri- sobre problemas hist ricos, inherentes
vaciones ue las escuelas realizan a los al traba o educativo, como son las dis-
sistemas de salud, ue la tendencia de tracciones, ue antes eran leídas como
las derivaciones ha virado en los últimos parte del asunto, por eso tanta insistencia
años, de los problemas de aprendiza e a desde siempre en “la motivaci n”. Ho
una ma or incidencia de los problemas nos encontramos con esos deslizamien-
de conducta. y es más, los problemas tos ue fugan hacia lo ue el mercado
de aprendiza e cobran otra forma ue ciertas políticas racistas ofrecen: una so-
también se desliza hacia la patologiza- luci n uímica “rápida” por la vía de la
ci n, ue es la desatenci n (entre otras medicalizaci n, o la segregaci n en sus
tantas manifestaciones) como categoría diferentes variantes.
psi uiátrica. El ADHD, es una de las Vuelvo a la idea del desamparo estructu-
siglas con las ue se conoce el llamado ral, por ue entender su l gica nos lleva
síndrome de desatenci n con o sin hipe- a producir herramientas educativas ue
ractividad, ue no es inocuo para uien alo en a los su etos, por ue sabemos ue
es así diagnosticado. Se viene veri can- no alcanza para ello contar con una va-
do ue los niños son medicados desde cante. A los tres aspectos a señalados,
edades cada vez más tempranas, lo cual ue en sí mismos nos ofrecen algunas
tiene severas consecuencias de diferen- pistas para el aborda e de situaciones
te índole en sus tra ectorias escolares cotidianas, agregamos un cuarto aspecto
vitales en general. Ha investigaciones ue deriva de los tres anteriores, relacio-
a partir de seguimientos transversales, nado con la producci n sub etiva de lo
donde se veri ca que quienes han sido prohibido. Se trata de una operaci n ne-
medicados desde mu pe ueños, no lo- cesaria ue interviene sobre las impulsi-
gran por ello en la adolescencia estabili- vidades end genas estructurales, ue en
zar su relaci n con el conocimiento sino la escuela se ponen en evidencia en las
todo lo contrario. Desde la perspectiva di cultades que presentan muchos chi-
ue les esto ofreciendo, habría una ce- cos para aceptar los límites; y de las di -
guera con respecto a leer la correlaci n cultades que mani estan los adultos para
entre el desamparo estructural con el ue conseguir ue ellos los acepten, es decir,
llegamos los humanos a este mundo los para ue acepten el “no”. Para pensar
efectos ue produce el desamparo sim- caminos educativos al respecto, ue no

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va an por la vía de la medicalizaci n ni eto si éste no encuentra una satisfacci n
de la segregaci n, cabe advertir la l gica alternativa ue sustitu a el impulso a la
ue sub ace a la constituci n del “no”. satisfacci n inmediata de sus pulsiones,
Se trata de su costado oculto e indisocia- entre ellas las agresivas. Entre esas al-
ble del mismo, ue es la producci n de un ternativas está el temor a perder el amor
“sí”. No ha un “no” ue tenga chances del adulto, el lugar simb lico ue se le
de ser e caz si no hay un “sí” previo. Se ofrece, o la satisfacci n por con uistar
trata del sí a un lugar simb lico para ue un goce estético. Vemos de este modo la
el su eto sea alo ado en su singularidad, importancia central ue tiene atender a
es decir, reconocido como tal e inscripto este especto del amparo simb lico. Ha
como necesario para el colectivo al ue una relaci n estrecha entre lo prohibido
pertenece, operaciones ue atañen a la lo permitido, a uello ue el “no” habi-
funci n adulta a la ue a hicimos refe- lita, como dos caras de una misma mo-
rencia. Aun ue no sea evidente, cuando neda, por ue no ha renuncia genuina
el no es acatado por un chico, esto da sin satisfacci n simb lica a cambio. La
cuenta de ue hubo un sí previo para él. satisfacci n alternativa puede estar en
Como ven, el “sí” se produce a partir el despliegue del traba o con la cultura,
de las tres operaciones ue atienden el pero esto sabemos ue no es tan senci-
desamparo sub etivo por parte de uien llo, a ue depende también de c mo se
cumple la funci n adulta, en la medida relaciona con la misma uien la ofrece,
ue ofrece un lugar de reconocimiento e de manera más o menos entusiasta, de
inscripci n. Estas constitu en un punto su convicci n de ue algo puede llegar
de partida con el ue ho muchos chicos a encender el entusiasmo del su eto a
ue llegan a las escuelas, no cuentan, con uien se dirige.
lo cual están desamparados con respecto a Dos especi caciones con relación al va-
sus propias impulsividades –ineludibles- lor estructurante ue tiene para un su eto
ue irrumpen, así como con respecto a el traba o con la cultura. Por un lado, en
la posibilidad de metabolizar la realidad la infancia el desamparo sub etivo re-
externa ue muchas veces viene teñida uiere ser tramitado fundamentalmente
de violencias- sobrantes-. Cuando no da- por vía de la cción. Hay una di cultad
mos por sentado ue tales operaciones estructural del su eto infantil de encon-
están garantizadas, ofrecerles recursos trarse con determinadas cuestiones de
simb licos ue les permitan metabolizar la realidad, tanto interna como externa,
tanto las end genas como ex genas, es de manera directa. El recurso a la c-
un modo de abordar el problema de ma- ci n, el ingreso por esta vía oblicua a los
nera estrictamente educativo. problemas, va conformando un te ido
Otro aspecto ue atañe a esa relaci n ue simb lico privilegiado. El “dale ue o
vincula el “no” con el “sí”, es ue no ha era”, así como la necesidad del cuen-
consentimiento al “no” por parte del su- to antes de ir a dormir ue serena, o la

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profusi n de bandas musicales entre los todos los lazos ue lo vinculaban.
adolescentes, así lo atestiguan. En el caso Los persona es ue constru en para sí
de estos últimos, además del recurso a la los adolescentes por vía de las identi ca-
cción, tiene un peso fenomenal el hecho ciones, nos llevan nuevamente a ese otro
de ue la misma se despliegue de mane- desamparo del ue hablé al comienzo
ra mu entramada a otra operaci n ue ue es el de la trama social, ue ho se
es estructurante en esta etapa de la vida: ve mu desprovista para ofrecer espacios
la de producir identi caciones por fuera donde puedan ugar extra familiarmente
del marco familiar. Sobre estas identi - persona es ue los liguen productiva-
caciones ue van permitiéndole al ado- mente con la comunidad a partir de sus
lescente producir variar sus persona es, propios deseos. Ubicar esta necesidad
escribí a hace algunos años un artículo nos da pistas para ir a la bús ueda de al-
titulado ustamente “Contra el desampa- ternativas posibles desde la escuela, pero
ro”, donde planteo esta necesidad vital. en una trama con otras instituciones por
Los persona es pueden adoptar la forma fuera de ella, como a uellas ue los vin-
del violento, el drog n, el ladr n todos culan con el mundo de la cultura del
los cali cativos que podamos escuchar. traba o.
Considerarlos como persona es ue es- Ficción e identi caciones como dos cla-
tán ugando sus dramas sub etivos a tra- ves posibles de lectura, nos llevan a ob-
vés de estas múltiples identi caciones, servar a edades cada vez más tempranas,
modos de ensa o para salir al mundo con c mo la estructura psí uica desamparada
identidades propias, con una palabra pro- se pone en uego anticipadamente. Pero
pia, nos resguarda a los adultos de san- esto es posible por ue ha un mundo
cionar al persona e como una identidad adulto ue lo sanciona de ese modo. Son
a acabada. Esta consideraci n atiende a fugas anticipadas, como lo denuncia un
la e cacia simbólica que pueden llegar muchachito de apenas 14 años al refe-
a tener estas sanciones, por ue como vi- rirse a su propia vida: a nosotros no nos
mos, el su eto necesita ue su lugar sim- esperaron. Tiempo de espera, de cción,
b lico sea habilitado por el Otro. Sobre de ensa o necesario. Como a señalé, los
este tema escribi el antrop logo francés adultos somos efecto de las necesidades
Lévi-Strauss, uien estudi en diferentes ue surgen de ese desamparo sub etivo
comunidades la e cacia simbólica de la allí donde renegamos del mismo, esta-
palabra ue se dirige a una persona el mos renegando también de nuestra fun-
lugar ue tiene la mirada ue le brinda ci n de nuestro lugar adulto.
su comunidad. Nos ofrece estudios ue Con esto no esto connotando ue ese
muestran c mo un integrante de la co- renegar sea de nitivo, ya que todos en-
munidad puede llegar a morir cuando es tramos salimos de la funci n en distin-
mal visto por ser considerado embru a- tas situaciones circunstancias.
do, por e emplo, por lo cual se le uitan Con respecto a los ensa os ue permiten

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metabolizar simb licamente las realida- la segregaci n del su eto ue lo realiza,
des, tuve oportunidad de encontrarme lo cual genera una espiral de violencia
con una compilaci n de cortos elabo- en un circuito de acci n reacci n corta.
rados por adolescentes de las escuelas Considerar la violencia como un acto,
ZAP -las escuelas de las llamadas Zonas ue lo pone en acci n un su eto o dos
de Acci n Prioritaria de la Ciudad de su etos, nos acerca a este circuito corto
Buenos Aires-. Es mu ilustrativo poder de acci n reacci n. Ahora, ¿por d nde
escuchar ver ué guiones arman los intentamos pensarlo desde nuestros es-
chicos en esos cortos, c mo despliegan pacios de investigaci n de formaci n?
en la pantalla sus desprotecciones. Allí Ingresando al acto violento en un deter-
se puede apreciar la relaci n de éstas con minado tipo de relaci n. La violencia no
las violencias el valor ue puede tener es un acto aislado, se mani esta en un
ccionalizarlas. acto pero se inscribe en un determinado
Hasta a uí algunas notas sobre el desam- tipo de discurso; cuando digo discurso
paro en su doble vertiente, social sub- me re ero a un tipo de lazo, es decir,
etiva, siendo ue ésta última, -la sub e- ue esto homologando discurso lazo
tiva- supone entonces tres operaciones social. Lo ue se pone en evidencia es
psí uicas: inscripci n, reconocimiento c mo el acto violento, tiene un trasfondo
como efecto de ambas la posibilidad de de desamparo ue se produce en deter-
que se produzca un proceso de liación minado tipo de lazos. Lo llamo discurso
cultural. Sin inscripci n social sin re- por ue nos permite ir modelizando tipos
conocimiento simbólico la liación cul- de lazos según tipos de discursos, lo cual
tural se di culta. a su vez da lugar a transformar esa fo-
El lósofo Paul Ricoeur plantea al res- tografía ue es el acto violento, en una
pecto algo mu interesante para la edu- película ue puede ser rebobinada don-
caci n es ue el reconocimiento es el de transcurren múltiples circunstancias,
ue le abre paso al conocimiento. donde ha persona es ue las protago-
Vo a ofrecer ahora algunas notas sobre nizan, de la ue se puede aprender ué
la violencia. Si bien a fuimos asomán- activa el acto violento ué es lo ue lo
donos buscaremos pensar ahora con ese aplaca. El discurso es ese lazo entre el
tel n de fondo ue son los desamparos su eto uien ocupa el lugar la funci n
estructurales simb licos, algunas de las de ese Otro indispensable para la consti-
violencias, por ue no esto abarcando tuci n sub etiva, ue re uiere ser pensa-
todas. En las instituciones se suele con- do de manera ineludible en el marco de
siderar la violencia como un acto aislado una determinada relaci n.
se lo piensa s lo en relaci n al su eto En la escuela, a esa relaci n en la cual el
ue lo produce. Esto generalmente lleva acto violento se produce, la vo a llamar
a dos tipos de salidas: por un lado el re- relaci n de autoridad pedag gica, ue
curso a la evitaci n del acto violento o a se despliega en un determinado tipo de

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discurso, de lazo. No ha una autoridad lazo de autoridad ue podemos aseme-
por fuera de una relaci n, así lo plantea ar a un tipo de lazo autoritario, ue no
el soci logo Richard Sennet en su obra es sin nimo de autoridad, al ue La-
“La autoridad”, donde propone distintas can llama Discurso del Amo, inspirado
guras que responden a diferentes tipos en la dialéctica hegeliana del amo el
de relaciones de autoridad. Las mismas esclavo, en el cual a uien lo e erce lo
permiten ubicar la emergencia del acto ue le importa es ue las cosas marchen,
violento a partir del lugar ue asume más allá de lo ue le pase a cada su eto
uien e erce la autoridad por esa vía el al ue se dirige. Es un tipo de discurso,
lugar en el cual ueda ubicado el su eto es decir un tipo de relaci n ue cuando
al que se dirige. Una de las guras es el se ja en esa modalidad, lo que genera
paternalismo del falso amor, un modo de es rebeldía. Ha otro tipo de vínculo de
lazo en el cual uien la e erce, lo hace autoridad, instalado en lo ue llama un
ba o ciertos condicionantes ue hacen Discurso Universitario, en el cual uien
mu frágil el lugar simb lico para el su- lo sustenta se sostiene en un tipo de sa-
jeto: “como te reconozco me debes deli- ber totalizante, ue no de a lugar para el
dad...”, por eso lo llama “del falso amor”. saber del su eto al ue se dirige, por ue
Esto fertiliza el terreno para la emergen- lo ue le importa a uien se ubica como
cia del acto violento, como respuesta a gura de autoridad es transmitir un sa-
la desligadura simb lica ue de a sin un ber a establecido, todo es leído desde
lugar de inscripci n de reconocimiento algún saber. Fi ado en este tipo de lazo
al sujeto cuando algo de la delidad, ine- de autoridad, lo ue se genera es pasivi-
vitablemente, no se puede sostener. Ha dad, aburrimiento, efecto ue también es
otra gura que propone que es la autono- leído desde este discurso a partir de un
mía sin amor, ue corresponde al “dé alo saber a establecido, como por e emplo
ser”, idea a la cual también hace referen- desde las categorías diagn sticas a las
cia Hannah Arendt, aun ue en otros tér- ue me referí anteriormente, ue supo-
minos, cuando plantea el riesgo de de ar nen un saber homogéneo sobre todos los
a los niños librados a su propia suerte, aburrimientos, o sobre todas las manifes-
a sus propias pulsiones agresivas, a la taciones de desinterés.
crueldad de sus propios pares. Fí ense ue en los dos tipos de autoridad
El psicoanálisis también brinda algunas sostenidas de manera ja en esos discur-
claves interesantes para pensar diferen- sos, el estudiante ueda en un lugar sin
tes tipos de lazo, a los cuales les atribu e una palabra propia, donde uien e erce
ustamente un estatuto de discurso, por- la autoridad no se implica en los efectos
ue se dan en el marco de una relaci n ue produce, sino ue se los ad udica al
de lengua e, aun ue no ha a palabras, su eto: es violento, es ADHD.
ue también permite ubicar en ué lugar Lee el acto violento, como una fotogra-
se de a al su eto. Plantea por e emplo el fía, no el proceso ue lo produce, ue

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supone rebobinar la película de la cual la autoridad en contextos con comple i-
también forma parte. Otro tipo de lazo dades diferentes a las de otros tiempos,
de autoridad es a uel en el cual uien la de allí la insistencia de pensar el acto
asume busca autorizar al su eto, le da un violento en el marco de un tipo de lazo
lugar para su propia palabra. Es un tipo determinado, de alentar bús uedas ue
de autoridad ue incita a a uel a uien permitan revertir dichas fragilidades,
se dirige a una bús ueda, al deseo de bús uedas ue son de cada uno pero en
conocer, no s lo de transmitir un saber el marco de pro ectos colectivos.
cerrado absoluto ue es patrimonio so- Ha al menos tres claves de lectura a las
lamente de uien e erce la autoridad. Son ue apelamos para pensar la emergencia
distintas guras desde marcos teóricos del acto violento en el marco de la fra-
diversos, la sociología, el psicoanálisis, gilizacion de los lazos sociales, ue se
ue nos permiten leer el tipo de lazo en vinculan con el problema del desamparo
el ue ese acto violento se precipita, lo sub etivo. Por un lado una vertiente ue
cual abre un abanico de intervenciones atañe a la pérdida del lugar imaginario,
posibles a ue nos advierte sobre la ne- ue se traduce en la confrontaci n entre
cesidad de interrumpir la jeza y produ- “o vos o o”; ha frases mu recurren-
cir otro tipo de lazo ue le garantice un tes ue se de an escuchar, ue apelan a la
lugar simb lico al su eto en cuesti n, lo comparaci n, por e emplo “mirá c mo se
cual posibilita a su vez la regulaci n de porta juancito”... Un comentario banal
sus impulsividades. Vemos así ue estas cotidiano ue no es nuevo, pero ue ante
claves para pensar la emergencia de la la fragilidad de los lazos ue precipitan
violencia en el marco de un discurso, de el desamparo, dispara con ma or facili-
un lazo, establecen una relaci n directa dad al su eto hacia el acto violento: ve-
con la cuesti n del desamparo. mos recurrentemente un chico ue frente
Al hacer hincapié en pensar el lazo so- a una determinada mirada sale corriendo,
cial para ubicar las violencias, se enmar- ante un “me mir mal”, rápidamente se
ca en el contexto de esta época en ue pasa al acto. Es el riesgo de la pérdida de
vivimos, caracterizada precisamente por la propia imagen, de una imagen amable,
la fragilidad de los lazos sociales, lo cual lo ue facilita ue se precipite este acto
facilita ue el su eto uede rápidamente violento. Es una vertiente imaginaria en
desenganchado. Es necesario especi car el sentido ue es especular: ha un solo
ba o ué l gicas se producen esos desen- lugar o para uno o para otro, no ha lugar
ganches en cada contexto particular, sea para todos, o es un lugar degradado. Ha
en América Latina, en la Argentina, o en otra vertiente ue atañe a la pérdida de
cada escuela. un lugar simbólico, que re ere a no tener
Los lazos sociales sostenidos por ideales, un lugar para el Otro, sobre la cual a
por pro ectos políticos, por pro ectos nos hemos expla ado, ue se traduce
colectivos fragilizados, llevan a e ercer en el lazo en términos de “en ué me-

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dida o cuento para vos”, “en ué me- cesario volver la mirada sobre nosotros,
dida so necesario para vos”. Pensemos los adultos para pensar modos de sosteni-
en ese lazo de autoridad ue se erige con miento mutuo, ue contribu an a soste-
un saber totalizante, ue no de a espacio ner los desamparos de los chicos hacien-
para ue el su eto pueda ingresar con su do lugar a un ingreso de lo ue aparece
singularidad, con su diferencia. El pro- como el acto violento en el marco de un
ecto zarkociano es extremo en este sen- determinado lazo discursivo paci cante.
tido, no ha lugar para la emergencia de Solemos observar en las instituciones
la singularidad. y una tercera vertiente ue ante la emergencia de a uello ue
como clave de lectura es la segregaci n no podemos por ue nos sentimos faltos
en relaci n a la l gica de los grupos, ue de recursos, nos de amos llevar por la
parte de entender su funcionamiento ín- inercia de pedir ue aparezca otro ue lo
timamente ligado a los procesos de iden- pueda hacer. Es allí donde se producen
ti cación a un rasgo entre los miembros. las derivaciones ue no atinan a resolver
Lo que es identi cado como lo bueno los problemas , con ellas también las
forma parte del grupo lo malo es lo ue disputas “ o lo derivé al e uipo de orien-
ueda afuera; lo malo puede ser llenado taci n escolar no me dio respuesta”, a
de distintas particularidades, pasa a ser lo cual éste responde “bueno, pero mira
lo extran ero, ue puede ser el gordo, el la maestra c mo lo trata”. Es decir, apa-
negro, el traga o el inmigrante. Siempre recen las disputas al interior del universo
ha uno ue va a parar a ese lugar de de los adultos por ue el mecanismo es
la excepci n, ue también es una clave “ ue otro haga lo ue o no puedo”. Dis-
para leer la emergencia de la violencia, tinto es ir por la vertiente de pensar c mo
así como para poder operar produciendo ingresar la situaci n en otro discurso,
un vaciamiento de ese lugar, procurando más allá de uién lo haga, lo cual nos
que quien va a parar allí no quede ja- institu e como autoridad ante los chicos.
do, jado en su pérdida tanto de un lugar Es diferente a pedir ue ha a otro ue se
imaginario como simb lico. haga cargo de lo ue o no puedo, a ue
Esta trilogía permite pensar modos de en este movimiento le os de instituirnos
tramitar el desamparo ue precipita vio- como autoridad nos desautorizamos.
lencias, a partir de pensar dispositivos Algunas hip tesis sobre las ue estamos
institucionales ue a uden a ingresar a traba ando, surgen a partir de ir a la bús-
los su etos en otro tipo de discursos, en ueda de nuevas formas de sostenimiento
otros lazos. de la autoridad “entre varios”, producto
En tiempos en ue uienes encarnan al de estar estudiando experiencias en nues-
Otro, los adultos, se hallan también vul- tro país, en diferentes ciudades, también
nerados por tanto desregulados con en otros países. Richard Sennet plantea:
di cultades para cumplir funciones sub- ho las personas no le tenemos miedo a
etivantes de amparo simb lico, es ne- la autoridad, sino ue tenemos miedo a

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ue no ha a. En los ensa os ue realizan sostenimiento de ese lazo, de virar de un
muchos profesionales, muchos docen- tipo de discurso a otro. Ha otros modos
tes, en sus bús uedas de nuevas formas ue algunos autores llaman una práctica
de autoridad, nos vamos encontrando al “entre varios”, ue tiene su origen en la
menos con dos modalidades. Una ue es experiencia desarrollada en una institu-
efecto de un proceso de investigaci n ci n educativa en Bélgica, es un modo
ue vengo llevando personalmente, ue de sostener la autoridad ue hace campo
acuñé ba o el nombre “entre bastidores”. en el su eto, donde cada adulto se ubica
Es una metáfora ue hace referencia a un con una funci n ue favorece su traba o
modo de sostener la autoridad, ue es se- educativo. Nos encontramos en este caso
me ante a a uella ue sostienen uienes con un modo mu interesante de aten-
están detrás de los bastidores en la obra der no s lo al desamparo del su eto sino
de teatro, para ue los protagonistas, los también al desamparo de los adultos, al
actores (en nuestro caso los estudiantes) sostener la autoridad “entre varios”.
puedan estar en escena. Es contra cultu-
ral con respecto al modo hegem nico de
sostener la autoridad en nuestras socie-
dades, en particular en el ámbito de la
docencia, en el marco de la l gica en ue
se estructura nuestra escuela moderna.
Cuando nos corremos de alguna manera
de la misma, cuando entra a tallar el su-
puesto de ue no tenemos todo el saber,
ue ha un saber ue podemos suponerle
a los chicos a otros colegas, se re uie-
re de un e ercicio ue no siempre es fá-
cil, ue es producir un vacío de saber en
nosotros, es decir, ue ha ue saber lo
ue no ha ue saber, por e emplo, sobre
ué necesita el estudiante. Ha una mo-
dalidad entre bastidores ue nos ubica
al costado de la escena, que no signi ca
no estar en la escena ni ue sea la úni-
ca modalidad. En mis investigaciones lo
ue vengo encontrando ue favorece
el traba o educativo con algunos chicos,
es por un lado una aptitud de exibilidad
en los modos de sostener la autoridad, de
entrar salir de diferentes maneras en el

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