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MARCO GENERAL CUARESMA Y PASCUA 2.

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“El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa


sea tan importante...Los hombres han olvidado esta
verdad-dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres
responsable para siempre de lo que has domesticado.
Eres responsable de tu rosa... (“El principito”, Antoine
de Saint-Exupéry)

La Comunidad Cristiana de Iberrekolanda ha cuidado esa


rosa desde siempre. Una fecha clave fue la lectura
implicativa que llevó a cabo en 1.987 de la Asamblea
Diocesana (recepción del Vaticano II).
Un cuarto de siglo es una cifra simbólica importante.
Nuevas generaciones empujan. Algunas personas que
nacieron entonces traen al mundo nuevas vidas.
Tenemos nuevos retos que nos ayudan a seguir
manteniéndonos en forma. Somos responsables de nuestra
rosa. Una responsabilidad compartida y diferenciada. ¿No
es la generación comprendida entre los 30-60 años la
llamada a liderar esa nueva experiencia en toda su
extensión?

El Dios que camina con la humanidad en la historia, el


Espíritu del Resucitado, habla a la Iglesia del barrio de
Ibarrekolanda:
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien me oye y
me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”.
Ap.3, 20.

Al comienzo del curso pusimos en marcha la vida de la


comunidad teniendo como lema la primera parte de la frase
citada: “Mira que estoy a la puerta llamando”. Desde el
miércoles de ceniza el lema será: “Si alguien me oye y me
abre”. La semana santa la viviremos bajo el lema: “Entraré
en su casa y cenaremos juntos”.

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En la Asamblea de la Comunidad Parroquial se decidió
celebrar los días más relevantes de nuestra fe en
comunidad. Para ello decidimos adelantar los días de las
celebraciones. Llega el momento de poner en marcha la
“maquinaria comunitaria” para que esta nueva fórmula sea
una experiencia gratificante y convincente. Somos
responsables de nuestra rosa. El éxito o el fracaso
depende de cada miembro de la comunidad.

La cuaresma.

No es un tiempo “sagrado” en el sentido de que Dios esté


más cerca de nosotros y nosotras que en otros momentos.
Es una necesidad nuestra para saber distinguir unos días
de otros. En la cuaresma la comunidad cristiana celebra y
recuerda, pasa de nuevo por su corazón, la vida conflictiva
de Jesús de Nazaret: su forma de entender a Dios y, desde
esa concepción sobre Dios, el proyecto de humanidad
(Reinado de Dios) desde las personas empobrecidas y
marginadas por el sistema asesino.
La Cuaresma comienza con un rito (el miércoles de
ceniza): es como el pistoletazo de salida de un camino en
cuatro o cinco etapas que terminará en la meta de la
Semana santa. Un rito es lo que hace que un día sea
diferente de los otros días, una hora de las otras horas: el
cumpleaños, la boda...

La Semana santa.

En la Semana santa celebramos ritualmente los días finales


de la vida de Jesús de Nazaret. Una vida que en los dos
años y medio le llevó a ser asesinado por los poderes
políticos y religiosos de su tiempo.

El Jueves santo Jesús celebra una cena de despedida con


su comunidad. Las comidas de Jesús con los
empobrecidos, con la gente mal vista, ya había sido motivo

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de conflicto con las clases dirigentes. Por eso explicó
tantas veces que “el Reinado de Dios se parece a un
banquete...” Luego dirá grupo: “Haced esto para que os
acordéis siempre de mí”. El evangelio de Juan nos pone la
escena del lavatorio de los pies... Todo da mucho que
pensar tanto hacia la comunidad eclesial como a la civil.
¿Qué Dios se desvela en esta comensalidad de Jesús?
¿Dónde está la Buena Noticia en este Jueves santo?

El Viernes santo nos pone en frente el eterno tema de la


dinámica del poder. Jesús es víctima del poder que no
perdona a quien se le enfrenta.
Jesús tiene que asumir el silencio (¿) de Dios. Dejar que el
Padre-Madre siga siendo Dios. Del abandono de los suyos
(todos le abandonaros salvo algunas mujeres) al abandono
(¿) de Dios. ¿Qué Dios se nos manifiesta en la pasión de
Jesús? ¿Qué esperanza les queda a las víctimas? ¿Cuál
es la Buena Noticia en este Viernes santo? ¿Cómo se
ejerce el poder en la comunidad cristiana? ¿Cómo nos
posicionamos ante el poder globalizado hoy, económico,
político...?

El Sábado santo es un día a repensar y recuperar en toda


su hondura en la comunidad cristiana. Hoy por hoy es
solamente un paréntesis de espera para celebrar la Vigila
pascual, la Resurrección.
La “memoria molesta” que nos dejó la vida conflictiva de
Jesús de Nazaret y su final como un fracasado, no puede
resumirse en esa espera tramposa. Dios camina a nuestro
lado como lo hizo con Jesús. Necesitamos no confundir
nuestras expectativas con la esperanza. Dios es mayor que
nuestras ideas sobre El. Es cierto que, desde Jesús
tenemos la certeza de que Dios es Padre-Madre, pero no lo
es menos que ese Padre-Madre sigue siendo Dios.
¿Es posible el seguimiento de Jesús sin el seguimiento al
Crucificado?

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La Vigilia Pascual o la celebración de la Resurrección o
Exaltación es el centro de nuestra fe. Si Jesús de Nazaret
no fue resucitado por Dios “nuestra fe es una estupidez”.
No vivimos en una utopía sino en una quimera o cuento de
hadas.
En esta noche celebramos que Dios dio la razón, un sí
rotundo a la vida y al proyecto de Jesús de Nazaret y a su
persona. La víctima Jesús ha sido rescatada por el Dios
amigo de la vida. En la medida en que somos víctimas o
nos ponemos al lado de ellas trabajando para que no las
haya, Dios nos regalará su propia vida. Esa es la Gran
Buena Noticia. Por eso quienes escribieron aquellos
testimonios de la vida de Jesús para las comunidades del
siglo primero, les dieron el nombre de Evangelios (una
palabra griega que significa “buena noticia”).
Nuestra comunidad cristiana de Ibarrekolanda no tiene otra
razón de existir que vivir y ser testigos de esta Buena
Noticia que llevamos en vasos de barro.
El Resucitado es el Crucificado y no otro. Eso es lo que
puso en marcha aquel grupo de Jesús que, un tiempo
después de abandonarle y de apurar el cáliz del fracaso, se
enfrentó con el poder que asesinó a Jesús y fue testigo
excepcional de que Dios le había resucitado y que Jesús
volvía a comer con ellos y ellas.
Por eso el grupo se sentía enviado como testigo de esa
Buena Noticia que 21 siglos después intentamos vivir y
celebrar significativamente.

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