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Humor en Arrancame La Vida
Humor en Arrancame La Vida
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R.A.E., Diccionario de la lengua española, Madrid: Espasa Calpe, 1992, págs. 799-800. A su vez
define la ironía como burla fina y disimulada. Tono burlón con que se dice. Figura retórica
que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice, pág.480.
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Todas las citas que haré de Arráncame la vida, son de la ed. de Barcelona: Seix Barral, Bi-
blioteca de bolsillo, 1994 (2a).
Monique LeMaítre, «La historia oficial frente al discurso de la 'ficción' en Arráncame la vida de
Ángeles Mastretta», en Revista Iberoamericana, LVII (1996), págs. 185-97, señala que detrás
de Andrés Ascencio está Máximo Ávila Camacho «quien como Andrés luchó contra los cris-
teros y llegó a ser gobernador de Puebla», pág. 188; Fito, de su parte, el amigo de infancia de
Andrés, sería «una parodia de su hermano Manuel» que en la realidad histórica fue presidente
de la República», pág. 193.
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Werner Beinhauer cita el siguiente comentario de Mihura: «el humor es una postura comprensiva
hacia la Humanidad. Es estar de vuelta de todo y disculparlo todo y perdonarlo todo»; en El
humorismo en el español ¡rabiado (Improvisadas creaciones espontáneas), Madrid: Gredos,
1973, pág. 21.
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Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois
Rabelais, Madrid: Alianza Editorial, 1990 (3 a reimpr.), pág.17.
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Id., pág. 24.
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que su capital y la alcurnia de una Izunza haría hijos espléndidos y una familia
ejemplar» (62).
Los hombres de la gran sociedad se comportan cuando beben igual que los
que frecuentan tabernas de mala muerte. En una de esas fiestas comenta: «Los
hombres se fueron poniendo primero colorados y sonrientes, luego muy conver-
sadores, después bobos o furiosos» (104). Y el cruel y temible amante de Bibi
cuando «le da un catarro... se pone moribundo... [y] se queja como un lagarto»
(104). Angeles Mastretta, a través de los personajes, en especial a través de Ca-
talina, carnavaliza esta clase social bajándola del pedestal erigido por la aparien-
cia y el miedo.
Mijail Bajtin ha subrayado la crítica constante de lo serio en el carnaval. Hay
algo de carnavalesco en nuestra novela: la burla de sí mismo, la exageración
grotesca, algunas parodias de la vida religiosa u oficial, el espacio de la plaza
pública y el empleo del lenguaje escatológico o grosero.7
La escritora recurre con frecuencia a la parodia: parodia del flechazo amoro-
so, de la iniciación sexual, del matrimonio, de recibimientos a personalidades,
de las supersticiones...
Así una etapa importante en la vida de una mujer es la pérdida de la virgini-
dad. Con más que frecuencia el relato suele rodearse de sensualidad en la litera-
tura tradicional. Sin embargo, en Arráncame la vida, la risa destruye cualquier
efecto erótico. La adolescente más que excitada está espantada ante lo descomu-
nal del sexo de Andrés, al que compara con el de los caballos y toros: «Yo había
visto caballos y toros irse sobre yeguas y vacas, pero el pito parado de un señor
era otra cosa» (9). Con timidez se atreve a confesarle: «no estoy segura de que
eso me quepa» (9). Las palabras «amorosas» de Andrés para darle confianza
nada tienen que ver con las que el lector espera en esta situación. Tampoco hay
en la novela palabras ardientes que enciendan el deseo o descripciones de cari-
cias que lleven a producir humedades. Andrés limita su danza nupcial a darle
una nalgada y las palabras apasionadas se quedan en «no más póngase flojita».
Los comentarios de Catalina sobre la conversación y tono de Andrés en este
momento iniciático, por lo tanto irrepetible, degradan el sublime encuentro
amoroso porque lo igualan con lo gastado cotidiano y la actitud del hombre en
vez de ser seductora se hace maternalista: «Fíjese, ya está mojada -comentó con
el mismo tono de voz que mi madre usaba para hablar complacida de sus gui-
sos» (9). Como a eso se reduce la aportación del hombre experimentado al co-
nocimiento de la inicianda, la consecuencia lógica es que la niña se quede con
hambre de placer y no entienda lo que pasa. Por eso el final del acto lo describe
7
Hablando de juramentos y groserías, Bajtin nos dice que si en un principio éstos «no tenían nin-
guna relación con la risa, al ser eliminados de las esferas del lenguaje oficial, pues infringían
sus reglas verbales, no les quedó otro recurso que el de implantarse en la esfera libre del len-
guaje familiar. Sumergidos en el ambiente de carnaval adquirieron un valor cómico» (pág. 22).
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«L'humour auto-ironique, [est 1'] expression favorite du rire littéraire féminin», según Judith
Stora-Sandor, «Le rire minoritaire» en Gérald Caen (ed.), L'humour: un état d'esprit, París:
Éditions Autrement, 1992, pág. 177.
María Luisa Bombal, La amortajada, Buenos Aires: Ed. Andina, 1978 (11a), pág. 87.
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