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L A NOVELA:
IMAGINARIOS PARA UNA SOCIEDAD NUEVA
I. Las románticas
1
Por ideología entendemos un rico y profundo sistema de representación que ayuda
al individuo a transformarse en un ente social quien internaliza una imagen del mundo y se
ubica en él. La ideología no ofrece simplemente un conjunto de ideas políticas definidas,
sino que propone un armazón de suposiciones que definen los parámetros de la realidad y
del yo. Kavanah, James H., "Ideology", en Critical Terms for Literary Study, Frank Len-
tricchiay Thomas McLaughlin (eds.), p. 310.
2
El concepto de nación ha sido estudiado en detalle por Benedict Anderson en Imagi-
ned Communities, tomo que refleja el renovado interés de la crítica sobre esta cuestión.
3
Lea Fletcher, Francine Masiello, Mary Louise Pratt y Doris Sommer, entre otros crí-
ticos, han estudiado el período romántico desde una perspectiva que incluye la condición
de la mujer, la esclavitud y los derechos del indígena dentro de las nuevas democracias.
Capitulo VI: La novela 157
Las experiencias que viven y sufren en sus páginas ponen de relieve por pri-
mera vez en nuestras letras el papel que juega la identidad genérica, el ser
mujer, en el desarrollo de sus destinos. Nelly Richard, en un artículo que
afirma la necesidad de elaborar una teoría feminista hispanoamericana, pos-
tula la existencia en el continente de un feminismo que sobrevalora la expe-
riencia por sobre el discurso y desconfía de las abstracciones intelectuales
receladas como masculinas ("Feminismo", 733-734). Richard admite luego
la validez de la experiencia femenina contextualizada, es decir, "en situa-
ción", mediatizada por el discurso. No deja, sin embargo, de prevenir muy
perspicazmente sobre el peligro de definir la "escritura femenina" según ras-
gos esencialistas que le impondrían una sujeción asfixiante y determinista.
Debemos relativizar los juicios de Richard haciendo la salvedad que todo
texto que refiere una "experiencia", parte de ciertos presupuestos teóricos
aunque estos no se expongan de manera explícita. Con todo, y salvando las
distancias que las separan, esta crítica francesa postmoderna encuentra con-
firmación en las románticas hispanoamericanas. Es así que las escritoras
decimonónicas al cuestionar qué hace al sujeto femenino responden con una
variedad de planteamientos que, si por momentos podrían parecer adheridas
a un cierto esencialismo, siempre lo someten a particularidades regionales e
históricas que las condicionan según "experiencias" de vida. En tal sentido,
resulta muy elocuente que entre estas novelas no se halle ninguna que poda-
mos clasificar como puramente sentimental, a la manera de Soledad (1847)
de Bartolomé Mitre o de la obra maestra del género, María de Jorge Isaacs.
Los textos aquí estudiados tejen redes complejas de significaciones en las
que sexo, raza, posición social y situación política inciden en las nociones
de individuo, nación y sociedad.
Otra advertencia aún: podríamos detectar dentro de la novelística de casi
todas las autoras estudiadas una evolución ideológica e incluso estética que
indica elaboraciones en proceso constante. Tómese el caso de El tesoro de
los Incas, leyenda indígena novelada de Juana Manuela Gorriti, donde la
voz narrativa equipara el continente americano con su protagonista, una
joven indígena. En ese contexto el "tesoro" se refiere tanto a la virginidad de
Rosalía como al oro inca escondido en grutas profundas mientras que el
español figura como el espoliador de ambos. El relato pone a la mujer indí-
gena, objeto codiciado, en la situación desventajosa que tenía efectivamente
dentro del sistema colonial. Esta mujer guiada por sus sentimientos entrega
ambos tesoros y finalmente sufre la tortura y la muerte. Si el relato se estruc-
tura en base a las polarizaciones terminológicas: europeo-indígena, hombre-
mujer, explotador-víctima, que fijan a la protagonista en posición de inferio-
ridad, esa situación cambia drásticamente en relatos posteriores. En ellos,
158 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Mirtin
las protagonistas no sólo luchan, con éxito variable, por modificar su sala-
ción sino que, de manera muy eficaz, operan en un espacio intermedio que
confunde y borra el determinismo de las oposiciones. Gorriti, a medida que
gana destreza en el arte de relatar, gana también fuerza en la resistencia 4
La complejidad de los códigos sexuales, políticos y geográficos se tace
patente ya a partir de la publicación de la primera novela americana escrita
por una mujer, Sab (1841) de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Por
ser una de las autoras más ampliamente estudiadas por la crítica, nos referi-
mos aquí a grandes trazos sólo a aquellas novelas que atañen directamertc a
nuestro trabajo sin proceder a un análisis en profundidad 5 . Sab debe cortex-
tualizarse en una red internacional de significaciones en la que los imagina-
rios europeos se entrecruzan con los americanos. Si los recuerdos nostálgicos
de la isla juegan en ella un papel vital, éstos se organizan y adecúan para
satisfacer las expectativas de exotismo de los lectores españoles a quienes se
dirige. La prensa de la época reconoce en Sab los méritos que la definen como
novela sentimental, es decir, la pasión y la descripción de una naturaleza que
hace eco a los tormentos de los personajes. Su originalidad reside, sin embar-
go, en la crítica severa que hace de la sociedad cubana, particularmente en su
argumentación en contra de la esclavitud y a favor de su abolición. La voz
narrativa cede su autoridad al esclavo Sab, quien describe las condiciones
inhumanas en que vive y los trabajos forzados que cumple. Como otros per-
sonajes románticos arquetípicos, "los olvidados" de la sociedad, el escavo
sufre injusticias de todo orden a pesar de su superioridad moral. El d n m a
sentimental - e l amor imposible entre el esclavo y su a m a - realza los abismos
infranqueables que separan a las castas y demuestra el valor de Sab por sobre
la mediocridad del señor.
Si bien la institución de la esclavitud ya había sido atacada en Elperqui-
llo Sarniento (primera entrega, 1816) y en Cecilia Valdés (primera pirte,
1839), Gómez de Avellaneda ofrece la primicia de relacionarla con la stua-
4
Si bien algunos escritos de Juana Manuela Gorriti pueden, en razón de su uridad,
definirse como novelas, estudiamos sus textos en el capítulo dedicado al cuento por consi-
derar que la mayoría de su producción pertenece a ese género.
5
De la crítica dedicada a Gómez de Avellaneda queremos llamar la atención so>re el
excelente trabajo de Kirkpatrick, Susan, Las Románticas. Women Writers and Subjeitivity
in Spain, 1835-1850, University o f California Press, Berkeley, Los Á n g e l e s , Loidon,
1989. De caracter biográfico, las obras de Domingo Figarola Caneda y Emilia Bo>horn,
Emilio Cotarelo y Mori y Hugh Harter ofrecen una sólida introducción. Otros estudies úti-
les son los de Carmen Bravo-Villasante, Mary Cruz, Janet Gold, Lucía Guerra,Beth
Miller, Nina Scott, Jill Netchinsky, Stacy Schlau y Doris Sommer, entre otros muchcs.
Capítulo Vi. La novela 159
ción de la mujer, sobre todo, con la de la mujer casada 6 . Sin embargo, esta
alianza responde a una estrategia política que facilita la circulación -tempo-
raria- de la novela. Como advierte Kirkpatrick, a pesar de que las autoridades
españolas prohibieron la publicación de Sab en Cuba, se aceptaba más fácil-
mente exponer ideas antiabolicionistas que cuestionar las desigualdades de
derechos entre el hombre y la mujer dentro de la institución matrimonial
(Kirkpatrick, 158).
Por otra parte, la falacia del esencialismo que anima la visión de la mujer
bondadosa, caritativa y sensible se vuelve insostenible en cuanto se la ubica en
el mundo. En esa sociedad real, variada y nunca estática, el destino de la mujer
no depende de sus supuestas virtudes innatas sino de prácticas políticas. El
esclavo y la mujer, a pesar de sus diferencias económicas y sociales, compar-
ten intereses comunes porque ambos sufren opresión y carencia de representa-
tividad pública. Pero lo más interesante de esta novela reside en sugerir que
las diferencias entre las experiencias masculinas y las femeninas derivan en
gran medida de la imposición de las leyes humanas y de las costumbres. La
audacia de la idea marca un inicio avanzado en la teoría de la diferencia
sexual; el desarrollo posterior que promete quedará lamentablemente trunco.
La novela es prohibida en Cuba y la autora, en un acto de autocensura, la omite
de la edición de sus Obras completas de 18657. El silenciamiento impuesto
sobre Sab dificulta, sin dudas, su circulación y explica en parte la imposibili-
dad de una historia fluida en el desarrollo de la práctica escritural femenina.
En su segunda novela, Dos mujeres (comienza a publicarla por suscrip-
ción en 1842), Avellaneda no abandona del todo el tema de la situación de la
mujer en la sociedad. Profundiza en ella su función dentro del matrimonio. El
ser esposa y madre, teóricamente, constituye su razón de ser y forma parte de
su identidad; de su desempeño eficiente en el ambiente hogareño, proviene la
satisfacción personal. En la novela, los dos personajes femeninos, que des-
mienten el ideal de la felicidad doméstica, demuestran la fragilidad de tales
postulados 8 . De hecho, Avellaneda derrumba la construcción imaginaria que
propone la felicidad hogareña en base al sacrificio de la mujer. A diferencia
6
Entre los antecedentes se debe también mencionar la publicación, aunque en inglés,
de la autobiografía de Juan Francisco Manzano en 1840. La versión completa en español
aparece recién en 1937. El abolicionismo es uno de los temas candentes del momento.
7
La peligrosidad de Sab hace que cuando Aurelia Castillo de González, una de las
primeras críticas cubanas, escriba la autobiografía literaria de la autora, apenas le dedique
a la novela un párrafo corto, basándose en comentarios ajenos.
* Luisa, la esposa de Carlos, es víctima de la infidelidad de su marido que ama a Cata-
lina y, ésta última, no puede ignorar los sentimientos que la impulsan hacia su amante. El
160 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin
a. Juana Manso
triángulo amoroso choca contra las leyes que hacen del matrimonio un lazo indisoluble y
los tres personajes viven en la infelicidad. Catalina, cuya viudez la ha liberado de un matri-
monio odioso, queda en un estado de disponibilidad aparente; la pérdida del marido en esa
sociedad la deja sin una misión que ancle su vida. Por otra parte, educada y con talento,
sufre aún más la frustración de no hallar cómo realizar sus posibilidades. Finalmente, aco-
sada por un ambiente que le cierra toda salida, opta por el suicidio.
' Ver Masiello, Francine, "Mntroduction", en Between Civilization and Barbarism.
Women, Nation and Literary Culture in Modern Argentina, University of Nebraska Press,
Lincoln & London, 1992.
Capítulo VI: La novela 161
1(1
Liliana Patricia Zuccotti, en su ensayo sobre la novela, "Los misterios del Plata, el
fracaso de una escritura pública" hace un estudio de la ineficacia del texto como panfleto y
como proyecto literario.
" Tompkins argumenta en el último capítulo que la batalla a favor o en contra de un
canon literario es en realidad la pugna entre dos facciones por el derecho "to be represen-
ted in the picture America draws of itself* (201).
162 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin
campos, que no ha visto las secas y parduscas ramas de! cardo elevar sus vástagos
espinosos en el invierno; no puede comprender toda la poesía que encierran los
cuadros de la vida del campo, en el Sud de América (6).
Su estatura alta, su talle flexible y delicado, sus maneras suaves al paso [...].
Era demasiado blanco para un campesino; sus cabellos finos y rubios le caían
sobre los hombros en rizos naturales; sus ojos grandes, azules, una extraña expre-
sión de audacia y altivez; su nariz pequeña y cerrada indicaba un caracer disimu-
lado; su boca pequeña y punzó estaba guarnecida de unos dientes blancos y
pequeñitos. (11)
organización bipolar del ser romántico, nota Mellor, se produce con vigor en
las novelistas románticas. A esta división ellas proponen un nuevo modelo
familiar: la nueva familia basada en la igualdad y el respeto mutuo entre los
cónyuges. Esta nueva unidad social refleja los valores y la justicia supuesta-
mente defendidas y promovidas por las revoluciones francesa y americana.
Siguiendo estas pautas, en Los misterios del Plata se oponen dos ideolo-
gías, dos representaciones de la patria enarboladas por la familia Avellaneda
y la "familia" federal 12 . En el centro de esta oposición se sitúa el concepto de
orden social y político constituido metonímicamente por el concepto de
familia. Manso construye su novela a base de la tensión dramática y retórica
entre las dos concepciones de autoridad familiar: la autoridad masculina y
vertical del Pater Familias dictatorial representada por Rosas, y su opuesto,
la autoridad feminizante, horizontal y democrática de la familia Avellaneda.
El término "familia" aparece repetidamente en la novela: la familia Avella-
neda, la familia Reinafé, la familia Maza, la familia Rojas. Al mismo tiem-
po, Manso subvierte el carácter ficticio de sus personajes y de la trama en
sus notas al pie de la página que explican los nombres de los personajes his-
tóricos usados. El conjunto de nombres conocidos se convierte en la verda-
dera familia libre argentina, desmembrada por el tirano y "su familia", la
mazorca.
Manso dedica dos capítulos a la descripción de la casa de Rosas desde
fuera y desde dentro. El caos y el desorden reinan en la calle del Restaurador:
"Caballos a toda brida con sus ginetes, cruzan la calle a cada instante. Bandas
de música militares entran y salen del patio de la casa; mugeres, de vestidos
colorados. Negros, mulatos, pampas y mazorqueros, todo esto entra y sale en
tropel" (102). En el capítulo "La casa de Rosas por dentro", Manso explica su
teoría sobre el uso metonímico de la célula familiar para diagnosticar el pulso
de la nación:
12
La novela escrita en clave, presenta personajes históricos bajo nombres ficticios,
como el de Avellaneda para representar a Valentín Alsina.
Capítulo Vi. La novela 165
verdad y el honor; pero es imposible nunca que el todo que representa y compone
la familia, pueda engañar; es imposible que una familia de asesinos pueda nunca
tener el aire de una familia de buenos y honrados individuos [...].
El mismo desorden que reina en las instituciones, reina en la sociedad, y des-
pués en el interior de la familia. Rosas es el amo del pueblo, por consiguiente es
también el amo de la familia (104-105).
13
Shumway, Nicolas, The Invention of Argentina, University of California Press, Ber-
keley, 1991.
Capítulo VI: La novela 167
comprensión entre las dos culturas y sugiere que una nueva sociedad en la
que el hombre y la mujer, el blanco y el indígena vivieran en armonía, habría
sido posible. No debemos exagerar, sin embargo, la labor subversiva del per-
sonaje ya que "ninguna de las dos escritoras actúa la ruptura que hubiera
implicado darles voz a las verdaderas mujeres de la frontera", como indica
Rotker {"Lucía Miranda", 122).
La versión de Guerra coincide en muchos puntos con la de Mansilla; en
ella describe las bondades naturales del indígena: "gente mansa, dócil, acce-
sible a la amistad, y sensible al dulce placer de la vida" (17). En cuanto al
jefe, goza con aprender las nuevas ideas:
14
Como apunta Susana Rotker: "Una de las explicaciones del resurgimiento de Lucía
Miranda en el siglo xix es la conveniencia del mito para el proyecto racial: reiterar, con el
peso de la Historia, el salvajismo indígena c o m o amenaza al proyecto blanco, burgués y
católico de expansión territorial, que culminará con la Campaña del Desierto de Roca y el
exterminio del indio" ("Lucía Miranda", 120).
15
Entre quienes practican la novela histórica hay que recordar a la boliviana Lindaura
Anzoátegui de Campero ( 1 8 4 6 - 1 8 9 8 ) , autora de Huallparrimachi (1975), Don Manuel
Ascencio Padilla (1976) y El año 1815 (inédita). Es autora además, de un Diario (también
inédito) sobre un viaje a Europa y de otros relatos. El mérito de sus novelas reside en que
rescata acciones y episodios de las campañas guerrilleras al mando del matrimonio de
Juana Azurduy y Manuel Ascencio Padilla.
En una vertiente contraria hay que mencionar la extensa labor literaria de Soledad
Acosta de Samper (Colombia 1833-1913). Las novelas históricas de Samper, esencial-
mente didácticas pretenden difundir el ideario católico junto a una versión decorosa de la
historia hispanoamericana. Así figuran Colón, el rey Juan I, Pero López de Ayala, entre
otros. Las digresiones de la voz narrativa fragmentan el discurso novelesco e impiden una
lectura crítica de la historia.
Capítulo VI: La novela 171
¿Cómo es posible aplicar teorías gubernativas hechas para sociedades que han
llegado al más alto grado de civilización, a pueblos que ni siquiera tienen idea de
sus deberes? ¿Acaso tienen mayor importancia los derechos del ciudadano, que
los deberes del hombre social y privado? [...] Júntense los hombres inteligentes y
racionales, los hombres de corazón, en su ciudad, en su provincia, dedíquenle sus
esfuerzos y sacrifiqúense por ella, ya se llame San Luis, Córdoba o Buenos Aires
[...] nada de impaciencia y sobre todo nada de intolerancia soberbia y orgullosa;
practiquen las virtudes que quieren enseñar al pueblo, educándolo, con el ejem-
plo, con la tolerancia (58).
16
Mansilla, Eduarda, El médico de San Luis, Editorial Universitaria de Buenos Aires,
Buenos Aires, 1962. Todas las citas corresponden a esta edición.
172 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin
17
Mansilla, Eduarda M. de, Pablo ou la vie dans les Pampas, E. Lachaud, Paris, 1869.
N o hemos tenido acceso a la traducción de Lucio Mansilla, hermano de la autora, Pablo o
la vida en las pampas, de 1870. Por eso utilizamos y traducimos, al citar, la versión fran-
cesa original.
174 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin
Pablo confronta al viejo sargento Benítez, que ha asimilado los ideales uni-
tarios de nación y progreso sin llegar a comprenderlos: "Es necesario que ayu-
d e m o s en la defensa de la patria... y la patria es aquí y m á s allá [...] un poco en
todas partes [...]" (112). El gaucho, c o m o el campesino mexicano durante la
revolución, no comparte ni la identidad ni la ideología de aquéllos que están
en el poder. Mansilla señala la política fallida de los gobiernos con respecto al
g a u c h o : "El h o m b r e nuevo cometió dos errores: el primero f u e despreciar a
ese e l e m e n t o p r i m a r i o (el g a u c h o ) [...] que lo hacía vivir y a quien d e b e r í a
haber considerado c o m o su fortaleza... El segundo error [...] fue querer impo-
ner por la fuerza todo lo que no pudo obtener inmediatamente" (192).
Al c o m p a r a r la barbarie de las p a m p a s a las h o r d a s de francos, g o d o s y
hunos, la autora inserta a la nueva nación en un continuo histórico universal.
Los habitantes de las p a m p a s son salvajes no a c a u s a de alguna d e f i c i e n c i a
natural sino porque la nación se halla en su fase inicial. Mansilla señala que
es éste un proyecto en sus albores y que puede ejecutarse rápidamente y a que
o b e d e c e a los m o d e l o s d e m o c r á t i c o s e x p e r i m e n t a l e s de Estados U n i d o s y
Francia.
En este momento, la trama se quiebra con la inclusión de la esfera domés-
tica f e m e n i n a : D o l o r e s , Tía Rosa, la criada negra, y Micaela, la m a d r e de
Pablo. Con la excepción de un par de episodios protagonizados por Pablo y el
Gaucho malo, el resto de la narrativa se centra en las m u j e r e s de la novela.
C o m o lo ha notado ya Masiello, Mansilla ha creado en el espacio novelístico
una comunidad femenina a partir de la cual destila el proyecto nacional (45).
E s o s p e r s o n a j e s r e f l e j a n una i d e o l o g í a dual. La j o v e n D o l o r e s y M i c a e l a
representan las opciones ofrecidas a la mujer. Micaela, la madre, se d e s p o j a
de su pasividad al unirse a las tropas que hormiguean por el desierto antes de
llegar a la capital y descubrir que su hijo ya ha sido ajusticiado. Micaela apa-
rece aquí y allá a través de la novela c o m o la madre enloquecida por la muer-
te del hijo. Sin embargo, su figura persiste en la m e m o r i a popular c o m o per-
sonaje legendario. Dolores, la j o v e n amante, representa la femineidad pasiva
y hace el papel de víctima. Envuelta en un manto de silencio, Dolores, analfa-
beta y sumisa, es sacrificada a la barbarie en aras de la civilización.
La vida en la p a m p a parece robar la energía vital de las mujeres sin papel
definido en el desierto. Dolores proviene de una familia rica que la ha mante-
n i d o en c o m p l e t a ignorancia; sin r u m b o fijo, v a g a b u n d e a por la finca; m á s
que una presencia, es una sombra que se desliza. Nadie espera nada de ella, y
ella nada da. La excepción es un único acto de autonegación y sacrificio que
la llevará a la muerte. El abandono intelectual y la inactividad que permean la
rutina de Dolores son duramente criticados por Mansilla, que se lamenta del
destino de las m u j e r e s acomodadas en la pampa:
Capítulo VI: La novela 177
18
Aunque no son las únicas publicaciones que tratan estos temas, los siguientes perió-
dicos feministas (estudiados en el Capítulo II) ¡lustran las posturas mencionadas: Guerra,
Rosa, La Camelia, Buenos Aires, 11 de abril 1852-11 de octubre 1852; y Manso, Juana,
Álbum de señoritas, Buenos Aires, 1 de enero 1854-17 de febrero de 1854.
180 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin
valor ideológico. Ambas escritoras comparten una estrecha amistad así como
un ideario similar que prueba su afinidad con los miembros del Círculo Lite-
rario encabezado por González Prada.
19
Para una biografía detallada de la autora, ver: Tauro, Alberto, Clorinda Matto de
Turner y la novela indigenista, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1976.
Capítulo VI: La novela 181
se aplica el dedo brota pús" 20 . Matto concuerda con esta severa condena y
describe la sordidez de las vidas en todas las esferas sociales, desde la clase
aristocrática hasta la de las criadas y los pequeños comerciantes. La crítica
más acerba se la dedica a la clase dirigente y privilegiada. Matto encuentra en
estas taxonomías diagnósticas del cuerpo social una retórica seudo-científica
que le permite abordar la sexualidad femenina de manera explícita. La aus-
cultación simbólica del organismo enfermo del Perú le permite exponer por
primera vez el deseo físico de la mujer y sus consecuencias.
La índole y la herencia que dan título a las dos últimas novelas de Matto
desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la ideología interna de
cada texto. Ambas son resultado de un determinismo biológico/sicológico
temperado por una instrucción esmerada, ilustrada y cristiana 21 . La figura de
Lucía en Aves sin nido y en Herencia encarna a la mujer nueva, producto de
la economía burguesa, de ciertos valores tradicionales asociados a un concep-
to amplio de la peruanidad, y de la concepción de la mujer ilustrada. Relacio-
nado al modelo femenino "moderno" encontramos una galería de mujeres
que exhiben las múltiples facetas del ámbito de lo femenino. La narradora
explora en sus personajes las lastras de la herencia, de los prejuicios sociales,
de las taras religiosas y ahonda en la psique y en la sexualidad femeninas.
Radica aquí lo más innovador de la prosa de Matto; se debe insistir en la agu-
deza de una indagación que integra algunas de las esferas tradicionalmente
silenciadas y que condicionan profundamente el "ser mujer", sobre todo, la
psiquis y el cuerpo, incluyendo la sexualidad.
Su última novela, Herencia, marca la evolución de la alegoría nacional
representada por la familia Marín. Esta alegoría revela la complejidad de las
relaciones entre los géneros y entre las clases sociales que se interponen al
éxito del experimento nacional. Los esposos Marín, educados, virtuosos y
honestos, constituyen la nueva familia peruana. Fernando Marín posee nume-
rosas acciones de una compañía minera, en la que ejerce la función de geren-
te; pertenece por lo tanto a un nuevo orden económico moderno, distanciado
de la oligarquía terrateniente y de su despiadada (necesaria para sus intereses
económicos) explotación del indígena. La modernización, la industrializa-
20
Citado en Cornejo Polar, Antonio, Clorinda Matto de Turner, Novelista. Estudios
sobre Aves sin Nido, Indole y Herencia, Lluvia Editores, Lima, 1992.
21
Hay que tener en cuenta que índole es una respuesta de la autora a los ataques que
recibe debido a la publicación de Aves sin nido y a los artículos que se publican en El Perú
Ilustrado, entonces bajo su dirección. Francisco Carrillo la califica como "una de las obras
más anticlericales que hubiera aparecido en el Perú" (36).
182 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin
El lector no sólo acepta sino que exige un texto potente, sin diluir. Es d e
esperar entonces, sugiere Matto, que el paciente (la sociedad peruana) acepte
Capitulo VI: La novela 183
N o quiero que con mi libro escrito para señoras y hombres, sufra ninguna
señorita el chasco de la devota que fue al templo llevando La Caridad Cristiana
de Pérez Eserich. Pongan ustedes en los originales Herencia, que si con ello no
alcanzo a decir mucho de lo que digo en el libro, por lo menos algo significará
para mis lectores acostumbrados ya al terreno en que suelo labrar, y a la dureza de
mi pluma (26-27).
[...] en cuyos giros ellos encuentran el placer sensación y ellas primero vislum-
bran y después palpan la realidad de las monstruosidades humanas en el roce de
los cuerpos que las trae los estremecimientos desconocidos a través de la imagi-
nación; y después contactos extraños que turban la casta soledad de la virgen (66).
22
Las descripciones eróticas se pueden ver en las siguientes páginas de la edición
consultada: 71, 72, 75,81,88, 102, 116-117, 152-153, 178-180.
Capítulo VI: La novela 185
ta, y la pasión animal de los demás personajes: "[P]orque has de saber, queri-
da, que el amor no es la misma cosa que el instinto del macho y el calor de la
hembra" (115). Sin negar el deseo sexual, Matto propone que el peligro radi-
ca en no saber elegir ni distinguir entre los dos. Los Marín, Margarita y Ernes-
to afirman la atracción sexual aliada a los sentimientos amorosos para cons-
truir el edificio primario de una sociedad sana: el matrimonio por amor; se
niega el de conveniencia y el resultante de la lujuria. Con los dos jóvenes se
inicia una nueva sociedad fondada en el amor correspondido y en la virtud. El
Perú de Clorinda Matto de Turner sólo puede salvarse mediante el cumpli-
miento de pactos familiares en que se adjudique un lugar más amplio y justo
para la mujer.
23
Cabello publicó también Sacrificioy Recompensa (1886), Los amores de Hortensia
(1887) y Eleodora (1887). Esta última sirve de modelo a Las consecuencias (1889). Cabe-
llo ha dejado además, una rica producción de ensayos sobre la mujer y la política que fue-
ron publicados en El Correo del Perú, El Recreo, El Semanario del Pacífico, en la revista
Álbum y en numerosas publicaciones extranjeras.
24
El ensayo fue publicado primeramente en El Perú Ilustrado, el 17 de octubre de
1891. La edición aquí consultada es la de Augusto Tamayo Vargas publicada por Edicio-
nes Hora del Hombre, S.A. Lima, 1948. Ver la cita de la página 73 en el capítulo II de este
libro. La autora ya había expuesto ideas semejantes en el ensayo "'Importancia de la litera-
tura", leído el 19 de julio de 1876, en una velada literaria de Juana Manuela Gorriti. Para
mayores detalles sobre la importancia de los artículos de Cabello, ver en este libro el capí-
tulo dedicado al ensayo, pp. 71-76.
Capítulo VI: La novela 187
23
Ella misma explica: " Y puesto que se trata de un trabajo meditado y no de un cuen-
to inventado, precisa también estudiar el determinismo hereditario, arraigado y agrandado
con la educación y el mal ejemplo: precisa estudiar el medio ambiente en que viven y se
desarrollan aquellos vicios que debemos poner en relieve, con hechos basados en la obser-
vación y la experiencia." "'Un prólogo que se ha hecho necesario", en Blanca Sol, Impren-
ta y Librería del Universo, Lima, 1889, p. III.
188 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin
les se articulan tanto la trama novelística como los hechos mismos de las his-
torias. La descripción del marido de Blanca Sol, en la novela homónima,
sirve, por ejemplo, para justificar sus acciones:
D. Serafín tenía las vehemencias tímidas, si así puede decirse, del que con la
conciencia de su escasa valía, quiere en desagravio, ejercer su derecho de malde-
cir de los que, con su ineludible superioridad, humillaban, su pobre personalidad.
Y para no dejar incompleto el retrato físico del novio de Blanca, diré que su
pelo también como sus ojos de color indefinible, ni negro ni castaño, enderezába-
se con indómita dureza dejando descubierta la estrecha frente y el achatado crá-
neo, signos frenológicos de escaso meollo (14).
No nos extrañe, pues, que Blanca, [...] tal vez sin darse ella misma cuenta de
que procedía bien, fuera esposa fiel, no tanto por amor á su esposo, cuanto por falta
de amor á otro hombre, no por virtud, sino por [...] ¿qué diré...? Preciso es confe-
sarlo: el tipo de Blanca aunque real y verdadero, se escapa a toda definición (71).
razas..." (24). Se debe aclarar que en las novelas esta generalización sólo se
aplica a la mujer. En la fidelidad al marido, y no a la mujer, reside la moral
social. Si bien las novelas hacen de la mujer una figura indispensable en el
buen funcionamiento de la sociedad, Cabello obedece a las reglas de la moral
burguesa que quiere demostrar su superioridad frente a la vieja aristocracia
(Fuchs, 46). Hay que hacer hincapié en el hecho de que en las novelas, las
mujeres que practican la prostitución, lo hacen debido a las acuciantes nece-
sidades económicas. Así es que Ofelia en El conspirador y Blanca Sol en la
novela homónima eligen la suerte de la pobre Naná por carecer de otro recur-
so. La educación mediocre y la falta de conocimientos prácticos les cierran la
posibilidad de trabajar en la industria o el comercio. Los clientes de Blanca
Sol serán los mismos hombres poderosos que la han despreciado y la han
desplazado al margen de la sociedad. Vale la pena recordar aquí las reflexio-
nes de Fuchs sobre la prostitución en Europa: "Las necesidades económicas,
multiplicadas por diez en la época del gran capitalismo, y las complicaciones
de tipo económico igualmente incrementadas en las que se ve enredada inex-
tricablemente la existencia del individuo y de las grandes masas son las que
hacen que el ejército de mujeres dispuestas a la prostitución haya aumentado
como en un alud" (276). El juicio moral que recae sobre la mujer, si bien no
es trasladado del todo sobre la sociedad, es al menos compartido con ella.
Pero hay que notar sobre todo que Cabello, al romper filas con el romanti-
cismo, también reniega del modelo de heroína romántica. Desmiente los atri-
butos románticos de la femineidad que garantizaban de modo absoluto la
superioridad moral de la mujer. Lucía Guerra Cunningham nota la compleja
semantización del nombre de Blanca Sol:
Es así como la novela moderna con su argumento sencillo y sin enredo algu-
no, con sus cuadros siempre naturales, tocando muchas veces hasta la trivialidad;
pero que tienen por mira si no moralizar, cuando menos manifestar el mal, ha lle-
gado á ser como esas medicinas que las aceptamos tan solo por tener la apariencia
del manjar de nuestro gusto (VII).
El Conspirador sufre una suerte parecida; los lectores discuten si se trata del
retrato fiel de Vivanco o de Piérola, políticos de la época, cuando en rigor, el
protagonista es un personaje tipo representante del dictador hispanoamericano.
Capítulo VI: La novela 193
Aparte del escándalo de las comidillas sociales, las lecturas de las novelas
de Cabello acarrean más equívocos. Lo que más choca a los lectores y, sobre
todo, a las lectoras, es que las críticas sociales provengan de una mujer. Si las
historias de la literatura le conceden a Cabello el mérito de ser la iniciadora de
la novela realista en el Perú, olvidan señalar el tremendo impacto de esa inno-
vación en la institución literaria. Las novelas de Cabello desafían la imposi-
ción tácita q u e d e m a r c a los t e m a s y los m o d o s de narrar según el s e x o de
quien escribe. Las reacciones a tal desafío son explícitas y variadas. Entre los
j u i c i o s p r o v o c a d o s por resentimientos m e z q u i n o s está el de Juan de A r o n a
que, con vulgaridad que sólo caracteriza a quien lo dice, llama a la a u t o r a
" M i e r d e c e s Caballo de C a b r ó n era". Pero también hay críticos c o m o Jesús
Ceballos, quien, en el prólogo a la edición mexicana de 1898, hace notar lo
excepcional del hecho que una m u j e r analice con tanta exactitud los proble-
mas políticos. Los comentarios críticos se desplazan de la obra literaria para
enjuiciar a la autora en tanto que mujer. Intentan medir su femineidad según
los textos que produce. Así c o m o Cabello insistía en que una obra no p u e d e
dejar de relacionarse con el medio en que ha sido producida, del m i s m o m o d o
la experiencia le demostrará que una autora no puede sustraerse a su sociedad.
Pero no sólo son los críticos quienes se distancian de Cabello. También ponen
r e p a r o s las escritoras c o n t e m p o r á n e a s . La c o l o m b i a n a S o l e d a d A c o s t a de
Samper, si bien admira la formación cultural de la colega peruana y su domi-
nio de la prosa, la critica f u e r t e m e n t e por desviarse de la misión prescripta:
Después de "Blanca Sol", yo le advertí que tuviera cuidado con las represa-
lias.
Un hombre puede decir cuánto le dicte la justicia: el chubasco que le devuel-
van, caerá a sus piés sin herirlo. No así una mujer, a quien se puede herir de muer-
te con una palabra [...] aunque sea ésta una mentira {Lo íntimo, 170).
Las novelas así leídas han adquirido vida propia y se han alejado del pro-
grama tan insistentemente expuesto en los ensayos. Las dos escritoras citadas
critican la novela desde perspectivas muy diferentes. Samper rechaza a la
protagonista por todo lo que en ella contraria a la mujer ideal. Gorriti, que ya
tiene en su haber una extensa carrera literaria, sabe muy bien cuánto ha de
cuidarse una escritora de lo que escribe. Por eso su comentario lúcido da
relieve a la concientización feminista que la mueve a prevenir a la amiga
sobre los riesgos que corre. Blanca Sol es ofensiva, no por los temas que
desarrolla sino por el modo en que lo hace. Gorriti, que ha creado en su fic-
ción personajes femeninos rebeldes, independientes y, en más de una oca-
sión, críticos, reprueba la falta de cautela de Cabello.
A pesar de las diferencias mencionadas entre las dos críticas, ambas coin-
ciden en subrayar que quien escribe la novela es una mujer. Suenan la alerta
- e insistimos en que lo hacen de manera muy diferente- porque Cabello
ingresa deliberadamente en un terreno escritural prohibido. Tratar y explicar
la decadencia sexual, económica y política sin una regeneración final no
corresponde ni al ideario ni a la narrativa del romance triunfal del romanticis-
mo. En defensa del espacio cultural recientemente ganado, las escritoras pre-
servan "los valores" intachables que sustentan. Crean con ello -Gorriti, qui-
zás sin proponérselo- una división del trabajo intelectual según el sexo de
quien escribe: la modalidad romántica, léase sentimental, fantástica y subjeti-
va es adecuada a la mujer, mientras que la realista, léase critica, objetiva y
científica corresponde al hombre. Ya bien entrado el siglo xx, en 1940, Tama-
yo Vargas, que le reconoce a Cabello gran valor dentro del plano cultural
peruano, recupera aquella noción que desvaloriza la capacidad intelectual de
la mujer cuando se refiere a su "masculinidad de temperamento" y a su "com-
plejo varonil" (Perú en trance de novela, 16, 38).
En ese contexto es fácil notar el desafío llevado a cabo por las novelas de
Cabello. La escritora esgrime la pluma como un arma de múltiples filos ata-
cando al poder político, religioso y militar, además de desafiar a la institución
literaria en que participan hombres y mujeres. Si las libertades del romanti-
Capítulo VI: La novela 195