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CAPÍTULO V I

L A NOVELA:
IMAGINARIOS PARA UNA SOCIEDAD NUEVA

El florecimiento de la novela hispanoamericana escrita por mujeres en el


siglo xx sorprende por su variedad y riqueza cuando se la enmarca en la his-
toria literaria de la región. En efecto, al revisar los textos canónicos dedica-
dos a su estudio, esta práctica parecería surgir imprevistamente, sin una tradi-
ción local que la sustente. La crítica feminista de las dos últimas décadas ha
llevado a cabo una importante labor de rescate en archivos y bibliotecas
nacionales; de esa empresa reemergen novelas sentimentales, histórico-políti-
cas y sociales que dan fuertes indicios de la importancia que las escritoras del
siglo xix daban a su participación en los debates de sus respectivas naciones.
Aún así existen períodos de silencio que hacen difícil establecer lazos entre
las escritoras de los distintos países y las relaciones existentes entre su visión
de la sociedad y las vidas concretas de sus lectoras. Aunque no existe un enla-
ce histórico ininterrumpido entre aquellas novelas semi-olvidadas y las de
nuestro siglo, su relectura descubre que ya se encuentran en las narrativas
decimonónicas voces críticas que desafían el discurso patriarcal tradicional.
Merecen, sin lugar a dudas, que se reivindique su valor en el contexto al que
pertenecen, sobre todo, en cuanto a la fundación del sujeto femenino escrito y
en cuanto a la expresión de una visión femenina hasta entonces inédita. Influ-
yen, además, tanto en las ideas como en la estética, los gustos impuestos por
el movimiento romántico que, preocupado por la miseria de las clases humil-
des y por el ejercicio de la libertad tanto en política como en arte, proyecta
reformas en base a un socialismo humanitario y progresista. Las coinciden-
cias que surgen en Europa entre teóricos como Saint-Simon y Fourier con
gentes de letras como Victor Hugo y George Sand, por ejemplo, proveen
modelos ideológicos que son alterados en su adaptación a la realidad ameri-
156 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

cana 1 . De tal manera, y a pesar de las grandes diferencias existentes entre


ellas, las novelas decimonónicas están imbuidas de preocupaciones sociales y
de planteamientos políticos que no son exclusividad de las novelistas. Por lo
tanto, la literatura hispanoamericana surgida poco después de las guerras de
la independencia ofrece en la diversidad de su conjunto un boceto de los gran-
des temas del siglo. Estas obras transcriben la discordia y la pugna entre las
ideologías comprometidas en el acto patriótico de la fundación y ejecución
del proyecto nacional. Es por ello que la narrativa de las escritoras que se
estudian a continuación adquiere un intenso valor histórico y literario al ubi-
carse dentro del tejido discursivo de la época.
Los autores de obras canónicas que modelaron la "americanidad" del con-
tinente (Heredia, Bello, Echeverría, Sarmiento, Mármol, Isaacs, entre otros)
produjeron una escritura firmemente arraigada en una poética de la realidad y
en una política del arte que respondía a las fuerzas internas y externas que
engendraron el concepto de nación o de "comunidad imaginaria" 2 . Al estu-
diar estas construcciones ideológicas mediante el análisis textual de las obras
de las escritoras decimonónicas, nos acercamos a una comprensión del pano-
rama literario e histórico que admite, y hasta exige, una reevaluación de estos
"textos fundacionales". Colocados de lleno en la compleja y rica historia lite-
raria americana del siglo xix, los textos estudiados a continuación, responden
a diversas necesidades históricas y personales 3 .

I. Las románticas

Lo que diferencia genéricamente los textos de estas escritoras es la crea-


ción de personajes femeninos que, inmersos en situaciones sociales y políti-
cas específicas, se ven afectados de un modo particular en razón de su sexo.

1
Por ideología entendemos un rico y profundo sistema de representación que ayuda
al individuo a transformarse en un ente social quien internaliza una imagen del mundo y se
ubica en él. La ideología no ofrece simplemente un conjunto de ideas políticas definidas,
sino que propone un armazón de suposiciones que definen los parámetros de la realidad y
del yo. Kavanah, James H., "Ideology", en Critical Terms for Literary Study, Frank Len-
tricchiay Thomas McLaughlin (eds.), p. 310.
2
El concepto de nación ha sido estudiado en detalle por Benedict Anderson en Imagi-
ned Communities, tomo que refleja el renovado interés de la crítica sobre esta cuestión.
3
Lea Fletcher, Francine Masiello, Mary Louise Pratt y Doris Sommer, entre otros crí-
ticos, han estudiado el período romántico desde una perspectiva que incluye la condición
de la mujer, la esclavitud y los derechos del indígena dentro de las nuevas democracias.
Capitulo VI: La novela 157

Las experiencias que viven y sufren en sus páginas ponen de relieve por pri-
mera vez en nuestras letras el papel que juega la identidad genérica, el ser
mujer, en el desarrollo de sus destinos. Nelly Richard, en un artículo que
afirma la necesidad de elaborar una teoría feminista hispanoamericana, pos-
tula la existencia en el continente de un feminismo que sobrevalora la expe-
riencia por sobre el discurso y desconfía de las abstracciones intelectuales
receladas como masculinas ("Feminismo", 733-734). Richard admite luego
la validez de la experiencia femenina contextualizada, es decir, "en situa-
ción", mediatizada por el discurso. No deja, sin embargo, de prevenir muy
perspicazmente sobre el peligro de definir la "escritura femenina" según ras-
gos esencialistas que le impondrían una sujeción asfixiante y determinista.
Debemos relativizar los juicios de Richard haciendo la salvedad que todo
texto que refiere una "experiencia", parte de ciertos presupuestos teóricos
aunque estos no se expongan de manera explícita. Con todo, y salvando las
distancias que las separan, esta crítica francesa postmoderna encuentra con-
firmación en las románticas hispanoamericanas. Es así que las escritoras
decimonónicas al cuestionar qué hace al sujeto femenino responden con una
variedad de planteamientos que, si por momentos podrían parecer adheridas
a un cierto esencialismo, siempre lo someten a particularidades regionales e
históricas que las condicionan según "experiencias" de vida. En tal sentido,
resulta muy elocuente que entre estas novelas no se halle ninguna que poda-
mos clasificar como puramente sentimental, a la manera de Soledad (1847)
de Bartolomé Mitre o de la obra maestra del género, María de Jorge Isaacs.
Los textos aquí estudiados tejen redes complejas de significaciones en las
que sexo, raza, posición social y situación política inciden en las nociones
de individuo, nación y sociedad.
Otra advertencia aún: podríamos detectar dentro de la novelística de casi
todas las autoras estudiadas una evolución ideológica e incluso estética que
indica elaboraciones en proceso constante. Tómese el caso de El tesoro de
los Incas, leyenda indígena novelada de Juana Manuela Gorriti, donde la
voz narrativa equipara el continente americano con su protagonista, una
joven indígena. En ese contexto el "tesoro" se refiere tanto a la virginidad de
Rosalía como al oro inca escondido en grutas profundas mientras que el
español figura como el espoliador de ambos. El relato pone a la mujer indí-
gena, objeto codiciado, en la situación desventajosa que tenía efectivamente
dentro del sistema colonial. Esta mujer guiada por sus sentimientos entrega
ambos tesoros y finalmente sufre la tortura y la muerte. Si el relato se estruc-
tura en base a las polarizaciones terminológicas: europeo-indígena, hombre-
mujer, explotador-víctima, que fijan a la protagonista en posición de inferio-
ridad, esa situación cambia drásticamente en relatos posteriores. En ellos,
158 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Mirtin

las protagonistas no sólo luchan, con éxito variable, por modificar su sala-
ción sino que, de manera muy eficaz, operan en un espacio intermedio que
confunde y borra el determinismo de las oposiciones. Gorriti, a medida que
gana destreza en el arte de relatar, gana también fuerza en la resistencia 4
La complejidad de los códigos sexuales, políticos y geográficos se tace
patente ya a partir de la publicación de la primera novela americana escrita
por una mujer, Sab (1841) de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda. Por
ser una de las autoras más ampliamente estudiadas por la crítica, nos referi-
mos aquí a grandes trazos sólo a aquellas novelas que atañen directamertc a
nuestro trabajo sin proceder a un análisis en profundidad 5 . Sab debe cortex-
tualizarse en una red internacional de significaciones en la que los imagina-
rios europeos se entrecruzan con los americanos. Si los recuerdos nostálgicos
de la isla juegan en ella un papel vital, éstos se organizan y adecúan para
satisfacer las expectativas de exotismo de los lectores españoles a quienes se
dirige. La prensa de la época reconoce en Sab los méritos que la definen como
novela sentimental, es decir, la pasión y la descripción de una naturaleza que
hace eco a los tormentos de los personajes. Su originalidad reside, sin embar-
go, en la crítica severa que hace de la sociedad cubana, particularmente en su
argumentación en contra de la esclavitud y a favor de su abolición. La voz
narrativa cede su autoridad al esclavo Sab, quien describe las condiciones
inhumanas en que vive y los trabajos forzados que cumple. Como otros per-
sonajes románticos arquetípicos, "los olvidados" de la sociedad, el escavo
sufre injusticias de todo orden a pesar de su superioridad moral. El d n m a
sentimental - e l amor imposible entre el esclavo y su a m a - realza los abismos
infranqueables que separan a las castas y demuestra el valor de Sab por sobre
la mediocridad del señor.
Si bien la institución de la esclavitud ya había sido atacada en Elperqui-
llo Sarniento (primera entrega, 1816) y en Cecilia Valdés (primera pirte,
1839), Gómez de Avellaneda ofrece la primicia de relacionarla con la stua-

4
Si bien algunos escritos de Juana Manuela Gorriti pueden, en razón de su uridad,
definirse como novelas, estudiamos sus textos en el capítulo dedicado al cuento por consi-
derar que la mayoría de su producción pertenece a ese género.
5
De la crítica dedicada a Gómez de Avellaneda queremos llamar la atención so>re el
excelente trabajo de Kirkpatrick, Susan, Las Románticas. Women Writers and Subjeitivity
in Spain, 1835-1850, University o f California Press, Berkeley, Los Á n g e l e s , Loidon,
1989. De caracter biográfico, las obras de Domingo Figarola Caneda y Emilia Bo>horn,
Emilio Cotarelo y Mori y Hugh Harter ofrecen una sólida introducción. Otros estudies úti-
les son los de Carmen Bravo-Villasante, Mary Cruz, Janet Gold, Lucía Guerra,Beth
Miller, Nina Scott, Jill Netchinsky, Stacy Schlau y Doris Sommer, entre otros muchcs.
Capítulo Vi. La novela 159

ción de la mujer, sobre todo, con la de la mujer casada 6 . Sin embargo, esta
alianza responde a una estrategia política que facilita la circulación -tempo-
raria- de la novela. Como advierte Kirkpatrick, a pesar de que las autoridades
españolas prohibieron la publicación de Sab en Cuba, se aceptaba más fácil-
mente exponer ideas antiabolicionistas que cuestionar las desigualdades de
derechos entre el hombre y la mujer dentro de la institución matrimonial
(Kirkpatrick, 158).
Por otra parte, la falacia del esencialismo que anima la visión de la mujer
bondadosa, caritativa y sensible se vuelve insostenible en cuanto se la ubica en
el mundo. En esa sociedad real, variada y nunca estática, el destino de la mujer
no depende de sus supuestas virtudes innatas sino de prácticas políticas. El
esclavo y la mujer, a pesar de sus diferencias económicas y sociales, compar-
ten intereses comunes porque ambos sufren opresión y carencia de representa-
tividad pública. Pero lo más interesante de esta novela reside en sugerir que
las diferencias entre las experiencias masculinas y las femeninas derivan en
gran medida de la imposición de las leyes humanas y de las costumbres. La
audacia de la idea marca un inicio avanzado en la teoría de la diferencia
sexual; el desarrollo posterior que promete quedará lamentablemente trunco.
La novela es prohibida en Cuba y la autora, en un acto de autocensura, la omite
de la edición de sus Obras completas de 18657. El silenciamiento impuesto
sobre Sab dificulta, sin dudas, su circulación y explica en parte la imposibili-
dad de una historia fluida en el desarrollo de la práctica escritural femenina.
En su segunda novela, Dos mujeres (comienza a publicarla por suscrip-
ción en 1842), Avellaneda no abandona del todo el tema de la situación de la
mujer en la sociedad. Profundiza en ella su función dentro del matrimonio. El
ser esposa y madre, teóricamente, constituye su razón de ser y forma parte de
su identidad; de su desempeño eficiente en el ambiente hogareño, proviene la
satisfacción personal. En la novela, los dos personajes femeninos, que des-
mienten el ideal de la felicidad doméstica, demuestran la fragilidad de tales
postulados 8 . De hecho, Avellaneda derrumba la construcción imaginaria que
propone la felicidad hogareña en base al sacrificio de la mujer. A diferencia

6
Entre los antecedentes se debe también mencionar la publicación, aunque en inglés,
de la autobiografía de Juan Francisco Manzano en 1840. La versión completa en español
aparece recién en 1937. El abolicionismo es uno de los temas candentes del momento.
7
La peligrosidad de Sab hace que cuando Aurelia Castillo de González, una de las
primeras críticas cubanas, escriba la autobiografía literaria de la autora, apenas le dedique
a la novela un párrafo corto, basándose en comentarios ajenos.
* Luisa, la esposa de Carlos, es víctima de la infidelidad de su marido que ama a Cata-
lina y, ésta última, no puede ignorar los sentimientos que la impulsan hacia su amante. El
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de las escritoras residentes en el continente americano, los planteamientos de


Avellaneda, que ejerce su profesión en España, si bien revelan audacia,
encuentran apoyo en la bien cimentada tradición de las letras femeninas euro-
peas. Es por ello, que los textos de Gómez de Avellaneda, Stael, Sand y, en
menor grado, los de Austen, Brontg y Eliot contribuyen a la formación de una
conciencia literaria femenina.

A. Novelistas argentinas de mediados de siglo

En Argentina, la caída del dictador Juan Manuel de Rosas en 1852 benefi-


cia la publicación de novelas y de ensayos que, dedicados al análisis social y al
desarrollo de las nuevas posibilidades políticas, constituyen el cuerpo del dis-
curso oficial postrosista. La apertura facilita el ingreso de las primeras mujeres
en el campo literario y con ello, la expresión de sus preocupaciones. Las obras
de Juana Manso, Rosa Guerra, Juana Manuela Gorriti y Eduarda Mansilla, que
comparten el interés por las situaciones desventajosas en que viven el indíge-
na, el gaucho y la mujer, no logran el reconocimiento dentro de ese discurso
oficial ya que, como señala Francine Masiello, estas voces femeninas cuestio-
nan los modelos del día 9 . La comunidad de intereses entre las escritoras no
halla sin embargo coincidencia en cuanto a las metodologías y a las soluciones
que proponen. Mientras que las tres primeras mantienen alguna filiación con el
pensamiento político unitario, entonces triunfante, Mansilla responde a un ide-
ario más conservador y, en consecuencia, disidente tanto de las ficciones fun-
dacionales como de los escritos de sus congéneres.

a. Juana Manso

Los misterios del Plata de Juana Manso, novela escrita probablemente


entre 1844 y 1846, fue publicada como folletín, primero en Brasil (1850) en

triángulo amoroso choca contra las leyes que hacen del matrimonio un lazo indisoluble y
los tres personajes viven en la infelicidad. Catalina, cuya viudez la ha liberado de un matri-
monio odioso, queda en un estado de disponibilidad aparente; la pérdida del marido en esa
sociedad la deja sin una misión que ancle su vida. Por otra parte, educada y con talento,
sufre aún más la frustración de no hallar cómo realizar sus posibilidades. Finalmente, aco-
sada por un ambiente que le cierra toda salida, opta por el suicidio.
' Ver Masiello, Francine, "Mntroduction", en Between Civilization and Barbarism.
Women, Nation and Literary Culture in Modern Argentina, University of Nebraska Press,
Lincoln & London, 1992.
Capítulo VI: La novela 161

el Jornal das Senhoras; en 1867, en el semanario El inválido argentino y, por


último, en forma de libro en 1899. En Los misterios del Plata se hallan codi-
ficados los elementos primordiales del pensamiento de Manso que a lo largo
de su obra van cobrando más envergadura y que engendran una creciente
resistencia en los lectores10.
Si bien la vehemencia con que la autora se lanza en una retórica antirosista
resta a la obra cierto distanciamiento dramático y narrativo, es también preciso
notar que el objetivo de Manso es educar y dialogar con su público no sólo sobre
los avatares de la política nacional, sino también sobre los temas que le apasio-
nan y le preocupan: la naturaleza americana, la condición de la mujer en la repú-
blica, el acceso a la educación, la construcción de modelos nacionales, la situa-
ción del indígena, del gaucho, del inmigrante, y el nacionalismo frente a la
imitación aduladora de Europa.
Los misterios del Plata, Novela Histórica Original, se ha estudiado como
un texto político, panfletario, estridente y lapidario. A pesar de estas percibi-
das deficiencias y "fracasos" programáticos, según sectores de la crítica, la
novela no deja de tener una significación política importante.
El romance familiar-histórico juega un papel central en la construcción
narrativa de Los misterios del Plata, con su discurso y sus personajes estero-
tipados. Para esclarecer el valor de esta "historia familiar" recurrimos al estu-
dio de Jane Tompkins, Sensational Designs, donde se hace una contralectura
crítica de las novelas más populares del diecinueve en EE.UU." Advierte
Tompkins que el texto popular que actúa como "copia" posee cualidades
sociales y culturales de gran impacto sobre los lectores:

I saw that the presence o f stereotyped characters, rather than constituting a


defect in these novéis, was what allowed them tooperate as instruments o f cultu-
ral self-definition. Stereotypes are the instantly recognizable representatives o f
overlapping racial, sexual, national, ethnic, economic, social, political and reli-
gious categories" (xvi).

El personaje tipo funciona como un estereotipo que responde en parte a


una norma dentro de su cultura. Los misterios del Plata ofrece la posibilidad

1(1
Liliana Patricia Zuccotti, en su ensayo sobre la novela, "Los misterios del Plata, el
fracaso de una escritura pública" hace un estudio de la ineficacia del texto como panfleto y
como proyecto literario.
" Tompkins argumenta en el último capítulo que la batalla a favor o en contra de un
canon literario es en realidad la pugna entre dos facciones por el derecho "to be represen-
ted in the picture America draws of itself* (201).
162 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

de un diálogo que requiere un lenguaje común (en muchas instancias, la


narradora se dirige directamente a sus lectores interrumpiendo la narración y
utilizando las notas al pie de la página). Los personajes tipo actúan como
vocablos dentro del sistema de comunicación representado por la novela y
facilitan el diálogo entre el texto y los lectores.
Este romance familiar se desarrolla en el marco escénico de una naturale-
za sublime, en el sentido romántico del término, en donde lo natural es el
topos de lo divino. De hecho, la descripción exaltada de la naturaleza con que
se inicia la novela hace eco a las ideas expuestas por Juana Manso en el pri-
mer número de su periódico, Álbum de señoritas, de 1854:

El elemento americano dominará exclusivamente los artículos literarios. Deja-


remos la Europa y sus tradiciones seculares, y cuando viagemos, será para admi-
rar la robusta naturaleza, los gérmenes inponderables de la riqueza de nuestro
continente: y no perderemos nada. Allá el pensamiento del hombre y el polvo de
mil generaciones! aquí el pensamiento de Dios, puro, grandioso y primitivo, que
no es posible contemplar sin sentirse conmovido (1).

Aflora a la superficie de estas afirmaciones un programa ideológico


romántico que, en contra de la imitación y seguimientos serviles del viejo
mundo, afirma la supremacía americana en términos tajantes y decisivos. En
Europa radica el intelecto humano, pero en América "Dios" está presente y se
refleja en la forma pura y primitiva de la naturaleza americana. Manso alude
a un proceso de creación renovado después del "descubrimiento" de América
en el cual, la mano divina, parece todavía acariciar a su criatura. Esta cerca-
nía de Dios sitúa a los americanos en un lugar envidiable con respecto al
europeo, y garantiza la experiencia humana de lo sublime a través del ele-
mento transformador de la naturaleza. Es decir, la inmensidad del paisaje
americano, el ser romántico sufre una transformación.
Al mismo tiempo, en Estados Unidos, Emerson y Thoreau en Nature y
Waldo respectivamente, comparten con Manso el repudio (retórico) de su for-
mación intelectual europea. Favorecen una visión del destino americano
basada en la originalidad de la naturaleza. Louise H. Westling estudia este
elemento constitutivo de la identidad americana en su magnífico libro, The
Green Beast of the New World, y cita la paradoja (anunciada por Rodrick
Nash) "Wilderness was the defining symbol of the national civilization" (40).
Si bien la originalidad del continente radica en su naturaleza, ésta es también
el mayor obstáculo en el deseado proceso de civilización.
En la apertura de Los misterios del Plata, Manso se dirige al lector:

Aquel que no ha atravesado las verdes y desiertas llanuras de Buenos Aires,


que no ha aspirado el agreste perfume de las flores que en el verano esmaltan sus
Capítulo VI: La novela 163

campos, que no ha visto las secas y parduscas ramas de! cardo elevar sus vástagos
espinosos en el invierno; no puede comprender toda la poesía que encierran los
cuadros de la vida del campo, en el Sud de América (6).

El cuadro de costumbres ambienta al lector y sirve de introducción a los


personajes de la pampa. La atmósfera romántica de los gauchos, mateando en
silencio, se quiebra con la llegada del gaucho Miguel, enviado de Rosas. Es
de notar la coincidencia entre la novela de Manso y la de Eduarda Mansilla,
Pablo ou la vie dans les Pampas, en cuanto a la ambientación y la caracteri-
zación del gaucho en los personajes de Miguel y Pablo. En el Pablo de
Eduarda Mansilla se nota el mismo tipo de procedimiento feminizante de la
figura central del gaucho en tensión dramática con las fuerzas opositoras de
la barbarie.
En franca vena picaresca, Miguel, abandonado por "una madre criminal
en la puerta de un hospicio", se convierte en el mejor de los gauchos: trabaja-
dor, silencioso, gran payador, domador, vaqueano, chasque, y finalmente, el
sicario de Rosas. Las cualidades y atributos físicos de Miguel como gaucho
no parecen congeniar con su fisonomía:

Su estatura alta, su talle flexible y delicado, sus maneras suaves al paso [...].
Era demasiado blanco para un campesino; sus cabellos finos y rubios le caían
sobre los hombros en rizos naturales; sus ojos grandes, azules, una extraña expre-
sión de audacia y altivez; su nariz pequeña y cerrada indicaba un caracer disimu-
lado; su boca pequeña y punzó estaba guarnecida de unos dientes blancos y
pequeñitos. (11)

La feminización del cuerpo del gaucho es un fenómeno romántico. Des-


masculinizar al criollo es civilizarlo, acercarlo al ideal del héroe romántico (y
del unitario dentro de la realidad política de la Argentina).
Los modelos románticos nacionales asociados al nuevo orden político
decimonónico mantienen en Hispanoamérica como en Europa una jerarquía
patriarcal velada bajo el manto de la libertad y la justicia. En Romanticism
and Gender, Anne K. Mellor propone una bifurcación de géneros dentro del
movimiento: un romanticismo masculino y otro femenino. Estas mismas
observaciones son válidas para el estudio de la novela de Manso. Las causas
de esta escisión radican en la insistente autoridad patriarcal que sella el pro-
yecto romántico y que excluye "lo sublime", su concepto más importante,
fuera de la esfera de lo femenino. En el nombre del padre, el movimiento
romántico intenta solapadamente silenciar y anular la experiencia de lo feme-
nino al circunscribirla nuevamente a la esfera de "lo bello", de lo instintivo,
dulce y acogedor, y a la figura materna erotizada (90-91). La respuesta a esta
164 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

organización bipolar del ser romántico, nota Mellor, se produce con vigor en
las novelistas románticas. A esta división ellas proponen un nuevo modelo
familiar: la nueva familia basada en la igualdad y el respeto mutuo entre los
cónyuges. Esta nueva unidad social refleja los valores y la justicia supuesta-
mente defendidas y promovidas por las revoluciones francesa y americana.
Siguiendo estas pautas, en Los misterios del Plata se oponen dos ideolo-
gías, dos representaciones de la patria enarboladas por la familia Avellaneda
y la "familia" federal 12 . En el centro de esta oposición se sitúa el concepto de
orden social y político constituido metonímicamente por el concepto de
familia. Manso construye su novela a base de la tensión dramática y retórica
entre las dos concepciones de autoridad familiar: la autoridad masculina y
vertical del Pater Familias dictatorial representada por Rosas, y su opuesto,
la autoridad feminizante, horizontal y democrática de la familia Avellaneda.
El término "familia" aparece repetidamente en la novela: la familia Avella-
neda, la familia Reinafé, la familia Maza, la familia Rojas. Al mismo tiem-
po, Manso subvierte el carácter ficticio de sus personajes y de la trama en
sus notas al pie de la página que explican los nombres de los personajes his-
tóricos usados. El conjunto de nombres conocidos se convierte en la verda-
dera familia libre argentina, desmembrada por el tirano y "su familia", la
mazorca.
Manso dedica dos capítulos a la descripción de la casa de Rosas desde
fuera y desde dentro. El caos y el desorden reinan en la calle del Restaurador:
"Caballos a toda brida con sus ginetes, cruzan la calle a cada instante. Bandas
de música militares entran y salen del patio de la casa; mugeres, de vestidos
colorados. Negros, mulatos, pampas y mazorqueros, todo esto entra y sale en
tropel" (102). En el capítulo "La casa de Rosas por dentro", Manso explica su
teoría sobre el uso metonímico de la célula familiar para diagnosticar el pulso
de la nación:

[L]a barbarie, el salvajismo, el retroceso de toda idea de civilización están


impregnados en la atmósfera de la casa Rosina; por eso no debemos buscar allí la
armonía pacífica de la familia, la santa poesía del hogar doméstico, el todo que
representa y caracteriza las gentes de vida laboriosa y tranquila, de conciencia
pura y alma virtuosa [...].
Es verdad! el semblante es la máscara del ser moral; la palabra puede ser el
resultado del cálculo y no del sentimiento, el intérprete de la mentira y no de la

12
La novela escrita en clave, presenta personajes históricos bajo nombres ficticios,
como el de Avellaneda para representar a Valentín Alsina.
Capítulo Vi. La novela 165

verdad y el honor; pero es imposible nunca que el todo que representa y compone
la familia, pueda engañar; es imposible que una familia de asesinos pueda nunca
tener el aire de una familia de buenos y honrados individuos [...].
El mismo desorden que reina en las instituciones, reina en la sociedad, y des-
pués en el interior de la familia. Rosas es el amo del pueblo, por consiguiente es
también el amo de la familia (104-105).

Este "desorden" en las instituciones, en la sociedad y en la familia permi-


te que el ataque a la dictadura se asiente en la familia misma y se lleve a cabo
por la mujer de Avellaneda, Adelaida. Ese mismo caos institucional y social
que encarcela al padre, desencadena a la madre de su papel pasivo y la con-
vierte en liberadora de su esposo y de los demás hombres que escapan de
Rosas hacia Montevideo. Adelaida cuenta con la complicidad de otra familia,
la de su morena nodriza Marica y su nieto Celedonio para iniciar lo que
Manso denomina su "campaña libertadora" (211). Cobijada por Marica, Ade-
laida "se colocó un kepis de capitán, bigote postizo negro, botas granaderas,
sable y una ancha capa que envolviéndola completamente disimulaba su cuer-
po de mujer" (217). Bajo el ancho manto militar, Adelaida esconde a su hijo
Alfonso. Las acciones heroicas de esta mujer no se limitan a los actos de
valentía y desafío a la dictadura, sino también a la pasión retórica con que
convence al Comandante Conclair. Este, al dirigirse a Avellaneda y Pueyrre-
dón, exclama admirado: "mañana estarán ustedes libres en tierra extranjera y
deberán la libertad a esta heroica mujer que ha sabido no sólo prepararles la
evasión, sino, lo que es más difícil aún, ha sabido convencerme" (219).
Para concluir entonces, Manso logra proponer una alternativa a la tiranía,
basada en una nueva constitución familiar que intenta desplazar el modelo
familiar mazorquero de Rosas.

b. Rosa Guerra y Eduardo Mansilla

Rosa Guerra (7-1864) y Eduarda Mansilla (1838-1892), escritoras con-


temporáneas nacidas en Buenos Aires, coinciden en publicar en el mismo año
de 1860 dos novelas que llevan el mismo título, Lucía Miranda. Tal concu-
rrencia destaca el interés común por el personaje homónimo cuya partici-
pación en la conquista americana las autoras consideran pertinente en el con-
texto de su época. En textos muy diferentes entre sí -el de Mansilla sobresale
por su mejor factura, mientras que el de Guerra expresa un mayor interés por
la situación de la mujer- crean un personaje que pone a prueba los presupues-
tos patriarcales.
166 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

El discurso en ambas novelas no sólo desafía la tradicional retórica


patriarcal con la fundación de un sujeto femenino escrito sino también con la
propuesta de un programa de reformas que difiere de las reconocidas en la
época. Nicolás Shumway ha explicado la importancia de los hombres de la
generación del 37 (creadores de las que llama "ficciones regidoras") en el
establecimiento de ideologías que influyen directamente en la práctica políti-
ca13. Sarmiento, Echeverría, e incluso Alberdi en parte de su obra, atribuyen
los problemas nacionales a tres factores: la tierra, la tradición española y la
raza. Guerra y Mansilla tratan los mismos temas pero los consideran bajo
perspectivas diferentes.
En la crónica Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de
la Plata de Díaz de Guzmán, Luisa Miranda (la Lucía Miranda de las nove-
las), reconocida hoy como personaje ficticio, habría llegado al Río de la Plata
en 1530 junto a su marido, Sebastián Hurtado, como integrante de la expedi-
ción que, al mando de Sebastián Gaboto, funda el fuerte de Sancti Spiritus. El
cacique Mangoré, enamorado de Miranda, ataca el fuerte para secuestrar a la
española pero muere en la lucha. Su hermano Ziripó, que le sucede, la toma
cautiva y la hace su mujer. Los esposos Hurtado, que mantienen entrevistas
secretas, son condenados a muerte: Lucía muere en la hoguera y Sebastián es
asaeteado.
El hecho de que Guerra y Mansilla coincidan en escoger este personaje de
la crónica delata un interés fundado en algo más que la novedad de una histo-
ria que podría atraer a las lectoras del siglo xix. Por una parte, alejada en el
tiempo, Lucía Miranda es un personaje que tiene la ventaja de escapar de las
luchas partidistas entre federales y unitarios. De ahí que pueda considerarse
que estas novelas narran la transición entre los textos antidictatoriales tales
como Facundo (1845), Amalia, Los misterios del Plata (1846), El matadero
y los de la generación del 80 que tienen intereses más amplios. Pero Lucía
Miranda no sólo interesa como protagonista de una historia atractiva. Impor-
ta sobre todo porque es mujer. Confirman este interés las palabras que Rosa
Guerra dirige a su protagonista: "Dos mujeres también de estas rejiones, sin
tratarse, sin comunicarse sus ideas, herida en lo mas vivo su imajinacion por
tus desgracias, toman tan tierno y doloroso argumento para basar cada una su
novela, cuya lectura conmoverá los corazones menos sensibles" (14). El énfa-
sis de Guerra sobre el hecho de que son dos mujeres quienes escriben las
novelas hace pensar que ambas quieren insertar a la mujer en la historia de la

13
Shumway, Nicolas, The Invention of Argentina, University of California Press, Ber-
keley, 1991.
Capítulo VI: La novela 167

conquista y colonización de América. En ficciones que modifican la historia


oficial, forjan una figura mítica, femenina, de valor fundacional que sirve de
modelo a las lectoras del siglo xix.
Miranda, en tal sentido, es un personaje moderno que decide su suerte por
voluntad propia; al ejercicio de esa independencia, responde un tipo literario
diferente al entonces en boga. Guerra explica: "No tenía quince años, ni
labios de coral, ni dientes de perlas, ni ojos color de cielo, ni cabellos de
ángel, ni sus divinos ojos estaban siempre contemplando el firmamento, ni
menos se alimentaba de suspiros y lágrimas" (19). Es obvio que la escritora
busca una figura que muestre nuevas posibilidades. Sin embargo, la narración
no logra emanciparse totalmente del modelo que aborrece y desemboca en un
personaje ambiguo cuyas cualidades morales mantienen un alto grado de ide-
alización. La dificultad de liberarse del viejo modelo prueba cuán arraigado
está y cuán problemático resulta construir un imaginario nuevo.
La narración de Mansilla presenta una protagonista bien delineada en base
al examen de los sentimientos y de su expresión. Siguiendo las pautas román-
ticas, el análisis de las pasiones cumple el doble propósito de proyectar la
visión de Miranda sobre el mundo que la rodea y de afirmar en él su persona-
lidad. La convención de observar el yo reflejado en la naturaleza como en un
espejo es puesta al servicio de una mujer que en ese acto narcisista toma con-
ciencia de la individualidad propia y afirma su yo. La narración de Mansilla
generaliza la pasión de Miranda, dándole un valor genérico:

[...] esa es la superioridad infinita, de la mujer sobre el hombre; la mujer no se


engaña jamás, en cuestiones del corazón, que son las únicas de su vida, mientras
que el hombre es ciego las más veces y necesita que la mujer le inicie, le conduz-
ca, le lleve, le arrebate, a pesar suyo, a las tinieblas en que se halla sepultado su
corazón, para darle en cambio, luz, vida, armonía, "amor" (69).

Pero esa cualidad tradicionalmente atribuida a la mujer ofrece en el texto


una variación porque, lejos de reducirla a la contemplación pasiva, la mueve
a la acción. Los sentimientos constituyen la fuerza motriz que impulsa a
Lucía a sus tareas de educadora y catequista. Educada a la europea, se adapta
a la rudeza del nuevo ambiente, trata con los indígenas y cumple el papel de
conquistadora espiritual con igual heroísmo que el guerrero. Ocupa en la
campaña un puesto diplomático clave: encargada de disminuir las distancias
entre indios y españoles, entabla el diálogo entre los dos grupos y, en el pro-
ceso, reinterpreta la nueva cultura respetando sus diferencias. En consecuen-
cia, la novela aprovecha el momento histórico del encuentro entre las dos
razas para hacer una lectura histórica crítica ya que, precisamente, acusa lo
que no tuvo lugar en la realidad. Lucía Miranda señala el origen de la falta de
168 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

comprensión entre las dos culturas y sugiere que una nueva sociedad en la
que el hombre y la mujer, el blanco y el indígena vivieran en armonía, habría
sido posible. No debemos exagerar, sin embargo, la labor subversiva del per-
sonaje ya que "ninguna de las dos escritoras actúa la ruptura que hubiera
implicado darles voz a las verdaderas mujeres de la frontera", como indica
Rotker {"Lucía Miranda", 122).
La versión de Guerra coincide en muchos puntos con la de Mansilla; en
ella describe las bondades naturales del indígena: "gente mansa, dócil, acce-
sible a la amistad, y sensible al dulce placer de la vida" (17). En cuanto al
jefe, goza con aprender las nuevas ideas:

[Frecuentaba, con gran gusto la sociedad de los españoles, se extasiaba oyen-


do hablar a Lucía de España, de las costumbres de los europeos, de su religión y
modo de vivir en sociedad con los demás hombres, abriendo el comercio con los
otros pueblos por medio de la industria y el cambio de sus manufacturas.
Aprendía su idioma, tomaba sus maneras, y como era joven, hermoso y
amigo de instruirse, Lucia y Sebastian habian tomado a su cargo esa voluntaria
tarea (21).

La responsabilidad de la tragedia, en esta novela, no recae en "el salvaje"


sino en la pasión, en tanto que fuerza universal. El amor del cacique nace en el
proceso de europeización, en la seducción que supone todo acto de aprendizaje.
Miranda con su actuación no desafía abiertamente las leyes y coátumbres;
sin embargo, encarna el modelo de la mujer educadora que, expandiendo la
función privada de la enseñanza materna, cobra una función pública sin ame-
nazar "la moral". Por otra parte, la novela presenta a la sociedad indígena en
términos que connotan alguna inferioridad, pero evita ponerla en relación de
dependencia con la europea. La narradora expresa dudas sobre la rectitud de
la conquista; en una pequeña conclusión al final de la novela emite su juicio:
"Es de presumir que si la causa de la humanidad hubiera entrado directamen-
te en el proyecto de estas empresas, hubieran sido menos desgraciadas" (77).
La educación no es concebida aquí como la imposición forzada de la lengua
y de las costumbres sino como un proceso de conocimiento mutuo. La ver-
sión - u t ó p i c a - que Miranda da de la europeización respeta "al otro" indígena
y expresa la necesidad de una mayor integración social. Leídas en estos tér-
minos, ambas novelas pierden su aparente inocencia y representan posturas
de desafío político. La tesis civilización/barbarie expuesta por Sarmiento
influye, sin lugar a dudas, en ambas versiones, pero queda postulada en tér-
minos más sutiles.
Por otra parte, al convertir a Miranda en protagonista principal, las nove-
las moderan la oposición europeo/indígena. La cuestión del "otro" postulada
Capítulo VI: La novela 169

por Todorov, quien afirma que el europeo descubre la identidad propia al


enfrentarse con el indígena, se complica. En ambas novelas pero, más clara-
mente en la de Mansilla, resulta difícil determinar quién es el "otro" de Lucía
Miranda ya que ésta se define como europea y como mujer. En tanto que par-
ticipante en la empresa conquistadora podría oponerse al indígena, pero como
mujer, toma también posición frente al europeo y se acerca a la mujer ameri-
cana con la que comparte muchas características. Esta segunda alternativa
disloca la otredad anterior en beneficio de un acercamiento entre mujeres,
aunque éstas pertenezcan a culturas diversas.
El texto de Mansilla relativiza aún más las relaciones entre los diferentes
términos de este complejo mapa humano. Las diferencias también existen
entre los indígenas: mientras el cacique Marangoré lucha por controlar la
pasión que lo domina, su hermano Siripo trama con perversidad el ataque a los
españoles y el secuestro de Lucía. Las cualidades de los españoles se restrin-
gen igualmente: Alejo Diez, miembro de la expedición, comete actos de infi-
delidad y traiciona a su prometida indígena. Las mujeres indígenas, Lirupé y
Anté, a pesar de su fidelidad y de su inteligencia, sufren los desaires de sus
hombres. La percepción de los individuos dentro de los grupos raciales y gené-
ricos indica la imposibilidad de tomar en serio las cualidades esencialistas.
La novela introduce variantes entre las mujeres europeas de diferente con-
dición social con la inclusión de otro personaje femenino que contrasta con el
de Miranda. La primera parte se centra en la vida de Nina de Barberini, seño-
ra de la nobleza napolitana del siglo xvi. En un ambiente que prefigura el que
más tarde Rubén Darío haría famoso con su preciosismo poético, Barberini
armoniza las bellezas naturales con el buen gusto artístico. El contraste entre
ese refinamiento y la ruda naturaleza del continente americano realza las
diferencias entre la mujer noble de un salón europeo y la mujer europea que
vive en América. La novela nota así el abismo que separa las condiciones de
vida de las lectoras americanas de las de los personajes femeninos de las
novelas europeas. Los estilos de vida dependen en gran medida de las facili-
dades e impedimentos que proveen los ambientes respectivos: si Barberini
puede ser patrona de las artes, Miranda, en América, debe lidiar con realida-
des que exigen otro comportamiento. Los personajes femeninos de Mansilla
ilustran las complejas relaciones existentes entre mujer y sociedad. La escri-
tora establece entre el individuo y su entorno un movimiento de vaivén per-
manente. La yuxtaposición de situaciones tan dispares en la novela cuestiona
el valor del modelo europeo para América y, más importante aún, destruye la
noción de una mujer ideal.
Las tomas de posiciones políticas con respecto a la mujer y al indio en
ambas novelas tienen importancia en el momento de su escritura; en el caso
170 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

de la mujer se debate su educación, en el del indio, su supervivencia. Sar-


miento, propulsor de la educación femenina, desarrolla ampliamente el tema
en su conocido trabajo Educación común de 1856. Las escritoras apoyan el
plan sarmientino que aboga por el ingreso de las jóvenes a las escuelas nor-
males en donde se forman las educadoras. Sarmiento argumenta que en la
sociedad civilizada la mujer educada vive en paridad con el hombre. En
ambas novelas la pareja Lucía-Sebastián forma un matrimonio cristiano en
que reina el amor y la cooperación. Lucía, por su parte, constituye un modelo
ejemplar sobre el cual fundar una tradición. En cuanto al indígena, las nove-
las se separan abiertamente de las posturas gubernamentales que organizan
campañas militares de "limpieza" para garantizar el establecimiento definiti-
vo de la civilización europea en el país 14 . En un plano más general, en la
Argentina posterior a la caída de Rosas en la que todavía persiste el sectaris-
mo político, las novelas construyen un ideario utópico en que las diferencias
se esfuman bajo el principio de la igualdad.
La novela histórica en el siglo xix se apoya en el período de la conquista y
colonización con el objeto de avivar el sentimiento patriótico nacional. La
literatura continental pretende afirmar la identidad propia al tiempo que cum-
ple la revisión crítica de la historia. Así, la ficción se encarga de minar las
construcciones monolíticas. Esa contralectura explica, en parte, la populari-
dad del género, incluso en nuestros días15.

14
Como apunta Susana Rotker: "Una de las explicaciones del resurgimiento de Lucía
Miranda en el siglo xix es la conveniencia del mito para el proyecto racial: reiterar, con el
peso de la Historia, el salvajismo indígena c o m o amenaza al proyecto blanco, burgués y
católico de expansión territorial, que culminará con la Campaña del Desierto de Roca y el
exterminio del indio" ("Lucía Miranda", 120).
15
Entre quienes practican la novela histórica hay que recordar a la boliviana Lindaura
Anzoátegui de Campero ( 1 8 4 6 - 1 8 9 8 ) , autora de Huallparrimachi (1975), Don Manuel
Ascencio Padilla (1976) y El año 1815 (inédita). Es autora además, de un Diario (también
inédito) sobre un viaje a Europa y de otros relatos. El mérito de sus novelas reside en que
rescata acciones y episodios de las campañas guerrilleras al mando del matrimonio de
Juana Azurduy y Manuel Ascencio Padilla.
En una vertiente contraria hay que mencionar la extensa labor literaria de Soledad
Acosta de Samper (Colombia 1833-1913). Las novelas históricas de Samper, esencial-
mente didácticas pretenden difundir el ideario católico junto a una versión decorosa de la
historia hispanoamericana. Así figuran Colón, el rey Juan I, Pero López de Ayala, entre
otros. Las digresiones de la voz narrativa fragmentan el discurso novelesco e impiden una
lectura crítica de la historia.
Capítulo VI: La novela 171

c. El interior argentino según Mansilla

Las divisiones tratadas en Lucía Miranda se amplían en otra novela, El


médico de San Luis (1860) 16 . Allí, Mansilla trata problemas actuales y desa-
rrolla en detalle su ideología política. A la manera costumbrista, el protago-
nista, James Wilson, inmigrante inglés y protestante, narra en primera perso-
na sus experiencias en la provincia de San Luis. Casado con una argentina,
católica, forma una familia que une ambas tradiciones, la sajona y la criolla.
El ejercicio de la medicina le otorga prestigio y autoriza sus comentarios y
críticas de "hombre civilizado". Si bien Mansilla retoma la dicotomía civili-
zación/barbarie, su propósito no consiste en criticar a los habitantes del
campo sino, por el contrario, a aquéllos que, habiendo recibido una educa-
ción esmerada en Buenos Aires, no comprenden la situación de las provin-
cias. La responsabilidad de acabar las luchas entre Buenos Aires y el interior
de la república recae sobre los porteños quienes deben interiorizarse de las
necesidades de los provincianos y adaptarse a ellas. La novela critica, sobre
todo, la idea de apropiarse de planes y prácticas creados para las sociedades
europeas y que no tienen relación con la situación americana:

¿Cómo es posible aplicar teorías gubernativas hechas para sociedades que han
llegado al más alto grado de civilización, a pueblos que ni siquiera tienen idea de
sus deberes? ¿Acaso tienen mayor importancia los derechos del ciudadano, que
los deberes del hombre social y privado? [...] Júntense los hombres inteligentes y
racionales, los hombres de corazón, en su ciudad, en su provincia, dedíquenle sus
esfuerzos y sacrifiqúense por ella, ya se llame San Luis, Córdoba o Buenos Aires
[...] nada de impaciencia y sobre todo nada de intolerancia soberbia y orgullosa;
practiquen las virtudes que quieren enseñar al pueblo, educándolo, con el ejem-
plo, con la tolerancia (58).

Otro tema primordial es el de la educación. Como en lo relativo a la polí-


tica, Wilson critica el proyecto de fundamentarla en modelos extranjeros.
Mansilla promueve una educación adaptada a la situación de cada provincia.
Si bien la moral cristiana debe fundamentar la educación de gauchos e indí-
genas para hacerlos buenos ciudadanos, su finalidad debe tener una aplica-
ción práctica. Ya se trate del hombre o de la mujer, del indígena o del gaucho,
la instrucción redunda en beneficio de la comunidad entera:

16
Mansilla, Eduarda, El médico de San Luis, Editorial Universitaria de Buenos Aires,
Buenos Aires, 1962. Todas las citas corresponden a esta edición.
172 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

Llénanse la cabeza los muchachos de teorías inaplicables al país en que viven,


persuádense al salir del colegio que están en Londres o París y que la máquina del
edificio social no espera ya para funcionar sino el ligero impulso que ellos van a
darle, y el error es tanto mayor, cuanto que los inconvenientes del europeo son
aquí facilidades y viceversa; resultando confusión por la manía de querer aplicar
un remedio opuesto al mal de que adolecen.
Las niñas, a su turno, educadas para mufiecas, saben comprender que mamá y
papá no hablan ni entienden el francés; pero no llegan a descubrir que su pobre
madre es una honrada señora que se sacrifica por ellas, y por su piano y por su
inglés y su francés, al grado de remendarse sus medias ella misma, para ir muy de
mañana al mercado a comprar la comida, mientras las niñas duermen, tranquilas y
confiadas, el sueño de la juventud (28).

La educación propuesta es la que Wilson imparte a sus hijas. Si bien las


jóvenes hablan inglés, tocan el arpa y poseen una limitada biblioteca seleccio-
nada por el padre, dedican su tiempo a las tareas domésticas encontrando en
ellas satisfacción y felicidad. El narrador explica que la cultura libresca sin una
aplicación válida conduce a la frustración. Tal es el caso de Amancio, persona-
je que ilustra en la novela la inaplicabilidad de las lecturas filosóficas a una
vida sometida a los rigores de la pobreza. Entregado por entero a la lectura,
sobre todo de Rousseau, pero sin grandes posibilidades en el medio provincia-
no, termina por perder el gusto del trabajo y sentirse desubicado en su medio.
La mala educación explica la existencia de los caudillos locales y la atrac-
ción que ejercen sobre la población. Así es como el hijo de Wilson, que sólo
ha aprendido a leer y a escribir, se convierte en seguidor de uno de ellos. El
hecho prueba que el poder de seducción del caudillo no está determinado por
una cuestión de razas sino por la falta de una función útil de los que resultan
seducidos. El caudillo es un marginado que vive fuera de la civilización, pero
la novela, como el Facundo, le reconoce dones de mando sobre los indios y
sobre los gauchos. El indígena, que es presentado con simpatía, es considera-
do víctima e instrumento de los extranjeros.
Mansilla relativiza aún más los términos cuando pone en boca de algunos
personajes ingleses comentarios que contradicen la identificación de la ciu-
dad europea con la civilidad y la educación. Según ellos, allí el individuo,
influido por las masas, pierde su independencia y pone en peligro su virtud.
Estos personajes habituados a la vida en los grandes centros culturales apre-
cian la provincia por su paz y tranquilidad.
Por último, El médico de San Luis también polemiza en contra del senti-
miento antiespañol. Hace una revaloración del aporte hispánico y destaca su
religión humanitaria y tolerante. El espíritu de rebeldía respecto a España,
que perdura en la época de la novela, provoca la reacción contraria de las
Capítulo VI: La novela 173

nuevas generaciones. La ruptura generacional y cultural que ello acarrea pro-


voca las críticas del narrador. El médico de San Luis alega a favor de la amal-
gama entre los diferentes grupos autóctonos sin que sea necesario avasallar-
los ni por la fuerza ni por una educación diseñada para otros pueblos.
En su última novela, escrita en francés, Pablo ou la vie dans les Pampas
(1869), Mansilla se presenta como narradora y anuncia su interés doble:
informar al europeo sobre la vida en el campo argentino e instruir al america-
no que desconoce o ignora lo suyo17. El tema central lo constituyen las luchas
entre federales y unitarios que, según la autora, resultan de un "malentendido
histórico prolongado." La novela se sitúa por la temática entre dos obras clá-
sicas de la literatura argentina: Facundo (1845) y Martín Fierro (1872) corri-
giendo el partidismo de la primera y asentando precedente para la segunda.
La novela identifica el partido unitario como el defensor de la civilización
(83) y no tarda en demostrar la arbitrariedad que rige su rama militar. La civi-
lización de la ciudad se manifiesta en el campo por medio de la fuerza y del
abuso de autoridad con el único objeto de engrosar el ejército por medio de la
leva forzada. Pablo, el héroe, es un gaucho cuya familia unitaria ha perdido
uno a uno todos los hombres en los enfrentamientos armados. El hecho de ser
hijo único de madre viuda lo exime legalmente de servir en el ejército. Sin
embargo, el salvoconducto es destruido por un comandante que lo recluta.
Convertido en desertor, vuelve a su pueblo para encontrar la casa de su novia,
de rica familia estanciera y federal, destruida por bandas indígenas y a su
novia, muerta.
Mansilla presenta la situación argentina bajo una perspectiva diferente a
la reconocida. Si Facundo, El matadero y Amalia postulan a los federales
como agentes del mal, mientras que los unitarios defienden la patria según
ideales civilizadores, esta novela destruye tal polarización. El estanciero fede-
ral, cuyo apoyo cimentó el rosismo, figura como un hombre de poca educa-
ción dedicado a la administración de sus bienes; sin ambiciones de poder, no
toma parte alguna en la brutalidad que caracterizó al régimen. Los unitarios,
por su parte, una vez en el poder, abusan de su fuerza e intimidan y doblegan
tanto a los federales como a los miembros de su propio partido. La brutalidad
figura en la novela de Mansilla como atributo común de las fuerzas "civiliza-
das" y de los malones indios.

17
Mansilla, Eduarda M. de, Pablo ou la vie dans les Pampas, E. Lachaud, Paris, 1869.
N o hemos tenido acceso a la traducción de Lucio Mansilla, hermano de la autora, Pablo o
la vida en las pampas, de 1870. Por eso utilizamos y traducimos, al citar, la versión fran-
cesa original.
174 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

La novela de Mansilla se lee como un mapa literario-ideológico que traza


las vastas superficies pamperas, y al mismo tiempo, la ruta sinuosa hacia el
proyecto de nación. La imagen cartográfica corresponde de manera precisa al
designio de esta novela en particular, y también al de la obra total de Mansi-
lla. Pablo está estructurada como un viaje por la pampa, por una tierra deso-
lada y desconocida que refleja el potencial y la riqueza vital de la nueva
nación. Mansilla actúa como guía y, en su papel de anfitriona turística, denun-
cia, explica, corrige y analiza el carácter del ser argentino, así como la geo-
grafía, la política y la sociedad nacionales. La escritora edifica discursiva-
mente la nación que ha perdido su norte y que ha sucumbido ante las fuerzas
de la barbarie. La narradora se adjudica el papel de cartógrafa y arquitecta del
destino de la nación.
Dos aspectos se destacan: la alegorización de los elementos políticos e
ideológicos representados en la pampa, y el romance familiar interpretado
por los tres personajes principales: Pablo, su madre Micaela y su amante,
Dolores.
La narración comienza con una descripción de la pampa que hace uso del
lenguaje pictórico del paisajista. Mansilla utiliza el presente para dar un tono
ahistórico, una impresión de tiempo suspendido, homogéneo y vacío dentro
de la novela. La cadencia y el ritmo de la prosa le dan a la narración un senti-
do de inmutabilidad y de inmensidad comparables al paisaje de la pampa.
Las oraciones caen como simples hechos comprobables en su sólida realidad.
La narradora señala: "El cielo, de un azul profundo, no tiene la sombra»de
una nube." "Es el mediodía [...]. El calor es agobiante, el silencio absoluto."
"Una hierba corta y dura, a mitad reseca por el calor cubre el suelo." "El
terrible pampero, compañero del invierno, está ausente" (6). La cualidad
estática de estas imágenes corresponde a la visión que Mansilla tiene del
país. Hay en el relato una mezcla de exotismo derivado de la flora y la fauna
y una amenazante violencia que emana del paisaje hostil y de los seres que lo
habitan. A no ser por el nopal, los cardos, el viento pampero y las vastas
extensiones de tierra achatadas por el ardor del sol, existen pocas indicacio-
nes de vida. Sin embargo, Mansilla advierte que este paisaje es un simple
boceto, un incipiente principio en el caos que precede a la creación. La auto-
ra no sólo intenta tornar inteligible el paisaje desconocido para los lectores
europeos, sino que está preparando el terreno para cimentar las bases de su
discurso ideológico. La latente violencia del paisaje se halla detrás de las
repetidas alusiones a la inmovilidad y el silencio: " ¿ a p a m p a parece dormir";
"todo está callado" (6-7).
La desnudez del paisaje espejea la soledad. El sol se adueña de la pampa
al mediodía, la inmensidad pelada de la tierra sugiere un escenario prehistóri-
Capítulo VI: La novela 175

co, hostil. La peligrosa potencialidad de la naturaleza o bien consume al débil,


o bien le presta su energía elemental a quien esté preparado a batallar contra
ella. La pasividad con que caracteriza al gaucho revela desde el principio la
visión que la narradora tiene de él. Con técnica cinematográfica, la narradora
nos lleva desde una visión panorámica de la pampa hacia un foco de atención
preciso y lejano en el horizonte. Poco a poco, el punto toma la forma de dos
bueyes que van tirando una carreta. Dentro de la caja de madera, hace su apa-
rición la figura humana, inmóvil, en medio de su reposo, "lánguidamente"
abandonado al sueño (10-11).
En las descripciones del joven y esbelto Pablo, Mansilla produce una ver-
sión feminizada del gaucho: el chiripá "dibuja maravillosamente su talle fino
y curvado [...]. Sus pies, pequeños y bien formados [...] están calzados con
unas medias de piel ajustadas, que hacen valorizar sus tobillos finos y bien
torneados" (11). Ya hemos señalado que los rasgos femeninos responden al
ideal romántico; sin embargo, Mansilla ya ha advertido al lector sobre los
peligros que enfrentan los débiles en la pampa. La actitud pasiva e indolente
del gaucho se refleja también en el hecho de que el joven no guía la carreta
sino que se deja llevar por los bueyes que siguen intuitivamente la huella del
camino. Pablo tiene las riendas en la mano, imagen que combina el poder y la
autoridad, pero las deja reposar en su palma abierta. ¿Libertad o falta de res-
ponsabilidad? La crítica implícita de Mansilla se basa en una postura ideoló-
gica que reduce al gaucho al estereotipo.
La pampa ha producido un híbrido aún más problemático: el gaucho trans-
formado por el colorido y excéntrico uniforme de la autoridad oficial. Mansi-
lla critica duramente a los gobiernos que ignoran la ruda realidad de las
pampas y la fuerza civilizadora de la educación. Al comparar los ideales de
libertad y de democracia presentes en la sociedad francesa, lamenta el estado
anti-democrático y la tiranía en que viven los argentinos, y en particular, el
gaucho. La violencia es la ley. Para ilustrar este verismo presenta el incidente
de "la papeleta". El oficial que recibe el documento que permite a Pablo eva-
dir el servicio militar, destroza el papel sin leerlo. En ese acto el gobierno
traiciona a su pueblo. Pablo ha perdido su libertad en el primer enfrentamien-
to con el gobierno. En la pampa la ley no es más que un papel rasgado.
La naturaleza del gaucho está en continua tensión entre la ira y la indolen-
cia; desprecia la educación, la ciudad, la explotación sistemática de la tierra y
las fuerzas que le han arrancado su libertad. Pablo se queja amargamente:
" M e hablan de la patria. ¿Qué tengo que ver yo con su patria, con su libertad?
[...]. Yo también amo la libertad [...] mi libertad [...]. No, no creo más sus
palabras falsas. Unitarios y federales, son todos lo mismo. Los odio c o m o
ellos nos odian a nosotros los pobres gauchos" (110-111).
176 M C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

Pablo confronta al viejo sargento Benítez, que ha asimilado los ideales uni-
tarios de nación y progreso sin llegar a comprenderlos: "Es necesario que ayu-
d e m o s en la defensa de la patria... y la patria es aquí y m á s allá [...] un poco en
todas partes [...]" (112). El gaucho, c o m o el campesino mexicano durante la
revolución, no comparte ni la identidad ni la ideología de aquéllos que están
en el poder. Mansilla señala la política fallida de los gobiernos con respecto al
g a u c h o : "El h o m b r e nuevo cometió dos errores: el primero f u e despreciar a
ese e l e m e n t o p r i m a r i o (el g a u c h o ) [...] que lo hacía vivir y a quien d e b e r í a
haber considerado c o m o su fortaleza... El segundo error [...] fue querer impo-
ner por la fuerza todo lo que no pudo obtener inmediatamente" (192).
Al c o m p a r a r la barbarie de las p a m p a s a las h o r d a s de francos, g o d o s y
hunos, la autora inserta a la nueva nación en un continuo histórico universal.
Los habitantes de las p a m p a s son salvajes no a c a u s a de alguna d e f i c i e n c i a
natural sino porque la nación se halla en su fase inicial. Mansilla señala que
es éste un proyecto en sus albores y que puede ejecutarse rápidamente y a que
o b e d e c e a los m o d e l o s d e m o c r á t i c o s e x p e r i m e n t a l e s de Estados U n i d o s y
Francia.
En este momento, la trama se quiebra con la inclusión de la esfera domés-
tica f e m e n i n a : D o l o r e s , Tía Rosa, la criada negra, y Micaela, la m a d r e de
Pablo. Con la excepción de un par de episodios protagonizados por Pablo y el
Gaucho malo, el resto de la narrativa se centra en las m u j e r e s de la novela.
C o m o lo ha notado ya Masiello, Mansilla ha creado en el espacio novelístico
una comunidad femenina a partir de la cual destila el proyecto nacional (45).
E s o s p e r s o n a j e s r e f l e j a n una i d e o l o g í a dual. La j o v e n D o l o r e s y M i c a e l a
representan las opciones ofrecidas a la mujer. Micaela, la madre, se d e s p o j a
de su pasividad al unirse a las tropas que hormiguean por el desierto antes de
llegar a la capital y descubrir que su hijo ya ha sido ajusticiado. Micaela apa-
rece aquí y allá a través de la novela c o m o la madre enloquecida por la muer-
te del hijo. Sin embargo, su figura persiste en la m e m o r i a popular c o m o per-
sonaje legendario. Dolores, la j o v e n amante, representa la femineidad pasiva
y hace el papel de víctima. Envuelta en un manto de silencio, Dolores, analfa-
beta y sumisa, es sacrificada a la barbarie en aras de la civilización.
La vida en la p a m p a parece robar la energía vital de las mujeres sin papel
definido en el desierto. Dolores proviene de una familia rica que la ha mante-
n i d o en c o m p l e t a ignorancia; sin r u m b o fijo, v a g a b u n d e a por la finca; m á s
que una presencia, es una sombra que se desliza. Nadie espera nada de ella, y
ella nada da. La excepción es un único acto de autonegación y sacrificio que
la llevará a la muerte. El abandono intelectual y la inactividad que permean la
rutina de Dolores son duramente criticados por Mansilla, que se lamenta del
destino de las m u j e r e s acomodadas en la pampa:
Capítulo VI: La novela 177

¿ C ó m o puede llegar a ese grado de fermentación interna, al cual toda alma


está destinada para cumplir su misión humana? [...]. Apenémonos por esas pobres
almas prisioneras [...] esas parias del pensamiento, excluidas del gozo intelectual
y sujetas a las luchas descarnadas de las pasiones humanas. C o m o verdaderas des-
heredadas, cargan con todas las responsabilidades sin tener derecho al alivio. Bie-
naventurados los pobres de espítitu! (124-25).

La inminente separación, la proximidad de los amantes y el aire nocturno


contribuyen inexorablemente al acoplamiento de los jóvenes, en un acto que
Mansilla califica pudorosamente de "exceso de inocencia y emoción". Los
excusa al señalar que ambos son producto de la naturaleza, moldeados por
sus leyes e ignorantes de los límites que han transgredido. El acto amoroso es
narrado con los recursos retóricos de la narrativa sentimental. Sin embargo,
las implicaciones éticas, políticas y sociales de este apresurado acople, son
esenciales para el desarrollo de la novela.
La inactividad y el silencio constituyen el mundo de los enamorados. El
gaucho circula por el ámbito novelesco en una especie de somnolencia perpe-
tua. Tanto Pablo como Dolores están incapacitados para participar en el pro-
yecto nacional defendido por la narradora. Reducidos a una ecuación pura-
mente biológica, la pareja es incapaz de producción y de reproducción, ambas
actividades indispensables para el plan de desarrollo y progreso auspiciados
por el gobierno. Al comparar a los inmigrantes europeos que llegan a la
Argentina con los amantes, Mansilla afirma que éstos están predeterminados
al fracaso por su pasividad y su "exceso de emoción". El elemento europeo se
distingue por su capacidad de "penetrar" la barbarie: "Quiera el cielo que
pronto, gracias a la actividad laboriosa de los europeos que emigran a nuesta
tierra, podamos ver desaparecer de nuestras queridas pampas los tristes vesti-
gios de los tiempos pasados" (33).
La incapacidad de los jóvenes de triunfar sobre la adversidad y de unir sus
destinos para formar la nueva familia argentina, se vuelve traición al proyec-
to nacional y apunta a lo que Doris Sommer ha señalado sobre las correspon-
dencias entre familia y estado. Comprueba esta crítica que la retórica de la
pasión heterosexual funciona como una alegoría de los estados hegemónicos
y viceversa (31). Con la muerte de los amantes, el proyecto de romance fami-
liar fracasa.
Mansilla complica aún más el relato al presentar a Micaela, la madre de
Pablo. Con la vida de esta mujer y de su familia, cumple la promesa a sus lec-
tores de explicar las divisiones políticas y el sistema judicial de Argentina. El
paso de Micaela por este mundo en su papel de hija, esposa, madre, viuda,
loca y finalmente leyenda, confiere a la narrativa un hilo conductor que ale-
178 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

goriza la evolución de la región desde un colonialismo semifeudal a un repu-


blicanismo endeble. Su historia ilustra la tragedia de la política argentina. El
marido de Micaela, unitario obligado a partir al exilio, se despide de ella con
estas palabras: "Adiós, hasta que seamos libres. Haz buenos patriotas de
nuestros hijos" (84). Uno a uno, Micaela manda a sus hijos al exilio uruguayo
y a la muerte. Pertenece a la aristocracia criolla, pero al casarse con Guevara,
accede a otro tipo de alcurnia, aquélla perteneciente a una nueva sociedad
basada en el honor, el patriotismo y los ideales ilustrados. En el acto matri-
monial, se sella un contrato personal, político y social. Micaela, que represen-
ta la fuerza civilizadora, lucha para que su hijo menor, Pablo, lea y escriba
aunque éste se resiste: "Sé leer las estrellas y también tu corazón" (96).
Las dos mujeres, polos opuestos unidos por el amor de Pablo, simbolizan
ideologías contrarias; una muere sin dejar huella, la otra enloquece, pero per-
vive en la leyenda. Mansilla presenta un programa novelesco que incluye la
construcción nacional fundamentada en la participación de la mujer, en sus
papeles de esposa y madre. Aunque fiel a los dioses de la civilización y el
progreso, se desvía del modelo para ofrecer un análisis profundo de la políti-
ca fratricida de la Argentina, una crítica violenta del poder y una defensa de
la importancia crucial de la mujer en el destino de la joven nación.
De lo dicho hasta ahora se deduce que las novelas de Mansilla ensayan
una visión totalizadora de la historia y de la política argentinas. De gran efi-
cacia es la utilización de diferentes puntos de vista en las narraciones: la
relectura del pasado histórico en Lucia Miranda, los juicios del extranjero en
El médico de San Luis y las explicaciones al público francés en Pablo, ou la
vie dans les Pampas en la interpretación del pasado y del presente desde una
perspectiva disidente. La autora despliega tipos autóctonos - e l gaucho, el
indio, el inmigrante, la m u j e r de pueblo y la de c a m p o - y señala la incon-
gruencia existente entre sus vidas y los programas y prácticas diseñados por
políticos que no tienen contacto con su realidad. Las novelas problematizan
la integración de los grupos marginados en la sociedad argentina. Para la
narradora, es esencial reconocer las particularidades que otorgan identidad a
los tipos americanos. Sólo bajo esas condiciones tendrá lugar un progreso
gradual.
Si, c o m o Nicolás Shumway afirma, los hombres de la generación del 37
siempre consideraron al país bajo la doble lente de España vs. Europa, campo
vs. ciudad, razas oscuras vs. raza blanca, catolicismo vs. cristianismo ilustra-
do, hombre del litoral vs. hombre del interior, Mansilla se encarga de cuestio-
nar la validez de tales divisiones. En sus obras, no hay oposición cuyos lími-
tes no confunda en función de una ideología de tolerancia e integración. Los
datos biográficos de Mansilla explican su visión conciliadora. El romance
Capítulo VI: La novela 179

novelesco, cuya trama enlaza a seres pertenecientes a culturas dispares o a


ideologías opuestas y que, tanto figura en su novelística, también forma parte
de su vida. Doris Sommer ha interpretado tales enlaces como tropos que unen
la pasión personal con el destino de la nación para crear un modelo de amal-
gama política. Pero en el caso de Mansilla, la ficción coincide con la realidad.
Ya sea por motivos políticos o por razones autobiográficas, su novelística se
inscribe en el espacio intermedio que separa a las ideologías en pugna; sus
narraciones buscan una solución autóctona a los problemas del país y, por
ello, adquieren una función contestataria en relación con los textos canónicos.
Mansilla, Rosa Guerra y Juana Manso, preocupadas por la formación del
ciudadano, defienden los derechos de la mujer y del indígena a recibir una
educación comparable a la de los hombres de la clase dirigente18.

II. Del romanticismo al realismo. Novelistas peruanas de fin de siglo

Lima sobresale dentro del panorama hispanoamericano de la segunda


mitad del siglo xix como uno de los centros en que la mujer desarrolla más
abiertamente sus aptitudes literarias. Allí las mujeres se reúnen en salones y
veladas al tiempo que publican en numerosos periódicos. Abelardo M. Gama-
rra describe el salón de Juana M. Gorriti en el que se celebran las famosas
"veladas":

En los salones de !a novelista argentina, siempre que se trataba de hacer una


manifestación de la naturaleza de que hablamos, se veían reunidos los Pardo, los
A m é z a g a , los Palma, los Fuente, los Liona, Salaverry; y formaban el encanto de
aquellas inolvidables reuniones, entre otras, las R i g l o s de Orbegoso, las Cabello
de Carbonera, las García Robledo, Villarán de Plasencia, Lazo de Eléspuru y otras
no m e n o s distinguidas por su talento y hermosura (5-6).

La larga nómina en que se mezclan los nombres de escritores prominentes


de ambos sexos no da más que una vaga noción de la importancia de tales
reuniones en el intercambio de ideas. Entre las mujeres, los nombres mejor
conocidos son los de Clorinda Matto de Turner y de Mercedes Cabello de
Carbonera, figuras descollantes en la práctica de una escritura de merecido

18
Aunque no son las únicas publicaciones que tratan estos temas, los siguientes perió-
dicos feministas (estudiados en el Capítulo II) ¡lustran las posturas mencionadas: Guerra,
Rosa, La Camelia, Buenos Aires, 11 de abril 1852-11 de octubre 1852; y Manso, Juana,
Álbum de señoritas, Buenos Aires, 1 de enero 1854-17 de febrero de 1854.
180 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

valor ideológico. Ambas escritoras comparten una estrecha amistad así como
un ideario similar que prueba su afinidad con los miembros del Círculo Lite-
rario encabezado por González Prada.

A. Clorinda Matto de Turner

La novelística de Matto de Turner refleja una base ideológica asentada en


los ideales positivistas de la nueva burguesía capitalista peruana 19 . La escrito-
ra exhibe una decidida postura iconoclasta frente a los guardianes de la reli-
gión y del papel de la mujer en la sociedad. No es difícil imaginar el efecto
virulento que produjeron las novelas de Matto pues en ellas no se mitiga la
crítica feroz de la hipocresía, de la falsedad, del abuso de poder y de la mez-
quindad poco cristiana de las clases privilegiadas. Del tríptico Aves sin nido
(1889), índole (1891) y Herencia (1895) emana una voz narrativa que inten-
ta, mediante el ejemplo, rectificar el curso de la nación en tanto que entidad
moral, económica, social y religiosa. La grandeza descabellada del plan se
justifica si tomamos en cuenta que Matto de Turner publica toda su novelísti-
ca después de la derrota sufrida en la Guerra del Pacífico (1879). En conso-
nancia con las preocupaciones nacionales, la narradora se hace eco del deseo
de reconstruir el país, de llevar adelante un plan de "peruanismo" basado en
el concepto de modernidad. Matto se ubica entonces en los márgenes de una
sociedad colonial y en los difíciles albores de una conciencia nacional que se
resiste en varios ámbitos a la inclusión y al cambio. De ahí que en su obra
coexistan las Tradiciones Cuzqueñas aprobadas por Ricardo Palma y las
novelas mencionadas donde se evidencia la impronta de González Prada y
Émile Zola, entre otros.
Como en la literatura realista-naturalista, las novelas de Matto tienen per-
sonajes femeninos inocentes y a veces defectuosos para corporeizar a la joven
nación y a los males que la aquejan o los peligros a los cuales se enfrenta. La
feminización de la nación y la superabundancia de personajes y protagonistas
femeninos en las novelas de mitad de siglo apuntan a una imaginería sexuada
que equipara lo femenino con lo civilizado y lo masculino con lo bárbaro
(Denegrí, 36, 40). El énfasis naturista en las metáforas de la enfermedad físi-
ca y moral del individuo, y por ende de la sociedad, se transparenta en Gon-
zález Prada cuando proclama que "el Perú es un organismo enfermo: donde

19
Para una biografía detallada de la autora, ver: Tauro, Alberto, Clorinda Matto de
Turner y la novela indigenista, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 1976.
Capítulo VI: La novela 181

se aplica el dedo brota pús" 20 . Matto concuerda con esta severa condena y
describe la sordidez de las vidas en todas las esferas sociales, desde la clase
aristocrática hasta la de las criadas y los pequeños comerciantes. La crítica
más acerba se la dedica a la clase dirigente y privilegiada. Matto encuentra en
estas taxonomías diagnósticas del cuerpo social una retórica seudo-científica
que le permite abordar la sexualidad femenina de manera explícita. La aus-
cultación simbólica del organismo enfermo del Perú le permite exponer por
primera vez el deseo físico de la mujer y sus consecuencias.
La índole y la herencia que dan título a las dos últimas novelas de Matto
desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la ideología interna de
cada texto. Ambas son resultado de un determinismo biológico/sicológico
temperado por una instrucción esmerada, ilustrada y cristiana 21 . La figura de
Lucía en Aves sin nido y en Herencia encarna a la mujer nueva, producto de
la economía burguesa, de ciertos valores tradicionales asociados a un concep-
to amplio de la peruanidad, y de la concepción de la mujer ilustrada. Relacio-
nado al modelo femenino "moderno" encontramos una galería de mujeres
que exhiben las múltiples facetas del ámbito de lo femenino. La narradora
explora en sus personajes las lastras de la herencia, de los prejuicios sociales,
de las taras religiosas y ahonda en la psique y en la sexualidad femeninas.
Radica aquí lo más innovador de la prosa de Matto; se debe insistir en la agu-
deza de una indagación que integra algunas de las esferas tradicionalmente
silenciadas y que condicionan profundamente el "ser mujer", sobre todo, la
psiquis y el cuerpo, incluyendo la sexualidad.
Su última novela, Herencia, marca la evolución de la alegoría nacional
representada por la familia Marín. Esta alegoría revela la complejidad de las
relaciones entre los géneros y entre las clases sociales que se interponen al
éxito del experimento nacional. Los esposos Marín, educados, virtuosos y
honestos, constituyen la nueva familia peruana. Fernando Marín posee nume-
rosas acciones de una compañía minera, en la que ejerce la función de geren-
te; pertenece por lo tanto a un nuevo orden económico moderno, distanciado
de la oligarquía terrateniente y de su despiadada (necesaria para sus intereses
económicos) explotación del indígena. La modernización, la industrializa-

20
Citado en Cornejo Polar, Antonio, Clorinda Matto de Turner, Novelista. Estudios
sobre Aves sin Nido, Indole y Herencia, Lluvia Editores, Lima, 1992.
21
Hay que tener en cuenta que índole es una respuesta de la autora a los ataques que
recibe debido a la publicación de Aves sin nido y a los artículos que se publican en El Perú
Ilustrado, entonces bajo su dirección. Francisco Carrillo la califica como "una de las obras
más anticlericales que hubiera aparecido en el Perú" (36).
182 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

ción, el c a p i t a l i s m o nacientes se yerguen c o m o a r m a s de esa b u r g u e s í a en


contra de los valores "coloniales" de las sociedades serranas. La defensa del
indígena, el acceso a la educación y la promoción de los derechos de la m u j e r
están estrechamente vinculados a los intereses de esa clase y a la tesis de las
novelas de Matto. Al estudiar Aves sin nido, Antonio Cornejo Polar c o m e n t a
sobre este aspecto nuclear de la obra de la escritora peruana: " E n el ánimo de
a m b o s p e r s o n a j e s [Margarita y Manuel] la plenitud del amor es también la
plenitud de la educación civilizadora: no es casual entonces que para Manuel
la "felicidad social" sea un derivado de la "felicidad familiar" (48). Es tam-
bién de notar que Lucía no tiene hijos, pero sin embargo, ejemplifica el ideal
m a t e r n a l . C o m e n t a Denegrí s o b r e esta a p a r e n t e c o n t r a d i c c i ó n : "el a c t o
mismo de engendrar y dar a luz a un hijo no es de ninguna manera un prere-
quisito para acceder al estado maternal; sí lo es en cambio, la supuesta capa-
cidad innata de las mujeres para desarrollar un vínculo afectivo vertical con
el O t r o " (188). En cierta medida, Matto desmitifica y subvierte el l e n g u a j e
simbólico que entorna a la mujer. La madre lo es, no a partir de una función
biológica, sino de una función social y afectiva con el otro. La mujer es pura
e inocente si el orden patriarcal no se lo impide. La mujer es espiritual y civi-
lizada si no se deja llevar por su instinto sexual y su necesidad de sobreviven-
cia. El espacio íntimo de lo doméstico es violado por la lujuria de algunos de
los personajes masculinos. En Herencia, al salir a la calle, las mujeres entran
en el dominio público y, al m i s m o tiempo que son escudriñadas, toman pose-
sión de él. El paseo de Lucía y Margarita por las tiendas de la ciudad repre-
senta un ingreso al ámbito masculino. En suma, Matto da cabida en su ficción
a un concepto de m u j e r m u c h o más vasto, complejo y ambivalente. La retóri-
ca que acompaña esta nueva imagen de m u j e r manifiesta una amplia g a m a de
registros lingüísticos. El vocabulario y la imaginería naturalista le permiten
abordar el c a m p o de la sexualidad y de los vicios morales.
Herencia se inicia con una dedicatoria al General Bolet Peraza, director
de Tres Américas en N u e v a York. En ella, Matto proclama y celebra en térmi-
nos desafiantes un nuevo concepto de modernidad:

El paladar moderno ya no quiere la miel y las mistelas fraganciosas que gustaban


nuestros mayores; opta por la pimienta, la mostaza, los bitters excitantes; y, de igual
modo, los lectores del siglo, en su mayoría, no nos leen ya, si les damos el romance
hecho con dulces suspiros de brisa y blancos rayos de luna; en cambio si hallan el
correctivo condimentado con morfina, con ajenjo y con todos aquellos amargos
repugnantes para las naturalezas perfectas, no solo nos leen: nos devoran (24).

El lector no sólo acepta sino que exige un texto potente, sin diluir. Es d e
esperar entonces, sugiere Matto, que el paciente (la sociedad peruana) acepte
Capitulo VI: La novela 183

un remedio comparable, amargo y eficaz. Más adelante, en la sección titulada


"Rebautizo", Matto explica a los editores el cambio de título de "Cruz de
Agata" a "Herencia":

N o quiero que con mi libro escrito para señoras y hombres, sufra ninguna
señorita el chasco de la devota que fue al templo llevando La Caridad Cristiana
de Pérez Eserich. Pongan ustedes en los originales Herencia, que si con ello no
alcanzo a decir mucho de lo que digo en el libro, por lo menos algo significará
para mis lectores acostumbrados ya al terreno en que suelo labrar, y a la dureza de
mi pluma (26-27).

Es notable la actitud desafiante de Matto con respecto a la dureza y seve-


ridad de su lenguaje y de los temas abordados en su obra. Al mismo tiempo,
hay en ella una certidumbre irrevocable sobre la recepción del texto por parte
de sus asiduos lectores. Es por ello que se arriesga a exponer de forma direc-
ta la sexualidad femenina y el doble estándard utilizado por la sociedad para
juzgar a los dos sexos.
Se despliega en la novela un catálogo de personajes femeninos represen-
tantes de taxonomías naturalistas. Matto adopta un tono comprensivo al abor-
dar los vicios y defectos de sus personajes. El énfasis se localiza en el contex-
to social, económico y religioso en que operan aquéllos. No hay una condena
sino una articulación teórico-práctica de las causas de tales carencias mora-
les. Matto presenta a sus personajes femeninos siempre en contraposición a
los masculinos. Es en la interacción de ambos que se encuentra la problemáti-
ca. El orden patriarcal define y encuadra lo femenino. De esta manera, Matto
de Turner logra su propósito final: la condena de la sociedad a partir de sus
instituciones políticas y religiosas.
En un extremo del espectro social aparecen José Aguilera y su esposa
Doña Nieves. Nieves encarna la lujuria aunada a la arrogancia de su clase pri-
vilegiada. Esta dama, consumida por el "qué dirán" y las pretensiones de
clase se casa "por asalto de honor" con un hombre que menosprecia. A lo
largo de su matrimonio ha tenido amantes bajo las narices del marido. Su
infidelidad se hace evidente cuando la hija, Camila, despierta al deseo sexual.
Fernando Marín declara: "El ejemplo del hogar importa para mí toda la doc-
trina de moral social". Su interlocutor afirma: "Por eso las esposas y las
madres libidinosas dejan a las hijas la herencia fatal" (114). Camila ha recibi-
do la "herencia" de su madre y es fácilmente seducida por el apuesto inmi-
grante italiano. A Aquilino Merlo, sediento de fortuna y estatus social, y que
representa la fuerza desnuda del instinto animal, se lo describe en términos
que recuerdan a Zola: "Aquilino sentía que su deseo de bestia humana se agi-
184 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

taba c o n férrea tenacidad pensando en la bella Camila, probablemente virgen,


fresca, nueva para el placer; llena, suave, mórbida para los sentidos" (51).
Espíritu Cadenas, la sirvienta mulata, se presenta como un personaje com-
plejo y r e b a s a d o por su circunstancia. A d o p t a diversas m á s c a r a s : sirvienta
pobre y enferma, amante tierna, buena madre y celestina. Espíritu contradice
su p r o p i o n o m b r e y d e v i e n e un ser sexual a c u c i a n t e que intimida hasta al
s e d u c t o r A q u i l i n o (52). Al m i s m o t i e m p o , su apellido indica el lastre de la
clase d e s p o s e í d a y de su raza encadenada al pasado colonial y a un sistema
e c o n ó m i c o que explota su vulnerabilidad. La astucia y la sexualidad de Espí-
ritu son las estrategias del pobre. La enfermedad que aqueja a la sirvienta y
que al m i s m o tiempo le da un aire de erotismo decimonónico es la c o n d e n a
que la s o c i e d a d p e r u a n a o t o r g a a la clase p o b r e . El c u e r p o e n f e r m o de la
mulata es también el cuerpo e n f e r m o de la sociedad peruana.
Inés de Robles, m u j e r de alta alcurnia y " b i e n " casada, rechaza el doble
e s t á n d a r d : " ¿ E s t a m o s en los t i e m p o s en q u e los h o m b r e s eran h o n r a d o s ?
Ellos, ¿qué e j e m p l o nos dan? ¿Qué estimulo ofrecen para aquello que impá-
v i d o s l l a m a n v i r t u d ? ¿ N o tienen una q u e r i d a en c a d a vuelta de e s q u i n a ? "
Inés, atraída por la presencia de Fernando Marín, revela en forma explícita la
química del deseo: "En su seno comenzó a circular el cosquilleo de la pasión,
que nace en los remates del seno y se comunica por grados a toda la materia
animal" (60).
La descripción minuciosa del despertar del deseo sexual es reservada para
las dos j ó v e n e s , Camila y Margarita, ambas d e p o s i t a d a s de una "herencia".
En el baile, Margarita y Ernesto Casa-Alta se lanzan a un vals

[...] en cuyos giros ellos encuentran el placer sensación y ellas primero vislum-
bran y después palpan la realidad de las monstruosidades humanas en el roce de
los cuerpos que las trae los estremecimientos desconocidos a través de la imagi-
nación; y después contactos extraños que turban la casta soledad de la virgen (66).

Herencia o f r e c e más de una docena de escenas similares donde el desper-


tar sexual se presenta en f o r m a directa y con una imaginería erótica que de
seguro debe haber chocado a los lectores poco familiarizados con la prosa de
Matto de Turner 2 2 .
La novelista peruana establece, a mediados de la obra, el contraste violen-
to entre la definición del amor romántico de los esposos Marín y de Margari-

22
Las descripciones eróticas se pueden ver en las siguientes páginas de la edición
consultada: 71, 72, 75,81,88, 102, 116-117, 152-153, 178-180.
Capítulo VI: La novela 185

ta, y la pasión animal de los demás personajes: "[P]orque has de saber, queri-
da, que el amor no es la misma cosa que el instinto del macho y el calor de la
hembra" (115). Sin negar el deseo sexual, Matto propone que el peligro radi-
ca en no saber elegir ni distinguir entre los dos. Los Marín, Margarita y Ernes-
to afirman la atracción sexual aliada a los sentimientos amorosos para cons-
truir el edificio primario de una sociedad sana: el matrimonio por amor; se
niega el de conveniencia y el resultante de la lujuria. Con los dos jóvenes se
inicia una nueva sociedad fondada en el amor correspondido y en la virtud. El
Perú de Clorinda Matto de Turner sólo puede salvarse mediante el cumpli-
miento de pactos familiares en que se adjudique un lugar más amplio y justo
para la mujer.

B. Mercedes Cabello de Carbonera

Cabello de Carbonera se distingue dentro del panorama literario peruano


de fines del siglo xix por una obra innovadora que abarca un registro doble de
novelas por una parte, y de ensayos dedicados a la teoría literaria, por otra.
Esos textos, leídos a la par, entablan un diálogo esclarecedor ya que los pri-
meros despliegan ideologías y trazan coordenadas que sitúan a las segundas
en el mapa de la literatura nacional y mundial. Los ensayos ofrecen, además,
un cuerpo teórico que prescribe el modo de lectura apropiado para las nove-
las, acertadamente calificadas por Tamayo Vargas como "pedagogía novela-
da" (10). El contrapunto complementario entre ensayo y novela -algo nuevo
en la escritura de mujeres- articula un discurso crítico-didáctico que se quiere
modelo intelectual de su tiempo.
La insistencia y prolijidad con que Cabello clarifica sus ideas en los ensa-
yos hace pensar en una urgencia por explicarse y expresar los motivos y pro-
pósitos que mueven su ficción. Y es comprensible. Si bien Cabello comparte
con otros escritores los intereses propios del fin de siglo, sus obras sufren una
censura desproporcionadamente mayor que las de sus colegas masculinos.
Los textos decimonónicos escritos por mujeres sufren una lectura crítica per-
sonalizada que recae directamente sobre las autoras, que quedan más expues-
tas a la censura que los escritores. Esa vulnerabilidad resulta aún más acu-
ciante en el caso de esta peruana. Sus novelas, de fuerte carácter social, se
vuelven contra ella: la reacción indignada de los lectores se torna acción en
contra de la autora señalando su situación precaria.
Recordemos que Cabello pertenece a la generación que vive la quiebra
entre romanticismo y naturalismo: son románticas sus tres primeras novelas y
sólo Blanca Sol (1888) y El conspirador (1892) puedan leerse como natura-
186 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

listas 23 . Las consecuencias (1889), reescritura de una novela anterior, partici-


pa de una estética doble y marca la transición entre ambas corrientes. Cabe-
llo, como muchos de sus contemporáneos influidos por el positivismo, recha-
za la noción del arte por el arte para adjudicarle a la literatura la misión de
fomentar la regeneración moral de la sociedad.
Su ensayo de mayor envergadura, La novela moderna (1891) escrito
posteriormente a las novelas, explica y resume la exigencia de adoptar y
adaptar las pautas estéticas e ideológicas del realismo 24 . Deudoras tanto del
romanticismo como del naturalismo, las novelas amalgaman la observación
minuciosa con una expresión de sentimientos que las acerca, por momentos,
al melodrama. Tales planteos separan a Cabello de la mayoría de las escrito-
ras decimonónicas que responden al ideario romántico.
La práctica innovadora de adosar textos teóricos a las novelas resulta tam-
bién de la necesidad de defenderse y de justificar la audacia de su produc-
ción. Es además, la primera mujer que busca explícitamente en la escritura
apropiarse de las teorías estéticas europeas para amoldarlas a la sociedad
sudamericana. En La novela moderna, la autora aclara que la elección de una
estética depende más de las necesidades de la sociedad que de un gusto per-
sonal:

Pero es preciso no olvidar que la aparición o desaparición de una literatura no


obedece, c o m o con muy e s c a s o criterio se dice, a la novedad caprichosa de una
moda, sino que está subordinada a causas más graves y más profundas, unidas
íntimamente al m o v i m i e n t o social y político, que a su v e z o b e d e c e a las ideas
filosóficas que predominan en el mundo (60).

Cabello construye una teoría dentro de la cual categorías aparentemente


separadas y diversas -artísticas, sociales, religiosas y políticas- se sostienen

23
Cabello publicó también Sacrificioy Recompensa (1886), Los amores de Hortensia
(1887) y Eleodora (1887). Esta última sirve de modelo a Las consecuencias (1889). Cabe-
llo ha dejado además, una rica producción de ensayos sobre la mujer y la política que fue-
ron publicados en El Correo del Perú, El Recreo, El Semanario del Pacífico, en la revista
Álbum y en numerosas publicaciones extranjeras.
24
El ensayo fue publicado primeramente en El Perú Ilustrado, el 17 de octubre de
1891. La edición aquí consultada es la de Augusto Tamayo Vargas publicada por Edicio-
nes Hora del Hombre, S.A. Lima, 1948. Ver la cita de la página 73 en el capítulo II de este
libro. La autora ya había expuesto ideas semejantes en el ensayo "'Importancia de la litera-
tura", leído el 19 de julio de 1876, en una velada literaria de Juana Manuela Gorriti. Para
mayores detalles sobre la importancia de los artículos de Cabello, ver en este libro el capí-
tulo dedicado al ensayo, pp. 71-76.
Capítulo VI: La novela 187

entre sí formando un sistema. La literatura, en una relación de dependencia,


está subordinada y sujeta a una serie de coordenadas directrices. En un pri-
mer término, sitúa la modalidad literaria dentro del cuadro nacional, donde
sufre los efectos del quehacer en los otros ámbitos. En un segundo término,
no puede sustraerla tampoco a las influencias de las corrientes más lejanas
que predominan en el mundo. Paradójicamente, esas relaciones no fijan a la
novela en un lugar de inferioridad; ecuánimamente, Cabello marca la interde-
pendencia de todos los ámbitos. De tal manera, las causas más graves y más
profundas contextualizan - d e n t r o de la situación del P e r ú - los presupuestos
del realismo en tanto que corriente internacional.
En sus novelas, Cabello monta una elaborada red de interacciones en la
que nada ni nadie funciona con independencia absoluta. Historia, sociología
y teorías fisiológicas entran en j u e g o en un discurso crítico que pretende
retratar la cultura peruana y comprenderse a sí mismo. Las novelas borran la
distinción clara que podría separarlas de la exposición de una tesis; de allí
que Tamayo Vargas las califique de "ensayos novelados". En su obra de fic-
ción, la autora recurre a las teorías científicas de la época -frenología, leyes
de la herencia, psicología- iniciando el realismo peruano en la vía de la críti-
ca social 2 5 . Su preocupación mayor tiene por base la crisis peruana del
momento. Los desastres de la guerra del Pacífico (1879-1883) apuntan tam-
bién a otra crisis interna, de carácter moral, que desarrolla en sus novelas. La
amplitud de los cuadros que presenta hacen de Cabello una precursora del
pensamiento postmoderno actual en su vertiente de critica cultural. Los lími-
tes estrictos que separaban literatura, historia, sociología y teoría se borran en
beneficio de un plano imaginario en que las conexiones se ramifican. Las
consecuencias - y éste es el título de una de sus n o v e l a s - siempre nefastas
que describe no responden a una causa única sino a una pluralidad de condi-
cionamientos debidos a la herencia, a la educación y a las costumbres socia-
les y políticas.
En esas construcciones imaginarias, el individuo tampoco puede aislarse.
El análisis caracterológico de los personajes recurre a la fe científica y las
pautas de la frenología otorgan sentido a las apariencias físicas. Las argumen-
taciones así montadas pretenden explicar los comportamientos sobre los cua-

23
Ella misma explica: " Y puesto que se trata de un trabajo meditado y no de un cuen-
to inventado, precisa también estudiar el determinismo hereditario, arraigado y agrandado
con la educación y el mal ejemplo: precisa estudiar el medio ambiente en que viven y se
desarrollan aquellos vicios que debemos poner en relieve, con hechos basados en la obser-
vación y la experiencia." "'Un prólogo que se ha hecho necesario", en Blanca Sol, Impren-
ta y Librería del Universo, Lima, 1889, p. III.
188 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

les se articulan tanto la trama novelística como los hechos mismos de las his-
torias. La descripción del marido de Blanca Sol, en la novela homónima,
sirve, por ejemplo, para justificar sus acciones:

D. Serafín tenía las vehemencias tímidas, si así puede decirse, del que con la
conciencia de su escasa valía, quiere en desagravio, ejercer su derecho de malde-
cir de los que, con su ineludible superioridad, humillaban, su pobre personalidad.
Y para no dejar incompleto el retrato físico del novio de Blanca, diré que su
pelo también como sus ojos de color indefinible, ni negro ni castaño, enderezába-
se con indómita dureza dejando descubierta la estrecha frente y el achatado crá-
neo, signos frenológicos de escaso meollo (14).

Dentro del mapa social, el personaje no representa a un individuo sino a


un tipo humano que cumple una función preestablecida. El militar, el clérigo
y el letrado son otros de los tipos. El protagonista de El Conspirador cuando
niño debe elegir uno de ellos. Distinguirse en cualquier carrera de las men-
cionadas, supone por añadidura el manejo diestro de la adulación y de la trai-
ción. Los comentarios, transferidos del personaje al grupo que representa,
algo que la voz narrativa no se cansa de repetir, adquieren valor crítico. Don
Serafín, en el caso señalado, modela el comportamiento de todos los políticos
arribistas. Sin embargo, las razones cientificistas no imponen un determinis-
mo inalterable al comportamiento humano. Cabello es una ferviente defenso-
ra de la educación y espera con sus novelas impartir lecciones correctoras.
Otro factor que influye notablemente en las novelas atañe a las ideas femi-
nistas de la autora. Aunque la mujer en las novelas ocupa un espacio domésti-
co, éste funciona como el centro en que se entrecruzan todos los representan-
tes de las instituciones públicas, sean políticas o religiosas. Como en los
salones de la época de la independencia, el papel de la mujer tiene una impor-
tancia vital por cuanto es ella quien dirige las reuniones, controla opiniones y
sugiere acciones a los responsables del poder.
Cabello comparte con muchas escritoras de la época el interés en la edu-
cación femenina así como la opinión de que la mujer debe ser la guía del pro-
greso moral. Si bien el tema figura en sus dos últimas novelas, en Blanca Sol,
adquiere valor de tesis y se desarrolla en torno a dos personajes antinómicos
que prueban la validez de la hipótesis. La protagonista, Blanca Sol, es el
reverso de la heroína modelo. Educada para adorar el dinero, dedica su tiem-
po al culto de sí y a la satisfacción de goces egoístas. Sus elucubraciones
ambiciosas le ganan las metas perseguidas: al matrimonio por conveniencia
siguen el ascenso social, la figuración pública y el acceso inmerecido del
marido a puestos políticos de envergadura. Su contrapartida está en Josefina,
Capítulo VI: La novela 189

joven costurera que, aunque perteneciente a la antigua aristocracia, ha caído


en la miseria. Los buenos sentimientos y otras cualidades -laboriosidad y
sacrificio- hacen de ella la mujer regeneradora; bajo su influencia el hombre
libertino e inescrupuloso se transforma en marido ejemplar y en miembro útil
de la sociedad.
A pesar de todo esto, la polarización aparente entre ambos personajes no
elimina sus complejidades. Blanca Sol combina cualidades contradictorias
que la hacen tanto víctima como victimaría. En los momentos cruciales actúa
como agente de la ambición y del lucro y sus cualidades femeninas no la sepa-
ran de los hombres más maquiavélicos. Sin embargo, es la fidelidad a su espo-
so la que es cuestionada por la sociedad, y esa acusación, falsa por cierto,
causa su ostracismo. Las intervenciones de la narradora explican la falta de
correspondencia entre virtudes públicas y privadas: "Preciso es confesarlo
resueltamente, muchas virtudes sociales provienen de grandes imperfecciones
del alma; así como muchas culpas nacen, de grandes cualidades del corazón"
(70). Y agrega sobre la protagonista:

No nos extrañe, pues, que Blanca, [...] tal vez sin darse ella misma cuenta de
que procedía bien, fuera esposa fiel, no tanto por amor á su esposo, cuanto por falta
de amor á otro hombre, no por virtud, sino por [...] ¿qué diré...? Preciso es confe-
sarlo: el tipo de Blanca aunque real y verdadero, se escapa a toda definición (71).

En una caída progresiva la heroína pasa de señora mimada por la sociedad


a ser una "cocotte" pobre y despreciada. La decadencia culmina en su recurso
último a la prostitución como medio de supervivencia.
Josefina, por su parte, comparada con Blanca Sol, carece de fuerza y vitali-
dad y queda como parte de un trasfondo deslucido. El trabajo honrado de la
aguja la condenaría a una pobreza perpetua de no ser por el matrimonio con-
veniente. El modelo del bien no logra superar un segundo plano que le resta
valor. Estas ambigüedades en la narración dejan hilos sueltos que eluden una
síntesis acabada. Nunca sabremos el destino posterior de estas mujeres: ¿logra
Blanca Sol venganza de la sociedad? ¿consigue recuperar sus bienes? ¿logra
Josefina la dicha duradera? Estas aperturas invitan la especulación del lector
que en pesquisas interminables fragua nuevas posibilidades de resolución.
Resulta obvia la importancia otorgada al comportamiento sexual de la
mujer. Si en su función pública es educadora social, en su actuación privada
de esposa garantiza la moral. Explica Cabello en La novela moderna: "La
ausencia de la castidad como signo de perversión, que trae por resultado la
abyección de los sexos en la época viril, es síntoma característico de las civi-
lizaciones condenadas a la muerte por inanición y degeneración de las
190 M C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

razas..." (24). Se debe aclarar que en las novelas esta generalización sólo se
aplica a la mujer. En la fidelidad al marido, y no a la mujer, reside la moral
social. Si bien las novelas hacen de la mujer una figura indispensable en el
buen funcionamiento de la sociedad, Cabello obedece a las reglas de la moral
burguesa que quiere demostrar su superioridad frente a la vieja aristocracia
(Fuchs, 46). Hay que hacer hincapié en el hecho de que en las novelas, las
mujeres que practican la prostitución, lo hacen debido a las acuciantes nece-
sidades económicas. Así es que Ofelia en El conspirador y Blanca Sol en la
novela homónima eligen la suerte de la pobre Naná por carecer de otro recur-
so. La educación mediocre y la falta de conocimientos prácticos les cierran la
posibilidad de trabajar en la industria o el comercio. Los clientes de Blanca
Sol serán los mismos hombres poderosos que la han despreciado y la han
desplazado al margen de la sociedad. Vale la pena recordar aquí las reflexio-
nes de Fuchs sobre la prostitución en Europa: "Las necesidades económicas,
multiplicadas por diez en la época del gran capitalismo, y las complicaciones
de tipo económico igualmente incrementadas en las que se ve enredada inex-
tricablemente la existencia del individuo y de las grandes masas son las que
hacen que el ejército de mujeres dispuestas a la prostitución haya aumentado
como en un alud" (276). El juicio moral que recae sobre la mujer, si bien no
es trasladado del todo sobre la sociedad, es al menos compartido con ella.
Pero hay que notar sobre todo que Cabello, al romper filas con el romanti-
cismo, también reniega del modelo de heroína romántica. Desmiente los atri-
butos románticos de la femineidad que garantizaban de modo absoluto la
superioridad moral de la mujer. Lucía Guerra Cunningham nota la compleja
semantización del nombre de Blanca Sol:

Blanca Sol, según la carga simbólica elaborada en la novela, representa en su


connotación de sol, el ascenso y ocaso fulgurante de un astro, el lujo y afán de
lucro obviamente conectado a la moneda nacional del Perú y [...] Blanca designa
a la víctima inocente de los vicios de la sociedad burguesa peruana [...] dados los
desvíos no-disyuntivos de la virtud, la inocencia adquiere la connotación de lim-
pia de pecado, no obstante los significados convencionalizados del anti-modelo
de la prostituta Blanca Sol es, así, un signo Oximorónico en el cual la confluencia
simultánea de dos significados primarios pone en evidencia una tensión no resuel-
ta (Revista de Crítica Latinoamericana, 41).

La protagonista escapa la categorización fácil: ni mater doloroso, ni total-


mente culpable, a lo largo de la novela, evoluciona.
Cabello retoma el tema de la decadencia moral en El conspirador pero se
concentra ahora en la política peruana. La novela relata, en forma autobiográ-
fica, la trayectoria ascendente de Jorge Bello, caudillo guerrero que, caído en
Capítulo VI: La novela 191

el desfavor público, es condenado a sufrir consecutivamente la prisión y el


exilio. Como en la picaresca, por un último truco, se convierte en escritor y, a
pesar de su arrepentimiento, el final abierto admite la posibilidad de otras
fechorías. Jalonan su carrera batallas, conspiraciones, negociados y puestos
políticos en los que practica todo tipo de abusos de poder. Las ideas de Gon-
zález Prada se detectan en la denuncia de la serie de corrupciones que confor-
man la actuación del protagonista: elecciones fraguadas, negociados, mani-
pulación de resentimientos raciales, episodios todos realizados en favor
propio y con total desprecio del bien público. A u n q u e no olvida los fines
didácticos y particulariza la conducta del protagonista en episodios ejemplifi-
cadores, la novela también ofrece un panorama amplio de la situación políti-
ca peruana. Entre los escándalos denunciados figura el Contrato Grace de
1898, por el cual el Perú cede la administración de los ferrocarriles a una
empresa extranjera por un período de sesenta y seis años. El contrato es
desenmascarado como una trampa encubridora del entreguismo y, sobre todo,
del negociado del caudillo. La novela también diagrama la estructura de las
dictaduras corruptas que tanto han plagado a las sociedades latinoamericanas
hasta fines de nuestro propio siglo. Fanny Arango Ramos nota la vigencia
que aún hoy tienen los comentarios críticos de la narradora: "¿No se trata de
una lectura histórica abarcadora incluso del Perú contemporáneo? La crisis
de las instituciones, la inoperancia de los sistemas de representación política,
la insistencia en proyectos que centralizan y elitizan los procesos de toma de
decisiones y el accionar terrorista continúan siendo los detonantes del actual
conflicto civil" (314). Las observaciones de Arango Ramos subrayan la vali-
dez del análisis en las narraciones de Cabello, muchas veces mal juzgadas
como "pedantescas" (García Calderón) o meramente como "discursos didác-
ticos" (Tamayo Vargas).
C o m o en las novelas de Balzac, el autor admirado, los personajes de
Cabello pertenecen a la burguesía, la clase social a la que se hace responsable
de los males peruanos. Instaladas en el poder y, gracias a las riquezas que han
adquirido en las industrias guanera y salitrera, llevan un tren de vida licencio-
so, ocupadas en modas y fastos con los cuales estas burguesas buscan des-
lumhrarse a sí mismas. La religión y la política, sus dos armas más importan-
tes, proveen a la novela dos ejes narrativos alrededor de los cuales se
estructuran los vicios morales. En su estudio sobre la Europa del período,
Arnold Hauser describe situaciones tan parecidas a las trazadas por las nove-
las de Cabello, que hasta podría decirse que las resume: "La caza del oro y de
la ganancia destruye la vida de familia, aleja a la mujer del marido, a la hija
del padre, al hermano del hermano, convierte el matrimonio en una comuni-
dad de intereses, el amor en un negocio y ata las víctimas unas a otras con las
192 M. C. Arambel Guiñazúy C. E. Martin

cadenas de la esclavitud" (56). En la narrativa de Cabello la clase alta limeña,


émula de los gustos de la burguesía europea, recrea esas situaciones y perma-
nece indiferente a las miserias del resto del país.
El dinero, generador de una actividad frenética, desempeña un papel
importante en las novelas aquí estudiadas: una economía inestable permite
los negociados ilícitos y la acumulación rápida de fortunas que luego desapa-
recen con igual velocidad. La mayoría de las relaciones humanas se fundan
en intereses económicos: el matrimonio no se diferencia de la prostitución y
las asociaciones mercantiles se asientan sobre la virtual esclavitud de los
obreros. La vida de los personajes consiste en series de apuestas en que las
decisiones más significativas se dejan al azar. Cuando figura algún plan o
meditación sobre el futuro, consiste en alguna maquinación nefasta que, des-
tinada a eliminar enemigos, acaba en la autodestrucción.
El repaso de las novelas hecho hasta aquí indica que la autora se erige en
guardiana del orden y de la moral, función ampliamente fundamentada en las
ideas que ha expresado en su labor ensayística. Si por un lado, para Cabello,
la mujer es la encargada de la educación y por otro, la literatura tiene una fun-
ción moralizante, ella, en tanto que mujer de letras, combina las facultades
que la autorizan a desempeñar ese papel. A pesar de la insistencia con que se
explica, sobre todo en La novela moderna, muchos lectores no supieron ade-
cuar sus expectativas a la estética propuesta y, podríamos afirmar que la
"leyeron mal".
En el caso de Blanca Sol la autora reconoce la equivocación de un público
que lee el libro como román á clef y que identifica, en la ficción, a personajes
muy reales de la sociedad limeña. En la segunda edición, añade "Un prólogo
que se ha hecho necesario" donde se defiende de sus críticos: "Ocultar lo
imajinario bajo las apariencias de la vida real, es lo que constituye todo el
arte de la novela moderna" (III). Luego, desarrollando la muy manida metá-
fora naturalista que alude a una sociedad "enferma" que precisa "curación",
afirma que se debe a sus esfuerzos por amenizar:

Es así como la novela moderna con su argumento sencillo y sin enredo algu-
no, con sus cuadros siempre naturales, tocando muchas veces hasta la trivialidad;
pero que tienen por mira si no moralizar, cuando menos manifestar el mal, ha lle-
gado á ser como esas medicinas que las aceptamos tan solo por tener la apariencia
del manjar de nuestro gusto (VII).

El Conspirador sufre una suerte parecida; los lectores discuten si se trata del
retrato fiel de Vivanco o de Piérola, políticos de la época, cuando en rigor, el
protagonista es un personaje tipo representante del dictador hispanoamericano.
Capítulo VI: La novela 193

Aparte del escándalo de las comidillas sociales, las lecturas de las novelas
de Cabello acarrean más equívocos. Lo que más choca a los lectores y, sobre
todo, a las lectoras, es que las críticas sociales provengan de una mujer. Si las
historias de la literatura le conceden a Cabello el mérito de ser la iniciadora de
la novela realista en el Perú, olvidan señalar el tremendo impacto de esa inno-
vación en la institución literaria. Las novelas de Cabello desafían la imposi-
ción tácita q u e d e m a r c a los t e m a s y los m o d o s de narrar según el s e x o de
quien escribe. Las reacciones a tal desafío son explícitas y variadas. Entre los
j u i c i o s p r o v o c a d o s por resentimientos m e z q u i n o s está el de Juan de A r o n a
que, con vulgaridad que sólo caracteriza a quien lo dice, llama a la a u t o r a
" M i e r d e c e s Caballo de C a b r ó n era". Pero también hay críticos c o m o Jesús
Ceballos, quien, en el prólogo a la edición mexicana de 1898, hace notar lo
excepcional del hecho que una m u j e r analice con tanta exactitud los proble-
mas políticos. Los comentarios críticos se desplazan de la obra literaria para
enjuiciar a la autora en tanto que mujer. Intentan medir su femineidad según
los textos que produce. Así c o m o Cabello insistía en que una obra no p u e d e
dejar de relacionarse con el medio en que ha sido producida, del m i s m o m o d o
la experiencia le demostrará que una autora no puede sustraerse a su sociedad.
Pero no sólo son los críticos quienes se distancian de Cabello. También ponen
r e p a r o s las escritoras c o n t e m p o r á n e a s . La c o l o m b i a n a S o l e d a d A c o s t a de
Samper, si bien admira la formación cultural de la colega peruana y su domi-
nio de la prosa, la critica f u e r t e m e n t e por desviarse de la misión prescripta:

[la] misión de la escritora hispanoamericana podría ser muy hermosa, saludable,


brillantísima, si todas las que han recibido de Dios el don de escribir para el públi-
co se propusieran ante todo hacer conocer su país ya en la historia, ya en la natu-
raleza física, ya en las costumbres originales, tan diversas en las diferentes comar-
cas, y que abandonaran los senderos de la novela llamada social ó de estudios de
las costumbres pervertidas, de intrigas -naturales si se quiere-, pero que no pose-
en el cuño original americano por excelencia ("Misión de la escritora en Hispano-
américa", en: La mujer en la sociedad moderna, 407).

Y dirige su ataque luego a Blanca Sol en particular:

La lógica condujo á la señora Cabello de Carbonero (sic) á aquella catástrofe


final de su heroína que acabó por perder "su honor y su reputación"; pero su auto-
ra nos la pinta y no nos dice el por qué de aquella desgracia, y no nos lo dice por-
que ella misma no lo piensa así ("Misión de la escritora en Hispanoamérica", en:
La mujer en la sociedad moderna, 408-409).

I r ó n i c a m e n t e , S a m p e r repite los ataques q u e C a b e l l o f o r m u l a r a en La


novela moderna al referirse a la crudeza de las descripciones de Zola, sobre
todo, en lo relativo a la sexualidad.
194 M. C. Arambel Guiñazú y C. E. Martin

La argentina Juana Manuela Gorriti, amiga de Cabello, después de leer


Las consecuencias, prevee las batallas que la amenazan y comenta:

Después de "Blanca Sol", yo le advertí que tuviera cuidado con las represa-
lias.
Un hombre puede decir cuánto le dicte la justicia: el chubasco que le devuel-
van, caerá a sus piés sin herirlo. No así una mujer, a quien se puede herir de muer-
te con una palabra [...] aunque sea ésta una mentira {Lo íntimo, 170).

Las novelas así leídas han adquirido vida propia y se han alejado del pro-
grama tan insistentemente expuesto en los ensayos. Las dos escritoras citadas
critican la novela desde perspectivas muy diferentes. Samper rechaza a la
protagonista por todo lo que en ella contraria a la mujer ideal. Gorriti, que ya
tiene en su haber una extensa carrera literaria, sabe muy bien cuánto ha de
cuidarse una escritora de lo que escribe. Por eso su comentario lúcido da
relieve a la concientización feminista que la mueve a prevenir a la amiga
sobre los riesgos que corre. Blanca Sol es ofensiva, no por los temas que
desarrolla sino por el modo en que lo hace. Gorriti, que ha creado en su fic-
ción personajes femeninos rebeldes, independientes y, en más de una oca-
sión, críticos, reprueba la falta de cautela de Cabello.
A pesar de las diferencias mencionadas entre las dos críticas, ambas coin-
ciden en subrayar que quien escribe la novela es una mujer. Suenan la alerta
- e insistimos en que lo hacen de manera muy diferente- porque Cabello
ingresa deliberadamente en un terreno escritural prohibido. Tratar y explicar
la decadencia sexual, económica y política sin una regeneración final no
corresponde ni al ideario ni a la narrativa del romance triunfal del romanticis-
mo. En defensa del espacio cultural recientemente ganado, las escritoras pre-
servan "los valores" intachables que sustentan. Crean con ello -Gorriti, qui-
zás sin proponérselo- una división del trabajo intelectual según el sexo de
quien escribe: la modalidad romántica, léase sentimental, fantástica y subjeti-
va es adecuada a la mujer, mientras que la realista, léase critica, objetiva y
científica corresponde al hombre. Ya bien entrado el siglo xx, en 1940, Tama-
yo Vargas, que le reconoce a Cabello gran valor dentro del plano cultural
peruano, recupera aquella noción que desvaloriza la capacidad intelectual de
la mujer cuando se refiere a su "masculinidad de temperamento" y a su "com-
plejo varonil" (Perú en trance de novela, 16, 38).
En ese contexto es fácil notar el desafío llevado a cabo por las novelas de
Cabello. La escritora esgrime la pluma como un arma de múltiples filos ata-
cando al poder político, religioso y militar, además de desafiar a la institución
literaria en que participan hombres y mujeres. Si las libertades del romanti-
Capítulo VI: La novela 195

cismo habían abierto un nuevo campo a las escritoras de mediados de siglo,


hacia finales de siglo, su estética se había convertido en una serie de precep-
tos rígidos reguladores del decir y del pensar femeninos.
Cabello creía haber encontrado en la adaptación del realismo a la descrip-
ción de la sociedad limeña la fórmula adecuada de novelar, sin embargo,
había subestimado las reacciones de los lectores. Sus novelas representan un
esfuerzo por quebrar el aparato patriarcal productor de literatura. La escrito-
ra, por su parte continua sus "excesos" adosando a las novelas ensayos que,
aún más descarnadamente, dan relieve a sus denuncias. En ambos estilos lite-
rarios explaya una voluntad subversiva única y una firmeza de convicciones
hasta entonces inédita.
La gran variedad de novelas aquí leídas ilustra una pluralidad de temas y
de modos narrativos. A lo largo de la segunda década del siglo xix, las inquie-
tudes evolucionan a la par de los cambios estéticos e ideológicos. Desde las
primeras novelas sentimentales, de carácter netamente político, hasta las
novelas realistas de fin de siglo se evidencia el compromiso de todas las auto-
ras con sus respectivas sociedades. Hay en ellas una profunda conciencia de
la posibilidad de influir y participar de forma significativa en el devenir his-
tórico de sus países. Estas inquietudes desbordan el plano político para sacu-
dir, con sus críticas, la placidez del orden social. Cada escritora tiene una
posición particular relacionada con las instituciones y asociaciones que la
influyen de manera especial. Así por ejemplo, poco tienen en común escrito-
ras tales como Mansilla, Gorriti, Cabello y Manso. Cada una de ellas teje un
discurso personal según las coordenadas de su experiencia y de su ideología.
En diferente medida, las escritoras dan prueba de que si bien comparten
preocupaciones sobre la situación de la mujer en la sociedad, esto no implica
una total paridad ideológica en términos genéricos. La mujer ideal para Man-
silla responde al ideario católico, mientras que los personajes de Clorinda
Matto se articulan en torno a los problemas raciales y de clase de su sociedad.
Las protagonistas de Gorriti combinan una espiritualidad libre de dogmas
religiosos con una participación activa en diferentes esferas intelectuales. En
Manso, el papel revolucionario de la mujer durante la dictadura prefigura el
ideal republicano de un nuevo orden familiar. La pluralidad de posturas seña-
ladas en la escritura femenina del siglo xix exige resistir juicios que les asig-
nen un esencialismo genérico. Podríamos afirmar que la escritura secular
femenina escapa a estas definiciones deterministas desde sus comienzos.

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