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Conflicto armado

Alumna:

Jean Carlos Ortiz

Docente:

Alexandra pacheco

Universidad del Sinú

Facultad de Ciencias Jurídicas Sociales y Educación

Programa Trabajo Social

2020

El énfasis constante que entre los sectores dirigentes de Colombia suscitan los hechos de
violencia y sobre todo los que provienen de las organizaciones armadas ilegales-es el de
combatir a sus actores mediante procedimientos de fuerza.
Sobre el conflicto armado colombiano, cuyas acciones ofensivas tienen cerca de medio
siglo, no se ha consolidado  una interpretación seria, aunque no han faltado diagnósticos
acertados. No se han querido tomar en cuenta las causas  que le han servido de caldo de
cultivo y que han sostenido su prolongación. Y no porque no se hayan demostrado, sino
debido a la intención de algunos de no querer ver esa realidad.

La pobreza, con todas sus secuelas de degradación, es fuente de las violencias que se han
desbordado en el país, bien como expresión de guerrillas, o como respuestas del
paramilitarismo y de otros grupos aferrados a  imponer su ley a sangre y fuego. La pobreza
es el resultado de la inequitativa distribución del ingreso nacional. Y este hecho genera
desajustes de alcance social, lleva a la exclusión, impone privilegios, estimula abusos y
facilita que los bienes comunes tengan un aprovechamiento desviado en beneficio de
quienes ejercen un mayor control del poder.

La sociedad de clases no es un invento de teóricos caprichosos. Es la realidad determinada


por la desigualdad. Y la desigualdad procede del sistema de reparto inequitativo del ingreso
nacional. Mientras unos pocos se apoderan de la riqueza del país, la mayoría de la
población padece necesidades cada vez más sentidas y con menor margen de satisfacción.
El monopolio de la tierra en Colombia, por ejemplo, es uno de los rasgos más ostensibles
de la brecha que existe entre los grandes propietarios y el campesino raso.  Ninguna
reforma agraria ha introducido una corrección de justicia a esa distorsión.

La diferencia de clases está demostrada en la educación, en la salud, en la seguridad, en la


vivienda y en la prestación de los servicios.

La realidad es que los acosos de la desigualdad, que es la división impuesta por la


distribución del ingreso, arrastra a no pocas personas a la inconformidad. Y si no
encuentran canales adecuados para expresarse o resolver sus problemas pueden caer en la
inconformidad que lleva a  la insurrección o a la desesperación que puede expresarse en
términos de lucha armada. Lo cual no ha se ha dado solamente en Colombia. La historia de
la humanidad está surtida de manifestaciones de ese orden.

Por eso, la solución del conflicto armado colombiano pasa necesariamente por el
reconocimiento de la realidad crucial de la pobreza y la solución de este flagelo. Es
indispensable poner en vigencia la norma consagrada en la Constitución de 1991, según la
cual Colombia es un Estado social de derecho. Lo cual debe traducirse en una sociedad
igualitaria y en una democracia que erradique todas las tentaciones que llevan al abuso del
poder, a la corrupción, a la exclusión y al autoritarismo.

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