Está en la página 1de 58

YO FUI

PROSTITUTA

María de Nápoles
PRÓLOGO

El cristiano no es una ideología. No es solamente un conjunto de


verdades para ser creídas. Ni es simplemente un conjunto de normas
morales para ser cumplidas.
Es ante todo un acontecimiento: “que Cristo murió por nuestros
pecados… que fue sepultado, que resucitó al tercer día…, que se dejó
ver…” (1 Cor 15, 3ss).
Sí, se trata de un acontecimiento, de una irrupción de Dios en nuestras
vidas. Por eso san Pablo no da argumentos filosóficos, sino que
presenta testigos: personas transfiguradas por el impacto del
Resucitado: “se apareció a Cefas, después a los Doce, después a más
de quinientos hermanos a la vez, de los cuales la mayoría siguen
vivos…, después se apareció a Santiago, después a todos los
apóstoles, por último se me apareció también a mí…” (1 Cor 15,5ss).
La historia del cristianismo es la historia de vidas transformadas por
Cristo y por su gracia. La que ahora tienes en tus manos es una de
ellas. Conmovedora. Como una página del Evangelio: de hecho, cada
vida tocada por Cristo es parte de la Buena Noticia de un Dios que se
ha hecho carne y ha muerto en la cruz para que tengamos vida en
abundancia (Jn 10,10).
Por eso los testimonios nos arrastran, porque nos muestran que Cristo
está vivo y sigue actuando (Jn 5,17). Te invito a descubrir en estas
páginas el poder del amor de Cristo.

P. Julio Alonso Ampuero


PRESENTACIÓN

Estas cartas son la expresión auténtica de una joven mujer que fue
arrastrada por una violencia humana a vivir largos años en el pecado.
Gracias a un encuentro providencial con Radio María, ella
experimentó la infinita Misericordia de Dios, el amor maternal de
María y como el Padre Pío, la aceptación del sufrimiento.
Por razones de privacidad, particularmente en la primera carta, se ha
omitido cualquier referencia directa a personas y circunstancias.
Las cartas originales fueron publicadas sin correcciones gramaticales
ni ortográficas.*
Radio María se ha sentido obligada a responder a las muchas
peticiones del auditorio solicitando la publicación de este relato
extraordinario de una conversión, testimonio del don precioso de la fe
que libera a la humanidad del yugo del sufrimiento, conduciendo a
hombres y mujeres de regreso a la Luz de Dios.
Dios llamó a María con Él el 13 de septiembre de 1993, a la edad de
treinta y cinco años. Que ella nos ayude a entender a través de la fe, el
gran valor del sufrimiento.

Federico
Nápoles, 13.12.92
Querido Federico, mi amo de Radio María,
Te escribo porque confío en ti plenamente y te deseo lo mejor. Tu
programa del sábado en la noche, “El Hermano”, llena mi corazón de
gozo y paz. Nunca antes había yo podido rezar tan bien. En ti encuentro
una fe auténtica y genuina que llega incluso a los no creyentes. Creo que
yo soy una de esas desafortunadas personas que no tienen fe.
¿Y por qué no debería ser así? Quizá el ambiente tan hostil en el que
crecí me impidió encontrar algún entusiasmo o alegría en la vida. Llevo
tres intentos fallidos de suicidio, tengo miedo. Debo interrumpir
aquí…………
Espero que puedas ayudarme con tus oraciones y la intercesión del Padre
Pío a quién tanto amas y admiras. Puedo decirlo porque siempre le
dedicas un espacio en tu programa después del Rosario de los sábados
por la noche…………
Ahora vivo por mi cuenta, encerrada en mi misma, anhelando
desesperadamente una compañía. Tengo suerte de tener un empleo como
trabajadora social, esto significa que puedo vivir mi propia vida y ser
independiente.
Pero en mi vida falta una cosa esencial-no tengo fe.
Debo terminar ahora. Por favor, perdóname por robarte tu valioso
tiempo. Discúlpame por distraerte, pero nunca antes había necesitado
tanto algo.
Si quieres mencionar algo sobre esta carta en tu programa del sábado por
la noche, por favor usa el sobrenombre de “María de Nápoles”.
Te lo digo, porque tú siempre agradeces amablemente al principio del
programa a los que te escriben. Si puedes hacerlo me ahorrarás pasar una
vergüenza.
Gracias. Te envío mis mejores deseos para los hermosos días festivos (la
Navidad) que para mí no tienen ningún significado. Espero con ansia
recibir noticias tuyas.
Hasta luego,
María de Nápoles

Nápoles, 17.1.93
Querido Federico,
Pensé que tendría una respuesta a mi carta, pero hasta ahora he esperado
en vano. Pero de todos modos te doy gracias porque estoy segura de que
me has guardado un lugar en tus oraciones, especialmente cuando vas al
santuario del Padre Pío a fines de mes.
Espero que la serenidad y el buen humor que proyectas cada sábado por
la noche se queden contigo a lo largo de tu vida y que transmitas a todos
los que conozcas la alegría que da el tener un alma de está en paz consigo
misma y con Dios.
Te escribo de nuevo porque, créeme, tengo mucha necesidad de sentirme
cerca de alguien que pueda entenderme y me extienda su mano amorosa
y amigable para ayudarme en mi camino.
Tú sabes que estoy completamente sola y mi soledad es la causa real de
que me haya involucrado en un estilo de vida que es indigno de cualquier
ser humano. Para decirlo francamente, tengo que confesarte, como si
tuviera en una Confesión, que trabajo como prostituta y esto no porque
necesite el dinero sino para calmar mi dolor.
Créeme, cuando llego a casa después de darle a esos cerdos (perdóname
esta expresión tan vulgar) la oportunidad de dar rienda suelta a sus
instintos animales, me siento más sola que nunca y con un sabor amargo
en la boca y, lo que es peor, un deseo sordo de poner fin a mi vida. Tienes
que ayudarme a salir de este estado terrible y suplicar a Nuestro Señor
que me dé el don de la fe que he comenzado a anhelar en el breve tiempo
que he estado escuchando Radio María. Sólo tengo treinta y cinco años,
pero me siento como de noventa. Estoy extenuada y abatida por la carga
de una vida que no vale la pena vivirse.
Acabo de recibir una llamada telefónica del abogado que defendió a mi
padre, preguntándome si estaría dispuesta a firmar una petición que él
pueda salir de prisión pero……..
Perdóname este desahogo. Quisiera contarte tantas cosas, pero tengo
miedo de quitarte tu tiempo tan valioso.
¿Puedo esperar alguna respuesta de ti? Eso me daría fuerzas para tomar
una decisión crucial respecto a mi vida inútil y vacía.
Con todo mi agradecimiento y mis mejores deseos,
María de Nápoles
PS-¿Podrías darme tu dirección?
Te lo pido sólo porque a lo mejor el correo te llegaría más pronto si no
tuvieras que recogerlo en Radio María una vez por semana.
Gracias.

Nápoles, 27.1.93
Querido Federico,
Te escribo desde el hospital me están lavando el estómago después de
otro intento fallido de suicidio. Saldré en unos cuantos días. Obviamente
Dios, si existe, todavía no quiere mi vida.
Soy…. y te suplico encarecidamente que guardes mi anonimato. Si
quieres enviarme un mensaje en el programa, usa el sobrenombre de
“María de Nápoles”. Esto me ahorrará pasar una gran vergüenza.
Gracias.
Radio María me ha hecho caer en una crisis terrible. Simplemente prendí
la radio en casa: nunca antes había oído nada de Radio María. Todo
comenzó un sábado por la noche durante tu programa “El Hermano”.
Ahora ya no puedo estar sin Radio María. Soy, como tú dices en broma,
una “adicta”, aun cuando las oraciones y el Rosario ya no signifiquen
nada para mí, todo lo contrario, me provocan náuseas.
¿Qué está pasando? Por un lado me siento atraída hacia el bien pero
entonces vence el mal. ¿Acaso soy diferente a todos los demás? Tengo
miedo de que Dios se Haya olvidado de mí porque he cometido muchos
errores. Sencillamente nunca recibí las sanas bases morales que todo ser
humano necesita, no tuve esa suerte de niña. Debes saber que tengo
treinta y cinco años y nunca hice mi Primera comunión y tampoco he
sido confirmada.
Ese monstruo…… él sólo pensó en hacer dinero y usó la fuerza bruta
cuando todavía era yo una adolescente para echarme a la calle, sí, como
prostituta. Él se llevaba el dinero y yo trabajaba. Puedes imaginar lo que
eso hizo a mi vida. Ahora estoy en el suelo, destrozada, sin dignidad. Me
tratan como si fuera un animal. Te lo suplico ayúdame a salir de este lío
terrible. Usa tus oraciones y las oraciones de tus radioescuchas.
Si me mencionas, aunque sea brevemente, en Radio María y me das un
buen consejo y una palabra amable, entonces ya no me siento tan sola y
me lleno de paz que nunca antes había sentido. Créeme, eso me permitirá
sobrevivir hasta la próxima semana.
Gracias por todo. Ojalá que no estuvieras tan lejos y tuviera yo la
oportunidad de estar más cerca de ti, como de un hermano.
En este momento, mientras te escribo, podrías estar en Foggia, en la
iglesia del Padre Pío, San Giovanni Rotondo.
María de Nápoles
Nápoles, 8.2.93
Querido Federico,
Gracias por ser tan amable y comprensivo. Sentí que me habías excluido
y rechazado, pero ahora he descubierto, con gran alegría cuánta bondad
y sensibilidad puede haber en el alma de alguien que recorre el camino
de la fe en compañía de Nuestro Salvador.
Cuando escuché que mis cartas eran leídas el sábado pasado, no puedo
negarte que lloré toda la noche. Me preguntaba, ¿fui realmente yo quien
las escribió? Estoy sorprendida de haber podido decirlo todo en tan corto
tiempo-me costó mucho trabajo créeme- y liberarme de una pesadilla que
me quita la paz.
Sé que aún no he terminado y que todavía tengo que dar el paso crucial
de ir a confesarme. Espero hacerlo tan pronto como pueda en San
Giovanni Rotondo, donde –como tú dices- podré aferrarme del cordón
del Padre Pío y buscar refugio en el delantal de María, escondiéndome
en sus bolsillos. Puede que sea el mejor lugar para hacerlo y espero poder
quedarme un día o dos para tratar de entender lo que me está pasando.
Parece como si estuviera viviendo un sueño, aun cuando los momentos
de gozo –tan grande como nunca antes había experimentado- son
seguidos de momentos de dolor.
El mayor problema no es enterrar mi pasado vacío y lleno de sensualidad,
sino a mi padre.
El sábado pasado, después de años de haberme alejado, fui a la Iglesia.
De repente me desmayé y ya no supe de mí. Cuando volví en mí, me vi
acostada en una banca y rodeada de mucha gente. Sólo fue un leve
desvanecimiento pero mi cuerpo está débil y me cansa escribir y mi mano
tiembla. Un diácono estuvo ahí para ver que volviera yo bien a mi casa.
Yo no sabía que eran los diáconos o de dónde sacaron ese nombre. Él me
explicó lo que eran y el trabajo que hacen en la iglesia, dichoso. Me
ofrecieron gratuitamente un lugar en una peregrinación a Lourdes y yo
acepté el ofrecimiento aun cuando dudé en hacerlo, porque me sentía
como un bebé recién nacido, pero necesito fortalecerme, moralmente,
espiritualmente y físicamente. Quizá vaya yo en julio.
Te suplico en serio que me ayudes con tus oraciones, porque éste es un
tiempo muy difícil para mí. Hay un fulano poco confiable que podría
causarme problemas. Está sorprendido de que yo esté evitando su poco
recomendable compañía. Tengo miedo de que me vayan a dar una
sorpresa desagradable… tú sabes a qué me refiero.
Si quiere leer esta carta al aire, hazlo. Podría hacerle bien a alguien como
yo que esté luchando para escoger entre el mal que es tan fácil y el bien
que es tan difícil.
¿Me permites recordarte que me llames María para evitar consecuencias
desagradables?
Gracias por tu paciencia-es lo que me permite continuar.
Con mis mejores deseos.
María
A veces quisiera hablarte cuando estás al aire, pero es tan difícil…

Nápoles, 16.2.93
Querido Federico,
Por favor, ten la amabilidad de leer esta carta. Me temo que te he
involucrado en este lío y te pido perdón.
Todavía no he llegado al final de mi viaje. Tenía la ilusión de que sería
fácil romper con la vida que llevaba, pero estoy rodeada de sanguijuelas
que quieren exprimirme hasta la última gota. No puedo dejar la casa son
que me sigan. Si me quedo, me acosan con llamadas telefónicas que son
provocativas, obscenas o amenazantes. Siempre hay los así llamados
“protectores” que no aceptan que se les escape una presa tan fácil de
explotar y a lo mejor difícil de reemplazar. Tú sabes cómo es esto.
Ayúdame con tus oraciones y las oraciones de todo en Radio María.
Aun así, estoy decidida a seguir adelante con este cambio radical en mi
vida. Me va a costar bastante y estoy más que preocupada. Te pido que
me perdones por abrirte mi corazón y confiar en ti. Lo hago sólo porque
estoy segura que no me vas a defraudar y porque creo realmente en la
amistad que me has demostrado. Quien sabe desde hace cuánto tiempo
Nuestro Señor estuvo tocando a mi puerta porque, a pesar de todo,
siempre sentí un llamado dentro de mí, pero nunca logré comprender qué
era la causa de la horrible situación en la que me hallaba. Luego con
Radio María, llegó el momento de la verdad. No tuve la buena fortuna
de crecer en una familia buena (excepto mi madre) y muchas veces me
pregunto qué tanto será culpa mía.
La otra tarde sentí de veras que quería ir a la iglesia. Sucedió que era el
Día Mundial de los Enfermos que el Papa había pedido y era también 11
de febrero, aniversario de las apariciones de la Virgen en Lourdes. Debo
admitir que soy tan ignorante que no sabía nada de esto, lo escuché en
Radio María. Cuando llegué a casa ya era tarde porque el servicio fue
muy hermoso pero duró muchísimo. Había unos hombres esperándome
cerca de mi casa. Fui arrastrada a la fuerza a un coche por cuatro rufianes
y de nada sirvió resistirme: eran cuatro contra mí.
Una vez que me agarraron y me amarraron, simplemente hicieron lo que
quisieron conmigo. Aún llevo las marcas de sus golpes y estoy llena de
moretones y magulladuras. No voy a entrar en detalles porque sería
vergonzoso para mí y sólo te causaría dolor a ti, que has sido tan bueno
de leer mis cartas. Pero yo me pregunto: ¿será posible que el mal triunfe
sobre el bien? ¿No puede Dios hacer algo? Acababa yo de regresar de un
lugar sano, un lugar donde, aunque yo no haya rezado –No sé cómo y
nunca he rezado en mi vida- pero luego comencé a gritarle a Dios
pidiéndole una ayuda que nunca llegó. ¿Dónde estaba Él? Mi mente
estaba llena de dudas y vacilación. Quisiera desesperadamente escapar
de Nápoles pero no puedo obtener un traslado en mi trabajo.
Simplemente no puedo arriesgarme a perder mi empleo, porque me
permite salir adelante sin depender de nadie. Pero créeme, estoy
realmente cansada, muy cansada. Estoy pasando por un ataque de
anorexia y me siento débil y exhausta, porque no me estoy alimentando
bien.
Termino aquí porque no quiero aburrirte. Gracias por todo, confío en tu
amistad siempre. Como nunca logro comunicarme, por favor sigue
leyendo mis cartas, aun cuando no sean muy alegres
Hasta pronto, con amor y oraciones.
María
PS – Buenas noticias. En unos días, iré a la preparación para mi Primera
Comunión. Me va a preparar un diácono. Otra razón más para que reces.

Carta de una radioescucha 22.02.93


Hubo una enorme respuesta a la lectura de las cartas de María en Radio
María. Una radioescucha, Rosa, envió una carta de aliento para María.
No sabemos nada de Rosa, excepto que ella nos cuenta que “…como
tú… he aprendido cuán degradante puede ser la vida”.
Es una carta que anima a María – y a todos nosotros- a no desesperar
Brindisis 22.2.93
Querido Federico:
Escribo algunas palabras para María: es todo lo que puedo decir:
Querida María:
He estado pensando en ti y rezando por ti desde que Federico leyó tus
cartas en la radio dos sábados consecutivos por la noche (el 13 y el 20 de
febrero), antes del Rosario de media noche. Pienso que tus cartas son
bellísimas porque expresan todos tus miedos y toda tu desesperación,
pero también tu determinación en salirte del lío en el que estás metida.
Se valiente. No llores. Y lucha y vuelve a luchar.
Has sido tocada por la gracia de Dios y debes alegrarte por ello. Sigue
rezando, aún cuando la vida te parezca vacía e inútil. Jesús y María te
están escuchando, sabes, y ellos están más cerca de ti de lo que tú puedes
imaginar.
Te lo digo porque yo misma lo he experimentado.
Adiós, María, tienes un lugar en mi corazón.
Si vas a Lourdes –yo no podría hacerlo porque no estoy lo
suficientemente bien –acuérdate de mí cuando te arrodilles a orar a los
pies de Nuestra Madre Santísima.
Suerte, mucha suerte y un fuerte abrazo de Rosa. Como tú, aunque de
manera diferente, he aprendido lo degradante que puede ser la vida.
Mis mejores deseos y mi cariño a Federico.

Nápoles, 1.03.93
Querido Federico:
La otra noche estaba yo escuchando, como siempre, tu programa. Fue
más sorprendente que nunca poder aprender tantas cosas nuevas y cómo
pueden actuar a mi favor.
Te estoy eternamente agradecida a ti y a todos en Radio María. Sigan
rezando por mí éste es un momento hermoso en mi vida pero también
muy tenso.
Lamento no poder tranquilizarte con una llamada telefónica (creo que
nunca me lo sugeriste). Mi número telefónico –y mi teléfono- han
desaparecido. Lo corté por varias razones. Prefiero tener una comodidad
menos que un pecado más. Eso es para mí razón suficiente para cortarlo.
No quiero hacer naufragar lo que me está costando tanto trabajo edificar.
En un día o dos me iré a Cossato (VC). Mi médico me ha recetado unos
días de descanso y quiero hacer buen uso del tiempo para poder regresar
con mejor salud. Me quedaré con unos familiares.
Es a la Virgen a quien debo agradecerle este amable regalo.
Aún me encuentro en un estado real de conmoción y puedo ver que
todavía hay algo bueno en este mundo. Así que no son las posesiones
materiales que me faltan, sino las riquezas espirituales lo que importa.
Tengo muchas más posesiones de las que necesito.
Por eso te pido (sin ofender a nadie) que se lo des a alguien que realmente
lo necesite*. La generosidad con las cosas materiales cubre multitud de
pecados. En Cossato continuaré mi preparación para mi Primera
Comunión. No puedo esperar sentir la “ternura de la Eucaristía” – ésta
es una frase que tomé prestada del Padre Bettan que murió el otro día.
Cuando regrese de Cossato, haré otro viaje a San Giovanni Rotondo –
dejé mi corazón allá. Tienes razón en amar al Padre Pío, él es un
sacerdote extraordinario.
Estaré rezando por ti también.
Con amor
María
Hasta pronto……
Mi confesor me hizo prometerle que volvería…

(*) María se refiere aquí a algún donativo que se recibió para ella en Radio María.

Nápoles, 21.03.93
Muy querido amigo, Federico:
Apenas regresé de San Giovanni Rotondo. El Padre Pío me atare como
un imán – se ha robado mi corazón. Tengo suerte de vivir tan cerca de
allí. Cuando llegué, mi confesor estaba esperándome. Me recibió con los
brazos abiertos y por eso tengo nuevamente la sensación de estar a salvo
en brazos de mi Salvador. Me sorprendió regalándome una Biblia de
Jerusalén. Ya comencé a leerla con mucha atención. Tuve una larga
charla con él sobre la vida espiritual – estuvimos sentados todo el tiempo
muy cerca de la tumba del Padre Pío- y él me dio algunos ejemplos de
vida tan sorprendentes del Padre Pío.
Ya no hurgo en el pasado. Lo he puesto todo en manos de Jesús y de Su
querida Mamita del Cielo, como el Padre Pío la llamaba. Desde el día
que tuve la buena fortuna de reconciliarme con Dios y logré perdonar en
mi corazón a mi propio padre estoy yendo a Misa todos los días. Mis
familiares se burlaron de mí y me dolió muchísimo sentirme excluida por
ellos, porque no comparten la fe que te permite llevar una vida de más
paz.
Anhelaba tanto compartir con ellos casa detalle de mi sorprendente
experiencia y hacerles sentir la alegría que está por encima de cualquier
otra, pero me topé con una pared de rechazo y es algo que estoy segura,
sólo puede superarse con oración. También para ellos llegará el momento
de esta experiencia inesperada pero hermosa.
Cuando me fui, dejé una nota en la mesa con un mensaje que me vino a
la cabeza: “Ahora veo a mi Salvador y creo en Él. Dejen que Él llene su
corazones y encontrarán una gran alegría”.
El tiempo que pasé lejos de Nápoles me ha reconfortado física y
espiritualmente, porque puede ir al Santuario de Oropa y es que estuve
viviendo muy cerca de ahí. Recé por todos pero especialmente por Radio
María. Es sólo una pequeña, pero ha sido fuente de ayuda enorme para
muchas personas. Es a esta estación que yo le debo mi conversión.
Y ahora, permíteme continuar con algo totalmente diferente de lo que
estaba yo hablando. Pensé que ya había yo pasado el “punto sin retorno”,
pero de pronto, un golpe tremendo me sumió nuevamente en un estado
de ansiedad y tristeza. La cosa es que la naturaleza humana se rebela
cuando se cimbran sus fundamentos. Cuando volví a Nápoles me hizo
trizas una amarga sorpresa que me hizo gritar otra vez: “¡Dios mío!
¿Dónde estás? Ayúdame y no me abandones”. Encontré mi casa
totalmente destrozada. Se llevaron todo y para añadir el insulto a la
injuria, prendieron fuego a mi cama. No puedo creer que hayan sido
ladrones ordinarios y sospecho que fueron los chacales que controlaron
mi vida tanto tiempo. Por unos momentos con amargura, lo cual es
bastante natural, en cierto modo, pero luego puse todo en manos de
nuestra Mamita del Cielo. Lo que perdí son sólo cosas materiales y en
nada pueden compararse a la belleza de la vida espiritual.
Me temo que el demonio sigue tentándome todo el tiempo, haciéndome
sentir añoranzas del pasado. Es cierto, me temo que es difícil olvidar
veinte años, mi juventud entera, transcurridos en un modo de vida tan
terrible que da escalofríos tan solo de pensar en él.
Éste es un tiempo complicado y también muy difícil para mí. Y es que la
naturaleza humana sigue despertando de su letargo.
Te suplico nuevamente y muy en serio el apoyo de las oraciones de toda
Radio María, para que pueda yo salir victoriosa de todas las luchas en mi
vida. Nunca terminarán, porque el demonio siempre está al acecho.
Tengo que enviarte los mejores deseos de mi padre. Hemos comenzado
a escribirnos. Él escucha Radio María todo el tiempo y está
verdaderamente contento.
Debo irme ahora.
Con amor y oraciones.
Hasta pronto.
María

Nápoles, 28.03.93
Queridísimo amiga, Federico:
Los recuerdos del Padre Pío y mi primera Confesión llenan mi corazón.
Fue la experiencia más hermosa de toda mi vida. Acepté el reto de mi
vida desperdiciada y lo arriesgué todo en mi búsqueda por la paz. Ahora,
la he encontrado al fin. Fue una lucha terrible, pero al final la gracia
venció.
Al principio estaba nerviosa y preocupada. Iba y venía entre la plaza y la
iglesia: estaba tan sensible, casi enferma. Sentí que tenía que superar un
gran reto, pero con la ayuda de Dios y del Padre Pío tuve la fortaleza
interior. De repente me encontré adentro de la iglesia – sentí como si una
fuerza me hubiese empujado a entrar. Estaba ahí un sacerdote dispuesto
a confesarme- yo no lo conocía pero él demostró ser un gran hombre de
Dios y verdaderamente un ministro Suyo en su labor sacerdotal.
Me arrodillé sin decir una sola palabra –no tenía fuerzas- simplemente
rompí a llorar. Este desahogo emocional duró un buen rato. El sacerdote
me dejó vaciar mi corazón y me dijo: “¡Hija mía, sé valiente! Estoy
seguro de que Nuestro Señor ya te ha perdonado porque has amado
inmensamente”. Luego me hizo recordar esas escenas tan hermosas del
Evangelio, María Magdalena, el hijo pródigo y muchas otras…
Después que me tranquilicé un poco, me sentí aliviada y dejé salir todo,
hasta desnudar mi alma, Entonces tuve un acceso de llanto. De repente
el sacerdote se levantó, me tomó de la mano y me condujo (yo no sabía
a dónde me llevaba) a la tumba el Padre Pío, que yo tuve intenciones de
visitar antes. Ése fue el momento más hermoso. De pronto sentí una gran
paz, mucha serenidad y una enorme necesidad de un amor puro y sincero,
el amor que, me temo, nunca antes he encontrado en toda mi vida-ni en
mi familia y tampoco en la vida de explotación del mundo de la
prostitución.
Me quedé junto a la tumba unas dos horas y después, finalmente, con la
ayuda del mismo sacerdote comencé a descargar mi conciencia con gran
humildad y determinación. Como por arte de magia todo mi miedo -que
había sido un obstáculo tan grande- desapareció. Finalmente reconocí el
AMOR y sentí dentro de mí la misericordia de Dios a través de este
poderoso sacramento. Ahora soy libre, ya no una prisionera ni esclava
de una vida de pecado y esclavitud. Cuando salí de la iglesia fue como
caminar entre nubes todo parecía más claro y más hermoso.
Si hubiera tenido que soportar la frialdad de un iceberg, pero siento que
mi corazón rebosa de calor y alegría. Aún ahora, mientras lo escribo, otra
vez se me vienen las lágrimas y no puedo detenerlas, pero ahora son
lágrimas de felicidad y arrepentimiento. La única tristeza es el hecho que
(no por decisión mía) todavía no recibo la Sagrada Comunión. Creo que
te dije anteriormente que nunca hice mi Primera Comunión. Para
arreglarlo comencé a prepararme para este Sacramento y a pesar de haber
llegado a la edad madura de treinta y cinco años, estoy ansiosa de recibir,
luego de una preparación adecuada, el Sacramento de la Confirmación.
Después de esta doble preparación creo que podré considerarme, ¡sí, yo!,
como alguien que ha vuelto a nacer.
Una vez más te agradezco a ti y a Radio María, porque ustedes pusieron
a mi alcance el gozo de encontrar de nuevo a Aquel que me esperaba
pacientemente, a pesar de mis debilidades e infidelidades, para darme Su
perdón. ¡Qué alegría!
Pero ahí no termina la historia. Recibí un gran don de la gracia que ha
llenado mi corazón y ha desvanecido el odio sin piedad que tanto tiempo
alimenté contra mi padre. Sin esta victoria no hubiera yo podido recibir
la absolución. Esto es largo más que Nuestro Señor me ayudó a hacer
mientras me conducía por el camino del perdón. Mi confesor me dijo que
de penitencia tenía yo que poner en práctica uno de los consejos
evangélicos proclamados en el Evangelio: “Visitar a los encarcelados”.
Créeme, me costó muchísimo pero lo hice. Al principio todo fue tristeza
pero luego, este encuentro doloroso de pronto se convirtió, como por arte
de magia, en una fuente de paz como nunca lo hubiera yo esperado.
Por un arreglo especial nos entrevistamos en la oficina del director de la
prisión con la presencia del capellán. Vi a mi padre llorar como un niño
y caer de rodillas suplicando mi perdón. Yo sentí una ola de compasión
por él y esto me dio fuerzas para besarlo y dejar que él me besara con un
sentimiento sincero. El director y el capellán observaron nuestro
encuentro en silencio, pero llenos de emoción. No nos habíamos visto
desde hacía veinte años. Cuando salí, el capellán me tomó del brazo y
me dijo: “Tu padre ya no es el monstruo que tú creías que era: es un
hombre cambiado que ha sido renovado por la gracia redentora”. Fue
sólo entonces que descubrí que ambos habíamos estado en el mismo
camino, en el camino del pecador para encontrarse con Dios
misericordioso.
Recuerdo una de las cosas hermosas que tú dijiste en una transmisión,
un sábado por la noche –aunque en ese tiempo no lo acepté. Tú me dijiste
que recordara que nuestro señor quería que la salvación llegara también
a mi padre a través de Su Pasión y Su Muerte. Esto se ha hecho realidad.
He tenido una idea realmente sorprendente y estoy meditándola. La idea
me vio en el santuario del Padre Pío y es que debo convertirme en monja
de clausura. Quién sabe si este sea el plan de Dios para mí. Es demasiado
pronto para hablar de ello todavía: aún soy como un bebé recién nacido
que necesite de todo para su vida espiritual. “El hombre propone, Dios
dispone”. Ya lo veremos. Recemos fuertemente por ello.
Y ahora debo concluir con amor y buenos deseos. Siempre te estaré
agradecida. Perdóname por esta carta tan larga pero es el gozo que brota
de mi corazón. Tu sabes a lo que me refiero… estoy realmente y
verdaderamente contenta.
Tú amiga María. Éste ya no es sobrenombre. Mi padre me dijo que es mi
segundo nombre real.
Hasta pronto…
(¡Que tan grande debe ser un alma si va a contener a Dios en su interior!)
Gracias por todo. Hasta luego.
Espero mantenerme en contacto por teléfono alguna vez. Es difícil y he
tratado de hacerlo pero sin éxito.
María

Pascua de 1993
Querido Federico,
Felices pascuas a ti y a tu familia y a todos los de Radio María. Esta es
la primera pascua que celebro con gozo y paz, el resultado de estar en
paz con Dios y conmigo misma. Pronto haré mi Primera Comunión y
recibiré la Confirmación pero la espera parece interminable.
Recibí mucho apoyo de la comunidad parroquial. El catequista que me
está preparando me dio un ejemplar del nuevo Catecismo de la Iglesia
Católica y estoy decidida a leerlo y estudiarlo para llenar algunos huecos
en mi educación religiosa. Ahora siento que puedo amar a la gente de
una manera nueva y diferente, porque sé que he sido escogida por Dios
y me siento amada con un amor auténtico y sincero por todos los que
comparten conmigo el don de la fe. Estoy conociendo a montones de
personas buenas en mi camino de fe. Es tan cierto eso de que el mal hace
mucho ruido, mientras que el bien hace su trabajo en silencio.
Donde quiero que miro descubro la misericordia paternal de Dios y creo
verdaderamente en Él, porque Él nunca me ha abandonado, ni siquiera
cuando estaba en el fondo del abismo. Todo lo que me está sucediendo
parece como un sueño. Es una sensación hermosa.
Felices pascuas para ti: las cosas van mejor todo el tiempo.
Con amor y oraciones
María

Nápoles, 9.04.93
Queridísimo Federico,
Hice mi Primera Comunión el Viernes Santo, día de la institución de la
Sagrada Eucaristía. Fue realmente extraordinario y todavía estoy llena
de los sentimientos que este me trajo. Cómo pude haber vivido todos
estos años sin experimentar la ternura del Amor Misericordioso.
Mi gratitud no conoce límites. Toda la comunidad compartió ese
momento mío de gozo y emoción. Fue en verdad mi primer encuentro
con Nuestro Señor.
Lo que ahora experimento en mi vida es un milagro viviente. Quisiera
gritarle al mundo entero que no hay felicidad más grande que una vida
llena de Dios que nos creó. La presencia de Dios y Su Mamita del Cielo
es tan real para mí ahora, que ya no puedo volver a sentirme sola nunca
más. Ahora no tengo nada que temer aunque deba sobreponerme al
desprecio de gentes prejuiciosas. Tengo el valor de luchar, porque Dios
está conmigo y Él no permitirá que seamos tentados más allá de nuestras
fuerzas. Me siento como una niñita dando sus primeros pasos, feliz
aunque tropiece y caiga porque ahora sé que tengo la fuerza de
levantarme de nuevo, porque tengo la ayuda de Nuestro Padre que está
en el Cielo. Ahora puedo comenzar de nuevo cada vez y darle todo lo
que tengo a Nuestro Señor. Él está siempre dispuesto a aceptar lo que le
ofrezco y responde a mi amor totalmente, devolviéndome todo lo que
tengo. Nunca podré contar todas bendiciones que he recibido en mi vida.
Ser perdonados y perdonar a otros es un camino lleno de gozo, porque
en cada prueba hay alguien que nos consuelo y nos fortalece. No hay
mayor felicidad que olvidar nuestro propio dolor para consolar a otros
en su sufrimiento: siempre hay cosas en la vida que podemos mirar atrás
y estas cosas renuevan nuestro gozo una y otra vez. Estos sencillos
pensamientos fluyen en mí desde mi corazón que está fresco y joven –
ya no endurecido ni cegado por el pecado.
¿Qué más quiere el Señor de mí? ¿Qué más tengo que entregarle? Él me
lo ha dado todo y yo prometo responder a Su gracia completamente a
través de una fe que estuvo dormida por tanto tiempo. Solo la fe nos hace
posible entender la grandeza del misterio de la Cruz, que estábamos
viviendo en esta Semana Santa. Ningún obstáculo de afuera puede
detenerme, porque vivo en paz.
Espero regresar pronto a San Giovanni Rotondo para pasar mis
vacaciones en presencia del Padre Pío. Ahora que soy libre de las
cadenas que me ataban, puedo pasar mi precioso tiempo en una íntima
comunión espiritual con Nuestro Señor en el tabernáculo y luego en
estrecho contacto con el Padre Pío, que todavía tiene mucho que
enseñarme. Qué hermoso será poder conocer más de él en paz.
Y ya que estoy tratando este asunto, tengo un pequeño secreto que
compartir no quiero sonar presuntuosa, pero creo que viví una especie de
milagro y no fue una alucinación. Mientras estaba en profunda oración
junto a su tumba, percibí oleadas de aromas de violetas que incluso se
extendieron en el aire allá afuera. Yo me sorprendí pero al mismo sentí
curiosidad, así que les pregunté a otras personas qué pensaban ellas. Casi
todas dijeron lo mismo “No nos sorprende en lo más mínimo, porque
cuando él vivía, a menudo se extendía un hermoso aroma a su alrededor”.
¡Será esto cierto! Debo decir que nunca antes había yo oído algo así.
Después de estas vacaciones me iré a Lourdes. Ya hice la reservación.
Ésa será otra experiencia maravillosa.
Y ahora tengo un gran favor que pedirte. Por favor, reza una oración
especial por mi padre. Él está gravemente enfermo y está pasando por
una frase crítica. Ya está debilitado a causa de dos infartos cardíacos y
ahora he tenido una recaída. Ha reaccionado mostrándose lleno de paz y
confianza. Cuando nos vimos, me sorprendió muchísimo. Delante de mí
y del capellán dijo: “Ahora puedo morir y estoy listo para la muerte
porque todo en mi vida ha llegado a su cumplimiento. Mi conversación,
algo que nunca esperé, es lo más grande de todo. Además, recobrar a la
hija que ice sufrir tantos años, sobre todo, verla restaurada con un modo
de vida que es puro, limpio, decente, y bueno. Y por todas estas cosas
tengo que agradecer a Radio María, esta pequeña pero poderosa
estación”.
Qué cierto es que con Dios todo es posible incluso abrir nuestros
corazones y responder con generosidad. Ahora ambos estamos
recibiendo la Comunión -¿quién hubiera podido imaginarlo? Nuestro
agradecimiento a la Virgen Santísima.
Y ahora debo terminar –creo que esta podría ser mi última carta- no
seguiré molestando ni volveré a ser una carga otra vez (es sólo una
broma). Hasta que llego al final de mi camino espiritual, debo seguir
adelante y mantenerme tan cerca como pueda e nuestra Mamita del
Cielo.
Nunca había escrito tanto en mi vida. Doy gracias a toda la familia de
Radio María desde lo más hondo de mi corazón: mantengámonos
siempre en contacto en el dolor y en la alegría.
Escribiré de nuevo porque no se puede olvidar a un buen amigo que es
desinteresado y sincero. El viejo dicho sigue tan cierto como siempre: si
encuentras a un amigo, has encontrado a un tesoro.
Gracias por estar dispuesto a escucharme: esto ha valido muchísimo para
mí porque, humanamente hablando, estoy sola. Necesito hablar con
personas que están en la onda correcta y entienden mis problemas.
Pronto tomaré una decisión muy importante, una que afectará todo mi
futuro. Acompáñame con tus oraciones.
Te mantendré al tanto.
Un abrazo amistoso,
María

Nápoles, 16.04.93
Había pensado renunciar a escribir mis cartas llenas de peticiones pero
me veo obligada a pedirte de nuevo y te pido disculpas. No he
telefoneado, no porque no me importara sino porque perdí mi pequeño
directorio. Ese fue el triste resultado de un encuentro con una persona
prejuiciosa que la ha tomado contra mí. Fui atacada y golpeada en
público y perdí la cartera donde guardaba mis papeles personales. Este
triste molesto incidente me ha afectado horriblemente, porque me ha
aislado de la gente con la que he llegado a intimar y ese contacto es algo
valioso que simplemente necesito tener. El único lugar a donde puedo
recurrir ahora es a Radio María y te estoy escribiendo porque necesito
hablar contigo para aliviar mi dolor y mi angustia. Esa persona es muy
peligrosa – el último residuo de mi vida anterior. Él no quiere aceptar
que he terminado con esto eso. Está interesado en utilizarme, para poder
llevar una vida fácil a expensas mías. Descubrí demasiado tarde que sus
atenciones conmigo eran perversas: era sólo codicia y nada que ver con
amor auténtico. Llamé a la oficina de Radio María muchas veces para
tratar de obtener tu número de nuevo, pero la línea estaba ocupada o sólo
me contestó la grabadora. Al final renuncié porque encontrar un teléfono
público libre no es tare fácil. Sobre todo, tengo que ser muy cuidadosa al
salir de razones de seguridad – tú sabes a qué me refiero. Tener teléfono
en casa es una comodidad que no tiene precio, pero recuerdo las razones
de mi decisión y estoy contenta con las cosas como están.
Otro incidente grave ocurrió la noche. Afortunadamente estaba conmigo
mi tío que había venido de Suiza a visitar a mi padre (su hermano menor).
Fue providencial que él estuviera aquí, porque intervino para evitar una
confrontación que hubiera podido tener toda clase de consecuencias
negativas para mí. Estoy tan agotada por estos incidentes, que me he
visto obligada a tomar una decisión radical y es que mi seguridad física
está en riesgo.
En mi interior estoy en paz, porque Dios está conmigo. Puedo decirte
que a pesar de todo, he redescubierto el gozo de ser mujer, el gozo de
vivir con dignidad. Mi tío estaba conmocionada por la situación en la
que me encuentro y me hizo acceder a irme con él y quedarme en Suiza
unos meses. Yo lo pensé larga y concienzudamente y llegué a la
conclusión de que es la única salida: borrar mis huellas. En Nápoles, no
tengo oportunidad de recuperación: tengo todo que perder y nada que
ganar. A lo mejor me puedo establecer en paz con una familia diferente,
lejos de esta pesadilla. Podré entender mejor lo que Dios ha planeado
para mi futuro. Mi deseo sigue siendo el mismo – consagrarme
completamente a Él en la vida religiosa contemplativa. La idea es
sorprendente pero difícil de poner en práctica inmediatamente. Me
encomiendo a tus oraciones y a las oraciones de todos en Radio María,
la estación que nos mantiene a todos unidos, en el dolor y en la alegría.
Después de tantas cosas tristes por fin algo alegre – finalmente lo fue
para mí, porque de algún modo participé para que sucediera. Mi padre
va a ser liberado pronto: lo único que se necesitaba era mi firma en la
petición y he firmado. Me duele pensar que durante veinte años no hice
nada para mitigar su dolor y aislamiento. Mis sentimientos, me temo,
estaban dominados por el odio y el deseo de venganza y no estaba abierta
a ningún llamado de la conciencia. Trataré de enmendar esto
ofreciéndole una casa como debe hacerlo una hija y me ocuparé de aliviar
sus sufrimientos. En cuanto a su esta crítico de salud, mi tío se ocupará
de que reciba toda la atención que necesita.
En todo caso, siento ahora la presencia de Dios y Su apoyo tan
fuertemente, que Él no va abandonarme justo ahora, cuando tengo que
enfrentar a una persona inmoral que quiere destruir la paz y la
tranquilidad que tanto he luchado por conseguir. Mi decisión de irme es
realmente providencial: significa que la pesadilla está llegando a su fin.
Agradezco a todos su apoyo y sus oraciones.
Adiós y gracias por todo.
A ti, Federico, un abrazo afectuoso y amistoso.
María
Hasta luego – te veré pronto – gracias de nuevo por todo.
PS – Acabo de comunicarme con A. por teléfono y ella fue realmente
amable – todo lo contrario de G. que se ha aislado y no quiere hablar.
Pobrecita, tiene problemas tremendos.

Nápoles, 3.05.93
Querido Federico:
Simplemente tenía que enviarte esta hermosa imagen de Mamita del
Cielo para decirle hola a ti y a todos los radioescuchas de Radio María.
No he podido llamar porque mi tío me ha pedido que no me comunique
con nadie. Tiene toda la razón y yo entiendo sus motivos, pero me hace
sentir mal y llena de amargura porque estoy aislada de todos mis buenos
amigos.
Le expliqué lo buena que ha sido Radio María y le dije que si ahora estoy
en recuperación, se lo debo a la estación que me ayudó a voltear mi vida
al revés. Mi tío todavía está tan sacudido por el último incidente (no te
dije que el hombre traía una pistola) que no cree que sea posible una
amistad buena y decente.
Para decirlo en pocas palabras, tengo que mantenerme aislada no sólo en
Nápoles sino en cualquier otro lugar del país.
Debo ser paciente. Me pongo en manos de Mamita del Cielo. Ella es la
única que puede ayudarme.
Para cuando recibas ésta, yo estaré en Suiza.
Con amor,
María
Por favor reza una oración por mí. No estoy bien. Los caminos de Dios
no conocen límites. A través de mi sufrimiento puedo contemplar mi
purificación. Yo iba a entrar a un convento tan pronto como recibiera el
Sacramento de la Confirmación, pero mi enfermedad ha bloqueado esa
ruta maravillosa. “Hágase Tu voluntad”.

Lourdes, 26.07.93
Mi muy querido amigo, Federico:
Al fin te escribo desde Lourdes donde estoy disfrutando de una
experiencia sorprendente y feliz, aunque el gozo está marcado por graves
sufrimientos físicos, como ya te explicaré.
Estoy aquí con una peregrinación de enfermos de Suiza. No fue fácil
conseguir un lugar pero la Virgen escuchó mis oraciones y resolvió todos
los problemas. Me temo que también yo estoy enferma, y con dolores
tremendos causados por una severa pérdida de peso que me ha dejado
semi paralizada y confinada a una silla de ruedas.
¡Qué cierto es que “los caminos de Dios no son los nuestros”! Primero,
Él me dejó vivir una maravillosa y misteriosa conversión, después, bajo
la capa de dulce, estaba la amarga píldora de una dura prueba. Me
pregunto qué hubiese sucedió, si este reto enorme hubiera venido cuando
vivía yo mi vida de antes, lejos de Él. No hubiera habido nada más para
mí sino una total desesperación…
Al principio, cuando caí enferma, hubo momentos en los que me rebelé
– es muy humano – pero Nuestro Señor me dio fuerzas para superar ese
sentimiento y me permitió ver las cosas bajo una luz diferente. Llegué a
darle gracias a Dios, porque Él lo dispone todo para nuestro bien, aun
cuando nosotros no le hallemos ningún sentido a sufrir. Yo acepto Su
plan porque es una expresión de Su amor infinito. Es cierto que eso es
algo difícil de aceptar – es sólo a través de la fe que podemos llegar a
aceptarlo con gozo. Sin aviso previo, esta enfermedad tocó a mi puerta y
me ha llevado al “mundo milagroso” de las personas enfermas. Si estás
solo y no tienes a nadie con quien hablar, es difícil soportar una carga
mental y física tan pesada. Muchas veces acabo llorando, pero son
lágrimas de gozo y gratitud por todo lo que Nuestro Señor me ha dado –
incluso mi enfermedad que veo como un privilegio, porque me vuelve
más consciente de Su presencia paternal. ¡Gracias Dios mío!
Pero ahora quiero decirte lo que es estar en este milagroso lugar, rodeado
de una atmósfera espiritual maravillosa. Me cuesta trabajo describir lo
que siento. Es una experiencia bellísima pero es totalmente ordinaria –
tendrías que estar aquí y sentirlas tú mismo. En este lugar, los que no
tiene fe la encuentran y los que han sido bendecidos con la fe, son
fortalecidos y eso es lo que me ha sucedido a mí. En este lugar, el aire
que respiras tiene un toque de sobrenatural y entras en contacto con un
número incontable de personas… todas sonriendo y en paz, pensé que
mi situación era única, pero es nada comparada con el dolor de tantas
otras criaturas menos afortunadas que yo. Estoy tan profundamente en
oración y meditación en el maravilloso y celestial rincón de la gruta, que
he perdido el sentido del tiempo. ¿Es así como será el Cielo?
Recuerdo a Radio María en mis oraciones, con gratitud por todo lo que
me ha dado. Fue así como descubrí – a través de la enseñanza y las
oraciones – el gozo de vivir a la luz de la fe. Sí, porque la oración es la
vida, y la paz, y el gozo, y el consuelo y yo he experimentado todo esto
de primera mano. Todavía no sé cuál es el sentido del cambio que me ha
sobrevenido. Es tan extraordinario. Cuando pienso en lo que era y en lo
que soy ahora… Estoy segura de que el milagro de mi conversión es tan
grande como las famosas curaciones que han ocurrido aquí, en este lugar
sagrado que la Santísima Virgen hizo suyo. Estoy sorprendida de la paz
de mí en Su misericordia y devolvió a mi alma la gracia, la paz y la luz.
Con la Santísima Virgen mirándonos, hablé largamente con mi Salvador,
el Dios que conocí cuando era niña y que reencontré de nuevo y ahora
para siempre. En las horas de soledad, en el silencio sobrenatural de la
gruta, rodeada por una atmósfera de paz que es más del Cielo que de esta
tierra, siento que un espíritu de fortaleza y verdad me ha ido penetrando
cada vez más y he sido liberada para siempre de cualquier duda y
ansiedad.
Ahora Él me está pidiendo algo: la total aceptación de mi sufrimiento,
sin importar cuán serio y doloroso pueda parecer. Nunca olvidaré estas
horas transcurridas en contemplación con el gozo sobrenatural de
finalmente escuchar Su voz resonando en mi alma.
Al principio, cuando llegué a Lourdes, tuve el secreto deseo de orar para
pedir una curación, pero en este lugar, dominado como está por el dolor
físico, he llegado a entender el valor del sufrimiento. Le he pedido a Dios
que aumente mis sufrimientos por la “salvación de las almas y la
santificación de nuestros sacerdotes”. Mis pensamientos a menudo se
vuelven con amargura hacia todas esas jóvenes mujeres que, como yo,
han tenido que soportar – y siguen soportando- la experiencia triste sin
sentido de una vida sin valores como víctimas de la explotación a través
de la prostitución. Mis oraciones se elevan al cielo por ellas como la
esperanza y la seguridad de que también ellas puedan descubrir el gozo
del abrazo del Padre misericordioso. Sólo Dios pudo obrar un milagro
tan grande. Aún me pregunto por qué Nuestro Señor me eligió a mí, una
pecadora, para participar en la obra de atraer a los pecadores a Él…
Nunca hubiera podido imaginar que tanta alegría pudiera encontrarse en
esta vida vivida como debe ser, por todos y cada uno.
Pero volviendo a nosotros. No es la primera carta que te escribo y espero
que al menos ésta, desde Lourdes, te llegue. Las otras, escritas en Zúrich,
las decomisó mi tío quien sigue insistiendo en su idea de mantenerme
aislada del mundo. Créeme, esto me llena de amargura y me causa un
verdadero dolor. Debo ser paciente. Acepto esta restricción por el bien
de la paz en la familia que me ha acogido. Mi padre está con nosotros en
Zúrich, también, ahora que lo han dado de alta como tanto anhelaba. Por
un lado está feliz, pero está realmente preocupado por mi pobre estado
de salud. Siempre está diciendo: “No hay alegría sin dolor, pero ése es el
plan de Dios. Hágase Su voluntad”. Él es un hombre cambiado, ahora y
todavía me sorprendo ante esta increíble transformación.
Qué grande es Dios en Su misericordia. Ahora los dos estamos en ese
camino sorprendente de la fe. Ambos habíamos transitado el ancho
camino del pecado pero ahora estamos felices de recorrer el camino de
la fe pura y gozosa aun cuando este camino a veces sea estrecho.
Lamentamos los años que pasamos en una vida que no era digna de seres
humanos que fueron creados a imagen de Dios y hechos para ser templo
Suyo. Pero ahora es tiempo de mirar adelante – dejemos el pasado atrás
y sigamos adelante juntos en este maravilloso camino de fe y bondad.
Todos los días recibimos nuestro alimento espiritual en la Sagrada
Comunión. Mi padre está especialmente agradecido contigo por el apoyo
que has dado a esos grupos de prisioneros, que fueron encerrados por
una sociedad. Ellos son muy queridos para Dios porque tienen más
necesidad de Su misericordia. Como die el Evangelio, Cristo vino no por
los sanos, sino por los que están enfermos.
Cada noche, antes de darme el beso de las buenas noches, él se arrodilla
humildemente junto a mi lecho y reza el Rosario. Muchas veces habla de
tu programa del sábado por la noche, cuando solías invitar a todos los
que podían y estaban dispuestos a hacerlo, a ponerse de rodillas. Él ha
guardado esa buena costumbre. Sólo hay una cosa que deseamos y es
que algún día, tarde o temprano, podamos volver a escuchar tu fantástica
estación. Transmite nuestros mejores deseos a todos los radioescuchas –
los extraño – y a los que trabajan en Radio María. Reza una oración por
mí – y yo rezaré por ti. Éste es el lazo que nos mantiene en contacto con
el círculo espiritual de amistades. Siento una intensa urgencia de retornar
a la casa de mi Padre en el Cielo. Él me está esperando allá con los brazos
abiertos y ya no me queda nada más por hacer. Será ese un feliz
encuentro.
Lamento tener que insistirte, pero reza por mí para que “el Cosaco” como
el Padre Pío lo llamaba, no pueda aprovecharse de mi sufrimiento ni de
mi depresión. Esas cosas pueden ser como una resbaladilla hacia el
infierno.
Confío en mi Mamita del Cielo. Ella es quien tiene que darme el gozo de
sentir que soy su hija amada, porque cuando, como Ella, tenga que ser
probada en un cruel martirio, aun cuando las cosas vayan peor encontraré
descanso si poso mi cabeza en su regazo y me refugio bajo su delantal y
me escondo en sus bolsillos. Esto es lo que tú decías en tu programa los
sábados por la noche y a mí me proporcionó el gozo enorme y la
confianza que una hija debe tener. Mi agradecimiento a ti y a todos en
Radio María por el gran bien que ustedes hacen.
Al fin pude arreglar recibir el Sacramento de la Confirmación aquí en
Lourdes, en la gruta. Mi madrina será una joven hermana de la
Congragación de la Madre Teresa. Ésta será mi última etapa en mi
camino de fe y entonces seré cien por ciento cristiana. Eso será
maravilloso. ¿Qué más podría darme Dios? Ya me lo ha dado todo y
espero responder plenamente a Su amor infinito y misericordioso.
A pesar de mi inesperado sufrimiento físico, mi corazón nunca deja de
cantar las maravillas que Él ha hecho en mí a través de mi milagrosa
conversión. Aun cuando esté siendo probada, sigo siendo una criatura
privilegiada.
Yo quería consagrarme a Dios por medio de la oblación total de mí
misma, llevando la vida de una monja de clausura, pero Él eligió
consagrarme a través del sufrimiento físico y esto es quizá de mayor
valor, si lo acepto con amor y con gozo. ¿Qué puedo decir? ¡¡¡Gracias,
gracias!!!
No tengo idea de cuando podré volver a Italia. En mis actuales
condiciones sería muy difícil. No soy realmente dependiente, que
necesite ayuda para todo, pero éste es sólo un rasgo humillante y triste.
Me he adaptado bien a Zúrich y no lamento haber dejado Nápoles, donde
la vida se había vuelto imposible. Al fin he encontrado una familia y un
hogar, lleno de paz y de amor – aun cuando mi tío siga interponiéndose,
impidiéndome mantener buenas relaciones con otras personas. Sigo
extrañando tu maravillosa estación de radio y espero de todo corazón que
pronto podamos escucharla en Suiza.
Y ahora debo terminar. Me gustaría decirte tantas otras cosas, pero mis
fuerzas no son muchas. Estoy cansada, físicamente agotada, pero llena
de energía espiritual. Espero poder seguir en contacto través de mis
cartas. Tengo que pensar en el modo de mantenerlo en secreto de mi tío
para que no se lleve mis cartas.
Con amor, oraciones y un abrazo cariñoso,
María
Un saludo especial desde la gruta. Puse tus intensiones y las mías a los
pies de nuestra Mamita del Cielo. Pronto me comunicaré
PS – Acabado de tener una idea. ¿Por qué no comenzar una campaña
para sacar a las mujeres jóvenes de la prostitución? Ellas están
desperdiciando años de su vida en un modo de vida que es indigno de
criaturas hechas a imagen de Dios. Pienso que este grupo es el que más
a menudo pasa por alto la sociedad y la Iglesia: son abandonadas a su
suerte. Perdona mi necedad en pedirte tanto. Gracias por todo.
María

Pompeya, 29.08.93
Querido amigo Federico:
Antes de partir a Zurich, sentí que tenía que hablar contigo – por eso eta
carta tan apurada. Por favor, perdóname por quitarte tu precioso tiempo,
pero no puedo olvidar a un amigo como tú. Tu disponibilidad para
escucharme me ha llenado de fortaleza moral y física. Es sólo por tu
amistad y la amistad de todos los escuchas de Radio María, que puedo
enfrentar mi situación actual que se está volviendo cada vez más difícil
de soportar.
Tengo miedo de que la naturaleza humana sucumba ante el sufrimiento,
porque a nosotros el sufrimiento nos parece absurdo. No puedes
imaginarte cuánto trabajo me cuesta dominarme. La única compensación
en estos momentos difícil es una gran esperanza y la fuerza de una fe
poderosa que me permite aceptar cualquier prueba, sin importar cuán
triste e incomprensible parezca. Tambaleándome entre la esperanza y la
desesperación, paso mis días en oración, refugiándome bajo el cobijo del
Padre Pío, mi ejemplo siempre presente de una vida de increíbles
sufrimientos. Él fue un hombre de Dios que nos enseñó que necesitamos
las cosas del Cielo, si hemos de vivir en esta tierra.
Para mí ésta es la hora de Dios. Él viene silenciosamente con Su amor
de Padre para llenar mi alma con una fe poderosa y gozosa, una fortaleza
interior que casi podría decir que es sobrehumana. La enfermedad ha
invadido cada músculo y cada parte de mi cuerpo. Así, día y noche, sin
tregua, en mi frágil cuerpo –aunque todavía joven– se va perfilando la
dulce sombra de la muerte. Todavía me vienen momentos de miedo y de
crisis cuando “el Cosaco” me pinta la imagen de una existencia vacía e
inútil y sin esperanza de perdón por parte de Dios de la Misericordia. “El
Cosaco” quiere derrumbar la sólida estructura en la que tanto –y tan
exitosamente- trabajamos juntos para construirla. Por eso les suplico una
vez más que ayuden con sus oraciones, a fin de que cuando esté luchando
contra el dolor físico y espiritual, pueda yo perseverar en esta tremenda
prueba y no sea derribada por mis antiguo mundo, porque la naturaleza
humana es muy frágil.
Nuestra Mamita del Cielo y el Padre Pío me han tomado de la mano. Su
sostén es lo único que me permitirá seguir luchando hasta el final, el
momento en que tendré la dicha de retornar a la casa de mi Padre. Esto
es ya lo único que espero. Los médicos, me temo, han sido muy francos
y han dado su veredicto final de que no me queda mucho tiempo de vida.
Yo he aceptado esta sentencia con alegría.
Según ellos, necesito otra operación, pero mi tío no está de acuerdo: por
mi parte, haré la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea. Los médicos
y hospitales aquí están más avanzados y eso me hace ser un poco más
optimista.
Yo esperaba que esta enfermedad –que se me vino encima como una
carreteda de ladrillos- podría ser curada, o al menos aliviada con
tratamiento y reposo. Ahora sé en mi corazón que mis días están
contados, pero sigo están llena de fe y de paz. Por el momento sólo me
queda un deseo y es el único y último deseo de mi vida: expiar, pagar
con sufrimiento que me purifique el espíritu. Todas mis dudas con Dios
serán pagadas, hasta la última gota de mi sangre. He pecado mucho, por
eso, es justo reparar; si no hubiera correspondido, habría sido inútil que
Su gracia hubiese pasado tan cerca de mí. He recibido de Dios
bendiciones innumerables; suena presuntuoso decirlo, pero de todos
modos lo voy a decir: el camino de mi conversión es el mismo que
recorrieron aquellas almas predestinadas que fueron llamadas por Dios a
hacer grandes cosas en Su amor infinito y misericordioso. He creído y
he esperado en Él y no ha sido en vano. La vida parece insignificante si
miras atrás, cuando estás a punto de presentarte ante el Divino Juez,
nuestro Dios de Misericordia.
Cuando contemplas tu propia vida frente la eternidad, todo parece tan
pobre, tan pequeño, es casi nada.
Mi fe sola me guiará hasta el final, vale decir, hasta consumirme
totalmente en Dios.
Ya termino, querido Federico, estoy cansada físicamente, pero llena de
gozo, incluso en medio de mi sufrimiento. Los dejo con las palabras pero
no con mi corazón que está siempre cerca de ustedes.
Espero saber de ustedes cuando esté de regreso en Zurich. Mi tío se ha
vuelto un poco más flexible en mis relaciones con otras personas.
Gracias por todo. Sigamos unidos en el dolor y en la alegría.
Un saludo y una oración desde el santuario de Pompeya. No es
casualidad que haya yo querido pasar estos pocos días cerca de María.
Una vez más, Ella me llamó a hacer un alto junto a Su corazón maternal.
¡Gracias, Mamita del Cielo!
Un abrazo cariñoso, un saludo a todos… los llevo a todos en mi corazón.
¡Oren! ¡Oren! ¡Oren! Gracias de nuevo.
A ti Federico, un abrazo y un saludo especial.
Adiós…
María

Nápoles, Octubre de 1993


Querido Federico:
Soy la tía de “María de Nápoles” y fue en nuestra casa de Zurich donde
estuvo viviendo varios meses. Ella fue llevada al hospital para ser tratada
de una grave enfermedad que la golpeó intempestivamente. Su salud
estaba arruinada, sumiéndonos a nosotros en el dolor y la confusión.
Desafortunadamente, la cirugía no tuvo éxito. Parece que tan pronto
como recuperó su equilibrio, moral y espiritualmente, fue la voluntad de
Dios que tuviera que pasar por una prueba aún mayor. María no merecía
tanto sufrimiento.
A lo largo de su sufrimiento, estuvo lleva de resignación y nos dio a todos
un ejemplo maravilloso de abandono y fe en El que dispone todas las
cosas para nuestro bien. Ella recibió el don de una fe gozosa e
inquebrantable y nos la transmitió a nosotros también. A través de ella
pudimos conocerte a ti y a Radio María.
Lamentablemente tengo que comunicarles su pacífico deceso de esta
vida para irse a la casa del Padre, quien la esperaba con los brazos
abiertos. Fue deseo expreso de ella que les avisáramos de su
fallecimiento. Junto a su lecho de muerte no hubo lágrimas de dolor.
Llorábamos de alegría interior y… de santa envidia. Ella fue capaz de
transformar nuestra vida espiritual. Gracias a ella no somos ya personas
escépticas ni indiferentes a los asunto de la fe. Hemos renacido a una
vida nueva. Ahora estamos recorriendo el camino maravilloso de la fe y
hemos llegado a entender el valor de la oración y la meditación. Ella
extrañaba a Radio María: hablaba frecuentemente de ustedes y por ese
motivo lamentaba estar tan lejos de Italia. Incluso solía llamar a la esta
su “mamita” porque llevaba el nombre de María, Madre de los enfermos
y los débiles. Sin importar cuán grande fuera su sufrimiento, ella lo
aceptó con alegría: estaba convencida de que era afortunada por haber
sido elegida por Nuestro Señor para recibir un privilegio especial. A
pesar del valor que mostraba, su fortaleza se iba extinguiendo. Vivía más
allá de los sufrimientos, no pertenecía ya a esta tierra.
Día a día la veíamos sufrir mientras la enfermedad aniquilaba su cuerpo
martirizado y rezábamos con ella. Si, lloramos y rezamos, pero la
enfermedad se extendió en todo su organismo en unos cuantos meses,
inundándola de dolor: María se ofreció como víctima para ser clavada en
la cruz: Los sufrimientos abrieron surcos de dolor inaudito en su cuerpo
martirizado, pero su espíritu estaba entero y dispuesto a enfrentar
cualquier desenlace. Se mantuvo heroica hasta el final y a pesar de su
dolor, nunca profirió una sola palabra de queja. Sólo decía: “Recen por
mí, recen por esta pobre alma que tiene gran necesidad de la misericordia
de Dios. Es muy dulce aceptar todas las cosas a la luz del Amor”. Y
mientras, su rostro irradiaba una luz extraordinaria. En el transcurso
quirúrgicas que, dado su precario estado de salud, fueron muy graves y
le causaron dolores insoportables. “Soy feliz”, repetía ella a menudo,
“Soy feliz de poder ser un instrumento de expiación en manos de Nuestro
Señor, mi Dios misericordioso”. El misterio de la muerte siempre estuvo
en su pensamiento. En la noche del 13 de septiembre fue presa de dolores
tremendos y su cuerpo entero se estremecía con espasmos terribles. Se
decidió una tercera intervención pero fue inútil al igual que las
anteriores. María ya no recuperó la conciencia y pasó de la vida a la
muerte.
Todos los que atestiguaron este último sacrificio la definen y la
recuerdan como una heroica mártir. Dios había derramado grandes dones
y gracias especiales en María. “Los gozos celestiales”, decía ella, “son
como la cruz y el sufrimiento, un misterio dulce pero impenetrable: sólo
un alma libre de cualquier apego puede comprender este misterio. Yo
deseaba la cruz y la acepté, pero aun así a veces siento que es difícil
llevarla” Ella ofreció su vida en sacrificio en favor de la iglesia, de los
sacerdotes y de los pecadores. A pesar de su sufrimiento, recordaba
claramente a todas las personas que la habían ayudado, a Radio María y
a todo su equipo y especialmente, a ti.
Queremos unirnos a ella y agradecerles a todos ustedes el bien que
hicieron a su alma, a través de su ejemplo y sus oraciones. Es sólo ahora
que nosotros apreciamos lo valiosa que fue tu amistad y te suplico que
nos perdones por los obstáculos que pusimos a su relación con otras
personas. Desafortunadamente, todavía estábamos aterrorizados por los
ataques que sufrió en Nápoles por personas que es mejor olvidar. María
tuvo el valor de orar por ellas. Ésta fue la razón de que viniera con
nosotros a Zurich y nosotros actuamos en interés suyo por el bien de su
seguridad física y moral. Ella se adaptó bien a su nueva familia: por fin
halló la paz, la serenidad y la alegría en compañía de su padre, a quien
reencontró después de viento años de sufrimiento y de una triste
separación. Pero sigue siendo cierto eso de que no existe felicidad
completa en esta tierra. Ahora, nuestra única esperanza es que Radio
María, el primero medio de la gracia que la condujo a la conversión, un
día cruce los cielos y llegue hasta nuestra ciudad en Suiza. Gracias por
todo y recemos unos por otros.
Nuestros mejores deseos a todos en Radio María, al equipo y a los
escuchas. Por favor, ofrezcan el sacrificio de la Misa por el eterno
descanso del alma de María.
Tía R.
PS – adjunto una carta fechada el 26 de septiembre, la última que escribió
ella antes de morir. A causa de su estado tan crítico no tuvimos tiempo
de ponerla en el correo. Lo siento. Por favor, recen por nosotros. Una vez
más, gracias por todo. El cuerpo de María fue trasladado a Lecce, el
pueblo donde ella nació. Partiremos a Zurich en unos cuantos días. Nos
hemos quedado en Nápoles para hacernos cargo de algunos asuntos que
María dejo pendientes. Antes de irse de aquí. Otra vez con amor y
agradecimiento.

Zurich, 26.09.93

“Todo lo puedo en Aquel que me fortalece”


“No se puede vivir en el Amor sin sufrimiento”
Muy querido amigo, Federico:
Te escribo en un momento de gran postración y sufrimiento físico. No
sé si cuando ésta te llegue estaré todavía con vida. Te confieso que,
humanamente hablando, no puedo más y ansío la muerte como una
liberación. Sé que los seguidores de Cristo no serán liberados del
sufrimiento, aunque la vida esté hecha afanes y las alegrías sean tan
cortas que no alcancemos siquiera a saborearlas. Discúlpame por esta
debilidad mía, por la cual también le pido perdón a Dios. Sea como sea,
la vida es siempre un regalo inmenso y a pesar de todas las pruebas, es
algo formidable que vale la pena vivirse con confianza y serenidad,
aunque no sea fácil.
No debo rechazar este don, debo vivirlo con valor y con amor, porque a
pesar de los momentos argos, comprendo cada vez más que Dios está
cerca y me ama, ¡en verdad me ama!...
Aquí en el hospital, donde estoy rodeada de sufrimiento, veo con gozo
cómo las enfermas se ayudan unas a otras. La solidaridad humana florece
entre quienes sufren, porque no puedes entender el dolor de otra persona
a menos que tú mismo lo hayas probado también. Por mi parte, al no
poder hacer otra cosa, porque la enfermedad me ha dejado inmóvil,
ofrezco mi sonrisa aunque me cueste, digo una palabra de aliento, trato
de aliviar las penas de quien sufre más que yo. Sólo así me siento
realizada: quiero ser un ejemplo de amor. Me toca seguir, viviendo mi
gran amor a Jesús, me toca amar al que más sufre y esparcir alegría. En
los momentos más difícil, cuando me asalta el desaliento, me doy ánimos
y me digo a mí misma: “El gran secreto para no desanimarme nunca es
pensar en que el Señor me ama y que Él está cerca de mí”. Entonces le
hablo muy quedo, con amor filial y Él me colma de gozo: sólo así crezco
en el amor, en ese amor universal, sin fronteras. Aunque estoy al límite
de mis fuerzas y del sufrimiento, no puedo menos que bendecir y besar
la mano de Quien me clava en la cruz y ofrece la posibilidad de
purificarme.
En esta gran prueba agradezco cada vez más al Señor por haberme hecho
el regalo de una fe tan grande. Las fuerzas del mal momentáneamente
pueden someterla, pero al final siempre triunfa la fe. Sólo Dios es capaz
de brindarme los recursos interiores para hacer frente a las pruebas y
dificultades del momento presente. Él no nos ofrece medios materiales
ni nos exime del sufrimiento, pero nos ofrece un regalo: “¡Les dejo mi
paz!”, y es la verdadera paz que supera toda compresión humana. Debo
redescubrir la confianza en Él, ésa que me da valor para hacer frente a
las tempestades y a los problemas que nunca faltan en la vida cotidiana.
En un mundo oscuro y confuso, sólo Dios puede reinar en el corazón
humano sediento de verdad.
Nunca como un este difícil momento he comprobado que cuando estoy
en tinieblas Dios es Luz en mi camino sembrado de espinas.
Como un Padre amoroso, Él actúa a través del dolor para mi salvación.
Aunque en el pasado haya yo tocado el fondo de mi debilidad, también
yo puedo exclamar: “Bendita culpa que me mereció tal Redentor”. Cada
día me encuentro con el Padre misericordioso, minuto a minuto, y esto
llena mi corazón con una alegría que nadie puede describir. Qué efímera
es la alegría de este mundo y qué grande y duradera es en cambio la que
viene de Dios, el Amor absoluto.
El amor y el sufrimiento se complementan y, a pesar de mi dolor físico
y moral sé que Él lo ha querido por amor, y yo le doy gracias. Hoy
domingo, Día del Señor, estoy más feliz que nunca porque recibí tres
maravilloso Sacramentos: ¡la Confesión, la Unción de los enfermos y la
Sagrada Comunión! Ahora Él está todavía más presente en mí y Sus
caricias paternales – el dolor continuo y extremo, la fiebre alta y el
insomnio entre otras cosas – son mías todo el tiempo.
Amo los hermosos instantes después de la Sagrada Comunión. Los
dolores que siento son entonces caricias de Su mano, de las que Jesús se
vale para recordarme que está siempre conmigo y brindarme pequeños
consuelos. Bajo la mirada de mi Mamita del Cielo que me salvó del
abismo, largo ha sido mi diálogo con su Hijo que me parecía como si
hubiese bajo del Cielo y se hubiese sentado en mi lecho. ¡Cómo será de
hermoso el Paraíso! Si con sólo el cielo y admirarlo en toda su
inmensidad, nos invade una gran dulzura, ¿qué será cuando seamos
llamados a morar en él?
Confiando en Jesús que es mi verdadero Amigo, pienso una y otra vez,
en Sus divina y consoladoras palabras: “Mi yugo es suave y mi carga
ligera”. Y entonces, ninguna cruz resulta insoportable, porque todo es
amor, gozo y dulzura. Él me ama tanto y me acompaña, y a pesar de mi
miseria, satisface todo mis deseos y una miraba Suya basta para hacerme
sentir Su dulce amor, y me siento feliz incluso en mi lecho de dolor. Es
cierto que sufro mucho, pero lo que cuenta es cómo sufrimos.
Ciertamente no es fácil ni es trabajo de un día, especialmente para una
criatura como yo, llena por naturaleza de debilidades. Hoy he estado
continuamente sola con El en la cruz. ¡Qué hermoso es estar “sola con el
Solo”!
Mi enfermedad avanza todo el tiempo, pero esto no me desalienta. Tengo
el pensamiento de la muerte siempre en mi mente. Abrazo gozosa ese
momento, cuándo y cómo Él lo quiera. Pero antes quiero sufrir mucho,
pero mucho por Su amor, porque para mí vivir es Cristo sufriente. Nada
me espanta, ni la muerte, ni el dolor, ni la enfermedad, porque si es
hermosa la victoria, más meritoria es la batalla. ¡Qué bello es saber que
sufrirlo todo por Su amor es tan poca cosa! El solo pensamiento de que
cuanto más sufro tanto más cerca está Él, hace más ligero mi tormento.
No me cansaré nunca de darle gracias por haberme llamado al
sufrimiento. Sí, incluso mi enfermedad es una gracia, la gracia más
grande después de mi conversión. Mi naturaleza humana a veces gime
bajo el peso de la cruz: quisiera rebelarse y espera con ansia el fin, pero
comprendo que Él busca mi adhesión a Su voluntad paternal.
En esta terrible y dolorosa situación, mi única arma es la oración sin la
cual no hay salvación. Un gran santo napolitano decía: “Quien ora se
salva. Quien no ora se condena a sí mismo”. Y es cierto: la oración es un
diálogo con el Padre. Por eso me encomiendo una vez más a las oraciones
de todos ustedes. Por favor, recuerden también a mi pobre padre, porque
él, como yo, tiene que cargar una pesada cruz. El Padre Pío nos rescató
a ambos y él debe ayudarnos ahora, porque siempre vimos en él a un
ejemplo de una vida de sufrimientos heroicos e inimaginables. Quiero
estar en paz y llena de alegría para dar valor a mis seres queridos que, yo
sé, están tristes y consternados, y hacerles entender el valor del
sufrimiento, porque sin sufrimiento nunca alcanzaremos la meta que
anhelamos.
En este momento siento con angustias que se acera la hora del descanso
nocturno y es que me veo obligada a pasar largas noches sentada en el
borde del lecho o cerca de la ventana abierta, porque los dolores no me
dan ni un instante de tregua y necesito respirar aire fresco. La
enfermedad se ha agravado a pesar de las medicinas y cirugías; el mal ha
hecho metástasis, de suerte que mi cuerpo es todo un tormento, a
excepción de mis manos; así que todavía puedo escribir. Pero ahora debo
terminar, querido Federico y radioescuchas. Me tiemblan las manos y
estoy demasiado débil para concentrarme.
Amor y oraciones… Siempre estamos unidos en el gozo y en el dolor.
Un saludo especial para ti, Federico. Si puedes contestarme, me harás
muy feliz.
¡Hasta pronto! Sigo añorando escuchar tu maravillosa Radio que tanto
me ha ayudado.
Gracias a María y al Padre Pío pude alcanzar la salvación.
Hasta pronto.
María
Que la ternura de Jesús llene nuestros corazones.

Nápoles/Pompeya, 26.10.1993
Mi querido amigo, Federico:
Soy otra vez la tía de María, quien el 13 de septiembre, hace apenas un
mes, se fue pacíficamente al Cielo, a la casa del Padre, donde Él la
aguardaba, como ella decía, con los brazos abiertos.
Te escribo nuevamente de Nápoles, desde el Santuario de Nuestra Señora
de Pompeya, lugar tan querido para María y para nosotros también.
Estamos ocupándonos de algunos asuntos que quedaron pendientes
cuando ella dejó Nápoles. Nos hemos topado con algunos problemas y
parece que tendremos que quedarnos aquí más tiempo.
Perdóname por importunarte, pero siento la necesidad de seguir en
contacto con Radio María y contigo porque eso me ayuda a soportar la
pena enorme de su muerte. Tristemente hemos sufrido una pérdida muy
grande, porque María era un ejemplo vivo de bondad, serenidad y alegría
a pesar del dolor.
Ella misma decía: “Cuando Nuestro Señor me llame con Él, no estén
tristes por mí, sino celébrenlo juntos, porque esta pequeña hija estaba
perdida y fue encontrada, estaba muerta y ha sido resucitada a la vida”.
Los recuerdos de su vida anterior le causaban mucha tristeza, fue sólo
más tarde que se dio cuenta del cambio que se había operado en ella.
Decía a menudo, con su acostumbrado sonrisa tan dulce: “Nuestro Señor
no dejó Su reino celestial y vino a este valle de lágrimas por los justos
sino por los pecadores. Aun cuando yo pequé mucho, Él me dio amor,
amor y más amor. Quién sabe cuánto tiempo estuvo esperando a que yo
me arrepintiera y con cuánto amor secó mis lágrimas, cuando me di
cuenta del pecado en el que estaba sumida.”
A las enfermas en el hospital les decía: “¡Ánimo, hermana! Alegrémonos
incluso en nuestro lecho de dolor. La Virgen está con nosotros, nuestra
Mamita del Cielo, y nadie mejor que Ella para entender nuestras penas y
para consolarnos. Aprendamos de Ella cómo decir sí a la voluntad
paternal de su Hijo. Debemos expresar nuestra gratitud por todos los
dones que hemos recibido, incluso nuestros sufrimientos. Aceptémoslos
con valor y disponibilidad de corazón. Sólo el Señor puede contentar
nuestro corazón, porque la paz y la dicha vienen de arriba y no del
mundo. El Espíritu Santo obra milagros en toda alma fiel y bondadosa.
En nuestra vida, aunque sea dolorosa, el Señor debe tener siempre el
primer lugar e nuestro pensamiento y en nuestro corazón”
Daba a todos una lección de amor y fortaleza sorprendente de espíritu,
olvidando el sufrimiento que se volvía cada vez más penoso, aún hasta
el final. Su peregrinación a Lourdes trajo un cambio total en ella y en
todos nosotros. El sábado pasado escuchamos en tu programa cuando
leíste su última carta: así como tú te conmoviste, también nosotros nos
pusimos a llorar inconsolablemente. No hubiera sido correcto abrir su
carta antes de enviártela, pero estábamos seguros de que contendría una
lección de vida basada en el amor y el sufrimiento. No esperábamos
escuchar la carta y ni pudimos preparar el equipo para grabar el
programa. Fue una pena.
¿Podrías transmitir la carta una vez más? Quisiéramos conservarla como
su última voluntad y su testamento espiritual. Gracias desde el fondo de
mi corazón por todos los donativos a Radio María.
Intentamos telefonearte pero fue muy difícil comunicarnos y por eso nos
limitamos a escribirte. No puedo darte nuestra dirección porque, tú
entiendes, estamos de paso y no tenemos un lugar permanente de
residencia por el momento.
En todo caso, ten por seguro que estamos disfrutando al máximo la
oportunidad de escuchar tu maravilla estación. Radio María es nuestra
maestra y queremos recopilar un tesoro de instrucción y hermosas
oraciones para llevarnos de regreso a Zurich.
Gracias de nuevo por todo y recuérdanos en tus oraciones. Por favor,
manda a celebrar la Misa por el eterno descanso del alma bendita de
María. Estoy segura de que también lo harás por nosotros.
Con amor y nuestros mejores deseos.
Tía R.

EL TESTIMONIO DE BÁRBARA
(Compañera y amiga de María de Nápoles)
Debido a la entusiasta acogida que tuvieron las cartas de María de
Nápoles, pensamos que también debíamos de duplicar, con el
consentimiento de la autora, esta pequeña colección de cartas enviadas a
Radio María por Bárbara, una amiga de María. Estas cartas describen y
documentan la conversión de un alma que sufre y que suplica conocer a
Dios. Un lazo invisible de amor une a Bárbara y María, porque fue a
través de la perseverancia de María, de su valor y de su fe profunda que
Bárbara descubrió el camino para levantarse por encima de una vida de
oscuridad y pecado y abrirse a la luz de Dios Padre.
Que la Virgen María ayude a todos aquellos que lean estas cartas a
extraer el mensaje centrar, que cambiará y mejorará sus propias vidas en
beneficio de quienes ni se sienten amados ni queridos por Cristo.
Federico.

Nápoles, 3.10.94
Querido Federico:
Ha pasado ya un año desde la triste muerte de María de Nápoles, Ella era
mi amiga y compañera en la triste experiencia de un modo infrahumano
de vida. Te escribo directamente a ti porque haces tanto bien a través de
Radio María, recordando a todos y rezando por todos en su triste realidad
de vida.
Estoy usando el nombre de Ana como mi seudónimo y no me avergüenza
contarte mi historia. También yo soy prostituta y no soy capaz de romper
con este círculo vicioso. María hizo grandes esfuerzos por mi
conversión, compartiendo mis penas y esperanzas, pero me temo que yo
aún estoy muy lejos de seguir su ejemplo. He escuchado una que otra
vez tu programa del sábado por la noche, algunas veces seguido de ese
pequeño espacio que dedicas al Padre Pío. Él fue un hombre excepcional
y es muy difícil imitarlo.
Fue por medio de María que conocí la estación de radio que hizo tanto
por ella sacándola del fango y elevándola hasta la cima misma. Incluso
ahora no puedo dejar de sintonizarla. Sobre todo, los sábados por la
noche, hago un sacrificio y me quedo despierta para escuchar las
hermosas explicaciones sobre la fe. También yo, como María, espero
poder pisar algún día suelo firme para seguirla en el camino que
emprendió. Mi caso es muy diferente al de María porque ella fue capaz
de ponerle fin a su humillante situación. Además, ella recibió el don de
una bondad excepcional. Era básicamente buena y generosa, y estaba
dispuesta a realizar cualquier sacrificio para escapar de su vida en el
arroyo. En poco tiempo recorrió el camino de la conversión y nos
sorprendió a todos. Ése es mi sueño: escapar del fango y alcanzar la meta
que María alcanzó con tanta fortaleza y sacrificio.
¡Pero ese Dios misericordioso aún está lejos de mí! A veces me
sobrecoge el llanto y – por qué no – la oración. Las oraciones salen por
sí mismas de un corazón que me sido despojado de la dignidad a la que
toda mujer tiene derecho. Me invade la tristeza cuando me veo rodeada
por individuos deshumanizados y sin sentimientos. Para ellos no somos
más que botes de basura (perdóname por esta expresión tan vulgar),
¡¡¡pero es la verdad y simplemente nos explotan!!! ¡¡¡Cuánto duele su
maldad!!! Los seres humanos están encadenados por ella. A veces pienso
que la bondad debe ser algo inventado, un cuento de hadas o una especie
de descanso y paz para mi alma en la soledad, lejos del ruido a menudo
escuchando Radio María, una estación fabulosa. ¿Pero alguna vez
encontraré a Dios? Eso es lo que busco. Lo llamo sin saber por qué, pero
Él está tan lejos. Casi he perdido toda esperanza…. He tratado de ser
buena, en el mejor sentido de la palabra, pero o bien mis ideales son
demasiado altos o mis recursos demasiado débiles, todos mis instintos se
resisten. El remordimiento constante por los fracasos del pasado me
mantiene en el punto de partida. Paso mis días en un estado de
postración. No estoy viva. No soy más que un vegetal y me siento tan
triste, tan incapaz de rezar y tan abandonada por Dios que a menudo me
siento tentada a terminar con todo, pero Radio María me da la fuerza para
no cometer un acto tan cobarde. Mi alma está atormentada.
Ahora, siento la urgencia, más fuerte que nunca, de cambiar mi estado
de cansancio físico y espiritual por una fe que pueda superar las tristes
circunstancias de la vida, en las que es difícil encontrar algún sentido o
propósito. Necesito una fe que me dé la seguridad del Cielo y de Dios
que ahora está tan lejos.
En mis horas más oscuras siento que me hundo y pienso que me he
perdido para siempre. ¿Quién podrá ayudarme en esta lucha que sostengo
yo sola? ¿Dios? ¿Dios? ¡Si tan solo pudiese creer!
Creer en que todo esto tiene sentido… el cielo y todo lo que me rodea.
La depresión profunda se ha convertido en mi estado natural y mis
nervios son puestos a prueba. Pienso a menudo que mi vida es vacía y
que no tengo futuro ni esperanza. Mi alma deambula en la oscuridad y
busco desesperadamente pisar suelo firme en el que pueda cimentar mis
esperanzas. Quiero salvarme de la desesperación de mis días huecos,
vividos en la inercia que está arruinando mi juventud. ¿Hacia dónde
tengo que ir? ¿Hacia qué fuente, para saciar la sed que me quema y
extingue mi vida? ¿Dónde está la verdad? ¿Hacia dónde voy?
En cuanto al mundo, éste me ha defraudado demasiadas veces. Siento
únicamente el más grande desprecio y disgusto por él. Sucumbo a los
asaltos de mi conciencia que, a pesar de todo, sigue estando viva. Siento
remordimiento por no haber respondido a los llamados de la gracia y a
veces me siento aplastada. ¿Cómo puede Dios perdonarme si todavía no
le he pedido perdón? ¡Si nunca he hecho en realidad un verdadero acto
de fe, si no puedo decir con toda honestidad “creo”! además, después de
tantos errores y fracasos, ya no tengo valor de creer!!!
Y ahora debo terminar, con la esperanza de pronto poder encontrarme en
un mejor estado espiritual. A ti, Federico, un abrazo muy cariñoso.
Saludos a todos tus radioescuchas, por favor, recen por mí.
Por favor, no trasmitas mi nombre real. Estoy usando el de Ana por el
momento, Espero, algún día, poder contarles mi historia con mi nombre
real.
Hasta pronto.
Ana

Nápoles, 1.11.94
Muy querido amigo, Federico:
Te escribo con el corazón estallándome de gozo y quiero compartir mi
alegría con todos, especialmente con los escuchas de Radio María. Es
una estación fabulosa. Ahora puedo contarles mi historia con mi propio
nombre. Mi nombre es Bárbara – ya no el seudónimo de Ana – sino mi
nombre y mi identidad reales.
Ya no tengo miedo de darme a conocer porque Dios está conmigo ahora
y, con Él, todo es más claro y verdadero. Acabo de regresar de San
Giovanni Rotondo donde estuve orando durante algunos días. Pasé el
tiempo rezando en la tumba del Padre Pío y con ayuda, me preparé para
hacer la paz con Dios a través del Sacramento de la Penitencia.
Tengo que agradecerle a María de Nápoles por todo, por mostrarme el
rumbo para recorrer el camino de la fe, permitiéndome conocer a su
confesor, un fraile capuchino. Ella me convenció de que la Confesión no
es algo de otro planeta, porque ella misma la experimentó. Cuando llegó
el momento, con el mismo confesor en San Giovanni Rotondo compartí
la misma experiencia hermosa de la Confesión. También para mí fue
algo que no puedo describir, cuando yo misma sentí lo que era estar cara
a cara con Dios misericordioso. Después, platiqué con el sacerdote largo
rato acerca de María de Nápoles. Él me dijo que ella está en el cielo y
que reza por mí y que somos hermanas en Cristo.
Ahora deseo pertenecerle sólo a Dios. He pedido Su gracia para cambiar
para bien y para vivir una vida sin conflicto y llena de paz en Cristo
Resucitado La gracia que ha transformado mi vida se extiende ahora más
allá de mí misma. Causando sorpresa entre toda la gente que me conoce
de antes.
Le he prometido a Dios que si me concede la gracia de perseverar en la
fe, me consagraré a Él para servirlo de manera más perfecta. Sigo
pidiéndola que me dé la gracia de saber qué es lo que tengo que hacer y
una vez que lo haya entendido, que me dé el valor de realizarlo a través
de la vocación a una vida más santa y más perfecta. Estoy convencida de
que estoy por experimentar una de las más hermosas acciones de la
Voluntad de Dios: la unión de la criatura con su Creador: mi vida entera
no será suficiente para agradecerle a Dios las gracias que Él me ha
concedido: el regreso a una vida de fe. Esto es verdaderamente un
milagro.
Una dulce paz y serenidad que nunca antes había conocido se han
apoderado de mi alma. He descubierto el lugar oculto donde puedo
satisfacer mi sed de amor, a los pies clavados y sangrantes de Nuestro
Señor crucificado. Ahora me siento fuerte, libre al fin de los lazos y las
trampas de un mundo mentiroso y fuera del alcance de aquellos que
deliberadamente aplastan pobres almas y las arrojan en el fango. La
oración es el único modo de alcanzar la cima más alta, porque Dios nos
ama a todos y, como Padre amoroso, Él siempre está cerca.
Escucho Radio María todo el tiempo especialmente los sábados por la
noche cuando se transmite tu programa. Después de que leíste al aire mi
primera carta – tan diferente a ésta – lloré toda la noche; pero cuando
llegó la hora del Rosario, recobré mis fuerzas y pude arrodillarme y, por
primera vez, recé contigo las hermosas palabras del Ave María. No
conocía yo la existencia de esta dulce cadena que nos une a Dios por
medio de Su Madre. Es un vínculo de salvación contra los ataques del
enemigo infernal, el camino del pecado a la vida, ¡¡¡algo realmente
maravilloso!!!
La gracia de Dios ha iluminado mi mente, revitalizando mi existencia
entera y restaurando mi dignidad humana. Qué hermoso es vivir a la luz
de la gracia de entender que esta iluminación de la mente es un regalo
invaluable de Dios. Acudo a ti y a todos los escuchas de Radio María
para suplicarles una vez más que me recuerden en sus oraciones y
también a todas las jóvenes mujeres que siguen atrapadas en manera tan
inhumana de vivir. Por mi parte, haré todo para persuadir a aquellas que
muestren algún digno de añorar otros valores, de abandonar su vida llena
de pecado.
Termino con mis mejores deseos para todos en el Señor y… oren, oren
por mí, realmente lo necesito.
Gracias. A ti, Federico, mis mejores deseos y un abrazo cariñoso.
Bárbara
Ya no vivo sola sino rodeada de amistades buenas y sinceras. Gracias y
hasta pronto.

Nápoles, 25.11.94
“Todo lo puedo en Aquel que me fortalece”
Mi querido amigo Federico:
Después de haber pasado un tiempo en silencio, en completo abandono
a la voluntad de Dios, escuchando Su voz para descubrir lo que Él quiere
de mí, acudo a ti y a tus radioescuchas una vez más. Quiero
comunicarles, con gran alegría, que entro a un convento de clausura.
Antes de tomar esta importantísima y crucial decisión quise hacer la
prueba de quedarme unos cuantos días en el propi convento. Pasé por
períodos indescriptibles de gozo y serenidad cerca de Dios, quien nunca
dejó de estar cerca de mí ni de hablarme con Su amor paternal y
misericordia. Él encontró a la oveja perdida que estaba muerta y ahora
vive. En la soledad y el silencio interior me di cuenta de que lo único que
quiero es ofrecerme a Dios, día a día, por mi propia salvación y por la
salvación de otros.
Las puertas del convento se han cerrado y yo he dejado atrás para
siempre el mundo falso, mentiroso y lisonjero. La Madre Superiora me
recibió con amabilidad y compresión maternales y me dio algunas
palabras sencillas de aliento. Ella me mostró que entendía totalmente que
mi caso era complicado y poco usual.
He abrazado ardientemente mi vocación. En poco tiempo, he recibido
muchos dones de la gracia de Dios. Ahora mi alma anhela despojarse de
todo por Su gracia y sólo desea ser liberada de cualquier apego a todo lo
que no sea Él, sedienta de estar en soledad con Dios, fuente de la eterna
felicidad, como mi único compañero. Cualquier voz mundana, cualquier
llamado a sentimientos mundanos y cualquier deseo deben desvanecer y
desaparecer en el silencio que se alcanza sólo a través de la gracia de
Dios.
¡Olvidarlo todo! No tengo deseos de recordar el mal que la vida me trajo
ni ninguna de sus amarguras. De ahora en adelante, la vida entera no me
alcanzará para darle gracias a Dios y para agradecerles a ustedes también,
porque sus oraciones jugaron un papel importante en mi conversión.
Gracias desde lo más hondo de mi corazón y ahora yo puedo rezar por
ustedes en todas las tristes situaciones de este mundo infeliz que
conocemos tan bien. Más allá de esto, desde estos muros santos, mi alma
buscará y encontrará su plenitud en Dios, el único y verdadero bien.
Mientras escribo estas líneas, mi mirada está fija en una cruz de madera
oscura que cuelga de la pared de mi celda diminuta. La cruz está desnuda
y no tiene ninguna imagen. Cristo no está ahí. Ésta es la cruz de madre
sobre la cual debo crucificarme yo misma, todo mi orgullo, todo mi
pasado, todas mis pasiones. De ahora en adelante será una vida de
pobreza e una rutina diaria sin cambios, escondida del mundo, una vida
de autoinmolación.
Éste es mi único tesoro. Cuando comencé mi vida como monja le
supliqué a la Madre Superiora que no hiciera concesiones conmigo.
Anhelo el sufrimiento, el sacrificio y la humillación y por encima de
todo, ¡¡¡hacer reparación!!! Mi vida presente, muy ajena a los años que
pasé en el arroyo, demanda; día a día, la dolorosa negación de mí misma.
Ahora me doy cuenta de que mi alma ha encontrado un nuevo reino,
moviéndose armónicamente del trabajo a la oración y de la oración al
trabajo. “Ora et labora”: ésa es nuestra consigna cotidiana.
Me temo que aún puedo recordar vivamente las duras raíces y las
amargas alegrías de las cuales solía alimentarme y siento una honda
tristeza cuando pienso en mis desafortunadas compañeras que siguen
pérdidas en el arroyo con todas sus humillaciones. Lo único que
podemos hacer es orar: la oración es la única arma y sin ella no hay
salvación. Romí las cadenas que me ataron tantos años y mi alma ha
comenzado tímidamente a volar. Ahora que me encontrado de nuevo a
mi Dios puedo contar Su amor por toda la eternidad. Dios es mío, Él es
mi amor, Él es mi todo y mi eternidad.
Hay tal paz en mi alma: he recobrado la luz y el calor. Le he dado mi
corazón a Dios quien nunca dejó de estar cerca de mí, aun cuando yo
estaba en el camino del pecado, pero Él nunca se cansó de esperarme.
Me doy cuenta de que me esperan algunas batallas que “El Cosaco”,
como el Padre Pío lo llamaba, siempre está ahí pero yo creo que mi
espíritu ha sido fortalecido por la verdad interior y así seré capaz de
alcanzar el silencio de amor. En este silencio, mi alma expresará la
negación de sí misma y el total compromiso a la Voluntad de Dios. Y
ahora debo terminar – aunque se quedan ustedes en mi corazón.
Entenderán mis razones para no revelar el nombre del convento ni de la
cuidad donde estoy. Deseo vivir totalmente oculta. Si mi Padre Celestial
está conmigo, ninguna otra cosa me hace falta.
Mis mejores deseos a todos; a ti, Federico, un abrazo cariñoso. Seguiré
escuchándote en mi pequeño radio – mi única posesión. Recordémonos
unos a otros en nuestras oraciones. Que la ternura de Jesús llene nuestros
corazones. Perdón por escribir esta carta a máquina, pero mi letra es
ilegible
Adiós, de nuevo
Bárbara

25.01.95
Querido Federico
Soy Bárbara y te escribo de Convento de Santa Clara – no diré desde qué
ciudad, no sería prudente, tú entiendes por qué. No tenía intenciones de
volver a escribirte, quería vivir recluida y en absoluto silencio porque
sólo Dios me basta. Estoy disfrutando de un período de gran serenidad.
El convento me ha permitido renacer a una nueva vida y olvidar mi triste
e infrahumano pasado. “De las tinieblas a la Luz”. Quisiera gritarle al
mundo entero – y especialmente a mis antiguas compañeras – que no hay
alegría más grande que vivir una vida en unión con Dios, una vida de
pureza y claridad. Mi oración constante es que también ellas puedan
probar la hermosura de la salvación. Confío en las oraciones de todos en
Radio María, desafortunadamente ellas están solas y abandonadas a su
suerte; una vez más les suplico: “Sigan Orando”. Son almas que esperan
ser salvadas: eso es lo más importante.
Pero vayamos al grano. Hay una razón para escribirles y me temo que es
triste. Una triste noticia me llegó inesperadamente y me siento obligada
a transmitirles la información; porque ustedes hicieron muchísimo por
María de Nápoles y su familia, incluyendo a su padre. Él cumplió su
sentencia en una dura prisión y luego vino su impresionante e
intempestiva conversión. Los tíos de María han regresado a la Casa del
Padre. La tía Rosalba, a quien tú conocías, y el tío Claudio fueron
víctimas de un fatal accidente de carretera. Sufrieron quemaduras tan
graves, que su identificación fue casi imposible. Iban de regreso a Italia
desde Suiza. Su primera parada hubiera sido Radio María para
agradecerles todo lo que ustedes habían hecho por ellos a través de tu
programa. “El hombre propone y Dios dispone”.
Lo único que podemos hacer es inclinar la cabeza y aceptar cada parte
del plan del Señor - ni una sola hoja cae del árbol sin la voluntad de Dios
– y dar gracias incluso en el dolor. Es así como esta familia, tan
duramente probada, llegó a su fin. Sólo nos queda rezar por sus almas
para que puedan llegar a su meta, a su casa celestial donde veremos un
cielo nuevo y una tierra nueva.
Quisiera contarte más pero el tiempo es breve y el deber me llama a la
regla del convento: “trabajo, oración y obediencia”.
Con mis mejores deseos para todos tus radioescuchas y un abrazo a ti en
el Señor.
Adiós.
Bárbara

Agosto de 1995
Querido Federico:
Soy Bárbara, la amiga de María y su compañera en el triste estilo de vida
que tú sabes. Gracias a ella, volví al redil y ella ha estado conmigo, día
a día, para levantarme del fango y elevarme en la cima más alta de la
perfección, por medio de la purificación y la sorprendente conversión de
una vida en ruinas.
Como tú sabes, he ingresado a un convento y ahora estoy en paz y llena
de gozo, a pesar de haber abrazado una vida de sacrificio, negación de
mí misma y renuncia a mi propia voluntad. Para nuestro Esposo, todo es
nada en comparación con Su Cruz y Su Pasión, para rescatar a la
humanidad del pecado.
Te escribo por una razón importante – un asunto que, estoy segura,
interesa mucho a todos los oyentes de Radio María y especialmente
importante para ti, porque tú, como un amigo auténtico, hiciste tuya la
historia de María de Nápoles. Tengo que decirte que María no fue
sepultada en Lecce sino en Suiza. La razón es que cuando todo estaba
listo para trasladar su cuerpo a Italia para enterrarlo allá, surgieron toda
clase de dificultades y sus tíos decidieron hacer el funeral en Suiza,
posponiendo por lo pronto el regreso a Italia. Ya te he contado los tristes
sucesos. Lamentablemente, no pudieron librarse de un cruel destino.
Pero es cierto que no hay mal que por bien no venga y María fue
sepultada junto a las tumbas de su padre y sus tíos, muertos tan
trágicamente.
Creí que era mi deber decírtelo porque escuché en tu programa que te
habías preocupado al no encontrar su tumba en Lecce. Por favor sigue
omitiendo mencionar su nombre real. Como sabes, ella siempre buscó el
anonimato por diversas razones. Perdóname por importunarte, pero
María sigue estando cerca de mi corazón.
Con mis mejores deseos –mantengámonos unidos en oración.
Tuya en Cristo.
Bárbara
¡¡¡Hasta Siempre!!!

También podría gustarte