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17/06/03

Violenta vida

Primer plano: Director de escuela media discutiendo con una estudiante y su madre.
La cámara se aleja, plano más amplio de la oficina: dos escritorios, tres sillas, cinco personas.
Tres adultos sentados (dos madres, un director), dos alumnas de pie.
Transcurre la cuarta hora de conversación entre funcionario estatal y madre que solicita justicia,
acerca de pelea ocurrida una semana atrás.
Comenzó en la escuela por una pelota; continuó la noche siguiente (sábado) entre dos grupos
familiares que se cruzaron casualmente frente a Parque Chacabuco -ciudad de Buenos Aires, Zona
Sur. Ambos iban a buscar alimentos a la Parroquia de la Medalla Milagrosa. Una de las chicas
terminó con la nariz rota.
Visita al Hospital Piñero, derivación al Garraham, intervención policial. Madre debe explicar que
no fue ella quien rompió la nariz de su hija; que sí estuvo presa un año atrás -embarazada- por
desfiguración de rostro, pero que ni entonces ni ahora desfiguró a ninguno de sus hijos (a quienes
arrea delante suyo a coscorrones) sino a vecina que se metió con sus hijos. En los dos hospitales
debe aclarar la situación ante la policía, sienta denuncia por agresión, junta bronca...

“La vida humana se reduce al verdadero padecimiento, al infierno, cuando se superponen dos
eras, dos culturas y religiones... Hay épocas en las que una generación íntegra queda así atrapada
entre dos eras, dos formas de vida, y, en consecuencia, pierde toda facultad de entenderse a sí
misma y no tiene ninguna pauta, ninguna seguridad, ningún simple asenso” (Herman Hesse: El
lobo estepario).

El lunes entra a la escuela, a media mañana, con cuatro de sus hijos delante. Primera hora y
media de conversación, básicamente reconstrucción de los hechos (ardua de concretar ante cinco
personas que se ceden el turno para gritar).
Martes por la tarde, segunda hora de conversación (relato de pronóstico médico e implicancias
de la denuncia policial). Miércoles al mediodía, tercer momento: reclama sanción escolar para la
agresora. Jueves 1° de mayo, feriado. Agréguese hasta allí conversaciones del director con testigos
de ambas partes, reiterados mensajes a la madre de la acusada para que se presente (no tiene
teléfono, su hija no viene a la escuela esos días).
Viernes, de 9 a 11.30 de la mañana, escena final que incluye:
- entrada de la otra madre con su hija, conversación con el director, llamado telefónico a las
primeras, reunión de ambas partes,
- nueva catarsis de la primera madre y de su hija, que solicitan justicia,
- reconstrucción consensuada de los hechos,
- recorrido -a cargo de ambas madres- por variedad de temas secundarios: barrio en que vive
cada familia, visita de la madre reclamante a la casa de la otra en ausencia de ella, cantidad de hijos
de cada una (9 y 11), si se les debe pegar o no para educarlos, estilos de crianza (una -más joven-
lleva sus hijos a cuestas, la otra los deja sueltos y los sigue hasta donde puede), causas judiciales
que pesan sobre cada familia, estrategias familiares para conseguir alimentos, una -la que lleva sus
hijos consigo- insiste en dejar sentado que “mis hijos no son chorros”, la otra no puede, ambas
mencionan defectos y virtudes de la escuela de sus hijas, etc.,
- emisión de sentencia (ambas chicas suspendidas una semana),
- reconocimiento de amistad preexistente entre las chicas y
- amistoso saludo final entre ambas partes.

Mail de Ernesto desde Jujuy:


“Sabe, padrecito... Creo que Dios nos dio los hijos para agrandar el potrero común
donde podamos sembrar las cosas buenas y lindas que nuestro pueblo conoce desde
muy antiguo... Antes, cuando podíamos vivir como nos enseñaron, en todos nuestros
pueblos había potreros de todos... Campitos donde todos sembrábamos para que a
nadie le falte... Creo que nuestros changos y chinitas son eso: "Potrero de todos" donde
entre todos les sembramos dentro las enseñanzas de Dios que nos dieron los
antiguos.... Las enseñanzas son buenas semillas... el potrero es bien grande: todos
tenemos muchos hijos... La esperanza es muy buena: TENEMOS FUTURO...”

Escena “de color” a manera de contexto: es el segundo caso de nariz rota que conozco que
enderezan en el Hospital Piñero sin anestesia. A mi hijo Matías, en cambio -clase media, cutis
blanco-, en el hospital público de su barrio le arreglaron la nariz con todos los cuidados del caso, sin
producirle ningún dolor –cosa que algunos seres queridos, lamentaron.
Escena paralela de la que tomé conocimiento después: en simultáneo con la escena final, en sala
de profesores una alumna conversa por teléfono con compañero que la llamó desde un instituto de
menores. Llamados similares ocurren desde hace un tiempo (desde que tenemos alumnos presos),
personalmente los permito y aliento. La alumna llegó hasta el teléfono buscada por su preceptora.
Comienza el recreo, llegan profesores, cuatro de ellos cuestionan a preceptora acerca de la presencia
de la alumna, quién la había autorizado y por qué no se les había comunicado a ellos (reclamo que
se reitera cuando alguien no está de acuerdo con una decisión mía), la preceptora responde en mal
tono al mal tono del planteo, se producen nuevas expresiones de enojo que se acumularán en el
ambiente hasta alguna reunión docente en la que cada parte dejará a salvo su buen nombre y honor.
La escena paralela no es casual, no es arbitraria, no pertenece a otro guión: reitera, a manera de
síntoma, una línea divisoria interna en la escuela (en las instituciones, en la sociedad), a ambos
lados de la cual nos alineamos y cascoteamos.

Continúa Ernesto:
“Esto lo contó una mamá, joven en años y llena de hijos; quiso decir con sus
palabras lo que llevaba en el alma... Sus miedos, su esperanza y el cansancio por tanto
desamor (así le llamó a la distancia que la búsqueda de trabajo le impone con su
hombre). Lo compartió con “emoción Puneña”, esa que sale afuera hecha susurro y
que obliga a los que escuchan al silencio...
“Pensé en la “revolución que vamos a haciendo” e imaginé a mi pueblo cargado de
hijos, sembrando con tozudez vientres y esperanzas... Buscando un futuro donde la
fuerza de Dios se haga frutos de justicia y fiesta para tanto “desamor” que se nos
impone...
“En el frío silencio de la noche de Susques pienso en los distantes (y queridos)
vecinos del Bajo Flores... en mi partida hacia “el silencio”, buscador de caminos para
ser signo de Dios entre tanta vida y ¡tanta muerte!
“No tengo las respuestas (que busco con tenacidad y dolor), pero en medio de mis
preguntas siento que las palabras que compartimos desde el cariño, siembran futuro
para este loco enamorado del corazón de un pueblo que de pura generosidad, derrocha
vida ante los poderosos...
“¿Revolución matriarcal y cismática? Tal vez... Seguramente violenta vida que
nunca se resignó a ser sólo parto y quiere ser futuro...”

Alberto me dijo hace seis años: “es difícil discutir con gente que tiene razón”. Describía
sinsabores cotidianos de funcionario público de tercera línea en área sensible. Durante el
menemismo formó parte de una de tantas bandas de nostálgicos que nadaron contracorriente.
Lograron abrir escuelas de adultos, mejorar su reglamentación, escuelas secundarias en villas,
designaron directores capaces (le debo el cargo, no la modestia). Honesto, competente, talentoso,
desde entonces trabaja en las entrañas del monstruo1.

1
Metáfora. José Martí decía esto de sí mismo en la época en que trabajó como periodista en Estados Unidos.
El Comité de Negocios de la Burguesía2 suele alojar en su brazo izquierdo3 grupos empeñados
en resolver problemas de las víctimas del Comité. El Comité necesita de esos grupos, obtiene de
ellos legitimidad; ellos sirven a la comunidad al precio de ligar bifes por derecha e izquierda, desde
arriba y desde abajo. Ginés González García llegó a Ministro de Salud recorriendo el brazo
izquierdo. Alberto es ahora viceministro de educación. Asumió traspirando, con cólico renal. Mi
tercer hijo se llama Alberto.

Durante los últimos 30 años se escribió mucho acerca de “educación y pobreza”. Tenemos
importantes especialistas en universidades, profesorados, secretarías y ministerios de educación, en
las escuelas... Algunos viajan a seminarios internacionales, publican libros y páginas web, ganan
becas... damos becas a los alumnos y comida y atención médica y talleres de prevención (tenemos
un Plan Nacional de Prevención del Delito, un Programa de Atención de Comunidades Vulnerables,
increíble la cantidad de cosas que tenemos). Acompañamos a los alumnos a los hospitales, a los
institutos de menores, al cementerio. Sostenemos el discurso del brazo izquierdo del Estado,
mientras El Comité concentra la propiedad de la tierra, cosa de alimentar al mundo pudiente en base
al hambre y la sed de tanto compatriota.
En nuestra división estamental de poderes resulta más sencillo hacer todo eso -y construir
además cárceles modelo- que crear trabajo para terminar con la pobreza. División de poderes que
exhala y reproduce en las instituciones los lentos movimientos de reacomodación de cada sector de
nuestra sociedad post dictadura.
Mientras la clase política tuvo asegurada su subsistencia, no se iba a amargar por la del prójimo.
Los hechos del 19 y 20 de diciembre, modificaron algo. Las apuestas suben, los ánimos se
encienden, sectores sociales se reagrupan, viejas lealtades cambian: la Ley revela su humana
hechura, pierde omnipotencia, rigidez, hace lugar a la política.

Murió Ramón, otro exalumno. Probablemente estaba cansado. Lo mató un conocido, harto de ser
maltratado. Aspiraba pegamento y mantenía a su familia desde los 7 años. Tenía ahora 19 años y 11
hermanos.
Discutí con él y otros exalumnos merodeadores del comedor de la escuela, horas antes:
-Vení a la una y media.
-Yo quiero comer ahora, ¿me negás un plato de comida?
-Te lo niego ahora, vení a la una y media.
Conversación críptica, reiterativa, circular. Para ellos, la escuela es un lugar. Probablemente
idealizan unas normas que no pueden sostener, normas que -aún con la mejor buena voluntad de
muchos docentes- reproducen el orden social de incluidos y excluidos: no quieren comer en el turno
de vecinos, quieren el turno de alumnos. Ese viernes no los dejé. Por la noche encontró el tiro de su
conocido. Lo enterramos el lunes.

La reja de entrada de la escuela es una de las grietas locales del aparato estatal, por donde los
pobres meten cuña. Allí se discute el proyecto educativo: quién puede entrar y quién no, quién
pertenece / quién no y, en consecuencia, qué nos propondremos / qué podremos hacer.
¿Qué habría que hacer?
La clase política no se fueron todos, y sostiene el deseo de la subsistencia asegurada. La clase
media los criticamos y sostenemos. La clase baja presiona en las grietas, empuja, penetra, vuelve a
ser expulsada.

Ramón, hermano mayor de la alumna que partió nariz. Su madre sostuvo con dignidad una larga
discusión con la otra madre, supo pedir disculpas, aceptar la sanción, buscar el acuerdo. Cumplió su
parte. Experta en soportar golpes y obstáculos de la vida pobre, no encuentra todavía salida para sus
hijos. Los mantiene sanos. Durante el velorio -luego de 48 hs. de trámites- la vi mal, cargando de
2
En alguno de sus escritos, Carlos Marx denomina así al Estado.
3
Bordieu, sociólogo francés contemporáneo, utiliza este término.
pronto además de once hijos y una pena, toda la crítica experta acerca de la irresponsabilidad de los
pobres.

El año pasado Ramón hizo conducta y logró pasar del Roca -instituto de menores- a una
comunidad terapéutica. A continuación se fugó. Vino a visitarnos a fines de octubre. Comentamos
con su preceptora -que lo visitaba en el Roca- como quien diagnostica:
-Está jugado.
Ahora, al enterarse de la muerte de Ramón, aprieta los dientes, contiene el llanto, suelta en
silencio dos lágrimas; dice: trabajamos con enfermos terminales... no voy a ir al velorio, no quiero
recordarlo así.

Hace un año visitó en la casa a otro que recién salía. Le dijo: cuidáte, no te juntes otra vez con
los mismos...
-¿Con quién me voy a juntar si están todos o presos o muertos? -salía de caño con amigos en la
época en que la madre vendía droga. Le hicieron inteligencia, le reventaron la casa, cayó junto a
otros quince.
Juntamos ex compañeros egresados, jugamos al fútbol en el patio de la escuela, este año
comenzó el secundario de adultos, está de novio, intenta zafar.

Sicólogo nos habla de “Resiliencia” en reunión de directores/as: capacidad humana de


sobrellevar una situación crítica y salir fortalecido. Cada abusador suele tener un abuso en su
propia historia. Pero la mayoría de los que sufrieron abuso, no se vuelven abusadores. En estos
casos, lo que se comprueba, es que les fue posible superar el dolor porque encontraron prójimos
en que apoyarse.
Para eso nuestras reuniones: prójimos en que apoyarnos.

Visita de cortesía de los nuevos delegados/as de manzana del Barrio Illia. Me informan sus
deseos acerca del Centro de Salud y agradecen que hayamos participado en el reclamo.
Saco el tema de la policía, de alumnos buscados por ella. Discutimos cortésmente: hay policías
buenos y malos, la institución es buena. Hay policías buenos que no progresan, quizás la
institución no sea tan buena. Promuevo la discusión; los argumentos más duros y opuestos salen de
boca de los delegados. Ahora sí nos hemos presentado, cada uno sabe con quién puede contar para
qué.

El Gordo, ex cana, ex presidente del barrio desplazado por los nuevos delegados/as, enemistad
que mantenemos con efusivos saludos de palmadas en la espalda, me invita a tomar café a su casa.
En homenaje a su tremenda humanidad, me traslado. Quiere poner la virgen de San Nicolás en la
ochava de la escuela frente al Illia. Estoy de acuerdo, con pared en la que puedan ponerse flores y
placas.
Habrá que ver qué piensan evangélicos del alumnado y ateos del cuerpo docente (recuerdo
alumno evangélico, arisco con profesora bondadosa: ella dijo que era atea, él la miraba como al
diablo).

Graciela, tía de Maxi (primera promoción, muerto -el Gordo me había advertido que no lo
inscribiera en la escuela) y de Darío (primera promoción, preso), madre de Nahuel (bajo juez) y de
José (actual alumno, despierto y problemático como Maxi) viene día por medio a conversar
conmigo, vicedirectora y preceptor.
No cesa de confesar sus errores. Seis años atrás, negaba. “Sabe” que redimirá su culpa si puede
preservar a José hasta que zafe. Su culpa no es una apreciación mía: es una tonelada de dolor que
lleva puesta. No va a creer en sí misma hasta que no vea a José enderezado. Y como no cree en sí
misma, desespera de que su hijo se enderece. Graciela es una desesperación que no baja los brazos.
Aldo hablaba con ella. Y con la mamá de Sapito, que lo tuvo un tiempo a Ramón, y Ramón
andaba bien y volvió a ser chico por unos meses. Prójimos en que apoyarse: “ayudar a que la gente
se encuentre, que tengan un grupo, de ahí salen las cosas después” -así describe su tarea de
sicólogo a cargo del centro de salud de la villa. Condiscípulo formado en la amistad de Ernesto, que
nos decía antes de su exilio: hay que formar banda.
Graciela nos ilustra en los pormenores de la educación de delincuentes: Vita era mulo del
hermano desde los seis años, su hermano mayor, a la vista de los padres, alquilaba armas. Él
llevaba los paquetes, si lo agarraban, era menor... Pichichu trae armas al barrio, trabaja en el
depósito de armas de la Federal. Vos los ves ahí, sentados en el banco, ahí les explica a los pibes
lo que tienen que hacer. Los lleva a la casa, les da pastillas, porrito, les deja usarla como telo... Yo
tendría que haberlo denunciado... debí denunciar a mi hermana. Hasta ahora le echa la culpa a la
cana de la muerte de su hijo. Pero él y sus hermanos veían la transa, el arreglo con la brigada, con
los fiscales, les enseñó a mentir, a esconder... la cana le dio el último tiro nada más... Y yo vendí,
ya te conté... viuda, con los míos y los de mi hermana, cuando le reventaron la casa y se fue del
barrio, seguí yo. Siempre les dije a los chicos que no estaba bien lo que hacía, pero ellos te ven, y
vivís escondiendo, mintiendo, y tenés que prepotear a los vecinos... es chamuyo, para meter
miedo... ningún transa va a matar a un vecino porque se te acaba el negocio y te tenés que ir...
pero la gente te desprecia porque le enfermás los hijos, entonces te andás peleando con todos, y los
chicos ven eso, vieron todo eso...

Agustín es mapuche-jujeño: luego de la Conquista del Desierto, el General Roca trasladó


comunidades mapuches a distintos lugares del país. Una de ellas, a la Puna. Allí nació Agustín hace
62 años. Fue bautizado al hacer la conscripción. Le cambiaron su apellido Caliqueo por el del cura
Gutiérrez que lo bautizó.
Hizo la conscripción en la Armada. Se alfabetizó y estudió la Constitución Nacional a la que
integró en su cosmovisión religiosa, junto con tradiciones panteístas de sanidad física y espiritual
mamadas en su comunidad, y con el catecismo del cura Gutiérrez.
Sufrió arresto por golpear a un suboficial que repartía el alimento como mercadería. Hizo huelga
de hambre y de palabra. Hasta hoy recuerda emocionado las lágrimas de la alfabetizadora que lo
rescató de su mutismo. Que, para bien para mal y para siempre lo introdujo en la “sociedad
orgánica competitiva”, como él dice.
Viajó con la Fragata Libertad alrededor del mundo (en Japón calcularon su edad por medio de un
“estudio genético”, asegura), conversó con el Papa Pablo VI en el Vaticano, critica el entusiasmo /
la falta de perseverancia de los argentinos, nuestra desorganización, en base a comparaciones con
alemanes, japoneses y yanquis.
Durante el gobierno de Frondizi, viajó en la escolta naval de la delegación argentina a la
Conferencia de Cancilleres de Punta del Este. Cuenta que en el buque escuchaban por radio en
directo los discursos del Che Guevara.
Luego se instaló en una pensión del bajo, cerca de Retiro, ciudad de Buenos Aires; conoció a su
futura mujer, residente en la villa de Retiro. Se juntó con ella en la villa cuando Cacciatore comenzó
a erradicarla.
Entonces, se sirvió de la potente arma de su fe constitucional que lo hace ciudadano, hijo de Dios
y del Estado, con derecho a reclamo. Recurrieron a Tribunales, resistieron las topadoras y el
despliegue armado.
La familia Gutiérrez y muchas otras lograron permanecer en la villa de Retiro. Allí nacieron sus
cuatro hijos, que concurrieron a escuela céntrica -mientras la villa se repoblaba- hasta que estalló la
embajada de Israel frente a la escuela (una de sus hijas quedó con disminución auditiva) y
decidieron mudarse.
La Comisión Municipal de la Vivienda les otorgó una en el Barrio Illia. Las tres hijas mujeres de
Agustín egresaron ya de nuestra escuela secundaria.
Agustín cada día me predica su evangelio mapuche puneño constitucional y cristiano. Hace
cuatro años le ganó al Gordo la presidencia de la Cooperadora de la escuela. Le preocupa el estado
de los baños, las aulas sin luz, la desidia del mundo. Cuando necesitamos sensibilizar a algún
funcionario, allí va Gutiérrez a escenificar su evangelio.
Me trajo ejemplares del periódico de la Iglesia Universal: “habla de alimentación, los chicos
tienen que saber estas cosas”. Coincide con vecina de Ernesto: “los jóvenes son el amor al futuro”.
“Violenta vida que nunca se resignó a ser sólo parto y quiere ser futuro...”, con la vida de
Gutiérrez podría filmarse un videoclip explicativo de nuestra teoría huinca sobre Resiliencia.

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