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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE

MÉXICO

FACULTAD DE HUMANIDADES

LICENCIATURA EN FILOSOFÍA

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA: PRIMERA MITAD


DEL SIGLO XIX

ENSAYO FINAL: ENSAYO SOBRE EL TIEMPO (Y


LA RELACIÓN ESTÉTICA)

Por:
GUILLERMO PALMA MEDELLÍN

Mayo de 2021
ENSAYO SOBRE EL TIEMPO (Y LA RELACIÓN ESTÉTICA)

Be scorn’d, like old men of less truth than tongue;


and your true rights be term’d a poet’s rage,
and stretched metre of an antique song:
But were some child of yours alive that time,
you should live twice, in it and in my rime.

Sonnet 17, William Shakespeare

En 1927 la academia otorga el premio nobel de literatura a Henri Bergson,


diciendo: in recognition for his rich and vitalizing ideas and the brilliant skill which
they have been presented1. Sin embargo, él recibiría dicho premio hasta el año
siguiente, en 1928. Hace seis años, el mismo comité había otorgado a Albert
Einstein el premio nobel. Se sabe que Henri Bergson mantuvo una cálida disputa
con este último teórico-científico por diferencias en las concepciones del tiempo.
En su obra Materia y memoria, Bergson recalcaría el error de suponer al tiempo
como una cuarta dimensión del espacio, con lo cual, también denunciaría que
es un error suponer al tiempo como una línea en la cual hay varios puntos que
se encuentran yuxtapuestos, tal como se hace en la teoría de la relatividad. Ya
había manifestado en su tesis doctoral Ensayo sobre los datos inmediatos de la
conciencia que si nosotros hacemos en el espacio (esto es, espacializamos) la
vida psicológica gracias a la influencia de el movimiento y las ideas de la ciencia
(asimismo podríamos afirmar también en este ámbito al lenguaje), entonces
caemos en una concepción errónea de asociar nuestra vida anterior a dichos
atributos y, digamos, finalmente abandonar el libre albedrío. Ahora bien,
considero esencial abordar ese tema del tiempo, acaso el tema de importancia
metafísica con más opiniones (una clara muestra de lo mucho que debería

1«En reconocimiento por sus ideas ricas y vitalizantes y la brillante habilidad


con la que han sido presentadas»
interesarnos estudiar el tiempo), para el objetivo de este ensayo, así sean
provisorias nuestras conclusiones.

§1. La eternidad

El 23 de junio de 1978, el escritor argentino Jorge Luis Borges, pronunció una


serie de conferencias de simple ocurrencia oral, en donde se daba la tarea de
indagar diversos temas. Una de ellas se llamaba precisamente «El tiempo», en
la cual diría:

Creo que Henri Bergson dijo que el tiempo era el problema capital de la
metafísica. Si se hubiera resuelto ese problema, se habría resuelto todo.
Felizmente, yo creo que no hay ningún peligro en que se resuelva; es decir,
seguiremos siempre ansiosos. Siempre podremos decir, como San Agustín:
“¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé. Si me lo preguntan, lo
ignoro.”2

Ahora bien, así como Bergson considera este problema del tiempo
fundamentalmente como metafísico, del mismo modo, bien lo sabemos (o
siquiera lo intuímos), también está dentro de la esfera física. En este terreno es
mucho más jabonoso, y hasta terrible el tema. Pues en el trabajo Ensayos sobre
los datos inmediatos de la conciencia, Bergson vería una suerte de reanimación
del extraño, pero tan vívido argumento de Zenón de Elea a propósito del
movimiento. Ahora bien, estas cuatro aporías, de grata recordación, claramente
no sólo refieren a la idea del movimiento físico de un móvil, sino también a
aquella extraña esfera del tiempo. El fino sentido de Zenón le permitió ver una
cosa tan compleja como las contradicciones y paradojas de cualquier tipo de
cambio. Éste considera cuatro formas de abordar espacio y tiempo: según sus
combinaciones entre finito o infinito, es decir, que en una aporía abordaría el
tiempo como finito y el espacio como infinitamente divisible, tal como se hace en

2BORGES JORGE LUIS, Miscelánea I, Penguin Random House Grupo


Editorial, Ciudad de México, 2017.
la del corredor o el móvil que no puede arrancar, luego, otra toma el tiempo y el
espacio como infinitamente divisible, como la famosa aporía de Aquiles y la
tortuga. Veamos, brevemente, la aporía del corredor que no puede llegar a la
meta (también referida como la del inmóvil que no puede arrancar), esta va así:
Si pensamos que el espacio es infinitamente divisible, pero prescindimos de esa
precisión en el tiempo, tenemos a un corredor que teniendo que recorrer el
entero de una pista, primero debe recorrer su mitad, pero antes la mitad de esa
mitad, pero mucho antes la mitad de la mitad de la mitad, y así hasta el infinito,
de modo que es imposible que pueda arrancar. 3 Ahora bien, podemos pensar,
por ejemplo, en la geometría para analizar bien los efectos de esta aporía.
Tomemos el punto, y según se sabe en geometría el punto es una
representación abstracta carente de extensión alguna. No posee medida que lo
haga computable de ningún modo. Ahora bien, ¿qué es la línea? También
acorde a la geometría, la línea es la suma indefinida de puntos, luego, la
superficie es una suma indefinida de líneas y si nosotros queremos el volumen,
del mismo modo sumaremos indefinidamente superficies. En fin, que ya se
puede ver lo evidente y extraño del espacio, ¿cómo una cosa que carece de
medida alguna, como lo es el punto, viene a constituir las cosas? Esta es una
evidencia que sentiría de modo quizá terrible Henri Bergson, así como cada uno
de nosotros puede sentirlo, Henri Bergson. William James, contemporáneo y
amigo de Bergson, argumentaría, retomando esta aporía, que en la dimensión
espacial ciertamente sucede una cosa grotesca de sumas de nadas, sin
embargo, nada nos impide aplicarlo al tiempo. Entonces podemos decir que antes
del minuto 5, debemos de transitar el minuto 2 y medio, y antes de ese tiempo su
respectiva mitad, y ya se ve cómo aplica este mismo razonamiento.4 Podría ser que
alguno dijera que eso es absurdo, que, naturalmente, en la realidad transitamos sin
problemas esos cinco minutos. Pero aquí yo, haciendo eco de este razonamiento,

3 GARCÍA CALVO AGUSTÍN, Lecturas Presocráticas I, Editorial Lucina,


Zamora, 1992.
4 JAMES WILLIAM, Un universo pluralista: filosofía de la experiencia, Editorial

Cáctus, Buenos Aires, 2009.


preguntaría, ¿qué es la hora? Digamos, la constitución de sesenta minutos. Luego,
¿qué es el minuto? La suma de sesenta segundos; y luego, ¿qué es el segundo?
La suma de tantos milisegundos, y ya se ve que, como no haya forma de ir dando
saltos de un lugar a otro, no hay argumento que nos salve de derrumbar al tiempo
como simple fe de que pasa el tiempo. Y entonces, nos veríamos obligados, si es
que tenemos buen sentido en el pecho y las sienes bien en claro, a admitir como
Bergson que, en efecto, no puede ser el tiempo una sucesión yuxtapuesta de
puntos, tal como lo supone Einstein.5 Pues la otra alternativa, es ignorar la evidencia
casi ineludible acerca de la constitución de las unidades de tiempo, y creer (con toda
fe) que naturalmente un segundo o un minuto algo representa y es en verdad
computable. De modo que podemos concluir, con todo esto, que no hay ciencia que
se salve de ser una fe fundada sobre nadas. Y ese es el mundo extraño del que
vamos transitando, tan fuera de la lógica mortal, pero tan maravilloso.

§2. El hecho estético

Pues bien, como parte final de este modesto ensayo, quiero observar este efecto
fundamental del tiempo en la estética. Considero que todo hecho estético (o todo
arte, si se quiere) es fundamentalmente tiempo. Podemos, primero, pensar que un
artista, al ser un ser humano, está dentro de la rara y espesa esfera del tiempo.
Heráclito habrá dicho alguna vez «En unos mismos ríos entramos y no entramos y
no entramos, estamos y no estamos»6. Ahora, esta metáfora, se sostiene no sobre
un hecho físico, sino fundamentalmente temporal, ya que uno puede pensar en el
curso de un agua (su materia) y naturalmente uno mismo que es ya en sí un río
fluctuante. Pues bien, todo ello sólo se admite esencialmente como temporal. Y es
que aquí, remitiendo a Bergson, sería erróneo pensar que el tiempo es una
extensión de la materia, una cuarta dimensión como postulan algunos físicos. Sería,
en realidad, más esencial el problema del tiempo que de la materia en el

5 EINSTEIN ALBERT, Sobre la teoría de la relatividad especial y general,


Universidad de Granada, España, 2013.
6 GARCÍA CALVO AGUSTÍN, Lecturas Presocráticas II. Heráclito: Razón

Común, Editorial Lucina, Zamora, 1999.


descubrimiento de la realidad. No sé al cabo de varios siglos hemos avanzado en
el asunto, ya que, desde la audaz invención de Zenón de Elea, no parece que se
haya resuelto aún lo más fundamental acerca de la medida de una cosa o de la otra.
Sin embargo, podemos observar la música, y pensar como Schopenhauer, que la
música no es parte del mundo sino ya un mundo en sí.7 Sería erróneo pensar que
la música sean los instrumentos. Podemos imaginar un mundo en el que carecemos
de sentidos. Digamos, que perdemos la vista y desaparecen los rostros, las calles,
los astros. A su vez, podemos imaginar que no poseemos tacto, y lo liso, lo rugoso,
lo áspero desaparecen. También el gusto y el olfato. Pues bien, sólo poseemos la
audición. Escuchamos sonidos, sonidos que son esencialmente temporales y con
eso ya basta para que surja un lenguaje (o, ya que estamos, ¿por qué no? Un
lenguaje cientos de veces más complejo de lo que podemos imaginar). Serían
individuos comunicándose a través de sonidos; cientos, millares, millones de
individuos. Es decir, si hubiese un solo sentido que sirviera para conformar una
conciencia, sería necesariamente un sentido más cerca de lo temporal que de lo
material. Si nos imaginamos la vista, podríamos pensar en individuos
comunicándose a través de la escritura, pero sin duda eso no permitiría un gran
avance, porque toda escritura es sucedánea del lenguaje oral. Es decir, primero se
generan las sociedades hablantes, y luego se compone un sistema de símbolos que
representen ese lenguaje. Y ya se ve como tiempo es lo que de verdad nos interesa.
Pues bien, si para Bergson el problema esencial es el problema del tiempo (y yo
considero con toda certeza que así es), veríamos en el arte una suerte de eternidad
común. Pensemos, finalmente, en nuestra experiencia a través del tiempo. Del paso
fluctuante del tiempo, como si fuera un río en el que no importa que uno esté
dormido, allí están las cataratas del tiempo resonando en cada sótano, cada
esquina, cada pequeño fragmento de tierra. Luego, tal vez el artista no resuelva el
problema del tiempo, pero sin duda lo eleva a lo eterno. Porque, como hemos
afirmado, vamos experimentando el tiempo, mismo que se vuelve la arcilla del
artista para transformar en algo que valga la pena ser recordado por todos los

7SCHOPENHAUER ARTHUR, The World as Will and Representation, Dover


Publications, New York, 1969.
hombres. A más de 2000 años seguimos recordando La Odisea de Homero, o a
más de 300 años seguimos maravillándonos por el ingenio de Beethoven en la
novena sinfonía. Es decir, el tiempo de un hombre es transformado en el tiempo de
los hombres. Y, naturalmente como nosotros también transmutamos según pase el
tiempo, cada que recurrimos a la obra vamos a encontrar novedades. De modo que
podría concluir siguiendo lo aprendido con Bergson, que, si habito un indefinido
tiempo, mismo que es mi problema capital, ¿no habría en cada instante una suerte
de tiempo de tiempos a través del arte? ¿Y en cada arte mi tiempo?
Bibliografía

BERGSON HENRI, Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia, Ediciones


Sígueme, Salamanca, 1999.
BERGSON HENRI, Materia y memoria, Editorial Cátus, Buenos Aires, 2006.
BORGES JORGE LUIS, Miscelánea I, Penguin Random House Grupo Editorial,
Ciudad de México, 2017.
EINSTEIN ALBERT, Sobre la teoría de la relatividad especial y general,
Universidad de Granada, España, 2013.

GARCÍA CALVO AGUSTÍN, Lecturas Presocráticas I, Editorial Lucina, Zamora,


1992.

GARCÍA CALVO AGUSTÍN, Lecturas Presocráticas II. Heráclito: Razón


Común, Editorial Lucina, Zamora, 1999.
JAMES WILLIAM, Un universo pluralista: filosofía de la experiencia, Editorial
Cáctus, Buenos Aires, 2009.
SCHOPENHAUER ARTHUR, The World as Will and Representation, Dover
Publications, New York, 1969.

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