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Catherine Millot La vida con Lacan ene rane Gide ie ii Catherine Millot La vida con ee (ta palabra eXtrema Flserhumano es un ser de palabra. Pero en el mundo que somos habitar, dentro del margen a veces estrecho del discus “Content (cargado de convenciones, convenicncias, fuledadesy bards) a palabra deja de selo,pierde su valor. Extratamente, hay que volverse hacia los extemos de la experiencia humana, ara poder recuperar el sentido de Toque eshabla. Tene que ‘venir alguien para quien acceder ala palabra fue una lucha sin evatel, sostenida en una soledadinimaginable,para que centendamos|o que eso vale, para recupera la esencia de lo himano, ‘que admite mas versiones de lo que la enormalidads quisiera, Una serie de testimonios, siempre excepcionales, unas veces sites _ypublieados por sus autores para hacernoslegar su mensaje, cargado "de consecuencias, otras veces recogidos de cierto olvido,reeidos para descifar enellos un tesoro de experiencia nos levarina taza ‘lverdadero mapa de nuestro mundo. Serin varios, porque tertitorio iene varias fronteras, limita con valles 0 os omares Mesiertos, ¥ deve esos margenes, solo desde al, € vey #09 To que siempre se nos escapa, Jo que solemosignort. Catherine Millot La vida con Lacan ‘Titulo orginal en acts: La vie ote Lavon (© Batons Gama 2017 (© Dela easton: Alfonso Dice (© Dela imagen de cubis -Volcine, de ALSKY ‘Derecsrsewalos ars todas ediiones en esellano dente dl tetatio ‘patio, Prbibida a venta en oe pases de America Latina, Primer ec Feber de 2018 © Nuevos Emprendinienos Eatrinles $1 7 Aba, 168-170, 1918 080% Bareona (pata) a: info@aeediones com re nedesicoescomm Magica: wineetitorie net ISBN: 978-66.16757-31-4 Depot: B20 pees en o 0 en Espa por Ulam Pract in Span Besa todos ls drs eet br. Que prob reps Pac pr cule mei dems de Frm tie extra © ica en asl cult or ng La vida con Lacan Hobo un tiempo en que yo creia haber comprendido el ser interior de Lacan, Creia tener una especie de percep- én de su relacién con el mundo, un acceso mistrioso 4un logarintimo del que emanaba su relacién con los sees y las cosas, tambin con él mismo. Era como si me hhubiera destizado en su interior. Este sentimiento de comprenderio desde el interior iba acompatiado de la impresién de ser comprendida, en el sentido de estar todo mi ser incluido en su comprensiéa, ‘ayo alcance me sobrepasaba. Su espiritu —su grande 2a, su profundidad—, su universo mental, incluia al mio como una esfera contiene a otra més pequefia. Descubst tuna idea parecida en la carta en la que Madame Teste bce maida Ag que cl Yo me eta ss srente para Lacan, convencida de que él tenia un cono- Eien aboluo sobre mi Notenernada que dima, ningiin misterio que esconder, me daba tna completa li- bertad com él, pero no solamente eso. Una parte esencial ‘de mi ser la depositaba en él, que era su guar Catherine Millet gaba yo misma con ella. Vivi a su lado durante aos en ‘medio de esta levedad. Un dia, no obstante, él estaba manipulando uno de aquellos nudos que le daban tanto trabajo y de repente re dijo: «¢Ves esto? {Eres til». Yo era, como cualque- 1, sin importar quién, lo real que escapaba a su contro, que le causaba tanto sufrimiento. De pronto me asalté la idea de aquello que en mi se le resistia como sélo lo real resiste. Cuando digo «su ser, gqué quiero decit? Su particu Jaridad, su singularidad, lo que en él era irreductible, su peso de real. Cuando hoy intento captar otra vez aquel ser, me vuelve a atrapar su poder de concentracién, su concentracién casi permanente en un objeto de pen- samiento que nunca soltaba. Con el paso del tiempo, él mismo se habia simplificado en extremo. En cierto modo, ya no era mas que eso, esa concentracién en esta- do puro. Concentracién que se confundia con su deseo volviéndolo tangible. Yo la veia también en su forma de eaminas,inclinadoy con la cabeza por delante, como Hevado por su propie peso, recuperando el equilibrio a cada paso. Pero en est misma inestabilidad, uno podia percibir su determina” in, que no se apartaria ni un centimetro de su cam” no. Que llegaria hasta el final, siempre en linea rect a hacer caso de los obsticulos que parecia ignorar Y ‘ Lavi com Lacan en todo caso no le inspiraban consideracién alguna. Le sgustaba recordar a todo el mundo que era un Aris. La primera vez que le vi caminar fue por los sende~ ros de Cinque Terre en Talia, alos que —en agosto y a pleno sol— arrastraba ala gente de su entorno, que no ‘osaba protestar. El caminaba por delante, con una deter- sminacién feroz. No importaba el riesgo de insolaciin, ni para él ni para los demés. fbamoe de un pueblo cossero ‘2 ot10 por las colinas que se clevan junto al mar y vovia- ‘mos en tren. quel verano, él hacia esqui nautico en la pequefia ba- hhia de Manarola. Agarrado con fuerza a la cuerda y sin salirse de la estela del barco, alli tampoco se desviaba Lego, en el invierno del mismo ato, en las laderas de Tignes, no pazecia saber hacer otra cosa mas que sus. Esto e habia costado fracturarse na piera algunos aos antes. Fue entonces cuando Gloria, su secretaria, empeas a trabajar para él. La inmovilizacién le enfurecta y su mal humor recaia en la pobre Gloria, que acabé perdiendo la paciencia. Un dia, mientras estaba tendido en la cama, ‘lla agarré su piera escayolada, la Levant y la dej6 caer de forma brusca. Estupefacto ante aquella mujer que no se dejaba intimidar, Lacan cambié sibitamente de tono se drigié a ella con un repentino interés, preguntindole por sus origenes, por su historia. Aquel da e cred entre ‘ambos un vinculo de fidelidad indestructible. Mis adelante, yo lo acompariaba a menudo dede 5 casa de campo, en Guitrancourt, hasta el golf en tenia acciones aunque no jugaba nunca. La tnica fi aque tenia el golf era la de pasear. Pero «paseo> tampocnen ‘una buena forma de llamar, En tales ocasiones tanbice ¢aminaba recto, con Ia cabeza gacha, através de bosquesy campos, enredindose en matorrales 0 hundiéndose en oe terrones recién labrados, sin desviarse jamais de su ruta ‘Yo me preguntaba cémo conseguia orientarse, pero nun- a perdia el rumbo. Le seguia calzada con unas botas de caucho, mientras que él embarraba sin miramientos sus bellos zapatos hechos a medida. Al llegar al golf lamaba a Jésus, el guarda de Guitrancourt, su sbuen Jésus», como le gustaba llamarlo, que nos Ievaba de vuelta en coche. Lacan conducia de la misma manera, Cabeza hacia delante, pegado al volante, desdefiando los obstéculos, como decia una de mis amigas; nunca reducia la veloc dad, ni siquiera por un seméforo en rojo 0 por no tenet prioridad. La primera vez, en la autopista, a casi 200 K- I6metros por hora, me entré una risa loca que me cost disimular. Pero de todos modos le dejé hacer, porque d¢ tan concentrado como estaba no me hubiera hecho as? De todos modos, un dia tuvo que dar un frenazo Patt ‘no estamparse contra el coche de delante, que habia dis nuldo la velocidad de golpe, Pero no basté con el fens lcoche derraps y se terminé para siempre el sentimien lque inci 10 La vide con Lacan de invulnerabilidad que yo tenia junto a él. Entonces em= pecé a tener miedo y los trayectos en coche se convirteron para mi en un suplicio, No valis la pena implorare que frenara. Su nuera, Laurence, una vee intents engaiarl: le Pidi6 que fuera més despacio para poder «er el paisaje. EL respondié: «Mira con més atencién ‘Una sola vez, yendo conmigo, la poica lo pars de vuel- ta de Guitrancourt. El domingo por la noche siempre ha- bia mucho trfico y él tenia por costumbre invadir el arcén para adelantar por la derecha a los coches inmovilizados, mientras que los conductores, furiosos, daban golpes de vvolante para impediele el paso a riesgo de una colisién. quella noche, nos levaron a la comisaria que hay cerca del tinel de Saint-Cloud, donde estuvimos esperando mu- cho rato hasta que él se invent6 una urgencia médica para justficar la infracci6n, Se mostré muy impaciente durante In espera, Lo real a veces adopt la forma de la polit Su forma de conduc formaba parte de su étca. Noes casual que a su analista, Rudolph Loewenstein, peso pe- sado de la 1p, le contara a modo de apélogo a siguiente angedota: en un tine, al volante de su pequetio auto~ mévil, vio venir en direcién contraria a un camién que ‘estaba adelantando a un coche. El no dejé de apretar el aceleradory obi al otro a apartare, Paes ve se ‘trataba de un pulso, pero la moraleja es mas bien que no se dejabaintimidar y no cedia ante nada, ” Catherine Milt Me conté esta historia en una &| via le gustaba hablar de si mismo, un incidente reciente que irrumpieron en su consult PCa en la que to, rismo. También me con atin Te dol. Dos maleames a aca Tas siete de l ade le dieron un empujén a Paquita, ‘que se encargaba de jy Puerta después de que Gloria se marchara al final la tarde, Entraron en su despacho, donde él estaba on Mowstapha Safouan en un control. Los maleantes que rian atracarlo a punta de pistola. El Tespondié que no conseguirian nada de él con amenazas, que era viejo y que le daba igual morir, Uno de ellos le dio un Puiietazo en el mentsn que tampoco le hizo cambiar de opinio, Pero que le lux6 1a mandibula, lesién de la que se rsin- 16 mucho tiempo, Safouan, para salir del apuro, tuvo lt idea de extender un cheque que permitid a los agresoes ise sin perder lac Lacan me contd este incidente en respuesta a mi pre funta sobre el puta american del que no se separabt Nines Se hizo con él despues de esta agresion. Llevbe siempre esta arm Daviuelo, sus en el bobillo de su punta junto as? St pequeria navaja suiza de cee Pe rene i ean faa de pe, y tambien um bone ‘etvute tranulae de bey, muy suave al tacto, que Pate tma cinta de Moctiusaplatad Picere Goldinan tambie Ques desarmaca al wep wajear a Lact oso baja pensé en ch; uel hombre ¢: Lavids con Lain Ia escalera del niimero 5 de la calle de Lill, absorto en sus pensamientos. Su austera majestuosidad de pensador Jo detuvo. Esta impresin se imponia sobre la repuracisn del hombre pablico, su supuesta riqueza que atizaba la critica y la codicia. EL He americano caus6 problemas en los controles de seguridad de los aeropuertos, donde siempre ha tar ritualmente las alarmas. Entonces Lacan See sus bolsillos. En aquella época, el arma no era contis sino entregada a una azafata durante el vig y devuelta a i gar a destino su propietario al legar ssh o te Aunque no bie ninguna proibiin a nite comenional que le her apa de 8 amin sia reonocer real que enerpon cm un a= tua. uns fee porque no tei ence ap hibicones por oq sib en ona sto cn mismo, que leg continent de su refi. Lo rel ao seri, wa pa teeta cen cuenta, Lo real ¢s aquello contra lo que no podeme sontea lo que nos debatimos, es fo inffan= nposible de rodear, lo que no se puede ne- nto en la vida como en un hracer nada, queable, lo gociae, Para él se tratabs 7 : Tratanento de gar hasta ah hat ese inguebranable nde lo real Ja de ei Too lo qu os ep dl ea loa a distancia o lo enmascara, no es nuis Jo que fo man aque frivolidad, ; Catherine Mill La primera ilustracién de esta posicién fue para my su forma de visita los museos e iglesias en Italia. Comy todo el mundo sabe, los horarios de estos lugares son inregulares y rara ver se respetan, Tampoco los respeaby Lacan, quien conseguia que le abrieran las puerta, eas siempre con éxito. Ya no recuerdo cémo lo consepus, pero sabia ser persuasivo por poco que consiguirapillara alguien. Aprendi que una puerta cerrada podia abrise a todo aquel que lo pidiera con a suficiente conviceén, Pedirera como un wdbrete sésamo». Que yo recuerde tan slo hubo una ocasién en la que la cosa estuvo a punto de acabar mal. Lacan haba envejecido, la tozude le gan6 la ‘mano a la flexibilidad de la negociacién y entonces quis> entrar por la fuerza, Casi se cae por las escaleras, empujt- do por el guarda, para quien la edad de Lacan no era un argumento. La primera iglesia que visité con él fue Sant’ Agostino en Roma, donde se encuentra la Madonna de Loreto de Caravaggio, Cosa rara, la encontramos abierta, Laci contemplé durante largo rato el cuadro colgado sob un altar. El pie desnudo de la Virgen lo tenia fascin} Le pid al sacristin que andaba por alli que le 88" ‘una escalera para verlo més de cerca. Este se resistié "9 Oo, pero luego cedié riendo a esa peticién nada hab tual, Lacan se encarams ala esaler y examin O86 atencién aque pie que lo intrigaba por una 12269 Lavi con Lacan siguié siendo un misterio para mi, ya que no hizo ningin comentario. En la galeria Borghese se puede ver otro Caravaggio, frente al cual Lacan también permanecié mucho tiempo Y que presenta similitudes con el de Sant Agostino. Es la Madonna de ls palafreneros. En ambos cuadeos, Ia Vir- {gen es una mujer fuerte y morena de rostro grave, cuyo ‘modelo fue Lena, la amante del pinto. El Nii Jess no tiene nada de un lactante, es demasiado grande y segu- ramente demasiado pesado para que lo leven en brazos, incluso una mujer fuerte. La piena doblada dela primera Virgen lo retiene e impide que resbale, mientras que la ‘otra lo sostiene por los brazos, como se hace para ayudar ‘tun nitio a dar sus primeros pasos. En la Madonna de ot palafreneros, el pie desnudo de a Virgen aplasta la cabeca de una serpiente, ilustrando la parsbola biblics: «Y pon- dé enemistad entre ty la mujer». El pie del Nito Jesis cst encima del de la Virgen, como si apoyara el ge su madi. Lacan se tefiié a esto durante una cont cen Ginebra, «La Virgen Maria con s pie sobre la cabeza de la sexpiente, quiere deci que se apoya en ella, dio. En ambos cuadros, la bellezay la fuerza de los pies des- rnudos de la Madona son impactantes. Hoy me pregunto si Lacan, encaramado ala esclera, no estaria buscando cl rast de la sexpiente bajo el pie de la Madonna de Loreto. 7 ‘Aquel verano, Lacan me hizo descubrir Roma y yo me enamoré perdidamente de ella, Habia estado antes pero nadie me habia abierto sus puertas como él lo mos, por supuesto, todos ls earavaggios de Roma, los de San Luis de los Franceses, los de la Pizza del Popolo ylos que hay en todos los museos, que son muchos, sobre todo ef Bacchus de la Galerfa Borghese y la Magdale- na penitente de la Galeria Doria-Pamphili, por entonces casi siempre desiert, donde ls tlasestaban colgadas a Ia antigua usanea, unas encima de otras en las paredes El parecia saberlo todo sobre Roma y me lev a todas partes, Por la mafana, consultaba una guia de cubiera toja en italiano, Roma e Dinterni, y escogia los lugares aque sbamos a vsitar aquel dia, En cada iglesia, museo ‘0 monumento, sélo se detenia delante de algunas obras, {que contemplaba durante largo rato ysiempreen silencio. Solo luego, tr descubrir sus seminaros, me i cuenta de que habia estado comentando varias veces tl 0 cual ‘cuadro ante el cual yo le habia visto detenerse. Como, en la galeria Borghese, Amer y Pague de Zucchi. También prestaba una atenciin constante a La Caceria de Diana, ‘de Domenichino, en la que se puede adivinar a Actebn ‘culo entre la maleza durante su transformacién en cier~ v ine Mile vo, Elencante de Las figuras femeninas, en p naticulie Abajo ab ine perturbadort lt enengi inpeng, y crue que tansmnite el euadro, La versisn que vem ahi suger de lo femenino conenerda con fs idew La sunto. Apolo y Datine, que represen, otra metamorfosis, también atraéa su atencién ead las dos n que estin en primer plano quien hace agin in sobre este la ve, que sbamos a Villa Borghese, A Lacan le gustaban especialmente las obras de Bemi- ni, No se eansaba de ir a contemplar en la Piazza Navona, cerca del hotel Raftel donde solia alojars, la fuente de los Cuatro Rios, con su maravilloso bestiario, Vola ali una y otra vez como quien vuelve al origen, esta fuente s¢ encontraba al principio y al final de nuestros paseos. ‘También pasibamos horas en ln magnificencia austen del Palatino o de la Domus Aurea, todavia no estropeadi Por las restauraciones y las iluminaciones intempesti ‘También permanece en mi memoria la visita a la basics de San Clemente de Letrin, que esconde en su intent Jos vest otra basilica paleocristiana y, bajo esta ttima, o gios de un templo dedicado al culto de Mitra. Eee tratos evocaban el modelo arqueol6gico del inconseie™ freudiano, Lacan también me Ievaba a lugares mis s¢¢! me hizo descubrir una ae bien conocida por zi «specialists, en el convento de la Trinidad de 10s MO e1os AS Lavitaow taxa si ‘hos movenos hacia un lado, Jo que aparece en los plie= ues de persona tes, Se trate de un fresco de Emmanuel Maignan que Visto de frente repre el santo es un pase entero una tore, es en un puerto, un bare, Esta pintura mural se eneventra en un carredor del convento que alberga ugrad Co- sunin desde la desaparicién de l orden de las Minimas, fundada por san Francisco de Paula. La clausura no era muy estricta en esta congregacin dedicada ala enseian- La permitia el acceso. Por la noche, la saeé de su bolsillo. Jas hermanas del ay in no le custé mucho consegu fa lave que y me la mosteé como un trofeo, Habia conseguido, no sé muy bien cémo, salir sin devolvedla. Asi como no le gustaban los semiforos en rojo, tampoco le gustaban ls puertas cerradas. Decidié responder al desafo de laclau- sura, sugiriendo maliciosamente que habria estado en sus ‘manos violarla amparado por la noche Al dia siguiente, ‘de mafiana, fue a devolver la ave ala monja del torno, ‘quien parecié divertise discretamente con esta broma. ‘A Lacan le gustaba mucho la Roma catlica. Ass, fu ‘mos a visitar aun cardenal conocido suyo, a quien le ha bia confiado un ejemplar de sus Excrites para que sel en- tregura al Pepa, Aquel hombre, un francés miembro de curia, tenia a su servicio a unas monjas que nos abrieron Ja puerta y nos hicieron pasar a su apartamento, A eavés ” Cathrine Miler de la ventana abierta, ofamos los ruidos del vecindar, sgritos de miftos y voces femeninas estent6reas, rimore, de la vida que parecian encantarle a aquel prelado, no sn tuna sombra de nostalgia. Lacan me dio a conocer un restaurante frecuentado por obispos y cardenales en sotana y dirigido porla congrega- in, El restaurante se lamaba «El Agua viva». Todavia existe. Mujeres jovenes afticanas 0 asiticas, mas bien bo- nitas, servian las mesas, levando vestidos tradicionaes de sus paises de origen, y también curopeas en ninicas miso menos romanas, La atmésfera era discretamente erstca ‘Me imaginaba que aquellasjévenes eran antiguas pros- tutas arrepentidas. La realidad, como ocurre a menudo, cs peor que la fantasia, Me enteré hace poco de que las chicas, originarias de antiguas colonias, habian sido captadas de muy jévenes por una comunidad Hamad «Familia Misionera Donum Deis, afiliada a la orden & los Carmelitas, de la que forman parte tanto licos com? religiosos. Sin pronunciar votos definitivos, esas chic cuya virginidad es indispensable, se comprometen 2 var una «vida consagrada», es decir dedicada al celbaoY 2 la castidad, pero también, entre una y otra ples * un trabajo no remunerado en las cadenas de rst diseminadas por todo el mundo bajo el nombre «BLAS ivan. Ente vida religiosa y la esclavitud hay 0” nte resbaladiza. 2 avid con Lacan Juan Pablo Il, cuando era arzobispo de Cracovia, frecuentaba de buena gana este restaurante durante sus estancias en Roma, Ya convertido en papa, hizo venir a las que ali trabajaban para que asisteran en el Vati- cano a una misa que les fue especialmente consagrada Me gusta pensar que nos eruzamos con él sin saberlo (las fechas coinciden) en aquel lugar de indudable en- canto a pesar de su ambigiiedad. A cierta hora de la noche, durante Ia cena, el servicio se detenia para dar ‘paso a la plegaria y alos cdnticos. Prelados, politicos de Ja democracia cristana y diplomaticos de la Santa Sede frecuentaban el lugar y se daban cita alli, fo cual hacia del restaurante uno de los lugares més importantes de Ia vida mundana eclesiéstica. Aquello diversia a Lacan tanto como a mi, y volvimos al restaurante a menudo a To largo de los afc. Pero su restaurante prefeido era el Passett, ceea de la Piazza Navona. Fue el ugar de nuestra primera cita romana, que fesulté ser una citatelefénica. Eatonces él ‘estaba en Manarola y yo en el Gianicolo eon mi amiga Paola Carola. Me invité a comer al restaurante para esi bir alli su llamada. Conocido en aque gar como el lobo blanco, tenia una cuenta abierta, en una época en Ia que tno habia tarjetas de crédito. Este pequeto detalle no dejé Ge impresionarme, tampoco Ia hospitaidad a distancia «que habia dispuesto para mi Catherine Milter No arden unm con len Manele cre SEU sus pass hhabria seguidg, algunos dias més tarde, fue a buscar su camiento para ir por carretera a Roma, sin preguntarle siquiera a dénde iba, Le cualquier parte. En Roma, nos vimos a menudo con Paola, 2 - b 2 hin ye habia conocido en Paris algunos meses ante, Pash acogié a Lacan con su gracia y simplicidad habits, cual convertia también la irrupcién de Lacan en mi vids en algo simple, como si fuera evidente, Esta fue una de las fuentes de mi inquebrantable amistad hacia ella, Siempre la asociaré a aquel verano del 72, que par ni fue magico. Descubri Roma y a Lacan al mismo tiempo El me sorprendia sin cesar por su libertad, su imagins- in y su energia infatigable. Parecia tener una complet disponibilidad que sdlo es posible durante la juventud, con su despreocupacién, Fue un momento de gracit € inocencia, Ia gracia necesatia para abrirse a la oporta dad, que me parecia rodear con su aureola a todos agp los con quienes nos vefamos. ‘Como la bella y encantadora Jacqueline Risset, 4" Lacan queria mucho y que se las habia ingeniado, 4 verano, para organizar para él una proyecci6n dese Meula de Pabst, Scores d'une ame, hecha a patti oS Buidn de Karl Abraham, discipulo de Freud. Rev ‘un almuerzo feliz, todo iluminado por su melen#™ 2 con Lean Lo que descubsi fie también una forma de inocen- ca que ls mujeres eran siempre como una especie de 2 Gathrine Milt plaga o desastre. En cuanto a mi, mi tipo de dss era Ia imundaciéa. In petto, me decia a mi misma aa €ltampoco ponia muchas trabas a mi invasin pace Tampoco Gloria veté, como habia hecho con ots, mj presencia en el miimero 5 de la calle de Lille. Mi juven, tud, mi discrecién, la dejaron desarmada y ella tnismg me adopts. La tinica barrera fue T., que desde hacia aiios ocupaba un lugar importante aunque estaba le jos de ser tinico— en la vida de Lacan. Muy a mi pesse, pasaba con ella fa mayor parte de los fines de semana en Guitrancourt. Al principio, intenté devolverle el golpe, pero se mostré tan afectado que pronto renuncié a toda voluntad de represalia. El afirmaba de buen grado que era fiel. Répidamente entendi en qué sentido: Lacan estratificaba. Al no que- rer quedarse sin, nunca dejaba a una mujer, aunque & veces conseguia que ellas tiraran la toalla. Se acordaba de las de su juventud y también de las més recientes ‘También me confess que mientras estabamos en Rom habia dejado plantada ala ileima, que le esperaba ena gtin lugar de Italia. Pronto se dio por vencida y cuand? un dia se cruz6 conmigo en Ia calle de Lille, e envi * Lacan una nota con el siguiente texto: «He aqué la" desde la cual el hombre descendié del mono». Me r=" nei ficilmente ya que tengo los brazos largos ¥ ie" Prognatismo. Py Lavidcon Lacan Desde su primera relacién con una chica de 17 afos, siempre, me dijo, habia elegido a mujeres de trcin- ta, Todavia era un bachiller cuando conocié a una tal Marie-Thérése, a quien dedi su tesis en 1932 con las 16a lo largo de sus es- tudios de medicina. Orgulloso, me conté que Marie~ ‘Thérése habia pagado por él, en su juventud, su cuenta con un libre, y que también costed sus vacaciones: en quella época él estaba sin blanca. Me sorprendié un ‘poco, pero también me diviti6 esa imagen de un joven Lacan gigol6. ‘También me habl6 de Olesia Sienkiewicz, la mujer de Drie la Rochelle, a quien consol de fa infdelidad de su marido —y se notaba que ella le habia gustado mucho. iniciales srr, Su relacién cor La recordaba con gusto pasando a méiquina su tesis en ropa interior, en el apartamento que Drieu ls habia pres- tado. Recuerdo que volvié a verla y cené con ella en el 77 0 €1 78. Todo esto a peticién de Do que entonces estaba escribiendo una bi y no conseguia entrevistarla. A Lacan le encantaba que alguien se humillara por él, pero también era capaz de rmatarse por ayudar a alguien, incluso por satisfacer un mero capricho. Subié muchas veces en vano los sis pisos hasta el apartamento de Olesia, porque esta no respondia al telefono, Al final la encontey la invité a cenar. Pero luego se dio cuenta de que no tenian nada que decise: » sta cemnado of eapitule de los homie Le in oman mujer, Dog onvirtiG en g i u touna ancedota digna del mis y nique. Ella vivi entonces De Sylvia, que luego ¥ aigil, acudia de noche para habitacisn esealando la pated hast piso. Puc al principio de su rel con su prim 8 Ventana + Marie-Louise, Un dite preps jt habia dejado de ser actriz, Tas pris me respondié: «jPues claro, podria haberme cone en el Senor Sylvia Bataille!». Lacan apreciaba mich ¢ Ingenio de Sylvia, Un dia, durante un congreso, nie se alojaba en un hotel con los demés congresis via habia salido de la habitacién. Al volver un pois tarde, coment6: «El profesor Fulano esté agus. Lace Te pregunte si se habian eruzado. Ella respond ib habia reconocido por sus zapatos en el pail. Ya hacia algunos afios que yo acompafabs # Last cuando un dia tras vernos cruzar el patio del nine” de la calle de Lille, Sylvia le dijo que pee Quijote y Sancho Panza. «Yo soy. ‘Don Quijote” agunté Lacan, «Por supuesto», dio ella, Ee pasos de aquel hombre, que ibaa toda ese “a atrapada por un deseo cuya fuerza no 4 por qué Sylvi tun poco, pero era una buena observacién- narme. Lacan ef ss, Cran re= ay genenose con las s0u gilaba algo a un, no se olvidabs de las otras, Las cubria ras y plantas, Era su forma de rendirles horemaje, ‘un homensje continuo. Las plantas se multipficabun en mnicasa, Algunas todavia viven después de cuarenta aos En evanto a las joyas, yo me resistia Pero Lacan me in- vitaba a superar las reticencias y todo eso que podriamos llamar westar a la defensivas, La primera vez que nos vi- mos, al verme acurracada en mi soft envuelta en un chal, sme pregunt6 la rin de esa postura. Le respondi que era imidav. «{Que quiere deci eso, La primera vez que fai a Guitrancourt me hizo ver, en esta ocasién con una sontisa, que yo «me parapetaba ‘en mis zapatos ‘me inguirié mordaz. Las defensas, la compostura las evasivas no eran de su grado. Normalmente, no abordaba este aspecto de for- rma frontal, bastaba con hacer un chiste. Pero lo hacia de forma més directa con sus discipulos, cuando les veia cenredarse en sus inhibiciones 0 conformarse con evasivas. (Ordenaba a los participantes en su seminario o en los. congresos que fueran al grano y e molestaba su pusilani- rmidad. Ast es como increpé a alguien que estaba leyendo su ponencia: «¢Podria tener la valentia de trarse de una ver al agua? Diga lo que tenga que deci...» ‘Dorante aque otofo de 1972 ain perduraba la uz del verano, iluminando una vida nueva. Yo acompafiaba @ a Carorine Miler Lacan a todas parts. En Barcelona, donde le invtry a dar una conferencia, me llev6 al museo Picasso, entonces ent un lugar poco frecuentado. También me descubrié a Gaudi y el zomsnico cata, en concret capillas roménicas con sus pinturas murales y sus ciga, en majestad dentro de una mandorla. Una chica nos ley a visitar I abadia de Montserrat. Durante un almuema bajo el so, la chica nos habls de ella con una inteligenca que le gusté a Lacan, Estuvo muy atento y presente en cuerpo y alma, como era habitual en él. Esta era una cualidad suya impresionante, la alternan- cia extrema entre la atencién absoluta hacia alguien y un Permanecer retirado, del todo absorto en sus pensamien- tos. Se puede decir que en él se alternaban la presencia y.la ausencia, pero presencia no cs la palabra adecuads. Cuando estaba concentrado en sus reflexiones, el peso de su presencia fisia se volvia mas palpable, como si se con- Virtiera en una roca. Si el Lacan en movimiento, el arie~ te, resultaba impresionante, el Lacan inmévil también lo er, Era una inmovilidad total, inquebrantable, 12 ott cara del carécter decidido de su relacién con el mundo. Hace algunos aiios, en Barcelona, una mujer joven vino a verme. Estaba haciendo una tesis doctoral sobre lt historia del psicoanilisis lacaniano en Espana y se enter de que yo habia acompafado a Lacan a aquella confere™ ia que habia hecho historia, pero que no habia queds@? 2 La vida con Lacan registrada de ningin modo. Busqué para ella las notas que haba tomado aquella tarde. En una anotacion al ‘margen habia un nombre y una direccidn que le resul= taron familiares. Eran los de un psiquiatra famoso, cwya pertenencia al franguismo era de todos conocida. Habis ‘mos ido a cenar a casa de €l, pero yo no lo recordaba. Ella, me dijo que en internet se podia encontrar la dedicatoria, ‘muy calurosa que Lacan le habia hecho aquel dia en un ejemplar de sus Escrito, asi como una carta que le envis algo mis tarde: «Mi estancia en Barcelona fue muy agra dable y no hay duda de que fe gracias a usteds, habia es- crito. Lei esta earta con emocién, como la declaracién que Lacan nunca me habia hecho a mi misma y que legaba a ‘mis manos treinta y cinco afios mis tarde, aunque dirigida ‘otro, Una carta, deca é, siempre llega a su destin. Lacan expresaba abundantemente los signos de su de- sco, pero no era muy dado a mostrar sus sentimientos. ‘Como mucho, evocando a Stendhal, me aseguraba que sentia por mi «amor-gusto». Yo me rebelaba contra esta Uibieza y queria que me amara con pasa. A veces Ie de- cia, no sin malicia, cuando me hablaba de sus primeras mujeres, que yo queria ser «a ltiman. ; Durit aul tin pop pear mi cacin mediante err de ls humors de pincipos i fo los clichés amorosos. del siglo x que habian combo lo chs amoesos ‘Me descubrié a Cami, de quien encontré » yy Caterine Miler cn la biblioteca: Les Amants de [Entre-Ciel y Christy Colom on ta Veritable Décowverte de FAmérique. A Lacan le gustaba citarme el «Album des Eugenes», contenidy cen el Patomak de Jean Cocteau, con eso me hacfa rei. By este libro hay unos bllos dibujo de los Mortimer, aque tienen un solo suento y un solo corazén», frase que diver. mucho a Lacan. Los Mortimer estén tan unidos, son tan felices, que siempre parece que estén dormidos, a me- ‘nos que sus ojos cerrados sean una expresiGn del éxtass conyugal. La aficién de Lacan por Potomak concordaba con su lado dadaista, que en mi opinién nunca perdi del todo. Con los dadaistas compartia su estilo a menudo ciustico, a parodia de las costumbres y las convenciones, ademis del gusto por la extravagancia. También le di vertia citar La Famille Fenouillard y le Sapeur Camember Sentia un afecto particular por la célebre sentencia: «Una vez superados los limites, ya no hay limites, frase que le iba como un guante. ‘También me regalé un librito algo més serio pero lle nto de humor, una maravilla de la inteligencia: L’Eole des Muses de Etienne Gilson. En aquel momento penst que el regalo era una advertencia: ino debia creerme una ‘musa! Pero hoy me parece mas bien que sencillamente lt gustaba esta obra, en la que Gilson describe los avatates del amor cortés en los tiempos modernos, los callejones sin salida los malentendidos con los que tropiezan Ba a” avid con Lacan delaire, Wagnes, Auguste Comte 0 Maeterlinck en su intento de actuaizarlo, ‘Tampoco olvidé complementar mi educacidn en otros aspectos. Un dia le conté un sueito en el que perdia los dientes y que yo interpreté como la expresién de una an- gustia de castracién, Me envi ripidamente al dentsta aftadiendo que si Ninon de Lenclos ain seducia a los se- tenta afios era porque conservaba todos sus dientes, algo raro en aquella época. Poco después de Barcelona, Lacan dio una conferen- cia en Lovaina, que fue Ia nica geabacién filmada de una de sus intervenciones piiblicas. Habia alli una multitud, cencendida por el estilo teatral que él desplegs en respues- ta al éxito de asistencia. Aquella noche Lacan fue una superestrella. Habl6 de la muerte, en la que nadie cre, decia 6, pero que es lo nico que hace que la vida sea so- portable. Animado por el ambient clectrizante, un joven intervino, participando en la conferencia. Esta se habia convertido en un happening. Sin perder el aplomo, Lacan intent6 entablar un didlogo con el agitador, quien a falta de argumentos acabé arrojindole un trozo de pan empa- ado nag que manch m cami de seda, Lo saearon de la salay Lacan reanudé su discurso. Te intondad de a expesin, v2 dramaticaién, me recordaba al teatro de la crueldad de Antonin i (Otra noche en Paris, algunos meses ante, en la capil a sie, chante gue habia hablado con lis paredesy sthutar a su publico, La teatrale Aesolog ¢ hacia di fommaba p, 1 oratoria de Lacan, Los gestoy tera y ls ostentacion de La rabia eran caracteristicg interpelar a un publica tery seria saber nada, condenando asi al i que sele én Te encantaba hablar con las paredes Sirigirse al Otro que no entiende nad. Fimer lugar porque no existe, la rab 1. Lo real es cuando alas pequetia Ademis de ijas no entranen vel. menudo, Con frecuencia Lacan n lavida coridiana, que siempre pro- ocasiones. Entone agujeritoss, de iba esta rabia porciona mucl op 0 era nada teatral ¥ por lo general no se ditigia contra nadie, sino contra mala voluntad de lo real, me atreveri a de . Esperar lo impacientaba en extremo, y fuera ante el semiforo en rojo oen un paso a nivel. Si tardaban en servirle en el te taurante, pronto obtenia satisf cién lanzando un grito iro parecido a un grito. Y si volviaal mismo lugar tenia asegurado un servicio diligente. El teatro estaba reservado a un piiblico y formaba pa te de sus ensefianzas. Se trataba de transmitic mediante Sus gestos de rabia eso imposible de soportar con lo que se enfrenta el parlétre, algo de lo que el analista debe 020° Parse constantemente en su préctica. En privado, Laci? estrepitoso o un, 36 ——= Vaviduoon Lacan tien de cra al una perticta sim nplisidad, Pero no con to que Hamariamos | simplicidad de un grande de este Era lemis estaba despro- implica esa {a intersubjetividad que Hlamamos py i psicologia, mwundo que consentinit a teatar ¢ con sus inferion solo que sus relaciones con tos d visto de lis compliciciones que mde cologia. Lacan no ‘o tenia motivos ocultos ¥ no suponia nes en Las otras personas. S intenci iu simplicidad también ‘se manifestaba en el hecho de que no didaba en pero ‘que queria de la forma mis directa posible, Mi prima Florence recuerda haber asst a una esce= na desternillante en Guitrancourt. Lacan le pis a Je el guarda, que fuera a buscar ala lata de caviar que el no habia podidto conseyuir por quicn sabe qué razén, Lacan, que no se podia resignar a qu onda Petrossian una dace sin caviar, le implors que shiciera Era capaz uunque era La insignificante del mundo, Y no era teat, Al dia siguiente de aquella memorable conferencia en Lovaina, Lacan grabs una entrevista paral tein belga, conversé mucho rato con los miembros de la So- ciedad belga de psicoaniliss y todavia le queds tiempo para evarme a visitar el museo de bellas artes, donde pude ver, muy impresionada el poly Maras de GS #3,y tambien La Cae de Larede Bruegel cl Vso, Con €ldescubri el beguinaje y su deliciosa austeridad, que me dde gritar con tal de ebtener Io que queria, cost mi Cubrine Mite dejé pensativa, Una comunidad de individualistas —ag ‘me imaginaba yo a las beguinas—, a eso habia aspirado ‘yo siempre, me pareci6 entonces. Luego me lev a Bru- jas. A su lado todo era emocionante Para las vacaciones de Todos los nos dias a Venecia a vsitar a Paola. Hotel Europa, euyas habitaciones dan a la Salute, y co- miamos siempre en el Hary’s Bar, que a Lacan le gus- taba tanto que el dia que cerré lo vi desolado. Como re- cuerdo de aquel momento, conservé una pequeta nota firmada «Doctor Lacan, como a él le gustaba referine si mismo, escrita en un papel con el logo del célebre bar, que habia hecho que el camarero levara a una mesa vecina donde se sentaba una pareja que nos tenia intriga- dos, Queria saber de la chica rubia que hhabjamos tenido la ocasidn de admirar. La respuesta nos intos fuimos algy. (0s alojamos en el pais prov era la tinica rubia de la quien el hombre que la acompaitaba habia sentia curiosidad por todo y pre hasta egs eserita en ef mismo paps c elegido por esposa, por todo el mundo, hasta el punto de Hegar al final para satisfacerla ntos a Venecia al menos una wt dos semanas para visitar la cit” ana hasta la noche y volver una y ot ios, al gual que quien vista a # amigos, como haciamos en Roma. Lacan siempre lev? fbamos, 7 por a Nos quedil dad desde la my vex a los mismos Lavitasom Laci encima el «Lorenzetti», una guia en inglés, quiais la mis completa sobre Venecia. Entre las primeras cosas que me ‘mostré, lo mas impresionante fue ver los Carpaccio dela iglesia de San Giorgio degli Schiavoni, en concreto el San Jorge matande al dragén, de pie entre los restos de suvicti- ima, cuyos miembros hechos tras estaban esparcidos por cl suelo, En su seminario, Lacan se refirié esta pintura como ejemplo de la fantasia del euerpo fragmentado, En las deicadas obras de este pintor se mezclan la cal~ sma y el horror, Otra pintura muestra a San Jorge con el ddragén atado a una cortea, vivo o muerto, que ha arras~ trado hasta los pies de la hija del rey, en la plaza de la ciudad que acaba de liberar. Otro cusdro, en el que el propio micdo parece apacible, representa ls huida frené- tica de un grupo de frailecills ante la presencia de un Jeén que sigue a San Jerénimo como si fuera un perro. Carpaccio es en Venecia un poco como Caravaggio en Roma. Siguiendo sus obras uno puede revorrer a ciudad, sus museos ¢ iglesias, desde la Legends de Santa Urls cen la Academia hasta las Certesana en el mniseo Corer, ero mis enriquecedorain es seguir ls obras de Tiziano, como la Presentacén de la Firgen en ef Templo —inspira- daa su ved de la no menos bella Prewntacén de Ti retto— que est en a iglesia den Madonna delfOrt, un templo algo periftrio cerca de Lis Fondaments Nuove Me gustaba mucho este barrio desierta al que sbamos en i TET ater Milt notoxafs. No muy js, en los Gesuit, se encuenta San Lorenzo en la parila de Tiziano, todo noche, oroy fuego, que parece anunciar a Rembrandt, En cada viaje. cra imprescindible ir aver estas obras, y aunque Torcely ea ay cae as ne ase Te aprecio particular por este artista. Se podian admirar sy re eee emer eso agar bs moos iano de eter psapscamerenl oe aba concrto el extant ucio Fina y lego slmonar enna La Glshe, Reon eee en los jardines del albergue Cipriani. Lalli una ver, acompaitados de su editor en la editorial Sui, Frangois Wahl ytumbign du nda pones } Justo después de uno de estos almuerzos, Fransois Whi, i ints caminibamos poral ach, me ei que En Paris, Lacan levaba una vida de trabajo intensa. Re- cibia a sus pacientes desde las ocho de la mafiana hasta ‘usara mi influencia para convencer a Lacan de que toma- +a no sé qué decisin editorial en calidad de director dela coleceién «Campo freudiano», Esto me somprendié mu- cho e intenté explicarle que yo no tenia influencia alguna sobre Lacan y que tampoco deseaba tenerla. Dejando de lado este episodio, Frangois Wahl era un hombre cuya psién por su trabajo despertaba spat . Después de trabajar, Lacan cenba en el restuurn- te, salvo cuando estaba invtado en casa de alguna de sus hijas. Era un hombre de costumbres, preferi fre~ cuemtar los sitios que ya conoct,donde sabia que 0 le harian esperar. Aparte de La Caléche, que aprecaba ] or su proximidad, también gustaba de ial Bistroque, tun restaurante en el quai du Lowore regentado por un « Cackorne Mite aslo Albert, Alli era habitual eruzarse con Sq ius de Jane Birkin y sus hijos aque vivian cereale restaurante, Habit un meni que in, luis cangrejode rio, con el que Latcan tuvo un lapsus, un ong en su semi aio comp cjomplo de su shister © “obligad? igios de rios, le dijo a Albert. Ami me grejos de rio, pero quizis aque ror de genera que mem La seorita gustaban mucho los a taba harta de ellos y habia deseado otra cosa. E taurante, sy Jacques Aubert, El tema del dia era la vejee de Aragon y su relacién con Elsa, Lacan tenia wn estilo pro- cuando participaba en una conversacién. $i no hacia tun montén de preguntas a propésito de un tema que le intrigaba, se m: is bien silencioso. Rompien- do su silencio, intervenia bruscamente, incluso de forma desconcertante: «Cuando un hombre ya no es un hom bre, su mujer lo tritura», espeté de pronto. «gEn serio, itura?>, dije yo desconcertada, Sollers, por su part, of algo distinto: «Cuando una mujer ya no es una mujet trituraa su hombres, En el Bistroquet también cenamos con Jean-Jacques Schubl y Barbet Shroeder, después de ver la proyecciéa de Maitrese, la pelicula de este tiltimo de 1975. Lact dijo que mostraba bien que «el masoquismo es algo P*” tencioso», e1 76, cenamos con Phillippe 2 scan tambign frecuentaba Le Petit Zin qe ent estaba en lt calle Buci, Una no Annette Giacometti, $ 18 A CenAr MHS’ O menos UNA vex por semana, e na donde Le uillevent y Le Vivarois, ambos en la avenica Viewor Hugo, Fue en el Tallevent donde m nvit6 a eenar por primera ver y siempre me gustaba volver all, Peto una ver los camareros ereyeron que Lacan queria levantarse y Ja mesa y correr su sila. Luege, po —hasta que me di cuenta— me se apresuraron apart durante mucho somprend restaurante, [Esto me ayud6 a entender mi anorexia fantil Volvi a aquel lugar hace algunos aos. El director vino a saludarme y le conté que habia estado alli muchas ve~ ‘es, hacia tiempo, con el «Doctor Lacan. Se acordaba ‘muy bien de él, desu silencio y de sus enormes y sonoros suspiros. El era el maitre en aquella épocs, me ‘mostré emocionado por el recuerdo, Pero mit preferido era Le Vivarois, menos estindo que et Taillevent y con una cocina mis sencilla, més cercana a los productos regionales. El chef se lamaba Peyrot y era un tipo muy simpitico a quien le impresio- naba y divertia mucho el singular eomportamiento de Lacan, Siempee se acercaba para charlar con nosoteos, es decir conmigo, ya que charlar no era una de las habili- 0 a no tener apetito cada vez que fhamos a aquel Carherine Milt dades de Lacan. Con el paso del tiempo, Lacan se volvig cada ver mis silencioso y sacaba una hoja de su bolsi doblada en dos, en la que esbozaba nudos borromeos durante toda la cena. Pero esto no me desalentaba, yo intentaba alimentar la conversacién con preguntas alas gue él podia responder con un sio un no. Casi siempre con un si, aprobando las frases més contradictorias que me inventaba para ponerlo a prueba. Una noche, Peyrot se nos acereé y nos lanzé: «¢Llamdis a esto un didlogo>, Me ref de buena gana. Peyrot estaba un poco loco. A veces se marchaba varias semanas a la montatla confiando su restaurante a su mu- Jeryasu equipo, muy unido, que lo adoraban, Sus ausen- cias le costaron al menos una estrella Michelin, Hace al _gin tiempo, saliendo de un restaurante que elegi porque el chef era un imitador de Peyrot, le dije a la duefia que én su dia habia frecuentado el Vivarois con Lacan. Ell ine respondié, muriéndose de risa, que a menudo Peyrot hablaba de él. Peyrot estaba convencido de que los pedos Y enuctos que Lacan, como hombre libre que era, n0 s¢ ‘aguantaba en piblico, tenian un significado destinado # Al «Pe y Rots, jlas dos silabas de su nombre! Debido a sus largas jornadas llenas de trabajo, Lact? hacia acudir alos servicios por los que normalmente u"? se desplaza. Aunque, por obligacién, exceptuaba al de®” tista, recibia en su casa al barbero, a Ja manicura y al P& avid con Lacan dicuro, al profesor de gimnasia, al Iibrxoe incloso a su sastre, que venta dos veces al aio con un lote de muestree de tejidos entre los cuales Lacen escogia la tela de sue trajes y camisas que le hacian a medida, Creed era une sastreria muy antigua, undada a finales del siglo xu, que habia vestido a la reina Victoria y a a emperatis Eugenia. Olivier, descendiente dela fimilia Creed, dci- ‘ia el establecimiento en Parise iba en persona a casa de Lacan. Las camisas que hacia para él eran muy eleguntes, Por ellas Lacan abandoné la pajarita, Tenian un cuello estrecho que recordaba un poco a las camisas Mao de la época, con la diferencia de que tenian una pestafa con bbotones que cubria los dos lados del cuelloy lo cerraba. A veces Lacan le pedfa su opinién en la eleccién de tejidos, que @ menudo eran suntuosos. Su vestimenta tenia un corte clisico, combinado con el toque fantasioso apor- tado por el preciosismo de las teas, Esto daba un toque femenino a su forma de vestir, aunque sin restarle nada de su virlidad. Su elegancia era soberana, por no decir imperial, algo provocadora, subversiva. Pero, como dice ‘Moustapha Safouan, Lacan «jugaba libremente con todo ello porque no significaba nada para ee. Es bien cierto, se trataba de algo accesorio. Su suntuosidad no excluia el ascetismo, Prueba de ello era la disposicidn del apartamento del mimero 5 de la calle Lille, dedicado casi en su totalidad a sus pacientes, “6 EEE” coterie Mit con la excepcién del pequeito despacho de Gloria, ug, antigua cocina que sélo servia para los desayunos, y dormitorio de Lacan, también pequeto, con la cama cel aio, No era un hogar, todas las comidas las hacta fi. 1a, A Jos setenta afios llevaba una vida de estudiante o soltero, Esto no me sorprendié entonces, ya que su ests de vida se parecia al mio. En este sentido, teniamos misma edad. Un poco mis tarde, en Paris, Lacan reanudé su semi nario, que aquel afo titulé Encore. Fue uno de sus seri narios més inspirados. A lo largo del curso hablé de b feminidad, del goce, del vinculo del amor con la impo sible relacién entre los sexos. Con paso del ti nudos borromeos, denominados «redondeles de cuerds, fueron ocupando un lugar eada vez més importante. Lt ‘can retomé el simbolo de la alianza de la familia Boro- mée con otras dos familias. Esta alianza era representad ‘mediante tres anillos, anudados de tal forma que con sb po, Los romper uno de ellos los otros quedaban libres. Este nud’ Je iba como un guante a Lacan para delimitar la relacéo de las categorias de lo simbélico, lo imaginario y lo red} fandamento de su teoria ‘También habls de los misticos. No era la primera ¥®* ue se referia a ellos en sus enseftancas, pero quiis 6% vez yo tenia algo que ver con el asunto. La mistica ™ © obsesionaba y le eve las obras de una beguina (de hee? 4% avidicon Lacs eran dos), Hadewijch de Ambetes, con esperana de que me diera una interpretaciin desu experiencia nes tor, Pero su respuesta me decepcions, La elién que a establecié aquel aflo entre la misticay el goce femening no me euadraba, Mi interés por ls istics no apunts, alas etremendas jodedoras, como él decia de Teresa de Avil sino a aqulls y aquellos (a veces los mismos) que se anonadaban. Sobre est punto dl no ij nad, pero de un seminario a otro ésta pregunta en la que se enconta- ba el enigma de mi deseo, concentraba mi atencién, Es- taba segura de que Lacan poseia la clave y sencillamente no me la estaba dando, Quins cada tuna de ls personas del pblico senia lo rismo que yo. Lacan era un maestro del suspense. Cada sesién de su seminario se precipitaba hais su concla- sién con una frase chocante que reactivaba el enigma y ‘anunciaba para la sesin siguiente su resoluién siempre aplazada. Uno de sus alunos tuvo un suefo en el que se formulaba la impaciencia que le cavsaba el semina- ro: «Que diga la verdad sobre la verdad Esto no quita ice rd es find fi testign de ree? sags a este objetivo que, come e* O. * Fsubteron d rani Pants en be lahiars ote he ede Theis venta ba gewediagie te rots ne whe vin ee Pe pose sa Bane Sininiys, west nvasvdasa pats yuan, ta es WVude vay ve a fa vant loa eva poner a pusetan el poole rrga esti Ja que fe tee Fie uni, Aq senate sa Lab quiets, inert ev piano ase que le ote fora 1, eu fs aout istin ie paces ns tare, en el tie de 197, pars de reurganizacin del Departances de Vincennes que ke habia propuest [Manifest sin equivacos que hacks lay reuniones, cuando unto mas algido. Algunos sin la menor vergiieny I ican tuvo que responder Fue a apoyar el proyecto to de Paicoand Jacques-Alain Miller, suyoel proyeeto durante lis las protestas estaban en st pl empezaron a blandir ant perspectiva de su muerte, Li tuno de sus interlocutores que aludia a su sucesi tampoco eta inmortal. Fl mismo me conté esta r En aquel periodo le vi entrar al trapo, decidido a ganar Ja batalla, Yo atin no formaba parte del Departamento de Psicoanilisis y por este motivo tampoco asst 4 ss reuniones, Sélo recuerdo que me di cuenta de que Lacan habia mentido, no sé muy bien cuando, a sus interlocur tores y le pregunté el porqué. No lo negs y se limite esbozar una sonrisa burlona. Recibi ef mensij: un hombre que se doblegaba ante la verdad. - Cathrine Miller Normalmente no s© inmiscuia en a pois ing, | nal y no hablaba con nadie de os problemas gy dan sug en su Escuela. Por ejemplo, i dian. fines de semana ni en las noches mantenia conven. nes telefonicas sobre estos temas. Apoyandose en |, mismo habia establecido, se conformaba con a las reuniones del comité del que era director e inten, nia poco. Con el ejercicio del poder tenia una rela, ue yo calficaria de minimalista. De hecho, su pric ca como terapeuta y la preparacion de sus seminatios cocupaban en exclusiva. En la primavera de 1973, Lacan queria visitar la Un- bria italiana. Tenfa previsto ir con T. Consiguié que o aceptara acompafarles, Dividido entre su apego por. Ja necesidad que tenia de mi, no queria renunciar a nin- guna de ls dos. Intentaba resolver el contlicto juntindo 10s, Al igual que su tripode italiano, tampoco funcion’ No tenia prejuicios contra este tipo de arreglos, pero fie ‘ecesaria una fuerte simpatia para superar los celos, ui ‘ormentos yo conocfa. Por otra parte, cuando Lacan m? Fase en julio otro viaje con T., decliné Ia invitacién ‘do ee Ey a Albania, donde mi padre hati? ae ajador un poco antes. a eran difc ‘ardaban uy © ion fue dura. Las comunicaciones con Tit ies. Me era casi imposible lamar. Las ci In - semana en llegar. Lacan, que se habia Lavidaen Laas Paris, me escribia todo [ibano y Ia comunicacion fein ticias ener not de: ie estoy enfadandor, escribia. Por vj aban muy bien. Tuve una crisis de taquicard Josola frente ala playa de Durrés y ere De welta a Francia, a finales de julio, euindo po: pdimos hablar por teléfono y me dio 4 reunirme con él, me derrumbé al pensar ¢ riento de la cohabitacién con T. no po de mi, el tono de sus cart Jo que estaba soportando estando lejos. T hacia Beirut. Era agosto y hacia un calor que Lacan soportaba manifiestamente Gudad era muy moderna, fastuosa. Nos alumnos, Hadnan Houbbalah, recientem como psicoanalista en Beirut, que tuvo que co: trabajo bajo las bombas durante afios. Del Libano recuerdo los hermosos palacios, 1 nas de Baalbek, un almuerzo en la mont ‘mezzes deliciosas. Pronto nos marchamos 3 Siri: frontera, los camiones militares que desi Presagiaban una guerra inminente. Visit Palmira y Alepo. Recuerdo el inmenso y oscuro Damasco, la belleza de Palmira al atardeveryl2 de San Simén el Estilita, no lejos de Alepo. $° Catherine Miter tan alta como me la habia im: de Bufuel. De wuelta a Beirut, el embajador de Francia 16 a los tres a comer a su residencia, aginado viendo la jay Un palacio ny, dio de un parque, edificio histérico llamado Res de los Pinos. Por la noche, cenamos bajo los arr compania. Pero yo vivi con un gran malesta aut magnifico. Con la ayuda del aire acondicionado 1 cenferma. Ese fue el tiltim tento de cohabitais No obstante, a principios de 1974 hubo un visjeaC na con Philippe Sollers, Julia Kristeva, Roland Bunt Frangois Wahl y Marcelin Pleyn otra vez acompanarle con ‘I nalmente él renuncié al viaje, nunea supe real: qué. Quizés T. todas formas ella fe acompatié en otofio de 1975 tuna gira de conferencias por las universidades ricanas. Lacan me pr cosa que rechacé. Per§ 6 Ja toalla 0 no consiguid el vial. Poco después de este viaje fallide, Lacan ams de Vincennes a ver os dew asos patel 4 hipopdtarven, animales con tos que sents des, gunizds poor el arte connpuattile del beet sites tesfan bizzare Are oot ba maint? La vida con Lacan 44e1973,elconges0 dela Bscucla Freudiana Es Grande-Motte, crea de Montpellier. Fue sreorable ya que, por una ve7, habia una ola re que recorvia Iasintervenciones y debates. Be emacho del «pase», cuyo disposiivo habia ren ado La taba de rei an. = del lugar del analizante al del analista. Lacan queria En otohio en scoger el testitnonio de quienes deci velaba, como rqué de este pa interrogar el pord) " ‘momento de conclusién, la cuestién del fin del an Este pase dejé perplejos e tus, Pero entonces todos tuvisnos la irapee un buen irero de anal una obra que emnpezaba y cada une sintiés al suinterior. Las intervenciones de J ge tuvieron nico q it totlas Nas css Con 3u Fe io samtatiens epi 2 una temnpestad. Lia inspiration le & Weidegper y Fink siiste Horielite Piicar, Me le connpat y Ae besa “a eapasisadstn prontey: um anil {«cQuéle pa preguntaba), pero tamb tambien Le naturalerat del dese por lacabe valguien que hae eee " s ar contra el peso dele lsdnient mediante el nombramiento de jovenes y dec, nocidos como «Analistas de la Escuela», lo cual lesnen al miso nivel que los didactas, Afios mis tard, cnet, alo que el pase era un fracaso, también anunciaba el fi. caso de su Escuela. Pero aquel aio, en Montpeliy, escuela estaba bien viva, Sentiamos estar participando en una aventura apasionante, la del mismo psicoanilisis. El deseo de Lacan nos arrastr6 a todos. Durante aquel congreso, tuve que enfrentarme ale prueba del «coming out» de nuestra relacién. Yo hubies pteferido permancer en la sombra, incluso en la candes tinidad, y tomé una habitacién en un pequefio hote ks del hotel donde se hospedaban Lacan y los notables dest Escuela. Pero él no lo veia igual y me vi obligada a rut con él el vestibulo del hotel en direceién al ascens0h sando ante todo un aredpago que estaban tomindose ae con todas las miradas fijadas en nosotros. No Pa Ses en la pequeahabitacgn que yo habit reservd i preocupacién por la diserecin era el menot &*° Problemas. Algunos aftos mas tarde, durante U® contig $0, jme hizo amar por megafonia! mo partir del curso 73-74, acomparié cada ver mis a Lacan s Guitrancourt, Era una casa muy bella una antigua titi dl siglo xvi, con ls agradables proporciones de jaeqoea en ue habia gusto por a intimidad, Todo habia dido areblado por Sylvia. Un edificio anexo habia sido convertido en taller por un propietario anterior, un pintor famoso. Alli Lacan tenia su despacho, frente a un gran ventanal acristalado que daba al jardin. A la derecha, a modo de contrapunto, habia colgado un Monet, un pat- sije de Giverny con los nemifares medio hundidos bajo una cascada de follaje. Me instalé en un canapé apoyado ena pared de enfrente y tenia el cuadro a Ia vista cuan- do trabajaba junto a Lacan, En el taller se habia instalado unakillo donde se podia contemplar e/ Origen del mundo, disimulado por una pintura sobre madera de André asson, que presentaba de forma alusiva el propio tema {we se suponia debia ocultar. El Courbet se descubria re tirando un lado del marco y deslizando el Masson lateral= = A Lacan le gustaba practicar este ritual de desve- et ach Cerimicas precolombinas adornaban el borde Present a Una de ellas me gustaba particularmente. Re- — a el cuerpo de una mujer con Jos senos apenas $s y la cintura ancha, a la que estaba adosido un os Catherine Mille ser cuyas minisculas proporciones daban a la m estarura de una giganta. Lcjosde leas y del taller, el jardin habia sido anny, do aca a derecha y en él e habia instalado una pay También se construy6 una casa pequefa, que seat, modo de cerca. Constaba de una habitacion,adomaa de un feesco pompeyano, cuyo ventanal actistalado dik, 4 la piscina, Alicia, la portera, serva alli el almuerao ge ella misma preparaba. También habia una pequefa cc na, un baflo y una habitacién decorada ala japones, ew todas las normas del arte, por un arquitecto que Lacn contrat a su vuelta de Japén. Todos los dias, antes deco- mes, en todas las estaciones y en cualquier meteorclgi, Lacan se taba desnudo a la piscina. Hacfa dos pss, se trataba més de un ritual que de un ejercicio, pero er una disciplina que nunca quebraba. Por el muro que bor deaba la piscina trepaban diversas plantas que floret fen unas estaciones y se lenaban de bayas en otra. S¥ follajes cambiantes ofrecian a la mirada un placer seme renovado. La piscina y su casa daban a nucstras estancias¢0 OO" ‘rancourtun aire de vacaciones. Por otra part, all sibumos parte del verano, Pero también era un ete trabajo formidable. Lacan daba ejemplo, trabajand? . iio ‘afana y toda la tarde, con su calmada concent Porla: ma, en tare |g ‘mafana, permanecia casi siempre en la ’ La vida con Lacan pain, Con nati de madera para dibujr « modo eestor las hojns de papel sjetadas con pinzas. fami dels mesilas de noche, dos messsretangula ara dizpuestss a cada lado de la cama, donde se 1 aban bros y papeles. Por la tarde se insta en ‘Taespacho, en una gran mesa con caballtes delante de ha ventana acristalada. Pasaba alli largas horas comple- tamente inmévil, salvo por los movimientos de su mano pasando las piginas. Esta inmovilidad me impresionaba mucho, ya que no se parecia a nada de lo que yo conocis: en comparacién con él, todas las otras personas me pare~ cian poseidas por un movimiento browniano. Afadida a su silencio, su inmovilidad instauraba en Ia casa un vacio central a cuyo alrededor todos gravitabamos. Introduzco aqui el plural, ya que su yerno, Jacques Alsin, y su hija, Judith, ademés de sus hijos, vinieron cada vez més a pasar el fin de semana a Guitrancourt Pronto acudieron también Laurence y sus tres hijos. Du- ‘ante aos me encontré levando una vida familiar. Vi ‘eeer a los nifios, zbamos a caballo juntos por los alre- edores. Fueron atios felices. Lacan parecia feliz.con su Sstomo familiar, aunque a menudo estaba absorto en sus Pensamientos, en silencio. En la mesa, por ejemplo, no Paricipaba mucho de la conversacién. ets Alin y yo teniamos en comtin el hecho de lumbrados por Lacan. Esta fue 1a base de una o Catherine Millet simpatia mutua. También compartimos ly pasgn badminton, Jugibamos a prolongar el punta ann fuera posible y,en contra de las reglas norma cit conti que contestara el gope. Ear foma de jugar favre Ia resistencia y daha dep ta competcin, Por la noche, en el salén, con un Reg colgud de la pared, a veces jugibamos 2 las cats poquer nia bridge, sino a alin juego de nos, com Taffran, Lacan no paricipaba. Aparte de estos jxgy yl tiempo pasado junto a la piscina, sobre todo eng dias soleados, todos estudibamos mucho. La varedal de ambientes de la casa permitia que cada uno encontra el que mis le convenia, de forma del todo auténoma:ea también un espacio de libertad. La convivenciay la sale dad se mantenian y combinaban. A partir del otofio de 1974, junto a Lacan, empect a Preparar en su taller mis cursos para Vincennes. Trabt- j€ sobre la educacién en Freud, lo que luego se cont tid en el tema de mi tesis y me lev6 a releer su obra dt forma integral. De vez en cuando le preguntaba cost Me atreveria a interrumpir el hilo de sus pensamiento® © esperarfa a otro momento mds oportuno? No siemp!® Poe Un dia, le pregunté por la pulsién de eae lt del principio del placer. El deseo de muet®’ Preguntt, edebia ser situado del lado del deseo de do" © del despertar? Esta pregunta le interesé lo sufcien™ “ fe rag La vida con Lacan ara responder después de un largo silencio, Fue como Pasta muy detallada, de la que tomé unas notas se como UN TO: a aajo hoy leo estas notas, publicadas en la revista ae da la impresi6n de que muestran fielmente el vpniento desu pensamiento, su caricter de remolino ‘Avanzaba en su reflexi6n hasta encontrarse en un calle- jisin lida luego ba en una nueva direcisn,queasu ve conducia a un limite. El conjunto definia una zona qa la que el pensamiento se enfrenta con un imposible gue cea un agujero, o un sifén, En numerosos textos de Freud podemos apreciar un movimiento similar, eno decalljones sin salida, mediante los cuales se delimita lo rea, Algo similar encontramos en la progresién de una cura analitia. ‘Aquel dia, Lacan hablé del «suefio de despertar». La Vida, €s algo del todo imposible que puede sofiar con el despertar absoluto. Hoy me doy cuenta de hasta qué Punto este suefio permanecié vivo en mi durante mucho tiempo. Y aftadié: «El deseo de despertar no es mis que tlsueho de perderse en el saber absoluto, del cual no hay rastos, wee euitancourt, durante las vacaciones, escribi mi *s- Tarde varios afios. La inhibicién normal que acom- Pata geste tipo de ejercicio se acompartaba en mi de una Angustia, Padect mil muertes en el pequefto despa~ o

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