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n° 5884/08 “SA
Importadora y Exportadora de la
Patagonia s/ queja por recurso
de inconstitucionalidad
denegado en: ‘SA Importadora y
Exportadora de la Patagonia c/
GCBA s/ amparo (art. 14
CCABA)’”
resulta:
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era debida. Esa tendencia se mantendría constante. Aclaró que si bien la alícuota
del 2,5 % no resultaba irrazonable per se, sí lo era en relación a SAIEP, por las
particularidades explicadas. Como consecuencia de ello, explicó, SAIEP estaría
tributando efectivamente una alícuota variable, del 5,36 % (septiembre de 2003) o
4,25 % (septiembre de 2004) de los ingresos correspondientes a su actividad en la
Ciudad, “mientras que otros contribuyentes por la misma actividad ... tributan a la
alícuota del 3 %”. Señaló, además, que en tanto el saldo a su favor seguía
incrementándose y no era posible que ella absorbiera el saldo con el pago de las
siguientes posiciones ni podía ya solicitar un certificado de no retención, se veían
afectados tanto su derecho de propiedad como la exigencia de igualdad frente a las
cargas públicas.
Relató que solicitó a la Secretaría de Hacienda y Finanzas que modificara la
normativa en cuestión o autorizara la emisión de un certificado de no retención o de
retención reducida pero que ello le fue rechazado mediante la resolución Nº
3053/04.
Justificó la procedencia del amparo por la presencia de una lesión “actual y
grave”, la “arbitrariedad e ilegalidad del acto en cuestión”, la violación del derecho
de propiedad y la inexistencia de un remedio judicial más idóneo. Sobre este punto
puso de resalto que el procedimiento de repetición está previsto para casos de
pago indebido y sin causa, y no, como en el caso, cuanto el excedente de
retenciones procede de las disposiciones normativas aplicables. Sostuvo, también,
que no era necesario una mayor amplitud de debate y prueba.
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la Patagonia un certificado de no retención o de retención reducida en los términos
del Art. 7º del Decreto Nº 1150/90, según su redacción original. 1.c. Ordenar al
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires –Ministerio de Hacienda -
Dirección General de Rentas- que en el plazo máximo de treinta (30) días
determine mediante la correspondiente verificación el saldo a favor de la actora en
concepto de retenciones por el impuesto a los ingresos brutos, y proceda a su
reintegro dentro de los diez (10) días siguientes, con más los intereses que prevé la
Resolución SHyF Nº 4.151/2003. / 2. Imponer las costas a la demandada (Art. 62
CCAT). 3. Regular los honorarios ... “ (fs. 441/448)
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General de Rentas para producir la prueba ofrecida por el GCBA puso de manifiesto
que el saldo a favor de la actora, al mes de marzo de 2005, ascendía a $
1.045.727,13, y que la causa principal de esa situación era “la poca significatividad
de la base imponible que genera el impuesto, que al compararse con las
retenciones sufridas por aplicación del Régimen de Tarjetas de Crédito Dcto.
1150/90 y 2133/02, da como resultado un permanente saldo a favor, ya que las
administradoras de estas tarjetas se encuentran en esta jurisdicción y por
consecuencia dichas retenciones pertenecen a la misma”.
Para el juez, el conflicto se centró, “en esencia, alrededor de la validez de la
modificación del Decreto Nº 1150/90, por el Decreto Nº 2133/01, y las
consecuencias que de ella se derivan”. El a quo consideró que “el Gobierno hace
abuso de sus facultades fiscales, en contradicción con las normas y principios de la
materia, contenidos tanto en la Constitución local como en el Convenio Multilateral,
aplicable al caso por las características del tributo que se trata, de su hecho
imponible y de la actividad que despliega la empresa actora”. Sostuvo, entre otras
razones, “que la manera en que el Fisco local regula la retención ‘en la fuente’
parece ser contradictorio con varias de las pautas que ‘deberán observar’ (es decir,
obligatorias) las jurisdicciones que establezcan regímenes de retención o
percepción del impuesto sobre los ingresos brutos, según lo dispuesto en la
Resolución Nº 61/95 de la Comisión Arbitral del Convenio. Así, el inciso a) del Art.
1º de esa resolución determina que ‘podrán ser designados agentes de retención o
percepción sólo aquellos sujetos que realicen actividades con sustento territorial en
las mismas [jurisdicciones], y respecto de contribuyentes que también lo hagan’. Y
el inciso b), apartado 3. del mismo artículo dispone, como pauta para los regímenes
de retención, que ‘la alícuota de la retención no podrá exceder a la que, de acuerdo
con la legislación vigente en cada jurisdicción, corresponda aplicar a la actividad del
sujeto retenido según la naturaleza de los ingresos brutos sometidos a la misma’.
Las constancias de autos indican que, por lo menos en casos como el de la
empresa actora y los agentes de retención que se trata (empresas liquidadoras de
pagos por tarjeta), estas pautas no se respetan estrictamente cuando no se
discrimina de manera debida las operaciones realizadas fuera de la jurisdicción
local.”
Posteriormente, la sentencia examinó el decreto nº 2133/01 y lo consideró
inválido en cuanto eliminó la facultad que otorgaba el art. 7º del decreto nª 1150/90,
para conceder certificados de exención de retención o de retenciones disminuídas.
Señaló que el nuevo decreto no explicó las razones de la supresión de esa facultad:
”El acto carece así, en este aspecto, de los requisitos esenciales que imponen los
incisos b (causa) y e (motivación) del Art. 7 de la Ley de Procedimientos
Administrativos”. Agregó que “La conducta de la autoridad fiscal en el caso no sólo
implica una detracción indebida de la propiedad del contribuyente sino también el
incumplimiento del Convenio Multilateral, en tanto deja de ‘gravar solamente la
parte de los ingresos brutos que le haya correspondido’ (CM, Art. 33), y la
transgresión a los principios tributarios que consagra el Art. 51 de la Constitución de
la Ciudad, en especial los de equidad y de certeza”. También descalificó el decreto
2133/01 por afectar el “principio de razonabilidad, que ordena que los medios que
se adopten debe ser proporcionados y adecuados a sus fines; sin embargo, no es
posible en el caso verificar si este extremo se respeta, pues no se exponen ni la
causa ni la motivación ni la finalidad de lo decidido en su Art. 2º, y tampoco pueden
deducirse de sus otras partes (…) Las consecuencias concretas del acto muestran,
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a mi juicio, que no hay razonabilidad alguna en lo decidido, y sí, en cambio, una
evidente desproporción. (…) ¿Qué finalidad tuvo la modificación del Art. 7º del
Decreto Nº 1150/90? El texto del Decreto Nº 2133/01 no la indica, pero es preciso
establecerla de alguna forma. En esa tarea, un indicio claro es que el acto parece
haber cumplido con los fines queridos por la autoridad, que no cree oportuno
modificarlo (conf. Resolución Nº 3053/SHyF/04), y por ende es lícito presumir que
éstos se reflejan en los efectos que él ha producido. Pero si uno de estos efectos
es la obtención de ingresos en notorio exceso a los establecidos por la ley, la
finalidad que éste demuestra es ilícita. Y más lo es cuando se pretende conservar
tal sistema írrito en 2004, año en que el caos económico y financiero que dio
contexto al Decreto Nº 2133/01 (diciembre de 2001, enero de 2002) y que podría
quizás explicarlo –aunque no justificarlo-, ya había desaparecido.”
La conclusión del a quo fue que “el sistema, tal y como ha quedado
diseñado a partir del Decreto Nº 2133/01, afecta el principio de igualdad tributaria,
aunque este vicio no se muestra en su formulación teórica sino que aparece a la
hora de su aplicación en la práctica (…) al aplicarse a la actora, de hecho, una
alícuota mayor que a contribuyentes que están en igual situación que ella, ya
porque se la trata igual a otros particulares pese a las diferencias que existen entre
ellos, pues la base imponible de éstos tiene exclusivo origen local, mientras que la
de la actora se integra con ventas fuera de la jurisdicción” y que “También se
contraría, indirectamente, el principio de legalidad, (…) en tanto por vía
reglamentaria se crea de hecho una base imponible más amplia que la prevista en
la ley, al extender la retención del impuesto local a operaciones no realizadas en
esta jurisdicción”
Luego de examinar el régimen normativo, consideró la resolución SHyF n°
3053/04 que rechazó los pedido de la actora tendientes a que se modificaran las
normas que le ocasionan el gravamen y le expidan el certificado de no retención. El
juez consideró que la motivación de ese actos fue “puramente dogmática, en una
suerte de ‘no porque no’”. Agregó que la presunción de legitimidad del acto opera
“en tanto esté debidamente motivado”. En el control de razonabilidad del acto
sostuvo la resolución no es válida desde esa perspectiva pues “de ninguna manera
es razonable mantener un sistema que sólo provoca perjuicios al contribuyente,
contra la letra de la ley y sin provecho fiscal, y se decide sin explicar la razón de tal
criterio (...) La falta de razonabilidad del actuar impugnado se advierte así en toda
su dimensión: se insiste en mantener un mecanismo recaudatorio que en forma
notoria genera daños al contribuyente y no aporta ningún provecho lícito al Fisco
(reitero: la recaudación en exceso de la ley no es beneficio admisible), y se rechaza
dogmáticamente su cambio a pesar de que éste no provocaría ningún perjuicio al
erario público. Un típico ejemplo de la tozudez burocrática, y del vicio que la
doctrina llama “desviación de poder’ ”.
Posteriormente, la sentencia rechaza el planteo del GCBA referido a la falta
de lesión al patrimonio de SAIEP ya que la ley le da derecho a repetir, y le reconoce
intereses. Para el juez la acción de repetición (art. 63 CF t.o. 2005, art. 2º del
Protocolo Adicional al Convenio Multilateral) es “una solución excepcional a una
circunstancia irregular, y por ello no puede ser utilizada como excusa para,
conscientemente, recibir lo que no es debido, pues esta pretensión es antijurídica e
inmoral. En otras palabras, el hecho de que el deudor tenga la posibilidad de
reclamarme no me autoriza a cobrar mal”. Además, consideró que, en el caso, “la
repetición no soluciona nada, porque como dice el informe oficial, ya citado, el
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saldo a favor se produce en forma ‘permanente’ (...), y se seguirá produciendo
mientras esté vigente el sistema que se ataca. O sea que, si este régimen no se
modifica, la actora estará obligada a repetir in aeternum”. Por la misma razón
descartó también la posibilidad de compensar deudas. El juez agregó que “es
también un tremendo error considerar que no hay daño o que no se afecta el
derecho de propiedad porque hay posibilidad de reparación”.
El juez también ponderó que de acuerdo con la resolución SHyF nº
4.151/2003, en los supuestos mencionados el Fisco debe pagar intereses de
manera permanente, con lo que la conducta irrazonable de la autoridad no sólo
provoca un daño al particular sin provecho público “sino que produce además un
efectivo perjuicio fiscal, en términos de las mayores sumas que, en concepto de
intereses, el erario deberá devolver”.
Al considerar el art. 113 CF (t.o. 2005) que faculta al Poder Ejecutivo “para
establecer sistemas especiales para la determinación, liquidación o ingreso del
impuesto sobre los ingresos brutos, a efectos de adecuarlos a los que se
convengan con otras jurisdicciones dentro del ámbito del convenio multilateral”,
expuso que el texto original del art. 7º del decreto nº 1150/90 establecía un “sistema
especial” de esa naturaleza: la expedición de los certificados de no retención o de
retención reducida, “y con ellos se paliaba el problema. Pero el Decreto Nº 2133/01
lo descartó, sin causa aparente y sin razonabilidad, con lo que se desarticuló un
mecanismo que aportaba equilibrio a todo el régimen, y a la vez comenzaron a
generarse los perjuicios que son centro de este proceso. De todo lo dicho sólo
puede concluirse que de las tres opciones enunciadas sólo esta tercera propone
una real solución a futuro; y que la crítica a la conducta de la actora es impropia,
pues la alternativa que planteó a la Administración y le fue denegada por
Resolución SHyF Nº 3053/04 era la única efectiva, y permitía resolver la cuestión
con ganancia para todas las partes”.
Al concretar su conclusiones, el a quo sostuvo que “el Art. 2º del Decreto Nº
2133/01 está viciado de nulidad absoluta e insanable, contradice los principios
constitucionales de igualdad y legalidad en materia tributaria, y afecta ilícitamente el
derecho de propiedad de la actora, por lo que debe ser dejado sin efecto. Además,
la Resolución SHyF Nº 3053/04 debe sufrir idéntico destino, por irrazonable y
carente de causa. Y así se declarará. IX.1. No procede, a mi juicio, declarar la
inconstitucionalidad strictu sensu de esas normas, pues su invalidez deriva más de
su aplicación práctica que del choque entre su letra y los preceptos
constitucionales. Tampoco creo que quepa decidir respecto del Decreto Nº 1150/90,
en su redacción original, ni de la Resolución SHyF Nº 1550/02, pues la distorsión
del sistema, y por tanto el hecho generador de los perjuicios de la actora, se
produce con la reforma del Art. 7º del primero, y suprimida ésta desaparece
también el agravio.”. Luego, por aplicación del art. 1051 CC, consideró que ante la
nulidad del art. 2º del decreto nº 2133/01 “retoma vigencia el texto original del Art.
7º del Decreto Nº 1150/90, por lo que se ordenará al Gobierno que extienda a favor
de la actora un certificado en los términos de esta disposición”.
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una decisión profundamente inicua”, ya que en la causa se ha demostrado “que
existe un importante saldo fiscal a favor de la actora, que sin duda se ha
acrecentado desde el informe de fs. 421/422 y que debe ser reintegrado; y dos, que
las verificaciones previas que exige el Código Fiscal pueden realizarse
rápidamente, como se hizo en 2005 para producir el informe citado”.
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(pto. IX fs. 447 vta.) dispuesta en autos”. El tribunal agregó que “Desde esta
perspectiva, es evidente que la sola verificación de retenciones acumuladas en
exceso –retenciones que como se indicó en el considerando precedente, no se ha
demostrado que no pudieran ser reintegradas de acuerdo al marco legal vigente en
el curso de un procedimiento administrativo y a una tasa de interés que no ha sido
cuestionada– no es razón suficiente para concluir que la diferente solución
adoptada por el Gobierno de la Ciudad pueda ser identificada con las
discriminaciones arbitrarias o con las persecuciones ilegítimas (ver doctrina de
Fallos: 320:1166, cons. 71). Es que si bien desde el punto de vista de una política
fiscal pueden resultar desaconsejables las asimetrías que presenta el sistema de
retenciones en la fuente en la jurisdicción local, ellas no son más que una
consecuencia vinculada al particular giro comercial de la actora, a la coexistencia
de pluralidad de poderes impositivos conforme al régimen federal de gobierno, y a
la concentración en la Ciudad de la actividad bancaria y financiera”.
En otro sentido, la Sala sostuvo que “no es posible comprender cómo, luego
de hacer lugar a una acción dirigida a obtener la declaración de inconstitucionalidad
del régimen implementado por los decretos 2133/02, 1150/90 y la resolución
1550/02 (ver punto 3 del petitorio de fs. 10 vta.) con sus consecuentes efectos
abrogatorios para el caso, pueda el juez revivir un régimen jurídico derogado, y
como tal, inexistente.”
La sentencia consideró “Que sin perjuicio de la idoneidad de la vía
intentada, de lo expuesto surge que las modificaciones introducidas con el dictado
del decreto 2133/02 y la resolución 1550/02 no aparecen como manifiestamente
ilegítimas o arbitrarias, requisito básico para hacer lugar al amparo (art. 43, CN; art.
14, CCBA y art. 1° de la ley 16.986). Hasta la propia sentencia de primera instancia,
descarta la posibilidad de declarar su inconstitucionalidad. Las constancias de
autos no bastan para poner en evidencia el carácter manifiesto de la ilegalidad
denunciada e indubitable de la interpretación de la norma que efectúa la parte
actora. También es acertado el planteo de la recurrente en cuanto a la inexistencia
de una lesión, restricción, alteración o amenaza, actual o inminente, sobre
derechos y garantías reconocidos por la Constitución Nacional, los tratados
internacionales, las leyes de la Nación, la Constitución local, las leyes dictadas en
su consecuencia y los tratados interjurisdiccionales en los que la Ciudad sea parte,
exigida por el art. 14, CCBA. “
Finalmente, luego de señalar que el tribunal “no se desconoce la
complejidad de las cuestiones debatidas ni lo engorroso de los trámites de los
remedios con los que cuenta la empresa accionante” pero que ello no basta para
“conducir a una declaración de inconstitucionalidad –como ya se expresó– de las
normas impugnadas, ya que se trata en definitiva de una cuestión de política
tributaria”, la Sala consideró que “sí cabe exhortar al Poder Ejecutivo de la Ciudad
de Buenos Aires para que arbitre los medios adecuados y necesarios a fin de dar
cabal solución o disminuir los efectos negativos que se generan como
consecuencia del marco normativo aquí cuestionado. Esto seguramente contribuirá
a mejorar un sistema en el que se paga demás –con conocimiento de ambas
partes–, se recibe ese pago y luego se exige la compensación o repetición de esos
fondos con el consiguiente dispendio de recursos administrativos, humanos y de
capital que ello genera.”.
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6.a) SAIEP interpuso recurso de inconstitucionalidad contra la sentencia de
Cámara (fs. 486/500). Sostuvo que el fallo se parta de lo dispuesto en los arts. 43,
CN, y 14, CCBA, “por cuanto rechaza la acción de amparo sobre la base de la
existencia de vías administrativas más idóneas para obtener la protección del
derecho constitucional que se invoca como lesionado o agraviado”. Planteó también
que “la aplicación de este régimen de retención provoca una grave lesión actual e
inminente en el derecho de propiedad” y vulnera el principio de igualdad en las
cargas tributarias “sobre la base de equipararlos con contribuyentes que no
presentan iguales situaciones fácticas”. También cuestionó la sentencia por
considerarla arbitraria, en tanto la exhortación al Poder Ejecutivo para que
modifique el sistema, en los términos que fue formulada por la Cámara, pone de
manifiesto la contradicción entre lo dicho en la primera parte de la sentencia en
cuanto a que “no se advierte lesión o daño patrimonial” y este considerando en el
que “V.E. reconoce –expresamente- que el régimen cuestionado provoca efectos
negativos y por ello se aconseja al Poder Ejecutivo de la Ciudad a adoptar las
medidas necesarias para disminuirlos”.
En el petitorio del escrito se requiere al Tribunal que haga lugar a la acción
de amparo, se declare la inconstitucionalidad de la aplicación a SAIEP del plexo
normativo constituído por los decretos nº 1150/90 y n° 2133/02 y la resolución SHyF
nº 1550/02, ratificado mediante Resolución SHyF nº 3053/04; y se condene al
GCBA a devolverle los saldos a su favor en concepto de impuesto sobre los
ingresos brutos, acumulados y no absorbidos hasta la fecha por SAIEP.
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7. Contra la denegatoria, SAIEP planteó ante el Tribunal la queja que tramita
en autos (fs. 58/70). Requerido su dictamen, el Sr. Fiscal General Adjunto propició
que se admita parcialmente la queja sólo en cuanto “se vincula directamente con la
interpretación y aplicación del artículo 14 de la Constitución de la Ciudad” y se
rechace el recurso de inconstitucionalidad impetrado por la parte actora (fs. 78/81
vuelta).
Fundamentos:
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Fuego, Santa Cruz, Chubut, Neuquén, Río Negro, La Pampa, Buenos Aires,
Córdoba y Santa Fe; y los restantes 16 están ubicados en la Ciudad de Buenos
Aires y operan bajo la marca “Best”. Señala que, por tales motivos, es contribuyente
encuadrado en el Convenio Multilateral. Ahora bien, como la mayor fuente de sus
ingresos se genera en las mencionadas provincias, el coeficiente aplicable a sus
ingresos para establecer la base imponible por la que le corresponde tributar en la
CABA es, aproximadamente, el equivalente al 2% del total de dichos ingresos
(fs.497/497vuelta). En tales condiciones, afirma que el régimen impugnado resulta
violatorio de su derecho de propiedad porque le obliga a ingresar el 2,5% de gran
parte de sus ventas en todo el país, monto que, señala, excede por mucho, el que
está obligada a ingresar en está Ciudad por sus ingresos brutos en virtud de lo
dispuesto en el Convenio Multilateral. Sostiene que esa desproporción se da porque
aun cuando el porcentaje de retención previsto es inferior al de la alícuota de ISIB,
aquél es aplicado sobre el total de los facturado (dentro y fuera de esta jurisdicción)
cuando los importes son cancelados por los siguiente medios de pago: tarjeta de
crédito, debito, tickets, y similares, ya que la mayoría de las empresas prestadoras
de esos servicios se encuentran establecidas en la CABA y hacen los pagos en ella.
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cual esas entidades tenían que retener un porcentaje del total de los importes que
debían pagarles a los contribuyentes y/o responsables del ISIB (ese porcentaje, en
el 2002, fue establecido en el 2,5%, cf. decreto 521/02). A su vez, como la
Administración conocía el hecho de que algunos contribuyentes ejercen sus
actividades no sólo en esta jurisdicción y que la mayoría de las oficinas centrales de
las empresas que debían realizar la retención están en esta Ciudad, instrumentó
mecanismos para evitar que, en algunos casos, esas retenciones resultaran
superiores al importe que, efectivamente, debían ingresar esos contribuyentes con
relación al ISIB. Los dos mecanismos, previstos como de excepción al régimen
general delineado en el art. 1, consistían en que: i) a los contribuyentes que
ingresasen el impuesto bajo el régimen del Convenio Multilateral se les debía
reducir el porcentaje de retención previsto en el mencionado art. 1 en un 50% (cf.
art. 2); y ii) la DGR contaba con la posibilidad de extender a los contribuyentes
cuyas posiciones por importe retenido resultasen en saldos superiores al que
debiesen ingresar como impuesto certificaciones aptas para exigir del pagador-
agente de retención no hacerla o disminuirla a su respecto, generando de ese
modo la certeza de estos pagadores-agentes de retención de que incumplían con
ello sus obligaciones de retener (cf. art. 7). Esas dos disposiciones tenían por fin
poner al decreto en armonía con la ley que habilitó su dictado. Los reglamentos que
generan las retenciones tienen por objeto facilitar la efectiva recaudación de las
obligaciones tributarias, por lo que no pueden exceder el marco de la obligación
creada por la ley, y justamente eso era por lo que velaban esas dos normas.
Además, esas disposiciones se encontraban también en consonancia con el
método adoptado por la Comisión Arbitral (esto es, uno de los dos órganos de
aplicación del Convenio Multilateral) al definir las pautas “…básicas a las que
deberá sujetarse el dictado de los regímenes de retención o percepción del
impuesto sobre los ingresos brutos por parte de las diversas jurisdicciones”. Esa
Comisión dispuso, a esos fines, que “[l]as jurisdicciones adheridas al Convenio
Multilateral del 18-8-77, cuando hayan establecido o establezcan regímenes de
retención o percepción del impuesto sobre los ingresos brutos, respecto de
contribuyentes comprendidos en dicha norma legal, deberán observar las siguientes
pautas:” “[r]especto de contribuyentes comprendidos en el régimen general del
Convenio Multilateral, la jurisdicción de la que proviene el ingreso podrá obligar a
tomar como base de cálculo para la retención sólo hasta el 50% (CINCUENTA POR
CIENTO) del mismo” (cf. RG 61/95). Dicho método, en sustancia, fue ratificado en
la RG 1/08 que bajo el título “Pautas para Regímenes de retención y/o percepción”,
estableció, en lo que ahora importa, que “[c]on relación a regímenes de retención,
se sujetarán a las siguientes pautas:” “[r]especto de contribuyente comprendidos en
el Régimen General del Convenio Multilateral, la jurisdicción de la que proviene el
ingreso podrá obligar a tomar como base de cálculo para la retención sólo hasta el
50 % del mismo o, alternativamente, podrá aplicar una alícuota de retención que
equivalga hasta el 50 % de la que corresponda a la actividad gravada”. Transcribo
las pautas previstas por la Comisión Arbitral para los contribuyentes que están
comprendidos en el régimen general del Convenio (cf. arts. 2 a 5), porque en virtud
de la actividad que denunció la actora realizar (la que como señalé, condice con las
constancias del expediente) se encontraría enmarcada en él.
En el año 1992, el decreto 614 elimina la mencionada regla del artículo 2
del decreto 1150/90, esto es, aquella según la cual a los contribuyentes del
Convenio Multilateral debía efectuárseles una retención reducida en un 50% con
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relación al porcentaje previsto en el mencionado art. 1 de dicho decreto. Esa
modificación dejaba organizado al régimen de retenciones delineado, en lo que
ahora importa, de la siguiente manera: todos los contribuyentes o responsables del
ISIB sufrirían, prima facie, la retención por parte de las entidades prestatarias de los
mencionados servicios. Solamente quedaban exceptuados, total o parcialmente, de
dicha retención aquellos contribuyentes a los que se les expidiera la constancia del
art. 7, es decir, la de “no retención o retención reducida”. Ella debía ser extendida
“...en los casos en que se plante[asen] situaciones de interpretación, base
imponible, alícuota o saldo a favor y/o cualquier otra posibilidad en donde el importe
correspondiente a la retención resulte superior respecto al impuesto que debe
ingresar el contribuyente”. Por último, con el dictado del decreto 2133/01 (el que
comenzó a regir a partir del 1 de enero de 2002), la Administración deja sin efecto el
supuesto de retención reducida y, consecuentemente, la posibilidad de que los
contribuyentes requirieran esa constancia del art. 7 (es decir, la de no retención o
de retención reducida) en los casos señalados más arriba. De esta manera,
apartándose de lo dispuesto por la Comisión Arbitral, cuyo efecto no es del caso
analizar aquí, deja a todos los contribuyentes de ISIB (sean o no contribuyentes del
Convenio Multilateral) sujetos a la retención del 2,5% prevista en el art. 1 del
mencionado decreto 1150/90.
Con esa decisión la Administración, a menos que tuviera alguna razón para
pensar que la situación de los contribuyentes que estaban alcanzados por las
excepciones había cambiado, colocó deliberadamente a quienes, en razón de su
giro comercial, habían cumplido suficientemente, con la retención reducida o sin ella
—beneficiarios de las constancias emitidas—, en situación de ingresar sumas en
exceso a su deuda. Tal era el caso de la actora luego de que la resolución
1550/SHyF/02 eliminara la regla prevista en la resolución 430/SHyF/01 según la
cual a los agentes de recaudación no correspondía efectuárseles las retenciones
previstas en el decreto 1150/90. Ello así, dado que, tal como lo informa la Dirección
de Inspecciones y Verificaciones de la DGR “[e]l saldo a favor acumulado a la fecha
que posee la firma [actora] ($1.045.727,13 al 03/2005) surge por la poca
significatividad de la base imponible que genera un impuesto, que al compararse
con las retenciones sufridas por aplicación del Régimen de Tarjetas de Crédito
Dcto. 1150-90 y 2133/02, da como resultado un permanente saldo a favor, ya que
las administradoras de estas tarjetas se encuentran en esta jurisdicción y por
consecuencia dichas retenciones pertenecen a la misma” (la negrita corresponde al
original) (fs. 422). En este orden de ideas, el juez de primera instancia señaló, con
relación a la modificación establecida por el decreto 2133/01, que “…[e]n ninguna
parte del acto se explica por qué su Art. 2° elimina la facultad de emitir las
constancias ya aludidas, que en nada parecen incompatibles con el sistema, pues
se extendían antes de la aparición de las tarjetas de débito [medio de pago incluido
por ese decreto a los ya previstos expresamente en el art. 1 del decreto 1150/90].
En suma: el acto no explica por qué estas tarjetas obligan a suprimir esos
certificados, o de qué manera el argumento de sus considerandos da base a esta
modificación.// Esta omisión es inexcusable, especialmente cuando la nueva
decisión recae sobre un aspecto trascendente del acto anterior, y tiene importantes
consecuencias concretas para el contribuyente, que son por cierto perniciosas,
como lo demuestra la cuantiosa suma de dinero que se ha retenido incorrectamente
al actor” (fs. 445vuelta). En tales condiciones, el sistema previsto por el decreto
2133/01, a falta de un régimen de excepción, convierte al sistema, con relación a
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algunos de los contribuyentes, en un ‘empréstito forzoso’ que carece, como es
obvio, de apoyo en ley. Más allá de la discusión de si los ‘empréstitos forzosos’
pueden ser o no enmarcados dentro del género ‘tributos’, lo cierto es que le resultan
aplicables todos las garantías constitucionales que revisten a estos últimos. En este
orden de ideas, la CSJN in re Horvath, Pablo c/ Fisco Nacional (D.G.I.) s/ ordinario
(repetición) sostuvo que “…procede destacar que el ‘empréstito forzoso’ […] no
admite una consideración escindida respecto de las instituciones tributaria; ante
bien, un correcto enfoque del tema conduce a la conclusión de que aquél participa
de la naturaleza de éstas, pues se halla en relación de especie a género con
respecto al tributo”. Dicha circunstancia impide poder afirmar como lo hizo la
Cámara “que las modificaciones introducidas con el dictado del decreto 2133/02[sic,
rectus: 2133/01] y la resolución 1550/02 no aparecen como manifiestamente
ilegítimas o arbitrarias…” (482vuelta), porque el mero hecho de que se disponga del
patrimonio de la actora sin que existe una ley que así lo determine muestra a esas
normas como manifiestamente ilegítimas. En efecto, de lo expuesto puede
extraerse (i) que el sistema obligaría a la actora a tener que ingresar,
periódicamente, fondos a la CABA; (ii) que esos fondos excederían por mucho los
que efectivamente estaría obligada a ingresar en virtud de sus obligaciones
tributarias para con la CABA; y (iii) que por las características del sistema esos
montos tenderían a incrementarse periódicamente y, por ende, no podrían ser
compensados con futuros créditos reclamados por ISIB. Esto, como ya dije, implica
haber instrumentado para la actora un ‘empréstito forzoso’. Ello, dado que,
conforme lo tiene dicho la CSJN “…[e]s un principio aceptado desde antiguo por
esta Corte que no importa la calificación que se utilice para denominar la realidad
de las cosas, si se advierte que las instituciones jurídicas no dependen del nomen
iuris que se le dé o asigne por los otorgantes del acto o el legislador incluso, sino de
su verdadera esencia jurídica económica y entonces, cuando medie ausencia de
correlación entre nombre y realidad deberá desestimarse el primero y privilegiarse
la segunda, o lo que es equivalente, los caracteres que la ciencia del derecho exige
para que se configuren los distintos hechos y actos jurídicos (Fallos: 21:498 y
289:67)” (cf. la causa Horvath, ya citada). El régimen de retenciones establecido por
las mencionadas normas al tomar como base los ingresos totales que percibe por la
actora por los mencionados medios de pagos la obligó a tener que aportar a las
arcas de la Ciudad importes que no condicen con sus obligaciones tributarias
generándole un crédito cuya cobrabilidad se extiende sine die en ese esquema
organizado por la Administración. En tales condiciones, el sistema descripto
constituye, por sus caracteres, como he afirmado, un ‘empréstito forzoso” no
fundado en ley, lo que lo convierte en manifiestamente ilegítimo.
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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efectivamente están obligados a aportar por sus ingresos en el CABA (3 %, si
suponemos que se encuentran bajo la alícuota general), el régimen se muestra
como uno adecuado a los fines que persigue y, asimismo, a la ley. Principalmente,
por el hecho de que el 2,5 % se aplica sobre una base que, prima facie, será menor
que por la que tendrá que tributar efectivamente, toda vez que la base imponible
por la que estos contribuyentes deberán tributar en la CABA estará conformada por
la totalidad de sus ingresos.
5. Con relación al argumento dado por el a quo según el cual existen otras
vías más idóneas para tramitar el reclamo formulado por la actora, vale recordar
que, en esta causa, la actora acumula dos pretensiones: una dirigida, aun cuando
con algún grado de imprecisión, a que se disponga que todas o una parte de sus
operaciones comerciales no sufran retenciones con el alcance dispuesto en el art. 1
del decreto 1150/90, esto es, a razón del 2,5% a partir del 2002, por estimarlo
inconstitucional. A fin de tornar operativo dicho tratamiento solicitó la emisión de
certificados de no retención o de retención reducida. Esa pretensión, por lo demás,
resulta coincidente con la que formuló ante la Administración el 16 de marzo de
2004 y que fue denegada mediante la Resolución 3053/SHyF/04 el 28 de diciembre
de 2004. La otra tendente a que se disponga la devolución de los saldos a su favor
que ha llegado a acumular a la fecha por la aplicación del modelo de retención
establecido mediante el decreto 2133/01. La primera de ellas, esto es, la destinada
a obtener una decisión que le permita preservar todas sus operaciones o una parte
de ellas de lo dispuesto en el art. 1 del decreto 1150/90, no tiene previsto en el
ordenamiento normativo el tipo específico de proceso que refiere el a quo. Dicho
proceso está dirigido a obtener la restitución de un importe indebidamente retenido,
mientras que la aspiración de la actora es que sus ingresos queden a salvo de la
referida retención. A ello se suman diversas circunstancias que tornan aconsejable
no esterilizar lo actuado, a saber: (i) la duración que ha tenido este proceso, casi 4
años; (ii) el trámite que se le imprimió en las instancias de mérito1; (iii) que se
efectúo una fiscalización a la sociedad actora cuya realización demoró varios
meses; y, por último, (iv) que ni el GCBA, en su contestación del recurso de
inconstitucionalidad, ni la sentencia de cámara han señalado desmedros al derecho
de defensa de la parte demandada que reconozcan origen en la vía cuestionada
sino que se limitaron a apuntar que existían vías, en su opinión, más idóneas.
5.1. A su vez, asiste razón a la recurrente en cuanto afirma que los montos
tomados por la Cámara —esto es, los ingresos totales que la sociedad actora
obtuvo durante el período 2003, $936.992.261,17— no reflejan la base por la que
debe tributar en esta jurisdicción. El a quo, en todo caso, debió aplicar a dicho
1
Se abrió a prueba la causa ordenándose: a. requerir a la Procuración General del Gobierno
de la Ciudad los expedientes administrativos 42.054/SHyF/2004 y CI Nro.
48.999/DGR/2003; b. librar oficio a la Secretaría de Hacienda y Finanzas del Gobierno de la
Ciudad para que a través del área que corresponda informe cuáles son los saldos a favor de
la accionante que existen por aplicación del los decretos 2133/02 y 1150/90, y las
resoluciones SHyF 1550/02 y 3053/04 y, que en caso de existir acreencias, presente en
autos un cuadro que exhiba las sumas de dinero que percibiría la empresa accionante, en
concepto de intereses, si los saldos que obran a su favor y que fueron detallados en el
punto anterior, se les aplicara por un lado la tasa de interés para depósitos en caja de
ahorro que publica el BCRA y, cuánto si se les aplicara la tasa que prevé la resolución
n°4151/03.
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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importe el coeficiente que, conforme lo dispuesto en el Convenio Multilateral, le
corresponde asignar a la actora al ámbito de la CABA y, de esta manera, habría
determinado el monto que refleje la base por la que la recurrente debe tributar.
Conforme lo denunciado por la actora y lo corroborado en el expediente, dicho valor
sería de, aproximadamente, el 2,01% al 2,13% de todos sus ingresos, por lo
menos para los períodos 2003 y 2004 (ver informe de la Dirección de inspecciones
y verificaciones de la DGR de fs. 421/423, en especial fs. 421vuleta).
5.2. Tal como quedó expuesto en el punto 5 de este voto, una de las
pretensiones de la parte actora, esto es, la relativa a que no se siguiesen
reteniendo sumas de dinero que no reflejasen los valores que efectivamente tenía
que ingresar por el ISIB, no tiene previsto el tipo de proceso que indica la Cámara.
Ello, en tanto no consiste en obtener la devolución sino, precisamente, en tornarla
innecesaria por no haber sufrido la retención. En otras palabras, que la normativa
fiscal prevea que para poder obtener periódicamente la restitución de esos
importes retenidos en exceso el contribuyente puede instar el reclamo de repetición
con la tasa de interés que le acuerda la Resolución nro. 4151/03, no alcanza para
dejar incólume el derecho del administrado que consiste en no adelantar sumas en
exceso de lo que le manda la ley, así reciba un elevado interés por la suma a cuyo
recupero, por hipótesis tiene derecho. Por lo dicho, la afirmación de la Cámara no
constituye razón adecuada para sostener la procedencia del rechazo que en ella
buscó apoyo. En otras palabras, la cámara no pudo reenviar a la recurrente al
proceso de repetición, porque su pretensión no se resume en solicitar el reintegro
de los montos ingresados, sino que apunta a que se exceptúen sus cobros total o
parcialmente del actual régimen de retenciones del decreto 1150/90 y sus normas
modificatorias.
5.4. Ahora bien, distinta suerte corresponde que corra la segunda pretensión
de la actora, esto es, aquella dirigida a obtener la devolución de los saldos a su
favor que ha llegado a acumular a la actualidad por la aplicación del modelo de
retención establecido mediante el decreto 2133/01. Esa pretensión, a diferencia de
la otra, sí encuentra, entre los procesos apuntados por el a quo, uno específico
para su concreción, en el reclamo de repetición. En tales condiciones, si la
recurrente pretendía que ella también fuera admitida en el marco de este amparo
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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no sólo debió demostrar que el actuar de la Administración era palmariamente
ilegitimo, sino, también, que la acción de amparo era idónea para su procedencia o,
por lo menos, que no lo era menos que el mencionado reclamo de repetición,
situaciones estas últimas que no se hallan acreditadas en el sub examine. En
efecto, más allá del heterodoxo procedimiento que se le dio a está causa (ver punto
5 de este voto), la ausencia de un monto determinado que se pretenda repetir y su
correspondiente liquidación (ambos requisitos mínimos para la procedencia de un
reclamo de repetición), dan cuenta que la vía elegida no resulta adecuada para
canalizar la mencionada pretensión.
Por ello y habiendo dictaminado el Fiscal General Adjunto, voto por: i) hacer
lugar a la queja y al recurso de inconstitucionalidad; ii) revocar la sentencia de fs.
479/483 en cuanto resolvió rechazar la vía escogida con relación a la pretensión de
la actora tendente a que se disponga que todas o una parte de sus operaciones
2
Dicho artículo establece que “[s]i el tribunal revoca la decisión apelada, deberá resolver,
cuando sea posible, sobre el fondo del asunto”.
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comerciales no sufran retenciones con el alcance dispuesto en el art. 1 del decreto
1150/90; iii) ordenar a la administración que disponga los medios para que a la
actora no se le efectúen más retenciones en la fuente (cf. lo dispuesto en el art. 1
del decreto 1150/90) hasta tanto haya aplicado, repetido, o agotado en el modo a
que hubiere lugar, la totalidad del saldo a favor que detenta a la fecha en el ISIB; y,
por último, iv) confirmar la decisión de la Sala II de la Cámara Contencioso
Administrativo y Tributario en cuanto resolvió rechazar la acción respecto de la
pretensión actora relativa a que se ordene la devolución de los saldos a su favor
que ha llegado acumular a la fecha por la aplicación del modelo de retención
establecido mediante el decreto 2133/01. Costas a la demandada, por ser la parte
sustancialmente vencida en esta causa. Ello así, porque con relación a la
pretensión mencionada en el punto iv) existió, únicamente, una decisión acerca de
la vía procesal escogida para su planteo.
1. Vale la pena fijar el objeto de este amparo, pues él, a su vez, contribuirá a
fijar los límites de la decisión. No se trata, a mi juicio —o no se trata en primer lugar
—, de la repetición de aquello que fue retenido sin derecho, esto es, del reclamo de
una suma de dinero, que, como el demandado lo supone y alguna decisión lo
postula, se enmarca en otro procedimiento administrativo o contencioso que debió
seguir el actor. Antes bien, en la posición del actor, que requiere el amparo judicial,
se trata, en primerísimo lugar, de reglas administrativas aplicadas ilegítimamente al
caso, frente al cual él le propuso a la administración otra solución de compromiso,
sin éxito, y la ilegitimidad reside en una interpretación contraria a ciertos principios
que, en materia impositiva, emergen tanto de la CN como de la CCABA. Más allá
del daño ya causado por esa aplicación ilegítima, que eventualmente genera el
deber de devolver de la Administración, la finalidad del amparo, según el planteo,
no reside principalmente en corregir lo ya pasado —propósito meramente
contingente porque la apreciación eventualmente injusta ya tomó ciertos períodos y
se repite actualmente sin solución de continuidad—, sino que, por lo contrario,
reside en determinar las relaciones futuras entre la Administración y el
contribuyente conforme a criterios de legitimidad y justicia que, en lo que atañe a la
competencia del TSJ por el recurso interpuesto, sólo pueden emerger de la
Constitución. A mi juicio, lo dicho surge con toda claridad del escrito de interposición
de la demanda de amparo (fs. 1/10), en especial, resumidamente, del punto 3 del
petitorio (fs. 10 vta.), que insiste en la emisión de un “certificado de no retención” o
de “retención reducida” hasta tanto la Administración dicte una “nueva norma” que
contemple racionalmente la situación real planteada entre ella y el contribuyente por
esta acción. El hecho de haber requerido la devolución de los saldos a favor del
accionante en referencia al impuesto a los ingresos brutos es, como dije,
meramente contingente. Con un ejemplo traído de un mecanismo constitucional
mucho más antiguo que el amparo: la recuperación de la libertad ya perdida, por
intermedio de un habeas corpus, resulta imposible; sólo es posible subsanar el
problema hacia el futuro, esto es, ordenar la libertad del encarcelado
ilegítimamente, sin perjuicio de la reparación económica del daño causado por la
privación de la libertad ya sufrida. Adelanto, por ello, que no es en absoluto
necesario que este proceso fije el importe concreto al que se extiende el deber de
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devolver, ni es propósito del demandante que emerja de autos cosa distinta a la
imposición del deber de devolver saldos a su favor ya apropiados por el Estado
mediante la aplicación eventualmente ilegítima de decretos reglamentarios, como
resultado natural de la verificación eventual de esa ilegitimidad. Empero, el
accionante desea que el amparo interpuesto regule definitivamente sus relaciones
tributarias futuras con la Administración de la Ciudad, en relación al impuesto en
cuestión, por supuesto, en sentido favorable a su interés —digámoslo, pues es su
mérito: suficientemente contenido, sin exageraciones—, pero dando pie, en caso de
fracaso de su acción, a la prosecución de esa relación según las reglas
impugnadas, solución que proclama la sentencia impugnada. Resultaría así, según
mi opinión, un error de magnitud, reducir el litigio, según lo ha concebido el
demandado, a la reparación de los perjuicios ya provocados. Mejor que yo lo ha
expresado el Sr. juez de primera instancia en el punto VIII, nros. 1 y 2, de su
sentencia (fs. 447): “Desde ya es también un tremendo error considerar que no hay
daño o que no se afecta el derecho de propiedad porque hay posibilidad de
reparación”; “... con ese criterio toda ilicitud quedaría convalidada, siempre que el
autor sea solvente para afrontar la reparación”. Recuerdo el ejemplo de Soler, en
idéntico sentido, del ciudadano romano, Ticio, de paseo por la via Appia Antica, en
Roma, con pago adelantado de 21 ases, pena de la injuria, para poder ofender
posteriormente a los transeúntes a su gusto y paladar.
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medios distintos al dinero efectivo o cheque (tarjetas de crédito, de débito, etc.) en
todo el país, esto es, incluso por operaciones que no son llevadas a cabo en la
Ciudad de Buenos Aires sino en el resto del territorio del país, donde el
contribuyente ejecuta la mayoría de sus operaciones y negocios. El desfasaje entre
importe justo del tributo y retención en la fuente, esta última considerablemente
mayor, emerge así, como lo expresa el Sr. juez de primera instancia, y también aquí
el Sr. juez del trámite en su decisión, de la aplicación al caso, sin relación alguna,
de una base imponible distinta: en un caso, las operaciones llevadas a cabo en la
Ciudad, las menos según el giro real del contribuyente, y, en otro, las operaciones
llevadas a cabo en todo el país —sin distinción territorial— y abonadas por los
medios indicados, la mayoría según ese giro comercial. Por lo demás, digamos que
no se trata de una diferencia menor o pequeña, para la cual podría resultar racional
la retención, sino de una que podemos considerar enorme, permanente y, por ende,
siempre creciente —sin discusión en el caso y aceptada así por la propia
Administración—; y el caso a decidir se completa por la afirmación de que la base
imponible del tributo por ingresos brutos y la alícuota de ingreso fiscal están fijados
por ley formal, emanada del parlamento, mientras que las retenciones en la fuente
debidas a él —su base y su alícuota— parten de una regulación reglamentaria, en
el mejor de los casos del P.E. local, en otros del mismo P.E. pero por disposiciones
de su Ministerio de Hacienda e, incluso, por decisiones particulares sobre el
contribuyente de funcionarios de la Administración.
El caso, desde el punto de vista jurídico constitucional —vuelvo a decir—, no
es complejo y sólo se complica por la enorme cantidad de normas reglamentarias y
actos administrativos que intervienen hasta determinar que, según la
Administración, no corresponde dejar de retener o retener menos —en todo caso,
instruir al agente perceptor— a pesar del desfasaje que genera, a la vista, el
funcionamiento de dos bases o puntos de partida distintos. Basta citar el art. 51, I,
de la CCABA, de texto claro, para apreciar que los actos normativos o de efecto
individual de la Administración, fundados en aquellos, son ilegítimos de manera
manifiesta, porque menosprecian el principio básico (de legalidad) contenido en la
norma constitucional, que rige, en definitiva, la validez de normas y actos
posteriores. Con palabras de mi colega, Dr. Casás, “...el establecimiento de
cualquier “ante pago” desproporcionado y abusivo importaría la creación ex novo,
en la excedencia, de una prestación pública coactiva distinta del impuesto mismo,
regularmente instituido, con afectación al principio multisecular de reserva de ley
tributaria”. Conforme a este principio tributario sustantivo “...queda excluido todo
margen de discrecionalidad de parte del Organismo Recaudador”; “...la ley sólo
autoriza a la Administración Tributaria a instituir ingresos a cuenta que, por un lado,
aseguran una equitativa, regular y progresiva percepción de la renta pública en
paralelo con su devengamiento y, por el otro, producen un efecto analgésico en el
contribuyente, derivado del fraccionamiento de las obligaciones, o de que los
ingresos, en el particular caso de las retenciones, se ven acompañados por la
percepción por el obligado legal tributario de créditos propios de su giro, facilitando
actitudes de mayor disposición y acatamiento de los sujetos pasivos frente al deber
de contribuir” (Dr. Casás). Si este principio es emanación del derecho de propiedad,
invocado por el actor, o posee autonomía, resulta una cuestión casi puramente
semántica, que no debe influir en la decisión del caso. De allí que yo coincida en los
fundamentos esenciales con la sentencia dictada por el juez de primera instancia —
y me satisfaga en esta decisión el voto del Sr. juez del trámite—, quien, con razón,
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ha parangonado la situación del actor con la imposición de una suerte de
empréstito forzoso”. Propio del amparo judicial, con la reducción de competencia
que implica el recurso de inconstitucionalidad ante el TSJ, es explicar —en los
fundamentos de la decisión— que el trato tributario ordenado para el contribuyente
es ilegítimo, incluso constitucionalmente, por varios motivos: contraviene la base
imponible fijada por ley y lo hace con fundamento en normas reglamentarias y actos
administrativos que alteran la garantía que proporciona la Constitución (CCABA, 51,
I), el principio de legalidad.
Consecuente con ello es disponer que, de ahora en adelante, la
Administración debe establecer un régimen especial para el contribuyente tal que
las retenciones en la fuente partan de la misma base imponible relativa al impuesto
de ingresos brutos, con la posibilidad de compensaciones racionales entre sus
saldos, esto es, que no ofrezca la enorme diferencia detallada, de modo
permanente. Si así lo hace, el desfasaje ya operado —y ya reconocido parcialmente
— se saldará de manera natural, con lo cual huelgan los puntos 1.b y 1.c de la
sentencia de primer grado, quizás manifestaciones naturales de lo decidido en 1.a,
con el objetivo de restaurar inmediatamente la situación de ilegalidad vigente,
incluso según lo pedido por quien se amparó, pero muy dudosos de decidir por el
Tribunal desde varios puntos de vista: el amparo no puede trasformarse en un juicio
de repetición de lo pagado sin obligación respectiva, maguer el tiempo trascurrido y
la tramitación libre del procedimiento judicial operada pretorianamente por el juez; el
TSJ no puede dictar sentencias propias de los tribunales de mérito; y, finalmente,
no es propio del amparo, ni de la sentencia judicial, crear instituciones concretas —
certificados de no retención o de retención limitada— para regular las relaciones
entre la Administración y un contribuyente, pues no poseemos atribuciones
legislativas ni ejecutivas. Tampoco corresponde aplicar la institución de la nulidad o
de la anulación, en todo caso para reglas de carácter general —no es ello objeto
ordinario de un amparo—, y menos aún el hacerlo de modo genérico, pero en virtud
de la posición especial de una persona afectada por su aplicación —que incluso ha
reconocido que en otra posición la reglamentación nombrada puede tildarse de
racional—, y menos comprensible todavía es restaurar, con motivo de la anulación,
textos de leyes que, por voluntad parlamentaria, hoy son inexistentes, por justas
que tales soluciones parezcan en el caso concreto. Lo que aquí se verifica es que
los actos de la Administración relativos al caso, sean ellos de alcance general o
particular, han omitido o malinterpretado la garantía prevista en la regla
constitucional citada para los contribuyentes, esto es, la inconstitucionalidad de
tales actos forma parte del fundamento de esta decisión en el caso particular
presentado por el actor, conforme lo explica el voto del Sr. juez del trámite bajo el n°
7, al que me adhiero totalmente. Quizás, según expresamente lo funda el voto del
colega, Dr. Casás, la aplicación de las normas de carácter general emanadas de
esos actos no represente, en la posición de otro contribuyente, una retención en la
fuente irrazonable según el principio constitucional, sino, antes bien, ella pueda ser
calificada de adecuada para otros casos. En sí, el nuevo texto de la norma emitida
por el P.E., en el que ya no consta la solución concreta de este caso mediante
certificados de “no retención”, totales o parciales, por parte de la Administración —
solución mencionada en el texto antiguo, hoy carente de vigencia—, no parece
inconstitucional erga omnes, esto es, para todo caso y contribuyente.
Conforme a ello, mociono para admitir la queja y hacer lugar al recurso de
inconstitucionalidad interpuesto por la parte actora, con costas al demandado, y, por
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ello, revocar la sentencia impugnada e instruir a la Administración, en virtud de la
facultad acordada por el art. 31, última oración, de la ley local n° 402, para que
proceda a evitar las retenciones en la fuente sobre las operaciones del actor hasta
tanto compense el importe real del IIB realmente devengado por sus operaciones
comerciales en el territorio de la Ciudad de Buenos Aires y determine, para el
futuro, un régimen especial de retenciones en relación con la base imponible
atribuible al IIB en la jurisdicción de la Ciudad de Buenos Aires.
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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en el tiempo de difícil, ardua y compleja reparación ulterior si se piensa en
sucesivas repeticiones tributarias o impracticables imputaciones de créditos fiscales
a deudas futuras en el tributo, considerando que, en los hechos, los saldos de
impuesto a favor del contribuyente, progresivamente van en incremento;
b) transgresión a la regla de igualdad, base del impuesto y de las cargas
públicas, discriminando a los contribuyentes con actividad interjurisdiccional y con
un bajo coeficiente de asignación de base imponible en el Impuesto sobre los
Ingresos Brutos a la jurisdicción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuando
las empresas administradoras de tarjetas de crédito, débito y tickets, en su mayoría,
despliegan su actividad en este ámbito, lo que genera una retención
desproporcionada a la obligación fiscal, legal y efectiva resultante de la tarifa del
tributo;
c) cercenamiento de la aptitud que cabe reconocer a la acción de amparo,
tal cual está consagrada en el art. 14 de la CCABA, como medio de impugnación
contra todo acto u omisión —en este caso— de la Administración Fiscal que, en
forma actual o inminente, lesione, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o
ilegitimidad manifiesta, los derechos y garantías reconocidos por la Constitución
Nacional, los tratados internacionales, las leyes de la Nación, la Carta Magna local,
las leyes dictadas en su consecuencia y los tratados interjurisdiccionales en los que
la Ciudad sea parte, al haberse mostrado en la causa la efectiva retención en
demasía, ya que en todo proceso, incluso en la acción de amparo, los jueces están
llamados, no al cumplimiento de ritos caprichosos, sino al desarrollo de
procedimientos destinados al establecimiento de la verdad jurídica objetiva, que es
su norte;
d) ilegitimidad de los decretos nos. 1.150/90 y 2.133/01, como de las
resoluciones de la Secretaría de Hacienda y Finanzas nos. 430/01, 1.550/02 y
3.053/04, en razón de su apartamiento manifiesto a la ley fiscal, generando
ingresos tributarios en concepto de retenciones que se desvían, con grosero
exceso, de la tarifa legal del impuesto aplicable a la actividad de la contribuyente;
e) infracción a las reglas como a los principios que inspiran el Convenio
Multilateral para evitar la doble imposición en el Impuesto sobre los Ingresos Brutos,
así como a las Resoluciones de la Comisión Arbitral, nos. 61/95 y 1/08 en
correspondencia con la idea de que el fenómeno de la doble o múltiple imposición
interna frente a este gravamen, no sólo se conjura con una distribución y atribución
adecuada de la “base imponible” entre los veinticuatro estados locales sino,
también, con una razonable definición de la “materia retenible” que genera ingresos
a cuenta en cada jurisdicción;
f) alegación de arbitrariedad de la sentencia del a quo, en tanto el
pronunciamiento recurrido no se exhibe como una derivación razonada del derecho
vigente, con aplicación a las circunstancias comprobadas de la causa y se traduce
en afirmaciones puramente dogmáticas.
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En mi parecer, más allá de que el proceso fue articulado por la vía de la
acción de amparo —ordinarizada en los hechos esta causa y colectada gran parte
de la prueba necesaria para formar convicción sobre el derecho que les incumbe a
las partes—, remitir la solución de la controversia a nuevas actuaciones —reclamos
administrativos (en tanto no se consideren dispensados a partir de lo dispuesto en
el art. 5º del CCAyT por inexistencia de una clara conducta de la autoridad
administrativa que haga presumir la ineficacia cierta de acudir a dicha instancia) y
ulteriores demandas de repetición— importaría incurrir, con un exceso ritual
manifiesto, en una denegación de justicia, en donde la sentencia que así lo
decidiera no sería la aplicación de la ley a los hechos del caso, sino, precisamente,
la frustración, mediante la preeminencia de las formas rituales sobre la verdad
jurídica objetiva, de la aplicación del derecho (in re: “Domingo Colalillo v. Compañía
de Seguros España y Río de la Plata” —Fallos: 238:550—, sentencia del 18 de
septiembre de 1957), con lesión al principio de tutela judicial efectiva consagrado
por los tratados y convenciones de derechos humanos elevados a rango
constitucional (art. 75, inc. 22 de nuestra Carta Magna), que reclama
pronunciamientos tribunalicios en tiempo útil. Señala al respecto el profesor emérito
de la Universidad de Buenos Aires Agustín Gordillo, quizás con un dejo de ironía,
que: “cuando en un juicio ordinario nos enteramos una década después del derecho
judicialmente aplicable a nuestro caso, no hemos tenido acceso a la justicia sino a
la historia” 3. En las condiciones precedentemente referidas, es mi parecer que
cabe equipar el pronunciamiento de la Cámara a “sentencia definitiva” para evitar
que desproporcionadas dilaciones importen denegar a la accionante su reclamo de
justicia, obligándola, tal vez, a clonar tantas demandas de repetición
—como una suerte de fotocopiadora desmadrada— como períodos fiscales con
saldo tributario a su favor queden involucrados en el conflicto, con el esfuerzo
procesal y dispendio jurisdiccional que ello irrogaría, renunciando aquí a impartir
justicia sin frustrar ritualmente la aplicación del derecho.
Sorteado el óbice tratado precedentemente, corresponde declarar
procedente la queja y mal denegado el recurso de inconstitucionalidad.
3
GORDILLO, Agustín: “Los amparos de los artículos 43 y 75, inciso 22, de la Constitución
Nacional”, en: La aplicación de los tratados internacionales sobre derechos humanos por los
tribunales locales, 2ª edición, ps. 201 y ss., capítulo X: “Un día en la justicia”, ps. 227 y ss.,
en especial p. 228, publicación especial 50 Aniversario Declaración Universal de Derechos
Humanos, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, CELS, Buenos Aires, 1998.
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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los fiscos, han adquirido jerarquía constitucional conforme a doctrina consolidada
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (cfr. las causas: “Argencard S.A. v.
Provincia de Salta”, Fallos: 327:1473, sentencia del 27 de mayo de 2004, y Registro
del Alto Tribunal: letra G, nº 629, libro XLIII, “Gasnor S.A. c/ Salta, Provincia de s/
acción declarativa de certeza”, sentencia del 12 de agosto de 2008).
4. Así las cosas, a pesar de que el Código Fiscal (t.o. 2005), disponga por su
art. 113: Facúltase al Poder Ejecutivo para establecer sistemas especiales para la
determinación, liquidación o ingreso del Impuesto sobre los Ingresos Brutos, a
efectos de adecuarlos a los que se convengan con otras jurisdicciones dentro del
ámbito del Convenio Multilateral; y, en armonía con tal precepto, el 2º párrafo del
art. 56 de igual plexo, establezca: La Secretaría de Hacienda y Finanzas puede
exigir el ingreso de anticipos a cuenta de los tributos; y finalmente el art. 4º , inc. 19,
consigne: En ejercicio de su competencia la Dirección General está facultad
para: ... Proponer agentes de percepción, retención, recaudación e información,
todo ello debe escrutarse con particular estrictez en virtud de que en la
introducción misma del art. 51 de la Carta Magna local se establece: No hay
tributo sin ley formal; es nula cualquier delegación explícita o implícita que de
esta facultad haga la Legislatura... (sic- el énfasis en negrita ha sido añadido). La
cláusula constitucional transcripta se encuentra reforzada por la prescripción
contenida en idéntico plexo en el art. 84, donde se dispone: La Legislatura no
puede delegar sus atribuciones (sic- el énfasis en negrita no obra en el texto
original).
En las condiciones reseñadas en el párrafo anterior, tanto en la ampliación
de la esfera de sujeción pasiva de las obligaciones tributarias a través de la
creación de agentes de percepción, retención y recaudación
—en mérito a la solidaridad tributaria de éstos—; cuanto en el establecimiento de
pagos a cuenta (anticipos, retenciones o percepciones) —que es lo que en el caso
interesa—, la apreciación del ejercicio legítimo de tal facultad debe ser
ponderada con sentido estricto y admitida sólo en aquellos casos en que el
obrar del Departamento Ejecutivo y de sus agentes jerárquicos supere
satisfactoriamente el test de razonabilidad. Es que, de no ser así, el
establecimiento de cualquier “ante pago” desproporcionado y abusivo importaría la
creación ex novo, en la excedencia de una prestación pública coactiva distinta del
impuesto mismo, regularmente instituido, con afectación al principio multisecular de
reserva de ley tributaria, desatendiendo el imperativo de que sólo cabe aprehender
la capacidad contributiva ponderada en el presupuesto de hecho definido por el
legislador al caracterizar la hipótesis de incidencia tributaria (en términos de
tipicidad y taxatividad) y fijar la cuantía de la obligación resultante en este caso de
la aplicación de la tarifa a la base imponible, elementos todos que actúan en el
campo del derecho tributario sustantivo donde queda excluido todo margen de
discrecionalidad de parte del Organismo Recaudador.
Toda prestación pública que se exija sistemáticamente por la Administración
Fiscal, por encima del monto del tributo definido por el legislador que, en definitiva,
se adeude, perdiendo su fundamento esencialmente impositivo para convertirse en
un fenómeno exclusivamente financiero a partir de deudas inexistentes, importa
alterar las bases éticas y jurídicas del derecho de recaudar, transfigurando, por
medio de artilugios técnicos propios de alquimistas, la contribución común exigida
por la ley a todos los ciudadanos para el levantamiento de las cargas públicas, en
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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un verdadero despojo (v. en lo pertinente doctrina desarrollada in re: “La Biznaga
S.A.A.C.I.F. y M. v. Dirección General Impositiva” —Fallos: 310:714—, sentencia del
31 de marzo de 1987).
Es que, las retenciones, percepciones, anticipos y pagos a cuenta, no deben
superar, por regla general, en su conjunto la obligación fiscal que, en definitiva,
deba afrontar el contribuyente y, menos aún, cuando a través de tales institutos se
originan recurrentemente saldos a favor del obligado tributario. Así lo conceptualizo
por cuanto la ley sólo autoriza a la Administración Tributaria a instituir ingresos a
cuenta que, por un lado, aseguran una equitativa, regular y progresiva percepción
de la renta pública en paralelo con su devengamiento y, por el otro, producen un
efecto analgésico en el contribuyente, derivado del fraccionamiento de las
obligaciones, o de que los ingresos, en el particular caso de las retenciones, se ven
acompañados por la percepción por el obligado legal tributario de créditos propios
de su giro, facilitando actitudes de mayor disposición y acatamiento de los sujetos
pasivos frente al deber de contribuir.
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23.549, y la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación, in re: “Pablo Horvath v.
Nación Argentina (Dirección General Impositiva)” —Fallos: 318:676, sentencia del 4
de mayo de 1995—, lo que hubiera obligado a sancionarlo a través de ley fomal,
regulando pormenorizadamente todos sus presupuestos, conforme se deriva de lo
consagrado en el art. 75, incs. 4º y 7º de la Constitución Nacional, por ser sólo la
Rama Legislativa la que está habilitada, tanto para contraer empréstitos sobre el
crédito de la Nación, cuanto para arreglar el pago de la deuda interior y exterior de
la Nación; y, art. 53 de la Carta Magna local, en cuanto allí se expresa: Toda
operación de crédito público interno o externo es autorizada por ley con
determinación concreta de su objetivo. Es que no basta el nomen iuris de
“retención” para caracterizar el instituto financiero que convierte al contribuyente en
acreedor permanente del Fisco, ya que para definir la naturaleza jurídica de la
prestación pública en exceso debe investigarse la estructura del presupuesto de
hecho y la base de cálculo de la retención, lo que permitirá descubrir la
inequivalencia, entre la detracción patrimonial amputada en demasía y la obligación
final tributaria lo que denuncia la impropiedad técnica de la denominación utilizada.
Así entonces, aún en el caso de que estuviéramos en presencia de un
empréstito forzoso, éste sería inconstitucional, por violación al principio de
reserva de ley en el ejercicio de la potestad tributaria normativa al basarse
en reglamentos subalternos, como por contravenir la regla de la igualdad
que, si bien permite tratar en forma diversa a los desiguales, no tolera, como
criterio dirimente del distinto, que la diversidad en la consideración se
asiente en que los sujetos realicen operaciones intrajurisdiccionales e
interjurisdiccionales —penalizando estas últimas—, pues ello importaría
desconocer la razón de ser del dictado del Convenio Multilateral para evitar
la doble imposición en el Impuesto sobre los Ingresos Brutos, atendiendo al
imperativo sentado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, entre
otras, en la causa: “Bressani, Carlos H. y otros contra la Provincia de
Mendoza, Inconstitucionalidad de leyes y devolución de dinero” (Fallos:
178:9), sentencia del 2 de junio de 1937, donde, siguiendo al Máximo
Tribunal Federal de los Estados Unidos de América, sostuvo que la
Constitución ha querido hacer un solo país para un solo pueblo, no habría
Nación si cada provincia se condujera económicamente como una potencia
independiente, pero no se ha propuesto hacer una Nación centralizada,
agregando que la Constitución ha fundado una unión indestructible pero de
estados indestructibles.
El Tribunal cimero ha expresado concretamente sobre el particular:
“Que de la inequívoca intención constitucional de eliminar los gravámenes
discriminatorios infiérese la de preservar a las actividades que se
desenvuelven en dos o más jurisdicciones del riesgo de que puedan verse
sometidas a una múltiple imposición que las obstruya o encarezca, como
resultado de aplicar tributos semejantes sobre la misma porción de base
imponible, tornándolas por tanto desventajosas con relación a otras similares
desarrolladas dentro de cada provincia” (v. considerando 8º in re:
“Transportes Vidal S.A. v. Provincia de Mendoza” —Fallos: 306:516—,
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sentencia del 31 de mayo de 1984, en que se remite a diversos precedentes
de esa misma Corte).
Es por lo hasta aquí dicho que la afirmación de la Sala en el sentido de
que no habría infracción al principio de igualdad en tanto “todos los
contribuyentes que realicen operaciones similares a la actora sufren
retenciones con una alícuota uniforme”, no pasa de ser una aseveración
dogmática que no se hace cargo del írrito criterio de discriminación en virtud
del cual se distorsiona el régimen retentivo en el caso de contribuyentes con
actividades interjurisdiccionales y con un bajo coeficiente de asignación de
recursos a la jurisdicción local, como ocurre en la especie.
Ello es así, ya que la afectación del principio de igualdad se consuma no sólo
a través de un trato desigual a los iguales, sino también —y quizás más
solapadamente— cuando se asigna un trato igual a los desiguales. Recuérdese, en
tal sentido, la afirmación vertida por Anatole France al referirse a la majestuosa
igualdad de la ley en Francia que se consagraba, prohibiendo tanto al rico cuanto
al pobre dormir debajo de los puentes de París 4.
La cita vertida en el párrafo precedente, cobra sentido para mí en cuanto nos
despojemos como juzgadores de actitudes sesgadas o ideológicas al ponderar el
derecho de las partes —in dubio pro fiscum o in dubio contra fiscum—, ya que son
válidas las reflexiones precedentes en este caso para acoger los planteos
articulados por la contribuyente —un operador económico de aparentemente
elevada solvencia económica y financiera, si me atengo a que despliega su
actividad en todo el país a través de 105 supermercados (“La Anónima” y “Best”)—,
como para rechazar planteos, según mi voto, basados en la misma regla (in re:
“Cámara Argentina de Supermercados s/ queja por recurso de inconstitucionalidad
denegado en: ‘Cámara Argentina de Supermercados c/ GCBA s/ amparo (art. 14
CCABA)’”, expte. nº 1869/02 sentencia del 27 de mayo de 2003, en Constitución y
Justicia, [Fallos del TSJ], Ed. Ad-Hoc t. V, ps. 324 y ss.).
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Los Convenios relacionados establecen los criterios de “distribución de
la base imponible” entre las distintas jurisdicciones, para evitar la duplicación
de gravámenes sobre idénticos ingresos brutos. Ello sentado, va de suyo
que este principio inspirador de acotar las “bases imponibles” que pueden
gravar las distintas jurisdicciones provinciales y Ciudad de Buenos Aires,
debe corresponderse, también, con una definición precisa de la “materia
retenible” que genere ingresos a cuenta vía retenciones o percepciones a
favor de cada uno de los fiscos locales, ya que, de no ser así, los recursos
generados por dicha mecánica carecerían de “sustento territorial”,
presupuesto básico en todos los tributos de los planos subnacionales
(provincias, Ciudad Autónoma de Buenos Aires o municipios de provincia
—confrontar, entre otras muchas, las siguientes causas: “Transportes Vidal
S.A. v. Provincia de Mendoza” [ya citado], considerando 10, 2º párrafo;
“Empresa de Transporte de Pasajeros Navarro Hnos. S.R.L.”, Fallos:
319:2211, sentencia del 10 de octubre de 1996, considerando 5º, 2º párrafo;
y “Total Austral S.A. v. Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del
Atlántico Sur”, Fallos: 326:3368, sentencia del 8 de septiembre de 2003,
considerandos 9º y 10—).
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en la ley, con la excusa de que es posible repetir —como lo sostiene la
Cámara—, menoscabando el derecho de usar y disponer de la propiedad,
más allá del accesorio que en concepto de interés se suscite al 6 % anual,
según lo contempla la Resolución nº 4.151/06. Valga advertir que en
ordenamientos más modernos, como en la Ley General Tributaria española,
nº 58/03, en vigencia desde el 1º de julio del año 2004, para evitar abusos y
concretando el principio de igualdad de las partes en la relación jurídico
tributaria, en materia de devolución de ingresos indebidos la Administración
debe abonar al obligado tributario, aún sin que éste lo solicite, desde la
fecha en que se hubiere realizado el ingreso y hasta la fecha en que se
ordene el pago de la devolución, el mismo interés de demora que se cobra al
contribuyente (v. al respecto, art. 32 y 26 del plexo legal citado) 6.
Me parece oportuno traer a cuento, en función de la tradición judeo-
cristiana de nuestra cultura, una referencia bíblica en la predicación de Juan
el Bautista, recogida en el Evangelio según San Lucas, capítulo 3, versículos
12 y 13, donde puede leerse: Vinieron también los publicanos a bautizarse, y
le dijeron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. Él les dijo: “No exijáis más de lo
que os está fijado” 7.
En nuestro caso, lo que está fijado en materia de Impuesto sobre los
Ingresos Brutos, no es otra cosa que la tarifa del gravamen sancionada por
los diputados que integran la Legislatura en representación de los vecinos
de la Ciudad de Buenos Aires, dando acabado sentido a la máxima no
taxation without representation, plenamente imperativa en un sistema
institucional republicano en que “el pueblo se tributa a sí mismo en términos
de autoimposición”, superador del concepto de consentimiento al rey o el
príncipe ante sus pedidos o solicitudes de nuevos gravámenes.
Pretender acrecentar la obligación fiscal por conducto de retenciones
desproporcionadas, importa, ni más ni menos, que reclamar del
contribuyente —acreedor de los saldos a favor en el Impuesto a los Ingresos
Brutos conformados por el propio Fisco— que siga sufriendo retenciones a
favor del Estado —en este caso, el verdadero deudor tributario—, lo cual,
por irrazonable, me recuerda los versos de una canción de María Elena
Walsh: “El Reino del Revés”, los que bien podrían reescribirse, usando como
inspiración el presente caso: “Me dijeron que en el Reino del Revés/ el
contribuyente paga una y otra vez/ ya que el Fisco no comprende/ y cree
que dos y dos son tres” 8.
Por lo demás, el dictado de resoluciones sin motivación y causa por las
cuales se abroga la posibilidad de extender certificados de “no retención” o
de “retención parcial”, frente a ingresos desmedidos sin sustento legal en los
6
Boletín Oficial del Estado nº 302 del 18 de diciembre de 2003, ps. 44.987 y ss.
7
Los publicanos eran los funcionarios encargados de recaudar los tributos que los romanos
habían impuesto en sus dominios.
8
La estrofa del verso de la escritora señalada en el texto transita en su origen con otra letra
que deliberadamente he descartado hacer mía y donde puede leerse: “Me dijeron que en el
Reino del Revés/ nadie baila con los pies,/ que un ladrón es vigilante y otro es juez/ y que
dos y dos son tres”.
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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tributos tal cual han sido sancionados por la Legislatura, bien podrían dar
lugar a las derivaciones que contempla el primer enunciado del art. 56, de la
Constitución porteña, en cuanto allí se prescribe: “Los funcionarios de la
administración pública de la Ciudad, de sus entes autárquicos y
descentralizados, son responsables por los daños que ocasionan y por los
actos y omisiones en que incurrieran excediéndose en sus facultades
legales”; más aún teniendo en cuenta que toda prestación pública a título de
tributo o incluso, los empréstitos forzosos, desde el punto de vista de las
fuentes deben tener exclusivo origen en la ley.
Concluyo, en fin, que la aplicación concreta que se ha efectuado a la
recurrente del régimen normativo conformado por los decretos nos. 1.150/90 y
2.133/02 y las resoluciones de la Secretaría de Hacienda y Finanzas nos.
1.550/02 y 3.503/04, en razón de su apartamiento manifiesto de la ley fiscal
y de la tarifa del Impuesto sobre los Ingresos Brutos sobre la base atribuible
a esta jurisdicción, deviene inconstitucional por generar ingresos tributarios
en concepto de retenciones que implican un marcado incremento de la
obligación fiscal que, en definitiva, se adeuda a la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Obsérvese lo intrincado del sistema cuya aplicación aquí se desestima
que, en el caso, ha llevado a la propia Administración Fiscal a reconocer un
saldo a favor de la actora al mes de marzo de 2005, de $ 1.045.727,13 (cf.
fs. 422).
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propia Administración Fiscal al mes de marzo de 2005, con más los intereses que
prevé la resolución SHyF nº 4.151/2003, importe que deberá ser reintegrado a la
contribuyente; iii) Imponer las costas de todas las instancias a la vencida (art. 62
CCAyT) .
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Sala II parece contradictoria. En efecto, por una parte, dice “... sin perjuicio de la
idoneidad de la vía intentada” , con lo que afirma la idoneidad de la vía del amparo
para debatir las cuestiones (inicio del punto 6). Por otra parte en forma reiterada -lo
que parece indicar la relevancia que este aspecto tuvo para la Cámara-, considera
que el accionante debió instar ante la Administración la repetición de lo pagado en
exceso durante los dos años anteriores al inicio de la demanda (punto 4, quinto y
sexto párrafos, punto 5, quinto párrafo, punto 6, cuarto párrafo). Por ello, y más allá
de lo que señalo en el primer párrafo, es entendible la queja de SAIEP respecto de
la sentencia en lo que refiere a la interpretación y aplicación del art. 14, CCBA, para
determinar si la existencia de un procedimiento administrativo es o no es un
impedimento de admisibilidad o de procedencia del amparo.
Insisto, sin embargo, en que ordinarizado el juicio, el tema desaparece como
agravio concreto y actual y, por lo tanto, no requiere mayor tratamiento.
4.a) Existe conformidad en que las sumas que se retienen a SAIEP por su
ventas mediante tarjetas de crédito, debido o tickets, que toman por base imponible
las ventas realizadas en todos los supermercados de propiedad de la actora en
todo el país, y no sólo en esta jurisdicción, genera un saldo a favor para la firma que
no puede ser consumido por ella mediante su utilización en posiciones futuras. La
prueba rendida a instancias del Giba y producido por su propio órgano de
recaudación señaló que el saldo a favor de la actora, al mes de marzo de 2005,
ascendía a $ 1.045.727,13, y que la causa principal de esa situación era “la poca
significatividad de la base imponible que genera el impuesto, que al compararse
con las retenciones sufridas por aplicación del Régimen de Tarjetas de Crédito
Dcto. 1150/90 y 2133/02, da como resultado un permanente saldo a favor, ya que
las administradoras de estas tarjetas se encuentran en esta jurisdicción y por
consecuencia dichas retenciones pertenecen a la misma” (fs. 422).
También es cierto, y ambas partes están contestes, en que la alícuota de las
retenciones (2,5%) es inferior a la que corresponde al ISIB para la actividad y en
que ella no parece objetable en abstracto.
La disputa entre actora y demandada está centrada en cómo determina el
GCBA la base imponible para la retención que deben efectuar la entidades que
efectúan pagos de bienes y servicios adquiridos, mediante tarjetas de compra,
tarjetas de débito, tarjetas de crédito, tickets, vales de alimentación, etcétera, las
presentaciones que efectúa SAIEP por establecimientos domiciliados en otras
jurisdicciones, se produce un incremento de la suma que corresponde anticipar
como ISIB local.
Para SAIEP ese incremento produce una doble lesión constitucional: (i) a su
derecho de propiedad, pues le retiene sumas que no corresponden, y (ii) a la
exigencia de igualdad ante el tributo, pues por una vía oblicua incrementa la real
“2008 Año de la Democracia, el Estado de Derecho y Vigencia de los Derechos Humanos” Ley 2.672
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alícuota que se le exige por encima de la que es exigida a todos los demás
contribuyentes que desarrollan la misma actividad dentro de la Ciudad.
Para el GCBA, no hay lesión a la propiedad pues el contribuyente puede
repetir las sumas retenidas en exceso con intereses, o puede compensar su crédito
en futuras imposiciones a las que esté obligado. Tampoco entiende que haya lesión
al principio de igualdad pues la situación de la actora debe ser confrontada con la
de quienes desplieguen una operatoria similar en otras jurisdicciones y no con
aquellos que sólo realizan su actividad en esta jurisdicción.
El valor que pudiera haberse atribuido a los argumentos del GCBA al inicio
del proceso, se ha desvanecido una vez transitadas las instancias de mérito y ante
la evidencia de la prueba que la propia demandada aportara.
La DGR es la que afirma, y nadie la ha rebatido, que por aplicación del
Régimen de Tarjetas de Crédito, decretos n° 1150/90 y 2133/02, se produce “un
permanente saldo a favor” de la actora. Y no es del caso abundar en citas
doctrinarias o jurisprudenciales para dejar sentado que si una determinada forma de
instrumentar la percepción de anticipos mediante la retención en la fuente,
constante y permanentemente obliga a un contribuyente a exceder con creces la
satisfacción de la carga tributaria legítima y legalmente impuesta por el Estado
local, ese sistema resulta, respecto de ese contribuyente en particular, lesivo de su
derecho constitucional de propiedad. Y la afectación no se diluye por el hecho de
que el CF prevea un procedimiento para la repetición o compensación de los pagos
en exceso, pues, como bien señaló el juez de primera instancia, con esa
concepción bastaría con que haya reparación para que ninguna conducta pueda
ser considerada ilegítima.
Ahora bien, dado que el Estado local es parte del Convenio Multilateral, está
obligado por las directivas de los órganos del Convenio que conforman el bloque
normativo que regula la retención del tributo en cuestión. La finalidad de ese
convenio fue distribuir la base imponible entre las distintas jurisdicciones signatarias
y el caso, precisamente, trata sobre esa cuestión, por lo que parece razonable que
la decisión tome en cuenta las pautas que surgen de ese organismo. En tal sentido,
la Resolución General n° 1/08 de la Comisión Arbitral del Convenio Multilateral,
establece los límites que la jurisdicción local debe acatar al imponer un régimen de
retenciones como el discutido en esta causa. El artículo 42 de la resolución fija, en
cuanto a lo que aquí importa que: “b) Con relación a regímenes de retención, se
sujetarán a las siguientes: 1. Respecto de contribuyentes comprendidos en el
Régimen General del Convenio Multilateral, la jurisdicción de la que proviene el
ingreso podrá obligar a tomar como base de cálculo para la retención sólo hasta el
50 % del mismo o, alternativamente, podrá aplicar una alícuota de retención que
equivalga hasta el 50 % de la que corresponda a la actividad gravada; 2. Respecto
de contribuyentes comprendidos en Regímenes Especiales del Convenio
Multilateral, la jurisdicción de la que proviene el ingreso podrá obligar a tomar como
base de cálculo para la retención la proporción de base imponible que de acuerdo
con los mismos, le corresponda;...”. Aunque todo parece indicar que el sujeto pasivo
encuadra su actividad en el “régimen general”, en tanto se trata de una
circunstancia acreditada en la causa, resulta conveniente establecer como máximo
de retención el señalado en el artículo 42, inciso b) según corresponda (sub 1 o sub
2). La Resolución General 61/95 de la Comisión Arbitral del Convenio Multilateral
que regía anteriormente, rezaba sustancialmente algo semejante.
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En tanto la actora no ha cuestionado la aplicación de las disposiciones
mencionadas, la inconstitucionalidad peticionada no puede extenderse más allá del
límite de retenciones autorizado por el Convenio Multilateral, interpretado de
acuerdo con las resoluciones generales citadas, cuya constitucionalidad no ha sido
puesta en debate en el caso.
Por ende, respecto de SAIEP es inconstitucional el régimen normativo
conformado por los decretos nº 1150/90 y n° 2133/02 y la resolución SHyF nº
1550/02 en tanto permiten que se le retenga una suma que supera lo establecido
por el artículo 42, inciso b) de la Resolución General n° 1/08 (anterior art 1., inc b)
de la Resolución General n° 61/95) de la Comisión Arbitral del Convenio
Multilateral. La Administración deberá establecer la forma en la que dará efectividad
a lo que en la sentencia se decide. Bien podría modificar el criterio sentado en la
actuación n° C.I. n° 22.623/DGR/2002, incorporada a la actuación n° C.I. n°
48.999/DGR/2003, en respuesta a la consulta efectuada por Servicios de Tickets
SA, donde consideró que la base imponible no debe considerar sólo los tickets
presentados por establecimientos domiciliados en la Ciudad.
4.b.1) En cuanto al reintegro de las sumas pagadas en exceso afirmé ya
(ver apartado 3, primer párrafo) que la vía del amparo aparecía como impropia. Y
ello porque la exigencia de procedimientos de verificación de saldos, previa
fiscalización del contribuyente, no parece compatible con el marco cognitivo
acotado que impone el amparo en razón de su propia caracterización constitucional
(carácter manifiestamente arbitrario o ilegítimo del acto cuestionado, acción rápida).
Sin embargo, la objeción que el GCBA planteara en es sentido no se sostiene dado
que tuvo la posibilidad de demostrar durante el juicio la existencia de los saldos a
través de la fiscalización de SAIEP, en un procedimiento que insumió varios meses
desde que se ordenó la producción de la prueba hasta la presentación del informe.
La Procuración General no demostró que la tramitación del juicio “rotulado”
como amparo hubiera afectado su derecho de defensa.
La lectura del proceso muestra que ambas partes tuvieron oportunidad de
exponer sus posiciones originarias, y que éstas que fueron tratadas en todos los
casos con el alcance que aquéllas mismas propusieran.
Es más, en particular al GCBA no se le denegó ninguna medida de prueba
vinculada con las defensas de opusiera frente a las pretensiones por las que
finalmente, resultó condenada en primera instancia.
Reitero, el amparo que a este respecto no debió ser admitido, ordinarización
mediante, permitió el despliegue amplio de las posturas de lo litigantes, y el pleno
ejercicio de las defensas de la demandada. Cuál sería la razón para que a esta
altura se le exigiera al accionante que retomara la vía judicial por la senda del
proceso ordinario, previo paso por la instancia administrativa, como lo ha resuelto la
Alzada. No observo ninguna razón. Un nuevo proceso ordinario, de hecho
importaría un doble juzgamiento.
Ya he señalado que la Cámara, reiteradamente, puso de manifiesto que la
actora no solicitó ante la Administración la repetición de las sumas pagadas en
exceso. Creo que se efectúa un análisis insuficiente de la conducta de la actora.
Como está acreditado, SAIEP solicitó al GCBA que le extendiera un certificado de
no retención y que se modificaran las disposiciones que generaban el fenómeno de
tributación en exceso. Es cierto que no requirió la repetición de lo abonado de más;
pero también lo es que la devolución de esas sumas era la solución que,
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seguramente, más habría afectado al Estado al obligarlo a disponer de fondos para
cancelar su deuda.
No se me escapa que la solución peticionada por la actora también le
resultaba ventajosa a ella, pues le evitaba tener que instar, mes a mes, los
procedimiento administrativos y, eventualmente, judiciales para repetir esas sumas.
Pero no parece dudoso que para el GCBA compensar posiciones futuras con el
saldo a favor acumulado por SAIEP era una solución menos gravosa que reintegrar
el dinero, con sus intereses y, eventualmente, costas. Frente a ello, el reproche que
efectúa la Alzada a SAIEP, y que funda el rechazo del amparo, por no haber instado
la repetición, no resulta justificación suficiente de la decisión. Tampoco se
sostienen, luego de todo lo actuado, los argumentos del tribunal referidos a que los
actos cuestionados no aparecen manifiestamente ilegítimos o arbitrarios, o a que la
lesión constitucional no exigiría una tutela urgente.
Por lo dicho, la decisión de la Sala II también debe ser revocada en este
punto.
4.b.2) Ahora bien, en tanto no existen circunstancias fácticas que determinar,
ni se retrotrae el proceso a etapas previas a la de la sentencia, corresponde que el
Tribunal decida el fondo de la cuestión planteada en el amparo.
Vuelvo a recordar que, al haber abandonado SAIEP el pedido de un
certificado de no retención, sólo queda por decidir la pretensión de repetición.
En el escrito de demanda SAIEP solicitó que se condenara al GCBA a
devolverle los saldos a su favor en concepto de impuesto sobre los ingresos brutos,
acumulados hasta la fecha de ese escrito. La fiscalización efectuada por la DGR dio
como resultado un saldo a favor de la actora al mes de marzo de 2005 por la suma
de $ 1.045.727,13. Nada obsta a que se condene al GCBA a reintegrar a SAIEP
dicha suma, con más los intereses que prevé la Resolución SHyF Nº 4.151/2003.
Las diferencias que pudieran haberse generado a favor de la actora con
posterioridad quedan fuera del presente juicio, toda vez que a su respecto no se
han efectuado los procedimientos necesarios para su verificación. Que las
particulares circunstancias de tramitación de esta causa me persuadieran de la
impertinencia de volver para atrás con todo lo actuado, no significa que también se
justifique convertir este proceso por sus peculiaridades en un sustituto del de
repetición.
4b.3) La pretensión de condena al pago de lo abonado en exceso por SAIEP
convirtió en ordinaria la vía, al menos en ese aspecto, por lo que corresponde
intimarla a integrar la tasa de justicia que debería haber abonado si la demanda
hubiera tramitado por la vía correcta, en la proporción en que resulte condenada.
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c) hacer lugar a la demanda planteada a fs. 1/11 y, en consecuencia
declarar, respecto de la actora, la inconstitucionalidad del régimen normativo
conformado por los decretos nº 1150/90 y n° 2133/02 y la resolución SHyF nº
1550/02, en tanto permiten que se le retenga una suma que supera lo establecido
por el art. 24 de la Resolución General n° 1/08 de la Comisión Arbitral del Convenio
Multilateral del 18/8/77 y condenar al GCBA a abonar a SAIEP la suma de $
1.045.727,13, determinada al mes de marzo de 2005, con más los intereses que
prevé la Resolución SHyF Nº 4.151/2003;
d) disponer que la actora abone la tasa de justicia teniendo por monto del
proceso el que resulta del punto anterior;
e) distribuir las costas de todo el proceso en un 70 % a cargo del GCBA y
en un 30 % a cargo de SAIEP.
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III.1. En cuanto a la idoneidad de la vía del amparo, en cuantiosos
precedentes de este Tribunal he explicitado mi postura al respecto (ver, entre otros,
“Fullone, Mirta Susana c/ GCBA s/ amparo”, expte n° 3101/04, resolución del
17/11/04; “Rodríguez, Mónica Adriana s/ amparo”, expte n° 3170/04, resolución del
20/12/04; “Tayeda, Marta Susana c/ GCBA s/ amparo”, expte n° 1684/02, resolución
del 19/02/03; “GCBA s/ queja por recurso de inconstitucionalidad dene-gado en:
‘Akrich, Gustavo Raúl c/ GCBA s/ amparo (art. 14, CCABA)’”, expte. nº 4782/06,
resolución del 29/11/2006; “Gil Domínguez, Andrés c/ GCBA s/ acción declarativa
de inconstitucionalidad”, expte. nº 5296, resolución del 27/12/2007).
A mi entender, el amparo constituye una herramienta prevista por el
ordenamiento jurídico para prevenir o subsanar lesiones a derechos exigibles, ante
actos u omisiones que presenten una arbitrariedad o ilegalidad manifiesta. Por lo
tanto, aquellas pretensiones que requieren un debate amplio, no solo de los hechos
sino también del derecho, o que necesiten la producción de distintas medidas
probatorias para su dilucidación, resultan inconciliables con la vía del amparo.
Y es que el carácter manifiesto de la ilegalidad o arbitrariedad de la
conducta lesiva, es el que permite justificar las limitaciones al ejercicio del derecho
de defensa del demandado, impuestas por las reglas del amparo. Por ello, la
arbitrariedad o ilegitimidad del acto u omisión no resultan suficientes; antes bien, la
Constitución exige que aquéllas emerjan en forma “manifiesta”, esto es, que surjan
con evidencia del acto mismo, caso contrario la pretensión deberá tramitar por las
vías ordinarias, como lo ha dicho la Corte Suprema en forma reiterada al sostener
que “El amparo es un proceso excepcional, utilizable en las delicadas y extremas
situaciones en las que por carencia de otras vías aptas, peligra la salvaguarda de
derechos fundamentales, y exige para su apertura circunstancias muy particulares
caracterizadas por la presencia de arbitrariedad o ilegalidad manifiestas que ante
la ineficacia de los procedimientos ordinarios, originan un daño concreto y
grave, sólo eventualmente reparable por esta vía urgente y expeditiva” (Fallos:
310, 576; 311:612, 1974 y 2319; 317:1128; 323:1825 y 2097; 325:396 y 328:1708,
entre otros).
Este Tribunal, por lo general, suele intervenir al final del recorrido procesal,
ante el dictado de la sentencia definitiva. Declarar la nulidad de todo lo actuado por
haberle dado curso los jueces de la causa a una vía procesal desacertada, en
ciertas ocasiones puede ocasionar perjuicios notorios que entran en pugna con el
principio de tutela judicial efectiva.
Por lo tanto, considero que corresponde anular todo lo actuado sólo cuando
la elección de la vía del amparo le impidió a la parte demandada ejercer con
amplitud su derecho de defensa, ya sea por impedirle la deducción de
determinadas pretensiones o defensas, o la producción de determinadas medidas
probatorias.
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impedido de oponer alguna defensa, o privado de interponer o producir alguna
medida probatoria atento el limitado marco cognoscitivo del amparo.
En conclusión, más allá de que considero que la vía del amparo es inidónea
para tramitar las pretensiones de autos —especialmente, la de repetición de sumas
de dinero, que por su propia naturaleza requiere una acreditación probatoria
inconciliable con la vía del amparo—, ya que la arbitrariedad o ilegalidad no resultó
manifiesta sino que necesitó la producción de abundante prueba, lo cierto es que la
ordinarización del presente proceso permitió un amplio ejercicio del derecho de
defensa de ambas partes, motivo por el cual no existe, ni actual ni eventualmente,
agravio alguno que justifique pronunciarse en esta instancia, en el marco de la
presente vía recursiva, sobre la idoneidad de la vía del amparo.
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del impuesto sobre los ingresos brutos (art. 1 del decreto 1150/1990, modificado
por decreto 521/2002).
Resultan exceptuadas las liquidaciones de pago cuyo monto neto no exceda de
cien pesos ($ 100), en cuyo caso no corresponderá efectuar la retención
prevista en el citado decreto (art. 2 del decreto 1150/1990, modificado por
decreto 614/1992).
b) El importe retenido se tomará como pago a cuenta en el anticipo siguiente a la
fecha en la cual el agente de retención le efectúe la liquidación al contribuyente
(art. 4 del decreto 1150/GCBA/1990).
c) En el supuesto que la aplicación del sistema genere un saldo a favor del
contribuyente, el mismo cuenta con las siguientes opciones para recuperar las
sumas pagadas en exceso: (i) imputación a futuras posiciones: podrá trasladar
el saldo a favor a los anticipos sucesivos o a la declaración jurada anual, en el
caso que fuere ésta la próxima liquidación a efectuar (art. 4 del decreto
1150/GCBA/1990); (ii) repetición: en el supuesto que tal imputación sea
impracticable, el contribuyente conserva la facultad reconocida por el Código
Fiscal local de repetir las sumas pagadas en exceso, interponiendo un reclamo
ante la Dirección General de Rentas (art. 62 del Código Fiscal año 2004 —t.o.
decreto 882/2004—, normativa vigente al momento de iniciar la presente acción
judicial).
d) En este último supuesto, el Fisco local debe devolver las sumas pertinentes con
la actualización e intereses a los que alude el art. 62 del Código Fiscal año 2007
(t.o. decreto 109/2007), conforme el cual “(L)os importes por los que los
contribuyentes o responsables soliciten reintegro o compensación de saldos a
su favor y no estén comprendidos en el artículo 58 serán actualizados si así
correspondiera, y devengarán el interés mensual que corresponda conforme a
las prescripciones del artículo citado, a partir de la interposición del reclamo de
repetición o compensación.
Como podemos apreciar, es un sistema de “retención a cuenta”, en
contraposición con los sistemas de “retención a título definitivo”, ya que el pago
mediante retención es reajustable en más o en menos, de acuerdo a lo que en
definitiva deba pagar el contribuyente. Puede ocurrir, entonces, que surja un crédito
fiscal a favor del contribuyente, como también que el contribuyente deba abonar un
monto adicional para completar lo aportado mediante el sistema de retención en la
fuente.
El poder político local eligió este sistema para garantizar el cobro de las
obligaciones tributarias, y este sistema no aparece, en abstracto, como violatorio
del derecho de propiedad de los contribuyentes sujetos al mismo, ya que cuando la
aplicación de este sistema genere un saldo a favor del particular, como puede
ocurrir en el supuesto que éste realice actividades comerciales interjurisdiccionales,
el Fisco le asegura la posibilidad de imputar a futuras posiciones o repetir las sumas
pagadas en exceso, con la actualización —si correspondiente— e intereses
correspondientes.
Por lo tanto, en principio no procedería la declaración de
inconstitucionalidad, instrumento que constituye la ultima ratio del
ordenamiento jurídico, limitada a supuestos en que no existe otra manera de
proteger los derechos y principios constitucionales en pugna. Y es que la
aplicación del sistema de retención en la fuente no genera una lesión en el
derecho constitucional de la actora, porque la misma tiene la opción de
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repetir las sumas pagadas en exceso al GCBA, instrumento que le permite
conservar incólumne su patrimonio.
Indudablemente, interponer periódicamente un reclamo de repetición ante el
Fisco local insume tiempo y la realización de trámites administrativos por parte del
contribuyente y el fisco local, que sería conveniente evitar. Pero que un sistema sea
poco práctico o engorroso no lo transforma automáticamente en inconstitucional,
porque en definitiva definir la modalidad de percepción de los tributos resulta un
resorte exclusivo de los poderes políticos, que sólo puede ser declarado ilegítimo
cuando existan violaciones a normas jurídicas.
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una de las siguientes dos opciones: reducir la alícuota o la base imponible tenidas
en cuenta para aplicar la retención.
Sin embargo, ninguna de las dos opciones ha sido adoptada por el fisco
local a la hora de regular los regímenes de retención en la fuente aplicables a
contribuyentes comprendidos en el Convenio Multilateral:
a) En cuanto a la base de cálculo para la retención, como ha podido apreciarse en
esta causa las empresas de tarjetas de crédito, de débito, de compra o similares
aplican la retención sobre todos los pagos que deben realizar.
b) Por otra parte, la alícuota general del impuesto a los ingresos brutos, aplicable a
las actividades económicas que realiza la actora, es del 3% (conforme ley
tarifaria n° 2568, correspondiente al ejercicio 2008). Sin embargo, la alícuota de
retención prevista en el art. 1 del decreto 1150/GCBA/1990 (texto conforme
decreto 521/2002) es del 2,5%, la cual, si bien resulta menor que la mencionada
en primer término, superó el tope establecido en el art. 42 de la Res.Gral.
1/2008.
El incumplimiento del art. 42.b.1 de la Res.Gral. 1/2008 (CA) genera, en el
caso de la actora, claros efectos nocivos. Como surge del informe de fs. 421/423,
elaborado por la Dirección General de Rentas, existe un permanente saldo a favor
del contribuyente, que arroja la suma de $ 1.045.727,13 al mes de marzo de 2005,
lo que demuestra que el actuar del fisco no es solo ilegal, sino también irrazonable
por lo desmesurado del saldo a favor, que podría haberse evitado o disminuído de
haberse aplicado una alícuota de retención reducida.
IV.4. A mayor abundamiento, cabe destacar que no resulta obstáculo para tal
declaración de inconstitucionalidad que SAIEP no haya fundado su demanda en la
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contradicción del cuestionado régimen de retención en la fuente con el Convenio
Multilateral y la resolución 1/2008 de la Comisión Arbitral.
El principio de congruencia obliga a los jueces a expedirse únicamente
sobre las pretensiones y defensas interpuestas por las partes, o en otras palabras,
les está vedado introducir y tratar cuestiones no planteadas por las partes. Y en su
demanda SAIEP planteó claramente la inconstitucionalidad del régimen normativo
de retención en la fuente, por considerar que el Estado local se excedía en el
ejercicio de la potestad tributaria.
Deducida en forma concreta dicha pretensión, resulta tarea de los jueces, en
virtud del iura novit curia, encuadrar la misma en las normativa aplicable. Y es que
los jueces deben aplicar el derecho correspondiente, a pesar de la insuficiente o
desacertada invocación de normas efectuadas por las partes.
VI. Por todo lo expuesto, coincido en la solución propuesta por la Dra. Alicia
Ruiz y voto por:
a) hacer lugar a la queja y al recurso de inconstitucionalidad interpuestos
por SAIEP;
b) revocar la sentencia de fs. 479/483;
c) hacer lugar a la demanda planteada a fs. 1/11 y, en consecuencia
declarar, respecto de la actora, la inconstitucionalidad del régimen normativo
conformado por los decretos nº 1150/90 y n° 2133/02 y la resolución SHyF nº
1550/02, en tanto permiten que se le retenga una suma que supera lo establecido
por el art. 42.b.1) de la Resolución General n° 1/08 de la Comisión Arbitral del
Convenio Multilateral del 18/8/77 y condenar al GCBA a abonar a SAIEP la suma de
$ 1.045.727,13, determinada al mes de marzo de 2005, con más los intereses que
prevé la Resolución SHyF Nº 4.151/2003;
d) disponer que la actora abone la tasa de justicia teniendo por monto del
proceso el que resulta del punto anterior;
e) distribuir las costas de todo el proceso en un 70% a cargo del GCBA y
en un 30% a cargo de SAIEP.
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resuelve:
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