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hace unos años, cuando Anne Marie Luijendijk se puso unos guantes
blancos para examinar un códice copto del siglo VI en el Museo Sackler
de Harvard, quedó boquiabierta al abrir un códice en miniatura, en
pergamino, con la encuadernación conservada y que llevaba por título,
en lengua copta: El Evangelio de las Suertes de María, la madre del Señor
Jesucristo, a la que Gabriel el arcángel trajo la buena nueva. El que persiga
con todo su corazón, obtendrá lo que desea. No seas de dos mentes. Las
páginas que siguen a este título, hasta la 75, contienen pasajes breves,
uno por cada dos páginas enfrentadas.
¿ES UN EVANGELIO?
La denominación «evangelio» sorprende a primera vista, puesto que el
libro no contiene ni una narración de la pasión de Cristo ni una serie de
«dichos» de Jesús, como sería el evangelio de Tomás. Ni María ni Cristo
son protagonistas de los textos, aunque sí se hace un uso amplio de la
Biblia, con citas de Salmos, Job, Proverbios, Mateo o Lucas. En realidad,
el librito servía para adivinar el futuro y cada página proporcionaba al
azar una respuesta a la pregunta del consultante. Por ello, cabe pensar
que el uso del término evangelio remite a la costumbre de inscribir en
los amuletos el íncipit (primeras palabras) de los evangelios o de algunos
Salmos para dotarlos de una fuerza protectora.
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Evangelio de Judas
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Evangelio de Judas
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Evangelio de Judas