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Libro Rehabilitacion Psiquiatrica
Libro Rehabilitacion Psiquiatrica
EN LA ARGENTINA
LA REHABILITACIÓN
PSIQUIÁTRICA
EN LA ARGENTINA
Una crónica del tema a través de la historia hasta la actualidad
ISBN: xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
1. Psiquiatría. I. Título
CDD
ISBN: xxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Prólogo
1
López Ibor, J.J. De la noche oscura a la angustia. Editorial Garsi, Madrid,
1982.
XII Lucio Enrique Bellomo
LA REHABILITACIÓN PSIQUIÁTRICA
EN LA ARGENTINA
Introducción
Introducción:
Introducción
Aspecto edilicio
La concepción académica
dad, es el adecuado? Creo que esas son las preguntas clave que
exigen soluciones y respuestas perentorias.
que los asilos debían ser hechos con este modelo y con esta me-
todología de trabajo; y los asilos urbanos debían quedar como
formas de asistencia urgente.
gor, cinco años antes que la Colonia Cabred. Fue por la orden de
Juan José Dardo Rocha [1838-1921], entonces Gobernador de la
Provincia de Buenos Aires aplicándole el nombre de Melchor Ro-
mero en honor a un agrimensor muy estimado del gobernante,
que fue su compañero de armas en la Guerra de la Triple Alianza.
Desde el Dr. Julián Aguilar –su primer director– hasta el actual
Dr. Egidio Melia, pasaron cerca de cuarenta y cuatro directores;
entre los pioneros se destacaron el Dr. Francisco del Carril, el
Dr.Julio Darnet, el Dr. Bejarano, el Dr. Amadeo Venanzi, y el
Dr. Amador Barros Hurtado. El centro de la actividad científica
fueron los diez y nueve años que estuvo en la dirección el Dr.
Alejandro Korn –de 1897 a 1916- médico, psiquiatra, escritor,
legista, y filósofo, que algunas de sus obras analizaremos luego.
Korn formó parte de la famosa pléyade de los cinco sabios de
La Plata, junto a Carlos Spegazzini, Florentino Ameghino, Juan
Vucetich, y Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte).
Todo esto lo expresamos sin el deseo de menoscabar a otros
directores o jefes de servicio, pues conocí a varios excelentes
profesionales como el Dr. César Castedo, el Dr. Raúl Ballbé y Dr.
Alfredo Painceira, que tuvieron cargos jerárquicos, en la cúpula
académica y asistencial del Hospital.
Cita textual:
uno por vez, fuera. Costó mucho que ellos entendieran esto. La
mecánica de una asamblea era libre, cualquier persona podía
hablar, podían hablar todos al mismo tiempo, podían murmurar,
podían gritar, hasta en algún momento podían suscitarse ciertos
actos de violencia, que fueron controlados; sobre todo con cier-
tos pacientes epilépticos que estaban medicados. Las asambleas
eran abiertas, podía ir cualquier persona, podían ir visitas, po-
dían ir personas del pueblo, familiares, y cualquier otro miembro
del personal que en un momento dado tuviera funciones y qui-
siera asistir. Las asambleas duraban aproximadamente 2hs. o
más. Los lunes, miércoles y viernes, ya se sabía que la mañana,
después del desayuno, estaba destinada a la asamblea. Toda la
vida hospitalaria circulaba alrededor de la asamblea de la maña-
na. El turno de la tarde se me quejó en alguna oportunidad y yo
extendí la asamblea de los miércoles, a la tarde, que tenía otra
dinámica. Y alguna vez hice una asamblea en la noche, muy in-
teresante, pero me cansaba mucho, así que volví al sistema an-
terior, de hacerla durante la mañana. En las asambleas, los pa-
cientes fueron formando, lo que Maxwell Jones llama, la cultura
terapéutica. Digo en la asamblea, porque ahí se manifestaba,
pero, en realidad, la cultura terapéutica se empezó a formar en
la vida diaria de la comunidad. Aparte de la asamblea, que era
una especie de actividad casi obligatoria, no obligatoria total-
mente (había pacientes que no querían ir y no iban) había otro
tipo de actividad. Nosotros le dimos mucho énfasis a la rehabili-
tación laboral; los pacientes participaban en todos los sistemas
del hospital, cocina, con los caballos, esto era una colonia de tipo
rural, en la huerta, en los jardines, en la portería y hasta en al-
gún momento en la administración. Es decir que todo eso que el
paciente vivía, era traído a la asamblea lo cual puede ser peli-
groso (los psiquiatras clásicos que nos visitaban, decían que era
peligroso) a raíz de las confrontaciones que se sucedían entre el
personal y los pacientes, confrontaciones en las cuales eran
iguales tanto el personal como los pacientes. En la confrontación
podía haber una acusación, una queja o un pedido de aplauso,
o de que lo ascendieran a fulano porque era buen empleado,
como ocurrió con el caso de un empleado que le salvó la vida a
un paciente, y en una asamblea, pidieron que lo ascendieran y
quedó que iba a ser ascendido, cuando hubiera una oportunidad,
y así fue. En las asambleas también se discutían todas las cues-
tiones administrativas, la comida, las salas. Esto a mí me cansa-
ba un poco. En algunas asambleas comunitarias que he visto en
otras partes, solamente se permitía la manifestación de este tipo
de cosas y no se podían manifestar cuestiones personales. Yo he
escuchado decir “eso será hablado con el terapeuta”. Personal-
L A R EHABILITACIÓN PSIQUIÁTRICA EN LA ARGENTINA 123
que tratar y estaba medio taponado por los picos, por los baños,
alguna cosa así.
-¿Qué son los picos?
– Los picos de la canilla. Si las canillas se llueven, están rotas,
los pacientes se quejan porque no pueden dormir, porque hay
humedad, etc. Durante la asamblea, a través de la murmura-
ción, yo les decía que no había ninguna limitación para levantar
la mano o hablar sentado. La tendencia de los pacientes ha-
bitualmente era levantarse y exponer, abiertamente, con ges-
tos; y cuando le tocaba al personal, que eso ya era más duro,
también se levantaban y hablaban. Con el tiempo yo dejé que
las asambleas las dirigieran los enfermeros, de a dos porque se
asustaban un poco. Yo he ido a esas asambleas de incógnito,
de atrás; en aquel tiempo no se usaba el guardapolvo y tenía
grandes sorpresas, mucha emoción al ver cómo los enfermeros
habían logrado el aprendizaje, mucha conducción. Las asam-
bleas requieren nada más que estar presente, ordenar un poco
quién habla y quién no, y nada más. Y ahí es donde yo también
pude comprobar qué murmuraba el paciente o de qué hablaban
entre ellos. Después están los pacientes que son los silenciosos,
pero que van a todas las asambleas, los viejitos, algunos esqui-
zofrénicos crónicos: son pacientes que están atendiendo, que en
el momento menos pensado hablan y hablan cosas muy medu-
losas; eso nos ha ocurrido muchas veces. Así que nosotros no
exigíamos tampoco que hablaran, ni el paciente de primera vez,
no había ninguna exigencia en esos temas, todo el mundo venía
a hablar cosas. Para mí la asamblea era el eje de la comunidad
terapéutica; era como un termómetro o como un aparato que in-
dicaba cómo iba la comunidad. Cuando se hablaba mucho de las
cuestiones puramente de mantenimiento es que algo pasaba,
que no salía el afecto, pero cuando había noviazgos o violaciones
o prostitución (era mixto y no había homosexualidad), no había
problema; uno sólo era gay, ahí sí, ahí había más riqueza. No
obstante, no es necesario que uno tenga que estar esperando
siempre que se hable de eso, por algo también hay una especie
de retracción para hablar de cosas puramente afectivas. Se ha-
bla también de cosas administrativas porque en ese momento la
comunidad tal vez lo requiera; así que no es tampoco discutible
esto. Luego de la asamblea, nosotros hacíamos una evaluación
con el personal asistente. La evaluación no duraba más de me-
dia hora pero era también bastante medulosa, porque la enfer-
mería y los de mantenimiento que habían asistido, comentaban
sus sentimientos, sus sensaciones, lo que habían visto y tam-
bién había confrontación conmigo si ellos decían: “Mire, doctor,
me parece que Ud. no estuvo muy bien cuando dijo tal cosa” o
126 Lucio Enrique Bellomo
gestión del Dr. Estévez (Mesones…, op. cit., p. 24). Las propias
palabras de Estévez refieren que se entregó al cargo de Director
del INSM por motivos personales. Al parecer textualmente dijo:
… todos estamos expuestos a tener problemas mentales y hasta
que no nos toca de cerca no les damos importancia (...) yo lo su-
frí en mi familia y decidí dedicar lo que resta de mi vida a los en-
fermos mentales. Por eso estoy yo en el cargo (...) con el resto
que sobró del sesquicentenario, asignaré $ 50.000 para hacer
el Hospital de Corrientes... (op. cit., p.127). La experiencia del
Hospital San Francisco de Asís duró desde 1969 hasta 1972.
La sectorización
Tal vez sea a causa del aislamiento muy particular o por la falta
de integración, de unos con otros, que se hayan formado com-
partimentos estancos entre los profesionales de la salud mental.
A la postre, resulta que existen pequeñas islas o agrupaciones
de médicos psiquiatras, psicólogos, psicopedagogos, o especia-
listas, que constituyen verdaderas comarcas o territorios, y no
conocen más paisaje que aquel llamado por Freud el narcisismo
de las pequeñas diferencias. La comunicación entre ellos es difícil
y aún más con quienes piensan que sus métodos son distintos,
y, por supuesto, mejores. Por el momento, resulta muy dificul-
toso tratar un paciente que no sea por el modelo integralista, es
decir, biológicamente, en conjunto con psicoterapia individual,
grupal, familiar y social. Dicho tratamiento deberá ser desarro-
llado por un grupo de profesionales en un equipo integrado de
salud mental bien entrenado, con capacitación especializada y
supervisado por colegas con experiencia. Tomemos el caso de
los médicos residentes, que si bien practican la tarea en equipo,
finalmente, cuando salen a laborar en el campo médico especia-
lizado, lo hacen dentro de las obras sociales, como médicos de
servicios psiquiátricos, en clínicas o en consultorios externos.
Por supuesto que entre las consideraciones que se presentan en
las reuniones de equipo, está vigente la prevención secundaria
del momento, y se piensa escasamente —¡cuesta decirlo!— en
el futuro del paciente en juego. Por ejemplo, sabemos que una
esquizofrenia evolucionará mal si el paciente tiene una familia
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na. Falta que el enfermo aprenda un oficio, que sea hábil para
realizar una tarea, que logre un trabajo y que, en definitiva, pue-
da ganarse la vida, incluso, con trabajos subalternos. El Prof. Dr.
Julián Leff, titular de Psiquiatría Social y autor del libro La mente
desequilibrada (Leff, Julián.The Unbalanced Mind), aborda los
temas del diagnóstico psiquiátrico. Los psiquiatras –dice- aplican
las reglas de tratamiento según las interpretan, por los signos
y síntomas, poniendo el énfasis casi siempre en la supremacía
de su veteranía y en su experiencia para validar el diagnóstico.
Agrego que además, nada mencionan respecto a la rehabilita-
ción psiquiátrica, la cual debería tratarse como un tema tan im-
portante como las áreas etiopatogénicas y clínicas restantes.
El problema diagnóstico
La deshospitalización judicializada
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