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Nociones Basicas de Coherencia y Cohesio
Nociones Basicas de Coherencia y Cohesio
Introducción……………………………………………….
………………………………………………………….....2
Concepciones Generales
Concepción de texto y discurso………………..
………………………………………………………….....4
Concepción de
coherencia……………………………………………………………………………
…………7
La Coherencia pragmática…..
………………………………………………………………………….…….8
La coherencia de
contenido…………………………………………………………………………………...13
Concepción de
cohesión……………………………………………………………………………………….
...18
Mecanismos
léxicos………………………………………………………………………………………
………....20
Mecanismos
gramaticales…………………………………………………………………………………
……22
1
La progresión
temática………………………………………………………………………………………
….23
Conclusiones…………………………………………………………………………
………………………………….27
Referencias……………………………………………………………………………
…………………………………29
1.Introducción:
Para esta revisión bibliográfica nuestro objeto de estudio son los conceptos de
coherencia y cohesión, como recursos de textualización en la construcción de un discurso o
texto. La discusión sobre estas reglas en las distintas tendencias o escuelas, no ha llegado a
un consenso absoluto, lo que no ha permitido establecer los cánones fijos en cuanto a qué
son, sus recursos, y qué papel juegan, tanto coherencia como cohesión, en el desarrollo de
un texto o discurso.
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El objetivo de este artículo es rescatar los elementos y recursos que distintas
orientaciones pueden aportar al estudio de la textualidad de los discursos. Mostrar cuáles,
según nuestro criterio, son las nociones a nivel general y panorámico que un interesado en
el tema, específicamente profesores del área de lenguaje y comunicación y alumnos que se
introducen en las nociones de construcción de textos, deberían considerar al enfrentarse a
las concepciones de coherencia y cohesión. Es por esto que priorizamos en este artículo,
una visión de nivel más práctico que científico. Debemos dejar en claro que no
pretendemos ser tajantes en las acepciones que exponemos, sino por el contrario queremos
cimentar, partiendo desde un interés personal, un estudio básico de esta teoría para trabajos
posteriores en el mismo ámbito, que tendrán relación con el proceso de enseñanza-
aprendizaje que realiza el profesor en el aula.
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léxicos, gramaticales y de progresión temática, considerados dentro de los estudios
revisados.
2.Concepciones generales
La reflexión sobre los conceptos texto y discurso ha sido analizada desde diferentes
orientaciones, que, sin embargo, constituyen un tema aún no resuelto. En este apartado
entregaremos algunas definiciones que corresponden a distintas tradiciones respecto a la
lingüística textual y estudios discursivos.
Para Álvarez (2001) en su tradición latinoamericana, texto se define a partir de los
elementos lingüísticos organizados según reglas estrictas de construcción, siendo así la
unidad mayor construccional en un individuo. Con esto, el autor introduce las reglas de
textualización. Él diferencia texto de discurso al plantear que, este último, es la emisión
concreta de un enunciado en una situación determinada, es decir, el discurso es el texto más
las condiciones de producción, pasando así a considerar el campo de la enunciación. Sin
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embargo, el autor considera que la caracterización de texto o discurso son, principalmente,
perspectivas de análisis que se pueden utilizar en un mismo objeto de estudio. Siguiendo la
línea latinoamericana, Calsamiglia y Tusón (1999) coinciden con Álvarez al considerar el
texto como una unidad comunicativa, cuyo sentido se da al concretizar la organización e
interrelación de elementos verbales relacionados, a este entramado se le denominará textura
discursiva. Agregan que el texto, o la textura discursiva, es un conjunto de operaciones de
diverso orden constituido a nivel semántico pragmático. Además, señalan que el significado
en un texto depende de: 1. el contenido, fruto de la combinación de los componentes
lingüísticos; 2. el sentido derivado del componente extralingüístico.
Pasando a una tradición europea, Van Dijk (1980) considera diferencias entre texto
y discurso planteando que un discurso es una unidad observacional, y la gramática, al poder
sólo describir textos, da una aproximación de las verdades empíricas de los discursos
emitidos. Así, una gramática del texto podrá dar explicaciones de ciertas estructuras
regulares y sistemáticas del tipo de discurso. El tipo de discurso se verifica por la
continuidad de emisión o de hablante, y la coherencia interpretada semántica y
pragmáticamente, según se asigne por los usuarios de la lengua. Un texto, en cambio, es
más abstracto, sostiene van Dijk en sus primeros postulados, es una construcción teórica de
elementos como la retórica y la estilística, entre otros.
Para Beaugrand y Dressler (1997), la disyuntiva por definir texto y discurso,
simplemente, no existe e incluso tratan esta discusión como un pseudo-problema, pues,
para los que discurso es texto, para otros, texto es discurso, afirman los autores. Para ellos,
texto (y discurso) es una unidad comunicativa caracterizada por ser cualitativamente
distinta a otras unidades menores.
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relacionados por inclusión, no como equivalencias (como plantea Álvarez), pues coherencia
incluye la cohesión, cada uno con sus determinados procedimientos por los cuales se les
reconoce. Van Dijk (1980), por su parte, se refiere sólo al concepto de coherencia y desde
el ámbito específicamente semántico. Señala dos clases de coherencia respecto a la
funcionalidad: coherencia lineal y coherencia proposicional. Beaugrand y Dressler (1997)
por su parte, se dirigen a un ámbito no tan explícito en los otros autores, ya que ellos
consideran que coherencia y cohesión son productos de una actividad cultural
intencionada. Esta intencionalidad se genera en el emisor para que el receptor comprenda
respecto a las metas y planes del primero. El receptor debe reconocer la intención, así, en
los textos existe información interactiva que guía la lectura. De esta forma, los textos están
modelados para seguir una línea de interpretación. Beaugrande y Dressler (1997) tienen un
modelo de procesamiento de la información textual muy exigente en el que podemos
encontrar siete normas y tres criterios que regulan la comunicación en el texto. Las siete
normas son: coherencia y cohesión, intencionalidad y aceptabilidad, situacionalidad e
intertextualidad, y por último, la informatividad. Son las normas de cohesión y coherencia
las que nos atañen al ser de un criterio estrictamente lingüístico.
3. Concepción coherencia:
Álvarez (2001) define coherencia y cohesión por separado, entendiendo por coherencia
el aspecto mental-conceptual de la relación que se postula entre los hechos denotados entre
los interpretantes. Van Dijk (1980) señala que la coherencia (y la cohesión) se genera a
partir de las relaciones aceptadas en las secuencias a nivel semántico. Calsamiglia y Tusón
(1999) no están lejos de la concepción de Álvarez, debido a que entienden coherencia en un
sentido más extenso (diferencia que se hará notar con sus postulados de cohesión), pues
incluye las relaciones pragmáticas y las relaciones semánticas intratextuales. Desde su
perspectiva, estas autoras, se refieren al significado del texto en su totalidad: la coherencia
“Alude a la estabilidad y la consistencia temática subyacente, asociada a la macroestructura
(contenido), a la superestructura (esquema de organización) del texto, a su anclaje
enunciativo (protagonistas, tiempo, espacio) y a las inferencias que activan los hablantes”
(Calsamiglia, Tusón. 1999: 222).
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Beaugrand y Dressler (1997), coinciden con las autoras argentinas respecto a sus
consideraciones generales, pues para ellos, la coherencia regula la posibilidad de que sean
accesibles entre sí, e interactúen de un modo relevante, los componentes del mundo textual,
esto es, la configuración de los conceptos y de las relaciones que subyacen bajo la
superficie textual.
Por otro lado, George Yule (1996) considera la coherencia en el discurso de interacción
entre hablantes, de acuerdo a la organización de estructura y contenido de lo que éstos
quieren decir. Además deben “empaquetar” (packge) sus mensajes en concordancia con lo
que piensan y escuchan, todo esto con el fin de lograr una forma coherente en una
conversación. Siguiendo con las autoras Calsamiglia y Tusón, dentro de la coherencia,
conciben la coherencia pragmática y la de contenido, a continuación nos concentraremos en
definir ambas nociones.
Para referirse a esta concepción de coherencia, las autoras Calsamiglia y Tusón citan a
Brown y Yule (1983 en Calsamiglia y Tusón, 1999), quienes relacionan el concepto con los
procesos de intención de los hablantes, la consecución de unos fines, con las inferencias y
con el tipo de contexto en que se sitúa el mensaje. Entonces, los hablantes son los dotados
de dar coherencia a frases sueltas, incompletas, y a textos de toda índole. La base de esto se
denomina presunción de coherencia, esto es, que se presume que tanto emisor como
receptor están bajo un comportamiento racional (coherente) e ideal. Yule, por su parte,
considera esta característica de lo ideal en una de sus tres funciones respecto a hablante y
escritor en cuanto al uso del lenguaje. La primera función es la interpersonal que tiene
relación con la interacción social, la segunda es la función textual que ayuda a crear y
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formar textos apropiados, y la última de carácter ideacional, en donde se representan
experiencias personales de una forma coherente e ideal.
El comportamiento ideal también está explícito en Álvarez (2001) cuando considera las
tres Reglas de textualización como criterios de adecuación en la construcción de un texto,
pues, la primera llamada de Recurrencia, tiene la finalidad de asegurar que en cada nueva
oración en el texto se retoma la idea del enunciado anterior. La segunda, de Progresión
asegura que en cada nuevo enunciado, además de ser recurrente, debe traer consigo
información nueva para la progresión de la información en el texto. Y la tercera, de
Conexión, cumple con el objetivo de conectar, de forma relacional, tanto a los individuos
como a los hechos denotados en el texto o enunciado.
Centrándonos en Beaugrande y Dressler (1997), identificamos que la superficie textual,
desde el punto de vista del receptor, se estudia como si estuviese compuesta por una
configuración de dependencias gramaticales, ya que en ella hay expresiones que se deben
analizar como indicios para activar los conceptos y dar continuidad al texto. Lo principal es
saber dirigir la atención hacia los puntos de acceso a la información llamados centros de
control textual.
Para estos autores, existen dos tipos de centros de control textual, primarios y
secundarios:
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Relación: categoría residual para las relaciones fortuitas como “padre-hijo”
Atributo: característica de una unidad
Localización: posición en el espacio de una entidad
Tiempo: posición temporal de una situación
Movimiento: cambio de localización
Instrumento: objeto que proporciona medios para que suceda un
acontecimiento
Forma: configuración
Parte: componente de la entidad
Sustancia: materiales que componen la entidad
Contención: localización de una entidad dentro de otra
Causa: regula la manera en que un acontecimiento influya en las condiciones
para que ocurra otro.
Posibilidad: reúne las condiciones suficientes, pero no necesarias, para que
ocurra un acontecimiento.
Razón: relación que se establece cuando una acción es el resultado esperable
de un acontecimiento anterior.
Propósito: cuando se planea que suceda un acontecimiento a partir de la
concretización de uno anterior.
Percepción: operaciones de identidades creadas sensorialmente durante las
que el conocimiento se integra mediante los órganos sensoriales.
Cognición: almacenamiento, organización y utilización del conocimiento
mediante entidades creadas sensorialmente.
Emoción: estado experiencial con respecto a una entidad creada
sensorialmente
Volición: actividad de desear mediante una entidad creada sensorialmente
Reconocimiento: emparejamiento exitoso entre percepción y conocimiento
previo
Posesión: una entidad creada sensorialmente se cree predominante y
controla.
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Ejemplo: miembro de una clase que hereda todos los rasgos no cancelados
de la clase a la pertenece
Especificación: relación entre una superclase y una subclase con una
afirmación de los rasgos más restringidos de la última.
Cantidad: concepto numérico de medida
Modalidad: concepto de necesidad, probabilidad, posibilidad o supuestos
Significancia: significado simbólico asignado a una entidad
Valor: asignación del equivalente de una entidad en términos de otras
entidades
Equivalencia: igualdad, correspondencia
Oposición: lo contrario de equivalencia
Correferencia: expresiones diferentes activan la misma entidad
Repetición: relación en que la misma expresión reactiva un concepto, pero
no necesariamente con las misma referencialidad.
(Beaugrand y Dressler, 1997: 149-150-151)
La fuerza de la vinculación:
a. operador de determinación (marca los componentes necesarios en la configuración
de la identidad de conceptos)
b. operador de prototipicalización (marcar los componentes que sean frecuentes en una
relación)
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Los que señalizan las vinculaciones aproximativas:
a. operador de proximidad (marca las relaciones en las que es relevante la distancia)
b. operador de proyección (señala las relaciones posibles o contingentes, pero no
verdaderas en el mundo textual)
-Relación parte-todo:
(1) “Juan entró a su pieza. Encendió la estufa y se tendió en el sofá” los interpretantes
saben que tanto la estufa y el sofá están comprendidos en la pieza de Juan.
-Relación continente-contenido:
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(2) “El gato volcó la botella. Todo el líquido se derramó sobre la alfombra” el
interpretante sabe que la botella no estaba vacía, y por lo tanto se derramó.
-Relación acción-instrumento:
(3) “A. Hay que sacar el clavo. B. ¿Trajiste el martillo?” el interpretante sabe que para
sacar el clavo se necesita de un instrumento (el martillo)
-Relación de posesión:
(4) “Juan pasa por un mal momento. Sus acciones se han desvalorizado”
(Álvarez, 2001)
Esta misma relación, van Dijk (1980) la denomina causal y afirma que en ella la
causa de los hechos se entiende intuitivamente. Un evento causante hace que otro siga
necesariamente. La condición reside en que para el hablante haya una conexión entre el
primer y el segundo hecho denotado, conexión a la que se refiere Álvarez (2001).
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Entendemos que estas dos proposiciones “Pedro pidió una hamburguesa” y “se fue sin
pagar” son coherentes porque como lectores sabemos: que la primera proposición es
determinante que se realice para que exista la segunda proposición, que existe sólo un
referente que es Pedro, y por último, que, gracias al marco de conocimiento, ambas
acciones pertenecen a una acción mayor que es comer en un local.
En esta misma línea, Yule (1996) considera la coherencia a través del usuario de la
lengua, pues lo que está dicho o escrito tendrá sentido en términos de su relación normal
que establece con situaciones o cosas del diario vivir. Des esta manera, el autor pone
énfasis en la familiaridad y el conocimiento como base para la coherencia. A esto, debemos
sumarle los esquemas culturales que propone Yule, éstos son las estructuras de
conocimiento que tiene cada individuo con el cual es capaz de hacer sentido sobre el
mundo y está culturalmente determinado. Los esquemas culturales están determinados por
el contexto de las experiencias básicas del sujeto, es por esta razón que algo considerado
bueno en el esquema de una persona puede resultar malo en el esquema de otra.
Para el análisis del contenido, Calsamiglia y Tusón (1999) recurren a van Dijk (1980)
quien propone el concepto de macroestructuras, las cuales son entendidas como unidades
superiores del contenido que representan el tema de un texto y constituyen la síntesis del
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contenido. Van Dijk (1980) introduce el término coherencia proposicional, y sostiene que,
al ser las proposiciones las oraciones de un discurso, el sentido de estas oraciones
configuran las secuencias proposicionales, las que a su vez, forman el tema o asunto de un
discurso. En este sentido, la coherencia lineal que van Dijk plantea está formada por la
coherencia proposicional. Así, en el texto se pueden establecer las macroproposiciones, en
un nivel global y las microproposiciones, en un nivel local. Van Dijk (1980) establece entre
ellas una relación de implicación que manifiestan una unidad de contenido común. De este
modo, las macroproposiciones son proposiciones que se derivan del contenido explícito de
las microproposiciones, y de los conocimientos implícitos. Las macroproposiciones están
en un orden de jerarquía en el texto, aquellas que están en un nivel más alto son las
macroestructuras, las cuales dan coherencia al texto al ser una representación del tema en
general como la columna vertebral. Las macroproposiciones tienen relación con los
párrafos y títulos, tienden a agruparse y a distinguirse a partir de disposiciones externas
como la puntuación, la separación entre líneas, subrayados y tipografías, de este modo es
posible la interpretación de la información según la intención del productor.
Asimismo, en la línea de van Dijk, Beaugrand y Dressler (1997) afirman que un texto
tiene sentido siempre y cuando el conocimiento activado por las expresiones que lo
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componen construya continuidad de sentido, la cual sirve de base para la coherencia. Lo
contrario a que un texto sea coherente, continúan los autores, se manifiesta evidentemente,
en lo contrariedad de la continuidad del sentido, es decir, al sinsentido del que puede ser
víctima un texto, ya sea por el desajuste en la organización de los conceptos o por las
relaciones expresadas y el conocimiento previo del mundo de los receptores. Por lo tanto
podemos definir coherencia, apuntan Beaugrand y Dressler, como la “regulación de la
posibilidad de que los conceptos y las relaciones que subyacen bajo la superficie textual
sean accesibles entre si e interactúen de un modo relevante” (Beaugrand y Dressler,
1997:135). Las relaciones a las que se refieren los autores, que subyacen en el texto son las
que conforman el mundo textual y no tienen como exigencia coincidir uniformemente con
el mundo real. Ahora bien, al mundo textual están muy relacionados los procesos
cognitivos, apuntan Beaugrand y Dressler (1997), aportando aquella información que no es
posible rescatar de la información literal en un texto.
De este modo, es casi inconcebible pensar en la dificultad que podríamos tener para
entender y describir el conocimiento sin relacionarlo de manera constante con expresiones
lingüísticas. Esto se puede verificar cuando entendemos el término concepto. Un concepto
operativo, se define como una configuración de conocimiento que puede activarse de
manera consistente y homogénea.
Por otra parte, van Dijk (1980) sostiene que existen tres tipos de macrorreglas que
recuperan y regulan la información:
1. Supresión: en una secuencia de proposiciones, se suprimen todas las que no sean
presuposiciones de las proposiciones siguientes.
2. Generalización: se construye una proposición que contenga los conceptos de las
anteriores proposiciones.
3. Construcción: se construye una proposición que denote el mismo hecho que denotan
la totalidad de las proposiciones, y se sustituye por la secuencia original.
Las autoras Calsamiglia y Tusón (1999), comprenden estas tres macrorreglas, agregando
una cuarta:
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4. Integración: se trata de integrar las ideas de tres o más enunciados en uno, que
incluya todo, manteniendo el significado.
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memoria con el primer elemento, esta es la llamada operación de activación generalizada.
La activación generalizada funciona entre los elementos activados explícitamente y los
activados por la memoria por sí sola, de esta forma, la activación ayuda a enriquecer el
texto o la interpretación de él. En términos de productor de un texto, esta actividad opera
exteriorizando los conceptos e instaurándolos como expresiones de lenguaje natural. Desde
el ámbito del receptor, este fenómeno ayuda a la construcción de asociaciones elaboradas, a
generar predicciones o hipótesis, entre otros.
Endel Tulving (1972), citan los autores, aportaron con dos operaciones situadas en
el ámbito del almacenamiento y utilización del conocimiento. La memoria episódica, que
contiene los recursos de la experiencia del individuo, se enfrenta a la memoria semántica,
en donde se reflejan los modelos generales inherentes a la organización del conocimiento.
Sería posible que un elemento tenga una cantidad mayor de posibilidades de
configuración formal, o que una sola configuración debería recuperarse literalmente cada
vez que se requiera. Beaugrand y Dressler llaman a esto economía de almacenamiento, sin
embargo, esta economía sería poco beneficiosa para optar a una economía de búsqueda de
los elementos. Por lo antes mencionado, se propone una negociación que equipare ambas
economías.
Siguiendo con el almacenamiento de la información, los autores destacan entre las
operaciones los patrones globales que se almacenan como bloques unitarios debido a su
enorme utilidad en áreas heterogéneas y ayudan a reducir la complejidad de un texto. En
primer lugar están los marcos, que contienen conocimiento de sentido común de algunos
conceptos prototípicos e indican qué elementos se relacionan entre sí. En segundo lugar se
encuentran los esquemas, que son patrones de acontecimientos y estados integrados en
secuencias vinculadas por relaciones de causalidad y de proximidad temporal. Debido a su
orden temporal, los esquemas permiten generar hipótesis sobre lo que seguirá en el texto.
Los planes, en tercer lugar, son patrones globales de acontecimientos que conducen a una
meta intencionada. Y en cuarto lugar, los guiones, son operaciones estables activados con
frecuencia para especificar los roles que deberían realizar los participantes en cada
momento.
Por último, la herencia es (un modelo procedimental de conocimiento) el traspaso
de conocimiento entre elementos de tipo o subtipos similares. Beaugrand Y Dressler (1997)
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sostienen que existen tres tipos: 1. Ejemplo: hereda las características de la clase (grupo de
entidades que comparten algunas características en común) a la que pertenece. 2. Subclase:
hereda de las superclases, en las que hay sólo características que permiten una
caracterización restringida de ellas. 3. Analogías: se hereda otras características mediante
analogías establecidas entre sí, esto es que, si dos entidades pertenezcan a distintas clases
pueden ser compatibles en algunas distinciones.
4. Concepción de cohesión:
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Dentro de la investigación del discurso, George Yule (1996), reconoce que existen
intereses en el estudio en la estructura de textos (bien formados), enfocándose en unidades
como el tema, elementos de organización, y conexiones (entre frases) del texto; unidades
que conforman la cohesión del discurso. Por otra parte, el estudio de la cohesión
corresponde, según Elsa Ghio y María Delia Fernández (2005), al análisis de los recursos
empleados en el procesamiento de textos, pensando, de acuerdo a Halliday, en el texto
como algo dinámico en el que el significado se va construyendo, proceso dentro del cual la
cohesión toma relevancia, permitiendo un flujo direccionado en la decodificación de tal
significado.
La cohesión para Calsamiglia y Tusón (1999), al igual que para Álvarez, es el
elemento de organización más importante de mantención de la coherencia del texto, la que
se distingue a un nivel superficial, por lo que es posible demarcar cómo operan sus
mecanismos. Al referirnos a la superficie del texto lo hacemos desde la concepción de
Beaugrande y Dressler (1997), quienes consideran que la cohesión posibilita la continuidad
de los elementos del texto, de acuerdo más que todo al funcionamiento del sistema
sintáctico, que asigna pautas de estructuración a esta superficie textual. En ella que
encontramos estructuras lingüísticas que facilitan el análisis de la cohesión del texto, éstas
corresponden a unidades sintácticas que poseen patrones de dependencia gramatical
evidente, que poseen cohesión interna y de relación con otras unidades. De ellas, los
autores distinguen tres, primero se refieren al sintagma, compuesto de un núcleo y un
elemento modificador que depende del primero, luego mencionan a la cláusula, que posee
al menos un sustantivo o sintagma nominal en concordancia con un verbo o sintagma
verbal, y en el tercer sitio ubican a la oración, la que debe contener por lo menos una
cláusula dependiente (de Beaugrande y Dressler. 1997)
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referente, a través de procedimientos léxicos, gramaticales, temáticos (progresión temática),
marcadores y conectores, los que desarróllamelos más adelante. También de Beaugrande y
Dressler se refieren a las unidades y mecanismos de cohesión según sus aspectos
vinculantes y de mantenimiento del referente, pero desde un enfoque mucho más
cognoscitivo, estudiando el aspecto procedimental de construcción y decodificación del
texto.
De Beaugrande y Dressler explicitan las relaciones que hacemos entre las unidades
lingüísticas, al decodificarlas como unidades diferentes relacionadas, proporcionándonos
finalmente una noción de texto como unidad mayor. Estas relaciones se configuran dentro
de una red de nudos llamados estados gramaticales (funciones de los elementos),
vinculados mediante dependencias gramaticales. Para trasladarse de un estado a otro, el
lector debe identificar el vínculo de conexión, cuya decodificación responde a las
expectativas y estrategias de éste, por lo que el enlace debe facilitar la interpretación de la
interrelación. Así las redes se construyen preferentemente según reglas gramaticales que
guíen el procedimiento de utilización, y por lo tanto de decodificación. De acuerdo a esto,
de Beaugrande y Dressler afirman que el sintagma, la cláusula y la oración son
macroestados gramaticales, y los elementos que los componen son microestados del
sistema textual. (de Beaugrande y Dressler. 1997:92)
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Calsamiglia y Tusón (1999) consideran que los elementos cohesivos como los de
sustitución, elisión y repetición, otorgan la posibilidad de mantener la coherencia dentro del
texto, al igual que los conectores. Estos últimos, dentro de las reglas de textualización de
Álvarez (2001), integran la regla de Conexión y marcadores textuales. Así también,
encontramos diferencias en los procedimientos de repetición y sustitución, que para
Calsamiglia y Tusón forman parte de los mecanismos léxicos de cohesión, y que Álvarez
reconoce se utilizan de acuerdo a la regla de recurrencia, para la mantención del referente
dentro del texto, sumando a estos los procedimientos anafóricos y de elipsis. Todo esto por
una distinción en la clasificación de los elementos según el enfoque de sus estudios, más
cognoscitivo en las primeras y más formales en el último.
Los mecanismos léxicos ayudan a mantener la referencia, los que para Calsamiglia y
Tusón (1999) son primordialmente mecanismos de reiteración, que se utilizan cuando
existe una disminución de referencia por el distanciamiento de su aparición. Entre los
cuales se mencionan los de:
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(7) “un único artista = un único pintor”.
(8) “artrópodos y moluscos = estos organismos”.
(Calsamiglia y Tusón 1999:231)
d. Sustitución por metáfora o metonimia.
(9) “un proyectil mágico - una droga capaz de acabar con la patología sin producir
efectos no deseados”.
f. Sustitución por proformas léxicas, que reitera el referente por medio de palabras
generales que reemplazan a otras más específicas.
a. Relación entre los lexemas basada en algún rasgo semántico común (en el sistema
de la lengua).
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b. Relación semántica basada en el conocimiento del mundo compartido por los
interlocutores.
b’. Relación semántica basada en marcos y guiones mentales que permiten relacionar
elementos léxicos y entenderlos como un conjunto unitario.
De esta manera, es posible observar que los procedimientos léxicos de sustitución entregan
un espacio al hablante de incorporar su propia visión en el texto, como lo expresan
Calsamiglia y Tusón (1999).
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En este ámbito, se estudia la deíxis textual: en donde las formas deícticas actúan en
función endofórica, en el interior del texto. Los elementos lingüísticos con esta función se
denominan pro-formas, son elementos breves que ocupan un lugar dentro del texto, y
recuperan su significado en otro lugar del mismo. Éstos cumplen una función sustantiva,
adjetiva o adverbial, en deícticos verbales de tiempo y persona. A todo esto se le llama co-
referencia endofórica con orientaciones en el espacio/tiempo anterior (anáfora), o en
espacio/tiempo posterior (catáfora).
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que se desprende que la cohesión de la superficie textual, se basa en la coherencia que se
presupone al mundo textual, cuya textualidad descansa, a su vez, en la continuidad de los
elementos (acontecimientos o situaciones relacionadas entre sí)
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forma finita, a través de un pronombre relativo, un vocativo, un adjunto realizado por un
adverbio, o cláusulas mentales de primera o segunda persona, y como 3. Tema textual, que
se sitúan antes del tema interpersonal, se concretiza en conjunciones estructurales que
relacionan dos cláusulas de manera que marque una coordinación, conjunciones que
marcan una dependencia entre cláusulas, relativos que relacionan una cláusula dependiente
con otra, conjuntivos que establecen cohesión con el discurso anterior, y, los continuativos
que indican una relación con el discurso previo.
La conexión, que Álvarez considera como una regla de textualización por sí sola,
Calsamiglia y Tusón la conciben como parte de los mecanismos marcadores y conectores.
La conexión da la posibilidad de generar relaciones explícitas entre segmentos textuales.
Para estas autoras, los conectores unen de formas diversas (simples, compuestas,
conjunciones, adverbios y locuciones, sintagmas nominales, preposicionales o verbales). En
este sentido ambos autores están de acuerdo con la importancia del contexto o marco
(Minsky 1975 en Álvarez 2001) que proporciona la información situacional que reduce las
opciones para precisar la relación que se desea comunicar.
Para de Beaugrande y Dressler , la conexión o uso de conectores, es “quizás el
mecanismo más evidente entre los diversos acontecimientos y situaciones que concurren en
un texto” (Beaugrande y Dressler, 1997:122). Entre los que destaca cuatro procedimientos
de conexión:
a. La conjunción, que equipara elementos con alguna característica común
dentro del mundo textual, como el que ambos sean verdaderos.
b. La disyunción, que opone elementos, como el que ambos no puedan ser
verdaderos a la vez en el mundo textual.
c. La adversación, la cual equipara elementos incompatibles en el mundo
textual, como una causa que provoca un efecto inesperado.
d. La subordinación, que ordena jerárquicamente a los elementos, como el que
sean verdaderos sólo si cumplen ciertas condiciones
(precondición/acontecimientos, causa/efecto, etc.)
(Beaugrande y Dressler, 1997:122)
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Los conectores anteriores son, por su condición, indicios superficiales dentro del
texto.
La utilización de conectores juega un papel importante en la elección de formatos
sintácticos a utilizar dentro del texto, ya que pueden sugerir o imponer la interpretación de
las secuencias que relaciona. Es así como la elección de los mecanismos a utilizar, según de
Beaugrande y Dressler, nace de la intencionalidad del productor del texto, y su
interpretación, de la aceptabilidad del receptor, todo esto de acuerdo a la cohesión, la
coherencia y la informatividad del texto. Interacción en la que claramente “existe una
negociación, clarificada, según estos autores, en la utilización de las proformas y la elipsis,
que ponen en juego la claridad y el nivel de procesamiento en la decodificación textual.”
(Beaugrande y Dressler, 1997:132-133)
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5. Conclusión
Comenzaremos por la concepción de texto que aceptamos válida para nuestros fines.
Concebimos texto en su dimensión comunicativa, como una unidad que toma sentido en la
organización y relación de sus elementos, y por lo mismo, es importante el concepto de
textura discursiva que plantean Calsamiglia y Tusón. Esto último porque para el profesor es
relevante manejar una noción de texto en su ámbito más concreto. En este sentido, las
autoras lo estudian respecto a las relaciones posibles de múltiples elementos. Por otro lado,
no se puede aislar la noción de texto del aspecto cognoscitivo, pues es donde coexisten la
coherencia y cohesión.
Precisando un poco más, creemos que cuando el profesor aplique estos contenidos, es
necesario explicar la constitución más abstracta del texto, esto es, considerar como parte de
su estructura la situación en donde se desarrolla el texto, que a su vez se enmarca en un
determinado contexto. Además, hay que entender el texto en sus relaciones más concretas,
entonces, es necesario ayudar al lector a activar ciertos esquemas mentales que
complementarán su significado.
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El concepto de coherencia lo entendemos como todo aquello que permite a los
hablantes entender el texto en un contexto determinado. Es decir, aquellas relaciones
conceptuales que se desarrollan en la mente de los hablantes, las que están determinadas
por los sistemas sociales y culturales de cada persona. De esta forma, es posible
comprender las múltiples interpretaciones que de un texto nacen. Es en este ámbito que
negamos, que sea una exigencia totalitaria, la existencia de una relación de complicidad
entre el enunciador de un texto y el receptor de éste, para que se logre un entendimiento del
enunciado. Sin embargo, sabemos que es necesario que el lector maneje ciertas claves a la
hora de enfrentar un texto elaborado, en su mayoría, con tecnicismos de alguna
especialidad en específico. El lector no necesita completamente de dicha complicidad, por
la existencia de la cohesión dentro del texto, que ayuda al lector no especializado a
comprender a grandes rasgos el tema. La cohesión es un aspecto formal que se hace
presente en la superficie textual, e identificable a través de marcas textuales específicas que
dan coherencia al texto. Estas marcas textuales léxico-gramaticales se desarrollan en
aspectos literales, acorde a un orden temporal específico, que contribuye al desarrollo
pertinente del texto, cumpliendo, de este modo, una función determinada en cada posición
textual. Por lo tanto, la cohesión configura las relaciones a un nivel semántico de la textura
discursiva.
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Referencias:
Calsamiglia, Helena y Tusón, Amparo. 1999. Las cosas del decir. Manual de
análisis del discurso. “La textura discursiva”. Ed.: Ariel. Barcelona, España.
Yule, George. 1996. Pragmatics. “Discourse and culture”. Ed.: Oxford University
Press. Inglaterra.
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