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HISTORIA ECONOMICA COLOMBIANA

¿CUÁLES HAN SIDO LOS COSTOS DE LA VIOLENCIA (1940s y 50s) (Y DE LA


VIOLENCIA SUBYACENTE) PARA COLOMBIA?

Presentado por:

DUBANN CAMILO RODRIGUEZ RIVERA

Presentado a:

CARLOS ANDRÉS BRANDO SALAMANCA

BOGOTA D.C, 22 DE MAYO DEL 2020


La Violencia en Colombia: Un análisis desde la Violencia Estructural, la desigualdad y

el desarrollo.

De acuerdo a Naciones Unidas (2019), la desigualdad no se trata solo de la riqueza, el

patrimonio neto, de los ingresos o el sueldo bruto. También puede abarcar la expectativa de

vida, la facilidad que tienen las personas para acceder a los servicios de salud, la educación

de calidad o los servicios públicos. Hay desigualdades entre los géneros y entre los grupos

sociales. Además, la desigualdad aumenta y persiste porque algunos grupos tienen más

influencia sobre el proceso legislativo, lo que impide a otros grupos hacer que el sistema

responda a sus necesidades. Esto lleva a distorsiones de políticas y socava el proceso

democrático1. Identificar las relaciones entre la violencia en Colombia, las estructuras

sociales o poderes legislativos y la desigualdad, es una tarea que demanda partir de la

definición de violencia para entender de qué manera funciona la violencia estructural y cuál

es su papel en esto de la desigualdad.

Posteriormente, y una vez explicado el enfoque desde el cual se analiza la violencia

estructural y se relaciona con la desigualdad, se pretende evidenciar cómo este tipo de

violencia ha influenciado en el desarrollo desigual que ha tenido Colombia y el impacto en la

calidad de vida de las poblaciones vulnerables, cuestión que ha dado pie no solo al hecho de

vivir en una constante latencia de conflictos armados de grande o poca escala, sino también a

una brecha social que da cuenta de la calidad de vida insostenible que tienen las personas en

Colombia hoy en día y que no permite la posibilidad de proyectar un futuro donde el

desarrollo vaya de la mano de instituciones estables y un Estado con capacidad de

establecerse en todo el territorio nacional, por ende, hablar de desarrollo sin hablar de

violencia estructural y dar cuenta de la incapacidad de un Estado colombiano que por años ha

perdido la facultad de manejar un país sumido en el conflicto, es imposible.

1 https://news.un.org/es/story/2019/07/1459341 17 Julio 2019, Noticias ONU. Página Oficial de Naciones Unidas.


Dicho esto, este ensayo busca dar luz a la relación directa que tiene la violencia

estructural como eje de la desigualdad social, el conflicto armado o violencia y por último al

desarrollo desnivelado que ha tenido el territorio nacional. Mientras la violencia estructural

siga aumentado la brecha de la desigualdad, los ricos serán siempre más ricos, mientras los

pobres seguirán sumidos en un estancamiento perjudicial del cual, salir es tan complejo como

entender este tipo de relaciones.

Colombia es un país que ha sido azotado por la violencia desde sus inicios, en efecto

y en relación con el enfoque de este ensayo, la violencia estructural es sin duda la causa

principal de la misma. La desigual repartición de la tierra y la falta de espacios para

participación política dieron cabida al uso de la violencia y la lucha armada. Un método que

en los años siguientes se fue reforzando con la irrupción del narcotráfico, el narcoterrorismo,

la presencia de nuevos actores políticos y armados en un contexto de lucha revolucionaria,

Guerra Fría y guerra contra el terrorismo que han ido transformando el conflicto en su razón

de ser y métodos de subsistencia.2

Identificar las relaciones entre el conflicto, las estructuras sociales y la desigualdad, es

una tarea que demanda partir de la definición de violencia para entender de qué manera

funciona la violencia estructural y cuál es su papel en esto de la desigualdad. Johan Galtung

expone la violencia no como algo que está en la naturaleza humana, sino como algo que está

incrustado en las condiciones o circunstancias que condicionan la realización de su potencial.

En este sentido Galtung pretende añadir un sentido más profundo de violencia y separa su

significado de la relación directa que pueda tener con el conflicto, al contrario expone tres

tipos de violencia que van a condicionar la forma en que generalmente se piensa en el

conflicto y en la búsqueda de la paz:

2 Conflicto en Colombia: antecedentes históricos y actores. En: Barcelona Centre For International Affairs (CIDOB). Recurso
electrónico en:
https://www.cidob.org/publicaciones/documentacion/dossiers/dossier_proceso_de_paz_en_colombia/dossier_proceso_de_paz_en_colomb
ia/conflicto_en_colombia_antecedentes_historicos_y_actores
1. Violencia directa: son los daños visibles, las muertes, los heridos, refugiados o las

destrucciones materiales. Es un acontecimiento.

2. Violencia Cultural: aquellos aspectos de la cultura materializados por medio de la religión

y la ideología, el lenguaje, el arte y las creencias, que legitiman la violencia directa o

estructural. Es invariable, permaneciendo en diferentes periodos, dada la lenta transformación

de la cultura básica.

3. Violencia Estructural: violencia indirecta originada por la injusticia y la desigualdad

como consecuencia de una estructura social (ya sea dentro de la propia sociedad o entre el

conjunto de sociedades). Es un proceso con altos y bajos.

Para explicarlo de una manera más sencilla, de entrada la organización del sistema

social genera la violencia estructural que alimenta las demás violencias, es un condicionante

para las demás, aunque al mismo tiempo funcionan en forma de espiral o de triángulo

vicioso. Por ejemplo, la violencia estructural, sería el patriarcado, que generaría en cuanto a

violencia cultural el machismo y por ende legitima la violencia directa contra las mujeres

(golpes, violaciones, abusos, etc). La interconexión entre este tipo de violencias permite

identificar un panorama más amplio sobre el cómo las estructuras sociales y la forma de

organización generan una ruptura entre lo posible y lo establecido.

En específico, en Colombia, el sistema de repartición desigual ha marcado una pauta

para las formas en que las personas han decidido luchar por sus derechos, desde economías

basadas en el funcionamiento de la guerra, hasta un conflicto armado que no es más que la

respuesta a la inestabilidad de las instituciones encargadas de velar por la calidad de vida de

las personas, a un Estado que en su calidad de garante de derechos ha fracasado

continuamente.
Hasta hoy, seguimos preguntándonos realmente cual es el papel del Estado, si bien,

creemos firmemente en que confiamos nuestros derechos a un Estado con la capacidad de

representarnos apropiadamente, seguimos pasando por procesos de reapropiación de

espacios, de economías que no permiten a los pequeños y medianos empresarios emprender,

nos enfrentamos a políticas para la mayoría y a pueblos enteros sumidos en el

desconocimiento geográfico donde son fantasmas dentro de la política colombiana que un día

aceptó que hay lugares donde nunca podrá llegar. Surge siempre la misma pregunta ¿hasta

cuándo vamos a estar esperando que el Estado colombiano actúe a nuestro favor?

¿Tendremos que armarnos y luchar desde la violencia? o ¿salimos a las calles a votar?. Son

preguntas que rondan el imaginario colectivo y que hacen que las personas no confíen en las

instituciones, porque es cierto, un Estado no puede ser un Estado sólido mientras las personas

no crean en sus instituciones, es decir, ¿qué tipo de legitimidad se espera, mientras la base de

toda política siga siendo la desigualdad y la injusticia social?.

“Los grupos armados han justificado el uso de la violencia por considerarla el único método

para poder transformar la sociedad y con la intención de no permitir cambios considerados

como ilegítimos. Así pues, la fractura creada por las desigualdades, el uso de la violencia y

la lucha por el poder han marcado las dinámicas sociales y políticas que han tenido lugar en

Colombia desde que se instauró la República (S.XIX) hasta el día de hoy, cuando Colombia

abre un nuevo capítulo en su historia con los actuales procesos de paz.3”

Solemos entender el conflicto y su importancia a través de estadísticas, y es cierto,

son importantes y serán dadas en este ensayo, sin embargo la pregunta esencial es ¿hasta qué

punto es cuantificable una violencia que no es específicamente directa, sino que es una

violencia que creó al Estado en sí mismo y que es el eje transversal de todo lo que sucede en

3 Conflicto en Colombia: antecedentes históricos y actores. En: Barcelona Centre For International Affairs (CIDOB). Recurso
electrónico en:
https://www.cidob.org/publicaciones/documentacion/dossiers/dossier_proceso_de_paz_en_colombia/dossier_proceso_de_paz_en_colomb
ia/conflicto_en_colombia_antecedentes_historicos_y_actores
Colombia?, puede tener principio pero ciertamente no tiene un fin claro e inminente. Es

pertinente que se entienda el sentido de una violencia que permea cada institución conocida,

ya sea formal e informal, y que condiciona la forma en que vemos el mundo y aspiramos a

una calidad de vida, desarrollo, posibilidades de trabajo dignas, etc. Perdimos la esperanza de

algo mejor y nos acostumbramos a vivir dentro de un constante círculo vicioso donde tanto

económica como políticamente se traduce en miedo e incertidumbre total, no solo por el

conflicto en sí mismo, sino también por la pluralidad de actores que cohabitan en el país.

“Una de las características del conflicto en Colombia es la pluralidad de actores que han

alimentado y transformado el conflicto armado en el país. Aunque los principales actores del

conflicto siempre han sido, en su mayoría, los partidos políticos tradicionales y los

movimientos guerrilleros, el surgimiento de diferentes grupos revolucionarios, paramilitares

y la influencia del narcotráfico han tenido mayor o menor predominancia según el período

que se estudie. Además, cabe recordar que, en líneas generales, Colombia se ha

caracterizado por una brecha social entre una élite política con una fuerte presencia

regional, latifundista y monopolizadora y por otro lado, grupos minoritarios como los

indígenas, afrodescendientes y campesinos que no han contado con el mismo acceso a los

derechos de propiedad ni a los servicios de Estado.4”

Volvemos al mismo punto, y es centrar el análisis en entender cómo las estructuras

sociales y la forma de organización generan una ruptura entre lo posible y lo establecido.

¿Qué es lo establecido?. Colombia hace parte de un excepcionalísimo latinoamericano

increíble5, una economía que no ha parado de generar rentabilidad para el país, que a

comparación de otros países latinoamericanos siempre ha estado preparado para afrontar las

4 Conflicto en Colombia: antecedentes históricos y actores. En: Barcelona Centre For International Affairs (CIDOB). Recurso
electrónico en:
https://www.cidob.org/publicaciones/documentacion/dossiers/dossier_proceso_de_paz_en_colombia/dossier_proceso_de_paz_en_colomb
ia/conflicto_en_colombia_antecedentes_historicos_y_actores
5 Robinson, James. 2007. "¿Un típico país latinoamericano? Una perspectiva sobre el desarrollo". En Robinson, James y Miguel
Urrutia (eds.) Economía colombiana del siglo XX. Un análisis cuantitativo. México: Fondo de Cultura Económica - Banco de la
República, pp. 639-673.
crisis, y entonces surgen algunas preguntas: ¿cómo a pesar de sufrir un conflicto interno,

Colombia ha sido una economía emergente siempre con miras al desarrollo? y bueno,

¿desarrollo? ¿Progreso? ¿ De qué ciudades hablamos?.

Tanto Robinson (2007) como el Centro de investigación de estados en crisis (CSRC-

por sus siglas en inglés) analizan este fenómeno y afirman que “la historia económica de

Colombia se aleja en muchas dimensiones de los estereotipos latinoamericanos (...) Colombia

ha gozado de una política macroeconómica extraordinariamente prudente. En un continente

considerado como el prototipo de la mala política macroeconómica. Colombia no ha tenido

un problema inflacionario desde la guerra de los Mil Días finalizada en 1902 (Sánchez,

Fernández y Armenta, Capítulo 7). (...) Colombia no ha experimentado los descensos

observados en otros lugares (...) Adicionalmente, cuando los mercados de capitales son

imperfectos, una menor volatilidad del crecimiento puede por sí misma aumentar el

bienestar.”6

Colombia en sí, siempre ha sido un caso de estudio, sin embargo, es pertinente no solo

pensarnos al país desde una perspectiva económica, pues bien, el fenómeno social que define

a este país es tan incierto y complejo que para exponerlo son necesarios unos cuantos tomos

más, adicionales a este ensayo. Para hablar de costos en términos generales es pertinente

empezar por la importancia de la memoria histórica y recordar cuántas víctimas ha tenido el

conflicto:7

● El informe ¡Basta Ya!del Centro de Memoria Histórica, publicado en 2013 señala que

entre 1958 y 2012 el conflicto causó la muerte de 40.787 combatientes y 177.307

civiles. El número de desaparecidos entre 1981 y 2010 fue de 25.000, el de


6 Robinson, James. 2007. "¿Un típico país latinoamericano? Una perspectiva sobre el desarrollo". En Robinson, James y Miguel
Urrutia (eds.) Economía colombiana del siglo XX. Un análisis cuantitativo. México: Fondo de Cultura Económica - Banco de la
República, pp. 639-673.
7Información extraída de Conflicto en Colombia: antecedentes históricos y actores. En: Barcelona Centre For International Affairs
(CIDOB). Recurso electrónico en:
https://www.cidob.org/publicaciones/documentacion/dossiers/dossier_proceso_de_paz_en_colombia/dossier_proceso_de_paz_en_colomb
ia/conflicto_en_colombia_antecedentes_historicos_y_actores
secuestrados 27.023 y el de asesinatos 150.000. De esta última cifra el 38,4 por ciento

fue responsabilidad de los paramilitares, el 16,8 por ciento de la guerrilla y el 10,1 por

ciento de la Fuerza Pública (Centro de Memoria Histórica, 2013).

● El anuario de procesos de paz 2015 de la Escuela de Cultura de Paz apunta que en 40

años de conflicto interno hubo 39.000 colombianos que fueron víctimas de secuestro,

con una tasa de impunidad del 92 por ciento. Un 37 por ciento de los secuestros

fueron atribuidos a las FARC-EP y un 30 por ciento al ELN. El anuario reporta que

según el Uppsala Conflict Data Programme (UCDP) se registra un mínimo de 1.000

muertos anuales relacionados con el combate (Escuela de Cultura de Paz, 2015).

● La organización ACNUR sostiene que desde 1997 se han producido 3,9 millones de

desplazamientos forzosos en Colombia (ACNUR, 2013). La sociedad civil ha

resultado afectada en su mayoría por el conflicto armado y desde hace muchos años

realiza protestas en contra de la violencia ejercida por todos los involucrados en el

conflicto. Las comunidades de mujeres, afrodescendientes e indígenas, entre otros,

representan un papel crucial en las demandas ciudadanas, desde 1998 (el año en el

que se creó el Consejo Nacional de Paz) aportan en el diálogo de paz, dirigiendo sus

peticiones tanto a las guerrillas como a los grupos paramilitares y al gobierno.

● En cuanto al número de personas desplazadas el informe ¡Basta Ya! reporta 5,7

millones de víctimas entre 1985 y 2012 (Centro de Memoria Histórica, 2013). En

2011, el presidente Santos aprobó la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que

incluía la restitución de millones de acres a personas desplazadas y la recompensa

financiera para víctimas de violaciones de los derechos humanos. Según el informe de

Human Rights Watch, este proceso está ralentizado por los grupos sucesores de los

paramilitares, quienes continúan creciendo, cometiendo atrocidades generalizadas y


manteniendo extensos vínculos con los miembros de las fuerzas de seguridad pública

y los grupos políticos locales (Human Rights Watch, 2015).

Dicho esto, y habiendo evidenciado algunas cifras que para este ensayo son más

pertinentes que las evidencias empíricas (económicas) que demuestran que Colombia se ha

superado aún a pesar de las crisis, se hará hincapié en la importancia de entender cómo estos

costos o estragos que ha generado la violencia desde sus inicios en el país (en todas las áreas),

seguirá generándolos, sí no se entiende desde donde hay que atacar el problema, para que de

una vez y por todas dejemos de pensarnos el país como un país que está logrando salir del

hoyo de violencia en el que se encontraba y lo veamos como lo que es, un país que vive en

función de la desigualdad social y la injusticia, y que mientras no enfoque sus políticas

públicas en atacar la raíz del conflicto, seguirá viviendo lo mismo, pero con diferente

nombre.

Durante la búsqueda de información para realizar este ensayo, surgieron un par de

interrogantes más que me llevaron a pensar al tiempo en los procesos de realización de la

justicia en los diferentes niveles de la relación humana, por ejemplo: ¿cómo se está

manejando el poder, la toma de decisiones y la distribución de los recursos en el mundo? o

¿cuál es el papel de las instituciones formales en el mantenimiento de la igualdad y el

equilibrio en la sociedad? ¿Tienen en cuenta quienes estudian la desigualdad, la pobreza y el

progreso la importancia de comprender que la raíz del problema es la violencia estructural?.

Fue evidente durante esta búsqueda la tendencia de diversos autores por relacionar

directamente la desigualdad con la pobreza, la economía y las instituciones que se encargan

de crear las políticas que permiten o no que un país desarrolle su máximo potencial con miras

al progreso, constantemente dejan de lado cualquier otro tipo de desigualdad y justifican el

subdesarrollo y las condiciones actuales de muchos países con malas políticas económicas y
decisiones erróneas de quienes manejan el sistema social y económico mundial. Al limitarse

exclusivamente a entender la desigualdad desde una perspectiva económica se dejan de lado

los diferentes tipos de violencia que genera una organización nefasta de la estructura social y

por ende se olvidan los conceptos interrelacionados con la injusticia social y la desigualdad.

La explicación institucional del desarrollo ha logrado un eco notable tanto en los

ambientes académicos como en el seno de los organismos internacionales. Especialmente, en

estos últimos se ha convertido en la posición dominante desde la cual se interpretan las

relaciones entre pobreza, instituciones y desarrollo, dando origen a lo que pareciera una

“nueva ortodoxia” (algunos ecos de esta posición pueden encontrarse en los dos estudios que

el Banco Mundial dedicó al análisis de la desigualdad y su relación con el desarrollo 8.) Esa

misma posición subyace al Informe sobre el desarrollo mundial 2006: equidad y desarrollo

(Banco Mundial, 2005).

Existen diferentes tipos de instituciones que legitiman y perpetúan la violencia

estructural, las formales, que son las instituciones públicas encargadas del orden jurídico

político legislativo y social de cada nación o sociedad, y las informales que se fundamentan

no tanto en leyes o en normas explícitas sino en creencias, tradiciones y culturas.

De acuerdo a Jose Antonio Alonso (2007) se trata de dos tipos de instituciones

diferentes: mientras que las instituciones formales están abiertas al escrutinio público y

proveen un marco de incentivos (y penalizaciones) reconocible para el conjunto de la

sociedad, las instituciones informales son más difíciles de identificar, en parte porque sus

estímulos (y penalizaciones) son menos expresos y en parte porque pueden ser respuestas

altamente específicas a las condiciones de un determinado grupo social (y no del conjunto de

la sociedad). Mientras las primeras se asientan sobre relaciones impersonales, dando origen a

8 En: América Latina: Inequality in Latin America: Breaking with History? (De Ferranti, Perry y otros, 2004) y Poverty
Reduction and Growth: Virtuos and Vicious Circles (Perry, Arias y otros, 2006).
marcos preferentemente universales (o multilaterales) de acuerdo, las segundas suelen ser

más interpersonales, más tácitas y basadas en la costumbre.

Es cierto que las instituciones formales juegan un papel fundamental en la creación de

un sistema político, cultural y social justo e igualitario donde todas las personas tengan la

capacidad de desarrollar todas sus capacidades, no solo como habitante del planeta tierra sino

como agente con capacidad de incidir en el sistema, donde se le garanticen derechos y se le

dé la oportunidad de cumplir con sus deberes. Sin embargo, hay que ser conscientes de que

por más políticas que se creen para contrarrestar los efectos de la violencia estructural -como

la desigualdad y la pobreza- esto ya no es una cuestión económica, es una cuestión cultural,

desde el momento en que en el imaginario colectivo la violencia de cualquier tipo se

normalizó, así mismo la pobreza se volvió un estado permanente aceptado por los mismos

que lo viven, el problema aquí, es que las instituciones informales hoy día tienen más

incidencia en el imaginario colectivo que las formales, por ende se está atacando el problema

desde la raíz del árbol equivocado.9

El proceso histórico de modernización de las sociedades y el progresivo dominio del

mercado suelen conducir a una progresiva sustitución de las instituciones informales por

aquellas que tienen una existencia explícita y formal. Así, por ejemplo, las formas de

propiedad tradicional, asentadas en la memoria local, abren paso a los sistemas de registro

oficial de la propiedad; y las formas de trabajo comunal, basadas en el acuerdo o la

costumbre, se sustituyen por contratos laborales explícitos. Es en las economías más

tradicionales y en las sociedades más fragmentadas donde el marco de instituciones

informales adquiere mayor relevancia.10

9 “De Ferranti, David; Perry, Guillermo E.; Ferreira, Francisco H.G.; Walton, Michael. 2004. Inequality in Latin America :
Breaking with History?. World Bank Latin American and Caribbean Studies;. Washington, DC: World Bank. © World Bank.
https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/15009 License: CC BY 3.0 IGO.”
10 3 https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/11223/093063084_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y REVISTA DE LA
cepal 93 • DICIEMBRE 2007, Alonso, José Antonio.“Desigualdad, instituciones y progreso: un debate entre la historia y el
presente”.
Los diferentes estudios sobre desigualdad se basan en el fracaso de las economías o en

las malas decisiones de algunos países a la hora de distribuir los recursos de manera

equitativa (los cuales hacen hincapié en Latinoamérica, el caribe y África), por ende es una

mala labor de las instituciones formales que como se ha dicho con anterioridad alimenta el

imaginario colectivo que legitima las instituciones informales. El problema aquí, es centrarse

en los problemas actuales y tratar de solucionarlos con más políticas de sostenibilidad o de

desarrollo sin pensar que el sistema económico como se plantea hoy ya demostró que es un

fracaso, la economía del capitalismo es una economía criminal que desde su raíz lo único que

genera es más violencia estructural, por ejemplo, si la política actual busca una mejora en la

distribución de los recursos, se debería pensar no en cómo mejorar lo que ya se ha hecho sino

en erradicarlo y empezar de cero.

En este sentido, y hablando de cifras, Naciones Unidas expone en su estudio de

Oxfam que 26 personas poseen la misma riqueza que 3800 millones de personas. Es decir,

más de la cuarta parte de todos los adultos que trabajan son pobres, ganando menos de 3,10

dólares por día. Es evidente que entender la desigualdad desde un enfoque institucional o

meramente económico es una limitación, de acuerdo a la Cepal (2007), es una limitación que

alude al vano intento de encontrar una única y universal causa del subdesarrollo. Así como no

existe una única estrategia de desarrollo, no existe tampoco un único diagnóstico de los

factores que motivaron el atraso, ni siquiera cuando se refiere a una región definida. Así, por

ejemplo, si se considera a América Latina, es muy probable que en su rezago económico

hayan influido factores muy diversos, entre los que se encuentran las condiciones geográficas

(dificultades para el transporte y la comunicación entre países y dentro de los países), el azar

histórico (al postergar el proyecto industrializador en relación con el momento de la

revolución de los transportes), las respuestas institucionales ofrecidas (especialmente por la


dislocación entre instituciones formales e informales) y las opciones de política económica

adoptadas (Haber, 2000).

Es difícil pensar que quepa reducir este conjunto de factores a una causa única. Dicho

esto, entender la desigualdad desde la violencia estructural, permitiría evidenciar no solo el

problema de la desigualdad sino los múltiples problemas interrelacionados que generan el

subdesarrollo. Paul Collier (2008) expone en su libro “el club de la miseria: Qué falla en los

países más pobres del mundo”, cómo no solo la economía incide en el destino de un país, y

genera o no inestabilidad, desigualdad, destrucción y pobreza, desde su visión aproximarse al

estudio de países “pobres” o en una situación de estancamiento y crisis, requiere entender de

manera holística el proceso que los ha llevado a este punto de estancamiento. Propone

entonces cuatro trampas en las que caen este tipo de países mal llamados subdesarrollados o

en vías de desarrollo: la trampa del conflicto, la trampa de los recursos naturales, la trampa de

los países sin salida al mar y con malos vecinos y la trampa del mal gobierno en un país

pequeño. Esta situación de inestabilidad económica, política y social no es solo un problema

para ellos, sino también para el resto de la comunidad internacional.

En este aspecto, este tipo de autores permiten entender un panorama más amplio del

problema y de cuáles son los costos del conflicto no solo en Colombia sino también en la

gran mayoría de países que sufren los mismos estragos. Dicho esto, no es posible hablar

sobre desigualdad únicamente a través de cifras y números, o especificar un problema en un

único país, porque si bien, Colombia ha sido excepcional (tal como lo dice Robinson), tiene

características similares a países de Latinoamérica y África, donde el enfoque central no es la

violencia, es: ¿por qué seguimos en la misma violencia pero llamándola de diferentes

formas?. Olvidamos que hablar de desarrollo, progreso, conflicto, calidad de vida, políticas,

ESTADO o PAÍS, no es hablar de lo esencial. Desde los tiempos de Hobbes, cuando se

planteaba la mera idea de “Estado” hablábamos de cómo el pueblo componía a un todo, y


entonces ¿en qué momento el todo se volvió nada?, es pertinente recordar que se está

hablando de personas, que en primer lugar ya nacen en un país condicionado por la violencia

estructural y que a diario luchan a través de la violencia directa contra la injusticia social y

desigualdad.

La propuesta en este ensayo y a modo de conclusión ha sido, hablar acerca de los

costos de la violencia en Colombia a nivel general dentro de lo posible, y desde la violencia

estructural. Pues bien, sería injusto tratar este tema con tanta simplicidad, sin entender que

hay un trasfondo que permea cada situación, acontecimiento y momento histórico y sobre

todo que lo seguirá haciendo hasta que no se resuelva desde la raíz. Es básicamente entender

que, la violencia estructural es el eje y el condicionante directo de la desigualdad que generó

la violencia en Colombia desde sus inicios y que se mantiene hasta el día de hoy, al mismo

tiempo que es un condicionante para los costos que ha generado para un país que hoy en día

sigue tratando de establecerse como un Estado sólido y fuerte con capacidad de monopolio

legítimo de la fuerza, donde las personas lo legitimen a través de la confianza en sus

instituciones.

La expectativa final y a modo de recomendación es que entendamos que para analizar

cualquier tipo de violencia y sus consecuencias o costos en un país o a nivel global, es

pertinente poner sobre la mesa cualquier tipo de desigualdad, sea económica social, jurídica,

cultural, etc., y apreciar al objeto de estudio como lo que son: seres humanos inmersos en un

mundo desigual donde prima la ley de las mayorías. Deben entonces, identificarse los

problemas desde su raíz para así, poder plantear políticas que se enfoquen en erradicar los

problemas que dieron pie a que surgieran los mismos, políticas de género, de educación,

laborales, económicas, etc., entendiendo que es necesaria una interseccionalidad a la hora de

la creación de políticas, y que para avanzar, el sistema capitalista criminal que existe hoy en

día debe ser replanteado, pues no es posible que el 8% de la población mundial acumule el
11
86% de la renta mundial. Es tan básico como entender que la violencia seguirá presente

como una línea paralela a nuestras vidas, mientras su rentabilidad sea más alta que la de un

Estado promoviendo los valores de las constituciones existentes en papel y preocupándose

por “seres humanos” y no ciudadanos.

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