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El pastor más joven de una megaiglesia en la historia».

Aunque hubiera discutido tal aseveración, esta fue la etiqueta que me


pusieron cuando fui a pastorear una iglesia grande y floreciente del Profundo Sur: la iglesia de Brook Hills en Birmingham, Alabama.
Desde el primer día, me encontré inmerso en estrategias para hacer que la iglesia fuera mayor y mejor. Autores que respeto mu cho
hubieran dicho: «Decide lo grande que quieres que sea tu iglesia y trata de llegar a esa meta, ya sean cinco, diez o veinte m il
miembros». Pronto, mi nombre casi estaba a la cabeza de la lista de los pastores de las iglesias de más rápido crecimiento en Estados
Unidos. Allí estaba… viviendo el sueño de la iglesia americana. Sin embargo, cada vez me sentía más inquieto. Ante todo, mi m odelo
en el ministerio es el de un hombre que pasó la mayor parte de su ministerio con doce hombres. Un hombre que, cuando dejó est a
tierra, solo tenía unas ciento veinte personas que hacían lo que Él les decía que hicieran. En realidad, era más una miniiglesia.
Jesucristo, el pastor más joven de una miniiglesia de la historia. Entonces, ¿cómo podía reconciliar la idea de
pastorear a miles de personas, con la realidad de
que a mi mayor ejemplo en el ministerio lo conocían
por alejar a miles de personas? Cada vez que crecía
la multitud, decía algo así: «Si no comen la carne del
Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen
realmente vida»1 . No era precisamente la táctica
más indicada para el crecimiento de la iglesia. Casi
puedo imaginarme la RADICAL: VOLVAMOS A LAS
RAICES DE LA FE 1
ejemplar de muestra - adquiere el original
en tu libreria amigaexpresión en las caras de
los discípulos. «¡No, que no mencione lo de
beber su sangre! Nunca entraremos en la lista
de los movimientos con más rápido
crecimiento si sigue pidiéndoles que lo
coman». Al final de este discurso, todas las
multitudes se marchaban y solo quedaban
doce2 . Al parecer, a Jesús no
le interesaba venderse a las masas. Sus invitaciones a los posibles seguidores eran, sin duda,
más costosas de lo que las multitudes estaban dispuestas a aceptar, y a Él parecía no molestarle. En su
lugar, se concentró en los pocos que creían en Él cuando decía cosas radicales. Y a través de
la obediencia radical de estos, cambió el curso de la historia. Pronto, me di cuenta de que esta dirección
me llevaba a chocar con la cultura eclesiástica estadounidense, donde el éxito se define por multitudes
mayores, presupuestos mayores y edificios mayores. Ahora, me enfrentaba a una alarmante
realidad: Jesús despreciaba las cosas que eran más importantes para mi cultura de iglesia.
Entonces, ¿qué debía hacer? Me enfrenté a dos grandes preguntas. La primera era simple.
¿Estaba dispuesto a creerle a Jesús? ¿Estaba dispuesto a escoger a Jesús aunque hubiera dicho
cosas radicales que
alejaban a las multitudes? La segunda pregunta fue más desafiante. ¿Estaba
dispuesto a obedecer a Jesús? Mi mayor temor, incluso ahora, es escuchar las
palabras de Jesús y hacer oídos sordos, satisfecho con conformarme con algo menor
que una obediencia radical a Él. En otras palabras, mi mayor temor es hacer con
exactitud lo que hizo la mayoría de la gente cuando se encontró con Jesús en el
primer siglo. Por eso escribí este libro. Estoy en un proceso. Aun así, estoy convencido
de que no es solo un proceso para pastores. Estoy convencido de que estas preguntas
son críticas para toda la comunidad de fe en nuestro país en el día de hoy.
Estoy convencido de que como seguidores de Cristo en las iglesias estadounidenses
hemos adoptado valores e ideas que no solo son antibíblicos, sino que, en realidad,
contradicen el evangelio que decimos creer. Y estoy convencido de que tenemos una
opción. Tú y yo podemos decidir continuar como siempre con la vida
cristiana y con la iglesia en su totalidad, disfrutando del éxito basado en las
normas definidas por la cultura que nos rodea, o podemos darle una mirada sincera
RADICAL: VOLVAMOS A LAS RAICES DE LA FE 2 ejemplar de muestra - adquiere el
original en tu libreria amigaal Jesús de la Biblia y atrevernos a preguntarnos cuáles
serían las consecuencias si le creyéramos y le obedeciéramos de verdad. Te invito a
unirte a este proceso. No pretendo tener todas las respuestas. En realidad,
tengo más preguntas que respuestas. No obstante, si Jesús es quien dijo ser, y si sus
promesas merecen tanto la pena como dice la Biblia, podemos descubrir que la
satisfacción en nuestras vidas y el éxito en la iglesia no se encuentran en lo que nuestra
cultura considera más importante, sino en una renuncia radical para seguir a Jesús

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