Está en la página 1de 2

Género, desarrollo y feminismo en America Latina

A mediados de los años 90, en consonancia con el paradigma de desarrollo humano elaborado por Naciones Unidas bajo la influencia
de los aportes de Mabul Ul Haq y Amartya Sen, la igualdad de género pasó a ser considerada una premisa clave del nuevo enfoque del
desarrollo y, por lo tanto, de una concepción para la que el derecho de hombres y mujeres a ejercer la libertad, antes que a producir o
consumir más, es la clave de una sociedad libre para cada uno y justa para todos.

Ser mujer en América Latina


En América Latina, la situación de las mujeres ha variado significativamente a lo largo de los últimos años, como resultado de un conjunto de factores
económicos, políticos y culturales entre los que destacan las políticas de ajuste estructural de corte neoliberal, la democratización de los sistemas
políticos y el activismo feminista. De la mezcla entre los procesos de modernización y las costumbres existentes surgen nuevas combinaciones en el
mandato cultural de lo que debe ser una mujer
Las asimetrías que históricamente han regido la relación entre hombres y mujeres se agravan en contextos pluriétnicos, multiculturales y plurilingües
como los que caracterizan a la mayoría de los países de América Latina (Sichra, 2004). Por eso las naciones con mayor diversidad cultural presentan el
cuadro más preocupante en materia de rezagos educativos y acceso al empleo. Por lo que se refiere a los estamentos de poder, la presencia de las
mujeres en puestos directivos en la economía y en la política no mejora de manera sostenida faltando buenas leyes de discriminación positiva.
En países con una importante presencia indígena hay más mujeres analfabetas que hombres, mientras donde es menor esta población la proporción es
similar. La educación que se imparte a la niñez rural e indígena reproduce y perpetúa la exclusión social y las escuelas rurales concentran los índices
más altos de repetición, extraedad y deserción.
La calidad de la educación en las escuelas rurales es generalmente pésima y, además, la vulnerabilidad educativa de las niñas es acentuada por sus
responsabilidades familiares y su papel de género. La subordinación de género se construye desde la infancia y empieza por la importancia
determinante que se otorga a la maternidad y al cuidado del hogar como el destino esencial de las mujeres. Dado lo precario de la economía familiar en
las áreas de alta densidad indígena, las niñas se vuelven un factor importante en el proceso de subsistencia. Por ello “las niñas indígenas concentran
todas las desventajas de la pobreza: la subordinación generacional, la desigualdad de género y la discriminación étnica” (Bonfil, 2004) El círculo
vicioso de maternidad precoz, número de hijos, falta de educación y menor capacitación laboral constituye una “estructura de desventaja”
(CEPAL, 2006) que refuerza la pobreza, la desigualdad y la marginación.
La forma en que la procreación está imbricada con el trabajo no remunerado de cuidado humano establece la gran diferencia entre las vidas de mujeres
y hombres. UNIFEM usa el término “trabajo no remunerado de cuidados” para evitar confusiones con “trabajo doméstico”, “trabajo reproductivo” o
“trabajo domiciliario”. Pese a la diversidad cultural y a las diferencias de clase social, en América Latina el trabajo no remunerado de cuidado humano
se asume como el destino “natural” de las mujeres. E ineludiblemente, la maternidad y los cuidados del hogar se constituyen en una barrera para la
incorporación al mercado laboral o se vuelven una doble carga de trabajo. Esta situación tiene consecuencias en el caso de las mujeres jefas de hogar,
responsables de un quinto a un tercio de los hogares de cada país. Añadamos que aproximadamente 36% de los hogares encabezados por mujeres se
encuentra en condición de pobreza, proporción que en algunos casos alcanza el 50%

Una ausencia en la agenda democrática: el aborto


La interrupción voluntaria del embarazo sólo está plenamente garantizada en tres países (Cuba, Puerto Rico y Guyana), en el resto de la región tanto
las jóvenes como las mujeres mayores enfrentan los graves riesgos de la clandestinidad del aborto. En cinco países –Chile, El Salvador, Honduras,
Nicaragua y República Dominicana– el aborto está absolutamente prohibido por cualquier causa.
Es evidente aquí la existencia de un problema de justicia social, porque las mujeres con recursos abortan sin peligro en los consultorios privados de sus
ginecólogos, mientras las demás arriesgan su salud y su vida. No obstante la gravedad de la situación, la decisión de despenalizar esta práctica continúa
atorada, soterrada o negada por los gobiernos de la región.

Las “cuotas”: una débil acción afirmativa


La resistencia de los gobiernos a despenalizar el aborto tiene una estrecha relación con la debilidad política de las mujeres. Por eso, pese a que tener
cuerpo de mujer no garantiza un pensamiento de mujer ni un compromiso con las mujeres (Bocchetti:1996), es crucial que haya más mujeres en
puestos de decisión política. Las feministas han buscado convertirse en una masa crítica, concepto que implica un número sustantivo que permita
generar una situación de fuerza y unión. En ese sentido, el objetivo con que arrancaron los años 90 fue el de conseguir mayor número de
mujeres en puestos de decisión en las instituciones públicas.

Mujeres indígenas, trabajo y migración


Existe, por un lado, una coordinación regional del movimiento feminista que ha ido extendiendo sus acciones a los más remotos confines del
continente y, por el otro, la autoorganización de las mujeres indígenas y afroamericanas, que cada vez más articulan una triple lucha: de género, de
clase y de etnia/raza. Tres son sus cuestionamientos más importantes: a) la desvalorización de la mujer en sus usos y costumbres, b) su “invisibilidad”
política ante las autoridades y c) las cargas exageradas de trabajo en las comunidades
El nuevo patrón migratorio se caracteriza por la feminización de la migración, por la diversificación de espacios laborales y lugares de destino, y por el
hecho de que numerosas comunidades de origen dependan exclusivamente de las remesas para su subsistencia. Aunque la emigración es una llaga
dolorosa para muchas sociedades latinoamericanas, en el caso de las mujeres obedece no sólo a la motivación económica compartida con los hombres
sino que para ellas “una razón poderosa es también la posibilidad de liberarse de los controles inherentes a su condición de género” (Montaner
2006:21). Escapar al autoritarismo patriarcal, tener libertad de movimiento y disponer de dinero propio son algunos de los “nuevos impulsos” de las
motivaciones femeninas para irse a otro país. Entre las migrantes tiene lugar un proceso de “integración” no sólo económica sino sociocultural y hay
una transformación de los roles sociales y la vida cotidiana. La mayor equidad de género en Estados Unidos es un nuevo aliciente para muchas
mujeres. Como señaló Josefina, una indígena mixe de 20 años: “allá los hombres no mandan, y le entran al trabajo de la casa”

En América Latina el avance de las mujeres, aunque lento, ha ido en aumento, pero ha traído consigo un incremento de la violencia. Los hombres,
como seres también marcados por el género, viven el conflicto entre ideales tradicionales y nuevas realidades. Muchos han pasado de la condición de
proveedores a la de desempleados y la insatisfacción ha agudizado la violencia hacia las mujeres.

Respondan:
a) ¿Qué desventajas implica ser mujer hoy en América Latina? ¿A qué se deben estas diferencias?
b) Hagan una lista resumiendo 5 de los reclamos más importantes del movimiento feminista en América Latina
c) ¿Qué motivos tienen hoy las latinoamericanas para migrar lejos de su país de origen? ¿Cómo creen que es la adaptación a esa nueva vida?
d) ¿Cómo experimentan los varones este cambio? ¿Qué creen que podemos hacer para frenar la violencia de género?

También podría gustarte