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Como decía Maslow a través de su teoría de las necesidades, detrás de cada deseo


hay una necesidad.

Así, detrás de cada meta, de cada objetivo, de cada sueño que perseguimos hay una
necesidad abierta que pretendemos satisfacer.

Sé que leer nuestros sueños y objetivos en “clave de necesidades” le puede quitar


mucho romanticismo al tema, pero también sé que es una manera muy efectiva
de conocer cuáles son los motivos reales que nos invitan (o no) a movernos en
una determinada dirección, y los que nos mantendrán en movimiento, sobre todo
cuando aparezcan las dificultades inherentes a todo proceso que persigue un
objetivo…

…y es que los obstáculos son la mejor medida de nuestra auténtica motivación,


y la paciencia una de las estrategias emocionales que nos facilitarán su
afrontamiento.

Por ello, entiendo que es clave la relación que se establece entre las


‘necesidades’ que tengamos abiertas y la ‘paciencia’ que nos hará falta para el
camino.

Necesidades personales e intransferibles


Las necesidades pueden tener muchas caras y nombres, y oscilar desde las más básicas
(tengo que comer) hasta las más elevadas (quiero dejar un legado al mundo).

Las necesidades, en función del contexto individual de cada persona, marcarán el


grado de urgencia e importancia a la hora de alcanzar nuestro objetivo. Este es un
aspecto subjetivo, y subjetivamente deberá tratarse… cada uno tiene sus necesidades y
la vive a su manera. Para mí, respetar esto es sagrado.

Juzgar las necesidades de otra persona es sencillo cuando nos resultan frívolas según
nuestra escala de valores… hasta que te das cuenta que las necesidades constituyen
una cara muy íntima de las personas, que revela sus vulnerabilidades y fortalezas,
el norte de su brújula en un momento determinado, la cara de su ego o de
su ser…

La cuestión, como decía antes, es que la percepción personal que cada uno tenga
sobre su necesidad marcará la prisa, la tranquilidad, la puesta a disposición de
recursos, las ganas o las desganas con las que uno finalmente se pondrá manos a la
obra para alcanzar su objetivo.

Entre el presente y el futuro


Hay un momento entonces, entre el presente y la consecución del objetivo, en el que
lo único que tendremos será una fantasía en forma de esperanza de logro.

Me resulta fascinante lo que ocurre y cómo se vive el espacio que se crea entre el
momento presente y la satisfacción (o no) de una necesidad. Un espacio en el
que se crea una tensión entre la espera (porque aún no tenemos lo que
queremos) y la movilización de recursos  (para conseguir lo que queremos).

En esta tensión juega un papel esencial la autorregulación. Una buena dosis de


autorregulación nos permitirá convertir nuestras necesidades en motivos para avanzar y
llevar a cabo una adecuada distribución de fuerzas y recursos; por contra, una falta de
la misma convertirá esas necesidades en un recordatorio constante de nuestras
carencias y frustraciones (algo que nos pondrá de los nervios, por llamarlo de alguna
manera).

Paciencia – NECESIDAD – impaciencia


La paciencia es una de las manifestaciones de la autorregulación.

Se entiende por paciencia “la calma o tranquilidad para  esperar”, visto así es algo


fantástico, ya que desde la calma y la tranquilidad se gana en agilidad de pensamiento,
capacidad de decisión, flexibilidad y creatividad para responder a los acontecimientos,
optimización de nuestros recursos, etc.

Y por esperar, la “esperanza de lograr que se realice algo que se desea” o “creer que


sucederá una cosa”.
Pero claro, la crisis puede aparecer cuando sentimos que esas necesidades abiertas
que llaman a la puerta son necesidades básicas, esenciales para nosotros e incluso
para nuestra subsistencia… y que el tiempo de espera para la satisfacción de la misma
no puede ser mucho. Sentimos que tenemos prisas, que no podemos esperar.

En estas situaciones la paciencia zozobra a la mínima. La autorregulación cortocircuita


y en vez de paciencia nos aparece la impaciencia (falta de tranquilidad o calma).
Perdemos de capacidad de respuesta y efectividad.

Esperas proactivas: generar paciencia


La paciencia genera un tipo de energía. La impaciencia otra. Es una metáfora, no vayas
más allá. Lo cierto es que una actitud u otra nos moviliza de forma diferente. Piénsalo.
Y cada una de ellas tiene unas consecuencias distintas para nosotros. Tener un respiro
para darte cuenta de ello cuando estás en el ojo del huracán ya es mucho.

Cuando la impaciencia nos come, estamos como quien conduciendo está tan
obsesionado con el final del trayecto que termina despistándose y dándose una
formidable e inolvidable leche.

Cuando estamos impacientes, la espera no debería ser una espera pasiva (lo que


acrecentaría nuestra impaciencia), debería ser una espera proactiva, en la que en la
medida de nuestra mano y recursos facilitemos que ‘las cosas ocurran, como nos
gustarían que ocurriesen’. No seas espectador de tu espera.

Igual que en el ejemplo de la conducción que te puse antes del párrafo


anterior, focalizarnos en el momento presente es una forma de no precipitarnos
sobre el futuro, que tendrá sus tiempos y no se dejará hacer trampas. Esto resultará
más fácil (que no menos complejo) si el momento presente tiene sentido para
nosotros, nos aporta algún valor, algún respiro o le da cuerpo a nuestra
estrategia de aproximación hacia la meta. Focalízate en la estrategia, no en el
resultado, la estrategia está en tu mano, el resultado es futuro y una fantasía sobre la
que no tienes capacidad de acción directa.

En el camino, y en las esperas, es interesante e incluso necesario plantearse ¿qué


significa para nosotros esa necesidad que tenemos abierta?, ¿qué representa?, y
además…

… ¿qué sentiremos cuando se reduzca esa necesidad?, ¿qué sensación viviremos?… y


¿qué otro tipo de cosas nos hacen sentir igual (o parecido)?… lo digo porque en ese
tipo de cosas que nos hacen sentir emociones similares podemos encontrar muchas
respuestas, además de facilitarnos la espera e incluso algunas acciones.

Hasta en la satisfacción de las necesidades más básicas tenemos que aprender a


esperar. A esperar proactivamente, a esperar con acciones. A dejar enfriar las prisas
para pensar con claridad. A buscar recursos dentro y fuera; e incluso a buscar quien
nos aporte una visión externa, exenta de toda impaciencia. Hasta en la satisfacción de
las necesidades más básicas tenemos que aprender a generar paciencia… que nos deje
espacio para actuar con sentido y eficacia.

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