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Pablo Mignone1
PALABRAS CLAVE
Isótopos estables – peregrinación – Estado Inca - comunidades locales
Key words
Stable isotopes – pilgrimage – Inca State – local communities
RESUMEN
En esta presentación se evalúan las posibilidades que brindan los estudios
biogeoquímicos a la solución parcial de algunos de los interrogantes de la “arqueología
de alta montaña”, como ser el origen y derrotero de las personas y grupos humanos
participantes en los rituales de capacocha.
Como intento preliminar, se remitió al laboratorio de isótopos estables de la
Universidad de Cornell un tercer molar humano superior derecho perteneciente al osario
del “cementerio” del Llullaillaco, excavado y parcialmente destruido desde fines de
1960. Se compararon los índices de C, O y N, con los conocidos para la región sur
Andina comprendida por el sur de Perú, este de Bolivia, y el norte y centro de Argentina
y Chile, con dos objetivos: el primero fue tratar de establecer un posible indicador de
fuente de aprovisionamiento de agua del individuo en cuestión (recordando el estatus de
obrero definido para él por la literatura sobre el tema). El segundo, tratar de tener una
idea aproximada de la alimentación animal y vegetal de la persona enterrada.
Los resultados de nuestro ejemplo, sobre una muestra tomada de un “trabajador estatal”,
aunque escuetos y limitados, apuntan a una dieta rica en proteínas y plantas C4, y un
posible origen en los oasis de Atacama, mostrándonos las potencialidades de este tipo
de estudios.
ABSTRACT
It is the aim of this presentation to contribute to the “high altitude” investigations,
evaluating the possibilities given by biogeochemistry to the partial solution of some of
the questions of the field, regarding to the origin and routes followed by the people
participating in the rituals of capacocha.
As a preliminary attempt, we sent a third, human, upper right molar to the stable isotope
laboratory of Cornell University that belonged to the “cementery” of Llullaillaco, which
was excavated and partially destroyed since late 1960´s. We compared the C, O and N
indexes with the ones known for the southern Andean region, mainly southern Peru,
eastern Bolivia, and the northern and center of Argentina and Chile, with two
objectives: the first, establish a possible indicator of water sources for the individuals
involved (keeping in mind that the people buried there were once defined as workers by
the archaeological literature). The second reason, try to have an idea of the animal and
vegetal alimentation of the person buried. The results of our example, over a sample
taken to a “state worker”, even though they are limited, aim to a rich diet in proteins and
1
Unidad de Antropología. Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, Centro Científico y
Tecnológico (CCT-CONICET), Mendoza. pimignone@mendoza-conicet.gov.ar
C4 plants, and a possible origin in the Atacama oases, showing as well the potential of
these kind of studies for future research.
INTRODUCCIÓN
Es por todo ello que, lejos de desdeñar sus alcances, buscamos aportar con miradas
complementarias al registro arqueológico de “altura” evaluando los alcances y
limitaciones de estudios de isótopos estables aplicados a piezas dentarias humanas. Si
bien esto cuenta con antecedentes, como el caso de los estudios sobre cabello de la
llamada “momia del Chuscha”, la “momia del Aconcagua” y los “niños del
Llullaillaco”, lo aplicamos a contextos espaciales distintos aunque relacionados: el
“cementerio” del volcán Llullaillaco, situado a 4900msnm en la base del macizo, del
cual se extrajeron entre 19 y 26 esqueletos desde 1969 hasta 1999. De estas incursiones
no quedan más que 200 piezas, unas cuantas notículas periodísticas, menciones en la
bibliografía espacializada y el recuerdo de algunos participantes.
Nada sabemos entonces del rol de ellos en el ritual desarrollado en la cima (cuyo
resultado material consiste entre otras cosas en el entierro de un aproximado de 150
piezas arqueológicas y 3 cuerpos humanos, además de la erección de 40 estructuras
desde la base hasta la cima del volcán), su origen geográfico, cultural, histórico o perfil
demográfico. Contamos sí con la interpretación de algunos especialistas, que los
caracterizaron como “obreros” y “constructores” del santuario.
Los avances en los estudios biogeoquímicos y la información que brindan son un medio
para no obviar este, potencialmente rico, aunque reducido osario. Aclaramos que la
investigación está constreñida por una muestra de un tercer molar, a sabiendas de la
necesidad de muestras más grandes para poder alcanzar objetivos tan ambiciosos como
el de establecer los orígenes geográficos y la paleodieta de estos ignorados participantes
del ritual.
Aún así, el cruce con información etnohistórica permite tener una idea aproximada de la
movilidad involucrada en los rituales de capacocha, la obligación de las comunidades
no-cuzqueñas en el manejo de las ofrendas materiales y los sacrificados y el posible
origen geográfico de estos trabajadores del ritual. Adelantamos que la información de
las fuentes históricas plantea un origen cuzqueño para las ofrendas (parcialmente
corroborado arqueológicamente), pero un tránsito hacia el sur donde se realizaba un
cambio parcial de “porteadores” en cada lindero étnico, estando obligada cada
comunidad a recibir, cuidar celosamente y llevar hacia la próxima parcialidad las
ofrendas. Esto último es adonde apuntamos, situando tentativamente, gracias a los
índices isotópicos obtenidos, el último lugar de cambio o traspaso, el origen desde el
cual probablemente llegaron estos “trabajadores” y, porque no, donde vivían.
La comparación con los índices isotópicos obtenidos del “Niño” del Aconcagua,
aportan un fundamento un tanto más sólido en respaldo de esta propuesta,
observando que existe un cierto dominio no-incaico, un margen de acción o evidencia
mayor del tradicionalmente estipulado para las comunidades locales muchas veces
ignoradas, y otras tomadas en calidad de “obreros”, simplificando el rol que les cupo en
la concreción de los eventos rituales en las montañas.
2
En el caso de Aconcagua, la falta de recintos para albergue, corrales o plataformas cumbreras para
recibir grandes afluentes lleva a que Ceruti (1999), defina un tipo especial de santuario de altura, el “sitio
de localidad”. Sin embargo, las estructuras de Confluencia estudiadas por Bárcena (2001b) habrían
servido para el acercamiento al macizo andino. Es por ello que mantenemos para Aconcagua el término
centro de peregrinación.
Entonces, este trabajo trata de lo referido al punto 4 de esa clásica disquisición, el
traslado de las ofrendas, oficiantes y acompañantes hasta los confines del Estado,
aunque de manera distinta, porque merece la inclusión de los grupos étnicos
tradicionalmente olvidados dentro de las consideraciones sobre la práctica ceremonial
en montaña3, de la misma forma en que tal renovación va ganando espacio en el estudio
de las sociedades complejas del Noroeste Argentino durante la presencia inca.
En lo que respecta al tratamiento del ritual en sí, la propuesta de Schroedl (2008) guía a
esas direcciones, sosteniendo que la capacocha muestra, en el ordenamiento político
incaico, el considerable espacio de los curacas para sostener sus intereses y desplegar
estrategias favorables a su situación (Schroedl 2008: 21 y 25).
Como se adelantó en la introducción, buscamos explorar las potencialidades de una
mirada hacia las comunidades locales, partiendo sobre todo de fuentes históricas que
centraron su interés en lugares alejados de Cuzco (Ávila y Hernández Príncipe sobre
todo), que muestran una dinámica de la movilidad a lo largo de las fronteras étnicas,
siguiendo quizás las rutas que se corresponden con la concentración de los centros de
culto a lo largo de los 41 ceques o líneas imaginarias que se proyectaban desde Cuzco
(Cobo [1653] 1964), también llamadas cachaui, relacionados con los cachas o
“mensajeros que llevaban ofrendas”, de los que trataremos a continuación.
Duviols los relaciona con los mitimaes o chasqui de la Situa (ceremonia de purificación
ante las enfermedades) descriptos por Molina, que salían de Cuzco en “escuadrones”,
siguiendo cada uno la dirección de un suyu:
Los que salían hacia el poniente que es a Chinchaysuyu, salían dando las mismas
voces, y éstos que eran de la generación de Capac ayllo, Atun ayllo, Vicaquirao
ayllo, Chavite Cusco ayllo y Arayraca ayllo, y otros de Uro. Y éstos llevaban las
voces hasta Salpina (Sacalpina) que será del Cusco poco más de una legua; y
éstos las entregaban a los mitimaes de Tilca que es encima de Marcahuasi, casi
diez leguas del Cusco; éstos las llevaban al río Apurímac y allí las echaban,
bañándose y lavando las lanas y armas (Molina en Duviols 1976: 18).
3
La mirada ha estado centrada en los actores sociales cuzqueños, la toma de decisiones dentro del estado,
la preeminencia de lo cuzqueño en los objetos materiales, decisiones estatales omnímodas relativas a
vida, muerte y destino de ofrecidos sin margen para la inclusión de comunidades locales, en diversos
artículos, entre los que cito, para el caso Llullaillaco, Reinhard 1993-1994, Reinhard y Ceruti 2000,
Ceruti 2003 entre otros.
Sobre ellos recaía la obligación de cuidar de las huacas. El documento de Canta
sostiene que la sangre que debía ser derramada como ofrenda, contenida en los
“porongos”, era recibida por
Todos los yndios de aquel repartimiento todos los que eran de razon mancebos y
hombres no muchachos ni biejos muy biejos y oro y plata para las aguacas…y
recibido esto todos los dhos yndios como quien haz chaco casi pegando uno a
otro por cerros y riscos y por todos sus terminos dando grandes bozes con sus
porongos de sangre en sus manos y en la otra un bordon porque no cayesen
ynbocaban a todas las guacas y al sol y a la tierra diziendo que fuese el ynga
siempre moço y aquel sacrificio se le ofrecía en nombre del ynga…(Canta en
Duviols 1976: 19).
La particularidad e importancia de Llullaillaco, radica en que en el “cementerio” de la
base, podemos estar en la presencia de estos grupos, su origen geográfico y el derrotero
aproximado seguido por ellos. De la misma forma que se manifiesta en la capacocha
del Aconcagua.
En un trabajo puntual sobre el volcán, Reinhard (1993-1994: 112) estima que por el
pobre ajuar y la simpleza de las construcciones del cementerio, los individuos
enterrados allí deben haber sido constructores dependientes del estado, vislumbrándose
consideraciones de una pertenencia a una clase social baja.
Sin embargo, Cieza ([1553] 2000) resalta la importancia de toda persona enterrada en
una huaca ya sea como ofrenda o por “dignidad”, por lo que a la luz de este testimonio,
y de las investigaciones que se vienen describiendo, es necesario juzgar los enterratorios
en sus propios términos, estimando, más que un carácter secundario de su presencia,
una relevancia crucial de su rol social y status.
Para estos fines, y a pesar del carácter de osario del conjunto por no poseer registro
escrito, por su faltante de piezas óseas y la imposibilidad de reconstrucciones
anatómicas parciales (298 huesos para un total estimado de 18 individuos), se optó por
evaluar el alcance y limitaciones de la información isotópica del Carbono, Nitrógeno y
Oxígeno, tomando como muestra un tercer molar superior derecho, recuperado de la
Tumba E (fig. 1) por el equipo de investigación que en 1999 encontró las momias en la
cima.
El sexo y la edad de los individuos enterrados en el cementerio fueron estimadas por
Beorchia (1985), dando como resultado la presencia de 15 adultos y 1 subadulto, todos
masculinos. Mantenemos tal consideración, dado que hemos realizado nuestras propias
aseveraciones del conjunto, que serán dadas a conocer, por razones de espacio, en un
trabajo posterior.
Adelantamos sin embargo, que el tercer molar presentaba cuatro cúspides y, por el
grado de desgaste de la superficie oclusal, se obtiene una edad estimada 17-25 años
(Brothwell 1987), concentrándose el desgaste en la superficie de las cúspides de forma
poco notoria.
Isótopos estables
Del análisis isotópico se obtuvieron lecturas corregidas con nitrógeno atmosférico y los
estándares internacionales Pee Dee Belemnite (PDB) en el laboratorio de Isótopos
Estables de la Universidad Cornell, que arrojan los siguientes valores:
Los valores del δ13C se acercan a lo conocido para plantas C4, correspondientes a maíz,
sorgo, amaranto y caña de azúcar, entre otros (-12.5‰ según van der Merwe y Vogel
1978).
Más cercanos al área en cuestión, encontramos los valores publicados por Falabella et
al. (2007: 9), cuya aproximación a los nuestros es notoria, como importante la
asociación con fauna marina. De manera similar, los trabajos sobre material
arqueológico Chiribaya, de Knudson et al. (2007) en la costa sur de Perú, muestran
valores cercanos a los obtenidos en el Llullaillaco. Estos autores, basados en los datos
del norte chileno publicados por Tieszen y Chapman (1992), establecen que los valores
δ13C de -25.1 ‰ corresponden al consumo de plantas C3, mientras que los que se
encuentran alrededor del -12.9 ‰, se ajustan a lo esperado para plantas C4, y valores
intermedios entre ambos para una alimentación marítima. Los camélidos terrestres
expresan valores más negativos, del orden de -22.5‰.
Con respecto al δ18 O, a diferencia del estudio isotópico sobre pelo humano en las
momias del Llullaillaco (Wilson et al. 2007) y Aconcagua (Fernández y Panarello
Referencias
A. RPC (Ceruti 2003)
B. Rectángulo funerario (Ceruti 2003) ó cementerio
(Beorchia Nigris)
E1-E2. Estructuras de la ladera (Ceruti 2003)
Sb1. Sb2. Grupo habitacional (Beorchia 1984)
Sb3.Cerámica en sondeo y superficie
Sb3-8. Estructuras con talud de contención
E
B
D
C
A
F
12m
D
E
58 B
m
A C
Aconcagua
Con respecto a la momia del Aconcagua, se tomaron isótopos del carbono, nitrógeno y
azufre para caracterizar el origen étnico de la momia, antes sugerida como peruana
costeña por los atributos materiales, ahora pensada de ambiente andino mesotérmico por
el tipo de alimentación (Fernández y Panarello 2001; Schobinger 1999).
En base a esta medición, el autor y otros estipulan un cambio en la alimentación en una
distancia de entre 60 y 125mm, correspondiente a una variación cíclica del consumo del
maíz cada casi 6 meses (en un período de tiempo de 19 meses), reforzando su hipótesis
de la estacionalidad en el consumo del maíz en base al aumento y disminución del δ13C.
Los valores de δ13C (-10,8‰) estaría indicando una elevada presencia de maíz. Los
autores Fernández y Panarello (2001), sugieren un origen altitudinal de valle
mesotérmico (1600msnm) para el niño, o por lo menos, una permanencia distanciada de
un años antes de su muerte. Es probable entonces, que el niño viviera cerca del sitio del
sacrificio, alimentándose de maíz durante los meses siguientes a las cosechas, muriendo
en una época de bajo consumo del mismo, al momento en que δ13C era más negativo,
posiblemente a comienzos de otoño en el hemisferio meridional (entre abril y mayo)
(Wilson et al. 2007).
Por su parte, las mediciones en el extremo distal de la hebra del pelo, en términos de
δ15N, 10,9‰, sugieren un alto complemento proteínico marino-terrestre, observándose
cierto cambio en la alimentación hacia el extremo proximal de la hebra, con un valor de
9,4‰, que mostraría un abandono del complemento marino por una composición
proteínica terrestre (herbívoros).
Esto significa para los autores citados, que alrededor del último año y medio de vida, el
niño consumió una dieta terrestre en un ambiente continental. Antes de ello, sus valores
coinciden con un aporte marino, ya inferido en el análisis antropológico-cultural de
Bárcena (2001a).
El penacho, el manto de plumas, los textiles de algodón, los motivos decorativos
ornitomorfos de algunas telas de lana, con peces representados en el interior de sus
cuerpos, similares a los de la costa central y sur de Perú de tradición Chancay o
Chincha, igual origen que los cormoranes estilizados de otra de las guardas, y las waras,
empleada por niños yungas
4
De reiterarse y comprobarse esta presencia de recursos marinos en la dieta de las personas inhumadas en
Llullaillaco, a partir de futuras investigaciones, sería pertinente ampliar la visión hacia más al norte aún,
en Tarapacá, donde los “grandes señoríos del altiplano andino” controlaban recursos de lugares más
bajos, como los valles y la costa (Sanhueza 2008: 58).
Por todo lo cual es lícito plantear la proveniencia del niño- o de lo que se quiso
representar a través suyo- de una etnía costeña, que ésta pudo ser del ámbito
centro-sur peruano, que la calidad de la “representación” apunta a la porción más
alta del estrato superior de la pirámide-política-religiosa del incario… (Bárcena
2001a: 127).
Agradecimientos
El autor desea expresar su agradecimiento al Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas por otorgar la beca doctoral con la cual se llevan a cabo estas
investigaciones; al Dr. Roberto Bárcena, por aceptar su dirección y guiar generosamente
hacia su concreción; al Lic, Christian Vitry, por su co-dirección y apoyo en los trabajos
de campo; al personal administrativo del INCIHUSA; a la Unidad de Antropología de
esta institución; al Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, por facilitar los
materiales del Llullaillaco y sus laboratorios.
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