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Aconcagua y Llullaillaco: la arqueología de la peregrinación como aporte para la

interpretación de las relaciones interétnicas bajo el Incario

Aconcagua and Llullaillaco: the archaeology of pilgrimage as a contribution


To the interpretation of the interethnic relationships under the Inca State

Pablo Mignone1

PALABRAS CLAVE
Isótopos estables – peregrinación – Estado Inca - comunidades locales

Key words
Stable isotopes – pilgrimage – Inca State – local communities

RESUMEN
En esta presentación se evalúan las posibilidades que brindan los estudios
biogeoquímicos a la solución parcial de algunos de los interrogantes de la “arqueología
de alta montaña”, como ser el origen y derrotero de las personas y grupos humanos
participantes en los rituales de capacocha.
Como intento preliminar, se remitió al laboratorio de isótopos estables de la
Universidad de Cornell un tercer molar humano superior derecho perteneciente al osario
del “cementerio” del Llullaillaco, excavado y parcialmente destruido desde fines de
1960. Se compararon los índices de C, O y N, con los conocidos para la región sur
Andina comprendida por el sur de Perú, este de Bolivia, y el norte y centro de Argentina
y Chile, con dos objetivos: el primero fue tratar de establecer un posible indicador de
fuente de aprovisionamiento de agua del individuo en cuestión (recordando el estatus de
obrero definido para él por la literatura sobre el tema). El segundo, tratar de tener una
idea aproximada de la alimentación animal y vegetal de la persona enterrada.
Los resultados de nuestro ejemplo, sobre una muestra tomada de un “trabajador estatal”,
aunque escuetos y limitados, apuntan a una dieta rica en proteínas y plantas C4, y un
posible origen en los oasis de Atacama, mostrándonos las potencialidades de este tipo
de estudios.

ABSTRACT
It is the aim of this presentation to contribute to the “high altitude” investigations,
evaluating the possibilities given by biogeochemistry to the partial solution of some of
the questions of the field, regarding to the origin and routes followed by the people
participating in the rituals of capacocha.
As a preliminary attempt, we sent a third, human, upper right molar to the stable isotope
laboratory of Cornell University that belonged to the “cementery” of Llullaillaco, which
was excavated and partially destroyed since late 1960´s. We compared the C, O and N
indexes with the ones known for the southern Andean region, mainly southern Peru,
eastern Bolivia, and the northern and center of Argentina and Chile, with two
objectives: the first, establish a possible indicator of water sources for the individuals
involved (keeping in mind that the people buried there were once defined as workers by
the archaeological literature). The second reason, try to have an idea of the animal and
vegetal alimentation of the person buried. The results of our example, over a sample
taken to a “state worker”, even though they are limited, aim to a rich diet in proteins and
1
Unidad de Antropología. Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, Centro Científico y
Tecnológico (CCT-CONICET), Mendoza. pimignone@mendoza-conicet.gov.ar
C4 plants, and a possible origin in the Atacama oases, showing as well the potential of
these kind of studies for future research.

INTRODUCCIÓN

En la arqueología de alta montaña, como en cualquier otra especialidad, perviven


interrogantes acerca del origen, naturaleza y complejidad del fenómeno que estudia, los
ritos realizados en los macizos andinos. A nuestro entender, de los notables avances
logrados por esta especialidad queda sin resolver, por naturales condiciones elusivas de
su objeto de estudio, lo relativo al origen geográfico, social-cultural y temporal de la
capacocha; sus antecedentes, las relaciones interétnicas propiciadas o eclipsadas por
ella, sus supervivencias, las configuraciones espaciales jalonadas por su materialidad,
sus alcances regionales, entre otros.

Contamos sí con un panorama sincrónico completo: se reconocen en el campo las


huellas arquitectónicas incaicas, sus clásicos emplazamientos cumbreros y sus
suntuosos componentes mortuorios. Todo ello gracias a una larga sucesión histórica de
esfuerzos de propios y ajenos a la disciplina y a pesar de lo dificultoso del ambiente
donde se realizan las investigaciones y de la constante amenaza a la integridad del
registro por parte de excavaciones no sistemáticas.

Es por todo ello que, lejos de desdeñar sus alcances, buscamos aportar con miradas
complementarias al registro arqueológico de “altura” evaluando los alcances y
limitaciones de estudios de isótopos estables aplicados a piezas dentarias humanas. Si
bien esto cuenta con antecedentes, como el caso de los estudios sobre cabello de la
llamada “momia del Chuscha”, la “momia del Aconcagua” y los “niños del
Llullaillaco”, lo aplicamos a contextos espaciales distintos aunque relacionados: el
“cementerio” del volcán Llullaillaco, situado a 4900msnm en la base del macizo, del
cual se extrajeron entre 19 y 26 esqueletos desde 1969 hasta 1999. De estas incursiones
no quedan más que 200 piezas, unas cuantas notículas periodísticas, menciones en la
bibliografía espacializada y el recuerdo de algunos participantes.

Nada sabemos entonces del rol de ellos en el ritual desarrollado en la cima (cuyo
resultado material consiste entre otras cosas en el entierro de un aproximado de 150
piezas arqueológicas y 3 cuerpos humanos, además de la erección de 40 estructuras
desde la base hasta la cima del volcán), su origen geográfico, cultural, histórico o perfil
demográfico. Contamos sí con la interpretación de algunos especialistas, que los
caracterizaron como “obreros” y “constructores” del santuario.
Los avances en los estudios biogeoquímicos y la información que brindan son un medio
para no obviar este, potencialmente rico, aunque reducido osario. Aclaramos que la
investigación está constreñida por una muestra de un tercer molar, a sabiendas de la
necesidad de muestras más grandes para poder alcanzar objetivos tan ambiciosos como
el de establecer los orígenes geográficos y la paleodieta de estos ignorados participantes
del ritual.

Aún así, el cruce con información etnohistórica permite tener una idea aproximada de la
movilidad involucrada en los rituales de capacocha, la obligación de las comunidades
no-cuzqueñas en el manejo de las ofrendas materiales y los sacrificados y el posible
origen geográfico de estos trabajadores del ritual. Adelantamos que la información de
las fuentes históricas plantea un origen cuzqueño para las ofrendas (parcialmente
corroborado arqueológicamente), pero un tránsito hacia el sur donde se realizaba un
cambio parcial de “porteadores” en cada lindero étnico, estando obligada cada
comunidad a recibir, cuidar celosamente y llevar hacia la próxima parcialidad las
ofrendas. Esto último es adonde apuntamos, situando tentativamente, gracias a los
índices isotópicos obtenidos, el último lugar de cambio o traspaso, el origen desde el
cual probablemente llegaron estos “trabajadores” y, porque no, donde vivían.

Recordemos que la información cerámica de los antecedentes, sugieren un origen


atacameño de la materia prima, de la misma forma en que la toponimia de la zona,
fonemas Cunza en su mayoría, manifiesta un vínculo de los adoratorios de altura con los
oasis atacameños.

La comparación con los índices isotópicos obtenidos del “Niño” del Aconcagua,
aportan un fundamento un tanto más sólido en respaldo de esta propuesta,
observando que existe un cierto dominio no-incaico, un margen de acción o evidencia
mayor del tradicionalmente estipulado para las comunidades locales muchas veces
ignoradas, y otras tomadas en calidad de “obreros”, simplificando el rol que les cupo en
la concreción de los eventos rituales en las montañas.

Los centros de peregrinación y la capacocha


Aconcagua y Llullaillaco, ilustran dos tipos especiales de “centro de peregrinación”, el
cual, definido por Silverman (1994) es un tipo particular de centro ceremonial con la
diferencia de que no es un ambiente construido para el culto a efigies y el foco del
peregrinaje puede ser una piedra, cueva u otra característica del paisaje natural. En este
caso, la sacralización del espacio y la atención ritual recae en una montaña.
El centro de peregrinación no es mantenido por los residentes locales y los asistentes
llegan desde lugares muy distantes. Esto significa que fuera de los episodios álgidos del
calendario ritual, el centro de peregrinación es abandonado, no tiene una población
estable adyacente y es reactivado con las nuevas y sucesivas oleadas de visitantes que
contribuyen a su mantenimiento2.
El concepto “centro de peregrinación” que define a un santuario ilustra acerca de la
movilidad humana dentro de la lógica de la capacocha, dada por Duviols (1976),
definiéndola como:
1) un sacrificio con ofrendas minerales, vegetales, animales y humanas que se
realizaban en honor del Inca en el Cusco; 2) el sacrificio equivalente realizado
en las huacas de las provincias en sintonía con el sacrificio del Cusco: 3) el
traslado colectivo al Cusco de las ofrendas enviadas a la capital por todas las
células sociales de las provincias; 4) el traslado colectivo de Cusco a los cuatro
centros religiosos de las provincias y hasta las confines del Tawantinsuyu, de las
ofrendas por sacrificar; 5) el regreso de la comitiva sacrificadora al Cusco; … 9)
la reunión general, en el Cusco, de todos los ídolos de los santuarios del imperio
(Duviols 1976: 12).

2
En el caso de Aconcagua, la falta de recintos para albergue, corrales o plataformas cumbreras para
recibir grandes afluentes lleva a que Ceruti (1999), defina un tipo especial de santuario de altura, el “sitio
de localidad”. Sin embargo, las estructuras de Confluencia estudiadas por Bárcena (2001b) habrían
servido para el acercamiento al macizo andino. Es por ello que mantenemos para Aconcagua el término
centro de peregrinación.
Entonces, este trabajo trata de lo referido al punto 4 de esa clásica disquisición, el
traslado de las ofrendas, oficiantes y acompañantes hasta los confines del Estado,
aunque de manera distinta, porque merece la inclusión de los grupos étnicos
tradicionalmente olvidados dentro de las consideraciones sobre la práctica ceremonial
en montaña3, de la misma forma en que tal renovación va ganando espacio en el estudio
de las sociedades complejas del Noroeste Argentino durante la presencia inca.
En lo que respecta al tratamiento del ritual en sí, la propuesta de Schroedl (2008) guía a
esas direcciones, sosteniendo que la capacocha muestra, en el ordenamiento político
incaico, el considerable espacio de los curacas para sostener sus intereses y desplegar
estrategias favorables a su situación (Schroedl 2008: 21 y 25).
Como se adelantó en la introducción, buscamos explorar las potencialidades de una
mirada hacia las comunidades locales, partiendo sobre todo de fuentes históricas que
centraron su interés en lugares alejados de Cuzco (Ávila y Hernández Príncipe sobre
todo), que muestran una dinámica de la movilidad a lo largo de las fronteras étnicas,
siguiendo quizás las rutas que se corresponden con la concentración de los centros de
culto a lo largo de los 41 ceques o líneas imaginarias que se proyectaban desde Cuzco
(Cobo [1653] 1964), también llamadas cachaui, relacionados con los cachas o
“mensajeros que llevaban ofrendas”, de los que trataremos a continuación.

Los cacha en los rituales incaicos


Probablemente sean estos los personajes que figuran en el documento judicial 413 (en
Besom 2001), donde se menciona que ante cada frontera étnica cambiaban de manos las
ofrendas que llegaban desde el centro del Estado, siguiendo camino el grupo humano
respectivo hasta un nuevo lindero étnico o hasta el destino final para realizar el
sacrificio:
The institution of the qhapaq hucha was associated with regional boundaries
too. Judicial Document 413 suggests that the only people who could carry
sacrificial offerings through a particular province were the natives. This meant
that everytime a frontier was reached between two adjoining territories, the
sacred goods had to be transferred from the members of one ethnic group to
those of another (Besom 2001: 187-188).

Duviols los relaciona con los mitimaes o chasqui de la Situa (ceremonia de purificación
ante las enfermedades) descriptos por Molina, que salían de Cuzco en “escuadrones”,
siguiendo cada uno la dirección de un suyu:
Los que salían hacia el poniente que es a Chinchaysuyu, salían dando las mismas
voces, y éstos que eran de la generación de Capac ayllo, Atun ayllo, Vicaquirao
ayllo, Chavite Cusco ayllo y Arayraca ayllo, y otros de Uro. Y éstos llevaban las
voces hasta Salpina (Sacalpina) que será del Cusco poco más de una legua; y
éstos las entregaban a los mitimaes de Tilca que es encima de Marcahuasi, casi
diez leguas del Cusco; éstos las llevaban al río Apurímac y allí las echaban,
bañándose y lavando las lanas y armas (Molina en Duviols 1976: 18).

3
La mirada ha estado centrada en los actores sociales cuzqueños, la toma de decisiones dentro del estado,
la preeminencia de lo cuzqueño en los objetos materiales, decisiones estatales omnímodas relativas a
vida, muerte y destino de ofrecidos sin margen para la inclusión de comunidades locales, en diversos
artículos, entre los que cito, para el caso Llullaillaco, Reinhard 1993-1994, Reinhard y Ceruti 2000,
Ceruti 2003 entre otros.
Sobre ellos recaía la obligación de cuidar de las huacas. El documento de Canta
sostiene que la sangre que debía ser derramada como ofrenda, contenida en los
“porongos”, era recibida por
Todos los yndios de aquel repartimiento todos los que eran de razon mancebos y
hombres no muchachos ni biejos muy biejos y oro y plata para las aguacas…y
recibido esto todos los dhos yndios como quien haz chaco casi pegando uno a
otro por cerros y riscos y por todos sus terminos dando grandes bozes con sus
porongos de sangre en sus manos y en la otra un bordon porque no cayesen
ynbocaban a todas las guacas y al sol y a la tierra diziendo que fuese el ynga
siempre moço y aquel sacrificio se le ofrecía en nombre del ynga…(Canta en
Duviols 1976: 19).
La particularidad e importancia de Llullaillaco, radica en que en el “cementerio” de la
base, podemos estar en la presencia de estos grupos, su origen geográfico y el derrotero
aproximado seguido por ellos. De la misma forma que se manifiesta en la capacocha
del Aconcagua.
En un trabajo puntual sobre el volcán, Reinhard (1993-1994: 112) estima que por el
pobre ajuar y la simpleza de las construcciones del cementerio, los individuos
enterrados allí deben haber sido constructores dependientes del estado, vislumbrándose
consideraciones de una pertenencia a una clase social baja.
Sin embargo, Cieza ([1553] 2000) resalta la importancia de toda persona enterrada en
una huaca ya sea como ofrenda o por “dignidad”, por lo que a la luz de este testimonio,
y de las investigaciones que se vienen describiendo, es necesario juzgar los enterratorios
en sus propios términos, estimando, más que un carácter secundario de su presencia,
una relevancia crucial de su rol social y status.
Para estos fines, y a pesar del carácter de osario del conjunto por no poseer registro
escrito, por su faltante de piezas óseas y la imposibilidad de reconstrucciones
anatómicas parciales (298 huesos para un total estimado de 18 individuos), se optó por
evaluar el alcance y limitaciones de la información isotópica del Carbono, Nitrógeno y
Oxígeno, tomando como muestra un tercer molar superior derecho, recuperado de la
Tumba E (fig. 1) por el equipo de investigación que en 1999 encontró las momias en la
cima.
El sexo y la edad de los individuos enterrados en el cementerio fueron estimadas por
Beorchia (1985), dando como resultado la presencia de 15 adultos y 1 subadulto, todos
masculinos. Mantenemos tal consideración, dado que hemos realizado nuestras propias
aseveraciones del conjunto, que serán dadas a conocer, por razones de espacio, en un
trabajo posterior.
Adelantamos sin embargo, que el tercer molar presentaba cuatro cúspides y, por el
grado de desgaste de la superficie oclusal, se obtiene una edad estimada 17-25 años
(Brothwell 1987), concentrándose el desgaste en la superficie de las cúspides de forma
poco notoria.

Isótopos estables
Del análisis isotópico se obtuvieron lecturas corregidas con nitrógeno atmosférico y los
estándares internacionales Pee Dee Belemnite (PDB) en el laboratorio de Isótopos
Estables de la Universidad Cornell, que arrojan los siguientes valores:

• δ13C: -14.854‰, a lo que debe sumársele un promedio de 2‰, obteniéndose


como resultado final aproximado -12.854‰.
• δ15N: 13.250‰, menos el plus por consumidor de 3‰ para acercarnos a las
proteínas consumidas, en un resultado de 10.250‰.

• δ18 O: 17.153‰, aplicando la fórmula de regresión de Daux et al. 2008, el valor


del Oxígeno del agua es -7.30438.

Los valores del δ13C se acercan a lo conocido para plantas C4, correspondientes a maíz,
sorgo, amaranto y caña de azúcar, entre otros (-12.5‰ según van der Merwe y Vogel
1978).
Más cercanos al área en cuestión, encontramos los valores publicados por Falabella et
al. (2007: 9), cuya aproximación a los nuestros es notoria, como importante la
asociación con fauna marina. De manera similar, los trabajos sobre material
arqueológico Chiribaya, de Knudson et al. (2007) en la costa sur de Perú, muestran
valores cercanos a los obtenidos en el Llullaillaco. Estos autores, basados en los datos
del norte chileno publicados por Tieszen y Chapman (1992), establecen que los valores
δ13C de -25.1 ‰ corresponden al consumo de plantas C3, mientras que los que se
encuentran alrededor del -12.9 ‰, se ajustan a lo esperado para plantas C4, y valores
intermedios entre ambos para una alimentación marítima. Los camélidos terrestres
expresan valores más negativos, del orden de -22.5‰.
Con respecto al δ18 O, a diferencia del estudio isotópico sobre pelo humano en las
momias del Llullaillaco (Wilson et al. 2007) y Aconcagua (Fernández y Panarello
Referencias
A. RPC (Ceruti 2003)
B. Rectángulo funerario (Ceruti 2003) ó cementerio
(Beorchia Nigris)
E1-E2. Estructuras de la ladera (Ceruti 2003)
Sb1. Sb2. Grupo habitacional (Beorchia 1984)
Sb3.Cerámica en sondeo y superficie
Sb3-8. Estructuras con talud de contención

E
B
D

C
A
F
12m

Detalle del Recinto Perimetral Compuesto


(nomenclatura Reinhard y Ceruti 2003)
72m

D
E
58 B
m
A C

Detalle de Rectángulo Funerario (nomenclatura


Beorchia 1984)

Figura 1. Sitio “cementerio”, plano de conjunto y de detalles.


2001), que permite ver diferencias en el consumo y movilidad en los últimos meses de
la vida del individuo, el estudio de la pieza dentaria permite determinar el origen
geográfico aproximado del individuo en cuestión, dado que la asimilación del oxígeno
δ18O de fuentes ambientales se produce con el inicio de la formación del diente
(Knudson et al. 2009: 248). El valor obtenido corresponde entonces al desarrollo por
etapas del tercer molar, desde la etapa 1, con la formación de las puntas de la coronas
(entre los 8 y los 11 años). Este desarrollo continúa hasta los 21 años aproximadamente,
cuando se completa la clausura apical (Harris 2007).
Comparando el valor δ18Ow -7.30438‰, con algunos promedios obtenidos por el Global
Network for Isotopes in Precipitation, obtenemos que nuestra muestra se acerca a los
valores del extremo norte de Chile (Collacagua, Cancosa, Ujina, Poroma) y de Atacama
(cuyo rango oscila entre los -22 y -5‰, Aravena 1995: 498). Datos similares de
Caspana muestran una variabilidad entre 6,1 y 8,7‰, para pobladores del Período
Intermedio Tardío (1000-1400d. C., Knudson y Torres-Rouff 2009: 1 y 9), mientras que
los de las momias de Llullaillaco, lo hacen con respecto a los valores de Puno, Perú (-
25‰ de promedio para la “niña del Rayo”, -24,17‰ para el “niño” y -27,91‰ para la
“Doncella”, tomados de Wilson et al. 2007).
Los isótopos de Carbono, Nitrógeno, Oxígeno y Azufre indican que dos de los niños
ofrecidos en la cima del volcán Llullaillaco (“niña del Rayo” y “Doncella”) provenían
de tierras altas con disponibilidad de maíz, maní y coca, siendo un caso paradigmático
la niña mayor (“Doncella”, de 15 años aproximadamente), quien sufrió un cambio
drástico en las proporciones de 13C y 15N (5‰ 12 meses antes de morir), a medida que
su dieta se enriqueció en proteína animal y plantas C4 y abandonó una “pobre
alimentación cárnica, de carácter campesino” según los autores. La otra niña presenta un
aumento similar en su dieta en cuanto a los valores de nitrógeno. Por su parte, los
valores de -2H en los tres casos indican para los autores un origen altiplánico y, según
los autores citados, de “bajo estatus social en el mundo Inca”.
El aumento en los niveles de isótopos del Nitrógeno y Carbono que se produce 4 meses
y medio antes de la muerte, sería consistente con una alimentación basada en el
consumo de bienes de elite según los autores (maíz y charqui), posiblemente obtenido
de los tampus a lo largo del camino inca, lo cual muestra un cambio de dignidad
consistente en una elevación social por haber sido elegidos para el sacrificio,
abandonando su condición subsidiaria sólo con esa instancia. La disposición de bienes
en almacenes estatales permitió, entonces, el aprovisionamiento desde Cuzco (a 1420km
de distancia) hasta Llullaillaco (Wilson et al. 2007: 16459).
Cabría preguntarse, también, porqué el individuo de la tumba E presenta valores
isotópicos más enriquecidos que los niños con un componente marino marcado, si su
dignidad dentro del sitio Llullaillaco corresponde al status bajo de los trabajadores para
el estado (Reinhard 1993-1994).
Sugiero que esta contrariedad se resuelve abandonando el preconcepto de que el maíz es
un cultivo exclusivo de tierras bajas, de clases altas y que la causa de su presencia en las
tierras altiplánicas del paso hacia los centros de peregrinación se logró por obra del inca
y su sistema de almacenaje, por la razón de que la presencia del consumo de maíz en
Atacama es, cuando menos, preestatal.
Está comprobado su cultivo en los oasis atacameños más bajos, arribando a San Pedro
de Atacama en los últimos siglos de la era precristiana, siendo adaptado por los antiguos
habitantes a alturas de 2500m. Esto es posible ya que a esa altitud, los fondos de cuenca
reciben las aguas superficiales y de los deltas subterráneos de los ríos San Pedro y
Vilama favoreciendo la sustentación de los oasis por riego e infiltración (Llagostera
2004: 48).
En palabras del citado autor, los vergeles naturales que surgen a los pies de la Cordillera
propiciaron el ambiente ideal para el cultivo, permitiendo a los antiguos pobladores de
los oasis cuidar de sus rebaños en la Puna y en pocas horas, desplazarse 1500m más
abajo para atender sus cultivos y aprovechar un amplio margen de recursos.
Entonces, los resultados de isótopos estables que sugieren el consumo de maíz, en
nuestro caso, durante la infancia del individuo de la tumba E y en el caso de los niños
del Llullaillaco, en ingestas con previa antelación al momento de sus muertes, podrían
estar indicando sitios del Norte Grande de Chile como proveedores del alimento4, como
también lo fueron de la cerámica, la toponimia y como lo reflejan los patrones
mortuorios del cementerio indígena (Beorchia 1985). Las similitudes en los valores solo
se hacen marcadas en los últimos meses, coincidiendo con el planteo del probable
cambio de manos de los cuerpos. La comunidad receptora, de origen atacameño o
tarapaqueño, se encargó de la alimentación y logística para que la ceremonia pudiera
llevarse a cabo.

Aconcagua
Con respecto a la momia del Aconcagua, se tomaron isótopos del carbono, nitrógeno y
azufre para caracterizar el origen étnico de la momia, antes sugerida como peruana
costeña por los atributos materiales, ahora pensada de ambiente andino mesotérmico por
el tipo de alimentación (Fernández y Panarello 2001; Schobinger 1999).
En base a esta medición, el autor y otros estipulan un cambio en la alimentación en una
distancia de entre 60 y 125mm, correspondiente a una variación cíclica del consumo del
maíz cada casi 6 meses (en un período de tiempo de 19 meses), reforzando su hipótesis
de la estacionalidad en el consumo del maíz en base al aumento y disminución del δ13C.
Los valores de δ13C (-10,8‰) estaría indicando una elevada presencia de maíz. Los
autores Fernández y Panarello (2001), sugieren un origen altitudinal de valle
mesotérmico (1600msnm) para el niño, o por lo menos, una permanencia distanciada de
un años antes de su muerte. Es probable entonces, que el niño viviera cerca del sitio del
sacrificio, alimentándose de maíz durante los meses siguientes a las cosechas, muriendo
en una época de bajo consumo del mismo, al momento en que δ13C era más negativo,
posiblemente a comienzos de otoño en el hemisferio meridional (entre abril y mayo)
(Wilson et al. 2007).
Por su parte, las mediciones en el extremo distal de la hebra del pelo, en términos de
δ15N, 10,9‰, sugieren un alto complemento proteínico marino-terrestre, observándose
cierto cambio en la alimentación hacia el extremo proximal de la hebra, con un valor de
9,4‰, que mostraría un abandono del complemento marino por una composición
proteínica terrestre (herbívoros).
Esto significa para los autores citados, que alrededor del último año y medio de vida, el
niño consumió una dieta terrestre en un ambiente continental. Antes de ello, sus valores
coinciden con un aporte marino, ya inferido en el análisis antropológico-cultural de
Bárcena (2001a).
El penacho, el manto de plumas, los textiles de algodón, los motivos decorativos
ornitomorfos de algunas telas de lana, con peces representados en el interior de sus
cuerpos, similares a los de la costa central y sur de Perú de tradición Chancay o
Chincha, igual origen que los cormoranes estilizados de otra de las guardas, y las waras,
empleada por niños yungas

4
De reiterarse y comprobarse esta presencia de recursos marinos en la dieta de las personas inhumadas en
Llullaillaco, a partir de futuras investigaciones, sería pertinente ampliar la visión hacia más al norte aún,
en Tarapacá, donde los “grandes señoríos del altiplano andino” controlaban recursos de lugares más
bajos, como los valles y la costa (Sanhueza 2008: 58).
Por todo lo cual es lícito plantear la proveniencia del niño- o de lo que se quiso
representar a través suyo- de una etnía costeña, que ésta pudo ser del ámbito
centro-sur peruano, que la calidad de la “representación” apunta a la porción más
alta del estrato superior de la pirámide-política-religiosa del incario… (Bárcena
2001a: 127).

Con respecto a la identificación étnica-geográfica del niño, Gentile (1996) estima su


pertenencia como hijo de un lonqo local del valle de Quillota, que en un pacto con el
Inca, lo ofrece en sacrificio. Por lo tanto, en los dos casos mencionados donde
vislumbramos la importancia del sustrato extra-cuzqueño en las ceremonias de las
montañas, queda abierta la posibilidad de comprender la dinámica interétnica
desplegada en relación a la capacocha, empleando criterios más abarcativos en términos
sociales relacionales que la tradicionalmente sostenida preeminencia incaica sobre
origen, destino, contenido y forma de las ceremonias en las montañas.

Agradecimientos
El autor desea expresar su agradecimiento al Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Tecnológicas por otorgar la beca doctoral con la cual se llevan a cabo estas
investigaciones; al Dr. Roberto Bárcena, por aceptar su dirección y guiar generosamente
hacia su concreción; al Lic, Christian Vitry, por su co-dirección y apoyo en los trabajos
de campo; al personal administrativo del INCIHUSA; a la Unidad de Antropología de
esta institución; al Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta, por facilitar los
materiales del Llullaillaco y sus laboratorios.

Bibliografía citada
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Groundwaters. Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, 24 (3): 495-503.
Lima.
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Bárcena, J. R. 2001b. La infraestructura arquitectónica incaica en relación con el sitio
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