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Breve psicología del gol:

El fenómeno futbolístico a la luz de la sabiduría del Yoga

Desde cierto tiempo atrás, el deporte más popular dentro de este planeta (fútbol) ha
pasado a ser oficialmente catalogado como “pasión de multitudes”. Ahora bien, las
implicancias y consecuencias de dicho apasionamiento parecen ser cada vez más
peculiares y a su vez, más ajenas al propósito recreativo original que toda actividad
deportiva conlleva. Por lo que hemos llegado a un punto de nuestra historia como
humanidad, en donde se nos invita a un replanteo acerca de la manera en la cual nos
encontramos abordándolo todo en nuestras vidas, incluyendo entonces nuestra
concepción y actitud para con el fenómeno futbolístico y cada uno de los pormenores
que de allí afloran.

Al contemplar dicho fervor predominando en nuestro ambiente actual, es asombroso


ver por ejemplo cómo en aquel momento en que gritamos “¡gol!”, un país entero se
alegra, todos tocamos bocinas y sonamos nuestras respectivas cornetas al unísono para
señalar nuestro ideal en común, sintiendo así una comunión casi perfecta durante ese
momento de aparente gloria inmaculada. ¿Pero cuánto perdura dicha algarabía?: En
aquel mismo momento en que dejamos de gritar “¡gol!”, esa supuesta felicidad
comienza gradualmente a desvanecerse y así comenzamos a adentrarnos en un nuevo
estado de incertidumbre. Y qué decir si nuestro equipo contrario hace un gol:
Automáticamente nuestra gloria pasada quedará sepultada en el olvido.

En la obra "Esse Est Percipi", su autor menciona que "la idea que haya uno que gane y
que el otro pierda me parece esencialmente desagradable; hay allí una idea de
supremacía y de poder, que me parece horrible". Así, el encarar cualquier actividad
sobre la base de amigos/enemigos de inmediato me invita a alegrarme por la derrota
ajena, todo lo cual atenta esencialmente contra la conexión universal que a todos
debería unirnos. En contraste existen ejemplos tales como el palín, antiguo juego
mapuche en donde cada vez que uno de los equipos hacía un gol, ambas partes
celebraban el acontecimiento con alegría, sin sentir que ello representaba pérdida
alguna para nadie: Es sólo si llegamos a concebir la práctica deportiva en estos
términos, que lograremos conectarnos con el ingrediente saludable que acompaña a
toda acción recreativa; si en cambio preferimos aferrarnos a una falsa noción de la
identidad (en donde nos dividimos y alejamos mutuamente al considerarnos parte de
distintos países y/o equipos) entonces el precio a pagar será que un día como hoy o
cualquier otro, millones de personas se encuentren innecesariamente abatidas y otras a
su vez innecesariamente alegres, cada cual por las razones equivocadas.

El fútbol ha llegado a ser considerado por muchos como un deporte hermoso y


entretenido, pero sus múltiples y cada vez más delicadas repercusiones a nivel
emocional y psicológico entre sus seguidores nos llevan a cuestionarnos qué tan
presente se halla el componente deportivo allí, y en lugar de ello qué tanto se
encuentran predominando otra serie de intereses de índole social, político, publicitario
e incluso religioso. Pues en tal caso, el fútbol (como cualquier otra actividad humana
en verdad) no será más que otro negocio de entretenimiento, alienante y fetichista, que
potencie una identidad provincial con competencias compradas, ídolos desechables y
fanáticos victimizados, así como toda una serie de compulsiones triunfalistas en donde
miles de adeptos quedarán consumidos por la esperanza de volverse los mejores, por
encima de los demás. Mientras estos elementos predominen, como una perfecta excusa
para afianzar aún más nuestro ego, entonces naturalmente poco y nada quedará allí de
un acontecimiento sano y constructivo.

Otro punto a considerar, es el lograr vislumbrar cómo el sistema actual de consumo


que impera en nuestra sociedad moderna plantea de manera estratégica, a modo de
“postre”, toda una serie de acontecimientos cada cierto tiempo, con el propósito de
darnos un pequeña inyección de adrenalina y aparente alegría en medio de tantas
derrotas a las que se nos intenta someter; en donde sintamos una renovación, frescas
esperanzas de que “esta vez sí vamos a ganar y ser felices”. Nada muy diferente en
verdad a lo que desde siglos acontece en nuestra sociedad, y que en Roma llegó a
conocerse como panem et circenses: Pan y circo, o la perfección de la distracción.

En cuanto al contenido interno que acompaña a este tipo de sucesos, es increíble notar
cómo un amplio bagaje de sensaciones puede ser despertado allí, arrojándonos a un
interminable abanico emocional que, tarde o temprano, culmina siempre en algún tipo
de crisis. Y lo más paradójico de todo ello, es que somos seres capaces de experimentar
plenamente alegría, tristeza, ira y otros sentimientos en niveles realmente extremos y
desde ya concretos, pero todo ello muchas veces en relación a conceptos demasiado
abstractos y poco sustanciales, tales como lo son la idea de pertenecer a un equipo o el
logro de “ganar una copa” y demás aparentes adquisiciones que si nos detenemos a
analizarlas por un momento, no representan ningún valor que pueda acompañarnos
permanentemente y por ende, llenar nuestra vida. Aún así, pese a que todo ello no
representa en sí algo permanente y real al mismo tiempo sí simboliza todo ello,
actuando como un claro indicador de aquello que se encuentra en el trasfondo
esperándonos y llamándonos, y de cómo nuestro ser se halla en verdad en un sediento
estado de búsqueda, necesitando dar con semejante sustancia, la cual tenga el
potencial de satisfacer nuestras más profundas e íntimas demandas. Pues haciendo un
análisis puramente objetivo, ¿qué valor intrínseco posee un gol, una copa más o una
menos, otro triunfo u otra derrota?

En relación a esta última pregunta es interesante entonces que nos preguntemos qué
representa simbólicamente este grito de “gol”, tan sagrado para miles. ¿Cuál es la
búsqueda, el anhelo invisible que yace detrás de esta expresión tan venerada?: Como
seres sensibles, naturalmente siempre deseamos la felicidad, la victoria por sobre lo
negativo. No podemos evitar en lo más profundo de nuestro ser correr detrás de algún
tipo de victoria, de lograr sentir que estamos triunfando. Pero a este respecto debemos
aprender a ir más profundo y solo así conocer cuál es la verdadera victoria, y de qué
manera podemos real y finalmente alcanzar el triunfo sobre todo aquello que
posiblemente nos haga sentir derrotados y fracasados en nuestro día a día; y esta
necesidad debe ser satisfecha de una manera substancial y no externa. De esta forma,
que una esfera atraviese tres palos (o en otras palabras, que se haga un gol) se vuelve
toda una simbología que representará nuestra necesidad de acercarnos (y de hecho
adentrarnos por completo) en aquel mundo de emociones y experiencias que llenen
nuestro ser de genuinas conquistas, así como el balón entra dentro del arco y
representa todo un acercamiento a algún tipo de victoria final.

El más antiguo y revelador tratado sobre el Yoga es conocido como el Bhagavad Gita,
y allí se nos informa que debido a una carencia de verdadero conocimiento espiritual,
algunas almas se encuentran fuertemente dominadas por una tendencia hacia lo
temporal, identificadas con la materia y sus diversos derivados y expansiones. Y de allí
es que emerjen cada una de estas falsas nociones de pertenecer a un determinado
grupo, país o equipo y por ende a ver al otro como un enemigo, rival y así comenzar a
separarnos, alejarnos y dividirnos, quedando el alma más y más lejos de una visión
holística en relación a la raza humana, qué decir de otras especies y muy en especial la
mismísima divinidad, con quien cada uno de nosotros nos encontramos en verdad
conectados desde siempre (y por siempre) a través de un dulce vínculo de afecto.

No podemos vivir sin una identidad, sin ser alguien, sin sentirnos parte de un grupo o
de un interés en común, sin adorar o venerar a algo/alguien. Tampoco podemos vivir
sin sentir que logramos algo positivo en nuestra vida, que adquirimos algo que da
pleno sentido a cada uno de nuestros momentos. Todo ello es perfectamente
entendible pues forma parte de nuestra naturaleza innata, y justamente es debido a
esto que debemos aprender con urgencia cómo satisfacer dicha búsqueda en la
dirección apropiada.

Así, que nuestro equipo haya ganado incluso por goleada no representa en verdad
algo muy distinto a que hubiese perdido: Ambas serán dos caras de una misma
moneda (la dualidad ilusoria) ya que en el plano temporal, el triunfo de hoy es la
derrota de mañana. De esta manera, aprendamos entre todos a elevarnos
gradualmente por encima de las poderosas corrientes de lo relativo, para así algún día
llegar a vernos arrastrados por la más poderosa y alegre de todas las corrientes: El
dulce y eterno amor divino.

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