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Introducción
Las características del viejo paradigma versus nuevo paradigma son: definir el transporte en
función de la movilidad en transporte privado frente a la movilidad con el objetivo de mejorar
la accesibilidad (a bienes, servicios y actividades), considerar los modos basados en el coche en
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vez de todos los modos, planificar el uso del suelo con bajas densidades dependientes del
automóvil en vez de hacerlo con procesos de urbanización más compactos, mixtos y
multimodales, expandir sin criterio las infraestructuras en vez de mejorar la movilidad.
Las medidas para tal transformación de paradigma se podrían basar en ampliar y diversificar
las opciones del usuario/consumidor (mejorando los modos de movilidad a pie, bicicleta,
transporte público, compartir coche, precios asequibles de la vivienda en áreas más
accesibles), aumentar la eficiencia en precios (pagando los costes marginales del uso de las
infraestructuras de transportes), mejorar la planificación del transporte (financiando los modos
más efectivos en costes) y aplicar políticas de uso del suelo (evitando el exceso de dispersión y
las bajas densidades residenciales).
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Razones para la gestión de la movilidad
Siguiendo a Litman (2009a), hay cuatro razones que justifican la gestión de la movilidad: la
propia gestión proporciona una guía para la toma de decisiones en materia de política y
planificación de los transportes, una adecuada gestión resuelve problemas y promueve
soluciones, ayuda a anticiparse a futuras demandas de movilidad y muchas estrategias de
gestión de la movilidad son reflejo de los principios de mercado y facilitan un sistema de
transporte más eficiente.
Es evidente que las decisiones a corto plazo tienen que ser consistentes con los objetivos de
largo plazo, pero está claro que en materia de transporte muy frecuentemente sucede lo
contrario, lo que redunda en ineficiencias. Sucede, por ejemplo, que la expansión de la oferta
de carreteras o la de aparcamientos para reducir la congestión del tráfico induce una mayor
utilización de los vehículos privados, el incremento del número de accidentes, la congestión de
los propios aparcamientos, un mayor consumo de energía y de las emisiones contaminantes a
la atmósfera y, finalmente, un mayor volumen de tráfico privado y de la congestión. Por tanto,
hay que tener en cuenta- por ser casi siempre olvidadas por el cortoplacismo de nuestras
administraciones- todas las decisiones que afectan a la actividad del transporte. Tanto las
decisiones relativas a las políticas de transporte (precios de los combustibles, peajes, oferta y
diseño de viarios/aceras, oferta de cantidad y calidad de transporte público) como las relativas
a los usos del suelo (localización de servicios, empleos, residencias, densidades, diversificación
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de actividades, oferta y precios de los aparcamientos y urbanismo), porque influyen
decisivamente en la movilidad1.
Un sistema de transportes eficiente, de acuerdo con la teoría económica, debe satisfacer las
preferencias de los consumidores en el sentido de que puedan elegir los modos de transporte
de acuerdo a sus necesidades, un sistema de precios que cubran todos los costes marginales
de la oferta de transporte (a menos que una subvención esté justificada) y la neutralidad
económica que evite un sesgo a favor de unos modos y en contra de otros. Ocurre, sin
embargo, que las actuales políticas de transporte distorsionan el mercado de manera que
aumentan los viajes en vehículos privados más allá del óptimo económico, porque ofrecen
limitadas alternativas al coche, los costes de éstos son fijos y externos, la planificación de los
1
La gente que vive o trabaja en lugares en los que necesita coche lo utiliza entre un 40-60% más y confía
menos en modos alternativos que la que vive o trabaja en localizaciones más multimodales (Ewing et al.,
2007, citado por Litman, 2009a).
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transportes favorecen al automóvil y el urbanismo se basa en el crecimiento de zonas de baja
densidad.
5
¿Movilidad óptima?
Los precios eficientes son aquellos que cubren los costes marginales y, en una actividad como
la de la movilidad, con costes externos, los precios son inferiores a los costes marginales y
requieren un impuesto especial para conseguir la eficiencia en precios. Los consumidores con
frecuencia creen que se benefician de los viarios y aparcamientos gratis, pero en realidad no
son gratis, porque los pagan vía mayores impuestos. El pago indirecto a través de impuestos
puede implicar mayores costes externos en forma de congestión, de modo que se podría
plantear la elección entre pagar indirectamente por una movilidad congestionada o
directamente por una movilidad no congestionada. Si se sigue la vía del pago directo pueden
reducirse los viajes motorizados, los costes de congestión y otros (accidentes, parking y
contaminación).
Hay tres tipos de costes de transporte: costes variables internos (soportados directamente por
los usuarios y basados en la cantidad de uso del automóvil), costes fijos internos (soportados
directamente por los usuarios pero no basados en la cantidad de uso del automóvil) y costes
externos (costes impuestos sobre otros). Los estudios realizados sobre el montante de estos
costes del automóvil muestran que aproximadamente la mitad son variables internos, un
cuarto fijos internos y otro cuarto externos (VTPI, 2006). Luego, en torno a la mitad de los
costes de un vehículo son externos y fijos internos, es decir, pueden ser ineficientes
(congestión, carreteras, accidentes, aparcamientos, contaminación, combustibles)
provocando distorsiones de mercado2.
Los precios óptimos de la congestión deben medir los retrasos de tiempo que unos
automovilistas provocan a otros (automovilistas y no automovilistas-ciclistas, peatones,
autobuses) (Vermeulen et al., 2004). Los precios óptimos de las carreteras requieren que los
2
Por ejemplo, las subvenciones a los aparcamientos fuerza a los que tienen un número inferior a la
media de coches a subvencionar a los que tienen un número superior o los seguros fijos son ineficientes
porque no reflejan los costes (accidentes) que aumentan con los viajes por vehículo y año, lo que
incentiva a un mayor número de viajes y a aumentar los costes externos.
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viajeros motorizados paguen directamente los costes de las carreteras, medido por el peso de
los vehículos y las distancias recorridas (Van Essen et al., 2004). Los precios óptimos de los
accidentes deben incluir los costes que los usuarios de unos vehículos provocan en otros
usuarios y que no son cubiertos totalmente por los actuales seguros (VTPI, 2006). Por una
razón y es que los seguros no tienen suficientemente en cuenta los km recorridos, que influyen
directamente sobre los accidentes y los costes de los mismos. El precio óptimo correspondería
a aquél que paga en función de la distancia recorrida, así como ya se tiene en cuenta la edad
del conductor, el historial del mismo o la clase de vehículo. En todo caso, conducir más km
implicaría pagar en la misma proporción más seguros.
El precio óptimo de los aparcamientos debería ser suficiente para recuperar los costes de
construcción y funcionamiento de los mismos, incluyendo los impuestos sobre el inmueble. Los
precios deben ser variables según la ocupación, la localización y el tiempo de aparcamiento
(Shoup, 2005). El precio óptimo de las emisiones contaminantes debe incluir los costes sobre
el aire y el agua, así como los relativos al ruido producido, que se calcula normalmente sobre la
base de la distancia recorrida (Sevigny, 1998). El precio óptimo de los combustibles debe tener
en cuenta el coste del efecto invernadero y el carácter de no renovable del recurso que
afectará a la sostenibilidad económica a largo plazo y a las generaciones futuras. En suma, con
los precios óptimos, los consumidores internalizan los costes previamente externos, lo que
puede provocar cambios en los comportamientos de los mismos. Estos cambios de
comportamiento pueden consistir en sustituir la conducción (las horas más congestionadas por
las horas menos congestionadas), las rutas (para evitar peajes), los modos (el transporte
privado por el público), los destinos (de las áreas con precios a áreas sin precios) y los
aparcamientos (los más caros en los centros de las ciudades por los más baratos en la
periferia). Los precios óptimos pueden incluso influir sobre los usos del suelo, creando más
demanda hacia las áreas más y mejor dotadas de transporte público.
La elasticidad del transporte privado con respecto a los precios es, según estudios
internacionales (Litman, 2004) de -0,10 en el corto plazo y de -0,30 en el largo plazo, de modo
que un incremento en el precio del 10% reduce los viajes en transporte privado en un 1,0% en
el primer año y un 3% en varios años, aunque estos valores pueden variar dependiendo de las
condiciones (opciones alternativas de transporte, personales-personas jóvenes o personas
mayores-, tipo de viajes-con pesos o sin pesos-). En entornos urbanos, en los que los costes de
congestión y aparcamiento son mucho mayores, los costes externos también lo serán.
Concretamente, se ha estimado que el pago de tales costes por los usuarios puede reducir en
un 20% el número de km por vehículo y año y los costes externos entre un 40-60%.Y en el
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largo plazo, los consumidores responden frente a combustibles más caros adquiriendo
vehículos más eficientes en el consumo de energía.
En efecto, las actuales condiciones de mercado muestran que existen facilidades para la
adquisición de vehículos (sobre todo, en la presente situación de crisis económica), los modos
alternativos de movilidad (especialmente, a pié y en bicicleta son peligrosos) y el transporte
público resultan unas veces incómodos y otras inconvenientes, todos los usuarios sufren la
congestión del tráfico incluidos los que comparten el vehículo con más ocupantes y el
transporte público (que congestiona menos que los vehículos de un solo ocupante), el
aparcamiento es pagado a veces indirectamente (vinculado a la residencia), es gratuito o
subsidiado para aquellos “commuters” que así no se ven incentivados a elegir modos
alternativos de movilidad y, en fin, la localización de las nuevas urbanizaciones y oficinas son
dependientes del automóvil.
Ciertamente, en las pasadas décadas, podrían estar justificadas las políticas de transporte y
urbanísticas que favorecían el transporte privado para conseguir economías de escala en la
utilización de los vehículos y en el uso de las infraestructuras, pero una vez que esos sistemas
están saturados, sesgos como los mencionados dejan de tener una justificación razonable y
las políticas que favorezcan los modos alternativos de movilidad deben pasar a un primer
plano para lograr optimizar la diversidad de los sistemas de transporte.
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para compensar los pasados sesgos a favor de este último modo y para lograr nuevas
economías de escala en los modos alternativos.
Los estudios realizados (Johnston, 2006) indican que las reformas llevadas a cabo en varias
áreas metropolitanas de Estados Unidos (Atlanta, San Francisco, Baltimore, Portland, entre
otras) y en Europa (Helsinki, Bilbao y Nápoles), tratando de maximizar la eficiencia en costes y
el excedente del consumidor, han permitido reducir el número de km de viaje en vehículos
privados de un 10 a un 20% comparado con los escenarios tendenciales (que extrapolan el
crecimiento del empleo, las viviendas y los servicios de los viarios). Las reformas se centraron
en reformas de precios (pagos por el uso del viario y los aparcamientos), aumentos de la
inversión en modos alternativos (bus-baos y cercanías) y políticas urbanísticas de densificación
residencial y ocupacional que mejoran la accesibilidad al transporte público.
Los estudios de casos de éxito (success stories) (VTPI, 2006) muestran que programas dirigidos
a la mejora del transporte público y a la reducción de la movilidad casa-trabajo, el marketing
individualizado de la información sobre transporte público, el carsharing, el transporte a los
campus universitarios y las reformas impositivas que disuaden a las empresas de la
adquisición de coches de empresa redujeron la movilidad de un único ocupante en
proporciones considerables, entre un 10 y un 30% 3 .
Las reformas en la política urbanística o de usos del suelo influyen decisivamente sobre la
movilidad: usos del suelo dispersos, extensos y difusos elevan la movilidad en transporte
privado; por el contrario, usos del suelo más compactos y densos reducen la movilidad en
automóvil. En consecuencia, el número de viajes que los consumidores están obligados a hacer
es mucho mayor que el que deberían si la política urbanística fuese más eficiente y neutral.
Además, hay estudios que muestran que las familias preferirían zonas residenciales más
3
La reducción de los viajes fueron al centro de Washington (Bellevue) del 81% en 1990 a 57% en 2000 y
en Boulder del 56% en 1995 al 36% en 2005 y se multiplicó en más de dos veces el transporte público
pasando de un 15% a un 34%, una buena información sobre el transporte público redujo los viajes en
coche entre un 5-15% en varios barrios, el carsharing redujo la distancia recorrida en automóvil entre un
20-60%, la política de transporte a los campus universitarios que utilizó la gestión del aparcamiento en
destino y descuentos en transporte público redujo los viajes en coche en un 10-20% y las políticas
impositivas hacia las empresas en materia de uso de coches propios redujo en un 2,4% la distancia
recorrida por los mismos (IEEP, 1999, citado por Litman, 2009b).
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multimodales si dispusieran de buenas centros escolares, condiciones de seguridad y
reconocimiento social (Smartraq, 2007).
Estas reformas son interactivas y no simplemente aditivas. Po un lado, los precios pueden subir
pero no disminuir en la misma proporción la reducción de los viajes de los automovilistas, de
modo que los efectos marginales de las reformas son decrecientes. Por otro lado, las reformas
pueden tener efectos sinérgicos (el efecto total es superior a la suma de los efectos parciales).
De ahí la importancia de implementar reformas integradas de diversas medidas.
En suma, las reformas que persiguen el óptimo de mercado, deben actuar simultáneamente en
a través de precios eficientes, mejores alternativas de movilidad, políticas más neutrales y
usos del suelo más compactos.
Los usos del suelo y la movilidad están estrechamente relacionados, en un sentido y en otro:
los usos afectan a la movilidad y viceversa. De ahí que convenga que exista una estrecha
combinación entre ambas políticas y que, por supuesto, se entiendan bien las relaciones entre
ambas.
4
Un índice urbano- combinación lineal de la densidad demográfica, mezcla de usos del suelo y
conectividad entre calles- que aumente un 10% reduce los viajes en vehículo privado en un 7% (CCAP,
2003 y 20008). El cambio de la oferta de empleos de zonas dependientes del automóvil a zonas
multimodales reduce el uso del automóvil entre un 10-20%.
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disminuyen el uso del automóvil y aumentan el de los modos alternativos; y, por el contrario,
las áreas más periurbanas o de baja densidad operan en sentido inverso. Conviene tener en
cuenta, además, que cada uno de estos factores opera en un sentido diferente: unos pueden
afectar a la distancia de los viajes, otros a la composición de los modos o a los tipos de viajes
(Litman, 2009c).
La accesibilidad regional, definida como el tiempo de viaje empleado por los usuarios para
desplazarse al lugar de trabajo y a los servicios, es un buen indicador de la movilidad de las
economías domésticas. Evidentemente, los usuarios que viven y trabajan alejados del centro
de la ciudad tienden a conducir considerablemente más km al año que si residieran en el
centro o su entorno. Dicho de otro modo, los residentes del extrarradio hacen más viajes,
desplazamientos más largos y emplean más tiempo en los mismos que los que residen en el
centro (Turcotte, 2008).
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La centralidad es la proporción del empleo concentrada en los centros multimodales (o CBD,
distrito centrales de negocios) de las ciudades. Tales centros reducen el número de viajes,
facilitan el uso del transporte público, los empleados en esos lugares tienden a viajar en
transporte público en mayor medida que los que trabajan en otras localizaciones dispersas y
tienden a viajar menos para realizar sus compras (Ewing, Pendall y Chen, 2002). Aunque, si el
empleo está excesivamente concentrado en el centro o CBD - centralidades fuertes- se
producen congestiones de tráfico relativamente intensas, aunque el uso de modos alternativos
haga disminuir los costes de congestión por habitante. En esas condiciones, los viajes casa-
trabajo son más largos en tiempo y distancia, de modo que muchos urbanistas proponen que
la fórmula más eficiente de uso del suelo sea tener un CBD con las oficinas principales y
centros comerciales en los alrededores de las ciudades (ciudades poli-céntricas) en las
proximidades de las áreas residenciales.
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El diseño/rediseño del viario y de las calles implica modificar el tamaño de sección de las
mismas (anchuras, plazas, aceras) y la gestión del tráfico (velocidades, semáforos, dobles o
direcciones únicas), lo que puede- si se hace adecuadamente- favorecer el uso de modos
alternativos al vehículo privado, aumentar los desplazamientos a pié o en bicicleta,
dependiendo en todo caso de las condiciones específicas de las ciudades o de diferentes áreas
de las mismas. Se ha estimado que una reducción de un 20% en la velocidad media del tráfico
disminuye los viajes en coche en un 10% en los primeros años y hasta un 20% en los años
siguientes y, al contrario, el aumento en un metro de la anchura de las calles duplica la
velocidad de 8 a 16 km por hora (DKS, 2002).
Los transportes no motorizados (a pié y en bicicleta) dependen del diseño de las calles
(conectividad), la cantidad y calidad de las aceras, los pasos de peatones, los carriles-bici, la
seguridad, los aparcamientos para bicicletas, entre otros, permiten aumentar el transporte
público, desde luego el no motorizado y reducir el transporte en coche. Se ha podido
demostrar que cada milla de carril-bici por 100.000 habitantes aumenta el número de
usuarios de la bicicleta en un 0,075% (Barnes y Krizek, 2005), los residentes que residen a
menos de un km de un carril-bici lo utilizan tres veces más para ir al trabajo que la media de la
ciudad (Morris, 2004) y la mejora de los desplazamientos a pié a las estaciones de autobuses
incrementa considerablemente su uso (Ryan y Frank, 2009). Esta parece ser la experiencia de
la ciudad de Austin en Tejas, en la que la mejora del entorno peatonal, residencial y comercial
en un sentido más amigable para los ciudadanos permitió reducir la movilidad en automóvil.
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muchas estaciones, si la accesibilidad a las grandes vías de comunicación es buena, si pueden
aparcar gratis en el puesto de trabajo y si los empleadores subvencionan los gastos de
aparcamiento o de peaje. Se ha podido comprobar que el efecto más poderoso en el uso del
transporte público lo detenta cercanías, de tal modo que un 10% de incremento en la oferta
de los mismos reduce en un 4,2% el uso del vehículo privado y disminuye mucho más las millas
recorridas por vehículo/persona/año que el autobús (Bento et al., 2005). Se ha comprobado
también que los residentes localizados a distancias a pié de las estaciones de metro conducen
un 30% menos en media o reducen un 45% el número de millas recorridas en coche que los
que no lo están (Goldstein, 2007).
El caso de Madrid
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Una vez rota la congestión inicial de la M-30 con la nueva orbital de la M-40 y las vías
radiales entre ambas se generaron nuevos problemas de congestión con crecientes
demandas de movimientos transversales (sobre todo, en los arcos sur y este) por los
nuevos desarrollos urbanísticos que no logran contener la orbital M-45 ni las radiales
de peaje (R2, R3, R4 y R5) y la M-50. Este sistema de transportes se ha hecho todavía
más complejo con las autopistas de peaje metropolitanas 5 , que aunque no
representan más que el 4% del total de la red de vías de gran capacidad, han tenido un
fuerte crecimiento (el número de km de las mismas entre 1999 y 2006 se ha
multiplicado por 8).
Los cambios de uso del suelo han sido intensos: incrementos muy elevados de la
superficie de suelo urbano en comparación con los aumentos demográficos, creación
de urbanizaciones dispersas y de baja densidad, crecimiento de los nuevos espacios
de oficinas en los entornos de la A-1 y A-6, localización de grandes empresas en la
proximidad de las grandes vías, al igual que las grandes zonas industriales y
comerciales.
Los centros comerciales y de ocio son los “principales motores de las nuevas
centralidades periféricas” (García Palomares, 2009, p. 181) en la corona
metropolitana, en estrecha relación con las redes de alta capacidad y puntos de
atracción de otras actividades terciarias.
Sin duda, la recesión actual está desacelerando el ritmo de ese proceso, pero las
tendencias demográficas no permiten ser optimistas, si no se implementa una estrategia
de gestión de la movilidad. Estas proyecciones de la población madrileña en el periodo
2002-2017 del Instituto de Estadística de Madrid muestran que la región va a seguir
creciendo hasta 1,7 millones de habitantes más, aunque de modo desigual por zonas
(Cuadro 1). Ese crecimiento se distribuye, en términos absolutos, en primer lugar, en las
5
Son la M-12, M-31, M-13 o la AP-41 del Ministerio de Fomento, a las que hay que
añadir las vías desdobladas no de peaje (M-108, M-147, M-500, M-501, M-511 y M-
607) de titularidad de la Comunidad de Madrid.
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coronas metropolitanas, seguido por los municipios no metropolitanos y el municipio de
Madrid.
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A partir de los datos del Cuadro 1, puede calcularse que el municipio de Madrid representaría ya en
2017 menos de la mitad de la población (48,3%) de la Comunidad, las coronas metropolitanas (36,8%) y
los municipios no metropolitanos (14,9%).
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Reflexiones finales
Una primera idea que surge del relato anterior es que las actuales distorsiones del mercado
generan, desde un punto de vista económico, una movilidad excesiva. Los actuales niveles de
uso de los vehículos privados no reflejan las preferencias de los consumidores. Si le preguntara
ahora mismo al auditorio si desearía conducir más, seguramente respondería que no. En un
mercado con una movilidad más eficiente, los usuarios esperarían/desearían conducir menos,
usar más modos alternativos de transporte al privado y elegir zonas de la ciudad más
accesibles al transporte colectivo.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que los efectos de los usos del suelo sobre la
movilidad son acumulativos y sinérgicos. Existe una elevada correlación entre la densidad de
población, la urbanización del territorio, la disponibilidad de áreas multiusos de empleo y
servicios, la conectividad de los viarios, la accesibilidad al transporte colectivo y un urbanismo
compacto y “amigable”, de manera que parte o todos de esos factores están presentes en los
efectos sobre la movilidad (en términos de menor uso del vehículo privado y mayor del
transporte colectivo, la reducción del número de viajes, el desplazamiento a pié o en
bicicleta), pudiendo multiplicarlos si se interviene coordinadamente. Por tanto, las
actuaciones sobre los usos del suelo deben guiarse por criterios globales e integrados,
tratando de evitar actuaciones parciales o simplemente sectoriales. Además, conviene
advertir que la densidad es únicamente uno de los factores que afecta al comportamiento de
la movilidad, lo que implica que las políticas de usos del suelo integradas pueden aplicarse a
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áreas urbanas, suburbanas e incluso rurales como pueden ser muchos de los municipios no
metropolitanos de Madrid.
La reforma del mercado de trabajo debería dirigirse a incrementar la movilidad geográfica del
trabajador7, por medio de la mayor flexibilidad de entrada y salida del puesto de trabajo (lo
que implica la superación de la actual dualidad entre trabajadores fijos y temporales, con la
contratación indefinida -FEDEA, 2009b- y la contratación a tiempo parcial), establecer un
seguro de desempleo incentivador de la búsqueda de empleo, facilitar la libertad horaria de los
trabajos y la conciliación de la vida personal y laboral, incentivar el teletrabajo y las tareas por
objetivos, fomentar políticas de formación permanente y multifuncionales para adaptar los
trabajadores a los perfiles profesionales de los puestos de trabajo y, en fin, promocionar las
agencias de intermediación que faciliten la recolocación o el paso de de los trabajadores de un
puesto de trabajo a otro.
Aparte de las políticas anteriores, podrían utilizarse otras que acercaran la vivienda al puesto
de trabajo y viceversa, pero son estrategias diferentes vinculadas a las políticas de uso del
suelo ya señaladas, que tienen que ver con el llamado “mix” de actividades diversas; esto es,
combinar usos residenciales con usos económicos y productivos. En ese nuevo contexto socio-
económico, los usuarios del transporte podrían verse favorecidos para flexibilizar sus actuales
condiciones de vida y trabajo, pudiendo adoptar decisiones más racionales de movilidad.
7
La movilidad inter-empresarial del trabajador fijo es baja porque pierde los derechos del actual coste
de despido y la del trabajador temporal también es baja porque se enfrenta a una gran incertidumbre
vinculada al despido tras haber alquilado una vivienda y trasladado a la familia (De la Dehesa, 2009).
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Por último, y terminamos, debe tenerse en cuenta el Plan de Cercanías de Madrid 2009-2015,
inscrito en el PEIT 2005-2025, cuyo objetivo es mejorar la movilidad urbana y metropolitana,
con la segregación de vías para mercancías y la construcción de 25 nuevas estaciones y cinco
intercambiadores y la ampliación de la capacidad de la red actual (eje transversal este-oeste,
línea Chamartín-Barajas T-4, prolongación de líneas hacia el norte-Colmenar-Soto del Real,
Alcobendas-San Sebastián-Algete-San Agustín de Guadalix, prolongación de líneas hacia el sur,
variante Majadahonda- Las Rozas, extensión Villaviciosa y Mejorada del Campo). Este Plan es
una necesidad porque la estructura actual de la red no cubre los nuevos desarrollos urbanos
de los municipios de la corona metropolitana y debe aumentar la cobertura poblacional en
congruencia con los datos mostrados en el Cuadro 1.
El anterior Plan deberá complementarse con las actuaciones relativas a la ampliación 2007-
2011 de la red de transporte público que constituye la primera fase de una estrategia de la
Comunidad de Madrid con horizonte 2020 para intervenir en los corredores de mayor
demanda y en el resto establecer otras soluciones (tren-tram, Metrobús o Metro ligero) que
pueden ser más eficientes y de más fácil integración en el entorno urbano. En este sentido, no
debería abandonarse la idea de los carriles BUS-VAO en las autovías de acceso a Madrid, los
carriles bus en las carreteras transversales y los intercambiadores con el Metro, que prioricen
los autobuses en las hora-punta y limiten la afluencia de vehículos privados (Iranzo e Izquierdo,
2007).
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