Está en la página 1de 238

Reinhard Brandt

Immanuel Kant
Política, Derecho
y Antropología

biblioteca de
signos
deparlamento de filosofía H j ™ pLA ZAYVALDÉS
csh/uam/iztapalapa »
einhard Brandt es hoy uno de los estudiosos más destacados de la obra
R de Im m anuel Kant en el m undo. Brandt estudió Lenguas Clásicas
(Griego y Latín) y Filosofía en M arburgo, M unich y París. En el año de 1965
realizó su Disertación Doctoral con un trabajo sobre la Doctrina Aristotélica
del Juicio y desde el año de 1972 se desem peña como Profesor de Filosofía en
la Universidad de M arburgo. Brandt ha tenido una intensa actividad acadé­
mica en Caracas, Bloomington, Bielefeld, Padua, Venecia, Halle, Canberra,
M unich, Roma (Roma III) y en la Ciudad de México. En el año de 1982 funda
en la ciudad de M arburgo el Kant-Archiv al lado de W erner Stark, con quien
ha desarrollado desde 1987 un intenso y brillante trabajo de edición de las
Kant-Forschungen. En los diez volúm enes editados hasta ahora se han tratado
en ellas diversos aspectos de la vida y obra de Kant con rigor y profundidad,
constituyéndose así en un punto de referencia obligado en la investigación en
torno al filósofo de Kónigsberg. La actividad editorial de Reinhard Brandt
incluye, además, la reciente edición del volum en XXV de la edición de la
Academia de las obras de Kant. Por lo demás, Reinhard Brandt ha editado y
dedicado varias publicaciones propias a la Filosofía de la Ilustración, a la
Filosofía del Derecho al igual que a la Historia del Arte y a la Estética.
A lgunos de los artículos reunidos en este libro fueron presentados en el
marco del Seminario La Filosofía Política de K ant que R einhard Brandt
im partiera en la Línea de Filosofía Política del Posgrado de H um anidades
de la U niversidad Autónom a M etropolitana-lztapalapa en el mes de julio
de 1999. Este Sem inario form a parte del Programa Académico Filosofía
Práctica: Tradición y Crítica que el Posgrado en Humanidades (Línea de
Filosofía Política) de la U niversidad Autónom a M etropolitana-lztapalapa
en colaboración con el Deutscher Akadem ischer A ustauschdienst (DAAD,
Servicio Alem án de Intercam bio Académico) y el Instituto G oethe de Méxi­
co llevan a cabo desde el año de 1999. En el marco de este Programa se cuen­
ta con la participación de docentes de U niversidades alem anas de diversas
orientaciones filosóficas interesados en los problem as relativos a la praxis
hum ana en diversos niveles, a sus condiciones de articulación, a sus pará­
m etros norm ativos, a su marco institucional y a su crítica.

M
Can ttmt» ai tvnpo
GOETHE
INSTITUI
O
S e rv ic io A lem án de In tercam bio A cad é m ic o

ISBN 9 6 8 -8 5 6 -8 5 1 -

9789688 568514
IMMANUEL KANT:
Política, Derecho y Antropología

Reinhard Brandt

GOETHE /¿ | O
Q aH
Cita t e t a dtampo
INSTITUI \ | ¡ ^
ta r r id o Atamán 0* lntarc«mbio Académico
Diseño de portada: Plaza y Valdés, S. A. de C.V.

Immanuel Kant: Política, Derecho y Antropología

Primera edición: enero de 2001

© Reinhard Brandt
© Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa
© daao. Servicio Alemán de Intercambio Académico
© Instituto Goethe
© Plaza y Valdés, S.A. de C.V.

Derechos exclusivos de edición reservados para


todos los países de habla hispana. Prohibida la
reproducción total o parcial por cualquier medio
sin autorización escrita de los editores.

Universidad Autónoma Metropolitana


Av. Michoacán y La Purísima
Col. Vicentina, Iztapalapa, C.P. 09340

Editado en México por Plaza y Valdés, S. A. de C. V.


Manuel María Contrcras núm. 73, Col. San Rafael
México, D.F., C. P. 06470 Tel. 5705-56-46
E-mail: editorial@plazayvaldes.com.mx

ISBN: 968-856-851-1

Impreso en México
Printed in México
ÍNDICE
Prólogo
Gustavo L e y v a ............................................................................. 9

K ant en K ó n ig sb e rg ................................................................... 43
I. Las sedes de la Ilustración E u ro p e a ............................... 46
II. K ónigsberg: La ciudad. La escuela, La U niversidad . . . 51

1. La C iu d a d ........................................................................... 51
2. La E s c u e la ......................................................................... 63
3. La U n iv e rsid a d ............................................................ 68
4. ¿La I g le s ia ? ....................................................................... 75

III. K ant en K ó n ig sb e rg ........................................................... 75

1. La cultura de la le ja n ía ................................................... 75
a) “El cielo estrellado sobre nosotros” ...................... 75
b) Hom bres en la le ja n ía ............................................... 87
2. C ultura de la c e rc a n ía ..................................................... 90
3. Técnica y p ro d u c c ió n .................................................... 92
4. L ibertadores personales en la c o rp o ra c ió n ................. 100

Sobre la Filosofía Política de K a n t........................................ 105


I. A tenas; M ons r e a l is ............................................................... 108
II. Estaciones en la formación política del juicio de K a n t. . . 119
III. El prim ado del d e re c h o ...................................................... 135
B ib lio g ra fía .......................................................................... 149

Persona y C o s a ............................................................................. 153


El jus omnium in omnia et omnes de Hobbes y la Teoría
kantiana de la posesión del arbitrio de otra persona en el
c o n tr a to .......................................................................................... 153
I. H obbes “ Ius Om nium in om ania et om nes” ..................... 154
II. El derecho contractual ( Vertragsrecht) de Kant:
¿una posesión de cosas (Sachbesitz) del arbitrio
de otra p erso n a?......................................................................- . 168
1. El problem a siste m á tic o ................................................. 168
B ib lio g ra fía ............................................................................. 193

La idea rectora de la A ntropología K antiana y


la determ inación (Bestimmung ) del H o m b re ....................... 197
I. La idea rectora de la antropología en sentido
pragm ático de K a n t................................................................ 197

II. La determ inación del h o m b re ............................................ 207


B ib lio g ra fía ............................................................................. 219

El desafío de Kant ante la pena de m uerte para los duelos


y el in fa n tic id io ........................................................................... 221
PRÓLOGO

N a c i d o en el año de 1937. Reinhard Brandt es hoy uno de los


estudiosos más destacados de la obra de Immanuel Kant en el mun­
do. Brandt estudió Lenguas Clásicas (Griego y Latín) y Filosofía en
Marburgo, Munich y París. En el año de 1965 realizó su Disertación
Doctoral con un trabajo sobre la Doctrina Aristotélica del Juicio y
desde el año de 1972 se desempeña como Profesor de Filosofía en
la Universidad de Marburgo. Brandt ha tenido una intensa actividad
académica en Caracas, Bloomington, Bielefeld, Padua, Venecia,
Halle. Canberra, Munich, Roma (Roma III) y en la Ciudad de Méxi­
co. En el año de 1982 funda en la ciudad de M arburgo el
Kant-Archiv al lado de Wemer Stark, con quien ha desarrollado
desde 1987 un intenso trabajo de edición de las Kani-Forschungen
que. en sus 10 volúmenes editados hasta ahora, se han ocupado de
diversos aspectos de la vida y obra de Kant, constituyéndose así en
un punto de referencia obligado en la investigación en torno al filóso­
fo de Kónigsberg. Su actividad editorial incluye, además, la reciente
edición del volumen XXV de la edición de la Academia de las obras
de Kant. Por lo demás, Reinhard Brandt ha editado y dedicado va­
rias publicaciones propias a la Filosofía de la Ilustración, a la Filosofía
del Derecho al igual que a la Historia del Arte y a la Estética.11

1 Víanse, entre otras, las siguientes obras: Dw Inierprvlution philosophisclier


H'erke, Stultgarl-Bad Cannslall. 1984. D'Artagnan uncí die Urtvilstqfel. Ein
10 Gustavo Ley va

En los trabajos que ahora presentamos al lector en español,2


Reinhard Brandt se ocupa de diversos aspectos relacionados con la
vida y obra de Kant. En el primero de ellos, Kant en Kónigsberg,
Brandt se propone establecer una relación entre la ciudad de
Kónigsberg, las instituciones académicas en donde se forma el indi­
viduo llamado Immanuel Kant, con ciertos elementos de la filosofía
y la concepción del mundo del filósofo autor de la Kritik der reinen
Vernunft. No se trata tanto de considerar a la vida, a las institucio­
nes y a las condiciones sociales que rodearon a Kant como factores
determinantes en su reflexión filosófica -com o tal vez pretendería
una sociología del conocimiento de corte tradicional- sino más bien
de adoptar una posición interm edia que se resiste a com prender
a la teoría com o un mero efecto determ inado por condiciones
sociales y culturales, pero que, al m ism o tiempo, tam poco la con­
sidera com o una entidad com pletam ente autónom a del plexo
cultural y social en el que surge. Se trataría, pues, m ás bien de
delinear un estado de oscilación epistem ológica en el m odo de lo
“no casual”, de lo “sintom ático”, que establezca condiciones ne­
cesarias -au n q u e no su ficien tes- que perm iten hacer inteligible
el surgim iento de la filosofía kantiana.
En esta suerte de “sintom atología de la teoría” llam a la aten­
ción el que, com parado con otros centros de la Ilustración europea
com o Edim burgo, G lasgow , París o Berlín - o incluso con H alle,
G otinga o M ilán-, la ciudad de Kónigsberg muestra una serie de
características peculiares. En efecto, ciertamente es común a todos
estos centros el ejercicio de la crítica y el desarrollo de la Teoría del
Conocimiento, de la Filosofía práctica, lo mismo que de la Filosofía

Ordnungsprinzip der europñischen Kullurgescliichte (1 ,1 , i / 4), 2. Aufl. München,


1998; D ie W irklicltkeit des Bildes / Sellen und Erkennen - Vom S piegel zum
Kunslbild, München, 1999; K ritischer Kommentar zu Kants Anthropologie ¡n
pragmatischer Hinsicht, Hamburg, 1999 ( - Kanl-Forschungen Bd. 10) y Philosophie
in Bildern. Fon Giorgione bis Magritte, KOln. 2000. El lector encontrará al fina!
de este Prólogo una lista más detallada de las publicaciones de Reinhard Brandt.
2 Con excepción del trabajo El Desafio de Kant ante la Pena de Muerte para
los Duelos y el Infanticidio, todos los escritos que se recogen en este volumen son
inéditos en espaflol. Véase a este respecto la Nota Editorial que colocamos al final
de este Prólogo sobre la traducción de los textos que aquí se presentan.
Prólogo 11

de la Religión o de la Estética. No obstante, a diferencia de lo que


acontece en Francia o en Escocia, en Kónigsberg no es posible en­
contrar, por ejemplo, una ciencia de la historia ni tampoco una ciencia
de la sociedad en la figura que la Sociología o la Economía habían
dado a ésta en los centros de la Ilustración escocesa. Así, la re­
flexión de Kant sobre la historia asumirá la forma de una “ Idea para
una historia universal en sentido cosmopolita”, según reza el título de
su obra de 1784. No se encuentra aquí, sin embargo, un interés en
los hechos históricos reales y en sus conexiones. No hay en Kant,
pues, como se podía encontrar aun en Gassendi o en Leibniz, un
interés específico en las fuentes históricas. Estas peculiaridades de
Kónigsberg habrían de tener efectos también en el modo en que
Kant comprende, por ejemplo, a las matemáticas y a la ciencia
natural, pues, recuerda Brandt, en ninguna de estas dos discipli­
nas es posible encontrar en K ónigsberg colegas a la altura de
Kant, por lo que éste carecerá de una suerte de instancia acadé­
mica que perm ita ponderar y actualizar sus afirm aciones en torno
a los resultados científicos alcanzados en estas dos disciplinas.
En K ónigsberg no es posible encontrar tam poco esa suerte de
reconocim iento de sí mismo a través de la m irada del otro, de las
otras culturas, lo que no deja de resultar sorprendente si se pien­
sa en el interés que pensadores a quienes Kant tenía en gran
estim a, com o Leibniz o Wolff, tenían por culturas no-europeas
com o la china. En aquel m om ento era posible detectar en ciertos
sectores de la intelectualidad europea un interés por las culturas
fuera del continente - y los relatos de viajeros y cronistas sobre
los estragos que había traído la colonización de Am érica en par­
ticular, eran ya conocidos en aquel m omento en los sectores
ilustrados de Europa. No obstante, la cultura por la que Kant
orienta sus reflexiones y a la que coloca en el plan de la natura­
leza es en todo momento la europea.3 Los pueblos fuera de Europa
se encuentran para él en la esfera de lo puram ente natural y se

3 Brandt recuerda que Kant se referirá, por ejemplo, a los chinos y a los indios,
a los indígenas y a los negros no solamente en forma distanciada, sino incluso con
abierto desdén. En este punto remite a los textos que llelmuth von Clascnapp ha
reunido en Kant und die Religionen des Ostens (1954).
12 Gustavo Leyva

hallan excluidos de la perfeclibilité , del progreso que distingue


al ser hum ano de los anim ales. Kónigsberg no era tam poco un
espacio propicio para la acción política ni parecía conm overse
dem asiado por los acontecim ientos económ icos, sociales y políti­
cos de la época. Era más bien una suerte de enclave para el
trabajo intelectual e idóneo para la observación y para una re­
flexión que no habría podido surgir, según Brandt, en París o en
Londres, sino solam ente en este montt realis.
En el siguiente texto. La Filosofía Política de Kant, Brandt se
ocupa de los problemas de la Filosofía Política y del Derecho de
Kant. La Filosofía de la Ilustración en general se encuentra permeada
por problemas relacionados con el Derecho que conciernen en oca­
siones incluso a la estructura de la argumentación que se presenta
en las obras centrales de muchos de sus exponentes más destaca­
dos. Baste recordar que buena parte de los filósofos de la Ilustración
eran Juristas o provenían de ambientes en los que el Derecho y la
Jurisprudencia desempeñaban un papel decisivo. Los padres de
L eibniz y C hristian T hom asius, po r ejem p lo , eran ju ris ta s .
M ontesquieu y David Hume estudiaron Derecho y Didcrot y
Rousseau publicaron también trabajos sobre temas relacionados con
esta disciplina—y es por ello que llama profundam ente la atención
el que prácticam ente ninguno de los grandes filósofos de finales
del siglo xix y del xx es Jurista o, por lo menos, m uestra una pre­
ocupación por estos tem as. Esto vale lo mismo para Friedrich
N ietzschc que para Gottlob Frege, para Edmund Husserl y Martin
Heidegger, lo mismo que para Ludwig W ittgenstein y Bcrtrand
Russell. Brandt se propone m ostrar en el texto que ahora abor­
dam os el modo en que en Kant la política se concibe com o
•‘Doctrina ejecutiva del Derecho ( ausiibende RechtslehreY'. Es
aquí que se localizan las reflexiones de Kant en torno al Dere­
cho. El Derecho que es relevante para él es el Derecho Privado
y el Derecho de Libertad de los ciudadanos y el Estado se conci­
be a su vez como una creación humana cuyo propósito es el de
fijar en el orden de las leyes y proteger a este Derecho. Esta
tarea - y es así que se ensam bla el plexo del pensam iento ju rídico
y político de K an t- puede ser satisfecha solam ente en la form a
Prólogo 13

de una República en donde los ciudadanos puedan realizar y des­


plegar su autonom ía.
Uno de los puntos que Brandt busca subrayar es el modo en
que las reflexiones filosóficas de Kant en torno a la política y al
Derecho no pueden ser com prendidas sin el soporte sum inistrado
por la m etafísica kantiana, en particular por la dicotom ía entre
cosa en sí (Ding an sich) y fenóm eno ( Erscheimmg ).4 Es así
que el llamado “giro copernicano*' -interpretado habitualmente por
los comentaristas como un giro hacia el sujeto- se interpreta por
Brandt más bien como un modo de ver de las cosas como ellas son
en sí. Ello se advierte en un pasaje central del Conflicto de las
Facultades en donde se propone una perspectiva en relación con
el sol. Ésta es precisam ente la perspectiva de la Razón Práctica.
La confusa sucesión de acontecim ientos que se presentan al es­
pectador de la historia se considera en virtud de esta perspectiva
como un curso regular bajo el punto de vista de la m oralidad. Así,
por ejem plo, en un acontecim iento com o la Revolución Francesa,
el filósofo ve a un pueblo que busca darse una constitución con­
form e al Derecho. Se puede distinguir de acuerdo con esto entre

4 Aim más, dirá Uranül, no solamente la fundamcnlación de la Filosofía del


Derecho, sino tampoco la Filosofía de la Historia ni la F'slclica pueden mantener­
se sin la distinción metafísica entre el inundas sensihilis y el niiindiis intelligibilis.
En esto punto, las interpretaciones de Iirnndt se contraponen a las de otros inter­
pretes y partidarios de Kant como Jtlrgcn llahermas -cuyos esfuerzos se orientan
al desarrollo de una moral en el marco de la argumentación moral en donde se
diluya todo recurso a la Metafísica, es decir de una suerte de moral posmetaflsica-
o John Rawls -empeñado en suministrar una teoría política y no metafísica de la
Justicia. Por lo demás. Iiabria que subrayar que una consideración de esta clase se
orienta en una linea distinta de la recepción de Kant en el ámbito anglosajón
desarrollada a partir de la influyente obra de Peter F. Strawson, The liounds o f
Sense (Londres. 1966). donde se busca distinguir cuidadosamente entre una suerte
de metafísica descriptiva y una metafisica idealista. I.a metafísica descriptiva
analiza las condiciones de posibilidad del conocimiento a priori, de la inteligibili­
dad y coherencia de nuestra experiencia objetiva del mundo. De acuerdo con ella,
no es posible tener una experiencia objetiva del mundo a no ser que se incluya en
ella de modo necesario el empleo de ciertos conceptos y principios generales como
los conceptos de objetos persistentes y rcidcniificablcs en el espacio o de una regla a
la que estón sometidos los cambios de los objetos y las relaciones entre ellos. Esta
metafisica debe ser rcformulnda. pero indudablemente mantenida. La metafisica
idealista, en cambio, está constituida por un conjunto de tesis y principios por
14 Gustavo Leyva

el carácter fenoménico de los acontecimientos y la cualidad jurídica


que Ies corresponde a ellos en sí mismos. Y es en esta perspectiva
de las cosas en sí mismas donde debe buscar el político una suer­
te de hilo rector en su actividad práctica y es ahí tam bién donde
el filósofo podrá encontrar una escala de progreso jurídico y moral
- y es éste, y no el progreso técnico y económ ico, el único en el
que Kant ha pensado.
En este trabajo se tocan problem as relacionados con la re­
cepción y discusión de la obra kantiana en nuestros días. Así, por
ejem plo, Brandt subraya en el curso de una discusión con Volker
G erhardt que no hay en Kant lugar para una concepción de la
política que corte el vínculo indisoluble que ésta m antiene con el
D erecho.s La acción política, la reflexión político-ciudadana es­
tán dirigidas a priori por un concepto del Derecho. De acuerdo
con esto, las determ inaciones a priori del D erecho contienen ya
la solución de aporías políticas, de modo que la teoría pura del
Derecho sum inistra orientaciones abarcantes que el político debe
realizar en la práctica, sin orientar su acción por la tradición ni
por cálculos racionales en el m arco de una lógica de la prudencia
y utilidad políticas. Se plantea aquí de nuevo aquel problem a de
la methexis que tanto ocupara a Platón y quien, por lo demás,
marcara profundamente las reflexiones de Kant en torno a la políti-

demás oscuros cuyo núcleo básico puede ser ubicado en aquella tesis según la cual la
naturaleza, el mundo objetivo, no son sino fenóm enos que en tanto que tales
existen solamente en relación con el sujeto y las facultades de conocimiento de
éste (cfr.. por ejemplo. K r \\AI25 y ss.). l-n esta metafísica idealista, la posibilidad
de la experiencia objetiva habrá de estar dada por la necesaria referencia de ésta al
sujeto, donde éste, a su vez. habrá de ser concebido al mudo de una suerte de fuente
de ciertas formas a priori articuladas en diversas facultades cognitivas de cuya
actividad y relación mutua habrá de resultar el mundo de los objetos de nuestra
experiencia, mismos que. finalmente, se encontrarán por ello necesariamente
referidos a ese sujeto capaz de conocerlos solamente en tanto que fenóm enos,
pero que también, no obstante, podrán ser pensados sin relación con él como
cosas en si, tesis todas éstas articuladas y relacionadas entre si en forma estrecha
y expresadas en un lenguaje de matices psicologistas que dificulta la cabal com­
prensión de la argumentación kantiana y se convierte en un fardo por eliminar a
fin de que la metafísica descriptiva pueda sostenerse y rcformularsc por si misma.
* C fr., Gerhardt, Volker, tmm anuel Kants E ntw urf "Zum ewigen Frieden".
Eine Theorie der Polilik. Darmsladl. 1995.
Prólogo 15

ca, especialmente desde los años setenta. Es claro, no obstante, que


se trata de una suerte de platonismo invertido en el que solamente la
ley formal de la voluntad libre determina desde sí misma a su objeto
y convierte a la volonté générale en escala suprema de la polis.
Es así que Brandl analiza la distinción y el enlace entre la
D octrina pura y la Doctrina empírica del Derecho. Kant distingue
entre: i) la determinación del Derecho como una idea, iij la Doctrina
empírica del Derecho ( empirische Rechlslehre), que participa de
esta idea, y iii) la Doctrina del Derecho meramente empírica ( blofi
empirische Rechlslehre), que se orienta irreflexivamente sólo por
la experiencia. Es en esta distinción que se comprende la división
entre el Derecho, la Política como Doctrina ejecutiva del Derecho
( ausiihende Rechlslehre) y la Política meramente empírica ( blofi
empirische Politik) en la que el político ha disociado su acción de
todo criterio racional suministrado por el Derecho y la ha subordina­
do a un cálculo utilitario y/o a determinaciones provenientes de la
tradición. Esta distinción plantea, sin embargo, un problema central:
el de la necesidad de un tránsito sistemático del Derecho puro al
Derecho empírico, como aquel que en la Filosofía teórica se reque­
ría para el tránsito de la M etafísica de la Naturaleza a la Física.
Brandt expresa en este punto su convicción de que Kant no ha su­
ministrado este tránsito y desarrolla la reflexión de su necesidad sólo
después de la publicación de la Doctrina del Derecho (1797). A
pesar de ello, es posible encontrar en la propia Doctrina del Dere­
cho una reflexión sobre este problema en el apartado titulado “ De la
adquisición subjetivamente condicionada mediante la sentencia de
una jurisdicción pública", lo mismo que en el “Tercer Apartado” del
Derecho Privado. En éste se tratan cuatro casos en los que la pre­
gunta de la razón. ¿Qué es justo en sil entra en colisión con la
pregunta que se plantea ante y por un tribunal real: iQué es justo1
(rechtens).6 De acuerdo con esto, la pregunta por y la rem isión a
“ lo ju sto en sí" no puede jam ás diluirse. Lo que acontece más

'' Véase a este respecto. Metaphysik der Sitien, en VI 296-305. Las obras de
Kant se citan de acuerdo con la edición de la Academia (Akademie-Ausgahe) de los
Gesammelten Schriften. Berlín, 1900 y ss.. indicando a continuación solamente el
número del volumen y de !a(s) página(s).
16 Gustavo Leyva

bien es que “ lo ju sto en sí” no puede ser com pletam ente realiza­
do bajo condiciones em píricas y se transform a por ello en “ lo
ju sto ” bajo condiciones estatutarias-positivas. Así, en los aparta­
dos concernientes a “ Del Contrato de Donación”, “ Del Contrato
de Préstam o". “ De la readquisición de una cosa perdida” y “De
la adquisición de la seguridad m ediante prestación de ju ram en ­
to ”, se analiza el modo en que dos ju icio s se oponen entre sí
-a lg o que se conoce ya desde la Tragedia griega: por un lado, el
ju ic io de la ley de la n aturaleza no escrita (lo ju sto en si) y,
por el otro, el ju icio del Estado que convierte al seguim iento de
una ley u orden promulgados en obligación positiva (lo justo).
Kant traza dos líneas: por un lado, la del ju icio de la razón del
Derecho N atural y, por el otro, la de las coerciones de la regula­
ción estatal, positiva, subrayando una contradicción que no podrá
ser jam ás superada. El ciudadano debe ajustarse al orden positi­
vo del Derecho aunque sin dejar de lado jam ás la referencia a lo
que es ju sto en sí mismo.
Finalm ente, Brandt aborda en este mismo escrito el problem a
central del aseguram iento de que estas reflexiones sobre el De­
recho no constituyen una mera fantasmagoría ideada por la mente
del filósofo. Para responder a este problem a, anota Brandt, Kant
debe m ostrar que la razón pura no es ajena al mundo, que la
naturaleza se orienta en el mismo sentido delineado por el filóso­
fo desde la perspectiva de la razón pura. Así, aunque la razón
práctica pura perm anezca en su deber categórico, realiza, sin
em bargo, una concesión fundada en la propia razón pura bajo la
forma de una ley perm isiva (Erlaubnisgeselz). La Razón Prác­
tica pura perm ite de este modo un aplazam iento del deber
categórico si la realización inmediata de aquello que es necesario
jurídicam ente no es posible. Así, la política adquiere un margen
para actu a re n forma correspondiente a las circunstancias histó­
ricas. Es posible entonces para el político renunciar en ám bitos y
en ciertos m omentos a la imposición inmediata del Derecho y a
la supresión de la injusticia existente -sin caer ni en la paraliza­
ción práctica ni tam poco en el oportunism o o en la com placencia
con lo fácticam ente existente. Esta perm isión, no obstante, es
Prólogo 17

válida sólo bajo la idea de que los esfuerzos se dirijan realm ente
a largo plazo hacia la realización del Derecho. Este problem a
habrá de responderse tam bién por la via de una reflexión sobre la
naturaleza -p re se n ta d a paradigm áticam ente en la Kritik der
Urteilskraft—que asume una herencia estoica y perm ite consi­
derar a la naturaleza de un modo que garantice el buen térm ino
de la política determ inada por la razón. La naturaleza se convier­
te asi en una suerte de garante de la realización del Derecho y la
praxis puede contar de entrada con ese punto de encuentro -p ro ­
yectado en una aproxim ación infinita, acaso nunca realm ente
a lcan zad a- de la naturaleza y la m oral.
En el ensayo Persona y Cosa. El 'jus omnium /'// omnia et
oinnes ” de Hobbes y la Teoría kantiana de la posesión deI
arbitrio de otra persona en el contrato , Brandt realiza un aná­
lisis del modo en que Kant - e n el Segundo C apítulo del Derecho
Privado de los “ Principios M etafísicos de la Doctrina del Dere­
cho’ - sum inistra una fundam enlación especial de la adquisición
de lo Mío y Tuyo exterior tanto en el Derecho de cosas o Dere­
cho real, com o en el D erecho con tractu al y en el D erecho
dom éstico. Sin em bargo, y es esto lo que trata de m ostrar este
trabajo, en el parágrafo §2 se enlazan estas tres clases en el
único “ Postulado Legal de la Razón Práctica con respecto no a
la Adquisición sino al Tener de lo Mío y Tuyo e x te rio r’. La ley
perm isiva ( Erlaubnisgesetz) que ahí se formula autoriza a “ im­
poner a todos los otros una obligatoriedad, que ellos de otro modo
no tendrían, de abstenerse del uso de ciertos objetos de nuestro
arbitrio porque nosotros los hemos tom ado antes en posesión” .
El problem a es cómo puede tener validez este Postulado, ya no
solamente para las cosas en el marco del Derecho de cosas o Dere­
cho real, sino también para los participantes en el contrato -e n el
Derecho con tractu al- y para los convecinos -e n el Derecho do­
m éstico. En este an álisis Kant se verá conducido a aporías
cuyo origen Brandt se propone elucidar. Para ello se ocupa en
primer lugar del jus omnium in omnia et omnes y de la teoría de la
posesión del arbitrio tal y como aparecen en las reflexiones de
Thom as Hobbes e Inimanuel Kant, respectivam ente. En ambos
18 Gustavo Leyva

casos se plantea el problem a de la posesión ju ríd ica del arbitrio


de otra persona y de su estado ( Zustand) en la form a de pose­
sión de una cosa, con lo que el carácter de persona se suprim e
por completo.
En el caso de Hobbes, la adscripción del Derecho a los hom­
bres individuales y a sus acciones se suprim e a sí misma porque
todo individuo singular tiene un Derecho a todo, es decir, también
al D erecho de todo otro individuo y, a la inversa, su pretendido
Derecho está siem pre ya en la posesión jurídica de cualquier otro
individuo. La diferencia entre persona y cosa desaparece por
m edio del carácter contradictorio del pretendido jus onmium in
omnia. El sujeto individual se convierte en cosa y se elim ina con
ello com o persona, con lo que se destruye el teorem a fundam en­
tal del Derecho N atural de Hobbes, pues éste depende de una
diferencia entre omnia y omnes que a la vez destruye. En el
caso de Kant, Brandt llama la atención sobre el hecho de que la
exposición del “ D erecho Privado” que se ofrece en la Metafísi­
ca de las Costumbres inicie con el análisis “ Del modo de tener
algo exterior como Suyo” y no con el de “ Del modo de adquirir
algo exterior”, pues ya en la Introducción se había señalado que,
a diferencia de lo Mío in te rio r-q u e es siem pre innato y no adqui­
rido, lo que tengo por naturaleza como la libertad innata, mi honor
y mi cu e rp o -,7 lo M ío exterior era lo susceptible de ser adquirido
y era solam ente de él que debía tratar el Derecho Privado. El
análisis del Derecho Privado debía iniciar, de acuerdo con esto,
con el tratam iento “ Del modo de adquirir algo exterior” . No obs­
tante, en lugar de ello com ienza con un análisis del Tener. De
acuerdo con Brandt, es precisam ente esta inversión del Tener y
la Adquisición en el ámbito de lo Tuyo y Mío exterior lo que cons­
tituye la peculiaridad de la “ Doctrina del Derecho” que conducirá
a Kant a aporías decisivas.
Buena parte del análisis de Brandt está dedicado a la proble­
m ática del Derecho C ontractual. En éste se distinguen tres clases
de objetos de lo Mío y Tuyo exterior que reaparecen tanto en el

7 Cfr Metaphysik der Sitien, VI, 238 y 248.


Prólogo 19

análisis del Tener como en el del Adquirir: en prim er lugar, las


cosas a las que podem os tener un Derecho de propiedad; en se­
gundo lugar, el arbitrio del otro y, finalm ente, en tercer lugar, el
estado ( Zustand.) de otra persona respecto a Mí. Llama la aten­
ción en este análisis el modo en que el Derecho Contractual se
concibe en un prim er m omento como la posesión juríd ica que
tiene el socio contractual sobre el arbitrio del otro socio contrac­
tual; posteriorm ente, en un segundo momento, sin em bargo, esta
posesión del arbitrio se interpreta com o posesión de una cosa. Es
en este punto, según Brandt, que se advierte el modo en que
Kant fracasa por las prem isas de su propia teoría llegando a un
resultado que es análogo al del ju s in omina et omnes de Hobbes.
En efecto, si la posesión ju ríd ic a del arbitrio de otro está som eti­
da a las m ism as condiciones del postulado desarrollado en §2
com o lo está la posesión de cosas, entonces lo M ío y lo Tuyo
interior se suprim en y la persona pasa a convertirse en una cosa
que se encuentra en posesión com ún antes de todo acto de ad­
quisición. Kant parece así identificar equivocadamente lo Exterior
en general {das Áufiere schlechthin) (las cosas) con lo exterior
sólo para otros (lo Mío interior de toda otra persona) y en su
análisis subsume subrepticiam ente al segundo bajo el primero.
Encontram os aquí una construcción distinta de la de, por ejem ­
plo, A chenw all,8 para quien la persona está provista de un
D erecho N atural de soberanía que en Kant se encuentra en la
forma de lo “ Mío interior” . Achenwall distingue en forma estric­
ta entre cosas y personas. El contrato no se concibe en él en
térm inos jurídicos de propiedad -co m o lo hace Kant y, antes de
él, Grocio. Este Derecho no es por ello un Derecho Real, de
cosas, sino siem pre un Derecho de personas, un ius persónate.
Ahora bien, la pregunta verdaderam ente relevante es la de
cóm o Kant pudo desarrollar una propuesta sem ejante, que con­
tradice en último análisis a sus propias prem isas. A este respecto, *

* No puede ser dejad» de lado la relevancia del Jurista de Gotlinga Gottfricd


Achenwall (1719-1772) en las discusiones en torno a la Filosofía del Derecho de
Kant. En efecto, las Lecciones sobre Derecho Natural impartidas por Kant toma­
ban como base el manual Elementa inris naturae de Achenwall. aparecido en 1750.
20 Gustavo Leyva

Brandt señala, por un lado, el hecho de que Kant unifica el Dere­


cho de Personas y el Derecho de C osas o D erecho Real en el
D erecho de posesión ( Besitzrecht) y puede explicar por ello a
partir de este concepto el Derecho en su totalidad. N o obstante,
ya en el “ Prim er C apítulo” va más allá y convierte a la posesión
de cosas en el punto común de convergencia - e n una dirección
hasta cierto punto inversa a la de Locke, quien se proponía
transform ar el Derecho de Cosas o Derecho Real en un Derecho
de Personas. Kant se afanará así por desarrollar el Derecho Priva­
do en su totalidad a partir de un concepto y por no dejar al
D erecho de Personas y al Derecho de Cosas o Derecho Real
separados, desvinculados el uno del otro, como era el caso en el
ya m encionado Achenwall. Por otro lado, es preciso m encionar
razones sistem áticas en la com posición y argum entación de la
obra. En efecto, el “ Prim er C apítulo” se propone construir un
puente entre el Derecho Privado y el Derecho Público. Era pre­
ciso por ello concebir al Derecho Privado do modo tal que pudiera
enlazarse con el Derecho Público y evitar con ello vacíos y en­
claves jurídicos que pertenecerían al Derecho Privado, pero por
los cuales el Estado no podría ser considerado com o responsa­
ble. Es preciso destacar además, finalm ente, que el análisis de
Kant está orientado a m ostrar cómo la voluntad universal es ne­
cesaria para resolver las aporías del Estado de N aturaleza. Esta
voluntad universal se concibe al modo de una unidad de los actos
singulares de aprehensión y apropiación, de una suerte de unidad
legal de los actos singulares de arbitrio bajo leyes universales.
Conform e a estas leyes de la voluntad universal, todos limitan
por igual su propia libertad y son por ello mismo los propios auto­
res de esta restricción de la libertad que an terio rm en te era
unilateral y ahora es om nilateral, universal. La concepción y el
análisis que se ofrezcan del Derecho Privado tienen que ser por
ello de tal suerte que en éste quede delineada la posibilidad de la
unidad sintética de los actos singulares de arbitrio en las leyes
estatales. Así, en la Doctrina del Derecho, la posesión es la que
representa a lo vario de la aprehensión provisional como necesa­
rio para la form ación de la voluntad del Estado.
Prólogo 21

Brandt considera importante remitir a este planteamiento anti-


hobbesiano y antirousscauniano. porque una amplia corriente de
intérpretes parece negar el enlace del Derecho Público con el Dere­
cho Privado en Kant. En efecto, en la argumentación kantiana no se
dice cómo debe garantizarse que el procedimiento de la legislación
esté vinculado con los elementos suministrados previamente por el
Derecho del I lombre ( Menschenrechl) o por el Derecho Privado.
N o hay en el texto ninguna teoría ni ninguna prueba de este enlace.
Es así que Kant. por ejemplo, no reflexionó en torno a una suerte de
cuarto poder que pudiera encargarse de vigilar que las leyes fueran
también conformes con el Derecho Natural. Sin embargo, de acuer­
do con Brandt, es claro que Kant quería enlazar el Legislativo a
elementos suministrados por el Derecho Privado o por el Derecho
Natural y que veía en ello precisamente una ganancia en la legalidad
(Reclitlichkeil) en relación con I lobbes y Rousseau - y en este pun­
to Brandt se distingue de las propuestas que desean llevar a Kant a
la cercanía de I lobbes (Julius Ebbinghaus) o a la de Rousseau (Jiirgen
I labermas e Ingeborg Maus). Por lo demás, Brandt señala que la
rcinterprctación del Legislativo kantiano en dirección de una institu­
ción de justicia procedural autónoma era algo extraño a Kant. Esta
reformulación fue preparada en realidad por el Neokantismo, para el
cual se suprimen datos previos suministrados de antemano, en gene­
ral todo lo "dado", con lo que la teoría del conocimiento se convierte
en un método a p. iori puro, en un procedimiento que crea al conoci­
miento v e la d e ro y, para el caso que ahora nos ocupa, a las relaciones
justas. En el marco de esta rcinterpretación de la filosofía de Kant se
puede diluir el Derecho Privado como instancia que enlaza la crea­
ción del Derecho con el Estado y suministra así con anterioridad al
propio órgano estatal de la creación del Derecho algo que no provie­
ne del procedimiento. En este punto Brandt expresa su convicción
de que Kant apostó más bien por una suene de radicalización de la
Aufklartmg que enlazara al Legislativo con la preservación y defen­
sa exclusiva del Derecho Privado y de los Derechos I lumanos.
En el siguiente trabajo, La idea rectora de la Antropología
Kantiana y la determinación (Bestimmung) del Hombre. Brandt
intenta aclarar cuál es el tema unitario que estructura a la "A n-
22 Gustavo Leyva

tropología en sentido pragm ático” . En su detallado com entario a


esta obra, Brandt señala que no ha habido hasta hoy un debate sig­
nificativo entre partidarios y oponentes de la Antropología kantiana.
Aún más, no habia hasta ahora un estudio dedicado especifícamente
a esta obra. La reseña que le d e d ic a ra S c h le ie rm a c h e r en
Atheitaeum term inó m ás por apartar que por acercar al público
especializado a la lectura y estudio de esta obra.9 Ya el Treatise
o f Human Nature de David Hume se había propuesto avanzar
en el program a em pirista de crítica y destrucción de la filosofía
racionalista y sustituir a ésta m ediante la science o f man. Es
bajo la influencia de Hume que Herder expresaría su conviccción
de “ traer de vuelta la Filosofía a la A ntropología” . Este desiderá­
tum se prolongará hasta los Grundsütze der Philosohie der
Zukunft (1843) de Ludw ig Feuerbach. No obstante, la A ntropo­
logía kantiana no posee un objetivo de carácter em pírico; se
caracteriza m ás bien com o “pragm ática”. Estam os aquí frente a
una “Enciclopedia de la filosofía kantiana sobre un plano em píri­
co” (B randt) que no está integrada en el propio sistem a de la
filosofía trascendental, que no fundam enta estructuras a priori de
carácter universal, sino que m ás bien las retom a de las discipli­
nas filosóficas correspondientes y se coloca a su lado procurando
elucidar sus problem as en la dim ensión propia de una disciplina
estrictam ente em pírica y sum inistrando algunas enseñanzas do­
tadas de una universalidad siem pre de carácter em pírico.
De este m odo, pese a estar concebida en form a sistem ática y
com o ciencia, la A ntropología pragm ática es m ás bien una disci­
plina em pírica. N o obstante, es preciso determ inar la idea rectora
que la organiza. B randt recuerda a este respecto los problem as
en la organización y transm isión del texto, pues disponem os del
m anuscrito H (que es un m anuscrito en lim pio de Kant que com-

9 Friedrich Schleiermacher, Anthropologie von Immanuel Kant, aparecida en


Athenaeum 2, 1799, 300-306. Veáse para lo que a continuación sigue: Reinhard
Brandt, Kommentar zu Kants Anthropologie in pragm atiseher Hinslcht (1798),
Kanl-l-'orschungcn, herausgegeben von Reinhard Brandt und Wemer Slark, Bd. 10,
Félix Meiner Verlag, Hamburg, 1999.
Prólogo 23

prende prácticam ente el texto com pleto de la impresión del otoño


de 1798 y que se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de
R o sto ck ), de la primera edición de 1798 y de la segunda de 1801,
donde las transform aciones de esta última respecto a la prim era
no parecen provenir de la pluma de K ant.101Aunque parece que
Kant no dispone de una idea unitaria que vertebre a la reflexión
desplegada en esta obra, la fórm ula que emplea para del im itar su
tem ática -e s to es, la de “ lo que el hombre hace o puede y debe
hacer de sí m ism o"- deja entrever la tríada de realidad, posibili­
dad y necesidad. Así, en un com ienzo aparece la Psicología
em pírica de Alexander Baum garten; posteriorm ente, se advierte
un giro pragm ático y a continuación se agrega, finalm ente, una
reflexión inspirada en la idea de la perfectibilidad del hom bre en
la línea de Jean-Jacques Rousseau. Este giro pragm ático opera
entonces un desplazam iento desde una Psicología centrada en el
yo hacia el análisis de los contextos sociales y de las acciones de
los individuos en el m arco de estos contextos. El yo se desplaza
hacia el teatro del m undo, hacia el escenario de su acción social.
Y es aquí que se plantea la pregunta por la determ inación ya no
solam ente del individuo, sino de la hum anidad en su totalidad, de
la hum anidad com o idea de una unidad histórico-sistem ática.
“ El hom bre” dirá Kant, “está determ inado por su razón a es­
tar en una sociedad con hom bres y a cultivarse, a civilizarse y a
m o ra liz a rs e ( sic h ...zu cu ltiviren, zu c ivilisire n und zu
moralisiren) en ella m ediante el arte y las ciencias [...Jen forma
activa ( ihüfig) en lucha contra los obstáculos [...] por hacerse
digno de la hum anidad” ;*1y quizá esto, señala Brandt con razón,
pueda ser considerado en realidad com o una suerte de com pen­
dio resum ido de la filosofía kantiana en su totalidad. El origen de
la Antropología se comprende así en una forma estoico-teleológica

1,1 Todo esto planteaba una serie de problemas filológicos y de interpretación


que hacían necesario un comentario detallado de esta obra. Ésta es una de las tareas
que acometió Brandt en los últimos años. El resultado es el ya citado e imponente
comentario a la Antropología realizado por Brandt (véase la nota anterior).
11 Anthropologie m pragmatischer Hinslcht. Vil. 3 2 4 -3 2 5 .
24 Gustavo Leyva

v el punto en el que desem boca es de carácter estoico-rom ano.


Según esto, el hombre es un ser para la acción. Es por ello que la
que a prim era vista parece la pregunta antropológica central - a
saber: “¿Q ué es el hom bre?”- queda excluida de la reflexión
antropológica kantiana para aparecer en lugar de ella la cuestión
en torno a la determinación del hom bre en el sentido en que esta
palabra se em plea en el lenguaje filosófico alem án por lo menos
desde M endelssohn. En efecto, la determ inación del hom bre es
su em ancipación gradual de la naturaleza y el despliegue gradual
de su autonomía moral. ‘•Determinación” significa entonces no sola­
mente “determinación (determinado)", sino también “destinación
(destina/io) ”, destino. De acuerdo con Kant, este destinó no es sólo
el del individuo singular -com o lo subrayara Mendelssohn contra
Thom as A b b t- sino el de la hum anidad en su totalidad - y es aquí
que se asum e la idea rousseauniana de la perfectibilidad del gé­
nero hum ano. Aquí no se trata más solam ente del individuo;
tam poco del hombre en el interior de la polis ni incluso en el seno
de una kosmópolis -com o lo desearan los estoicos em peñados
en concebir al hom bre com o ciudadano cosm opolita de una
societas generis lutmani ilimitada. Se trata ahora de la especie
humana en toda su proyección histórica, considerada como una
unidad en el horizonte temporal que está determ inada, destinada,
a realizar la autonom ía en el marco jurídico-legal de un Estado de
D erecho.
Finalmente, en el último ensayo, El Desafio de Kant ante la
Pena de Muerte para los Duelos y el Infanticidio, ya conocido
por el lector en esp añ o l,12 se presenta y discute una interpreta­
ción de las incursiones que Kant realizara en el ám bito del
D erecho Penal en el marco del análisis del castigo previsto para

15 En Roberto R. Aramayo/ Faustino Oncina (comps), Ética y Antropología:


un dilema kantiano. En los bicentenarios de tu Antropología en sentido pragmá­
tico (171)8) y la Metafísica de las Costumbres (1797), Editorial Contares. Grana­
da, 1999. Agradecemos a Roberto R Aramayo y al profesor Rcinhard Urandl el
habernos permitido incorporar este trabajo al presente volumen. A la traducción
de Aramayo se le lian hecho solamente ligeras modificaciones basadas en la lectura
cuidadosa de la versión original en alemán.
Prólogo 25

el asesinato en un duelo, así com o para ciertos infanticidios. En


este análisis se pone en el centro de la discusión la im portancia
de una disciplina como el Derecho Penal que en los debates ac­
tuales dentro de la Filosofía del Derecho ha sido relegada o por
lo menos desatendida. En el tratam iento de Kant, lo que enlaza al
asesinato del rival en un duelo y el infanticidio de un hijo ilegítimo
es el punto de honor de estos dos “estam entos” : el de los oficia­
les y el de las m ujeres. Así, el que un m iembro de uno de tales
“estam entos” pierda su honor pone en tela de ju ic io al honor del
estam ento en su conjunto. En estos casos se pretiere el honor a
la vida pues, para los que forman parte de estos “estam entos” ,
sin ese honor su vida carece de todo valor y un tribunal civil no es
com petente en cuestiones de honor.
En todos los trabajos que presentam os ahora al lector en es­
pañol se advierte, diremos para concluir, un cuidadoso análisis de
los textos kantianos en el que la historia social e intelectual, la
filología, el trabajo interpretativo, una lectura rigurosa con pro­
puestas novedosas y a la vez sólidam ente justificadas, se enlazan
para entregarnos reflexiones sobre la obra de Kant y a la vez
sobre el presente que son, estoy seguro, im prescindibles para
continuar pensando con el filósofo de Konigsberg.

P u b licacio n es de R c in lia rd B ra n d t

Sch/o/í Travenfhal. Bad Segeberg, 1957.


Die A r islote Hse he U rieilslehre. U ntersuchnngen zur
"Hermeneutik", M arburg, 1965.
(H rsg.) Pseudo-Longinos, Vom Erhabenen, D arm sladt, 1966.
Rousseaus Philosophie cler Gesellschaft, Stuttgart, 1973.
Introducción a: David Hume, Ein Traktal iiber die menschliche
Natur. Ü bersetzt von Th. Eipps. Mit einer Einführung neu
hrsg. von R. Brandt, XI-LXIV, Hamburg, 1973 (2a. ed. 1979)
(=Ph i losoph ische Bibliothek 283).
Eigentwnstheorien von Grotius bis Kant, Stuttgart. 1974.
Hislorical Observations on the Génesis o f the Three-Dimen-
26 Gustavo Leyva

sional Optica/ Picture (Gassendi, Locke, Berkeley), en


R atio 2 7 , 1975, 176-190 (dtsch. 170-182).
Über die vielfá/tige Bedeutung der Baconschen Idole, en
Philosophisches Jahrbuch 83, 1976, 42-70.
Zur ínterpretation philosophischer Texte, en Al/gem eine
Zeitschrift fiir Philosophie 1, 1976, 46-62.
Adani Sniilh, Kritik der politischen Ókonomie (H. M edick, J.R.
Lindgren), en Phi/osophische Rundschau 23, 1976, 264-279.
The Beginnings o f H um e's Philosophy , en D avid Hume.
Bicentenary Papers, ed. by G. M orice, Edinburgh. 1977,
117-127.
Zur Dichtungstheorie des friihen Fr. Schlegel, en Zeitschrift
fiir phi/osophische Forschung 32, 1978, 567-577.
Der Autor des Leviathan und das Recht gegen den Staat, en
Berm bach, U ./K odalle, K.-M. (H rsg.): Furcht undFreiheit.
Leviathan-Diskussion 300 Jahre nach Thomas Hobbes,
Opladen, 1978, 154-165.
Das Tilelblatt des Leviathan und Gayas El G igante , en
Berm bach, U/Kodalle, K.-M (Mrsg.): Furcht und Freiheit.
Leviathan-Diskussion 300 Jahre nach Thomas Hobbes,
O pladen, 1978, 203-231. Reim presión (en versión resum i­
da) en, Leviathan. Zeitschrift fiir Soziahvissenschaft 15,
1987, 164-186. Versión española en, Revista Venezolana
de Filosofía 25, 1989, 21-46.
M arginalie zur H erkunft des G eschm acksbegriffs in der
neuzeitlichen Ásthetik (Baltasar Gradan), en Archiv fiir
Geschichte der Philosophie 60, 1978, 168-174.
Dichotomie und Verkehrung. Zu Marx ’ Kritik des Hegelschen
Staatsrechls, en Hegel-Studien 14, 1979, 225-242.
“Soviel an dir ist ”. Zur Tradition einer moralischen Reflexión,
en Archiv fiir Geschichte der Philosophie 61, 1979, 77-81.
Reseña de Adam Smith: The Theory o f Mora! Sentiments, ed.
by D.D. Raphael and A.L. M acfie, Oxford, 1976, en Archiv
fiir Geschichte der Philosophie 61, 1979, 117-119.
D avid Hume: N euere Biicher, Vortráge, A u fsa tze, en
Philosophische Rundschau 26, 1979, 187-197.
Prólogo 27

Droit el intérét dans le Control social de Rousseau, en Anuales


de la Société J.-J. Rousseau 1979, 113-121.
Fichtes 1. Einleitung in die Wissenschaftslehre (1797), en
Kant-Studien 69, 1979, 67-89.
Rechtsverzicht und Herrschaft in Hobbes ’ Stautsvertragen, en
Philosophisches Jahrbuch 87, 1980, 41-56. Traducción es­
pañola en, Revista Venezolana de Filosofía 12, 1980, 7-30.
Kant-Herder-Kulm, en Allgemeine Zeitschrift fiir Philosophie
5 ,1 9 8 0 ,2 7 -3 6 .
F rancis Bacon: Die Id o len leh re , en S p e c k , J. (H r s g .) :
Grundprobleme der grofíen Philosophen (Philosophie
der Neuzeit I), G óttingen, 1980, 9-34.
L'identitá delta persona (Loche e Hume), en Transadions o f
the Fifth International Congress o f the Enlightenment,
vol. I, Oxford, 1980,4,445-449.
Reseña de Anthony Ashley Cooper, Third Earl o f Shaftesbury:
An lnquiry concerning Virtue, or M erit , e d . D a v id
W alford, M anchester, 1977, en Archiv fiir Geschichte der
Philosophie 62, 1980, 221-222.
Materialien zur Entstehung der Kritik der reinen Vernunft
(John Locke und Johann Schultz), en Heidemann, I./R itzel,
W. (1-lrsg.): Beitráge zur Kritik der reinen Vernunft 1781-
1981, Berlín, 1981, 37-68. Traducción española en, Ideas y
Valores 74-75, 1987, 7-34.
R e se ñ a de John Loche: Biirgerliche G esellschafl und
Staatsgewalt. Sozialphilosophische Schriften. Hrsg. von H.
Klenner, en Phi/osophische Rundschau 28, 1981. 148-152.
(Hrsg.): John Locke. Sytnposium Wolfenbiittel 1979, Berlín, 1981.
Observations on the First D raft o f the Essay concerning
human understanding, en Brandt (H rsg.) 1981, 25-42.
John Locke, en, Hóffe, O. (H rsg.): Klassiker der Philosophie.
Band I, M ünchen, 19 8 1 (21985), 360-377.
( H r s g .) : R echtsphilosophie der A ufktárung. Sym posium
Wolfenbiittel 1981, Berlín, 1982.
Menschenrechte und Giiterlehre, en , B randt (H rsg .) 1982,
79-106.
28 Gustavo Leyva

. Das Erlaubnisgesetz, oder: Vernunft und Geschichte in Kants


Rechtsiehre, en Brandt (H rsg.) 1982. 223-285. Gekiirzte
F a s s u n g ( u n te r dem T ile 1 ”Das Problent der
Erlaubnisgesetze im Spdtwerk K ants”). en K la ssik e r
Auslegen, hnmanuel Kant, Zuin ewigen Frieden, hrsg. von
O. Hdffe. Berlín, 1995,69-86.
"Einer, zwei, drei! Wo aber, lieber Timaios, blieb uns der vier­
te?” en Idea. Jabrbuch der Hamburger Kunsthaile 1,
1982,16-26.
Platón, Symposiinn 199 c3-201 c9, en Archiv fü r Geschichte
der Philosophie 64, 1982, 19-22.
Reseña de, Jaseph M. Víctor: Charles de Bovelles ¡479-1553.
An intelleclttal biography, G enéve. 1978, en Archiv fü r
Geschichte der Philosophie 64, 1982, 220.
M enschenrechte und G iiterlehre. Zur G eschichte und
Begriindung des Rechts a u f Leben, F reih eit und
Eigentum, en Sclnvartlander, J./W illow eit, D. (H rsg.): Das
Redil des Menschen a u f Eigentum. Kehl, Straliburg, 1983,
19-33.
(Hrsg.) Pseudo-Mayne: líber das Bewufitsein (1728). Übersetzt
und mit Einleitung und Anmerkungen herausgegeben von R.
Brandt, Haniburg, 1983 (= Phílosophische Bibliothek Bd. 358).
The Centre-Point o f Locke !v Philosophy: An Outline, en the
Locke newsletter, 1983, 27-33.
Artikel: Naturrecht - Antike, en Ritter, J./G ründer, K. (H rsg.):
H istorisches Wórterbuch der Philosophie. B and V I,
Basel-Stuttgart. 1984, 563-571.
R eseña de Giuseppe Micheli , Kant storico della filo so fía ,
P adova, 1980, en Philosophisches Jahrbuch 91, 1984,
425-428.
Historisches zum Selbsthewufitsein, en Tuschling, B. (H rsg.):
Próbleme der “Kritik der reinen Vernunfi”, Berlín, 1984,
1-14.
Die ¡nterprelation philosophischer Werke, S tu ttg a rt, Bad
C annstatt, 1984. Traducción italiana: La lettura del testo
filosófico , Roma, 1998, 2. A uflage 1999.
Prólogo 29

Cheireikon - eine verborgene Selbstdarslellung de Chiricos?


en Idea. Jahrbuch der Hamburger Kunsthalle 3, 1984,
131- 137.
Die literarische Farm philosophischer Werke, en Universitas
40, Heft 5, 1985,545-556.
M enschenrecht und K riegsrüstung. Vierzig Jahre nach
Hiroshima und Nagasaki, en Information Philosophie,
Heft 3, 1985,6-16.
"...ist endlich eine edie Einfalt, und eine stille Grófie ”, en
G aetligens, Th.W. (H rsg.): Johann Joachim Winckehnann
(1717-¡768), llam burg, 1986 [= Studien zum achtzelinten
Jahrhundert Bd. 7].
Ortega y Gasset ais Philosoph und ¡ntellektueller , en Lope,
H. -J. (Hrsg.): Actas del coloquio celebrado en Marhurgo
con motivo del centenario del nacimiento de ./. Ortega y
Gasset (1983), Frankfurt, Bern, New York, 1986, 29-41.
R eseña de A. G. Baumgarten: Texte zur Grundlegung der
Ásthetik ... Hrsg. von H.R. Schweizer, llam burg. 1983, en
AujkUirung 1, Heft 1 |= Eklektík, Selbstdenken, M ündigkeit,
hrsg. von N. H inske], 1986, 106.
Reseña de A. G. Baumgarten: Theoretische Ásthetik ... Hrsg.
von H.R. Schweizer, Hamburg. 1983, en Aufklarung I, Heft
I, 1986 |= Eklektík ...) , 106-107.
Reseña de A. G. Baumgarten: Meditationes philosophicae ..
lal.-dtsch. Ü bcrsetzt und hrsg. von II. Paetzold, Ham burg,
1983, en Aufklñrung I, Heft I [= E klektik ...], 107-109.
Die ¡nterpretation philosophischer Texte, en Rehfuss, W .-D./
B e c k e r, H. (H r s g .) : H andbuch des P hilosophie-
Unterrichts, D usseldorf, 1986,229-241.
Revolution und Fortschritl im Spdtwerk Kants, en B odeker,
H.E. / Herrm ann, U. (H rsg.): Aufklarung ais Politisierung
- Politisierung der Aufkldrung, Hamburg, 1987, 211-221.
Traducción española en La Revolución francesa vista por...
(C iclo de Conferencias organizado por el D epartam ento de
Filología Románica (Francés) de la Unex). Cáceres 1990,
49-55.
30 Gustavo Leyva

Gipfelsturm zum Ich. Eine bislang unbekannie Notiz Kants


über den inneren Sinn, en F rankfurter A llgem eine
Zeitung , 7. Januar 1987, 27.
R e se ñ a de Paul Oskar K risteller: Acht Philosophen der
ita lien isch en Renaissance. Petraca, Valla Ficino
Pomponazzi Telesio Patrizi Bruno, W einheim , 1986, en
W olfenbütteler Renaissance M itteilungen XI, 1987,119-120.
(H rsg.): Neue Autographen und Dokumente zu Kants Leben,
Schriften und Vorlesungen, H am burg, 1987 [= Kant-
Forschungen , Bd. 1]. [Zusam m en m it W. Stark.]
Eine neu aufgefundene Reflexión Kants "Vom inneren Sinne"
(Loses Blatt Leningrad 1), en Kant-Forschungen 1, 1987,
1-30. T raducción francesa en Revue de Théologie et de
Philosophie 119, 1987,422-433 und 453-472.
Zum “Streit der Fakultaten", en Kant-Forschungen 1, 1987,
31-72.
Der Kónig und sein Zuhórer. en Frankfurter Allgem eine
Zeitung vom 02. D ezem ber 1987.
Reseña de Helmut Schelsky: Thomas Hobbes. Eine politische
Lehre, B e rlín , 1 9 8 1 , en Z e itsc h rift fü r h isto risch e
Forschung 14, 1987, 374-375.
Reseña de Mario Longo: Historia philosophiae philosophica:
teorie e metodi della storia della filosofía tra Seicento
e Settecento, M ilano, 1986, en Kant-Studien 69, 1987,
345-346.
Der Zirkel im dritten Abschnitt von Kants Grundlegung zur
Metaphysik der Sitien , en O berer, H ./S eel, G. (H rsg.):
Kant. Analysen - Probleme - Kritik, W ürzburg, 1988, 169-
191.
Die Zeit und die Zeiten der Geschichtsphilosophen. En: M aier,
H. u.a. (H rsg.): Politik, Philosophie, Praxis. Festschrift
fíir W. Hennis, Stuttgart, 1988,205-216.
Das Marburger Kant-Archiv, en, Kant-Studien 79, 1988, 80-88.
[Zusam m en m it W . Stark.]
Die Kritik der praktischen Vernunft (1788), en Universitas
43, H eft 6 ,1 9 8 8 ,7 0 8 -7 1 2 .
Prólogo 31

Reseña de Fabio Todesco, Riforma della metafísica e sapere


scientifico: Saggio su J.H. Lamben (1728-1777 ), M ilán,
1987, e n /s /s , 1988, 734.
Über die einzig mógliche Aufgabe des Staates: Die globale
Rechtsverwirklichung, en Der Staat 27, 1988, 507-522.
Kant und Mdser, en Aufklarung 3, H eft 2 [= Vernunftrecht
und Rechtsreform, hrsg. von P. K rause], 1988, 89-104.
R eim presión en Moser-Forum 1, 1989, 176-191.
Loche und die Auseinandersetzungen über sein Denken, en
Grundriss der Geschichte der Philosophie. Begründet von
Friedrich U eberw eg. V óllig neubearbeitete A usgabe. Die
Philosophie des 17. Jahrhunderts. 3. Band: England.
Hrsg. von Jean-Pierre Schobinger, Basel, 1988,607-758 und
782-802.
Da Ética Kantiana, en Folhetin (Sao Paulo), 27. A ugust 1988,
Nr. 606, G-2 - G-4.
Einfíihrung zu: David Hume, Ein Traktat über die menschliche
Natur. Ü bersetzt von Th. Lipps, m it neuer Einfíihrung hrsg.
von Reinhard Brandt und Bibliographie von Heiner Klemme.
Hamburg, 1989, XI-L (= Philosophische Bibliothek 283a/b).
R eseña de Bernard fVillms: Thornas Hobbes. Das Reich des
Leviathan, München, 1987, en Politische Vierteljahresschrift
1/1989,163-164.
David Hume in Deutschland. Literatur zur Hume-Rezeption
in Marburger Bibliotheken, M arburg, 1989 (= Schriften
der Universitátsbibliothek Marburg, Bd. 41). [Zusam m en
m it H. Klemm e.]
Zur philosophischen Begriindung der Menschenrechte, en,
Erichsen, H. U. (Hrsg.): Lateinamerika und Europa im Dialog
1, Berlín, 1989, 97-107. Reimpresión en Menschenrechie und
Entwicklung. Im Dialog mit Lateinamerika, hrsg. von
F.Inciarte und B. Wald, Frankfurt, 1992,75-85.
The Deductions in the Critiques o f Judgment: Comments on
Hampshire and Horstmann, en Fórster, E. (ed.): K a n t‘s
Transcendental Deductions. The Three ‘C ritiques‘ and
the ‘Opuspostumum’, Stanford, 1989, 177-192.
32 Gustavo Leyva

Die italienische Renaissance in der Geschichtsauffassung


D iltheys und seiner Vorlaufer, en B u c k , A ./V a s o li,
C .(H rsg.): Die Renaissance im 19. Jahrhundert in Italien
und Deutschland (= II Rinascintento nell'Ottocento ...).
Bologna. Berlin. 1989, 133-155.
Die Deduktionen in der "Kriiik der Urteilskrafí", en, Arslan,
A. (H rsg.): Seminer Felsefe (= II. Türkiye Felsefe, M antik
veBilim Tarihi Sempozyumu, 11-13 Kasim 1987), lzmir, 1989,
297-314.
Pictor philosophus: Nicolás Poussin, "Gewitterlandschaft mit
Pyramus und Thisbe", en Stadel Jahrbuch, NF 12, 1989,
243-258.
Philosophie in Brasilien, en Prisma. Aus der Arbeit des
Goethe-Insituts, Heft 2, M ünchen, 1989, 41-42.
Freiheit, Gleichheit, Selbstcindigkeit bei Kant, en Forum fíir
Philosophie Bad Hom burg (H rsg.): Die Ideen von 1789 in
der deutschen Rezeption, Frankfurt/M ., 1989, 90-127.
R e s e ñ a de Barbara S lo llb erg -R ilin g er: D er Staat ais
M aschine, B e rlin , 1986, en Z e itsc h rift fiir N euere
Rechtsgescbichte 3, 1989, 211-213.
Peder und Kant, en, Kant-Studien 80, 1989, 249-264.
Tum ultuarische Gedanken. Yittorio M athieu über Kants
Nachlajiwerk , en Frankfurter Allgemeine Zeitung, 16.
F e b ru a r1990,37.
Trdume der Vernunft. Fisionen einer aufgeklarten Welt, en
Frankfurter Allgemeine Zeitung, 18. April 1990, N 3.
Die politische Institution bei Kant, en G óhler, G ./L enk, K./
M ünkler, H ./W alther, M. (Hrsg.): Politische Institution im
g e se llsch a ftlic h en Umbruch. Id een g esch ich tlich e
Beitrüge zur Theorie politischer Institution, O p lad en ,
1990, 335-357. Traducción española (en una versión p reli­
m inar) en, Dianoia 33, 1987, 105-130.
Beobachtungen zur gedankliclten und formulen Architektonik
H um escher Schriften, en Archiv fü r G eschichte der
Philosophie 72, 1990,47-62.
“Das Wort s ie so llen lassen stahn ”. Zur E dition und
Prólogo 33

Interpretación philoso p h isch er Texte. erla u tert am


B eispiel K ants, en Z e itsc h rift f ü r p h ilo so p h isch e
Forschung 44, 1990, 351-374.
Kant ais Metaphysiker, en, G erhardt, V. (H rsg.): Der Begriff
der P olitik. B edingungen und G ründe p o litisc h en
Handelns, Stuttgart, 1990, 57-94. Versión española: Kant
como metafisico, en Diánoia / Anuario de filosofía, XXXIX,
1993,27-58.
Reseña de Howard Jones: The Epicurean Tradition. London-
N ew Y o rk , 1 9 88, en W olfenbütteler R enaissance
Mitteilungen XIV, 1990, 132-133.
Entfem te Náhe: Jean Francois Lyotards Deutung und Umdeutung
von Kant ( “Das Interesse des Erhabenen"), en il
cannocchiale. rivista di studi filosofici 1990, 214-221.
Die Titelvignette von Nietzsches "Geburt der Tragódie aus
dem G eiste der M usik ” , en N ietzsch e-S tu d ien .
Internationales Jahrbuch fü r die Nietzsche-Forschung
20,1991,314-328.
Die Urteilstafel. Kritik der reinen Vernunft A 67-76; B 92-
101, H am burg, 1991 (= Kant-Forschungen Bd. 4). The
Table o f Judgments: Critique o f Puré Reason A 67-76; B
92-101, ed. E. W atkins, A ltascadero, 1995.
Der Krieg am G olf aus philosophischer Sicht. Versuch einer
Analyse, en Neue Zürcher Zeitung, Nr. 51 vom 2./3. M arz
1991,21.
Der M ythos von Einheit und Entfrem dung, en D eutsche
Zeitschrift fü r Philosophie 39, 1991, 619-636.
D ’Artagnan und die Urteilstafel. Ein Ordnungsprinzip der
europaischen Kulturgeschichte (1, 2, 3 74) (Schriften der
W is s . G e s e lls c h a f t an d e r U n iv e r s itá t F r a n k f u r t,
G eistesw issenschaftliche Reihe 7), Stuttgart, 1991. Zw eite,
e r w e ite r te A u fla g e M ü n c h e n , 1998. ( I ta lie n is c h e
Ü bersetzung in Vorbereitung).
Der kategorische Imperativ - “phantastisch " und "an sich
falsch", en Information Philosophie 1991, Heft 3, 14-20.
Locke und Kant, en John Locke und / and Kant. Historische
34 Gustavo Leyva

Rezeption und gegenwártige Relevanz, hrsg. von M. P.


Thompson, Berlín, 1991,87-108.
Beobachtungen zur Anthropologie bei Kant (und Hegel), en,
Psychologie und Anthropologie oder Philosophie des
Geistes, hrsg. von F. Hespe und B. Tuschling, Stuttgart, 1991,
75-106.
Kants " Übergang von den metaphysischen Anfangsgriinden
der Naturwissenschaft zur Physik". Probleme der Edilion,
en Das Übergangswerk. Untersuchungen zum Spátwerk
Immanuel Kants, hrsg. vom Forum fíir Philosophie Bad
Hom burg, Frankfurt, 1991, 1-27.
La belleza de los cristales. Reflexiones sobre la Critica del Jui­
cio de Kant, en Filosofía, política y estética en ¡a Crítica
del Juicio de Kant, hrsg. von D. Sobrevilla, Lima, 1991, 183-
20 1 . V e rsió n a le m an a : Die Schonheit der K ristalle.
Überlegungen zur Kritik der Urteilskraft, en G. Riconda, G.
Ferretti, A. Poma (Hrsg.), Giudizio e Interpretazione in Kant,
Genova, 1992,117-137.
R eseña de, J. Nervada, Historia de la ciencia del derecho
natural, P a m p lo n a , 1987, en Archiv fü r Rechts- und
Sozialphilosophie 77, 1991, 559-560.
Von der Hermeneutik zur Interpretation, en Vom Umgang mit
L itera tu r und L iteraturgeschichte. P ositionen und
Perspektiven nach der "Theoriedebatte”, h rsg . von L.
D anneberg u.a., Stuttgart, 1992,251-267.
Weint Demokril, oder lacht er? und warum? en Deutsche
Zeitschrift fü r Philosophie, 40, 1992, 331-338.
Seneca? Zu einem Gemálde von P eter Paul Rubens, e n ,
Deutsche Zeitschrift fü r Philosophie, 40, 1992, 339-346.
Rousseau: Entile. Du Contrat social, en Die Franzósische
Revolution, hrsg. von W. E ngler (RlAS-Funkuniversitat),
Stuttgart, 1992,80-86.
Rechtsphilosophische Notizen zum Golfkrieg, en Politisches
Denken. Jahrbuch 1991, h rsg . von V. G e rh a rd t u. a.,
Stuttgart, 1992, 35-49.
Reseña de: Lothar Kreimendahl, Kant - Der Durchbruch von
1769, Kóln, 1990, en Kant-Studien 8 3 ,1 9 9 2 , 100-111.
Prólogo 35

Hermann Cohén - Eine Marburger Ausstellung, en Hermann


Cohén (1842-1918). K antinierpret - Begründer der
"Marburger Schule" - Jüdischer Religionsphiiosoph ,
hrsg. von F. O rlik, M arburg, 1992,4-7.
Die englische Philosophie ais Ferment der koittinentalen
Aufkldrung , en Europáische Aufklarung(en). Einheit und
nationale Vielfalt, hrsg. von S. Jültner und J. Schlom hach,
Ham burg, 1992,66-79.
Reseña, (con A. V. Ilartm ann) de, Stephen R. Munzer. A Theory
o f Property, C am bridge, 1990, en lus Commune 19, 1992,
316-321.
Reseña de, Damian Hecker. Eigentum ais Sachherrschaft. Zur
Genese und Kritik eines besonderen Herrschaftsanspruchs,
Paderbom, 1990, en lus commune 19, 1992,321-322.
Die politische Philosophie der Aufkldrung. Überlegungen zu
ihrer historischen Formierung und ihrer gegenwartigen
Bedeutung, en Deutsche Zeitschrift fü r Philosophie 40,
1992,991-1007.
Reseña de, R olf W. Puster, Britische Gassendi-Rezeption am
Beispiel John Lockes, Stuttgart, 1991, en British Journal
fo r the History o f Philosophy 1. 1993, 150-152.
R eseña de, Die Frankfurter Schriften Giordano Brunos und
ihre Voraussetzungen, hrsg. von K. H eipcke, W. N euser,
und E. W ic k e , W e in h e im , 1991, en W olfenbütteler
Renaissance Mitteilungen 17, 1993, 13-14.
Saturn und Melancholie. Oder: Die Reflexión des Bildes "Un
Filósofo ” , en Deutsche Zeitschrift fü r Philosophie 41,
1993,54-59.
Raum und Zeit in der "Transzendentalen Ásthetik " der Kritik
der reinen Vernunft, en, Rehabilitierung des Subjektiven.
Festschrift fü r Hermann Schmitz, hrsg. von M. GroBheim
und H.-J. W aschkies, Bonn, 1993,441-458.
Philosophisches Denken - Politisches Wirken. Hermann-
Cohen—Kolloquium Marburg 1992, hrsg. von R. Brandt
und F. Orlik, Hildesheim -Zürich-N ew York, 1993.
36 Gustavo Leyva

H erm eneutik und Seinsleltre bei Hermann C ohén , en


Philosophisches Denken-Politisches Wirken (s. o.), 37-54.
Nach welchen Kriterien beurteilen wir eine Interpretation ais
wahr oder falsch?, en Wahrheit der Schrift - Wahrheit
der Auslegung. Eine Ziircher Vorlesungsreihe zu Gerhard
Ebelings 80. Geburtstag am 6. Juli 1992, hrsg. von H. F.
GeiBer u. a., Zürich, 1993,68-97.
Gerechtigkeit bei Kant, en Jahrbuch fü r Recht und Ethik I,
1993, 25-44. T raducción española: “La justicia en Kant",
en, Daimon 7, 1993, 19-33.
R e s e ñ a d e : Ingeborg Maus. Zur A u fkld ru n g der
Demokralietheorie. Rechls- und demokratietheoretische
Oherlegungen im Anschlufi an Kant, Frankfurt, 1992, en
Rechtshistorisches Journal 12, 1993, 202-209.
Kants Anthropologie. Die Vorlesung, en Allgemeine Zeitschrift
ju r Philosophie, 19, 1994, 41 -49.
Rousseau und Kants "Ich denke", en Kant-Forschungen V,
Ilam burg, 1994, 1-18.
Die Schdnheit der Kristalle und das Spiel der Erkenntniskráfte.
Zum Gegenstand und zur Logik des asthetischen Urteils
bei Kant, en Kant-Forschungen V, Hamburg, 1994, 19-57.
( Erweiterte Fassung der Publikation Genua 1992, s. o.).
Strukturen der europaischen Kulturgeschichte, en Merkur
1994,358-363.
Reseña de: Hermann Schmitz, Was wollte Kant?, Bonn, 1989,
en Kant-Studien 85, 1994, 88-91.
Das Sammeln der Erkenntnis, en Macrocosmos in Microcos­
mo. Die Welt in der Stube. Zur Geschichte des-Sammelns
1450-1800, hrsg. von A. G rote, O pladen, 1994, 21-33.
Ausgewahlte Probleme der Kantischen Anthropologie, en Der
ganze Mensch. A nthropologie und L itera tu r im 18.
Jahrhundert, hrsg. von H.-J. Schings, Stuttgart-W eim ar,
1994,14-32.
Vernunft bei Kant, en Vernunftbegriffe in der Moderne.
Stuttgarter Hegel-Kongrejl 1993, hrsg. von H. F. Fulda
und R. P. H orstm ann, Stuttgart, 1994,175-183.
Prólogo 37

Historisch-kritische Beobachtungen zu Kants Friedensschrift,


en Politisches Denken. Jahrbuch 1994, 75-102. T raduc­
ción polaca en, Immanuel Kant, Zum ewigen Frieden, hrsg.
von Jan Garewicz und Barbara M arkiewicz, Warschau, 1995,
80-107. N ueva impresión en Zum ewigen Frieden, hrsg, von
R. M erkel und R. W ittm ann, Frankfurt, 1996, 31-66. Tra­
ducción española en La paz y el ideal cosmopolita de la
Ilustración, ed. R. R. Aramayo et alii, Madrid, 1996, 31-64.
Kants "Paradoxon der Melhode", en Veri tas filia temporis?
Philosophiehistorie zwischen Wahrheit und Geschichte,
hrsg. von R olfW . Puster, Berlín und New York, 1995, 206-
216.
Das Problem der Erlaubnisgesetze im Spatwerk Kants, en:
K lassiker A uslagen - Im m anuel Kant, Zum ewigen
Frieden, hrsg. von O. Hóffe, Berlín, 1995, 69-86 (gekürzte
Fassung von: Das Erlaubnisgesetz, oder: Vernunft und
Geschichte in Kants Rechtslehre, 1982).
Vom Weltbürgerrecht, en Klassiker Austegen - Immanuel Kant.
Zum ewigen Frieden, hrsg. von O. Ilóffe, Berlín, 1995, 133-
148.
Beobachtungen zum Erhabenen bei Kant und Hegel, en Das
Recht der Vernunft. Kant und H egel über Denken,
Erkennen und Handeln, hrsg. von C. Fricke u. a., Stuttgart,
1995,215-228.
Ein problem atischer Absatz im “Ersten Stiick" von Kants
"Religión innerhalb der Grenzen der blojien Vernunft",
en Trascendenza. Trascendentale. Esperienza. Studi in
onore di Vittorio Mathieu, Rom, 1995, 337-349.
Presentazione, en Daniela Falcione, Natura e liberta in Kant.
Una presentazione del progetto Per la pace perpetua
(1795), Rom , 1995, 7-25.
Gerechtigkeit und Strafgerechtigkeit bei Kant. en, Kant in der
Diskussion der Moderne, hrsg. von G. Schónrich und Y.
Kato, Frankfurt, 1996,425-463.
Der Künstler ais Philosoph. Rembrandts “Aristóteles und die
Biiste des Homer", en Neue Ziircher Zeitung , 2.-3. M arz
38 Gustavo Leyva

1996, S. 51-52. Im presión en Revista Venezolana de Filo­


sofía 33, 1996,13-24.
John Locke [m it: H e in e r K le m m e ], en K la ssiker der
Sprachphilosophie, hrsg. von T. Borsche, M ünchen, 1996,
133-146.
R eseñ a d e , Samuel von Pufendorf, Üher die P flicht des
Menschen und des Biirgers, hrsg. von Klaus Luig, Frankfurt
und L e ip z ig , 1994, en A rchiv fiir R echts- und
Sozialphilosophie 82-83, 1996, 444-446.
Aux origines de la philosophie kantienne de l'h isto ire:
l ’anthropologie pragm atique , en Revue germ anique
internationale 6, 1996, 19-34.
Quem fa ta non ducunt, irahunt. en Kritisches Journal der
Philosophie 1, 1996, 61-86. Traducción española en, Es­
critos de filosofía (Buenos A ires) 16 (32), 1997, 3-34.
R eseña de, Kant, Kritik der Urteilskrafi, hrsg. von M anfred
Frank und V éronique Zanetti, Frankfurt, 1996, en FAZ vom
28. 11.96.
Europa in der Reflexión der Aujklarung, en P olitisches
Denken. Jahrhuch 1997, 1-23.
Vernunfirecht und Zeit bei Kant, en Recht zwischen Natur und
Geschichte. Le droit entre nature et histoire. Deutsch-
franzósisches Symposion [...], hrsg. von Jean Frangois
Kervégan und Heinz M ohnhaupt, Frankfurt, 1997,45-72.
Einige Anmerkungen zur Kant-Lektüre Lyotards, en Das
achtzehnte Jahrhundert. M itteilungen der Deutschen
G esellschaft fiir die E rforschung des achtzehnten
Jahrhunderts 21, 1997, 112-117.
John Locke: Zur Sprachphilosophie. (Zusam m en m it H einer
F. K lem m e), en John Locke: Essay über den menschlichen
Verstand, hrsg. von UdoThiel, Berlín, 1997,169-184.
Antwort a u f Bernd Ludwig: Will die Natur unwiderstehlich
die Republik?, en Kant-Studien 88, 1997, 229-237.
Immanuel Kant, Gesammelte Schriften Bd. XXV , hrsg. von R.
B randt und W . Stark, Berlín, 1997.
Prólogo 39

R e s e ñ a d e , P eter Baum annns, K ants P h ilo so p h ie der


E rkenntnis. D urchgehender K om m entar zu den
H auptkapiteln der K ritik der reinen V ernuft , en
Frankfurter Allgemeine Zeitung 31. 10. 97.
Commentaire de la préface de VAnthropologie du point de
vue pragmatique, en L'année 1798. Kant et la naissance
de Fanthropologie au siécle des lumiéres. Actes du
colloque de Dijon 9-11 mai 1996. Sous la direction de
Jean Ferrari, Paris, 1997, 197-220.
Zu Kants politischer Philosophie, Stuttgart, 1997.
Todesverachtung ais Wille zur Freiheit. Jacques-Louis Davids
„La Morí de Socrale", en Neue Zürcher Zeitung vom 31.
Januar-1. Februar 1998 (S. 69).
Der weltbekannte Sonderling watschelt a u f dem Boden der
Talsachen. Zoospaziergang mit Kant: Umberto Eco
verláfit a u f der Spur des Schnabeltiers das Gehege der
weltlosen Semiotik, en FAZ vom 24. M árz 1998, Seite L
26. Kant-Studien 90, 1999, 232-238.
Zur Logik des asthetischen Urteils, en Kants Ásthetik. K ant’s
Aesthetics. L 'esthétique de Kant, hrsg. von Hermán Parret,
Berlín - New York, 1998,229-245.
Das Ganze gut schütteln. Reseña de Immanuel Kant, Übergang
von den M etaphysischen Anfangsgründen der
Naturwissenschaft zur Physik, hrsg. von Ingeborg Heidemann,
Hildesheim 1997, en FAZ vom 10.11.1998, S. 11.
Reflexionen in Wort und Bild zu Auerbachs Konzept der Mi­
mesis und Figura, en Wahrnehmen Lesen Deuten. Erich
Auerbachs Lektiire der Moderne, hrsg. von W alter Busch
undG erhart Pickerodt, Frankfurt, 1998,176-196.
La fortuna di Gianni: perizia su una vita, en contro tempo 5,
1998, 11-17. Versión alem ana en Festschrift Hubert Bur­
da, M ünchen, 2000 (Februar).
Transzendentale Ásthetik, §§ 1-3 (A19/B33-A30/B45), en
K lassik er au sleg en . Immanuel Kant, Kritik der reinen
Vernunft, hrsg. von G eorg M ohr und M arcus W illaschek,
Berlín, 1998,81-105.
40 Gustavo Leyva

Kants Forderung der Todesstrafe bei Duell- und Kindesmord,


en Das Recht der Republik, hrsg. von Hauke Brunkhorst
und Peter N iesen, Frankfurt, 1999, 268-287. El desafio de
Kant ante la pena de muerte para duelos y el infantici­
dio, en Roberto R. A ram ayo und Faustino O ncina (H rsg.),
Ética y antropología: un dilema kantiano. En los bicen-
tenarios de la Antropología en sentido pragmático (1798)
y la Metafísica de las costumbres (¡797), M adrid. 1999.
Die Wirklichkeit des Bildes. / Sehen und Erkennen - Vom
Spiegel zum Kunstbild, M ünchen, 1999.
Der ungerechte Feind. Was Kant zum Krieg im Kosovo zu
sagen halle, en Frankfurter Allgemeine Zeitung vom 7.
Mai 1999, S. 11. Reim presión en, Der westliche Kreuzzug,
hrsg. von Frank Schirrm acher, S luttgart, 1999,169-173.
A u f dem Balkan wurden zwei Pseudo-Kriege geführt, en
Oberhessische Presse vom 16. 6. 1999.
Verkehrte Ordnung. Aristóteles und Phyllis - ein Motiv im
Deulungswandel, en Neue Zürcher Zeitung vom 14.-15.
A ugust 1999, S. 67-68.
Alies, was Sokrates zu wissen wünschte, en Frankfurter
Allgemeine Zeitung vom 1. und 8. Septem ber 1999, S. 53.
K ritisch er K om m entar zu Kants A nthropologie in
pragmatischer Hinsicht (1798), H am burg, 1999, auch
abrufbar unter: http://w w w .uni-m arburg.de/kant/kant.htm
Immanuel Kant: "Über die Heilung des Kórpers, soweit sie
Sache der Philosophen is t”. Und: Woran starh Moses
Mendelssohnl, en Kant-Studien 90, 1999. 354-366.
Instituí ion - Institution in Antike und Neuzeit - Instituí ion bei
Kant, en Petra Kolm er und Harald Korten (Hrsg.): Recht -
Staat-Gesellschaft. Facetten der politischen Philosophie,
Freiburg / M ünchen, 1999,69-111.
Person und Sache. Hobbes' “jus omnium in omnia et omnes"
und Kants Theorie des Besitzes der Willkür einer anderen
Person im Vertrag, en D eutsche Z e itsc h rift fü r
Philosophie A l, 1999, 887-910.
Die "Krause-Papiere", en Immanuel Kant, Opus postumum,
Prólogo 41

en KulturStiftung der Lander - Patrimonio 173, Berlín,


1999,11-28.
Nicolás Poussin: Et in Arcadia ego II. en Judith Betzler (H rsg.),
Huhert Burda. Kunst und Medien. Festschrift zum 9.
Februar 2000, M ünchen, 2000, 64-65.
Jean-Jacques Rousseau, Vom G esellschaftsvertrag oder
Prinzipien des Staatsrechts (K lassiker Auslegen), hrsg. von
Reinhard Brandt und K arlfriedrich Herb, Berlín, 2000.
Kant in Kónigsberg, en Studien zur Entwicklung preujiischer
U niversitáten. U n te r M itw irk u n g von W e rn e r S ta rk
herausgegeben von R einhard Brandt und W erner Euler,
W iesbaden, 1999,273-322.
V orw orl, en Arnold Kowalewski. Kónigsberger Vorlesungen
1925-1927. h rs g . von S a b in a L a e titia K o w a le w s k i,
Hildesheim , 1999, IX-XIII.

Nota editorial

Los textos que se recogen en este volum en se basan en las con­


feren cias im p artid as po r el pro feso r R einhard B randt en el
Sem inario La Filosofía Política de Kant que tuvo lugar durante
el m es de ju lio de 1999 en la ciudad de M éxico. Este Sem inario
forma parle del Program a Filosofía Práctica: Tradición y Cri­
tica que la M aestría y el D octorado en Filosofía Política de la
U niversidad Autónom a M etropolitana-lztapalapa realizan duran­
te el periodo 1999-2000. El Sem inario del Profesor Reinhard
Brandt fue organizado por la M aestría y el D octorado en F iloso­
fía Política del Posgrado en H um anidades de la U niversidad
A utónom a M etropolitana-lztapalapa con la ayuda del Instituto
G oethe M éxico, A .C. Se han añadido a este volum en, adem ás,
algunos trabajos centrales del profesor Brandt que habían sido ori­
ginalmente publicados en alemán, algunos de los cuales habían sido
h a sta ah o ra a c c e s ib le s so la m e n te en esa len g u a . Kant en
Kónigsberg fue traducido íntegramente por el profesor Luis Felipe
Segura M artínez, a quien agradecem os su valiosa colaboración.
42 Gustavo Leyva

Los textos La Filosofía Política de Kant, Persona y Cosa... al


igual que La idea rectora de la Antropología Kantiana y la
determinación (Bestimmung) del Hombre, fueron traducidos en
su totalidad por mí. Desearía agradecer, finalm ente, al Prof. Ro­
berto R. Aramayo por habernos permitido incorporar su traducción
de El Desafio de Kant ante la Pena de Muerte para los Due­
los y el Infanticidio (aparecido originalm ente en: Roberto R.
Aram ayo/ Faustino Oncina (com ps.), Ética y Antropología: un
dilema kantiano. En los bicentenarios de la Antropología en
sentido pragmático (1798) y la Metafísica de las Costumbres
(¡797), Editorial Com ares, G ranada, 1999). He hecho, no obs­
tante, ligeras modificaciones a esta traducción siguiendo al original
alem án. En las traducciones de los textos de Kant y, en general,
de los filósofos y pensadores que aparecen citados a lo largo de
los trabajos del profesor Brandt, tanto el profesor Luis Felipe
Segura com o yo mismo realizam os las traducciones correspon­
d ientes directam ente desde su idiom a original. D eseo dejar
constancia de mi agradecim iento al doctor Luis M ier y Terán,
Rector de la Universidad Autónoma M etropolitana-Iztapalapa, al
doctor José Lema Labadie, D irector de la División de C iencias
Sociales y Hum anidades de esta misma U niversidad, al doctor
Brian Conaughton, en aquel m omento C oordinador G eneral del
Posgrado en Hum anidades de esta institución, al doctor Carlos
]Hades, Jefe del D epartam ento de Filosofía de esta U niversidad
y a Jo sef Bornhorst, del Instituto G oethe, por el apoyo que en
todo momento me brindaron para la realización de este Sem ina­
rio y para la edición del libro que ahora se presenta al lector.

Gustavo Leyva
KANT EN KÓNIGSBERG*

E l presente escrito pretende establecer una relación entre la


ciudad de Kónigsberg, la escuela en la que Kant recibe su for­
m ación básica ( Fridericianimi) y la com unidad relativam ente
independiente de la U niversidad Albertina asentada en aquélla,
por una parte, y algunos elem entos de la filosofía y la concepción
kantianas del m undo, por la otra.
Las instituciones y las condiciones de vida que rodean a Kant
no pueden ser consideradas com o factores determ inantes en la
construcción de sus teorías y su obra - d e ser así, la Crítica de la
Razón Pura tendría que haberse escrito necesariam ente en ese
sitio y de esa m anera. Pero tam poco deben tenerse com o algo
carente de im portancia para su com prensión cabal. ¿Podría, por
ejem plo, haberse escrito esta obra un siglo antes en M adrid? La
respuesta es, con toda claridad: no. Esto nos lleva a adoptar una
no del todo precisa postura interm edia, a un estado de oscilación
epistem ológica en el modo de lo “ no casual” o, dicho positiva­
m ente, de lo “ sintom ático” .
Puede afirm arse, con toda seguridad, que no es algo necesa­
rio, pero tam poco fortuito, que la filosofía kantiana del Derecho

•Traducción de l.uis Felipe Segura.


44 Reinhard Brandt

no haya tenido su origen en Londres o en París, sino que haya


surgido en el Konigsberg de finales del siglo xvm. No es en sí
necesario, pero sí sintom ático, que el concepto de progreso se
refiera siem pre, en última instancia, en Kant, a una Selbstkultur ,
esto es, a una autoeducación, al Derecho y a la M oral y no al
viejo program a haconiano de un som etim iento de la naturaleza
por m edio de una técnica estrecham ente vinculada a la ciencia.
En El Conflicto de las Facultades ( 1798), Kant establece una
organización de las ciencias y de su papel específico en el desa­
rrollo de la sociedad. Recordem os, en contraste, las reflexiones
paralelas de Condorcct en las que las ciencias se convierten en un
catalizador en la realización de la libertad y la igualdad entre los
hombres. Es difícil imaginar que la concepción kantiana de la Uni­
versidad pudiera haberse planteado en París, aparte de que la
idea de una ciencia integrada al proceso social habría carecido
de todo fundamento y raíz en la tradición científica prusiana. ¿Qué
faltaba en Konigsberg, en com paración con otros centros y ám ­
bitos de la Ilustración, y qué es lo que permitían esta ciudad y,
específicamente, la educación escolar impartida en el Fridericiumtm
y en la Universidad Albertina?
Lo que aquí se nos presenta es un síndrom e, esto es, un con­
junto de elem entos sintom áticos, de condiciones necesarias, que
no pueden considerarse, sin embargo, tam bién como suficientes,
para la aparición de obras particulares. La ciudad, la escuela y la
Universidad sirven, además, como medios de una formación am­
plia, que, como tal, escapa a una determ inación precisa. De este
modo, teniendo en mente su función coadyuvante para hacer po­
sible o para constituir un obstáculo, el análisis de estas instituciones
no basta, en la mayoría de los casos, para sacar a la luz aquello
que, en lo que toca a los contenidos, resulta co-determ inante. En
lo que sigue, por lo tanto, no pretenderem os elucidar ni explicar
los escritos kantianos interpretándolos como una expresión con­
creta de la persona Immanuel Kant, ni como una m anifestación
de una psique particular, m arcada por su biografía (en especial,
por su relación con su madre), al modo en el que, digam os, se
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 45

conoce o supuestam ente se conoce desde F reu d .1 M ás bien, de


m anera más m odesta, lo que harem os será referir (no reducir)
tales escritos tanto a las instituciones en las que fueron pensados
com o a las herram ientas que ellas podían ofrecer para su desa­
rrollo, considerando que esos escritos las suponen com o parte de
sus condiciones de gestación.
Pero, ¿qué posibilidades de información y de experiencia impor­
tantes para su filosofía y su concepción del mundo proporcionan a
Kant la ciudad, la escuela y la U niversidad? Es evidente que lo
único que estos datos perm iten es delinear, de manera más diáfa­
na que lo que quizás ha sido el caso hasta ahora, algunos aspectos
de la constitución de su pensam iento; otra parte de él se ve rela­
tivam ente poco afectada por todo ello.
Por lo dem ás, es claro que no resulta muy satisfactorio desig­
n a r e sta c o rre la c ió n e n tre las c irc u n sta n c ia s so c ia le s y la
constitución teórica echando m ano de un concepto modal com o
el de lo “no casual”, cuya determ inación lógica dista de ser pre­
cisa. La ventaja de esta designación - a la que, dicho sea de paso,
se recurre con frecu en cia- reside en el hecho de que no im plica,
com o la idea de una conexión dialéctica o la de una inherencia
sistém ica, ningún tipo de pretensiones epistem ológicas no satis­
fechas o de im posible satisfacción.
Em pezarem os com parando a K onigsberg con otros dos cen­
tros de la Ilustración. Presentarem os, m ás adelante, en bosquejo,
una descripción de la ciudad, del Fridericianum y de la U niver­
sidad, teniendo en mente el problema de su influencia real o posible
en el desarrollo del pensam iento kantiano. Por últim o, bajo el m is­
mo título que da nombre a todo el articulo, presentaremos un intento
de ir en la dirección opuesta, esto es, de poner en relación ciertos
tem as y tesis de la filosofía de K ant y de la concepción kantiana
del m undo con los datos disponibles acerca de la ciudad y de sus
instituciones.

1 Véase al respecto Harmut y Gernot Bóhmc, Das Andere der Vernunft,


Frankfurt a.M., 1983. Las indicaciones bibliográficas de este articulo aparecen al
final de “Sobre la Filosofía Politica de Kant" en este mismo volumen.
46 Reinhard Brandt

I. Las Sedes de la Ilu stra c ió n E u ro p ea

De m anera retrospectiva, es posible identificar, com o centros y


epicentros creativos y pioneros de la Ilustración europea, en pri­
m er lugar, a Escocia, en particular a Edim burgo y G lasgow,
seguidas por París, Berlín y Kónigsberg y, al lado de ella, otros
sitios determinantes en la Ilustración temprana y tardía como Halle
y Leipzig, Góttingen y Milán.
Con el objeto de form arse una idea más precisa de la situa­
ción que caracteriza a K ónigsbcrg en la época, presentarem os,
en prim er térm ino, una com paración entre esta ciudad y la Ilus­
tración francesa y escocesa.
De la Ilustración escocesa forman parte autores tan conoci­
dos com o Hutcheson y Hume, Home, Sm ilh, Ferguson, lo mismo
que M illar, Reid y Gerard. En Francia baste m encionar solam en­
te a los philosophes , agrupados en la em presa secular de la
Encyclopéilie: Diderot, d ’Alem bert, Rousseau, Voltaire, Buffon.
En Kónigsberg encontram os tem poralm ente a Kant, a Lindner y
a Schlegel; más tarde a Hippel, a Kraus, a S cheffnery a Mamann,
este último declarado oponente de la Ilustración. Ilerder recibe
su form ación filosófica en la ciudad en el periodo que va de 1762
a 1764. Sólo los escritos de Kant, Hamann y Herder son objeto
de una reedición y llegan a un público más amplio.
Es posible constatar una diversidad de intereses comunes en
Escocia y Francia, por un lado, y Kónigsberg, por el otro, que son
reforzados por una serie de impulsos provenientes de aquellos paí­
ses en dirección de la ciudad de Kant; pero las divergencias entre
estos centros son también notables. Común a los tres es la crítica y
el desarrollo de la Teoría del Conocimiento y de la filosofía práctica,
de la Filosofía de la Religión y, también, de la Estética. Las obras
monumentales acerca de la epistemología son el primer libro del
Treatise on Human Nalure (1739-1740) de Hume, su nueva formu­
lación en el Inquiry concerning Human Understanding de 1748,
el Essai sur ¡'origine des connaissances humaines (1748) de
Condillac y, por supuesto, la Kritik der reinen Vernunft kantiana de
1781. En ningún otro de los centros y epicentros de la Ilustración
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 47

se produce nada equiparable. En los tres escritos, la m etafísica


es objeto ya sea de una disolución o de una suspensión tem poral,
con el propósito de llevar a cabo, en prim er lugar, antes de
aventurarse de nuevo en falsas especulaciones sin fundam ento,
una evaluación de los lím ites de la facultad hum ana de conoci­
m iento. Por su parte, en torno a la filosofía práctica, aparecen
ya, desde los años c u aren ta y c in c u e n ta , p u b lic a cio n e s de
I iutcheson y de Smith, de Hume, de Reid, lo mismo que de Diderot
y de Rousseau. En Kónigsberg, Kant publica sus obras más im­
portantes acerca de la M oral y el Derecho entre 1785 y 1797.
Los escritos de Hume acerca de la religión y las creencias m ági­
cas, en especial sus Dialogues concerning Natural Religión .
aparecido de m anera postum a en 1774, y la Religión innerhalh
der Grenzen der blossen Vernunft (1793) de Kant abordan y
d e s a r r o lla n los p ro b le m a s p la n te a d o s p o r L o c k e en su
Reasonahleness o f Christianity de 1695. Por otra parte, en el
terreno de la Estética se da una num erosa gama de publicaciones
realizadas tanto por la Ilustración escocesa com o por la france­
sa. En Kónigsberg, Lindner, Ham ann, Schlegel, Kant y H erder
(Kritische Wcildchen) se plantean y analizan dificultades acerca
de la poesía, así com o el problem a de un standard o f taste. A
diferencia de Johann Joachim W inckelmann o de los Salons de
D iderot, tanto en Escocia com o en Kónigsberg la reflexión se
orienta de m anera esencial a la poesía. Las artes figurativas
[bildende Kiinsle] no cuentan en Glasgow,2 ni en Edim burgo ni
en K ónigsberg con su cu rsales flo recien tes, com o ocurre en
Dresden y en Roma (W inckelm ann) o en París (D iderot).
Hay, sin embargo, dos disciplinas que lo mismo en Escocia
que en Francia tienen un desarrollo fulm inante, pero que están

2 De lodos modos, hay documentos que atestiguan que en 1762 tiene lugar en
la Universidad de Glasgow una exposición de arte (c/r. S. Strcmingcr 1986, p. 53).
Resulta difícil imaginar que una iniciativa similar hubiera podido darse en la Albertina
durante el siglo .xvm. Como sea. la Universidad contaba con una orquesta estudian­
til, según informa l.udwig \o n Baczko en su l'ersitch etn er G eschichte und
Bescbreibung Kónigsbergs (1787/1790. 2a. ed. 1804); véase la reimpresión par­
cial de esta obra en Kohnen (ed.) 1993. pp. 5-14. en especial, la pig. 14 acerca de
la oferta cultural de la ciudad.
48 Reinhctrd Brandt

notablem ente ausentes en Konigsbcrg: la ciencia de la sociedad,


en las dos disciplinas de la sociología y la econom ía, y una cien­
cia de la historia, enriquecida por conocim ientos e intereses
científicos y sociales. Así, por ejem plo, el escrito m ás antiguo
que se conserva de Hume es un ensayo juvenil que lleva el título
de “ Historical Essay on Chivalry and M odem Honour” ,3 es decir,
un trabajo histórico en el que su autor intenta com prender la ideo­
logía y los intereses de los caballeros m edievales. La fam a
posterior de Hume se debe, en especial, a su pragm ática History
o f England, aparecida en el lapso que va de 1754 a 1763. Por su
parte, en Escocia, Adam Sm ith escribe en 1776 su célebre The
Wealth ofNations, con la que la econom ía se transform a en una
ciencia m oderna, m ientras que John M illar se sirv e en sus
Observations Concerning (he Distinctions o f Ranks in Society
(1771) de los descubrim ientos de los dos escoceses precedentes
y se le considera, con justicia, com o el prim er sociólogo m oder­
no.4*En Francia, M ontesquieu y Voltaire escriben sobre la historia,
al tiem po que Rousseau contribuye a la Encyclopédie con un
artículo acerca de la economie politiqueé y los fisiócratas anali­
zan los problem as relativos al desarrollo de la producción y de la
política financiera. En particular, entre los autores que toman parte
en la elaboración de la Enciclopedia es posible observar un gran
interés en los problem as planteados por el desarrollo de la técni­
ca. Esto se pone de m anifiesto en sus intentos de extender sus
propios conocim ientos al respecto y de ponerlos a la disposición
de un público m ás amplio. Por otra parte, en el em blem a del título
que antecede a la Enciclopedia desde la edición de 1765, las
arts et les Sciences se presentan de m odo tal que en la parte
baja del frontispicio es posible distinguir la representación de di­
ferentes artes y oficios m anuales, de los que surgen luego los
conocim ientos y las artes en el sentido de las m ás elevadas artes

* Cfr. Mosner, 1947; Brandt. 1977, en especial, pp. 122-123 y la nota 26.
4 Cfr. el juicio de Werncr Sombart en Millar. 1967, p. 7, en la edición de
William C. Lehmann.
* Publicado como “Discours sur l'cconomie politique” en Rousseau, 1959, ss.,
III. pp. 239-278.
Unmanueí Kant: Política. Derecho y... 49

liberales. La idea, que bien pudo haber aparecido tam bién en


Escocia, no es siquiera im aginable en el caso de Konigsberg.
El objeto de estudio de todas estas nuevas disciplinas (la so­
ciología y la economía) o de esta nueva concepción de disciplinas
ya existentes (la historiografía pragm ática) es una sociedad con­
creta, dada como un todo, y su dinám ica, tanto psicológica como
económ ica. Este tema se encuentra, sin embargo, prácticam ente
ausente en la Ilustración kónigsbergiana.6 No encontram os en
ella, en efecto, nada com parable a las obras m encionadas. En
K onigsberg no se publica ninguna obra histórica cuyo interés re­
base el plano puram ente local. Cuando Kant escribe acerca de la
historia, lo hace en la forma de una “ Idea para una historia uni­
versal en sentido cosmopolita” ( 1784). Es decir, se plantea la idea de
un hilo conductor provisional para la historia humana en su totalidad
al que la ciencia natural sirve como paradigma; en el horizonte apa­
rece una especie de Ncvvton de la historia,7 aunque no un nuevo
Tucídides ni un nuevo Polibio. La pretensión kantiana no es “hacer
de lado el desarrollo de una historia escrita, más bien, sólo de mane­
ra empírica” (VIII, 30). Pero, ¿cuál sería, entonces, el interés racional
de una historia de este tipo, es decir, de una historia empírica apoya­
da en fuentes y que no ordena su material de acuerdo con los criterios
kantianos? No falta razón a Herder cuando, en una carta a I lamann
fechada el 28 de febrero de 1765, afirma:

No deja de ser extraño que los metaflsicos, como su Kant, tampo­


co quieran ver en la historia una historia, ni la impavidez con la
que proscriben a ésta del mundo. Quiero poner leña y fuego
juntos para que la llama de la historia sea suficientemente grande
[...J ¡Que sigan especulando en su frío y vacuo cielo de hielo!8

Esta falta de interés en los hechos históricos reales y en sus


conexiones afecta no sólo a la historia política y a la historia de la

'• Acerca de una contribución de Hamannn al respecto, véase la nota 31.


7 Nuestras citas aquí y en lo que sigue se refieren a ííi edición de la Academia
(¡mmanuet Kanis Gesummelie Schri/ten). Berlín. 1900 ss.
* Ilamann, 1825, Vil, 227: citado en Wcisskopf. 1970. p. 48.
50 Reinhard Brandt

cultura, sino tam bién a la historia misma de la filosofía, a la que


Kant ordena siem pre a partir de conceptos tom ados de su propia
filosofía. La aproximación kantiana a ella no va acompañada, como
ocurre, por ejem plo, en el caso de Gassendi o en el de Leibniz, de
un interés específico en las fuentes.
Kraus, quien muy bien hubiera podido sobresalir en la econo­
mía como especialista en Adam Smith, guarda silencio hasta finales
de siglo, m ientras que otros autores kbnigsbergianos excluyen
consistentem ente de sus ám bitos de interés la sociología, la eco­
nom ía y la historia. La explicación de ello no se debe, con toda
seguridad, a las características psíquicas de cada uno de estos
estudiosos, sino que parecería tener que buscarse en las institu­
ciones, en las condiciones sociales, económ icas e históricas de la
ciudad y de su Universidad.
La renuencia de la intelectualidad de esta parte de Prusia a
abordar estos tem as (si se la com para con el interés que existe al
respecto en los otros dos centros de la Ilustración) no sólo es
sorprendente y exige una explicación; tam bién resulta extraña si
se la com para con el resto de la Europa ilustrada; más aún si se
considera que, de hecho, el interés en la historia pragm ática y ya
no cortesana, lo mismo que en la producción social, no se restrin­
ge a Escocia y a París, sino que abarca en cierto sentido al
continente europeo en su totalidad. Recordem os aquí tan sólo la
gran variedad de estudios que se han realizado acerca de la ilus­
tración europea, así como acerca de la Ilustración tem prana.
Desde Lisboa hasta Rum ania, desde Copenhague hasta N ápoles
surgen -p a ra m encionar un solo aspecto de esta preocupación-
sociedades cuya meta consiste en el m ejoram iento de la industria
local. Esta inquietud encontraba su justificación en los problem as
planteados por la propia econom ía y el propio desarrollo social,
pero se encontraba tam bién ligada con la necesidad cada vez
más acuciante de una renovación de las instituciones educativas.
Éste es el contexto en el que debe ubicarse el fenóm eno de la
expulsión de los jesu ítas de los países católicos; eran ellos quie­
nes detentaban el m onopolio de la educación, sirviéndose de él
Immanuel Kanl: Política, Derecho y... 51

para prom over una doctrina obsoleta; sus educandos eran cada
vez m enos capaces de entender el mundo moderno o de insertar­
se e influir en él. O dicho de m anera sociológica: la inegalité
parmi les hommes no era ya respaldada por un orden estam entario
cuasi natural y planteaba uno de los problem as más im portantes
del siglo. Las tensiones políticas y sociales que de ello se derivan
desem bocan, ya entrado el siglo xvm, en sublevaciones en mu­
chas ciudades, entre ellas, en m uchas ciudades de A lem ania.
Surge entonces un interés histórico en las libertades sancionadas
propias de cada com unidad.9 La m anifestación m ás im portante
de ese descontento es la Revolución Francesa.
Ahora bien, todo ello tiene lugar no dentro, sino fuera de los
lím ites de Kdnigsberg, la capital, prim ero, de toda Prusia y, más
tarde, tan sólo de Prusia oriental. La ciudad perm anece, hasta
donde los docum entos históricos dan cuenta de la situación inte­
rior, como un rem anso de tranquilidad absoluta, com o un lugar
apto para las reflexiones, sin perturbaciones de ninguna índole
acerca de lo que fuera de ella agitaba al mundo.

II. K Ó N IG S B E R G : LA C IU D A D , LA E SC U E L A ,
LA U N IV E R S ID A D

1. L a C iu d ad

Kónigsberg no era la sede de un principado (y, por esta razón, no se


habían desarrollado en ella las artes plásticas, aunque tampoco se
presentaban las tragedias asociadas a una arbitrariedad personal por
parte de un soberano); no es, tampoco, una Reichsiadt, es decir, no
es una ciudad del Reich, como Frankfurt a.M., ni una de las ciudades
de la Hansa (por lo que carece, asimismo, de los problemas de
autoafirmación típicos de éstas); es, más bien, una sede secundaria
de un gobierno de reyes que están siempre ausentes. Federico II de *

* A este respecto, véase la monografía de Andreas Wurgler, Unruhen uncí


O ffentlichkeit. Tübingen. 1995.
52 Reinhard Brandt

Prusia, por ejemplo, hace acto de presencia brevemente e n ju lio de


1740, en ocasión de una visita al parlamento local de honoración
[Huldigungslandlag]101al inicio de su gobierno. Federico Guillermo
se detiene en la ciudad del 17 al 22 de septiembre de 1786 con
motivo de la honoración. Kant, en ese momento Rector de la Uni­
versidad , es presentado al Rey y logra que un colega suyo pueda
tomar parte, en su lugar, en la celebración litúrgica en la corte.
En su Antropología en sentido pragmático de 1798. Kant
se refiere a su terruño de la siguiente manera: “ Una gran ciudad,
el centro de un imperio en el que se encuentran los órganos cole­
g iad o s p ro v in c iale s de g o b ie rn o ...] - u n a ciudad asi, com o
Kónigsberg a la orilla del Pregel [ ...] ” (V il, 120-12 1). Pero, ¿de
qué im perio es el centro Kónigsberg? ¿Por qué se encuentran en
este centro del imperio únicam ente los “órganos colegiales pro­
vinciales’' de gobierno? ¿Dónde está el gobierno? Este fragmento
de Kónigsberg. más folclore orientado al nombre -inons re alis,
M ontreal, esto es, M onterrey- que a los hechos ha sido citado
una y otra vez como inform ación fidedigna.
Me aquí algunos datos acerca de la situación económ ica de
esta urbe, la segunda ciudad más grande de Prusia. La política
m ercantil que Federico II practica en su época tardía tenía como
propósito el establecim iento de restricciones aduanales y el fo­
m ento com plem entario de la industria propia del país. Ninguno
de estos dos objetivos tuvo un gran efecto en K ónigsberg. El
núm ero de aperturas industriales y com erciales es más bien mo­
desto. En 1769 da inicio a sus actividades una fábrica de jabones;
en 1769 le sigue una fábrica de botones (la de Johann Ludw ig
G arbrecht); en 1771 una m anufactura de papel tapiz; en 1772
una fábrica de objetos de bronce; en 1782 una fábrica de cuer­
das de tripa; en 1785 tam bién una fábrica de algodón. De una
tradición más antigua provienen los molinos. En 1786 se elim ina
el m onopolio real del tabaco. En 1800, esta rama de la industria
em pleaba en K ónigsberg a 263 o breros.11 En 1790, a iniciativa

10 C/r. Birisch. 1983, p. 397.


11 Todos estos dalos han sido lomados de Gausc. 1968. II. pp. 205-213.
Immanuel Kani: Política. Derecho y... 53

del edil de la ciudad, Theodor G ottlieb von I lippel, se funda una


“ Escuela Provincial de A rte”, alojándosele en el C astillo de la
ciudad. Su objetivo explícito era “ la preparación de artistas y ar­
tesanos m ecánicos en dibujo, en grabado y en m odelaje” . 12 En el
texto de una lección de Geografía Física de 1770 se observa que
“ las suelas parisinas, inglesas y de Kónigsberg son las m ejores”, 13
lo que im plicaría la existencia de una reputada m anufactura za­
patera.
En 1792 existían en la ciudad 43 industrias de m anufactura.
Pero K ónigsberg no era un centro industrial, sino com ercial. Los
com erciantes continuaban con sus actividades de im portación y
exportación de m ercancías y ganaban su dinero siguiendo reglas
que no eran las que el Rey esperaba. La tecnología era im porta­
da, como tam bién, con mucha frecuencia, lo eran los trabajadores
especializados, que provenían de Holanda, de Inglaterra y, en paite,
tam bién de Brandenburgo. El financiam ienlo a partir de las ga­
nancias com erciales no presentó, en realidad, nunca un problema
capaz de suscitar en los ciudadanos algún tipo de reflexión.
El aprovisionam iento agrícola de la ciudad resultaba posible
sin m ayores dificultades gracias a los latifundios de las extensas
y duras, pero fértiles, tierras circundantes; y cuando los siervos
propios no bastaban para llevar a cabo las labores del cam po, se
podía recurrir al reclutam iento de trabajadores de las poblacio­
nes aledañas. Este acuerdo de producción y propiedad funcionó
eficazm ente durante varios siglos, razón por la cual no se sabe de
ninguna sublevación cam pesina ni de parte de los siervos, cuya
condición social equivalía prácticam ente a una sem iesclavitud.
Tam poco se da en el caso de Kónigsberg ningún tipo de recom ­
posición en el reparto de la tierra, com o ocurre en Inglaterra,
donde los terratenientes ricos y poderosos cercaron y se apro­
piaron de las tierras com unales, violando con ello los derechos de
uso tradicionales del resto de la población. Estas enclosttres
provocaron el éxodo de una buena parte de los habitantes de

12 Cfr. Lindemann-Siark, 1996. 257-258.


13 Physischu Geographie-Hesse 107 (imídito)
54 Reinhard fírandl

estos poblados liada las ciudades y su empleo en las fábricas, que


se benefician del impulso que les brinda la mano de obra barata. No
había, pues, en la urbe del Pregel, razón alguna para preocuparse de
los problemas ligados a todo ello; no había razón para preocuparse
del empobrecimiento de una parte considerable de la población no
por culpa propia, sino a causa de un proceso social, de un posible
ataque a las máquinas14 o de la criminalidad; pero tampoco había un
motivo concreto que indujera a un análisis de las nuevas formas
industriales,15 en oposición a una forma de producción basada en el
trabajo artesanal. No había nada que moviera a una reflexión al
respecto y, de hecho, ésta no se lleva nunca a cabo. N o es casual, en
consecuencia, que Kant escriba en 1798 en la Antropología:

Todas las demás cualidades positivas y útiles [de los hombres] tie­
nen un precio, a saber: el de poder cambiarse por otras equiparables
en cuanto a su utilidad. También el talento posee un precio en el
mercado, porque el señor o el propietario puede tener necesidad de
personas con esas dotes para muchas cosas [...] (Vil, 292).

Kant hace aquí caso om iso del m ercado de trabajo burgués y


se dirige exclusivam ente a los señores feudales. De haberse ha­
llado en esa misma época en París, es probable que no habría
ofrecido estos ejem plos, m ientras que, de haberse encontrado en
L ondres, habría hablado, en consonancia con la concepción
anglosajona del trabajo asalariado, no de un uso de los hom bres y
de sus cualidades, sino de la venta de sus productos.16

14 Sobre este tema, véase Victor t.ink: “A monopoly contrary to the nature
and reason of Ihings": Frilhe llieransche Opposilion ge gen Masclitncn in England,
en Fabián led.). 1980, pp. 277-282.
15 C/r. Laslett, 1965.
Véase Richard llicrnacki. The Fabricaron o f Labor, 1995. Según hace ver
Bicrnacki en sus investigaciones, en Inglaterra, el fabricante compra el producto
del trabajador que ha empicado, mientras que en Alemania lo que compra es la
fuerza de trabajo: "Germán employcrs and workers indeed acted as if the
cmploymcnt rclation compriscd the purchase o f labor cffort and o f the disposition
over workcr's labor activity or, as thcy lermcd ii, over Arbeilskraft. Through
quotidian practiee British employcrs and workers defrned the factory cmploymcnt
relalion as the appropriation o f workers* labor concrctized in produets" (p. 43).
Inimanuel Kant: Política. Derecho y... 55

El com ercio entre K onigsberg y los estados circunvecinos era


de una gran diversidad, por lo que la ciudad se encontraba prác­
ticam ente a salvo de cualquier crisis. No se sufría ham bre, ni
existían problem as laborales de consideración; el com ercio ga­
rantizaba la subsistencia y fortalecim iento de una clase m edia
estable y muchos bancos m antenían filiales en Kónigsberg. En su
gran libro The Weitlth o f Nations (1776), que resultaría tam bién
un gran éxito editorial, Adani Smith m enciona a “K onnigsberg”
com o una de las m etrópolis com erciales de la ép o ca,17 evidente­
m ente a la par de ciudades como Am sterdam y Lisboa. La leve
diferencia en cuanto a im portancia entre estas urbes se trasluce
discretamente en la designación equivocada que Smith utiliza para
referirse a la ciudad, en su ignorancia de la ortografía correcta
(¿o se trata, más bien, de un error de im prenta?)
Ningún fenóm eno natural ni social obliga a la ciudad a buscar
nuevos m odos de subsistencia. El suceso natural más notable en
estos años, el terrem oto de Lisboa de 1755, provoca una honda
impresión en todos los espíritus de la época, pero, por fortuna,
tiene lugar en una ciudad que, si bien es com parable en cuanto
centro económ ico a Konigsberg, se encuentra muy lejos de esta
última. Por otra parte, la gran Revolución social de 1789 ocurre
en el lejano París. Kónigsberg es un lugar para observar, reflexio­
nar y comentar, no un sitio para acontecim ientos propios, capaces
de sa cu d irá su tiem po. El gran incendio de la ciudad, ocurrido el
11 y 12 de noviem bre de 1764, formaba parte, en realidad, de un
tipo de fenóm enos que, aunque frecuentes en las ciudades euro­
peas y, sin duda alguna, im portantes para sus habitantes,18 no
quedaban grabados por m ucho tiem po en la m em oria de quien
vivía fuera de la zona afectada. Por otra parte, Kónigsberg no
era un principado, por lo que no hay nunca en la ciudad una vo­
luntad despótica que hubiera tenido la pretensión de servirse del

17 Smith, 1976, ll/l, p. 454 (Cap. IV, ii: "Of Rcstraims upon the linportations
from Forcign Counlrics of such Goods as can he Produccd at Home”).
'* El poeta local Johann Fricdrích Lauson. al igual que llcrder. quien se habla
trasladado a Riga, escriben poemas al respecto. C/r. Knoll. 1994, pp. 181-183.
56 Reinhard Brandt

fuego para imponer una nueva forma de organización a la ciudad


aprovechando la favorable, aunque no provocada, oportunidad que
se presentaba. Todo seguía su curso normal. En ninguno de los es­
critos kantianos, libros, ensayos, cartas o manuscritos de lecciones,
hay una sola alusión al incendio ni a la subsecuente reconstruc­
ción de la ciudad.
Aunque la adm inistración de la ciudad por parte de un puñado
de fam ilias pudo haber sido co rru p ta,19 el hecho es que este mal
no alcanzó dim ensiones que orillaran al pueblo a una abierta re­
belión. La adm inistración autónom a de la ciudad fue rem plazada
en el siglo xvm por una adm inistración directa desde Berlín.
Theodor W inkler escribe al respecto:20 “ Bajo la coraza de la dis­
ciplina prusiana se agita todavía, en discreta tensión con ella, una
vida urbana propia’’. Pero esa tensión era, en verdad, algo sum a­
m ente tenue y no se sabe de nadie que haya dicho acerca de la
ciudad de Kant, com o se escribió sobre l'rankfurt a.M . que se
trataba de “ un pueblo con una tendencia muy arraigada a la re-
belión” .21 En Konigsberg no se exige nunca una apertura de los
archivos antiguos de la ciudad, que habría perm itido que el pue­
blo se enterara del contenido de los docum entos que consignaban
sus libertades originales y ningún edificio del gobierno es tomado
por asalto a causa de ello. Así, cuando Kant habla de lo público,
no e s tá p ro y e c ta n d o una e x p e rie n c ia local en una te o ría
universalista, sino haciéndose eco de la tendencia general exis­
tente en Europa hacia un reforzam ienlo de los derechos civiles
frente al trono y al altar.
Kónigsberg era, asim ism o, una ciudad castrense y no dejan de
presentarse algunos conflictos marginales por rivalidades de com ­
petencia entre la milicia, la ciudad y la Universidad . Kant, exento

19 '‘Corrupción" y "negligencia” son los conceptos centrales en la descripción


que Ankc Undcmann-Siark hace de la administración de Konigsberg antes del
nombramiento de Theodor Hippel como presidente municipal en diciembre de
1780. III gobierno en Berlín suspende de inmediato el derecho al voto para la
elección del magistrado en Konigsberg. Víase Undcmann-Stark, 1996. p. 238.
Winkler. 1957. 2a. cd.. p. 35.
!l De acuerdo con Wurgler. 1995, p. 65.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 57

por su dedicación a la academ ia del servicio m ilitar, critica de


m anera severa el arm am entism o belicista, apoyando las ideas
pacifistas del abate de Saint Pierre y de Rousseau contra la gue­
rra en general. En una nota m arginal del Conde Dohna al texto
del m anuscrito de la Antropología de 1790-1791 se dice: “ Kant
afirm a que la idea de los uniform es es m ala, pues éstos son un
signo de esclavitud'’.22 He aquí un com entario que, con toda se­
guridad. hubiera podido tam bién aplicarse, en esa misma forma,
al ejército de Federico II; se hace oralm ente en el aula instalada
en la propia residencia de Kant (desde el sem estre de verano de
1784) en la calle de las Princesas, no en un escrito público contra
el servicio militar.
La G uerra de Siete Años, en la que la ciudad toma parte, se
soporta con una indiferencia verdaderamente estoica, no como algo
que pusiera en peligro a Prusia o que implicara batallas y penurias.
Por el contrario, la ocupación rusa es vista como un agradable cam­
bio, que contribuye, además, a la modernización de la vida social.
Kurt Stavenhagen ha expuesto de manera muy clara23 la manera en
la que esa ocupación condujo a una mayor flexibilidad social no sólo
en las relaciones entre los ciudadanos, sino también en la vida uni­
versitaria. Si nos atenemos al silencio que a este respecto guardan
todos los documentos conocidos de Kant. podemos afirm ar que a
éste no le interesa mucho si es el Rey en Sanssouci y Berlín o si es
la Zarina en San Petersburgo quien tiene en sus manos el distante
poder. Pero es igualmente probable que esta suposición sea la causa
de un equivoco al que las fuentes accesibles mismas han también
contribuido. Al principio de la Guerra de Siete Años, al final de su
breve Geschichte and Naturbeschreibung des Erdhebens am
Ende des 1755slen Jahres [Historia y descripción natural del te­
rremoto de finales de 1755), Kant escribe que:

Un príncipe que, impulsado por su noble corazón, sea llevado a


alejar la miseria de la guerra, este mal del género humano, de seres*

12 Kowalcwski. 1924. p. 69
** Cfr. Kurt Stavenhagen. Kant muí Kónlgsberg, GOttingen, 1949.
58 Reinhard Brandt

que, de por s(, ya se ven amenazados por doquier por grandes des­
gracias, constituye una herramienta bienhechora en las benévolas
manos divinas y un regalo de Dios a los pueblos de la tierra y cuyo
valor no podrán nunca apreciar en todas sus dimensiones (1,461).

Pero en los docum entos kantianos conservados no hay nada


que pudiera interpretarse com o una reacción a aquel conflicto
bélico y en ninguna de las aproximadamente 5 000 páginas de los
manuscritos de las lecciones de antropología puede hallarse alguna
expresión que pudiera referirse a las guerras de Federico II.
Debemos suponer, por lo tanto, que el relativo y externam ente
inalterado bienestar de la ciudad es tam bién la cuna civilizatoria
de un sueño dogm ático social. Kónigsberg no necesitaba de nin­
guna innovación porque la situación económ ica de la ciudad era,
a pesar de sus m uchas fluctuaciones, verdaderam ente envidia­
ble. Chi slo bene non si muove. Y hasta el final de la vida de
Kant, la imagen que la ciudad ofrece no varía. No hay, por ejem ­
plo, como en Kiel, Flensburg o en Badén, ninguna publicación en
la que se ejerza algún tipo de crítica a la situación política o social
locales.24 M ientras que en Hamburgo, entre otros m uchos ejem ­
plos, tiene lugar, en 1791, una rebelión de los cerrajeros, en la que
hay varios m uertos, y a ella sigue, en 1794-1795, una de los sas­
tres,25 no se sabe, en lo relativo a Kónigsberg, de ningún grem io
de trab ajad o res que se hubiera rebelado contra las d ifíc iles
condiciones en las que tenían que llevar a cabo sus actividades, ni
de sublevaciones de otros grupos sociales. Tampoco en los años
noventa se encarcela a algún simpatizante de la revolución, ni se
sabe de panfletos a favor o contra ella, ni de desórdenes o detencio­
nes, ni, por último, de ningún proceso judicial notorio al respecto. El

u Al respecto, véase Valjavec, 1978, pp. 88-145. Véase, asimismo, la exposi­


ción de Waclaw Klugoborski, Votksbev/egungen i ni p re u ssisc h -p o ln isc h e n
Crenzraum, 1981. al igual que el volumen Soziale Unruhen in Deulschland wáhrend
der Franzóslschen Revoluiton, editado por Hclmut Berding (1988). En los traba­
jos contenidos en este escrito el tema del titulo se aborda en referencia a regiones
y ciudades particulares de Alemania. Falta en él, sin embargo, por razones
comprensibles, un informe acerca de Prusia Oriental y de Konigsberg.
u C/r. Valjavec. 1978, p. 209.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 59

entusiasm o por el proceso revolucionario en Francia en esa dé­


cada se m anifiesta, m ás bien, en conversaciones sobre el tem a.26
La ciudad carecía de toda urgencia de renovación, aún en aque­
llos ámbitos en los que una conciencia educada en la Ilustración lo
hubiera juzgado hoy absolutamente necesario. He aquí, por ejemplo,
dos descripciones de dos instituciones locales de la época, una del
manicomio y otra de la prisión de Kónigsberg. Acerca del primero,
un colega de Kant, de nombre Metzger, escribe lo siguiente.

[...] En el piso más bajo hay cuatro o cinco buhardillas o cámaras


húmedas, en las que aproximadamente unos 200 locos o idiotas se
hacinan como sardinas en un tonel; los irascibles en miserables y
estrechísimas celdas de madera como pocilgas; los idiotas arriba de
las celdas y abajo en las buhardillas, todos tan cerca unos de otros
como resulte posible [...] Nunca vi que alguna de las celdas hubiera
sido ventilada o que se llevara a cabo en ellas algún tipo de limpie­
za; menos aún que se aseara a los locos, a quienes se dejaba revolcar
en sus propias heces en el estrecho espacio de ese muladar [...]27

Por su parte, John I low ard visita la prisión de K ónigsberg en


1789. Este es su testim onio.

No había distinción alguna entre prisioneros viejos y prisione­


ros jóvenes, ni entre pequeños y grandes delincuentes [...] Una
sola mirada a los rostros de los presos me convenció por comple­
to del triste abandono en el que se encontraban, pues no había
enfermería; los enfermos apenas si contaban con una frazada
para cubrirse [...] La falta de higiene de tres mujeres en tres
celdas rebasa cualquier descripción, aparte de que carecían de
cualquier cosa que hiciera menos penoso su encierro”.28

En K ónigsberg no surge ninguna iniciativa en favor de una


reform a de estas condiciones infernales de encierro y cuando *1

J6 Víase también Funk. 1873, p. 5, sin embargo, cfr. igualmente Cause. 1968,
II, p. 300.
11 l.a cita se encuentra en Gross, 1997, 128.
M Ver la nota anterior.
60 Reinhard Brandt

Kant escribe en la Antropología en un sentido pragmático que


“ [...J no es, en consecuencia, aconsejable para un hipocondriaco
visitar, aunque sea por curiosidad, el m anicom io” (V II, 179), su
punto de referencia es un saber libresco, es decir, son lecturas
previam ente hechas, no las inhum anas condiciones que prevale­
cían en su inm ediata vecindad.
A diferencia de casi todos los centros im portantes de pobla­
ción en Europa, Kónigsberg no contaba con una sociedad para el
fom ento de la econom ía.29 No existía en la ciudad, tam poco, una
sociedad de lectura capaz de tom ar algún riesgo político.30 Uno
de los focos culturales de la ciudad lo constituían sus célebres
librerías. Los lazos com erciales de la ciudad bastaban para ga­
rantizar que un habitante de Kónigsberg pudiera sentirse a la par,
en lo tocante a inform ación literaria en general, a un habitante de
Edimburgo o de París. A ello se añade una ventaja específicam ente
alem ana: La ausencia de una ciudad capital centralista condujo a
la formación de una amplia red de inform ación literaria en todo el
ám bito de lengua alem ana. Se calcula, a este respecto, que el
núm ero de revistas llegó a alcanzar las 200.31
El órgano público local de las Konigshergisc/te Gelehrten
und Politischen Zeitungen (existente de 176432 hasta después
de 1801) difícilm ente era, com o quiere G ause,33 uno “de los m ás
im portantes diarios alem anes” . Sólo la fama alcanzada m ás lar­
de por algunos de sus colaboradores, como I lam ann y Kant. hacen
que cobre celebridad. En todo caso, la publicación no se convier­

39 Cause, 1968, ii. pp. 198-199, sin embargo, es de la opinión de que una
sociedad de este tipo se Tunda tardíamente en 1798. En relación con las ciudades
en el resto de Europa, c/r. Mi HoT, 1993, pp. 95-138 ("Dic TrSgcr der Aufklarung").
J? Valjavcc, 1978. 238.
11 De acuerdo con el “Index dcutschsprachiger Zcitscliriften von 1750-1815”
(Biblioteca de la Universidad de Góltigcn).
31 El primer número apareció el 3 de febrero de 1764 y contenía un articulo
introductorio de J.G. Hamann, quien se había hecho cargo también de la dirección
del consejo de redacción. Acerca de la fundación de la revista véase Wctinning,
1995, pp. 81-83.
33 Gause, 1968, II, p. 234. Su juicio se hace evidentemente de manera retrospec­
tiva, desde la cual pueden extraerse los nombres ilustres: llamann, Kant, liippcl y el
menos conocido SchcITner. Esto mismo ocurre ya en el trabajo -apoyado también por
Gause, aunque en el se nota una tendencia antisemita- de Rehbcrg, 1942.
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 61

te nunca en un órgano de discusión política y su importancia no va


más allá de los limites de la ciudad. Algunos de los artículos publica­
dos en él han sido reimpresos en la edición de las obras de algunos
colaboradores famosos, pero hasta ahora - y con muy buenas razo­
n e s- a nadie se le ha ocurrido la ¡dea de reimprimir el periódico (que
se conserva aún parcialm ente) en su totalidad. Johann G eorg
Hamann, quien fuera por algún tiempo director de los Zeilungen,
tenía cierto interés en los asuntos económicos y llega incluso, en
1756, a escribir un tratado sobre los beneficios del comercio,34 ade­
más de trasladarse a Londres en calidad de representante de una
compañía comercial. El Mago del Norte experimenta allí su “viaje al
infierno del autoconocimiento” y, más preocupado por su salud espi­
ritual que por el mundo material, abandona la economía mundana.
Su afición romántica a la religión patriarcal del Cercano Oriente no
tenía cabida, sin embargo, en los círculos sociales en los que Kant se
movía; se encontraba, más bien, en una especie de vínculo de sim­
patía con inclinaciones aristocráticas del tipo de las cultivadas por
Jacobi y la princesa Gallitzin en Münster. Para un habitante de
Kónigsberg y para la cultura que su realidad circundante le imbuía,
la fe de Hamann resultaba tan poco apetecible como para Kant; y
esto mismo ocurría con su rebuscada prosa.35 En una atmósfera
poco proclive a la exaltación, a las pasiones y al sectarismo, se podía
ser tolerante. En el último cuarto del siglo xvm, Kónigsberg contaba
con 66 estudiantes judíos, “el número más elevado de ellos [...] en­
tre todas las Universidades comparables en Alemania” .36
Para concluir este apartado, citarem os un pasaje de un texto
de .Ludwig Ernst Borovvski (quien más tarde sería biógrafo de

w El escrito acerca del comercio, que Hamann publica en la forma de un "Beylagc"


|=apéndicc|. tenía como titulo "Las observaciones del señor von Dangucoil acerca de
las ventajas y desventajas para I-rancia y lu Gran Bretaña en relación con el comercio
y el resto de las fuentes de poder(...)“; cfr. Nadlcr. 1949. p. 64.
15 Véase la carta de Kant del 6 de abril de 1774, cfr. X. pp. 153-156- De
acuerdo con los textos de antropología. Kant $c refiere de diversas maneras al
peligro de un renacimiento de la prosa barroca, del llamado asianismo (en la
lectura de la retórica antigua). Es probable que con ello se aluda a Hamann.
36 Dictzsch. I99S. p. 119; el punto de referencia para esta comparación no se
menciona.
62 Reinhard Brandí

Kanl), el Cagíios tro, uno de ¡os más notables aventureros de


nuestro siglo. Su historia junto con una reflexión acerca de
él y, en general, acerca de la exaltada tontería de nuestro
tiempo de 1790.

[Cagliostroj apareció entre nosotros en Kónigsberg el 25 de fe­


brero de 1779, en una escala de su viaje a Rusia. La llegada de
este personaje había sido anunciada en los periódicos,
presentándosele como un extranjero de paso en su viaje de Roma
a San Petersburgo, anunciándose que se alojaría en la pensión
de Schenken en la Kehrwiedergasse. Pero, Dios sabe por qué
razón, su arribo no provocó ninguna sensación particular. Se le
conocía aún demasiado poco y él mismo pareció percatarse muy
pronto de los parcos frutos que prometían estas tierras [...] Cier­
tamente Cagliostro fue recibido en la casa de algunos notables,
pero uno de ellos, que gozaba de mucho ascendiente en la ciu­
dad, impidió que su influencia se extendiera más [...J Cagliostro
tocó a las puertas de algunos hombres de prestigio entre noso­
tros, sin ser ya recibido. De mal modo y tras una breve estancia,
abandonó Kónigsberg, donde no pudo dejar huella alguna por­
que no se confiaba en él. A las afueras de la Puerta del
Rossgártisch se sacudió el polvo de la ciudad de los zapatos y
se dirigió a Curland” (365-366).

Los regiom ontanos [=K 5nigsberger] eran dem asiado listos y


austeros como para entusiasm arse por un C agliostro y el gran
filósofo, dentro de las paredes de la ciudad tem ía, más que nada,
que la Filosofía trascendental pudiera m ezclarse o confundirse
con una especulación exaltada y fantasiosa.
Kanl habla de “ Kónigsberg, a la orilla del río Pregel” como de
un sitio con un am biente propicio para el conocim iento del mun­
do. Pero la ciudad misma es relegada a un segundo plano por la
atm ósfera que ella misma transm ite ¿H abría podido Kant, por
ejem plo, firm ar alguno de sus escritos con el añadido citoyen de
Kónigsberg, a la m anera del citoyen de Genéve que Rousseau
utiliza en el Contrato Social? Es poco probable. Kant se veía a
sí m ism o, más bien, com o un citoyen du monde. Justam ente era
eso lo que la ciudad perm itía.
tmmanuel Kanl: Política, Derecho y... 63

2. L a E scuela

El Fridericianum, la escuela a la que Kant asiste, había sido


fundado en 1698.37 G racias al inform e de Christian Schiffert de
1741, conocem os con toda exactitud tanto los program as de es­
tudio com o el contenido de los cursos. No hay ninguna razón de
peso para poner en duda la veracidad de los datos de su autor. Men­
cionemos aquí, a este respecto, la informativa y detallada presentación
de Heiner Klemme de la nueva edición del texto de Schiffert.38 Kant
conocía el griego y es muy probable que no se haya limitado, ni en
sus propias lecturas ni en las del círculo que formaba con sus amigos
Ruhnken y Cunde, a los escritores latinos o al Nuevo Testamento y
que también haya leído a los clásicos griegos, tal y como éstos se
presentaban en la crestomatía utilizada en la escuela.39 Al principio
de su carrera como Privatdozenl, Kant obtiene un ingreso impar­
tiendo clases de latín -u n hecho cuya mención es omitida por todos
sus biógrafos y que puede inferirse de un documento comprobatorio
expedido a nombre de un tal “Christoph Schoenaich, estudiante de
artes liberales, que ha estado bajo mi supervisión académica y ha
participado en mí curso privado sobre el estilo romano [colieglo
stili román i privatissimo adhibitus eó7]” .40 K ant m enciona a
C om elio Nepos como el autor principalmente estudiado. Por lo de­
más, para hacer más amenas estas clases particulares, se habría
echado mano también de temas geográficos (lo que claramente sig­
nifica que Kant se sirve del privalissimtim para la preparación de
sus lecciones de Geografía F ísica). Al igual que John Locke, quien
fuera por muchos años maestro de lenguas clásicas en Oxford, Kant
profundiza en su conocimiento de los autores latinos gracias a sus
lecciones de latín.41
Kant aprende francés en la escuela, trabaja luego com o m aes­
tro particular y vive en Judtschen (1748-1751) en un ám bito

17 C/r. Klemme. 1994. pp. 5-6.


M Ibid., pp. 1-60.
w Acerca del circulo de lectura, cfr. Klemme. 1994. p. 46.
El dato se encuentra en Eulcr.
41 Cfr. Wcisskopf, 1970, p. 297.
64 Reinhard Brandi

lingüístico en el que gran parte de los habitantes sólo entendía el


francés. Apadrina también a dos niños de la Suiza occidental, es
decir, a dos niños educados en una atm ósfera idioinática funda­
m en ta lm e n te fra n c e sa . En su ép o ca de Privatdozent y de
profesor universitario, Kant debía por fuerza por lo menos enten­
der esa lengua, si no es que dom inarla con fluidez, para poder
participar activam ente en las conversaciones que tenían lugar en
los círculos de la nobleza. Como fuere, no es fácil ofrecer una
dem ostración conclusiva de su dom inio de ese idiom a, lo mismo
que de su lectura en original de libros franceses.42 Puede excluir­
se, sin em bargo, con toda seguridad, que Kant haya tenido algún
conocim iento del inglés.
Aunque nos es bien conocido el program a de estudios de la
escuela de Kant y conocem os, tam bién, en parte, los libros adop­
tados como textos en ella, es muy difícil formarse una idea exacta
de la práctica docente misma. Podemos conjeturar, no obstante,
lo siguiente. En las clases de idioma, tanto de la lengua absoluta­
mente dominante, el latín, como del griego y del hebreo, los textos
se leían de acuerdo con los dos principales intereses prevalecien­
tes, es decir, el interés gram atical y el interés por destacar ciertos
pasajes con el propósito de servirse de ellos para las clases de
religión. Ambos enfoques tenían como objetivo la utilización de
fragm entos breves de un texto para ejem plificar reglas del len­
guaje o religiosas. Los textos no eran analizados en referencia a
un c o n te x to h istó ric o y tam poco se leían c o n sid e rá n d o lo s
críticam ente desde el punto de vista de la historia. Tomando como
punto de partida esta hipótesis, resulta fácilm ente com prensible
que Kant no haya prestado nunca mucha atención, ni en la filoso­
fía ni en ninguna otra disciplina, al contexto intelectual, literario o
histórico en el que habían sido producidos los escritos m enciona­

¿Leyó Kant a Rousseau cu francés o en una traducción alemana? En el Versuch,


den Begri/f der negativen CrOssen in die Weltweisheit emzuführen ( 1763), Kant se
refiere a In publicación en francés de las Réjlexions sur l'espace et le lem fslc j en la
Hisloire de ¡Académie Royale des Sciences el belles leilres de 1748 (11, p. 168, nota).
Pero justamente en 1763 aparece la traducción alemana, por lo que Kant podría haber
tomado de ésta su información; cfr. Schmitz. 1989. pp. 17-18.
Jmmanuel Kant: Política, Derecho y... 65

dos por él y cuando cita, lo hace siem pre utilizando frases


em blem áticas. Es tam bién notable su desinterés por ciertos li­
bros especiales. No hay, por ejemplo, hasta donde sabemos, ningún
docum ento que m uestre que Kant se hubiera esforzado en algún
momento de su vida por conseguir una publicación determinada o
una edición particular de algún libro.
Todo ello resulta congruente con el hecho de que Kant haya
obtenido sus conocim ientos acerca de la Teoría del Conocim ien­
to de David Hume de su “ Ensayo sobre el entendim iento hum ano”
[Inquiry concerning Human UnderstandingJ, tal y com o éste
se presentaba traducido en la antología editada por Johann G eorg
Sulzer bajo el título Vermischte Schriften [Escritos Varios] (1754-
1756) y de que no se interesara nunca, por ejem plo, por el Treatise
o f Human Nature. De todo ello parece poder concluirse que los
num erosos intentos de convertir este escrito de Hume o partes
del mismo en el punto de partida del giro kantiano hacia una filo­
sofía crítica carecen de todo fundam ento h istórico e indica
igualm ente la necesidad de un análisis más detallado de la rela­
ción de Kant con otros autores.
Kant no m ostraría más tarde, si se toman com o base los docu­
m entos que se conservan en la actualidad, ningún interés por las
instituciones escolares locales. A pesar de ello, se convierte en
un denodado prom otor de la filantrópica, fundada por J.B .
Basedow en Dessau. Esta institución sería la única a la que Kant
apoyaría activam ente y con iniciativas e ideas propias en toda su
vida. Kant pensaba que esta escuela constituía un germ en, del
que la sociedad, por medio de una “ revolución” (V II, 449) de la
institución escolar, debía renovarse. El impulso para hacer pro­
paganda pública en favor de una escuela de este tipo tiene su
origen en la arraigada convicción de los años setenta de que una
transform ación de la sociedad humana debe com enzar por la ju ­
ventud y, en consecuencia, tener tanto su fundam ento constante
como su punto de partida en una buena educación. Éstos eran los
terrenos kantianos: la idea de la Ilustración y su anclaje en una
institución educativa. Con su intervención pública, Kant no se
inm iscuye, por lo tanto, en asuntos ajenos, sino que se mueve en
el ám bito de sus propios intereses profesionales.
66 Reinhard Brandt

El viejo traum a de O rbilio, reforzado por la experiencia en


carne propia de una pedagogía desagradable y muy influida por
el pietism o, com o la que se practicaba en el Fridericianum , pue­
de c o n sid e ra rse , a sim ism o , un elem en to e x p lic a tiv o de su
vehem ente participación en el asunto.

Recuerdo, por ejemplo, -escribe Kant en un apéndice de 1772-1773 a


un escrito sobre antropología- una regla gramatical y no puedo sino
pensar al mismo tiempo en el ceño adusto del maestro o en los gol­
pes que le seguían. Todas nuestras representaciones se nos ofrecen
siempre acompañadas de otras que les son concomitantes.43

Ceño adusto y golpes -una experiencia personal vinculada con el


aprendizaje de memoria. “Quiera Dios que en la escuela, en lugar de
aprender de memoria y en vez de copiar las frases de los autores, se
tomara el espíritu de los mismos; nuestros escritos en alemán serían,
sin duda, más agradables al gusto” (XV, 341, Refl. 778). Kant, el
gran artista de la memoria, de quien podemos suponer que no olvida­
ba nada que no deseara expresamente olvidar, critica una y otra vez
el embotante aprendizaje de memoria, viendo en él la aniquilación de
la iniciativa propia y del talento de las personas.
El Fridericianum era una escuela preparatoria para la vida
académ ica y teórica. En consecuencia, la instrucción que en él
se recibía no incluía ningún tipo de práctica corporal, ningún tipo
de ejercicios físicos ni de gim nasia. Si estam os en lo justo, en el
inform e de Schiffert (Nachricht von den jetzigen Anstalten des
Collegii Fridericiani) hay una sola oración dedicada a las acti­
vidades de educación física en la escuela: “De 7 a 8 se com e; a
las 8 se lleva a cabo algo de movimiento. En invierno, sin em ­
bargo, los alum nos perm anecen en sus cuartos [ ...] ” .44 En las
U niversidades alem anas del siglo xvm era norm al asistir a cursos

4-' Aiilliropotogie-Coltins, pp. 26-27 Cfr. también la observación en la Menschenkuniie


de 1781-1782: “Y aunque los años de juventud son algo muy penoso, como queda claro
tan sólo por el recuerdo de los males de la escuela, la mayoría de los hombres se inclina por
naturaleza a creer que serían los aflos más felices de la vida”, (p. 114)
44 Klemmc. 1994, p. 70.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 67

de equitación, de baile y de esgrima. Kant no aprovecha ninguna de


estas oportunidades. La oferta estaba dirigida, en prim er lugar, a
los estudiantes de origen noble. Su propio frágil cuerpo constitu­
ye para Kant un problem a de toda la vida y un curioso campo
teórico de reflexión m édico-filosófica, pero, a causa de las cir­
cunstancias mismas de su educación, no es nunca visto por él
com o una entidad dinám ica a la que haya que entrenar y fortale­
cer con ejercicio. Kant experimenta y cuida su cuerpo únicamente
desde la perspectiva de sus vínculos internos; sus preocupacio­
nes tienen que ver con la ingestión de alim entos, la digestión, el
sueño y las dosis apropiadas de calor y de frío. Un docum ento
ilustrativo de esta percepción es el discurso latino de tom a de
posesión como Rector del I o. de octubre de 1796 intitulado “ Acer­
ca de la salud del cuerpo en la m edida en la que esto concierne al
filósofo” .45 El único m ovim iento al que Kant se refiere es el de
las “m ociones” que nos proporcionam os en la sobrem esa al reír.46
El consejo filosófico que se da en la medicina corporis no inclu­
ye, sin embargo, los m ovim ientos gim násticos.
Incluso los paseos no son entendidos por Kant, si nos atene­
m os a los docum entos e x isten tes, com o un fo rta le c im ie n to
corporal, sino como una distracción benéfica al espíritu que resi­
de en el cuerpo; es decir, como algo que se encuentra, tam bién,
al servicio inm ediato del conocim iento y de la investigación. De
este modo, desde su niñez, Kant se mueve en la estrecha esfera
interm edia del académ ico que, por una parte, estaba im pedido
para desem peñar un trabajo físico por su alto rango en la je ra r­
quía social y que, sin embargo, por la otra, tampoco podía practicar
la equitación o la esgrim a a causa de lo bajo de su rango.
El curso de pedagogía, que Kant se ve obligado a im partir de
1775 a 1786, aborda el problem a de “ lo que debe observarse,
tom ando en cuenta los propósitos del cuerpo, en la educación
física” .47 Pero de inm ediato se m enciona la clave que explica la

45 kant lQOOss.. XV. pp. 939-951. Cfr, mi introducción y traducción en los


Kant-Studien, 1999.
Brandt, 1999. p. 9.
47 Kant, I900ss„ IX, 466, 33.
68 Reinhard Brandt

consideración de ese tipo de actividades, la Filantrópica de


D essau.48 Kant estaba del todo convencido de que las ideas de
Bascdow, en la línea de pensadores como John Locke y Rousseau,
constituían una importante contribución a la vida escolar. Él m is­
mo, sin em bargo, no se apartará nunca de los estrechos límites
sociales que le imponía su condición de letrado.

3. La U n iv ersid ad

Desde su inscripción como estudiante a la Universidad en el se­


m estre de invierno de 1740-1741, Kant deja de ser un ciudadano
de la ciudad de K ónigsberg para convertirse en un ciudadano de
esa institución. La Albertina se funda en 1544. En realidad, la
Universidad se asemeja a una orden caballeresca y constituye una
especie de enclave en la ciudad. De hecho, Kónigsberg misma, fun­
dada en 1724 a partir de la unión de las ciudades Altstadt, Kneipchof
y Lobeniclit, no es tan antigua como su Universidad; esto mismo
ocurre en relación con el reino de Prusia. Esta ínsula territorial cons-
titu ía , a d e m á s, una c o rp o ra c ió n c o n ju ris d ic c io n a lid a d y
adm inistración fiscal propias.49 La institución era propietaria de
tierras, edificios y disponía también de capital propio. Todo ello le
reportaba rentas e intereses y le perm itía disponer de un audito­
rio en la ciudad.50*Por otro lado, la adm inistración financiera, lo

° Kant I900ss. IX. 4 67, 4.


'w Véase a este propósito Wcrncr Huler. Kant und dte Umversitül Kónigsberg
(p o r ap are ce r).
50 Véase al respecto Kohncn. 1994, p. 266: "En los grises y estrechos edificios
de enseñanza que rodeaban a la vieja catedral de ladrillo llevaba a cabo sus activi­
dades un colegio que desde hacia decenios se habia en gran medida resignado'*. I.a
afirm ación acerca del carácter resignado de la actividad colegiada es. por lo menos
en parte, el producto de la polém ica que se da en la época contra las Universidades
y en la que tam bién llippel tom a parte. Acerca de la tendencia general observable
en la c ritic a de la U n iv ersid ad d esp u és de 1750, c/r. T urncr. 1974. pp. 5 00-
505. L as a cias que docum entan la activ id a d o ficial de K ant en la U niversidad
(c /r. W crncr E ulcr. Kant und d ie U n iversiiai Kónigsberg. p o r a p a re c e r) no
pro d u cen , sin em bargo, la im presión de una vida colegiada en la que p riv ara la
re s ig n a c ió n .
Inwwiiuel Kant: Política, Derecho y... 69

mismo que cualquier asunto relativo a su autonom ía, no dependía


de los órganos de la ciudad, sino directam ente del gobierno
prusiano. Esta separación entre la ciudad y la U niversidad resul­
ta clara, por ejem plo, en los ordenam ientos oficiales acerca de
incendios de 1770. De acuerdo con ellos, todo ciudadano de
K ónigsberg estaba obligado a prestar ayuda en caso de incendio;
solam ente estaban exim idos de este deber las autoridades esta­
tales (no locales), así como “ los profesores ordinarios, con tal de
que no fueran ciudadanos de la ciudad. Por su parte, en lugar de
prestar este servicio corporal, los ju d ío s debían pagar una contri­
bución m onetaria anual” .*1 Johann GottlVied Frey, quien revisa
en 1803 este reglam ento, celebra, no obstante, “ la gran disposi­
ción del anciano Kant. que no perm itió que nadie tomara su lugar
en la tarea de proporcionar alim entos y bebidas a los cuerpos de
bom beros” en ocasión del incendio ocurrido ese mismo año.52
Desde el sem estre de verano de 1770, Kant se convierte en
profesor ordinario y, desde 1780, en m iembro perm anente del
senado universitario. Kant funge en dos ocasiones com o R ector
de la Universidad y en seis com o decano.53 Hasta donde sabe­
mos, Kant no critica nunca públicamente la institución, ni pone en
tela de ju ic io sus derechos u obligaciones, m ism os que, por el
contrario, suscribe librem ente en 1740 y, de nueva cuenta, en
1770 por medio de un juram ento oficial. En su rectorado no intro­
duce ningún tipo de m odificaciones y se lim ita a participar en las
decisiones sobre los problem as que se van presentando, resol­
viendo siempre en el sentido de la conservación de la Universidad.
En la Teoría Política, Kant asigna a la universitas studionnn un
lugar especial dentro del Estado, no como una corporación y un po­
der interm ediarios y feudales, sino como un catalizador de la
Ilustración y, en consecuencia, del avance del D erecho.54

11 Winktcr, 1957, 2a. cd„ p. 53.


>2lbiti.. p. 57.
53 O siete: en el semestre de invierno 1794/1795. Kant toma posesión de su
séptimo decanato, que desempeña. no obstante, sólo de manera restringida. Véase
al respecto ütilcr. 1994. p 93. nota 20.
A este respecto, véase la teoría de la Universidad en El conflicto de tas
facultades-, c/r. tamhién Brnitdt. 1987.
70 Reinhard Brandt

Es poco lo que trasluce en las publicaciones kantianas acerca de


las experiencias vividas dentro de la Universidad. Tal vez una de las
pocas excepciones al respecto sea la m ordaz critica a los ju ris ­
tas, a quienes se acusa de ser m eros representantes del poder
del Estado y cuya habilidad consistiría exclusivam ente en la apli­
cación de leyes ya existentes, aunque su poder los lleva a pensar
que su especialidad se cuenta entre las más im portantes de la
U niversidad (VII, 369). K ant añade la observación: “ El afán de
poder es práctica común en la facultad de jurisprudencia” (R efl.
6359; XVIII, 686).
La censura com o práctica instituida en la Albertina propor­
ciona un ejem plo particularm ente claro de la situación interna de
la Universidad y de la tendencia general prevaleciente en ella a
buscar arreglos pacíficos y satisfactorios para todas las partes.
Son bastante conocidos los problem as que enfrentan escritores,
editoriales, im presores y libreros en otros centros de la Ilustra­
ción. Rousseau, por ejem plo, visita a Diderot en la cárcel de
Vinccnnes; su propio Dn Contrat Social es quem ado pública­
mente en París, a donde llega clandestinam ente después de haber
sido impreso en Holanda. Por tem or a la censura, Hume suprim e
pasajes enteros de su Tratado y, por razones sim ilares, sus Diá­
logos acerca de la religión natural no serán publicados sino
hasta después de su muerte.
La situación es radicalmente distinta en Konigsberg. No se cono­
ce un solo caso en la muy estudiada práctica de la censura universitaria
en ese lugar que pueda considerarse seriamente como un conflicto.
Christian Gabriel Fischer -un compañero de ideas y penas de
Christian Wolff en Konigsberg es el título de un tratado de Paul
Konschcl publicado en 1917. Los pietistas ocupaban los puestos de
mando en la Iglesia y la U niversidad, no sólo en Halle sino también
en Konigsberg. y logran imponer la expulsión de Fischer de la ciudad,
en una acción paralela a la expulsión de WolíTde Halle.55 De hecho,

$s A cerca üc Fischer y de las circunstancias de su expulsión, véase Konschcl,


1917. pp 417-428 y Predcek, 1927. Agradezco a Werner Siark haber llam ado mi
atención sobre la persona de Fischer
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 71

el Rey mismo, influido por el pietismo, dispone el 3 de noviembre de


1725 que “ Fischer debe ser expulsado de Kónigsberg en un plazo
no mayor de 24 horas y en uno de no más de 48 de todas mis
posesiones, porque no deseo tolerar en mis dom inios a gente de
esa calaña” .5h O ficialm ente, la U niversidad no participa en este
destierro. A Fischer se le perm ite reto rn ara Kónigsberg en 1736,
pero en 1743 publica un libro muy influido por W olff y Spinoza y
se ve envuelto nuevam ente en problem as con la autoridad. Los
pietistas promueven la persecución de Fischer y la confiscación
de su libro, pero se hace evidente tam bién que el senado de la
U niversidad no había hecho uso de su derecho de censura ni
tam poco cum plido su obligación al respecto. A raíz de ello, el
senado exige de manera perentoria que se castigue a todos aque­
llos libreros que hubieran editado y vendido en Kónigsberg libros
que no hubieran sido som etidos previam ente a la censura.*57
Kant mismo, tanto en su calidad de decano com o de rector,
ejerce la función de censor y sus escritos m ism os son aprobados
sin ningún género de dificultades por las instancias correspon­
dientes. A partir del edicto de W óllner de 1788 se observa un
cam bio en la atm ósfera liberal hasta entonces prevaleciente y a
partir del escrito del lo. de octubre de I79458 dirigido a Kant se
provoca un cam bio -d e s d e fuera. El hecho es causa de preocu­
pación en algunos lugares entre príncipes y ciudadanos que temen
por la suerte del filósofo. Seguram ente influye en ello el recuer­
do de Sócrates -K a n t com o corruptor de la juventud, la razón
com o nuevo dios. Pero Kónigsberg no parece ser un sitio propi­
cio para tragedias históricas y, en realidad, la seguridad de Kant
no parece haber estado nunca en peligro.
Kant no encuentra en la Universidad de K ónigsberg a ningún
colega de su nivel intelectual. No se cultiva en ella tam poco nin­
guna especialidad que se distinga por sus contribuciones al
conocim iento y Kant se ve obligado a m irar en otra dirección,

s* De acuerdo con Konschel, 1917, p. 428.


57 K onschel, 1917. p 438.
5* Reim preso en Kant, I900ss., Vil. 6, 6-7, 6: XI (la . cd. 506-507) (XI. 525-
526. 2a cd ).
72 Reinhard Brandt

hacia otras partes del país o hacia otros países, en busca de los
criterios y las prácticas que rigen a la ciencia en ese momento. Si
bien esta carencia local no suscita ningún problem a en el caso de
las discusiones filosóficas in te rn a s-si es que puede hablarse, en
absoluto, de que las haya hab id o -, en las m atem áticas y en la
ciencia natural, es decir, en aquellos ám bitos del conocim iento
que Kant, por razones m etódicas, se ve obligado a abordar una y
otra vez, la esterilidad de su entorno inmediato tendrá graves
consecuencias. Ninguna de estas disciplinas alcanza un nivel muy
alto dentro de la Universidad de Kónigsberg, por lo que tam poco
hay nada en ella que pudiera servir ni com o punto de referencia,
ni, sim plem ente, como instancia de control de las afirm aciones
kantianas al respecto. N o hay, en efecto, en Kónigsberg ningún
científico de renom bre que gozara tam bién de la confianza de los
jóvenes académ icos del lugar, esto es, no hay nadie que hubiera
podido señalar a Kant que, por ejem plo, los problem as que trata
en su prim er escrito (von der wahren Schatzung der lebendigen
Kriifie de 1748) ya habían sido resueltos hacía m ucho - d e he­
cho, en dos ocasiones de m anera independiente. No existe
tam poco en Kónigsberg ningún tipo de publicación universitaria
que le hubiera podido hacer ver que su idea de las m atem áticas
correspondía al nivel que éstas tienen en la escuela elem ental,
pero que no tenía nada que ver con las m atem áticas de Leibniz y
Nevvton. Todo esto ha sido dem ostrado ya varias veces, por ejem ­
plo, entre otros, por Hans-Joachini W aschkies en su Physik und
Physikotheologie des jungen Kant (1987).
El intento kantiano, presentado en la “ Estética T rascenden­
ta l” de la Crítica de la Razón Pura , de derivar “ la certeza
apodíctica de todos los principios de la geom etría” de la necesi­
dad (¿psicológica?) de nuestra intuición del espacio (A 24) tal
vez nunca habría sido llevado a cabo si Kant hubiera vivido en
contacto inm ediato con m atem áticos com petentes. ¿Q ué función
com o criterio puede tener la intuición en el caso del axiom a de
las paralelas? ¿Cóm o m aneja el m atem ático aquellos objetos
geom étricos que no pueden, ni siquiera en principio, sernos dados
por medio de una intuición; cómo analiza, por ejem plo, un trián-
¡mmanuel Kant: Política, Derecho y... 73

guio que no es idéntico a ningún triángulo definido e “intuible” y que,


no obstante, es, digamos, reconocible en la suma de los grados de
sus ángulos internos? El matemático local con el que Kant discutía
problemas matemáticos era Johann Schulz.59 Schulz no hace ningu­
na contribución a la historia de las matemáticas. Para Kant, sin
embargo, según lodo parece indicar, Schulz es la instancia especia­
lizada determinante en la materia. Kant mismo imparte cursos acerca
de las matemáticas -e l último de ellos en 1763-, pero no sigue las
discusiones matemáticas de los expertos y, en realidad, en vista de
su formación, tampoco habría podido entenderlas.
Los com ponentes form ativos de la escuela, la Universidad y
la presencia de la nueva literatura en K ónigsberg hacían posible
que un futuro académ ico de esta ciudad contara aproxim ada­
mente con los mismos conocim ientos de que disponían D iderot y
d ’Alem bert, por una parte, y David Hume y A. Srnith, por la otra.
Kant adquiere, por lo tanto, la misma educación clásica que el
resto de los letrados de Europa. Las referencias a Horacio, Virgilio
y Séneca, lo mismo que a Plutarco, Diógenes Laercio y Sexto
Em pírico, no planteaban para él ningún problem a. Con una insig­
nificante dem ora, el mismo am biente literario de Edimburgo,
G lasgow o París podía encontrarse tam bién en Kónigsberg. Des­
de este punto de vista, es evidente que no había ninguna diferencia
en cuanto a nivel entre estas ciudades. Kant podía partir de ello,
confiando en sus capacidades superiores, una vez hecha la co­
rrespondiente evaluación de las mismas en su primer escrito, para
incorporar las ideas y los estím ulos contem poráneos a su pensa­
miento y emprender luego la realización de su gran obra, destinada
a cancelar o hacer de lado tanto el pasado de la filosofía como
los intentos de la época al respecto.
En los últimos 10 años de su actividad como escritor filosófico
Kant produce una serie de trabajos, particularm ente acerca de la
filosofía práctica. Los acontecim ientos de actualidad son revisa­
dos por él a la luz de su filosofía critica de los años ochenta. El
Conflicto de las Facultades, escrita en parte ya antes de 1798,S

S'J Al respecto, véase Adickes. XIV 30, pp. 9-37. y Wascltkies. 1987. pp. 238 y 270.
74 Reinhard Brandt

pero tam bién la Antropología en sentido pragm ático , una


reelaboración de sus lecciones de antropología de 1772-1773 a 1795-
1796, son dos obras que ponen de manifiesto que, por lo menos hasta
1798, Kant permanece intelectualmente activo y concentrado. Como
fuere, una m irada al llam ado Opus postumum m uestra que,
contemporáneamente a ello, Kant intenta la formulación de una teo­
ría de la materia con base en un conjunto de conceptos enteramente
anticuados. Pero no es la vejez la que lleva a Kant en la misma
dirección que la Física aristotélica, sino el patente fracaso de la Uni­
versidad de Kónigsberg ante los nuevos problemas planteados por la
ciencia natural. En la Albertina no se hacía investigación a la altura
de su tiempo, sino que se procedía importando libros de fuera, que
eran estudiados con todo detalle y se leían en voz alta. Este sería,
entonces, parte del precio que Kant tiene que pagar por su perma­
nencia en Kónigsberg.
Las m ujeres no tenían acceso a la educación académ ica, por
lo que se encontraban tam bién excluidas de la docencia en gene­
ral.60 Kant no tiene nunca com o alum no en sus clases a una
estudiante; en sus com idas y convites no participa jam ás, hasta
donde sabem os, ninguna mujer. M ientras que en el grem io uni­
versitario por lo menos se discute la aceptación o no del judío
Abraham Isaac Euchel y del católico von Baczko - a quienes,
finalm ente, se les niega la autorización a fungir como docentes
por no reconocerse adeptos de la confesión augsburguense-,6'

60 F.n general, a las mujeres no les estaba permitido, en los siglos XVII y XVIII,
estudiar en la Universidad. Las excepciones a esta regulación en el Reich fueron,
por ejemplo, Dorotbca Erxlebcn en Halle y Dorothca SchlOzer en GOttingen; su
ingreso a la educación superior tuvo lugar, sin embargo, únicamente contra la
oposición masiva de muchos profesores. Al respecto, véase Shicbinger, 1989, en
especial, pp. 360-365.
M Isaak Abraham Euchel (1758-1804), quien en alguna ocasión fuera alumno de
Kant, solicita en 1786 el puesto como suplente de la cútcdra de lenguas orientales que
habla quedado vacante recientemente. Kant apoya en un principio la solicitud de
Euchel ante la facultad, pero se somete, en su calidad de Rector de la Universidad, a la
resolución del senado de la misma, que insiste en la estricta observación de los estatu­
tos de la institución, basados en la confesión augsburguense (APO: XXB ll/l, N° 150,
N° 323/38; Diclzsch, 199$, pp. 123-125. Cfr. también la edición de la Academia XII
426-427.) Acerca de L.udwig von Baczko, véase Studcr, 1995, pp. 399-423.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 75

no se sabe que se haya planteado nunca ante él el problem a de si


se podía perm itir la inscripción a la Universidad de alguna mujer.
Seguram ente la naturaleza decidía antes aquello que la institu­
ción misma no prescribía con base en una reglamentación explícita
particular. Kant defenderá durante toda su vida la idea de que la
m ujer es, naturaliter , una especie de m enor de edad; carece de
una razón práctica que pudiera hacerla capaz de actuar con base
en principios éticos y de convertirla en ciudadana de un Estado.
Pero la m ujer carecería, asim ism o, según él, de una razón teórica
que le perm itiera la práctica de la ciencia. Las excepciones a ello
son consideradas por Kant com o casos de degeneración: las
mujeres intelectuales tendrían que llevar también barba. Y si bien
es posible que una m ujer pueda disponer de la capacidad de ha­
cer juicios de gusto acerca de lo bello, el sentimiento espiritual de
lo sublim e le sería, no obstante, ajeno.

4. ¿ L a Ig lesia?

Este sería el lugar apropiado para docum entar la relación de Kant


con la Iglesia y para exam inar tam bién el efecto que tiene en él
su educación pietista. En La Religión dentro de los limites de
la razón , de 1793, Kant habla de la Iglesia com o un factor esen­
cial para la M oral y el desarrollo moral de la hum anidad. I.

III. K A N T EN K Ó N IG S B E R G

1. La c u ltu ra de la lejan ía

a) “El cielo estrellado sobre nosotros..."

1744: Kant forma parte, con M artin Knutzen, de un grupo de


estudiosos interesados en la observación astronóm ica, lo mismo
que en la especulación sobre un com eta cuya aparición estaba
prevista para ese año y que es, prim ero, erróneam ente identifica-
76 Reinhard Brandt

do y que luego, no obstante, resulta efectivam ente visible.62 El


Fridericianum contaba ya, en la época en la que Kant asiste a
él, con un observatorio.63 Pero, en realidad, el único aparato téc­
nico m oderno con el que Kant tiene algún contacto operativo no
es propiam ente una m áquina ni un crisol, sino el pararrayos de
Franklin.64 Lo que unía al grupo era un interés por el espacio
astronóm ico. En este orden de ideas, no es casual que el escrito
m ás im portante del joven Kant lleve el título Historia natural
general y teoría celeste.
En el prólogo a la segunda edición de la Critica de la razón
pura (1787), Kant propone la fórm ula "giro copernican»". Él
m ism o, em pero, no hará uso de esta analogía verdaderam ente
insuperable en cuanto a intluencia histórica.65 La astronom ía se
convierte, así. en el m odelo para la m etafísica, a la que Kant
pretende dar un nuevo fundam ento. En vista de que, con fre­
cuencia, por una parte, se sobreinterpreta tal fórm ula, a la vez
que, por la otra, se om ite una determ inación precisa del concep­
to, a continuación presentam os un breve análisis del m ism o. Se
ha abusado, en prim er lugar, de esa noción porque con el nombre
de C opérnico se asocia de inm ediato la idea de un sistem a
heliocéntrico; no se le determ ina satisfactoriam ente, en segundo,
porque el acontecim iento astronóm ico al que efectivam ente se
refiere la expresión no alude a un aspecto m arginal de la filosofía

62 Al respecto, con todo detalle, víase Waschkies, 1987


63 Cfr. Klcmmc, 1994, p. 15. Acerca de los observatorios en la Alemania de la
¿poca, víase Baasner, 1987, pp. 28-31 (“Ein Blick auf dic Slcmwarlcn.”).
M Un 1783 le es solicitado a la facultad de filosofía, expresamente a Kant y al
físico Rcusch, la elaboración para el senado de un peritaje sobre los dispositivos de
seguridad tícnicos en la construcción de un pararrayos en la ciudad (en la iglesia
haberguiana.) F.ste aparato debía ser el primero de su tipo en KSnigsbcrg y debía
también sentar las bases para una introducción general de estos aparatos en ella
siguiendo el ejemplo de Hamburgo. Acerca de las recomendaciones hechas por
Kant, víase X, 362 y ss; 373 y ss; y XIII, 129; 136. I.udwig von Baczko (víase
von Baczko 1787-1790, p. 244) dio, asimismo, su opinión al respecto y transmi­
tió el problema a l.ichtcnbcrg en Gótlingen; cfr. Lichtcnbcrg, 1990, p. 651. Debo
a Wcrncr Euler este señalamiento.
65 Blumenbcrg, 1975, p. 691. El cap. V, “Was ist an Kants Wendung das
Kopcmikanischc?” (pp. 691-713), contiene una serie de importantes señalamientos
para la interpretación que a continuación ofrecemos.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 77

kantiana, sino a la distinción cardinal entre cosa en si misma y


fenómeno y, en consecuencia, a la correlación entre realism o
em pirista e idealism o trascendental y, al mismo tiem po, entre ti­
loso fía teórica y filosofía práctica.
Una vez que Kant ha expuesto para las m atem áticas (o, más
bien, para la geom etría, puesto que, por razones específicas, evi­
ta la consideración de la aritm ética) y para la Física cóm o es que,
gracias a “ la ¡dea feliz de un solo hom bre” (B, XI), estas discipli­
nas pasaron de una fase prccientífica de vacilación y búsqueda a
tientas a convertirse en ciencias establecidas y rigurosas, se plan­
tea la pregunta de qué podría ser aquello hacia lo cual pudiera
orientarse la m etafísica para poder tam bién superar esa etapa
precientífica natural y ponerse, por medio de una revolución del
pensam iento, en el seguro cam ino de la ciencia. Ciencia signifi­
ca aquí d isp o n er de p rin cip io s a priori, a los cuales deben
som eterse los objetos. Esta determinación debe tener validez tanto
para las dos ciencias m encionadas com o para la m etafísica que
se desea construir. Es aquí donde la astronom ía entra e n ju e g o .
Esta disciplina no se asim ila, por lo tanto, a ninguna de las cien­
cias naturales antes m encionadas, sino que lia tenido un acceso
propio a la categoría de ciencia propiam ente dicha. “O curre aquí
como con los6ft prim eros pensam ientos de Copérnico. Éste, vien­
do que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba
que toda la bóveda celeste gira alrededor del espectador, probó a
ver si no obtendría m ejores resultados haciendo girar al especta­
dor y dejando las estrellas en reposo” (B, XVI)
A hora bien, ¿cuáles son estos “ prim eros pensam ientos de
Copérnico”? Que en las afirmaciones de Kant se pone cierto énfa­
sis en la palabra “primeros” puede concluirse, por ejemplo, de su
repetición en el caso (estilizado como analogía) de la metafísica,
donde se habla (B, XX) de una “primera apreciación de nuestro
conocimiento racional apriorP. Se trataría, en realidad, de la pri­
mera irrupción afortunada de una inversión fundamental de un
procedimiento común hasta un momento dado. Ya no se m ira a las *

** Krdmann: “e l” .
78 Reinhard Brandt

estrellas tratando de determ inar sus m ovim ientos y las leyes a las
que éstos se sujetan, sino que, paradójicam ente, se supone que el
m ovim iento m ism o del observador es lo que conduce al m ovi­
m iento de las estrellas. “ Toda la bóveda celeste” significa que
aquí no se distingue entre estrellas fijas y planetas. Por su parte,
“el prim er pensam iento de C opérnico” no expresa sino que éste
sim plem ente deja “en reposo” las estrellas observadas en cuanto
tales, al tiem po que hace “girar al observador” .
Pero, ¿“girar” en torno a qué? Usté m ovim iento rotatorio no
se describe con m ayor precisión. En el caso del sol durante el día
y de las estrellas en la noche se trata, por supuesto, de la rotación
diaria de la tierra; en el caso del m ovim iento de traslación anual,
con el que la tierra gira alrededor del sol, entran e n ju e g o m ovi­
m ientos m ás com plejos de toda la constelación. Lo decisivo aquí
es que todos estos m ovim ientos resultan necesarios a p artir del
m ovim iento del observador. Que otros m ovim ientos tengan o no
lugar no es materia de los “prim eros pensam ientos de Copérnico” .
La exigencia que se plantea al lector es bastante grande, porque
justam ente con ello se excluye el m ovim iento especial del resto
de los planetas, por una parte, pero tam bién, por la otra, la posibi­
lidad m ism a de su conocim iento, que era una de las pretensiones
del sistem a heliocéntrico. De acuerdo con los “prim eros pensa­
m ientos de C opérnico", el m ovim iento del resto de los planetas
no tendría cabida en la astronom ía (!)
En oposición a ello, Kant afirm a en El conflicto de las facul­
tades que “ los planetas, vistos desde la tierra, a veces siguen un
curso regresivo, a veces se detienen, a veces continúan m ovién­
dose hacia adelante. Pero si el punto de vista es tom ado desde el
sol. algo que sólo la razón puede hacer, ellos siguen continuam en­
te, de acuerdo con la hipótesis de Copérnico, sus cursos regulares”
(V il, 83). Esta (¿segunda?) idea de C opérnico debe ser dejada
de lado en el prim er pensamiento copcm icano del prólogo de 1787.
N o se trata, en realidad, de una exposición más detallada de la
prim era idea, sino que se dice algo enteram ente diferente. De
hecho, afecta negativam ente la analogía que debería existir con
la m etafísica con su giro subjetivista , porque, según la analogía.
Immanuel Kanl: Politica. Derecho y.- 79

no puede conocerse nada apriori de este movimiento de los plane­


tas; un presunto conocim iento de este m ovim iento, es decir,
precisamente la hipótesis copernicana, sería una intromisión indebi­
da en el ámbito que el primer pensamiento de Copérnico y del
metafísico evitaban tocar por considerarlo imposible de conocer.
Kanl toca también, sin embargo, en el prólogo de 1787, el tema
del sistema heliocéntrico, vinculándolo de nueva cuenta con Copérnico:
“Las leyes centrales de los movimientos de los cuerpos celestes pro­
porcionan, así, completa certeza a lo que Copérnico tomó, inicialmente,
como simple hipótesis [...]” (B, XXII). Sin embargo, estas leyes
fundamentales, lo mismo que los fenómenos correspondientes, no
resultan del movimiento propio del observador, sino que contradicen
directamente el giro subjetivista debido a que la razón debe adoptar
la perspectiva “desde el sol” y, en consecuencia, el movimiento de
los objetos no puede ser explicado a partir del movimiento del sujeto.
De esta manera, llegamos a un Copérnico cuyo sistema heliocéntrico,
con el sol como eje y los planetas en movimiento orbital, resultaría
irre co n o c ib le de acu erd o con los “ prim eros p en sam ien to s”
copernicanos (!) Pero, ¿qué es lo que se propone Kant al dar por
sentada esta innegable rigidez y admitir esta inconsistencia?
Es necesario, si querem os entender el texto de Kant y con él
tam bién la idea misma del giro copernicano, exam inar con mayor
detenim iento la últim a de las citas que hemos presentado. El pa­
saje en cuestión continúa com o sigue:

[...] y demostraron, a la vez, la fuerza invisible que liga la estruc­


tura del universo (la atracción newtoniana). Esta atracción hubiera
permanecido para siempre sin descubrir si Copérnico no se hu­
biera atrevido a buscar, de modo opuesto a los sentidos, pero
verdadero, los movimientos observados, no en los objetos del
cielo, sino en su espectador (B, XXII).

Esta nota a pie de página se añade como aclaración a la siguiente


oración del texto principal: “Con este procedimiento, la razón espe­
culativa nos ha dejado, al menos, sitio para tal ampliación, aun cuando
tuviera que dejarlo vacío. Estamos incluso invitados por la razón a
llenar ese lugar, si podemos, con datos prácticos (XXII).
80 Reinhard Brandt

A hora podem os atar cabos. El “ prim er pen sam ien to ” de


Copérnico se refiere al giro subjetivista, según el cual los princi­
pios fundam entales de nuestra experiencia constituyen tam bién
las leyes a las que los objetos de la experiencia se sujetan. Por
esta razón, es el entendim iento el que impone a la naturaleza sus
leyes, no al contrario. Este giro deja sitio libre precisam ente alli
donde en el m odelo astronóm ico dejaba en paz a las estrellas
m ism as - s e trataba de las cosas en sí m ism as que ahora resultan
objetos im posibles de un conocim iento teórico. N o obstante, es
precisam ente este lugar el que hace posible la realidad objetiva
de los datos de la razón práctica. “ La fuerza invisible [newtoniana]
que liga la estructura del universo” (B, XXII) se refiere a las
leyes de la libertad de la razón práctica (!) Kant trata de ocultar
la inconm ensurabilidad entre la prim era y la segunda postura pro­
v o cando la im p resió n de que el “ p rim e r p e n sa m ie n to ” de
Copérnico es idéntico a lo que “Copérnico no aceptó al principio
sino como hipótesis” (B, XXH). Sin em bargo, los prim eros pen­
sam ientos no tienen nada que ver con la hipótesis y, más bien,
son incom patibles con ella, como hemos m ostrado más arriba en
el caso del m ovim iento de los planetas.
Si regresam os ahora a la hipótesis copernicana del Conflicto
de ¡as facultades , obtendrem os una confirm ación inm ejorable
de nuestra propuesta: la hipótesis del movimiento de los planetas
alrededor del sol proporciona un punto de referencia a la razón
práctica. M ientras que en los m últiples vaivenes de la historia no
es posible, en realidad, determ inar un orden, la razón práctica,
sirviéndose del concepto rector del Derecho, hace clara a la mi­
rada una línea de progreso, proporcionando con ello un orden de
su propio tipo. Ésta es la referencia al “Newton de la historia",
del que Kant habla en su “ Ideas para una historia universal en un
sentido cosm opolita” . Este Newton está destinado no a la razón
teórica, sino a la práctica.
Según se expone en la división tripartita entre intuición (Esté­
tic a tra s c e n d e n ta l), c o n c e p to s del e n te n d im ie n to (L ó g ic a
trascendental y A nalítica) y conceptos de la razón (Lógica tras­
cendental, D ialéctica), presentada en la Critica de la razón pura,
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 81

el prim er pensam iento de C opérnico significa mutatis mutandis


para la m etafísica que el conocim iento de las condiciones subje­
tivas (de las estructuras formales de la intuición y el pensam iento)
conduce al conocim iento de las propiedades necesariam ente
adherentes a los objetos de conocim iento.
Si conocem os el equipam iento subjetivo del conocim iento, es­
tarem os, por lo tanto, en posesión de un conocim iento a priori
acerca de las determ inaciones conform e a leyes a que se en­
cuentran sujetos los objetos de la experiencia en cuanto tales. Se
establece así una correspondencia entre la dicotom ía entre el
fenóm eno/cosa en sí, por una parte, y la dicotom ía estrellas m o­
vidas [bewegt J/estrel las no en reposo, sino a las que la m etafísica
deja en paz , por la otra. Es decir, com o estrellas movidas , las
estrellas son objetos del conocim iento natural; com o estrellas que
han sido dejadas en paz, serían cosas en sí m ism as (mutatis
mutandis , puesto que, de m anera tan directa, esta transferencia
resulta equivocada en vista de que todas las estrellas discem ibles
son, por supuesto, fenóm enos naturales y, en consecuencia, m e-
tafísicam en te, form an parte de las co sas tal y com o se nos
aparecen.)
De este modo, la referencia a Copérnico im plica una distin ­
ción entre la cosa en sí y el fenóm eno; es esto realm ente lo que a
Kant le interesa de la com paración. A diferencia de otras expre­
siones, la distinción es concebida aquí de m anera muy clara en
dos aspectos (véase, en especial, la nota a pie de página en B.
X V III-X IX .) Es, entonces, a la astronom ía y no a ninguna otra
ciencia a la que la m etafísica (de acuerdo con la interpretación
m ism a del segundo prólogo) debe la idea decisiva de qué hacer
para ponerse, por fin, en el anhelado y seguro camino de la ciencia.
Es a partir de aquí que la metafísica puede lograr la determ inación
de aquel lugar vacío y en paz por m edio de las leyes de la razón
pura práctica.
Todavía otro señalamiento. El concepto de revolado, esto es, de
una “revolución de la forma de pensam iento”, no se relaciona en
Kant con Copérnico, sino que es introducido con un giro hacia una
matemática científica (entiéndase por esto: geometría) (B, XI). En
82 Reinhard Brandt

general, el concepto de una revolución no se asocia con C opém ico


ni en el prólogo de 1787, ni en ningún otro contexto.67 De esta
m anera, K ant evita m ezclar las perm anentes revolutiones orbium
caelestium , en particular las de los planetas, a las que C opém ico
se refiere en su teoría, con la singular revohitio por m edio de la
cual el fundador de una ciencia logra hacer cristalizar una teoría.
Pero el “Prólogo” en su totalidad entraña una verdadera re­
volución de la que, no obstante, no se habla nunca. En el “ Prólogo”
de la prim era edición se encuentran num erosas alusiones a John
Locke y al giro psicológico y subjetivista que im prim e a la Teoría
del C onocim iento. En el “Prólogo” de 1787, sin em bargo, se re­
emplaza no sólo a John Locke ya en el epígrafe por Francis Bacon,
sino que tam bién se sustituye a la Teoría del Conocim iento por el
program a de una m etodología de la ciencia. La nueva Crítica a
que esta “revolución” da lugar se convierte definitivam ente en
un “tratado del m étodo” . De acuerdo con esta nueva Crítica , las
ciencias particulares llevan a cabo, de m anera independiente en­
tre sí, una “revolución de la forma de pensam iento” gracias a un
giro subjetivista; no requieren para ello de ninguna filosofía, sino
que, por el contrario, constituyen un m odelo para ésta. Pero, en­
tonces, ¿qué contenidos puede tener todavía la filosofía o la
m etafísica si a las ciencias se les acredita el status autogenerado
de un conocim iento im pecable? La filosofía se refugia en su nú­
cleo fundam ental, se refugia en la M oral, m ientras que en lo
relativo a la esfera de la teoría asume sim plem ente la función
cuasi positivista de ordenar de la m ejor m anera aquello que ya ha
sido establecido como conocim iento (científico).
Un testim onio tardío y algo cursi de R.B. Jachm ann da cuenta
justam ente de esto:

47 En el “Prólogo”, Kant toca una sota ocasión el tema de la “gran revolución


de las ciencias", de la que había hablado en una carta (del 31 de diciembre de 1765;
X, 57) a Johann lleinrich Lambert; por otra parte. Kant sigue una sugerencia de
Christian Gottfricd Schülz, quien habia hablado de la revolución que la metafísica
habría experimentado gracias a Kant, (c/r. la carta del 18 de febrero de 1785, X,
399, asi como la Jenaissche Lileralurzeilung 80, 1785, 21). En ninguno de estos
dos casos se asocia con ello el nombre de Copémico.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 83

¡Cuántas veces al hablar con sus amigos acerca de la construc­


ción del edificio del mundo se explayaba con verdadero
arrobamiento sobre la sabiduría, la bondad y el poder divinos!
[...] Una sola de esas conversaciones acerca de la astronomía,
en las que Kant siempre mostraba un gran entusiasmo, habría
convencido no sólo a cualquiera de que Kant era un firme cre­
yente en Dios y en la Providencia, sino que habría sido capaz
también de convertir a esa fe a cualquier aleo.68

A manera de comparación, consideremos la figura de Rousseau.


Rousseau no escribe nunca acerca de la metafísica y sus intereses
no se dirigen al cielo, sino a las plantas que existen sobre la faz de la
tierra. Rousseau es una de las personas más informadas de su épo­
ca acerca del mundo vegetal europeo. Posiblemente una de las
razones de este interés sea el hecho mismo de que la naturaleza que
le había rodeado en su niñez era mucho más exuberante y diversa
que la pobre y extensa planicie que rodeaba a Kónigsberg. es decir,
que la que Kant podía ver cuando salía de la ciudad.
Escribe Ludw ig von Baczko en su Ensayo de una historia y
descripción de Kónigsberg ,69

La región que se encuentra inmediatamente detrás de las puertas de


la ciudad es bastante desagradable y más bien árida entre las puertas
Steindamm y Tragheim [...]. Carlsruh, antiguamente el Tarro Amari­
llo, de este lado de los tres puestos de guardia, que es a donde
conduce el paseo más común a partir de Kónigsberg, no tiene en sí
nada de agradable, excepto la ventaja de ofrecer una vereda cubierta
con tablas por la que se puede caminar en caso de que uno se vea de
pronto en medio de una tormenta [...].

Independientemente de cuáles hayan sido sus motivos, Kant no


busca moverse en consonancia con lo que aleatoriamente le presen­
taban sus sentidos, sino que su pretensión primaria es la de alcanzar
una orientación general. Este es el verdadero Leitmotiv de su carre- *

Al final de la carta II; Jachmann. 1912, p. 172.


*9 Reimpreso en Kohnen, 1993. p. 5.
84 Reinhard Brandt

ra intelectual. El escrito con el que Kant da. en realidad, inicio a su


filosofía c rític a lleva el título: Von dem ersten Grunde des
Unterschiedes der Gegenden im Ratime ( 1768), esto es, “ Del pri­
mer fundamento de la distinción de las regiones en el espacio”. ¿Cómo
puedo orientarme sin recurrir a los señalamientos de las calles (los
había ya, desde hacía poco, también para los ciegos),70 sino en el
espacio en general? Lo que nos permite diferenciar las regiones en
el espacio es un sentido no sensorial, suprasensorial [ein tmsinnliches,
übersinnliches Geftíhl] de derecha e izquierda.71 En 1786, sigue a
ello “¿Qué significa orientarse en el pensamiento?” La reflexión
acerca de la diferencia entre sentidos próximos y sentidos lejanos se
coloca en el metacentro de la filosofía crítica: el verdadero conoci­
miento no se adquiere yendo a tientas y sirviéndose del tacto y de un
bastón, sino gracias a la previsión y astucia de la razón.72 La razón
llega a una mirada de conjunto y es, además, el artífice de la arqui­
tectu ra del sistem a. T odavía en 1798, en el “ P rólogo” a la
Antropología en un sentido pragmático, Kant escribe que

sin un plan (que ya supone un conocimiento del hombre), el


ciudadano cosmopolita permanece siempre, en consideración de
su antropología, muy limitado. El conocimiento general precede
siempre aquí al conocimiento local, si es que aquél debe ser
ordenado y dirigido por la filosofía, sin la cual todo el conoci­
m iento adquirido no podría proporcionar sino ensayos
fragmentarios, no ciencia” (Vil, 120).

El interés de Kant por las plantas y los anim ales (a los que,
por lo dem ás, no se distingue en la teleología, pues am bos cum ­
plen un fin sin proponérselo) no se diferencia en nada del que
puede observarse en él por los m inerales.

70 Kant señala que tales señalamientos viales eran ya de uso común en París.
C/r. Anthropologie-MS 339. p. 148 (por aparecer en el vol. XXV de la edición de
la Academia).
71 La distinción política entre izquierda y derecha solamente aparece después
de la Revolución Francesa: c/r. Brandt. 1987. pp. 36-37.
71 Véase B XI en la Kritik der reiner Vernun/t de 1787.
¡mmanuel Kant: Política. Derecho y... 85

Tal vez pueda querer verse una excepción a lo anterior trayendo


a colación una escena ocurrida con unos pájaros. En un verano bas­
tante frío, cuenta W asanski,73 en el que los insectos escaseaban,
k a n t encontró bajo los nidos de unas golondrinas “algunos polluelos
destrozados sobre el piso”, descubriendo luego que habían sido las
mismas golondrinas las que habían arrojado fuera de sus nidos a
algunas crías para poder salvar a las demás. “En ese momento, mi
entendim iento se detuvo; no había más qué hacer sino postrarse y
orar. Esto que las golondrinas hacen contradiciendo su instinto de
cuidado de sus crías ([...] el instinto paterno de protección de su
propia prole . .]’*(V il, 265) es sublime.74 De allí la escena, tal vez
evidente sólo para el ojo espiritual del pastor Wasanski y luego trans­
mitida como algo histórico, de la prostemación y el rezo. Como en el
caso de la filosofía de la historia, de acuerdo con la cual, la Provi­
dencia, en su bondad, consuma a sangre y fuego sus fines, todo esto
pondría de manifiesto la sorprendente existencia de una suerte de
paciencia por parte de la Creación misma. Los horrores de la guerra
que el Kant tardío censura acremente son un medio adecuado del
que la Providencia se sirve para alcanzar su objetivo moral, la mora­
lidad que los hombres han adquirido por cuenta propia. El mal es
bueno porque, sin él, no podríamos elevamos y alcanzar nuestra pro­
pia moralidad; el dolor constituye el incentivo necesario para la acción,
según supone Kant después de 1777.
Debemos detenem os un momento aquí, aunque es necesario ad­
vertir que la reflexión que a continuación presentamos podría ser
aplicable no sólo a Kant y a Kónigsberg. La tragedia de las golondri­
nas o, mejor aún, el drama de las golondrinas sólo resulta comprensible

75 W asianski, 1912. p. 293.


74 Compárense con ello las siguientes lineas en el ensayo schillcriano “Übcr VergnOgcn
an tragischcn Gegcnstfindcn [Acerca del placer que producen los objetos trágicos)” : “ Aquel
comandante a quien se da a elegir entre la rendición de la ciudad o ver que a su propio hijo,
que ha sido hecho prisionero, se le perforen los ojos escoge sin dudar esto último, porque
el deber que tiene con su hijo es de menor valia que la obligación que tiene ante su patria.
Es verdad que, en un primer momento, indigna a nuestro corazón que un padre actúe en tan
flagrante contradicción con su instinto natural y deber paterno, pero eso nos conduce de
inmediato a la dulce admiración de que aún un impulso moral unido a una inclinación no
puede hacer que la razón se equivoque al darse su propia legislación” . Ambos textos son
ejemplos claros del neoestoicismo tanto de Kant como de Schillcr.
86 Reinhard Brandt

suponiendo que Kant concibe el mundo a partir del todo de la Provi­


dencia Divina y que descubre la intervención más poderosa de ésta
justamente en aquellos casos en los que el pusilánime no ve otra cosa
que absurdo dolor. Kant piensa y actúa a partir de la premisa opti­
mista de los estoicos, formulada de mejor manera por Leibniz, Pope
y Wolff. Quien eleva su mirada y contempla el todo comprende que
el mal, como tal, únicamente existe para quien por falta de penetra­
ción o de mala fe se niega a ver en esa dirección. Poco tiempo
después, Schopenhauer y Marx despojarán este credo de la asisten­
cia divina, depositándolo, en un caso, en las manos de una sociedad
integral futura cuya creación correrá a cargo del proletariado, mien­
tras que, en el otro, se reemplazará a Dios por una voluntad ciega y
mala a la que se adscribe lo más negativo del mundo.75

Dos cosas llenan el ánimo, cuanto más frecuente y constantemente


se piensa acerca de ello, con profundo respeto y siempre renovada y
creciente admiración: encima de mí el cielo estrellado; en mí la ley
moral (V, 16 1). El cielo, es decir, la inconmensurabilidad del espacio,
con estrellas ordenadas en sistemas y en sistemas de sistemas.
Newton había descubierto las leyes foronómicas y luego las le­
yes dinámicas que rigen el universo, determinando de esta
manera, según la interpretación que de todo ello hace el siglo
xviii, con precisión matemática las leyes fundamentales de la na­
turaleza. Ni en el espacio, ni en parte alguna de la materia cósmica
existe ningún residuo capaz de resistirse al conocimiento; Fisica
y Matemáticas poseen la misma certeza. En mi la ley moral, es
decir, el imperativo categórico es la ley cosmológica no del
mtindus sensibilis, sino del mundus infelligihilis. Se trata, en efec­
to, de dos mundos ordenados, cada uno conforme a una legislación
propia, pero que, en última instancia, deben pensarse a partir de un
fundamento suprasensible único. Esta unidad originaria entre la
naturaleza y la libertad es descrita en el Opus posiumum de la si­
guiente manera: “La atracción newtoniana en el vacío y la libertad
del ser humano son conceptos análogos, es decir, son ¡deas categó­
ricas imperativas [categorische Imperative Ideen] (XXI 35)”.

75 A cerca de este tránsito del optimismo al pesimismo, véase Pnucn. 1997.


Immanuel Kant: Política, Derecho y... 87

El im perativo categórico, en tanto que ley ju ríd ica, ordena las


acciones de los ciudadanos en form a tal que la libertad de cada
individuo resulte com patible con la de todos los demás. M is actos
aquí no perjudican a ningún otro ciudadano del Estado, ni tam po­
co a ningún otro ciudadano del m undo. C on ello se ha satisfecho
la obligación juríd ica. Pero, ¿y las obligaciones respecto a la vir­
tud? ¿Por qué es mi deber ayudar a las personas en mi entorno
inm ediato antes que a otras personas en algún otro continente?
Intuitivamente juzgam os que la Ética establece una distinción entre
lo próxim o y lo lejano; el im perativo categórico kantiano de la
Ética, concebido en una perspectiva cosm ológica y cosm opolita,
no lo hace.

b) Hombres en la lejanía

K ónigsberg y la Albertina perm itían a Kant m antenerse a dis­


tancia física y aním ica de los problem as sociales y hum anos. No
deseam os entrar aquí en detalles acerca de los prim eros76 y nos
lim itarem os exclusivam ente a señalar que tanto la ciudad com o
la U niversidad hacían posible llevar una vida sólida y autártica y
centrada en la propia persona. Una vez que tianscurre su ju v en ­
tu d , K a n t no d e p e n d e ni fin a n c ie ra , n i, q u iz á s , ta m p o c o
em ocionalm ente de ninguna persona en especial; Kant no se liga
al destino de ninguna persona en el m undo y tam poco vincula a
nadie al suyo propio. De todos modos, la oleada de sentim entalis­
mo no llega nunca a la ciudad a orillas del Pregel, y el distante
“U sted” o “V uestro” es roto sólo por casualidad en un punto.
Entre Kant y el m édico Johann Georg Trum m er se había desa­
rrollado en la juventud una (para Kant) penosa relación de tuteo.
Kraus consigna en su informe que“en una ocasión, paseando con
él y habiéndonos topado con Trum m er en el camino, Kant me dijo
acerca del tuteo que, en general, le resultaba desagradable, pero

76 Baste aquí a ese respecto la referencia al libro de H artm ut und Gcrnot


Bóhme.
88 Reinhard Brandl

que, por desgracia, en el caso presente no podía ya hacerse


nada” .77
Mucho más importante resulta, sin embargo, el fenómeno de la
conciencia social que se forma paulatinamente en el siglo xvm. El
problema de fondo lo constituye, en realidad, la destrucción de la
sociedad estamenlaria. es decir, la destrucción de una sociedad ca­
paz de justificar, apelando a hechos naturales o a la voluntad divina,
la “desigualdad entre los hombres” . La jerarquía estamentaria repre­
sentaba, como totalidad, un orden de justicia y ello, a su vez,
determinaba también la salvación, precisamente por apegarse a la
justicia, de la estructura de dominación que le era inherente, lo mis­
mo que la de las desigualdades entre superiores e inferiores. No
obstante, la desaparición de este “orden justo” planteaba el problema
de legitimar en la nueva estructura social una desigualdad que no
sólo seguía existiendo entre los individuos, sino que, en los hechos,
incluso se había agravado. Esta demanda tiene una primera cristali­
zación en Inglaterra en el nuevo fenómeno no de la conciencia en
abstracto, sino de una conciencia social, la conciencia de tom ar par­
te en una distinción ya no justificada entre superiores e inferiores,
entre privilegiados y desposeídos. En una nota a las Bemerkungen
in den Beobachfungen zuin üefiihl des Schónen und Erhabenen
[Acerca de ¡o bello y lo sublimé], Kant escribe que

Rousseau me ha sacado del error. El deslumbrante privilegio des­


aparece; aprendo a honrar a los hombres y pensaría que soy tan
inútil como un mal trabajador si no creyera que esta considera­
ción puede asignar un valor a todas las demás para restituir los
derechos de la humanidad (XX, 44).

No es, entonces, el jornalero común y corriente que vive en


Kónigsberg, sino J.J. Rousseau, que escribe en francés y vive en otras
condiciones sociales, quien despierta en Kant la conciencia social.
A pesar de contar con los recursos que su inmensa educación
le proporcionaba, Kant no se pregunta por las razones que hacen
que justam ente en ese momento los obreros, los cam pesinos y los

77 Citado de acuerdo con Ktemmc, 1994. p. 40. nota 20$.


Immanuel Kant: Política, Derecho y... 89

artesanos sean objeto de atención y reflexión. Pero los m ales


sociales habían hecho ver con toda claridad en otros lugares la
función que desem peñan dentro de la estructura social:

la clase de individuos que se alimenta del trabajo manual, esto


es, el campesino y el artesano, los soldados y los mensajeros
[...] Se ha aceptado, en general, que estas personas conforman
la porción más importante del cuerpo del Estado, que la fuerza y
la durabilidad de la maquinaria política depende de las condicio­
nes en las que esos individuos vivan y que es precisamente la
cadena de causas y efectos, por la cual estos [individuos, R.B.]
se echan a perder y caen en la miseria, la que por fuerza conduce
al decaimiento del Estado.78

Una conciencia social en desarrollo no es únicam ente un man­


dato de la razón; tiene tam bién - s i se m ira en otras latitu d es- su
origen social. “Tiene también ” y no “tiene solamente “ , insistiría
el platónico.
I le aquí, sin embargo, un eco, de fecha no determinable con se­
guridad. del compromiso de la filosofía.

Es posible -escribe Kant (Refl. $28, XV}- que resulte positivo el


que, por algún tiempo, se dirija a los hombres como esclavos o
como seres necesitados de tutela, ya sea por constreñimiento, debi­
do al prestigio o a causa de prejuicios. Pero es también necesario
que todos estos males tengan en algún momento un fin y que sea la
filosofía, si es que ha de tener en absoluto alguna utilidad, la que
proporcione los principios.

¿Compromiso social? Seguramente no. La filosofía tiene una


obligación con la razón, y la razón práctica exige libertad e igualdad.
En las notas sobre la antropología de mitad de los años seten­
ta y de más tarde, Kant se refiere al fenómeno de la pobreza, si
bien lo hace en una forma que preserva la distancia. Que alguien

’* Gosslcr, 1786. p. 1; citado en Tortarolo, 1989, p. 221. Desde el punto de


vista de la historia del pensamiento, la idea conduce a John Lockc.
90 Reinhard Brandt

sea pobre o rico depende del cam po de referencia relativo en el


que viva. Se requiere, por lo tanto, en el fondo, de un esfuerzo
m ental para superar la impresión de la propia pobreza. “ Del po­
der del ánim o.. es decir, que esté o no enfermo puede fácilmente
depender de mí mismo.
Ni la guerra de independencia de los Estados Unidos, que Kant
sigue con siempre renovado interés político, ni la Revolución France­
sa, que lo conmueve profundam ente: no hay ninguna vivencia
inmediata que saque a los habitantes de Kónigsberg de su letargo
social y que obligue al filósofo a asumir un compromiso y una postura
política. No hay tampoco en la vida de Kant ningún caso Calas. La
existencia de pordioseros es enfocada por él desde la perspectiva de
alguien que quiere ser justo, pero que también busca una razón mo­
ralmente convincente para rechazar a los limosneros en la calle. En
todo caso, las causas sociales de la mendicidad no entran en su ópti­
ca.79 Es igualm ente probable, sin em bargo, que los flujos de
pordioseros que atraviesan Prusia, en particular después de la Gue­
rra de Los Siete Años, no hayan llegado nunca a Kónigsberg.80

2. C u ltu ra de la c e rc a n ía

En todas las literaturas de la Ilustración se practica el ju eg o de la


mirada en el espejo, es decir, de ver la cultura propia con los ojos
del persa o del m arroquí o de un micromega de otro planeta y de
convertirla, desde esa perspectiva, en algo extraño. Puede des­
cubrirse entonces con toda claridad que las formas de vida propias
resultan sim plem ente inapropiadas en París, en Londres y en
M adrid. No hay en Kant ni siquiera un asom o de un intento críti­

n En Londres y en París, el filósofo habría sido obligado, a su paso por las calles
de esas ciudades, a reflexionar acerca de la causa histórica y social de la inegalité parmi
les hommes. En el üpectalor del 14 de julio de 1712 (núm. 430) habla una indicación
acerca de que la visión de los pobres y de los limosneros en la ciudad iba de la mano con
un remorse. que ambos fenómenos constituyen un "reproche a la sociedad" y que uno
debía pensar en una “historia de la abundancia y la necesidad y en las gradaciones
naturales que conducen a ellas, calculadas para las ciudades de Londres y Wcstminstcr”
(Addison and Steele, 1907, III pp. 333-334).
,B Al respecto, Mainka. 1995, pp. 141-156 (“Das Armenwesen”).
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 91

co de este tipo. No hay ningún Rica que escriba a Usbek desde


Kónigsberg, ni unas Cartas Marruecas que se expidan desde la
oficina de correos a orillas del Pregel. Kant puede expresarse de
m anera irónica o sarcástica acerca de determ inados aconteci­
mientos o situaciones en Europa, pero no está dispuesto a ilum inar
las curiosidades del continente con la m irada del extraño.
Este hecho resulta congruente con otro hallazgo. Leibniz y
W olff tenían un interés real por o tras culturas, en especial por la
cultura china. Wolff, por ejem plo, arriesga su vida con su elogio
de la ethica sinorum y sólo puede ponerse a salvo de la horca
optando por la huida a M arburgo en Hessen. Kant, por su parte,
se refiere a los chinos y a los indios, a los indígenas y a los negros
de m anera sum am ente distanciada e inclusive, en ocasiones, con
abierto desdén.81 La cultura que corresponde a las verdaderas
intenciones de la naturaleza se encuentra en Europa y “ lo más
probable es que los europeos se hagan más sabios y que en el
futuro den leyes a todos los demás” . (V il, 29) Los intentos llevados
a cabo fuera de Europa a este respecto no son, en realidad, otra
cosa que desviaciones infantiles y equivocadas que la naturaleza, en
su gran e ilimitada riqueza, a veces realiza. Desde el punto de vista
del cumplimiento de las metas de la humanidad, a los no-europeos o,
con Aristóteles, a los bárbaros, no les corresponde, en realidad, nin­
gún valor. Ninguno de los numerosos informes y reflexiones acerca
de pueblos lejanos en los tres continentes extraeuropeos hace men­
ción alguna de las grandes culturas existentes en esas latitudes
antes de la llegada de los europeos o de su destrucción por parte
de éstos. De todas form as, la literatura del siglo xviii no calla del
todo acerca de su existencia. Pensem os tan sólo, por ejem plo, en
el Iibreto de la ópera Montezuma, escrito por Federico II de Prusia.82
Para Kant. en todo caso, esos pueblos forman parte de la esfera de
lo puramente natural, porque, aun en el caso de sus culturas más
avanzadas, son incapaces de desarrollar una dinámica de progre­
so, observándose en ellas un estancam iento substancial. Esto *

1(1 Véanse los textos y los juicios que llclm uth von G lasenapp ha reunido en su
escrito Kant umt die Relígtonen des Ostens (1954).
*2 C/r. Moscr, 1955, p. 373; Augstein. 1968. p. 101.
92 ReinharJ Brandt

significa que no participan de la caracteristica fundam ental que


distingue al ser hum ano del anim al, es decir, de la perfectibilité ,
del progreso y de la Selbst-Kultur, de un cultivo de sí m ism os,
del D erecho y de la M oral. La m anera en la que Kant ju zg a a la
India puede generalizarse y es, de hecho, un supuesto del ju ic io
que le m erece cualquier cultura no-europea: “ los habitantes de la
India - e s c r ib e - carecen en realidad de la capacidad para ilus­
trarse; tienen una lim itación que no superan nunca” .83

3. T écn ica y p ro d u cció n

Una aclaración previa. En la época de Kant aún no existe una


caracterización conceptual de lo que hoy llamamos técnica, es
decir, para utilizar la definición que de este concepto da la Enci­
clopedia Brockbaus de 1905, del “ conjunto de los m edios y
procedim ientos para la obtención de un producto artístico o in­
d u stria l,” aunque “ una persona con experien cia fabril o de
ingeniería práctica que ocupe un puesto de dirección” no se po­
dría llam ar todavía, de acuerdo con esto, un técnico.
Ahora bien, cuando en Kant se habla de la técnica, se trata siem­
pre o bien de la técnica de los lógicos o de la técnica utilizada en la
construcción de una ciencia -sobre todo, de la técnica de una natu­
raleza teleológicamcnte interpretada. Éste es el uso común que la
palabra tiene en la época. Aunque la técnica como tal ciertamente
existe de Tacto, el fenómeno todavía no es registrado bajo esa deno­
minación. Esto puede observarse bastante bien en el esfuerzo por
hallar la terminología correcta que lleva a cabo Johann Beckmann en
su Guía para la tecnología o del conocimiento de las artesanías,
fábricas y manufacturas, principalmente de las que tienen in­
mediata relación con la agricultura, la policía y la ciencia
camera! [Camealwissenschaft] (Gottingen, 1777), en donde se es­
cribe que “ la tecnología es la ciencia que enseña a utilizar los productos
de la naturaleza y el conocimiento de la fabricación manual” (XV); *

** Aruhropotogie-Dohna (Kowalski, 1924, p. 254).


Immanuel Kant: Política, Derecho y... 93

“me he atrevido a usar la palabra tecnología en lugar de la expresión


historia del arte que es, desde hace tiempo, la más común”. (XVI)
Kant se pronuncia muy poco acerca de la técnica en el senti­
do m oderno del térm ino y lo que dice podría, en buena m edida,
traducirse sin más al griego. Pero no sólo lo escaso de sus refe­
rencias escritas al respecto pone de m anifiesto la ausencia de un
interés real en las innovaciones y los problem as técnicos. Un
ju ic io categórico y bastante negativo del año de 1790, por ejem ­
plo, constituye una m uestra palpable de este desinterés.

La cultura es la formación de un ser racional (y, en consecuencia,


en su libertad) para responder a las exigencias que plantee cual­
quier tipo de fines en general. La cultura es, por lo tanto, el fin
último que, con causa, podemos atribuir a la naturaleza respecto
a la especie humana, no su felicidad sobre la tierra, ni tampoco la
de ser el instrumento más acabado para poner orden y producir
armonía en la irracional naturaleza externa (V, 4 3 1).

La cultura, en cuyo ámbito tendría cabida la técnica, es concebi­


da como una cultura animi o, más precisamente, como la producción
de una aptitud subjetiva, haciéndose caso om iso de la transform a­
ción de la naturaleza para som eterla a los fines de nuestra vida.
La descripción más detallada en Kant de un aparato técnico se
encuentra en la Geografía Física. Se trata de una especie de
batiscafo con el que se pretendía investigar el mar.84
Un reim preso berlinés de 1770 perm ite form arse una idea de
las características de la situación de K dnigsberg en la época.
“ Debe cuidarse que, en lo futuro, en la Universidad local no sólo
se enseñe la m ineralogía desde el punto de vista histórico y prác­
tico, sino que también se estudien allí apropiadamente los derechos
de m inas” .85 La iniciativa se debe a la refundación del departa­
m ento de m inas por parte del Freiherr von Fiirst und K upferberg
y hace que se organice con éxito una serie de nuevos eventos
académ icos en Halle. Pero, ¿qué estudiantes de Kónigsbcrg, la

M Kant I900ss. IX. I9S.


15 Este señalamiento se encuentra en Stark. 1993, p. 326.
94 Reinhard Brandt

casi totalidad de los cuales provenía del entorno inmediato, esto es,
de Kurland y, en algunos casos aislados, de Pomerania y de Schlesia,
podían interesarse por el derecho de minas? En el invierno de 1770-
1771, K ant asum e la c áted ra sobre el tem a “ M in eralo g ía",
conduciendo el curso de acuerdo con el texto de Johann Gottschalk
Waller (Berlín, 1763). Sin embargo, como era de esperarse, se trata­
ba de una empresa destinada a fracasar en Konigsberg.86
Kant no se interesa nunca en los problem as relacionados con
la producción económ ica, sino, a lo más, aunque de m anera m ar­
ginal, por los asuntos del dinero y del com ercio. En su clase de
G eografía Física se habla acerca de las diferentes formas de vida
de los pueblos y tam bién, de paso, sobre los modos de trabajo de
acuerdo con las características geográficas, pero, en general, no
se dice nada más que lo que se encuentra ya en los docum entos
que se toman com o base. En el curso de antropología, las nuevas
formas de producción -q u e eran objeto de una transform ación
radical gracias a las m áquinas y las fáb ricas- son solam ente con­
signadas bajo el título de “ Lo pesado y lo ligero", sin entrarse a
más detalles. El trabajo fabril en Lyon aparece bajo el rubro de­
dicado al carácter sanguíneo de la nación francesa.

Los tejedores [o, tal vez, las mujeres]87 de Lyon que deben sentarse
y trabajar diariamente de la mañana a la tarde en sus telares ven con
alegría la llegada del domingo, pues es el día en que pueden pasearse
con sus vestidos de seda. En general, la mayoría de los fabricantes lo
hacen de esta manera, esto es, trabajan toda la semana, alimentándo­
se mal sólo para poder ahorrar algo que les permita arreglarse y
divertirse los domingos”.88

De acuerdo con Werner Euler (quien, a su ve/., se apoya en G.F. Ilartung,


Akademisches Erinnerungsbuch, 1825), del semestre de verano de 1787 al semes­
tre de verano de 1797. hay 30 estudiantes (esto es. entre el dos y el tres por
ciento) que provenían de Pommerania y 47 (esto es. entre el cuatro y el cinco por
ciento) que eran de Schlesia.
117 De hecho, para el semestre de verano de 1770 se anuncia un curso sobre
mineralogía y metalúrgica en la facultad de medicina. Véase el Calalogus Lectionum
de 1770 (GStAPK, XX. HA. KM I39bb núm. 25. vol. 5, f. 69)
H*A favor de “mujeres” (-W eibcr) se encontrarla la siguiente característica
atribuida por Kant a las mujeres: "Son muy inclinadas a ahorrar dentro de su hogar.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 95

La manufactura inglesa de la seda es mencionada bajo el título de


los temperamentos:

Se dice de los ingleses que son melancólicos. Independientemente


de que esto sea o no correcto, debemos admitir que en todas sus
obras y trabajos hay algo que hace ver un pensamiento profundo y
que esto se extiende inclusive a sus manufacturas de seda, que son
las más durables que pueden encontrarse.89

En una nota posterior de mediados de los años ochenta, se men­


ciona la “máquina de fuego*1, inventada porThomas Savery en 1698.90
Kant no se interesa nunca, sin embargo, por la máquina de vapor
que James Watt había presentado en los años sesenta. Kant cita
igualmente el principio del laisserfaire, laisseraller como una fra­
se de un viejo comerciante (VII, 19-20), pero no intenta ningún análisis
ni reflexión respecto al modo en el que un comercio sin aranceles
afecta las formas de producción: si se suprimen los aranceles, prác­
ticamente se niega cualquier oportunidad de subsistencia a los gremios,
lo mismo que a muchos artesanos.91
En 1798, en la Antropología, Kant analiza la disposición téc­
nica, la disposición pragm ática y la disposición m oral del ser
hum ano. En los tres casos, el único ser vivo en la tierra que po­
see la capacidad para proponerse m etas es el hom bre. El apartado
correspondiente a la disposición técnica aborda los problem as de
si, en su origen, el hom bre se encuentra destinado a cam inar en
cuatro o en dos extrem idades, a alim entarse de fruta o de carne,
algo que no todo el mundo ve; se alimentan mal, quitan con frecuencia algo a su gente
solamente para poder lucir mejor en público aquello que forma parte de la forma
exterior de la felicidad” (Anthropologie-Collins, p. 202). Por otra parte, en el texto
se habla inmediatamente de fabricantes, obreros de fábrica, es decir, de tejedores
(=Webern). (Anthropologie-Dolum, pp. 277-278); véase, asimismo, la más antigua
Amhropologie-Parow, pp. 291-292, al igual que el comentario núm. 239 en el
vol. XXV de la edición de la Academia.
*9 A nthropologie-D ohna, pp. 277-278; véase, asim ism o, la más antigua
Anlhropologie-Parow, pp. 291-292, al igual que el comentario N° 239 en el vol.
XXV de la edición de la Academia,
90 Anlhropologie-Collins. p. 188.
91 Grossing se habla manifestado a este respecto en el Slaatenjournal; cfr.
Tortarolo, 1989, p. 299. Acerca de la liberación para una parte de la población del
comercio de cereales, véase Rehberg, 1942; Vogcl, 1972, p. 191.
96 Reinhard Brandt

a la vida en grupo o en aislam iento; el de cóm o pudo sobrevivir la


prim era pareja humana en un entorno tan hostil sin experiencia
de ninguna índole; el de qué ocurre con los pájaros cantadores,
cuyo canto no se hereda a sus descendientes; por últim o, se ana­
liza la función de la mano hum ana (VII, 322-323). El elenco
tem ático es, evidentem ente, del todo ahistórico.
A c e rca del p ro b lem a de la d iv isió n del tra b a jo , en la
Fiwdameiuación de la metafísica de las costumbres, K ant
descubre las ventajas de esta organización productiva.

La industria, las manufacturas y las artes en su totalidad se han


visto beneficiadas por la distribución de los trabajos; porque no
hay allí alguien que haga todo, sino que cada uno se limita a
cierta tarea, la cual se distingue claramente de las demás según el
procedimiento utilizado, para realizarla con el máximo de perfec­
ción y con la mayor facilidad (IV, 388).

Podemos mencionar rápidamente aquí los pasajes en los que Kant


habla de la “distribución de los trabajos". La primera oración de la
“ Introducción” a El Conflicto de ias Facultades comienza de la
siguiente manera: “No fue mala la idea de quien por primera vez
tuvo el pensamiento y lo propuso públicamente de operar la totalidad
del saber práctico (en realidad, el de las cabezas dedicadas a ello)
de manera fabril por así decirlo, por distribución de los trabajos
(V il, 17) Y al final del prólogo a la Antropología, Kant exhorta a
los lectores a aportar ahora ellos mismos material a las especialida­
des existentes, “gracias a lo cual, los trabajos en ellas se distribuyen
por sí mismos entre los amantes de este estudio, podiendo unificarse
en un todojustam enle debido a la unidad misma del plan” (VII. 122).
Y también en la Antropología:

Los pensamientos y las máquinas y, junto con éstos, la distribución


de los trabajos entre distintos artistas [Ktinstler] (trabajo fabril) con­
vierten en algo fácil lo que, hecho con las propias manos y sin otras
herramientas, resultaría difícil de llevar a cabo (VII 148).

Com parem os ahora estas afirm aciones de Kant con un pasaje


acerca de la división del trabajo tom ado del Emilio de Rousseau.
/ mmanuel Kant: Política, Derecho y... 97

Rousseau señala que el ejercicio de las arts naturelles, que un


individuo puede practicar por sí mismo, conduce a la búsqueda
de las arts d ‘industrie et qui ont besoin da conconrs de
plusieurs mains,9293esto es, “de las artes de industria que requie­
ren del concurso de m uchas m anos” . La división del trabajo no es
referida con un topos de la literatura griega a una ocurrencia afortu­
nada o desafortunada de un individuo, sino a una tendencia inmanente
al trabajo mismo y ligada a la distribución y al concours. Se presen­
ta luego una nueva intervención del lado de las necesidades:

Cada individuo -dice Rousseau-, en tanto que no conozca otra


cosa que la necesidad física, se basta a si mismo; es la introducción
de lo superfluo la que hace indispensable la división y la distribu­
ción del trabajo. Porque, si bien un hombre que trabaja solo
únicamente obtiene lo que permite la subsistencia de un hombre,
cien hombres trabajando de consuno obtendrán lo suficiente para
hacer subsistir a doscientas personas.

Pero esto im plica la aparición de una clase que no necesita


trabajar para su propia m anutención.92
Al igual que Mandeville, Adam Srnith o Adam Ferguson, Rousseau
hace pública la ampliación cuantitativa de la producción y los efec­
tos de la misma en la estructura social moderna. Por el contrario,
Kant dirige su atención exclusivamente al mejoramiento cualitativo
de la actividad productiva. En realidad, en esta forma, la división del
trabajo aparece inclusive en Descartes. La segunda regla de conoci­
miento en el Discurso del Método se enuncia como sigue:" ... dividir
cada una de las dificultades que yo examinara en tantas partes como
se pudiera y como lo exigiera su mejor solución” .94
En la Antropología de 1798 (y tam bién antes, en los m anus­
critos de las lecciones) se toca el tema “ De la exuberancia” y,

92 Rousseau. I959ss, IV, 456.


93 Rousseau. I9$9ss.. IV. 456. El produelo excedente obtenido de la división
del trabajo constituye ya en Platón el fundamento de las dos clases improductivas,
pero también desposeídas de quienes se dedican a la defensa y a amamantar y a
alimentar.
94 Descartes. I897ss., VI, 18.
98 Reinhard Brandl

con el afán de docum entar la ahistoricidad del fenóm eno, se in­


troduce la term inología latina y se distingue luxus [lujo] de
luxuries [lujurias]. Sin em bargo, el intento kantiano de dar ac­
tualidad al problem a no tiene lugar por m edio de la discusión de
los factores sociales y económ icos contem poráneos, sino plan­
teando la dificultad de “si el gobierno está autorizado a restringir
am bos por m edio de leyes relativas a los gastos [-..]” (V il, 250)
El aspecto ju ríd ico del problem a no podría, según afirm a Kant,
analizarse en ese contexto, aunque, en general, podría afirm arse,
con toda validez, que “difícilm ente encontrará [el ciudadano]
m olestia en una legislación acerca del gasto” . (VII, 250) Por otra
parte, bajo el inocuo título de “ Pusilanim idad” (VII, 204), esto es,
el estadio previo de la locura y la hipocondría, se analiza nueva­
m ente el problem a en uno de los pocos pasajes verdaderam ente
irónicos y satíricos de la Antropología-,

Los jefes de Estado se llaman a si mismos padres de la patria,


debido a que entienden mejor que sus súbditos cómo lograr que
éstos puedan alcanzar la felicidad; pero, de esta manera, el pue­
blo se ve condenado a una permanente minoría de edad. Adam
Smith se refiere injustamente a los primeros afirmando que todos
ellos sin excepción serían grandes derrochadores, pero es refu­
tado enérgicamente por las (¡sabias!) leyes de gastos que se han
promulgado en algunos países (Vil, 209).95

La esfera que para Kant resulta de interés no es la de la economía,


sino siempre la del Derecho y la de la Política que deriva de éste.
Una curiosa nota en el m anuscrito conocido como Petersburg
o Menschenkunde de la Antropología provoca la impresión de
estar fuera de lugar en esta obra:

En el año de 1740, la vida en Estrasburgo se disponía de manera tal


que el señor de la casa, sus hijos y la servidumbre comieran en la
misma mesa; gracias a esto podía observarse constantemente cierta

95 Todavía Samuel Pufendorf había defendido en su cscriio De offtcio hom'mis


el civís II, 11, la práctica de las leyes de gastos.
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 99

eficiencia, puesto que los trabajos se llevaban a cabo siempre ante


los ojos de toda la familia. Esto ocurría inclusive en aquellos casos
en que el señor era un letrado. Hoy en día, cuando cada quien cuenta
con su propia habitación, la familia se ha disgregado, por así decirlo,
y ningún miembro de la sociedad debe contar con el sostén que, en
algún momento, podría haber recibido de los otros (230).

En 1877, en su estudio sobre Adam Smith e Immanuel Kant,


August Oncken escribe en el apartado “Cultivo de la economía” lo
siguiente: “Echemos todavía una mirada rápida a Kant. Hay, como
hemos mencionado, muy poco material al respecto en él”.96 Y esto
mism o ocurriría en el caso de la teoría tributaría. “Pero, ¿qué dice
nuestro filósofo alemán Kant en relación con todas estas cosas? La
respuesta es: demasiado poco. Con excepción de algunas observa­
ciones superficiales en la teoría del Derecho, puede decirse que
esta esfera, en su totalidad, resulta inexistente para él” .97
En 1771, John M illar escribe sus Ohservations Concerning
the Distinction o f Ranks in Society, que años m ás tarde apare­
c e ría , en e d ic ió n r e v is a d a , b a jo el títu lo The O rigin o f
Distinctions o f Ranks. R ecordarem os aquí solam ente una ob­
servación ya citada antes de esta obra. El capítulo 1 trata de “los
niveles de rango y la situación de la m ujer en las diferentes épo­
cas”; el capítulo II de la “jurisdiccionalidad y la autoridad paterna
sobre los hijos”; viene luego un análisis de las formas de dom ina­
ción en las aldeas, en la tribu y en el Estado. Mucho m ás adelante,
en el capítulo VI, se trata “de la autoridad del señor sobre sus
siervos”, presentándose una com paración entre el trabajo asala­
riado libre con el trabajo del esclavo y concluyéndose la m ayor
eficiencia del prim ero respecto al segundo.
Resulta notable que M illar considere la relación entre señor y
siervo independientem ente de la sociedad dom éstica, en la que
es ubicada tanto por la tradición aristotélica como por la tradición
bíblica. A diferencia de M illar, Kant insiste en el m odelo tradicio­
nal de la econom ía dom éstica. No hay en él ningún interés por el
trabajo asalariado m oderno que ya no tiene lugar en la casa.

96 O ncken, 1877, p. 225.


97 O ncken. 1877, p. 265.
100 Reinhard Brandt

N o será sino hasta finales de siglo que un alum no y am igo (o


conocido) de Kant, el econom ista Kraus, logre introducir y pro­
pagar con gran éxito en Konigsberg las ideas económicas de Adam
Smith; para Kant, la “teoría de los sentim ientos m orales” había
sido m ucho m ás im portante.98*

4. Libertades personales en la corporación

Ser un ciudadano reputado de la Universidad de K ónigsberg per­


m itía despreocuparse de los asuntos económ icos y, si se estaba
dispuesto a ello, una gran libertad interior. M encionarem os aquí
tres fenóm enos muy heterogéneos y congruentes con la sim bio­
sis del genio y una corporación protegida por la autoridad.
Independientem ente de cuál haya sido el rango de la U niver­
sidad de K onigsberg como un todo, la institución, com o escribe
P a u lse n ," concedía a quienes form aban parte de ella la libertas
philosophandi. A este respecto, al igual que lo que ocurre con
algunos de los fenóm enos que hemos m encionado anteriorm ente,
Kónigsberg y sus instituciones no constituyen un caso de excep­
ción, sino un ejem plo sintom ático de lo que, con Joseph G lanvill,
puede llamarse un “clim a [regional] de opinión” .
La libertad que prevalece en la época de Kant se distingue
claram ente de la fase pietista anterior y representa, al mismo
tiem po, un fenóm eno general en Prusia y parcialm ente tam bién
en Europa. M encionem os aquí, en lo que a Prusia respecta, un
docum ento fechado en 1770. esto es, durante el periodo en el que
Kant toma posesión de su cargo com o profesor de Lógica y me­
tafísica de la U niversidad. El 26 de m ayo de 1770, el gobierno
prusiano en Konigsberg, al que se encontraba sujeta la U niversi-

La fijación en la dinámica dcsco/rcchazo impide una investigación de los inte­


reses empíricos, de decisiva im portancia en la literatura social de la ¿poca; cfr., por
ejem plo. J.R.B. Robinct. De la nature. Amstcrdam. 1761-1766, I. 77: “El interés, el
gran m otor de las acciones hum anas, que hace todo por todos y contra todos y que
introduce, en consecuencia, tanto el desorden como la armonía, tanto el bien como el
mal” . Acerca de Kraus. véase la investigación de Slark. 1987.
Paulsen, 1919 (3a. ed., 1921, II, 136: más recientemente Stichwch, 1994, cap. 12).
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 101

dad, recibe una orden especial con “indicaciones m etodológicas


para los estudiantes de las cuatro facultades” , que debía repartirse
entre los alum nos de la institución en el m om ento de su inscrip­
ción. En lo tocante a la filosofía se señala allí que “quien estudie
filosofía en la Universidad debe tener, sobre todo, el firme propó­
sito de alcanzar la habilidad y pericia para pensar qué conviene a
la naturaleza de la verdadera filosofía; [pues] ésta consiste en la
habilidad para pensar sin prejuicios ni sectarism os y en la de in­
vestigar la naturaleza de las cosas” .100
Kant puede aprovechar esta libertad, surgida en el espíritu del
eclecticism o101 y profundizar en ella. Es en esto donde debe verse
su eficacia peculiar como un representante de la Albertina. Desde
este punto de vista, los conceptos claves de la actividad que debía
cum plir son los siguientes. En estrecho nexo con las ideas de la
nueva academ ia platónica, en las discusiones y debates filosóficos
se procede de m anera escéptica, se habla in utramque partem,
esto es, se disputa en pro y en contra, no sólo con el fin de alcanzar
una mera habilidad argumentativa, sino para llegar a conclusiones
propias. Con esto llegamos a otro de los conceptos claves que aquí
entran en juego, el de pensar por cuenta propia. No se trata de
aprender una filosofía, sino de aprender a hacer filosofía. En un
principio, esta concepción se encuentra en deuda con las tradiciones
eclécticas. En sus notas al curso de Lógica al que había asistido en
el semestre de invierno de 1762-1763, Herder observa que “toma­
mos lo bueno de donde venga, [pero tampoco menospreciamos] el
noble orgullo de pensar por cuenta propia y de descubrir nuestros
propios errores” .102 Éste será, más tarde, el punto de partida del
programa propiamente dicho de la Ilustración.
O riginalm ente, la libertasphilosophundí constituye un priv i­
legio de c la s e .103 P lantear problem as perm ite escap ar a los

100 Para una dem ostración de ello, véase la “ introducción" al vol. XXV de la
edición de la A cadem ia de los Gesammelten Schriften de Kant (“ Elem ente einer
U ntersuchung (Ibcr dic E nlstchung der N achschriftcn").
101 Al respecto, véase el gran estudio de Michacl A lbrccht, 1994.
101 Im scher, 1964, p. 45; cfr. a este propósito tam bién W eisskopf, 1970, pp
103-115 (“ 4. Die pédagogische Intention d e r V orlesungstiU igkeit” ).
103 Al respecto, véase K lippel, 1976, pp. 103-104.
102 Reinhard Brandt

constreñim ientos que impone la pertenencia a un estam ento dado


y alcanzar universalidad en el principio jurídico de la igualdad.
La orientación intelectual podía seguir el capricho personal y
apartarse de los caminos usuales. Un herm oso ejem plo de lo an­
terior lo encontram os en la siguiente nota de Kraus, escrita en
1804:

Sus autores favoritos eran siempre los que intentaban ser origi­
nales, independientemente de las paradojas en las que incurrieran.
Es ésta la razón por la que Kant defiende (en una reseña) inclusi­
ve a alguien como Moscati, que pensaba que el paso erecto del
hombre es la fuente de muchas enfermedades y resulta, además,
innatural. Pensar, de ser posible, de manera novedosa, esto es, el
pensamiento que iba más allá de los conceptos comunes, resul­
taba una necesidad para su avispado espfritu. De allí su amor por
todos los escritos paradójicos, sin importar cuánto lo fueran”.104

Otra libertad que la U niversidad concedía a sus m iem bros era


la de tener la posibilidad de abstenerse de publicar. Kant la apro­
vecha de 1770 (en realidad, de 1765) a 1781. Los breves escritos
de ocasión desde 1765 hasta la Crítica de la razón pura resul­
tan im portantes para nuestros fines, si bien, desde el punto de
vista de su im portancia intrínseca, se trata sim plem ente de ensa­
yos escritos por obligación y de interés exclusivamente local. Kant
disponía del ocio necesario para recorrer el largo trecho que va
de los Tráttmen eines Geistersehers a la Critica de la razón
pura. El reconocim iento como profesor universitario era algo
posible, tanto en Kónigsberg como en Berlín, aun sin un éxito
editorial.
He aquí un tercer ejem plo de la libertad interior y exterior que
rodea a Kant en Kónigsberg. Kant rom pe, en algunos aspectos
esenciales, con el utilitarism o que caracteriza a los prim eros pen­
sadores de la Ilustración. WolfFy Thom asius. en prim er térm ino,
y luego Hume y Rousseau. Todos ellos ven en la utilidad general

104 K am , I900SS.. 11517; R eicke. 1860. p. 15.


Immanuel Kant: Política, Derecho y... 103

el punto más elevado hacia el cual deben orientarse tanto el pen­


sam iento como la acción. Es fácil apoyar docum entalm ente esto.
A la pura especulación se opone lo práctico y útil, en ocasiones,
de no ser con otra cosa que con la proscripción y aniquilam iento
de una m etafísica inútil y ociosa. Why utility pleases, esto es,
“ por qué resulta placentera la utilidad”, es el título de la sección
central de la Inquiry concerning the Principies o f Moráis de
Hum e.105 En ella, la Moral en general es basada en una referencia
de utilidad, si bien ésta no se limita a la utilidad propia. Nuestros
juicios morales de valor y las acciones que se guían por ellos están
fundados en la sensación de placer, que se presenta en la percep­
ción de algo que es de utilidad general. Así, por ejem plo, para
Rousseau no representa ningún problem a identificar la voluntad
general con el interés general. Por el contrario, en Kant puede
reconocerse un límite bien definido y constante a la idea de utili­
dad. Arnoldt está efectivamente en lo justo cuando habla de la
“disposición aním ica kantiana a despojarse de las trabas del
academicismo y, en combate incesante contra el utilitarismo, de su
inclinación a atender el nexo entre la ciencia y la vida, el cultivo de
los intereses prácticos y el fomento del bien com ún” . 106 Esa “dis­
posición aním ica” y esa “ inclinación” sólo pudieron ponerse de
m anifiesto, es decir, surgir com o tales en una constelación espe­
cífica determ inada de ciudad y U niversidad . Las instituciones
liberales y urbanas resultan necesarias para una interacción na­
tural entre los ciudadanos de la ciudad y los m iem bros, esto es,
los ciudadanos de la Universidad .

105 Hum e. 1975. pp. 212-232.


,<K' A rnoldt. véase I906ss., IV, 402.
SOBRE LA FILOSOFIA POLITICA
DE KANT*

L a ¡dea sistem ática de mis a n álisis,1 y como habrá de ser mos­


trado de la Filosofía Política kantiana, radica en la ¡dea siguiente:
la Razón Práctica -c o n el principio fundam ental del im perativo
ca te g ó ric o - determ ina la política com o “ D octrina ejecutiva del
D erecho ( ausübende Rechtslehre)” (VIH, 370). Esta definición
se halla en oposición explícita a la teoría de articulistas políticos
de la época al igual que a la praxis - s e a ésta efectiva o solam en­
te p reten d id a- de los déspotas que discrecionalm ente y con una
pretendida prudencia se preocupan no tanto por el Derecho sino
por la felicidad o, m ejor dicho, por la infelicidad de sus súbditos.
El D erecho que sirve com o norma categórica a la política deter- *

♦Traducción de Gustavo Leyva.


'L a conferencia con el mismo titulo fue leída el 8 de diciem bre de 1994 en la
Fundación Siemens Munich-Nymplicnburgo y, en forma resumida, en el Octavo Con­
greso Internacional de Kani en I99S en Mcmphis. En la versión que aquí se presenta
fueron integradas partes de mi conferencia del 6 de junio de 1996 ante la Sociedad
C ientífica y retomados también complementos adicionales, entre otros la interpreta­
ción del denominado “giro copernicano” y los señalamientos en torno a la “ Doctrina
pura del Derecho ( reine Rechtslehre )", a la doctrina “ m eram ente em pírica (blofi
empirtsch)” y a la doctrina “cmpirica (empirisch)" del mismo. Se cita a Kant de acuerdo
con la edición de la Academia (Akademie-Ausgabe) de los Gesammelten Schriften,
Berlín, 1900 y ss., indicando solamente el número del volumen y de la(s) página(s). La
Critica de la Razón Pura se cita de acuerdo con las ediciones A y B en la versión de
Raymund Schm idt en la E ditorial Meiner.
106 Reinhard Brandt

m inada racionalm ente com o su prim era, aún cuando no única ta ­


rea, es el Derecho Privado ( Privatrechl) y el Derecho de Libertad
( Freiheitsrecht) de los ciudadanos, Derecho para cuya fijación
en el orden de las leyes y para cuya protección fue creado exclu­
sivam ente el Estado (según la idea aunque no realiíer). Ahora
bien, el Estado no puede satisfacer efectivam ente y en forma
duradera su tarea política de realización de los así denom inados
derechos civiles liberales (pasivam ente políticos) bajo la forma
de un Despotism o, sino sólo en la forma - a su vez necesaria
ju rid ic a m e n te -d e la República . En ella los ciudadanos protegen
a su Estado no con m ercenarios ni con ejércitos creados ex pro­
feso, sino con una m ilicia voluntaria, contra ataques de fuera; los
ciudadanos m ism os deciden sobre la guerra y la paz y dan com o
citoyens las leyes a las que se someten com o súbditos. La se­
cuencia de este pensam iento es al m ism o tiem po el esquem a
teórico del desarrollo histórico de Kant; este desarrollo com ienza
con la violencia despótica y encuentra su últim o fin en la realiza­
ción de la autonom ía política de los ciudadanos que son capaces
de y quieren su autonom ía.
La explicación se divide en tres partes. En prim er lugar, debe
ser explicada la antitética filosófica y político-cultural en el inte­
rior de la cual se localiza a si m ism a, o debe ser localizada, la
Filosofía Política kantiana. Las concepciones políticas de Kant
se deben no a debates económ icos y sociales; son m ás bien el
producto de la lectura y reflexión en el recogim iento de la U ni­
versidad en Kdnigsbcrg. En segundo lugar, se presentan ciertas
circunstancias del surgim iento del platonism o m oral kantiano en
un cuadro en m iniatura y se bosqueja a su vez el desarrollo de las
ideas hasta los años ochenta. La T eoría Política de Kant no pue­
de ser com prendida sin el recurso a su dicotom ía entre cosa en si
(Ding an sich ) y fenóm eno ( Erscheinung ); para a clarar esto
interpretarem os el “giro copem icano” (denom inado así en form a
equivocada). En esta pieza teórica se m uestra cuáles son las
prem isas m etafísicas que subyacen a la com presión kantiana de
la política. A la misma dim ensión conduce el problem a del enlace
entre la D octrina pura y la D octrina em pírica del Derecho. En
Immumte! Kant: Política, Derecho y... 107

tercer lugar, debe ser analizada la teoría central de la transición


del Despotism o a la República. Se plantea aquí una visión sobre
la República que constituye la meta de todo Derecho y, con ello,
de toda política. El lector no debe esperar una investigación con­
ceptual estricta y tam poco un análisis genético especializado de
determ inadas ideas de Kant, sino más bien una introducción a
ám bitos y problem as que rodean y codeterm inan al lem a de la
Filosofía Política de Kant. A pesar de no disponer de una teoría
com pletam ente acabada, Kant tiene una ¡dea general de la ac­
ción política - y ciertam ente en relación expresa con el Derecho.
En él no hay una esfera de “ lo” político em ancipado del Dere­
cho; la teoría kantiana no deja espacio para una política del
decisionism o que quiere fundar el Derecho para fines políticos a
partir de la decisión. En forma análoga, la teoría kantiana tam po­
co deja un espacio para un proceso de reflexión político-ciudadana
que no estuviera dirigido a priori por un concepto del Derecho.
En este punto coincide el análisis con la tesis de Volker G erhardt
(1995). La interpretación de Gerhardt es sin em bargo conciliado­
ra e insiste en la dim ensión pacificadora. Gerhardt busca destacar
los rasgos de la teoría kantiana que son virulentos incluso hoy. En
contraposición a ello, en este escrito Kant habrá de ser m ostrado
com o pensador de los conflictos teóricos y prácticos contem po­
ráneos. Kant es de la incómoda opinión de que las determinaciones
a priori del Derecho contienen la solución de a podas políticas; la
teo ría pura del D erecho sum inistra preceptos, o rientaciones
abarcantes y el político tiene que implementar, realizar estos pre­
ceptos, estas orientaciones. Su oponente es el político teórico y
práctico que actúa de acuerdo con la tradición, a la prudencia y a
la experiencia. M ostrarem os este rigor no siem pre atractivo de
la posición kantiana y procurarem os m ostrar que ésta es com ­
prensible solam ente a partir del fundam ento de la m etafísica
kantiana y específicam ente de la diferencia -h o y por todas par­
tes considerada como obsoleta- entre la cosa en sí y el fenómeno.
108 Reinhard Brandt

I. ATENAS; MONS REALIS

En Poesía y Verdad Goethe describe el primer encuentro en el año


de 1774 en Francfort con los Príncipes de Weimar en cuya Corte él
habría de ser posteriormente activo. Karl Ludvvig von Knebel, tra­
ductor de Lucrecio, había venido a la casa paterna de Goethe para
invitar a éste. El padre de Goethe, animado por un sentimiento bur­
gués, previno a éste de trasladarse hacia la Corte para asumir el
indigno rol del cortesano y del hourgeois gentilhomme. Goethe
escenifica ahora el encuentro con los Príncipes de tal manera que en
esta descripción está contenida simultáneamente la respuesta a su
padre. El azar, se dice, constituye la mejor introducción:

Las “ Fantasías Patrióticas” de Mdser, y más específicamente la


primera parte recientemente encuadernada y aún no recortada,
se encontraba sobre la mesa. Ya que las conocía yo muy bien,
aunque sin embargo conocía más bien poco a la sociedad, tenia
la ventaja de poder suministrar una relación detallada de ello.2

Si esto es poesía o verdad buscada, es algo incierto. Lo que


queda claro es que Goethe quiere rem itir sim bólicam ente a Justus
M 5ser como su modelo en su actividad en W eimar como hom bre
de la Corte y como político. Al m encionar a M óser se diluyen
inmediatamente los temores de su padre, pues Móser (1720-1794),
advocatus patriae o M inisterprásident del P rin c ip a d o de
Osnabrück y escritor conocido,3 se encuentra más allá de toda
sospecha de ser un súbdito com placiente con el Príncipe.
M óser buscó conocer las peculiaridades de su país; investigó
su historia retrotrayéndose a la Edad M edia y se ocupó con la
geografía y la econom ía del país. La nación a la que M óser se
orienta por razones políticas es Inglaterra (el O bispo Príncipe
era hijo del Rey inglés y con ello a la vez Rey de H annover). Es

2 Goethe, 1960, X. 52.


3 Hans Reiss trata en su ensayo “ Goethe. Móser y la Aufklürung” (en, Rciss,
1993, 1 43-187) la cercanía de G oethe con M oser que. no o bstante, se rom pería
por la distinta apreciación y el rechazo de la Aujkltlrung.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 109

de Inglaterra de donde obtiene sus conocim ientos económ icos,


su atención por experiencias que se desarrollan históricam ente.
Recordem os que David Hume, el gran oponente de Kant, fue
conocido en el siglo xix no com o filósofo, sino como historiador y
que su prim er ensayo conservado era un Essay on Chivalry.
Los filósofos franceses -V oltaire, Helvétius, los E nciclopedistas-
y su civilización universalista de las lamieres son vistos por Móser
con suspicacia como un peligro para la cultura autóctona. N atu­
ralm ente no aparece aquí M ontesquieu, quien en el Esprif des
Lois, concede a las peculiaridades del país su derecho propio
tam bién en la form ación del Derecho.

Móser no pertenecía a los políticos teóricos que con sueños se


afanan por un ideal de una constitución perfecta del Estado que
es fácil bosquejar, pero que nunca puede ser realizada [añadimos
aquí: como Platón y los platónicos, R B ]; él vivía más bien en el
mundo real y buscó actuar en él.

Es así que hablaba F riedrich N icolai sobre su am igo de


O snabrück.'1
No solam ente G oethe se orienta por M óser en la determ ina­
ción de su papel como ciudadano en la Corte de Weimar. Más
tarde seguirán en ello Rehberg, Brandes y Gentz; dos de ellos
son, com o M óser mismo, los oponentes de Kant en los debates
literarios de los años noventa. Las líneas fundam entales de la
política, como fueron delineadas en Osnabriick, se retom an y se
perfilan con más fuerza en el debate en torno a la Revolución
Francesa para am pliarse m ediante las ideas, guiadas por la histo­
ria y dirigida contra la Attfklárung, de Edmund Burke. También 4

4 Móser, 1843, X. 47 Brandt. 1989, 184-185: “En Müsor la palabra ‘teoría' se


emplea la mayoría de las veces (no siempre) en forma negativa. Ella se utiliza para una
invasión o intervención injustificada en plexos vitales desarrollados históricamente.
Asi por ejemplo en la narración de Jcan le Grand quien quería protestar en una fábrica en
contra de la retención de la plusvalía por parte del dueño de la fábrica y quería introducir
la democracia en la producción: aquí 'el Director no podía contenerse la risa sobre la
ocurrencia teórica ( ...] '. Una risa finalmente colocada de la que el Director no puede
contenerse; esto pertenece a la colección de risas que comienza con las carcajadas de la
criada de Tracia sobre el filósofo en el Teeteto platónico” . C/r. Blumcnbcrg, 1987.
110 Reinhard Brandí

formado por los autores ingleses, Christian Garve pertenece a esta


misma fracción. El pro y el contra de este partido Whig orientado
por la tradición alemana, es decir conservador,5 puede pensarse en
form a clara y sencilla: a favor de Inglaterra y contra F ran cia,
por una constitución monárquico-estamental contra del absolutis­
mo, por una política a partir de la experiencia y de la historia y en
contra de una política a partir de ¡deas abstractas.6
La orientación intelectual de esta confrontación, el esquem a
fundam ental en el que se trasponen las diferencias y en el que se
com prenden y articulan ambos lados posee raíces filosóficas y
político-culturales que se pueden caracterizar en trazos genera­
les de la siguiente manera:
Por un lado, se trata del arriba y el abajo en donde Platón localiza
la gigantom aquia de los partidarios de las ideas y de los m ateria­
listas.

Unos [los materialistas, RB] buscan hacer descender todo desde el


cielo y desde lo invisible hacia la tierra abrazando verdaderas rocas
y robles con sus manos ... y determinan cuerpo y ser como una y la
misma cosa [... ] Por ello se defienden también sus oponentes [los
idealistas, RB] con mucha precaución desde arriba, desde lo invisi­
ble, e intentan convencer a los demás de que ciertas ideas mentales
e incorpóreas son el ser verdadero [...] Entre ellos sin embargo tiene
lugar una batalla sin fin.7

De acuerdo con este esquem a se oponen posteriorm ente los


platónicos y los aristotélicos, los unos señalando hacia arriba y*

5 De los tt'hlgs de lla n n o v c r hab la G ooch. 1920. 73 y s$. V éase tam bién
Valjavcc, 1978. 99, nota 43, Vogcl. 1972, 95.
* Un eco de esta visión se encuentra en W ilhclm Dilthcy en el prefacio a su
Einleitung in die Geisteswissenschaften: “En la m ism a época en que Francia ex­
trajo sus conclusiones prácticas del sistem a desarrollado en los siglos xvn y xvm
de las ideas sociales de Derecho N atural, Religión natural. Doctrina abstracta del
E stado y E conom ía p o lític a a b stra c ta , cuan d o los e jé rcito s de esta revolución
ocuparon y destruyeron el viejo edificio mal construido y barruntado por el halo
de la historia m ilenaria del Im perio alem án, se había form ado en nuestra patria
una visión del crecim iento histórico |. . . j que m ostraba la no-verdad ( Unwahrheit)
de aquel sistem a total de ideas sociales” (Dilthcy, 1966, I, XV-XVI).
’Platón. Sofista, 246 b-c.
Immanuel Kant: Política, Derechoy... 111

los otros hacia abajo. Este es el contorno intelectual en el que se


in scrib e L eibniz a sí m ism o com o id ealista y L ocke com o
sensualista.8 “Abajo con Platón” es la solución no m encionada
en la que los aristotélicos se reconocen.
Volvamos de nuevo a Goethe. En su relación con Schiller vuelve,
si interpretamos generosamente la gigantomaquia y buscamos apli­
carla, la misma oposición: por un lado, la teoría de Goethe a partir de
la experiencia que busca las formas espirituales en la realidad mis­
ma: por otro lado, la teoría de las ideas que fundam enta el
conocimiento en un apriori: "... él [Schiller, R B ] no podía confesar
que algo semejante [el todo de las formaciones de la naturaleza, R B ],
como yo afirmaba, partía ya de la experiencia. [...]; sin embargo,
cuando yo concluí él movía la cabeza y dijo: ‘Esto no es ninguna
experiencia, esto es una idea’ ” .9 La amistad entre ambos suprime la
oposición, “ la gran batalla, acaso no completamente susceptible de
ser aligerada”, 10 como Goethe lo formula recordando evidentemen­
te a Platón. La ¡dea de Schiller, asi reza la prudente solución de
compromiso de Goethe, se encuentra en la realidad experimentable.
Kant, por su parte, no aceptará ningún pacto sem ejante, nin­
guna solución de com prom iso análoga con sus oponentes, sino
que insistirá en la idealidad de la idea. Sin em bargo, tiene que
pensar como Platón una solución para el problema de la methexis:
¿cómo puede participar la realidad em pírica en la idea de la liber­
tad si ésta está separada de la naturaleza y de la experiencia a
través de un abism o insalvable, de un niega chasmal El filósofo
bosqueja de acuerdo con Kant la solución teórica de este proble­
ma y el político tiene - a s í lo determ ina el filó so fo - la tarea de
realizar esta solución en la praxis.

* En el "Prefacio” a los Nouveaux Essais se dice: “ En efecto, aunque el autor


del ensayo [es decir. John Lockc. R B ) diga m uchas cosas bellas que yo aplaudo,
nuestros sistem as difieren mucho. El suyo tiene más relación con Aristóteles, y el
mió con Platón, aunque uno y otro nos alejem os en algunas cosas de la doctrina de
estos dos pensadores antiguos” (Leibniz. 1965. V, 41). Las orientaciones se deno­
m inan con los nom bres de Platón y A ristóteles y en lo sucesivo se retom a este
procedim iento por los autores del siglo xvm .
9 Goethe, 1960, X. 540. Sobre el “aristotelismo” de Goethe, véase Günzlcr, 1967.
1,1 Goethe, 1960. X. 541. Goethe se ve a si mismo como realista y considera a
Schiller com o un idealista kanlianizantc. ibid.
112 Reinhard Brandt

Estos señalamientos filosóficos son empleados o también transpues­


tos desde una formación tipológica de los frentes en un debate no
filosófico, sino político-cultural. Los romanos se dirigían contra ladisolu-
ción de su cultura autóctona a través de las ¡deas abstractas de los
Graeculi;11 intentaron, en una lucha que en último término fue en vano,
mantenerse al margen del discurso de los griegos: ninguna palabra ex­
traña, ningún teatro, ninguna filosofía. Móser y Burke son no solamente
aristotélicos, sino que retoman también la posición de los valores
autóctonos tal y como los romanos intentaron mantenerlos contra los
Graeculi. Lo que cuenta para ellos no es el Derecho Natural abstracto
y pensado en forma ajena a la experiencia, sino el nios maiorum con su
sabiduría conservada desde antaño. Moser y Burke combaten las teo­
rías de hAuJklárungy a los “tiranos sofistas de París” 112*para mantener
lo peculiar de su país ante la disolución por medio de los hacedores de
proyectos y de los filósofos parisinos. La comuna autóctona debía ser
rescatada frente al frío universalismo, la comunidad frentea la sociedad
atomizada. Ellos son los apologetas del Derecho que es solamente
empírico, del Derecho que puede ser internamente corregido, pero
nunca dejado de lado a través o mediante un Derecho Natural.
Ahora debemos dirigirnos hacia su oponente: Immanuel Kant.
Kant hablaba “del recurso plebeyo a ... la experiencia”, y caracteri­
za con ello a la fracción de los aristotélicos. Para comprender la
peculiaridad de la Teoría Política kantiana es deseable caracterizar
brevemente el lugar en el que ella surgió. Ambas, las circunstancias
geográfico-históricas y la teoría práctica pura, se pueden enlazar en
la modalidad de lo “no casual” : no es posible mostrar que las circuns­
tancias específicas condujeron necesariamente a esta teoría, pero
es posible suponer que Kant accedió a la posición que le era propia
no casualmente (nicht zufallig).n

11 Cfr.. C icerón. De Oraiore. I. 47: 102; Tusculanae dispuialiones. I. 86.


'* Según Vogel, 1972, 75.
11 La determinación modal de lo **no casual (nicht zufdili¿f que niega la casuali­
dad pura sin poder afirmar una necesidad demostrable es esencial para investigaciones
históricas m ás abarcantes: un análisis más detallado se mueve en el cam po de los
“análisis condicionales de la causalidad ( Bedmgimgsanatysen der Kausalitát) - ta l es
el subtitulo del articulo introductorio "C ausalidad” de Krllger y Rhcinwald, 1980.
320,-324. Para lo que a continuación sigue véase más detalladamente Reinhard Brandt,
KanI en Kdnigsberg (1998), en este mismo libro.
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 113

Desde 1740, el año de su m atriculación, Kant es ciudadano no


de la ciudad de Kdnigsberg sino de la de Albertina, de la Univer­
sidad fundada en 1544. La U niversidad es, en este punto, no
distinta de una orden, un enclave en la ciudad. Este enclave for­
ma una corporación con una ju risd ic c ió n propia y con una
adm inistración de bienes tam bién propia.14 A partir del año de
1770 Kant era Ordinarius y, a través de ello, a partir de 1780
m iembro perm anente del Senado. Kant fue dos veces Rector y
en seis ocasiones D ecano.15 Hasta donde sabem os, nunca criticó
la institución con sus derechos y deberes frente a los cuales él
adquirió libremente una obligación como ciudadano académ ico y
a través de un juram ento de cargo en I 770. Tampoco se propuso
nunca su transform ación, solam ente participó en decisiones en el
sentido de la conservación de la Universidad. En su Teoría Polí­
tica concede al nniversitas studiorwn un estatus especial en el
Estado no como una corporación interm ediaria, y por tanto como
una corporación y un poder feudal, sino como un catalizador inte­
lectual de la Aujkltirung - y por tanto del fom ento del Derecho.
La ciudad de Konigsberg no era un lugar de residencia del Prín­
cipe y, en consecuencia, carecía de artes figurativas y del drama del
arbitrio personal del Principe; Konigsberg no era una ciudad libre del
imperio como Frankfurtam Main, ni tampoco una ciudad hanseática
(y por consiguiente sin el problem a de la auloafirm ación). sino
que era residencia de gobierno de un Rey ausente prácticam ente
en perm anencia (Federico II. por ejem plo, pisó la ciudad sola­
m ente en forma breve en ju lio de 1740 en el m om ento de acceder
al gobierno).
En el año de 1744 Kant pertenece, ju n to con M artín Knutzen,
a un grupo de sabios que especula sobre los com etas. La escue­
la, el Fridericiamtm, tenia ya un o bservatorio16. El único aparato
del progreso técnico con el que el filósofo entró posteriorm ente

14 La U niversidad poseía bienes, edificios y capital m onetario a p artir de los


cuales pudo hacerse, con independencia financiera, de dinero por arrendam iento y
de intereses obtenidos por créditos. C/r.. Wcrner Lulcr. Kanis Amistáligkeit ( Kant*
Forschungen. 1998).
15 O siete veces. Hn 1795 Kant asum ió su séptim o Decanato. <|ue no conclu­
yó. C/r.. Kulcr. 1998.
u> Klcm m c. 1994, 14.
i 14 Reinhard Brandt

en contacto no era ninguna m áquina ni tam poco ningún crisol,


sino un pararrayos de Franklin.17
Esto era lo que había en KSnigsberg. Com pletem os ahora lo
anterior diciendo lo que no había: no había ninguna sociedad para
el fomento de la Econom ía com o las que habían sido fundadas en
casi todos los lugares significativos en E uropa.18 La H istoria, la
Econom ía, la Sociología que com enzaba en Escocia perm anecie­
ron durante el tiem po de vida de Kant como algo extraño.
El fundamento social de esta suerte de ensueño social es, así
podemos suponerlo, el bienestar relativo, no perturbado por influen­
cias externas. K onigsberg no requería innovaciones porque la
situación económica de la ciudad, a pesar de varias oscilaciones, era
excelente19 -chi sta bene, non si innove. E incluso hasta el final de
la vida de Kant, el Moni-Real prusiano ofrece la misma imagen: nin­
guna revista que ejerza una crítica a las relaciones sociales y políticas
como en Kiel, en Flensburg o en Badén. Los Kónigsbergsche
Gelehrten umí Polilischen Zeitungen (desde 1764 hasta después
de 1801) fueron tal vez a causa de algunos colaboradores que poste­
riormente devinieron famosos, uno “de los periódicos alemanes más
significativos en general” como escribe Gause;20 sin embargo, no se
convirtieron en un órgano del debate político y fuera de la ciudad no
tenían ningún papel.21 Johann G eorg Hamann había desarrollado

17 En 1793 hnbia sido solicitada a la Facultad de l-'ilosolla, propiamente a Kant y


al Físico Rcusch, entregar al Senado un dictamen sobre las disposiciones técnicas de
seguridad en la construcción de un pararrayos de la ciudad en la Iglesia de Hcbcrberg.
Como primer instrumento de esta clase en Konigsberg de acuerdo con el modelo de
Hamburgo. este aparato debía preparar la introducción generalizada de pararayos. Cfr.,
sobre las propuestas de Kant, AA X, 362 y s., 373 y s . XIII. 129; 136.
'* Apenas hasta el año de 1798 tuvo lugar en Konigsberg la fundación de una
sociedad sem ejante entre com erciantes Cfr. G ausc. 1968. II, 198-199.
•* En el aAo de 1780 hubo una notoria acum ulación de quiebras que tam bién
Federico II percibió. Cfr., G ause 1968. II 185 y ss.
1,1 G ausc, 1968. II, 234- La valoración se realiza evidentem ente desde una
c onsideración retrospectiva desde la cual pueden enum erarse nom bres ilustres:
H am ann, Kant (representado supuestam ente sólo con un articu lo ). Ilippcl y el
p o ste rio rm en te m enos conocido Schefl'ner. C om o G ausc, se expresa el trabajo
apoyado por el de Rchberg, 1942, 92 y ss.; con tendencia antisem ita.
21 Ningún periódico o revista de Kónigsbcrg aparece en el capitulo "La cultu­
ra política nella stampa periódica del!' illummismo berlinese” de Eduardo Tortarolo
Immanuel Kartt: Política, Derecho y... 115

un cierto interés en cuestiones económ icas y había redactado en


1756 un tratado sobre las ventajas del com ercio.22 Hamann había
ido a Londres por una em presa com ercial. Sin em bargo, el M ago
del Norte vivió ahí su “viaje infernal del autoconocim iento“ y dejó
en el abandono, preocupado por la cura de su alm a, a la econo­
mía terrenal.
Kant nunca se interesará por cuestiones de la producción eco­
nóm ica, sino en todo caso y solam ente en forma m arginal, por
cuestiones del dinero y del com ercio. En la Lección de Antropo­
logía se tra ta n las fo rm a s de p ro d u c c ió n que han sid o
revolucionadas a través de las m áquinas y de las fábricas sólo
bajo el título de “ Lo pesado y lo ligero”; el trabajo fabril en la
ciudad francesa de Lyon aparece solam ente bajo la rúbrica del
carácter sanguíneo de la nación francesa:

Los tejedores de la ciudad de Lyon, que diariamente desde el


amanecer hasta el atardecer están sentados en una silla y tienen
que trabajar, esperan con alegría el domingo ya que en ese dia
pueden pasearse vestidos en seda. En general asi hacen la ma­
yoría de los fabricantes, trabajan la semana entera y comen mal
para solamente poder recolectar algo de modo que los domingos
puedan vestirse con seda y pasearse por la calle.2-1

En un apunte de m ediados de los años ochenta se m enciona la


“ m áquina de fuego” de Thom as Savery del año de 1698;24 Kant
jam ás se interesó por la m oderna m áquina de vapor de Jam es

(Torlarolo. 1989. 235-272). A diferencia de ello, en Halle aparece el ilistorisches


Portefeutlle de Karl R cn atu s lla u se n (T ortarolo. 1989, 24). A hí se pro p ag ó a
partir de 1782 la derogación de la servidum bre en M ccklcnburg y en 1785 fueron
apoyadas las R eform as del E m perador José II. Sin em bargo, en 1786 la revista
m odificó su carácter y asum ió bajo W ollncr un carácter m ojigato.
12 El escrito editado por Hamann en 1756 y provisto de una Beylage sobre el
comercio tenia por titulo: "Des Herrn van Dangeiiil Amnerkungen iiber die l'orteile
und Nachteite van Frankreich und Grofibrilunien irt Ansehung des Mandéis [ ...]"
véase N adler. 1949. 64.
w Antliropologie-Dolina. 2 7 7-278; véase la a n te rio r Anthropologie-Parow.
291-292 y el C om entario Nr. 239 en el Volumen XXV de la Akademie-Ausgabe
14 Anthropologie-Mrongovius 4 3 ’, ahora en el Volumen XXV.
116 Reinhard Brandt

Watt de los años sesenta. Cita el principio del “ laisserfaire, laisser


uller" como dicho de un viejo comerciante (V il, 19-20). Sin embar­
go, no hace ninguna consideración en tom o a cómo el libre comercio
transforma las formas de producción: si caen los aranceles, los gre­
m ios y los artesanos no tienen ninguna oportunidad más.25 No se
conoce ninguna asociación de artesanos de Kónigsberg que se haya
rebelado contra las duras condiciones de su profesión: tampoco nin­
guna asociación de otros grupos profesionales. En los años noventa
no se captura a ningún simpatizante de la Revolución; no hay volan­
tes ni a favor ni contra la Revolución que fueran conocidos, no hay
disturbios, no hay arrestos, no hay juicios espectaculares. Será solo
hacia el final del siglo que un alumno de Kant. el economista Christian
Jacob Kraus, comience a ganar un terreno firme y propague con
gran éxito la economía de Adam Smith.26 Para Kant, la teoría de los
sentimientos morales fue más importante.27 Cuando Kant habla de
progreso y explica la pregunta “si el género humano estaría en un
progreso continuo hacia lo mejor” (V il, 79), se trata siempre y ex­
clusivamente sólo del progreso jurídico y moral, jam ás del progreso
técnico y económico. Las ideas de Francis Bacon se desarrollan en
otros ce n tro s y ep icen tro s de la AujkUirung, p ero ja m á s en
Kónigsberg.
Las experiencias políticas de Kant están m ediadas en lo esen­
cial en forma literaria. Lo mism o ocurre tam bién con la conciencia
social que en los años sesenta en A lem ania o se im porta desde
Inglaterra y Francia o se inventa de nuevo o se descubre, algo
que tam bién com prende a Kant: “ Rousseau me ha orientado en

34 Sobre esto se ha expresado C rossing en el Staatlenjournal Cfr.. T oriarolo


1987, 299. Sobre la derogación del em bargo del com ercio de cereales y las posibles
consecuencias fatales para una parte de la población, véase V ogcl. 1972, 191.
24 Sobre K raus, véase Slark, 1987.
27 Se puede d ecir lo m ismo en relación con Piclro V erri. Kant conoce so la­
m ente sus Gedanken über die Ntilur des Vergnügens (en la traducción de Christnph
M cincrs, 1777) (véase en relación con esto a Erich Adickcs en el Volum en XV,
717-722). aunque no las lietrachtungen über die Staatswirtschafl. Del italiano del
C onde V eri, traducción acom pañada de notas y un en say o sobre p ro y e cto s de
I..B .M . S chm id. M annhcim . 1785. 1.a fijación en la dinám ica p la c e r-d isp la c e r
impide una investigación de la form ación de los intereses económ icos que desem ­
peñan un papel decisivo en la literatura de la época, especialm ente en la escocesa.
Ininiaiiuel Kant: Política, Derecho y... 117

en el cam ino. Esta ventaja encegneccdora desaparece, aprendo


a honrar a los hom bres y me sentiría inútil como el trabajador
común si no creyera que esta consideración puede dar a todas las
restantes un valor para crear los derechos de la humanidad'’.28 No
fue el trabajador común en Kónigsberg, sino Rousseau que escri­
be en francés y vive en otras relaciones sociales, quien despierta
en Kant la conciencia social. Seguram ente que esto no llamó la
atención al propio Kant y tam poco pudo preguntarse con los ins­
trum entos de su inmensa form ación por que precisam ente es en
esta época que los trabajadores, los cam pesinos y los artesanos
em pezaron a llam ar la atención. La opresión social, sin em bargo,
había m ostrado en otros lugares en forma visible qué función te­
nía ella en el arm azón de la sociedad:

z* lis asi que se expresa Kam en las ttemerktmgen zu den Beobachtungen über
das Geftihl des Schtinen und Erhahenen “ H ubo un tiem po en el que creía que
solam ente esto [c! conocim iento, k b ] podía constituir el honor de la hum anidad y
despreciaba al vulgo que no sabe nada. Rousseau me ha corregido | |" (XX. 143).
La Razón P ráctica, sep arad a ahora de la teórica, tiene un acceso inm ed iato al
principio moral, de m odo que el sabio no es m ás privilegiado y el hom bre com o tal
debe ser honrado com o ser m oral En form a d istin ta de K ant y a p a rtir de los
acontecim ientos históricos - la G uerra de los Siete Años acababa de c o n clu ir- y de
relaciones sociales, reflexiona Tilomas Abbt poco antes sobre papel de los intelectua­
les en la sociedad en una carta a Moscs Mendclssohn: "Tantos millones sacrificados,
tantos millones extremamente tontos c ignorantes, tantos millones que viven su vida
en m edio de sudor y en ocupaciones anim ales a las que se añaden sola y únicam ente
los rezos en ciertos tiem pos; un cierto núm ero se ha elevado hasta el pensam ien­
to, algunos de los cuales afirm an y hacen de ello partidos; otros dudan y callan. I I
núm ero total de aquellos que piensan. Icen, escriben, disienten son. en relación
con el gran montón, como I 10 000. y esto es aún demasiado. Y para estos pocos
está h ech a so la m e n te la te o ría de una re lig ió n ” (20 de fe b re ro de 1764. en
M endclssohn. 1971 y ss.. XII 1, 38). El historiador de Góltingcn Joltann Christoph
G attcrcr se expresa tam bién; “ La escru p u lo sid ad del que esc rib e la h isto ria se
extiende hasta el hom bre común. El vulgo intem pestivam ente tan despreciado, la
infeliz m ultitud que constituye por todas partes la mayor parte del género humano
y que se encuentra frecuentem ente desam p arad a en cosas que co n ciern en a su
verdadero b ienestar, estos innum erables m illones de hom bres que el bondadoso
creador de la naturaleza ha creado con los grandes y nobles para igual felicidad,
estos hom bres, digo yo. ¿no deben participar en la enseñanza de la historia que es
incluso interesante y com prensible para los niños? (tbm hislorischen Gewissen en
G atterer. 1767. 95). Ju lm s l-'reidrich K nñppcln señala en 1784 en su e sc rito de
oposición Die Reclne der Katar und Menschheil enlzweihet durch Menschen.
118 Reinhard Brandl

L a s c la s e s d e h o m b r e s q u e se a lim e n ta n c o n tr a b a jo s m a n u a le s ,
a s a b e r : e l c a m p e s i n o y e l a r t e s a n o , e l s o l d a d o y lo s s i r v i e n t e s
[ ...] S e h a r e c o n o c i d o u n i v e r s a l m e n t e q u e e s t o s h o m b r e s c o n s t i ­
tu y e n la p a rte m ás im p o rta n te del c u e rp o del E s ta d o
(Staatskorper); q u e la f u e r z a y la d u r a b i l i d a d d e la m á q u i n a p o l í ­
t i c a d e p e n d e d e la s i t u a c i ó n e n q u e e l l o s s e e n c u e n t r e n ; y q u e
j u s t a m e n t e la c a d e n a d e c a u s a s y e f e c t o s m e d i a n t e lo s c u a le s
e llo s se e m p o b r e c e n y se c o n v ie r te n en m is e ra b le s tie n e q u e
p r o d u c i r s i m u l t á n e a m e n t e la c a l d a d e l E s t a d o . 2!)

La conciencia social que aquí se desarrolla no es sólo un mandato


de la razón, sino que tiene también, si se ve en otra dirección, sus
orígenes sociales; “también”, no solamente, mantiene el platónico.
La G u erra de In d ep en d en cia de los E stad o s U nidos de
Norteamérica, la Revolución Francesa: ningún acontecimiento cer­
cano obliga a la toma de posesión; no hay un acontecimiento político
que sea decisivo para llevar a Kanl a una toma de posición. La indi­
gencia se ve desde la perspectiva de aquel que quiere ser justo pero
que busca también una razón éticamente convincente para erradicar
a los indigentes de la cal le -lo s orígenes sociales de la indigencia no
son, sin embargo, considerados. Konigsberg no conoce ni el dominio
del Príncipe dentro de los propios muros, ni tampoco tensiones socia­
les producidas por problemas económicos, sino que realiza en un
equilibrio social la meta del bienestar de la commercuü society. La
ciudad se abre en la Guerra de los Siete Años sin ningún problema y
sin ninguna lucha al ejército ruso y saca provecho de la ocupación.
Pertenece a las peculiaridades del habitante de Konigsberg Immanuel
Kanl el que no exista ni en las cartas ni en los escritos im presos, ni

Bt'irger um¡ liichter “ Ven conmigo a aquellas cavernas subterráneas en las que los
hom bres, expulsados del circulo de la sociedad, lamentan su vida som bria” (citado
de acuerdo con T ortarolo. 1987, 281). L cssing escribe en 1769 a N icolai de la
esclavitud en Prusia y del vulgo de la Corte (Tortarolo. 1987, 238). O Jean Baptiste
R obinet en su obra en cuatro volúm enes De la Natura (A m sterdam , 1763-1766)
que explica la “ ¡negalité des rangs” (I, 79) con una clara acentuación de la con­
ciencia y de la pregunta por la culpa (i, 78 y ss ).
29 GoBler, 1786, 1. En el ám bito de la historia de las ideas este pensam iento se
rem onta a John l.ocke.
Immanuel Kanl: Política, Derecho y... 119

en las cuatro mil quinientas hojas de manuscritos de los apuntes en


torno a la A ntropología un único eco reconocible de la Guerra de
los Siete Años, el acontecim iento político que sacó a Abbt, a
Lessing y a M endelssohn de sus sueños de súbditos y que condu­
jo a malos pensam ientos sobre la “ plebe de la Corte ( Hofpóbel)” .
K ónigsberg era una ciudad platónica verdadera que perm itía
r e f le x io n a r s o b re to d o sin p re m u ra s s o c ia le s ni a fe c to s
sim patéticos y, de este modo, perm itía tam bién poner al descu­
bierto los principios a priori del pensam iento, del sentir estético y
del actuar ético. Un mons realis (aquí no-platónico) -¿ D e b e ve­
nir la m ontaña al profeta, el filósofo al rey? El filósofo que no
tom a parte en el poder para no corrom per su ju ic io racional da
desde M ontreal por supuesto las líneas directrices y las líneas del
Derecho de la política. Él es el verdadero polttikós y ante su
Tribunal, esto es ante el Tribunal universal, tiene que responsabi­
lizarse el Rey de Sans-souci y Berlín. Así es la opinión del filósofo
de Kónigsberg. Y las relaciones sociales se orientan finalm ente
por el orden ju ríd ico , no a la inversa; la felicidad, así la desee la
naturaleza m ism a, es un epifenóm eno de la razón.

II. ESTACIONES EN LA FORMACIÓN POLÍTICA DEL


JUICIO DE KANT

En los años sesenta, en la fase del gran acercam iento a los pen­
sadores ingleses del siglo xviu, se advierte en los apuntes privados
un m atiz ligeram ente crítico-social, incluso de rebelión.30 Estas
observaciones no fueron publicadas por Kant. Sin em bargo, la
antorcha de la libertad se conserva en todos los escritos y opinio­
nes: “ La libertad, esto es la verdadera m ajestad del hom bre”,
form ula un apunte de la Antropología. Y: “Ningún hom bre de la
situación más m iserable querría que otro debiera hacerlo feliz de
acuerdo con su propia opinión” .31*1

Cfr., Brandt. 1974. 167-176.


11 Anlhropologte-Coltins 18, véase ahora XXV.
120 Reinhard Brandt

A partir de 1770 Platón es el autor que guía en la filosofía


práctica -u n Platón transferido a la m odernidad-. D ecididam en­
te en la Crítica de la Razón Práctica de 1781, donde aparece la
confesión pública en favor de la República platónica, traducida
en la idea m oderna de la com patibilidad legal entre la libertad
privada de cada uno con la libertad de todo otro (A, 316),32 idea
que rem ite a Locke y a Rousseau y que se dirige ahora contra los
políticos que actúan a partir de la em piria: “Pues nada puede ser
encontrado m ás dañino y más indigno de un filósofo que el recur­
so plebeyo a la experiencia supuestam ente discordante [...J” (A.
316). F.l eco contrario del año 1780: el lam ento de Johanncs von
M üller sobre “el desdén de toda experiencia de los tiem pos ante­
riores y de otros pueblos'’.23 Platón contra A ristóteles, o tam bién
Rousseau contra los serviles ideólogos de los sectores dom inan­
tes que dirigen el D erecho según los hechos -établir le droit
par le fait c il s'agit moins ici d ' histoire el de faits, que de
droit et de justice-ÍA contra M onlcsquieu y su realism o. En este
caso la historia y la experiencia deben sum inistrar una orienta­
ción en la política: en e! otro caso, en el de Platón y Kant, la idea
de la razón es la que debe sum inistrar la orientación en la p o líti­
ca. El platonism o Kantiano de la Razón Práctica separa la libertad
y la naturaleza, la acción moral y la experiencia mediante un abis­
mo: dos m undos que no pueden contam inarse recíprocam ente en

Kant defiende ta Kepública platónica contra ci reproche de Jacob Hruckcr en


su Historia critica pltilosopliiae Allí se dice: “Con razón han observado hom bres
agudos que han reflexionado sobre la naturaleza de la sociedad hum ana, que la
R epública p lató n ica e s alg o im aginado y solam ente puede e x istir en el cereb ro
saturado de entusiasm o filosófico de aquel que la fundó |. . . ] Por ello, la República
e n te ra , con to d as la s ley e s que p re scrib e , co n d u ce a un c ie rto fan atism o y al
dom inio de los hom bres que buscan el bienestar público en elucubraciones m entales
y en o c u rre n c ia s de c a rá c te r m e ta flsie o ” . La República de P latón es aquí no
solam ente una quim era im aginada de m anera m eram ente subjetiva, sino que sus
ideas estim ulan el fanatism o -un grave reproche si se piensa que Kant se habla
com p ro m etid o en su ju ram en to de c arg o en 1770 “ a no sa n c io n a r ni d efender
n inguna do ctrin a del fanatism o |. . . | en la U niversidad” ; A rnoldt. 174b. I, 142:
Beytagen, núm . 47, Juramentum publicorum Professorum
15 C itado de acuerdo con V aljavcc. 1978. 269. En relación con el concepto de
experiencia en el debate aqui tratado, véase también V ogcl, 1972, 91-95.
M Rousseau, 1959 y ss.. III, 592.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 121

sus principios. Hasta ese punto alcanza el platonism o riguroso de


la filosofía práctica kantiana. Com pletam ente no-platónica es, a
diferencia de ello, la idea kantiana de que solam ente la ley formal
de la voluntad libre determ ina desde sí misma su objeto, el bien.
En Platón el conocim iento de lo que es propia y verdaderam ente
es un asunto de la theoria , de la com plicada investigación en la
contem plación pura. Aquel que actúa racionalm ente sigue el co­
nocim iento acom pañado de la convicción, pero independiente de
consideraciones prácticas; en el caso de Kant, la em ancipación
de lo práctico y de la voluntad culm ina en la opinión de que bueno
o buena puede ser solam ente la voluntad misma y de que su ley
formal -p o r tanto vacía de c o n te n id o - determ ina ante todo lo
bueno tam bién en lo que se refiere a su contenido. Platón jamás
pudo com prender a la r olomé genérale, a la voluntad general,
com o la escala suprem a de la polis, com o Rousseau y Kant lo
hacen. En esa m edida, Platón se encuentra invertido en el plato­
nismo kantiano.
En el principio m oderno de libertad, Kant se apoya, en la Crí­
tica Je la Razón Práctica, en Tilom as I lobbes (A, 752), de nuevo
un autor que entre los Whigs se encuentra en el Index Antorian
malonim. I lobbes no considera a A ristóteles, sino decididam en­
te a Platón como el más grande filósofo de la antigüedad.35 Como
Kant. Hobbes no desea en cuestiones políticas ninguna pruden­
cia lograda a partir de la experiencia acum ulada, sino una ciencia
a partir de la razón ya presente; en él hay un lugar para un sobe­
rano absoluto independientem ente de la forma de Estado; sin
em bargo, en él no hay lugar para sociedades o estam entos inter­
m edios que pudieran plantear una pretensión de conservación y
dom inio a partir de la naturaleza (fam ilia) o de la tradición.36 Kant

u I lobbes, 1839. 668-, “ Plato th at w as the b est p liilosopher o f the G rccks


| . . . | " (Levialhan. Part IV).
3Í’ L ockc se p a ra taja n te m e n te e n tre la " c iv il so e iety " y o tra s form as d e la
sociedad. Cfr.. §§ 14. 71.86 del Second Treatise. Sobre d io y sobre la insistencia de
Kant en la peculiaridad de la sacíelas civitís contra A chcnw all: “ El estado no-
jn rid ic o idvr nicht-reclitliche Zusland). esto es, aquel en el que no hay ninguna
justicia distributiva (ausiheitende Cerechiigkeii) es el estado natural (der naiilrtiche
122 Reinhard Brandt

sigue a Hobbes: la sociedad feudal, la “anarquía feudal" com o lo


dirá el kantianizante K lein,37 es un producto histórico de la ca­
sualidad de tiem pos góticos, tiene que som eterse a la societas
civilis, al Estado “civil ( bürgerlich )” en forma enfática. C ontra
ello, los publicistas oponentes abogan por el Derecho hereditario
de la nobleza y, en el caso de Justus M óser, por la servidum bre;
la nobleza es para ellos un garante de la estabilidad y la reform a
y constituye por ello el baluarte decisivo contra el extrem ism o
abstracto de los ilustrados.
La Critica de la Razón Pura (1781) contiene ju n to a expre­
siones explícitas sobre la idea del Estado y con ello de la política,
num erosas form ulaciones con im plicaciones políticas. M enciono
solam ente: I. La soberanía intelectual del sujeto singular: “la ra­
zón pura tiene que som eterse a la crítica en todas sus em presas.
N o puede oponerse a la libertad de esa critica sin perjudicarse y
sin despertar una sospecha que le es desfavorable. Nada hay tan
im portante, desde el punto de vista de su utilidad, nada tan sagra­
do, que pueda exim irse de esta investigación com probadora y de
inspección, de una investigación que no reconoce prestigios per­
sonales. Sobre tal libertad se basa la misma existencia de la razón,
la cual carece de autoridad dictatorial. Su dictado nunca es sino
el consenso de ciudadanos libres, cada uno de los cuales tiene
que poder expresar sin tem or sus objeciones e incluso su veto”
(A, 738-739) -éstos son los principios políticos distintivos con los
que Kant explica el título de la Critica de la Razón Pura. 2. La
exigencia de la razón del aseguram iento em pírico de que la evi­
dencia subjetiva es universalm ente válida y por ello es quizás
objetiva, esto es el “ D erecho sagrado” de la libertad de escritu­
ra. 3. La destrucción de una teología dogm ática que lleva a que

Zustand, status n aiu ralis). A ¿1 se le c o n tra p o n e no el e sta d o so cia l ( der


gesellschafttiche Zustand) -com o cree Achenw all- y que podría llam arse un estado
a r tif ic ia l ( ein kiinstlicher Zustand, statu s a rtific ia lis ), sin o el e sta d o c iv il
(bürgerlicher Zustand. status civilis), una sociedad que se encuentra bajo una ju s ­
ticia distrib u tiv a {.distributiva Gerechtigkeit) (...]" . C /r., tam bién B orries, 1928,
9 0 -9 2 .
17 K lein, 1789, 325. C hristian Ludwig Paalzow lo secunda con el D erecho
feudal com o su ju s asinium, véase T ortarolo, 1989. 216.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 123

la obra de aquel que todo lo destruye sea considerada com o polí­


ticam ente peligrosa - “ la alianza inadvertida especulativam ente
entre el trono y el altar era, por el contrario, esencial para el
dom inio de los Príncipes” .38
Ya hacia el fin de los años setenta se pueden detectar re­
flexiones en torno a dos ám bitos tem áticos de la política que
provienen de m otivos com pletam ente distintos y que conducen a
dos publicaciones separadas en el año de 1784: la Idea de una
Historia universal desde un punto de vista cosmopolita y la
Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración ? El prim er
escrito fija las reflexiones en torno a una filosofía de la historia
fundada en el Derecho N atural. “ Idea” es aquí la idea platónica
rectora del filósofo y a la vez la norm a juríd ica de quien actúa
políticam ente. La idea del Estado de D erecho y de la Asociación
de N aciones debe y habrá de ser, así podemos suponerlo, realiza­
da. El dehe (Sol!) expresa la Razón Práctica pura, el habrá de
ser (wird) proviene de una interpretación id eo ló g ic a de la histo­
ria de la hum anidad com o un “ sistem a” natural (VIII, 29).
El segundo escrito resum e los problem as planteados por el
escrito prem iado de la Academ ia de Berlín en el año de 1780:
“¿Es útil engañar al pueblo?” .39 Aquí se analiza el efecto del,
como Kant lo dice enfáticam ente en otro lugar,

D e r e c h o s a g r a d o d e la l i b e r t a d d e p u b l i c a c i ó n e n la s o c i e d a d
e s t a m e n t a l e x i s t e n t e . C u a n d o s e d ic e : “ A h o r a o ig o y o e x c l a m a r
p o r t o d o s la d o s : ¡N o ra z o n e s ! E l o f ic ia l d ic e : ¡N o r a z o n e s , h a z lo s
e j e r c i c i o s ! E l c o n s e j e r o f i n a n c i e r o : ¡N o r a z o n e s , s i n o p a g a ! E l
s a c e r d o t e : ¡N o r a z o n e s , c r e e ! ( S ó l o u n ú n i c o s e ñ o r e n e l m u n d o
d ic e : ¡ r a z o n e n t a n t o c o m o u s t e d e s q u i e r a n y s o b r e lo q u e u s t e ­
d e s q u ie r a n ; p e r o o b e d e z c a n ! ) ( V I I I , 3 7 ).

Cuando se dice esto, decíam os, se trata entonces, en el caso


del consejero de Finanzas, del Tercer Estado, esto es de aquel

3* V éase, por ejem p lo , el caso de M arb u rg o en S icg, 1989. 16-19 (Die


Durchsetzung der Kantischen PhilosoplUe).
},J Cfr., la exposición de W cmer Krauss en su edición de 1966.
124 Reinhard Brandt

que paga im puestos; en el caso del oficial, de la nobleza y. poste­


riorm ente, se refiere al caso del clero, dejando con ello intacta la
división de la sociedad existente ya en Irán antes de la República
platónica,40 por supuesto que ahora con la ¡dea de la m ejora in­
terna a través de la búsqueda de la verdad, idea tom ada del
D erecho Racional o del D erecho N atural. Y sin em bargo se
mueve: la m aquinaria estatal construida a partir de los estam entos
se convierte en una suerte de autom óvil m ovido por la energía
del espíritu del D erecho Racional.
Aquí, en el escrito sobre la Ilustración, la sociedad estamental -una
sociedad que está ahora en movimiento- allá, en la Ideas para una
historia universal desde un punto de vista cosmopolita del mismo
tiempo (1784), la societas civilis igualitaria en la forma del Derecho
Natural. Esta duplicidad, reflejada una vez más en el escrito sobre la
ilustración, es un fenómeno contemporáneo y se refleja también in­
cluso. por ejemplo, en el Allgemeines Preufiisches Landrecht del
año de 1794. También en esta codificación jurídica de la época se
encuentran los dos aspectos fundamentales de la sociedad estamental
y de la sociedad igualitaria. En la posición de la primera se transmite
una tradición específica del país, anclada en muchas instituciones;
en la otra, se plantea la exigencia universalista de la igualdad de
todos los hombres ante la ley y respecto a la realización de los Dere­
chos Humanos que a todos corresponden.
En el apartado jurídico del Conflicto de las Facultades (1798)
se analiza jurídico-políticamenle el acontecer revolucionario en Fran­
cia en los años noventa. ¿Cómo pueden ser juzgadas las turbulencias
y atrocidades en la nación vecina?, y, ¿Cómo la historia de la huma­
nidad en su totalidad? ¿Hay un progreso desde la perspectiva
jurídico-m oral? “ Mediante la experiencia no puede ser resuelta en
forma inmediata la labor del progreso” (VII, 8 3 ) -¿Q ué significa
aquí “experiencia ( Erfahnnig)”, que significa aquí “ inmediato
(unmittelbar)”, y cómo debe ser resuelta la tarea del enjuiciamiento
sino mediante la experiencia? La experiencia inmediata enseña un
ir y venir de progreso y retroceso.

411 Cfr.. Branctl. 1991. 40-42.


Intmanuel Kant: Política. Derecho y... 125

Quizás se explique por nuestra mala elección del punto de vista a


partir del cual consideramos el curso de las cosas humanas que
éste nos parezca tan absurdo. Los planetas, vistos desde la tie­
rra. a veces siguen un curso regresivo, a veces se detienen, a
veces continúan moviéndose hacia adelante. Pero si el punto de
vista es tomado desde el sol, algo que sólo la razón puede hacer,
ellos siguen continuamente, de acuerdo con la hipótesis de
Copérnico, sus cursos regulares. Pero les place a algunos, que
por lo demás no son ignorantes, el mantenerse obstinadamente
en su manera de explicar los fenómenos y mantenerse en el pun­
to de vista que ellos han adoptado una vez, aunque para ello
deban enredarse en los ciclos y epiciclos de Tycho (VII, 83).

Sin em bargo, no podem os servirnos inm ediatam ente del punto


de vista heliocéntrico, se dice m ás adelante, en la predicción de
acciones libres, sino que estam os rem itidos a la investigación
posterior de una causa m oral en forma pura en la acción h istóri­
ca. Esta se encuentra en el entusiasm o por la Revolución Francesa,
un “acontecim iento de nuestro tiem po” (V II, 85) m otivado mo­
ralm ente, y sobre la base del cual se puede suponer el progreso.
Pero, ¿cóm o se llega a introducir la hipótesis copem icana?
El análisis m ás exacto del segundo prólogo a la Crítica de la
Razón Pura en el que se habla de las “prim eras ideas” y de la
(distinta de ellas) “hipótesis inicial” de Copérnico (B, XVI - XXII),
m uestra claram ente que la hipótesis heliocéntrica -q u e a través
de New ton devino una “certeza hecha” (B, X X II)- se considera
análoga con el punto de vista de la Razón Práctica pura.41 Kant
vio ya tem prano una conexión entre el mundus sensibilis de las
leyes físicalistas y el mundus intelligihilis de las leyes m orales.

Si se quiere denominar el sentimiento ético (das sittliche Gefiihl)


a esta necesidad sentida en nosotros de nuestra voluntad hacia
la concordancia con la voluntad universal, se habla de ello asi
solamente como de un fenómeno de lo que acontece en nosotros
realmente sin determinar la causa del mismo. Asi Newton llamó a

41 V éase la pcnctranlc interpretación ile B lum enberg, 1975, 691-713.


126 Reinhard Brandt

la segura ley de los esfuerzos de toda materia por aproximarse entre


sí gravitación de la mismaf...] Si no debía ser posible representar el
fenómeno de los móviles éticos en las naturalezas pensantes, como
ellas se relacionan recíprocamente entre si, del mismo modo como la
consecuencia de una fuerza verdaderamente activa mediante la cual
las naturalezas espirituales se relacionan entre si, de modo que el
sentimiento ético fuera esta dependencia sentida (empfundene
Abhangigkeit) de la voluntad privada en relación con la voluntad uni­
versal y una consecuencia de la acción reciproca universal y natural
mediante la cual el mundo inmaterial adquiere su unidad ética [...].

Es así que Kant se expresa en la condensación conceptual


irónico-seria de los Sueños de un Visionario de 1766 (II, 335).
En el trasfondo se encuentra el estoicism o para el que el m undo
de la moralidad y de la naturaleza, el cielo estrellado sobre mí y la
ley moral en mí, están determ inados en últim o térm ino por una
razón unitaria que todo lo penetra. En el “ Prefacio” a la Critica de
1787 se dice de las leyes centrales de Newton que ellas

d e m o s tra ro n , a la v e z , la fu e rz a in v isib le q u e lig a la e stru c tu ra d e l u n i­


v e rs o (la a tra c c ió n Newtunianá) y q u e h u b ie r a p e r m a n e c id o p a r a
s ie m p re sin d e s c u b rir si C o p ó m ic o n o se h u b ie s e a tre v id o a b u s c a r, d e
m o d o o p u e s to a lo s s e n tid o s p e ro v e rd a d e ro , lo s m o v im ie n to s o b s e r­
v a d o s , n o en lo s o b je to s d e l c ie lo , sin o en su e s p e c ta d o r” (B , X X II).42

Por lo demás, las leyes de la gravitación no son denominadas en


Kant jam ás como “ invisibles”, aunque sí lo es el Reino de la morali­
dad. Se incorpora entonces en la comparación el señalamiento en el
que se encuentran las leyes centrales explicadas con la gravedad y

42 No tiene ningún sentido buscar en el Copérnico que existió históricamente alguna


información en tomo a los pensamientos de Kant Kant no está en absoluto interesado en
detalles históricos. Asi, en su /dea para una Historia universal desde un punto de vista
cosmopolita (1784) se encuentra a Kcpler con la determinación geométrica del movi­
miento de los planetas en el lugar en el que aparece Copérnico en el prólogo: "Queremos
ver si tenemos éxito en encontrar un hilo conductor para una historia sem ejante y
queremos posteriormente dejar a la naturaleza el producir al hombre que esté en situación
de escribirla de acuerdo con ello. Asi la naturaleza produjo a un Kcpler que sometió las
órbitas excéntricas de los planetas en forma inesperada a determinadas leyes, y a un
Newton quien explicó estas leyes a partir de una causa natural universal" (VIII, 18, 11-17).
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 127

anteriormente tomadas solamente como hipótesis: Ellas son mutatis


mutandis las leyes de la Razón Práctica pura. Todo lector del se­
gundo prólogo sabe que todo el tratamiento se dirige a esta Razón
Práctica (en oposición completa a la primera edición). Aquí se en­
cuentra la solución: la primera idea de Copérnico se encuentra en la
reducción del conocimiento teórico a la legalidad de los fenómenos
que se rigen por el sujeto. Justamente con ello se crea el lugar para
la libertad y para la moral, para el punto de vista del sol que se
encuentra liberado de toda relación con la tierra. La comparación
entonces conecta la filosofía teórica y la filosofía práctica, la legali­
dad de la naturaleza y la de la libertad.
¿Qué tiene que ver todo esto con el tema de la Filosofía Política?
La respuesta se encuentra en el texto anteriormente citado del Con­
flicto de las Facultades. El punto de vista que se toma ahí en analogía
con el punto de vista hacia el sol es el de la Razón Práctica -K ant
habla explícitamente sólo en forma general de “ la razón”; el tema es
de naturaleza jurídica. La marcha por demás confusa de la historia
se convierte en una marcha regular bajo el punto de vista de la mora­
lidad. Mientras aquel que se acerca desde una perspectiva empírica
a la historia y a la política en los disturbios de la Revolución Francesa
ve solamente una nueva masacre -com o ha habido tantas en la his­
toria y siempre habrá- el punto de vista racional del Derecho y de la
Moral -platonizante, antiaristotélico- muestra un fenómeno comple­
tamente nuevo: un pueblo asume la oportunidad favorable de la
ausencia de un gobierno que detente el poder e intenta darse una
constitución conforme al Derecho. La prueba tiene éxito mediante el
descubrimiento de la idea del Derecho en el entusiasmo del especta­
dor y de los revolucionarios, idea que lleva a una antropología que
permanece oculta a aquel que se acerca desde una perspectiva em­
pírica. La tendencia al progreso moral puede “ciertamente y con
frecuencia ser frenada, pero jam ás podrá retroceder com pletam en­
te” (V il, 324).43 Justam ente es este punto de vista el que debe

43 Este modo de ver de la Razón Práctica pura se encuentra bajo la reserva de


que “ las Revoluciones naturales no pueden cortar de una sola vez (esta perspectiva
de progreso]” (V il, 329; Cfr. . V il. 89). Para decirlo en form a m etafórica, una
catástrofe cósm ica no destruye la obra del • D em iurgo" (V il. 331).
128 Reinhard Brandl

tom ar el político; solam ente por él y desde él es que el político


conoce la realidad en sentido propio. Es entonces esencial para
la com prensión de la hipótesis copcrnicana en la analogía con la
filosofía kantiana el que esta hipótesis no significa, com o era el
caso de las “ prim eras ideas”, un giro subjetivista sino, por el con­
tra rio , un m odo de ver de las cosas com o e lla s son en sí.
Exactam ente así lo form ula Kanl ya en la prim era edición de la
Critica de La Razón Pura : “ [...1 pues el Derecho no puede apa­
recer com o fenóm eno ( erscheinen ) sino que su concepto se
encuentra en el entendim iento y representa una propiedad (la
moral) de las acciones, una propiedad que pertenece a éstas en sí
mismas” (A, 44). Justamente ello es posible por la separación entre
la cosa en sí y el fenómeno. Se puede distinguir el carácter fenome­
nal meramente aterrorizador de las acciones en Francia de la cualidad
jurídica ( rechtliche Beschaffenheit) “que pertenece a ellas en sí
mismas” . El político orientado empíricamente es entonces necesa­
riamente ciego en relación al objeto del que se ocupa. Solamente el
platónico copernicano-kantiano puede descifrar el acontecer correc­
tamente y actuar en forma correspondiente.
K.ant mismo jam ás ha hablado de un “ giro copernicano” . Y
ello con buenas razones, pues “el” giro no puede ser descubierto
en la m etafórica ni en la analogización kantiana. En el ám bito
teórico, es así que se ha m ostrado, existe el autom ovim iento del
observador; en el ám bito práctico, a diferencia de ello, el descu­
brim iento de un punto fijo que justam ente no es subjetivo. Este
punto fijo es el de la Razón Práctica pura, al que paradójicam en­
te se debe y se puede referir el político profesional com o a una
verdadera brújula o a la estrella del norte.
Se m uestra asi como algo esencial seguir la idea kantiana de
que la distinción posibilitada en la Estética trascendental de la
Critica de la Razón Pura, la distinción obligada de cosa en sí y
fenóm eno, es la base tam bién de su Teoría de la Política. Esta
constatación se encontrará raram ente en la literatura porque la
Teoría de la Política de Kant se reviste de una sim patía general
al favorecer a la paz y se m enciona la separación entre cosa en
sí y fenóm eno sólo como una curiosidad de carácter m etafísico
Immunuel Kant: Política, Derecho y... 129

comprendiéndola incorrectamente casi siempre en el sentido de


Schopenhauer. Kant era de otra opinión. La fundamentación de su
Filosofía del Derecho y de su Estética, de su Filosofía de la Historia
y de su Teoría de la Política no puede mantenerse sin la distinción
metafísica del tuuiuius sensihilis y del ntundus intelligibi/is. La
fuerza de las ideas kantianas se basa justam ente en que Kant no se
conforma, como lo hizo por ejem plo Chiristian Garve, con una con­
cepción de la política humanitaria, filantrópica, sino que determina la
Política exactamente a partir de los fundamentos de su filosofía.
Con el enjuiciam iento de los acontecim ientos en Francia des­
de el punto de vista copernicano de la Razón P ráctica pura
coincide el análisis de la m otivación de los revolucionarios que
realm ente hacían política y que llevan la Doctrina del D erecho
en un cierto sentido a su realización. De acuerdo con Kant, no
puede elucidarse la fuente de su hacer a través de un análisis
fenoincnológico de los hechos, porque esta fuente se encuentra
en el orden inteligible. Los revolucionarios de los años noventa
están cogidos por el entusiasm o y de éste se puede decir:

[ ...] e l v e r d a d e r o e n t u s i a s m o s i e m p r e s e d i r i g e s ó l o a lo ideal
(Idealische) y e s p e c íf ic a m e n te a lo p u ra m e n te m o r a l, e llo e s e l
c o n c e p t o d e l D e r e c h o y n o p u e d e s e r r e l l e n a d o a p a r t i r d e la
u t i l i d a d p r o p i a . L o s e n e m i g o s d e lo s r e v o l u c i o n a r i o s n o p u d i e ­
r o n s e r l l e v a d o s m e d i a n t e r e c o m p e n s a s m o n e t a r i a s a l c e l o y a la
g r a n d e z a d e l a lm a q u e e l m e r o c o n c e p t o d e l D e r e c h o c r e ó e n
e l l o s l e s d e c ir , e n lo s r e v o l u c i o n a r i o s , R B ] ( V i l , 8 6 ) .44

Y en la nota correspondiente se habla una vez más de un “entu­


siasmo de la afirmación del Derecho para el género hum ano’'.
Mientras que el político moral se deja determinar por el respeto por
la ley moral, las “masas” revolucionarias están cogidas por un senti­
miento análogo del entusiasmo43 (se comprende el que este platonismo
de la Razón Práctica no tiene nada más que ver con Platón).

44 l.os enem igos de los revolucionarios eran los m ercenarios de las tropas de
invasión austríacas y prusianas.
4i 1.a idea de la moral puede tener un efecto tam bién en el entusiasm o singular.
Cfr.. el señalam iento en la Antropología. V il, 254. ¿H abría designado Kant los
130 Reinhard Brandt

La autointcrpretación de la prim era Crítica en la segunda


edición de 1787 dice que con ella se inaugura una Revolución en
el m odo de pensar. Los acontecim ientos de París de 1789 que
fueron interpretados com o Revolución y a consecuencia de los
cuales la Francia revolucionaría intentó constituirse a si misma como
República condujeron a Kant a una situación paradójica: desde el
punto de vista del Derecho Natural (de nuevo: no de Platón)46 una
revolución está, fuera de toda duda e inmune a toda interpretación,
jurídicam ente prohibida: la Revolución conforme al Derecho es un
asunto espinoso. La lex continui jurídica está entonces en oposi­
ción a la revolución del modo de pensar que es necesaria y posible
en la moralidad y en la ciencia. Por otro lado, la consecuencia de
1789; es decir, la tentativa de la republicanización del Estado, era
un desiderátum del D erecho N atural. En analogía con su crítica,
Kant tuvo que saludar estas tentativas com o giros, com o cam ­
bios en el m undo. ¿Qué hacer? Kant vio una posibilidad de
interpretar la ruptura de 1789 de acuerdo con el principio de con­
tinuidad (sin notarlo, el Rey había dimitido cuando él convocó a la
A sam blea N acional)47 y, en concordancia con el uso lingüístico,
concebir las transform aciones de los años noventa com o Revolu­
ción en la que el pueblo francés buscaba republicanizarse. Es así
que se concilia sin problema la prohibición estricta de todo derro­
cam iento violento de un gobierno que detente el poder con la
simpatía por la Revolución Francesa, es decir, la republicanización
de los años noventa.
Antes de llegar a las determ inaciones elem entales de la Re­
pública que se espera, considerem os el problem a del platonism o
y el em pirism o en la doctrina kantiana del D erecho N atural aun
bajo otro punto de vista. Kant distingue entre, en prim er lugar, la

bosquejos de la arquitectura revolucionaria de un Eticnnc Louis Boulléc como las


pirám ides y la Pctcrsdom (véase en relación con ello V. 2S2) com o “sublim es" (la
categ o ría estética co m parable con el en tusiasm o)? ¿Y la p o sterio r a rq u itec tu ra
m egalom aniaca?
4,1 Ya que Platón no dispone de ningún concepto del Derecho puede purificar sin
ningún problema todo antes de la fundación de su Estado ideal ( República, SOI a).
47 Cfr., la interpretación en la “ D octrina del Derecho” (V I, 341-342).
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 131

determinación del Derecho como una idea; en segundo lugar, su


dependencia de una doctrina empírica del Derecho ( empirische
Rechtslehre) que participa en la idea y, en tercer lugar, una Doctrina
del Derecho meramente empírica (bloJJ empirische Rechtslehre)
que se orienta irreflexivamente sólo por la experiencia. Esta división
corresponde justam ente al esquema de i) Derecho, ii) Política como
Doctrina ejecutiva del Derecho (ausübencle Rechtslehre), y iii) una
Política meramente empírica {biofi empirische Politik) en la que
“ lo” político se libera de la razón.
K ant com ienza su Introducción a la Doctrina de! Dere­
cho de 1797 in m ediatam ente con una c rític a de aquel que
e stá d o tad o de una visión m eram ente em pírica y que deja de
lado el D erecho Racional.

L o q u e e s D e re c h o (was Rechtens sei, quid sil iuris), e s t o e s , lo q u e


d ic e n o h a n d ic h o la s le y e s e n u n c ie r to lu g a r y e n u n a c ie r ta é p o c a ,
é l [e l e m p ír ic o , gl]I o p u e d e in d ic a r b ie n : p e r o lo q u e s e r e f ie r e a
s a b e r si lo q u e e llo s q u e r r ía n s e r ia ig u a lm e n te j u s t o ( recht sei) y e l
c r i te r io u n iv e r s a l p o r e l c u a l s e p u e d e r e c o n o c e r e n g e n e r a l lo j u s t o
a l ig u a l q u e lo in ju s to ( iustum e iniustum), e s o le p e n n a n e c e o c u lto
si n o a b a n d o n a p o r u n ti e m p o e s t o s p r i n c ip i o s e m p í r i c o s , si n o
b u s c a la fu e n te d e a q u e llo s j u i c i o s e n la s im p le r a z ó n ( a u n q u e a q u e ­
lla s le y e s p u e d a n p e r f e c ta m e n te s e r v ir le e n e ll o d e h ilo c o n d u c to r ) a
tln d e e s t a b le c e r el f u n d a m e n to d e u n a le g is la c ió n p o s i ti v a p o s ib le .
U n a D o c trin a d e l D e re c h o s im p le m e n te e m p íric a (c o m o la c a b e z a d e
m a d e r a e n la fá b u la d e F e d ro ) e s u n a c a b e z a q u e e s , ta l v e z , b e lla ,
lá s tim a s o la m e n te q u e n o te n g a n in g ú n c e r e b r o (V I, 2 2 9 - 2 3 0 ) .

El texto debe ser interpretado con cautela, pues Kant no se


propone en modo alguno una “Crítica de la doctrina em pírica del
D erecho” .48 Del mismo modo en que Kant considera a la Política
com o una aplicación de la Doctrina del Derecho com o algo irre­
m isiblem ente necesario, así también lo es la Doctrina estatutaria
o positiva y em pírica del Derecho. Lo decisivo aquí es el “ m era­
m ente ( blofie)"\ La Doctrina em pírica del Derecho se tiene que

4* Tal es el titulo de la publicación de W olfgang Nauckc.


132 R e in h a rd B ran d t

retrotraer como tal a su origen en el Derecho Natural y si hace esto,


a diferencia de la Doctrina del Derecho meramente empírica, en­
tonces esta Doctrina empírica es irreprochable e imprescindible. Así
también la dialéctica de la cabeza de madera: la cabeza necesita un
cerebro pero, a la inversa, el cerebro sin cabeza no sirve para nada.
Lo decisivo es entonces el juego, la relación entre ambos -com o
reza en el preludio a la Critica de la Razón Pura-: “Pensamientos
sin contenido son vacíos, intuiciones sin concepto ciegas” (A, 5 1).
Es así también que se dice en un apunte del Opus Postumum de
agosto-septiembre de 1798 en el que se remite a la methexis nece­
saria del Derecho estatutario y el Derecho Racional:

[... ] por ejemplo la Doctrina pura y la Doctrina estatutaria del Dere­


cho se distinguen entre sí como lo racional y lo empírico. Ya que la
última sin la primera sería un artificio solamente mecánico, lo que
propiamente no sería nada objetivo (que provenga de leyes de la
razón), sino algo solamente subjetivo (que parte del arbitrio del po­
der superior) y por tanto no sería en si ningún Derecho, asi también
es necesaria una parte especifica que se encuentre entre ambas y
que medie la relación entre ellas, es la parte de la Doctrina del Dere­
cho en general (Reehtslehre iiberhaupt), como un tránsito de la
Doctrina pura del Derecho hacia una Doctrina estatutaria en gene­
ral (einer statutarischen iiberhaupt) (X X I , 178).

También aquí es im portante la preservación cuidadosa de la


D o c trin a e m p íric a del D e re c h o . E lla to m a su le g a lid a d
( Rechtlichkeit) por su enlace con el Derecho puro; y esta Doc­
trina pura del Derecho requiere, a la inversa, de la codificación
em pírica (com o el cerebro requiere una cabeza). Se explica así
por tanto la necesidad de un tránsito sistem ático que se concibe
aquí en analogía al tránsito de la m etafísica de la naturaleza a la
física, “ por así decirlo, a las leyes estatutarias de la doctrina de la
experiencia de la naturaleza (Física)” (XXI, 11). Puede suponerse
que Kant no ha sum inistrado este tránsito, pues desarrolla esta
idea un año después de la publicación de la “ Doctrina del Dere­
cho” . Hay, sin embargo, en esta “ Doctrina del Derecho” realmente
una em presa íntim am ente em parentada aunque no con el título
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 133

proyectado de un “T ránsito de la D octrina pura del Derecho a


una D octrina estatutaria en general” . Según el asunto, se trata
justam ente este problem a en 1797 49 A parece bajo el título no
especulativo “ De la adquisición subjetivam ente condicionada
m ediante la sentencia de una jurisdicción pública” pero tom a el
sistem áticam ente im portante “ T ercer A partado” del D erecho
Privado. A quí se tratan cuatro casos en los que la pregunta de la
razón “¿Q ué es ju sto en sí?” entra en colisión con la pregunta
que se plantea ante y por un tribunal real: “¿Q ué es ju sto ? ”
(rechlens) (V I, 296-305). La prim era pregunta asum e el punto
de vista objetivo; la jurisdicción pública, por el contrario, asum e
el punto de vista subjetivo. C iertam ente que no se trata aquí del
propio D erecho estatutario, em pírico, sino de la m ediación entre
el Derecho puro y el D erecho em pírico en la m edida en que ella
es articulable en el interior del Derecho Racional en general -
“ [ ...] esto es pensado a priori, de acuerdo solam ente con las
condiciones del Derecho, sin considerar la m anera en la que una
constitución tal puede ser efectivam ente instituida y organizada
(lo que requiere de estatutos, por tanto de principios empíricos)”
(VI. 297). Hablando platónicamente, el teorema de transición dice
que el punto de vista de entre "lo que es justo en sí” nunca se pierde;
lo que pasa solamente es que no puede ser realizado en forma pura
bajo condiciones empíricas, sino que se transforma en la pregunta
de alcance menor de lo que puede ser ju sto bajo condiciones
cstatutarias-positivas. La em pina se encuentra bajo condiciones de­
terminadas restrictivas, susceptibles de ser indagadas a priori.
El Derecho puro como tal no es capaz de ninguna realización ni
de positivización.50 Se mencionan cuatro casos que suenan de ma­
nera curiosa y marginal pero que. sin embargo, marcan un campo
esencial de problemas de todo Derecho (Ilec/lichkeit): “ Del Con­
trato de Donación” (VI, 297), “ Del Contrato de Préstamo” (VI, 298);
“ De la readquisición de una cosa perdida” (VI, 300) y “ De la adqui­
sición de la seguridad mediante prestación de juramento” (V I, 303).

44 A ello me remile Daniel» Facción! (Roma)


5,1 Véase a este respecto KarlCriedrich Hcrb y Bernd l.udwig. 1994
134 Reinhard Brandt

La cosa misma que se trata aquí bajo el ropaje de la casuística ju rí­


dica la conocemos desde la “Antígona" de Sófocles. Dos juicios se
oponen entre sí: el de la ley (de la naturaleza no escrita) que convier­
te el sepelio del hermano caído en el deber, y el del Estado que
convierte al seguimiento de una ley u orden promulgados en obliga­
ción. Creonte ordenó no enterrar a los muertos y el orden positivo
del Derecho se puede mantener sólo bajo la condición de que los
ciudadanos sigan las órdenes. Kant pone enjuego de la misma m a­
nera el juicio de la razón del Derecho Natural contra las coerciones
de la regulación estatal y constata (como Sófocles) una contradic­
ción que no puede ser superada. El ciudadano tiene que seguir el
orden positivo del Derecho y, sin embargo, no puede negar jam ás su
juicio originario opuesto sobre lo que es justo en sí mismo.
A estas exposiciones sigue un ultim o parágrafo del Derecho
Privado51 titulada “T ránsito de lo Tuyo y lo M ío en el Estado de
N aturaleza al Estado de D erecho en general” en el que el Estado
em pírico se concibe com o jurisdicción o iustitia distributiva. La
ley diría en esta últim a instancia

lo que es y en relación con qué la sentencia ante un tribunal en un


caso particular sometido a la ley dada se encuentra conforme con
ésta, es decir es justa (rechlens, ¡ex iustitiae), lo que hace que se
llame a aquel tribunal mismo lajusticia (Gerechtigkeit) de un país y la
cuestión de saber si existe o no una tal justicia puede ser considerado
como el más importante de todos los problemasjurídicos (VI, 306).

Los principios de este tribunal se deben - s i se trata en gene­


ral de D erecho y no de un artificio meramente m ecán ico - al
D erecho Racional puro.
Se podría complementar remitiendo al estrecho paralelismo entre
el Estado empírico y la Iglesia empírica, por un lado, y el Derecho
Racional y la fe racional o la fe religiosa pura, por el otro lado. La
Iglesia meramente (blofi) estatutaria (realizada en el judaismo) ca­
rece de todo vínculo con la moral; la Iglesia cristiana, por el contrario.

51 En forma distinta es la ordenación en la edición de Bernd I.udw ig, Mamburg,


I9 S 6 , 123.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 135

posibilita este vinculo y ofrece por ello el fundamento -fácticam ente


im prescindible-de un tránsito tanto reflexionante en forma sistemá­
tic a com o re a liz a b le h istó ric a m e n te de la fe e c le s iá s tic a
empírico-estatutaria hacia la 1'e moral. A este problema de la methexis
y de la transición están dedicadas amplias partes de La Religión
dentro de los limites de la mera razón, especialmente en el capitulo
“El pasaje progresivo de la Fe de Iglesia a la autoridad única de la Fe
pura religiosa es la aproximación al Reino de Dios” (VI, 115-124).

ÍII. E L P R IM A D O D E L D E R E C H O

No hay ningún escrito de Kant que esté dedicado a la Política


como tal y que contuviera en form a ordenada y estructurada las
afirm aciones centrales para nuestro tem a. El intérprete tiene que
tom ar de algunas obras de Kant de los años ochenta, pero principal­
mente de los años noventa, cómo se considera el concepto más o
menos unitario de la política en Kant. Por mínimas que sean las
expresiones explícitas de Kant en tom o al campo de problemas de la
política frente a la Revolución Francesa es posible extraer de ello
que la palabra “político” aparece documentada apenas en el inicio
de los años noventa en los escritos impresos.52
En 1753, en el escrito Sobre la sentencia: esto puede ser
correcto en la Teoría, pero no es útil para la Praxis , K ant
expresa en form a clara que una Revolución está prohibida desde
la perspectiva del Derecho. A pesar de ello, en el escrito se de­
safía a los enem igos de la Revolución como enem igos tam bién de
este escrito, ante todo a A ugust W ilhelm Rehberg y a Friedrich
G entz. K ant considera inútil responder directam ente a ellos.53 El

52 En p rim e r lu g a r e n 1795 e n H acia la Paz P erpetua (V III 3 4 3 ). En la


Lección sobre Antropología, Kan! puede haber utilizado el concepto ya al inicio
de los años noventa (V ía se Antkropoiogie-Dohna 4). En el ám bito de la publicistica
b e rlin esa, el co n ce p to se u tiliza p o r lo m enos ya desde 1781: Dohrn habla del
"político que actúa y del político que investiga” (Dohrn. 1781, 152). En Kant no se
hace esta distinción com o tampoco en el concepto del politikós platónico.
5J Véase a este respecto la carta de Kant a Johann Erich Biester del 10 de abril
de 1794 (X I, 477-478 de la prim era edición); V ogel, 1972, 92.
136 R e in h a rd B ra n d l

escrito Hacia la Paz Perpetua contiene, sin em bargo, una répli­


ca: Kant, el platónico francófilo, responde a los aristotélicos
orientados por los ingleses con una determ inación de la tarea del
político. El modo de proceder en ello es el siguiente: se traza el
campo del Derecho Público en toda su extensión desde el Dere­
cho Estatal hasta el Derecho cosmopolita, pasando por el Derecho
de los Pueblos. El Derecho fundado m oralm ente exige su reali­
zación en una Asociación pacífica de los pueblos. Justam ente
con ello está dada la tarea del político como “ la de la Doctrina
ejecutiva del Derecho (ausübende Rechtslehre)" (VIII, 370).
“Doctrina ejecutiva del Derecho” : Esta quintaesencia de la de­
terminación de lo político -colocada en forma justificada por Volker
Gerhardt en un lugar central- aparece solamente aquí en los escri­
tos editados de Kant. Si se busca una orientación en la ¡dea de este
concepto, uno se encuentra con la Lógica tal y como Kant la encon­
tró en el manual por él utilizado, Auszug aus der Vernunftlehre de
Georg Friedrich Meier ( 1752). Ahí se dice, en el parágrafo núm. 7:

En la Doctrina de la Razón (Vernunftlehre) se aplican las reglas del


conocimiento doctrinario (gelehrte Erkenntnis) y de la conferencia
doctrinal (gelehrter Vortrag) o bien a las clases especificas de los
mismos, o no. Aquélla es la doctrina ejecutiva de la razón (die
ausübende Rechtslehre. lógica practica, utens) y ésta es doctrina
docente de la razón (lehrende Vernunftlehre, lógica theoretica,
docens).5A

Kant no ha redactado el correspondiente a la “ lógica practica,


utens1', a saber, una Política como “ Doctrina ejecutiva del Dere­
cho” . Solamente ha encontrado la pieza correspondiente a la lógica
theoretica, docens, a saber los Principios Metafisicos de la Doc­
trina del Derecho en la Metafísica de las Costumbres (1797).
Sabemos solamente que tanto la Doctrina ejecutiva del Derecho
como la Doctrina ejecutiva de la Razón están enlazadas en forma
estricta con los datos previamente suministrados ( Vorgaben) de la
Doctrina de la Razón, es decir, de la Doctrina del Derecho .54

54 El texto del Auszug aparece impreso en el volumen XVI de la edición de la


Academ ia de las obras de Kant (allí la cita en las páginas 72-73)
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 137

En lo que se refiere a la técnica de esta “D octrina ejecutiva


del D erecho” hay dos indicaciones fundam entales que coloca­
m os aquí en el com ienzo: la una es la estricta y m oralm ente
rigurosa regla de precedencia kantiana (que nadie quiere): la otra
es el principio de la publicidad ( Óffentlichkeit) (que hoy es acep­
tado por todos).
La regla de precedencia dice que no hay ningún conflicto real
en la decisión entre la m oral y la prudencia política si se sigue el
sim ple m étodo de asignarle a la regla jurídica la preferencia y
solam ente después de su placel realizar reflexiones en torno a la
prudencia. Esta es la regla fundam ental de la moral kantiana que
se presenta y explica en la Critica de la Razón Práctica bajo el
título de la “ Paradoja del M étodo” . En primer lugar la ley m oral
y posteriormente las inclinaciones, no a la inversa, com o nues­
tra naturaleza sensible lo sugiere.33 Los m andatos jurídicos son,
así lo piensa Kant, com o el im perativo categórico m ism o, fácil­
mente reconocibles y fáciles de seguir m ientras que la orientación
por la experiencia sensible es com plicada y difícil. Y el efecto es
sorprendente: si se coloca en el comienzo el principio jurídico, el
principio del Derecho, se sigue con certeza la realización de la felici­
dad; por ello es que se dice hacia el final del escrito sobre la paz
perpetua que “ la tarea propia de la política” consistiría en acor­
dar todo con el fin del público y “contentarlo, satisfacerlo con su
estado ( Zustaml)” (VIH, 386). Esta “tarea propia” se resuelve
- y es en ello que consiste la paradoja filosófico-m oral- m ediante
el seguim iento de la regla de precedencia: si el Derecho se reali­
za se sigue la felicidad por sí m ism a, en dónde es que Kant
fundam enta este optim ism o es algo que debe ser aún aclarado
m ás adelante.
La segunda regla es la de la capacidad y necesidad de la pu­
blicidad ( Puhlizitat) de las máximas políticas -contra los consejos
secretos ( Geheimrüte )5556 y contra la política de gabinete que re-

55 E x p lic ac io n e s m ás d e ta lla d as se en cu en tran en mi e sc rito La paradoja


kantiana del Método (1995).
s# V ogel. 1962, 65: el Señor Secreto Secretario de la C ancillería Rchberg” .
138 Reinhard Brandt

huyen la luz del día de la publicidad ( ÓffentUchkeit). C ontra ello


se exige m ostrar públicam ente todas las reglas según las cuales
ha de proceder la política. ¿Tromper lepeuple? Si las m áxim as
kantianas son seguidas, entonces la m anipulación y el engaño del
pueblo a través de políticos corruptos no es más posible.
No obstante, con estos postulados no se ha resuelto aún el
problem a que plantean los oponentes: ¿qué es lo que protege a la
Teoría pura del Derecho con sus exigencias en térm inos de De­
recho Racional de ser una quim era?57 ¿Qué la protege de no ser
una idea descabellada com o lo era la R epública de Platón? Todo
el D erecho culm ina con la creación de una paz duradera;5* es así
que se dice, pero, ¿cóm o puede cerrarse ese abism o insondable
e n tre las situ a c io n e s v e n erad as de g u erra, por un lado, y el
p o stulado de la paz de la razón pura, por el o tro ? ¿N o se p ien ­
sa la p ra c tic a b ilid a d de la te o ría p u ra, p en sad a de nuevo
so la m e n te de form a teó rica ? ¿N o es el p latonism o q u im érico
y “ ridículo”?59
El problem a en 1793 rezaba en forma general: ¿sirve la teoría
moral platónica para la praxis? La respuesta de Kant no conven­
ció; él explica por ello de nuevo la pregunta en el marco de la
problem ática general de la paz. La estrategia de su exposición de
1795 se relaciona con este debate: Kant tiene que m ostrar que la
razón pura no es rígida y ajena al mundo, sino realista o, mejor
dicho, más realista que la prudencia de los políticos que están
orientados al mundo y que por ello la naturaleza e incluso la ex­
periencia no están del lado de estos políticos, sino del lado de la
razón pura. La solución tiene entonces que ser de la siguiente
manera: Kant mismo, el idealista, es el verdadero naturalista, su

57 Vcase a este respecto tam bién G crhardt, 1995, 39.


5* Véase la nota al final de la "D octrina del Derecho”, VI, 355: “ Pues, ¿qué
puede ser metafisicanieiuc más sublime que justam ente esta idea [es decir, la de la
República verdadera, rb], idea que [ ] se realiza y se intenta m ediante una refor­
m a g ra d u al de acu erd o con p rin c ip io s firm es [ ...] , y que puede c o n d u cir en
aproxim ación continua al bien político suprem o, a la paz perpetua?”
w Sobre la risa de Jakob Qrucker dirigida contra la República de Platón, véase
Crítica de la Ra:ón Pura, A, 316 - B, 376.
Immamtel Kant: Política, Derecho y... 139

teoría no es una teoría a partir de la experiencia, sino para la


experiencia.
La Razón Práctica pura perm anece en su deber categórico;
en ello no hay ninguna duda y ningún compromiso. La razón hace,
sin em bargo, una concesión fundada en la razón pura. La razón
exige ciertam ente en forma incondicionada la realización de sus
leyes prácticas, y ésta no conoce solam ente los m odos del m an­
dato y de la prohibición, sino también la forma de una ley permisiva
( Erlauhnisgesetz ); la Razón Práctica pura perm ite un aplaza­
m iento si la realización inm ediata de aquello que es necesario
jurídicam ente no es posible. Ello significa: la política adquiere un
m argen de m ovim iento para poder actuar en form a correspon­
diente a las circunstancias históricas y geográficas.60
El político debe renunciar en ám bitos determ inados de la polí­
tica a la im posición inm ediata del Derecho y a la supresión de la
injusticia existente; sin em bargo, esta perm isión es válida sólo
bajo la idea de que los esfuerzos se dirijan realm ente a largo
plazo hacia la realización del D erecho. Kant no sum inistra ni en
el escrito sobre la paz ni en ninguna otra parte una determ inación
más precisa de las prohibiciones (¿y de los m andatos?) que per­
m iten un aplazam iento en su realización. No obstante, se puede
extraer de sus análisis la regla de que pueden ser m antenidos en
forma provisoria por un tiem po determ inado aquellos elem entos
del Derecho positivo y de la acción política que no violen ningún
Derecho hum ano y cuya derogación inm ediata pudiera dañar la
existencia del Derecho en su totalidad. Con ello se crea un fun­
dam ento teórico para la política reform ista del que se carecía
hasta ese m om ento. Desde la perspectiva especulativa, la Razón
Práctica pura se crea, con este tertium datur, una posibilidad de
colocarse frente a los bloques resistentes de injusticia de la histo­
ria no solam ente com o frente a lo otro de si m ism a, com o frente
al mal que a ella es extraño, sino que lo incorpora en sí al adm itir-

6U A ello rem ite tam bién G crhardt, 1995, 72 y s$.; Klemm c, 1997, 61, llam a la
atención sobre ello en una nota sin incorporar no obstante esta tesis en su discu­
sión critica con G crhardt.
140 Reinhard Brandt

lo como algo provisorio. La injusticia del Derecho positivo en la


historia de la hum anidad se convierte con ello en una parte de la
razón en su proceso de autorrealización. Así, el no que se opone
en form a fija se convierte en un concedido aún-no.
Posteriorm ente vienen la naturaleza y la experiencia. La pre­
gunta del debate cultural que aparece en los años noventa reza
de la siguiente manera: ¿quién asume la herencia del antiguo kata
phvsin, del secwuhnn naturam, los aristotélicos o el platónico,
la fracción inglesa o la fracción francesa? ¿A quién pertenece
la naturaleza? Edmund Burke reclam aba el kata phvsin para
su teoría: “Por consiguiente, preservando el método.de la natura­
leza en la conducta del Estado, en lo que nosotros m ejoram os no
som os nunca com pletam ente nuevos Y: “ A través del m is­
mo plan de una conform idad con la naturaleza en n u estras
instituciones artificiales y solicitando la ayuda de instintos infali­
bles y poderosos para fortalecer los artefactos falibles y débiles
de nuestra razón es el refrán de sus Reflexiones sobre la
Revolución en Francia .6I
Kant, por el contrario, exige más de la naturaleza para su ra­
zón platónica. La teleología de la Crítica de La Facultad de
Juzgar posibilita una construcción de acuerdo con la cual la na­
turaleza garantiza el buen térm ino de la política determ inada por
la razón; la naturaleza asume incluso la garantía de la realización
del Derecho. Por m ucho que los regentes y los publicistas pue­
dan em prender en contra del D erecho, la historia hum ana toma
su curso ya trazado de antem ano y rom perá la resistencia: Quetn
/uta non ducunt, trahunt y los fu la aquí citados se encuentran
bajo la dirección de la providencia y la razón. Ello quiere decir

&l Burke. 1964. 32. F.s asi que parece consecuente considerar que con la Revo­
lución Francesa parece “ haberse sa lid o todo del curso de la n atu raleza” , com o
Fricdrich Gentz traduce a Edmund Burke (I. 12. Vogcl. 1972. 68) o: los revolucio­
nario s se encuentran ~cn guerra con la n aturaleza m ism a" (I. 69; Vogel. 1972.
160). C on su m étodo o rie n ta d o a la n a tu ra le z a y o p u e sto a la te o ría y a la s
hipótesis, Burke puede rem itirse a una tradición inglesa m ás antigua; véase, entre
otros; John Locke en Essay Concerning Human Undersiaiuting, II. I I . 14; ” | . . . |
siguiendo a la naturaleza en su m étodo ordinario |. . . ] ” (Locke. 1975. 161).
Im m anuel Kant: Política, Derecho y... 141

más concretam ente: el m ecanism o de las inclinaciones del hom ­


bre está program ado de tal m anera que él llega, por m uchos
caminos, finalmente, al mismo resultado, tal y como la Razón Prác­
tica pura hace de ello un deber.
La praxis por tanto puede contar con coincidencia de la natu­
raleza y la moral; si sigue a la moral de acuerdo con la regla de la
precedencia entonces elige el “ m étodo de la naturaleza” . Todo
político se encuentra bajo el m andato riguroso de la Razón Prác­
tica pura; la naturaleza, sin em bargo, garantiza que sus acciones
-q u e se orientan por la brújula de la moral y no por los datos
s e n sib le s- conduzcan a la larga a la meta que el em pirista que
anda a tientas en la experiencia ni conoce ni busca.62
A la larga entonces la astucia del político orientado por la ex­
periencia y que rehuye la luz es necia; actúa políticam ente en
form a prudente, por el contrario, quien sigue las reglas de la pre­
cedencia moral y de la capacidad de la publicidad en sus máximas
de acción, porque quien así lo hace actúa del lado cuyo éxito está
prácticam ente garantizado a través de la naturaleza misma.
Los oponentes que se remiten a la experiencia presumen, como
Kant dice, “de conocer a los hom bres (lo que desde luego debe
esperarse porque tienen que ver con m uchos de ellos)” (VIH,

62 Véase tam bién Brandt. 1997 Volkcr Gcrhardl considera fundada la garantía
de la naturaleza en un "concepto de la naturaleza fundado en la praxis" (Gerhardt.
199$. 107). “Podem os hablar de fines de la naturaleza tom ado en forma estricta
solam ente en un se n tid o que re fle x io n a sobre n u estras pro p ias c o n d ic io n es de
vida" (109) y. correspondientem ente la iden de la finalidad de la naturaleza esta­
rla a se g u ra d a só lo en la m ed id a “ en que fu n d a m e n ta m o s so b re e lla n u e stra
com prensión de lo que tenem os que hacer" (108-109) Pienso que la interpreta­
ción kantiana de la teleología de la naturaleza debe posibilitar una biología libre de
la teología (de acuerdo con la forma en que se trata el asunto a pesar de no haber
una palabra para ello). Véase especialm ente el parágrafo 68 de la Crilica de /.o
Facultad de Juzgar. En e llo el planteam iento de fines p ráctico s no desem peña
ningún papel. La historia y la cultura hum anas están, como parte de la naturaleza.
dirigidas al fin natural de un orden jurídico de paz. es con ello que puede contar el
político m oral quien, sin em bargo, se encuentra independientem ente de e sta g a ­
rantía de la naturaleza bajo el imperativo categórico de la realización del Derecho.
I.a garantía de la naturaleza garantiza, valga el pleonasm o, que un m undo visible­
m ente infernal no haga perder la razón al político: que la Razón Práctica pura
ordene de él algo com pletam ente irracional por no ser realizable.
142 Reinhard Brandt

374); pero no conocen al hom bre y lo que puede hacerse a partir


de él “ [...J (para lo que se exige un punto de vista superior de la
o bservación an tro p o ló g ica” (V III, 374)6} - e s ta observación
antropológica y experiencia real pone al descubierto una disposi­
ción m oral que perm anece o cu lta al p o lítico in trig an te. Él
perm anece prisionero en los fenóm enos, m ientras que el platóni­
co copernicano-kantiano conoce la cualidad moral de las acciones
que “ les corresponde a ellas en sí” . De este m odo, no surge en
Kant ninguna teoría a partir de (aus) la experiencia, sino para
la verdadera ex periencia [für die wahrhafte Erfahruitg). La
quintaesencia es: la naturaleza en sentido propio, la experiencia
real, son dom inios de la política com o doctrina ejecutiva del De­
recho, no de la política de gabinete que anda a tientas y que rehuye
la luz pública.
Echem os en este punto una m irada al lado opuesto de la me­
dalla que nos m ostraba hasta ahora una naturaleza en principio
determ inada por la misma razón que tiene que seguir el político
m oral. Es una naturaleza concebida de manera estoica la que
obliga a Kant en La Crítica de la Facultad de Juzgar a la si­
guiente consecuencia es: “Todo lo que existe en el mundo es bueno
para algo; nada en él es en vano. Y, a través del ejem plo que la
naturaleza ofrece en sus productos orgánicos, se está justificado,
incluso llamado, a no esperar de ella y de sus leyes nada más que
lo que es co nform e a fines ( zweckmaxsig ) en la to ta lid a d ”
(V, 3 7 9 ).6364 Lo que es conform e a fines en el todo se encuentra

63 Kant retom a parcialm ente la form ulación en la Antropología üc 1798. el


conocim iento pragm ático del hom bre tiene que ver con "lo que el [ e l hombre, r b ]
hace de si m ismo com o ser que actúa librem ente (a h Jreihandelndes Mesen), o
puede y debe hacer" (V il, 119). I.a A ntropología es una d isciplina em pírica: sin
em bargo, com o tal puede lem atizar tam bién algo N o-cm pirico com o el fenómeno
del carácter moral al m odo de un rasgo distintivo entre los hom bres y la determ i­
nación moral del genero hum ano en su totalidad ( die moralisclte fíestimmung des
M enschengeschlechts im ganzen).
M En / dea para una Historia universal desde un punto de vista cosmopolita
(1784), Kant había hecho valer, contra la concepción de la historia de M cndclssohn.
que es irracional "suponer la finalidad ( Zweckmássigkeit) de la naturaleza en sus
p a rle s y. sin em bargo, unu a u se n cia de fin ( Z w eckto sig ken ) en su to ta lid a d "
(V III, 25).
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 143

en arm onía con el fin final ( Endzweck), el de la m oralidad del


hom bre. A este fin final se dirige la naturaleza, el m undo en su
totalidad y todo lo que en él acontece se concibe com o m edio
para este fin. No hay ningún mal de carácter físico ni ningún
fenóm eno en la historia que no sirva al fin último de la naturaleza
y con ello al fin final del hom bre. La teleología kantiana de la
naturaleza está irrenunciablem ente enlazada con esta opinión
im prescindible para el político m oral, aunque hoy no dem asiado
extendida.
¿Q uiénes son para Kant los políticos? Los agentes y sus mi­
nistros, los articulistas que sirven a las Cortes y cuyo juicio racional
está irrem ediablem ente corrom pido por la coposesión del poder.
A quí no hay ningún G oethe, ningún M óser, sino m aquiavelistas
m oralm ente corrom pidos, dom inadores que consideran a los súb­
ditos com o su propiedad y que "en parte los sobrecargan com o
animales, como mero instrumento de sus intenciones, en parte diri­
gen a los unos contra los otros en sus conflictos para sacrificarlos”
(VII, 89), juristas que en forma insidiosa deducen como Derecho los
actos criminales y arbitrarios de sus líderes -com o lo harán nueva­
m ente en casos posteriores.65 El enojo que se advierte en las
palabras de Kant corresponde una vez más a un tono que se
encuentra frecuentem ente en los años noventa. Éste se explica
en Kant especialm ente porque él concibe el contraste entre la
política m oral y la moral política de acuerdo con la regla de pro­
cedencia com o contraste entre el bien y el mal - l a política secreta
del gabinete se convierte así en m odelo del mal.
El “sin em bargo” de Kant apunta a la prudencia determ inada
por el interés de los regentes y a una transform ación -p ro v o cad a
en parte por el filósofo- del clim a intelectual y con ello del clim a
político. En el horizonte de la historia aparece con vagos contor­
nos la R epública de ciudadanos libres. En ella la política se
c o n v ie r te de f a d o en “ D o c trin a e je c u tiv a d e l D e re c h o
{ausübende Rechtslehre)".

45 "D o m in ar los apetitos está en la regla en la facultad de jurisprudencia*':


Reflexiones. 6359; XVIII. 686.
144 Reinhard Brandi

En el texto fundamental de toda acción política, el prim er libro


de la Metafísica de tas Costumbres, “ Principios M etafísicos de
la Doctrina del D erecho”, se desarrolla, en concordancia con las
doctrinas del Derecho Natural de la M odernidad, un sistem a de
los derechos y obligaciones de los ciudadanos y regentes donde
este sistem a racional en parte coincide con, y en parte difiere de.
los Estados existentes y sus relaciones internas y externas. El
p a rtid a rio del D erech o N a tu ra l e x ig e que la “ a n tin o m ia ”
(Q uintiliano) entre el Derecho positivo y el D erecho Racional
sea superada ( aufheben ). Tanto los ciudadanos com o los regen­
tes y los políticos tienen que adecuar sus acciones a las norm as
del D erecho N atural. Cóm o es que esto deba ser realizado me­
diante una política de transición ( Übergangs-Politik) fue tema
del apartado anterior.
En Kant se encuentra, en la linca de Locke y Rousseau, un ele­
mento en la teoría que Hobbcs y Pufendorf no conocen: el Estado
no puede estar sometido jurídicamente a un dominador absoluto, sino
que está necesariamente dividido en poderes. El regente no está
autorizado para la legislación, como cree el absolutista, y la Asam­
blea Popular no puede gobernar, como lo creían las democracias
antiguas en una perspectiva más bien limitada. La legislación y no el
gobierno es asunto del pueblo, no del regente. Esta es la doctrina
con la que John Locke en la Doctrina del Derecho del Secotui
Treatise superó absolutismo y democratismo y complementó los de­
rechos liberales con los derechos políticos del ciudadano al mismo
tiem po en que aseguró por vez primera a aquéllos.66 Según Locke,

Wl Existe lina tradición republicana antes de l.ockc -en Mnchiavclli. en M¡lam­


pero ninguno de los autores habla desarrollado sus ideas políticas en el ámbito del
D erecho Racional o del Derecho Natural universal. 1.a term inología de “derechos
civiles ( bürgerliche Recli/e)" y “derechos políticos (politischc RechteT al igual que de
“libertad civil ( bñrgerhche FreiheitT y “libertad política (poiitische Freiheil)" fue
utilizada entre otros por Ernst Ferdinand Klein: “ 1.a libertad política es de reducido
valor si no se asocia a ella la libertad civil” (Klein. 1788, 11-12); Hcinrich W ür/cr
escribe en 1793: “1.a libertad civil está lo menos asegurada aili donde falta la libertad
política” (Tortarolo. 1989. 317. nota 158). Isaiah Berlín. 1995. V íase en torno a la
utilización del concepto “liberal'' en el sentido hoy habitual, tambión la explicación
en llcnnics. 1985. 98-107, especialm ente 107.
¡mmanuel Kaní: Política, Derecho y... 145

la propia legislación de los ciudadanos es el m edio insustituible


para el m antenim iento de la libertad liberal y al mismo tiem po un
postulado jurfdico-m oral. El hom bre, por razones éticas, no pue­
de renunciar a su libertad política.67 El ciudadano activo tiene
entonces que estar facultado para actuar por sí mismo o m edian­
te representantes en el Legislativo y para determinar las leyes. En
ese sentido la República kantiana es una democracia -só lo que el
kratein tiene que estar referido y limitado a la legislación.
La concepción kantiana de la libertad civil y de la libertad
política complementaria coincide completamente con la de Locke.
Sin em bargo, en Kant se hace visible un problem a del Estado de
Derecho moderno que ni el teórico inglés ni, de otra manera, tam­
poco R ousseau conocen. R ecordem os brevem ente la Teoría
Política de A ristóteles y de Cicerón. El ciudadano activo y el
civis Romanus están autorizados y obligados por igual a la acti­
vidad política. Derecho y m oralidad no están separados com o en
la m ayoría de los autores desde el com ienzo de la época m oder­
na, de m odo que el aner agathos y el vir bonus fungen sin
problema también como ciudadanos activos políticamente. Cicerón
odia la abstinencia política de los epicúreos que, com o anterior­
mente algunos sofistas, consideran al Estado como una asociación
para evitar el daño y redactan en su kepos las confesiones del
apolítico. Cicerón argum entará com o patriota y civis Romanus.
¿Q ué es lo que debe motivar, sin embargo, a los ciudadanos
m odernos a la actividad política? Los ingleses hicieron del Legis­
lativo un lugar de la representación de intereses; el perfilam iento
de Whigs y Tories, de partidos de intereses tan distintos, coinci­
de con la concepción de la separación de los poderes, de modo
que el vacío que inaugura el Estado de Derecho en este punto
puede ser realiter cubierto en seguida. En oposición a ello, Kant
no conoce los partidos ni intereses civiles divergentes que pudie­
ran llegar a ser el ferm ento del ejercicio político de la libertad.

67 Aquí debe tenerse en cuenta que tam bién la m oralidad en Locke se funda­
m enta en form a e m p irista en el tem or an te el castig o divino. Sin un O ios que
detenta el poder no es posible, en forma correspondiente, la m oral.
146 Reinhard Brandt

El Legislativo no está m ediado ni por una coerción a la liber­


tad ni por intereses y partidos divergentes, sino que continúa siendo
una institución meramente jurídica. El Legislativo promulga leyes
de acuerdo con el Derecho Racional universal,68 pues los ciuda­
danos no son representantes de intereses (Interessenvertreter)
sino representantes del Derecho ( Rechtsvertreter). ¿D ónde pue­
den encontrarse los m otivos para tra n sita r desde la libertad
m eram ente liberal del bourgeois hacia el ejercicio político de la
ciudadanía activa del citoyen ? Honeste vive, se dice en Ulpian.
Kant traduce: “ Sé un hom bre recto ( ein rechtlicher Mensch)” y
aclara: “ no conviertas a los otros en el medio, sé más bien a la
vez fin para ellos” (VI, 236). Bajo los déspotas, como Kant los
caracteriza, se viola este deber ( Pflicht) en la medida en que
ellos degradan a los hom bres al rango de bestia, los llevan a la
situación en que los convierten en mero medio (VIH, 345). ¿Es
entonces un deber ju rídico ( Rechtspflicht) ser activo política­
m e n te y liq u id a r al D e s p o tis m o ? N o , s e g ú n K a n t; una
consecuencia del honeste vive podría consistir, colocado dentro
del corsé de la D octrina del Derecho, solam ente en que el súbdi­
to se niegue a ejecutar la orden. Él tiene que asum ir entonces las
consecuencias de ello, tal vez difíciles y m ortales. Por supuesto
que, una vez que se ha realizado la República, puede haber en el
m andato de no dejarse degradar a cosa un llam am iento a la par­
ticipación políticamente activa en el mantenimiento y mejoramiento
de la sociedad estatal ( Staatsgesellschaft).
O tro pasaje de gran im portancia se encuentra en el análisis de
la Revolución del Conflicto de las Facultades. Tanto los revo­
lucionarios mism os com o tam bién los observadores que toman
públicam ente partido por los franceses están cogidos por un en­
tusiasm o de la idea del Derecho ( Rechtsidee). La idea del Derecho
se m uestra como un factuni de su conciencia política, su “ parti­
cipación, según el deseo, no puede tener por causa otra disposición
más que una disposición moral en el género hum ano” (V il, 85).

A> Sobre ia im pórtam e excepción de la autorización del Legislativo de decidir


sobre la guerra y la paz. véase más abajo la conclusión.
Immanueí Kant: Política, Derecho y... 147

Justam ente esto se hace visible para quien es capaz de penetrar


en la cualidad de las acciones “que les atiende a ellas en sí m is­
m as” . Aquí se puede contar con ello: si la historia le abre esta
posibilidad, el ciudadano tom a un interés práctico en la idea del
D erecho com o tal. Cóm o pueda ser m antenido en forma durade­
ra este interés en el Derecho expresado en el entusiasm o es una
pregunta que no se analiza m ás en los escritos de Kant.
Pero, ¿cóm o se ve la política después del gran giro? ¿G uarda
Kant silencio en torno a ello com o su heredero y oponente m ate­
rialista Karl M arx? Podem os bosquejar la siguiente imagen:
En prim er lugar: la gran m aquinaria de la guerra con ejércitos
perm anentes dirigidos por señores feudales de acuerdo con un
anticuado código del honor es relevada por una milicia civil: “ Los
ejércitos perm anentes deben cesar com pletam ente con el tiem ­
po” (VIII, 345); ellos son la causa del mal suprem o del tiem po
m oderno.69 “Acontece algo com pletam ente distinto con la prácti­
ca voluntaria de los ciudadanos del Estado en arm as llevada a
cabo en forma periódica para asegurarse mediante ello a sí mismos
y a su patria contra ataques desde el exterior” (VIII, 345). Un cuer­
po voluntario de ciudadanos en armas -nada más y nada menos. Su
magnitud se medirá de acuerdo con el peligro exterior.
En segundo lugar: la participación activa en el Legislativo, sea
in persona o sea m ediante un representante. Se m ostró que el
participante en la legislación no representa ningún interés propio
o social, sino que es representante y guardián del Derecho. Las
leyes del Legislativo son especificaciones de los principios más
generales del Derecho tal y como éstos se explicitan en el Dere­
cho Racional.
Un punto del Legislativo relacionado con el contenido se des­
taca en forma distinta. Para la constitución republicana del Estado
es válido que “se exija el asentim iento de los ciudadanos para
decidir si debe o no haber guerra” (VIII, 351). El instrum ento
que está a disposición del Legislativo como un poder que sola-

69 No solam ente durante las guerras reales, sino tam bién durante la paz. Véase
la critica realizada ya en 1783 por N encke (Tortarolo, 1989, 278).
148 Reinhard Brandt

mente legisla en forma universal es el de la aprobación impositiva


(Stenerbewilligung). Si fracasa la representación popular del
gobierno en el aum ento de los im puestos con el propósito de la
realización de la guerra, entonces este gobierno no puede llevar a
cabo una guerra de ataque de acuerdo con su propio parecer.
Por otro lado, la C onstitución francesa de 1791 preveía que la
decisión inm ediata sobre la guerra y la paz pertenecía a la com ­
p e te n c ia del L e g isla tiv o : “ La g u e rra p u ed e s e r d e c id id a
[...jsolam ente mediante un decreto del cuerpo legislativo” .70 Aquí,
com o tam bién en otros actos a ser ejecutados, se asumen las
consecuencias del rigor de tom ar conjuntam ente el decreto y la
ley, y es posible que Kant se haya adherido a ello.71
Para concluir, un problem a que aún se plantea toda teoría del
Estado y toda Teoría Política: ¿qué relación tiene la teoría misma
con la realidad a la que ella se refiere? O, por así decirlo: ¿No
está legitim ado el Legislativo de Kant para derogar todos aque­
llos p arám etros ju ríd ic o s que se desarro llan en el D erecho
Racional kantiano y que forman a su vez el fundam ento ju ríd ico
también del Legislativo? Kant no analiza explícitamente esta cues­
tión; sin em bargo, ella se responde en form a im plícita. Hay un
Derecho Racional, por así decirlo un Tribunal Constitucional ins­
talado a priori. en relación con el cual el legislador autónom o
tam poco está autorizado a decidir. Hablando m etafóricam ente: el
filósofo que aprehende conceptualm ente y hace pública a la ra­
zón humana que viene gradualm ente a la razón ( Rásott) no puede
estar integrado en el aparato político de poder. Separado de la
Corte, el Filósofo permanece como el cuarto poder, en K5n¡gsberg,
no com o cortesano de Sans Souci.
La política de Kant com o D octrina ejecutiva del D erecho es
universalista. Se desarrolla en contraste a la política de los Prin-

7" Según Grab. 1973. 76.


71 Véase Fclschcr, 1996. 100-101 De otra manera en forma expresa en Rousseau
en el Contrato Social. II, 2: “Asi. por ejemplo, se han considerado el acto de declarar
la guerra y el de hacer la paz. como actos de soberanía, lo que no es asi. pues cada uno
de estos actos no es en absoluto una ley sino solamente una aplicación de la ley, un
acto particular que determina el caso de la ley (Rousseau. 1959 y ss., III, 370).
Im m anuel Kant: P olítica, Derecho y... 149

cipes y de sus publicistas y consejeros jurídicos secretos que de­


ducen el Derecho a partir de la historia local y su acción a partir
de la propia experiencia efím era. Ellos quieren preservar las pe­
c u lia rid a d e s de lo e x is te n te -ta m b ié n la p ro p ie d a d de la
servidum bre. En el lugar de las m últiples com unidades y de las
tradiciones com unitarias, Kant coloca a la sociedad mundial
( Weltgesellschaft) com o la com unidad propia del hombre y hace
posible en ella la voluntad propia de los pueblos domesticada ju rí­
dicamente. La política queda así desprovista de toda arbitrariedad,
se encuentra bajo las normas categóricas de la moral y del Dere­
cho y no está facultada para poner en circulación valores de
creación propia.

B ib lio g rafía

Abbt, Thom as, Vermischte Werke, Berlín und Stettin, 1772.


A rn o ld i, D aniel H ein rich , Ausfiihrliche und mil Urkunden
versehene Historie der Kónigsbergschen Vniversitat,
Teil 1 und 2, Kónigsberg. 1746.
Berlín, Isaiah, ZweiFreiheitsbegriffe, en I. Berlín, Freiheit. Vier
Versuche, Frankfurt, 1995, 197-256.
B lum enberg, H ans, Die Génesis der kopernikanischen Weh,
Frankfurt, 1975.
B lu m e n b e rg , H a n s, Das Lachen der Thrakerin. Eine
Urgeschichle der Theorie, Frankfurt, 1987.
B o r r ie s , K u rt, Kant ais P olitiker. Zur S ta a ts- und
Gesellschaftslehre des Kritizismus, Leipzig. 1928.
B randt, R cinhard, Eigentumstheorien von Grolius bis Kant.
Stuttgart-B ad C annstatt. 1974.
Brandt, Reinhard, Kant und Móser, en Móser-Forum I, 1989,
176-191 (auch in: Aujklürung 3, 1988, 8 9 - 104).
Brandt, Reinhard, D'Artagnan und die Urteilsta/el. Über ein
Ordnungsprinzip der europaischen Kulturgeschichte ,
Stuttgart, 1991.
B randt, R e in h a rd , Kants “Paradoxon der M eth o d e” (Ein
150 Reinhard Brandt

Stenogramm ), en, Veritas filia temporis?. Feslschrifi fü r


R. Specht zum 65. Geburtstag, hrsg. von R. W. Puster,
Berlín, 1995,206-216.
Brandt, Reinhard, Anhvorí a u f Bernd Ludwig: Will die Natur
unwiderstehlich die Republik? en Kantsludien 88, 1997,
2 2 9 -2 3 9 .
Brucker, Jacob, Historia critica philosophiae, Leipzig, 1742.
Burke, Edmund, Reflectiom on the Revolví ion in Frunce (1790),
London, N ew York, 1964.
Dilthey, W ilhelm, Gesammelte Schrifien 1, Stuttgart 6. A uflage,
1966.
Euler, Werner, Kants Amtstátigkeit (erscheint Hám burg, 1998.)
F e tsc h e r, Irin g , Kants friedliebende Republiken und der
(populistische) Nationalismus , en Kritisches Jahrbuch
der Phiiosophie I (hrsg. von K laus-M ichael K odalle),
W ürzburg, 1996,95-107.
G atterer, Johann C hristoph (H rsg.), Aílgemeine historische
Bibliothek I, Gottingen, 1767.
G ause, Fritz, Die Geschichte derStadt Kónigsberg, 2 Bde. Koln
und Graz, 1968.
G e rh a rd t, V olker, lmmanuel Kants E ntw urf “Zum ewigen
Frieden”. Eine Theorie der Politik , Darinsadt, 1995.
G aethe, Johann W olfgang von, Werke, hrsg. von Erich Trunz,
Hamburg, 1960.
G ooch, G. P., Germany and the French Revolntion , London,
1920.
G obler, C hristoph, Versuch iiber das Volk, Berlín, 1786.
G ra b , W a lte r, Die F ranzósische R evolution. Eine
Dokumentation, M ünchen, 1973.
Günzler, Claus, Die Bedeutung des aristotelischen Hylemorphismus
fü r die Naturbetrachtung Goethes, en Zeitschrifi fü r
phifosophische Forschung 2 1 ,1 9 6 7 , 208-241.
H e n n Íe s, W erner, Die politische Theorie August Ludwig
Schlózers zw ischen A ufkláru n g und Liberalism us,
M ünchen, 1985.
H enrich, Dieter, líber den Sinn vernünfiigen Handelns im Staat
immanueI Kant: Política, Derecho y... IS I

- Einleitung en, Kant, Gentz, Rehberg, Über Theorie und


Praxis, Frankfurt, 1967.
H erb , K a rlfrie d ric h und B e m d L u d w ig , Kants kritisches
Staatsrecht, en Jahrbuch fü r Recht und Ethik / Annual
Review o f Law and Ethics 2, 1994, 4 3 1 - 478.
K lein , E rnst F rie d ric h , Nachricht von den Schlosserschen
Briefen über die G esetzgebung iiberhaupt / . . . / , en
Am alen 4 , 1 789, 325 ff.
K lem nie, H einer, Die Schule Immunuel Kants. Mil dem Text
von C hristian S c h iffe rt über das K ónigsberger
CoUegium Fridericianum (Kant-Forschungen B a. 6),
Hamburg, 1994.
Klemme, Heiner, “ II pensiero político di Kant. C onsiderazioni su
una nuova interpretazione dello scritto Sulla pace perpe­
tua”, en Studi kantiani 10, 1997, 49-65.
K ra u s s, W ern er (H rs g .), E st-il utile trom per le peuple?
Concours de la classe de philosophie spéculative de I
'Académie des Sciences et des Belles-Letlres de Berlín
pour r année 1780-, Berlín, 1966.
Krüger, Lorenz und R. R heinw ald, Kausalittit, en Handbuch
wissenschaftstheoretischer Begriffe 2, hrsg. von J. Speck,
Gottingen, 1980,317-327.
L ocke, John, An Essay Concerning Human Understanding
(1690), Oxford, 1975.
M endelssohn, M oses, Gesammelte Schriften ( 1929 fl.), Stuttgart,
1971 ff.
M óser, Justus, Sámtliche Werke. Bd. 10, hrsg. van B. R. Abeken,
Berlín, 1843.
N adler, Josef. Johann Georg Hamann. 1730-1788. Der Zeuge
des Corpus mysticum, Salzburg, 1949.
N aucke, W olfgang, Kants Kritik der empirischen Rechtslehre ,
Stuttgart, 1997.
Rehberg, Batho, Geschichte der Kónigsberger Zeitungen und
Zeitschriflen. I Persónlichkeilen und Entwicklungsstufen
von der Herzogszeit bis zum Ausgang der Epoche Kanl-
Hamann, Konigsberg, 1942.
152 Reinhard Brandí

R e¡ss, lía n s , Form gestaltung und Polilik. G oeie-Studien,


W ürzburg, 1993.
Robinet, Jean Baptiste, De la nature, Am sterdam , 1763 - 1766.
Rousseau, Jean-Jaques, Oeuvres completes , París, 1959 ff.
S a sse n b a c h , U lríc h , Der B egriff des Politischen bei Kant
( Epistemata Reíhe Philosophíe, Bd. 98), W ürzburg, 1992.
Sieg, U lrích, Das Fach Philosophíe an der Universitát Marburg
1785-1866, K assel, 1989.
Stark, W erner, Kant nnd Kraus. Eine übersehene Quelle zur
Kónigsberger Aufklürung , en Kant -Forschungen 1,
Hamburg, 1987,165-200.
Tortarolo, Edoardo, “ La ragione sulla Sprea. Coscíenza storíca e
c u ltu ra p o lític a n e ll’ illu m ín ism o b e rlin e se ” {Anuali
dell'Istiluto storico italo-germanico, 12), Bologna, 1989.
Valjavec, Frítz, Die Entstehung der politischen Strómimgen in
D eutschland 1770-1815 (1 9 5 1 ), h rsg . von J, G arb er,
Kronberg, 1978.
Verri, Pielro, Gedanken iiber die Natur des Vergniigens, Leipzig,
M il.
V e rri, P ie tro , Betrachtungen über die S ta a tsw irtsch a ft,
M annheim , 1785.
V ogel, U rsu la , K onservative K ritik an der Biirgerlichen
Revolution. August Wilhelm Rehberg, D arm stadt und
Neuw ied, 1972.
Wokler. Rohert, Rousseau's Two Concepts o f Liberty, en, Uves,
Liberties and the Public Good. New Essays in Political
Theory fo r Maurice Cranston, ed. by G. Feaver and F.
Rosen, London, 1987, 61 -100.
Wiirgler, A ndreas, Unruhen und Offentlichkeit, Tübingen, 1995.
PERSONA Y COSA,
El j u s o m n iu m in o m n ia e t o m n e s de
Hobbes y la Teoría kantiana de la posesión
del arbitrio de otra persona en el contrato*

E n el trabajo que a continuación se presenta se analizan los dos


elem entos teóricos de la Filosofía del Derecho de Hobbes y de
Kant m encionados en el subtítulo. En ambos casos se trata de la
posesión ju rídica ( rechtlichen Besitz) de otra persona o de su
arbitrio (tVillkiir) y de su estado (Zustand) en la forma de una
posesión de una cosa de modo que el carácter de persona queda
con ello precisam ente suprim ido. Tanto la teoría de Hobbes como
la de K ant convierten así -e n la precaria pregunta por la relación
jurídica de las personas entre sí en un modo contradictorio con su
propia co n cep ció n - a la otra persona en cosa. El Estado de N a­
turaleza de Hobbes no es, de acuerdo con la autointerpretación
del autor, en contra del consenso im perante en la investigación
actual, de ninguna m anera contradictorio; lo es, sin em bargo, su
jus omnium in omnia et omnes - y en este punto debe subrayarse
que la contradicción destacada por nosotros se dirige críticam ente

* T raducción de G ustavo Leyva.


154 Reinhard Brandt

contra H obbes. K ant subsum e la posesión del arbitrio al igual


que la posesión del estado ( Zustand) de personas en el prim er
apartado del D erecho Privado - e n contradicción con los princi­
pios de su propia teoría y tam bién con los desarrollos planteados
en el segundo apartado del Derecho P rivado- bajo la posesión de
cosas ( Sachbesitz) y procede en ello en una form a análoga a la
de Hobbes. Investigarem os aquí cuál es el m otivo inm anente a su
sistem a que puede haberlo m otivado a ello.
C iertam ente las teorías m uestran un cierto parentesco; sin
em bargo, apenas se encuentran en una filiación histórica directa.
El fundam ento com ún es el Derecho N atural estoico, pero éste
no habrá de ser seguido aquí con detalle. No obstante, buscare­
m os esclarecer brevem ente qué repercusiones tienen las form as
ju ríd icas correspondientes del status naturalis y/o del Derecho
Privado para el D erecho Público. Si nuestro hallazgo es correc­
to, entonces el hobbesianism o y tam bién el kantianism o se tienen
que confrontar con este problem a si es que no quieren renunciar
en forma puram ente política (Hobbes) o debido a una filiación de
pertenencia a una escuela filosófica (K ant) a una reflexión ju rí­
dica sistem ática.

I. H O B B E S “ IU S O M N IU M IN O M N IA E T O M N E S ” 1

La idea de que el hom bre tiene un derecho a todo en el Estado de


N aturaleza es una construcción jurídica central que Hobbes ex­
pone desde el inicio hasta el fin de sus publicaciones: “ Natura
dedil omnia ómnibus [...] a right o f every man to every thing,
w hereby one man invadeth with right, and another with right
resisteth [...]”, se constata en los Elements o f Law.12
lure naturali omnia esse omniurn, reza el título al m argen de I,
1, 10 en De cive .3 “ [...] todo hom bre tiene Derecho a cualquier

1 En relación con esta fórmula, que el propio Hobbes no utiliza, véase Brandt,
1982, 157; K crstin g , 1994, 74-76.
2 H obbes, 1969, 72-73.
» H obbes. 1983, 95.
fmmanuel Kant: Política, Derecho y... 155

cosa (every man has a Right to every thing), se dice en


el C apítulo XIV (Párr. 4) del Leviathan. Si tom am os esta form u­
lación por sí m ism a y la aislam os artificialm ente del entram ado
de la teoría de H obbes, observam os que se trata de la fórm ula de
todos los autores que suponen una posesión com ún originaria de
los hom bres de la natura inferior com o los estoicos,4 los Padres
de la Iglesia que en esto los siguen5 y la tradición entera del D e­
recho Natural y aún K ant.6 Esta figura ju rídica tiene la ventaja
de que se puede deducir de ella el derecho exclusivo a las partes
de esa posesión com ún originaria. Esto puede asum ir o bien la
form a de un acuerdo contractual ficticio de modo que los hom ­
bres que habitan la tierra están autorizados para concederse unos
a otros la posesión de partes de la naturaleza inferior bajo condi­
ciones determ inadas que deben ser satisfechas y con ello incluso
restringen su libertad (G rotius); o bien la forma en la que el indi­
viduo singular, sin ninguna convención con ningún otro individuo,
tiene el D erecho N atural de apropiarse aquellas partes de la po­
sesión com ún que son incondicionalm ente necesarias para la
autoconservación que D ios ha hecho para él una obligación
(L ocke).7
La posesión com ún colectiva es entonces parte de un orden
del D erecho N atural en el que existen acciones que son ju ríd ic a ­
m ente perm itidas y otras prohibidas. En efecto, el m undo se
descom pone en esta tradición del D erecho Natural por un lado
en personas y, po r el o tro , en cosas sin D erecho (rechtlose
Sachen): los elem entos, las plantas y los anim ales. Se supone
que este ordo es conocido a cada hom bre a través de una lumen
naturale. Por tanto es, en prim er lugar, una acción contraria al
D erecho lim itar arbitrariam ente la libertad de las personas y

4 A si com prende S éneca el e stad o orig in al del hom bre, com o se ded u ce la
fo rm u la c ió n D esierunt enim omnia possidere, dum volunt p ro p ria (S é n e c a ,
Epistulae morales 90, 3).
5 C /r. B randt. 1974, 37-38.
* C / r . K a n t, 1 9 0 0 s s ., V I, 2 6 2 ( M c ia p h y sisc h e A n fa n g sg rü n d e d e r
Rechlslehre § 13).
7 Cfr. Locke, 1970, 303-320 (The Second Trealise o f Covernmeni Chap. V).
156 R einhard Brandl

lesionarlas corporalm ente. En segundo lugar, si alguien ha tom a­


do posesión de acuerdo con las reglas del Derecho Racional o
N atural, es decir, conform e a Derecho, de algún ám bito parcial
de esta posesión común, entonces está jurídicam ente prohibido
disputarle esta posesión.
Hobbes retoma este motivo de la posesión común originaria
de la naturaleza inferior, pero al mismo tiem po lo destruye a tra­
vés de sus aportaciones. Sustituye el orden de paz posible inicial
por m edio del grito fundam ental de guerra del bellum onmiinn
contra onmes. La frase del Leviatán arriba citada dice en ex­
tenso: “ De aquí se sigue que en sem ejante condición [es decir, de
la guerra abierta o latente], cada hombre tiene derecho a cual­
quier cosa; incluso al cuerpo de los demás (even lo another's
body)” . En un pasaje posterior se dice: “ Pero ya he m ostrado
anteriorm ente que antes de la institución del Estado (Com m on -
wealth), cada hombre tiene un derecho a todas las cosas ( every
had a right to every thing), y a hacer cualquier cosa que consi­
dere necesaria para su propia preservación, sojuzgando, dañando
o matando a todo otro hombre para lograr esto” (Capítulo XXVIII,
Párr. 2). Ello significa que en relación con el “derecho a (right
to)" entre personas y cosas no existe ninguna distinción; cada
cual tiene derecho a tratar a los hom bres como cosas. A la om nia
pertenecen entonces los omites y esto se puede hacer explícito
en nuestra fórm ula, no extendida asi por Hobbes, del ju s omnium
in om nia et onmes, aunque con la dificultad de que ahora se
distingue verbalm cnte entre om nia y om nes. Pero jurídicam ente
se allana esta diferencia.
Con esta fórm ula está dado analíticam ente el que en el Esta­
do de N aturaleza debe haber ciertam ente un D erecho (Rechí),
pero no ilegalidad (Unrecht). En el Leviatán se dice lo siguiente:
“ Para esta guerra de todos contra todos esto es entonces algo
consecuente; que nada puede ser injusto ( Unjust). Las nociones
de D erecho (Right) e ilegalidad (Wrong). ju sticia (Jnstice) e in­
ju sticia (Injustice) no tienen lugar aquí” . (C apítulo XIII, Párr.
13). No hay en el Estado de N aturaleza “ Derecho e ilegalidad
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 157

( Wrong)" como predicados contrarios;8 existen, sin embargo, “Right”


y “Just” por sí mismos. Derecho (Recht) e ilegalidad (Unrecht) se
deben al Estado, pues la oposición contraria es, de acuerdo con Hobbes,
una creación del hombre. Como tal, él es objeto del conocimiento-
dc-creación (Erzeugungs-Erkenntnis) como se dice en De homine:
la Geometría y la Teoría del Estado tienen en la concepción de las
ciencias de Hobbes una afinidad especial entre si.

Un conocimiento demostrativo a priori es posible por tanto solamen­


te de cosas cuya creación depende del arbitrio del hombre mismo-.
De este modo son susceptibles de prueba en forma estricta la mayo­
ría de los principios sobre las magnitudes cuya ciencia se llama
Geometría [...] Además, se pueden demostrar en forma a priori la
Politica y la Etica, esto es la ciencia de lajusticia y de la injusticia, de
lo equitativo y de lo inequitativo, porque nosotros mismos creamos
los principios para el conocimiento de la esencia de la justicia y de la
equidad [...]. esto es, las leyes y pactos.9

El m undo común del Derecho del Estado, con la posibilidad de


distinguir lo ju sto de lo injusto, es un logro del conocim iento y de
la acción del hom bre.

* Cfr. en contra de ello, para muchos intérpretes, Asbach, 1998, 204 Anm. 3: “ Kn
erecto, allí donde todos tienen un derecho a todo, toda acción es ya una violación del
mismo derecho de lodos los demás; este Derecho no es ningún Derecho ya que no puede
decir nada sobre las condiciones del acuerdo del uso exterior de la libertad y se suprime
a si mismo: toda acción es a la vez justa e injusta” Pero si este Derecho no es ningún
Derecho, entonces uno puede preguntarse por qué Hobbes lo aduce como tal, y si este
Derecho es a la vez injusto, uno puede preguntarse a su vez por qué Hobbes exduyc
prccisamcntc esto; el que en el listado de Naturaleza no haya ninguna injusticia. En
Asbach no queda claro si él quiere criticar a Hobbes o explicarlo.
9 Hobbes, 1839, 92-94 (/Je homine X 4-5: "(taque carum lantum rcrum scicnlia
per dcmonstrationcm illarn a priorc hominibus conccssa cst. quarum generado depende!
a ipsorum hom inum arbitrio. -D cm o n strab ilia crgo sunt thcorcm ata plurim a circa
quantitatem , quorum scicntia appcllatur geom etría. (...] Practerea política el ethica,
id cst scientia jusii el injusti, aequi ct iniqiti proptcrca quod principia, quibus jnstum
ct aequnm ct contra, injustum ct iniquum, quid sin t, cognoscilur, id cst, ju slitiac
causas, nim irum Icges ct pacta, ipsi fccimus". Cfr. también Ludwig, 1998, 114-115
("'M a k e r's K n o w le d g e G e o m e lr ie und Slantsphilosophie ais dem onstralive
lUssenschaflen"). El m érito decisivo del trabajo de Bcmd Ludwig es concebir a los
escritos de Hobbes como obras de Teoría del Estado y del Derecho y no de la Politica
(como un segundo M aquiavclo) o de la Retórica (Skinncr, 1997).
158 Reinltard Brandt

Sin em bargo, se plantea la pregunta: ¿es lógicam ente posible


certificar la legalidad ( Rechtlichkeit) de todas las acciones hu­
m anas en el status naturalis sin que pueda aplicarse el predicado
de lo ilegal ( des Unrechtlichen) como Hobbes quiere? N uestra
contratesis señala: no es posible aislar uno de los conceptos con­
trarios. extraerle su capacidad para establecer diferenciaciones
y con ello su función propia y, no obstante, continuar m antenién­
dolo. Podría decirse en form a hiperbólica con H eráclito: “Para
Dios todo es bello y bueno y justo; pero los hom bres han asum ido
a una cosa com o injusta y a la otra com o ju sta ” .101Sin em bargo,
en el interior de una Lógica defendible y utilizable, a los predica­
dos de valor corresponden oposiciones contrarias. El D erecho
( das Recht) sin el concepto opuesto de la Ilegalidad ( Unrecht)
es tan contradictorio com o un sueño ubicuo que no puede ser
distinguido del estado de vigilia. Puedo em plear el predicado del
sueño sólo si dispongo de criterios para diferenciar entre los es­
tados de sueño y de vigilia en la vida.
Hobbes quiere destacar que no hay ningún m undo com ún de
los sujetos que plantean valores, sino que en cada caso existen
solam ente las perspectivas privadas bajo las cuales están m oti­
vadas las acciones y aparecen éstas com o necesarias para la
autoconservación. Y esta necesidad subjetiva sería la que pone
al D erecho ( rechlsetzend ). No obstante, es asi que podem os
objetar, la perspectiva privada no es conceptual ni tam poco lin­
güística y no contiene en sí misma ninguna posibilidad de distinguir
entre el hom bre y el anim al. Es justam ente esta consecuencia la
que sacó Spinoza al naturalizar realm ente al Estado de N aturale­
za y al suprim ir la diferencia entre el hom bre y el an im al.11 Si
vam os de los anim ales hacia los m inerales, se m uestra rápida­
m ente que no tiene sentido atribuir a la piedra que se precipita al

10 llc rác lito , l;rg. 102 (Fragmente der Vorsokratiker, I, 173).


11 Cfr. Spinoza o. J., III, 189 ( Tractalus Theologico-Politicus XVI): "Perjus &
insiitulum nalurae nihit aliad inielligo, quam regulas naturae uniuscuiusque
¡ndividui, secundum quas unumquodque naluraliler deierminalum concipimus
ad cen o modo existendum & operandum. Ex. Cr. pisces a natura determinati
lmmanuel Kant: Política, Derecho y... 159

vacío el D erecho a su caída. Los átom os no tienen ni el Derecho


de perm anecer entre sí, ni tam poco el de dividirse según el deseo
de los hom bres. El p red ic ad o v a lo ra tiv o del D erecho ( das
Wertprádikat des Rechts) puede aplicarse tan poco a los hom ­
bres de Hobbes en el Estado de N aturaleza com o a los anim ales,
a los m inerales y a los átom os.
Considerem os de nuevo la sentencia de Heráclito. Parece que
existe tam bién un nexo sistem ático interno entre la frase del filó­
sofo presocrático y la teoría de Hobbes. Dios, es así que reza
nuestra conexión, tiene el jus in onmia y, evidentem ente, no puede
hacer nada injusto. Lo mismo vale, en segundo lugar, para el Es­
tado absolutista, el Leviatán soberano singular; finalm ente, en
tercer lugar, todo hombre es en el status naturalis no otra cosa
sino su propio Dios y su propio Estado soberano. Tan pronto como
el hom bre se integra en el Leviatán, existen solam ente dos sobe­
ranos, Dios y el Estado. Todo lo que ellos hacen es su Derecho
inapelable. En este com plejo de ideas parece encontrarse una de
las razones que m otivaron a Hobbes a su insostenible construc­
ción lógica de un ju s omnium in onmia et o tunes.
Veamos el argumento con el que Hobbes introduce en De cive I,
7 el concepto de Derecho a través del artificio de una negación:

Fertur enim unusquisque ad appelitionem eius quodsihi Bonttm.


et ad Fugam eius quod sihi malum est, máxime autem maximi
malorum naturalium. quae est mors; idque necessitate naturae,
non m inore quam qua fe r tu r Iapis deorsum. Non igitur
absurdum, ñeque reprehendendum, ñeque contra rectam
rationem est, si quis omnem operam det, ut a morte el doloribus
proprium Corpus et membra defendat, conservetque. Quod autem

sunt a d natandum . m aguí a d m aiores com edendum , adeoque p is c e s siimmo


natural¡ ju re aqua potiunler. & maguí minores comedunt. (Por D erecho e in sti­
tución de la naturaleza no entiendo otra cosa que las reglas de la naturaleza de cada
individuo, según las cuales concebim os que cada ser está naturalm ente determ inado
a existir y a obrar de una Forma precisa. Los peces, por ejem plo, están determ ina­
dos por naturaleza a nadar y los grandes a comer a los más pequeños. En virtud de
un D erecho N atural suprem o los peces gozan, pues, del agua y los g randes se
comen a los más pequeños)". En ningún pasaje contrasta S pinoza este concepto
del Derecho (Recht) con el de la injusticia ( Unrecht).
160 Reinhard Brandt

contra reclam rationem non est, id ¡usté, et ture factum omnes


dicunt. Ñeque enim luris nomine aliud significatur, quam líber-
tas quam quisque habet factiltatibus naturalibus secundum
reclam rationem utendi. (Todos se ven arrastrados a apetecer lo
que es bueno para ellos y a huir de lo que es para ellos malo,
especialmente del mayor de los males naturales que es la muerte;
y ello debido a una necesidad natural no menor que la que lleva
a la piedra hacia abajo. Asi, nada tiene de absurdo ni de repro­
chable ni de contrario a la recta razón, si alguien dedica todo su
esfuerzo a defender su propio cuerpo y sus miembros de la muer­
te y del dolor, y a conservarlo. Y todos dicen que lo que no va
contra la recta razón está hecho justamente y con Derecho. Con
el término Derecho no se significa otra cosa sino la libertad que
cualquiera tiene para usar sus facultades según la recta razón)'’.12

El com plejo argum ento contiene dos niveles que son intere­
santes para nosotros. En prim er lugar, se dice que la aspiración
al bien (es decir, a aquello que en cada caso le parece bien a
cada cual) y la huida del mal (esto es, de aquello que a cada cual
le parece mal) tiene lugar en form a necesaria; esta necesidad
debe ser susceptible de ser aum entada respecto al mal suprem o,
la p ro p ia m u erte (en form a v io le n ta ). La a c c ió n p a ra la
autoconservación es entonces absolutam ente necesaria y no se
som ete por ello a ningún reproche, no contradice a la recta razón
y tiene lugar por ello legítim am ente. Ahora bien, e s to - y este es
nuestro com entario- es válido tam bién para todo animal que si­
gue su esquem a de estím ulos y que hace todo para m antener su
vida. No obstante, sigue entonces un argum ento com pletam ente
distinto que Hobbes quiere identificar con el primero: ahora se
transform a subrepticiam ente el Derecho en la libertad que al­
guien tiene de utilizar sus facultades naturales de acuerdo con la
recta razón. Se trata ahora de la acción según el hilo conductor
interno de la recta ratio, es decir, de su tem atización a través de
quien actúa. Sin em bargo, con ello se excluyen a la tierra y el

12 Hobbes. 1983. 94
lmmanuel Kant: Política, Derecho y... 161

anim al del ám bito del Derecho. Ahora es solam ente el hombre


sujeto de D erecho (Rechtssubjekt) y él no com ete en el Estado
de N aturaleza ninguna injusticia porque finalm ente todo lo que
hace procede de su ju ic io , él lo considera cono necesario. Sola­
m ente si se som ete al ju ic io de un tercero existen un Derecho y
una injusticia obligatoriam ente vinculantes.
Hobbes no retom ó en el Leviatán el argum ento anteriorm en­
te a d u c id o de De cive p ro b a b le m e n te p o rq u e a v iz o ró sus
deficiencias, pues en efecto la diferencia entre la piedra y el hombre
se obtiene en form a subrepticia. Sin em bargo, tam poco lo susti­
tuyó por un m ejor argum ento, de modo que pudiéram os saber
qué es lo que debe ju stificar propiam ente la introducción del con­
ce p to de D erecho en el E stado de N a tu ra lez a . El a u to r se
m antiene desde este m omento en el silencio.
Si uno se m antiene en el interior de la perspectiva m eram ente
subjetiva, entonces se mueve en el ám bito mudo de los impulsos
de la mera autoconservación, y puede - y tiene q u e - renunciar a
la introducción del concepto de D erecho. Si rebasa esta pers­
pectiva subjetiva con la ayuda de la suposición de una razón
accesible en form a universal, entonces puede llegarse con senti­
do a la opinión de que en el Estado de N aturaleza es posible
distinguir si determ inadas acciones son ju sta s o injustas. N o obs­
tante, no es posible desligar el predicado del Derecho, de lo justo,
del entrelazam iento con su predicado contrario y declarar en for­
ma general a toda acción com o conform e a D erecho, com o ju sta
-alter ju re invadit, alter ju re resistit. 13 Si no existe un Derecho
vinculante en forma universal, sino solam ente un “D erecho” en 1

11 Hobbes. 1983. 96 Se puede decir razonablem ente contra ello y con Kant:
'‘T eniendo la intención de e x istir y de perm anecer en este estado ( Zustand ) de
libertad privado de leyes exteriores, ellos no com eten ninguna injusticia los unos
con respecto a los otros al hacer la guerra entre si | ...]** (V I. 3 0 7 .2 7 -2 9 ). En
e fec to , con la negación del D erecho no se in tro d u c e un D e recho/N o-D crccho
(Recht/Unrecht), sino que solam ente se subraya que en el caso de los hom bres se
tr a ta de s e re s q u e p u e d e n y d e b en v iv ir b a jo c o n d ic io n e s j u r íd i c a s
(Rechtsbedingtmgen), es decir, bajo condiciones en las que el Derecho puede ser
violado.
162 Reirthard Brandt

cada caso subjetivo y ajustado a la necesidad, entonces el con­


cepto de Derecho no tiene ninguna función más, se suprim e.
H obbes es, sin em bargo, de la opinión de que él podría operar,
legítim am ente y con sentido, con el concepto de D erecho am pu­
tado que anteriorm ente se ha presentado.
Hobbes no sum inistra una deducción del concepto del Dere­
cho y, en form a correspondiente, tam poco responde a la pregunta
de por qué en el teorem a del Estado de N aturaleza se certifica
en general la legalidad de las acciones hum anas y no las de los
anim ales o, en general, las de la naturaleza. ¿Tiene la torm enta el
D erecho de derribar los techos de las casas? Si no se lo podem os
prohibir, entonces está perm itido, entonces actúa ju stam en te
( rechtens ).
Elegimos la fórmula no empleada por Hobbes de un jus onmium
in omnia el omnes y distinguimos con ella entre una omnia objetiva,
de cosas (sachlich ) y un omnes personal. Hobbes interpreta el
omnium (en la parte de la expresión jus onmium) como un onmium
hominum, como genitivo masculino en oposición al acusativo neutro
del omnia, es decir, everyone, every man. Nuestra tesis es la si­
guiente: la fórmula se suprime a sí misma porque destruye el recurso
que podría posibilitar la diferencia claramente pretendida entre omnia
y omnes. El sujeto del jus, el omnes, no se puede distinguir como
objeto del jus de todos los otros, bajo las condiciones de Hobbes, de
las piedras que caen y de los peces en el m a r. El Derecho le corres­
ponde entonces solamente bajo la condición de que él al mismo tiempo
se suprima. Él se convierte en cosa y se elimina con ello como per­
sona.
La adscripción del Derecho a los hom bres individuales y a sus
acciones se suprim e a sí misma tam bién porque todo individuo
singular tiene un Derecho a todo, es decir tam bién al Derecho de
todo otro; cada individuo es, por tanto, de acuerdo con esta idea,
propietario exclusivo jurídico del Derecho de cualquier otro indi­
viduo y, a la inversa, su pretendido Derecho está siem pre ya en la
posesión jurídica ( rechtlicher Besitz) de cualquier otro indivi­
duo. Con ello nadie tiene Derecho a ninguna cosa, tam poco a sí
mismo, pues no tiene una relación privilegiada consigo mismo.
Immanml Kant: Política, Derecho y... 163

La diferencia entre persona y cosa desaparece por m edio de la


contradictoriedad del pretendido ju s onmium (i.e.. hominum) in
omnia (i.e. et omnes).14
¿Q ué puede haber m otivado al autor a operar con un concep­
to fundam ental que es insostenible? ¿Es la pura obstinación del
filósofo de M alm esbury la que lo condujo en otro contexto al su­
puesto y a la férrea defensa de la cuadratura del círculo? La
introducción de un Derecho sin un concepto opuesto se mueve, si
se atiende solam ente al arrojo del autor, en el m ism o nivel. Pero
con ello no se ha probado aún ningún fundam ento objetivo que
haya llevado a H obbes a esta aventura.
Una posible explicación se encuentra en el supuesto de que Hobbes
asume en forma incuestionada de la tradición estoica la idea de un
Derecho consistente de todos a todo y muestra enseguida en lo que
se convierte realmente una hipótesis semejante. Es, sin embargo,
improbable que un autor a mediados del siglo xvu piense en forma
tan Fiel a Hegel y piense y fundamente sus propios pensamientos en
forma dialéctica a partir de lo que ya está dado de la historia de las
ideas. Otra posibilidad sería tal vez que el Derecho de todos a todo
reflejara solamente la conciencia subjetiva: todo individuo está con­
vencido de ésta que es su injusticia ( Unrecht). Esta convicción no
desaparecería si él descubriera que ella es compartida por todos los
demás desde la perspectiva que a cada uno de ellos es propia. Aho­
ra bien, la razón diría no solamente a cada cual que él tiene un Derecho
subjetivo de esta clase, sino también que él debe renunciar al Dere­
cho siempre carente de efectividad (wirkimgsloses Recht) en favor
de un Derecho parcial realizable bajo el dominio de la ley de un
Leviatán. Los textos relevantes a este respecto no dejan entrever
nada de una fundanientación subjetivista. ¿Por qué también los ha­
bitantes del Estado de Naturaleza deben acceder -m á s allá de la
palmaria experiencia del poder y del no-poder, del poder y de la
im potencia- a un concepto que no les explica ni ayuda en nada?

14 Esta autocontradicción no es idéntica con una pretendida autocontradictoricdad


del Estado de Naturaleza que consistiría en que diferentes personas tienen a la vez
un Derecho -e x c lu siv o - a objetos idénticos de In natura inferior.
164 Reinhard Brandt

Se dice con frecuencia que el Estado de N aturaleza y su ju s


ominurn in omnia sería, de acuerdo con la propia intención de
Hobbes, algo contradictorio. De este mismo carácter contradic­
torio resultaría lógicam ente en forma forzosa la necesidad de
abandonar el Estado de N aturaleza y de entrar en el Estado. Es
así que Yves C harles Zarka habla de la contradiction interne
de l'idée d ’nn droit n aturel de chacun sur toutes choses (con­
tradicción interna de la idea de un Derecho N atural de cada uno
sobre todas las cosas), contradicción pretendida por el propio
H obbes.15 Pero, ¿por qué debe ser contradictoria una posesión
originaria común de la “ natura inferior” con el D erecho de cada
uno a apropiarse de cualquier cosa que se quiera? “ Los presu­
puestos antropológicos de Hobbes sostienen de este m odo la idea
de un D erecho exclusivo de cada cual sobre todas las cosas.
Este D erecho sobre todas las cosas conlleva una contradicción:
‘Aquel derecho de todos los hom bres a todas las cosas no es, en
efecto, m ejor que si ningún hombre no tuviera Derecho a nada’” 16.
Hobbes lo form ula de otra m anera, pues no habla de una contra­
dicción del Derecho que él asum e de todos (i.e. los hom bres) a
todo, sino de que este Derecho no trae ningún fruto. Pero una
herencia que no me aporta nada no es contradictoria. Lo im por­
tante aquí tam bién no es que al Derecho ( Recht) que cada cual
tiene no le corresponda ninguna injusticia ( Unreclu), sino que
sea un Derecho inefectivo . En Hobbes deben ser distinguidas
entonces las consecuencias en el uso del Derecho del Derecho
mismo -a q u í no aparece a la vista ninguna contradicción del jus
omnium in omnia, sino una contradicción que el autor mismo ha
colocado en su aparato conceptual. Por lo demás, Zarka parte en
todo momento de que en Hobbes las personas se distinguen de
las cosas ya en el Estado de N aturaleza y de que no hay ningún
m otivo para realizar una crítica a este supuesto.
La concepción hegelianizante de que el Estado de N aturaleza
de Hobbes sería contradictorio en la propia intención de la teoría

,s Zarka, 1995. 181.


Ifi Zarka. 1995. 180. Zarka cita a Hobbes, 1969, 72 (T h e E lem ento o f Law, 1, 14, 10).
/mmanuel Kant: Política, Derecho y... 165

se deriva probablem ente de otra sutileza (incorrectam ente com ­


p re n d id a ) de H o b b es. El d e p lo ra b le status naturalis e stá
constituido de m anera tal que todo hom bre necesariam ente tiene
que querer abandonarlo. Quien quiere perm anecer en él, se con­
tradice a si mismo. Quien declara, sea con palabras o con las
m áxim as de sus hechos, querer perm anecer en el Estado de N a­
tu ra lez a , se c o n tra d ic e a sí m ism o. “ [...] he therefore that
desireth to Uve in such an estáte, as is the estáte o f liberty
and right o f all to al!, contradicteth himself (quien por tanto
desea vivir en un estado sem ejante com o es el estado de libertad
y de derecho de todos a todo, se contradice a sí m ism o)” se cons­
tata en Elements o f Law.n En el Leviatán no se observa ningún
cam bio en este punto. Pero enseguida se advierte: lo que es con­
trad icto rio no es el Estado de N aturaleza, sino el decir sí o
decir no de personas idénticas. A una opinión los lleva forzosa­
m ente la frágil naturaleza hum ana; a la otra llegan ellos a través
de una voluntad propia dirigida incorrectam ente y m ediante el
desconocim iento del modo en que sus esfuerzos necesarios por
naturaleza se pueden realizar propiam ente. Solam ente aquel que
busca la paz no estará en contradicción consigo m ism o. Sin
em bargo, con la antitética interna de un hom bre que no esté dis­
puesto a la paz, ni el ju s omnium in omnia ni el E stado de
N aturaleza mism o se convertirían en contradictorios. Si esto últi­
mo fuera el caso, se podría designar tam bién al capitalism o - y en
últim o térm ino a toda sociedad hum ana en g e n e ra l- com o con­
trad icto rio s.1718 La errónea localización de la contradicción ha
apartado a la investigación m ás reciente de la pista que conduce
al descubrim iento de una contradicción que la propia teoria no
puede nom brar.
Si es correcto que existe esta contradición interna en el ju s
omnium in omnia declarado, contradicción no pretendida por el
autor, entonces se destruye el teorem a decisivo del D erecho
N atural de Hobbes en su totalidad. Éste depende de una diferen-

17 Hobbes, 1969, 73 (The Elemente o f Law, I, 14, 12).


'* Cfr. en relación con esto, próxim am ente Vernunft im Spiel.
166 Reinhard Bmndt

cía entre omnia y omnes y a la vez la destruye. Un concepto de


Derecho ( Recht) sin el concepto opuesto de la injusticia (Unrecht)
y una razón que es solam ente privada son m eras fantasm agorías
lingüísticas. Hobbes subjetiviza el D erecho y suprim e a la vez al
sujeto del D erecho en el m om ento en que lo naturaliza. Si nadie
es sin contradicción el propietario de un Derecho ilim itado, tam ­
poco puede ser erigido sobre este fundam ento ningún Estado. La
fórm ula del “conferir ( confer )” o del “transferir ( iransfer )” del
C ontrato19 presupone com o objeto de la transm isión o de la ce­
sión un ju s in omnia libre de contradicción - y es precisam ente
esto lo que no acontece de acuerdo con nuestro análisis. E s así
que el C ontrato estatal del Leviatán queda rem itido a la fórm ula
sustituía de la Autorización que se m enciona por vez prim era en
esta obra (es decir, aún no m encionada en De cive ni en los
Elements).20 N o es que todo hom bre participe en el acto de la
autorización del m onarca futuro debido a un D erecho Natural
que le correspondería a él a diferencia del resto de los seres de la
naturaleza. Lo que acontece m ás bien es que los sujetos ju ríd i­
cos, los sujetos de Derecho ( Rechtssubjekte) son, en el acto de
la autorización del Leviatán, aquellos seres que pueden partici­
p a r en e s te a c to de c re a c ió n . L as a b e ja s y aun lo s m ás
d esarrollados chim pancés que, según lo m uestran las inves­
tig a c io n e s m ás recien tes, son capaces de re a liz a r p inturas,
rehuyen con resignación frente a la asam blea para fundar el Es­
tado porque se sienten rebasados en sus capacidades en una
em presa de esta clase. La autorización no tiene lugar sobre la
base de un Derecho pretendidam ente innato y ancestral que cada
uno trae desde el Estado de N aturaleza; es m ás bien un enlace
obligatorio que cada uno realiza por si m ism o en form a articulada
verbal mente y en relación con acciones futuras. Se hace una pro­
mesa en relación con acciones que alguien puede realizar u omitir.

•’ Cfr. H obbes, 1969, 103-104 {The Eiements o f Law. 1, 19. 6-10); H o b b c .


1983, 134 {De cive. II, S, 8); tam bién, com binado con las nuevas fórm ulas de U
autorización, H obbes. 1991, 120-121 {Leviathan, XVII, Pár, 13).
20 Cfr. en relación con esto Brandt, 1982.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 167

La autorización posibilita con ello un acto de fundación de la so­


ciedad civil, del Estado en form a sim ilar a un pacto con el diablo
o a la creatio ex nihilo - n o hay n in g ú n p a s a d o de un
Tohuwabohu * precedente o de la naturaleza con presuntos De­
rechos, sino solam ente el acto iniciador en la hora cero que enlaza
en form a obligatoria todas las acciones futuras. N adie se rem on­
ta a sus antecedentes y pregunta por su posibilidad y legitimación,
pero toda acción futura está orientada por este pacto originario y
ju stificad a m ediante él. Hobbes habría podido desligar en form a
consecuente el Leviatán de su teoría previa del Derecho N atural
que se enraizaba en el pasado y se orientaba por los estoicos y
elegir como única base la figura, es decir el acto de habla, de la
a u to riza c ió n -p o r lo menos respecto a los objetivos teóricos aho­
ra considerados.21
Con el acto de la autorización el Estado se convierte en una
autocreación del hombre. Con esto, la teoría de Hobbes recuerda
a las Meditationes de René D escartes del año 1641. A m bas
conciben al Yo (Selbst) del hom bre en form a novedosa. En el
conocido regreso a través de la duda, D escartes busca convertir
al acto intelectual del dudar m ism o en el punto de A rquím edes a
p a rtir del cual habrán de c o n q u istarse certezas p o sterio res.
Cogito, ergo sum se convirtió en el lema de esta orientación
hacia sí mismo. A diferencia de ello, Hobbes desarrolla en el
Leviatán una teoría que convierte al ciudadano en el autor de su
obligación de obediencia respecto a las leyes del Estado. Es el
ciudadano mismo quien crea el Estado que lo dom ina y en cuya
propia voluntad está fundam entada la voluntad del Príncipe. Él
autoriza el conjunto de las acciones del E stad o -h a g a lo que haga
aquél que dom ina, lleva siem pre para ello la firm a de todos los
ciudadanos que lo autorizan. Cada individuo singular puede decir:
L ’état c ’est moi (El Estado soy yo). El que sin embargo sola­
m ente una persona (a saber, el Soberano absoluto) pueda decir
esto con un valor sustancial m uestra la precaria posición de los

* Palabra hebrea que significa "confusión originaria".


21 Sigo en parte Id propuesta de interpretación de Bcmd Ludwig, 1998.
168 Reinhard Brandt

“sujetos” que se ponen bajo la tutela del Soberano. En este punto


H obbes se asem eja a D escartes, quien con el cogito llega a Dios
solam ente con cuyo conocim iento claro y distinto es posible el
conocim iento del mundo y el conocim iento duradero de si mismo.
El conocimiento claro y distinto comienza ciertamente con el alum­
bram iento del cogito sum; sin em bargo, éste puede ser puesto en
form a duradera y am pliado al conocim iento del m undo a partir de
la gracia de un Dios que, es así que tenem os que suponerlo, no
nos engañará. La novedad que am bos tienen en com ún es que en
el inicio se encuentra el hom bre que está consciente de sí mismo.
N o obstante, en am bos casos se requiere de una autoridad supe­
rior para hacer posible en forma perm anente al sujeto com o sujeto
cognoscente al igual que com o sujeto actuante.
Los teóricos ingleses posteriores a Hobbes intentaron m os­
trar com o algo contrario al Derecho al pacto hobbesiano de un
sujeto desprovisto de Derecho con un soberano absoluto que pone
al Derecho. La ruptura decisiva la alcanzó John Locke con sus Two
Treatises o f Government (1690) que constituyeron el fermento que
habría de marcar los desarrollos posteriores en la Filosofía del Dere­
cho también en el ámbito continental. Locke restituyó la posición
especial del hombre como una persona en el orden de la creación.
Hizo esto con premisas teológicas que Rousseau retomó tardíamen­
te, aunque sin mencionarlas en forma explícita. A diferencia de ello,
Kant intentó sustituirlas con la ayuda del concepto de autonomía en
el marco de un nuevo concepto de la razón práctica.I.

II. EL D E R E C H O C O N T R A C T U A L ( VERTRAGSRECHT)
DE K A N T: ¿UNA PO S E S IÓ N DE C O SA S (SACHBESITZ)
D E L A R B IT R IO DE O T R A P E R S O N A ?

1. El p ro b le m a siste m á tic o

El “ D erecho Privado” de Kant en el interior de la Metafísica de


las Costumbres (1797) se divide en tres apartados principales.
El prim ero de ellos trata “Del m odo de tener algo exterior com o
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 169

Suyo” (VI, 245); el segundo, “ Del m odo de adquirir algo exte­


r io r ” (2 5 8 ) y, fin a lm e n te , el te rc e ro , “ De la a d q u isic ió n
subjetivam ente condicionada a través de la sentencia de una j u ­
risdicción pública” (296) -e s te últim o no me interesa por el
m om ento.22 Lo que observam os aquí es que el lector debería sor­
prenderse por la doble división del prim er apartado. En efecto, el
lector sabe ya desde la “ Introducción” que: “ Lo M ío y lo Tuyo
innato puede ser tam bién llam ado lo interior (inrtere) (meum vel
tuum internum); pues lo exterior (aufiere) ha de ser siempre algo
adquirido” (237,24-26). Lo Mío, lo que tengo por naturaleza es lo
Mío interior (das innere Meine) com o la libertad innata, mi ho­
nor y mi cuerpo (238,1-3; 248,1-4).23 A diferencia de ello, lo Mío
exterior es el Derecho susceptible de ser adquirido (das erwerbbare
Recht) y es solamente de él que trata el Derecho Privado. En form a
correspondiente, se espera que el D erecho Privado inicie con el
tratado “Del m odo de adquirir algo exterior”. Sin em bargo, en
lugar de ello se coloca el análisis del T ener antes del análisis de
la Adquisición. Esta sorprendente inversión del Tener y la Adqui­
sición en el ám bito de lo Tuyo y Mío ex terio res la peculiaridad de
la “D octrina del D erecho” que conduce a las aporías que serán
tratadas a continuación. Antes de entrar a ello habrá que decir
aún algo más: Lo M ío y Tuyo exterior está fundam entado por
com pleto - o , por lo m enos, en una parte e sen c ial- en lo M ío y
Tuyo interior en tanto que Derecho innato, porque toda posesión
de c o sas ( Sachbesitz) está fundada en la “posesión común
( Gemeinhesitz) innata” (250,20) y todos los hom bres tienen des­
de su n a c im ie n to “un D erecho o rig in a riam e n te innato (no
heredado) al sustento m ediante los padres” (280,19-20). En am ­
bos casos se advierte a prim era vista la congruencia entre el

Jí Cfr. a este respecto l-'alcioni, 1999.


2) El últim o texto habla de la manzana que tengo en mi m ano y del lecho sobre
el suelo. Quien me quita la m anzana de la m ano y me expulsa de mi lecho me
lesionaría “en relación de lo Mío interno (de la libertad)” (248, 3-4) . De esto ha
de concluirse que el cuerpo com o condición de esta libertad se encuentra en el
dom inio de lo Mió interno. Esto se sigue tam bién de que lo Mió interno y lo Mió
exterior forman una disyunción com pleta y mi cuerpo, considerado com o algo que
no puedo a d quirir, pertenece necesariam ente a lo interno.
170 Reinhard Brandt

Derecho interior y el Derecho innato. N os concentrarem os aquí


en la problem ática del D erecho C ontractual ( Vertragsrecht).
Existen tres clases de objetos de lo Mío y Tuyo exterior que se
exponen tanto bajo el título del Tener com o bajo el del Adquirir.
En prim er lugar, se trata de cosas a las que podem os tener un
D e re c h o de p ro p ie d a d ( E igentum srech t ) ( “ P ro p ie d a d
( Eigentum) ” se dice inicialm ente en el texto im preso 269,1); en
segundo lugar, se trata del arbitrio del otro en el Derecho de Per­
sonas o en el Derecho Contractual y, finalm ente, en tercer lugar,
existe el D erecho en el estado ( Zustand') de otra persona en
relación a mi (247; 259 ff.).24
El D erecho de Personas o Contractual se concibe en un pri­
mer nivel como la posesión jurídica que tiene el socio contractual
sobre el arbitrio de aquel que es en cada caso el otro socio con­
tractual; en un segundo nivel y dando un paso más allá de lo
anterior, esta posesión del arbitrio se interpreta sin embargo como
una posesión de una cosa. En este segundo nivel, y es así que
dice nuestra tesis, Kant fracasa por determ inadas prem isas de
su propia teoría. El resultado se asem eja al del jus in omina et
omites de Hobbes.
El teorem a que por razones sistem áticas denom ino corno el
teorem a del prim er nivel se desarrolla en forma detallada en el
Segundo Capítulo.
Los contratos pueden estar referidos a dos ám bitos: a cosas
(Sachen) que yo puedo dar (daré) o a actividades (Táligkeiten)
que puedo hacer (facere). El “ puedo” se encuentra en mis facul­
tades físicas y legales (rechtliche). Los contratos se componen
-d ic h o en form a sim plificada- de dos o tres acciones. En prim er
lugar, quien se obliga por el contrato tiene que declarar su pro­
mesa (ti)-, a continuación, quien acepta el contrato tiene que
aceptar la prom esa ( t 2 ) y, finalm ente, en tercer lugar, quien se
obliga por el contrato tiene que realizar lo que en él se promete,

14 Kant es de la opinión de que fue el prim ero en haber introducido la tercera


c la se , cfr, VI, 3 5 7-361. R o b in et. 1994, 131-134. llam a la a te n ció n so b re una
triad a análoga en Lcibniz.
¡mmamtel Kant: Política, Derecho y... 171

sea la sesión de la cosa o la realización de la actividad (/i).25 Kant


considera garantizada la validez legal de los actos solamente si está
suprimida la separación espacial y temporal de los fenómenos en un
“En sí (.Ansich )” inteligible 26 La “ Deducción Trascendental” de un
contrato legal se conduce asi de modo que la toma de posesión recí­
proca del arbitrio se piensa como el fundamento de determinación de
la acción que se establece contractualmente

ciertamente en primer lugar en forma empírica mediante la declara­


ción y la contradeclaración del arbitrio de cada uno de ellos en el
tiempo como condición sensible de la aprehensión, donde ambos
actos legales se siguen siempre el uno al otro: ya que aquella rela­
ción (como una relación jurídica) es puramente intelectual, aquella
posesión se representa a través de la voluntad, considerada ésta
como una facultad legisladora de la razón, como una posesión inte­
ligible (possessio noúmeno») según conceptos de libertad (...] que
parte de una única voluntad común [...] (272,34-273,10).

La validez legal del acto inteligible se garantiza m ediante “ un


[sic!]27 postulado de la razón pura (que abstrae de todas las con­
diciones sensibles del espacio y del tiem po en lo que concierne al
concepto de D erecho)” (273,22-25).28

ls C/r. tam bién K ersting. 1993. 297-302.


16 C/r. en la Krtltk der reinen iernunft: “ Por ello no puede d ecirse que el
concepto común seria sensible y que contendría un mero fenómeno, pues el Dere­
cho no puede aparecer fenoménicamente, sino que su concepto se encuentra en el
entendim iento y representa una cualidad (la moral) de las acciones que les corres­
ponde a ellas en si m ism as". (A, 43-44).
57 Esto es, no m ediante “el” postulado, a saber el postulado de los Parágrafos
§2 y §6.
28 El texto citado muestra, sin una interpretación más detallada, que la Doctrina
kantiana del Derecho no puede ser pensada sin los análisis teóricos previos de la
Crítica de la Razón pura, especialmente de la distinción entre cosa en si y fenómeno
Sin la filosofía trascendental no existiría una Metafísica de las Costumbres -q u e , no
obstante, no son parte de la filosofía trascendental. A diferencia de ello, el ciudadano
del Estado kantiano necesita tener estos conocim ientos tan poco como, según Kant.
el físico tiene que saber que se ocupa con meros fenómenos. Para el ciudadano es
suficiente la libertad em pírica del arbitrio (die empirische H'illkúr/reiheil) que los
hom bres tienen a diferencia de los anim ales (com o m eros seres racionales (blofi
vernünftige Wesen) en oposición a los seres de razón O'ernunftwesen) que ellos tam­
bién son, (véase VI), 26,6-11 und 418,7-10). A hora bien, e sta estructura que se
172 Reinhard Brandt

El privilegio que la persona A tiene respecto a la posesión del


propio arbitrio naturaliter está fundam entado, así podem os su­
po n erlo en el sentido de K ant, m ediante la fig u ra ju ríd ic a
(rechtliche Figur) de lo Mío interior. Cada cual es poseedor le­
gal originario de su propia voluntad naturaliter o de su propio
arbitrio naturaliter. Él los tiene a ambos y no puede adquirirlos
(el propio arbitrio no es para él algo exterior). N o obstante, él
puede vincularse obligatoriam ente en relación con algún otro me­
diante un contrato que se realice librem ente, es decir, de acuerdo
con la interpretación kantiana de esta vinculación obligatoria: con­
cederle una coposesión ( Mitbesitz) tem poral o ideal de su Meum
interior. Nos contentam os aquí por lo pronto con esta exposición.
Posteriorm ente esta Teoría de la Adquisición deberá ser retom ada
críticam ente.
Se advierte que en esta construcción de la posibilidad ju ríd ica
de la A dquisición a través del contrato se regula no solam ente la
A dquisición del arbitrio de otro, sino tam bién el Tener, pues la
posesión, aun cuando sea tem poral y condicionada, es un tener
de algo exterior (c?ine áufiere Habe). Sin embargo, como ya se
ha m encionado, Kant ha colocado antes del “Capítulo Segundo”
un tratado separado “ Del modo de tener algo exterior como Suyo” .
En este punto el Derecho Contractual experim enta un cam bio
difícil de ser justificado.

comprende en forma dora se complica algo porque los demonios kantianos del escrito
sobre la paz disponen ciertamente de libertad de arbitrio y son racionales; sin embar­
go. a pesar de ello, no son ciudadanos posibles del Estado kantiano. No conocen
ninguna “obligación legal (RechtspJHcht)" fundada en la razón práctica pura (véase,
entre otros. 252.13) que convierte al hombre en persona legal {Rechuperson). Y esta
obligación legal a su vez, y ello sorprende, no pertenece tampoco a la Doctrina de la
Virtud. Ebbinghaus, 1968, 20-22, aboga por una interpretación de la “ Doctrina del
Derecho" sobre el fundamento de la pura libertad empírica del arbitrio (rein empirische
Willkürfrelheit). Esta “ lim itación de la Doctrina del Derecho kantiana al concepto
negativo de la libertad del arbitrio humano" significaría “a la vez la independencia de
esta Doctrina del Derecho de la filosofía critica en general y de su idealismo trascen­
dental" (22). Una mirada al Derecho Privado, que Ebbinghaus no considera, muestra
lo insostenible de esta concepción. Poggc, 1998. parece ser de la misma opinión que
Ebbinghaus; en la tabla que aparece en Pogge, 1998. 86 falta, al lado de la Consistencia
y la Universalidad, la Necesidad. Y es precisam ente para ella que Kant necesita de
todo el esfuerzo de una Metafísica de las Costumbres.
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 173

Sea cualquiera la manera en que el lector de la “Doctrina del


Derecho” pueda relacionarse con el arreglo del texto realizado por
Bemd Ludwig, lo cierto es que existe una “Exposición del Concepto
de lo M ío y Tuyo exterior” (247), una “Definición del Concepto de lo
Mió y Tuyo exterior” (248) y una “ Deducción del Concepto del
Derecho de la mera posesión legal de un objeto exterior (possessio
noumenon)" (249). Esta D educción se apoya sobre el postulado
de la Razón jurídico-práctica que se com prueba en la referencia
del últim o párrafo de §2 - o tam bién del de §2 que se inserta en
§6 de las ediciones tradicionales. El Postulado reza así: “Es posi­
ble tener com o M ío un objeto exterior cualquiera de mi arbitrio;
es decir, una m áxim a de acuerdo con la cual, si ella fuera ley, un
objeto del arbitrio tendría que ser en sí (objetivam ente) carente
de dueño (fiérrenlos) (res nnllius), es una m áxim a contraria al
Derecho” (246,5-8). El objeto posible del arbitrio experim enta en
la “ Exposición” su especificación de acuerdo con la categoría de la
Relación en tres clases. El postulado es válido, aunque se proceda
con el texto de cualquier modo que se quiera, de manera que abarca
a las tres clases de objetos. Esto es algo nuevo en relación con el
Derecho de Adquisición (Erwerbsrecht), pues en él se encontraban
fundamentadas las tres clases de objetos en postulados separados
correspondientes (258, 24-25, 264, 30-35 y 268, 25 para el D ere­
cho de Cosas o Derecho Real [Sachenrecht];29 273, 22-29 para
el D erecho C ontractual y 276, 32-34 para el D erecho de Perso­
nas en el modo de las cosas [das auf dingliche Art personliche
Redil]). Y adem ás existe en las dos prim eras clases de objetos
una v o lu n ta d com ún se p a ra d a que se p ie n sa com o u n id a
noum enalm ente. En el Derecho de Cosas o Derecho Real es una
“voluntad omnilateral ( allseitiger ), no casual sino a priori, por
tanto necesariam ente unificada y por eso solam ente legisladora”
(263, 26-27). Habíam os conocido ya anteriorm ente la voluntad
bilateral com ún (gemeinsamen zweiseitigen Willen) en el D e­
recho de Personas o en el Contractual.

29 Podem os m antener esto también para el pasaje tomado en serio de 258, 24-
25, pues ahi se trata, bajo el titulo general “ Principio Universal de la Adquisición
e xterior", a partir de 258, 9, solam ente del Derecho de Cosas o Derecho Real
174 Reinhard Brandt

La fundam entación del Postulado de §2, es decir de §6, con­


tiene una prim era parle que concierne a la m era Posibilidad
(“ Poder (Machí)”) en el prim er párrafo (2 4 6,9-35), en el segun­
do párrafo (247, 1-8) y a continuación la propiam ente buscada
entrada en vigor de esta posibilidad con una permisión ( Erlauhnis)
de tener realm ente algo exterior en su “ poder” a través de un
acto de a rb itrio y, con ello , de im poner una o bligatoriedad
unilaleralmente a todos los oíros. Esta segunda parte contiene
el problem a que es relevante para el D erecho C ontractual.
La primera parte dice que el principio racional de la concordancia
jurídica (gesetzliche Qbereimtmmung) de la acción libre del arbi­
trio de uno con la de todos los otros tiene un carácter puramente
formal. Sería contradictorio hacer depender esta regulación formal
de la libertad de la pregunta material de si un objeto utilizable se
posee físicamente por mí (y entonces su uso, no concedido por mí,
mediante otras personas lesiona lo Mío interior y es por ello contrario
al Derecho), o no - e s decir, el objeto se encuentra en una lejanía
espacial y temporal. Se sigue entonces de la ley de la libertad el que
la posibilidad de un Mío y Tuyo exterior tiene que ser presupuesta.
Digámoslo en forma más exacta: según la determinación de lo
que sea un objeto de mi arbitrio, inicia un silogismo con una primera
premisa (246,10-19), una segunda premisa (246,19-23) y una con­
clusión (246,23-25) que, a su vez, se formula de nuevo (246,32-35)
en el sentido del postulado (246,5-6). Entre la primera y la segunda
formulaciones del Postulado se intercala una aclaración de la dife­
rencia entre “poder (Machí)” y “potestad (Gewall)” (246, 25-32)
que es constitutiva para el paso de la primera a la segunda parte de
la prueba total. Ahora bien, la segunda premisa es la premisa propia­
mente mayor y dice en forma abreviada lo siguiente: “ Las leyes del
Derecho (Rechtsgesetze) son solamente de naturaleza formal” . Por
su parte, la primera premisa como premisa menor dice en breve lo
siguiente: “La prohibición del uso de objetos útiles (=res nullius) no
es de naturaleza formal” -pues, en efecto, el arbitrio de cada uno
concuerda perfectamente en el uso de los objetos con la libertad
externa de todo otro según leyes universales (246,17-19). La prohi­
bición no es entonces una ley jurídica posible. Así, la máxima “de
acuerdo con la cual, si ella fuera ley, un objeto del arbitrio tendría
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 175

que ser en si (objetivamente) carente de dueño {fiérrenlos) (res


nullius), es una m áxima contraria al Derecho” (246, 6-8), porque
esta ley se contradiría a sí misma (246,24-25) ya que siendo, como
ley, formal, sería, no obstante, material como ley de prohibición.30
Pero con esto no se ha arreglado aún el punto decisivo.3132En toda
“ocupación (Bemachtigung)” legal (263, 14) de una cosa se limita
la libertad de todos los demás a través de un acto al cual no han dado
su consentimiento. Una limitación de la libertad de esta clase es, no
obstante, contraría al Derecho de acuerdo al principio omnis ohligatio
est contracta?2 Puede compararse esto en un trabajo previo en el
que se lee el siguiente pasaje: “En relación con la posesión de una
cosa fuera de mí, según las leyes de la libertad no puedo ejercer
ninguna coerción más que si todos los otros con los que yo pueda
entrar en esta relación concuerdan conmigo, es decir, mediante la
voluntad unificada de todos ellos con la mía, pues entonces obligo a
cada uno mediante su propia voluntad según leyes de la libertad”
(XXIII 277,28-33).

30 Se advierte aquí lo arriesgado que es hablar de una universalización en el


examen de las máximas. I.a universalización se refiere al contenido de la máxima
que, en forma de prueba, se unlversaliza. El punto de Kant es, por el contrario, el
de la cuestión de si la máxima puede ser una ley form al de la libertad. Hay entonces
un tránsito categorial de contenidos del arbitrio hacia una forma legal (gesetzliche
Form) que a b strae por co m p le to de todo c o n te n id o . 1.a ley es no so la m e n te
dem ocrálico-univcrsal, sino que se tiene que cualificar tam bién com o necesaria.
No basta que mi m áxima de anudar las agujetas de mi zapato izquierdo antes de tas
del derecho pueda universalizarsc sin problem a a lo largo y ancho del mundo. La
distinción c ritica entre contenidos fenom enales, determ inados espacio-tem poral-
m entc. por un lado, y una legislación de la libertad en el orden inteligible, por el
otro, es la presuposición de la filosofía moral kantiana (D octrina del D erecho y
Doctrina de la Virtud bajo el techo corrnin del im perativo categórico). Si se supri­
me esto, todo se convierte en algo sin sentido. Se debe rem itir aún al hecho de que
la máxima de 246, 6-8 se formula como antítesis bajo la condición de un concepto
p rc crilic o de posesión 2SS, 9-10.
31 Es falso suponer que Kant se dedica aquf a “cuestiones de nom enclatura";
véase Struck, 1987, 472.
32 Cfr. K ant, 1900 y ss., XX III, 219,10-1 S: “ No puede surgir para nadie una
obligatoriedad más que la que él mismo ha contraido para si (omnis obligatio est
contracta). Nadie puede entonces adquirir algo a través de un a rbitrio unilateral
(aunque si por m edio de una acción unilateral), sino m ediante arbitrio unificado de
los que crean una obligatoriedad en la adquisición y realizan un contrato reciproco
(sich wechselseitig contrahiren)”.
176 Reinhard Brandl

Ahora bien, el postulado del “ Primer Capítulo” disuelve la aporía


p ara la situ ació n p reestatal m ediante un a c to de a u to rid ad
(Machtspruch): otorga una perm isión o

autorización ( Befugnifi) que no podríamos obtener a partir de meros


conceptos de Derecho; autorización para imponer a todos los otros
una obligación que de otra manera no tendrían, a saber, la de abste­
nerse de usar ciertos objetos de nuestro arbitrio porque nosotros
hemos sido ios primeros en tomarlos en nuestra posesión. La razón
quiere que esto tenga valor de principio y esto en tanto que razón
práctica que se extiende a priori mediante éste que es su postula­
do” (247>8).33

“A todos los otros” - s e ve cóm o se coloca aquí la piedra fun­


dam ental del D erecho provisional (provisorisches Recht) de
lim itar en form a anticipada la libertad de todos los otros y a con­
tinuación, en la fundación del Estado, transform ar el Derecho
provisional en perentorio. En la legislación de la voluntad univer­
sal pueden ser reguladas, en idea, las lim itaciones a la libertad y
los actos individuales de adjudicación de posesión pueden ser
transform ados en Derecho perentorio. Pero con ello cada cual
ha dado su consentim iento para lim itar la libertad m ediante el
arbitrio de los otros. Esto lo ha anticipado hasta cierto punto en
una atribución presurosa.

33 En relación con la cuestión de hacia dónde propiam ente se am plia la razón


p rá ctic a ( cfr. 2 4 7 ,6 -8 ). deben co n sid era rse dos puntos. En prim er lugar, K ant
c o lo c a los “ m eros c o n ce p to s ( blofie B egriffe)" (2 4 7 , 3) c o n tra el " p rin c ip io
(Grundsatz)" (247. 7). El im perativo categórico, como tam bién ley de la libertad
externa que de él se deriva, es aquí un principio (Sai:) sintético a priori del cual
pueden deducirse otros principios sintéticos (-com o, en forma análoga, a partir de
los p rincipios sintéticos de la A ritm ética y de la G eom etría se siguen analítica­
m ente otros principios sintéticos y. lo m ismo que en el caso anterior, a partir de
m eros c onceptos, por ejem plo, no puede ser e x p lic ad a la d ifere n cia de p artes
com plem entarias incongruentes). No obstante, en segundo lugar, solam ente hasta
el últim o párrafo de $2 se realiza el tránsito desde la posibilidad fundamental del
Mió y Tuyo exterior jurídicos hacia la "am pliación” de que ahora, en un acto del
arbitrio por el que se asum e una posesión, acto posible jurídicam ente, se impone a
to d o s los o tro s una o b lig a to rie d ad co m pletam ente nueva. Tal vez se encuentre
apenas en este lugar la am pliación sintética del postulado.
hnmanue! Karti: Política, Derecho y... 177

El fundam ento de este concepto es la idea de la posesión co­


mún originaria de las cosas utilizables por parte de todos los
hom bres.34 Tomar un determ inado pedazo de esta posesión co­
mún y convertirlo en propiedad exclusiva es algo que requiere de
una regulación legal que lo haga posible. La idea de Kant supera
en elegancia y profundidad a la de los pensadores precedentes
del D erecho N atural. Solam ente tiene, al parecer, una falla. En
efecto, el arbitrio de los otros pertenece tam bién a los objetos
para los que ha de ser válido el postulado del “ Prim er C apítulo” .
La posesión recíproca del arbitrio entre los que realizan el con­
trato funda -a s í lo sabem os- la posibilidad legal del contrato. Ahora
bien, la argumentación en el “ Segundo Capítulo” parte de que quie­
nes realizan el contrato disponen de su arbitrio propio naturaliter
también en forma legal de un modo privilegiado. No es una “res
vacua”, sino que pertenece a lo Mío interior innato. Sin embargo, si
éste es el caso, la libertad “de todos los otros” no se limita a través
del contrato bilateral o multilateral, pues su libertad en la disposición
sobre el arbitrio extraño se encontraba ya siempre limitada en térmi­
nos de Derecho Natural mediante la existencia del Derecho de lo
Suyo interior (des ¡ritieren Seinen) de otras personas.
Antes de toda posesión recíproca contractual del arbitrio de
los que realizan el contrato, la libertad de toda persona se encon­
traba ya restringida en relación con toda otra persona porque
nadie puede utilizar o violar la libertad, el honor o el cuerpo de los
otros ni apropiarse arbitrariam ente de su libertad. “ Lo legalm en­
te M ío (rechllich Meine) (meum iuris) es aquello con lo que
estoy tan ligado que el uso que otro quisiera hacer de él sin mi
consentim iento me lesionaría” (2 4 5 ,9 -1 1). Es así que reza la pri­
mera frase de §1 en donde se habla en térm inos aun generales
de lo M ío interior y de lo M ío exterior.
Si, no obstante, la posesión jurídica del arbitrio de otro se halla bajo
las mismas condiciones del postulado de §2 como lo está la posesión de
cosas, entonces lo M ío y lo Tuyo interior se suprim en y la perso­
na se convierte en una cosa que se encuentra en la posesión

u Véase a este respecto Edwards. 1998.


178 Reinhard Brandt

com ún antes de todo acto de adquisición. En efecto, solam ente


bajo esta condición se impone a todos los dem ás una nueva obli­
g a to ried a d en la rea liz a c ió n de un c o n tra to en tre p e rso n a s
determ inadas, una obligatoriedad, que ellos de otra m anera no
tendrían, de abstenerse del arbitrio de estas personas. Pero, y
esto es lo sorprendente, esta obligatoriedad la tenían ya porque el
arbitrio pertenece a lo M ío interior que cada cual posee y con
ello el uso no consentido, no aprobado, lesiona al Derecho.
Kant repite aquí este punto -suponem os que un punto equivoca­
d o - de su concepción en el “Primer Capitulo” (¡y solamente en él!):

La posibilidad de una tal posesión, por consecuencia la deducción


del concepto de una posesión no empírica, se funda sobre el postu­
lado jurídico de la razón práctica según el cual ‘es una obligación
jurídica (Rechtspflicht) actuar en relación con los otros de tal forma
que lo que es exterior (utilizable) pueda ser considerado por cada
cual también como Suyo’ [...] (252,11-15).

Y, poco más adelante: “Cuando yo declaro (verbalmente o a tra­


vés de un acto): yo quiero que algo exterior sea Mió, yo declaro de
esta manera como algo obligatorio para toda otra persona el abste­
nerse del objeto de mi arbitrio: se trata de una obligatoriedad que
nadie tendría sin este acto jurídico” (255,26-29). Lo M ío exterior de
lo que aquí se habla debe abarcar las tres clases de posesión posible.
Sin embargo, con ello se comprende el arbitrio (y también el estado,
Zustand) de personas como una cosa de la que nadie está obligado a
priori de abstenerse -com o era en el caso del Estado de Naturaleza
de Iíobbes en el que cada cual tenia un Derecho a todas las cosas y
personas. N o obstante, esto contradice evidentemente el estatus ju ­
rídico de lo Mío interior que Kant concede a la persona: cada cual
está obligado, con anterioridad a toda acción jurídica, a abstenerse
de la posesión de sí (Selbstbesitz) innata de cada cual. Kant identifi­
ca erróneamente lo Exterior sin más (das Áufiere schlechthin) (las
cosas) con lo exterior sólo para otros (lo Mío interior de toda otra
persona) y subsume subrepticiamente al segundo bajo el primero.
Las m ism as aporias prevalecen a fortiori en la tercera clase
de objetos, es decir en el D erecho D om éstico ( Hausrecht). Tam -
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 179

bién aquí la idea de que imponemos “a todos los otros” una obligato­
riedad a través de la adquisición recíproca de personas conduce
necesariamente de vuelta a la presuposición falsa (de acuerdo con
Kant mismo) de que la persona no tiene ninguna relación privilegia­
da con su propio estado (Zustand), de que ella no está en posesión
jurídica de sí misma (nicht im rechtlichen Selbsthesitz), de que es
una cosa. La explicación del Derecho Doméstico en el “Segundo
Capítulo” se encuentra por el contrario libre de esta embarazosa
concepción como lo era la del Derecho Contractual.35
En realidad Kant m ism o separa el D erecho Contractual en el
“ Segundo C apítulo” del D erecho de Cosas o Derecho Real ju s ­
tam ente en el punto neurálgico. Es así que dice:

Éste mi D erecho es solam ente un D erecho personal


(persónliches), es decir un derecho hacia una persona física de­
terminada, el de actuar sobre su causalidad (su arbitrio), el que
ella me provea de una prestación, no un Derecho de Cosas o
Derecho Real (Sachenrechí) hacia esta persona moral, la cual
no es otra cosa más que la idea del arbitrio de todos unificado a
priori y por lo cual solamente yo puedo adquirir un Derecho
hacia todo poseedor de la cosa -y es esto en lo que consiste
todo Derecho sobre una cosa (274,5-12).

Esta formulación no es compatible con la concepción entera del


“Prim er Capitulo” . En forma inversa, en el “Segundo Capítulo” se
dice, en relación con la adquisición originaría mediante una ocupa­
ción unilateral, que ella podría ser legitimada36 mediante una “voluntad
unificada a priori que ordena absolutamente (es decir, a través de la uni­
ficación del arbitrio de todos los que pueden entrar en una relación
práctica entre sí” (263,21-23); “En efecto”, continúa Kant, “la voluntad
unilateral (a la que también pertenece la voluntad bilateral y a la vez
particular) no puede im poner a nadie una obligatoriedad [...j” 1

11 E sto es v álid o tam bién para §10, pu es se dice ya en el T itu lo "P rin c ip io
Universal de la A dquisición exterior” . Sin em bargo, en realidad se trata solam ente
de la adquisición originaria.
34 Un concepto que Kant aquí no utiliza.
180 Reinhard Brandt

(263,2 3 -2 5 ). Sin em bargo, en este punto no se puede concluir, a


la inversa, que la voluntad bilateral y por tanto solam ente particu­
lar de los participantes en el contrato requeriría de la voluntad
universal para la libertad jurídica.
El postulado ju ríd ico de la razón práctica rezaba: “ Es posible
tener com o Mío un objeto exterior cualquiera de mi arbitrio; es
decir, una m áxima de acuerdo con la cual, si ella fuera ley, un
objeto del arbitrio tendría que ser en si (objetivam ente) carente
de dueño (herrenhs) (res millius), es una m áxima contraria al
D erecho” (246. 5-8). Ni mi arbitrio ni mi estado (Zustand) son
“re.v nullius ”, sino que son lo que en cada caso es M ío interior.
Por ello no tiene im portancia, com o ya se m ostró más arriba, el
postulado para la segunda y tercera clase de objetos (2 4 8 ,8 -2 9 ).
Aún m ás, un elem ento de adquisición originaria (que es siem pre
de una cosa) se introduce en el postulado de §2 y §6: “ [...] por­
que en prim er lugar la hemos tom ado en posesión” (2 4 7 ,6 ) - p o r
otra parte, en la Doctrina de la A dquisición originaria de cosas
en el “ Segundo Capítulo” se utiliza este postulado o un postulado
similar (véanse: 258,23-25; 262.15-16; 264,29-35; 2 6 8 ,20-30).37
Esto, sin em bargo, no es el caso en el Derecho Contractual y en
el D erecho Dom éstico cada uno de los cuales form uló, com o se
mostró, sus propios postulados. La diferencia vale tam bién para
la oposición entre posesión provisional y posesión perentoria. Ella
aparece solam ente en el “ Prim er C apítulo” y en el Derecho de
A dquisición de cosas, aunque no en el Derecho de A dquisición
del arbitrio y del estado ( Zustand ) de otras personas - n i el Dere­
cho Contractual ni el D erecho Dom éstico se presentan como
provisionales en el “ Segundo C apítulo” . Se debe llamar la aten­
ción, adem ás, sobre el hecho de que los tres apartados de la
Doctrina de la Adquisición comienzan con la determinación del con-1

11 Se traía del "Postulado de la Razón Práctica" que no es idéntico en todos los


casos con el Postulado de §2 y §6: justam ente en 258. 22-23 el acto del arbitrio de
246. 30 y 247, 6 no se contem pla dentro del Postulado. La referencia en 262. 15-
16 que es singular para la D octrina del Derecho puede muy bien haber sido realizada
por el redactor -c o m o se encuentra en m últiples ocasiones en la Antliropologie de
1798 (c/r. mi com entario, Itam burg, 1999). El •‘Prim er C apitulo" no puede por
ello haber sido redactado antes del ‘‘.Segundo C apitulo” .
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 181

cepto de Posesión o del Tener una cosa (260, 13-261,25), del arbi­
trio de otro en el Derecho Contractual (271,4-10) y de la posesión o
del T ener del estado (Zustand) de otras personas en el Derecho
D om éstico (276,19-26), es decir, com o si una pieza fundamental
colocada previam ente que trata solam ente del T ener o del Po­
seer en lugar de la A dquisición no fuera en absoluto necesaria.
Pero, podría objetarse de esta m anera: ¿no es válido tam bién
en G oltfried Achenwall que el Derecho puram ente personal del
contrato me autoriza ante la tarea de im poner a todo otro una
obligación de abstenerse de lo M ío que he adquirido en el contra­
to? Se dice expresam ente:

Si factum pacto promissum nondum est praestitwn; acceptanti


competit i) ius persónate in promisssorem, ut id praestetfaciendo,
vel non faciendo, ve! patiendo, ut ipse facial, 2) ius in quemlihet
tertium, ne promissorem vel inipediat in faciendo, vel cogat ad
committendem, quodcontrarium est dataeftdei (Si la acción prome­
tida en el contrato no se ha realizado, entonces le corresponde a
aquel que aceptó la promesa. I) el Derecho personal en relación a
aquél que dio la promesa de que éste realice lo prometido mediante
su acción u omisión o de que asuma el costo de que él mismo se cree
su propio Derecho, 2) el Derecho en relación con un tercero de que
él no impida el cumplimiento de la promesa ni obligue a quien la dio
a algo que se contrapone a la palabra dada).38

- Y lo importante aquí es la idea de que, además del ius persónate


en relación con el promissor, surge también un Derecho en relación
con todo tercero. Vale la pena atender brevemente esta objeción
para esclarecer de nuevo la idea específicamente kantiana m edian­
te el contraste. En Achenwall la persona está provista de un Derecho
Natural de soberanía que en Kant se encuentra en la forma de lo
“Mío interior” (es decir, localizado ya en la teoría de la posesión).
Bajo el título “De iure cuiusvis respectu sui ipsius (Sobre el Dere­
cho de cada cual respecto a sí mismo)”,39 Achenwall habla del

18 A chenw all, 1767, 168 (§187).


M A chenw all, 1767, 58 (“T iiulus I”).
182 Reinhard Brandt

Derecho interior innato, “ ius illud , quod natura caique competit


in se ipsum et in omnes actiones suas non iniusías [...] (aquel
D erecho, que por naturaleza corresponde a cada cual, con res­
pecto a sí mism o y a todas sus acciones no injustas)” .40 A sí, a
n a d ie se le a s ig n a ría un D erech o “ substantia mea utendi,
actiones meas iusías eodem modo determ inandi pro sua
volúntate (suo libero arbitrio), quemadmodum illud competit
pro meo arbitrio [...] (usar mi posesión y determ inar m is accio­
nes ju sta s en el mismo modo a través de su voluntad (su líbre
arbitrio), com o esto corresponde a mi arbitrio)” .41 Bajo el título
“De iure circa res (Sobre el D erecho de cosas o Derecho real)”
se distinguen en forma estricta cosas y personas. Tenem os un
derecho innato a utilizar cosas; las cosas aún no utilizadas serian
“ res nullius (cosa que no está en posesión de nadie)” .4243D espués
de esta aclaración prelim inar se trata el Derecho de la A dquisi­
ción originaria de cosas y a continuación el Tener (“ De dominio
(Sobre el Tener)”) de la cosa adquirida - a diferencia de ello,
Kant pondrá el Tener antes de la Adquisición. A este doble trata­
m iento del D erecho de C osas o D erecho Real ( Sachenrecht)
sigue el D erecho de Personas en el Contrato (“ De pactó")**
A hora bien, el contrato no se concibe en térm inos jurídicos de
propiedad ( besitzrechtlich), como lo hicieron a grandes rasgos
G rotius y en form a com pleta Kant, sino más bien como “ voluntas
nimirum sufficienter declarata utriusque (voluntad de am bas
partes, explicada en modo suficiente)”,44 en donde cada cual se
obliga a algo lásese obligat (se obliga)”).45 “ [...] acceptanti ex
pacto nascitur ius in promissorem, ut praestet [...] (a aquel
que acepta la prom esa, le nace por el contrato el D erecho en
relación con aquel que dio la promesa de cumplir este contrato)” .46

40 A chcnw all, 1767. 61 (§68).


41 Achcnwall, 1767. 61 (§68; c/r. auch §67 «nd §168).
43 A chenw all, 1767. 88-90 (§106 - §108).
43 A chcnw all, 1767, 142-164 (§165 - §181).
44 A chcnw all. 1767, 145 (§166).
45 A chcnw all, 1767. 151 (§171).
4,1 A chcnw all. 1767, 167 (§ 186).
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 183

Este Derecho no es ningún D erecho Real, de cosas, sino en todo


m omento sólo un Uius persónate (D erecho personal)”, de modo
que la posibilidad de que m ediante el Derecho m encionado se
excluya al tercero de lo que se ha prom etido contraclualm ente
no está fundam entada en el Derecho de exclusión en la posesión
del arbitrio de otro.47 Y en Kant esto es justam ente la conse­
cuencia inevitable de su concepción en el “ Prim er C apítulo” .
Antes de aclarar la cuestión de cuál interés pudo tener Kant
en esta fundam entación -u n a fundam entación que está en con­
tradicción con sus propias p rem isas- del Derecho Privado y con
ello tam bién del Derecho Público, debem os señalar aún un trata­
m iento asim étrico ya abordado de las tres clases de objetos de la
posible posesión. Este tratam iento se encuentra tam bién en el
“Segundo C apítulo”, es decir, en el D erecho de A dquisición. En
prim er lugar, se presenta oficialm ente en §10 el “ Principio Uni­
versal de la A dquisición exterior” (258, 4). No obstante, en
realidad se trata solam ente de la posesión de cosas respecto a la
adquisición originaria. De esta m anera, la propiedad dom ina la
totalidad de la argum entación y, por así decirlo, absorbe tam bién
aquí §10 a las otras dos, a las clases de objetos, independientes
en sí, de lo Mío y Tuyo exterior. En segundo lugar, en el “Segundo
C apítulo” se trata en general del Derecho de Personas o C on­
tractual; no obstante, el Derecho de C osas o Derecho Real sigue
siendo aquí rector en la argum entación. Kant se dirige particular­
m ente a la enajenación de una cosa ( Veráufieritng einer Sache)
y designa erróneam ente a ésta com o el contrato, com o si no hu­
biera ningún acuerdo contractual sobre un mero “facere (hacer)” :
“ La transm isión de su propiedad (Eigenthum) a otro es la ena­
jenación ( Veraufierung). El acto del arbitrio unificado de dos
personas por el cual en general lo Suyo de una de ellas pasa a la
otra, es el contrato ” (271, 31-34). 41*

41 Achcnwall podría fundamentar la necesidad de la formación de una voluntad


universal provista del poder de coerción en el Derecho de excluir de lo adquirido
contractualm cnte al tercero, es decir, a todos los otros (véase nuestra primera cita
de Achcnwall). Sin embargo, esto adquirido contraclualm ente no es en Achcnwall
el arbitrio de otro.
184 Reinhard Brandl

En la tercera clase objetos, en el Derecho de Personas en el


modo de la cosa, encontram os una com binación del Derecho de
C osas o Derecho Real y del D erecho Contractual. Esta com bi­
nación es, sin em bargo, de tal m anera que el Derecho de C osas o
D erecho Real está presente en form a duplicada, a saber de una
doble m anera. Por un lado, tenem os la form a recíproca de pose­
sión que se desarrolla en forma explícita en el “ Segundo Capitulo” .
Esta form a reciproca de posesión aparece com o posesión de co­
sas de los cónyuges entre sí -p o sesió n de cosas restringida en
form a p erso n al- y com o posesión unilateral de cosas -p o sesió n
tam bién restrin g id a- de los padres en el m antenim iento dom ésti­
co de los niños y del señor en el m antenim iento del servicio
dom éstico, todo ello bajo la cobertura de una nueva “ ley permisiva
natural (natiirliches Erlaubnisgesetz)” (276, 32-33).48 Debido
a que la posibilidad de la posesión de cosas por parte de personas
en el m atrim onio está fundam entada en que am bos cónyuges se
adquieren recíprocam ente y de ese modo pueden producir nue­
vam ente su personalidad - e s decir, la relación tiene que ser
bilateral en forma e stric ta - la posesión de cosas respecto a los
niños y al servicio doméstico no puede ser posible, pues esta pose­
sión de cosas no es recíproca. Pero vayamos ahora al segundo
aspecto de la cosa que no se encuentra en la relación interna sino en
la externa. Es a ello que se refiere Kant en el “ Primer Capítulo” .

No puedo llamar a una hembra (IVeib, [sic GLp, a un niño, a un


servicio doméstico ni en general a ninguna otra persona,49 como
lo Mió por la razón de que yo los mando actualmente como per­
teneciendo a mi régimen doméstico o porque los tengo en mi
obediencia y en mi imperio y posesión, sino cuando yo, aunque
ellos se hayan sustraído a mi férula y por tanto no los posea
(empíricamente), pueda no obstante decir: yo los poseo a través
de mi mera voluntad tanto tiempo como ellos existan y cualquiera
que sea el lugar o el momento; en consecuencia los poseo de una
manera meramente jurídica (blofl-rechtlich)-, por tanto, ellos

4* La relación de esta ley perm isiva (Erlaubnisgesetz) con la ley perm isiva de
$2 y §6 (2471) no es aclarada por Kant.
,v ¿Quien más aún‘>
¡mmanuel Kant: Política, Derecho y... 185

forman parte de mi Tener solamente y en la medida en que puedo


afirmar esto último (248,21-29; s. a. 278, 18-22).

Aquí tenem os un segundo aspecto de la cosa que no tiene


nada que ver con el prim ero, que era de carácter interno. El De­
recho del Señor de la casa a las tres clases de personas (mujer,
niño, servicio dom éstico) es, conform e al “ Prim er C apítulo”, un
Derecho exclusivo que com o tal requiere de la fundación en el
postulado ju ríd ico de la razón práctica. Si se extravian los seres
requeridos de tutela -s e a este requerim iento naturaliter (mujer,
niños) o a través de contrato (servicio dom éstico)- estos seres
son en sí, y ello es lo so rprendente- una “ res vacua” de la que
cualquiera podría apropiarse. Solam ente el postulado perm ite al
Señor -conform e a esta lógica que ha colocado prim eram ente a
estos seres bajo su potestad ( Gewalt) m ediante un acto unilate­
ral del arb itrio - “ imponer a todos los otros una obligatoriedad que
ellos de otro modo no tendrían” (247,4-5), en este caso la obliga­
toriedad de abstenerse del uso de estos seres. Es evidente que
en esta construcción se roba a las tres clases de personas aque­
llo que la “ Introducción a la D octrina del D erecho” otorgara a
cada hombre como un Suyo interior, a saber: la libertad, el honor,
la posesión de sí del cuerpo y el libre arbitrio.
Es aquí entonces que se fractura la teoría kantiana. Si uno
quiere insistir y m antenerse en el estatus legal, ju ríd ico del hom­
bre como una persona y relacionar la ley perm isiva solam ente
con el Derecho de Cosas o Derecho Real ( Sachenrechi), enton­
ces se separan el Derecho Contractual y el Derecho de Personas
en el modo de las cosas de la idea central del “ Prim er C apítulo”
y no pueden integrarse posteriorm ente en el Estado. Si se les
subsum e bajo la ley perm isiva, se les priva de su núcleo propio y
se hace del Derecho de personas ( Personenrecht) un Derecho
de Cosas, un Derecho Real ( Sachenrecht).
¿Qué interés pudo llevar al autor a su construcción? Lim ité­
m onos a los m otivos puram ente internos a la teoría. Kant unifica
el D erecho de Personas y el Derecho de C osas o Derecho Real
en el D erecho de posesión ( Besitzrecht) y puede explicar por
186 Reinhard Brandi

ello a partir de este concepto el Derecho en su totalidad.50 Sin em­


bargo, en el “ Primer Capítulo” da un paso más y convierte a la
posesión de cosas en el punto común de convergencia. Recuérdese
la teoría de Locke que tiene la tendencia inversa de transform ar el
Derecho de Cosas o Derecho Real en un Derecho de Personas-,
por lo menos en la exposición que Kant dedica a esta figura jurídica.
En ella actúa la “ ilusión que ha reinado secretamente de personificar
las cosas (Sachen zu personifiziren) y, como si alguien por el tra­
bajo que se consagra [a las cosas] pudiera obligarlas a no estar al
servicio de nadie más que él, imaginando tener inmediatamente un
derecho frente a ellas; [...]” (269, 6-9; véase también 260, 19-32; y
contra un Robinson lockeano: 261,17-21).
Aquí se puede encontrar un prim er m otivo. En efecto, aquí se
advierte de m anera clara el intento de Kant por desarrollar el
D erecho Privado en su totalidad a partir de un concepto y por no
dejar al D erecho de Personas y al Derecho de C osas o Derecho
Real separados, desvinculados el uno del otro, como era el caso,
por ejem plo, en Achenwall.
En segundo lugar, el “ Primer Capítulo” tiene la función de un
puente entre el Derecho Privado -q u e en su conjunto tiene que es­
tar especificado de tal modo que requiera de la (determ inación y
del) aseguram iento público-jurídico- y el Derecho Público -q u e
en su conjunto se encuentra enlazado, vinculado con la realiza­
ción del Derecho Privado. Es en esa tarea que el Estado encuentra
su verdadera com petencia y a la vez sus límites. Es aquí que se
encuentra la contribución de Kant para la contención del Le-

s" Eso no es incondicionalm cntc algo nuevo. Si se considera la siguiente for­


m ulación de G rotius (citada en este m om ento sin una explicación del contexto):
accedíI sigmim volendi ius proprtttm a lten conferre: quite perfecta promissio
est, sim tlem habens effectum quatem alien a tio dom inii. Est euim a u t vía a d
alienationem reí, aut a lien a tio particu la e cuittsdam nostrae lih erla ñ s. Illuc
pertinent pro mis so dandi, huc promissa faciendi ( ...a ello se añade el signo de
conferir a otro el propio derecho: ésta es una prom esa perfecta y tiene un efecto
análogo al de la enajenación de una propiedad. Se trata de la via para la enajena­
ción de una cosa o de la enajenación de una parte determ inada de nuestra libertad.
A aquello pertenecen las prom esas de dar algo; a esto las prom esas de hacer algo)"
tD e ju r e betti ac pacis. II I I , I, 3). El que prom ete se encuentra en to n ces en
posesión tem poral de una “partícula" de la libertad de arbitrio de otra persona.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 187

viatán. Así, se tenía que concebir el Derecho Privado en su tota­


lidad de modo que él pudiera adecuarse en la idea a la combinación
con el Derecho Público, pues de otro modo surgirían enclaves
ju ríd ico s ( Rechtsenklaven) que, por un lado, pertenecerían al
D erecho Privado y por los cuales, sin em bargo, por otro lado, el
Estado no sería responsable.
En tercer lugar, la ¡dea fundam ental es que la voluntad univer­
sal se m uestre com o algo necesario para resolver las aporías del
Estado de N aturaleza. N o es difícil m encionar aporías de esta
clase en el D erecho Contractual y en el Derecho Dom éstico. Se
podría argum entar entonces de la siguiente m anera en la cons­
trucción kantiana: los acuerdos contractuales, incluso los del
Derecho Dom éstico, requieren del entendim iento lingüístico. Sin
em bargo, en el Estado de N aturaleza no existe algo así com o un
diccionario en el que se establezca lo que significa, por ejem plo,
la palabra “caballo” . Supongam os entonces que A vende a B un
ser al que llama caballo y que, después de haber recibido el pago
convenido en oro, le entrega una liebre diciendo algo así como:
“ En casa llamam os siem pre ‘caballo’ a estos anim ales” o, m os­
trando la foto de un caballo: “¿A caso no ve U sted aquí un
caballo?” En esta situación no es posible hacer dem asiado en el
Estado de N aturaleza. A diferencia de ello, el Estado puede re­
mitir a un lenguaje codificado y motivar en forma correspondiente
para que B reciba su dinero de vuelta. Todo Derecho determ ina­
do, y por ello únicam ente Derecho verdadero fenom énicam ente,
está rem itido a verba certa. Algo análogo podría argum entarse
en el caso del Derecho Dom éstico. Ciertam ente que el m atrim o­
nio se realiza naluraliter. La naturaleza tam poco ha hecho
depender de dem asiadas palabras el nacim iento de los niños. Sin
em bargo, podría ocurrir que la palabra “ m onogam ia” fuera una
palabra desconocida para uno de los dos cónyuges . Podría ocu­
rrir tam bién que ambos cónyuges fueran de la opinión errónea de
que han querido solam ente su unión y que a causa de ello pue­
den suprim irla de nuevo en forma arbitraria. De acuerdo con la
concepción preposm odema ( vorpostmodern) del matrimonio, éste
se realiza tam bién por un contrato. En la realización del contrato
188 Reinhard Brandt

está presente, sin em bargo, una instancia adicional (en Kant: la


ley, el Estado). Esta tercera instancia impide que la disolución del
m atrim onio se encuentre determ inada por la libre arbitrariedad
de los cónyuges.51
De acuerdo con lo anteriorm ente señalado, Kant tenía buenas
razones para com enzar tam bién el tratam iento de la segunda y
tercera clase de objetos con la función de determ inación y de
sanción. Solam ente la forma en la que intentó alcanzar esto con
el postulado planteado en §2 y en §6 es lo que constituyó, de
acuerdo con nuestra tesis, un cam ino equivocado.
En el postulado del “ Prim er C apítulo” Kant com prende la ne­
cesidad del status civilis de m odo que los actos del arbitrio
jurídicam ente posibles lim iten unilateralmente la libertad de ac­
ción de todos los otros - es así que reza la fórm ula rectora de §2
conform e a la cual tenem os una autorización ju ríd ica para tom ar
algo exterior en posesión y con ello “ im poner a todos los otros
una obligatoriedad, que ellos de otro modo no tendrían, de abste­
nerse del uso de ciertos objetos de nuestro arbitrio porque nosotros
los hemos tom ado antes en posesión” (247, 4-6). Ahora bien, la
voluntad universal no es otra cosa que la fundación de una uni­
dad sintética de los actos singulares de aprehensión y apropiación
m ediante leyes universales. Con estas leyes de la voluntad uni­
versal o del leg islativ o , todos (¿se trata acaso aquí de los
poseedores que han realizado actos de aprehensión?) limitan su
propia libertad y son, por ello mismo, los propios autores de esta

31 Una explicación de este estado de cosas podría introducir el argum ento de


que en un concepto transform ado de m atrim onio ni la Iglesia ni el Estado m antie­
nen el co n tra to m atrim onial com o tal frente a la libre a rb itraried ad de los que
realizan este contrato: esto lo hace solam ente el niño. El Estado seria entonces la
institución legal que representa al Derecho Natural del niño -q u e por lo dem ás ha
sid o traíd o al m undo sin hab er sid o p reg u n tad o por e ll o - a la a lim en tac ió n y
educación por parte de ambos cónyuges y frente a éstos. La Iglesia sanciona esta
p retcn sió n del niño que aún req u iere de tutela. P ienso que éste es tam b ién el
fundam ento esp ecifico de la construcción tradicional del m atrim onio. Se ve en
ello que es absurdo sacar el contrato entre hom osexuales de la exótica arbitrarie­
dad reciproca c im plicar a la Iglesia o al Estado como un tercero. Los señalam ientos
precedentes en torno a un lenguaje norm ado y obligatorio se mueven en torno al
viejo tema de la verba certa Corpus Juris Civilis.
/mmanuei Kant: Política, Derecho y... 189

restricción de la libertad que anteriorm ente era unilateral y ahora


es om nilateral. Es así que se puede com prender bien el que Kant
diga: “N o habría por tanto, si en el Estado de N aturaleza no hu­
biera provisionalmente lo M ío y lo Tuyo exterior, tam poco
obligaciones legales a este respecto y por tanto tam poco ningún
m andato de salir de aquella situación’' (3 )3 , 5-8). De la misma
m anera en que no hay una unidad sintética de la apercepción en
la teoría trascendental del conocim iento sin que esta unidad des­
em peñe una función respecto a la sensibilidad, así está enlazada
tam bién la voluntad universal a ésta que es la función originaria
de la unidad legal de actos singulares de arbitrio (gesetzliche
Einheit singulcirer Wiilkiirakte). Pero esto significa que el De­
recho Privado, a la inversa, se tien e que relacio n ar con la
posibilidad de la unidad sintética en las leyes estatales. Quizá
podría profundizarse aún más esta afinidad sistem ática: en la fi­
losofía teórica, la categoría es la instancia mediadora que presenta
a lo vario de la intuición com o perteneciente necesariam ente a
una autoconciencia; en la D octrina del Derecho es la “catego­
ría” de la posesión (con sus tres clases de objetos de lo M ío y
Tuyo exterior, clases determ inadas categorialm ente) la que re­
presenta a lo vario de la aprehensión provisional com o necesario
para la form ación de la voluntad del status civilis.
La dificultad de Kant que intentam os poner de relieve se en­
cuentra en ello en la separación de lo Mío y Tuyo interior y exterior
- e l Estado es, por supuesto, fáctica y legalm ente, tam bién res­
ponsable por el prim ero (piénsese en la obligación de distinguirá
la m uerte natural del asesinato y de investigar especialm ente a
este último). Sin em bargo, él se desarrolla en su función necesa­
ria sólo respecto al último. El Estado de Kant no es ningún Leviatán
que tom a en sí, protegiéndolos, los cuerpos am enazados de los
ciudadanos; se concibe más bien como un ensam ble legal liberal
(ein liberales Rechtsgefiige) que se refiere esencial y propia­
m ente sólo a la regulación unitaria de la propiedad.
No obstante, independientem ente de esta dificultad de la teo­
ría kantiana del Estado, podem os tom ar de aquí la exigencia de
referirnos de nuevo al Derecho Privado y ganar con ello una
190 Reinhard Brcmdt

prohibición de la substancialización del Estado en la forma de


que el legislativo sea la instancia com pletam ente autónom a de la
cam biante formación universal de la voluntad. La voluntad sería
entonces todavía la res volens que, sin un contenido ya dado de
antem ano, se refiere exclusivam ente a sí misma.
La interpretación del Derecho Estatal kantiano puede sucum ­
bir fácilm ente ante la tentación de separar al D erecho Privado y
de convertir a la volonté génércile en una instancia referida a sí
misma -especialm ente la explicación del Derecho Estatal en el
e s c rito Gemeinspruch... y en Zum Ewigen Frieden que no
tem atizan el Derecho Privado precedente. Según Kant, la legis­
lación abandona no obstante los lím ites del Derecho cuando ella
contraviene al Derecho Humano o al Derecho Privado fijados
por el Derecho N atural, cuando por ejem plo suprim e la libertad
contractual, transform a el Derecho conyugal en relación con los
ordenam ientos del Derecho Privado, etc. En el raras veces con
exactitud estudiado “Capítulo Tercero” del Derecho Privado, Kant
m uestra cómo puede y tiene que ser m odificado el “ D erecho en
si” de la ju sticia conm utativa en el m undo fenom énico del Esta­
do, aunque siem pre de tal m anera que solam ente las coerciones
de la positivización deban ser eficaces, vigentes, y no se trata
jam á s de la intervención arbitraria en los com ponentes del Dere­
cho N atural.*52
Es importante remitir a este estado de cosas anti-hobbesiano, anti-
rousseauniano, porque una amplia falange interpretativa niega el
enlace del Derecho Público con el Derecho Privado en Kant -s e a
llevando a Kant a la cercanía de llobbes (Ebbinghaus)53 o sea
que Rousseau sirva com o un autor que guía secretam ente esta

52 E sta es una interpretación realizada con muy buena voluntad a favor de la


consistencia de la teoria. Uno se pone con ello en aprietos cuando se lee que Kant
d eclara que el p erjurio -q u e para ¿I es una “ tortu ra sp iritu a lis” (304, 33-34) y
“ fundam entalm ente ilegal (unrechiT (304. 37)- es, sin em bargo, legal ( rechtens ),
com o un “m edio en caso de necesidad ( SothmiUel) ( In casa necessllails)" (304.
31-32). ¿Qué pasa entonces con la “to rtu ra corporalis” ?
52 Cfr. por eje m p lo E b b in g h au s, 1068. E b b in g h a u s tra ta ahí del “ S iste m a
k a n tia n o de los D erechos fu n d a m e n ta les'' (1 7 5 ) pero sin re m itirse al D erecho
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 191

tentativa (H aberm as und M aus).54 Las dos líneas de interpreta­


ción hacen uso de un talón de A quiles dei texto kantiano y quizá
tam bién de la teoría kantiana. En ella no se dice cóm o debe en­
tonces garantizarse que el procedim iento de la legislación esté
vinculado con los elem entos sum inistrados previam ente por el
D erecho del H om bre ( Menschenrecht) o por el Derecho P riva­
do. N o hay ninguna teoría y ninguna prueba en el texto del enlace
de la Legislación con el D erecho Privado. Kant, por ejem plo, no
ha previsto un cuarto poder que podría encargarse de vigilar que
las leyes sean tam bién conform es con el Derecho Natural. Es sin
em bargo claro que Kant quería enlazar el Legislativo a elem en­
tos sum inistrados por el D erecho Privado o por el D erecho
N atural y que veía en ello precisam ente una ganancia en la lega­
lidad (Rechtlichkeit) en relación con Hobbes y Rousseau. Ninguno
de los dos pudo escribir lo siguiente: “No habría por tanto, si en el
Estado de naturaleza no hubiera provisionalmente lo M ío y lo
Tuyo exterior, tam poco obligaciones legales a este respecto y por
tanto tam poco ningún mandato de salir de aquella situación” (313,
5-8). Se podrá suponer que Kant apostó por una Auflclárung que
progresara constantem ente y que enlazaría todo el Legislativo
con la preservación y defensa exclusiva del Derecho Privado y
de los D erechos Hum anos.
La reinterpretación del Legislativo kantiano en dirección de
una institución de ju sticia procedural autónom a, institución que
era extraña a Kant, fue preparada por el N eokantism o que com ­
prende a Kant por com pleto en este sentido: se suprim en datos
previos sum inistrados de antem ano, en general todo lo “dado”, y
la teoría del conocim iento se convierte en un método a priori
puro, es decir, en un procedim iento que crea originariam ente - o

P rivado, sino perm aneciendo com pletam ente en el m ism o D erecho E statal. A él
siguen los cbbinghausianos actuales (entre otros G cism ann, H üning, O bercr) que
fortalecen el eje Hobbes-K ant y consideran a Locke com o una recaída por detrás
de Hobbes. Fue a partir de la observación de que a la base de esta concepción se
e n c u e n tra u n a in te r p r e ta c ió n e rró n e a d e K a n t, q u e se re d a c tó e l lib ro
Eigentumstheorien von Crotius bis Kant.
54 M aus, 1992. Sorprendentem ente W olfgang K crsting se une tam bién a esta
v e rtien te in te rp reta tiv a ; cfr. K ersting, 1994, 202-207.
192 Reinhard Brandt

muestra como creado- al conocimiento verdadero y mutatis mutandis


a las relaciones ju stas. En el m arco de esta interpretación se
puede borrar el Derecho Privado como una instancia que enlaza la
creación del Derecho en el Estado porque sum inistra de antem a­
no al propio órgano estatal de la creación del Derecho algo que
contraviene al sistem a y que no proviene del procedim iento. Pero
esto no tiene nada más que ver con Kant.
Volviendo nuevam ente al “ Prim er C apítulo”, es preciso desta­
car que el papel especial que ju e g a el D erecho de C osas o
D erecho Real ( Sachcnrecht) respecto a las otras dos categorías
de lo M ío y Tuyo exterior llam a la atención a todo lector. Se
acepta este papel dom inante, pienso, por dos razones. Por un
lado, la posesión de cosas es adecuada com o m odelo; Kant abre­
v ia sus ex p o sic io n es su g irien d o al lecto r p ro ced er mutatis
mutandis de la misma m anera con el Derecho Contractual y el
D erecho Dom éstico. Por otro lado, se acepta el papel dom inante
de la posesión de cosas porque la posesión del suelo es el funda­
mento Iiteral de las otras formas de posesión; la Sustancia precede
necesariam ente a la C ausalidad y a la Acción Recíproca. N ues­
tros análisis han m ostrado que estos argum entos no son falsos,
pero que, no obstante, no corresponden a la función real del pos­
tulado de §2 y §6 que fundam enta solam ente la posesión de cosas
y oculta el punto esencial. Kant subsume de hecho las otras dos
clases de objetos bajo la posesión de cosas y tenía, com o se ha
m ostrado, razones vitales para hacer esto. Con esta subsunción,
sin em bargo, viola sus propias prem isas conform e a las cuales
las cosas y las personas se encuentran estrictam ente separadas.
Con nuestro análisis del problema se plantea sim ultáneam ente
la tarea de exam inar si las partes textuales que han sido des­
echadas en el “ Prim er C apítulo”55 tienen una conexión con los
problem as sistem áticos. Llama la atención que tanto el texto des­
plazado en lo que ha sido hasta ahora §6 com o tam bién el
postulado que debe ser insertado en su lugar, tratan solam ente

55 Véase a este respecto ttuchda, 1929, Tenbruck. 1949 y Ludwig, 1988. 60-65.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 193

del Derecho de Cosas o D erecho Real ( Sachenrecht). Es aquí


que tiene que plantearse tam bién una edición crítica de los traba­
jo s previos de los “Principios Metafísicas de ¡a Doctrina del
Derecho

Bibliografía

A chenw all, G ottfried, Itts naturae, G óttingen, 1767.


A sb a c h , O la f, Internationaler N aturzustand und Ewiger
Friede. Die Begriindung einer rechtlichen Ordnung
zwischen Staaten be i Rousseau und Kant, en , Recht,
Staat und Vólkerrecht bei Immanuel Kant, hrsg. von
Dieter Hiining und Burkhard Tuschling, Berlín, 1998,203-
232.
B randt, Reinhard, Eigentumstheorien von Grotius bis Kant,
Stuttgart-Bad C annstatt, 1974.
B randt, R einhard, Der Autor des Levialhan und das Recht
gegen den Staat, en Udo Bermbach und Klaus M. Kodalle
(H rsg.), Furcht und Freiheit. Leviathan-D iskussion 300
Jahre nach Thom as Hobbes, O pladen, 1982, 154-165.
Buchda, G erhard, Das Privatrecht /. Kants, Diss. Jena 1929.
Ebbinghaus, Julius: Die Strafen fü r Tótung eines Menschen nach
Prinzipien einer Rechtsphilosophie der Freiheit, Bonn, 1968.
E b b in g h au s, Ju liu s, Das Kantische System der Rechte des
Menschen und Biirgers in seiner geschichtlichen und
aktuellen Bedeutung (1964), en Gesammelte Aufsütze,
Vortrage und Reden, Darm stadt, 1968, 161-193.
Edw ards, Jeffrey, Disjunktiv- und kollektiv-allgemeiner Besitz:
Überlegungen zu Kants Theorie der urspriinglichen
Erw erbung, en Recht, Staat und V ólkerrecht bei
Immanuel Kant, hrsg. von D ieter Hüning und Burkhard
Tuschling, Berlín, 1998,121-140.
Falcioni, Daniela, Fragen der Gerechtigkeit bei Kant: Was ist
an sich Recht? Was ist rechtens? en Aufklürung und
Interpretation. Studien zu Kants Philosophie und ihrem
194 Reinhard Brandt

Umkreis, hrsg. von H. Klemme, B. Ludw ig, M. Pauen und


W. Stark, W ürzburg, 1999, 153-170.
Fragmente der Vorsokratiker, lirsg. von Hermann D iels (1903)
und W alther Kranz, Berlín, 1956.
G reg o r, M ary, “ K a n t's T heory o f P ro p e rty ” , en Review o f
Metaphysics, 41, 1988, 757-787.
H o b b es, T hom as, Opera phiiosophica, hrsg . von W illiam
M olesworth, London, 1839.
Hobbes, Thomas, The Elements o f Law, Natural and Politic, hrsg.
von Ferdínand Tonnies und M. M. Goldsmith, London, 1969.
Hobbes, Thom as, De Cive. The Latín Versión, hrsg. yon Howard
W arrender, Oxford, 1983.
Hobbes, Thomas, Leviathan, hrsg. von Richard Tuck, Cam bridge,
1991.
Kant, Im m anuel, Gesammelte Schriften (Akademie-Ausgabe),
Berlín. 1900 ff.
K ersting, Wolfgang, IVohlgeordnete Freiheit. Immanuel Kants
Rechts - und Staatsphilosophie (1984), Frankfurt, 1993.
K e r s tin g , W o lfg a n g , Die p o litisc h e P h ilo so p h ie des
Gesellschaftsvertrags, D arm stadt, 1994.
L ocke, John, Two Trealises o f Government, hrsg. von Peter
Laslett. Cam bridge, 1970.
Ludw ig, Bernd, Kants Rechtslehre (K ant Forschungen Bd. 2),
Hamburg, 1988.
L u d w ig , B ernd, Die Wiederentdeckung des Epikureischen
N aturrechts. Zu Thomas H o b b es' p h ilo so p h isch er
Entwicklung von De cive zum Leviathan im Pariser Exil
1640-1651, Frankfurt am M ain, 1998.
M au s, In g e b o rg , Zur Aufklarung der D em okratietheorie.
Rechts- und demokratietheoretische Qberlegungen im
Anschlufi an Kant, Frankfurt, 1992.
Pogge, Thom as, Kant's Theory ofJustice, en Julián N¡da Rümelin
und W ilhelm Vossenkuhl (H rsg.), Ethische und Politische
Freiheit, Berlín, 1998, 78-107.
Robinet. A ndré, G. W. Leihniz. Le meilleur des mondes par la
balance de l'Europe, París, 1994.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 195

M o n ik a , Die k a leg o ria le S ystem a tik in den


S á n g e r,
“Metaphysischen Anfangsgriinden der Rechtslehre ",
Berlín / New York, 1982.
Skinner, Q uentin, Reason and Rhetoric in the Philosophy o f
Hobbes, Cam bridge, 1996.
Spinoza, Opera, hrsg. von Cari G ebhardt. Heídelberg, o. J.
Struck, Peter, Jst Kants Rechtspostulat der praklischen Vernunft
aporetisch? Ein Beitrag zur neuerlich ausgebrochenen
Kontroverse uin Kants Rechtsphilosophie, en Kant-
Studien 78, 1987,471-476.
T enbruck, F ríedrich, Über eine notwendige Textkorrektur in
Kants Metaphysik der S en, en, Archiv fü r Philosophie
3,1949,216-220.
Zarka, Yves C harles, Hobbes et la pensée poli ligue moderne,
París, 1995.
LA IDEA RECTORA DE LA
ANTROPOLOGÍA KANTIANA Y LA
DETERMINACIÓN {B E S T IM M U N G )
DEL HOMBRE*

I. LA IDEA RECTORA DE LA ANTROPOLOGÍA EN


SENTIDO PRAGMÁTICO DE KANT

“ A ntropología en sentido pragm ático” ...¿Cuál es el tema unita­


rio o la idea rectora de esta disciplina que Kant esperaba convertir
en una e sp ec ialid ad u n iv e rsita ria ? En la Kriíik der reinen
Vernunft se habla de una “ idea en la Totalidad (Idee im Gomen)”
(B, X L IV )*1 y los Prolegómenos confieren a la filosofía trascen-

♦Traducción de Gustavo Lcyva. A lo largo de este texto se em plean una y otra


vez la palabra alem ana Bestimmung y sus asociadas Bestimmthelt, Unbesilmmlheil,
bestimmt, unbestimmt, etc. Besiimmung posee en alem án el sentido de determ i­
nación. pero tiene tam bién, por lo menos desde M oscs M endelssohn, com o habrá
de m ostrarse en este m ism o texto, tam bién el significado de destino. He optado
por traducirla com o determinación a fin de que concuerdc en todos los casos con
el sentido de las frases y oraciones en que aparece. No obstante, el lector no debe
perder de vista el sentido de esta palabra tam bién como destino [Nota del traduc­
tor, GL).
1 Los escritos kantianos se citan de acuerdo con la E dición de la Academ ia
(Akadem ie-A usgabc der Gcsammellen Schrifien, Berlín. 1900 y ss.) Sin embargo,
la Critica de la Razón Pura se cita según las Ediciones A y B en la edición de la
198 Reinhard Brandt

dental un ‘‘alma del sistem a” (IV, 374). Aunque está concebios


en forma sistem ática y com o ciencia, la Antropología pragmátici*
no es, sin em bargo, un sistem a filosófico ni pertenece en sentido
estricto a la filosofía, ni tam poco se determ ina com o sistem a a
partir de una ¡dea de razón en su articulación. Es una disciplina
em pírica, como la ciencia de la Geografía Física que se ordena al
lado de ella en form a sistem ática y en relación con la instrucción
técnica. No obstante, tiene que buscarse una unidad y una idea
rectora para com prender cuál es el punto de vista que ha reunido
los m ateriales y excluido a otros.
Si dirigim os nuestra atención al escrito de 1798, encontram os
la determ inación tripartita y algo enigm ática de que la A ntropolo­
gía pragm ática se ocupa de lo que el hom bre “ hace o puede y
debe hacer de si mismo (aus sich selber machí, oder machen
kaim uncí solí)” como ser que actúa librem ente (119). El título
Antropología en sentido pragmático evidentem ente no hace
ju sticia al último componente, al del “deber” , y no com prende por
tanto al tema en su totalidad. De la misma m anera, los títulos de
las dos partes del escrito, “ D idáctica A ntropológica” y “C aracte­
rística A ntropológica” , apenas sum inistran alguna ayuda. En
prim er lugar, esta doble división no considera que el Program a
abarca tres partes y, en segundo lugar, los conceptos de la Di­
dáctica y la C aracterística no tienen ninguna relación específica
con lo particular del hombre com o un ser que actúa librem ente.
Por el contrario, los dos subtítulos rezan: “ Del modo de conocer
tanto lo interior como lo exterior del hom bre” y “ Del modo de
conocer lo interior del hom bre a partir de lo exterior” . Aquí tam ­
poco aparece ninguna relación con el tem a del hom bre que actúa
librem ente y tam poco ninguna referencia a un deber, sino la ob­
servación, libre de todo com ponente norm ativo, del hom bre en

Editorial M cincr (liam burg) El texto es una versión ligeram ente elaborada de una
c o n fere n cia im p artid a el 23 de septiem bre de 1997. El texto se refiere v arias
veces, aunque no en forma expresa, al Volumen XXV de la Edición de la Acadacmiu
y a mi Kritischer Kommentar :u Konts Anthropologte in pragmalischer flinsichl
U 7 9 8 ). El Comentario se encuentra disponible en Internet en. htip.//w \vw .uni-
m arburg.de/kant/w ebscitn/ka_anthr.him . Apareció en el otoño de 1998 en la Serie
Kant-Forscfmngen en la E ditorial Félix M cincr.
Immanual Kant: Política, Derecho y... 199

relación con sus m otivos fácticos, ocultos a nosotros. Esto se lo


podría haber puesto com o meta tam bién David Hume. El actuar
libre no desem peña aquí tam poco ningún papel.
Con los dos subtítulos citados nos enredam os ahora en una
investigación que no estaba planeada. Pero teorías de cualquier
clase que ellas pudieran ser se nos presentan siem pre en textos,
y los textos están fijados por escrito y se hallan som etidos por
ello a un destino del cual nosotros como teóricos no querríam os
saber propiam ente nada. En dejar de lado la base m aterial del
texto se encuentra, sin em bargo, una de las razones por la que
q u ie n e s d isp u ta n te ó ric a m e n te prim ero levantan un polvo
herm enéutico y posteriorm ente se lamentan de no poder ver nada
más. Dicho en breve, el prim er subtítulo no parece provenir de
Kant. En efecto, ¿por qué debem os aprender a conocer lo exte­
rior del hombre por un libro? ¿Dónde residiría el problema y dónde
trata la “ A ntropología” de este problem a que no existe? El se­
gundo subtítulo retoma la cuestión racional de la Fisonom ía, a
saber: ¿cómo podemos conocer o adivinar a partir de los sem ­
blantes y de los gestos de la persona algo sobre su carácter
interior? En el primer subtítulo se p la n te a d problema de si perte­
nece en suma al texto, por así decirlo al juego de gestos de la
teoría kantiana. Este subtítulo es no solam ente sospechoso por
su vacio hecho, sino tam bién porque, se constata con alivio, no
aparece en el m anuscrito kantiano, conservado com o m anuscrito
H en la B iblioteca de la Universidad de Rostock. El M anuscrito
com ienza solam ente después de la portada de la “ Primera Par­
te”. No se elucidará ahora cómo pudo llegarse a la suposición de
que el copista de ( I derivó la formulación del subtítulo de la Parte 1
a partir de la del subtítulo de la Parte 2. Q uerría solam ente rem i­
tir al hecho de que la nota m arginal en la que se form ula el
Subtítulo de la Parte 2 en H tam bién trae la form ulación: “¿Q ué
es el hom bre?” Se trata aquí de la vieja pregunta antropológica
que ya se encuentra en Platón: ti estin anthropos. Kant la ex­
cluye conscientem ente como pregunta rectora de la Antropología
y la sustituye, como habrá de m ostrarse, por la pregunta am plia,
o tam bién parcial, por la determ inación del hombre.
200 Reinhard Brandt

Si la búsqueda de la idea rectora del escrito nos rem ite para


em pezar a su titulo y a su articulación interna en dos p artes, en­
tonces hem os fracasado con la prim era tentativa. Los títulos de
las dos partes no contienen una referencia al hom bre com o ser
que actúa librem ente y, por ello, no contienen el punto de vista
específicam ente pragm ático de la obra; el concepto de la “ Di­
d áctica” se refiere quizá solam ente a la técnica de exposición de
la prim era parle en form a de parágrafos, no al contenido de la
prim era parte en contraposición al contenido de la segunda, de la
“C aracterística” , y uno de los dos subtítulos no puede ser de más
ayuda para nosotros porque evidentem ente no proviene del au­
tor. En relación con ello habría que hacer dos observaciones
complementarias:
En prim er lugar, el texto de la Antropología es en su totalidad
problem ático, y ello no solam ente en el pasaje ya explicado. Dis­
ponem os de H, a continuación de la prim era edición de 1798 y de
la segunda de 1801. Las transform aciones de la segunda edición
respecto a la prim era no se rem ontan con seguridad a K ant; en
preguntas de detalle se debe consultar entonces la prim era edi­
ción. Se plantea aquí, sin em bargo, el problem a: ¿es auténtico el
texto de la prim era edición? ¿De quién provienen las transform a­
cio n es de la prim era edición respecto a H? II m ism o no es
p u b lic a b le , p u e s H, el m a n u sc rito k a n tia n o , tuvo que se r
reelaborado en su redacción.2 ¿Tiene que responsabilizarse a
quien reclaboró el texto por todas sus intervenciones en él? Kant
se interesó notablemente poco por el estado filológico de sus publi­
caciones y después de una elaboración precisa del texto se llega a la
conclusión de que no leyó más el resultado escrito de su amanuense
o copista, que es para nosotros desconocido. Sin un comentario filo­
lógico se debe utilizar el escrito entonces solamente para devaneos
de ideas m ás generales; en preguntas de detalle puede ser que se
tenga que ver no con la teoría kantiana sino con el texto que provie­
ne de la mesa de trabajo de un ayudante.

2 U na edición estarla justificada en todo caso com o labor de investigación con


fascim ilcs añadidos.
Immanue! Kant: Política, Derecho y... 201

En segundo lugar, tam poco la pregunta en los m anuscritos de


las Lecciones (volumen XXV de la edición de la Academia) lleva
a una respuesta unívoca en torno a cóm o se relacionan entre sí
las dos partes de la Antropología con la idea rectora unitaria de
una ciencia que investiga lo que el hombre hace o puede y debe
hacer de sí mism o como ser que actúa libremente.
La relación entre las dos partes de la Antropología se ofrece
en form a distinta en el curso del periodo de la Vorlesung. En
Parow (en un apunte del Sem estre de Invierno de 1772-1773) se
dice, sin ninguna relación con la disposición total, después del
entretítulo “ Del C arácter del Hom bre” lo siguiente: “Si se toma
en form a conjunta todo m ediante lo cual se distingue el hombre:
entonces podemos estudiarlo en una cuádruple consideración, a
saber [...]” (p. 284). Lo que distingue a los hom bres entre sí es lo
que los caracteriza. A sí, al conocim iento de las facultades del
ánim o ( Gemütsvermógen ) de las que cada cual dispone -seg ú n
el viejo esquem a antropológico de conocer, sentir y q u e re r- si­
gue el conocim iento de los rasgos característicos, distintivos, de
los hom bres individuales. De acuerdo con el tem a, es ésta tam ­
bién la disposición del escrito de 1798. En Ms.400o Friedlánder
(1775-1776) se dice al inicio de la segunda parte: “ D espués de
que en la parte general hemos conocido al hombre según las fuerzas
de su alm a ( Seelenkráften) y sus facultades ( Vermógen), ahora,
en la parte especial, tenem os que buscar aplicar el conocim iento
del hom bre y hacer uso del m ism o” (p. 506-507). Am bas partes
deben distinguirse entonces m ediante los conceptos “general
(al/gemein)íe special ( besoniler)” y “D octrina de las facultades
( Vermógenslehre) -ap lica c ió n (Atrwendung). Parow y Ms. 400
pueden ser difícilm ente conciliados. Mrongovius ( 1785-1786) lo
form ula así: “ Parte segunda o práctica de la A ntropología que
trata de la característica del hom bre. Ya que la Prim era Parte
contiene la Fisiología del hombre y así, a la vez, los elem entos de
los que éste se com pone, así la parte práctica de la A ntropología
nos enseña cóm o los hom bres se caracterizan en sus acciones
arbitrarias ( willkuhrlichen Handlungen ) ” (p. 99r). Los elem en­
tos son expuestos en la prim era parte; en la segunda, la práctica.
202 Reinhard Brandt

las acciones -¿C ó m o es posible conciliar am bas? Q uizá deba


verse com o Fundamento la disposición que proviene de las Lógi­
cas desde Gassendi y que es utilizada tam bién en la Crítica de la
Razón Pura y que consta de una D octrina de los Elem entos y
una D octrina del M étodo. Busolt escribe a su vez de otra m ane­
ra: “ Esta C aracterística (pues la A ntropología es propiam ente
una C aracterística) se divide en relación con su m étodo en las
doctrinas. 7. Del carácter de las Personas (...] sexos [...] pue­
blos [...] género” (p. 5). Dohna : “7. Doctrina de los Elem entos.
Teoría de la A ntropología. Concepto. 77. Doctrina del M étodo.
C aracterística, es el uso de ello para distinguir a un hom bre de
otro” (p. 5).
Parece realm ente que Kant no dispone de una idea unitaria a
partir de la cual resulte una clara articulación de su doctrina y del
escrito en el que ella se expone. No obstante, si se interpreta
generosam ente la fórmula “ lo que el hombre hace o puede y debe
hacer de sí m ism o” , se reconoce el contorno som breado de la
tríada de realidad, posibilidad y necesidad, y con ello podría
accederse a los tres estratos de la A ntropología que se pueden
com probar en ella y que tienen la ventaja de proporcionar diver­
sos estadios del desarrollo. En el com ienzo se encuentra la
Psicología em pírica de A lexander Baum garten. que trata de lo
que se puede observar realm ente, ordenar y tal vez explicar en el
acontecer psíquico del ser humano; se trata de la Psicología em ­
pírica, en oposición a la racional. Kant se adhiere a este concepto
con la prim era Lección de 1772-1773. Kant coloca a Baum garten
en la base y lo com plem enta con partes que en su disposición se
deben a las Observaciones sobre el Sentimiento de lo Bello y
lo Sublime (1764). En esta adición se encuentra genéticam ente
la cnixdc la doble división ya explicada. A ello sigue, en segundo
lugar, un giro hacia lo pragmático probado con seguridad m edian­
te una carta a M arcus Herz en el otoño de 1773 (X, 143-146) y,
en tercer lugar, se incorpora a la Antropología una pieza teórica
que se debe a la idea rousseauniana de la perfectihilité de t'homme.
El ser humano, esto es, la humanidad en su totalidad, está determi­
nada, en oposición al resto de la naturaleza, a perfeccionarse. Este
¡mmanuel Kant: Política, Derecho y... 203

tercer complejo, introducido finalmente, trata de la determinación


del hombre. Es a él que se refiere el “Deber”.
La Lección de 1772-1773 subraya, en contra de B aum garten,
que la disciplina em pírica de la Psicología o A ntropología com o
tal no pertenece a la M etafísica. Subraya, adem ás, que el estudio
del hom bre constituye el interés propio del hom bre y que ha sido
descuidado hasta ahora. Este lam ento, un topos de la literatura
existente de Kant, no puede ser planteado más en los años no­
venta, pues la Psicología em pírica experim entaba entretanto un
éxito arrollador. Kant dice adem ás en 1772 que no se había apro­
vechado el rico m aterial antropológico que se encontraba ya
dispuesto en los diversos géneros literarios y m enciona a deter­
m inados autores como fuentes. Cualquiera que hubiera sido la
forma en que W olff y Baum garten y, anteriorm ente, Hobbes y
Pope llegaron a sus opiniones antropológicas -seg u ram en te no
sin una lectura intensa de historiadores y p o etas-, la crítica de
Kant toca un punto im portante: el estudio del hom bre hasta en­
tonces no sum inistraba sus fuentes em píricas. Kant hace esto y
se encuentra por ello entre la hasta entonces m eram ente afirm a­
tiva ciencia del hom bre y una ciencia posterior a él que trabaja
em píricam ente y sum inistra los procedim ientos que conducen a
determ inados resultados, esto es, no solam ente observando, sino
procediendo tam bién en form a experim ental. Por supuesto que
una ciencia asi pierde tam bién con ello la relación con los otros
dos planos de la A ntropología kantiana. Si leem os hoy a Kant y
aprendem os de él algo sobre el actuar prudente en el m undo y
sobre la determ inación de la especie hum ana, esto provoca una
im presión extraña com o conocim iento académ ico. La form a de
la ciencia se ha transform ado y ha conducido a una resignación
académ ica en torno a la cuestión de a dónde conduce nuestro
actuar y en qué m arco general actuam os.
El tránsito de la Psicología em pírica a la A ntropología prag­
m ática se realiza según la prim era o segunda Lecciones en el
program a anunciado al inicio, aunque sin una transform ación de
consideración del m aterial. El program a se orientaba ya anterior­
m ente al planteam iento de fines del hom bre, porque todas las
204 Reinhard Brandt

disposiciones del hom bre eran vistas bajo un punto de vista fina­
lista. En relación con ello, podem os decir en térm inos generales
que la Antropología está concebida desde el inicio en form a es-
toico-teleológica y que la solución estoico-rom ana: “ El hombre
ha nacido para la acción”, es válida por principio com o prem isa.
Con el acento de lo pragm ático, ella se coloca ahora en forma
más decidida en el centro de la atención. Adem ás, sirve para
delim itarse de toda tentativa por conducir, en determinados ámbitos
de fenómenos, a la Psicología en dirección de la Fisiología. Es preci­
samente esto lo que hicieron Ernst Platner y Charles Bonnet en sus
Antropologías, en parte psicológicas, en parte fisiológico-médicas.
El señalamiento de la orientación pragmática de la Antropología se
halla en Kant enlazado en forma fundamental con la convicción de
que la investigación teórica del enlace del cuerpo y el alma, investi­
gación que en ningún caso conduce a resultado alguno, no es más un
lema posible de la Antropología. La filosofía trascendental también
evita este tema, aunque lo haga de otra manera.
El giro pragm ático tiene como consecuencia en la organiza­
ción técn ica de la Lección el que a p artir de una d isciplina
introductoria se haga una Lección conclusiva que conduce de la
escuela, es decir de la U niversidad, hacia el mundo. Es así que se
encuentra en forma pronunciada en el program a de la Lección
del Verano de 1775: “ El ejercicio preparatorio [académ ico] para
el conocimiento del mundo ( Vorübung in der KenntnilJ der
W elU” sirve para

proporcionar lo pragmático a las ciencias y habilidades de otro


modo adquiridas, mediante lo cual éstas sean utilizables no sola­
mente para la escuela, sino también para la vida; a través de ello,
quien ha devenido aprendiz es introducido en el escenario de su
determinación, a saber, en el mundo. Aquí se encuentra un cam­
po doble frente al aprendiz y del cual éste requiere un contorno
provisional para poder ordenar en ese campo todas las experien­
cias futuras de acuerdo con reglas: a saber, la naturaleza y el
hombre. No obstante, ambas piezas tienen que ser ponderadas
en ese campo cosmológicamente, a saber, no de acuerdo con lo
que de peculiar contienen sus objetos considerados individual-
Immanuel Kani: Política, Derecho y... 205

mente (Físicay Doctrina empírica del Alma), sino lo que su rela­


ción total, relación en la que se encuentran y en la que cada cual
toma su posición, nos da a notar (II, 443).

A partir de una Psicología centrada en el yo se llega a una


investigación de los patrones de com portam iento en la sociedad;
el acento se desplaza de la consideración del individuo hacia el
análisis de los contextos sociales y de las acciones y reacciones
en el interior de el los.
Tenem os aquí la tensión polar entre el yo y el m undo en su
totalidad, tensión que determ ina la estructura de la Antropología
en un modo típicam ente kantiano. Nos movemos hacia el mundo,
el escenario de nuestra acción social, y se nos prepara para ello
m ediante una disciplina que une a la Antropología y a la Doctrina
del M undo ( Welilehre). Con ello está superada la fase en la que
las peculiaridades psicológicas (II, 443,23) deben provocar la aten­
ción de los estudiantes. Más bien se apela a su interés como futuros
ciudadanos del mundo que actuarán en él. Por lo demás, las peculia­
ridades se mantienen. Ellas eran para trivializar a los genios de
Weimar y Berlín de modo que el libro no tuviera un gran éxito.
La Antropología pragm ática apunta a una doctrina distributiva
de la prudencia (distributive Klugheitslehre). Todo estudiante
que aparece en el teatro del m undo se halla dotado de un saber
que le facilita el trato práctico con los otros y tam bién consigo
mismo. Kant no le ha dicho al estudiante hasta ahora cuál es
propiam ente el tem a común del teatro del mundo en el que él
habrá de actuar. O, dicho de otro modo: ¿qué razón dom ina en la
totalidad de los m últiples cursos de acción que se encuentran en
los ires y venires de la vida? A partir de esta ¡nsuficencia de una
A ntropología m eram ente pragm ática se desarrolla la posibilidad
de retom ar de nuevo una idea discutida intensam ente en los años
setenta y de añadírsela a la obra com o final. Es la pregunta por la
determ inación de la hum anidad en su totalidad. En lo m eram ente
pragm ático no se encuentra ninguna hum anidad y el sentido de
mi hacer y om itir, sean éstos o no prudentes, aparece solam ente
respecto a acciones singulares o a com plejos de acción. A partir
206 Reinhard Brandt

de las peculiaridades psicológicas y pasando por el interés pru­


dencial del individuo accedem os en un tercer paso a la pregunta
racional por el todo en el interior del cual se desarrolla nuestra
acción. Esta últim a parte, la idea de la hum anidad com o idea de
una unidad histórico-sistem ática, se introduce a m ediados de los
años setenta y aparece al final de la Lección y del libro. N o hay
otras m odificaciones de carácter estructural.
Si este análisis de la Antropología desde un punto de vista
pragmático es correcto, entonces la disciplina forma un todo agre­
gado -s i bien a partir de impulsos históricos. Este todo no encuentra
ninguna expresión en la articulación de la Lección y del escrito mis­
mo, como lo vimos, sino que tiene que ser descubierto a partir de la
génesis y de la lógica interna de la Lección y del escrito.
Una consecuencia de una Antropología unitaria -au n q u e es
una Antropología en tres niveles- de este tipo es que la disciplina
m uestra ciertam ente m últiples puntos de contacto con otros ám­
bitos de la formación de las ideas kantianas. Sin embargo, considerada
en su totalidad, es autárquica, en primer lugar, en su fundamentación
m aterial-psicológica; en segundo lugar, en su planteam iento prag­
m ático de fines y, en tercer lugar, en su perspectiva en torno al
para qué de la acción inmanente al mundo. La “ Antropología prag­
m ática” no es por tanto la disciplina de una Antropología práctica
que Kant exige de diversas m aneras y que funge com o parte
com plem entaria de la moral pura.
Una confirm ación de esta tesis la sum inistra la parte de la
Antropología que se encuentra más cercana a la moral, la exigen­
cia de la formación de un carácter (V il, 291-295). El hombre debe
darse a sí mismo la ley también en lo moral y actuar por deber -¿n o
se encuentra aquí un puente hacia la moral? En primer lugar, el acento
se coloca aquí sobre el trato práctico; sabemos lo que tenemos que
esperar de un hombre con carácter, podemos contar con que él se
atendrá a un propósito una vez que lo ha decidido a s í- el semper
ídem y tenaxpropositi estoico. La moralidad interesa solamente en
el marco de una estabilidad de los hombres con quienes tratamos, de
modo que éstos concuerdcn consigo mismo; podemos confiar en
ellos como en el curso de las estrellas. El otro punto es el siguiente:
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 207

hay puntos de contacto también con la Filosofía trascendental, con la


Estética en la Kritik der Urteilskrqft y con la Filosofía del Dere­
cho. En el lo la “Antropología” es una suerte de sunima de los temas
restantes de la filosofía kantiana, aunque desde una perspectiva
empírico-pragmática. También, el último tema, la determinación del
hombre se trata por completo en forma inmanente al mundo y empí­
rica. Lo decisivo aquí es solamente que se menciona un punto de
unidad de las acciones humanas en su totalidad.

II. LA D E T E R M IN A C IÓ N D E L H O M B R E

En la “ Su ni nía de la Antropología pragm ática”, un apartado de la


Antropología desde un punto de vista pragmático, se estable­
ce esta determ inación de tal forma que ella parece trascender la
m era d e te rm in a c ió n fin a l de la naturaleza ( bloss fín a te
Naturbestimnnmg):

La summa de la Antropología pragmática en relación con la determi­


nación del hombre y la característica de su formación (Charakteristik
seiner Aushildung) es la siguiente. El hombre está determinado por
su razón a estar en una sociedad con hombres y a cultivarse, a
civilizarse y a moralizarse (sich...su cultiviren, zu cmUsiren undzu
moralisiren) en ella mediante el arte y las ciencias, aunque su ten­
dencia animal a entregarse en forma pasiva a las incitaciones de la
comodidad del bien vivir, que él denomina felicidad, pueda ser gran­
de; sino más bien en forma activa (thátig) en lucha contra los
obstáculos -obstáculos que le advienen por la incultura de su natu­
raleza- por hacerse digno de la humanidad (Vil, 324-325).

Es la summa incluso de la filosofía kantiana en su totalidad.


Ella responde a las tres conocidas preguntas; ¿Q ué puedo saber?
¿Q ué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? Y todo esto no se con­
densa en realidad en la pregunta por la definición y por la esencia
“¿Q ué es el hom bre?”, sino en la pregunta por el fin y por la
meta; ¿ Para qué está determ inado ( hestimmt) el hom bre me­
208 Reinhard Brandt

diante su naturaleza y su razón? -¿C ó m o debe ser pensada la


identidad y la diferencia de estos dos factores de determ inación?
Para com enzar se trata de la delim itación frente a las otras
dos form as de determ inación del hom bre. En ninguno de estos
dos casos se puede constatar huella de una influencia inm ediata;
la utilizam os sin em bargo para distinguir la posición kantiana de
otras ideas que com piten con ella y para, de esta m anera, com ­
prenderla de modo preciso.
En prim er lugar, la tesis de que el hom bre se distingue del
resto de los anim ales com o ser carente ( Müngelwesen ). Kant
persigue con ello ciertam ente una tendencia análoga, pero com ­
prende al hom bre no en forma prim aria como ser carente, como
lo hacía Protágoras en el Diálogo platónico del m ism o nom bre.
Epim eteo proveyó, según cuenta el m ito, a las anim ales con las
dotes que aseguraran su supervivencia; sin em bargo, no quedó
nada para el hom bre. Él no disponía de una piel com o protección
contra el frío y el calor, ni tampoco de uñas ni garras - “desnudo,
descalzo, descubierto, desarmado, se encontraba el hombre (321 c)”-
aparecía como ser al que le falta algo, como ser carente en el
escenario de la naturaleza. Así, para hacer frente a esta necesi­
d ad , tu v ie ro n q u e c re a rs e post fe slu m , en p rim e r lu g ar,
capacidades técnicas para la confrontación con la naturaleza (por
ejem plo, el dom inio del fuego) y, en segundo lugar, la vergüenza
(aidos) y la ju sticia (dike) para la convivencia de los hom bres
entre sí. Con estas dotes com pensatorias, el hom bre puede so­
m eter o m atar anim ales que eran originalm ente superiores, cultiva
la tierra y vive en ciudades con una paz interior.
Tam bién en Kant se puede hablar del hombre com o ser ca­
rente. N o obstante, él no recibe de los dioses ninguna dote especial
para com pensar esto, para poder hacer frente con ella a la nece­
sidad de la vida, sino que es obligado por esta necesidad de la vida a
crear en el curso de la historia de la especie un sucedáneo para la
carente dotación que la naturaleza le ha suministrado. La necesidad
que se ha infringido a sí mismo a través del ánimo discordante
(unfriedliche Gesinnung) es el estímulo impulsor que obliga a la
especie humana a establecerse en el planeta entero obligándola, con
el fuego y la espada, a la fundación de Estados. Pero todo esto
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 209

pertenece a la historia natural (Naturgesichte) y constituye aún un


mero sucedáneo de la carente provisión animal. En oposición a ello,
la determinación del hombre es la emancipación gradual de la natu­
raleza mediante la autodeterminación (Selbstbestimmung), mediante
la autonomía ética (sittliche Antonomie). La forma jurídica exterior
de los Estados (die aafierliche Rechtsform der Staaten) es aún
una administración coercitiva (Zwangsverwaltung) para la cual in­
cluso los dem onios con una razón m eram ente instrum ental se
encuentran capacitados3 (ésta es por lo menos la tesis en el escrito
sobre la paz perpetua, VIII, 366-367). A diferencia de ello, la deter­
minación del hombre rebasa el mero dominio de la necesidad y exige
un desarrollo propio de la verdadera justicia y de la virtud; aidos y
dike no pueden ser dadas al hombre como instrumentos, sino que él
mismo tiene que afanarse por alcanzarlas. Hasta aqui lo relacionado
con la delimitación de la determinación kantiana del hombre respec­
to a la tesis planteada de nuevo en la época moderna, especialmente
por Amold Gchlen, de acuerdo con la cual el hombre estaría carac­
terizado como ser carente.
La determ inación kantiana del hom bre es, en segundo lugar,
distinta de la idea de Pico delta M irándola, quien en su tratado De
hominis dignitate (escrito en 1485, publicado en 1496) hace de­
c ir a Dios respecto de la indeterminación ( Unbestimmtheit) de
la criatura hum ana lo siguiente:

La naturaleza del resto de las criaturas está determinada en forma


fija y está limitada en el interior de las leyes por nosotros [es decir,
Dios] prescritas. Tú debes determinarte a ti mismo sin ninguna res­
tricción ni limíte, de acuerdo con tu voluntad y juicio al que yo te he
confiado. Te he colocado en la mitad del mundo para que tú puedas
ver desde ahí en forma más cómoda lo que existe en el mundo. No te

3 La palabra “ razón instrum ental", utilizada especialm ente por la Teoría C ri­
tica, no aparece en los textos de Kant. Sin em bargo, el asunto se encuentra expuesto
en form a clara si se com para la estru ctu ra triádica del hom bre en la Religión
dentro de los limites de la mera Razón de 1703 (VI. 26) y el pasaje paralelo en la
“D octrina de la V irtud" de la Metafísica de las Costumbres de 1707 (VI 418). El
ejem plo del que Kant (y la Teoría C ritica) se sirve es más antiguo; la estructura de
/. Lo anim al, 2. Lo cstralégico-útil y i. t.o ético, la utiliza por ejem plo A ristóteles
en su doctrina de la am istad ( Ética a Nicómaco, VIII, 3).
210 Reinhard Brandt

hemos creado ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal para que


tú, como tu propio escultor creador que decide libremente con ho­
nor, te des a ti mismo la figura que tú prefieres. Puedes degradarte a
lo más bajo, a lo animal, también puedes llegar a lo más alto, renacer
como divino, si es que tu alma así lo decide” (7).

Tam bién G iam battista Vico hablará más tarde de la “naturale­


za indeterm inada del hom bre” (Scienza Nuova, II 1): “ L'uomo.
per l'indiffinita natura delta mente utnana, [...]” ; 32: “ [...]
che la mente umana, per la sua indiffinita natura
Y tam bién hay en Kant opiniones sobre la naturaleza origina­
riam ente indeterm inada del hom bre. Sus disposiciones psíquicas
se asem ejan a su mano:

La caracterización del hombre como un animal racional se en­


cuentra ya en la configuración y organización de su mano, de
sus dedos y de la yema de sus dedos, cuya estructura y delicado
sentido muestran que la naturaleza no lo ha hecho en forma dies­
tra para la manipulación de las cosas, sino en forma indeterminada
( unbestimmt) para todo, por ello mismo para el uso de la razón y,
mediante ello, ha designado a la disposición técnica o viabilidad
de su especie como a la de u n animal racional ( V i l , 3 2 3 ) .

Y en la aún no editada Physische Geographie Hesse se se­


ñala: “E ntre los anim ales el hom bre es el m ás distin g u id o
( vornehmste). Está construido de modo que su posición y las
m edidas de sus m iem bros m uestren que está dispuesto a más
acciones que cualquier otro anim al" (81).
Sin embargo, no hay para el neoestoico en Kónigsberg la libertad
de la indeterminación ( Unbestimmtheit) que supone el platónico Pico
della M irándola. La mano puede ser un órgano indeterminado de
forma específica; el hombre individual puede, indeterminado por su
creador, encontrarse frente a la pregunta de si adquiere un carácter
o si quiere vivir permanentemente en el ir y venir de nuevas impre­
siones e inclinaciones, si se dirige hacia arriba o hacia abajo. No
obstante, la humanidad en su totalidad está determinada por la Pro­
videncia claramente para la autodeterminación y está obligada a
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 211

adquirir esta autonomía moral con todas las astucias de la razón y


con toda la fuerzas de la naturaleza.
Lo anterior puede resum irse de la siguiente m anera: la deter­
m inación del hom bre no es ni idéntica con la com pensación de
carencias naturales, ni tam poco significa llenar arbitrariam ente
espacios vacíos en el destino moral. ¿Qué significa entonces exac­
tam ente “determ inación”?
No parece haber para la palabra “determ inación” -e n la for­
ma en que Kant, en concordancia con otros autores de lengua
alem ana de su época, la u tiliz a - un equivalente exacto ni en grie­
go, ni en latín ni tam poco en italiano. “D eterm inación” significa,
algo a lo que ya rem ite M oses M endelssohn,4 o bien “determ ina­
c ió n (determ inado) ” o b ie n “ d e s tin a c ió n (d e s tin a d o )”;
“determ inación” es el determ inar (Bestimmen) y estar determ i­
nado (Bestimmtsein) respecto a propiedades y mediante (durch)
algo o, en segundo lugar, para, hacia (zu) algo. El prim er signi­
ficado subyace por ejem plo en el d iscu rso de una longitud
determ inada; podem os determ inar con creciente exactitud la dis­
tancia de la luna desde la tierra. Los acontecim ientos reciben su
determ inación m ediante los factores causales que los producen
en un lugar determ inado y en un tiem po determ inado. En una
consideración filosófíco-trascendcntal esta determ inación puede
ser pensada o bien com o ya existente o bien com o una que se
crea m ediante form as subjetivas; en el último caso, lo vario de la
sensación adquiere su determ inación formal ante todo m ediante
el sujeto; se determ ina, es decir, se constituye com o objeto.
Por lo que se refiere al segundo ám bito de significación, de­
term in a c ió n com o destinado rebasa el p rim e r co n cep to de
determ inación m ediante una estructura final: algo está no sola­
m ente determ inado en sus propiedades y mediante (durch) algo,
sino que puede estar determ inado para, hacia (zu) algo. El hom -

4 M endelssohn, en, A bbl, 1978 (II), 14: “ La palabra determ inación significa
tam o el establecim iento de un predicado, algunos de los cuales pueden advenir al
sujeto, Determination-, como el establecimiento del fin final (Emhwecks) para el cual
algo puede ser utilizado como medio, Destination. [...] La determinación del hombre
puede significar tanto Determination com o Destination del hom bre".
212 Reinhard Brandt

bre pertenece a las cosas naturales cuya existencia y form a, de


acuerdo con M endelssohn y con Kant, nos es com prensible sola­
m e n te p o rq u e r e c o n o c e m o s e l p a ra qué (wozu) d e su
determ inación. La determinatio es en la teoría kantiana un asun­
to del entendimiento; a diferencia de ello, la investigación de la
destinado pertenece al ámbito de tareas de la razón y de la Facul­
tad de Juzgar reflexionante. Para qué estamos determinados es algo
que reconocemos solamente por nuestra propia facultad, es decir,
conocem os y somos creadores de nuestra propia determ inación
en sentido epistém ico y en el sentido práctico-m oral.
Y aquí se separan los cam inos de M endelssohn y de Kant.
M ientras que el prim ero pregunta por la determ inación del indivi­
duo singular, y contra Thom as Abbt defiende el sentido de la vida
individual, Kant, por su parte, siguiendo la idea de la perfectibilité
de Vhomme de Rousseau se interesa desde el principio por la
determ inación de la hum anidad en su totalidad.
El h o m b re po r cu y a d e te rm in a c ió n se p re g u n ta en la
Anlhropologie y en otros escritos emparentados con ella no es el
individuo singular, sino decididamente la especie. Los animales al­
canzan en los ejemplares individuales el fin de su existencia; los
hombres lo hacen solamente en la humanidad en su totalidad. Con
esta concepción Kant se encuentra en una oposición tajante a la
mayoría de los autores alemanes que habían externado su opinión en
tomo a la pregunta por la determinación, tales como Spalding, Lessing,
Thomas Abbt y Moses Mendelssohn, al igual que Herder.
La “ Determinación del Hombre (Bestimmung des Menschen)"
es el título de un escrito de Johann Joachim Spalding que apareció
en 13 ediciones entre 1748 y 1794. “El hombre” es en Spalding el
individuo (con la pregunta correspondiente, no comprobada en Kant:
“¿Qué soy yo (Was bin ich?)”. La gran disputa en torno a la deter­
minación entre Thomas Abbt (1738-1766) y Moses Mendelssohn se
enlaza al escrito de Spalding. Abbt no duda que todo hombre tenga
una determinación; pero, ¿cuál es ésta? Ella tiene que poder ser
reconocida por cada cual, tiene que ser respondida por todo hombre,
incluso en el caso del niño que muriera prematuramente, pero ¿qué
determinación tendría este niño que fuera conocida y realizada por
hnmanuel Kant: Política, Derecho y... 213

él mismo? ¿Tiene M endelssohn una respuesta para ello? Él lo afir­


ma; sigue el optim ism o de Leibniz. El todo es bueno aunque no sea
reconocido por nosotros como tal en sus partes. La determinación
de todo hombre es “el ejercicio, desarrollo y formación de todas las
fuerzas y capacidades humanas en una relación conform e a su si­
tuación”.5 En el todo de la creación cada parte es un verdadero
miembro, es a la vez medio y fin final.

En el orden divino prevalece la unidad delfin finaI (Einheit des


Endzwecks). Todos los fines finales subordinados son a la vez
medios; todos los medios son a la vez fines finales. No pienses
que esta vida es una mera preparación, que la vida futura es un
mero fin final. Ambas son medios, ambas son fines finales. Las
intenciones divinas y las transformaciones de toda sustancia
avanzan con los mismos pasos hacia la inmensidad.6

Cada m iem bro en el organism o de la totalidad del m undo está


salvado a priori en su determ inación, aun cuando no podam os
reconocer esto.
En oposición a ello, Kant llega a una topografía y a un plantea­
miento del problema fundamentalmente nuevos. El todo no es la
creación y no es tampoco el individuo, sino la especie humana. Ésta
es el parámetro al que se refiere la determinación. Para Platón y
Aristóteles el hombre era primariamente durante su vida ciudadano
de una polis; durante el helenismo la escuela estoica llevó a cabo
una ampliación de la polis hacia la “kosmópolis” y consideró al hom­
bre com o ciudadano cosmopolita ( Welthiirger), como ciudadano de
la ilimitada “societas generis humani”. Avanzando más allá de ello,
Kant considera a la historia de la humanidad como un “sistem a”
(VIII, 29), y al individuo como miembro y ciudadano no solamente de
la kosmópolis existente en un momento determinado, sino de la es­
pecie humana también en su dimensión histórica. El individuo se
convierte asi en m iem bro y m edio de la hum anidad futura.

5 M endelssohn, en, Abbt, 1978. 30.


4 M endelssohn, en, A bbt, 1978, 220.
214 Reinhard Brandt

Kant señala en este sentido:

Lo que continúa siendo extraño aquí es el hecho de que las genera­


ciones anteriores no parecen perseguir su penosa labor más que
para el beneficio de las generaciones ulteriores, con el fin precisa­
mente de preparar para ellas un escalón a partir del cual ellas puedan
elevar más alto el edificio que la naturaleza tiene en vista, mientras
que solamente las generaciones más tardías deben tener la suerte de
habitar en el edificio en el que ha trabajado (ciertamente sin haberlo
querido intencionalmcnte) una prolongada línea de antecesores [... ]
una especie animal provista de razón, y, en tanto que clase de seres
racionales que mueren en su totalidad pero cuya especie es inmor­
tal. debe llegar a la plenitud del desarrollo de sus disposiciones
(VlIl/20).

Es así que se dice tam bién en la Antropología que en los


anim ales dejados a sí mism os cada individuo alcanza su determ i­
nación com pleta, “ pero en los hom bres a lo sumo solam ente la
especie ( Gattung ): de modo que el género humano puede pros­
perar hacia su determ inación solam ente m ediante el progreso
( Fortschreiten) en una sucesión im posible de prever de m uchas
generaciones [...]” (V il, 324).
La orientación estoica de Kant a la totalidad de la naturaleza,
la integración del individuo en el destino de la especie no está,
com o aquí podría parecer, lim itada a la species hom bre, sino que
se refiere tam bién al resto de las especies anim ales de las que
debe ser válido el hecho de que alcanzan su plenitud en el indivi­
duo. Sin em bargo, la m eta suprem a de la n atu raleza es la
perpetuación de la especie y el todo tiene así el prim ado frente a
las partes. Si se habla del “ fin colocado las más de las veces en
la naturaleza, a saber: la preservación de la especie” (VII, 303),
entonces esto es válido para todos los seres vivos en general.
Com o el D iácono W asianski relata, durante un frío verano en
el que había pocos insectos, Kant había encontrado entre los ni­
dos de golondrinas “algunos polluelos destrozados sobre el piso”
descubrió que las golondrinas m ism as arrojaban del nido algu­
nos de los polluelos para poder m antener al resto. “ Allí se paralizó
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 215

mi entendim iento, allí no había nada que hacer más que caer de
rodillas al suelo con veneración” .7 Lo que las golondrinas hacen
“ para proteger a sus polluelos [contra] el im pulso [innato] de en­
vejecimiento [...]“ es, en la terminología kantiana correspondiente,
sublim e. Es así que se explica la escena del arrodillam iento y la
veneración vista tal vez solam ente por el ojo espiritual del Diáco­
no W asianski y posteriorm ente referida com o algo histórico. La
golondrina actúa contra la inclinación y del instinto del am or de
los padres; se estaría inclinado a decir que actúa así por respeto
a la ley. La ley universal aquí es la ley de la conservación, en este
caso de la species golondrina y, en aquel caso, la del mundus
inte/ligibilis de los seres racionales.
Johann Gottfried Hcrder retomó en forma polémica la idea de
Kant de 1784 en una carta del 14 de febrero de 1785 a Johann Georg
Hamann: “ Es bueno que ahora sepa que tengo un amigo en el Señor
Magistro Vil. Artium; y felizmente no necesito su plan infantil según
el cual el hombre estaría creado para la especie y para la maquinaria
estatal más perfecta al fin de los tiempos”.8
Kant era naturalm ente consciente del problem a que repre­
sentaba el sacrificio del individuo singular por la totalidad. Como
hom bre, el individuo sacrificado puede ser ofrendado en aquella
hoguera con la que se alum bra el cam ino de la razón en su m ar­
cha total. Com o persona, com o ser autónom o específico, está
sustraído a la vez a la m archa de la historia. Es la “disposición de
su naturaleza que cada hom bre nota y que consiste en que jam ás
habrá de ser satisfecho por lo tem poral (en tanto que insuficiente
respecto a las disposiciones de su determ inación, de su destino
total -seiner gomen Bestimtmmg-), es en ello que reside la es­
peranza de una vida fu tir á ” (KrV , B. XXXII). Es esto lo que
resuelve la determinación del hombre singular independientemente
de su integración en la determ inación de la especie. En \a Antro­
pología no hay algo análogo a ello. En ella la hum anidad en su
totalidad constituye un sistem a tem poralizado que está determ i- *

J Wasianski. 1912, 293.


* Hcrder, 1977 y ss... V. 106.
216 Reinhard Brandi

nad o a re a tiz a r su n a tu ra le z a , a sa b er, la a u to n o m ía . U na


precondición que es (parece ser) asunto de la historia natural es
la edificación de un sistem a jurídico bajo Estados necesariam en­
te republicanos o democráticos. La naturaleza utiliza el mecanismo
de inclinaciones del hom bre para alcanzar esta m eta indepen­
dientem ente de las acciones racionales hum anas casuales. Lo
que aquí encontram os es una de las variantes de la invisible
hand - e s decir, nuestras acciones egoístas, determ inadas por la
naturaleza, están insertas en un todo en el que promueven la meta de
la humanidad. El teleologismo de Kant conduce necesariamente a
celebrar el mal como un medio del bien. En relación con el m al, en
una línea neoestoico-cristiana, se considera en K ant que el m al,
“(...] m oviendo los impulsos de la autoconservación, im pulsa los
gérm enes del bien en la m edida en que éste consiste en el com ­
bate al m al” (/te/7.1448; XV, 632). “Erijam os un tem plo a la
cobardía, a la deslealtad y a la envidia” , se dice en una de las
Reflexiones (Ref1. 536; XV, 235). “ ¡A gradezcam os a la natura­
leza por la insociabilidad, por la envidiosa presuntuosidad que opone
a los hom bres, por los apetitos jam ás satisfechos para tener o
tam bién para dom inar!” (VIII, 21) (Véanse las “tres D isposicio­
nes n a tu r a le s 1. P e re z a . 2. C o b a rd ia y 3. F a ls e d a d ” en
Mrongovius, 127-129 (XXV, 1420-1423). La m áxim a universal
en la Critica de la Facultad de Juzgar reza en form a corres­
pondiente: “Todo en el m undo es bueno para algo; nada es en
vano; y se está ju stificado, incluso llam ado, a través del ejem plo
que la naturaleza ofrece en sus productos orgánicos, a no espe­
rar de ella y de sus leyes nada sino lo que es conform e a fines en
el todo (was im Ganzen zweckmdfiig ist)" (V, 379). “T odo en el
m undo” -y a este m undo tam bién pertenecen la cultura hum ana
y la acción hum ana pretendidam ente libre dentro de él. Bajo el
inofensivo título “Del bien físico suprem o”, K ant da a conocer
las consideraciones teleológicas: “Entre los tres vicios: pereza ,
cobardia y falsedad, el prim ero parece ser el m ás despreciable.
Ya con este ju ic io se puede infringir con frecuencia al hom bre
dem asiada injusticia. Esta aversión a un trabajo sostenido la ha
colocado sabiam ente la naturaleza en el instinto de algunos suje­
Immanuei Kant: Política, Derecho y... 217

tos para su beneficio al igual que para el de otros: ellos no sopor­


taban sin duda, sin agotarse, un gasto de fuerzas prolongado o
repetido, sino que requerían por el contrario de ciertas pausas de
esparcim iento. Demetrius habría podido destinar, no sin funda­
m ento, un altar a este dem onio m aligno (de la pereza): si la
pereza no se interpusiera, la infatigable m alicia perpetraría m ás
mal en el m undo del que hay ahora; si la cobardia no se apiadara
de los hom bres, la ferocidad guerrera habría arruinado pronto al
hom bre y, si no hubiera falsedad [ya que en la gran m asa de los
malvados que se unen entre sí para un complot (por ejemplo, en un
regimiento) habrá siempre un traidor], la malicia innata de la natura­
leza humana derribaría pronto Estados enteros” (VII, 276).9 Según
el asunto todo parece concordar. Pero, ¿para qué la hum illación
ante una naturaleza que ha organizado todo sabiam ente? ¿Sabia­
m ente? ¿Por qué no diabólicam ente?
El finalismo de Kant, especialm ente la doctrina de la determ i­
nación del género hum ano, está construido sobre la revisión de
fundam entos estoicos. Tenem os que considerar a la naturaleza
dirigida por la pronoia com o un Totum organizado conform e a
fines en los que cada pieza parcial está al servicio de las otras.
Al final todo sirve al fin que no puede ser más m ero m edio, el fin
de la m oralidad del hom bre, que de esta forma se convierte en la
res sacra, decían los antiguos estoicos.
Esta teodicea no es un pasatiem po teórico, sino un desiderá­
tum de la Razón práctica pura y, m ás específicam ente, debido a
lo siguiente. La ley de la libertad ordena al hom bre en form a
categórica acciones sin tener en cuenta a la naturaleza y a lo que
es bueno para el hom bre. La idea de la autonom ía m oral prohíbe
fundam entar la m oralidad antropológicam ente. Pensem os sin
em bargo el m undo dentro del cual debe actuar quien actúa en
form a líbre com o un infierno cerrado con el siguiente lem a en la
puerta de entrada: “Lascíate ogni speranza (Déjese toda es­
peranza) En este caso la obediencia de la obligación m oral es

9 En relación con esia cita de la Anthropologie, véase mi com entario a estas


lineas (véase N ota I).
218 Reinhard Brandt

tan absurda com o la actividad de Sísifo. La razón se convertiría


en una razón esquizofrénica porque, qua razón, ordena algo irra­
cional. El m undo en el que se actúa m oralm ente no puede ser por
ello infernal y la función del mal no puede ser diabólica. M ás
bien, la naturaleza determina el mal como medio del bien; ella traba­
ja secretamente, por mucho que sea solamente naturaleza, junto con
los fines morales. Sin una fundación deística o cristiano-estoica que
posibilite este constructo, la moral kantiana no sería sino quimérica y
reposaría sobre la nada, como Kant mismo lo form ula.10
En el interior de la determ inación kantiana de la naturaleza y
de la razón del hombre es válida la máxima Quemfata non ducunt.
trahunt -co m o el perro, así los antiguos estoicos, que está amarra­
do a la carreta y que debe o bien correr con ella o bien ser arrastrado
por ella, así acontece también en el caso del hombre: la historia na­
tural sigue su férreo curso. La providencia quiere la autonomía del
hombre y no deja en manos del cambiante humor de los sujetos
singulares si la historia alcanza su meta o no. Para llegar al buen fin
la naturaleza se sirve del fuego y de la espada, desencadena la gue­
rra y requiere en forma provisoria de prívate vives para una economía
global. Por el contrario, al hombre le está prohibido servirse de los
mismos medios para alcanzar el bien. El está atado en forma estric­
ta a la legalidad moral. La ley le dice lo que debe hacer; debe actuar
ciegamente para el bien -q u e no se encuentra en su poder- como lo
ordena la ley y puede esperar, confiado en la providencia, que el bien
se realice a sus espaldas.
La determ inación del hombre se piensa en el interior de una
naturaleza en la que se enlazan el cristianism o y el finalism o es­
toico. En primer lugar, en la teleología antiplatónica, antiaristotélica
de los estoicos, la Razón-Zeus que todo lo gobierna plantea fines
que el hom bre puede apropiarse o no. Si lo hace realm ente, es un
sabio; si no se los ha propuesto, entonces la suerte del m undo lo
arrastra com o al perro que está am arrado a la carreta y que se

10 Véase en la Crítica de la Razón Práctica la preparación de la antinomia, V, 114.


Véase ya en la Crítica de la Razón Pura A, 8 1 1 ( " |. .] considerar las leyes morales como
quimeras vacias (die moralischen Gesetze ais leere Hirngespinste anzusehen,
Immcmuel Kant: Política, Derecho y... 219

niega a ir al mismo paso que ella. En segundo lugar, en la teología


cristiana Dios da forma al mundo no a partir de un Tohuwabohu, de
un caos originario ( hos kalliston, como se dice en el Tuneo) que se
enfrenta y opone a él, sino a partir de la nada. Con ello se hace
posible una concepción conform e a la cual todo en este m undo
tiene que ser bueno. El mal y lo m alo no son sim plem ente arras­
trados y finalm ente sucum ben sino que se rescatan com o algo
bueno. El ser-bueno se nos puede sustraer porque no conocem os
en su totalidad el plan del mundo; o bien sabem os a priori, tal es
la posición kantiana, que todo en el mundo es un medio para la
promoción del fin final y podemos m ostrar esto la m ayoría de las
veces. El mal es en realidad bien, lo que sirve al provecho propio
prom ueve el bienestar común. Kant participa de esta concepción
del m undo cristiano-estoica. En nuestra acción pretendidam ente
libre creem os perseguir un fin determ inado por nuestro provecho
propio, determ inado por nuestras inclinaciones. Realm ente, sin
em bargo, estam os som etidos a una determ inación de la naturale­
za prev iso ra y provocam os el bienestar, no p reten d id o por
nosotros, de la totalidad del mundo. N os conduce una m ano invi­
sible hacia donde no queremos; sin embargo, el filósofo sabe que
es, en cualquier caso y a priori, algo bueno.

B ibliografía

Abbt. Thom as, Vermischte Werke. Dritter Theil, welcher einen


Theil seiner freundschaftlichen Correspondenz enthált.
N eue und m it A nm erkungen von M oses M endelssohn
verm ehrte A uflage ( 1782), Hildesheim / New York, 1978.
Herder, Johann Gottfried, Briefe. Gesamtausgabe, Weimar, 1977 fT.
W asianski, Ehregott Andreas Christoph, Immcmuel Kant in seinen
letzten Lebensjahren, en Félix Grofi (llrsg .), Immanuel
Kant. Sein Leben in Darstellungen von Zeitgenossen,
Berlín, 1912,213-306.
EL DESAFÍO DE KANT ANTE LA PENA
DE MUERTE PARA LOS DUELOS Y EL
INFANTICIDIO*
i

E n lo que sigue se presentará y justificará una inusual interpre­


tación de las incursiones kantianas dentro del D erecho Penal,
prestando una especial atención al castigo previsto para el asesi­
nato perpetrado en un duelo a m uerte, así com o para ciertos
infanticidios. La discusión de tales casos, tan explosivos hace
200 años, se ha vuelto totalm ente obsoleta hoy y la solución del
problem a que Kant se vio constreñido a m antener sólo puede
cobrar algún sentido en un plano teórico.
El D erecho Penal ha ido perdiendo im portancia dentro de una
Filosofía del Derecho cada vez m ás centrada en la justicia. John

* Esta traducción se basa prácticamente en su totalidad en la versión castellana de


Roberto R. Aramayo aparecida en el libro de Roberto R. Aramayo/ Faustino Oncina
(com ps.), Ética y Antropología: un dilema kantiano. En los bicentenarios de la
Antropología en sentido pragmático (¡798) y la Metafísica de ¡as Costumbres (1797),
Editorial Contares, Granada, 1999. Me hecho, no obstante, algunas ligeras modifica­
ciones a ella. Agradecemos a Roberto R. Aramayo y a la gentil mediación del Profesor
Reinhard Brandt el habernos perm itido incluir este trabajo en el presente volumen.
Este trabajo será publicado en alemán dentro del volumen colectivo: Hauke Brunkhorsl
- Peter Niescn (Hrsg.), Das Recht der Republik, Suhrkamp, Frankfurt/ a. M.. 1999. La
numeración de las notas de pie de página se realiza de acuerdo con el original alemán.
222 Reinhard Brundt

Rawls no aborda esta problem ática del castigo jurídico en su Teo­


ría de la Justicia y Jürgen Haberm as m argina la cuestión en su
libro Facticidady V alidez.1Con ello dicha teoría retom a en cier­
to m odo a la posición de los clásicos, que no contaban para nada
con el Derecho Penal. Platón y Aristóteles, pero tam bién Cicerón,
observan esta m áxima: es inútil dar consejos a quien no quiere
oír, algo que, en últim o térm ino, vale tanto para el Estado, en
cuanto institución educativa, como para la escuela. Al final de la
Etica a Nicómaco, cuando se trata del tránsito de la ética a la
política, cabe leer lo siguiente: aquel que recusa el logos, sobre
todo en los im pulsos irracionales de la m uchedum bre, necesita
entonces la fuerza ( 1 179b,g). Sólo en la M odernidad, el Derecho
N atural, con su intento de circunscribir el Derecho a la esfera de
las acciones externas, por un lado, y su concepción del hom bre
com o persona jurídica, por el otro, com enzó a tem atizar el D ere­
cho Penal com o un deber jurídico del Estado que precisa ser
específicam ente fundam entado y delim itado. El que la ju sticia

1 IClaus GQnthcr ha in ten tad o d e sa rro llar una fundam enlación del D erecho
Penal dentro de la ética discursiva haberm asiana (G ünthcr, 1991). No entraré aquí
en los porm enores de su argum entación; sólo me interesa retener la cuestión de si
con este concepto no retom am os a los antiguos. El lema seria el de “salvaguardar
el papel del p a rticip a n te ” : “ El D erecho Penal p reserva aspectos b á sico s de mi
papel com o participante en las interacciones, a saber, aquellos Derechos sin cuyo
reconocim iento m utuo por parte de quienes intervienen en la interacción quedaría
ro ta la m alla intersu b jetiv a de un acuerdo reciproco” (p. 209). El discu rso y la
interacción se inm unizan, por tan to , contra un v iolento desajuste p roducido por
la am enaza o el em pleo de la fuerza. Se deja al buen criterio del participante en la
interacción el cómo de esa protección física, pero el filósofo ju zg a a priori sobre
el qué. A si la s c o sa s, re su lta rla im p ro ced en te no fo rza r p o r e llo e l re cip ro co
reconocim iento de los Derechos elem entales, de suerte que las leyes destinadas a
regular las acciones externas y a garantizar la com patibilidad de la libertad de cada
cual con la de todos los otros fuesen cum plidas con sanciones -c o n sanciones que
enunciarían lo siguiente: a quien no siga las reglas del reconocim iento, se le im­
pondrá un castigo, esto es. se le obligará a su seguim iento m ediante la fuerza física.
C uesta com prender por que la ética discursiva no cesa en su com petencia allí
donde acaba su dom inio de la convicción libre de coacciones y deja al criterio del
participante equiparse para hacer frente a las enferm edades, a una hostil naturale­
za exterior c incluso a la interacción física de otros hom bres m ediante los recursos
que le parezcan m ás adecuados de la m edicina, de la arquitectura y de las vallas
electrificadas, por poner tan sólo algunos ejem plos.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 223

penal sea posible dentro del Estado y dicha posibilidad requiera


de leyes que impongan sanciones, forma ya parte del cuerpo doc­
trinal de la teoría hobbesiana del Derecho y del Estado. En el
Estado de N aturaleza no se da problem a penal alguno, al no exis­
tir ninguna clase de acciones antijurídicas -p u e s allí toda acción
es ju sta y ninguna es injusta. John Locke intenta llevar a cabo
una cabal revisión del Derecho Penal absolutista. Para ello nece­
sita una nueva definición del Estado de N aturaleza, que viene a
enriquecer con esa “curiosa doctrina (strange doctrin) según la
cual cada uno tiene com petencia para reconocer la ley natural
genérica de las acciones humanas perm itidas, para subsum ir bajo
la m ism a los casos con que se encuentre y para castigar al in­
fractor.2 Con todo, en aquellos casos en los que él mismo esté
concernido, no se darán dem asiadas garantías de ju zg a r con im­
parcialidad y ejecutar el ju ic io correspondiente, uno necesitará
echar m ano de un tercero investido con poder en quien delegar
esas tres com petencias, a saber, el conocim iento de las leyes, el
e n ju ic ia m ie n to y la ejecu ció n del dictam en - o sea, el acto
fundacional de la división de poderes dentro del Estado. En El
contrato Social, Rousseau fracasa por com pleto ante el proble­
ma del Derecho Penal; con toda desm esura opta sin más por
convertir al delincuente en un enem igo del Estado que hubiera
declarado la guerra a la R epública.3 Sin em bargo, tal com o afir­
ma R ousseau en otro lugar,4 la guerra sólo es posible entre
Estados, con lo cual su pseudosolución resulta im procedente.
Kant com parte con Hobbes la idea de que un castigo no tiene
cabida dentro del Estado de Naturaleza; la única violencia ju ríd i­
ca consiste en ser obligado a ingresar con las otras personas en
el status civilis.5 “ Por causa de los otros hombres que se hallan

J John Lockc, Second treatise o f Government, S 8 (Locke 1970, p. 290).


3 Jcan-Jacqucs Rousseau. Du contrat social, U. 5 (Rousseau. 1959 y ss.. III. 376-377).
4 Cfr. Jcan-Jacqucs Rousseau. Écrits sur l ’abbé de Saint-Pierre. en cuyo epígra­
fe titulado El arte de la guerra se lee lo siguiente: “ no puede darse la guerra entre
los hom bres, sino entre los E stados’' (R ousseau, 1959 y ss.. lili. 604).
3 A quí H abcrm as yerra en un punto de articu la ció n del siste m a ' “Tam bién
K ant. e n su D octrina del D erecho, parte de D erechos sub jetiv o s natu rales, que
224 Reinhard Brandt

en el Estado de N aturaleza yo me veo laesus per statum -e s c ri­


be K ant” (Refl. 7647; Ak. XIX, 47Ó-477).6 Mas este perjuicio es
el único posible. Sólo en el estado civil cabe prom ulgar un cuerpo
legislativo que determ ine provisionalm ente lo M ío y lo Tuyo pre­
servándolos mediante sanciones impositivas (pues las disposiciones
legales por si solas, al m argen de las sanciones, no brindan pro­
tección alguna y tam poco pueden ser por eso m ism o leyes del
Estado). Las disposiciones legales quedan legitim adas m erced a
este principio, de tal modo que el Derecho se ve indisolublem ente
asociado con la atribución de ejercer coacción conform e al axio­
ma de la no contradicción: “si un determ inado uso de la libertad
misma supone un obstáculo a la libertad según leyes universales
(es decir, lo contrario al D erecho), entonces la coacción que se
le contrapone, en cuanto impedimento de un obstáculo de la
libertad, concuerda con la libertad según leyes universales, esto
es, resulta conform e al D erecho” .7 A quellas leyes concernientes
al perjuicio de lo Mío y lo Tuyo m ediante esas acciones que, por
lo general, am enazan a lo M ío y lo Tuyo (y, por lo tanto, no se

cada persona coloca como poderes coactivos frente a las violaciones de sus accio­
nes libres subjetivas ju ridicam ente aseguradas” (H abcrm as. 1992. p. 45). Cfr. p.
136: “Según Kant el concepto de Derecho se ve dotado de cualquier poder co acti­
vo que el uno esté autorizado a ejercer frente al otro en caso de abuso” . O tam bién
la p. 158: ” ... que los su je to s de D erecho traspasarán su po d er c o ac tiv o a una
instancia” . Asim ism o Klaus GQnthcr: “ El perm iso de originar una universal obser­
vancia fáctica de la norm a no puede ser com prendido com o si con ello se pusiera
en manos de cada cual un poder coactivo. Sem ejante topos individualista estaba en
la base de los argum entos esgrim idos por el Derecho Natural ilustrado desde Hobbcs
hasta Kant” (GQnthcr, 1991, p. 207). Esto es algo que no hace ju stic ia ni a Hobbcs
(que no reconocía norm a jurídica alguna en el Estado de N aturaleza) ni tam poco a
Kant, siendo asi que únicam ente John Locke sostiene esa opinión, a la que califica
e x p re s a m e n te co m o " c u rio s a o e x tra ñ a d o c tr in a " (stran go doclrin ). T a n to
Habcrmas com o GQnthcr Icen a Hobbcs y a Kant con el partí pris de que el Derecho
Natural fue antaño individualista y que a la ética discursiva le ha correspondido
deshacer este presunto entuerto.
6 Como suele ser habitual, las citas de Kant rem iten a la edición de la A cade­
m ia, consignándose el volumen en núm eros rom anos y las páginas en arábigos tras
las siglas Ak. (= Kants Gesammelle Schrifien, Berlín el alia , 1900 y ss.)
7 Ak. VI, 231. Este es un principio jurídico universal que requiere de las leyes
estatales para verse realizado; sin una disposición legal nadie sabe dónde com ienza
y acaba propiam ente su libertad y, st cree saberlo, nadie necesita creerle.
¡mmanuel Kant: Política, Derecho y... 225

dirigen contra una persona determ inada que se haya involucrado


con lo que perjudica -cfr. Ak. VI, 331) se ven provistas con
sanciones de la jurisdicción crim inal. El castigo que se impone al
asesino por parte de K ant es la controvertida pena capital. En lo
que sigue serán exam inados dos casos particulares de esta doc­
trina jurídica.
Pero prim ero hay que aludir brevem ente a cóm o se funda­
m en ta n los c a s tig o s en los Principios M etafísicas de la
Doctrina del Derecho. Kant intenta desarrollar una solución que
salvaguarde la autonom ía del autor del crim en y lo hace de la
siguiente m anera. Cada ciudadano infractor (y Kant, al contrario
de John I.ocke, hace que sean los propios ciudadanos quienes se
som etan a la ju sticia penal de sus respectivos Estados)8 es tam ­
bién leg islad o r, pues incluso los ciu d ad an o s pasivos están
idealm ente de acuerdo con las leyes.9 En cuanto legislador pro­
vee a las leyes de sanciones que serán im puestas a quienes
transgredan la ley. En cuanto autor del crim en 10 no perpetra nin­
gún hecho físico (com o sí podría hacerlo un animal o un enajenado
con idénticas consecuencias), sino una acción m arcada po r la
ley; subsum e su obrar m ism o bajo la ley y atenta librem ente con­
tra lo que la ley dice, cometiendo un quebrantam iento de la misma.
La cuestión del grado de la pena la resuelve asim ism o el legisla­
dor conform e al p rincipio de autonom ía: el propio crim inal
determ ina m ediante su acto ese grado tanto cuantitativa com o
cualitativam ente. Se conform a a ese ius talionis que am enaza
con una estricta correspondencia y, en caso de delinquir, confiere
a la sentencia y a la ejecución ju d iciales aquello que se ha m ere-

* Cfr. Jo h n L o c k c , Second Treatise o f Government. §, 9 (L o c k e , 1970,


p p 290*291). E sta te o ría ha c o b ra d o d e n u e v o vigencia desd e el p roceso de
N ürenbcrg.
9 Cfr. el pasaje del §, 46 de los Principios Metafisicos de la Doctrina del
Derecho, donde se dice que las leyes positivas no han de ser contrarias a las leyes
naturales de la libertad y la igualdad (Ak. VI, 315), ni siquiera en el caso de los
ciudadanos pasivos.
10 Respecto a este doble papel del hombre como legislador e infractor, el lector
q u e d a re m itid o a la a rg um entación esg rim id a contra C esare B cccaria (cfr. Ak.
V I, 3 3 5 ).
226 Reinhard Brandt

cido e imputado en su acción libre. Con su actuación ha hecho


suyo el castigo con que le am enazaba dicha ley del talión. Tam­
bién aquí, por lo tanto, es el Estado la institución del saum cuique
(Ak. VI, 237) - e l delincuente obtiene aquello a lo que tiene De­
recho legalmente. Kant sostiene con toda razón que el delincuente
no puede quejarse del castigo, pues cuanto le ocurre lo hizo a
sabiendas y ejercitando su libre arbitrio contra el resto de los
ciudadanos.
Esta teoría penal presenta un déficit que Kant mismo se ocu­
pó de hacer patente. En la im partición de las penas el Estado
interpreta el papel de agente y repite la acción incrim inada con
arreglo al i us talionis. Sin duda, el delincuente no puede quejar­
se, al tratarse de algo proporcionado. Pero, por su parte, el Estado
no suele consum ar m uchas veces la acción del crim inal confor­
me a principios éticos, porque en ciertos casos obliga a com eter
acciones inhumanas. Ahora bien, con tal de que tal cosa sólo se
diera en un único caso, el principio en su conjunto se m ostraría
inútil, con lo que retornam os al comienzo.
Antes de discutir ciertos detalles de su teoría penal, resulta
oportuno llam ar la atención sobre la especifidad del concepto de
acción en la teoría juríd ica de Kant. La Doctrina del Derecho
versa, al contrario de la D octrina de la Virtud, sobre la vertiente
externa de las acciones. La separación entre externo e interno
se verifica conform e a los antecedentes del espacio y el tiem po,
del sentido externo y el sentido interno; conduce a la posibilidad
de la división sin transiciones entre la D octrina del Derecho y la
Doctrina de la Virtud (en el ámbito de un común im perativo cate­
górico) dentro de la Metafísica de las costumbres. La Doctrina
del Derecho sigue la construcción ideal de la m atem ática, la cual
puede presentar sus conceptos en el terreno de la intuición: “ la
ley de una coacción recíproca que concuerda necesariam ente
con la libertad de todos bajo el principio de la libertad universal
es en cierto modo la construcción de aquel concepto [del Dere­
cho estricto], es decir, la exposición del mismo en una intuición
pura apriori" (Ak. VI, 232). Como siem pre, se da por sentada
la opinión kantiana de que la intuición pura pueda suministrar “pro-
immanuel Kant: Política, Derecho y... 227

piedades” específicas del “objeto m atem ático” 11 y que, desde la


tradicional construcción hobbesiana del Derecho estricto en pura
exterioridad, tiene com o consecuencia que el ám bito íntimo de
las m otivaciones de los actos no interese para nada al Estado y
no sea de su incum bencia. Este problem a puede inferirse bien de
una frase de la Introducción a la Doctrina del Derecho que
quizá sea desafortunada desde un punto de vista gram atical, pero
que sin em bargo es muy lúcida en el plano conceptual: “ Una ac­
ción es conforme a Derecho cuando ella, o la máxima conform e
a ella, perm ite a la libertad del arbitrio de cada cual coexistir con
la libertad de todos según una ley universal” (Ak. VI, 230). La
acción individual está sujeta a la máxima universal según la cual
se determ ina jurídicam ente (o sea que no es llevada a cabo por la
interioridad psicológica del actor), dándose a conocer en esa ex­
terioridad. Así las cosas, cabría interpretar que el conjunto de
actos traiciona com o tal la máxima o el propósito en los cuales se
basa objetivam ente la acción. Si alguien m ata por com pasión o
por odio, por codicia o por un justificado sentim iento de vengan­
za, no interesa aquí. Lo único im portante es que el hom icidio se
haya perpetrado deliberadam ente y no se haya visto causado por
la confluencia de circunstancias ajenas o incluso contrarias a mi
voluntad.

II

La teoría penal de Kant es un producto vehem entem ente cues­


tionado del D erecho Natural m oderno y de la específica teoría
ju ríd ic a en el campo de gravitación del im perativo categórico.
Según Kant, resulta de la exigencia jurídico-racional de un acuerdo
legal revestido de fuerza coercitiva entre la libertad de cada cual
y la de todos los demás. El Estado de Derecho sólo puede utilizar
com o am enazas coactivas aquellos castigos a los que el delin-

" Cfr. al re sp e c to el tra b a jo de D a riu s K oriako, Kants Phitosophie der


mathematík (K anl-F orschungcn), llam b u rg . I99S.
228 Reinhard Brandt

cuente se hace acreedor m ediante su acto dentro del conoci­


m iento de la ley. Sólo m erced a este reconocim iento se vuelve su
acción un com portam iento relevante desde la perspectiva ju ríd i­
ca, pues sólo así subsum e su o brar bajo la ley y convierte, v.g., el
llevarse consigo una cosa (algo que tam bién puede hacer una
urraca) en un robo que sólo puede perpetrar un hom bre autóno­
mo. Su propio acto proporciona la ju sta m edida de la fuerza
coercitiva que debe ser aplicada. A la voluntad general y legisla­
dora del Estado kantiano le son dados de antemano los derechos
básicos de lo M ío y lo Tuyo externos e internos que ha de deter­
m inar y preservar. D entro de tales presupuestos se cuenta esa
fórm ula desarrollada a partir del im perativo, según la cual todo
hom bre posee la cualidad juríd ica de ser considerado com o una
persona. C ualquier delincuente conserva siem pre esta condición
de persona, y tanto un niño de pecho com o aquel duelista que no
sólo ha disparado contra su adversario, sino que lo ha m atado,
son personas. Esta fórm ula ju ríd ica conduce a un principio del
Derecho Penal conform e al cual el crim inal y la víctim a son pro­
tegidos de igual modo para no devenir una quantité négligeable
y verse convertidos en un mero medio de un fin que pudiera re­
portar algún bien desde la perspectiva social. Ahora sí ha llegado
el momento de analizar con cierto detalle el propio texto de Kant.
En el capítulo acerca “ Del Derecho Penal y el Derecho de
G racia" la segunda oración de la versión impresa no es muy con­
sistente, pues reza com o sigue: “ Aquella transgresión de la ley
pública que incapacita a quien la com ete para ser ciudadano
(Staatsbürger) se llam a crimen sin m ás (crimen), pero tam bién
un crim en público (crimen publicum); por lo tanto, el prim ero (el
crimen privado) ha de llevarse ante la justicia civil y el otro ante la
justicia criminal” (Ak. VI, 331). La edición de la Academia se pre­
gunta a qué térm ino se refiere “el prim ero”, del cual parece faltar
una definición previa (Ak. VI, 536). Ese fragm ento que se echa
de m enos habría de aclarar asim ism o el consecutivo “ por lo tan­
to” . Com o siem pre Kant distingue el crim en público del crim en
privado. Este último queda explicitado a renglón seguido: “De­
fraudación, es decir, la m alv e rsa c ió n del d in ero o de las
Immanuel Kant: Política. Derecho y... 229

m ercancías que han sido confiadas para el com ercio, así com o el
engaño en la com praventa a la vista de terceros constituyen de­
litos privados” (Ak. VI, 331). En cam bio, la falsificación de papel
m oneda, el hurto o el robo suponen delitos públicos, “porque con
ello se pone en peligro a toda la com unidad y no a una sola perso­
na” (Ak. VI, 331).
En el delito privado es la víctim a del delincuente quien queda
com prom etida con éste, m ientras que los delitos públicos se diri­
gen contra cualquier ciudadano y en el fondo contra cada uno de
ellos incluyendo tam bién al propio criminal (Ak. VI, 332 y 333).*12
E stafar unos cuantos m illones es algo que corresponde por con­
sig u ie n te a la S ala de lo C ivil (a la que no se le ad judica
com petencia penal, por m ucho que tam bién se le considere un
crim en); el hurto m enor al igual que el robo (y el asesinato, aun­
que no se le cite) son cosas que atañen a la jurisdicción crim inal.
La censura entre am bas clases de delitos no viene dada, pues,
por la escisión de lo M ío y lo Tuyo en externo e interno, aun
cuando Kant en la continuación del texto, donde trata de los de­
litos públicos, casi se ocupa exclusivam ente de la lesión de lo
M ío y lo Tuyo internos, esto es, del asesinato, y aun cuando para
el principio genérico de división valga el que el ám bito al cual se
refiere el delito privado haya de consistir en un patrim onio exter­
no. Si alguien resultase asesinado por una persona con la cual se
“hubiera com prom etido” 13 y m antuviese una relación de contrato

12 Para más detalles puede acudirsc a la exposición de KQhl ( 1995), pp.199-


2 0 2 . Cfr. ig u a lm e n te S c h ild (1 9 8 4 ). p p . 8 4 -8 5 . S c h ild se in c lin a p o r u n a
interpretación del Derecho Penal kantiano que parte del m erecim iento de la pena
del delito y encuentra en el Estado al ejecutor de los castigos; este énfasis tropieza
con ciertas dificultades en cuanto se advierte com o función principal del Estado la
d efinición legal y la salvaguarda de lo M ío y lo T uyo externo e interno; el acto
crim in al se o rien ta c o n tra la estim ación sa ncionadora que com porta n ecesaria­
m ente toda ley, con lo cual puede y tiene que renunciar a un presunto m erecim iento
al castig o por parte de ciertas (¿cuáles?) acciones.
12 “ El engaño es un delicium privatum, puesto que no es necesario el haberm e
com prom etido con alguien", se Ice en el Naturrechi Feyeradend (Ak. XXII, 1390).
Si el com prom eterse con alguien fuera la razón necesaria y suficiente para conve­
nir a un delito en crim en privado, entonces tan sólo una parte de los hom icidios
serian llevados ante la justicia crim inal.
230 Reinhard Brandt

u obligación (incluso en una relación acaso tan ilegitima como el


duelo m edia “ un consentim iento mutuo” ; Ak. VI, 336), entonces
el asesinato será estim ado como una lesión de lo Suyo interno en
cuanto delito público y se impondrá el criterio que conduce a la
separación entre ambos tipos de ju risd ic c ió n .14
Vayamos ahora a esos dos casos singulares en donde el fac­
to r tiem po parece propiciar una alteración en la jurisprudencia.
Kant presenta dos crím enes que m erecen la m uerte “a la vis­
ta de los cuales todavía es dudoso si la legislación tam bién tiene
Derecho a imponerles la pena capital” (Ak. VI, 335-336).15 ¿Qué
significa “todavía”? Acaso se refiera al desenlace de la teoría penal;
quizá tenga un matiz histórico: todavía ahora, mas no bajo unas con­
diciones históricas diferentes, cuando haya llegado a su térm ino la
barbarie en lo tocante a las relaciones jurídicas y a sus correspon­
dientes representaciones dentro del Derecho . De este último modo
es utilizado el “todavía” hacia el final de la exposición, donde se
habla de una legislación y una constitución civil que califica “como
todavía bárbara y rudimentaria” (Ak. VI, 337). Se trata del asesina­
to del niño ilegítimo por parte de la madre y del “asesinato de un
compañero de armas” perpetrado en un duelo.16 Kant desarrolla la

14 El fundam ento de la diferencia entre delito civil y delito crim inal se enraiza
en una tradición que se encuentra ya en la ótica nristotólica. A ristóteles distingue
dos formas de justicia. La universal, que se remite gcnóricam cntc a las leyes de la
polis, y la especial, la cual se verifica en esas relaciones de trueque o intercam bio
que los ciudadanos mantienen eada cual por su lado.
15 Esta duda encuentra asim ism o su expresión en el AUgemeinen Preufilschen
Landrecht de 1704 De un lado, el hom icidio perpetrado en un duelo es tenido por
a s e s in a to y co m o tal se rá s a n c io n a d o con la p ena de m u erte (A llgerneines
Landrecht ffür die Preuftischen Slaaten. hrsg. von II. Ilattcnhaucr (1970), pp. 693
y ss.); de otro, el duelo es presentado com o una m ateria penal m uy p articu lar,
cuyo tratam iento com parece bajo el rótulo de “ Sobre las ofensas al honor” .
16 No he podido averiguar si la vinculación del duelo y el infanticidio proviene de
k a n t o de alguno de sus predecesores. O lto U lbricht, en su extensa investigación
acerca del infanticidio, no presta ninguna atención a las discusiones sobre el duelo y.
por el contrario. Ute Frcvcrt no dice absolutamente nada en tomo al infanticidio en
su indagación sobre la problemática del duelo. En ambos estudios predominan de todas
formas las consideraciones sociohistóricas sobre las fitosófíco-juridicas acerca de di­
chos problemas. La situación jurídica del infanticidio en Prusia se veia determinada
por el “Edicto contra el asesinato de niños ilegítimos recién nacidos" del 8 de Febrero
de 1765. Cfr. a este respecto K leinheyer (1980), p. 233-
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 231

posibilidad de interpretar a los dos en cierto modo com o actos


extraterritoriales del Estado de N aturaleza. “El niño venido al
m undo fuera del m atrim onio ha nacido fuera de la ley (que es el
m atrim onio) y, por lo tanto, tam bién ha nacido fuera de su protec­
ción. Se ha introducido de una form a furtiva en la com unidad”,
por lo que ésta “tam bién puede ignorar su elim inación” (A k. VI,
3 3 6 ).17 Y algo sim ilar ocurre en el caso del duelo. En él queda
suspendida la adm inistración pública de ju sticia “com o en el Es­
tado de N aturaleza” con el asentim iento de am bos duelistas; al
igual que en el infanticidio tam poco cabe hablar propiam ente aquí
de un asesinato, sino tan sólo de un hom icidio consumado de mala
gana. El hom icidio ha de ser ciertam ente punible en am bos ca­
sos, pero no podrá ser castigado con la muerte por parte del poder
supremo. El concepto del honor, “ese auténtico honor que obliga cual
deber a estas dos ciases de seres humanos" y “que no es aqui ningu­
na ilusión” (Ak. VI, 336) origina con ello una situación semejante a la
del Derecho de Necesidad, cuya marginación del Derecho político
arrojaba esta conclusión: “ Por lo tanto, el acto de salvar la propia
vida por m edio de la violencia no ha de juzgarse com o irrepro­
chable (inculpabile), s in o ta n s ó lo c o m o no p u n ib le
(impunibile) " (Ak. VI, 235-236).
Aquel lector que siga esta lógica con el sentim iento de una
cierta plausibilidad verá con buenos ojos esta resolución dispen­
sada por la teoría penal a esos dos casos: circunstancias muy
especiales suspenden la justicia penal tal com o sucede con el
D erecho de N ecesidad.18 En una R eflexión consagrada al afán

17 En todo caso se trata de una doctrina especial; razón por la cual Kant no
vincula esta problem ática con el honor genérico “de un hom bre integro (iusti)"
(Ak. VI, 238), el cual pertenece, al igual que el propio cuerpo, a lo Mío interno de
cada cual y queda resguardado por el Estado de cualquier vulneración.
18 Tal es la opinión de Losurdo (1989), p. 228; y tam bién F.bbinghaus ve en el
h o m ic id io p e rp etrad o en un lance de honor, asi com o en el in fa n tic id io en
presu n ta coin cid en cia con K a n t- razones para una restricción del D erecho a la
pena de m uerte (c/r. Ebbinghaus (1968), pp. 70-77). Cfr. asim ism o W illiam s (1983),
pp. 103-105. En am bos casos Kant pone entre paréntesis a la pena capital. En su
tratam iento del duelo. Ebbinghaus distingue entre oficiales y soldados, haciendo
v aler el código del h o nor únicam ente para los prim eros. Por co n tra , para Kant
232 Reinhard Brandt

de honor cabe leer lo siguiente a propósito de los duelistas: “ Pero


alguien sem ejante se halla in statu naturali, pues el status civilis
debe cim entarse sobre ese afán de honor y encontrar allí su se­
guridad. Hay algo de barbarie en ese concepto de com unidad,
pero tam bién algo noble en el modo como se ensalza tal concep­
to” . Y al final de este mismo fragm ento se resalta lo siguiente:
“ El honor ha de gozar en verdad de una mayor estima que la
vida, mas no la mera reputación, siem pre que exceptuem os a los
soldados y a las m ujeres” .’9 La resolución en ambos casos pare­
ce tan unívoca com o clara: el hom icidio puede verse interpretado
como un acto del Estado de Naturaleza del cual el Estado no cobra
conocimiento. Pero, entonces, ¿por qué no se configuran como una
parte propia del apartado extraterritorial previo al Derecho Privado
y al Derecho Público? Así se trata bajo el título de “ Sobre el
Derecho equívoco”*20 de casos relativos a la injusticia para los
que se suspende la atribución (política) de coaccionar. K ant po­
dría haber ubicado allí el infanticidio y el duelo a muerte, si hubiera
tom ado al Estado por incom petente.
Y, tras el referido razonamiento, Kant se pregunta: “¿Qué hay en
ambos casos (los cuales atañen a la justicia criminal) que tenga que
ver con el Derecho ?” (Ak. VI, 336). ¡Toda la argum entación pre­
cedente no ha resuelto nada! Ahora, después de la exposición
que ya conocem os, surge la cuestión: ¿el concepto del honor debe
quedar neutralizado por la ley y ejecutarse la pena capital o la
ju stic ia penal ha de m ostrarse indulgente y fijar algo proporcio­
nado a la pena de m uerte? Y entonces, aunque resulte difícil de
com prender desde un punto de vista gram atical, se da una res­
puesta inequívoca respecto a la pena de m uerte: “ La solución de
este nudo es la siguiente: el im perativo categórico de la ju sticia

únicam ente el m ilitar que cum ple unas órdenes se h alla obligado por el honor,
excluyéndose por lo tanto al rey, en cuanto com andante suprem o, y al soldado que
no lucha por honor sin o a cam bio de un salario. C on lo cu al esos o ficiale s en
quienes piensa Ebbinghaus. en tanto que reciban un sueldo, no se diferencian para
nada de los soldados rasos. l£l honor de un estam ento en particular se vuelve asi
una cuestión Táctica y necesariam ente caduca.
Cfr. Reft. 1084, Ak. XV. 480-481.
20 En la Introducción a la Doctrina d el Derecho. Ak. VI, 233-236.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 233

penal perm anece (ha de castigarse con la m uerte el hom icidio


ilegal de algún otro), pero la legislación misma (consiguientemente
tam bién la constitución civil), por tanto tiem po com o todavía siga
siendo bárbara y rudim entaria, es responsable de que los m óviles
del honor no vengan a coincidir en el pueblo (subjetivam ente)
con las reglas que (objetivam ente) resultan adecuadas a su pro­
pósito, de tal form a que la ju sticia pública procedente del Estado
se tom a una injusticia respecto a la em anada del pueblo” (Ak.
VI, 336-337). En un m om ento dado se afirm a que el Estado ha
de consum ar la pena capital. ¿Pero qué sostiene el texto a conti­
nuación? ¿Se confirm a o m ás bien se revoca ese dictam en?
Todavía se dan unas condiciones m uy rudim entarias próxim as a
la barbarie; ¿qué cam biará cuando la historia haya suprim ido ese
“todavía”? ¿Se transform ará ese concepto de honor que, lejos de
suponer una vana ilusión, representa todo un deber para esas dos
clases de seres hum anos, hasta el punto de que la cuestión del
m atrim onio institucional no tenga peso alguno y el duelo no sol­
vente ningún problem a de honor al haber sido rem plazado el
ejército por una milicia civil?21*Como siempre el tenor literal de la
últim a frase queda por descifrar y Kant no retorna el tem a de la
pena capital.
Un factor decisivo para com prender el texto es reparar en
que la posibilidad de transferir al Estado de N aturaleza am bos
asesinatos (el del hijo ilegitimo y el del rival de un duelo) no expresa
una opinión suscrita por Kant, sino la pormenorizada exposición de
una m era ilusión, de una artificiosa disposición. En el texto se
advierte muy claram ente “parece que ” (Ak. VI. 336t); el argu­
m ento de trasladar al Estado de N aturaleza tales asesinatos y
suspender el deber estatal de aplicar la pena de m uerte supone
una m era apariencia. Esta es la razón por la que Kant en este
apartado dice “m uchas cosas extravagantes”, tal com o M urphy

21 Tal com o se propone en lia d a la paz perpetua. Ak. VIH, 345. Cfr. M urphy
(1 9 8 7 ), p. 529. H asta d o n d e a mi se me a lc a n z a , el ú n ico in té rp re te q u e ha
subrayado este carácter apariencia! del argum ento es Johann H einrich T ieftrunk
{cfr. T ieftru n k (1798), pp. 466-475), cuyas c oincidencias con mi p ropuesta me
fueron advertidas por G corgios K aragcorgoudis (M anchen).
234 Reinhard Brandt

constata certeram ente, aunque no esté tan acertado en sus c ríti­


cas.22 Como de costum bre, Kant mismo ha experim entado en
una reflexión con esta idea, intentando esquivar la sentencia de
m uerte en el caso del infanticidio y los duelistas.23 La estructura
de sus pros y contras guarda cierto parecido con los esgrim idos
poco antes en su polém ica con Cesare Beccaria, pues, al igual
que allí se argum entaba contra la abolición de la pena de m uerte
invocando el contrato social ( cfr . Ak. VI, 335),24 aquí se aboga
por la suspensión de la pena de m uerte invocando la presencia
del Estado de N aturaleza.
Este paralelism o se com pleta y profundiza m erced a la obser­
vación que K ant vierte acerca del propio B eccaria y al uso que
hace de sus argum entos. El delito que nos ocupa (en Beccaria
sólo el duelo) supone en principio un retrotraim iento al Estado de
N aturaleza. En la traducción de Karl Ferdinand Momniel, Des
Herrén M arquis von Beccaria unsterb lich es Werk von
Verbrechen unci Strafen (1778), cabe leer a la altura del capítu­
lo IX en el epígrafe titulado “ Acerca del honor (D e las injurias)” :

Existe una notable diferencia entre las leyes civiles y el asi llama­
do honor. El propósito del primero es proteger la vida y los bienes
de cada ciudadano garantizando su seguridad. Pero los duelistas
deben hacer frente a los arrebatos de la ilusión, pues el honor es
ante todo una ilusión [Kant: ... “que aquí no es ninguna ilu­
sión”]. la sensación que nos suscita el desposeimiento del honor
supone un transitorio retroceso hacia el Estado de Naturaleza y
una momentánea representación de nuestra pasada independen­
cia respecto al poder de las leyes, que no bastan en ciertos casos25

25 Cfr Murphy (1987). p. 529 Hasta donde alcanzo a ver, el único intérprete
que ha subrayado este c ará cte r a p arien c ial del argum ento es Joltann H einrich
T icftrunk (cfr. T ieftrunk (1798) pp. 466-475), cuyas coincidencias con mi pro­
puesta me fueron advertidas por Gcorgios karagcorgoudis (M ünchen)
:J Com párese la “ deducción, tal como la concebiría un sim ple ju rista , en el
Derecho de guerra de la Doctrina del Derecho (Ak. VI, 345,). A esa circunspecta
exposición le sigue el rotundo -¡N o !- de los filósofos del Derecho .
M John Locke dejó dicho en su “ Second T reatise o f G overnm ent’': “No body
can give more power than he has him sclf, and he that cannot takc away his own
Life, cannot give another power over ¡t“ (Locke (1970). p. 302; $ 23).
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 235

para proteger a un ciudadano ante las agresiones de una afrenta.


[...] El súbdito afrentado es trasladado inmediatamente al Estado
de Naturaleza y recuerda al señor en el antiguo pie de igualdad.

Una nota de Hommel contenta en este punto lo siguiente: “ Él


[Beccaria] con una forzada oscuridad se lim ita a decir que, si el
caballero no puede restituirm e mi arrebatado honor, yo me hallo
de nuevo en el Estado de N aturaleza” .25 Si se vincula el repudio
genérico de la pena de m uerte sugerido por Beccaria con la figu­
ra específica del retorno al Estado de N aturaleza en el duelo,
entonces cabe detectar en este últim o argum ento una razón aña­
dida para que un duelo a m uerte no deba verse castigado con la
pena capital. Cuando m enos es muy presum ible que Kant haya
leído estos pasajes del texto recién citado.
La vinculación del duelo a m uerte y el infanticidio de un hijo
ilegítim o no se encuentra en Beccaria ni en Hommel. y tam poco
en la nueva traducción del escrito italiano, realizada en 1798 por
alguien tan fam iliarizado con la teoría kantiana com o Johann A.
Bergk, contiene indicación alguna respecto a una conexión entre
am bos crím enes anterior a Kant. Luego abordarem os la cuestión
de cóm o cobra cuerpo dicha trabazón.
El aire de familia con Cesare Beccaria del argumento relativo al
Estado de Naturaleza recalca la tesis de que Kant con ello no pre­
senta su propia opinión, sino una ajena frente a la que toma posición.
En realidad, el Estado no puede renunciar a su veredicto y
éste se com padece aquí con el im perativo categórico de la ju s ti­
cia penal: “el homicidio ilegítimo de cualquier otro ha de castigarse
con la m uerte” (Ak. VI, 336-337). Las peculiares condiciones de
tal hom icidio no pueden contar ante un tribunal.2526 En la Conclu-

25 Cfr B cccana (1966), pp. 60-63. C hrislian Woll'f entendía que los duelos
están prohibidos por el Derecho N atural. Hn una referencia contenida dentro del
Derecho político se dice: Ostendinius jam alibi omne duellum naturaliter 111icitiim
csse (§ 1091, parí. 3 jus nal ); hic vero evincitur duellum quoque repugnare statui
civili [...] (Jus naturalc. $ 1091). WollT no considera el duelo que se salda con una
m uerte, sino tan sólo el duelo en cuanto tai.
2h Según Murphy [1987) p. 529[, Kant no explica el m ecanism o merced al cual
el m otivo del honor (en cuanto m eram ente interno) tiene algo que ver con la
236 Reinhard Brandt

sión de la Doctrina de la Virtud (Ak. VI, 486-491) Kant vuelve a


enfatizar el carácter estrictamente imparcial de la justicia y de la
judicatura e invoca las metáforas con las cuales “el Derecho con­
forme a una férrea e inevitable necesidad” encuentra su expresión
en los antiguos poetas filósofos, así como en el lenguaje popular. Por
lo que atañe al duelo su crónica es ésta: “No quiero dejar que entre
en mis tierras el asesinato -d ijo en cierta ocasión un soberano
bienpensante-, indultando a un duelista que mata con maldad y por
el cual vos queréis interceder a su favor” (Ak. VI, 490). El duelista
es malo en cuanto tal, esto es, la maldad se halla en el acto visible y
no en su intención íntima, que todavía está por explorar; el duelista
comete un asesinato y como asesino ha de sufrir la pena de muerte.
El dictamen kantiano favorable a la pena capital se corresponde
con la concepción albergada por Federico II en lo tocante al estricto
cumplimiento del ius talionis.

En una reyerta entre dos campesinos uno resultó herido de muerte.


El tribunal había condenado al otro a tres años de trabajos forzados;
no pudo establecerse ningún propósito de dolo, ya que la pelea tuvo
lugar sin emplearse a fondo los contendientes y con una herramienta
en si misma inofensiva, resultando además que los golpes no fueron
la causa inmediata de la muerte [... ] Federico el Grande, al serle
presentada esta sentencia para su ratificación, agravó el castigo y
decretó una pena de muerte a espada esgrimiendo el siguiente razo­
namiento: “que un hombre haya resultado muerto y otro sea el
responsable de su muerte lo convierte en un asesino y por ello ha de
ser castigado a su vez con la pérdida de su vida.27

Tal es el argumento de Kant en los duelos a muerte y el infantici­


dio de hijos ilegítimos.
Respecto a ese problem ático texto que sigue a la “solución”
del nudo m ediante la espada del verdugo, cabe observar lo si-

acción cxicma. la única que puede ser relevante en la esfera jurídica; c incluso sugiero
leer el texto kantiano como una propuesta de que siempre se tome el respetable motivo
del honor como un aspecto totalmente irrelevante para el Derecho.
i? Cfr. K leinhcycr (1 980), p. 2 33. donde se localizará la indicación de las
fuentes.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 237

guiente. La legislación y la constitución civiles son todavía bár­


baras y rudim entarias (A k. V I, 337) porque, tal com o señala por
esa m ism a época la Antropología de 1798, “el duelo goza de la
indulgencia del gobierno y, en cierta m edida, dentro del ejército
se le considera una autodefensa contra las ofensas al honor en
donde los jefes no quieren entrem ezclarse; y todo ello sucede sin
hallarse públicam ente autorizado por la ley” (Ak. V il, 259). Asi
es com o el Estado protege sin gran entusiasm o ese caos bárba­
ro-feudal del duelo. Sin embargo, aquí sólo se habla del “asesinato
de un com pañero de arm as”, no del “infanticidio m aterno” .
“T odavía” . ¿Y qué pasará en el futuro cuando la constitución
civil deje de ser bárbara y rudim entaria? Los -a q u í su b jetiv o s-
m óviles del honor enraizados en el pueblo coincidirán entonces
claram ente con el im perativo de la ju sticia penal del Estado y su
correspondiente castigo disciplinario; la ju sticia ya no podrá ser
v is ta co m o s in ó n im o de in iq u id a d . E n e sa m ism a lín e a
interpretativa ha de ser leído este pasaje: “que (objetivam ente)
resultan adecuadas a su propósito” y donde “su” se refiere al
pueblo. En el D erecho de N ecesidad ( Notrecht) el punto de vista
subjetivo rem itía a la posibilidad punitiva del Estado y la objetiva
al D erecho Racional (A k. V I, 236). Este últim o uso lingüístico
coincide con el tercer capitulo del “D erecho Privado” (A k. VI,
296-305).
La persona que, por un concepto del honor “que no es nada
ilusorio”, m ata a otra de “m ala gana” (Ak. VI, 336) no se salvará
por abandonar el antiguo estadio de barbarie o m erced a un con­
flicto trágico, pues K ant no considera com o algo históricam ente
revisable ni el concepto de honor con vistas a esas dos clases de
seres hum anos ni tam poco la sentencia de m uerte.28 El concepto
de honor en el asesinato no sólo antinatural e ilegal, sino tam bién
civilm ente ilegitim o, de un recién nacido, así com o el asesinato
no sólo prepolítico e ilegal, sino claram ente ilegítim o y m alvado,
de un m ilitar, dicho concepto de honor - d ig o - no adm ite m odifi-

28 Kant reconstruye asi ei callejón sin salida de sus contem poráneos; cfr. G uttadin
(1 9 9 3 ), pp. 350-374 ("E l duelo com o tram pa” ).
238 Reinhard Brandl

cación ni ilustración algunas, y en el caso de la deshonra de la


m adre del hijo bastardo no se interesa por la cuestión de cómo
haya sido engendrado ese niño -p u es incluso en una violación
pierde la m ujer su honra. Con arreglo a la ética kantiana, a la
m ujer no se le perm ite quitarse la vida (salida que recom endaría
el caso de la romana Lucrecia) ni tam poco puede vivir con ese
niño en la sociedad civil; con lo cual se ve obligada a m atar al
niño según le dicta el honor, para ser luego ajusticiada por el Es­
tado. La historia es incapaz de cam biar nada en este punto.29
¿En qué consiste la barbarie? En la pretensión de restablecer
el honor merced al asesinato y en que la opinión popular suscriba
este m étodo. Sólo se cam biará la opinión pública en orden a esa
“ ilusión m ediante la cual una opinión popular y los prejuicios ge­
n e ra liz a d o s logran p red o m in ar so b re el D erech o y la ley,
consiguiendo som eter la perspectiva objetiva del honor a capri­
chos y m óviles subjetivos”, tal com o escribe T ieftrunk.30 Ahora
todavía cabe urdir falsos subterfugios para arrebatar la espada
de las manos del Estado y hacer que los asesinatos en duelo - a s i
com o el infanticidio de los bastard o s-sean ciertam ente punibles,
mas no puedan ser castigados con la m uerte por parte del poder
suprem o. Esta presentación es falsa y está condicionada históri­
cam ente. Bajo unas circunstancias que hayan abandonado la
barbarie el pueblo se atendrá en ambos casos a un concepto del
honor bastante más cabal, el cual se revela incom patible tanto
con cualquier tipo de asesinato como con la pena de m uerte.
El tiem po m arcado por “en tanto en cuanto que todavía” (Ak.
VI, 337) no es, por lo tanto, si nuestra interpretación es correcta,
el tiem po de una ley perm isiva ( Erlaubnisgeselz ); al Estado no
se le autoriza a suspender la pena de m uerte hasta que ciertas
concepciones atávicas y bárbaras sean erradicadas del m undo,
sino que, bien al contrario, se fija el horizonte de que el pueblo

29 La hum anitaria propuesta de que el padre pueda verse obligado por el Estado
a casarse (E bbinghaus, 1968) sólo podría verificarse, conform e al supuesto kantiano
de la m onogam ia, si dicho padre no vive ya en m atrim onio con otra mujer.
30 Cfr. T ieftrunk (1978), p. 474.
¡mmanuel Kcint: Política, Derecho y... 239

ajuste su cosm ovisión al im perativo categórico de la ju sticia pe­


nal, sin que ésta quede neutralizada por el concepto del honor.
Esta argum entación se coteja teniendo en cam bio muy presente
la opinión pública y la “m aquinaria de un gobierno en épocas pa­
sa d a s” (A k. V I, 3 2 9 ). El c o n flic to en tre h onor p ersonal y
legislación política se solventa en tan escasa m edida com o suce­
de tam bién con Rousseau, quien en la Carta a D'Alembert se
atiene a que el Estado siem pre queda com prom etido en su elec­
ción y a que los duelistas imponen el indulto “al elegir entre la
pena o la falta de honor” .31 Kant no brinda ninguna solución res­
pecto a cóm o puede quedar a salvo el verdadero honor perdido.
C ontra la interpretación aquí propuesta puede, según parece,
levantarse una objeción dem oledora. En las Hojas Sueltas (Lose
Blátter) inéditas que fueron publicados en el volumen XXIII de
la edición de la Academ ia bajo el título de “ El punto de honor”
como trabajos preparatorios de la Doctrina del Derecho , Kant
habla claram ente de que ni en el honor del duelo ni en la honra de
la m ujer hay cabida para la pena de m uerte: “en ambos casos las
penas de m uerte se m uestran ineficaces e inadecuadas [...]” (Ak.
XXIII, 3 6 5 13_14). A ello se refiere Hovvard W illiam s; Kant m an­
tendría la opinión de que en ninguno de los dos casos la pena de
m uerte puede ser ejecutada, porque

the motive of loss of honour is so strong in these particular instances


that it caneéis out the deterrent effect of punishment. Here Kant
thinks this indeed so. With the duellist “love of honour teaches
contempt of death", and with the mother of the ¡Ilegitímate child the
act of killing the child is “a kind of civil self-preservation.32

Pero reparem os en ciertos datos relevantes. El texto en cues­


tión no constituye exactam ente un borrador de la D octrina del
Derecho, sino unas notas destinadas a la publicación de un traba­
jo sobre el fenóm eno social del point d'honneur. Tan sólo en
unas acotaciones m arginales salen a colación consideraciones de

31 Cfr. Rousseau (1959 y ss ), vol. I, pp. 403-404.


32 Cfr. W illiams (1983), p. 105.
240 Reinhard Brandt

orden estrictamente jurídico. Según Reicke, estas reflexiones datan


aproxim adam ente de 1787 o 178833 y muestran que Kant en ésta,
como en tantas otras cuestiones, se m uestra elástico para m odi­
ficar sus opiniones, presum iblem ente tras una (nueva) lectura del
escrito de Beccaria.
La idea básica de esta exposición en torno al punto de honor
es aproxim adam ente la siguiente. Dentro de la sociedad m oder­
na (es decir, no antigua)34 hay diferentes estam entos. Dos de
ellos, el estam ento de los oficiales, que no luchan como los solda­
dos por un salario, y el estam ento de las m ujeres que viven al
margen del matrimonio, no pueden prescindir de la opinión públi­
ca para saber preservar su peculiar honor. El que un m iem bro de
uno de tales estam entos pierda su honor com prom ete, a sus ojos,
el honor de todo el colectivo. Aunque los (dem ás) ciudadanos
puedan anteponer la vida al honor (diciendo con Juvenal: animam
praeferre pudori), los m iem bros de am bos estam entos viven
bajo reglas tan severas que, por el contrario, han de preferir el
honor a la vida. Sin ese honor específico su vida pierde todo va­
lor.35 El oficial no puede conjurar la afrenta, con el fin de que
ésta no socave el honor de todo su estam ento, sino retando a
duelo al ofensor. Un tribunal civil no es com petente en cuestio­
nes de honor.
Vemos aquí lo que enlaza originariam ente al asesinato del ri­
val en un duelo y el infanticidio de un hijo ilegítim o: el punto de
honor de estos dos estam entos, y esta conexión no se da tan sólo
en Kant, sino tam bién por ejem plo en Hume, a quien Kant se
rem ite (Ak. XXIII, 366ó).36 Hume no dice nada sobre el infanti­
cidio de los bastardos, pero sí sobre la necesidad de que la m ujer
casada (!) se m antenga fiel a sus votos conyugales. Tam poco

33 Cfr. las indicaciones de Lehmann al respecto, Ak. XXIII, SIS.


34 “N inguno de todos estos puntos o rig in a n tan ta s trag e d ia s com o en los
últim o s tiem pos el del honor" (Ak. XXII, 369). El asunto arranca en la Edad
M edia con los caballeros y su hidalguía
35 Cfr. Ak XXIII, 364: "Toda la clase de seres hum anos cuya vida vale tanto
como esa opinión pública sobre la que pivota su honor"; “esa pérdida del honor les
hace tener en m enor estim a la perdida de la vida’’ (Ak. XXIII, 364 ).
3,1 Cfr. a este respecto las indicaciones de Lehmann. J5‘3fi
lmmanuel Kant: Política, Derecho y... 241

Kant se refiere al tema del infanticidio en su tratam iento del pun­


to de honor, aunque algún pasaje dé la impresión contraria.
A ntes de term inar se impone una som era observación sobre
la responsabilidad que cabe atribuir a la m ujer en general. En
opinión de Kant las m ujeres son m enores de edad, y ello tanto en
la esfera moral com o en la ju ríd ica. En el terreno de la ética las
mujeres no pueden llevar a cabo acciones por mor del deber, sino
únicamente actuar conforme a los principios que conlleva éste. Y en
el plano jurídico adolecen de la competencia racional para legislar, de
ahí la necesidad de que en todos los asuntos públicos deban verse
representadas por un tutor. ¿Cómo es, pues, posible que las m ujeres
puedan responsabilizarse de “sus” actos en general y puedan ser
castigadas en el caso del infanticidio de un hijo ¡legítimo? El pun­
to de vista de Kant es muy claro: las m ujeres no cuentan con una
razón práctica de form a que ellas m ism as sean autónom as y se
den a sí m ism as leyes a las cuales som eterse, sino que poseen
una especie de razón consecuencia! ( Folgevernunft) que les basta
para ostentar una responsabilidad ética y juríd ica. Pueden com ­
prender la ley, una vez que ésta ha sido dada por los varones, y
subsum ir bajo ella sus acciones, consum ando de hecho el acto
constitutivo del propio com portam iento como un actuar relevante
ética y jurídicam ente.

Bibliografía

Beccaria, Cesare, Des Márchese Beccaria's Abhandlung über


Verbrechen und Strafen. MU Anmerkungen von Diderot
trad. al alem án por J.A . Bergk, Leipzig, 1978.
B e c c a r ia , C e s a re , Des Herren M arquis von B eccaria
unsterblíches Werk von Verbrechen und Strafen, trad.
al alem án por Karl Ferdinand Hommel (1978), reim p. Ber­
lín, 1966.
B randt, R einhard, “G erechtigkeit und S trafgerechtigkeit bei
K ant” , en Kant in der Diskussion der Moderne, ed. por
G. Schonrich y Y. Kato, Frankfurt, 1996 (pp. 425-463).
242 Reinhard Brandt

D ulm en, R ichard von, Frauen vor Gericht. Kíndesmord in


derfrühen Ncuzeií, F 1991.
E bbinghaus, Julius, Die Strafen fü r Tdtung eines Menschen
nach Prinzipien einer Rechtsphilosophie der Freiheit (Kant-
Studien Erg. 94), Bonn, 1968.
F revert, U te, Ehreinmánner. Das Duell in der bürgerlichen
G ese/íchaft, M ünchen, 1991.
Günther, Klaus, “Móglichkeiten einer diskursethischen Begründung
des Strafrechts”, en Recht und Moral, ed. por H eike Jung
et alia, Baden-Baden, 1991 (pp. 205-217).
Guttadin, Freidrich, Das paradoxe Schíksal der Ehre. Zum Wandel
der adeligen Ehre und zur Bedeutung von Duell und Ehre
fú r den monarchischen Zentmlstaat, Berlín, 1993.
H a b e rm a s , J ü rg e n , F aktizitdt und Gelíung. Beitrdge zur
D iskurstheorie des Rechís uns des dem okratischen
Rechtsstaats, Frankfurt, 1992.
Kant, Im m anuel, Gesammelte Schrifícn (A kadem ie-A usgabe),
Berlín, 1900 y ss.
Kleinheyer, Gerd, “W andlungen des delinquentenbildes in den
Strafenordnungen des 18. Jahrhunderts”, en Deuíschlands
kulturelle Entfaltung. Die Neubestimmung des Menschen
(S tudien zum achtzehnten Jahrhunder 2/3), ed. por B.
Fabian et alia, M ünchen 1980 (pp.227-246).
K ühl, K ristian, Strafgesetzbuch. Mil Erlauterungen, ed. por
Karl Lackner (21 nueva ed. de la preparada por Eduard
D reyer y Herm ann M aassen), M ünchen, 1995.
Locke, John, Two treatises o f Government, ed. por Peter Laslett,
Cam bridge, 1970.
Losurdo, D om enico, Hegel und das deutsche Erbe. Philosophie
und nationale Frage zwischen Revolution und Reaktion,
Kóln, 1989.
M urphy, Jeffrie G., “Does K ant have a Theory o f Punishm ent?” ,
Columbio Law Review 87 (1987), pp. 509-532.
Rousseau, Jean-Jacques, Oeuvres complétes, Paris, 1959 y ss.
Rousseau, Jean-Jacques, Schriften, ed. en alem án por H. R itter,
M ünchen,1978.
Immanuel Kant: Política, Derecho y... 243

Schild, W olfgang, “Ende und Zukunft des Strafrechts”, Archiv


fü r Recths- und Sozialphilosophie 70 (1984), pp. 71-112.
S c h ild , W o lfg a n g , “ A n m e rk u n g e n z u r S tra f - und
V erbrechensphilosophie Immanuel Kants”, en Festschrift
fü r Wolfgang Gitter, ed . por M. H einze y j. S ch m ítt,
W iesbaden. 1995 (p p .8 3 1-846).
Tieftrunk, Johann Heinrich, Untersuchungen iiber das privat-
und óffentliche Recht zur Erlauterung und Bcurleilung
der metaphysischen Anfangsgründe der Rechts!ehre von
Herm Prof Immanuel Kant, vol II, Halle, 1798.
U lbricht, O tto, Kindesmord und Aufklarung in Deutschland,
A/«wchen,1990.
W illiam s, Howard, Kants Politicalphilosophy, Oxford, 1983.
El libro de Richard J. Evans, Rituals o f Retrihution. Capital
Punishment in Germany 1600-1987, O xford, 1996, no
pudo ser incorporado a este trabajo.

También podría gustarte