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Los Anteojos
Introducción
Es sabido que la realidad que percibimos depende de la lectura que hacemos de ella,
es decir, de los anteojos que nos pongamos para mirarla. Ya lo decía Epícteto, el
filósofo griego: “No nos afecta lo que nos sucede, sino
que nos decimos de lo que nos sucede”.
Pero los seres humanos tenemos una importante tendencia a olvidar esto y a creer,
una y otra vez, que solo los hechos externos son responsables de nuestros estados
de ánimo (Thich Nhat Hanh, 1991/2014). De este modo, culpamos a los demás
de provocar nuestra ira, a sucesos externos de los malos resultados obtenidos en
alguna evaluación, a otros por ser injustos, etc., sin darnos cuenta de que, a
menudo, son nuestros pensamientos los que nos causan malestar emocional.
Rafael Santandreu (2014) en Las gafas de la felicidad se refiere a lo funda- mental
que es ponerse los lentes que enseñan a graduar el corazón y la mente y manejar las
creencias irracionales que nos hacen sentir poco felices. Una mirada negativa del
mundo puede llevarnos a situaciones poco gratas, a culparnos y a sentirnos mal con
nosotros mismos, así como incomprendidos por los demás. Nos conduce a ver la
realidad peor de lo que es, y a no visualizar lo favorable y estimulante de la vida. Nos
lleva a no conectarnos con lo que alimenta nuestra alegría, lo que nos hace felices y
con el disfrutar de la vida. Con dicha mirada, solo percibimos un aspecto de
la realidad, por lo general el más negativo, y dejamos de ver otros aspectos que
suelen ser buenos, positivos o agradables. Esta forma de procesar la información
empuja a magnificar los sucesos negativos y a elaborar presagios catastrofistas,
propiciando una percepción de incontrolabilidad sobre las situaciones, como bien lo
muestran los clásicos estudios de Beck (1976/2000) sobre las distorsiones
cognitivas. Instalarnos en el lado oscuro puede, asimismo, contribuir a que
aquellos que viven alrededor nuestro inconscientemente se alejen de nosotros,
por- que no resulta muy reconfortante estar cerca de personas negativas, críticas,
pendientes de lo malo y que a menudo (aunque no sea su intención) anticipan
problemas (Pomerantz, Ruble, Frey y Grenlich, 1995). Cuan- do estamos colocados
en esa perspectiva, nos negamos a aceptar que hay diferentes maneras de percibir lo
que sucede a nuestro alrededor y que no existe una forma única y adecuada de
hacerlo (Kendall y Bolton, 1981). De hecho, sabemos que a muchos niños que
tienden a percibir las cosas en forma negativa se les ha repetido con insistencia que
no deben ser así, que “cambien la cara”, que deben ser positivos, etcétera, lo que,
como es evi- dente, no ha conseguido mejorar su conducta y muchas veces la
empeora. En esta actividad se trata de que el niño pueda sentirse en un
espacio donde le es posible respirar un “aire nuevo” y acercarse a su emocionalidad
desde lo lúdico. Se intenta que él se abra a una nueva manera de mirar el mundo que
lo rodea, para así salir del entrampamiento en el cual muchas veces se encuentra
ubicado. No es nuestra intención entregarle una lección o un deber ser, ni que esta
actividad sea vivida como una exigencia de comportamiento.
Los Anteojos ha sido diseñada para que el niño pueda tomar conciencia de que la
mirada negativa del mundo, en la cual puede caer sin darse cuenta, no lo ayuda. Se
intenta trabajar, entre otros, la tendencia a agrandar las situaciones y elementos
negativos y a no percibir y desvalorizar los factores positivos, en sí mismo, en los
demás o en su entorno.
Objetivos
Favorecer en el niño la toma de conciencia de la tendencia a percibir la realidad
desde un lado negativo y a no observar los aspectos agradables del mundo que lo
rodea. Ayudar al menor a darse cuenta de que esa mirada negativa puede ser
cambiada, si modifica su manera de percibir y procesar la realidad y pone
su atención también en otros aspectos. Procedimiento Instalados el niño y el
terapeuta frente a la pizarra, o en un escritorio, con lápices a disposición, se
comienza el trabajo atrayendo la atención del niño hacia la actividad: “Hoy vamos a
trabajar el tema de los anteojos... Por favor, dibuja unos
anteojos negros (en la pizarra o en una hoja en blanco, según donde estén
trabajando), como tú quieras dibujarlos”. Si el niño no quisiera dibujar los anteojos,
lo que es poco frecuente, lo hace el terapeuta.
Por ejemplo:
- “Todo me sale mal”… ¿Será que todo me sale mal? ¿No será que… algunas veces las
cosas me salen bien, pero otras veces me salen más o menos?
- “Nadie me quiere”… ¿Será que nadie me quiere? ¿Habrá alguien a quien todos lo
quieran? ¿O será que… algunas personas me quieren y otras no tanto?
- “Siempre me echan la culpa a mí”… ¿No será que… alguna vez me culpan a mí y a
veces culpan a otros?
- “Tengo mala suerte”… ¿No será que a veces tengo buena suerte y otras veces no?
El terapeuta señala:
“Con los anteojos blancos podemos darnos cuenta de que a veces las cosas salen
bien, pero otras veces no. Podemos mirar y apreciar también las cosas
bonitas de nuestra vida y detenernos a gozarlas por un rato (aunque sepamos que no
siempre las cosas pueden ir bien o como deseamos…). Pero podemos mirar ¡tantas
cosas agradables que tenemos a nuestro alrededor! “Y los anteojos negros nos hacen
ver todo negro…”.
Enseguida entrega al niño una hoja en blanco y un plumón o un lápiz de cera negro
y le pide: “Ahora, por favor, dibuja en esta hoja unos anteojos negros (o lentes o
gafas) bien grandes”.
Da tiempo al niño para dibujar y pintar unos anteojos negros. Si los hiciera muy
pequeños, lo estimula a hacerlos más grandes. Cuando termina, le dice: “Ahora te
pido que por favor cierres tus ojos, te concentres bien, pienses… y te preguntes a ti
mismo si quieres seguir con los anteojos negros puestos o si prefieres sacártelos y
deshacerte de ellos”. …(tiempo)…
“Ahora por favor piensa si prefieres arrugar los anteojos, cortarlos con tijeras o con
las manos, o botarlos al papelero… lo que tú quieras”.
Se detiene un momento para que el niño reflexione y decida qué quiere hacer con los
anteojos que acaba de dibujar y, con paciencia y en silencio, espera que el niño
actúe.
La técnica culmina con el acto simbólico de tirar los anteojos negros al basurero.
Este pequeño acto semimágico es importante para el niño, ya que lo ayuda a
liberarse.
Además, potencia el recuerdo de la experiencia. Para cerrar la actividad, se puede
pedir al niño que dibuje unos anteojos blancos en la pizarra o en una hoja en blanco.
También se le puede pedir que dibuje lo que él vería si tuviera ahora los anteojos
blancos puestos.
• La actividad Los Anteojos no está indicada para aquellos pacientes que presentan un
cuadro depresivo de gravedad o que están sumidos en un negativismo paralizante y que,
pese a sus esfuerzos y a tener conciencia de esto, no pueden salir de su situación.
• Como actividad complementaria se recomienda la lectura, con el niño, del cuento El oso e
nojoso de Neva Milicic (2014).