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ALBERT CAMUS: VIDA Y OBRA.

1.- CONTEXTO FILOSÓFICO: EL EXISTENCIALISMO.


Tras concluir la Segunda Guerra Mundial, con una situación desastrosa que envuelve a
toda Europa, se abre una etapa cultural que exige una reflexión ética sobre el hombre y su
realidad. Se impone, entonces, consolidándose, una corriente de pensamiento como el
existencialismo, que no busca respuestas metafísicas ni verdades absolutas. Por el contrario,
considerando la complejidad del mundo real y la no univocidad de la verdad, tiene como
epicentro al hombre, sus valores, su condición humana y las limitaciones que la definen. Sin un
carácter sistemático, será sobre todo el existencialismo ateo (frente al cristiano heredado de
Kierkegaard y representado por Jaspers y G. Marcel) el que incidirá sensiblemente en la
literatura a partir de 1940, proyectándose hasta la primera década de los años setenta en toda
la cultura europea. Su punto de irradiación es Francia y desde la labor intelectual de dos
personalidades relevantes: Sartre (ante todo) y Camus, que comparten unas mismas
experiencias personales derivadas de un idéntico contexto cultural e histórico- político
(ocupación nazi del territorio francés y la Resistencia). Es una filosofía de trasfondo pesimista
que parte de la inconexión del ser con el mundo exterior, de lo que deriva una conciencia del
absurdo y un sentimiento profundo de angustia. Este último concepto que significó la nueva
orientación e impulso del existencialismo fue ilustrado por Sartre en 1938 con la publicación
de La náusea, la novela donde se representa la fractura entre la conciencia y la realidad a
través de su protagonista, Roquentin. Este nuevo ejemplo de héroe negativo experimenta
progresivamente una sensación de hastío frente al mundo. Su vida pierde todo sentido: ningún
interés por el trabajo y desprecio por los principios convencionales de la burguesía de Bouville,
población a la que se ha trasladado para realizar un trabajo de investigación. Desvanecidas
todas las ilusiones, la vida se ofrece al protagonista como algo absurdo y la existencia se
descubre entonces como una náusea (o sentimiento de la nada). Roquentin decide “ser”, pero
no existir, por lo que su vida, marcada por la soledad, se centra en un presente (no hay
perspectiva de futuro) y se sumerge en la contingencia (o contacto directo con lo real, con el
mundo del “ser” o mundo de los objetos). Solo el arte, concretamente la escritura, se ofrecerá
como única vía para disolver la náusea. Esta misma conciencia del no- sentido de la existencia
humana o del absurdo, y especialmente el problema de la libertad del hombre, aparecen
también reflejados en El extranjero de Camus. Sin embrago, este rechazará de La náusea su
persistir en la fealdad humana para fundamentar en ella lo trágico de la existencia. De hecho,
Meursault, el protagonista, encontrará en la fusión con la naturaleza su plenitud o su felicidad
interior.
La experiencia de la guerra mundial (e incluso ya antes, desde sus contactos con el
Frente Popular y el impacto de la Guerra civil española) y la participación en la Resistencia
determinan en ambos autores una nueva orientación de su existencialismo. La única solución
para el hombre, a fin de superar la “náusea”, consiste en asumir, desde su libertad, una serie
de responsabilidades que irán configurando su existencia y proporcionándole un sentido. En
consecuencia, el existencialismo se ofrece entonces como una propuesta humanista, centrada
en la fe en el hombre y sus capacidades, y adquiere al mismo tiempo una dimensión histórica y
social. En 1945, en una conferencia- ensayo, El existencialismo es un humanismo, Sartre define
los puntos sobre los que gravita la nueva orientación de su existencialismo. Partiendo del
problema de la libertad humana (el hombre, dueño de sí mismo, puede elegir pero su elección

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está condicionada por la situación en que vive), descarta la posibilidad de liberación del
hombre en soluciones ilusorias o metafísicas (Dios o el principio de racionalidad) propios de la
conciencia burguesa. Frente a ello, propone la solución de un compromiso moral y social que
exige tener en cuenta el momento histórico y sus problemas, determinando de esta manera la
vinculación del existencialismo con el marxismo. Se trata, por tanto, como así la define Sartre,
de una doctrina “de acción” que rescata de esa negatividad existencial y se concretará en la
fundación, junto al filósofo Merleau- Ponty, de una revista, Les temps modernes (1945), donde
explicita el concepto de engagement (o compromiso) que afecta al intelectual y a su
producción literaria. En la “Presentación”, Sartre establece las bases de su programa: el
intelectual, el escritor, debe responder a su propio tiempo (“no queremos perdernos nada de
nuestro tiempo… el escritor está en situación en su época”); su palabra no deberá estar vacía
de un contenido que, a su vez, ha de responder a la verdad. Por tanto, con su escritura el
intelectual está llamado a intervenir en su sociedad, a participar en sus cambios, a incorporar
en ella toda la realidad:”nunca hemos distinguido- dice Sartre- el alma del cuerpo y no
conocemos más que una única e indescomponible realidad, la humana, estamos junto a
quienes quieren cambiar al mismo tiempo la condición social del hombre, la concepción que
tiene de sí mismo”. La revista, por tanto, sostenía Sartre, iba a pronunciarse siempre respecto
a cualquier acontecimiento político social que se produjera. Pero advertía al mismo tiempo
sobre la necesidad de independencia política del intelectual, es decir, este no debía servir a
ningún partido. La literatura recuperaba pues su valor social, un aspecto sobre el que regresará
Sartre en su ensayo ¿Qué es la literatura? (1947). Simultáneamente se caminaba hacia una
transformación del papel tradicional que hasta entonces había asumido el intelectual:
abandonando su “torre de marfil”, su escritura, libre de preocupaciones exclusivamente
formales o subjetivas, se ponía al servicio de la sociedad, y en especial, de los más desasistidos,
lo que determinaría una cuestión (que en realidad Sartre no llegó a resolver plenamente), es
decir: ¿para quién se escribe? En cualquier caso este nuevo programa abría el camino para una
democratización de la literatura, que dejando de ser “consoladora”, se convertía en un
producto efectivo, o si se quiere también, “solidario”, como lo demuestra a su vez Camus en
una de sus más representativas novelas: La peste.

2.- VIDA Y OBRAS DE ALBERT CAMUS.


2.1.- Contexto histórico.
La vida de Albert Camus transcurre toda ella con un escenario bélico como trasfondo.
Cuando estalla la primera guerra mundial, el autor tenía siete meses. Pronto, otro
acontecimiento bélico, la batalla del Marne, en la que los franceses detuvieron la ofensiva
alemana, iba a marcar su existencia para siempre: en ella perdería a su padre. La firma del
Tratado de Versalles en 1919 por el que los aliados consideraron a Alemania la única
responsable de la guerra y le impusieron unas humillantes condiciones, sorprende a Camus
todavía en la escuela primaria. Francia recupera Alsacia y Lorena y el optimismo de la victoria
cunde por doquier, aunque la situación económica origina socialmente grandes desigualdades.
Después de la guerra, Estados Unidos se convirtió en una gran potencia mundial que exporta al
resto del mundo su nueva forma de entender la vida: son los felices años veinte. Pero pronto,
en los años treinta, la Gran Depresión que sufre Norteamérica es exportada también a otros
países y en concreto a Francia. Surge así la amenaza fascista, frente a la cual se unen los
partidos de izquierda para constituir en 1935 el Frente Popular constituido por comunistas,

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radicales y socialistas. No tardan mucho en conseguir reformas sociales y derechos sindicales,
pero el gobierno es incapaz de resolver el problema económico y se ve obligado a dimitir.
En 1939 Alemania ocupa Polonia, lo que provoca que Francia y el Reino Unido le
declaren la guerra. El año siguiente los alemanes ocupan París en junio. El ejército ha sido
incapaz de parar su avance hacia la capital. Convencido de que la guerra se ha perdido, el
mariscal Pétain, nuevo jefe de gobierno, solicita el armisticio. Se crea entonces un nuevo
régimen. El norte y el oeste quedan en manos de los alemanes, mientras que el resto del país y
las colonias se convierten en un estado colaboracionista con Alemania gobernado por el
Mariscal como Jefe de Estado y con capital en Vichy. Mientras, desde Londres, el general
Charles de Gaulle intenta organizar la Resistencia. En este escenario de la Francia ocupada va
a transcurrir la juventud de Camus.
Tras la liberación en 1945 es el mencionado De Gaulle quien toma las riendas de la
reconstrucción del país que está en ruinas, pero aún tendrá que sortear una dificultad añadida:
las guerras de descolonización, primeramente la de Indochina (1946- 1954) y luego la de
Argelia (1954- 1962), que Camus no llegará a ver terminada.
Es interesante resaltar que las actitudes de los escritores frente a los hechos históricos
de la Segunda Guerra Mundial no fueron unánimes. Hubo quien eligió el campo de la
colaboración, hubo quien marcó sus distancias con el régimen de Vichy y hubo quien
claramente se alineó con la Resistencia o participó en sus actividades. Entre estos cabe
destacar a Camus. La ocupación nazi, el colaboracionismo, la Resistencia tuvieron una gran
repercusión en la literatura de la época, no tanto en sus aspectos genéricos o formales cuanto
en sus contenidos. En general, en estos años la literatura va a abordar temas reflexivos
morales sobre las cuestiones que se plantean en el momento. Se ve claro que los intelectuales
se tienen que comprometer con los problemas de su tiempo y, de hecho, son varios los que
siguen ese camino, aunque sea por distintas vías (Mauriac, Malraux, Sartre, Camus) y con más
o menos independencia y originalidad.
Una vez liberada Francia, alrededor de 1945, es el existencialismo con Sartre a la
cabeza, la corriente literaria que proclamará con más fuerza el compromiso político del
escritor. La crítica ha asociado muchas veces a Camus con este movimiento, aunque él rechazó
esta asociación, por más que su noción del absurdo le acerque a él. Hay que tener en cuenta
que esta es solo una parte de su concepción filosófica, que incluye también como reacción la
rebeldía.
2.2.- Vida.
Albert Camus nació en Mondo, Argelia, colonia francesa por entonces, el 7 de
noviembre de 1913. En contra de lo que siempre creyó, su apellido no procedía de Alsacia-
Lorena, sino que aparecía en zonas muy dispersas de toda Francia. Su madre era de origen
menorquín. Lucien Camus participó en los comienzos de la primera Guerra Mundial y murió en
la batalla del Marne. Solo había convivido con su hijo Albert ocho meses. Al quedarse viuda, su
madre se trasladó a casa de la suya con sus hijos Lucien y el pequeño Albert, en el barrio
argelino de Belcourt, habitado mayoritariamente por obreros. Allí los europeos convivían con
los musulmanes sin grandes problemas. En ese domicilio viviría Camus hasta los diecisiete
años. El ambiente era en primer lugar de extrema pobreza y además no demasiado agradable.
Todo lo regía la abuela, severa y autoritaria, mientras que la madre se ganaba la vida haciendo
las tareas domésticas en casas ajenas. Era analfabeta y sorda. El hermano mayor, Lucien,
ejercía cierta tutela protectora sobre Albert.

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En la escuela primaria destacó por sus buenas calificaciones en Lengua. En ella
encontró a su primer mentor, Louis Germain, que supo reconocer en él un niño excepcional, lo
que le impulsó a visitar a su familia para que le permitiese preparar al pequeño con el fin de
que ingresase en el liceo. La abuela cedió y Camus ingresó en el liceo donde conoció a otro
gran profesor, recién llegado a Argelia, Jean Grenier. Representó para él el vínculo con los
libros e ideas del exterior, del mundo.
A los diecisiete años tuvo que dejar de asistir a clase porque se le manifestó por
primera vez la tuberculosis, enfermedad que arrastraría toda su vida y que le impediría
disponer del oportuno certificado de salud para presentarse a las agregadurías que abrían el
camino a la enseñanza pública.
Concluido el bachillerato, decide estudiar en la Facultad de Filosofía de Argel. Por
aquella época, se avergonzaba de decir en la universidad que vivía en un barrio pobre, por lo
que solía dar a entender que su madre vivía en Orán, lo cual le creaba mala conciencia. En
1934 se casa con Simone Hié, de la que se divorciaría seis años más tarde.
Viaja en 1935 por primera vez a las Baleares. Para él, España es su segunda patria y a
ella dedicará artículos y reflexiones en diversas revistas. Al volver de España sufre un nuevo
ataque de su enfermedad y se afiliará al Partido Comunista, aconsejado por Jean Grenier.
Llevado por su afición, funda el “Théâtre du Travail”, una compañía dedicada al teatro de
agitación, próxima al Partido en el que militaba por entonces.
Al año siguiente termina su licenciatura con una tesina sobre San Agustín y Plotino.
Con anterioridad había publicado algunos trabajos escolares en la revista “Sud” que dirigía
Jean Grenier. Al habérsele cerrado el camino de la enseñanza oficial, Camus se dedica, al
acabar la carrera, a impartir clases particulares a jóvenes que intentaban acceder a la
universidad. Mientras tanto, sigue escribiendo y buscando el sentido de la existencia, que
considera ya absurda, siempre acompañado por su enfermedad. Está decidido a dedicarse a la
literatura. No tardará en ingresar en la redacción del periódico “Alger républicain”, de marcado
signo izquierdista. En él publicará cantidad de artículos contra el nazismo, el fascismo, el
franquismo, y a favor de la unión cordial entre la metrópoli francesa y la colonia argelina. Le
crearán bastantes enemigos. También escribió reportajes sobre grandes procesos criminales,
lo cual es un dato que interesará a la hora de analizar El extranjero. Por entonces frecuentaba
a Francine Fauré, pianista, matemática, con quien se casará en 1940.
Se traslada a París como redactor del periódico sensacionalista “Paris-Soir”, trabajo
que no le agrada y en el que permanecerá hasta 1943. En Francia, Camus vive pobremente y,
tras la ocupación de Paris, se instala sucesivamente en Clermont-Ferrand, Burdeos y Lyon.
Vuelve a Argel y se instala en Orán donde se dedica a la enseñanza en un centro privado y da
clases particulares a niños judíos (el gobierno de Vichy solo permitía un niño judío en el aula
por cada siete niños franceses).
Cuando en 1942 la editorial Gallimard publica El extranjero, Camus colabora en lo
posible con la Resistencia. A finales de 1943 se instala definitivamente en París, ocupado y
recorrido por patrullas nazis. Obtiene un empleo en la editorial Gallimard y escribe en el
periódico “Combat”, que antes de ser un periódico clandestino había sido un movimiento de la
Resistencia. Sus artículos están incluidos en los tres volúmenes de sus Actuales. A la vez estaba
haciendo su presentación en los teatros parisinos, que seguían con sus representaciones a
pesar de la ocupación.

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Durante los primeros meses después de la liberación, la cuestión más debatida en
“Combat”, y en el resto de la prensa parisina, era si había que ser indulgente o no con los
colaboracionistas. En un principio, Camus era partidario de una depuración para ellos y de una
justicia implacable para el mariscal Pétain, pero más tarde, pasado el fervor producido por la
liberación, volvió a su oposición tradicional a la pena de muerte. En 1945 nacen sus hijos
gemelos, Catherine y Jean. Se le concede la Medalla del Mérito a la Resistencia y en 1947 se
publica, con gran éxito, La peste.
Desde junio de ese año hasta agosto de 1948 viaja por Sudamérica, dando
conferencias a pesar de sentirse enfermo. Pide la baja en Gallimard y se retira a Cabris donde
sigue trabajando en El hombre rebelde. A su publicación, en 1951, mantiene la famosa
controversia con Sartre que estalla definitivamente cuando este publica en su revista “Les
Temps Modernes” una crítica de veintiséis páginas muy negativa que sorprendió mucho a
Camus. Sigue trabajando en sus obras y en el teatro hasta que en 1954 el Frente de Liberación
Nacional declara la guerra de independencia de Argelia. Camus tardó, al parecer, en
comprender todo su alcance. Propugnó una comunidad “francomusulmana, una comunidad de
esperanza”, es decir, un entendimiento cordial entre los dos pueblos. Más tarde, en 1956, hará
un llamamiento a la tregua civil.
En octubre de 1957 recibe el Premio Nobel. Con el dinero del Premio compra una casa
en Lourmarin, cerca de Avignon. El 3 de enero de 1960, fallece en un accidente de tráfico.
Con Camus desaparecía la voz de una conciencia lúcida ante todo, coherente,
apasionada. Los temas objeto de sus reflexiones fueron, en definitiva, las grandes preguntas
del ser humano de todos los tiempos: ¿por qué vivir?, ¿qué sentido dar a una vida concebida
tan negativamente?, ¿para qué sirve el arte?, ¿vale la pena escribir? Estas y otras preguntas
fueron tratadas por Camus a lo largo de su larga trayectoria filosófica y literaria y desde la
óptica de los más variados géneros literarios. En definitiva, no hizo otra cosa que una reflexión
profunda y aguda- aunque discutible a veces- sobre el individuo y su condición natural y como
protagonista de la historia. Esta reflexión la realizó siempre al margen de la religión o de
ideologías establecidas, lo cual le acarreó críticas enconadas desde muy diferentes posiciones.
Pese a su temprana muerte, nos ha legado una obra de considerable extensión.
2.3.- Obras.
Lo que da sentido al conjunto de la obra camusiana no es otra cosa que la práctica de
la reflexión. A través de su obra el autor no pretendió nada sino una indagación permanente
sobre la vida en sí misma y sobre el mundo en que le había tocado vivir, todo ello expresado de
una manera literaria, es decir, artística. Desde muy pronto ideó un plan general para su obra
proyectándola como un gran conjunto en el que cada pieza (cada obra) tenía su lugar
preestablecido. Por eso, cuando recibe el Premio Nobel en Estocolmo, dice:
“Tenía un plan preciso cuando comencé mi obra: primero quería expresar la negación. De tres formas.
Novelesca: El extranjero. Dramática: Calígula, El malentendido. Ideológica: El mito de Sísifo. Preveía lo positivo
también bajo tres formas. Novelesca: La peste. Dramática: El estado de sitio, Los justos. Ideológica: El hombre
rebelde. Ya intuía un tercer grupo en torno al tema del amor.”
La prematura muerte le impidió desarrollar de manera completa su proyecto, pero su
manifestación nos aclara el orden y sentido que debemos seguir al estudiar su obra. No cabe
otra clasificación posible. Se conoce la primera etapa como la etapa del absurdo, por centrarse
en esta noción, y la segunda como la de la rebeldía por la misma razón.

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Pero antes de la publicación de El extranjero, que inicia el ciclo del absurdo, Camus
había publicado, aparte de algunos artículos de corte escolar en la revista “Sud”, dos obras que
es preciso reseñar. (A veces se las ha denominado escritos argelinos).
Al revés y al derecho lo forma un conjunto de cinco breves ensayos escritos por el
autor a los veintidós años y publicado en 1937 en Argelia. Estos ensayos, por los componentes
anecdóticos en que se encuadran, podrían clasificarse dentro del relato breve. Son
evocaciones, recuerdos y nostalgias que apuntan, levemente solo, los temas que se tratarán
más adelante. Como dice Rosa de Diego: “Las primeras experiencias marcadas por la dualidad
parecen haber engendrado una visión del mundo que se organiza en torno a parejas
antitéticas: la inocencia y la culpabilidad, la justificación del hombre y la absurdidad, el placer y
el sufrimiento (…) La imposible Elección entre estas realidades contradictorias siempre será el
centro de la obra de Camus”.1
Otro conjunto de breves ensayos, Bodas, escritos en 1936 y publicados también en
Argelia en 1939, constituyen una meditación sobre el destino y la felicidad, la muerte, la
belleza y, sobre todo, la armonía entre el hombre y la naturaleza.
El ciclo del absurdo se inicia con El extranjero, obra escrita en 1939 y publicada en
plena guerra, en 1942.
De carácter fuertemente personal, El mito de Sísifo representa en el planteamiento
literario general de Camus la versión ensayística de vivencias ya expresadas en la obra
inmediatamente anterior, publicada tan solo unos meses antes y que poco después serían
llevadas a escena. Se abre el libro con una afirmación solemne: “No hay sino un problema
filosófico serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a
responder a la cuestión fundamental de la filosofía”.
El divorcio entre el hombre y su vida es propiamente el sentimiento del absurdo. ¿Es la
solución el suicidio para este desgarramiento? Esa es la cuestión que el autor se propone
dilucidar en su trabajo. El punto de partida es el absurdo que, según el autor, corresponde a la
sensibilidad y al pensamiento contemporáneos. Sísifo, condenado a arrastrar hasta la cumbre
una piedra inmensa que siempre rueda hacia abajo, es el mito que ilustra lo absurdo de la vida.
Descartado el suicidio como solución, lo que queda es imaginarse a Sísifo feliz: “La lucha por
llegar a las cumbres basta para llenar un corazón de hombre”.
Calígula fue representada en 1945. Constituye el primer eslabón dramático del ciclo
del absurdo. Por su título, Calígula podría hacer pensar en una tragedia de inspiración clásica,
pero Camus no quiso presentarla como una obra romana, sino como una obra que trata de la
condición del ser humano, “una tragedia de la inteligencia”.
El malentendido (1944), obra de teatro, trata también del mismo tema.
La segunda novela importante de Camus, publicada en 1947, es La peste. Supuso para
el autor su consagración definitiva. Es la primera obra de su segundo ciclo dedicado a la
rebeldía como respuesta del hombre frente al absurdo. El tema de una ciudad asolada por la
peste no era nuevo en la literatura, pero Camus sabe crear un mito contemporáneo, pues la
peste va a simbolizar, en principio, el mal. La novela se presenta como una crónica, género
periodístico en el que se mezclan los acontecimientos narrativos (reales) con las indicaciones
temporales. El desarrollo narrativo de la progresión de la peste desde que aparecen los
primeros síntomas hasta su resolución final va ganando paulatinamente en intensidad
dramática. Paralelamente, el interés novelesco se centra sobre todo, intencionalmente, en las
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Rosa de Diego, Albert Camus, Madrid, Síntesis, 2006, p. 49

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distintas posturas que adoptan los personajes ante la crisis. Todos se ven afectados por ella de
tal manera que evolucionan hacia la solidaridad, hacia el humanismo (excepto uno de ellos
Cottard, que evoluciona en sentido contrario). Ese es el contenido positivo que, a diferencia de
El extranjero, presenta La peste. Es el sentido más obvio y patente, pero también la obra ha
tenido otras interpretaciones no menos claras. El propio autor confiesa que tiene un sentido
social y metafísico. El sentido social va unido al político: La peste simboliza la resistencia
europea frente al nazismo. Toda Europa entendió así la novela. El tiempo en que transcurre la
obra coincide con el de la guerra. Algunos episodios, además, aluden directamente a sucesos
de la guerra: los campos de concentración, los hornos crematorios, la matanza de judíos… son
indicios con los que el autor se asegura la correcta comprensión de su obra. Pero su significado
más profundo es el de su significado literal: frente a todo mal (peste) hay esperanza si el
hombre se rebela con su solidaridad.
El estado de sitio (1948) es una obra teatral de este periodo de gran complejidad que
cosechó un fracaso en su representación. El protagonista es también la peste.
Al mismo ciclo pertenece Los justos (1949) que fue mejor recibida que la obra anterior.
De Cádiz, donde se desarrollaba El estado de sitio, nos vamos ahora a Moscú. Allí unos
revolucionarios planean asesinar al Gran Duque Sergio. El argumento tiene una base real y da
pie para discusiones ideológicas entre los personajes. Toda acción tiene sus límites, viene a
decir Camus, y el fin no puede justificar los medios. Ni la historia ni la revolución pueden estar
por encima de la vida. El autor se opone así a la dictadura de las ideologías.
El hombre rebelde (1951), el más largo y denso de los ensayos camusianos, cierra el
ciclo de la rebeldía. Dividido en cinco partes, ya desde la introducción declara el autor su
intención de “continuar, ante el crimen y la rebeldía, una reflexión empezada en torno al
suicidio y a la noción del absurdo”. El ensayo se presenta, pues, como una continuación de El
mito de Sísifo: “la primera y única evidencia que me es dada así, dentro de la experiencia del
absurdo, es la rebeldía”. La rebeldía nace del absurdo de una condición injusta e
incomprensible. “Pero su impulso ciego reivindica el orden en medio del caos, su preocupación
es transformar”. A diferencia de la experiencia del absurdo en el que el sufrimiento es
individual, el movimiento de la rebeldía es una aventura de todos, colectiva.
Establecido así el punto de partida, pasa luego a definir la rebeldía metafísica que
contesta los fines del hombre y de la creación entera. Más que negar, lo que hace el hombre
rebelde es desafiar. Le habla a Dios de igual a igual. Esta posición filosófica, advierte Camus, no
aparece en la historia de la filosofía hasta fines del siglo XVIII. Analiza así la negación absoluta
de Sade; la preferencia romántica por El paraíso perdido de Milton (por la lucha entre Satán y
la muerte); la negación estética del dandismo en el que el hombre constituye su identidad
oponiéndose a los demás y, a la postre, a Dios; el paso adelante que da la descripción de la
rebeldía en Dostoieswki puesto que, aunque no niega la existencia de Dios, cree que la pena
de muerte que pesa sobre el hombre es injusta. Interpreta la filosofía de Nietzsche como la
expresión de una rebeldía y observa cómo cuando este da por establecido que “Dios ha
muerto”, se dedica a atacar a todo lo que tiende a sustituir falsamente a la divinidad. También
opina que el surrealismo, con sus excesos, supone la práctica de una rebeldía irracional.
El capítulo más extenso es el dedicado a la rebelión histórica. Intenta en él demostrar
la progresión lógica de las revoluciones que se han dado en la historia. Constata que la mayor
parte de las revoluciones han tenido como punto de partida un crimen, regicida (siglo XIX), o
deicida (siglo XX). La fecha de 1789 es la que marca la entrada de los tiempos modernos. Con

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Hegel, dice Camus, empiezan los tiempos de la eficacia en los que hay que vivir en función del
futuro. Sus ideas estaban plenamente vigentes cuando se funda la primera universidad rusa, la
de Moscú, en 1750. Los terroristas del nihilismo ruso de la época practican todavía un
terrorismo individual, pero surgirá un terrorismo de Estado con las revoluciones modernas.
Tanto Mussolini como Hitler reforzaron la organización estatal. Marx, por su parte, puso la raíz
del hombre en la determinación económica, con lo cual, afirma nuestro autor, lo redujo a sus
relaciones o sus predicciones económicas fueron puestas en tela de juicio por la realidad.
De la observación histórica de las revoluciones concluye Camus que el revolucionario
es a la vez rebelde, y si lo es, acabará siempre levantándose contra la revolución; de lo
contrario acabará como funcionario que se vuelve contra la rebeldía.
En el capítulo “Rebeldía y Arte”, el autor aborda la rebeldía fuera de la historia y de sus
relaciones concretas, es decir, en el terreno del arte, y más en concreto, del arte literario y
preferentemente de la novela. Parte de la hostilidad que todos los revolucionarios han tenido
hacia las manifestaciones artísticas. La novela, sin ir más lejos, ha sido considerada como un
arte de evasión, como un rechazo de lo real. Camus la ve de otra manera:”El mundo novelesco
no es más que la corrección de este mundo, según el deseo profundo del hombre”, pero
advierte que el arte termina con la obra creada, no con la crítica o los comentarios.
Dos conclusiones parecen destacarse en el último capítulo: la contradicción existente
entre crimen y rebeldía y las conquistas de la revolución. Sin embargo, si se adopta la rebeldía,
“el mediodía brilla sobre el movimiento mismo de la historia”.
El hombre rebelde fue un libro polémico, atacado por surrealistas, comunistas y
existencialistas como el propio Sartre, que mantuvo un duro y agrio debate con su autor. Con
todo, hoy en día, desligado de la polémica, el libro adquiere su verdadero valor de libro lúcido
y reflexivo sobre una época que tiene mucho que ver con la actual.
En 1954 se publica El verano. Lo componen ocho textos breves en los que se mezcla el
relato, la descripción, la reflexión. Tienen en común su temática “solar” como dice el autor. La
Naturaleza es un foco de felicidad y esperanza en esta obra que, por ello, recuerda a la
temática de Bodas.
Dos años más tarde aparece La caída. No fue completada por ningún otro texto y está
fuera ya del ciclo de la rebeldía. Tampoco parece que fuera a iniciar el tercer ciclo que había
anunciado su autor. Es, pues, una obra aislada. Se trata de una alegoría de la vida humana que
relata el paso de la inocencia a la culpabilidad por parte del hombre; sería una caída también
en sentido bíblico.
En 1957 Camus publicó seis relatos breves, El exilio y el reino. So variaciones sobre el
tema del exilio que el autor había experimentado personalmente entre 1940 y 1942.
Hay que señalar también los escritos derivados de su compromiso político. El tema de
la existencia, que fue el siempre de un modo u otro trató, fue abordado por él no solo desde el
punto de vista filosófico, sino también desde el punto de vista de las realidades históricas que
le tocó vivir. Para ello su medio habitual fue el periodismo. Estos escritos se reunieron en
Cartas a un amigo alemán, publicado después de la liberación, y en los tres volúmenes de
Crónicas publicados en 1950, 1953 y 1958.
El primer hombre era la novela autobiográfica en la que estaba trabajando cuando
perdió la vida.

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