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Clínica de Niños y Adolescentes

Prácticos

 “Serie y Suplemento” Ricardo Rodulfo.

Freud crea las Series Complementarias para dar cuenta de la causación de las neurosis y propone que son
complementarias unas con otras, que lo actual desencadena lo que estaba antes, neutraliza el acontecimiento posterior ya
que se lo piensa como derivado de las condiciones iniciales, no hay posibilidad de que emerja algo nuevo, algo no
predispuesto en aquellas, por eso el modelo es cerrado (época del determinismo):

1. Lo constitucional  lo hereditario + lo congénito. Disposición a la neurosis


2. Experiencias sexuales infantiles en tanto padecidas.
3. Factor desencadenante  acontecimiento actual, accidental, imprevisible, traumático.

A diferencia de lo anterior, Rodulfo propone incluir la dimensión de lo suplementario, la cual supone la posibilidad de agregar
algo nuevo, algo más allá de lo que estaba antes. La física cuántica descubre que las condiciones iniciales tienen un poder y
un alcance limitado en el tiempo, luego caducan y lo que sobreviene en el proceso ya no depende de ellas. Esto no perjudica
lo diferencial de ninguna de las series y permite liberar la potencia reprimida de cada una de ellas, abrir este sistema cerrado
y reformularlo en términos de Series Suplementarias (época de la física cuántica):

1. Lo constitucional  lo hereditario + lo congénito + genético.


 Mito familiar
2. Vivenciar infantil  Capacidad de tener experiencias
3. Factor estructurante/encadenante (en el caso de los niños por tener un aparato en plena construcción) 
acontecimiento actual, accidental, imprevisible.

Mito familiar: es el espacio en el que adviene el niño, son todas aquellas cosas que el niño respira donde está colocado a
través de una serie de prácticas cotidianas que incluyen actos, dichos, ideologemas, normas educativas, regulaciones del
cuerpo, que forman un conjunto donde está presente el mito familiar. Si consideramos que el cuerpo de la madre está
habitado, compuesto, atravesado por (y que en él están condensados) todos los mitos familiares, podemos afirmar que el
cuerpo materno es en definitiva el mito familiar. No es un discurso exterior, sino que se lo halla en el cuerpo materno. Den
encuentro de este mito con el cuerpo de la madre surge el cuerpo imaginado, que es el cuerpo que se prepara para vivir,
primer lugar en un mundo simbólico. Al mito familiar hay que sonsacarlo y deducirlo, lo extraemos en trozos. Se lo debe
concebir como una red de pequeños mitos y no como una unidad armoniosa de tendencia única. El mito familiar es un
puñado de significantes dispuestos de cierta manera. El significante no remite a la cosa directamente, sino que remite a otro
significante, diferencia decisiva respecto del signo. Eso es lo que distingue el plano del significante del plano del signo: la
formación de una cadena. A nosotros nos interesa esa cadena en tanto icc. Para poder ser, para encontrar cierta posibilidad
de implantación en la vida humana, la única oportunidad que tiene un sujeto es encontrar significantes que lo representen
ante y dentro del discurso familiar, del campo deseante familiar. Lejos de ser pasivos, el bebé debe emprender esta tarea
activa de tipo extractivo que consiste en arrancar los significantes del mito familiar, porque literalmente vive allí. Este mito lo
concebimos como un archivo, un tesoro de significantes. Para que el sujeto pueda hacer esto es indispensable que haya allí
otro, que haya alguien que ofrezca significantes, que dé lugar. El espacio es una característica esencial del deseo, y el
medio para dicha operación es una composición de significantes. Conseguir un lugar para vivir depende de los significantes
que uno encuentra. El bebé tiene que trabajar y luchar para adquirir significantes, las funciones parentales y otras deben
auxiliarlo brindándole las condiciones mínimas, pero no pueden imponerle significantes. Es decir que al nivel de la función,
son las funciones parentales quienes deben ofrecer los significantes al niño, pero debe ser éste último el que a nivel del
proceso arranque los que lo representan para poder comenzar con su trabajo de construcción subjetiva. ¿Qué es lo que
determina la selección de algunas de entre todas y tantas cosas que se le dicen y hacen a un niño? No es cualquier palabra,
gesto o acto, lo que va a trucarse en significante conseguirá tal estatuto a partir del investimento deseante, deseo
transpersonal, “deseo de nadie” que circula en el mito. Esto en cuanto a los significantes del sujeto. Si tenemos en cuenta
los significantes del superyó, la sobredeterminación intensifica lo que operará como mandato en su dimensión más tanática.
Nuestro objetivo es desatascar una cadena de significantes para que algo pueda ponerse en marcha, de modo que el fin del
análisis consiste en establecer un movimiento ininterrumpido, cuando no constituir un movimiento que ni siquiera se ha
iniciado. En este perpetuo movimiento de descomposición y reconstrucción se gesta la posibilidad de lo nuevo. En el
autismo, en las psicosis, la tarea fundamental pasa por encontrar un sujeto aplastado por significantes que no lo
representan, al que intenta ayudar en la invención de alguno para él, desalojando los del superyó para que nazca allí un niño
verdadero, mientras que en las neurosis se trata de liberar al sujeto de un significante que lo representa demasiado.

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La capacidad para tener experiencias incluye: la posibilidad de instaurar y llevar a cabo secuencias cuyo despliegue se
termine solo; la pulsión de agarrar algo como expresión de su deseo y la aceptación de que desea lo que agarra y sobre
todo, que desea agarrar; el apuntalarse en funciones parentales no interfirientes para dejar paso a la espontaneidad del niño,
a su desear incondicionado; el descubrimiento del otro como alteridad (el paso del registro del objeto al registro del otro); el
poder estar solo. Así se pasa de unas vivencias más bien padecidas, al hecho de tener experiencias, a la capacidad de
firmarlas en la propia carne. La destrucción o no apertura al registro de esta capacidad supone un daño en el plano de la
experiencia de la vivencia de satisfacción. Cuando el bebé, en vez de tener momentos de encuentro con la mamá, tiene
momentos muy perturbadores con la misma, se empieza a generar una pauta reaccional que lo pondrá defensivo y no le
permitirá experienciar el mundo.

Se produce un cambio en el retrato del niño: se pasa del retrato “clásico” del niño reconstruido perverso polimorfo, a uno
nuevo que se traza a la luz de la clínica en el que el eje es lo pulsivo del niño trasladado al desear jugar. Cuando esto
arranca, puede pensarse que allí hay algo de subjetividad.

Winnicott fue el primero que no tomó como punto de partida lo que Daniel Stern llama el niño reconstruido a través del
análisis de adultos, sino el niño real. Usó su gran experiencia con niños para repensar el psicoanálisis en su conjunto. El
hecho de usar un lenguaje fácil exige un mayor esfuerzo, una mayor y más activa responsabilidad del lector. A través de
enunciados de apariencia inocente, Winnicott cuestiona el postulado del psicoanálisis: el principio de inercia que supone un
bebé orientado a la fusión y la nostalgia. No se ha encontrado evidencia de que un niño intente “apartarse” del estímulo para
regresar al goce cero. Por el contrario, se puede apreciar que el movimiento más elemental del bebé consiste en extender la
mano. La experiencia concreta con niños nos confronta con el jugar. Este jugar es lo primero que nos permite ubicar la
existencia de una subjetividad: “si ello juega, él o ella es” (las patologías mentales de mayor severidad brindan la
contraprueba de esto). Puede confrontarse esta proposición con las que Freud desarrolló:

Freud Winnicott
Sostiene la hipótesis de que todo juego tiene un El hecho del jugar es el acontecimiento que funda y coincide
significado, que no es una actividad absurda y sin sentido, con la actividad subjetiva misma; en tanto tal no necesita del
a partir de lo cual se concentrará en preguntarse sobre ese soporte de ninguna significación.
significado.
El significado del juego no puede ser otro que una reacción No es una práctica reactiva, aparecida siempre después de
a la pérdida de la madre, a su partida. alguna desilusión o frustración. Su emergencia es originaria,
no condicionada por aquellas. Posteriormente puede
involucrarse en trabajos defensivos.
La repetición del juego es explicada como una tentativa de El jugar no está originariamente conectado con la angustia
dominar el indeseable acontecimiento de la partida de la (como modo de tramitarla), sino con la alegría.
madre, pasivamente sufrida por el pequeño.
El único basamento de todo el desarrollo es la creencia de Tampoco está su tendencia originaria dirigida a la restitución
que “es imposible” que la partida de la madre pueda de un estado anterior, sino que contrariamente, el jugar está
resultar placentera o indiferente para un niño. intrínsecamente ligado a la producción de diferencias
buscadas a través de la repetición (patologías tempranas
graves muestran la contraprueba de esto, ya que el niño no
soporta la diferencia sino que se apacigua con la más
compulsiva y destructiva repetición hacia el cero).
Las consecuencias de pensar el jugar de esta forma son: La significación de un juego no es tan importante como la
su estatuto reactivo y su dependencia del significado del función principal del jugar, que consiste en producir y buscar
tener que tener un sentido. Esto hace que se cierre el paso la estimulación, trabajando en crearla, lejos de solo atenerse
a la consideración del jugar en tanto verbo, acción, a reaccionar a ella. Todas y cada una de las adquisiciones
actividad. que un niño hace las hace a través de la actividad del jugar.
Lo que un niño no adquiere jugando no puede adquirirlo o lo
hace sólo bajo una forma alienada, carente de significación
subjetiva. De esto deriva que el jugar es la corriente principal
de subjetivación, de ser y devenir una subjetividad. Su
importancia es esencial a lo largo de toda la existencia
humana.

 “La pregunta por el niño y la clínica psicoanalítica” “¿Dónde viven los niños?” y “Significante del sujeto/significante
del superyó” Ricardo Rodulfo.

La cuestión de qué es un niño conduce a la prehistoria, no sólo en el sentido de los primeros años de vida que luego
sucumben a la amnesia, sino en dirección a las generaciones anteriores, la historia de esa familia. La historia del niño debe
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ser un recuento de todo lo que él puede fantasear o no, lo cual conduce a su prehistoria, a todo lo que precede, los modos y
gradientes de lo ocurrido determinantes para ese niño, antes de que propiamente exista. Para entender a un niño o a un
adolescente resulta insuficiente tomarlo en el sentido más estrecho y cotidiano, debemos retroceder a donde él no estaba
aún, donde el niño como entidad psicofísica no existe.

Existe un orden fantasmático inconsciente, el significante, que aparece en múltiples formaciones y que se trata de lo que
rebasa, lo que va más allá, lo que debemos rastrear en el imaginario del paciente para descifrar la clave cuando hay que
reconstruir material de otras generaciones. Este significante indica dónde cierto régimen deseante familiar ubica a un sujeto
y dónde a su vez él se perpetúa, porque no debemos suponerle a un significante un poder automático y omnímodo que no
deja alternativas. El concepto de sobredeterminación y el de repetición y diferencia nos auxilian para no perder de vista que
una vez que hemos establecido el peso significante de una frase, lo importante es qué hace el sujeto con ella: ¿la deja como
está, introduce un retoque, desvía su dirección? (la dinámica de la cura gravita en torno a esto). En ciertas ocasiones son
determinados actos los que demuestran tener peso significante. No pocos entre nuestros pequeños intereses y repulsiones
resultan función del lugar al que nos empuja incesantemente cierta cadena significante.

Para que algo sea considerado un significante tiene que cumplir los siguientes criterios:

Primer criterio: para que algo en psicoanálisis sea considerado significante tiene que repetirse. El significante no
reconoce la propiedad privada, no es de alguien, sino que circula, atraviesa generaciones, traspasa lo individual, lo
grupal y lo social, en todo caso es el problema que interpela a cada uno de los miembros de una familia.
Segundo criterio: una vez que algo es introducido con la función de significante se produce algo con cierto valor
distintivo, cuando un elemento adquiere gravitación significante, en el momento de su introducción algo nuevo se
traza.
Tercer criterio: el significante no viene con un significado abrochado indisolublemente, sino que arrastra efectos de
significación, no vale porque designe inequívocamente cierto significado, sino por las significaciones que se van
generando.
Cuarto criterio: el significante tiene dirección, siempre conduce hacia alguna parte, cuando algo se gana ese nombre
en la historia del sujeto es que lo inclina hacia determinados caminos preferenciales. Sin embargo, la carretera se
puede abandonar, hay diversos itinerarios alternativos activables.

Debemos distinguir:

Significantes del sujeto: son aquellos significantes que el bebé seleccionó de entre los ofrecidos por las figuras
parentales, se los apropió (arrancó) y pudo incluir como parte de algo para luego pasar a otra cosa. Son aquellos
que tienen que ver con lo que lo agarra a la vida, “si me agarro de un significante, soy”. Ayudan a que el sujeto
pueda vivir como diferir, es decir, entendiendo la vida en tanto potencialidad para el sujeto de hallar sus diferencias
(SITUACIÓN NEURÓTICA)
Significantes del superyó: son aquellos significantes que son mera repetición, destructivos para el bebé ya que
mutilan cualquier posibilidad de palabra propia del sujeto. Son aquellos que apuntan a esa condición de la vida en
que ésta se vuelve algo sobre lo cual aplasta la muerte. Surgen cuando el sujeto no encuentra condiciones
propiciatorias para la producción de significantes que lo representan y en su lugar aparecen estos significantes de
manera aplastante. El régimen del significante del superyó tiene su propia producción, que es el goce del Otro. Se
oponen a que el sujeto pueda vivir como diferir, es decir, entendiendo la vida en tanto potencialidad para el sujeto de
hallar sus diferencias (SITUACIÓN PSICÓTICA)

Es importante tener en cuenta el matiz cambiante de estos significantes y no separarlos tajantemente en dos categorías o
entidades puras, es una cuestión de posición y de mezclas en donde lo pertinente es apreciar qué predomina. Cualquier
significante puede ser utilizado de una u otra forma. En un momento es posible que funcione como un significante del sujeto
en tanto tiene que ver con la búsqueda de identidad o reconocimiento. Pero si esta situación no se difiere, si no se
transforma, si tiene a una impasse y deja de hacer cadena se transforma fácilmente en un significante del superyó. La única
forma de desengancharse de esta situación es poner en juego algo del orden de la negación.

Por lo tanto, cuando nos preguntamos qué es el niño en psicoanálisis, localizamos ciertos significantes, los cuales tienen
mucha relación con la formación de ese niño, pero estos no necesariamente son producidos por él ni dichas por él, sino que
solemos encontrarlas en labios y acciones de quienes lo rodean. Lo más terrible que le puede suceder a alguien es
quedarse donde lo pusieron determinados significantes de la prehistoria, incluso cuando esos significantes aparentemente
suenen bien.

Reduccionismos:

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- No podemos darle sólo importancia a la prehistoria, ya que de esa forma la historia se desvanece y parece que ya está
todo dicho, por lo que acabamos escuchando y atendiendo sólo lo que viene de los padres, de los abuelos, y más atrás aún,
por lo que abandonaríamos el psicoanálisis por imposible.
- No podemos tampoco centrarnos exclusivamente en la fantasmática que el niño produce, encerrándose en sus procesos
imaginarios. Atender a la dimensión de la fantasía de los juegos, del grafismo, es muy importante, pero unilateral si se
prescinde de las funciones simbólicas y de lo relativo a la prehistoria.

La pregunta acerca de qué es un niño en psicoanálisis desemboca en una serie de cuestiones. Para empezar a situar al niño
que nos traen y a lo que lo rodea es necesario introducir ciertas preguntas como:
- ¿Dónde vive este chico? Determinar si un pequeño sigue viviendo en el cuerpo de la madre o si ha empezado a vivir en
otro tipo de espacio.
- ¿Qué representa este chico para el deseo de los padres? Para qué se lo desea y qué lugar se le asigna al chico en el mito
familiar.

 “La actividad de representación, sus objetos y su meta” y “El proceso originario y el pictograma” Piera Aulagnier.

Piera utiliza el modelo de la metabolización de la biología para explicar cómo se produce la actividad de representar. Plantea
que si consideramos la actividad de representación como la tarea común a los procesos psíquicos, se dirá que su meta es
metabolizar un elemento de naturaleza heterogénea convirtiéndolo en un elemento homogéneo a la estructura de cada
sistema. Los elementos que no fuesen aptos para sufrir esta metabolización no pueden tener un representante en el espacio
psíquico y, por lo tanto, carecen de existencia para la psique. La especificidad de la actividad de lo originario reside en su
metabolización de todas las experiencias, fuente de afecto, en pictogramas. Aparece cierta información (que en los primeros
momentos de la vida es afecto) que pone en marcha el aparato de metabolizar. La única condición necesaria para esta
metabolización es que el fenómeno responsable de la experiencia responda a los caracteres de la representabilidad. La
información sensorial que debemos a las propiedades de estimulación que poseen una serie de objetos (de los cuales en un
primer momento el cuerpo materno es el proveedor privilegiado) determina el comienzo de la actividad de los órganos de los
sentidos. En el plano del sentido del gusto, la actividad corresponde temporalmente a la experiencia de la satisfacción de la
necesidad y a la ingesta del alimento. La psique catectiza y convierte en fuente de placer la actividad originada en su
excitación en el momento del encuentro con sus objetos. Esta catectización de la actividad sensorial constituye la condición
misma de existencia de una vida psíquica, ya que es condición necesaria para la catectización de la actividad de
representación. Toda información sensible solo es tal en la medida en que dispone de una representación en el espacio
psíquico. La actividad psíquica está constituida por:

Modos de funcionamiento Representación originada Postulado


Proceso Originario Pictograma Todo existente es autoengendrado por la
actividad del sistema que lo representa.
Proceso Primario Fantasía Todo existente es un efecto del poder
omnímodo del deseo del Otro.
Proceso Secundario Enunciado Todo existente tiene una causa inteligible que
el discurso podrá conocer.

La psique encuentra al mundo (conjunto del espacio exterior a la psique) en un primer momento bajo la forma de los dos
fragmentos representados por su propio espacio corporal y por el espacio psíquico materno. La primera representación que
la psique se forma de sí misma como actividad representante se realizará a través de la puesta en relación de los efectos
originados en su doble encuentro con el cuerpo y con las producciones de la psique materna. La única propiedad
característica de estos dos espacios de la que el proceso originario quiere y puede estar informado concierne a la cualidad
placer y displacer del afecto presente en este encuentro. El comienzo de la actividad del proceso primario y del secundario
partirá de la necesidad que enfrentará la actividad psíquica de reconocer otros dos caracteres del objeto cuya presencia es
necesaria para su placer: su carácter de extraterritorialidad (reconocer la existencia de un espacio separado del propio) que
sólo puede ser metabolizado por la actividad del proceso primario; y la propiedad de significación (reconocer que la relación
entre los elementos que ocupan el espacio exterior está definida por la relación entre las significaciones que el discurso
proporciona acerca de estos elementos) que, ante la imposibilidad de ser metabolizada por el proceso primario, exigirá la
puesta en marcha del proceso secundario. Los tres procesos no están presentes desde un primer momento en la actividad
psíquica; se suceden temporalmente y su puesta en marcha es provocada por la necesidad que se le impone a la psique de
conocer una propiedad del objeto exterior a ella, propiedad que el proceso anterior ignoró. La instauración de un nuevo
proceso nunca implica el silenciamiento del anterior, sino que en espacios diferentes prosigue la actividad que los
caracteriza. Para cada sistema solo puede existir una representación que ha metabolizado al objeto originado; cada sistema
debe representar al objeto de modo tal que su estructura se convierta en idéntica a la del representante; y toda
representación es representación del objeto y representación de la instancia que lo representa. El objetivo del trabajo del Yo
es forjar una imagen de la realidad del mundo que lo rodea, y de cuya existencia está informado, que sea coherente con su
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propia estructura. Conocer el mundo equivale a representárselo de tal modo que la relación que liga los elementos que
ocupan su escena le sea inteligible, lo que quiere decir que el Yo puede insertarlos en un esquema relacional acorde con el
propio. La actividad de representación se convierte para el Yo en sinónimo de una actividad de interpretación: la forma de
acuerdo con la cual el objeto es representado devela la interpretación que formula el Yo acerca de lo que es causa de la
existencia del objeto y de su función. Todo acto de representación es coextenso con un acto de catectización, y todo acto de
catectización se origina en la tendencia de la psique de preservar o reencontrar una experiencia de placer. El placer define la
cualidad del afecto presente en un sistema psíquico en toda ocasión en la que este último ha podido realizar su meta. Toda
puesta en representación implica un placer mínimo necesario.

Por el lado del infans, hay que ubicar factores responsables de la organización de la actividad psíquica en la fase del
proceso originario:

1. La presencia de un cuerpo cuya propiedad es preservar por autorregulación su estado de equilibrio energético.
Toda ruptura de este estado se manifestará mediante una experiencia inconocible, una x que a posteriori se
designa como sufrimiento. Toda aparición de esta experiencia genera una reacción que apunta a eliminar su
causa. Esta reacción escapa a todo conocimiento por parte de la psique, sin embargo, esta última es informada
acerca de un posible estado de sufrimiento del cuerpo ante el cual responde mediante la alucinación de una
modificación en la situación de encuentro que niegue su estado de falta.
2. Un poder de excitabilidad al que se debe la representación en la psique de los estímulos originados en el cuerpo
y que alcanzan al espíritu, exigencia de trabajo requerido al aparato psíquico como consecuencia de su ligazón
con lo corporal.
3. Un afecto ligado a esta representación, siendo la representación de un afecto y el afecto de la representación
indisociables.
4. La doble presencia de un vínculo y de una heterogeneidad entre la x de la experiencia corporal y el afecto
psíquico. El afecto es coextenso con la representación y la representación puede conformarse o no a la realidad
de la experiencia corporal.
5. La exigencia constante de la psique: no puede aparecer allí nada que no haya sido metabolizado previamente en
una representación pictográfica. La representabilidad pictográfica del fenómeno constituye una condición
necesaria para su existencia psíquica.

La actividad del proceso originario es coextensa con una experiencia del desencadenamiento de la actividad de una o varias
funciones del cuerpo, originada en la excitación de las superficies sensoriales correspondientes. Esta actividad y esta
excitación exigen el encuentro entre un órgano sensorial y un objeto exterior que posea un poder de estimulación frente a él.
La representación pictográfica de este encuentro ignora la dualidad que la compone: lo representado se presenta ante la
psique como presentación de ella misma; el agente representante considera a la representación como obra de su trabajo,
contempla en ella al engendramiento de su propia imagen. La representación es una “puesta en presentación” de la psique
para la psique, autoencuentro entre una actividad originaria y un producto originario. Esta actividad de representar debe
asegurarse un “placer mínimo”, de no ser así, la no catectización de la actividad de representación pondría fin a la actividad
vital de la misma. Es necesario que a este placer mínimo se le añada la búsqueda y la espera de una prima de placer que, a
partir del momento en que se la experimenta, se convierte en meta de la actividad psíquica. La condición esencial es que
esta experiencia pueda representarse como aportando placer a las dos entidades de “el objeto-zona complementario”. Así, la
prima de placer, como meta de la actividad de representación, se encuentra relacionada con la posibilidad de una
representación y de una experiencia que puedan poner en presencia la unión de dos placeres, el del representante y el del
objeto que él representa. En toda oportunidad en la que la persistencia de la necesidad obligue a la actividad psíquica a
estar informada acerca de ella y a representar mediante el pictograma, lo que constituiría la causa del displacer, se impondrá
una representación en la que lo representado se contempla como fuente que genera su propio sufrimiento, y lo que ella
intenta anular y destruir es esta imagen de sí misma. El sinónimo del displacer es un deseo de autodestrucción, primera
manifestación de la pulsión de muerte. Todo surgimiento del deseo de representar se origina en el deseo de precluir la
posible irrupción de la necesidad y de lo que ella testimonia: el deseo de no deseo. El cuerpo aparece en un primer momento
ante la instancia psíquica como prueba irreductible de la presencia de otro lugar y, de ese modo, como objeto privilegiado de
un deseo de destrucción. ¿Cómo se subjetiva entonces el organismo? Ante el surgimiento de la necesidad (hambre,
sufrimiento para la psique), el bebé llora y la madre le da el pecho. De esta forma, no sólo calmó el hambre sino que además
se adaptó cien por ciento a la necesidad del bebé, por lo que éste tiene la ilusión de que es él mismo el que ante la
necesidad genera el objeto que se necesita para calmarla, el adecuado, por eso se piensa como autoengendramiento.
Dependiendo de la cualidad del afecto que prima se va a generar un determinado pictograma: si en estas experiencias de
encuentro prima el placer para ambas partes se generan pictogramas de fusión; mientras que si prima el displacer se
generan pictogramas de rechazo. A través de estas experiencias de encuentro efectivo se va inscribiendo cuerpo, se va
formando un fondo representativo. Siempre hay inscripción, pero puede ser negativa o positiva. Hay que tener en cuenta que
el displacer que aparece ante la necesidad es percatado por el psiquismo, lo que genera una ambivalencia: por un lado, el
deseo de unirse al objeto que supone, él mismo crea; y por otro, el deseo de no deseo, que implica el no querer necesitar el

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objeto porque echa por tierra la noción de autoengendramiento, se odia todo aquello que, al presentarse como complemento
necesario de la satisfacción, demuestre la dependencia de la zona en relación con el objeto, y recordará así que la psique
podría descubrirse en estado de falta.

Lo originario es el depósito pictográfico en el que siguen actuando las representaciones a través de las cuales se representa
y actualiza indefinidamente el conflicto irreductible que enfrenta a Eros y Tánatos, el combate que disputa el deseo de fusión
y el de aniquilación, el amor y el odio, la actividad de representación como deseo de un placer de ser y como odio por tener
que desear.

El pictograma es la primera representación que se da acerca de sí misma la actividad psíquica a través de su puesta en
forma del objeto-zona complementario y del esquema relacional que ella impone a estas dos entidades. Placer y displacer
dependerán de las relaciones puestas en escena entre el objeto y la zona. La psique contempla en la representación su
propia forma de actividad (incorporar o rechazar); en el primer caso, catectiza esta forma productora y el producto
consecuente, en el segundo considera a la representación de su actividad y de su producto como la causa odiada de su
sufrimiento.

Situación original del encuentro boca-pecho:

a. Una experiencia del cuerpo (x inconocible), que acompaña a una actividad de representación que da lugar al
pictograma;
b. Una afecto que está ligado a esa experiencia, y que puede ser tanto de placer como de displacer;
c. La presencia de una ambivalencia radical del deseo frente a su propia producción, que podrá ser tanto soporte de la
tendencia a fijarse en ella como soporte de su deseo de destruirla por ser prueba de la existencia de otro lugar que
lo obliga a proseguir su trabajo de representación;
d. La ambivalencia de toda catexia que concierne al cuerpo.

La experiencia inaugural de placer (primer amamantamiento) hace coincidir: la satisfacción de la necesidad, la ingestión de
un objeto incorporado y el encuentro, por parte de la organización sensorial, de objetos, fuente de excitación y causa de
placer. En este estadio, el pecho debe ser considerado un fragmento del mundo que presenta la particularidad de ser
dispensador de la totalidad de los placeres. Este fragmento desencadena la actividad del sistema sensorial y de la parte del
sistema muscular necesaria para la succión. La boca se convertirá así en representante pictográfico de las actividades del
conjunto de las zonas, representante que autocrea por ingestión todos los atributos de un objeto (el pecho) que, a su vez,
será representado como fuente global de los placeres sensoriales. Zona y objeto primordiales que sólo existen uno a través
del otro. Este objeto-zona complementario es la representación primordial mediante la cual la psique pone en marcha todas
las experiencias de encuentro entre ella y el mundo. Todo esto es en relación a las experiencias placenteras. En el caso de
la presencia de fenómenos displacenteros, la complementariedad zona-objeto y la ilusión de que toda zona autoengendra el
objeto adecuado a ella, determina que el displacer originado en la ausencia del objeto y en su inadecuación, por exceso o
por defecto, se presentará como ausencia, exceso o defecto de la zona misma. El “objeto malo” es indisociable de la “zona
mala”, el “pecho malo” de la “boca mala”. El resultado será que el rechazo del objeto, su descatectización, implicará un
mismo rechazo y descatectización de la zona complementaria. En lo originario, el deseo de destruir el objeto se acompañará
del deseo de aniquilar una zona erógena, al igual que la actividad que se produce en ella.

El hombre siempre se ve confrontado con una experiencia, con un discurso, una realidad que se anticipa a sus posibilidades
de respuesta, a lo que puede saber y prever acerca de las razones, el sentido, las consecuencias de las experiencias con las
que se ve enfrentado. Lo que se le pide siempre excede los límites de su respuesta, del mismo modo en que lo que se le
ofrece presentará siempre una carencia respecto de lo que espera. Las palabras y los actos maternos se anticipan siempre a
lo que el niño puede conocer de ellos. La palabra materna derrama un sentido que se anticipa en mucho a la capacidad del
bebé de reconocer su significación y de retomarla por cuenta propia. La madre se presenta como un “Yo hablante” que ubica
al infans en situación de destinatario de un discurso, mientras que él carece de la posibilidad de apropiarse de la
significación del enunciado. La forma más absoluta de tal anticipación se manifestará en el momento inaugural en que la
actividad psíquica del infans se ve confrontada con las producciones psíquicas de la psique materna y deberá formar una
representación de sí misma a partir de los efectos de este encuentro. Cuando hablamos de las producciones psíquicas de la
madre, nos referimos a los enunciados mediante los cuales habla del niño y le habla al niño. De este modo, el discurso
materno es el agente y el responsable del efecto de anticipación impuesto a aquel de quien se espera una respuesta que no
puede proporcionar. La madre es la portavoz, a través del discurso que dirige a y sobre el infans se forja una representación
ideica de este último, con la que identifica desde un comienzo al ser del infans. En el momento en que se produce el
encuentro con la voz materna el infans vivirá una primera violencia, radical y necesaria que constituye el resultado y el
testimonio del carácter de este encuentro: la diferencia que separa al espacio psíquico de la madre en que ya ha operado la
represión e implantado la instancia llamada Yo, de la organización psíquica propia del infans. Debemos distinguir una
violencia primaria y una secundaria:

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Violencia primaria: Acción mediante la cual se le impone a la psique de otro una elección, un pensamiento o una
acción motivados en el deseo del que lo impone, pero que se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a la
categoría de lo necesario (conjunto de las condiciones indispensables para que la vida psíquica y física puedan
alcanzar y preservar un umbral de autonomía por debajo del cual solo puede persistir a expensas de un estado de
dependencia absoluta). Implica la imposición (por eso es violencia) de significaciones que lo incluyen en una familia,
en una cultura, la madre lo piensa como otro. Se produce la imbricación entre el deseo, la demanda y lo necesario,
lo que impide que se la devele como tal al presentarse bajo la apariencia de lo demandado y de lo esperado. La
violencia primaria que ejerce el efecto de anticipación del discurso materno se manifiesta esencialmente a través de
esta oferta de significación, cuyo resultado es hacerle emitir una respuesta que ella formula en lugar del infans. Este
momento en que se produce el encuentro entre dos espacios psíquicos se caracteriza por un desfasaje total entre el
infans que se representa su estado de necesidad y la madre que responde a los efectos de estas representaciones
interpretándolas de acuerdo con una significación anticipada que solo en forma progresiva será inteligible para el
infans y que exigirá la puesta en marcha de los otros dos procesos de metabolización. Se trata de una acción
necesaria de la que el Yo del otro es el agente, en beneficio de la constitución futura de la instancia llamada Yo. El
encuentro boca-pecho es la experiencia originaria de un triple descubrimiento: para la psique del infans, la de una
experiencia de placer; para el cuerpo, la de una experiencia de satisfacción; y para la madre el descubrimiento de
una experiencia física y el primer apercibimiento posterior al embarazo de un don necesario para la vida del infans.
Violencia secundaria: Se apoya en su predecesora, de la que representa un exceso por lo general perjudicial y
nunca necesario para el funcionamiento del Yo. Aquí no hay pregunta, hay certeza, hay un exceso de significación
que resulta aplastante para la subjetividad del bebé. La madre no puede ver al bebé como otro al que no conoce.

 “La deconstrucción del complejo de Edipo” Ricardo Rodulfo.

Rodulfo plantea una serie de hipótesis:

1. Los practicantes del psicoanálisis padecen el complejo de Edipo, lo que implica que no pueden experimentarlo como
un concepto, sino como un elemento constitutivo de lo empírico, algo que está en la realidad empírica. El contenido
latente incluye la creencia en Freud como “el padre” del psicoanálisis. Lo que preocupa es la inercia de los
principios, la enfermedad del psicoanálisis parece ser una obsesión de sus practicantes por su identidad. Esta
actitud del “principio de identidad primero” es lo que pone un freno a cualquier puesta al día y lo que vuelve tan
conservadores a los analistas, no les permite interrogar la teoría. Toma el complejo de Edipo y plantea que como ya
ha sido descubierto, no hay nada interrogar en él. Poner en entredicho al mismo es considerado un desvío y no una
posición de un psicoanalista. Sin embargo, no se trata de proponer inversiones espectaculares ni de declarar su
irrelevancia o inexistencia a favor de un nuevo concepto. Deconstruir no es impugnar, ni descalificar, ni eliminar algo.
Todo lo contrario, es un modo de desarmardo que pone de relieve el por qué funciona tan bien, es examinar los
elementos constitutivos de un concepto y los modos que tienen de operar.
2. Los psicoanalistas creen en la pureza de los conceptos psicoanalíticos, los creen depurados de toda infiltración
mitopolítica e ideológica.
3. Ya en pleno trabajo deconstructivo, el desarmado del concepto de complejo de Edipo nos hace descubrir una activa
red mítica donde la imago de la madre es asimilada a una naturaleza devoradora y peligrosamente arcaica, tirando
hacia sí a los hijos con su deseo, destino de muerte y psicosis. Esta red mítica es previa al complejo de Edipo.
Benjamin sostiene que en el interior del concepto “complejo de Edipo” gobierna una partición binaria, propone que
hay un mito anterior al complejo de Edipo donde lo masculino es congruo con lo cultural, lo racional, la separación, la
independencia, la individuación; mientras que lo femenino se hace cargo de la naturaleza, la dependencia, lo
fusional, lo arcaico, el campo amenazador de lo narcisístico. Este mito anterior condiciona toda la aprehensión
clínica y teórica que en el psicoanálisis haya podido hacerse del complejo de Edipo, éste se lee con esa distribución
atribución en lo que hace a padre y madre y a género y sexo. Benjamin concluye que si bien el complejo de Edipo
fue creado para dar cuenta de cómo los niños y niñas hacen la articulación entre sexo y género y adquieren
“identidad” sexual, este concepto no tiene los medios para ello porque en su seno alberga la diferencia en términos
complementarios negativos; el que tiene y el que no tiene. El concepto de complejo de Edipo entonces no puede
procesas la diferencia sino haciéndose cómplice del falocentrismo.

 “El análisis del niño en el período de latencia”, “la contratransferencia” y “los fines del tratamiento psicoanalítico”
Winnicott.

El psicoanálisis de niños no difiere del psicoanálisis de adultos. La base de todo psicoanálisis es una teoría compleja del
desarrollo emocional del infante y el niño, una teoría iniciada por Freud y constantemente ampliada. Esta teoría supone que
existe en el individuo una tendencia genética hacia el desarrollo emocional no menos que hacia el desarrollo físico; supone
una continuidad desde el momento del nacimiento; asume el supuesto de un crecimiento gradual de la organización y fuerza

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del Yo. El psicoanálisis como tratamiento no puede describirse sin hacer referencia al diagnóstico ya que en la técnica del
psicoanálisis existen diferencias muy grandes según sea el niño neurótico, psicótico o antisocial. El trabajo más fructífero es
el que se realiza en los términos de la transferencia, ya que en ésta aparecen muestras de la pauta personal de la vida
emocional o de la realidad psíquica del paciente.

Aún no hay seguridad en cuanto a lo que constituye el período de latencia. Biológicamente habría que suponer que entre los
seis y los diez años cesa el desarrollo del instinto, de modo que el niño queda con una vida instintiva basada en sus
desarrollos del período anterior. Los cambios se reanudarán en la pubertad, el niño tendrá que organizarse contra un estado
alterado de las cosas. En el período de latencia existen grandes defensas organizadas y sostenidas, tal como lo plantearon
Melanie Klein y Anna Freud. La primera sostiene que a diferencia del niño pequeño, los niños en la latencia tienen una vida
imaginativa muy limitada, concordante con la fuerte tendencia a la reflexión característica de su edad; y a la vez en
comparación con el adulto, su yo es todavía subdesarrollado y no comprenden que están enfermos ni quieren ser curados,
de modo que no tienen ningún incentivo para iniciar el análisis ni para continuarlo. Tanto Klein como Anna Freud sostienen
que es necesario modificar la técnica para trabajar con el niño en la latencia; mientras que una de las diferencias entre ellas
se refiere al diagnóstico. Para Klein se debe interpretar los conflictos inconscientes y los fenómenos de la transferencia a
medida que surgen y establecer con el niño una relación basada en la confianza que generan esas interpretaciones;
mientras que Anna Freud tiende a construir una relación con el niño en el nivel consciente. Se trata de una diferencia tocante
a la cooperación consciente o inconsciente. La opinión de Winnicott es que cuanto más pronto el analista interprete el
inconsciente mejor porque esto orienta al niño hacia el tratamiento. Por otro lado, en las etapas iniciales se puede perder
pacientes que están en la latencia por no haber obtenido su cooperación consciente. Anna Freud asume la carga de
explicarle al niño lo que está sucediendo, el porqué necesita un tratamiento; mientras que Klein deja esa función en manos
de quienes crían al niño, confiando en poder actuar ella misma sin explicaciones en el nivel consciente gracias a la obtención
rápida de la cooperación inconsciente. Bornstein sostiene que desde el punto de vista intelectual, el niño en la latencia
podría asociar libremente, sin embargo hay factores responsables de que no lo haga, lo que crea una limitación general del
análisis de niños. Una de las razones por las que no asocia libremente es porque el niño experimenta la asociación libre
como una amenaza particular a la organización de su Yo. Los niños de esta edad han abandonado el proceso primario, por
lo que el desempeño de su Yo no debe ser violentado, en el análisis de la latencia hay que poner máximo cuidado en
fortalecer las estructuras débiles y modificar las que interfieren el desarrollo normal. El momento correcto para la
interpretación es el primer momento en que el material aclara lo que hay que interpretar. Lo importante es encontrar la clave
que posibilita la interpretación apropiada en el momento. Lo que le importa al paciente no es tanto la exactitud de la
interpretación como la disposición del analista a ayudar, la capacidad del mismo para identificarse con el paciente y creer en
lo necesario, y para satisfacer la necesidad en cuanto ésta es indicada. Para pensar la terminación del análisis siempre es
necesario pensar en los términos del caso y el diagnóstico individuales, pero hay algo que tiene significación general:
cuando el análisis está terminado ocurren esos procesos que el éxito del tratamiento puede facilitar. Toda mejoría debida al
análisis se ve acentuada por el curso natural de los acontecimientos. Lo típico es que el análisis esté terminado cuando el
niño tiene once o doce años y aparecen las complicaciones de la prepubertad y la pubertad.

En el período de latencia:

a. El niño está en cierto sentido solo, aunque necesitado de la compañía de otros que se encuentran en una posición
similar. Las relaciones entre los niños sanos que se encuentran en la latencia pueden ser íntimas durante períodos
prolongados, sin sexualizarse en un sentido manifiesto.
b. El niño en la latencia está preparado para introyectar pero no para incorporar, está preparado para absorber
elementos de las personas elegidas pero no para comer o ser comido, ni para fusionarse en una relación íntima que
involucre el instinto.
c. El niño en la latencia es un especialista en la exhibición de fenómenos externos sin quedar directamente involucrado
en la vida plena.
d. En esta fase la cordura es esencial, el niño que no puede conservarla está muy enfermo desde el punto de vista
clínico.

Transferencia: La característica de la técnica psicoanalítica es este empleo de la transferencia. La transferencia no es sólo


una cuestión de buena comunicación o relación, sino que tiene que ver con el modo como un fenómeno altamente subjetivo
surge repetidamente en el análisis. El psicoanálisis consiste en gran medida en la preparación de las condiciones para el
desarrollo de esos fenómenos y en su interpretación en el momento oportuno. La interpretación relaciona el fenómeno
transferencial con una porción de la realidad psíquica del paciente. Un aspecto de la transferencia consiste en la necesidad
que experimenta el paciente de idealizar al médico, y de enamorarse de él. El analista se encuentra bajo tensión al mantener
una actitud profesional. Por medio del análisis del analista se debe aumentar la estabilidad del carácter y la madurez de la
personalidad del profesional, que constituyen la base de su trabajo y de la capacidad para mantener una relación
profesional. El analista debe seguir siendo vulnerable y, sin embargo, no abandonar su rol profesional. El estado del analista
es un estado especial, es decir, su actitud es profesional. Esta actitud supone una distancia entre el analista y el paciente.

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Entre el paciente y el analista está la actitud profesional del analista, su técnica, el trabajo que realiza con su mente. Durante
la sesión el analista es objetivo y congruente, no es un salvador, ni un maestro, ni un aliado. El efecto del propio análisis del
analista consiste en que ha fortalecido su yo de modo tal que puede seguir profesionalmente involucrado y hacerlo sin
demasiada tensión. Sin embargo, hay dos casos que modifican completamente la actitud profesional del terapeuta: uno es el
paciente con tendencia antisocial y el otro es el paciente que necesita una regresión. El primero está reaccionando
permanentemente a una deprivación, por lo que el terapeuta se ve obligado a corregir las fallas del yo auxiliar que alteró el
curso de la vida del paciente. Lo único que el analista puede hacer, aparte de quedar atrapado, es aprovechar lo que sucede
para llegar a un enunciado de la deprivación o deprivaciones originales, tal como las percibió y sintió el paciente en su niñez,
lo que supone trabajar o no con el inconsciente. Un terapeuta comprometido con este tipo de pacientes no está en una
buena posición para comprender la técnica psicoanalítica, la operación de la transferencia o la interpretación de la neurosis
de transferencia, se los trata mejor de otro modo. En el otro tipo de paciente, para generar un cambio significativo, el
paciente tendrá que atravesar una fase de dependencia infantil. Tampoco en este caso puede enseñarse psicoanálisis,
aunque sí practicarlo en una forma modificada. Para que en este caso el self verdadero oculto se haga reconocer, el
derrumbe del paciente formará parte del tratamiento, y el analista tendrá que ser capaz de brindar un yo auxiliar. El analista
tendrá que seguir orientado hacia la realidad externa, mientras se identifica con el paciente. El psicótico fronterizo necesita
una relación de tipo primitivo, incluso al extremo de la fusión.

Contratransferencia: rasgos neuróticos que malogran la actitud profesional y perturban el curso del proceso analítico tal
como lo determina el paciente.

Winnicott  Una vez iniciado un análisis, espera continuarlo y ponerle fin. Analiza porque es lo que el paciente necesita, y
hace lo mínimo necesario. Al principio siempre se adapta un poco a las expectativas del individuo, pero continuamente
maniobra para entrar en la posición del análisis estándar, lo que significa comunicarse con el paciente desde la posición en
que me coloca la neurosis o psicosis de la transferencia. La mayor parte de lo hace tiene la índole de una verbalización de lo
que el paciente trae. Hace interpretaciones porque sino el paciente tiene la impresión de que el analista lo comprende todo y
porque la verbalización en el momento oportuno moviliza las fuerzas intelectuales. El trabajo del análisis debe ser realizado
por el paciente (“operación inconsciente”). En la transferencia espera encontrar una tendencia a la ambivalencia y a alejarse
de los mecanismos más primitivos ya que, si bien son universales y tienen un valor positivo, son defensas en cuanto
debilitan el lazo directo con el objeto. En la medida en que desplazamos a las figuras parentales de la niñez e infancia del
paciente vamos a afectar al Yo del paciente en tres fases:
1. Primero esperamos un fortalecimiento del Yo en las etapas tempranas del análisis, gracias al yo auxiliar que
proporcionamos. Esto corresponde al yo auxiliar de la madre que fortalece el Yo si es capaz de desempeñar su
parte especial en ese momento.
2. Sigue una fase prolongada en la cual la confianza del paciente en el proceso analítico genera todo tipo de
experimentación en términos de independencia del Yo.
3. En la última fase, el yo del paciente ya independiente, empieza a mostrarse y a afirmar sus propias características
individuales, y el paciente comienza a dar por sentado el sentimiento de que existe por derecho propio.
La fortaleza del Yo da por resultado un cambio clínico en la dirección del aflojamiento de las defensas, con la consecuencia
de que el individuo deja de sentirse atrapado en una enfermedad, se siente libre aunque no libre de síntomas.
Cuando está ante las siguientes condiciones, trabaja como psicoanalista más que como haciendo psicoanálisis estándar:
a. El miedo a la locura domina la escena.
b. Un self falso se ha vuelto exitoso.
c. Hay en el paciente una tendencia antisocial como legado de una deprivación.
d. No hay vida cultural alguna, sólo una realidad psíquica interior y una relación con la realidad externa, relativamente
desvinculadas entre sí.
e. Domina la escena una figura parental enferma.
Hace psicoanálisis cuando, según el diagnóstico, el individuo quiere psicoanálisis. Cuando está ante un caso para el que no
corresponde el psicoanálisis, se convierte en un psicoanalista que trata de satisfacer las necesidades de ese caso especial.

 CASO MARTINA

 Analizar a un niño no se limita a reunirse con él, conocer sus fantasías y tratar de captar su inconsciente, sino que esto es
insuficiente si no podemos reconstruir en qué medio está implantado, qué mito respira, y qué significa en esa familia ser
padre o madre a lo largo de por lo menos tres generaciones. En el trabajo con niños, la práctica siempre lleva a tener algún
tipo de intervención sobre la familia, el discurso familiar, los padres, etc. Debemos destacar la importancia del trabajo
analítico, aunque tenga problemas de base genética, para permitir la emergencia de una subjetividad diversa. Función del
analista en los tiempos tempranos de emergencia de la subjetividad. Consultorio inaugurado como espacio transicional para
el paciente.

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 Cómo llega Martina al consultorio: Al momento de la consulta Martina tiene 18 meses, es la primogénita. No camina, no
habla y emite gritos incontrolables, estaba sumida en una angustia masiva, no gateaba, no cambiaba de posición, no se
inclinaba, sus manos eran hipotónicas por lo que no podía agarrar objetos. Presencia de figuras autistas de sensación
(aleteo de manos). Su cuerpo estaba en estado de tensión permanente. Gritaba cuando la mamá se acercaba y arqueaba su
cuerpo hacia atrás (reflejo negativo en vez de acceder al regazo materno, reflejo de rechazo). Al sentirse impotentizada, la
madre empezó a delegar la crianza en su propia madre, a alejarse, sintiéndose muy rechazada por la bebé. Martina terminó
aislada, permanecía mucho tiempo en la cuna siendo el único lugar donde se dormía. Esta consulta llega tarde, mucho más
efectiva en el 1° trimestre de la niña.

 Historial:
- El embarazo transcurre con amenazas de pérdida e indicación de reposo.
- El parto es largo y trabajoso, naciendo la niña índice de Apgar es bajo.
- La lactancia debió ser interrumpida tempranamente ya que lastimaba a la mamá.
- Hermana mayor con enfermedad genética.

 Trabajo con Martina y su mamá:


- La analista trabajó en la renarcisación de la mamá para lograr el ejercicio de la función materna a través de lograr
concomitantemente la fusión. Intentaban lograr la adquisición de la fusión, ya que no lo estaban. Para poder separarse
primero se debe estar fusionado. Las cosas funcionan bien cuando la mama y el bebé funcionan juntos, “dos-en-uno” (W).
--- Mejoras en la motricidad, pero no hablaba. Esto dio la confirmación de un factor de base biológica: síndrome de X frágil
(déficit intelectual en el límite o en el rango del retraso mental).
- La analista intentaba enfatizar el “estado de angustia” de los 3 y mostrarles lo importante de estar juntos trabajando para
que las cosas sean distintas. También la reconstrucción de la historia familiar que pone de manifiesto la culpa en uno de sus
progenitores, el portador de la patología. Trabajó en la renarcisación de ambos padres para poder escribir una historia, una
subjetividad, tanto de la niña como de ellos, no signada por el déficit.
- El arqueado de su cuerpo, dificultaba el traslado a la institución, por lo que acuna en sesión a la madre-niña (madre acuna
a su vez a la niña). Abrazo doble que produce en la niña sedación y calma, y en la madre, la constatación de su efectividad
como tal para poder calmarla. Empezaron a surgir los paseos en cochecito (no caminaba aun)
- Buscar inscribir en forma positiva manos y piernas (figuras autistas de sensación, aleteo de manos). Comienza a arrojar
cosas para que emerja el deseo de arrojar. Manos haciendo algo distinto a aletear buscando establecer una secuencia
lúdica. Martina arroja muñequito de felpa a su mama para que ella haga lo mismo, ríe, luego le amagan y ella ríe también.
Juego del chiste. Tiene sentido del humor.
- Empieza a registrar los juguetes. El analista empieza a hacer torrecitas con bloques como una invitación-provocación. Un
día Martina hizo una (esbozo de torre, de cuerpo en bipedestación). Le dice “me parece que vas a caminar, porque andas
con ganas de pararte porque la torrecita viste que parada está”. Trabaja en el piso con ella, se ubica a su mismo nivel.
- Martina tenía un trapito y muñeco (objetos autísticos de sensación a los cuales organizaba como una figura autística de
sensación). La analista le sacaba el trapito diciéndole que ella podía estar sin su trapito e igual era una niña, describiéndole
cada rasgo hasta armar una superficie que no se iba a romper, que tuviera cierta continuidad.
- Instrumentos de percusión, amague. Luego, golpean y ríen junto a la mama. Transforman angustia amenazante en
amenaza lúdica, produce júbilo, pide repetición del juego.

 Logros:
- Luego de 6 meses de trabajo, su rostro empezó a verse distinto al haber disminuido su monto de angustia, está más
conectada y vivaz. Emergencia de la risa y el juego. Empezó a concurrir con alegría al consultorio.
- Logró decir algunas palabras, acompañado de un lenguaje de señas propio.
- Dejó de gritar.
- Luego del establecimiento de la fusión pudo estar a solas en presencia de… (primero estaba la madre presente en el
consultorio, luego empezó a estar en otro ambiente)
- Costó bastante trabajar la recreación del objeto no presente, ella se angustiaba mucho. Juego de presencia/no presencia
va entretejiendo un ENTRE que inaugura el espacio potencial, transicional, donde en objeto materno va a ser recreado
(vivencia de satisfacción, recreación del objeto). Diferencia entre objeto autista y objeto transicional (Objeto autista: no puede
ser recreado. No se puede pensar que cuando falta está no presente. Lleva a un reemplazo, no a una recreación). Martina:
muñeco envuelto en trapito. Son dos objetos autísticos de sensación (no implican la presencia de autismo), organizados
como figura autística de sensación (por su armado envolvente). No funciona la angustia señal, hay angustia masiva, frente a
lo cual el niño se llena de objetos, de figuras que funcionan como barreras.
- Mayor estado de relajación corporal, camina, ríe, juegos de presencia y no presencia, y frente al espejo para que se dé
cuenta que estamos acá (espacio real) y nos reflejamos en el espejo (espacio virtual)
- Logró sentarse y después pararse.
- Alrededor de los dos años se integró a un jardín de infantes y para esa altura logró permanecer sola en el consultorio
durante toda la sesión.

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 Tema pendiente:
- Lenguaje. Usa su dedo para comunicarse (lenguaje gestual) no como figura autista de sensación. Cuando quiere llevar la
mano de la terapeuta para señalar algo, intervención “mi mano es mía, no te la voy a dejar, vos tenés las tuyas”.

 CASO DANIEL

 Es importante distinguir entre trastorno y síntoma. El síntoma es una formación del inconsciente, producto transaccional
entre los sistemas psíquicos efecto de una inlograda satisfacción pulsional; mientras que trastorno tiene que ver con algo
que no puede ser considerado como tal en la medida en que el funcionamiento pleno del comercio entre los sistemas
psíquicos no está operando, sea por su no constitución o por su fracaso (total o parcial).

 Como llega Daniel al consultorio: una joven pareja se presenta a la entrevista con un bebé de cinco semanas que se
pasaba casi 20 de las 24 horas del día despierto. En ese momento estaba dormido luego de una noche y un día casi sin
dormir, aunque se movía con intranquilidad y se quejaba. El pediatra había descartado cualquier perturbación orgánica y se
los veía confusos y deprimidos, con la sensación de algo fallido en el vínculo con este primer hijo al que no podían calmar.
Decidieron hacer una consulta bajo la indicación de la analista del padre. Los padres decían no poder acertar acerca de lo
que el niño requería. Bleichmar decide trabajar primero con la madre y el bebé, y le aclara al papá que ella se iba a hacer
cargo en la entrevista, del lugar que él ocupa en la realidad para poder detectar qué estaba pasando y después hablarlo
entre los tres.

 Historial:
- En el posparto la dejaron una hora en la sala de posquirúrgico llorando sin tener muy en claro qué sentía, una mezcla de
tristeza y furor que le resultaba incomprensible.
- Cuando Daniel tenía diez días la madre había tenido una lesión en los pezones por lo que intentó usar pezonera, ante lo
cual el bebé se negó. La analista lo asoció con el rechazo al chupete, el cual era el rechazo a todo aquello que implicara una
sustitución del objeto.
- Desde que volvieron del hospital el bebé comía en forma desesperada, se abalanzaba sobre el pecho y aun habiendo
terminado de alimentarse no se tranquilizaba.
- El circuito de la alimentación se repetía como en un sinfín.
- El baño también era una situación desesperante, no había un solo instante de placer.

 Trabajo con Daniel y su mamá:


- Bleichmar le había pedido a la mamá si a Daniel le agarraba hambre tratara de hacerlo esperar para poder darle la teta
durante la entrevista. Durante esta actividad, la analista se dio cuenta de que la cabeza no encajaba bien en el hueco del
brazo, que las manos del bebé no le permitían ubicarse cómodamente alrededor del pecho, que no había un brazo que
rodeara el cuerpo del bebé o una mano libre para poder acariciarlo. La madre le dijo que no sabía cómo agarrarlo bien. La
analista le preguntó si no se atrevía a sostenerlo con firmeza y si no tenía ganas de acariciarlo. A medida que hablaban, la
madre comenzó a tocarlo, a acomodarle las piernas, los brazos, a reubicar la cabeza.
- La madre le comenta a la analista que habían pasado siete años de matrimonio sin decidirse a tener un hijo porque estaba
muy ocupada con su trabajo, pensaba que un hijo le iba a llenar todo su tiempo. La analista hizo una construcción acerca de
cómo la madre no se iba a sentir furiosa si sentía que no podía decapturarse de la relación con su bebé. Además, le dijo que
quizás siempre había tenido relaciones de dos con su marido, con su trabajo, y ahora con el bebé, pero que nunca se había
sentido tan despojada de su propia vida como en este momento.
- La madre le contó las dificultades de la relación con su propia madre, como su madre siempre había rivalizado con ella,
como había sido la favorita del padre. La hostilidad hacia su madre le hacía temer ser odiada por su hijo, al cual sentía que
no podía satisfacer.
- En la cuarta entrevista asistió el padre. Él no soportaba el llanto del niño, le impedía a la madre intentar aliviarlo si no lo
lograba de inmediato ante lo cual le sacaba al niño de los brazos e intentaba muchas maniobras que lo dejaban más
excitado que antes. No quería que la madre insistiera con el chupete. Luego comentó que era hijo de una madre intrusiva,
que le irritaba la violencia materna. Cuando la analista le señaló que en el momento en que su esposa introducía el chupete
en la boca de Daniel parecía que veía a su madre ejerciendo esa violencia que tanto sufrimiento le había causado, el padre
respondió que su propio padre nunca se había opuesto a eso y que no quería que a su hijo le pasase lo mismo. De esta
forma, el padre (identificado con su hijo) obstaculizaba la posibilidad de que su esposa pudiera ejercer la función de madre.
Y la madre, por su parte, oscilaba entre defender su posición materna o someterse al hombre amado.
- Su no deseo de tener un hijo porque le obstaculizaba su trabajo daba cuenta de esa dificultad para pasar del pene al hijo.
El parto le había producido una depresión por la sensación de encadenamiento que le producía ese ser extraño del cual se
veía obligada a hacerse cargo. El extrañamiento ante su hijo era lo que le impedía tener la convicción delirante que toda
madre tiene de que sabe qué es lo que su bebé necesita. Esa falla en la narcisización era la que producía en ella la
sensación de estar ante un extraño al cual no sabía como agarrar, o ante un pedazo de sí misma que no sabía como soltar.

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Había una dificultad de estructuración del narcicismo secuenciario, en el cual la castración femenina posibilitara el pasaje al
hijo como posicionamiento narcisista.

 Logros:
- Ya en la sesión se dejó cambiar sin problemas y se durmió profundamente.
- A medida que pasaba el tiempo, la torpeza de la madre disminuía, era como si se pudiera ir apropiando de su hijo.
- La analista le dijo “usted pudo agarrarlo”, y la madre contestó “si, pero también pude soltarlo”. Esto significaba reconocerlo
como otro, como un alguien a quien no podía satisfacer omnipotentemente y, a partir de ello, soportar mejor sus tensiones.
- La madre comenzó a atribuirle pensamiento a su hijo, esta potencialidad estructurante era lo que daría algún día a su hijo
la posibilidad de sentirse humano. Era necesaria una madre que insuflara aor para que su cachorro deviniera realmente
humanizado.
- Puede dejar al niño con su madre o la niñera.

 Tema pendiente:
- Cólicos.

Teóricos

 “El concepto de infancia en Psicoanálisis” Bleichmar y “Historias del psicoanálisis de niños: el modelo de
transferencia. Concepciones de niño en juego” e “Historias de recorridos en el psicoanálisis de niños” – Marisa
Rodulfo.

El análisis supone un método de conocimiento del inconsciente, el cual sólo puede ser explorado una vez establecido el
conflicto psíquico que da origen al síntoma, y ello no es posible antes de que se hayan producido ciertos movimientos de
estructuración marcados por la represión originaria. El psicoanálisis de neuróticos (con su aparato psíquico constituido en los
cuales el síntoma emerge como formación del inconsciente) transcurre los caminos de la libre asociación, la cual se
establece por las vías de lo reprimido, presto a ser recuperado mediante la interpretación. Pero, ¿de qué modo ocurre esto
cuando el sujeto se halla en plena constitución?

Melanie Klein (Escuela de Berlín) Anna Freud (Escuela de Viena)


Sostenía que no hay diferencia entre el psicoanálisis de niños y Sostenía que el análisis con niños era muy distinto del
el de adultos por lo que consideraba al niño pasible de ser de los adultos, que el niño no es susceptible de
analizado y establecer transferencia con el analista. Para poder transferencia porque ésta se instaura luego de la caída
sostener que no había ninguna diferencia y legitimar el del Complejo de Edipo por lo que trabaja con los
psicoanálisis en niños muy pequeños o muy graves propuso un padres ya que en ellos estaría puesta la transferencia
“Complejo de Edipo temprano” (lo retrotrae al bebé) que en el inicio de la vida del niño. Pensaba que no se
supone: el inconsciente existiendo desde los orígenes, el puede equiparar el juego a la asociación libre ya que es
superyó como derivado directo del ello, las defensas precoces necesario el discurso del niño y que el juego es lo más
operando desde los inicios de la vida. Desde esta obstinación espontáneo del niño por lo que juega su vida actual, no
por conservar la posibilidad de analizabilidad infantil, Klein debió el cliché. Partió de la idea de un niño sano y sostuvo
redefinir el objeto para hacerlo acorde al método: retrotraer el que había que crear con el niño una transferencia
Edipo y el superyó a tiempos anteriores de la vida para dar positiva (que el paciente sienta que uno tiene una teoría
coherencia a la relación entre el método analítico y las que le va a permitir aliviar su sufrimiento).
posibilidades de analizabilidad en la primera infancia. Equiparó
la asociación verbal al juego como técnica (además cada
elemento del juego remite a un elemento simbólico) y partió de
la idea de niño enfermo. Para Klein, la transferencia que se
tenía que elaborar con el paciente era la negativa. Lo infantil, en
tanto inseparable de lo pulsional, alude a un modo de
inscripción y funcionamiento de lo sexual, por lo que lo infantil
es inseparable de los tiempos de constitución del inconsciente.
El estatuto de lo infantil está determinado por el anudamiento,
en términos primerísimos de la vida, de una sexualidad
destinada a la represión, a su sepultamiento en el inconsciente.
Lo infantil deviene fuente interna atacante de representaciones
destinadas a la represión. Del lado del yo, de la consciencia, la
infancia se constituye como totalidad fragmentada, fase o etapa
histórica de la vida, acumulación seudo ordenada de flashes de
memoria que apela a los bloques mnésicos pasibles de ser
recuperados a condición de mantener el sepultamiento de

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aquello que a la sexualidad originaria queda abrochado. La
infancia es el tiempo de instauración de la sexualidad humana, y
de la constitución de los grandes movimientos que organizan
sus destinos en el interior de un aparato psíquico destinado al
aprés coup, abierto a nuevas resignificaciones y en vías de
transformación hacia nuevos niveles de complejización posible.
Condiciones de analizabilidad: Un modelo de funcionamiento
psíquico definido por el clivaje y la existencia de sistemas en
conflicto. El aparato psíquico se constituye a partir de las
introyecciones, metábolas de los deseos y prohibiciones
parentales, a partir de lo cual estará el sujeto en condiciones de
generar síntomas neuróticos, es decir, abierto a la posibilidad de
que emerjan las formaciones del inconsciente.

Dentro del pos-kleinismo, autores como Winnicott y Tustin pusieron el acento en la función materna y en las consecuencias
de ésta para la evolución normal o patológica del cachorro humano. Winnicott destaca la importancia que tiene en la
construcción y en la estructuración de la subjetividad, el Otro, el semejante adulto que lo sostiene, habitualmente la madre.
Un niño va a necesitar de otro para poder ser, incluso dice “los bebés no existen” en el sentido de que tenemos que pensar
tanto al bebé como a la mamá en esa constelación maternal primaria (Stern). Si el bebé no existe es porque tampoco la
mamá existe como ser separado, no hay uno y otro que se vinculan, sino que el espacio intersubjetivo es el espacio de la
relación. Winnicott tiene una postura distinta de Lacan ya que si bien piensa que el bebé depende del otro, no por ello piensa
que el bebé se ubica en el polo pasivo, sino que, por el contrario, va a plantear que el bebé es desde sus inicios activo.
Entonces a la idea de niño sano le incorporamos la de niño activo y lo fundamental de la interrelación en la constitución de la
subjetividad. Pero esta interrelación no tiene un sello adultomórfico, no pensamos que el niño va a ser necesariamente lo
que el universo mítico le tiene esperando en el momento de advenir al mundo, sino que el mito son las condiciones de
posibilidad de algo que puede ponerse en funcionamiento o no. De modo que vamos a ser, no sin esas marcas, pero
también vamos a ser metabolizando esas marcas. La posibilidad de la interrelación permite un salto de la subjetividad. Si
uno no pudiera transformar la prehistoria y escribir una nueva no había un trabajo analítico. En contrapartida, Lacan parte
erróneamente de la falta del niño, de su prematurez al nacer, parte de la idea de un déficit biológico. Pero el hecho de que
necesitemos de otro para ser no es un déficit biológico sino el gran salto que separa al ser humano del resto de los
mamíferos. La potencialidad para la interrelación está dada por el salto de lo biológico y se transforma en capacidad al estar
sostenido en el otro. El salgo biológico del cachorro humano hace que se nos prenda para ser porque entonces el ser en esa
interrelación le va a permitir ser distinto.

El psicoanálisis no es una cura por la palabra, sino que Freud lo establece como cura por la conversación. Esta
conversación implica ese espacio transicional entre paciente y analista que se articula en la transferencia. En este espacio
transicional se va a producir la cura. Asociar libremente es justamente romper con el lenguaje en el sentido de la frase
articulada. Para Freud el inconsciente no está estructurado como un lenguaje, sino que el inconsciente tiene que ver con lo
originario, con lo primario, mientras que el lenguaje tiene que ver con el proceso secundario. En la clínica con adultos
tenemos que romper constantemente con el proceso secundario. Por el contrario, cuando nos acercamos a la clínica con
niños, Marisa sostiene que tenemos que aprender “chino”. El chino es una escritura pictoideográfica, no es una escritura
fonética porque cuando alguien escribe en chino, yo sé que escribió algo pero no sé qué quiere decir, y no le voy a preguntar
a un chino qué escribió en chico porque me va a contestar en chino y no le voy a entender. Lo que caracteriza la cínica con
niños muy pequeños es el proceso originario (pictográfico) y primario en acción. ¿Cómo abordamos el trabajo con niños?
Aprendiendo a leer la escritura del proceso originario, esto implica estar más cerca de representaciones pictográficas, de las
representaciones-cosa que de la representación-palabra.

El procedimiento de la cura debe ser pensado como una intervención permanente de a dos, una intervención conjunta.

 “Los alcances de lo novedoso”, “producción de subjetividad y constitución del psiquismo” y “acerca de la


subjetividad” Bleichmar.

Freud propone una adscripción del psicoanálisis en dirección a ciertas determinaciones que trasciende culturas, tiempos,
geografías. Uno avanza con lo más avanzado del pensamiento de una época y lo más avanzado no es lo más nuevo sino lo
más novedoso, por lo que debemos separar lo novedoso de lo nuevo. La idea es separar aquellos núcleos de verdad que
permanecen a través del tiempo y que remiten a cuestiones invariables de la constitución psíquica de los modos de
subjetividad que han cambiado a lo largo del tiempo. Lo que se llama producción de subjetividad es de orden político e
histórico, es un concepto sociológico y tiene que ver con el modo con el cual cada sociedad define aquellos criterios que
hacen a la construcción de sujetos capaces de ser integrados a su cultura de pertenencia; mientras que la diferenciación
tópica en sistemas regidos por legalidades y tipos de representación es del orden de la constitución psíquica. Es evidente

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que ha habido cambios en la producción de subjetividad, pero ésta no es todo el aparato psíquico sino que es sólo el lugar
donde se articulan los enunciados sociales respecto al Yo. El aparato psíquico implica reglas que exceden la producción de
subjetividad. Si bien ha cambiado la subjetividad, no ha desaparecido la represión, seguimos teniendo un psiquismo
articulado por la defensa y la represión (esto tiene que ver con el modo que se constituye el sujeto), y no ha cambiado la
etiología, la causalidad que determina la nueva producción sintomática.
Debemos realizar un trabajo de revisión intrateórico que permita afrontar las nuevas cuestiones atinentes a la sexualidad,
luego de más de un siglo de psicoanálisis:
1. En primer lugar vamos a pensar el concepto de sexualidad ampliada que propone Freud en Tres ensayos, el cual no
se trata sólo de reconocer que los niños tienen sexualidad, sino que ésta tiene un carácter polimorfo, invasivo de las
funciones básicas, que no se reduce a la función genital. Se trata de definir lo sexual como un plus de placer no
reductible a la autoconservación, lo central radica en la no subordinación de la sexualidad al instinto, su carácter
irreductiblemente ligado a las series placer-displacer. Esto nuestra época lo ha llevado hasta el límite, poniendo en el
centro de la vida sexual su disociación de la reproducción, al punto que podemos afirmar que si durante siglos la
humanidad trató de tener relaciones sexuales sin procrear, esta etapa se caracteriza por el intento de procrear sin
tener relaciones sexuales. Volviendo al polimorfismo, éste puede devenir perversión si no encuentra regulación en
los momentos en que tendría que ordenarse, en razón de lo cual la neurosis aparece como negativo de la
perversión. No hay manera de que se establezcan renuncias pulsionales si no hay un otro de la cultura que
intervenga no solo pautando o prohibiendo, sino a partir de que es una renuncia amorosa. Freud sostuvo la
diferencia entre polimorfismo perverso y perversión clínica ubicando dos grandes rangos de la perversión: el
ejercicio de la pulsión parcial en las prácticas genitales como sustitución de zonas y metas, y luego, el
posicionamiento del sujeto en la renegación de la castración como mecanismo dominante. Klein da un giro al poner
el concepto de pseudo-genitalidad como modo de relación parcial de objeto aún cuando se ejerza, desde lo
manifiesto, la genitalidad con un objeto total. Se trataba de que podía haber una genitalidad en la cual el otro fuera
un objeto parcial, un mero lugar de ejercicio de goce sin reconocimiento de mociones amorosas, bajo modos
parciales, desubjetivados. Aquí lo que estaba planteando anticipadamente es que la definición de perversión no
pasaba por la zona que estaba en juego, sino por un modo de relación con el objeto. Entonces debemos redefinir la
perversión en términos del empleo del cuerpo del otro como objeto de goce de quién rehúsa reconocimiento o
intenta la destitución subjetiva del otro implicado.
2. Vayamos ahora a la cuestión de los cambios sufridos respecto a los modos tradicionales de constitución familiar. En
la actualidad, no siempre el hombre que duerme con la madre es el padre, de modo tal que surge la pregunta: ¿de
qué manera se produce la desapropiación edípica? Se trata de recuperar lo esencial de la propuesta freudiana más
allá de los modos históricos que ha tomado, que consiste en la regulación del goce intergeneracional como eje de
pautación de la cultura. Debemos redefinir entonces el Edipo como el modo con el cual cada cultura pauta el
acotamiento de la apropiación del cuerpo del niño como lugar del goce del adulto. En nuestras culturas el exceso de
sexualidad genital del adulto sobre el cuerpo del niño tiene que ser prohibido ya que es justamente esto lo que
produce el cortocircuito sobre el psiquismo infantil.
3. Tenemos que tomar de la “Teoría de la castración” lo fundamental: el hecho de que el deseo no está articulado por
la castración en el sentido de la pérdida del pene, sino por la castración en sentido ontológico. La castración
entonces es el reconocimiento de que hay algo del orden de la incompletud, de la imposibilidad del sujeto de
encontrar en sí mismo todo el orden deseante, todos los objetos, todas las posibilidades.
4. Por último, ya resulta imposible remitir la homosexualidad a la estructura de la perversión. Freud define el
mecanismo de la renegación como un juicio sobre una percepción: el sujeto ve la ausencia de pene en la mujer y
desestima el sentido de la percepción. Si la perversión es un modo de posicionamiento que reconoce la ley pero la
elude, y si el aspecto central que la caracteriza es la desubjetivación del otro, no puede ser anudada a la
homosexualidad como forma de elección genital y amorosa del objeto.
Lo central es la recuperación de los aspectos centrales de los paradigmas del psicoanálisis para poner de relieve que ellos
deben ser retrabajados en su especificidad y no pueden quedar anudados a las formas de la subjetividad del siglo XX ya que
ni ha sido destituido el valor teórico y práctico que guardan, ni tampoco pueden ser recuperados como un todo al estar
infiltrados por formas de subjetividad de una época que la historia ha relegado al pasado.

 “Conexión y asociación”, “lo infantil I y II” Moreno.

Hoy debemos distinguir dos tipos de juegos: conectivos y asociativos.

Conexión Asociación
- El jugar conectivo es transitar por recorridos preescritos - En el jugar asociativo, el sujeto imprime sus sentidos sobre
sin espacio para la participación subjetiva, lo que hace que un objeto externo complaciente a sus fantasías.
el objeto externo comande y prevalezca sobre un sujeto - Caracteriza el pensamiento moderno en el que se criaron
desvanecido. los adultos mayores de hoy. En el consultorio psicoanalítico
- Caracteriza al mundo de hoy, prevalece en la actualidad se privilegia el hecho de que las representaciones se

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por sobre la asociación. Este predominio está favorecido asocien lo más libremente posible; por eso la producción
por el hecho de que en los videojuegos, como en la artística, el juego, los sueños y los síntomas son aptos para
mayoría de los programas interactivos, en lugar de una la interpretación, que implica la suposición de un sentido
realidad opcional se presenta una multiplicidad de otro que el explícito. Su recorrido permite localizar al sujeto
realidades posibles dentro del mismo juego. Esta lógica es de esa asociación.
externa al sujeto y es mucho más sensible a los enlaces - La lógica de la asociación impone a los elementos con los
objetivos de una situación. que opera la condición de tener un sentido explícito,
- Según esta lógica, un elemento se podría conectar con implícito o supuesto, consciente y/o inconsciente. Ese
otro sin articularse con representaciones propias del sentido está reglamentado por un código con leyes de
psiquismo. La conexión se desplaza a través de un traducción. Frente a algo novedoso, el sistema asociativo
automatismo que transita por una red que es externa al del psiquismo despliega sus significantes con los que lo
sujeto. Los senderos de la conexión existen por fuera de asocia, generando así significados a través de los cuales lo
quien los conecte. comprende. Ese proceso permite localizar al sujeto de esa
- No hay ni olvido ni recuerdo sino deleteo y registro total. asociación. Dentro de esta lógica, todo está determinado y
Deletear es borrar sin dejar rastro mientras que registro es interpretable en términos de la historia de quien asocia.
total es registro absoluto. Al no haber olvido hay registro - El olvido es exclusivo de la asociación. El signo, identidad
total, la memoria en la conexión es siempre igual al registro básica de la asociación, implica en su misma constitución el
total. olvido de su origen. Pensar el origen del signo es imposible
- La operación propia es la transcripción, que no deja otra porque su emergencia implicó el olvido del acontecimiento
marca que lo transcripto, es exacta y no genera exceso. que lo originó. En la asociación hay un tiempo con dirección
Como el tránsito por la conexión no deja marca alguna, sus y un espacio con lugares donde ocurren eventos, hay
caminos son reversibles. Consecuentemente, el tiempo no historias, orden y secuencias. No hay simultaneidad.
tiene dirección y el espacio carece de lugares. - La operación propia es la inscripción, que es imperfecta e
- El representamen no es un signo sino típicamente un implica marcas en exceso, exclusiones específicas y olvido.
ícono. Este opera sin código (sin ley) que lo relacione con - Las designaciones están sometidas a leyes de traducción,
lo denotado. El ícono no produce significados a través de por lo que entre el signo y el objeto designado existe una
un código, sino que exhibe la misma cualidad o la misma distancia mediada por un código. De ahí que la relación
configuración de cualidades que el objeto denotado. El entre designante y designado sea arbitraria y pierda toda
ícono está como anclado a lo que designa. El ícono es más naturalidad. Precisamente porque no hay ninguna relación
bien natural. natural en la denotación hace que la combinación de los
- La conexión es inmediata. signos sea capaz de generar significados imprevistos que
permiten detectar al sujeto de la asociación.
- cuando algo nuevo acontece, tras un proceso a veces
largo de elaboración, se logra comprenderlo (reconducirlo a
lo conocido y atribuirle sentidos).

La postura de Freud fue modificar sustancialmente la técnica que venía aplicando a los adultos para trabajar con niños ya
que sostenía que un niño es psicológicamente un objeto diferente de un adulto. Como él no posee superyó, el método de
asociación libre no lleva lejos en su caso; la transferencia, al estar los padres reales aún en acción, juega un papel diferente.
Las resistencias internas de los adultos son reemplazadas en los niños por dificultades externas. De modo que si bien el
análisis con niños no es imposible, es definitivamente diferente al de adultos. La diferencia afecta a la transferencia, la
asociación libre y la resistencia, que son los tres pilares del psicoanálisis, no estriba en el contenido de los temas que tratan,
ni en su inteligencia, ni en el modo de expresión que utilizan. Esa diferencia se relaciona con la vinculación que los niños
tienen con sus padres presentes ya que esa vinculación ocupa en los niños el lugar que en los adultos tienen el superyó, la
disposición a la transferencia y la resistencia.

El humano se pregunta más allá de lo que puede responder. Esas preguntas lo lanzan inevitablemente al confín de lo
inconsciente. Esos interrogantes forman el carozo central de la neurosis del adulto. El neurótico se comporta como si las
respuestas existieran en alguna parte, pero él no puede encontrarlas. Intenta ocluir el efecto angustiante de lo sin respuesta
a través de sus síntomas. El niño no escapa a esto de preguntarse más allá de lo que puede responder, sólo que el recurso
típico del niño frente a estos callejones sin salida es que ese recorrido se detenga en la suposición de que alguien sabe eso.
Supone que la respuesta a sus incertezas existe en la mente de sus padres, de quienes espera y se esfuerza por recibir
reconocimiento y amor. Eso conforma y posiciona a él y a sus padres en el discurso infantil (el cual reglamenta el vínculo
entre padres e hijos). Al atribuirles ese saber sobre sí, el niño puede dejar de lado las abrumadoras cuestiones y seguir con
su desarrollo. El niño vive su vida como si él fuera el protagonista de una novela ya escrita cuyo texto figura en la cabeza de
los padres. Es crucial que el niño crea en lo que él supone que los padres dicen de él. Aunque nunca pierden todo su poder,
esos enunciados van perdiendo, a medida que el niño crece, el poder de determinar todo lo que el niño es. Frente a esos
enunciados van surgiendo otros que incluyen diferencias propias que muestran que en él se ha generado un nuevo espacio
de cierta desconfianza, un no creer del todo en la veracidad de esas primeras enunciaciones (paradoja de Moore: “p, pero no
creo que p”). En rigor, los padres no tienen por qué saber del niño lo que él supone, es él quien los constituye con su

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suposición como poseedores del texto de su verdad. En eso reside la clave del poder que los padres tienen sobre el niño y
su dependencia a ellos. Los padres, sin saber lo que acontece en la mente del niño, deben actuar como si aceptaran su
suposición. No desconocerlo, ni creer que lo saben, tampoco no tolerar no saber, ni rechazar la suposición. Esta actitud
parental en el discurso puede definirse como una “cierta ignorancia” sostenida por un genuino interés en el hijo. Ignorar
quiere decir no saber, pero se ignora sólo aquello que se tiene disponibilidad de saber. Ignorar le imprime cualidad de
enigma a lo ignorado. Ignorar se opone a desconocer, ya que desconocer algo supone haberlo dado por obvio, no haberlo
tenido en cuenta en absoluto. La cierta ignorancia por parte de los padres favorece el hecho de que, de la tensión entre los
dos términos de la paradoja de Moore emerjan producciones singulares propias del desarrollo. Debemos distinguir en el niño
dos tipos de disposiciones ligadas al discurso infantil: disposición a complementar (en el sentido de completar una supuesta
totalidad preconcebida sin alterarla) lo que el niño supone que los mayores anhelan de él; y disposición a suplementar (un
emergente radicalmente nuevo destotaliza una concepción previamente establecida) donde el niño es capaz de producir
encuentros no determinados que exceden lo que de él podría anhelarse. El fin principal del psicoanálisis de niños es
restaurar o establecer la disposición a suplementar del niño.
Lo que en el niño tiene efectos no es lo que sus padres efectivamente saben, sino lo que él supone que ellos saben. Esta
diferencia tiene su correlato en el polo parental del vínculo: para que los padres hagan posible esa suposición es importante
que ellos no pretendan saber efectivamente sobre el niño, pero tampoco lo desconozcan. Es decir, que no desengañen pero
tampoco se esfuercen en confirmar esa suposición (actitud de “cierta ignorancia”). Tanto desde el niño como desde los
padres hay un semiengaño o una semiverdad. La inscripción de los enunciados “p” es correlativa de una confianza y una
dependencia. Eso no impide que el niño también desconfíe, lo que es correlativo de la emergencia de los “no creo que p”. El
desarrollo del niño “normal” consistirá en que ese espacio paradojal abierto entre lo incuestionable y su cuestionamiento,
vaya ampliando su espectro. Esta ampliación llega a un punto crucial cuando el niño concibe la posibilidad de que ese otro
puede en realidad mentir: sus padres pueden no decir lo que verdaderamente piensan de él. Con este descubrimiento de
que el otro puede mentir se abre paso a un nuevo imposible: saber certeramente lo que el otro piensa. Pero además, al
descubrir el niño la mentira del otro queda habilitada una nueva posibilidad: del mismo modo que el otro esconde sus
pensamientos, él puede esconder los suyos. Entonces la paradoja adquiere nuevos pliegues: por un lado, el niño cree y no
cree lo que él supone que sus padres han enunciado; por otro, sus mismos padres pueden haber mentido acerca de los
enunciados que enunciaron; pero además, ahora el niño puede saber y no saber acerca del origen de sus propios
pensamientos.
Podemos distinguir tres niveles de lo que eventualmente los niños pueden captar en sus padres:
1. Primer nivel: son los anhelos parentales que incluyen las aspiraciones sociales y culturales que atraviesan la familia.
Se incluyen también los ideales de los padres transferidos al niño.
2. Segundo nivel: es el contenido latente de los enunciados parentales que habla de los aspectos reprimidos e
inconscientes de éstos.
3. Tercer nivel: se trata de aquello de los padres que es ajeno a ellos mismos, se refiere a un sentido que no quedó
ligado en las cuentas psíquicas de los padres y por lo tanto, aún cuando no podría producir nada captable, resulta
capaz de conectarse en el vínculo con el pequeño y adquirir así fuerza determinante. A esas inconsistencias las
llamamos “exclusiones específicas”. A través de este nivel, algo que para la madre o padre era inexistente, puede a
través de la conexión vincular con el hijo, presentarse y existir no sólo para el niño sino también para su progenitor.

El síntoma infantil está dirigido ante todo a sus padres, donde él supone que residen las claves de su ser, y responde a lo
que hay de sintomático en la estructura familiar. Es por ello que cuando un niño es llevado a la consulta podemos estar
seguros de que el discurso infantil ha demostrado dificultades para albergar nuevos emergentes. De ahí que la indicación del
tratamiento psicoterapéutico de niños sea un paso más delicado y crucial que la de los adultos, lo indicado puede ser el
análisis individual del niño, el de la familia, el de la pareja de los padres, de su vínculo con alguno de los progenitores o
incluso tan sólo una intervención puntual.

El niño encuentra ya tendidas al nacer las líneas de la trama en la que se tejerá su propia historia. Su punto de partida
entonces es suscitar el interés de sus padres, para lo cual el niño cuenta con dos habilidades: captar los lineamientos del
deseo de ellos sobre él y fingir ser su objeto.

La subjetividad de un niño surge de una compleja interacción entre su cuerpo biológico y los discursos que reglamentan las
relaciones del medio en que habita. “Infancia” es el conjunto de intervenciones institucionales que, actuando sobre el niño
real y su familia, producen lo que cada sociedad llama “niño”. Por lo tanto, “niño” es el producto de los efectos de la infancia
sobre su materialidad biológica. La niñez no es un fenómeno inmutable, sino que varía de acuerdo a la concepción de
infancia de cada cultura. La respuesta que una sociedad da a la pregunta “¿qué es un niño?” afecta al niño. Los niños
responden al modo en que se los concibe, y como esas respuestas tienden a confirmar lo que la creencia predica, ésta se
reafirma para los habitantes de esa situación que entienden que su concepción de infancia es una invariante de la
humanidad. La plasticidad de los niños posibilitó que su crianza en una determinada época y cultura conformara como “a
medida” a los sujetos que compondrían esa sociedad en la generación siguiente y, por lo tanto, produjera sujetos adecuados
para su funcionamiento en esa sociedad. Para esto debe existir algún tipo de adecuación entre esa concepción de infancia,

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las prácticas de crianza y los sujetos requeridos en el futuro. Lo que se transmite a través de la cultura no son sólo
contenidos, información y pautas, sino también subjetividades y modos de producción de subjetividades. Y el medio por el
que se realizan es la práctica de la crianza.

- Infancia en el Medioevo: la ausencia de representación es consecuencia del rechazo de los rasgos específicos de la
infancia. La infancia era un pasaje sin importancia, un tiempo que había que soportar para llegar a la única edad valorada: la
del adulto maduro. Muchos historiadores relacionan la poca importancia atribuida al niño con la elevada mortalidad infantil. El
vínculo parentofilial era muy distante. No había escuelas ni se pensaba a los niños con cualidades especiales ligadas a un
desarrollo gradual que justificara una educación particular. El joven aprendía conviviendo con adultos. Las edades como
fuente de variación eran ignoradas, al igual que la separación del mundo de los niños del de los adultos, el niño era la forma
inmadura de un adulto. Los niños eran concebidos como seres inmaduros no demasiado interesantes ni merecedores de un
trato especial, había que soportar ese estado. La infancia en la edad media, concebida como un “no lugar” habitado por
humanos inmaduros resulta perfectamente adecuada para producir sujetos aptos para sostener aquella inmovilidad. El niño
entra en la cadena como un pequeño adulto que sólo debe preservar la continuidad. Infancia, como etapa propia no existe,
es sólo un tiempo a soportar hasta madurar y ser un adulto. El esquema de transmisión es: ADULTO-adulto  ADULTO-
adulto
- Infancia en la modernidad: el niño es concebido inocente, sin maldad, pecado ni sexualidad. Por ser frágil e indefenso,
debe ser protegido de los desvíos que le podría producir la influencia de los adultos. En base a ello se lo cuida, se lo educa e
instruye para que se forme bien. El niño moderno concita el máximo interés ya que es una promesa de futuro. Eso configura
el disciplinamiento infantil moderno: someter al niño a correcciones para formarlo bien para el futuro. Ante esta exigencia, el
niño se mostró dócil y maleable. Como la literatura, los juguetes son especialmente diseñados con la idea de que
contribuyan a la buena formación de los niños. Hay una estricta división en edades de la vida se manifiesta en todas las
prácticas. La separación entre niño y adulto es tajante. Hay colegios, sistemas de aprendizaje, vestimenta, juguetes y
literatura adaptados para cada edad. Formar niños fue la misión más importante de la familia, en eso fue asistida por
distintos organismos que defienden al niño para que llegue a su meta en el futuro. El niño moderno fue cuidado y venerado
en función de la misión que debía cumplir: llevar la antorcha del progreso a la generación siguiente. La infancia moderna
genera niños que son formados por los adultos y constituyen excelentes receptáculos para sus proyecciones. El niño puede
progresar y ser en un futuro lo que los adultos no han logrado. El esquema de transmisión es: Adulto  Niño

- Infancia en la actualidad: el niño no es inocente, la categorización de frágil e indefenso está siendo objeto de revisión. La
idea de proteger a los niños de la influencia de los adultos parece haberse invertido. El niño no es dócil ni maleable, sino que
se resiste a ser considerado como un “vacío” a llenar por contenidos adultos, el que se libera de las ataduras que la
sociedad tradicional le pretende imponer. Muchas veces los niños, por estar en un contacto más directo que sus
progenitores con las novedades informáticas les enseñan a los adultos. La división por edades no se sostiene, ya que
prevalece la idea de que hay una edad, la del adolescente, a la que niñez y adultos buscan parecerse. La escuela se está
convirtiendo en un lugar de provisión de herramientas tecnológicas. Por último, la familia, productora de niños adecuados a
la modernidad, no cesa de mostrarse ineficaz en esa función. Los juegos predilectos de los niños actuales no son los juegos
asociativos sino los conectivos. El niño se muestra particularmente apto para la transmisión de las sustituciones vertiginosas
de una red informática por su enorme plasticidad y porque no necesitan comprender asociativamente algo para transmitirlo
solo requieren para ello conectarlo. El esquema de transmisión es: Medios  niño  Adulto/niño. Los medios, en alianza
con una tecnología informática en vertiginosa expansión, aumentan día a día un poder que no se basa en el contenido de lo
que se transmite, sino en su capacidad de propagación. El acento no está puesto en los efectos ni en la calidad del
contenido de la información, sino en lograr que ésta se propague. Para transmitir es ideal el uso de vehículos eficaces como
en este caso son los niños, son los que más rápida y eficientemente captan y transmiten la información del mundo que
habitan. El adulto es instruido acerca de las novedades del mundo por niños. Todo lo que antes se consideraba no apto para
los niños y se apartaba de ellos, en estos tiempos ya no hay filtro, los receptores privilegiados de esa información son los
niños. Es que la alianza entre las computadoras y el niño es mucho más eficiente que la de aquellas con el adulto.

Muchos de los juegos nacieron de ceremonias sagradas, prácticas adivinatorias, danzas o luchas rituales. De modo que los
juegos están emparentados con los ritos. Pero existe una oposición entre el rito y el juego con respecto a lo sagrado: en
lugar de preservar la letra de lo que los originó, como hacen los ritos, los juegos anulan su contenido y sólo preservan algo
de la forma del drama sagrado.

Los juguetes y juegos guardan relación con el contexto en el que emergieron. Es algo así como la esencia misma de la
historia: miniaturiza el pasado, los objetos viejos pertenecientes a una época económica social anterior. El juguete es aquello
que perteneció a la esfera de lo sagrado o a la esfera práctico-económica. Es lo histórico en estado puro en el sentido de
que en él se aprehende la temporalidad plena contenida en el objeto. La tecnología transformó el juguete en la modernidad,
hizo posible reproducir objetos en pequeño tamaño en forma más precisa y en escala industrial. Desde algún tiempo, los
juguetes preferidos por los niños no evocan el pasado sino que parecen más bien diseños de un futurólogo. En la actualidad,
el valor de preservación histórica se ha trastocado, en su lugar aparece el de la anticipación. Los juguetes de hoy

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miniaturizan el futuro. Hoy se pretende que los sujetos del futuro se anticipen en forma rápida a los vertiginosos tiempos por
venir, bajo la forma de una práctica anticipatoria reflejada en los juguetes.

A partir de la década del 50, los medios masivos y la tv comenzaron a incursionar en el mundo del juguete. La publicidad,
especialmente dirigida a los niños más que a sus padres, se orienta a promover el juguete como un objeto de consumo
emblemático. Los juguetes tienden a adquirir un valor como objeto de posesión para los niños. Se produjo un cambio en la
estrategia de venta de los “vendedores de juguetes”: antes se le explicaba a los padres las propiedades didácticas del
juguete; mientras que ahora la publicidad está dirigida a los niños, y da la impresión de que los diseños de juguetes y la
publicidad con que se los promociona están específicamente pensados para eludir a los padres. Los juguetes de hoy sirven
como entrenamiento para un futuro tecnificado e informático en el que los niños deben estar instruidos.

 “El juego, el tiempo, el juguete”, “Cambios actuales en la familia y su impacto en la infancia y el psicoanálisis” y “la
impronta mediática en el discurso infantil” Moreno.

El juego suele nacer de la relación con la madre o con otros adultos que acompañan en esos primeros años de vida. El
sentido de esos juegos es un verdadero acontecimiento inaugural de una secuencia creativa, el nacimiento de las bases de
la subjetividad.

Tipos de juegos:

1. Juegos asociativos: son aquellos inventados por los niños, los que ponen en juego su potencia creativa. El juego se
ofrece como un continente que alberga contenidos. Estos juegos siguen el modelo de la libre asociación, en ellos se
despliega toda la fantasía interior del niño.
2. Juegos conectivos: el juego consiste en seguir caminos preestablecidos en los que lo creativo se reduce al cotejo de
habilidades en una secuencia predeterminada, y el continente y el contenido se superponen sin diferenciarse. Estos
juegos están ligados a la prosecución y conexión de íconos que tienen existencia en el afuera del universo
asociativo o representacional del niño.
3. Juegos reglados: son juegos en los que resulta difícil (pero no imposible) que emerja algún contenido nuevo
generado por el niño.

El psicoanálisis no ha logrado aún incorporar cambios en su teoría ni en sus prácticas al compás de la velocidad de las
variaciones en lo social. Las cosas en relación con el sexo y la familia no fueron siempre como Freud las describe. Por el
contrario, la época freudiana fue diferente a la de los tiempos que la precedieron y a los actuales. En la época premoderna,
la familia tenía que ver solo con la alianza (condiciones del matrimonio y del parentesco), no con la reglamentación del
dispositivo de la sexualidad (reglamenta la sexualidad, la calidad de los placeres, cuáles son prohibidos y cuáles permitidos).
A partir del siglo XVIII surge la familia moderna, ésta pasó a ser un territorio donde se cruzaron los dos dispositivos que
hasta entonces habían estado separados: el de alianza y el de sexualidad. El dispositivo de sexualidad irrumpió dentro de la
familia generando formas mixtas de alianza descarriada y de sexualidad anormal que llamamos “síntomas”. Con este
panorama se encontró Freud, quien lo tomó como el descubrimiento de una característica humana independiente de la
época y la cultura. Casi todos los pacientes de Freud de principio de siglo presentaban lo mismo: un exceso sexual que se
introdujo con violencia en el dispositivo de alianza antes reglamentaba el vínculo conyugal y el parentofilial. Los síntomas
hablan de que los vínculos de parentesco modernos son invadidos por el dispositivo de la sexualidad incestuosa, lo que
genera una turbulencia en el psiquismo y en los vínculos familiares que llamamos “neurosis”. La familia moderna gue al
mismo tiempo la que debió ejercer una función prohibitiva y promotora de la sensualidad en el seno del vínculo
parentofamiliar. La familia promovía sentimientos incestuosos que debía a su vez prohibir. Los síntomas entonces emergen
de la contradicción provocada por la presencia simultánea de los dispositivos que reglamentan la sexualidad y la alianza
dentro de la familia. La neurosis tiene así mucha relación con la época que le tocó vivir a Freud y a sus pacientes. El
psicoanálisis fue creado en tiempos de apogeo de la modernidad sólida, preñada de una tendencia a la comprensión
totalitaria y determinista e inclinada a ver una homogeneidad enemiga de la contingencia, la variabilidad y lo aleatorio. La
familia posmoderna surge en la década del sesenta. En esta época vemos que se están desentramando los dispositivos de
alianza y de sexualidad, cuya mezcla dentro de la familia moderna generó los síntomas que convocaron al psicoanálisis. La
vigencia del dispositivos de alianza moderno está siendo vapuleado en la actualidad, la familia ha dejado de ser un lazo de
unión duradero. Los niños y sus progenitores están en contacto con fuentes de placer e información diferentes de las que
surgieron del ámbito familiar de la modernidad. Cada vez más temprano, los hijos pasan a tener contacto directo con un
medio social por fuera de la familia y a aportar más marcas de subjetividad que vienen de los medios. En los estados fluidos,
como en los tiempos actuales, la contingencia se impone a la determinación, hay todo menos previsibilidad, nada parece
irrevocable. En estos tiempos el individuo es el encargado y responsable de ser lo que uno es, ya no hay casilleros “dados”
que uno pueda simplemente ocupar. Si bien este habitar da mucha libertad, también quita la tranquilidad que generaba el
ocupar lugares preexistentes. Respecto a lo normal y lo anormal, se crearon nuevos lugares de modo que existen
numerosas normas.

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La subjetividad de padres y niños es generada por prácticas y reglas de efecto subjetivizante sobre sus participantes
reglamentadas por el discurso infantil. El discurso es lo que hace que algo sea como se lo concibe, es decir, la concepción
que se tiene de cómo son hace que las subjetividades emergentes de esas prácticas sean acordes con esa creencia. El
ensamble entre el discurso infantil y el complejo de Edipo conforma una máquina que fue responsable de generar o moldear
las subjetividades de hijos y padres en la modernidad. Ese dispositivo transmitía modos de ser y contenidos, y la presencia
de los hijos, a su vez, moduló la subjetividad de los padres modernos ayudándolos a ser padres al estilo del discurso infantil.
De modo que todos los engranajes del dispositivo subjetivizante eran compatibles y se reforzaban mutuamente. Así, las
subjetividades de padres e hijos, aun no siendo idénticas, eran compatibles y ensamblables. Pero en la actualidad, el
discurso infantil está cambiando aceleradamente, principalmente en relación a la presencia de lo mediático masivo. las
distintas penetraciones de lo mediático en padres e hijos que a su vez genera diferencias en sus subjetividades, hace que la
interfaz que media entre ambos también se vea afectada ya que ahora se trata de subjetividades en muchos puntos
heterogéneas que interactúan con nuevas interferencias. Además, la conexión ágil y eficaz de los niños con los medios
afecta la posibilidad de que ellos supongan a sus padres con las respuestas a los interrogantes. El discurso infantil y el Edipo
eran, en la modernidad, como un molde para formar sujetos solo ligeramente diferentes a los de la generación anterior y
posterior. Ahora no, y esto quiebra la continuidad, ahora se trata de habitar situaciones constantemente cambiantes. De
modo que el discurso infantil, el complejo de Edipo y su ensambladura requieren un reposicionamiento.

 “Línea y posición en psicoanálisis” Ricardo Rodulfo.

En el principio, decía Freud, el cuerpo ideal era la línea, sin embargo, Ricardo plantea que para trabajar en psicoanálisis no
basta con la línea, no hay verdadero psicoanalista si no la transgrede arrastrad por los complejos problemas del material. La
práctica clínica es el único lugar de dode es erradicable cierto margen de resistencia en la medida en que la más cerrada
teorización se expone allí a que un paciente la haga fracasar y redialectice un psicoanálisis desapresado momentáneamente
de la línea. La línea alienea, unifica, reprime el resto que la erosiona, mata. Por eso propone diferenciar afiliarse a una línea,
(que consiste en adherir a la acción de otro mítico-social) a irse haciendo una posición (con referencia a un campo de
dispersiones constituido por distintas líneas teóricas). Propone sustituir una trayectoria unidireccional por un viaje incierto y
fatigoso caracterizado por la no-homogeneidad. Esta posición a construir se nutre del conflicto en la formación (choque entre
textos, entre personajes) antes que del silencio y del efecto de acatamiento de la línea. Su hipótesis consiste entonces en
que analista es aquel que pierde la línea, que no cesa de no encontrarla, que con respecto a ella siempre falta. Una posición,
en vez de la filiación, introduce la dispersión, diseminación.

 “Establecimiento de la relación con la realidad externa” e “Integración” Winnicott.

Primera lactación teórica: está el bebé con su tensión instintiva, surge un estado de cosas en el cual el bebé está preparado
para encontrar algo en algún lugar, sin saber qué, y más o menos en el momento adecuado la madre le ofrece el pecho.
Esta primera lactación teórica es asimismo la primera lactación efectiva, salvo por el hecho de que en la experiencia real no
se trata de un acontecimiento único sino de varios recuerdos de sucesos. Si la primera lactación sale bien se desarrolla a
partir de esta primera experiencia una pauta para las lactaciones siguientes. En esta primera lactación teórica el bebé está
listo para crear y la madre le posibilita tener la ilusión de que le pecho ha sido creado a partir del impulso derivado de la
necesidad. Lo que el bebé ha creado no es lo que la madre le presentó, pero gracias a su adaptación extremadamente
delicada a las necesidades del bebé, ella es capaz de permitirle dicha ilusión. Si ella no es suficientemente buena en este
aspecto, el bebé no tiene esperanza alguna de alcanzar la capacidad para una relación excitada con objetos o personas en
el mundo externo. Entonces al principio hay una adaptación casi exacta a la necesidad que le proporciona al bebé la ilusión
de haber creado objetos externos. Gradualmente disminuye la capacidad de la madre para adaptarse a la necesidad, pero
para ese momento el bebé ya dispone de modos y medios para abordar este cambio. Primero hay que dar la ilusión, luego el
bebé tendrá los medios para aceptar la desilusión. Este bebé del que hablamos es un bebé que se halla en un estado
sumamente dependiente y que no se percata de esta dependencia. Así el bebé está en condiciones de crear el mundo: es
muy importante que el bebé cree el objeto, y lo que hace la madre es situar el pezón justo allí en el momento oportuno, para
que sea su pezón lo que el bebé cree. Para conseguir que un bebé se inhiba en lo tocante a la lactancia basta introducirle el
pecho sin darle la oportunidad de ser el creador del objeto que ha de crear. En la vida real, la primera lactación teórica está
representada por la suma de las experiencias tempranas de muchas lactaciones. Después de la primera lactación teórica el
bebé comienza a disponer de material para crear. Gradualmente va estando listo para alucinar el pezón en el momento en
que la madre está lista para dárselo. Con el correr del tiempo, sobreviene un estado en que el bebé se siente confiado de
que encontrará el objeto de su deseo, lo que significa que va tolerando gradualmente la ausencia del objeto. Así se inicia su
concepto de la realidad externa, lugar desde el cual aparecen y desaparecen los objetos. A través de la magia del deseo el
bebé tiene la ilusión de disponer de un poder creativo mágico y la omnipotencia se vuelve un hecho por la adaptación
sensible de la madre. Así explota el bebé este tercer mundo ilusorio que no es ni la realidad interna ni la externa. En éste, el
bebé pretende un control mágico sobre el mundo. Los objetos y fenómenos que corresponden a esta clase de experiencia se
denominan “transicionales”. Este término da a entender que existe un estado temporario que pertenece a la temprana

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infancia en el cual al bebé se le posibilita pretender un control mágico de la realidad externa, control que se vuelve real
gracias a la adaptación de la madre. El “objeto transicional” es un objeto que el bebé ha creado. Existe un potencial creativo,
en la primera lactación teórica el bebé tiene una contribución personal que hacer. Lo que el bebé crea depende en gran
medida de lo que le es presentado en el momento de la creatividad por la madre que se adapta activamente a sus
necesidades, pero si la creatividad del bebé está ausente, los detalles presentados por la madre carecen de significado. A la
larga, una vez que el bebé estableció la capacidad para las relaciones, puede dar el próximo paso hacia el reconocimiento
de la esencial soledad del ser humano, logra decir “sé que no hay ningún contacto directo entre la realidad externa y yo
mismo, sólo una ilusión de contacto”.

Cuando la madre es incapaz de atender los deseos del bebé de una manera suficientemente sensible o cuando el bebé está
demasiado perturbado para abandonarse a la urgencia instintiva, lo que sucede es que se agranda una escisión en la
persona del bebé. En vez de que la relación con la realidad externa sea amortiguada mediante el uso temporario de un
estado ilusorio de omnipotencia, se desarrollan dos clases de relación con el objeto separadas: por un lado está la vida
privada del bebé en la cual las relaciones se basan en su capacidad de crear más que en el recuerdo de los contactos; y por
otro lado hay un falso self que se desarrolla sobre la base del sometimiento y se conecta en forma pasiva con las exigencias
de la realidad externa. Ese bebé que toma de forma pasiva no ha creado el mundo, carece de capacidad para las relaciones
externas y no tiene futuro como individuo. El verdadero self sólo puede manifestarse como una negativa a ser alimentado. A
estos bebés cuya experiencia ha sido menos afortunada, los trastorna realmente la idea de que no haya ningún contacto
directo con la realidad externa. Y otros bebés, aún más desafortunados, para los cuales las primeras experiencias de
presentación del mundo fueron confusas, crecen sin tener la capacidad de ilusión de un contacto con la realdad externa, o
bien esa capacidad es tan leve que se derrumba en un momento de frustración y sobreviene la enfermedad esquizoide.

Lo que la madre precisa es una oportunidad de ser natural y de encontrar su modalidad propia con su bebé. Hasta cierto
punto es verdad que cualquiera que ame al bebé puede satisfacer sus necesidades, pero hay dos razones por las cuales la
madre es la persona adecuada. Es probable que el amor que ella siente por su propio bebé sea más auténtico que el de
cualquier sustituto; la madre real puede adaptarse en grado extremo, sin resentimiento, a las necesidades del bebé y ser
capaz de seguir proporcionándole todos los pequeños detalles de su técnica personal dándole así un ambiente emocional
simplificado.

Debemos concebir la integración como un logro. Es necesario postular un estado no integrado a partir del cual tiene lugar la
integración. En el inicio teórico tenemos entonces un estado no integrado, una falta de integridad tanto en el espacio como
en el tiempo. Esta no integración es acompañada de una falta de percatamiento. Del estado no integrado se pasa a una
integración durante momentos o períodos breves, y sólo en forma gradual se vuelve un hecho el estado general de
integración. En esos momentos se vuelve posible el percatamiento porque existe un self que puede percatarse. Si bien
existe una tendencia biológica a la integración, ésta es promovida por el cuidado ambiental. En esta etapa, cuidado físico es
cuidado psicológico. A medida que se establece el self y el bebé puede incorporar y retener recuerdos del cuidado
ambiental, y por ende es capaz de un cuidado propio, la integración se convierte en un estado más confiable para él, y se
afloja la dependencia. En etapas ulteriores puede apreciarse una exageración del cuidado propio, organizado como defensa
contra la desintegración con que amenaza la falla ambiental (que consiste en una falla en brindar un sostén seguro). La
desintegración es un proceso defensivo activo tanto contra la no-integración como contra la integración. La integración y el
logro del estado unitario significan responsabilidad, percatamiento, recopilación de recuerdos y asimilación del pasado, el
presente y el futuro. En la vida del bebé normal, el descanso tiene que incluir la relajación y una regresión al estado de no-
integración. Hay una etapa intermedia en la que un bebé en desarrollo que ha sido bien cuidado puede relajarse y
permanecer no integrado, pero luego se da un paso más hacia la independencia y se pierde la capacidad de estar no
integrado.

 “Juego, creación, ilusión” García Reinoso.

Los niños que juegan siempre saben que juegan. El niño sabe que su juego es una fantasía, un producto de su imaginación.
Cuando los niños juegan establecen una convención, a partir de la cual todos participan de una fantasía compartida. En el
teatro también existe una convención que tiene que ser respetada para que el juego de los actores se pueda realizar, alguien
tiene que creer en la verdad de lo que ocurre en la escena. Tanto aquí como allí funciona el “ya lo sé, pero aún asi” (es un
par dialéctico, son inseparables). El “haz como si” está dirigido al imaginario. Pero hay niños que no juegan, es decir, tienen
inhibición del juego. Esto es porque no pueden fantasear, el juego es para ellos una realidad tal, que no existe distancia
entre la fantasía y la realidad. No hay “como sí” aunque quieran hacerlo. Estos niños tienen una perturbación que los lleva a
vivir en un mundo imaginario que toman por realidad o lo contrario, se aferran a la realidad, sin poder fantasear. Para poder
jugar se requiere de una convención que permita alojar en un lugar la misma creencia. Y la creencia supone el soporte del
otro; el otro es el que cree. El juego expresa un deseo reprimido, pero también un deseo de jugar o de soñar. El juego es
una creación del niño y lo imaginario es su fuente. Así, un objeto es el soporte real y momentáneo de una fantasía. La
posibilidad de jugar incluye este pedido de rechazo a la realidad como primer paso (“haz como si…”), apela a lo imaginario

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pero sabiendo que existe una diferencia. En lo imaginario está ubicado lo creativo, pero esta creatividad sólo se pone en
marcha en la medida en que puede aceptarse una diferencia, un “ya lo sé”. En lo imaginario parece ubicarse la capacidad
creativa cuando “ya lo sé” modula el “aún así”. El jugar de los niños es un apropiarse de ese mundo fantástico y ser sujeto de
él. Crear con él es poseer ese mundo fantástico. La convención necesaria para jugar tarda en establecerse, exige un tiempo
de desarrollo.

Winnicott habla de un espacio potencial entre el bebé y su madre, espacio que es una creación de la madre, lugar donde se
comienza a jugar. Este espacio no es interno en el niño ni en la madre, pero tampoco es externo. Es un lugar donde puede
comenzar una separación y donde se puede introducir algo sobre lo que puede soportarse el símbolo de una ausencia. En
este espacio potencial se admite un momento de ilusión pero también se introduce un elemento que soporta la ausencia de
ella. El juego está soportado también por un universo simbólico que no es creado por el niño sino que éste se adueña de él
después. Es el medio el que le permite o no al niño adueñarse de ese mundo interno fantasmático y crear o no algo personal
con esos materiales. Jugar contiene un elemento placentero, es una unión imaginaria con la madre pero también aquello que
lo soporta y le da existencia a lo primero: la ausencia, la castración, la muerte. Esos elementos son inseparables para que el
juego tenga lugar. Crear es utilizar lo imaginario sabiendo que la muerte está presente.

 “El juego en la situación analítica”, “El destino del objeto transicional”, “Notas sobre el juego”, “El jugar y la cultura” y
“Sobre el uso de un objeto” Winnicott.
Lo que a Winnicott le interesa es reconocer la importancia del juego en el análisis de adultos. Algo importante es que en el
juego uno debe renunciar a muchas cosas que no pueden ser compartidas con otras personas, hay muchas otras que puede
ganar gracias a la superposición de la fantasía ajena con la propia. Así, habrá una experiencia compartida aunque se limite
únicamente a un área de fantaseo total.

A los objetos transicionales los encontramos en diferentes procesos de transición. Uno de ellos se vincula con las relaciones
de objeto, en donde el bebé se lleva el puño a la boca, luego el pulgar, luego hay una mezcla del uso del pulgar y de los
demás dedos y escoge algún objeto para manipularlo. Poco a poco comienza a usar objetos que no son parte ni de él ni de
la madre. Otra clase de transición tiene que ver con el pasaje de un objeto que es subjetivo para el bebé a otro que es
externo (u objetivo). Al principio el bebé se relaciona con los objetos que él mismo crea. La alucinación se convierte en real,
y esto pone en marcha la capacidad del bebé para el uso de símbolos. Si todo va bien, el objeto transicional resulta ser el
primer símbolo. En este caso el símbolo es al mismo tiempo la alucinación y una parte objetivamente percibida de la realidad
externa. Para que a un objeto exterior se lo sienta real, la relación con él debe ser la relación con una alucinación. Con su
objeto transicional, el bebé se halla todo el tiempo en ese estado que la mamá le posibilita. Otra de las transiciones es la que
va del control omnipotente de los objetos externos a la renuncia a ese control, y eventualmente al reconocimiento de que hay
fenómenos que están por fuera del control personal. El tránsito del objeto transicional puede verse desde dos enfoques: 1.
Puede ser suplantado pero conservado; gastado; entregado; conservado por la madre; etc. Todo esto de vincula con el
destino del objeto en sí.
2. Si es cierto que el objeto transicional y los fenómenos transicionales están en la base misma del simbolismo podemos
sostener que estos fenómenos marcan el origen, en la vida del bebé y el niño, de una tercera zona de existencia: la vida
cultural del individuo. De esta forma ubicamos 3 zonas: la realidad psíquica o interior del individuo; realidad exterior o mundo
distinto de mí y una tercera que corresponde a los fenómenos transicionales del bebé. En la medida en que el bebé no haya
llegado a los fenómenos transicionales, su aceptación de los símbolos será deficiente y su vida cultural quedará
empobrecida. El objeto transicional para el bebé es representativo tanto del pecho de la madre como del pecho internalizado
de la madre. Cuando la madre no está, el bebé se aferra a su objeto transicional. Luego de un tiempo la madre internalizada
se diluye y el objeto transicional deja de tener significado. De esta forma, el objeto transicional es simbólico del objeto
interno. Los fenómenos transicionales no “pasan”, al menos cuando hay salud.

Lo característico del juego es el placer. La satisfacción en el juego depende del uso de símbolos. La capacidad de jugar es
un logro en el desarrollo emocional de cada niño. El juego es una elaboración imaginativa relacionada con los objetos y la
angustia, a medida que el niño se vuelve más complejo el juego pasa a expresar mediante materiales externos las
relaciones y angustias internas. Es primordialmente una actividad creadora que se realiza en función de lo que
efectivamente existe (el propio cuerpo y los objetos) y en condiciones en que el niño tiene confianza en alguien gracias a que
ha tenido una experiencia adecuada de buenos cuidados. En cambio, los cuidados inadecuados, al generar desconfianza
reducen la capacidad para el juego. Además del elemento esencial del placer, el juego le permite al niño practicar la
manipulación de objetos; el manejo de la capacidad de coordinación, habilidades, juicios, etc; el control sobre una zona
limitada. A través del juego el niño se ocupa en forma creativa de la realidad externa. Sin el juego el niño es incapaz de ver
creativamente el mundo. El juego también cumple una función vital para el manejo de la agresión y la destructividad. Del
juego procede el jugar con otros, el jugar respetando reglas, el jugar juegos reglados de antemano y luego una mayor
complejidad permisible en lo que respecta a dirigir y ser dirigido.

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La experiencia cultural sobreviene como extensión directa del juego de los bebés desde su nacimiento. Es en esta zona de
la experiencia cultural donde la mayoría de nosotros vive la mayor parte del tiempo y si trasladamos esta idea a la niñez
vemos que estamos hablando del jugar. Esta zona tiene que ver con la experiencia del vivir. Los objetos y fenómenos
transicionales son universales y variables. La paradoja consiste en que aunque el objeto esta allí para que el niño lo
encontrase, fue creado por el niño. Esta paradoja debe ser aceptada, no resuelta. La capacidad potencial del bebé para la
actividad creadora no se vuelve efectiva a menos que la figura materna reciba las proyecciones y pueda devolverlas. En el
espacio potencial entre el bebé y la mamá es donde se localiza el juego. Este espacio potencial sólo cobra significación
como resultado de las experiencias de vida del bebé. El juego, el jugar y los fenómenos transicioales forman la base de la
experiencia cultural.

Winnicott sostiene que debemos esperar la evolución natural de la transferencia y evitar la ruptura de ese proceso natural
mediante interpretaciones. Si sabemos esperar el paciente llega a una comprensión en forma creadora. El principio que me
guía es que el paciente, y sólo él, conoce las respuestas. Nosotros podemos posibilitarle o no que abarque lo que se sabe, o
se percate de ello con aceptación. Si se quiere que esa tarea de interpretación tenga efecto, se la debe vincular con la
capacidad del paciente para colocar al analista fuera de la zona de los fenómenos subjetivos. Se trata de la aptitud del
paciente de usar al analista. Nuestra labor es desarrollar y establecer esa capacidad y reconocer su falta. Hay que
diferenciar la relación de objeto del uso del objeto:
- Relación de objeto: el sujeto permite que se produzcan ciertas alteraciones en el self, en la persona. Mediante mecanismos
de proyección e identificación, el sujeto se ve vaciado en la medida en que parte del él se encuentra en el objeto.
- Uso de un objeto: incluye la relación de objeto e incorpora sus rasgos específicos. Si se lo desea usar es forzoso que el
objeto sea real (en el sentido de realidad compartida) y no un manojo de proyecciones. Cuando se examina el uso, el
analista debe tener en cuenta la naturaleza del objeto, no como proyección sino como una cosa en sí. El uso no puede
describirse si no se acepta la existencia independiente del objeto.
En términos clínicos, dos bebés se alimentan a pecho; uno se alimenta del self (porque el pecho y él todavía no se han
convertido para el bebé en fenómenos separados); el otro se alimenta de una fuente que es “distinta de mí”. Las madres
como los analistas, pueden ser suficientemente buenas o no, algunas saben llevar al bebé de la relación al uso, y otras no.
Para usar un objeto es preciso que el sujeto haya desarrollado una capacidad que le permita usarlos. Primero viene la
relación de objeto y al final el uso del mismo. entre ambos lo que sucede es que el sujeto coloca al objeto fuera de la zona
de su control omnipotente, es decir, no como una entidad proyectiva sino reconocerlo como una entidad por derecho propio.
Este pasaje significa que el sujeto destruye el objeto. Después de que el sujeto se relaciona con el objeto, el sujeto lo
destruye. El objeto puede sobrevivir o no a la destrucción por parte del sujeto. Si este sobrevive, el sujeto puede usar al
objeto. Es la destrucción del objeto la que lo coloca fuera de la zona de control omnipotente del sujeto. Gracias a la
supervivencia del objeto el sujeto puede vivir una vida en el mundo de los objetos. La destrucción desempeña un papel en la
construcción de la realidad colocando al objeto fuera del self, volviéndolo objetivo, con autonomía, formando parte de la
realidad compartida.

Secuencia: 1. El sujeto se relaciona con el objeto 2. El objeto está a punto de ser hallado por el sujeto, en lugar de ser
colocado por éste en el mundo 3. El sujeto destruye al objeto 4. El objeto sobrevive a la destrucción 5. El sujeto puede usar
al objeto.

Si estas cosas ocurren en un análisis, el analista aparece como sobreviviente o no de los ataques destructivos del paciente.
Esta actividad destructiva es el intento del paciente por colocar al analista fuera de la zona del control omnipotente, es decir,
en el mundo. Sin la experiencia de máxima destructividad, el sujeto nunca coloca al analista afuera, y por lo tanto jamás
puede hacer otra cosa que experimentar una especie de autoanálisis, usando al analista como una proyección de una parte
del self. En la práctica psicoanalítica, los cambios positivos que se producen dependen de la supervivencia del analista a los
ataques, lo cual implica la inexistencia de una cualidad retaliativa.

Winnicott plantea una nueva formulación de la teoría de las raíces de la agresión. Aquí el impulso destructivo es el que crea
la cualidad de exterioridad. No hay ira en la destrucción del objeto, aunque sí alegría ante la supervivencia del objeto. A
partir de ese momento el objeto siempre es destruido en la fantasía. Se debe distinguir entre deteriorar el objeto bueno para
hacerlo menos bueno y la destrucción que está en la raíz de la relación de objeto y que es encauzada hacia la destrucción
que acontece en lo inconsciente. Esta última clase de destrucción no necesita ser controlada; mientras que las acciones
compulsivas de denigrar, ensuciar y destruir implican una alteración del objeto con la intención de hacerlo menos excitante y
menos digno de ser destruido, por lo que requieren la atención de la sociedad. Este impulso precoz destructivo cumple una
función vital positiva: la objetivación del objeto. El eje de la argumentación de Winnicott es que la primera moción es una
sola, la “destrucción”. Esta unidad es primaria. La moción es potencialmente destructiva, pero que lo sea o no dependerá del
objeto: la destrucción de un objeto que sobrevive, que no ha reaccionado ni desaparecido, conduce a su uso. Este impulso
nada tiene que ver con la ira ante las frustraciones inevitables asociadas con el principio de realidad.

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 “Objetos transicionales y fenómenos transicionales”, “El juego”, “La creatividad y sus orígenes”, “Conceptos
contemporáneos sobre el desarrollo adolescente y las inferencias que de ellos se desprenden en lo que respecta a
la educación superior” Winnicott.

Los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, para estimular la zona erógena oral, para satisfacer los instintos de esa
zona. Al cabo de unos meses la mayoría de las madres les ofrecen algún objeto especial y esperan que se aficionen a ellos.
La hipótesis de Winnicott es que existe una relación entre estos dos grupos de fenómenos separados por un intervalo de
tiempo. Introduce los términos “objetos transicionales” y “fenómenos transicionales” para designar la zona intermedia de
experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la relación de objeto. Esta tercer zona (además del interior y
exterior) funciona como un lugar de descanso para un individuo dedicado a la tarea de mantener separadas y a la vez
interrelacionadas la realidad interna y la exterior.

En el desarrollo de un niño aparece en algún momento una tendencia a entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-
yo. En la experiencia corriente se da cuestiones que complican la experiencia autoerótica como la succión del pulgar: con la
otra mano toma un objeto y lo introduce en su boca junto con los dedos, acaricia una manta mientras se succiona el pulgar,
se producen movimientos de masticación acompañados por sonidos, balbuceos, etc. A estas experiencias funcionales
Winnicott las denomina “fenómenos transicionales”. De todo esto puede surgir algo o algún fenómeno que llega a adquirir
una importancia vital para el bebé al momento de irse a dormir y que es una defensa contra la ansiedad depresiva. Puede
que el niño haya encontrado algún objeto y lo use, y entonces se convierte en lo que Winnicott denominó “objeto
transicional”. Las cualidades de la relación con la primer posesión no-yo son las siguientes: el bebé adquiere derechos sobre
el objeto; el objeto es acunado con afecto y al mismo tiempo mutilado con excitación; nunca debe cambiar excepto que lo
cambie el bebé; tiene que sobrevivir al amor y al odio instintivo; al bebé debe parecerle que posee una vitalidad o realidad
propias; proviene de afuera pero no para el bebé, y tampoco viene de adentro (no es una alucinación); a lo largo de los años
pierde significación. El objeto transicional representa el pecho materno, es anterior a la prueba de realidad, es más
importante que la madre, una parte casi inseparable de él. En relación con el objeto transicional, el bebé pasa del dominio
omnipotente al dominio por manipulación. A la larga puede convertirse en un objeto fetiche. Si comparamos el objeto
transicional con el objeto interno de Klein, el OT no es un objeto interno sino una posesión, pero para el bebé tampoco es
externo. El bebé puede emplear un OT cuando el OI está vivo, es real y lo bastante bueno. Pero ese objeto interno depende
de la existencia, vivacidad y conducta del objeto exterior. El OT representa el pecho externo, pero indirectamente porque
representa el pecho interno.

Un niño no puede pasar del principio del placer al de realidad si no existe una madre lo bastante buena que lleva a cabo la
adaptación activa a las necesidades del bebé y que luego la disminuye poco a poco según la creciente capacidad del niño
para tolerar la frustración, para encarar ese retroceso. Medios con que cuenta el bebé para enfrentar el retiro materno:
Experiencia de que la frustración tiene un límite de tiempo; una creciente percepción del proceso; el comienzo de la
actividad mental; utilización de satisfacciones autoeróticas; el recuerdo, el revivir experiencias, fantasías, sueños. Si todo va
bien, la adaptación incompleta a la necesidad hace que los objetos sean reales. Así, al comienzo y gracias a una adaptación
de casi el 100%, la madre le ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es creado por él. La tarea
posterior de la madre consiste en desilusionar al bebé en forma gradual. La zona inmediata es la que se ofrece al bebé entre
la creatividad primaria y la percepción objetiva. Los fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso de la
ilusión. Al ofrecerle el pecho en el momento oportuno, la madre produce en el bebé la ilusión de que existe una realidad
exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. La función principal del objeto y el fenómeno transicionales es
iniciar al bebé en una zona neutral de experiencia que no será atacada. Esta zona intermedia es necesaria para la iniciación
de una relación entre el niño y el mundo.

Fusión Realidad Externa


Punto de partida Punto de llegada
Omnipotencia mágica / Ilusión Debe haber pasado por la desilusión
Objeto subjetivo Objeto objetivo
Principio de placer Principio de realidad
Relación de objeto Uso de objeto

La primera posesión se vincula en el tiempo con los fenómenos autoeróticos y la succión del puño y del pulgar, y más
adelante con el primer objeto blando y con los juguetes duros. Por otra parte tiene vínculo con el objeto exterior (pecho
materno) y con los objetos internos (el pecho introyectado) pero es distinta de ellos. Los objetos y fenómenos transicionales
pertenecen al reino de la ilusión, esta primer etapa es posibilitada por la capacidad de la madre para adaptarse a las
necesidades de su hijo, con lo cual le permite forjarse la ilusión de que lo que él cree existe en la realidad. La zona
intermedia de experiencia constituye la mayor parte de la experiencia del bebé y se conserva a lo largo de la vida. Es claro
que lo transicional no es el objeto, sino que este representa la transición del bebé de un estado en que se encuentra
fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo exterior y separado. Cuando se encuentra ausente la madre no

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se produce un cambio inmediato porque este tiene un recuerdo o imagen mental de la madre, una representación interna de
ella que se mantiene viva durante un cierto tiempo. Si la madre se ausenta durante un lapso superior a este, se disipa el
recuerdo de la representación interna, los fenómenos transicionales se vuelven poco a poco carentes de sentido y el bebé
no puede experimentarlos, ante lo que se produce la descarga del objeto.

La psicoterapia se da en la superposición de 2 zonas de juego: la del paciente y la del terapeuta. Está relacionada con 2
personas que juegan juntas. Cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente de un
estado en que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo.

Klein cuando se ocupaba del juego se refería al uso de este. El terapeuta busca la comunicación del niño y sabe que por lo
general no posee un dominio tal del lenguaje que le permita transmitir las sutilezas que pueden hallar en el juego quienes las
busquen. Este es un comentario sobre la posibilidad de que el psicoanalista haya estado muy ocupado utilizando el
contenido del juego como para observar al niño que juega y para escribir sobre el juego como una cosa en sí misma. Ante
esto, Winnicott establece la diferencia entre el sustantivo “juego” y el verbo “jugar”.

Juego vs Jugar  el jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra ni adentro ni afuera. Jugar es hacer. Para situar al
juego Winnicott postuló la existencia de un espacio potencial entre el bebé y la madre, el cual enfrenta al mundo interior y a
la realidad exterior. Lo universal es el juego, y corresponde a la salud: facilita el crecimiento y por lo tanto ésta última;
conduce a relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en psicoterapia y, por último, el PSA se ha convertido
en una forma muy especializada de juego al servicio de la comunicación consigo mismo y con los demás. Lo natural es el
juego. El juego es por sí mismo una terapia. El juego es por sí mismo una terapia, conseguir que los chicos jueguen es ya
una psicoterapia de aplicación inmediata y universal, e incluye el establecimiento de una actitud social positiva respecto al
juego. El juego es una experiencia siempre creadora, y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma básica
de vida. Su precariedad se debe a que siempre se desarrolla en el límite entre lo subjetivo y lo que se percibe de manera
objetiva. El juego de los niños lo contiene todo, aunque el psicoterapeuta trabaje con el contenido de aquel. Justamente el
contenido no importa, sino que lo que interesa es el estado de casi alejamiento, el niño que juega habita en una región que
no es posible abandonar con facilidad y en la que no se admiten intrusiones. Esa zona de juego no es interna ni externa, y
en ella el niño reúne objetos o fenómenos de la realidad exterior y los usa al servicio de una muestra de la realidad interna.
Hay un desarrollo que va de los fenómenos transicionales al juego, de este al juego compartido y de él a las experiencias
culturales. El juego implica confianza y pertenece al espacio potencial existente entre el bebé y la mamá.

 Teoría del juego (secuencia):


a. El niño y el objeto se encuentran fusionados. La visión que él tiene del objeto es subjetiva y la madre se
orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto a encontrar.
b. El O es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva. Este proceso depende en gran medida de que
exista una madre que esté dispuesta a devolver lo que se le ofrece. La madre se encuentra en un “ir y venir”
que oscila entre ser lo que el niño tiene la capacidad de encontrar y, alternativamente, ser ella misma, a la
que espera que la encuentren. Entonces el niño vive cierta experiencia de control mágico, es decir, la
experiencia de la “omnipotencia”. La confianza en la madre constituye un campo de juegos intermedio, en el
que se origina la idea de lo mágico, pues el niño experimenta en cierta medida la omnipotencia. Winnicott lo
denomina campo de juego porque el juego empieza en él.
c. Etapa que consiste en encontrarse solo en presencia de alguien. El niño juega sobre la base del supuesto
de que la persona a quien ama y que por lo tanto es digna de confianza se encuentra cerca, y que sigue
estándolo cuando se la recuerda, después de haberla olvidado.
d. El niño se prepara para la etapa que sigue, consistente en permitir una superposición de 2 zonas de juego y
disfrutar de ella. En esta zona de superposición entre el juego del niño y el de la otra persona, existe la
posibilidad de introducir enriquecimientos. El terapeuta se ocupa en especial de los procesos de crecimiento
del niño y de la eliminación de los obstáculos evidentes para el desarrollo.

Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es la apercepción creadora. Frente a esto existe una
relación con la realidad exterior que es relación de acatamiento, el mundo es algo en que se debe encajar, lo que implica un
sentimiento de inutilidad en el individuo, lo que se vincula con la idea de que la vida no es digna de ser vivida. Nuestra teoría
incluye la creencia de que vivir en forma creadora es un estado saludable, y que el acatamiento es una base enfermiza para
la vida. Tiene suma importancia para nosotros q en el plano clínico no encontremos una clara línea de separación entre la
salud y el estado esquizoide, o aun entre aquella y la esquizofrenia plena. Si bien reconocemos el factor hereditario en esta
última, advertimos también la importancia del medio, en especial al comienzo de la vida del individuo. Las personas pueden
vivir una vida satisfactoria y sin embargo ser esquizoides o esquizofrénicos. Es preciso afirmar que existen otros arraigados
con tanta firmeza a la realidad percibida de manera objetiva que son enfermos en el sentido contrario, es decir, en el no
tener contacto con el mundo subjetivo y con el enfoque creador de la realidad. La creatividad de la que se ocupa Winnicott
es universal, corresponde a la condición de estar vivo, se refiere al enfoque de la realidad exterior por el individuo. Si se

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supone una inteligencia suficiente para permitir al individuo convertirse en una persona que vive y participa en la vida de la
comunidad, todo lo que produce es creativo, salvo en la medida en que el individuo esté enfermo o se encuentre frenado por
factores ambientales que ahogan sus procesos creadores. En el caso extremo existe un fracaso relativo en lo que respecta
al establecimiento de una capacidad personal para el vivir creador. Todo lo real, todo lo que importa, lo personal, original,
creador, se encuentra oculto y no da señales de su existencia. En esas condiciones, al individuo no le importa si está vivo o
muerto. Por lo tanto, el impulso creador es algo que se puede entender como una cosa en sí misma, pero también como lo
que se encuentra presente cuando cualquiera contempla algo en forma saludable o hace una cosa de manera deliberada. Es
posible establecer un vínculo entre el vivir creador y el vivir mismo, y se pueden estudiar las razones por las cuales existe la
posibilidad de perder el primero, y que desaparezca el sentimiento del individuo de que la vida es real y significativa.
Advertimos, o bien que los individuos viven en forma creadora y sienten que la vida es digna de ser vivida, o que no pueden
hacerlo y dudan del valor de vivir. Esta variable de los seres humanos tiene vinculación directa con la calidad y cantidad de
la formación de un ambiente al comienzo o en las primeras etapas de la experiencia vital de cada bebé.

Nada sucede en el crecimiento emocional que no se produzca en relación con la existencia del ambiente, que tiene que ser
lo bastante bueno. En la base de esto se encuentra la idea de independencia individual, siendo la dependencia casi absoluta
al principio, luego cambia poco a poco para convertirse en dependencia relativa y orientarse hacia la independencia. Esta no
llega a ser absoluta, el individuo en la práctica nunca es independiente del medio.

Gracias a la continuidad del cuidado materno el bebé puede, en situación de dependencia, gozar de continuidad en la línea
de su vida, y no pasar por una pauta de reacción ante lo impredecible y volver a empezar una y otra vez. Cuando
estudiamos la adolescencia, en la cual los éxitos y fracasos del cuidado del bebé y el niño empiezan a ser empollados,
algunos de los problemas actuales se relacionan con los elementos positivos de la crianza moderna y de las actitudes
modernas respecto de los derechos del individuo. En la época de crecimiento de la adolescencia, los jóvenes salen de la
infancia y se alejan de la dependencia para encaminarse hacia su condición de adultos. El crecimiento es un
entrelazamiento de suma complejidad con el ambiente facilitador, si todavía se puede usar a la familia, se la usa mucho; y si
ya no es posible hacerlo es preciso que existan unidades sociales que contengan el proceso de crecimiento adolescente.
Los mismos problemas que existían en las primeras etapas aparecen en la pubertad. En la fantasía inconsciente
correspondiente al crecimiento de la pubertad y la adolescencia existe la muerte de alguien. En la psicoterapia del
adolescente, la muerte y el triunfo personal aparecen como algo intrínseco del proceso de maduración y de la adquisición de
la categoría de adulto. Esto plantea grandes dificultades a los padres, los cuales lo mejor que pueden hacer es sobrevivir,
mantenerse intactos sin abandonar ningún principio importante. El adolescente es inmaduro, la inmadurez es el elemento
esencial de la salud en la adolescencia, no hay más cura que el paso del tiempo y la maduración que este puede traer. Si los
adultos abdican, el adolescente se convierte en adulto en forma prematura y por un proceso falso. El triunfo corresponde a la
consecución de la madurez por medio del proceso de crecimiento, no corresponde a la falsa madurez basada en una fácil
personificación de un adulto. Lo principal es que la adolescencia es algo más que pubertad física, aunque se basa en ella.
Implica crecimiento que exige tiempo, y mientras se encuentra en marcha el crecimiento, las figuras paternas deben hacerse
cargo de la responsabilidad. Si abdican, los adolescentes tienen que saltar a una falsa madurez y perder su máximo bien: la
libertad para tener ideas y para actuar por impulso. Hacen falta adultos si se quiere que los adolescentes tengan vida y
vivacidad., la confrontación se refiere a una contención que no posea características de represalia, de venganza, pero que
tenga su propia fuerza.

 “Las tesis sobre el jugar” Ricardo Rodulfo.

Rodulfo marca la importancia de distinguir el jugar del juego para acentuar el carácter de práctica significante que tiene esta
función; en tanto el juego remite al producto (con ciertos contenidos) de cierta actividad. La actividad en sí debe ser marcada
por el verbo en infinitivo que indica su carácter de producción. El jugar es el hilo conductor del cual podemos tomarnos para
no perdernos en la compleja problemática de la constitución subjetiva, no hay nada significativo en la estructuración de un
niño que no pase por allí.

Rodulfo sostiene que la práctica clínica impone la evidencia de funciones del jugar anteriores al juego del fort/da, funciones
que pueden verse desplegar en su estado más fresco a lo largo del primer año de vida, relativas a la constitución libidinal del
cuerpo. Estas funciones serían más arcaicas, más decisivas y mas primordiales que las del fort/da. A partir del jugar, el niño
se obsequia un cuerpo a sí mismo, apuntalado en el medio. Todo lo que hace el entorno posibilita u obstruye la construcción
de ciertos procesos del sujeto, pero éste no es un reflejo pasivo de ese medio (como creen las teorías ambientalistas) sino
que el niño va produciendo sus diferencias. El psicoanálisis se ha ido separando de la concepción del niño como pasivo en
los primeros tiempos de su vida. La idea de que el niño es pasivo al mamar es absurda ya que cuando el bebé succiona el
pecho materno, al estimular las glándulas mamarias, es él el que se proporciona su propio alimento a través de la madre.
Cuando detectamos en un niño algo que pueda pensarse como pasividad, estamos frente a una perturbación seria, a menos
que se trate de una enfermedad orgánica. En cambio, si todo está en orden, el niño a través del jugar va estructurándose
subjetivamente durante el primer año de vida. Esto es lo que Winnicott aisló como el factor de la espontaneidad. De esta

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forma, no se debe confundir la dependencia del infans respecto de los materiales con que se estructura, con pasividad. Los
materiales en sí nunca son unívocos, lo que en conjunción con la espontaneidad, promueve lo imprevisible. Las funciones no
son causa, sino condiciones; no sabemos cuáles aspectos del mito familiar el niño tomará o cuáles rechazará.

1°  El niño, antes de disponer de manos, ya tiene ojos y boca con los cuales comienza una actividad extractiva, empieza
por ser un arrancador/agujereador de materiales que luego va a utilizar para armar superficies continuas, extensiones. La
actividad que hay que pensar como jugar primero es una combinación de dos momentos: agujerear-hacer superficie. Esto
puede apreciarse en cualquier bebé que se embadurna con entusiasmo y unta luego todo lo que está a su alrededor. Sólo el
psicoanalista puede reconocer lo estructurante de esta práctica al descubrir que el cuerpo mismo no es más que un gran
pegado. Desde la estructuración primordial del cuerpo a través del jugar, lo primero que se construye entonces es una
película en banda continua. La banda incluye a la madre y a otros elementos. Es la primera función del jugar en la
edificación del cuerpo propio en donde se trata del trazado y la inscripción de una superficie sin volumen y sin agujeros.
Pregnante durante el primer año, la actividad de hacer bandas queda luego resignificada y recubierta por otras estructuras,
pasando entonces totalmente desapercibida, pero su subsistencia subterránea es indispensable a la existencia del sujeto.
Se trata de una continuidad donde el sujeto habita y se reconoce. Cuando no ha quedado una superficie organizada, hay
que construirla restitutivamente día por día con lo que se pueda. En este momento de la estructuración subjetiva, el espacio
es el cuerpo, cuerpo y espacio coinciden sin desdoblamiento; para un niño muy pequeño no hay ninguna operación sobre el
espacio que no sea una operación sobre su cuerpo. Este singular régimen de espacialidad lo conocemos como el “espacio
de inclusiones recíprocas” (Sami-Ali), espacialidad donde ninguna de las polaridades que luego van organizando la vida del
psiquismo están vigentes (yo/no-yo, sujeto/objeto, externo/interno). Espacialidad bidimensional. Además, este espacio de
inclusiones recíprocas es simultáneamente tiempo de inclusiones recíprocas en la medida en que enfrentamos un orden
donde las categorías del tipo pasado/futuro no han empezado a funcionar. Tampoco es cierto que haya un perpetuo
presente, sino que la mejor manera de representar este régimen temporal es usando el gerundio que supone que algo está
continuamente sucediendo.

2°  La segunda función de jugar tiene que ver con una actividad que involucra una serie de juegos de relación
continente/contenido, el niño intenta agarrar la cartera de la madre, sacar cosas de allí y volver a meterlas. La relación entre
contenido y continente que descubrimos es totalmente reversible. Del mismo modo que coloca un objeto dentro de otro,
puede recolocar esos elementos a la inversa. La afirmación preconsciente de que el continente debe ser más grande que el
contenido no tiene validez en este nivel arcaico. Dentro del esquema de inclusiones recíprocas cabe concebir que el
contenido que es más pequeño que el continente pueda albergarlo a su vez (con lo cual la relación pequeño/grande no está
plateada). La espacialidad prosigue bidimensional. Esto se relaciona con la segunda paradoja de Winnicott: para poder
separarse hay que estar muy unido, muy en fusión, es la fusión la que permite la separación y no al contrario. La segunda
función del jugar pone de manifiesto, es un espacio bidimensional, cierta dimensión de volumen reversible. Cuando esta
segunda función no puede desplegarse por causa de imposición de la diferenciación, el niño resulta agujereado. La
diferenciación yo/no-yo forzada de modo prematuro, obtura y complica el desarrollo. Una separación prematura entre yo/no-
yo altera la espontaneidad del niño y lo lleva a adaptarse al deseo del Otro, que no es lo mismo que un genuino desarrollo
simbólico. La diferencia que el niño se ve llevado a hacer es tan abrumadora que favorece la inscripción de vivencias de
impotencia y vacío, percatarse de que el Otro el que lo sostiene y que ese Otro podría desaparecer puede generar crisis de
angustia, se torna aniquilante. Varios analistas ubicaron como interferencia en la primera y segunda inflexión del jugar un
tipo de función materna errática con un alto grado de imprevisibilidad. En este contexto de errancia, el chico se ve
coaccionado a adaptarse a una diferenciación prematura entre él y el cuerpo materno, pasa demasiado pronto por
experiencias de agujereamiento. La diferencia yo/no-yo forzada de modo prematuro obtura y complica el desarrollo. El jugar
representa una función esencial ya que en su ejercicio el niño se va curando respecto de una serie de puntos potencialmente
traumáticos. A lo largo del proceso de estructuración y en la medida de ella, el jugar se va resignificando. Esta segunda
función del jugar conduce a la formación de un tubo caracterizado por una relación de continente a contenido el cual no
coincide con la tradicional delimitación imaginaria interno/externo. Este efecto de entubamiento se pone de manifiesto en
juegos de inclusiones de unos objetos en otros. Simultáneamente ubicamos una actividad primordial de extracción
practicada sobre el cuerpo del Otro (por lo tanto, del mito familiar) por parte del pequeño sujeto, praxis en cuya originalidad
se forma la pulsión.

3°  La tercera función aparece generalmente en el último cuarto del primer año. La forma más sencilla de detección de
esta tercera función del jugar es a través de juegos de escondite, prácticas de aparición y desaparición. Son el principio de
un largo camino que desemboca en juegos más complejos en los que el goce en ocultarse se mantiene esencial. La
desaparición que hasta ese momento no provocaba ningún placer o bien causaba angustia, pasa ahora a ser un
acontecimiento libidinal. Este juego está ligado al destete, respecto de lo cual se debe destacar que es el bebé el que se
desteta cuando encuentra el mínimo necesario de colaboración por el lado de la función, espontáneamente la va haciendo a
un costado, es un acontecimiento muy poco dramático si nadie lo interfiere. Esta nueva adquisición, la capacidad de
desaparecer, se vuelve decisiva para la cuestión de que haya algo real: algo es real solo a partir de que demuestra y hace
valer la posibilidad efectiva de su desaparición, tanto desde el lado del SU como del O. El niño cobra conciencia de este

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flamante y extraño poder q va independizando su consistencia de la presencia concreta del Otro primordial, pero asimismo
aquél adquiere la cualidad de lo condicional. Este nuevo orden de cosas genera un aumento en la sensibilización al potencial
de ausencia que ahora late en cada encuentro; pero por otra parte también y por primera vez se constituye un par opositivo
presencia/ausencia antes inexistente: cuando alguien desaparecía no estaba incluida la posibilidad de su retorno. Con la
nueva operación simbólica, la angustia lentamente vira hacia su utilización posible como señal, una de cuyas primeras
aplicaciones es su apronte a los menores indicios de que el Otro se dispone a partir. El primer fenómeno destacable de esta
época es la angustia del octavo mes (René Spitz) que se exterioriza ante el extraño. Esta angustia es un índice de que se
está inscribiendo por primera vez algo como extraño a la madre. La escritura psíquica del extraño configura otro trazo
fundamental en la operación destete, forma parte de su esencia. Si no todo es madre, si hay elementos no madre, al menos
uno, yo no soy ella tampoco y ella no es yo. En esta época también se hace sentir la irrupción del jugar con el no, incluso a
ser no, respondiendo el niño con él a toda solicitación del Otro, aunque luego toma lo que se le ofrece. A esta altura puede
crear distancia, hacer espacio tridimensional en el acto mismo de arrojar. Se trata de un espacio exterior al cuerpo materno,
ya no se vive en el cuerpo del Otro o sólo en él (espacio de inclusiones recíprocas), sino que emerge la escansión entre el
aquí y el allá. El relativo fracaso en lograr el fort/da complica toda la problemática edípica del niño. Si no puede franquear la
denegación originaria, todo en aquella queda empastado por un pegoteo fusional. Al tirar del carretel, el niño crea un espacio
que antes no existía, no es que el objeto se ve arrojado fuera, sino que al arrojar el objeto se produce un afuera, acto
inaugural de fabricación de ese afuera. Esto le permite al niño simbolizar lo que antes era para él impensable: la partida de la
madre. No tenia modo de concebirlo salvo como desaparición peligrosa e insoportable, a partir de la producción de este
espacio se vuelve imaginarizable, representable y, por lo tanto, da curso a una regulación diferente de la angustia. La
patología ligada al fort-da es de pegoteo. El chico, en lugar de fabricar sus propias imagos y con ellas esa nueva
espacialidad fuera del cuerpo materno, solo atina a existir intentando refusionarse continuamente al Otro, anexarse a él. Así,
no sucede únicamente q permanezca adherido, sino q todas las derivaciones patológicas posibles permanecen adheridas a
lo corporal en un estatuto de reificación de su concretud. Es también un hecho frecuente el planteado por situaciones
manifiestamente inversas en las cuales el niño se vincula fácilmente a cualquiera y se muestra desapegado desde bastante
pequeño. El punto de estructura es el mismo: no se ha construido verdaderamente el fort/da, ni siquiera se ha simbolizado el
extraño en tanto tal.

Juego Estructuración Psíquica


 Juegos de embadurnarse. Es con el cuerpo.  En el jugar el chico se obsequia un cuerpo a sí mismo.
 Se arma un cuerpo sin volumen y continúo como si fuera la
1º banda de Moebius. No existe el interior ni el exterior.
 Espacio y tiempo bidimensional.
 Juegos de contenido/continente.  No es que diferencia el interior del exterior dado que no
hay reversibilidad. No puede comprender que un cubo
chiquito va dentro del grande y no al revés.
2º  La espacialidad sigue siendo bidimensional pero pone de
manifiesto cierta dimensión del volumen.
 Conduce a la formación de un Tubo.
 Cuando esta 2º función no puede desplegarse, el niño
resulta agujereado.
 Juegos de escondite, aparecer/desaparecer.  La desaparición que hasta el momento causaba angustia,
 En torno a esta operación simbólica se ahora pasa ser un acontecimiento libidinal.
3° despliega una multiplicidad de jugares como  Winnicott define el destete como un “dejar caer cosas”. Es
“dejar caer cosas” y más adelante el placer de el niño quien se desteta cuando encuentra el mínimo
arrojar cosas. necesario de colaboración. No se central solo en un
acontecimiento oral sino que puede localizarlo en los
juegos de “taparse”.

La crisis de la pubertad golpea todos los niveles previos de la estructuración subjetiva, retomándolos, no hay adquisición que
no deba replantearse. Todas las funciones del jugar se vuelven a desplegar y son llamadas a nuevas exigencias de trabajo.
Hay un cambio radical en los materiales mismos que se utilizan a lo largo de los momentos de la subjetivación, en tiempos
de la adolescencia se da un salto de especial magnitud.

En relación con la primera función del jugar, o sea la problemática de armar superficies, ocurre en la adolescencia una
profunda crisis en la especularidad. Hasta ese momento el espejo funcionaba como anticipo de una cierta unificación, pero a
partir de la pubertad la función del espejo se desarticula y se subvierte, lo que de él retorna no sirve ya como realización
adelantada de unificación, sino que acentúa e intensifica la disarmonía. El vínculo del adolescente con el espejo se
manifiesta como un vínculo conflictivo: le devuelve un niño a medias, disyunto también del “ser grande”. No le devuelve
ninguna promesa de fusión ni de estabilización, por lo que se retoma la necesidad de continuidad ininterrumpida. Es muy
común que nuevas bandas se fabriquen en relación con nuevas personificaciones o encarnaciones del yo ideal o al grupo de
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pertenencia. La relación del adolescente con su grupo no es una relación que pueda entenderse por el lado de
externo/interno, sino que se ilustra usando la banda de Moebius, reconstituyéndose un espacio de inclusiones recíprocas.
Otro modo de restablecer aquella antigua superficie se puede encontrar en ciertas formas de masturbación donde no sólo
está en juego lo sexual sino también el darse cuerpo. Tampoco es cosa rara el retorno pasajero de prácticas más arcaicas
en cuanto a formación de superficies (ej. Períodos de suciedad o adhesiones a ciertas ropas).
También el fort/da experimenta un agudo replanteo, en particular el par familiar/extrafamiliar es completamente resignificado.
Para el adolescente se trata de desaparecer, pero no sólo en relación con la familia como entidad sino respecto de todas las
categorías familiares que organizaban su vida en lo simbólico, sus núcleos de identidad.

Todas las cosas que parecen poblar el espacio de la vida del adulto las toma la adolescencia y las vuelca en el suyo, lo cual
produce una mutación en ellas, sutilmente penetradas en tanto jugares por el proceso primario. Cuando esta transicionalidad
no se produce tropezamos con fenómenos del orden del falso self: alienación en la demanda social o en el deseo del Otro,
precipitación de decisiones que aplastan el jugar reemplazándolo por trabajo adaptativo, huida hacia la adultez o invasión
patógena de exigencias de ésta. Lo más importante es volver materia de juego algo que de otro modo quedaría
inevitablemente inscripto en la dimensión de significante del superyó, sobre todo porque no cesan las múltiples demandas
del Otro. Si el sujeto no consigue metabolizar estas demandas y transformarlas en algo propio a través del jugar, queda
atrapado en lo que funciona como mandamiento superyoico de adaptación al ideal, entregado a una existencia en la que su
desear mismo es rechazado y desconocido. Sólo si consigue (y aquí es el punto donde de fracasar la praxis lúdica puede
sustituirla el acting-out) transformar eso que viene desde el Otro como significante del superyó en material de juego, material
para construir su subjetividad, su deseancia, deviene en significante del sujeto, o sea que lo representa a él y no meramente
a lo que lo ordena. Con esto rozamos otra dimensión de la función del jugar en la adolescencia: lograr que el trabajo,
cualquiera sea, pueda investirse como juego; función capital entonces para derrumbar la dicotomía jugar/trabajar, que hace
estragos en la existencia del adulto. Una tarea de incomparable envergadura en la adolescencia es lograr que aquello que
se convierta en su trabajo, para él se mantenga en su inconsciente ligado al jugar, pues si se va separando de ella el trabajo
acarreará alienación y empobrecimiento del sujeto. Debemos pensar el campo del jugar infantil en términos de actividad
preparatoria para la vida adulta, actividad eminentemente adaptativa. El criterio para decir que algo pertenece al registro
lúdico es descubrir allí circulación libidinal. Una de las tareas más decisivas que especifican la adolescencia es entonces la
transformación del jugar como práctica significante en lo que conocemos como trabajo. Si dicha tarea queda sin realizar o
gravemente fallida, se compromete todo lo que va a ser del orden del trabajo más allá de aquel período. Las formaciones de
deseo desarrolladas en el campo del jugar infantil y adolescente ceden gran parte de su fuerza y de su poder al trabajar
como actividad central adulta, otorgándole una base pulsional decisiva sin la cual el trabajar o no puede constituirse o se
seudoconstituye como una fachada socialmente muy redituable pero subjetivamente vacía de significación.

Proposición teórica: un quantum significativo del orden del deseo que se despliega en la actividad del jugar debe pasar a la
actividad de trabajar si es que ese quehacer ha de tornarse realmente propio del sujeto. Si poco o nada del orden del deseo
inviste el trabajar, el resultado no será alguien que no trabaje (o no necesariamente), puede ser que trabaje pero este éxito
adaptativo es un fracaso del sujeto. Allí donde calla el deseo, donde se acaba el jugar, el sujeto está perdido. Se debe
producir este desplazamiento libidinal de un campo a otro, y el tiempo en que esto debe pasar es justamente una de las
cosas más cruciales que especifican a la adolescencia. En esta transformación del jugar al trabajar hay toda una multitud de
conflictos, tensiones, desencuentros, bloqueos. Cuando se da una perturbación muy severa que vuelve imposible por los
medios ordinarios ese pasaje del jugar al trabajar, nunca encontramos que las razones de tal imposibilidad radiquen
exclusivamente en el campo de los procesos del sujeto, en todos los casos interviene fuertemente algo de su prehistoria o
del mito familiar. Otro aspecto teórico de importancia ubicar dónde se detiene el cuerpo imaginado que se forjó para un
determinado hijo y detectar la presencia o ausencia de formación de la categoría ideal del yo. La clínica nos enfrenta a
materiales donde lo subrayable es la ausencia de todo proyecto anticipatorio; mientras que en el polo opuesto se sitúa el
conflicto entre una apuesta deseante en divergencia de los anudamientos del ideal más consolidado míticamente y la
presión del proyecto anticipatorio contenido en el cuerpo imaginado. En el primer caso hay una forclusión del ideal del yo, no
hay categoría, por lo tanto el futuro tampoco existe de modo que el sujeto vive en un permanente “soy”. Tenemos que
considerar la categoría misma del ideal en su coeficiente de ambigüedad, por cuando oscila entre aplastar a un sujeto y
estimularlo libidinalmente en su autoconstrucción. Todo yo ideal no transformable (coagulado), llegada la adolescencia
deviene un significante del superyó, muta de significante del sujeto a la posición antagónica pasando de representarlo a él a
mutilarlo.

 “A la búsqueda de lo figural en psicoanálisis” Y “Metodología del desciframiento” Marisa Rodulfo.

Marisa Rodulfo apunta a respetar el hecho de la figurabilidad, tomando partido por la autonomía del grafismo frente a la
subordinación a lo verbal. Muestra la dificultad para darle una posición autónoma a la producción gráfica, lo que cuesta el
viraje de su destino inicial de complemento de otras producciones. No intenta pasar de un “logo” a un “grafocentrismo”, sino
reivindicar un campo de dispersiones donde hablar, jugar, graficar, modelar y otras manifestaciones simbólicas coexistan en
una trama polimorfa a modo de escrituras que no reconocen centro alguno en una de ellas de los que las restantes

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funcionarían como derivados, como complementos. Define al dibujo como “suplemento originario”. El dibujo es una
producción que al igual que la obra de arte no guarda con la fantasía una relación de expresividad, ni con la palabra una
relación de dependencia. Plantea una serie de reduccionismos a los que el sujeto suele estar sometido, los cuales atribuye a
resistencias del analista o falta de formación. Libra una batalla para que la producción gráfica pueda ser reconocida como
otra de las posibles vías de acceso para el descubrimiento del inconsciente del niño, junto con formas canónicas como el
juego y la palabra.

 Sigmund Freud: el advenimiento de una concepción de la imagen en términos de escritura se halla estrechamente
enlazado a los orígenes del psicoanálisis. Freud constituye una nueva concepción de lo imaginario onírico que consiste en
que el sueño es una escritura de un deseo inconsciente en imágenes donde lo verbal y lo visual se articulan, sustituyen,
resignifican; que no se aprehende directamente sino en el curso de múltiples trasposiciones y deformaciones. El sueño
aparece así como una producción fruto de un trabajo del psiquismo, y de ninguna manera como una simple expresión o
traducción.

 Marisa Rodulfo: Dibujo y sueño se anudan en un elemento común que es la consideración por la figurabilidad, lo que
significa decir que la imagen tiende de irreductible a otra escritura que no sea ella misma, lo que no es traducible sin el resto
decisivo de sus propios trazos. Ambos son homologables en tanto escritura en imágenes. Si interpretamos un dibujo
siguiendo las pautas de la interpretación de los sueños (Freud) entonces no veremos allí una cosa signo analógico de otra
en lo real, y habremos de pensar en un enigma figural. Realizaremos interpretaciones descomponiendo en elementos
figurales y no totalizadores globales. Nuestra referencia es a un trabajo del inconsciente, a un trabajo de escritura del deseo
en composición con la censura de la resistencia que ese deseo despierta, y cuya mutua transacción guía la mano del que
dibuja. Sostiene que no se debe equiparar el juego, el grafismo ni el modelado al lenguaje ya que ninguna de estas semiosis
es traducible por entero a lo verbal y por eso mismo no puede ser entendida valiéndose de aquél como referente
privilegiado.

 Sarah Kofman: Arte y sueño son dos dialectos diferentes pero no opuestos. Lo figural es una forma autónoma de escritura
no reductible a lo verbal.

 Melanie Klein: da por sentada la diferencia entre un sujeto en vías de estructuración y otro con una estructuración ya
consolidada, por lo que accede de una manera distinta a las asociaciones del niño: descubre la vía del juego. Sostenía que
el niño expresa sus fantasías, deseos inconscientes y experiencias por medio de juegos. Si bien superó el riesgo de
considerar la no condición de adulto como un fenómeno deficitario al descubrir con el juego una nueva posibilidad, la
legitimación de la introducción del juego se realiza mediante una ecuación que postula su equivalencia a la asociación libre.
Para Klein, se trata del uso técnico del juego y de una reflexión sobre el contenido del mismo, que además es considerado
como una defensa frente a la ansiedad.

 Sophie Morgenstern: fue la primera en utilizar el dibujo como aproximación al inconsciente. Sostiene que con un trabajo
analítico se consigue reconstruir gracias a los dibujos, una narración gráfica que conduce al origen de las producciones, al
traumatismo afectivo y a los sentimientos que los inspiraron. Sin embargo, Morgenstern como Klein sostienen la sumisión
innecesaria a lo verbal.

 Donald Winnicott: introduce una oposición entre juego y jugar. Sostiene que lo que planteaba Klein sobre el juego no es
falso, pero sí secundario a una función originaria del jugar en tanto manifestación espontáneamente creativa del inconsciente
del niño. Se trata más de una capacidad del niño para crear, imaginar, idear, producir un objeto, que de una reacción
defensiva. En vez de reducir el juego al lenguaje, destaca lo que hay de lúdico en éste. Lleva esta perspectiva al grafismo
con su invención del juego del garabato, donde presta mayor atención a la actividad por sobre el contenido/sentido. Él
también busca para el desciframiento de los garabatos la supuesta claridad en los dichos de los padres recolectados en las
entrevistas, erigiendo lo verbal en garante de la verdad.

 Francisco Tosquelles: plantea el graficar como un medio de escritura del cuerpo, a la vez que como medio de lectura para
el psicoanalista que debe evaluar no sólo el estado psíquico del niño en lo que se refiere a una problemática puntual, sino el
grado de desarrollo alcanzado en la conformación del aparato psíquico. Diferencia ocho tiempos en la constitución temprana
legibles a través de la construcción gráfica: 1. Cuerpo vivenciado como una sucesión de vacíos y llenos que se traduce en
forma de círculos; 2. Prevalece uno o dos círculos aproximados; 3. Dos círculos unidos en forma de pesas; 4. El círculo se
alarga tomando a menudo forma de triángulo o trapecio (incipiente diferenciación interno/externo); 5. Etapa muscular,
integración de manos y piernas, conquista del espacio y reorganización del espacio interior; 6. Aparece la casa como propio
externalizado; 7. La casa se ordena en divisiones interiores; 8. La casa se puebla de los padres (cuando están en forma de
luna o sol nos encontramos con un yo constituido frente a los problemas del Edipo).

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 Francoise Doltó: procesa el grafismo infantil como un auténtico fantasma representado. No obstante, recae en ese efecto
de subordinación a la asociación verbal ta que sostiene que cualquier composición libre es descifrable por las
verbalizaciones del niño.

 Sami Ali: sostiene que toda adquisición del espacio se realiza a través del cuerpo. Distingue cuatro variantes del dibujo: 1.
Dibujo como realización del deseo; 2. Negatividad en lo figural (lo esencial reside en lo que se omite); 3. Espacio de la hoja
como espejo de sí mismo; 4. Espacio de la hoja como espacialidad del propio cuerpo.

Existe una perspectiva clásica en psicoanálisis basada en el dibujo como expresión. Esta perspectiva es la de la producción
figurativa como complemento ilustrativo del lenguaje verbal. Sin embargo, el énfasis debe recaer en los grafismos en tanto
suplementos de producción, en la misma dirección que la asociación verbal, el sueño o la obra de arte. Suplemento porque
el niño está añadiendo algo nuevo que ni otros actos suyos ni el mito familiar tenían preestablecido. Si bien es cierto que la
gráfica lleva consigo elementos del pasado, no se trata de una fantasía preexistente que encuentra su vehiculización a
través del grafismo, sino que porque existió tal producción se hizo posible acceder a tal material. Es más, algunos dibujos
son una tentativa de curación con respecto a la historia y prehistoria. En este sentido el dibujo no es una ilustración de un
estado de cosas, sino que a través de la escritura en imágenes se puede asistir al desarrollo y modificación de un estado de
cosas.

Reduccionismos:

a. Reducción del dibujo a técnica de exploración: consiste en introducir en la rutina de las primeras entrevistas que el
niño dibuje determinadas cosas. Parece responder a una doble depreciación; la del niño como sujeto y la del dibujo
como escritura. Así vuelve imposible la emergencia espontánea del graficar. Subyace a este procedimiento la
desvalorización del dibujo en contraposición a la idealización de la palabra.
b. Reducción al contexto: el contexto en tanto problemática se convierte en temática única del dibujo, de esta manera
huye de interrogar al dibujo como texto. Así aplasta la especificidad del graficar como escritura y a la vez de trivializa
el contexto eximiéndose de un trabajo serio de desciframiento.
c. Reducción a lo escuchado en las entrevistas con los padres: se renuncia de antemano a dejarse sorprender por los
dibujos del niño y a la posibilidad de encontrar entre ellos algún elemento nuevo, lo único que se le pide a los dibujos
es que ratifiquen lo preexistente, lo que dijeron los padres en las primeras entrevistas.
d. Reducción a las asociaciones verbales del niño: simplemente desdobla al niño instalando en el sector verbal las
garantías de sentido. El analista no puede resolverse a pensar en términos de escritura en imágenes, prisionero de
una concepción logocéntrica de la escritura.
e. Reducción a una simbólica establecida: en este caso, una decodificación sumaria reemplaza el trabajo de análisis,
se trata de unas claves fijas que varían de acuerdo con el marco teórico del analista.
f. Reducción a lo transferencial: todo lo que el paciente haga o deje de hacer en el papel se ve a los ojos de la
situación analítica, se convierte la transferencia en significado e todos los dibujos, lo que oscurece el trabajo en
transferencia que el niño está haciendo en la sesión con sus trazos.

Estas reducciones convergen en un punto que es el de su contribución a generar la resistencia del analista a pensar lo
figural en encadenamiento asociativo. El analista tiene que desarrollar una mirada capaz de aprender lo figural en su
especificidad, respetar los dibujos como textos, familiarizarse con su particularidades y no echarles una ojeada y pedir
socorro a las asociaciones verbales.

Lo figural apunta al trabajo del trazo a las condiciones de la puesta en visibilidad, por lo tanto el mamarracho no está
considerado como algo previo a lo figural ni como algo previo al dibujo propiamente dicho, al contrario, en la base de toda
figuración opera su potencial de continua desfiguración y transfiguración. El arte del analista estriba en detectar lo que de
mamarracho insiste en cada dibujo.

Condiciones de instalación en el espacio hoja, determinar la manera en que el niño entra en ese nuevo espacio:
- El niño queda ceñido a una pseudo-ocupación de todas las hojas sin poder verdaderamente dibujar, descarga sobre ella
elementos diversos sin que estos pasen de cosa a trazo,
- El niño se aposenta en un espacio de trazo, a veces una hoja le alcanza para una sesión y aún más.
- El niño se comporta como si el espacio disponible fuera mucho menor, ocupando mínimas porciones de él.
- El niño desborda el espacio efectivo de la hoja.
- El niño estructura ejes divergentes que separan el plano de la hoja proponiendo agrupaciones que parecen realizadas por
distintas personas.
- El niño descompone el espacio en la dicotomía rígida de lo superior y lo inferior, arriba y abajo desarrolla escenas que no
parecen guardar ninguna relación entre sí.

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Cuestiones importantes a tener en cuenta: transformaciones en las mismas regiones de la hoja a lo largo de una secuencia;
orientación predominantemente centrífuga o centrípeda de los trazos; consideración de ciertas invariantes formales o
significantes que se repiten en una secuencia gráfica; colores, luminosidades, gradaciones en las intensidades cromáticas.

En los niños afectados por los procesos de agujereamiento patógeno se pone de relieve el cuerpo, ese cuerpo que no está
disponible para el niño. En los primeros tiempos de su constitución (cuando el objeto y la zona constituyen la zona-objeto) si
se produce una pérdida, trae aparejada no sólo una pérdida de objeto sino una pérdida de sujeto a la que denominamos
agujero en el cuerpo (según Aulagnier, inscripción pictogramática de rechazo). En esos tiempos primordiales, el objeto es
concebido como generado por la zona, y la zona, a su vez, por el objeto. En este espacio de inclusiones recíprocas no
funcionan los pares opuestos que irán paso a paso constituyendo el aparato psíquico. Este concepto de pictograma de
rechazo permite pensar de una manera más sutil la diferencia entre inscripción positiva y una inscripción negativa, sin
considerar a ésta como una falta de inscripción. La positividad del agujero se despliega en que constituye o bien una pérdida
de zona o bien una pérdida de la actividad ligada a ella y, por consiguiente, una pérdida de cuerpo. Se debe diferenciar el
agujero del orificio: las cavidades con que el pequeño ingresa al mundo son transformadas en orificios de circulación al
convertirse en zonas erógenas.

El encuentro entre las necesidades del niño y la función materna produce la escritura de lo corporal. Tanto la alegría como el
dolor serán metamorfoseados a través de este proceso en jeroglíficos corporales. Es decir, se dibuja cuerpo si se produce
una inscripción erótica positiva, pero se dibuja agujero si el desencuentro entre la madre y el niño produce una inscripción
tanática negativa.

 “Dibujos fuera del papel” Ricardo Rodulfo.

Modelo que plantea bajo la forma de una secuencia:

Cuerpo  Espejo  Pizarrón


(Madre) (Hoja)

Caricia  Rasgo  Trazo


Rodulfo intenta conceptualizar qué decisivas operaciones están en juego cuando se trata de hacer una raya. Para hacer su
conceptualización, parte de un caso clínico. Una niña, que está con su mamá presente en la sesión, comienza por alejarse
de ella, sale de allí. Llega a un espejo, agarra una tiza y empieza a dibujar sobre el espejo algunos de sus propios rasgos,
reduplicando de manera discontinua, fragmentaria, su imagen en él reflejada. Siempre con la tiza en la mano reanuda su
camino hasta detenerse frente a un pizarrón, donde intenta, hace el gesto, pero fracasa. No consigue trazar ni la más
pequeña raya sobre él, la mano se detiene súbitamente y cae antes. Muestra signos de malestar o de angustia, y termina
comiéndose la tiza. Tras lo cual vuelve al espejo y reinicia su tarea de copiar rasgos de sí sobre su propia imagen, de la
misma forma discontinua de antes. Esto vuelve a impulsarla hacia el pizarrón, donde fracasa nuevamente. El ciclo de idas y
venidas entre espejo y pizarrón tenderá a reproducirse indefinidamente. Así Rodulfo ubica tres lugares de aposentamiento
del sujeto, en su marcha, en sus procesos de estructuración el sujeto debe poder vivir en ellos: el cuerpo de la madre, el
espejo y la hoja (o el pizarrón en la secuencia clínica). Estos tres lugares conocen un despliegue en la diacronía, a la vez
que tras un período breve en apariencia pero denso en sus trabajos, un régimen de por vida de coexistencia, de despliegue
sincrónico. A lo largo de la sesión la niña nunca vuelva a donde está la madre, no desanda el camino es su totalidad, sino
que se queda en el espejo. Pareciera que ella trata de resolver algo en el espejo, algo que le pasa frente al pizarrón. Esta
niña se ve en el espejo, pero eso no le bata, lo cual la lleva al procedimiento de suplir añadiendo fragmentos de sus rasgos
sobre sus rasgos, sin avanzar nunca al dibujo de la silueta entera. Podríamos pensar que se ve en el plano literal pero falla
en algo el verse, el reconocerse, el encontrarse a sí misma en el plano metafórico, no termina de implantarse del todo “toda”
allí. No obstante hay que rescatar la posibilidad de hacer rayas (trazo) en el espejo. Así se ve que la niña emprende un
camino pero hay algo que no puede transportar, y si bien llega al pizarrón con la tiza en la mano, no pudo llevar hasta él la
posibilidad de dibujar. Además, en el segmento que media del espejo al pizarrón, la tiza experimenta una devaluación en su
estatuto de ente; de medio de escritura pasa a objeto consumido. Donde debía emerger el gesto de la mano que traza
determinando con su acto la constitución de un espacio nuevo, tiene lugar en cambio un comportamiento oral mucho más
antiguo. Esta inesperada reaparición del elemento oral nos conduce a la relación y al espacio del cuerpo de la madre donde
aquella pulsión se enclava firmemente. ¿Qué es lo que no comió de la madre que hacía falta para hacer trazo sobre el
pizarrón? El pizarrón deviene para la niña un muro impenetrable en lugar de funcionar como una superficie abierta al trazo.
Esto llama la atención porque los niños tienen la capacidad para dejar marcas a su paso, una subjetividad es un ser que deja
marca por todos lados. Resulta verdaderamente grave que un niño no encuentre el modo de marcar una superficie una vez
cumplidas determinadas condiciones de edad y de funciones de contexto. Esta niña no podía reconocerse en algún trazo

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propio ni había concluido su dibujarse en el espejo. Un trazo es un trozo de carne. Hay un trozo de carne que la niña no
consigue llevar y colocar en el pizarrón. La hipótesis que se plantea Rodulfo acerca de la niña de la tiza es: ¿Qué cosas, en
lo que a ella respecta, no se escribieron antes? ¿Y en dónde no se escribieron? ¿Qué marcas no se produjeron y en qúe
otros lugares? Rodulfo va a plantear que se trata del fenómeno universal de la caricia, la cual nos instala en el cuerpo de la
madre, territorio por excelencia del acontecimiento del acariciar. El niño toca, agarra, hunde el dedo, pellizca sobre el cuerpo
de la madre porque tiene que aposentarse allí, ése es su trabajo de aposentamiento. También esos acariciares van a
constituir la matriz de sus futuros trazos. Lo abordaremos por la vía del juego que se da entre el niño y algún grande muy
especial para él, y que constituye una escena de escritura: con su solo dedo, éste debe recorrer lentamente el rostro del
niño. Una enumeración verbal de cada uno de los elementos suele acompañar este dibujado. En general, el niño pide la
repetición del juego y disfruta también con la introducción de pequeñas variaciones en el curso de la escena. De esta forma,
el acariciar no es simplemente una expresión de afecto, sino que su desplegarse constituye un auténtico campo de juego
intersubjetivo. El acariciar es una de las prácticas que van formando cuerpo, que entonces deja de ser pensado como una
unidad previa al trazado de un tejido de caricias. Funda cuerpo junto a otras operaciones, el dedo del grande transforma en
rostro la cara del niño. El niño es tan acariciante como acariciado. Otros modos de aparición del acariciar típicos son: cuando
un niño acomete la búsqueda de sí mismo a través de esos particulares dibujos que son los diversos relatos familiares sobre
su nacimiento y otras circunstancias de su historia y prehistoria; o respecto del apasionado interés por los álbumes familiares
de fotos. Freud también reconoce la función estructurante del acariciar sosteniendo que a través del placer que produce la
caricia el niño se subjetiva, pasa del organismo al cuerpo, se inscribe en tanto corporeidad. Aquí debemos ubicar la
“experiencia de la vivencia de satisfacción”, la cual funciona como experiencia de subjetivación, es la consecuencia del
experienciar la satisfacción. La caricia subjetiva, es una operación crucial para esa transformación de un pequeño mamífero
en sujeto deseante. La constitución del cuerpo del niño resulta de diversas escenas de escritura en red, componiendo una
secuencia. Cuando un niño dibuja, modela o le hace hacer ciertos recorridos a sus juguetes, está repitiendo pasos de
escritura que antes se cumplieron en el plano de la caricia. Podríamos pensar a la luz de lo expuesto que la niña de la tiza al
dibujar algunos rasgos parciales de su rostro sobre la imagen aparentemente tan plena en el espejo un intento trunco de
reproducir algo de ese juego de la caricia en otro espacio y con otros elementos de escritura. El acariciar parece cumplir una
función de escritura del cuerpo en tanto subjetividad. Hablamos además, pensando en cierto juego de intercambios madre-
niño, de escena de escritura. Para que algo cumpla esa función estructurante escriturante que atribuimos a la caricia debe
haber cierta cualidad inconsciente en la caricia para que se realice a su través esa función de escritura. El acariciar, como
las otras escrituras, debe ser pensado como modos de aposentarse o de habitar diferentes espacios indispensables para
que haya vida psíquica humana. En la niña de la tiza pasa algo que elimina la potencialidad inherente a todo sujeto de
subjetivizarse en el pizarrón. Ahora Rodulfo introduce la hipótesis de un déficit en los procesos de subjetivación, o la de una
subjetivación deficiente. Para abordar esta cuestión tenemos que tener en cuenta que la experiencia de amamantamiento es
una escena matriz que dispone, vertebra, ordena una serie de elementos de un modo determinado, no es solo matriz de la
sexualidad humana, sino también de los procesos de subjetivación. En esta escena primordial hay múltiples componentes
independientes de la oralidad: en primer lugar una escena de abrazo y de acariciamiento mutuo, y es éste el aspecto más
global en la escena. Se debe reconocer el polimorfismo del acariciar, los trabajos allí de la mirada, de la voz, de la olfacción,
etc. Lo matricial de esa escena es el abrazo, en cuyo seno se ejecuta la operación del amamantar (se). En la experiencia del
abrazo la mamá está funcionando como un lugar, el hijo la habita, se aloja en el acto del mutuo estrechamiento. La ausencia
de una vertebración derrumba paulatinamente la secuencia. Rodulfo considera prioridad del abrazo por sobre la oralidad. La
escena definida como Freud como matriz de cualquier goce humano debe ser pensada como escena de escritura entre
madre e hijo, que no sólo va a regular la vida erótica posterior sino la posibilidad de escribir en otros espacios y sobre otras
superficies. Si pensamos en la niña de la tiza, esta no tiene hecho el pizarrón, matriz de la escritura. De no haber un niño
que lo invista, un pizarrón, una hoja de papel no es más que una cosa entre las demás cosas. Un niño la hace hoja al
aposentarse allí. Esto procura una idea de hacia dónde apuntar el proceso de la cura en una niña como la de la tiza: hay que
lograr que consiga ocuparlo, que se vuelva habitable para ella. Habitar un lugar es poner cosas propias ahí, pero esto no se
hace sin profundas modificaciones subjetivas en quien los pone ahí. El trazado de una raya produce un impacto
estructurante en el sujeto de la operación. Por lo que la cura no tiene que basarse en descubrir qué significa
inconscientemente el pizarrón, sino dirigirse a que el mismo signifique algo para ella, que sirva como superficie de
inscripción. La manera que un niño tiene de aposentarse en un lugar es a través de las marcas que hace y deja en él. El niño
es un ser marcante, demarcado por las marcas que es capaz de escribir. El Yo es pensable como una de las culminaciones
de esos laberintos de marcas. El ponerse el niño a trazar rayas sobre una hoja es el resultado de largos trabajos de escritura
cumplidos sobre otro terreno. La ligazón corporal no es algo que un psiquismo se encuentre ya hecho y asegurado, sino que
cada niño debe emprenderla y conseguirla, por eso hablamos de trabajo. Esta ligazón con lo corporal es la escritura misma
del cuerpo, el niño la obtiene escribiendo a un tiempo su cuerpo y el cuerpo materno en el cual aquél se apuntala. De estos
trabajos depende la existencia y el funcionamiento del cuerpo. ¿Qué hace el niño al dibujar? Realiza un nuevo acto psíquico
en que se vuelve a plantear el ligarse a su cuerpo. El dibujo pasa a ser uno de los trabajos concretos en que toda esta
ligazón se opera.

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La niña de la tiza nos ha demostrado que nadie puede vivir en la desintegración, sin unificarse de alguna manera. El punto
no será si sí o si no unificación, sino la cualidad de ésta, por qué medio se adquiere, cómo se da la unificación. Si un niño se
unifica en torno a una referencia no humana, se trata de un fracaso de cuantía en los procesos que lo van subjetivando.

El establecimiento de escenas en psicoanálisis guía la interpretación. La escena se dispone como una cierta secuencia. No
hay sujetos que gobiernan la escena de escritura, recién en el campo de la escena de escritura se hace distinguible un
sujeto o más. De modo que la escena no es expresiva, sino que en ella se fabrican y suceden cosas. Lo que propone
Rodulfo es llevar distintas situaciones típicas de la cotidianeidad al rango de escenas de escritura e interrogar qué se escribe
allí.

Luego Rodulfo lo que hace es redoblar el modelo inicial con otra serie que pretende articulada a la primera, y lo expuesto
respecto de las funciones estructurantes de la caricia y el abrazo es lo que legitima la hipótesis de ponerla en secuencia con
el rasgo y el trazo. Las flechas en dirección progrediente marcan una relación de transformación: si algo del orden del
acariciar fue logrado, el sujeto llega al espejo pudiendo reconocerse como unificado gracias al Otro, el Otro tiene que
afirmarle que ése que está en el espejo es él. Aquí Rodulfo ubica el rasgo, lo que lo posiciona dentro de la especie.
Finalmente, si el sujeto se ve como humano, puede llegar a la hoja y dejar un trazo que marca su subjetividad diferenciada
del Otro. Es trazo cuando es voluntario. De modo que el dibujo del cuerpo propio y del materno que llamamos caricia se
adelanta a los juegos de encuentro en el espejo y a los diversos dibujos en los que el niño se representa sobre una
superficie plana. Pero también encontramos una flecha en dirección regrediente que dice de una acción que en la
constitución del acariciar podrían ejercer el rasgo y el trazo. No se debe pensar que una caricia está terminada sin la
inclusión del rasgo y del trazo. Esto lleva a pensar los tres términos de la serie no como una sucesión clasificatoria sino
como formas de ligazón de lo corporal.
Se debe delimitar como necesidad primordial del niño la necesidad de lo intersubjetivo, condición fundamental para que se
verifiquen las operaciones de subjetivación. La necesidad debe ser entendida como necesidad de encuentro. La
subjetivación debe ser entendida como la ligazón de lo corporal, cuyo saldo es un “mi cuerpo”. El trabajo de la ligazón es lo
psíquico. Es indispensable separar la ligazón insatisfactoria de la negatividad de la ligazón. Diagnóstico, pronóstico y
tratamiento cambian radicalmente si se trata de una o de otra. Debemos emplazar el trabajo de ligazón en el punto de
partida de nuestro modelo teórico, reservando como derivación de aquel trabajo, a lo corporal. Así, nada es psíquico, nada
es corporal, lo psíquico es lo corporal; no es que primero hay cuerpo y después se le añade el psiquismo. Así, consideramos
la ligazón de lo corporal como lo psíquico mismo, como los procesos de subjetivación. Lo precoz psíquico/somático es un
índice de perturbaciones severas. Cuando el trabajo de ligazón funciona sin impasses de importancia, es difícil distinguir en
ella una cosa de la otra.

¿Qué hace un chico cuando hace un mamarracho? No se trata de descifrar su significado, sino qué hace un niño al hacerlo.
El mamarracho aparece como la primera actividad a la que universalmente se entregan los niños a poco de empuñar el lápiz
para intentar algunas rayas. Se trata de una continuidad sin forma, la hoja sobre la cual se hace se sobrepuebla de trazos
hasta su último pedacito. Por definición el garabato excluye la reproducción de lo mismo, es irrepetible, paradigma de la
espontaneidad. El mamarracho comporta una función de ocupación de un espacio inédito antes de él, no escrito, no
generado como espacio. El mamarracho hace materialmente la espacialidad de ese espacio, la idea de ocupación debe
entenderse como hacer-emerger una dimensión nueva en los procesos de subjetivación. La hipótesis consiste en que
merced al garabatear se ocupa un espacio de escritura determinado, de largos y complejos efectos sobre el psiquismo.
Consecutivamente sostendrá que la trama del acariciar cumple en un tiempo anterior la misma función que el mamarracho
en lo concerniente a la espacialidad del cuerpo. El mamarracho es pensable como transposición de ese otro mamarracho
fundamental que es la caricia. De este modo, el trabajo del garabatear podría ser pensado como una reconstrucción que nos
da acceso a inferencias sobre otra práctica de escritura tal cual pensamos la caricia. Finalmente, porque hubo estructuración
corporal a través de la caricia, el niño tiene ulteriormente abierta la posibilidad de la hoja a través del garabatear.

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