Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Charles Spurgeon - Libro de Promesas
Charles Spurgeon - Libro de Promesas
del banco de la fe
C.H. Spurgeon
Libro de cheques
del banco de la fe
Editorial CLIE
Galvani, 113
08224 TERRASSA (Barcelona)
Printed in Spain
C. H. SPURGEON
enero
Y pondré enemistad entre ti y la
mujer, y entre tu simiente y la simiente
suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú
le herirás en el calcañar.
Génesis 3:15 1 enero
Tal es la primera promesa hecha al hombre
caído. En ella está contenido todo el Evangelio y la esencia del
pacto de la gracia. En gran parte, ya ha sido cumplida: la simien-
te de la mujer ha sido herida en su calcañar en la persona de
nuestro Señor Jesucristo. Y ¡qué herida más espantosa! Mas
¡cuán terrible será también el quebrantamiento final de la cabe-
za de la serpiente! Esta profecía, virtualmente, tuvo cumplimien-
to por primera vez cuando Jesucristo llevó sobre sí el pecado del
hombre; venció a la muerte y quebrantó el poderío de Satán;
pero se cumplirá total y definitivamente en la segunda venida
del Señor y en el juicio final.
Para nosotros esta promesa constituye una
profecía, a saber: heridos en el calcañar también seremos afligi-
dos en nuestra corrompida naturaleza por el poder del mal; em-
pero podremos triunfar en Cristo, el cual aplastó la cabeza de la
antigua serpiente. Durante el año, tendremos ocasión de expe-
rimentar la primera parte de esta promesa ante las tentaciones
con que nos acechará Satanás, y ante los ataques de los impíos,
que son su simiente. Tal vez saldremos heridos y maltrechos de
la lucha, mas no desmayaremos si sabemos acogernos a la se-
gunda parte del versículo. Alegrémonos por anticipado en la se-
guridad de que reinaremos con Cristo que es la simiente de la
mujer.
Y el Dios de paz aplastará en breve
a Satanás bajo vuestros pies.
2 enero Romanos 16:20
1. Ciudad que sirvió de refugio a David y que fue quemada por los amalecitas. (Véase 1 S. 30:1)
Su alma será como huerto de riego.
Jeremías 31:12 29 agosto
¡Oh, quién tuviera el alma bajo la protec-
ción celestial, para que no fuera un desierto, sino un huerto flo-
rido del Señor! Al abrigo de las devastaciones, rodeado de la gra-
cia, sostenida por la instrucción, visitada por el amor, purifica-
da por la disciplina y defendida por el poder divino, el alma está
preparada para llevar mucho fruto al Señor.
Pero un huerto puede secarse por falta de
agua, y entonces decaen todas sus plantas y se marchitan. ¡Oh,
alma mía! ¡Cuán rápidamente te sobrevendría esta desgracia si
el Señor te abandonara! En Oriente, un huerto sin agua deja de
serlo, porque nada puede madurar, crecer y vivir. Cuando hay
riego continuo, el resultado es maravilloso. ¡Ojalá pudiéramos
ser regados uniformemente por el Espíritu Santo, teniendo cada
parte del huerto su propia corriente; en abundancia, que refres-
cará cada árbol y cada planta, por muy sedienta que esté; conti-
nuamente, de modo que cada hora traiga el agua calor y refrige-
rio; sabiamente, de suerte que cada planta reciba lo necesario.
Del mismo modo que en un huerto se nota por el verdor dónde
corre el agua, así también se nota en el alma cuándo viene el
Espíritu Santo.
¡Oh, Señor, riégame hoy y haz que lleve
abundante fruto, por el Señor Jesús! Amén.
No es así mi casa para con Dios:
sin embargo, él ha hecho conmigo pacto
perpetuo, ordenado en todas las cosas,
y será guardado; aunque todavía no
haga él florecer toda mi salvación y
mi deseo.
30 agosto 2 Samuel 23:5