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La incontinencia en los más pequeños:

enuresis y encopresis
POR WIDAD MARTÍNEZ BAQQALI
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25/10/2017
Widad Martínez Baqqali
Pedagoga titulada por la Universidad de Granada ejerciendo como redactora y
profesora en INESEM Business School.
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El control los esfínteres no es sino un hito fisiológico aprendido desde


pequeños. La mayoría de los niños aprenden a controlarlos entre las
edades de 2 y 4 años, y a continuación, es normal que se presenten
episodios de incontinencia en la etapa de entrenamiento. Generalmente,
son los padres los que, poco a poco, deben de ir introduciendo al niño en
la independencia de hacer sus necesidades autónomamente. Con el
paso del tiempo, el niño se siente cada vez más maduro para adquirir el
hábito hasta que se convierte en un acto aprehendido.
No obstante, hay ocasiones en las que los niños tardan en desarrollar la
capacidad de contener sus necesidades fisiológicas y esto le puede
ocasionar momentos incómodos y frustrantes. Si esto ocurre en
episodios continuos durante un periodo de tiempo, cuando el niño ya ha
pasado por una etapa de continencia, se debe a que presenta un tipo de
trastorno más común de lo que parece. Se trata de la enuresis, en el caso
de que las pérdidas sean de orina, y encopresis en el caso de que sea
evacuaciones descontroladas de heces, ambas pérdidas pueden ser
tanto diurnas como nocturnas.
Para establecer un diagnóstico preciso, debería determinarlo el pediatra
especialista, realizando un estudio para descartar que estos episodios de
pérdida se deban a problemas somáticos o fisiológicos. Una vez
descartadas estas hipótesis, se puede afirmar que el pequeño,
dependiendo de qué tipo de incontinencia se trate, pueda presentar
alguno de estos trastornos.
Según el Manual de Diagnóstico DSM-V, define la enuresis como la
emisión repetida de orina durante el día o la noche, de forma involuntaria
en la cama o en la ropa, al menos dos veces por semana durante un
mínimo de tres meses consecutivos, en niños con una edad de 5 años.
La encopresis es un tipo de incontinencia que consiste en la evacuación
repetida de heces en lugares inadecuados generalmente de manera no
intencionada y a partir de la edad de 4 años.
Aunque estos trastornos tengan que ver con la incontinencia de las
necesidades fisiológicas, no existen pruebas que demuestren que están
relacionados y no tienen por qué presentarse conjuntamente. Hay que
observar y averiguar cuál o cuáles pueden ser las causas de la presencia
de estos trastornos en los pequeños, siendo más frecuente en un niño de
cada dos niñas.

En ambos tipos de incontinencia, se pueden diferenciar dos tipos según


las causas. Así, existe la enuresis primaria y la enuresis secundaria.
La enuresis primaria ocurre en niños que todavía no han tenido un
episodio de continencia, y la secundaria aparece cuando ya ha existido
un periodo de continencia de aproximadamente 1 año.
De igual manera, se puede diferenciar entre encopresis primaria; si no ha
habido continencia a partir de los 4 años en el periodo de un año, y
encopresis secundaria; si persiste la incontinencia fecal habiendo
antecedido un periodo de continencia.

Causas y/o factores que los provocan


En el caso de la enuresis, las causas que la provocan pueden
ser factores hereditarios, es decir, que alguno de los miembros familiares
también haya pasado por la misma situación, o bien, por factores
emocionales; puede ser que el niño esté pasando por un estrés emocional
derivado de un cambio o situación nueva; el divorcio de los padres, un
cambio de colegio o la llegada de un hermano menor.
En el caso de la encopresis, la causa mayor es haber forzado al pequeño
a contener sus heces cuando no estaba preparado para ello, por miedos
particulares del niño, por problemas emocionales en la misma línea que
los anteriormente mencionados, por dolor al evacuar, o  puede que sea
por falta de privacidad y esto provoque que se reprima.
Tratamiento de la Enuresis y Encopresis
En primer lugar, los niños tratan de ocultar que tienen problemas de
continencia por vergüenza o por miedo a la reacción de los mayores.
Para que los pequeños puedan superar esta etapa, lo primero es no
mostrarse estresado o enfadado por la situación, y por su tendencia a
evadir el problema, hacerlos conscientes de ello. El hecho de que el niño
sepa por lo que está pasando ayudará a que el tratamiento sea más
efectivo.
En el caso de la enuresis, se deberá reducir unas horas antes de dormir
la ingesta de líquidos, pero nunca evitarla, dado que el objetivo es que
contenga la vejiga. Si se da la circunstancia también de que haya
pérdidas por el día, se puede utilizar un horario miccional donde se
establezca que se orine al menos 6 veces. Para que el niño también
participe en su avance, se puede elaborar un calendario miccional donde
aparezca las noches secas y las húmedas, una visión del progreso
puede ser un componente motivador en el tratamiento, y en el caso de
que intervenga un terapeuta, que vea el progreso. Si las pérdidas fueran
persistentes y estos remedios no funcionasen, hay alternativas como
la alarma de enuresis; se trata de un detector de humedad que se conecta
al niño y a un dispositivo que emite un sonido cuando se activa
convirtiéndose en un estímulo que lo hace reaccionar. En casos difíciles
donde la incontinencia es excesiva y se pretende reducirla, también se
utilizan fármacos como la desmopresina y la oxibutinina que ayudan al
aumento de la capacidad vesical.
El tratamiento para la encopresis consiste en realizar limpiezas
intestinales, acompañando con dietas ricas en fibra y agua para eliminar
el dolor al evacuar. Elaborar un programa para ir al baño también puede
ser útil a modo de control. En el caso de que la encopresis aparezca
porque exista un miedo al inodoro o una negación para evacuar es
necesario un apoyo psicológico que, conjuntamente con los padres
ayuden al pequeño a superarlo.
A tener en cuenta
En cualquier de los casos, los padres han de tomar una postura optimista
y positiva con el niño para no ocasionarle emociones negativas que
empeoren la situación, y tratar, en la medida de lo posible de mejorar el
clima donde se desenvuelve. Tener una postura dramática o darle
demasiada importancia a la situación, hará que el niño entre en tensión y
no avance en su progreso.

No obstante, siempre hay que recurrir a la ayuda de un terapeuta


especialista que establezca un diagnóstico real y preciso, dado que la
tendencia a autodiagnosticar sin la ayuda profesional puede ser
contraproducente. Una opinión terapéutica siempre será la mejor ayuda
tanto para los padres como para el pequeño estableciendo un diálogo
desde la empatía y el respeto, puesto que cada persona se desarrolla a
su ritmo y poco a poco, como es común, los pequeños pasarán esta
etapa.

Para ampliar más información haz click a continuación:


– Enuresis – Encopresis.
Seis verdades sobre los niños y las
mentiras
Educar niños sinceros es posible y les ayudará a ser más felices y
fieles a sí mismos
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CAROLINA PINEDO

21 FEB 2018 - 15:40 CET


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Educar a los niños en la práctica de la verdad, ¿es posible? En una sociedad que
utiliza la mentira y el engaño a menudo como forma de sobrevivir, protegerse y
obtener beneficio ante determinadas situaciones no resulta fácil, pero tampoco es
imposible. La conocida frase del Evangelio de San Juan, La verdad os hará
libres, puede resultar una buena premisa de partida a la hora de transmitir a nuestros
hijos que una persona que dice la verdad está libre de las ataduras y vasallaje que
puede generar la mentira. “Para que los engaños sean creíbles, debemos tener ciertas
habilidades, por ejemplo, una buena memoria para mantener la versión de los
hechos. La trama, la malicia, la picardía, exige elaboración y proceso”, explica
Fátima Martí Cardenal, psicóloga sanitaria, experta en Psicología Educativa y
presidenta de la Asociación para la Reflexión y desarrollo de la Creatividad y de las
Altas Capacidades (ARCA).
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 “De mayor tienes que ser un gran médico” o cómo los mandatos
familiares afectan a tu hijo
 Lo que le puede pasar a tu hijo de mayor si no aprende a gestionar la frustración

Los padres pueden educar a sus hijos para ser sinceros o fieles a la verdad, con
argumentos como:

1. Transmitir al niño las consecuencias negativas de mentir. La mentira tiene


muchas caras. La adaptativa y facilitadora de la convivencia se caracteriza porque su
finalidad no sea sacar beneficio propio. Pero, para un niño/a que empieza a mentir es
muy fácil tomarlo por costumbre y ganarse mala fama entre familia, amigos y
compañeros de clase”, comenta la psicóloga Fátima Martí. Mentir puede convertirse
en un atajo fácil para resolver o enfrentarse a determinas situaciones, pero también
en un arma de doble filo, que provoca la falta de credibilidad.
2. Reforzar el concepto de que la verdad trae a la larga más beneficios que la
mentira. Los niños experimentan y decir mentiras forma parte de ese proceso que
les ayudará a encontrar las luces y las sombras y el equilibrio entre la verdad y el
engaño. Por ello, cuando al niño/a se le pilla en una mentira, conviene no
criminalizar la conducta, sino ayudarle a valorar y reconocer cómo se hubiese
resuelto la situación en caso de decir la verdad. “Los niños mienten de manera
espontánea, porque es un método que utilizan para evaluar el alcance o los límites de
las normas que los adultos tratan de enseñarles, para saber hasta dónde pueden
llegar”, dice Rafael González Fernández, profesor titular de la asignatura Psicología
Social de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Hay
mentiras que no son tales, como el hecho de fomentar la imaginación o la ilusión a
través de personajes fantásticos, como las hadas. “La mentira que hay que evitar es
la deshonesta, la que fomenta el engaño y causa mal a terceros”, matiza Rafael
González.
3. Decir la verdad nos ayuda a ser auténticos y más felices. Se puede trasladar a
los niños la idea de que “no es lo mismo decir una mentira piadosa, que engañar por
sistema. Cuando expresamos la verdad, somos fieles a nosotros mismos y por lo
tanto auténticos. Nos libera del peso de mantener la contradicción entre lo que
sentimos y lo que expresamos, lo que redunda en nuestra felicidad y bienestar,
aunque la mentira no es algo negativo, salvo que sea muy frecuente o afecte a otros
negativamente, o se utilice en propio beneficio cuando se trata de aspectos
importantes”, comenta Carla Valverde, psicóloga clínica infanto-juvenil del Centro
de Salud Mental de Majadahonda (Madrid).
4. Mantener la mentira exige esfuerzo y crea problemas. Los engaños pesan,
cuesta esfuerzo mantenerlos, y son motivo de problemas con las personas con las
que no se ha sido sincero. La coherencia con los niños a la hora de transmitir la
verdad es el mejor antídoto en una sociedad que tiende a ser muy permisiva con las
mentiras, máscaras y engaños.
5. La verdad como un reflejo de la honestidad. Dar valor a la verdad, ayuda a
educar a los niños para que sean honestos y exista coherencia entre lo que sienten,
piensan y expresan verbalmente.
6. Ser un ejemplo de sinceridad. De nada sirve decir a los niños que hay que decir
la verdad si ven en sus progenitores un modelo de engaño y mentira. “Nuestro
entorno es quien nos refuerza para mentir o ser sinceros. Si un niño nunca hubiera
tenido relación con personas y se criara en la naturaleza con otros animales no sabría
mentir”, comenta la psicóloga infantil, Carla Valverde. La experta aclara que los
niños comienzan a aprender a mentir a partir de los 4 años, con el desarrollo del
lenguaje, como forma de desarrollar determinadas herramientas adaptativas y de
supervivencia.
Mentiras y niños
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¿Por qué mienten los niños y cómo debes actuar ante sus mentiras?
¿Cuántas veces has pillado a tu hijo diciendo alguna mentira? Seguro
que más de una vez.
Para los papás, esta conducta del niño puede resultar bastante desagradable, sobre todo,
porque desconocen cómo acabar con este problema. ¿Se le debe castigar o  regañar al niño?
¿Es mejor mantenerse indiferentes?¿Hasta cuándo puede considerarse normal que el niño
diga mentiras? En realidad, las mentiras, cuando no son excesivamente frecuentes, pueden
considerarse como una etapa normal del desarrollo del niño. Todos los niños mienten alguna
vez. Sin embargo, la situación cambia si el pequeño nunca dice nada que tenga que ver con la
verdad. En este caso, las mentiras pueden ser el síntoma de un trastorno importante que vale la
pena analizar. Veamos a qué se deben sus mentiras y cómo debes comportarte ante ellas.

¿Por qué mienten los niños? 


 Los niños pequeñitos tienen una imaginación muy grande y les gusta contar cuentos e
inventar historias que sólo ocurren en su cabecita. Se trata de un juego inocente,
realizado sin malicia, pues el pequeño todavía no es consciente de lo que es real o
imaginario.
 Este tipo de mentiras permiten estimular la fantasía del niño  y mejorar su capacidad
para el lenguaje, ya que, para contar una mentira, el pequeño necesita utilizar más
palabras que para explicar un hecho que ha sucedido de verdad.
 Cuando el niño empieza a tener una mayor conciencia de la realidad, los motivos por
los que miente son bastante diferentes. En general, sus mentiras se vuelven más
deliberadas: el niño puede mentir por miedo, para evitar un castigo o una reprimenda,
para obtener un beneficio, para llamar la atención e, incluso, por imitación.
 Algunas veces, las mentiras pueden esconder un problema emocional, sobre todo, si
se dan con mucha frecuencia. Por ejemplo, si el pequeño repite a menudo "hoy, la
señorita me ha dicho que soy el que se porta mejor de todos", o bien "en la guardería,
tengo un montón de amigos", y ni una ni otra afirmación corresponden a la verdad, es
posible que exista algo que no funciona y que esté intentando comunicarte de este modo
su malestar.
 Ante una situación de este tipo, es aconsejable hablar con el niño, para intentar entender
la causa real de sus mentiras y evitar que el problema se agrave.
 Si las mentiras persisten, y no te sientes preparada para afrontar esta situación, lo mejor
es pedir consejo a un especialista para saber cómo debes comportarte.Esto te permitirá
solucionar el verdadero problema del niño y, en consecuencia, acabar con sus
continuas mentiras.
 Habla con él sobre la importancia de decir la verdad, pero sin hacerle grandes
discursos morales. No hace falta que le expliques que mentir es malo. Simplemente,
hazle comprender que, cuando se dice la verdad, se gana la confianza de papá y mamá.
 Nunca dejes en ridículo a tu hijo cuando cuente una mentira; es mejor que hables con
él en privado. Tampoco es bueno que recurras a castigos ni a comportamientos
agresivos.
 Cuando te enfrentes a una mentira, debes actuar con paciencia y dulzura. Hazle
entender que no te crees lo que te está explicando, pero demostrándole que, a pesar de
todo, le sigues queriendo mucho.
 Predica con el ejemplo: nunca digas mentiras en su presencia, ni prometas cosas que
luego no puedas cumplir. De lo contrario, le estás enseñando que mentir es una
conducta aceptable.
 Busca ayuda profesional si el niño miente con mucha frecuencia, ya que puede ser
síntoma de un problema importante que vale la pena analizar.
Las mentiras de los niños por edades

Las mentiras de los niños por edades ISTOCK La mayoría de los padres quieren
pensar bien de sus hijos, y a veces es difícil saber qué hacer cuando pillamos a
nuestro hijo mintiendo. Los niños y los adolescentes mienten por muchos motivos
distintos, dependiendo de la etapa en la que se encuentren. A los padres, para saber
cómo han de responder a una mentira, les puede ser útil conocer cómo va cambiando
el tipo de mentira y el motivo subyacente según la fase del desarrollo en la que s ...

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mentirosos-mentiras-20180109143323.html

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