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Las trampas de la “representación” televisada

Fernando Buen Abad Domínguez


Rebelión/Universidad de la Filosofía

Influye también, en los modos de producción de “sentido” televisual, el problema de su carácter


representativo o participativo. Al ya de suyo odioso modelo de manejo de los “tiempos
televisivos” ahogado por el imperio de la publicidad y del fundamentalismo de la mercancía,
hay que añadir el modelo intermediarismo que la televisión comercial ha hecho suyo para
imponernos su relato, sus gustos, sus valores y sus deyecciones ideológicas. Una
verdadera calamidad.

Todo se reduce a imponernos alguien o algo que nos lo “explica” todo, con sus medios y con sus
modos. A su capricho y a su conveniencia. Nos leen “noticias” que ellos deciden y que ellos
dicen (con voz exagerada e impostada) son “lo más importante”. Nos dicen qué debemos
comprar, a qué precio, con qué “virtudes” y con qué sumisión. A crédito o al contado. Nos
dicen quién y qué es “bello”, “seductor”, “sensual”, “atractivo”, “elegante”, “exitoso”... nos
ponen sus plazos y nos ponen sus ritmos. Nos manejan el diccionario, el vestuario, el
imaginario y el reloj. En tiempo real.

Para todo hay siempre un representante explicador, vendedor o conductor... empeñado en


hacerse el simpático, el eficiente, el esclarecido o el iluminado. Dispuesto a llevarnos al
edén de sus intereses políticos, ideológicos y comerciales. Principalmente comerciales. La
televisión mercantil es una máquina de guerra ideológica plagada con intermediarios que a
tiempo completo están listos para borrarnos de la cabeza toda idea, toda posibilidad y toda
oportunidad de participación autónoma. Siempre hay alguien que cuenta chistes por
nosotros, siempre hay alguien que canta canciones por nosotros, que baila, que informa,
que cocina, que “sabe”, que “entiende”, que “dice”, que “sonríe”, que “saluda”... por
nosotros y sin nuestra autorización o previo acuerdo. Es el “mundo” de ellos que dice
“representarnos”. Y nos lo cobran.

Los más “vivos” se dieron cuenta de su dictadura de la representación y nos inventaron, también,
la forma de “participación” que a ellos les conviene. Entonces usan a los pueblos como
decorado, como aplaudidores, como escenografías siempre que hace falta alguna
justificación “democrática” o “popular” de lo que a ellos les conviene. Dicen que “el público
opina”, “participa” cuando ellos dicen, como ellos dicen, hasta que ellos deciden.
Demagogia reloj en mano. No pocas televisoras públicas están infectadas con ese veneno
ideológico televisivo “representativo” que harta, que duele, que ofende y que ninguna a los
pueblos “a todo color y de frontera a frontera”.

No hemos visto, todavía, una Televisión Participativa verdadera. Salvo casos incipientes y
dolorosamente incomprendidos, como VIVE TV de Venezuela -en sus inicios-, algunas
televisoras comunitarias que lograron salvarse de parásitos intermediarios de todo tipo
(Iglesias, ONG´S, partidos políticos oportunistas, Mesías...) La Televisión Participativa,
como Democracia Participativa, está por construirse. Hacen falta mucho trabajo y mucha
atención crítica para eliminar de nuestras cabezas (y de las televisoras que los pueblos
dirijan) el peligro de repetir el discurso burgués, el discurso del patrón en las pantallas.
Como si fuese nuestro. Hace falta agudeza y experiencia, hace falta desconfianza práctica,
y vigilancia científica, para no ser víctimas de la inoculación ideológica que nos representa
como a ellos les conviene.

La lucha de clases también se expresa en las pantallas. No vamos a cansarnos en insistir en la


urgencia de romper con los modelos burgueses de comunicación, aprovechando
críticamente sólo aquello que sea aprovechable (fundamentalmente tecnológico) y
desechando todo lo que de más odioso tiene un modelo de “producción de sentido” en
Televisión, especializado en borrar de los ojos de los pueblos a los pueblos mismos y
especializado en criminalizar -por la Tele- a los líderes sociales y las luchas sociales que
hacen hasta lo inimaginable por participar en la creación de un mundo nuevo, justo, sin
guerras, sin hambrunas, sin clases y a la vista de todos. Terminemos con la propiedad
privada de la televisión y con los monopolios. Una Televisión Participativa es posible, es
necesaria y es urgente.

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