Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Todo se reduce a imponernos alguien o algo que nos lo “explica” todo, con sus medios y con sus
modos. A su capricho y a su conveniencia. Nos leen “noticias” que ellos deciden y que ellos
dicen (con voz exagerada e impostada) son “lo más importante”. Nos dicen qué debemos
comprar, a qué precio, con qué “virtudes” y con qué sumisión. A crédito o al contado. Nos
dicen quién y qué es “bello”, “seductor”, “sensual”, “atractivo”, “elegante”, “exitoso”... nos
ponen sus plazos y nos ponen sus ritmos. Nos manejan el diccionario, el vestuario, el
imaginario y el reloj. En tiempo real.
Los más “vivos” se dieron cuenta de su dictadura de la representación y nos inventaron, también,
la forma de “participación” que a ellos les conviene. Entonces usan a los pueblos como
decorado, como aplaudidores, como escenografías siempre que hace falta alguna
justificación “democrática” o “popular” de lo que a ellos les conviene. Dicen que “el público
opina”, “participa” cuando ellos dicen, como ellos dicen, hasta que ellos deciden.
Demagogia reloj en mano. No pocas televisoras públicas están infectadas con ese veneno
ideológico televisivo “representativo” que harta, que duele, que ofende y que ninguna a los
pueblos “a todo color y de frontera a frontera”.
No hemos visto, todavía, una Televisión Participativa verdadera. Salvo casos incipientes y
dolorosamente incomprendidos, como VIVE TV de Venezuela -en sus inicios-, algunas
televisoras comunitarias que lograron salvarse de parásitos intermediarios de todo tipo
(Iglesias, ONG´S, partidos políticos oportunistas, Mesías...) La Televisión Participativa,
como Democracia Participativa, está por construirse. Hacen falta mucho trabajo y mucha
atención crítica para eliminar de nuestras cabezas (y de las televisoras que los pueblos
dirijan) el peligro de repetir el discurso burgués, el discurso del patrón en las pantallas.
Como si fuese nuestro. Hace falta agudeza y experiencia, hace falta desconfianza práctica,
y vigilancia científica, para no ser víctimas de la inoculación ideológica que nos representa
como a ellos les conviene.