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Hay alimentos que provocan que el pH de nuestra sangre se vuelva más ácido, alimentos sobre
todo concentrados en proteínas y grasas saturadas como las carnes rojas y los lácteos.
Al contrario de lo que hemos creído siempre, los lácteos no son buenos para nuestros huesos. Al
provocar esta acidificación de nuestro organismo el cuerpo debe sacar minerales alcalinos de sus
reservas para neutralizar esa acidificación, principalmente extrayendo el calcio de nuestros
huesos.
Para luchar contra esto, los métodos que más se utilizan en la ganadería intensiva son la inyección
sistemática de antibióticos para prevenir el contagio. Debido a que la demanda de carne no deja
de incrementar en el mundo occidental, los ganaderos también buscan opciones para acelerar el
crecimiento de los animales alimentándolos con piensos con hormonas de crecimiento.
Las proteínas animales son el grupo de alimentos que más tardan en ser digeridos en nuestro
sistema digestivo (5-8horas), y en muchas ocasiones su digestión no es del todo completa. Esto
conlleva que los alimentos que contienen proteína animal y no han sido correctamente
digeridos se pudran en el colon y se conviertan en toxinas, bloqueando los canales de absorción y
digestión de otros alimentos más nutritivos y limpios.
Si le preguntas a cualquier persona de la calle qué es lo que nos aporta la carne, muchos te
responderán: proteína, algunos añadirán el hierro y unos poquitos la vitamina B12. A parte de
estos nutrientes, pocos más son los elementos nutritivos que nos ofrece, ya que la carne está
desprovista de fibra y es pobre en vitaminas y minerales esenciales.
Es una fuente de vitamina B12; esta vitamina nos ayuda a metabolizar proteínas, a formar
glóbulos rojos y a darle mantenimiento al sistema nervioso central.
Es rica en zinc, que ayuda a protegernos contra el daño oxidativo, a la cicatrización de la
piel y para crear hemoglobina.
Aporta hierro, un elemento importante para mantener un adecuado transporte de
oxígeno en nuestra sangre.