Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
realizados por Humboldt hace dos siglos, quien comenzó a analizar en forma
integrada la naturaleza y la sociedad de América Latina.
En esta nota nos vamos a ocupar de algunos de los principales aspectos de la
relación que han tenido con su medio natural los distintos pueblos americanos,
antes y después de su emancipación. Como todo desarrollo general, es
fragmentario y sólo procura llamar la atención sobre los procesos más destacados.
Más allá de lo anecdótico, es bueno destacar que la relación hombre-naturaleza no
existe, sino que la relación de todos los humanos con el medio natural está
mediatizada por la sociedad a la que pertenecen. Distintas sociedades construyen
distintas formas de relación con la naturaleza. Lo hacen a través de las respectivas
tecnologías, que, antes que una suma de artefactos, son la expresión material de
una forma de pensar.
El Bicentenario es una buena oportunidad para hacer un balance de varios siglos
de aciertos y errores en nuestra relación con la única Tierra que tenemos.
CONSTRUCTORES DE SUELOS EN UNA LAGUNA
Una característica común a diversos pueblos originarios de América fue su
actividad de construir el suelo agrícola que los sustentaba. Cuando los españoles
llegaron a México se asombraron y maravillaron, por supuesto, con las grandes
pirámides y la arquitectura de los templos. Miraron con horror los sacrificios
humanos y las imágenes de esos dioses feroces, que necesitaban ser regados con
sangre de hombres para que el sol pudiera salir al día siguiente.
Hay, sin embargo, un deslumbramiento menos conocido, y es el de los espacios
verdes. Para ellos, que venían del hacinamiento de las ciudades europeas, fue un
impacto especial ver las enormes plazas de Tenochtitlán, ubicada en lo que hoy es
Ciudad de México, y, muy especialmente, las huertas y jardines. Lo dice Hernán
Cortés, que quedó tan admirado por las plantas como por el oro. "Tiene muchos
cuartos altos y bajos -dice Cortés de una casa azteca en 1520-, jardines muy frescos
de muchos árboles y flores olorosas; asimismo albercas de agua dulce muy bien
labradas, con sus escaleras hasta lo hondo. Tiene una muy grande huerta junto a la
casa, y sobre ella un mirador de muy hermosos corredores y salas, y dentro de la
huerta una muy grande alberca de agua dulce, muy cuadrada. Detrás de ellas todo
de arboledas y hierbas olorosas, y dentro de la alberca hay mucho pescado y
muchas aves de agua, tantas que muchas veces casi cubren el agua".
Pero lo más sugestivo es que se trata de una ciudad construida sobre un ecosistema
artificial. Como los venecianos, los aztecas eligieron construir sobre el agua porque
eran débiles y ésa era una defensa ante enemigos poderosos. La ciudad estaba en el
medio de la laguna, llena de islas construidas especialmente. Las llamaron
chinampas, y son bases de troncos flotantes cubiertos con tierra para sembrar allí
hortalizas. De un espesor que varía entre 20 centímetros y un metro, este colchón
puede soportar el peso de animales grandes o de personas. Se parecen a los
camalotes, que a veces eran tan grandes que transportaban jaguares. Después
plantaron sauces sobre las islas flotantes para que sus raíces llegaran al fondo de la
laguna y las fijaran en su lugar.
3
Para prevenir las eventualidades climáticas -especialmente las heladas tardías- los
collaguas del Colca no sembraban toda una terraza al mismo tiempo, sino que se
iban sembrando unas pocas hileras cada dos semanas para que las tormentas
encontraran siempre las plantas en diferentes estadios de desarrollo y las pérdidas
fueran mínimas.
Uno de los roles de los antiguos caciques fue distribuir la tierra entre los diferentes
grupos familiares. Para ello, en un impresionante mirador sobre el abismo hay
esculpida en la roca una maqueta del valle del Colca, en la misma perspectiva que
se ve desde ese sitio. Allí, en forma pública, se efectuaba la ceremonia de
asignación de las parcelas a los collaguas y se dirimían los litigios sobre cuestiones
agrarias.
Seis mil hectáreas bajo riego -todas en las laderas de las montañas- hicieron del
Colca el principal centro de provisión de alimentos de los Andes prehispánicos. A
punto tal que la palabra colca significa precisamente granero. Un activo comercio
posibilitó la distribución del maíz y de otros alimentos en amplias zonas de lo que
hoy es Perú y Bolivia. Hoy, después de 1.500 años de uso continuado sin erosionar
el suelo, la andenería construida por los collaguas del Colca sigue en plena
producción y es la base económica de esa población. "Cuando uno contempla estos
andenes collaguas casi llega a creer lo que aseguran los historiadores: que el
antiguo Perú dio de comer a todos sus habitantes, hazaña que no ha sido capaz de
repetir ningún régimen posterior", concluye Vargas Llosa. Paradójicamente, los
incas se consideraban a sí mismos como hijos de la tierra -la Pachamama-, pero su
práctica agraria de creadores de suelos los muestra mucho más como los padres de
la tierra que como sus hijos.
UNA TIERRA EN LA QUE EL INVIERNO NO EXISTE
El descubrimiento del trópico significó una profunda conmoción sobre los
conquistadores españoles primero y sobre la visión europea del mundo, después.
Recordemos que el Renacimiento coincide con lo que llamamos “Período Glacial
Breve”. Después de una Edad Media relativamente templada, se inicia una etapa
que incluye momentos de frío extremo. El mundo se fue enfriando a partir del
Renacimiento: tenemos pinturas de la época de Vivaldi que muestran la laguna de
Venecia congelada y la gente jugando en trineos como si estuvieran en Moscú. Los
glaciares de los Alpes avanzan y numerosos poblados quedan bajo los hielos.
El Atlántico Norte se llena de témpanos y se congelan tantas zonas que se hace
extremadamente difícil navegarlo. Los vikingos, que habían establecido colonias en
el norte de Estados Unidos y Canadá, se ven obligados a abandonarlas y retornar a
casa. Esto obligó a que el viaje de Colón a América fuera por el largo camino del
Ecuador, al estar bloqueado el mucho más corto camino del Atlántico Norte.
Por eso, la sorpresa de los conquistadores de encontrar que Dios había creado un
lugar del mundo en el cual el invierno no existía. Esto explica por qué Colón
anunció haber encontrado el Paraíso Terrenal en América.
Durante toda la época colonial, la naturaleza americana seguirá llamando la
atención por lo extraña y diversa. Los animales parecían una caricatura
degradada de los que ya conocían, a punto tal que las descripciones siempre tienen
5
que ver con comparaciones entre las partes de los cuerpos de animales europeos o
conocidos en Europa.
Los primeros cronistas nos hablan del miedo de los conquistadores a la naturaleza
americana. Para los que salían de su pueblo y se iban a correr el mundo, los ríos
aparecían como demasiado caudalosos, las llanuras demasiado extensas, los
animales extraños, y todo en América tenía las proporciones de la desmesura. En
América los ecosistemas son tan misteriosos que parecían no regir las leyes de la
naturaleza. Cristóbal Colón ve sirenas en la desembocadura del Orinoco y también
se encuentra con un río cuyas aguas eran tan calientes que no se podía meter la
mano en ellas. Antonio Pigafetta, el cronista de Hernando de Magallanes cree ver
plantas que caminan. Los habitantes de la Patagonia le parecen gigantes: "Ese
hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura. Las
mujeres no son tan grandes como los hombres pero, en compensación, son más
gordas. Sus tetas, colgantes, tienen más de un pie de longitud. Nos parecieron
bastante feas. Sin embargo, sus maridos mostraban estar muy celosos". De aquí
nació una leyenda de gigantes que, durante un siglo, pobló de estos seres los mapas
del sur del continente. Por la misma época, un libro publicado en Italia muestra
unos hombres con cabeza de perro, que aullaban a la luna, y que eran muy
comunes en el actual territorio brasileño.
Pero el horror a la naturaleza alcanza su máximo en el libro que dio nombre a
nuestro país, en "La Argentina", el poema de Martín del Barco Centenera. Este
autor llena la tierra de una zoología fantástica, dictada por el miedo. Describe
perros que morían bailando, arrojándose voluntariamente al fango ardiente de
una laguna. Ve sirenas que lloran y huye de los diablos. Encuentra la tierra y los
ríos llenos de amenazas: un hombre "en la boca de un pez perdido había, lo que el
pez le cortó con gran porfía".
En esta tierra hostil, los hombres de la expedición de Mendoza se comieron los
caballos y las ratas, las piernas de un ahorcado, y uno de ellos, el brazo de su
propio hermano. Los de la expedición de Caboto iban de isla en isla del Paraná
buscando serpientes y el cazaba alguna "pensaba que tenía mejor manjar de
comer que el Rey". También comían osos hormigueros y se quejaban
amargamente por ello. Del olor de los zorrinos decían que "da mucha pena y
parece que se entra a la persona en las entrañas". El puma era un león
degenerado, el tapir un elefante que había perdido la trompa, la llama un camello
sin jorobas y así sucesivamente. De este modo se fue creando la idea de que en
América la naturaleza sufría una degradación con respecto a otras partes del
mundo, tal vez por causa del calor excesivo. Y, por supuesto, estos sentimientos se
extendieron a los pobladores originarios del continente.
Esta acumulación de monstruosidades no es neutral desde lo político. El miedo a la
naturaleza aparece asociado al miedo a los hombres que vivían en ese ambiente. Al
principio dijeron: estos hombres tan extraños que aquí vemos, ¿son realmente
hombres? Es decir, ¿tienen alma como la tienen los europeos? Lo que, por
supuesto, no es una disquisición puramente teológica: si tienen alma, hay que
procurar salvarla y evangelizarlos. Si no la tienen, hay que encadenarlos y
forzarlos a trabajar como se hace con cualquier animal.
6
En la otra punta del camino, la Villa Imperial del Potosí, ciudad fantástica que en
1660 contaba con 160.000 habitantes, igual que Londres y más que Sevilla,
Madrid. Roma o París. La plata llenó la ciudad de riquezas y ostentación: al igual
que en la corte del Rey Arturo, de todas partes llegaban caballeros y soldados de
fortuna, cubiertos con lujosas corazas, para sostener duelos con los campeones de
la Villa, y los relatos de estos duelos, hechos por cronistas de la época, parecen
páginas de un libro de caballerías. Se construyeron 36 iglesias y en 1658 una
procesión recorrió las calles empedradas especialmente con lingotes de plata 6 , 7 .
Potosí es porque esta ciudad sintetiza una serie de problemas ambientales
característicos de la época, pero además preanuncia los de la nuestra. La alta
rentabilidad obtenida por el sector empresario se basó en una particular
modalidad de subsidio otorgado por la Corona española, que era asegurar mano
de obra forzada. Si bien los indígenas que allí trabajaban cobraban un salario
miserable (a diferencia de los mercados capitalistas habituales), no podían elegir
no ir a trabajar a Potosí 8 . Esto crea un tipo particular de empresariado, que no
hace inversiones de riesgo porque tiene la rentabilidad asegurada por el Gobierno.
Una situación que se repetirá muchas veces en los siglos siguientes.
“La contaminación debida al mercurio fue común en los centros mineros españoles
de las colonias. La contaminación de la gente y el suelo no sólo afligió a los
trabajadores de una enorme mina de mercurio en Huancavelica, Perú, sino a los de
todas las minas de plata donde el proceso de amalgamación con mercurio se usaba
para extraer plata del mineral de menor gradación” 9 .
El cerro estaba horadado por más de 5 mil bocaminas. Las condiciones
ambientales de la minería y del área industrial de Potosí eran simplemente
infames. Los accidentes de trabajo y enfermedades bronquiales eran elevadísimos.
El humo tóxico de los hornos quemó la vegetación en una zona muy amplia y sus
efectos sobre los pulmones de los humanos fueron semejantes. Un testigo de la
época dice que si se exprimieran las monedas acuñadas en Potosí, se les sacaría
“más sangre que plata”. Algunas estimaciones sugieren que durante los dos siglos
de explotación intensa en Potosí, allí murió tanta gente como en Auschwitz, el peor
campo de concentración nazi de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, con mucha frecuencia los conflictos ambientales se olvidan y los
actores sociales no registran que determinados hechos han ocurrido. Muchos de
estos olvidos no son más que ocultamientos y suceden con especial intensidad en
temas vinculados con lo que hoy llamamos derechos humanos. Por eso me parece
importante destacar este tipo de hechos. Y, por supuesto, si alguien llega a decir
que no ha atendido los problemas ambientales porque son demasiado nuevos y
acaba de descubrir su existencia, hay reales motivos de enojo.
MAL LUGAR ES AMÉRICA
Mal lugar es América, dicen todos. No sólo queda lejos de todo lo conocido, sino
que, además, su naturaleza sigue reglas extrañas e incomprensibles. A dos y aún
tres siglos de la conquista encontramos restos del miedo originarios a la naturaleza
americana, esta vez usado como pretexto "científico" para bloquear su explotación
productiva.
9
Las guerras también causan epidemias. En la guerra por la liberación de Haití, las
condiciones ambientales jugaron un rol decisivo, al derrotar a los ejércitos
europeos. Los ejércitos franceses enviados por Napoleón lucharon con refuerzos
masivos hasta 1803, cuando decidieron evacuar lo que quedaba del ejército. Diez
mil hombres lograron regresar a Francia y 55.000 quedaron enterrados en la ex
colonia, muertos en su mayor parte por la fiebre amarilla.
califican como "horrible". Una inmensa llanura de altos pajonales, casi sin un sólo
árbol -salvo los del borde de los arroyos- en el largo trayecto hasta Córdoba.
La ausencia de árboles se explica por la densidad del pajonal que sombreaba las
semillas e impedía su desarrollo. Si a pesar de eso, algún árbol conseguía crecer,
era difícil que durase mucho tiempo: las frecuentes tormentas eléctricas
provocaban incendios de campos. Muy de vez en cuando se veía un solitario ombú,
cuyo tronco es prácticamente incombustible, o un pequeño monte de chañar, cuyas
semillas se activan con el fuego.
Pampa es un término indígena que significa llanura. Para Humboldt su aspecto
"llena el alma del sentimiento de lo infinito". Descripta por Sarmiento como "el
mar en la tierra", su vegetación originaria son las gramíneas y eso explica la buena
adaptación que tuvieron las gramíneas cultivadas, como el trigo y el maíz. Pero el
fenómeno ecológico más extraño ocurrido en la pampa fue la explosiva
reproducción de las vacas y caballos que se le escaparon a Pedro de Mendoza. Y
que de unos pocos ejemplares pasaron a ser millones en unos cuantos años.
Sucede que una ley ecológica bastante comprobada es que hace falta una
dimensión mínima para que una población animal subsista en estado salvaje. Si
son muy pocos, los accidentes y las enfermedades genéticas agravadas por los
cruzamientos consanguíneos terminan haciéndolos desaparecer. Esto vale tanto
para Adán y Eva como para los ejemplares de cualquier otra especie animal.
Salvo, claro está, que el hábitat haya sido especialmente acogedor.
Para las vacas y caballos del siglo XVI, la pampa fue un lugar muy parecido al
paraíso terrenal. Si, como dice Atahualpa Yupanqui, "hay cielo para el buen
caballo", hace cuatrocientos años ese cielo quedaba en la actual provincia de
Buenos Aires. Porque esos animales se encontraron con un ecosistema donde había
un nicho ecológico desocupado: la pampa no tenía grandes herbívoros. Apenas
unos ciervos y guanacos, de mucho menor tamaño que ellos, que no representaban
competencia seria para los recién llegados. Tampoco había grandes carniceros que
se los comieran: los jaguares llegados del Litoral eran muy escasos y los pumas
eran demasiado pequeños para ellos. Sin competidores ni depredadores, el único
límite a su expansión fue la cantidad de pastos. De ese modo entraron al mito los
infinitos rebaños de las pampas.
Pero además, aunque estén condicionados por el ecosistema, los animales lo
cambian a su vez. La vegetación de altos pajonales resecos va siendo reemplazada
por pastos más finos, a medida que la presencia del ganado acelera el ciclo del
nitrógeno. La bosta de millones de vacas y caballos transforma el suelo y permite el
crecimiento de los pastos que hoy conocemos. En 1825, un observador muy agudo
llamado Charles Darwin cruza a caballo la provincia de Buenos Aires de sur a
norte. "Me he quedado sorprendido -dice Darwin- con el marcado cambio de
aspecto del campo después de cruzado el río salado. De una hierba gruesa pasamos
a una alfombra verde de pasto fino. Los habitantes me afirman que es preciso
atribuir esa mudanza a la presencia de los cuadrúpedos. Exactamente el mismo
hecho se ha observado en praderas de la América del Norte, donde hierbas
comunes y rudas, de cinco a seis pies de altura, se transforman en césped cuando se
introducen allí animales en suficiente número".
13
Este profundo cambio en los ecosistemas que Darwin vio en sus comienzos culmina
en el proyecto modernizador de la Generación del 80. La fertilidad de la Pampa
Húmeda es obra humana, y la Región Pampeana que conocemos es tan artificial
como una ciudad. Sólo que nuestra falta de percepción nos lleva a confundir un
paisaje agrario con un paisaje natural.
En esta etapa hay en todos los países un esfuerzo por avanzar en la transformación
productiva de sus ecosistemas naturales. Así como una generación atrás la
literatura cantó el heroísmo de la gesta libertadora, ahora se canta la conquista de
la naturaleza. Andrés Bello invita a los americanos a poner en producción los
ecosistemas de sus respectivos países, que están esperando el brazo del agricultor.
Para gozar de esos bienes, es necesario que los americanos abandonen las ciudades
y vayan al campo. “¿Por que ilusión funesta aquellos que fortuna hizo señores
de tan dichosa tierra y pingüe y varia, en el ciego tumulto se aprisionan de míseras
ciudades? Romped el duro encanto que os tiene entre murallas prisioneros. El
campo es vuestra herencia: en él gozaos” 13 . Licencia poética: Bello no habla de la
tenencia de la tierra ni de las condiciones sociales. El propietario de los latifundios
seguirá residiendo en la capital del país y viajará a menudo a Europa, su segundo
hogar. Los hombres que pongan en producción esos ecosistemas no serán sus
dueños y trabajarán en condiciones durísimas, no aptas para la sensibilidad
poética.
Pero el deslumbramiento de la naturaleza se transforma en un canto a la
deforestación, en una épica del hacha y del fuego. Bello no imagina la utilización
productiva de los ecosistemas tropicales, sino en su completa destrucción y
reemplazo por paisajes europeos. “El intrincado bosque el hacha rompa, consuma
el fuego, abrid en luengas calles la oscuridad de su infructuosa pompa. Abrigo den
los valles a la sedienta caña; la manzana y la pera en la fresca montaña el cielo
olviden de su madre España; adorne la ladera el cafetal. De la floresta opaca oigo
las voces, siento el rumor confuso, el hierro suena, los golpes el lejano eco redobla;
gime el ceibo anciano, batido de cien hachas se estremece, estalla al fin, y rinde el
ancha copa. Huyó la fiera, deja el caro nido. Deja la prole ímplume el ave, y otro
bosque no sabido de los humanos va a buscar doliente”. Es decir, que para Bello
los bosques son inagotables y simplemente la fauna busca otra selva para
asentarse. Encontraremos la misma ilusión un siglo más tarde. La ideología de la
América inagotable aún subsiste entre nosotros.
Lo mismo ocurre en Brasil. Entre las décadas de 1860 y 1870, se produce el auge
de la cultura del café en Río de Janeiro. El rápido enriquecimiento de los
propietarios impulsa el crecimiento de ciudades en la región. Para reforzar los
acuerdos políticos, el Imperio reparte títulos nobiliarios entre los ricos
fazendeiros 14 . El proceso de expansión de la cultura cafetera traspasa las fronteras
de Río de Janeiro, alcanzando Minas Gerais y la porción paulista del Vale do
Paraíba, primera región de São Paulo beneficiada por el enriquecimiento que lleva
consigo la caficultura. Río de Janeiro, como capital del Imperio Brasileño,
permanece como centro financiero y controlador del comercio del café producido
en el Vale do Paraíba.
14
Sin embargo las tierras donde se plantan los cafetales, no soportan por largo
tiempo la agricultura sobre suelos desprotegidos, debido a fuertes declives y a la
deforestación. En el Vale do Paraíba se actuó sin el menor cuidado y ni precaución
técnica. El resultado de la erosión fue rápido y fatal, "bastaron sólo unos pocos
decenios para que se revelaran rendimientos acelerados decrecientes,
debilitamiento de las plantas, aparición de plagas destructoras. Se inicia la
decadencia con todo su cortejo siniestro: empobrecimiento, abandono sucesivo de
las culturas, disminución demográfica” 15 .
La supervivencia de la esclavitud en Brasil hasta fines del siglo XIX podría tener
mucho que ver con el hecho de que las tecnologías de la época para las
producciones tropicales (realizadas en las grandes fazendas) requerían mano de
obra no calificada, que, por tanto, no necesitaba ser cuidada, ni tratada como una
inversión. Por el contrario, las producciones de clima templado requerían mano de
obra calificada, lo que hizo ineficiente la esclavitud en el Río de la Plata.
EL TIEMPO DEL CÓLERA
Los avances en el conocimiento no siempre se traducen en avances en la gestión
ambiental y sanitaria. En el siglo XIX, como en la actualidad, existen sectores
científicos dispuestos a sostener puntos de vista indefendibles, si se trata de
respaldar determinados intereses económicos. El caso del cólera es uno de los más
ilustrativos. El siglo XIX es el siglo del cólera. Hay más años con epidemias en
algún lugar del mundo que sin ellas. Las causas tienen que ver con los procesos
ambientales desencadenados a partir de la Revolución Industrial iniciada en el
siglo XVIII en Inglaterra con la introducción de la máquina de vapor.
A partir de ese momento tenemos en casi todo el mundo migraciones masivas del
campo a las ciudades. Las barriadas de trabajadores tienen las peores condiciones
de hacinamiento y de falta de saneamiento que puedan imaginarse. Las
autoridades que administran las ciudades a menudo se no se ocupan de las
cuestiones de higiene y saneamiento, lo que potencia los riesgos de epidemias.
Lo interesante es que son muchos los científicos que evitan hablar de las
condiciones ambientales, cuando hay algún interés político, económico o militar en
juego. En la Guerra de la Triple Alianza (de Argentina, Brasil y Uruguay contra
Paraguay, 1864-1870) la única profilaxis al alcance de los soldados de ambos
bandos fue el consumo de mate, ya que el agua caliente ayudaba a matar los
gérmenes del agua que sacaban de los pantanos que recibían las excretas de
hombres y animales y donde su pudrían sus cadáveres.
Sin embargo, un médico militar explica de este modo las causas de las
enfermedades que diezmaban a las tropas: “Yo creo que la presión atmosférica, el
calor, la humedad y la electricidad cuya acción es tan poderosa en las afinidades
químicas y que aquí son llevadas a un grado muy alto, determinan, muy
probablemente los principios constituyentes del aire y en las emanaciones extrañas
de que se carga la atmósfera, modificaciones, combinaciones y descomposiciones
que deben ejercer una gran influencia tanto sobre el hombre fisiológico como
patológico” 16 .
15
1
Lic. en Economía Política, escritor. Profesor Titular en las Universidades de
Buenos Aires y Belgrano. Mail: brailovsky@uolsinectis.com.ar
2
Bibliografía general: Brailovsky, Antonio Elio: Historia ecológica de
Iberoamérica: Primer tomo: De los mayas al Quijote:”, Buenos Aires, Ed. Kaicrón-
Le Monde Diplomatique, 2006, y
20
21
Hecht, Susanna y Cockburn, Alexander: “La suerte de la selva”, Bogotá,
Ediciones Uniandes, 1993.
22
“El reto ambiental del desarrollo en América Latina y el Caribe". CEPAL-
PNUMA, Santiago de Chile, 1990.
23
Se trata de un proyecto imaginado durante la dictadura del general Augusto
Pinochet. Es decir, en un momento en que se intentó resolver todos los problemas
mediante el uso de la violencia ejercida desde el poder.
24
Sarli, Alfredo Cilento: "Sobre la vulnerabilidad urbana de Caracas" Revista
Venezolana de Economía y Ciencias Sociales vol.8, n.3, Facultad de Economía y
Ciencias Sociales Universidad Central de Venezuela, septiembre-diciembre de
2002.