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Por Pedro Saizar
Mientras escribo esto, hay un satélite a unos 220 millones de kilómetros de mi ventana que
está tomando fotografías de una enorme roca que “flota” en las inmensidades del espacio
interplanetario. Y no es que la NASA no haya llegado a otros cuerpos celestes antes, pero esta
visita promete ser especialmente fascinante: esta roca no es cualquier roca.
Su nombre es Vesta y, con más de 500 km de diámetro, es el mayor asteroide del Sistema
Solar. La sonda, llamada Dawn (“amanecer” en inglés), está actualmente en órbita a sólo 800
km de la superficie de Vesta. Y allí permanecerá durante varios meses antes de trasladarse a
su próximo objetivo: el planeta enano Ceres.
Los científicos especialistas en geología planetaria confían en que Vesta y Ceres aportarán
claves para entender cómo se formaron los planetas del Sistema Solar (ver entrevista a Carol
Raymond). Y las primeras imágenes enviadas por Dawn muestran escenarios que prometen
importantes revelaciones para los próximos meses y años.
El suelo aparece cubierto por una multitud de cráteres, aunque no uniformemente. En algunas
regiones se aprecian extensos surcos, también salpicados por impactos de meteoritos. Los
investigadores están también interesados en recientes imágenes del polo sur de Vesta, donde
se observa una gran depresión que, se cree, habría sido formada por una colisión con otro gran
asteroide. Descubierta previamente por el Telescopio Espacial Hubble, en ella se ven
acantilados de más de 1 km de altura y en su centro se alza una enorme y misteriosa
estructura, similar a una montaña de 15 km de altura.
Liderados por Chris Russell, de la Universidad de California en Los Angeles, los expertos de la
misión esperan usar las imágenes y otros datos para indagar en la historia de vida de este gran
asteroide.