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Eduardo en 1945.
Oposición[editar]
La oposición a Eduardo VIII y a su matrimonio con Wallis Simpson provino de diferentes
direcciones:
Social[editar]
El deseo de Eduardo de modernizar la monarquía y hacerla más accesible, aunque era
apreciado por muchas personas,13 causaba temor dentro del establishment británico.14
También provocó malestar entre la aristocracia, porque trataba sus tradiciones y ceremonias
con desdén y muchos se sentían ofendidos por su rechazo a las normas y costumbres
sociales.15
Religiosa[editar]
Eduardo fue el primer monarca británico que insistió en su propósito de casarse con una mujer
divorciada o, incluso, en pretender un matrimonio en el que cualquiera de los cónyuges
estuviera divorciado. A pesar de que Enrique VIII separó la Iglesia de Inglaterra de la Iglesia
católica con el fin de conseguir la anulación de su primer matrimonio, nunca se divorció, ya
que todos sus anteriores matrimonios fueron previamente anulados. n. 2 Cuando Eduardo
provocó la crisis, la Iglesia de Inglaterra seguía sin permitir que las personas divorciadas se
volvieran a casar estando en vida el cónyuge anterior. El punto de vista consensuado era que
el rey no podría permanecer en el trono si se casaba con Wallis Simpson, una divorciada que
tendría dos exmaridos vivos, algo que entraría en conflicto con su papel ex
officio como gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra.16
Legal[editar]
El primer divorcio de Wallis, que se llevó a cabo en los Estados Unidos por motivos de
«incompatibilidad emocional», no era reconocido por la Iglesia de Inglaterra y si se hubiera
disputado en los tribunales ingleses posiblemente no habría sido reconocido bajo la ley
inglesa. En ese momento, la Iglesia y la ley británica consideraban el adulterio como único
motivo de divorcio. En consecuencia, bajo este argumento, su segundo matrimonio sería
considerado bígamo e inválido y así con un posible tercer matrimonio. 17
Moral[editar]
Los ministros y la familia real estimaban que los antecedentes y el comportamiento de Wallis
Simpson eran inaceptables para una reina. En la sociedad circulaban rumores e insinuaciones
acerca de ella.18 Incluso le dijeron a la madre del rey, la reina viuda María, que era probable
que la señora Simpson tuviera algún tipo de control sexual sobre Eduardo, porque lo habría
liberado de una disfunción sexual indefinida a través de prácticas aprendidas en un burdel
chino.19 Esta opinión era compartida parcialmente por Alan Campbell Don, capellán
del arzobispo de Canterbury, quien escribió que sospechaba que el rey era «sexualmente
anormal, habida cuenta del control que la Sra. S. tiene sobre él». 20 El mismo Philip Ziegler,
biógrafo oficial de Eduardo VIII, señaló: «debe de haber existido algún tipo de relación
sadomasoquista [...] [Eduardo] se deleitaba con el desprecio y la intimidación que ella le
otorgaba».21
Los detectives de la policía que seguían a Wallis Simpson informaron que al mismo tiempo
que estaba involucrada con Eduardo, también mantuvo una relación de tipo sexual con Guy
Trundle, un vendedor de automóviles casado, 2223 que «se decía era empleado de la Ford
Motor Company».24 Esta información, que no se reveló públicamente hasta 2003, 23 pudo ser
transmitida a las figuras superiores del establishment, incluidos los miembros de la familia
real.25 Además, se ha sugerido la existencia de un tercer amante: Edward FitzGerald, duque
de Leinster.26 Joseph Kennedy, embajador estadounidense en el Reino Unido, la describió
como una «ramera»; y su esposa, Rose Kennedy, se negó a cenar con ella.27 Sin embargo,
Eduardo tal vez no era consciente de lo que se decía o simplemente decidió ignorarlo.
Wallis producía en las personas la impresión de que perseguía al rey por su dinero; el
asistente personal de Eduardo escribió que ella finalmente lo dejaría después de «haber
asegurado el dinero».28 El futuro primer ministro Neville Chamberlain escribió en su diario que
era «una mujer totalmente sin escrúpulos que no está enamorada del rey, pero que lo explota
para sus propios fines. Ya le ha arruinado en dinero y joyas [...]». 29
Política[editar]
Cuando Eduardo visitó las deprimidas aldeas mineras de Gales, su comentario de que «algo
debe hacerse [por los mineros desempleados]» 30 causó malestar en los círculos de gobierno y
la preocupación de que intentara interferir en asuntos políticos, algo que tradicionalmente
evitaban los monarcas constitucionales. Ramsay MacDonald, lord presidente del consejo,
escribió acerca de los comentarios del rey: «Estas imprudencias deben limitarse. Son una
invasión en el campo de la política y deben vigilarse constitucionalmente». 31 Desde que
era príncipe de Gales, Eduardo se refería públicamente a los políticos de izquierda como
excéntricos32 y daba discursos contra las políticas del gobierno. 33 Durante su reinado continuó
con su negativa a aceptar consejos de los ministros: se opuso a imponer sanciones
a Italia después de que su ejército invadiera Etiopía —que en ese entonces era conocida
como Abisinia—, se negó a recibir al depuesto emperador de Etiopía y decidió no apoyar a
la Liga de Naciones.34
Aunque los comentarios del rey aumentaron su popularidad en Gales, 35 se volvió
extremadamente impopular en Escocia tras su negativa a inaugurar una nueva ala en
el Aberdeen Royal Infirmary, con la excusa de que no podía hacerlo porque estaba de luto por
su padre. El día después de la apertura apareció fotografiado en los periódicos mientras
disfrutaba felizmente de unas vacaciones: había rechazado el evento público para reunirse
con la señora Simpson.36
Los miembros del gobierno británico estaban consternados ante la propuesta de matrimonio
después de recibir información de que Wallis Simpson era una agente de la Alemania nazi. La
oficina de relaciones exteriores consiguió misivas filtradas de Joachim von Ribbentrop,
embajador alemán en el Reino Unido, que revelaron su firme punto de vista de que la
oposición al matrimonio era motivada por el deseo «de derrotar a las fuerzas germanófilas que
habían trabajado a través de la señora Simpson». 37 Se rumoreó que Wallis tuvo acceso a
documentos confidenciales del gobierno que Eduardo dejó sin protección en su residencia
de Fort Belvedere.38 Mientras el rey abdicaba, los oficiales a cargo de la protección personal
de Simpson en su exilio en Francia enviaron informes a Downing Street en los que sugerían
que ella podría «largarse a Alemania». 39
Archivos del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de los Estados Unidos, escritos después
de la abdicación, revelan una serie de afirmaciones sobre Wallis Simpson. La más perjudicial
señala que en 1936, mientras estaba de romance con el rey, al mismo tiempo tenía un amorío
con el embajador von Ribbentrop. La fuente del FBI —el duque Carl Alexander de
Württemberg, pariente lejano de la reina María que más adelante vivió como monje en los
Estados Unidos— aseveró que Simpson y Joachim von Ribbentrop tuvieron una relación y
que el embajador le enviaba diecisiete claveles cada día, uno por cada ocasión que habían
dormido juntos. Las afirmaciones del FBI eran sintomáticas de los rumores extremadamente
dañinos que circulaban sobre la mujer que Eduardo quería convertir en reina. 40
Nacionalista[editar]
Las relaciones entre el Reino Unido y los Estados Unidos eran tensas durante los años de
entreguerras y la mayoría de los británicos eran reacios a aceptar a una estadounidense como
reina consorte.41 En esa época algunos miembros de la clase alta británica menospreciaban a
los estadounidenses y los consideraban socialmente inferiores. 42 En contraste, el público
estadounidense estaba claramente a favor del matrimonio, 43 al igual que la mayor parte de la
prensa del país.44
Opciones consideradas[editar]
Stanley Baldwin.
Maniobras legales[editar]
Después de la audiencia de divorcio de la señora Simpson el 27 de octubre de 1936, su
abogado, John Theodore Goddard, estaba preocupado ante la posibilidad de una intervención
«patriótica» de los ciudadanos —un recurso legal para bloquear el divorcio— y de que esa
intervención resultara exitosa.69 Los tribunales no podían conceder el divorcio colaborativo —
una disolución del matrimonio por mutuo consentimiento—, por lo que el caso se manejó
como si se tratara de un divorcio indefendible o necesario, por faltas cometidas en contra de
Wallis Simpson, con ella como la parte inocente y afectada. La acción de divorcio no
funcionaría si la intervención de los ciudadanos demostraba que la pareja se había
confabulado, por ejemplo, realizando un montaje para aparentar el adulterio del marido y que
así Wallis pudiera casarse con alguien más. El lunes 7 de diciembre de 1936, el rey escuchó
que Goddard planeaba volar al sur de Francia para encontrarse con la señora Simpson, lo
convocó a su presencia y le prohibió expresamente hacer el viaje porque temía que la reunión
pudiese sembrar dudas en la mente de Wallis. Después de la reunión con Eduardo, el
abogado acudió inmediatamente a Downing Street para ver a Baldwin, como resultado de la
entrevista se le proporcionó un avión que lo llevó directamente a Cannes.69
Al llegar a Francia, Goddard le advirtió a su cliente que si la intervención de los ciudadanos
surgía era probable que tuviera éxito. Según el abogado, era su deber aconsejarle que retirara
la petición de divorcio.69 Wallis Simpson se negó, pero telefoneó a Eduardo para informarle
que estaba dispuesta a dejarlo para que pudiera seguir siendo rey. Sin embargo, era
demasiado tarde; el rey estaba hecho a la idea de irse, incluso si no podía casarse. Con la
creencia de que la abdicación era inevitable, haciendo acopio de fuerza, Goddard afirmó que:
«[su] cliente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para aliviar la situación, pero el otro
extremo de la cancha [Eduardo VIII] estaba empecinado». 70
Goddard tenía un corazón débil y nunca antes había volado, por lo que pidió a su médico,
William Kirkwood, que lo acompañara en el viaje. Como Kirkwood era residente en un hospital
de maternidad, su presencia dio lugar a especulaciones falsas de que Wallis Simpson estaba
embarazada71 e incluso de que había abortado. La prensa informó con excitación que el
abogado había visitado a Simpson acompañado por un ginecólogo y un anestesiólogo —de
hecho, el supuesto anestesiólogo era un empleado del jurista—. 72
Abdicación[editar]
Jorge VI en Ottawa.