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Barba azul en el juicio:

‹Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido
las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes —niños y niñas— y que en el curso de
muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos —aún más vergonzosamente he
de confesar que no recuerdo el número exacto— y que los he matado con mi propia mano o hecho
que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados. Confieso que maté a
esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos
les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros
instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y
los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y
matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al
estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y
dolores de su carne inocente. Contemplaba a aquellos que poseían hermosa cabeza y
proporcionados miembros para después abrir sus cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos
internos y muy a menudo, cuando los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus
estómagos, y me complacía ver su agonía… Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un
gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles. Es
decir, el Apocalipsis era lo único que me interesaba. Creí en el infierno antes de poder creer en el
Cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué
haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla el hombre nunca
desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que
tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se
convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde
que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roído por
los gusanos. Yo soy una de esas personas para quienes todo lo que está relacionado con la muerte y
el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo.
(…) Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros
hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla.››
(siglo xv - Baja edad media - Fue militar de Juana de Arco)

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