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Feminismos.
La lucha dentro de la lucha.
Revista Contrapunto es una publicación del
Centro de Formación Popular con Organizaciones Sociales.
Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio.
Universidad de la República. Uruguay
Brandzen 1956, P2. Montevideo Uurguay
+559824090286
contrapunto@extension.edu.uy
ISSN: 2301-0282
Editores:
Diego Castro
Lucía Elizalde
Mariana Menéndez
Carlos Santos
María Noel Sosa
Humberto Tommasino
Raúl Zibechi
Consejo Académico:
Bernardo Mançano Fernández (Universidad Estatal Paulista)
Hernán Ouviña (Universidad de Buenos Aires)
Luis Tapia (Universidad Mayor de San Andrés)
Massimo Modonesi (Universidad Nacional Autónoma de México)
Raquel Gutiérrez (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla)
Silvia Federici (Hofstra University, New York)
Uruguay
Devenires del feminismo latino-uruguayo. Graciela Sapriza 13
Como cuentas de collar. Colectivos de mujeres y feminismos en
Uruguay. Mariana Menéndez y Valeria Grabino 23
Feministas en los naranjales. Lorena Rodríguez Lezica 45
América Latina
Las luchas de las mujeres indígenas en Chuimek’ena’, Guatemala:
Una aproximación teórica a las estrategias. Gadys Tzul Tzul 65
Las luchas de las mujeres: un torrente específico y autónomo con
horizontes subversivos propios. Raquel Gutiérrez Aguilar 77
Rumbo a Beijing ¿Cómo las Naciones Unidas colonizaron el
movimiento feminista? Silvia Federici 87
La reproducción de la fuerza de trabajo en la economía global y la
revolución feminista inacabada. Silvia Federici 97
Las nuevas formas de la guerra y el cuerpo de las mujeres.
Rita Segato 129
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3 http://magdalenasuruguay.blogspot.com
4 http://mizangas.wordpress.com
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hay una postura entera, pero sí sabemos que estamos a favor de la mujer y del
empoderamiento, que es fundamental.
Minervas: Mi nombre es Noelia Correa y soy del colectivo Minervas5. So-
mos feministas, antipatriarcales, anticapitalistas, como definición a grandes
rasgos. El colectivo surgió en el 2012. Varias compañeras ya estaban con pre-
ocupaciones e interrogantes, lo que nos hizo accionar desde distintos lugares:
un grupo de compañeras tenían un programa de radio, otras desde la diversi-
dad, otras desde el lado académico, y eso hizo que nos fuéramos encontrando
con algunas excusas, ir viendo el momento, el lugar, conformando un colectivo.
Desde el 2013 tenemos nombre: Minervas, y apellidos también.
5 http://minervascolectivo.blogspot.com
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acciones, poder escribir, no solo las experiencias propias, sino también proble-
matizar estos temas que nos están atravesando.
Nosotras también intentamos hacer retiros, en el último que hicimos este
año nos fuimos un fin de semana con una planificación; uno de los temas a
discutir tenía que ver con unos textos sobre la situación de opresión. Primero
vimos los textos y luego empezaron a emerger un montón de experiencias pro-
pias. Estuvimos trabajando sobre eso y fue muy fuerte cómo compartíamos un
montón de escenas y situaciones. Por eso, para nosotras es muy importante
respetar esos espacios.
MG: Creo que más allá de las preguntas a los colectivos, todas compartimos
el mismo sentimiento. Magdalenas es igual. Nosotras, con una franja etaria
totalmente distinta, nos reunimos atraídas por la idea del teatro. Cuando confi-
namos todas en el teatro empezamos a darnos cuenta y a visibilizar que todas,
de diferente manera, teníamos opresiones parecidas.
Tenemos nuestras reuniones una vez por semana y empezamos de ahí, re-
conociendo que la otra tenía una vivencia que yo también la había sufrido o la
había tenido cerca; a partir de sentir que todas somos una y que todas quere-
mos un camino mejor, fue que empezamos a hacer las obras. No con agendas
del día ni programas de agendas políticas; desde nuestro lugar como mujer en
la sociedad y poniendo nuestro grano de arena fuimos armando las obras.
Cuando vamos a algún lugar, liceo o sindicato, por ejemplo, y presentamos
nuestra obra, lo que sale del foro es tan rico que vamos el martes siguiente y
decimos que hay que empezar a escribir; sistematizamos todo o, al menos, lo
intentamos siempre.
Las opresiones, para las afro, las feministas, las antipatriarcales y para no-
sotras que estamos ahí todavía, que no nos definimos, son iguales, porque
siguen siendo opresiones de siglos y siglos a la mujer.
Nosotras tenemos un método, está estructurado; porque la profesora que
se acercó al Centro Goes para darlo gratuitamente trajo el método del teatro.
Hacemos ejercicios, juegos, una especie de terapia. Justamente las historias
más fuertes recién se están empezando a contar, por nuestra propia vergüenza
son las que no se cuentan. Contás del acoso moral, contás de aquel hombre
que te golpeó, aquel hombre que te quiso someter dentro de tu casa; pero no
contás una violación. Y esto empezó a salir este año… y hace dos años que
estamos trabajando. Son cosas que gradualmente se dan.
Hay compañeras que han quedado por el camino; y hemos tenido conflictos.
Hemos tenido también el sentimiento de que otras mujeres quieren oprimir-
nos, llevarnos de las narices, “tener la batuta, ser dueñas de la verdad”. Usamos
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los mismos modelos que usan los varones, el capitalismo y todo lo que sabe-
mos. De repente no somos tan solidarias. Nosotras miramos a los hombres y
aparentemente son más solidarios; para determinadas cosas ellos tienen más
armada la estructura de ser cómplices, mientras nosotras somos más compe-
titivas, inclusive cuando el ámbito es solo de mujer.
Nosotras lo trabajamos desde ahí; pero a través de toda una estética de
juegos, pintura, canto, baile, danza…ahí vas volcando. Y de ahí creamos obras y
se muestran. Pero siempre trabajando en chiquito. Creo que nuestro grano de
arena es ahí, en el aporte pequeño, día a día —vamos a la cárcel, a tal encuen-
tro— eso pequeño desde donde vamos vivenciando.
Nos hemos sorprendido de las opresiones a la mujer en estructuras de
sindicato importantes, donde los obreros que figuran en la planilla son todos
hombres y las mujeres están todas con contratos a término, solo para trabajar
en temporada alta. Inclusive llevamos una obra donde a una compañera la des-
piden porque está embarazada, y ellos dicen: “eso no pasa en esta época”… y
resulta que ahí había pasado el año anterior. Con todo el montón de reivindica-
ciones y derechos que se consiguieron en el siglo XIX, han pasado cien años y
aún están pasando esas cosas. Pero también en este mundo hay esclavitud; no
es contradictorio lo que ha pasado, porque el retroceso que han tenido estos
países en dictadura ha dado esta realidad para las mujeres, que tengan que
callarse estas cosas.
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que te envuelve; entonces vas viendo las opresiones y te das cuenta de dónde
venían, hay cosas que ya no te gustan, que las querés menos, empezás a cam-
biar el lenguaje porque lo trabajás en el cuerpo y lo empezás a largar.
Yo me pregunto cómo estaba inmersa en todo esto y no me daba cuenta,
por qué está tan naturalizado. Es descubrir no solo cómo soy, sino lo que yo
quiero para mí y mis hijos; porque quiero que aprendan a hablar desde una
equidad. Eso es lo que quiero desde mi lugar.
Sigo creyendo que hay que trabajar desde los niños, porque no es otra la
forma; los grandes ya estamos en esto y la generación de adolescentes que se
va armando —donde hay una problemática muy salada de género— tiene que
ir abriendo la cabeza.
No hay cosa más real que al opresor lo hacemos nosotras; nosotras generamos
el opresor futuro. Entonces creo que es desde ahí; en mi caso, desde mi casa,
desde mi lugar chiquito. Yo tengo tremendas discusiones con mi mamá, mi abuela;
mi pobre abuela habla y yo me la quiero “comer”, porque no puedo soportar todo
ese bagaje natural. Y ella lo trajo de su madre, son siglos aprendidos.
Es en todo: en el ómnibus, en la forma que te hablan, la forma que te mi-
ran…, todo. Después que te das cuenta que estás rodeada, está salado. (Risas)
MV: Es un estado de conciencia nuevo, un despertar.
MZ: Exactamente. Por eso te preguntás cuánto tiempo estuviste dormido a
esta situación.
MG: Sí, te volvés más combativa, estás más a la defensiva. Y te cuestionás
más, preguntándote por ejemplo: “¿por qué yo tengo que estar haciendo esto
y los otros están frente al televisor y la computadora?”
Yo me anoto en cuanta reunión y cuanto taller hay, aunque la casa quede
patas para arriba. Si no estoy y no lo resuelves…, “comé lo que haya…, si el
plato está sucio vas a tener que lavarlo”. La mayoría de las veces pasa que llego
a las mil quinientas y está todo para hacer. Ahora tengo a mi suegra y tiene todo
impecable, y me habla de cómo ser una mujer excelente, de cómo tiene que
estar preparada una mujer para el casamiento. (Risas)
Yo disfruto mucho con ella, porque además me da cátedra de cómo tengo
que atender a su “nene”. Un día la tuve que correr del cuarto porque estaba
planchando las camisas al “nene” de 57 años. Yo no le voy a planchar las cami-
sas, que ni sueñe. (Risas)
Yo estaba muy mala, porque me preguntaba: “¿Por qué hay que lavarle, plan-
charle, limpiarle y tener todo impecable? ¿Cuántas horas invierten ellos en noso-
tras?” Porque para que hagan un mandado tenés que decirles: “Muchas gracias”.
Mi entrada a Magdalenas fue para disparar de la casa. Yo estuve muchos
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11 <http://www.mpld.com.ar/>.
12 <http://asobaco.blogspot.com/>.
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compañeras de la Dignidad fue muy fuerte porque el laburo que tienen a nivel
barrial, de lucha popular, es bien potente. Eso nos ayudó mucho a bajar a tierra
muchas formas de trabajar que ellas ya habían trabajado. También la situación
de Argentina y Uruguay es bien distinta en algunas temáticas; las compañeras
están trabajando muy fuerte en el tema del aborto, por ejemplo, e intercambia-
mos mucho sobre eso.
MZ: A nivel internacional, nosotras fuimos coordinadoras Cono Sur de la
Red de Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la diáspora, incorporando una
perspectiva más joven. En su momento también integramos la Red Black de
jóvenes por derechos sexuales y reproductivos, y ahí articulábamos con otros
movimientos de mujeres y varones que se definían como feministas. A su vez,
hemos articulado con compañeras del movimiento negro en Brasil. También, a
nivel transfronterizo y transatlántico, con compañeras afro de Europa, incluso
con compañeras africanas.
Ahora hemos bajado el nivel de articulación hacia afuera. Somos pocas
también; eso hace que no podamos sostenerlo realmente; y además veía-
mos que se reproducían algunas lógicas que no veíamos que estuviera bue-
no, como parte de los obstáculos. En el camino nos ha costado articular con
compañeras feministas adultas (blancas, por lo general); en un momento
nos consideraban “bombas de nitroglicerina”, que había que tener un po-
quito de cuidado con las Mizangas porque con cualquier cosita explotába-
mos. Eso nos ha fortalecido a nosotras y nos hace revisar también cómo
se reproduce, cómo va mutando y cambiando de acuerdo al contexto; pero
las lógicas siguen siendo las mismas y ninguna de nosotras está libre de
reproducirlas. Pero en la medida que tengamos la capacidad de poder con-
versarlas, tener estas instancias, plantearlas y, sobre todo, problematizarlas
revisando en nosotras mismas, es válido. Quizá ahora que no estamos tan
jóvenes (risas), aprendés otras lógicas de diálogo, porque si vas al choque
una y otra vez…
MZ: Cuando surge Mizangas éramos las novinhas… “¿quiénes son estas,
todas negritas, lindas, jóvenes?” Había mucha cosa de captar eso también.
Desde un lugar de autonomía preferimos articular, pero quedarnos de este
lado. Ahí se problematizaba el tema del ghetto. Pero el empoderamiento pro-
pio requiere estar entre nosotras, compartir, colectivizar, sumar a más; hemos
puesto el tema sobre la mesa en muchos casos. Hay gente que nos pregunta
cuántas somos, y con suerte somos cinco, ampliadas somos ocho; pero real-
mente ha habido un laburo intenso en muy poco tiempo, hemos logrado poner
el tema que durante años no se pudo.
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básica que tiene que ver con la vivienda, la alimentación y la salud. Entonces
hablarles de participación política de las mujeres o de derechos sexuales y re-
productivos son diez niveles más arriba. Como dice una compañera: “estamos
siempre tras la liebre”, aunque no sepamos qué liebre es. Por eso, en un mo-
mento dijimos basta; basta de subirse a un avión e ir a representar a tal lado,
bajamos la pelota para resolver cosas acá.
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congeniar esas cuestiones con todo lo que tenés aprendido y acumulado, que
lo querés hacer como uno lo tiene planificado y que contás con la estructura
del estado que es totalmente diferente; pero es adaptarse a la lógica más de lo
técnico y lo burócrata, que implica que no todo es como uno piensa, sino que
hay que adaptarse a otra forma de ver la política o de hacer política. Cuando
estás en la sociedad civil, lo ves de otra forma: querés incidir más o demandar
más, incluso proponer más. Cuando estás del otro lado, decís: “esto está divi-
no, pero hay que darle toda una lógica para llegar a lo que te proponés” que es
totalmente diferente.
Más allá de los vaivenes políticos y acuerdos que podamos tener por encima,
también es concretar cosas que en momentos nos es extraño. A veces queremos
combinar o llegar a una resolución, que por ahí los tiempos y términos políticos te
llevan por otro lado. El estado también está aprendiendo la lógica con el tema afro,
es un tema reciente que se está incorporando en la agenda política.
Entonces es eso, incorporarte, aportando lo que traés, pero también ir adap-
tándote a esta lógica y saber que la política pasa por una cuestión de planes, de
programas, de proyectos. Es todo un desafío, en mi opinión.
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MZ: Hace poco hubo una capacitación con una arqueóloga española. Abor-
daba el análisis de la construcción sociohistórica del género. En el primer taller
habló hasta de los monos y yo me preguntaba “¿qué hago acá?” (risas). Ella
decía que está comprobado que la humanidad viene de África, que la humani-
dad era negra. Una señora vino a decirme: “Gracias, porque gracias a que los
monos sobrevivieron, gracias a vos, estamos acá.”
Fue muy fuerte encontrarse con esa violencia, dije: “A mí no me agradezcas
nada.” Me trató de descendiente directa de mono, para que vean cómo está
presente y cómo hay personas que no lo pueden problematizar. Fue una cosa
muy fuerte para mí.
Pero después se hizo todo un análisis de cómo las mujeres nos vinculamos
con lo relacional y los varones no, cómo se va construyendo porque nos vin-
culamos relacionalmente. Los varones han perdido esa capacidad, en esto de
quedarse solamente en las cuestiones del poder. Luego todo lo vas poniendo
en una lupa y tenés esos lentes constantemente.
MG: Estuvo muy bueno conocernos y saber qué estamos haciendo. Porque
cada uno se va encerrando en su grupo y sabe de su trayectoria.
Yo siempre digo que se crece a nivel de una comunidad, aunque de repen-
te hay comunidades más deprimidas y más necesitadas de estas cosas. Por
ejemplo, yo estoy convencida que ha crecido el machismo en el cinturón de la
ciudad. Estoy convencida porque lo veo en los jóvenes sobre los padres; las
jóvenes creen que están en un plano de igualdad porque se visten igual que
los varones, pero quedan solas siendo adolescentes y con dos hijos, trabajando
miles de horas, cambiando constantemente de pareja y no teniendo un proyec-
to para sus propias vidas. Porque sus vidas giran en razón de lo que quieren los
padres, lo que quiere el marido y lo que quieren los hijos.
MZ: Eso se repite en todas las clases sociales.
MG: Sí. Pero cuando tenés la posibilidad de estudiar, de ganar un poco más
—aunque no ganes como el hombre—, podés romper algunas cadenas. Siem-
pre digo que a mí me limita mucho un sueldo bajo. Es muy fácil decir: “por
qué no te vas”…, pero el asunto es: “Volver a dónde, ¿a la casa de mi madre?
Volver a qué, ¿a pagar alquiler y pasar peripecias?”
O hacer mi vida lo más cómoda posible para mí, tratando de evitar que mi
pareja y mi hijo me opriman. Porque yo tengo dos opresores dentro de mi casa
y que compiten. También está en mí hacer cambiar esas cosas. He avanzado
muchísimo. Claro. Antes yo resolvía todo, llegaba dolorida a casa y no tenía un
tiempo para hacer algo que a mí me gustara. Hoy en día me levanto tempra-
no, voy al gimnasio, vuelvo a bañarme; si hay algo para comer, bien; si no, se
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arreglan con lo que hay o que compren. Me voy a trabajar y luego a la cárcel o
al teatro, además estoy estudiando. Estoy haciendo cosas, vinculándome con
gente joven.
MV: Lo que plantea la compañera atraviesa a todo. Yo conecté con un libro
de Virginia Woolf, Una habitación propia. Ella plantea su tesis de que una mujer
necesita una habitación propia y dinero. Ella cuestiona por qué los hombres son
los que están en la universidad y tienen el conocimiento; y que eso está rela-
cionado con el hecho de que en la historia las mujeres estuvieron vinculadas a
ser madres, cuidar y reproducir. Ese libro es muy gráfico.
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